no todo es ciencia

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NO TODO ES CIENCIA
JUMILLA. REENCUENTRO EN TIERRA DE VINOS
Heliodoro Ibáñez Bargues
El sol había salido hacía
escasos minutos y el suave frío de
final del otoño se hacía sentir en
aquel domingo de mediados de
diciembre. Como de costumbre las
oportunidades de escaparnos los fines
de semana eran escasas, sin embargo
había llegado el momento de poder
visitar a nuestros amigos de Jumilla.
Teníamos la presunción que el
trayecto se haría largo pero los
progresivos cambios en el paisaje,
con la gran cantidad de viñedos,
ahora secos, y las diversas canteras
de mármol que modelaban el paisaje,
nos indicaban la proximidad a nuestro
destino.
Jumilla. Panorámica
Jumilla, situado al Noroeste de
la Comunidad Autónoma de Murcia, en la
Comarca del Altiplano, era el segundo municipio
en tamaño de la región. Su población, con algo
más de 23.000 habitantes, tenía su principal
actividad económica en los viñedos, además del
olivo, el almendro y algunos frutales. También
destacaba la industria, sobre todo la derivada de
la agricultura, así como el sector de la madera.
A nuestra llegada, la ciudad se abría con
una ancha entrada, donde nuestros amigos nos
esperaban. Habían pasado unos pocos meses, y
ellos apenas habían cambiado. Se les veía
contentos y muy felices.
Iniciamos una ruta por el centro de la
ciudad. Nos explicaron que esta parte se
organizaba fundamentalmente en torno a tres
calles principales, más o menos paralelas, que
desembocaban todas ellas en la Avenida de
Murcia, continuación de la Avenida de Yecla, por
la que nosotros habíamos llegado a Jumilla. El
centro se unía con el casco antiguo a través de
la calle de Cánovas del Castillo.
El primer lugar que visitamos fue la
Iglesia Mayor de Santiago, en la parte oeste de
la ciudad. Era uno de sus grandes símbolos, y
fue construido en diferentes etapas, desde el
siglo XV hasta finales del XIX. Por este motivo
presentaba elementos arquitectónicos referentes
a las distintas épocas, desde el gótico tardío de
la nave central, el renacentismo de la Capilla
Mayor, hasta estilo neoclásico del coro y las
pequeñas capillas laterales, si bien es cierto,
guardando una cierta armonía con el gótico
inicial. La iglesia estaba rodeada de un espacioso
atrio con un banco corrido de sillería, desde
donde se contemplaba una espectacular vista de
toda la parte más meridional del municipio. El
templo, fue declarado monumento nacional en
1931.
Después bajamos hasta el arco de San
Roque, también llamado Puerta de Granada. Se
trataba de una edificación de una sola nave con
orientación Norte-Sur, sobre el mismo portal. Un
vecino nos comentó que era una construcción de
principios del siglo XVII, aunque tuvo que ser
reconstruida posteriormente al ser pasto de las
llamas. El piso era de azulejería valenciana, con
motivos vegetales en los que predominaban los
colores verdes y amarillos. Tuvimos suerte al
poder entrar, ya que generalmente solo estaba
abierto el día de San Roque con motivo de la
celebración de una antigua procesión que venía
oficiándose desde 1592.
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Subiendo a pie un par de calles, a mano
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izquierda se abría la Plaza de Arriba, desde
donde se accedía a la Ermita de San José, el
Palacio del Concejo y Museo Arqueológico, así
como a la Universidad Popular.
mentalizar a las autoridades y hacer tomar
conciencia a la ciudadanía de la importancia de
esta aula dedicada a Jumilla, se creó
oficialmente el Museo Municipal, adoptando el
nombre del principal impulsor y
fundador.
El Museo, situado en la Plaza de la
Constitución, se dividía en 3 secciones,
además de la de Arqueología que ya
habíamos visitado. En la planta baja, la
sección de Ciencias Naturales, incluía
una amplia colección de minerales de
todas partes del mundo, así como
numerosas
muestras
de
fósiles
procedentes de toda la geografía de la
región de Murcia.
En el primer piso, dedicado a la
Etnografía, se exponían muestras de
loza, cristalería, trabajos artesanos con
esparto,
utensilios
populares,
y
cerámicas entre otros, además de los
trajes bordados típicos de Jumilla.
