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Número 28 • Junio 2013
Número 28 • Junio 2013
SUMARIO
I. TEMA DE DEBATE
– Torres del Moral, Antonio: Libertad de comunicación pública de los
parlamentarios: inviolabilidad y secreto.
II. ESTUDIOS
– Villacorta Mancebo, Luis-Quintín: El Derecho de creación judicial,
formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho.
– Hernáez Salguero, Elena: El recurso administrativo especial en materia de
contratación a la luz de las resoluciones dictadas por el Tribunal Administrativo
de Contratación Pública de la Comunidad de Madrid.
– González-Varas Ibáñez, Santiago: Rescates de concesiones.
– Recoder Vallina, Tatiana: Racionabilidad de las normas y predecibilidad
de la conducta humana en materia de corrupción.
– Ruiz Miguel, Carlos: La descentralización administrativa en la Constitución
de 1812.
III. NOTAS Y DICTÁMENES
– Fernández Barbadillo, Pedro María: La segunda vuelta electoral en los
sistemas presidenciales iberoamericanos.
– De Alba Bastarrechea, Esther: Las uniones temporales de empresarios: la
solidaridad como elemento esencial.
– Muñoz de Dios Sáez, Luis F.: Embriones congelados y desistimiento de uno de los
miembros de la pareja en Derecho español.
– Izquierdo Arines, Manuel: El principio de legalidad sancionadora.
Excepciones y modulaciones del principio. El caso singular de las relaciones
entre los titulares de licencias de auto-taxi y los Ayuntamientos: evolución
jurisprudencial; la reciente doctrina del Tribunal Constitucional en relación
con el apartado 7.º del artículo 16.2 b) de la Ley de Ordenación y Coordinación
de los Transportes Urbanos de la Comunidad de Madrid.
IV. COMENTARIOS DE JURISPRUDENCIA
– Marañón Gómez, Raquel: Comentario a las Sentencias del Tribunal
Constitucional 103/2013 de 25 de abril y 125/2013 de 18 de junio de 2013:
Electos Vs designados; El plus de representatividad de los cargos locales electos.
– Cid Villagrasa, Blanca: La Corte Constitucional italiana y el Tribunal de
Justicia de la Unión Europea: Europeización del Derecho constitucional
nacional o nacionalización del Derecho europeo.
V. CRÓNICA DE ACTIVIDAD PARLAMENTARIA
– Nieto Lozano, Ángeles; Sánchez Fernández, Santiago y Durán
Ramos, José María: La Actividad Parlamentaria de julio a diciembre de
2012 (IX Legislatura).
VI. RECENSIONES
– López González, José Luis: La democracia amenazada, de José Luis Rey
Pérez.
– Alonso Timón, Antonio J.: Los contratos del sector público, de David
Blanquer Criado.
– Villarino Marzo, Jorge: Networks and States. The Global Politics of
Internet Governance, de Milton L. Mueller.
– Moret Millás, Vicente: Informe sobre España: repensar el Estado o
destruirlo, de Santiago Muñoz Machado.
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ASAMBLEA
Revista Parlamentaria de la
Asamblea de Madrid
28
Junio
2013
Asamblea de Madrid
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responsabilidad.
ÍNDICE
Pág.
I. TEMA DE DEBATE
Torres del Moral, Antonio: Libertad de comunicación pública de los
parlamentarios: inviolabilidad y secreto ...........................................................
II. ESTUDIOS
Villacorta Mancebo, Luis-Quintín: El Derecho de creación judicial,
formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho ...............................
Hernáez Salguero, Elena: El recurso administrativo especial en materia de
contratación a la luz de las resoluciones dictadas por el Tribunal Administrativo
de Contratación Pública de la Comunidad de Madrid .....................................
González-Varas Ibáñez, Santiago: Rescates de concesiones .........................
Recoder Vallina, Tatiana: Racionabilidad de las normas y predecibilidad de
la conducta humana en materia de corrupción ................................................
