EL “TOP-MANTA” NO CONSTITUYE DELITO CONTRA LA PROPIEDAD INTELECTUAL. Es evidente y notorio que la propiedad intelectual es una institución en crisis y que cada día salen a la luz disposiciones legales, medidas administrativas o sentencias de órganos jurisdiccionales que hacen que los conceptos mas claramente enraizados en nuestra idea sobre la institución se resquebrajen. En esta ocasión nos referimos a tres novedosas sentencias que absuelven a inmigrantes por distribuir obras protegidas por la Ley de Propiedad Intelectual en la vía publica. Lo que normalmente conocemos como “topmanta”. Se trata de dos sentencias de la Audiencia Provincial de Barcelona de 18-12006 y de 8-2-2006 y de otra del Juzgado de lo Penal número 5 de Granada de 22 de Mayo de 2007, que viene a recoger la doctrina de las dos sentencias anteriormente citadas. Expliquemos desde el principio la cuestión para que sea fácilmente comprensible. La protección contra las infracciones de la propiedad intelectual, es decir, contra las obras literarias, artísticas o científicas tiene en nuestro derecho dos vías fundamentales. Las vías de la Propia Ley de Propiedad Intelectual, que es una norma de carácter civil y que regula las acciones de cesación de las actividades infractoras, y las acciones de reclamación de los daños y perjuicios causados por infracciones, y la vía del Código Penal. Normalmente las acciones de carácter civil se activan cuando existe una relación jurídica previa entre las partes (contractual o análoga) y las de carácter penal cuando no existe relación jurídica antecedente que pueda justificar la infracción del derecho de propiedad Intelectual. Así el artículo 270 del Código Penal establece que “será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses, quien con ánimo de lucro y en perjuicio de terceros, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente en todo o en parte una obra literaria artística o científica, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios.” La conducta que normalmente calificamos como “topmanta”, está considerada como distribución por la Ley de Propiedad Intelectual que en su artículo 19 nos dice que, “se entiende por distribución la puesta a disposición del público de original o copia de la obra mediante su venta alquiler o préstamo ó de cualquier otra forma”. Es decir, el topmata se califica judicialmente como una puesta a disposición no autorizada por los titulares de los derechos económicos de autor. Así considerada la cuestión, el topmanta se consideraba por las resoluciones judiciales recaídas hasta ahora como un delito contra la propiedad intelectual. Y aquí es donde las tres sentencias mencionadas crean una nueva doctrina jurisprudencial que, haciendo una interpretación sociológica del fenómeno topmanta llega a despenalizarla por considerar que “estos sujetos, (los vendedores) en su mayoría inmigrantes, de posición económica muy desfavorecida y no integrantes de organizaciones delictivas, son el último eslabón del comercio ilegal y su conducta no tiene entidad suficiente para justificar la aplicación del derecho penal, con sus gravísimas consecuencias”. La mencionada doctrina no califica el topmanta como legal. No. No es eso. La mencionada doctrina establece que se dan todos los elementos necesarios para entender que hay infracción penal, sin embargo la escasísima entidad del perjuicio a los titulares de derechos de autor y la también escasísima magnitud del beneficio obtenido, hacen que sea de aplicación uno de los principios básicos de esta rama punitiva del derecho, que es el principio de intervención mínima del derecho penal. Las mencionadas sentencias critican estos atentados contra la propiedad intelectual, que es una institución que ha de respetarse, pero entiende que no toda infracción de la Ley de Propiedad Intelectual merece ser castigada con la grave respuesta del derecho penal, que según el citado principio de intervención mínima, solo debe criminalizar situaciones que no pueden proteger otras instituciones del ordenamiento jurídico, en este caso la Ley de Propiedad Intelectual. En definitiva estas infracciones carecen de la entidad suficiente como para merecer el reproche de la ley penal y la aplicación de las graves penas del Código Penal. Esta línea jurisprudencial que puede ser aplicada a cualquier creación artística, diseño gráfico, fotografía, etc. tiene sus claroscuros y es de consecuencias jurídicas difícilmente predecibles. Por un lado la descriminalización de estos individuos desfavorecidos, cuando no formen parte de tramas organizadas de delincuencia, parece una medida humanitaria loable. Por otro sin embargo, la función de prevención general de conductas que es consustancial al derecho penal, puede sufrir y que se multipliquen estas distribuciones ilegales, con los efectos perniciosos para los autores. El tiempo nos lo dirá. Estaremos pendientes de la evolución de los acontecimientos.