lunES 29 de DICIEMBRE de 2014 o1 Montevideo, Uruguay · lunES 29 de DICIEMBRE de 2014 · Nº 35 día del FUTURO Ventas en un centro comercial de Montevideo. / foto: mauricio kühne La oferta te demanda El consumo se expande cautelosamente en la sociedad uruguaya Créditos, préstamos, descuentos, promociones. Largas filas para pagar, gente con más paquetes y bolsas de los que puede cargar. Estas imágenes se intensifican en esta época, pero son comunes en el transcurso del año. Después de la edición especial del Día del Futuro, con la obsolescencia programada como tema central, la pregunta ahora es si Uruguay es un país consumista. La austeridad que defiende el presidente José Mujica y el aumento del consumo de algunos sectores conviven en un país donde este fenómeno se expande aunque aún está lejos de lo que ocurre en otros países. “El consumo es una forma de reproducción social y es parte de la naturaleza biológica de los seres humanos. Siempre existió y es saludable; consumimos para sobrevivir”. Con estas líneas, la doctora en sociología y especialista en consumo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar) Rosario Radakovich definió una actividad tan básica como controvertida para los humanos. Se podría decir que esta ambigüedad parte de la etimología de la palabra base consumere, que en su acepción anglosajona tiene un carácter positivo de “adicionar” o “sumar”, mientras que en la vertiente del latín se relaciona con lo negativo, con “agotar algo”. Más allá de que sea una actividad básica, “como seres sociales establecemos jerarquías y nos distinguimos, y el consumo ofrece un puzle de posibilidades de diferenciación social, porque algunos consumen aquello a lo que otros no tienen acceso”, relató la socióloga. Siguiendo esta línea, reconoció que “tradicionalmente se ha considerado al consumo la oveja negra de la familia, por la impronta negativa” que se le asigna. Por un lado, sirve para “marcar nuestra identidad frente a otros”; por otro, “puede generar procesos de diferenciación y desigualdad”, estableció. Para Radakovich, en el último tiempo se “ha acelerado muchísimo el consumo de bienes y mercancías” en Uruguay y “estamos más pendientes de las tendencias y de la renovación”. Se percibe en el consumo más básico: el supermercado debe proveer variedades de productos, “esperamos ver cierta variedad de pan, de leche, de yogur”. No sólo hay una estratificación cada vez más fuerte, sino que también hay una “estilización de los consumos”, por lo que se privilegia la estética de los productos, incluso de los envases. Según la socióloga, esto coloca a Uruguay en “un proceso de transición hacia una sociedad de consumo, más propia de los códigos globales y modernos”. La fortuna de ahorrar Hace ya 20 años que la psicóloga Verónica Massonier escribió El consumidor uruguayo en el espejo. Varias de las tendencias que se describen en ese libro se han profundizado en ese lapso. Una de ellas es la conciencia verde: “Hoy en día ya no sorprende el tema de cómo nos ocupamos de todo lo que tiene que ver con sustentabilidad”, afirmó. Pero también se está dando una expansión del consumo, de la mano de las generaciones más jóvenes. “Esa generación se formó cuando el consumo era expansivo, y aunque después vino la crisis de 2002 y la sociedad se retrajo, ellos ya tenían instalado un modelo diferente y hoy se están encontrando con las otras generaciones herederas de la austeridad de los inmigrantes”, explicó. La psicóloga sostiene que históricamente la sociedad uruguaya ha sido cuidadosa en el consumo, ya que había un imaginario de escasez incluso en momentos de prosperidad. “Se decía que no se debía dejar la comida en el plato”, ejemplificó. Al igual que Radakovich, Massonier prefiere no hacer juicios de valor ni utilizar la palabra “consumismo”, debido a su acepción negativa, y considera que se trata de “dos modelos diferentes”. Mientras que en uno, la contención, la austeridad y la moderación son valores, en el otro se aprecia el disfrute expansivo. Radakovich define esta diferenciación como “dos éticas distintas frente al consumo”. Por un lado, la ética liderada por Mujica, quien pregona