Ruiz Miguel, Carlos: La descentralización administrativa en la Constitución
de 1812 ........................................................................................................
III. NOTAS Y DICTÁMENES
Fernández Barbadillo, Pedro María: La segunda vuelta electoral en los
sistemas presidenciales iberoamericanos............................................................
De Alba Bastarrechea, Esther: Las uniones temporales de empresarios: la
solidaridad como elemento esencial .................................................................
Muñoz de Dios Sáez, Luis F.: Embriones congelados y desistimiento de uno de
los miembros de la pareja en Derecho español...................................................
Izquierdo Arines, Manuel: El principio de legalidad sancionadora. Excepciones
y modulaciones del principio. El caso singular de las relaciones entre los titulares de
licencias de auto-taxi y los Ayuntamientos: evolución jurisprudencial; la reciente
doctrina del Tribunal Constitucional en relación con el apartado 7.º del artículo
16.2 b) de la Ley de Ordenación y Coordinación de los Transportes Urbanos de la
Comunidad de Madrid ..................................................................................
IV. COMENTARIOS DE JURISPRUDENCIA
Marañón Gómez, Raquel: Comentario a las Sentencias del Tribunal
Constitucional 103/2013 de 25 de abril y 125/2013 de 18 de junio de 2013:
Electos Vs designados; El plus de representatividad de los cargos locales electos ................................................................................................................
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Cid Villagrasa, Blanca: La Corte Constitucional italiana y el Tribunal de
Justicia de la Unión Europea: Europeización del Derecho constitucional nacional
o nacionalización del Derecho europeo ............................................................
331
V. CRÓNICA DE ACTIVIDAD PARLAMENTARIA
Nieto Lozano, Ángeles; Sánchez Fernández, Santiago y Durán
Ramos, José María: La Actividad Parlamentaria de julio a diciembre de 2012
(IX Legislatura) .............................................................................................
365
VI. RECENSIONES
López González, José Luis: La democracia amenazada, de José Luis Rey
Pérez ............................................................................................................
Alonso Timón, Antonio J.: Los contratos del sector público, de David
Blanquer Criado...........................................................................................
Villarino Marzo, Jorge: Networks and States. The Global Politics of Internet
Governance, de Milton L. Mueller ................................................................
Moret Millás, Vicente: Informe sobre España: repensar el Estado o destruirlo,
de Santiago Muñoz Machado .......................................................................
397
405
409
425
I
TEMA DE DEBATE
Antonio Torres del Moral★
Libertad de comunicación pública de los
parlamentarios: inviolabilidad y secreto
Sumario: I. INTRODUCCIÓN.—II. JUSTIFICACIÓN HISTÓRICA DE LAS GARANTÍAS PARLAMENTARIAS.—2.1. El paso del Antiguo al Nuevo Régimen.—2.2. Textos
comparados.—2.2.1. Inglaterra.—2.2.2. Estados Unidos.—2.2.3. Francia.—2.2.4. Suecia
y Noruega.—2.3. Breve análisis.—III. DERECHO COMPARADO PRÓXIMO.—
3.1. Textos constitucionales de países miembros de la Unión Europea.—3.2. La inviolabilidad en el Parlamento Europeo.—3.3. Derecho histórico español.—3.3.1. Periodo
gaditano.—3.3.2. Textos constitucionales posteriores.—3.3.3. Periodo franquista.—IV.
DERECHO ESPAÑOL VIGENTE RELATIVO A LAS CÁMARAS NACIONALES.
PLANTEAMIENTO.—V. NATURALEZA JURÍDICA Y CARACTERES.—5.1. Naturaleza jurídica.—5.2. Caracteres.—VI. REPLANTEAMIENTO.—6.1. Nuevo perfil
de la inviolabilidad en el Estado social y democrático de Derecho.—6.2. Reajuste de los
elementos fundamentales de la prerrogativa.—6.2.1. Opiniones, votos, actos. Una interpretación completiva.—6.2.2. Ejercicio de sus funciones. Una interpretación estricta.—VII.
