los victimarios en colombia - Pontificia Universidad Javeriana

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LOS VICTIMARIOS EN COLOMBIA
RADIOGRAFÍA DE LA VIOLENCIA EN LOS ÚLTIMOS 50 AÑOS.
Sandra Catalina Contreras Mojica
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE COMUNICACIÓN Y LENGUAJE
CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL
Bogotá D.C., 31 de enero de 2.008
LOS VICTIMARIOS EN COLOMBIA
RADIOGRAFÍA DE LA VIOLENCIA EN LOS ÚLTIMOS 50 AÑOS
Sandra Catalina Contreras Mojica
Trabajo de grado presentado como requisito para optar por el título de Comunicación Social
con énfasis en Periodismo y Producción Editorial.
Dirigido por:
Jorge Cardona Alzate.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE COMUNICACIÓN Y LENGUAJE
CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL
Bogotá D.C., 31 de enero de 2.008
Artículo 23 del reglamento Académico
“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus alumnos en
sus tesis de grado. Sólo velará porque no se publique nada contrario al dogma y a la moral
católica, y porque las tesis no contengan ataques o polémicas puramente personales. Antes
bien, se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”.
Bogotá D.C., 31 de enero de 2.008
Señor
Dr. JÜRGEN HORLBECK BONILLA
Decano Académico
Facultad de Comunicación y Lenguaje
Pontificia Universidad Javeriana
Ciudad.
Es de mi total agrado presentarle el trabajo “Los victimarios en Colombia: Radiografía
de la violencia en los últimos 50 años” realizado por la estudiante SANDRA CATALINA
CONTRERAS MOJICA, de conformidad con las exigencias académicas para optar por el
título de Comunicadora Social. Un ejercicio periodístico que enriquece la historia de violencia
en Colombia y, en ese sentido, aseguro que cumple a cabalidad con los requerimientos que
fija la Facultad para la aprobación de un trabajo de grado.
Atentamente,
Jorge Cardona Alzate
Editor general El Espectador
Bogotá D.C., 31 de enero de 2.008
Señor
Dr. JÜRGEN HORLBECK BONILLA
Decano Académico
Facultad de Comunicación y Lenguaje
Pontificia Universidad Javeriana
Ciudad.
Es de mi total agrado presentarle el trabajo “Los victimarios en Colombia: Radiografía
de la violencia en los últimos 50 años” realizado por la estudiante SANDRA CATALINA
CONTRERAS MOJICA, de conformidad con las exigencias académicas para optar por el
título de Comunicadora Social. Un ejercicio periodístico que enriquece la historia de violencia
en Colombia y, en ese sentido, aseguro que cumple a cabalidad con los requerimientos que
fija la Facultad para la aprobación de un trabajo de grado.
Atentamente,
Sandra Catalina Contreras Mojica
C.C. 53.107.577 de Bogotá.
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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE COMUNICACIÓN Y LENGUAJE
CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL
ASESORIA
DEL
TRABAJO
DE
GRADO
EVALUACION DEL ASESOR
Sr.(a) Asesor(a): La Asignatura Trabajo de Grado que Usted asesora requiere, como
las demás asignaturas, de dos notas parciales correspondientes al 60% y una nota
final correspondiente al 40% para una definitiva correspondiente al 100%. En
esta evaluación Usted debe considerar el proceso de elaboración del Trabajo y su
producto final, especificando en el caso de grupo, la nota correspondiente para cada
estudiante.
TITULO DEL TRABAJO: _____________________________________
ESTUDIANTE (S)
30%
30%
40%
Definitiva
OBSERVACIONES (Justificación de la Calificación)
_______________________________________________________________
_______________________________________________________________
_______________________________________________________________
_______________________________________________________________
_______________________________________________________________
____________________________________________________________
FECHA: ____________________________________________________
FIRMA DEL ASESOR: ______________________________________
c.c. :_______________________________________
7
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA – FACULTAD DE COMUNICACION Y
LENGUAJE
CARRERA DE COMUNICACION SOCIAL
RESUMEN
DEL
TRABAJO
DE
GRADO
Este formato tiene por objeto recoger la información pertinente sobre los Trabajos de Grado
que se presentan para sustentación, con el fin de contar con un material de consulta para
profesores y estudiantes. Es indispensable que el Resumen contemple el mayor número de
datos posibles en forma clara y concisa.
I. FICHA TÈCNICA DEL TRABAJO
1. Autor (es): (Nombres y Apellidos completos en orden alfabético).
Sandra Catalina Contreras Mojica
2. Título del Trabajo:
Los victimarios en Colombia: radiografía de la violencia en los últimos 50 años.
3. Tema central:
Historia de violencia contada desde el periodismo judicial.
4. Subtemas afines:
Bandolerismo, violencia política, narcotráfico, sicariato y secuestro.
5. Campo profesional:
Periodismo y producción editorial.
6. Asesor del Trabajo: (Nombres y Apellidos completos).
Jorge Cardona Alzate
7. Fecha de presentación: Mes: Enero Año: 2008 Páginas: 149
II.RESEÑA DEL TRABAJO DE GRADO
1. Objetivo o propósito central del Trabajo:
Contar la historia de violencia de Colombia en las voces del periodismo judicial que muestra
otra cara del conflicto a través de los hechos violentos, de los protagonistas de estos hechos
y de las luchas que el cronista judicial enfrenta con cada caso y cada actor de violencia.
8
2. Contenido (Transcriba el título de cada uno de los capítulos del Trabajo)
Capitulo1.Los rastros de la muerte
Arrecia la violencia política
Entre El Bogotazo y la violencia urbana y rural.
La época dorada de la crónica roja
Los periodistas en busca de historias
La política alienta los ánimos homicidas
Se agudiza la violencia en la ciudad y en el campo
Reflexiones éticas mientras crece el horror
Los cambios políticos y la nueva violencia
Cambia el poder político, pero no la violencia
Capítulo2.Los nuevos victimarios
Los nuevos caminos de la violencia política
Las guerras particulares sin cronistas
El fin de los bandidos
Los positivos del Gobierno
La violencia en las ciudades
Persiste la ofensiva contra la violencia política
Guerra de guerrillas
Cambio de gobierno y frente de guerra
Entre la violencia urbana y la guerra
9
Capítulo 3. M-19, Estatuto de seguridad y narcotráfico
El desafío de los secuestradores
M-19 mediático
Irrumpe el narcotráfico
La guerrilla también arremete
La hora del estatuto de seguridad
La extradición y el MAS
La prisa por la paz
Epílogo de muerte
Capítulo 4. De Capos, Traquetos, Sicarios y Águilas Negras
La Primera Ofensiva Contra El Narcotráfico
El Límite Del Horror
Violencia Entre Violencia
De La Zona De Distensión A La Seguridad Democrática
10
JORGE CARDONA ALZATE
C.C. N°. 3.182.855 de SUBA
Dirección: Calle 103 N° 64-75.
Teléfono: 4232300 extensión: 1231
Correo electrónico: [email protected]
ESTUDIOS REALIZADOS
1976-1981 ECONOMÍA, UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS
1987-1994 FILOSOFÍA Y LETRAS. UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS
ACTIVIDADES LABORALES
1987-1991. PERIODISTA JUDICIAL
1991-1993 PERIODISTA JUDICIAL. AGENCIA NEW PRESS
1993-1996 PERIODISTA JUDICIAL. EL ESPECTADOR
1996-2000 EDITOR JUDICIAL. EL ESPECTADOR
2000-2002 EDITOR DE UNIDAD DE PAZ. EL ESPECTADOR
2002-2005. JEFE DE REDACCIÓN. EL ESPECTADOR
2005-2008 EDITOR GENERAL. EL ESPECTADOR
CÁTEDRA UNIVERSITARIA
1991-1996 CATEDRÁTICO DE PERIODISMO EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL
(TALLER DE CRÓNICA PERIODÍSTICA)
1996-1998 CATEDRÁTICO DE PERIODISMO EN LA UNIVERSIDAD EXTERNADO
(TALLER DE PERIODISMO JUDICIAL)
1994-2008 CATEDRÁTICO DE PERIODISMO EN LA UNIVERSIDAD JAVERIANA
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Pontificia Universidad Javeriana - Facultad de Comunicación y Lenguaje
Carrera de Comunicación Social - Coordinación de Trabajos de Grado
PROYECTO DE TRABAJO DE GRADO
- Único Formato aceptado por la Facultad Profesor Proyecto Profesional II: Sergio Roncallo.
Fecha: 4 de octubre de 2006 Calificación: __________________________
Asesor Propuesto: Jorge Cardona
Tel.: 3125889741 Fecha: 4 de octubre de 2006.
Coordinación Trabajos de Grado: ______________________________
Fecha inscripción del Proyecto: ________________________________
I. DATOS GENERALES
Estudiante: Sandra Catalina Contreras Mojica.
Campo Profesional: Periodismo- Producción editorial
Fecha de Presentación del Proyecto: _31 de enero de 2008
Tipo de Trabajo:
Teórico:
Sistematización de Experiencia: ____ Producción: __X___
Profesor de Proyecto Profesional II: Sergio Roncallo.
Asesor Propuesto: Jorge Cardona
Título Propuesto: (Provisional, corto, creativo, con subtítulo explicativo)
Los victimarios en Colombia: Radiografía de la violencia en los últimos 50 años.
12
II. INFORMACIÓN BASICA
A. PROBLEMA
1. ¿Cuál es el problema? ¿Qué aspecto de la realidad considera que merece
investigarse?
Aunque en Colombia se identifica la crónica roja con el periodismo judicial por sus orígenes,
se debe tener en cuenta el cambio que han tenido estos géneros durante las últimas décadas
en Colombia, en especial por los temas que trabajan este tipo de relatos y porque se debe
establecer que si existe diferencia entre la crónica roja, el periodismo judicial y el periodismo
sensacionalista.
Este género en nuestro país se ha desarrollado por los cronistas que han tenido la oportunidad
de encontrarse con crímenes de diferentes categorías, pero que se vuelven extraordinarios
en la narrativa de estos periodistas. No se puede negar que tienen talento los periodistas que
recrean estas historias, sin embargo este género se ha quedado corto en referentes periodísticos
que involucren una labor del periodista de seguimiento y contexto. En Colombia la violencia
se presenta en diferentes contextos y por diferentes guerras. Establecer que tipo de conflicto
fueel que se dio en ese caso podría ayudar al seguimiento de una nueva manifestación de
violencia o de una repetición de muertes violentas por esa causa.
2. ¿Por qué es importante investigar ese problema? (Enumere las razones que justifican
la investigación que se propone, su pertinencia e importancia, desde - para el campo
profesional y para la Comunicación).
a. El relato que da cuenta de toda la historia de violencia contada por el periodismo
judicial en Colombia.
b. El contexto y la redefinición de personas que han marcado las etapas de violencia.
c. Las historias periodísticas en el cubrimiento de la muerte como producto de la violencia
en Colombia.
d. La historia de violencia contada desde el cubrimiento de la muerte traducida en delitos,
homicidios, sicarios y desaparición forzada.
13
3. ¿Qué se va investigar específicamente ? (Defina el objeto o corpus de la investigación
¿Con qué materiales, entidades, espacios, textos, etc. va a trabajar?).
Se hace una revisión histórica del periódicos: El Espectador para dar un contexto histórico
y periodístico a la historia de violencia en Colombia.
B. OBJETIVOS
1. Objetivo General: (¿Qué busca alcanzar? Párrafo puntual donde define la META general
que se propone para el Trabajo).
Contar la historia de violencia de Colombia en las voces del periodismo judicial que muestra
otra cara del conflicto a través de los hechos violentos, de los protagonistas de estos hechos
y de las luchas que el cronista judicial enfrenta con cada caso y cada actor de violencia.
2. Objetivos Específicos (Particulares): (Especifique qué otros objetivos se desprenden
del Proyecto. ¿Qué tipo de metas se propone cumplir para lograr el objetivo general?).
1.
2.
3.
Describir el periodismo judicial a través del relato de violencia
que ellos han hecho durante el cubrimiento de nuestra historia en medios escritos.
Revisión histórica de la historia de violencia a través del
cubrimiento que hizo la crónica roja y que ha hecho el periodismo judicial.
Definir la historia del periodismo judicial a partir del relato de vio
relato de violencia que han publicado periodistas judiciales en periódicos.
III.
FUNDAMENTACION Y METODOLOGIA
A. FUNDAMENTACION TEORICA
1. ¿Qué se ha investigado sobre el tema? (Antecedentes de investigación. Revisión de la
bibliografía pertinente. Para trabajos con producción, ¿hay producciones que trabajen
el mismo tema o alguno similar? ¿Existen manuales semejantes? ¿Textos de apoyo a su
trabajo?).
No existen textos que trabajen la relación de periodismo y la muerte desde el cubrimiento
del periodismo judicial. Se ha trabajado el periodismo sensacionalista, la crónica roja
únicamente y relatos de narcotraficantes y de desapariciones forzadas.
14
Apuleyo Mendoza, P. et al. (1990), “En que momento se jodió Colombia”, Lima, Editorial
la Oveja Negra.
Bermesolo, F. (1995), “El origen del periodismo amarillo”
Checá F, (1990) “El Extra: las marcas de la infamia: Aproximaciones a la prensa
sensacionalista”.
López O, (2001) “Amarilla y roja. Estéticas de la prensa sensacionalista”. Universidad
Eafit.
Vallejo. M, (febrero de 2006) “A plomo herido: una crónica del periodismo en Colombia
(1880-1980)”. Editorial Planeta.
2. ¿Cuáles son las bases conceptuales con las que trabajará? (Qué conceptos, categorías,
relaciones conceptuales básicas va a utilizar? Descríbalas brevemente).
Muerte, periodismo, crónica roja, bandolerismo, violencia política, homicidios, sicarios,
narcotráfico.
B. FUNDAMENTACION METODOLOGICA
1. ¿Cómo va a realizar la investigación? (¿Cómo va a alcanzar los objetivos propuestos?¿Con
qué tipo de metodología? ¿Qué instrumentos y técnicas de investigación va a trabajar?
En trabajos con producción, ¿cómo lo va a realizar? ¿Supone diagnósticos previos?,
¿Entrevistas?, ¿Observación?, Encuestas?, etc).
Los objetivos se alcanzaran con un trabajo de revisión histórica con metodología
descriptiva y con técnicas de recopilación y observación del material de los períodos de
tiempo (1945-1955/1986-1989/1990-2002). No poseo diagnósticos previos sino libros
periodísticos que han trabajado temas que surgieron en esos periodos de tiempo.
2. ¿Qué actividades desarrollará y en qué secuencia? (Cronograma. Especifique tareas y
tiempo aproximado que le tomará cada una. Recuerde que tiene un (1) semestre académico
para desarrollar su proyecto).
15
Agradezco el apoyo incondicional de mi madre y de Jorge Cardona porque sin ellos no
hubiera culminado este proceso. A mi madre por ser luz y guía en las revisiones y a Jorge
por su orientación, su espíritu, su conocimiento y ante todo su voluntad de trabajar en este
proyecto que involucra el problema histórico de la violencia. A ellos solo les puedo retribuir
su trabajo y tiempo con la persistencia en este camino del periodismo judicial que hace
seguimiento de la violencia en Colombia.
No quiero dejar este espacio sin agradecer a Kelly por su ayuda en la documentación de
este trabajo con el archivo del periódico El Espectador y a Andrea Rodríguez por sus
correcciones, el tiempo y la paciencia que ayudaron a conllevar la recopilación de este
trabajo y la revisión minuciosa de la historia de violencia contada por los periodistas. Y por
supuesto, a quienes hicieron posible que este trabajo existiera por su misma dedicación al
cubrimiento del dolor, de la muerte, del asesinato y de la guerra: Los cronistas judiciales.
16
A ti papá que me enseñaste qué era la muerte y el dolor que desgarra el alma. Por la
oportunidad de contar esta historia en tu nombre y en el de todas las personas que han
muerto por la ignominia de la indiferencia, de la intolerancia y de la corrupción. Tu partida
es la muestra que el dolor forja el carácter como el fuego al vidrio y que por eso aún
continuamos aquí.
17
ÍNDICE
Introducción
19
Capitulo1.Los rastros de la muerte
21
Arrecia la violencia política
23
Entre El Bogotazo y la violencia urbana y rural.
La época dorada de la crónica roja
25
30
Los periodistas en busca de historias
34
La política alienta los ánimos homicidas
37
Se agudiza la violencia en la ciudad y en el campo
41
Reflexiones éticas mientras crece el horror
44
Los cambios políticos y la nueva violencia
50
Cambia el poder político, pero no la violencia
54
Capítulo2.Los nuevos victimarios
59
Los nuevos caminos de la violencia política
61
Las guerras particulares sin cronistas
63
El fin de los bandidos
67
Los positivos del Gobierno
69
La violencia en las ciudades
74
Persiste la ofensiva contra la violencia política
75
Guerra de guerrillas
78
Cambio de gobierno y frente de guerra
81
Entre la violencia urbana y la guerra
85
18
Capítulo 3. M-19, Estatuto de seguridad y narcotráfico
89
El desafío de los secuestradores
91
M-19 mediático
94
Irrumpe el narcotráfico
95
La guerrilla también arremete
100
La hora del estatuto de seguridad
103
La extradición y el MAS
105
La prisa por la paz
110
Epílogo de muerte
114
Capítulo 4. De Capos, Traquetos, Sicarios y Águilas Negras
116
La Primera Ofensiva Contra El Narcotráfico
121
El Límite Del Horror
124
Violencia Entre Violencia
128
De La Zona De Distensión A La Seguridad Democrática
131
Conclusiones
136
Bibliografía
141
Anexos
145
19
INTRODUCCIÓN
Este trabajo pretende contar una historia de violencia. Un recuento del país contemporáneo
visto desde la óptica de los periodistas y evaluar la forma cómo ha cambiado la ideología
y móviles de los victimarios. De la violencia partidista de los años 50 hasta los nuevos
artífices de violencia en el actual conflicto colombiano. Un relato periodístico encaminado
a demostrar que, desde hace varias décadas, infortunadamente la muerte ha estado presente
en nuestra cotidianidad sin que la sociedad haya reaccionado de forma contundente.
Hace 50 años, la divulgación y registro de detalles de los episodios judiciales del país
dio origen a la época dorada de la crónica roja, un género en el que los periodistas judiciales
no sólo escribían con notable estética sino que le daban vida a sus historias a través de un
estricto seguimiento de los hechos en los juzgados y audiencias públicas. Una labor temeraria
e incluso novelesca que hizo de la muerte uno de los temas esenciales para los lectores de
periódicos. Una dinámica en la que los espacios privados de las víctimas de la muerte fueron
recreados por escritores judiciales que se involucraban hasta en las salas de necropsias.
No obstante, la irrupción de la violencia política partidista en los años 50, no sólo agotó el
género de la crónica roja sino que partió en dos la historia de Colombia. A partir del asesinato de
Jorge Eliécer Gaitán, estalló la violencia en las regiones y aparecieron grupos de bandoleros que
en ciertos momentos con incipientes ideologías o presos de un enfermizo odio partidista, dejaron
miles de muertos en pueblos y veredas. Fue una violencia de hombres rurales que en algunos
casos vieron en los bandoleros a auténticos héroes de combate. Por eso justificaron muchas
de sus acciones criminales y hasta permitieron que aquellos formaran ejércitos privados para
proteger intereses privados, como por ejemplo fue el caso de la guerra verde de las esmeraldas.
De alguna manera, la creación de estos ejércitos privados ilegales fue el comienzo del
accionar de las bandas de sicarios que, para mediados de los años 70, entre múltiples facetas
ya habían desbordado en organizaciones dedicadas al narcotráfico. De tal manera que, con
cierta laxitud de las autoridades, lo que en los años 60 eran incipientes grupos guerrilleros,
grupos de autodefensa contrainsurgente o ejércitos privados al servicio de terratenientes o
caciques regionales, en los 70 estaban transformándose en máquinas de guerra. En este nuevo
ámbito, los periodistas ya no tuvieron fuentes cercanas para recrear sus historias, sino escasos
datos para enfrentar inermes a las organizaciones del narcotráfico con exceso de poder.
20
A partir de entonces, la cobertura de la muerte tuvo que hacerle espacio a incontables
masacres, magnicidios, crímenes selectivos y otras cuantas violaciones a los derechos
fundamentales, con una creciente impotencia ante el avance de los grupos guerrilleros, los
ejércitos paramilitares, los carteles del narcotráfico, las bandas de delincuencia común, las
organizaciones dedicadas al secuestro. Una proliferación de victimarios y víctimas que
cambió para siempre la perspectiva del cubrimiento judicial. En adelante, los periodistas
se volvieron testigos de una creciente crisis social agravada por la violencia. Un ciclo de
muertos y dolientes que, a partir de la segunda mitad de los años 80, alcanzó dimensiones
aberrantes y superó con creces cualquier esfuerzo del periodismo por realizar un cubrimiento
masivo y sistemático.
Hoy, más que el sensacionalismo o el amarillismo, el dilema esencial es la impotencia
del periodismo para realizar una cobertura digna para todos los casos donde se impone la
violencia. Los medios de comunicación tratan de denunciar aquellos casos donde la mano
del narcotráfico, el paramilitarismo o la guerrilla agreden a los ciudadanos. Pero la realidad
desborda cualquier opción mediática. El periodismo ha cambiado y las formas de encarar
la realidad violenta también. Este trabajo apunta a demostrar cómo a través de los años esta
dinámica afecta la cotidianidad y de qué manera los victimarios han impuesto sus rostros.
Lo que ayer fue un género digno, la crónica roja, hoy constituye un escenario imposible
de abordar de forma individual. La exigencia es la contextualización de los procesos y una
pedagogía sobre los nuevos caminos del conflicto. Y el reto es ese. La historia de los últimos
tiempos la están contando los bandidos. Corresponde al periodismo desarrollar nuevas
dinámicas y avanzar hacia una sociedad informada que entienda como una responsabilidad
colectiva derrota la violencia y deja atrás una historia donde la muerte ha sido protagonista.
Ayer como una opción periodística de notables esfuerzos y hoy desbordada en las páginas,
pantallas y estaciones, por una razón simple y contundente: el exceso de cadáveres.
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 21
1. Los Rastros de la Muerte
La violencia jamás ha respetado razas, territorios o culturas y Colombia no ha sido la excepción.
A lo largo del siglo XIX, en el tránsito hacia el siglo XX, en distintos momentos de esta
centuria y en lo que va corrido del siglo XXI, la muerte ha sido protagonista del acontecer
nacional. En 1900, durante la Guerra de los Mil Días, la confrontación más intensa en la que
se han enfrentado ejércitos liberales y conservadores, la violencia hizo de las suyas mientras
la división política caracterizaba al país. Los conservadores fragmentados entre nacionalistas
e históricos y los liberales entre belicistas y pacifistas. Entre los discursos incendiarios de sus
líderes, una comunidad dispuesta a matarse por simples pasiones políticas.
La batalla de Palonegro, librada entre el 11 y 26 de mayo, constituye una muestra de
la ferocidad de esta guerra. En 15 días dejó cerca de 2500 soldados muertos, cerca de 1500
liberales y 1.000 conservadores. Aunque la batalla otorgó una ligera ventaja a los conservadores,
ningún bando se declaró victorioso debido al alto costo en vidas humanas. El liberalismo la
calificó como una de las tragedias más colosales en la Guerra de los Mil Días. Y no habían
pasado muchos días, cuando el vicepresidente José Manuel Marroquín dio el golpe de Estado
a Sanclemente apoyado por los conservadores históricos y los liberales. Sin enfrentamientos
ni resistencia armada. Sin embargo, la guerra no cesó y la violencia política se mantuvo
hasta 1902, cuando se celebraron los pactos de paz de Nerlandia, Wisconsin y Chinácota.
Concluida la Guerra de los Mil días, el país se estabilizó políticamente, pero la violencia
y las prácticas delincuenciales quedaron como una herencia lamentable. Prueba de ello es la
continua aparición de relatos de asesinatos en los periódicos o crónicas con historias de robos,
suicidios, asaltos a joyerías, estafas y venganzas. Por ejemplo, hacia 1917, los principales
periódicos le dieron amplia cobertura a las acciones de la Mano Negra, una organización
dedicada a conseguir dinero de forma violenta en Ocaña (Santander). Según reportes de la
época, la primera víctima fue Julio Pérez, un estafador que murió en su ley. La organización lo
mató en enero de 1917, el mismo año en el que Bogotá fue sacudida por un violento terremoto
ocurrido el 29 de agosto. Y también en ese año en que el gobierno de José Vicente Concha
tuvo que controlar una insurrección en Arauca porque el sujeto llamado Humberto Gómez
se declaró jefe civil y militar de la región y alcanzó a reclutar una guerrilla de 300 hombres.
Otra historia que acaparó titulares en estos tiempos de hegemonía conservadora ocurrió
en julio de 1924, cuando fue asesinado Roberto Barrera Philips. El presunto homicida acusó
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 22
del crimen a la esposa del occiso y los periódicos le dieron amplio despliegue a la historia y
los detalles de la investigación. Sin embargo, sólo hasta 1937, 20 años después, vinieron a
reseñar que fue el hermano de Roberto Barrera quien lo mató por quedarse con la fortuna que
iban a heredar. Historias parecidas llenaron las páginas de los periódicos e hicieron parte de los
retratos de ciudad y de una cultura matizada por los conflictos a pesar de que, poco a poco, el país
intentaba modernizarse a través de la contratación de misiones extranjeras de Suiza y Alemania
que perfeccionaron el sistema de aduanas y otros servicios como la radiotelegrafía, el correo, la
fabricación de municiones, la estadística y la arquitectura para la creación de edificios públicos.
Con el paso de los días también se agravaron los problemas sociales y en medio de sucesos
de delincuencia común como el denominado crimen del puente de Sosa en Bogotá, ocurrido
en septiembre de 1927 y recordado porque dividió las opiniones entre quienes concluyeron
que la misma víctima se propinó el disparo al intentar defenderse y quienes aseguraron que fue
su contrincante por proteger a una campesina de otro hombre, la cotidianidad del país cambió
significativamente. Por eso, al tiempo que los periódicos le otorgaban importancia a episodios
como la muerte de Luis Alberto Izquierdo o la libertad de la campesina que presuntamente
fue el motivo de su deceso, en diversas regiones de Colombia la confrontación política volvía
a cobrar fuerza. En Barrancabermeja, por ejemplo, las huelgas de trabajadores se convirtieron
en el pan de cada día y el Partido Socialista Revolucionario
PSR se constituyó para apoyar y dirigir las manifestaciones de
obreros en todo el país. A instancias del gobierno de Miguel
Abadía Méndez, el ministro de Guerra Ignacio Rengifo logró
que el Congreso aprobara el decreto 707 que autorizó a la
fuerza pública a capturar a cualquier ciudadano por simple
sospecha y a declarar toda huelga como ‘acto subversivo’.
Descripción de una
nota suicida encontrada en el Salto del Tequendama
El final de los años 20, la caída de la hegemonía
conservadora y la irrupción de la República Liberal en 1930,
llegó acompañada de incontables noticias de violencia. Unas por confrontación política
y otras por efecto de la delincuencia común. Por eso, mientras la sociedad se mostraba
consternada por la represión del gobierno con terribles sucesos como la matanza de las
bananeras ocurrido en noviembre de 1928 en Ciénaga (Magdalena), en Bogotá también
había lugar para episodios de violencia con amplio despliegue periodístico. Como la
sucesión de suicidios que motivó el interés de los periódicos de los años 30. Por ejemplo,
El Espectador, el jueves 15 de septiembre de 1928 tituló Una bella muchacha se suicidó y
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 23
publicó una larga historia del caso acontecido en la carrera 4 entre calles 21 y 22 de Bogotá,
donde encontraron muerta a la señora Aura Salcedo. Según la publicación, se envenenó
con un gramo de estricnina y las sospechas recayeron en un desengaño por su relación con
un boticario que le enviaba cartas comprometedoras y un médico que llegó para tratar de
salvarle la vida. Aunque nunca se publicó la conclusión del caso, se descubrió que la mujer
estaba embarazada y que posiblemente pudo ser un asesinato con una sobredosis de morfina.
Era la misma época de los rituales de muerte en el Salto del Tequendama, lugar escogido por
muchos suicidas para poner fin a sus días. Como Carmen Elewik, esposa del ciudadano Gonzalo
Acevedo, quien se lanzó dejando huérfanos a sus tres hijos, o el caso de José Ignacio Guillen, quien
según las crónicas de la época, ante los visitantes al salto mencionó con dramatismo: ¡Retírense todos
porque el abismo atrae! y se arrojó a las aguas del Salto del Tequendama en presencia de quienes allí
estaban. También se hizo famosa la historia del agente de policía Rosendo Abril, quien se suicidó en el
mismo lugar al leer las historias de los periódicos de la época que hablaban sobre este tema. Un asunto
que resultó de tanta novedad periodística que aún se reseñan los trabajos periodísticos de Joaquín
Jiménez, un periodista que se inventó a un personaje llamado Rodrigo de Arce, como el presunto
poeta autor de los versos que se encontraban en los bolsillos de las víctimas. Su único propósito:
“crear un áurea de leyenda en torno a las muertes de los desgraciados; y a fe que lo logró cuando la
gente comenzó a atribuir estos suicidios a los tristes poemas. Su inmersión en el oficio lo llevó al
extremo de adquirir una neumonía cuando hacía uno de aquellos descensos – esta vez para buscar las
víctimas de un taxi accidentado- en un amanecer de febrero de 1946, y murió a sus escasos 30 años”1
Arrecia la violencia política
Infortunadamente, la violencia política empezó a agudizarse y nuevamente los enfrentamientos
entre liberales y conservadores se hicieron permanentes. En Tunja se agredió una multitud de
conservadores y liberales; en Chiquinquirá se armó un mitin armado entre los dos partidos;
y especialmente en Santander, Magdalena, Bolívar, Boyacá y Norte de Santander, la
confrontación partidista empeoró. Una secuencia de hechos violentos por razones políticas a
los que no faltaron los comunes. Como el caso ocurrido el 14 de septiembre de 1931, cuando
un niño de seis años le causó la muerte a su padre cuando observó la forma en que maltrataba
a su mamá. Los periódicos no publicaron la identidad del menor, pero si dieron cuenta que el
niño, al ver que su papá no se detenía, cogió un machete y lo golpeó en la nuca causándole
la muerte. Ya empezaba a evidenciarse que los cronistas de prensa tenían condiciones para
convertirse en avezados detectives.
Y como no, si la historias abundaban y cada día resultaban más complejas. Como
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 24
en marzo de 1932, cuando una familia de hampones en Bogotá mató a otro delincuente
reconocido. Según los periódicos de la época, la familia Rojas era dueña de un café en el
centro de la ciudad y se le conocía como autora de múltiples robos y un sin fin de delitos.
Un día de la primera semana de marzo llegó al establecimiento el sujeto identificado como
Francisco Rodríguez, alias ‘el Turco’, quien después de ingerir unas cuantas cervezas
no quiso pagar la cuenta. Por eso se armó la pelea y un amigo de los hermanos Rojas le
disparó a quemarropa. Aunque el responsable fue identificado, la familia Rojas también fue
inculpada por el insuceso, aunque las autoridades no pudieron procesarlos porque entre ellos
se encubrieron habilidosamente utilizando una estrategia: culpabilizándose unos con otros.
Era una época en que la tragedia humana aportaba historias de sobra para entretener
a los lectores. Según lo dejó escrito el periodista Felipe González Toledo, quien por esa
época empezaba a hacer sus primeros pinitos en los periódicos, la tarea de los cronistas era
la interpretación de los hechos al lector, al punto de explicarle en el caso referenciado, por
qué unos quedaron como sospechosos, otros fueron juzgados y otros simplemente aparecieron
muertos en distintos lugares. Así empezaron a proliferar los casos judiciales y los periodistas
dedicados a este oficio. Y, por ejemplo, empezó a utilizarse una palabra desconocida, el
uxoricidio, a raíz de una historia peculiar conocida como Barba azul, asesino de la mujer x,
la saga de un criminal de la Costa que mataba a sus esposas. Cada crimen que cometía era
reseñado como el capítulo de una novela. Al final, el sujeto fue detenido y juzgado en Bogotá.
Aparte de convertirse en especialistas de investigaciones criminales, los periodistas
contaban historias con tal profundidad de detalles que dejaban absortos a sus lectores. Fue la
primera etapa de la crónica roja y permitió la formación periodística en varios diarios, revistas
y emisoras, en las que, sin embargo, se procuraba no caer en el sensacionalismo y relatar los
crímenes con ética2. Uno de los detalles que causó más impacto y puso a los lectores en contacto
con las víctimas fue la publicación de las primeras fotos de sucesos judiciales. Ocurrió a raíz
del crimen conocido en los periódicos de finales de los años 40 como El grano de oro. Al
inicio de la investigación se pensó que el asesinato de un hombre se había perpetrado por una
herencia y se acusó a los familiares como presuntos autores intelectuales del crimen. El caso
nunca se resolvió, pero la foto publicada del dueño de la tienda que dio nombre a la crónica,
se convirtió por mucho tiempo en un signo del interés periodístico por los crímenes urbanos.
Claro está que la violencia política tampoco daba tregua pues ya eran continuos los
ataques entre conservadores y liberales. Los dos gobiernos de Alfonso López Pumarejo y
Eduardo Santos habían transcurrido en medio de enconados antagonismos y huelgas, y en las
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 25
zonas rurales siguió acunándose un odio partidista que años después dejaría terribles secuelas
en el país. Sin embargo, antes de que el país se precipitara en el abismo de la violencia
política, la muerte por violencia común siguió de moda. Y uno de esos episodios determinantes
fue la historia de una mujer que fue asesinada en Bogotá por sus amigas que le sentían
envidia. Eva Pinzón, la víctima, de 19 años de edad, fue apuñalada en 30 oportunidades.
Después le abrieron el vientre y lo llenaron con piedras. La razón: los celos de las demás
mujeres porque Eva les quitaba los amantes. El caso cobró aún más importancia porque la
defensa de las mujeres vengadoras la asumió un penalista ya famoso: Jorge Eliécer Gaitán.
De la misma forma fueron apareciendo los perfiles criminales descritos estéticamente
por los periodistas, que rápidamente tuvieron muchas historias por escribir, como la primera
masacre que ocurrió en Colombia en los orígenes de la violencia política contemporánea.
Se tituló en los periódicos Quíntuple asesinato y los relatos abundaron en detalles acerca
de cómo fueron destrozados a machete los cuerpos de una familia en San Cayetano, en
límites entre Cundinamarca y Boyacá. Esta historia tuvo un elemento adicional que sació
la curiosidad de los sabuesos periodistas. La oportunidad de relatar cómo los victimarios
confesaron su crimen. Y fue Oliverio Gómez, el cabecilla de la masacre, quien fue capturado
y con cinismo hizo un crudo relato de lo sucedido. Por su forma de actuar y de expresarse,
se creyó que tenía problemas mentales, pero cuando todos estaban entusiasmados esperando
el diagnóstico, en momentos en que era conducido a un examen psiquiátrico, se escapó.
Entre el bogotazo y la violencia urbana y rural.
Dos años antes de llegar a la mitad del siglo XX ocurrió el hecho que partió en dos la historia
de Colombia. Hacia la una de la tarde del viernes 9 de abril de 1948, fue asesinado en Bogotá
el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán y se inició una especie de insurrección popular que tomó
el nombre de El Bogotazo. La capital quedó semidestruida, el tranvía incendiado y nunca se
supo el número de muertos. Sólo se supo que fueron muchos. El gobierno conservador que
presidía Mariano Ospina Pérez entró en crisis y los liberales pidieron su renuncia. Ospina
se negó a dejar el poder y aceptó constituir un gobierno de Unidad Nacional al negociar
con los liberales. A partir de este cruento episodio, replicado en la mayoría de ciudades y
municipios del país, la violencia política se regó como pólvora y surgieron toda clase de
grupos armados en el campo, entre milicias campesinas que exigían soluciones agrarias hasta
hordas de bandoleros sembrando la muerte. Todo aquello se convirtió en la antesala de una
futura guerra de guerrillas.
Curiosamente, en el momento en que ocurrió El Bogotazo perdió protagonismo una
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 26
historia de violencia familiar que acaparó el interés de los lectores de periódicos. Fue el
caso de una niña descuartizada por su padrastro, hecho ocurrido en Bogotá el 16 marzo
de 1948. El padrastro, Jorge Miranda, sentía atracción por su hijastra, pero la madre le
prohibió a la niña acercarse a él, así que cuando se sintió rechazado, decidió estrangular
y descuartizar a la niña. No obstante, ante las autoridades dijo que sólo le había dado un
golpe en la mejilla y que las aves de rapiña le habían descuartizado el cuerpo. El suceso
se discutió ampliamente entre la sociedad y se puso como ejemplo de cómo las ciudades
estaban acunando historias de violencia y conflictos que amenazan con destruir la armonía
social. Lo cierto es que apenas empezaba a abrirse paso en Colombia una violencia peor,
esta vez en el campo, fortalecida por los odios políticos entre conservadores y liberales.
Un conflicto que se acentúo hacia noviembre de 1949, después de que el presidente
Ospina Pérez cerró el Congreso y las Asambleas Departamentales tras declarar el país en Estado
de Sitio. Por más que las elites sociales y los gremios de la producción hicieron insistentes
La esquina donde Jorge
Eliécer Gaitán cayó muerto a la 1 de tarde del 9 de
abril de 1948. Las imágenes de los periódicos que
conmemoraban este hecho
que partió en dos la historia de Colombia y el inicio
de Bogotazo.
Foto: El Espectador.
La investigación por el
asesinato de Gaitán nunca
llevo a un resultado concluyente, el periodismo
señaló la ineficacia del
proceso años después.
Foto: El Espectador.
llamados a la paz entre liberales y conservadores, lejos de cesar la violencia se agudizó. Los
liberales se retiraron del gobierno y el Presidente no encontró fórmulas para atajar la violencia.
Ospina Pérez recurrió a la censura de prensa y al control de las comunicaciones, pero estas
medidas también fueron insuficientes. El propio proceso electoral para escoger el sucesor de
Ospina en la Casa de Nariño se convirtió en un polvorín, al punto que el liberalismo se retiró
del debate electoral después de un atentado en el que resultó muerto el hermano del candidato
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 27
presidencial Darío Echandía llamado Vicente. Sin
rivales, en 1950 resultó electo a la Presidencia el
dirigente conservador Laureano Gómez Castro.
Oscuros momentos que no opacaron el interés
por las historias judiciales urbanas, como una de
las más renombradas de la época: la historia de
Teresita la descuartizada, el sórdido hallazgo del
tronco de la dueña de un bar de Chapinero en la
quebrada de San Antonio, ubicada en el barrio
La Fragüita, en el sur de Bogotá. Ocurrió en
noviembre de 1949. Así lo reseñó un periódico
capitalino: “Al tronco estaban prendidos
los brazos y, al adelantarse la búsqueda, se
encontraron las piernas. A considerable distancia,
la cabeza. Todo indicó que el homicida, después
de cortar las piernas, les puso finas medias de
nylon, porque éstas se encontraron intactas.”3
Este descubrimiento puso fin a la desaparición,
un mes antes, de María Teresa Buitrago, nombre
El pueblo enardecido por la muerte
de Jorge Eliécer Gaitán incedió varios
edificios, entre esos el que correspondía a la Gobernación de Cundinamarca
que continúo en llamas el 10 de abril.
