los colores de dios: la obra artística de marko ivan rupnik en zaragoza

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LOS COLORES DE DIOS:
LA OBRA ARTÍSTICA DE MARKO IVAN RUPNIK
EN ZARAGOZA
DANIEL GRANADA
Palabras clave: P. Rupnik - Retablo de santa María Madre de la Iglesia
- Zaragoza.
Resumen: Marko Ivan Rupnik es un sacerdote jesuita, de origen esloveno,
que dirige el Centro de Estudios e Investigación “Aletti”, que reúne a estudiosos
y artistas del centro y este de Europa. El arte del P. Rupnik se inspira en el
arte paleocristiano y en el arte bizantino y románico. Su primera obra en una
parroquia española ha sido el retablo de la iglesia de santa María Madre de
la Iglesia, de la parroquia del Rosario de Zaragoza. La ha diseñado en cinco
grandes paneles decorativos. El autor analiza estos paneles, su significado y la
simbología de los colores principales de cada una de las escenas.
THE COLOURS OF GOD:
THE ARTISTIC WORKS OF MARKO IVAN RUPNIK
IN ZARAGOZA
KEY
WORDS:
P. Rupnik - The altarpiece of st. Mary Mother of the Church
- Zaragoza.
SUMMARY: Marko Ivan Rupnik is a Jesuit priest of Slovenian origin, who directs the
Center for Studies and Research “Aletti”, which brings together scholars and artists from
Central and Eastern Europe. The works of P. Rupnik are inspired by early Christian
art, and those in the Byzantine and Romanesque periods. His first work in a Spanish
church was the altarpiece of st. Mary Mother of the Church, in the parish of Rosario in
Zaragoza. It has been designed in five large decorative panels. The author analyzes these
panels, its meaning and the symbolism of the main colours of each scene.
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1. Algunas consideraciones estéticas sobre el mosaico de
Marko Ivan Rupnik
La obra del Retablo de la Iglesia de santa María Madre de la Iglesia, de
la Parroquia del Rosario de Zaragoza es la primera parroquia española que
decora el artista esloveno Marko Ivan Rupnik. Diseñada en cinco grandes
paneles decorativos, que cubren una superficie de 98 metros cuadrados,
a modo de retablos, constituye una original pieza de arte figurativo que
reinterpreta la iconografía cristiana tradicional desde los parámetros del
arte actual. “Nuestra fuente de inspiración, dice Estela Secchiaroli, una
de las artistas que ha colaborado en el mosaico, es siempre el icono, pero
intentando reescribirlo desde el lenguaje del arte contemporáneo”1.
Fachada de la Parroquia del Rosario de Zaragoza.
1. Centro Aletti, Il Colore dell’amore. L’arte di Marko Ivan Rupnik e del suo Atelier, Lipa, Roma 2008.
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LOS COLORES DE DIOS: LA OBRA ARTÍSTICA DE MARKO IVAN RUPNIK EN ZARAGOZA
Marko Ivan Rupnik es un sacerdote jesuita, de origen esloveno (Zadlog,
Slovenia, 1954), que dirige actualmente el Centro de Estudios e Investigación
“Aletti”, adscrito al Pontificio Instituto Oriental de Roma, e inaugurado
por el propio Beato Juan Pablo II en 1991, y que tiene como objetivo
reunir a estudiosos y artistas del centro y este de Europa para encontrar una
síntesis espiritual y cristiana de la cultura europea que integre la tradición
espiritual de Europa con las dinámicas culturales de la modernidad y la
posmodernidad.
Desde el inicio de su vida religiosa, el padre Rupnik comenzó a unir el
estudio de la teología con la expresión artística, primero como pintor, en
una evolución progresiva desde las vanguardias abstractas como Kandinsky
o Matisse hacia el mundo de los iconos2, hasta que pasó a dirigir en 1995 el
Taller de Arte Aletti, donde encontró la posibilidad de ofrecer un centro de
arte espiritual para revitalizar el arte sacro en Europa y donde generaliza la
utilización del mosaico como forma propia de decoración para los espacios
religiosos3.