AMPLIACIÓN DE LOS TITULARES DE LA PRERROGATIVA MÁS ALLÁ DEL
ÁMBITO DEL PARLAMENTO NACIONAL.—7.1. Diputados autonómicos.—7.2.
Magistraturas nacionales no parlamentarias.—7.3. Extensión de la prerrogativa a otros
titulares.—VIII. LIMITACIONES CORPORATIVAS DE LA INVIOLABILIDAD.—
IX. EL DEBER DE SECRETO DE LOS PARLAMENTARIOS.—X. CONCLUSIÓN:
INVIOLABILIDAD PARLAMENTARIA Y PRINCIPIO DEMOCRÁTICO.
I.
INTRODUCCIÓN
La inviolabilidad es una prerrogativa que todas las Constituciones demoliberales reconocen a los parlamentarios, y las monárquicas, también al Rey. Alguna
Constitución hace lo propio, aunque un tanto minorada, con el Presidente de
la República, como la francesa de 1958. Y, como toda prerrogativa, consiste en
dotar a sus titulares de un estatuto jurídico diferenciado y favorable.
★
Catedrático de Derecho Constitucional. UNED.
12
Antonio Torres del Moral
La inviolabilidad de los reyes es mucho más amplia, puesto que impide residenciarlos ante cualquier órgano judicial o administrativo que pudiera pronunciarse acerca de su eventual responsabilidad por cualquier acto. La justicia
se imparte en nombre del Rey y éste no se somete al Poder que la administra,
sino que responde políticamente de sus actos el refrendante, normalmente el
Presidente del Gobierno o un ministro. El Diccionario de la Real Academia de
la Lengua se refiere a ella en términos lacónicos como: “Prerrogativa personal
del monarca, reconocida en la Constitución del Estado”.
La siguiente acepción del término, según el mismo Diccionario, es justamente la relativa a los parlamentarios, que se circunscribe, como es usual
también en los textos normativos, a sólo dos facetas de su actuación como
tales: “Prerrogativa personal de los senadores y diputados que los exime de responsabilidad por las manifestaciones que hagan y los votos que emitan en el respectivo
colegio colegislador”.
A los efectos de nuestro estudio, hemos de tomar las anteriores definiciones
como meramente provisionales puesto que, aunque los diccionarios suelen redactarse con el asesoramiento de expertos, no se les puede pedir que diriman problemas científicos debatidos por la doctrina. Anticipemos ya que en ninguno de
los dos supuestos dichos se trata de prerrogativas personales, sino institucionales,
esto es, de las magistratura regia —de la Corona— y del Parlamento respectivamente, y no de sus titulares personales; aunque en el caso de los reyes pudieran
aportarse argumentos históricos a favor del concepto referido, carecen actualmente de significado en las monarquías parlamentarias y democráticas. Pero es a
la inviolabilidad de los parlamentarios a la que nos hemos de ceñir aquí.
Prerrogativa clásica del parlamentarismo demoliberal, ha llegado a nuestros días mucho más incólume que la inmunidad, de la que también gozan los
miembros del Legislativo. Nuestra Constitución vigente incorpora ambas en
su artículo 71.1 y 2, respectivamente. El constitucionalismo comparado se ha
mantenido hasta mediados del siglo XX bastante uniforme (con excepciones
importantes) en la formulación de estas prerrogativas con carácter absoluto,
pero se ha agrietado desde la segunda posguerra para acá.
Aunque a este trabajo le interesa únicamente la primera, transcribimos
los dos apartados mentados porque, según algunas opiniones, la inmunidad
complementa a la inviolabilidad. Dicen así:
“Artículo 71.— 1. Los Diputados y Senadores gozarán de inviolabilidad
por las opiniones manifestadas en el ejercicio de sus funciones.
