EL JUEGO: CONFLICTOS MÁS COMUNES Y POSIBLES

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EL JUEGO: CONFLICTOS MÁS COMUNES Y POSIBLES SOLUCIONES
Macarena Bardallo de los Ángeles
Al hablar de un juego, se nos viene a la mente la imagen de un niño sonriente,
realizando alguna actividad como patear una pelota, hablar con una muñeca, correr
por el césped, etc.
El juego es una actividad que se inicia en la infancia y evoluciona de acuerdo
con las etapas del desarrollo. Esta actividad ha sido considerada desde diversas
áreas de estudio. Por ejemplo, el juego ha sido estudiado desde el punto de vista
antropológico para demostrar su importancia a lo largo de toda la evolución humana.
En el área educativa el juego ha sido utilizado como instrumento para la adquisición
de conocimientos y mejora de habilidades.
De acuerdo con el gran diccionario psicológico (1996) el juego es definido por
contraste al trabajo. El juego procura placer al que lo ejerce. Sólo se manifiesta
cuando las necesidades fundamentales están satisfechas y de forma exterior a toda
obligación.
Comúnmente se le identifica con diversión, satisfacción y ocio, con la actividad
contraria a la actividad laboral, que normalmente es evaluada positivamente por quien
la realiza. Pero su trascendencia es mucho mayor, ya que a través del juego se
transmiten valores, normas de conducta, resuelven conflictos, educan a sus miembros
jóvenes y desarrollan muchas facetas de su personalidad.
Algunos pensadores clásicos como Platón y Aristóteles ya daban una gran
importancia al aprender jugando, y animaban a los padres para que dieran a sus hijos
juguetes que ayudaran a “formar sus mentes” para actividades futuras como adultos.
En la segunda mitad del siglo XIX, aparecen las primeras teorías psicológicas
sobre el juego. Spencer (1855) lo consideraba como el resultado de un exceso de
energía acumulada. Mediante el juego se gastan las energías sobrantes. Lázarus
(1883), por el contrario, sostenía que los individuos tienden a realizar actividades
difíciles y trabajosas que producen fatiga, de las que descansan mediante otras
actividades como el juego, que producen relajación. Por su parte Groos (1898, 1901)
define el juego como un modo de ejercitar o practicar los instintos antes de que éstos
estén completamente desarrollados. El juego consistiría en un ejercicio preparatorio
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para el desarrollo de funciones que son necesarias para la época adulta. El fin del
juego es el juego mismo, realizar la actividad que produce placer.
Una vez empezado ya el siglo XX, nos encontramos, con Hall (1904) que
asocia el juego con la evolución de la cultura humana: mediante el juego el niño vuelve
a experimentar la historia de la humanidad. Freud, por su parte, relaciona el juego con
la necesidad de la satisfacción de impulsos instintivos de carácter erótico o agresivo, y
con la necesidad de expresión y comunicación de sus experiencias vitales y las
emociones que acompañan estas experiencias. El juego ayuda al hombre a liberarse
de los conflictos y a resolverlos mediante la ficción.
Algunos autores lo definen como: Una actividad espontánea que le permite al
niño explorar, conocer y
vincularse con el mundo apoderándose de éste,
modificándolo mediante la acción.
En tiempos más recientes el juego ha sido estudiado e interpretado de acuerdo
a los nuevos planteamientos teóricos que han ido surgiendo en Psicología. Piaget
(1932, 1946, 1962, 1966) ha destacado tanto en sus escritos teóricos como en sus
observaciones clínicas la importancia del juego en los procesos de desarrollo.
Relaciona el desarrollo de los estadios cognitivos con el desarrollo de la actividad
lúdica: las diversas formas de juego que surgen a lo largo del desarrollo infantil son
consecuencia directa de las transformaciones que sufren paralelamente las
estructuras cognitivas del niño. De los dos componentes que presupone toda
adaptación inteligente a la realidad y el paso de una estructura cognitiva a otra, el
juego es paradigma de la asimilación en cuanto que es la acción infantil por
antonomasia, la actividad imprescindible mediante la que el niño interacciona con una
realidad que le desborda.
La actividad lúdica posee una naturaleza y unas funciones lo suficientemente
complejas, como para que en la actualidad no sea posible una única explicación
teórica sobre la misma. Bien porque se aborda desde diferentes marcos, bien porque
los autores se centran en distintos aspectos de su realidad, lo cierto es que a través de
la historia aparecen diversas explicaciones sobre la naturaleza del juego y el papel que
ha desempeñado y seguirá desempeñando en la vida humana.
De acuerdo con las etapas del desarrollo propuestas por Piaget (1975), el
juego se puede clasificar siguiendo estas etapas:
A. El juego sensoriomotor hace referencia al primer año de vida del niño/a, implica
actividad y experiencias simbólicas y argumentales. Es la etapa en la que el
niño ejercita mecanismos o funciones que desarrollen su inteligencia.