La relación del arte con la liturgia formó una unidad en la obra del
Taller del Padre Rupnik desde el inicio. El arte sacro, alimentado primero
por la contemplación y el estudio de la Escritura y la teología, contribuye
a dar vida a la liturgia, la acción propia de la Iglesia que nos introduce
en el Misterio vivo de Dios, y convierte la expresión del arte en un canal
excelente de comunicación espiritual con el espectador. El arte de Marko
Ivan Rupnik es un arte al servicio de la comunidad cristiana, recuperando
de alguna manera el valor didáctico que el arte cristiano había tenido
desde su concepción.
La fuerza vital de estos mosaicos tiene un profundo origen: se trata de
testimoniar cómo la materia puede convertirse en luz; cómo, de un oscuro
trozo de carbón puede surgir un diamante, carbón cristalizado; cómo una
piedra tirada en un rincón de la naturaleza puede formar parte de una figura,
1. Centro Aletti, Il Colore dell’amore. L’arte di Marko Ivan Rupnik e del suo Atelier, Lipa, Roma 2008.
2. Cfr. M. Rodríguez Velasco, “Iconografía, imagen y estética en los mosaicos de Marko
Ivan Rupnik: una mirada desde la tradición”, en Debate Actual 13 (2009), 8-37. Para la
evolución artística del primer Rupnik, cfr. especialmente pp. 10-14.
3. Cfr. M. I. Rupnik, “Implicaciones teológicas del mosaico: Tradición y Modernidad”, en E.
Toraño- J. Prades (eds.), Dios es amor, Publicaciones san Dámaso, Madrid 2009, 61-71.
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si alguien la toma con amor y la dispone en una forma armoniosa, para
convertirla en una piedra preciosa que forma la imagen de un Rostro4.
Esa luz da también la vida a los colores, igual que posibilita la vida en
general de la naturaleza5. El arte tiene que dar testimonio de esa luz y de esa
vida, y debe poder llegar a expresar una vida duradera, sin ocaso, eterna, la
vida del amor de Dios y de la caridad a través de la luz y del color.
Junto a la fuerza expresiva del color y de la luz destaca siempre en la obra de
Marko Ivan Rupnik la potencia de la mezcla total de los diferentes materiales y
de sus texturas (cristales, esmaltes, oro, mármol, granitos y piedras crudas), en
la armonía de una disposición espacial viva y expresiva6. A este respecto, dirá el
propio Rupnik que “En el mosaico, los espacios entre las figuras se deben cuidar
con igual atención y fuerza creativa que las mismas figuras. Las figuras son como
las palabras, como los discursos. La tarea de los espacios entre sí es entonces crear
ese estado necesario en el corazón para que seamos capaces de acoger las palabras.
La mirada se desliza sobre los colores, sobre los movimientos, sobre las piedras,
y en el alma nace entonces un eco de la belleza”7.
El propio Padre Rupnik declara que su arte está inspirado en el arte
paleocristiano, por la simplicidad de sus figuras, y en el arte bizantino y
románico, tendiendo un puente entre las dos tradiciones europeas del
Oriente y Occidente, en una clara apuesta ecuménica por encontrar esa
síntesis cultural de la Europa fundada en la fe8. Sus figuras no son, sin
4. Centro Aletti, Il Colore dell’amore. L’arte di Marko Ivan Rupnik e del suo Atelier..., op. cit.
5. Cfr. M. I. Rupnik, Los colores de la luz, Monte Carmelo, Burgos 2003, 23: “En efecto, al
principio, Dios creó la luz. El mundo se entiende sólo en la luz. (...) Pero el hombre no
puede mirar la luz. Sería demasiado. La fuente de la luz queda detrás, más allá. Aquí están
los colores. La experiencia de la luz es la fiesta de los colores”.
