DEPARTAMENTO DE HISTORIA SUBSECTOR: FILOSOFÍA Y PSICOLOGÍA. PROFESORA: ARLETTE CIFUENTES M. Módulo I: Los comienzos de la Filosofía Nombre:_______________________________________ Curso:4to . Objetivos: Identificar conceptos básicos de la filosofía griega. Analizar los problemas metafísicos que provienen de la filosofía griega. I. La Preocupación por el Ser Humano. Durante el s. V la vida ciudadana en Grecia, en especial en Atenas se fue complicando, debido a los grandes cambios que la prosperidad económica había traído consigo, además de la democratización de la vida que dio a luz a nuevas instituciones y actividades. A partir de lo anterior surge la necesidad de comprender la vida humana en sí misma, como con su relación con dios y los demás seres. Al mismo tiempo nace la necesidad de educar a las nuevas generaciones para enfrentar una vida más democrática y autónoma. Es aquí donde encontramos la antítesis entre Sócrates y los sofistas. Sócrates el sabio. Sócrates fue capaz de hacer del diálogo la más importante actividad de su existencia y al compartir esta actividad con todo individuo que se le cruzara, sin importar su condición social, hizo que fuera de la misma forma la actividad más importante de Atenas. Se autocatalogó como el tábano de Atenas, debido a que en el ejercicio de su método no sólo era una mera conversación, sino que provocaba a los atenienses a cuestionarse constantemente aquello de lo que creían que tenían certeza, como por ejemplo ideas sobre la justicia, la belleza, etc. Generando así un pensamiento crítico y provocativo que esperaba llegar a los fundamentos de cada acto humano. Sócrates supo hacer de la filosofía un ejercicio público y democrático. Lo que lo impulsa a realizar este tipo de actividad es gracias a que la mayoría de los individuos creen saber algo y saberlo bien. En este sentido Sócrates reconoce la importancia de la ignorancia, donde podemos identificar tres grados: a. La del que no sabe. Es decir una ignorancia absoluta. b. La del que no sabe que no sabe, pero cree que sabe. Una de las más difíciles de erradicar, puesto que, confiada como está de sí misma, se niega a prestar c. La del que no sabe que no sabe y humildemente aspira a saber. Esta ignorancia es define a la sabiduría puramente humana a la filosofía. Método Socrático Sócrates para lograr su fin inventa un método para sacar la verdad a la luz en cada individuo, que se logra mediante la resistencia a esta misma, generando una especie de catarsis. De esta forma, pareciera que nuestro filósofo no hace más que un halago constante a la ignorancia por medio de preguntas que parecieran ser inofensivas, pero que son capaces poner en jaque al consultante. Ejemplo: “Oh gran Juez, que juzgas a los ciudadanos, ateniéndote siempre a lo justo. Solamente tú podrás enseñarnos qué es la Justicia… a nosotros, que estamos impacientes por reconocerla y practicarla… ¡Oh Capitán! Que tantas hermosas victorias has ofrecido a esta ciudad, dinos, para poder alabar con más razón a ti y al ejército ateniense, ¿qué es la valentía…” Lo que ocurría a continuación es que los interpelados se erguían con aires de seguridad y caían en la trampa respondiendo sin entender cuál era el fin de Sócrates, que buscaba al fin y al cabo, una definición real de la Justicia y la Valentía. Lo que venía a continuación eran las observaciones punzantes de Sócrates, en este caso, hacia el Capitán y el Juez, lo que daba como resultado que terminaran atrapados en sus propias contradicciones, asumiendo su derrota, terminaban por reconocer su ignorancia. A este proceso destructivo, purificador de errores, de prejuicios y lugares comunes lo llama ironía. Al término de este proceso se logra ese reconocimiento de no saber lo que se creía saber. Lo que otorga la segunda parte de este método que es la mayéutica. Esta consiste en encontrarse con el alumbramiento de la verdad dirigida por Sócrates, pero es alcanzada netamente desde el propio individuo, somos capaces de encontrarla en nosotros mismos. A. Lee atentamente el extracto de “Gorgias, o de la retórica” y contesta las preguntas a continuación. SÓCRATES.