B. El juego simbólico se hace presente entre los dos o tres años y se manifiesta
hasta los cinco ó seis años, en este período de tiempo el niño/a aprende a
utilizar los juguetes para representar sus vivencias, superar conflictos y asimilar
sus experiencias cotidianas.
C. Los juegos con reglas aparecen a partir de los siete años permiten al niño/a
conocer las reglas, los límites y las prohibiciones del juego, obligándolo a que
las respete y aprenda la importancia de su funcionamiento dentro del mundo
exterior. En este tipo de juegos el niño/a aprende a cooperar con los otros, a
planificar sus acciones y sufrir las consecuencias cuando no se cumple una
regla.
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Como hemos podido observar, el juego constituye un importante medio de
desarrollo para los niños/as, potenciando su desarrollo integral y facilitando así su
socialización, es decir, favoreciendo las relaciones con otros niños/as a través del
juego. Pero en el juego como en numerosas facetas de la vida, es común ver
conflictos que afectan al desarrollo de los mismos.
Los conflictos que se dan en el aula y en el juego suelen ser vistos como algo
desagradable y negativo que debemos evitar y que nunca trae nada bueno consigo.
Pero los problemas pueden convertirse en una oportunidad educativa y los niños/as
pueden descubrir a través de ellos las fórmulas para regular los conflictos sociales. La
cuestión es la forma en que se interviene en ellos. Desde la escuela infantil podemos
enseñar a los niños/as a sustituir las estrategias competitivas y violentas por otras de
tipos cooperativas y no destructivas.
El método de regulación de conflictos es sencillo pero eficaz y ayuda a aclarar
el problema, a la toma de decisiones y a analizar el conflicto hacía la reflexión; es una
forma de autocontrol, Elizabeth Crary lo denominó como PIGEP, que consiste en:
1. Parar y calmarse: cuando se detecta el malestar o enfado no reaccionar sino
detenerse a pensar lo que se va a decir y hacer. No dejarse llevar por el primer
impulso.
2. Identificar el problema: definir el problema, diferenciar las necesidades de los
deseos. Hablar con el otro sobre la versión de los hechos y contarle la propia.
Evitar las etiquetas o juicios generales que obstaculicen el “poder hablar”.
3. Generar soluciones: ideas espontáneas, posibles soluciones, que sean
distintas propuestas para resolver el sistema, sin restricciones. La racionalidad
de la misma se sopesará en el paso siguiente.
4. Evaluar soluciones: entre todas las ideas seleccionar las más viables, las que
más satisfagan a las necesidades de cada una de las partes.
5. Planificar la puesta en práctica: la puesta en marcha de las soluciones
propuestas previendo los posibles obstáculos que puedan surgir para hacerla
lo más realista posible. Elaborar un plan, agenda o contrato para
implementarlo.
La forma de intervención en los conflictos es esencial en la educación, no sólo
en cuanto a los contenidos, sino también como una serie de procedimientos vitales en
las relaciones interpersonales, en el marco de los grupos e intergrupales. De allí que
aparezcan como muy necesarios, prestar importancia a aspectos tales como cooperar,
decidir de forma responsable, aprender a resolver, negociar y regular los conflictos.
Es frecuente que en el tiempo dedicado al juego en el aula surjan problemas o
conflictos que podemos abordar para profundizar en la construcción de actitudes
personales y de grupo. Entre los conflictos más comunes, nos podemos encontrar:
a) Problemas relacionados con los objetos de juego: juguetes rotos, insuficiente
número de elementos para todos los jugadores/as, compartir ciertos juguetes,
turnos en el uso de un juguete.
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b) Problemas de funcionamiento de juego: el juego resulta aburrido, no lo juegan
“bien”, no se siguen las instrucciones por parte del grupo o de algunos
participantes, el juego no funciona en el contexto.
c) Interferencias ajenas al juego: insultos o peleas entre los niños/as
participantes, interrupciones de otros/as miembros del grupo que no estén
jugando o incompatibilidad con otras actividades en el aula o patio.
Destaco a continuación los siguientes aspectos que se pretende que los niños
y niñas tengan adquiridos y que por tanto son fundamentales para que nosotros los
educadores podamos ayudarles a resolver los conflictos en el juego y en la interacción
con su grupo de iguales:
AUTONOMIA. En estas edades se pretende que los niños y niñas sean cada
vez más autónomos y vayan progresivamente adaptándose a las normas de
convivencia tanto en el ámbito familiar como en el escolar, de mera que puedan
mostrar un comportamiento más ajustado a los diferentes contextos en los que se
desenvuelve y poder actuar mas autónomamente en cada uno de ellos. Para que
lleguen a ser competentes en este aspecto es preciso que los niños y niñas adquieran
el conocimiento de ellos mismos, que vayan teniendo comportamientos y actitudes que
les permitan actuar de forma cada vez más autónoma en las distintas actividades
cotidianas, el aseo, la alimentación y vestido y por otro lado resolver con éxito las
dificultades que vayan encontrando en el desarrollo de las mismas, potenciando así la
seguridad y la confianza.
