“PROSIGUIENDO SUCESIVAMENTE, SIN INTERRUPCIÓN, EL

Anuncio
Revista UNIVERSUM
.
Nº 14
.
1999
.
Universidad de Talca
“PROSIGUIENDO SUCESIVAMENTE, SIN INTERRUPCIÓN,
EL ÓRDEN NUMÉRICO”.
ESCRITOR Y SOCIEDAD EN TALCA HACIA EL SIGLO XX
Andy Daitsman (*)
I. CONTEXTOS HISTÓRICOS: LA GENERACIÓN DEL CENTENARIO
Los autores que formaron la llamada “generación del centenario”, una sorprendente concentración de pensadores producida en el Liceo de Hombres de Talca en
las primeras décadas del siglo XX, casi unánimemente atribuían su interés en las
artes y las letras al estímulo entregado por dos de sus maestros en el colegio maulino:
Enrique Molina, rector de la institución entre 1905 y 1915, y Alejandro Venegas, profesor de Castellano y Literatura durante los mismos años.1 En las palabras del periodista Aníbal Jara, “dos maestros insustituibles habían formado nuestra espiritualidad . . . Por lo menos yo le [sic] debo a ellos mi devoción religiosa por la naturaleza
(*)
Doctor en Historia Latinoamericana, Universidad de Wisconsin. Profesor del Instituto de Estudios Humanísticos Abate
Juan Ignacio Molina, de la Universidad de Talca.
1
Una lista parcial de los miembros del grupo puede incluir a Max Jara y Jerónimo Lagos Lisboa, los periodistas
Aníbal Jara y Domingo Melfi, el historiador Ricardo Donoso, su hermano el crítico literario Armando, y el novelista Mariano Latorre. En referencia a ellos, Hugo Morán ha dicho “Talca por estos años marchaba a la vanguardia de la literatura en Chile.” Hugo Morán M., Historia del Liceo de Hombres Nº 1 de Talca Escuela Tipográfica
Salesiana ‘El Salvador’, Talca, 1977, extraído en Talca y su muy noble historia, Editorial Universidad de Talca,
Talca, 1992, p. 189. Por Encina y Pinochet Le Brun, ver Oscar Pinochet de la Barra, “En Talca con la Generación del
Centenario”, reproducido en Talca y su muy noble historia, p. 213. Otras fuentes relacionadas con la Generación
del Centenario recopiladas en Talca y su muy noble historia son: Miguel da Costa Leiva “Magisterio de Enrique
Molina Garmendia en Talca (1905-1915)”, pp. 112-125; Enrique Molina, “Alejandro Venegas”, pp. 126-152; Anónimo, “Talca y las letras nacionales”, pp. 215-218; Hugo Morán, “Referencias a Jerónimo Lagos Lisboa”, pp. 237241; Joaquín Edwards Bello, “Domingo Melfi”, pp. 242-247; Matías Rafide, “Evocación de Jorge González Bastías”,
pp. 248-264; Aníbal Jara, “Talca en mis recuerdos de otro tiempo”, pp. 267-274; Domingo Melfi, “Talca y la
tradición”, pp. 275-278.
43
Andy Daitsman
y una sed insaciable de saber”.2 Domingo Melfi recordaba a “los maestros de la
etapa de renovación del Liceo, Enrique Molina, . . . Conductor verdadero de la ju3
ventud [y a] su lado siempre, Alejandro Venegas”. El crítico literario Armando
Donoso, por su parte, escribió acerca de Venegas, organizador de las famosas “charlas literarias”:
“Nunca un maestro pudo impresionar de tal manera a un educando;
jamás un profesor contribuyó con tal acierto a formar el carácter y a despertar el gusto por el estudio. Su palabra era clara y precisa; sus convicciones profundas; su talento de una vigorosa masculinidad. Cerca de él,
cada muchacho sentía la responsabilidad de su conciencia y de sus actos, porque sus enseñanzas estaban basadas siempre sobre una descarnada comunión con la verdad”.4
Varios de estos alumnos salieron del Liceo con una orientación política bastante
radicalizada. Aníbal Jara, por ejemplo, recordaba que junto a sus contertulianos, los
jóvenes escritores Domingo Melfi y Jerónimo Lagos Lisboa, se entusiasmaba con el
romanticismo, citando a Tolstoi, Turgenef, Dostoievski, Balzac, Zola, y Dickens como
autores que leían ávidamente.5 Pero las exploraciones ideológicas del grupo iban
mucho más lejos que el romanticismo:
“La editorial Sempere de Barcelona alimentaba nuestras juveniles inquietudes revolucionarias. Leíamos de prisa, sin entender a veces mucho de
lo que leíamos y sin digerirlo. Debo confesar que el anarquismo y el
nihilismo me parecían a mí las doctrinas ideales para ‘gobernar’ el mundo”.6
Armando Donoso recordaba la misma experimentación en términos
sorpresivamente similares:
2
3
Jara, “Talca en mis recuerdos”, p. 270.
Melfi, “Talca y la tradición”, p. 278.
4
Armando Donoso, citado en Guillermo Feliú Cruz, Armando Donoso y su tiempo, 1886-1946: Vida y obra de
un crítico literario, Editorial Nascimento, Santiago, 1969, p. 18.
5
Lagos Lisboa, quien nació en 1883, era el mayor del grupo y no estudió en el liceo durante la rectoría de Molina.
Sin embargo, se le considera miembro de la generación del centenario por dos razones: 1) su participación en las
charlas literarias de Venegas y la tertulia de Jara, 2) la aparición de su primer libro de poesías en 1915, cercano al
centenario. Jara, “Talca en mis recuerdos”, pp. 269 y 273; Hugo Morán, citando a Victor Barberis, “El Liceo de
Talca”, p. 189, Jerónimo Lagos Lisboa, Yo iba solo, poesías, Santiago, 1915. Morán equivocadamente fija la fecha
de su nacimiento en 1863, Morán, “Homenaje póstumo: Referencias a Jerónimo Lagos Lisboa”, La Mañana (Talca),
31 de mayo de 1859, recopilado en “Referencias”, Talca y su muy noble historia, p. 237.
6
Ibid.
44
"Prosiguiendo sucesivamente, sin interrupción, el órden numérico".
Escritor y sociedad en Talca hacia el siglo XX
“Un buen día, y por solemne influjo del Emilio de Rousseau, resolví
desistir de mis propósitos lírico-extravagantes y me dí maña por zambullirme, malgré moi, en la filosofía, creyendo encontrar en ella mi verdadero camino de Damasco, y me hice socialista con dos o tres muchachos de
mi curso, por directa y perentoria influencia de los volúmenes de la Biblioteca Sempere. (Por tres o cuatro pesos, ¿quién no convierte?). ¡Cómo
leía entonces a Kropotkine, Darwin, Engels, Reclus, Renán, George, digiriendo a medias todo esto con una glotonería harto perjudicial!”7
Jara y Donoso en sendos recuerdos se cuidaban especialmente en separarse de
su ambiente físico, es decir Talca. Jara decía: “Nosotros, los que nos creíamos intelectuales vivíamos un mundo ajeno a las preocupaciones del talquino común.”8
Donoso, por su parte, lo decía así: “Vivía por ese entonces en una ciudad provinciana poco amiga de la literatura y menos de los romanticismos estudiantiles, que cons9
tituían mi principal desvelo”. Talca, cuna de una aristocracia provinciana notoriamente cerrada, tal vez albergó estos jóvenes “revolucionarios” de estirpe intelectual
durante sus años de formación, pero según ellos mismos era incapaz de haberlos
producido. Era demasiado pequeña, demasiado de provincia, demasiado alejada
de las corrientes intelectuales más importantes del momento, en una palabra, demasiado conservadora, para dar chispa a pensamientos tan profundos como los que
emocionaron tanto a la juventud.10 Siempre según los recuerdos de los jóvenes mismos, se necesitaba un elemento externo, foráneo, para catalizar sus inquietudes.
Molina y Venegas son buenos candidatos a ser este catalizador. Molina, filósofo,
pedagogo, y militante en el Partido Radical, había llegado al Liceo de Talca durante
el año escolar de 1905, trayendo consigo a su amigo y colega Venegas, a quien invitó
a ocupar la vicerrectoría. Poseedores de una pedagogía moderna e innovadora, que
les dio la oportunidad de establecer un contacto más directo y más humano con sus
alumnos,11 Molina y Venegas también llevaron a Talca sus preocupaciones políticas,
7
Citado en Feliú Cruz, Armando Donoso, p. 22. Feliú Cruz cita a Dr. Valdés Cange (Alejandro Venegas), Por
propias y extrañas tierras, introducción de Armando Donoso, Nascimento, Santiago, 1922.
