1º Año de Confirmación. completo - catequesis familiar

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1º AÑO DE CONFIRMACIÓN
LIBRO PARA MATRIMONIO GUIA
CATEQUESIS FAMILIAR
PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DEL
PERPETUO SOCORRO Y SAN ALFONSO
PADRE CARLOS WISZNIOWSKI
ESTELA RESSIA DE GIL
COMUNIDAD REDENTORISTA
SALTA - 2007
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INTRODUCCIÓN Y ANOTACIONES METODOLÓGICAS
1. ADONDE NOS LLEVA LA CATEQUESIS FAMILIAR
El Espíritu Santo responde en cada momento de la historia de la
humanidad suscitando hombres, movimientos o modalidades que indican que el
Señor sigue siendo siempre “el Señor de la Historia”. Una de sus grandes
respuestas hoy, en que la familia sufre una grave crisis, es la Catequesis
Familiar.
La Catequesis familiar va dirigida a toda la familia, pero, de un modo
particular, a los padres, que son sus primeros destinatarios.
Paral el papa Juan Pablo II era la “forma fundamental de Catequesis”, tiene
un carácter peculiar y, en cierto modo, insustituible y debe preceder, acompañar
y enriquecer a toda otra forma de Catequesis” (CT 68).
Con a Catequesis Familiar:
“Se facilita a los padres un modo concreto para asumir sus
responsabilidad de ser los primeros catequistas de sus hijos”.
Se podrá superar la incoherencia entre lo que el catequizando recibe en
la catequesis y lo que vive en la familia.
“Se concientiza a la familia acerca de su identidad cristiana, como Iglesia
doméstica, base de la comunidad parroquial y diocesana. (JEP 94).
Si la familia va entrando en un ritmo de crecimiento progresivo en la fe, la
comunidad toda recibirá el impacto del fortalecimiento porque la célula base de
la misma ha encontrado las razones para afianzarse, profundizarse y
proyectarse. Una familia encerrada en si misma vive una “muerte” adelantada.
En cambio, la familia que vive en profundidad su compromiso hacia adentro y
hacia fuera, se proyecta misionalmente y hace presente al Señor en la vida de
la comunidad. Todo comienza cuando se toma conciencia de que el papá debe
mostrar la imagen paterna de Dios y la madre la imagen materna de un Dios que es “familia
y envía a las familias humanas a ser presencia suya en el mundo.
Si la catequesis familiar va bien orientada y se asume en plenitud por las
familias de la comunidad, en muy pocos años, cambiará el rostro de la Iglesia
dándole comunidades fuertes comunidades fuertes y muchos agentes
pastorales para todas las áreas evangelizadoras y misioneras.
2. OBJETIVOS Y METAS DE LA CATEQUESIS FAMILIAR
OBJETIVO GENERAL: La construcción, afianzamiento y proyección misionera
de la comunidad cristiana desde la evangelización de las familias.
OBJETIVOS PARTICULARES:
1) Evangelizar, catequizar y proyectar misionalmente el núcleo familiar.
2) Acompañar y colaborar con las familias en la educación cristiana de sus
hijos, con ocasión de la Primera Comunión y Confirmación.
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3) Ayudar a que descubra cada familia su compromiso en y con la Iglesia y
también con la sociedad.
4) Ayudar a que los padres se redescubran como la imagen paterna y
materna de Dios en el hogar, recuerden sus derechos en la educación
cristiana de sus hijos y asuman su responsabilidad frente a Dios, la
Iglesia y el mundo.
METAS DE CADA UNO DE LOS AÑOS
DE CATEQUESIS FAMILIAR
1) Conocimiento de Jesús, como Hijo de Dios y María. Reencuentro en la fe
y adhesión total a su persona.
2) Descubrimiento de la Iglesia – Comunión. Participación activa y
consciente en la Comunidad Eucarística.
3) Iluminación del “Hoy” cristiano desde la Historia de la Salvación.
Capacitación vivencial y comprensión de quiénes somos en la Iglesia de
Jesús.
4) Preparación próxima a la Confirmación desde la vivencia del Misterio
Pascual en el Año Litúrgico y compromiso de vivir como testigos de
Jesús en el mundo.
LA CATEQUESIS FAMILIAR DE CONFIRMACIÓN
CATEQUESIS SOBRE EL ESPIRITU SANTO
Está al final y está al principio. Se recibirá en el sacramento de la
Confirmación y acompaña todo el proceso. El Espíritu Santo debe ser el alma
de esta etapa de la catequesis.
A lo largo de los dos primeros años, se ha hablado mucho de cristo, del
Padre y de la Iglesia. Sólo esporádicamente se ha tocado el tema del Espíritu
Santo. En los dos años de Confirmación hay que señalar su presencia
progresiva en la vida del cristiano desde el Bautismo hasta la recepción de
sacramento de la Confirmación. Debe desearse su presencia y los dones que lo
acompañan. Sólo así podremos dar los frutos de su presencia en el cristiano
que lo harán aparecer lleno de Dios y deseoso de servir a los hombres.
Desde el comienzo del primer año de la Catequesis Familiar de
Confirmación, debe quedar muy clara la presencia del Espíritu Santo en cada
encuentro, como así también, debe aparecer permanentemente la unidad de las
Tres Divinas Personas que invitan al hombre a vivir su misma unidad en la
familia, en las instituciones y en el mundo. Así quedará claro que “donde hay
unidad y amor, está Dios”.
Desde el comienzo de esta catequesis, repitamos con frecuencia
¡Espíritu Santo, ven! Y que sintamos que nada podemos hacer, en la línea del
bien, si el Espíritu de Dios no está presente en nuestras vidas.
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A LOS GUÍAS Y ANIMADORES
Un año más comienza de catequesis familiar, un año más en que
Dios los convoca para acompañar a este grupo de padres y niños en su
preparación para recibir el “Sacramento de la Confirmación”, ¡Gracias
queridos catequistas por decir “SI” nuevamente a ese llamado.
En algún lugar he leído que “el Espíritu Santo es el gran
desconocido…”, y esto parece ser verdad. Podemos entender a un Dios
Padre desde la creación, como fecundo. Podemos entender su
omnipotencia, su absoluta trascendencia, su eternidad. De Cristo
sabemos algo más, dado que asumió la realidad de los hombres, su carne,
sus gestos…Pero el Espíritu Santo es una persona “difícil”. Por eso
también la confirmación para los padres y los niños que se preparan
para recibirla es un sacramento “difícil”.
Los grandes interrogantes que estos dos años se plantearán
nuestros catequizandos serán entre otros:
¿Qué añadirá al Bautismo?
¿Qué nueva gracia es necesaria para vivir como Cristo?
¿No recibimos en el Bautismo el don del Espíritu?
¿No somos por ese sacramento, testigos de Cristo en el mundo?
Y he aquí vuestro gran desafío, acompañar a los padres y los
niños en el crecimiento y maduración de la fe.
Mucho dependerá de la vivencia que ellos tengan durante los
encuentros y en las celebraciones que se desarrollen a lo largo de estos
dos años, el que puedan hacer carne dentro de su corazón la vida que
Dios desea para cada uno de sus Hijos, y su proyecto en Cristo.
Desde la Confirmación -Pentecostés, cada confirmado es él mismo
“un mensaje”, porque no hay mejor libro sobre la vida cristiana que un
cristiano, ni hay mejor tratado sobre el Espíritu Santo, que un hombre o
una mujer que viven sacudidos por el Viento, quemados por el Fuego,
plasmando en sí las obras del Espíritu.
Que la Confirmación y el Espíritu que en ella recibirán nuestros
niños, pueda traducir en sus vidas y en las de sus familias, la realidad de
Jesús el Cristo, “en quien el Padre tiene sus complacencias”, de Jesús el
Mesías, “Hijo muy amado” y bendecido por su Padre…
Que encuentren en “María del Perpetuo Socorro”, llena del
Espíritu Santo, la fuerza inspiradora para preparar los encuentros con
amor y dedicación y que el Señor los bendiga y derrame sobre sus
corazones de catequistas la abundancia de sus dones.
Los coordinadores
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ORACIÓN AL ESPIRITU SANTO
Ven Espíritu Creador,
Visita las almas de los fieles
E inunda con tu Gracia
Los corazones que Tú creaste.
Ilumíname y hazme conocer
Lo bueno para obrarlo
Y lo malo para detestarlo
Por el don de SABIDURÍA.
Intensifica mi vida interior
Por el don de ENTENDIMIENTO.
Aconséjame en mis dudas y vacilaciones
Por el don de CONSEJO.
Dame la energía necesaria
En la lucha contra mis pasiones
Por el don de la FORTALEZA.
Envuelve todo mi proceder
En un ambiente sobrenatural
Por el don de CIENCIA.
Haz que me sienta hijo tuyo
En todas las vicisitudes de la vida
Y acuda a Ti
Por el don de PIEDAD.
Concédeme que te venere y te ame
Y ande con cautela en el sendero del bien
Guiado por el don del SANTO TEMOR DE DIOS.
AMEN.-
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ISRAEL: UN PUEBLO MARCADO POR SU GEOGRAFÍA
LAS GRANDES CIVILIZACIONES
6
MIL AÑOS DE HISTORIA
Los grandes momentos de Israel
ITINERARIO DEL ÉXODO
EL REINO DEL NORTE
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1º Año de Confirmación
ENCUENTRO Nº 1: “EL MUNDO NECESITA BUENAS NOTICIAS”
OBJETIVO: - Descubrir que todos estamos llamados a anunciar
la Buena Noticia-
Citas Bíblicas:
(Is. 9, 1 . 5 – 6)
“…Porque un niño nos ha
nacido, un hijo se nos ha
dado;…”
(Lc. 2, 8 – 18)
“…Vengo a anunciarles una
Buena Noticia…ha nacido para
ustedes un Salvador…”
TENER PRESENTE
Estamos comenzando a caminar otra vez, porque las vacaciones fueron
como un “corte”.
Ayudar a que cada uno se sienta responsable no sólo de sí mismo, sino
también de colaborar con los demás. La comunidad se construye con el
esfuerzo de todos.
Padres e hijos deben acompañarse mutuamente y saber que si uno falla,
daña a los demás y ofende al Señor por sobre todas las cosas.
Como discípulos de Cristo tenemos que aprender a ser nosotros
portadores de la Buena Noticia, que “YO” sea Buena Noticia para los
demás; es el llamado que hoy, el Señor hace a todos los hombres.
Dios hoy nos convoca nuevamente, invitándonos a que seamos testigos
delante de los demás de que El está entre nosotros y nos ama.
MOTIVACIÓN
Motivación “A”: Leer el cuento ¡Qué Lindo Sermón! que figura en la cartilla
de los niños. Explicar con las propias palabras el mensaje del Cuento.
-¿Nos pasó alguna vez que participamos de la Misa y no sacamos ninguna
conclusión para nuestra vida? ¿A qué se deberá eso?
- A nivel personal: ¿Cuál fue la mejor noticia que hemos recibido en este
tiempo? ¿Cómo reaccionamos frente a ella? ¿Qué sentimientos produjo en
nosotros?
- ¿Qué conclusión sacamos de las noticias que nos dan diariamente los medios
de comunicación?
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Motivación “B”: Leer el relato: Los que van a la Iglesia, que figura al final del
encuentro, y realizar la dinámica que allí se detalla.
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
El mensaje de Belén
El misterio del amor de Dios que asume la condición humana para salvarla
y divinizarla, comenzó en el momento mismo de su encarnación, pero se
manifiesta en su nacimiento. En ese momento se reveló también la opción
deliberada de Jesús por asumir la condición de los más desamparados.
Pues el modo y circunstancias que rodean el nacimiento de Cristo no son
fortuitos ni arbitrarios; son una elección libre. A diferencia de nosotros (que sólo
podemos optar después de cierta edad), el hijo de Dios eligió las circunstancias
de su venida al mundo, así como las del itinerario de su vida. Por eso, en sus
elecciones y opciones, Cristo nos dice algo sobre Dios, sobre el hombre, sobre
los caminos de la salvación de la venida del Reino.
Sucede que los seres humanos no podemos optar por las condiciones
permanentes o contingentes de nuestro propio nacimiento. Los hombres no
pueden elegir su raza, su nación, su clase social, sus padres o familia, su
cultura, la época que les tocará vivir. Tampoco pueden elegir las contingencias
de su venida al mundo (cómodas o precarias, alumbramiento fácil o difícil, etc.)
Lo original de la venida al mundo del hijo de Dios es que cada circunstancia de
su nacimiento es libremente elegida, encierra un significado para su futura
misión y estilo de vida, así como para la nuestra propia.
Este significado se nos revela en tres signos inseparables. El primero es
que Jesús nace como pobre; la pobreza como forma de vida lo acompañará
hasta su muerte. Nacer en un pesebre porque no había posada en Belén, con
todo lo que ello implica (Lc 2, 6-7), no es un percance; es una opción de Jesús,
la primera que hizo en su vida.
El segundo significado del nacimiento de Jesús está en la predilección ahí
manifestada por los más pobres de los pobres, y en el mensaje de esperanza
contenido en esta predilección. El hecho de ser unos pastores – pobres entre
los pobres en esa época y gente de mala reputación- los primeros en recibir la
buena noticia del pesebre, es una elección deliberada de Dios (Lc 2, 8-14). La
salvación y liberación que esta ofrece va preferentemente dirigida a las formas
más marginales de la miseria humana. La misericordia especial que Jesús
mostró siempre por los más pobres y oprimidos, se reveló inicialmente en la
opción del pesebre.
El tercer significado de esta opción está dado por la venida de los Magos
de Oriente a contemplar y honrar al recién nacido (Mt 2, 1-12). Ello significa que
la inserción misionera de Jesús apunta desde el comienzo a los no
evangelizados y alejados. Así como esos sabios orientales, que eran paganos,
fueron iluminados por la gracia del pesebre y conducidos al encuentro con
Cristo, así también la inserción misionera deberá tener una preocupación
especial por los más abandonados y alejados de la verdadera fe.
El Hijo de Dios viene al mundo
Con el nacimiento de Jesús se inicia una nueva era en la historia de los
hombres con Dios. Por eso, desde entonces, nuestro calendario cuenta los años
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“después de Cristo”. En la persona de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios –Dios
mismo-vino al mundo para ser nuestro hermano. De ahí que no podamos hablar
del nacimiento de Jesús sin hablar de Dios. Tampoco San Mateo y San Lucas
pueden narrar el nacimiento de Jesús como contarían el de un niño cualquiera.
En sus evangelios no sólo relatan lo que sucedió; indican también-para dar
testimonio de toda la verdad- lo que esos acontecimientos significan en el plan
de Dios.
“Y llegó “la plenitud de los tiempos” (Gál.4). Dios Padre envió al mundo a
su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, verdadero Dios, nacido del Padre antes de
todos los siglos y verdadero Hombre, nacido de María la Virgen por obra del
Espíritu Santo. En Cristo y por Cristo, Dios Padre se une a los hombres. El Hijo
de Dios asume lo humano y lo creado y restablece la comunión entre su Padre y
los hombres. El hombre adquiere una altísima dignidad y Dios irrumpe en la
historia humana, vale decir, en el peregrinar de los hombres hacia la libertad y la
fraternidad, que aparecen ahora como un camino hacia la plenitud del encuentro
con El.
La Iglesia de América Latina quiere anunciar, por tanto, el verdadero rostro
de Cristo, porque en el resplandece la gloria y la bondad del Padre providente y
la fuerza del Espíritu Santo que anuncia la verdadera e integral liberación de
todos y cada uno de los hombres de nuestro pueblo. (Doc. Puebla 188-189).
Llamados a proclamar la Buena Noticia
Si miramos la actividad de Jesús, vemos que el mismo no escribió nada su
misma persona era el mensaje de salvación. Y también dejó muchas
enseñanzas a través de parábolas, discursos, diálogos, actitudes. Muchas
veces, aunque no tenía cosas escritas, Jesús se fundamentaba en los escritos
del Antiguo Testamento (Ej.: Cap. 5,6 y 7 de Mateo).
Después de la ascensión de Jesús y el envío del Espíritu Santo, los
apóstoles empiezan a predicar. En esta predicación lo que se resalta como más
importante es que por Jesucristo se nos ha dado la salvación (Kerygma). Esta
es la Buena Noticia que los cristianos tienen para dar. (Evangelio significa, en el
idioma griego que hablaban los primeros cristianos, buena noticia). Pero vimos
también que la comunidad no solo anuncia a Jesús, sino que constantemente
sigue reflexionando sobre El, tratando de entender mejor su persona y su
mensaje. Por eso era muy importante el testimonio de los apóstoles, porque
ellos, que habían convivido con Jesús, contaban a los demás los dichos y
hechos que le habían visto decir y hacer a El. Así, la comunidad cristiana se va
extendiendo, y para que los nuevos cristianos se formen, ya no sólo tienen el
mensaje central del Keriygma, sino que van conociendo mejor a Jesús por
medio de la catequesis, y se reúnen y celebran su fe en la liturgia; en las
celebraciones litúrgicas se expresa nuestra relación con el Padre, y cada vez
que rezamos el Credo, reafirmamos nuestra fe en Jesucristo.
¿Qué se entiende por Laicos?
“Con el nombre de laicos se denomina a todos los fieles cristianos, a
excepción de los miembros del orden sagrado y los que viven en estado
religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que por estar
incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y
hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de
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Jesucristo, ejercen la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el
mundo, según la parte que les corresponde”. (CVII-L.G. 31).
El Papa Pablo VI hizo explícita la tarea que compete a todos los fieles
bautizados, indicando que “el campo propio de su acción evangelizadora, es el
mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía y también de
la cultura, de las ciencia y de las artes, de la vida internacional, de los medios
de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la
evangelización: como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el
trabajo profesional, el sufrimiento, etc.” (Evangelli Nuntiandi, 70).
Por todo esto, vemos que los laicos son invitados a construir un mundo
más acorde con el espíritu del Evangelio, una sociedad más fraterna y solidaria,
una cultura impregnada de valores éticos. “Aquí actúan bajo su propia
responsabilidad, aunque en diálogo sincero con los pastores. Son llamados y
enviados por Jesús mismo, como fermento en la masa de la sociedad, para
hacer presente el reino de justicia, de amor y de paz”. (Senderos Pastorales,
29).
Cada uno de nosotros, los laicos somos llamados por Dios para contribuir,
desde dentro a modo de fermento, “a la santificación del mundo mediante el
ejercicio de nuestras propias tareas, guiados por el espíritu evangélico y así
manifestar a Cristo ante los demás, principalmente con el testimonio de vida y
con el fulgor de nuestra fe, esperanza y caridad”.
Como laicos participamos plenamente de la misión evangelizadora de la
Iglesia, en el anuncio de la Buena Nueva y la salvación integral de todos los
hombres, con pleno derecho, de acuerdo a las exigencias y gracias del
bautismo que nos hace miembros del pueblo sacerdotal y profético.
Por estar insertos en una forma más directa en los distintos ambientes y
realidades temporales, nos encontramos en privilegiada situación para
comprender los valores y necesidades de las mujeres y hombres de hoy,
viviendo lo profundo de la cultura en la que nos encontramos inmersos en
nuestra vida cotidiana, podemos discernir la luz del Evangelio que esperan y
necesitan nuestros hermanos, y cuál es la acción evangelizadora de la, que
constituye una respuesta eficaz.
Hacer presente a Dios
Hoy las grandes tareas del Reino de Dios son la solidaridad con los pobres
y la lucha por la instauración de un orden justo en el mundo, así como la
evangelización de una sociedad consumista y secularizada, que
progresivamente pierde su referencia a Dios. (Cfr. LPNE. 11-14).
El mundo tiene derecho y necesidad de nuestra presencia evangelizadora.
Lo propio del laico, que es Iglesia inmersa en el corazón del mundo, es darle
como respuesta la buena noticia de Jesús con todas sus exigencias de amor,
paz y justicia.
Frente a esta grave situación de secularismo que vivimos y a la
esperanzadora hambre de Dios que se manifiesta en las generaciones jóvenes,
el Papa Juan Pablo II comprometió a toda la Iglesia en el llamado a una Nueva
Evangelización que implica, por un lado, una conversión personal y por el otro
un renovado anuncio de Cristo al mundo. A los laicos les compete responder, en
medio del mundo en que viven, a este llamado.
En virtud del bautismo y la confirmación, los fieles laicos están llamados a
participar, a su manera, en la triple función de Cristo, sacerdote, rey y profeta.
Lo hacen viviendo cada instante de su vida en la fidelidad al Espíritu Santo y
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haciendo de todas sus actividades un sacrificio de alabanza y de acción de
gracias; colaborando activamente en toda la vida pastoral, pero sobre todo,
procurando impregnar al mundo del espíritu de Cristo y construir una sociedad
más justa y fraterna; dando testimonio, con su vida y con su palabra, de su fe en
Cristo, en el corazón mismo del mundo y en sus tareas profesionales, sociales y
políticas.
Los cristianos realizan su santidad en medio de las realidades temporales:
familia, trabajo, cultura, sociedad, política. Es allí donde particularmente “el laico
tienen que dar testimonio de la resurrección del Señor: en lo cotidiano de su
vida tiene que anunciar a los hombres la buena nueva de Jesús”. Pero ésta
debe ser verdaderamente buena y cotidianamente nueva para construir de una
manera realista y desde dentro la nueva sociedad.
El desafío para los laicos de hoy, en este mundo desacralizado, -donde
prescindir de Dios es lo más frecuente-, es ser capaces de tomar cada día la
Cruz y seguir al Señor, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a
sí mismos, vivir en el mundo las bienaventuranzas evangélicas.
Enriquecemos el encuentro con el CATIC
INC.525: Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre (Cf.Lc
2,6-7), unos sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento. En
esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo (Cf. Lc 2, 8-20). La Iglesia no se
cansa de cantar la gloria de esta noche.
La Virgen da hoy a luz al Eterno
Y la tierra ofrece una gruta al Inaccesible.
Los ángeles y los pastores le alaban
Y los magos avanzan con la estrella.
Porque Tú has nacido para nosotros,
Niño pequeño, ¡Dios eterno!
INC. 526: “Hacerse niño” con relación a Dios es la condición par entrar en el
Reino (Cf. Mt 23,12), hacerse pequeño; más todavía: es necesario “nacer de lo
alto” (Jn 3,7), “nacer de Dios” (jn 1,13) para “hacerse hijos de Dios” (Jn 1,12). El
misterio de la Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo “toma forma” en
nosotros (Gál 4,19). Navidad es el Misterio de este “admirable intercambio”.
•
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN
¡Que yo sea tu testigo, Señor!
Al darme la vida, Señor, me has elegido para formar parte de tu proyecto creador; con
el don del Bautismo.
Me has insertado en tu redención; con el don de la confirmación me has enviado a ser
tu testigo.
Tú me amas sin fiarte de criterios de edad ni de eficacia externa; me amas a pesar de
mi debilidad y de mi frágil condición.
Tú, que llamaste dichosos a los afligidos, quieres reivindicar a través de nuestra
externa debilidad, el valor de cada persona por sí misma; no por su mayor o menor
rendimiento quieres manifestar el valor del heroísmo cotidiano de quién, día a día, y a
pesar de sus sufrimientos, sabe aún sonreír a los demás, sabe aún interesarse por los
demás, sabe aún infundir valor y fe.
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Transforma, Señor, mi debilidad en bendición aún para quienes están demasiado
seguros para aprender, demasiados clarividentes para ver.
En tu nombre y con tu gracia, hazme instrumento de tu luz, de verdades más
profundas, de humildad y de amor.
¡QUE LINDO SERMÓN!
Un cura párroco predicó por primera vez en su nueva comunidad. Todos
quedaron entusiasmados y lo felicitaron: ¡”Qué lindo sermón, Padre!.
El próximo domingo todos estaban muy curiosos por lo que iba a predicar esta
vez. Pero el nuevo párroco pronunció exactamente el mismo sermón del domingo
pasado.
Lo mismo sucedió el tercer, el cuarto y el quinto domingo. Al final un fiel no lo
aguantó más y le dijo: “¿Por qué usted predica siempre lo mismo?”. Contestó el
párroco: “¿Por qué ustedes viven todavía de la misma manera que hace seis
semanas?”. “Si ponen en práctica lo que les he predicado, entonces les voy a decir
algo nuevo…”
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LAS CARTAS DE LA HORMIGA VERÓNICA
Introducción:
Verónica es una hormiga chiquita que vivía en Gerli, una localidad ubicada al
sur de la gran ciudad de Buenos Aires.
Por razones que no vienen a consideración, los padres de Verónica la
abandonaron en la Plaza de Mayo, que es el lugar más céntrico de la ciudad de
Buenos Aires.
Como muchas personas que se desarraigan de su tierra. Verónica experimentó,
de un modo muy fuerte, el cambio que significa pasar de un lugar tranquilo,
donde la gente tiene nombre y apellido, a una gran ciudad en la que se corre el
riesgo del anonimato.
De todas maneras, ella supo sacar buen provecho de esta aventura que le tocó
vivir. Esto se manifiesta en las cartas que ella envió a su amiga Silvia, que
quedó en Gerli, el barrio de su infancia.
LOS QUE VAN A LA IGLESIA
No siempre salen transformados.
Querida Silvia:
¿Qué tal? ¿Cómo estás? Supongo que esta carta llegará con retraso, ya
que hay problemas de correo. Gracias por la carta que me mandaste. Me alegro
porque salió bien la operación de tu madre. Mándale mi pésame a Romualda;
decile que en la vida siempre hay cosas difíciles de explicar, pero no por eso
debemos quedarnos atrás.
Voy a contarte lo que estoy viviendo aquí por Plaza de Mayo. Ayer hubo
una gran manifestación de gente que pedía aumento de sueldo; había una
cantidad inmensa de seres humanos. Hoy cambió totalmente el ambiente.
Mucha gente desfila, cosa rara para un feriado.
Como es Viernes Santo, se dirigen todos hacia la Catedral. Nunca vi tanta
gente caminar hacia la Iglesia. Me hace acordar a los Viernes Santo del barrio.
Por acá pasa gente de todo tipo. Grandes, chicos, jóvenes y ancianos. Yo
los miro con mucha atención. Me gustaría penetrar en el corazón de cada uno
de ellos. Por la cara les noto el sentimiento; hace mucho ya que observo a los
humanos. Algunos van escrupulosamente llevando la cuenta de las Iglesias que
les falta cumplir con las siete que deben recorrer.
Otros, más sencillos, llevan un dolor para contárselo al Crucificado. Otros
caminan como quien va de paseo. Otros van a pedir por la paz. Pero la mayoría
acude religiosamente para pedir por sus problemas y por su familia.
¡Cómo me gustaría que Dios escuchase a todos ellos!
A algunos de ellos los veo salir renovados. Otros salen con ganas de
cambiar el mundo y se los ve caminar con decisión; pero no siempre les dura
ese sentimiento. Lo que más me preocupa es que no siempre salen
transformados. Digo yo, ¿se encontrarán auténticamente con aquel a quien
buscan allí dentro? Espero que logren esa renovación que anhelan. Lo que más
quiero ahora es que sean felices, pues cada vez voy apreciando más a los
seres humanos.
Mirando con detenimiento, me di cuenta de cuanto necesitan las personas
conectarse con aquel que los puso en este mundo. De esa manera, pueden
ordenar más su corazón y tienen más valor para encarar lo que la vida les
depara.
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Me gusta cuando sucede un encuentro hondo, personal. Porque Dios no
es una idea ni un conjunto de normas; es una persona. Las teorías o los
mandamientos que tienen que ver con la religión tienen sentido en la medida en
que brotan de un encuentro auténtico con Él.
Silvia, gracias por prestar atención a estas líneas. Me hace bien
comunicarte estas experiencias.
Te mando un beso.
Utilización Pastoral
Es oportuno leer y trabajar a partir de esta carta en el marco de Semana
Santa o de alguna fecha religiosa, aunque no necesariamente hay que limitarse
a hacerlo así.
•
•
•
•
Cuando rezo o hago alguna actividad religiosa: ¿soy auténtico
o “me disfrazo”?
¿Busco que las expresiones de fe me renueven interiormente o
me contento con “hacer tal acción”?
¿Me dura el entusiasmo después de una buena experiencia
religiosa o se va perdiendo con el tiempo?
¿Soy constante en mis propósitos?
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1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 2: “Dios por amor se comunica a los hombres”
Objetivo: - Reconocer en la Tradición de la Iglesia y en la Biblia, el
mensaje de Dios a los hombres.
CITAS BÍBLICAS
(Deut. 11, 18,- 21)
“Pon estas palabras en tu
corazón y en tu alma…”
(Mc. 4, 14 – 20)
“El sembrador siembra la palabra
de Dios. Unos la reciben...la
escuchan, la aceptan y dan fruto”.
En este encuentro nos proponemos: “presentar a los padres la Biblia en su
totalidad: Antiguo y Nuevo Testamento, como la Palabra de Dios a los
hombres”.
TENER PRESENTE
Ya conocen el Nuevo Testamento, pero no han manejado el Antiguo. Señalar
que, desde el comienzo, Dios ha hablado a los hombres y que la Biblia contiene
todo y sólo lo que Dios ha querido que quede claro.
Con este encuentro vamos a empezar a tener una visión de la Historia de la
Salvación en el Antiguo Testamento.
Es conveniente que los que tengan la Biblia completa la traigan para este
Encuentro. Sugerir que los que todavía no la tienen, traten de conseguirla. Es
importante también que en el encuentro con los padres, el matrimonio guía, la
coloque en un lugar privilegiado y con un cirio al lado.
MOTIVACIÓN
“A”: Explicar cada elemento del dibujo de la cartilla de los niños. Ampliarlo para
ello en fotocopia o dibujarlo en afiche.
-
Explicación del dibujo: Dios se revela al hombre, éste al principio lo contaba a
través de las generaciones en forma oral, pero luego surge la necesidad de
ponerlo por escrito (hombrecito escribiendo en el árbol del lado izquierdo). Así
nace lo que conocemos como el Antiguo Testamento. En el lado izquierdo del
árbol podemos ver cómo está compuesta esta parte de la Biblia: EL
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-
PENTATEUCO (5 libros), los LIBROS HISTÓRICOS (16). Los libros
SAPIENCIALES (7), y los libros PROFÉTICOS (18). TOTAL: 46 libros.
En cuanto al Nuevo Testamento, comenzaremos del lado derecho del dibujo,
con la Resurrección de Jesucristo quien – luego de aparecerse a sus discípuloslos envía a predicar. Esto se transmite también primeramente en forma oral
(hombrecito corriendo) hasta que surge la necesidad de poner por escrito la
Buena Noticia.
“B”: Leer a los padres el relato El mensaje de la espada”, que figura al final del
encuentro.
- ¿Qué les sugiere el título de este relato? ¿Cuál sería para ustedes el mensaje al
que hace referencia? Escuchar.
- ¿Sucede lo mismo con el mensaje que Dios desea enviarnos a través de su
Palabra? ¿Le prestamos atención cuando nos habla? Escuchar.
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
Vamos a recordar lo que conocemos del libro de la Palabra de Dios, “La Sagrada
Biblia” que utilizamos el año pasado; quiénes lo escribieron y cuántos libros contiene.
¿Qué lugar ocupa en la vida de nuestra familia?
Recordemos:
La Biblia comenzó a escribirse mil años antes de Cristo y se terminó en el s. I o II
de la Era Cristiana. Eso supone en estos libros un complejo proceso hasta llegar a
nosotros.
La mayoría de los relatos bíblicos tiene su origen en un hecho o acontecimiento
que se transmite por tradición oral y luego se fija por escrito. Una tradición oral puede
fijarse por escrito en lugares diversos y, por tanto, no ser idénticas las versiones.
Un difícil camino hasta hoy
Ningún libro de la Biblia nos llegó en su original, sino sólo en copias, más o menos
distintas del original, y defectuosas a juzgar por las discrepancias que hay entre ellas.
El material en que se escribieron los textos fue el papiro, normalmente por una
cara. Luego, la hoja se enrollaba, y se convertía en un rollo, o se doblaba y cosía,
formando un códice. El papiro se conserva únicamente en lugares muy secos (caso de
los encontrados en las cuevas de Qumrán, junto al mar Muerto, donde se han
descubierto textos de la Biblia que datan de los siglos II a.C. al 1 d. C.).
Aunque se trata de literatura sagrada, eso no evita de raíz los errores de
transmisión.
La Biblia, aunque inspirada por Dios, fue escrita por hombres, condicionados por la
influencia de sus países, de sus costumbres, culturas, temperamento, etc.
Las sagradas escrituras fueron elaborándose durante siglos por muchos autores,
cada uno de los cuales, al igual que todo escritor, han impreso en sus páginas no sólo
la Palabra de Dios, sino su estilo y su temperamento, su cultura, su personalidad y
hasta el sello de la clase social a la que pertenecían.
Lo mismo ocurre con los autores del N.T.: S. Pablo manifiesta en sus escritos su
temperamento impetuoso; San Juan, su espíritu místico y sereno; S. Marcos, sus dotes
de observador detallista, etc.
La mayor parte de los autores del A.T. son desconocidos para nosotros, cosa por
otra parte comprensible, puesto que la literatura antigua solía ser anónima.
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¿Cuándo se escribieron los libros de la Biblia?
3000 a.C.: invención de la escritura
1500 a.C.: invención del alfabeto
1000 a.C.: Primeros escritos bíblicos.
Fechas de algunos escritos bíblicos
Antiguo Testamento (a.C.)
800
750
570
560
530
400
Amós
Oseas
Jeremías. Ezequiel
Deuteronomio
Job
Jonás
400 Pentateuco (final)
335 Proverbios
200 Tobías
165 Daniel
115 Macabeos
70 Sabiduría
Nuevo Testamento (d.C.)
50
55
58
60
63
66
81
Tesalonicenses
Gálatas
Romanos
Santiago
Pedro
Evang.de Marcos
Evang.de Lucas.
Apóstoles
85 Evang. De Mateos
90 Evang. De Juan
95 Apocalipsis
Hechos
de
los
Cómo se escribió la Biblia
Interesa que nos detengamos un poco para responder a la legítima pregunta que
muchos se hacen: ¿Cómo se escribió la Biblia?
La Biblia no es un libro que ha caído ya hecho del cielo. Nada más lejos de esto.
Su redacción se debe, en muchos casos, a tradiciones y hechos históricos que
pasaban oralmente de generación en generación desde tiempos remotos.
La Biblia, pues, en su mayor parte, antes de ser escrita, fue una enseñanza oral.
Para nosotros, hombres modernos, acostumbrados a la escritura y al libro, nos es
difícil comprender ese mundo antiguo oriental que prescindía de la escritura
sustituyéndola por una memoria prodigiosa. Primitivamente se escribía poco; eran
tiempos de escuchar más que de leer. Aun en tiempos de S. Jerónimo, nos lo dice él
mismo, los jóvenes judíos sabían de memoria todas las generaciones desde Adán
hasta Zorobabel. Y no creemos exagerar si afirmamos que en nuestros mismos días
hay muchos musulmanes que se saben de memoria el Corán.
Esta transmisión oral era facilitada frecuentemente por una técnica muy usada en
Oriente, aun en tiempos de Jesús, que consistía en formular las tradiciones en versos o
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estribillos de composición rítmica, con cadencia musical. Así se grababan mejor en la
memoria.
Estas tradiciones, enraizadas en el alma popular, que corrían de padres a hijos,
envueltas en un ropaje hebreo, guardado en el seno de las distintas tribus de Israel y
diferente a las de otros pueblos, fueron escribiéndose poco a poco.
La Biblia, por consiguiente, no ha sido escrita como puede escribirse un libro por un
escritor que se sienta en la mesa de su despacho. Las repeticiones de hechos, la falta
de orden, los datos aparentemente contradictorios, etc., que se encuentran en la Biblia
nos hablan de algo distinto. Nos hacen suponer que en la redacción definitiva del A.T.
intervinieron varios autores o grupos de autores que se sirvieron, a su vez, de las
tradiciones orales y escritas, las cuales supieron respetar, completando estas
tradiciones con otras nuevas, hasta que finalmente les dieron a todas un cierto orden.
Todo esto nos muestra la intervención humana dentro de la Biblia. El hombre,
conservando su personalidad, escribe la Palabra de Dios sin falsearla. Los moldes
humanos son el vestido necesario en que se presenta a los hombres la Palabra divina.
Pero el ropaje humano es algo accidental, lo importante es la Palabra de Dios.
Como hemos visto, por la inspiración, Dios es el autor principal de la Biblia. Pero no
el único autor. También el hombre es su autor, aunque secundario.
La Biblia, entre otras cosas, nos recoge dos acontecimientos trascendentales. Son
como dos faros que atraen e iluminan a todos los demás escritos sagrados.
1) El primer acontecimiento tiene dos partes. La primera parte narra la salida
de Egipto del Pueblo de Israel (Ex. 13 y 14); es la gran experiencia religiosa de un Dios
Liberador, no sólo en el aspecto espiritual, sino también material. La fe en El provoca la
lucha contra los opresores, la lucha por la libertad. Dios es descubierto como Liberador
de los oprimidos. La segunda parte narra la Alianza de Dios con su pueblo dirigido por
Moisés. La fe en el Dios Único desveló al Pueblo de Israel que Dios estaba con él, que
era su Aliado. Su Amigo y expresó esa amistad en forma de Pacto o Alianza que tuvo
lugar en el Sinaí. En consecuencia, se comprometió colectivamente con El. Por medio
de esta Alianza se constituyó en Pueblo de Dios y expresó la voluntad de este Dios en
una ley que se convirtió, al mismo tiempo, en ley religiosa y civil, en conciencia nacional
y personal de los israelitas (Ex. 20 al 23).
Posteriormente vino la alianza sellada con sangre (Ex. 24, 5-8), y con ella la
gran promesa: Canaán, la tierra que mana leche y miel. Dios ya se la había prometido a
Abraham (Gén. 15, 18). También se la recordó a Moisés (Ex. 3, 8; 6, 1-8). Después de
la alianza llegó su posesión.
2) Pero esta alianza no fue definitiva. Era preparación de otra que iba a venir y
que constituyó el segundo acontecimiento de la Biblia. Esta definitiva y Nueva Alianza
tuvo una historia semejante a la primera, pero con distintos personajes.
Moisés queda suplantado por Jesucristo (Hebr. 3, 2 ss.), Mediador de la nueva
alianza. El antiguo pueblo de Israel continúa en un Nuevo Pueblo, la Iglesia. El desierto
desemboca en la Cruz, que fue fruto de la lucha de Jesús. La tierra prometida es ahora
el cielo, la resurrección gloriosa. La Ley de la nueva alianza, el amor. La sangre de los
corderos, la sangre de Jesucristo que sella la nueva alianza. En fin, la alianza que Dios
estableció con su pueblo Israel en el monte Sinaí queda perfeccionada en la que
establece en el Calvario con su Nuevo Pueblo, la Iglesia.
La primera alianza es prefiguración de la segunda. Por eso Cristo es el centro,
la clave, el eje de toda la Biblia.
Estas dos Alianzas o Testamentos no son independientes el uno del otro, antes
por el contrario el Antiguo T. es preparación del Nuevo T., y éste, realización de aquél.
Están, pues, íntimamente unidos.
“Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan
sabiamente que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está
patente en el Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo T. en su sangre, no
obstante los libros del Antiguo Testamento, recibidos íntegramente en la proclamación
19
evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el Nuevo T., ilustrándolo y
explicándolo al mismo tiempo” (Concilio Vaticano II).
Según la Iglesia Católica, los libros del A.T. son 45 (si las lamentaciones o los
escritos de Baruc se incluyen en el libro de Jeremías. Si no se incluyen, son 46). Según
algunas ediciones protestantes son 38, ya que siguen el criterio más común entre los
judíos de Palestina que sólo admitían firmemente los libros escritos en hebreo y que
sumaban ese número. Por el contrario, los judíos de la “Diáspora”, o sea, los que vivían
“dispersos” por el mundo grecorromano, sobre todo en Alejandría, añadían otros 7
libros (Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y los dos libros de los Macabeos).
Estos 45 libros, coleccionados en los “Setenta” fueron utilizados por los Apóstoles y por
las comunidades cristianas de lengua griega.
A la lista oficial que contiene estos 45 libros del A.T. y los 27 del N.T. (72 en
total) se la llama canon bíblico, pues únicamente estos libros han sido recomendados
por la Iglesia como norma de fe y costumbres.
La Biblia y la Iglesia
Dios no entregó su Palabra al individuo, sino a una comunidad, a su Pueblo, y
ese Pueblo, hoy, no es otro que la Iglesia.
Por otra parte, Dios tiene que querer de manera eficaz que su Verdad llegue
íntegra a los hombres. Para llevar a cabo esto, ha confiado a su Iglesia la misión de
transmitir su Palabra salvadora a todos los hombres, a fin de que participen de la vida
divina.
De esta misión o deber sagrado, nace el derecho que la Iglesia tiene de
proclamar la divina Palabra. Ella es la depositaria y la guardiana del tesoro sagrado de
la Revelación y la única intérprete auténtica de la Biblia, siendo infalible en sus
interpretaciones doctrínales sobre las cuestiones concernientes a la fe y a las
costumbres.
A este ejercicio divino y permanente de la enseñanza de la Iglesia se le llama
“magisterio vivo”.
“La predicación apostólica, expuesta de un modo especial en los libros
inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua. De
ahí que los Apóstoles, comunicando lo que ellos mismo han recibido, amonestan a los
fieles que conserven las tradiciones que han aprendido de palabra o por escrito, y que
sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una vez para siempre”.
”Esta tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la
asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas
y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes,
que las meditan en su corazón, ya por la percepción íntima que experimentan de las
cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del Episcopado
recibieron el carisma cierto de la verdad, es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos,
tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan
las palabras de Dios”.
“Así pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente
unidas y compenetradas. Porque brotando ambas de la misma fuente se funden en
cierto modo y tienden a un mimo fin, ya que la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios
en cuanto se consigna por escrito y bajo la inspiración del Espíritu Santo; y la Sagrada
Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la Palabra de Dios a
ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que, con la luz del espíritu
de la verdad, la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación; de
donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza
acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar ambas con
un mismo espíritu de piedad.
“La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura, constituyen un solo
depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiando a la Iglesia; fiel a este depósito, todo
el pueblo santo unido a sus Pastores en la doctrina de la fracción del pan y en la
20
oración, de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en conservar, ejercer
y profesar la fe recibida.
“Pero el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios escrita o
transmitida ha sido confiado únicamente al magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad
reejerce en el nombre de Jesucristo. Este magisterio, evidentemente, no está sobre lal
Palabra de Dios, sino que le sirve enseñando solamente lo que le ha sido confiado;
según el mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la
guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca lo
que propone como verdad revelada por Dios, están entrelazados y unidos de tal forma
que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la
acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas”
(Concilio Vaticano II).
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN
Padre bueno
Que la palabra que escuchamos
Eche raíces firmes en nuestra vida.
Ayúdanos a construir cimientos fuertes
Para nuestra fe.
Que edifiquemos toda nuestra vida
Sobre la roca firme de Tu Palabra.
Que ella penetre nuestro corazón
Y nos empape de tus sentimientos
Y tus propuestas.
Que ilumine nuestras acciones
Y oriente las decisiones que tomamos.
Amén
21
El Mensaje de la Espada
En tiempos de guerras entre reyes moros, corrió de boca en boca la leyenda de
que quien se apoderara de la espada Asharaf sería el vencedor y ejercería un dominio
absoluto sobre todas las tierras del Islam.
Apoderarse de la espada no era empresa fácil. Había que descubrir primero
dónde estaba, llegar hasta el lugar y hacerse con ella en competencia a muerte, ya
que todos anhelaban poseerla. Nadie escatimaba fuerza ni ingenio para llegar a
poseer la espada triunfadora.
Tras muchas peripecias, uno de los reyes logró hacerse con ella. Se aseguró de
que era la auténtica espada Asharaf e inmediatamente se lanzó al campo de batalla
para sojuzgar a los demás reyes.
Se sabía invencible, y estaba impaciente por ejercitar el poder que le concedía la
espada. Sin embargo, no le salieron las cosas como esperaba.
En la primera y apresurada batalla a que se lanzó en cuanto obtuvo posesión de
la espada, fue derrotado, y él mismo murió en la lucha, atravesado por la propia
espada que él estaba seguro había de darle la victoria. Murió con una mueca de
sorpresa en los labios, cual si preguntase cómo podía haber sucedido aquello.
Si esa era la auténtica espada Asharaf, ¿cómo le había traicionado en su primer
encuentro?
La misma sorpresa se dibujaba en el rostro de los vencedores, que sacaron con
cuidado la ensangrentada espada y la examinaron con precaución.
No fue difícil explicar el enigma.
Una vez limpia de sangre, la espada reveló que en su hoja, de arriba abajo, en
filigrana vertical, estaba grabada una inscripción artística y clara que cualquier árabe
podía leer al instante.
La inscripción decía:
“No luches nunca con la espada. En paz y concordia se unirán tus hermanos a
ti”.
Ése era el mensaje de la espada Asharaf. Su nuevo dueño lo entendió, renunció
a la lucha, emprendió el camino de la paz, y los demás reinos se unieron a él en
unidad hermana.
La vida está llena de mensajes. Dios nos habla por medio de la creación, por los
acontecimientos que tienen sentido, si los vemos con la confianza puesta en Él. Pero
tenemos prisa y no nos paramos a escuchar, a leer, a descifrar, su mensaje.
Oímos que se trata de una espada y creemos que una espada vale sólo para dar
mandobles, y allá vamos a luchar locamente, contra lo que nos enseñaba la propia
espada en su hoja repujada.
Nos precipitamos. La urgencia, la acción, la lucha. Hemos oído la leyenda y se
nos desata la imaginación. Todos hablan de ello, hay que seguir la corriente, hay que
apoderarse de la espada antes de que lo haga el contrario. Y hay que blandirla antes
de que el adversario pueda blandir la suya sobre nosotros.
Espera un momento. Reflexiona, escucha, lee el mensaje grabado en la hoja
brillante, el mensaje que Dios en su infinita sabiduría trata de darte. Entérate por ti
mismo, no te dejes llevar por las apariencias. Es posible que la espada no sea para
lanzarte a la guerra, sino para evitarla. Aprende a leer. Acostúmbrate a interpretar el
mensaje que te llega a través de la Palabra de Dios, de las personas que él puso para
que te la interpreten, de sus pastores. Ábrete a los signos de los tiempos. Escucha.
Reflexiona. Deja que Dios te haga confidencias. Ojos para ver, oídos para oír y
sensibilidad para sentir. La vida entera en un hermoso mensaje del Señor, que hay
que descifrar paso a paso, rasgo a rasgo, momento a momento. El mensaje entendido
a tiempo salva un reino.
22
23
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 3: “Dios Padre nos demuestra su Gran Amor”
Objetivo: - Descubrir y agradecer el Amor de Dios Padre hacia
nosotros.
CITAS BÍBLICAS
(Gén. 1, 1 – 31)
(Gén. 2, 18 – 23)
“Y creó Dios al hombre a su
imagen”
(Jn. 3, 16)
“Dios amó tanto al mundo que le
entregó su Único Hijo”
En este encuentro nos proponemos: “Reconocer y agradecer la obra de la
creación, como muestra del amor de Dios para con los hombres”.
TENER PRESENTE
la Biblia presenta siempre un mensaje religioso, no un modo técnico o científico
de interpretar las cosas. El autor sagrado habla desde la fe y no desde la
ciencia.
Estamos acostumbrados a ver muchas “novedades”, cosas que hacen los
hombres, y hemos perdido la capacidad de admiración.
Dios nos invita a colaborar en su obra creadora, perfeccionando cada vez más
el mundo que lo empezó él y quiere continuarlo con nosotros.
El trabajo honesto de cada día es un modo de continuar la obra de la creación
en el mundo, siendo creadores con Dios.
MOTIVACIÓN
Leer a los padres el relato “El bordado de Dios” que figura al final del
encuentro,
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
El Principio
Al igual que un preciado relato de familia, que se cuenta una y otra vez, el
primer libro de la Biblia, el Génesis, se enriquece cada vez que lo leemos. Ya
su nombre, derivado de la palabra griega que significa “origen”, implica una
24
perpetua fascinación sobre nuestro principio, porque habla con sencillez acerca
de las más profundas y eternas dudas humanas; ¿quiénes somos? ¿De dónde
venimos?, ¿cómo empezó todo?
Todos los pueblos se han planteado tales preguntas y han propuesto
respuestas. Por ejemplo, los babilonios explicaron el origen de la humanidad
con la victoria de los dioses sobre las fuerzas del caos, y una tribu
mesoamericana creía que el universo se formó al lanzarse al fuego dos de sus
deidades. La ciencia moderna opina que el Génesis es un mito tan impactante
como todos los mitos primitivos.
Según los científicos, todo lo conocido, desde el átomo más pequeño
hasta la estrella más distante, empezó hace 15 mil millones de años como un
infinitesimal punto de energía que estalló de pronto y sigue creciendo desde
entonces. En cambio, la ciencia no ha respondido a la pregunta ¿Qué puso en
marcha este proceso?
La respuesta nos la da la Biblia. Está escrito en el Génesis que el universo
comenzó con Dios.
Dios realiza la Creación mediante un supremo acto de voluntad divina.
Todo emerge en una rápida sucesión: el día y la noche, los continentes y los
océanos, un panorama desbordante de vida. El acto final de la Creación es el
hombre, una criatura hecha a imagen y semejanza de Dios, y, por lo tanto,
dotada de una chispa de espíritu divino.
El sueño de un mundo perfecto, como el del Génesis, invade a toda
cultura, aunque la realidad siempre se queda corta porque el hombre mismo
corrompe ese sueño.
Todos los grandes temas bíblicos arrancan como los capítulos iniciales del
Génesis. El conflicto entre el bien y el mal, la fe y la apostasía, el valor y la
cobardía, todo ello aparece en ellos en su forma más pura. Se establece
también en ellos el lugar del hombre y sus consecuentes responsabilidades en
el plan de Dios. Todos los versículos del Génesis están impregnados de la
presencia de Dios. Aunque nunca se describe en detalles, la deidad del
Génesis está presente como una persona real, paternal, accesible y
preocupada por el bienestar espiritual de la humanidad. Como Padre severo
pero amoroso, “castiga los pecados del hombre”; como amoroso y abnegado
progenitor, “perdona”.
