aproximaciones a la espiritualidad matrimonial a partir del concilio

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APROXIMACIONES A LA ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL
A PARTIR DEL CONCILIO VATICANO II
POR
CÉSAR AUGUSTO ARISTIZABAL RINCON
DIRECTORA
ANGELA MARIA SIERRA
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ D.C
2013
1
APROXIMACIONES A LA ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL
A PARTIR DEL CONCILIO VATICANO II
POR
CÉSAR AUGUSTO ARISTIZABAL RINCON
DIRECTORA
ANGELA MARIA SIERRA
TRABAJO DE GRADO PARA OBTENER EL TÍTULO DE CARRERA EN
TEOLOGÍA
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ D.C
2013
2
TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………….
8
APROXIMACIÓN A LA ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL A PARTIR DEL
CONCILIO VATICANO II……………………………………………………………… 10
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA………………………………………………... 10
JUSTIFICACIÓN………………………………………………………………………… 11
MARCO TEÓRICO………………………………………………………………………. 12
OBJETIVO GENERAL…………………………………………………………………. 13
OBJETIVOS ESPECÍFICOS……………………………………………………………
13
MÉTODO TEOLÓGICO………………………………………………………………..
14
METODOLOGIA……………………………………………………………………….. 15
CAPITULO I LA ESPIRITUALIDAD CONYUGAL EN EL MAGISTERIO DE LA
IGLESIA A PARTIR DEL CONCILIO VATICANO II…………………………………. 16
1.1 La pregunta fundamental en el hombre abierto a Dios……………………………….. 17
1.2 Concilio Vaticano II, vocación del hombre a la santidad en el matrimonio………….. 20
1.3 Espiritualidad Conyugal a partir del Vaticano II……………………………………... 23
1.4 El derecho Canónico, el Catecismo y otros documentos eclesiales latinoamericanos
acerca del sacramento matrimonial…………………………………………………… 28
1.5 Exhortación Apostólica de Juan Pablo II Familiaris Consortio……………………… 33
CAPITULO II CATEGORIAS TEOLOGICAS EN LA ESPIRITUALIDAD
MATRIMONIAL DESDE EL CONCILIO VATICANO II……………………………... 39
2.1 El sacramento matrimonial en el Antiguo Testamento………………………………. 40
2.2 Fundamento bíblico del sacramento matrimonial en el Nuevo Testamento…………. 45
2.3 Aproximación al término espiritualidad cristiana…………………………………… 52
2.4 La espiritualidad en el sacramento matrimonial…………………………………….. 55
2.5 La experiencia mística como lugar teológico para la vivencia espiritual de la amistad
conyugal, la comunidad de vida y la fidelidad al amor de los cónyuges…………… 59
3
2.6 El amistad conyugal en la vida espiritual de la pareja……………………………….. 62
2.7 La comunidad de vida y amor conyugal en el matrimonio…………………………… 67
2.8 La fidelidad en la espiritualidad matrimonial………………………………………… 70
CAPITULO III LINEAS PASTORALES PARA LA VIVIENCIA DE LA
ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL………………………………………………....... 73
3.1 La pastoral de la vida sacramental……………………………………………………. 73
3.2 La pastoral dentro del sacramento matrimonial………………………………………. 74
3.3 Algunas pautas pastorales desde el magisterio eclesial………………………………. 77
3.4 Peligros para la vivencia de la espiritualidad matrimonial…………………………… 84
3.5 Posibilidades de acción pastoral desde las categorías de amor conyugal, comunidad de
vida y fidelidad matrimonial………………………………………………………….. 90
3.5.1 Conocimiento propio……………………………………………………………….. 92
3.5.2 Oración individual y en pareja……………………………………………………… 94
3.5.3 Seguimiento de Jesús en pareja……………………………………………………... 95
3.5.4 Vida sacramental de los cónyuges………………………………………………….. 97
3.5.5 Acción cristiana conyugal…………………………………………………………... 99
3.5.6 Discernimiento espiritual de los cónyuges………………………………………… 101
CONCLUSIONES………………………………………………………………………. 105
BIBLIOGRAFIA………………………………………………………………………… 109
CIBERGRAFIA…………………………………………………………………………. 112
4
AGRADECIMIENTO
Mi agradecimiento a Dios por experimentar su amor y su misericordia en el desarrollo de
este trabajo final, a mi mamá y mi hermana por toda su compañía durante este tiempo, a
toda la Facultad de teología de la Universidad Javeriana, especialmente a la profesora
Ángela María Sierra por su dirección y consejo en cada momento y finalmente a la Orden
de Carmelitas Descalzos de quienes aprendí el camino espiritual.
Este trabajo quiere ser una pequeña luz para las parejas matrimoniales que quieren vivir una
espiritualidad a la luz del evangelio y desean consagrarse totalmente al amor de Dios desde
la vida diaria.
5
SIGLAS
OBRAS DE SANTA TERESA DE JESÚS
V…………………………………………………………………………………………Vida
M………………………………………………. Moradas (1M, 2M, 3M, 4M, 5M, 6M, 7M)
OBRAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
Cantico…………………………………………………………………….Cantico Espiritual
DOCUMENTOS ECLESIALES
Concilio Vaticano II……………………………………………………………………..CVII
Lumen Gentium………………………………………………………………………….. LG
Gaudium et Spes…………………………………………………………………………. GS
Familiaris Consortio……………………………………………………………………… FC
Documento de Puebla……………………………………………………………………. DP
Documento de Medellín………………………………………………………………… DM
Documento de Aparecida………………………………………………………………
DA
Pontificio Consejo para la Familia……………………………………………………… PCF
6
Nota de aceptación
____________________________
____________________________
____________________________
____________________________
____________________________
____________________________
__________________________
Firma del presidente del Jurado
_________________________
Firma del jurado
_________________________
Firma del jurado
La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los alumnos en
sus trabajos de síntesis; sólo velará por que no se publique nada contrario al dogma y
la moral católica y por que las tesis no contengan ataques o polémicas puramente
personales, antes bien, se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia
(Reglamento General de la Pontificia Universidad Javeriana. Artículo 23 de la
Resolución No. 13 del 06 de junio de 1964).
Bogotá, D.C., 2013
7
INTRODUCCIÓN
El Concilio Vaticano II renovó la Iglesia, desde su interior, concediéndole un carácter más
personalista que institucional e integrando plenamente el sentido de lo profano y lo sagrado.
Para el Concilio Dios esta presente en todas las realidades de los hombres de hoy sean o no
creyentes. La presencia de Dios es real en toda la historia humana inmersa en los cambios
sociales, políticos, culturales e incluso religiosos que se viven producto de la evolución de
los pueblos.
La renovación eclesial abrió el camino para la acción del Espíritu el cual resaltaría la
importancia de lo humano, pasando de esta manera de posturas institucionales
generalizadas a posturas carismáticas personalizadas, que avanzan según la realidad
particular del creyente. Tal apertura generó una vuelta a los orígenes de las primeras
comunidades cristianas y a su forma de vida.
Así las cosas, los sacramentos se enriquecieron notablemente al ser comprendidos como
realidades existenciales que involucran la vida espiritual de los hombres en la historia y no
como preceptos alienantes cargados por los creyentes, esto provocó que progresivamente
las personas que entraron en sintonía con el Concilio vivieran con mayor libertad espiritual
su fe e hicieran de su obrar un testimonio de Cristo. Los documentos de la Iglesia
posteriores al Concilio, especialmente, los de las Conferencias Latinoamericanas han tenido
siempre presentes el carácter envolvente que tiene la vida sacramental en todo el que hacer
de los hombres y son eco de la voz conciliar.
A partir de lo anterior, el presente trabajo quiere aproximarse a la espiritualidad del
sacramento del matrimonio desde el Concilio Vaticano II, enriqueciendo la amistad
conyugal, la comunidad de vida y amor y la fidelidad a través del dialogo de teólogos que
permitan acercarse a dicha realidad.
8
En un primer momento, se hará un recorrido sobre la espiritualidad conyugal en el Concilio
partiendo de un criterio fundamental y es el de la búsqueda de Dios por parte del hombre
pero que tiene como antecedente el que Dios ha buscado primero al hombre. Dos existentes
que se encuentran. Esta evidencia de la existencia humana sirve para constatar que la vida
sacramental requiere esta conexión y en esta medida el matrimonio como sacramento
participa de la belleza del encuentro de pareja con Dios. Una vez hecha esta precisión se
revisara en algunos documentos conciliares y otros documentos eclesiales lo consignado
acerca de la espiritualidad conyugal.
En un segundo momento, se tomaran tres categorías, la amistad conyugal, la comunidad de
vida y amor y la fidelidad que se hallan en el texto conciliar y que son tratadas
transversalmente en documentos posteriores, para esto es importante tomar la lectura que
tanto el Antiguo testamento como el Nuevo Testamento han dado a la vida conyugal, se ha
empleado la pericopa de Marcos 10,1-12 que resalta la postura de Jesús sobre el
matrimonio. Teniendo esta estructura se explicará cada categoría a la luz de la experiencia
mística de Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, que lejos de idealizar o sacar del contexto
histórico a las parejas, pretende armonizar la espiritualidad poniéndola en la cotidianidad de
la pareja es decir, un encuentro totalizante con Dios que tenga implicaciones en la
sexualidad, las finanzas, el afecto, de igual manera teólogos como Leonardo Boff, López
Azpitarte entre otros facilitarán este ejercicio académico.
Finalmente, el tercer momento presentará la pastoral sacramental matrimonial, los peligros
que pueden sufrir los cónyuges y con lo establecido en el capítulo anterior dará algunas
pautas para la vida espiritual de las parejas, con esto se quiere presentar una ruta, un camino
que les permita a las parejas consolidar su vida espiritual y de fe en medio de la fragilidad
humana a veces olvidada por el precepto eclesial.
9
APROXIMACIÓN A LA ESPIRITUALIDAD CONYUGAL A PARTIR
DEL CONCILIO VATICANO II
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
El Concilio Vaticano II en su Constitución Gaudium et Spes refiriéndose al sacramento del
matrimonio y la vida familiar menciona algunos problemas urgentes que afectan esta
institución, entre ellos, dificultades motivadas por condiciones económicas, psicológicas,
políticas y civiles que han provocado perturbaciones en la conciencia de la pareja. Ahora
bien, los cambios sociales traen consigo diferentes maneras de relación matrimonial que
desdibujan el sentido más auténtico de este sacramento. Tal situación esta motivando que
muchos teólogos reflexionen acerca de la necesidad de encontrar una espiritualidad
conyugal que permita la vivencia de dicha consagración matrimonial a la luz del evangelio,
de tal manera que a través de ella se puedan superar los problemas que pueden lastimar
dicha institución. El Concilio no habla expresamente de una espiritualidad conyugal, por
eso se hace necesaria la interpretación teológica con el fin construir una experiencia
espiritual matrimonial que favorezca de esta manera la vida conyugal, así se pretende
enriquecer las categorías que aporta la constitución Gaudium et Spes al respecto de este
valioso sacramento, a través del estudio profundo de otros teólogos que pueden iluminar
esta propuesta pastoral con el fin de proporcionar a las parejas de novios y casados una
fuente teológica que los acerque a la vivencia de una espiritualidad conyugal.
Por estas razones la reflexión teológica estará orientada a partir de la siguiente cuestión:
¿Qué fundamentos teológicos ofrece el Concilio Vaticano II a la construcción de una
espiritualidad matrimonial que permita enriquecer, por medio del dialogo con los teólogos
sobre el sacramento matrimonial, la acción pastoral con las parejas que desean vivir su
matrimonio en unión con la vida sacramental de la Iglesia?
10
JUSTIFICACIÓN
En la investigación teológica es importante considerar la espiritualidad, experiencia de Dios
que requiere ser profundizada y tematizada para descubrir así su profunda riqueza en el
campo de la teología. La presente investigación teológica quiere enriquecer el tema de la
espiritualidad matrimonial y fortalecer el acompañamiento pastoral.
Para este estudio se hace pertinente una lectura interpretativa acerca del sacramento
matrimonial y la vida conyugal que nos sugiere el Concilio Vaticano II, pues a partir de
este documento se pretende indagar los fundamentos de dicha espiritualidad desde teólogos
como Marciano Vidal, Eduardo López Azpitarte, Silvio Botero entre otros.
Es un elemento importante dentro del estudio de la vida matrimonial, la espiritualidad, ya
que sin este, se hace muy difícil una vivencia de la esencia misma del sacramento del
matrimonio. Lo novedoso de esta investigación podría hallarse en las implicaciones
teológicas que tienen todas las reflexiones que el Concilio Vaticano II ha producido acerca
del matrimonio y la vida conyugal. Aunque propiamente desde éste documento eclesial no
se hable de espiritualidad matrimonial, podremos desentrañar aquellos elementos teológicos
que favorezcan el establecimiento de unas bases teóricas y empíricas sobre esta última, que
a futuro pueden proporcionar unos elementos de investigación acerca de un tema que
requiere toda la atención de la comunidad teológica, pues el fundamento de todas las
vivencias del ser humano se encuentra en la espiritualidad; más cuando en las parejas que
cuentan con su propio modo de actuar, un propio estilo de vida, se hace evidente la
necesidad de tener una espiritualidad matrimonial que los identifique y les permita
reconocer que en ellos, no sólo de manera personal, sino en pareja se puede encontrar una
auténtica experiencia de Dios que sea para ellos alimento y fortaleza en la unión
sacramental que un día aceptaron delante de Dios.
Es importante resaltar que esta espiritualidad matrimonial se refleja en la vida de la familia,
es en ella donde la pareja encuentra el fruto de la vivencia de dicha espiritualidad. Es la
11
familia el escenario en el cual se hace posible la vivencia y trasmisión de la espiritualidad.
El matrimonio está llamado a construir familia, y es en ella donde cada uno de sus
miembros encuentra la posibilidad de crecer y alimentarse en el Espíritu.
MARCO TEÓRICO
Cuando se pretende definir se puede caer en el riesgo, no siempre, de limitar y fijar la
mirada en una sola parte del objeto. Sí el sujeto puede ser objeto de múltiples
comprensiones cuánto más aquello que él estudia. La espiritualidad como el hombre puede
ser comprendida de muchas formas, pero para no caer en un relativismo respecto al término
se hace necesario proponer un camino para su adecuada lectura.
Con este presupuesto, se puede constatar que la mayoría de personas que profesan la fe
cristiana tienen miedo al referirse a la espiritualidad, muchas de ellas están convencidas que
es una abstracción de lo real, algo inútil que carece de una concreción en lo cotidiano de la
vida, visto como anormalidad, pareciera que ser espiritual es ser extraño en el mundo.1
Por esto ante el miedo y la incomodidad se presenta una novedad en la espiritualidad que
haga distinta su manera de ser incorporada a la vida de hoy. Así las cosas, una primera ruta
nos es dada. Esta consiste en identificarla ineludiblemente con el Espíritu. Es decir, que la
vida es guiada por el Espíritu Santo, dicha apreciación la libera de la prisión intimista.2 Se
puede afirmar que: “La espiritualidad, en el sentido estricto y hondo del término, es el
dominio del Espíritu.”3 Nuevamente en esta misma línea Gustavo Gutiérrez expresa su
convicción de que “Una espiritualidad es una forma concreta, movida por el Espíritu, de
vivir el evangelio.”
La amistad conyugal es una expresión ofrecida por el Concilio Vaticano II que puede
favorecer la búsqueda de la espiritualidad matrimonial, tiene sustento en una relación de
amistad, que entraña profundamente la alteridad de personas, la mutua identificación de lo
que cada uno es y su entrega total y verdadera va construyendo un modo de vivir y ser en
1
Cf. Guerra Augusto, La espiritualidad, como vida en el Espíritu en Revista Caribeña de Espiritualidad,
Vol. XII, 2005, 61-62
2
Cf. Ibíd., p 65
3
Gutiérrez Gustavo, Teología de la liberación perspectivas, Ed. Sígueme, Salamanca 1984, 266
12
el mundo desde la pareja. Ser amigos de Dios nos permite acercarnos al verdadero sentido
de la amistad como plenitud humana que nos une y ayuda a vivir en unión con Dios, nos
acerca a la verdadera amistad humana que se puede concretizar en la vida matrimonial.
La amistad conyugal requiere ser precisada y profundizada como una viviencia espiritual
que fortalece y constituye la posibilidad de unidad conyugal en Dios. La amistad conyugal
no será complicidad ni absorción de uno u otro, será comunicación, expresión, cercanía,
sensualidad, cotidianidad, encuentro y apertura al amor verdadero.
Orar y amar expresiones de una misma realidad que habita en cada ser humano y que no
están sujetas a una confesión de fe determinada sino que despliega su valor a toda la
humanidad. El sacramento matrimonial y la familia se alimentan de la oración y el amor, y
es por eso de vital importancia destacar como a través de estos la pareja puede vivir su
espiritualidad conyugal y encontrarse con Dios. La intimidad de la oración y la decisión de
amar fueron vividas plenamente por Jesucristo, quien no limitó estas disposiciones en el ser
del hombre, por el contrario las despertó y potenció. El Concilio siendo consiente la
introdujo como elemento fundamental para facilitar la salida a los grandes problemas que la
sociedad moderna ha traído a la vida de las parejas que han asumido el sacramento para
vivirlo plenamente.
OBJETIVO GENERAL
Enriquecer los aportes teológicos ofrecidos por el Concilio Vaticano II en la constitución
Gaudium et Spes para la construcción de la espiritualidad matrimonial en diálogo con el
valioso aporte de otros teólogos, de esta manera fortalecer la vivencia del sacramento y
brindarles a las parejas elementos pastorales para vivir con profundidad la experiencia
espiritual plenificante de ser novios o conyugues unidos a Dios.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS

Identificar a partir del Magisterio y del Concilio Vaticano II la espiritualidad conyugal
y sus profundas implicaciones en la vida de los que quieren vivir el sacramento
matrimonial.
13

Profundizar los aportes del Magisterio y de la constitución Gaudium et Spes del
Vaticano II a la espiritualidad matrimonial con el dialogo de teólogos que han
reflexionado acerca del matrimonio y la vida espiritual en consonancia con la teología
matrimonial existente.