8
Jara, p. 269.
9
Donoso, citado en Feliú Cruz, p. 21.
10
Hablando de una etapa un poco posterior en su vida, Jara caracteriza así la distinción entre la vida provinciana
y la capitalina: “Luego me di cuenta de que esa vida sedentaria . . . era algo estúpido y sin sentido. Resolví
entonces dejar la provincia. Recuerdo ahora la mañana de otoño en que tomé el tren para Santiago; sentía esa
melancolía y esa inquietud que se apodera del que deja su tierra natal y su hogar para ir en busca de lo desconocido. . . Quedan atrás amigos y recuerdos: se rompen viejos hábitos, se altera el equilibrio de la vida. Hay que
buscar uno nuevo, nuevos tratos, iniciar nuevos hábitos y conocer otras gentes”. Jara, “Talca en mis recuerdos”,
p. 273.
11
Ambos se habían formado en el nuevo Instituto Pedagógico en Santiago, Miguel da Costa Leiva, “Magisterio
de Enrique Molina”, p. 112.
45
Andy Daitsman
un compromiso con la cuestión social.12 Molina lo definió así: “ideológicamente
[Venegas y yo] nos sentíamos sin duda en afinidad con los radicales, . . . esta actitud
. . . implicaba el interés más vivo por los problemas que afectaban a nuestra nacionalidad y a los demás pueblos del continente y de la tierra.”13 Venegas, por su parte,
mientras vivía en Talca escribió dos obras de fuerte crítica social: Cartas a don Pedro
Montt (1909), y la incendiaria Sinceridad, Chile íntimo en 1910 (1910).14 Esta última, en la cual el autor culpó directamente a la clase dominante y al gobierno por la
extrema pobreza en que vivían grandes sectores populares, causó un gran revuelo
en Talca y la nación, y finalmente le costó a su autor su carrera de docente. Venegas,
alegando cansancio frente a las críticas que llegaron incluso desde el Senado de la
república, se jubiló del Liceo en 1915 y nunca volvió a la enseñanza.15 Con dos
maestros así, inteligentes, innovadores, y de gran calor humano, y presenciando la
controversia ocasionada por el libro de Venegas, no es de extrañar que los alumnos
recordaran sus años liceanos como la etapa fundamental en su desarrollo intelectual.
No obstante lo convincente de la idea de que Molina y Venegas sembraron y
cosecharon intelectuales en una tierra sumamente infértil, para aceptarla tendríamos que separar a Talca de su propia historia. En los hechos, Talca en 1905 era una
ciudad importante, un poco decaída de su momento de auge a mediados del siglo
XIX, pero todavía con una proyección significativa en el ámbito nacional chileno. El
Banco de Talca, uno de los pocos regionales en Chile, cumplía dos décadas en 1905,
el mismo año en que la ciudad celebró su primera feria industrial. Industrias ya
existentes en la ciudad en esa época incluían las molineras (principalmente de trigo), y fábricas de papel, de galletas, de catres, de fósforos, de cerveza, y más.16 Según el censo más reciente, en 1895, Talca tenía 33,232 habitantes, lo que la situaba
como la cuarta ciudad del país, detrás de Santiago (312,467), Valparaíso (122,447), y
Concepción (39,837) y más grande que Iquique (33,031), Chillán (28,738), La Serena
(15,712) y Antofagasta (13,530).17
12
Cf., Sergio Grez Toso, compilador, La “cuestión social” en Chile; ideas y debates, precursores (1804-1802),
DIBAM, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Santiago, 1995.
13
Molina, “Venegas”, p. 132.
14
Julio Valdés Cange (Alejandro Venegas), Cartas al excelentísimo Señor don Pedro Montt sobre la crisis moral
de Chile en sus relaciones con el problema económico de la conversión metálica, Soc. Imprenta y Litografía
Universo, Valparaíso, 1909; y Sinceridad: Chile íntimo en 1910, Editorial Universitaria, Santiago, 1910.
15
Molina, “Venegas”, pp. 151-152.
16
Oscar Pinochet de la Barra, “Un banco, una ciudad: centenario del Banco de Talca (1884-1984)”, manuscrito
inédito, p. 43, Polidoro Icaza; “Historia del Banco de Talca”; Gustavo Opazo Maturana, Historia de Talca, 17421942, Editorial Universitaria, Santiago, 1942, pp. 347-349.
17
Enrique Espinoza, Jeografía descriptiva de la República de Chile (arreglada), según las últimas divisiones
administrativas, las mas recientes esploraciones i en conformidad al Censo Jeneral de la República levantado
el 28 de Noviembre de 1895, cuarta edición, considerablemente aumentada (Santiago: Imprenta i Encuadernación Barcelona, 1897), pp. 86, 100, 135, 189, 211, 299, 335 y 357.
46
"Prosiguiendo sucesivamente, sin interrupción, el órden numérico".
Escritor y sociedad en Talca hacia el siglo XX
Lejos de ser una sencilla y tranquila capital de provincia a principios del siglo
XX, Talca era una ciudad pujante, industrial, cuya población se había duplicado
19
desde 1865. Décadas antes de la llegada de Molina y Venegas, décadas antes del
surgimiento de la “generación del centenario”, talquinos, como la romántica Carmen Arriagada, el socialista Ramón Antonio Vallejos, y el positivista Daniel Barros
Grez, se habían inspirado en ideas radicales provenientes del extranjero, y lograron
difundir esas ideas en el ambiente local. Este contexto social y esta tradición intelectual en Talca a comienzos del siglo sugieren que los centenarios no representan tanta
ruptura con su ciudad como ellos mismos pensaban, y que además del papel de
Molina y Venegas, cuan importante que sea, tendremos que agregar otras influencias más puramente locales en la formación intelectual de los jóvenes.
18
II. UNA MUJER APASIONADA
Carmen Arriagada, nacida en Chillán y educada en Santiago, vino a Talca en
1836 para vivir en compañía de su marido, el militar en retiro Eduardo Gutike. Poco
antes, en noviembre de 1835, había conocido a Mauricio Rugendas, el pintor romántico alemán cuya larga estadía en Chile apenas comenzaba, y de quien se había enamorado al mismo tiempo. Desde este momento, Arriagada optó por una vida romántica, decisión que Rugendas apoyaba plenamente e intentaba facilitar. En la
primera carta que escribió después de su primer encuentro amoroso, Arriagada asumió brevemente una forma muy personal, y bastante romántica, de escribir: “yo
expreso sin orden las ideas que primero me vienen”, y en la misma carta hizo referencia a unos libros que Rugendas había prometido mandarle.20 Durante los quince
años de su amistad y correspondencia, Rugendas, en lo que parece ser un afán de
mejorar el nivel cultural de su amiga chilena, le presentaba a los mayores, y a muchos de los menores, autores de las corrientes románticas europeas, entre ellos Byron,
Pope, Dumas, George Sand, Victor Hugo, Goethe y Schiller.21 Al poco tiempo,
18
Por una opinión contraria, véase el áspero ataque de Armando Donoso a su pueblo natal: “Talca, con sus calles
tiradas a cordel, con su beatitud socarrona; su gente misoneísta y soñolienta; . . . poblacho de campesinos adinerados y de burócratas religiosos y sedentarios, desconfiados y sórdidos . . . resume el tipo clásico de la aldea
grande, en cuyo seno no ocurre jamás nada que pueda violentar las digestiones lentas de sus pobladores”, en su
introducción a Valdés Canje, Por propias y extrañas tierras (obra citada), pp. 10-11.
19
En 1865, la población de Talca era 17,900, República de Chile, S.N.E.C. XII Censo general de la población y primero
de vivienda, 1952, tomo I, cuadro 10, pp. 45-46.
20
Carmen Arriagada, Carmen Arriagada: Cartas de una mujer apasionada, Oscar Pinochet de la Barra, editor,
Editorial Universitaria, Santiago, 1989, p. 23; véase Oscar Pinochet de la Barra, El gran amor de Rugendas, Editorial Universitaria, Santiago, 1984.
21
Arriagada, Cartas, passim.