6. Sobre la recuperación de la materia y su fuerza conceptual, cfr. Rupnik, “Implicaciones
teológicas del mosaico...”, op. cit., 67: “En la propuesta tan subjetiva del arte moderno, en la
que el mosaico no tiene cabida ya que la materia ha sido rebajada y ocultada por el idealismo
(...), el subjetivismo teme a la materia porque ésta es resistente. (...) Yo querría que la piedra
se partiese de un modo, pero después de que he partido trescientas piedras y ninguna se ha
partido como yo querría, tiro el martillo y la piedra, me pongo los auriculares, enciendo
el ordenador y me voy al mundo virtual. Hay una disyuntiva en el arte contemporáneo: la
vuelta a la tradición, es decir, a la materia, o el refugio en lo virtual”.
7. M. I. Rupnik, Los colores de la luz..., op. cit., 205.
8. Cfr. Entrevista: “Marko Rupnik: teólogo del arte, artista de la teología”, en Iglesia en
Zaragoza 1612 (2012) 4-6.
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Vista del altar mayor.
embargo, simples copias del pasado ni imitación de estilos anteriores,
sino que resultan imágenes vivas que crean una historia y un espacio de
contemplación e intimidad, donde el espectador se siente llamado a la
alabanza a través de la belleza de la obra de arte.
Los proyectos del padre Rupnik destacan finalmente por su participación
coral, casi monástica, donde un equipo de teólogos y de artistas colabora en
comunión para ofrecer la expresión artística de una rica tradición teológica y
espiritual. Los contenidos, por eso, y el significado objetivo de los símbolos
y de las narraciones de las escenas, son también muy importantes en el
trabajo que hoy podemos contemplar9.
9. Cfr. M. I. Rupnik, “Implicaciones teológicas del mosaico...”, op. cit., 70: “Mi método es
el siguiente: dibujo directamente a escala real, sólo con carbón, sin colores; luego llego al
espacio, distribuyo las figuras y después empiezo a crear porque falta todavía el 85% del
mosaico. Y, ¿cómo creo ese conjunto? Lo primero es tener en cuenta a los artistas. Si yo
tuviera un proyecto, ellos serían esclavos, meros ejecutores, pero el modo de gobernar la
Iglesia es la colegialidad y eso supone que la verdad pasa a través de una comunión”.
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2. Descripción del mosaico de santa María, Madre de la Iglesia
Tras esta breve consideración artística del mosaico de la Iglesia santa
María de Zaragoza, pasamos a la descripción de los temas representados en
este retablo de santa María como Madre de la Iglesia.
El mensaje teológico se apoya en fuentes literarias de la patrística oriental
y occidental. El conjunto que contemplamos se inspiró, en la fase primera
en que el equipo de teólogos propone los temas y los símbolos principales,
en textos de autores orientales como Santiago de Sarug, Efrén el Sirio y
Cirilo de Jerusalén.
Para esta descripción nos inspiramos en las meditaciones que el propio
Padre Rupnik daba al inicio de cada jornada de la construcción del mosaico,
en la homilía de la Misa en la que participaban todos los artistas. En esta forma
vivencial del arte, al estilo de las comunidades monásticas medievales, el artista
se hacía capaz, por la unión entre oración, vida comunitaria y expresión artística,
de mostrar con el arte la misma vida en Cristo que estaba viviendo con sus
hermanos. Los artistas se agrupaban cada día ante los andamios que ocultaban
aún el nacimiento de las historias, y comenzaban su trabajo diario con la señal de
la Cruz, al modo oriental, y la invocación al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo10.
2.1. La metáfora del Vestido
Podría usarse un eje conceptual de toda la composición del Mosaico de
santa María, Madre de la Iglesia en torno a la idea del Vestido, como símbolo
de la persona. En la escena del Génesis, en el panel superior izquierdo, se
pasa de la figura del hombre desnudo por el pecado –Adán se dio cuenta
de que estaba desnudo cuando pecó (Gn 3,11)–, a Cristo que se desnuda
voluntariamente y deja a las orillas del Jordán su traje divino, para que el
hombre pueda revestirse de la divinidad de Cristo por el Bautismo11. En la
10. M. I. Rupnik, “Implicaciones teológicas del mosaico...”, op. cit., 70: “Nosotros le pedimos
siempre al Padre que nos dé el Espíritu Santo para que seamos amigos entre nosotros, porque,
si lo somos, Dios puede pasar a través nuestro y de las figuras y así el mosaico estará vivo”.