Fotos: Luis Gaitán. El Espectador.
En el sector de la carrera 11 varios
edificios fueron incendiados y apedreados los almacenes. Pocos días
después del 9 de abril comenzaron a
ser removidos y recogidos los escrombros.
El diez de abril la ciudad estaba desolada. La gente no salía por temor a
que les dispararan los francotiradores
apostados en las esquinas de los edificios. En la foto uno de ellos dispuesto
a disparar.
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 28
completo de la víctima. La mujer estaba casada con un italiano llamado Ángelo La Marca,
quien había tenido con ella una fuerte discusión conyugal. Aunque él mismo denunció su
desaparición, una vecina que había visto confrontaciones entre ellos desde tiempo atrás, fue
la base para que apareciera como el primer sospechoso.
Además, el 12 de noviembre, un niño testificó que el 31 de octubre había visto al italiano
sacar tres maletas de la casa donde
vivía con Teresita, justo el mismo
día en que se inició la búsqueda
por la desaparición de su esposa.
Según los periódicos de la época,
el posible móvil del asesinato fue la
constante humillación que le hacía
Teresita al italiano y las supuestas
relaciones extraconyugales que esta
sostenía y que su esposo soportaba
estoicamente. El caso despertó
tanto interés que, tres años después,
durante la audiencia pública de
El seguimiento del caso juzgamiento celebrada el 20 de julio
y los pormenores del
de 1951, se vendieron 250 boletas
juicio más visto en la
historia de Colombia. Se para asistir a la diligencia judicial
vendieron 250 boletas
que concluyó con una sorpresa:
para la audiencia que
fueron agotadas en poco la absolución de La Marca. Sin
tiempo.
embargo, el italiano siguió preso.
Fotos: El Espectador.
Tiempo después, cuando la historia
ya estaba prácticamente olvidada, el italiano se escapó de la Penitenciaria Central de La Picota.
Lo cierto es con este tipo de historias como la de Teresita la descuartizada, empezó
a configurarse una crónica judicial de ciudad y los periódicos se encargaron de acogerla
con mucho entusiasmo. Quizás era preferible o más fácil de abordar periodísticamente
que la violencia política cuyos muertos ya empezaban a sobrepasar la posibilidad de los
cronistas, hasta terminar siendo una rutina silenciada en la que el muerto de ayer ya no
servía para la historia de hoy4. Era más viable desnudar una sociedad urbana a través de
sus dramas, miedos y pecados, que inmiscuirse en una barbarie política con demasiados
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 29
caídos. Además, desde el primer día de su gobierno, el presidente Laureano Gómez, el
político más influyente del conservatismo, adoptó una proclama maniquea: instaurar un
nuevo orden anticomunista. Como parte de esta campaña, emprendió una confrontación en
los Llanos para aniquilar cualquier guerrilla o grupo subversivo apoyado por el liberalismo.
La reacción de los liberales no era injustificada porque el bandolerismo surgió como una
manifestación social y política reconocida y respaldada localmente. Según González Sánchez,
en las regiones de Colombia “el bandolerismo surgió como un protesta rural con perfil arcaico
para restaurar el orden quebrantado, ya que ellos eran enderezadores de entuertos y caballeros
andantes del delito”5. El hecho de ser respaldados en las regiones que actuaban, hacía pensar a
los bandoleros que sus acciones eran legítimas porque lo obligaban a ello y porque tenían que
defenderse. Así, a través de la protección de terratenientes o ricos que tenían poder en sectores
monopolizados por gamonales, fueron apareciendo victimarios. El fenómeno del bandolerismo
en Colombia se convirtió en el mayor estigma de una sociedad en transición o desintegrada.
Fue, de alguna manera, una respuesta a una violencia oficial que atentaba contra todos.
San Pedro, uno de los pasos obligados para llegar
a la zona esmeraldifera de
Boyacá y que representaba un desafío a la muerte.
Foto: El Espectador.
En cada región de la zona andina colombiana
surgió un bandido. Por ejemplo, en Vélez (Santander),
como gestor de un bandolerismo retaliador, apareció
Efraín González como vengador conservador y Carlos
Bernal como bandolero liberal. Su conflicto personal,
poco a poco se fue extendiendo a Muzo, Coscuez y Peñas
Blancas, municipios de Boyacá donde abundaban las
esmeraldas. De tal modo que los grandes clanes ilegales
de esmeralderos terminaron pagándoles a bandoleros
como González para tener un ejército al cuidado de las
minas y su explotación6. Por eso, desde el momento
en que González se trasladó a las minas para defender
intereses particulares, dejó de ser un bandolero vengador
y protector de la gente y pasó a ser un bandolero social.
Cuando inició la protección a la población era diferente
a aquellos planteros, líderes que eran apoyados en
una región por el aumento de su poder económico y
con la alternativa de armar a un ejército si era posible.
González tomaba el mismo perfil con la diferencia que
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 30
en lugar de buscar los conflictos en esa misma zona llegaba a pacificar7.
Así el presidente Laureano Gómez aboliera todas las libertades políticas para enfrentar
la crisis de violencia y muerte, no pudo detener la conformación de tantos grupos de
forajidos como movimientos guerrilleros con una ideología política en formación para la
toma del poder en las regiones. En algunos casos como actitud de autodefensa o postura de
venganza y en otros como una opción para los campesinos que no se sentían satisfechos con
las soluciones sociales que ofrecía el Gobierno, lo cierto es que desde los años 50 se acentuó
notablemente la violencia política, aplicada de forma paralela al terror oficial y a la represión
policiva. Una peligrosa combinación que iba a modificar el perfil del bandolero, que dejó
de ser social y empezó a tornarse político, especialmente en el periodo comprendido entre
1958 y 19658. Para otros autores, este “bandolerismo no fue un residuo de violencia sino
una expresión armada (…) resultado de la estrategia de las clases dominantes que, al querer
desordenar a las clases dominadas, encontró una respuesta desesperada y anarquizada”9
La época dorada de la Crónica Roja.
Lo paradójico es que mientras el gobierno de Laureano Gómez hacía ingentes esfuerzos por
controlar las regiones, las brutales acciones de los bandoleros no fueron el tema fundamental
de los cronistas judiciales de los principales periódicos. Es más, las espantosas masacres
Algunas de las
breves que se
publicaban en periódicos como El
Espectador sobre
las actuaciones
de los bandidos.
de personajes tales como Chispas, Sangrenegra, Desquite, Pedro Brincos, Resortes o
Efraín González, entre otros bandidos tristemente célebres, tuvieron un registro de paso
en los periódicos. Su prioridad fue el seguimiento de historias nacidas en los juzgados y
en los archivos de los organismos de inteligencia. Como el caso de un estafador capturado
el 7 de febrero de 1950 en Tocaima y remitido a Bogotá que suscitó el máximo interés
periodístico. Según los cronistas de la época, el individuo utilizaba cheques y, muy bien
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 31
vestido, en los hoteles aparentaba ser un hombre muy bueno. En Girardot, Álvaro Peñaranda
gozaba de amplio prestigio, pero a espaldas de los turistas, sencillamente los estafaba. Una
de sus víctimas fue un comerciante bogotano llamado Carlos Azuero, quien puso la denuncia
y originó la historia.
Y como esta, fueron muchas las historias que se convirtieron en verdaderas primicias
gracias a la interesante competencia profesional entre los cronistas de El Tiempo y El
Espectador, entre otros periódicos, especialmente en Bogotá. “Los periodistas competían
con los detectives en las pesquisas de casos de sangre y afinaban sus métodos investigativos
cuando se trataba de bandoleros y criminales
peligrosos. A partir de entonces empezaron a
surgir las publicaciones de sucesos más célebres
y ni los periódicos serios se sustrajeron a esta
fascinación por la crónica de policía o crónica
roja”10. Una realidad fortalecida por el talento
Casos como este mostraban la pericia de los periodistas para hablar
como expertos detectives sobre
los casos más espeluznantes.
Foto: El Espectador.
de periodistas como Felipe González Toledo,
quien retrataba historias de bandidos, mientras
otros colegas como Pablo E. Forero, Camilo
López, Guillermo Lanao o José Guerra hacían
lo propio en facetas muy distintas como el
deporte, la política o la vida de las regiones.
Eso sí, la crónica roja ocupó el primer
lugar entre las preferencias de los lectores.
Por ejemplo, en ese mismo mes de febrero de
1950, El Espectador tituló en su primera página: “El cadáver, la única pista”, y en seguida un
subtítulo con pregunta, aún más atrayente: ¿Otro crimen de la araña negra?”. La historia dejó el
registro del hallazgo del cadáver de un hombre rubio de unos 50 años, no identificado. El hecho
ocurrió en Manizales y durante varios días estuvo expuesto en el anfiteatro municipal. El caso
fue calificado como uno de los crímenes más sensacionales de la época y dio lugar a sucesivas
publicaciones sobre los detalles del suceso. En la autopsia, por ejemplo, se comprobó que el
cadáver tenía golpes en el cráneo causados con arma punzante y que su autor era el mismo
que había ultimado al celador Guillermo Gil, quien había sido víctima de la misma banda.
Los dos cuerpos fueron encontrados en vehículos abandonados y en ambos casos había una araña
negra pintada en la ventana trasera de los automóviles. Además las víctimas aparecieron sin prendas.
Sin embargo, como la mayoría de las historias judiciales de la época, nunca se publicó el
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 32
final de las investigaciones, quizás porque no llegaron a ninguna parte. O también porque semana
a semana aparecían nuevas historias, aún más impactantes que las anteriores. Por ejemplo, apenas
tres días después del crimen de la araña negra en Manizales, el lunes 13 de febrero los periódicos
registraron el asesinato de una bailarina a manos de un conductor, con una breve explicación muy
gráfica: “la trágica culminación de una pasión relámpago en un cabaret de Bogotá”11. Priscila
Rodríguez, como se llamaba la bailarina, era una mujer de 26 años y de estatura mediana. El
homicida se llamaba Juan J. Abello, nacido en San Juan de Rioseco. Sin embargo, no fue detenido
porque murió camino al hospital. La historia dejó escrito que Abello se enamoró de Priscila,
quien trabajaba en el cabaret Ilusión (Avenida Caracas con calle 20). No obstante, cuando Abello
comprendió que no serían atendidos sus requerimientos amorosos, la acribilló a balazos y, acto
seguido, se suicidó enceguecido por la pasión.
Día tras día, la característica era la abundancia de episodios ampliamente reseñados
por los periódicos. Y algunos realmente insólitos, como el increíble argumento que llevó
a Facundo Pérez a convertirse en homicida. Según lo relataron los periodistas de la época,
este individuo era vecino del barrio Rionegro y estaba enamorado de la hija de José Molina.
Como el suegro se oponía radicalmente a esa relación, Pérez lo mató de 12 puñaladas.
En los días anteriores al fatal desenlace, los dos hombres se habían cruzado insultos y
amenazas, hecho que no fue impedimento para que la hija de Molina continuara con Pérez
sus amoríos. Hasta que el 14 de febrero de 1950, el desesperado Pérez, bajo el influjo del
licor y notablemente conmovido, llegó a la casa de su novia y en vez de portarse galante
como era su costumbre, la emprendió a patadas y empujones contra todos, tumbó la puerta
y cuando su suegro Molina le salió al paso, encontró la muerte con doce punzones12.
Al día siguiente, ya la historia era vieja y otra aún más desolada había ocupado su
lugar. Mercedes Nieto Ayala, madre de cuatro niños y residente en el centro de Bogotá, murió
misteriosamente. El esposo aseguró a conocidos y periodistas que se había tratado de un suicidio,
pero las autoridades, desde el principio empezaron a sospechar que se trataba de un uxoricidio,
como se complacían los periodistas en definir los asesinatos entre esposos. La mujer tenía 35
años, vivía con su esposo Teodoro Ayala en la Avenida Caracas, en el terreno de la Hacienda La
Rocha. La mujer fue encontrada con una herida en el corazón causada por arma corto punzante,
lo cual hizo aún más descabellada la versión del suicidio. Además, según los cronistas, tampoco
aparecían los móviles de su fatal decisión. El esposo dijo a las autoridades que ella se había suicidado
por urgencias económicas y que no se explicaba porque había tomado la decisión sin consultárselo13.
Pero si en Bogotá predominaba la fascinación por las historias de asesinatos
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 33
comunes, en otras ciudades del país la tendencia era semejante. En Cali, por ejemplo, ese
mismo febrero de 1950 había conmoción por el asesinato del ciudadano Hernando Gómez
Mallarino. La crónica dio cuenta de que Gómez murió al saltarle el corazón por una puñalada
que le asestó un zapatero por los reclamos de una suela. En la misma época, en Barranquilla,
la noticia de moda fue el hallazgo de una mujer moribunda que fue abandonada en el principal
puesto de la Cruz Roja de la ciudad. El Espectador tituló “Misteriosa tragedia en Barranquilla,
mujer secuestrada y asesinada por extraños” y, según el corresponsal Rafael González,
la ciudad quedó consternada porque en pleno martes de Carnaval, nadie entendía como
desapareció Juanita Emilia Castro del hotel El Prado en la madrugada del 28 de febrero14.
Con el correr de los días, las autoridades de Barranquilla lograron capturar a tres
pasajeros de una camioneta roja que habían sido reportados como sospechosos. Uno de los
sujetos presentaba arañazos en la cara y no pudo justificar esas heridas ante la Policía. Un
mes después, la historia seguía interesando a los periodistas y ya tenía un título de serie: “El
crimen de la camioneta roja”. Producto de las pesquisas, el sujeto Pepe Peralta se presentó
ante el personero de la ciudad y aseguró que la muerte de la mujer había sido un accidente.
De inmediato Peralta fue conducido a la cárcel Modelo para adelantar la indagatoria. El
último reporte del cronista Rafael González dio cuenta de como “el sangriento epilogo
carnavalero se había producido de manera plenamente accidental, pero que de todas
maneras Pepe Peralta estaba callando parte de lo que sabía sobre la muerte de Juanita
Emilia Castro, para no mezclar en el lío a otras personas de consideración económica”15.
Y para concluir esos días de febrero y marzo de 1950, buena prueba de la tendencia de los
periodistas judiciales en Colombia, en
Bogotá se presentó un triple asesinato en el
barrio San Fernando que ameritó suficientes
páginas en los periódicos. Embriagado, un
cabo del Ejército mató a Horacio Valderrama,
a su hijo y a su yerno. Las víctimas estaban
tomando licor en una tienda cuando el
suboficial llegó con su uniforme de paño
Los periodistas publicaban hipótesis
sobre este asesinato. Hasta que capy en razón a que el cantinero no cumplió
turaron al culpable que aseguro fue un
sus requerimientos rápidamente, reaccionó
accidente. Foto: El Espectador.
con ofensas y amenazas. Los Valderrama
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 34
expresaron su deseo de evitar cualquier altercado, pero el cabo hizo caso omiso y precisamente
y sin explicación alguna la emprendió contra ellos. Se inició una riña a golpes y en medio de
la gresca, el uniformado desenfundó su arma y la descargó contra los Valderrama. En medio
de la reseña periodística, los periódicos anotaron como la violencia común estaba tomando
proporciones inexplicables y como en Colombia, las diferencias se pagaban con sangre. Cualquier
parecido con la realidad actual parece coincidencia.
Los periodistas en busca de historias.
En medio de los apremios políticos de comienzos de los años 50, los cronistas judiciales de
los principales periódicos vivían su cuarto de hora. Con una dinámica personal sui géneris: al
término de sus jornadas vespertinas y noctámbulas, acostumbraban reunirse en los cafés del
centro de Bogotá y en sitios paralelos en otras ciudades del país, a completar informaciones
que solo ellos y la reserva del sumario podrían conocer. Así, ávidos de historias de criminales,
al calor de los tragos terminaban por complementar sus estrategias periodísticas. Durante el
día, los reporteros merodeaban el edificio Maizena, ubicado en la calle 11 con carrera 12, en
Bogotá, porque entre el hervidero de noticias de jueces, citadores, litigantes o reos, era necesario
pasarse por la sede de los juzgados antes de concluir en el bar La Liga, para confirmar los
secretos sumariales. Entuertos para Aníbal Baena Sosa de El Siglo, que terminó arrestado por
esconderse en un armario a escuchar una indagatoria; Pablo Augusto Torres, años más tarde
alma y nervio del tabloide El Vespertino, que hizo de la crónica roja una devoción popular;
Guillermo García Guaje, que terminó de conjuez
y columnista después de muchas primicias, o Luis
de Castro que empezó en el periodismo cubriendo
el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
Y a propósito del caudillo, en abril de 1950,
cuando se cumplían apenas dos años del magnicidio
ocurrido en Bogotá y el pueblo se reunía en la
esquina de la Avenida Jiménez con Carrera Séptima
para rendir homenaje póstumo al líder y reclamar
En estado de embriaguez un cabo
los exiguos avances en la investigación, a cargo del
del ejército acabó con la vida de
Horacio Valderrama y sus familia- abogado Ricardo Jordán Jiménez, pues éste insistía
res. El Espectador cubrió la trageen que se había tratado de un “hecho aislado”, el
dia.
acontecimiento tuvo que ceder su protagonismo
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 35
a un episodio acaecido en Cali, que dio lugar a uno de los personajes más célebres en el
mundo judicial colombiano. En resumen, la historia dio cuenta de cómo un abogado había
asesinado a un indígena guambiano identificado como Eduvigis Calambas, quien el día de
su muerte, según los cronistas, había recibido $3500. El cronista que relató la historia contó
que el asesino era discípulo del doctor Mata o Nepomuceno Matallana y que, con similitud
de métodos, el asesino había utilizado para el crimen una aguja, con la que acabó con el
corazón del indígena. Los periódicos publicaron: “en sus zalameros procedimientos, este
asesinato guarda notoria semejanza con el acusado del crimen de Calderitas, el doctor Mata”16
.
Ya empezaba a hablarse de Nepomuceno Matallana, un falso abogado que llenó páginas
de los periódicos por sus actos
de violencia, pero que apenas
era una leyenda en ciernes.
Antes de que su protagonismo
ocupara el máximo interés de
los cronistas, otros hechos de
violencia común mantuvieron
La conclusión del caso judicial que partio la historia ocupados a los periodistas.
de violencia en dos luego de doce años de impuniComo el asesinato del
dad. Fotos: El Espectador.
ciudadano Carlos Mesa Castro,
de 60 años de edad, en Medellín, en el patio de su casa. El lunes 12 de abril de 1950, El Espectador
tituló: “Acaudalado caballero en Antioquia fue encontrado muerto en el patio de su casa”, y calificó
el hecho como un monstruoso crimen descubierto hacia las 5:30 de la tarde por una vecina que vio
por primera vez el rostro de Castro desfigurado con sus manos atadas en la espalda. Después del
hallazgo, la mujer dio aviso a las autoridades y las primeras investigaciones concluyeron que la
víctima se dedicaba a los negocios y que su grueso capital obedecía a los intereses que recibía por
préstamos de dinero a la gente. Lo impactante del crimen fue que, según los escritos, el hombre
murió por garrotazos. Paradójicamente, su casa quedaba a una cuadra de la intendencia de
Policía y los asesinos huyeron saltando la pared y huyendo por los techos de las carreras 53 y 54.
Entre tanto, en Cali, la sociedad se vio sacudida por dos crímenes espantosos que no sólo
inundaron de duelo a la población sino que dieron opción a los periodistas de otorgar amplio
despliegue a sus informes. Sin lengua ni ojos fue encontrado en la población de Cerrito. Así
apareció la reseña: “En cercanías de Cerrito se consumó uno de los más aberrantes y horripilantes
crímenes de los que se tenga cuenta en los anales delictivos de la comarca vallecaucana”17 La
víctima resultó ser un hombre llamado Ignacio Valdés, quien apareció mutilado. El mismo
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 36
día se supo que en una finca cercana, las autoridades también encontraron el cuerpo sin vida
de un hombre con una profunda herida en la garganta. Nunca pudo ser identificado a pesar
de haber estado en el anfiteatro expuesto. De la misma forma como no se pudo averiguar
en otro caso similar quién fue el homicida de una niña de un mes de nacida asesinada que
apareció muerta de una puñalada en la mañana del 15 de abril de 1950. Según Emer Ramírez,
corresponsal de El Espectador, la puñalada le abrió y destrozó el abdomen. Las autoridades
detuvieron a varios vecinos, pero nunca dieron con el culpable.
De cualquier forma, desde el departamento del Valle casi diariamente se reportaban
horrendas historias de violencia partidista, pues fue esta región del país una de las más azotadas
La increible y aterradora historia del doctor Nepomuceno Matallana, quien mataba a sus clientes para apoderarse de los bienes. Cubrimiento de El Especta-
por la confrontación entre liberales y conservadores. Por ejemplo,
en el centro del Valle, en el municipio de Tulúa, un personaje
llamado León María Lozano, apodado El Cóndor, ordenó
decenas de asesinatos que perpetraban sus secuaces. Y como él,
otros “pájaros” o bandidos, arreciaban en su odio partidista sin
que la mayoría de sus crímenes quedara con reseña en periódico
alguno. Lo mismo que aconteció con la mayoría de los asesinatos
Imagen de la víctima
asesinada a garrotazos. de otros personajes como Chispas en el Quindío, Sangrenegra en el
Lo insólito del caso era Tolima, Desquite en el mismo departamento, entre otros. El mayor
que su casa quedaba a
una cuadra de la inten- interés de los periodistas estaba centrado en los crímenes urbanos
dencia de Policía. Foto: y, particularmente, los ocurridos en Bogotá que, por esta época no
El Espectador.
dieron tregua, sobre todo en los sectores populares de la ciudad.
Uno de los casos más absurdos ocurrió el 17 de abril de 1950, cuando un abogado mató a
un zapatero por una moneda de 50 centavos. El hecho sucedió en el barrio San Isidro, en
la tienda de Primitivo Soler, quien resultó herido en la reyerta. Carlos Parada, el abogado
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 37
se encontraba tomando una cerveza cuando llegó a la tienda un hombre llamado Rodolfo
Sarmiento, quien también pidió una cerveza y la pagó con un billete de dos pesos. Al darle el
cambio, Soler le entregó una moneda de 50 centavos en mal estado. Sarmiento se disgustó y
pidió el cambio de la moneda, pero Soler no accedió. Entonces sobrevino la riña. El abogado
Parada intervino y argumentó que la moneda era legal. Sarmiento le replicó y ofendió al
abogado por entrometido. Entonces el abogado Parada respondió con un disparo. De
inmediato, el hermano del herido, Gilberto Sarmiento, acudió a auxiliar a Rodolfo Sarmiento,
con tan mala suerte que recibió un disparo en el corazón. Otro sujeto llamado Manolo, amigo
de los Sarmiento, apuñaló al tendero Soler, quien tuvo una incapacidad de 20 días.
Este tipo de reyertas eran el pan de cada día y cronistas como Ismael Enrique Arenas
en el periódico El Tiempo o González Toledo en El Espectador y después en El Tiempo,
las convertían en largas historias de suspenso. En cada periódico había un especialista. Por
ejemplo, en Cali, Heber Moreno escribía escabrosos
relatos en el periódico El País. Cada periodista ostentaba
una forma peculiar de narrar la violencia. No por nada,
Guillermo Cano, ya por aquellos días director adjunto
del periódico El Espectador, calificaba a los cronistas
judiciales como verdaderos chacales, por su adaptación
a los ambientes más sórdidos, en contacto con el bajo
mundo criminal, pero con la entereza de que ganaban
batallas a los mismos detectives en las pesquisas que hacían como expertos de la mente
criminal18. Una de las figuras que también empezó a consagrarse en el oficio fue el cronista
judicial Paulo E. Forero, quien escribía para El Liberal crónicas sobre la muerte y la ciudad.
La política alienta los ánimos homicidas.
A la par con los crímenes urbanos, la violencia política no daba tregua en el campo. Con
un agravante más: en las capitales, los dirigentes políticos no eran ejemplo de concordia. Por
el contrario, a través de discursos incendiarios en las plazas públicas, en el Congreso de la
República y en las páginas editoriales de los periódicos, lo único que hacían era exacerbar los
ánimos de una sociedad dispuesta a matarse por defender sus ideas. En Bogotá, por ejemplo,
los partidarios del gobierno conservador de Laureano Gómez Castro no daban opción alguna
a sus contradictores; mientras que los liberales tampoco aceptaban un gesto de acuerdo de
sus opositores. El dirigente liberal Carlos Lleras Restrepo, por ejemplo, al mismo tiempo
Los victimarios en Colombia
Ancisar Cardona, uno de los bandidos que
más atemorizo el Valle junto con ‘El Pájaro
Negro’. Foto. El Espectador.
Jueves 31 de enero de 2.008 38
que aseguraba que el gobierno obraba
incorrectamente al recurrir a maniobras
de censura y de prohibiciones, también
afirmaba que ellos, los liberales, debían
adelantar una oposición civil, franca y
valiente como la que en su momento
hicieron los generales Rafael Uribe
Uribe o el general Guerra en la última
confrontación que tuvo el país19.
Asu vez, el gobernador de Cundinamarca,
el dirigente conservador Jorge Leyva,
informaba de incontables crímenes en
la región de Yacopí. Eran señales de
violencia rural, cada vez más cercana a
Bogotá, con casas incendiadas o fincas
arrasadas. Aún así el diagnóstico de las
autoridades trataba de ser optimista:
“En Cundinamarca reina la paz que
sólo ha estado alterada por actos de
bandolerismo en algunas zonas del
norte, concretamente en los municipios
de San Cayetano y Yacopí. Los hechos
ocurridos allí son cometidos por cuadrillas de hombres armados que atacan diferentes veredas
apartadas del centro de los municipios. Los ataques se caracterizan por su sorpresa y se hacen
contra familias indefensas. Los asaltantes roban y arrasan las viviendas y, si pueden, dan muerte
a sus ocupantes. De esta forma han sido asesinados no menos de 25 personas en los últimas dos
semanas en la parte liberal (Yacopí) y en la parte conservadora (Caparrapí)”20.
Y qué decir del Valle, de donde seguían llegando críticos reportes. Como en el municipio de
Roldadillo, donde un bandido apodado el ‘Pájaro Negro’, sembraba la muerte casa por casa.
En julio de 1950, así lo denunció El Espectador: “En Roldadillo ha hecho su aparición un
peligroso maleante que se hace llamar así mismo “Pájaro Negro” y dice ser el sucesor del
difunto Lamparilla, bandolero muerto en Toro, Valle. Pájaro Negro recorre todo el norte del
departamento amedrentando a gentes pacíficas especialmente de los campos. Quienes lo
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 39
conocen dicen que el solo hecho de verlo ya
infunde temor”21 La misma situación se padecía
en Tolima, Huila, Caldas, Meta o Antioquia.
En este último departamento, el cronista Paco
Laines confirmaba que por encima de la vida
estaba la violencia y los intereses personales.
Para la muestra, el fallecimiento de José Ramón
Gallego Sánchez, un anciano asesinado para
quitarle 25 pesos en Puerto Espejo. Los autores
de la macabra acción fueron los integrantes de
una cuadrilla de bandoleros que le propinaron
un ‘peinillazo en el estómago’ por no tener más
dinero.
Tampoco de Santander llegaban buenas noticias. El 4 de julio de 1950, un hombre incineró
el cadáver de su esposa en Bucaramanga y luego se suicidó. El caso que conmovió a la
ciudadanía fue protagonizado por un sujeto llamado Guillermo Ordóñez Clavijo, dueño de
una oficina de control de llantas. El hombre asesinó a su esposa en la habitación matrimonial
y cuando las empleadas trataron de entrar a la habitación, la encontraron asegurada. Cuando
la Policía abrió la puerta por la fuerza encontraron una escena terrible que El Espectador
describió así: “Cuando penetraron en ella fueron envueltos por un asfixiante humo y, sobre
el cuerpo de Beatriz Ordóñez, el cuerpo de don Guillermo Ordóñez Clavijo. Los cadáveres
estaban abrazados en llamas junto a los muebles”22. Una tragedias de amor como muchas
otras repletas de detalles narrativos. Como el caso de Susana García, una joven agredida por
su novio Alfredo Muñoz a través de un mordisco en la cara que la mandó al hospital San Juan
de Dios. Cuando el cronista le preguntó a Susana por qué no denunciaba a su novio, ella le
contestó: “dudaba si el mordisco me lo causó por incontenible amor o exceso de cólera”23.
Sin suficientes explicaciones, de todas las regiones del país llegaban reseñas de sucesos
violentos, muchos de ellos sin connotaciones políticas, pero si con suficientes evidencias de
cólera e intolerancia. El 11 de agosto de 1950, por ejemplo, trascendió que Jorge Enrique
Garzón, un niño de dos años, había sido asesinado a palos por su madre, su abuela y su tía en
Guayabal de Siquima. El Espectador calificó el hecho como un infanticidio de ‘impresionantes
características’ y afirmó que las familiares habían sido detenidas como parte de una cuidadosa
investigación. El médico que llevó a cabo la autopsia determinó que la muerte fue producida
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 40
a garrotazos como parte de un cruel castigo por una pilatuna del niño. Lo más insólito del
caso es que los gendarmes que descubrieron el cadáver trataron de quemar el cuerpo sin
motivo establecido. No obstante, como en casos anteriores, los lectores nunca sabían cómo
concluían los casos. Es decir, las historias no pasaban de ser macabras reseñas.
Claro está que las más difundidas eran las que ocurrían en las principales ciudades y
particularmente las que casi diariamente estremecían a los lectores de Bogotá y Medellín. A
mediados de 1950 cobró importancia, por ejemplo, la tragedia ocurrida en un cuartel, donde
un policía atacó a sus compañeros. Nunca fue muy claro por qué actuó así contra de sus
compañeros con un afilado machete. Según el periódico El
Espectador, no se supo si el policía fue víctima de un ataque de
locura desenfrenada por su destitución porque sus compañeros
intentaron obedecer una orden para desarmarlo para que no
causara más escándalo y tragedia24. Lo cierto es que este tipo
La irreal percepción
de la novia que aún no
entendía la causas del
atroz mordisco que recibió de su novio. Foto: El
Espectador.
de historias eran material de trabajo cotidiano para Alfonso
Upegui Orozco, Don Upo, cronista judicial del periódico El
Colombiano de Medellín, donde se hizo famoso por “sus
crónicas folletinescas teñidas de humor negro con titulares aún
más insólitos: “Se entendía con vacas bravas; No pudo manejar a
su Libia; Como el amor es tan lindo, la despedazó a machetazos,
Apagó las velas de la Virgen y lo eliminaron a peinillazas”25.
En Bogotá, en cada medio de comunicación existía un
cronista dedicado al oficio de reseñar los prolegómenos de la
muerte. Aunque periodistas como Felipe González Toledo,
Germán Pinzón o Paulo Forero, le otorgaron a la crónica
roja una calidad indiscutible, debe decirse que no fueron
los únicos. Y que las historias abundaban. Para finales de
1950, mientras el país estaba atento a los debates políticos
y el intento del presidente Laureano Gómez de sacar
adelante una reforma constitucional que acabara con los
El final del caso condujó avances institucionales de la llamada “República Liberal”,
a la liberación del homien la calle, los cronistas nocturnos, entre las copas de los
cida. Cubrimiento de la
abrumadora decisión.
cafés y las salas de redacción, recreaban inverosímiles
Foto: El Espectador.
sagas de muerte. Como los crímenes de Silvestre Camacho,
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 41
un celador que en septiembre acabó con la vida de Luis Enrique Sánchez, un transeúnte
a quien confundió con un ladrón. El caso parecía ser un episodio más de la noche
acechante, pero ante el jurado de conciencia trascendió que desde el 9 de abril de 1948,
había adquirido esta extraña costumbre. Y que varios transeúntes corrieron la misma suerte.
El país vivía cada día una tragedia pasional o una riña fatal y los periódicos parecían
mensajeros para anunciar a quien le correspondía el turno de la muerte. Los lectores vivían
atentos a los casos, especialmente en aquellos en los que el seguimiento que los cronistas
le hacían a los procesos, daban lugar a páginas de gran factura literaria. El problema es que
aparte de la reseña o los detalles de las historias, la impunidad rondaba entre los expedientes
y dejaban desaliento entre una sociedad que no encontraba la forma de recuperar el sentido
de la vida. En sus ensayos, mezcla de reportaje y de crónica, el periodista Álvaro Pachón de
la Torre, uno de los más eximios de los años 50, lo anunciaba con maestría. Los crímenes
aborrecibles y truculentos eran materia prima esencial para El Tiempo, El Espectador o El
Liberal, pero lo esencial era que no quedaran sumidos en la vulgaridad. Según el propio
Pachón, así lo aprendió de los hermanos Eslava, Luis Alberto y Rafael, quienes no quedaron
reseñados como extraordinarios cronistas, pero en sus búsquedas sabían que una que otra
pista siempre quedaba por roer porque entendían donde comenzaban las historias atroces26.
Se agudiza la violencia en la ciudad y en el campo.
En septiembre de 1950, el ministro de gobierno Domingo Sarasti anunció que,
mientras no se recuperara la normalidad en el país, no se levantaría el Estado de Sitio y
mucho menos la censura a la prensa. Por el contrario, los crecientes focos de violencia en
departamentos como Santander, Antioquia, Bolívar, Tolima, Huila y los Llanos Orientales
requerían intensas campañas y cooperación de los ciudadanos. Esta visión del gobierno
implicaba silencio frente a la violencia política que arreciaba en el campo. De hecho,
además de las acciones vandálicas y feroces de bandoleros o delincuentes comunes, ya
se registraban episodios en que estaba implicada la Policía o el Ejército, incluso a través
de asesinos encubiertos que, en algunas regiones tomaron la denominación de “pájaros”.
Este tipo de crímenes suscitó reclamos de la sociedad, pero en la mayoría de periódicos
o no se les daba mayor cobertura o quedaban insuficientemente analizados por las
implicaciones que en general tenían respecto a las férreas disposiciones de prensa censurada.
Un ejemplo muy claro de esta tendencia ocurrió en octubre de 1950, cuando el hacendado
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 42
de Sincelejo Gabriel Camacho Sierra, fue asesinado en la zona de El Cerrito y desde el primer
momento se dijo que había sido muerto por la Policía en sus ‘correrías y persecuciones políticas’.
Del asunto se supo que había sido asesinado por su credo político y que, además, al hacendado le
fue robada una fuerte cantidad de dinero producto de un negocio ganadero
que había hecho. El crimen derivó en una comisión investigadora para que
aclarara el caso, pero nunca trascendió más allá de un breve escándalo.
Entre los entendidos ya se comprendía que, para algunos casos, imperaba
la impunidad. La misma que desde el mismo 9 de abril predominó para
el caso Jorge Eliécer Gaitán. Dos años después del magnicidio, lo único
Campaña de
paz en los Llanos Orientales.
El Espectador.
claro era que el asesino se llamaba Juan Roa Sierra. Y nada más. Sólo
rumores en las escuelas, trabajos, familias, tiendas y lugares en torno a los
autores intelectuales. En cambio, sobre los episodios urbanos, abundaban
las informaciones, los detalles y, obviamente, la actuación de las autoridades.
A finales del mes de octubre de 1950, en Bogotá, se conoció el caso de un
infanticidio denunciado por la hermana de la asesina, quien no resistió el horror cometido
por su hermana. María Moreno era empleada en una casa del barrio Santa Teresita hasta
que se retiró. A los pocos días, los dueños de la casa notaron un olor a podrido que
emanaba de la habitación de la empleada. Al indagar su procedencia, se descubrió el
cadáver de un niño recién nacido con un cordón en el cuello y quemaduras en pecho y
espalda. Emilia Moreno, hermana de la victimaria, ayudó a las autoridades a capturarla.
Al día siguiente,ElEspectador tituló:“69crímenes yhomicidiosenArmenia”,unpreocupante
índice perfectamente comparable con las estadísticas de otras regiones. Un título intimidante con
una denuncia adicional del periódico: “Por falta de investigación o de funcionarios o de medios
adecuados, los delitos a los que se refiere esta mencionada estadística, han quedado impunes”27.
Si existía una ausencia total de estudios o reflexiones políticas que evaluaran hasta dónde
estaba llegando la violencia partidista entre liberales y conservadores, peor era la situación
sobre la violencia urbana. Los asesinatos se sucedían unos tras otros en las ciudades y el ritmo
de la muerte no encontraba explicaciones. En su defecto, abundaban las explicaciones sobre
los métodos empleados en los asesinatos. Ese era el orden del día en los umbrales de los años
50. Por eso, casi como una excepción, al llegar el año 1951, se registró una especie de receso
periodístico porque el presidente Laureano Gómez, por apremios de salud, se vio forzado a
abandonar el poder. En su reemplazo, asumió Roberto Urdaneta Arbeláez, quien ejercía para
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 43
entonces el Ministerio de Guerra. El Congreso estaba cerrado, el país estaba
inmerso en la política exterior norteamericana a través de su participación en
la guerra de Corea y persistía la violencia política. Pero causó estupor nacional
que el primer mandatario dejara momentáneamente la Casa de Nariño.
Sin embargo, cuando pasó la novedad regresaron las noticias de
crímenes. El 16 de enero, por ejemplo, se supo que una mujer llamada
María Sagrario Contreras, por celos había mutilado a su marido Julio
Cubillos. A la semana siguiente se conoció la muerte del bandolero Jesús
Castillo, alias ‘cara cortada’, cuando se enfrentó a tres agentes de Policía
que perseguían a un grupo de bandidos y pájaros. El hecho ocurrió el 14
de febrero en Cali, en la carretera hacia el municipio de Sevilla. El suceso
fue titulado: “El fin trágico de ‘cara cortada’, y se reseñó que a lo largo
de su existencia fatigó la crónica roja y llenó de luto a innumerables
hogares”28. Su historial delictivo abarcó 18 asesinatos, entre ellos el del diputado Nelson
Moreno Ángel. ‘Cara Cortada’ aprovechó que había salido de permiso de la cárcel
de Palmira y escapó para volver a sus andanzas. Durante su fuga cometió su último
asesinato, del que fue víctima Juan Bolívar. El crimen fue rechazado ampliamente por
la sociedad, que pidió castigo para el bandido que no se contenía ante las circunstancias.
Hasta que cayó abatido por las autoridades. Justo al mes siguiente ocurrió otra tragedia.
El 14 de marzo fue asesinado el jefe de control de cambios Alonso Jaramillo Gómez, quien
nunca llegó a una cita con su jefe en el teatro Coliseo. Y no lo hizo porque un asesino lo
esperaba frente a su casa para darle un tiro cerca de la oreja que le atravesó el cerebro.