un consumo no vinculado a la felicidad y respaldado por un sector de la sociedad que “no apuesta tanto al gasto y la renovación permanente de objetos”. Por otro, la socióloga dio cuenta de que “heredar el mueble de la abuela y reciclarlo es un proceso que se ha ido desgastando, para dar paso a otros más comunes en el mundo: el mueble de Divino, que es más barato, se rompe y lo tirás”. En la sociedad uruguaya, según Massonier, conviven varios segmentos sociales que están en diferentes etapas en su relación con el consumo. Al aumentar el poder adquisitivo en la última década y mantenerse estable la tasa de empleo, así como el acceso a los créditos, muchas personas se han animado a consumir más. “Hay familias que se están poniendo al día con algunos gustos, algo que de repente no se permitían hace un tiempo”, contó y o2 lunES 29 de DICIEMBRE de 2014 agregó que “no es más que una puesta a punto de la casa, de las cosas, de su cuidado personal”. Años atrás, las financiaciones y las tarjetas de crédito no se otorgaban a los sectores populares; sin embargo, actualmente se “democratizó” su uso con una “racionalidad más igualitaria”, indicó la socióloga. En las antípodas, otras familias están en el posconsumo, según Massonier, y ya no necesitan comprar objetos materiales, por lo que buscan otras experiencias, como viajar. De apariencia La contadora Susana Picardo coordina el Área de Historia Económica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar y trabaja en una tesis de maestría que estudia el consumo privado uruguayo entre 1960 y 2010. Picardo contó que los índices de precios reflejan los cambios, en parte porque hay gastos que antes se nucleaban en un solo rubro y con el transcurso de los años se diversificaron. Así sucede con las comidas fuera del hogar, que adquirieron relevancia porque “la mujer dejó el hogar para salir a trabajar y cambiaron las rutinas en la preparación de alimentos”. Pero también los rubros vinculados al mobiliario, la enseñanza y la salud adquirieron protagonismo. Si de gasto de alimentos se trata, desde 1985 se observa una baja en la incidencia del gasto total. Esto se debe, según Picardo, al encarecimiento de servicios como la salud y la educación, pero no significa que los uruguayos consuman menos alimentos que en otras épocas. Esta baja incidencia puede deberse a varios motivos: que la población consume otros productos, que los precios relativos en relación con otros bienes y servicios bajaron, o que cambiaron los hábitos de consumo. Al igual que los alimentos, la contadora agregó que la ropa y el calzado también tienden a bajar su incidencia en el total del gasto privado. Sostuvo que cada vez se consumen más productos tecnológicos, lo que explica en parte la baja incidencia de estos rubros. Además, la gran oferta de servicios incita a su mayor consumo, aseguró. En este sentido, el marketing y la publicidad incentivan a comprar, por lo que a simple vista puede observarse un consumo desmedido. Sin embargo, Massonier sostuvo que, por un lado, hay que considerar “la sensación subjetiva que produce ese cúmulo de estímulos para comprar” y, por otro, el análisis de lo que pasa en cada familia: si bien posiblemente haya un endeudamiento mayor, éste es “bastante cuidadoso”. Por lo tanto, en el micromundo de una familia no se da “el hiperconsumo”, sino que es una sensación. La psicóloga dijo que el caso de la tienda de ropa estadounidense Forever 21 admite esa lectura. Aunque la apertura de la casa donde se venden productos de esa marca llamó la atención por las largas filas para ingresar al local, no es más que un “fenómeno adolescente”. “Es un fenómeno similar al que se genera con un grupo de rock, con colas la noche anterior para sacar la entrada”: aunque esta vez se focalizó en una tienda, “pudo haber sido con otra cosa”. Por su parte, Radakovich tiene varias explicaciones para este fenómeno, que se vinculan con las características del mercado uruguayo: un mercado pequeño de la vestimenta, que no cuenta con mucha variedad, que uniformiza, pero con precios altos que chocan con las posibilidades reales de los trabajadores uruguayos. “Cuando se