Pintura Tiempo e imagen: construcción de identidades en las artes visuales de Chiapas. Guión para una exposición conmemorativa del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Julio Pimentel Tort Director CESA-UNICACH El arte colonial temprano de Chiapas: contexto cultural y social A finales del siglo XV y principios del XVI, España significó en el contexto europeo el ejemplo más sobresaliente en la formación de los estados nacionales occidentales cuyo principio fue la unificación regional iniciada con la fusión de los reinos de Castilla y Aragón, y su expansión sobre la España reconquistada, consolidando este proceso con su ampliación universal hacia las entonces Indias Occidentales, hoy América. En las postrimerías del siglo XVI, 1492, los reyes Isabel y Fernando toman Granada, último reducto musulmán en España, y en ese mismo año, Cristóbal Colón llega a la Isla de Santo Domingo en el Mar Caribe. Bajo la hegemonía imperial de Carlos I, en 1521 cae México Tenochtitlán; simbólicamente Hernán Cortés toma para la corona española la sujeción de los diferentes estados o repúblicas originales de lo que hoy es México y América Central, incluida el área geopolítica del Chiapas actual. Nuestro estado estaba conformado en esa época por tres grandes áreas político-culturales. Hacia el occidente, desde el extremo sur de la costa, limítrofe con Guatemala, extendiéndose al Istmo de Tehuantepec, sur de Veracruz y occidente de Tabasco, hasta poblaciones como Tuxtla y Pichucalco, se extendían los señoríos zoques, destacando Quechula y Tecpatán como asentamientos urbanos o centros ceremoniales; todo el oriente, desde su extremo sur hasta la falda del volcán Tacaná, pasando por el altiplano chiapaneco y llegando a las planicies del Golfo de México, con una gran expansión hacia la península de Yucatán y casi la totalidad de Centroamérica, estaba habitado por comunidades mayas dispersas, cuyos señoríos habían perdido ya el esplendor de la época clásica, pero sobrevivían culturalmente en sitios como Chamula o Zinacantán; y, en el centro de toda esta región, en el valle donde transcurre el Río Grande o Grijalva, y sin 105 Tiempo e imagen rebasar territorios ubicados más allá de los 800 metros sobre el nivel del mar, habitaban los chiapanecas con una sólida organización territorial, cuyo eje era su poderosa ciudad-estado: la antigua Chiapa o Soctón. Esto era Chiapas y esos sus pueblos y estados originarios a los que Luis Marín conquistaría y sometería en las campañas de 1523 ordenadas por Hernán Cortés, organizadas desde la guarnición de Coatzacoalcos, fundada en 1522 por Gonzalo de Sandoval como Villa del Espíritu Santo. Cuatro años después de la llegada de Luis Marín, la región se mantenía en resistencia; es hasta la llegada de Diego de Mazariegos con tropas reforzadas por mexicanos y tlaxcaltecas, y la consecuente derrota definitiva de los chiapanecas, cuando los pueblos indígenas quedan sometidos, fundándose primero en 1528 la Villa de Chiapa sobre las ruinas de la ciudad conquistada, y dos meses después la Villa Real de Chiapa, la actual San Cristóbal de Las Casas. Bernal Díaz del Castillo narra en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, los detalles de los enfrentamientos bélicos con los chiapanecas, e indica cómo, luego de la sujeción, “… se habló muy blandamente a los caciques chiapanecas y se les dijo con buenas lenguas las cosas tocantes a nuestra santa fe, y que dejasen ídolos y sacrificios y sodomías y robos, y se les puso cruces y una imagen de Nuestra Señora en un altar que les mandamos hacer…”. Este hecho es, con certeza, la primera irrupción del arte europeo en Chiapas y su piedra fundacional. De manera temprana, el estado español organiza la región en una estructura política territorial denominada Provincia de Chiapa, con su capital administrativa en Ciudad Real, y su nueva feligresía sujeta al credo católico romano dependiendo del obispado de Tlaxcala, administrando las regiones de Chiapa, Llanos, Zoques, Soconusco y Tzeltales, prácticamente la totalidad del territorio actual de 106 Julio Pimentel Tort Chiapas como estado. En lo civil, la provincia es gobernada dentro de la Audiencia de los Confines, que abarcaba la península de Yucatán y las provincias centroamericanas, hasta que en 1569 se crea la Capitanía General de Guatemala, a la que Chiapas pertenece durante todo el período colonial. En 1538 se crea el obispado de Chiapas, diócesis asignada a religiosos de la orden Dominica, quienes llegaron a México en 1526 y a nuestro estado en 1542. Fuera de los asentamientos coloniales iniciales trazados por los conquistadores como los de las dos Chiapas y Huehuetán, la mayoría de los pueblos fueron fundados por los dominicos, que ejercían una presencia dominante en la evangelización regional, a partir de mediados del siglo XVI en respuesta a la política de segregación de pueblos, concentrando a los habitantes indígenas en las nuevas villas. Es hasta ese momento cuando se inician las grandes fábricas de templos y conventos. En la provincia, parroquias y claustros se levantan y culminan su construcción ya cerca del fin de siglo, iniciando su dotación de retablos y ajuares litúrgicos, dominando por ello en Chiapas un arte finisecular que replicaba aún la tendencia manierista, en su modalidad plateresca, con fuertes rasgos tardo góticos, común al gusto castellano y extendido a la región sur de España, sobre todo en pintura y escultura; la arquitectura posee destacados elementos mozárabes, lo cual resulta explicable si consideramos el origen sevillano de la mayoría de los frailes constructores. A excepción de templos y claustros de los que extraordinarios ejemplos sobreviven conservando sus conceptos y elementos originales, los muebles artísticos tempranos como retablos y series iconográficas o historiadas sólo se conocen por sus fragmentos o elementos aislados de pintura y escultura. De la certeza o deducción razonada de sus restos es posible trazar los rasgos generales del arte temprano colonial de nuestro estado, y que en esta muestra se aplican para la escul- Tiempo e imagen tura de San Pedro Mártir y su contexto histórico estético en el marco de la villa de Chiapa de los Indios, cuyo gran convento se levantó entre 1551 y 1572 por fray Pedro de Barrientos. Es de esperar que