Problemas en la economía mundial: Dificultades y

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Problemas en la economía mundial:
Dificultades y Oportunidades para la Argentina
Octubre de 2011
Problemas en la economía mundial, Dificultades y Oportunidades para la Argentina
La economía mundial está entrando en una nueva recesión dado el agravamiento de la situación de los
países desarrollados y a que los responsables del manejo de la política económica de esa región están más
decididos a atender el problema de las finanzas que el de la economía real. Esta recesión es la segunda
parte de la que se inició en el año 2008, dado que no se resolvieron los problemas de fondo que la
desencadenaron. A diferencia de cuando surgiera tres años atrás, en que había estallado en el sistema
financiero especulativo de estos países, ahora se ha transmitido a la economía real, que ya venía creciendo
a tasas muy bajas. Ante ese panorama se han implementado como respuesta muy fuertes programas de
ajuste fiscal que están agravando la contracción de sus economías (como no podía ser de otra manera)
aumentando las condiciones para que se desencadene una crisis de deuda en varios países del viejo mundo.
La crisis ya está afectando de alguna manera al resto de los países del mundo.
Vale la pena recordar que apenas tres años atrás, los días siguientes a la explosión de la burbuja
especulativa, y para evitar que una buena cantidad de bancos quebrara ante el peligro de no poder hacer
frente a sus obligaciones (como el centenario Lehman Brothers), los representantes del sector financiero
lograron imponer a la sociedad la idea de que se necesitaba rescatar a los bancos para evitar que todo el
sistema económico se hundiera. Luego de tener que decidir contrarreloj el curso de la acción a seguir, y ante
fuertes reclamos de los ciudadanos de esos países pidiendo el castigo de los bancos y de los banqueros,
finalmente sus gobiernos decidieron implementar fuertes ayudas al sistema financiero, prácticamente
gratuitas, dejando fuertemente endeudados a los países y muy agravadas sus cuentas públicas nacionales.
Los Estados, luego de esas ayudas, debieron hacerse cargo de los intereses de la nueva deuda “heredada”.
Dado que estas economías estaban creciendo poco y no pueden generar en forma genuina los recursos
excedentes necesarios para pagar los costos de la deuda, repitiendo la estrategia que a la Argentina la llevó
a la explosión del año 2001, han decidido recortar sus gastos públicos para enfrentar esas obligaciones. Esto
es lo que les exigen los técnicos y los tecnócratas del FMI y del Banco Central Europeo para aportarles los
recursos que necesitan para enfrentar los pagos. Los programas de recorte fiscal aplicados son demasiado
similares a los que se implementaron una década atrás en nuestro país: privatización, aumento de la edad
de jubilación de los trabajadores, descenso de los salarios del sector público y de las jubilaciones, reducción
de las plantillas de trabajadores del Estado y recortes de los programas sociales que atienden a la población
más necesitada. Como es bastante sencillo de predecir, la aplicación de estas medidas no puede provocar
más que recesión, hasta que la situación sea insostenible. Hacia allí vamos.
Cambios estructurales en el mundo
La pregunta principal que habría que haberse hecho tres años atrás era por qué los principales líderes
económicos de los países desarrollados representan al sector financiero y no al sistema productivo. O lo que
es más o menos lo mismo, por qué el sector productivo dejó de ser el sector que lidera la conducción
económica de estos países. Para responderlo, hay que tener en cuenta que el sistema económico mundial
ha sufrido grandes cambios en las últimas cuatro décadas. Ya a inicios de la década del ´70, la crisis del
petróleo había provocado enormes transferencias de dinero de los países petroleros a los desarrollados
buscando oportunidades donde colocar los nuevos ahorros. Esa fabulosa cantidad de dinero en poder de los
bancos occidentales comenzó a generar la necesidad de buscar nuevos negocios donde colocar los fondos, y
a atraer a los mejores talentos humanos para, gradualmente, diseñar, desarrollar, operar y justificar
socialmente el nuevo curso de la actividad. El éxito del proceso fue llevando a que su tasa de ganancia fuera
muy superior a las producidas en los sectores productivos, con lo que este sector empezó a ganar
ascendencia económica y social. En una segunda etapa, el final de la llamada “Guerra Fría” también hizo su
parte, ya que, por diferentes razones que exceden este trabajo, el enfrentamiento geopolítico entre
Occidente y el bloque del Este generó una fuerte restricción al movimiento de factores de la producción
entre los países, que al desaparecer con la caída del “Muro” provocó el surgimiento de nuevos y numerosos
polos de producción competitivos, con menores costos que los de los países desarrollados, lo que dio inicio
a una continua salida de inversiones hacia los países emergentes. A partir de ese punto, estos nuevos
actores del mundo económico no han parado de crecer a tasas muy elevadas, al contrario de lo sucedido en
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las economías tradicionales, que en su mayoría entraron en un período de crecimiento lento.