Gran parte del encanto del Génesis radica en la forma suelta y directa del
relato. Su lenguaje es solemne pero vívido, y cada episodio cambia con rapidez
al siguiente, como las escenas de una obra teatral. Los hombres y las mujeres
de los relatos representan los diversos aspectos de la naturaleza humanaheroicos o malvados, sabios o tontos, según el caso-y los papeles que
desempeñan están claramente definidos. Los elementos sobrenaturales se
introducen en forma de serpientes que hablan o querubines de espadas
flamígeras; son los ingredientes de la leyenda tradicional, fábulas que revelan
profundas verdades morales.
EL GÉNESIS
A continuación se desarrolla una exégesis de los dos primeros
capítulos del Génesis; si bien es extensa, recomendamos al
matrimonio guía leerla sin prisas, con Biblia en mano de manera de
poder conocer en detalle el relato, y, de esa manera poder
responder a las dudas que los padres generalmente suelen plantear
en los encuentros por desconocimiento, o porque han recibido en
25
algún momento, una información errónea y que no responde a
nuestras verdades de fe.
Abrimos la Biblia y vamos al primer capítulo del primer libro, el Génesis.
Esta palabra, “génesis”, viene del griego y quiere decir “Origen, nacimiento”. El
libro se llama así porque empieza con el origen de todo lo que existe. Los
judíos llaman a este libro Beresit, una palabra hebrea que significa “al
principio”, la primera del Génesis en su lengua. El Génesis representa varias
tradiciones orales, todas antiquísimas, y se puso por escrito hacia el año 1000
a.C. Es el primer libro del Pentateuco, que es como se denomina a los cinco
primeros libros de la Biblia; de “penta”, cinco y “teuco”, libro, instrumento.
También se llama en sentido estricto la Torá que en hebreo significa “Ley”.
Leamos ese primer capítulo del Génesis con detenimiento, desde el
capítulo 1 hasta el 31, o sea hasta el final, y, a continuación, el capítulo 2,
desde el versículo 18 al 23, que son los que veremos con los padres en este
encuentro.
Si nos fijamos en su estilo, veremos que no es el que se da hoy día, pero
no obstante es muy claro e incisivo. Tengamos en cuenta que esta redacción
fue realizada hace muchísimos siglos. El redactor ha vertido su doctrina en un
lenguaje popular, figurativo, lleno de plasticidad y de simbolismo. De la misma
manera que nosotros empleamos frases como “de tal palo tal astilla” o “el golpe
me hizo ver las estrellas” que no expresan su significado literal, los redactores
emplean ciertos giros y modos de expresión típicos de sus idiomas, llamados
aproximaciones, que tal vez puedan sorprendernos; de esto encontramos
referencias en: (Divino Afflante Spiritu, 41) Encíclica que el Papa Pío XII,
escribió sobre el estudio de las Sagradas Escrituras): “Los antiguos orientales
no empleaban siempre las mismas formas y las mismas maneras de decir lo
que nosotros hoy, sino más bien aquellas que estaban recibidas en el uso
corriente de los hombres de su tiempo y de su países”. El Papa nos dice a
continuación que para conocer el verdadero sentido de los escritos hay que
determinar el género literario a que pertenecen. El CVII en su constitución
dogmática Dei Verbum 12) nos dice: “Habiendo, pues, hablado Dios en la
Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, para que el intérprete
de la Sagrada Escritura comprenda lo que El quiso comunicarnos, debe
investigar con atención que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y
qué plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos.
Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que
atender a “los géneros literarios”, puesto que la verdad se propone y se
expresa ya de maneras diversas en los textos de diverso género histórico,
profético, poético o en otras formas de hablar”.
Retomemos: las primeras palabras del Génesis son impresionantes: “Al
principio creó Dios el cielo y la tierra”. De un plumazo se declara que todo lo
que existe ha sido creado por Dios. Observemos que no habla de la teoría tal o
de la teoría cual. Sencillamente se dice que Dios ha creado todo lo que existe,
con todas las leyes que todas y cada una de las cosas tienen. Antes ni la
materia ni el espacio ni el tiempo existían y ahora, por voluntad de Dios,
existen. El mensaje que este primer versículo quiere enviar es que Dios es el
autor de todo lo que existe.
“Creemos que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna ayuda para
crear. La creación tampoco es una emanación necesaria de la substancia
divina. Dios crea libremente “de la nada”. (CATIC 296).
26
“La fe en la creación “de la nada” está atestiguada en la Escritura como
una verdad llena de promesa y de esperanza”. (CATIC 297).
El segundo versículo dice: “La tierra era un caos informe; sobre la faz del
abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”.
Una expresión que parece un tanto misteriosa, pero que en hebreo es un juego
de palabras. Muchos padres de la Iglesia han visto en este “aliento de Dios” al
Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad. Al poner juntas
imágenes como caos, abismo, tinieblas y viento, el texto nos dice que Dios ha
creado todas las cosas de la nada. Vemos que menciona los días uno por uno
y así se va descorriendo como una cortina que deja ver la belleza de la
creación y la sabiduría de Dios. Se percibe un conjunto armonioso y ordenado,
con unas leyes que los hombres de ciencia van descubriendo y usando y que
siempre nos dejan atónitos. (CATIC 299).
¿Notaron la repetición tan insistente de “Dijo Dios”? Seguro que habrán
visto que parece como si Dios crease hablando. No se equivocan. Es una
verdad como un templo. Ese estribillo, “Dijo Dios”, se repite con ritmo de
letanía, de lo que se deduce la influencia que tuvieron en la redacción del texto
las ceremonias del templo de Jerusalén. Ya veremos cómo esa Palabra de
Dios resulta ser nada menos que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Pues, sí. Dios crea por medio de su Palabra. Dios dice y las cosas existen.
Después de crearlas, da la impresión de que Dios observa lo que ha hecho y
se recrea en su vista. Le gustan las cosas que ha hecho y las quiere. Todo lo
creado parece bueno. No olvidemos el detalle: “Y vio Dios que todo era bueno”.
Ahora veremos las palabras “pasó una tarde, pasó una mañana” que se
van repitiendo una y otra vez en este capítulo, no pensemos en una tarde o en
una mañana a nuestro estilo, aunque la traducción está bien hecha. La idea es
otra. La tarde y la mañana evocan algo que es completo en sí, pero incompleto
en un conjunto entero si lo tomamos individualmente, lo que esto quiere
expresar es que a la creación se le van sumando cosas en el tiempo.
Lo mismo ocurre con la palabra “día”. Sería injusto decir al escritor que un
día tiene 24 horas y que eso de la creación en 6 días es un cuento. La
intención del escritor ha sido otra. La enseñanza es que el trabajo dignifica al
hombre, pero no debe esclavizarlo. El hombre necesita un tiempo de descanso
que le permita la reflexión y la recuperación. Descanso se dice “Rabat” en
hebreo que más exactamente quiere decir “cesar” de todo trabajo. En otras
palabras el redactor nos dice que, por favor, a ver si trabajamos 6 días a la
semana y descansamos el séptimo día y lo ha hecho muy bien. Ha dividido la
creación en siete días para poner delante de nuestros ojos un modelo a seguir.
Por eso ha descrito así la creación. (CATIC 345-349).
Veamos ahora los versículos 26 y 27, si los leemos atentamente
notaremos que parece como si el texto cambiase de ritmo. Se habla nada
menos que de la creación del hombre. El mensaje que recibimos es que Dios
creó al hombre de una manera completamente diferente de las demás criaturas
y único en su especie. Le hace a su “imagen y semejanza” y le pone al mando
de todo lo creado. La palabra “semejanza” parece atenuar la de “imagen”, para
que no nos creamos que somos dioses (CATIC 355-361).
Al decir “Y creó Dios al hombre” (Gén 1,27), el redactor usa la palabra
“adán”, que no es el nombre de una persona como pueden serlo José o
Beatriz, sino que indica a toda la especie humana, a todos los hombres en
general. De hecho adán, “adam” en hebreo, no quiere decir más que un ser
humano, el hombre, y más exactamente significa “rojo”, el color de barro del
27
que todos estamos hechos. Incluye a la mujer. Sólo más tarde la palabra Adán
empezará a usarse como nombre propio y se refiere a una persona concreta.
Nuestra diferencia de las demás criaturas es haber sido creados a la imagen y
semejanza de Dios.
Por haber sido hechos a “imagen y semejanza” de Dios, tenemos la
dignidad de persona; no somos algo sino alguien. No ocurre así con las demás
criaturas. Podemos conocer, conocernos a nosotros mismos, darnos libremente
y relacionarnos. Dios creó todo para el hombre y el hombre fue creado para
relacionarse con Dios y con otras personas. Él ha querido que los hombres
constituyan una sola familia y se traten entre sí como hermanos.
Todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, quien hizo de
un primer hombre todo el linaje humano que poblará toda la tierra (CATIC 360).
Mucho se ha escrito sobre la poca base científica de este primer capítulo
del Génesis cuando habla de la creación del mundo. Pero, todos entendemos
muy bien la intención del escritor y el mensaje que, a través de él, Dios nos da.
Aquí no hay ningún tratado de física sino una enseñanza religiosa. Lo que Dios
nos transmite en estos relatos inspirados sirve para nuestra salvación, no para
enseñarnos verdades científicas sobre el origen del universo. Nuestros
antecesores, y no pocos de nuestros contemporáneos, no hubiesen entendido
nada si Dios se hubiese revelado con fórmulas matemáticas.
Al ver ahora el Cap. 2 del Génesis debemos hacer un alto para decir que
en su redacción hay dos tradiciones: una llamada sacerdotal o elohista, y otra
la yahvista; las dos se mezclan y entrelazan en todo el libro.
La tradición Yahvista:
Su característica es nombrar a Dios Yahvé.
Escribe con viveza, claridad y elegancia.
Considera a Dios como un ser que se hace historia, cercano y nacional;
que camina con el pueblo.
Usa con frecuencia los antropomorfismos (describe a Dios en términos
humanos: Ej.: el dedo de Dios, la cólera de Dios, etc.)
Trata de responder a los grandes problemas que todo hombre se
plantea (el mal, la vida, el pecado, etc.).
La tradición Eloísta:
Suele designar a Dios con el nombre común de Elohim.
Tiene un sentido del pecado más fino que el Yahvista.
Su estilo tiende a ser monótono y repetitivo. Evita el antropomorfismo.
Tiende a aumentar la distancia entre Dios y el hombre. La imagen de
Dios es presentada como un Dios trascendente que habla desde el cielo,
como en Gén 21,17 o en sueños (Ej. Los sueños de José).
En el capítulo 2 del Génesis podemos ver que nos habla de la creación del
hombre, varón y mujer.
Se vuelve a insistir que somos diferentes de las demás criaturas porque
estamos hechos a imagen y semejanza de Dios (Gén 1, 26 – 27); (CATIC 355368).
Sería ridículo pensar que cuando Dios crea al hombre, se hizo de un poco de
arcilla y, después de unos toques por aquí y por allá, hizo un muñeco a quien
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llamó hombre. Nada más lejos de la intención del autor. Al contrario, se nos
está tratando de decir que el hombre es tan material como la arcilla y, en este
sentido, bien poca cosa. Pero, al mismo tiempo, se nos dice que hay algo más
que arcilla en el hombre, ya que Dios “sopló en su nariz aliento de vida” (Gén
2,7), que es lo que llamamos el alma (CATIC 362-368).
Conviene que entendamos bien las palabras “sopló en su nariz aliento de
vida”. La lengua hebrea es relativamente pobre en vocabulario. No podemos
compararla con el castellano o el inglés. Pero, a diferencia de éstas, tiene la
peculiaridad de que, por asociación de imágenes, de una palabra de tres
consonantes con un significado básico brotan otras palabras con, a nuestra
manera de pensar, otros significados. Esto es algo que nuestras lenguas
europeas no tienen y que nos cuesta imaginar.
Tomemos, por ejemplo, la palabra “nefesh” que quiere decir “aliento”.
Pues bien, esta palabra nos lleva a “perfume” que es el aliento de las plantas y,
claro, también nos lleva a “nariz”, el órgano de la respiración y a “garganta”, de
donde sale el aliento; y, faltaría más, también evoca el “cuello”, y las “joyas”
que nos ponemos alrededor del cuello, y el “alma”, y la “vida”, y hasta quiere
decir “Yo”, yo mismo. Esto es algo impensable en el castellano.
Resumiendo: “sopló en su nariz aliento de vida” quiere decir que Dios hizo
al hombre, una persona.
“El Señor Dios plantó un parque en Edén” (Gén. 2, 8). Más literalmente
podríamos traducir que el Señor Dios plantó un paraíso en la estepa, que es lo
que significa la palabra sumeria Eden. No se sabe dónde podría estar ese pais,
pero los judíos quisieron ver en el un lugar de delicias ya que la palabra Edén
se parece mucho a una palabra hebrea que quiere decir exactamente eso,
“delicias”. Ahí fue donde Dios colocó al hombre haciendo crecer árboles que le
sirviesen de alimento y de deleite a la vista. (CATIC 378-379).
Hemos de poner mucha atención a lo que sigue para poder comprender
bien lo que el redactor quiere decir en un relato lleno de imágenes. En Gén 2, 9
dice así: “…además, el árbol de la vida en la mitad del parque y el árbol de
conocer el bien y el mal”. O sea que entre los árboles que hay en el jardín, hay
dos muy especiales: un árbol que da vida y otro árbol cuyo fruto lleva al
conocimiento del bien y del mal. El árbol de la vida evoca a la inmortalidad para
la que Dios crea al hombre como especie única en la que infunde su “aliento de
vida” y que lo diferencia de las demás criaturas. El árbol del conocimiento del
bien y del mal evoca la posesión del juicio sobre lo que está bien y lo que está
mal.
Para resaltar la belleza y fertilidad del jardín de Edén el redactor hace
brotar de él los cuatro ríos de los que ha oído hablar (Gén 2, 10,14).
No tenemos aquí una clase de geografía. Lo que el redactor quiere decir
es que el jardín del Edén era el lugar más hermoso del mundo donde nacen los
ríos más caudalosos que cruzan las tierras más ricas imaginables. Por cierto
que solo conocemos a dos de estos ríos, el Éufrates y el Tigres. De los demás,
ni idea.
Y en este jardín fue donde Dios puso al hombre para que “lo guardara y
cultivara” (Gén. 2,15). Observemos que Dios no dio la disposición de guardar el
jardín y cultivarlo a ninguna otra criatura, sólo al hombre. Guardar y cultivar
implican hacer el jardín más hermoso aún. Significan también usar y dominar la
tierra para su provecho, utilizar la naturaleza para su beneficio y eso, es lo que
hemos venido haciendo, desde la primera azada de piedra que inventamos
hasta el último aparato electrónico que algún sabio entendido saca al mercado.
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Leemos: “El Señor Dios mandó al hombre: “puedes comer de todos los
árboles del jardín; pero del árbol de conocer el bien y el mal no comas; porque
el día que comas de él, tendrás que morir” (Gén 2, 16-17).
Estas son palabras mayores que hay que entender bien. El hombre puede
comer de todos los árboles del jardín también del árbol de la vida, pero no del
conocer el bien y el mal. El árbol de la vida significa la inmortalidad para la que
Dios crea al hombre y el árbol del conocimiento del bien y el mal quiere decir
que es Dios quien dice lo que está bien y lo que está mal. Esto no es facultad
del hombre según le convenga o no. Nada de autonomía moral. Sería querer
ser como Dios mismo. Tal desobediencia e insolencia traerían un castigo, la
muerte.
En Gén 2 18-20) Que el hombre sea capaz de dar nombre a los demás
seres del mundo es una manera de decirnos que llega a captar la esencia
misma de las cosas, es decir, que el hombre sabe qué son; por eso puede
nombrarlas. Aquí se afirma que el hombre es racional. La capacidad de
reflexionar hace que Adán se conozca a si mismo, conozca el resto de los
seres de la creación y se de cuenta que es distinto de ellos. Y, es al dar
nombre a las cosas cuando descubre su soledad. Es una manera muy hermosa
de hablar de la gran diferencia del hombre con respecto al resto de la creación
y un preámbulo magnífico para la entrada de la mujer.
El relato de la creación de la mujer de una costilla del hombre es una
manera de decirnos que el hombre y la mujer son, los dos, seres humanos con
la misma naturaleza y diferentes de los animales.
En hebreo Eva, “hawwa” quiere decir “vida”. “Vida” y “costilla” se escriben
de la misma manera (CATIC 369-373).
El recibimiento que el hombre da a la mujer es curioso porque dice que la
mujer es “hueso de mis huesos y carne de mi carne”. El hebreo no tiene
palabra para decir “cuerpo”. Usa una, “basar”, que quiere decir la carne que se
come y, además, los músculos, todo el cuerpo, la familia y la parte no espiritual
del hombre. Así es la lengua hebrea. Por eso “hueso de mis huesos y carne de
mi carne” (Gén 2,23) es una manera de decir que los dos, el hombre y la mujer,
tienen la misma naturaleza.
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACION
¡Oh Señor, nuestro Dios, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Al ver el cielo, obra de tus manos,
La luna y las estrellas que
formaste:
¿Qué es el hombre para que así
lo cuides Y tanto te acuerdes de él?
Las aves del cielo y los peces del
mar, Cuanto surca los senderos de las
aguas.
Gloria a Dios, Padre omnipotente,
A su Hijo Jesucristo, el Señor,
Y al Espíritu que habita en
nosotros,
Por los siglos de los siglos. Amén.
A imagen de Dios lo creaste,
Lo coronaste de gloria y dignidad;
Lo hiciste señor de lo creado,
Y todo lo pusiste a sus pies:
Los rebaños de ovejas, el
ganado, Y también los animales
salvajes;
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El bordado de Dios
Cuando era pequeño, mi mamá solía coser mucho, yo me sentaba cerca
de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba
bordando.
Yo observaba el trabajo de mi mamá desde una posición más baja que
donde estaba sentada ella, así que siempre me quejaba diciéndole que desde
mi punto de vista lo que estaba haciendo me parecía muy confuso.
Ella me sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía: “Hijo, ve
afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi
regazo y te dejaré verlo desde mi posición”.
Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por
qué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba. Unos minutos más
tarde escuchaba la voz de mi mamá diciéndome: “Hijo, ven y siéntate en mi
regazo”.
Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver la hermosa
flor o el bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo veía tan
confuso. Entonces mi mamá me decía: “Hijo mío, desde abajo se veía confuso
y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba. Había un
diseño, sólo lo estaba siguiendo. Ahora míralo desde mi posición y sabrás lo
que estaba haciendo”.
Muchas veces a lo largo de los años he mirado al cielo y he dicho –Padre
¿qué estás haciendo?
El responde:
- como lo hice desde el principio del mundo, estoy bordado tu vida.
Entonces yo le replico:
- pero se ve tan confuso, es un desorden. Como el mundo hoy también es
un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿Por qué no son más
brillantes?
El Padre parecía decirme:
- Mi niño, ocúpate de tu trabajo…yo haciendo el mío, un día te traeré al
cielo, te pondré sobre mi regazo y verás el plan desde mi posición.
Entonces entenderás.
Utilización Pastoral
Desde el principio de la Creación, Dios tuvo un plan.
- ¿Cuál creen que pudo haber sido ese plan? (Leemos Gén.3 8-10)
(Hay una estampa de una belleza singular en este pasaje de la Biblia,
que nos presenta a Dios paseándose “por el jardín tomando el fresco” (Gén
3,8). Quiere ver a sus amigos y conversar con ellos. Ése era su plan, ésa
era la intimidad que Dios quería con el hombre y para eso lo había creado
diferente a todas las demás criaturas, para eso había llevado a cabo toda la
Creación).
- Si tendríamos que definir el dibujo de su bordado ¿cuál sería?
- ¿Cómo hemos respondido a la obra de sus manos?
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1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 4: “.El Pecado, Enemistad con Dios y
con los Hombres
Objetivo: - Reconocer que el amor de Dios es más grande que el
pecado de los hombres.-
CITAS BÍBLICAS
(Gén. 3, 1 – 24)
(Gén. 4, 1 – 12)
“¿Has comido acaso del árbol
que te prohibí?...”
(Lc. 19. 1 – 10)
“Hoy ha llegado la salvación a
esta casa…”
En este encuentro nos proponemos: “Reconocer el amor de Dios en la creación
del hombre y cómo porque nos ama, nos llama a vivir como hijos suyos”.
TENER PRESENTE
Todos los hombres somos fundamentalmente iguales. Por encima de nosotros
sólo está Dios que es el Señor y nuestro Creador. A la par nuestra, todos los
hombres como hermanos. Por debajo de los hombres, todas las cosas de las
que siempre debemos ser señores y no esclavos.
Dios ha puesto el hombre como “rey” de la creación, que está toda creada por
amor a él.
Cuando el hombre en su orgullo, deja de lado a Dios en lugar de construir
destruye, porque con su pecado rompe el equilibrio de la creación.
Cuando el hombre vive en plenitud su experiencia, como hijo de Dios, obtiene
la serenidad en su espíritu porque cumple con fidelidad la misión que Dios
Padre le ha encomendado.
MOTIVACIÓN
Leer a los padres el relato “El hilo primordial” que figura al final del
encuentro,
Preparar junto a los animadores, una celebración de padres y niños con estos
temas: “Dios por amor crea todas las cosas “y El Pecado enemistad de los
hombres con Dios”.
También al final. se halla un escrito titulado ¡Yo no tengo Pecado!, que puede
ser utilizado durante la celebración de los niños y los padres.
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PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
¿Qué es el Pecado?
Dios tiene un grandioso plan con el mundo. Quiere que sea un mundo cada vez
mejor. Pecado es oponerse a este plan de Dios, es no colaborar en la construcción de
un mundo nuevo, donde haya más comprensión, amor. PECADO ES NO HACER EL
BIEN. Pecamos cada vez que nos quedamos con los brazos cruzados y no damos una
mano en pequeñas y grandes cosas. En realidad hay un solo pecado que es: NO
AMAR.
“Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de
pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida
bienaventurada. Por eso, el todo tiempo y en todo lugar, está cerca del hombre. “Le
llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a
todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Lo
hace mediante su Hijo que envió como Redentor y Salvador al llegar la plenitud de los
tiempos. En Él y por Él, llama a loa hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de
adopción, y por lo tanto los herederos de su vida bienaventurada. (CATIC 1).
EL HOMBRE PUESTO A PRUEBA: EL PECADO
Ahora bien: el don insigne que Dios había dispensado al hombre haciéndolo hijo
y amigo suyo, estaba sujeto a una condición: que el hombre se comportara realmente
como hijo y le correspondiera con amor y fidelidad.
Allí sobrevino la falla: el hombre, en vea de colaborar con el proyecto generoso
de Dios, se rebeló contra él.
“El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia el
creador (Cf. Gén 3, 1 – 11) y, abusando de su libertad, “d al mandamiento de Dios. En
esto consistió el primer pecado del hombre (Rom. 5, 19). En adelante, todo pecado
será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad”. (CATIC 397).
EL DOGMA DEL PECADO ORIGINAL
El pecado en que incurrieron nuestros primeros padres recibe el nombre de
original por cuanto tuvo lugar en el origen de la historia. En virtud de una misteriosa
representación por la que Adán, cabeza de la humanidad, concentraba solidariamente
el destino histórico de la misma, su pecado se transmitió a toda su descendencia. Así,
cuantos constituimos el linaje de Adán, venimos al mundo en estado de pecado, es
decir, privados de la gracia santificante que concedió Dios a nuestros primeros padres
y que éstos perdieron al rebelarse.
El dogma del pecado original nos descubre que el mal, del que quiere Dios
rescatarnos por su gracia, está presente desde el comienzo en nuestra existencia
humana y que nos afecta intrínseca y profundamente antes de cualquier decisión libre
y personal. Ello nos da la medida de nuestra indigencia como criaturas y deja al
descubierto la necesidad incontestable de un Dios salvador.
Además el pecado original pone de relieve la dinámica de interacción y
reciprocidad que tiene el mal en la historia humana: todo pecado tiene siempre una
proyección comunitaria; como el de Adán pone en marcha otros pecados. Y así como
puede decirse que cada uno nunca es responsable exclusivo de su culpa, también
cabe decir que es, poco o mucho, responsable de las culpas de los demás. Nos
hallamos solidariamente implicados en una comunidad de destino en la que cada uno
debe responder por todos y todos por cada uno.
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Las consecuencias del pecado
Los primeros capítulos del Génesis describen, a partir del pecado de Adán, los
efectos destructores provocados por el orgullo y la ambición egoísta del hombre,
alejado de Dios. Como antes, la descripción es no sólo retrospectiva sino también
proyectiva, es decir: se refiere no sólo a lo que ocurrió al principio de la historia sino
además a lo que viene ocurriendo desde entonces en el mundo.
En sustancia, la Biblia nos enseña que la comunión con Dios está en la raíz de
todas las otras comuniones: del hombre consigo mismo, del hombre con el hombre,
del hombre con la sociedad, de las sociedades entre sí. El pecado siembra el conflicto
y el desconcierto en este cuadro de armonía: al provocar la ruptura con Dios, origina
todas las otras rupturas que afectan negativamente a la humanidad.
Sigamos paso a paso la descripción genial que traza, a ese respecto, el Libro de
Dios:
Continuaremos ahora con la exégesis del libro del Génesis. Analizaremos en
detalle ahora, los cap. 3, 1 – 24 y 4. 1 – 12.
Aconsejamos al matrimonio guía, preparar con tiempo y dedicación estos
encuentros, ya que los padres suelen traer muchas dudas sobre estos temas
dado que el A.T. en la mayoría de los casos prácticamente se lo desconoce.
Si hemos leído con atención el cap. 3 del Génesis. Nos habremos dado cuenta
del estilo que usa el redactor: colorista, lleno de metáforas, en un escenario que
recuerda a un oasis y sus habitantes. Pero recordemos que este es el escenario que
Dios usa para revelarnos una verdad de extraordinaria importancia para nuestra fe.
Tratemos de no perdernos en el escenario, sino de fijarnos en el mensaje.
“El relato de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma
un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del
hombre (Cf. GS 13,1). La Revelación nos da la certeza de fe que toda la historia humana
está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros
padres”. (CATIC 390).
De repente, aparece un misterioso personaje, también creado por Dios, pero
hasta ahora desconocido. No se nos dice quién es, de dónde viene o que quiere.
Surge bajo el aspecto de una serpiente., animal astuto donde los haya y el más temido
por el pueblo, entonces y ahora. Es curioso que la palabra hebrea para serpiente,
“nahas”, sea muy semejante a otra que significa “astuto”. Nuestro redactor ha sabido
escoger la imagen ideal para introducir al tentador que, sin más, entabla conversación
con la primera mujer.
“Con que Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del parque”. (Gn. 3,
11). Tenemos aquí la primera mentira jamás pronunciada en este mundo. “El
comienzo del pecado y de la caída del hombre fue una mentira del tentador que indujo
a dudar de la palabra de Dios, de su benevolencia y de su fidelidad”. (CATIC 215).
Mucho más tarde Jesús diría de Satanás: “El fue un asesino desde el principio, y
nunca ha estado con la verdad porque en el no existe la verdad. Cuando dice la
mentira le sale de dentro porque es falso y padre de la mentira”. Podemos ver esto en
el Nuevo Testamento, en el Evangelio de San Juan, (Cap.8, 44).
La respuesta de la mujer fue clara. “¡No! Podemos comer de todos los árboles
del jardín; solamente del árbol que está en medio del jardín nos ha prohibido Dios
comer o tocarlo, bajo pena de muerte” (Gn 3, 3) Bien sabía ella las consecuencias de tal
transgresión. El tentador vuelve a la carga. ¡Nada de pena de muerte! Lo que pasa es
que sabe Dios que, en cuanto comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios,
versados en el bien y en el mal” (Gn 3, 5). Estar versado en el bien y el mal es algo
más que un conocimiento teórico. Conocer es poseer, dominar y servirse de una cosa
y aquí se habla de la autonomía moral, juzgar que una acción está bien o mal según la
propia conveniencia o modo de ver. Por desgracia la escena se va repitiendo desde
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que el hombre es hombre y no son pocos los que caen. No hablemos del subjetivismo
moral que nos invade:
“El hombre constituido por Dios en un estado de justicia desde el mismo
comienzo de su historia abusó sin embargo, de su libertad por persuasión del maligno,
alzándose contra Dios y pretendiendo conseguir su fin fuera de Dios”. “Conociendo a
Dios, no lo glorificaron como Dios…, sino que se nubló su indocto corazón y sirvieron a
la criatura más que al Creador” (Cfr. Rom. 1, 21 – 25). Y lo que conocemos por
Revelación divina aparece concorde con lo que nos dice la misma experiencia, ya que
el hombre, cuando examina su propio corazón descubre también que está inclinado al
mal y sumergido en una infinidad de males que, ciertamente, no pueden proceder de
su Creador, que es bueno. Al negarse muchas veces a reconocer a Dios como su
principio, trastornó, además, su debida ordenación a un fin último y, al mismo tiempo,
dañó todo el programa trazado para sus relaciones consigo mismo, con todos los
hombres y con toda la creación.
De ahí que el hombre esté dividido dentro de sí mismo. Por eso toda vida
humana, individual o colectiva, se nos presenta como una lucha dramática, entre el
mal y el bien, entre las tinieblas y la luz. Más aún el hombre se encuentra incapacitado
para resistir eficazmente por si mismo a los ataques del mal, hasta sentirse como
aherrojado con cadenas. (Gaudium Et Spes 13).
“Entonces la mujer cayó en la cuenta de que el árbol tentaba el apetito, era una
delicia de ver y deseable para tener acierto. Cogió fruta del árbol, comió y se la alargó
a su marido, que comió con ella”. (Gn 3, 6). La transgresión no fue que comieron una
manzana, fruto del que, por cierto, ni se hace mención. La transgresión fue que
quisieron ser quienes dictan el bien y el mal. Enseguida se les abrieron los ojos y
“descubrieron que estaban desnudos” (Gn 3, 7). Desprovistos de la amistad de Dios
empezaron a mirarse de otra manera. Ya no estaban seguros el uno del otro. La
espontaneidad se había convertido en recelo, el uno del otro, y los dos de Dios. No
tuvieron mas remedio que ocultarse.
Hay una estampa de singular belleza que nos presenta a Dios paseándose “por
el jardín tomando el fresco” (Gn 3,9). Quiere ver a sus amigos y conversar con ellos.
Esa era la intimidad que Dios quería con el hombre y para eso lo había creado
diferente de las demás criaturas. El hombre también estaba a gusto con Dios. En
cuanto deja a un lado a Dios y quiere atribuirse privilegios que no le corresponden, se
siente desnudo y se oculta. Dios le llama: “¿Dónde estás?” (Gn. 3, 9) “Y ¿quién te ha
dicho que estás desnudo? ¿A que has comido del árbol prohibido?” (Gn 3, 11).
Adán echa la culpa a la mujer; la mujer a la serpiente. Ahora los dos van a
conocer las consecuencias de haber hecho caso a aquellas palabras del tentador:
¡”Nada de pena de muerte!” lo que pasa es que sabe Dios que, en cuanto comáis de
el, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, versados en el bien y en el mal” (Gn 3,
5). Los ojos se les abren, pero no como ellos esperaban y, de ser como Dios, se
quedarán a bastante distancia, con todas las consecuencias para ellos y su
descendencia.
Lo que Dios dice a la serpiente encaja muy bien con lo que sabemos de este
reptil, pero la hostilidad que pone entre Satanás y la mujer, entre el linaje del demonio
y la descendencia de la mujer, nos hace pensar en una guerra sin cuartel entre el
infierno y los hombres. Dice Dios a la serpiente: “Pongo hostilidad entre ti y la mujer,
entre tu linaje y el suyo” (Gn 3, 15). Y, conociendo la victoria final del hombre, añade:
“El herirá tu cabeza cuando tú hieras su talón” (Gn 3, 15). La situación de los
contendientes hace inclinar la balanza a favor nuestro. Si vislumbra un primer destello
de la salvación. Por eso la Iglesia llama a este versículo el proto – Evangelio, o
primer Evangelio. (CATIC 410). Con él empieza la historia de la salvación. (Lumen
Gentium, 55).
Las palabras que Dios dirige a la mujer, (Gn 3, 16), hablan de las dificultades que
tendrá como tal, como madre y como esposa. Al hombre le presenta una vida dura con
un final desastroso: “Con sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la
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tierra porque de ella te sacaron” (Gn 3, 19). La muerte será la culminación de una vida
de dolores, “pues eres polvo y al polvo volverás” (Gn 3, 19). Ya se lo había dicho:
“Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero el día en que comas de él, tendrás
que morir” (Gn 3, 17); (Gaudium et Spes, 18)
En el versículo 20 vemos cómo el hombre, Adán, da a la mujer el nombre de
Eva, Hawwa en hebreo, que quiere decir vida o vitalidad. De los dos procedemos
todos, con el peso de una herencia que nos ha privado de que Dios pase con nosotros
“tomando el fresco” juntos (Gn 3, 8). El hombre ha perdido la intimidad con Dios quien
le deja a su libre albedrío. Cargado de no poca ironía el comentario que Dios hace
llega al alma: “…el hombre es ya como uno de nosotros, versado en el bien y en el
mal” (Gn 3, 21).
Dios siente misericordia e “hizo pellizas para el hombre y su mujer y se las
vistió”, (Gn 3, 21). Pellizas es lo que queda de todo el proyecto de Dios para el
hombre, pero les oculta “el árbol de la vida” (Gn 3, 22), la inmortalidad para la que los
había creado a la que no se llegará por mucho que se arrojen la prerrogativa de decir
qué está bien y qué está mal. Los expulsa del parque de Edén y coloca “a lo
querubines y la espada llameante que oscilaba, para cerrar el camino del árbol de la
vida” (Gn 3, 24), excelente metáfora para recalcar el estado del hombre después de la
caída.
La inmortalidad del hombre y la vida eterna en la amistad con Dios, significadas
en el árbol de la vida, se mantienen, aunque no a su alcance. Tendrá que venir quien
“herirá tu cabeza cuando tú hieras su talón” (GN 3, 15). Y así empieza el peregrinar del
hombre por este valle de lágrimas, dejado a sus fuerzas y abocado a una libertad que
le traería innumerables problemas. La gran lección de este tercer capítulo del libro de
Génesis es la caída del hombre. No hace falta mirar dentro de nosotros mismos y a
nuestro alrededor para cerciorarnos de esa dura realidad. Si nos examinamos a
nosotros mismos, veremos que ansiamos el árbol de la vida, la vida eterna y también
no pocas veces nos arrogamos la prerrogativa divina de decir lo que está bien y lo que
está mal /CATIC 289 – 388). “Este pecado, conocido como el pecado original, no tiene
en ningún descendiente de Adán un carácter de falta personal. Es la privación de la
santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está totalmente
corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al
sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado” (CATIC 405).
Reflexión de vida: ¿LIBERA EL PECADO?
El hombre siente a veces la impresión de que pecando se libera, que estimula su
dinamismo, que vive plenamente: la misma impresión que creyeron sentir los dos
primeros seres que pecaron en el mundo. También Adán y Eva intentaron liberarse,
sacudir una opresión que se les antojaba despótica, zafarse de su condición de
criaturas, ser ellos solos con prescindencia de Dios y de sus leyes. Presintieron que
iban a ser totalmente autónomos, es decir, dueños absolutos de sí mismos, hasta el
punto que podían establecer en adelante su propio criterio del bien y del mal.
Fue una ilusión estúpida, una tremenda equivocación. En vez de promoverse
como hombres, se dislocaron de la creación. Todo el universo se puso en contra de
ellos.
Como en el caso de Adán y Eva, los hombres, al pecar, piensan que se van a
librar de una opresión, que afianzarán su autonomía y vivirán en plenitud. Pero no se
trata de otra cosa que de la vieja ilusión de nuestros progenitores. El hombre que
peca, en vez de liberarse, se aprisiona y esclaviza aún más.
Demos un ejemplo: El que se encoleriza ante una persona o situación
disgustosa, tiene la sensación de que se evade de algo que le oprime. La expresión
“estallar de ira” indica de algún modo la liberación de energía psíquica o nerviosa
acumulada en la cólera que siente. Se desata entonces en palabras desabridas e
injuriosas, desata incluso sus puños, se descarga de una contención que le martiriza.
Pero lo que se libera no es su persona sino su mecanismo nervioso y en una forma
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que le degrada. El que se irrita es un juguete de sus nervios. No hay libertad de
ninguna especie en la cólera, hay esclavitud.
Demos un segundo ejemplo, el de quien se emborracha. También él lo hace para
liberarse. Y, en efecto, libera sus reacciones instintivas, libera su lengua. Se libera de
su propio control. Pero todos comprendemos que se trata de una liberación falsa, la
del coche al que se le ha roto la dirección.
La verdad es que el que peca, no delibera, sino que se atasca, queda
aprisionado por su propio pecado. El que miente –sigamos con ejemplos- pone una
taba en la fidelidad que deber a los demás, y queda prendido en su propia trampa
porque pierde crédito ante su prójimo quien en el futuro no podrá fiarse de él. Y el que
mata y se apropia de lo ajeno, introduce un desequilibrio en el orden social y queda
atado a una situación de ocultamiento, de temor, de fuga. El pecado, el desorden
moral, así se trate de robo, de la mentira, de la gula, de la injuria, del orgullo, es
siempre una atadura, una esclavitud, una parálisis que inhibe la marcha del espíritu e
impide al ser humano llegar al disfrute auténtico de la libertad y de la vida.
Aún más: el pecado produce no sólo un atascamiento personal sino también un
desperfecto en la gran máquina de la sociedad y del universo. O sea que el que peca
se obstruye y obstruye a los demás.
Los espíritus buenos y malos
La presencia de un ser misterioso, simbolizado por la serpiente, que instigó a
pecar a nuestros primeros padres, nos deriva al tema teológico de los espíritus buenos
y malos.
Digamos primeramente que en la escala de los seres creados, los hay totalmente
materiales, sean inertes (las sustancias inorgánicas) o vivientes (los vegetales y
animales); otros son compuestos de materia y espíritu (los hombres); y según nos lo
revela el Libro de Dios, los hay también puramente espirituales y, por ello, más
perfectos que los hombres. Se los conoce con el nombre de ángeles.
Creados en estado sobrenatural de gracia y santidad, parte de ellos se rebelaron
contra Dios y se apartaron de El: son los demonios, cuyo jefe es el Diablo o Satanás, a
quien Cristo llamará “príncipe de este mundo” (Jn. 12, 31). Los ángeles malos
obstaculizan el proyecto de salvación y de gracia, instigando a los hombres a revelarse
contra Dios. Son los gestores del “Misterio de iniquidad” que actúa en el mundo. Cristo
librará contra ellos y los vencerá con su muerte y resurrección.
Los ángeles buenos son mensajeros de Dios, inspiran a los hombres y velan por
ellos (Mt. 18 – 10). La Biblia menciona a algunos en particular: Miguel (Dan. 12, 1;
Apoc. 12, 7). Rafael (Tob.) y Gabriel (Dan. 8, 16; Lc. 1, 19 y 26).
Reflexión de vida: ¿EXISTE EL DIABLO? ¿DONDE ESTA Y DONDE NO?
Hoy se ha abierto un planteo que puede considerarse nuevo en teología: se
objeta o se niega la existencia del Diablo. Hay quienes afirman en forma demasiado
expeditiva que el Diablo no es una persona real sino una personificación o símbolo del
mal que actúa en el mundo y, en particular, sobre el hombre.
¿Cómo juzgar esta toma de posición? Jesús, sin ubicar a Satanás en el centro
del Evangelio, se enfrentó con él en momentos muy significativos de su misión y
formuló declaraciones que entrañan el reconocimiento de su personalidad, inteligencia
y poderío espiritual. Y la Iglesia, fiel a Jesucristo, reafirma la enseñanza tradicional al
respecto. Pablo VI declara con autoridad:
Se sale del cuadro de la enseñanza bíblica y eclesial que se niega a reconocer la
existencia del Diablo o la explica como una seudo realidad, una personificación de las
causas desconocidas de nuestras desgracias.
Adviértase, con todo, que la existencia del Diablo y su influjo pernicioso en la
historia, de ninguna manera nos permiten descargarnos de nuestra responsabilidad en
el comportamiento que asumimos y en el ejercicio de nuestro albedrío.
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Sería un grave perjuicio si desconociéramos la presencia a menudo escondida
del Adversario en nuestro camino. Decía Charles Baudelaire que “La más linda astucia
del Diablo es convencernos de que no existe”. Al Diablo le interesa tirar una cortina de
huma detrás de sí. Mejor para sus intereses que se lo desconozca y niegue, que no se
advierta su influjo, que se gasten bromas a su cuenta. Desde el anonimato puede
actuar con más eficacia.
Pero, sería, como decimos, un daño muy serio no percatarnos de su presencia.
Está bien: despojémosle de todo atributo ingenuo y de toda representación mitológica.
Quitémosle los cuernos, el vello negro, las patas de cabra, desnudémosle de su
mameluco rojo, saquémosle el tridente de las manos, que todo ello contribuye también
a su ocultamiento y astucia. Dejémosle reducido a su pura y poderosa cuantía de
espíritu, hecha de malignidad y daño. Pero hagámonos conciencia de que está.
La burla más taimada del enemigo es hacernos creer que no existe. O mejor: que
él está donde está y que no está donde efectivamente está.
Porque hay quienes se sobrecogen de temor ante la sola idea de que él se les
aparezca, que vagabundee sobre los techos, que sople ráfagas heladas dentro de la
habitación a oscuras y otras fantasmagorías semejantes.
Pero no se atemorizan de reñir, calumniar, estafar, vivir disolutamente, en fin, no
le dan importancia al pecado que es la propia salsa del Diablo.
Creer que él está donde no está y que no está donde realmente está es el
engaño mejor urdido del gran mentiroso.
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
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El Hilo Primordial
Agosto estaba terminando tibio. Había llovido en la última semana y, con el
llanto de las nubes, el cielo se había despejado. Cuando se acerca septiembre,
suele suceder que el viento de tierra adentro sopla suavemente y a la vez que
va entibiando su aliento, logra devolver al cielo todo su azul y su luminosidad.
Y aquella tarde, pasaje entre agosto y septiembre, el cielo azul se vio poblado
por las finas telitas voladoras que los niños llaman Babas del Diablo. ¿De
dónde venían? ¿Para adónde iban? Pienso que venían del territorio de los
cuentos, y avanzaban hacia la tierra de los hombres.
En una de esas telitas, finas y misteriosas como todo nacimiento, venía
navegando una arañita. Pequeña : puro futuro e instinto.
Volando tan alto, la arañita veía allá muy abajo los campos verdes recién
sembrados y dispuestos en praderas. Todo parecía casi ilusión o ensueño para
imaginar. Nada era preciso. Todo permitía adivinar más que conocer.
Pero poco a poco la nave del animalito fue descendiendo hacia la tierra de los
hombres. Se fueron haciendo más claras las cosas y más chico el horizonte.
Las casas eran ya casi casas, y los árboles frutales podían distinguirse por lo
floridos, de los otros que eran frondosos.
Cuando la tela flotante llega en su descenso a rozar la altura de los árboles
grandes, nuestro animalito se sobresaltó. Porque la enorme mole de los
eucaliptos comenzó a pesar misteriosa y amenazadoramente a su lado como
grises témpanos de un mar desconocido.
Y de repente: ¡Trás! Un sacudón conmovió el vuelo y lo detuvo. ¿Qué había
pasado? Simplemente que la nave había encallado en la rama de un árbol y el
oleaje del viento la hacía flamear fija en el mismo sitio.
Pasado el primer susto, la arañita, no sé si por instinto o por una orden
misteriosa y ancestral, comenzó a correr por la tela hasta pararse finalmente en
el tronco en el que había encallado su nave. Y desde allí se largó en vertical
buscando la tierra. Su aterrizaje no fue una caída, fue un descenso. Por- que
un hilo fino, pero muy resistente, la acompañó en el trayecto y la mantuvo unida
a su punto de partida. Y por ese hilo volvió luego a subir hasta su punto de
desembarco.
Ya era de noche. Y como era pequeña y la tierra le daba miedo, se quedó a
dormir en la altura. Recién por la mañana volvió a repetir su descenso, que
esta vez fue para ponerse a construir una pequeña tela que le sirviera en su
deseo de atrapar bichitos. Porque la arañita sintió hambre. Hambre y sed.
Su primera emoción fue grande al sentir que un insecto más pequeño que ella
había quedado prendido en su tela-trampa. Lo envolvió y lo succionó. Luego,
como ya era tarde, volvió a trepar por el hilito primordial, a fin de pasar la noche
reencontrándo-se consigo misma allá en su punto de desembarco.
Y esto se repitió cada mañana y cada noche. Aunque cada día la tela era más
grande, más sólida y más capaz de atrapar bichos mayores. Y siempre que
39
añadía un nuevo círculo a su tela, se veía obligada a utilizar aquel fino hilo
primordial a fin de mantenerla tensa, agarrando de él los hilos cuyas otras
puntas eran fijados en ramas, troncos o yuyos que tironeaban para abajo. El
hilo ese era el único que tironeaba para arriba. Y por ello lograba mantener
tensa toda la estructura de la tela.
Por supuesto, la arañita no filosofaba demasiado sobre estructuras, tironeos o
tensiones. Simplemente obraba con inteligencia y obedecía a la lógica de la
vida de su estirpe tejedora. Y cada noche trepaba por el hilo inicial a fin de
reencontrarse con su punto de partida.
Pero un día atrapó un bicho de marca mayor. Fue un banquetazo. Luego de
succionarlo (que es algo así como: vaciar para apropiarse) se sintió contenta y
agotada. Esa noche se dijo que no subiría por el hilo. 0 no se lo dijo.
Simplemente no subió. Y a la mañana siguiente vio con sorpresa que por no
haber subido, tampoco se veía obligada a descender. Y esto le hizo decidir no
tomarse el trabajo del crepúsculo y del amanecer, a fin de dedicar sus fuerzas
a la caza y succión de presas que cada día preveía mayores.
Y así, poco a poco fue olvidándose de su origen, y dejando de recorrer aquel
hilito fino y primordial que la unía a su infancia viajera y soñadora. Sólo se
preocupaba por los hilos útiles que había que reparar o tejer cada día, e ido a
que la caza mayor tenía exigencias agotadoras.
Así amaneció el día fatal. Era una mañana de verano pleno. Se despertó con el
sol naciente. La luz rasante irisaba de perlas el rocío cristalizado en gotas en
su tela. Y en el centro de su tela radiante, la araña adulta se sintió el centro del
mundo. Y comenzó a filosofar.
Satisfecha de sí misma, quiso darse a sí misma la razón de todo lo que existía
a su alrededor. Ella no sabía que de tanto mirar lo cercano, se había vuelto
miope. De tanto preocuparse sólo por lo inmediato y urgente, terminó por
olvidar que más allá de ella y del radio de su tela, aún quedaba mucho mundo
con existencia y realidad.
Podría al menos haberlo intuido del hecho de que todas sus presas venían del
más allá. Pero también había perdido la capacidad de intuición. Diría que a ella
no le interesaba el mundo del más allá; solo le interesaba lo que del más allá
llegaba hasta ella. En el fondo sólo se interesaba por ella y nada más, salvo
quizá por su tela cazadora.
Y mirando su tela, comenzó a encontrar-le la finalidad a cada hilo. Sabía de
dónde partían y hacia dónde se dirigían. Dónde se enganchaban y para qué
servían. Hasta que se topó con ese bendito hilo primordial. Intrigada trató de
recordar cuándo lo había tejido. Y ya no logró recordar-lo. Porque a esa altura
de la vida los recuerdos, para poder durarle, tenían que estar ligados a alguna
presa conquistada. Su memoria era eminentemente utilitarista. Y ese hilo no
había apresado nada en todos aquellos meses. Se preguntó entonces a dónde
conduciría. Y tampoco logró darse una respuesta apropiada. Esto le dio rabia.
¡Caramba! Ella era una araña práctica, científica y técnica. Que no le vinieran
ya con poemas infantiles de vuelos en atardeceres tibios de primavera. O ese
hilo servía para algo, o había que eliminarlo. ¡Faltaba más, que hubiera que
ocuparse de cosas inútiles a una altura de la vida en que eran tan exigentes las
tareas de crecimiento y subsistencia!
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Y le dio tanta rabia el no verle sentido al hilo primordial, que tomándolo entre
las pinzas de sus mandíbulas, lo seccionó de un solo golpe.
¡Nunca lo hubiera hecho! Al perder su punto de tensión hacia arriba, la tela se
cerró como una trampa fatal sobre la araña. Cada cosa recuperó su fuerza
disgregadora, y el golpe que azotó a la araña contra el duro suelo, fue terrible.
Tan tremendo que la pobre perdió el conocimiento y quedó desmayada sobre
la tierra, que esta vez la recibiera mortíferamente.
Cuando empezó a recuperar su conciencia, el sol ya se acercaba a su cenit. La
tela pringosa, al resecarse sobre su cuerpo magullado, lo iba estrangulando sin
compasión y las osamentas de sus presas le trituraban el pecho, en un abrazo
angustioso y asesino.
Pronto entró en las tinieblas, sin comprender siquiera que se había suicidado al
cortar aquel hilo primordial por el que había tenido su primer contacto con la
tierra madre, que ahora sería su tumba.
Utilización Pastoral
Este cuento pude trabajarse junto con el tema del Pecado Original y, a partir de
allí preguntarse;
¿En qué situaciones descubro que me estoy volviendo miope, viendo
solo mi hoy?
¿Descubro a Dios como mi “Hilo Primordial”?
¿Soy consciente que cuando corto mi relación con Él, estoy perdiendo el
sentido más profundo de mi existencia? (Leer Gén. 3. 1 – 13) y (Lc. 15.
