Un grupo de mujeres de Presos Políticos se hizo presente en el Cenáculo" La Montonera" donde los obispos comenzaban la Conferencia Episcopal para dialogar con ellos y entregarles la siguiente carta: A SUS EXCELENCIAS REVERENDÍSIMAS MIEMBROS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA Con el alma turbada, pero luchando por no perder la Esperanza, en mi carácter de Presidente de la Asociación de Familiares y Amigos de Presos Políticos Argentinos (AFyAPPA), me dirijo a Ustedes en representación de los integrantes de esta Asociación. Nos dirigimos a Ustedes, como representantes de nuestra Madre la Iglesia, para pedirles que consideren la posibilidad de tratar el tema de la “Guerra Revolucionaria” ocurrida en nuestro país en la década del 70, considerando especialmente a todas las víctimas de la lucha fraticida que dividió a los argentinos en aquella época, incluyendo en esta categoría a los más de mil ochocientos detenidos y procesados, por juicios viciados desde su origen, donde la finalidad última no es hacer justicia, sino satisfacer la sed de venganza de uno de los sectores que participó en aquella contienda armada. Nuestra organización, como otras afines, en estos últimos años, en repetidas oportunidades ha mantenido entrevistas y entregado documentación, tanto a esa dirigencia Episcopal como a la anterior, y mantenido reuniones individuales con la mayoría de los Señores Obispos; saliendo de aquellos encuentros con renovada esperanza, sabiendo de antemano que: “los tiempos de la Iglesia son lentos”; y que en algún momento, la luz del Espíritu Santo los ayudará a trazar caminos de concordia y reconciliación en el cuerpo de nuestra sociedad. Han pasado ya 11 años desde que esto comenzara. De esos mil ochocientos presos ya murieron doscientos sesenta y cuatro, y miles de familias cristianas siguen sin tener a sus seres queridos en el seno de sus hogares, con una angustia creciente cada día que pasa, especialmente ahora, cuando nuestra Madre y Maestra, en quien tenemos asentadas nuestras últimas esperanzas, turba nuestro corazón con mensajes publicitarios y entrevistas, que, humildemente, percibimos parciales. Nuestro Padre del cielo, más allá de las debilidades que oscurecen todo lo humano, bien sabe de mi religiosidad y de mis intentos por vivir una vida cristiana, de mi lucha como esposa y madre de siete hijos, también sabe que mi marido perdió su carrera por mi defensa del Obispo a quien la Iglesia designó para conducir el rebaño castrense. Creo que nadie puede dudar de mi persona sobre segundas intenciones para desprestigiar a la Iglesia Argentina, por lo que me siento con libertad y autoridad moral para hacer algunas reflexiones. La violencia de los 70 es ya un hecho viejo, con muchos errores y aciertos en el intento por darle una solución definitiva. Solución que deben encarar todos los estamentos de la sociedad, porque en la locura de los 70, todos fuimos culpables. Algunos por acción, otros por omisión. Algunos por encarar actos de violencia ilegal, otros, por alentarla, algunos por permitirla, muchos por mirar al costado, alentando en su interior, la esperanza de que otros le resuelvan el problema. Sostener que en Argentina sólo existió un Demonio (las fuerzas del estado) es crear un chivo expiatorio para salvar las culpas ajenas. Lo mismo puede decirse de aquellos que sostienen la existencia de dos demonios. Si los malos fueron los guerrilleros y los militares, el resto de la sociedad puede seguir tranquila su vida aburguesada. Estas posiciones simplifican un problema complejo, con la única finalidad de lavar culpas de muchos actores que también tuvieron influencia preponderante en la guerra de los 70. Y creemos firmemente y con dolor, que la iglesia terrena no puede hacerse la distraída en temas que también la dividieron como al resto de la sociedad. La Iglesia Argentina participó en los “dos bandos” en pugna; con las Fuerzas Armadas que intentaban defender a cualquier precio lo que en ese momento se llamaba la civilización occidental y cristiana; y también con los movimientos armados que, tomando la imagen de un cristo guerrillero, querían instaurar el socialismo, combatiendo a sangre y fuego, a los representantes del imperialismo. Con las FFAA: obispos y capellanes brindaban homilías a los cuadros antes de los combates, arengando a las tropas con fragmentos de Santo Tomás y San Agustín. Impartían el Sacramento de la Eucaristía y de la Reconciliación, también consolaban a heridos y deudos. Su accionar y apoyo moral constituyó, sin ninguna duda, un gran incentivo, respaldo y aliento para los combatientes de la trinchera estatal. Con los guerrilleros: obispos y sacerdotes también tuvieron su compromiso incitando y adoctrinando con ideologías extremistas que justificaban el uso de la violencia para conseguir su objetivo de tomar el poder. A tal punto, que podemos afirmar que la Organización Político Militar Montoneros no habría existido, si los Sacerdotes para el Tercer Mundo no le hubieran dado el sustrato ideológico y la convicción espiritual para levantarse en armas contra el modelo político económico existente. Es por ello, que estamos convencidos de que sólo la Iglesia Católica Argentina puede movilizar las acciones necesarias en el Poder Ejecutivo, en