Como mostramos en las siguientes tablas, las 34 economías de la OCDE (la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económico, que nuclea a la mayoría de las economías más desarrolladas) representaban en
1980 el 76,2% del PB Mundial, medido en dólares, a precios corrientes. Esa misma proporción ascendió al
79,7% en 1990, se mantuvo en el 79,7% en el año 2000, pero se redujo fuertemente al 66% según las
recientes estadísticas del Fondo Monetario Internacional. Si analizamos sólo a los principales 7 países más
desarrollados (el G7), su participación en el PB Mundial, que era del 62,1% en 1980, pasó al 64,9% en 1990,
al 65,7% en 2000 y cayó al 50,7% en 2010. Los mismos valores para los principales 32 países emergentes
indican que, mientras en 1980 representaban el 16,8% del PB Mundial, habían caído al 12,5% en 1990, y
habían vuelto al 16,4% en el año 2000, ascendieron al 28,3% en el 2010. Todo el conjunto de los países
emergentes y en desarrollo, siguieron un camino similar, pasando del 23,8% en 1980 al 34% en 2010.
Si durante la próxima década se repitieran las tasas de crecimiento experimentada por de cada uno de los
bloques, las 32 principales economías emergentes pasarían a representar el 49,1% del PB Mundial, mientras
los países de la OCDE caerían el 50,9% restante.
Estos datos de la situación internacional marcan las tendencias de crecimiento de la economía mundial y, en
alguna medida, muchos de los conflictos sociales y de indignados que se están dando en el mundo actual.
También marca las regiones del mundo en que se está generando el crecimiento actual y dónde se
producirán las mayores oportunidades para las inversiones en los próximos años. Más allá de los problemas
actuales que se producirán con la crisis, a la larga será positivo para el resto de las naciones que se vaya
ampliando el círculo de los países desarrollados, porque ésto va a aumentar las oportunidades de alcanzar
un mejor nivel de vida para la gran mayoría de la población mundial, que aún vive en la pobreza, ya que
ampliará las posibilidades políticas, geográficas y demográficas de progreso de buena parte del mundo. El
colectivo económico mundial está marchando a dos velocidades: un grupo va adelante, avanzando muy
lentamente, y el otro acercándose desde atrás, a gran velocidad.
Por esta razón es que resulta tan difícil entender la estrategia que están queriendo llevar adelante los países
de Europa, y en menor medida EE.UU. Resulta cada vez más difícil pensar que en el fondo de las decisiones
y de los planes que están impulsando los estrategas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central
Europeo hubiera actos socialmente positivos, distintos a la presión por la transferencia de la mayor parte de
los activos tóxicos, de los bancos a los estados; a la lucha sin piedad entre los bancos por la compra de
aquellos de los más importantes que se encuentran en problemas, al punto de la zozobra; o a la pelea entre
las empresas transnacionales por quedarse con las empresas públicas de los países con déficits, que tanto se
presiona por su privatización. Si no es por ello, es difícil entender la lógica de su estrategia. Si la historia
mundial se rigiera por las fuerzas que gobernaron los años de la crisis de la Argentina, no debería tenerse
tantas dudas de con qué principios y con qué motivos se toman estas decisiones.
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El impacto de la recesión mundial en la Argentina
Dado que los países desarrollados son grandes consumidores de productos y servicios, de los que una parte
muy grande (y cada vez mayor) de los mismos es fabricada en los países en desarrollo y emergentes, la
recesión reducirá esta compra fuertemente. Esta situación obligará a los países en desarrollo a modificar
su estrategia para mantener las altas tasas de crecimiento, hasta que se recupere la economía mundial.