11. “Cristo llegó al Bautismo; Él descendió y puso en el agua bautismal el vestido de gloria, para
que estuviese aquí para Adán, que lo había perdido”, G. di Sarug, ed. Bedjan, III, 593. Sobre el
sentido teológico del vestido, con estupendos textos patrísticos orientales sobre su interpretación,
cfr. M.I. Rupnik, L’arte della vita. Il quotidiano nella belleza, Roma 2011, 145-186.
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Cruz, la escena central del Retablo, que prefigura la Creación de la Iglesia,
Cristo se reviste de sacerdote, para ofrecer el sacrificio personal de sí mismo.
santa María, Madre de Cristo y por ello Madre también de la Iglesia, se reviste
a su vez con el manto rojo de la divinidad, en la medida en que accede a
confeccionar el traje de carne de su Hijo, la divino-humanidad de Cristo,
Detalle de la escena central del retablo.
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y en la medida en que asiente a confeccionar la casulla del Cristo Sacerdote
que se entrega por nosotros. María Madre es representada, así, como la mujer
tejedora, con unos ovillos rojos en la mano, sobre su seno, según la imagen de
Efrén el Sirio, del siglo IV, inspirada en la tradicional escena de la mujer que,
al saber que está embarazada, comienza a tejer los vestidos del hijo al que va a
dar a luz: María, al ser concebida por el Espíritu Santo, comienza a tejer en su
seno el traje de carne de Dios, la humanidad de Dios12.
De igual modo, la literatura tradicional judía sostiene que algunas
niñas de la tribu de David (como María) tejían cada año dos velos para el
Sancta Sanctorum del Templo de Jerusalén. La representación de María como
tejedora significa que María sería la verdadera tejedora del auténtico Velo
del Templo, Jesucristo (por lo que el antiguo velo del Templo se rasgará a
su muerte para dejar abierto el paso a la nueva relación con Dios en Jesús).
La escena de la Magdalena nos muestra otra nueva imagen del Vestido de
Cristo. Esta vez es el vestido de Gloria de la Resurrección, el vestido dorado
de la Santidad de Dios, que vuelve a recubrir a Cristo después de su don en
la Cruz, y cuyo vuelo dorado de Resurrección arrastra a María Magdalena en
una nueva vida, ya no tan solo humana, hacia la Nueva Casa del Padre que
Dios nos ha adquirido con su Misterio Pascual.
Si María Magdalena, símbolo de todos nosotros, como discípulos del
Señor, se deja llevar por la corriente del Manto del Resucitado que ya nos
envuelve, nuestro recorrido de la existencia simbólica del hombre concluirá
no ya como hombres desnudos y despojados, como cuando quisimos arrebatar
el don de Dios, sino revestidos de nuevo con el traje de Príncipe que el
Rey Resucitado nos tiene preparado, como en la parábola del Hijo pródigo
(Lc 15,22: “Pero el Padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor
túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano, y sandalias en los pies”).
12. Esta misma imagen de “María Tessitrice”, la empleó el Padre Rupnik en la Iglesia del Monasterio
del Sagrado Corazón de Jesús de Reggio Calabria (Italia), en mayo de 2008. El propio Rupnik
comenta esta imagen del ovillo de hilo rojo: “En las manos de la Madre de Dios hay un ovillo
con un hilo rojo, representada como se hacía a menudo en la antigüedad, para decir que ella está
tejiendo la carne al Verbo de Dios. En un momento preciso de la historia, una gota de sangre
de una mujer llega a ser carne del Verbo de Dios, realizando así el milagro más sublime que
podemos contemplar. María está tejiendo la carne, el cuerpo, a esta Palabra, a Dios. Hasta aquel
momento, la Palabra se escuchaba, desde aquel momento se la ve”.