esos retablos chiapanecos tempranos, perdidos en la mayoría de los casos, pero con huellas indelebles en la obras sobrevivientes en templos como los de San Juan en Ocozocoautla y San Esteban en Suchiapa, se concibieran dentro del paradigma del plateresco español, impulsado en gran medida por la tendencia iniciada en la península por Pedro Berruguete. De hecho, Alonso, su hijo, fue uno de los grandes innovadores de la retablística española a partir de 1530, con el impulso del manierismo que integra los últimos resquicios del gótico castellano a las formas italianizantes del Renacimiento y que se exportaron a América como un paradigma creativo, en parte ya bajo los principios espirituales y estéticos de la Contrarreforma. Así, se mezclan elementos del Quattrocento y Cinquecento italianos en la arquitectura de los retablos, procurando una composición racional y equilibrada a la que se adiciona con un sentido dramático en las representaciones escultóricas y pictóricas de los santos como antípodas, más cercano al mestizo sentimiento español de resabios mozárabes y góticos, pero plenos de una espiritualidad cristiana y católica que recurre a la imagen como afirmación indiscutible de su fe, en gran medida de resistencia a la iconoclastia de la reforma. En el tránsito de los siglos XVI y XVII, entre 1580 y 1630, pese a la inconmensurable crisis demográfica que la gestación del sistema colonial produjo en las poblaciones indígenas de Chiapa y el Soconusco, el nuevo orden social se afianza y su efecto estabilizador permite un relativo y poco perdurable equilibrio entre los actores antagónicos del proceso. Sin embargo, la dualidad República de Indios-República de Españoles se enraizará en la provincia como su elemento caracterizador más Julio Pimentel Tort perdurable, aun a cuestas de las subsecuentes y reiteradas crisis sociales y económicas que, como presencia ineludible, se alternarán a cada cierto tiempo en su devenir histórico. De hecho, y derivada de la inestabilidad del contexto económico y político prevaleciente a nivel mundial en ese momento, la provincia enfatizará su condición de marginalidad, frontera lejana a la metrópoli en sí misma imposibilitada por su orografía hacia la comunicación exterior, en la que los intercambios económico-culturales y su reflejo en la producción artística generan peculiaridades creativas que oscilan en la lenta introducción y tardía apropiación de las vanguardias, y la aprehensión de estilos amalgamados, plenos de anacronismos y fusiones. A diferencia de otras regiones de México, el arte de Chiapas se funda con un predominio de la representación e interpretación advocacional. Comunidad y nueva fe son un binomio indisoluble que no deja resquicios a la inclusión de lo personal en las figuraciones de los imaginarios y las realidades. Incluso es poco perceptible la reinterpretación simbólica o técnica de las tendencias estéticas a través de las visiones indígenas como el estilo indo-cristiano denominado tequitqui, tan usual y extendido en el centro del país o regiones como el Virreinato del Perú para todo el siglo XVI, e incluso el siglo XVII. Devenir social, tránsito y espacios visuales de identidad en el barroco chiapaneco En términos de la obra mueble e inmueble, el fenómeno identificador del arte regional tiende a bifurcarse a inicios del siglo XVII partiendo de sus elementos fundacionales. Así, en la arquitectura la concepción básica es de un mudejarismo que adopta carta de naturalización para apreciarse como un estilo vernáculo, condicionado por el uso de adobes, tejas y argamasa al que se adicionan, como elementos ornamenta- 107 Tiempo e imagen les, persistencias del siglo XVI y la integración del barroco como fachada u obra mueble y exenta. Por el contrario, quizá por su carácter mueble y cualidad de decoro, de referencia figurativa y función utilitaria para la representación del dogma de la fe y la vida cotidiana en sus afanes de posicionamiento social y poder terrenal, humana y divina a la vez, la pintura, la escultura, la platería y el mobiliario se refugian en el estilo barroco como su apariencia fundamental, aunque de un modo exento si tomamos como referencia la concepción integral de ese estilo en Europa o la Nueva España. El barroco chiapaneco es visual y unidireccional, se regodea en el misticismo avocando su teatralidad a la representación de la cosmovisión cristiana, siguiendo casi al pie de la letra algunos de los decretos doctrinales del Concilio de Trento, entre los que es de destacar la revitalización de la oración y la meditación, y la celebración de fiestas para honrar a los santos y las advocaciones a la Virgen María, excluyendo, al menos en su énfasis de reflejar en objetos tangibles, el ejercicio libre de las pasiones humanas. No es de extrañar entonces que los hechos sociales, civiles o religiosos, no se asumen como pretextos temáticos, a no ser tardíamente bien entrado el siglo XVIII, y la comunidad e individuos parecen tener sólo dos alternativas de incorporación al corpus del fenómeno artístico y su función social: el patrocinio individual y grupal de las obras artísticas, o la identificación con las advocaciones promovidas por mercedarios, franciscanos, dominicos y jesuitas. Estas últimas delimitan claramente recurrencias iconográficas íntimamente ligadas a la difusión de los evangelios inherente al impulso de la implantación de una nueva cosmogonía que, como ya se mencionó, se vio reforzada en gran medida por el espíritu del Concilio de Trento al cual se suma el papel preponderante del proceso de resistencia occidental y expansión indiana, que jugaron las órdenes del clero regular. 