Queridos hermanos y hermanas: 1. Como Obispo Auxiliar

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Queridos hermanos y hermanas: 1. Como Obispo Auxiliar de Managua y Secretario General de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, deseo darles una cordial bienvenida a este centro de cultura nicaragüense, nuestro Teatro Nacional "Rubén Darío", para vivir juntos una noche de luz y de música, de arte, de danza y alegría, en el que podremos disfrutar de una pequeña muestra de la rica cultura de las distintas regiones que conforman nuestra patria Nicaragua. 2. Este acto cultural desea ser un momento de fiesta en ocasión de la celebración del Primer Centenario de la fundación canónica de la Provincia Eclesiástica de Nicaragua de parte de S.S. el Papa San Pío X y que estaremos conmemorando solemnemente mañana 2 de diciembre. La Provincia Eclesiástica de Nicaragua nació de la antigua y venerable diócesis de León, cuna del catolicismo y de los inicios de la fe en Nicaragua desde los tiempos de la colonia española. De aquella única diócesis, que abarcaba todo el país y que era sufragánea de la arquidiócesis de Guatemala, nació la Provincia Eclesiástica de Nicaragua, con el objetivo de poder acompañar pastoralmente con mayor eficacia al pueblo de Dios. La Provincia eclesiástica creada en 1913 estaba integrada por cuatro circunscripciones eclesiásticas: la Arquidiócesis de Managua, con un obispo auxiliar en Matagalpa; la diócesis de León; la diócesis de Granada y el Vicariato Apostólico de Bluefields. 3. Los festejos de este centenario nos recuerdan, en primer lugar, que la historia de la fe y la presencia de la Iglesia Católica en el país es mucho más antigua que la Provincia Eclesiástica y se remontan a los primeros años de la colonia española, cuando «el Evangelio llegó a nuestras tierras en medio de un dramático y desigual encuentro de pueblos y culturas» (Aparecida, 4). Sin embargo, entre luces y sombras, desde la primera evangelización la fe cristiana, arraigó fuerte, sólida en nuestra tierra nicaragüense penetrando corazones y estructuras sociales y manifestándose en modo peculiar a través del amor al Santísimo Sacramento, la fidelidad y el cariño a los pastores de la Iglesia y el tierno amor a María Santísima, «La Purísima», contemplada en el misterio de su 2 Inmaculada Concepción. 4. En 1913 la creación de la Provincia Eclesiástica, con la erección canónica de la arquidiócesis de Managua y de cuatro diócesis, significó un paso importante en nuestra Iglesia que había crecido en número, pero también en compromiso evangelizador. Es esta situación de madurez eclesial y de nuevos retos pastorales, que al mismo tiempo exigía una nueva organización, la que llevó al Papa San Pío X a crear la Provincia Eclesiástica. La Iglesia de Nicaragua en 1913, hace cien años, experimentó en su propia historia la verdad del dicho evangélico de Jesús: «A vino nuevo, odres nuevos». El vino nuevo de la santidad y de la misión exigía odres nuevos que le ayudaran a crecer y expandirse aún más. 5. A lo largo de estos cien años han nacido otras diócesis: Matagalpa, que cumplirá 90 años de ser diócesis el año próximo, Estelí, Jinotega, y Chontales. El Evangelio ha continuado fecundando el camino de la Iglesia de Nicaragua, no sólo haciendo surgir nuevas iglesias locales, sino produciendo frutos de santidad en su seno: laicos y laicas ardorosos en su fe y comprometidos en dar testimonio de Cristo en medio de la sociedad, un pueblo admirablemente creyente; comunidades religiosas comprometidos en primera línea en territorios de misión, sacerdotes sacrificados y generosos; obispos sabios, evangélicos y cercanos al pueblo. 6. La historia de la Iglesia de Nicaragua en estos cien años es la historia de una Iglesia comprometida en acompañar desde la fe las distintas circunstancias sociales, económicas y políticas por las que ha pasado nuestro país. La Iglesia ha sido luz discreta pero llena de la eficacia del Evangelio de Cristo, forjadora de paz y promotora del diálogo, sembradora de esperanza, valiente, profética, con una espontánea opción preferencial por los más pobres y excluidos de la sociedad. Ciertamente no han faltado entre nosotros ni la sombra del pecado ni la tentación del temor ni el deseo de instalarnos, pero no nos ha abandonado la luz y la fuerza del Espíritu del Señor para caminar con fidelidad, sabiendo –como diría San Pablo– que cuando hemos sido débiles, hemos sido fuertes, pues en nosotros ha actuado la fuerza de Cristo (cf. 2Cor 12). La historia de estos cien años como Provincia Eclesiástica es la historia de la fidelidad amorosa de Cristo Esposo hacia nuestra Iglesia su Esposa. Él ha sido nuestra luz, nuestra fuerza y nuestra esperanza. Por eso, parafraseando a 3 San Pablo, podríamos decir en relación con los festejos del centenario: «No nos celebramos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor». ¡Ay de nosotros si nos estuviéramos autocelebrando! No seríamos ya la comunidad continuadora de la obra de quien vino no a ser servido, sino a servir y a dar la vida por todos (cf. Mc 10,45). 