San Salvador, a las diez horas y tres minutos del día ocho d

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54-2010
Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia: San Salvador, a las diez
horas y tres minutos del día ocho de julio de dos mil once.
A sus antecedentes el escrito firmado por el abogado Salvador Enrique Anaya
Barraza, en calidad de apoderado de la sociedad Compañía de Telecomunicaciones de El
Salvador, Sociedad Anónima de Capital Variable, por medio del cual solicita que se tenga
por desistida la pretensión de amparo planteada y, por consiguiente, se sobresea el presente
proceso.
Previo a resolver la solicitud planteada, es necesario efectuar las siguientes
consideraciones:
I. En primer lugar, con el objeto de obtener una mayor claridad sobre la decisión
que se adoptará es preciso abordar lo relativo a la aplicación supletoria del derecho
procesal común dentro de los procesos constitucionales, como el proceso de amparo.
1. Al respecto, es menester señalar que en el auto de fecha 19-VI-2000,
pronunciado en el proceso de amparo con referencia número 1-2000, se acotó que la
aplicación supletoria del derecho procesal común a los trámites constitucionales se ha
elaborado en aras de suplir los vacíos existentes en la Ley de Procedimientos
Constitucionales, dada su escasa y vetusta regulación, y en virtud de la multiplicidad de
supuestos que regularmente se plantean ante este Tribunal. Tal construcción
jurisprudencial no se efectúa de forma mecánica o irreflexiva, sino mediante una
interpretación garantista de los derechos de las personas, con el objeto de potenciar sus
oportunidades procesales tendientes a acreditar sus pretensiones o resistencias en los
procesos en que intervienen.
Ahora bien, resulta pertinente aclarar que el Código de Procedimientos Civiles
constituía –antes del día 1-VII-2010– la normativa de aplicación supletoria respecto de los
procesos constitucionales, ya que si bien el artículo 706 del Código Procesal Civil y
Mercantil regula que: “Los procesos, procedimientos y diligencias que estuvieren en
trámite al momento de entrar en vigencia el presente código, se continuarán y concluirán
de conformidad con la normativa con la cual se iniciaron”, ello hace referencia a los
procesos que iniciaron y se siguen tramitando de conformidad con las disposiciones del
Código de Procedimientos Civiles, la Ley de Inquilinato, la Ley de Procedimientos
Mercantiles y la Ley de Casación –artículo 705 del Código Procesal Civil y Mercantil–,
mas no a los procesos constitucionales, en los cuales, ante la no regulación de una
determinada actuación procesal por su respectiva ley, deberá acudirse a este nuevo código
de forma supletoria.
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Así, en el caso de los procesos sujetos a conocimiento de esta Sala y cuando se trate
de asuntos de naturaleza estrictamente procesal que no tuvieran una regulación específica
en la Ley de Procedimientos Constitucionales, han de aplicarse supletoriamente las
disposiciones del Código Procesal Civil y Mercantil, por ser esta la normativa procesal
vigente. De la anterior afirmación debe advertirse que la supletoriedad conlleva, de manera
ineludible, a la aplicación de la normativa actualmente vigente.
En relación con el tópico de la vigencia, se afirmó en la sentencia de fecha 13-V2005, pronunciada en el proceso de Inc. con referencia número 16-2004, que esta implica
la pertenencia actual y activa de una disposición al ordenamiento jurídico, de manera que
sea potencialmente capaz de regular todas las situaciones subsumibles en un supuesto de
hecho, siempre que haya sido publicada y concluido su período de vacatio legis; por el
contrario, la pérdida de vigencia es la falta de idoneidad profuturo para regular situaciones
previstas en el supuesto de hecho. En ese sentido, el sistema actual o vigente ocupa un
lugar privilegiado respecto de todos los anteriores.
2. Así las cosas, es menester indicar que el artículo 20 del Código Procesal Civil y
Mercantil establece una regla general para la integración del Derecho en el ordenamiento
jurídico procesal, pues prevé que: “En defecto de disposición específica en las leyes que
regulan los procesos distintos del civil y mercantil, las normas de este código se aplicarán
supletoriamente”.
En ese sentido, esta disposición constituye una norma básica para integrar lagunas
normativas de las leyes que regulan la actividad jurisdiccional en otras ramas del Derecho.
Tal habilitación legal permite al Código Procesal Civil y Mercantil adquirir el papel de
norma general en todas las cuestiones que por su naturaleza y estructura sean comunes a
todo proceso, es decir, aquellas que –por su conexión con la estructura básica y esencial de
cualquier proceso– puedan ser utilizadas para suplir un vacío en un orden jurisdiccional
distinto al civil, sin que ello implique que –como se advirtió anteriormente– deban
trasladarse de forma irreflexiva los principios y características de ese ámbito a otros
procedimientos.
De esta forma, en el supuesto de los procesos constitucionales que se encuentren en
curso, la nueva ley supliría el régimen de ciertas actuaciones procesales que se realicen con
posterioridad a su entrada en vigencia y que no se encuentren reguladas en la Ley de
Procedimientos Constitucionales, como es el caso de las condiciones que deben cumplir
los procuradores de las partes para realizar los actos de disposición dentro del proceso en
nombre de estas últimas.
II. 1. Así las cosas, conviene traer a colación que el artículo 69 inciso 2° del Código
Procesal Civil y Mercantil establece como requisito para realizar actos de disposición de
derechos e intereses dentro del proceso –en particular en los casos de renuncia y
desistimiento, entre otros– que el procurador presente poder especial para realizar
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válidamente tales actos procesales en nombre de su poderdante. Lo anterior se encuentra en
consonancia con lo dispuesto en los artículos 129 inciso 2° y 130 inciso 4° del mismo
cuerpo normativo, en los que se exige poder especial para renunciar de la pretensión
procesal ejercitada o del derecho material en que esta se funde, así como para desistir del
proceso, respectivamente.