Ello implicará, en el corto plazo, concentrar su crecimiento en sus propias economías, y para el mediano y
largo plazo desarrollar lazos con otras economías en desarrollo, para promover el crecimiento mutuo e
independizarse en alguna medida de la situación de los países desarrollados. Sin duda, todos intentarán
defender su producción y cuidar el empleo de su población de los saldos de exportación de bienes y
servicios que estarán buscando nuevos mercados donde ingresar.
Una conclusión bastante obvia es que Argentina no quedará al margen de esta tendencia mundial.
Deberá buscar una estrategia similar para mantener el alto nivel de crecimiento logrado desde el 2003
hasta la fecha, de 7,1% anual promedio. Por más que las exportaciones se han triplicado desde el final de la
Convertibilidad, y han crecido a un ritmo de 13% anual promedio, cercano al doble al del crecimiento del
PBI, y a que en el presente año alcanzarán un record histórico cercano a los 85 mil millones de dólares, aún
representan una parte menor del producto bruto, cercano al 18% del total. A pesar de que este porcentaje
no es tan elevado, las divisas que se generan por las ventas externas son muy importantes y necesarias para
que la economía funcione normalmente, adquiera los insumos y bienes que necesita del exterior y haga
frente a sus obligaciones externas. Dado que nuestro país debe cuidar el saldo favorable de la balanza
comercial y que éste se viene reduciendo, es de esperar medidas concretas para mantener el resultado
positivo.
Ante un escenario de recesión mundial nuestro país también deberá orientarse al mercado interno. Esta
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situación no es deseada ni elegida. Es un hecho de la realidad que llega desde el exterior, al margen de
nuestra voluntad. Ante la crisis se debe actuar con decisión, tomando las medidas que fueran necesarias,
(como en toda crisis) con una cuota importante de realismo y de imaginación para enfrentarla del mejor
modo posible, como ya se hizo en 2009 con resultados bastante aceptables. Hay que estimular el gasto, la
inversión, el desarrollo de obras públicas y el consumo, cuidando los empleos y la producción nacional.
Pero fundamentalmente es necesario ser muy lúcidos y serenos para darse cuenta que, más allá de lo
lamentable que es atravesar una recesión mundial, esta crisis también va a brindar oportunidades. En
particular, la misma puede permitir delinear cambios necesarios para potenciar la economía, para
modificar el rol de Argentina en el mundo y para tejer nuevas alianzas en materia internacional para
cuando pase la recesión. Hay una serie de asuntos en nuestra economía que deben reorientarse y,
aprovechando el relativo aislamiento que provocará la crisis mundial, se puede aprovechar para resolverlas.
La estrategia general a implementar durante el período de recesión debería apuntar a fortalecer y
expandir la capacidad productiva de la economía nacional, profundizar la integración regional con los
países de América del Sur y desplegar relaciones económicas y políticas más profundas con los países
emergentes.
La especialización como proveedora mundial de materias primas y recursos naturales debe ir quedando
atrás, abriendo paso a una nueva etapa, superadora de la tradicional, consistente en la agregación de
valor local, el impulso a las producciones regionales y de impulso a sectores de alta tecnología. Es el
camino más corto hacia el desarrollo del país.
Lineamientos fundamentales para enfrentar un contexto internacional recesivo:
1- Fortalecer y expandir la capacidad productiva de la economía nacional
Hay numerosas regiones y localidades de nuestro país que aún no han alcanzado razonables niveles de
desarrollo porque se encuentran ligadas a actividades y a producciones primarias de subsistencia. Estas
zonas necesitan desplegar y desarrollar su potencial productivo hasta igualar la media argentina. Nos
referimos a tantas zonas y localidades de muchas provincias que se encuentran integradas en forma muy
precaria a la economía nacional. Transformar esas economías y esos sistemas productivos ya superados,
implicaría mejorar los niveles de vida de numerosos pueblos del interior de nuestro país, para que sus
habitantes también dispongan de las ventajas, los beneficios y las oportunidades de que goza el resto.