108 Julio Pimentel Tort Así, el dogma de la Trinidad como fundamento teológico del cristianismo, la encarnación del verbo en su representación terrenal de la virginidad de María y sus advocaciones, la vida y pasión de Cristo, los santos evangelistas y los arcángeles como mensajeros de Dios, acaparan las preferencias figurativas de esta sociedad que promueve y recibe la fe en Cristo. Además, los padres de la Iglesia, los santos fundadores y ligados a la vida de la órdenes religiosas, muchos de ellos de reciente elevación a los altares, incluso canonizados durante ese momento histórico y a los que América sumó sus vidas santas (San Vicente Ferrer en 1455, Santo Tomás de Aquino proclamado Padre de la Iglesia en 1567, Santa Catalina de Siena en 1461, Santa Rosa de Lima en 1671, San Ramón Nonato en 1657, San Serapio en 1743, San Diego de Alcalá en 1588, San Pascual Baylón en 1618, Santa Isabel de Portugal en 1625, San Felipe de Jesús en 1627, San Ignacio de Loyola en 1609, San Francisco Javier en 1619 y San Francisco de Borja en 1671), constituyen para esta sociedad en formación la nueva referencia para explicar el orden del cosmos, suplantando como símbolos en muchos casos, incluso sobreponiéndose, a antiguos cultos y divinidades cuyo orígenes se pierden en el tiempo fundacional de las naciones originarias de Chiapas. Villas, pueblos, barrios, gremios, cofradías, capellanías, diezmos, donaciones y otras obras pías se integran como única alternativa de identidad social y comunitaria a la estructura eclesiástica; individuos y comunidad se acogen voluntaria o forzosamente a los privilegios de la fe para ser representados por figuraciones trinitarias o cristológicas, y a la par de ellas también por María en su universo de misterios de dolor, gloria y gozo simbolizados en un corona de rosas, complementándose este imaginario de identidad por el prodigio de los santos y sus atributos. Éstos asumen una función de lenguaje interpretativo que identifica los discur- Tiempo e imagen sos narrativos de la fe y el ideal de vida cristiano al tiempo de enlazar, especialmente entre las comunidades originarias, la referencia de la cotidianeidad, en gran parte atribulada por la carga como sostén de la vida material de una sociedad inhumanamente tributaria, su asimilación y resistencia. Durante el siglo XVIII, destinadas a los grandes retablos, a los altares parroquiales o domésticos, y en menor medida a las pequeñas capillas de fincas que aisladas en su contexto reproducen la sociedad occidental en universos autárquicos, la percepción barroca regional se nutre de adquisiciones desde los centros productores de prestigio, con gran preferencia de la obra producida en Guatemala, pero también genera su propia producción artística en pequeños talleres regionales que proveen, en un estilo local a veces pleno de ingenuidad, los requerimientos prácticos de una sociedad diversificada que lentamente asciende en la construcción de su propio perfil para diferenciarse de otros grupos humanos, reconociéndose en la obra y en sus usos, de acuerdo con su pertenencia comunitaria. Regionalmente, la obra de arte barroca también es diversa en usos, formatos, técnicas y advocaciones; relieves en plata laminada y cincelada enriquecen los altares y sagrarios, pequeñas figuras de Jesús Niño se arropan y resguardan en arcas familiares en espera de su celebración anual, conjuntos de talla casi de tamaño natural en su versión de vestir son intervenidos con ropajes en ejercicios colectivos de mantenimiento y organización festiva o de adoración cotidiana, los lienzos y láminas ilustran con sus atributos iconográficos o evidencias narrativas los hechos sagrados y las vidas ejemplares a modo de un espejo que orienta la vida individual y social, tal como lo evidencian las piezas provenientes de Cintalapa, Yajalón, y Chiapa de Corzo, que en su representatividad de procedencia territorial en parte explican la función de villas y haciendas para indígenas y criollos como refugio y única vía Julio Pimentel Tort de sobrevivencia social en la provincia luego de la gran crisis generada por la rebelión de los Zendales en 1712. El evento, originado en Cancuc, se expandió rápidamente en las comunidades indígenas y colocó a la capital provincial en una situación de gran vulnerabilidad, de la que, a pesar del sometimiento de la sublevación a finales de ese mismo año, entró en un proceso de decadencia de la que ya no se pudo recuperar y que causará, en el siglo siguiente, la evidencia de su malogrado proyecto de hegemonía al perder su categoría de capital. En lo artístico, la Rebelión de 1712 genera la introducción de nuevos elementos de representación, orientados a asumir mensajes sociales en la figuración visual y a la elección de hechos históricos como pretextos temáticos de la obra creativa; así, los españoles de Ciudad Real ordenan la elaboración de dos lienzos con la imagen de la Presentación de la Virgen en el Templo en coincidencia con el día de su celebración (21 de noviembre) y el de la batalla definitiva, uno destinado para su exhibición en Ciudad Real en recuerdo de la victoria, y el otro para su colocación en el templo mismo de Cancuc con el propósito de que los indios no olviden su derrota. Más allá de su mensaje simbólico, los procuradores de la obra certifican su comprensión al incluir en ambos cuadros un texto que describe el vencimiento de la sublevación. En el imaginario popular de la sociedad dominante, se atribuye el triunfo de la estructura hegemónica a la intermediación de la advocación mariana de Nuestra Señora de la Caridad, venerada en el templo homónimo construido en Ciudad Real en 1709 y cuyo retablo se contrató en 1721, dado que el precedente era muy pequeño y no acorde a las gracias otorgadas para el triunfo. Fue usual a partir de ese momento, en las versiones pictóricas de la imagen, representar a esta advocación con banda y sombrero de generala, tal como se distingue en la pieza proveniente de San Cristóbal 109 Julio Pimentel Tort Tiempo e imagen de Las Casas, en la que también se incluye la figura de una donante. El individuo, su estatus, su entorno, sus obras y sus hechos exigen entonces su inclusión representativa para su permanencia en la memoria colectiva a través del arte. No basta ya a los actores sociales el saberse procuradores de una obra pía desde el ámbito de lo civil para gloria de la iglesia y para garantizarse un lugar privilegiado en la vida eterna. Aunque tímida, esta ascendente aparición se integra al dominio abrumador de la figuración advocacional; ejemplo de ello lo es el retrato de los hermanos Esteban y Basilio de Olaechea y Michelena, conservado en la finca San Antonio La Valdividiana en la frontera occidental de la provincia. La obra, realizada cerca de 1750, único registro de retrato civil en Chiapas, es en su tratamiento cercano a las tendencias del género en el arte de la Nueva España de esa época y, además de diferenciar con detalles anatómicos