Proponer lineamientos teológico-pastorales que posibiliten el acompañamiento de la
vida matrimonial y puedan ayudarles a las parejas a fortalecer su espiritualidad
conyugal
MÉTODO TEOLÓGICO
El método teológico empleado es el Latinoamericano, ver, juzgar y actuar.
“El “ver” se propone analizar un hecho de vida con el fin de descubrir actitudes y modos de
pensar y valoraciones y comportamientos. Se busca las causas y se analiza las
consecuencias que pueden tener en las personas, en las comunidades y en las
organizaciones sociales. El acento se pone en la persona, no en las ideas ni en las cosas.
El “juzgar” es el momento central de la revisión de vida. Se propone tomar posición frente
al hecho analizado, explicitar el sentido que descubre la fe, la experiencia de Dios que
conlleva y las llamadas de conversión que surgen de él. Para ello se valora positiva o
negativamente el hecho, se buscan hechos similares en la vida de Jesús, en el evangelio o en
la Biblia, se analizan las consecuencias del encuentro con Dios y la llamada a la conversión.
Se trata de un discernimiento.
El “actuar” se propone determinar aquellas actitudes que las personas deben cambiar en sus
vidas, los criterios de juicio que deben ser transformados, los hábitos que son cuestionados
por la Palabra de Dios y las acciones que se van a desarrollar.”4
El ver consiste en revisar a profundidad la realidad expresada por el magisterio de la
Iglesia y el Vaticano II en torno a la espiritualidad y su relación con la vida matrimonial. El
juzgar estará orientado a señalar la importancia concretamente de una experiencia de Dios
en el matrimonio, que denominaremos con la categoría espiritualidad matrimonial, no
4
Biord Castillo Raúl, SDB, Conferencia dictada en las XXII Jornadas de Teología y Reflexión, Criterios para
efectuar un discernimiento cristiano de una situación histórica, 23 de marzo de 2004
14
consignada en el texto Gaudium et Spes de Vaticano II, y el actuar que permitirá la
elaboración de unos lineamientos que le posibiliten a las parejas que viven el sacramento
matrimonial el desarrollo y eficacia de una espiritualidad matrimonial que les ayude a
descubrir el profundo encuentro con Dios no solamente de manera personal sino como
pareja abierta a Dios.
METODOLOGÍA
Se requerirá un estudio de las fuentes principales que aborden asuntos de espiritualidad en
el magisterio de la Iglesia y también aquellos que investiguen lo relacionado al sacramento
del matrimonio. Esto se hará revisando los libros y artículos en revistas indexadas. Para tal
efecto se tendrán en cuenta primero los documentos que expliquen todo el tema de la
espiritualidad y a su vez que nos introduzcan en el concilio Vaticano II, en su Constitución
Gaudium et Spes, desde la historia de esta constitución y concretamente las motivaciones
del capítulo pertinente al matrimonio.
15
CAPITULO I
LA ESPIRITUALIDAD CONYUGAL EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
A PARTIR DEL CONCILIO VATICANO II
Es indiscutible que la vida de la Iglesia esta movida desde sus inicios por el Espíritu de
Dios que anima, da vida a su Palabra y obra; este Espíritu ha permitido que la Iglesia siga
viva y fortalecida a pesar del paso del tiempo como presencia definitiva del Resucitado en
el mundo. Por esta experiencia espiritual la Iglesia enseña y acompaña constantemente la
vida de fe de los creyentes y de quienes quieren decididamente acoger las verdades de fe
para hacerse cristianos.
No se pretende hablar de “las espiritualidades” queriendo decir con esta expresión las
diversas manifestaciones espirituales o carismáticas que tiene la Iglesia y que por lo general
están asociadas a la manera como a lo largo del tiempo hombres y mujeres han interpretado
y vivido su propia experiencia de seguimiento de Cristo y la han legado a otros
constituyendo así congregaciones religiosas.
Nos referimos concretamente a la espiritualidad eclesial que tiene definitivamente que
concretarse en el seguimiento de la persona de Jesucristo. Es necesario tener en cuenta que
quienes son sujetos de la experiencia espiritual son los hombres, de allí que a la base de
toda vivencia espiritual cristiana se encuentra una antropología cristiana que persiste en una
pregunta por la búsqueda de sentido. De ahí que no se puede desarrollar una reflexión
teológica que no tenga como punto de partida el hecho mismo que la espiritualidad cristiana
no puede tener otro origen y fundamento que la persona misma de Jesús y su existencia
concreta. 5
Es interesante apreciar que en el camino de seguimiento de Cristo, está el hombre, el ser
humano movido por una serie de motivaciones y preguntas que lo acechan y hacen de su
5
Castillo José María, El seguimiento de Jesús, sígueme, salamanca, 2005, 13
16
existencia una pregunta ineludible, que quiere ser acogida con toda la decisión y fuerza
interior, para responder radicalmente a su que hacer en el mundo.
1.1 La pregunta fundamental en el hombre abierto a Dios
Es claro entonces que la antropología cristiana es elemento fundante de la espiritualidad de
la Iglesia, pero subyace a esta antropología una cuestión ineludible a todo ser humano
a priori a la opción cristiana y es la búsqueda de sentido como pregunta fundamental y
definitiva en el ser humano que interpela e indaga en la existencia humana.
En este sentido, En toda actividad humana está la dinámica del preguntar y buscar; el
proceso de conocer, decidir y actuar es ontológicamente previo al cuestionar, es decir, ya
persiste un proceso de respuesta a una cuestión que en el hombre puede ser teórica o
práctica. Todo para el hombre es cuestionable y siempre existirá un desequilibrio entre la
pregunta o la cuestión que nunca termina y la respuesta concreta que no es cerrada o
definitiva.6
Esta dimensión del ser humano de estar interrogado, cuestionado no es ejercida con nadie
mas que con él mismo, es decir, es el hombre quien formula la pregunta, él es el contenido
de la pregunta y él es quien responde la pregunta. Es la cuestión sobre si mismo, sobre el
sentido de su existencia; la inquietud qué soy yo, se abre paso para asumir una postura
sobre sí mismo que esta dirigida a su inteligencia y a su libertad. 7
Ahora bien, la razón de la cuestión del hombre esta marcada por la auto reflexión que él
hace de su misma presencia, es decir, su conciencia de sí mismo lo hace que sea él que
experimenta y el experimentado, en cada acto de pensar, decidir y hacer, el hombre se hace
consciente de su existencia personal de su identidad con él mismo. 8
Este cuestionamiento del hombre lo hace pensar que él no existe desde siempre y no
existirá para siempre, se encuentra ante una existencia limitada por su comienzo y su final,
esta realidad hace que el hombre considere su existencia no auto fundada en él mismo y
6
Cf. Alfaro Juan, De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios, Sígueme, Salamanca 1988. 14
Cf. Ibíd. 14
8
Cf. Ibíd. 15
7
17
destinada a la muerte. Esta evidencia trae consigo el haber sido lanzado, arrojado a una
existencia que no fue escogida y se da la pregunta inminente ¿de dónde vengo? ¿Por qué
existo?9
Con lo anterior, la evidencia de la muerte como límite y contingencia de la existencia hace
que la vida, la existencia misma, sea total, última y significativa en la cuestión del sentido
último de nuestra vida. Los acontecimientos que se viven en la temporalidad son
irrepetibles e invaluables y constituyen algo irreversible, pues son únicos y ocurren por
primera y solo una vez y en este sentido las opciones de libertad humana integran la
totalidad de nuestra vida.
El hombre esta llamado a realizarse pero con anterioridad a esto, a conocerse a sí mismo, a
tomar decisiones libres y volverse responsable por sus decisiones, no se trata de un uso al
azar de sus propias decisiones sino que ellas tengan una razón para que sean autenticas
vivencias con profundidad, no se vive porque sí o no se conforma con vivir por vivir.
En este sentido, la formulación de Kant qué puedo saber, qué debo hacer, que me esta
permitido esperar son profundamente actuales y significativas ya que el hombre se hace
responsable de su libertad de decidir y opta por realizarse hacia lo que viene, siempre el
estará en proyecto lanzado a lo que vendrá lo que supera su meta mas próxima.
Lo anterior, deja claro que la existencia personal se abre camino en la cuestión del sentido
de la vida, se puede afirmar que en la medida que cada hombre vive su propia vida en
solidaridad y comunión con los otros, comprender el sentido de la existencia, ya no será un
asunto individual sino de toda la comunidad humana.10
Así las cosas el sentido último de la vida es necesario para determinar las cuestiones
particulares que están profundamente relacionadas por un triple movimiento del ser
humano el conocer, el decidir y el actuar, que en su conjunto ayudarán a que el hombre
encuentre el sentido último de la vida que esta atravesado por la libertad que es dada como
posibilidad.
9
Cf. Ibíd. 16
Cf. Ibíd. 20
10
18
La pregunta radical del ser humano por el sentido de su vida se encuentra en total relación
con su ser en el mundo, con su dimensión personal y comunitaria, con la muerte y
finalmente con la historia. Tales relaciones son aunque inmanentes y totales, siempre
abiertas a lo transcendente. El ser humano al saber que su existencia no esta fundada en él
mismo, sino que le es dada, abre la posibilidad de indagar por el asunto de Dios.
Entonces, llama la atención que el asunto de Dios surge en el hombre a partir de una
pregunta por él mismo y que solo puede comenzar a ser indagada a partir de una
experiencia que se vive en la historia. Es en la realidad, en el fenómeno, en lo que es
mostrado, como el hombre en la interacción con el otro encuentra la pregunta.
Esta vivencia del hombre, su experiencia y la pregunta a priori por ¿qué soy yo? resulta
clave en la cuestión del seguimiento de Cristo que define con claridad la espiritualidad que
vive la Iglesia y que nos permite comprender que tal cuestión es estructural en la
espiritualidad de las parejas que quieren vivir el sacramento matrimonial.
La pregunta del hombre abierto a Dios como reconocimiento de no ser él mismo auto
fundado, de cuestionar sobre qué soy, por qué existo, es completamente legitima y hace
destacar la necesidad del hombre por acercarse a la transcendencia. Acercarse a lo
transcendente es darse cuenta que somos seres con hambre de infinito, que somos
capax Dei, es decir, capaces de Dios, dispuestos para la experiencia de Dios y en relación
constante con los otros y la creación comprometiéndonos a vivir siempre en alteridad.
Dicha alteridad expresa el deseo de no ser egoísta e individualista de querer vivir una
realidad de mayor comunión y unidad con otra persona que la podemos ver reflejada en el
sacramento matrimonial, donde existe una entrega mutua y olvidó de sí, que puede ser
comprendido no como la negación de uno mismo, o la despersonalización de los cónyuges
sino como la capacidad para salir de mis propios interés y caprichos, de otra manera
liberarse de sus búsquedas individuales para donarse al otro, con quien se establece un total
vinculo de amor que posibilita el encuentro amoroso de la pareja alimentado por la
presencia de Dios en medio de ellos. Tal presencia divina es invasiva, se entreteje en todos
las circunstancias de la vida de quienes se unen para vivir el sacramento matrimonial.
19
1.2 Concilio Vaticano II, vocación del hombre a la santidad en el matrimonio
Ahora bien, con el marco fijado anteriormente acerca de la antropología teológica que
envuelve al hombre creyente, el Concilio plantea la vocación universal a la santidad por
medio de la Iglesia, basada en que Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y el Espíritu
llamamos "el solo Santo" ilumina y da vida a la experiencia de fe, así se comprende que
Jesucristo amo a la Iglesia entregándose así mismo a ella para santificarla la unió a su
propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de Dios, permitiendo
que el favor de Dios acompañara al hombre. (LG 39)
La santidad es un camino propuesto al creyente que no se vive de manera extraordinaria,
esto es, fuera de la cotidianidad de la vida, sino en el trabajo, en casa, en lo menudo y
sencillo de la vida, ni requiere de grandes labores para alcanzar la santidad. Es en medio de
la vida diaria donde se hace presente la vida del Hijo de Dios, con el Padre y el Espíritu
Santo; la trinidad en la vida de los hombres se hace presente en el servicio y docilidad, aun
en las dificultades propias de vivir.
La santidad debe ser cultivada en cualquier estado de vida guiados por el Espíritu de Dios,
obedeciendo a la voz del Padre y siguiendo a su Hijo Jesucristo se debe caminar según los
propios dones y gracias recibidas, seguir el camino de la fe viva movido a la esperanza y
obrando en la caridad. Los cónyuges y padres cristianos deben ayudarse el uno al otro en la
gracia, en fidelidad a su amor a lo largo de toda la vida dando de esta manera ejemplo de su
amor y construyendo una fraternidad en la caridad. (LG 41)
La vocación cristiana al matrimonio se puede vivir a partir de cuatro exigencias cristianas
que son el llamamiento divino, la respuesta del hombre y las aptitudes o capacidades para
vivir en comunidad. Cada una de estas configura la manera de ser santos desde el
matrimonio y hace real, visible la santidad en la vivencia de los cónyuges.11
A su vez, se ratifica que la fuente de la vocación y santidad cristiana se encuentran en la
vida y persona de Jesucristo. La vida de Cristo se encuentra en consonancia filial con la de
11
Cf. Miranda Arraíza José Miguel OCD, Espiritualidad Matrimonial y familiar, ed. Indo-American Press
Service, Bogotá, 1994,107
20
su Padre. Cumplir la voluntad del Padre, es lo único que verdaderamente cuenta.
La voluntad del Padre es la que preside toda su acción, enseñanza, misión y el sacrificio de
la cruz. La santidad del creyente está en el hecho de sentirse hijo con el Hijo y de participar
de la perfección de vida de las divinas personas.12
En este sentido, la manifestación más clara de la santidad se expresa en los diferentes frutos
de gracia que el Espíritu Santo produce en quienes se dejan guiar por el, a través de la
edificación de los otros, acercándose de esta manera a la cumbre de la caridad que puede
practicar en los consejos evangélicos acogidos de manera privada o en un estado de vida
admitido por la Iglesia, dando de esta manera ejemplo y testimonio de santidad en el
mundo. (LG 39)
El hombre abierto completamente a la santidad es capaz de descubrir que la vocación
cristiana es una llamada al amor, pero que no es solo o exclusivamente humano sino divino.
El matrimonio hace parte de esta realidad y desde allí es posible considerar la relación que
existe entre el amor a Cristo y el amor conyugal. Esta comprensión dinámica permite el
ejercicio de un apostolado que enriquece la dimensión sacramental del matrimonio y hace
posible reconocer el paso delicado y amoroso de Dios en medio de la pareja.
Afirma Juan Pablo II:
“El Concilio Vaticano II ha pronunciado palabras altamente luminosas sobre la vocación
universal a la santidad. Se puede decir que precisamente esta llamada ha sido la consigna
fundamental confiada a todos los hijos e hijas de la Iglesia, por un Concilio convocado para
la renovación evangélica de la vida cristiana. Esta consigna no es una simple exhortación
moral, sino una insuprimible exigencia del misterio de la Iglesia” 13
Por lo anterior, podemos considerar que una manifestación del sentido auténtico de la
dignidad del sacramento matrimonial la encontramos en otros documentos post conciliares
en el hecho de que la verdad a través de la cual el hombre crece y madura en el amor,
camina hacia la propia entrega y en ella recibe a cambio la posibilidad de su auténtica
12
Latourelle René SI, La santidad, signo de la revelación, Selecciones de teología, Vol. 4, Revista 16 octubrediciembre, 1965.
13
Exhortación Christifideles Laici, –sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo– 30
diciembre, 1988, 16.
21
realización, se halla en que la santidad tiene una de sus expresiones más elevadas en el
matrimonio, que es:
“una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor.
Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden
a la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal para colaborar
con Dios en la generación y en la educación de nuevas vidas” 14
La Iglesia tiene claro que la santidad no es algo que se adhiere a la vocación cristiana sino
que se encuentra a la base de toda experiencia humana que va de camino a Dios, por eso
resulta importante resaltar su valor conciliar como elemento singular dentro de la vivencia
del sacramento matrimonial que cuenta notablemente con la exigencia de una vida santa
abierta a la experiencia de lo inefable.
Ahora bien, el matrimonio cristiano como toda la vida sacramental de la Iglesia esta
llamado a la santidad, de tal manera que quienes quieren unirse a través del sacramento
están profundamente interpelados a vivir la santidad de forma radical para su bien y el de
toda la Iglesia dando testimonio del amor de Dios como parejas y así mismo responden a lo
mas original de su vocación cristiana.
Es de notar que dentro de la santidad pueden mostrarse varios modelos, los cuales desde su
particularidad dan variadas formas de comprensión de la santidad, sin embargo, es
importante tener en cuenta que este tema tan central dentro de la vida de la Iglesia puede
contener una serie de características que lo hacen más claro y cercano hacia los creyentes
que buscan a Dios. Asuntos como integrar nuestra oscuridad, vivir de manera integral el
significado de nuestro cuerpo, mente y el espíritu, el establecer una conversión interior, no
conformarnos con nuestra manera de ser, con lo que experimentamos interiormente, la toma
de conciencia y el reconocimiento de la misericordia y el amor de Dios, hacen que
tengamos una comprensión integral acerca del sentido auténtico de la santidad en la
Iglesia.15
14
Humanae vitae, 8
Pereira Vicent S, Modelos de Santidad, Selecciones de teología, Vol. 30, Revista 120 octubre-diciembre,
1991.
15
22
El Concilio Vaticano II, nos impulsa a vivir la santidad desde la persona de Jesús, es decir,
una santidad encarnada, nunca separada del mundo, sumergida en la historia que no huye
del mundo, es una santidad que se vive en la vida cotidiana con preocupaciones y alegrías,
que tiene como fundamento teológico la encarnación cristiana y el sacerdocio común de los
fieles, fundamentos olvidados en siglos anteriores al concilio. Esta novedosa manera de
acercarse a la vida cristiana ya no cuenta con distinciones acerca de lo sagrado y profano.
Se recupera de esta manera el carácter neo testamentario del llamado a una vida sumergida
en Dios y su misericordia. 16
Tal disposición del Concilio acerca de la santidad cristiana suscita un mundo más humano,
dando de esta manera soluciones humanas que responden a los anhelos y exigencias más
profundas y plenificantes en el ser humano, haciendo posible la dignidad del hombre, así
invita e inclusive sugiere que la pareja conserve su vida permitiendo la acogida de la
santidad.17
Lo anterior, se une al hecho que siendo el llamado a la santidad no exclusivo de los
presbíteros o religiosos sino para todos los fieles, es importante resaltar que la vida
matrimonial comparte esta dimensión propuesta por el magisterio conciliar y que a través
de ella se abre la posibilidad de pensar la espiritualidad matrimonial.
Así las cosas, la vocación cristiana por excelencia promueve el desarrollo integral del ser
humano y le permite superar todos los condicionamientos sociales que en muchas ocasiones
pueden ir destruyendo nuevas y mejores formas de vida que deben orientarse a la libertad y
dignidad humana.
1.3 Espiritualidad Conyugal a partir del Vaticano II
El Concilio Vaticano II fue un concilio de la verdad y del diálogo auténtico basado en la
antigua y permanente fe de la Iglesia Católica, fue un momento oportuno para la discusión
y apertura a nuevas circunstancias que interpelaban a la Iglesia, sin embargo, no fue del
16
Cf. Vigil José María, Vivir el Concilio, Guía para la animación conciliar de la comunidad cristiana,
Ed. Paulinas, Madrid, 1985, 49
17
Cf. Ibíd. 50
23
todo libre y abierto como se esperaba muchos aspectos en materias diversas fueron
mantenidos de forma inflexible. Puede decirse que este concilio fue pastoralmente
motivado por una preocupación de la Iglesia hacia los hombres.
Este Concilio le dio prioridad a la mirada sobre el hombre en relación a la Iglesia y el
mundo , a partir de allí es interesante reconocer la vuelta a la antropología como sustento de
la experiencia de fe, es por esto que al abordar la cuestión de la espiritualidad conyugal
dentro del magisterio a partir del Vaticano II, solo se puede comprender desde el ser
humano para identificar como dicha espiritualidad contribuye notablemente a una vivencia
intensa y dignificante del sacramento del matrimonio.
La espiritualidad matrimonial se asocia a los valores y aspectos que constituyen la trama de
la vida conyugal, y a su vez asume los deberes y obligaciones de los esposos entre sí y las
relaciones de estos, de quienes por obra del amor son padres para con sus hijos. El amor
conyugal se encuentra en la vida concreta, se encarna y se manifiesta en diversos momentos
y aspectos que forman la vida y la historia de la pareja, de esta manera son reflejo genuino
del amor de Cristo. 18
El sacramento matrimonial no puede separarse de una vivencia espiritual que se inserta en
la cotidianidad de la pareja, esta dimensión es comprendida por el concilio al expresar que
cada pareja que desea vivir el sacramento matrimonial da testimonio de su experiencia de
amor y vida en la comunidad eclesial y en la sociedad.
A partir de lo anterior, se hace vital reconocer que el matrimonio cristiano, como tal no se
diferencia de otro matrimonio; se configura como la realidad mas perfecta del matrimonio y
en esta dimensión revela la verdad del único matrimonio inscrito en el plan de Dios al cual
las parejas de novios están llamadas a vivir. 19
La espiritualidad vivida por los cónyuges esta marcada por la realización de sus proyectos
personales que sintonizan con el querer de Dios haciendo que se dinamicen vivencias reales
18
19
Cf. Miranda, Espiritualidad, 50
Cf. Larrabe José Luis, El matrimonio cristiano en la época actual, Ed. Stvdivm, Madrid, 1969, 34
24
como alcanzar estudios profesionales, compartir con amigos, tener momentos de
recreación, entre otros aspectos que hacen parte de la sacramentalidad de la vida.
Por otra parte, dentro de esta reflexión es oportuno mencionar, a propósito de la
conyugalidad, que para Juan Pablo II es importante descubrir el significado esponsalicio del
cuerpo, acontecimiento humano y espiritual que como se ha visto tiene estas dos
manifestaciones: «ser capaz de expresar el amor y «la capacidad y la profunda
disponibilidad para la afirmación de la persona»; por ello el significado esponsalicio del
cuerpo humano se puede comprender solamente en el contexto de la persona20. Realidad
que toca la sexualidad de la pareja, pues esta hace parte de la vida espiritual de las parejas
ya que la corporeidad es un regalo divino que nutre y enriquece la donación de sí.
En la misma línea, el Concilio presenta la unión matrimonial como una comunidad intima
de vida y amor creada por Dios y orientada por sus leyes teniendo como principio y eje
central el consentimiento personal e irrevocable; el sacramento matrimonial según lo
establece este texto del concilio no es motivado por un acto humano, sino que es Dios quien
le da su origen y quien ha permitido la existencia de bienes y fines que posibilitan el
bienestar de la familia y de toda la sociedad. Es claro que la vida de casados constituye la
fuente de esperanza y fe en una sociedad cada vez más convulsionada y compleja.
Respecto a la comunidad personal que es vivida dentro del sacramento del matrimonio es
importante considerar que con anterioridad al concilio tal afirmación estaba orientada como
una finalidad del matrimonio pero con el Vaticano II se recupera la visión personal y los
elementos objetivos e institucionales del matrimonio que tienen dos connotaciones
fundamentales que son la entrega y la aceptación mutua de los cónyuges.21
Con lo anterior, se reconoce que el vínculo sagrado es posible desde la libertad humana que
Dios acompaña y tiene su manifestación en el deseo firme de los cónyuges al dar su
consentimiento de querer vivir como una atentica comunidad de amor en el diario vivir del
20
21
Cf. Audiencia General, 16-I-1980 (cap. XV).
Cf. Kasper Walter, Teología del matrimonio cristiano, Ed. Sal Terrae, España, 1980, 24
25
hogar, lugar para obsequiar los dones depositados en el matrimonio y llevándolo a la
plenitud humana de la pareja.
Se determina de esta manera que la primera y única iniciativa en esta sagrada unión
conyugal la tiene la divinidad y que por medio de ella se puede apreciar la dignidad y
estabilidad de esta unión entre un hombre y una mujer, claro que no es posible descargar
toda la responsabilidad en Dios pues depende de cada cónyuge la revisión diaria de su
respuesta al amor, de esta manera la dignidad y estabilidad querida por Dios es
materializada por la pareja en actos concretos de amor esponsal. Es en el amor conyugal
donde podemos encontrar la máxima expresión de la unión entre un hombre y una mujer.
Sin duda alguna no se puede apreciar el sentido mas genuino de este sacramento, sino a
través de la experiencia divina en medio de la pareja que los hace definir proyectos, decidir
ante la adversidad, ser fuertes ante la tentación de la huida, así con la íntima unidad de
personas que se origina entre hombre y mujer se manifiesta la ayuda y servicio que se
deben como pareja, la donación mutua y el bien de los hijos. (GS 48)
La esponsalidad reúne el deseo de la unión de la pareja, que se materializa en una decisión
clara de entregar y compartir mi vida con la de mi cónyuge y es allí que la búsqueda de
Dios se hace real, porque se descubren frágiles ante las adversidades de la vida o gozando
de bienestar espiritual y material, pero dispuestos a ser acogidos en el encuentro con Dios.
Para el Concilio aparece como nota fundamental dentro de la sinfonía de la vida conyugal;
el amor, que es indivisible, complementado con un casto cariño vivido desde el noviazgo;
Ahora, tal amor que no proviene de una búsqueda voluntaria de una persona hacia otra tiene
la posibilidad de ennoblecer y enriquecer tanto la expresión corporal y espiritual formando
así la amistad conyugal. (GS 49)
Con la vivencia del amor conyugal como don especial de Dios se perfecciona a los
cónyuges, este amor une lo humano y divino, los lleva al don de si mismos que se
manifiesta con expresiones de ternura y cariño que impregnan toda la vida ya que
26
mutuamente se consuelan y se sostienen desde esa amistad conyugal ratificada día a día
desde las obras. (GS 49)
Por lo anterior, se resalta en la vida matrimonial el encuentro, donde la donación mutua, el
agradecimiento y la alegría preservan la unidad de la pareja sólidamente sostenida por el
amor ratificado por la fidelidad y la virtud que los capacita para una vida santa que
responda a este sacramento de Cristo. Tal encuentro no es idealizado, se hace posible en la
diferencia y aun dentro del desacuerdo de cada cónyuge. El matrimonio para que sea
virtuoso debe tener problemas reales ante los cuales se haga evidente el deseo por
mantenerse en unidad y fidelidad, en esto responderán al sacramento de Cristo.
Ahora bien, no se puede desconocer que con anterioridad al Concilio propuesto por Juan
XXIII la visión que se tenía acerca del sacramento matrimonial tenía como eje principal
una mirada juridicista sostenida por una relación contractual en la que quienes intervenían
en tal relación, hombre y mujer ya tenían definidos y delimitados todos sus roles, es decir,
derechos y obligaciones. Tal circunstancia impedía la comprensión integral de la realidad
conyugal en la que la vivencia debe superar profundamente el precepto o norma que la
consigna y regula.
El Concilio Vaticano II abrió el horizonte de la sacramentalidad para ser vivido como una
experiencia profundamente humana alejada del reduccionismo de una normatividad
religiosa, es por esto que la comprensión del sacramento del matrimonio debe apreciarse
desde la espiritualidad que la alimenta y que a partir del concilio se encuentra encaminada
concretamente a la perfección personal y mutua santificación de la pareja, pero en la
realidad de su fragilidad humana. (GS 48)
Así las cosas, la alianza matrimonial se orienta a la conformación de una comunidad de
vida y de amor. Para el concilio el amor es la base, el fundamento y el alma de la vida
matrimonial y de su espiritualidad, se puede afirmar que el amor es el bien de toda la
persona. Se asocia profundamente a lo humano y lo divino, el amor lleva a los esposos a
una mutua y libre donación de ellos mismos expresada en actos y afectos. El amor se
27
perfecciona en la actividad convirtiendo de esta manera la sexualidad en una donación de sí
mismos y en acontecimiento que nutre y enriquece la espiritualidad.22
1.4 El derecho Canónico, el Catecismo y otros documentos eclesiales latinoamericanos
acerca del sacramento matrimonial.
El canon 1055. 1 lo describe así:
La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de
toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación
y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre
bautizados.
La alianza matrimonial trae como consecuencia el consorcio o comunidad de vida; no se
puede desconocer que para el derecho tal comunidad de vida tiene consecuencias que se
hacen visibles en los cónyuges a través de la generación y educación de los hijos.