Así como se necesita trabajar en la substitución de importaciones con valor agregado, se necesita generar
una substitución de empleo de baja productividad. Ésto es un proceso. A medida que nuestra economía
termine de reducir el desempleo tan elevado que sufrió durante la Convertibilidad y lo lleve a niveles
aceptables y razonables, cercanos a tasas del 5% de desempleo, donde cada persona pueda insertarse
fácilmente en el mercado de trabajo según su capacidad y su formación, como supo ser habitual durante
décadas en nuestro país, como hay cada vez más consenso que debería ser la meta para el próximo período
de gobierno, habrá que ir la búsqueda de este objetivo superador. El mismo debería implicar la
transformación y modernización de los sistemas de trabajo primarios más rezagados, por otros más
productivos. Ello permitiría emplear personas en tareas de mayor rendimiento económico en la misma
localidad, ligadas a la industrialización de esos recursos naturales, con lo que el PB local y por habitante
crecería. Ello implicará un fuerte salto de calidad de vida para esas personas, y una dinamización para las
regiones todavía marginales.
La transición es clara y es simple. Una vez que la tasa de desempleo alcanza su nivel friccional, aquel en que
sumarse al mercado laboral prácticamente depende de cada persona, la oferta de trabajo para una
actividad está muy ligada a la retribución del trabajo en esa producción, por lo que el desafío empresario
pasa por la productividad del empleo. Lo importante no es lo que se paga en valor absoluto al trabajador,
sino lo que este produce. Ello lleva a un círculo virtuoso de productividad, donde los puestos de trabajo son
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mejor pagos, pero a su vez son más productivos, por lo que mantienen (o mejoran) la competitividad. Este
proceso está directamente ligado a la inversión, que implica agregación de valor e industrialización.
Por ejemplo, en una economía regional donde se produce algodón, si se empezara a industrializar el mismo
en la zona para producir tejidos, que pagan mejores salarios que el trabajo en el campo, la tasa de
desempleo regional comenzaría a bajar. La población se desplazaría al sector industrial, por lo que, con
menos personas trabajando en el campo, se debería hacer el mismo trabajo que antes realizaban más
trabajadores, por lo que se necesitaría capacitarlos e implementar mejores sistemas de organización, que
implican mayores salarios, pero empleos más productivos. Así, gradualmente, se dejaría de enviar el
algodón a las ciudades más industrializadas y empezaría a industrializarse en la misma región, generándose
un círculo virtuoso, donde los trabajadores ganarían más, la demanda local y los precios del algodón serían
más estables y elevados, se elevaría el empleo, se fortalecerían las cadenas productivas, aumentarían la
producción y las ganancias generales y se pagarían mayores tasas e impuestos a los gobiernos locales y
provinciales.
En este proceso es vital promover e incentivar un sistema que aliente y canalice la inversión. Es un hecho
que la misma está creciendo fuertemente en los últimos años. Actualmente nuestra economía está
sosteniendo una de las tasas de inversión más altas de las últimas décadas, situándose en el orden del 23%
del PBI, la segunda más alta de la región detrás de Chile. Ello es muy importante porque permitiría sostener
altas tasas de crecimiento en el futuro. Lo necesario, más allá de esta mejora es atender dos situaciones
puntuales. La primera es revertir el proceso por el que cada año se retiran del país miles de millones de
pesos. La misma no tiene sentido desde que nuestro país ha mostrado en los últimos nueve años una de las
tasas de crecimiento más altas y estables del mundo. Todos esos recursos podrían perfectamente financiar
las necesidades de inversión nacional obteniendo buenas tasas de rentabilidad en el sector productivo. Hay
que desarrollar instrumentos financieros ligados a la producción para incentivar proyectos de inversión
nacionales, para que estos fondos se queden en el país y financien inversiones productivas.
El segundo punto pendiente es el de implementar un sistema que aliente la inversión en el interior del
país. Ello se podría estimular mediante diferenciales impositivos y de tasas de interés que premien la
inversión productiva en los lugares menos desarrollados del territorio. Por supuesto, esta promoción de la
inversión productiva debe ser complementada con otros asuntos que son importantes a la hora de decidir
montar un emprendimiento en una localidad. Entre ellas está la necesidad de contar con recursos humanos
de calidad para integrar los planteles de las empresas. La fuerte inversión en educación que se ha logrado
en los últimos años debe ser mantenida, las inversiones en los programas de educación en nuevas
tecnologías como el Plan Conectar Igualdad debe continuarse, apostando al 100% de fabricación y
desarrollo nacional, y debe continuar el proceso de inversión en la recuperación de las escuelas técnicas,
grandes formadoras de recursos humanos para el sistema productivo.