Su hermana lo encontró en el carro, tendido en el puesto del copiloto. De inmediato se
especuló que los motivos del crimen tenían que ver con su alto cargo y se desató una ola
de publicaciones sobre su muerte. A tal punto que el periódico El Espectador, reclamó una
cobertura periodística distante de la prensa amarilla o sensacionalista, escribió: “Está bien que
la prensa haya demostrado sin excepción su firme voluntad de contribuir al esclarecimiento de
los hechos, para que no subsista sombra alguna de sospecha o de duda y pueda restablecerse
la moral en todo su indispensable imperio, tienen razón sus parientes y deudos al quejarse del
tratamiento singular que ciertos diarios han estado aplicando inequitativamente en los menesteres
informativos sobre el trágico acontecimiento, con menosprecio lamentable a la ética periodística”.29
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 44
Al día siguiente del manifiesto se conoció la captura de un abogado de apellido Peláez,
en calidad de sospechoso. El abogado Peláez reclamó su inocencia ante la justicia y, ante todos
quienes dudaban de él, sostuvo con vehemencia que nada temía y que con seguridad las pruebas
de balística comprobarían que el arma que él poseía no fue disparada contra su amigo, el jefe
de control de cambios Alfonso Jaramillo Gómez. El asunto derivó en
un debate sobre el rigor científico para experimentar con un cadáver, sin
que se registrara avance alguno en la investigación, aunque periódicos
como El Espectador calificaran el hecho como uno de los crímenes más
preocupantes. Un mes después, a pesar de la insistencia de los periódicos
en torno a hechos sospechosos que pretendían desviar la investigación,
el doctor Peláez consiguió su libertad30. Justo a tiempo para que el
protagonismo periodístico encontrara otra historia. Así se registró el
12 de abril de 1951: “El pagador de obras del Atlántico muere a machete y es sepultado en
su propia finca”. El único sospechoso: el capataz Manuel Torres Celis, quien desapareció.
A los pocos días fue detenido y confesó que lo hizo a machetazos por el robo de unas reses.
Reflexiones éticas mientras crece el horror.
Al tiempo que las crónicas judiciales diariamente captaban lectores entre los ciudadanos
ávidos de periódicos, abundaban también las informaciones sobre sonados procesos penales
sin conclusión definitiva. Como el
caso Teresa Buitrago o Teresita La
descuartizada que había causado
conmoción en 1949, pero que dos
años después no se había resuelto.
Como tampoco encontraba claridad
ni se destrababan los misterios
surgidos en torno a los crímenes del
doctor Nepomuceno Matallana, más
Una publicación en la que se describe el Estado de Sitio, figura recurrente aplicada para el
conocido como el “Doctor Mata”.
orden público en la violencia partidista.
El 17 de julio de 1951, el cronista
Fotos. El Espectador.
Felipe González Toledo, a través de
una crónica en El Espectador titulada “Revelaciones sobre los desaparecidos”, recobró el
interés por este sórdido personaje que, según el cronista, recuperaba el buen humor durante
su juzgamiento. Ese era el estilo de González Toledo y sus pares: con lujo de detalles trataban
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 45
de resaltar los lados más insospechados del comportamiento de los criminales, sin advertir el
sentido ético de sus relatos, pues en su sentir, “el periodista no debe jugar con la honra de la
gente, mucho menos con la vida ajena”31.
Disquisiciones éticas que además hacían parte de los alegatos de múltiples procesados.
Como ocurrió en el caso del Doctor Mata pues su abogado defensor, el profesional Isaías
Ibarra, en medio del juicio contra su cliente la emprendió contra la prensa, argumentando que
la situación procesal de Matallana obedecía a “la influencia de la prensa, el preconcepto de
la lectura de los diarios”. Según el abogado, los periodistas, entre más sensación causaban,
más público obtenían y por eso la gente llegaba a las salas que se llenaban hasta el tope
para comprobar lo que decían los diarios32. La crítica era extensiva a los seguimientos
casi de novela que hacían Felipe González y otros cronistas judiciales como Germán
Pinzón, a quien el periodista y escritor Gonzalo Arango calificó tiempo después como
“un periodista cálido, imaginativo, vibrante, un novelador
de lo cotidiano. Cuando ocurría un hecho excepcional,
accidentes, genocidios, crímenes misteriosos, milagros de
la Virgen, insurrecciones, terremotos, desgracias colectivas,
las crónicas de Pinzón tenían la calidad de lo fantástico.”33
Y la materia prima para sus crónicas abundaba. Como
abundaban los móviles políticos para que la violencia
por razones partidistas también arreciaba. Desde el 9 de
noviembre de 1949, día en que el Ejecutivo Nacional había
declarado turbado el orden público y el Estado de Sitio, el
denominador común del país, especialmente en la zona andina, era de extremada violencia.
A pesar de que el presidente Roberto Urdaneta Arbeláez había reinstalado el Congreso
de la República”34, una de sus primeras medidas fue formularle al poder legislativo la
censura de los medios. El ambiente político seguía cargado de intolerancia y los medios de
comunicación, además de afrontar las dificultades propias de la mordaza, deliberadamente
tampoco mostraron mucho interés en denunciar a las hordas criminales que asolaron
el campo a través de bandoleros tales como Chispas, Sangrenegra, el Capitán Venganza,
Desquite, Lamparilla, Tarzán, Pedro Brincos, Resortes, toda clase de forajidos, unos con
alguna ideología política, pero la mayoría simples asesinos dedicados a la sevicia y el pillaje.
Estas historias no aparecían con el despliegue que se necesitaba en los periódicos.
En parte por apatía de los cuadros directivos de los periódicos hacia estos episodios de
El jurado lo condenó por
el único crimen que se le
pudo comprobar al doctor Matallana.
Foto: El Espectador.
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 46
violencia partidista, y también debido a las presiones gubernamentales. En su defecto, buena
opción era recrear la violencia urbana. Y en esta materia, las opciones seguían a pedir de
boca. Sólo que empezaba a advertirse una mezcla entre la violencia política y la común,
con peligrosas consecuencias. Así, por ejemplo, a mediados de 1951 se conoció una carta
de un ciudadano llamado Félix Martín Navarro Uribe, enviada al Presidente del Senado
para confesar que supuestamente él era el asesino del jefe de control de cambios Alfonso
Jaramillo Gómez. “Yo lo maté pero el asesino es el doctor Enrique Vargas Orjuela, jefe del
departamento Nacional de Investigación Criminal”35. Días después se comprobó que Navarro
estaba loco. Únicamente hasta el 26 de mayo de 1953 fue capturado. No obstante, dejó a
las autoridades la preocupación del mal ambiente que estaba gestando la violencia política.
Quizás por eso el año 1952 comenzó con el publicitado viaje que el 16 de enero hizo
el ex presidente Alfonso López Pumarejo a la región de los Llanos Orientales en busca
del reestablecimiento de la paz y la tranquilidad en esa región, terriblemente azotada por
la violencia. En la zona, un contingente de llaneros, dirigida entre otros por Guadalupe
Salcedo, Dumar Aljure y Eduardo Franco, se erigió como guerrilla liberal para enfrentar
a las fuerzas del gobierno, en respuesta a la denominada policía “Chulavita” que había
perpetrado múltiples crímenes políticos en la región. La propuesta de López Pumarejo
era evitar que los guerrilleros liberales, quienes habían proclamado la “Ley del Llano”,
aumentaran en número o terminaran por amenazar a las propias instituciones. Y ya no era
asunto exclusivo de los Llanos Orientales, las denuncias por abusos de la Policía en ciudades
como en Cali o en varios municipios de Tolima, Valle, Quindío y Cundinamarca, crecían
significativamente. En un solo episodio, un grupo de padres denunciaron que sus hijos
habían sido golpeados a culatazos y obligado a arrastrarse por el piso en medio de torturas36.
Por esos mismos días se conoció el caso de un oficial de la policía en Bogotá que
quería tomar sangre en vez de cerveza. El suceso fue ampliamente desplegado como ejemplo
del mal ambiente que estaba imperando en Colombia y así lo registró El Espectador:
“Después de tomar una cerveza, lo que quería era tomar sangre. Parecía ser un cabo o
sargento uniformado que pidió una cerveza en una tienda donde arrojó la botella al suelo,
pidió la cuenta y aseguró que sangre era lo que quería tomar y se abalanzó sobre el dueño
de la tienda que gritó pidiendo auxilio a la guardia de policía que llegó con una patrulla.
Aunque no hubo un crimen como tal, si mostró la sevicia con la que el uniformado
enardecido iba a disparar su arma y que fue evitado por los ciudadanos que ayudaron al
tendero a enfrentar el impase37. Una circunstancia que demostraba como la figura oficial o la
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autoridad ya no representaba para los ciudadanos una protección sino una amenaza porque
donde aparecían los uniformados generalmente se formaba un conflicto con los ciudadanos.
Claro que estos episodios, especialmente por conveniencia política, tenían un despliegue
periodístico más discreto. En cambio la violencia común de las urbes recibía la máxima
atención de los cronistas judiciales de los periódicos. Como el caso de El encostalado
de Fusagasuga, ocurrido el 29 de febrero de 1952. Según los periódicos, en esta vecina
población cundinamarquesa apareció el cuerpo sin vida de Luis Naranjo Calero, quien había
desaparecido el 21 del mismo mes. Sólo que apareció en un costal y enterrado en el antejardín
de otro hombre llamado Pastor Luján, con quien el occiso había tenido negocios. Cuando
Luján fue llamado a indagatoria y posteriormente a juicio, el periodismo se mantuvo acucioso
para informar los detalles, pero a última hora y antes de producirse el veredicto, súbitamente
cambió su declaración y nunca se pudo precisar cómo realmente mató a Luis Naranjo. El
Espectador al menos concluyó que el deseo de lucro fue el móvil de ese publicitado asesinato.
El 13 de marzo de 1952 se inició en Bogotá uno
de los juicios más divulgados de la época. El proceso
contra Ángelo La Marca, esposo y asesino de Teresa
Buitrago, ya conocida entre los lectores como Teresita
La Descuartizada. El Espectador lo calificó como un
Un cabo o sargento uniformaproceso sensacional y así resaltó su comienzo: “Con
do pidió beber sangre antes
que la cuenta. Foto: El Espec- gran interés inicia la audiencia pública del proceso La
tador.
Marca y, como ya lo anotamos, ha sido extraordinaria la
demanda de boletas de entrada al salón. Lo sensacional del proceso mismo y el prestigio de los
abogados que intervienen en la audiencia hacen de este caso el más interesante entre todos los que
se han debatido en audiencia pública en Colombia”38. Todo el mes de marzo, los periódicos se
ocuparon del caso. Al final del mes, el titular “La Marca producto de importación”, evidenciaba
la importancia periodística del caso y el interés de los lectores por conocer los pormenores de la
vida del italiano que, con su personalidad macabra, supuestamente había cometido el crimen.
El caso La Marca o Teresita La Descuartizada suscitó tanto interés público que en la sala
de audiencias fue necesario hacer control del público en cuanto a su comportamiento para poder
avanzar en la exposición de los abogados, especialmente durante la intervención del abogado
del sospechoso. En desarrollo de la audiencia, mientras el abogado de la víctima casi santificó
a Teresa Buitrago, la contraparte preparó un cuidadoso análisis de las pruebas forenses y, por su
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 48
intervención, fue felicitado y aclamado por los asistentes.
Para terminar el mes y ya concluyendo la audiencia
la situación era incierta y se hablaba de la crisis del
proceso39. El caso perdió interés cuando terminó el juicio
y sólo meses más tarde se conoció el descenlace. Como
era de esperarse, la libertad de La Marca por apremios
procesales. Un final que no provocó el mismo interés
de los cronistas, siempre por la misma causa: exceso de
El socio de la víctima para no episodios para recrear y satisfacer el interés de los lectores.
compartir las ganacias lo aseEl año 1952 continúo con las evidencias de agravamiento
sinó y enterró. Foto: El Espectador.
del orden público. Además de los sucesos en el Llano
que ameritaron la intervención del Partido Liberal o
de los críticos acontecimientos en diferentes regiones de la zona andina por efecto de la
violencia partidista, durante la primera semana de septiembre tuvo lugar un episodio de
agresión partidista que tuvo como blanco a la misma prensa. El sábado 9 de septiembre
hacia las nueve de la noche, tras su regreso del sepelio de un grupo de policías asesinados
en Gachetá (Cundinamarca), una turba conservadora la emprendió contra la sede de los
periódicos El Tiempo y El Espectador que fueron incendiadas. Acto seguido los asaltantes
atacaron la sede de la Dirección Liberal Nacional y las casas de los dirigentes liberales
Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo, quienes se vieron forzados a salir del
país por las amenazas. En vez de reaccionar ordenando investigaciones a fondo porque desde
el primer momento fue claro que en su mayor número la turba estaba integrada por policías
vestidos de civil, el presidente Urdaneta optó por convocar a una Asamblea Constituyente
para reformar la Constitución.
Según Urdaneta, esta era la forma más eficaz de enfrentar la violencia política,
especialmente a través de una controvertida norma que pretendía elevar a categoría de premisa
constitucional que todo colombiano que apareciera comprometido en actividades subversivas
contra el régimen del Estado o que, a través del uso de la palabra oral o por escrito, atentara contra
el prestigio de las autoridades, fuera juzgado como traidor a la patria. Los periódicos liberales
restablecieron sus ediciones una semana después de los ataques, y quedó claro el poco apoyo
que iban a tener de un gobierno que estaba más interesado en extremar sus acciones de
censura. Por eso, además de los comentarios de rechazo, tanto al ataque a los periódicos y
dirigentes liberales, como a las intenciones del gobierno por extremar sus medidas de fuerza,
no fue mayor el despliegue para ocuparse de sucesos paralelos de violencia partidista que
proliferaban en distintas partes del territorio nacional. Por el contrario, a las pocas semanas,
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otro episodio de violencia urbana captaba el interés mayoritario de periódicos y lectores.
Ocurrió en la segunda semana de octubre. Los cronistas dieron cuenta de la tragedia
pasional ocurrida entre unos esposos que se mataron a disparos encerrados en un cuarto. Fue
de los procesos más sonados y, como se calificaba en esa época, “sensacionales” para los
lectores. Además permitió que los despachos judiciales volvieran a ser el destino necesario
de muchos periodistas que, con Felipe González Toledo a la cabeza, no se cansaron de
investigar. A puñal y revólver murieron en el mismo sitio Víctor Ramírez y Ana Susana Navas
de Ramírez y fue un inquilino de la calle 9 N° 11-55 quien acudió a la habitación donde se
escucharon las detonaciones. Según los cronistas, la situación del matrimonio fue siempre
caótica por los conflictos domésticos y de envidia en que estaban inmersos y esa fue la causa
de la mutua agresión. Y mientras los lectores se deleitaban con el escabroso caso, con su
mismo estilo, el cronista González cambió la cotidianidad con otra historia, la de un fratricidio
involuntario en la población vecina de Suba, cuando el ciudadano Julio Cesar Martínez apoyó
su escopeta en el piso y con el disparo dio muerte a Hernando Martínez, su propio hermano40.
Ese era el norte de los principales periódicos de la época. Las páginas editoriales
con amplio despliegue para la política y las páginas informativas con buenas páginas para
la crónica roja. Unas mejor escritas que otras, algunas francamente sensacionalistas o, como se
diría años más tarde, “amarillistas”, pero definitivamente con muchísimo mayor despliegue que
frente a la violencia partidista que ensombrecía la vida de las ciudades. Ciertamente, desde una
perspectiva puramente informativa, las incursiones criminales de los “pájaros” o de los
bandoleros conservadores y liberales no eran tan importantes como los episodios de sangre
que involucraban a personajes del común. Por eso sujetos como el Doctor Mata o episodios como
Teresita la Descuartizada y el italiano La Marca, provocaban mayor interés entre los lectores.
En pocas palabras, la atención estaba centrada en dos frentes claros: la política partidista
en su lucha por el poder y la violencia cotidiana, despojada de intenciones políticas,
pero repleta de situaciones insólitas, propias de la agresiva conducta de los colombianos.
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 50
Los cambios políticos y la nueva violencia
El advenimiento del año 1953 trajo consigo radicales cambios políticos. Después de una
persuasiva campaña de agitación ciudadana y crecientes rechazos al clima de violencia
política que imperaba en el país, sin derramar una gota de sangre y en lo que se denominó “un
golpe de opinión” pues se hizo con la complacencia de los partidos políticos, el general Rojas
Pinilla se tomó el poder y depuso al presidente titular Laureano Gómez. El hecho tuvo lugar
el sábado 13 de junio y llegó acompañado de optimismo público, pues el nuevo Presidente
planteó al país el trámite de una amnistía política para todos aquellos que se hubieran visto
inmersos en el torbellino de la violencia política. 3500 colombianos lo hicieron y así surgió
el primer proceso de paz de la violencia contemporánea de Colombia. En desarrollo de esta
iniciativa se creó la oficina de Rehabilitación y Socorro, encargada de la incorporación
de hombres armados a la sociedad. Se entregaron guerrilleros del Tolima, Cundinamarca,
Antioquia, Sucre y los Llanos, entre ellos los jefes guerrilleros Dumar Aljure y Guadalupe
Salcedo. De forma complementaria, apareció la oficina de información a la prensa con una
campaña de imagen del general.
Sin embargo, y a pesar del nuevo ambiente político imperante, los dos frentes
de violencia no se redujeron sensiblemente. La violencia política persistió desde dos
perspectivas inesperadas. Los bandoleros sin arraigo político, es decir aquellos como
Chispas, Sangrenegra, Desquite o Efraín González, cuyos móviles estaban más asociados
al pillaje y el saqueo, persistieron en sus andanzas tratándole de dar a sus acciones matices
partidistas. De otro lado, como quiera que el gobierno militar de Rojas Pinilla aceptó
negociar la paz con grupos armados pero no aceptó hacerlo con aquellos que estuvieran
inspirados por banderas comunistas, estos últimos grupos persistieron en su confrontación al
Estado, especialmente en la región del Sumapaz, entre los departamentos de Cundinamarca,
Tolima, Huila y Meta. Así las cosas, había demasiadas preocupaciones por el orden público
que, de cierta manera empezaron a opacar el interés desplegado a lo largo de la última
década por los hechos de violencia urbana, sin que estos desaparecieran completamente.
Además, el presidente Gustavo Rojas Pinilla dio importantes pasos para fortalecer su
imagen pública. El primero de ellos, inaugurando la televisión en Colombia justo el día
en que se celebraba su primer año de ascenso al poder, el 13 de junio de 1954. La señal
llegó inicialmente a Bogotá y Manizales y con un concierto, un dramatizado y un noticiero
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 51
grabado en Estados Unidos, emprendió sus transmisiones en medio de la celebración de
la mayoría de las casas políticas. Paradójicamente, durante la misma semana en que la
euforia oficial se tomaba los directorios políticos y los medios, en la Ciudad Universitaria,
durante una protesta de conmemoración por la muerte del estudiante Gonzalo Bravo
Pérez, ocurrida 25 años atrás, se produjo un violento enfrentamiento con el Ejército
durante el que se produjo la muerte del estudiante Uriel Gutiérrez, alcanzado por un bala
que le destrozo la cabeza. Estos hechos empañaron el primer aniversario de Rojas Pinilla
en el poder, pero para la época el militar ya había sido elegido por la Asamblea Nacional
Constituyente para el período de 1954 a 1958, autorizando además la creación de la Secretaría
Nacional de Asistencia social presidida por la hija del general, Maria Eugenia Rojas.
Hacia finales de 1954, los dirigentes de los partidos políticos empezaban a manifestar
sus preocupaciones por el estilo autoritario que ya caracterizaba al gobierno, y los periódicos
le otorgaban su máximo despliegue a nuevas propuestas. Como el análisis “Nuevo Orden
Político” que el ex presidente Alfonso López Pumarejo propuso al país a través de un minucioso
análisis del primer año de Gobierno del general Rojas Pinilla. En su sentir, se cometerían los
mismos errores de los políticos de siempre y se necesitaban fórmulas para democratizar el
acceso al poder. El texto completo de Alfonso López apareció publicado en los principales
periódicos con distintas propuestas para afrontar en serio el dilema de la violencia política y
aportando además criterios para evitar que Rojas se eternizara en el poder. “Una fórmula sencilla
y armónica con la tradición legal establecida en 1886 y cuya aplicación presentaría pocas
aplicaciones sería la elección de los ministros incluyendo al Presidente de la República como
cifra de las operaciones del coeficiente para determinar la proporción que durante cada periodo
presidencial deben quedar representados los partidos en el órgano ejecutivo”41, comentó López.
Sin duda que la presencia de Rojas Pinilla en el poder planteaba nuevos escenarios
para la prensa. Sin embargo, no faltaban tampoco los episodios y sucesos de violencia
urbana que también interesaban a los periódicos. Por ejemplo, el año 1954 terminó con el
impredecible caso, el de de Richard Noack, un asesino que escapó de la cárcel de La Picota
con los guardianes de la cárcel y luego los asesino. Según las crónicas de la época, el 24 de
noviembre, Noack salió de la cárcel la Picota hacia Medicina Legal donde debía atender
un examen psiquiátrico. Después de las tres de la tarde de ese día llegó un tercer guardián,
Carlos Enrique Larrota, quien esperó a las afueras del instituto. Cuando salió Noack del
examen, inexplicablemente se fue a beber con los guardianes y no se volvió a saber de
ellos. El 27 de noviembre, los cadáveres de dos de los guardianes aparecieron y un testigo
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 52
informó que Noack metió a un niño en el taxi del cual arrojó los cadáveres de Peregrino y
Agripino Moreno, más los dos guardianes, el chofer del taxi y el ciudadano Gilberto Morales.
Semejante episodio revivió el interés de los cronistas judiciales. Fue así como, a los tres
días, el 30 de noviembre, apareció otro conductor de taxi asesinado. Empezó a decirse que
era una pista de Noack y de su cómplice, el guardián Larrota, pues se hablaba de testigos
que dijeron haber visto a dos hombres misteriosos cometiendo el crimen. Las pesquisas no
dieron resultado y los periódicos hablaban continuamente del fracaso de las investigaciones
y los nulos avances para dar con los autores del cuádruple asesinato.”42 El 1 de diciembre
se publicó que los detectives habían perdido el rastro de los asesinos
en Boyacá y los Llanos, aunque se había encontrado el vehículo en
el que huyeron. Sus huellas fueron ratificadas y, al no obtenerse más
pistas del caso, los detectives lanzaron una recompensa en los medios.
El 2 de diciembre en varios periódicos, entre ellos El Espectador,
se ofreceron 1000 pesos por la captura de los prófugos. Una fuente
del cronista Felipe González le mencionó que un señor de apellido
Valderrama, oriundo del Casanare, había informado a las autoridades
El historial delictivo de Noack que Noack había sido visto en Agua azul un caserío entre los Llanos y
sacio la pluma
el Sogamoso por la carretera del Cusiana43. Y se desató la cacería. Al
de los cronistas
judiciales que lo día siguiente, Richard Noack fue capturado. Su cómplice Larrota huyó.
persiguieron junLa prensa publicó después que el capitán Hernando Gutiérrez y el
to a la Policía.
El Espectador.
copiloto Rafael Reyes, integrantes de un helicóptero oficial, recibirían
la suma de la recompensa por la información suministrada que facilitó
el operativo de la captura. El cronista Guillermo Ordoñez captó momentos estelares de la
captura e incluso publicó en El Espectador las primeras declaraciones del detenido:
“¿Para qué toma esas fotos?- preguntó Noack
-Son para El Espectador- respondió
-Para El Espectador – contestó con aire despreocupado y
luego indagó:
-¿Qué tal está Felipe González? Salúdelo de mi parte y
dígale que allá voy nuevamente.
La cómplice amistad entre
Noack y su guardián Larrotta para cometer crímenes.
Foto:El Espectador.
Preguntado a fondo sobre el crimen, Noack me
respondió con el tono que le es peculiar y cómo se le
ocurre que yo haya matado a alguien. Luego yo estaba
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 53
armado y deseaba realmente fugarme de la Penitenciaria
la Picota, pero nunca pensé en todo esto que ha pasado
contaba con la ayuda de Larrota, pero quería salir de la
puerta de la guardia tranquilamente acompañada de mi
guardián y desaparecer, pero Larrota me metió en esto.
Richard no quiso dar detalles relativos acerca
de la tragedia porque trataba de aparentar que él no
supo como se desenvolvieron los acontecimientos y
Larrotta acorralado luego de
ser capturado con Noack en pretendía hacer creer que fue completamente
los llanos Orientales.
ajeno a los hechos, solamente en cuanto a la fuga”44.
Foto: El Espectador.
A los cuatro días de su captura, 7 de diciembre de 1954, Noack reconoció su relación
con Larrota y cómo compartieron la fuga. Durante su indagatoria agradeció el buen trato que
le habían dado los médicos extranjeros aunque aquellos dijeran que el asesino estaba loco.
Al terminar la diligencia judicial, respondió así las preguntas del cronista de El Espectador:
“¿Noack cómo se encuentra?
Noack con amabilidad, pero sin la desenvoltura
que lo ha caracterizado, respondió el saludo
del antiguo cronista conocido suyo:
-Ya ve, aquí me tiene. Esta diligencia de
indagatoria ha sido un descanso para mí
porque en este despacho en el juzgado del
El gran cubrimientio de la captura o ca- doctor Miguel Ángel García, desde el momento
cería que la Policía desató al recibir una
de mi captura, ha sido el único lugar donde me
llamada que los delataba en los Llanos
Orientales.
han tratado con consideraciones humanas”45.
Foto: El Espectador.
A tres días de su indagatoria, Noack
aseguró que se sentía quebrantado por la noticia de la muerte de Larrota sin que el guardián
hubiera aceptado sus crímenes. A las autoridades les pareció muy extraño que el asesino
se enterara de la muerte de su cómplice cuando este apenas iba a ser capturado. Noack
simplemente respondió: “el compadre, el diablo con el cual tengo pacto desde hace tiempo,
me aviso”. Lo comentó a los periodistas en los pasillos del juzgado, antes de ser conducido
de nuevo a la cárcel. Su caso quedó cerrado antes de que cayera el telón de 1954 y con el se
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 54
cerró una época. Después vinieron tiempos difíciles. El año 1955 llegó con las decisiones
autárquicas del general Rojas Pinilla, entre ellas su determinación de cerrar el periódico
El Tiempo por no publicar, durante 30 días, una rectificación que pedía el Presidente.
Además, en procura de afianzar su imagen en el poder,
el general creó un tercer partido político que se llamó
Movimiento de Acción Nacional MAN que apoyaba
todas las acciones del Gobierno y al que muchos
políticos disidentes o cansados de la violencia política
se adhirieron. Pero declinaba la libertad de prensa.
Obviamente para las realidades políticas porque
en asuntos de violencia ordinaria, no faltaba quien
La persecusión de 8 días se
intensificó en Bogotá por la
escribiera ni de que casos hacerlo. De hecho, a finales
huida de Noack y Larrota de la
de 1955 ocurrió uno de los crímenes más horrendos de
cárcel. Foto: El Espectador.
la época, con el necesario despliegue en los periódicos.
Un recién nacido apareció estrangulado y abandonado en la última silla de un bus en Bogotá
y no se supo quién lo dejó. El conductor del automotor fue quien lo descubrió cuando el
vehículo terminó su viaje en la estación del Ricaurte. Las investigaciones se concentraron en
los pasajeros del bus y, producto de los seguimientos, el 24 de febrero de 1956 se descubrió
el autor: un asesino que acechaba desde tiempo atrás y que era conocido como el vampiro
88 o Pedro Vicente Calderón. Ya había generado pánico en Bucaramanga por asesinar niños
y firmar sus cuerpos con la consigna vampiro 88 y vampiro 110. Los cronistas detallaron
que Calderón era un hombre raro que odiaba a las mujeres y le gustaban los niños. Resultó
ser albañil, carpintero y mecánico de profesión. A pesar de que un juez lo condenó por el
asesinato de varios niños, Calderón terminó en un manicomio del Instituto de Medicina Legal.
Cambia el poder político, pero no la violencia.
En 1956, la historia de Colombia continuó en torno a los propósitos del general Gustavo
Rojas Pinilla de perpetuarse en el poder. No sólo a través de la tercera fuerza política para
sostenerse, basada en una alternativa a liberales y conservadores, sino presionando a los
principales soportes de estos mismos partidos, particularmente en Bogotá, los periódicos El
Tiempo y El Espectador. Si bien en 1955, El Tiempo había sido cerrado. La misma suerte
corrió El Espectador en 1956. En su reemplazo aparecieron Intermedio y El Independiente.
La oposición era cerrada, pero el ejercicio del poder también. A pesar de que episodios como
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 55
la tragedia ocurrida en Cali, cuando explotó una carga de 1.053 cajas de dinamita depositada
en varios camiones, causando la muerte de 1300 personas e hiriendo a 4.000 más, suscitó
solidaridad nacional y se prestó para toda clase de especulaciones, como llegar a decirse que
se trataba de un sabotaje político, lo cierto es que los días de Rojas Pinilla en el poder estaban
contados. Su propósito de quedarse en el poder hasta 1962 encontró una enconada resistencia
ciudadana y un año más tarde ya imperaba en Colombia otro orden político.
Pero mientras cuajaba la resistencia ciudadana, los cronistas judiciales encontraron
nuevos argumentos para fortalecer su género. Y, sin duda, la muestra más significativa de
este frente de periodismo fue la revista Sucesos. Cuando el gobierno de Gustavo Rojas
Pinilla clausuró el periódico El Espectador, un grupo de sus empleados y periodistas,
inicialmente encabezados por Felipe González y Paulo E. Forero, creó Sucesos. Su nombre
se derivó de la revista Sucesos Sensacionales que había circulado en Medellín años antes.
Este producto periodístico, que apareció por primera vez el 17 de mayo de 1956, tuvo un
enorme e inmediato éxito y le permitió atraer a las más connotadas plumas de la época.
Darío Bautista, José Guerra, Gabriel García Márquez, Germán Pinzón y Guillermo Dávila,
entre otros, publicaron inolvidables crónicas en Sucesos y junto a ellos, en calidad de
copropietario, el también brillante periodista y escritor Rogelio Echavarría. Los reportajes de
Sucesos marcaron época y hoy constituyen el último momento estelar de la crónica judicial en
los años 50. Después vendrían épocas críticas que agotaron el género por exceso de cadáveres.
De hecho, en 1957, inicialmente sobrevino el desenlace de la era Rojas Pinilla.
Después de una resistencia ciudadana en la que participaron los gremios económicos, los
partidos políticos, los estudiantes y, obviamente, los medios de comunicación, el presidente
Rojas declinó el poder y asumió una junta militar de gobierno que formalizó el tránsito a
la democracia. En este periodo, los partidos tradicionales, a través de dos pactos políticos,
sellaron las bases del gobierno bipartidista. Inicialmente, a través del Pacto de Benidorm
(España) habían fortalecido su alianza contra Rojas y posteriormente, a través del Pacto
de Sitges, crearon el Frente Nacional que se avaló a través de un plebiscito que autorizó
la alternancia de conservadores y liberales en el poder durante 16 años. Fue el primer
plebiscito que los colombianos votaron y, a través del mismo, la mujer obtuvo el derecho
al voto y se acordó que el bipartidismo se quedara equitativamente con ministerios,
asambleas y concejos, entre otros frentes del Estado. Un nuevo orden político que, sin
embargo, no logró superar la faceta más sombría del país: la violencia política y común.
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 56
Antes de que el primer gobierno del Frente Nacional asumiera el poder, la violencia
política se tornó más que grave. El propio Gobierno de tránsito aceptó que el problema
de los ‘pájaros’ y de los bandoleros era innegable y estaba aumentando. Los primeros se
amparan principalmente bajo las banderas del Partido Conservador y los segundos en
cualquiera de las dos facciones. Y para agravar aún más el panorama, los desmovilizados
del proceso de paz de 1953, empezaron a caer
asesinados en sospechosas circunstancias. Como
ocurrió el 6 de junio de 1957 con el líder guerrillero
de los Llanos Orientales Guadalupe Salcedo,
ultimado en un café en el centro de Bogotá cuando
departía con otros hombres. De alguna manera,
El Espectador presagió lo que se esperaba sobre
este y otros casos semejantes: “Parece que fue
La noticia en el país del exilio del poco lo que se esclareció en torno a esa tragedia,
general Rojas Pinilla luego de su
especialmente porque el funcionario instructor no
derrocamiento.
Foto: El Espectador.
tuvo los elementos indispensables para practicar
algunas pruebas. Sin embargo, existe la confianza
de que el concepto de los peritos en balística del Instituto de Medicina Legal, arroje
una luz sobre esos hechos cubiertos no propiamente por el velo del misterio”46.
Y ese siguió siendo el denominador común de los años siguientes. En 1958 entró a regir
el Frente Nacional, inicialmente en cabeza del presidente ganador en las elecciones, el dirigente
liberal Alberto Lleras Camargo. Su primera iniciativa fue intentar llegar a la paz, pero tampoco
se pudo. En el campo, la violencia política siguió
haciendo estragos y, en las ciudades, la violencia
común permaneció atrayendo lectores. Muchas cosas
cambiaron en los años 60. Nuevas formas de violencia
e intolerancia irrumpieron en el escenario nacional. La
cobertura mediática no cambió: mayor despliegue
para los hechos relacionados con la violencia de las
gentes del común y más mesura frente a la violencia
política. Proporcionalmente ninguno de los dos
La publicidad en contra de Rojas fenómenos cambió significativamente y nuevos desafíos
apareció en los periódicos del
llevaron al país a otros momentos críticos donde una
país como El Espectador.
vez más la muerte protagonizó al dejar nuevos rastros
de horror que aún no se han aclarado con suficiencia.
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
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Citas
1
Vallejo, M. (2006), A plomo herido: una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980). Planeta,
Bogotá., pp. 238
2
Arteaga, J. (1997), Grandes crímenes en la historia de Colombia. Planeta Colombia Editorial., pp 16
3
El Espectador, (1949, 14 de noviembre), Bogotá.
4
López B., O. (1949, 15 de noviembre) en: El Espectador. Bogotá., pp. 11
5
Sánchez, G (2003), Bandoleros, gamonales y campesinos. El áncora Editores, Bogotá., pp. 21
6
Claver, P (1993), La guerra verde. Treinta años de conflicto entre esmeralderos. Intermedio Editores, Santa
Fe de Bogotá., pp. 35
7
---------(1993), Efraín González: la dramática vida de un asesino asesinado. Planeta colombiana Editorial,
Santa Fe de Bogotá., pp. 187
8
--------(1993), La guerra verde. Treinta años de conflicto entre esmeralderos. Intermedio Editores, Santa Fe
de Bogotá., pp. 42
9
Sánchez, G (2003), Op cit, pp. 53
10
Vallejo, M. , Op cit, pp. 98
11
El Espectador, (1949, 10 de noviembre), Sucesos, Bogotá., pp. 3
12
El Espectador, (1950,14 de febrero), Sucesos, Bogotá., pp. 3
13
El Espectador, (1950, 15 de febrero), Sucesos, Bogotá., pp. 3
14
El Espectador, (1950, 28 de febrero), Sucesos, Bogotá., pp. 6
15
González, R. (1950, 3 de marzo), “El crimen de la camioneta roja”, en El Espectador, Bogotá., pp.9
16
El Espectador, (1950, 28 de febrero), “Falso abogado asesino a un guambiano en Cali”, Bogotá., pp.3
17
Ramírez, T. (1950, 13 de abril), “Dos horrendos crímenes en el Valle”, en El Espectador, Bogotá., p. 3
18
Vallejo, M., Op cit, pp. 229
19
El Espectador, (1950, 20 de abril), “El doctor Lleras explica la posición de la dirección liberal” Bogotá, pp. 6
20
El Espectador, (1950, 21 de abril), “El Gobernador informa sobre los hechos de sangre en Yacopí y San
Cayetano” Bogotá., pp.1
21
Ramírez, T. (1950, 9 de octubre) “Pájaro negro está sembrando temor en Roldadillo hoy”, en El
Espectador. Bogotá., pp.5
22
El Espectador, (1950, 4 de julio) “Impresionante tragedia ayer en Bucaramanga” Bogotá, pp.3
23
El Espectador, (1950, 20 de julio), “Herida por su novio de un atroz mordisco” Bogotá, pp.7
24
El Espectador, (1950, 21 de agosto), “Un policial furioso atacó en el cuartel a sus compañeros” Bogotá, pp. 6
25
Vallejo, M. (2006),Op cit, pp. 228
26
Ibidem.
27
El Espectador, (1950, 3 de noviembre) “69 crímenes y homicidios en Armenia” Bogotá, pp. 14
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 58
28
Ramirez, T. (1951, 14 de febrero), “Muerte de Cara Cortada” en El Espectador, Bogotá, pp.14
29
González, F. (1951, 30 de marzo) “El proceso y la prensa sobre el asesinato del jefe de control” Bogotá, pp. 3
30
------------ (1951, 4 de abril) “Otra vez en tinieblas la investigación” en El Espectador, Bogotá, pp. 7
31
Vallejo, M. (2006), Op cit, pp. 23132 El Espectador, (1951, 31 de julio) “El defensor de Mata dice que hubo
promesa de venta en Calderitas” Bogotá, pp.3
33
(Arango citado en Vallejo, 2006)
34
El Espectador, (1951, 5 de noviembre) “Roberto Urdaneta Arbeláez presidente desde hoy”Bogotá, pp 1.
35
El Espectador, (1951, 5 de mayo) “asesino del jefe de control”. Bogotá., pp. 9
36
Ramírez, T. (1952, 14 de enero) “Abusos contra niños en Cali” Bogotá, pp. 3
37
. (1952, 16 de enero) “Después de tomar una cerveza lo que quería era tomar sangre” Bogotá, pp.3
38
El Espectador, (1952, 29 de febrero) “El 13 se inicia el proceso de La Marca” Bogotá, pp. 3
39
El Espectador, (1952, 29 de marzo) “Incierta situación afronta el proceso” Bogotá, pp. 1
40
González, F. (1952, 10 de octubre) “A puñal y revólver murieron una mujer y un hombre” Bogotá, pp.3
41
El Espectador, (1954, 22 de noviembre) “Nuevo orden político propone López”Bogotá, pp. 1
42
El Espectador, (1954, 30 de noviembre) “Otro chofer asesinado” Bogotá, pp.3
43
El Espectador, (1952, 2 de diciembre) “1000 pesos ofrecen por la captura de Noack” Bogotá, pp. 3
44
El Espectador, (1954, 3 de diciembre) “Todo el especial de captura de Noack y la entrevista” Bogotá, pp.1
45
El Espectador, (1954, 7 de diciembre) “Noack relata su amistad con Larrota” Bogotá, pp. 3
46
El Independiente, (1957, 9 de julio) “¿Identifican al que mató a Guadalupe Salcedo?” Bogotá, pp.3
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 59
2.Los victimarios de la muerte
La década de los años 60 inició en pleno mandato del dirigente liberal Alberto Lleras Camargo
en calidad de primer presidente del Frente Nacional. Una administración cuya primera y
principal misión fue cómo obtener la paz con los distintos grupos alzados en armas y de qué
manera acabar definitivamente con la violencia urbana y rural. Por eso su primera iniciativa
fue tramitar una nueva ley de amnistía, extensiva por igual a bandoleros o guerrillas. Era el
segundo intento en la historia contemporánea de Colombia por frenar la violencia política,
luego de que el ex presidente Rojas Pinilla hiciera lo mismo en 1953. Sin embargo, desde
sus orígenes, la nueva propuesta de negociación política no cayó bien en los sectores más
radicales del país y mucho menos en el gobierno de Estados Unidos que, por esos días, ya
vivía el desafío de la revolución cubana y las guerrillas comunistas de Fidel Castro y Ernesto
“Che” Guevara. Su determinación, compartida por el gobierno colombiano, era evitar, a
cualquier modo, la irrupción de una nueva guerrilla comunista en algún país de América
Latina.