Una forma de apreciar esta normatividad nos permite comprender que la unidad
matrimonial tiene a nivel jurídico una profunda implicación con lo sacramental y por lo
tanto, más allá de la definición taxativa del matrimonio encontramos en este texto
normativo el espíritu de la Iglesia que quiere presentar el vínculo conyugal como una
dignidad sacramental promovida por Cristo Jesús.
Es posible afirmar que la expresión "consorcio" proviene de una formulación que ha sido
dada desde el derecho romano y que tiene su equivalente en "comunión de vida y amor
conyugal" utilizada por el texto conciliar y el canon. Es difícil encerrar las exigencias de
una comunidad de vida y amor conyugal ya que no quedan limitadas a través de los
elementos esenciales que se encuentran definidos en cuanto a los fines y propiedades del
matrimonio, pues son sobrepasados por los cambios sociales que van añadiendo nuevos
retos y compromisos a los cónyuges.23
Otro aspecto que menciona el derecho canónico refiriéndose al sacramento matrimonial
está relacionado con el valor esencial del consentimiento, que conllevan la unión entre un
22
Caravias José Luis S J, Matrimonio y Familia a la luz de la Biblia, ed. Edicay, Ecuador, 60
Cf. Aznar Gil Federico R, Derecho Canónico II, El Derecho en la misión de la Iglesia, BAC, Madrid, 2006,
118
23
28
hombre y una mujer orientada a la vida en común, con el fin de procrear, de fecundar la
tierra. Por su índole natural, la misma institución del matrimonio y el amor conyugal están
ordenados a la procreación y a la educación de la prole. (CIC 1055) Tal consentimiento abre
los caminos para dejar de lado la soledad egoísta y concebir una común unidad que recrea y
renueva mi individualidad y hace posible el desarrollo de la individualidad del otro
cónyuge.
Se define el matrimonio como una comunidad heterosexual que implica toda la vida, es
decir, es una comunidad que se hace visible a cada instante y abarca la realización humana
personal y colectiva. El magisterio eclesial ha enmarcado estas mismas ideas señalando los
aspectos personales y las implicaciones jurídicas del matrimonio que no son solamente de
carácter privado en la pareja sino que tienen unas implicaciones sociales y jurídicas frente
al bien de la sociedad.
La institución matrimonial adquiere un carácter sagrado y al tener esta condición se implica
e incorpora al orden sobrenatural de la gracia por el bautismo que se ha recibido.
El matrimonio, en cuanto tal sacramento, es un signo sensible y significante de la gracia; es
a las personas contrayentes a quienes invita y motiva este sacramento, la forma propia es el
consentimiento mutuo de los esposos, y se puede afirmar que el ministro son los propios
contrayentes. Se puede corroborar que ya desde la Alta Edad Media la teología sacramental
católica había admitido que la realidad matrimonial ha sido elevada por Cristo a
sacramento.24
Lo anterior nos lleva a comprender que entre los bautizados no puede haber un contrato
matrimonial pues necesariamente la experiencia vivida esta dada por el sacramento, tal
evidencia trae consigo el reconocimiento de la realidad sagrada y de allí se deriva la intima
conexión con la fe de la Iglesia y la necesidad de fundamentar una espiritualidad dentro de
la Iglesia que a su vez sea eco de la experiencia cristiana que como creyente la pareja va
teniendo a lo largo de su vida cristiana.
24
Cf. Ibíd. 116
29
Es importante recordar que la juridicidad que se fija por parte de la Iglesia no puede ser
impedimento para el reconocimiento de una experiencia sacramental matrimonial que va
mas allá de una determinación legal, que sobrepasa el ordenamiento legal eclesial. Tal
situación impulsa a la reflexión de una convivencia conyugal que sea alimentada por el
amor de Dios y que los una al plan salvífico dispuesto por Dios en su hijo Jesucristo.
Por otra parte, no existe una referencia concreta del código hacia la vivencia de una
espiritualidad
matrimonial, se resalta la vida de oración y la eucaristía así como la
participación en los otros sacramentos que debe caracterizar a las parejas; esto permite
comprender que solo a partir de estas realidades sagradas se puede ir consolidando una
espiritualidad matrimonial que dentro del seguimiento de Cristo adquiere su singularidad y
carácter propios. (CIC 1065.2)
Es por esto que la vida conyugal transciende las estructuras de la normatividad para
encontrar su centro en la experiencia de vida, en el don de sí que cada contrayente brinda,
que no es dar algo que sobra, sino la vida misma la que se ofrece a la pareja como don
gratuito y verdadero. Tal donación es evidencia de un consorcio de vida que el código
resalta como definición de la alianza matrimonial de la pareja.
La alianza matrimonial hace tomar conciencia a los cónyuges que el bautismo hace que la
persona entre en relación existencial con Dios. El bautismo anuncia la disposición del
hombre y la mujer a vivir desde Dios las realidades humanas entre ellas el matrimonio. Si
ellos deciden libremente establecer esta relación entre sí, quedarán también afectados
positivamente ya que tienen con Dios una nueva manera amar desde la pareja. Sobre esto
pesa una necesidad que escapa al poder de su voluntad. De hecho la única manera como
dos cristianos que se casan de verdad podrían excluir la sacramentalidad, sería a base de
dejar de ser cristianos; pero esto no está dentro de su poder.25
Por otro lado, el código expresa que tal consorcio de vida esta orientado al bien de los
cónyuges, a la generación y educación de la prole en este sentido se percibe una cierta
25
Cf. Rincón Pérez Tomas, Fe y sacramentalidad del matrimonio, en
http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/3548/1/simposioteologia2rincon.pdf consultado el 29 de julio
de 2013
30
tendencia a contemplar las propiedades de la alianza conyugal (la pro creatividad, la
exclusividad, la perpetuidad) de modo negativo y no positivo. En este contexto, algunos
planteamientos pastorales y canónicos del matrimonio adolecen de una visión muy parcial
de estas propiedades, que subraya las obligaciones que comportan, más que la bondad
fundamental que representan. Habría que identificarse de nuevo con la comprensión
agustiniana de estos aspectos del matrimonio como "bona" - cosas buenas - que resaltan su
dignidad y lo revisten de un noble poder de atracción.26
Reconociendo esta dimensión en América Latina el documento de Medellín, al igual que
otros documentos posteriores a este, ofrecen una serie de recomendaciones pastorales para
que se mantenga la unidad, la fe, la esencia del sacramento del matrimonio y de la vida
familiar; de los distintos lineamientos que se plantean es notable el llamado a descubrir la
necesidad del diálogo conyugal, la preparación de las parejas al sacramento, la
espiritualidad matrimonial para nutrir y sostener el sacramento, la educación en el amor
hacia los hijos para que éstos adquieran responsabilidades en su sexualidad y en la
paternidad responsable que deban asumir. Así mismo, propone la integración de la familia
con otras familias para fomentar la solidaridad, la ayuda y el socorro mutuo.
Este texto eclesial nos está presentando un panorama desde el punto de vista
latinoamericano acerca del matrimonio y la familia, e invita de manera concreta al
desarrollo de una espiritualidad matrimonial que tenga como punto de encuentro la
experiencia de fe de la pareja que es oriente hacia una vivencia más auténtica y profunda
del sacramento del matrimonio desde el papel del laico en la Iglesia. (DM 12)
Por otra parte, el Catecismo de la Iglesia retoma todos los aspectos del derecho canónico y
agrega qué dado que el matrimonio ofrece a los cónyuges un estado público de vida en la
Iglesia, la celebración también se hace de modo público, dentro de una celebración litúrgica
y ante el sacerdote o una persona designada por la Iglesia, los testigos y la asamblea de los
fieles. Resaltando de esta manera el sentido comunitario del sacramento en el cual la pareja
26
Burke Cormac, Felicidad y Entrega en el Matrimonio, Ed. Rialp, Madrid, 1990, 58
31
se inserta dentro de la Iglesia reconociendo de esta manera que su experiencia conyugal
hace parte de la misión salvífico de la Iglesia.
Ahora bien, se insiste concretamente en los elementos de unidad, e indisolubilidad y la
apertura a la fecundidad como esenciales al matrimonio; se reitera que la poligamia es
incompatible con la unidad del matrimonio y es categórico al afirmar que quien contrae
nuevo matrimonio divorciándose o no, contradice el plan y la ley de Dios enseñadas por
Cristo, se les impide entonces acceder a la comunión eucarística y pueden vivir su vida
cristiana educando a sus hijos en la fe, a su vez, se especifica que el hogar cristiano es el
lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe; la casa familiar es llamada Iglesia
doméstica, comunidad de gracia y de oración, una escuela de virtudes humanas y caridad
cristiana.27
El catecismo mantiene la misma línea dada por el ordenamiento canónico respecto al
sacramento matrimonial en el sentido de alianza conyugal a la se encuentra íntimamente
asociada la comunidad de vida, la generación y cuidado de la prole. Es clara la salvaguarda
sacramental reconociendo que es Dios quién sostiene la unión marital permitiendo la unión
de la pareja e insertándola dentro del plan de salvación querido por Dios para toda la
humanidad.
Así mismo, enfatiza las obligaciones de los padres respecto de los hijos y del cultivo de una
vida de fe que alimente el encuentro con la persona de Cristo; respecto a la pareja de
esposos motiva la vida de oración y la participación en los sacramentos de la Iglesia, pero
no se hace una referencia especifica a la experiencia de una espiritualidad matrimonial.
En otro sentido, el documento de Puebla
expresa que la vida matrimonial tiene una
espiritualidad que en muchos países se ha querido exaltar y promover motivados por las
iglesias domesticas que quieren orientar a las parejas acerca de las verdades de fe y de
seguimiento a la persona de Jesucristo. En este camino es clara la intervención de muchos
movimientos eclesiales los cuales desde la experiencia de Cristo resucitado alientan estas
iniciativas. (DP 581)
27
Catecismo de la Iglesia Católica, n° 1661-1666, ediciones San Pablo, Bogotá, 2000
32
Otro documento eclesial como el de la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano
estableció que es en la familia, en la cual tiene fermento la Buena Nueva, como Iglesia
doméstica en la que se concretan las fronteras de la nueva evangelización. Para Santo
Domingo es claro que el matrimonio y la familia tienen un origen divino y hacen parte del
proyecto original de Dios por lo que no esta sometido a la voluntad humana.
Este documento reafirma muchas de las líneas de acción de los documentos anteriores en
cuanto al matrimonio y la vida familiar se refiere. Se resalta así la dimensión cristológica
fundamental, en la experiencia matrimonial de los esposos. Reconoce la familia como la
Iglesia doméstica, primer lugar del anuncio de la Buena nueva de Jesucristo. (SD 213)
De igual manera, el texto conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe en varios apartados habla acerca de la familia describe su
situación y la posibilidad que existe para ellas en nuestro continente a la luz del Evangelio.
Esto permite constatar que el enfoque de Aparecida está notablemente marcado por una
preocupación familiar no propiamente matrimonial, de ahí que la gran mayoría de las
acciones pastorales propuestas están orientadas a la protección y cuidado de las familias y a
permitirles a ellas su igualdad de derechos y la posibilidad de integrarse adecuadamente a la
sociedad.
Estas iniciativas son eco de anteriores documentos eclesiales que persiguen una sociedad
más justa y en consecuencia que la familia como institución, que desde el matrimonio es
querida por Dios, alcance su máxima comprensión y apoyo ya que es la primera célula de la
sociedad y a su vez la primera Iglesia doméstica. Los niños, las mujeres, los ancianos, son
preocupación de Aparecida ya que se constituyen miembros de las familias que merecen
toda la comprensión y el apoyo. (DA 432-436)
1.5 Exhortación Apostólica de Juan Pablo II Familiaris Consortio
El 22 noviembre 1981 el Santo Padre Juan Pablo II promulga esta exhortación apostólica
que es eco de la reflexión de los sínodos de obispos, en los cuales el tema del matrimonio y
33
la familia había tenido importancia por la situación actual que ambas instituciones estaban
viviendo.
Tanto en la familia como el matrimonio están llamadas las parejas a realizarse en Dios;
bajo este presupuesto la familia permite al hombre discernir su propia vocación formándolo
en el orden, en la justicia y brindándole como principio rector unas relaciones
interpersonales motivadas en la abundancia de la justicia y el amor. (FC 2)
A su vez, se hace eco de los múltiples factores que amenazan la vida conyugal y familiar,
entre ellos, el aborto, el rechazo a las normas morales, la sociedad de consumo, el contraste
de la situación de pobreza en parte de Latinoamérica y África con el estado bienestar en
Europa. Situaciones todas estas, que no son desconocidas, pero que merecen toda la
atención pastoral.
Enfatiza el documento la constante necesidad de una formación de la conciencia moral para
que todo hombre pueda juzgar, discernir la manera más adecuada para realizarse según su
verdad original, esta realidad se convierte así en una exigencia prioritaria e irrenunciable.
(FC 8)
A partir del criterio de una formación de la conciencia moral se hace también necesario,
por otra parte, el reconocimiento del hombre como imagen de Dios. Dios crea al hombre
para la alabanza y adoración de su Hijo y en consecuencia todas las palabras y obras del
hombre estarán encaminadas a este fin.28
Ahora bien, el evangelista Juan afirma que Dios es amor, y es allí donde el hombre entra en
un misterio de comunión personal de amor que lo conduce a un amor esponsal cuando
desde su libertad quiere vivir el encuentro amoroso de pareja. Dios mismo crea al hombre a
su imagen y es conservado continuamente por él. Se distingue claramente que la capacidad
y responsabilidad del amor y de la comunión como una vocación dada a toda la humanidad
a través del hombre y la mujer es inscrita por Dios y a su vez innata a todo ser humano,
28
Cf. Kasper Walter, Teología, 41
34
pero no obstante dada por Dios requiere una disposición y ejercicio consistente en
reconocer la fragilidad y oportunidad que la decisión de amar trae consigo. (FC 11)
Se reitera que tal comunión de amor entre Dios y los hombres está expresada en la
revelación y experiencia de fe de Israel que a su vez es significativa en la experiencia de la
alianza esponsal que se realiza entre el hombre y la mujer. Se encuentra en este sentido el
profundo vínculo que existe entre la realidad del amor de Dios por su pueblo reflejo del
amor de la pareja. Esto resalta el carácter sagrado del matrimonio cristiano ubicándolo en
un cuadro cultual, sacrificial y sacramental.29
Este símbolo de la alianza de Dios que se une con su pueblo paralelo de la alianza conyugal
es insistido por el documento al punto de asemejar los comportamientos del pueblo hacia
Dios como los que se deben tanto hombre y mujer al vivir en pareja, es decir, que el atentar
contra el pacto conyugal es como una infidelidad del pueblo a su Dios. A pesar de las
incoherencias que se tienen en esta relación, se resalta profundamente que aunque sea infiel
el pueblo de Israel a su Dios, él mantiene su fidelidad eterna, ejemplo de las relaciones que
se deben mantener entre los esposos. (FC 12)
Jesucristo presenta la verdad original del matrimonio y ayudándole al hombre a liberarse de
la dureza del corazón lo hace capaz de realizar la vida conyugal auténticamente; Dios en la
plenitud definitiva que quiere regalar al hombre, por amor envía a su Hijo quien hace de la
Iglesia su Esposa y con ella le permite a la humanidad alcanzar auténticamente su ser
divino. En el amor matrimonial se hace evidente el signo y símbolo que realiza la
actualización de la epifanía de amor de Dios en Jesucristo.30
A partir de lo anterior, es claro que el matrimonio de los bautizados es símbolo real de la
nueva y eterna Alianza configurada en la Sangre de Cristo, en consecuencia el amor entre el
hombre y la mujer alcanza su identidad en la medida que se asemeja a la capacidad de amor
que Cristo nos entregó. (FC 13)
29
30
Cf. Larrabe, 30
Cf. Kasper , Teología, 52
35
Sólo en la medida en que se reconoce la caridad otorgada por Cristo ésta puede ser
transformada en caridad conyugal, amor conyugal, símbolo de lo que Cristo entrega a su
Iglesia a través de la Cruz. Esta realidad es creadora de sentido nos posibilita la apertura
hacia la vivencia matrimonial desde el lugar cristocéntrico, espacio donde Jesús habita
permanentemente, pero que no pretende igualar el amor de Dios a su Iglesia con el de la
pareja imponiéndole una semejanza a todas luces incomprensible por la dimensión del amor
y vida que se experimenta ya que tal analogía ocasiona la idealización y perfección de un
amor que crece desde la imperfección y que es acompañado por una profunda experiencia
humana sometida al limite e inclusive en ocasiones a la tentación de no amar al otro.
Por lo anterior, podemos comprender que los esposos son para la Iglesia, para ellos mismos
y para sus hijos testigos de la salvación que tiene presente la contingencia de la
contrariedad de un camino con triunfos y derrotas pero abierto a la gracia, resaltándose que
tal acontecimiento es memorial, actualización y profecía, recordando así las obras grandes
de Dios, para ponerlas en obra en el presente y les da la gracia de dar testimonio de una
esperanza en Cristo Jesús. (FC 14)
La familia humana queda integrada en la familia de Dios que es la Iglesia, a través del
conjunto de relaciones que se producen entre cónyuges, paternidad -maternidad, con los
hijos y en general la fraternidad que se puede experimentar en esta vida, don de Dios.
En la familia la persona humana es regenerada por el bautismo y la educación en la fe; de
esta manera hace parte de la Iglesia dando paso a la experiencia fundamental de la muerte y
resurrección en Cristo donde el matrimonio juega un papel salvífico pues le permite a los
miembros de la familia reconocer y vivir el papel creador de Dios a través de la Iglesia y les
permita insertarse en el corazón de Dios. De esta manera como hogar se asocian a un
camino en el que la sexualidad, los valores, el respeto, la economía familiar se insertan en
ese misterio salvífico de Cristo desde el testimonio de cada miembro de la familia. (FC 15)
El documento se refiere a la comunidad conyugal que tiene como fundamento y sus raíces
en un movimiento natural del hombre a unirse con la mujer para compartir un proyecto de
vida, que es típicamente humano pero que adquiere un significado en la persona de Jesús
36
quien purifica y transforma esta exigencia elevándola al sacramento del matrimonio,
convirtiéndola en una comunidad nueva de amor que es imagen del cuerpo místico de Jesús
vivido a través de la Iglesia. (FC 19)
Es necesario tomar conciencia que la vida conyugal y familiar debe estar profundamente
determinada por un sentido de esperanza, de continuidad, de permanencia que pueda darse
a quienes conviven en esta realidad, la posibilidad de sentirse seguros, libres, estables
configura un estilo de vida para todos aquellos que quieran construir un hogar cristiano para
qué con todo esto se enaltezca el sentido mas original de la vida conyugal cristiana.
Como resultado de una autentica vida matrimonial los conyugues viven cotidianamente la
consagración recibida y de allí surge la gracia y el compromiso moral de transformar la
vida entera en un continuo sacrificio espiritual; como inicio fecundo de esta consagración
tenemos el bautismo y su expresión máxima se encuentra en la eucaristía fuente espiritual y
sacramental del matrimonio.
El matrimonio supone una iniciación sacramental a través del bautismo que a su vez es un
sacramento de salvación y si ellos no reciben todos los acompañamientos pastorales como
bautizados, confirmados y eucaristizados, la vida de los cónyuges no hallará el sentido
profundo de la consagración matrimonial.
Ahora bien, la eucaristía es manantial de vida y con el se sella el encuentro de amor de Dios
y su Iglesia, esto a su vez refleja en la pareja un deseo de ser comunión y misión, por medio
del pan eucarístico se unen íntimamente al deseo de unidad total y de entrega que hace la
Iglesia, es en el cuerpo entregado y en la sangre derramada donde cobra sentido la misión y
la esperanza que el matrimonio y la familia persiguen alcanzar.
En este mismo sentido la realidad sacramental del matrimonio esta inmersa en una notable
vida de fe y compromiso social, que son consecuencia de una autentica entrega eucarística,
es por esto que no se puede comprender la vida de acción de gracias, fuera del escenario de
la comunión de personas que viviendo una experiencia de Dios se sienten llamadas a una
intimidad y fidelidad mayor que los lanza a una experiencia de pareja y construir desde allí
37
un corazón de bondad entregado a los otros, no es cerrado a la vida, sino que se abre a la
donación, a la aventura de salir de sí, y dar la vida.31
Lo anterior nos hace considerar que la dignidad sacramental del matrimonio esta en el
corazón de la Iglesia, pero a su vez en el de la pareja de creyentes que se unen por amor y
participan con la comunidad litúrgicamente establecida de la que hacen parte, pero no para
ser tenida en cuenta como una autoridad, sino como testigo de la unión que la pareja
voluntariamente acepta y desea vivir.32
Así las cosas, sólo si nuestra vida cristiana, alimentada por los sacramentos, se ha
convertido en una vida en Cristo, podremos esperar del sacramento la fuerza para cumplir
la misión que le es propia: para superar de manera cristiana, conforme a las bendiciones de
la gracia conyugal, las dificultades, inevitables que ocasiona el pecado, de la vida
matrimonial.33
Todo el recorrido que se ha realizado permite una aproximación desde algunos elementos
teológicos al enriquecimiento de la espiritualidad matrimonial tan necesarios en los tiempos
actuales. Los textos a los que se ha hecho referencia nos han mostrado luces acerca la
realidad espiritual que envuelve el sacramento matrimonial y que es necesario consolidar y
fortalecer desde una vida sumergida en la fe de la Iglesia y de amor de la pareja.
31
Cf. Exhortación Apostólica Christifideles laici, 40
Kasper, 57
33
Schillebeeckx Edward, El matrimonio es un sacramento, Selecciones de teología, Vol. 4, Revista 13 eneromarzo, 1965.
32
38
CAPITULO II
CATEGORIAS TEOLOGICAS EN LA ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL
DESDE EL CONCILIO VATICANO II
El magisterio de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II, en su Constitución Gaudium et
Spes, así como en los documentos eclesiales a los que se ha hecho referencia acerca del
sacramento matrimonial, tienen como común denominador tres categorías teológicas que
constituyen lo que podemos considerar la centralidad de una reflexión sobre la
espiritualidad matrimonial. Estas son la amistad conyugal, la comunidad de vida y amor y
la fidelidad al amor.
En el mismo sentido, los alcances del Concilio Vaticano II en lo pertinente acerca de la
teología del laicado y la renovación de la teología del matrimonio enmarcada en una
tendencia profundamente antropológica, que se encuentra dentro de la teología del siglo
XX, serán el motor de la profundización de la espiritualidad conyugal.
La institución matrimonial ha contado a lo largo de la historia con variadas interpretaciones
sobre los valores o fundamentos que la integran, es decir, se le ha dado más fuerza a la
sexualidad de la pareja, en la no utilización de métodos anticonceptivos, casi en la
reducción del sacramento matrimonial a un fin exclusivamente de procreación, dejando de
lado la necesidad y fuerza espiritual con la que deben contar las parejas.
A través del recorrido hecho acerca de la espiritualidad matrimonial que se puede brindar a
las parejas desde el magisterio, es interesante reconocer que el matrimonio no solo tiene
implicaciones de orden personal sino también social, y a partir de allí se comprende que tal
sacramento vivido de forma responsable, atendiendo a lo mas genuino de su origen y
encarnando valores cristianos dispuestos para este, tendrá una repercusión altamente
positiva en el desarrollo de la sociedad.
39
Con base en lo anterior, se destaca que el matrimonio adquiere su sacramentalidad porque
se abre siempre a la novedad creativa de la configuración humana que esta llamada
permanentemente a la unidad y que no es fruto de una imposición o de algo que viene de
afuera, esta dada como una forma humana universal anterior a cualquier presupuesto
antropológico, por lo que no esta supuesto a esta interpretación y complexión. 34
Por otra parte, se puede afirmar con total radicalidad que el matrimonio esta presente como
realidad natural antes de cualquier interpretación o mirada antropológica o sociológica que
se pueda hacer respecto de este, el acto creativo de Dios se inserta en la misma naturaleza
y estructura humanas. Sin embargo, la familia cristiana alcanza su significado y valor al
pertenecer a la dimensión de la nueva creación en Cristo y participar como instrumento del
Reino de Dios en la tierra. Esta dimensión no es extra temporal, se experimenta viviendo a
Cristo en la cotidianidad familiar, una de las preocupaciones para los cristianos debe ser
que siempre la espiritualidad fluya en la vida.
Para desarrollar la iniciativa que se ha propuesto es importante acercarse a la experiencia
del Nuevo Testamento sobre el matrimonio. Es notorio que la experiencia cristiana del
matrimonio adquiere su fuerza desde la comprensión de que tal unión es mediada por la
creación y salvación ofrecida por Dios a los hombres.
Es en la experiencia neo testamentaria donde se plantean nuevas maneras de comprender la
unión entre un hombre y una mujer a la luz de esta dimensión soteriológica ofrecida por
Jesús al anunciar el Reino de Dios, que no desconoce la tradición antigua, sino que por el
contrario la hace visible y plena como fundamento de una manera renovada de vivir el
sentido de la alianza matrimonial.
2.9 El sacramento matrimonial en el Antiguo Testamento
Se hace necesario aproximarnos a la Sagrada Escritura para reflexionar bíblicamente qué
nos quiere comunicar el autor sagrado sobre esta realidad matrimonial y así
34
Cf. Kasper, Walter, Teología del Matrimonio cristiano, 38
40
progresivamente ir configurando un aporte bíblico-teológico a la vivencia de los cónyuges
y fortalecer de esta manera la vida de pareja.
Ya desde el Génesis 2, 24 se explica “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se
une a su mujer, y se hacen una sola carne.”35 Se nos presenta la unión entre el hombre y la
mujer como signo claro del favor de Dios sobre las criaturas. Además de la unidad reflejada
por el pasaje, previa a ésta, se encuentra el hecho mismo de la igualdad entre hombre y
mujer, así se pone de esta manera una semilla de contradicción entre el machismo y la
condición creacional de la mujer quien tiene un propio origen junto al hombre, él no es
quien la escoge dentro de otras criaturas sino que está junto a él al despertar y debe
aceptarla.
“Adán la reconoce como de su misma carne y huesos, Dios es quien la creo
independientemente de la voluntad de Adán, por lo cual no sólo está implícito que éste no
podía desconocerla sino que la dignidad igualitaria es dada por la creación divina y no por
decisión del varón. Le da el nombre, como ya lo hizo con los animales y la llama mujer….”
“Por un lado nombrarla es gobernar sobre ella, por otro el nombre que le da la coloca a su
mismo nivel, no por debajo suyo.”36
Al ser ella hecha de la costilla del hombre, pudiendo significar la protección de la vida, le
da así el escritor sagrado la misma importancia que tiene el varón. A su vez, dejando el
hombre su familia para unirse con su mujer responde a un profundo deseo de
complementariedad y de creación familiar. Como habitantes de la tierra serán los artífices
de fecundarla y llenarla de vida. En el marco de esta realidad se encuentra la vida del
pueblo de Israel que distingue claramente dos vivencias, la primera, la monogamia y la
segunda, la fidelidad matrimonial.37
La distinción y complementariedad de la vida entre el hombre y la mujer es clara para
descubrir que el matrimonio como realidad natural requiere el reconocimiento de la
alteridad, que iguala la realidad creatural de ambos y los hace participes de una comunión
35
Biblia de Jerusalén, Ed. Desclée De Brouwer S.A, España, 1998
Comentario Bíblico Latinoamericano, Antiguo Testamento, Vol. I, Verbo Divino, España, 2005, 374
37
Pikaza Xabier, Diccionario de la Biblia, Historia y Palabra, Ed. Verbo Divino, España, 2008, 625
36
41
de vida que en la pareja de novios o cónyuges es única e irrepetible. Igualdad que para el
relato yahvista esta presente en el hecho de que el hombre tiene que amar a otro semejante
a él que le convenga y complemente. Así mismo la forma misteriosa de la creación de la
mujer esta indicando la profunda necesidad de integración de los seres para ser
complemento y totalidad. 38
El relato sacerdotal o (P) insiste en la sexualidad como elemento de semejanza del hombre
con Dios, El hombre es imagen y semejanza de Dios y a su vez “macho y hembra los creó”.
Queriendo significar que la distinción es parte del plan divino y que son semejanza de Dios
mismo. Por otra parte, vuelve a insistir sobre la igualdad de los cónyuges y hace énfasis en
el tema de la fecundidad, novedoso a comparación del relato yahvista.39
Dios a través del matrimonio establece una relación correcta entre el hombre y la mujer