- Por la razón, Polos, de que habiéndote preguntado Chairefon en qué arte es Gorgias hábil, haces el elogio de su arte, como si alguien lo menospreciara, pero no dices cuál es. POLOS.- ¿No te he dicho que es la más bella de todas las artes? SÓCRATES.- Convengo en ello; pero nadie te interroga acerca de las cualidades del arte de Gorgias. Se te pregunta solamente qué arte es y qué debe decirse de Gorgias. Chairefon te ha puesto en camino por medio de ejemplos, y tú al principio le respondiste bien y concisamente. Dime ahora de igual modo qué arte profesa Gorgias y qué nombre es el que a éste tenemos que darle. O mejor aún: dinos tú mismo, Gorgias, qué calificativo hay que darte y qué arte profesas. GORGIAS.- La retórica, Sócrates. SÓCRATES.- Entonces ¿hay que llamarte retórico? GORGIAS.- Y buen retórico, Sócrates, si quieres llamar me lo que me glorifico de ser 64, para servirme de la expresión de Homero. SÓCRATES.- Consiento en ello. GORGIAS.- Pues bien; llámame así. SÓCRATES.- ¿Podremos decir que eres capaz de enseñar este arte a los otros? GORGIAS.- Ésta es mi profesión, no sólo aquí, sino en todas partes. SÓCRATES.- ¿Quisieras, Gorgias, que continuáramos en parte interrogando y en parte contestando, como estamos haciendo ahora, y que dejemos para otra ocasión los largos discursos, como el que Polos había empezado? Pero, por favor, mantén lo que has prometido y redúcete a dar breves respuestas a cada pregunta. GORGIAS.- Hay algunas respuestas, Sócrates, que por necesidad no pueden ser breves. No obstante, haré de manera que sean lo más cortas posibles. Porque una de las cosas de que me lisonjeo es de que nadie dirá las mismas cosas que yo con menos palabras. SÓCRATES.- Es lo que debe ser, Gorgias. Hazme ver hoy tu conclusión y otra vez nos desplegarás tu abundancia. GORGIAS.- Te contestaré y convendrás conmigo en que no has oído nunca hablar más concisamente. SÓCRATES.- Puesto que presumes de ser tan hábil en el arte de la retórica y capaz de enseñarlo a otro, dime cuál es su objeto, como el objeto del arte del tejedor es el de hacer trajes, ¿no es así? GORGIAS.- Sí. SÓCRATES.- ¿Y la música la composición de cantos? SÓCRATES.- ¡Por Juno, Gorgias!, admiro tus respuestas, que más breves no pueden ser. GORGIAS.- Sí. GORGIAS.- También presumo, Sócrates, de mi habilidad en este género. SÓCRATES.- Dices bien. Contéstame, te lo ruego, del mismo modo en lo referente a la retórica, y dime cuál es su objeto. GORGIAS.- Discursos. SÓCRATES.- ¿Qué discursos, Gorgias? ¿Los que explican a los enfermos el régimen que tienen que observar para restablecerse? GORGIAS.- No. SÓCRATES.- ¿La retórica no tiene entonces por objeto toda clase de discursos? GORGIAS.- No, sin duda. SÓCRATES.- Sin embargo, ¿enseña a hablar? GORGIAS.- Sí. SÓCRATES.- Pero la medicina, que he citado como ejemplo, ¿no pone a los enfermos en disposición de pensar y de hablar? GORGIAS.- Necesariamente. SÓCRATES.- La medicina, según las apariencias, ¿tiene también por objeto los discursos? GORGIAS.- Sí. SÓCRATES.- ¿Los que conciernen a las enfermedades? GORGIAS.- Sí. SÓCRATES.- ¿No tiene igualmente por objeto la gimnasia los discursos referentes a la buena y mala disposición del cuerpo? GORGIAS.- Es cierto. SÓCRATES.- Lo mismo puede decirse de las demás artes: cada una de ellas tiene por objeto los discursos relativos al asunto que se ejerce. GORGIAS.- Parece qué sí. SÓCRATES.