47
Andy Daitsman
Arriagada en sus propias cartas intentaba reproducir la estética que conoció en los
libros que Rugendas le mandaba:
“Pero yo no sé en que idioma quiero escribir. Durante yo escribo, la
Luna da de lleno en el cuarto por la puerta que cae a la calle. Son las 10,
y el silencio de la noche aumenta la melancolía que me inspira siempre
una noche apacible de Luna, su suave luz parece que afloja todos los
resortes de mi alma; ni un pensamiento que no sea tierno y melancólico,
ni una idea que no tienda a las afecciones del corazón! Siento un vacío
en mi alma, mi vida me parece inútil, me aflige más que nunca la idea de
verme sola!, desconozco el amor materno pero siento que hubiera sido
felicísima siendo madre!, ahora sufro, y ni una sonrisa viene a mitigar mi
dolor!”.22
La opción de Arriagada de seguir una vida romántica bien puede haber correspondido fundamentalmente a una decisión estética, como sugería Bernardo
Subercaseaux, pero aún así no deja de tener un cierto significado político.23 El hombre o mujer romántico, un genio solitario, un individuo en busca de su plena realización personal, se sentía capaz de conocer profundamente a sí mismo y al mundo en
que vivía, pero sabía perfectamente bien lo difícil, si no imposible, que era alcanzar
su meta de realización individual, dada la complejidad y brutalidad de la organización social imperante; por lo tanto el romántico europeo de estos años, 1830 a 1850,
casi siempre incluía una fuerte crítica social en su obra, sea ésta desde la derecha o la
izquierda.24 Victor Hugo, en lo que pretendía ser una declaración programática del
romanticismo, expresó bien la relación entre la estética romántica y la política:
“El romanticismo . . . no es en el fondo . . . más que el liberalismo en la
literatura . . . La libertad en el arte, la libertad en la sociedad; ése es el
doble fin a que deben tender por igual los espíritus consecuentes y lógicos”.25
Al parecer, Arriagada se insertaba en esta corriente del romanticismo. Veamos
sus meditaciones acerca del exilio de Francisco Bilbao en 1844:
22
Ibid, carta de 4 marzo de 1836, p. 32, en carta de 28 de marzo menciona que está leyendo un libro de Byron que
Rugendas ya le había prestado.
23
Bernardo Subercaseaux, Historia de las ideas y de la cultura en Chile, tomo I, “Sociedad y cultura liberal en el
siglo XIX: J.V. Lastarria”, Editorial Universitaria, Santiago, 1997, p. 94.
24
Carl Schmitt, Political Romanticism, Guy Oakes, traductor, MIT Press, Cambridge, 1986; Eric Hobsbawm, The
Age of Revolution, 1789-1848, Vintage, New York, 1996, pp. 253-276.
25
Citado en Bernardo Subercaseaux, Historia de las ideas, p. 97; véase Hobsbawm, obra citada, p. 269.
48
"Prosiguiendo sucesivamente, sin interrupción, el órden numérico".
Escritor y sociedad en Talca hacia el siglo XX
“Cuando este joven habla de la igualdad, que difiende [sic] los derechos
del hombre, que quiere la verdadera igualdad en el mundo, creo que
nadie, a menos que no sea un propenso egoísta, puede quedarse indiferente. . . . A mí me ha agradado mucho, muchísimo. Aunque no le sea
permitido escribir más, ya las impresiones están recibidas y se podrá
mejorar algo. A fuerza de imitar a la Francia, íbamos cayendo en el fanatismo. Lo que no me gusta es que haya tomado el nombre de Sand. No
hace simpatías todavía por esta clase de reformas, y los hombres se irritan sólo con la idea de que una mujer les dispute su más caro derecho, el
de tiranizar a la mujer!”.26
Entre paréntesis, vale la pena analizar la referencia a Sand. Lo que molestaba a
Arriagada, al parecer, no eran las influencias que Sand había ejercido en el pensamiento de Bilbao, sino la decisión que él tomó de incluirlas en su ensayo. Utilizando
una línea argumentativa que la propia Sand bien podría haber adoptado, Arriagada
argüía que el ambiente chileno no estaba preparado todavía para ideas tan avanzadas como las de la escritora francesa, y por razones fundamentalmente estratégicas
27
habría sido mejor excluirlas en el momento actual.
El cinco de abril de 1837, anticipando el desarraigo de los jóvenes del centenario,
Arriagada expresó su alienación de su propio ambiente cultural:
“Hombre amado! tú me has transformado en otro ser . . . con tu amor
renació en mí el amor por todo lo que es bello, por todo lo que es grande
y generoso, Oh¡ cuánto te debo, si yo pudiera vivir en otro círculo verías
de qué es capaz el alma de tu amiga, ambiciosa de tu estimación; pero
aquí es preciso que todo muera al momento que se ha concebido”.28
Pero este texto fue escrito a menos de un año de su llegada a Talca. Con el paso
del tiempo Arriagada iba formando nuevas amistades en la ciudad piducana, y poco
a poco perdía su sensación de aislamiento. Ya en junio de 1838 tenía formada una
tertulia propia (en esta ocasión, después de una visita de Rugendas, se quejaba de
que en su ausencia la tertulia “es ahora muy triste e insípida”),29 la que eventualmente se convirtió en el centro indiscutido de la vida cultural de Talca. Invitados
regulares, algunos con apellidos como De la Cruz y Donoso, participaron en la fundación de El Alfa en 1844, el primer periódico en Talca, y también en la de la “Socie26
Arriagada, carta de 4 de julio de 1844, Cartas, pp. 450-451.
27
Por Sand, véase Naomi Schor, “Feminism and George Sand: Lettres à Marcie, en Feminists Theorize the Political,
Judith Butler y Joan W. Scott, editores, Routledge, New York, 1992, pp. 41-53.
28
Arriagada, Cartas, p. 75; véase también Pinochet de la Barra, “Un testigo”, p. 10.
29
Pinochet de la Barra, El gran amor, p. 74.
49
Andy Daitsman
dad Cívica de Talca” en 1848, un club social que pretendía promover el desarrollo
cultural y económico de la zona. El primer presidente de la Sociedad Cívica fue
Vicente Antúnez, dueño del fundo privado más grande en Talca, director del Hospital, conocido activista liberal, y amigo íntimo de Carmen Arriagada. El secretario
era Toribio Hevia, prestamista activo en el mercado local de trigo de exportación,
unos años después fundador del molino más grande de la ciudad, y también asistente regular a la tertulia de Arriagada.30
A lo largo de los quince años que mantuvo su correspondencia con Rugendas,
Arriagada nunca dejó su opción romántica -aun cuando su infatuación juvenil con
el pintor maduró a una amistad más bien fraternal e incluso igualitaria. En 1847,
con Rugendas ya de vuelta en Europa, le felicitó por su buena suerte de conocer en
persona a individuos tan interesantes y geniales como Eugène Sué; en carta de 1850
citó otra vez a George Sand, en esta ocasión su libro Lélia.31 Pero esta mujer, fuertemente influida por el movimiento literario de vanguardia de la época, a su vez ejercía una gran influencia propia sobre el ambiente intelectual de su ciudad. Si la elite
talquina mostraba una tendencia hacia el liberalismo y radicalismo a mediados del
siglo pasado, y veremos más adelante que sí lo hacía, en parte esta tendencia se
debía a la actividad cultural en los años 1830 y 1840 de la que había sido la amante
de Rugendas.
III. EL ALMA DE LA REVOLUCIÓN
Rugendas salió de Chile en 1845, y Arriagada mantuvo su correspondencia con
él hasta 1851, pero después de esa fecha no tenemos mayores noticias de ella. Sin
embargo, la década de los 50 incluía años bastante agitados en la historia de Talca.
En la economía, regía la “fiebre del trigo”, debido al auge de las exportaciones del
cereal a los campos de oro, primero en California y después en Australia. Gracias a
su status de centro de la industria molinera chilena, Talca a lo largo de la década
llegó a ser la tercera ciudad de la república y la que más rápidamente crecía.32 En la
30
“Estatutos de la Sociedad Cívica de Talca”, Archivo de la Intendencia de Talca 17 (junio de 1848). El fundo “Cerro
Colorado” en 1855 registró una renta de 5100 pesos, superado únicamente por el fundo “Campeo” con una renta
de 5600 pesos. En esa época, “Campeo” era propiedad de los mercedarios. Provincia de Talca, Estado que
manifiesta la renta agrícola de los fundos rústicos que comprende el espresado Departamento para deducir el
impuesto anual establecido en sustitución del diezmo por la lei de 25 de Octubre de 1853, Imprenta del Diario,
Valparaíso, 1855. Hevia y Compañía se fundó en 1850, y después sufrió una reorganización en 1853, su molino
“Talca” tenía en 1872 una capacidad de 1,000 hectolitros diarios. Archivo Notarial de Talca 58 (1850), f 197 vuelta;
Archivo Notarial de Talca 64 (1853), f 222 vuelta; Recaredo Tornero, Chile ilustrado, Librerías y Ajencias del Mercurio, Valparaíso, 1872, p. 301.