como una ayuda idónea. Se puede afirmar que a través de este texto bíblico hay unas
características concretas: la primera, que la relación matrimonial es exclusiva y con
compromiso social, la segunda, es monógama, heterosexual y abierta a un pacto o
convivencia mutuo, la tercera se hace evidente la complementación mutua y cuarta, hay una
libre comunicación e intimidad que tiene significado entre ambos.
El ideal de Dios se concreta en la íntima, abierta, mutua y total aceptación continua del
conocimiento del uno hacia el otro que Adán experimenta con su mujer Eva. Dentro de esta
relación ideal es que Dios propone la procreación de los hijos y el desarrollo de la
comunidad. Por lo tanto, se hace evidente que el autor sagrado pretende resaltar la intima
comunión de vida y fe que debe existir en la pareja. Esto no se comprende fuera de la
humanidad porque aunque las parejas se mantengan en una dinámica de dialogo, cariño,
etc. favorecida por la gracia divina siempre estará en juego la decisión responsable de tener
hijos y de comprometerse mas con la realidad del mundo. En todo esto se hace necesario
tener un sano equilibrio entre la gracia de Dios y la participación de los hombres.
38
Cf. Vidal Marciano, El Matrimonio entre el ideal cristiano y la fragilidad humana, Ed. Desclee de Brouwer,
Bilbao, 2003, 19
39
Cf. Ibíd. 20
42
Los profetas hacen eco de la realidad del matrimonio humano para explicar las relaciones
de Dios con su pueblo; Yahvé es el esposo y el pueblo es la esposa, todo el drama de la
pareja humana, amor e infidelidad, fecundidad e infecundidad hace posible la comparación
para representar las constantes luchas y aciertos de las relaciones entre Dios y su pueblo.40
La mirada es ascendente, es decir, desde la pareja de Israel que vive su amor, se realiza así
el misterio de amor de Dios con su pueblo, todos los valores de la pareja, la fidelidad, la
entrega, la exclusividad, el amor etc. Adquieren una valoración religiosa nueva al ser
considerados en la historia de salvación.
“La literatura sapiencial proclama, por tanto, la fidelidad del esposo de una hermosa mujer
que se al mismo tiempo buena y recta, llena de sentido y de virtud. El himno alfabético,
escrito en alabanza de la “mujer perfecta”, constituye, en el marco cultural de este tiempo,
una hermosa vista de conjunto de esta espiritualidad conyugal primitiva, que la Biblia de
Jerusalén llama humanismo de voto.” 41
También tenemos en los sapienciales abundantes consejos sobre la elección de la esposa
para que sea ayuda y superación del marido; en estos escritos se exalta la fidelidad de la
vida matrimonial y se detesta el adulterio; se describen los deberes de los padres; se habla
también de cómo es la educación de los hijos, el comportamiento de éstos con los padres y
se hace una alabanza de la mujer perfecta.42
Por otro lado, es tanto el sentimiento de amor de Dios hacia su pueblo que éste se hace
eterno, entra en el corazón y permanece imborrable y siempre nuevo. Se hace más fuerte
que cualquier adversidad, incluso que la misma muerte. Todo esto lo encontramos en el
Cantar de los Cantares considerado el libro constante al amor fiel de los esposos, donde se
describe que el amor no es una posesión fácil, siempre está en una constante búsqueda, es
admiración y seducción, expresión y apertura desde la fortaleza del “nosotros conyugal” en
el que todo adquiere proyecto, decisión y radicalidad para vivir en la amistad conyugal.
40
Cf. Ibíd. 21
Schillebeeckx Edward, El matrimonio, realidad terrena y misterio de salvación, Salamanca, 1970, 74-75
42
Cf. Vidal Marciano, El Matrimonio, 23
41
43
Es importante tener en cuenta que el libro del Cantar de los Cantares como himno al amor
humano; es una afirmación de la sexualidad y del erotismo humano que refleja el
“humanismo” de la época salomónica. Esta obra lírica israelita tiene una inspiración de la
literatura cortesana de Egipto.
El Cantar se aparta de las corrientes comunes del Antiguo Testamento que expresan de
manera exclusiva el matrimonio como medio para perpetuar el clan y el pueblo. Pretende
elogiar el amor humano. Así se constituye en un comentario idílico extraído de la vida
misma.43
Este libro de la Sagrada Escritura nos habla acerca de la pureza del amor, es el cantar por
excelencia, canta en una serie de poemas el amor mutuo de una pareja de amantes que se
juntan y se pierden, se buscan y se encuentran. Proclama la legitimidad y celebra el valor
del amor humano y no resulta profano, ya que Dios ha bendecido el matrimonio
considerándolo como medio de procreación y asociación afectiva y estable del hombre y la
mujer.
Desmitologiza toda la vida sexual destinada a las deidades de la fecundidad, y se apreciará
la sexualidad en un sano realismo, es posible hallar los orígenes en las fiestas que
acompañaban a la celebración de los matrimonios. Es posible afirmar que enseña o se
preocupa de la condición humana, instruye a su manera la bondad y la dignidad del amor
acerca del hombre y la mujer, libera de las ataduras del puritanismo y abre la puerta a una
compresión mas auténtica del erotismo.44
Así mismo el Cantar de los Cantares habla de amor de Dios al hombre y canta poéticamente
las excelencias del amor del esposo a la esposa. Aunque el amor conyugal no limita el
amor, posee características y matices diversos a otros modos de amor. La mejor expresión
del amor a través de la poesía se da al compartir las realidades de intimidad, entrega
reciproca y de comunión de vidas en totalidad, el amor humano divino al ser inefable
43
44
Cf. Ibíd. 26
Cf. Biblia de Jerusalén, Introducción al Cantar de los Cantares, 820-821
44
recurre a la figura del lenguaje poético con el cual el hombre intenta hablar de aquellas
cosas que nunca termina de expresar.
Ese amor divino-humano expresado en ese bello poema hace comprensible el amor
conyugal utilizando el mundo de imágenes y lenguaje propio de este amor, que es de
entrega conyugal alimentándose de la contemplación de los amantes, de requiebros, de
caricias. Es posible afirmar que este libro es la historia de amor de Dios con todo el género
humano y se renueva permanentemente, adquiere realidad en la vida cotidiana de los
cónyuges.45
2.10
Fundamento Bíblico del sacramento matrimonial en el Nuevo Testamento
La Comunidad de Marcos ve en la cuestión sobre el divorcio una oportunidad para expresar
y poner en palabras de Jesús el valor inconfundible de una vivencia en el amor y en la
unión de la pareja que remite a lo humano y divino del matrimonio, quedando plasmada en
los versículos del Capítulo 10, 1-12:
1Y levantándose de allí va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la
gente hacia él y, como acostumbraba, les enseñaba. 2 Se acercaron unos fariseos que, para
ponerle aprueba, preguntaban: "¿Puede el marido repudiar a la mujer?"3 Él les respondió:
"¿Qué os prescribió Moisés?" 4Ellos le dijeron: "Moisés permitió escribir el acta de
divorcio y repudiarla." 5Jesús les dijo: "Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón
escribió para vosotros este precepto. 6Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo
varón y hembra.7 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, 8y los dos se harán
una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. 9Pues bien, lo que Dios
unió, no lo separe el hombre." 10Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre
esto. 11Él les dijo: "Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra
aquélla; 12y si ella repudia su marido y se casa con otro, comete adulterio."46
Puede considerarse esta estructura interna en el texto:
1 Los fariseos (v 1-2) parten de la ley de Dt 24, 1-3, que permite al varón expulsar a la
mujer (divorciarse de ella) con la condición de darle un documento de libertad (libelo de
repudio).
45
46
Gálvez, Alfonso, Comentario al Cantar de los Cantares, Ed. Shoreless Lake Press, USA,1994, 36
Biblia de Jerusalén, Evangelio Según San Marcos, 1482
45
2 Jesús (v 3-9) reinterpreta aquel pasaje del Deuteronomio y lo relativiza, tomándolo como
una concesión temporal («por la dureza de vuestro corazón... »: 10, 5), buscando y citando
un texto anterior y más importante, que se opone a ese derecho del varón esposo (Gen 1,
27; 2, 24).
3 Ratificación (v 10-12) cuando están ya en casa (10, 11-12), proviene, sin duda, de la
Iglesia de Marcos, que actualiza y aplica de un modo universal el dicho de Jesús (en una
línea que es distinta de la que ofrecerá más tarde Mateo) 47
v (1-2) En una composición de lugar, concretamente, Jesús se encontraba en la región de
Cafarnaún (Mc 9, 33) de allí se dirige a la región de Judea con destino final hacia Jerusalén,
Jesús estaba enseñando a la gente, como de costumbre se hallan alrededor de él, es en
medio de su enseñanza cuando es interpelado por los fariseos.
En la cuestión que inquietaba a los fariseos se destaca la crudeza si se tiene en cuenta la
opinión de Jesús al respecto, esto permite revelar lo reprochable del interrogante y la
discusión de la comunidad que es incluida con posterioridad ya que para el judaísmo
oficial contemporáneo era posible disolver casi todos los matrimonios. 48
Los fariseos no buscan la respuesta de Jesús para un diálogo, sino para tentarlo, ponerlo a
prueba, la cuestión planteada tiene un carácter juridicista pues ellos conciben el matrimonio
como un contrato de dominio por el cual el hombre adquiere a la mujer y puede dejarla en
libertad o repudiarla, evidenciando los efectos de la sociedad patriarcal donde se destaca el
sometimiento de la mujer al hombre. Con este fondo tientan a Jesús el verbo empleado en
griego es πειράζοντες que traduce tentar, intentar probarlo, el mismo verbo que se emplea
para hablar acerca de Satanás. Mostrando de esta forma la acción maliciosa de los
fariseos.49
Ahora bien, la cuestión acerca de si "¿Puede el marido repudiar a la mujer?" Es una
polémica que gira en torno a la interpretación de Dt 24,1 tan debatida entre los judíos. Jesús
47
Pikaza Xabier, El evangelio de Marcos, Ed. Verbo Divino, Salamanca, 2010 , 815-817
Cf. Gnilka Joachim, El Evangelio según San Marcos, Tomo II, Sígueme, Salamanca, 2001 p.78
49
Cf Pikaza Xabier, El evangelio de Marcos p 818-820
48
46
no entra en la discusión casuística; transportan la cuestión a otro plano, refiriéndola al
orden creacional de los orígenes. 50
El verbo empleado en esta pregunta es ἀπολῦσαι, expulsar, divorciarse, el fondo de la
acción de expulsar o de divorciarse esta enmarcado en buscar que Jesús contradiga la ley y
de esta manera tener otro motivo de qué acusarle. Así despedir, expulsar, comprende la
totalidad del proceso de divorcio, los fariseos consideran que la regulación de la ley está en
manos del hombre, del varón y que por lo tanto él es el único que puede repudiar a la
mujer, y la pérdida del derecho preferencial por la relativización de la ley jerárquica da esta
posibilidad de repudiar afectando profundamente el matrimonio dejándolo a merced de los
criterios volubles y cambiantes de los hombres (hombre- mujer).
Jesús sabe que la pretensión de los fariseos es expulsarle y entregarle a manos de los
hombres, él no desea que la mujer pueda ser repudiada conforme a las leyes del
Deuteronomio, sino que puedan vivir el hombre y la mujer en paz y armonía; solamente
Jesús, a quien sus hermanos del pueblo quieren divorciar, es decir, expulsar, repudiar, es el
que puede oponerse radicalmente a esta acción expresando con toda claridad y firmeza que
el marido no puede expulsar a su mujer.51
Los fariseos se preguntan por aquello que les interesa, Jesús pregunta en concreto por el
mandamiento de Dios. Por el contrario, la voluntad de Dios será la que Jesús proclame
enseguida, y se contrapone directamente a lo enseñado por Moisés, ya que la
reglamentación anti divina de los judíos consiste en la separación misma. Es muy claro el
carácter anti judío de la controversia.52
Marcos aquí hace depender el divorcio de que el esposo no encuentra ya complacencia
alguna en su esposa porque descubre en ella "algo vergonzoso" (erwath dabar). Esta
motivación extraordinariamente difusa recibió diversas interpretaciones ya en las escuelas
rabínicas de Hillel y de Shammai. Una la interpretó con gran amplitud y la otra
severamente. Según las prescripciones de la mishna, la carta de divorcio debía contener,
50
Kasper Walter, Teología del matrimonio cristiano, 42
Cf. Pikaza Xabier, El evangelio de Marcos, 822
52
Cf. Gnilka Joachim, El Evangelio según San Marcos, 78
51
47
sobre todo, la declaración del esposo diciendo que su mujer actual quedaba libre por la
presente y que tenía permiso para contraer otro matrimonio con cualquiera. Con el
otorgamiento del acta, el matrimonio se disolvía y no podía restablecerse otra vez mediante
la renovación del acta.53
V (3-9) Jesús responde con una pregunta acerca del mandamiento de Moisés, él apunta a lo
fundamental y supera notablemente la ley mosaica recuperando de esta manera el sentido
de la humanidad mesiánica, se hace claro la provisionalidad de esta ley, que se ha permitido
por la dureza del corazón humano y que pone en evidencia el patriarcalismo que
experimentaba el pueblo judío.
La ley prescrita por Moisés tiene sentido en cuanto impide la ruptura matrimonial y sólo los
hombres eran quienes podían dar por terminado el vínculo, con esto se evitaba la violencia
que se podría causar entre la pareja. Podemos decir que esta ley refleja el corazón duro de
algunos varones, su sentido posesivo y violento en la relación matrimonial.54
Ahora bien, se vuelve al principio ἀρχῆς queriendo indicar como desde los orígenes la
relación de pareja entre el hombre y la mujer no tenia posibilidad de romperse, pues ambos
son una sola carne σάρξ. De esta manera, Jesús sitúa al ser humano en su misma fuente,
donde varón y hembra pueden vincularse para siempre, rompiendo de esta manera con el
patriarcalismo de los tiempos de Moisés, y superando la ley en cuanto a que ella reprime o
regula la vida con violencia, y la sitúa a partir de este momento como aquella experiencia
de vida en la que el hombre y la mujer celebran el amor desde la fidelidad personal y no de
manera impositiva.55
En el contexto de la mirada desde los orígenes, Jesús ha unido dos pasajes de la sagrada
escritura (Gen 1, 27 y 2, 24) “Él los hizo varón y hembra.7 Por eso dejará el hombre a su
padre y a su madre, 8y los dos se harán una sola carne.” Pero no lo ha hecho siguiendo la
53
Cf Ibíd.78
Cf Pikaza Xabier, El evangelio de Marcos, 823
55
Cf. Ibíd. 825
54
48
estructura de la interpretación judía tradicional, sino por el contrario ha pretendido poner en
igualdad de condiciones al hombre y a la mujer por encima de una distinción sexual e
inclusive de la posibilidad que según la ley de Moisés tenía el hombre para expulsar o
repudiar a la mujer.56
Al retomar en el principio Gen 1-2 Jesús descubre la voluntad de Dios al plantear la
igualdad del hombre y la mujer y la manera como ambos forman una sola carne, en este
sentido, dejan sin vigencia el dominio o poder de uno sobre el otro.
La fidelidad
matrimonial, muestra la fidelidad de Dios a la alianza y refleja la entrega mesiánica de
Jesús.
Para Marcos, el matrimonio está en el contexto de la Pascua de Jesús, los hombres que
descubren en Cristo el fundamento del amor definitivo no hacen caso a la posibilidad que
tienen de expulsar a la mujer. El evangelista rechaza profundamente el simbolismo
jerárquico entre varón y mujer para resaltar el camino de fe y fidelidad matrimonial dentro
de la entrega de Jesús.57
Por otro lado, puede considerarse que la dureza de corazón pretende ser una regulación que
los varones desean darse para casarse y divorciarse, consecuencia de la autoridad sobre la
mujer, desconociendo el mandato divino de unidad entre la pareja, por eso la afirmación de
Jesús comprende que la ley de Moisés es una concesión que no responde a la voluntad
original de Dios.
Con lo anterior, Jesús supera notablemente la interpretación bíblica realizada por el
judaísmo de los fariseos pues él va a poner como fundamento del matrimonio no la ley
mosaica sino el deseo original de Dios, que no esta sujeto a ningún tipo de juridicidad, sino
que responde a su voluntad plasmada en el deseo de unir al hombre y la mujer. Es decir,
que la legalidad riñe con la propuesta de principio establecida en el Génesis. De ninguna
manera Jesús pretende rechazar a Moisés, tan sólo pone en evidencia delante de los fariseos
56
57
Cf. Ibíd. 825
Cf. Pikaza Xabier, Hombre y mujer en las religiones, Verbo Divino, Estella,1996, 287-290
49
que en el principio original del mandato divino está la unión del hombre y la mujer en
igualdad.
En el Gen 1,27 Dios no creo al hombre con el único y exclusivo poder sobre la mujer, en
esta dimensión no se puede hablar por tanto de Adán / primero y de Eva/posterior o
derivada, sino al surgir ambos en un mismo tiempo son complementarios y en esta medida
como se ha insistido en varias ocasiones el hombre no puede expulsar a la mujer ya que se
encuentran vinculados desde el principio en igualdad.
Por otra parte, en Gen 2,24 se hace evidente la inclinación, o si se quiere el paso a un texto
más profético donde parece que la historia se contará a partir del hombre, del varón y de
este provendría la mujer. En esta dimensión se hace necesario que el hombre rompa con su
origen (padre -madre) y se una definitivamente con su esposa, mostrando así lo definitivo
de la constitución humana. 58
Es importante aclarar que el término sarx, en Marcos tiene la comprensión de la totalidad
del ser humano, es decir, comprende la fragilidad entera del hombre. De tal forma que al
expresarse que son una sola carne existe entre la pareja una reciprocidad, entrega total que
no los despoja de su individualidad sino que la enriquece y dinamiza integralmente.
Por otra parte, es posible distinguir en el marco de la discusión tanto en la pregunta
formulada por los fariseos como en la respuesta dada por Jesús dos estilos del matrimonio,
uno planteado por la ley en cabeza de los fariseos quienes legitiman el poder que tiene el
varón sobre la mujer para escogerla y a su vez para repudiarla, y el otro, pretendido por
Jesús quien superando la ley lo funda en la humanidad, en el reconocimiento de la igualdad
entre el hombre y la mujer indicando que el hombre es quien abandona y arriesga, saliendo
de sus propios orígenes para comenzar una nueva vida con su esposa. Se hace evidente la
complementariedad y se rechaza cualquier tipo de subordinación de la mujer al hombre,
pues se destaca que el matrimonio es un acuerdo común reflejo de la alianza divina.59
58
59
Cf. Pikaza Xabier, el evangelio de Marcos, 826
Cf. Ibíd. 827
50
En otro sentido, es posible involucrar una nueva perspectiva tomando como referencia a la
mujer diciendo que ella también se encuentra limitada ya que ella se despoja de su
independencia para unirse con el varón ya que ambos son εἰσὶν δύο ἀλλὰ μἰα σάρξ, es
decir, ellos dos son una sola carne. Esta dimensión hace posible el reconocimiento de la
mujer como responsable de vivir en unidad.60
Jesús propone de esta manera la tarea del ser humano llamado siempre a una exigencia de
ruptura y de fidelidad a la vez, cada uno encuentra su plenitud pascual en el otro,
suprimiendo de esta manera cualquier tipo de dominación, abuso, exclusión o irrespeto que
el hombre puede ocasionar a la mujer. Así como se presenta una renuncia, también hay una
aceptación gozosa en la que el proceso de amor que iguala a los amantes supera
profundamente el dominio o la posesión de uno hacia el otro.
El proceso de fidelidad vivido por la pareja, es garantizado en el matrimonio donde cada
uno rompe con su pasado que lo mantiene aislado para lanzarse o proyectarse a una entrega
compartida. Dios hace una distinción de sexos que a su vez se manifiesta en la ruptura que
se realiza para que el hombre se una definitivamente con la mujer. Haciendo posible que
por encima de las leyes del divorcio persista la unidad y fidelidad amorosa de la pareja,
traducida en el encuentro permanente.
V (10-12) Al finalizar esta pericopa Marcos pone en boca de Jesús una ratificación final
que contiene una profundización cristiana. Jesús desea en la privacidad de un hogar,
responder a sus discípulos acerca de la cuestión del divorcio, para ratificar que tanto el
hombre como la mujer tienen posibilidades para expulsar o repudiar, y pueden llegar a ser
adúlteros si desean unirse con otra persona, situación que para la ley farisaica sólo era
posible para el varón y no para la mujer. De esta manera el mensaje de Jesús, que no es de
carácter jurídico sino que se extiende a la vivencia de igualdad en la pareja desde el amor,
hace necesaria la fidelidad de ambos y con esto se supera notablemente la unidad
matrimonial.
60
Cf. Ibíd. 827-828
51
Se puede considerar una revolución personalista de Jesús en este contexto, ya que él
sobrepasa el esquema jurídico legal farisaico para plantear la igualdad, tantas veces
expresada, y traducida en clave de fidelidad. Este modelo de vivencia matrimonial es
tomado para hacer presente la vida de Cristo y la Iglesia.
Ahora bien, las categorías concretas como son el amistad conyugal, la comunidad de vida y
la fidelidad al amor se encuentran comprendidas en este pasaje bíblico de Marcos en tres
momentos puntuales referidos concretamente en la aproximación y radicalización que hace
Jesús del matrimonio, de manera específica en el fundamento o vuelta a los orígenes que él
propone para mantener el vínculo matrimonial constituido a través del amor personal,
reflejado en el texto a través de la unión de la pareja hombre y mujer, asimismo en plantear
que no es posible la disolución de esta unión sólo para el hombre, poniendo de esta manera
en igualdad a la mujer respecto del hombre y finalmente rescatando que a través de la
fidelidad al amor, siendo mandato divino, el repudio sea manifestado por el hombre o la
mujer es adulterio.
2.11
Aproximación al término espiritualidad cristiana
He deseado que fuera una aproximación y no una definición ya que cuando se pretende
definir se puede caer en el riesgo, no siempre, de limitar y fijar la mirada en una sola parte
del objeto. Sí el sujeto puede ser objeto de múltiples comprensiones cuánto más aquello que
él estudia. Es por eso que la espiritualidad como el hombre puede ser comprendida de
muchas formas, pero para no caer en un relativismo respecto al término se hace necesario
proponer un camino para su adecuada lectura.
Podemos considerar, que la espiritualidad configura un ser, un estilo o forma de vivir la
vida cristiana que plantea un dinamismo que se lanza a una acción concreta desde el
Evangelio, en esta dimensión es necesario que se encarne en la realidad fusionando el plan
de la creación y el plan de la redención.
Cuando nos acercamos a la cuestión de la espiritualidad, ésta nos resulta compleja de
abordar por las malas comprensiones que de éste término se han hecho. Podemos afirmar
52
que gran parte de la responsabilidad recae en dos factores que son la fuente de una lectura
errada del significado e implicaciones de la espiritualidad, que ha ocasionado el
distanciamiento de muchas personas hacia una búsqueda seria de una vivencia en el
espíritu.
El primer factor que se percibe es el de una precaria formación cristiana, que se hace
evidente, pues durante mucho tiempo la preocupación de la Iglesia fue la educación en el
cumplimiento de la normatividad, resaltando profundamente la necesidad de obedecer las
enseñanzas de la Iglesia establecidas para los creyentes. Este legalismo desvió toda la
atención a un tema de prácticas externas que lesiona severamente la interioridad de los
creyentes; cobra total relevancia el hecho de que la persona queda en un segundo plano
frente al rigor de la norma. Pastoralmente se nota que muchos de los “pecados” de la gente
se refieren a esas faltas, más no a la falta de caridad con el prójimo, al egoísmo y falta de
fraternidad con los más vulnerables.
La Iglesia supuso que en la comprensión de toda nuestra formación cristiana el hombre
entendía la espiritualidad, situación que no es verdad. Todo contenido cristiano no puede
ser asimilado por el hombre sin antes darse una implicación existencial con aquél que es el
sustento de ese contenido cristiano, es decir, la persona de Jesús el Cristo. Podemos
encontrar entonces un profundo vacio que deja sin asidero cristiano al hombre, pues sólo
cuenta con legalismo pero no la libertad en el Espíritu. Se hace evidente la comprensión tan
distante entre dogma y espiritualidad.
El segundo factor que quiero resaltar es la notable indiferencia que persiste en ambientes
creyentes y no creyentes acerca de la espiritualidad. Muchos creyentes si quiera con
esfuerzo asisten a la eucaristía dominical pero no están dispuestos a ser cuestionados por su
espiritualidad, término desconocido y hasta confuso, ya que algunos lo relacionan con hacer
o tener practicas religiosas. En el plano de la increencia no hay un referente claro, pues al
no tener un vínculo con realidades que siendo humanas nos sobrepasan porque no son solo
terrenales, resulta para ellos la pregunta en relación al tema completamente insignificante.
El ateo puede ver desde lejos algo que a su criterio se parece a la espiritualidad, esto es el
53
espiritualismo, pero sin lugar a dudas ambos conceptos son sustancialmente distintos y
opuestos realmente.
Puede decirse, de acuerdo a lo tratado hasta aquí, que no hay una comprensión adecuada de
la espiritualidad lo que nos está conduciendo a una distorsión total de la realidad cristiana y
en ámbitos seculares a un relativismo no solo especulativo sino practico. La realidad de
nuestro mundo nos esta retando a la búsqueda de nuevas maneras de interpretación de una
experiencia que nos abre sin dilación a un acontecimiento que supera la condición humana,
no por ser sobrenatural o extra-temporal, sino porque, nos conduce a lo mas genuino del ser
humano.
Ahora bien, tenemos que considerar que el hombre de hoy, el creyente de hoy, está
agobiado por el peso de una religiosidad que no le dice nada, que pareciera un ente
regulador de la vida, un fiscalizador del comportamiento y no una fuente vital de libertad y
amor, de promoción de las virtudes y posibilidades mas nobles en el ser humano. Nuestro
tiempo requiere una renovación en el Espíritu.
Con este presupuesto, se puede constatar que la mayoría de personas que profesan la fe
cristiana tienen miedo al referirse a la espiritualidad, muchas de ellas están convencidas que
es una abstracción de lo real, algo inútil que carece de una concreción en lo cotidiano de la
vida, visto como anormalidad, pareciera que ser espiritual es ser extraño en el mundo.61
Por esto ante el miedo y la incomodidad se presenta una novedad en la espiritualidad que
haga distinta su manera de ser incorporada a la vida de hoy. Así las cosas, una primera ruta
nos es dada. Esta consiste en identificarla ineludiblemente con el Espíritu. Es decir, que la
vida es guiada por el Espíritu Santo, dicha apreciación la libera de la prisión intimista.62 Se
puede afirmar que: “La espiritualidad, en el sentido estricto y hondo del término, es el
dominio del Espíritu.”63 Nuevamente en esta misma línea Gustavo Gutiérrez expresa su
61
Cf. Guerra Augusto, La espiritualidad, como vida en el Espíritu en Revista Caribeña de Espiritualidad, Vol.
XII, 2005, 61-62
62
Cf. Ibíd. 65
63
Gutiérrez Gustavo, Teología de la liberación perspectivas, Ed. Sígueme, Salamanca 1984, 266
54
convicción de que “Una espiritualidad es una forma concreta, movida por el Espíritu, de
vivir el evangelio.”
Tales afirmaciones de suyo esclarecen un poco el camino, pero ¿realmente cómo se
manifiesta el Espíritu? Al respecto tenemos que afirmar que éste se encuentra
profundamente encarnado en la historia, en lo concreto. No se le puede concebir con cierta
pasividad y quietud, por el contrario, el es dinámico y se orienta en muchas direcciones.
Con lo dicho no podemos errar el camino, se rompen las preconcepciones de pensar la
espiritualidad como algo fuera del hombre, agregado a él, así tenemos claro que el
espiritualismo es una evasión de lo real, un atentado contra la vivencia histórica del
hombre, se agrede la propia humanidad queriendo enajenarla y fraccionarla . Es por eso que
tenemos que presentar nuestra vida en la libertad del Espíritu.
Por lo tanto, “El Espíritu no actúa en una historia ideal, abstracta, imaginaria, la que
nosotros desearíamos, El Espíritu está y actúa en la vida real”64. Logramos así aterrizar la
experiencia espiritual constituida en lo concreto de la vida cotidiana. De esta manera, no
hay ambigüedades, ni dualismos, se posibilita que el hombre encuentre en lo sencillo de su
vida personal y social la cercanía y estrecho vinculo con el Espíritu.
Es importante destacar que tal concepción de lo espiritual no olvida ni deja a un lado el
seguimiento cristiano, por eso “Vemos cómo para la teología latinoamericana la
espiritualidad es el seguimiento de Jesús, la vivencia misma de la fe, fuente de todo
comportamiento, reflexión y teología por parte del creyente”65. Nuestro continente tiene
una comprensión certera de la espiritualidad que la concreta en la realidad del hombre.
2.12
La espiritualidad en el sacramento matrimonial.
Desde la mirada general acerca de la espiritualidad podemos descubrir que la espiritualidad
en la vida de pareja tiene elementos distintivos que a partir de los documentos ya
64
Cf. Guerra Augusto, La espiritualidad, como vida en el Espíritu, 70
Cf. Novoa Carlos, Una perspectiva latinoamericana de la teología moral, Colección Teología hoy N° 30,
Facultad de Teología PUJ, 2009, 89
65
55
estudiados y de la pericopa de Marcos sobre el divorcio, adquieren importancia en la
reflexión teológica sobre la vida espiritual en el matrimonio.
Se destaca claramente que la amistad conyugal, la comunidad de vida y la fidelidad al
amor son elementos centrales alrededor de los cuales gira toda la experiencia del
