anexo 1

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MENSAJE DEL SECRETARIO GENERAL DE LA OEA, JOSÉ MIGUEL INSULZA, EN LA
APERTURA DE LA TERCERA REUNIÓN DE LA CONFERENCIA DE LOS ESTADOS
PARTE DEL MECANISMO DE SEGUIMIENTO DE LA IMPLEMENTACIÓN DE LA
CONVENCIÓN INTERAMERICANA CONTRA LA CORRUPCIÓN (MESICIC)
Brasilia, Brasil, 9 de Diciembre de 2010
Permítanme comenzar expresando nuestros más sinceros agradecimientos al Gobierno de Brasil por
su apoyo a esta Conferencia de los Estados Parte del Mecanismo de Seguimiento de la Convención
de la OEA contra la corrupción, MESICIC.
Nuestro agradecimiento especial al Ministro Jefe de la Contraloría General de la Unión de Brasil,
Jorge Hage Sobrinho, por su extraordinario liderazgo, y a todo su equipo de colaboradores en la
Contraloría por el muy eficiente trabajo realizado, para que esta Conferencia fuera posible con el
éxito que desde ya anticipamos.
El compromiso de Brasil con la causa del combate contra la corrupción se refleja tanto a nivel
nacional como en el orden internacional. Este ha sido un tema prioritario del Presidente Lula durante
su gestión, como también sé que es un elemento fundamental de la agenda de la Presidenta electa,
doña Dilma Rouseff.
El encuentro nacional que acabamos de concluir nos ha permitido confirmar los significativos
avances en materia de prevención y lucha contra la corrupción que se han venido dando en este país.
Entre ellos, se encuentran las importantes iniciativas legislativas, presentadas durante el actual
Gobierno, en materia de acceso a la información, criminalización del enriquecimiento ilícito,
conflicto de intereses y responsabilidad de las personas jurídicas por actos de corrupción. Asimismo,
se destaca la aprobación este año de la ley, de iniciativa popular, sobre la “Ficha Limpia” para los
candidatos a cargos públicos.
Más allá de estas iniciativas legislativas, creo que es importante también mencionar el fortalecimiento
de las instituciones de control y el incremento de su actuación articulada en el combate contra la
Corrupción.
Brasil tiene, además, experiencias positivas y que pueden ser de gran utilidad para otros países. En
términos de prevención de la corrupción, mencionaría el Portal de la Transparencia que provee
información detallada sobre la ejecución del presupuesto del Gobierno federal, el Manual de
Responsabilidad Social contra la Corrupción y la asociación con el Instituto Ethos de
Responsabilidad Empresarial, para concientizar a las empresas sobre la importancia de la ética en los
negocios y el impacto negativo de la corrupción en la competencia.
En materia de investigación y sanción de actos de corrupción, cabe relevar el “Observatorio de la
Despensa Pública”, una herramienta creada por la Contraloría para hacer el cruce de un gran volumen
de información con el objetivo de detectar tipos repetitivos de fraudes, así como el Catastro Nacional
de Empresas no idóneas y suspendidas para contratar con el Estado.
A nivel internacional, Brasil ha cumplido un papel muy activo para promover y fortalecer la
cooperación contra la corrupción. De hecho, no es casualidad que, por decisión de los demás Estados
Parte, Brasil presida esta Conferencia y el Comité de Expertos del MESICIC, las dos instancias de
este mecanismo de cooperación hemisférica contra la corrupción.
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Lo anterior, sin duda, es un reconocimiento al liderazgo de Brasil en la cooperación internacional en
esta materia, como también lo es el hecho de que los Estados de las Américas miembros del
MESICIC estemos aquí, en Brasilia, en este Día Internacional contra la Corrupción, que fue
precisamente una iniciativa promovida por la delegación Brasilera en las Naciones Unidas, para
reafirmar nuestra decisión de continuar fortaleciendo la cooperación recíproca para prevenir y
combatir la corrupción.
Hoy la lucha contra la corrupción es, sin lugar a dudas, una tarea prioritaria para fortalecer nuestras
democracias. El concepto de democracia al que me refiero no es únicamente al criterio formal de la
democracia de origen. He dicho reiteradamente que en la actualidad no basta con ser elegido
democráticamente, sino que además hay que gobernar democráticamente. Nuestros ciudadanos no se
conforman con ser tenidos únicamente en cuenta para que voten en las elecciones de sus gobernantes.
