El CURRíCULUM DEJULIO VERNE

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NARRATIVA,
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El CURRíCULUM DE JULIO VERNE
José María lánder
Cuando murió el científico
minúscula
de la Academia
currículums
K. mayúscula de cáncer de próstata, el sillón k.
francesa de las ciencias quedó vacante.
que se presentaron para cubrir tan significativa
Verne resultó el más completo
y el que más impresionó
De los 50
pérdida, el de Julio
al tribunal examinador.
Como lo exigía el reglamento, el jurado lo convocó para hacerle una entrevista personal y Julio Verne acudió a la cita con una presencia modélica:
perilla
afeitada a la última moda, chaleco de primavera y unos anteojos que le conferían un aire entre tímido y despistado, muy seductor según aseguró madame Curie.
Durante
civilización
hora y media disertó sobre los peligros medioambientales
tecnológica
actual, modulando
de la
la voz con cierto tono filosófico.
Le
salió un discurso redondo: ni demasiado catastrofista ni demasiado optimista.
Al
jurado le gustó su carácter resolutivo, su seguridad al hablar, su planta enérgica.
Sin duda, pensaron que aquel hombre podía significar savia nueva que revitalizase aquella caduca institución.
Una vez terminada
compró
la entrevista, Julio Verne se marchó muy feliz a su casa,
unos churros muy calentitos
y comunicó
a su familia
que esta vez se
esperaba lo mejor. Después de unos días de nervios, la noticia se confirmó
cuan-
do llegó un escrito de la Academia en el proponían a Julio Verne como candidato ideal para ocupar el sillón k. minúscula.
¡Con qué orgullo recibieron
la noticia los envejecidos
mamá y papá Verne!
Por fin iban a colocar al pobre Julio en un sitio de categoría. Con sus pagas extras
y un horario decente. Estaban tan cansados de esa vida viajera e irresoluta que
llevaba su hijo de aquí para allá. Se emocionaron,
lloraron y llamaron a todos sus
primos de España y de Bélgica para que acudieran a la ceremonia.
Fueron días felices en la casa Verne. Días de compras y de regalos. De conversaciones y de veladas. Largas veladas teñidas de melancolía
en las que mamá
y papá Verne recordaban sin ira lo mucho que habían sufrido para sacar adelante a la familia. Y mientras hojeaban los álbumes de fotos acumulados
en las estan-
terías, Julio se encerraba en su estudio para escribir el discurso de ingreso en la
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Academi,p. Quería deslumbrar
,él
las g~neraciones
futuras con un texto ni muy
largo ni muy breve, ni muy conciso ni muy exhaustivo. Vamos, un texto complejo que diera lugar a distintos análisis en las revistas universitarias
Para ello, había elegido uno de sus temas predilectos:
"El científico
de la época.
moderno en
nuestro tiempo ¿héroe o villano?"
Durante varios días trabajó con una disciplina
un ~nsayo ejemplar.
Pero cuando ya se encontraba perfilando
gran altura intelectual,
de una notificación
espartana en la redacción de
una carta interrumpió
una obra de una
su proceso de creación.
Se trataba
de la Academia que le exigía que se pasase sin falta por sus
oficinas centrales para confirmar
unos papeles.
Así que una mañana soleada JulioVerne
por la ciudad y solucionar
salió a la calle para dar una vuelta
de paso este asunto burocrático.
La secretaria de la institución científica le recibió muy educadamente
pués de sacar del archivo una carpeta voluminosa,
Según ordenaba: laconvocatoria
dido a verificar
su currículum
le explicó la razón del aviso.
en vigor de la plaza vacante, ella había procepunto por punto. Y por desgracia (y al decir por
desgracia se sonrió con malicia) se había encontrado
dable: faltaba un certificado
y, des-
en su documentación.
con una sorpresa desagraEn concreto,
no había pre-
de su viaje en tren a la luna.
y claro, un viaje en tren
a la luna no se hacía todos los días y había que justificarlo
de alguna manera: con
sentado ningún justificante
un diploma
o cualquier
papelito debidamente
sellado. Porque aunque ella qui-
siera (que no quería, por cierto) no podía hacer la vista gorda. Que luego saltaban las suspicacias. Y la vida no estaba como para jugarse un puesto de trabajo
por un desconocido.
y recalcó lo de"por
un desconocido".