instala una tienda nueva es obvio que va a generar una expectativa altísima”, declaró. Los sectores medios tienen la posibilidad de viajar a Buenos Aires a comprar ropa, los sectores altos pueden ir a Estados Unidos, pero los sectores más populares muchas veces dependen de ofertas y de nuevas posibilidades. “Hay una necesidad fuerte de cambio, de diferenciación y de acceso”, remató. La socióloga también ejemplificó con la compra de televisores de última generación durante los mundiales de fútbol: no considera que los uruguayos sean consumistas porque se “abalanzan” a comprarlos, sino que “hay una postergación muy fuerte en pos del consumo”. Además de que es “socialmente bien visto tener un plasma”, muchas veces es “la única opción de consumo cultural o de uso del tiempo libre” de los trabajadores. “Las personas tienen una serie de condiciones materiales, pero Preparate para el futuro Desde 12 x $1.358 en plan por mes IVA inc. LTE mes IVA inc. de $1.450 por AntelDeTodos antel.com.uy Contrato a 2 años. Válido para los primeros 100 contratos realizados a través de tienda.antel.com.uy también de expectativas y de deseos que tienen que cubrir”, sentenció Radakovich. Así explicó los “impulsos consumistas” de algunos sectores de la sociedad y la tan frecuente “inversión de necesidades”. El “discurso moralizante” sostiene que “‘hay gente que no tiene para comprar pan y leche, pero se compró un plasma’, hay que discutirlo”. En su opinión, ese tipo de compras muchas veces tienen un “componente de integración social”. En este sentido, las fiestas tradicionales son el momento de correrse de lo cotidiano y darse gustos especiales. Se renueva la vestimenta, la casa, se hacen sociales, se compra comida. Siempre hay un impulso muy fuerte del consumo en esta época, también estimulado por la variedad de ofertas. Radakovich se basa en el autor Daniel Miller para terminar de explicar por qué los impulsos consumistas no son necesariamente egoístas o individualistas. Miller estudió qué compran las mujeres en el supermercado y por qué. Así descubrió que muchos de los productos que llevaban a sus casas eran los preferidos del hijo o del marido, por eso tituló ese capítulo “Hacer el amor en el supermercado”. Nadie se escapa Las especialistas no consideran que exista un consumo desmedido aún, pero sí un futuro cada vez más consumista. “Mientras el acceso al crédito no sea muy desmesurado, que muchas veces es lo que condiciona el consumo de los jóvenes, no creo que lunES 29 de DICIEMBRE de 2014 se genere un consumismo exagerado”, expresó Picardo. Ejemplificó con el caso de Estados Unidos, donde “se compraban viviendas a bajo costo, las hipotecaban tres o cuatro veces y se produjo el crack”. Lejos de esta realidad, según Massonier, la tendencia al consumo debe observarse como un proceso en el que todavía “no hemos encontrado un punto de equilibrio entre acumular más objetos, que se transforman en basura, y la búsqueda de un planeta más verde”. En el mismo sentido, Radakovich auguró que la sociedad uruguaya va en camino a ser consumista: este fenómeno adquiere un lugar central en la vida de las personas, quienes se identifican en base a lo que compran. La socióloga cree que “no escapamos al mundo occidental en el que vivimos, donde el consumo es una fuente de identidad, de renovación, pero también de diferenciación social”. Por esto, en las sociedades desiguales de América Latina “es muy difícil confrontar las expectativas de consumo con las realidades de toda la población”. Se marca con más fuerza la inconsistencia entre los deseos de integrarse mediante al consumo y las posibilidades reales. En este contexto, el consumo “siempre va a marcar de manera más intensa procesos de desigualdad y exclusión”, e incluso va a “generar conflictos sociales”, aseguró Radakovich. Natalia Calvello, Florencia Pagola o3 ¿Qué querés? Profesionales de la Udelar investigan posibles desarrollos para Uruguay Los juicios ciudadanos a la energía nuclear (2010) y a la megaminería (2011) arrojaron como resultado la necesidad de que los uruguayos definan criterios sobre qué desarrollo se quiere para el país. El panel de ciudadanos que participaron en estas instancias llegó a la conclusión de que no se puede discutir sobre temas de esta envergadura sin un consenso general sobre cuáles son los aspectos más importantes para la sociedad. A finales de 2012 se hizo una puesta en marcha de lo que sería un proyecto ambicioso y de larga data, pero necesario. 