Este proceso de industrialización también requiere agregar valor en origen, para las economías primarias.
Ello logrará generar más y mejores empleos locales, aumentar la demanda agregada y diversificar la
producción regional. Por esa vía se podría retener dentro del mismo territorio buena parte de los salarios,
sosteniendo e intensificando el sistema económico, evitando que el ingreso se consuma en otras regiones
más industrializadas del país, que estanca el crecimiento local.
También es necesario desarrollar obras de infraestructura que permitan poner en valor numerosas
regiones del país. Esto implica desarrollar sistemas de transporte para unir y mejorar el acceso a
numerosas zonas del territorio que, por falta de buenos accesos, quedan marginados del sistema
económico nacional. Estas inversiones permitirían poner en funcionamiento zonas postergadas, unir entre
sí economías regionales, favorecer la integración de las cadenas productivas, y ampliar sus zonas de posibles
mercados. Nuevas rutas y autopistas, puertos y mejores vías de navegación, aeropuertos, puentes y
ferrocarriles, además de interconectar las diferentes regiones y llegar a más partes del territorio, permitirían
reducir el costo de los fletes y desarrollar nuevos puestos de trabajo que se crean con la obra pública.
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También sería positivo desarrollar nuevas obras de infraestructura para vincular las regiones fronterizas de
nuestro país con los países vecinos. De esa manera se podría proveer a esas zonas salidas físicas
alternativas y la posibilidad de acceder a otros mercados diferentes a los de la zona central del país. Ello
permitiría desarrollar vínculos con zonas vecinas, potenciales contrapartes, abriendo nuevos mercados a sus
productos regionales, permitiéndoles que se puedan integrar y complementar sus cadenas productivas y
aumentar sus escalas de producción.
Es muy importante que, con un sentido federal, todas las localidades del país cuenten con buenos
servicios públicos. Todas las localidades necesitan contar con agua potable, servicios de cloacas, gas,
electricidad, televisión, internet y telefonía para ser económicamente más productivas. Lo mismo puede
decirse de la educación y la salud. Una zona bien servida de servicios públicos implica una población y un
territorio más productivo. Las fuertes inversiones en infraestructura que se están invirtiendo deben
mantenerse, porque además de que representan una necesidad legítima por sí misma, aumentan la tasa de
inversión, aumentan la demanda agregada, generan muchos puestos de trabajo, y ponen en funciones a
buena parte del territorio menos favorecido.
Otro tema central es continuar avanzando con el proceso en curso de sustitución de importaciones de alto
valor agregado. Nuestro país adquiere anualmente gran cantidad de bienes industriales, que representan el
85% de todas nuestras compras externas. Durante 2010, estas importaciones MOI representaron 47.000
millones de dólares, gran parte de las cuales deberían fabricarse en el país para desarrollar nuevas
empresas, generar gran cantidad de puestos de trabajo de calidad y alta productividad, fortalecer el
mercado interno, diversificar la estructura productiva y retener las divisas generadas por las exportaciones.
Esas compras externas representan una producción cercana al 40% del PB Industrial con lo que éste podría
recibir un fuerte crecimiento a mediano y largo plazo. El mismo posibilitaría reducir el déficit industrial,
cercano a 27 mil millones de dólares anuales y aumentar el superávit comercial.
También se debe continuar el impulso del Estado a sectores estratégicos de alta potencialidad futura, que
incorporan conocimiento y alta tecnología. Es necesario abrir nuevos sectores de alto valor agregado, no
tradicionales, para evitar competir en aquellas producciones donde la clave es la mano de obra y el empleo
de insumos primarios tradicionales. En estas actividades se termina compitiendo con regiones del mundo
con abundante mano de obra (por el tamaño de su población) que lleva a una degradación de las
condiciones sociales. Lo que debe promoverse es la apuesta a numerosos sectores de alta potencialidad
tecnológica que permitirían desarrollar una industria nacional de avanzada, formar recursos humanos de
calidad y resolver el tema de la dependencia tecnológica del país con el exterior. Muchas de estas
actividades ya se vienen impulsando y por eso vale la pena seguirlas apoyando: ferrocarriles, aeronáutica,
industria espacial, industria farmacéutica, industria naval, biotecnología, nanotecnología, software y
desarrollos informáticos, sistemas de comunicaciones digitales, energía nuclear, energías sustentables,
química y bioquímica, entre otras.
