Facultad de Teología REVISTA DIGITAL 5 Los precios de la paz Hernando Gómez Buendía 9 Aspectos bíblicos del conflicto Paula Andrea García A. 15 La reconciliación y el perdón Uriel Salomón Salas, S.J. 19 Perspectiva bíblica de la justicia y posconflicto José Alfredo Noratto G. 25 Una nota sobre la “misericordia” Luis Guillermo Sarasa, S.J. Teología y 2 Posconflicto 29 Del conflicto al posconflicto ¿Qué puede hacer la Iglesia? Germán Neira, S.J. N°. 1. Enero - abril, 2015 3 REVISTA DIGITAL Revista digital cuatrimestral Facultad de Teología Pontificia Universidad Javeriana Número 1 Enero - abril, 2015 Decano Académico Hermann Rodríguez Osorio, S.J. Director Hermann Rodríguez Osorio, S.J. Editor Mauricio Rincón Andrade Correctora de estilo Martha Ospina Bozzi Diseño y diagramación Juan Pablo Salamanca Rosas www.imagologo.com Imágenes Portada: Many Hands Together Group / Pixgood.com Provincia colombiana Compañía de Jesús Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Facultad de Teología Suscripciones: [email protected] Bogotá, Colombia Contenido 4 Presentación de la publicación Jorge Humberto Peláez, S.J. 5 Los precios de la paz. Una lectura del posconflicto desde la fe Hernando Gómez Buendía 9 Aspectos bíblicos del conflicto Paula Andrea García A. 15 La reconciliación y el perdón Uriel Salomón Salas, S.J. 19 Perspectiva bíblica de la justicia y el posconflicto José Alfredo Noratto G. 25 Una nota sobre la “misericordia” Luis Guillermo Sarasa, S.J. 29 Del conflicto al posconflicto: ¿Qué puede hacer la Iglesia? Germán Neira, S.J. Presentación Autores en el presente número Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J. Rector, Pontificia Universidad Javeriana Hernando Gómez Buendía Filósofo, economista y abogado de la Pontifica Universidad Javeriana; Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia; M.A. en Economía; M.Sc. y Ph D. en Sociología y Sociología rural de la Universidad de Wisconsin. Periodista, activista político colombiano; fundador y director de la Fundación Razón Pública; director y editor de la revista digital Razón pública. Paula Andrea García Arenas Candidata al Doctorado en Biblia, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín; Magister en Teología Bíblica, Universidad Pontificia de Salamanca; Licenciada en Teología, Universidad Pontificia Bolivariana. Profesora del Departamento de Teología, Pontificia Universidad Javeriana. Uriel Salomón Salas, S.J. Licenciado en Sagrada Escritura, Pontificio Instituto Bíblico (Roma); Teólogo, Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá); Bachiller en Filosofía, Pontificia Universidad Javeriana. Profesor del Departamento de Teología, Pontificia Universidad Javeriana. José Alfredo Noratto Gutiérrez Doctor en Teología, Pontificia Universidad Javeriana; Licenciado en Teología Bíblica, Universidad Gregoriana, Roma; Diplomado en Sagrada Escritura, Escuela Bíblica y Arqueológica Francesa de Jerusalén; Especialización en Literatura Joánica, Instituto Católico de París. Director del Departamento de Teología, Pontificia Universidad Javeriana. Luis Guillermo Sarasa G., S.J. Doctor en Teología, Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá); Licenciado en Sagrada Escritura, Instituto Bíblico (Roma); Bachiller en Filosofía, Pontificia Universidad Javeriana; Bachiller en Teología, Universidad Gregoriana (Roma). Profesor del Departamento de Teología, Pontificia Universidad Javeriana. Germán Neira, S.J. Doctor en Teología, Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá); Master en Antropología Social, Universidad Iberoamericana (México, D.F.); Licenciado Eclesiástico en Filosofía, Istituto Filosofico Aloisiano (Gallarate, Italia). Profesor del Departamento de Teología, Pontificia Universidad Javeriana. Jorge Humberto Peláez P., S.J. Rector, Pontificia Universidad Javeriana El saber teológico, como toda realización humana, es constitutivamente contextual. Ello significa que los contextos –entendidos como los entornos socioculturales o como los estadios de desarrollo del espíritu– afectan las elaboraciones de los teólogos en su enfoque, su lenguaje y sus mediaciones metodológicas. Significa también que para la teología es un imperativo acoger la “actividad humana en el mundo”, de manera que pueda comprenderla y orientarla desde los horizontes propios del Evangelio. Resulta legítimo, entonces, el proyecto de mirar teológicamente la realidad en la cual se ejerce el oficio de la teología, con la pretensión de leerla desde los valores y las limitaciones de la tradición cristiana; pero solo con la condición de que esta mirada se haya dejado enriquecer por los logros y las limitaciones de las comunidades reales en las que pretende contribuir. Dicha contextualidad es una convicción que ha estado presente en la reflexión teológica que acompaña la historia de la Pontificia Universidad Javeriana y su Facultad de Teología. No obstante, esta Facultad ha considerado oportuno proponer una nueva publicación en la que este imperativo se haga presente de forma explícita. En tal cometido, nace el proyecto de la revista Mirada teológica que hoy tengo el honor de presentar. Se trata de una publicación seriada con acento divulgativo, dialógico y práctico, cuyos textos se caracterizan porque procuran combinar la solidez conceptual con una estructura clara y un lenguaje comprensible para el público no especializado. Por ello, Mirada teológica se elabora con criterios de interdisciplinariedad (promoción del diálogo con otras disciplinas para fortalecer la presencia de la teología en las discusiones académicas de la cultura y de la vida universitaria), actualidad (atención a los diferentes temas y problemas de la sociedad colombiana contemporánea, desde la perspectiva de la teología cristiana), y eclesialidad (relación permanente con la Iglesia colombiana, con el ánimo de brindar una orientación teológica en las dinámicas de las comunidades de fe). De otra parte –de acuerdo con las características de la publicación y para favorecer su difusión–, se ha definido que esta revista solo sea publicada en formato digital y distribuida de forma gratuita. Esta es una forma directa de prestar un servicio, desde la academia teológica de nuestra Universidad, a la sociedad y a la Iglesia colombianas. En un inicio, los lectores encontrarán un número nuevo cada cuatro meses, pero esperamos aumentar esta periodicidad, de acuerdo con la consolidación del proyecto en sus diferentes aspectos. En este marco, es particularmente significativo que el primer número de Mirada teológica esté dedicado a reflexionar sobre la realidad del conflicto armado que afecta nuestro país y sobre la posibilidad de empezar a construir un escenario de posconflicto. Desde la tradición cristiana y sus reservas de sentido, es posible descubrir formas de comprender y vivir la conflictividad humana de manera que podamos establecer dinámicas de convivencia pacífica, justa y estable, aceptando la irreductible diversidad que nos define. Esta convicción acompaña a los teólogos que publican sus escritos en este número, desde la certeza de que, al reconocernos como hijos, se abren caminos para aprender a convivir como hermanos. Saludamos, entonces, este proyecto editorial por su valor académico y su fecundidad pastoral. mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 4 Los precios de la paz. Una lectura del posconflicto desde la fe* Hernando Gómez Buendía Archivo comunicaciones Curia Provincial Jesuita El éxito del posconflicto parece radicar en que el proceso esté orientado y corresponda a un proyecto de nación. En este escenario puede jugar un papel importante la Iglesia Católica, si tenemos en cuenta la presencia a lo largo de todo el territorio nacional, la envergadura e importancia de sus obras y el reconocimiento social de que aun goza. Toma fuerza, por ejemplo, la insistencia en la misericordia como principio evangélico, que puede ayudar a superar las polarizaciones ideológicas en lo social y político. Cuatro presupuestos de los diálogos de paz P ensar un eventual postconflicto implica aceptar varios supuestos: (1) Tras los diálogos de paz entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, se va a firmar el tratado de paz. (2) Esa firma y la situación de posconflicto es algo bueno; es mejor que otra alternativa. (3) La firma no es el fin de la violencia organizada; es el comienzo del cese de la violencia política. (4) Los precios de la paz no son solo económicos: son también políticos. relacionados con el proceso de paz: la formalización de los títulos, la restitución de tierra, la frontera agraria y el desarrollo social del campo. No se trata tan solo de una reforma agraria en el sentido estricto. Frente a esos desafíos, al parecer, el problema es la capacidad del Estado para definir e implementar la legislación y dar cabida a un cambio real en sus políticas. Tiene que enfrentarse a modelos económicos y a mafias con gran influencia, que cuentan con medios económicos y de corrupción, lo cual hace muy difíciles los procesos referidos al agro. Los “precios” de la paz El problema de la justicia Ante la posibilidad de la firma de acuerdos para la terminación del conflicto armado, se pueden identificar cuatro precios de la paz que estarían por construirse: (1) La violencia social que quede después de que sean desarticuladas las guerrillas; (2) el problema de la tierra; (3) la implementación de justicia; y (4) la recuperación de la política. El conflicto armado arroja innumerables víctimas entre muertos, desaparecidos, secuestrados, desplazados o damnificados por acciones violentas. A la fecha, la Unidad de Atención y Reparación de Víctimas ha registrado 6’043.473 víctimas. De estas, se han atendido 353.174, es decir, 5%. En esto ha habido varios problemas: La violencia social organizada que quede después de sean desarticuladas las guerrillas § La definición del concepto de “víctima” y la fijación de fechas para su reconocimiento y reparación. § El problema del resto de conflicto armado que quede es un cáncer: mafias con industrias ilegales y con poder político. Esto se puede constatar con la injerencia que estos grupos siguen teniendo en el Congreso y en el Estado. § La inversión económica de 58 millones de dólares, que implica un promedio de inversión de 3’329.000 de pesos por víctima. § Es