"la última cena" de leonardo da vinci

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La última cena de Leonardo Da Vinci
Hª del Arte 2º Bachillerato
La última Cena
de Leonardo Da Vinci
1495-1497. Temple sobre pared. 460 x 880 cm.
Milán, Refectorio de Sta. Mª de la Gracia.
Podemos ver en un primer nivel de observación que la pintura muestra a 13
hombres animados, de diferentes edades, junto a una larga mesa en una habitación
escasamente decorada. La comida y la bebida están presentes en la mesa y el hombre
que aparece en mitad de la misma parece tener alguna importancia ya que está centrado
y separado de los otros hombres.
En un segundo nivel de análisis podemos deducir que los 13 hombres que comen
pan y beben vino son probablemente Jesús y sus discípulos en la última cena. Las ropas
de los discípulos y Jesús, así como sus largos pelos y rostros son pistas iconográficas
para su identificación.
Se representa aquí el momento más dramático de la cena. La pintura retrata
concretamente la reacción que se produce en cada apóstol cuando Jesús, mientras
celebraba la cena de la Pascua judía, dijo que uno de ellos lo traicionaría. Sus palabras
generan en sus discípulos un alboroto de emociones. Los doce apóstoles reaccionan de
diversa manera a la noticia. Con los gestos de las manos, la agitación de los cuerpos y
las expresiones de los rostros muestran varios grados de sorpresa, de estupor, asombro y
perplejidad. Unos se levantan sorprendidos, otros preguntan quien es, otros declaran su
inocencia,... Estos sentimientos que les trastornan y que se plasman en sus rostros y en
sus manos dejan patente la personalidad de cada uno de ellos.
Leonardo se basa en el texto del evangelio que dice: Cuando dijo estas
palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: “ En verdad, en verdad os digo que uno
de vosotros me entregará”. Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quien
hablaba. Jn 13, 21-23
Aportado por Gustavo Ojeda Zamora
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La última cena de Leonardo Da Vinci
Hª del Arte 2º Bachillerato
Dos objetivos mueven a Leonardo cuando realiza esta obra:
Prolongar el espacio arquitectónico del refectorio de los frailes con el espacio de
la cena de Jesús, como si estuviesen comiendo en la misma habitación en que Cristo
celebra la Pascua. Y por otro lado quiere representar e investigar las expresiones y
emociones. Para ello realiza un estudio de las psicologías y los sentimientos a través de
los gestos de manos, cuerpos y rasgos faciales.
Sabemos que para Da Vinci es muy importante representar los estados de
ánimo: En su tratado de la pintura escribe que el buen pintor debe saber representar no
solo el aspecto exterior del hombre sino también sus pensamientos, sus emociones; la
primera cosa no es difícil de hacer pero la segunda sí, porque los pensamientos y las
emociones se deben realizar con los gestos, movimientos de los miembros y los rasgos.
El pintor dispone a los discípulos en cuatro grupos de tres. Número
significativo en el cristianismo, como símbolo de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. El número tres también se refleja en los ventanales abiertos al fondo en el que un
paisaje se difumina en la distancia, Cristo se coloca exactamente en frente de la ventana
central. Su cabeza actúa como el punto a donde todas las líneas de la perspectiva
convergen, Da Vinci enmarca así a Jesús y resalta su grandeza. La ventana detrás de su
cabeza parece un halo. El espacio y la simetría alrededor de él resaltan su prominencia y
su poder. El resto de la habitación no tiene decoración, la colocación de la mesa y el
mantel elimina las piernas de los hombres, que son irrelevantes.
Existe una cuidada y calculada disposición de las figuras. Las manos de los
apóstoles enlazan los cuatro grupos, ayudados por las miradas que fluyen a lo largo de
la pintura. A la izquierda de Jesús se encuentra Juan, Judas y Pedro. El testarudo Pedro
es impulsivo, parece enojado, reacciona con rabia a la palabras de Cristo y ansía
afirmar su inocencia, se inclina hacia Cristo, y avanza por encima de Judas hasta llegar
a Juan, para pedirle que se dirija a Jesús: “Pregúntale por quien de nosotros lo dice”.
Pedro sujeta un cuchillo y su otra mano forma una conexión entre Juan y Judas,
resaltando el contraste de la villanía y la virtud. Juan hombre de carácter tranquilo es
empujado por Pedro, se muestra mas sumiso y escucha en silencio las palabras que
Pedro susurra a sus oídos. Cada uno de estos rasgos personales está sustentado en los
evangelios.