Quizás por eso la nueva amnistía para la búsqueda de la paz invocada por el
presidente Lleras Camargo, paradójicamente se daba en vigencia del Estado de Sitio, figura
institucionalizada en la Constitución de 1886 para que los gobiernos, a través de decretos
extraordinarios, hicieran frente a graves situaciones de emergencia en materia de orden
público. Una salida inusual, pero de uso frecuente que generó situaciones de abuso en el
manejo del poder porque lo que debía ser excepcional se volvió permanente. Desde 1949 no
dejó de aplicarse para encarar los dilemas del orden público y cuando cayó el telón del Frente
Nacional, así quedó consignado en un informe especializado del Comité de Solidaridad
con los Presos Políticos: “En el último cuarto de siglo, Colombia ha vivido 20 años bajo
el Estado de sitio. Este mecanismo de gobierno, a todas luces arbitrario, se ha traducido
en una política continuada de represión a todos los niveles contra el derecho elemental que
tiene el pueblo de expresarse, movilizarse y organizarse, en la defensa de sus intereses”1.
La vigencia del Estado de Sitio durante el gobierno de Alberto Lleras Camargo, en
medio de sus anunciadas intenciones de alcanzar la paz con los grupos armados ilegales, no
constituía en consecuencia una rareza en el manejo del poder. Además, el Partido Comunista
recibió al primer mandatario del Frente Nacional con una orden desafiante: “retomar la
política de las autodefensas”. Además, la situación de violencia partidista y el bandolerismo se
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 60
El presidente Lleras advirtió que iba acabar con las
‘repúblicas independientes’ y comenzó con una
gira por los departamentos más afectados por la
violencia.
Foto: archivo El Espectador.
habían incrementado notoriamente en Caldas, Quindío, Huila, Tolima y Valle, especialmente.
Un complejo contexto que requería salidas inéditas que, en parte, explican la creación del
denominado Plan Laso (Latin American Society Operation), mecanismo a través del que
Estados Unidos entró directamente a apoyar al presidente Lleras Camargo para evitar que en
América Latina cobrara fuerza otro régimen comunista como el que se abrió camino en Cuba
en 1959. Un desafío que tenía nombre propio en Colombia: las “Repúblicas Independientes”,
apelativo que le dio el senador conservador Álvaro Gómez Hurtado a aquellas regiones
donde los comunistas lideraban proyectos agrarios con la fuerza de las armas y las balas.
Estas “Repúblicas Independientes” estaban ubicadas en Marquetalia, una intrincada
zona en el sur del Tolima; la región de Riochiquito, en el norte del Cauca; la zona de El Pato,
en el norte del Huila; la región del Guayabero, en el departamento del Meta; y en la zona del
Sumapaz entre Cundinamarca, Huila, Tolima y Meta. El Plan Laso, que llegó acompañado de
los proyectos de la Alianza para el Progreso del presidente Kennedy, se encaminó precisamente
a desmantelar estos movimientos de autodefensa comunista a través de dos medios: la acción
cívica y la guerra psicológica para ganar adeptos en las regiones y fomentar redes de espionaje
y acción militar de intervención directa en las zonas campesinas afectadas por la influencia
del comunismo. El plan incluyó además un bloqueo económico y armado a esas regiones para
facilitar una estrategia militar por aire y tierra. Ante el fracaso de las negociaciones de paz entre
1958 y 1960, básicamente porque no se logró un acuerdo en torno al desarme, el Congreso
respaldó la vía armada del Plan Laso para erradicar esas ‘Repúblicas Independientes’. Lo que
sobrevino después fue el detonante de un conflicto que no cesa entre el Estado y la insurgencia.
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
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Los nuevos caminos de la violencia política
Al margen del perfil que comenzaba a tomar la confrontación entre el Estado y la insurgencia,
para 1960 los rezagos de la violencia partidista y el desafío de los bandoleros y chusmeros se
había agudizado en el campo y en algunas ciudades. Un clima de intolerancia que rápidamente
envolvió el intento de paz emprendido por el gobierno porque además de la desconfianza
alrededor de los bandidos, también la sociedad se polarizó frente a dos posturas. La de aquellos
que acusaban a los guerrilleros “comunes” de no aceptar el desarme, en parte porque tenían
apoyo político del Partido Comunista en Bogotá o de dirigentes liberales como Héctor Charry
Samper y Adán Arriaga Andrade; y la de quienes acusaban a los guerrilleros “limpios” de
estar apoyando al gobierno y al Ejército en una táctica común: financiar grupos de antiguos
guerrilleros para combatir a las organizaciones campesinas. División entre “comunes” y
“limpios” al interior de quienes debían acogerse a las propuestas de paz, que sumados a los
crímenes comunes, derivaron en una sumatoria de asesinatos, amenazas, conflictos de tierras
y desplazamientos provocados por los nuevos victimarios de la violencia colombiana. Un
cúmulo de atropellos que el periodismo colombiano sólo cubrió de forma tangencial, pues
siguió primordialmente ocupado en la cobertura de la violencia ordinaria.
De vez en cuando un dilema distinto, como el despliegue dado a la primera decisión
judicial para saldar dilemas de la violencia política, a través de la resolución de un conflicto de
propietarios despojados de sus haciendas.
Sorpresivamente, un juez de Quindío
embargó tres propiedades adquiridas a
ínfimo precio durante la violencia de
los años 50 y el tema se convirtió en un
debate público. El funcionario, dentro
de sus competencias, había ordenado la
devolución de tierras a varios campesinos
que las perdieron ilegalmente entre los años
1946 y 1957. Sin embargo, y en contraste,
un largo listado de propiedades en similares
La prensa fue testigo del acuerdo político
que trato de aliviar las diferencias ideoló- condiciones no regresaron a manos de
gicas y la violencia.Foto: El Espectador.
sus dueños y poco a poco las autoridades
judiciales empezaron a ratificar los nuevos
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 62
títulos. Eran los ecos de un país que trataba de generar un nuevo ambiente con el espíritu
conciliador del Frente Nacional, pero que tampoco renunciaba al perfil excluyente del nuevo
sistema, con permanente Estado de Sitio, desconocimiento de otras manifestaciones políticas,
incontables crímenes en la impunidad y centenares de problemas sin solución, especialmente
derivados de reclamos de los campesinos por agresiones oficiales.
Un ambiente caldeado que ya enfrentaba en las ciudades el auge de organizaciones
universitarias con ideologías revolucionarias, como el Movimiento Obrero Estudiantil
y Campesino MOEC o veía crecer el apoyo social a las guerrillas comunistas rurales que
cobraban forma en los territorios de su influencia. Por eso no le fue difícil al Congreso
aprobar el sugerido Plan Laso impulsado por Estados Unidos, debate que se dio en momentos en
que el país vivía la pugna electoral para el segundo cuatrienio del Frente Nacional y primero
del Partido Conservador. Elecciones que ganó el dirigente payanés Guillermo León Valencia,
cuyo primer anuncio, expresado el mismo día de su posesión en agosto de 1962, fue directo
y concluyente: “No habrá más repúblicas independientes en Colombia”. De paso, el nuevo
mandatario anunció mano dura para acabar por igual con bandoleros, pájaros, delincuencia
común y guerrillas. En respuesta, el MOEC argumentó así la razón de su lucha: “durante el
Frente Nacional, la vida se ha encarecido en más de un 300%, la violencia ha aumentado y
arroja una cifra de más de 12.000 campesinos y obreros asesinados, los salarios no compensan
el encarecimiento de la vida, el hambre y el desempleo aumentan y se constituyen en amenaza
permanente para el pueblo.”2
Colombia empezaba a afrontar una nueva violencia, ya no partidista o motivada por
acciones de despojo, sino alentada por ideologías extranjeras. Por eso las Fuerzas Militares,
en acatamiento de directrices gubernamentales, emprendió una etapa de revisión de sus
métodos y tácticas a fin de enfrentar a un enemigo más calificado política y militarmente.
Con el impulso del ministro de defensa general Alberto Ruiz Novoa y de varios oficiales que
habían hecho parte del Batallón Colombia que participó en la Guerra de Corea en los años
50, las Fuerzas Militares empezaron a prepararse en terrenos abruptos, ya no para la guerra
convencional contra grupos de forajidos sino para la guerra de guerrillas. Una reforma militar
que no demoró en provocar denuncias de la población civil por excesos de la fuerza pública en
la aplicación de la ley. Según el Comité de Presos Políticos, en esta época la violencia oficial se
tecnificó porque las víctimas empezaron a ser seleccionadas. “Ahora se trataba de ir diezmando
a los dirigentes populares, los partidos de oposición y las zonas agrarias organizadas”.
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
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Las guerras particulares sin cronistas
Un panorama aún más complejo visto desde la óptica particular de los colosos de la guerra.
De los capitanes y generales inventados por tenebrosos bandidos que en cada región azotaban
a sus comunidades con impunidad absoluta. Algunos itinerantes como William Aranguren,
alias “Desquite” y Jacinto Cruz Usma, alias “Sangrenegra” en el Tolima; Teófilo Rojas,
alias “Chispas” en el Quindío o Efraín
González en la zona esmeraldífera; otros
asentados en regiones como el terrateniente
del Sumapaz Antonio Vargas, y otros
inventados en guerrillas comunistas como
Manuel Marulanda Vélez, alias “Tirofijo”.
Muchos enfrentados entre ellos mismos,
los bandoleros que continuaban con sus
asesinatos en el Valle, en Caldas o en
Cundinamarca y que constituían el primer
blanco de las Fuerzas Militares en su
Una de las noticias en las que se conopolítica de confrontación a la violencia.
cían las acciones de los bandoleros por
La serie interminable de asaltos de buses
las regiones. Foto: El Espectador.
o fincas perpetrados por cuadrillas de
asesinos que apenas hasta el 6 de enero de 1960 conocieron la primera sentencia en su contra:
20 años de prisión para Hernando Salazar y Fidel Gómez Quintero por la matanza de 14
personas en Salento (Quindío). Una de incontables masacres perpetradas en una nueva época
de violencia de ejércitos privados.
El bandolerismo, insuficientemente registrado en los periódicos bogotanos que
seguían ocupados en la violencia citadina, pero que, en palabras del historiador Gonzalo
Sánchez, constituyó “una protesta rural de perfil arcaico con el propósito de restaurar el orden
quebrantado”. Una extrema y desatinada cruzada encarnada por bandidos que fueron para si
mismos “enderezadores de entuertos y caballeros andantes del delito”, bárbaros protegidos
en algunas regiones por ricos o gamonales, que fueron desplegando un prontuario asombroso
apenas aclarado con el curso del tiempo. Entre tanto, fieles a la tradición de la crónica roja,
aunque sus más eximios exponentes ya comenzaban a retirarse o tomaban nuevos rumbos
periodísticos, los reporteros judiciales de los años 60 optaron más bien por la cobertura de
los asesinatos comunes o el seguimiento de las bandas de asaltantes. Casos como la tragedia
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 64
ocurrida el 7 de febrero de 1960 en el barrio Restrepo en
Bogotá, cuando Víctor Contreras, fabricante de ganchos, mató
a su esposa con una cuchillada en la espalda que le atravesó
el pulmón derecho, eran más recurrentes que la cobertura del
bandolerismo rural, que sólo vino a aclararse gracias al aporte
de cronistas e historiadores como el propio Gonzalo Sánchez,
Alfredo Molano, Pedro Claver Téllez o Carlos Miguel Ortiz, que
hoy permiten aclarar las sagas criminales de esos bandoleros y
cómo sucumbieron finalmente en la ofensiva de un gobierno que
desde el primer día dejó claro que iba a “imponer el orden cueste
lo que cueste”.
Gracias a esos trabajos hoy puede establecerse, por ejemplo,
cómo en Boyacá y Santander se impuso un bandolero llamado
Efraín González, especie de vengador que vio morir a su padre
en una redada del Ejército y se hizo delincuente en busca
de retaliación. Su zona de acción inicial fue Chiquinquirá
(Boyacá) y como defensor del conservatismo fue apoyado por
políticos, labriegos e incluso sacerdotes, porque González era
creyente, asistía a la Iglesia y veneraba a tal punto a la virgen de
Chiquinquirá que dejaba bolsas de esmeraldas a los curas para
apoyar el templo. Su lanzamiento como delincuente político en
la región tuvo lugar en la batalla de Las Avispas en septiembre
de 1960, conformando un grupo asesino que, entre otros, sumó
a sus huestes a David Ardila alias ‘Perrotoco’, Humberto
Ariza alias ‘El ganso’ o Salvador González alias ‘El largo’. Se
El primer hombre de la decía que prestaba servicios criminales a terratenientes de la
segunda fila en el lado
región esmeraldífera y que su primer objetivo fue combatir a
izquierdo de la imagen es Efraín González Carlos Bernal, bandolero liberal que acechaba a Chiquinquirá.
acompañado de sus
De hecho, desde abril de 1948, cuando este municipio se vio
seguidores.
separado por una especie de Línea Maginot de apoyo conservador
Foto: Bandoleros, gamonales y campesinos.
o liberal, el entonces oficial del Ejército Gustavo Rojas Pinilla
Gonzalo Sánchez
tuvo comunicación constante con González. El bandido también
confiaba en el militar, pues él mismo había sido uniformado en calidad de suboficial.
La tragedia del barrio
Restrepo conmocionó a
Bogotá en el año 1960.
Foto: El Espectador.
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
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Efraín González auxilió también al senador Luis Torres Quintero, pero le retiró la ayuda
después de que el congresista no pudo tramitar una amnistía para sus múltiples crímenes.
Entonces en Muzo, Coscuez o Peñas Blancas, municipios del occidente de Boyacá donde
abundaban las esmeraldas, se convirtió en uno de los jefes de los clanes ilegales que se
crearon para el cuidado de las minas, y de ser un bandolero vengador pasó a protector de la
gente o bandolero social con convicciones políticas. La gente que lo financiaba veía en él a
una especie de hombre guardián injustamente perseguido por las autoridades. Ágil, esbelto,
delgado, de cara alargada y nariz aguileña, siempre en mangas de camisa y pistola al cinto,
González nunca se sintió asesino y prefería autodefinirse como “la mala conciencia del
Partido Conservador”. Y agregaba: “Yo he cometido bellaquerías en su nombre matando y
corriendo liberales y gente de izquierda. Pero ¿qué recibí a cambio?: Traición”. Durante siete
años de impunidad, en 23 procesos penales en Caldas, Quindío Boyacá y Santander, Efraín
González comenzó a ser buscado ansiosamente por el asesinato de 118 personas.
En distintas regiones de la zona andina colombiana se afianzaron cuadrillas semejantes
que adoptaban el nombre de sus jefes. El comando del teniente Roosevelt, la fuerza rebelde
de Pedro Brincos, el ejército de ‘Desquite’, ‘Sangrenegra’ o Chispas, bandoleros con
características similares en materia de edad, comportamiento criminal y sesgo político. Entre
18 y 25 años de edad, niñez dura y agredida, de carácter fuerte y violento, mataban por
poder y también realizaban ataques cruentos sin dirección precisa o boleteaban por igual
a comerciantes, repartidores de carne o distribuidores de ganado. En vastas zonas rurales
del Tolima, Huila, Quindío, Caldas, Valle y Boyacá principalmente, si bien en los años 50
se habían sumado a la violenta contienda partidaria, en los años 60 empezaron a secuestrar
hacendados o a matar para ampliar su influencia territorial. Así los describe el periodista
judicial Luis de Castro, por muchos años Editor Judicial del periódico El Espectador: “En
los años 60 ya tenían cierta posición política y la exaltaban como parte de su credo personal,
pero básicamente eran crueles criminales. Acciones como quitar los testículos a sus víctimas
para ponérselos en la boca o degollarlas para sacar la lengua por el cuello, comprueban su
conducta macabra. Atacaban los buses o las fincas y no dejaban testigos de sus asaltos. Su
sevicia sin límites caracterizó una época, pero sus andanzas fueron apenas materia de registro
periodístico, sobre todo gracias a los reportes de los corresponsales en las regiones que estos
bandidos azotaron”3.
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 66
Cada bandolero tenía su peculiaridad. El Capitán Venganza, por ejemplo, nunca
estuvo supeditado al dinero recaudado por sus delitos. Su financiamiento consistía en exigir
cuotas a los dueños de haciendas para su protección, según la posición económica de sus
clientes. En cambio Jacinto Cruz Usma, alias “Sangrenegra” acumuló un espantoso historial
que las Fuerzas Armadas registraban frecuentemente en sus
ingentes esfuerzos por capturarlo. “El caso de Sangrenegra
sobrepasa los límites de la criminalidad en Colombia. Sus
atrocidades dejan el sello de su cobardía en el rostro de
los indefensos campesinos masacrados”. Y de nuevo se
recordaba, entre sus múltiples asaltos en las carreteras del
Tolima, el ataque perpetrado el 2 de abril de 1962 contra dos
camiones militares que transitaban por el sitio Taburete del
corregimiento de Santa Teresa, municipio de Líbano, donde
murieron un suboficial, 11 soldados y dos conductores. En
términos generales, al llegar a los años 60, los bandoleros
sociales pasaron a comportarse como bandoleros políticos,
El hombre señalado con
caracterizando una época en que, al decir del periodista
una flecha es alias ‘el mosjudicial Luis de Castro, “hasta en Bogotá era sospechoso
co’, bandido que sembraba
la muerte en Sevilla Valle. ponerse una corbata roja y no faltaba quien la cortaba con
Foto: El Espectador.
cuchillo bajo amenazas de muerte”.
En algunos casos, los bandidos generaron admiración entre las clases dominantes que
los tenían por justicieros aliados. Este tipo de bandolero tomó la denominación de “pájaro”
y obraba como un asesino a sueldo al servicio de políticos y terratenientes y habitualmente
enfrentado a los movimientos campesinos o a opositores políticos de sus patrocinadores.
El más conocido de todos fue León María Lozano, apodado “El Cóndor”, un vendedor de
quesos del municipio de Tulúa (Valle), que después de los sucesos del 9 de abril de 1948,
a nombre del Partido Conservador y también cercano al oficial Rojas Pinilla, conformó un
grupo de asesinos que segó la vida de muchos dirigentes liberales en el occidente del país.
Los “Pájaros” tuvieron redes de colaboradores y grupos de enlace entre los miembros de
la fuerza pública, pues sus crímenes eran selectivos y tenían como propósito afianzar el
poder político. En los años 50 habían sido determinantes para que muchos terratenientes o dirigentes
políticos ampliaran sus dominios territoriales y regionales, pero para los años 60 comenzaron
a adoptar una peligrosa autonomía que el Estado salió a enfrentar, con la misma energía con
que se dispuso a combatir a los bandoleros y a las incipientes organizaciones de carácter
revolucionario.
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 67
El fin de los bandidos
Con el propósito de cumplir con los objetivos trazados por el gobierno Valencia en materia
de orden público, el Ejército constituyó un destacamento especial que denominó el Batallón
Colombia y puso al frente de dicha unidad a un destacado oficial llamado José Joaquín
Matallana. Bajo su mando, las Fuerzas Militares, desde finales de 1962, emprendieron una
ofensiva sin antecedentes contra los bandoleros. Al mismo tiempo, la confrontación entre la
Fuerza Pública y las organizaciones de corte revolucionario siguió creciendo y el gobierno
se vio forzado a designar varios alcaldes
militares, a fin de neutralizar el creciente
sindicalismo que también se extendía
por el territorio nacional. El ambiente
estaba matizado por la persecución a los
bandidos, la confrontación a las huelgas
y la acción de las Fuerzas Militares para
evitar que los dirigentes agrarios lograran
más influencia entre las masas campesinas
que sufrían todas las violencias a la
A la izquierda el pájaro León María Lozano vez, sin que tuvieran claro cuál era la
alias ‘El cóndor’ junto con el general Gusta- directriz correcta. En medio del caos y
vo Rojas Pinilla en un acto público.
de común acuerdo con las autoridades
Foto: El Espectador.
civiles, los directores de los principales
periódicos empezaron a promover normas de autorregulación para dejar de publicar noticias
sobre la violencia, sobre la perspectiva de no convertir en caja de resonancia las acciones de
los violentos.
Esta última situación explica en parte porque no hubo mayor cobertura de los periódicos
a la doble confrontación que vivía el país. Los periodistas siguieron más interesados en la
violencia común de las ciudades, mientras en las zonas rurales bandoleros e incipientes
guerrilleros confrontaban con las Fuerzas Militares. De hecho, desde antes de la posesión
de Guillermo León Valencia, cada golpe al bandolerismo se convertía en una hazaña de la
Fuerza Pública. Así, por ejemplo, el 3 de abril de 1960 en Armenia, la Policía había dado de
baja al bandolero identificado como Carlos Marín Vera y conocido con el alias de “La Seca”.
Un sujeto que tenía un impresionante prontuario delictivo en el Quindío. Durante 30 minutos,
el bandolero trató de defenderse para no ser capturado, pues pesaba en su contra una condena
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 68
a 17 años de prisión, pero finalmente fue abatido. Por muchos
meses este positivo de la fuerza pública se convirtió en ejemplo
de lo que debía hacerse con los violentos. Además, se impusieron
las recompensas como estrategia para enfrentarlos y, en desarrollo
de campañas para concienciar a la población, desde helicópteros
militares se inició una masiva distribución de volantes, sobre
todo en las zonas más afectadas. Con recompensas que oscilaban
entre $3.000 y $10.000, los bandoleros más buscados por las
autoridades empezaron a ser objeto de persecución y acoso.
En esta misma ofensiva, según lo relata Gonzalo Sánchez en su
obra Bandoleros, gamonales y campesinos, el 20 de mayo de
Una de las pocas in1961 cayó abatido Gustavo Espitia Valderrama, más conocido
formaciones sobre los
bandidos caídos en la
como “El Mosco”, un sujeto natural de La Tebaida (Quindío)
operación del Gobierno.
que desde finales de los años 50 había constituido una temible
Foto: El Espectador.
banda de asaltantes alrededor del municipio de Sevilla (Valle),
que sembraba la muerte en compañía de otros asesinos que asimismo se apodaban “Gasolina”,
“Pastuso”, “Mala sombra”, “Paticortico”, “El Moche” o “El Señalador”. Espitia Valderrama
alcanzó a ser detenido por las autoridades en Armenia y recluido en la cárcel de Villanueva
en Cali, pero se evadió de la prisión en la madrugada del 14 de enero de 1960 para reagrupar
su banda, sumándole a otros bandoleros tristemente célebres: Conrado Salazar García, más
conocido como “Zarpazo” y Juan Bautista Tabares, alias “Tista”. La banda se dio a la tarea
de extorsionar fincas cafeteras del Quindío para organizar la cuadrilla con jefes de vereda y
estafetas que colaboraban portando brazaletes con el tricolor nacional. Ante el permanente
reclamo de los terratenientes y de los políticos locales, El Tiempo y El Espectador en Bogotá,
El País en Cali y los periódicos regionales de Armenia y Cartago empezaron a denunciar sus
acciones. Finalmente, a través de agentes secretos, la Fuerza Pública infiltró su cuadrilla y El
Mosco cayó acribillado en el sitio Vellocino, de la vereda Riberalta, municipio de Obando,
en el norte del Valle del Cauca.
Pero definitivamente el ocaso de los bandoleros se concretó después de 1962, en
medio del gobierno de mano dura que regentó Guillermo León Valencia. Con tanta euforia
oficial que, a través de los periódicos en Bogotá, el gobierno informaba a la opinión pública
que la violencia se estaba acabando. En una de sus primeras ediciones de abril de 1963,
El Espectador, por ejemplo, publicó estas declaraciones del primer mandatario: “Puedo
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 69
decir y siento gran satisfacción de hacerlo, que la violencia política se acabó. Subsiste, es
cierto, el bandolerismo, pero el Gobierno está haciendo todo lo posible para solucionar el
problema. En enero, marzo y abril hemos tenido casi completa calma. En resumen, creo
que la violencia política ha sido superada. Es necesario sin embargo, recordar que muchas
veces se ha hecho esta afirmación y que luego han resultado nuevos brotes de violencia, pero
ahora la tranquilidad es grande y parece que se trata de una situación perdurable. Pienso que
ya hemos salido de esa negra pesadilla que fue la violencia”. Pero en la práctica, esa ‘negra
pesadilla’, como la denominaba el presidente Valencia, se transformó en otras formas de
muerte y violencia.
Los positivos del gobierno
A las cinco y treinta de la tarde del 22 de enero de 1963, un destacamento del Batallón
Cisneros logró abatir a uno de los más reconocidos bandoleros de los años 50 y 60: Teófilo
Rojas Varón, conocido como “Chispas”. Natural del municipio de Rovira (Tolima), Rojas
Varón era hijo de un pequeño propietario y profesaba apoyo al partido liberal. Sus padres
fueron asesinados en presencia suya y, como él mismo lo reconoció años después, no encontró
otro camino que huir hacia el monte para unirse a los bandoleros y atacar al enemigo, que en
su criterio lo componían “los godos, los policías, el Ejército
y los que llamaba chulos, godos, malparidos que había que
acabar”4. De esta manera, Rojas Varón se constituyó en
un temible bandolero que alcanzó a desmovilizarse en los
procesos de paz de Rojas Pinilla en 1953 y Lleras Camargo
en 1958. Sin embargo, tras el fracaso de estas tentativas de
paz, “Chispas” volvió a sus andanzas y revivieron en su
contra los procesos que le atribuían el asesinato directo de
75 personas. Con una curiosidad, “Chispas” acostumbraba
enviar mensajes al periódico Tribuna de Ibagué cuando le
atribuía asesinatos que no había cometido.
Teófilo Rojas apodado
‘Chispas’ a la espera de un
combate.
Foto: Bandoleros, gamonales y campesinos. Gonzalo
Sánchez
Según la prensa de la época y reportes de la justicia,
acaudalados propietarios y políticos de Calarcá (Quindío)
lo protegían y el personaje, a sangre y fuego, junto con sus
lugartenientes, sembraba la muerte en Quindío y Tolima.
Los victimarios en Colombia
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Era un personaje que se sentía popular, al punto que le escribía a los periódicos, a las reinas
de belleza o a los dirigentes gremiales. Él mismo advertía que su lucha en lo sucesivo sería
de “pobres contra millonarios, oprimidos contra opresores, lucha social en la cual quedan
excluidos todos aquellos infames atropellos que viene realizando la oligarquía con las Fuerzas
Armadas a su servicio y que la gran prensa estimula con sus publicaciones”5. Este tipo de
provocaciones hizo que el Gobierno, a través de la cuarta brigada del Ejército, estableciera
una ofensiva sin par contra “Chispas” y su cuadrilla, hasta que producto de las delaciones el
bandolero fue detectado en los alrededores del caserío de Albania, cercano a Calarcá. Cuatro
patrullas con fusiles, ametralladoras, pistolas, carabinas y granadas, como si se estuvieran
preparando para una gran batalla, persiguieron a “Chispas” hasta la finca El Porvenir, donde
lo localizaron apenas acompañado por un guardaespaldas y una mujer. Sin respuesta por parte
del bandolero, ahí mismo fue abatido. En sus bolsillos se encontraron dos retratos: el de Efraín
González, que simbolizaba su odio y el de Che Guevara que representaba sus nuevos ideales.
El siguiente paso del Ejército se concretó el 15 de septiembre de 1963, cuando cayó
abatido por tropas del batallón Colombia, uno de los más buscados bandoleros de la época,
apodado “Pedro Brincos”. Nacido en el municipio de Líbano (Tolima), al cumplir su mayoría
de edad pagó servicio militar en el batallón Ayacucho de
Manizales y después se fue a vivir al municipio de El Cairo
(Valle), donde adoptó la postura de bandolero liberal, que
justificaba por el asesinato de sus padres y el despojo de sus
bienes. Pedro Brincos formó inicialmente una cuadrilla de
asaltantes con el sujeto Agustín Bonilla, a quien apodaban
“El Diablo”. Durante varios años asesinaron a decenas de
dirigentes conservadores, así como a miembros de la fuerza
pública. En marzo de 1958 fue capturado por el Servicio de
Inteligencia Colombiano (SIC), pero un año después un juez lo
dejó en libertad por falta de pruebas. El caso fue ampliamente
denunciado por los periódicos El Colombiano de Medellín
y La Patria de Manizales, razón por la cual fue nuevamente
detenido y recluido en la penitenciaria de Ibagué. Al mes y
El bandolero ‘Pedro Brinmedio estaba libre y paradójicamente volvió a su tierra natal
cos’ asesino conservadocon la idea de convertir su cuadrilla de bandoleros en parte
res del Tolima.
Foto: Bandoleros, gamonadel Movimiento Obrero Estudiantil y Campesino (MOEC),
les y campesinos. Gonzalo
estableciendo además relaciones con el Partido Comunista.
Sánchez
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 71
A partir de 1960 Pedro Brincos y su banda de asesinos causó incontables muertos
en las áreas rurales de los municipios de Líbano, Anzoátegui y Santa Isabel, en el norte del
Tolima. Paradójicamente, en esta nueva etapa de su incursionar delictivo, comenzó a firmar
los comunicados con su verdadero nombre: Roberto González Prieto y organizó una bien
orquestada oficina de cobro de extorsiones, argumentando que su nueva postura era la de
convertirse en miliciano, al estilo de los guerrilleros que en Cuba se habían tomado el poder.
Esa situación lo llevó a moverse estratégicamente por todo el país, fundando incluso en la
zona de Urabá el llamado Ejército Revolucionario de Colombia (ERC) que no duró mucho
tiempo. Según el historiador Gonzalo Sánchez, “Pedro Brincos” alcanzó a viajar a Cuba y fue
recibido por el propio Fidel Castro, quien lo trató como un héroe revolucionario”6. Por estas
razones era un blanco fundamental de las Fuerzas Militares que detectaron como empezó a
entablar relaciones con diversos grupos revolucionarios para constituir una guerrilla nacional.
Finalmente, masivamente acusado por la prensa de Manizales e Ibagué de ser el inspirador
comunista de toda la violencia, fue abatido por el batallón Colombia en el sitio La Isla,
jurisdicción de Lérida (Tolima). A su lado murió Ricardo Otero, estudiante de economía
de la universidad Jorge Tadeo Lozano y dirigente del MOEC. Ese mismo día cayó abatido
Federico Arango Fonnegra, otro incipiente revolucionario que intentaba crear una guerrilla
en el territorio Vásquez, en Santander.
Como puede apreciarse, los bandoleros de los años 50 con motivaciones básicamente
partidistas, en los años 60, después de los sucesos de la revolución cubana en 1959,
comenzaron a evolucionar hacia un bandolerismo social de incipiente formación política.
Esta amenaza fue definitiva para que el gobierno, con el apoyo de Estados Unidos, tomara
acciones concretas para impedir la formación de un ejército guerrillero de corte nacional. Por
eso la línea de positivos continuó y el siguiente en la lista fue el tenebroso Jacinto Cruz Usma
apodado “Sangrenegra”, abatido por las autoridades en enero de 1964. Este individuo era
natural de Santa Isabel (Tolima), pero desde muy joven se ubicó en El Cairo (Valle), donde
asesinó al hijo de un dirigente conservador, razón por la cual tuvo que regresar a Santa Isabel,
donde decidió volverse liberal y constituyó una terrible cuadrilla. Su apodo da cuenta de su
crueldad. Se rodeó de una serie de individuos, todos con alias de animales como “Pájaro
verde”, “Gavilán”, “Golondrina” o “Águila negra” y supuestamente, a nombre de la “Unión
Roja”, desafiaba a la Fuerza Pública enviando comunicados de este estilo: “Los saluda su
amigo Sangrenegra, quien los solicita en la cuchilla de Requintaderos para un ensayo.
LLebense unos ciento cincuenta compañeros a ver si charlamos. Espero probar su balor aber
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 72
que tan guapos son. Adiós chulos pájaros, se despide
su serbidor y amigo, Sangrenegra”7.
Con este tipo de acciones, Sangrenegra se
convirtió en un blanco fundamental para la Fuerza
Pública. De tal modo que se constituyó un enorme
destacamento para ubicarlo y abatirlo, previo
anuncio de recompensas para quienes colaboraran.
Según el escritor Pedro Claver Téllez, Sangrenegra
fue localizado por el ejército en la zona de El Líbano
(Tolima), pero logró burlar el cerco militar huyendo
hacia El Cairo. En su retirada, iba dejando pistas
porque trataba de asociarse con las cuadrillas que se
movían en el Quindío. De esta manera y haciendo
pasar por agente del SIC llegó hasta El Cairo, pero
el alcalde se enteró de su presencia y coordinado con
Imagen de ‘Desquite’ listo para
combatir en el Libano, Tolima
el alcalde del vecino municipio de Versalles, dieron
Foto: Bandoleros, gamonales y
aviso a la Fuerza Pública. A principios de febrero,
campesinos. Gonzalo Sánchez
el Ejército entró en combates con la cuadrilla de
Sangrenegra, pero no se volvió a saber nada del personaje. Semanas después apareció su
cadáver y en su poder un croquis de la región y varios documentos con su firma y el sello
de su nueva postura como hombre de la violencia: Fuerzas Rebeldes del Norte de Tolima y
Comando Guerrillero del Quindío. El periódico La Patria de Manizales confirmó la noticia
hasta el 26 de abril de 1964 y escribió que había caído el “Atila criollo, el bandolero más
cruel en la historia del país”. Fue tal el alborozo que el batallón Colombia tuvo que organizar
una peculiar operación de pueblo en pueblo, llevando el cadáver de Sangrenegra, para que los
campesinos comprobaran que si había muerto, pues muchos lo creían inmortal.
Por la misma época cayó otro coloso de la violencia: William Aranguren, más
conocido como Desquite. Nacido en Rovira (Tolima), siendo muy joven ingresó a la Policía
Militar en Bogotá, pero fue dado de baja por mal comportamiento. Entonces salió a ejercer
venganza y lo primero que hizo fue asesinar al pagador de la Compañía Colombiana de
Tabaco en el municipio del Guamo (Tolima). Fue capturado y encarcelado en la Picota, pero
al año se fugó y hacia 1960 anunció la creación de su propia cuadrilla en Líbano. En calidad
de jefe de su propia banda, mantuvo siempre estrechos contactos con Sangrenegra, Pedro
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 73
Brincos y el MOEC. Organizó un grupo armado
tan peculiar que incluyó mujeres, en sus acciones
de guerra, entre ellas Rosalía Velásquez, apodada
“La aviadora”, quien fusil en mano también
combatía al lado de Desquite. Por sus condiciones
de liderazgo y discurso social, este personaje se
convirtió en una obsesión del coronel José Joaquín
Matallana, sobre todo después de que en una toma
al poblado de El Hatillo, el propio Desquite arengó
a la población invitando a seguirlo por una causa:
derrocar al Ejército y abrirse paso a un nuevo poder
político.
Desquite se hizo tristemente legendario,
las carreteras hacia Manizales e Ibagué vivían
asediadas por sus hombres. Un solo hecho
demuestra su capacidad de violencia. Ocurrió en
el sitio La Italia, al oriente de Caldas, donde sin
mediar palabra dio muerte a 40 personas, entre ellas
25 trabajadores de obras públicas. Por el simple
hecho de ser conservadores, mataba a garrote y
Imagen del tristemente célebre
decapitaba. En una ocasión, en uno de los buses ‘Desquite’ capturada por el perióasaltados, viajaba el director del Conservatorio de dico bogotano el 18 de marzo de
1964
Música de Caldas, el maestro Ramón Cardona. Foto: El Espectasdor
Cuando Desquite indagó quien era y éste le explicó
su cargo, ordenó asesinarlo porque Conservatorio
se le parecía a conservador. Los periódicos de la época le dieron atmplio despliegue al tema
Desquite y, paso a paso, referían cómo iban los operativos para capturarlo. Hasta que fue
ubicado por el cerro Lumbí, jurisdicción del municipio de Venadillo (Tolima). En sucesivas
crónicas, el periódico El Tiempo relató la forma como avanzó la infantería hasta ubicarlo con
precisión. El 17 de marzo de 1964, en la finca El Perú, vereda Rosacruz, corregimiento de
Junín, municipio de Venadillo, cayó por fin baleado por el Ejército. Según Darío Fajardo, en
su obra Violencia y Desarrollo, en los días posteriores a la muerte de Desquite, con amplio
despliegue en el periódico La Patria de Manizales y El Cronista de Ibagué, se organizaron
múltiples expediciones para buscar en distintas parajes de la cordillera central el impresionante
botín del bandolero.
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 74
La violencia en las ciudades
Como en los años 50, aunque la violencia rural, cada día con mayores connotaciones políticas,
era creciente, la principal ocupación de los periodistas en Bogotá y otras capitales era la
violencia común. De alguna manera, la influencia de la crónica roja seguía teniendo seguidores y
muchísimos lectores. Por eso cada que aparecía un asesinato, un suicidio, un asalto bancario o un
robo de cierta magnitud, el despliegue de la prensa era amplio. Por eso, mientras se registraban
los positivos de la fuerza pública contra el llamado bandolerismo, el periodismo sacaba tiempo
para ampliar su despliegue frente a episodios de violencia urbana de cierta espectacularidad. Uno
de esos hechos fue conocido como “el caso del apartamento 301”. Ocurrió el miércoles 24
de julio de 1963, pero vino a saberse dos días después de manera increíble: una banda de
apartamenteros ingresó al 301 de la carrera 13 N° 85-98 del barrio Antiguo Country, en
Bogotá, y encontró una mujer muerta, tendida en una cama, perfectamente maquillada y
peinada y con un disparo en el corazón. La novedad de la denuncia animó a los periódicos,
que emprendieron la cobertura de uno de los más extraordinarios sucesos de la época.