la apariencia de los dos personajes, da certeza de la identificación individual inscribiendo el nombre de cada hermano, uno sobre el pergamino que sostiene en una de sus manos, y el otro en el fondo oscuro sobre el que están situados sin referencia alguna a ubicaciones espaciales. Fundación de San Fernando de Guadalupe en Salto de Agua En las referencias a la representación social identificable, en el marco del siglo XVIII y dentro del ámbito estético del barroco, ya con elementos distinguibles de contactos e influencias artísticas e iconográficas de la Nueva España, resulta útil la referencia a una pintura de 1794 conservada en el Archivo de Indias de Sevilla, España, que aborda como tema la fundación de San Fernando de Guadalupe a orillas del río Tulijá (el actual Salto de Agua) por Agustín de las Cuentas Sayas, intendente de Chiapas. La pieza es de factura ingenua y su 110 composición pretende una descripción pormenorizada del hecho; la parte inferior del lienzo se ocupa por una banda con descripción narrativa sobre la que se desplanta la pintura misma que, en un plano ascendente, inicia con la ubicación transversal del río, continúa con un paisaje de lomeríos incluyendo las construcciones y vegetación alusiva, teniendo como fondo un cielo en medio del cual aparece la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. El texto completo de la banda dice: Nueva población de San Fernando de Guadalupe en Salto de Agua del Río Tulijá que lleva su corriente a las Lagunas de Chichicaste y a la de Términos. Lograda la reducción de los indios que vivían como animales en aquellos montes los reunió y estableció el Yntendente de Chiapas don Agustín de las Quentas formándoles un pueblo como se patentiza, y también la desgracia que le acaeció en los desmontes. Pero no obstante permaneció en aquel paraje desde el 1 de marzo de 94 hasta el fin de abril de 95, dejando completamente cumplido todo su proyecto y abierta su comunicación por agua con el Reino de N. E. Como aquellos días vino el bongo grande del Precidio del Carmen con maíces y otras cosas arribando hasta las Casas Reales de la población, residencia del Yntendente, más de 530 almas del vecindario, con Yglesia provista de ornamentos, vasos sagrados, copón, sagrario, faroles, cera, vino, campanas y lo demás que se precisó para integrar el Sto. Sacrificio de la misa católica, dejó canoas, bacas, yeguas, gallinas, marranos, palomas, árboles de coco, plátanos, piñas, cañas, sembrados de milpas de maíz y frijol, que esto consta en el expediente y que todo se hizo en obsequio de ambas Magestades y para bien de estas Provincias; la población se dedicó al Serenísimo Sor. Príncipe de Asturias. Retablos platerescos El retablo plateresco, como eje de la imaginería sacra de templos, capillas y claustros, propone lectu- Tiempo e imagen ras narrativas, muy adecuadas después de mediados del siglo XVI a los planteamientos de la contrarreforma católica que, de modo muy significativo, representa el espíritu y contexto ideológico de la evangelización americana y su colonización estética llevada a cabo a través de la labor educativa de las órdenes mendicantes en Chiapas, entre las que destacan franciscanos, mercedarios y dominicos. Formalmente, los retablos platerescos, integran los elementos gotizantes castellanos con los de tradición italiana, estructurados a partir del tabernáculo como posición central y eje de una composición rígidamente geométrica. Se distribuye en equilibrio de calles y cuerpos, divididas por pilastras o columnillas de inspiración renacentista con arquitrabes corridos y el balaustre como soporte novedoso. Las unidades formadas por la estructura son ocupadas por encasamientos donde se ubican esculturas y lienzos. Arquitrabes y fustes se decoran con grutescos, querubines, roleos y veneras, con frecuencia se incorporan rostros, monogramas y otros elementos decorativos; en los guardapolvos o polseras, molduras que suelen proteger a todo el conjunto en sus extremos laterales, no es extraño encontrar tondos con relieves o pinturas. Mantiene elementos de estilos previos como el banco o predela, compuesto con una sección horizontal, a menudo decorada con pinturas o relieves, cuya función es aislar el mueble de la humedad. También remata su forma general con un elemento a modo de frontón denominado ático, usualmente destinado para obras con el tema del Padre Eterno o la Santísima Trinidad. San Pedro Mártir El tratamiento de la escultura en madera de San Pedro de Verona o San Pedro Mártir de esta muestra se restringe a su representación tradicional, pues viste al modo de la Orden de Predicadores de Santo Julio Pimentel Tort Domingo con hábito de invierno: alba o túnica blanca, capilla con capucha y capa negra, portando escapulario y rosario de 15 misterios que simboliza la admiración de María; presenta tonsura en la cabellera negra y corta, como era común en la orden hasta entrado el siglo XX. Los atributos son también los más recurrentes asociados a este santo: la mano derecha, en posición de portar la palma, símbolo de martirio, probablemente desaparecida en el devenir de la pieza, en la mano derecha una biblia. Además, presenta herida en el pecho con puñal y en la cabeza con hacha, las armas de su homicidio y discreto flujo de la sangre. En la tonsura se aprecian huellas de donde alguna vez se sujetó la aureola o nimbo, elaborado seguramente con lámina o alambres de plata tal cual era el uso en estas representaciones durante el arte colonial de México y Centroamérica. La talla, casi de tamaño natural, tiene desbastado un gran hueco rectangular en la espalda, lo que hace suponer su realización para sólo ser visto de frente, facilitar su manejo y colocarlo en las grandes estructuras de los retablos. Otro elemento que confirma este planteamiento es la proporción alargada del talle y del cuello, que sólo se explica por considerar su visión en diagonal desde el piso hasta la altura de un segundo o tercer cuerpo de la estructura de los retablos. Aun cuando es difícil datar con precisión la fecha de factura, el modo anguloso, rectilíneo de la talla, que se refleja con suavidad en los rasgos del rostro y enfatizado en los pliegues del hábito, lo hermana con la escultura novohispana y guatemalteca de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, bajo