2. Durante el periodo de su mandato los Diputados y Senadores gozarán
asimismo de inmunidad y sólo podrán ser detenidos en caso de flagrante
delito. No podrán ser inculpados ni procesados sin la previa autorización de
la Cámara respectiva”.
Del precepto transcrito se puede extraer el siguiente concepto provisional
de inviolabilidad: prerrogativa de las Cámaras legislativas por la que se da protección jurídica a sus miembros impidiendo que sean residenciados ante un tribunal
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
13
penal por las opiniones emitidas en el ejercicio de sus funciones parlamentarias.
No obstante, inmediatamente comienzan a surgir preguntas que obligan a
matizar palabra por palabra:
a)
¿Sólo son protegidos por sus opiniones manifestadas? Véase que hemos omitido (de momento) los votos que emitan, pero este extremo
admite interpretaciones; recordemos que la citada definición del Diccionario incluye los votos.
b) ¿Son protegidos por todas las opiniones, sean de la índole que fueren?
¿Es materialmente absoluta, es decir, protege al parlamentario independientemente de lo que haya expresado?
c) ¿Es también formalmente absoluta, es decir, no responden de ningún
modo o hay alguna forma jurídica de controlar esas expresiones?
Cuestiones a las que intentaremos dar respuesta cuando estudiemos la naturaleza y caracteres de este instituto.
II.
JUSTIFICACIÓN HISTÓRICA DE LAS GARANTÍAS
PARLAMENTARIAS
2.1. El paso del Antiguo al Nuevo Régimen
Prescindiendo de los precedentes medievales ingleses1, afrontamos el origen
histórico propiamente dicho de la institución, que tiene lugar en el paso del Antiguo al Nuevo Régimen y cuyo mantenimiento actual (discutido por buena parte
de la doctrina en nuestro país) dista mucho de ser evidente porque se ha producido
otro importante cambio de modelo político por evolución de ese régimen de cuño
liberal al Estado social y democrático de Derecho, como veremos más adelante.
Para encontrar la justificación de tal prerrogativa (así como también la de
la inmunidad), hemos de hacer memoria del significado de ese régimen liberal, muy principalmente de su naturaleza constitucional y representativa2:
a) Constitucional porque establecía garantías para los derechos y libertades y funcionaba sobre un esquema de distribución orgánica del poder
estatal. Aunque esta formulación no se hace así de explícita hasta la
Revolución francesa, ya la inglesa, anterior en un siglo, profesaba similares principios y John LOCKE los incorporó a su Segundo Tratado.
b) Representativa porque la ciudadanía era incorporada al Estado a través
de la representación, de una representación que, también ella, seguiría
1
Cfr. García, E.: Inmunidad parlamentaria y Estado de partidos, Tecnos, Madrid, 1989, pp. 22 ss.
Cfr. mi trabajo “Democracia y representación en los orígenes del Estado constitucional”,
Revista de Estudios Políticos (en adelante, REP), n.º 203, Madrid, 1975.
2
14
Antonio Torres del Moral
un modelo diferente del anterior, consistente en la independencia de
los representantes respecto de los representados durante toda la legislatura, y, a fortiori, de todos los demás órganos del Estado. Lo que vino
a significar que, como el órgano en el que se asentaban los representantes de la ciudadanía era el Parlamento, éste debía ser autónomo e
independiente de los poderes Ejecutivo y Judicial.
De manera que, cuando en 1688 en Inglaterra y un siglo más tarde en
Francia la burguesía conquistó el Parlamento, no se limitó simplemente a
hacer suyo “el primer club de Londres”, o de París... Su hazaña fue mucho
mayor y mayor su trofeo: conquistó la ley como instrumento de gobierno3.
Y conquistó la ley porque en las nuevas condiciones políticas se entendió que
ésta solamente podía ser aprobada por los representantes de la ciudadanía.