En el caso concreto, se advierte que el abogado Anaya Barraza se encuentra
facultado –según consta en la certificación notarial del testimonio de poder general que
presentó junto con la demanda incoada– para concluir toda clase de diligencias o
actuaciones judiciales, administrativas y de cualquier otra especie, así como para ejercer
las facultades “generales” del mandato, con excepción de las facultades de transigir y de
recibir emplazamientos en nombre de la sociedad demandante.
Ahora bien, de la lectura del documento en referencia –otorgado con anterioridad a
la entrada en vigencia del Código Procesal Civil y Mercantil– se colige que al citado
apoderado se le confirieron las facultades especiales del mandato que enumeraba el
artículo 113 del Código de Procedimientos Civiles –ahora derogado–, con excepción de las
potestades de transigir y recibir emplazamientos. En ese sentido, se entiende que el
procurador de la parte actora se encontraba habilitado para desistir “de las acciones o
excepciones que hubieren intentado u opuesto” –ordinal 5° de esa disposición–, en
concordancia con lo que preveía el artículo 465 de ese cuerpo normativo.
2. En este punto, es menester resaltar que tanto la regulación anterior como la
vigente en materia procesal supletoria contemplan, como requisito para realizar actos de
disposición de derechos e intereses dentro del proceso, que el apoderado se encuentre
habilitado especialmente para ello, de lo que se colige que, a pesar la existencia de una
nueva codificación, se mantiene el contenido normativo en cuanto a la condición previa
que debe reunir el procurador para ejercer las referidas facultades de disposición.
Para comprender la anterior situación, resulta útil y fundada la distinción entre
disposición y norma. Así, las primeras –disposiciones– son los enunciados lingüísticos
prescriptivos producidos por los entes con potestades normativas; mientras que las
segundas –normas– son los mandatos jurídicos que se derivan de la interpretación de
aquellas –auto de fecha 26-I-2011, pronunciado en el proceso de Inc. con referencia 52010–.
En ese sentido, si bien una reforma legal implica la alteración de la estructura
lingüística de la disposición, puede no incidir en la norma derivada que contemplaba una
determinada exigencia, supuesto o consecuencia jurídica. Además, una disposición puede
ser derogada expresamente ante la emisión de una nueva regulación, pero esta puede
retomar la norma aplicable y, de esa forma, pervivir el contenido del anterior
ordenamiento. En estos casos, no es necesario que el interesado invoque expresamente la
disposición vigente en el que funde su actuación, sino que basta que cumpla con la
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condición de ejercicio que prevé la normativa correspondiente para entender que se
encuentra habilitado para realizar un determinado acto procesal.
Ahora bien, es necesario aclarar que si bien el otorgamiento de facultades
especiales se rige en la actualidad por el principio de literalidad y que no se presume su
existencia si no han sido conferidas explícitamente –artículo 69 inciso 3° del Código
Procesal Civil y Mercantil–, ello no resultaría aplicable en el caso concreto, toda vez que el
poder presentado fue otorgado con anterioridad a la entrada en vigencia de ese cuerpo
normativo y que, según las reglas que preveía el anterior Código de Procedimientos
Civiles, las facultades especiales, con excepción de la de transigir, podían expresarse “en
globo” en el instrumento –artículo 113 inciso 2° de la normativa derogada–.
3. De lo anteriormente expuesto se concluye que en el supuesto planteado el
abogado Anaya Barraza se encuentra autorizado por la parte actora para realizar actos de
disposición respecto de la pretensión planteada en este proceso, puesto que ha cumplido
con la exigencia legal de encontrarse especialmente facultado para ello, tomando en cuenta
que esa condición se contemplaba tanto en el ordenamiento jurídico procesal supletorio
anterior como en el actual.
III. En el caso en estudio, se advierte que el abogado Anaya Barraza manifiesta que
la sociedad Compañía de Telecomunicaciones de El Salvador, Sociedad Anónima de
Capital Variable, ha decidido inhibir a este Tribunal de conocer del fondo de la pretensión
planteada.
En este punto, es menester señalar que el desistimiento constituye una causal de
sobreseimiento de los procesos de amparo que no requiere, como requisito previo, la
aceptación de los demandados, de conformidad con lo establecido en el artículo 31 número
1 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, constituyendo, por lo tanto, una forma
anormal de terminación de dichos procesos.
En consecuencia, tomando en consideración que el citado profesional se encuentra
facultado para desistir, es procedente acceder a la petición formulada en nombre de la
sociedad pretensora, por lo que deberá sobreseerse este amparo.
Por tanto, con base en lo anteriormente expuesto y en las disposiciones legales
citadas, esta Sala RESUELVE:
1. Sobreséese el presente proceso de amparo incoado por el abogado Salvador
Enrique Anaya Barraza, en calidad de apoderado de la sociedad Compañía de
Telecomunicaciones de El Salvador, Sociedad Anónima de Capital Variable, contra
actuación del Concejo Municipal de Panchimalco, departamento de San Salvador, por
haber desistido la sociedad demandante de su pretensión, de conformidad con los
razonamientos expuestos en los considerandos II y III de la presente resolución.
2. Cesen los efectos de la medida cautelar adoptada mediante la resolución
pronunciada por este Tribunal a las nueve horas y veintiún minutos del 28-IV-2010, la cual
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fue posteriormente confirmada mediante la resolución de las ocho horas y dos minutos del
29-VI-2010.
3. Notifíquese.
---J. B. JAIME---F. MELÉNDEZ--- E. S. BLANCO R.---R. E. GONZÁLEZ B.--PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN---E.
SOCORRO C.---RUBRICADAS.
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