New media y espacio público 1. La crisis de lo público Una simple mirada al estado actual del desarrollo cultural occidental evidencia la necesidad de una transformación en las bases económico-sociales del capitalismo. Entre otros muchos puntos candentes, uno de los síntomas de esta fase tardía del capitalismo1 puede leerse en la privatización del espacio público tradicional. La función de ágora de los espacios públicos, de las esferas comunitarias, se ve sofocada por la progresiva individualización de las estructuras sociales, por la asignación de valor económico a toda forma de intercambio y por la constitución del espacio público como un lugar de tránsito. Aunque no escapan a esta lógica, los new media ofrecen un espacio en el que la comercialización no es condición sine qua non del intercambio. 2. Espacio público, esfera pública y deriva. El espacio común como centro de comunicación humana, el lugar propio de la generación de discursos de una forma multidireccional, parece haber quedado relegado a una posición marginal en las sociedades occidentales contemporáneas. En una comunidad concreta en la que los ciudadanos se reúnen en este espacio común, éstos, con sus intercambios (de conocimiento, experiencias y planteamientos), afectan de manera directa la configuración de esa estructura social. Estas transacciones psicológicas crean un conjunto de vínculos que enriquecen a cada uno de los miembros de manera individual y que tienen un efecto retorno respecto a la comunidad. Estos espacios de intercambios los podemos definir como esfera pública: “configurada por aquellos espacios de espontaneidad social libres tanto de las interferencias estatales como de las regulaciones del mercado y de los poderosos medios de comunicación. En estos espacios de discusión y deliberación se hace uso público de la razón; de ahí surge la opinión pública en su fase informal, así como las organizaciones cívicas y, en general, todo aquello que desde fuera cuestiona, evalúa críticamente e influye en la política. En términos normativos, la publicidad puede entenderse como aquel espacio de encuentro entre sujetos libres e iguales que argumentan y razonan en un proceso discursivo abierto dirigido al mutuo entendimiento"2 1 Fredric Jameson. La lógica cultural del capitalismo tardío. 2 Juan Carlos Velasco: Para leer a Habermas, Alianza, Madrid, 2003, pág. 170 En la ciudad moderna, los planteamientos arquitectónicos han definido el uso y la configuración del espacio público. En muchas ocasiones, los espacios públicos han quedado reducidos a lugares de paso. Parece haber desaparecido una correlación directa entre la forma de la mayoría de plazas, parques u otros espacios comunitarios -que por su origen histórico podían concebirse como puntos de reunión- y la función que se les otorgaba tradicionalmente. Muchos de estos espacios, cercanos ahora a edificios de alta densidad, se constituyen y diseñan como espacios de movimiento y no como espacios de intercambio. La función de estos espacios se limita a conducir al sujeto al lugar de trabajo, de consumo u ocio. “La eliminación del espacio público viviente está relacionada con una idea aún más perversa: la de volver al espacio contingente para el movimiento. [...] En otras palabras, esto significa que el espacio público se ha convertido en un derivado del movimiento” 3 Si realizamos el ejercicio de visualizar alguno de estos espacios, podemos constatar que son en su mayoría espacios de paso. Grandes parques rodeando un bloque de oficinas, áreas de descanso adyacentes a monumentales juzgados, plazas rodeadas por centros comerciales y edificios verticales configuran nuestro imaginario de la urbe contemporánea. “He aquí una área de paso, no para ser utilizada; sentarse en uno de los pocos bancos de hormigón durante todo el tiempo que uno desee es llegar a sentirse profundamente incómodo, como si uno estuviese en exhibición en un enorme vestíbulo vacío.” 4 Llegados a este punto parece evidente que estas estructuras no permiten al individuo constituir un espacio de comunicación sino que, por lo contrario, le aíslan. “ […] el aislamiento ha sido utilizado en dos sentidos. Primero, significa que los habitantes o trabajadores de una estructura urbana densamente poblada se ven inhibidos para sentir cualquier relación con el medio en el cual se emplaza la estructura. Segundo, que en la medida en que uno pueda aislarse en un automóvil particular para disponer de libertad de movimiento, deja de creer que el medio pueda tener algún significado, salvo como una forma de lograr el objetivo del movimiento propio. Existe un tercer sentido de aislamiento social en espacios públicos, aún más brutal, y es que se refiere al aislamiento directamente producido por la visibilidad que 3 Richard Sennet. El declive del hombre público. p-23-24 4 Richard Sennet. El declive del hombre público. p-23 los demás tienen de uno.”5 En el espacio público, definido en la urbe por la arquitectura y el diseño de espacios de tránsito, ha desaparecido esa noción de esfera pública. El espacio de libertad donde los individuos se definen y que constituye el espacio de diálogo y de evaluación crítica ha quedado diluido debido a la voracidad de algunos modelos urbanísticos planteados en el contexto contemporáneo. En el espacio público, nuestras vidas están privadas de los placeres y de la ayuda que significa el intercambio con nuestros conciudadanos. Desde los años sesenta, han aparecido diferentes movimientos sociales y culturales que han trabajado en la recuperación de esta esfera pública. A diferentes niveles, la cultura hippie, los movimientos contraculturales americanos y los situacionistas en Francia tuvieron entre sus objetivos la creación de estos espacios físicos comunes. En ocasiones, intentando generar un lugar de creación y exposición diferentes a los propios del arte burgués – fluxus, underground, guerrilla...o recuperar el espacio físico perdido – situacionistas, ...