Así, pues, la burguesía alcanzó el poder estatal porque había alcanzado el
Parlamento en unas condiciones de protagonismo que eran, en un primer momento, iguales a las del Rey, y después, netamente superiores. El Parlamento,
el Poder Legislativo, se erigió en soberano, sea entendido así, directamente,
como sucedió en Gran Bretaña, donde se ha tenido durante siglos, y aún hoy
se predica, la soberanía del Parlamento como uno de los principios fundamentales de su constitucionalismo, sea de modo indirecto porque el principio
proclamado ha sido el de soberanía de la ley, como se ha venido sosteniendo
en Francia. Y, como decía LOCKE, es lógico que el órgano que hace la ley sea
superior al que la ejecuta. En este régimen liberal constitucional el Parlamento
terminó siendo el eje del nuevo Estado; lo demás era casi consecuencial y se
limitaba a poco más que ejecutar, cumplir y hacer cumplir la ley.
Ahora bien, la conquista de la ley habría sido vacua si su elaboración no
hubiese estado revestida de ciertas garantías para asegurar la calidad del producto final. Asumido esto así, las garantías ideadas fueron, y siguen siendo,
de diversa índole:
1) Unas protegen al Parlamento como colegio, el cual debe organizarse
y funcionar de modo autónomo, sin injerencias de los demás poderes del
Estado, fundamentalmente del Rey, que era el enemigo vencido en la revolución. A este fin responden la autonomía reglamentaria del Parlamento, la
prohibición de que éste delibere ante el Rey, etc. Léase detenidamente nuestra
Constitución y se verán muy explícitamente estas garantías:
a) las Cortes Generales son inviolables (art. 66.3);
b) las Cámaras establecen sus propios reglamentos y aprueban autónomamente sus presupuestos (art. 72.1);
3
He tratado con cierto detenimiento estos problemas en “Cortes Generales y centralidad
política”, en VV. AA.: Estudios de Derecho Público. Homenaje a Juan José Ruiz Rico, Tecnos, Madrid,
1997, pp. 1057 ss.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
c)
15
queda prohibido presentar peticiones directamente a las Cámaras por
parte de manifestaciones ciudadanas (art. 77.1).
2) Otras protegen corporativamente a sus miembros individuales para que
puedan actuar con total libertad y representar mejor la voluntad general. Tales
fueron y son la inmunidad, la inviolabilidad y el fuero. Las tres responden a
una misma inquietud: que el Ejecutivo del Rey o la Justicia del Rey pudieran
interferir el libre y autónomo funcionamiento de la Cámara.
3) Una última garantía, pero seguramente la primera en el nuevo esquema
institucional, intenta evitar la injerencia del Ejecutivo (de nuevo, el Rey, del
que el Gobierno era meramente apendicular) no ya en el funcionamiento de
la Cámara, sino en su función esencial, la legislativa. Me refiero a la reserva
de ley, conforme a la cual sólo el Parlamento, y mediante ley, puede regular
los dos derechos sobre los que los liberales levantan el nuevo edificio estatal:
libertad y propiedad, entendidos ambos términos en sus sentidos más amplios
(LOCKE, más ajustadamente, los enunciaba como tríada: vida, propiedad
y libertad). De ahí que queden reservadas a la ley, de un lado, la regulación
de materias como los tributos, el Presupuesto del Estado y la expropiación
forzosa, y, de otro, en general, los “demás” derechos importantes, sus límites
y su suspensión.
Como dice HABERMAS, hemos de concebir la inviolabilidad como corolario del libre mandato, o mandato representativo, esto es, como expresión
de la libre relación entre los ciudadanos, que eligen a los mejores como
representantes suyos, y éstos, que obran en conciencia en la prosecución del
bien general4. En el mismo sentido, P. de VEGA ha escrito que la mecánica
de la discusión y del descubrimiento de la verdad contrastando opiniones
ajenas exige la libertad de quien discute. De ahí la justificación del mandato representativo en el parlamentarismo moderno5.