31
Arriagada, Cartas, pp. 492 y 528.
32
De una población de 5,112 en 1813, Talca subió a 14,144 en 1854, un crecimiento de 3,3%. Entre 1854 y 1865,
Talca experimentó una tasa de crecimiento de 2,2%, levemente inferior a la de Valparaíso con 2,7%. Andy Daitsman,
“The People Shall Be All”, cuadros 9 y 10, p. 273.
50
"Prosiguiendo sucesivamente, sin interrupción, el órden numérico".
Escritor y sociedad en Talca hacia el siglo XX
política, Talca y la región del Maule jugaron papeles importantes en el desenlace de
las dos guerras civiles que irrumpieron durante la década, en 1851 y en 1859. La
batalla final de 1851 tuvo lugar en Loncomilla, a pocos kilómetros de Talca, y en
1859 la ciudad fue uno de los focos principales de la rebelión, lo que se concretó con
la toma de Talca durante enero y febrero de ese año.
Las dos guerras de la década de 1850 reunieron amplias coaliciones de liberales
y conservadores en un proyecto común de derrocar el gobierno autoritario del presidente Manuel Montt, con la importante diferencia de que la coalición rebelde en
1851 tuvo a su cabeza un general en ejercicio del ejército, quien llevó todas las tropas
de su mando a la rebelión, y por lo tanto los rebeldes en 1851 podían reunir su fuerza
militar mediante la cadena de mando oficial del ejército de Chile, sin recurrir a un
discurso popular. En 1859, por varias razones, los rebeldes habían perdido su acceso a los altos mandos del ejército, y ahora tuvieron que buscar su apoyo directamente entre las tropas y clases de la Guardia Nacional. Para llegar a estos individuos, los
rebeldes sí precisaban de un programa, o mejor dicho un lenguaje, que los interpretara y los interpelara. En Talca, el encargado de articular este lenguaje fue el hombre
seleccionado a dirigir la rebelión, el parralino Ramón Antonio Vallejos.
Educado en leyes, Vallejos vino a Talca, probablemente a principios de 1858,
para administrar en compañía con su hermano el fundo “Prosperidad” (en cuyos
terrenos hoy en día está construida la Universidad de Talca). El fundo, ubicado en el
extremo norte de la ciudad, en la época se hallaba entre los veinte más grandes de la
provincia, y los hermanos Vallejos firmaron un contrato de arriendo con un término
de nueve años y un sustancial arriendo anual de tres mil pesos, bajo la fianza de
Juan Antonio Pando, dueño de los modernos molinos de trigo en Loncomilla y posteriormente comandante de la revolución de 1859 en la zona centro-sur.33 La familia
Vallejos tenía experiencia en la agricultura, se dice que sus antepasados habían participado en la fundación de Parral y Ramón Antonio mismo había heredado, de su
padre, una apreciable hijuela en ese pueblo la que vendió a un cuñado en la suma
nada despreciable de 1700 pesos en 1850.34
De su vida anterior a la rebelión de Talca, tenemos muy poca información, pero
podemos con certeza fijar su presencia como miembro de la Academia de Leyes y
Prácticas Forenses, organismo dependiente de la Facultad de Derecho de la Univer33
En 1855, “Prosperidad” declaraba una renta anual en 1475 pesos, mucho menor que los 5600 pesos de “Campeo”
de los hermanos mercedarios o de los 5100 pesos de “Cerro Colorado” de Vicente Antúnez. Sin embargo, el
fundo en años posteriores seguía creciendo, hasta que en el rol de 1897 era el segundo fundo más grande en el
departamento de Talca, su avalúo de 300,000 pesos sólo superado por los 400,000 de “Santa Elena”. “Cerro
Colorado” en 1897 estaba tasado en 260,000 pesos. Estado que manifiesta; Espinoza, Jeografía, p. 303-305; “Gonzalo Elgart a Ramón y Gonzalo Vallejos”, Archivo Notarial de Talca tomo 78 (8 de enero de 1858) fojas 3-7.
34
Benjamín Vicuña Mackenna. La disolucion de la Academia de Leyes (crónica estudiantil), Imprenta del Mercurio, Valparaíso, 1868, p. 11; «Ramón Vallejos a Ygnacio Letelier,» ANT 58 (6-VII-50), fojas 144 vuelta- 146 vuelta;
por la relación entre Vallejos y Letelier, véase «testamento de doña Maria Seledonio Vallejos,» Archivo Notarial de
Parral 16 (29-VIII-48), foja 169.
51
Andy Daitsman
sidad de Chile, en el año crítico de 1850, cuando conflictos políticos en el seno de la
institución terminaron con su abolición. La Academia de Leyes, fundada originalmente en la época colonial, agrupaba jóvenes bachilleres en derecho, con el propósito de completar su educación antes de recibirse de abogados. En 1850 la Academia
tenía una población estudiantil de una veintena de alumnos, entre ellos Benjamín
Vicuña Mackenna, Manuel Bilbao y Santos Cavada, su director era el obispo Juan
Francisco Meneses, y el presidente de la corporación era Máximo Mujica.35 La crisis
se desató cuando Vicuña rehusó felicitar, en nombre de la corporación, a Mujica en
ocasión de su nombramiento como Ministro de Justicia, recibiendo de réplica, por
Meneses, su expulsión de la Academia.
Meneses, a la sazón con más de setenta años, se había opuesto a la independencia de Chile, prestando servicio a los gobiernos restauradores durante la llamada
“reconquista” española (1814-1817), y Mujica fue el fiscal quien en 1844 había condenado a Francisco Bilbao por la publicación de La sociabilidad chilena, y después
ordenado la quema de todos los ejemplares del libro en una fogata en la Plaza de
Armas de Santiago.36 Los alumnos, en tanto, formaron parte de la juventud radical
de la época. Manuel Bilbao era hermano de Francisco y redactor del periódico de la
Sociedad de la Igualdad, Vicuña Mackenna era hijo de un viejo agitador pipiolo
quien se incorporó a la Sociedad de la Igualdad en junio de 1850, y Santos Cavada
recién comenzaba sus actividades políticas, las que iban a incluir una participación
destacada en la guerra civil de 1851.37 En la crisis de 1850 en la Academia, se enfrentaron dos grupos de enemigos ideológicos implacables, jóvenes de izquierda y las
autoridades comprometidas del régimen que ellos odiaban.
Vallejos, al parecer, recibió su primera educación política durante esta crisis.
Vicuña recuerda que conoció a Vallejos la noche misma de su expulsión de la Academia, cuando el parralino se le acercó para decirle “Soi Ramon Vallejo, cuente usted
conmigo”.38 Su papel en la crisis distaba mucho de lo pasivo. Ayudó a Vicuña con
la redacción de una declaración del alumnado que rechazó la expulsión y reclamó
su reincorporación, después gestionó la intervención del diputado liberal Federico
Errázuriz, quien interpeló a Mujica en sesión de la Cámara de Diputados, y finalmente formó parte de la delegación que se reunió con Andrés Bello, rector de la
Universidad de Chile, en un intento de solucionar el problema.39
35
Vicuña Mackenna, Academia de Leyes.
36
Diego Barros Arana, “Un decenio en la historia de Chile (1841-1851)”, tomo primero, en Obras completas,
volumen XIV, Imprenta Barcelona, Santiago, 1913, p. 529.
37
Por Bilbao, véase Cristián Gazmuri, El ’48’ chileno: igualitarios, reformistas, radicales, masones, y bomberos,
Editorial Universitaria, Santiago, 1992; Vicuña Mackenna incluye un facsímil de su boleto de incorporación a la
Sociedad de la Igualdad en su Historia de la jornada del 20 de abril de 1851: una batalla en las calles de Santiago, Rafael Jover, Santiago, 1878, p. 83; datos sobre Cavada tomados de Vicuña, Academia de Leyes.
38
Vicuña, Academia de leyes, p. 10.
39
Ibid, pp. 15, 19, y 24-25.
52
"Prosiguiendo sucesivamente, sin interrupción, el órden numérico".