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2.2. La descripción de la imagen de María como Madre de la Iglesia
Podemos apreciar algunos detalles iconológicos más sobre la titular del
Retablo, María como Madre de la Iglesia. La figura de María en el Retablo
es fundamentalmente la imagen de María en oración, en una preciosa
representación de la función mediadora de la Iglesia. La mujer perfecta nos
revela con esta figura que el hombre es un ser permanentemente orientado a
Dios13. Si en la mano derecha tiene, como hemos indicado, los ovillos de la
imagen que toma de Efrén el Sirio, con la izquierda está señalando a su Hijo.
Este gesto de la mano izquierda recuerda al famoso Icono de Constantinopla
conocido como la “Odighítria”: “la que conduce en el camino”. María imita
con la mano el gesto sacerdotal que acompaña, en la divina liturgia bizantina,
las palabras de la consagración. La Odighítria muestra, en efecto, el camino
que es Cristo (Jn 14,6), y se presenta así como el símbolo de toda la Iglesia
que conduce a los cristianos, a través de los siglos, hacia su Salvador.
La posición de la mano izquierda recuerda también el gesto de la deisis
(oración) de la iconografía rusa. La mano se eleva pidiendo, pero a la vez
queda puesta hacia delante, como si ya estuviera recibiendo, indicando a
Cristo que ofrece el regalo de su sacramentalidad en la Iglesia, confesando
cómo sólo es Cristo quien distribuye todas las Gracias.
La imagen de María en el icono del Retablo es, también simbólicamente,
más pequeña que la del Hijo. Se cumple así un rasgo característico de una
correcta devoción mariana. La superioridad de las madres sobre los hijos
pequeños es algo que la naturaleza evidencia. Sin embargo, también las
madres dejan adivinar otra corriente que es propia del dinamismo de su
maternal naturaleza: saber ceder y disminuirse frente al Hijo que se va
haciendo adulto. El caso de María es evidentemente del todo especial. Desde
el principio de la revelación del plan divino sobre María, ella reconoce la
particularidad de su misión, y responde con humilde asentimiento y
disposición a la intención divina. La dimensión y orientación de la figura
de la Madre expresa entonces el misterio de su mediación para la acción
redentora del Hijo. La Madre obediente, símbolo de la Iglesia, está en
13. M. I. Rupnik, “Implicaciones teológicas del mosaico...”, op. cit., 123-124; cfr. también,
idem, Los colores de la luz, Monte Carmelo, Burgos 2003, 182-187.
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escucha y en dirección al Hijo, en actitud de sumisión e indicación de su
Obra redentora14. La figura está como inclinada, humilde, porque encuentra
su verdadero Centro y sentido, como así es en la composición, en el Señor.
2.3. La fundación de la Iglesia en el Misterio Pascual: los colores de Dios
La Fundación de la Iglesia como camino hacia la salvación del género humano
es el gran tema doctrinal que nos presenta este Retablo Mosaico, y puede
apreciarse muy bien en la simbología de los colores principales del Retablo.
En el primer panel, que narra en arco iris simbólicos los distintos
momentos del comienzo de la historia de la Humanidad, nos encontramos
con un primer tramo de los colores de Dios, blanco y oro, que crea el Paraíso,
Panel que recrea el Paraíso.
14. Cfr. T. Spidlík - M. I. Rupnik, La fede secondo le icone, Lipa, Roma 2000, 117-118 (trad. esp.:
T. Spidlík - M. I. Rupnik, La fe según los iconos, Monte Carmelo, Burgos 2003).
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jardín al que volveremos en la Escena del Resucitado. En el relato de la
Creación, como sabemos, el hombre acaba por querer arrebatar el poder de
Dios, representado en el gesto de agarrar la manzana, también de color rojo,
por representar la sabiduría divina, de la cual quieren apoderarse Adán y
Eva, y que simbolizaba el límite establecido por Dios a su criatura.