11 – 32).
(Se puede ver, que cuando el hombre quiere vivir sin Dios, porque cree que no
lo necesita es cuando pierde su verdadera identidad de Hijo de Dios).
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¡YO NO TENGO PECADO!
(Para ser utilizado en la celebración de padres y niños).
(Algunos piensan “ingenuamente” que no tienen pecados, pero quizás descuidan las
exigencias del amor cristiano).
Para los que, gracias a Dios, no suelen incurrir en actos gravemente pecaminosos, y que,
por otra parte, experimentan cierta dificultad a la hora de encontrar materia de la que acusarse
en la Confesión, quizá pueda servirles de orientación la siguiente lista que bien podría titularse
algo así como “elenco muy incompleto de defectos y actitudes defectuosas en que suelen
incurrir las buenas personas”.
Como podremos observar, no se trata, en general, de cosas en sí necesariamente
graves, sino de modos de ser, de pensar o de actuar que, a parte de desagradar ka Dios,
pueden hacer daño al alma y dificultar la vida de los demás.
Pequeñeces muy peligrosas:
Hemos de convencernos de que el mayor enemigo de la roca no es el pico o el hacha, ni
el golpe de cualquier otro instrumento por contundente que sea: es esa agua menuda, que se
mete, gota a gota, entre las grietas de la peña, hasta arruinar su estructura. El peligro más
fuerte para el cristiano es despreciar la pelea en esas escaramuzas que calan poco a poco en
el alma, hasta volverla balda, quebradiza e indiferente, insensible a las voces de Dios.
“Insignificancias” personales, maldad ajena. Se trata de saber si somos: caprichosos,
coléricos, discutidores implacables, envidiosos, protestotes por sistema, susceptibles, tacaños,
propensos al complejo de víctima, perezosos, sensuales, equilibristas de la impureza,
noveleros, excesivamente soñadores, suavemente materialistas, irresponsables, frívolos,
superficiales, inconstantes, mentirosos, tramposos, desordenados, chapuceros, vanidosos,
arrogantes, impuntuales, rencorosos, murmuradores, chismosos, mal pensados, duros para la
comprensión, brutos en la expresión, mal dispuestos contra todo y todos, despreciativos,
fácilmente injustos, desagradecidos, indiferentes hacia los demás, sembradores de pesimismo,
incrédulos por comodidad, irreverentes, poco piadosos, faltos de visión sobrenatural, faltos de
confianza en Dios, sordos a su voluntad, propensos a olvidarnos de El, distraídos en la liturgia,
poco devotos de la Virgen.
Pajitas en el propio ojo: se trata también de examinar: si despreciamos el tiempo, si
vivimos permanentemente descontentos, si nos falta sentido del pudor, si estamos
excesivamente seguros de las propias ideas, si nos sentimos como reyes no reconocidos o
injustamente destronados, y, en consecuencia, siempre enfadados, si en todas las cosas
estamos contra, si vivimos exageradamente inquietos por el porvenir, si no nos preocupa el
sufrimiento ajeno ni las injusticias, si sólo somos amables cuando nos conviene, si somos
propensos a instrumentalizarlo todo hacia lo que nos conviene, si pactamos fácilmente con la
injusticia, si solemos pasar factura a los demás, por lo que hacemos o nos parece hacer por
ellos, si no damos limosna ni por casualidad, si somos negligentes en la educación de los hijos,
quizá con el pretexto del mucho trabajo, si somos negligentes en la atención debida a los
padres, esposa o esposo, si aumentamos innecesariamente la carga de los demás con
caprichos y nuevas necesidades, si exigimos mucho y damos poco, si aceptamos la
mediocridad en las cosas de Dios, si tenemos tendencia a confiar más en nosotros mismos que
en la gracia, si descuidamos la oración personal, si no procuramos adquirir la debida formación
religiosa, si damos por supuesto que el apostolado es cosa de los otros, si vivimos esquivando
las cruces que nos santificarían, si sentimos celos por el progreso espiritual de los otros, si nos
falta fe en el Magisterio de la Iglesia, si tenemos tendencia a criticarla, si nos consideramos el
mejor intérprete del Vaticano II, si contribuimos al desprestigio de las personas consagradas a
Dios, si somos tacaños en la ayuda económica a la Iglesia, si llegamos habitualmente tarde a
misa, si descuidamos el ayuno y la abstinencia, si…etc.
Después de esta relación meramente ejemplificativa, ¿Continuamos pensando que
todavía es difícil hallar-aún sin emplear demasiado tiempo-cinco, seis o diez pecados o
defectos gordos de los que acusarse? Y si fuese así, ¿no sería cosa de ir pensando en iniciar
el propio proceso de canonización? (Alfonso Rey, El sacramento de la Penitencia. Palabra:
Madrid, 1977- Adaptación).
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1º de Confirmación
LA CREACIÓN
(Celebración Padres y Niños)
Para esta celebración necesitaremos:
Una vasija conteniendo tierra
Una vela encendida
Un recipiente con agua
Diferentes clases de plantas
Una cesta con frutas diversas (manzanas, duraznos)
Un recipiente con semillas
Láminas elaboradas por los chicos de diferentes tipos de animales (sería
interesante que entre estos animales se presenten dibujos de los que
actualmente se encuentran en peligro de extinción y que estos dibujos sean
acompañados de leyendas que expliquen lo que está sucediendo con ellos a
causa de la destrucción del hombre)
Un sol, una luna, y estrellas realizadas por los niños en cartón.
Un niño y una niña que representen a Adán y Eva (si se los puede caracterizar,
mejor).
Introducción.
Cantos de alabanza a Dios, mientras esperamos que lleguen y se acomoden todos los
niños y sus padres.
Guía:
Al igual que un preciado relato de familia que se cuenta una y otra vez, el primer
libro de la Biblia, el Génesis, se enriquece cada vez que lo leemos. Ya su nombre,
derivado de la palabra griega que significa origen, nos transporta hacia nuestro
principio, a maravillarnos en cada instante por la imaginación de Dios: emocionarnos al
ver la paciencia, la belleza, la perfección con que hizo cada río, cada planta, cada
animal, cada árbol y cada monte. Cómo hizo también al hombre a su imagen y
semejanza.
Dispongámonos a participar de este encuentro maravilloso con Dios y su
Creación.
El relato.
Relator 1:
En el mundo de hoy, han surgido miles de teorías sobre el origen de la tierra,
unos afirman que el Génesis es una simple leyenda antigua, otros afirman que todo lo
que existe, desde la partícula más pequeña, hasta la estrella más distante, empezó
hace millones de años con una explosión espontánea. Pero lo que no responden es:
¿Quién puso en marcha ese proceso)
Y la respuesta acertada nos la da la Biblia, está escrito en el Génesis que el
universo “Comenzó con Dios”.
Relator 2: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra. Las tierra era algo informe y
vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas.
Entonces Dios dijo: “Que exista la luz”. Y la luz existió.
(Se acerca un niño con una vela encendida y se la deja en el altar)
Guía: Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas; y llamó Día a
la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer
día.
Relator 1: Dios dijo: “Que halla un firmamento en medio de las aguas, para que
establezca una relación entre ellas”
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(Se acerca otro niño con un dibujo en cartulina que simboliza el firmamento)
Guía: Dios hizo el firmamento, y este separó las aguas que están debajo de él,
de las que están encima de él; Y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y
una mañana: este fue el segundo día.
Relator 2: Dios dijo: “Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el
cielo, y que aparezca el suelo firme”
(Se acercan dos papás, uno con una palangana con agua y otro con un poco de
tierra en una maceta).
Guía: Y así sucedió. Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las
aguas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces dijo:
Relator 1: “Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla y árboles
frutales, que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla dentro”.
(Se acercan niños portando: una planta, vegetales y frutas).
Guía: Y así sucedió. La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según
su especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su semilla adentro.
Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el
tercer día.
Relator 2: Dios dijo: “Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir
el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años, y que estén como
lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra”.
(Se acercan niños con dibujos o modelados que hayan realizado en sus casas
con sus padres que representen los astros)
Guía: Y así sucedió. Dios hizo los dos grandes astros (el astro mayor para
presidir el día y el menor para presidir la noche) y también hizo las estrellas. Y los
puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para presidir el día y la noche, y
para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde
y una mañana: este fue el cuarto día.
Relator 1: Dios dijo: “Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes
y que vuelen los pájaros sobre la tierra, por el firmamento del cielo”.
(Se acercan dos mamás portando una lámina con diferentes tipos de animales).
Guía: Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres
vivientes que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales
con alas. Y Dios vio que esto era bueno.
Relator 1: Entonces los bendijo, diciendo: “Multiplíquense; llenen las aguas de
los mares y que las aves se multipliquen sobre la tierra”.
Guía: Así hubo una tarde y una mañana: este fue el quinto día.
Relator 2: Dios dijo: “Que la tierra produzca toda clase de seres vivientes:
ganado, reptiles y animales salvajes de toda especie”.
(Se acercan dos niños portando carteles de animales en peligro de extinción con
leyendas como: Salven a las ballenas y el dibujo del animal).
Guía: Y así sucedió. Dios hizo las diversas clases de animales del campo, las
diversas clases de ganado y todos los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie.
Y Dios vio que esto era bueno.
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Relator 1: Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra
semejanza; que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado,
las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo”.
(Aparece un niño y una niña que representarán a Adán y Eva respectivamente,
se los ubica en un lugar central mientras se le colocan a sus pies, todos los dibujos y
las cosas que se han ido acercando hasta ahora).
Guía: Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó
varón y mujer.
Relator 1: Y los bendijo diciéndoles: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la
tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los
vivientes que se mueven sobre la tierra”.
Guía: Y continúo diciendo:
Relator 1: “Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y
todos los árboles que dan frutos con semilla; ellos les servirán de alimento. Y a todas
las fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se
arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde”.
Guía: Y así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy
bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día.
Así fueron terminados el cielo y la tierra, y todos los seres que hay en ellos.
El séptimo día, Dios concluyó la obra que había hecho, y cesó de hacer la obra
que había emprendido.
Cantamos todos juntos Padre Dios.
A continuación el sacerdote realiza la lectura del relato de la caída de
Adán y Eva.
El sacerdote realiza una breve reflexión sobre el pecado.
Al finalizar cantamos un canto de perdón a Dios.
Rezamos la oración por la naturaleza, el: Padre nuestro Ecológico.
PADRE NUESTRO ECOLÓGICO
Padre Nuestro que estás en el bosque
En el mar, en el desierto y en la ciudad.
Santificada sea tu creación
Pletórica de desarrollo, fuerza y vida.
Venga a nosotros tu sabiduría
Para proteger y desarrollar la belleza que nos has dado,
Que está en la flor y el arco iris, en el agua,
Y en la fértil madre tierra, en el cálido aliento del sol
Y en la fresca oscuridad del descanso.
Hágase Señor tu voluntad,
Para que seamos personas humanas
A tu imagen y semejanza, los que asumamos el reto
De mantener el proceso vital de tu creación.
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Danos hoy el verdor de cada día,
En el prado y en el monte,
En el jardín y en la tierra que agoniza.
Perdónanos nuestra irresponsabilidad,
Al no cuidar lo que nos has dado.
Como nosotros por tu amor
Perdónanos a los contaminadores,
Y les instamos con vehemencia
Que abandonen su trabajo de destrucción.
Y no nos dejes caer en la desertización
Que a la muerte conduce.
Que niega tu obra y aniquila la vida.
Y líbranos del conformismo.
Para que se transformen nuestras vidas
En fuerza dinámica, que reproduce la vida.
Amén.
(Hermanos Franciscanos de Guatemala)
PADRE DIOS (Canción)
Nuestro Dios hizo el cielo y la tierra
Nuestro Dios hizo el agua y el sol,
Nuestro Dios inventó la semilla
Y mantiene mi respiración.
Nuestro Dios hizo el hombre a su imagen
Y varón y mujer los creó,
Y le puso la vida en sus manos,
Dándoles su poder creador.
Estribillo
Y ese Dios ñamandú. Dios Yahvé,
Es el Dios de Jesús el Señor.
Y ese Dios será hoy como ayer,
Padre Dios nuestro consolador.
Para Él padre Dios para Él
Cante y baile nuestro corazón
Para Él padre Dios para Él
Cante y baile el pueblo de Dios.
Nuestro Dios inventó el arco iris,
Y su vuelo le dio al picaflor,
Nuestro Dios hizo la primavera,
Su obra cumbre es la Resurrección.
Nuestro Dios es ternura y paciencia,
Nuestro Dios tiene un gran corazón,
Es el Dios defensor de los pobres,
Providencia justicia y perdón.
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1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 5: “.El Diluvio: Signo de la Nueva Creación”
Objetivo: - Descubrir en la historia de Noé que Dios nunca se aleja de
nosotros.-
CITAS BÍBLICAS
(Gén. 7, 1 – 5. 17)
(Jn. 3. 1 – 7)
“…tú eres el único justo que
he encontrado en esta
generación”.
“…el que no nace del agua y del
Espíritu no puede entrar en el
Reino de Dios”.
Mostrar a través del relato del diluvio y la Alianza del arco iris, que el amor
misericordioso de Dios nunca se aleja del hombre.
TENER PRESENTE
Aún en las dificultades y contratiempos aparece el amor de Dios a los hombres,
que han sido creados por amor y para la felicidad.
El autor sagrado da una interpretación a un fenómeno natural, como puede ser
una gran inundación, dándole un sentido teológico. Dios castiga al hombre
teniendo en cuenta el modo de pensar de su época.
Los fenómenos naturales: terremotos, maremotos, inundaciones, erupciones
volcánicas…, etc., no ocurren por casualidad ni porque Dios quiera castigar al
hombre, sino que tienen explicación científica.
De un hecho físico y natural, como es el arco iris, el autor sagrado saca
consecuencias para mostrar el amor de Dios, expresado en la alianza que hace
con el hombre.
MOTIVACIÓN
Dividir a los padres en grupos y entregarles el artículo titulado ¿Dios es
ecologista? Que figura al final del encuentro.
Pedir que lean la cita Bíblica: (Levítico 25. 1-7; 20 – 22), compartir en el grupo
cuál es su mensaje. Luego de 20 minutos plenario.
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PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
Dios elige a Noé para salvar a la humanidad
Cuando llegó la décima generación de la humanidad, el mundo era corrupto y
violento. La humanidad se multiplicaba sobre la faz de la tierra (Gn 6, 1) y los que aún
recordaban al Dios de sus padres, aquí llamados hijos de Dios (Gn 6, 2) empezaron a
mezclarse con las hijas de los hombres y los resultados no tardaron en dejarse ver.
Impera la degeneración y por ello Dios se arrepintió de haber creado al hombre. Sólo
Noé “halló gracia a los ojos de Yahvé” (Gn 6, 8) porque “era recto y honrado y
procedía de acuerdo con Dios” (Gn 6, 9). Una vez más es Dios quien toma la iniciativa
y se dirige a Noé. Esto es muy importante ya que, a lo largo de la Biblia, veremos al
hombre no sólo cansarse y claudicar, sino también abandonar a Dios y renegar de él,
y siempre es Dios quien toma la iniciativa, insiste en salvarnos y pone las cosas en su
sitio. (CATIC 51 – 53).
Para castigar a la humanidad, Dios quiso destruir a todo ser viviente; con el
Diluvio, pero la piedad mitigó su terrible sentencia y decidió que Noé y su familia
sobrevivieran. Con ellos y los animales que salvaran, habría un nuevo principio para la
humanidad.
El Arca
Airado ante la perversión de la humanidad, Dios dijo a Noé: “Tengo decidido el
fin de toda carne”. Y ordenó “hacer un arca de maderas resinosas” para que él y su
familia se salvaran del diluvio.
En medio de la muerte y la destrucción, el arca era un centro de vida. Como
debía soportar la inundación, se le representa como un enorme barco, el mayor de la
antigüedad; pero es probable que fuera una sólida casa flotante, de forma rectangular,
que medía unos 150m de largo, 25m de ancho y 15m de alto. Sus tres cubiertas
estaban divididas en habitaciones. El casco estaba calafateado con alquitrán y se
entraba por una puerta empotrada en un costado del arca.
El Génesis describe el arca con raras palabras hebreas y con un estilo poético
antiguo. El Génesis nunca llama barco o bote al arca. La palabra hebrea que se
traduce como arca puede significar cofre o caja. La Biblia emplea tal vocablo sólo en
dos ocasiones: al narrar la historia del diluvio y al describir la cesta de junco en la que
ocultaron a Moisés cuando era un niño. El vocablo utilizado para designar al Arca de la
Alianza proviene de un término hebreo diferente.
En lo alto, el arca tenía un tsohar, palabra hebrea que sólo se cita en este relato.
Se ignora si se trata de un techo, una ventana o una abertura entre techo y pared. Una
antigua tradición describe al tsohar como una piedra preciosa brillante que podía
iluminar el interior del arca.
También se discute acerca del material usado para construir el arca: madera
resinosa, que solo aquí se menciona y se ignora qué clase de árbol la producía. Sin
embargo, algunos estudiosos consideran que es madera de ciprés, que se utilizaba
entonces para construir barcos.
¿Cuáles son los animales puros y cuáles los impuros?
En Levítico (11. 1 45) se especifican las diferencias entre animales puros e
impuros: los puros son los que el hombre puede comer, los impuros lo que no se
deben comer. En le Génesis, los animales puros son los que pueden ofrecerse en
sacrificio. Después del diluvio, Noé hizo un sacrificio “de todos los animales puros y de
todas las aves puras”.
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El Diluvio en la historia
La historia de Noé es un relato popular muy conocido en el Oriente y que se
repite en las diferentes culturas del entorno. La tremenda inundación, que ciertamente
ocurrió, dejó un recuerdo imborrable que paso oralmente de padres a hijos hasta que
quedó plasmada en los capítulos que leemos. En otros escritos también se mencionan
diluvios. En la cuenca del Éufrates, cerca de Ur, al hacer catas para estudiar el
terreno, se ha hallado una capa de lodo de tres metros de espesor, producida por una
catastrófica inundación que separa dos culturas completamente diferentes. La más
reciente tiene cerámica hecha con el torno. La más antigua, la tiene hecha a mano.
El rey asirio Assurbanipal de Ninive, allá por el año 700 antes de Jesucristo, tenía
una biblioteca, hoy excavada de las ruinas, con más de 20.000 tablillas de barro, el
material que se usaban entonces para escribir. El papel aún no se conocía. En esas
tablillas se describe un diluvio que ya para aquel tiempo era de una antigüedad
enorme. Pero los babilonios, que habían vivido más o menos en el mismo sitio mil
años antes, tienen también su diluvio. En las ruinas de la Biblioteca de un rey de
Babilonia por nombre Hammurabi, que vivió unos mil años antes de Assurbanipal, se
han hallado otras tablillas con la descripción de un diluvio. Es evidente que los
diferentes pueblos guardaban memoria de los acontecimientos que los habían
afectado en tiempos muy antiguos. No sabemos si todos ellos se refieren al mismo
diluvio.
Pero hay una diferencia enorme entre la Biblia y los escritos de las tablillas. Es la
manera con que se perciben los mismos sucesos. Estos introducen en sus escritos a
numerosas divinidades, destellos de un Dios que han olvidado. En cambio, el redactor
de la Biblia reconoce un solo Dios. No habla de un cielo abarrotado de dioses. Ve las
cosas con otros ojos. Está iluminado por la fe, contempla lo que ocurre en el mundo y
lo relaciona con un Dios que ama y salva (Dei Verbum 5). La Biblia es la historia de la
salvación del hombre, no de lo que ocurrió en un determinado país, en ella se
desenvuelve el plan de Dios para llevarnos a la vida eterna para la que nos creó.
El Diluvio Universal (Exégesis)
Dios pacta con Noé y pactará con la humanidad más de una vez. Es sencillo: el
hombre, en este caso Noé, obedece y Dios actúa y salva. “Hago un pacto contigo:
entra en el arca con tu mujer, tus hijos y sus mujeres, toma una pareja de cada
viviente, es decir, macho y hembra, y métela en el arca, para que conserve la vida
contigo” (Gn 6, 19). Más adelante leemos: “Entra en el arca con tu familia, pues tú eres
el único hombre honrado que he encontrado en tu generación. De cada animal puro
toma siete parejas, macho y hembra…” (Gn 7, 1 – 2). Esta historia que se repite dos
veces, es por que hay dos redacciones que el redactor va entrelazando. No olvidemos
que la historia del Diluvio se remonta a miles de años antes de su redacción final y que
ha pasado de padres a hijos oralmente. Cambian los detalles, pero, a diferencia de
otros redactores, el redactor bíblico cree en un único Dios y en su providencia.
Una tradición dice que “el diluvio cayó, durante cuarenta días sobre la tierra. El
agua al crecer levantó el arca, de modo que iba más alta que el suelo” (Gn 7, 17). Otra
tradición cuenta que “el agua se hinchaba y crecía sin medida, y el arca flotaba sobre
el agua; el agua crecía más y más sobre la tierra, hasta cubrir las montañas más altas
bajo el cielo; el agua alcanzó una altura de siete metros y medio por encima de las
montañas” (Gn 7, 18 – 21). Esta tradición nos dice que el “agua dominó sobre la tierra
ciento cincuenta días” (Gn 7, 24). En ambos relatos la desolación es tal que nos
recuerda al caos existente al principio del mundo (Gn 1, 7).
Sería falso llegar a la conclusión de que estas diferencias invalidan la Biblia
como revelación de Dios. Al contrario, están ahí para que sepamos descubrir el
mensaje que Dios nos quiere dar. Con toda confianza y en todas las circunstancias el
justo se apoya en el único Dios que existe y Dios está con él porque lo ama y le
49
asegura la victoria final. Ésta es la visión de fe con la que el redactor observa los
hechos así es como los debemos observar nosotros (Dei Verbum 12).
La catástrofe del Diluvio Universal ciertamente tuvo lugar en su día. Ahora bien,
si cubrió toda la tierra o fue sólo un desastre gigantesco pero limitado al Oriente
Medio, es algo que la ciencia tendría que aclarar. Aunque se tiene constancia de
diluvios que inundaron las tierras en América, en Egipto y en la India, no se puede
afirmar que fuese el mismo. Hoy día más bien se cree que el diluvio universal de Noé
cubrió una buena parte de lo que llamamos Irak. Para los que lo sufrieron era ya lo
bastante “universal” como para recordarlo por generaciones.
El diluvio llega a su fin con un detalle muy curioso. Dice el redactor: “Entonces
Dios se acordó de Noé y de todas las fieras y ganado que estaban con él en el arca;
hizo soplar el viento sobre la tierra, y el agua comenzó a bajar; se cerraron las fuentes
del océano y las compuertas del cielo, y cesó la lluvia del cielo” (Gn 8 1 – 3). Al decir
“Dios se acordó” el redactor mira los acontecimientos bajo el punto de vista del hombre
que se impacienta ante la tardanza del Señor en resolverle sus problemas. Dios, en
cambio, no le abandona (CATIC 301 – 305). Este pasaje, además, ilustra muy bien la
concepción del mundo de los antiguos. Creían que la bóveda celeste ocultaba aguas
que desprendía en forma de lluvia o, como en este caso con un diluvio.
Que el arca encallara en el monte Ararat es un detalle que ha dado mucho que
hablar. Ararat era el nombre hebreo del reino de Urartu, que se hallaba al norte de
Asiria, hoy conocido como Armenia. El nombre se le da ahora a una montaña de dos
picos gemelos en el norte de Turquía, cerca de la frontera de Irán.
Es lógico que nos preguntemos como pudo Noé embarcar en el arca, por grande
que fuese, a una pareja de cada especie, o a siete según la segunda tradición, de
todos los animales existentes y alimentarlos durante los días que duró todo el diluvio
sin pensar que el león se comiera al conejo y al cocodrilo se le haría la boca agua al
ver a la oveja. No van por ahí las cosas. Debemos tomarlo de otra manera. El arca y la
historia del diluvio pertenecen a una tradición muy antigua. Hay que pasar por alto la
manera de expresarse de esos pueblos y centrarse en el mensaje: Dios salva. Es
inútil buscar aquí datos sobre la historia de la humanidad, como sería injusto negar a
los que relataron la historia del diluvio su derecho a expresarse según sus usos y
costumbres. (CATIC 109 – 119).
El redactor nos habla también de cómo Noé abrió el tragaluz que había hecho en
el arca y de cómo soltó un cuervo que no volvió y, más tarde, una paloma que, al no
encontrar un lugar donde posarse, volvió al arca. Cuando Noé la soltó por segunda
vea, de nuevo volvió la paloma pero lo hizo “con una hoja de olivo arrancada en el
pico” (Gn 8, 5 – 12), señal de que las aguas se habían retirado. De aquí viene la Paloma
de la Paz que muchos pintores han inmortalizado en sus lienzos.
Cuando Noé salió del arca “construyó un altar al Señor, tomó animales y aves de
toda especie pura y los ofreció en holocausto sobre el altar”. (Gn 8, 20). Veamos ahora
con qué sencillez y de qué manera tan humana el redactor habla de la reacción de
Dios: “El Señor olió el aroma que aplaca” (Gn 8, 21). Es una estampa de gran belleza,
un detalle precioso. Noé dio gracias a Dios protección ofreciéndole un sacrificio. Y a
Dios le agradó ver la buena voluntad y el agradecimiento de Noé y su familia y los
bendijo diciéndoles: “Creced, multiplicaos y llenad la tierra” (Gn 9, 1). Un hermoso arco
iris se dibujó en el cielo y Dios añadió: “Ésta es la señal del pacto que hago con
vosotros y con todo el que vive con vosotros” (Gn 9, 12).
La intervención de Dios para salvar a Noé y a su familia nos enseña que Dios en
un Dios que salva y que salva porque ama: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su
Hijo único para que tenga vida eterna y no perezca ninguno de los que creen en él”
50
(Juan 3, 16). No interfiere en la voluntad de quienes no quieren seguirle y les deja a su
libre albedrío, responsables de sus acciones y de las consecuencias de las mismas.
En cambio, establece una alianza con los que le son fieles. En este caso tenemos el
pacto que selló con Noé (CATIC 56 – 58).
Una vez rota la unidad del género humano por el pecado, Dios decide desde el
comienzo salvar a la humanidad a través de una serie de etapas. La alianza con Noé
después del diluvio, expresa el principio de la Economía divina con las “naciones”, es
decir, con los hombres agrupados “según sus países, cada uno según su lengua,
según sus clanes”. (CATIC 56).
Más tarde vendría Jesucristo, Dios hecho hombre, y sellaría con nosotros el
pacto de una nueva alianza por la que el hombre volvería a la plena amistad con Dios
y a poder llegar a la vida eterna para la que fue creado.
Muchos escritores sagrados han remarcado la semejanza que existe entre el
arca de Noé y la Iglesia como arca de salvación. Zarandeada por las tempestades, son
ya más de dos mil años que la Iglesia mantiene su rumbo fiada por el Señor. Los
derroteros de la Iglesia por la historia nos recuerdan aquel episodio del Evangelio
cuando los discípulos cruzaban el algo de Genesaret con el Señor: “Se produjo un
fuerte torbellino de viento y las olas se abalanzaban contra la barca hasta casi llenarla
de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron gritándole:
Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se despertó, increpó al viento y dijo al
lago: ¡silencio, cállate! El viento amainó y sobrevino una gran calma” (Mc 4, 37 – 39). Y
la razón de esta seguridad de la Iglesia está en aquellas palabras de Jesús a San
Pedro: “Tú eres piedra, y sobre esta roca voy a edificar mi Iglesia, y el poder de la
muerte no la derrotará” (Mt. 16, 18).
Reflexionemos
El señor nos ha creado para que vivamos siempre en amistad con él. El hombre
olvida con frecuencia y hace su propia voluntad en lugar de hacer la voluntad de Dios.
En lugar de sembrar el bien, sembramos el mal, la destrucción, y optamos por las
criaturas en lugar de optar por el Creador.
El proyecto de Dios sobre el hombre es de diálogo, de encuentro, de comunión,
de alianza. Pero los hombres rechazamos el bien y nos abocamos al mal, sin medir las
consecuencias de nuestras acciones. Cada vez que pecamos, además de ofender a
Dios, rompemos la paz del mundo y el equilibrio de la gracia y de la santidad.
Dios siempre brinda esperanza a los hombres y su compromiso es vivir siempre
en alianza con ellos. Por eso, con Noé y sus hijos comienza una nueva creación que
tenemos que renovar todos los días.
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
Oración:
Te damos gracias Señor, por tu alianza permanente con los hombres, y por tu amor
misericordioso. Te pedimos que nos enseñes a comprometernos para responder a tu
alianza de amor, mostrando con obras y palabras que Tú estás presente en nuestras
vidas. Así sea.
51
¿DIOS ES ECOLOGISTA?
Puede parecer una pregunta un poco fuera de foco, ya que en los tiempos
en que las Sagradas Escrituras fueron redactadas. El movimiento ecologista no
estaba dado como se ha dado en lo que va de este último siglo y muy
particularmente en las últimas décadas, de lo que podemos concluir que por la
cabeza de los hagiógrafos no pasaba la preocupación por conservar especies
en extinción, la disminución de la capa de ozono, la contaminación ambiental o
la tala indiscriminada de bosques.
Así que sería muy aventurado enrolar a Dios en las filas de Greenpace o
del Partido Verde alemán o de cualquier otro grupo de lucha por la
conservación del planeta. Pero ¿sería posible que al Creador no le preocupara
lo que el hombre, a quien le confió su obra creadora, está realizando con su
potestad de dominio?
Partamos de un texto conocido. Al crear Dios al hombre puso a su
disposición todo lo que había creado, lo designó como señor del universo: “Y
los bendijo, diciéndoles: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y
sométanla”” (Gn. 1, 28); desde entonces el hombre, con la capacidad
coceadora que Dios le confiara, ha hecho pleno ejercicio de su habilidad e
inteligencia y con sus propias manos ha obrado las innumerables maravillas sin
las cuales hoy, con frecuencia, no sabríamos vivir.
No podemos dejar de reconocer que Dios no puso en el Edén ni las
viviendas, ni los medios de transporte, ni las máquinas de las que se sirve la
industria, y si bien estaban allí la electricidad y la radiactividad de los
elementos, ha sido el hombre el que las aprovechó para su servicio. Ha sido
también el hombre quien fertilizó desiertos, construyó caminos y exploró no
sólo cada rincón del planeta sino que ya lo vemos recorriendo el resto del
universo. Y no olvidemos que fue capaz de prolongar su propia vida
sirviéndose de minerales, vegetales y hasta productos animales diseminados a
lo largo de la obra creadora de Dios.
Los avances tecnológicos de este siglo que terminó son, a veces, difíciles
de asumir para muchos, pero a los más jóvenes resulta inconcebible la vida sin
el teléfono, la computadora personal y el televisor.
¿Podemos culpar al hombre de haber asumido en plenitud el mandato
divino de dominar la creación mandando sobre los otros seres creados? De
ninguna manera. Pero lo que hoy vamos constatando al recorrer el mundo
donde Dios nos puso a vivir es que hay abuso, es decir un empleo exagerado y
sin límites de ese poder que Dios nos ha dado. Pero ¿acaso Dios puso algún
límite al hombre? Seguro que sí, al ubicarlo en el Edén le pidió no comer del
árbol del bien y del mal (Cf. Gn. 2, 15 – 17); con ello le daba a entender que
quien ponía los límites era Dios mismo y no el hombre. Es Dios quien indica lo
que está bien o está mal y el hombre debía haber aceptado éste límite. Por otro
lado, Dios pone al hombre en el Edén para que lo cultive y lo cuide (Cf. Gn. 2,
15); por lo tanto no lo hace dueño absoluto de la creación sino que lo hace
administrador de la misma, ha de servirse de ella para vivir, pero no Ha de
olvidar que el lugar dónde vive es prestado.
He aquí una realidad planteada por el mismo Dios: el hombre ha de
servirse de la creación, para su subsistencia, pero también ha de reconocer
que Dios le pide que no agote las posibilidades de esa tierra que le ha sido
dada para vivir a riesgo de que ya no tenga de qué vivir, ni de dónde vivir.
No podemos como dije al principio, inscribir a Dios en las filas del
movimiento ecologista, pero tampoco podemos ignorar que dicho movimiento
52
tiene inspiración divina, ya que es Dios quien le recuerda al hombre como
alguna vez le recordó con Noé y el diluvio universal, que su capacidad de
dominio no es ilimitada. Que no ha de destruir libremente la obra de sus manos
sin sufrir las consecuencias. Dios no es ecologista pero espera que cuidemos
el planeta. El Edén donde nos instaló para vivir.
Utilización Pastoral
o Leemos con atención (Lev. 25. 1 – 7; 20 – 22)
o Reflexionemos: En esta marcha que sigue el hombre desde su
creación, se ha detenido, ha tomado caminos errados y también ha
vuelto sobre sus pasos.
o No es posible tomar decisiones drásticas que nos lleven a eliminar
lo que el progreso nos ha dado, peor sí mantenernos alertas para
no dejar que nos quite nuestros valores, nuestros derechos y
nuestra esperanza.
Si debemos ser el Hombre Nuevo, seamos el que se anima a resistirse a
que lo globalicen, lo anulen o lo esclavicen.
Cecilia E. Pereyra.
Movimiento Ecológico
Raíces de Vida
(Diócesis de Morón)
53
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 6: “.Abraham: Modelo de la Esperanza”
Objetivo: - Poner toda nuestra esperanza en Dios. Imitando a
Abraham.
CITAS BÍBLICAS
(Gén. 12, 1 – 6)
“…Partió pues, Abraham,
como se lo había dicho
Yahvé”.
(Lc. 1, 5 - 25)
“¿Cómo puedo creer esto? Yo ya
soy viejo, y mi esposa también”.
En este encuentro nos proponemos: Reconocer a Abraham como nuestro
Padre en la fe y a Jesús como descendiente de Abraham
TENER PRESENTE
Abram es el primer personaje plenamente histórico de que nos habla la Biblia.
Su respuesta generosa a Dios le ha constituido “Padre de los creyentes” y
punto de referencia permanente para todos los seguidores de Jesús, ya que es
descendiente de él.
Con Abram comienza propiamente la historia del pueblo de Israel que será el
pueblo elegido, de entre todos los pueblos de la tierra, hasta la instauración del
“Nuevo Pueblo” de Jesús, la Iglesia Universal, a la que están llamados todos
los pueblos de la tierra para formar la gran familia de los hijos de Dios.
Abram tuvo que aceptar incondicionalmente. Eso mismo se nos sigue pidiendo
hoy.
MOTIVACIÓN
Compartir con los padres el relato: “La Hormiguita negra”, que se encuentra
al final del encuentro, realizando la dinámica que allí se detalla.
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
Abraham, padre de los creyentes
54
Este título, tomado de una expresión que aparece en la liturgia (cF. Plegaria
Eucarística I), indica la importancia de la figura de Abraham no solo para el pueblo de
Israel, sino también para nosotros los cristianos.
Los valles de Mesopotamia, regados por el Tigres y el Eufrates, eran codiciados,
por su fertilidad, por las tribus nómadas del desierto y por los pueblos circunvecinos.
Uno de estos pueblos estaba formado por grupos emparentados con los semitas.
Hacia el tercer milenio vivían en estado nómada o seminómada por las riberas del
Eufrates. La familia de Teraj, padre de Abraham, pertenecía a una de esas tribus.
Alrededor del año 1800 a. de C., en la entonces importante ciudad de Ur, en
Caldea, cerca del Golfo Pérsico, vivió el Patriarca Abraham.
Dios eligió a este hombre para realizar su plan de salvación. Por mandato divino
salió de su país hacia Canaán:
EL MUNDO BÍBLICO
ORIENTE MEDIO Y PALESTINA
55
Dios dijo a Abraham:
“Sal de tu tierra, de tu parentela, de la casa de tu padre, para la tierra que yo te
indicaré; yo te haré un gran pueblo…Y serán bendecidos en ti todos los
pueblos de la tierra” (Gn. 12. 12, 1-3).
Abraham es un seminómada que sale de Ur, en Caldea, y se instala en Canaán;
pastor de ganado menor, es uno más entre los innumerables jefes de las tribus que
emigran buscando pastos para sus ganados. La Biblia no nos cuenta muchos detalles
de él que quizá hubieran halagado nuestra curiosidad, sino que se centra en la
llamada que Dios le dirigió, en la promesa que le hizo y en su respuesta obediente
cumpliendo la misión encomendada.
Abraham rompe con la religión politeísta de sus padres (Josué k24, 2) y rinde
culto al Dios verdadero que se le revela.
El inmediato acatamiento del patriarca a la voluntad del Señor fue tal vez la razón
por la que Dios lo elige como dirigente del pueblo de la alianza. Abraham nunca
discutió las órdenes de Dios. Aunque él y su esposa eran ya ancianos y no tenían
hijos, aceptó la promesa de Dios de que tendrían hijos, aceptó la promesa de Dios de
que tendría muchos descendientes. Después, cuando Yavé le ordenó que sacrificara a
su único hijo, Isaac. Abraham obedeció otra vez sin discusión, pero Dios intervino para
salvar a Isaac. Con una fe inquebrantable en el Señor, no es de sorprender que la
Biblia describa a Abraham como “amigo de Dios”, la más hermosa denominación que
un hombre pueda recibir.
Abraham, hombre de Dios
Por haber recibido la promesa de Dios de formar una gran nación y de darle la
tierra de Canaán a ese pueblo. Abraham fue reverenciado en el Antiguo Testamento
como el antecesor de los israelitas, que fueron llamados “raza de Abraham" (Is. 41.8).
Al principio de su Evangelio, Mateo declara que Jesús fue descendiente de
Abraham, y por doquier en el Nuevo Testamento se pone como ejemplo para todos la
extraordinaria fe del patriarca. A Abraham se le considera no sólo como el progenitor
de los israelitas, sino como el padre espiritual de todos los fieles, gentiles y judíos.
Por eso San Pablo escribe en la Epístola a los Gálatas: “Entended, pues, que los
que viven de la fe, ésos son los hijos de Abraham” (Gál. 3.7). En la parábola del rico
Epulión y Lázaro, Jesús describe la envidia que el rico sintió en el infierno, cuando
Lázaro, el mendigo, fue “llevado por los ángeles al seno de Abraham”. (Lc. 16.22).
Es innegable que el encanto de la inquebrantable fe de Abraham destaca por su
prominencia en el Nuevo Testamento.
San Pablo cita el Génesis y escribe en la Epístola a los Romanos: “¿Qué dice en
efecto las Escritura?: “Abraham creyó a Dios y le fue contado como justicia”
La promesa hecha a Abraham y a su descendencia de que “recibirían el mundo
en herencia no actúa a través de la Ley, sino de la justicia de la fe” (Rom. 4, 3).
En la Biblia (y también en el Corán, porque los musulmanes lo consideran un
gran profeta), Abraham aparece como un hombre cuya vida fue un brillante ejemplo de
la fe en acción, un modelo para los creyentes.
En tiempos de Abraham, la religión patriarcal es aún primitiva; no tiene leyes, ni
sacerdotes, ni templos, ni solemnidades religiosas. No obstante, con Abraham
comienza a realizarse la historia de la gran familia del pueblo de Israel del cual nacerá
el Cristo; esta historia se prolongará a través de Cristo en la Iglesia por El fundada.
Jesucristo, pues, dará todo su sentido a la historia de Abraham y de su Pueblo.
“Abraham se regocijó pensando en ver mi día” diría el Señor a los judíos (Juan 8, 56).
Así se comprende que se hable de Abraham 62 veces en el N.T.
Aunque la religión de Abraham es todavía primitiva, su Dios no es un Dios lejano,
indiferente a la vida de los hombres. Es, por contrario, un Dios presente, familiar, hasta
el punto que pacta una alianza con su siervo y le hace una triple promesa:
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I. Tendrá una descendencia numerosa “como las estrellas del cielo y las arenas
del mar”.
II. Poseerá un territorio (Canaán).
III. Será una fuente de bendición para todas las naciones de la tierra
(universalismo cristiano en germen).
¿Quiénes fueron los patriarcas Bíblicos?
El Génesis nos da las líneas de descendencia desde Adán hasta los hijos de
Jacob, siendo éstos los fundadores de las 12 tribus de Israel. La línea de Adán a Noé
la forman nueve hombres, a los que se les llama patriarcas antediluvianos porque
vivieron antes del diluvio. Ellos son: Set, hijo de Adán; Matusalén, la persona más
longeva de la Biblia, y Lamec, padre de Noé. A los patriarcas que vivieron después del
diluvio, descendientes de Noé, se les llama noáquidas o posdiluvianos. La Biblia
enlista a estos últimos, pero habla poco de ellos hasta que llega a Abraham, quien
vivió antes del segundo milenio a.C. después, el Génesis hace detallados relatos de la
vida de Abraham y sus descendientes: su hijo Isaac; su nieto Jacob; sus bisnietos
José, Judá y sus diez hermanos.
Por su inquebrantable fe y su obediencia incondicional es que el Señor eligió a
Abraham para hacer su alianza, “por ser yo tú Dios y el de tu descendencia”. Y, al
hacerlo patriarca de su pueblo, Dios le cambia el nombre de Abram al de Abraham.
La Iglesia, nuevo pueblo de Dios, sigue el camino de la fe
de Abraham ya que pone su confianza en la Palabra y las
promesas de Dios; reveladas en Jesús.
El concilio nos habla:
Dios, creándolo todo y conservándolo por su palabra, da a los hombres
testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la
salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros
padres ya desde el principio. Después de su caída alentó en ellos la esperanza de la
salvación con la promesa de la redención y tuvo incesante cuidado del género
humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la
perseverancia en las buenas obras.
En su tiempo llamó a Abraham para hacerlo padre de un gran pueblo al que
luego instruyó por los patriarcas, por Moisés y por los profetas para que lo
reconocieran como Dios único, Salvador prometido, y de esta forma, a través de los
siglos, fue preparando el camino del Evangelio. (Dei Verbum 4).
Enriquecemos el encuentro con el CATIC. Leer incisos: 59, 60 y 61.
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN
Señor:
Echando una mirada al inmenso mundo de la
tierra de los hombres, tengo la impresión de que
muchos ya no esperan en Ti Yo mismo hago
mis planes, trazo mis metas y pongo las piedras
de un edificio del cual el único arquitecto
parezco ser yo mismo.
Dame, Señor la convicción más profunda de que
estaré destruyendo mi futuro siempre que la
esperanza en Ti no estuviere presente.
Haz que comprenda profundamente que, a
pesar del caos de cosas que me rodea, a pesar
de las noches que atravieso, a pesar del
cansancio de mis días, mi futuro está en tus
manos y que la tierra que me muestras en el
horizonte de mi mañana será más bella y mejor.
Deposito en tu Misterio mis pasos y mis días
porque sé que tu Hijo y mi Hermano venció la
desesperanza y garantizó un futuro nuevo
porque pasó de la muerte a la vida.
Amén
57
LA HORMIGUITA NEGRA
(Un diminuto personaje nos muestra lo bello y gratificante que es hacer la voluntad de
Dios)
Había una vez una hormiguita negra, en una noche negra, sobre una piedra
negra.
Y Dios la veía. Y Dios la llamó:
-¡Hormiguita!
-Aquí estoy, Señor- respondió ella.
-Hormiguita –Dijo Dios-, quiero que me construyas un edificio igual al museo
nacional.
-Está bien, Señor, asintió la hormiguita.
Y se puso a pensar: “Si el Señor quiere un edificio como el museo nacional, lo
primero será saber cómo es el museo…
MANOS A LA OBRA
Una hormiguita, ustedes ya saben, es demasiado pequeña para abarcar de un
ojeada el gran edificio. ¿Cómo hacer? Sus patitas y sus antenas, una
hormiguita no tiene otra cosa había que utilizarlas en cumplimiento del
mandato de Dios.
Allá se fue a recorrer palmo a palmo, moldura por moldura, la fachada del
enorme caserón, hasta tener perfectamente clara en la memoria una
“fotografía” infinitamente reducida del aspecto exterior del museo. Tardó en
ello ocho meses.
“Ahora planos”, se dijo ilusionada la hormiguita. Y a movilizar otra vez antenas
y patitas para recorrer por dentro y por fuera toda la planta del edificio y
quedarse con un planito, a escala infinitesimal, dentro de su negra cabecita.
Esta vez tardó casi tres años en la empresa.
El problema siguiente era encontrar el terreno apropiado: un terreno que
midiera exactamente los millones de pasitos de hormiguita al cuadrado que
eran necesarios para realizar sus planos. Fue difícil.
Un año entero recorrió terrenos hasta dar con uno que le sirviera.
Y siguió con gran entusiasmo
Pero ya estaba ahí. La hormiguita negra podía comenzar. Y empezó, sí señor.
Primero trazando una línea que dibujara sobre el terreno los trazos generales
de la construcción. A veces el viento demasiado fuerte, a veces los paseantes
despreocupados, la obligaban a rehacer una parte del dibujo…pero al final
sintió que su esfuerzo iba a ser recompensado, podía empezar a excavar los
cimientos.
Y a ello se puso llena de entusiasmo. Esta tarea le pareció más fácil, más afín
con su oficio de construir hormigueros: con sus patitas aflojaba terrones
diminutos y los depositaba fuera de los límites de su “plano”. Pronto una serie
de montículos iba marcando el avance de los trabajos.
De nuevo la llamó el Señor
Habían transcurrido cinco años y llevaba ya excavada una zanja de unos diez
centímetros, cuando la hormiguita volvió a oír la voz de Dios:
-Hormiguita, llamó El.
-Aquí estoy, Señor, respondió ella, como la primera vez.
-Hormiguita, te pedí que me construyeras un edificio parecido al museo
nacional.
-Sí Señor, informó la hormiguita:
Ya aprendí la fachada, saqué los planos, encontré el terreno y estoy
empezando a cavar los cimientos…
Entonces Dios sonrió.
58
Hormiguita, estoy contento de ti
Yo haré lo demás.
UTILIZACIÓN PASTORAL
Leer con atención y detenimiento el relato.
¿De qué trata lo que acabamos de leer?
¿Cuál fue la respuesta de la hormiguita al llamado de Dios?
¿Cómo y en cuántas etapas llevó a cabo su pedido?
¿Cuáles fueron las dificultades que se le presentaron y cómo las
solucionó?
¿Qué sentimientos creen ustedes experimentó nuestra hormiguita ante
la empresa que le encomendara Dios?
Y nosotros… ¿cómo habríamos reaccionado? ¿qué actitud tomamos
frente a los desafíos que nos presenta la vida?
¿Qué respuesta de fe estamos dando al llamado que Dios nos ha hecho?
Después de 20 minutos, plenario.
59
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 7: “La Obediencia de Abraham”
Objetivo: - Descubrir que Dios siempre cumple sus promesas si
tenemos fe en Él.
CITAS BÍBLICAS
(Gén. 15, 1 – 6)
(Gén. 22, 1 – 14)
“…Tu heredero será un hijo tuyo
nacido de tu sangre…”
“…no me negaste a tu hijo, el único
que tienes”.
(Lc. 1, 26 - 38)
“Darás a luz un hijo, al que le pondrás
por nombre Jesús”.
“…Hágase en mi lo que has dicho”.
En este encuentro nos proponemos: Ayudar a descubrir que quien obedece a
Dios y cumple sus mandamientos, muestra que lo ama y es bendecido por él.
TENER PRESENTE
Dios cambió el nombre de Abram, cuando le dijo: “Te llamarás Abraham
porque serás Padre de una muchedumbre de pueblos”.
La obediencia a Dios, favorece siempre a quien obedece, porque Dios no
necesita del hombre pero éste sí necesita totalmente de Dios.
La petición hecha por Dios a Abraham no es para que mate a su hijo, sino para
mostrar la riqueza de la obediencia y que él no quiere sacrificios humanos,
como era costumbre en muchos pueblos paganos.
La obediencia de Abraham hace que el Señor ratifique la Alianza que había
hecho con él. Isaac es el principio del cumplimiento de la promesa hecha por
Dios, porque de dos ancianos, como Abraham y Sara, sólo Dios puede hacer
surgir la vida.
Abraham estaba rodeado de personas que adoraban ídolos (dioses falsos) y,
por consiguiente, estaban alejados de la fe en el Dios único y verdadero.
MOTIVACIÓN
Dividir a los padres en grupos tres grupos y repartir las siguientes citas Bíblicas
buscando en ellas, ejemplos de fe. Que nos ayuden a ver “La Confirmación”
como un paso importante en el crecimiento de la fe:
60
o
o
o
o
o
o
Lc. 2, 52; 1 Cor 13, 11 – 12
Sant 2, 14 – 20; Lc 1, 26 – 38.
Gn. 15 1 – 6; Gn.22 1 – 14
Gn 4, 3 – 4 (Abel); Gn 6, 13 – 22 (Noé)
Gn 17, 16 – 19 (Sara); Gn 5, 24 (Enoc)
Gn 12, 1 – 4 (Abraham); Éx 2, 2; Éx 2, 11 – 15 (Moisés).
Luego invitar a los padres a conversar en el grupo y a trabajar sobre
sus propios crecimientos personales a lo largo de la vida.
Es importante que puedan descubrir los grandes y pequeños cambios
que han ido realizando a medida que han ido creciendo.
Pedir que el grupo realice en base a lo conversado una línea de
crecimiento, partiendo desde la niñez y llegando a esta etapa en la que
están viviendo su tercer año de catequesis.
Después de 25 minutos. Plenario.
Iluminamos las experiencias compartidas en el grupo, haciendo una
pequeña síntesis de lo que significa crecer para todas las personas, de
las dificultades y alegrías que vamos encontrando en ese proceso. Nos
centramos en el tema de la fe, que también va creciendo en nosotros,
acompañando paso a paso nuestro crecimiento.
Presentamos la Catequesis de Confirmación como un paso importante
en el crecimiento de la fe de nuestros niños, ya que con la recepción de
este sacramento concluye la iniciación en la fe cristiana, comenzada en
el Bautismo.