el Poder Legislativo y en la CSJN para que todo esto concluya y se concrete la tan necesaria reconciliación nacional. ¿Por qué pedimos algo a la Iglesia que pareciera no se encuentra dentro de su ámbito? Es simple: Porque la Iglesia Argentina ha sido, a lo largo de nuestra historia, un estamento poderoso en la germinación de nuestra identidad nacional, alentando y corrigiendo, con su sabiduría infinita, las desviaciones de los gobernantes y ciudadanos. En 1810, 1816, 1853, 1955, 1976, 1983; jamás la Iglesia Argentina estuvo ausente. Siempre supo poner su granito de arena para encontrar soluciones a los grandes problemas nacionales Está probado que cuando la Conferencia Episcopal recientemente se pronunció sobre la problemática de la droga y la pobreza, causó un impacto y una reacción positiva, no sólo en las instancias gubernamentales, sino también en sociedad civil, haciendo tomar conciencia a la población de la gravedad de la situación. La Iglesia está viva, por sus venas circula la sangre de Cristo, y su mirada genera cambios que mejoran el clima social. Sin embargo, algunas veces, miradas parciales y hemipléjicas de situaciones complejas, generan inquietud y desorientación en el corazón de muchos fieles. Días atrás, altas autoridades del episcopado nos sorprendieron con un mensaje más parecido a una “operación”, que a un mensaje de la Iglesia por la tan esperada reconciliación. Esto nos confunde y sentimos una gran desazón. A nuestro humilde criterio, estos mensajes, por su mirada parcial, hacen que una parte del rebaño se sienta excluido. Y con dolor, tal vez por nuestras limitaciones, no entendemos las razones por las cuales Nuestra Madre y Maestra toma este camino oblicuo en un tema tan sensible. Nos preguntamos: ¿Por qué no nos dieron nunca el mismo lugar? ¿Por qué la Iglesia no habla también públicamente de las violaciones a los derechos humanos que sufren a diario nuestros más de 1800 presos políticos? ¿No pertenecemos al mismo rebaño?. No está mal que la Iglesia nos incentive a que contribuyamos a que algunas abuelas recuperen a sus nietos. Pero también les pedimos que pongan su sabiduría, su fortaleza y su coraje, para incentivar a los mismos fieles para que muchos nietos puedan recuperar a sus abuelos. Porque no tenemos ninguna duda, y creo que ustedes tampoco la tienen en el fondo de sus conciencias, que la existencia de nuestros presos políticos también clama por una justicia con mayúscula, que muy pronto los devuelva a sus hogares. Creemos que hay que terminar con la actitud “políticamente correcta”, demagógica e hipócrita del uso de los DDHH, que cada vez se profundiza más…silenciosa e insidiosamente. Ustedes lo saben, lo conocen y han vivido este proceso, como dije anteriormente, seguramente con más precisión que muchos; son contemporáneos a los hechos y no escapa a vuestra Sabiduría la verdadera razón política, terrenal y especulativa por la que son perseguidos, enjuiciados y encarcelados los hombres que combatieron desde el estado. La política actual de Derechos Humanos basada en la venganza sobre los cuadros inferiores de aquella época (hay soldados conscriptos y marineros presos, además de suboficiales, oficiales subalternos y civiles) ha servido para construir un monumental foco de corrupción económico e ideológico, que estimula y acrecienta el clima de enfrentamiento, de intolerancia y de lucro, sobre todo de los jóvenes. Por ello, los que en otro tiempo fueron “enemigos”, ahora también desean poner un ¡BASTA YA! a esta situación. Son pocos los que pudieron alzar su voz y decirlo, presionados por el mismo Gobierno. También sufren –en libertad- las consecuencias de esta mal llamada “Política de Estado”, cansados de revivir la “Guerra pasada” por el oportunismo gubernamental. Prueba de esta realidad es que he venido a entrevistarme con Uds. en varias oportunidades, acompañada de ex-guerrilleras, que quieren terminar con este continuo prolongar aquella terrible Guerra. Más allá de la ficción jurídica, vivimos en la Esperanza de que vuestra visión apostólica nos ayude, que el Espíritu Santo los ilumine para comprendernos y que se expidan con virtuosa Justicia sobre lo expuesto. Su Santidad ha dicho personalmente a visitantes nuestros a Roma, de su oración y ocupación de este problema; y su misión en la tierra no es contraria a nuestro pedido. Por la Fe y la Caridad que emanan de la Iglesia Católica Argentina, son Ustedes los únicos que pueden cerrar este Capítulo y dar satisfacción a la Esperanza que nos sostiene. Creemos, como humanos, que no hacerlo convalidará, homologará y permitirá que subsista la injusticia, con un poder Judicial no independiente, costumbre que marcará, para mal, nuestro futuro. Reconciliarnos en Paz y seguir adelante es lo que queremos. Ruego a Dios los siga iluminando, que el Espíritu Santo derrame sus dones y frutos en la próxima Conferencia y no seamos dejados de lado una vez más, somos miles de Almas que sólo esperamos que esto concluya para siempre. La acción de SS Francisco y la de Ustedes, nuestros legítimos pastores, constituye nuestra única ESPERANZA. Los saludo en Nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre, los más altos ejemplos y guías de lo que pedimos. María Cecilia Pando Presidente de AFYAPPA