Debajo de los brazos que han pecado, empieza a generarse el nuevo
paisaje del hombre pecador: el desierto, que sustituye al jardín del Paraíso.
El resto de los tramos combina esta tierra de pecado con los arcos del color
dorado de Dios, que, sin abandonar al hombre al poder del pecado, planea
ya la Redención del hombre en Jesucristo.
Del pecado como causa de la Iglesia pasamos a la Escena Central del
Inicio/Origen de la Iglesia. El origen de la Iglesia es Trinitario: desde el
designio del Padre, simbolizado en la magnífica mano que envía el fuego del
Espíritu Santo, en un vuelo vertical de una Paloma que se posa sobre el árbol
de la Cruz de Cristo. Ahí se cumple la escena ya aludida de Cristo Sacerdote,
que desde la herida de su costado, rasgando el poder divino que simboliza la
estola dorada, vierte la Sangre y el Agua como símbolos de los sacramentos
de la Eucaristía y del Bautismo, los sacramentos que dan origen a la Iglesia.
María, la Madre de Cristo, la llena de Gracia está rodeada de los colores
divinos, el oro y el rojo, y señala la llaga de la que brota la Iglesia, mostrando
el gesto acogedor de Cristo, que nos mira desde la Cruz.
Los colores aquí son también de gran significación. Los de los vestidos
de Cristo y de María combinan los colores esenciales, el azul y el rojo, que
desde el principio de la tradición cristiana se asociaron a la divinidad (el
rojo, el alba interior del Cristo, la manga de la mano del Padre, el manto
con que Dios ha recubierto a María) y a la humanidad (la casulla del Cristo
que se ha revestido de la Humanidad, el alba de María)15.
15. M. I. Rupnik, Los colores de la luz..., op. cit., 70: “En el corazón del Universo, la luz manifiesta
dos colores particularmente intensos: el rojo y el azul. Los cristianos del primer milenio
reconocían en el rojo lo divino y en el azul lo humano. El corazón del universo es la divina
humanidad, Cristo, el Hijo de Dios, que en el amor del Padre une lo humano y lo divino.
Llegar a la madurez y descubrir la propia identidad significa encontrar en uno mismo la
armonía rojo-azul. El Espíritu Santo es la Persona que, a través de nuestro espíritu, nos
encola de rojo y de azul, haciéndonos hijos en el Hijo”.
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La gran línea diagonal, uno de los ejes del cuadro, que representa la historia
de la Humanidad, y que, en color negro, significa la corriente de tristeza y
de muerte que había inaugurado el pecado, simboliza la condición inicial del
hombre tras el pecado. El mal, sin embargo, no es ilimitado. Por el contrario,
la Providencia y la santidad de Dios lo delimitan y lo atraviesan, y en medio de
la espesura de la experiencia trágica del hombre, se perciben los destellos de la
gloria de Dios, en color dorado, que no abandona nunca al hombre16. En efecto,
Detalle del Crucificado.
16. A esta imagen de la línea oscura de la historia recurrió el propio Benedicto XVI en una de sus
homilías: “Puesto que (Dios) es Razón, ha creado también la libertad; y como de la libertad
se puede hacer un uso inadecuado, existe también aquello que es contrario a la creación. Una
gruesa línea oscura se extiende, por decirlo así, a través de la estructura del universo y a través
de la naturaleza humana. Pero no obstante esta contradicción, la creación como tal sigue
siendo buena, la vida sigue siendo buena, porque en el origen está la Razón buena, el amor
creador de Dios. Por eso el mundo puede ser salvado. Por eso podemos y debemos ponernos
de parte de la razón, de la libertad y del amor; de parte de Dios que nos ama tanto que ha
sufrido por nosotros, para que de su Muerte surgiera una vida nueva, definitiva, saludable”
(Benedicto XVI, Homilía de la Vigilia Pascual, 23 de abril de 2011).