A pesar de que Julio Verne se disculpó diciendo
lado, la secretaria le aconsejó que agilizaselas
que se le habría traspap,e-
gestiones para encontrar el certi-
ficado cuanto antes porque el lunes acababa el plazo de presentación
cias. "¿Y vale una fotocopia?",
preguntó Julio Verne, quitándole
versación. "No, sólo se admiten originales compulsados",
secretaria, y al decir compulsados
de instan-
hierro a la con-
contestó muy digna la
se sonrió otra vez con verdadera malicia.
Pero el lunes Julio Verne no presentó ni una fotocopia
ni un original
com-
pulsado de su viaje en tren a la:luna. Durante el fin de semana estuvo demasiado atareado terminandú
un insignificante
su discurso de ingreso como para andar preocupado
por
papel.
Al no aparecer con el ju~tifica,nte" la secretaria nO tuvo más remedip que
NARRATIVA,
enviar el currículum
"INCOMPLETO".
de Julio Verne al jefe de departamento
página
con la siguiente nota:
Seguramente para ahorrarse trabajo, el jefe de departamento
lo pasó con disimulo
al coordinador
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de personal, y el coordinador
se
de personal,
muy disgustado con su situación laboral ya que sólo tenía firmado un contrato de
media jornada, se lo quitó de en medio y lo dejó sobre la mesa del subdirector
de la Academia.
No hace falta glosar aquí la figura del subdirector,
torio, encomiable
inventor de la vacuna antirrábica
de seres humanos, pero capaz de la más vil bellaquería
su sillón al director de la Academia.
que el currículum
a un periódico
con tal de desbancar de
no lo dudó y filtró la noticia
sensacionalista con la única condición
de que respetase el anoni-
mato de las fuentes. Aunque esta exigencia traicionaba
su línea editorial,
Portadas espectaculares
saltó a todos los medios
poblaron
los quioscos
parisinos:
de comunicación.
"¡VergUenza
que estaba atravesando
pante, desplegó su maquinaria
informativa
una crisis de lectores preocu-
con entrevistas a rivales envidiosos
que lanzaron acusaciones venenosas contra el escaso rigor científico
de Julio Verne.
prestigio satirizaron
y en los suplementos dominicales
sin piedad el enchufismo
habitual
Academia Francesa de las Ciencias. Los calificativos
recieron
en la
iFuturo académico falsifica su currículum!"
La prensa amarilla,
diciones
el perió-
le prometió la máxima reserva y profesionalidad.
Días después el escándalo
Academia!
contradic-
Por eso, baste decir que cuando comprobó
de Julio Verne estaba incompleto,
dico sensacionalista
un científico
que salvó la vida a millones
de las expe-
los columnistas
de
con que funcionaba
la
de bochorno y soborno apa-
reflejados en grandes titulares junto a fotografías de un sorprendido
y
taciturno Julio Verne.
Los partidos republicanos
lizar el panorama
político.
aprovecharon
Bajo el lema "Nosotros denunciamos",
varias ruedas de prensa en las que criticaron
car a todos sus familiares
también la ocasión para desestabi-
la política de Napoleón
en puestos relevantes de la administración.
convocaron
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de coloEn pocos
días recogieron más de diez mil firmas en contra del tráfico de influencias
en el
sector público.
Esta presión popular puso algo nervioso al Emperador que llamó en privado
al director de la Academia
encontraba
una solución
advirtiéndole
inmediata
de que su puesto corría peligro si no
a tanta crítica.