Escritor y sociedad en Talca hacia el siglo XX
La crisis de la Academia de Leyes había comenzado en julio de 1850, y estaba sin
resolución todavía cuando en la noche del 19 de agosto de 1850 agentes del gobierno
atacaron un local de la Sociedad de la Igualdad, acción en la cual varios de los
igualitarios cayeron heridos. La justicia investigó los sucesos, pero el proceso, que
tuvo que esquivar los obstáculos del gobierno, procedía lentamente, lo que levantó
la (fundada) sospecha de que el ministro de justicia, Máximo Mujica, era el responsable del ataque, el mismo Mujica cuyo nombramiento había causado la crisis en la
Academia de Leyes.
El creciente movimiento opositor adoptó la Sociedad de la Igualdad para expresar su rechazo a la matonería del gobierno: durante un mes y medio la organización
registró la inscripción de unos 1600 miembros nuevos. La crisis política, que había
comenzado con el conflicto en la Academia de Leyes, se empeoraba, y muy pronto
iba a devenir en violencia, con el motín del 20 de abril de 1851 y la guerra civil en
septiembre del mismo año.40
Aunque el nombre de Ramón Antonio Vallejos no aparece en las historias publicadas de la Sociedad de la Igualdad y del motín del 20 de abril de 1851, es indudable
que el joven abogado parralino presenció los hechos trascendentes de 1850-1851, lo
que por supuesto tendría una influencia en su posterior desarrollo intelectual y político; existen, además, razones para creer que no sólo presenció los hechos sino que
tomó parte también en algunos de ellos.
Según el testimonio de José Javier Luque, un santiaguino quien participó con
Vallejos en la rebelión de Talca, él había peleado el 20 de abril de 1851 “al lado de d.
R. Vallejo”, y que ocho años después, en enero de 1859, “recordando el 20 de abril”
se puso de acuerdo con “d. R. Vallejo” para tomar Talca.41 Hay que reconocer que en
la fuente original, una entrevista que realizó Vicuña Mackenna al testigo en 1860, las
referencias al 20 de abril están borradas, y por lo tanto no podemos tener plena
certeza de la participación de Vallejos en el motín. Sin embargo, parece efectivo que
estuvo, y si es así, entonces es probable que se había incorporado también en la
Sociedad de la Igualdad durante su fase de rápido crecimiento después del ataque
del 19 de agosto. Ramón Antonio Vallejos, joven, idealista, estudiante de leyes, y
presenciando sucesivos abusos de poder durante el invierno de 1850 probablemente terminó inscribiéndose en la primera organización de masas en Chile, una organización que juntaba jóvenes radicales y artesanos santiaguinos, una organización que
manejaba un discurso igualitario desarrollado sobre la base de un republicanismo
40
Gazmuri, El ‘48’ chileno, pp. 95-97; Vicuña, Historia de la jornada; Luis Alberto Romero, La Sociedad de la
Igualdad: los artesanos de Santiago de Chile y sus primeras experiencias políticas, 1820-1851, Instituto Torcuato
di Tella, Buenos Aires, 1978; Romero, “La Sociedad de la Igualdad: liberales y artesanos en Santiago de Chile”
Siglo XIX, Revista de Historia II:3, enero-junio, 1987, pp. 15-35.
41
“Relación de la Revolución de Talca”, apuntes de una entrevista realizada por Benjamín Vicuña Mackenna a
José Javier Luque, Archivo Benjamín Vicuña Mackenna, tomo 50, foja 473.
53
Andy Daitsman
nativo chileno y un socialismo utópico importado desde Francia.42 En su seno, podría adoptar una postura radical contra el gobierno responsable de los abusos que
había presenciado, el gobierno al cual servía su verdugo Máximo Mujica, el gobierno cuyo ministro del Interior era Manuel Montt. En el verano de 1851, este joven
idealista levantaría armas en contra de su gobierno, en una rebelión que fue derrotada; ocho años después, en la plaza de Talca, otra vez levanta las armas, contra el
ahora presidente Montt, ahora como el intendente provisional de la provincia de
Talca, y tiene ahora una oportunidad de desplegar el discurso radical que había
aprendido en las calles de Santiago.
Distintas fuentes nos indican que la rebelión en Talca tomó un rumbo radical
inusitado en la guerra civil de 1859. Según el principal historiador de la guerra,
Pedro Pablo Figueroa, las fuerzas rebeldes en Talca “se componían de ciudadanos
de todas las clases populares, de labradores, obreros y artesanos”, y Encina comenta
que Vallejos “hizo sentir su áspera dictadura a la altiva aristocracia talquina, sin
43
distinción de bandos”. Luis Vitale seguramente exagera cuando la describe como
“una insurrección armada de carácter inequívocamente popular que en el transcurso del combate fue generando un poder dual que cuestionó la propiedad privada y
el orden capitalista”, pero no es descabellada su conclusión que “El movimiento
revolucionario talquino de 1859 puede ser considerado como una de las más importantes insurrecciones populares armadas chilenas del siglo XIX”.44 Los rebeldes opusieron una férrea resistencia al sitio que el gobierno levantó en contra de la plaza de
Talca, transformando “en lanzas y cascos de granada, los barrotes de las ventanas,
en proyectiles todo el plomo que había en la población, en cureñas las carretas de
tráfico ordinario y en trincheras las piedras de las aceras”,45 y cuando le pidieron a
Vallejos su rendición, se dice que él contestó con las palabras valientes ‘vencer o
morir’. [Al final, por supuesto, murió.]
El radicalismo de la rebelión en Talca, sin embargo, iba más allá de la resistencia
militar. El gobierno de Vallejos, según todas las versiones fuertemente dictatorial,
sin embargo mantenía las formalidades de una democracia representativa, sometiendo los miembros de su provisional junta de gobierno, nombrada anteriormente
42
Para el ambiente ideológico en que operaba la Sociedad de la Igualdad, ver Andy Daitsman, “Diálogos entre
artesanos: liberalismos y republicanismos populares en Chile decimonónico”, Universum ,1998; Gazmuri, El ‘48’
chileno, pp. 73-87.
43
Pedro Pablo Figueroa, Historia de la Revolucion Constituyente (1858-1859) , H. Izquierdo y Cía., Santiago,
1889, pp. 521-522; Francisco Antonio Encina, Historia de Chile: desde la prehistoria hasta 1891, tomo 13, Editorial Nascimento, Santiago, 1949, p. 316, citados en Luis Vitale, Las guerras civiles de 1851 y 1859 en Chile, Universidad de Concepción, Concepción, 1971.
44
Vitale, Las guerras civiles, p. 60.
45
Figueroa, Revolución constituyente, citado en Rafael Poblete, “Historia de la Región del Maule y de Talca”,
manuscrito inédito, 1965, p. 164.
54
"Prosiguiendo sucesivamente, sin interrupción, el órden numérico".
Escritor y sociedad en Talca hacia el siglo XX
por los conspiradores mismos, a la ratificación popular en una asamblea masiva
realizada después de la toma de poder.46 Al parecer, en la opinión de algunos miembros del rebelde consejo de guerra, el ejército opositor también necesitaba una estructura democrática. Cuando Vallejos cayó herido, la tregua negociada por su segundo de mando fue rechazada por el consejo, en parte debido al argumento que
“no se podía rendir la plaza si no se pedía dos terceras partes de las fuerzas”.47
La rebelión en Talca gozaba del apoyo de gran parte de la clase alta de la ciudad,
y pace las conclusiones tomadas por algunos historiadores, al parecer mantuvo este
apoyo durante la rebelión entera. La junta provisional incluía el ya mencionado
Vicente Antúnez, director del hospital, amigo de Carmen Arriagada, y dueño del
fundo “Cerro Colorado”; otros miembros eran Anselmo de la Cruz, Juan de la Cruz
Donoso, Jerónimo de la Cruz, Antolín Vergara, y Matías Silva, todos pertenecientes
a las familias más pudientes y antiguas de la zona.48 El jefe del estado mayor rebelde era Santiago Correa Besuain, un respetado hacendado de Libún en las cercanías
de Talca, y los también hacendados Celedonio Correa y Pedro Nolasco Letelier eran
oficiales de línea. Benito Mannheim, un inmigrante alemán quien se desempeñaba
como el ingeniero civil de la municipalidad de Talca, diseñó y supervisó la construcción de las trincheras que defendían la plaza.49
Varios de éstos mantuvieron su apoyo hasta el final. Antolín Vergara era uno de
los tres miembros de la elite talquina que recibieron una condena judicial después
de que el gobierno retomó la plaza.50 Rafael de la Cruz, quien había sido director del
primer periódico en Talca, El Alfa, y también secretario de la Intendencia de Talca
antes de la rebelión, fue acusado de haber recibido en su casa mercadería requisada
por Vallejos durante la rebelión. Los Correa y Pedro Nolasco Letelier dirigían guerrillas durante varios meses después de su derrota en Talca.51
46
José Domingo del Canto, “Carta a Benjamín Vicuña Mackenna, o La Revolución en Talca” Archivo Vicuña
Mackenna tomo 50; Francisco Velasco, “Correspondencia telegráfica, Curicó, enero 29, 1859” El Ferrocarril 31 de
enero de 1859, p. 3.