- Entonces ¿por qué no llamas retórica a las otras artes que también tienen por objeto los discursos, puesto que das este nombre a un arte cuyo objeto son los discursos? GORGIAS.- Es porque todas las otras artes, Sócrates, no se ocupan más que de obras manuales y de otras producciones semejantes, mientras que la retórica no produce ninguna obra manual y todo su efecto y su virtud están en los discursos. He aquí por qué digo que la retórica tiene por objeto los discursos y pretendo que con esto digo la verdad. SÓCRATES.- Creo comprender lo que quieres designar por este arte, pero lo veré más claro dentro de un instante. Contéstame: ¿hay artes, verdad? GORGIAS.- Sí. SÓCRATES.- Entre todas las artes, unas consisten, principalmente, me figuro, en la acción, y necesitan de muy pocos discursos; algunas ni siquiera uno, pero su obra puede terminarse en el silencio, como la pintura, la escultura y muchas otras. Tales son, a mi modo de ver, las artes que dices no tienen ninguna relación con la retórica. GORGIAS.- Has comprendido perfectamente mi pensamiento, Sócrates SÓCRATES.- Hay, por el contrario, otras artes que ejecutan todo lo que es de su resorte por el discurso y no tienen necesidad de ninguna o casi ninguna acción. Por ejemplo: la aritmética, el arte de calcular, la geometría, el juego de dados y muchas otras artes, de las que algunas requieren tantas palabras como acción y la mayor parte más, tanto que toda su fuerza y todo su efecto están en los discursos. A este número me parece que dices pertenece la retórica. GORGIAS.- Es cierto. SÓCRATES.- Tu intención, me figuro, no será, sin embargo, la de dar el nombre de retórica a ninguna de estas artes; como no sea que, como has dicho expresamente que la retórica es un arte cuya virtud consiste toda en el discurso, pretendieras que alguno quisiera tomar a broma tus palabras para hacerte esta pregunta: Gorgias, ¿das el nombre de retórica a la aritmética? Pero a mí no se me ocurre que llamas así a la aritmética ni a la geometría. GORGIAS.- Y no te engañas, Sócrates, si aceptas mi pensamiento como debe ser aceptado. SÓCRATES.- Entonces acaba de contestar a mi pregunta. Puesto que la retórica es una de estas artes que tanto empleo hacen del discurso y que muchas otras están en el mismo caso, procura decirme por relación en qué consiste toda la virtud de la retórica en el discurso. Si refiriéndose a una de las artes que acabo de nombrar me preguntara alguien: Sócrates, ¿qué es la numeración?, le contestaría, como tú has hecho hace un momento, que es un arte cuya virtud está en el discurso. Y si me preguntara de nuevo: ¿Con relación a qué?, le respondería que con relación al conocimiento de lo par y de lo impar, para saber cuántas unidades hay en lo uno y en lo otro. Y de igual manera si me preguntara: ¿Qué entiendes por el arte de calcular?, porque le diría también es una de las artes cuya fuerza toda consiste en el discurso. Y si continuara preguntándome: ¿Con relación a qué?, le contestaría que el arte de calcular tiene casi todo común con la numeración, puesto que tiene el mismo objeto, saber lo par y lo impar, pero que hay la diferencia de que el arte de calcular considera cuál es la relación de lo par y de lo impar entre sí, relativamente a la cantidad. Si me preguntaran por la Astronomía, y después de haber contestado que es un arte que ejecuta por el discurso todo lo que le incumbe, añadieran: ¿A qué se refieren los discursos de la astronomía?, les respondería que al movimiento de los astros, del Sol y de la Luna y que explican en qué proporción está la velocidad de su carrera. 1. A partir de la lectura, realiza un cuadro comparativo entre Sócrates y Gorgias tomando en cuenta los métodos utilizados vistos en clase. 2. ¿Cuál es el eje de la discusión? 