Un texto de ROBESPIERRE enlaza de modo inequívoco inviolabilidad y
representación al tiempo que pone de relieve que, en sus orígenes la inviolabilidad y la inmunidad se entendían unidas, incluso como una sola:
“Es imposible, sin arruinar el edificio de la libertad pública, imaginar
que un tribunal cualquiera pueda, sin previo consentimiento de la Nación, incriminar y juzgar a un diputado. Porque ¿qué es la inviolabilidad?
No es en absoluto un privilegio y, sin embargo, es algo que se distingue
del Derecho común vigente para los otros ciudadanos. Desciende del
principio según el cual ningún centro de poder podrá elevarse por encima
del cuerpo representativo de la Nación, ningún sujeto podrá decidir el
4
Cit. por García, E.: “Respuesta a la encuesta sobre determinados status privilegiados por la
Constitución”, Teoría y Realidad Constitucional (en adelante, TRC), n.º 5, ob. cit., p. 13.
5
Vega, P. de: “La función legitimadora del Parlamento, en Pau Vall, F.: Parlamento y opinión
pública, Tecnos, Madrid, 1995, p. 233.
16
Antonio Torres del Moral
destino de los representantes (…) si nosotros no establecemos este principio, consentiremos que la Asamblea Legislativa quede subordinada a
un poder inferior, que para amedrentarla no tendrá más que acusar a sus
componentes”6.
Por lo demás, si se ha vinculado tradicionalmente la inviolabilidad a las
opiniones manifestadas en el ejercicio del cargo es porque se ha entendido que
la función usual del diputado en la Cámara es la de hablar, como el nombre
de Parlamento indica. Como dijo C. SCHMITT, la esencia del Parlamento
reside en “la deliberación pública de argumento y contraargumento, el debate
público y la discusión pública”; por eso “todos los órganos y normas específicamente parlamentarios cobran sentido sólo por la discusión y la publicidad
(…) y las inmunidades de los parlamentarios devienen incomprensibles si no
se cree en el principio de la discusión pública”7.
2.2. Textos comparados
2.2.1. Inglaterra
Aunque no suele ser citado en estudios sobre esta materia, no debemos
olvidar, por su extraordinaria importancia, el Bill of Rights inglés de 1689,
que en su parte dispositiva, punto IX, declara como uno de los derechos y
libertades propios del Reino y lo reivindica por haber sido ignorado durante
el reinado de Jacobo II:
“Que las libertades de expresión, discusión y actuación en el Parlamento
no pueden ser juzgadas, ni investigadas por otro tribunal que el Parlamento”
(cursivas mías).
Varios extremos son destacables en este relevante texto.
a)
En primer lugar, su precocidad, dado que da entrada en su Ordenamiento cien años antes de que lo haga el Continente a uno de los
rasgos más destacados de la ideología liberal, como es la inviolabilidad
de los miembros parlamentarios, estrechamente emparentada con el
principio de autonomía de las Cámaras, y éste, a su vez, derivado directamente del principio más general de división de poderes.
6
Discurso pronunciado el 25-VI-1791 sobre el procesamiento del diputado Lautrec, citado
por E. García: Inmunidad parlamentaria y Estado de partidos, ob. cit., p. 35; cfr. igualmente su
trabajo “Crisis política y jurídica de la inmunidad parlamentaria”, Revista de las Cortes Generales (en
adelante, RCG), n.º 18, Madrid, 1989.