difícil redimensionar las Fuerzas Armadas y la Policía: 350 mil efectivos y sesenta años de anticomunismo. La tarea militar es diferente de la tarea de policía (vigilancia ordinaria). § En la ejecución de la gestión referente a las víctimas, en el Sistema Nacional de Atención a Víctimas están implicadas 33 entidades del Gobierno con muy diferentes servicios, lo cual dificulta la comunicación y la coordinación entre ellas. § Los “señores de la guerra” (poderes con intereses ilegales) siguen produciendo conflictos regionales (Buenaventura, Toribío, etc.). En dichas regiones los conflictos son vividos en forma muy diferente de como se viven en las grandes ciudades (en donde no afectan casi a la población). El problema de la tierra Hay que caer en cuenta de que las FARC, desde sus comienzos, fue una guerrilla campesina. En este momento hay varios problemas en el ámbito agrario Podemos preguntar, entonces, si el Estado colombiano tiene o no la capacidad para atender lo referente a las víctimas. Otro asunto de primer orden es la aplicación de justicia a los victimarios. Hay fuertes discusiones en torno de temas como los siguientes: ¿Quiénes son reconocidos legítimamente como victimarios? ¿Qué modelos de justicia implementar para dar fin al conflicto? ¿Hay capacidad institucional para adelantar los procesos jurídicos? ¿Cómo trazar los * Síntesis de la conferencia ofrecida por el autor el 27 de marzo de 2014, en el marco de los Entremeses Teológicos organizados por la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. La síntesis fue elaborada por Germán Neira, S.J. El texto completo de la conferencia aparece publicado en http://www.javerianacali.edu.co/teologia-y-posconflicto-los-precios-de-la-paz 5 mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 6 ¿Quiénes son reconocidos legítimamente como victimarios? ¿Qué modelos de justicia implementar para dar fin al conflicto? ¿Hay capacidad institucional para adelantar los procesos jurídicos? ¿Cómo trazar los límites entre el anhelo de justicia y la necesidad del perdón? Edgar Serrano límites entre el anhelo de justicia y la necesidad del perdón? ¿Hay criterios legítimos para priorizar unos delitos sobre otros? La recuperación de la política El uso de la violencia destruye la política, que debe estar orientada a evitar la guerra. La injerencia de los grupos armados en los procesos políticos de Colombia es muestra elocuente de tal destrucción: políticos asesinados o condenados por complicidad con grupos armados, persecución de la oposición, estigmatización de los movimientos civiles de resistencia. De otra parte, dados los antecedentes históricos, no es sencillo que los grupos armados entren a formar parte del sistema político-electoral: bien porque pueden ser víctimas de violencia, o bien porque parecen carecer de legitimidad para ejercer la representación de una política popular. Los “supuestos” a tener en cuenta para el posconflicto Es importante considerar varios aspectos para la construcción de un posconflicto: 1. La adecuada determinación de lo que se entenderá por posconflicto. 7 Los precios de la paz. Hernando Gómez / Págs. 6 - 7 2. Desactivación de los conflictos regionales remanentes. 3. Garantía de seguridad de toda la sociedad, incluida la de los antiguos actores armados. 4. Capitalización de la mejora de la seguridad tras el cese de acciones violentas de grupos armados. 5. Reorientación de las fuerzas militares y de policía. 6. Garantía de la atención a los costos económicos y no-económicos. 7. Desactivación de “economía de la guerra” que termina siendo un “buen negocio” para muchos. En síntesis, el éxito del posconflicto parece radicar en que el proceso esté orientado y corresponda a un proyecto de nación. Asuntos “teológicos” En este escenario someramente descrito puede jugar un papel importante la Iglesia Católica, si tenemos en cuenta su presencia a lo largo de todo el territorio nacional, la envergadura e importancia de sus obras y el reconocimiento social del que aún goza. Toma fuerza, por ejemplo, la insistencia en la misericordia como principio que, tomado del Evangelio, puede ayudar a superar las polarizaciones ideológicas en lo social y político. En esto, justamente, ha insistido el papa Francisco como factor importante para el diálogo y la convivencia. DOCTORADO EN TEOLOGÍA El Doctorado en Teología es cima de todo el currículo académico de la facultad, en razón de lo cual la facultad misma y el Departamento de Teología ponen lo mejor de sí mismos a disposición de este programa. El doctorado se estructura sobre criterios de alta investigación y sobre los ejes de una habilitación al doctorado y de un proyecto investigativo. Mayores informes: Facultad de Teología Pontificia Universidad Javeriana PBX 57-1- 3208320 ext. 5612 [email protected] Aspectos bíblicos del conflicto Paula Andrea García A. Albert Miqueas En la Biblia son innumerables los conflictos que podemos encontrar, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Evidentemente, no los mencionaremos todos, sino nos centraremos en dos: el conflicto entre hermanos de Caín y Abel, en el Antiguo Testamento, y el de la lucha de los hijos y los perros por el pan, en el Nuevo Testamento, en el relato de la mujer sirofenicia. A ntes de abordar el conflicto entre Caín y Abel, es necesario mirar el que le precede: el del primer hombre y la primera mujer, con la expulsión de la tierra llamada por el texto bíblico “Paraíso”. La tierra es el elemento central y constitutivo de todos los pueblos, en especial del pueblo de Israel; no solo por su fertilidad, sino también por su ubicación estratégica, pues la mayoría de pueblos antiguos (y actuales) se la están peleando. Bajo esta premisa de la tierra y del conflicto por ella, orientaremos nuestra reflexión. dos, y el segundo, tierra fértil para sus cultivos. Tal es el punto de partida del conflicto, pues Caín se alza contra su hermano Abel y lo mata. El prototipo de la disputa entre Caín y Abel pudo haberlo ofrecido la “disputa de prevalencia” entre lo pastoril y lo agrícola, entre lo nómada y lo sedentario; pero el sentido de la escena ha cambiado por completo: se trata de una querella fratricida, cuyo desarrollo demuestra la mala disposición de Caín. En el relato bíblico es claro en que ambos hermanos ofrecen sacrificios: El conflicto que presenta el relato de Adán y Eva es, en primer lugar, un conflicto interno. Podríamos llamarlo el conflicto que genera los demás conflictos, pues cuando se confronta lo que es “bueno” y lo que es “malo”, viene el conflicto. En el caso de Adán y Eva, solo conocían el mandato de Dios, es decir, lo “bueno”, y la serpiente, la tentadora, conocía las consecuencias de no obedecer ese mandato de Dios, es decir, lo “malo”. El resultado de esta doble confrontación, la de Eva en primer lugar y la de Adán en segundo, fue la pérdida de la tierra que era suya por derecho, y de la fertilidad de esa tierra, pues fueron expulsados de ella. Desde ahora Adán tendrá que obtener el fruto de la tierra con sudor y esfuerzo y por fuera de los límites del Paraíso. Al narrador no le mueve ningún interés por lo cultual. No lograremos saber en virtud de qué institución tuvieron lugar ni de qué tipo de sacrificio se trata. El pastor sacrifica de sus ganados; el labrador del fruto de la tierra. Cosas muy cercanas en apariencia… Sin embargo, la disparidad de sus modos de vida no es meramente externa, sino tan profunda que incluso influye en las peculiaridades de la actividad religiosa.2 Visiblemente, el narrador del relato bíblico quiere dejar a la libre voluntad de Dios la aceptación del sacrificio.3 Renuncia a hacer comprensiblemente lógica la decisión contraria a Caín y favorable a Abel. Dirá Von Rad: De esta primera pareja, surgen dos hijos: Caín, el primogénito, cuyo nombre significa “lanza” (2S 21,16), y Abel, nombre que puede significar “soplo” o “vanidad”1(Si 3). Abel fue pastor, y Caín, labrador. Ambos oficios están vinculados a la tierra. El primero, porque debe buscar tierra fértil para sus gana- El relato es tan conciso y corre tan impetuoso hacia la catástrofe que no deja margen para explicaciones, así estas sean necesarias. En todo el Oriente antiguo, aceptar o rechazar un sacrificio dependía del aspecto ofrecido por la víctima. En eso podríamos pensar aquí también aunque el pasaje nada indica al respecto 4. 1 G. Von Rad, El libro del Génesis, Salamanca: Sígueme, 2008, 121. 2 Ibid., 121-122. 3 El Targum palestino (interpretación aramea utilizada en la sinagoga) explica este aspecto a propósito de Gn 4,8: Caín le dijo a su hermano Abel: “Ven y salgamos los dos al campo.” Y cuando hubieron salido, Caín tomó la palabra y le dijo a Abel: “Comprendo que el mundo no ha sido creado por amor, que no está gobernado por el fruto de las buenas obras y que en el juicio hay consideración de personas. Por eso tu ofrenda ha sido recibida con favor.” Abel tomó la palabra y dijo a Caín: “Yo comprendo que el mundo ha sido creado por amor y que está gobernado por el fruto de las buenas obras. Como mis obras eran mejores que las tuyas, por eso mi ofrenda ha sido aceptada con favor, mientras que tu ofrenda no ha sido aceptada con favor.” Dijo Cain: “No hay juicio, no hay juez, no hay otro mundo. No hay ni recompensa para los justos, ni castigo para los malos.” Abel tomó la palabra y dijo a Caín: “Hay un juicio, hay un juez, hay otro mundo. Hay recompensa para los justos y castigo para los malos en el mundo venidero.” Y discutían entre sí sobre esta cuestión en el campo. Y Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató (P. Grelot, Hombre, ¿quién eres? Los once primeros capítulos del Génesis [Estella, Navarra: Verbo Divino, 1976], 36.) 4 G. Von Rad, El libro del Génesis, 122. mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 10 nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: “Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.” Pero ella le respondió: “Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.” Él, entonces, le dijo: “Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.” Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido. (Mc 7,24-30). En el Nuevo Testamento, también encontramos conflictos, sobre todo en lo referente a Jesús y su nueva propuesta de Reino de Dios enfrentado a los judíos o fariseos. En el fondo de esta presentación subyace la ley de la retribución: al bueno le pasan cosas buenas, y al malo, cosas malas. Sin embargo, en este caso, Abel hace parte de los “buenos” o “justos”, y aunque lo bueno ha sido el favor de Dios por su ofrenda, lo malo ha sido su muerte violenta. Así, este segundo conflicto es, al parecer, movido por Dios, aparentemente por su predilección por el ganado, por lo pastoril, por lo nómada, sobre lo agrícola, la cosecha, lo sedentario. Tal predilección de Dios fue entendida por el autor bíblico y da lugar al relato de Abrahán, pastor como Abel, a quien Dios ha escogido para dar inicio a su pueblo y darle la tierra de Canaán, que mana leche y miel. Todo esto, a su vez, suscitó un nuevo conflicto con los caneos que habitaban esa tierra (conflicto que perdura hasta el día de hoy entre judíos y palestinos).5 Caín y Abel, la primera pareja de hermanos, igual que Adán y Eva, la primera pareja humana, son figuras paradigmáticas: representan los seres humanos que violan los lazos de sangre, que pervierten la fraternidad convirtiéndola en fratricidio.6 Porque si el pecado de Adán y Eva daña las relaciones varón-mujer, criatura-creador, hombre-tierra, el pecado de Caín y Abel afecta gravemente las relaciones entre hermanos. Además, repercute decisivamente en sus relaciones con la tierra. El castigo de Caín es mucho más duro que el de Adán; este, Detalle de Adán y Eva - Raphael , (1508) / Museo Vaticano. aunque con fatiga y sudor, puede conseguir frutos de la tierra; aquél, no. Sin embargo, Dios mitiga el castigo de Caín, protegiendo su vida, a pesar de que él no protegió la de su hermano.7 En el Nuevo Testamento también encontramos conflictos; sobre todo, en lo referente a Jesús y su nueva propuesta de Reino de Dios enfrentado a los judíos o los fariseos y sus concepciones tradicionalistas de la ley de retribución. Como conflictos consecuentes, encontramos los de los judíos (no creyentes en Jesús) y los no judíos o paganos (que se adhieren al proyecto de Jesús). Sin embargo, para entender por qué estos dos grupos entran en “conflicto” por el pan y qué relación tiene la tierra de la que fueron expulsados los primeros hombres, la tierra que clama justicia por la sangre de Abel con la tierra que ahora proporciona el pan que Jesús ofrece, al parecer solo para los “hijos” o judíos, tendremos que reflexionar en torno del significado dado al pan y su relación con la tierra.8 En el Evangelio de Marcos encontramos el relato de la mujer sirofenicia, quien –tras una metáfora que proviene del contexto de la época– presenta enmarcado este conflicto, donde “hijos” hace referencia a los “judíos” y perros (o perritos) a los no judíos, es decir, a los “paganos”: Crossan ofrece una luz al respecto, al decir que en el Antiguo Testamento se pasa de hacer hincapié en la justicia distributiva, en lo tocante a la tierra, a hacer hincapié, en tiempos de Jesús, en la justicia distributiva en lo tocante al alimento. Y continúa: Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era pagana, sirofenicia de 5 A propósito de este relato, en la biblioteca del templo de Nippur se conservaron fragmentos de un mito sobre los hermanos Emesh y Enten, creados por Enlil, a los que este dios asignó diversas tareas, que ponen también de manifiesto la predilección por los temas agrícolas. Enlil hizo de Enten (invierno) el agricultor de los dioses, dejando para Emesh (verano) el trabajo de pastoreo. Ambos hermanos riñeron por la predilección que mostraba Enlil por Enten. Aunque puede constatarse alguna analogía con Caín y Abel, el final del relato sumerio tiene carácter conciliador. 11 Narrativamente, la historia de la mujer sirofenicia está estrechamente relacionada con las dos multiplicaciones de pan. En la primera sobran doce canastos de pan, y en la segunda sobran siete, y la mujer sirofenicia pide las sobras del pan que está sobre la mesa. La discusión entre Jesús y la mujer sobre la curación de su hija es representada como el derecho de los “perros” al pan. La afirmación de que la creación renovada de Dios requería necesariamente una distribución justa y un compartir colectivo del alimento era perfectamente apropiada entre los artesanos urbanos sin tierras, entre los libertos y sus hijos. Pero el hecho de que Jesús hiciera hincapié en el alimento y no en la tierra sugiere no tanto un conocimiento del futuro cuanto una necesidad del presente. Sugiere que la situación en Si Dios ha sido favorable con los judíos, representados en Abel y posteriormente en Abraham, generando así un conflicto por la tierra, ahora Jesús se ha puesto de parte de los “perritos”, que representan los no judíos, dando fin a un conflicto. la tercera década del siglo I, al menos en la Baja Galilea, había ido demasiado lejos como para cambiar la distribución de la tierra […]. Aquél era el reino de Antipas. Incluso sugerir la idea de una justa distribución de la tierra habría supuesto casi irremediablemente una revolución violenta. Lo único que era posible de momento era intentar una redistribución del alimento y de la curación, de las bases materiales y espirituales de la vida. Eso era el Reino de Dios sobre la tierra. Este era el programa de Jesús en el primer estrato de la tradición, la tierra entendida como alimento y la justicia concebida como ágape.9 Si Jesús anunció aquí el comienzo de un cambio de todas las cosas, su mensaje encontró oyentes que tenían motivo sobrado para anhelar ese cambio. Tal es el caso de la mujer sirofenicia, quien ve en Jesús la posibilidad de acceder a este pan que por años se les había negado, el pan que –aunque sean migajas– salva. En esta misma línea podemos situar y entender las dos multiplicaciones de pan, en las que el pan se parte y se comparte, sacia y sobra. Para concluir, podemos decir que si aparentemente, como observamos, Dios ha sido favorable con los judíos, representados en Abel y posteriormente en Abrahán, se genera así un conflicto por la tierra; ahora Jesús se ha puesto de parte de los 8 “…el campo constituía la fuente primaria de ingresos; por eso la estructura social estaba muy ligada a la propiedad rural. Grandes 6 F. García López, El Pentateuco. Introducción a la lectura de los cinco primeros libros de la Biblia (Estella, Navarra: Verbo Divino, 2003), 84. terratenientes y pequeños labradores convivían en Galilea en tiempo de Jesús” (G. Theissen y A Merz, El Jesús histórico [Salamanca: Sígueme, 1999], 199). 7 Ibid., 84. 9 J.D. Crossan y J.L. Reed, Jesús desenterrado (Madrid: Crítica, 2007), 172. Aspectos bíblicos del conflicto. Paula Andrea García / Págs. 9 - 13 mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 12 “perritos”, que representan los no judíos, dando fin a un conflicto. El Reino de Dios anunciado por Jesús es aquella tierra que mana leche y miel, donde ya nadie tendrá que sufrir por los frutos de la tierra, porque habrá de sobra para todos y donde todos tienen cabida, los propios y los de lejos: el huérfano (que no tiene herencia), el extranjero (que viene de otra tierra) y la viuda (que no tiene bienes propios). Con esto no estamos diciendo que dejará de haber conflicto o que los seguidores de Jesús no se ven abocados a él. Los mismos relatos de la pasión continúan hablando sobre el conflicto interno de Pedro, en la negación, o el de Judas, en la traición; también se presentan conflictos en el Capítulo 6 de Hechos entre los “hebreos” y los “helenistas”, porque sus mesas eran desatendidas; y la lista sigue. No obstante, la propuesta de Jesús es no-violenta, conciliadora, pacífica; no es una “paz como la ofrece el mundo”, según el Evangelio de Juan, ni un fin del conflicto, sin más, como muchos pretenden, sino –como lo reflejan los relatos bíblicos en su diversidad– es entender la presencia de Dios en medio del conflicto, entender el conflicto como lugar teológico, de revelación. Incluso estos mismos relatos que hablan de la tierra contienen ya una perspectiva escatológica.10 La tierra de la que fueron expulsados los primeros hombres y la que ha sido manchada con la sangre de Abel es retomada en el Capítulo 22 del Apocalipsis bajo la figura de “Nueva Jerusalén” con acceso para todos los que laven sus vestidos. Caín asesina a Abel- Alberto Durero, (1511) El pan que presenta Jesús llegará a los confines de la tierra, a los judíos representados en los doce canastos y a los paganos representados en los siete, porque la acción de Dios en Jesús, así sean migajas, salva, y la salvación es entendida aquí no como fin del conflicto sino como superación del mismo. 10 Según Crossan, el panorama tiene aún un tinte más escatológico, tal como aparece en el apócrifo de 2 Baruc, 29, 5-6: “La tierra producirá también frutos por miríadas. Y una vid tendrá mil sarmientos, cada sarmiento producirá mil racimos, cada racimo producirá mil uvas, y cada uva producirá un cor de vino”. Ese mundo escatológico, esa utopía divina en la tierra, continúa Crossan, supondría una perfecta superabundancia mediterránea de cereales, aceite y vino. La tierra sin alimento sería desde luego algo impropio. El alimento sin tierra, en cambio, sería perfectamente apropiado”. (Crossan y Reed, Jesús desenterrado, 172.) 