sacramento matrimonial, que se ve reflejada en la postura de la Iglesia a través de las
conferencias episcopales y a su vez lo podemos destacar en el pasaje del Evangelio de
Marcos acerca de la pregunta sobre el divorcio que los fariseos le proponen a Jesús para
probarlo.
El universo sacramental, hace su referencia al mundo sagrado marcado por la intima
comunicación con Dios, que no solo esta dentro de los siete sacramentos, sino que por el
contrario implica toda la existencia del hombre haciendo de él un sacramento y de sus
vivencias sacramento para los otros.66
Es fundamental la sacramentalidad, para comprender que la vivencia matrimonial no está
limitada sólo por su apreciación natural inherente a la condición de los seres humanos que
se quieren unir, sino que por el contrario forma parte de toda una experiencia eclesial que
hace sagrado, si se quiere religioso la posibilidad de una unión conyugal en el amor y para
el amor.
El matrimonio hace parte de lo que nosotros podemos denominar los sacramentos naturales
que en sí mismos destacan una profunda experiencia trascendental y esto nos permite
comprobar que la concepción católica del matrimonio como un sacramento no es algo que
viene de manera exterior, sino que pone de manifiesto y expresa una situación interior.
Otro aspecto que se tiene que considerar dentro del sacramento matrimonial es que su
configuración desde los comienzos fue poligamica, pero ahora en los tiempos actuales la
concepción cristiana del matrimonio es monogamica reflejo de una profunda experiencia
espiritual, de un desarrollo histórico y cultural particular. 67 Tal desarrollo intenta responder
66
67
Cf. Boff Leonardo, Los sacramentos de la vida, Ed. Sal Terrae, España, 2009, 40
Cf. Schneider Theodor, Signos de la cercanía de Dios, Ed. Sígueme Salamanca, 1982, 287
56
a los diferentes cambios sociales que en el mundo se producen, los cuales conllevan una
evangelización que no lesione los contextos culturales propios de cada grupo social.
Ahora bien, la dignidad sacramental del matrimonio se asocia fundamentalmente al hecho
de que son dos seres humanos los que son administradores y receptores del sacramento al
mismo tiempo. Ellos ponen un sello de comunidad no sólo al principio con su sí en el pacto
matrimonial sino que lo reflejan, lo manifiestan, en la comunidad de vida que van
desarrollando día tras día.
Es importante considerar en la dimensión sacramental el hecho de estar frente a otro, o si se
quiere, ser con relación a otro, la manera como el hombre existe en cuanto varón o hembra
hace posible estar en relación con Dios y caminar con su pareja hacia la consagración de su
matrimonio en él.68
Es posible afirmar con claridad que la realidad sacramental del matrimonio está vinculada o
permeada por una presencia viva y operante de Dios en la vida y en la acción del hombre,
que se manifiesta en una acción interna que es en el hombre un hecho exterior de comunión
o comunicación, la alianza matrimonial es el signo más claro de la alianza de Dios con el
hombre. Dios estructura al hombre de tal manera para que se muestre, se realice y se
simbolice frente al otro y de esta manera sea uno con esa otra persona.
Hay que tener en cuenta que la realidad sacramental no esta asociada de manera directa a
un aspecto legal o normativo dispuesto por la Iglesia si no al acontecimiento mismo de la
presencia divina en la relación del hombre con Dios. Dios en la persona de Jesucristo se
acerca a la Iglesia y nos va a mostrar el sacramento originario que es Jesucristo.69
La sacramentalidad no es una reflexión ideológica sino que implica una postura teológica
orientada a la realización humana, a esa capacidad salvadora de crear una comunidad
humana de amor en el matrimonio, en esta medida es posible afirmar que esa comunidad de
vida es un signo externo del sacramento del matrimonio constituyendo de esta manera un
hecho sacramental.
68
69
Cf. Ibíd. 300
Cf. Ibíd. 303
57
Un papel importante dentro del sacramento es la necesidad de la conciencia de la pareja
para querer a través de la fe alcanzar una vida de comunión conyugal en el Señor.
El matrimonio en el encuentro interior con Cristo se hace creíble como sacramento, pero
tiene su manifestación en el testimonio vivo en medio de la comunidad y nos brinda
credibilidad en la medida en que se vive la celebración del sacramento en la vida
matrimonial, todos los días en el cuidado personal y de pareja, referida necesariamente a
Jesucristo no solamente en un momento puntual al dar el sí, sino con una muestra
permanente en el presente.70
Ahora bien, la amistad conyugal, la comunidad de vida y la fidelidad al amor, están
asociados como categorías teológicas que se pretenden enriquecer a la decisión de la pareja
de pasar de la conyugalidad a la vivencia sacramental; es notorio que no es lo mismo una
vivencia de pareja a una vivencia conyugal que se abre radicalmente a la experiencia
sacramental.71
Se exige en esta dimensión dar un paso de la comunicación a la comunión en medio de
problemas y satisfacciones propias de la pareja, se requiere entonces de personas íntegras
que conforman proyectos sólidos que son fuente de divinidad y base para esa conyugalidad.
Alcanzar el nosotros conyugal implica la unión de dos personas que forman un todo y
viviendo esta experiencia de unidad se hace más fácil la comprensión de la
sacramentalidad.72
(De hecho, los sacramentos) asumen íntegramente la totalidad del ser humano, de la misma
manera que el verbo encarnado asume la totalidad de la naturaleza humana. Humanamente
podemos decir que el hombre necesita símbolos y ritos, pero no que éstos símbolos y ritos
se han por si mismos sacramentos.73
Borobio comprende claramente que los sacramentos están unidos a la integralidad del ser
humano, hacen parte de su naturaleza y es por esto que requiere de símbolos y ritos que
70
Ibíd. 309
Cf. Sierra Ángela María, Cuando la unidad conyugal se transforma en sacramento en Theologica
Xaveriana, n° 159, 2006, 498
72
Ibíd. 501
73
Cf. Borobio Dionisio, sacramentos en comunidad, Descleé de Brouwer, Bilbao, 1993,14
71
58
permiten acercarse al misterio de lo divino. Haciéndose realidad en el nosotros conyugal y
se concreta en lo real de la vida, en los dolores, preocupaciones y alegrías de los cónyuges.
La espiritualidad es la expresión de la vida en el Espíritu que tiene su manifestación en la
sacramentalidad, los documentos conciliares son conscientes de esta experiencia teológica
al expresar la importancia de una vida espiritual que se haga visible en todas las vivencias
del ser humano y de forma especifica en el sacramento del matrimonio a partir de una
profunda experiencia en el y para el amor.
De lo anterior se deriva que sea a través de la sacramentalidad como podamos
aproximarnos a un espiritualidad conyugal que fortalezca el querer de Dios y la expresión
simbólica y ritual de esa unión entre el hombre y la mujer y que a su vez permiten que los
tres elementos de amor personal, comunidad de vida y fidelidad al amor adquieran
importancia dentro de la vida espiritual de los cónyuges.
Finalmente, toda la realidad sacramental de los cónyuges está íntimamente vinculada a la
comprensión integral del ser humano a una búsqueda intensa de Dios asociada a una
experiencia espiritual que comienza desde la fragilidad humana y progresivamente se va
haciendo fuerte hasta concretarse en una experiencia espiritual. La espiritualidad hace de
los sacramentos acontecimientos en el Espíritu que se hacen efectivos en la historia del
hombre.
2.13
La experiencia mística como lugar teológico para la vivencia espiritual de la
amistad conyugal, la comunidad de vida y la fidelidad al amor de los cónyuges.
La Mística como lugar teológico nos permite reconocer que es posible a través de ella hacer
una renovada vivencia de la espiritualidad del sacramento matrimonial configurada para
este estudio desde el amistad conyugal, la comunidad de vida y la fidelidad al amor,
permitiéndoles a las parejas enriquecer el encuentro amoroso de y con Dios.
No es objeto de esta investigación las múltiples y variadas formas que adquiere la
experiencia mística, sin embargo, tenemos que afirmar que este tipo de experiencia puede
59
ser considerada desde una forma de experiencia de fe, es una manera como el hombre
responde a la presencia del misterio.74
Desde Martín Velasco podemos afirmar que la experiencia mística es como una forma de
ser o de vivir, como un valor interno. Es la manera de situarse en el mundo, como fruto de
"un suceso vivido en profundidad y hondura que invita a través de la memoria a hablar de
ello, aunque sea inexpresable; que exige ser comprendido e interpretado en el seno de una
determinada cultura" y que conduce a un estilo de vida.75
Es necesario aclarar que dentro de la experiencia mística se da una aprehensión inmediata y
profunda que tiene testimonio en muchos escritos pero es claro reconocer que no existe una
experiencia de Dios realmente pura, que sea total, es decir un contacto directo. La realidad
de la finitud y fragilidad humana hacen que la experiencia de Dios no sea perfecta pero sí
profundamente real y transformante. La experiencia mística reconoce la necesidad de una
mediación que sea posible, comprensible y expresable mediante instrumentos o recursos
como la paradoja o el pleonasmo para la experiencia que quiere ser comunicada. Tal
realidad permite preparar o acercar el lente de la teología.76
La experiencia mística es ampliamente conocida y acentuada con la vida espiritual de
santos como Catalina de Siena, Juan de la Cruz y Teresa de Jesús que ante la limitación del
lenguaje para expresar su encuentro con Jesús, recurren a figuras literarias y a la bella
expresión del Cantar de los Cantares para comunicar lo inefable.
El encuentro con Jesús que se hace por amor funde al hombre en Dios sumergiéndolo en la
intensidad de un amor sin límite que llega al punto de divinizar al hombre en Dios, es sin
duda un camino nuevo que se le abre a los cónyuges para descubrir que cuando cada uno
dentro de la relación de pareja anhela y busca ansiosamente el encuentro con su Creador
quien lo ha buscado primero, alimenta, y preserva la sed de infinito, comprenderá que solo
desde esa fuente inagotable será capaz de amar desinteresadamente a su pareja y juntos
74
Cf. Navarro Rosana, Aproximaciones al quehacer teológico desde la experiencia mística en Theologica
Xaveriana, Vol. 60 n° 170, Julio- Diciembre 2010, 497-518
75
Cf. Martín Velasco, El Fenómeno Místico, 319 citado en Navarro Rosana, Aproximaciones al que hacer
teológico desde la experiencia mística, 507
76
Cf. Ibíd. 507
60
disfrutaran la plenitud de un amor conyugal, que se hace amigo verdadero y que
permanecerá fiel en la tentación, la incertidumbre y la desesperanza.
Este planteamiento no es el desconocimiento del amor humano sujeto a los contratiempos
de la vida, no pretende elevar el amor humano hasta perder lo sencillo de la relación de
pareja. Por el contrario, quiere significarlo desde Dios a partir de un encuentro con él que
lanza a los cónyuges a materializar esa vivencia con su pareja en toda la integralidad
conyugal (sexualidad, economía, dialogo, educación de los hijos etc.)
San Juan de la Cruz relata bellamente en poesía el anhelo de su esposa, el alma por el
Esposo Cristo:
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ido.77
En este fragmento el acontecimiento mismo del toque divino que Dios hace al hombre por
puro amor y que no hace mas que dejarlo con una herida que solo nos hace ser “siervos del
amor”78 e intentar por todos los medios buscar ser “amigos fuertes de Dios”79 para solo
vivir de El desde su amor, es reflejo del alma enamorada que quiere definitivamente unirse
al amor. Tal dimensión del amor divino se hace humano en la historia de los hombres, de
forma especifica en el proyecto matrimonial.
El matrimonio puede alimentarse de esta experiencia de vida espiritual ya que cómo se vera
a continuación cada acto de amor, de comunidad y fidelidad tiene en sí mismo la búsqueda
de un amor mayor que sostiene y sustenta a los cónyuges, que no se agota, sino que vivido
con total libertad en el Espíritu se convierte en fuente de vida de la cual otras parejas
pueden beber y de esta manera nutrir sus matrimonios en Cristo.
77
San Juan de la Cruz, Obras Completas, Escritos breves, Cantico Espiritual CB, Ed. Espiritualidad, Madrid,
1993, 65
78
Santa Teresa de Jesús, Obras Completas, Libro de la Vida, Cap. 11,1, Ed. Espiritualidad, Madrid, 2000,59
79
Ibíd. Cap. 15,5, 87
61
2.14
El amistad conyugal en la vida espiritual de la pareja
Es importante señalar el carácter personalista que a través del concilio Vaticano II se le ha
brindado al matrimonio cristiano, a través de esto ha sido posible que se le permita ser
comprendido como alianza. Es desde la alianza como podemos acercarnos al amor entre
Dios y su pueblo, un amor que es esponsal lleno de una profunda riqueza en la palabra y en
la obra, relatado en la Sagrada Escritura; los documentos conciliares describen con claridad
esta circunstancia y la interpretan queriendo significar que la amistad conyugal da paso a la
vida espiritual del sacramento matrimonial favoreciendo ennoblecer la gracia de la pareja.
(GS 49)
Con lo anterior la propuesta cristiana del amor ha pretendido conducir a los esposos a vivir
en tres dimensiones, la palabra, es decir, el diálogo, la fecundidad o procreación con los
hijos y el placer, aunque no siempre con mucha facilidad al respecto esto hace que estas
dimensiones de la sexualidad no siempre puedan ser vividas a plenitud.80
El amor conyugal no lo es todo, pero si es el factor más decisivo, tiene una orientación
personalista que se sin duda provoca un movimiento en cuatro dimensiones81:
La primera de ellas siendo un amor libre que procede de un encuentro gratuito entre dos
personas y allí tenemos el amor paterno filial o fraternal.
La segunda es un amor totalizador no como una posesión exclusiva, si no en una manera
positiva de donación total y definitiva. Un amor que no busca su propio interés sino que se
abre a la entrega definitiva.
La tercera es un amor fecundo que se abre a la continuidad de la especie, a la procreación y
de alguna manera a la originalidad inalienable del individuo, es decir a reconocer la
particularidad y singularidad que posee cada ser humano.
80
81
Vidal Marciano, El Matrimonio entre el ideal cristiano y la fragilidad humana, 133
Ibíd. 134-135
62
La cuarta es un amor que está fundamentado en la promesa y decisión en que termina con
ese sentido momentáneo o pasajero de la pasión y se ubica en un sentido de infinitud y
eternidad.
Por otra parte, es necesario ubicarnos para distinguir que la amistad conyugal se abre a un
amor erótico, que debe contar con un equilibrio. En este contexto juega un papel muy
importante la voluntad ya que ésta no permite que nos engañemos al confundir el amor.
“Amar a alguien no es meramente un sentimiento poderoso, es una decisión, es un juicio, es
una promesa. Si el amor no fuera más que un sentimiento, no existirían bases para la
promesa de amarse eternamente. Un sentimiento comienza y puede desaparecer. ¿Cómo
puedo yo juzgar que durará eternamente si mi acto no implica juicio y decisión?” 82
Todo lo señalado hasta aquí comparte las vivencias de la experiencia mística, es decir,
siendo ésta no ajena a la realidad humana hace posible que en el deseo de vivir en Dios el
amor que se manifiesta, requiera también de las dimensiones que se han explicado de
libertad, de totalidad, de fecundidad, promesa y decisión.
Lo anterior es evidente en el anhelo intenso que se experimenta cuando se alcanza la
interioridad, lo más profundo del alma que busca recrear, gozar y expresar la dicha del
encuentro amoroso con Dios como lo vemos reflejado en el Cantar de los Cantares y en la
literatura castellana de Juan de la Cruz y Teresa de Ávila.
El encuentro heterosexual tiene un aspecto clave y es el hecho de la comprensión del
“otro”; de una atención constante por el ser amado, que se mantiene en una lucha por
agradarle y a su vez ser agradado, tal actitud conlleva en sí mismo al éxtasis, la
potenciación de los sentidos y las formas creativas del encuentro, ya que amar al ser amado
con una entrega total, implica descubrirse en esa otra persona.
Una auténtica experiencia espiritual que lleve consigo la unión del alma con Dios, no
enajena a la persona de la realidad, el amor que se goza no es algo que solo tiene su deleite
82
Fromm Erich, el arte de amar (Buenos Aires,1966) 61, citado por Marciano Vidal en el Matrimonio entre el
ideal cristiano y la fragilidad humana, 135
63
fuera de la dimensión del espacio y del tiempo, por el contrario esta tan inmerso en lo
cotidiano de la vida que lo transciende y plenifica.
El amor conyugal se enriquece desde la mística porque puede y debe vivir el gozo del
dialogo amoroso e intimo con Dios que hace posible que nos reconozcamos
permanentemente necesitados de su amor y pone a los cónyuges no en la búsqueda sus
propios intereses sino en la entrega definitiva en la divinidad.
Como el amor que anhela el alma enamorada, el amor conyugal no es intimista, es decir, la
pareja no se encierra en sí misma para amarse, por el contrario se abre a los demás, y de
esta manera alcanza un sentido comunitario, cuando los místicos se acercan a esta
experiencia amante no la guardan para ellos mismos, por el contrario quieren que sea
comunicada y transmitida a otros aunque el lenguaje sea limitado. Así lo expresa San Juan
de la Cruz:
“Lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible, y no se
puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea cómo él; porque
el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en
él.” (Cantico 26, 4)
El amor conyugal es amistad conyugal y une al alma enamorada con Dios y de esta manera
potencia las características de la amistad matrimonial que están en torno al diálogo, la
comprensión, la confianza y la verdad. Dios nos saca de la idealización e idolatría del amor
de pareja y permite reconocer que su amor es plenamente autentico y lleno de sentido
cuando se ama al otro desde la fuente que regala la unión intima con Dios.
La Expresión de San Juan de la Cruz sobre “la trasformación de ella en él” es la muestra
clara que el destino final, la meta es el ser trasformado en Dios, y es desde este lugar de
amor como la pareja puede nutrir su amor y poder sobreponerse a los obstáculos que se le
ponen en el camino matrimonial, el interrogante que sobreviene es ¿Qué repercusiones
tiene esta vida espiritual en el matrimonio? En un primer momento pretender ser
transformado en Dios, que sea la fuente que alimenta, nutre el amor conyugal es algo muy
elevado, teniendo en cuenta que Juan de la Cruz ha hecho un proceso espiritual intenso que
64
lo ha conducido allí y que tiene como clave de lectura el deseo del alma de unirse a Dios.
Tal experiencia espiritual puede ser asociada a los cónyuges desde la amistad conyugal, es
decir, Dios en la pareja produce un efecto de transformación que hace que el amor de
ambos sea plenamente real y concreto los une a él, pero no aislándolos de los conflictos
reales de la vida, por el contrario posibilitándoles ver las dificultades desde su mirada y en
el caso de las parejas esta es la transformación.
En un segundo momento es importante aclarar que la vida mística no es una renuncia a la
realidad, tanto más espiritual más involucrado en la realidad, es así que los cónyuges
pueden, desde una experiencia de unión con Dios, vivir todos los retos que la vida
matrimonial tiene en lo cotidiano de la vida, con los hijos, en la economía familiar, con los
amigos.
Así mismo, cuando Jesús radicaliza su respuesta a los fariseos en Marcos 10,1-12,
explicándoles que desde los orígenes Dios quiso que hombre y mujer vivieran juntos para
siempre y que si Moisés admitió la posibilidad del divorcio fue por la fragilidad de los
hombres, lo que en el fondo interesa considerar es que si la pareja es transformada
totalmente en Dios podrá desde ese amor, amar la totalidad del otro y podrá superar las
divisiones que impiden un amor definitivo y permanente.
En este mismo sentido Gaudium et Spes reconoce que solo si la pareja encuentra en Dios su
centro, irá sobrellevando aquello que la aleja del deseo original de Dios que no consiste en
otra cosa que la santidad y en el reconocimiento de la pareja como salvación y que por
medio del amor que ambos se prodigan promueven la sociedad actual. (GS 47-48)
Este amor conyugal tiene tres componentes que hacen parte de la experiencia espiritual que
son, la relación de amor con Dios, la radicalización del amor por gracia y el amor personal
como unidad de toda la comunidad humana.83
83
Ranher Karl, el matrimonio como sacramento, Selecciones de Teología, V 7, Revista 25 Enero- Marzo,
1968
65
Ahora bien, este amor relacional de Dios indiscutiblemente lleva al otro porque la
experiencia que el hombre tiene de Dios se actualiza y recrea en la experiencia con el otro
en el amor ya que Dios es conocido a partir del mundo de los demás, pues la transcendencia
del amor de Dios puede ser conocida a través de los otros.84
El amor personal se manifiesta en el matrimonio como un hecho de orden salvífico
considerado como el único para el hombre histórico por la gracia la cual siempre santifica,
eleva y concede inmediatez de Dios con la unidad en el amor. Así el amor matrimonial, no
es individualista o egoísta, posee por su esencia y por la gracia unidad con la humanidad y
quiere la realización en el amor de la unidad del Reino de Dios.85
Ahora bien, lo anterior nos abre a otra perspectiva sobre la posibilidad de que el amor
conyugal sea amistad conyugal, Santa Teresa al compartir su significado acerca de la
oración dirá que: “No es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas
veces tratando a solas con quien sabemos nos ama"86
La anterior afirmación permite constatar que quienes oran son amigos, dialogan juntos y se
hace por lo general en soledad con quien se sabe nos ama. Es posible y arriesgado dar una
interpretación extensiva a esta apreciación, en este sentido el amor vivido como amistad
nos hace descubrir nuestra igualdad, identidad, fragilidad delante del otro y permite que
descubramos la necesidad del amor y el trato afectuoso propio de los amigos.
Muchas personas toman caminos o formas conflictivas como odiar, envidiar, generar
rivalidad o sentir resentimiento, pero a su vez con mayor fuerza se pueden tomar caminos
directivos esto es de amar con honestidad y responsabilidad a otra persona, Tal dilección es
una relación interpersonal que adquiere variadas formas entre ellas la amistad y forma el
núcleo de las relaciones dilectiva.87
84
Cf. Ibíd. Rahner Karl, el matrimonio como sacramento.
Cf. Ibíd.
86
Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, Cap. 8,5, 46
87
Cf. Vidal Marciano, El Matrimonio entre el ideal cristiano y la fragilidad humana, 143
85
66
La amistad conyugal incorpora un ingrediente nuevo al encuentro amoroso de la pareja al
transcenderlo esto es, lo pone en una escala mas alta de valoración ya que compartir y
repartir aquello que con mucha alegría es recreado en el dialogo amoroso que se da en
pareja reflejo de la amistad divina que tenemos con aquel que sabemos nos ama.
2.15
La comunidad de vida y amor conyugal en el matrimonio
La Comunidad de vida y amor se constituye de la intimidad, de la estabilidad, de la
conciencia de fragilidad, del compartir, de la entrega. La Iglesia reconoce que la pareja
requiere vivir en estas dimensiones su comunidad de vida centrada siempre en el amor de
Dios que implica en muchas ocasiones afrontar los fracasos o las adversidades y asimismo
regocijarse en la prosperidad. La comunidad de vida permite dialogar sobre los
sentimientos más profundos comprometerse, promoverse, permite mirar juntos hacia una
misma dirección.
Vivir en comunidad de vida y amor es estar constantemente en el movimiento de Cristo
comunicando su vida a través de la Palabra y dando vida mediante la entrega a la
comunidad, tiene por iniciativa la apertura al don de Cristo, está dada por un diálogo y una
respuesta, es el misterio de ser los dos una sola carne.
Existe una dinámica de amor en la comunidad que invita notablemente a la pareja a mirar a
los demás y relacionarse con ellos y lleva necesariamente a salir de la soledad a interesarme
por el otro, a dejar la manera narcisista, egocéntrica que lleva a idolatrar la totalidad de la
pareja y los acerca a las personas que los rodean y a quienes pueden servir.88
La comunidad de vida y amor esta orientada hacia el sentido que tiene en la pareja asumir
un mutuo compromiso; el punto de partida de un proyecto común de una vida compartida
conyugalmente en la que están llamadas a alcanzar un desarrollo personal: humano y
cristiano. La comunidad de amor conyugal puede ser expresada y realizada mediante el
encuentro sexual. Una comunidad llamada a ser fuente de vida abierta a la fecundidad.
88
Cf. Miranda, Espiritualidad, 61
67
Se ha dejado fuera una comprensión legalista acerca del sentido del matrimonio y del
reconocimiento de la procreación como un fin, Se hace necesario observar que es el amor
conyugal la verdadera fuente de la experiencia fecunda. Es muy importante el
reconocimiento de que tanto el varón como la mujer se pueden expresar a través de su
corporalidad a través de sus gestos y de todo el lenguaje de su sexualidad. 89 De tal manera
que el erotismo concede a las parejas dentro de la sexualidad la sensualidad, el placer y la
vida donada al otro, a su vez expresada en atenciones, detalles, caricias.
Por otra parte, el horizonte espiritual se abre también a partir de esta comunidad de vida y
amor porque dentro del encuentro amoroso con Dios se vive en una común unidad con él,
que desde la mística tiene unas expresiones de suma belleza a través del erotismo de la
corporalidad experimentado en la intimidad, el placer que se destaca en el desposorio, en
esa realidad nupcial que conforma el culmen de la unidad con Dios. La mística castellana
de San Juan de la Cruz y Teresa de Ávila nos presentan esta realidad espiritual.
Ya toda me entregué y di,
y de tal suerte he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó herida,
en los brazos del amor
mi alma quedó rendida;
y, cobrando nueva vida,
de tal manera he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.
Tiróme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
89
Cf. Pagola José Antonio, Originalidad del matrimonio cristiano en
http://mercaba.org/FICHAS/SACRAMENTOS/MATRIMONIO/ma_pagola.htm consultada el 21 de mayo de
2013.
68
Yo ya no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.90
Este poema de Santa Teresa de Jesús nos permite comprender tres dimensiones de la vida
común de la pareja y son el encuentro amoroso, el ansia de vivir en ese ser amado y
descubrir en todo este encuentro el sentido original de no querer otro amor distinto al que es
ofrecido por Dios. En la pareja este amor es esponsal manifestado al otro en gestos y
palabras que se abren a la vida. Los cónyuges desde la nupcialidad están llamados a
experimentar un encuentro amoroso que los deje profundamente unidos pero que exige la
dimensión unitaria de cada uno con Dios en el amor y desde ese amor poder experimentar
un amor que se ofrece abiertamente un sentido de común unidad al otro. La nueva vida
desde el amor de Dios en las parejas descubre la fragilidad humana, pero la sostiene y la
hace fuerte, no es intimismo, es interioridad hecha obras.
Por otra parte ya se ha mencionado el lenguaje personalista que los documentos de la
Iglesia han considerado a partir del Concilio Vaticano II y que al unirlo a la realidad de la
vida y amor conyugal es posible constituir un nosotros conyugal, realidad que se configura
por mutuas relaciones entre “yo” y “tú” que forman el par matrimonial.91
Esa unión conyugal a través de la comunidad de vida y amor permite que la vida interior
pueda ser objeto de un proceso constante de maduración espiritual que llevan no solamente
a la persona sino al matrimonio a sumergirse en la dinámica del don donde hay una
aceptación de las personas desde su sexualidad, la donación mutua y la diversidad como
riqueza en la pareja.
2.16
La fidelidad en la espiritualidad matrimonial
En el Antiguo Testamento la infidelidad consistía en la adoración de otros dioses diferentes
al verdadero y único Dios del pueblo de Israel, Yahve. El pueblo de Israel se mantuvo a lo
largo de la historia entre la infidelidad y la fidelidad a Dios, Dios se manifiesta en esta
90
91
Santa Teresa de Jesús,Poesías,1155
Vidal Marciano, El Matrimonio entre el ideal cristiano y la fragilidad humana, 122
69
realidad como un Dios que espera y ama, que acompaña en el camino de renovación y
cambio de su pueblo. Ejemplo de esta realidad la tenemos en los profetas y en el Cantar de
los Cantares.
Ahora bien, el evangelista Marcos en 10, 1-12 al revelar en el aprieto que los fariseos
quieren poner a Jesús presenta que el adulterio tanto del hombre como de la mujer destruye
totalmente la fidelidad de guardarse uno al otro para fortalecer esa comunidad de vida y
amor según la voluntad original de Dios expresada en el Génesis. Dios desea que la pareja
se mantenga unida en él.
Esta comprensión de la Sagrada Escritura expresa que la fidelidad matrimonial responde a
una realidad antropológica y a una respuesta divina, por cuanto el hombre debe con toda
fuerza buscar esa permanencia en la voluntad y amor de Dios que no es ajena a su
fragilidad, es decir, a la infidelidad que sobrevenga y que debilita el encuentro amoroso,
ante el cual Dios responde con benignidad y que en el caso de los cónyuges es determinante
al momento vivir la unidad querida por Dios.
Asociado a lo anterior, esta la mirada más existencial que normativa del asunto de la
indisolubilidad, que esta dado por la compañía de Dios en la fragilidad humana con