Aspiran a que éstos representen realmente sus intereses y a que las esperanzas que depositaron en
ellos cuando los eligieron se concreten en una mejoría de sus condiciones de vida.
El crecimiento, la generación de empleo, la entrega de certezas para la inversión de capitales, la
integración, los problemas de pobreza, discriminación y delincuencia, son todas cuestiones que
pueden ser solucionadas con la aprobación y aplicación democrática de políticas públicas eficaces,
eficientes y en las que debería considerarse la opinión, la participación y los derechos de todos. Para
cumplir esa importante tarea, nuestros gobiernos deben satisfacer algunos requisitos y desarrollar
algunas capacidades que hacen posible la gobernabilidad democrática.
Uno de esos requisitos, quizá el principal, es el de la transparencia y la probidad en el ejercicio de la
función pública. Por ello no sólo debemos seguir actuando, sino que debemos reforzar nuestras
actividades en esta materia. Porque la corrupción afecta a toda la sociedad: le arrebata su legitimidad
a los gobiernos; despoja a las instituciones de los recursos necesarios para prestar servicios esenciales
como salud, educación o infraestructura básica; y nos arrebata también la posibilidad de mantener un
entorno económico y social que estimule la inversión y el crecimiento económico.
Y la corrupción tiene un efecto que perdura en el tiempo, más allá de sus orígenes reales. Una vez
que la población se ha formado la convicción de que sus autoridades son corruptas, cuesta mucho
más deshacer esa imagen que lo que costó crearla a través de algunos hechos de corrupción.
Por eso, al hablar de corrupción debemos necesariamente hablar de transparencia. La corrupción es
un flagelo grave en muchos de nuestros países. De eso no hay duda. Pero creo que el tema de la falta
de transparencia es mucho más grave y nocivo y crea la sensación de que la corrupción es mayor de
lo que en realidad es. Si como ministro de Estado estoy sometido a rendición de cuentas, si existe
para ello un procedimiento transparente de manejo de recursos, que cualquier ciudadano puede
verificar, si las compras públicas que apruebo u ordeno están en “Internet” y cualquier ciudadano
puede ver quién ofreció, quién ganó, quién perdió y por qué, ciertamente ayudará mucho no
solamente a que no haya corrupción sino también evitar una sensación de corrupción donde no la
hay.
En la OEA, hemos sido pioneros en la adopción de compromisos obligatorios y en la coordinar
nuestra acción colectiva contra la corrupción. Aprobamos la primera convención contra la corrupción
en momentos en que todavía algunos discutían si éste era un tema internacional. Sin duda, la acción
de la OEA facilitó la adopción posterior de tratados contra la corrupción en el ámbito de otros
organismos internacionales.
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La Convención de la OEA, además de haber sido pionera, expresó una concepción integral en la cual
la lucha contra la corrupción se entiende, primero, como un proceso. No como algo que se pueda
decretar o acabar con una sola decisión o solución mágica.
Segundo, como una política compuesta por medidas preventivas y represivas, nacionales e
internacionales.
Y, tercero, como una estrategia con responsabilidades compartidas: de los Estados; el sector privado;
la sociedad civil; y la comunidad internacional.
Por esa concepción integral, la Convención de la OEA se ha convertido en la Carta de Navegación de
nuestra acción colectiva en este campo. Hoy, este tratado ha sido ratificado por 33 de nuestros 34
Estados Miembros.
Por otra parte, la creación de un mecanismo de seguimiento colectivo del cumplimiento de la
Convención por parte de los Estados partes es fundamental y fortalece la cooperación recíproca y
también la transparencia en el accionar de los Estados miembros.
Este Mecanismo demuestra que sí hay acciones que podemos emprender para enfrentar
colectivamente la corrupción.
Me parece que los avances obtenidos nos confirman el camino que tenemos que recorrer es el de la
cooperación. En materia de corrupción, todos nuestros países tienen problemas. Por eso, entre todos
tenemos que ayudarnos para superarlos. Aquí no hay espacio para los señalamientos, las
recriminaciones o los “tribunales de inquisición”.
Los análisis que se realizan en el MESICIC son parte de ese proceso de colaboración recíproca.
Como resultado de éste, en un marco de tratamiento igualitario, transparente, contando con las
contribuciones de la sociedad civil y el apoyo técnico de la Secretaría General de la OEA, se
examinan los avances dados y los pasos que aún se deben dar para implementar la Convención y se
formulan recomendaciones específicas con este fin.