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
La llamada de Dios a Abrahán y su respuesta de fe marcan el principio de una
epopeya que culminará con la venida de Dios a este mundo en Jesucristo. (Dei
Verbum 3). La predicación, muerte y resurrección de Jesús fijan para siempre el
mensaje que Dios da al hombre, un mensaje de vida eterna. Este es el destino del
hombre según el plan de Dios al que el hombre puede decir que si o que no.
Si leemos el capítulo 12 hasta el capítulo 15 del libro del Génesis, podremos ver
que es una lectura fácil y muy agradable que nos lleva a un mundo muy diferente del
nuestro, con una cultura y unas costumbres muy particulares. Podremos ver también
cómo Dios va formando a un hombre de fe y, poco a poco, le prepara para sus
designios sobre la humanidad entera. La vida de Abrahán se va hilvanando con
pruebas y trabajos con los que Dios le afianza en su fe, preparando así a un pueblo
del que saldrá el salvador del mundo.
Lo más importante que Abrahán nos ofrece es que se fía de Dios y cree en su
Palabra. Se siente llamado y vive en la seguridad de que, pase lo que pase, Dios
cumplirá su promesa. Llamamos a Abrahán Padre de los creyentes porque respondió
y, de alguna manera, dio paso a que Dios interviniera en la historia
“Para reunir a la humanidad dispersa, Dios eligió a Abraham llamándolo “fuera de
su tierra, de su patria y de su casa”, para hacer de él “Abraham”, es decir, “el padre de
una multitud de naciones”. “En ti serán benditas todas las naciones de la tierra”. (Gn
12,3). (CATIC 59)
“El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los
patriarcas, el pueblo de la elección, llamado a preparar la reunión un día de todos los
hijos de Dios en la unidad de la Iglesia; ese pueblo será la raíz en la que serán
injertados los paganos hechos creyentes” (CATIC 60).
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Abraham debió sentir miedo ante tantos y tan graves acontecimientos y Dios le
anima con otra visión: “No temas, Abrán; yo soy tu escudo y tu paga será abundante”
(GN 15, 1). Son palabras que alientan a Abrahán, y que también deben alentarnos a
nosotros. Abrahán pone sus dudas delante de Dios insistiendo: “Señor, ¿de qué me
sirven tus dones si soy estéril y Elizer de Damasco será el amo de mi casa?” (GN
15,2). Según la legislación babilónica, basada en el código de Hamurabi, a falta de
hijos era el siervo más respetado quien heredaba las propiedades del difunto. Dios
responde a Abrahán: “No te heredará ése; un salido de tus entrañas te heredará”. (Gn
15, 3). Y le invita a alzar la vista a las estrellas y contarlas: “Así será tu descendencia”
(Gn 15, 5).
La Biblia es escueta en la reacción de Abrahán: “Abrán creyó al Señor y se le
apuntó a su haber” (Gn. 15, 6). Dios reconoce el mérito de Abrahán. Este texto lo usa
San Pablo para probar que la fe en Dios es lo que hace al hombre justo delante del
Señor y no el haber observado la Ley mosaica (Rom 4, 13). Pero, como vemos, la fe
de Abrahán es el determinante de su conducta. Y ya nos dirá Santiago mucho más
tarde que la fe sin obras está muerta. (Santiago 2, 26).
El momento culminante de esta “educación en la fe” de Abraham por parte de
Dios es cuando Dios le pide que le sacrifique su hijo. Por fin ha nacido el heredero a
través del cual se van a realizar las promesas y sin embargo Dios le pide que se lo
ofrezca en sacrificio (Gn. 22). Dura prueba para este hombre que una vez más en
silencio y sin oponer ninguna resistencia – aún en medio de la más completa
oscuridad- se fía de Yahvé y obedece ciegamente. Dios, que le había pedido el
sacrificio del corazón, rehúsa el sacrificio de hecho, y en pago de esta fe y de esta
obediencia colma de bendiciones a Abraham.
La carta a los Hebreos comentará: “Por la fe, Abraham, sometido a la prueba
presentó a Isaac como ofrenda. Pensaba qué poderoso era Dios aún para resucitar de
entre los muertos” (Heb. 11, 17 – 19). Es la fe desnuda, despojada de todo apoyo o
seguridad humana, colgada sólo de Dios y de su palabra.
Abraham y los cristianos:
Todo lo que hemos visto nos descubre que está plenamente justificado el
calificativo que la liturgia d a Abraham como “nuestro padre en la fe”. El es
fundamental no solo en la tradición judía, sino también en la cristiana (e igualmente
como decíamos en el encuentro anterior para los musulmanes).
En el N.T. encontramos la afirmación de que con la venida de Cristo Dios a
visitado y redimido a su pueblo cumpliendo así “el juramento que Juró a nuestro padre
Abraham” (Lc. 1, 72-73.54-55). De hecho, Cristo es llamado “Hijo de Abraham” (Mt.
1,1) y Él es según San Pablo “la descendencia” a la que se referían las promesas
hechas a Abraham (Gál. 3, 26 – 29). Pero no somos herederos de las promesas de
una manera mágica o automática, sino que es necesario que imitemos la misma
actitud de fe de Abraham: “Tened, pues, entendido que los que viven de la fe, esos
son los hijos de Abraham” (Gál. 3, 7). Por eso Abraham es presentado como modelo
de fe para el cristiano (Rom 4, 18 – 25); una fe que acepta la palabra de Dios, que se
somete a Dios, que acepta los planes de Dios aunque sean misteriosos y
desconcertantes y de ese modo acoge a Dios mismo y su salvación.
En definitiva, las actitudes de Abraham que la Biblia resalta son perennemente
válidas; más aún, son la condición indispensable para colaborar con Dios en su obra
salvadora y para que se realice eficazmente la historia de la salvación: si, la historia de
acción salvadora de Dios comienza con la fe y la obediencia de Abraham, un nuevo
acto de fe (“dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”
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(Lc. 1, 45); y un nuevo acto de obediencia “he aquí la esclava del Señor, hágase en
mí según tu palabra” (Lc. 1, 38). Los de María, darán inicio a la etapa decisiva de la
salvación de Dios en Cristo; y nuevos actos de fe y de obediencia (los nuestros) harán
posible que la obra de la salvación se extienda en el tiempo y en el espacio.
La virtud de la fe
La fe es la virtud por la cual aceptamos a Dios ante todo con la mente asintiendo
a cuanto Él nos ha revelado sobre sí mismo o con miras a nuestra salvación, y que se
halla contenido en la sagrada Biblia o en la Tradición de la Iglesia.
La fe no se estaciona en un plano puramente conceptual y especulativo, lleva,
por su propia dinámica, a una entrega total e incondicional de la persona y de la vida
de Dios.
En ambos aspectos conocimiento iluminativo y adhesión vital la fe encuentra su
último fundamento en la Palabra infalible y en el poder y amor infinitos de Dios. En ella
está la raíz de toda gracia y salvación.
Actitudes y pecados contrarios a la fe.
El ateísmo “Humanista”: que exalta absurdamente la autonomía del
hombre hasta el punto de negar su dependencia respecto de Dios.
El ateísmo “Marxista”: para quien Dios es una quimera con que se
consuela el hombre socialmente oprimido, y que éste debe rechazar para
no alienarse o adormecerse en su lucha por la liberación.
Evidentemente quienes rechazan, con mala conciencia y voluntad, a Dios,
incurren en un pecado de gravedad extrema, ya que se apartan de la verdad suma y
del sumo Bien.
Son también pecados contra la fe: la herejía, que consiste en la negación
pertinaz de alguna verdad revelada por Dios y proclamada por la Iglesia, por ejemplo:
“La divinidad de Cristo”, “la Inspiración de la Sagrada Biblia”, “La inhabilidad del Papa”,
etc. El cisma, que es la ruptura con la comunión de la Iglesia por negación o rechazo
de la autoridad ministerial de sus pastores legítimos; y la apostasía, que es el
abandono total de la fe cristiana.
¿Qué es la fe?
Una vez los apóstoles dijeron a Jesús: Auméntanos la fe. Él respondió: “si
tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí
arráncate de raíz y plántate en el mar, ella lo obedecería” (Lc. 17, 5-6).
La fe es la aceptación plena de Jesús salvador. Por ello la fe salva. “Tu fe te ha
salvado. Vete en paz” (Lc. 7, 50), mereció escuchar la mujer pecadora. Porque cala
hasta lo más profundo del hombre, por eso la fe cura siempre la enfermedad más
profunda: “el pecado”. Pero esa aceptación plena de Jesús no ha de ser una
aceptación mental. Sino una aceptación cordial de Él, una entrega total y confiada a su
persona, a su palabra, a su poder salvador, a su muerte y resurrección.
La fe puede sufrir tentaciones y sucumbir, es por ello que no podemos descuidar
el apoyo fundamental que Cristo mismo nos enseñó para que nuestra fe no
desfallezca: “El Gran Medio de la Oración”, tal como San Alfonso nos lo dice en el libro
que el escribiera y que lleva este título.
“Sin oración, según los planes ordinarios de la Providencia, serán inútiles las
meditaciones, propósitos y promesas. Si no rezamos, seremos infieles a las luces
recibidas de Dios y a las promesas que hayamos hecho en el corazón.
Y la razón de todo esto es que para hacer actualmente el bien, para vencer las
tentaciones, para ejercitarnos en la virtud. En una palabra: para observar totalmente
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los mandamientos de Dios, no bastan las luces recibidas, ni las consideraciones y
propósitos que hayamos hecho. Se necesita sobre todo la ayuda actual de Dios, y esa
ayuda no la concede Dios sino al que reza y, en la oración persevera hasta el fin”.
(San Alfonso María de Liborio “El gran medio de la Oración”).
Por lo visto, la fe es como un ser vivo. Crece o decrece. Por lo mismo, se la debe
cultivar. Para ello hay que extirpar toda planta extraña que invada su suelo, las peores
son: el orgullo de los malos teólogos, la rebeldía de los falsos profetas, y la
murmuración contra los pastores de la Iglesia. Pero, sobre todo, a la fe hay que
regarla. Y, especialmente por la oración. Como los apóstoles le dijeron a Jesús,
también hoy nosotros necesitamos decirle con fuerte clamor. “Aumenta nuestra fe”.
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
Leer incisos 144 y 145 del CATIC
ORACIÓN
Señor:
Estamos llenos de anhelos, llenos de deseos,
Llenos de expectativas.
Algunos se realizarán; muchos no,
Pero en medio de todas nuestras satisfacciones y decepciones,
Confiamos en Ti.
Sabemos que nunca nos dejarás solos y que cumplirás tus promesas divinas.
Aún cuando parezca que las cosas no siguen nuestro camino, sabemos que
Siguen el tuyo y que, finalmente, tu camino es el mejor camino para nosotros.
¡Oh, Señor! Refuerza nuestra esperanza, en particular cuando nuestros
Numerosos deseos no se cumplan.
Nunca dejes que olvidemos que nombre es Amor.
Amén.
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1º Año de Confirmación
Encuentro Nº8: “Dios llama a Moisés”
Objetivo: - Descubrir que Dios siempre nos llama para que nos
encontremos con Él
CITAS BÍBLICAS
(Éx. 3, 1 – 10)
(Mt. 11, 26 – 27)
“Yo soy el Dios de tus padres…
Te envío para que saques de
Egipto a mi pueblo”.
“Nadie conoce al Padre sino el
Hijo…”
En este encuentro nos proponemos: “Destacar la riqueza y la importancia del
encuentro de cada hombre con Dios.
TENER PRESENTE
Moisés es el primer legislador (que da leyes) del pueblo de Israel y vive
aproximadamente 1300 años antes de Cristo.
Su nombre “Moisés” (salvado de las aguas), indica ya el milagro que Dios hace
con él y la misión posterior que le va a encomendar. Es educado en la corte del
Faraón, rey de Egipto. De ahí la formación que tiene, aunque nunca pierde su
personalidad hebrea.
Por defender a un hebreo y matar a un egipcio tiene que huir de la corte del
Faraón y marcha al desierto, donde va a tener un gran encuentro con Dios.
El Pueblo de Dios vivía su esclavitud y sufría terriblemente la opresión de los
egipcios. Dios sale al encuentro de su pueblo, en la persona de Moisés.
MOTIVACIÓN
Cuestionario:
• ¿Conocen algún desierto? (Escuchar). La soledad ayuda a pensar más y
hace al hombre más reflexivo. En el silencio es más fácil encontrarse con Dios, que
en el ruido. El ruido desconcentra, el silencio, centra.
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• ¿Alguien tiene experiencia de algún retiro espiritual? En los retiros
silenciosos se tiene experiencia de Dios, porque Dios habla a la conciencia del
hombre, que es como su gran sagrario, y éste es invitado a responder.
• En la Biblia hay muchos pasajes donde el desierto es el lugar del encuentro
del hombre con Dios. ¿Recuerdan ustedes algunos pasajes donde el desierto
aparezca en la Biblia como lugar de encuentro del hombre con Dios?
• Nuestros campos son un poco “como desiertos”, por la inmensidad, y el
hombre de campo mira mucho al cielo porque de él viene casi todo lo que favorece
al campo: sol, lluvia… ¿Será más fácil para el hombre de campo el encuentro
con Dios?
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
La descendencia de Abraham
ESAÚ
SARA
(Esposa)
ISAAC
(Hijo de Sara)
ABRAHAM
HAGAR
(Esclava)
ISMAEL
(Hijo de
Hagar)
REBECA
(Esposa de Isaac)
JACOB
(Llamado
por Dios
Israel)
JOSÉ
(Hijo predilecto de Jacob,
vendido por sus
hermanos y futuro
gobernador de Egipto )
Al morir Abraham en Canaán (Gén. 25, 7 – 10), Dios renovó su promesa con
Isaac y Jacob. Las familias seguían bajo las negras tiendas beduinas de piel de cabra.
Un día, acuciados por el hambre y aceptando la invitación de José, que
gobernaba en Egipto en calidad de gran visir, el pequeño pueblo de Israel
(sobrenombre dado por Dios a Jacob) emigró a Egipto, probablemente entre los años
1700 y 1600. Las fértiles tierras de Gossen, situadas al nordeste del delta del Nilo, les
permitían criar buenos ganados y recoger abundantes cosechas.
Pero al cabo de largo tiempo “alzóse en Egipto un nuevo rey que no conocía a
José" (Éx., 1, 8), (seguramente Ramsés II), es decir que no tuvo en cuenta sus
servicios. Este rey, ante la preponderancia que en número y poder iban adquiriendo
los hijos de Israel, cambió de política y el pueblo hebreo fue reducido a la esclavitud.
El Génesis termina con la muerte de José y la lamentable situación de sus
hermanos de raza.
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MOISÉS: Caudillo, legislador y profeta
En este encuentro veremos el libro del Éxodo, palabra que significa “partida” o
“salida”. Son cuarenta capítulos que relata la liberación de los hijos de Jacob, ahora
llamado el pueblo de “Israel”, de la cautividad de Egipto, su alianza con Dios en el
monte Sinaí y el comienzo de su marcha por el desierto hasta llegar a la tierra
prometida. Los judíos llaman a este libro “shemot”, que quiere decir “nombres”, la
primera palabra de la obra.
Los estudiosos estiman que Israel, permaneció en Egipto unos 430 años, los
suficientes para que esa familia de 70 personas se convirtiese en todo un pueblo,
unido por su fidelidad al Dios de Abrahán, Isaac y Jacob. Durante esos 430 años que
permanecieron en Egipto crecieron y se multiplicaron en un país que, al principio, les
había dado la bienvenida, pero que ahora los ignora y muy pronto acabará por
someterlos a una esclavitud inhumana.
Por aquel entonces los monarcas egipcios estaban más que preocupados por la
numerosa población no egipcia que vivía en el país. La situación en la frontera de
Canaán era delicada ya que los pueblos nómadas del norte, allende las fronteras
naturales de Egipto, se habían sublevado contra el poder del faraón cuyos dominios
nominalmente se extendían hasta Siria.
Ramsés II fue el que se lanzó a la construcción de ciudades de almacenaje,
inmensas fortalezas con las que quería contrarrestar los ataques enemigos.
El redactor pone en boca del faraón estas palabras: “Mirad, los israelitas se están
volviendo mas numerosos y fuertes que nosotros; vamos a vencerlos con astucia pues
si no crecerán; y si se declara la guerra, se aliarán con el enemigo” (Éx. 1, 9 – 10). Y
“Nombraron capataces que los explotaban como cargadores en la construcción de las
ciudades granero Pitón y Ramsés” (Éx 1, 11); Pitón, “la casa del dios sol” y “Pi
Ramsés”, la “ciudad de Ramsés”, dos magníficas ciudades, verdadero orgullo de
Egipto, situadas en los ramales orientales del delta del Nilo y punto de arranque de la
ruta hacia Canaán.
La opresión era dura, pero “cuanto más los oprimían, ellos crecían y se
propagaban más” (Éx 1, 12) y, sigue diciendo el redactor, “les impusieron trabajos
penosos, y les amargaron la vida con dura esclavitud, imponiéndoles los duros
trabajos del barro, de los ladrillos y toda clase de trabajos del campo” (Éx. 1, 13 – 14).
En aquel entonces se acostumbraba a dar semejantes trabajos solo a prisioneros,
humillación que los israelitas jamás aceptaron. Acostumbrados a la vida libre del
pastoreo, mal podían avenirse a los trabajos forzados, propios de esclavos, que exigía
el faraón.
Una segunda medida adoptada por el faraón fue controlar los nacimientos. La
orden a las comadronas era clara: “cuando asistáis a las hebreas y les llegue el
momento, si es niño lo matais, si es niña la dejais con vida” (Éx 1, 16). Ésta es una
maniobra a la que siempre se ha acudido, y se sigue acudiendo, por motivos
económicos o políticos. Pero la respuesta de las comadronas también fue clara:
“Respetaban a Dios, y en vez de hacer lo que les mandaba el rey de Egipto, dejaban
con vida a los recién nacidos” (Éx. 1, 17). De poco les valió la excusa de que las
mujeres hebreas eran más fuertes que las egipcias, porque el faraón ordenó a sus
hombres: “Cuando les nazca el niño, echadlo al Nilo; si es niña, dejadla con vida” (Éx,
1, 22).
Fue en este tiempo cuando un hombre de la tribu de Levi tuvo un hijo a quien la
madre ocultó por tres meses. “No pudiendo tenerlo escondido por más tiempo, tomó
una cesta de mimbre, la embadurnó con barro y pez, colocó en ella a la criatura y la
depositó entre los juncos, a la orilla del Nilo” (Éx 2, 3). Una hermana del niño
observaba la cesta desde la distancia a ver qué pasaba. Fue la hija del faraón quien, al
bajar a bañarse al río, vio la cesta, una criada la recogió del agua y se la llevó.
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El niño luego fue llevado a la corte donde la princesa lo adoptó siendo ya mayor,
dándole el nombre de Moisés.
Pasaron los años y Moisés creció en la corte del faraón, recibiendo la educación
de un príncipe egipcio. No se sabe cuándo se enteró de sus orígenes hebreos, pero un
día, vio a un egipcio maltratar a un hebreo al que el redactor llama “uno de sus
hermanos” (Éx 2, 11). Moisés “miró a un lado y a otro, y viendo que no había nadie,
mató al egipcio y lo enterró en la arena” (Éx. 2, 12).
El faraón da órdenes de prender a Moisés y darle muerte. Tuvo entonces que
huir de Egipto a través del desierto y buscar refugio en Madián (Sinaí), al otro lado de
la frontera. Se casa en esta región con una tal Séfora, de la que tuvo su primer hijo.
Vivía como pastor en la familia de su suegro, el jeque- sacerdote Jetró. Durante
esta época medita profundamente la Revelación que Dios hizo a Abraham, padre de
los patriarcas.
Un día oyó la voz de Dios que le llamaba desde una zarza en llamas. Moisés,
descalzo y con el rostro cubierto, escucha la orden Divina: “Yo te envío a Faraón para
que saques a mi pueblo, a los hijos de Israel, de Egipto” (Éx, 3, 10), y dirás de Mi a los
hijos de Israel: “Yo soy el que soy”.
Explicación de las cuatro letras “YHVH”, tetragrama que se lee: “Yahvé”
La palabra Yahvé no indica ningún atributo de Dios, sino que es el mismísimo
nombre de Dios tal y como fue revelada a Moisés en el episodio de la zarza ardiente.
“Al revelar su nombre misterioso de YHWH, “Yo soy el que es” o “Yo soy el que
soy” o también “Yo soy el que yo soy”, Dios dice quién es y con qué nombre se lo debe
llamar. Este Nombre Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a la vez un
Nombre revelado y como la resistencia a tomar un nombre propio, y por esto mismo
expresa mejor a Dios como lo que El es, infinitamente por encima de todo lo que
podemos comprender o decir; es el “Dios escondido” (Is 45, 15), su nombre es
inefable, y es el Dios que se acerca a los hombres”. (CATIC 206).
El caso es que la lengua hebrea se escribe sin vocales. Las pronuncian pero
nunca las escriben. Algo parecido a nuestra manera de escribir los nombres de las
ciudades en los billetes de avión. Se escribe Bs.As, pero decimos Buenos Aires: BCN,
pero decimos Barcelona; se escribe SLT, pero decimos Salta.
Lo más curioso es que, por respeto al nombre de Dios y a que algunos rabinos
empezaron a enseñar que pronunciar el nombre de Dios acarreaba un castigo eterno,
la pronunciación de YHVH cayó en desuso. Al llegar a esa palabra, se inclinaba la
cabeza, se hacía una pausa y proseguía la lectura.
Es de verdad un ejemplo muy hermoso de reverencia al nombre de Dios, pero,
con el correr de los siglos y de tanto no pronunciar YHVH, se olvidaron de cómo eran
las vocales y, cuando quisieron recuperarlas, los que leían la escritura ya no sabían
cuáles eran.
Fueron unos sabios judíos, entre los siglos VI y X después de Jesucristo, quienes
empezaron a escribir la lengua hebrea con vocales. Fue toda una novedad, pero una
ayuda muy grande para quienes no sabían leerla bien.
Idearon una suerte de puntos y rayitas que ponían por encima, dentro o por
debajo de las consonantes. La palabra YHVH los frenó. Ni ellos sabían qué vocales
poner. Entonces se les ocurrió tomar las vocales de la palabra “Adonai”, que quiere
decir “Señor”, y las intercalaron entre las consonantes de YHVH. Y así fue como se
creó la palabra ficticia Yehovah, en castellano Yahvé o Yavé. Los cristianos proclaman
la divinidad de Jesucristo dándole el título de “Señor”, “Adonai”.
“Por respeto a su santidad el pueblo de Israel no pronuncia el Nombre de Dios.
En la lectura de la Sagrada Escritura el Nombre revelado es sustituido por el título
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divino “Señor” (“Adonai”, en griego “Kyrios”). Con este título será aclamada la divinidad
de Jesús: “Jesús es Señor”. (CATIC 209).
Hoy día los judíos de origen español, cuando llegan a YHVH, por lo genera lo
sustituyen por “Hashem” que en hebreo quiere decir “El Nombre”, mientras que los
judíos originarios del Este europeo dicen sin más “Adonai”, el Señor. Siempre hay
modos de salvar el escollo.
El significado de YHVH es “Yo Soy”. Dios reveló este nombre a Moisés
diciéndole: “Yo soy el que Soy”. Esto dirás a los israelitas: “Yo Soy me envía a
vosotros” (Éx. 3, 14).
Los expertos dicen que la raíz de esta palabra es un verbo, HYH, que significa
“ser”, con el matiz de que dura, algo así como “el que será porque es”. En nuestro
idioma escribimos Yahvé o Yavé, la forma admitida hoy día, pero que resultaría
pretencioso considerar como exacta.
Cuando los Testigos de Jehová comenzaron sus actividades a finales del siglo
pasado, no se llamaban Testigos de Jehová, sino Miembros de la Sociedad. Usaban
las traducciones inglesas de la Biblia de aquel tiempo que decían que el nombre de
Dios era Jehová. Es por eso que Joseph F. Rutherford, el sucesor de Charles T.
Russell, fundador de los testigos, cambió el nombre de la Sociedad a Testigos de
Jehová, pero no se dio cuenta de que así estaba proponiendo como revelado por Dios
un error filológico, la palabra Jehová. (Filología: ciencia que estudia un idioma y las
manifestaciones espirituales a que sirve como medio de expresión. Particularmente:
estudio científico de la gramática y lexicografía de un idioma).
Los Testigos de Jehová hoy día reconocen la equivocación.
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
Como complemento leer: incisos 62, 203, 205, 206, y 209 del CATIC.
Oración
Cuando tú mismo
Pongas a prueba mi fe,
Y me hagas marchar
Por entre la niebla más cerrada,
Borrada toda vereda ante mí:
Por mucho que mi paso vacile,
Haz que mi mirada
Tranquila e iluminada,
Sea un testimonio viviente
De que te llevo conmigo,
De que estoy en paz.
AMEN
69
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº9: “La Pascua y el Éxodo”
Objetivo: -Valorar el sentido de la libertad que Dios nos regaló.
-Recordar el sentido de la pascua Cristiana.
CITAS BÍBLICAS
(Éx. 8, 14 – 16)
(Éx. 12, 21 – 27)
(Éx. 14, 5 – 8)
“Deja salir al pueblo, para que vayan a
adorar a Yavé en el desierto”
“Éste es el sacrificio de la Pascua para
Yavé…”
“Aquel día, Yavé liberó a Israel del poder de
los Egipcios…”
(Mc. 14, 22 – 25)
“Ésta es mi sangre, que será
derramada por una muchedumbre”
En este encuentro nos proponemos: “Ayudar a comprender que Dios siempre
interviene para salvar a los que creen en él, aunque humanamente no se vea
con claridad.
TENER PRESENTE
Dios siempre quiere ayudar al hombre porque nos ha creado para que seamos
felices con él, pero no en todo momento, entendemos claramente su modo de
actuar. En todos los momentos de la historia, Dios estuvo cerca del hombre,
como está hoy., el pueblo Hebreo tenía conciencia de la presencia de Dios y
vivía oprimido injustamente en Egipto. Invocó a Dios y éste lo escuchó.
Muchas veces, en nuestro orgullo, nos negamos a invocar a Dios, porque
creemos que todas las soluciones las tenemos nosotros. Ponemos como “Dios”
el poder, el tener, el placer, la técnica o la ciencia y queremos encontrar en
ellos todas las seguridades para nuestra vida. De este modo, negamos a Dios.
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El hombre, cuanto más “endiosa”, más se aleja de Dios y de los hombres.
Desea convertirse en “señor” de todo y de todos, queriendo imponer su
voluntad. El fruto de este modo de actuar es la desunión, la injusticia, la
opresión, la dictadura.
MOTIVACIÓN
“A”: Leer y comentar con los padres el recorte periodístico que está en la
cartilla de los niños titulado: “La primera escuela para esclavos funciona en
Inglaterra”.
“B”: Dividir a los padres en tres grupos, entregándole a un grupo el recorte que
mencionáramos arriba y a los otros dos los siguientes escritos y que se
encuentran al final del encuentro titulados: ¿Y el derecho a ser niños? Y
Decadencia moral.
Pedir a los padres que lo comenten y contesten el siguiente cuestionario:
1) ¿Qué tipos de esclavitud existen en nuestros días?
2) ¿Hemos avanzado desde la época de la esclavitud o hemos retrocedido?
¿Por qué?
3) En nuestra vida personal ¿hemos sentido alguna vez que somos
esclavos? En caso afirmativo enumerarlas.
Después de 25 minutos. Plenario.
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
El precio de la libertad.
“Los “salvos”, aquellos por quienes Dios había obrado “prodigios”, tendrán mucho
tiempo para meditar en esta libertad. Lo tendrían a través de aquellos caminos que no
terminaban de conducir al lugar de la alianza y que menos aún les condujeron a la
hermosa tierra prometida. Estas personas no nos dejaron su pensamiento. Pero el
libro de las experiencias se ha escrito para que nosotros las conozcamos y vivamos
como ellos, en compañerismo fraternal, como un pueblo, en medio del ornato
terriblemente desnudo, pero sin mentiras ni engaños, por los caminos que conducen a
Dios” (G. Auzou).
Moisés, electrizado por su misión sobrenatural y por el sentimiento fraternal,
siguiendo el mandato de Yahvé, decide liberar a su pueblo de la esclavitud y
conducirlo hacia Canaán, la Tierra Prometida.
A partir de ese momento, se nos revela como uno de los hombres más geniales
y vigorosos de la historia universal. Es el Mediador entre Dios y su pueblo, el profeta,
el legislador, el “gran conductor de hombres”.
¿Quiénes salieron de Egipto?
“Una parte de las doce tribus y una multitud abigarrada. Y decimos “una parte de
las doce tribus”, pues se admite actualmente que algunos grupos de Israelitas ya
habían vuelto a Canaán, tal vez con ocasión de la expulsión de los hicsos del año
1560 a.C. incluso se admite como probable que algunas tribus del norte de Palestina
nunca habían bajado a Egipto. Y cuando decimos “una multitud abigarrada” (Éx
12,38), es decir un amasijo de egipcios y extranjeros, gente oprimida que
aprovecharon la ocasión para escoger la libertad (Lev. 24,10). Estos extranjeros
adheridos a Israel son el primer germen de la universalidad del pueblo de Dios, el cual
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quedó plenamente constituido cuando en Siquén todos juntos aceptaron a Yavé como
su Dios y renovaron solemnemente la alianza del Sinaí” (A. Vidal).
Con la ayuda extraordinaria del Dios Yahvé, Señor de la naturaleza (recordemos
que todas las plagas o desastres, menos la muerte de los primogénitos egipcios,
guardan relación con fenómenos naturales que se producen en Egipto. No obstante
esto, hubo una intervención especial de la Providencia en el modo de servirse de la
naturaleza para conseguir la salvación de su pueblo, doblegando al faraón (Éx.12 14)), en un momento crítico para la existencia misma de su pueblo; aprovechando el
fuerte viento seco del Este, vadeó con su gente el brazo del mar Rojo (o mar de los
Juncos como lo llama la Biblia) que, según parece, estaba formado por tierras
pantanosas de los Lagos Amargos, actualmente desaparecidas por las obras del
Canal de Suez. Así consiguió llegar a la península de Sinaí y liberar a su pueblo de la
opresión Egipcia.
El paso de Yahvé hiriendo a los primogénitos egipcios y el paso del mar
Rojo significará siempre la liberación del pueblo y será recordado con la
celebración de la Pascua (Éx 12 al 14),
Sin embargo, no se dirigió directamente a Canaán por la ruta de los filisteos
(costa mediterránea), que estaba fuertemente vigilada, sino que se desvió hacia el sur,
siguiendo el deseo de Dios, para ofrecer sacrificios en el lugar sagrado. Después de
algún tiempo, la caravana de fugitivos acampó frente a la montaña del Sinaí.
Moisés, el amigo de Dios, “recibió” de Yahvé la Ley (Éx. 19 y ss). Yahvé pactó la
Alianza con el caudillo y su pueblo; alianza que estaba condicionada a la fidelidad de
éste. En adelante “Yahvé será su Dios e Israel será su pueblo”.
Este es el momento en que se decide para siempre el destino de Israel.
La revelación de Dios (= teofanía) constituye el mayor de los acontecimientos
religiosos del pueblo hebreo (la proclamación de la Alianza de Dios con su pueblo por
medio de Moisés) con todas las consecuencias que esta revelación supone: las
prácticas y normas de vida o comienzo de la Ley. (Éx. 20, 3).
No se podrá valorar suficientemente lo que el mundo debe a este histórico
momento.
Pero el pueblo, siempre débil, influido por su larga permanencia en Egipto, cae
en la idolatría, y llevado por el hambre y la dureza de vida, tiende al descontento y a la
rebelión. Mas Moisés impondrá con energía a aquel “pueblo de cuello tieso” la Ley del
Señor (Éx. 32 y 33).
La numerosa caravana reemprende su marcha hacia el norte. Organizados
intentan conquistar Canaán, pero son derrotados por los adversarios, pues sus
“murallas se alzaban hasta el cielo”. (Deutm. 1, 28).
Las huestes hebreas se repliegan y plantan sus tiendas en el bello oasis de
Cadés – Barnea, en el norte de la península de Sinaí, donde permanecieron muchos
años. Durante esta prolongada estancia, desaparece una generación y surge otra
nueva que se prepara para el asalto a Canaán, con la formación de una conciencia
nacional y religiosa.
En estos largos años Moisés formará, de una masa informe y heterogénea de
fugitivos, un verdadero pueblo. El desierto de Sinaí fue pues, el crisol donde se formó
la nación de Israel. Este pueblo tiene ya su Dios, su Ley, su unidad; pronto tendrá
también su territorio. (Leer incisos 62, 63, 1169 y 1334 del CATIC).
El desierto: realidad y simbolismo
“Libertad, espacios inhóspitos, soledad…, eso es lo que tienen ante sí aquellos
cautivos. Atrás quedaron las fértiles riberas del Nilo y la civilización más grande de
entonces. Expuestos a todos los peligros, caminaron de allá para acá en busca de
oasis. Hambre y sed, picaduras y guerras, van a poner a prueba su voluntad de ser
libres. Cuando pasen los años, y las generaciones siguientes recuerden aquellos
cuarenta años simbólicos del desierto, lo verán como el lugar de idilio entre Dios y su
pueblo, la época en que Dios los enamoró y ellos respondieron amorosamente. ¿Acaso
72
fueron las cosas bonitas? No lo creas. Su caminar fue duro y penoso. Hubo claroscuros donde
se mezclaron confianza e incredulidad, abrazos e infidelidades, victorias y derrotas, optimismo
y cobardías. El desierto fue una larga y dura lucha por la supervivencia, hecha de encuentros y
abandonos con su Dios, idealizado cuando pasó al recuerdo”. (E. Gallego).
Pero Dios no concederá a Moisés pisar su suelo, como castigo por haber dudado de El
(Núm. 20, 12). Antes de morir, distribuirá de antemano el territorio a las doce tribus;
contemplará nostálgicamente, desde la cumbre del Nebo, en la región de Moab, la Tierra
Prometida, regada por el Jordán y defendida por la ciudad amurallada de Jericó; bendecirá a
cada una de las doce tribus y se entregará en manos de Yahvé entonando un cántico a su
gloria (Deut. 32 a 34).
Así como los Patriarcas tomaron de Mesopotamia y de Canaán algunas ideas y ritos, del
mismo modo la religión mosaica recibe influencias de Egipto: el clero o clase sacerdotal, el
Arca de la Alianza (símbolo del trono o lugar de Dios), legislaciones civiles normas para el
culto, ornamentos religiosos, etc.
El pueblo nómada, camino de la Tierra Prometida, es figura de la Iglesia, Pueblo de
Dios, que peregrina trabajosamente, pero con segura esperanza, hacia el cielo. El
cristiano debe vivir esta mística del nomadismo.
La figura de Moisés adquiere un relieve especial en la historia de Israel. Por eso, no es
extraño que la Biblia le dedique nada menos que los cuatro libros del Génesis:
EL ÉXODO narra la salida de Egipto y la Alianza de Dios con su pueblo en el Sinaí.
Nos enseña:
1. Cómo Dios escogió a los hijos de Israel para su plan redentor.
2. Su bondadosa y omnipotente providencia probada con prodigios.
3. Su sabiduría y santidad que se manifiesta de algún modo en las leyes
morales y religiosas, de una perfección superior a la de cualquier pueblo de
la antigüedad. (Éx. 20 al 23 y 25 al 31).
Este libro tiene particulares relaciones con el N.T.:
La Alianza o Testamento del Sinaí es “tipo” o “figura” de la Nueva Alianza o
Nuevo Testamento (1Cor. 10, 1-11).
•
•
Su Mediador, Moisés, es tipo de Cristo.
El “pueblo sacerdotal y la nación santa” (Éx. 19, 6) es tipo del pueblo cristiano
que goza de la Promesa (1 Pedro 2, 5).
La celebración de la Pascua o del Paso (= paso del ángel exterminador y paso
del mar Rojo) con el cordero pascual es, tipo de la pascua de Cristo, Cordero de
Dios, por cuyo paso (= pascua) de este mundo al Padre, de la muerte a la
resurrección, nos liberó a toda la humanidad de la esclavitud del pecado y de la
muerte. (Juan 1. 36; Rom. 6, 18)
El maná es tipo de la Eucaristía (Juan 6, 18).
•
•
En la liturgia cristiana se hallan influencias de la religión mosaica: por ejemplo:
•
•
El pan sin levadura de la Liturgia Eucarística nos recuerda la noche del Éxodo.
Los Mandamientos del Decálogo y los principios de justicia y caridad que se
contienen en este libro tienen una actualidad perenne. En suma, el libro del
Éxodo supera a cualquier otro del A. T.
EL LEVÍTICO: Expone los deberes de Israel en relación con el culto y recoge
numerosas prescripciones, rituales y ceremoniales, religiosas y morales. Las funciones
sacerdotales, tan importantes en la vida del pueblo hebreo, pertenecen
exclusivamente a la tribu de Leví; (la tribu de Israel que fue elegida para ejercer el
ministerio sacerdotal en medio de su pueblo) de allí proviene el nombre de Levítico.
El libro de los NÚMEROS prosigue el relato de la marcha por el desierto, desde
el Sinaí hasta las llanuras de Moab. Su narración tiene en cuenta la vida particular de
73
las doce tribus bajo las normas de la alianza. En este cuarto libro se hallan también
algunas prescripciones rituales y morales, así como la consagración de los levitas y
sus deberes y derechos sacerdotales. (Cap. 3, 8 y 18).
EL DEUTERONOMIO viene a ser como el testamento espiritual, en forma de
oratoria, que Moisés dirige a su pueblo antes de morir para que permanezca fiel a la
Ley revelada. Su nombre significa “segunda ley” puesto que la repite y complementa.
(cc. 4, 5, 6, 12 al 26).
El desierto: experiencia de vida.
“La marcha de Israel a través del desierto es una imagen de fe. Las experiencias
vividas allí por los israelitas son ejemplo y amonestación para los bautizados. También
es modelo para la fe la marcha de Abrahán a través del desierto “sin saber adónde
iba”. El desierto es el lugar de máximo riesgo para el hombre. Y en tal riesgo, ha de
acreditarse la fe. Allí no hay garantías ni seguridades. Se cuenta sólo con la promesa
de Dios. La fe no tiene lugar fijo y permanente. Deja tras sí el pasado y se prepara
para lo que está por venir. El creyente está, pues, en camino. Debe avanzar a través
de la oscuridad y el distanciamiento divino, a través de los desiertos y seguridades de
la vida”. (A. Grabner-Haider).
Los acontecimientos del éxodo son como un espejo en el que todos nos
podemos contemplar.
Al hacerlo, vemos claro cómo aquel pueblo en marcha tuvo que tomar el pulso al
desierto antes de penetrar en la tierra de promisión. Y su recorrido a través de la
aridez se antoja digno, no tanto de penuria y frustración. De hecho, sólo quien curte su
espíritu en la soledad del yermo podrá instalarse en el oasis de la libertad.
Hoy todo ser humano suspira por alcanzar su tierra de promisión. Y tal anhelo
suele traducirse en planes y proyectos. Pero, al tratar de ponerlos en práctica, topa
con el muro de su cautiverio existencial (angustia, pobreza, marginación). Ello le hace
suspirar aún más por las delicias de la libertad. Pero para llegar a la meta, antes se ha
de andar el desierto.
Por ello nos cuesta tanto soltar las amarras que nos atan a nuestro cautiverio.
También nosotros nos sabemos esclavizados por nuevos faraones de Egipto y
queremos ser libres. Pues bien, el pueblo elegido nos garantiza que la libertad será
quimera mientras no atravesemos nuestro propio mar (caos, zozobra y angustia).
¿Cómo hacerlo? ¡Dejándonos guiar por Dios!
¿Qué hacer? El creyente ha de tener claro que sólo rompiendo los hechizos de
la esclavitud (indolencia, conformismo, resignación…), será libre. Y ello exige, por
supuesto, un duro combate forjado en la aridez. Por eso la tradición convirtió el éxodo
en símbolo de acrisolamiento (purificación). Sólo quien en él se acrisola, consigue su
libertad.
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN
Maestro: Te rogamos que seas nuestro
socorro y nuestro protector.
Salva a los oprimidos, y a los humildes
dales misericordia.
Levanta a los caídos y muestra tu rostro a
los que están en la miseria.
Digna sanar a los débiles y guía a los
extraviados de tu pueblo.
Te rogamos, Señor misericordioso, que
perdones nuestros pecados
Y nos libres de nuestras faltas y errores.
Dirige nuestro caminar a fin de que
vayamos hacia la santidad del corazón
Y que llevemos a cabo lo que es bueno y
agradable a tus ojos.
Si Maestro, haz resplandecer en nosotros
tu rostro,
Protégenos con tu mano todopoderosa,
Danos paz y concordia, a nosotros y a
todos los hombres de la tierra;
Sólo tú puedes hacerlo y también puedes
darnos cosas mucho más grandes.
Que todas las naciones sepan que tú eres
el único Dios,
Y Jesucristo es tu Hijo, y nosotros tu
pueblo. Amén. (San Clemente I)
74
75
¿Y EL DERECHO A SER NIÑO?
“La OIT (organización internacional del trabajo) estima que existen alrededor de 250
millones de niños y niñas entre los cinco y los catorce años de edad trabajando en todo el
mundo, y de ellos, 120 millones trabajan una jornada completa. Se calcula que 80 millones
trabajan en las peores formas de trabajo infantil. La gran mayoría de estos niños y niñas
trabaja en actividades agrícolas, y el mayor empleador individual de niñas es el trabajo
doméstico. Alrededor del 70% de los niños y niñas que trabajan desempeñan trabajos no
remunerados para sus familias, bien sea para el hogar o en pequeñas empresas, en áreas
rurales o urbanas.”
Cuando leemos estos datos se nos estremece el corazón al pensar en el destino que
merece todo niño, tan lejano a esta crueldad. E inmediatamente se nos presentan los
rostros de tantos chicos que vemos a diario en la calle, en los subtes, trenes o micros
repartiendo lo que sea para obtener unas monedas. Y entonces pensamos también en los
rostros de la sociedad que permite tan sucio manejo de la vida de estas criaturas, y en
aquellos que los explotan, producto también ellos de la misma sociedad injusta. La
Convención de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre los Derechos del
Niño (CDN), de 1989, llamó la atención internacional y nacional acerca de que los temas
relacionados con la infancia son temas de derechos humanos. A esta consideración le
siguió la Convención Nº 182 de 1999, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT),
proclamando el derecho de niños y niñas a ser protegidos de las prácticas perjudiciales y
explotadoras.
La OIT, cuya sede se encuentra en Ginebra, Suiza, enfatizó que se requiere acción
inmediata de las autoridades competentes con medidas que deben tener carácter de
urgencia.
Reconocen que las causas del trabajo infantil no pueden solucionarse de la noche a
la mañana, y que hay una gran variedad de factores implicados, incluyendo la pobreza, la
discriminación, y el acceso insuficiente a la educación.
Las principales disposiciones de estas organizaciones consisten en aclarar cuáles
situaciones deben clasificarse como las peores formas de trabajo infantil, así como
especificar qué deben hacer los gobiernos para prohibirlas y eliminarlas. Entre las
primeras, destacamos:
a) “Todas las formas de esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, tales
como la servidumbre por deudas, el tráfico de niños/as y el reclutamiento
forzoso u obligatorio de niños/as para utilizarlos en conflictos armados”.
b) “La utilización de niños/as para fines de prostitución y pornografía”.
c) “Todos los trabajos que puedan poner en peligro la salud, la seguridad o la
moralidad de los niños”.
Ante todo lo expuesto, vuelven a rondar por nuestra mente los chiquillos de ojos
tristes que caminan como autómatas por las calles o los medios de transporte, o
acompañan a sus padres mendigando no sólo por dinero sino una mirada de atención de
tantos transeúntes indiferentes, ya acostumbrados a esa dolorosa presencia cotidiana.
Y aún para los que queremos reparar ese daño, sentimos la impotencia y las
limitadas posibilidades. En el diario La Nación del 11 de Setiembre pasado, una nota muy
realista reflejó el panorama de los 2000 chicos que viven en la calle, unos explotados por
adultos anónimos o su propia familia indigente, otros también víctimas de la drogadicción y
de la prostitución, o adiestrados para robar.
Es urgente tener en cuenta que una sociedad se sanea en la medida en que sus
habitantes, desde pequeños, viven con la dignidad que su condición humana
merece... Y es la sociedad misma la que debe devolverles el derecho a ser niños.
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DECADENCIA MORAL
A fuerza de insistir sobre determinadas cuestiones, de minimizar transgresiones a las
leyes humanas, naturales y divinas, con el argumento del respeto a la libertad individual, a
la expresión de las ideas, etc., etc., actitudes equivocadas y conductas pecaminosas, se
van aceptando, por una parte, como algo natural o, al menos, como una cuestión que,
fatalmente, no tiene remedio.
Generalizada relativización de conductas que, no sólo son contrarias a la Ley
de Dios, sino a las leyes humanas.
Frente a una situación como la que nos toca vivir en estos tiempos que corren,
donde la corrupción es moneda corriente y, en el lenguaje cotidiano, a fuerza de repetir el
término, va perdiendo, poco a poco, su verdadero significado, al dejar de considerarlo un
mal que destruye la armonía en las relaciones humanas. Porque corrupto no es
solamente el funcionario que, buscando su beneficio personal, procede en forma
deshonesta. Lo es también quien engaña, quien pervierte o escandaliza, quien no
cumple sus deberes para con su familia; o como empleado, como empresario, como
trabajador, como autoridad, etc.
Es que determinadas conductas englobadas en un solo término, van perdiendo su
verdadera gravedad. Quien engaña: miente o roba cuando le sirve para beneficiarse;
quien pervierte o escandaliza mediante expresiones, actitudes, publicaciones o a través
de los medios de comunicación, es un depravado que puede llegar a influir de manera
nefasta en la niñez, en la juventud y aún en nosotros los adultos transformándonos en una
nueva raza de esclavos. Esclavos de este tercer milenio que ya hemos comenzado.
Por eso quien no cumple adecuadamente sus deberes familiares puede llegar a
destruirla, con todo lo negativo que ello trae consigo. Pero también provocan desajustes en
el desarrollo armónico de las relaciones sociales, quienes no cumplen sus actividades con
rectitud.
De la mano de gente obsesionada por lo sexual, programas, charlas,
expresiones y actitudes impúdicas penetran en los hogares a través de la TV, la
radio y la prensa.
El argumento del respeto a la libertad de expresión, permite que artistas, conductores
de televisión y comunicadores sociales, obsesionados por las cuestiones relativas al sexo,
expongan sus programas y sus ideas, tanto en la TV, como en la radio y numerosas
publicaciones, con el evidente fin de ganar dinero, sin tener en cuenta el daño que pueden
provocar, especialmente en los niños y a los jóvenes. Telenovelas, juegos, charlas,
programas de confidencias que desnudan el impudor de conductores y participantes,
promueven, con intención o no, la promiscuidad sexual y la destrucción del matrimonio del
que hacen abierta mofa, como es dable apreciar en algunos programas de esa índole.
Un cada vez más generalizado relativismo ético, conduce inexorablemente, a
proceder sin freno ni medida.
Este es, a grandes trazos, el panorama que se nos presenta, en relación con este
tema de la decadencia moral, que pone en evidencia, un cada vez más generalizado
relativismo ético, que conduce, inexorablemente, a proceder sin freno ni medida. Un
liberalismo a ultranza, donde todo vale mientras me sirva, minimiza verdaderos delitos
como los son los robos llamados “de guante blanco”, la avaricia de algunos, que sume a
otros en la miseria, y la mentira que es moneda corriente en las relaciones humanas, para
lograr beneficios sin medir las consecuencias que, para una de las partes pueda tener.
Será menester ponernos a trabajar, sin tregua, a fin de ayudar a quienes transitan por
el camino equivocado, para que retomen la senda de la verdad que los hará libres, porque
habrán de romper las cadenas que los atan a la esclavitud del pecado.
77
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº10: “El Camino de la Libertad”:
“Los Diez Mandamientos”
Objetivo: -Descubrir el sentido que tienen en nuestra vida los Diez
Mandamientos que Dios nos regaló.
CITAS BÍBLICAS
(Éx.20, 1 - 17)
(Mt. 22, 34 – 40)
“Yo soy Yavé, tu Dios, el que
te sacó de Egipto
Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón…”
En este encuentro nos proponemos: “Mostrar que los Mandamientos son
caminos que Dios quiere que recorramos para ser felices”.
TENER PRESENTE
El recorrido por el desierto no fue fácil para el pueblo de Dios, pero fue la ocasión
providencial para que tuvieran experiencia del Encuentro con él y recibieran su
Alianza.
El tema de la Alianza es fundamental para comprender el amor de Dios por los
hombres, la Alianza definitiva se hará en la cruz de Jesús, sellándola con se
sangre.
Los mandamientos, aunque se expresen la mayoría en “negativo”, no harás esto
o lo otro, son el gesto positivo del amor de Dios que nos quiere viviendo siempre
en amistad con él y con los hombres. Convendrá recordarlos porque algunos los
tendrán olvidados.
MOTIVACIÓN
Leer y comentar con los padres el relato: “Un puente flexible” (se encuentra al
final del encuentro).
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
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¿Qué es la Ley?
La ley puede definirse como una disposición o norma orientada al bien personal y
social y promulgada por la autoridad que tiene a su cargo una comunidad determinada.
Se dan naturalmente diversos tipos de ley, cada uno de los cuales responde a la
necesidad de ordenar adecuadamente las múltiples dimensiones y actividades de la vida
humana. Por ejemplo: la ley civil, eclesiástica, militar, laboral, comercial, penal, etc.
La voz de la conciencia
Dios que es amor, es “a la vez la sabiduría y la ley eterna, fuente del orden moral en
el hombre y en el mundo” (Dominum et Vivificantem Nº 36).