13 Aspectos bíblicos del conflicto. Paula Andrea García / Págs. 9 - 13 Licenciatura en Ciencias Religiosas Virtual Adscrito al departamento de Teología de la Universidad, se promueve la formación integral en torno a la teología de la experiencia religiosa para el desarrollo de procesos formativos en educación religiosa -desde un enfoque ignaciano- en el contexto del sistema de aprendizaje virtual. Se aborda la teología de la experiencia religiosa para el desarrollo de procesos formativos en educación religiosa desde una perspectiva interdisciplinar. El programa incorpora la aplicación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) para el desarrollo de las funciones académicas en docencia, investigación y proyección social desde el sistema de aprendizaje virtual. Mayores informes: Facultad de Teología - Cra. 5 No. 39-00 - Edificio Pedro Arrupe Tels: (571) 320 8320 Ext.: 5654 – Fax: 3208320 Ext.: 5601 Correo electrónico: [email protected] La reconciliación y el perdón Uriel Salomón Salas, S.J. “El abrazo” (Detalle) Alberto Naranjo Ramírez “Quisiera hablarles de rupturas y de los caminos para andarlas y desandarlas; y que así el Señor nos sane por completo: ‘Vengan, y litigaremos’, dice el Señor. Aunque sean sus pecados como púrpura, como nieve blanquearán; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana” (Is 1,18); pero será necesario caminar por esas rupturas, de ida y de vuelta. D esde el principio, Dios ha estado en creación, desde el vacío o caos informe (Gn 1,2), hasta lo más divino del ser humano: la toma de conciencia de la autocomunicación de Dios en él1 y la coparticipación con Dios en la misma creación (Rm 8,19-30; Mc 16,15). Más aun, Dios dispone caminos de retorno, cuando la creación ha sido dañada o afectada. Tales caminos son el perdón (Jn 20,22-23) y la reconciliación (2Co 5,18-20). En Gn 1–11, el punto de partida son cuatro rupturas esenciales: § Entre Dios y el ser humano, por la desobediencia de Adán y Eva, y la salida del Edén. § Entre hombre y mujer, cuando Adán no asume su responsabilidad en la caída y se la adjudica a Eva. § Entre hermano y hermano, con el asesinato cometido por Caín. § Entre padre e hijo, cuando Cam deja al descubierto la fragilidad de su padre Noé, quien se quedó dormido desnudo después de una borrachera, y Noé lo maldice al despertar. El castigo no borra la misericordia de Yahveh…Estas rupturas son atendidas por Dios en la inmediatez de la desgracia presente, y al mismo tiempo, en lo crítico de la estructura del ser humano. En lo inme- Somos caínes de nuestros propios hermanos de sangre, de tierra, de historia; y aún se ve entre nosotros padres e hijos descubriéndose e irrespetándose en su fragilidad. diato, la misericordia de Yahveh no es borrada por el castigo. Yahveh cuida al ser humano (Gn 3,16-21; 4,15-16; 10,1-20). Una protohistoria que nos describe como seres en ruptura… En lo estructural del ser humano, Yahveh trabaja cada ruptura en personas y pueblos. Gn 1–11 no habla de una prehistoria trágica e irreparable, sino de una protohistoria2 que describe el día a día del ser humano y su capacidad de perdón y reconciliación con sus semejantes. Es decir, Gn 1–11 narra el modo como Dios ha procedido con el hombre desde siempre; porque aún continuamos rompiendo el paraíso que tenemos, todavía nos acusamos el uno al otro y evadimos la responsabilidad; somos caínes de nuestros propios hermanos de sangre, de tierra, de historia; y todavía se ve entre nosotros padres e hijos descubriéndose e irrespetándose en su fragilidad. El ser humano que camina en fidelidad a Dios…Al salir de la protohistoria, la obra de reconciliación se iniciará desde abajo y desde lejos, con Abrahán, un hombre pequeño, esposo de una mujer estéril (Gn 11,27-31). Él y sus sucesores encarnarán la posibilidad de sanar toda ruptura. Serán ellos los receptores y propagadores de la bendición: tierra buena y descendencia numerosa; pero para esto deberán recorrer un camino fatigoso (Gn 12,1-10). La primera ruptura (con Dios) no cabe en los patriarcas. El primer referente para el pueblo de Israel es que debe escuchar la voz de Yahveh y serle fiel. En esto, Abrahán es el patriarca de la obediencia ciega (Hb 11,8); sin preguntar, él sale de su país nativo y parte a una tierra ignota. La mujer camina con su hombre y los dos se mantienen una sola carne… Abrahán fue fiel a Dios, pero no muy respetuoso de la dignidad de Sara, su mujer. Más de una vez la hizo pasar por su hermana, con tal de salvarse de peligros externos y de ganar a cambio beneficios materiales (Gn 12,11-20). Por su parte, Sara dudó de que Dios le concedie¬ra ser fecunda y llegar a tener un hijo (Gn 18,10-12). Abra- 1 “Para mí, pues, el corazón verdadero y único del cristianismo y de su mensaje es la comunicación que Dios hace realmente de sí mismo a unos seres creados. Es confesar la más inaudible de las verdades: que el mismo Dios –con toda su realidad y gloria infinitas, con su santidad, libertad y amor– puede realmente, sin la menor reducción, llegar hasta nosotros, entrar de lleno en nuestra existencia de criaturas.” (K. Rahner, Homenaje de la Academia Católica de Friburgo con motivo de su LXXX aniversario, 12 de febrero de 1984). 2 J.B. Bauer, “La visión de la protohistoria en la Biblia (Gn 1-11)”, en J. Schreiner (ed.), Palabra y mensaje del Antiguo Testamento (Barcelona: Herder, 1973), 116-132. 15 mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 16 hán y Sara no son un modelo de pareja; pese a esto, Yahveh los bendice con descendencia, con tierras y con ganados. Los hermanos reconocen su bendición al hacerse visibles el uno al otro… Una historia más compleja es la de Jacob y Esaú. Ellos son entrañables por ser mellizos. A diferencia de Caín y Abel, Jacob y Esaú son cercanos y hablan de estofados y de guisos (Gn 25,29-34). Ellos son como cualquiera de nosotros, que come del mismo plato de su hermano, pero que disputaría con él (o ella) la primogenitura y la bendición. Jacob usurpa todo de su hermano. Este nuevo Abel es astuto y actúa en complicidad con su madre Rebeca, para engañar, primero, a Esaú, y luego, a su padre Isaac (Gn 27,5-17). Tampoco Isaac es capaz de bendecir a Esaú, aunque fuere en segunda instancia (Gn 27,37-41). En esta historia no hay inocentes. Esaú desaparece de la escena odiando a muerte a su hermano (Gn 27,41). Jacob huye a tierra extranjera, portando la bendición y la cercanía con Dios (Gn 28,10-22 y 32,23-33). La historia de Jacob reluce, mientras que la historia de Esaú pasa a un plano oculto. La ruptura entre hermanos hace de la vida de mi hermano una historia anónima, y de la mía, una historia heroica y bendecida. Sin embargo, esto es incompleto, porque ¿de qué me sirve ser bendecido, si no reconozco a mi hermano como la mayor de todas mis bendiciones? Yahveh, por su parte, ve las dos historias y las irá trabajando en paralelo para disponer la reconciliación de los hermanos. En la antesala del encuentro, Jacob se prepara, como quien se protege ante la llegada de un poderoso enemigo (Gn 33,1-2); y cual vasallo ante su Señor, recibe a su hermano mayor con siete postraciones (Gn 33,3). Por su parte, Esaú hace tal cual como el padre misericordioso de Lc 15: “Esaú corrió a su encuentro, lo abrazó, se le echó al cuello y lo beso llorando” (Gn 33,4; ver a Lc 15,20). 17 Gn 1–11 narra el modo como Dios ha procedido con el hombre desde siempre; porque aún continuamos rompiendo el paraíso que tenemos, todavía nos acusamos el uno al otro y evadimos la responsabilidad. La tercera ruptura (entre hermanos) termina por desandarse cuando se reconstruye la comunidad de hermanos. De esto trata la historia de José, sus once hermanos y su padre Jacob (37-50). José, el hijo amado, pasa las peores vicisitudes para finalmente salvar a sus once hermanos y acompañar a su padre Jacob en su lecho de muerte (49,29 – 50,1). En el caso de José la bendición es un compromiso, no un privilegio; no es para ostentarse como un vestido bonito (37,3), sino para salvar. Este Abel salva a sus Caínes al atenderlos en sus necesidades más extremas. Y así se salva él mismo, no como príncipe de Egipto, sino como hijo de Jacob, hermano de sus hermanos. José los dispone hacia el perdón y Jacob los bendice a todos (Gn 49). Al final, la reconciliación deja una familia reconstituida, cuando José mudo y lleno de lágrimas escucha la petición de perdón de sus hermanos (50, 15-21). La reconciliación como justicia y visibilidad para el hermano o hermana... Reconciliar es el des-andar de la cuarta ruptura: que Dios vuelva a ser Padre de su pueblo. No obstante, el perdón y la reconciliación exigen una respuesta humana a la iniciativa divina. La reconciliación y el perdón. Uriel Salomón Salas, S.J. / Págs. 15 - 18 Voluntariado Javeriano. A Abrahán le sucede su hijo Isaac, un patriarca más bien discreto; porque quien se destaca no es él, sino Rebeca su mujer. Ella vendrá a restituir lo que estaba roto entre hombre y mujer. Ella no es un agregado de segundo momento a la promesa, sino carne de la misma carne de Isaac (Gn 24,15). Rebeca recibe la bendición, igual que un patriarca, y es puesta a la misma altura de su esposo Isaac (Gn 25, 21). La segunda ruptura (hombre-mujer) ha sido restaurada de modo trascendente y bello, aunque siga siendo frágil. El encuentro relata el reconocimiento de bendiciones que habían sido recibidas por separado (Gn 33,5-11). Jacob homenajea a su hermano y reconoce en él el rostro benévolo de Dios (Gn 33,10). Esaú, por su parte, acepta la petición de perdón hecha por Jacob (Gn 33,11). Quien obró todo ha sido el Señor; él completó la bendición en el encuentro fraterno. Como consecuencia, Jacob vuelve a la tierra prometida (Gn 33,16-20) y Esaú se vuelve “visible” (Gn 36); ya se habla de su descendencia y de su tierra propia, Edom. Las historias patriarcales hablan de comunidades que son reconciliadas por Dios desde dentro. Ser pueblo de Dios solo es posible en un sistema intersubjetivo, de testimonios comunes, donde haya un compromiso ético de cuidarse y sanarse unos a otros.3 Reconciliación es visibilizar a mi hermano y reivindicarlo; según los profetas, es defender el derecho y la justicia (ver Am 5,24-25). Visibilidad y justicia son centrales para Jesús. Zaqueo (Lc 19,1-10), por ejemplo, es un hombre aislado de la comunidad, por ser corrupto y ladrón. Jesús camina por esta ruptura, sale a su encuentro (Sal 59,11) y lo hace visible. Jesús media entre un pecador y la gente que conoce de sus desfalcos. Visible y acogido por Jesús, Zaqueo da un giro hacia la justicia y la restitución generosa, por encima de lo que exige la ley (Ex 21,37–22,4; 2Sm 12,6). Por ser justo, Zaqueo vuelve a ser hijo de Abrahán (Lc 19,9; ver 13,16), o sea, merecedor de la promesa de salvación (Lc 19,10). A esto vino Jesús: a reconciliar para salvar lo que estaba perdido (Ez 34,11ss.). La reconciliación como misión e identidad nuestra… Otro caso de reconciliación es Pablo de Tarso, quien –en su conversión– llega a desentrañar el modo como Dios mismo opera la reconciliación del mundo en Jesús: porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo (2 Co 5,19).4 Incluso cuando Pablo era enemigo de Cristo (Rm 5,10-11), porque Pablo, perseguidor, fue cuidado por sus víctimas (Hch 9,10-20); en ellas, él reconoció al Resucitado vivo y actuante. Luego Pablo pediría a cada converso vivir en esta realidad: …el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Todo viene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de reconciliar. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la obra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo les suplicamos: ¡reconcíliense con Dios! (2Co 5,17-20). Pablo percibe que la acción de Dios trasciende al Jesús terreno, más allá de la limitación humana5; porque Jesús obró como Dios obra. El carácter personal de Dios que crea, salva, perdona y reconcilia es salir de sí6 y defender la justicia, comenzando por los débiles y los pequeños. Por eso, la reconciliación será posible si y solo si salgo de mí mismo en función del otro (sea yo Caín o Abel, Jacob o Esaú, Rebeca o Isaac, José o mis hermanos). Quienes son reconciliados son hijos de Dios y hermanos entre sí, trabajan por la justicia, perdonan, esperan, cuidan y caminan juntos, hasta que el uno sea visible para el otro. Como lo recitara Casaldáliga: Al final del camino me dirán: - ¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres. 3 G. Baena, Fenomenología de la revelación (Estella, Navarra: Verbo Divino, 2011), 269-271. 4 Ibid., 713-718; 872-876. 5 Ibid., 982-985. 6 Ibid., 729-731. mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 18 Perspectiva bíblica de la justicia y el posconflicto Paro Agrario - Manifestaciones en Bogotá / Juan Santacruz José Alfredo Noratto Gutiérrez Las dimensiones jurídica, moral y religiosa de la justicia, presentes en el pensamiento y la tradición bíblica, evidentemente deben formar parte de una agenda de posconflicto, ya que ellas también son expresión de las dimensiones de la vida humana y social, de modo que la justicia sea –en lo esencial– un acto de lealtad y solidaridad que origina y sostiene un orden comunitario. S in duda, en diferentes momentos de nuestras vidas, nos ha impactado el discurso religioso sobre un Dios castigador o salvador, que ejerce el derecho y practica la justicia, condenando o devolviendo la vida; de hecho, impropia y aceleradamente, se ha identificado el primero con el Dios del Antiguo Testamento, y el segundo, con el del Nuevo Testamento, con el Dios de Jesús. También, en el ambiente general de la segunda mitad del siglo XX y en el comienzo de este milenio, tan llenos de injusticias y de búsquedas legítimas de reconocimiento de la dignidad humana y de los derechos fundamentales –como en nuestra patria, Colombia– nos causa particular atractivo el tono de los profetas de la justicia o sociales, como los llaman muchos, como el primer Isaías, Oseas, Amós, cuando distinguen la falsa religión de la verdadera, porque la primera gira en torno de ritos que, al perder su vital esencia antropológica y social, se desentienden de la práctica del derecho y de la justicia, específicamente con los débiles de la comunidad; para ellos, el sentido ético con el cual se ejerce el derecho y se practica la justicia es expresión de una auténtica relación con ese Dios de Israel, que pide comprensiones distintas y prácticas significativas. Sin embargo, es evidente que estos profetas no solo condenan los abusos por parte de las autoridades y el poder religioso; también condenan los excesos de las autoridades civiles. Por ello, a menudo, sus invectivas van dirigidas a los sacerdotes y a los reyes, representantes de un Estado de derecho teocrático; en efecto, sus denuncias, están dirigidas a los de dentro, no a los de fuera. He aquí, a manera de ejemplo, una de sus emblemáticas declaraciones: ¿A mí, qué tanto sacrificio vuestro? – dice el Señor . Harto estoy de holocaustos de carneros y de sebo de cebones; y sangre de novillos y machos cabríos no me agrada, cuando venís a presentaros ante mí … No sigáis trayendo oblación vana: el humo del incienso me resulta detestable. Novilunio, sábado, convocatoria: no tolero falsedad y solemnidad. Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma: me han resultado un gravamen que me cuesta llevar. Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. 19 Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están llenas de sangre: lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. (Is 1,11-17) En la misma línea, creemos que el profetismo cristiano tiene su inspiración –como debe ser apenas natural– en la predicación de Jesús y su vida coherente con sus propias palabras y convicciones. Baste pensar en lo que significa que Jesús, desde la perspectiva teológica de Mateo, ubique la práctica de la justicia en las bienaventuranzas: “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados” (Mt 5,6), como invitación o quizás petición abierta, para todos; por eso forma parte del discurso evangélico o Sermón de la Montaña, y no de los otros discursos; y acto seguido, insiste en que “si –nuestra– justicia, no supera la de los letrados y fariseos, no –entraremos– en el Reino de los Cielos” (Mt 5,20). Su actitud allí parece tan decidida que nos pide “buscar el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás, nos vendrá por añadidura” (Mt 6,33). Y esto, en realidad, por citar solo uno de los evangelios, o al menos aquel donde este asunto es de capital importancia. Sin embargo, la teología cristiana ha configurado su noción de la justicia, no primero a partir de la Biblia en sentido estricto, sino de las formulaciones jurídicas romanas y su conceptualización y definición a lo largo de la Edad Media. Sin duda alguna, la arquetípica noción jurídica de la justicia, por parte del romano Ulpiano, “Iustitia est constans et perpetua voluntas suum unicuique tribuendi” –“la justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno, lo suyo” […] lo que le corresponde, lo que se merece” (porque la comprensión y traducción del tribuendi ha sido compleja y discutida)– parece referirse a un conjunto de derechos humanos que deben ser reconocidos, pero estos dependen de opciones ideológicas, políticas y sociales. Y si bien Ulpiano ha estado presente entre nosotros, de manera más incisiva desde Tomás de Aquino, en principio habría que decir que la justicia, como reconocimiento de derechos humanos fundamentales, es la primera exigencia de la caridad, en cuanto reconocimiento de la dignidad y de los derechos del prójimo individual y colectivo. mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 2020 que el ser humano alcanza por su fe y que coincide con la misericordia y generosidad de Dios. El matiz objetivo de fidelidad a la comunidad, también está presente en el Nuevo Testamento, aunque el fariseísmo haya exaltado la justicia como observancia de la Ley. En su predicación sobre la justicia, de manera explícita, Jesús no pone el centro en su carácter jurídico sino en su sentido antropológico y social; en los evangelios no encontramos esquemas normativos que regulen la práctica de la justicia y la aplicación del derecho, pero se convierten, por su propia fuerza, en fuente inspiradora de la construcción de un nuevo orden, lo que los especialistas en literatura sinóptica identifican con el Reino de Dios. Sin embargo, ¿cuáles son, por tanto, las connotaciones más relevantes de la justicia en la tradición bíblica, para este contexto coloquial tan estrecho y atractivo? De entrada, me parece valioso afirmar que esta categoría y aquellas de las que depende, tanto en hebreo como en griego, tienen origen sapiencial, y por ende, un sentido orientador de la vida que, junto con la prudencia, la fortaleza y la templanza, constituyen el grupo de las virtudes cardinales. Aunque en el derecho natural, la obligación de hacer justicia se reduce en definitiva a una igualdad que es realizada, particularmente mediante el intercambio o la distribución, en el Antiguo Testamento, la palabra justicia evoca tres órdenes: el orden jurídico, porque es tarea de los jueces impartir justicia haciendo respetar las costumbres o las leyes; el orden moral, mucho más amplio, porque se trata de dar a cada uno lo que le es debido, aunque lo debido no sea tan claro ni esté fijado por las costumbres o por las leyes; y el orden religioso, porque al tratarse de las relaciones con Dios, la justicia se refiere a la forma como se balancea o desbalancea esta relación. En la tradición hebrea, todo parece indicar que el término sedaqah, “justicia”, no se basa en primer lugar en la concordancia de las acciones humanas con determinadas normas jurídicas, sino en la 21 adecuación de un comportamiento en el marco de una relación bilateral, de tal modo que lo que designa es una relación con la comunidad, orientada a una condición óptima de vida, expresión de una red de relaciones vitales. En este orden de ideas, la justicia es un acto de lealtad y solidaridad que origina y sostiene un orden comunitario, y eso, en buena medida, es lo que se encuentra propuesto en los distintos cuerpos literarios del Antiguo Testamento, como comprensión de lo que es la justicia. Así, a diferencia de Ulpiano, que pone más el acento en la dimensión subjetiva de la justicia, porque depende de la voluntad de hacerla o practicarla, la tradición de Israel reconoce más claramente el carácter objetivo de la misma, ya que no se trata de que yo lo quiera, según la medida que yo considero, sino de hacerlo porque el contexto lo exige y él establece la medida. En otras palabras, la justicia es la virtud moral que nosotros conocemos, ampliada hasta designar la observancia integral de todos los mandamientos divinos, siempre y cuando esté orientada a preservar un orden armonioso que depende de los miembros de la comunidad, pero también es efecto de la intervención de Dios. Se trata, aquí, de una visión más profunda y de sentido más auténticamente religioso, en cuanto la armonía al interior de la comunidad es expresión de la justicia de Dios, Perspectiva bíblica de la justicia. José Alfredo Noratto G. / Págs.19 - 23 Jesús, en su predicación sobre la justicia, de manera explícita no pone el centro en su carácter jurídico sino en su sentido antropológico y social; en los evangelios no encontramos esquemas normativos que regulen la práctica de la justicia y la aplicación del derecho. En el griego del Nuevo Testamento, la categoría dikaiousyne, “justicia”, está mucho más presente en Mateo, donde se propone como un camino, “el camino de la justicia”, que se hace y se recorre como proceso de cambio que debe ser significativo para los otros (v.g., la parábola de los hijos, en Mt 21,28-32: ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: “Hijo, vete hoy a trabajar en la viña.” Y él respondió, “no quiero”, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió, “voy señor”, pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? El primero, le dicen… Por eso, el camino de la justicia es un proceso de transformación. En Marcos, la palabra no existe, mientras que en Lucas brilla el uso del adjetivo, especialmente referido a Jesús; él es el justo (Lc 23,47: “Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: ciertamente este hombre era justo”; Hch 3,14: “Vosotros renegasteis del Santo y del Justo…”; 7,52: “¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo…”; 22,14: “Él me dijo: el Dios de nuestros padres te ha destinado para que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de sus labios”). Pablo, de manera particular y auténticamente neotestamentaria, ha propuesto muy bien la justicia, fundamentalmente como acción salvífica, misericordiosa y fiel de Dios por el ser humano, que se revela plenamente en Jesucristo (Rm 3, 21-22: “ … pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, atestiguada por la Ley y los profetas, justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen”); ella pertenece a Dios y él la da en Jesucristo. La justicia humana, conquistada por la observancia de los mandamientos y de la Ley, definitivamente se vuelve un callejón sin salida (Rm 10,4: “…porque el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo creyente”). En Rm 12,9-21, Pablo esboza la fisonomía de la comunidad cristiana, como praxis renovada hacia dentro y hacia fuera, dado que trata de establecer nuevas posibilidades de relación. Esta convicción resulta mucho más clara a la luz de 2P 3,13: “…según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, en los que reinará la justicia”, espacio armónico, no angelical, utópico o ideal, profundamente humano y decididamente orientado a construir un nuevo orden de relaciones, marcado particularmente por la comunión. Ahora bien, con base en estas pinceladas sobre la noción de justicia desde la Biblia, en un eventual escenario de posconflicto en Colombia, la idea y la realidad de posconflicto es muy discutible y polémica, por su significado y alcances. En efecto, la realidad colombiana es compleja, dada la gran diversidad de aspectos que se deben considerar, que van más allá de lo social, ya que el conflicto como tal ha penetrado la vida toda, en sus dimensiones social, política, económica, religiosa: en fin… toda la vida. mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 22 Claramente, aun desde el mismo derecho natural, en una situación de posconflicto se impone la obligación de hacer justicia como restitución y distribución, no solo de derechos, sino también de condiciones y recursos. Aún más, aunque la perspectiva teológica tradicional haya estado un tanto montada sobre la base de Ulpiano, no podemos olvidar que los derechos humanos fundamentales a los que apunta son el sustento para establecer una sociedad justa, sobre esos criterios, y en un cierto sentido –como ya lo decía–, la primera exigencia de la caridad, en cuanto reconocimiento de la dignidad y de los derechos del prójimo individual y colectivo. ...las dimensiones jurídica, moral y religiosa de la justicia, presentes en el pensamiento y la tradición bíblica, evidentemente deben formar parte de una agenda de posconflicto, ya que ellas también son expresión de las dimensiones de la vida humana y social. Con todo, desde el dato bíblico, quisiera rescatar –en primer lugar– el carácter sapiencial y orientador de la vida, que tiene la justicia en pro de la construcción o constitución de una sociedad humana justa, tarea en la que deben jugar un papel fundamental, desde el punto de vista práctico, las instituciones educativas, pero desde el punto de vista analítico y propositivo, los círculos intelectuales y académicos, donde bien podría ubicarse el lugar de la teología; claro, de una teología auténticamente situada en contexto de servicio, en favor de una restauración nacional capaz de superar fronteras ideológicas en el plano político, social y religioso. En efecto, las dimensiones jurídica, moral y religiosa de la justicia, presentes en el pensamiento y la tradición bíblicas, evidentemente deben formar parte de una agenda de posconflicto, ya que ellas también son expresión de las dimensiones de la vida humana y social, de modo que la justicia sea – en lo esencial– un acto de lealtad y solidaridad que origina y sostiene un orden comunitario. Por último, desde una profunda conciencia religiosa de religación, no todo es resultado del compromiso humano, también ejercido por creyentes, pues la justicia es igualmente la acción misma de Dios, salvífica y misericordiosa, que se actúa con generosidad por pura gracia y en Jesucristo. Jesús Abad Colorado Theologica Xaveriana es una publicación seriada de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, de Bogotá (Colombia) con periodicidad semestral. Circula de manera ininterrumpida desde 1951. Publica artículos inéditos de investigación, reflexión y revisión, así como documentos y reseñas de libros que dan cuenta del quehacer teológico actual. Suscripciones correo electrónico: [email protected] 23 Perspectiva bíblica de la justicia. José Alfredo Noratto G. / Págs.19 - 23 Una nota sobre la “misericordia” Luis Guillermo Sarasa, S.J. Serie Padres - La Esperanza, Colombia / Steve Mc Curry En uno de los muy citados –pero hoy poco leídos– Escritos de teología, Rahner hace una reflexión inquietante sobre la misericordia que valdría la pena volver a traer a colación, sencillamente porque vivimos en un país en el que esta supuesta “virtud cristiana” es, en la mayoría de los casos, lesiva de la dignidad humana. R ahner nos recuerda que quien recibe de parte del misericordioso muchas veces se siente “herido mortalmente en su dignidad”, pues quien pretende “abajarse” para ser condescendiente sigue sumido en su mundo de prepotencia y seguridad.1 Y, dado que la dignidad última del pobre consiste precisamente en su bajeza, o bien la misericordia debe desaparecer, para que desaparezca la altanería que conlleva, como su veneno, o bien tendremos que a replantear la verdadera esencia de la “misericordia”, típicamente cristiana. Si la misericordia debe desaparecer, entonces el recurso sería una justicia niveladora que otorgue la plenitud de los derechos, hoy suficientemente proclamados en los países democráticos. ¿Por qué motivo debo obsequiarle “misericordiosamente” a alguien un cuaderno y un lápiz si el Estado es responsable del derecho a la educación? ¿Qué fibra humana me mueve a movilizarme para dar una limosna a quien tiene el derecho a la alimentación, al vestido, a la salud? ¿Por qué motivo hemos de seguir llorando al lado de las familias de masacrados, secuestrados y desplazados si existen los sagrados y además constitucionales derechos a la vida, a la libertad y a la existencia digna? La “misericordia” cristiana consiste, pues, en el abajamiento de quien da, pero no por simple condescendencia con el ya abajado sino para que el misericordioso mismo se convierta. Quien recibe, agradecido, no tendrá más que ser lo que es, en su dignidad, para convertir al otro. Quizás el problema fundamental radique en quien se siente misericordioso. Si es aquel que da con la seguridad de estar viviendo una virtud o estar cumpliendo una obra de caridad, sin que su mundo se transforme fundamentalmente, es decir, sin que su mundo se abaje, entonces tendremos que relegar al listado de los vicios –como lo hicieran la Diatriba y la Estoa– esta supuesta virtud. Sería demasiado fácil ser siempre misericordioso desde la intocable riqueza o desde el normal acceso a todos los derechos que puede brindar un Estado o incluso desde la seguridad que brindan los bienes familiares o personales para garantizar el goce de posibilidades. Sin embargo, sucede que hay dos actitudes igualmente reprobables en cuanto lesivas de la dignidad que todos y todas poseemos desde siempre y para siempre. La “altanería” del misericordioso y la “soberbia” de quien recibe el gesto. Ya lo hemos dicho: el primero podría llegar a no alterar su vida; el segundo, a no ser capaz de recibir. Esta última anotación podría ser la pista para la reflexión. Si no nos sentimos seres que hemos recibido todo y que no poseemos nada es imposible que podamos ser misericordiosos, pues retendríamos con avidez lo que no nos pertenece. Esto es, al ser humano le ha sido concedido todo. Lo demás ha sido conseguido por una evolución de la visión humana de justicia y de progreso que nos sitúa en un mundo con más posibilidades, con más recursos, que –sin embargo– no alcanzan “a” todos aunque alcancen “para” todos. Con qué otro fin, Ignacio de Loyola diría: “Toma, Señor y recibe toda mi voluntad, mi memoria, mi entendimiento…” ¿De qué nos serviría entregarle todo si, en últimas, seguimos creyendo que nos pertenece individualmente sin que nada ni nadie nos pueda hacer caer en cuenta de que nos fue dado? O lo que sería aún más dramático: entregarlo sin que signifique realmente un despojo. La “misericordia” cristiana consiste, pues, en el abajamiento de quien da, pero no por simple condescendencia con el ya abajado, sino para que el misericordioso mismo se convierta. Quien recibe, agradecido, no tendrá más que ser lo que es, en su dignidad, para convertir al otro. Por tanto, es la conciencia de creaturalidad lo que nos podría, en último término, hacer cambiar la venenosa misericordia que seguimos practicando, por una típicamente cristiana que nos transforma desde dentro y nos hace capaces de ver el don de lo que damos sin mezquindad. 1 K. Rahner, “Elogio de la misericordia”, en K. Rahner, Escritos de teología VII (Madrid: Taurus, 1969), 283-288. 