Los informes por país y los informes hemisféricos, como el que ustedes van a tener ocasión de recibir
a través de la Presidenta del Comité de Expertos, confirman la utilidad de este proceso. Sus
resultados muestran claramente que las instituciones sí importan, que los marcos jurídicos y las
políticas públicas sí cuentan, y que, en muchos casos, las fallas en este frente pueden facilitar o estar
en el origen mismo de la ocurrencia de actos de corrupción.
Estos análisis revelan que, en algunos casos, los países no cuentan con leyes o medidas en los temas
examinados; que, en otros, las que existen no son suficientes para los propósitos de la Convención; y
que, en otros más, no se puede valorar su efectividad, pues no se pueden conocer los resultados de
ellas.
Pero no nos hemos quedado en los análisis. Estamos apoyando con programas de cooperación a los
Estados para mejorar sus instituciones y marcos jurídicos para prevenir y combatir la corrupción.
Entre ellos se destaca el programa que hemos venido ejecutando para asistir a los Estados en el
desarrollo de planes de acción para la implementación de las recomendaciones que les ha formulado
el MESICIC y del cual se han beneficiado hasta ahora 18 Estados.
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Asimismo, hemos desarrollado otras herramientas de cooperación para apoyar a los Estados, tales
como el Portal Interamericano contra la Corrupción en “Internet”; las leyes modelo en materias tales
como acceso a la información, conflictos de intereses y protección de denunciantes; las guías
legislativas en todas las áreas analizadas por el MESICIC, y los programas de capacitación.
A lo anterior agregaría que, más allá de las evaluaciones y los programas de cooperación, los Estados
informan y el Comité del MESICIC analiza y se pronuncia sobre la implementación por los Estados
de las recomendaciones que les ha formulado en rondas anteriores. Y así lo han venido haciendo. El
Informe Hemisférico de la segunda ronda da cuenta de avances significativos dados por los Estados
en la implementación de las recomendaciones de la primera ronda y en la actualidad se está
examinando adicionalmente el cumplimiento de las recomendaciones de la segunda ronda de
evaluaciones.
Finalmente, destacaría que, además del proceso de cooperación en el marco del MESICIC, como
resultado de mandatos de las Cumbres de Presidentes de las Américas, de nuestra Asamblea General
y de las Reuniones de Ministros de Justicia y Procuradores Generales de las Américas (REMJA),
cuya última fue justamente en Brasilia en febrero de este año, en la OEA hemos desencadenado
procesos concretos de cooperación en áreas tales como las relacionadas con la asistencia mutua en
materia penal y extradición, y la recuperación de activos.
Todo lo anterior muestra que hemos venido dando pasos concretos y útiles para fortalecer la
cooperación contra la corrupción y así lo están percibiendo los ciudadanos. De acuerdo con el
Informe Latinobarómetro 2007, la corrupción era considerada uno de los cuatro principales
problemas que enfrentan los países de la región, junto con el desempleo, la delincuencia y el
funcionamiento de la economía. Sin embargo, el último informe, correspondiente al año 2010 y
divulgado a finales de la semana pasada, afirma que “la región percibe que hay progreso en la
reducción de la corrupción”, si bien expresa que “el importante aumento se produjo a lo largo de los
años 2004-2007, cuando aumentó del 26% a 39%” y que “desde entonces está más bien estancado
alcanzando un 37% en el año 2010, con un leve descenso de la percepción respecto del 2009 cuando
alcanza 39%”.
El mismo Informe destaca que “donde sí se nota más la lucha contra la corrupción es en el indicador
de conocimiento de un acto corrupto que ha disminuido de 27% en el año 2001 a 11% en el 2010, de
manera sostenida toda la década”. A este respecto, el informe concluye agregando que aquí “se
produce el mismo efecto de incongruencia entre la percepción del hecho y la cantidad de hechos que
se producen”.
Creemos que, a través del proceso de cooperación que hemos venido desarrollando en el marco de
este mecanismo, hemos venido contribuyendo a los avances reales y concretos que se han dado
durante la última década en este campo en la Región y que datos como los de este último y los
anteriores informes “Latinobarómetro” confirman.
Estamos progresando en este campo pero, por supuesto, ello no es suficiente. Tenemos todavía
muchos desafíos hacía adelante y por eso tenemos que seguir fortaleciendo nuestra cooperación
mutua en este campo. Estoy seguro que los desarrollos que daremos en esta reunión contribuirán
significativamente a dicho propósito.