3. Describe el método utilizado por Sócrates para la discusión, ejemplificando con una de las citas. 4. Si tuvieras que posicionarte en algún lado de la discusión ¿De qué lado estarías? ¿Por qué? II. La verdad tiene su propio mundo: Platón y el mundo de las ideas. Platón, fue discípulo fiel de Sócrates, lo acompañó incluso hasta sus últimos momentos. Luego de esto emprende un viaje donde se establece en Megara con Euclides, viaja a Egipto, pasa por Siracusa donde tiene una mala experiencia política, vuelve a Atenas y funda La Academia, la cual sobrevive después de Platón ocho siglos más, dado que fue clausurada por Justino por motivos religiosos (Ver Ágora que ejemplifica muy bien este último punto de la tensión de la filosofía y la religión). La filosofía platónica se comienza a formar gracias al legado de Heráclito y Parménides, donde comienza la construcción de su teoría donde determina un nuevo concepto llamado ousía que define como lo que hace que una cosa siga siendo lo que era (pese a todos sus cambios). El concepto de ousía, se traduce a esencia, aquello mantiene la identidad de lo que cambia y que, en cuanto a nosotros nos permite reconocerlo, definirlo, nombrarlo. La Teoría de las ideas Las cosas individuales –sean hombres de carne y hueso, árboles, etc. – conforman una multiplicidad en el espacio y en el tiempo; sin embargo en cuanto participan de una misma idea (Humanidad o Belleza) representa una misma cosa. Por ejemplo un acto justo contiene la idea de Justicia, por tanto la idea de Justicia participa en los actos justos. Las ideas son inmunes a los azares de las cosas, es decir podría desaparecer de una sociedad los actos justos o las cosas bellas, pero eso no quiere decir que la idea de justicia por ejemplo deje de ser lo que es, pues el mismo hecho que digamos “Ya no hay Justicia en este mundo” nos revela la existencia de la idea de Justicia, de lo que debiera ser, por lo que podemos concluir que la idea trasciende, ya que antecede y sucede a cualquier cosa. Por ejemplo la idea de árbol antecede y sucede en todos los árboles conocidos. Cuando conocemos la idea podemos medir el ser de algo y decir “esta idea es o es un árbol”, “esto es un acto justo”, “esa casa es bella”, etc. Ya que como hemos descubierto la idea es cierta unidad presente en las cosas mismas, por lo que no es necesario que haya mentes humanas para que exista la “Idea de árbol”, por ejemplo. Hay que tener en cuenta estas consideraciones ya que estamos acostumbrados a que las ideas son hechos mentales. En síntesis podemos señalar lo siguiente: El mundo real es el Mundo de las Ideas, que contiene las formas ideales de lo que existe. Nacemos con esos conceptos de esas formas ideales en la mente. El mundo ilusorio en el que vivimos, el Mundo de las cosas, contiene copias imperfectas de esas formas ideales. Reconocemos lo que hay en el mundo, como los perros, porque reconocemos que son cosas imperfects de los conceptos de nuestra mente. Todo lo que hay en el mundo es "una sombra" de su forma ideal en el Mundo de las ideas. Lo anterior nos deja en claro que hay tres planos del ser, o de la realidad en sí. El primero y más bajo; nuestra Bien Supremo realidad física, llamado mundo de las cosas, mundo sensible o mundo tangible. En éste se imita al ser eterno de las ideas, a duras penas mantiene su ser en Mundo de las ideas, mundo inteligible el tiempo a través de las generaciones del tiempo, los ciclos de la vida y los cambios. El segundo se constituye por el Mundo de las ideas o el Mundo de las cosas, mundo sensible o mundo tangible. Mundo Inteligible, al que hemos analizado con anterioridad. Por último más allá de lo que es como un Valor Supremo que todo mueve hacia sí. Es en esta idea de Bien en la que tanto nuestro mundo sensible como inteligible tienen su unidad y su