25 mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 26 § La palabra hebrea rajamím y la griega éleos (verbo, eleéō) suelen traducirse “misericordia”. Un examen de estos términos y de su uso ayuda a resaltar todos sus matices y significado: el verbo hebreo rajám se define como “sentir o irradiar afecto entrañable, ser compasivo”. Según el lexicógrafo Gesenius, “la idea principal parece radicar tanto en el hecho de tener cariño y tratar con dulzura como en el sentimiento de tierna emoción”. § El término está estrechamente relacionado con la palabra para “matriz”; se puede referir también a las “entrañas”, las cuales se ven afectadas cuando se siente de manera afectuosa y tierna la compasión o piedad. (Compárese con Is 63,1516; Jr 31,20). En las Escrituras rajám solo se emplea una vez, como sentimiento del hombre hacia Dios, cuando el salmista dijo: “Te tendré cariño [forma de ra•jám], oh, Yahveh fuerza mía.” (Sal 18,1) En el plano humano, José manifestó esta misma cualidad cuando se le conmovieron “sus emociones internas” [forma de rajamím] debido a su hermano Benjamín, y lloró. (Gn 43,29-30; compárese con 1R 3,25-26.) Cuando las personas veían la posibilidad de que las maltrataran sus captores (1R 8,50; Jr 42,10-12) u oficiales de mayor autoridad (Gn 43,14; Ne 1,11; Dn 1,9), deseaban y pedían en oración piedad o misericordia, para que se les tratara con favor, amabilidad y consideración. (Contrástese con Is 13,17-18.) Quiero dar un ejemplo más explícito de lo que se entiende por misericordia en la Biblia. Para ello, tomo un texto muy corto del Evangelio de Marcos: “Vino a él un leproso que, de rodillas, le dijo: ‘Si quieres, puedes limpiarme.’ Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano, lo tocó y le dijo: ‘Quiero, sé limpio’.” (Mc 1,40-41). Me quiero fijar en dos detalles de este corto diálogo, de modo que podamos comprender las exigencias del acto de misericordia (el que yo he califica- do como típicamente cristiano). El primero tiene que ver con el verbo que usan los dos dialogantes, y el segundo, con los sentimientos que albergan ambos. El verbo es querer. “Si quieres”, dice el leproso. Con ello se expresa que Jesús puede o que el leproso sabe que puede. No le dice: “Tú que puedes, hazlo.” Le dice: “Si quieres”. Su pedido exige el consenso del otro, a lo este contesta, no con puedo, sino con quiero. El sentimiento de ambos dialogantes tiene dos niveles: uno implícito y otro explícito. El nivel implícito corresponde al leproso: vino y le rogó, de rodillas. Se percibe una actitud suplicante, humilde, frente a otro hombre. El segundo nivel explícito está en el texto, y obviamente corresponde al sanador, quien se compadeció del leproso, es decir: ten “entrañas de misericordia”. Este ejemplo puede confirmarse con otros más, que no traeremos a colación, pero que dan piso sólido a la elaboración teológico-bíblica sobre la comprensión de la misericordia cristiana en estos términos. Ahora bien, tanto el ejemplo citado como las obras que tratan sobre el perdón y la reconciliación favorecen el proceso interpersonal, pero se fijan poco en un proceso posible que favorezca la reconciliación colectiva. Ya decía Paul Ricoeur: “…el discurso sobre la reconciliación de los pueblos resulta un poco piadoso”; y también “los colectivos no tienen conciencia moral”. El objetivo que todos deberíamos perseguir en Colombia, para hablar de un tiempo de “posconflicto”, es reconstruir el “vivir juntos” que se ha deteriorado. Hay que inventar una nueva manera de vivir capaz de tener en cuenta las causas que generaron el conflicto, tanto por parte de las víctimas como de los victimarios. Todavía es necesario determinar las responsabilidades de unos y de otros y es fundamental recurrir a terceros. De todas maneras, la “misericordia” aparece como requisito indispensable para un tiempo llamado de “posconflicto” que todos esperamos. Reflexiones Teológicas Reflexiones teológicas es una publicación de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana que busca promover y divulgar la reflexión e investigación académica de los estudiantes de la Facultad y de otras facultades o instituciones afines a nivel nacional e internacional. Facultad de Teología 27 Una nota sobre la “misericordia”. Luis Guillermo Sarasa G., S.J. / Págs. 25 - 27 Del conflicto al posconflicto: ¿Qué puede aportar la Iglesia? Pintando de colores la frontera, promoviendo escenarios de paz / Jesuítas Colombia / Flickr Germán Neira, S.J. Si se toma en cuenta la unión íntima que existe en la vida cristiana entre testimonio y orientación doctrinal, podemos identificar tres dinamismos espirituales cristianos de especial importancia para incidir positivamente en la aceptación y el respeto por lo diferente y por lo contrario (adversarios con los que hay que dialogar y entenderse): la “ley de la cruz” (redención), la “autoridad servicio”, y “la no-violencia activa”. El desarrollo del tema tiene cuatro puntos principales: 1. Un planteamiento metodológico desde la teología sistemática. 2. La Iglesia Católica colombiana en los tiempos de la “modernización” (Colombia, 1930-2014). 3. La nueva coyuntura de posconflicto y discernimiento de algunos de sus dinamismos. 4. ¿Qué puede aportar la Iglesia a la situación de posconflicto en Colombia? Un planteamiento metodológico desde la teología sistemática El primer problema que se le presenta al teólogo es la pregunta de cómo hacer teología sobre una situación histórica (en el caso nuestro, de violencia, de conflicto armado y de posconflicto). El problema fundamental es tender un puente entre dos orillas: una situación histórica y una orientación cristiana de esta situación (desde el ámbito de una teoría teológica). Si quien parte de la orilla de datos sobre la situación no es teólogo, se quedará en el ámbito de las ciencias sociales y la filosofía, sin hacer teología (es el caso del doctor Gómez Buendía); si se parte desde la orilla de la teoría o la doctrina teológica, es posible que no se haga una reflexión integrada con la situación (la teoría teológica queda posiblemente yuxtapuesta y externa a la situación). Se trata de partir de los datos de la situación y –a desde ahí– elaborar las categorías teológicas que articulan los dos ámbitos de la reflexión (las dos orillas). Cuando las dos sociedades (la civil y la religiosa) ya no coinciden en la unanimidad, la Iglesia se reacomoda para seguir influyendo social y culturalmente, mediante la creación de instituciones que –en su interior– tengan una unanimidad parcial religiosa. Es lo que se llama situación de nueva cristiandad en la tipología que estamos presentando. La iglesia Católica colombiana en situación de “nueva cristiandad” (1930-1964) Un esquema aproximado de la relación Iglesia/mundo en situación de nueva cristiandad lo tenemos en el cuadro siguiente: el marco grande representa la sociedad; el marco más pequeño consta de dos partes: una en que la Iglesia está constituida como comunidad; otra en que como comunidad influye en la sociedad por medio de sus instituciones. La unanimidad cristiana parcial se logra mediante las instituciones temporales cristianas, que son espacios cristianos dentro de la sociedad: partidos políticos, organizaciones campesinas y obreras, universidades y colegios. En Colombia, de 1930 a 1960, hubo un auge inmenso de fundación y renovación de las instituciones de la Iglesia, con el consiguiente influjo social y político, muy vinculado al partido Conservador. La iglesia católica colombiana en situación de “pluralismo” religioso, político y social (1965-2014) En esta situación ya no se da una identidad completa o parcial entre sociedad e Iglesia. Existen comunidades cristianas en una sociedad que es plural (las comunidades no son solo católicas, sino cristianas de varias denominaciones, con igualdad de derechos). Entre 1965 y 1980 surgió, en América Latina, la La Iglesia Católica colombiana en los tiempos de la “modernización” (Colombia, 1930-2014) En el siglo XIX, la Constitución de 1853, con el propósito de una modernización necesaria del país, estableció una matriz de exclusión entre la potestad temporal y la potestad espiritual (Iglesia) que dio origen a la vinculación política del partido Conservador con la Iglesia Católica. 29 mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 30 teología de la liberación, que busca un cambio social justo en favor de los pobres. Con este compromiso profético, muchos de los cristianos católicos asumieron compromisos de inserción en las luchas sociales de los más pobres, inspirados en las opciones liberadoras del Evangelio. Esta tendencia la complementó una línea de madurez en la fe, que insistía en la necesidad de la vida y del testimonio cristianos como base de los compromisos sociales. De cinco variables que analizan los expertos en el posconflicto, por razón de espacio, me voy a limitar a exponer brevemente las dos que me parecen centrales: la concepción maniquea de la política y el resentimiento. El problema central: la concepción maniquea de la política2 La concepción “complotista” (presentada por algunos analistas uribistas) y la concepción que presentan las FARC del conflicto muestran que ambas partes se mueven con una concepción relativamente “maniquea” de enfrentamiento entre el “bien” y el “mal”, sin matices intermedios: se trata de la oposición amigo/enemigo; y no de un enfrentamiento entre adversarios relativos con quienes se puede negociar y llegar a acuerdos. La nueva coyuntura de posconflicto y discernimiento de algunos de sus dinamismos El proceso de los diálogos de paz en La Habana, entre dirigentes de la guerrilla de las FARC y representantes oficiales del Gobierno, ha dado origen a muy diferentes interpretaciones y posiciones en favor y en contra de este proceso de negociación. Sobre el tema tratan continuamente los medios de comunicación. Voy a exponer a continuación un criterio de discernimiento y dos puntos centrales que están en la base de las distintas interpretaciones de los diálogos. El primer problema que se le presenta al teólogo es la pregunta de cómo hacer teología sobre una situación histórica (en el caso nuestro, de violencia, de conflicto armado y de posconflicto). El problema fundamental es tender un puente entre dos orillas: una situación histórica y una orientación cristiana de esta situación. Jesuitas Colombia / Flickr Discernimiento de tres dinamismos de la historia (dialéctica) Hay una forma de discernimiento que se puede presentar a cualquier ciudadano; y se puede especificar más para quienes deseen asumir un compromiso de discernimiento personal y eclesial sobre las situaciones. Se trata de tres dinamismos presentes en una “dialéctica” de la acción humana en la historia personal y social: § § § La creatividad humana se origina en las operaciones humanas bien