Judas a la derecha de Jesús se muestra agarrando una bolsa pequeña de monedas,
dado a él como pago para traicionar a Jesús, retrocede de la cercanía de Jesús, se retira
de él. Es la única figura en la pintura que se está inclinando lejos de Cristo, y la única
figura que está en sombra. En pinturas tradicionales, el halo de Judas era negro. Cuando
Judas tomó el bocado que le ofreció Jesús, hace notar el evangelio, salió. Judas es parte
del grupo pero se encuentra aislado y en la sombra, significando sutilmente que el ha
perdido la luz de Cristo.
A partir de esta obra de la última cena de Leonardo se va a adoptar
tradicionalmente en otras pinturas la convención de colocar los comensales en un lado
solo de la mesa, de modo que ninguno de ellos tenga sus espaldas hacia el espectador.
Sin embargo, la mayoría de las pinturas anteriores a ésta excluían normalmente a Judas
colocándolo a el solo en el lado opuesto de la mesa de los otros doce.
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En el extremo izquierdo de la mesa un alarmado Bartolomé se levanta
apasionadamente apoyando sus manos sobre la mesa, mientras su vecino Santiago el
Menor, sorprendido, forma un enlace con su mano entre Pedro, su hermano Juan y él
mismo. Andrés ha levantado los brazos y abierto sus manos, expresando terror con
cierto escepticismo.
A la derecha de Jesús, Santiago el Mayor retrocede horrorizado como queriendo
demostrar que no tiene nada que esconder, así como el escéptico Tomás, que detrás de
él rápidamente señala con su dedo interrogador hacia el cielo. Mientras tanto, Felipe
está de pié coloca sus manos sobre su pecho en señal de inocencia y manifestando su
lealtad y devoción a Jesús. El último grupo lo forman Mateo, Judas Tadeo y Simón que
ocupan el extremo derecho de la mesa. Mateo, dirige sus brazos a Cristo pero su cabeza
y mirada la dirige al otro lado hacia Judas Tadeo y Simón como para comunicarles su
angustia, éstos se interrogan y gesticulan con las manos señalando a Cristo.
Leonardo ha sabido captar el carácter de cada apóstol y como cada uno de ellos
reacciona de modo diferente a la misma situación emotiva, en base a su distinto
carácter: es verdaderamente la aplicación de su teoría de los estados de ánimo.
La composición de esta obra se basa rigurosamente en una construcción
geométrica. Esta composición de doble cuadrado o proporción de 1 a 2 se llamaba en la
época diapasón por tener el mismo significado que este término musical. Hay que
recordar que Leonardo era un apasionado de la música y hablaba frecuentemente de la
sutileza de las relaciones del arte de los sonidos con la pintura. En el croquis se ilustra
las diferentes fases:
1. Leonardo coloca un cuadrado junto a dos medios cuadrados, luego traza las
diagonales del cuadrado central
2. Traza las diagonales del rectángulo mayor y divide en seis partes iguales el cuadrado
central.
3. Uniendo de dos en dos los puntos de encuentro de las diagonales y las verticales que
dividen el cuadrado central, obtiene dos nuevos cuadrados que se inscriben el uno en el
otro; en el centro, el más pequeño alberga la figura de Cristo, rodeado por las ventanas y
el borde de la mesa; alrededor, el cuadrado intermedio delimita la pared del fondo y los
lados de los dos cuadrados grandes marcan la posición de los paños de la pared lateral.
Si trazáramos el círculo sugerido por el frontón de la ventana, obtendríamos una vasta
aureola en torno a la cabeza de Cristo.
4. Dividiendo en tres partes la mitad inferior del lado mas corto del rectángulo y
trazando dos rectas paralelas, Leonardo delimita la superficie de la mesa. Finalmente,
las figuras de los apóstoles están dispuestas, de tres en tres, en cada uno de los cuartos
de la escena. Observamos además que las diagonales del rectángulo dan la perspectiva
de las partes superiores de los paneles laterales, perspectiva que confluye en la cabeza
de Cristo.
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Con respecto a la habitación, las enormes figuras son casi mayores del tamaño
natural. Leonardo reintroduce, con la monumentalidad de la escena y el volumen de las
figuras, un estilo que ya había iniciado 30 años antes Masaccio. Dos técnicas de la
composición clásica fueron adoptadas para crear esta ilusión. Para aislar
suficientemente los muros y el techo con los bordes, Da Vinci colocó la mesa y los
hombres que aparecen en ella un poco adelantados, creando una sensación de
participación y realidad, casi como si todos ellos estuvieran en el mismo refectorio.