los principios del manierismo español. Esta idea se refuerza con el discreto movimiento de la pierna izquierda y por una policromía básica, en contraste con los estofados barrocos posteriores de mediados del siglo XVII y plenos de alardes decorativos en el siglo XVIII. A modo de canon, es posible citar como fuente de esta escultura a las obras españolas de 111 Tiempo e imagen transición entre los siglos XV y XVI, con Pedro de Berruguete quien introduce dentro de la tradición hispano-flamenca las tendencias mediterráneas, y es muy apreciado entonces por la Orden de Predicadores. Un lienzo de este autor, conservado en el Museo del Prado, realizado en 1493, presenta a San Pedro Mártir en una composición de la cual podríamos afirmar que inspiró a la talla de Chiapa, mediante hasta ahora desconocidos medios de tránsito y aprehensión. Independencia y nacionalidad, razón y destino de una nueva identidad regional La incorporación de la provincia de Chiapas como un estado federado más de la República Mexicana en 1824, domina como hecho histórico el paso de la región a un nuevo eje de identidad originada años atrás, incluyendo su declaración de independencia y su autonomía política de la Capitanía General de Guatemala, cuya gestación abreva de las reformas promovidas por la Corona española a finales del siglo XVIII que impulsaron la apertura comercial de sus colonias. En este sentido, Chiapas no se diferencia en general de los procesos que definieron la creación de los nuevos estados americanos en los albores del siglo XIX, particularizándose quizá en el modo de incorporación de las reformas a su condición de provincia fronteriza, cultural, geopolítica y económica. Así, partiendo del Acta General de Libre Comercio expedida en 1778, la región oscila entre las crisis centroamericanas, la decadencia metropolitana ibérica y el surgimiento de ascendentes nuevos polos de desarrollo y hegemonía que inciden en su propio devenir. Dos alcaldías mayores, una en Ciudad Real y otra en Tuxtla, dividieron la administración de Chiapas por Cédula Real en 1768, provocando que sus titulares, a la vez de responsabilizarse de la recaudación tributaria, se posicionaran como 112 Julio Pimentel Tort productores agropecuarios y monopolizadores del comercio interregional durante al menos 18 años, controlando las rutas hacia la Nueva España vía los valles occidentales de Cintalapa y Jiquipilas, aunado al dominio de la producción y comercio del cacao en la ruta hacia Tabasco. En 1786 concluye esta organización con la expedición de otra Cédula Real que creó el régimen de intendencia en la provincia un año después que la de San Salvador y contemporánea de las de Honduras y Nicaragua, distanciando y diferenciando aún más a las provincias con la sede del gobierno en la ciudad de Guatemala, al tiempo de fortalecer los lazos previamente establecidos en Chiapas con las dinámicas económicas y culturales de la Nueva España, incorporando planteamientos de las vanguardias intelectuales de la época aunque tardíamente. Ejemplo de ello fue la fundación de la Sociedad de Amigos del País de Chiapas en 1819, cuyas ideas antecedentes derivan de la Ilustración francesa, asumidas en España a partir de 1765 e incorporadas en Centro América con la creada en Guatemala en 1794 a la que perteneciera fray Matías de Córdova y Ordóñez. Este cambio en el pensamiento dominante explica en parte las transformaciones artísticas regionales, pues de la culminación del barroco centroamericano alcanzado en la primera mitad del siglo XVIII se derivan tendencias que van menguando su fuerza, logros estéticos y calidad de manufactura. Por un lado, el espíritu de la Contrarreforma es ya sólo un eco lejano, la evangelización es un hecho consumado cuyos ideales teológicos y humanistas transitan a propósitos civiles; la crisis de la metrópoli genera dinámicas de empoderamiento de los grupos locales, y los pueblos alcanzan un equilibrio demográfico que no exige ya fábricas de gran envergadura para los espacios de la fe. El prestigio y su expresión material en la obra artística soslaya a los intermediarios divinos de la estructura eclesiástica como una demostración que Tiempo e imagen obliga a inversiones en el ámbito social global. La pertenencia a la comunidad cristiana se procura intimista y trasciende el círculo de lo individual, sólo en la medida de incidir en la sujeción patrimonial y productiva; los cambios económicos propiciaron el incremento de las propiedades agropecuarias privadas, y con ellas se multiplicaron las capillas domésticas y de fincas, cuyo eje de convivencia comunitaria siguió siendo, fortalecido quizá, las preferencias devocionales de las advocaciones y el santoral cuyos festejos ahora enriquecieron la vida rural. Los requerimientos de pintura y escultura ya no son más de formatos monumentales; lienzos y esculturas reducen su tamaño, sus líneas y figuración empiezan a ceder ante la presencia del academicismo, perdiendo, poco a poco las formas curvilíneas y envolventes que las caracterizaron en el siglo precedente, así como también los elementos dramáticos de la composición. En lo político, la provincia se mantiene distante y en apariencia ajena a la sublevación independentista de la Nueva España iniciada en 1810; sólo de manera coyuntural, en 1813, se da en nuestro territorio un hecho de armas relacionado al movimiento y que fue provocado por la expedición punitiva dirigida contra los insurgentes, bajo el mando de Manuel Dambrini, jefe de las fuerzas reales establecidas en Chiapas, y ordenada por el Capitán General de Guatemala, José Bustamante y Guerra. Dambrini toma Niltepec y fusila a los insurgentes capturados; en respuesta, desde los Valles Centrales de Oaxaca, Mariano Matamoros como jefe insurgente en la región emprende el viaje hacia la costa sur del Istmo de Tehuantepec, obliga el retiro de Dambrini y de las tropas guatemaltecas “y en las inmediaciones de Tonalá, en tierras chiapanecas, le infligió una terrible derrota el 19 de abril” (Sergio Nicolás Gutiérrez, en Encrucijada y destino de la Provincia de las Chiapas). Al no continuar las tropas insurgentes en su avance por la provincia y optar en cambio por Julio Pimentel Tort abandonarla, los eventos bélicos independentista no pasaron de este hecho aislado. En lo social, en este