47
Luque, “Relación”, foja 474.
48
Canto, “Carta a Vicuña Mackenna”.
49
Luque, “Relación”. Mannheim también ayudó en la reconstrucción de la ciudad después de la derrota de los
rebeldes, pero igual fue deportado a Alemania. “Decreto Número 26” Archivo de la Intendencia de Talca 38 (25 de
febrero de1859), “Decreto Número 126” Archivo de la Intendencia de Talca 38 (8 de marzo de 1859); por el decreto
que lo expulsa del país, véase “Ministro de Justicia e Instrucción Pública al Intendente de Talca, Número 214”,
Archivo de la Intendencia de Talca 40, 23 de marzo de 1859.
50
Los otros dos eran Juan de Mata de la Cruz y José Patricio Letelier, “Decreto Número 219”, Archivo de la Intendencia de Talca 40, 25 de marzo de 1859; “Decreto Número 2521”, Archivo de la Intendencia de Talca 40, 10 de mayo de
1859; “Decreto Número 2531”, Archivo de la Intendencia de Talca 40, 10 de mayo de 1859.
51
“Intendente de Talca al Ministro de Interior, Número 73”, Archivo del Ministerio del Interior 324, 21 de marzo de
1859; Luque, “Relación”.
55
Andy Daitsman
Hay muchos casos más de esta naturaleza que se puede citar, pero tal vez la
mejor evidencia del apoyo que la elite talquina prestó a la rebelión viene de muchos
años después. He aquí dos ejemplos: primero, cuando el Club Talca, organización
social de la elite local, construyó su sede en 1872, incluyó en la sala de tertulia un
retrato de Francisco Bilbao, el símbolo viviente del libre pensamiento y radicalismo
que empapaban los años 40 y 50;52 segundo, el Banco de Talca, cuyos primeros y
terceros presidentes habían participado en la rebelión de 1859, honró con uno de sus
primeros billetes, en 1885, a Benjamín Vicuña Mackenna, un principal organizador
53
de la rebelión de 1859.
A lo mejor, la elite talquina no compartía las ideas socialistas del caudillo de la
pretendida revolución en su pueblo, pero no existe duda que le prestó su apoyo
durante la rebelión, y lo mantuvo aún después de la muerte de Vallejos. Además,
sus recuerdos de la rebelión muchos años después no parecen haber sido precisamente amargos. Una vez más, como en el caso de Carmen Arriagada, individuos de
la alta sociedad talquina, en la que todavía era la tercera ciudad del país, se mostraban receptivos a ideas avanzadas provenientes del exterior.
IV. “EL LEONARDO CRIOLLO”
Así calificó la revista Ercilla a Daniel Barros Grez en 1955, con ocasión de una
exposición de “curiosos aspectos de su múltiple existencia” en el museo del Teatro
Experimental de Santiago, recinto donde al mismo tiempo se realizaba una “semana
Barros Grez” dedicada exclusivamente a la presentación de sus obras teatrales. Según un visitante a la exposición, la colección incluía documentos atestiguando sus
actividades de “arqueólogo, músico, ingeniero, matemático, topógrafo, novelista,
fabulista, comediógrafo, [e] inventor de instrumentos musicales”,54 una variedad de
actividades que en verdad se pueden comparar con las del genial inventor y artista
del renacimiento italiano. Más conocido actualmente como novelista y dramaturgo
-su novela juvenil Cuatro remos era un best seller de todos los tiempos, dando lugar
a una serie de continuaciones y sucesivas reimpresiones (la última en 1971) y su
obra costumbrista Como en Santiago estuvo en imprenta tan recientemente como
197555- vivía en un tiempo (nació en 1834 y murió en 1904) cuando todavía era posi52
Pinochet de la Barra, “Un banco, una ciudad”, p. 5.
53
Polidoro Icaza, “Historia del Banco de Talca”.
54
“Barros Grez: primer actor en museo de teatro”, Ercilla, 4 de enero de 1955, recopilado en Archivo Benito
Riquelme, Instituto de Estudios Humanísticos, Universidad de Talca, pieza 526.
55
Daniel Barros Grez, Cuatro remos, Quimantú, Santiago de Chile, 1971; Como en Santiago, con Cada oveja con
su pareja, El ensayo de la comedia, El vividor, prólogo y notas bibliográficas de Ignacio Ossa Galdames, Editorial Nascimento, Santiago, 1975.
56
"Prosiguiendo sucesivamente, sin interrupción, el órden numérico".
Escritor y sociedad en Talca hacia el siglo XX
ble imaginar que un solo hombre pudiera adquirir todo el conocimiento disponible
a la humanidad, y él quiso hacerlo.
Se tituló de agrimensor en la Universidad de Chile en 1850, y distintas fuentes
señalan que el gobierno de Ecuador lo contrató en 1885 para proveerle agua potable
a la ciudad de Guayaquil.56 Entre sus escritos publicados, encontramos tratados
muy diversos: en 1877, las Observaciones sobre el verbo hacer, seguidas de una
narración en la cual no se emplea otro verbo que el antedicho; en 1888, unas ideas
sobre la División y entrega de las aguas de regadío; en 1898, una obra, ¿satírica?,
sobre la Utilización de los delincuentes y criminales; en 1900, otra sobre las Condiciones científicas de los mataderos i servicios anexos en relación con la hijiene
pública; y en 1903, unas notas acerca de los trabajos pictográficos de los indígenas
de Sudamérica, traducidas al inglés y publicadas en Valparaíso.57
El padre de Barros Grez era un hacendado de la provincia de Colchagua, de
tendencia política pipiola, es decir liberal y contrario al régimen instaurado por Diego
Portales. En 1837, durante el conflicto político interno desatado por la controvertida
decisión de Portales de lanzar una guerra contra la Confederación Perú-Bolivia, Barros
padre se involucró en un complot contra el intendente de su provincia, el viejo estanquero guatemalteco Antonio José de Irisarri. Cuando se descubrió la conspiración, Portales e Irisarri presionaron para el más severo castigo posible, y el 7 de abril
de 1837, junto con otros dos conspiradores, Manuel Barros fue fusilado en la plaza
principal de Curicó. El hecho conmocionó al país, y en opinión de algunos historiadores fue fundamental en la creación del clima de polarización política que llevó al
asesinato de Portales en Valparaíso el próximo seis de junio.58
Daniel Barros Grez tenía unos tres años cuando mataron a su padre, y al parecer
el recuerdo de su martirio influyó en el desarrollo político del joven.59 Lo cierto es
56
Anónimo, “Daniel Barros Grez”, Archivo Benito Riquelme, pieza 526; Ignacio Ossa, “Prólogo” en Como en
Santiago, p. 11.
57
Daniel Barros Grez, Observaciones sobre el verbo hacer, seguidas de una narración en la cual no se emplea
otro verbo que el antedicho; con una introducción a este trabajo i un informe sobre él, por Sandalio Letelier, Imprenta
de El Independiente, Santiago, 1877; División y entrega de las aguas de regadío, Imprenta Cervantes, Santiago,
1888; Utilización de los delincuentes y criminales, Imprenta Elzeviriana, Santiago, 1898; Condiciones científicas de los mataderos i servicios anexos en relación con la hijiene pública, Imprenta Elzeviriana, Santiago de
Chile, 1900; Notes on the prehistoric, pictographic, gerographic writings and geroplasts of the ancient peoples
of the Southern Hemisphere of the New World; translated by Wm. Bartlett-Calvert, Imprenta del Universo,
Valparaíso, 1903.
58
Por el llamado “crimen de Curicó”, véase Sergio Villalobos R., Portales, una falsificación histórica, Editorial
Universitaria, Santiago, 1989, pp. 182-184; por la relación entre Curicó y la sublevación de Quillota, Simon
Collier y William F. Sater, A History of Chile, 1808-1994, Cambridge University Press, London, 1996, pp. 66-7.