EDUCACION EMOCIONAL. Es necesario que los niños y niñas encuentren un
clima cálido, tanto en casa como en la escuela, en el que fundamentar su seguridad
afectiva, de ahí la importancia que posee el entorno emocional que les rodea. Es
fundamental, que experimente, relaciones afectivas positivas, tanto para que sus
relaciones sean eficaces como para mejorar su atención y motivación. Trabajaremos
aspectos tales como el cariño, el enfado, los celos, el miedo, la alegría, la tristeza, la
manifestación de gustos y opiniones, el control de impulsos. El niño y la niña necesitan
que se les ayude a identificar y distinguir sus sentimientos y emociones.
RELACIONARSE CON LOS DEMAS. La relación con los iguales y con los
adultos favorecerá que los niños y niñas desarrollen de manera correcta su empatía y
que tengan en consideración el punto de vista de los demás abandonando el
egocentrismo que les ha caracterizado hasta ahora. El respecto a la c diversidad, la
aceptación del otro en sus diferencias y particularidades de expresión, las habilidades
y conocimientos, hasta las diferencias de género, aspecto físico, deben estar presente
en las actitudes de las personas adultas que conviven con los pequeños para que
puedan ser incorporadas por ellos. Es importante que aprendan que vivimos en una
sociedad y que necesitamos de los demás para relacionarnos plenamente como
personas y como ciudadanos y que existen un conjunto de normas de convivencia que
debemos respetar. Debemos enseñarles los siguientes aspectos:
Enseñarles a compartir.
Enseñarles a relacionarse con los demás.
Que sepan agradecer y pedir.
Que respeten a todas las personas independientemente de su raza,
cultura o religión.
Actitudes de limpieza y orden en el aula.
Escuchar a los compañeros y compañeras.
Atender a una orden cuando se les ordena.
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Disfrutar jugando.
Utilizar el dialogo en los conflictos.
Aprender a manifestar sus emociones y sentimientos.
No utilizar las conductas disruptivas en ningún caso.
Tener generosidad y humildad. Reconocer cuando han actuado de
forma no adecuada.
Mantener la calma ante un problema.
Buscar soluciones ante posibles conflictos en el juego.
Tener hábitos y rutinas diarias adquiridas.
El educador como mediador de conflictos debe estar atento y observar
cualquier conflicto tanto dentro del aula como fuera de él (patio) para dar solución lo
antes posible al problema en sí, y evitar con ello que el conflicto siga creciendo o
genere otros de mayor importancia. Es importante que en el aula elaboremos
actividades que ayuden a resolver los conflictos de forma pacífica. Entre otras destaco
las siguientes actividades:
RINCON DE LOS AMIGOS. Cuando se produce un conflicto en el juego
propongo que los niños y las niñas actúen como mediadores y sean ellos mismos los
que resuelvan lo que ha ocurrido. Si ellos mismos no son capaces de resolver el
conflicto por sí solos, vamos a intervenir los docentes para orientarlos y ofrecerles
posibilidades.
PANEL DE LAS SONRISAS. Al final de la jornada escolar vamos a reunirnos
en asamblea para valorar como se ha desarrollado. Para ello vamos a colocar un
panel, en el mismo hay unos ítems con comportamientos de los niños y niñas, que se
valoran con caritas rojas, es decir tristes, o verdes, que serán contentas. Se valoran
los comportamientos con los amigos en el juego, las conductas pacíficas y no
disruptivas. Al final de la semana se plasma en un papel el comportamiento de todos
los días para que las familias las conozcan.
LOS PREMIOS. Es importante reforzar positivamente a los niños y a las niñas
cuando sus comportamientos en los diferentes juegos sean los correctos, de manera
que se motiven para seguir jugando y cooperando. Así destacamos lo positivo en vez
de castigar constantemente lo negativo.
VIGILANCIA DEL PATIO. Cada día habrá un niño o varios que se encarguen
de vigilar el patio. De esta manera las interacciones en los juegos del patio serán
menos conflictivas y los vigilantes se sentirán responsables de que todo esté en orden.
JUEGO “AHORA HABLAS TÚ”: es un juego en el que los niños y niñas
aprendan a dialogar y usar la palabra para resolver los posibles conflictos.
También destacar algunas observaciones específicas sobre la actuación del
maestro/a ante los posibles conflictos:
• Debemos estar atentos a cuándo un juego está agotado, a partir de ese
momento empezarán a aparecer problemas.
• La imposición en el juego, sea de la actividad en sí, los compañeros/as o las
reglas, suele ser fuente de conflicto. Es mejor dialogar, u ofrecer alternativas
que imponer.
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• Si un juego no funciona con un grupo en un momento dado, es mejor no
insistir y pasar a otro.
• No hay un ritmo de juego que hay que respetar, en términos generales: hay
que saber combinar juegos muy dinámicos, tranquilos, físicos, de lenguaje, etc.
• Cuando el juego es libre hay que intentar que los conflictos se resuelvan por
los propios participantes siempre que sea posible.
Es muy importante que el profesor/a este disponible para los niños/as: juego
libre quiere decir libre para el grupo, no para el educador.
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