profundas repercusiones en la espiritualidad de los cónyuges, pues en cierta medida agobia
a la pareja que viendo que su matrimonio no puede continuar y que es más recomendable la
separación no puedan tener vida sacramental, por un precepto eclesial.
En este sentido, Silvio Botero propone en el tema de los divorciados vueltos a casar una
posible solución referente a la situación de indisolubilidad del matrimonio católico, que se
encuentra implícitamente vinculada a la fidelidad de la pareja y es hacer una distinción
entre la indisolubilidad teológica y la jurídica, reconociendo que la primera sostiene el
criterio que por vocación es indisoluble el matrimonio y así responde a la voluntad de Jesús
70
y la segunda propone que el magisterio eclesial genere posibles soluciones para el asunto de
los matrimonios destruidos.92
Por otra parte, desde la vida mística es importante considerar que, la experiencia del amor
vivida por los místicos pretende constantemente la unidad con Dios ser uno con él.
San Juan de la Cruz escribe que “lo que pretende Dios es hacernos dioses por participación,
siéndolo Él por naturaleza.” (Avisos 2,28). Si lo que pretende Dios es asociarnos
definitivamente a él por participación esto implicará estar atentos a su voluntad y
obedecerla y esto será lo que determine la fidelidad a Dios, que en el caso de los cónyuges
significara en Dios amar permanentemente a su pareja. Lo anterior es posible comprenderlo
a luz de la interpretación de la fidelidad conyugal como derivada de la vocación a la
Alianza desde el amor.
Juan Pablo II, en la Familiaris Consortio, hizo alusión expresa a la vocación al amor:
Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor.
Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe
en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la
capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto
la vocación fundamental e innata de todo ser humano (11).
Esta vocación al amor, estamos hechos para el amor, hace posible comprender la fidelidad
conyugal como un valor en el cual rompiendo los esquemas antiguos acerca de que sólo la
fidelidad era cuestión de las mujeres se pase a una comprensión en la que a los hombres y a
las mujeres les corresponden por igual tanto la fidelidad como la infidelidad.
Entonces, se sugiere ante esta realidad de igualdad que se haga una revisión de el contexto
cultural para comprender con mayor claridad la necesidad de hablar acerca de una fidelidad
creativa que tenga la capacidad de realizar multitud de obras por amor a la persona que se
ha entregado y es producto de la entrega y acogida mutua que entre ambos se produce, que
92
Cf. Botero Silvio, El problema de los “divorciados vueltos a casar” ¿ Una perspectiva nueva a la vista? en
Theologica Xaveriana, N° 159, 2006, 395- 424
71
lleva necesariamente a un camino de realización de la persona y no una simple elección de
cosas para provecho y satisfacción personal.93
93
Cf. Vidal, 224
72
CAPITULO III
LINEAS PASTORALES PARA LA VIVIENCIA DE LA ESPIRITUALIDAD
MATRIMONIAL
3.1 La pastoral de la vida sacramental
La pastoral matrimonial tiene una importante misión en la vida de la Iglesia, pero ésta se
haya en el núcleo mismo de la sacramentalidad y del apostolado que impregna a la iglesia,
por esto se evidencia que todo acompañamiento pastoral a las parejas de novios como a
quienes ya son cónyuges cumple una misión dentro de la sociedad y posibilita la formación
de valores cristianos para los miembros que harán parte de la sociedad.
La pastoral sacramental es parte del ser y del hacer eclesial y permiten reconocer el actuar,
las relaciones, las elaboraciones teológicas, y el crecer que permanentemente va teniendo la
Iglesia. Debido a esto se necesita una mirada contextualizada de la mediación que el
sacramento ejerce para que esta sea coherente, realista, aplicado para que busque siempre la
renovación de la vida personal, comunitaria y a su vez de la misma Iglesia. 94
Es importante realizar una ubicación de la pastoral sacramental que tenga presente la
realidad de la Palabra dentro del contexto social, económico, cultural de los pueblos, la
comunión, la caridad que nos permite asimilar el sentido propio y auténtico del sacramento,
esto requiere entrar en diálogo con la concepción doctrinal que la sustenta y con la
reflexión teológica que busca su renovación.95
La pastoral sacramental requiere ser renovada en su pedagogía, métodos, formas y a su vez
se requiere de un discernimiento entre lo que es permanente y secundario teniendo siempre
presente que su sentido es comunicar y hacer posible que el sentido se exprese y que los
contenidos tomen cuerpo y vida real.
Es muy importante tener en cuenta la situación humana, familiar y cultural de los creyentes,
de igual forma hay que considerar las interpretaciones que alrededor de los sacramentos
94
95
Cf. Borobio Dionisio, La pastoral de los sacramentos, Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca, 1996, 9
Cf. Ibíd. 10
73
desde la cultura propia de cada pueblo se puede hacer de estos, traducida en las
manifestaciones populares de la religiosidad.96
Los sacramentos han experimentado con los nuevos cambios sociales otras formas de ser
comprendidos o si se quiere, de acercarse a ellos. Sólo por poner un ejemplo, en el caso del
bautismo ya no solamente acuden a este sacramento los matrimonios que han tenido una
profunda experiencia de fe y quieren entregar a su recién nacido a la fe de la Iglesia en
presencia de la comunidad, sino que acuden a este sacramento madres solteras, parejas que
tienen unas convivencias de hecho etc.
Lo anterior, manifiesta de alguna forma nuevos retos que implican a su vez dinámicas
pastorales diferentes para acoger a estos creyentes. Esto nos hace comprender que los
sacramentos responden a situaciones vitales, culturales, religiosas que a su vez están
afectadas por sentimientos, afecciones que hacen que asumamos dentro del mundo
sacramental una serie de actitudes que tendrán repercusiones dentro de la vida de la Iglesia.
La Iglesia es presencia de Cristo y lo hace a través de la mediación de los sacramentos
enriquecida a través de la liturgia conformando así el signo visible entre la comunidad con
Dios y de los hombres con Jesús. La imagen sacramental de la Iglesia tiene que irse
adaptando a los cambios de la sociedad actual sin perder los núcleos fundamentales y de
esta manera dialogar con los nuevos procesos de evangelización.
3.2 La pastoral dentro del sacramento matrimonial
Hoy en día nos encontramos ante un cambio generacional del cual también son participes
las dinámicas matrimoniales, pues se ven inmersos dentro de los innovadores desafíos que
traen consigo las nuevas composiciones de la sociedad, el papel de los hijos dentro del
hogar, las nuevas posibilidades dadas a la mujer, los cambios estructurales de la familia a
nivel demográfico, político, religioso. Se requiere por parte de la Iglesia un diálogo mayor
para poder discernir entre estos y muchos cambios que se están produciendo, en ocasiones
de manera acelerada y que afectan positiva o negativamente el matrimonio.
96
Cf. Borobio Dionisio, La pastoral de los sacramentos, 10
74
Ante esta realidad, se experimenta un cambio que ha provocado un nuevo sistema de
relaciones prematrimoniales en el que predominan la espontaneidad y la libertad, el amor y
erotismo, el placer y el disfrute inmediato, la intimidad y la afectividad, la igualdad y
intercambiabilidad. Lo que ha producido un cambio en la importancia de esta institución.97
El matrimonio se encuentra profundamente interpelado por la novedad, es decir, las nuevas
concepciones acerca de la vida de noviazgo, las parejas que ya antes de casarse viven
juntas, lo vulnerable de la vida de pareja, la cultura de lo renovable, de lo intercambiable,
hacen que el sentido genuino de la fascinación y admiración por el otro así como el sentido
de la libertad y del compromiso pierdan su significado y sean reemplazados por estas
distorsiones del amor.98
Sin embargo, en muchas parejas persiste el deseo de unirse sacramentalmente a través del
matrimonio aún cuando su formación de fe es muy precaria, ocasionando que las parejas
busquen el sacramento sin tener la suficiente convicción de vivir una unión en el Señor a
través de la Iglesia, todo esto evidencia que a pesar de los profundos cambios de la
sociedad y de la secularización no se ha podido desnaturalizar, desvirtuar o erradicar la
institución matrimonial.
El acontecimiento del matrimonio no como un hecho concreto y limitado en el tiempo sino
como una vivencia que se prolonga tanto cuanto quiera la pareja, ha tenido que enfrentarse
a no tener que abandonar el “significante matrimonial”99 que puede explicarse como
aquella comprensión que tiene la pareja acerca de la corporeidad y la humanidad, el sexo y
el eros, pasión y amor, misterio de libertad y capacidad generativa, no obstante, que este
cambio se ha dado en la manera como las nuevas generaciones han anticipado al
matrimonio la vivencia de su sexualidad, de su capacidad generativa, en ocasiones dando
paso al libertinaje.
Ahora bien, a pesar de este panorama de profundas modificaciones en los significantes
matrimoniales se puede apreciar el "permanente experiencial" del cual las parejas no
97
Cf. Borobio, La pastoral de los sacramentos, 262
Cf. Ibíd. 264
99
Cf. Ibíd. 265
98
75
pueden escapar y es todo aquello que hace parte de una vivencia conyugal que contiene una
serie de elementos como la insatisfacción en la relación que motiva siempre a una
capacidad creativa en cuanto al diálogo y la sexualidad, el reconocimiento de que en ti hay
un misterio como lo hay en mí, a su vez deben estar sujetos tanto a la vida y la muerte,
abiertos a relaciones familiares que generan incertidumbre pero también esperanza, a su vez
el reconocimiento de la fragilidad, gozamos de salud y de enfermedad, de alegrías y de
tristezas.100
Por otra parte, es necesario tener presente los contenidos necesarios para la preparación al
sacramento del matrimonio, los cuales están en sintonía tanto con el Código de Derecho
Canónico, el Catecismo de la Iglesia y los rituales dispuestos para la vivencia de esta
experiencia sacramental. Esto hace posible que se tenga en cuenta la necesidad de la
formación en la pareja, con vísperas a la celebración comunitaria del sacramento, pues se
hace evidente la falta del sentido de unión con Dios que han perdido las parejas que desean
casarse, especialmente en estos últimos tiempos.
La pastoral matrimonial se sostiene desde la evangelización y debe tener como punto de
arranque el kerigma, o primer anuncio a partir de un encuentro personal y vivo con
Jesucristo, a través de la experiencia del Espíritu; el cambio radical de vida y el sentimiento
efectivo y afectivo de pertenecer a la Iglesia.101
Así mismo, se requiere una catequesis sobre la doctrina cristiana acerca del matrimonio y la
familia que pueda contener un fundamento creatural, esto es, volver a los orígenes divinos
Dios creador, fundamento y origen de la comunidad de vida y amor, desde la cristología
teniendo a Jesús como fundamento pascual, dentro de la alianza pascual, desde la
eclesiología a través del sentido comunitario de la celebración de este sacramento y desde
la pneumatología a través del vínculo de amor y unidad. 102
100
Cf. Ibíd. 265
Cf. Ibíd. 273
102
Cf. http://www.mscperu.org/liturgia/praenotanda/prenMatrimon.htm consultada el 10 de junio de 2013
101
76
3.3 Algunas pautas pastorales desde el magisterio eclesial
Familiaris Consortio propone algunas acciones pastorales en relación a la familia, dentro
de las cuales involucra el papel fundamental del matrimonio, de esta manera abren el
camino a la comprensión de realidades matrimoniales y familiares como las que pueden
vivir los inmigrantes, los presos, los obreros, y otros grupos humanos que tienen que
adaptarse y buscar ayuda de la Iglesia para orientar su vida de fe y sus hogares.
De igual manera, las familias ideológicamente diferentes, es decir, que al interior de ellas
pueden experimentar división a causa de variadas maneras de pensar también son tenidas
en cuenta haciendo un llamado a los diferentes agentes pastorales para que a través de un
acompañamiento serio les permitan a los diferentes integrantes de estas familias encontrar y
dar testimonio de su fe en Jesucristo.
Ahora bien, un asunto que es tenido en cuenta por este documento es el que tiene que ver
con el tema de aquellos matrimonios entre personas bautizadas y aquellas que no lo están o
que no comulgan con el rito católico, hay que tener en cuenta en el caso de los matrimonios
mixtos la necesidad de un acompañamiento pastoral que indique claramente la necesidad de
la educación en la fe de la Iglesia de los hijos y el fortalecimiento de los valores propios de
este sacramento, se resalta entonces la posibilidad de un diálogo entre el pastor católico y el
que no lo es, para que sea posible la vida de fe de los contrayentes.
Desde lo anterior, se evidencia que este documento pastoral da cuenta de las dificultades o
si se quiere de las variadas formas que presentan las familias de nuestro tiempo las cuales
requieren de una permanente renovación espiritual a través del acompañamiento que
puedan tener sobre ellas los diferentes integrantes y agentes pastorales de la Iglesia.
El documento del Pontificio Consejo para la Familia sobre la preparación del sacramento
del matrimonio inicia estableciendo un diagnóstico general del matrimonio y la familia que
revela como en estos tiempos las parejas que se encuentran de noviazgo tienen dudas acerca
77
de la unión matrimonial, pues tienen miedo de dar el paso a una consagración total y
definitiva que les implique una vida de fidelidad, responsabilidad y entrega por el otro.103
Al respecto podemos considerar que la decisión de celebrar el sacramento matrimonial no
se abstiene de cultivar los valores humanos necesarios para la justa realización de este
sacramento, conscientes del favor y la ayuda divina, además de la toma de conciencia que
sin estos valores la consideración del matrimonio sería algo superfluo e hipócrita.104
Resalta el Pontificio Consejo para la Familia la necesidad de una mejor preparación al
sacramento matrimonial, que pueda darse desde edades tempranas para fortalecer la familia
de forma que en el orden pastoral se fijen adecuadamente los criterios que brindarán los
elementos necesarios para una vida sacramental que no sólo sea de momentos concretos,
sino que por el contrario, implique existencialmente la vida de las parejas y así alimente el
valor providencial y privilegiado con el que cuentan todos aquellos que deciden unir sus
vidas delante de Dios, consagrando su realización personal pero también la realización
personal de su pareja en pro de una vida de santidad, de construcción de la familia cristiana
y del notable aporte a la sociedad que se regala a través de esta unión.
Es importante que se resalten dentro de la preparación del matrimonio los valores
fundamentales de la fe, que exista una adecuada formación acerca de las verdades de fe
para que se pueda fortalecer la maduración de la fe de quienes van a contraer el sacramento
del matrimonio105.
La Iglesia hace en favor de la familia y el matrimonio un bien a la sociedad en cuanto tal y
a todos los hombres. El matrimonio siendo novedad de vida acompañada por Cristo expresa
siempre la verdad del amor conyugal y es el anuncio de la más clara y auténtica exigencia
para el ser humano. Hombre y mujer que viven en comunión de vida y amor, se ayudan a
potenciar uno al otro en su dignidad humana de cónyuges persiguiendo el bien de los hijos
103
Pontificio Consejo para la familia, preparación al sacramento del matrimonio, n° 1, 13 mayo de 1996
Cf. Queiruga Torres Andrés, El matrimonio como sacramento, Selecciones de teología, Vol. 46, Revista
182 abril-junio, 2007
105
Cf. Miranda, Espiritualidad Matrimonial y Familiar, 49
104
78
y el de la misma sociedad y de esta manera se convierten en promotores de la vida bajo la
responsabilidad de todos. (PCF Preparación al sacramento del matrimonio n° 5)
Es fundamental dentro de la vivencia del sacramento su respectiva preparación que tiene
como consecuencia la convicción del pacto conyugal el cual ha sido primero asumido y
luego elevado por el señor Jesucristo, ayudado con la fuerza del Espíritu Santo, a ser ese
sacramento de la nueva alianza. Para el Pontificio Consejo es claro que el amor de los
cónyuges es igual al amor oblacional de Cristo como esposo de la Iglesia. Cuando han sido
hechos a imagen y participes de ese amor se alaba al Señor y se santifica la unión conyugal
y la familia.
El sacramento hace posible la vida en el corazón de la nueva alianza, es decir en el misterio
Pascual. Cristo como esposo concede la verdadera fuente de todas las energías, los
matrimonios y las familias cristianas. Con él nunca se sentirán abandonadas y aisladas de
toda la experiencia de comunión, de amor, de esperanza, que provienen únicamente de él y
que se comparte y se obsequia a toda la humanidad.
Para los cristianos el matrimonio, que tiene su origen en Dios creador, implica además una
verdadera vocación a un estado y vida de gracia particulares. Para llevar a su madurez esta
vocación, se requiere una preparación adecuada y especial, un camino de fe y amor
específico, ya que dicha vocación se otorga a la pareja para bien de la Iglesia y de la
sociedad, con todo el significado y la fuerza de un compromiso público, hecho ante Dios y
ante la sociedad, que va más allá de los límites individuales. (GS 24)
Ahora bien el tiempo del noviazgo está considerado como un momento de descubrimiento
recíproco, en el cual se experimenta una profundización en la fe, vivida desde la
experiencia de fe, que promueve todas las dimensiones humanas y estructura el obrar de las
parejas desde el amor en el hogar, el trabajo y esto contribuye a la espiritualidad personal e
interpersonal. Esta etapa se puede ver afectada por el mal uso de su corporalidad con la
pornografía y de otras vivencias humanas como la falta de compromiso social que no
favorece la maduración de un amor esponsal. Para que exista una auténtica profundización
79
en la fe de los novios debe existir una formación anterior, la vivencia de este tiempo
permitirá establecer el futuro de los cónyuges y de la familia.106
Por otra parte, se requiere la ayuda de las familias y de toda la comunidad eclesial para que
los novios puedan crecer en la fe y apoyados en la oración puedan ir descubriendo los
diferentes dones dados a través del sacramento y así poder reconocer que el compromiso
inicial no es algo superfluo, o pasajero sino que por el contrario, es constituyente de toda la
realidad matrimonial que con posterioridad se va a celebrar y vivir durante toda la vida. No
podemos olvidar que la liturgia por medio de los diferentes documentos y aplicaciones
pastorales pretende el reconocimiento de la vida matrimonial de las parejas, contribuyendo
a su historia personal y comunitaria. (PCF Preparación al sacramento del matrimonio 12)
La riqueza del matrimonio adquiere un decisivo relieve desde el período del noviazgo, de
ahí que se requiera una solidez particular en la formación y maduración de la fe en esta
etapa, así como la evaluación de los programas, políticas, planes entre otros que se
organizan para la formación en la fe de los novios que favorecerán un clima humano
adecuado para la preparación de las parejas al sacramento matrimonial y ante todo el
servicio y la ayuda a los demás. (PCF 18)
Ahora bien, la familia tiene como fundamento, el matrimonio que derrama sobre la
sociedad además de los valores religiosos, abundantes bienes y valores que aseguran la
solidaridad, el respeto, la justicia y el perdón en las relaciones personales y colectivas
aumenta la esperanza de la sociedad para que sea reconocida en su identidad y aceptada en
su naturaleza y así de esta manera configura el corazón de la civilización del amor.
Dentro de este documento de singular importancia para la preparación matrimonial tenemos
que observar algunas etapas que no se encuentran debidamente clasificadas pero que
constituyen los núcleos esenciales de la preparación al sacramento matrimonial. Así las
cosas, se tiene la preparación remota, próxima e inmediata. Etapas a través de las cuales la
pareja va encontrando el verdadero y auténtico sentido que tiene la consagración del amor
delante de Dios.
106
Cf. Caffarel Henri, Sobre el amor y la gracia, Ed. Euramerica, Madrid, 36
80
La preparación remota se halla vinculada a la atención constante en la formación de valores
humanos y cristianos dentro de la familia, es decir, se estima el valor humano, el
fortalecimiento de la autoestima, la formación del carácter, el dominio propio y el manejo
de las relaciones interpersonales como tiempo para formar en valores entre ellos el de la
castidad que no es propiamente castración o anulación de la vida sexual, sino por el
contrario, el descubrimiento y valoración de nuestros sentimientos y de nuestro cuerpo. Es
la vivencia del amor auténtico, capaz de darse así mismo sin importar las consecuencias de
esa decisión que nos dispone a una entrega en la verdad. (PCF 22)
El estilo de vida de los cristianos dando testimonio en sus hogares es una forma de
evangelización, es la base para la preparación remota. La meta consiste en que se les
presente una misión educativa a los propios padres, ya que ellos son los primeros en dar
testimonio para formar a los hijos en el crecimiento de la fe y la esperanza y la caridad así
como ayudarles a que cada uno encuentre su vocación. Los padres son los principales
educadores de sus hijos así como de buscar ayudas oportunas y adecuadas para la
educación de los mismos.
La preparación próxima está ubicada en el tiempo del noviazgo. Y busca verificar las
relaciones interpersonales, los valores propios de una relación de amistad y diálogo que
deben existir en la pareja es una oportunidad para profundizar en la fe de la Iglesia
preocupándose por el desarrollo integral del ser humano, ésta etapa se caracteriza por la
escucha de la Palabra acompañada por el magisterio de la Iglesia y al ser una etapa juvenil
se promueve a través de ella la búsqueda de la maduración de la persona para que se
integre, no sólo a su pareja sino a la comunidad de la cual van a formar parte.
Este es un tiempo privilegiado para la formación en una paternidad responsable, en la
sexualidad responsable después del matrimonio, se les permite apreciar que la elección es
libre, voluntaria que se debe hacer siempre y cuando haya un acompañamiento espiritual y
una maduración en la fe.107 Ahora bien, Las dificultades de las parejas están o pasan por lo
107
Cf. Azpitarte López Eduardo SI, Amor, sexualidad y matrimonio, Ed. San Benito, Buenos Aires, 2004,
102
81
humano, la desintegración, la falta de comunicación, la falta de cariño, síntoma no solo de
falta de maduración en la fe y de crecimiento humano, por esto se hace importante parejas
valoradas desde la riqueza de lo humano y a partir de allí abiertas a la vivencia espiritual.
Esta etapa hace mucho énfasis en el sentido que el matrimonio va adquiriendo desde la
juventud, comprometiendo a los novios a una vida comunitaria, a la vivencia sacramental
de la reconciliación y la eucaristía, a su vez se insiste en el sentido del perdón, de la
comprensión. Con esto se ayuda a descubrir el profundo amor de Dios al hombre que ha
regalado a través de la familia, de la vida conyugal.
También se insiste mucho en el valor de la oración, en el amor efectivo de Cristo por su
Iglesia que es el mismo que debe acompañar a la pareja de novios. La efectividad de un
amor que se hace entrega por los demás, que tiene su más plena manifestación en la familia
como el centro y lugar de todas las decisiones y que permite la consolidación de lazos de
unidad y de fortaleza entre los novios.
La etapa próxima acentúa el tema de las relaciones prematrimoniales y el gran papel que
juega el consentimiento a la hora de unirse plenamente como pareja en el matrimonio, se
les propone un camino de formación que les ayuda a escapar de cualquier forma de pecado
y prepararlos como pareja delante de Cristo quien ennoblece el noviazgo de la vida
conyugal, en esta dimensión adquiere significado la castidad para ayudar en un proceso de
crecimiento del amor.108
El amor cristiano es elevado por Cristo y allí se encuentra la medida, pues los novios deben
ir creciendo en la conciencia de la donación, del respeto mutuo y de la renuncia propia para
que de esta manera se produzca una entrega recíproca que comprende a su vez el
intercambio de dones espirituales y un apoyo moral en el crecimiento de la responsabilidad
a un amor que exige ser duradero e irrevocable. Por lo anterior, la indisolubilidad sólo
puede enmarcar el acontecimiento mismo de la fidelidad y de la entrega total por el otro.
108
Cf. Ibíd. 91
82
La espiritualidad esponsal está relacionada profundamente con el acontecimiento del
noviazgo ya que es allí, donde la pareja encuentra su verdadera realización y el verdadero
cuidado especial y protección que se debe dar a cada uno de los cónyuges, al fortalecerse a
través del sacramento de la eucaristía y de la reconciliación. Se hace necesario entonces la
formación de la mente y el corazón de quienes se unen para vivir como novios, pues son
muchas las propuestas y las desviaciones que en algunos sectores de la sociedad se derivan
en torno a la persona.
El cónyuge capaz de alimentar el enamoramiento, agradará al ser amado, no tanto
manteniendo el cuerpo en buen estado, sino cultivando todas las formas de belleza que hay
en él: el trato, la forma de expresarse, el desarrollo de sus habilidades y capacidades, y
también la capacidad de renuncia por el bien del otro.109
El reconocimiento de la humanidad frágil con la que contamos, nos abre a la necesidad de
vivir en lo sencillo a Dios, es un impacto profundo, que las parejas pueden vivir como
comunidad de amor alabando su presencia, en los momentos claves como la enfermedad, la
perdida de un ser querido, las presiones económicas, la desobediencia de los hijos, la
muerte, la infidelidad.
Es importante potenciar en la pareja la necesidad de una vida de fe que permita el
reconocimiento de la necesidad de Dios en medio de la familia y la sociedad ayudándole a
discernir aspectos de la sexualidad traducida en el lenguaje corporal, la riqueza de la
seducción y el erotismo. Al respecto de se puede señalar la profunda necesidad de la
comunidad conyugal que alimente la vida de la pareja desde su sexualidad, siendo parte
fundamental el simbolismo conyugal de la entrega mutua que sea de manera personal y de
apertura a enriquecer el cuerpo de cada uno, valorando toda capacidad de amor, donación y
fecundidad. 110
109
Fernández Víctor Manuel, Espiritualidad de la vida matrimonial, en http://www.sanpablo.com.ar/vidapastoral/?seccion=articulos&id=106 consultada el 3 de Agosto de 2013
110
López Azpitarte, 91
83
La etapa inmediata dentro del sacramento matrimonial hace referencia concretamente, al
acontecimiento mismo de la unión conyugal es decir, la pareja se abre en este período a una
madurez cristiana y espiritual que le va a permitir desarrollar una pastoral matrimonial,
esto es, experimentar la fortaleza de una vida totalmente donada a los otros, acompañada
por el Espíritu Santo.
De la misma manera, se enfatiza que este tiempo está destinado a la formación doctrinal,
litúrgica, espiritual de quienes se acercan cada vez con mayor seguridad a una vivencia
matrimonial y se reserva un puesto particular para la oración en familia. Se persigue
entonces a través de esto que se conozca la misión en la Iglesia de quienes se consagran
matrimonialmente, esto a través de diferentes movimientos familiares que busquen el
cultivo de una espiritualidad conyugal y familiar y la manera o el modo en que la familia
pueda cumplir sus deberes propios y aquellos que tienen con la Iglesia y la sociedad.
(PCF 50-57)
Así las cosas, es de anotar que los dos documentos a los que se ha hecho referencia tienen
como sustento el Concilio Vaticano II, a partir de este se da paso a una pastoral que le
permite a la vida familiar y matrimonial ser orientada desde la etapa del noviazgo
constituyendo así todo un camino de evangelización sobre el querer de Dios en la pareja
humana.
3.4 Peligros para la vivencia de la espiritualidad matrimonial
El sacramento matrimonial puede verse expuesto a una serie de peligros que afectan
directamente la vivencia del matrimonio y que a su vez lastiman la espiritualidad de las
parejas ya que les impide disfrutar en plenitud de su experiencia de fe y los sumerge en un
camino de desesperanza, ruptura, conflicto que lo único que deja en el corazón es el
recuerdo de un pasado que parece mejor que el presente que se esta viviendo.
En el Antiguo Testamento cuando se relata la salida del pueblo de Israel hacia la tierra
prometida, el autor bíblico presenta que ante las dificultades el pueblo anhelaba regresar a
las seguridades del pasado. Tal circunstancia vivida por el pueblo de Dios se hace ahora
84
evidente si la traemos a la vida de las parejas unidas a través del sacramento del
matrimonio, pues el consentimiento dado como fundamento para la unidad matrimonial de
los fines y bienes del matrimonio parecen desvanecerse ante las dificultades cotidianas de
la vida en pareja que en muchos casos llegan a convertirse en verdaderos obstáculos para la
vida personal de cada uno de los cónyuges ocasionando que muchos de ellos anhelen volver
a su pasado, al mejor momento de su soltería donde nada les incomodaba y podían construir
un mundo a su antojo.
Es posible considerar una serie de elementos que en la vida práctica de las parejas pueden
generar la ruptura, la división y en consecuencia el deseo de alejarse definitivamente de
aquellas personas con las cuales quisieron formar un proyecto de vida en común, entre
estos encontramos111:

Administración. Cuando hay una mala administración de los ingresos y los gastos
familiares, sin presupuesto ni control, que originen un endeudamiento o derroche
excesivo para la familia.

Amistades. Cuando se fomentan malsanas amistades del otros sexo, incumpliendo el
compromiso de fidelidad voluntariamente aceptado al casarse.

Cambios. Cuando piensan y dicen que, es el otro el que debe cambiar.

Comunicación. Falta de comunicación entre ellos, para comentar los posibles
problemas, y estar al corriente de las actividades de cada uno y de la vida que les rodea.

Dejadez. Cuando empieza una continua dejadez física y mental, engordando
desmesuradamente, descuidando la imagen en las ropas, en el orden de la casa, pasando
ampliamente de lo que ocurre a su alrededor, que esté relacionado con su persona.

Dinero. Cuando tienen economías separadas, ocultas, sin informar de los gastos e
ingresos personales y viviendo un ritmo de vida económica, superior a las que debería
llevar como familia.

Gastos. Excesivo gastos en atenciones personales en el vestir, embellecerse, alternar
con amigos, compra de caprichos, juegos, etc.
111
http://www.es.catholic.net/psicologoscatolicos/348/556/articulo.php?id=48130 consultada el 4 de julio de
2013
85

Hijos. Obsesión por tener hijos cuando médicamente han demostrado el grave riesgo,
debido a la edad, situación física o de salud. Achancando a la otra persona, su mala
voluntad o imposibilidad de tener hijos.

Impedimentos. Cuando se impide a la otra persona o a la pareja, que fomente su
crecimiento personal en materia religiosa, profesional o social

Maltratos. Cuando se maltrata o abusa con palabras, hechos, emociones o físicamente, a
la pareja o familia, para dominarla y subyugarla.

Matrimonios interraciales, interculturales o intersociales. Cuando no quieren dejar de
realizar las costumbres que dañan o enfrían, las relaciones matrimoniales y no existe un
deseo de acoplarse uno al otro, dejando a un lado las costumbres que no sumen al
matrimonio.

Noviazgo. No cumplir con los objetivos y promesas que pactaron en el noviazgo.

Obsesiones. Cuando existe una obsesión por llegar a posiciones económicas o sociales
inalcanzables, y continuamente se le achaca a la otra persona que, por su culpa, no
llegan a alcanzarlas.

Tiempo. Cuando el marido o la esposa, pasan mucho tiempo fuera de la casa, alejados
de sus obligaciones familiares, dedicándose a otras actividades no prioritarias como:
Asistir a reuniones religiosas, salir frecuentemente con amigos, practicar deportes que
le lleven mucho tiempo, visitas a la familia, abandonando la propia, etc.

Ultima alternativa. Se casaron únicamente por egoísmo mutuo o individual, por deseos
de compañía o por egoísmo personal. El amor mutuo y la entrega incondicional,
quedaron en segundo lugar.

Vida en común. Cuando alguno de los dos, o los dos, hacen su propia vida
independiente, sin importarle la vida que realiza su pareja. Solamente regresan a la casa,
para comer, dormir y poco más.