59
Barros Grez dedicó el cuento “El río caudaloso” a su tío José Eusebio Barros, hermano de su padre, anotando
que “Casi todas las doctrinas del presente libro me han sido sujeridas por sus oportunas observaciones”; Daniel
Barros Grez, Cuentos para los niños grandes, (Bruselas, Imprenta A. Lacroix, Verboeckhoven y cía, 1868, p. 75.
57
Andy Daitsman
que al llegar a la adultez, Barros Grez también se definía como liberal, aunque no
precisamente el mismo liberalismo que estaba en boga durante la época de su padre.
En 1868, Barros Grez publicó su Cuentos para los niños grandes, continuando la
serie de fábulas políticas que había comenzado con Fábulas orijinales en 1855.60 Un
breve análisis del primer cuento en esta colección nos ofrece una idea del pensamiento político del escritor.
El cuento se llama “El injerto”, y el personaje principal es un hacendado chileno,
en cuyo jardín se encuentra una mata de membrillo, la cual sólo da “frutos agrios y
61
desabridos”. Aunque no le gustan los membrillos que el árbol le da, el hombre no
quiere podarlo para mejorar la calidad de su producto porque, como él mismo dice,
“¿cómo me he de atrever á cortar, ni una ramita siquiera, de un árbol que heredé de
mis mayores, tal como está?” Un día, cuando este conservador ideal mira las flores
de su membrillo y se resigna a su suerte, pasa un veterano cojo (“algo habia perdido
en los campos de Chacabuco y de Maipú”) quien le ofrece la solución para mejorar
el rendimiento de la planta. La solución, según el viejo sargento, es hacer con ella
“lo que se ha hecho con las colonias españolas, aquí en América”, es decir “injertar...
en los troncos medio podridos, el árbol de la libertad”, en este caso unas púas de
peral en el tronco del membrillo, y así el árbol que antes daba sólo amargos membrillos podría producir una rica cosecha de dulces peras, para el dueño y su señora. El
hombre, tan apegado a las viejas costumbres, insiste en no cortar su membrillo, pero
el viejo sargento, sin hacerle caso, camina con su única pierna buena directo a la
casa, y logra convencer a la señora de los buenos resultados que se pueden alcanzar
“cortando, chapodando y cercenando” la vieja mata de membrillo.
El dueño, sin embargo, no se da por vencido, y aunque el trabajo de podar la
mata sigue adelante “el retrógrado patron supo valerse tan bien de la poca autoridad que le quedaba, que consiguió salvar alguna parte del arbolejo”. Las ramas que
logró salvar ensombrecieron a las púas de peral, las que no prosperaron- al fin del
año, el árbol dio apenas seis u ocho peras. En la moraleja del cuento, el fabulista
vuelve a la alegoría de la independencia:
“Para que las instituciones democráticas fructifiquen, es preciso darles
una carga á la bayoneta á todos esos vicios antiguos de la colonia: así
tambien, para que sus injertos medren, no hay mas que darles sable y
sable á los malos vástagos. De lo contrario, no conseguirá usted jamas
buenos frutos, y tendrá que comer membrillos agrios ó bien peras con
60
Ibid; Fábulas orijinales: ensayos, Imprenta de la Sociedad, Santiago, 1855.
61
El cuento está dedicado a un joven héroe de la independencia, quien sacrificó su vida antes que entregar su
puesto a las fuerzas españolas. Todas las citas que siguen son de “El injerto”, en Daniel Barros Grez, Cuentos
para los niños grandes, pp. 9-17.
58
"Prosiguiendo sucesivamente, sin interrupción, el órden numérico".
Escritor y sociedad en Talca hacia el siglo XX
gusto á membrillo, al modo como muchos patriotas republicanos tienen
que vivir bajo el imperio de algunas instituciones, que, á pesar de llamarse democráticas, conservan cierto dejo ó sabor monárquico que las
hace intragables”.
La lectura superficial del cuento es bastante fácil: si se quiere cambiar el mundo,
lo que es una meta no sólo loable sino necesaria, es preciso una cirugía radical del
viejo orden, hasta convertir el antiguo tronco en una planta completamente distinta
y casi no reconocible. ¿Pero es Barros Grez tan radical como sugeriría esta lectura?
Un par de detalles descriptivos en la fábula indican que no. En primera instancia, tenemos el dueño del membrillo, quien a pesar de ser un “retrógrado patrón” es
el verdadero protagonista del cuento, una persona bastante sencilla quien invita la
identificación con el lector. Cuando no entiende al principio la alegoría del sargento, se queja “yo soi así no mas, como mi madre me parió, y entiendo tanto de algarabias
como de volar por los aires. Dejese usted de acertijos, y dígame que he de hacer para
tener buenas peras”. No sólo es sencillo, sino que defiende valores prácticos de la
sociedad, valores que el lector a lo mejor va a compartir, como por ejemplo la autoridad del marido dentro de la familia. Cuando el sargento sale a hablar con la patrona, el dueño musita: “¿No soy yo el marido? Si; es cierto: yo tengo la autoridad;
pero esta maldita ha principiado ya á ganarme todos los pleitos, y no parece sino
que estuviera de Dios el que ella haya de tener razon siempre”. De repente, lo que
se peligra aquí es la autoridad patriarcal del hombre dentro de su familia.
La amenaza se pone más grave aún cuando miramos quién es el sargento:
“[M]archose con ese vaiven del que solo tiene un pie y una muleta, y por
añadidura un brazo de ménos y un traguillo de mas en el cuerpo, pues
se me habia olvidado decir que el viejo y digno patriota se habia desayunado esa mañana con un vasito de aguardiente que la patrona de la casa
le habia obsequiado. Aun mas: yo no sabria decir si sus ardientes maneras y sus comparaciones eran ó no debidas á los vapores alcohólicos.”
Ahora podemos ver el alcance pleno de la amenaza social que presenta un conservadurismo reflexivo; no es sólo que la mujer pueda llegar a dominar a su hombre, sino que el inquilino, quien más encima se encuentra borracho, también lo haga.
Barros Grez nos ha invertido las relaciones de género, las relaciones de clase social,
y ahora también nuestras expectativas acerca del abuso del alcohol. Es una advertencia fuerte: si nos quedamos demasiado apegados al pasado, queriendo salvar
incluso los troncos podridos que heredamos de nuestros padres, estamos arriesgando perderlo todo, hasta la civilización misma. En el fondo, Barros Grez no ataca las
relaciones tradicionales que subyacen la estructura patriarcal en el campo chileno,
59
Andy Daitsman
quiere defenderlas apuntando al peligro que les presenta un conservadurismo impensado.62
He aquí algunos de los elementos que definen la orientación ideológica de Barros Grez. Primero que nada, cree en la perfectibilidad del ser humano, en que la
aplicación sistemática de principios científicos ofrece el camino a la construcción de
la mejor sociedad posible; la ciencia, la base epistemológica para esta creencia, se
entiende como una metodología de investigación que, al largo plazo, tiene la capacidad de resolver todas las actuales incógnitas del universo. En lo personal, Barros
Grez fue formado como agrimensor, es decir que su entrenamiento es de medir la
tierra con exactitud y precisión, un marco analítico que se exporta hacia otros campos del saber. También tiene una fuerte identificación con el actual orden social, en
el caso que acabamos de analizar, vimos el paradójico intento de defender una sociedad patriarcal mediante un profundo cambio institucional. Estos elementos, en su
conjunto, enmarcan a Barros Grez dentro del positivismo, el liberalismo de moda en
63
América latina a fines del siglo XIX.
Sería interesante saber en qué fecha exacta llegó Barros Grez a Talca, y especialmente si estuvo o no durante la sublevación de 1859, pero la más temprana referencia que tenemos, hasta el momento, a su presencia en la ciudad es 1864, cuando
escribió una carta a Vicuña Mackenna acerca de la ejecución de su padre. Lo más
probable es que vino a Talca para acompañar a su tío José Eusebio Barros, y sabemos
por algunas indicaciones que se casó en esta ciudad,64 pero es en 1869 cuando realmente irrumpe en el escenario político local. El nueve de enero asume como regidor
en la Sala Municipal de Talca -el Intendente en ese momento era Pedro José Barros,
probablemente uno de sus parientes,65- y en abril, está nombrado a la comisión encargada de redactar los estatutos del Club de la Reforma, del cual su tío era uno de
los originales regidores.66 Al final del año, va a liderar la Junta Directiva de la nueva
Escuela de Artesanos, organizada bajo la iniciativa del Club de la Reforma y la Sociedad de Artesanos de Talca.67
62
En este sentido, es muy interesante el cuento, “La casa de muchos pisos o las leyes de partido”, en ibid, pp. 2432, donde al aprecio que tiene Barros Grez por una sociedad dividida en clases está a la vista.