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Sagrada Eucaristía.
en el centro del tiempo y el espacio de la historia del mundo, el camino del
hombre llega al escenario de la Salvación de Cristo en la Cruz. La historia
del hombre se encuentra con el evento de la Cruz de Cristo, y el primer árbol
del pecado, del que se ven las raíces detrás del altar, sobre el mismo desierto
del primer pecado, se hace árbol de salvación. El camino del hombre se
convierte entonces en una nueva Vía para el hombre: la historia del Hombre
Nuevo es ahora espiritual y divina (los colores blanco del Espíritu y rojo
de Dios, porque en la Nueva Humanidad se llega a ser hijo de Dios) y se
llena del color dorado de la santidad con todas las lluvias de gracia que
descienden del cielo... Una de esas columnas que unen el cielo con la tierra
es la Eucaristía, que vuelve a cubrir simbólicamente el negro del drama
humano y lo baña de oro, oro sobre negro, Dios sobre el pecado.
El Bautismo y su Capilla simbolizan la Entrada en el nuevo río de la
Gracia, en la Iglesia, según la interpretación de san Cirilo de Jerusalén sobre
las aguas del Jordán que acogen los colores de Dios, rojo por la divinidad,
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Aparición de Jesús a María Magdalena.
oro por la santidad, azul por la humanidad de Cristo, con los que se lavará
y revestirá de nuevo el cristiano, recuperando el traje divino que Dios se
había quitado. “Tras el Bautismo, el cristiano lleva en el corazón el arco
iris de los colores. Ocurra lo que ocurra en la vida, sabrá que no existe un
oscurecimiento verdaderamente capaz de devorar los colores, sino que hay
tanta luz que la noche no es capaz de devorarla”17.
La escena de la aparición de Cristo resucitado a María Magdalena
expresa el nuevo paso de la Iglesia, el paso al apostolado. Cristo pide a
María Magdalena, como símbolo de todos los discípulos, que anuncie a los
apóstoles que Cristo ha resucitado (“Ve y anuncia a tus hermanos”, dice el
17. M. I. Rupnik, Los colores de la luz..., op. cit., 229.
Página anterior
Capilla del Bautismo de Jesús.
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Abajo: aparición de Jesús a María Magdalena. Arriba: Sagrada Eucaristía.
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texto de Jn 20,17), y que nos precede en el Camino hacia el Padre (por eso
Cristo está mirando a la Mano del Padre). María Magdalena nos mira para
transmitirnos la noticia de la Nueva Vida inaugurada con la Resurrección de
Cristo. Vida que ya no proviene del amor entre el hombre y la mujer, María
Magdalena como símbolo de la Esposa del Cantar de los Cantares (cfr. Ct 3),
sino del amor espiritual del Padre que nos hace Hijos en el Hijo y nos da
una nueva Humanidad.
En estos paneles de la Resurrección de Cristo y del cumplimiento
escatológico de la historia, los colores se han vuelto progresivamente más
dorados: “la Plaza de la Ciudad era de oro puro” (Apoc 21,21)18. Ahí se
produce el Banquete definitivo de la Iglesia, la misma Carne y Sangre de
Cristo servidas por él mismo a Adán, que ha sido revestido de fiesta. El don
que el hombre quiso arrebatar en el Paraíso le es concedido gratuitamente en
un forma más perfecta. Pero no en la forma de la autonomía individualista,
sino de la comunión en la amistad con Cristo. El alimento de la felicidad
del hombre, el insaciable deseo íntimo de Dios, se colma con el Don de la
Eucaristía de Cristo, con el Don de Sí de Cristo, y se celebra el Banquete
definitivo del Cordero con la Esposa. “El Espíritu y la Esposa dicen: “Ven”
(...) Y quien tenga sed, que venga” (Apoc 22,17).
Daniel Granada
Facultad de Teología San Dámaso
Madrid
18. Una representación de la Jerusalén celeste como la Ciudad de Oro es la que ha realizado
el Padre Rupnik en el nuevo Santuario de la Santísima Trinidad de Fátima, obra de 2007.
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