Tampoco, ninguno de los personajes está en línea con los puntos de fuga de la
habitación, todos ellos tienen su propio plano frontal, de esta manera los personajes
están directamente vueltos hacia la mesa.
El observador participa de la escena como si fuese un invitado mas, que se
levanta y escucha las palabras de Jesús: “Uno de ustedes me traicionará”. Da Vinci
consigue que podamos entrar en la escena haciendo coincidir el punto de fuga con el ojo
del observador, creando la ilusión de una continuidad entre el espacio real y el espacio
imaginario. La perspectiva real de la sala continúa en la perspectiva de la escena
pintada sobre la pared del fondo. Diversas líneas de fuga se encargan de conducir el
espacio hacia ese punto (línea del techo-pared, bordes superiores de los cuadros de la
pared, etc.). El resultado es un poderoso efecto de espacio tridimensional, acentuado
además por el juego de luces alternadas en la distancia.
Está claro que existen dos características fuentes de luz, la suave luz de las
ventanas del fondo y la luz que viene del refectorio actual. Junto con sus reflejos en la
vajilla, la luz sirve para resaltar los colores de la vestimenta masculina. El azul del
manto de Cristo y el rojo de la túnica además del rojo manto de Felipe se repiten en sus
platos. El colorido de las túnicas de los apóstoles fluye a través de la pintura, solo el
azul de la toga de Judas parece ensombrecido y con tonos apagados, contrastando
poderosamente con los fuertes matices de los atuendos de Juan y Pedro.
La luz crea una atmósfera envolvente que difumina las figuras y las asocia
espiritualmente. Los cuerpos se agitan, se acercan y se alejan y la luz de las ventanas
del fondo, la luz del rostro de Jesús, desvela pasiones y sentimientos en los corazones de
los discípulos dejándolos al descubierto. La luz adquiere aquí un sutil significado ya que
alumbra las personas más dolidas y entenebrece con sus sombras la traición y la mentira
de la cabeza barbada, oscura y morena de Judas.
Leonardo pintó la última cena en una pared seca antes que en yeso mojado, así
que no es un fresco verdadero. Porque un fresco no puede ser modificado mientras que
el artista trabaja. Da Vinci en lugar de eso eligió encalar la pared de piedra con una capa
de mortero, yeso y masilla, luego pinta sobre esta capa seca al temple (pintura al agua a
la que se añade un aglutinante), pues le gustaba volver sobre su trabajo para poder
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efectuar retoques. Debido al método usado, la obra no ha soportado el paso del tiempo
muy bien, pocos años después de terminarse comenzó a demostrar muestras de
deterioro.
Esto, junto con las condiciones húmedas en el convento, significó que la pintura
comenzara a deteriorarse mientras que Leonardo todavía estaba vivo. Durante estos
siglos el refectorio también se ha inundado y se ha utilizado como establo. Pero el
deterioro más desafortunado de la pintura se produjo durante la segunda guerra mundial,
cuando el refectorio fue golpeado por una bomba. Solamente algunas sacos de arena
cuidadosamente colocadas libraron a esta obra maestra renacentista de la destrucción.
Ha habido muchas tentativas de restaurar la última cena, la mayoría de las cuales
han hecho más daño que bien. Una restauración completa se terminó recientemente.
Duró mas de veinte años, desde 1978 a 1999, cinco veces mas de lo que a Leonardo le
llevó terminar la original. El proceso de restauración permitió estabilizar
permanentemente la pintura y reparó el daño causado por los acontecimientos adversos,
la suciedad, la contaminación y restauraciones anteriores. Cuando se exhibió al público,
después de mas de 20 años restaurándose, surgió una controversia por los cambios
dramáticos en colores, tonos, e incluso algunas formas faciales.
En conclusión, en la última cena, Leonardo Da Vinci combina a la perfección
los sistemas del Renacimiento de estabilidad y simetría con el simbolismo, el tema
narrativo y la emoción. El drama y la confusión de los apóstoles contrasta
magníficamente con la serena tranquilidad de Cristo. Da Vinci une la delicada
aplicación de los colores junto al experto uso de la luz y la perspectiva espacial. Todos
estos elementos se unen para formar una obra de arte renacentista que es comúnmente
considerada como el impecable trabajo de un genio.
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