La occisa resultó ser Miriam Guerrero Villamizar, esposa de un conocido
comerciante de joyas, de quien se había separado recientemente. Las primeras pesquisas,
minuciosamente seguidas por los periodistas, indicaron que dos días antes de su asesinato,
Miriam Guerrero fue anfitriona de una fiesta en su apartamento y uno de los invitados fue
el técnico de televisión Omar Laverde. Según el testimonio de una empleada doméstica, al
final de la fiesta Miriam Guerrero se quedó a solas con el técnico Omar Laverde. Por esas las
sospechas recayeron sobre él. Después se abrió el nuevo capítulo cuando se supo que otro
de los amigos de la hermosa mujer era un millonario venezolano de apellido Velasco, quien
no le cobraba el arriendo. También fue sospechoso, pero no sindicado. Más adelante se dijo
que había sido un suicidio porque supuestamente Miriam Guerrero estaba implicada en el
negocio del contrabando, razón por la cual empezaron a ser investigados varios pilotos y ex
pilotos, azafatas y otros funcionarios de compañías comerciales aéreas.
Casi diariamente los periódicos agregaban un nuevo detalle a la historia y el tema
se volvió aún más novedoso cuando se supo que, entre los hallazgos en el apartamento,
se encontró un frasco con cocaína y un sobre con marihuana. Entonces se dijo que cuando
la mujer había recibido el disparo estaba bajo el efecto del alcohol y los estupefacientes.
Este sorprendente descubrimiento agregó otro capítulo a la historia, sobre la especulación
de que Miriam Guerrero pudiera estar vinculada al tráfico de estas sustancias. Sin embargo,
con el correr del tiempo y ante los nulos avances de la investigación, los periódicos fueron
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 75
perdiendo el interés, más aún cuando hacia febrero de 1964 la justicia aceptó la tesis de que
podía tratarse de un suicidio. Aunque meses después el caso se reabrió y esporádicamente
fue noticia hasta 1966, nunca se aclaró el misterio del apartamento 301. Hoy constituye un
ejemplo del interés que le daban los periódicos al tema de la violencia urbana, incluso por
encima de la violencia rural que ya tomaba dimensiones de guerra de guerrillas.
Otro ejemplo notorio de la violencia urbana y el predominio periodístico de su
cobertura sobre la violencia rural y política, lo constituye el interés de los periodistas de los
años 60 por casos peculiares del pasado, como los relacionados con el asesino Nepomuceno
Matallana, conocido como “el doctor Mata”. Así lo rememora Luis de Castro, quien ejerció
el periodismo judicial en esos días: “Yo conseguí la única entrevista que concedió el doctor
Mata antes de morir en la cárcel. Y recuerdo que me dijo que las sesiones del juicio se habían
vuelto muy aburridas e inoficiosas. Y además me reclamó diciendo que en Colombia no se
respetaba la ley de prensa y se permitía que los periódicos destacaran los defectos de las
personas o sus cuestiones íntimas. Recuerdo que me insistió que en Colombia a nadie lo habían
condenado por difamación y que los periodistas tergiversaban todo lo que se decía, cuando
su oficio debía ser como los taquígrafos, es decir, reproducir fielmente lo que escuchaban”8.
Para los periodistas de la época, los encuentros con los criminales eran fortuitos y por eso
resultaba “emocionante para un reportero hablar con ellos, más si estaban presos. La verdad
es que los periodistas judiciales de los años 50 y 60 nos ocupamos más por ayudar a aclarar
crímenes como el de Teresita la Descuartizada, que meternos en las honduras de la violencia
política. Yo fui amigo de muchos defensores que además eran brillantes oradores. Cada caso
se convertía en una verdadera comidilla social e incluso entretenimiento colectivo” 9.
Persiste la ofensiva contra la violencia política
Al margen del interés periodístico por la violencia urbana, y a pesar de los avances en la
confrontación a los llamados bandoleros, en el campo la situación seguía siendo crítica y todos
los días se conocía algún episodio de violencia protagonizado por los bandidos, orquestado
por las organizaciones revolucionarias en formación o realizado por la Fuerza Pública. Los
periódicos le daban relativa importancia a los dos primeros y poco se divulgaban los excesos
de las Fuerzas Armadas. No obstante, en organismos especializados, sobre este último aspecto
crecían las denuncias. Por ejemplo, se decía que un sujeto apodado “Melco” dirigía una terrible
banda asociada al Ejército que asolaba las regiones rurales del sur del Quindío. De igual
manera, desde las zonas del Sumapaz y Guayabero, en los departamentos de Cundinamarca y
Los victimarios en Colombia
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Meta, abundaban las denuncias por atropellos contra los movimientos agrarios. El clima era de
confrontación, pero muchos casos sólo quedaban registrados en informes especializados. Como
la masacre de cuatro campesinos en Tenerife (Valle) en 1963, atribuida a la Policía. El único
sobreviviente describió así lo sucedido: “nos hicieron tender boca abajo, nos obligaron a comer
boñiga y tierra. Cuando intentábamos levantar la cabeza nos daban patadas. Nos torturaron con
agua de panela hirviente. Después se los llevaron y a cuatro horas de camino los mataron”10.
De igual modo, crecían las denuncias por excesos del Batallón Colombia porque
supuestamente, en su tarea de combatir a los bandoleros y a las organizaciones revolucionarias
nacientes, la tropa abusaba de los campesinos detenidos. Los casos alcanzaron a ser llevados
a la Cámara de Representantes, que constituyó una comisión especial para investigarlos, pero
en ese momento la política nacional se inclinaba hacia el respaldo a las tareas “pacificadoras”
del presidente Guillermo León Valencia, que a partir del primer trimestre de 1964, emprendió
el capítulo más importante de su ofensiva: la denominada Operación Marquetalia. Así
describió el periódico El Siglo el ambiente del país en el momento de iniciarse la operación:
“Con la muerte de Desquite, Sangrenegra y Tarzán, quedan dos bandas operando en el Tolima:
la de Manuel Marulanda, más conocido como Tirofijo y la de Marcos Guaracas. La primera
domina parte del sur de Tolima y algunas regiones del Huila. Su última aparición fue hace
apenas dos semanas cuando asaltó un helicóptero de la Fuerza Aérea, dio muerte a un capitán
y a un subteniente y secuestró a dos civiles,t por cuya liberación recibió $200.000”11.
En desarrollo del Plan Laso, desde mediados de mayo de 1964, las Fuerzas Militares
iniciaron sus ataques contra la región de Marquetalia, ubicada en el sur del departamento del
Tolima, en una arisca región denominada el Cañón de las Hermosas. El objetivo principal:
desbaratar la estructura armada creada por el líder campesino Pedro Antonio Marín, más
conocido como Manuel Marulanda Vélez e identificado en los prontuarios judiciales y las
Fuerzas Militares como el bandolero comunista apodado “Tirofijo”. El lunes 15 de junio
de 1964, a seis columnas en primera página, El Espectador tituló: “El Ejército ocupó a
Marquetalia” y enseguida un subtítulo aún más atrayente: “Cayó ayer el centro de Tirofijo”.
Con amplio despliegue, emulado en los principales periódicos del país, se informó que los
bandoleros estaban cercados por las Fuerzas Militares y que las tropas de la sexta brigada
del Ejército habían recuperado para siempre esta “República independiente”. La acción
militar fue comandada personalmente por el coronel Matallana y el oficial resumió así su
visión personal sobre lo sucedido: “Desde el punto de vista militar y táctico, la acción de mis
hombres fue una operación exitosa. Se quitó esa aureola que se habían dado los guerrilleros
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 77
El cubrimiento que hizo la
prensa de la invasión del
Ejército al fuerte de
Tirofijo el 15 de junio de
1964.
Foto: El Espectador.
de Tirofijo que se daban el lujo de proclamar que la fuerza Pública no sería capaz de tomarse
la zona. Se acabó el mito de Marquetalia.”12.
El periódico El Tiempo, también con
amplio despliegue escribió que, en su
huída, “Tirofijo trataba de salir del país
valiéndose de un pasaporte falso” y que
intentaba viajar a Cuba. Además ahondaba
en el prontuario del más importante de
los enemigos del Estado: “A Marulanda
Vélez se le acusa del asalto a Gaitanía
ocurrido el 2 de mayo de 1960; del golpe
a Ataco del 12 de septiembre del mismo
año; del ataque al sitio El Puerto donde
Marulanda en sus inicios en la guerrilla de
dio muerte a tres soldados; del asalto al
las Farc en Marquetalia, Caldas.
Foto: Bandoleros, gamonales y campesiVega del Muerto, donde murieron muchos
nos. Gonzalo Sánchez
campesinos; del asalto al Camino a la
Florida donde perdieron la vida cuatro soldados, entre otros. Simultáneamente, los detractores
de la operación militar empezaron a denunciar que, en su ofensiva, la tropa había apelado a
la guerra bacteriológica y que en la región habían aparecido brotes de viruela negra y espuela
de gallo. Por eso exigían la intervención de la Cruz Roja Internacional. Organizaciones
como la Comisión de Juristas Demócratas, el Comité de Solidaridad de Presos Políticos
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 78
o los diversos sindicatos convirtieron el caso
en denuncia política y, meses después, desde
la zona del Caguán en el Caquetá, reapareció
Marulanda Vélez con sus hombres para anunciar
que en adelante, bajo la ideología comunista y
en procura de la toma del poder, su movimiento
agrario armado se transformaba en las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),
es decir, el inicio formal de la guerra de guerrillas
en su confrontación contra el Estado.
Guerra de Guerrillas
No pasó mucho tiempo para que desde otro lugar
de Colombia apareciera el segundo desafío de la
misma naturaleza. En el municipio de Simacota
(Santander), el 7 de enero de 1965, un grupo
armado encabezado por un sobreviviente de
Marulanda reaparece en el Caguán
la violencia partidista llamado Fabio Vásquez
después de la toma de Marquetalia.
Castaño, se tomó la población, asesinó a cinco
En la segunda foto aparece al lado
de Jacobo Arenas.
militares y en un manifiesto anunció que, para
Foto: Bandoleros, gamonales y camconfrontar “la violencia reaccionaria desatada
pesinos. Gonzalo Sánchez.
por los gobiernos oligarcas”, habían decidido
agruparse en el Ejército de Liberación Nacional (ELN), con un solo propósito: derrocar al
Gobierno. De esta manera, al tiempo que el Gobierno y las Fuerzas Militares habían logrado
neutralizar iniciativas revolucionarias como el MOEC o la guerrilla agraria de Federico
Fonnegra, y asimismo había podido dar de baja a sanguinarios bandoleros como Desquite,
Sangrenegra, Chispas, Pedro Brincos, Tarzán u otros, no pudo evitar que se formaran dos
grupos plenamente guerrilleros: Las FARC de ideología marxista-leninista y apegado a
las directrices del Partido Comunista, y el ELN, de ideología castrista, inspiración en la
revolución cubana y el mismo propósito de su grupo homólogo: combinar las formas de
lucha para la toma del poder.
La reacción del gobierno Valencia fue inmediata. Desde 1962, a raíz de una visita
en Colombia de una misión del Centro de Guerra Especial de Fort Bragg (Carolina del
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 79
Los medios como cazadores de hechos judiciales llegaron a Simacotá, Santander para averiguar que grupo rebelde había interrumpido la tranquilidad de
la región el 9 de enero de 1965.
Foto: El Espectador.
Norte), existía en Colombia un informe firmado por el general Yarborough, que recomendaba
implementar como estrategia contrainsurgente la creación de estructuras paramilitares. En
aplicación de estas directrices y en curso del Estado de Sitio, el Ejecutivo expidió el decreto
3398 de 1965, destinado a desarrollar el concepto de la seguridad nacional, en el cual se incluyó
una disposición que autorizaba al Ministerio de Defensa, a través de sus diversos comandos,
a amparar el uso de armas privativas de las Fuerzas Militares para grupos de civiles que
apoyaran la lucha contrainsurgente. De esta forma, el Gobierno autorizó la creación de grupos
de autodefensa para apoyar al Ejército en su lucha contra las FARC y el ELN. Así quedó
completo el trágico esquema para que el país hiciera su transición definitiva de la violencia
partidista o social a la guerra de guerrillas con componente paraestatal para enfrentarlas.
Un nuevo clima de confrontación armada que otorgó excesivo protagonismo a las
Fuerzas Militares y especialmente al Ministro de Guerra o de Defensa general Alberto Ruíz
Novoa, quien más allá de su gestión militar, comenzó a discurrir en los terrenos de la política,
a tal punto que incomodó al propio presidente Valencia. Ruiz Novoa quiso imponer el derecho
de opinión en momentos en que Bogotá empezaba a llenarse de avisos con esta consigna:
“El país exige orden, progreso, desarrollo. Ruiz Novoa es la solución”. Este fue el detonante
para que el 27 de enero de 1965 se produjera el llamado a retiro del prestigioso oficial, de
quien se dijo estaba preparando un golpe de Estado. Ruiz Novoa fue reemplazado por el
general Gabriel Reveiz Pizarro. El ex presidente Rojas Pinilla, quien había recuperado su
protagonismo en razón a que la Corte Suprema de Justicia lo había absuelto de la destitución y
Los victimarios en Colombia
Ante la presión del gobierno de Valencia, el
general Ruíz Novoa tuvo que renunciar y declinar sus actividades políticas, prohibidas en el
campo militar.
Foto: El Espectador.
Jueves 31 de enero de 2.008 80
pérdida de derechos políticos a que
lo había condenado el Congreso de
la República, al comentar sobre lo
sucedido declaró que Ruiz Novoa
se había demorado en concretar
el golpe desaprovechando su
ascendente social. Sin embargo,
superada la crisis militar, a las
Fuerzas Militares durante el
gobierno Valencia les faltaba otro
momento estelar para redondear su
protagonismo.
Ocurrió el 10 de junio de 1965 en
el barrio obrero San José, ubicado al centro oriente de Bogotá, donde después de un largo
combate, fue abatido el tristemente célebre bandolero santandereano Efraín González. El
escritor Pedro Claver Téllez, en su obra “La dramática vida de un asesino asesinado”, sostiene
que el principio del fin del bandido empezó con la captura de Araminta Rodríguez, su amante.
La Compañía de Misiones Especiales de la Brigada de Institutos Militares que lo perseguía
incesantemente indagó a la mujer y obtuvo pistas valiosas sobre su paradero. Pero González era
un hombre demasiado escurridizo y bajo los apelativos de don Juan, El Viejo, El tío o El Siete
Colores, despistaba a sus enemigos de manera sorprendente. Era bandido desde muy joven
y tenía escondites en el Quindío, en la zona esmeraldífera de Boyacá o en el departamento
del Tolima. Pero también se fue llenando de enemigos y las autoridades lto encontraron.
Murió en su ley, atrincherado en una casa demarcada con el número 14ª-28 de la calle 27 sur
de Bogotá, defendiéndose de un verdadero escuadrón del Ejército encabezado por el propio
coronel José Joaquín Matallana. Siete miembros del Ejército murieron en la acción y solo
cuando envuelto en su ruana cayó abatido por las balas oficiales, el oficial Matallana pudo
gritar: “Este hombre es Efraín González, viva Colombia”.
Según Téllez, la operación duró cuatro horas, se hicieron más de 50.000 disparos, se
utilizaron armas de toda clase, incluido un cañón de 40 milímetros y bombas flig y solo murió
un civil: el propio Efraín González. Las reacciones a la muerte del bandolero demostraron
las particularidades del país. Más de 300.000 personas depositaron coronas y ramos de
flores donde González fue abatido, mientras el Presidente Valencia rendía honores a los
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 81
héroes caídos, concedía ascensos
y otorgaba medallas póstumas.
Al menos en 20 municipios de
Santander y Boyacá, con asistencia
de 20.000 personas, se ofrecieron
misas por el descanso de su
alma. Las revistas y periódicos
dividieron opiniones entre quienes
lo calificaban como “el primer
guerrillero comunista asesinado por
el Estado” o el hombre que “hizo
grande el machete santandereano con En un operativo que duró cuatro horas fue dado
de baja Efraín González. Su fortín fue totalmenla fe puesta en Colombia y guiado te destruido el 10 de junio de 1965.
por profundas creencias religiosas y Foto: El Espectador.
un sentido humano ejemplar”. Los
especialistas del DAS ordenaron hacer una mascarilla de su rostro para incluirla en su museo,
y un grupo de esmeralderos, en un acto clandestino de rebeldía, ordenaron hacer una placa
que durante muchos años estuvo en el sitio donde murió González y que decía: “Aquí peleó,
durante cuatro horas, un cobarde criminal contra 1200 valerosos soldados colombianos”. Un
espontáneo transeúnte escribió un graffiti debajo de la placa que decía: “Y casi se les va”13
Cambio de Gobierno y de frente de Guerra
A pesar de que en los meses siguientes cayeron otros bandoleros, la muerte de Efraín
González en Bogotá constituyó el fin de una época. El tiempo de los bandoleros había
declinado, como también llegaba a su fin el gobierno de Guillermo León Valencia, a quien
comenzaron a calificar como El Pacificador. Ciertamente, durante su cuatrienio las Fuerzas
Militares lograron neutralizar buena parte de los bandidos sociales que habían proyectado
la violencia hasta niveles de sevicia, pero de esta confrontación quedaron también dos
grupos guerrilleros y la legalización para constituir grupos de autodefensa. En medio de
esta transición entre la lucha contra el bandolerismo social y la confrontación a la guerra
de guerrillas, más que los periodistas cotidianos que esporádicamente ahondaron en esta
problemática, surgió un peculiar género de investigadores denominados los violentólogos, o
especialistas en evaluar la casi patológica agresividad colombiana. Los pioneros de este grupo
de sociólogos, periodistas, historiadores o escritores, fueron monseñor Germán Guzmán
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 82
Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña
Luna, quienes a través de su clásica obra de dos
tomos, La Violencia en Colombia, publicada por
primera vez en junio de 1962, dejó las bases para
entender la historia y geografía de la violencia, los
elementos estructurales del conflicto, la sociología
de la agresión y las herramientas básicas para
asimilar cómo fue posible que en apenas 15 años
más de 200.000 colombianos fueran asesinados.
En agosto de 1966, como tercer presidente
del Frente Nacional, llegó a la Casa de Nariño
el dirigente liberal Carlos Lleras Restrepo, quien
sin desatender sus deberes con el orden público,
concentró su tarea de gobierno en el reordenamiento
económico del Estado. Aún así, como quiera que la
violencia no cedía, se vio forzado a desplegar nuevas
acciones para enfrentarla. Ya no era el desafío
bandolero sino el reto de la guerra de guerrillas.
El ELN era protagonista de las
primicias en los periódicos por sus Quedaban focos de violencia protagonizada por
actuaciones militares.
bandas armadas, pero el dilema esencial eran las
Foto: El Espectador.
FARC y el ELN, especialmente el segundo, porque
mientras el grupo de Marulanda Vélez desarrollaba su accionar en poblados muy distantes
de las áreas de influencia económica, el ELN empezó a protagonizar en el corazón del país,
en el Magdalena Medio antioqueño y santandereano, con creciente proyección ideológica
hacia las universidades públicas en Bogotá, Cali, Medellín y Bucaramanga. Con un dolor
de cabeza adicional, motivados por la llamada Teología de la Liberación, varios sacerdotes
y religiosas también empezaron a hacer política desde los púlpitos y más de uno se vinculó
a la guerrilla, entre ellos el sociólogo, capellán de la Universidad Nacional y respetado líder
político, el sacerdote Camilo Torres Restrepo.
El caso Camilo Torres constituye un capítulo especial en la historia de la confrontación
armada en Colombia. Integrante de una encumbrada familia bogotana y estudiado en los
mejores centros educativos de Colombia y Bélgica, desde su regreso al país se dio a la tarea
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 83
de crear una plataforma política para cuestionar al aparato gubernamental y reclamar acciones
sociales como reforma agraria, salud pública o derechos de la mujer. La súbita conducta del
padre Camilo Torres se vio complementada con la creación del movimiento que él mismo
denominó Frente Unido del Pueblo Colombiano. El 22 de mayo de 1965, presentó una
explosiva declaración de convocatoria a los sectores populares, las organizaciones de acción
comunal, los sindicatos, las cooperativas, las ligas campesinas y las comunidades obreras,
para que se desarrollara una plataforma de acción social en contra de los partidos políticos
tradicionales. La gestión del cura Camilo provocó la reacción de la Curia y el cardenal Luis
Concha Córdoba, en declaración del 18 de junio de 1965, desautorizó sus acciones dejando
en claro que el padre Camilo se había apartado concientemente de la Iglesia Católica. Ante
esta circunstancia, el cura Camilo Torres optó por la lucha armada y se vinculó al ELN. No
obstante, en su primer combate, el 15 de febrero de 1966,
murió en Patio Cemento (Santander), cuando enfrentaba
a soldados de la Quinta Brigada del Ejército.
Sin embargo, su ejemplo fue acogido por otros religiosos
que igualmente se vincularon a la lucha armada. Los
sacerdotes españoles Antonio Jiménez, Domingo Laín
y Manuel Pérez se sumaron al ELN y el último de
ellos llegó a hacer su máximo comandante. Asimismo,
un grupo de religiosos hombres y mujeres consolidó
el llamado grupo Golconda, encaminado a agitar ideas
Un ejemplo del tipo de acciosociales en la perspectiva de la Teología de la Liberación
nar de este grupo que utilizó el asesinato y secuestro
y la búsqueda de protagonismo político. El gobierno
desde sus inicios.
Lleras los confrontó con dureza y varios de ellos fueron
Foto: El Espectador.
expulsados del territorio Nacional. Y como lo relata el
periodista Javier Darío Restrepo en su obra La revolución de las sotanas, los medios de
comunicación no fueron indiferentes frente a ellos: “o los presentaron como la expresión
de la renovación de la Iglesia o los condenaron como comunistas infiltrados en la Iglesia”.
No faltó quien los calificara como “idiotas útiles instrumentalizados por el Partido Comunista o por la
guerrilla”. De cualquier modo en la transición entre los años 60 y 70 fueron protagonistas del debate
político que empezó a darle forma al conflicto armado entre el Estado y la insurgencia.
Con un nuevo actor violento. Como consecuencia de las pugnas internas en el Partido
Comunista, entre quienes preferían apoyar la denominada línea maoísta o línea china y
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 84
quienes preferían mantenerse fieles a la línea marxista-leninista. Esta disidencia se ahondó
hacia 1964 y causó la ruptura en su brazo armado. Así que, sin apartarse de la clásica filosofía
de la combinación de las formas de lucha, en 1967, el grupo de línea maoísta decidió crear
una nueva guerrilla: El Ejército Popular de Liberación EPL, que escogió como sitio de acción
la zona del Alto Sinú y San Jorge, en el departamento de Córdoba bajo la dirección general
de los dirigentes comunistas Pedro Vásquez Rendón y Pedro León Arboleda. Desde el primer
momento el EPL adoptó la misma táctica de las FARC y el ELN, es decir, por encima de sus
acciones de guerra, gestiones de financiamiento a través del peor de los delitos: el secuestro.
Por eso desde finales de los años 60, el plagio de ciudadanos se convirtió en una plaga que el
Estado fue insuficiente para enfrentar. Oliverio Lara, Harold Eder, Diego Echavarría, entre
otros hacendados, industriales, comerciantes o ganaderos, empezaron a hacer víctimas del
secuestro sistemático practicado por los grupos guerrilleros.
De forma adicional, en algunas regiones del país, la minería clandestina u otras
prácticas de producción ilegal, también se convirtieron en detonantes de violencia. El caso
más notorio fue la zona esmeraldífera de Boyacá que dio lugar a la denominada Guerra
Verde. Aunque los pioneros de esas bandas asesinas fueron el propio Efraín González y los
sujetos conocidos como Pablo Emilio Orjuela e Isauro Murcia, con el correr de los años se
fueron gestando verdaderos ejércitos privados dispuestos a asesinar a quien se atravesara en
su negocio. Tras la muerte violenta de Orjuela y González, Isauro Murcía fue por muchos
años el amo y señor de la región, pero interesado en lavar su mala imagen, le propuso al
gobierno legalizar las minas. Aunque este hecho sólo se formalizó durante el gobierno de
Misael Pastrana (1970-1974), la formalización del negocio no cesó la violencia. Por el
contrario, apareció otro bandido célebre: Humberto Ariza, apodado ‘El Ganso’, un sujeto
que no se cansó de matar o de ordenar hacerlo.
El Ganso Ariza sucedió a Efraín González en el liderazgo de las bandas armadas al
servicio de los esmeralderos. Una guerra de traiciones y venganzas que empezó tratando de
inducir al Ejército a que acabara con Isauro Murcía, pero que derivó en una serie interminable
de crímenes en Bogotá, Muzo, Quípama, Otanche y Chiquinquirá, entre otros. Como lo describe
el periodista Pedro Claver en su trabajo “La guerra verde”, el barrio Santa Isabel en Bogotá
se convirtió “en una fortaleza de ejércitos privados”. Después de una larga guerra a muerte
entre los mineros, sobrevivieron ocho capos que se hicieron a la empresa Esmeracol, a través
de la cual se oficializó un negocio que los bandidos siguieron dominando. Muchas historias
quedaron de la guerra verde, muchos crímenes impunes y actos de corrupción. El Ganso
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Ariza fue asesinado en 1985, Isauro Murcia entregó su poder al nuevo capo Gilberto Molina
Moreno, y las nuevas generaciones de esmeralderos fueron creándole el camino a los nuevos
zares de las esmeraldas que causarían más violencia en décadas posteriores: Víctor Carranza
y Gonzalo Rodríguez Gacha.
Entre la violencia urbana y la guerra
Con el paso de los años, el periodismo judicial fue cambiando sus intereses, motivándose
más por conocer las complejidades políticas y sociales de la violencia, antes que el morbo
cotidiano de la violencia urbana. En este hecho fue fundamental la campaña emprendida
por varios periódicos que consideraron necesario otorgarle más importancia a los debates
de la reforma constitucional promovida por el gobierno Lleras, la creación de los nuevos
departamentos, las confrontaciones políticas entre la Anapo y los defensores del Frente
Nacional o los dilemas de la política internacional, que persistir en seguir entregando a
los lectores recuentos de muertos. El primer periódico en promover estos cambios fue El
Espectador, que en mayo de 1967 le anunció a sus lectores que, en adelante, iba a limitar
a “lo estrictamente indispensable”, la divulgación de información sobre la violencia y
acciones semejantes. Además dispuso que eliminaba “toda clase de detalles desagradables o
inconvenientes” para concentrarse en aspectos de mayor formación para los lectores.
Esta decisión provocó que, un mes más tarde, los directores de los principales
medios de comunicación del país se reunieran en Barranquilla para tomar decisiones en torno
a la información de violencia. Entre el 16 y 17 de junio de 1967, en el hotel El Prado, con la
asistencia de los principales periodistas del país,
los periódicos expidieron una declaración para
bajarle el tono a la información de violencia. El
invitado de honor fue el director de la Policía
general Bernardo Camacho Leyva, quien instó
a los medios de comunicación a prescindir de
toda información alarmista y exagerada sobre la
violencia. En mensaje enviado a los directores
de los periódicos, el presidente Carlos Lleras
apoyó la iniciativa porque, en su sentir, este
tipo de información estimulaba las distintas
tendencias de la violencia en Colombia. En su
Los victimarios en Colombia
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Las publicaciones en las que los medios dieron a conocer su ‘voluntad’ de no
publicar más sobre crímenes y violencia. Un acuerdo influenciado para desviar
la atención de los ciudadanos sobre la violencia.
Foto: 17 y 18 de junio de 1967. El Espectador.
declaración, los periodistas se mostraron partidarios de contribuir a la lucha contra el delito en
Colombia, imponiendo en sus escritos “una mayor discreción a las informaciones policiales”.
Según los directores de los periódicos, de esa manera aportaban a la “eliminación gradual
del crimen”, antes de persistir en el escándalo. Esta es “una soberana cooperación al orden
social” que nace de un “amable diálogo entre colegas”, concluyó la peculiar declaración de
los periodistas que deliberadamente optaron por darle un bajo perfil al tema de la violencia,
con cierto sabor de autocensura porque ésta estaba lejos de extinguirse.
No obstante, cuando apareció la primera historia de ribetes de espectacularidad, los
medios se olvidaron de sus promesas y vendieron periódicos a granel para recrear los detalles
del caso Padilla Convers. El hecho tuvo lugar el 18 de noviembre de 1969, cuando se conoció la
identidad de un sujeto que había aparecido muerto e incinerado cerca al cementerio Jardines del
Recuerdo, al norte de Bogotá. Se trataba del industrial norteamericano radicado en Colombia
Jaime Padilla Convers y desde el primer momento se formuló la hipótesis de que el asesino
lo conocía muy bien porque sabía de su regreso al país. Las primeras sospechas recayeron
sobre su cuñado Gonzalo Carreño Nieto, quien fue visto en compañía de Padilla momentos
antes de su desaparición. Sin embargo, cuando fue requerido por las autoridades, Carreño
argumentó que él se encontró con su cuñado en el aeropuerto pero que fueron interceptados
por varios hombres en un taxi. Según él, minutos después lo dejaron en libertad y se llevaron
al industrial Padilla Convers.
El caso sin embargo se volvió importante cuando el DAS descubrió que en el
Mercedes Benz de Carreño aparecieron huellas de sangre, lo cual permitió deducir que el
homicidio se perpetró en el automóvil. La investigación tuvo toda clase de detalles, desde
la defensa aguerrida de Carreño por parte de su esposa y hermana del difunto, Anita Padilla,
hasta una serie de fugas del acusado cada que era capturado por la policía. El proceso estuvo
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
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muchas veces al borde de la nulidad, pero volvía a reabrirse en medio de la expectativa de
los periódicos. Día a día, los medios se peleaban por el último detalle. Como en los tiempos
de la crónica roja de los años 50, el caso Padilla Convers dejó atrás las pugnas políticas o
el asedio de los violentos, para concentrarse en la más interesante investigación judicial.
Con un aditivo: el abogado Ismael Rincón Samudio, el mismo que años atrás había logrado
la absolución del acusado del asesinato de Teresita la Descuartizada, obtuvo en primera
instancia la absolución de Carreño, basándose en un argumento universal de la justicia penal:
el beneficio de la duda. Sin embargo, Carreño pasó por la historia judicial del país como un
delincuente ingenioso. Siete años más tarde fue acusado de asalto y en 1987 secuestró un avión de
Avianca con una granada de juguete. El caso Gonzalo Carreño Nieto y su cuñado Padilla Convers
fue una especie de tregua informativa, antes de volver a la discreción ordenada por los dueños de
los periódicos.
Y así concluyó la década de los años 60. Con un país expectante por conocer el final
del Frente Nacional, pero azotado por un flagelo que terminaría por convertirse en el gran
detonante de la violencia generalizada: el secuestro. La violencia partidista fue superada y
quizás los defensores del Frente Nacional puedan argumentar que con ese logro cumplieron
su cometido. Pero la crisis social siguió creciendo y los factores generadores de violencia
se mantuvieron activos. Las FARC comenzaron a proyectar su máquina de guerra en
distintas áreas rurales; el ELN siguió penetrando las universidades, los sindicatos y otras
organizaciones sociales; el EPL comenzó a diseminar su guerra a la Costa Atlántica; la
Fuerza Pública en sus labores de contención del delito, en más de una ocasión excedió sus
facultades; los gobiernos no encontraron fórmula distinta al represor Estado de Sitio con la
confirmación normativa (ley 48 de 1968) para crear grupos de autodefensa; la delincuencia
común y otras formas de justicia privada siguieron multiplicándose; y en el horizonte empezó
a perfilarse el nuevo enemigo que potenciaría la violencia hasta niveles nunca vistos: el
narcotráfico y los carteles de la droga.
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Citas
1
Comité de Solidaridad con los Presos Políticos (1974), “El libro negro de la represión: Frente Nacional:
1958-1974. Bogotá.
2
Ibid. P. 31
3
Entrevista con Luis de Castro. 24 de octubre de 2007.
4
González, S et al. (1983), “Bandoleros, gamonales y campesinos: el caso de la violencia en Colombia”, El
Áncora ediciones, Bogotá., PP. 77
5
Ibid., pp. 110
6
Ramsey, R. (1981), “Guerrilleros y soldados”. Ediciones Tercer Milenio, Bogotá., pp. 299
7
Guzmán, G et al, (2005), “La violencia en Colombia” editorial Taurus, Bogotá., pp. 409.
8
Entrevista con Luís de Castro. Loc. cit..
9
Entrevista con Luís de Castro. Loc. cit.
10
Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, Op cit, pp. 38
11
El Siglo (1964, 19 de marzo), “Bandoleros dados de baja”, Bogotá.
12
Arango, C. (1985), “Farc: 20 años de Marquetalia a la Uribe”. Ediciones Aurora. Bogotá., pp. 230
13
Claver, P. (1993), “Efraín González: La dramática vida de un asesino asesinado”. Planeta. Colombia., pp.
605.
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3. M-19, Estatuto de seguridad y
narcotráfico
Los años 70 no dejaron atrás la violencia que afectaba al país. Por el contrario,
se agudizó a tal punto, que el ejercicio periodístico se vio desbordado por la magnitud y
frecuencia de los hechos violentos. La principal preocupación del Estado siguió siendo la
subversión armada desplegada desde mediados de los años 60 por las FARC, el ELN y el EPL
que, especialmente en casos de secuestro, tenía azotadas varias regiones del centro y sur de
Colombia. El fenómeno de autodefensas, autorizado por decretos de los gobiernos Valencia
y Lleras Restrepo, aún era muy precario y básicamente asociado al apoyo a la fuerza pública.
Además en curso de la confrontación empezaban a multiplicarse las denuncias contra miembros
de las Fuerzas Militares por abusos en ejercicio de sus funciones. La confrontación armada
diversificaba el perfil de sus victimarios, y los bandoleros, chulavitas, pájaros, chusmeros o
guerrilleros de los tiempos de la violencia partidista y el Frente Nacional, daban paso a los
nuevos victimarios de Colombia. Una época en que definitivamente fue el narcotráfico el
verdugo que exacerbó radicalmente la violencia.
La década, sin embargo, empezó con apremios para la credibilidad de las Fuerzas
Militares por cuenta de confrontaciones del Ejército con organizaciones sociales, como el
caso que enfrentó a los militares con los indígenas guahibos de la región de Planas (Meta).
En desarrollo de la Operación Cabalgata, el Ejército ordenó contrarrestar el apoyo social a la
insurgencia y terminó acosando organizaciones reivindicatorias como la cooperativa de la zona
indígena. El asunto terminó con la muerte violenta del capitán guahibo Saúl Flórez por acción de
soldados. Los periódicos detallaron cómo la hija del capitán fue amarrada por la cintura mientras
amenazaban a su esposa con echarle sal en los genitales. El testimonio de un indígena maltratado
de apenas 13 años de edad, resumió así los hechos que ocuparon la atención de los medios:
“me pusieron choques eléctricos en el cuello, me amarraron de los brazos pa’tras, m’ihorcaron (ahorcaron)
con un cable de energía. Después me subieron a dos metros, me amarraron los testículos con otro cable y me
jalaron. Después me amarraron seis días a un poste y me interrogaron permanentemente.”1.
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Los años 70 no dejaron atrás
la violencia que afectaba al país.
Por el contrario, se agudizó a tal
punto, que el ejercicio periodístico
se vio desbordado por la magnitud y
frecuencia de los hechos violentos.
La principal preocupación del Estado
siguió siendo la subversión armada
desplegada desde mediados de los años
Reuniones en las que se discutía lel orden
60 por las FARC, el ELN y el EPL que,
público de cada región, en especial donde
especialmente en casos de secuestro,
guerrilleros tenían fortin.
Foto: El Espectador.
tenía azotadas varias regiones del
centro y sur de Colombia. El fenómeno
de autodefensas, autorizado por decretos de los gobiernos Valencia y Lleras Restrepo, aún
era muy precario y básicamente asociado al apoyo a la fuerza pública. Además en curso de
la confrontación empezaban a multiplicarse las denuncias contra miembros de las Fuerzas
Militares por abusos en ejercicio de sus funciones. La confrontación armada diversificaba el
perfil de sus victimarios, y los bandoleros, chulavitas, pájaros, chusmeros o guerrilleros de los
tiempos de la violencia partidista y el Frente Nacional, daban paso a los nuevos victimarios
de Colombia. Una época en que definitivamente fue el narcotráfico el verdugo que exacerbó
radicalmente la violencia.
La década, sin embargo,
empezó con apremios para la
credibilidad de las Fuerzas Militares
por cuenta de confrontaciones del
Ejército con organizaciones sociales,
como el caso que enfrentó a los
militares con los indígenas guahibos
Los políticos asumían las voces de liderazgo
de la región de Planas (Meta).
para indicarle a los ciudadanos por quien votar.
Foto: El Espectador.
En desarrollo de la Operación
Cabalgata, el Ejército ordenó
contrarrestar el apoyo social a la insurgencia y terminó acosando organizaciones
reivindicatorias como la cooperativa de la zona indígena. El asunto terminó con la
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muerte violenta del capitán guahibo Saúl Flórez por acción de soldados. Los periódicos
detallaron cómo la hija del capitán fue amarrada por la cintura mientras amenazaban
a su esposa con echarle sal en los genitales. El testimonio de un indígena maltratado de
apenas 13 años de edad, resumió así los hechos que ocuparon la atención de los medios:
“me pusieron choques eléctricos en el cuello, me amarraron de los brazos pa’tras, m’ihorcaron (ahorcaron)
con un cable de energía. Después me subieron a dos metros, me amarraron los testículos con otro cable y me
jalaron. Después me amarraron seis días a un poste y me interrogaron permanentemente.”1.
Entre algunos oficiales y suboficiales, el delito de la tortura cobraba forma como una
práctica de defensa del Estado, sin que las autoridades judiciales desplegaran suficiente
castigo para contrarrestarlo. Entre tanto, la
violencia insurgente arreciaba en Santander,
Cundinamarca, Quindío, Tolima o Valle, con
una sola salida estatal eficaz para neutralizarlo:
la represión violenta. Eso explica porque en
una de sus últimas medidas de gobierno, a
escasas dos semanas de entregar su mandato, el
19 de julio de 1970, el presidente Carlos Lleras
Restrepo decretó el Estado de Sitio en todo
el país. En uso de este estado de excepción, a
los tres meses de asumir como Presidente de
Colombia, el presidente conservador Misael
Pastrana Borrero, en reunión con altos mandos
militares y civiles en Montería (Córdoba),
aprobó la creación de Comités de Seguridad
Interna y Desarrollo para actuar contra la
Esta crónica fue publicada el 16 de
guerrilla. Medidas extremas para violencias
febrero de 1979 para dar a conocer
uno de los guerrilleros que ocupaba
extremas que en algunas regiones ya había
la atención de la década del 70.
adoptado dimensiones críticas. Cierto es que
Foto : El Espectador.
las Fuerzas Militares empezaron a excederse,
pero las guerrillas de las FARC, el ELN o el EPL agredían a sus anchas.
Los victimarios en Colombia
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El desafío de los secuestradores
La preparación de la Fuerza
Armada para enfrentar el secuestro, la extorsión y asesinatos en las regiones.
