Boletin Octubre - CICCP - Colegio de Ingenieros de Caminos

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La voz Octubre 08
24/10/08
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NECROLÓGICAS
Necrológicas
Carta de despedida a Juan Francisco Fernández Bono
SALVADOR GARCÍA-AYLLÓN VEINTIMILLA
Colegiado 24.566
No soy posiblemente la persona más
cercana a Juan, soy uno de esos muchos alumnos que han tenido la suerte
de pasar por su aula, seguramente por
eso no sólo me dolió profundamente
conocer su perdida este verano, sino
además el no enterarme a tiempo para
poder asistir a su funeral.
Conocí a Juan Francisco Fernández
Bono durante mi segundo año de carrera, cursando su famosa asignatura de
Hidráulica, de la cual la parte de canales (estudio del flujo en lámina libre),
que le gustaba a él dirigir personalmente, causaba algún que otro estrago entre
el alumnado. Y es que Bono, como era
conocido comúnmente en la Escuela, no
era precisamente un profesor blando.Yo
recordaba su cara de haberla visto en la
orla de 1977 que tenía mi padre colgada en su estudio (lo que no era muy
difícil porque en aquellos tiempos las
orlas eran de quince o veinte personas).
Por eso incluso pensé que a lo mejor se
acordaba de mi nombre y me echaba
una mano. Que grave error el mío.Y no
es que no se acordase de mi nombre
(de lo cual me enteré cuando me aprobó tras suspenderme dos exámenes con
un cuatro y algo), sino que es muy difícil encontrar una persona más justa,
recta y profesional con su trabajo que
Juan. Pese a ser una persona un tanto
introvertida, en el trato cercano era alguien extraordinariamente amable y generoso en la honesta ayuda como pocos. Docente abnegado, investigador de
prestigio y profesional de la calle, es
raro encontrar un profesor que mandase tanta gente a quinta y sexta convocatoria, y del cual todo el mundo sólo tenga palabras de alabanza. Y es que ir a
clase con él era un gustazo. Esos irresolubles preciosos problemas de curvas
de remanso, compuertas tajaderas y flujos subcríticos o supercríticos daban
agradables quebraderos de cabeza a
más de uno, pero
eso sí, cuando uno
aprobaba con él, sabía de hidráulica por
un tubo.
Bien es cierto que
el señor catedrático
exigía bastante, pero
no se le podía negar
que fuese un hacha dando clase, que elaborase libros de teoría y problemas propios como el que más, y que te dibujase
unos bocetos de los problemas en las tutorías dignos de enmarcar (seguramente
por eso en su despacho había colas en
horario de tutorías todas las semanas del
año, en lugar de los quince días antes
del examen como es habitual, a las que
él siempre atendía gustoso aunque fuese
fuera de horario, durante 30 años desde
su etapa de pnn hasta que fue una de las
cátedras de mayor peso de la Escuela,
cosa no muy habitual hoy en día). Llegó
a mis oídos que no hace mucho, por
presiones de la universidad, el departamento le amenazó con quitarle la dirección de la asignatura si no flexibilizaba el
nivel de los exámenes. Siendo como era
él una persona de principios supongo
que no hará falta que cuente el final de
la historia. Y es que como decía él: “En
el título pone ingeniero de Caminos,
Canales y Puertos, y yo me siento responsable de que al acabar merezcáis al
menos la segunda de las tres atribuciones”. Como dicen los franceses: Châpeau.
Si algún día doy clase, ojalá llegase a ser
la mitad del gran profesor que eras tú
(seguro que como mínimo nunca conseguiría hacer esos dibujos claros y ordenados que tú hacías).
La última vez que hablamos fue el día
de la defensa de mi proyecto final de carrera. Se nos veía felices, a mí porque
acababa, como es lógico, y a ti porque
por fin estrenabas aquel macrolaboratorio a la intemperie para reproducir
Octubre 2008 | La Voz del COLEGIADO nº 319
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NECROLÓGICAS/EXPOSICIONES
modelos de flujo en lámina libre a escala
real, que tanto trabajo y esfuerzo te había costado levantar. Allá donde estés
dando clase ahora tendrás que volver a
montarlo, porque como bien sabías, tú
que jamás pusiste una sola pregunta de
teoría pura y dura en tus exámenes, sin
práctica la teoría no sirve de nada, aunque sea con unos apuntes y unos dibujos en la pizarra tan buenos como los
que tú hacías. Hasta siempre, amigo y
profesor.
Exposiciones
Exposición del 20º Aniversario de ‘Ingeniería
y Territorio’: homenaje a Juan Lara
Sí, es cierto que el aprendizaje y el
afán de saber cosas es sobre todo un
tormento, del mismo modo que permanecer sumido en la ignorancia es
un método muy seguro para encontrar la felicidad. Las dos cosas. El
hombre de acción y de pocas palabras
suele esconderse por entre sus instintos de conocer y aprehender nuevas
cosas, las más posibles. De otro lado, y
por demás, el afán de hacer las cosas
bien hechas por el mero hecho de hacerlas justifica la búsqueda implacable
de la perfección. Por eso, un ilustrado,
perfectista y atormentado aprendiz de
ingeniero de Caminos fue Juan Lara
Coira, titubeante metódico por su origen gallego, y eficaz —casi calvinista— por ser catalán de adopción. Responsable total de la revista IT, antes
Obra Pública, dejó este mundo esquivo
(claro, que no sólo para él) en plena
juventud corporal y bien ganada madurez intelectual. Una madurez, se dice,
melancólica e independiente, insatisfecha, llena de ironía y bondad, instalada sobre una permanente insatisfacción ante todo lo que le rodeaba y
que, sin duda, hizo despertar su genio
editor. Por eso, su aversión no disimulada hacia la risa llevó a uno de sus
hermanos a definirle como el malhumorado entrañable, sensible y genial
pues —amando apasionadamente todo aquello que para los demás deviene
en accesorio— jamás tuvo descuido
alguno en lo fundamental. Lo accesorio y fundamental de sus asuntos fue
el tótem para quien colaboró con Ramiro Aurín en la creación de IT y luego
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desarrolló y culminó con gran éxito
nuestra periódica publicación, revista
de culto, conceptual y puntillosa que
honra a todos aquellos que con sus trabajos le dieron contenido tras veinte
años de ediciones señeras. Sí, IT es una
publicación de intelectualidad alta, de
propuestas técnicas muy acertadas y
Juan Lara tiene mucho que ver con ello
porque durante esos veinte años estuvo
escondido, muy a conciencia, detrás de
todas y cada una de las palabras, signos
y puntuaciones que han compuesto IT.
Tres pequeños errores, solamente tres,
son los que Juan Lara hubo reconocido
como muestra de aquello que reza
algo así como “hasta el mejor escribano echa un borrón”. Eso, tres errores
tipográficos en veinte años. Tres errores que el tesón humanista, el afán de
perfección y la independencia de criterio de su editor-corrector-supervisor
no pudieron evitar y que son las tres
únicas bajas habidas en el tránsito de
la batalla contra la errata en pos de una
búsqueda imposible de la excelencia.
El hombre de acción, de pocas palabras,
de aspecto triste pero de imaginación
La Voz del COLEGIADO nº 319 | Octubre 2008
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