15 profesionales de diversos servicios de la Universidad de la República (Udelar) trabajan en la investigación interdisciplinaria “¿Qué desarrollo para Uruguay?”, entre los que se encuentran Marila Lázaro, de la Facultad de Ciencias de la Udelar, y Cristina Zurbriggen, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar. El proyecto se financia parcialmente con el Fondo Universitario para contribuir a la comprensión pública de temas de interés general de la Comisión Sectorial de Enseñanza y por la Organización de las Naciones Unidas. Cuenta con profesionales de diversas áreas: Agronomía, Ciencias Políticas, Desarrollo, Economía, Ciencia, Tecnología y Sociedad, Filosofía y Sociología. Con el objetivo de estimular diálogos sobre las dimensiones deseables del desarrollo y el futuro de Uruguay, se constituyeron tres fases, que implican tres metodologías diferentes de consulta y deliberación. La primera es la Delphi; con esta metodología se consultó a 40 especialistas en las diversas áreas vinculadas al desarrollo, mediante cuestionarios que se centran en analizar el país y su desarrollo. Las respuestas se enviaron a los expertos con nuevas preguntas. “El resultado final de Delphi es un conjunto de visiones sobre el desarrollo, más o menos consensuadas, así como un panorama del porqué de las divergencias”, explicó Lázaro. Con esto se realizará un informe que está previsto que esté pronto en febrero. Una segunda etapa está enfocada en los jóvenes. En los focus groups participan personas de entre 18 y 29 años de edad, de nivel socioeconómico heterogéneo, de los departamentos de Montevideo y Tacuarembó. Se relevará la opinión de jóvenes de localidades vinculadas con la ganadería, la actividad agroforestal y la minería. Esta metodología consiste en formar grupos de diez o 12 jóvenes, guiados por una persona, que mediante preguntas exponen su percepción del futuro desde la perspectiva de sus vidas cotidianas. El objetivo es indagar en sus preocupaciones e intereses; en qué aspectos la sociedad avanza; y cómo perciben su poder de incidencia en los cambios socia- les demandados. Según Zurbriggen, 100 jóvenes de ambos departamentos han participado en los focus groups, y se pretende hacer una segunda convocatoria que permita “comparar las convergencias y divergencias entre cada estrato”. En este momento se está comenzando con la tercera fase: la deliberación ciudadana. Se apunta “al diálogo cara a cara entre el público en general”, adelantó Lázaro. Se permitirá deliberar sobre temas de desarrollo, a partir de los insumos de las fases anteriores, con el objetivo de generar un diálogo visible que enriquezca el debate público. Si bien no se cuenta con una metodología definida para esta etapa, se pretende crear una “plataforma web para darle apoyo y que, a su vez, permita recibir aportes sobre el Uruguay que queremos”, agregó Lázaro. La especialista hizo especial énfasis en el carácter deliberativo de la investigación: “No es sólo una sumatoria de voces: lo interesante es que “la gente pueda debatir e intercambiar visiones, ideas y razones al respecto”. “Es muy importante poner en la agenda cómo pensamos el futuro y cómo la sociedad se visualiza a sí misma”, reconoció Zurbriggen. También hizo hincapié en la validez que tiene “el conocimiento de cualquier ciudadano. Esa inteligencia colectiva es lo que le permite a la sociedad trascender y transformarse”. FP o4 lunES 29 de DICIEMBRE de 2014 El espíritu La desacralización de la fiesta de Navidad Entre lo pagano y lo sagrado, esta época del año se caracteriza por la ansiedad y la expectativa por anticipar “un período que se vive como algo diferente de la rutina”, expresó la antropóloga Anabella Loy. Estas celebraciones mezclan diversas tradiciones culturales que se han resignificado con el transcurso del tiempo y del