El último mandatario del Frente Nacional, el dirigente
conservador Misael Pastrana Arango, había llegado a
la Presidencia de la República por una estrecha victoria
electoral sobre el ex presidente Gustavo Rojas Pinilla,
candidato de la Anapo. La histórica jornada del 19 de
abril de 1970 en que los colombianos se acostaron con
el ex presidente Rojas Pinilla elegido y se despertaron
con Pastrana ganador. Y desató una ola de protestas
que el presidente Lleras Restrepo tuvo que contener
con medidas de Estado de Sitio. Por eso Pastrana
llegó con la decisión de confrontar por igual a
organizaciones subversivas o manifestaciones de
reivindicación campesina o indígena. Pero las FARC no
declinó en su guerra financiada a punta de secuestros y
el ELN protagonizaba con el ingreso a sus filas de los
sacerdotes españoles Domingo Laín, Manuel Pérez
y Antonio Jiménez. “Pienso que ahora comienza mi
auténtica consagración”, expresó Laín 2 al anunciar su
ingreso a la guerrilla. “Habrá que echarle bala”, fue el
comentario del ministro de defensa, general Gerardo
Ayerve Chaux. La situación nacional seguía siendo tensa
y en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, en la Universidad Industrial de
Santander, en la Universidad Nacional de Bogotá o en la Universidad Nacional del Valle,
había infiltración de la guerrilla y la protesta era el común denominador.
En los Altos de San Jorge en Córdoba, la violencia y secuestros del Ejército de
Liberación Nacional ELN seguían al orden del día. Por cuenta de las FARC, el secuestro
de terratenientes, ganaderos y agricultores para exigir millonarios rescates, se convirtió en
un dolor de cabeza semanal en distintas regiones del país, y un desafío para las autoridades
que no encontraban la manera de hacerle frente a la extensión de este delito. Una crítica
situación que en algunas regiones hizo que los terratenientes, apoyados por las autoridades,
comenzaran a organizar bandas de asesinos para enfrentar las amenazas. Se extendió de tal
modo el secuestro que empezó también a convertirse en botín predilecto de la delincuencia
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organizada. En febrero de 1971, el Gobierno revirtió la medida adoptada tres meses atrás
para no gobernar bajo facultades extraordinarias, y a través del Decreto 250 de 1971,
reimplantó el Estado de Sitio prohibiendo las manifestaciones políticas, entregándole a la
justicia penal militar el procesamiento de delitos contra la seguridad del Estado, autorizando
a gobernadores y alcaldes a extender la vigilancia policiva, censurando la publicación
de noticias, comentarios o propagandas que supuestamente hicieran apología del delito.
Represión oficial como único camino para hacerle frente a la extensión de los violentos.
La réplica fueron paros estudiantiles y obreros, pedreas y confrontaciones con la fuerza
pública, tomas de tierras protagonizadas por asociaciones de campesinos, decenas de
detenidos en manifestaciones de protesta y acciones de guerra con toma de poblaciones, como
ocurrió en enero de 1972, cuando el ELN ocupó el
poblado de San Pablo, en el sur de Bolívar, causó serios
destrozos en la población, arengó a las comunidades y
secuestró a varios terratenientes. El gobierno asumió
que requería enfrentar uno de los focos esenciales de
la violencia imperante y emprendió contra el ELN
una dura ofensiva que se conoció como la Operación
Anorí. Un cerco militar que cercó parte del río Cauca y
el río Nechí para desplegar un gigantesco operativo que
dejó herido de muerte al ELN. En combate murieron
Antonio y Manuel Vásquez Castaño y José Solano
Por las acciones que cometían Sepúlveda, entre otros, fundadores o importantes
iniciaban incipientes investigaciones contra el grupo. Algunas líderes del movimiento subversivo. También fueron
que El Espectador cubría.
capturados importantes hombres de la organización y se
precipitó al interior del grupo una secuencia de acusaciones
y reproches que terminó en fusilamientos, expulsiones y
la salida definitiva hacia Cuba del máximo dirigente del ELN Fabio Vásquez Castaño. La
Operación Anorí, desarrollada en el segundo semestre de 1973, significó para el gobierno un
triunfo ampliamente divulgado por los periódicos, cuyos reporteros judiciales empezaron a
adoptar una nueva postura, la de corresponsales de guerra.
Por ejemplo, el periodista antioqueño Rodrigo Pareja cubrió en detalle la Operación
Anorí y relató en sus crónicas para el periódico El Espectador que la etapa final de la acción
militar se produjo el 18 de octubre de 1973, después de un asedio de 48 días y que, además
de la muerte o detención de 70 líderes de la organización insurgente, se logró la incautación
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de un poderoso arsenal que incluía desde fusiles y ametralladoras hasta pistolas, carabinas y
escopetas. Un exitoso descenlace para la fuerza pública frente al más osado ejército irregular, que
se produjo en momentos en que las FARC lograban notorios avances militares en las antiguas
“repúblicas independientes” de El Pato (Huila), Guayabero (Huila y Meta) y el sur del Tolima,
especialmente en la región de Planadas. Guerra de guerrillas que los periodistas se animaron a
cubrir con depurados relatos, como los que aportó el periodista caleño Henry Holguín, que por
esos días se volvió famoso por sus crónicas de los ataques del ELN y por dos historias que le
dieron la vuelta al mundo: el hallazgo de un insecto llamado La Machaca que a riesgo de morir
obligaba a las personas afectadas por su picadura a sostener una relación sexual como remedio
y el supuesto descubrimiento del criminal nazi Martín Bormann en las selvas del Putumayo
M-19 mediático
Sin embargo, el gobierno y las Fuerzas Armadas no tuvieron mucho tiempo para celebrar
porque en enero de 1974, es decir, apenas dos meses y medio después de las victorias de la
Operación Anorí contra el ELN, aparecía un cuarto grupo insurgente que iba a protagonizar
nuevos y espectaculares hechos de violencia: el M-19. Un grupo armado que empezó a
gestarse desde el 19 de abril de 1970, cuando varios dirigentes de izquierda apoyados por
combatientes de las FARC denunciaron que se había cometido un fraude electoral y eso
justificaba la vía de las armas para acceder al poder. Una nueva guerrilla que también escogió
el periodismo y la publicidad como herramientas fundamentales para potenciar su desafío.
Ocurrió el 16 de enero de 1974 cuando en las páginas de los clasificados de los periódicos El
Tiempo y El Espectador, aparecieron avisos con ambiguos mensajes como este: “¿Falta de
energía, inactividad? Espere. M-19”. Al día siguiente se repitieron pero en primera página. Y
al cabo de las horas se conoció que no se trataba de un nuevo producto en el mercado contra
parásitos ni tampoco un estimulante o un purgante, nacía el cuarto grupo guerrillero con el
mismo objetivo y métodos de las FARC, el ELN y el EPL: la toma del poder por la vía de las
armas y la práctica del secuestro.
En horas de la tarde del 17 de enero de 1974, un grupo de encapuchados irrumpió en el
museo Quinta de Bolívar en Bogotá y después de romper la urna de cristal en que se hallaba
expuesta, sustrajo la espada del Libertador Simón Bolívar, unos estribos y unos espolines de
plata. Pintaron en las paredes la proclama “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha” y dejaron un
manifiesto en el que escribieron: “con esta espada nos libertó Simón Bolívar y con las mismas
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armas que utilizaron Allende, Camilo Torres y José de San Martín, llevaremos a María Eugenia
Rojas al poder”. Hacia las diez de la noche del mismo día, otro grupo del M-19 ocupó la sede
del Concejo de Bogotá y repitió las proclamas. Al día siguiente, la hija del general Rojas Pinilla
desautorizó la acción y declaró que la Anapo nada tenía que ver con el robo de la espada del
Libertador Bolívar. Las Fuerzas Militares emprendieron investigaciones y descubrieron que
ex guerrilleros y antiguos militantes de la Anapo se habían unido para crear otra guerrilla,
supuestamente bolivariana. Y se inició una nueva etapa de la lucha contra la violencia
que esta vez coincidió con la etapa final del gobierno Pastrana y la conclusión del Frente
Nacional. El odio ya no era partidista, ahora la guerra de guerrillas alentaba la lucha de clases
.
El gobierno de López aprobó la dosis personal como opción para frenar
la incursión de este problema en la economía Parte de una serie de reportajes del periódico El Espectador.
Irrumpe el narcotráfico
De manera simultánea a la proliferación de frentes de guerra de organizaciones insurgentes,
desde finales de los años 60 empezó a consolidarse en el país otra violencia que causaría estragos:
el narcotráfico. El problema empezó con la extensión de cultivos de marihuana en La Guajira
y en la Sierra Nevada de Santa Marta y varios negociantes exportándola hasta los Estados
Unidos, pero para mediados de los años 70 ya se había estructurado alrededor del comercio
ilegal de la cocaína, con grandes empresas criminales paralelas para defender a muerte el
éxito del negocio. Con diferencia de enfoque por parte de la fuerza pública para contrarrestar
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Con las investigaciones
de la DEA se descubría
los métodos que utilizaban los narcos para
lavar los dólares, entre
ellos utilizar mulas,
cambiar el dinero en
la ‘ventanilla siniestra’
e invertir en negocios
colombianos.
Reportaje del Washignton Post my reproducido por El Espectador.
el desafío. En el cuatrienio
1970-1974, la prioridad del gobierno Pastrana fue desarrollar una severa legislación
antinarcóticos para hacerle frente a la amenaza por la vía judicial, pero esta estrategia inicial
cambió en el gobierno de Alfonso López Michelsen que después de muchas indecisiones,
creyó más bien conveniente legalizar la dosis personal de droga, con el propósito de desalentar
el ilícito negocio. Por eso, a través del decreto 701 del 12 de abril de 1976, dejó establecida la
dosis personal de 28 gramos para la marihuana en hierba. Una ligereza del gobierno López que
no supo dimensionar la necesidad de enfrentar el poder económico de unas organizaciones
que una década después desestabilizaron a
Colombia
El tema de la droga fue inicialmente un
asunto de escaso interés. Las autoridades sabían
que existía el negocio, pero los primeros capos
gozaron de inocultable impunidad. El periodista
Fabio Castillo, en su obra “Los jinetes de la
cocaína”, así lo reconoce: “En 1972 empezó
a trascender a la prensa la historia de unos
señores costeños, medio exóticos, que hacían
En la imagen se aprecia una de las pa- pública ostentación de grandes capitales que,
siones de Pablo Escobar. Con su dinero mando a construir canchas de fútbol según explicaban ellos mismos, provenían de
en barrios pobres de Medellín.
la venta de una yerba que, para la idiosincrasia
Foto: El Espectador.
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
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colombiana, sólo se fumaba en el Festival de
Woodstock: la marihuana”3. Entonces surgió la
leyenda de la “bonanza marimbera” con clanes
familiares que se tranzaron en cruentas disputas y
desarrollaron historias dignas de Macondo. La saga
del narcotraficante samario Juan Miguel Retat, quien
tuvo la osadía de aterrizar un DC6 en una autopista
de Kansas; la de Lucho Barranquilla que en medio
del auge de sus negocios terminó comprando la sede
del DAS en Santa Marta; la de Lucho Panamérica
que ordenó construir una casa con forma de quilla
de barco; la de Julio Calderón que compró la
aerolínea Aerocondor para lavar su dinero; o las
de los hermanos Dávila Armenta que terminaron
comprando el equipo de fútbol Unión Magdalena.
Un reseña de quien es Gilberto
El gobierno López Michelsen (1974Rodríguez Orejuela y de sus farma1978) desestimó la amenaza. Por el contrario,
cias, negocio por el que entró al
narcotráfico. Foto: El Espectador.
como lo registra Fabio Castillo, muchos dineros
del narcotráfico empezaron a lavarse en las propias
arcas del Estado a través de la famosa “ventanilla siniestra” y al Banco de la República ingresaron
millones de dólares de la bonanza marimbera, confundidos con los de la bonanza cafetera”. La
Punto Rojo, la Golden Colombia, la Sin Semilla, variedades del lucrativo negocio de la marihuana
que empezó a exportarse desde Colombia, pero que rápidamente fue desplazado por un
producto aún más oneroso: la cocaína. La metodología que se abrió paso fue importar la
pasta procesada de la hoja de coca desde Bolivia y Perú y uno de los genios del nuevo
negocio fue Pablo Escobar Gaviria, un desconocido ladrón de lápidas que pronto se
convirtió en un poderoso mafioso. Y como él, en distintas ciudades del país empezaron a
formarse clanes paralelos: los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela que junto a José
Santacruz Londoño en el Valle, pasaron de ser las banda de secuestradores de Los Chemas para
convertirse en el Cartel de Cali; o los hermanos Fabio, Jorge Luís y Juan David Ochoa Vásquez,
que asociados al propio Pablo Escobar Gaviria, consolidaron el Cartel de Medellín. En la Costa
Atlántica, en el Amazonas o en Bogotá, el narcotráfico multiplicó la historia de la violencia.
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Pero sin duda el más ambicioso y desalmado de los narcotraficantes resultó ser Pablo
Escobar Gaviria, quien desde 1974 empezó a acumular cuentas con la justicia. Inicialmente
como jalador de carros y en 1976 al ser capturado en Medellín, junto a su primo Gustavo
Gaviria, con 39 kilos de cocaína ocultos en las llantas de un camión que había partido de Pasto.
El 11 de junio de 1976, el periódico El Espectador divulgó así la noticia: “Agentes del DAS
decomisaron ayer 39 libras de cocaína de alta pureza y apresaron a seis individuos, en lo que se
constituye en el mayor éxito en Antioquia contra los traficantes de droga”4. Semanas después
los dos detectives del DAS que participaron en el operativo fueron asesinados y el juez de
Medellín que llevaba el caso, presionado por los acusados terminó por aceptar una colisión de
competencia y el expediente fue remitido a Pasto, donde los sindicados fueron absueltos. Era
apenas el preámbulo de un narcotraficante sin límites, que empezó a obrar de la misma forma
en que empezaron a hacerlo Gonzalo Rodríguez Gacha o los Rodríguez Orejuela. Violencia
para imponerse y corrupción para asegurar la impunidad de sus actos. Ese mismo año 1976
visitó Colombia el secretario de Estado de Estados Unidos Henry Kissinger y dejó en claro que
el tema central en materia de seguridad para Colombia, tarde o temprano sería el narcotráfico.
Poco a poco, la guerra de la cocaína empezó a cambiar la cotidianidad del país y al
tiempo que vastos territorios de Arauca, Vichada, Guainía, Caquetá o Putumayo empezaban
a habilitarse indiscriminadamente para la siembra de coca, la corrupción inherente al
negocio penetró a tal punto a todos los sectores de la sociedad que terminó por afectar
incluso a la nave insignia de la Marina Colombiana, al propio buque Gloria, donde también
fue encontrado un cargamento de cocaína. El único responsable capturado en la operación fue
Sergio Nate Ibáñez, quien declaró ante las autoridades que únicamente había servido como
enlace para introducir la mercancía al buque Gloria. Sin embargo, en su prontuario fueron
apareciendo más delitos por tráfico de estupefacientes. El tema nunca se aclaró porque
el acusado aseguró siempre que la mafia para la que él trabajaba lo había sentenciado a
muerte por no haber cumplido su cometido. El periódico El Espectador escribió así sobre
este distribuidor de 25 años de edad, origen barranquillero y de increíble pulcritud en su
vestimenta: “Nate afirma que esta no es la primera vez que se embarca cocaína en el buque
Gloria y dice también que entre la oficialidad deben buscarse a los responsables. Empero,
como ya se dijo, ninguna de las aseveraciones de este hombre ha podido ser confirmada”5.
Un caso que dimensiona la forma cómo el narcotráfico se fue metiendo en todos los sectores
del país y de qué manera se fue haciendo un recurrente delito en expansión. Además las
cárceles se fueron llenando de “mulas” del tráfico de drogas, por lo cual empezaron a
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abundar las historias sobre el ingenio
colombiano para exportar cocaína.
Uno de los primeros hallazgos fueron
varios kilos del alcaloide ocultos en
patas de mesa. Después se supo que el
negocio, o “machete”, como empezó a
denominarse a la operación ilícita en
el mundo de los narcos, fue manejado
por uno de los integrantes del Cartel
de Cali. En una fábrica de muebles
al sur de Bogotá fueron decomisadas
2.240 patas rellenas de cocaína
embaladas para su exportación. Así lo
Los decomisos de coccaína eran rutinarios,
informó el periódico El Espectador: “la
pero en semejantes proporciones y que sus
dueños se atrevan a recuperarlo es toda una operación detectivesca que permitió el
osadía propia de la mafia colombiana,.
descubrimiento del ingenioso sistema,
Foto: El Espectador.
se produjo en el local N°12 B de la calle
29 con 12 sur, en establecimiento de propiedad de Ricardo Restrepo Mejía, quien fue privado
de la libertad junto con su ayudante, quien resultó ser un menor de edad. En la factoría se
encontraron 15 mesas ya armadas, listas para exportar a Europa”6. Como lo resalta el veterano
periodista Luis de Castro, quien vivió muy de cerca la situación en calidad de Editor Judicial
de El Espectador, “poco a poco el narcotráfico se fue metiendo en la piel del país”.
“Todos los bandidos de todas las épocas giran alrededor del dinero. Pero en los años 70
empezaron a hacerse notorios algunos delincuentes de medio pelo que, cuando descubrieron el
narcotráfico y la facilidad para hacer mucho más dinero que el acostumbrado y así podían entrar
fácilmente en los círculos de poder, cambiaron radicalmente sus vidas. Nunca se imaginaban
casarse con reinas y lo hicieron. Soñaban con viajar a Europa y se cansaron de hacerlo,
hasta los baños de sus extravagantes casas terminaron enchapándolos en oro. Ese poder
obnubiló a la gente, resultó demasiado atractivo obtener tan fácil tanta opulencia. Por eso,
los narcotraficantes que años antes eran delincuentes comunes de pata al suelo, se volvieron
magnates. Como el propio Pablo Escobar, quien se inició en el mundo de la delincuencia
robando lápidas en el cementerio y terminó de Representante a la Cámara y dueño de un
imperio”7, agrega Luis de Castro. Un comentario que se ratifica con otro de los pioneros del
negocio, el farmaceuta Gilberto Rodríguez Orejuela, quien empezó “en el parque de Santa
Los victimarios en Colombia
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Rosa de Cali (ubicado en la carrera décima entre calles 11 y 12) con una droguería de nombre de
Madrigal” dándose a conocer como “el hombre de las pepas” porque era el mayor distribuidor
de Rorex y Mándrax”8, y terminó amasando una gigantesca fortuna con las ganancias del
narcotráfico. Con estrategias similares, en diversas regiones del país se fueron conformando
carteles de la droga que primero empezaron sobornando y después se volvieron capaces de
enfrentar a cualquier persona o autoridad. Uno de los primeros casos demuestra la osadía
de esos precursores del narcotráfico. Ocurrió en 1977, en un juzgado de Victoria (Caldas),
cuando narcotraficantes rescataron del mismo
despacho judicial un cargamento incautado
24 horas antes por el DAS. La prensa lo relató
hasta con cierto entusiasmo: “la operación de
los mafiosos tuvo todas las características
de un movido episodio cinematográfico y
ocurrió catorce años después del tristemente
celebre bandolero Desquite masacrara a
39 personas, kilómetros antes de la misma
población. Los mafiosos lograron recuperar
152 libras de cocaína de 169 que había en el
juzgado, pero no alcanzaron a recuperar la
materia prima y otros elementos para preparar
Los posibles sectores que iban a parel alcaloide que no se pudieron llevar”9.
ticipar en el paro eran amedrentados,
por eso el M-19 entro a participar de la
agitación ciuadana.
Foto: El Espectador.
Así que los crímenes selectivos del
narcotráfico no demoraron también en
aparecer y el tema se vinculó a las agendas
de los periodistas judiciales. Así lo rememora Luis de Castro: “Lo que empezaron a hacer
los capos fue que todo aquel que fuera un estorbo lo mataban de una vez. No se ponían
con amenazas. En ese tiempo, los periodistas empezábamos a advertir el peligro pero
como el Estado no reaccionaba, realmente no pensábamos que nos fuera a pasar algo”10.
La guerrilla también arremete
Si el narcotráfico empezaba a causar estragos y a infiltrarse en los círculos sociales y económicos
del país, los grupos guerrilleros tampoco declinaban en sus propósitos similares. En sus
primeros meses de gobierno, el presidente López Michelsen quiso apostarle a la humanización
del conflicto armado y, a través del consejero presidencial Jaime Castro y el gobernador de
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Bolívar Álvaro Escallón, intentó promover un diálogo de paz con la alicaída guerrilla del
ELN, pero el proyecto fracasó y el grupo guerrillero pudo recuperarse refugiándose en el
sur de Bolívar y el departamento de Arauca. Después tuvo que cambiar su postura y apelar
al Estado de Sitio, sobre todo para contener los ataques de las FARC, el EPL y el M-19. En
particular, este último grupo insurgente empezó a protagonizar con criminales golpes, como
el secuestro y posterior asesinato del presidente de la Confederación de Trabajadores de
Colombia CTC José Raquel Mercado. El plagio del dirigente sindical ocurrió el 17 de febrero
de 1976 y el M-19 lo anunció como un proceso por “traición a la patria, a la clase obrera y
al pueblo. Por eso, a través de comunicados a los medios de comunicación, emprendió un
absurdo juzgamiento pidiendo a los colombianos que se expresaran públicamente sobre su
absolución o su muerte. El 19 de abril del mismo año, con dos disparos en el pecho, el cuerpo
sin vida del dirigente sindical fue abandonado en el parque Salitre de Bogotá.
El ambiente del país ya era muy tenso y además de enfrentar una dura oposición política
y el acoso de los medios de comunicación, el gobierno López afrontaba un crítico panorama
social con más de 100 huelgas vigentes. Ante tales circunstancias, arreció en sus medidas de
orden público y, a través del DAS, entonces en cabeza del general José Joaquín Matallana,
el héroe militar de la confrontación contra los bandoleros de los años 60, detuvo a más de
200 dirigentes o sospechosos de pertenecer a la guerrilla, especialmente al M-19. Pero esta
última organización estaba dispuesta a consolidar su movimiento revolucionario urbano y
a través de golpes menores, hábilmente promocionados en los medios de comunicación,
persistieron en tomas a carros repartidores de leche o de alimentos y en actos de presencia
en asambleas sindicales, para lanzar arengas contra el gobierno. Desligado totalmente
de la Anapo, además de consolidar sus cuadros militares y políticos y de persistir en sus
prácticas de secuestro extorsivo, el M-19 entró también a apoyar la agitación ciudadana que
concluyó en el llamado paro cívico del 14 de septiembre de 1977, la jornada de protesta
más difícil que tuvo que afrontar el gobierno. Sólo con toque de queda pudo resolverla.
Ese fue el punto culminante de un cuatrienio que apenas anunciaba los apremios que
se le venían al país. 10 muertos y 3.892 detenidos fue el balance oficial del paro cívico
en Bogotá. Las organizaciones sociales y sindicales hablaron después de varias decenas de
víctimas. El escritor Arturo Alape, en su obra “Un día de septiembre”, calificó la jornada como
“el más importante movimiento urbano desarrollado en Colombia, porque logró la confluencia
de experiencias de las luchas obreras, de las luchas de los barrios y de las fuerzas políticas de
izquierda, bajo los estímulos de una sola voz: paro cívico nacional. Fue el día 14 de septiembre
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de 1977”. El periódico El Siglo, en su edición del 19 de septiembre de 1977, incluyó una
entrevista con el ministro de Defensa general Abraham Varón Valencia, en la que el alto oficial
expresó: “el llamado paro cívico del miércoles pasado fue subversivo, con claros fines políticos,
y los responsables de los hechos lamentables registrados especialmente en Bogotá, deben ser
sancionados”. Acto seguido, con algunas estadísticas, demostró la proporción nacional de
la protesta: “En Bogotá fueron detenidas 3.892 personas, en Medellín 344, en Barranquilla
237 y en Cali 148. En el resto de ciudades hubo algunas detenciones pero sin importancia”.
Después del paro cívico, al gobierno no le quedó opción distinta que atender las demandas
militares y recrudecer las medidas de Estado de Sitio. Los grupos guerrilleros arreciaban en
sus secuestros, a las áreas rurales se sumaban las primeras fuerzas armadas del M-19 distintas
a su perfil de guerra urbana y en las montañas del Cauca surgió una quinta organización
guerrillera: el grupo armado Quintín Lame, de composición indígena, pero cercano al M-19.
Una violencia insurgente apenas comparable con el perfil agresivo que empezaba a adoptar el
narcotráfico, a través de los bien organizados carteles de la droga. En atención a los reclamos
de los altos mandos militares, un contexto favorable a un gobierno de mano dura. Ese fue
precisamente el discurso del candidato liberal Julio César Turbay Ayala y con ese mandato fue
elegido en junio de 1978. Por eso, un mes después de posesionarse, el 6 de septiembre de 1978,
como siempre al amparo del Estado de Sitio, a través del decreto 1923 el presidente sancionó
el Estatuto de Seguridad, un severo régimen penal que incrementó las penas a los delitos de
secuestro, extorsión y creó nuevos castigos para los llamados delitos políticos. Además otorgó
funciones de policía judicial a los militares y les autorizó también el juzgamiento de civiles.
Apenas una semana después los violentos le dieron la razón al gobierno Turbay. En
su propia casa, un nuevo grupo subversivo, el sexto de la lista, que se adjudicó el hecho
como el comando “14 de septiembre” del Movimiento Autodefensa Obrera, ajustició al ex
ministro de gobierno de la administración López, Rafael Pardo Buelvas. De inmediato Turbay
aplicó el Estatuto de Seguridad, restringió la libertad de información y ordenó acciones aún
más fuertes contra las FARC, el ELN, el EPL, el M-19, el Quintín Lame y el movimiento
Autodefensa Obrera. Aunque las medidas fueron respaldadas por los partidos políticos, los
sindicatos, las organizaciones de izquierda y varias asociaciones de defensa de los derechos humanos
las criticaron fuertemente. En respuesta, en su discurso de fin de año, el presidente Turbay,
en discurso transcrito por el periódico El Tiempo en su edición del 31 de diciembre, explicó
al país que no era viable retirar el Estatuto de Seguridad y que confiaba en que “1979 fuera
un año de gracia en que florecieran la paz, se fortalecieran las instituciones democráticas,
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se afianzara el orden y se lograran altas metas de desarrollo a través del PIN (Plan de
Integración Nacional)”. Por su parte, el ministro de Defensa general Luis Carlos Camacho
Leyva, despidió el año con una convocatoria: “Todo ciudadano debe armarse como pueda”.
La hora del estatuto de seguridad
El M-19 ya tenía preparada su respuesta y le propinó al ejército el más duro golpe militar
que le hubiese podido asestar un grupo alzado en armas. A través de un túnel de 80 metros
de longitud, construido clandestinamente desde una residencia vecina, accedió al depósito
de armas del Cantón Norte de Usaquén y se llevó 5.000 armas entre el 31 de diciembre de
1978 y el 1 de enero de 1979. Según el escritor Darío Villamizar en obra “Aquel 19 será”,
la excavación duró 73 días y el operativo estuvo a cargo de Rafael Arteaga y Esther Morón,
quienes alquilaron la casa en el barrio Francisco Miranda. El hecho fue tan desafiante que
el propio Rafael Arteaga se tomó una foto con el fusil del cura Camilo Torres Restrepo, que
el ejército guardaba como una especie de trofeo de guerra. Cuando el ejército se percató del
hecho, el M-19 ya había dado la orden de replegarse. Según Villamizar, Rafael Arteaga viajó
a Panamá, Jaime Bateman se escondió en una finca, Álvaro Fayad se refugió en el Cauca,
pero Carlos Duplat cometió el error de quedarse en Bogotá y, en medio de la arremetida
militar a cargo del comandante de la Brigada de Institutos Militares, general Miguel Vega
Uribe, fue detenido.
En la siguiente semana se presentaron más de 500 allanamientos en Bogotá. Gracias a
las delaciones de los detenidos, el 15 de enero hubo otro allanamiento en Cali, en el sector
de Villa Carmelo, y fue capturado el jefe guerrillero Iván Marino Ospina. En esa ciudad, el
Ejército recuperó las primeras armas. Después, en otra acción del ejército en el barrio Prado
Pinzón en Bogotá, se recuperaron otras 2.997 armas. El 17 de enero fue detenido Carlos
Duplat y el testimonio de las torturas a las que fue sometido, incluido en una edición de
la revista Alternativa, desató una polémica nacional a la que se sumaron varios obispos de
la Iglesia. El país se dividió entre detractores y defensores del Estatuto de Seguridad y en
medio de la polémica, el 30 de marzo se realizó en Bogotá el Primer Foro Nacional por los
Derechos Humanos. El periodismo entró a la controversia denunciando los atropellos que
se estaban cometiendo contra los derechos humanos y hasta los caricaturistas aprovecharon
para mofarse del clima de confrontación que vivía Colombia. Entre tanto, el presidente
Turbay viajó a Europa y sorprendió a todos cuando afirmó: “el único preso político en
Colombia soy yo”. Semanas después, entre las medidas de confrontación, el gobierno
suspendió el radioperiódico “El Corcho”, del humorista Humberto Martínez Salcedo.
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El 21 de noviembre de 1979, en la capilla de la cárcel Picota, con amplio despliegue
mediático, comenzó el Consejo Verbal de Guerra contra 169 integrantes del M-19 que habían
sido detenidos en los últimos once meses, producto de la aplicación del Estatuto de Seguridad.
Sin embargo, el tema de la violencia en Colombia ya había interesado a la comunidad
internacional y organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional o WOLA,
empezaron a emitir boletines e informes sobre abusos contra los derechos humanos en
Colombia. Así concluyó un año polémico en que la confrontación entre el Estado y los grupos
insurgentes no dejó un ganador. Por el contrario, la sociedad seguía desconcertada sin saber a
quién apoyar, si a un gobierno que abusaba de sus poderes para reprimir el delito o unos grupos
insurgentes que habían convertido el secuestro en una práctica cotidiana. De todas maneras
la violencia seguía vigente
y al país le esperaban
nuevos desafíos, de nuevo
protagonizados por el M-19
que emprendió una campaña
militar y política para liberar
a sus dirigentes políticos. El
27 de febrero de 1980 llegó
el nuevo reto: la toma de la
embajada de la República
Dominicana en Bogotá por un
El gobierno de Barco ratifico su mano fuerte para
comando armado del M-19.
combatir el narcotráfico y su empersa asesina con la
extradición. Foto: El Espectador.
Ese día se celebraban
los 136 años de independencia de la República Dominicana y asistían a una recepción 17
diplomáticos. De repente, a las doce y siete minutos, un comando del M-19 liderado por
el guerrillero Rosemberg Pabón y conformado por 16 insurgentes, se tomó por asalto la
embajada y, a nombre de la Operación Democracia y Libertad Jorge Marcos Zambrano,
tomó como rehenes a los diplomáticos y exigió que, a cambio de su libertad y la de 40
personas más, debían recibir US$50 millones y la liberación de 311 presos políticos. Cuatro
días después de la toma, en medio del ojo avizor de centenares de periodistas que apostaron
carpas y campamentos alrededor de la embajada para no perder detalle del suceso, el 2 de
marzo comenzaron las negociaciones entre el gobierno y la guerrilla. Tras 14 encuentros entre
delegados del ejecutivo y el M-19, y varias sanciones a medios de comunicación por divulgar
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informaciones inconvenientes al gobierno,
intervino la OEA y el Comité Internacional de
la Cruz Roja, y al día 61 terminó la crisis. “Fue
un triunfo de la democracia”, manifestó el
presidente Turbay Ayala. Los presos políticos
no fueron liberados, pero los guerrilleros
del M-19 viajaron a Cuba victoriosos. Tres
meses después, el gobierno presentó un
proyecto de ley para conceder amnistía
política a procesados por rebelión, sedición y
asonada que estuvieran dispuestos a entregar
sus armas e incorporarse a la democracia.
La extradición y el MAS
Al tiempo que los grupos guerrilleros persistían
en sus cruentas acciones y el gobierno y
las Fuerzas Militares los confrontaban con
Por más acciones que los gobiernos
de Colombia y Estados Unidos impleel Estatuto de Seguridad, los carteles del
mentaban , los carteles de la droga
narcotráfico también se fortalecían y sumaban
ganaban batallas y compraban conciencias.
a sus tareas de infiltración de la economía y
Fotos: El Espectador.
la sociedad, la decisión de penetrar el poder
político. Sin embargo, en respuesta a sus
acciones, el gobierno de Estados Unidos, que había señalado al narcotráfico como su enemigo
y que conocía las debilidades de la justicia colombiana, propuso al gobierno Turbay Ayala
una herramienta eficaz para enfrentar a los productores de droga: el tratado de extradición.
El gobierno aceptó la fórmula y, con el concurso de su embajador en Washington Virgilio
Barco y del embajador de Estados Unidos en Colombia Lewis Tambs, el tratado fue suscrito
en 1979. Un año después, a través de la ley 27 de 1980, fue ratificado por el Congreso. A
partir de entonces, Colombia tenía un arma más contundente para enfrentar a los mafiosos,
aunque estos ya habían constituido una red de poderosas organizaciones regionales. Evaristo
Porras en el Amazonas, Emiro de Jesús Mejía en la Guajira, Jorge Gnecco Cerchar en el
Cesar, el clan de los Náder en Córdoba, Verónica Rivera en Bogotá, Carlos Ledher Rivas en
Quindío, Griselda Blanco, José Hader Álvarez, Rafael Cardona Salazar, Gonzalo Rodríguez
Gacha, Iván Urdinola Grajales, Octavio Piedrahita Tabares, una larga lista de narcotraficantes
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dispuestos a matar para defender su negocio.
Los crímenes aumentaron y las venganzas entre las mismas organizaciones se hicieron
constantes. Y como era de esperarse, en la pelea por el poder en los territorios del delito,
terminaron por confrontar violentamente con los grupos guerrilleros Tan solo uno de esos
episodios demuestra las dimensiones homicidas de esta guerra entre ilegales. Sucedió el 6 de
septiembre de 1981 cuando fueron secuestrados los niños Zuleika, Yidid y Xoiux Álvarez, hijos
del poderoso constructor José Hader Álvarez, también vinculado al mundo del narcotráfico. A
pesar de los esfuerzos de las autoridades por dar con el paradero de los niños secuestrados y
de las propias acciones ilegales de Álvarez, quien desató una cacería personal de los plagiarios
ordenando la desaparición de personas cercanas a la guerrilla, no fue posible rescatar a los menores.
A mediados de abril de 1982, tras la confesión de algunos detenidos, fueron encontraron los
cuerpos sin vida de los tres niños en una región casi inaccesible del municipio de Gachalá,
al oriente de Cundinamarca. Los cadáveres estaban enterrados en una fosa de dos metros de
profundidad y 1,50 de diámetro. En medio de las investigaciones posteriores se supo que el
padre de los secuestrados ofreció a los captores la suma de $25 millones como rescate y que en
una llamada telefónica recibió como respuesta: “esa suma sólo vale una pierna o un brazo de
alguno de los niños”. Tras una larga investigación, cinco sujetos fueron capturados y pagaron
penas de prisión, pero el castigo a los autores intelectuales quedó en absoluta impunidad.
Otro ejemplo contundente del carácter desalmado de las organizaciones del narcotráfico
lo constituyó el denominado Cartel del Norte del Valle, conformado entre otros por los mafiosos
Iván Urdinola, Helmer Herrera, Diego León Montoya, Orlando Henao y Henry Loaiza,
quienes en una vasta región extensiva a los municipios de Tulúa, Palmira, Buga, Riofrío,
Cartago, Cerrito, Roldanillo, Bugalagrande y Ginebra, desarrollaron una temible banda de
asesinos y sicarios. Las aguas del río Cauca se convirtieron literalmente en un cementerio
clandestino, pues frecuentemente flotaban en sus aguas los cadáveres de personas asesinadas
por oponerse al negocio o querer arrebatárselo a los mafiosos. Mientras los capos del Cartel
de Cali, básicamente los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela avanzaban en la
consolidación de su imperio económico gracias al poder de su mano corruptora, sus colegas
del norte del Valle apelaban esencialmente al poder de sus armas y también a la complicidad
de autoridades de policía. De hecho, muchos uniformados dejaron las actividades de control
para pasarse a las filas del enemigo ilegal. El caso más conocido fue el del ex policía
Víctor Patiño Fómeque, quien llegó a convertirse en un temido capo del narcotráfico con
insospechadas relaciones en el mundo político y una capacidad increíble para desarrollar
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la exportación de droga desde los distintos puertos colombianos en el océano Pacífico.
Rápidamente en las capitales del país se fue volviendo normal que las noticias resumieran
nuevos hallazgos de droga. En Bogotá, por ejemplo, el 15 de enero de 1980 los medios de
comunicación anunciaron que había sido incautado el mayor volumen de droga encontrado
en cercanías de la capital del país. Agentes antinarcóticos del F2, tras el seguimiento de una
banda con enlaces en el departamento del Caquetá, lograron la incautación de la droga, en
un operativo que así fue reseñado en los
periódicos: “el pasado sábado, después
de las 11.30 del día, tras un minucioso
seguimiento desde el Caquetá hasta
Bogotá, a un carrotanque conducido por
un individuo identificado como Flavio
Oliverio Fernández, se interceptó un
contrabando de droga. El vehículo fue
interceptado y luego de una exhaustiva
revisión, se logró hallar en el interior
del tanque un total de 5.000 kilos de
marihuana prensada, cuyo valor fue
estimado en $10 millones en el mercado
interior del país (…) La marihuana
iba oculta en tanques alternos a los de
la gasolina, lo que permitía llevar la
droga para su distribución y movilizar
también insumos para la producción
de cocaína”11. Pocos días después de
esta incautación, se descubrió el primer
laboratorio de producción de drogas en
la capital luego de hacer un seguimiento
a una vivienda ubicada en la calle 39,
donde fueron capturadas seis personas
con cinco kilos de producción.
Un pequeño prontuario delt capo perteneciente al cartel de Medellín hecho por periodistas judiciales del periódico El Espectador.
Sin suficiente claridad sobre los
descubrimientos en la capital ni mucho
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menos sobre las verdaderas dimensiones de las organizaciones comprometidas en el delito,
cada día la sociedad y el propio gobierno se sorprendían con nuevos hallazgos. Por ejemplo,
en el Vaupés se anunció el descubrimiento de 3.000 hectáreas cultivadas con coca. Una
noticia que le hizo ver al gobierno que la lucha contra el narcotráfico no iba a ser un asunto
sencillo y que el país poco a poco se convertía en productor de droga, además de lugar
de tránsito para el tráfico de estupefacientes. Lo más impactante del momento era que la
cantidad de coca sembrada, según los expertos daba para producir al año entre una o dos
toneladas de droga, hasta ese momento un volumen nunca antes registrado en la producción
mundial de estupefacientes, convirtiendo a Colombia en el primer productor de coca en el
mundo. De inmediato empezó a hablarse de una alternativa inaplazable: el control aéreo
y fluvial de las zonas donde sembraban coca los narcotraficantes. La estrategia se llevó a
cabo para evitar la salida de coca en el Vaupés, mientras se buscaba la forma de erradicar
los cultivos12, pero realmente los narcotraficantes ya habían plagado los antiguos territorios
nacionales de pistas aéreas clandestinas para movilizar la pasta de coca o incluso la droga ya
procesada. El negocio ya estaba montado y las autoridades apenas advertían sus proporciones.