2- Profundizar la integración regional
América del Sur es un gran territorio de 400 millones de personas, con una de las tasas de crecimiento
económico más altas del mundo, que la hizo pasar del 4,1% al 5,6% de la economía mundial en los
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últimos diez años. Posee una muy buena provisión de recursos plenamente demandados en la actualidad,
como agua, enegía, alimentos y recursos minerales. Este es el siglo de este continente.
No se puede enfrentar esta crisis, ni avanzar hacia el desarrollo, en forma aislada. América del Sur ha
vivido tradicionalmente desunida desde su independencia, cuando terminó la etapa colonial que la ligaba
a España y Portugal. Mientras Brasil mantuvo su unidad y extendió su territorio, la América española se
fragmentó en los actuales estados nacionales y redujo su extensión. Ese proceso no fue espontáneo, fue un
plan sistemáticamente planificado y estimulado desde las sombras por Inglaterra. Los países herederos de la
América española y portuguesa divididos y enfrentados, fueron debilitados y manejados, y así entregaron la
mayor parte de sus energías humanas, económicas y sociales al provecho de otras naciones.
La crisis actual representa una buena oportunidad para revertir ese proceso. La conformación de UNASUR
es un paso muy importante. Los países comienzan a reagruparse y a tomar conciencia de que unidos,
tienen mucha más potencia y fortaleza ante el mundo que separados. Esta etapa que se abre debe
permitir avanzar en la integración política y económica, la integración física y energética, y en el acuerdo
de una política exterior común. Es muy importante promover el funcionamiento de un sistema económico
más amplio, integrado y orientado a la producción de bienes de mayor valor, con mayor presencia en el
mundo.
Es necesario avanzar en la integración, ampliando el Mercosur a nuevos miembros para aumentar su
escala, balancear mejor el peso de cada país, y apuntalar la preferencia regional para las empresas locales.
Se necesita promover la sustitución de importaciones extraregionales por producción local, impulsar el
desarrollo conjunto de sectores y proyectos estratégicos ligados a las nuevas tecnologías, promover la
integración física y energética de los países que la integran.
3- Profundizar la relación con los países emergentes
Como señalamos en la introducción de este trabajo, en las próximas décadas se incrementará el rol en la
economía mundial de los países emergentes y en desarrollo. La mayor parte de los países desarrollados
muestran un corto y mediano plazo cargado de dificultades en el plano de la economía real, lo que les hará
perder importancia relativa. No hay dudas de que Estados Unidos y Europa continuarán siendo economías
líderes, pero su situación las potencia más como mercado consumidor y plaza financiera que como grandes
productores mundiales. La crisis de 2008 y su continuación actual, estarían indicando que ha comenzado
una nueva era económica, con nuevas condiciones y nuevas necesidades para el desarrollo.
En ese contexto es evidente que Argentina debe estrechar sus relaciones económicas con los países
emergentes. Las enormes masas de población de estos países que, de a poco pero firmemente, van
aumentando su nivel de vida, saliendo de la pobreza y convirtiéndose en consumidores de ingresos
medios, generarán nuevas necesidades y grandes oportunidades a ser atendidas por los exportadores
mundiales.
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Nuestro país necesita ampliar el número de sus socios comerciales más importantes. Es estratégico que
los países emergentes aumenten su importancia relativa entre los países con los que Argentina mantiene
relaciones económicas en el plano internacional. Se requiere un cambio cualitativo, que modifique la
estructura económica y su especialización en el sistema de producción mundial. Dejar de pararse como
proveedora de materias primas y demandante de bienes de alto valor agregado, ya que esta situación no
traerá cambios profundos, sino sólo un cambio de nombres entre proveedores y socios, bajo el mismo
esquema general.
La demanda global de los países emergentes crecerá fuertemente en el futuro y hay que potenciar a nuestra
economía para que sea una de las proveedoras de los productos con alto valor agregado que van a
demandarse. Esta situación requiere preparar al aparato productivo, pero también al aparato administrativo
y promotor del Estado pensando en estas nuevas realidades.