principio. Teoría de la Reminiscencia En el diálogo "Menón", y con ocasión del estudio de la virtud, Platón presenta la teoría de la reminiscencia ―o amnesia―. Esta teoría se resume en la idea de que conocer es recordar. Seguramente Platón no defendía este punto de vista respecto de los conocimientos particulares como los relativos a hechos concretos (por ejemplo, el conocimiento perceptivo del tipo "mi mesa es negra") sino respecto de los conocimientos estrictos dotados de universalidad y necesidad, conocimientos como los matemáticos y los que pueda descubrir la dialéctica. Platón consideró que estos conocimientos tan excelentes no pueden explicarse a partir de la experiencia meramente empírica o perceptiva y defendió una peculiar visión innatista: cuando conocemos una verdad de este tipo en realidad no estamos aprendiendo algo nuevo sino que nuestra alma recuerda una verdad a la que tuvo acceso antes de encarnarse y vivir en este mundo material, nuestra alma recuerda algo que conoció cuando vivía en el mundo de las Ideas. Brevemente: la teoría de la reminiscencia defiende la extraña tesis de que el alma vive sin el cuerpo en el mundo de las Ideas, percibe las distintas Ideas y sus relaciones, se encarna, olvida dicho conocimiento, y, gracias a la intervención de un maestro, consigue rememorar ese conocimiento olvidado. Esto es lo que ocurre con el esclavo que en el diálogo "Menón" logra, gracias a las oportunas preguntas de Sócrates, demostrar un teorema matemático. La teoría de la reminiscencia es el complemento de la teoría socrática del conocimiento y de la enseñanza: enseñar no es introducir un conocimiento en la mente de un sujeto sino incitar al alumno a que descubra en su interior una verdad. 1 B. Realiza una conexión por medio de la construcción de un mapa conceptual entre la Teoría del mundo de las ideas y la Teoría de la Reminiscencia III. 1 Aristóteles: Una nueva visión desde la experiencia. Extraído de: http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-lafilosofia/Filosofiagriega/Platon/TeoriadelaReminiscencia.htm Aristóteles tenía 17 años cuando llegó a Atenas a estudiar con Platón en su Academia, ya para ese entonces Platón tenía sesenta años y ya había presentado su teoría de las ideas. Aristóteles permaneció en la Academia en primera instancia y luego como profesor hasta veinte años después de la muerte de Platón, como no fue escogido como sucesor de éste, abandona Atenas y emprende un viaje que cambiará el sentido de su estudio. Aristóteles y la naturaleza. Con la muerte de Platón, Aristóteles puede dedicarse de una vez al estudio de la naturaleza que siempre le había llamado la atención, lo que provoca la puesta en duda de las teorías platónicas del conocimiento. Uno de los argumentos que tenía en contra de la teoría del mundo de las ideas consistía en que era innecesario asumir la existencia de un hipotético mundo de formas cuando la realidad de las cosas ya se puede ver en la tierra como al inherente a ellas. Una de las diferencias radicales en la formación de estos dos grandes pensadores era que Platón había sido formado principalmente en las matemáticas, en especial en la geometría y Aristóteles en biología, gracias a que su padre ejercía como médico. En este caso las matemáticas tratan con conceptos abstractos alejados de lo que es la vida cotidiana, mientras que la biología se preocupa del mundo que nos rodea y depende prácticamente de la observación. Frente a lo anterior Aristóteles plantea confiar en los sentidos a diferencia de Platón, pues lo sentidos para este último contenían sólo información del mundo sensible. Lo que aprendió estudiando al mundo natural fue que al observar las características de cada planta o animal podía elaborar una imagen completa de lo que lo distinguía