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En este sentido, el proyecto de recomendaciones que viene a consideración de esta Conferencia
contiene un conjunto muy completo de medidas concretas para continuar avanzando en nuestra
cooperación contra la corrupción en el marco del MESICIC. Ellas nos permitirán dar un salto
cualitativo en el fortalecimiento de áreas tales como las relacionadas con el proceso de análisis de la
implementación de la Convención, su consolidación como un foro para el intercambio de
información y buenas prácticas, la cooperación en temas de interés colectivo tales como los
relacionados con la responsabilidad del sector privado en la prevención y el combate contra la
corrupción, el desarrollo de nuevas herramientas y programas de cooperación técnica, la difusión de
nuestra acción colectiva y a nivel nacional en este campo, la consolidación de acciones concretas en
materia de capacitación, y la coordinación y cooperación con otros desarrollos internacionales tales
como los relacionados con la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción.
La suscripción de la declaración sobre el MESICIC por Estados Parte en la Convención que aún no lo
habían hecho, sin duda, constituirá uno de los avances más significativos de este encuentro. En este
sentido quisiera aprovechar de felicitar a Antigua y Barbuda, Haití y Saint Kitts and Nevis que hoy
han pasado a formar parte de este mecanismo.
Finalmente, el Memorándum de Entendimiento que suscribiremos hoy con la Academia Internacional
contra la Corrupción, el primer centro internacional especializado en la capacitación en esta materia,
nos va a permitir avanzar en acciones concretas de cooperación con esta importante institución en
beneficio de los Estados miembros de nuestra organización.
Señor Ministro, señoras y señores:
Permítanme concluir compartiendo con ustedes tres breves reflexiones a partir del contenido y
alcance de esta reunión.
Creo que además de avanzar en materia de probidad y transparencia en la gestión pública, tenemos
que avanzar en materia de responsabilidad de las empresas. El sector privado es parte del problema y
tiene que ser parte de la solución. Los países ricos debieran hacer mucho más para asegurar que sus
empresas dejen de sobornar a funcionarios públicos extranjeros. En nuestra región, también tenemos
que avanzar para cerrarle el paso a las empresas corruptas. Uno de nuestros estudios, mostró que la
responsabilidad penal de las empresas que sobornan no aparece regulada en ninguna de las 28
legislaciones nacionales analizadas. Sin perjuicio de que los Estados tomen las medidas que les
corresponde, las empresas también deben fortalecer sus mecanismos de control interno. Y tenemos
que ser capaces de sancionar los actos de corrupción que provienen del sector privado.
La segunda reflexión tiene que ver con la importancia de continuar fortaleciendo nuestra acción
colectiva y cooperación recíproca frente a problemas comunes. Lo que, entre todos -Estados,
organizaciones de la sociedad civil y OEA-- estamos logrando en el marco del MESICIC, es
demostrar que, si bien estamos frente a un problema grave, ello no quiere decir que no se pueda hacer
nada para enfrentarlo. Por el contrario, estamos probando que podemos generar productos concretos
y útiles para fortalecer nuestros marcos jurídicos y nuestras instituciones para prevenir y combatir de
manera más efectiva la corrupción. No debemos olvidar que se trata de una estrategia con
responsabilidades compartidas: de los Estados; el sector privado; la sociedad civil; y la comunidad
internacional.
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La tercera reflexión está relacionada con la importancia de continuar fortaleciendo nuestro
multilateralismo: un multilateralismo amplio, moderno e inclusivo, que todos construimos en
conjunto sobre la base de los principios comunes. En este multilateralismo moderno no sólo
comprometemos a nuestros países a estándares comunes en materia de democracia, sino que también
forjamos de común acuerdo los mecanismos que apoyan o llevan a la práctica los compromisos
asumidos. En otras palabras, nuestros países no construyen la democracia desde afuera, se
comprometen a ella de manera voluntaria y buscan perfeccionarla a través de mecanismos que
consensuamos entre todos.
El MESICIC es un muy buen ejemplo del tipo de mecanismos que con esta orientación tenemos que
seguir desarrollando y consolidando en el marco de nuestra Organización.
Estoy seguro que los resultados de esta reunión nos van a permitir continuar fortaleciendo aún más la
cooperación hemisférica en materia de probidad, transparencia y lucha contra la corrupción en las
Américas.
Muchas gracias.
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