Conocer la singular grandeza del amor de Dios por el hombre, revelada en su culmen
con el misterio de la Trinidad, conduce a entender que la ley moral no es un límite a la
libertad sino un don, una guía amorosa que Dios le otorga: “precisamente porque revela y
propone el proyecto de Dios Creador, el orden moral no puede ser algo mortificante para el
hombre, impersonal; por el contrario, respondiendo a las exigencias más profundas del
hombre creado por Dios, se pone al servicio de su plena humanidad, con el amor delicado
y vinculante con que Dios mismo inspira, sostiene y guía cada criatura hacia su felicidad”
(Familiaries Consortio Nº 34).
Esto lleva al cumplimiento gustoso de la ley: “quien ha recibido mis mandamientos y
los observa, ese me ama; y el que me ama será amado de mi Padre” (Jn. 14, 21).
En definitiva, la ley divina nos desvela la verdad sobre el bien del hombre, que es
condición de su libertad: “Jesucristo sale al encuentro del hombre, también en nuestra
época, con las mismas palabras: “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,
32). Estas palabras encierran una exigencia: la exigencia de una relación honesta con la
verdad, como condición de auténtica libertad; y la advertencia de que se evite cualquier
libertad aparente, cualquier libertad superficial, cualquier libertad que no profundice en la
entera verdad sobre el hombre y el mundo.
“Después de dos mil años, Cristo se presenta hoy también como Aquel que trae al
hombre la libertad basada en la verdad” (Redemptor hominis Nº 12).
Capacidad limitada
Dentro del armonioso plan de la Creación, fruto de la voluntad amorosa del Creador,
la conciencia no genera conflictos con el orden objetivo de la ley divina, sino que es la
capacidad que permite al hombre desplegar en sí mismo el proyecto divino. Toda la
Trinidad se vuelca en dar este dinamismo a la criatura humana: “Dios Creador es la única y
definitiva fuente del orden moral en el mundo, por El creado. El hombre no puede decidir
por sí mismo lo que es el bien y el mal (no puede conocer el bien y el mal, como Dios)
Dios, en el mundo creado, permanece como la primera y suprema fuente para decidir del
bien y del mal, mediante la íntima verdad del ser, que es el reflejo del Verbo, el Hijo eterno,
consustancial al Padre. Al hombre, creado a imagen de Dios, el Espíritu Santo da como
don la conciencia, para que en ella la imagen pueda reflejar fielmente su modelo, que es
juntamente la sabiduría y la ley eterna… El Espíritu, que “escruta la profundidad de Dios”
es al mismo tiempo (para el hombre) la luz de la conciencia y la fuente del orden moral”
(Dominum et vivificantem Nº 36). Verdad, libertad, conciencia no son piezas de un extraño
rompecabezas, sino elementos sabiamente coordenados del mismo diseño divino.
La verdad de Dios no degrada al hombre, sino que lo dignifica con su amistad; la
sospecha, la rebelión contra la ley de Dios, son la otra cara de haber olvidado hasta qué
punto Dios ha manifestado, primero en la creación y más aún con la Redención, el
insondable misterio de su Amor por la criatura humana.
La conciencia se liga inmediatamente a la dignidad personal, como lo ha enseñado el
Concilio Vaticano II, precisamente porque la sostiene o la oscurece, según se abra o no a
la ley divina, a la acción del Espíritu Santo: “La conciencia no es una fuente autónoma y
exclusiva para decidir lo que es bueno y lo que es malo; por el contrario, tiene inscrito
profundamente un principio de obediencia a la norma objetiva, que funda y condiciona la
79
correspondencia de sus decisiones con los mandatos y prohibiciones que están en la base
del comportamiento, como se transparenta desde las primeras páginas del libro del
Génesis” (Gn. 2, 9 – 17).
Proclama la Verdad
La conciencia no oculta la verdad sino que la proclama: “fruto de la recta conciencia
es, ante todo, llamar por su nombre al bien y al mal”. En realidad, es ella actúa la acción
salvífica del Espíritu Santo: “convirtiéndose en “luz de los corazones”, el Espíritu Santo
“convence de pecado”, o sea hace conocer al hombre su mal y, al mimo tiempo, lo orienta
hacia el bien”. Sólo cuando el hombre fuerza su conciencia y se cierra al Espíritu, cuando
rechaza el perdón del Padre y la sangre del Hijo “que purifica la conciencia de sus obras
muertas” (Heb. 9, 14), este dinamismo se apaga. Por eso “la Iglesia no cesa de implorar a
Dios la gracia de que no venga a menos la rectitud en las conciencias humanas, que no se
atenúe su sana sensibilidad ante el bien y el mal; rectitud y sensibilidad profundamente
ligadas a la íntima acción del Espíritu de verdad”.
La Ley Mosaica.
Ahora bien: el hombre, debido a múltiples condicionamientos tanto personales como
ambientales, yerra con frecuencia a la hora de valorizar moralmente sus propios actos,
toma por bueno lo que es malo y viceversa.
Dios, en el designio paternal de acompañar al hombre en su itinerario histórico, se
aproximó a él para darle a conocer con mayor explicites y seguridad la ley natural, y, a la
vez orientado hacia una nueva dimensión que concernía al proyecto de salvarle y hacerle
entrar en comunión de gracia con El.
Como ya hemos visto, Dios comenzó a realizar este designio salvador valiéndose de
Israel, el pueblo de su elección, a quien, por mediación de Moisés, confió el Decálogo en el
monte Sinaí. (Leer Éx. Cap. 19 y 20- Deum-cap 5).
A partir del acontecimiento salvífico del Sinaí, la ley natural quedaba respaldada por
la palabra autorizada de Dios e investido de un valor sagrado. El decálogo no contenía, por
supuesto, toda la ley natural, pero sí sus instancias fundamentales, mandatos y
prohibiciones que, a la vez que marcaban límites a la conducta personal y social abrían
cauce dinámico al desarrollo progresivo de la conciencia moral del hombre.
La Ley Evangélica
La Ley Mosaica, que había sido una pedagogía provisoria destinada a conducir a los
hombres a Cristo es reemplazada por el propio Cristo, “La Ley Viva”, que viene a inaugurar
un nuevo régimen de gracia en espíritu y libertad. (Jn 1, 17) (Gál. 1, 3, 23 – 25).
Cristo como nuevo Moisés, llega investido de poderes reales, por los que es
conductor, legislador y juez del nuevo pueblo de Dios.
La Ley Mosaica se hallaba sintetizada en el Decálogo, la Ley Evangélica se halla
cifrada en las “Bienaventuranzas”.
JESUS llamó a sus discípulos a conocerlo, amarlo y seguirlo. A trabajar junto con él
en el servicio de los demás y de su Reino, a “vivir con él”; es decir, a imitarlo en su estrilo
de vida.
Imitar el estilo de vida de Jesús no significa copiarlo, su vida y misión son únicas;
además vivió circunstancias diferentes a las nuestras, los desafíos concretos que enfrentó
fueron diversos, y el tipo de sociedad y cultura en que vivó no eran las nuestras.
Imitar el estilo de vida de Jesús significa inspirarnos en sus valores, actitudes y
criterios. Estos los encontramos a través de los evangelios. Y de manera privilegiada, el
espíritu que animó su vida y que dejó en herencia a sus discípulos, los encontramos en las
bienaventuranzas.
Las bienaventuranzas condensan los valores del Reino, y la imagen del Dios de ese
Reino. Por eso penetrarlas y asumirlas es un don del Espíritu, y supone ser un creyente
del evangelio.
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Las bienaventuranzas no se comprenden sin las promesas de Dios y sin una gran
esperanza en el porvenir; las bienaventuranzas implican que sus destinatarios vivan ciertas
condiciones; en ellas Jesús, no felicita a todos o a cada uno. Suponen que se vivan ciertas
condiciones objetivas de aflicción (bienaventuranzas de San Lucas. (Lc. 6, 24 – 26)) O
ciertas disposiciones de espíritu (bienaventuranzas de San Mateo (Mt. 5, 3 – 12)).
Suponen un estilo de vida evangélico, ellas nos ofrecen un programa de vida cristiana,
según el evangelio.
Nos muestran al Dios en el cual creemos y al cual adoramos y seguimos, es el Dios
de las bienaventuranzas. Un Dios que ama con predilección y que se pone al lado de los
pobres, los afligidos, los perseguidos injustamente, los que el “mundo” rechaza y
desprecia. Un Dios tolerante, de larga paciencia, manso y humilde en su actuar. Un Dios
misericordioso, que sabe perdonar indefinidamente y que es solidario con sus hijos más
débiles y necesitados.
Un Dios que desea ardientemente el advenimiento de la santidad y los valores de su
Reino en la tierra, y que nos llamó a colaborar en esta tarea compartiendo esta su hambre
y su sed. Un Dios, en fin, al que podremos ver tal cual es, y cuya experiencia en la tierra
nos es adelantada, a causa de Cristo, en la noche luminosa de la contemplación.
La ley de la Iglesia
No siempre nos encontramos en condiciones inmejorables para interpretar la voz
auténtica del Espíritu, más en un mundo en el que “soplan también otros espíritus que no
son el de Cristo” (J.Daniélou). De ahí que debamos mantenernos en relación fraternal y
disciplinada con la comunidad creyente y, en especial, con sus pastores autorizados,
quienes, poseyendo una garantía por la del a presencia del Espíritu, están en condiciones
de discernir su llamado auténtico.
El Papa (sucesor de Pedro), y los obispos (sucesores de los apóstoles), ejercen en
nombre de Jesús, el servicio jerárquico de gobernar, legislar y juzgar, orientando a la grey
creyente a fin de realizar, en comunión de espíritu, la voluntad de Dios.
Las leyes sancionadas por la Iglesia se hallan recopiladas en el Código de Derecho
Canónico, revisado a norma del Concilio Vaticano II (1962 – 1965) y promulgado por Juan
Pablo II el 25 de enero de 1983.
El Mandamiento del Amor
Los evangelios y el Nuevo Testamento nos enseñan, sin ningún género de duda, que
el prójimo, sin exclusión, es una categoría religiosa; es decir, que tiene que ver
directamente con Dios y con el camino de su Reino.
Jesús nos da “el mandamiento (no el consejo) evangélico”, afirmado y reiterado por el
mismo Cristo, del amor al prójimo. Para Jesús ésta es su exigencia principal, la marca de
fábrica de la identidad cristiana. “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a
otros. Que como yo os he amado, así también os améis unos a otros. En esto reconocerán
todos que sois mis discípulos: en que os amáis unos a otros” (Jn. 13, 34 – 35). Estas
palabras en la última cena no hacen sino explicitar de manera solemne una exigencia en
que Jesús ha insistido desde el inicio de su predicación. Especialmente fuerte es la
primera carta de San Juan al abordar el tema (1Jn. 2, 7 – 11; 3, 10 – 20): “Os lo doy como
mandamiento nuevo porque ciertamente fue novedad en Jesucristo t tiene que serlo
también en vosotros. Si alguien pretende estar en la luz y aborrece a su hermano, está
todavía en tinieblas. El que ama a su hermano permanece en la luz. Al amar nosotros a
nuestros hermanos hemos comprobado que hemos pasado de la muerte a la vida. El que
no ama permanece en la muerte”.
Así debemos amarnos los unos a los otros, porque Dios nos ama y nos amó primero
y nos muestra ese amor enviando a Jesucristo a sacrificarse por nosotros. (1Jn 4, 11 –
12)”Si Dios nos ha amado de este modo, también nosotros debemos amarnos los unos a
los otros, Dios está en nosotros, y su amor en nosotros es perfecto”.
“Quien ama al prójimo ya cumplió toda la Ley.Porque los mandamientos: No
cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no darás falso testimonio, no codiciarás, y
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cualquier otro, se resumen en éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace
mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley”. (Rom 13, 8 – 10)
La libertad de los Hijos de Dios
El Evangelio es claro: los nuevos creyentes de Cristo no somos esclavos de la Ley
sino hijos de Dios. Y tenemos el derecho y el deber de actuar en calidad de tales,
rescatados de la esclavitud del viejo régimen, a la vez que del pecado y de la muerte, en
virtud de la sangre redentora de Jesús. (Rom. 7, 6; Gál. 4, 4 – 5).
Si la observancia de la ley dejara de ser una respuesta filial, y nos retrotrajéramos a
una actitud de esclavos, malograríamos el don generoso de Dios, desvirtuaríamos
profundamente el Evangelio y perderíamos identidad para realizar nuestra vocación
cristiana.
El don de la libertad que Dios nos concede a la par de la gracia de la adopción filial,
entraña. Desde luego, su riesgo. No es extraño, pues, que en los escritos del Nuevo
Testamento se nos exhorte a ejercer dicha libertad con rectitud y autenticidad.
Dice San Pablo: “Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero
cuidado con tomar la libertad por pretexto para satisfacer los deseos carnales” (Gál. 5, 13).
A su vez San Pedro dice: “Procedan como hombres verdaderamente libres,
obedeciendo a Dios, y no como quienes hacen de la libertad una excusa para su malicia”
(1Ped. 2, 16).
El ejercicio de la libertad que Dios nos concede y exige en relación con El, presupone
que asumamos plenamente nuestra condición de hijos. En otras palabras: no se trata
simplemente de que seamos libres, sino de que lo seamos con la libertad de los hijos de
Dios. Porque corremos el peligro de seguir alimentando un alma de esclavo, podríamos
hacer un uso egoísta de muestra libertad.
La Novedad de la fe bíblica: El Mandamiento del Amor a Dios
(Carta Apostólica Deus Caritas Est). Benedicto XVI.
En este “primer mandamiento” se halla expresada ante todo la nueva imagen de
Dios. En las culturas que circundan el mundo de la Biblia, la imagen de Dios y de los
dioses, al fin y al cabo, queda poco clara y es contradictoria en sí misma. En el camino de
la fe bíblica, por el contrario, resulta cada vez más claro y unívoco lo que se resume en la
palabras de la oración fundamental de Israel, la Shema: “Escucha, Israel: El Señor, nuestro
Dios, es solamente uno” (Dt. 6,4). Existe un solo Dios, que es el Creador del cielo y de la
tierra y, por tanto, también es el Dios de todos los hombres. En esta puntualización hay
dos elementos singulares: que realmente todos los otros dioses no son Dios y que toda la
realidad en la que vivimos se remite a Dios, es creación suya. Ciertamente la idea de una
creación existe también en otros lugares, pero sólo aquí queda absolutamente claro que no
se trata de un Dios cualquiera, sino que el único Dios verdadero. El mismo, es el autor de
toda la realidad; ésta proviene del poder de su Palabra creadora. Lo cual significa que
estima a esta criatura, precisamente porque ha sido El quien la ha querido, quien la ha
“hecho”. Y así se pone de manifiesto el segundo elemento importante: este Dios ama al
hombre.
La historia de amor de Dios con Israel consiste, en el fondo, en que El le da la Torah,
es decir, abre los ojos de Israel sobre la verdadera naturaleza del hombre y le indica el
camino del verdadero humanismo. Esta historia consiste en que el hombre, viviendo en
fidelidad al único Dios, se experimenta a sí mismo como quien es amado por Dios y
descubre la alegría en la verdad y en la justicia; la alegría en Dios que se convierte en su
felicidad esencial.
El amor apasionado de Dios por su pueblo, por el hombre, es la vez un amor que
perdona. Un amor tan grande que pone a Dios contra sí mismo, su amor contra su justicia,
el cristiano ve perfilarse ya en esto, veladamente, el misterio de la Cruz: “Dios ama tanto al
hombre que, haciéndose hombre él mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este
modo, reconcilia la justicia y el amor”.
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Para finalizar este encuentro diremos, que como hemos visto en los encuentros
anteriores, en los cinco primeros libros de la Biblia (Pentateuco) está comprendida la Ley,
la cual no es sólo el Decálogo, sino las numerosas leyes complementarias relativas a la
vida religiosa, moral e incluso higiénica.
Por las diferencias de estilo, las repeticiones y la falta de orden en los relatos del
Pentateuco, pueden distinguirse en su texto actual varios estratos literarios que son el
resultado de varios ciclos de antiguas tradiciones:
a) La tradición Yahvista (J), llamada así porque designa a Dios con el nombre de
Yahvé. Su forma literaria es viva, imaginativa y de un profundo contenido doctrinal
sobre Dios y el hombre. (p.ej, Gén. 2, 4 – 25; Éx. 11, 4 – 8). Quizá se escribió, por
lo menos lo esencial, a partir del reinado de Salomón, en Judá.
b) La tradición Elohísta €, que llama a Dios con la palabra Elohim, es de una moral
superior, más sobria en su forma literaria y probablemente posterior a la Yahvista
(p. ej., Gén. 21, 6 – 32); Ex. 1, 15 – 22). Al parecer tiene su origen en las tribus del
reino del norte.
c) La tradición sacerdotal (P), Priesterkodex o Código Sacerdotal, nace durante el
exilio de los israelitas y se caracteriza por sus leyes y su espíritu litúrgico (Génesis
1; Núm. 1 al 10) Abarca una quinta parte del Génesis, las dos terceras partes de los
Números, la mitad del Éxodo y el Levítico íntegro.
d) La tradición Deuteronómica (D), de estilo amplio y oratorio, fija su atención
principalmente en varias ideas: Dios elige, entre todos los pueblos, a Israel; el pacto
o Alianza está condicionado a la fidelidad del pueblo a la Ley y al culto en su único
santuario.
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN
Los Diez mandamientos del Dios de la Vida
I. Creerás que Dios es el Dios de la Vida, que desea la vida en abundancia para
todos y no la muerte.
II. No utilizarás el nombre del Dios de la Vida, para atentar contra la vida de nadie.
III. Agradecerás a Dios la vida y la celebrarás como un gran don y una tarea.
IV. Defenderás la vida amenazada y honrarás a los que te han dado vida.
V. No matarás, de ningún modo, la vida, pues la vida es de Dios.
VI. Amarás y gozarás la vida sin egoísmos.
VII. No te apropiarás de los bienes que han sido creados para que todos vivan.
VIII. Compartirás la vida con tu pueblo con toda verdad.
IX. Trabajarás para que todos tengan lo suficiente para vivir.
X. Pondrás tu vida al servicio de los demás, hasta arriesgar tu vida por la vida de los
otros.
Estos diez mandamientos se resumen en dos: Amarás tu vida y la vida de tu pueblo como
vida de Dios.
83
UN PUENTE FLEXIBLE
¿Por qué ha de llover cuando salgo con un traje nuevo? ¿Por qué me acatarro
cuando más necesito trabajar? ¿Por qué hay huracanes y terremotos? ¿Por qué nos visita
la muerte en los que más queremos y cuando menos lo esperamos? ¿No podría la
naturaleza ser un poco más comprensiva, pensar en los que sufrimos los efectos de sus
vientos y de sus microbios, acomodarse un poco a nuestra situación y evitarnos crisis
innecesarias? Aceptamos las leyes generales para que funcione el universo, pero ¿no
podría tenerse en cuenta nuestra situación concreta en cada caso y ahorrarnos
sufrimientos personales que a nada conducen? ¿No podría retrasarse un poco la lluvia,
moderarse los microbios, esperar la muerte? ¿O podría ser más madre la madre
naturaleza?
Una experiencia y una reflexión de Rabindranath Tagore:
“Un día en que yo navegaba bajo un puente, el mástil de mi embarcación tropezó con
uno de los arcos. Mejor hubiera sido para mí que el mástil se hubiera inclinado unos
cuantos centímetros, o que el puente hubiera enarcado su lomo como un gato, o que el
caudal del río hubiera decrecido un poco.
Pero ni uno ni otros hicieron nada para evitar el encontronazo. Y es precisamente por
ello, por la firmeza que cada cosa mantenía, por lo que yo podía servirme del río y navegar
sobre él con ayuda del palo de mi barco, y por lo que podía contar con el puente cuando la
corriente no era favorable”.
“Ese rigor inquebrantable de la realidad suele obstaculizar nuestros deseos y
conducirnos al desastre, lo mismo que la dureza del suelo resulta inevitablemente dolorosa
para el niño que se cae cuando está aprendiendo a caminar.
Y, sin embargo, esa misma dureza que le lastima es lo que hace que el niño pueda
caminar sobre el suelo”
Las leyes son las leyes, y el capricho crea el caos. La Ley nos duele cuando es
contraria a nuestros intereses inmediatos, pero nos ampara en el ámbito universal de
nuestra existencia. Nos encantaría que el mástil se inclinara o el puente se arqueara y
evitásemos ese choque que nos va a doler. Pero, si los mástiles se doblaran y los puentes
se arquearan a voluntad de cualquiera, no podríamos navegar los mares ni cruzar los ríos.
Más vale el encontronazo que nos recuerda, por dolorosamente que sea, que la creación
tiene sus normas, que Dios en su infinito amor y sabiduría nos dejó leyes y, en respetarlas
y aceptarlas está nuestra salvación. Todos nos hemos lastimado las rodillas al tropezar y
caer de pequeños, y gracias a esos rasguños podemos hoy caminar y correr por los
caminos de la vida, que sabemos aguantarán nuestro paso. Aceptar el todo, aunque a
veces nos mortifiquen los detalles. Así funciona el universo.
Utilización pastoral
-
¿Las leyes en nuestra vida, nos condicionan? ¿Por qué? (Escuchar).
¿Qué sucedería si cada uno de nosotros pudiera acomodar las leyes a su
conveniencia? (Escuchar).
¿Cómo vemos el cumplimiento de los mandamientos en nuestra comunidad?
¿Recuerdan cuántos y cuáles son los mandamientos que nos dio Dios?
(Enumerarlos). (Escuchar).
¿Cómo podemos corregir las desviaciones que podemos encontrar?
(Escuchar).
84
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº11: “La Entrada a la Tierra Prometida”
(Introducción al libro de Josué).
Objetivo: -Descubrir que nuestra vida en esta tierra es una
peregrinación hacia nuestra casa del cielo.
CITAS BÍBLICAS
(Jos. 1, 1 - 3)
(Jos. 3, 14 – 16)
(Jos. 6, 14, 6.20)
(Jn. 14, 1 – 6)
“…Todo el pueblo pasará contigo a
la Tierra que yo doy a los hijos de
Israel”
…las aguas que venían de arriba se
cortaron”
…Se derrumbaron los muros de la
ciudad”.
“…Volveré y los llevaré
junto a mí, para que, donde
yo estoy también estén
ustedes”.
En este encuentro nos proponemos: “Constatar que nuestra vida terrena es una
peregrinación permanente hacia la casa del Padre, el cielo, y que necesitamos
siempre de su ayuda.
TENER PRESENTE
La vida es regalo de Dios y debemos tratar de cumplir, durante el tiempo que
Dios nos conceda, la misión que él nos encomiende.
Cada hombre es un colaborador parcial dentro de la totalidad del plan de Dios.
Uno es el que siembra, otro el que riega y otro el que cosecha, pero a Dios le
corresponde dar el crecimiento. Dios nos otorga dones y gracias que debemos
administrar y compartir. Otros nos los muestra como posibles y quiere que nos
esforcemos por conquistarlos. Dios hace todo lo que el hombre no puede hacer,
pero no lo reemplaza en aquello que el hombre puede y debe realizar.
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MOTIVACIÓN
Leer y comentar con los padres el relato: “La vida merece la pena vivirla” (se
encuentra al final del encuentro).
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
Tras los comentarios que hemos hecho en los encuentros anteriores sobre los cinco
primeros libros de la Biblia, continuemos la historia de Israel.
Después de pasar casi un año en el Sinaí, los israelitas estaban intranquilos y
resentidos. Mientras avanzaban hacia la Tierra Prometida, se quejaban de las penalidades
del viaje. Doce exploradores fueron a Canaán y regresaron con informes negativos: dijeron
que la tierra era generosa y bella, pero “devora a sus habitantes; los hombres que hemos
visto son de gran estatura, ante ellos nosotros parecíamos langostas, y esa impresión
tenían también ellos”. Los cananeos no sólo eran de gran talla, sino que también parecían
ser mejores soldados que los israelitas.
Dios, enojado por la falta de fe del pueblo, decidió que toda la generación era indigna
de conquistar la Tierra Prometida: “Todos los que han visto mi gloria y los prodigios
realizados por mí en Egipto y en el desierto, no verán la tierra que yo prometí”. Dios
decretó que los israelitas vagaran durante 40 años; después Él guiaría a la nueva
generación, todo ello para que el mundo supiera de la falta de fe del pueblo. Sólo Caleb y
Josué, que creyeron en la promesa divina, se les permitirá entrar en Canaán.
Hemos dejado al Pueblo de Dios a las puertas de la Tierra Prometida, Josué,
sucesor de Moisés, se convierte por designación de éste en el nuevo caudillo y
“lugarteniente de Dios”. Reúne a sus hombres y se lanza, ¡por fin!, a la conquista de
Canaán. Atraviesa el Jordán, cerca de la desembocadura en el mar Muerto, y toma por
sorpresa a Jericó, “la ciudad de las palmeras” y su fértil oasis, así como otras ciudadelas.
Esta estratégica ciudad será en adelante como una cabeza de puente o sede de
operaciones para sucesivas batallas. Estamos aproximadamente en el año 1200. Combate
tras combate son derrotados los distintos reyezuelos cananeos del sur y del norte.
El cruce del río Jordán señaló la entrada oficial de los israelitas en la Tierra
Prometida, y los primeros capítulos del libro de Josué realzan la enorme importancia del
acontecimiento.
EL LIBRO DE JOSUÉ, narra la historia de la conquista; da la impresión de que ésta
fue rápida y triunfal. De esta manera el autor quiere poner de relieve la eficacia de la
protección divina: las batallas de Israel son las batallas de Yahvé; Dios marcha a la cabeza
de su pueblo. Sin embargo, la realidad, cuya visión complementaria nos da el LIBRO DE
LOS JUECES, es que la conquista completa de Canaán fue una penosa y lenta labor que
terminó al cabo de dos siglos, durante el reinado de David.
En este largo período, el pueblo hebreo se hace sedentario. Algunas tribus, divididas
en pequeñas colonias, convivían con los cananeos, lo que hizo que llegaran, en ocasiones,
a entregarse a los cultos de sus dioses (los baales).
“Josué”, es la palabra hebrea de “Jesús”, que significa “salvador”… es el libro que
nos muestra la ocupación y distribución de la “Tierra Prometida”, bajo el mando de Josué,
el héroe de la gran conquista, donde se nos narran tres grandes milagros:
-
El paso del Jordán (Cap. 3).
El derrumbamiento de las murallas de Jericó. (Cap. 6).
El sol, que se detiene por un día en Gabaón. (Cap. 10). (Ocurrió en la batalla
de Gabaón, hasta que Josué acabó su trabajo, “el sol se detuvo, y se paró la
luna, hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos..casi un día
entero”) (10,13).
Lo escribió Josué, como él mismo nos lo dice en (24; 26) “Josué escribió estas
palabras en el libro de la Ley”.
86
Josué nació un esclavo en Egipto, y fue un conquistador en Canaán, estableciendo
una comparación con Moisés podríamos decir que Moisés fue la “expectativa”: Pasó el Mar
Rojo, liberó a Israel de la esclavitud, le dio una visión de fe, y les habló de la herencia de la
tierra prometida, en tanto Josué fue la “realización”: Pasó el Jordán, conquistó la tierra
prometida, y la repartió entre las doce tribus, con una nueva visión de fe vivida.
Yavé habló a Josué, y para su preparación personal, le dio la “Fórmula del éxito y
prosperidad de la Biblia, para él, y para la vida de todos los cristianos; está en (Cap.1, 8–
9) y consta de tres partes:
1) “Que el libro de la Ley no se aparte nunca de tu boca, tenlo presente día y noche,
para procurar hacer cuanto en él está escrito, y así prosperarás en todos tus
caminos y tendrás buen éxito” (1,8).
Es lo primero que tiene que hacer Josué y también cada uno de nosotros: Leer la
Biblia, tenerla presente cada minuto del día y la noche… y procurar hacer los que Dios
manda.
2) “Yavé, tu Dios, irá contigo adondequiera que tu vayas” (1,9): Dios está siempre al
lado de Josué, y al lado de cada uno de nosotros, si hacemos lo que Dios manda,
siempre estará a nuestro lado en las batallas de la vida, en los éxitos y fracasos,
en la salud y la enfermedad… y el cristiano ha de estar siempre seguro, sin miedo
a nadie ni a nada.
3) “Esfuérzate, pues, y ten valor: nada te asuste, nada temas” (1,9): Cuatro veces le
repite en este capitulo esto de “esfuérzate, ten gran valor”, ten ánimo… la vida de
un cristiano, con Jesús en su corazón, no se convierte en la vida de un robot…
¡hay que luchar!, hay que esforzarse, y tener valor…¡es la aventura gloriosa del
cristiano en la tierra!, sin miedo a nada ni a nadie. Pase lo que pase, porque
Jesús es mi capitán, y mi médico, y mi banco y mi todo. ¡y la batalla está ya
ganada de antemano!
El pueblo también tuvo que “prepararse y proveerse”, porque en tres días iban a
pasar el Jordán… y la preparación especial del pueblo lo resume en una palabra:
¡obediencia!”, obedecer a la autoridad, ahora a Josué, como antes obedecieron a
Moisés.
Paso Milagroso del Río Jordán
Era un tiempo difícil del año para cruzarlo porque el río Jordán estaba hasta
desbordarse por las aguas que bajaban en aquel entonces de las nieves derretidas del
Monte Hermón, pero Dios aseguró a Josué que: “estaré contigo como estuve con Moisés”,
y el pueblo siguió al caudillo.
Al cruzar el Jordán, los sacerdotes llevaban el Arca de la Alianza, que representaba
el poder de Dios; y “cuando los sacerdotes que la llevaban pisaron el borde del agua”, el
río se detuvo. “Las aguas que venían de arriba se pararon y se amontonaron a mucha
distancia, y las aguas que bajaban hacia el mar quedaron separadas de las otras”.
Los sacerdotes que llevaban el Arca estuvieron en medio del río mientras todo Israel,
entre ellos “cuarenta mil en son de guerra”, atravesaban hacia las llanuras de Jericó.
Cuando los sacerdotes que llevaban el Arca salieron del Jordán “las aguas volvieron a su
lecho, extendiéndose como antes, por todas las orillas”.
La separación de las aguas del Jordán recuerda el cruce del mar Rojo en tiempos del
Éxodo. Una demostración anterior de la presencia de Dios en un momento decisivo.
Considerado como el nuevo Moisés, Josué, con la ayuda de Dios, llevó a su pueblo a la
conquista de Canaán.
Conquista milagrosa de Jericó
La toma de Jericó fue el primer objetivo militar importante de Josué después de
cruzar el Jordán, una vez capturada Jericó, los israelitas podrían avanzar por el valle del
Jordán y atacar otros puntos fuertes de los cananeos. Mientras planeaba su ataque, a
87
Josué se le apareció un mensajero celestial, con una espada en la mano, y le dijo:
“Descalza tus pies, porque el lugar en que estás es santo”, palabras parecidas a las dichas
a Moisés en el libro del Éxodo.
Jericó estaba preparada para el sitio, pero los israelitas tenían otros planes para
tomar la ciudad. Durante seis días, los soldados dieron una vuelta diaria alrededor de la
ciudad, acompañados por siente sacerdotes con siete trompetas. “Los armados precedían
a los sacerdotes que tocaban las trompetas y a la retaguardia seguía el Arca; durante la
marcha se tocaban las trompetas”. El séptimo día los israelitas dieron siete vueltas
alrededor de la ciudad y, a una orden de Josué, “el pueblo gritó clamorosamente y las
murallas se derrumbaron”. El ejército entró en la ciudad y la demolió como señal de
devoción a su Señor.
Enriquecemos el encuentro con el CATIC.
Nº 64: por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la
espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres y que será grabada
en los corazones. Los profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la
purificación de todas sus infidelidades, una salvación que incluirá a todas las naciones.
Serán, sobre todo, los pobres y los humildes del Señor, quienes mantendrán esta
esperanza...
Nº 769: la Iglesia “sólo llegará a la perfección en la gloria del cielo” cuando Cristo vuelva
glorioso. Hasta ese día. “la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las
persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”. Aquí abajo, ella se sabe en exilio,
lejos del Señor, y aspira a reunirse con su Rey en la gloria”. La consumación de la Iglesia
en la gloria y, a través de ella, la del mundo, no sucederá sin grandes pruebas. Solamente
entonces, “todos los justos descendientes de Adán, desde Abel, el justo, hasta el último de
los elegidos, se reunirán con el Padre en la Iglesia Universal”.
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN
Padre:
Haz que mis ojos vean lo que tú ves.
Haz que mis oídos oigan el estruendo de tu voz en las ondas de lo creado.
Haz que mi hablar sea un baño de palabras de néctar, que se viertan sobre las personas
presas de amargura.
Haz que mis labios sólo canten los cantos de tu amor y tu alegría.
Padre
Realiza por medio de mí la obra de la verdad.
Ten mis manos ocupadas en servir a todos.
Haz que mi voz esparza de continuo semillas de amor para Ti, en el terreno de los
hombres que te buscan.
Haz que mis pies avancen siempre por el camino de la justicia.
Guíame de mi ignorancia a tu luz.
Amén
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LA VIDA MERECE LA PENA VIVIRLA
Hace un par de semanas, cuando en la tertulia de la COPE “La tarde con Cristina”,
se hablaba del caso de la británica Dianne Pretty, a quien el Tribunal de Estrasburgo había
denegado la solicitud de acabar con su vida, una señora, por nombre Anunciación, llamó
por teléfono y dijo lo que sigue:
“He sido operada 45 veces. Tengo 52 años. Nací con una malformación congénita y
mi vida ha sido un sufrimiento continuo; además desde hace ocho años, debido a un error
médico, me he quedado ciega, con los ojos totalmente abiertos y sin lágrimas.
Padezco unos dolores terribles, me he convertido en un caso único en la ONCE y en
el Ramón Cajal, donde me atienden. También he perdido el oído. Llevo una prótesis que
me permite oír.
Padezco bastantes más enfermedades y la depresión lógica por todas estas
cosas. Y, a pesar de todo, creo que la vida merece la pena vivirla, ante todo. Creo que
Dios nos quiere así, y por medio de la enfermedad nos marca una pauta.
Excepto una hermana que es maravillosa conmigo, toda mi familia se ha alejado; y
las entidades, todas, incluida la ONCE, se alejan también. Llame a 1112, porque dicen que
es para todo; hablé hasta con el provincial, porque a mi marido le tenían que intervenir y
me tenía que quedar sola. Nadie quería vivir conmigo, porque tengo que vivir a oscuras, ya
que la luz me hace daño y no puedo salir a la calle; no me puede dar nada de luz.
Quien vive conmigo tiene que estar con una linterna en casa. No puedo tomar ni la
sopa caliente, no puedo tomar nada. Es una vida mediatizada por completo; hasta el
hablar me hace daño.
Entonces, a la señorita que me estaba atendiendo, le tuve que decir: “Oiga, ¿a qué
me está induciendo? ¿A que me suicide? Pues, mire, me voy a quedar sola en mi casa,
porque nadie se quiere quedar conmigo mientras operan a mi marido. Me podré caer,
como muchas veces me ha pasado; me podré dar un golpe, pero voy a vivir, voy a vivir
porque así Dios lo quiere.
Yo tengo mucha fe, y, desde luego, hablo con Dios, como Marcelino Pan y Vino. Así
de sencillo, y Dios me ayuda, y la Virgen Santísima, y, desde luego, pienso que por algo lo
habrá hecho Dios, porque a lo largo de todas estas enfermedades como he tenido de
tantas cosas, Dios se me ha manifestado, de muchas formas.
En mi casa hay mucha paz. No puedo más que darle gracias a Dios.
¡Que todo el mundo pueda seguir viviendo a pesar del dolor del sufrimiento! Dios nos
ayuda. ¡La vida merece vivirla!
Hasta aquí Anunciación.
El testimonio de esta mujer es hermoso. Nos muestra hasta qué punto el ser humano
encaja el sufrimiento y lo transforma, aceptándolo como Cristo aceptó la muerte en la Cruz
por nosotros.
Anunciación quiere vivir la vida tal y como se le presenta. No entiende el porqué del
sufrimiento porque, después de todo, no hay quien lo entienda ni sepa explicar. No pide
explicaciones a Dios porque sabe que el también sufrió como nadie jamás ha sufrido y
quiso morir por nosotros. No pregunta a Dios: ¿Por qué precisamente a mí, Señor? No se
queja diciendo: ¿Por qué has permitido esto?
Lo que sabe hacer es hablar con Dios, como Marcelino Pan y Vino, y vivir en Paz,
algo que muchos no tienen y darían cualquier cosa, hasta la vida, por conseguir.
Solo sabemos que un día Anunciación estará en casa de Dios y todo habrá pasado.
Utilización Pastoral
¿Qué valores maneja hoy el hombre?
Como familia cristiana ¿nos preocupamos por enseñar a nuestros hijos el
verdadero valor de la vida?
¿Somos consecuentes en nuestro modo de actuar, valorando los regalos que nos
hace el Señor?
¿Ponemos todo de nuestra parte para corresponder a los dones y gracias que Dios
nos concede? Dios hará todo por nosotros ¿sin nuestra cooperación?
89
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 12: “Los Jueces: Samuel”
(Introducción al libro de Samuel).
Objetivo: -Reconocer que Dios siempre tiene algo para decirnos, y que
debemos estar atentos para responder a su llamado.
CITAS BÍBLICAS
(1 Sam. 3, 1 – 10. 19 – 21)
“…Habla, Señor, que tu siervo
escucha
(Lc. 14, 15 – 24)
“…Pero todos, sin excepción,
comenzaron a disculparse”.
En este encuentro nos proponemos: Constatar que Dios tiene siempre algo que
decirnos y que, por lo tanto, debemos estar atentos para responder generosamente a su
llamado.
MOTIVACIÓN
Leer atentamente las dos citas Bíblicas a continuación comentar en forma grupal:
-
¿De qué habla?; ¿con qué imágenes? ¿Qué les dice el texto?
Indicar lo que les agrada, lo que les choca, lo que les plantea cuestiones…
¿Quiénes son los actores?
¿Qué es lo que hacen?
¿Qué rostro de Dios se nos muestra aquí?
¿Qué es lo que se espera del hombre?
TENER PRESENTE
En todos nuestros encuentros, la Palabra de Dios debe ocupar el lugar más
importante. Ella nos muestra de un modo prioritario la Historia de la Salvación.
La Historia de la Salvación nos muestra nuestra propia historia. Nos tenemos
que ver reflejados en cada uno de los personajes que intervienen en el plan de
Dios y que están puestos para enseñanza nuestra.
Lo que nos ayudará a comprender la Historia de la Salvación será el vivirla
individual y comunitariamente, como pueblo de Dios, como Iglesia.
90
La Historia de la Salvación nos muestra las grandes cosas que Dios hace a
favor de los hombres, y nos llama, como familia cristiana, a colaborar con él en
la salvación de otros.
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
De los clanes más fieles a la Ley surgieron los jueces, que no eran precisamente
magistrados, sino más bien jeques valerosos, dotados de autoridad, a veces militar, que de
modo esporádico reavivan la fe y administran la justicia en tiempos de paz, y que, en
tiempos de guerra, se erigen en salvadores de sus tribus en sus luchas con los indígenas.
Sólo dos jueces, Samuel y Débora (c. 49, debido a sus carismas proféticos, ejercieron su
autoridad fuera de sus respectivas tribus.
Entre 1200 y 1000 a.C., las tribus que reconocen a Yahvé como su Dios están
divididas en tres grupos: en Galilea, en las colinas del centro y al sur de Jerusalén.
Mantienen entre sí un vínculo bastante elástico, sobre todo de tipo religioso. Pero a veces,
cuando el peligro acecha a alguna de las tribus, surge un salvador (o juez), reúne al pueblo
para la lucha, y cada uno se vuelve luego a casa tras la victoria.
En el plano religioso, los habitantes del país, de Canaán adoran al dios El, pero
sobre todo a Baal, el dios de la tempestad y de la lluvia, y a Astarté, diosa de la guerra y de
la fecundidad. Los israelitas, que adoran a Yahvé, sentirán frecuentemente la tentación
reseguir los cultos de fecundidad practicados por los cananeos.
En un primer momento (del 1350 al 1050 a. C.), los israelitas no tuvieron reyes ni
formaban un estado centralizado: se organizaron como federación de tribus libres,
independientes entre sí, pero solidarias en el plano social y religioso, sobre el territorio
cananeo. Se uniían para celebrar sus tradiciones tribales y culturales en los santuarios
centrales de la federación (Guilgal, Siquén, quizá Siló). Se defendían mutuamente en caso
de peligro y no necesitaban tener una autoridad central, un tipo de Estado organizado.
Así pudieron mantenerse muchos años. Pero hacia el 1050 surgió un gran peligro, la
dispersión de las doce tribus en sus correspondientes distritos y la falta de una autoridad
central, debilitó el poder nacional y la vida religiosa. Esta situación dio origen a un
acentuado individualismo y a frecuentes rivalidades.
En estas circunstancias surge el ataque de los filisteos (buenos guerreros y grandes
bebedores de cerveza) instalados en la zona del sur, costera del Mediterráneo. Esta raza
prehelénica se adueñó, con sus armas de hierro y sus carros de combate, de la parte sur
de la llanura mediterránea de Canaán, intentando la ocupación del interior del país. En ese
momento los antiguos hebreos comenzaron a descubrir que la vieja estructura federal no
resultaba suficiente para la defensa de las tribus. Por eso tuvieron que elegir un rey como
caudillo militar, a pesar de las protestas de los más tradicionalistas que no querían admitir
más rey que Dios (cF. Jue 9 y 1 Sam 8). El primero de esos reyes se llamó Saúl.
Con ocasión de estas escaramuzas aparecieron algunos jueces célebres, tales como
Gedeón (cc. 6 al 8) y Sansón (cc. 13 al 16), en cuyas figuras históricas se mezcla la
idealización popular.
La presencia de estos enemigos poderosos creó una situación grave para todo Israel.
El peligro común reavivó el sentimiento de unidad nacional y el espíritu religioso,
dando origen al “profetismo”. Era evidente que la derrota de Israel se debía a la dispersión
de sus tribus, a la falta de organización y, principalmente, a la ausencia de una autoridad
central y estable.
Se imponía, pues, (como ya mencionáramos anteriormente) a ejemplo de las
naciones vecinas, el nombramiento de un jefe único, de un rey.
En los DOS LIBROS DE SAMUEL, se narran la institución de la realeza y la historia
de los dos primeros reyes. La asamblea del pueblo aprueba esta proposición, y el profeta
Samuel – el mayor de los últimos jueces- escoge a Saúl, de la tribu de Benjamín, que es
consagrado rey local (1Sam. 10). Sus brillantes cualidades como militar le procuraron
señaladas victorias sobre sus enemigos, pero algunos de sus pecados y su temperamento
orgulloso y desequilibrado le hicieron caer en desgracia.
91
JUECES
El título de “Jueces e “Shophetim”, en el Hebreo original, que tiene dos significados:
“Jueces, Gobernadores” y “Libertadores, Salvadores”.
Presenta 13 jueces o libertadores que salvaron al Pueblo de 13 naciones que los
oprimían y esclavizaban, y después de liberarlos, los gobernaban y juzgaban sus
disensiones… cuatro de ellos están entre los héroes de la Biblia de Hebreos 11, 32:
Gedeón, Barac, Sansón y Jefté, además nos relata un “rey”, Abimelec (Cap.9). El libro de
Samuel nos mostrará otros cuatro jueces: Elí, Samuel, Joel y Abijah; en total 17 jueces o
libertadores.
Sus trece ciclos se repiten, y si nos fijamos bien, es la misma historia de todos los
hombres, los de aquel entonces y los de ahora:
1)
2)
3)
4)
5)
El pueblo peca, adora a otro Dios.
Yahvé lo castiga enviándole otra nación que lo oprime y esclaviza.
El pueblo llora su pecado, se arrepiente, enmienda, y clama a Dios.
Dios le envía un Libertador.
Hay paz, hasta que el Pueblo peca otra vez…¡ y así por 350 años!.
Ahora son doce tribus independientes, así es que cada Tribu peca por su cuenta, y
es castigada y liberada por su cuenta, así es que varios jueces se superponen.
El libro de los jueces es el primer libro de la Biblia donde se menciona
específicamente al Espíritu Santo, y varias veces:
• Otoniel: “El Espíritu de Yavé vino sobre él (3, 10).
• Gedeón: “El Espíritu de Yavé vino y revistió a Gedeón (6, 34).
• Jefté: “El Espíritu de Yavé vino sobre Jefté (11, 29).
• Sansón (4 veces): “Apoderose de Sansón el Espíritu de yavè (13, 25; 14, 6; 15, 14;
16, 20).
Es el libro donde encontramos algunas cosas raras, o mejor dicho fantásticas:
•
•
•
•
•
•
A Adonisec le cortaron los pulgares de las manos y de los pies. (1, 6).
Sangar derrotó a 600 filisteos con una aguijada de bueyes (3, 31).
La señora Jael le atravesó a Sisara el cráneo con un clavo hasta el suelo (4, 21).
Jefté mató a su “única hija” por haber hecho un “voto” (11, 30 – 34).
Sansón mató a 1000 filisteos con la quijada de un asno (15, 15).
Un levita cortó el cadáver de una prostituta en 12 pedazos con un cuchillo, y mandó
cada pedazo a una tribu (19, 29).
En el primer libro de Samuel se consigna la transición entre el período de los jueces y
la monarquía, a partir del capítulo ocho. El personaje central es el juez Samuel quien
cumple, además, funciones de sacerdote, vidente, profeta e interventor en política.
Samuel unge al primer rey del pueblo unificado Saúl, un personaje contradictorio,
poco brillante y con una personalidad un tanto “enferma”.
Por su origen, su carácter y su condición social, estos caudillos y libertadores difieren
considerablemente unos de otros. Pero tienen un rasgo común: todos actúan bajo el
impulso del “Espíritu”. El Espíritu del Señor se manifiesta siempre como una fuerza divina
Los héroes del libro de los jueces viven en una época de costumbres rudas e incluso
bárbaras. Reflejan una moral que no es la del evangelio. Pero estos viejos relatos no están
exentos de grandeza. En ellos se vislumbra la pujanza de un pueblo que lucha por
sobrevivir y mantener su identidad en medio de circunstancias adversas. Y se descubre,
sobre todo, la acción del Señor, que guía y defiende a Israel, a pesar de sus debilidades y
claudicaciones.
Mensaje para un tercer milenio (Pág. 65 y 66).
92
¿Qué significa ser cristiano?
1. Opción de vida.
“Cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee no puede ser mi
discípulo” (Lc. 14, 33), dijo Jesús a la gente que lo seguía.
Jesús no anda con vueltas se es discípulo o no se es su discípulo, se lo sigue o no se
lo sigue.
Así como nuestros pies no pueden caminar en dos direcciones contrarias, uno hacia
delante y el otro hacia atrás, del mismo modo nuestro espíritu no puede tener dos nortes:
Jesús y el Demonio; ni dos normas de vida: el Evangelio y los criterios del mundo.
Uno de los grandes dramas del cristianismo moderno es que, con frecuencia, no
significa una opción de vida. Apenas un rótulo, que sirve para que uno se encasille dentro
de las grandes religiones existentes, o un puro título, pretendiendo quedar bien ante el
cura o el obispo.
Nos decimos occidentales y cristianos. Y, mayoritariamente, católicos. Pero ¿cuántos
son en verdad, cristianos? “Cristiano” no es una designación cultural o geopolítica.
“Cristiano” significa, ante todo, seguidor de Cristo. Y ello implica adherir a su persona, a su
Evangelio; inspirar en Él los misterios de vida, amoldar a Él la conducta en todas las
circunstancias. En una palabra, sentirse y vivir consubstanciado con Cristo. Como decía
San Pablo: “Para Mi la vida es Cristo” (Filip. 1, 21). Y, en otra carta. “Vivo, pero no yo, sino
que es Cristo quien vive en mí”. (Gál 2, 20).
El que ama guarda su palabra
Se equivoca quien dice que ama a Dios y no cumple sus mandamientos. Cristiano no
es el que habla bien de Dios sino el que con la vida lo demuestra al mundo. Que falsedad
en aquellos que se dicen cristiano no practicantes. Futbolista es quien practica el fútbol y
no quien sabe mucho de ese deporte, cristiano es el que practica la doctrina cristiana.
No nos engañemos tranquilizando nuestra conciencia con falsos argumentos.
Guardar su palabra significa luchar desde que nos levantamos hasta que nos acostamos
para tener como fin amar a Dios. No bastan los buenos deseos y las intenciones si no se
concretan en obras.
Hay personas que todo el valor de la religiosidad lo cifran en sentimientos y
emociones, mientras que la verdades y norma de conducta pasan a segundo plano;
incluso, no cuentan para nada.
Así razonan: “no voy a misa el domingo ya que no siento la necesidad”. ¿Desde
cuándo los sentimientos están por encima de la norma cristiana? O también: “no he
pecado, porque no siento haber ofendido a Dios”. Esto es algo así como decir que en el
Polo Norte no hace frío porque yo estoy aquí muy caliente en mi casa, y no siento los 40
grados bajo cero que allí reinan. Las cosas son como son, al margen de lo que uno sienta,
y la ofensa a Dios es un hecho objetivo.
La opción por Cristo no es una simple corazonada, un grito solemne protestándole al
amor. Es, más bien, una aceptación clara de lo que Dios quiere del hombre, que Él
manifestó en los diez mandamientos del amor a Dios y del amor al prójimo.
La opción por Cristo es un hecho interior. Pero se visualiza, de manera solemne y
simbólica en las promesas bautismales. Y, cada año, en la renovación de las mismas en la
liturgia de la noche de Pascua.
Enriquecemos el encuentro con el CATIC:
93
Nº 27: El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido
creado por Dios y para Dio9s; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí y sólo en Dios
encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar. La razón más alta de la
dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios…
Nº 60: El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los
patriarcas, el pueblo de la elección, llamado a preparar la reunión un día de todos los hijos
de Dios en la unidad de a Iglesia. Ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los
paganos hechos creyentes.