El director
de la Academia,
que no tenía edad para perder ni el sueldo ni las dietas de un empleo nada mal
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remunerado,
formó
un Jurado de diez científicos
astrónomos, dos matemáticos
gasen sin dilación
justos (cuatro biólogos,
y, de presidente, un físico cuántico)
para que juz-
el "affaire Verne".
Durante estos días el pobre Julio apenas salió de su cuarto. Malgastó
horas revolviendo
entre los baúles y los cajones de su habitación
por ningúri lado un maldito certificado
Probablemente,
tres
las
sin encontrar
que justificase su viaje en tren a la luna.
pensó, su madre se lo había arrojado a la basura en uno de sus
arranqúe's mensuales de limpieza y orden.
No debió de transcurrir ni una semana de búsqueda inútil cuando el Jurado
Ildmó'adeclarar
a Julio Verne en una sesión extraordinaria.
Después de afeitarse
la perilla y de acicalarse con una corbata azul marino que le proporcionó
un
talante rhásserio y respOnsable, Julio se personó con el porte impecable de siempre, con esa seguridad innata en sí mismo. Pero nada más comenzar
los interro-
gatorios se derrumbó y a duras penas pudo articular que un currículum
tan modé-
lico como el suyo, lleno de cursillos y de interés por la ciencia, no se merecía un
trato tan rastrero y ruin. Y entonces ( para sorpresa de todos)
se arrodilló
y pidió
clemencia con el argumento dé que a cualquiera se le podía perder un justificante
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en la vida. ¿O no?
El tribunal
le escuchó conmovido
( el testimonio
de un hombre arrodillado
siempre conmueve más de la cuenta) y estuvo a punto de claudicar.
una sentencia muy elaborada confirmó su culpabilidad.
Pero al final
Para el jurado, la no veri-
ficación del viaje en tren a la luna suponía una falta sumamente grave. La ley de
la gravedad era la ley de la gravedad y no podían permitir que nadie se saltase
una ley de esta envergadura.
nunca", concluyeron
"Ni Newton
ni su manzana
nos lo perdonarían
los diez científicos justos.
Al regresar a su casa cabizbajo, Julio Verne no salía de su asombro. ¿Quién
se podía esperar que en pleno siglo XIX todavía alguien andase preocupado
que si la manzana se caía del árbol o si se dejaba de caer? No comprendía
con
a estos
científicos ni a este mundo que buscaba en la ley de la gravedad la explicación
de todos sus misterios.
Poco tiempo después llegó una carta avisando que el ingreso de Julio Verne
en la Academia francesa de las ciencias quedaba paralizado.
Y además se le san-
cionaba con una multa de 50 francos para pagar los gastos del juicio.
Al enterarse de la noticia, los primos de España y de Bélgica regresaron a sus
respectivos países muy consternados. A su vez, los padres de Julio Verne se reunieron en el salón y por unanimidad
decidieron
echar a su hijo de casa. Estaban
hartos de que Julio no aprovechase las oportunidades
espabilas de una vez", le dijeron muy entristecidos
Al principio,
Julio Verne encajó
su desdicha
de la vida. "A ver si así
a la hora de la despedida.
con entereza.
Tenía cierto
morbo esa aura de fatalidad con que le miraba la gente. Pero en cuanto se le acabaron los ahorros, nunca más volvió a ser el mismo. Buscó trabajo en diversas
universidades
y en diversos laboratorios.
culum con la excusa d.e que no dominaba
Y en todas partes rechazaron
su currí-
el inglés. Pero Julio Verne sabía per-
fectamente que el problema no era su nivel de inglés (leía bastante bien y su pronunciación
no era del todo mala) sino que todavía coleteaba la sombra del escán-
dalo de su viaje en tren a la luna.
Al final, no le quedó más remedio que aceptar el ofrecimiento
de para publicar en fascículos pasajes de su vida sentimental.
palabra publicada.
ea,
de un tabloi-
A dos francos por
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