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ECOFIN NZ S .
CONSULTORA EXANTE. ECONOMÍA, FINANZAS Y NEGOCIOS CORPORATIVOS
16 de septiembre de 2005
¿ES NECESARIO MODIFICAR EL IPC AHORA? ∗
Por Paola Tassone
Comenzó a circular en los medios la noticia de que en el corto plazo el INDEC modificaría
la canasta de bienes y servicios que utiliza para medir la inflación (Indice de Precios al
Consumidor) a fin de reflejar los cambios en los hábitos de consumo de la población. Por
otro lado, varias asociaciones de consumidores hicieron público su parecer acerca de que
los datos de inflación oficiales de los últimos meses no reflejaban “la realidad”. Dado que
el índice de inflación es una variable crucial en la economía, la posibilidad de este cambio
en su medición plantea algunos interrogantes: ¿Será necesario cambiarlo ahora?, ¿Serán
estables los patrones de consumo actuales?, ¿Cuál será la nueva realidad?, ¿Tendremos una
inflación más alta o una más baja?
El presente artículo pretende, en primer lugar, esclarecer algunos conceptos que servirán
para entender el porqué y las características de los cambios que se pretenden realizar, en
segundo término, se estima la nueva estructura de ponderaciones que podría tener el IPC a
partir de los datos oficiales disponibles y, finalmente, se analizan los resultados,
delineándose algunas respuestas a los interrogantes planteados.
El Indice de Precios al Consumidor mide la evolución de los precios de los bienes y
servicios representativos del gasto de consumo en un hogar tipo del Gran Buenos Aires.
Cada mes se relevan los precios de esa canasta de bienes y servicios, cuya estructura de
ponderaciones es fija, calculada en base a una encuesta que revela los patrones de consumo
de la población (denominada Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares). La estructura de
ponderaciones del IPC actual corresponde a la última encuesta realizada en nuestro país en
1996/1997. El INDEC tiene previsto concluir un nuevo relevamiento en noviembre
próximo y, a partir de 2006, poner en vigor la nueva canasta, la que estaría vigente al
menos por cinco años.
Es indudable que la gran crisis de 2001 y la devaluación de comienzos de 2002
modificaron los hábitos de consumo de los hogares argentinos. Intuitivamente se podría
afirmar, por ejemplo, que una familia tipo del Gran Buenos Aires gasta ahora
relativamente más que en 1997 en alimentos y relativamente menos en transporte. Pero a la
hora de determinar qué porcentaje del ingreso familiar promedio se destina a alimentos y
qué porcentaje a transporte, es necesario distinguir dos efectos: por un lado, el cambio en
∗
El siguiente artículo puede ser reproducido con previa autorización del autor.
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los precios relativos respecto de esa fecha y, por otro, las variaciones en el ingreso familiar
promedio desde esa fecha.
Es decir, de haberse incrementado los ingresos familiares en la misma magnitud que la
inflación (nivel general del IPC), estos consumidores deberían destinar hoy un mayor
porcentaje de sus ingresos a alimentos y uno menor a transporte sólo porque los precios de
los alimentos aumentaron durante el período relativamente más que los precios del
transporte, cuyos precios están regulados (efecto cambio de precios relativos). Si, en
cambio, el ingreso familiar hubiese caído en términos reales respecto de esa fecha, es decir
si el ingreso nominal hubiese aumentado menos que la inflación, entonces habrá habido un
reacomodamiento del gasto familiar para dar prioridad a la satisfacción de las necesidades
más básicas, por lo que los alimentos tendrán una mayor ponderación aun (efecto ingreso).
Teniéndose en cuenta esos factores, se estimó la nueva estructura de ponderaciones del
nivel general del IPC a partir de la evolución de los precios de cada uno de sus rubros y la
de los ingresos de la población. Se utilizaron los datos del INDEC referentes a la estructura
de gastos por quintiles de ingresos y los ingresos individuales por escala provenientes de la
última Encuesta Permanentes de Hogares disponible (primer trimestre de 2005). Los
resultados evidencian un patrón característico de una población más empobrecida y se
ilustran en el siguiente gráfico: como era de esperar, el gasto de una familia tipo en
aquellos bienes y servicios de primera necesidad (Alimentos y Bebidas, Vivienda y Salud)
representan ahora un porcentaje mayor de su ingreso respecto de 1997, en tanto que el
resto de los bienes y servicios tienen una ponderación menor en la estructura de consumo.
LOS NUEVOS PATRONES DE CONSUMO
Estructura de ponderaciones del nivel general del IPC
35,0
35,0
Fuente: EXANTE en base a INDEC
Estim ada
30,0
30,0
Actual
5,0
0,0
0,0
Educación
5,0
Bienes y
servicios varios
10,0
Indumentaria
10,0
Equip.y func. del
hogar
15,0
Esparcimiento
15,0
Salud
20,0
Vivienda
20,0
Transporte y
comunicaciones
25,0
Alimentos y
bebidas
25,0
Un aspecto muy importante a tener en cuenta es si el ajuste de los precios relativos que se
dio tras la devaluación de 2002 puede o no asimilarse a lo que podría ser el de equilibrio de
largo plazo, porque de no ser así, el patrón de comportamiento estimado no sería
representativo para los próximos años. En ese sentido, el sólo hecho de contar hoy en día
con algunos precios congelados, sujetos a regulación estatal (como es el caso de los
servicios públicos) permite advertir que los precios relativos en la Argentina no han
terminado de ajustarse, previéndose entonces nuevos cambios en los hábitos de consumo.
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Otro punto es que las ponderaciones corresponden a una muestra “representativa” o “tipo”
tanto en términos de canasta como de distribución del ingreso, lo cual explica porqué
muchos consumidores sienten que el IPC no refleja “la realidad”. En ese aspecto, la suba
de precios percibida se podría asimilar a lo que sería una “sensación térmica” para el ama
de casa que va al supermercado y percibe un nivel de inflación muy superior al que difunde
el INDEC, la “temperatura”, al contemplar ésta otros bienes y servicios que también tienen
peso significativo en la canasta tipo. Mientras que para el quintil de menores ingresos el
gasto en alimentos estimado asciende al 52% de sus ingresos, para el quintil de mayores
ingresos dicha proporción ronda el 25% siendo de 34% el porcentaje estimado para la
media. Hay que tener en cuenta que los ingresos promedio de los diferentes quintiles han
crecido en diferentes magnitudes.
Finalmente, a partir de la estructura de ponderaciones estimada es posible proyectar el
nuevo IPC. Los resultados no difieren demasiado de los actuales niveles de inflación: en
los últimos doce meses el nivel general del IPC acumularía una suba del 10,0% en lugar
del 9,7% actual, siendo del 8,0% la inflación de 2005 en vez de 7,7% que arroja la
medición vigente. Desde diciembre 2001, el IPC en la nueva base habría crecido apenas
0,3 punto porcentual más que el IPC actual.
Conclusión: Es cierto que la estructura de ponderaciones incluidas en el IPC actual no
refleja la realidad de los patrones de consumo de la población, pero también es cierto que
dichos patrones no están totalmente definidos: es de esperar nuevos cambios en la medida
en que el proceso de ajuste de precios relativos de la economía pueda darse por concluido,
lograda la estabilidad cambiaria. Particularmente, habrá que esperar la inevitable
renegociación de los contratos de los servicios públicos, la desregularización de sus tarifas.
Hoy por hoy, los datos de inflación que surgirían de la nueva canasta no diferirían
sustancialmente de los actuales.
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