En particular se necesita vender a los países emergentes más exportaciones de alto valor agregado y que las
mismas representen una proporción más elevada del total de ese rubro que exporta nuestro país.
Actualmente, nuestras exportaciones de mayor valor se concentran mayoritariamente en los mercados de
América Latina (85% del total MOI exportado). El pequeño resto se reparte en proporciones similares en un
5% para EE.UU. y Canadá, 5% a Europa y 5% al resto del mundo. Las exportaciones MOI a los países
emergentes son muy bajas, sobre todo para países que están creciendo a ritmos muy elevados en la
última década, como puede apreciarse en el cuadro siguiente. Se debe revertir esta situación, ya que éstos
serán los que más crecerán en el futuro. Excluyendo a Brasil, las ventas externas de MOI a los 4 restantes
países BRIC, Rusia, China, India y Sudáfrica, sólo alcanzaron 325 millones de dólares en 2010, 1,7% de
nuestras exportaciones MOI totales.
Dado que este proceso no es ni espontáneo, ni rápido, ni sencillo, se debe intervenir para estimularlo, lo
que implica apoyar los nuevos emprendimientos y sectores creadores de valor, abrir nuevos mercados con
países con los que Argentina no ha tenido hasta el momento importantes relaciones comerciales y
promover condiciones para que numerosos sectores e industrias de alto contenido científico y tecnológico
se vayan orientando a la exportación. Esto implica tanto la generación nacional de grupos empresarios
dedicados a sectores de alto valor agregado, como la necesidad de atraer inversiones del exterior, que no
es la única fuente de inversión, como suele repetirse tan a menuda a favor de las inversión extranjera.
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4- Cuidar las divisas
A pesar que nuestro país ha logrado obtener superávits comerciales ininterrumpidos desde el final de la
convertibilidad, de un orden de los 13.100 millones de dólares anuales promedio, que han permitido
financiar las obligaciones y necesidades externas de la economía y lograr el superávit de la cuenta corriente
del Balance de Pagos, hay todavía cuestiones pendientes que requieren revisarse, ya que, por diferentes
canales, buena parte de las mismas se retiran del país.
Uno de los más importantes es el de la remisión de utilidades de las empresas transnacionales a sus casas
matrices para cubrir las dificultades de la crisis de los países centrales. Las mismas han enviado a sus
países de origen montos equivalentes al 50% del saldo comercial en los últimos cinco años, y dicha
proporción se ha elevado al 64% en 2010, alcanzando una cifra cercana a 7.000 millones de dólares. El tema
no es menor, dado que, en general, dichas empresas no son exportadoras ni generadoras de divisas y el
déficit del balance de pagos es uno de los blancos históricamente frágiles de nuestra economía. Cuando se
habla livianamente de la importancia de la inversión extranjera, normalmente se pasa por alto dicha
problemática.
En algún momento se debe analizar con detenimiento cada sector económico, para tener claro qué
porcentaje de cada mercado está en manos de empresas transnacionales y de qué manera se puede
estimular a las empresas nacionales a que ingresen a los mismos. Las consecuencias del modelo de los ´90
que promovía la transnacionalización de la economía, más allá del nombre que se le quiso dar, terminó
provocando la transnacionalización en una sola dirección, es decir, la extranjerización. Lo que hubo fue un
proceso generalizado y continuo de compra de empresas argentinas por parte de competidoras de otros
países. Son muy pocos los ejemplos de empresas nacionales que adquirieron compañías en el exterior y se
transnacionalizaron, como dice el término. Ello es una cuestión pendiente que debe abordarse, porque
ofrece un flanco débil de nuestra economía.
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Actualmente y fruto de ese proceso, casi dos tercios de las 500 mayores empresas son extranjeras. Si
tenemos en cuenta que las mismas se instalan en el país con una estrategia de abordaje regional,
buscando atender la demanda exclusiva de América Latina, ya que en otras regiones disponen de otras
sucursales que las atienden, es muy difícil lograr que Argentina aumente sus exportaciones de alto valor
agregado a los países emergentes. Por eso se debe estimular el surgimiento de nuevos exportadores.