espacio, que comienzan incluso antes del cristianismo. “Los grupos humanos tienen necesidad de sacralizar sus identidades colectivas en forma cíclica. [Sin embargo, en la actualidad] hay una desacralización de una fiesta que puede ser sagrada, profana o las dos cosas a la vez”, dijo. Lo que realmente se celebra, agregó, es “el hecho de estar juntos, el fin de un ciclo que recomienza, y, paradójicamente, una fiesta de origen religioso termina por ser una orgía de los sentidos”. De esta forma, una constante es “compartir y festejar”: “La mesa servida para dar lugar al ágape, a la celebración de estar juntos, a la felicidad de tomar el alimento en común”. Las variantes pueden observarse desde el ornamento (el árbol, las luces, los fuegos artificiales) hasta las pautas de consumo que se superponen a lo litúrgico. El árbol, por ejemplo, surgió alrededor del siglo XVI, pero dos siglos después comenzó a decorarse con esferas de cristal, comentó Loy. Además, este símbolo tiene su origen en “el árbol de la vida”, común a varias culturas antiguas. Los celtas, por ejemplo, lo adornaban con las cabezas de sus enemigos. En cuanto al consumo, hay una consonancia con “el espíritu de generosidad”, contó Loy. El intercambio de regalos remite a la Saturnalia, fiesta romana de la cosecha, que coincidía con el solsticio de invierno, al igual que la Navidad, y culminaba con el nacimiento del niño Sol Invictus. Con respecto a la alimentación, la antropóloga comentó que hay placer en comprar y cocinar mucha comida que seguramente sobrará para el almuerzo del 25. “Compartir el alimento da lugar a otra forma de sacralidad que no apunta a la comunión cósmica, sino al placer comunitario mediado por los sentidos”, expresó. El consumo de bebidas alcohólicas, por ejemplo, trasciende el brindis hacia “la borrachera”, “remitiéndonos al culto orgiástico de Baco”, expresó Loy. Llama la atención, señaló, que la reactualización de un mito de origen de una religión dé lugar a una fiesta consumista. La transmisión televisiva de las fiestas y la difusión de contenidos relacionados con esta temática constituyen otro de los cambios que llegaron en el siglo XX. Promoción de venta de navidad en un shopping de Montevideo. / foto: alessandro maradei Por otro lado, hubo una transformación simbólica en la superposición o sustitución de las figuras de los Reyes Magos por la de Papá Noel. En Uruguay, el significado religioso está presente en la celebración de los creyentes, pero también ateos y agnósticos festejan esta fecha que fue reciclada por el primer batllismo como “fiesta de la familia”, añadió la antropóloga. Sin embargo, no sucede lo mismo en España y en otros países de América Latina, donde la religión ocupa un lugar central. Por ejemplo, en algunos países los niños cantan aguinaldos, una especie de villancico, palabra que en Uruguay remite a un salario suplementario que se cobra dos veces al año. Las nuevas tecnologías también han traído aparejados cambios en la forma de celebrar las fiestas, ya que actualmente es común incluir a los familiares y amigos que se encuentran físicamente lejos. En el sentido religioso, el futuro de la Navidad está ligado con el porvenir de la cristiandad. “La Navidad estará sometida a cambios, porque la sociedad jamás se detiene”, aseguró la antropóloga y agregó que muchas creencias y prácticas culturales mantienen alguna forma de vigencia aunque se modifiquen, transformándose en otra cosa. Aunque es difícil de predecir, existe la tendencia a seguir introduciendo modalidades de consumo en esta fiesta, auguró Loy. Señaló que habrá Navidades por mucho tiempo más, aunque se debe tener en cuenta que no se trata de una celebración universal. NC Desde las entrañas Las fiestas para los pueblos originarios del territorio uruguayo, según integrante del Conacha Históricamente, las diversas sociedades han celebrado sus ritos y festividades, el propósito de algunas se comparte, otras son totalmente diferentes. Para la antropóloga Anabella Loy, las fiestas “generan nuevas significaciones al grupo social”, en lo que refiere a “su cohesión” y a reforzar “las identidades del colectivo”. En el caso de los “pueblos originarios o mal llamados primitivos”, Loy distingue celebraciones de diferente orden: las vinculadas con la naturaleza, con el ciclo vital o con la vida cultural del grupo, entre otras. La abuela paterna de Martín Delgado, integrante del Consejo de la Nación Charrúa (Conacha), “tenía bien la genética indígena”. Por eso él, al igual que sus compañeros, se considera charrúa e intenta recuperar la cultura perdida. Jalaná significa “fiesta” en la lengua charrúa. Debido a la fuerte conexión que los pueblos originarios tenían con la naturaleza, los fenómenos naturales eran motivo de celebración. Según el joven, los charrúas festejaban cuatro veces al año, en cada día del FUTURO cambio de estación. La más importante era la del 21 de junio, el solsticio de invierno para el hemisferio sur, cuando “el sol muere, para volver a nacer”. Esta fiesta marcaba el inicio del año nuevo y coincidía con las de otros pueblos originarios de América Latina, como los mapuches y los quechuas, que celebraban el Inti Raymi. Mediante este ejemplo Delgado puso en evidencia que actualmente la época en la que se festeja año nuevo en todo Occidente corresponde al solsticio de invierno del hemisferio norte (el de verano en el hemisferio sur). Otro ámbito importante para la celebración eran los ciclos de la vida del ser humano. Cada nuevo integrante era presentado a la deidad principal de los charrúas, la Luna, en una ceremonia en la que participaba toda la comunidad. A su vez, la transición de la niñez a la adultez siempre se acompañaba con un ritual. En las mujeres coincidía con el advenimiento de la primera menstruación, cuando se tatuaban en la cara tres líneas azules desde la naciente del pelo hasta la nariz. En el caso de los varones, el tembetá, una espina de árbol o hueso, cruzaba el labio inferior como símbolo fálico que demostraba que estaba preparado para ser guerrero o cazador. La última ceremonia en la vida del ser humano para los charrúas se realizaba cuando el individuo moría. Duraba una semana entera e implicaba un ayuno que duraba tres días y la autoflagelación de las personas más cercanas al difunto. Las mujeres viudas debían cortarse la primera falange del dedo meñique; los viudos, por su parte, se clavaban estacas en los brazos. Se consideraba necesario sentir este dolor físico intenso en el momento para que el duelo no perdurara meses o incluso toda la vida, explicó Delgado. Otro motivo de fiesta para los charrúas eran “las alianzas políticas entre caciques”. Según Delgado, desde el Conacha se afirma que la masacre del pueblo charrúa en la emboscada en Salsipuedes (1831) se llevó a cabo luego de una celebración preparada por el incipiente gobierno de la República Oriental del Uruguay liderado por Fructuoso Rivera. La excusa era la de “aliarse” con el pueblo charrúa para “defender juntos la frontera de posibles ataques del Brasil”, relató. En dicha ceremonia se festejó con asado, caña (bebida que los indígenas adoptaron) y música. Por otra parte, el integrante del Conacha contó que como actividad recreativa los charrúas realizaban “interpretaciones teatrales”. Un grupo representaba a los conquistadores y otro a los propios indígenas, y ambos se enfrentaban. Claro que en esta historia “siempre ganaban los indios”, remató. Actualmente, los descendientes de charrúas retoman estas costumbres de los libros de historiadores e investigadores, y de la transmisión oral. Siguen practicando algunos de estos rituales, aunque no de la misma forma. Según Martín, “todos los 21 de junio se trata de hacer una ceremonia”, y desde 1997 cada 11 de abril (fecha de la matanza de Salsipuedes) se homenajea a los antepasados asesinados, entregando ofrendas al arroyo homónimo, donde supuestamente se tiraron sus cuerpos sin vida. FP Redactor responsable: Lucas Silva / Editor: Federico Gyurkovits / Diagramación: Martín Tarallo / Edición gráfica: Iván Franco / Producción periodística y textos: Natalia Calvello, Florencia Pagola / Fotos: Mauricio Kühne, Alessandro Maradei / Corrección: Rosanna Peveroni / Coordinación Día del Futuro: Lucía Pardo, Irene Rügnitz y Agustina Santomauro / Comerciales: Pablo Tate