Nº 762: La PREPARACIÓN lejana de la reunión del pueblo de Dios comienza con la
vocación de Abraham, a quien Dios promete que llegará a ser padre de un gran pueblo. La
preparación inmediata comienza con la elección de Israel como pueblo de Dios. Por su
elección, Israel debe ser el signo de la reunión futura de todas las naciones. Pero ya los
profetas acusan a Israel de haber roto la alianza y haberse comportado como una
prostituta. Anuncian, pues una Alianza nueva y eterna. “Jesús instituyó esta Nueva
Alianza”.
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN
Señor, dame la gracia de dejarme amar
Que mi corazón se resiste
Ante tanta adversidad.
Señor, renueva toda mi vida
Que mi ser está impaciente
Por el dolor que no termina
Señor sólo Tú tienes
Palabras de vida eterna
Dame tu respuesta
En esta noche incierta
Amén
94
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 13: “La Época de los Reyes”: “David”
Objetivo: -Reconocer que Dios nunca se fija en lo que podamos tener,
sino en lo que realmente somos.
CITAS BÍBLICAS
(1 Sam. 16, 1 - 13)
(Flp. 2, 5 - 11)
“…No mires su apariencia ni su
gran estatura…porque el
hombre mira las apariencias,
pero Yavé mira el corazón”.
Él, siendo de condición divina…
se despojó, tomando la condición
de servidor…”
En este encuentro nos proponemos: “Destacar que Dios no se fija en las
apariencias sino que mira el corazón”.
MOTIVACIÓN
Dividir a los padres en tres o cuatro grupos y entregarles para que lean el escrito
“El Arca de la Alianza”.
Repartir dicho escrito que ya se encuentra separado y numerado al final del
encuentro junto con afiche o cartulina, (uno por cada grupo) y fibrones a fin de que
puedan plasmar allí lo que se les pide al pie de los textos repartidos. Luego de 35
minutos: Plenario.
TENER PRESENTE
El reino de Israel es teocrático (que se ejerce en el nombre de Dios). La elección de
David, como segundo rey de Israel, la hace Dios rechazando a Saúl, como primer
rey. En ambos casos está Samuel que es quien hace la transición de los Jueces al
reino.
Así como Saúl primero y David después, fueron ungidos (consagrados a Dios),
nosotros somos ungidos en el Bautismo y en la Confirmación, también los
sacerdotes al recibir el Orden Sagrado. (Son los tres sacramentos que no pueden
repetirse).
95
Esta unción con aceite era un rito, un acto religioso, una señal externa que indicaba
que Dios otorgaba un don o una misión concreta a un hombre determinado.
Nosotros fuimos ungidos en el Bautismo y los chicos lo serán en la Confirmación,
como lo fuimos nosotros, si ya estamos confirmados. Seamos fieles a la misión que
el Señor nos pide.
En David, se reitera la promesa hecha a Abraham que de su casa –de su
descendencia-nacería el Salvador de todos los hombres.
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
Muerto Saúl, David es proclamado rey de la tribu de Judá, y más tarde primer rey de
todas las tribus de Israel. David es, por lo tanto, el “iniciador de la monarquía”.
Desde los tiempos de Moisés, el pueblo no había estado unificado. Los libros de los
Reyes describen acontecimientos que sucedieron desde el año 972 hasta el 561 a.C. y
continúan la narración de la historia de la monarquía empezada por Saúl y David.
Aprovechando que los tres “grandes” del próximo Oriente (los hititas prácticamente
desaparecidos, los egipcios y los asirios) se encuentran entonces impotentes, y
apoyándose en su valor personal, David logra que lo elijan rey sucesivamente las tribus del
Sur y luego las del Norte. Conquista la ciudad de los jebuseos, situada entre los dos
grupos de tribus, y la convierte en la capital del nuevo reino: Jerusalén. Esto crea en Israel
una nueva situación.
La historia de David: David fue polifacético:
1) Pastor de ovejas, que mató a leones y osos para defenderlas (1 Sam 16).
2) El joven vencedor del gigante Goliat (1 Sam .16).
3) Perseguido de Saúl (1 Sam 18-31).
4) Buen amigo, de Jonatán (1 Sam. 18).
5) Buen padre (2 Sam. 18-8).
6) Músico de la Corte (1 Sam. 16).
7) Poeta, escritor de 85 Salmos.
8) Rey de todo Israel (2 Sam 5-3).
9) Pastor del Pueblo (2 Sam 5. 2, 7,8).
10) Innovador del “culto”: El Arca a Jerusalén, proyecto del Templo, 24 sacerdotes,
jefes de levitas, 24 clases de cantores, porteros del Templo (1 Cro. 16-17, 24 – 26,
28).
11) Rey desterrado (2 Sam 16-18).
12) Gran general (2Sam; 1 Cro.).
13) Pecador (2 Sam. 11, 24, 1Cro. 21).
14) Arrepentido. Llorando (Salmo 51).
15) Castigado siete veces por su pecado (2Sam. 11-20 y 24).
16) Anciano apesadumbrado (2Sam 1).
17) El padre de Jerusalén, “La ciudad de David” (2Sam 5-7).
Lo más importante que nos legó David, fue el “Pacto Davídico”, que es uno de los
puntos culminantes del libro y de toda la Biblia.
David quería construir una casa a Yahvé, un Templo, para que habitara en ella…
pero Yahvé le dijo a través del profeta Natán, “Yahvé te edificará una casa a ti, y cuando
hallas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, yo elevaré
después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su
realeza. El edificará una casa para mi Nombre, y yo afianzaré para siempre su trono real.
Seré un padre para él, y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino durarán eternamente
delante de mí, y su torno será estable para siempre”.
Un reino eterno, permanente, estable y para siempre, fue la promesa de Dios, en
clara referencia al verdadero Rey eterno, del Mesías, Jesucristo, del hijo de David. (Mt. 1,
20 – 30, 21, 9, 22. 41-45).
96
Ese reino permanente y estable existe ahora, es la Iglesia de Cristo, del Hijo de
David, pastor del Pueblo.
En el plano religioso, David realiza un acto que tiene valor político: decide instalar el
arca de la alianza en su capital. Esta arca era desde el Éxodo el lugar de la presencia de
Dios para su pueblo. Al instalarla en Jerusalén, David vincula la presencia de Dios a la
realeza. No es extraño que algunos creyentes discutan este gesto, ya que aparecen aquí
dos formas de representar a Dios: o bien se trata de un dios estático, instalado en un lugar
concreto, en manos del hombre, donde el rey y el pueblo pueden “ponerle la mano
encima”, o se trata de que Dios siga siendo libre, ese Dios que guió a su pueblo, que va
adonde quiere, cuya presencia y acción son siempre irreversibles (es lo que indica en un
lenguaje imaginario el itinerario del arca que narra 1 Sam 5-6). Y Dios, una vez más por
medio de Natán, se niega a que David le construya una casa como hemos visto en 82 Sam
7).A través de toda la Biblia, nos encontraremos con estas dos formas de concebir a Dios
(Hech 7, 48), que siguen siendo posibles también hoy…
En el plano administrativo, David empieza a organizar su reino. Aparecen diversas
funciones: jefes militares, sacerdotes, ministro de información… (2Sam 8, 16-18). Y el
propio David ordena hacer un censo (2Sam 24).
La política exterior de David tiene también consecuencias religiosas. Mediante
guerras victoriosas, David hace entrar en su reino a algunas tribus y somete a otros reinos.
Al hacerse vasallos del rey, esos pueblos pueden entonces gozar también de la alianza
con Dios. Los escribas que narren la historia del pueblo intentarán mostrar cómo este
universalismo estaba ya anunciado en la persona de Abrahán.
David, no solo fue el Rey, sino también el pastor del Pueblo, “Yahvé te ha dicho,
apacienta mi Pueblo” (cap. 5, 2) y lo repite en (7, 8) y en (Cro. 11, 2). De manera que quien
era fiel a David, o sus sucesores, pertenecía al Pueblo de Dios; y quien era infiel a David
era un rebelde, que estaba contra el pueblo, un hereje, o sea que no pertenecía al Pueblo
de Dios. Más tarde, haría lo mismo Jesús, cuando en Juan 10, repite varias veces, “Yo soy
el buen pastor”… pero después le dirá a Pedro tres veces, “apacienta mis ovejas”,
“apacienta mis corderos”. De tal forma, que quien es fiel a Pedro, o sus sucesores,
pertenece a la Iglesia de Cristo; quien no es fiel a Pedro, no pertenece al Pueblo de Dios,
“aunque sepa la Biblia de memoria”.
Enriquecemos el encuentro con el CATIC:
Nº 436: Cristo viene de la traducción griega del término hebreo “Mesías” que quiere decir “ungido”.
Pasa a ser el nombre propio de Jesús porque él cumple perfectamente la misión divina que esa
palabra significa. En efecto, en Israel eran ungidos, en el nombre de Dios, los que le eran
consagrados para una misión que habían recibido de él. Este era el caso de los reyes, de los
sacerdotes y, excepcionalmente, de los profetas. Este debía ser por excelencia el caso del Mesías
que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino…
Nº 786: El Pueblo de Dios participa en la función “regia” de cristo, Cristo ejerce su realeza
atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y resurrección. Cristo, Rey y Señor del universo,
se hizo el servidor de todos, no habiendo “venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en
rescate por muchos”. Para el cristiano, “servir es reinar”, particularmente “en los pobres y en los que
sufren”, donde descubre “la imagen de su Fundador pobre y sufriente”. El pueblo de Dios realiza su
“dignidad regia” viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo…
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN:
hijos serán ungidos con el santo crisma
de la Confirmación, el año próximo. Te
pedimos Señor que el don de Dios dentro
de nosotros, nos impregne de tu amor
para llevar con alegría la Buena Noticia a
todos los que nos rodean. Amén.
SEÑOR: queremos dar gracias, hoy,
como familias cristianas, porque hemos
sido ungidos con el santo crisma del
Bautismo y en la Confirmación. También
queremos darte gracias, porque nuestros
97
Según la Biblia, ¿dónde está y qué era “EL ARCA DE LA ALIANZA”?
GRUPO 1
La meta de Indiana Jones
Desde que en 1981 Steven Spielberg filmó su película “En busca del Arca perdida”
con el arqueólogo-aventurero Indiana Jones, el tema del Arca de la Alianza ha suscitado
una enorme curiosidad en la gente. Ésta se ve acrecentada de vez en cuando por autores
que aparecen diciendo saber dónde estaría escondida.
Pero, ¿qué era el Arca de la Alianza? ¿Qué extraños poderes encerraba, para que
hasta el día de hoy se la siga buscando?
El Arca de la Alianza era una caja de madera de acacia, que medía 1,25 de largo por
0,75 de ancho y 0,75 de alto. La Biblia la describe con tanto detalle (leer: Ex 25, 10-22)
que algunos estudiosos han podido reconstruirla exactamente como era. Estaba recubierta
con láminas de oro puro por dentro y por fuera, y una cornisa de oro rodeaba su parte
superior. Por fuera llevaba fijos cuatro anillos de oro de ambos lados, a través de los
cuales se insertaban dos largas varas para poder transportarla. Finalmente la tapa del
Arca, llamada “propiciatorio”, era de oro macizo y llevaba encima la imagen de dos
querubines de oro, con las alas desplegadas y mirando hacia el centro de la caja. Los
querubines no eran unos ángeles, como a veces creemos, sino unos seres con alas, que
tenían el cuerpo de león y cara de hombre.
El pequeño espacio vació que quedaba entre los dos querubines era la parte más
sagrada del Arca, porque se suponía que allí era donde se aparecía Yahvé, y desde allí
hablaba con Moisés, su constructor.
Poderes nunca vistos
El Arca de la Alianza era para los israelitas el objeto más sagrado del mundo. Se la
llamaba “de la Alianza” porque allí Moisés había guardado las tablas con los Diez
Mandamientos, símbolo de la Alianza entre Dios y el pueblo de Israel (Deuteronomio10,
8). Una leyenda posterior, que aparece contada en la carta a los Hebreos (Hebreos 9, 4),
dice que también se había guardado en el Arca una vasija con maná, y el bastón de
mando de Aarón.
Pero la Biblia no sólo describe el Arca de la Alianza, sino que nos cuenta muchos
episodios maravillosos sobre ella.
Por ejemplo, durante el viaje que los israelitas hicieron desde el monte Sinaí (donde
la construyeron) hasta la Tierra Prometida, el Arca iba siempre adelante del pueblo, porque
ella mostraba qué camino seguir y dónde hacer alto cada noche (Números 10, 33,34 -35).
Si alguna tribu enemiga atacaba, los israelitas sacaban el Arca al frente de batalla y los
enemigos huían espantados. Y cuando el pueblo de Israel llegó a la Tierra Prometida, el
Arca de la Alianza fue la que hizo detener las aguas del río Jordán para que los hebreos
pudieran cruzarlo y entrar al país (Josué 3, 14 – 17).
Era tan sagrada el Arca que nadie podía acercarse a ella, ni mucho menos tocarla.
Viajaba siempre cubierta por un velo de protección, más una capa de cuero fino, más un
paño de púrpura. Y sólo los levitas podían llevarla en sus hombros (Números 4, 5-6).
Pero quizás su proeza más impresionante fue la destrucción de las murallas de
Jericó. Dice la Biblia que, para lograrlo, los israelitas estuvieron dando vuelta durante siete
días alrededor de la ciudad con el Arca a cuestas y tocando trompetas. El séptimo día
dieron siete vueltas, lanzaron un grito de guerra y las murallas se derrumbaron (Josué 6,
1-20).
Utilización pastoral
Leer atentamente el texto, respetando la lectura de las citas bíblicas que allí se
marcan en negrita.
Buscar dentro del texto qué apartado menciona el Nuevo Testamento y decir cual es
su relación. Según lo visto en el encuentro Nº 9 ¿quiénes eran los levitas?
Señalar las partes que consideramos fundamentales, o ideas principales para
exponer en el plenario y que sintetice el relato que acabamos de leer.
Seleccionar una de las citas Bíblicas de las que allí se remarcan y que a criterio del
grupo sea importante compartir durante el plenario.
98
Según la Biblia, ¿dónde está y qué era “EL ARCA DE LA ALIANZA”?
GRUPO 2
Terror en los Filisteos
Cuando los israelitas llegaron a la Tierra Prometida, el Arca fue puesta en la ciudad
de Guilgal, y se le construyó un pequeño santuario (Josué 7,6). Más tarde la trasladaron a
Siquem (Josué 20, 27), y finalmente a Silo, su primera residencia de larga duración, donde
estuvo cuidada por la familia del sacerdote Elí (1Sam 3,3).
Muchos años el Arca permaneció tranquila en Silo, pero un día los israelitas debieron
enfrentar a los poderosos filisteos en una batalla muy difícil. Entonces los israelitas se
acordaron del Arca y fueron a buscarla a Silo; peor por alguna extraña razón, ese día los
poderes del Arca no funcionaron, y los israelitas perdieron la guerra. El santuario de Silo
terminó destruido y el Arca fue capturada por los filisteos, que la llevaron como trofeo de
guerra a su capital, Ashdod.
Entonces sí el Arca volvió a mostrar su poder: derribó las estatus de los templos
filisteos, rompió las imágenes de sus dioses, provocó extrañas enfermedades y causó la
muerte de mucha gente (2 Sam 4-5). Durante siete meses aterrorizó a los filisteos, hasta
que al final éstos decidieron devolverla a los israelitas. La pusieron sobre un carro tirado
por dos vacas, sin conductor, y la enviaron por los campos para que fuera donde quisiera.
La carreta llegó sola a la ciudad de Bet Shemesh.
Curiosidad fatal
Allí no terminaron las peripecias. Los israelitas de Bet Shemesh al ver llegar la
carreta con el Arca se alegraron y salieron a su encuentro, pero cometieron un error:
imprudentemente abrieron el Arca y miraron dentro. Entonces Dios castigó a todos los que
curiosearon: ¡murieron 50.000 personas! (¿cómo hicieron 50.000 personas para mirar
dentro de una caja? La Biblia no lo dice). Espantados, los habitantes de Bet Shemesh
(¿quedaba alguno?) decidieron deshacerse del Arca, y la mandaron a la vecina ciudad de
Kiryat Yearim, donde permaneció 20 años olvidada.
El último incidente del Arca ocurrió justamente cuando el rey David se acordó del
Arca, y decidió trasladarla a Jerusalén. David la puso en una carreta tirada por bueyes y
organizó una procesión. Pero en cierto momento. Por un brusco movimiento de los
animales, la carreta se tambaleó, y un hombre llamado Uzzá, para evitar que el Arca
cayera al suelo, intentó sujetarla. Y apenas la tocó cayó muerto (2 Sam 6, 6-7).
¿De origen extraterrestre?
Esto es todo lo que la Biblia dice sobre el Arca. Ahora bien, después de leer estos
relatos uno se pregunta: ¿qué fuerzas ocultas escondía ese cofre? Un objeto que podía
detener el curso de los ríos, aplastar murallas, destruir ejércitos, provocar tumores o matar
por contacto debía de encerrar ciertos poderes secretos.
En 1948 el físico Maurice Denis-Papin afirmaba que el Arca era un condensador
eléctrico; otros dijeron que era una especie de transmisor de radio entre Yahvé y Moisés;
otros que era un arma mortífera al servicio del pueblo de Dios, y, hasta se llegó a afirmar
que fueron seres extraterrestres los que entregaron el artefacto a Moisés.
Pero el error que cometen todos estos supuestos investigadores está en creer que
los hechos de la Biblia sucedieron tal como están contados. Hace mucho que los biblistas
enseñan, por ejemplo, que el derrumbe de las murallas de Jericó nunca existió. Y que las
escenas en las que se cuentan los poderes milagrosos del Arca son una manera de
expresar la grandeza y el poder de Dios. Por eso sabemos que el Arca no tenía en realidad
ningún poder. Era una simple caja de madera, que simbolizaba la poderosa presencia de
Dios entre los hombres. Por eso los relatos de la Biblia pretendían resaltar su grandeza y
su poder.
Utilización pastoral: Leer atentamente el texto, respetando la lectura de las citas
bíblicas que allí se marcan en negrita. Según lo visto en el encuentro anterior
¿quiénes eran los filisteos?
Seleccionar una cita bíblica de las que se encuentran en el relato y que el grupo
considere la más importante para compartir con los demás durante el plenario.
Volcar en el afiche las ideas principales del relato.
¿Hay en el texto alguna enseñanza sobre los escritos Bíblicos?
99
Según la Biblia, ¿dónde está y qué era “EL ARCA DE LA ALIANZA”?
GRUPO 3
Tres tiempos para el Arca
La Biblia conserva, tres explicaciones diferentes sobre el destino del Arca de la
Alianza.
Según la primera, ésta fue destruida por Nabucodonosor cuando sus ejércitos
invadieron Jerusalén en 598 a.C. la versión fue escrita en una época de profundo dolor
social, en la que el autor bíblico quiso reflejar hasta dónde podía conducir la infidelidad del
pueblo: hasta el alejamiento mismo de Dios, que antes permanecía orgulloso en medio del
pueblo. El Arca, pues, era una realidad del pasado. Y el relato tenía por finalidad advertir
sobre la necesidad imperiosa de convertirse.
La segunda en cambio da a entender que el Arca fue llevada como trofeo de guerra
a Babilonia, junto con los judíos desterrados, y que éstos la trajeron devuelta cuando
regresaron de allí. Tal versión refleja una época en la que se quería recuperar la confianza
en el Templo, y subrayar su sacralizad y su continuidad con respecto al primer Templo. El
Arca era, en este caso, una realidad presente.
La tercera sostiene que, cuando Nabucodonosor invadió Jerusalén, el profeta
Jeremías logró salvarla escondiéndola en el monte Nebo, donde sigue oculta hasta el fin
de los tiempos. Tal leyenda surgió en una época de gran pesimismo hacia las instituciones,
cuando el Templo y el sacerdocio ya no eran lo que una vez habían sido, tenía como
finalidad mantener la esperanza en un futuro mejor, en el que Dios volverá a manifestarse
con todo su esplendor. El Arca es, aquí, un ideal futuro.
El Arca, al fin encontrada
De las tres explicaciones, sin duda la primera refleja la realidad histórica: el Arca
debió de haber sido destruida en la invasión de los babilonios. Esto viene confirmado en un
pasaje del profeta Jeremías, testigo ocular de aquellos hechos, cuando dice: “(en los
tiempos futuros) no se hablará más del Arca de la Alianza, ni se acordarán, más de ella, ni
será reconstruida jamás” (Jer. 3,16). Y el profeta Ezequiel, también contemporáneo de la
destrucción del Templo de Jerusalén, cuando imagina su futura reconstrucción y la de su
mobiliario (Ez 40-48) no menciona para nada el Arca de la Alianza en el. Evidentemente
sabía que había sido destruida y que no podía volverse a fabricar.
La Biblia, pues, afirma claramente que el Arca ya no existe, y por lo tanto no deja
lugar para fantasías arqueológicas. A pesar de eso hoy son muchos los que con
mentalidad ingenua siguen buscando el Arca, quizás con la esperanza de conseguir sus
poderes y obtener sus beneficios. En vez de buscar a Dios, que era quien realmente
actuaba a través del cofre de acacia, buscan su simbolismo y su representación. Es como
si hoy alguien se angustiase buscando una medallita, una estampa o una imagen religiosa
creyendo que éstas pueden hacer prodigios, cuando es Dios el que obra y éstas sólo lo
simbolizan.
El Arca de la Alianza era un símbolo de la presencia de Dios en medio del pueblo.
Con la venida de Jesucristo al mundo la caja perdió su sentido. Porque Jesús es ahora la
verdadera presencia divina en el mundo. Y él además aseguró: “Yo estaré con ustedes
todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28,20). Con él a nuestro lado tenemos
asegurados el poder y la fuerza de Dios, antes transmitidos por el sagrado cofre.
No hay que encontrar el Arca de la Alianza, la verdadera Arca de la Alianza ya nos ha
encontrado.
(Revista Didascalia. Julio de 2006 Nº 593 Año IX)
Utilización pastoral:
Leer atentamente el relato y seleccionar una de las citas bíblicas que se encuentran en él, resaltadas
con negrita, y que al parecer del grupo sea la más importante.
Extraer y plasmar en el afiche los puntos más importantes del mismo.
Teniendo presente que han leído la finalización de este artículo, y que en el presente texto se hacen
varias aclaraciones sobre el mensaje que hemos de buscar al leer la Biblia, elaborar una frase que
sintetice lo que el autor del mismo nos quiere transmitir para cerrar el encuentro.
100
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 14:“La División del Reino”
Objetivo: -Reconocer que el orgullo y la falta de diálogo nos aleja cada
vez más de Dios y entre nosotros.
CITAS BÍBLICAS
(1 Re. 12, 1 - 19)
“…De éste modo se rebeló
contra la familia de David
(Lc. 22, 24 – 27)
“… comenzaron a discutir
cuál de ellos debía ocupar el
primer lugar …”
En este encuentro nos proponemos: Ayudar a comprender que todo pecado lleva
en sí la penitencia pero que el amor y la misericordia de Dios son más grandes que
el pecado de los hombres.
MOTIVACIÓN
“A” Leer y comentar entre todos la historieta que está en la cartilla de los niños.
“B” Leer el relato “El Sueño del Pongo”, que se encuentra al final del encuentro y
desarrollar la dinámica que allí se detalla.
TENER PRESENTE:
En la Biblia siempre aparece esta constante relación con el pueblo de Dios:
1) Pecado del pueblo. 2) Castigo correctivo que Dios quiere o permite. 3)
Arrepentimiento del pueblo. 4) Perdón de Dios y renovación de la alianza.
Dios siempre trata a su pueblo como a un hijo, dándole confianza y esperando su
fidelidad, pero éste se vuelve exigente sin reconocer la bondad permanente de
Dios. A pesar del pecado de infidelidad de su pueblo, Dios mantiene las promesas
hechas desde Abraham y repetidas en Moisés, confiando en la conversión definitiva
del pueblo de Israel.
101
La historia de Israel se repite en los creyentes de hoy que no acaban de convertirse
al Señor: 1) Pecado. 2) Conciencia de que seremos castigados. 3) Arrepentimiento
nuestro. 4) Perdón de Dios. ¿Cuándo seremos totalmente felices?
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
Seguramente todos tenemos conciencia de lo que es un castigo y más de una vez lo
hemos merecido y recibido. Pero una cosa es el castigo, como correctivo, que nos invita al
cambio y otra el castigo, como venganza, que intenta destruir. Dios nunca puede quiere el
segundo modo para los hombres, porque es lo más opuesto al amor. El primero sí, porque
nos quiere ayudar a cambiar y convertirnos plenamente. Los hombres, en cambio, sí
utilizamos el segundo, queriendo anular y destruir a quién nos ha hecho mal.
Muchos sufren la condena, o el desprecio de otros, y observan con asombro que
aquellos que los agravaron o hirieron de una u otra forma no se arrepienten, en lo más
mínimo, del daño que ocasionaron. También, en la familia, es más fácil gritar, poner
castigos, burlarse de los defectos del otro, a veces, que acompañar y dar ejemplo
permanente con las obras y las palabras. “Se recoge lo que se siembra”. “Quien siembra
vientos, recoge tempestades”.
El pueblo de Dios vivió esta experiencia de pecado y de gracia, de arrepentimiento y
perdón. Siempre la misericordia de Dios apareció más grande que el pecado de su pueblo.
Pero no siempre los israelitas supieron comprenderlo.
SALOMÓN
Salomón hereda el reino de su padre. Dotado de la sabiduría que Dios le dio (1Re 3),
es decir, del arte de gobernar bien, se aprovecha de la paz para organizar el reino. Se
desarrolla la administración (1Re 4 – 5): el país queda dividido en doce distritos
encargados de proporcionar cada mes la mano de obra necesaria para los grandes
trabajos… En Seguido y otros lugares se construyen grandes caballerizas. Una flota surca
los mares. Las riquezas procedentes del comercio con Egipto y con Siria afluyen a
Jerusalén, en donde Salomón construye un templo magnífico para su Dios y un palacio
todavía mayor par él mismo… ¡Un gran rey! Pero…
Pero también hay sombras. Salomón ha jugado demasiado a poderíos. Se ha
portado como un rey de la época y no como el lugarteniente de Dios. La Biblia habla de
que tuvo 700 mujeres y 300 concubinas… ¡Quizá sean demasiadas! Pero lo cierto es que
atuvo varias mujeres (entre ellas, una hija del Faraón), venidas de otras naciones; ellas se
traían a sus dioses con el consiguiente riesgo de idolatría. Salomón explotó a su pueblo y,
sí logró contener la rebeldía que empezaba a incubarse, ésta estalló con su muerte. Su
hijo, un político incapaz y muy poco inteligente, provocó la división del reino en dos: se
separaron las tribus del Norte. El reino unido sólo había durado 70 años. La historia de
Salomón y la historia de los dos reinos, así como la de los profetas Elías y Eliseo, están
escritos en los DOS LIBROS DE LOS REYES.
Las diez tribus del norte, dirigidas por la de Efraín, disconformes con la política de
Salomón y de su hijo Roboam, se separan y forman el reino de Israel, teniendo por rey a
Jeroboam. La división política se convirtió en cisma religioso al erigir en los santuarios de
Betel y Dan imágenes de becerros de oro, prohibidos por la Ley de Yahvé, que incitaban a
la idolatría y a los cultos paganos.
Las dos tribus del Sur, la de Judá y Benjamín, fieles a Roboam, hijo de Salomón,
formaron el reino de Judá, cuya capital fue Jerusalén. Su territorio era menor y más pobre
que el otro reino. Permaneció más fiel a Yahvé, aunque en muchas ocasiones se alejó
también de Él. (1 Rey. 12).
“Los dos reinos, por sus pecados, serán entregados en manos de sus enemigos”. En
efecto, en los siglos VIII y VII Asiria y Babilonia disputan a Egipto el comercio del
Mediterráneo. Palestina, encrucijada de imperios, se ve envuelta por la ambición de estas
grandes potencias, como diríamos hoy.
102
El reino del Norte, después de conocer nuevas dinastías, guerras y revoluciones
sangrientas y algunas épocas de prosperidad, es sometido por Sargón II, rey de asiria.
Samaría, capital del reino desde el siglo IX, es conquistada (año 721), gran parte del
pueblo se dispersa, y lo más selecto del país es deportado a Nínive, en Asiria. (2 Rey. 17).
Al territorio ocupado son importados colonos asirios y gentes extrañas que mezclados con
grupos israelitas dan origen al bastardo pueblo samaritano, tan aborrecido por los judíos
después del destierro (Jn. 4, 9). El reino del Norte duró unos doscientos años ( 931 al 721).
El reino del Sur, durante esta época se mantiene en pie, merced a su alejada
situación. Hasta el final conservará una única dinastía: la de “David”. El rey asirio
Senaquerib fracasó ante el ejército israelita en su intento de conquistar Jerusalén (2Rey.
18 y 19). A esta victoria hebrea se la llamó el “milagro del año 701”. Aquí podemos
apreciar la bendición de Dios sobre el entonces piadoso rey Exequias, que se dejó
aconsejar por el profeta Isaías. A este rey le suceden dos reyes idólatras: Manasés y
Amón.
Después reino Josías, durante cuyo reinado fue hallado en el templo de Jerusalén el
rollo de la Ley de Moisés, que parece ser la misma Ley que hoy se lee en el Deuteronomio.
El rey, impresionado por las terribles amenazas contra la infidelidad escritas en este libro,
suprime los ídolos, purifica el culto al verdadero Dios y renueva solemnemente la Alianza.
Se abre una nueva era de esplendor político y religioso. Pero Josías, muere en la guerra a
los treinta y nueve años. (2Reyu. 22 y 23).
Por los años 609 – 605, Egipto ocupa Palestina. El reino de Judá tratará de conseguir
la paz por medio de alianzas con los otros reinos, a pesar de las fuertes protestas de los
profetas, que decían: “¿Cómo pactar con naciones paganas si tenemos nuestra Alianza
con Yahvé?”. El pueblo pierde la fidelidad a su Dios y cae en la idolatría.
Yo he criado hijos y los he engrandecido, y
Ellos se han rebelado contra Mí. Conoce el buey
A su dueño y el asno el pesebre de su amo, pero
Israel no entiende, no ha querido comprender.
¡Oh, gente pecadora, pueblo cargado de iniquidad,
Raza malvada, hijos desnaturalizados! Se han
Apartado de Yahvé, han renegado del Santo de
Israel, le han vuelta las espaldas. Todo lo tiene
Enfermo: desde la planta de los pies hasta la
Cabeza… Si os rebeláis, seréis devorados por la
Espada…” (Is. 1).
Este vaticinio se había cumplido ya contra el reino de Israel, y pronto se cumplirá con
el de Judá. El castigo de Yahvé caerá sobre la raza infiel , y la “viña” de Jerusalén será
arrancada como la de Samaría (Is. 5). Nabucodonosor, rey de Babilonia, ocupa Jerusalén
(año 587), su templo es destruido, la ciudad desmantelada y el país saqueado (2Crón. 36).
Los dominios de este monarca extranjero se extienden desde el Golfo Pérsico hasta el
Mediterráneo. El pueblo de Judá es deportado al sur de Mesopotamia, mientras que
algunos se refugian (entre ellos el profeta Jeremías) en Egipto. Así desaparece el reino de
Judá. Duró unos trescientos cincuenta años (931 – 587).
Toda la esperanza del Pueblo Elegido se derrumbó: el rey y el pueblo, deportados; el
templo, destruido; la patria abandonada. ¿Dónde están las promesas hechas a Abraham,
Isaac y Jacob? ¿Dónde la obra de Moisés y de David? ¡Pobre Israel! Sumida en la mayor
de las humillaciones, está atravesando la “noche oscura” de su historia.
El libro de las LAMENTACIONES guarda el recuerdo de esta época trágica. Es verdad
que Jeremías (cap. 32) entrevé en medio de las negras tinieblas una luz que brilla a lo lejos
y que anuncia la esperanza. Pero ahora es la hora de la prueba.
Los DOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS, llamados también Paralipómenos, nos
cuentan la historia del pueblo hebreo desde la muerte de Saúl hasta la cautividad de
Babilonia. Los dos primeros capítulos (1 al 9) constituyen una relación de tablas
genealógicas, a modo de introducción de la obra, dada la importancia que los semitas
concedían a su descendencia, sobre todo los hebreos que vivían distribuidos por tribus, y
familias. Estas crónicas intentan poner de relieve cómo la observancia de la Alianza
103
transforma y fortalece los reinados y cómo la infidelidad, por el contrario, los destruye
(Reinado de David I, 10 al 20; de Salomón II, 1 al 9; de los reyes de Judá II, 10 al 36. son
bellas las oraciones de David 1, 17 y 24, y las de Salomón 2, 1 y 6).
“El ejercicio de la autoridad política, sea en el interior de al comunidad o de las
instituciones que representan al Estado, debe exteriorizarse, efectivamente, dentro de los
limites del orden moral, según las exigencias del bien común, entendido en forma dinámica
y según un orden jurídico legítimamente establecido o por establecer, entonces es cuando
los ciudadanos están obligados en conciencia, a obedecer y de ahí se manifiesta la
responsabilidad, dignidad e importancia de quienes gobiernan.
Pero cuando la autoridad, extralimitando su propia competencia oprime a los
ciudadanos éstos no pueden negarse a lo que sigue siendo exigencia objetiva del bien
común; pero debe permitírseles defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra
el abuso de esta autoridad, conservando, sin embargo, los límites que la Ley natural y
evangélica trazan”. (Gaudium et Spes, 74. C.V. II).
Enriquecemos el encuentro con el CATIC:
Nº 1: Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura
bondad, ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada.
Le llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle y amarle con todas sus fuerzas. Convoca a
todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia…
Nº 211: El nombre divino “Yo Soy” o “él es” expresa la fidelidad de Dios que, a pesar de la
infidelidad del pecado de los hombres y del castigo que merece, “mantiene su amor por mil
generaciones”. Dios revela que es “rico en misericordia” llegando hasta dar su propio Hijo,
Jesús, dando su vida para librarnos del pecado, revelará que él mismo lleva el Nombre
divino: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces sabrán que Yo Soy” (Jn. 8,
28).
Nº 982: No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. “No hay
nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón, siempre
que su arrepentimiento sea sincero”. Cristo que ha muerto por todos los hombres, quiere
que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva
del pecado.
Revisamos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN:
Señor aumenta mi fe
Aumenta mi fe para aumentar mi confianza.
Aumenta mi confianza y aumentará mi abandono.
Aumenta mi abandono y aumentará mi amor.
Aumenta mi amor para perder el temor.
Quitándome el temor, mi abandono será total.
Señor, aumenta mi fe.
104
“EL Sueño del Pongo”
(Cuento popular-Provincia del Cuzco- Perú. Traducción del quechua por J: M. Arguedas)
Un hombrecito se encaminó a la casa- hacienda- de su patrón. Como era siervo iba a
cumplir el turno de pongo, de sirviente de la gran residencia. Era pequeño de cuerpo,
miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas, viejas.
El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contenerla risa cuando el hombrecito lo
saludó en el corredor de la gran residencia.
¿Eres gente u otra cosa?- le preguntó delante de todos los hombres y mujeres que
estaban de servicio.
Humillándose, el pongo no contestó. Atemorizado, con los ojos helados, se quedó de
pie.
¡A ver!- dijo el patrón-, por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la
escoba, con esas sus manos que no son nada. ¡Llévate esta inmundicia!- ordenó al
mandón de la hacienda.
El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran, sin embargo, como las de
un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco
como de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así, otros lo compadecían.
“Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos; el corazón,
pura tristeza”, había dicho la mestiza cocinera, viéndolo.
El hombrecito no hablaba con nadie, trabajaba callado; comía en silencio. Todo
cuanto le ordenaban, cumplía. “Sí, papacito. Sí, mamacita” era cuanto solía decir.
Quizá a causa de tener una cierta expresión de espanto, y por su ropa haraposa y,
acaso también porque no quería hablar, el patrón sintió un especial desprecio por el
hombrecito. Al anochecer cuando los siervos se reunían para rezar el Ave María, el
corredor de la casa- hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante
de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo.
Lo empujaba de la cabeza y obligaba a que se arrodillara y, así, cuando estaba
hincado, le daba golpes suaves en la cara.
Creo que eres perro, ¡ladra!- le decía. El hombrecito no podía hablar.
Ponte en cuatro patas- le ordenaba- entonces.
El pongo obedecía y daba unos pasos en cuatro pies.
Trota de costado, como perro- seguía ordenándole el hacendado.
El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna. El patrón reía
de muy buena gana; la risa le sacudía todo el cuerpo.
¡Regresa!- le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran
corredor. El pongo volvía, corriendo de costadito. Llegaba fatigado.
Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban, mientras tanto el Ave María, despacio
rezaban, como viento interior en el corazón.
¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres!- mandaba el señor al cansado
hombrecito. – Siéntate en dos patas; empalma las manos.
Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modelante de alguna
vizcacha, el pongo imitaba exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando
permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no podía alzar las orejas.
Entonces algunos de los siervos de la hacienda se echaban a reír.
Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón derribaba al hombrecito sobre
el piso de ladrillos del corredor.
Recemos al Padre nuestro- de decía luego el patrón a su indios, que esperaban en
fila.
El pongo se levantaba entonces, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le
correspondía, si ese lugar correspondía a nadie.
En el atardecer los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la
hacienda.
105
¡Vete, pancita!- solía ordenar, después, el patrón al pongo.
Y así, todos los días el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la
servidumbre. Lo obligaba a reírse, a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los
colonos (indios que pertenecen a la hacienda).
Pero… una tarde, a la hora del Ave María, cuando el corredor estaba colmado de
toda la gente de la hacienda, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos
ojos, ese, ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro, seguía un poco espantado.
Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío quiero hablarte- dijo.
El patrón no oyó lo que oía.
¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro?- preguntó.
Tú licencia padrecito, para habarte. Es a ti a quien quiero hablarte- repitió el pongo.
Habla… si puedes- contestó el hacendado.
Padre mío. Señor mío, corazón mío –empezó a hablar el hombrecito. Soné anoche
que habíamos muerto los dos, juntos habíamos muerto.
¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio- le dijo el gran patrón.
Como éramos hombres muertos, Señor mío, aparecimos los dos, juntos; desnudos
ante nuestro gran Padre San Francisco.
¿Y después? ¡Habla!- ordenó el patrón, entre enojado e inquieto por la curiosidad.
Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos
examinó con sus ojos que alcanzan y miden no sabemos hasta qué distancia. A ti y a mí
nos examinaba, pensando, reo, el corazón de cada uno y lo que éramos y lo que somos.
Como hombre rico y grande, tú enfrentabas esos ojos, padre mío.
¿Y tú?
-No puedo saber cómo estuve, gran señor, yo no puedo saber lo que valgo.
Bueno, sigue contando.
Entonces, después, muestro gran Padre dijo con su boca: “De todos los ángeles, el
más hermoso que venga. A ese incomparable que lo acompañe otro ángel pequeño, que
sea también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga una copa de oro, y la copa de
oro llena de miel de chancaca, más transparente”.
¿Y entonces?- preguntaba el patrón.
Los indios siervos, oían, oían al pongo, con atención sin cuenta, pero temerosos.
Dueño mío: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareció un
ángel brillando, alto como el sol; vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando
despacito. Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño, bello, de suave luz, como el
resplandor de las flores. Traía en las manos una copa de oro.
¿Y entonces?- repitió el patrón.
“Ángel mayor; cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro;
que tus manos sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre”,
ordenó nuestro gran Padre. Y así, el ángel excelso, levantando la miel con sus manos
enlució tu cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, solo;
en el resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de oro,
transparente.
Así tenía que ser- dijo el patrón, y luego preguntó:
¿Y a ti?
Cuando tu brillabas en el cielo, nuestro gran Padre San Francisco volvió a ordenar:
“Que de todos los ángeles del cielo venga el de menos valer, el más ordinario. Que
ese ángel traiga en un tarro de gasolina excremento humano”.
¿Y entonces?
Un ángel que ya no valía, viejo, de patas escamosas, al que no le alcanzaban las
fuerzas para mantenerlas alas en su sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien
cansado, con las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. “Oye viejo,
ordenó nuestro gran Padre a ese pobre ángel- embadurna el cuerpo de este hombrecito
con el excremento que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de cualquier
manera; cúbrelo como puedas. “¡Rápido!”
106
Entonces con sus manos nudosas, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata,
me cubrió desigual el cuerpo, así como se echa barro en la pared de una casa ordinaria,
sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo, apestando…
Así tenía que ser- afirmó el patrón- ¡Continúa! ¿O todo concluye allí?
No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos
vimos juntos, los dos, ante nuestro gran Padre San Francisco, él volvió a mirarnos,
también nuevamente, ya a ti ya a mí, largo rato. Con sus ojos que colmaban el cielo, no sé
hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y
luego dijo: “Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes ya está hecho. Ahora
¡lámanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo”. El viejo ángel rejuveneció a esa
misma hora; sus alas recuperaron su color negro, su gran fuerza. Nuestro Padre le
recomendó vigilar que su voluntad se cumpliera.
UTILIZACIÓN PASTORAL
Leer atentamente el relato y luego analizar:
1)
2)
3)
4)
5)
6)
7)
8)
9)
El ambiente “religioso” del cuento.
La descripción del hombrecito (“Los pequeños…”).
El patrón orgulloso y despótico y…religioso.
El juicio de Dio: “a la hora del Ave María…”
El gran padre San Francisco.
El ángel joven y el ángel viejo y escamoso.
El excremento y la miel. La copa de oro y el tarro de lata.
La mirada de San Francisco (“hasta qué honduras nos alcanzó”).
El veredicto final: “lámanse el uno al otro, despacio, por mucho tiempo”.
107
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 15:“Los Profetas”
Objetivo: -Destacar la importancia del profeta.
- Descubrir nuestra misión de profetas.
CITAS BÍBLICAS
(Jer. 1, 4 – 10)
(Lc. 3, 3. 10 – 16)
“Irás a dondequiera que te
envíe, y proclamarás todo
lo que yo te mande”.
“Juan empezó a predicar…
diciéndoles que cambiaran
su manera de vivir”.
En este encuentro nos proponemos: Destacar la importancia del profeta que habla
en nombre de Dios anunciando el bien y denunciando el mal y cómo hoy nosotros
tenemos que ser profetas en nuestra familia, ambiente de trabajo y estudio.
MOTIVACIÓN
“A”: Este encuentro es extenso para darlo en un solo día, ya que además
es muy rico en su contenido. Por lo que es aconsejable desdoblar el mismo
para ser dado en dos partes, o bien, dividir a los padres en tres grupos y
entregarles a cada grupo una parte del mismo, seleccionada de acuerdo al
criterio del matrimonio guía. Para que ellos lo desarrollen y lo expongan en
un plenario.
“B”: En caso de no haber elegido la motivación anterior leer y comentar con
los padres el texto “Reconstruyendo el paraíso perdido” que figura al final
del encuentro.
TENER PRESENTE:
Los profetas de Israel que hablaban en nombre de Dios, mantuvieron con su
predicación la esperanza de su pueblo.
108
El profeta que habla y actúa en nombre del Señor, es un hombre comprometido con
Dios y su pueblo, al que quiere orientar y salvar, anunciando el bien que hacía y
denunciando el mal camino por el que iba corriendo su infidelidad y su pecado.
Aunque Israel tuvo profetas prácticamente en todas las épocas, el prototipo de los
mismos es Elías, seguido de Eliseo, su discípulo. Ninguno de los dos dejó escritos,
pero tuvieron una influencia decisiva en todos los que vinieron después, la mayoría
de los restantes vive en la época del destierro de los reinos de Israel, primero, y Judá
después, señalando cómo todo ha ocurrido por los continuos pecados de los
israelitas.
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
Profeta: No se trata “de alguien que anuncia el futuro”, sino más bien de alguien que
habla en nombre de Dios, alguien que ha sido introducido en el proyecto de Dios y en
adelante ve todo con sus ojos.
¿Hay que pensar en revelaciones extraordinarias? No se excluye esta posibilidad,
pero parece más bien que descubren la palabra de Dios en dos momentos o lugares: su
vocación y la vida.
Su vocación es determinante: es el momento en que experimentan a Dios, en una
visita al templo como Isaías, en la oración continua como Jeremías, en un amor
desdichado como Oseas… Bajo esta luz, es como luego la vida, tanto en los grandes
acontecimientos políticos como en la existencia cotidiana, les descubrirá esta palabra, y
leerán los signos de los tiempos.
A partir de ese momento, todo les habla de Dios: una rama de almendro en flor o una
olla mal asentada (Jr 1, 11s), la vida conyugal (Os 1-3; Ez 24, 15s) o la invasión enemiga.
Y de esta forma nos enseñan a leer en nuestra vida esta misma palabra que sigue
interpelándonos.
Los profetas se expresan mediante la palabra: oráculo (o declaraciones hechas en
nombre de Dios), exhortaciones, relatos, oraciones…; pero también lo hacen mediante
actos. Los gestos proféticos dicen la palabra e incluso realizan la historia.
Vimos cómo durante la grave amenaza de los filisteos, el pueblo hebreo experimentó
la necesidad de la unidad nacional y de la renovación de su fe religiosa. Por una parte, se
necesitaba un rey que diese cohesión al país; por otra, había que reconocer la primacía
religiosa, pues el pueblo pertenecía a Yahvé. Es entonces cuando cobra una importancia
extraordinaria el profetismo. En adelante, la realeza y el pueblo serán juzgados y estarán
de alguna manera subordinados a la autoridad divina del profeta.
Un profeta, más que el adivino del futuro, es un enviado del cielo, un “portavoz de
Dios” que habla o escribe en su nombre. Dios enviará a los dos reinos estos intermediarios
suyos con la difícil y comprometedora misión de condenar públicamente los pecados de los
reyes y del pueblo y transmitirles el mensaje divino.
Siempre fieles a su Dios, mostrarán un valor y un celo extraordinarios (2Sam. 12;
1Rey. 21). Lucharán tenazmente contra la idolatría (Jer. 28), contra las alianzas con
las naciones extranjeras (Is. 7), contra las injusticias sociales (Amós 8). Estos videntes
juzgan el presente, amenazan con el castigo divino y anuncian una restauración. A veces
mesiánica (Is. 2 al 4). Reclaman del pueblo la moralidad, la justicia y el derecho (Jer.
9, 1-8). Y exigen de los sacerdotes piedad interior y renuncia al culto pagano (Mal. 1,
6-11).
Una gran parte de la predicación de estos profetas está escrita en los libros
proféticos. Tienen suma importancia, pues además de narrarnos la historia de Israel,
purifican las ideas religiosas y morales y nos enseñan cómo Dios juzga la Historia.
Los profetas primeros: Los libros que llamamos “históricos: Josué, Jueces, Samuel,
Reyes, los judíos los llaman profetas primeros, poniéndolos así en el mismo plano que
los profetas posteriores: Isaías, Jeremías y los demás.
109
Se trata de algo más que de un cambio de etiqueta. Cuando un autor moderno elige
publicar su libro en una colección de historia o de filosofía, nos indica con ello cuál es su
intención y cómo quiere que lo leamos.
Estos libros no son por tanto libros de historia, no intentan reconstruir los hechos
con exactitud. El autor no es un reportero que fotografía una batalla, sino un profeta que
busca el sentido del acontecimiento. Los autores intentan, más que narrar los
acontecimientos, descubrir lo que estos acontecimientos quieren decir para nosotros.
Por la riqueza de su lenguaje alegórico y simbólico, los libros proféticos no son fáciles
de entender.
Los profetas del reino del Norte o de Israel son cuatro principalmente:
En el libro de los Reyes se lee la obra religiosa de Elías y Eliseo, que proclaman:
Dios es único y poderoso, las divinidades paganas son falsas (2Rey 1 a 8).
El impetuoso AMOS (mediados del sigo VIII) es “el profeta de la justicia”: denuncia
con un lenguaje enérgico y duro los abusos religiosos, condena severamente las injusticias
sociales ((2, 4-16; 4, 1-3; 5, 10-24; 6, 1-9; 8, 4-14), y anuncia que Dios castigará a las
naciones, especialmente a su pueblo.
OSEAS, que gusta de profundizar en el pasado y por eso se le ha llamado el profeta
filósofo de a Historia, es “el profeta del amor”. Su desgraciado matrimonio es un signo del
que se sirve para que el pueblo comprenda su lenguaje: vaticina el castigo de Dios sobre
su pueblo “adúltero”.
Estos dos profetas contemporáneos anuncian una futura restauración bajo un
príncipe de la tribu de David; pero antes llegará el castigo con la desaparición del reino y el
destierro.
Otros profetas surgirán en el reino del Sur o de Judá (de esta tribu nacerá el
Mesías).
ISAIAS, el genio más grande de todos los videntes o voceros de Dios, profetiza del
año 738 al 690, haciendo progresar las nociones de santidad, de justicia y del Mesías
(Emmanuel: Dios-con-nosotros). Su profecía es la más extensa. No obstante, se ha de
tener presente que en el libro de este profeta, junto con escritos suyos, hay otros que
pertenecen a algunos discípulos de su escuela, desde el capítulo 40 en adelante. Los
treinta y nueve primeros capítulos se refieren a los acontecimientos narrados en 2 Rey. 15
al 20. Los otros veintiséis capítulos pertenecen a sucesos de otra época posterior. La obra
se divide en dos partes: amenazas (2 al 35) y consolaciones (40 al 66). El valor literario de
esta obra le coloca a la altura de los mejores poetas de la literatura universal. Con Isaías,
la lengua hebrea llega a su perfección clásica. Por sus numerosas profecías mesiánicas ha
sido llamado “el profeta evangélico” o “quinto evangelista” (Cap. 7 al 12). Dios restaurará el
reino de Israel bajo la soberanía de un nuevo David más espiritual: rey y sacerdote, sabio y
pacífico, príncipe universal y eterno. Las naciones se unirán a Israel y todas participarán de
sus favores.
MIQUEAS: Contemporáneo de Isaías, de origen campesino, lamenta la ruina de
Israel, fustiga a los malos sacerdotes, a los falsos profetas y a los malos ricos (2 y 3).
