La voz Octubre 08 24/10/08 10:46 Página 49 NECROLÓGICAS Necrológicas Carta de despedida a Juan Francisco Fernández Bono SALVADOR GARCÍA-AYLLÓN VEINTIMILLA Colegiado 24.566 No soy posiblemente la persona más cercana a Juan, soy uno de esos muchos alumnos que han tenido la suerte de pasar por su aula, seguramente por eso no sólo me dolió profundamente conocer su perdida este verano, sino además el no enterarme a tiempo para poder asistir a su funeral. Conocí a Juan Francisco Fernández Bono durante mi segundo año de carrera, cursando su famosa asignatura de Hidráulica, de la cual la parte de canales (estudio del flujo en lámina libre), que le gustaba a él dirigir personalmente, causaba algún que otro estrago entre el alumnado. Y es que Bono, como era conocido comúnmente en la Escuela, no era precisamente un profesor blando.Yo recordaba su cara de haberla visto en la orla de 1977 que tenía mi padre colgada en su estudio (lo que no era muy difícil porque en aquellos tiempos las orlas eran de quince o veinte personas). Por eso incluso pensé que a lo mejor se acordaba de mi nombre y me echaba una mano. Que grave error el mío.Y no es que no se acordase de mi nombre (de lo cual me enteré cuando me aprobó tras suspenderme dos exámenes con un cuatro y algo), sino que es muy difícil encontrar una persona más justa, recta y profesional con su trabajo que Juan. Pese a ser una persona un tanto introvertida, en el trato cercano era alguien extraordinariamente amable y generoso en la honesta ayuda como pocos. Docente abnegado, investigador de prestigio y profesional de la calle, es raro encontrar un profesor que mandase tanta gente a quinta y sexta convocatoria, y del cual todo el mundo sólo tenga palabras de alabanza. Y es que ir a clase con él era un gustazo. Esos irresolubles preciosos problemas de curvas de remanso, compuertas tajaderas y flujos subcríticos o supercríticos daban agradables quebraderos de cabeza a más de uno, pero eso sí, cuando uno aprobaba con él, sabía de hidráulica por un tubo. Bien es cierto que el señor catedrático exigía bastante, pero no se le podía negar que fuese un hacha dando clase, que elaborase libros de teoría y problemas propios como el que más, y que te dibujase unos bocetos de los problemas en las tutorías dignos de enmarcar (seguramente por eso en su despacho había colas en horario de tutorías todas las semanas del año, en lugar de los quince días antes del examen como es habitual, a las que él siempre atendía gustoso aunque fuese fuera de horario, durante 30 años desde su etapa de pnn hasta que fue una de las cátedras de mayor peso de la Escuela, cosa no muy habitual hoy en día). Llegó a mis oídos que no hace mucho, por presiones de la universidad, el departamento le amenazó con quitarle la dirección de la asignatura si no flexibilizaba el nivel de los exámenes. Siendo como era él una persona de principios supongo que no hará falta que cuente el final de la historia. Y es que como decía él: “En el título pone ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y yo me siento responsable de que al acabar merezcáis al menos la segunda de las tres atribuciones”. Como dicen los franceses: Châpeau. Si algún día doy clase, ojalá llegase a ser la mitad del gran profesor que eras tú (seguro que como mínimo nunca conseguiría hacer esos dibujos claros y ordenados que tú hacías). La última vez que hablamos fue el día de la defensa de mi proyecto final de carrera. Se nos veía felices, a mí porque acababa, como es lógico, y a ti porque por fin estrenabas aquel macrolaboratorio a la intemperie para reproducir Octubre 2008 | La Voz del COLEGIADO nº 319 49 La voz Octubre 08 24/10/08 10:46 Página 50 NECROLÓGICAS/EXPOSICIONES modelos de flujo en lámina libre a escala real, que tanto trabajo y esfuerzo te había costado levantar. Allá donde estés dando clase ahora tendrás que volver a montarlo, porque como bien sabías, tú que jamás pusiste una sola pregunta de teoría pura y dura en tus exámenes, sin práctica la teoría no sirve de nada, aunque sea con unos apuntes y unos dibujos en la pizarra tan buenos como los que tú hacías. Hasta siempre, amigo y profesor. Exposiciones Exposición del 20º Aniversario de ‘Ingeniería y Territorio’: homenaje a Juan Lara Sí, es cierto que el aprendizaje y el afán de saber cosas es sobre todo un tormento, del mismo modo que permanecer sumido en la ignorancia es un método muy seguro para encontrar la felicidad. Las dos cosas. El hombre de acción y de pocas palabras suele esconderse por entre sus instintos de conocer y aprehender nuevas cosas, las más posibles. De otro lado, y por demás, el afán de hacer las cosas bien hechas por el mero hecho de hacerlas justifica la búsqueda implacable de la perfección. Por eso, un ilustrado, perfectista y atormentado aprendiz de ingeniero de Caminos fue Juan Lara Coira, titubeante metódico por su origen gallego, y eficaz —casi calvinista— por ser catalán de adopción. Responsable total de la revista IT, antes Obra Pública, dejó este mundo esquivo (claro, que no sólo para él) en plena juventud corporal y bien ganada madurez intelectual. Una madurez, se dice, melancólica e independiente, insatisfecha, llena de ironía y bondad, instalada sobre una permanente insatisfacción ante todo lo que le rodeaba y que, sin duda, hizo despertar su genio editor. Por eso, su aversión no disimulada hacia la risa llevó a uno de sus hermanos a definirle como el malhumorado entrañable, sensible y genial pues —amando apasionadamente todo aquello que para los demás deviene en accesorio— jamás tuvo descuido alguno en lo fundamental. Lo accesorio y fundamental de sus asuntos fue el tótem para quien colaboró con Ramiro Aurín en la creación de IT y luego 50 desarrolló y culminó con gran éxito nuestra periódica publicación, revista de culto, conceptual y puntillosa que honra a todos aquellos que con sus trabajos le dieron contenido tras veinte años de ediciones señeras. Sí, IT es una publicación de intelectualidad alta, de propuestas técnicas muy acertadas y Juan Lara tiene mucho que ver con ello porque durante esos veinte años estuvo escondido, muy a conciencia, detrás de todas y cada una de las palabras, signos y puntuaciones que han compuesto IT. Tres pequeños errores, solamente tres, son los que Juan Lara hubo reconocido como muestra de aquello que reza algo así como “hasta el mejor escribano echa un borrón”. Eso, tres errores tipográficos en veinte años. Tres errores que el tesón humanista, el afán de perfección y la independencia de criterio de su editor-corrector-supervisor no pudieron evitar y que son las tres únicas bajas habidas en el tránsito de la batalla contra la errata en pos de una búsqueda imposible de la excelencia. El hombre de acción, de pocas palabras, de aspecto triste pero de imaginación La Voz del COLEGIADO nº 319 | Octubre 2008