También aquí, la sección de Bellas
Artes, exhibía cuadros de religiosidad
popular y algunas tallas y objetos
litúrgicos.
Plaza de Arriba
El Palacio del Antiguo Concejo albergaba
el Museo Arqueológico de la ciudad desde 2001.
Este edificio de mediados del siglo XVI era el
único ejemplo de arquitectura civil dentro del
renacimiento en Murcia y tenía tres cuerpos
horizontales separados por cornisas. En el
primero
se
encontraban
los
materiales
correspondientes al período de la Prehistoria. En
el segundo cuerpo se localizaba antiguamente el
Salón de Plenos del Concejo, y actualmente
contenía todos los materiales pertenecientes al
mundo ibérico; y el tercer cuerpo, el más
llamativo y majestuoso, tenía instalados los
mosaicos y demás materiales correspondientes a
los períodos romano y medieval.
Realmente, este museo, no era sino la
Sección de Arqueología del Museo Municipal
“Jerónimo Molina”, que veríamos a continuación.
Don Jerónimo Molina García, profesor de
escuela allá por los años 50, había creado a
título personal una aula didáctica a modo de
museo, para sus alumnos. En 1956, tras
En el último piso, igualmente dedicado a
las Ciencias Naturales, se podían contemplar
buenas colecciones de mariposas y otros
insectos de todo el mundo, así como algunos
animales disecados, propios de la región.
Se hacia tarde, habían pasado varias
horas desde que salimos por la mañana y
nuestros
estómagos
empezaban
a
impacientarse.
Nos llevaron a comer a un restaurante en
el extrarradio de la población, muy cerca de la
iglesia Mayor de Santiago. Era un lugar
acogedor, con un asador a la entrada, donde las
chuletas y el embutido se peleaban contra el
candente fuego. En el interior, una mesa nos
aguardaba. No tardamos mucho en llenarla de
jugosos víveres, regados con un buen vino de la
tierra.
Tras
la
comida
y
la
tertulia
correspondiente, seguimos con las visitas. Por
esas fechas nos acercábamos al solsticio de
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invierno, de manera que había que aprovechar
el poco sol que nos quedaba. Nos acercamos a
ver “El Casón”, en el mismo casco urbano. Este
monumento tardorromano del siglo V d. de C.,
por cierto, muy bien conservado, era un panteón
funerario, que fue declarado monumento
nacional en 1931.
convento de Santa Ana del Monte, donde en su
iglesia descansaba el Cristo de la Columna, una
talla de Salzillo, hecha con madera de ciprés,
que gozaba de gran devoción entre la población
de Jumilla.
Bajamos de nuevo al pueblo, y
terminamos la ruta merodeando por los
parques de la Plaza del Rey D. Pedro y la
calle de Cánovas del Castillo, con el
Ayuntamiento, que se habían construido
reutilizando las antiguas dependencias del
Hospital del Santo Espíritu, el Teatro Vico,
de finales del siglo XIX y estilo ecléctico, la
casa modernista, y la Plaza de la Glorieta,
donde en las fiestas de agosto colocaban la
Fuente del Vino.
Se hacía tarde, y la excursión llegaba a
su fin.
Ahora el sol había perdido su territorio
mientras la noche y la luna dominaban el
despejado cielo. Y el Castillo de Jumilla,
impasible bajo un manto de estrellas, se
erguía en lo alto de la colina, iluminado con
sus tenues luces anaranjadas, mientras
vigilaba la paz y armonía de toda la ciudad.
El Casón
El
parque
botánico
de
“La
Estacada”, a pocos cientos de metros de
la ciudad, estaba en el barrio conocido por
todos como “Pueblo Nuevo”. Muy bien
acondicionado, con un pequeño lago
central y un par de puentes, era el lugar
en que muchas familias aprovechaban
para hacer sus reportajes fotográficos. En
estos días, un gran manto de hojas cubría
el vivo césped del suelo y permitía a
algunos niños corretear y hacer divertidas
batallas con la hojarasca.
El sol menguaba su intensidad y
pocos minutos le quedaban al día.
Subimos por una cuesta en las
afueras, hacia una loma que flanqueaba la
parte meridional de la ciudad. Íbamos al
Parque botánico
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