Después del castigo vendrá la salvación, que será obra del Mesías, el cual nacerá en
Belén (5, 2), la ciudad de David.
JEREMÍAS: (año 628-585) es otro de los grandes profetas. Vive en su vida la
tragedia de su pueblo. Vaticina la deportación a Babilonia y la destrucción del templo de
Jerusalén, llorando sobre sus ruinas con acentos de honda melancolía. Abandonado de
todos, menos de su secretario BARUC, redactor de sus discursos, sufre la persecución y
la cárcel y su alma atribulada lanza gemidos más amargos aún que los de Job. Terminó
sus días en Egipto. Sus profecías están llenas de amenazas y de promesas mesiánicas (2
al 33). Es el primero que anuncia una “Nueva Alianza” de Dios con su pueblo en términos
totalmente definitivos (31, 31-36).
En esta última época del reinado de Judá, Yahvé redobla sus advertencias con
SOFONÍAS, NAHUM y HABACUC anunciando el castigo de Israel, su purificación y su
liberación.
110
EL DESTIERRO EN BABILONIA (587 – 538)
Julio del 587: tras un año de asedio, el ejército de Nabucodonosor, rey de Babilonia,
se apodera de Jerusalén. Es el fin del reino de Judá.
Diez años de locura (597-587)
Ya en el 597, Nabucodonosor había tomado Jerusalén. Por entonces se contentó con
recibir un pesado tributo, deportando a una parte de sus habitantes (entre ellos el profeta
Ezequiel) y dejando a un rey a sueldo.
¿Sirvió esto de lección al pueblo? Era de esperar. Pero, engañado por los falsos
profetas que le llenaban de ilusiones y le hacían creer que se trataba tan sólo de pasar un
mal trago momentáneo, el pueblo vivió diez años de locura. Prosiguió su vida de
despreocupación, aliándose con Egipto contra Babilonia…
En Jerusalén, el profeta Jeremías predica la sumisión a Babilonia. Para él, lo esencial
no es que la nación sea libre o esté políticamente sometida, sino que sea justa, que sea
espiritualmente libre sirviendo a su Dios y practicando la justicia. La voz de Jeremías
declarado “traidor a su patria”, se apaga en la cisterna llena de barro donde lo encierran…
En Babilonia, Ezequiel hace estas mismas reflexiones a sus hermanos deportados
con él. Es inútil.
Uno no puede menos que sentir verdadera lástima cuando contempla con la
imaginación aquellas largas caravanas de israelitas camino del destierro, en las que
muchos mueren de hambre y de agotamiento y cuyos cadáveres jalonan la ruta del
cautiverio. Sobre estos pocos miles de hombres de Judá- el reino del Norte, o sea el de
Israel, no dejó huella en la historia, salvo el libro de Tobías- descansará el monoteísmo
religioso que un día conquistará el mundo de las almas y de los pueblos.
Desterrados, embargados por la pena, recordarán con nostalgia a su lejana patria
querida:
“Sentados a las orillas de los ríos de Babilonia, llorábamos, acordándonos de ti, Sión.
Colgábamos nuestras arpas de las ramas de sus sauces. Nuestros raptores nos
pedían que cantásemos. Pero ¡cómo vamos a cantar un cántico del Señor en tierra
extranjera!... ¡Séquese mi mano derecha y mi lengua péguese al paladar si me
olvidare de ti, Jerusalén!...” (Salmo 137).
El milagro del destierro
El pueblo ha perdido todo lo que constituía su vida:
-
la tierra, signo concreto de la bendición de Dios a su pueblo;
el rey, por el que Dios transmitía esa bendición, garantía de la unidad del pueblo y
su representante ante Dios;
el templo, lugar de la presencia divina.
El gran milagro del destierro es que esta catástrofe, en lugar de ser la ruina de la fe de
Israel, provoca una exaltación de esa misma fe y la purifica. Esto se debe a algunos
PROFETAS, como Ezequiel y un discípulo de Isaías designado como segundo Isaías, y a
unos SACERDOTES. Estos hacen que el pueblo repase sus tradiciones para descubrir en
ellas un fundamento a su esperanza. Juntos, inventarán así una nueva forma, más
espiritual, de vivir su fe. ¿No hay ya templo ni sacrificios? Pues se reunirán el sábado para
celebrar a Dios y meditar su palabra. ¿No hay ya rey? Pues Dios será el único y verdadero
rey de Israel. ¿No hay ya tierra? Pues la circuncisión en la carne dibujará un reino de
dimensiones espirituales… Así, en el destierro, se inaugurará lo que se llama JUDAISMO,
es decir, una forma de vivir la religión judía que será la del tiempo de Jesús y la del nuestro.
¿Pero cuál era la situación de los judíos deportados? El pueblo sufrió un choc
psicológico y moral terrible, y padeció también en su carne, puede leerse en el Salmo 137
un eco de estos sufrimientos. Pero, por otra parte, no debemos imaginarnos la vida en
111
Babilonia como la de un campo de concentración. Los judíos gozan de una libertad relativa,
tal es así que al final del destierro, algunos prefieren quedarse en Babilonia, donde
formaron un grupo importante y próspero.
Permanecieron en cautividad unos cincuenta años (586-539). La libertad religiosa y
social de que disfrutaban les permitió agruparse en comunidades y mantener, animados por
los profetas, la esperanza del retorno.
No se conserva ningún libro de historia que haya recogido este período. Sin embargo
existen los escritos de un profeta que vivió con los exiliados.
EZEQUIEL es uno de los profetas mayores a quien los cautivos consideran como su
jefe espiritual. Les inculca la piedad interior y la responsabilidad personal, así como el
carácter moral de la santidad (14 y 18). Después de hablar sobre el castigo de Israel (4 al
9), expresa con acentos emocionantes la esperanza en una nación renovada: Dios será el
pastor de su pueblo (34) (puede compararse este capítulo con el relato evangélico de Juan
10, 1-16); Israel será poblado por un pueblo santo (36) que, a pesar de estar desterrado y
como muerto, resucitará un día a una nueva vida (Cap. 37).
Es en esta época cuando aparece por primera vez la clase de los escribas o doctores,
seglares, dedicados al estudio y enseñanza de la ley.
Los capítulos 40 al 45 del libro de Isaías, que forman el “Libro de la consolación”, y
que fueron escritos por un autor de la escuela del profeta a quien se le llama segundo
Isaías, ven en el victorioso y libertador Ciro la imagen del Mesías y anuncian a los
deportados la liberación: “Dios salvará a su pueblo, todas las naciones se someterán y un
día llegará la salvación para todos. En esto consistirá el triunfo victorioso del Mesías,
Redentor Universal”. En los últimos capítulos (51-53) se encuentran cuatro cantos sobre los
dolores y triunfos del Siervo de Yahvé, que son considerados como una de las más bellas y
emocionantes profecías mesiánicas, sobre todo el cap. 53, verdaderamente conmovedor.
Durante el medio siglo de la cautividad, los escritos de los tres grandes profetas:
Isaías, Jeremías y Ezequiel, espiritualizaron al Pueblo de Dios e interiorizaron su religión.
Sus escritos pueden, todavía en la actualidad, servirnos de gran provecho para
nuestra vida espiritual. Estos profetas son los cantores del amor de Dios, de su santidad, de
la responsabilidad personal del hombre, de la fealdad del pecado. Hablaron bajo la
luminosa perspectiva de la salvación mesiánica.
El destierro en Babilonia, como siglos atrás la estancia en el Sinaí, ha servido para
que la religión se purifique: desaparecerá la nación terrenal, el reino temporal, pero nacerá
la religiosa comunidad Judía.
La Liberación y el Judaísmo
A partir del retorno, los israelitas serán llamados judíos, a causa de la preponderancia
de Judá después del destierro.
El período que sigue al exilio, vivirán sucesivamente:
1º) bajo la dominación persa (538-332);
2º) bajo la dominación helénica: con Alejandro Magno (332-323), con la dinastía de los
Ptolomeos de Egipto (323-198) y con los seleúcidas de Siria (198-142),
3º) bajo la dominación romana (63 a. C. al 70 d. de C.). Gozarán de la independencia
política durante solo ochenta años.
A la muerte de Nabucodonosor, el imperio babilónico se derrumba ante los embates
de Ciro, rey de Persa, joven y enérgico, que, cubriéndose de gloria en los combates, ocupa
el imperio de Babilonia y somete a otros pueblos. Su generosidad y su política le llevan a la
tolerancia con los países vencidos, lo que hace que un edicto suyo autorice al “Resto”
(expresión de Amós, recogida por los profetas, particularmente por Isaías) del pueblo de
Israel el regreso a la patria. Las profecías se cumplen y la alegría de los cautivos estalla en
gritos de júbilo:
112
“¡El desierto y la tierra árida se alegran! por la Vía santa marcharán los libertadores y
volverán Los rescatados de Yahvé. Vendrán a Sión cantando cantos triunfales, alegría
eterna coronará sus Frentes… Consolad, Consolad a mi pueblo, dice Vuestro Dios.
Animad a Jerusalén y gritadle que Se acabó su servidumbre… Abrid una calzada a
Yahvé en el desierto, que viene con fortaleza”…
((Isaías 35 y 40).
Numerosos judíos (no todos, pues muchos prosperaron en el destierro) regresan a
Jerusalén dirigidos por el príncipe davídico Zorobabel.
Los libros de ESDRAS Y NEHEMÍAS nos relatan el regreso de los desterrados y la
restauración religiosa y nacional, completando la redacción de las Crónicas.
Impulsados por los profetas AGEO y ZACARÍAS, reconstruyen el templo (año 515). El
judío seglar Nehemías, copero de Artajerjes, consiguió, a despecho de los arameos,
fortificar Jerusalén levantando en su derredor las murallas. Al mismo tiempo se organiza la
vida política y social, así como la vida religiosa, renovando la Alianza con Yahvé.
El sacerdote Esdras proclama la Ley de Moisés como Ley del Estado para la
comunidad judía, dando origen al Judaísmo, que procurará la separación con los gentiles.
La vida religiosa se interioriza cada vez más, preparando la “élite” destinada a recibir el
mensaje de Jesús. Bajo este clima espiritual hemos de considerar todos los escritos de
después del exilio.
El Judaísmo, al cerrarse sobre sí mismo, creará un particularismo que aparece en las
profecías de ABDÍAS y JOEL, en contraposición al universalismo que reflejan los libros de
Isaías, MALAQUÍAS y JONÁS (Dios quiere que todos los hombres se arrepientan y se
salven) y el encantador libro de RUT (la espigadora de origen pagano que es integrada en
el Pueblo de Dios, convirtiéndose en abuela de David, de cuya estirpe nacerá el Mesías).
Las distintas actitudes del creyente frente a los paganos dominadores están relatadas
en cuatro preciosos libritos ricos en enseñanzas:
TOBÍAS, que a través de la historia de una familia judía nos enseña la retribución
divina de los méritos, el sentido religioso de la familia, el elogio de la limosna, el carácter
purificador del sufrimiento.
JUDIT, la mujer valerosa que encarna la resistencia judía y vence con su fe y su valor
a los enemigos de Dios.
ESTER, que al liberar a su pueblo del feroz antisemitismo, pone de relieve la
Providencia de Dios sobre Israel.
BARUC, (cuyo autor no es el secretario de Jeremías) nos presenta la confesión de los
pecados de Israel, la petición de perdón, la exhortación a la fidelidad y a la esperanza.
Termina con una carta de Jeremías a los cautivos contra la idolatría.
Los SALMOS, después del destierro, son rezados y cantados en el templo por el
pueblo enfervorizado. Constituyen “la plegaria de Israel”. En ellos se canta su historia y su
vida, sus dolores y alegrías, su fe, su amor y su esperanza. La Iglesia Católica incorporará
a su Liturgia esta joya de la literatura religiosa y sus sacerdotes los rezarán en el Breviario.
Los Sabios
Todos, somos sabios, pero no todos somos escritores de obras de sabiduría. En
efecto el sabio es aquel que intenta vivir bien, que procura descubrir en su existencia y en
la del mundo lo que favorece la vida o lo que por el contrario conduce a la muerte.
Reflexiona entonces sobre las grandes cuestiones humanas: la vida, la muerte, el amor, el
sufrimiento, el mal… ¿Tiene la vida, la muerte, el amor, el sufrimiento, el mal… ¿Tiene la
existencia humana un sentido? ¿Cuál? Y cada uno a su nivel, tanto el niño como el
anciano, el profesor como el obrero o el ama de casa, se hace su filosofía, su sabiduría, su
arte de vivir.
113
Es lo que ocurrió con Israel. Desde que existió el pueblo, buscó el sentido de su vida,
pensó en los grandes problemas. A lo largo de toda su vida, expresó su reflexión en
proverbios, una especie de refranes populares, y en plegarias, que fueron un esbozo de
obras posteriores.
Pero únicamente después del destierro es cuando los escritores reemprenden esta
reflexión y, al término de esta larga gestación, componen las grandes obras que vamos a
detallar:
El libro de LOS PROVERBIOS es una colección de sentencias morales y religiosas
muy antiguas y de gusto oriental, algunas de ellas escritas por Salomón, que contienen “la
sabiduría de los pueblos”, sacada de la experiencia de la vida y también de la fe.
El LIBRO DE JOB, de extraordinaria belleza literaria, es una de las obras maestras de
la literatura universal. Es un poema lírico-filosófico, en forma dialogada y con marco
dramático. Plantea el problema del mal: ¿Por qué sufre el justo?, ¿Por qué prospera el
malvado? (el autor hebreo ignora la retribución de los méritos por Dios en el más allá). No
obstante, adora la Sabiduría de Dios y pone en El toda su confianza, porque si no se
comprende el mundo exterior, ¿cómo se podrán comprender los secretos designios de
Dios? (34 al 41). Sería un libro verdaderamente trágico si no fuera por su fe en la justicia y
en la bondad de Dios. Son interesantes los capítulos 1 al 16, 28 al 31 y 38 al 42.
El ECLESIASTES (en hebreo Qohelet), todavía menos conformista que el de Job,
está escrito entre los años 250-200. Propone el problema de la felicidad humana y nos
muestra la otra cara de la vida: la riqueza, la gloria, el amor, la vida larga; y saca la
conclusión: todo pasa, “todo es vanidad de vanidades”. El hombre es un ser desgraciado;,
que el hombre colmado de bienes no logra retener la felicidad.
EL CANTAR DE LOS CANTARES, de difícil interpretación, es una obra de carácter
místico, y canta poéticamente, bajo el lenguaje metafórico del amor matrimonial, las
relaciones de Yahvé con su Pueblo. Los Santos Padres ven en este Cántico el amor de
Jesucristo con su Esposa la Iglesia y con las almas santas (Ef. 5, 25-32; 2Cor. 11,2; Apocal.
21,2). Su influencia en la literatura ha sido grandísima. En España recordemos a San Juan
de la Cruz.
EL ECLESIASTICO (año 182) es un código de vida religiosa en forma de sentencias.
La sabiduría de Israel, la de Yahvé, es la verdadera y no hay otra fuera de ella (es una
alusión a la cultura griega que comienza a infiltrarse entre los judíos).
EL LIBRO DE LA SABIDURÍA fue escrito en griego por un israelita helenista entre los
años 80-50. Va dirigido a sus hermanos de raza establecidos en Egipto. En él se encuentra,
mejor que en ningún otro del A.T., el verdadero sentido de la vida: cumplir la voluntad divina
en la tierra y, después del juicio, gozar eternamente de Dios.
Generación tras generación, las ideas religiosas y morales se van perfeccionando
progresivamente con el fin de preparar los espíritus a la venida del Mesías, esperado tan
ansiosamente.
EL LIBRO DE DANIEL, del género apocalíptico (el género apocalíptico trata de
cosas secretas. Por eso se refiere a acontecimientos futuros. Generalmente son visiones
reveladas por Dios y descritas a base de imágenes y también de símbolos extraños y
desconocidos). Su desconocido autor “utilizó fuentes ya escritas que le facilitaban la
atribución de sus visiones a un vidente del tiempo de la cautividad babilónica”. No
obstante, el libro hace referencia a la época en que fue escrito. La obra comprende dos
clases de escritos: las narraciones de género Midráshico (se llama MIDRAS (de la raíz darash
= buscar) tanto al método interpretativo como a las obras compuestas según este método, se
distinguen dos clases de midrás: -el midrás halaká (de una raíz que significa camino): se buscan
reglas de conducta, leyes. En el judaísmo, halakot (plural de halaká) es sinónimo de “leyes”; - el
114
midrás haggadá (de una raíz que significa narrar): se intenta sobre todo edificar) sobre la historia
de Daniel y sus compañeros (1 al 6) y las visiones proféticas de tipo apocalíptico. (7 al 12).
Daniel es el profeta más misterioso de todos. A semejanza del Apocalipsis de San
Juan, lleva a los fieles perseguidos un mensaje de esperanza en la victoria.
El pueblo judío era despiadadamente perseguido. Muchos prefirieron morir antes que
profanar la santa alianza. Una vez más, Israel se encuentra humillada. Pero en la aldea de
Modín, cerca de Jerusalén, se alza un caudillo llamado Matatías, a cuya muerte le sucede
su valeroso hijo Judas Macabeo, que al frente de algunas bandas de aguerridos conquista
la Ciudad Santa, purifica el templo y consigue la independencia política que durará hasta el
año 63 a. C, es decir, ochenta años. Después de su muerte (año 160) le suceden sus
hermanos Jonatán y Simón. Este último toma el título hereditario de Príncipe y Sumo
Sacerdote.
Los DOS LIBROS DE LOS MACABEOS narran la historia de esta revolución judía.
El contenido religioso de esta obra no es tan rico como los demás libros históricos. Son
interesantes los capítulos 3, 6, 8, 14 y 16 del 1º, y 2, 3, 6 y 7 del 2º.
Después de algún tiempo, por una de esas paradojas que se repiten muchas veces
en la historia, la dinastía asmonea tiende a helenizarse, traicionando así las ideas
nacionalistas de los Macabeos. Esto dio origen a dos tendencias opuestas que, más tarde,
formaron dos importantes sectas: la de los saduceos (llamados así porque se
consideraban descendientes de Sadoq, el sumo sacerdote que ungió rey a David) y la de
los fariseos (o “separados” se consideraba como el auténtico defensor del judaísmo contra
las corrientes paganas). El conflicto entre los saduceos y fariseos desembocó en odiosas
rivalidades.
Entretanto, Roma, poderosa e imperial, en su marcha incontenible hacia el Oriente,
decide ocupar el avispero palestinense con ocasión de sus luchas dinásticas. Los
legionarios, al mando de Pompeyo, tras violentas luchas, ocupan Jerusalén en el año 63 a.
de C. Otra vez, el pueblo judío yace bajo el yugo de un nuevo opresor. Palestina es
gobernada directamente por Roma.
Enriquecemos el encuentro con el CATIC:
Nº 64: Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la
espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres y que será grabada
en los corazones. Los profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la
purificación de todas sus infidelidades, una salvación que incluirá a todas las naciones.
Nº 201: A Israel, su elegido. Dios se reveló como único: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro
Dios, es el único Señor…”. Por los profetas, Dios llama a Israel y a todas las naciones a
volverse a él, el único: Vuélvanse a mí y serán salvados, confines todos de la tierra, porque
yo soy Dios, no existe ningún otro… ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará
diciendo: ¡Sólo en Dios hay victoria y fuerza!
Nº 785: “El pueblo santo de Dios participa también del carácter PROFÉTICO de Cristo”. Lo
es sobre todo por el sentido sobrenatural de la fe que es todo el pueblo, laicos y jerarquía,
cuando se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para
siempre y profundiza en su comprensión y se hace testigo de Cristo, en medio de este
mundo.
Leemos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN: Te pedimos ¡Oh! Dios, la gracia de ser profetas auténticos, en nuestra
comunidad; verdaderamente comprometidos con Dios nuestro Señor; con tu Iglesia y con
todo nuestro pueblo.
Que no nos avergoncemos jamás de proclamar tus maravillas al mundo entero, para que
fortalezcamos en nosotros la consagración que por tu gracia, recibimos en nuestro
Bautismo y en la Confirmación, que nos constituyó en partícipes de Cristo, Sacerdote, Rey
y Profeta de todos los hombres. Amén.
115
RECONSTRUYENDO EL PARAÍSO PERDIDO
El 26de diciembre de 2004 todos nos conmovíamos ante las noticias que nos
llegaban desde el sudeste asiático: un oleaje gigantesco provocado por un terremoto
submarino que los japoneses denomina “tsunami” irrumpió sorpresivamente y destruyó
todo a su paso: 280.000 muertos (un tercio de los muertos eran niños), 130.000
desaparecidos, 5 millones de personas sin techo, miles de millones de dólares en pérdidas
materiales… Se decidió que se trató de la peor de las catástrofes de la historia.
Las imágenes que nos llegaron nos hicieron caer en la cuenta de los destrozos y la
tragedia. Nada quedó como estaba antes después del paso de las olas y que el mar
volviera a la calma. Todo perdió el orden en que estaba antes y la idea de desolación y
ruina nos invadió a todos.
No nos es difícil comprender ya que, si no hemos pasado por una experiencia de
destrucción en nuestra propia vida, al menos conocemos algún caso, alguna persona en
que un incendio, una inundación, un terremoto, una explosión le destruyó en un instante
todo lo que había construido durante toda una vida.
Ante tamaño desorden siempre aparecen varias actitudes: muchos
contemplando la destrucción se preguntan por qué ocurren estas cosas; otros salen
a la búsqueda de culpables y responsables aunque sepan que chocarán frente a la
simple realidad del fenómeno natural; numerosos son los que se movilizan para
ayudar en el gesto solidario de responder a la emergencia; y no pocos, pasados los
efectos de la conmoción, se dedican a reconstruir lentamente tratando de
restablecer el orden perdido.
Dirijamos ahora nuestra mirada a otra catástrofe que con frecuencia a quedado en
nuestra memoria mezclada entre los cuentos y los mitos y que sin embargo tenemos que
considerarla como la más calamitosa y grande catástrofes de la historia humana: la
destrucción del orden que Dios ha dado a su Creación registrada en el cap 3 del Génesis;
donde la rebelión del hombre frente a Dios tiró por tierra el orden que Él había establecido
para su obra creadora y que había reconocido como que “era muy bueno” (Gn. 1, 31).
La catástrofe producida por la pérdida de aquel paraíso, es mucho mayor que la
provocada por el “tsunami” porque alteró la naturaleza del mimo hombre y puso patas para
arriba en un instante el orden que Dios había establecido. Por aquel desorden la muerte
entró al mundo.
Sólo cuatro días después del “tsunami” los argentinos estábamos en los diarios de
todo el mundo horrorizados y avergonzados por otro tipo de tragedia, la ocurrida en el
boliche “Cromagnón”. Cuando nos ponemos a analizar las causas de esta tragedia aquí
ya no podemos pararnos impotentes ante un fenómeno natural. Empezamos a ver que hay
modos y modos de divertirse y de ofrecer un espectáculo, que hay intereses creados
carentes de todo principio, que hay funcionarios que no cumplen sus tareas y se dejan
sobornar, que hay empresarios inescrupulosos a los que no les importa cómo ganar
dinero, que hay políticos insensibles que aprovechan todas las circunstancias para su
propio beneficio, que hay padres negligentes que no prestan demasiada atención a su
hijos, que hay madres imprudentes que por ir a un recital dejan a sus hijos en cualquier
lado…; y podemos seguir haciendo una larga lista de intrincadas responsabilidades que
sólo tienen una explicación posible: el pecado del hombre.
Cuando Jesús hace el envío de sus discípulos les dice: “Vayan por todo el mundo,
anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Mc. 16,15). Así nos pone frente a la realidad
de que la redención no es solamente del hombre sino de todo aquello creado por Dios.
Sería una mutilación gravísima pensar que la salvación pasa sólo por el “alma”, que el
cristianismo es una doctrina privada, que se es cristiano para sí y no para los demás. Ser
cristianos nos compromete con el otro, con el mundo y con la historia.
Con mucha frecuencia nuestra vida de fe no pasa de la actitud de ser espectadores
de la historia y de los acontecimientos que nos van rodeando. Nos horrorizamos al ver lo
que ocurre en la cancha, en la política, en la televisión, en el cine, en el barrio, en la
escuela, en el trabajo…, pero nuestra actitud no pasa de ese horror, cuando lo que se
espera de nosotros como apóstoles es “anunciar la Buena Nueva” a todo lo que nos rodea
para que alcance la redención de Jesús y recupere la dignidad original con la que había
116
sido creada por Dios en un principio, y, al mismo tiempo, denunciar todo aquello que atenta
contra el orden temporal de las cosas, en especial, la vida humana.
Los cristianos somos testigos cotidianos de las consecuencias dramáticas del relato
bíblico del Génesis; y está bien que nos sintamos conmovidos al sentirlas tan cercanas a
nosotros. Como frente a las consecuencias del “tsunami” podemos sentarnos a contemplar
y llorar la catástrofe producida por el hombre egoísta y codicioso. Podemos también
dedicarnos a buscar culpables y condenarlos públicamente. Tal vez creamos que no
podemos hacer más que poner algunos parches y luego de colocarlos volver a nuestras
devociones. O quizá, asumiendo la plenitud de nuestro compromiso bautismal, nos
arremanguemos y nos pongamos a trabajar en la reconstrucción del paraíso perdido.
El hoy Beato Pier Giorgio Frassati, escribió: “Cada día comprendo mejor la gracia de
ser católico. Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin mantener una lucha por la
verdad no es vivir, sino ir tirando… Incluso a través de cada desilusión tenemos que
recordar que somos los únicos que poseemos la verdad”. La situación política de Italia en
esos años (1922) le preocupó hondamente; se opuso claramente a la guerra y al fascismo
desde sus convicciones cristianas, participando en manifestaciones públicas y siendo
detenido varias veces.
Este es el gran desafío del vivir cotidiano del cristiano: ser indiferente a las realidades
temporales es solamente “ir tirando”. A cada uno le toca ir mirando a su alrededor y
constatando la realidad: “Llevar la Buena Noticia a todos los ambientes de la humanidad y,
con su influjo transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad” (E.N.18)
Se trata de “alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio,
los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes
inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra
de Dios y con el designio de salvación”. (E.N. 19). Porque en esto se juega nuestra
vocación apostólica y nuestra vocación a la santidad.
P. Luis Casella.
UTILIZACIÓN PASTORAL
Leer atentamente el relato y, en forma grupal comentarlo.
¿Hemos tenido en nuestra vida algún hecho que nos halla significado
comenzar de nuevo?
Ante situaciones como las que menciona el artículo: ¿Cómo reaccionamos?
¿Somos cristianos comprometidos o meros espectadores?
¿Cómo se es profeta en nuestros días? ¿Podemos dar algún ejemplo de un
profeta de nuestro tiempo?
117
PROFETAS DE NUESTRO TIEMPO (Celebración de Padres y Niños)
Graciela Giavón y equipo de egresados
de la Casa de Catequesis de Rosario
1) Primer momento: Comienza la Celebración con el tema musical de León Greco
“Canción para Luchar” o bien con la “canción de Jeremías”, mientras van entrando desde
el fondo del salón tres personas portando pancartas con imágenes de diarios y revistas,
con noticias de situaciones y conflictos de actualidad, previamente se repartió el texto de la
canción entre los participantes.
2) Segundo momento:
Presentadora: Esta es nuestra realidad, con sus luces y sus sombras, y es allí,
donde la vida no dignificada, las situaciones deshumanizadas, las estructuras de
injusticia… nos golpean, nos sacuden, nos conmueven…
El Dios de la Vida se manifiesta en este tiempo y en esta historia, y de allí nos
interpela…
Pero muchos permanecen ciegos, sordos y mudos… (En este momento van entrando
tres personas con los ojos, los oídos y la boca tapada, respectivamente)… Instalados en
su cómoda mediocridad NO quieren ver… NO quieren oír… NO quieren denunciar… y le
dan la espalda a esta realidad que molesta…
La historia que vamos a escuchar puede ser la de cualquiera de nosotros, por eso
será fácil “ponerse en situación”
3) Tercer Momento:
Representación con texto leído, sobre una adaptación de un original del P. Sesión de “El
Profeta”.
Protagonistas: Hombre, monitor, Dios.
- Hombre: Yo era un hombre común. Me abrigaba si tenía frío, cuidaba a mi familia,
mi trabajo. Me gustaba al llegar la primavera pasar disfrutando la tibieza del sol y el
colorido de las flores. Vivía y dejaba vivir.
- Monitor: Si, en verdad, éste era un hombre tranquilo, era el más calmo del mundo.
Era la personificación de la tranquilidad. Si alguien se le acercaba llorando, lo consolaba
con bonitas palabras y alguna que otra frase bíblica, sin olvidarse, claro, de las palmaditas
en la espalda. Era una buena persona, no la mejor de todas, pero buena al fin.
- Hombre: Iba a misa todos los domingos, y rezaba no sólo para pedir, sino también
para alabar y dar gracias. Todo eso era yo, una persona feliz. Vivía mi vida…
- Monitor: Todo eso era él, calmo, tranquilo, muy ubicado, incapaz de entrometerse
en la vida de nadie, compasivo, eso sí, y buen vecino, buen padre, buen hijo y esposo,
responsable y eficaz en su trabajo, amante de la música clásica.
- … Fue entonces que algo sucedió.
- Hombre: Estaba terminando de recoger la mesa de la cena, cuando desde la
televisión, las escenas de destrucción y dolor de la guerra de Palestina me conmovieron,
me golpearon. Me tuve que sentar y al instante recordé que lo misma había sentido esa
mañana al ver a un pobre niño revolviendo la basura buscando algo para comer...
- Monitor: El Dios de Jesús pasaba por su vida…
- Dios: Hijo mío, imagen y semejanza mía, dame un poco de tu tiempo…
118
- Hombre: ¡Señor, tú sabes lo que a mí me cuesta vivir! Hago todo lo que puedo, sé
que tú me crees, no puedo dar más de lo que estoy dando, no puedo exigirme más, porque
no puedo entregar más de mí. ¡No puedo!!
-
Monitor: Entonces Dios calló y no dijo nada más. Al Dios de Jesús no le gustan los
monólogos.
- Presentadora: Hace preguntas retóricas al grupo: “¿Qué actitud tengo yo frente a
la vida, a la realidad, a los problemas del mundo?
- ¿He sentido alguna vez el paso de Dios por mi vida? ¿He oído la voz de su
llamado? ¿Tengo el corazón dispuesto a escuchar o sólo escucho mi propia voz?...
- Monitor: Un día le tocó a él comenzar la conversación. Había estado pensando
mucho sobre lo que Dios le había dicho en su primer encuentro. Había encontrado el
argumento para convencerlo de que no podía responder a su intento de hacerlo profeta.
- Hombre: Señor, escúchame, ya no puedo ser profeta, hazme caso. El profeta es
un tipo diferente, raro, que sabe decir verdades, que sale a la calle a gritar, que se mete en
la vida de los otros, de los marginados… ¡Eso es!... y… yo no quiero ser un marginado…
- Monitor: Y entonces, Dios gritó:
- Dios: ¡Yo quiero un profeta! ¡Lo estoy necesitando, mi pueblo necesita un profeta!
- Hombre: Pero qué quieres de mí, ni siquiera sé hablar. Basta que me oigan para
que los otros se den cuenta de que no tengo madera para profeta. Tú necesitas un líder y
no una buena persona.
- Monitor: y de nuevo se hizo un silencio entre el Dios de Jesús y el hombre que no
quería ser profeta…
- Monitor: El pueblo estaba necesitando un profeta, y Dios no se cansaba de llamar
a la puerta del hombre. Porque cuando Dios llama, todo el ser se conmueve y es imposible
esquivarlo, así que Dios tranquilo le reclamó:
- Dios: ¿Y?... ¿vas a ir o no a la gente?
- Hombre: ¡Pero Señor!, unos quieren un profeta que derribe barreras y murallas,
otros que mantenga y glorifique el nuevo orden, algunos un profeta claro y directo, que
ataque el problema de raíz y… todos quieren un profeta que les diga lo que quieren oír. No
sé, ¡yo no querría ser profeta!
- Monitor: y mi Dios volvió a callarse. Y el hombre empezó a angustiarse porque
temía que Dios se vengara. Y se decía a sí mismo:
- Hombre: No tengo que dejarme impresionar. Dios es bueno, por eso El no tomará
ninguna represalia contra mí, seguro. Si no me convence no hay problema porque ya se
buscará otro mejor y más preparado que yo. Honestamente no quiero porque no me
considero a la altura. ¡No, Dios, por favor, no me mires! ¡Tengo vergüenza, no me mires!!!
- Monitor: Fue entonces cuando empezó a interrogarse. El hombre estaba inquieto y
confuso, y la mirada de Dios no dejaba de perseguirle. Dios no dijo nada. No valía la pena.
- Presentadora: ¿Qué excusas pongo ante el llamado? ¿Qué cosas me impiden
responder? ¿Confío realmente en el llamado de Dios o sólo tengo dudas y miedos? ¿De
qué forma aprovecho los talentos y cualidades que Dios me concedió? ¿Qué es y dónde y
cómo puedo ser profeta en esta realidad en la que vivo?
119
- Monitor: A la mañana siguiente el hombre decidió probar su capacidad profética.
Se fue a una plaza pública donde el pueblo se reunía. El nuevo profeta subió a lo alto de
una tarima y con voz profunda exclamó:
- Hombre: Escuchen Uds. Los tibios, los hipócritas, consumistas, individualistas: No
hacen nada, y cuando se ven oprimidos por su propia estupidez, se quedan ahí rezando y
diciendo a Dios que necesitan un profeta para hacer lo que no son capaces de hacer
ustedes mismos. Se han dejado encarcelar, oprimir, esclavizar sin protestar nunca. Les
dicen que hagan esto y lo hacen, que compren esto y lo compran. Y luego se quedan ahí
pidiendo a Dios que les envíe un ejército liberador. ¿No querían un Mesías? Está ahí en
medio de ustedes. Búsquenlo, escúchenlo porque Él les habla pero sólo oyen sus propios
gritos. ¿Qué creían, que Jesucristo iba a decirles qué tenían que hacer, o de qué parte, de
qué partido tendrían que ponerse?
¡Hombres y mujeres de corazón duro! Se parecen a los sacerdotes del Templo o a
Pilatos lavándose las manos. Niegan tres veces y Dios perdona 300. ¿Qué más quieren?
Hoy les habo yo, que no soy profeta del pueblo, sino Dios.
- Monitor: Y el pueblo escuchaba y decía que éste sí era un profeta original y que
decía las cosas en la cara. El pueblo estaba conforme con este hombre.
-
Monitor: Entonces Dios, después de escuchar en silencio al nuevo profeta le dijo:
-
Dios: Hasta ahora no has hecho otra cosa que hablar de ti mismo, desde tu
propia bronca. ¿Qué te parece si hablases un poco de mí, de mi Buena Noticia?
- Hombre: ¡Ya te dije que no tenía madera de profeta! ¿Para qué me llamaste justo a
mí, Señor?
- Monitor: Y Dios volvió a preguntar:
- Dios: ¿Y quién te dijo que hacía falta madera para ser profeta¿ ¿No se trata de una
vivencia, de una urgencia? ¿Es que tú has visto que haga falta tener madera para amar?
- Monitor: Y se estableció un gran silencio entre los dos… Fue entonces cuando el
hombre profeta comprendió lo que Dios le pedía: salir de sí mismo, ir al encuentro del
“otro” como Él salió a su encuentro. Esa experiencia era la que debía anunciar, como
profeta, la Buena Noticia que le cambió la vida. Y así, con el corazón de discípulo que
escucha con atención al Maestro y a su prójimo, el hombre comenzó a ser un Profeta de
verdad.
Final de la representación, se deja un minuto de silencio con una música de fondo, muy
suave…
4) Cuarto Momento
-Presentadora: El llamado del Dios de Jesús es insistente y su insistencia incomoda,
desinstala…para responderle no basta con ser sólo un “buen cristiano”, hace falta un paso
más, es el paso del Profeta, comprometido e involucrado con las voces de su tiempo…
que tiene la voluntad y el coraje para luchar por un mundo más humano y más justo… él
no puede dejar de acudir a la llamada, desafiando al miedo, el dolor, la crítica… y hasta la
blasfemia. Porque su causa es la causa de Jesús, él sigue los pasos del Maestro, Aquél
que tuvo entrañas de misericordia y compasión para todo el que quede marginado y
excluido del Proyecto del Padre.
¡El es la Palabra!!!... Y vino a nosotros…
Entrada del Libro de la Palabra con una luz desde el fondo hacia el frente, mientras
se canta: “Tu Palabra, Señor, es la Verdad y la luz de mis ojos”…
120
Presentadora: “Éste es el Libro de los Libros, el Libro que contiene la Palabra de
Dios”.
Se responde: “Habla Señor que tu pueblo escucha”.
Les anuncio la Buena Noticia de Jesús según San Mateo (Mt 9, 35-38). (Lectura del
Evangelio…)
Al finalizar cantamos “Él vive, vive, vive, vive… Vive Jesús el señor”.
Después de breves segundos, la Presentadora se dirige al grupo para leer:
TU MISIÓN: SER PROFETA
Has recibido un destino de otra palabra más fuerte,
Es tu misión ser profeta, palabra del Dios viviente.
Tú irás llevando la luz, en una entrega perenne,
Que tu voz es voz de Dios y la voz de Dios no duerme.
Ve por el mundo, grita a la gente:
Que el amor de Dios no acaba
Ni la voz de Dios se pierde.
Sigue tu rumbo profeta, sobre la arena caliente.
Sigue sembrando en el mundo, que el fruto lo hará presente.
No temas si nuestra voz ante su voz se detiene,
Porque huimos del dolor y la voz de Dios no duele.
Sigue cantando profeta, cantos de vida y de muerte,
Sigue anunciando a los hombres que el Reino de Dios ya viene.
No callarán esa voz, y a nadie puedes temerle,
Que tu voz es voz de Dios y la voz de Dios no muere.
121
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 16:“La Alianza Definitiva: JESUCRISTO”.
Objetivo: -Reconocer que Dios, a pesar de nuestros pecados, es
siempre fiel.
- Descubrir en Jesucristo la Alianza definitiva entre Dios
y los hombres, que se celebra en cada Misa.
CITAS BÍBLICAS
(Jer. 31, 31 – 34)
“…pondré mi ley en su
interior… me conocerán
todos…”
(Jn. 6, 44 - 45)
“Nadie pude venir a mí si no
lo atrae mi Padre que me
envió”.
En este encuentro nos proponemos: Reconocer la Nueva Alianza, hecha por Cristo
en su muerte y resurrección, y que actualizamos cuando celebramos y
compartimos su Cuerpo y su Sangre.
MOTIVACIÓN
“A”: Leer y comentar en forma grupal el relato “El Silencio de Jesús”, que
figura al final del encuentro.
TENER PRESENTE:
La Antigua Alianza hecha por Dios con su pueblo en el monte Sinaí quedó plasmada
en tablas de piedra. La Nueva Alianza, que ya se anuncia en Jeremías, estará en el
corazón de cada hombre y se hará realidad en la muerte y resurrección de Jesús.
En el Antiguo Testamento, se fueron dando diversas alianzas que Dios hizo con su
pueblo: Noé, Abraham, Moisés. Todas fueron signo de la que se hará definitivamente
con Cristo y que se actualiza en cada Eucaristía.
Cuando los cristianos celebramos y compartimos la Eucaristía estamos renovando,
para nuestro tiempo, la Nueva Alianza que se actualiza y se hace presente en la
celebración de cada
122
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
La Alianza
La religión judeo- cristiana es una religión de Alianza.
Dios, entre todos los pueblos de la Tierra, eligió a Israel para establecer con él una
alianza o pacto, mediante el cual Dios e Israel tendrían una comunidad de vida y
realizarían la Historia de Salvación.
Esta Alianza se basa, pues, en el amor de Dios. Y la prueba de este amor mutuo
consistirá en la fidelidad a los compromisos de ambos: el Señor se mostrará bondadoso si
el pueblo es fiel, y empleará su justicia si le es infiel (Ex. 20, 6-6). Su misericordia superará
la infidelidad del pueblo.
La Alianza, reflejada en la Torah o Ley, es la norma de la religión y de la moral de al
comunidad israelita. Israel recibirá de Dios la misión de ser el pueblo mediador, el
“primogénito” (Ex. 4,22) de todos los pueblos de la tierra, pues todos son de Dios (Ex.19,
5).
Los profetas profundizarán más en la idea religiosa de la alianza de Dios con su
pueblo, especialmente bajo las imágenes del pastor y del rey, y, sobre todo, del matrimonio
(Ezeq. 34; Os. 2; Is. 5, 1-7; Jer. 3. 1-5 y 19-25; 4, 1-4; Ezeq. 16, 6-8). Más tarde, con la
tradición sapiencial, todo un poema (El Cantar de los Cantares) es dedicado al amor de los
desposorios de Yahvé con Israel.
Pero Israel, pueblo “adúltero”, según la expresión de Oseas, infiel a su Dios, no
merece la alianza divina. El profeta Jeremías, que vivió como un verdadero “pobre bíblico”,
será el primero que anuncie una Nueva Alianza (Cap. 30 al 33, especialmente en 31, 3134). Por las infidelidades de Israel quedará anulada la primera alianza y será establecida
una segunda, que será eterna. Dios enviará a su Hijo, que se hará hombre, y sellará con
su sangre la Nueva Alianza, entre Dios y la Iglesia. El nuevo Mediador, Jesús, dirá a sus
Apóstoles al instituir la Eucaristía: “Este es el cáliz de mi sangre, de la Nueva Alianza, del
Nuevo Testamento, que será derramado por muchos para el perdón de los pecados” (2
Cor. 3,6; Hebr. 7. 7, 22; 9, 11-12).
Jesucristo, Mediador y Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza.
La Carta a los Hebreos, escrita por un judeo-cristiano, interpreta la salvación de
Jesucristo desde una lectura reinterpretativa de la antigua alianza.
Jesús es presentado como el nuevo sumo Sacerdote de la nueva Alianza – tomado
de entre los hombres para modelo del sacerdocio eterno de Melquisedec.
En Jesús caduca la antigua alianza y en él se cumplen las profecías de una nueva y
eterna alianza que se realiza en su sangre y en su muerte de una vez y para siempre,
convirtiéndose en causa de salvación para todos por tanto, lanuela alianza es superior en
todo a la antigua.
Por eso ahora tenemos un Santuario en el cielo donde Jesucristo, sentado a la
derecha del Padre, es el mediador entre Dios y los hombres que pueden acercarse
confiadamente a su trono.
Dijo Jesús. “Se ha cumplido el tiempo” (Mc. 1, 15). “Sepan que el Reino de Dios está
en medio de ustedes” (Lc. 17, 21). Jesús reivindica que El anuncia definitivamente la
voluntad de Dios y puede cumplir los deseos más profundos del hombre. Se presenta
como el que sabe con toda certeza, quién es Dios y los deseos más profundos del hombre.
¡Ningún fundador de religiones ha tenido jamás semejante pretensión! Tampoco nadie
jamás ha vivido una alta vocación con tanta modestia y naturalidad.
Ante sus contemporáneos Jesús aparece como hijo de José el carpintero. Pero El
habla continuamente de otro Padre, al que llama abbá, término que utilizan los niños y
significa: “querido papá”. Desde niño nos lo presentan los evangelistas con esta obsesión:
“¿No saben que tengo que ocuparme de los asuntos de mi Padre?” (Lc. 2, 49). El vive en
una inconfundible relación con Dios, en una intimidad familiar total. Así se entiende lo que
dijo Jesús de sí mismo en las formulaciones del evangelio de san Juan:
123
“Yo y mi Padre somos una misma cosa” (Jn. 10, 30).
“El Padre está en mí y yo estoy en el Padre”. (Jn 10, 38; 14, 9b).
“El que me ha visto a mi ha visto a mi Padre”. (Jn. 14, 9).
“El Padre que está en mi obra por mi” (Jn. 14, 10). Etc…
Jesús reclama que en su persona, Dios mismo presente y obrando. Para las
autoridades religiosas esto fue lisa y llanamente una blasfemia y el motivo para el
reproche: “¿Qué haces de ti mismo?” (Jn. 8, 53). Esta fue la razón más profunda de su
rechazo, condenación y muerte. Como sentencia de muerte se podía leer entonces
también, sobre su cabeza en la cruz: “Jesús de Nazareth, rey de los judíos”, quiere decir:
¡el que se autoproclamaba “Mesías”.
Un Camino Eucarístico
La última Cena que Jesús comió con sus apóstoles no era otra cosa que la
celebración de la Pascua Judía.
Toda celebración pascual judía se sitúa entre la cena sacrificial del cordero que
precedió al paso del Mar Rojo (con el mandato de celebrarla anualmente) y el futuro
banquete escatológico. En el rito, en la época de Cristo, se sacrificaba el cordero pascual y
se comía junto con sus panes ácimos e hierbas amargas. Se leían y recordaban los
hechos del Éxodo junto con el rezo del salmo.
No era un rito vació de contenido. De algún modo cada celebración actualizaba la
salvación obrada por Dios a favor de su pueblo.
Jesús actualiza la pascua judía y, tomando el hecho de la liberación de la esclavitud,
le da un nuevo significado: El Será el cordero que se entregará por su pueblo esclavo del
pecado y de la muerte.
Nos deberíamos estremecer cada vez que escuchamos las palabras de la
consagración: “esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros…” “Esta copa es la Nueva
Alianza sellada con mi sangre, que es derramada por vosotros” (Lc 22, 19-20).
Cristo se entrega por mí y por todos los hombres de todos los tiempos. El anticipa
esta entrega en la Cena tomando el pan que será su Cuerpo ofrecido por nosotros.
Con Cuchara y mucha Fe
Este testimonio deberá estimularnos, desde una profunda fe eucarística, a anhelar en
forma continua a que Cristo nazca realmente en nuestro cuerpo y alma, y no conformarnos
con “buenos” sentimientos. El verbo eterno no se hizo sentimiento, se hizo “carne” para
habitar entre nosotros.
Un capellán militar relataba este episodio que decía ser el más conmovedor y
ejemplar de cuantos había tenido ocasión de protagonizar en su larga experiencia
sacerdotal.
“Visitando un día a los enfermos de un pequeño hospital de campaña, me encontré
con un artillero herido que presentaba un síndrome avanzado de afección tetánica.
Lo preparé para recibir el sacramento de la Penitencia. Era la primera vez que lo
hacía. Pronuncié a su oído palabras de paz, consuelo y confianza en el Señor, y me
dispuse a ir en busca de los santos óleos a fin de administrarle la Unción de los enfermos.
En eso escucho la voz apagada del moribundo que me dice:
-Padre, ¿no me trae la Sagrada Comunión?
Su estado no se lo permitía. Tenía la boca horriblemente contraída y obturada por la
enfermedad. Traté de consolarlo:
-Te administraré la Sagrada Comunión cuando hayas mejorado. Pero el enfermo me
replicó con voz suplicante:
-¿No ve, padre, que me estoy muriendo? Yo quiero recibir al Señor…
-Basta por ahora que tengas el deseo ardiente de recibirlo. No puedes abrir la boca
para comulgar.
124
El enfermo miró alrededor y encontró de inmediato la solución: extendió la mano y
tomando una cuchara que había sobre la mesa de luz, me suplicó heroicamente:
-Con esta cuchara me abrirá la boca. Quiero recibir a Jesús antes de morir…”
“Por eso, el Señor Jesús, “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Se dirige al
corazón anhelante del hombre, que se siente peregrino y sediento, al corazón que suspira
por la fuente de la vida, el corazón que mendiga la Verdad”. (Sacramentum Caritatis 2.
Benedicto XVI).
El destino del hombre es luchar por amor hasta el último instante de su vida.
El que quiere llevar una vida espiritual seria deber luchar para que ésta crezca, se
desarrolle, evolucione, avance, tienda a la santidad.
Debemos luchar contra nuestra comodidad, pues son miles los pretextos que
ponemos para no crecer en la vida interior. De qué vale que se diga que aquella persona
es muy rezadora pero su vida deja mucho que desear: es vaga, informal, frívola,
desordenada, perezosa, inútil… Frente a esta realidad deberíamos meditar las palabras de
Jesús: “Quien es fiel en lo poco también lo es en lo mucho, y quien es injusto en lo poco,
también lo es en lo mucho” (Lc 16, 10).
Cuántas veces descuidamos la vida eucarística con el pretexto de que tenemos
muchas actividades, que, al final, llenan los días de un vació existencial.
No ver las cosas con los ojos de Dios, nos lleva al desaliento, al cansancio, y por qué
no decir, al hastío. El hombre que lucha por corresponder a su vocación de ser un alma
eucarística, después de contemplar a Jesús en el sagrario, se acostumbra a ver a Dios
detrás de todo, a saber que El lo espera siempre y que le reclama que lo siga con fidelidad.
Hemos de caminar por la vida con una preocupación sincera de luchar; para no perder su
divina compañía.
Cuando entramos en intimidad con Jesús, en el sacramento de la Eucaristía,
descubrimos su bondad para con nosotros y para con todos los hombres; siempre
dispuesto a oírnos, El jamás se cansa de escuchar y, sin embargo, nosotros nos cansamos
de ir a su encuentro.
“El hombre para caminar en su justa dirección, necesita ser orientado hacia la meta
final. Esta meta última, en realidad, es el mismo Cristo Señor, vencedor del pecado y la
muerte, que se nos hace presente de modo especial en la Celebración eucarística. De este
modo, aún siendo todavía como “extranjeros y forasteros” (1Pe. 2, 11) en este mundo,
participemos ya por la fe de la plenitud de la vida resucitada”. (Sacramentum Caritatis 30.
Benedicto XVI).
Una tarea urgente
En un cambio de época en que el domingo ha dejado de ser el día del Señor, urge
una nueva evangelización. Para todos los hombres de buena voluntad debe ser el día de la
adoración y de la glorificación de Dios, del Santo Sacrificio, de la oración, del descanso,
del recogimiento, del alegre encuentro de la intimidad familiar.