También necesitan revisarse algunas ventajas que se les concedió a numerosos sectores económicos en la
década del ´90, para incentivar la inversión de grupos transnacionales. Las mismas están relacionadas con la
posibilidad señalada de no ingresar al país las divisas luego de realizar las exportaciones (minería, pesca,
petróleo, granos, gas y electricidad), la facilidad de las empresas para remitir utilidades a sus países de
origen, el no pago de impuestos y tasas de que gozan algunas actividades financieras y la facilidad con que
estas logran sacar dinero del país en operaciones de compra - venta de acciones, futuros y títulos que, en
ocasiones, rozan lo legal.
A futuro, cada operación de exportación que se realizara desde nuestro país debería ingresar las divisas
cuando se concretara, debería gravarse más fuertemente la entrada y salida de capitales especulativos,
exigirse el pago de tasas e impuestos a todas las empresas que realizan negocios en nuestro país, en
igualdad de condiciones, y exigirse el pago de impuestos a numerosos sectores económicos que están
eximidos de los mismos y que constituyen una inequidad y un privilegio respecto de quienes sí pagan todos
los impuestos, tasas y aranceles.
Por supuesto que deben ajustarse e intensificarse los controles. Pero, más allá de los mismos, se debe
avanzar en lograr consensos con muchos sectores económicos ligados a la producción para que inviertan en
el país. Los costos del estímulo son siempre menores que lo que significa para el país el retiro del circuito
económico de las ganancias.
Una manera de comenzar a revertir esta dificultad para la administración de las divisas está surgiendo
desde UNASUR. La propuesta por comenzar a realizar el intercambio de bienes utilizando monedas
locales de cada país, hará menos imprescindible y vulnerable la tenencia de divisas en el sur del continente.
Por su parte, la creación del Fondo del Sur permitirá disponer de una gran reserva de divisas para
enfrentar las situaciones de desequilibrio externo, sin tener que atender las demandas políticas de las
políticas económicas del Fondo Monetario Internacional. Finalmente, la Creación del Banco del Sur,
permitirá llevar adelante numerosos proyectos de inversión de largo plazo, que normalmente financian el
Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, según las necesidades y las condiciones de las
empresas de sus países accionistas, y no las de los países de la región, con lo que se quedan con los
negocios más rentables y estratégicos, en contra de las empresas locales, que de ese modo les resulta muy
difícil crecer y desarrollarse.
En definitiva, mercado interno, UNASUR y países emergentes, de adentro para afuera, es la tríada del
éxito para enfrentar el futuro. Nuestro país está creciendo fuerte y sostenidamente, más allá de lo que
puede provocar la crisis, que no depende de nosotros. Y aunque hay asuntos pendientes por enfrentar, se
debe mantener el rumbo que se ha seguido los últimos años, que le ha permitido a nuestras empresas
recuperarse y crecer y a nuestra población mejorar su nivel de vida y enfrentar los próximos años
recuperando el orgullo y la esperanza.
Dificultades en la Economía Mundial: Desafíos y Oportunidades para la Argentina – Página 11
Av. Belgrano 124 Piso 1 (C1092AAO) Ciudad Autónoma de Buenos Aires – Tel: 5411-4342-0010 – Fax: 5411-4342-1312
Este trabajo ha sido realizado por Santiago Solda, Economista de AIERA, en Octubre de 2011
La Asociación de Importadores y Exportadores de la República Argentina (AIERA) es una entidad civil sin
fines de lucro creada en el año 1966, que agrupa a pequeñas y medianas empresas nacionales, cámaras
regionales y sectoriales y centros de industria y comercio. Su misión es brindar sustento y apoyo en el
ámbito del comercio exterior, desarrollando una actividad dinámica en favor de las economías regionales y
PyME de todo el país.
Como entidad gremial empresaria, AIERA despliega su acción institucional ante diversos organismos Aduana, Cancillería, Ministerio de Economía, Banco Central-, con el objeto de mejorar las condiciones en
que se desenvuelven las exportaciones y conseguir mejor acceso a los mercados. También integra el
Consejo de Administración de la Fundación ExportAr; de la cual es miembro fundador, y forma parte del
Consejo Consultivo Aduanero.
Desde el año 1966 AIERA representa los intereses de las PyME participando activamente en el ámbito del
comercio exterior argentino. AIERA impulsa su proyecto empresario, convirtiéndose en su canal de
participación a nivel institucional.
Dificultades en la Economía Mundial: Desafíos y Oportunidades para la Argentina – Página 12
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