-. En la búsqueda de que el arte incida en la vida cotidiana y en búsqueda de nuevos modelos de lo público, estos colectivos buscaron crear pequeñas espacios alternativos de intercambio. Debord y Sennet coinciden en la necesidad del juego como energía para la expresión pública, contrapuesta al cinismo e individualismo propio de la sociedad contemporánea. “El juego situacionista se distingue de la concepción clásica de juego por la negación radical del carácter lúdico de competición y de separación de la vida corriente. El juego situacionista no es distinto de una elección moral, que es la toma de partido para el que asegura el reino futuro de la libertad y del juego.” 6 En este sentido podemos entender el juego como una transformación en el modelo de consumo. Con la participación activa del sujeto el espacio público puede reinterpretarse y se le puede otorgar un nuevo rol. No obstante, este cambio no ha cristalizado. En principio. Debord propone la deriva como motor generativo arquitectónico. En cierto modo, se trata de generar situaciones personales, únicas, en el espacio público con el objetivo de desarrollar formas efectivas para abandonar los estados hipnóticos causados por la cultura de masas. 5 Richard Sennet. El declive del hombre público. p-24 6 Guy Debord. Op. Cit. p.11 “Un ensayo primitivo de un nuevo modo de comportamiento se obtuvo con lo que llamamos la deriva, que es la práctica de una confusión pasional por el cambio rápido de ambientes, al mismo tiempo que un medio de estudio de la psicogeografía y de la psicología situacionista.”7 El abandono de la pasividad del espectador es en sí un modelo de recuperación de lo público. 3. New media y lo público Los new media y el arte en red son una referencia necesaria si confiamos en la existencia de un proyecto real de cambio. Son una herramienta fundamental en lo que respecta a la reconstrucción del espacio público arrebatado. En el contexto descrito anteriormente, el arte en red se plantea como una estrategia de recuperación de esas esferas públicas, que opera doblemente: por una parte, el propio espacio virtual generado en la red adquiere el carácter de ágora, de comunidad, que no puede encarnarse en el espacio público físico/real. En este espacio virtual, prima un modelo de consumo activo. La navegación por este espacio virtual es un proceso de elección constante. Rehuye de un modelo pasivo. Por otra parte, las prácticas desarrolladas en este esfera ‘virtual’ tienen incidencia, en muchos casos, en la esfera ‘real’, pues el usuario, que está presente en ambas esferas, puede actuar como puente y incidir en la esfera de lo real impulsado por el intercambio que se ha producido en la esfera pública virtual. En cierto sentido, pues, los planteamientos críticos que se articulan en la red tienen efecto en ese espacio público perdido y permiten recuperarlo, aunque sea parcialmente, trasladando a la esfera física la crítica articulada en la esfera virtual. La inclinación hacia el arte como vehículo significativo de la función crítica deriva de su carácter sintomático y prospectivo. La esfera artística ha sido históricamente vanguardia de las transformaciones culturales, tanto en lo referido a la identificación de fenómenos incipientes o tendencias emergentes en cualquier ámbito como en la enunciación de los mismos. El arte también ha sido relevante en la generación de procesos de alteración de lo establecido que luego se extenderían más allá de las prácticas y los discursos artísticos. En el caso del arte en red, ésta última constatación resulta esencial. 7 Guy Debord. Informe sobre la construcción de situaciones y sobre las condiciones de la organización y la acción de la tendencia situacionista internacional. p.11 El fenómeno de la acción artística considerada como proceso, desarrollado fundamentalmente durante la segunda mitad del siglo XX, respondía a la voluntad de combatir la objetualización de la obra de arte, el tratamiento fetichista de la pieza como mercancía. Fue un intento –frustrado– de luchar contra la comercialización de las obras. Al plantear un cuestionamiento crítico del mercado del arte se cuestionaban también las condiciones históricas, políticas y productivas de la época. Frustrado, decíamos, porque el sistema mercantil se las ingenió para otorgar valor económico a los documentos materiales que testimoniaban las acciones efímeras llevadas a cabo por los artistas. El documento se convertía así en obra y también en fetiche. El arte en la red puede ser interpretado como una una nueva vuelta de tuerca a esta cuestión; a través de la generación de una nueva esfera de difusión e intercambio en red que sustituye el espacio público ocupado, se articula la crítica a la privatización del espacio público y se rehuye, como ocurrió en los 60 con el arte procesual, el intento de monetarización y comercialización de las formas de expresión crítica, tengan o no intencionalidad artística. Joan Sànchez Corominas [email protected]