período se mantienen en nuestro estado antagonismos y contradicciones; en lo estético, pese a la tendencia evolutiva señalada, persisten preferencias de gusto fuertemente arraigadas en el corpus colectivo de la sensibilidad y la apreciación. Aún así, se fortalecen innovaciones, cambios, tanto en la función aparente del arte como en su motivación del pensamiento humano, ya sea éste de carácter cosmogónico o racional. Todos estos elementos delimitan un universo múltiple de identidades sociales afín a los distintos actores, mismas que deambulan entre su tiempo para construir un lenguaje que, según Eloísa Uribe en su ensayo sobre La pintura y la escultura decimonónicas en Chiapas, a los chiapanecos “… les permitió cohesionarse, reconocerse y mostrarse ante los demás”, tal como civilmente lo hicieron con el plebiscito de 1824 mediante el cual se integran a la república mexicana y con el cual se inicia la construcción de la idea de nación a la que hasta ahora se continua revitalizando. La autora agrega que con ello, “Se abre un nuevo paisaje cultural, al tiempo que el paisaje real determina sus límites políticos con una oleada de nuevas fincas, misma que se reafirma en lo territorial con la secularización en 1856 de los bienes de la Iglesia. Este proceso conlleva a la formación de la frontera sur y provoca una separación de Centroamérica, tanto en lo político como en lo cultural. La región centroamericana siguió su propio desarrollo y las distinciones tomaron un carácter irreversible cuando, debido a la presión ejercida por el desarrollo y consolidación de las fincas cafetaleras en la región del Soconusco, se firma el tratado definitivo de límites entre México y Guatemala en 1882.” Ya sujeta a la influencia del desarrollo sociohistórico de la Nueva España, los movimientos a favor de la independencia en la Provincia de las Chiapas 113 Tiempo e imagen se presentan hasta agosto de 1821 cuando, motivado por el conocimiento del avance del Ejército Trigarante sobre la ciudad de Oaxaca, el Ayuntamiento de Comitán apoyado por los ciudadanos destacados, entre los que sobresale fray Matías de Cordóva y Ordóñez, declara el día 28 de ese mes su independencia y la de su jurisdicción. De inmediato se notificó a Ciudad Real, capital de la Provincia, donde la Diputación provincial resolvió seguir el ejemplo de Comitán el 3 de septiembre. “Chiapas instó al gobierno de Guatemala a hacer lo mismo y así, la independencia de la Capitanía se efectuó el 15 de septiembre, pero sin adherirse al Plan de Iguala y tomando en cuenta a Chiapas dentro de la declaración, lo que motivó la protesta chiapaneca en reunión del día 26, firmada dos días después.” (Sergio Nicolás Gutiérrez, en Encrucijada y destino de la Provincia de las Chiapas). Entre otros asuntos, se asumía que a partir de ese momento sólo se reconocía como gobierno al mexicano, siendo de facto una declaratoria de independencia respecto a Guatemala, cortando abruptamente, después de casi tres siglos, su relación con esta entidad política. A partir de esa fecha los tres años subsecuentes se caracterizan por su turbulencia política, que incluyen la unión al Imperio Mexicano en 1822, su disolución en 1823, la firma del Plan de Chiapas libre en ese mismo año con la libertad de la Provincia, la convocatoria a un plebiscito en 1824, su realización y la proclamación solemne de la unión de Chiapas a México el 14 de septiembre. La consecuencia inmediata es la reagrupación de los sectores sociales en busca de empoderamientos o permanencias, lo que implicó la creación de nuevas entidades culturales (la Academia de Dibujo en 1833), la aparición de la imprenta y su producción de objetos de comunicación, transmisión y de percepción visual (apertura de una escuela de grabado en 1827), y la consolidación de un soporte 114 Julio Pimentel Tort político al naciente estado de la República Mexicana (sanción de la primera Constitución Política de Chiapas, por el Congreso Chiapaneco, en noviembre 19 de 1827). Plena de contradicciones, la construcción de una nueva identidad nacional en la región encuentra su figura señera en Joaquín Miguel Gutiérrez; gobernador de Chiapas de 1832 a 1834, cambia la sede del gobierno a la Villa de Tuxtla en ese último año, y muere asesinado en junio 8 de 1838. Ciudadanía y fe: bordes de identidad entre patria y región En 1848 Benjamín Crocker Pinto, nacido en Comitán y formado como pintor en Chiapas, pinta el cuadro de Joaquín Miguel Gutiérrez muerto, y en 1868 Salvador Falla, oriundo de Guatemala y con reconocida trayectoria artística en su país, pinta un cuadro con el tema del Sagrado Corazón de Jesús. No son dos hechos aislados e inconexos, ya que el arte regional, a modo de un espejo de las ideas, refleja los cambios que en el terreno cultural se gestaban a la par de la organización económica y social, implicando en ello la incorporación incipiente de nuevos paradigmas, contestatarios en parte, pero también fusionados al corpus ideológico colonial. La realidad y el arte estuvieron inmersos en los enfrentamientos y contradicciones cuyo parangón político lo ejemplifica la lucha por la hegemonía, incluyendo el símbolo de la sede física de la administración pública con la alternancia ante cada disputa del poder de Chiapa, Ciudad Real y Tuxtla como capital estatal y la eterna dualidad de mestizaje y pueblos originarios. Baste mencionar al respecto la Sublevación Tzotzil de 1869 bajo la conducción del líder indígena Pedro Díaz Cuscat. La estabilidad se logra ya en el ocaso del siglo al presentarse una continuidad de los gobiernos positivistas emanados del poder central de la República Mexicana Tiempo e imagen con Porfirio Díaz en su continuidad presidencial, y con el cambio y la designación definitiva de Tuxtla como nueva capital de Chiapas en 1892. Esta realidad oscilante propició que los artistas decimonónicos de Chiapas crearan sus obras; bien a partir de una tradición colonial que se muestra a través de fuertes anacronismos y con diluidas aportaciones academicistas, bien por el pretendido afán de integración de los estilos de moda cuya resonancia en lo pictórico y escultórico es muy débil y apenas pueden distinguirse rastros de las fuentes de origen. Cabe no soslayar la introducción de nuevas variantes y disciplinas que permitieron mayor accesibilidad