a otras plantas o animales, y deducir qué lo hacía ser lo que era. Esto lo llevó a la conclusión que señala que no nacemos con la capacidad innata de conocer formas, tal como afirmaba Platón. La esencia, aquello que permanece. Aristóteles desea al igual que su maestro encontrar algún tipo de elemento inmutable y eterno en un mundo caracterizado por el cambio, aunque concluye que no es necesario buscar este tipo este ancla en un mundo de formas que tan sólo puede percibir el alma. La prueba se halla en el mundo que nos rodea y la podemos percibir por medio de los sentidos. Aristóteles no cree que el mundo material sea una copia imperfecta de una forma ideal de sí mismo, son que es la esencia de algo es inherente a cada uno de los ejemplos de ese algo. Señala además que cuando nacemos nuestras mentes son como “pizarras en blanco” y todas las ideas que llegamos a adquirir las recibimos gracias a los sentidos. Al nacer carecemos de ideas innatas, por lo que no distinguimos el bien del mal. Pese a esto, a medida que vamos encontrándonos con ejemplos de justicia en nuestra vida, aprendemos entonces a reconocer las cualidades que tienen en común todos esos ejemplos y de a poco, construimos y refinamos nuestra comprensión de lo que es la justicia. Es decir, el único modo en que llegamos a conocer el concepto e inmutable de justicia es por medio de la observación de cómo ésta se manifiesta a nuestro alrededor. Frente a esto Aristóteles determina categorías del ser que son capaces de explicar las formas y los cambios de cada una de las cosas y seres existentes en el mundo, también son llamados modos del ser. Algunas de estas son: Sustancia y accidentes. A aquello que permanece —y que le da su identidad al álamo, al caballo, al ser humano, incluso— llama Aristóteles sustancia. Lo entiende como “lo que existe en sí”, el individuo, el que tiene su propia existencia, constituyendo la identidad de un ser determinado, es decir aquello que hace que el ser humano sea ser humano y no un álamo, una manzana o un perro. El accidente -en nuestro caso, el color, el tamaño- es lo que existe “en otro” y este “otro” es la sustancia. El color existe en una sustancia determinada. Cuando sustancia sufre cambios sin perder su propia identidad, sin dejar de ser tal sustancia, cambia en sus accidentes, cambia de color, de tamaño, de relación con las otras sustancias. Cuando ella cambia de identidad, cuando pasa a ser otra sustancia, cuando hay destrucción de una sustancia y generación de otra, hablamos de un cambio sustancial. Por ejemplo, cuando una mesa se destruye para convertirse en leña, entendemos que hay un cambio sustancial. La ciencia del ser -llamada por Aristóteles Filosofía Primera-, y actualmente denominada Metafísica u Ontología, trata especialmente del ser de la sustancia, pues es ahí donde el ser se encuentra con mayor plenitud. Las otras maneras de ser están siempre referidas, de uno u otro modo, a la sustancia. Aristóteles pretende explicar el ser de la sustancia, del individuo de este mundo sensible, desde su composición interna, no como lo hiciera Platón desde una realidad exterior a ella. Materia y forma. Todas las sustancias, en este mundo sensible, están compuestas de materia y forma. Materia es aquello de lo que está hecho algo. Forma, lo que lo constituye en un ser determinado, lo que le da un orden a esa materia y por lo cual ésta adquiere su ser sustancial. Es más fácil ejemplificar con sustancias hechas por el hombre -seres por arte, los llama Aristóteles-. El mismo nos da como ejemplo una estatua: la materia de la estatua sería el bronce, aquello de que está hecha la estatua; pero a ese bronce se le ha impreso una forma, se lo ha ordenado de una manera por la cual ha quedado constituido en esa estatua y no