Yo. Cuando el Yo es superior al Tu o al Nosotros y las acciones que toman los esposos
están presididas por el que Yo soy antes que nada. Primero Yo, es egoísmo puro y
egocentrismo, incompatible con el Tu, que es amor, entrega y sacrificio.
86
Todo lo anterior hace eco de aquello que el Concilio Vaticano II ha expresado acerca de
algunas problemáticas que pueden surgir en los matrimonios a partir de diferentes
circunstancias entre ellas asuntos de índole religioso, político, social que se ponen de
manifiesto en actitudes de egoísmo, de hedonismo y prácticas ilícitas de la generación de
los hijos, asociadas a los profundos cambios de la sociedad moderna y perturbaciones en la
familia.
El Documento Familiaris Consortio expone lo siguiente a propósito de las luces y sombras
del matrimonio y la familia:
"la situación en que se halla la familia presenta aspectos positivos y aspectos negativos: si
no, los unos, de la salvación de Cristo operando en el mundo; si no, los otros, el rechazo que
el hombre opone al amor de Dios" (FC 6)
Los signos negativos que se pueden presentar al interior de los matrimonios son aquellos
que conllevan el rechazo que el hombre opone al amor de Dios y que indican una
degradación de algunos valores fundamentales referidos al origen de la vida, como a los
medios que hacen posible su desarrollo y al espíritu que hace esa vida más humana.
Tanto el matrimonio como la familia encuentran amenazado el origen de la vida en
prácticas rechazadas por el Concilio como es el caso del aborto. A su vez el tema de la
esterilización denunciados en el documento de Puebla. En la relación misma de los esposos
vemos una equivocada concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges
entre sí, que los llevaba a romper relaciones sanas en el hogar y a enfriar el ambiente de las
familias hasta destruirlas.112
Así mismo, ambigüedades en la relación de autoridad entre padres e hijos, haciéndolos
inseguros e indecisos en la toma de sus decisiones y en el ejercicio de su conducta,
asociado a esto las dificultades concretas que con frecuencia experimenta la familia para la
transmisión de valores humanos, psicológicos espirituales que abren fallas en la formación
de la personalidad integral de los hijos.
112
Miranda José Miguel, 193-194
87
Uno de los peligros que también pueden presentarse a nivel familiar y matrimonial es el
que surge con ocasión de la rivalidad entre la distinción sexual, es decir, el marcado
machismo que persiste en muchas sociedades y que ha ocasionado que la distinción sexual
se convierta en un elemento de dominación o de exclusión para las mujeres.
El antagonismo que se ha presentado entre el varón y la mujer, entre los esposos, de
persistir conduciría a la destrucción del hombre mismo, terminar con la diferenciación entre
superior e inferior, una de las claves que puede romper tal situación es la vivencia del amor
que iguala a los amantes y supera los antagonismos que se pudieran presentar.113
Ya en Mt 19,3-10 se resalta que desde los orígenes nunca hubo un antagonismo entre el
hombre y la mujer, por el contrario, existe una complementariedad donde predomina la
presencia divina que hace posible un proyecto de vida en común que alimente la esperanza
de cada uno de los cónyuges desasiendo de esta manera cualquier tipo de individualismo,
hedonismo que pudiera atentar contra la comunidad divina que es la fuente de toda
comunidad humana.114
Otro de los peligros es el relacionado con el tema de la fidelidad, valor que no está muy de
moda en las sociedades actuales, las instituciones que en otro tiempo generaban estabilidad
y favorecían compromisos definitivos experimentan una mayor fragilidad, más que
mantener el orden establecido en el respeto a lo tradicional se está en una constante
búsqueda por lo novedoso, lo inédito. Se puede decir que se aprecia más lo novedoso, todo
aquello que cambia, pero no la estabilidad y la permanencia.
Para muchos la ruptura de una relación ya no constituye un abandono o una traición
condenable sino por el contrario, es la garantía de tener la fortaleza de romper con lo de
antes que se presenta como una carga dura e impuesta. Pasa a un segundo término el
compromiso pasado, la palabra dada, la seguridad de haber hecho lo correcto, de caminar
en la misma dirección con la otra persona.115
113
Botero José Silvio, La conciencia de pareja, Ed. San Pablo, Bogotá, 2006, 19
Ibíd. 33
115
López Azpitarte, 117
114
88
La fidelidad constituye una tarea específica, consecuencia del amor verdadero que es veraz,
maduro y libre quiere ser perpetuada en el tiempo y propone para los cónyuges la
posibilidad de ir superando los obstáculos que pudieran impedir que dicho valor pueda
permanecer en el tiempo. En otras palabras es cómo mantener el deseo apasionado por la
continuidad pero no en un afán de conservadurismo o por el miedo al porvenir, a aquello
que vendrá, sino porque se experimenta la seducción de una persona y de un compromiso
por el que vale la pena vivir e inclusive arriesgar la propia vida. La decisión de amar es la
que puede dar como fruto la vivencia de la fidelidad que buscara proteger a la pareja frente
al desgaste del tiempo y frente a la fragilidad de todo proyecto humano.116
Para ser fiel hay que tener fe en la capacidad del ser humano para acoger con
responsabilidad la vida de amor con su cónyuge. Es asumir el riesgo por creer en la fuerza
moral de poderlo desarrollar, y ante todo tener claro que se desea ser dueño y actor de las
propias decisiones y darle un sentido unificador a la existencia y que le brinde una
identidad.
Es necesario dentro de una sana espiritualidad matrimonial mantener la tensión constante
hacia Dios, es decir, que a pesar de las dificultades presentadas en la vivencia del
sacramento, se siga encontrando ese espacio único renovador de la existencia que es el
diálogo abierto, claro y amoroso con Dios que posibilite la apertura a nuevas obras que sean
fecundas no solamente para la pareja sino para toda la sociedad. Esto hace que las parejas
no pierdan el horizonte al cual está dirigida la plenitud de la vida sujeta a la novedad y
creatividad, pues es claro, que el matrimonio está orientado de forma soteriológica, en cada
uno de los cónyuges. De esta manera cada uno de ellos tiene el compromiso con el otro de
salvarse mutuamente.
No desfallecer ante las pruebas, puede constituirse en uno de los más grandes retos de la
pareja ante el peligro que traen los obstáculos de la vida conyugal, ya sea por factores
económicos, personales, sociales etc. el descubrir en su compañero de vida un lugar, una
roca fuerte, hace posible tener herramientas para sobrellevar la gran aventura que
116
Ibíd. 118
89
constituye una comunidad de vida conyugal que tiene día tras día que debatirse contra
nuevas formas cada vez más desnaturalizadas de concepción sacramental, queriendo con
esto expresar el constante secularismo al que se ven expuestas las parejas en estos tiempos
y que no es posible resistir porque los fundamentos desde la fe, desde el diálogo íntimo con
Dios son muy escasos o inexistentes en algunas ocasiones. Se hace importante en esta
dimensión el trabajo personal y luego en pareja, que se llevara durante toda la vida.
3.5 Posibilidades de acción pastoral desde las categorías de amor conyugal,
comunidad de vida y fidelidad matrimonial.
El amor a Dios es el gran mandamiento acogiendo al prójimo más próximo que es el
cónyuge. El documento de Puebla considera como uno de los “rostros del amor humano”
la amistad conyugal, siguiendo la línea trazada desde la creación de la pareja humana. Con
razón enseña el Concilio Vaticano II que "los cónyuges saben que son cooperadores del
amor de Dios creador y sus intérpretes".117
El padre Henri Caffarel fundador de los Equipos de Nuestra Señora, desde su experiencia y
ante la necesidad de una espiritualidad para las parejas que respondiera a una consagración
mayor a partir del sacramento ofrece a través de una vida consagrada desde el amor
conyugal la posibilidad de integrar el amor conyugal y la oración para alcanzar una vida
auténticamente en el Espíritu.
Unido a lo anterior se halla la experiencia espiritual de la vida matrimonial vivida desde la
mística que ofrece a las tres categorías del Concilio Vaticano II un camino pastoral que
abrirá posibilidades a los matrimonios en el desarrollo de su encuentro personal y
comunitario con Cristo.
Ahora bien, Gaudium et Spes expresa lo siguiente acerca del amor humano, concretamente
del amor de pareja: “Este amor por ser eminentemente humano, ya que va de persona a
persona con el afecto de la voluntad, abarca el bien de toda la persona, y, por tanto, es
117
Cf. Botero José Silvio, La conciencia de pareja, 34
90
capaz de enriquecer con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y el espíritu.”
(GS 49)
Tal dimensión del amor comprende la integralidad del ser humano que es totalmente
profunda y sensible en la vida espiritual y que es necesario trabajar toda la vida, por cuanto
en las etapas del encuentro íntimo con Dios cuando se llega a la unión total en él no hay
una separación entre el cuerpo y el espíritu, sino por el contrario, el cuerpo experimenta el
gozo del espíritu, esto lo hayamos en las experiencias espirituales de santos como Juan de
la Cruz, Teresa de Jesús, Santa Catalina de Siena entre otros.
Así las cosas, es claro que el amor entregado a otra persona como amor al prójimo y
concretamente a través de la pareja puede ser considerado como un acto primario del amor
a Dios, por lo que es necesario considerar que el amor a Dios es un amor al prójimo y en
esta medida amar a Dios está en conexión directa con el amor al prójimo.118
El amor conyugal es un don y a su vez una decisión, expresión de un amor amigo a partir
del cual podemos descubrir la necesidad de una comunidad de vida matrimonial que han
experimentado muchos místicos a lo largo de varios siglos y que tiene como principio
fundamental el acontecimiento mismo de una comunidad divina trinitaria que habita al
interior del ser humano.
La fidelidad conyugal es la consecuencia de la vivencia del amor por medio de la
comunidad de vida conyugal, la fidelidad vale precisamente por el riesgo que supone, no
porque no nace de una absoluta seguridad que impide el miedo y la incertidumbre. Es un
desafío y esto hace que sea posible un compromiso, la persona fiel se arriesga porque desea
ofrecer algo que merece la pena. El compromiso nunca será una conquista definitiva,
requiere del esfuerzo y ser probado en el tiempo.119
El encuentro con Dios dinamiza profundamente las posibilidades pastorales que a la luz del
amor conyugal, la comunidad de vida y la fidelidad matrimonial pueden tener las parejas de
118
119
Botero José Silvio, La pareja humana, entre cielo y tierra, Ed. San Pablo, Bogotá, 2004,19
López Azpitarte, 119
91
novios o casados para alimentar y vivir su experiencia de fe. De esta manera, es posible
construir un itinerario pastoral que comience con un constante reconocimiento del ser
divino en cada uno de los cónyuges para que éste pueda ser reflejado en la vida de pareja y
a su vez sea fuente de vida para las sociedades actuales.
Es necesario tener en el camino de una pastoral matrimonial:
3.5.1 Conocimiento propio
Teresa de Jesús propone un camino en la oración meditativa que es posibilidad para el
hombre de hoy en el encuentro íntimo con Dios y que a su vez proporciona a las parejas un
camino de plenitud espiritual constituida a partir de la humildad y del reconocimiento de
nuestra fragilidad delante de Dios.
“Y, aunque esto del conocimiento propio jamás se ha de dejar, ni hay alma en este camino
tan gigante, que no haya menester muchas veces tornar a ser niño y a mamar (y esto jamás
se olvide, quizá lo diré más veces, porque importa mucho), porque no hay estado de oración
tan subido, que muchas veces no sea necesario tornar al principio; y en esto de los pecados
y conocimiento propio es el pan con que todos los manjares se han de comer, por delicados
que sean, en este camino de oración, y sin este pan no se podrían sustentar…”120
Resulta fundamental para la vida de pareja que cada uno de los cónyuges tenga un
conocimiento propio, que no se alcanza en eventos puntuales sino que constituye todo un
proceso de vida que tiene un comienzo en el que el reconocimiento de lo que somos es el
punto de partida para un camino espiritual que es el primer episodio de una pastoral
espiritual para la vida matrimonial.
Teresa une las dos realidades: conocerse y conocer a Dios, de tal manera que el
conocimiento propio puede ahondarse en la medida en que ahondamos en Dios y en Cristo,
donde el hombre descubre su identidad. Por eso hay que conocerse al mismo tiempo que se
busca a Dios dentro de sí.
120
Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, Cap. 13,15, 77
92
En el camino de la oración meditativa o contemplativa es considerado como un paso
fundamental el reconocimiento de lo que somos delante de Dios, por eso resulta tan
esencial como una de las pautas pastorales dentro de la vida sacramental del matrimonio,
que cada uno de los cónyuges descubra su propia identidad delante de Dios. Por lo general
muchas de las pastorales ofrecidas a las parejas matrimoniales giran en torno a la vida
cotidiana de cada una de ellas aspecto que resulta necesario, más no primordial en el hecho
mismo de la vida conyugal. Recuperar la originalidad de lo que somos, saber que hemos
sido creados por Dios y que nuestra llamada es personal pero a la vez comunitaria hace que
de una manera procesual podamos ir encontrando en nuestra vida el horizonte de plenitud
interior que necesitamos.
Este reconocimiento personal no es parte de un proceso psicológico exhaustivo en el que yo
busco determinar cuáles son mis fallas o mis posibilidades personales o como cónyuge en
mi relación marital, sino que por el contrario hace parte de la búsqueda interior que todo
hombre tiene de encuentro con Dios y que solamente es posible a partir del reconocimiento
de que todo lo que hacemos viene desde Dios y a Dios tenemos que volver. Por eso Santa
Teresa expresa lo siguiente: " Mucho se contenta Nuestro Señor de que nos conozcamos y
procuremos siempre mirar y remirar nuestra pobreza y miseria, y que no tenemos nada que
no lo recibamos"121
Los pasos místicos de Santa Teresa de Jesús hacen que el hombre se encuentre y descubra a
si mismo, de ahí que su camino oracional se haga un camino profundamente humanizador.
Es importante ver que incluso los aspectos más característicos de la vida cristiana, como el
amor al prójimo, el desacimiento en la humildad, son solamente posibles desde el
conocimiento de la propia persona, esto implica, por tanto, que todo en la existencia
depende de este factor, de manera que una relación auténticamente humana con el mundo,
con los demás, dependerá del grado de conocimiento propio e interioridad alcanzados.122
121
Santa Teresa de Jesús, Moradas VI,5,6,
Cf. http://psicologiaymistica.wordpress.com/2009/06/06/conocimiento-de-si-en-la-experiencia-mistica-desanta-teresa-de-jesus/ consultada el 14 de julio de 2013.
122
93
Piedra angular en la formación de la pareja humana, del camino sacramental y de oración lo
constituye ese conocimiento propio que brinda o mejor aún abona terreno para la vivencia
cotidiana del sacramento matrimonial expresión de ese encuentro amoroso con Dios el cual
jamás podemos perder y nutre profundamente la vida de los creyentes. Los efectos del
conocimiento propio que la pareja recibe como beneficio de esa búsqueda espiritual son la
libertad, humildad, verdad de sí, y reconocimiento del otro y el auto cuidado.
3.5.2 Oración individual y en pareja
La comprensión de la oración, de lo que ella es y significa para el ser humano la tenemos
en la vida de Santa Teresa de Jesús quien la describe de esta manera "Que no es otra cosa
oración mental -a mi parecer -, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a
solas con quien sabemos nos ama." (V 8.5)
El Concilio Vaticano II en la Sacrosanctum Concilium tiene claro que todo cristiano está
llamado a orar por el bien común, no obstante debe tener una oración íntima con su Padre
Dios y debe hacerlo sin tregua conduciendo al hombre a una vida de mortificación,
entendida ésta como la vida de ascesis que implicaba una vida sencilla, de abstinencia no
propiamente de alimento sino de costumbres que no están conforme a la voluntad de Dios.
El Catecismo de la Iglesia motiva profundamente a los fieles a una oración que debe ser
diaria complementada con la liturgia de las Horas, la eucaristía dominical, tenemos desde
allí tres maneras de oración como son la vocal, meditativa y contemplativa que tienen como
fundamento el silencio amoroso con Dios que nos une a Cristo y permite participar a todos
en el misterio de la salvación.
La oración es un don de la gracia y una respuesta decidida de nuestra parte. Supone siempre
un esfuerzo de alguna manera se ora como se vive, porque se vive como se ora. Por lo que
se hace vital perseverar en el camino de oración para sostenerse a pesar de la tentación de
querer ser como Dios o de alejarse de él.
El elemento esencial dentro de la vivencia matrimonial es la oración tanto personal como
en pareja es un momento privilegiado para el reconocimiento de nuestra realidad delante de
94
Dios, es decir, para tomar conciencia de lo que somos delante de Dios de nuestra fragilidad,
pobreza, pero a su vez de la notable búsqueda y ansiedad que siente nuestra alma por Él.
3.5.3 Seguimiento de Jesús en pareja
El discipulado matrimonial tiene una puesta en escena muy interesante y es la de ser Iglesia
domestica siempre en proceso de evangelización primero internamente y luego lo hará en el
exterior por medio del testimonio ofrecido a los otros. El seguimiento de Jesús desde el
matrimonio se da en lo concreto de la vida y se hace efectivo en estas realidades de
discipulado: afecto, satisfacción sexual, comunicación abierta, amistad creativa, apoyo
financiero, atractivo del cónyuge, honestidad y franqueza, administración del hogar, tiempo
de calidad en el hogar, honor y admiración.
La persona de Jesús hace que el ser humano creyente oriente su vida a Dios Padre y este
atento a su Palabra y procure escucharla y ponerla en práctica, Jesús llama, convoca al
hombre, porque sí el hombre ha buscado a Dios, ha sido él quien a tomado la iniciativa. En
otras palabras como lo expresa José María Castillo:
“Jesús invita al hombre a salir de sí mismo, olvidarse de sí mismo, para abrirse totalmente
al destino que le marca el propio Jesús. El centro de atención en la realización de la
perfección del propio sujeto, sino el servicio al hombre, la solidaridad con los que sufren, la
apertura a los demás.”123
Cada uno de los cónyuges puede abrirse al seguimiento de Jesús a partir de una salida de sí,
rompiendo con el individualismo y descubriendo que esta vocación al matrimonio
comprende abrirse a la comunidad humana.
Los casados deben ser signo de la presencia de Dios. Los cristianos que se comprometen en
matrimonio lo hacen para ser signo viviente de esa realidad de Dios. De un amor que
permanentemente perdona, que se compromete confiando en el otro. El Evangelio pide a
los cristianos casados que sean signo del amor de Dios, que aprendan a perdonar, ayudar,
exigir sin que esto traiga consigo la pérdida de la personalidad.
123
Castillo José María, El seguimiento de Jesús, 68
95
Manteniendo una confianza absoluta en Dios, siendo él garante máximo de esa aventura
que es la vida de pareja. Se requiere entonces esfuerzo, dedicación tener la capacidad para
arrepentirse y también para volver a comenzar, por qué es claro que no se llega al amor sin
pasar por la cruz haciéndose necesario superar las tentaciones, las dificultades, teniendo
siempre la mirada puesta en Dios y en la asistencia de su obra sobre la pareja.
Seguir a Jesús no es sólo imitarle, seguir a Jesús significa ante todo, asumir su comunión
ilimitada en el destino del Maestro, no temer nunca ni la privación y ni el sufrimiento.
Asumir todo su destino y que tal destino hace parte de una decisión fundamental de Dios
por el hombre, de un trabajo incondicional para que el hombre esté bien.124 Objetivo que se
alcanza solamente siendo solidario con los desgraciados de la tierra, teniendo la capacidad
de morir difamado para salvar y liberar a todos los marginados y a los oprimidos del mundo
y que mejor manera de hacerlo que completando el proyecto de Dios a través de la pareja.
La comunidad de vida conyugal permite el seguimiento de Cristo, alimentando el amor y lo
hace en la medida que se reconoce a Cristo en la otra persona. Progresivamente se ha
caminado a través del conocimiento propio, de la oración en pareja y ahora el reto de los
cónyuges es afrontar con radicalidad el seguimiento de Cristo que implica no sólo imitación
sino por el contrario la adhesión fundamental a su proyecto de vida y el deseo de servir a la
comunidad humana a través de una pareja que se ama en el Señor.
Es importante comprender que el principal discipulado en Cristo se vive al interior de la
pareja a la que se le pueden sugerir algunas pautas para vivir ese seguimiento cristiano en la
convivencia diaria renovando sus votos de amor. Aquí algunas claves o consejos:
No poner la esperanza en el cambio de su cónyuge sino en la confianza de Dios.
No enfocarse en las faltas e imperfecciones del cónyuge, enfocarse en cambiar el propio
carácter y suplir las necesidades de tu cónyuge,
No hacer de su cónyuge un ídolo creyendo que es capaz de brindarle paz y bienestar,
124
Castillo José María, El seguimiento de Jesús, 70
96
No pedirle a Dios que cambie su cónyuge, pídele que renueve tu corazón y te permita ver
como esta obrando él en la vida de tu cónyuge.
No comentar con otros los aspectos negativos de tu matrimonio, es importante buscar
consejo apropiado y seguirlos diligentemente.
3.5.4 Vida sacramental de los cónyuges
Los documentos del Magisterio de la Iglesia que brindan orientaciones sacramentales
acerca del matrimonio, así como el Código de Derecho Canónico plantean la necesidad
constante de que la pareja tenga una profunda vida sacramental rica en el reconocimiento
del vínculo con lo sagrado, y en la oportunidad de vivir como Iglesia en el sentir de una
misma fe. Desde la experiencia espiritual que han vivido los místicos, es necesario plantear
una profundización acerca de la realidad simbólica que para las parejas resulta fundamental
en la vida eucarística y la confesión.
La profundización acerca de la realidad simbólica tiene como presupuesto la apertura del
hombre a Dios a través del lenguaje de la fe:
“El hombre sólo es capaz de salir de sí a partir de un descentramiento que únicamente el Tú
absoluto es capaz de originar. La invocación como lenguaje de la fe en cuanto relación con
el misterio es la condición de posibilidad de la acción como lenguaje de la fe en cuanto
compromiso. En esta última, por su parte, es la garantía de la autenticidad de la primera”125
Es de vital importancia que la manifestación del hombre expresada a través de una
invocación, da la apertura del misterio y a su vez es presupuesto para la acción que lleva al
compromiso. Esto trae consigo de forma determinante que el hombre religioso habla de
Dios a los demás, anuncia a Dios, lo proclama y en este ejercicio halla el horizonte de su
existencia porque intenta expresar el deseo infinito de Dios.
Para que la vida sacramental de la pareja pueda ser enriquecida desde la espiritualidad se
requiere de una experiencia del encuentro, de la imagen permanente de Dios que sale al
encuentro amoroso del hombre. Es vital el acontecimiento de los sacramentos,
125
Velazco Juan Martin, El encuentro con Dios, Ed. Caparrós, Madrid, 2007, 286
97
comprenderlos como parte esencial de la vida, como el aire para respirar. Celebrarlos desde
la alegría de la vida, disfrutando de la comunidad eclesial y practicarlo en lo cotidiano, en
el trabajo, en el hogar, en la sexualidad, con los amigos etc.
El lenguaje religioso y sacramental, lleva a modificar la praxis humana. Induce a la
conversión. Apela a la apertura y a una acogida consecuente en la vida. La recuperación de
la riqueza religiosa contenida en el universo simbólico y sacramental que pueblan nuestra
vida cotidiana es un esfuerzo por recuperarla, los sacramentos no son propiedad privada de
la sagrada jerarquía, son constitutivos de la vida humana. El sacramento significa, esa
realidad del mundo que, sin dejar el mundo, habla de otro mundo, el mundo humano de las
vivencias profundas, de los valores incuestionables y del sentido plenificador de la vida.126
Los sacramentos son profundamente experienciales, es por esto que las parejas pueden
contemplar todo a partir de Dios, todo el mundo es un gran sacramento; cada cosa, cada
suceso histórico, se destacan como sacramentos de Dios y de su divina voluntad, el hombre
es el mayor sacramento de Dios, de su inteligencia, de su amor y de su misterio. Jesús es el
sacramento vivo de Dios.127
En la vida contemplativa que los cónyuges puedan llevar favorecida por el amor conyugal y
la comunidad de vida que ambos forman, los sacramentos no son requisito sin el cual no se
pueda tener un encuentro permanente con Dios, sino que se convierten en el vehículo, el
instrumento, a través del cual se vive y se expresa la dinámica de un encuentro cargado de
matices y oportunidades que enriquecen el amor mutuo.
La vivencia sacramental dentro de la vida de santidad que se refleja en el caso de los
místicos no sólo de lengua castellana, tiene un papel fundamental ya que les permite vivir
como comunidad el acontecimiento de la fe pero a su vez encontrar en ella una de las
manifestaciones de Dios por medio de la cual él quiere amar y servir a los hombres. En el
caso de la eucaristía tenemos el coloquio divino, la conversación con Aquel que está
siempre con nosotros y en la reconciliación el místico no encuentra un precepto, una norma
126
127
Cf. Boff Leonardo, Los sacramentos de la vida, Ed. Sal Terrae, España 2004, 34
Cf. Ibíd. 55
98
sino la misericordia de un Padre que quiere acogerlo en sus brazos. Tal realidad salvífica en
la pareja constituirá la apertura que ambos deben tener al reconocimiento de que se salvan
mutuamente a través de la vida de oración, de la convivencia y de la entrega que hagan a
los demás.
3.5.5 Acción cristiana conyugal
Se debe dar importancia a salir del intimismo de la vida de pareja para abrirse a una
comunidad humana que en los tiempos actuales reclaman fervientemente la presencia de los
matrimonios y las familias, es por esto que se hace necesario como una de las líneas de
apostolado desde la experiencia espiritual que los cónyuges desde la experiencia de
seguimiento de Cristo y la interiorización de la vida sacramental puedan despertar a una
acción cristiana que con su testimonio manifieste el amor de Dios a los hombres y postule
en una sociedad secularizada una propuesta ética familiar distinta a la planteada por la
sociedad civil.
El magisterio de la Iglesia a través del Concilio Vaticano II, así como los diferentes
documentos eclesiales producidos en América Latina destacan no sólo la realidad del
hombre que necesita a Dios, sino también como Dios se hace presente en la realidad de los
menos favorecidos. La modernidad con sus múltiples cambios, con el ingreso de la
industria a la mentalidad mundial ha provocado movimientos en las estructuras nucleares
no sólo de las familias sino también de las grandes y pequeñas sociedades de los países
latinoamericanos, con repercusiones en la manera de vivir la fe y de tener experiencias
comunitarias significativas para la vida espiritual, ya que los cambios económicos y
sociales distraen progresivamente al hombre de su interioridad y de la verdad fundamental
que como creyente se encuentra en Dios.
Los matrimonios, frente a este contexto social, político, cultural ofrecido por los tiempos
actuales deben primero prepararse y luego lanzarse a un camino apostólico que le de
sentido a una sociedad que distrae los valores fundamentales acerca del amor y la
solidaridad. Por esto es tan interesante el tiempo de noviazgo que no solo abre el camino
99
para conocerse uno al otro sino que a su vez es la puerta de entrada a un proyecto de
transformación de la vida comunitaria.
Familiaris Consortio al referirse acerca de la participación en el desarrollo de la sociedad
abre el panorama a las familias para que puedan desplegar su compromiso pastoral en favor
de los otros y de ellos mismos a través del ejercicio responsable de los derechos y deberes
que les competen en cuanto a la dimensión social en la cual deben actuar como agentes de
cambio.
Los matrimonios y la misma familia constituidas como las pequeñas “Iglesias domesticas”
tienen en palabras del Concilio Vaticano II una triple función “sacerdotes, profetas y
reyes”:
En cuanto esa función sacerdotal participando el sacerdocio común de los fieles están
llamados a un culto espiritual para gloria de Dios y salvación de los hombres teniendo una
vida diaria de comunión amorosa conyugal, paterno filial y fraternal superando las
dificultades, gozando los triunfos y todo ofreciéndolo al Padre por medio de Jesucristo a
través de la celebración eucarística. (LG 34)
Por medio de la función profética los matrimonios y las familias trasmiten la Palabra de
Dios. (LG 35) Esta función se cumple en todos los padres con sus hijos ya que son los
encargados de su educación predicando la fe por la palabra y dando testimonio de ella, de
esta manera la familia tiene su propia y más exacta pedagogía de la fe a través de hechos
concretos y vivos de amor enseñados por el Evangelio.
La función real permitía a la familia colaborar eficazmente en la extensión del Reino de
Dios difundiendo el Evangelio. El matrimonio tiene un cinturón puesto muy importante en
la evangelización del mundo contemporáneo podemos decir que la gracia del sacramento
del matrimonio contagia la vida familiar y se repliega por toda la red de relaciones humanas
y sociales para vivir auténticamente según el designio de Dios.128
128
Miranda José Miguel, 209
100
En la vida espiritual de los cónyuges para que se logre una acción cristiana que busque
alcanzar la voluntad de Dios es necesario como lo hemos visto, sentir al otro como aquel a
quien puedo servir y amar porque es el mismo Cristo. Es por esto que Teresa de Jesús
explica a sus hermanas y en general a todos los creyentes las obras que quiere el Señor:
“Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes dar
algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene
algún dolor, te duela a ti; y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma, no tanto por
ella, como porque sabes que tu Señor quiere aquello. Esta es la verdadera unión con su
voluntad, y que si vieres loar mucho a una persona te alegres más mucho que si te loasen a
ti. Esto, a la verdad, fácil es, que si hay humildad, antes tendrá pena de verse loar.”129
Así las cosas, el prójimo o mi hermano será en un primer momento mi cónyuge a quien le
podemos aplicar todo el contenido de este texto teresiano, pero en un segundo momento lo
serán todos aquellos que rodean a la pareja conocidos o aún desconocidos a quienes se les
pueda prestar un servicio y amar en Cristo permanentemente.
Esta dimensión enriquece profundamente la intención de la pastoral matrimonial de querer
ante todo servir a una sociedad en constante cambio y a su vez nutre profundamente el
deseo de los documentos de la Iglesia latinoamericana por tener un compromiso verdadero
con los más necesitados, con todos los rostros de pobreza presentados por Aparecida y a su
vez sembrar en todas las familias del continente el deseo de hacer la voluntad de Dios a
partir de la ayuda a los otros pero siempre bajo el lente indiscutible de la humildad cristiana
con la cual Jesús se caracterizó hasta el extremo de la cruz.
3.5.6 Discernimiento espiritual de los cónyuges
El discernimiento espiritual tan necesario en la vida personal es el que nos permite acoger
la voluntad de Dios, acercarnos con paso firme al camino del Padre teniendo en cuenta que
todo se hace a través de la vida interior que surge de un corazón abierto al amor de Dios.
129
Santa Teresa de Jesús, Obras Completas, Moradas, VM 3, 11, 876
101
De esta manera se resalta que “la vocación más profunda del cristiano es dejarse habitar por
Cristo”130.
El camino de Dios, su voluntad sólo pueden ser apreciadas auténticamente a través de una
vida en el espíritu que constituye una vida nueva que hace necesario un compromiso ético y
moral dirigido hacia la santidad que no consistirá en otra cosa que en una vida de caridad.
La espiritualidad ausente del carácter unitario de la fe y de la vivencia histórica como
aspecto clave dentro de la vida cristiana ocasionan una moral y una espiritualidad legalistas,
pietistas, individualistas, racionalistas que nunca tendrán como centro el seguimiento
histórico de Jesús, a partir de este presupuesto es posible distinguir que seguir a Cristo es el
fundamento esencial y original de la moral cristiana.131
El discernimiento cristiano puede expresarse como el proceso de una búsqueda creativa y
libre de la voluntad de Dios, de parte del creyente en lo que es su historia personal y social,
como todo proceso persigue hallar y ejecutar esa voluntad que se enmarca dentro del
seguimiento histórico de Jesús según el espíritu.132
La decisión ética está fundamentada en un discernimiento que compone la estructura ética
del sujeto y se ubica dentro del ámbito de la opción fundamental. Siempre se tendrá
presente que el discernimiento ético se hace sólo sobre los medios que conducen al fin. No
se discierne el fin sino que se interroga sobre los medios que conducen a ese fin.133
La acción moral necesita de un discernimiento cristiano que consiste en un proceso de
búsqueda creativa y libre del querer de Dios, de su voluntad por parte del creyente en su
historia personal y social. Esto nos hace pensar que la caridad en el marco del discernir la
voluntad de Dios requiere una serie de mediaciones organizadas que permitan, si se puede
llamar así, una efectiva caridad, esto es, que realmente se llegue a los lugares más olvidados
de manera apropiada y testimoniando a Dios mismo.
130
Mifsud Tony, Una Fe Comprometida con la Vida – espiritualidad y ética hoy, San Pablo, Santiago de
Chile, 2002, 55.
131
Novoa Carlos S J, Una perspectiva latinoamericana de la teología moral. Ed. PUJ, Bogotá, 2009, 95
132
Cf. Ibíd. 101
133
Cf. Ibíd. 102
102
Por todo lo anterior es claro que los cónyuges están profundamente implicados en la
necesidad de un discernimiento espiritual que les permita acoger de manera personal y
comunitaria la voluntad de Dios que se ha manifestado en el seguimiento histórico de Jesús
a través del Espíritu, el cual hace posible una praxis espiritual real e histórica que tendrá
como consecuencia la responsabilidad, el cuidado y bienestar del otro.
Es posible que los cónyuges a través de un discernimiento espiritual profundo que no los
saca de su realidad cotidiana los hace conscientes de su responsabilidad en la historia
tengan presente las profundas implicaciones que tiene su unión en el Señor y en
consecuencia tendrán que proteger, abonar, propiciar, potenciar el desarrollo de un amor
conyugal en Dios.
Lo anterior lo podemos ver expresado en guardar el amor mutuo que se traduce en
alimentar, nutrir cada día la fidelidad en el proyecto de Dios que ha querido sobre la pareja
a través del diálogo, la relación y la conversión permitiéndole así a cada cónyuge
encontrarse con su realidad existencial más original que es su unidad con Dios.
De igual manera, ese amor debe ser revelado y puesto al servicio de la Iglesia y de la
sociedad manifestado en una fidelidad vivida no sólo de forma privada sino pública
conduciendo al servicio y a la dedicación por el proyecto del Reino de Dios hecho vida en
el matrimonio.134
En el mismo sentido, comunicar el amor vivido, contemplado en la intimidad de pareja que
se ha unido a Dios, destacando la necesidad de la oración personal y conyugal que a su vez
sea signo educativo de valores religiosos para los hijos y de esta manera difundir el amor de
Dios a todas las personas que beben de la fuente de una experiencia matrimonial real,
profética y comprometida con Jesús.
A partir de lo reflexionado dentro del discernimiento espiritual la vivencia de la sexualidad
matrimonial como cristianos nos lleva a la capacidad de llevar la sexualidad a dimensiones
positivas y a su significado en la realización personal. Esto hace que la castidad
134
Cf. G Campanini en http://www.mercaba.org/DicTM/TM_matrimonio.htm consultada el 15 de julio de
2013
103
matrimonial no sea asociada de manera análoga a la continencia sino que se enmarca dentro
de un gesto sexual que busca el enriquecimiento de la vida de pareja.
De esta manera es posible encontrar una adecuada praxis moral con la que podamos servir a
todos “Hará con humildad lo que le es posible y, con humildad confiará el resto al Señor.
Quien gobierna el mundo es Dios no nosotros.”135 Solo desde la oración lograremos ser
conscientes que no es por nuestro esfuerzo, que es muy limitado, como daremos
cumplimiento a la referencia hecha por Mt 25, en la que se nos confronta acerca de la ayuda
al necesitado, de vestir al desnudo, de dar de comer al hambriento, de visitar al preso etc.
Se nos manifiesta la responsabilidad de construir el Reino de Dios desde el amor; son
múltiples las experiencias de amor y compromiso cristiano que pudiéramos mencionar,
pero lo que considero clave es la certidumbre de la acción del Espíritu en nuestro mundo
que se debate entre la creencia o increencia a Dios Padre.
135
Benedicto XVI, Deus caritas est, 35
104
CONCLUSIÓN
El Concilio Vaticano II brinda elementos para la reflexión sacramental desde un horizonte
antropológico que enfatiza lo humano, integrando la humanidad a la divinidad y resaltando
el papel cristiano en la historia humana. No obstante, que la renovación eclesial se ha hecho
evidente a lo largo de los años, es notoria la resistencia a la evolución en ciertos temas entre
ellos lo concerniente a la sexualidad y a una implicación mas real de la vida espiritual de
los creyentes en el mundo.
En el estudio realizado se aprecia una tendencia magisterial a igualar el amor de Dios por la
Iglesia con el que debe tener un esposo a su esposa, postura bastante compleja, pues pone el
amor conyugal en un lugar muy elevado, alejado de la fragilidad humana ya que la amistad
conyugal surge de la limitación humana y la enriquece, mientras que de parte Dios las
condiciones siempre estarán dadas para el amor, porque es el amor mismo. En este sentido
se hace clara la desproporción porque el hombre tiene que afirmar su respuesta al amor
todos los días, es un sí ratificado a cada momento que se va concretando día a día.
Para las parejas de hoy, casarse en el Señor no debe significar cargar con un precepto moral
o la presión social, si no el anhelo de realización humana con otra persona a quien se ama y
con quien se comparte la vida en Dios. La pareja al unirse en matrimonio tiene la tarea de
salvarse mutuamente en la vida cotidiana en hechos concretos de los cuales poco o nada
precisa el magisterio.
El sacramento del matrimonio debe ser ante todo un acontecimiento y no un hecho que esta
fijado en el tiempo y en un espacio determinado, es decir, esta llamado a ser una vivencia
actualizada del amor primero que se materializa en palabras y obras, que hace de toda la
vida de pareja un acontecimiento sagrado, aun lo mas insignificante estaría siendo
consagrado como don de Dios. Todo esto ofrece a las parejas tener siempre viva la
capacidad de asombro por su cónyuge.
105
Aunque la sexualidad es mencionada transversalmente en esta investigación, hay una
limitante al momento de abordar el tema puesto que el magisterio mantiene una postura
institucional, sostenida por preceptos que desconocen las realidades de las parejas en la
actualidad. Se percibe un distanciamiento respecto al placer y al erotismo, son mirados con
recelo puesto que siempre el matrimonio en este sentido ha puntualizado que
la
procreación es uno de sus fines desplazando totalmente la satisfacción sexual vivida
castamente en el matrimonio.
Con el fin de intentar acercar el placer y el erotismo a la vida de pareja se ha encontrado en
la espiritualidad, en la experiencia mística, un camino equilibrado que no esta fijado
únicamente para el hombre que se aparta en soledad a encontrarse con su creador, sino que
se asocia a cualquier experiencia sacramental, incluido el matrimonio. Los aportes que
señala el magisterio eclesial a partir del Concilio respecto a la espiritualidad de las parejas
casadas es muy limitado se ciñe a la eucaristía, la oración y a la reconciliación pero hace de
ellos momentos que no tienen un sentido de totalidad como sí es permitido por la mística.
Es muy probable que resulte un despropósito asociar la vida mística a la vida de cónyuges,
mas cuando muchos desconocen que el camino de los hombres debe ser el de una vida
plenamente espiritual, que no es espiritualismo. En esta medida se aprecia que las
alternativas facilitadas por Iglesia para vivir la espiritualidad son muy escasas y ajenas a la
realidad económica, social y cultural de los pueblos. Los místicos son hombres de un
profundo realismo que viven dolores, fracasos, decepciones están ubicados en tiempos y
espacios concretos.
Ahora bien, la pastoral familiar se dedica a realizar diagnósticos de los cambios sociales,
muestra las repercusiones sobre la familia que lucha por mantener el hogar unido a pesar de
las factores visibles que la atacan, como la falta de dialogo, la economía, el manejo del
hogar, la educación de los hijos etc. Pero se queda muy corta al proponer soluciones a estas
dificultades que no se previenen de raíz.
106
En el mismo sentido, Resolver los problemas matrimoniales no es ponerlos en una
reflexión elevada sosteniendo que Dios los acoge desde su infinito amor y son parte de la
glorificación y participación del misterio de Cristo, es presentar que a la base de esa
problemática se requiere un acompañamiento matrimonial que oriente la adecuada toma de
decisiones, el reconocimiento del limite humano y sus fallas y a su vez la capacidad de
amor al otro que lo sostiene.
Las parejas actuales necesitan no solo celebrar un sacramento en un día y hora señalados,
sino gozar de esa unión en el Señor toda la vida, tal gozo ha de superar el conflicto y el sin
sentido que en medio de la crisis hace visibles las sombras y los miedos que detienen e
inmovilizan para amar. Aprender a vivir con originalidad, esto es, acogiendo con amor mi
oscuridad y la oscuridad del otro. Festejando que no hay otro acontecimiento matrimonial
como el propio y así procurar vivir en esperanza las luchas diarias de la vida.
Es posible afirmar que el recorrido hecho a lo largo de esta investigación permite sostener
que:
La amistad conyugal es un amor vivido con toda la libertad e involucra la totalidad de la
persona con ella hay complicidad, cercanía, comunicación abierta y profunda, se honra al
otro, se protege al cónyuge, se disfruta de la presencia, hay alegría y asombro, se da la
reciprocidad y el afecto sin medida.
La comunidad de vida y amor, da a la pareja responsabilidad social, construcción de valores
cristianos, compasión por el otro, ofrece auxilio a los otros, saca de los cónyuges el
egoísmo, el interés propio. Propone proyectos, lanza a cada cónyuge al testimonio y lo
defiende del peligro del ensimismarse o aislarse.
La fidelidad es consecuencia de la amistad conyugal, y aporta creatividad a la relación, en
cuanto no es vivida como una regla sino como la posibilidad de libertad en el amor, hace de
la pareja un lugar estable, da refugio en la soledad, preserva la intimidad de ambos,
despliega la dignidad de la sexualidad vivida desde el erotismo, la seducción, el placer.
107
Finalmente, se destaca la falta de una pastoral de la espiritualidad matrimonial que
responda a las verdaderas necesidades de las parejas, pues se ha querido generalizar los
programas pastorales sin tener presente la realidad concreta de cada hogar, se requiere un
acompañamiento que se detenga, en el conocimiento propio, en la oración de pareja, en el
discipulado de pareja, esto es, en el seguimiento cristiano matrimonial, en la acción
cristiana conyugal, en otras palabras, en las obras que den testimonio de Cristo desde el
hogar y que fortalezca el discernimiento espiritual de los cónyuges.
Un programa pastoral que haga seguimiento a estas dimensiones permitirá la renovación
constante del matrimonio y favorecerá que cada pareja sea solida desde la conciencia de ser
frágil, necesitada de Dios y a su vez responsable cada día del amor que es una decisión y no
un sentimiento superfluo, y que por lo tanto debe protegerlo, cuidarlo y cuando en un
momento de madurez humana y espiritual se da cuenta que es imposible ese amor porque
nunca debió ser, alejarse y comenzar de nuevo.
108
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