63
Para estudios referentes al positivismo en América latina, veánse Charles Hale, The transformation of liberalism
in late nineteenth-century Mexico, Princeton University Press, Princeton, N.J., 1989; Leopoldo Zea, Positivism
in Mexico, University of Texas Press, Austin, 1974; Bernardo Subercaseaux, Historia de las ideas y de la cultura
en Chile, dos tomos, Editorial Universitaria, Santiago, 1997; Roberto Schwarz, Misplaced ideas: essays on Brazilian
culture, Verso, New York, 1992.
64
“Daniel Barros Grez”, en Archivo Benito Riquelme, pieza 526.
65
Por la incorporación de Barros Grez a la Municipalidad, ver El Talquino 22, 1º de abril de 1869, p. 1; por el
intendente, Opazo Maturana, Historia de Talca, p. 285.
66
“Club de la Reforma” El Artesano 114, Talca, 17 de abril de 1869, p. 3.
67
El Artesano 126, Talca, 14 de octubre de 1869, p. 5.
60
"Prosiguiendo sucesivamente, sin interrupción, el órden numérico".
Escritor y sociedad en Talca hacia el siglo XX
Barros Grez es prácticamente omnipresente en las iniciativas cívicas del año 1869,
pero su intervención más importante es una proposición que hizo en una sesión
extraordinaria de la Municipalidad el 7 de abril de 1869, “relativa a la delineacion de
las calles de la nueva poblacion del Oriente, Campo de Marte i Matadero público”.
La Municipalidad, considerando que en una parte la propuesta involucraba la “materia mui delicada e importante” de las “conveniencias o inconvenientes del desahucio o no desahucio de los moradores para desalojar lo que cayera dentro de las
calles”, no tomó una decisión inmediata, sino que formó una comisión de tres
regidores para confeccionar un informe al respecto. Barros Grez fue nombrado a la
comisión.68 El 19 de junio, la Municipalidad discutió un “proyecto de la intendencia” acerca de la numeración de las calles, lo que parece haber sido el informe pedido a la comisión, pero en vez de tomar una decisión acordó en pedir dos informes
nuevos, uno encargado a Barros Grez y otro al procurador de la institución, Rafael
de la Cruz.69 Volvieron a discutir estos dos informes el 21 de julio,70 y tomaron la
71
resolución definitiva al asunto una semana después, el 28 de julio. La ordenanza
en su totalidad, “para numerar las calles i puertas de casas de la población” fue aprobada
por unanimidad en sesión extraordinaria del 31 de julio de 1869.72
Lo que había comenzado como una sencilla propuesta para delinear las calles
nuevas en una parte expandida de la ciudad, se había devuelto en un proyecto global para numerar todas las calles de la ciudad, las ya existentes y las por haber,
según un esquema racional, científico, moderno, e impersonal, “prosiguiendo sucesivamente, sin interrupción, el órden numérico”. 73 Talca así se convirtió en la primera ciudad de la república en desechar el antiguo sistema de recordar con los nombres de sus calles los héroes nacionales y las instituciones republicanas y religiosas,
para adoptar esta práctica ya tan típica de los Estados Unidos. La visión de Barros
Grez se impuso en la Municipalidad, consiguiendo al final la unanimidad, superando fácilmente la resistencia del procurador de la corporación, el único miembro del
cuerpo cuyo apellido también era el nombre de una calle. El agrimensor propuso el
proyecto “más detallado”, con el cual convenció a sus conciudadanos que era mejor
inscribir en las esquinas de sus calles la ciencia, la razón, y no los mitos patrios.
68
El Talquino 25, 1º mayo de 1869, p. 2.
69
El Talquino 36, 25 de julio de 1869, p. 2.
70
El Talquino 37, 1º de agosto de 1869, p. 1.
71
El Talquino 38, 8 de agosto de 1869, p. 1.
72
“ORDENANZA MUNICIPAL para numerar las calles i puertas de casas de la poblacion”, El Talquino 53, 5 de
diciembre de 1869, p. 1.
73
Ibid, artículo 3º. Este artículo se refiere a la numeración de las casas, pero se sigue el mismo principio respecto
a las calles.
61
Andy Daitsman
Hay una convergencia positivista en Talca en los años 60 y 70 del siglo pasado,
tal vez no el sentido de un templo del saber (lo que sí existía en Brasil y en México en
la misma época) pero sí en el sentido de una fe en la posibilidad de conocer el mundo mediante la ciencia y de utilizar ese conocimiento para perfeccionar la sociedad.
La unanimidad a favor de la numeración de las calles es sólo el mejor indicio de esta
convergencia, pero la podemos ver también en la ubicuidad de Barros Grez en la
vida cívica del pueblo, en los proyectos de educación popular, en la creación del
Club de la Reforma, en el discurso conformista de la Sociedad de Artesanos.
V. CONCLUSIÓN
Los tres casos que hemos estudiado aquí tienen en común la apropiación oportuna en Talca de ideologías de punta que se habían originado afuera de Chile; es
decir, lejos de ser atrasada ideológicamente, Talca se situaba en la vanguardia de la
sociedad intelectual chilena durante el siglo XIX ; Carmen Arriagada se declara romántica mucho antes que cualquier santiaguino; la rebelión bajo el liderazgo de
Vallejos maneja el discurso más radical de la guerra civil de 1859 y logra establecer
una sólida alianza de clases; e impulsado por la personalidad de Barros Grez, Talca
es la primera ciudad de Chile en inscribir en sus calles los principios positivistas de
racionalidad y ciencia. A pesar de esta tradición intelectual, sin embargo, no muchos años después la juventud talquina se va a quejar de su ciudad “soñolienta” y
“provinciana”, y va a salir a buscar sus horizontes en la metrópoli. ¿Qué pasó?
Creo que la construcción del mito de la provincia responde en parte al deterioro
de Talca en el siglo XX, un proceso que se fortaleció después del terremoto de 1928 y
la depresión de 1929, pero que había comenzado muchos años antes, incluso en el
mismo siglo XIX. En 1897, Talca era todavía la cuarta ciudad del país, habiendo
cedido el tercer puesto a Concepción, pero otras ciudades, como Chillán, Iquique,
incluso Curicó, habían mostrado mucho más dinamismo que la capital piducana.
Talca seguía creciendo, e industrializándose, en el siglo XIX, pero con un ritmo más
lento que en otras comunidades, y a mediados del siglo XX, cuando los centenarios
comenzaron a escribir sus memorias, simplemente se estancó. En 1950, Talca era
una soñolienta ciudad de provincia, y lo que hizo Jara fue proyectar el presente en
que vivía hacia el pasado, ayudando a crear así el mito de un pueblo donde nunca
sucede nada, donde nunca había sucedido nada... excepto la Sorpresa de Cancha
Rayada y la Batalla de Lircay.
También vale mencionar el movimiento de ideas. Carmen Arriagada, Vallejos,
y Barros Grez estudiaron primero en Santiago, y después se trasladaron a Talca donde encontraron un ambiente muy apropiado para entrar en conversaciones fructíferas y estimulantes. Arriagada y Vallejos, después de alcanzar grandes logros inte-
62
"Prosiguiendo sucesivamente, sin interrupción, el órden numérico".
Escritor y sociedad en Talca hacia el siglo XX
lectuales en Talca, murieron en la ciudad maulina,74 pero Barros, después de participar en la convergencia positivista en Talca, eventualmente volvió a Santiago, donde
se estableció como un intelectual de renombre. Los centenarios, por su parte, estudiaron en Talca, pero después la mayoría de ellos viajó a Santiago, donde pudieron
realizar importante objetivos intelectuales. A mediados del siglo XIX, cuando Talca
estaba en su auge, la ciudad importaba intelectuales desde afuera, y así logró nutrir
su conversación interna. Hacia el fin de siglo, sin embargo, esta condición se revirtió, y Talca comenzó a exportar sus mejores pensadores. Al final, a todos se les
olvidó que en Talca, en su momento, se pensaba, y se pensaba bien.
74
Vallejos, como vimos, murió durante la rebelión de 1859. Arriagada murió en Talca en 1900, pero su vida
intelectual terminó, al parecer, en los cincuenta cuando dejaron de existir su marido y su amante en el mismo año.
Pinochet de la Barra, El gran amor.
63
64
Descargar