a la representación individual en lo social y lo civil; destacan al respecto la tardía introducción de la imprenta con sus medios gráficos de masividad, la innovación que implicó la litografía y el gran impacto de la fotografía que abundará en productos en el último cuarto de ese siglo. De acuerdo con Fernando Castañón Gamboa, la introducción de la imprenta la realizan paralelamente fray Matías de Córdova y Ordóñez y Joaquín Miguel Gutiérrez; en 1827 se inician las ediciones de La Campana Chiapaneca y El Para-rayo, diarios pioneros que difunden hechos, ideas y un nuevo imaginario. La primera imprenta adquirida por Gutiérrez dos años atrás, incluía además de los tipos para los textos, imágenes en cliché, “una de un Cristo y otra de una purísima y una aguilita”. Agrega, además, que ese mismo año “se dieron los primeros pasos en el arte del grabado, anunciándose como expertos artistas, Mariano Sánchez y Andrés Miró, participando al público tuxtleco en las columnas del semanario Campana Chiapaneca, la apertura de una escuela de grabado, invitando a los padres de familia “para que enviaran a sus niños a fin de enseñarles el arte completo de grabar naipes, exhibiendo la figura de un ´as de copas` elaborado por ellos”. Aunque las creaciones de los artistas locales nunca llegaron a ser manifestaciones renovadas, sí refle- Julio Pimentel Tort jan las necesidades de una clase social que buscaba afianzarse en el poder y la de grupos sociales marginales y oprimidos que se esfuerzan por mantener su identidad y sus organizaciones comunitarias. En el plano de la creación, el péndulo oscila entre los creadores de renombre y con certezas onomásticas y los artesanos creadores que mantienen y hacen crecer sus organizaciones gremiales vinculadas al arte popular. Ambos comparten los polos culturales de la innovación y la tradición, cuya consecuencia se manifiesta en las preferencias temáticas de la pintura y la escultura, conformando dos universos claramente distintos; a saber: el ámbito de lo religioso y el universo de lo civil. La preferencia por uno u otro no fue exclusiva de un determinado artista, sobre todo en lo que a escultura se refiere; los pintores del siglo XIX chiapaneco abordaron tanto la temática religiosa de carácter devocional como los temas civiles, entre los que predominó el retrato y la escena histórica. Sin embargo, cabe señalar que al menos en los primeros cuarenta años de vida independiente, a excepción del retrato de Joaquín Miguel Gutiérrez muerto, no hay registro para nuestra región de obra artística con temática histórica o civil. La continuidad representativa se aboca a la representación de figuras devocionales, proliferando una pintura y escultura de pequeño y mediano formato, cuyas dimensiones se miden en centímetros, que figuran a santos y santas, a la recreación de María en sus variadas advocaciones, y a ella misma y Cristo abandonando la acepción de la Pasión y el Calvario, con énfasis ahora en la vertiente del corazón sagrado y la inocencia de la niñez, respondiendo así a preferencias devocionales propias de la localidad o al fervor de particulares, ya no más limitados a su función de donantes, refugiándose en apego a una vivencia religiosa en el ambiente íntimo de la casa familiar. Este traslado espacial de la experiencia religiosa no impidió su convivencia pública, persistiendo la tradición colonial en las lla- 115 Tiempo e imagen madas figuras procesionales y de visita, un santoral que continuó dando sentido religioso al transcurso de los días, pues al calendario de fiestas devocionales se agregaron las patrióticas de carácter civil. A medida que las ideas liberales permearon la mentalidad tradicional de los antiguos súbditos y ahora ciudadanos, se concedió un mayor privilegio a los espacios de vida y convivencia de los individuos que estuvieron llamados a comportarse como ciudadanos, con obligaciones y derechos propios, de un país específico: México. La formación de la conciencia ciudadana y la práctica devocional íntima propiciaron la creación de algunas devociones locales, o la incorporación de fenómenos de fe recientes o añejos que de otras latitudes llegaban hasta la aún aislada región. En estas últimas destacan ejemplos como el culto a Nuestra Señora de Lourdes o de Fátima, y la aprehensión del icono nacional, muy vinculada a la conciencia de nación, de Nuestra Señora de Guadalupe; entre la creación de devociones locales exclusivas, el Chiapas decimonónico se ejemplifica de la manera más representativa en el culto y veneración a San Caralampio. Julio Pimentel Tort Su trascendencia en la construcción de imaginarios de identidad radica, tanto por la abundante producción de obra plástica creada para rendirle culto al santo, como por el hecho de ser una figura de origen básicamente mestizo, de fuerte presencia en los llanos de Comitán y en buena parte de los valles centrales de Chiapas. San Caralampio aparece como santo protector contra los males de la peste y es inútil buscar su registro en el santoral católico, donde no hay rastro alguno de su persona, ya que surgió a instancias de Raymundo Solís, siendo él mismo quien se encargó de pintar un cuadro alusivo a la persona y obra del personaje, describiendo literalmente en su traducción gráfica un fragmento de novela histórica, y de iniciar su culto al dedicarle una capilla que mandó levantar, a mediados del siglo XIX, en su rancho denominado Tezeltón, en las inmediaciones de Comitán. Estrictamente, en el contexto del arte universal de su tiempo, la creación figurativa de San Caralampio es, aunque ingenua y sin sus referencias conceptuales, un producto del romanticismo que antecede a las expresiones estéticas modernas y contemporáneas. Colofón Tiempo e imagen: construcción de identidades en las artes visuales de Chiapas, exposición producida por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, a través del Centro de Estudios Superiores en Artes, y financiada en parte por el Programa de Apoyo a la Formación Profesional (PAFP) de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES). En la coyuntura de las conmemoraciones nacionales del Bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, la muestra se concibe para su itinerancia en las ciudades de Chiapa de Corzo, Tuxtla Gutiérrez y Cintalapa de Figueroa. Las