Profundizar lo que es el sacrificio del altar lleva a mejorar nuestra vida espiritual y a
encontrar el centro y razón de nuestra existencia. En cada celebración Dios renueva su
pacto de amor por nosotros. “Presten atención y vengan a mi, escuchen bien y vivirán. Yo
haré con ustedes una alianza eterna, obra de mí inquebrantable amor…” (Is 55,3).
El vino a la Tierra para que los cansados y agobiados encuentren alivio; los enfermos
salud; los tristes, hallen alegría. “Vengan a mi…” (Mt 11, 28). Estas son palabras divinas
que encierran una realidad que, por la prisa y el activismo, a veces olvidamos.
La Alianza Nueva y Eterna se renueva en cada misa. Ahí se nos da la Buena Nueva,
recibimos la promesa de la vida eterna y de la verdadera redención, la promesa de llegar a
la Patria Eterna.
“Vengan a mi los que deseen, y sáciense de mis frutos, porque mi espíritu es más
dulce que la miel, y más suave que un panal…”. Los que de mí coman tendrán siempre
125
hambre de mí…. El que me obedezca no se avergonzará, y los que me sirvan no pecarán”.
(Ecl. 24. 26 – 30).
Reflexionemos: Cuando tocan las campanas para ir a misa, ¿con qué disposición
voy a ella? ¿El activismo en el que vivimos me hace entrar a la celebración muy llena de
mí y muy vacía de Dios?
Enriquecemos el encuentro con el CATIC:
Nº 204: Dios se reveló progresivamente y bajo diversos nombres a su pueblo, pero la
revelación del nombre divino hecha a Moisés en la teofanía de la zarza ardiente, en el
umbral del Éxodo y de la Alianza del Sinaí, demostró ser la revelación fundamental tanto
para la Antigua como para la Nueva Alianza.
Nº 611: La Eucaristía que instituyó en la Última Cena será el “memorial” de su sacrificio.
Jesús incluye a los apóstoles en su propia ofrenda y les manda perpetuarla. Así Jesús
instituye a su apóstoles sacerdotes de la Nueva Alianza: “Por ellos me consagro a mí
mismo para que ellos sean también consagrados en la verdad” (Jn. 17, 19).
Nº 1325: “La Eucaristía significa y realiza la comunión de vida con Dios y la unidad del
Pueblo de Dios por las que la Iglesia es ella misma. En ella se encuentra, a la vez, la
cumbre de la acción por la que, en cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que, en el
Espíritu Santo, los hombres dan a Cristo y por él al Padre”.
ORACIÓN
Solo pido Señor…
Sólo pido, Señor, tener tu vida
Amarte sin medida, ciegamente,
Entregarme a tu Nombre nuevamente
Y volverme tu santa Eucaristía.
Que recibas mi amor y mi alabanza,
La adoración que ofrezco y la plegaria,
La súplica confiada y trinitaria
Que brota del Amor y la confianza.
Tengo sed de la vida que me entregas,
De tu Palabra viva y eficiente,
Del vino de la Pascua que renueva.
Del pan que me transforma lentamente,
Me incorpora a tu cuerpo y me recrea
En la vida que brota de tu fuente.
126
EL SILENCIO DE JESÚS
Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o un sueño…
Sólo recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un buen libro en la
mano. En algún lugar entre la semiinconsciencia y los sueños, me encontré en aquel
inmenso salón; no tenía nada en especial salvo una pared llena de tarjeteros, como los
que tienen las grandes bibliotecas. Los ficheros iban del suelo al techo y parecían
interminables en ambas direcciones. Tenían diferentes rótulos. Al acercarme, me llamó la
atención un cajón titulado: “Muchachas que me han gustado”. Lo abrí descuidadamente y
empecé a pasar las fichas. Tuve que detenerme por la impresión, había reconocido el
nombre de cada una de ellas: ¡se trataba de las chicas que a mí me habían gustado! Sin
que nadie me lo dijera, empecé a sospechar dónde me encontraba. Este inmenso salón,
son sus interminables ficheros, era un crudo catálogo de toda mi existencia.
Un sentimiento de expectación y curiosidad, acompañado de intriga, empezó a
recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido.
Algunos me trajeron alegría y momentos dulces; otros, por el contrario, un
sentimiento de vergüenza y culpa intensos que tuve que volverme para ver si alguien me
observaba.
El archivo “Amigos” estaba al lado de “Amigos que racioné” y “Amigos que abandoné
cuando más me “. Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. “Libros que he leído”,
“Mentiras que he dicho”, “consuelo que he dado”, “Chistes que conté”, otros títulos eran:
“Asuntos por los que he peleado con mis hermanos”, “Cosas hechas cuando estaba
molesto”, “Murmuraciones cuando mamá me reprendía de niño”, “Videos que he visto”…
No dejaba de sorprenderme de los títulos.
Estaba atónito del volumen de información de mi vida que había acumulado. Cada
una de las tarjetas estaba escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma. cuando vi el
archivo “Canciones que he escuchado” quedé atónito al descubrir que tenía más de tres
cuadras de profundidad y, ni aun así, vi su fin. Me sentí avergonzado, no por la calidad de
la música, sino por la gran cantidad de tiempo que demostraba haber perdido. Cuando
llegué al archivo: “Pensamientos lujuriosos” un escalofrío recorrió mi cuerpo. Solo abrí el
cajón unos centímetros. Me avergonzaría reconocer su tamaño. Saqué una ficha al azar y
me conmoví por su contenido… No necesitaba ver más… Un instinto animal afloró en mi.
Un pensamiento dominaba mi mente: Nadie debe entrar jamás a este salón… ¡Tengo que
destruirlo! En un frenesí insano arranqué un cajón, tenía que vaciar y quemar su contenido.
Pero descubrí que no podía siquiera desglosar una sola hoja del cajón. Vencido y
completamente indefenso, devolví el cajón a su lugar. Apoyando mi cabeza en el
interminable archivo, testigo invencible de mis miserias, empecé a llorar.
En seso, el título de un cajón pareció aliviar en algo mi situación: “Personas a las que
les he compartido el Evangelio”. La manija brillaba, al abrirlo encontré menos de diez
tarjetas. Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos.
Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza. Y mientras me limpiaba
las lágrimas, lo vi. ¡Oh No!, ¡por favor no! ¡El no!, ¡cualquiera menos Jesús! Impotente vi
cómo Jesús abría los cajones y leía cada una de mis fichas. No soportaría ver su
reacción. En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada. Intuitivamente Jesús
se acercó a los peores archivos. ¿Por qué tiene que leerlos a todos? Con tristeza en sus
ojos, buscó mi mirada y yo bajé la cabeza de vergüenza, me llevé las manos al rostro y
empecé a llorar de nuevo. El se acercó, puso sus manos en mis hombros. Pudo haber
dicho muchas cosas. Pero El no dijo ni una sola palabra. Allí estaba junto a mí, en silencio.
Era el día en que Jesús guardó silencio… y lloró conmigo. Volvió a los archivadores y,
desde un lado del salón, empezó a abrirlos, uno por uno, y en cada tarjeta firmaba su
nombre sobre el mío. ¡No!, le grité corriendo hacia El. Lo único que atiné a decir fue sólo
¡no!, ¡no!, ¡no! Cuando le arrebaté la fecha de su mano. Su nombre no tenía por qué estar
en esas fichas. No eran sus culpas, ¡eran las mías! Pero allí estaban, escritas en un rojo
vivo. Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre. Tomó la ficha de mi mano, me
miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas. No entiendo cómo lo hizo tan
rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado. Me miró con
127
ternura a los ojos y me dijo: “Todo esta consumado, está terminado, yo he cargado con tu
vergüenza y culpa”. En eso salimos juntos del salón…
Utilización Pastoral
En nuestra vida, muchas veces nos alejamos del camino señalado por Dios
¿cuáles son los motivos que nos llevaron a distanciarnos de su amor?
(Escuchar).
¿Cómo estamos respondiendo a la invitación que nos hace Jesús cada
domingo? (Escuchar).
¿Seremos capaces de renovar con Jesús esa Alianza que él hizo con
nosotros en la cruz, respondiendo como verdaderos discípulos suyos?
(Escuchar).
128
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 17:“La Vida de los que creemos en JESUCRISTO”
Objetivo: -Comprender que la verdadera fe en Dios nos lleva a
cambiar de vida, o sea, que siempre va acompañada
de obras.
CITAS BÍBLICAS
(Is. 58, 2 – 10)
…”Si en tu casa no hay más gente
explotada,…si das al hambriento lo
que deseas para ti y sacias al
oprimido; brillará tu luz en las
tinieblas…”
(Lc. 4, 14 – 21)
“Él me ha ungido para traer
Buenas Nuevas a los pobres…”
En este encuentro nos proponemos: Reconocer, en Jesús, al Salvador
esperado que viene para salvar a todos los hombres, haciendo, de todos los
pueblos, el pueblo de los hijos de Dios, la gran familia cristiana, la Iglesia.
MOTIVACIÓN:
“A”: El relato que figura en la cartilla de los niños.
“B”: El relato: “Historia de un Puente” que figura al final del encuentro,
desarrollando la dinámica que allí se detalla.
TENER PRESENTE:
•
•
•
•
Jesús mismo nos dice cuál es su misión, cuando lee al profeta Isaías en la sinagoga.
(Is, 61, 1 – 3), como lo refiere el evangelista Lucas (Lc. 4, 14, 21).
También lo hace en el diálogo con Nicodemo, Cristo ratifica par qué vino (Jn, 3, 17 –
18).
Jesús nace para salvar y no para condenar, porque vino para que todos los hombres
seamos felices, viviendo siempre en su amistad, en la tierra y en el cielo.
Cuando Cristo envía a los Apóstoles por el mundo, después de su Ascensión al cielo
les da la misión de anunciar la salvación a todos los hombres, asegurando, con su
129
•
presencia permanente, el fruto de l predicación apostólica (Mt. 28, 18 – 20 y Mc. 16,
15 – 20).
Sólo quien rechace voluntariamente y con plena conciencia la salvación, se
condenará.
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO.
Vida Nueva
Todos los hombres buscamos y queremos la salvación, la felicidad, porque Dios nos
ha creado para ser felices, en esta vida y en la eterna.
La vida es el mejor regalo de Dios al hombre. Y Dios es un Dios de vida. En Jesús
resucitado Dios se ha hecho vida para siempre. En el cristiano la vida es Dios mismo
derramada en el corazón por su Espíritu, Señor y dador de vida. La vida está situada en el
“corazón de nuestro corazón” que es Dios. Y éste es el reto. Y ésta es la búsqueda; no
hacia fuera, sino hacia dentro. Buscar en lo escondido es encontrarse con lo profundo, con
aquello que da sentido real y auténtico a la vida. Y encontrarla es vivir una experiencia de
gratuidad, de don, de regalo, de fiesta.
La constitución Pastoral “Gaudium es Spes”, del Concilio Vaticano II, sobre la Iglesia
en el Mundo Actual, analiza la condición del hombre en el mundo moderno, e interpretando
a la luz del Evangelio los signos de los tiempos, esboza las características del mundo de
hoy.
“El género humano se encuentra en una nueva era de su historia, caracterizada por
la gradual expansión, a nivel mundial, de cambios rápidos y profundos. Estos cambios
recaen sobre e mismo hombre, sobre sus juicios y sus deseos, sobre su modo de pensar y
reaccionar ante las cosas y los hombres. Podemos hoy hablar de una auténtica
transformación social y cultural, que influye también en su vida religiosa” (Gs4).
La vida es bella y maravillosa. Y hay que hacer “algo grande y hermoso para Dios”.
La vida hay que devolvérsela a Dios derramada en otras muchas vidas, sembrada en otros
muchos campos. La vida se nos ha dado para darla; la vida tiene vida cuando la gastamos
con los otros, la vida es vida cuando amamos. Porque vivir es amar. Porque vivir es
olvidarse uno de sí mismo y hacerse don al necesitado. Porque vivir es subir a lo alto de la
Cruz, de donde viene toda vida, y hacer lluvia de paz y bien sobre los hombres. Vivir es
gastarse en servicio al Reino, la causa de Jesús, la razón profunda de su vida.
Un sacerdote, el padre Luis Horacio Casella en un artículo escribía lo siguiente:
A veces los cristianos nos hacemos esclavos de las circunstancias, por ejemplo
cuando vamos a un velatorio, disponemos nuestro corazón para acompañar el dolor de los
deudos y buscamos la estola morada para rezar el debido responso, y, sin embargo no voy
a olvidar nunca el clima de alegría y fiesta que presencié, siendo seminarista, en el
velatorio y sepelio de un dirigente de Cursillos de Cristiandad. No pocos han de pensar que
se debe tratar de una locura con rasgos de psicosis colectiva, pero lo cierto es que el
cristiano no tiene puesta su mirada en la muerte sino en la Vida Eterna, y si esto ha llegado
a lo profundo de su corazón, la partida de los seres queridos se vive como Pascua y no
como Viernes Santo.
Casi en una misma predisposición fui en una ocasión a visitar a una abuela de
ochenta años que se había roto la cadera. Mientras estaba en el ascensor de la clínica iba
tratando de acomodar mi corazón al dolor que la mujer estaba padeciendo, y pensando
qué palabras podía emplear al enfrentarme con la pobre sufriente. Sin embargo fue ella la
que lo expresó todo, se alegraba de mi visita, y por sobre todo se alegraba de que Jesús la
hubiera escogido para cargar esa cruz con la que esperaba poder redimir almas del
purgatorio. ¿Acaso esa mujer deliraba de dolor? No, más bien tendríamos que
preguntarnos sobre la magnitud de su fe que la llevaba a vivir su fractura como gracia y no
como desgracia.
Y es que el Espíritu de Dios infunde vida nueva, eso es lo que nos permite ver la
vida desde esta nueva perspectiva, la que nos trae Jesús resucitado. “En realidad, el que
está en Cristo, es un criatura nueva, lo viejo a pasado, existe algo nuevo” (2Cor 5, 17).
130
Como cristianos confesamos teóricamente que el Espíritu debe “renovar la faz de la
tierra”. Pero en la práctica no es así, sino que confiamos más en el mundo viejo, en
realidad nos negamos a ser renovados y fortalecidos por el espíritu de Dios; estamos muy
cómodos en nuestro mundo viejo, quedándonos estancados, empantanados, y
hundiéndonos cada vez más en nuestras propias huellas. Es necesario dejarse encontrar
por Jesús.
Sin experiencia fuerte de encuentro con Jesús es imposible seguirle. Porque este
encuentro revoluciona la vida, la pone en otro clima, la hace entrar en otro proyecto, la
introduce en otro mundo de valores. El encuentro con Jesús es posible desde la fe.
La fe es adhesión a Alguien y no a algo. Así lo entendieron los primeros discípulos
en el encuentro con el Maestro. Les impresionó su vida. Los entusiasmó su persona. Y le
siguieron a El. Y poco a poco fueron asumiendo su doctrina, su programa de vida, su
camino. Su Evangelio.
La Misión
“Señor, dame lo que pides, y pídeme lo que quieras” (San Agustín, Obispo).
A todos los bautizados Dios nos regaló la gracia de ser instrumentos de su reino. A
cada uno según sus capacidades o limitaciones; a todos en nuestro tiempo, ambiente, etc.,
nos llama a evangelizar.
Somos, por vocación divina: evangelizadores, testigos de Jesucristo, constructores
de una nación – Patria Nueva- por la novedad del evangelio; somos semilla de la Cultura
de La Vida, herramientas libres en sus divinas manos para la edificación de su Santa
Iglesia (comunión – Misionera – solidaria – Casa y escuela de Oración, Casa y Escuela de
servicio).
Al igual que la Filiación Divina, la liberación del pecado original, las Virtudes
Teologales y las Cardinales y tantos otros dones: en el Bautismo Dios y la Iglesia nos
regalaron todo lo necesario para ser misioneros de nuestra cultura y de nuestro tiempo,
donde todo ya está dado a cada uno. Dios ya lo realizó para nuestra felicidad y el bien de
quienes nos rodean, de quienes son nuestros contemporáneos.
Este don de ser misioneros y evangelizadores, nos llama a asumir un mayor
compromiso de ejercer ese servicio y ministerio: trabajar por la paz de Cristo en el reino de
Cristo.
Este Don de Dios es cada día tarea a desarrollar, a trabajar, a fortalecer, a practicar
y a ejercer a favor de nuestro tiempo, de nuestra Patria, de nuestra sociedad.
La realidad que nos rodea necesita que cada uno de los fieles laicos; emprendan
cada uno, la tarea evangelizadora con auténtica pasión por Jesucristo y absoluta actitud de
servicio, capacitando su corazón y su inteligencia, fortaleciendo la voluntad, y, madurando
en la recta razón, se forjen en la escuela de las virtudes humanas y cristianas. Y así
regalen, donen físicamente todo lo necesario de sí mismos, para que brille el esplendor de
la Verdad que los hará a todos auténticamente libres.
El don de ser Hijos de Dios y la vocación evangelizadora, nos pide asumir el don y
la tarea, pidiendo como gracia de Dios, ser perseverantes, ser fieles. La perseverancia en
el bien, la fidelidad en el Amor y en la caridad social, hay que pedirlos siempre en la
oración, en la contemplación de Cristo, en la devoción mariana, en la vida sacramental.
“Queremos encontrar los modos de llegar a todos los bautizados, propiciando su
inserción cordial en la vida de la Iglesia, porque la mayor parte de los bautizados no han
tomado plena conciencia de su pertenencia a ella. Se sienten católicos, pero no siempre
miembros de la Iglesia. Procuraremos hacernos prójimos de los excluidos de la historia
para introducirlos en la misma experiencia que nos ha cambiado la vida.
La Nueva Evangelización implica un esfuerzo por salir al encuentro de las mujeres
y los varones de nuestros ambientes, especialmente de los que se sienten más alejados,
allí donde se hallan y en la situación en la que se encuentran, para ayudarles a
experimentar la misericordia del Padre”. (NMA 77).
131
Los Pobres
El documento de Puebla hace referencia a la pobreza “antievangélica” cuando dice:
Comprometidos con los pobres, condenamos como antievangélica la pobreza extrema que
afecta numerosísimos sectores de nuestro continente” (DP. 1159), por ser carencia de
recursos y expresión de privación y marginación indigna de la persona humana.
Respecto a la cual debemos “esforzarnos por conocer y denunciar”, sobre todo en
lo referido a los “mecanismos generadores de la pobreza” (DP 1160), con la finalidad de
sumar nuestros esfuerzos al de los hombres de buena voluntad para desarraigarla y así
crear un mundo más justo y fraterno” (DP 1161), a fin de “edificar la nueva civilización del
amor y de la paz que es muy exigente y requiere profunda formación y participación
responsable”. (DP 1192).
También teniendo muy en claro que aceptamos y amamos aquella pobreza
propuesta como modelo de vida, ya insinuada en el A.T. en “los pobres de Yahvé”, que
vivió Jesús y la proclamó como bienaventuranza (Mt. 5, 3; Lc. 6, 20); como recomendara
San Pablo usar las estructuras del mundo como si no las tuviéramos, como medios para
llegar al Reino “porque la apariencia del mundo es pasajera” (1Cor. 7, 31).
“Este modelo de vida pobre se exige en el Evangelio a todos los creyentes en
Cristo y por eso podemos llamarlo pobreza evangélica” (DP 1148), la cual “une la actitud
de la apertura confiada en Dios con una vida sencilla, sobria y austera que aparta a la
tentación de la codicia y del orgullo” (1Tim. 6, 3 – 109 (DP 1149), y que “se lleva a la
práctica también con la comunicación y participación de los bienes materiales y
espirituales; no por imposición sino por el amor para que la abundancia de unos remedie la
necesidad de los otros” (DP 1150).
La pobreza antievangélica es situación actual, y desde hace mucho tiempo, de
nuestro pueblo. La Iglesia pone su empeño en analizar estas situaciones y orientar hacia
las posibles soluciones.
La Universidad Católica Argentina (UCA) presentó un trabajo elaborado por el
Departamento de Investigación Institucional de dicha casa de estudios titulado Barómetro
de la Deuda Social Argentina del cual se desprende que: el déficit de oportunidades de
empleo, el aumento de la precariedad laboral y la impotencia de las políticas
actuales, son las principales responsables del aumento de la indigencia y la pobreza por
ingresos
Esta situación de “pobreza antievangélica” extrema, que padece la mayor parte de
nuestro pueblo, es una negación real y en la práctica de sus más fundamentales derechos;
es un escándalo y una contradicción con el ser cristiano que se fundamenta en el amor, es
darle vuelta la cara al Dios Creador y Redentor, es una miseria no merecida y, como dijera
Juan Pablo II “un gigantesco desarrollo de la parábola de Lázaro y el rico Epulón” .
Nosotros los cristianos por humanidad y por exigencia del Evangelio, tenemos que
escuchar este clamor por justicia que realizan nuestros hermanos, pero además con
audacia, valentía y amor hasta el sacrificio, tenemos que poner todos los medios para
ayudar a superar estas situaciones.
Es necesario, además, que los pobres sientan que son Iglesia y que la Iglesia sea
pobre y de los pobres, sirviendo a la noble lucha por la verdad y la justicia, a la luz de las
bienaventuranzas. (Juan Pablo II, Brasil, 2 /7/80).
Hoy debemos vivir a pleno las exigencias del Evangelio, para lo cual tenemos que
encarnar en nosotros los valores que el Señor nos propone, las actitudes a las cuales nos
llama, y la vivencia del amor pleno a todos nuestros hermanos sin distinción, formando
comunidades en la que “todos seamos uno en Cristo” (Gál. 3, 28), para así ayudar a
resolver estas situaciones injustas y perversas con las que vivimos.
Y entre estos valores que el Evangelio nos propone, en relación a la pobreza, hay
una virtud olvidada, que es la austeridad.
Cada hombre es único e irrepetible y es imagen de Dios, redimido por Jesucristo y
unido a Él en la Eucaristía; que nos trasmite la fuerza transformadora del Evangelio que es
el amor de Jesús que está presente en el mundo y del cual debemos estar plenos para
trasmitirlo a todos nuestros hermanos.
132
Porque la única salida posible es el amor, como el que Jesús vivió y nos enseñó
que llega a dar hasta la vida por los hermanos.
Leemos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN
Lo material, al pasar por las manos del hombre, se transforma en artículo de amor.
Hazme comprender, Señor, cuánto amor entregan los que confeccionan abrigos,
siembran trigo, barren las calles, construyen las casas, arreglan las averías, escuchan los
problemas, o simplemente estudian para el trabajo y el servicio del mañana.
Dadme, Señor, la Gracia de ofrecerte el trabajo cotidiano como un gesto litúrgico, como
una misa viviente para tu gloria y el servicio a los demás.
AMÉN
133
HISTORIA DE UN PUENTE
Cuando llegó el hombre aquél –pequeño, de ojos brillantes en un rostro que tenía
algo de payaso- yo tenía 17 años y vivía al otro lado del torrente. En primavera y
comienzos del verano, desbordaba o el agua helada y sucia de la montaña, corriendo en
mil remolinos y arrastrado troncos que chocaban entre sí.
El hombre aquél construyó su casa cerca del torrente. Durante la semana
desaparecía; luego me enteré que trabajaba en un aserradero. Los sábados llegaba
apurado a su choza y comenzaba a voltear grandes troncos.
Muchos de nosotros nos preguntábamos ¿para qué tanto esfuerzo luego de trabajar
toda la semana? ¿Qué juego traía entre manos con aquel trajinar de troncos? Pero todos,
con mayor o menor indiferencia lo dejábamos hacer. No molestaba a nadie... y algún día
se cansaría de tanto movimiento inútil.
Un fin de semana se acercó a mi choza y me pidió que le prestara una yunta de
bueyes.
-Quiero arrastrar troncos-, dijo.
Mi tía se la cedió por curiosidad. Al rato vimos que empujaba los troncos hacia el río.
Va a hacer una balsa, supusimos. Pero no. Mi asombro fue grande cuando le vi cavar un
pozo y enterrar un enorme tronco. Luego arrastró piedras para asegurarlo. Mi tío lo
observó durante todo el día hasta que descubrió el misterio de su emprendimiento: -quiere
hacer un puente-, afirmó.
Desde entonces hubo risas y comentarios sobre la inutilidad de aquel puente.
“Es una empresa económica, entretenida y sencilla”- dijo alguien, bromeando.
“Está loco, piensa que va a poder hacerlo”.
“Ya se va a desanimar cuando caigan las primeras lluvias”.
Otros dijeron enojados: “No tenemos que dejarlo, la gente de la ora orilla no nos
interesa... hemos vivido separados hasta ahora y así estamos bien. ¡Dicen que son gente
medio rara! ¿No nos harán daño? Mejor cuidarnos de ellos”.
Y así cada uno iba dando su opinión al respecto. Pero el hombre seguía inmutable en
su tarea. Avanzaba despacio pero seguro...
Nunca me pidió que lo ayudara, pero sin darme cuenta me puse a ayudarlo...
después de un rato, comentó: -va a ser lindo cuando podamos pasar el río.
El otro fin de semana me arrimé acompañado de dos amigos. Se nos unieron a su
vez dos hombres y una mujer de la ribera de enfrente.
Durante la jornada hubo bromas y cuentos. Entonces me di cuenta que “los de
enfrente” no eran tan malos como decían mis vecinos. Empezamos a saludarnos sin
amistad y sin prejuicios.
Al tercer mes éramos cerca de cuarenta trabajando en el puente. Lo habríamos
terminado pronto, de no ser por un violento altercado. Unas copas de más y una clara
rencilla por la jefatura entre Manuel, el carpintero, y Juan, el que trabajaba el hierro.
Los que antes se reían, ahora se jactaban de haberlo advertido a tiempo. No faltó
quien comentara: “Ya lo decía yo al comienzo, el puente no servía nada más que para
problemas. Más vale dejar todo como está y olvidarlo todo. Cada cual a su orilla y se
acabó”.
Cayeron las lluvias del verano, que paralizaron aún más la tarea, como si el clima
también estuviera contrariado. Una noche el río desbordó y en su creciente arrastró
consigo nuestros troncos y empujó las piedras enormes como si fuesen piedritas. Sólo
quedaba del proyecto un andamiaje vencido y semi- hundido que de nada serviría ya.
Ante el desastre, siguieron los comentarios:
“Uno no puede ponerse a construir así como así. ¡Un puente es una obra de
ingeniería!”
“Ese hombre es un soñador que la lluvia se encargó de despertar... tenía que ser
así”.
“Me da pena por la ilusión de tantos vecinos, pero tarde o temprano tenían que darse
cuenta”.
Pero una mañana, tempranito, el hombre empezó de nuevo. De nuevo, sin nada. De
nuevo, sin cómplices. De nuevo, en silencio. Y de nuevo se le empezó a arrimar la gente.
134
Muchos eran los jóvenes que lo hacían porque les resultaba divertido. Otros eran
adultos como él.
Tardamos tres semanas en terminar de limpiar la costa y en cinco meses la
construcción de la estructura de troncos. Al sexto mes poníamos barandas: - unas
barandas, para que los niños puedan correr por el puente sin peligro – dijo el hombre.
Fuimos ochenta en trabajar en las barandas. Por la tarde, ochenta y uno, cuando
llegó mi tío, que no había participado hasta ahora, fue el último en incorporarse. Esa
noche, muertos de fatiga, no nos separábamos de al lado de nuestro puente, todos
alrededor de un gran fuego.
Entonces nos dimos cuenta de que amábamos el puente, el río y que nos gustaba
estar juntos. Era verdad. Pero nos habíamos peleado y no todos trabajamos parejo.
También era verdad. Y llevaríamos esa verdad en la memoria para las mil empresas que
luego emprenderíamos.
UTILIZACIÓN PASTORAL
1. Leer el relato con atención en forma grupal. Luego compartir los sentimientos,
ideas, realidades que evoca la narración.
2. Identificar los diferentes personajes que aparecen el él (quien construye,
quien ayuda, quien desconfía, quien mira de lejos, etc.), reconocerlos tratando
de inferir las motivaciones por las que dichos personajes responden como
responden.
3. Debatir dentro del grupo: ubicándonos como constructores de puentes ¿cómo
ponderamos a quienes nos critican? ¿buscamos comprenderlos, o
inicialmente descalificamos su opinión?
4. ¿Conocemos en nuestras comunidad, familia, etc. Alguna persona que
podamos identificar como incansable constructor de puentes?
135
1º Año de Confirmación
Encuentro Nº 18:“Mostremos al Mundo la alegría de
SER CRISTIANOS”
Objetivo: -Agradecer al Señor la invitación que nos
hizo para conocerlo en familia y confiar en su Palabra.
CITAS BÍBLICAS
(Mt, 5, 1 – 12)
(Sal, 16, 1 – 11)
“Me mostrarás la senda de la
vida…”
“Felices los que tienen
espíritu de pobre, porque de
ellos es el Reino de los
Cielos
En este encuentro nos proponemos: profundizar nuestra fe en la vida que dura
para siempre y en el llamado de Dios a vivir eternamente siendo felices con él.
MOTIVACIÓN
Invitamos a los padres a participar del “Taller sobre la Alegría”, que se
encuentra desarrollado al final del encuentro. (Duración del taller 60’).
TENER PRESENTE
Este es el último encuentro de este primer año de preparación para el Sacramento
de la Confirmación.
Este encuentro es el “toque” a la responsabilidad de los padres. La expresión de su
fe, participando activamente durante el verano en la vida de culto. Cumpliendo con
el compromiso que asumieron con sus hijos de acompañarlos, fortalecerlos y
guiarlos en el camino de la fe.
Terminar el año catequístico no es hacer un paréntesis en la vida de fe, sino seguir
también en las vacaciones, preparando el corazón a la venida del Espíritu Santo en
la Confirmación. El ejemplo de los padres es condición necesaria para que el hijo
persevere. Hacerlo notar a los padres como responsabilidad suya ante Dios, la
Iglesia y el mundo.
El Espíritu Santo, Dios como el Padre y el Hijo, nos motiva permanentemente a la
fidelidad. Nada bueno podemos hacer sin su gracia y sin su ayuda. Invitar a los
136
padres para que, durante las vacaciones, hagan todos los días una oración al
Espíritu Santo, recordando su acción de renovación en la Iglesia y en cada hombre.
El Espíritu Santo es como el motor invisible de la Iglesia. Cuando Cristo
desaparece visiblemente deja a la Iglesia su Espíritu para que la anime, la
fortalezca, la ilumine, la llene de su amor y le ayude a vivir cada vez más en la
unidad.
PUNTOS PARA DESARROLLAR EL ENCUENTRO
Las Bienaventuranzas
Si el sermón de la montaña es considerado como un resumen del evangelio, las
bienaventuranzas, que lo introducen, pueden ser consideradas como su núcleo esencial,
que el mismo sermón irá después desenvolviendo.
Las bienaventuranzas condensan los valores del Reino, y la imagen del Dios de ese
Reino. Por eso son difíciles de comprender para la pura lógica y saber humanos; por eso
penetrarlas y asumirlas es un don del Espíritu, y supone ser un creyente del evangelio.
En este discurso Jesús habla a sus discípulos fieles. A ellos los declara
bienaventurados, felices, exigencias del discipulado a la felicidad. Estamos demasiados
hechos para la felicidad para que la fidelidad cristiana no coincida con ella. ¿Qué felicidad,
cuál es la verdadera felicidad y plenitud del hombre? Jesús nos lo declara enseguida,
cuestionando con ello muchos criterios prevalentes sobre la dicha humana.
Esta felicidad Jesús la promete en el presente y en vista de una plenitud en la vida
futura. No es sólo un consuelo para la otra vida; tampoco la felicidad prometida ahora es
total y estable.
Las bienaventuranzas no se comprenden sin las promesas de Dios y sin una gran
esperanza en el porvenir; ellas tienen una necesaria interpretación escatológica. En el
fondo son la misma promesa expresada diversamente.
Las bienaventuranzas implican que sus destinatarios vivan ciertas condiciones; en
ellas Jesús no felicita a todos o a cada uno. Suponen que revivan ciertas condiciones
objetivas de aflicción (San Lucas) o ciertas disposiciones de espíritu (San Mateo). Suponen
un estilo de vida evangélico.
La eficacia de las bienaventuranzas está garantizada por Jesús mismo. En él, el
Reino comenzó, y las realizaciones de la promesa y de la esperanza comenzaron. Las
bienaventuranzas no son un discurso ético-teórico, sino que reflejan la experiencia humana
y la actitud de alma de Jesús. Cristo mismo es el modelo de las bienaventuranzas; es su
fuete. Jesús es el único bienaventurado. Ellas nos enseñan cómo era y es en realidad
Jesús. Debemos evitar el peligro de moralizar las bienaventuranzas; su mensaje es
esencialmente cristológico.
Sabemos que los evangelios nos traen dos versiones de las bienaventuranzas: las de
San Mateo y la de San Lucas. Ambas tienen grandes semejanzas, pero son notorias
también sus diferencias: Mateo trae ocho y Lucas cuatro. A su vez, Lucas las contrapone a
cuatro lamentaciones, las cuales están ausentes en Mateo. Por un lado, las dos versiones
evangélicas son complementarias, pero refieren cosas diferentes. Las versiones de San
Mateo y San Lucas quieren decir cosas diversas aunque complementarias. Lucas se
refiere a situaciones objetivamente penosas; Mateo se refiere a actitudes de espíritu.
Ambas nos ayudan a conocer al Señor y el camino de su seguimiento.
No podemos interpretar cristianamente ninguna de las dos versiones, sin situarlas en
el contexto de la vida, de las actitudes y de la enseñanza global de Jesús, que es donde se
generan las bienaventuranzas. Tampoco podemos prescindir en su interpretación del
mensaje de los profetas, fuente de inspiración y referencia bíblica para Jesús y los
evangelistas que las formularon.
Nos ocuparemos ahora de las bienaventuranzas de San Mateo, a la que corresponde
la cita bíblica que tenemos en este encuentro, ya que analizar las dos versiones resultaría
sumamente extenso.
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Las Bienaventuranzas de San Mateo
Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de Dios. Dichosos los
afables, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los afligidos, porque ellos serán
consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por ser justos, porque
de ellos es el reino de Dios. Dichosos seréis cuando os injurien, os persigan y digan contra
vosotros toda suerte de calumnias por causa mía. Alegraos y regocijaos, porque vuestra
recompensa será grande en el cielo. (Mt 5, 3 – 12).
Mateo se refiere tanto a quien es bienaventurado (perspectiva de Lucas), sino a
cómo se es bienaventurado. Subraya las actitudes evangélicas del seguidor de Jesús;
presenta un programa de vida cristiana.
Las bienaventuranzas de Mateo se agrupan según dos versiones de la vida cristiana;
las actitudes interiores (pobres de espíritu, afables, afligidos, los que tienen hambre y sed
de justicia y los limpios de corazón), y la praxis evangélica (los misericordiosos, los que
trabajan por la paz, los perseguidos por ser justos). Las bienaventuranzas de Mateo nos
señalan un estilo de vida, un modelo de espiritualidad evangélica en vista de la misión del
cristiano en el mundo (ser sal y luz).
“Dichosos los pobres de espíritu…”. Los pobres de espíritu (anawin en la Biblia),
como los afables, son los humildes delante de Dios; los que ponen su confianza
primordialmente en él; los que no se irritan ni se rebelan ante las contradicciones. San
Mateo nos enseña cómo hacernos pobres como virtud, con una pobreza que es liberadora.
“El que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 33) ante esta
exigencia radical, Mateo nos señala la raíz: Hacerse pobre de espíritu, que es la actitud
interior que debe acompañar a toda pobreza evangélica, o pobreza voluntaria a causa del
Reino.
Pobreza de espíritu sin estilo de vida pobre, desprendido, solidario con los pobres no
es virtud cristiana; no es la auténtica bienaventuranza: es fariseísmo, o ilusión.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia…” Jesús se refiere aquí a la
justicia según la tradición bíblica, y en ese contexto debemos entender la felicidad y
saciedad que él promete. Para nosotros, justicia tiene un matiz sobre todo social, propia de
las relaciones humanas en todos sus niveles. En la enseñanza bíblica tiene un sentido más
amplio y religioso.
Justicia (Justo) en la Biblia (y evidentemente en esta bienaventuranza) significa la
fidelidad plena a la volunta de Dios y a su Reino. Es la santidad; el total seguimiento a
Cristo.
La bienaventuranza promete a los que desean ardientemente (“hambre y sed”) que
se haga la volunta de Dios y se establezca su Reino en ellos y en la sociedad, que algún
día serán saciados. En el cristianismo se encuentra a Dios en la medida que se le desea;
punto de partida de la santidad es el deseo de ser santo.
“Dichosos los misericordiosos…” Esta bienaventuranza mira a la práctica del
amor fraterno; a una actitud interior. Dios será misericordioso con nosotros en la medida
que nosotros hayamos sido misericordiosos con el hermano. En este sentido esta
bienaventuranza es una condición para entrar al Reino.¿Pero qué significa tener
misericordia según el evangelio? Esencialmente dos cosas: Perdonar de corazón a los
demás, y esto indefinidamente (“setenta veces siete” en la expresión de Jesús) y poner
acciones eficaces para ayudar al afligido y necesitado.
“Dichosos los que trabajan por la paz…” La bienaventuranza no se refiere a los
pacíficos (que es insuficiente, pues el pacífico evoca una actitud buena pero pasiva: estar
en paz con los demás en los que depende de uno). Tampoco se refiere a los pacificadores:
el pacificador requiere poder, a menudo poder político, lo cual no está al alcance del
cristiano común. Se refiere a los que trabajan por la paz, que es una acción positiva que
cualquiera puede realizar en su ámbito de vida, trabajo o influencia.
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Trabajar por la paz es ayudar a acercar y reconciliar a personas, familias, grupos,
entre sí.
La primacía del amor fraterno y de la construcción de la fraternidad cristiana en el
mensaje de Jesús, viene a ser el hilo conductor no sólo de estas bienaventuranzas activas
de San Mateo, sino de todo el sermón del monte, que es el desarrollo de sus ocho
bienaventuranzas. De ahí que al concluir su discurso en la montaña, Jesús lo resume en
una conclusión que para sus oyentes es la reiteración del mandamiento supremo del amor:
“Por tanto, todo lo que queráis que hagan con vosotros los hombres, hacedlo también
vosotros a ellos, porque en eso consiste la Ley y los profetas” (Mt 7, 12).
“Dichosos los limpios de corazón…” ¿Quiénes son los puros de corazón?
Aquellos que han arrancado de su espíritu las malas tendencias. Se trata de la pureza
según la ética del evangelio, para aproximarse al Dios santo. Rectitud moral, ausencia de
falsedad, es la forma como también los salmos identifican a los de corazón puro. No
bastan las buenas intenciones para vivir el ideal del evangelio, sino que es necesario poner
actos buenos y consecuentes.
Los de corazón puro “verán a Dios”. Ver a Dios es la promesa novedosa de Jesús.
Recordemos que como vimos en los encuentros anteriores, en la antigua tradición bíblica
no se podía “ver a Dios” (p. Ej. Moisés en la zarza ardiendo), y aquel que veía a Dios tenía
que morir. Jesús en cambio ofrece en esta bienaventuranza la visión real del Dios
auténtico, y lo reiterará a través de su enseñanza. “La vida eterna es que te conozcan a ti,
el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3).
El Dios en el cual creemos y adoramos, al cual seguimos, es el Dios de las
bienaventuranzas. Un Dios que ama sin predilección y que se pone al lado de los pobres,
los afligidos, los perseguidos injustamente, los que el “mundo” rechaza y desprecia. Un
Dios tolerante, de larga paciencia, manso y humilde en su actuar. Un Dios misericordioso,
que sabe perdonar indefinidamente y que es solidario con sus hijos más débiles y
necesitados.
Un Dios que desea ardientemente el advenimiento de la santidad y los valores del
Reino en la tierra, y que nos llamó a colaborar en esta tarea compartiendo esta su hambre
y su sed, un Dios, en fin, al que podremos ver tal cual es, y cuya experiencia en la tierra
nos es adelantada, a causa de cristo, en la noche luminosa de la contemplación.
Mostremos al mundo la alegría de ser cristianos en:
“La simple alegría de las cosas simples”
Caminar por la vida es un desafío, una aventura y también una oportunidad. La ruta
no siempre es llana; hay curvas y senderos, y no siempre está bien señalizada. No
obstante, tenemos que avanzar por ella y descubrir que, a pesar de todo y tal vez, gracias
a todo, la vida es una aventura hermosa, un desafío apasionante y una oportunidad para
serlo que Dios nos propone que seamos.
Cuando por ella caminamos cotidianamente, suele ocurrirnos que vamos apurados,
con la cabeza llena de las ideas que nos preocupan, sin mirar a los costados, sin percibir
tanta grandiosidad escondida en la pequeñez de los seres y cosas que a diario pasan a
nuestro lado.
El hombre de fe, como el poeta, tienen esa mirada que llega al interior del otro y les
permite comprender la importancia de lo que parece pequeño o insignificante.
Sabemos que hasta el que hace el trabajo más humilde construye el Reino de Dios,
cuando hace de su trabajo una oración. Y justamente por esto, la alegría en él es sinónimo
de paz interior.
Hemos de proponernos entonces, con un abrazo abierto, con sonrisa franca, estar
dispuestos a realimentar el entusiasmo, la alegría, amar la vida, canta a la vida, porque el
hombre de fe es un optimista a pesar de…
Como aquella catequista que realmente y con urgencia tenía que pedir “el pan de
cada día” al rezar para que comiera ella y cada uno de sus cinco hijos, ella sin un trabajo
estable y con el marido alcohólico y sin ninguna ocupación seria. Sufría los desbordes del
arroyo que le inundaban su casa varias veces al año, con las consabidas secuelas de
problemas desalad y falta de medicamentos para sus hijos. Sin embargo nunca en sus
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labios una queja; jamás un reproche, sino más bien la gratitud a Dios por lo que no le
faltaba, la alegría cotidiana de poder compartir lo poco que tenía con los enfermos que
visitaba en el barrio, la felicidad de recibir a cada hijo que fue irrumpiendo en el hogar, la
generosidad de hacer espacio a los familiares sin techo, y la capacidad de cargar nuevos
problemas con una sonrisa y la confianza en Dios.
No ignoramos la tristeza porque es parte de la vida, pero no debemos quedarnos en
ella sino avanzar. Aprender a abrazar la vida perdonando hasta los golpes que nos dé.
Mirar la vida de frente será entonces aprender a saludar cada nuevo día como regalo
de Dios. Al abrir la puerta descubriremos que lo cotidiano se ha transformado, porque
estará teñido con nuestro nuevo estado de ánimo, porque miraremos lo habitual con
mirada nueva y aprenderemos a amar la sencillez…
En este milagro de existir, seamos fieles a las cosas simples que nos hacen sentir
verdaderamente humanos, para que así el alma crezca de otro modo y en proporción
inversa a los años que pasan, cuando se ha perdido la capacidad de asombrarse, de
agradecer y amar.
Creamos firmemente en la infinita PROVIDENCIA de Dios.
Leemos la ficha de los niños y aclaramos dudas.
ORACIÓN:
Danos tu Espíritu, Jesús,
Para aprender a encontrar
Los rastros visibles
De tu caminar entre nosotros.
Ayúdanos a llevar a todos tu alegría
Que nace del Evangelio.
El sentido profundo de vivir.
El gozo de saber
Que hay un camino,
Que hay alguien que nos espera,
Nos acompaña y ayuda.
Danos tu Espíritu, Jesé,
Para aprender a vivir con alegría y
Transmitiendo alegría,
Nuestro diario testimonio
De discípulos seguidores
De aquel que, lleno del Espíritu,
Pasó haciendo el bien,
Dando vida.
Espíritu de Jesús.
Escucha nuestra oración.
Ven a nuestro encuentro,
Cambia ya nuestros corazones
Y llénalos
De la alegría del Evangelio.
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PROPUESTA DE TALLER SOBRE LA ALEGRÍA
“La alegría que nos ofrece Jesús en su Palabra es un fruto del Espíritu Santo “(Gál. 5, 22).
“Una nota característica del Reino de Dios” (Rom. 14, 17) “y de la vida del cristiano” (Hech.
2, 46).
No se trata del entusiasmo pasajero, sino del gozo que, más allá de las circunstancias, nos
acompaña en nuestro camino. Alegría que brota de la comunión con el Señor, de estar
confiados en sus manos, de la seguridad de su compañía y protección en todo tiempo.
PRIMER MOMENTO
Les proponemos trabajar con algunas frases sobre la alegría. Cada uno debe elegir una y,
en cuatro grupos, se les da 15 minutos para compartir.
1) ¿Por qué eligió esa frase?
2) Expresen qué situaciones los alegran.
3) Escribir una lista con cinco de esas situaciones, priorizándolas
de acuerdo con su importancia.
Frases:
1: “Enseña a los hombres que no tienen otro deber en este mundo que la alegría”
(Paul Claudel).
2: “La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero
encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tiene otro origen. Es
espiritual”. (Pablo VI).
3: “Si decae tu alegría, se extinguirá la de los demás. Si conservas tu alegría, seguro
que los demás acabarán siendo mejores”. (Cabodevilla).
4: “La alegría es la piedra filosofal, que todo lo convierte en oro”. (Franklin).
5: “La persona está creada para la alegría; el hombre no puede vivir largo tiempo sin
alegría”. (San Pablo de la Cruz).
6: “La alegría es como el sol: ilumina a quien la posee y reanima a cuantos reciben
sus rayos”. (J. C. Labaké).
7: “Podemos gozar de la alegría cuando descubrimos realmente que somos
necesarios”. (J.C. Labaké).
8: “Podemos gozar de la alegría, cuando descubrimos que lo importante, en cada
momento, es lo que, en cada momento, estamos haciendo”. (J.C. Labaké).
9: “La diversión viene de las cosas. La alegría, del interior de uno mismo”. (J.C.
Labaké).
10: “La alegría sale al encuentro de los que creen en ella”. (J.C Labaké).
Después se hace la puesta en común de la frase más elegida y la lista del punto 3.
SEGUNDO MOMENTO
Se propone hacer un trabajo con el Evangelio. En los mismos grupos, leen uno de los
cuatro textos y comparten sobre la base de las preguntas sugeridas.
Textos:
Lucas 1, 46-56. Magnificat.
Celebra todo mi ser la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en el Dios que me
salva. En verdad, el Todopoderoso hizo grandes cosas para mí, reconozcan qué santo es
su Nombre.
-¿Alguna vez experimenté la alegría de la acción de Dios en mi vida? ¿Cuándo? ¿En
qué circunstancias?
Lucas 6, 20-23. Bienaventuranzas
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Felices ustedes si los hombres los odian, los expulsan, los insultan y los consideran
unos delincuentes a causa del Hijo del hombre. En ese momento, alégrense y llénense de
gozo, porque les espera una recompensa grande en el cielo.
-¿Alguna vez experimenté la alegría de sufrir dificultades a causa de mi fe?
¿Cuándo? ¿En qué circunstancias?
Lucas 10, 17 – 24. Regreso de los setenta y dos discípulos y revelación del
evangelio a los humildes.
Sin embargo, no se alegren porque someten a los demonios; alégrense más bien
porque sus nombres están escritos en los cielos.
-¿Alguna vez experimenté la alegría de conocer a Jesús y realizar su voluntad?
¿Cuándo? ¿En qué circunstancias?
Lucas. 15, 11 – 32. El hijo arrepentido y perdonado
Había que hacer fiesta y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto y ha vuelto
a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.
-¿Alguna vez experimenté la alegría de la reconciliación con Dios y con los demás?
¿Cuándo? ¿En qué circunstancias?
A modo de síntesis, cada grupo elaborará una frase sobre la alegría, que luego
pondrán en común.
TERCER MOMENTO
Se propone trabajar sobre algunos programas televisivos que tengan como propuesta
“entretener y alegrar” al televidente. Tratarán de discernir cuál es el concepto de alegría
que transmiten a través de este medio. Sugerimos mostrar algunas partes, previamente
seleccionadas de los programas, en caso de no ser posible, se recordarán episodios y
pasajes determinados. Para poder analizar críticamente este material, presentamos la
siguiente guía:
-¿Cuáles son los recursos que utilizan para generar “alegría” en el público? ¿Son
válidos? ¿Por qué?
-¿Cuál es el concepto de alegría que expresa el programa? ¿A qué cosas está
asociado este concepto de alegría?
CUARTO MOMENTO
Después del tiempo que haya requerido este trabajo, se propone realizar un debate
guiado por el matrimonio guía, donde se intentará establecer en qué consiste la alegría
que nos presenta la sociedad, a través de los medios de comunicación. Inmediatamente,
se retoman las frases que cada grupo elaboró a partir del trabajo con la Palabra de Dios y
se invita a pensar qué actividades pueden realizar que proporcionen “verdadera alegría”.
QUINTO MOMENTO
Finalizamos el encuentro con una oración espontánea, después de leer el siguiente
testimonio de la Madre teresa de Calcuta:
“La alegría es fundamental en nuestra vida. Es el signo de la persona generosa. Si
las hermanas no fueran alegres, di no sirvieran a Dios y a los demás con alegría, nuestra
vida sería una pura esclavitud. Y no atraeríamos a nadie. El que tiene a Dios en su
corazón, desborda de alegría. Nuestra alegría es el mejor modo de predicar el cristianismo.
Al ver la felicidad en nuestros ojos, tomarán conciencia de su condición de hijos de Dios.
Imagínense lo que sería una hermana yendo a las barrancas con cara triste y caminando
pesadamente. Sería mejor que se quedara durmiendo. Sólo aportaría a los pobres más
desesperanza y tristeza. La alegría es un don que se le ha otorgado al hombre para que
pueda gozarse de Dios”.
Horacio Prado y Ricardo Stirparo.
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BIBLIOGRAFÍA
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fieles laicos sobre la eucaristía fuente y culmen de la vida y de la misión de la
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(P.Marciano Alba y Equipo). Editorial San Pablo.
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De Bueyes Perdidos. * Tómate Tiempo.
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CUENTOS RÁPIDOS PARA LEER DESPACIO 1, 2 Y 3. María Inés Casalá
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145
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