En una década, las organizaciones guerrilleras y los carteles del narcotráfico habían
desplegado una violencia casi tan demencial como la que en el pasado habían desarrollado los
grupos de bandoleros o las facciones que se enfrentaron en la violencia partidista. Era claro que
tarde o temprano terminarían enfrentadas y la causa de esa guerra entre ilegales fue la lucha por
el control del negocio y las secuelas del secuestro. Según los investigadores y las autoridades
de policía, hay tres episodios que marcan el comienzo de esta confrontación sin antecedentes.
El primero tiene que ver con la lucha entre las FARC y los narcotraficantes al servicio del
capo Gonzalo Rodríguez Gacha por el control de la producción de coca en los llanos del Yarí,
en el Caquetá. Desde el comienzo del negocio se supo que las FARC, sin involucrarse como
productores de cocaína ni sembradores de coca, optaron por un ilícito más práctico: cobrar
dinero por permitir esas siembras, la instalación de los laboratorios y la movilización de la
pasta de coca. Dicho chantaje fue llamado el “gramaje”, una especie de impuesto que empezó a
enriquecer a las FARC y que motivó al embajador de Estados Unidos en Colombia Lewis Tambs
a calificar al grupo como una “narcoguerrilla”. Al parecer, en estos negocios, los grupos de
Rodríguez Gacha y la gente de las FARC tuvieron peleas económicas y se declararon la guerra.
Los otros dos episodios están documentados plenamente y hacen parte de la historia de
los orígenes del paramilitarismo. En el libro “Colombia, Nunca Más” se lee que Fidel Castaño
Gil era un narcotraficante reconocido en el nordeste antioqueño y que operaba desde el bar
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“El Minero”, ubicado en el municipio de Segovia. “En principio se dedicó al cultivo de la
marihuana y más tarde se metió al negocio de la coca, construyendo dos laboratorios en una
de las tres fincas que por entonces ya poseía”13. En la misma región, las FARC constituyeron
un importante frente de guerra. “En 1981, las FARC secuestraron a Jesús Castaño, el padre
de Fidel. El narcotraficante no tuvo otra alternativa que pagar diez millones de rescate a la
guerrilla, entonces mejor organizada militarmente y con gran control en la zona. Pero el padre
Betancur solo atacó al narcotráfico cuando fue asesinado su ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla. por denunciar en el Congreso los dineros de la mafia
infiltrados en los equipos de fútbol. Foto: El Espectador.
de Fidel murió, víctima de un infarto, cuando la guerrilla se disponía a enterrarlo en la vereda El
Río, cerca de Segovia, donde había sido secuestrado. El mafioso, que había disuelto su primer
grupo paramilitar, prometió cobrar venganza, mientras seguía acumulando dinero gracias a sus
negocios de coca con el Cartel de Medellín”14. A partir de entonces, con sus hermanos Vicente
y Carlos Castaño, el narcotraficante Fidel Castaño comenzó a estructurar su grupo paramilitar
Muerte a revolucionarios del Nordeste Antioqueño que sembró la muerte en los años 80 y
que se articuló con la otra raíz del paramilitarismo: el grupo Muerte a Secuestradores (MAS).
La gota que rebozó el aguante de los narcotraficantes y desató la guerra entre la
guerrilla y la mafia ocurrió el jueves 12 de noviembre de 1981 en Medellín, cuando fue
secuestrada en el estadero La Margarita del Ocho, Martha Nieves Ochoa, hermana de los
narcotraficantes Jorge Luís, Juan David y Fabio Ochoa Vásquez. “El 3 de diciembre, minutos
antes del partido América-Cali, en la cancha del estadio Pascual Guerrero, una avioneta lanzó
miles de volantes con un siniestro anuncio que estremeció a las autoridades: 223 mafiosos
habían reunido $446 millones para constituir el movimiento Muerte a Secuestradores
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(MAS). Mientras el país empezaba a aceptar la semiología y semiótica de las palomas de
la paz que empezaron a pintarse en la época de Belisario Betancur”15, nacía la alianza entre
las autodefensas y el narcotráfico. Desde entonces la violencia entró en una nueva fase, la
de los mercenarios de la guerra. “El narcotráfico se
adueñó del país: se estima que posee el 70 por ciento
de las tierras cultivables y de los espacios urbanos
edificados entre 1990 y 1995, lapso durante el cual la
construcción en Colombia alcanzó niveles nunca vistos
en Suramérica. El comercio, la banca, la agricultura y
la industria también fueron invadidos por el dinero de
la droga, más no se sabe hasta qué punto este llegó
a controlarlos”16. El narcotráfico terminó integrarse a
la guerra que hizo de la siguiente época el momento
más crítico en la historia contemporánea de Colombia.
La prisa por la paz
Después de dos gobiernos liberales, el
dirigente conservador Belisario Betancur apoyado
por la Anapo y otros sectores populares, contra los
candidatos liberales Alfonso López Michelsen y Luis
Carlos Galán, se convirtió en el nuevo presidente de
Colombia. Al mes de su posesión, como lo prometió
en su campaña basada en la posibilidad del diálogo con
la guerrilla, creó una comisión de paz de 34 miembros
de diferentes tendencias políticas para dialogar con la
insurgencia. El 19 de noviembre, tres meses después de
La plana mayor de l cartel de
Medellín pago por el asesinato posesionado, fue sancionada la ley de amnistía. Tregua
del ministro de justicia Lara
con la guerrilla que cayó mal al estamento militar. El
Bonilla el 30 de abril de 1984.
Nunca pagaron por este critema se complicó más en enero de 1983 cuando el
men.
procurador Carlos Jiménez Gómez acusó a oficiales
Foto El Espectador.
y suboficiales de las Fuerzas Armadas del Estado de
operar con el MAS, que persistía en una guerra sucia contra dirigentes de izquierda. El 30 de
mayo renunció el presidente de la comisión de paz Otto Morales Benítez denunciando a los
“enemigos agazapados de la paz”. Pero lo que parecía condenado al fracaso salió adelante
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y 1984 fue el año del cese al fuego del gobierno
Betancur con las guerrillas, pero también el año de
la guerra contra la mafia. El 28 de marzo se firmó
el primer acuerdo de cese al fuego con las FARC
en Uribe (Meta) y el 30 de abril fue asesinado por
el narcotráfico el ministro de justicia Rodrigo Lara
Bonilla. En un mes, el año de la esperanza pasó a ser
el año de la narcoguerra. En busca de la paz con la
guerrilla, el presidente Belisario Betancur dio con
la guerra paramilitar y la violencia del narcotráfico.
Aunque se diga que el gobierno Betancur sólo
utilizó sus poderes de Estado de Sitio para enfrentar
al narcotráfico hasta que fue asesinado el ministro de
Justicia Rodrigo Lara Bonilla el 30 de abril de 1984,
Prontuario del asesino del milo cierto es que desde el martes de agosto de 1983
nistro de justicia junto con acuen la Cámara de Representantes, en que discutieron
saciones de otros crímenes que
presuntamente cometió. Reseña: el congresista Jairo Ortega Ramírez y el ministro de
El Espectador.
justicia Rodrigo Lara Bonilla, y este último sacó a
relucir contactos de la mafia que nadie se atrevía a
nombrar, acusando además a los equipos de fútbol
y a varios congresistas de participar activamente
en el negocio, se desató un conflicto con el
terrorismo que elevó la violencia a límites nunca
vistos. Lo ratifica el periodista Enrique Rivas de El
Espectador: “Antes del 83 todo el mundo sabía que
los narcotraficantes existían pero no los perseguían,
La muerte de ministro Lara Bonilla pero cuando Rodrigo Lara Bonilla entró al gabinete
significó un arma para enfrentar
ministerial hacia julio de 1983 y comenzó a
los carteles de la droga en el godenunciar al congresista suplente de Jairo Ortega
bierno de Betacur.
Columna El Espectador.
por Antioquia Pablo Escobar Gaviria, empezó
una guerra que terminó con carro bombas”17. Paradójicamente, mientras Betancur persistía
en su proyecto de apertura democrática con elección popular de alcaldes, participación
ciudadana y reforma del sistema electoral, y firmaba una tregua que desde el primer día no
se cumplió a cabalidad porque los militares continuaron los hostigamientos y las guerrillas
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los combates, por cuenta del narcotráfico comenzaron a vivirse momentos amargos.
Cuando se conocieron las imágenes de los asesinos del ministro de justicia se constató
que era una guerra irresponsable. Supuestamente “por asesinar a un señor de un Mercedes
blanco que se había robado unos kilos de coca, por dos millones de pesos con adelanto de
$20.000”, Byron Velásquez Arenas e Iván Darío Guisado recibieron unos pocos pesos y
mataron al ministro de justicia de Colombia. Era el poder del denominado Cartel de Medellín,
“un grupo de contrabandistas antioqueños de vinculaciones internacionales organizadas con
el delito que se lanzaron al mercado internacional de la cocaína, un negocio que comenzó
durante la Segunda Guerra Mundial cuando se redujo en Estados Unidos el mercado de la
heroína, en razón a que la guerra afectó los centros de producción y distribución en Asia y
Europa”18. Durante el sepelio del ministro Lara Bonilla, el presidente Betancur esgrimió
su nueva arma para enfrentar a los carteles de la droga: la extradición. En el curso de los
siguientes meses, con previa aprobación de la Corte Suprema de Justicia, el gobierno autorizó
la extradición a Estados Unidos de 13 colombianos acusados de tráfico de estupefacientes.
La reacción de los narcotraficantes fue constituir un grupo armado para enfrentar al Estado
que denominaron “Los extraditables”. Y estalló una guerra que empezó a causar estragos en
el país y que multiplicó aún más la violencia. Desde entonces, el ejercicio del periodismo
judicial fue distinto y los propios comunicadores se volvieron blanco de la guerra.
Como lo rememora hoy el periodista Enrique Rivas, por 12 años redactor judicial del
periódico El Siglo y actual periodista de El Espectador, “en cosa de meses cambió todo: la
perspectiva histórica, la visión periodística, se produjo una transición entre un periodismo
sin tecnología y de cubrimiento de casos de baranda a un periodismo moderno y cobertura de
guerra”. Opinión que ratifica el periodista Luis de Castro, quien sostiene que se impuso una
situación de anormalidad permanente en la que los periodistas dejaron de firmar sus artículos y
arreciaron las amenazas. “A mí también llegaron a amenazarme y sigo creyendo que fue la mafia
de los hermanos Rodríguez Orejuela de Cali. Yo creo que ellos se enteraron por su comunicador
de cabecera Alberto Giraldo, que era yo quien lideraba los trabajos sobre el narcotráfico.
Incluso pienso que fue él mismo quien me llamó y me dijo que yo me inventaba las cosas que
se publicaban. Yo sé que no fue una amenaza directa, pero cuando me dijo que tuviera mucho
cuidado y que dejara las cosas de Cali así, era porque estaban dispuestos a ejercer la violencia.
Para esa época ya el director del periódico Guillermo Cano había denunciado los antecedentes
criminales de Pablo Escobar Gaviria y la mafia se organizaba para iniciar una guerra que
dejó demasiadas víctimas”19. La confrontación entre el Estado y los carteles de la droga que
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 113
pronto terminó también proyectándose a la violencia de la guerrilla y el paramilitarismo.
Una guerra que se inició en momentos en que el gobierno Betancur emprendía el cumplimiento
del cese al fuego con la guerrilla de las FARC, a partir de la media noche del domingo 26 de
mayo de 1984. Con el M-19 se demoró unas semanas más porque la violencia se atravesó
a las intenciones de paz. Inicialmente porque el 10 de agosto, a cuatro días de firmarse la
tregua, fue asesinado en Bucaramanga el principal ideólogo de esta organización Carlos
Toledo Plata; y posteriormente porque en un acto de retaliación, una columna del M-19
integrada por 200 guerrilleros se tomó el municipio de Yumbo (Valle). Paradójicamente la
reacción del gobierno, además de la consabida vía militar, fue una declaración de la ministra
de comunicaciones Noemí Sanín, a través de la cual le pidió a su colega del Ministerio de
Justicia que investigara la conducta de algunos periodistas del Valle que habían cubierto en
detalle el ataque del M-19 a Yumbo. Además acusó a varias emisoras de haber violado el
llamado Estatuto de Radio. Las investigaciones nunca se abrieron y en cambio a los pocos
días, en la última semana de agosto, el EPL, el grupo Autodefensa Obrera y el propio M-19
firmaron los acuerdos de cese al fuego. El grupo guerrillero indigenista Quintín Lame no
alcanzó a sumarse al pacto porque semanas después fue asesinado en Santander de Qulichao
el sacerdote indígena Álvaro Ulcué Chocué, quien se había distinguido por asumir la defensa
de los resguardos indígenas en el departamento del Cauca.
Así terminó 1984, un año de contrastes entre la guerra y la paz, pero también de violencia
urbana que dejó dos casos que provocaron mucho interés periodístico. El primero ocurrió
en Barranquilla, durante los días de carnaval, cuando el estudiante de medicina de 24 años
Miguel Ángel Torres Socarrás, bajo los efectos de la cocaína, el ron y la marihuana, asesinó
a golpes a tres mujeres: a su amiga Lucía Fernanda Kaled, a su madre Lucía Chadraui de
Kaled y a la abuela Nina Kaled. El caso provocó toda clase de análisis sobre la conducta
del victimario y las consecuencias del consumo de droga, y sólo fue superado en cobertura
por el crimen colectivo que protagonizó en Cali un ex vigilante, cuando dio muerte a nueve
personas en lo que se conoció como “la masacre de Diners”. Ocurrido el 3 de diciembre
cuando Jaime Serrano Santibáñez, un celador que había sido despedido de la empresa por
portar un arma fuera de sus actividades, en compañía de un amigo y utilizando armas de
fuego y cuchillos, asesinó a nueve empleados de Diners, entre ellos varias mujeres. Aunque
el asesino dejó escrita en una de las paredes que lo hacía para que se acordaran de él, después
le confesó a las autoridades que su pretensión era robar dinero. El periodismo, ampliamente
interesado en conocer los detalles de su acción se llevó una frustración cuando en sus primeras
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 114
declaraciones comentó tranquilamente que no podía decir nada porque él no había hecho
nada. Serrano fue condenado a 30 años de prisión.
Epílogo de muerte
El final del gobierno de Belisario Betancur no pudo ser peor. No solamente fracasaron los
procesos de paz y se mantuvo la guerra contra el narcotráfico sino que, como lo resalta el
periodista Enrique Rivas, “el país asistió al episodio judicial más escabroso de su historia
contemporánea, quizás el más grave sucedido después del 9 de abril de 1948, el holocausto
del Palacio de Justicia”. Entre personal administrativo, magistrados y abogados que estaban
en el momento en que sucedió la toma del M-19, el 6 y 7 de noviembre de 1985 perdieron
la vida 107 personas. El M-19 argumentó que se tomaba el Palacio de Justicia para llevar a
cabo un juicio al presidente Betancur por traición a la voluntad nacional de forjar la paz por
el camino de la participación ciudadana y la negociación. El Ejército respondió con toda su
opción armada, nunca se aceptó una negociación con el grupo armado, se hizo caso omiso a
los ruegos del presidente de la Corte Suprema de Justicia Alfonso Reyes Echandía para que
cesara el fuego y se precipitó una verdadera tragedia. El Palacio de Justicia terminó envuelto
en llamas y en medio de un terrible guerra en pleno centro de Bogotá, murieron civiles y
combatientes. 11 magistrados de la Corte Suprema perdieron la vida y de 11 empleados de la
cafetería del Palacio de Justicia jamás volvió a saberse. Según el periodista Rivas, “la toma
fue una confluencia de intereses del narcotráfico y de la guerrilla con un blanco común: los
magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Ese fue el comienzo de la era más terrible y
dolorosa de la historia nacional”.
A la semana siguiente, por cosas de la naturaleza, un deshielo en el Nevado del Ruiz precipitó
una avalancha que borró del mapa al municipio de Armero (Tolima). Más de 20.000 personas
perdieron la vida. El volcán Arenas del Nevado del Ruíz hizo erupción hacia las 11,30 de
la noche, el calor derritió la nieve y las corrientes de agua del deshielo acabaron con el
municipio. En medio de esta, la mayor catástrofe natural ocurrida en Colombia, el holocausto
del Palacio de Justicia pasó a un segundo plano en las noticias. De hecho, la misma noche
del ataque del M-19 al templo de la justicia, el propio gobierno ya había ayudado a bajarle
el tono a la tragedia cuando ordenó a los medios de comunicación restringir sus actividades
para colaborar con el orden público y además dispuso la sorpresiva transmisión por televisión
de un partido de las finales del campeonato profesional de fútbol. El propio presidente
Betancur, en la intervención pública por televisión par asumir la responsabilidad política
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 115
de lo sucedido, le agradeció a los medios de comunicación su comportamiento, es decir su
decisión de silenciarse. En su libro “Las dos tomas”, el periodista Manuel Vicente Peña dejó
constancia de que la toma del Palacio de Justicia había sido una acción anunciada y que
en medio de los ataques, la periodista Consuelo Araújo intentó encabezar una cruzada de
directores de medios de comunicación para pedirle al gobierno que intentara dialogar con el
M-19, pero no fue escuchada ni su propuesta tuvo éxito.
Al final del agitado cuatrienio de Belisario Betancur, quedó el movimiento político Unión
Patriótica que permitió a la guerrilla participar en las elecciones de 1986 y a su candidato
Jaime Pardo Leal obtener la segunda votación más alta que la izquierda hubiera alcanzado hasta
entonces. Un logro que tendría un trágico costo en los siguientes años. Por lo pronto, no sólo
terminaba una época de grandes contrastes sino que el país empezaba apenas a vivir la peor
de sus violencias. El anuncio llegó otra vez de la guerrilla, esta vez del grupo disidente del
M-19, el Ricardo Franco, que en diciembre de 1985 perpetró la llamada masacre de Tacueyó,
un acto atroz que dejó evidencia de lo que se venía para el país. Un ex guerrillero de las
FARC y del M-19 identificado como José Fedor Rey pero conocido como “Javier Delgado”,
al enterarse de que su grupo había sido infiltrado por el ejército, entró en sospecha de todos
y precipitó un desatinado juicio que terminó con el asesinato de 150 militantes de la guerrilla
entre los 15 y los 30 años. Como lo calificó el politólogo José Cuesta Novoa en su trabajo
“Vergüenzas históricas”, “ese fue el comienzo del desencanto, el fondo que se necesitaba para
que la guerrilla empezara un nuevo rumbo”. Infortunadamente, el país apenas se preparaba
para vivir una época, el tiempo en que todas las guerras se cruzaron y Colombia se vio
sacudida por el narcoterrorismo que causó la muerte de demasiados inocentes.
Citas
1
(Comité de Solidaridad con los presos políticos, 1974), “Un libro negro de la represión: Frente Nacional
1954-1978”. Bogotá. P. 95
2
El Espectador (1970, 16 de febrero), Laín cura a guerrilleros. Bogotá. P. 7 A
3
Castillo, F. (1987). “Los jinetes de la cocaína”, editorial documentos periodísticos, Bogotá., pp. 19
3
El Espectador (1976, 11 de junio) “”, Bogotá., pp. 9A
4
El Espectador (1976, 2 de agosto), “narcotraficante da versión de cocaína en el gloria”, Bogotá., pp. 10
5
El Espectador (1977, 8 de junio), “60 kilos de marihuana en patas de mesa”, Bogotá., pp. 11A
6
De Castro, L. (2007, 24 de octubre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá.
7
Intermedio Editores, (200), Confesiones de un narco. Bogotá., pp. 106
8
El Espectador (1977, 9 de agosto) “Narcotraficantes rescatan droga”, Bogotá.
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 116
4. De Capos, Traquetos, Sicarios y Águilas
Negras
Por las mismas rutas que los contrabandistas antioqueños utilizaban para traer
mercancías desde Panamá, empezaron a configurarse las redes de exportación de
droga a Estados Unidos y Europa. De esta manera, poco a poco, empezaron a proliferar
los negocios de moteles, casas de juegos, oficinas de cambio de moneda extranjera,
licoreras, inmobiliarias y oficinas de prestamistas, porque representaban la forma
menos compleja para lavar los ríos de dólares que empezaron a llenar las arcas del
narcotráfico. En otras palabras, como lo han reconocido
los analistas del tema, el contrabando fue la escuela para
capos como Pablo Escobar Gaviria, quien después de
afianzar sus primeras rutas entendió que el siguiente paso
era asegurar el silencio de políticos, empleados públicos y
funcionarios públicos a través de dos vías: la corrupción o el
asesinato. Para cumplir las dos tareas, los capos empezaron
a consolidar un verdadero ejército de asesinos a sangre fría
que pronto adquirieron un calificativo propio: los sicarios.
El dinero le servía a Pablo
Escobar para comprar las conciencias de los congresistas
que no votaban para quitarle
la impunidad.
Foto: El Espectador
Según el periodista judicial Luis de Castro,
cuando comenzó a afianzarse el imperio de los carteles
de la droga, la violencia se multiplicó excesivamente y
el periodismo poco a poco empezó a silenciarse. “Con
los narcotraficantes no era como con los bandidos de
otras épocas. Con ellos no se podía hablar y publicar
algo en su contra empezó a ser identificado como una
sentencia de muerte. Tocaba cuidarse mucho. Yo alcancé
a tener varios sustos por seguimientos que me hicieron
hasta mi casa. Los periodistas judiciales comenzamos
a trabajar con cierto nerviosismo, sobre todo quienes
teníamos que hacerlo con esas informaciones”1.
Lo cierto es que desde principios de los años 80 y
El periódico El Espectador era básicamente después de que el Estado emprendió la
una de las voces que más combatía el narcotráfico con sus
investigaciones
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 117
guerra contra los carteles del narcotráfico, los negociantes de la droga empezaron a
fortalecer sus ejércitos de sicarios, aunque las autoridades duraron mucho tiempo en reconocer
que esta nueva modalidad de asesinato a sueldo empezó a causar estragos en Colombia.
Las investigaciones descubrían a
los ejércitos de justicia privada
exportados para cobrar deudas de
los narcos.
Foto: El Espectador.
Pero no sólo fue una creación del cartel de
Medellín. El cartel de Cali, por ejemplo, tenía
22 sicarios seleccionados que llevaron a cabo
múltiples asesinatos para preservar el negocio.
La mayoría de cadáveres de sus víctimas fueron
arrojados a las aguas del río Cauca y, según se
lee en el libro “Confesiones de un narco”, en
los primeros tiempos del negocio fue Helmer
Herrera el encargado de conformar estos ejércitos
privados para la protección del cartel. “Todos
los jefes aportaban recursos financieros para el
sostenimiento de 250 pistoleros como mínimo y
la multiplicación de estos si se presentaba una
emergencia”. La proporción del reclutamiento
de asesinos correspondía a una siniestra lógica
matemática: “Si mataban a un sicario aparecían
cinco para reemplazarlo. Si mataban a un narco
surgían tres”. Sin embargo, para mediados
de los años 80, después de las denuncias del
ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla, ya
estaban más o menos identificados los grandes
capos del narcotráfico y sus organizaciones.
Básicamente, al momento de concluir el gobierno de Belisario Betancur, los capos
identificados por la sociedad colombiana eran: Pablo Escobar Gaviria y los hermanos Ochoa
Vásquez como los grandes jefes del cartel de Medellín; los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez
Orejuela junto a José Santacruz Londoño, como los responsables principales del denominado
cartel de Cali; Evaristo Porras Ardila como el gran negociante de la cocaína en el Amazonas;
Gonzalo Rodríguez Gacha, responsable de los grandes embarques de droga en el centro del
país con proyección a los Llanos Orientales; Helmer Herrera Buitrago, Diego León Montoya
e Iván Urdinola como los grandes jefes del cartel del Norte del Valle; y una serie de capos
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 118
Las cabezas del cartel de Medellín. De izquierda a Derecha: Pablo Escobar,
Gonzalo Rodríguez Gacha y Carlos Lehder. Foto: El Espectador.
menores o independientes como Severo Escobar, José Cabrera, José Rafael Abello Silva,
Víctor Patiño Fómeque, Phanor Arizabaleta Arzayus u Octavio Piedrahita Tabares, entre
otros. Además empezaba a ser claro que el narcotráfico ya estaba financiando las actividades
del paramilitarismo, sobre todo en regiones como el Magdalena Medio, el nordeste de
Antioquia, la zona de Urabá, la región de los Llanos Orientales y el norte del Valle del
Cauca. Y lo que es peor, que el paramilitarismo también adoptó la estrategia de los sicarios.
Con este desafío de los violentos, aumentado además por la sistemática acción de
las guerrillas, en agosto de 1986 asumió como Presidente de Colombia el dirigente liberal
Virgilio Barco Vargas. Y, como era de esperarse, los sicarios empezaron a hacer de las suyas.
Como lo recuerda el periodista Enrique Rivas, “a los 23 días de su posesión ya habían
matado al primer congresista de la Unión Patriótica, al representante a la Cámara Leonardo
Posada Pedraza, asesinado en Santander. Al día siguiente asesinaron al senador Pedro Nel
Jiménez, también de la Unión Patriótica, esta vez en Villavicencio”2. Simultáneamente, bajo
la fachada de “Los Extraditables”, los narcotraficantes empezaron a utilizar a los sicarios
para asesinar a sus enemigos en la justicia, las Fuerzas Militares y el periodismo. “En
cuatro meses, la gente del cartel de Medellín asesinó al grupo de colombianos que había
respaldado al ministro Rodrigo Lara Bonilla en su primera ofensiva contra el narcotráfico”3.
El 31 de julio fue asesinado al norte de Bogotá el magistrado de la Corte Suprema
de Justicia Hernando Baquero Borda, quien había sido ponente de un fallo que negó la
inconstitucionalidad del Tratado de Extradición suscrito entre Colombia y Estados Unidos.
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 119
El 30 de octubre, sicarios acabaron con la vida del magistrado Gustavo Zuluaga Serna,
quien había tenido el valor de abrir un proceso penal contra Pablo Escobar Gaviria. El
siguiente en la lista fue el coronel de la Policía y principal enemigo de los carteles de la
droga Jaime Ramírez Gómez, asesinado a la entrada de Bogotá el 17 de noviembre de 1986.
Y la racha de ese año terminó el 17 de diciembre de 1986, cuando fue asesinado en Bogotá,
cuando salía del periódico El Espectador, su director Guillermo Cano Isaza, quien desde
su columna “Libreta de Apuntes” había desplegado una ofensiva periodística contra los
carteles de la droga, en especial contra la mafia orientada por el capo Pablo Escobar Gaviria.
Aunque no hubo responsables por el crimen de Guilelrmo Cano a los 3
años se vinculó oficialmente al cartel de Medellín.
Foto: El Espectador.
Este último hecho conmocionó a la sociedad y a los medios de comunicación a tal
punto que, por primera vez en la historia del país, durante 24 horas, todos los medios
se silenciaron. No hubo periódicos ni funcionó la radio, tampoco la televisión emitió su
programación. Silencio mediático total. Con estas palabras, El Espectador rindió tributo
a su memoria: “Guillermo Cano ejerció la verdadera procuraduría de la opinión contra el
narcotráfico (…) desde su columna dominical Libreta de Apuntes y en numerosos editoriales,
invitó a los colombianos a decidir frente al que consideró el delito generador de asesinatos
a sangre fría, monstruosas venganzas entre ellos mismos, corrupción de la niñez y de los
adultos, defraudaciones fiscales”4. Al realizar los recuentos sobre las razones que llevaron al
narcotráfico a asesinar a Guillermo Cano, se recordó que fue él la primera persona que divulgó
los antecedentes criminales de Pablo Escobar Gaviria, al reproducir una publicación de 1976
en momentos en que el ministro Lara Bonilla hacía sus denuncias en el Congreso en 1983.
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 120
Así recuerda este episodio
el periodista Luis de Castro: “Yo
encontré y publiqué la fotografía que
dio origen a la guerra del narcotráfico
contra El Espectador. Un año después
de la muerte de don Guillermo, el
periodista Fabio Castillo, quien
también trabajaba con nosotros,
escribió en su libro Los Jinetes de
la Cocaína que don Guillermo Cano
había descubierto esa foto. Yo le
En el articulo se muestra la primera foto de
Pablo Escobar reseñado por narcotráfico y que cuento la verdad, quien me refrescó
fue del asesinato de Guillermo Cano.
la memoria fue un detective del DAS
Foto: El Espectador.
que me llamó al periódico y me dijo
que nosotros habíamos publicado una foto de Escobar en los años 70 cuando lo habían detenido
por narcotráfico. Desde que el detective llamó, yo me la pasaba en el archivo buscándola, hasta
que empezábamos a olvidarnos de eso cuando apareció. Esa vaina fue el origen del asesinato
de Guillermo Cano porque Pablo Escobar le cogió un odio visceral y los criminales del
narcotráfico no se dedicaban a amenazar periodistas, simplemente los quitaban del camino. Los
expertos en amenazar eran los delincuentes de cuello blanco sabiendo que eran culpables”5.
La Primera Ofensiva Contra El Narcotráfico
El asesinato de Guillermo Cano colmó
la paciencia de las autoridades que en
ese final de 1986 y en los comienzos de
1987 desataron una cacería contra los
bienes y secuaces del narcotráfico. La
mayoría de los operativos se concentró
en la región del Magdalena Medio y,
por primera vez, la Policía allanó el
fortín de Escobar, la hacienda Nápoles
en Puerto Triunfo (Antioquia), donde
El Ejército destruyó la pista en la hacienda
Nápoles para evitar que vuelos clandestinos el capo tenía un sofisticado zoológico
aterrizaran allí. Foto: El Espectador.
con jirafas, hipopótamos y las más
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 121
exóticas especies. En medio de la ofensiva quedó al descubierto el maridaje que existía entre
sectores de la Policía y los mafiosos. La evidencia fue la reprochable actuación del capitán
Yesid Parra Vera, quien meses atrás había ordenado a un grupo de subalternos a custodiar a
un grupo de mafiosos que asistió en La Dorada al cumpleaños de Gonzalo Rodríguez Gacha,
alias ‘El Mejicano’. “Entre los invitados estaban Pablo Emilio Escobar Gaviria, los hermanos
Ochoa, los hermanos Correa de Medellín, Carlos Lehder y otros menos conocidos. El hotel
fue copado por todos los narcotraficantes en los tres días junto con los ejércitos de sicarios
que superaban más de 150 hombres6. “La voz solitaria de Guillermo Cano, su batalla de
Quijote y no una campaña sistemática del periódico El Espectador, fue lo que le costó la vida
al director del periódico”, sostiene el periodista Enrique Rivas.
Ese enero, como una respuesta al desafío de Los Extraditables y en homenaje a la
memoria de Guillermo Cano, los principales periódicos se aliaron para realizar publicaciones
colectivas, reproducidas el mismo día en todas la publicaciones comprometidas, y después
con las cadenas radiales y los noticieros de televisión para notificar que la libertad de
prensa se iba a sostener por encima de la muerte. “Los medios de comunicación consideran
que el país y su gobierno enfrenta una guerra abierta que les han declarado las mafias
del narcotráfico solas o en contubernio con las guerrillas y demás grupos fuera de la ley.
Ante esa guerra los medios de comunicación han tenido un comportamiento valeroso
han afrontado una alta cuota de sangre, pero ven con asombro que las acciones de la
guerrilla ni la reacción de los altos estamentos de la sociedad corresponden al peligro
que está el país al caer bajo el dominio total del narcotráfico, el atentado contra el ex
ministro Parejo que se suma al reciente asesinato del señor Guillermo Cano nos obliga
formar un frente unido en todos los diarios, revistas, radio y televisión de esta declaración
de guerra en Colombia. Por esas razones hemos acordado montar guardia permanente
para exigir al gobierno a los partidos y sociedad colombiana que se unan solidariamente
alrededor de acciones efectivas para ganar la guerra a los criminales del narcotráfico”7
Venganza tras venganza, los narcotraficantes pagaban sicarios y el cobro de cuentas
se volvió una costumbre. Y lo imitaron los paramilitares que también dejaron que los sicarios
ajusticiaran por ellos. Por eso 1987 no fue distinto a los odios desatados de finales de 1986.
Todas las violencias siguieron desbordadas y murieron demasiados líderes. El candidato
presidencial de la Unión Patriótica Jaime Pardo Leal, el presidente del Comité de Derechos
Los victimarios en Colombia
De las primeras capturas en el
narcotráfico que se dio fue la
Reina de Cocaina condenada
por lavado de dólares.
Foto: El Espectador.
Jueves 31 de enero de 2.008 122
Humanos de Antioquia Héctor Abad Gómez, el
congresista Pedro Luis Valencia. Simultáneamente
el proceso de paz con las FARC quedó prácticamente
liquidado en junio de 1987 luego de un ataque de las
FARC a un convoy del ejército en el Caquetá donde
perdieron la vida más de 20 soldados. “Donde quiera
que las Fuerzas Militares sean atacadas, entenderán
que ha sido roto el cese al fuego”, fue el argumento
del presidente Barco para dejar intacta la opción
de la guerra. Desde Estados Unidos el presidente
Ronald Reagan sostenía que los narcotraficantes
merecían morir8. A pesar de la implacable lucha del
Estado contra el narcotráfico, este había cogido mucha ventaja y sólo se oían noticias de
extradiciones. La reina de la coca Marlen Navarro y Berta Páez, condenadas en Estados
Unidos por lavado de dólares. En cambio, Gilberto Rodríguez Orejuela contó con la suerte
de que no lo extraditaran a Estados Unidos después de llegar preso desde España porque el
Las cenizas del edificio Mónaco luego
de que el cartel de Cali ordenara su
destrucción en la guerra de carteles.
Foto: El Espectador.
gobierno no lo autorizó. Semanas después un juez lo
absolvió de los cargos de narcotráfico.
El año 1988 fue aún más difícil. Apenas en enero fue secuestrado y asesinado
en Medellín el procurador general de la Nación Carlos Mauro Hoyos. Ese mismo día
fue liberado el candidato a la alcaldía de Bogotá y con los años presidente de Colombia
Andrés Pastrana Arango. El procurador salió herido durante su secuestro y fue rematado
después de la orden del capo Escobar Gaviria, cuando se enteró de la liberación de Pastrana.
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 123
Escobar Gaviria emprendía su cruzada terrorista del secuestro como arma de guerra
para detener las redadas del gobierno y combatir la extradición. Días antes del asesinato
del procurador Hoyos, el cartel de Cali dinamitó el edificio Mónaco en Envigado donde
residía la familia de Escobar Gaviria, con un carro bomba que dejó un vigilante muerto y
dos personas heridas. Minutos antes de que llegaran las autoridades el capo del cartel de
Medellín salió ileso junto a su esposa y dos hijos. Otra guerra, esta vez entre los mismos
narcos, con la misma estrategia de terroristas y sicarios. También ese año el paramilitarismo
emprendió una secuencia de masacres de campesinos en Córdoba y Urabá que sacaron de
su anonimato a otro mercenario del paramilitarismo: Fidel Castaño y sus hermanos Carlos
y Vicente. La violencia había llegado a niveles incomprensibles, pero faltaba lo peor.
El Límite Del Horror
1989 fue un año doloroso donde la secuencia de horrores se desbordó del todo. Guerrilla,
paramilitarismo y narcotráfico dejaron un saldo doloroso de colombianos muertos en una
guerra sin tregua. Y Colombia conoció el rostro del narco terrorismo, la expresión más cruel
de violencia indiscriminada y cobarde. En enero se conmovió al país y conoció el verdadero
rostro del paramilitarismo, cuando una comisión judicial llegó al Magdalena Medio a investigar
la desaparición de 37 comerciantes y otros cuantos crímenes de los grupos paramilitares y fue
masacrada en el sitio conocido como La Rochela. El 5 de marzo fue asesinado en el aeropuerto
El Dorado el dirigente de la Unión Patriótica José Antequera
y salió gravemente herido el precandidato liberal Ernesto
Samper el 5 de marzo de 1989. En uno de sus editoriales, el
periódico El Espectador dimensionó el ambiente nacional:
“la secuela de unos hechos que han venido estremeciendo
al país que de tanta insistencia han terminado por volver al
país insensible no fue un acontecimiento aislado sino una
presión política cuyos orígenes tienen tanto que ver con
las injusticias sociales acumuladas a lo largo de la historia
como la ineptitud de los partidos políticos para solucionar
los problemas nacionales, la adulteración del sistema
democrático y con la desmoralización pública y privada,
La cremación del general
Valdemar Franklin, aguerrido la influencia corruptora del narcotráfico y del extremismo
enemigo de los carteles de
de izquierda y derecha.”9
la droga que lo asesinaron.
Foto: El Espectador
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 124
Después fue Antonio Roldán Betancur, el gobernador de Antioquia, asesinado en junio
de 1989 en un atentado terrorista en Medellín que fue ordenado por los carteles de la droga.
El 16 de agosto cayó también asesinado por el narcotráfico, el magistrado Carlos Valencia
García que se había atrevido a ordenar
el juzgamiento de Escobar Gaviria
y sus lugartenientes por el asesinato
del periodista Guillermo Cano. El 18
de agosto en la mañana, en Medellín,
los mismos desatados criminales
dieron muerte al comandante de la
Policía Antioquia, coronel Valdemar
Franklin Quintero, y ese mismo
día en la noche, en la plaza central
de Soacha, fue asesinado el virtual
En su gira por la presidencia Luis Carlos Galán asistió a la cita con la muerte en Soacha. presidente de Colombia Luis Carlos
Escobar ya había ordenado su muerte.
Galán Sarmiento. Era cuestión de que
Foto: El Espectador.
pasaran los días para que fuera elegido,
pero los narcotraficantes no lo dejaron llegar a las elecciones. Ya había fracasado un primer
intento de asesinarlo el 6 de agosto en Medellín, pero “la Policía logró frustrarlo”.10 El
trágico desenlace se cumplió 13 días después en plaza pública y así repudió el periódico
El Espectador la muerte de Galán: “Desde 1983, el desaparecido candidato Luís Carlos
Galán Sarmiento, asesinado anoche en el municipio de Soacha, había denunciado que el
narcotráfico quiere destruirnos”11. La investigación judicial por el magnicidio resultó tan
aplastante como el asesinato de un dirigente político que muchos consideraron una esperanza.
El periodista Enrique Rivas lo recuerda: “un espectáculo grotesco fue el que montó
el comandante del F-2 de inteligencia policial, coronel Oscar Peláez Carmona, cuando
acusó a un grupo de individuos encabezados por el comerciante Jubiz Hazbum que pagaron
cinco años de cárcel por un crimen que no cometieron”12. ¿Se desvió la investigación?