piezas incluidas provienen de acervos comunitarios en su mayoría, como resultado de los trabajos de vinculación del Centro, con la Red de Desarrollo Comunitario de las Artes. Por razones de espacio no se exhibe la sección dedicada al siglo XX, misma que será reproducida en el próximo número. Algunas ideas sobre el devenir de las Artes en Chiapas han sido retomadas de las aportaciones de Eloísa Uribe, Julio Alberto Pimentel y Gustavo Ruiz Pascacio, en Cinco siglos de plástica en Chiapas, y la estructura histórica cronológica de Sergio Nicolás Gutiérrez en Encrucijada y destino de la provincia de las Chiapas. Las referencias documentales aparecerán en el catálogo respectivo, actualmente en prensa. Su distribución será gratuita y podrá solicitarse a la dirección del Centro de Estudios Superiores en Artes de la Unicach. En el proyecto y montaje colaboraron Jaime Ignacio Martínez Gómez, Javier Orozco Palavicini, Luis Alonso Selvas Moreno y Roberto Rico Chong, personal académico de la Escuela de Artes Visuales, con la asesoría histórica de Ana Parrilla y Sergio Nicolás Gutiérrez, profesores de tiempo completo de la Licenciatura en Historia de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Ezechiel Hascoet Tual, alumno de la Licenciatura en Artes Visuales de la Unicach y Roberto Daniel Carretas, alumno en movilidad estudiantil, procedente de la Universidad de Sonora, participaron como auxiliares de investigación y museografía. 116 Exposición conmemorativa del Bicentenario Tiempo e imagen: construcción de identidades en las artes visuales de Chiapas Virgen María con Niño Jesús (fragmento) Talla directa en madera, ensamblado, policromado, encarnado y dorado. Anónimo. Mediados del siglo XIX. Procedencia: Cintalapa de Figueroa, Chiapas; colección Galería de Arte de Cintalapa. 117 Exposición conmemorativa del Bicentenario Niño Dios Talla directa en madera, policromado y encarnado. Anónimo. Siglo XVIII. Procedencia: Yajalón, Chiapas: colección particular. 118 Exposición conmemorativa del Bicentenario Fragmento de frontal de altar escalonado Lámina de plata cincelada y remachada. Anónimo. Siglo XVIII. Procedencia: Cintalapa de Figueroa, Chiapas; colección Galería de Arte de Cintalapa. 119 Exposición conmemorativa del Bicentenario Dolorosa Talla directa sobre madera, ensamblado, policromado y encarnado. Anónimo. Principios del siglo XIX. Procedencia; Chiapa de Corzo, Chiapas; colección particular. 120 Exposición conmemorativa del Bicentenario Cristo Talla directa en madera, ensamblado y policromado. Anónimo. Siglo XVIII. Procedencia: Cintalapa de Figueroa, Chiapas; colección Galería de Arte de Cintalapa. 121 Exposición conmemorativa del Bicentenario Cruz Óleo sobre madera labrada, ensamblada y laqueada. Anónimo. Siglo XVIII. Procedencia: Chiapa de Corzo, Chiapas; colección particular. 122 Exposición conmemorativa del Bicentenario Niña Virgen María Talla directa sobre madera, policromado, encarnado y adiciones de vidrio moldeado y policromado. Anónimo. Siglo XIX. Procedencia; Chiapa de Corzo, Chiapas; colección particular. 123 Exposición conmemorativa del Bicentenario Niño Dios Talla directa en madera, policromado y encarnado. Anónimo. Siglo XIX. 124 Exposición conmemorativa del Bicentenario Nuestra Señora de la Soledad de Zacatecas Óleo sobre lámina de cobre. Anónimo. Siglo XVIII. Procedencia: Tonalá, Chiapas; colección particular. 125 Exposición conmemorativa del Bicentenario Inmaculada Talla directa sobre madera, ensamblado, policromado, encarnado y adiciones de vidrio moldeado y policromado. Anónimo. Siglo XIX. Procedencia; Chiapa de Corzo, Chiapas; colección particular. 126 Exposición conmemorativa del Bicentenario Nuestra Señora del Rosario Óleo sobre tela, con aplicaciones de hoja de oro. Anónimo. Principios del siglo XIX. Procedencia: Jiquipilas, Chiapas; colección particular. 127 Exposición conmemorativa del Bicentenario San Ramón Nonato Talla directa sobre madera, ensamblado, policromado, encarnado y adiciones de vidrio moldeado y policromado. Anónimo. Siglo XIX. Procedencia; Chiapa de Corzo, Chiapas; colección particular. 128 Exposición conmemorativa del Bicentenario San Caralampio Óleo sobre lámina de zinc. Anónimo. Finales del siglo XIX. Procedencia: Chiapa de Corzo, Chiapas; colección particular. 129 Exposición conmemorativa del Bicentenario Inmaculada Talla directa sobre madera, ensamblado, policromado, encarnado y adiciones de vidrio moldeado y policromado. Anónimo. Principios del siglo XIX. Procedencia; Chiapa de Corzo, Chiapas; colección particular. 130 Exposición conmemorativa del Bicentenario Nuestra Señora de Lourdes Plomo moldeado. Anónimo. Finales del siglo XIX. Procedencia: Cintalapa de Figueroa, Chiapas; colección particular. 131 Exposición conmemorativa del Bicentenario Nuestra Señora de Guadalupe Grabado en lámina de zinc. Anónimo. Finales del siglo XIX. Procedencia: Jiquipilas, Chiapas; colección particular. 132 Rectoría Ing. Roberto Domínguez Castellanos Rector Mtro. José Francisco Nigenda Pérez Secretario General C.P. Miriam Matilde Solis Domínguez Auditora General Lic. Adolfo Guerra Talayero Abogado General Mtro. Pascual Ramos García Director de Planeación Mtro. Florentino Pérez Pérez Director Académico Mtro. Jaime Antonio Guillén Albores Director de Extensión Universitaria Dr. Eduardo E. Espinosa Medinilla Director de Investigación y Posgrado C.P. Lic. Ricardo Cruz González Director de Administración L.R.P. Aurora Evangelina Serrano Roblero Directora de Servicios Escolares Mtra. Brenda María Villarreal Antelo Directora de Tecnologías de Información Lic. Noé Fernando Gutiérrez González Director de Servicios de Información y Documentación Dependencias de Educación Superior C.D. Jaime Raúl Zebadúa Picone Director de la Des de Odontología Mtra. Érika Judith López Zúñiga Directora de la Des de Nutrición Mtro. Martín de Jesús Ovalle Sosa Director de la Des de Psicología Dra. Sandra Urania Moreno Andrade Directora de la Des de Biología Ing. Francisco Félix Domínguez Salazar Director de la Des de Ingenierías Mtro. Carlos Gutiérrez Alfonzo Director de la Des del CESMECA Mtro. Jesús Manuel Grajales Romero Director de la Des de Oferta Regionalizada Antrop. Julio Alberto Pimentel Tort Director del Des de Artes Lic. Diego Martín Gámez Espinosa Coordinador del Centro de Lenguas