7. Al llegar a cien años como Provincia Eclesiástica vemos hacia delante. Como Iglesia no tenemos sólo un pasado glorioso que agradecer al Señor, sino un gran futuro por construir. Al agradecer al Señor que nos ha concedido «perseverar con él en las pruebas» (Lc 22,28), como dice el Evangelio, le pedimos ver son sus ojos, compartir su punto de vista, participar en su modo de ver (Lumen Fidei, 18), para insertarnos en la realidad de nuestra patria como una comunidad de discípulos y discípulas de Jesús, comunidad servidora en el nombre del Evangelio, en actitud de misión permanente y de conversión pastoral, llena de espíritu profético, fermento de paz y fuente de esperanza para todos. 8. Queremos ser una Iglesia como la sueña y nos invita a construirla nuestro hermano el Papa Francisco en el n. 49 de su reciente Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium que leo literalmente: «No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer! » (Mc 6,37). 9. Le pedimos al Señor la gracia ser una Iglesia fiel al evangelio, discípula y misionera, «la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas», una «iglesia madre de corazón abierto» como la describe el papa Francisco la Evangelii Gaudium, una Iglesia «engalanada como una novia ataviada para su esposo» (Ap 21,2), que refleja la misma belleza y santidad de Cristo. La belleza y el arte de esta noche quieren ser precisamente también eso: reflejo de esa única belleza digna de ser amada en sí misma porque es eterna, la belleza de Cristo. La belleza que 4 como Iglesia de Nicaragua queremos ir alcanzado siempre. 10. Deseo dar la más calurosa bienvenida en nombre de la Conferencia Episcopal de Nicaragua y de toda la Iglesia Católica de nuestro país a su Eminencia el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, Arzobispo de Santo Domingo y Primado de América, que nos visita como enviado especial del Santo Padre Francisco y ha aceptado gustosamente presidirnos la Eucaristía Solemne mañana 2 de diciembre. ¡Bienvenido Eminencia! Lo saludamos con un cariñoso aplauso. Igualmente saludamos con mucho cariño al Señor Nuncio Apostólico, S.E. Mons. Fortunatus Nwachucwu, que comparte con nuestra Iglesia estos días de alegría y de fiesta. 11. Al mismo tiempo acogemos con cariño y damos la bienvenida a los hermanos obispos de Centro América, que con su presencia en Nicaragua estos días, muestran que a la raíz de la colegialidad episcopal y de la hermandad entre las distintas iglesias de la región hay una fe común que se expresa en el amor y la amistad. ¡Gracias, hermanos obispos de Centro América, por estar celebrando con nosotros! Para ellos pido un cariñoso aplauso. 12. Saludo cordialmente también, en nombre del Señor Arzobispo de Managua y en el mío propio y en nombre de todo el pueblo de Dios de nuestra iglesia local, a nuestros hermanos obispos de las otras diócesis de Nicaragua que están aquí con nosotros, celebrando este centenario. No temo equivocarme al decir que todo el pueblo de Dios de Nicaragua se siente agradecida y orgullosa de sus obispos. ¡Un aplauso cariñoso a los Obispos Conferencia Episcopal de nuestro país! 13. Igualmente saludo a nuestros sacerdotes de la Arquidiócesis de Managua y de las otras diócesis del país, a los religiosos y religiosas presentes, a nuestros laicos, hombres y mujeres creyentes, generosos, fieles, que forman esta Iglesia de Nicaragua y a todos los presentes. De nuevo, bienvenidos a todos y a todas a nuestro Teatro Nacional Rubén Darío. Disfrutemos con alegría de esta noche cultural nicaragüense. ¡Feliz noche a todos! ¡Alabado sea Jesucristo! Gracias. +Mons. Silvio José Báez, o.c.d. Obispo Auxiliar de Managua Secretario General de la Conferencia Episcopal de Nicaragua. 5 
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