¿Fueron solamente chivos expiatorios? Después se supo que asesinos al servicio de
Gonzalo Rodríguez Gacha, pero de la misma cuerda de sicarios del Magdalena Medio
con que Pablo Escobar y los demás narcotraficantes ajusticiaban a sus víctimas, fueron
los asesinos de Luis Carlos Galán. Un asesinato que obligó al gobierno a reaccionar con
la extradición sin atenuantes, sin necesidad de normas jurídicas, y que Los Extraditables
respondieron con terrorismo. Así lo rememora el periodista Enrique Rivas: “el periodismo
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judicial cambió del todo. Empezamos a cubrir magnicidios. Cada caso parecía peor que el
anterior. Todos estábamos amenazados, pero particularmente El Espectador resistía con
valor porque hasta el periódico cuando llegaba a las oficinas de Medellín era quemado.”13
La verdad es que el periódico pidió la protección del Gobierno, pero los narcotraficantes
parecían más poderosos. Después de asesinar al periodista Guillermo Cano, dos años
también asesinaron al periodista y abogado de la familia Cano Héctor Giraldo Galvez. La
administradora del periódico en Medellín Marta Luz López y su consignatario Miguel Soler
sufrieron la misma suerte. El Espectador pagó un alto costo por denunciar a Escobar Gaviria.
Y
precisamente
en
septiembre de 1989 fue el
siguiente blanco. Un camión
bomba fue detonado al lado de las
instalaciones de El Espectador
y causó serios destrozos. Al
mes siguiente le correspondió al
periódico Vanguardia Liberal en
Bucaramanga y varias personas
murieron. En noviembre los
mismos narcotraficantes volaron
un avión de Avianca con 107
inocentes a bordo, y en diciembre
Uno de los principales magnicidios que ejecutó
el cartel de Medellín: una bomba de 500 kilos de
terminó la racha narco terrorista
dinamita contra el DAS en Bogotá.
cuando un bus bomba, con 500
Foto: El Espectador.
kilos de dinamita, detonó frente
a la sede del DAS en Paloquemao, en Bogotá, y causó la muerte a medio centenar de
personas. El atentado iba dirigido contra el general Miguel Maza Márquez, pero sobrevivió.
El país, intimidado por la violencia, sólo tuvo descanso cuando cayó uno de los principales
artífices del terrorismo vigente: Gonzalo Rodríguez Gacha. En un enfrentamiento contra el
cuerpo elite de la Policía en el departamento de Sucre y luego de un trabajo de inteligencia
sobre la base de perseguir a su hijo, el capo que unió el narcotráfico al paramilitarismo en el
Magdalena Medio y causó miles de muertos en la guerra contra la Unión Patriótica, contra
el Estado o contra sus enemigos, cayó por fin abatido desde un helicóptero. Con otra noticia
de violencia celebrada a nivel nacional terminó un año terrible con una sola opción de paz:
la determinación de la guerrilla del M-19 de dejar sus armas para iniciarse en la política.
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 126
La transición se logró en 1990 y el M-19 se desmovilizó el 8 de marzo en Santo Domingo
(Cauca) y la guerrilla pasó a llamarse Alianza Democrática M-19, pero su máximo comandante
Carlos Pizarro Leongómez no alcanzó a llegar vivo a las elecciones. A bordo de un avión que
cubría la ruta entre Bogotá y Barranquilla, fue asesinado el 26 de abril de 1990. Un mes atrás,
el 22 de marzo de 1990, antes de abordar un avión en el aeropuerto El Dorado, murió también
abatido por los sicarios del paramilitarismo y el narcotráfico el candidato presidencial de
la Unión Patriótica Bernardo Jaramillo Ossa. Fue un debate electoral aterrador con cuatro
candidatos asesinados. Al final triunfó César Gaviria Trujillo, que el día de la muerte de Luis
Carlos Galán había recibido del hijo del ex candidato, Juan Manuel Galán, las banderas del
político sacrificado. No paró la secuencia de asesinatos políticos, pero el nuevo gobierno
priorizó la preparación y desarrollo de la Asamblea Constituyente, entre febrero y julio de 1991,
que cambió radicalmente la centenaria Constitución de 1986 y consagró un estado social de
derecho con mecanismos de participación ciudadana para la defensa de las libertades públicas.
El momento tranquilizó a un país que después de la oleada narcoterrorista había vuelto a vivir
el chantaje del secuestro, de nuevo a cargo de Escobar Gaviria para presionar al gobierno.
Las víctimas fueron periodistas e hijos de notables. El jefe de redacción de El Tiempo
Francisco Santos, la directora de Focine y cuñada de Luis Carlos Galán, Maruja Pachón. La
hija del ex presidente Julio César Turbay, Diana Turbay. La hermana del secretario general de
la Presidencia de la República Germán Montoya Vélez, Marina Montoya. No todos regresaron
vivos. Diana Turbay y Marina Montoya murieron en cautiverio, mientras el gobierno
y los narcotraficantes negociaban la forma de aplacar la violencia. La salida se llamó
Política de Sometimiento a la Justicia, tres decretos sucesivos para buscar la rendición
y entrega de los narcotraficantes a cambio de la no extradición y rebajas procesales por
su confesión y colaboración con
las autoridades. Se entregaron los
Ochoa Vásquez en diciembre, le
siguieron otros narcos menores
asociados a los carteles de
Medellín, y hasta junio de 1991
lo hizo el capo Pablo Escobar
Gaviria, quien fue trasladado
Pablo Escobar al enterarse de su traslado a una
cárcel de máxima seguridad se burló del presiden- a la cárcel de La Catedral
te Cesar Gaviria y se fugó de La Catedral.
en Envigado, donde siguió
Foto: El Espectador.
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 127
delinquiendo a sus anchas en compañía de sus sicarios, hasta que el gobierno ordenó
trasladarlo de cárcel y el capo se fugó. Lo hizo el 22 de julio de 1992 y reinició su violencia
terrorista. Sólo lo detuvo otra alianza perversa llamada Los Pepes, sumatoria de asesinos y
carteles de la droga con disposición a colaborar con las autoridades para la captura de Escobar
Gaviria asesinando personas cercanas al capo. Hasta que el 2 de diciembre en Medellín,
la Policía por fin acabó con la vida del criminal más nefasto en la historia de Colombia.
Violencia Entre Violencia
Aunque la violencia del narcotráfico en
la arremetida final de Escobar Gaviria
contra el Estado acaparó la atención
nacional, sin que faltaran los asesinatos
de la guerrilla, la delincuencia común o el
paramilitarismo, no faltaron los episodios
judiciales sueltos que también dejaron
una lamentable leyenda. Como ocurrió en
Barranquilla en marzo de 1992, cuando
se descubrió que varios vigilantes de
la Universidad Libre engañaban a los
indigentes y recicladores de la ciudad
diciéndoles que podían acercarse al
centro docente en las noches a recoger
desechos y cartones, para asesinarlos a
Después de haber sentido el impacto del
proyectil en su casa el niño se dio cuenta
garrotazos. A cambio de algunos peses,
que perdio la muñeca de la mano derecha
lo hacían para que hubiera cadáveres en
en Suárez, Cauca el 31 de enero de 2.000
Foto: Bajo los escombros del terrorismo
el anfiteatro de la universidad y quedaran
a disposición de la facultad de medicina.
En total murieron 10 personas víctimas de esta corrupción mental. Para no dejar dudas del
método letal con el que fueron asesinados estos indigentes, Medicina Legal concluyó que
los golpes de los vigilantes fueron causados con armas contundentes como una tranca de
madera y un tubo cilíndrico. Lo insólito del asunto es que después se conoció que algunos
directivos de la institución educativa conocían la forma ilegal de obtener los cuerpos y que
incluso la Policía también vendía cadáveres a profesores y estudiantes. El miserable tráfico
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 128
de seres humanos en la Universidad Libre de Barranquilla por $80.000 cada cuerpo, quedó
al descubierto por el relato de dos víctimas que lograron escapar de la muerte haciéndose los
muertos, después de varios garrotazos.
El otro caso que sacudió al país por la misma época y puso a los medios de comunicación
a desplegar todas sus herramientas, fue la violación y asesinato de la niña Sandra Catalina
Vásquez, ocurrido el 28 de febrero de 1993 al interior de la Estación Tercera de la Policía en
Bogotá. Sólo dos años después fue capturado e identificado el asesino de la menor: el ex agente
de la policía Diego Fernando Valencia Blandón, compañero de trabajo del padre de la menor.
El crimen fue calificado por la Organización de Naciones Unidas como de lesa humanidad e
impactó tanto como el ocurrido el 7 de abril en Bogotá en la persona de la niña Diana Marcela
Caldas y su madre Carmen Galán Pinilla, quienes fueron asesinadas una mañana en el barrio
La Soledad que logró ser capturado y en su confesión logró aclarar que un medio hermano de
la niña fue el autor intelectual del doble homicidio. Diana Marcela era hija extramatrimonial
de un adinerado ciudadano cuyos hijos no estaban de acuerdo en que hicieran parte de su
herencia. Cuando José del Carmen Caldas murió, el médico Iván Raúl Cárdenas buscó a un
sicario, le canceló $500.000 por interpuesta persona y asesinó a la niña y a su madre. El episodio
convocó la atención de los medios de comunicación y se escribieron decenas de columnas
para denuncias hasta qué extremos de violencia podía llegar el país más allá de los muertos
diarios del conflicto armado entre guerrilla, paramilitarismo y narcotráfico contra el Estado.
Terminó el gobierno Gaviria y la violencia no cesó. Aunque se lograron acuerdos de paz
con grupos subversivos menores, la guerra grande con las FARC y el ELN persistió y fracasó
una ronda de diálogos que se realizó en Tlaxcala (Méjico), Caracas (Venezuela) y Cravo Norte
(Arauca) en 1992. Entonces el presidente Gaviria no vio otra opción que hacer lo mismo que
todos sus antecesores: declarar la conmoción interior, como pasó a llamarse el Estado de
Sitio después de la Constitución de 1991. Después llegó a la Casa de Nariño el dirigente
liberal Ernesto Samper Pizano y cuando se creía superada la guerra contra el narcotráfico,
arrancó el más grande escándalo político de la historia nacional precisamente por cuenta de los
dineros de la droga. Dos días después de salir electo Samper, el candidato derrotado Andrés
Pastrana le entregó a la Fiscalía unas grabaciones que mostraban cómo la campaña presidencial
de Samper había recibido dineros del cartel de Cali. El escándalo tomó la denominación de
proceso 8000 y terminó llevándose a la cárcel a dos dirigentes de la campaña proselitista y
numerosos políticos por receptores de dineros del narcotráfico. Mientras la Fiscalía capturaba
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 129
políticos, la Policía capturaba capos. Así cayeron entre junio y agosto de 1995, los hermanos
Rodríguez Orejuela, Henry Loaiza alias ‘El Alacrán’, José Santacruz Londoño, Phanor
Arizabaleta y Julián Murcillo Poveda, entre otros. Después de una extenuante polémica
nacional agitada en los medios de comunicación, Samper terminó absuelto. Pero para el
periodismo judicial este fue un proceso con demasiadas filtraciones y muchos no investigados.
Enrique Rivas, quien también cubrió ese momento judicial, sostiene: “El escándalo del proceso
8000 duró dos años y como no tumbo al Presidente de la República se fue acabando hasta que
perdió importancia. Unos 18 congresistas, unos cuantos dirigentes y unos periodistas fueron
los únicos procesados, lo que no quiere decir que fueran los únicos que se enriquecieron en
Colombia por cuenta de los dineros de los carteles de la droga. De haberse sostenido, el 8000
hubiera sido un expediente infinito. No habrían alcanzado las cárceles para albergar a todos
los que recibieron plata del narcotráfico”14. Y mientras el país político y judicial gastaba horas
y horas en establecer la responsabilidad del Presidente y unos cuantos notables, los violentos
acrecentaron a tal forma su ofensiva, que por primera vez el país asistió atónito a acciones de
guerra que nunca había visto. Ataques de la guerrilla de las FARC que empezaron con la toma
de la base militar de las Delicias (Putumayo) el 6 de agosto de 1996. Murieron más de 20
soldados y 60 fueron retenidos. A partir de entonces la guerrilla destapó su nueva estrategia
política para enfrentar al Estado: negociar su liberación. La primera vez fue un tira y afloje de
10 meses que terminó con el despeje de cuatro municipios del Meta y Caquetá. Y después se
convirtió en una sucesión de ataques para tomar prisioneros y presionar un canje por presos
de las FARC en cárceles colombianas.
Decenas de soldados secuestrados en Patascoy (Nariño), Miraflores (Guaviare),
Mitú (Vaupés) o Curillo (Caquetá). Más de 500 al momento de terminar el gobierno de
Samper. Y su respuesta: la creación de ‘Cooperativas de Seguridad Rural’ o ‘Convivir’,
como en los tiempos del presidente Guillermo León Valencia en 1965, para armar civiles
como única defensa contra la insurgencia. Aunque el gobierno Samper creó un Bloque
de búsqueda para perseguir al paramilitarismo tan desbordado en estos tiempos como la
guerrilla, las Convivir se trasformaron en la fachada de las autodefensas para seguir en
sus masacres. De hecho, desde mediados de 1995 se habían configurado las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC) como grupos paramilitares con apoyo directo del narcotráfico.
Así lo referencia la periodista Bibiana Mercado, quien conformó varios años la Unidad
de Paz del periódico El Tiempo y hoy trabaja con las Organización de Naciones Unidas:
“la nueva fase de las autodefensas se conformó a finales de 1996. Antes había existido la
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 130
autodefensa que acabó con la Unión Patriótica y de la mano de Pablo Escobar y Gonzalo
Rodríguez Gacha extendió la guerra”15. Al momento de concluir el gobierno Samper, el
presidente ganador sería el que más ofreció paz para Colombia, así fuera a través de la ilusión
de que la guerrilla de las FARC iba a pactarla. Había tal hastío de la violencia, de tantas
imágenes de televisión con gente asesinada, que la paz era la única bandera electoral válida.
De La Zona De Distensión A La Seguridad Democrática
Andrés Pastrana Arango se posesionó como Presidente de la República en 1998. De inmediato
asumió una política de confrontación a los grupos paramilitares y diálogos de paz con las
FARC en una zona desmilitarizada de 42.000 kilómetros cuadrados entre los departamentos
del Caquetá y el Meta. El 7 de enero de 1999 se inauguró la mesa de diálogo con una silla
vacía. El jefe de las FARC no acudió al acto y el presidente Pastrana tuvo que emprender una
negociación de paz sin interlocutor. Mala señal que se transformó con el paso de los días en
un fracaso absoluto. Después de casi cuatro años de diálogos sin aportes, en febrero de 2001
el presidente Pastrana canceló el proceso de paz que sólo había dejado una sumatoria de
arbitrariedades de la guerrilla. Asesinó a tres indigenistas norteamericanos en Arauca, secuestró
decenas de personas para ocultarlas en la zona de distensión, convirtió la región en zona de
adiestramientos militares, secuestró en un falso retén y asesinó después a la ex ministra de
cultura del mismo gobierno con quien sostenía un proceso de paz Consuelo Araújo Noguera,
permitió que un guerrillero secuestrara un avión para evadirse y lo aterrizara en la zona de
distensión con el ocultamiento de los comandantes, asesinó a un congresista del Caquetá
Con cilindros y dinamita las Farc llegaron el
7 de marzo de 2.000 a
El Bordo, Cauca y acabaron con esta población .
Foto: Bajo los escombros del Terrorismo
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 131
con toda su familia a pocos kilómetros de la zona de distensión y terminó secuestrando a la
candidata presidencial del movimiento Verde Oxígeno Ingrid Betancur. Un portazo a la paz
que le costó caro a la guerrilla porque después de cuatro años de presunta paz, los electores
Así quedo San Francisco, Antioquia el 9 de agosto de 2001 cuando el ELN
se tomó esa población. Sus habitantes recogen lo poco que quedo.
Foto: Bajo los escombros del terrorismo.
solo pedían mano dura.
Además el paramilitarismo también había dimensionado sus crímenes hasta límites
insospechados. Masacre tras masacre, fueron copando territorios y desplazando civiles en
Urabá, Córdoba, Sucre, Cesar, Guajira, Magdalena, Santander, Bolívar. Mientras la guerrilla
se fortalecía en la zona de distensión, los paramilitares desplegaban su máquina de guerra.
Entonces llegó al poder Álvaro Uribe Vélez e invirtió las cartas: emprendió la primera
negociación con los paramilitares y a través de la llamada política de Seguridad Democrática,
desplegó una ofensiva sin par contra la insurgencia. De su faceta pacífica hay una larga lista
de dudas y conjeturas sobre los verdaderos alcances de esta negociación. Desde el principio
se denunció varios capos del narcotráfico de colaron a la negociación y con el paso de los días
quedó en evidencia que la pugna interna en torno a esta decisión terminó con muertos. Los
Los victimarios en Colombia
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que se opusieron fueron asesinados, entre ellos el propio ex comandante de la organización
Carlos Castaño. El sabía que no era necesario dejar filtrar a los narcos porque su poder
era grande. “Somos los dueños del narcotráfico, controlamos plantaciones, laboratorios,
corredores y el transporte del alcaloide, controlamos el cartel de la gasolina, mandamos
en gobernaciones, alcaldías, consejos, asambleas, los grandes industriales de este país nos
caminan y patrocinan, los narcos se nos arrimaron a buscar protección acá, (…) la salud,
los contratos en entidades como ECOPETROL, la Corporación Autónoma Regional del río
grande la Magdalena, los contratos en las Corporaciones Regionales, manejamos los San
Andresitos de las grandes ciudades, nosotros elegimos alcaldes, gobernadores, concejales”16.
Pero se opuso a que narcos como Francisco Javier Galindo alias ‘Gordolindo’ y los
hermanos Víctor y Manuel Mejía Múnera entraran a la negociación y sus redes de muerte
y de poder no le alcanzaron para que no pagara su resistencia con su muerte. En abril de
2004, Jesús Ignacio Roldán, alias “Monoleche”, junto a hombres del bloque Calima,
cercaron el lugar donde acampaba y le dieron muerte. El hombre que causó dolor más que
muchos y asesinó y ordenó a matar a centenares de enemigos, murió también asesinado.
Así lo refiere un combatiente de las autodefensas que sobrevivió al ataque en que murió
Castaño, en testimonio recogido por el periodista Alfredo Serrano: “corrí hasta alcanzar el
monte, en mi desespero no sentía dolor parecía como si estuviera dopado no sentía nada,
sólo pensaba en salvar mi vida, corrí y corrí hasta alcanzar el monte, ya cuando me pude
encaletar paré y me volteé y vi que habían tres en la camioneta no supe quienes eran y
comencé a correr por el monte. En mi desespero no sentía dolor, parecía como que estuviera
dopado, no sentía nada, solo pensaba en salvar mi vida, no supe cuánto tiempo duré
corriendo, solo pensaba en alejarme lo más rápido posible de la muerte, esa muerte a la que
por primera vez le veía el rostro tan cerca, yo no sabía a qué olía la muerte, esa loca con la
que tanto hemos jugado nosotros los paracos, tampoco sabía como era cuando uno estaba
en el equipo perdedor, ¡eso no se lo deseo a nadie¡,¡no se lo deseo ni al peor enemigo¡”17
Según Bibiana Mercado, a “Carlos Castaño lo asesinaron porque él planteaba una
cosa que terminó dándose después, que los paramilitares tenían que someterse a la justicia
y pagar cárcel”. Carlos Castaño ya había sostenido conversaciones con Estados Unidos e
incluso había hablado de entregar estructuras mafiosas de su organización, dar rutas, y esto
evidentemente para las estructuras que estaban más cercanas al narcotráfico representaba
una amenaza. Los mismos comandantes de las autodefensas se encargaron de asesinarlo.
Solo así continuó el proceso y terminó con varias desmovilizaciones. Hoy los principales
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
Jueves 31 de enero de 2.008 133
comandantes de las autodefensas están recluidos en la cárcel de máxima seguridad de Itaguí,
en espera de que la Fiscalía General de la Nación y los jueces determinen que pena deben
cumplir por haber aceptado pacificarse. La ley de justicia y paz, creada para fortalecer el
proceso de paz entre el gobierno Uribe y las autodefensas, determina que deben purgar entre
tres y siete años de prisión y se les vale el tiempo que llevan detenidos. El proceso inició en
2003, es decir que algunos ya cumplieron lo estipulado. Pero nadie se atreve a decir qué va a
suceder por qué mientras los jefes negocian y algunos narcos lavan sus culpas, en las regiones
ya existen suficientes denuncias que ratifican una verdad a voces: el rearme paramilitar ya
está en proceso. Ahora se habla de las “Águilas Negras”, reductos del paramilitarismo que
recicla la violencia que aprendió a aplicar.
Una red de cuadrillas clandestinas aún con influencia de los jefes detenidos y
algunos mandos medios libres que se mueven en aquellas regiones donde sus antiguos jefes
paramilitares controlaban los cultivos de coca. Los reemplazos de Mancuso, Ramón Isaza
o Jorge 40, que apelando a la extorsión, el asesinato y el miedo están reclutando de nuevo
para algún también convertirse en señores de la guerra. Grupos de asesinos y vengadores
aliados con el narcotráfico, que ya empiezan a demarcar sus espacios y a imponer candidatos, a
imagen y semejanza de lo que hicieron sus jefes cuando a finales de los años 90 negociaron su
apoyo con los caciques electorales de las regiones y hoy están sometidos al escándalo judicial
que hoy el país conoce como la parapolítica. Con la misma razón de ser de sus antecesores.
Donde el ejército no llega a combatir a la guerrilla, ellos ocupan el lugar de las bandas
sicariales y organizaciones mafiosas. Ya se han develado en el Valle del Cauca, en la zona del
Catatumbo o en los Llanos Orientales. Su propósito es proteger el narcotráfico o confrontar
con organizaciones paralelas como ‘Los Machos’ y ‘Los Rastrojos’ que también protegen, pero
a los mafiosos que siguen funcionando más allá de las estructuras que llegaron a integrarse
con las autodefensas. No tienen líderes conocidos, no obstante y se irá conociendo su perfil
en tanto se recicle la violencia, es el mismo círculo de horror que ha castigado a Colombia
con exceso de crueldad. Victimarios de ayer, victimarios de siempre. La violencia que sigue
engendrando más violencia.
El gobierno Uribe Vélez la denomina ofensiva del terrorismo contra la sociedad, la
guerrilla la llama conflicto armado interno y reclama estatus de beligerancia para que sea
reconocida como interlocutor armado en la lucha por el poder. La sociedad lo llama violencia y
reclama justicia, reparación y verdad para cerrar las heridas. Pero ninguno cede. El Estado lleva
50 años combatiendo a la insurgencia sin derrotarla. La guerrilla lleva igual tiempo tratando de
Los victimarios en Colombia
Jueves 31 de enero de 2.008 134
llegar al poder por la vía de las armas sin avanzar significativamente. Las distintas formas
de autodefensa han creado redes de asesinato y despojo sin límites sin que tampoco sus
actos puedan señalarse victorias. El narcotráfico no cesa y cada día hay quien se arriesgue
para consolidar un negocio que ofrece multimillonarias ganancias. La delincuencia común
medra entre tantos asesinos de todas las tendencias. Y los colombianos, en medio de sus
intolerancias y silencios, siguen esperanzados en que algún día llegue la paz y la historia de
Colombia no se siga contando a partir de lo que han hecho sus victimarios. Ayer por asuntos
de política partidista, después para saciar las venganzas de tantos bandoleros que quedaron
encerrados en el infierno de la violencia, más tarde en la lucha ideológica de guerrilleros y
autodefensas en un conflicto político y hoy en una mezcla incomprensible de negocios de
armas, narcotráfico y geopolítica internacional donde una vez más los victimarios hablan
fuerte pero ha venido surgiendo una sociedad civil que también quiere hacerlo para recuperar
al país.
Citas
1.
De Castro, L. (2007, 24 de octubre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá.
2
Rivas, E. (2007, 19 de octubre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá.
3
Ibidem.
4
El Espectador (1986, 17 de diciembre), “Asesinado el director de El Espectador: su lucha
frente al narcotráfico”, Bogotá.
5
De Castro, L. Loc.cit.
6
El Espectador (1987, 5 de enero), “Destituido capitán por proteger a narcotraficantes”,
Bogotá.
7
El Espectador (l.987, 15 de enero ),”Los medios de comunicación se unen ante la guerra
que afronta Colombia” Bogotá
8
El Espectador (1986, 4 de agosto), “Pena de muerte para los narcos: Reagan” Bogotá.
9
El Espectador (1989, 5 de marzo), “Bajo el terror”, editorial, Bogotá.
10
El Espectador (1989, 6 de agosto), “Sin duda alguna el cartel de Medellín está detrás de
esto”, Bogotá.
11
El Espectador (1989, 19 de agosto), “Estaba amenazado por el narcotráfico desde 1983”,
Bogotá.
12
Rivas, E., Loc cit.
13
Rivas, E. Loc cit.
Radiografía de la violencia en los últimos 50 años
14
Jueves 31 de enero de 2.008 135
Rivas, E. (2007, 19 de octubre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá..
Mercado, B. (2007, 19 de noviembre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá.
16
Serrano, A (2007), “La batalla final de Carlos Castaño: secretos de la parapolítica”,
Bogotá. Editorial Oveja Negra, pp. 44
17
Ibid., p. 23
15
136
CONCLUSIONES
La historia de violencia relatada en este trabajo, sin nombrar a todos los periodistas que
han tenido que asumirla como parte de su oficio, demuestra que los periodistas judiciales en
Colombia desde hace 50 años conocen bien quienes han sido los victimarios. Su esfuerzo, no
sólo abarca el cubrimiento de los distintos conflictos sino que le ha explicado al país por qué
el narcotráfico es el principal enemigo, la gasolina del conflicto. La muerte violenta es una
dolorosa herencia que golpea, pero con el paso del tiempo la sociedad ha sabido enfrentarla.
Hoy es un reto para todos y duele desde la perspectiva de las víctimas que somos casi todos.
Y en ese sentimiento colectivo protagoniza el periodismo, nunca como un agente pasivo de la
angustia sino como un ojo y un oído que han visto y han contado cómo Colombia ha sufrido
por cuenta de los violentos.
Primero fue la crónica roja que anuló la distancia entre lo público y privado, pero
consagró al periodista que supo ser protagonista entre el Estado y los maleantes. Como lo
reconoce hoy el periodista Luís de Castro, ese género fue un entretenimiento para una sociedad
que todavía se sorprendía con la muerte. Después todo fue distinto. La irrefrenable muerte
dejó una triste estela de violencia partidista ensañada en regiones. La historia de bandoleros,
pájaros, chulavitas demuestra un odio visceral que nunca fue cauterizado. Ideologías a muerte
con bandoleros defensores o villanos y héroes vengadores, en un país remiso a dirimir sus
diferencias a través del diálogo. Un Estado que se fue deslegitimando poco a poco y que dejó
imponer los intereses particulares y los ejércitos privados sobre un Estado ausente que no ha
logrado equilibrar las diferencias entre los poderosos y los débiles.
Los bandoleros que sobrevivieron, por fuerza de la política se convirtieron en grupos
armados ilegales y, a nombre de consignas revolucionarias, se convirtieron en secuestradores
profesionales. Después llegó el narcotráfico y la ofensiva subversiva y la réplica
contrainsurgente derivaron al unísono en máquinas de la guerra. Ya no hay predominancia
política, sólo demostración de poder y acumulación de riqueza. El Estado se debilitó a tal punto
que la impunidad es su cómplice y los centenares de crímenes que los violentos han perpetrado
en los últimos 50 años, dejan una impunidad y una desmemoria dolorosas. Es la magnificación
de la muerte en cada masacre, en cada genocidio, en cada holocausto, en las decenas de
crímenes selectivos que se siguen cometiendo y a las que se suman como víctimas muchos
periodistas que también terminaron pagando el alto costo del desprecio por la vida.
137
Es el paso de la muerte violenta que avanza en la impunidad e impone la dictadura del
silencio. Con una sola frontera donde no cruza victoriosa la barbarie, el periodismo judicial
que no se rinde, y que a través de los últimos 50 años se ha encargado de encarar todas las
formas del terror de los violentos para dar cuenta al país de quiénes han sido los victimarios,
de quiénes han estado detrás del dolor para señalarlos y mostrar cómo configuran su ofensiva.
Y al develar a esos victimarios, la memoria del país sigue teniendo en los periodistas judiciales
una esperanza, la de narrar esa historia que sigue sin contarse, pero que cada día descubre a
otros comunicadores dispuestos a contarle a Colombia, quiénes, por qué, cómo y dónde la
muerte sigue a sus anchas, mientras el país sufre los estragos de esta historia sin fin.
Después de recorrer una historia de violencia, de bandidos y héroes, de bárbaros y
mártires, queda una pregunta sin respuesta: ¿Cuándo quedará atrás nuestro dolor colectivo?
¿La ley de justicia con que hoy se juzga a los paramilitares o el desprecio que hoy se tiene
por la insurgencia, permitirán devolverle al país la verdad y la moral que se perdieron en el
irrespeto por la diferencia? La violencia ha sido prácticamente una enfermedad para Colombia
y, a través de su historia contemporánea, el antagonismo político es una secuencia de odio y
sangre. ¿Cuándo se detendrá la muerte? Los periodistas opinan: “Yo siento que la estructura
mafiosa que conocimos como amenaza finales de la década de los 70 y principios de los 80
ya no es igual, los carteles perdieron fuerza y están dispersos. Ya perdieron la guerra”, señala
Bibiana Mercado, periodista de las Naciones Unidas en Colombia.
Y tiene razón. Los tiempos más difíciles ya pasaron y lo que queda de las épocas
de las masacres es solo la hora de conocer a los responsables. Como expresa el periodista
Enrique Rivas: “Hoy están apareciendo muchos nombres y apenas empieza a entenderse que
estaban asociados al narcotráfico. Quién había oído hablar, por ejemplo, de don Berna, que empezó
en el EPL, después fue jefe de escoltas de los narcotraficantes Moncada, después socio
de Pablo Escobar, pasó por Los Pepes que combatieron al capo y terminó en las bandas
delincuenciales de Medellín y el Cacique Nutibara de las autodefensas. Apenas empieza a
develarse el misterio de los violentos. Pero están al desnudo. Los guerrilleros, paramilitares
y narcotraficantes están descifrándose. Es hora de que la memoria salga a flote”1.
En la medida en que la muerte se ha excedido el país se aclara. Es la verdad que se abre
paso entre bandidos y política. Rivas lo sintetiza así: “Siempre han trabajado conjuntamente
políticos y paramilitares, o políticos y guerrilleros, lo que pasa es que la sociedad ha sido
insensible y sin memoria desde que no la toque”. La gente se insensibiliza porque la violencia
138
arremete y por encima está la familia, pero hoy, que ha tocado a más gente, ha generado una
urgencia que se llama verdad. Antes a la gente no le importaba. Murieron cuatro candidatos
presidenciales entre 1989 y 1990 y la gente no dejó de celebrar los reinados o parar las fiestas.
Hoy la gente reacciona y cada día que pasa va a ser más grande la reacción”2. Es el sentimiento
de un país que ya no quiere más violencia, que quiere ser una nación sin victimarios.
Pero en cada momento hay una exclusión. Cuando se encontraron soluciones como el
Frente Nacional o el Estado de sitio, hubo una prolongación de la guerra interna. Se reprimió
o se excluyó pero no cesó la violencia. El pacto entre liberales y conservadores en 1957 fue
más bien un período de violencia sistemático: “De los 192 meses de duración del Frente
Nacional, 126, o sea, 2 de cada 3 meses, fueron sufridos bajo la siniestra modalidad del Estado
de Sitio. Sumando sólo los muertos que aparecen en los diarios (4956) durante los 5840 días
de la pesadilla del Frente Nacional, resulta casi un asesinato diario, un dirigente popular caído
cada 24 horas (obrero, campesino, estudiante), segado inexorablemente durante estos 16 años de
brutalidad y muerte”3, reza un informe del Comité de Solidaridad con los Presos Políticos.
Ni siquiera la Constitución del 91, pacto de paz en tiempos espantosos, fue capaz de
detener la barbarie que ha soportado la sociedad colombiana durante décadas. El balance: más
de 30.000 homicidios anuales, 2.000 secuestrados, otros tantos desaparecidos y cerca de tres
millones de desplazados.”4 Con otro agravante que sigue reciclando la violencia: defender
el orden sólo con base en la fuerza, únicamente ha generado violencia. Por eso se repite
o vuelve. Como parece suceder hoy con el paramilitarismo, que en vez de desmontarse se
transforma o recompone. Ahora resurge su perfil narco que compra frentes como comprar
‘franquicias’.”5 Formas de acumulación de riqueza y expansión de control y poder o como lo
define el investigador Gustavo Duncan, ‘señores de la guerra’. Una historia de violencia que
no concluye y se multiplica.
Hoy se discute sobre la aplicación de la Ley de Justicia y Paz para saldar las cuentas
del paramilitarismo con el Estado colombiano. De antemano se sabe que quedarán perdonados
muchos crímenes de lesa humanidad, pero es claro que muchos conflictos internos que han
terminado en el mundo desde finales de la guerra fría, lo han hecho sin aplicar plenamente
la justicia.”6 Por eso la alternativa contra la impunidad es la verdad y el reconocimiento de
los delitos. Es claro que la violencia paramilitar se ha transformado en un reto político y un
desafío de bandas emergentes. Pero la réplica para ir saldando su paso por la violencia es que
el periodismo diga cómo se asesinó y quiénes lo hicieron en la lucha contrainsurgente, para
139
responder a una guerra sin cuartel desplegada por la subversión secuestradora.
Los periodistas de los tiempos dorados de la crónica roja eran detectives de temas
escabrosos y entre sus relatos se filtraban también explicaciones científicas. La crónica roja
expuso “el drama y el trauma, las angustias e inseguridades en los sectores populares, que
convirtieron el género en una suerte de ‘contradiscurso’7. Eran cronistas que relataban la
muerte y vendían periódicos. Pero ese periodista cambió cuando creció la violencia y las
estadísticas de los crímenes comenzaron a desbordarse. Entonces “el periodismo policial se
volvió judicial y los casos de la baranda fueron reemplazados por la narración de procesos,
capturas, indagatorias y sentencias. El crimen, que en las narraciones pasadas eran un elementorepudiable y temido- de las relaciones humanas, se convirtió en un problema institucional, en
una especie de sombra generalizada, que atemoriza de otro modo a la comunidad.”8
El analista y escritor Germán Rey lo define como la diferencia entre los periodistas
detectives que se preocuparon por descifrar el delito y los que no cuentan la historia de la
violencia desde la perspectiva del periodismo judicial. Básicamente porque hay tantos casos
de delitos que solo se escogen los excepcionales, “el crimen que se escuda en unos estándares,
en taxonomías que saltan las barandas policiales y se instauran en las salas de redacción”9.
Una sentencia que admite que la cobertura de los asesinatos en Colombia, por exceso de
cadáveres es hoy cuestión de agenda y no de vida, de impacto y no de conciencia, la historia
de violencia que no se queda sin conocer la gente y que termina en impunidad como ha
venido sucediendo con distintos matices desde hace 50 años.
Es la muerte que ha dejado de afectar la convivencia y terminó en letal rutina. Por
eso se necesita la verdad. En medio de tanto dolor es la medida del periodismo judicial para
saldar tantos silencios. Como testigos principales de la violencia colombiana, los periodistas
judiciales tienen hoy nuevos retos. Recomponer la historia desde sus hilos sueltos. Que quede
una memoria contextualizada. Así como hoy se comprende porque la violencia partidista
terminó en bandolerismo y violencia guerrillera, que quede claro también en qué momento
el narcotráfico convirtió el conflicto en una sin salida de barbaries. No es fácil hablar de
la muerte ni señalar a los victimarios, pero bien puede empezarse con las víctimas, la otra
reparación en la memoria es escucharlas y que quede constancia del sufrimiento que vivieron
en silencio.
Citas
Los victimarios en Colombia
1
2
Jueves 31 de enero de 2.008 140
Rivas, E. (2007, 7 de noviembre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá.
Rivas, E. (2007, 7 de noviembre), entrevistado por Contreras, S., Bogotá.
3
(Comité de Solidaridad con los presos politicos, 1974), “Un libro negro de la repression:
Frente Nacional 1954-1978”. Bogotá. P. 9
4
Molano, A (2007, marzo), “Ciento veinte años de violencia”, en: El Espectador: hechos de
Colombia. 120 años. P. 36
5
García-Peña, D. (2007, marzo), “El paramilitarismo”, en: El Espectador: hechos de
Colombia. 120 años. P. 55
6
Ibid. P. 6.
7
Checá. Op cit. P. 61
8
Ibid., pp. 14.
9
Rey, G. (2007), “Los relatos periodísticos del crimen: Cómo se cuenta el delito en
prensa escrita latinoamericana”. Centro de Competencia en Comunicación Friedrich Ebert
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141
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El Espectador (1950, 20 de julio), “Herida por su novio de un atroz mordisco” Bogotá, pp.7
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El Espectador (1951, 5 de noviembre) “Roberto Urdaneta Arbeláez presidente desde hoy”
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El Espectador (1952, 29 de febrero) “El 13 se inicia el proceso de La Marca” Bogotá, pp. 3
El Espectador (1952, 29 de marzo) “Incierta situación afronta el proceso” Bogotá, pp. 1
El Espectador (1952, 2 de diciembre) “1000 pesos ofrecen por la captura de Noack”
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143
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145
ANEXOS
Anexo 1. Regiones afectadas por la violencia política durante 5 años, es decir,
de 1948-1953. El mapa hace parte del libro Violencia en Colombia de los autores
Germán Guzmán, Orlando Flas Borda y Eduardo Umañana.
146
Anexo 2. Regiones más afectadas por la presencia de grupos guerrilleros y en
algunos bandoleros como Juan de la Cruz Varela y Anibal Pineda en la etapa
comprendida entre 1948-1953. El mapa hace parte del libro Violencia en Colombia de los autores Germán Guzmán, Orlando Flas Borda y Eduardo Umañana.
147
Anexo 3. El nuevo mapa de violencia en la etapa comprendida entre 1954-1958.
Aunque parece disminuido, los conflictos se fueron disgregando. El mapa hace
parte del libro Violencia en Colombia de los autores Germán Guzmán, Orlando
Flas Borda y Eduardo Umañana.
148
Anexo 4. La creación del Frente Nacional llevo a pensar que la violencia política
se había exterminado, pero el país olvidaba formas de violencia como el secuestro, la delincuencia, el homicidio y el narcotráfico que se tomo a Colombia.
Foto: El Espectador.
149
Anexo 5. La memoria del país frente al narcotráfico fue vendida y queda en la
impunidad, la corrupción y en los procesos que fueron archivándose por el paso
del tiempo y falta de pruebas. Los datos oficiales nunca reflejaban la realidad
del problema. Foto: El Espectador
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