otra. La forma tiene una cierta relación con la figura, pero no es lo mismo, pues la forma es algo que impregna completamente a la materia, constituyéndola toda ella en estatua. Es lo que sucede también con una obra musical, cuya materia es el sonido -de lo que ella está hecha- y que, gracias al advenimiento de una forma determinada, llega a ser esa obra y no otra. Pero si analizamos los elementos componentes de esta estatua, encontramos que la materia de ella ya es una sustancia: el bronce es algo existente con su propia individualidad y el a su vez, está compuesto de otros elementos. Busca Aristóteles una materia que no tenga ninguna determinación, que sea el elemento primero que se une a la forma en los seres naturales, que no tenga ninguna forma, por lo cual no es nada, no es una sustancia como el bronce, solo la podemos entender en forma lógica, como elemento de la sustancia. A esta materia la llama materia prima, la cual constituye el sustrato común a todas las sustancias. Y lo que forma a esta materia, uniéndose a ella, constituyendo con ella una sustancia determinada, es la forma sustancial. Ni la materia prima ni la forma sustancial existen en nuestro mundo con existencia propia; ellas están siempre unidas formando las sustancias. Potencia y acto. Otra de las maneras en que se dice el ser, es la que da cuenta del movimiento o cambio. Para explicarlo, Aristóteles introduce los conceptos de potencia y acto. El cambio o movimiento, dice, es el paso de potencia a acto. Ya explicó Aristóteles que los cambios pueden tener lugar mientras la sustancia permanece. Pero ¿en qué consiste este cambio? ¿Qué es el movimiento? Manifiesta Aristóteles que los seres están en acto y en potencia: Ese árbol esta en acto: es árbol, Pero está en potencia de ser leña, mueble, puerta... Un huevo es huevo en acto y está en potencia de ser gallina o tortilla. Cuando un ser pasa de potencia a acto, efectúa un movimiento, sufre un cambio. Todo cambio o movimiento es el paso de potencia a acto. Cuando consideramos un ser en cuanto es, es acto. Lo define Aristóteles como la perfección actualmente habida. El hombre es hombre en acto, el huevo es huevo en acto, pero estos seres tienen posibilidades de cambio. Sin embargo, no tienen posibilidades de cualquier cambio; hay algo en ellos que no es ser todavía, pero que es posibilidad de ser algo determinado. A esto llama Aristóteles potencia. La potencia es entonces la posibilidad de ser. Por eso se dice que, cronológicamente, es decir, en el orden del tiempo, la potencia esta antes que el acto (la semilla esta antes que el arbol). Pero ontológicamente, en el orden del ser, el acto es primero: el determina las potencias del ser (un gato no está en potencia de ser un monje). La potencia tiene menos categoría de ser que el acto: es como un intermedio entre algo que no es, pues no es acto todavía, y algo que es, pues es una posibilidad de ser. No todos los seres en potencia llegan a ser los respectivos seres en acto: el huevo puede ser comido por mí, y nunca llegar a ser pollo, pero tuvo la posibilidad. C. Contesta las siguientes preguntas a continuación. 1. ¿Sería posible, según el pensamiento aristotélico, que un manzano empezara a dar ciruelas? ¿Que un hombre tuviera un hijo caballo? ¿Por qué? 2. ¿Podríamos aplicar a las Ideas platónicas, como entes, los conceptos aristotélicos de materia y forma, sustancia y accidentes, potencia y acto? ¿Cuáles si y cuáles no? ¿Por qué? 3. El color de piel de un ser humano ¿sería un accidente o parte de su sustancia? ¿Por qué? 4. Cuando decimos de Patricia que es persona y que es inteligente ¿tiene el término “es” el mismo valor? 5. Realiza un cuadro comparativo donde se establezcan las principales diferencias entre las teorías platónica y aristotélica.