realizadas y produce una acumulación de bienes que llamamos progreso. Los sesgos o mal humano provienen de la desviación o desorden en las operaciones humanas que producen una acumulación de males que llamamos decadencia y que producen decadencia. Se da también la posibilidad de un dinamismo de conversión y recuperación de las operaciones desviadas o mal realizadas, y, en esta forma se llega a una nueva situación de progreso. La acción de Dios, a través del don de su amor en personas y comunidades, apoya la reversión de los sesgos; y la recuperación (redención) que, por medio de la conversión instaura nuevos progresos.1 1 G. Neira, El bien humano como construcción sociocultural. Una categoría antropológico-teológica (Bogotá: Editorial Javeriana, 2012), 31 Del conflicto al posconflicto. Germán Neira S.J. / Págs. 29 - 33 Esta posición se da entre las FARC y también entre funcionarios del Gobierno, entre analistas y medios de comunicación. Se trata de una visión “bipolar” heredada de la Guerra Fría, y reeditada por políticos importantes en el mundo y de Colombia; de “izquierda”: Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Fidel y Raúl Castro; de “derecha”: Bush y Uribe. Esta concepción produce cierta tendencia antipolítica y antiestatista (anarquismo populista); tibio apoyo a la izquierda; y escasa proyección política a las movilizaciones de la sociedad civil. El problema del “resentimiento” El “resentimiento” es una desviación que proviene no solo de la inteligencia sino del ámbito de los sentimientos, y es bastante común y perjudicial en los diversos ámbitos de la convivencia social: la familia, las comunidades, las instituciones, la política… Hay un hecho político reciente, en el Senado de la República, que nos lanza una voz de alerta. En la coyuntura de un proceso de paz que entra en el posconflicto, se ha dado en el Senado un cruce de acusaciones (17 de septiembre de 2014) entre dos personajes importantes del escenario político actual –Iván Cepeda y Álvaro Uribe–, cuyos respectivos padres fueron asesinados violentamente (uno por los paramilitares, y otro por las FARC). El problema del “resentimiento” consiste en que se trata de un sentimiento desbordado que bloquea la capacidad de entender adecuadamente los problemas que se enfrentan; esta no-inteligencia lleva a no-soluciones de los problemas que afectan a las personas y a la sociedad; y las no-soluciones de los problemas van produciendo una acumulación de males que denominamos “decadencia”. El “resentimiento” es un caldo de cultivo de la violencia de la cual estamos tratando de salir en Colombia.3 ¿Qué puede aportar la Iglesia a la situación de posconflicto en Colombia? ¿Qué podemos aportar? Si se toma en cuenta la unión íntima que existe en la vida cristiana entre testimonio y orientación doctrinal, podemos identificar tres dinamismos espirituales cristianos que son de especial importancia para incidir positivamente en la aceptación y respeto por lo diferente y por lo contrario (adversarios con los que hay que dialogar y entenderse): la “ley de la cruz” (redención), la “autoridad servicio” y “la no-violencia activa”. La “ley de la cruz” como dinamismo teologal redentor en la historia Lonergan, en diversos escritos, plantea la noción teológica de “redención”, en la que sigue a Santo Tomás de Aquino y lo complementa. De las cinco categorías en las que Santo Tomás desglosa la noción teológica de “redención”, Lonergan centra el sentido más profundo de esta noción en la 2 Ver a F. E. González y V. Barrera, “Posibilidades e interrogantes sobre las propuestas de las FARC sobre participación política”, en A. Vargas (ed.), Diálogos de La Habana. Miradas múltiples desde la Universidad (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2013), 119-140. 3 Lonergan describe brevemente (siguiendo a Max Scheler) lo que entiende por “resentimiento”. Ver a B. Lonergan, Método en teología (Madrid: Sígueme, 2001), 39. 4 Ver a B. Lonergan, De Verbo Incarnato, 512, citado por Ch. Hefling, “A Perhaps Permanently Valid Achievement. Lonergan on Christ’s Satisfaction”, en Method: Journal of Lonergan Studies 10 (1992): 67. mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 32 “satisfacción vicaria”, como “ley de la cruz”, que llega a transformar, por una relación personal de amistad, el corazón del ofensor.4 La redención realizada por Cristo y entendida como “satisfacción vicaria” cuyo centro es una relación personal de amistad, nos descubre el dinamismo profundo de lo que entendemos por redención, y la posibilidad de comprender y practicar –en nuestra vida personal y comunitaria– la ley de la cruz, que del mal saca bien, por amistad y amor, con la fuerza del don del amor de Dios que transforma los sentimientos y los corazones. “Y esto se da como resultado de esta amistad para la cual los amigos de Cristo son capacitados para llevar en caridad las cargas de los otros.” 5 De la “autoridad dominio” a la “autoridad servicio” En su gran discurso contra los fariseos (Mt 23,1-36), Mateo engasta una sección que representa algo así como una catequesis para los dirigentes de la comunidad cristiana, con la propuesta de tres aspectos que se refieren al buen ejercicio de la “autoridad servicio”.6 Mc 10,35, que narra la petición de los hijos de Zebedeo, permite ver cuán en serio tomó Jesús este punto. Marcos cierra esta perícopa con un breve discurso que encierra carácter programático: Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones las gobiernan como señores absolutos y los grandes (=los que detentan los primeros puestos en la jerarquía política) las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros; sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será el esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos (Mc 10,42-45). los discípulos, por el contrario, no deberán tender sus tentáculos las situaciones de dominación.7 La no-violencia activa como “venganza” evangélica: devolver bien por mal Una de las exigencias formuladas por Jesús para la comunidad de discípulos que le siguen, para la nueva familia de Dios (la Iglesia), es renunciar a la violencia, que se expresa en concreto en situaciones que llevan a una gradación real de presiones u ofensas diferentes. Estas exigencias se formulan claramente en Mt 5,39-42 y en el pasaje paralelo de Lc 6,29ss.8 Es clara la intención de los cuatro logia. Se quiere inculcar al oyente: renuncia a toda sanción jurídica, renuncia a todo tipo de represalia. No respondas a la violencia con violencia. Sin embargo, cuando se haya producido la injusticia, no te quedes de brazos cruzados, no adoptes una pasividad inoperante. Haz frente a tu oponente. Responde a su coacción o a su brutalidad con una bondad avasalladora. Tal vez llegues a ganártelo de esa manera.9 San Pablo, en la Carta a los Romanos (12,9-21), cuando los exhorta a una vida nueva, luego de hablar sobre los dones y carismas que Dios les ha dado para bien de la comunidad, les recuerda los deberes de la vida cristiana, entre los cuales da especial importancia a devolver bien por mal: Bendigan a quienes los persiguen y no los maldigan. (12,14). El texto, que esconde en cada una de sus líneas el pensamiento y la actuación de Jesús, se refiere precisamente a lo que conocemos hoy como estructuras de dominación. Ellas son fenómeno habitual en las sociedades de este mundo. En la comunidad de No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Hasta donde dependa de ustedes, hagan cuanto puedan por vivir en paz con todos. Queridos hermanos no tomen venganza ustedes mismos […] porque la Escritura dice: […] “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; así harás que le arda la cara de vergüenza.” No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence con el bien el mal. (12,17-21). 5 Ch. Hefling, “A Perhaps Permanently Valid Achievement. Lonergan on Christ’s Satisfaction”, 69 6 Ver a G. Neira, “Evangelización y comunidad solidaria”, en J. A. Vela, Nueva evangelización, Evangelio y comunidad solidaria (Bogotá; Pontificia Universidad Javeriana-Facultad de Teología, 1991), 88-89. 7 G. Lohfink, La Iglesia que Jesús quería (Bilbao: Desclée de Brouwer, 1986), 59-60. 8 Ibid., 61-62; G. Neira, “Evangelización y comunidad solidaria”, 90-92. 9 G. Lohfink, La Iglesia que Jesús quería, 62. 33 Del conflicto al posconflicto. Germán Neira S.J. / Págs. 29 - 33 Biblioteca de Filosofía y Teología Mario Valenzuela, S.J. Servicios: Referencia: Atención al usuario y asesoría en la búsqueda bibliográfica, orientada al manejo de fuentes y otros servicios. Consulta del material bibliográfico (libros y revistas) en la sala de lectura. Bibliografías: Listados referenciales Difusión de información : boletín de nuevas adquisiciones. Fotocopias de documentos. Colecciones: La Biblioteca posee cerca de 100.000 volúmenes, y sin desatender otras áreas, está especializada en Filosofía, Teología, Ciencias Sociales y demás ramas del conocimiento que tengan que ver con estas ciencias. Horario: Lunes a viernes, de 7:00 a.m. a 8:00 p.m. Sábados de 8:00 a.m. a 12:00 pm. Ubicación: Edificio No. 94, “Pedro Arrupe” Pontificia Universidad Javeriana mirada Teológica 1. Enero - abril de 2015 / Págs. 6- 8 34 Nuestra misión La forma propia de la teología en la tradición de la Compañía de Jesús se caracteriza por el empleo de las mediaciones humanísticas y filosóficas, por la apropiación responsable de la tradición y del magisterio de la Iglesia, por el modo de conciliar el juego de la libertad humana con la gracia divina y por la manera de leer a Dios presente en las criaturas. La Facultad de Teología se esfuerza por discernir la presencia y actividad de Dios en los acontecimientos actuales de la historia contemporánea para decidir lo que debemos hacer como servidores de la Palabra, así como en las fuentes inagotables de la teología católica, en las experiencias vividas - individuales y colectivas- de los miembros de la comunidad de fe que es la Iglesia, especialmente en su experiencia de pobreza y opresión. Se nutre de las disciplinas profanas, muy particularmente la filosofía, el análisis social y las ciencias naturales. Su objetivo es discernir, aclarar e interpretar desde la fe cristiana, las oportunidades y problemas de la vida contemporánea. Facultad de Teología Pontificia Universidad Javeriana 35 36