7
Schmitt, C.: Sobre el parlamentarismo, edic. cast., Tecnos, Madrid, 1990, p. 43 y 5-6 respectivamente.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
17
b) Hay que resaltar en segundo término que el ámbito material de protección de los diputados no se circunscribe a la libertad de expresión, sino
que se extiende a la actuación en el Parlamento, precisión que aparecerá y
desaparecerá en los textos continentales a partir de la Revolución francesa.
c) Y llama la atención, por último, el carácter no absoluto de la inviolabilidad, puesto que deja abierto el posible enjuiciamiento de la actuación de
los diputados por sus pares, el propio Parlamento, que es el fuero que les
corresponde. Este rasgo obedece sin duda a la falta de consolidación de la
prerrogativa en toda su plenitud en un momento histórico tan temprano
e igual interpretación merece la misma previsión en los ordenamientos
escandinavos, tanto los de principios del siglo XIX como los vigentes.
(En este sentido parece sintonizar con la deriva de la inviolabilidad en la
actualidad, en el moderno Estado de Derecho, por cuanto se reconoce el
carácter limitado de esta prerrogativa.)
2.2.2. Estados Unidos
El artículo 1.º, sección 6.ª de la Constitución de Estados Unidos de 1787
regula en el mismo párrafo, pero perfectamente separadas, la inmunidad y la
inviolabilidad. Transcribimos íntegro el segundo inciso porque en su regulación de la inmunidad utiliza unas palabras muy ilustrativas de las razones que
pesaban históricamente para instituir estas prerrogativas:
“En todos los casos, exceptuando los de traición, delito grave y perturbación del orden público, [los senadores y representantes] gozarán del privilegio de no ser arrestados durante el tiempo en que asistan a las sesiones de
sus respectivas Cámaras, así como al ir a ellas o al regresar de las mismas, y no
podrán ser objeto en ningún otro sitio de responsabilidad alguna con motivo
de cualquier discusión o debate en una de las Cámaras” (cursivas mías).
No debemos detenernos en el empleo del término privilegio, que actualmente
no tiene otro alcance que el meramente conservador del lenguaje tradicional, y sí
en la alusión que se hace al arresto de parlamentarios in itinere, esto es, al acudir a
la Cámara o al regresar de ella. Este pasaje muestra a las claras que la prerrogativa
se instituye precisamente, entre otros motivos, porque dichas detenciones (como
también los procesamientos “oportunos”) buscaban alterar la composición normal
de la Cámara y, consiguientemente, el debate y el resultado de las votaciones.
2.2.3. Francia
En el Viejo Continente, aparece la inviolabilidad por primera vez de forma
explícita en el Decreto de la Asamblea Nacional Francesa de 20 de junio de
1789, en plena revolución, disponiendo lo que sigue:
18
Antonio Torres del Moral
“La Asamblea Nacional proclama que la persona de cada diputado es inviolable. Cualquier individuo, organización, tribunal, magistratura o comisión
que durante o después de las sesiones parlamentarias osara perseguir, investigar,
arrestar o hacer arrestar, detener o hacer detener a causa de alguna propuesta, parecer o discurso manifestado o pronunciado en los Estados Generales, e
igualmente quienes prestaran su colaboración a los anteriores atentados, fuere
quien fuere la autoridad que los hubiere ordenado, serán considerados infames
y traidores a la Nación y culpables de crimen capital…” (cursivas mías).
Se percibe con claridad que tan drástica redacción responde a los momentos en que una nueva legitimidad —–la soberanía popular, representada por
el Parlamento–— es reivindicada contra la soberanía monárquica y se toman
medidas en previsión de que el Rey con su Ejecutivo y con un Poder Judicial
demasiado tradicional (y, por tanto, también regio) intentara interferir en la
vida de aquél. De aquí pasó a la Ley 13–17 de junio de 1791 y a la Constitución “representativa” de este mismo año, cuyo artículo 7.º dispone:
“Los representantes de la Nación son inviolables: no podrán ser investigados, acusados ni juzgados en ningún momento por lo que hubieren dicho, escrito o hecho en el ejercicio de sus funciones de representantes” (cursivas mías).
El precepto constitucional ofrece interés por varios motivos: en primer
lugar, conecta la inviolabilidad a la cualidad de representantes de la nación
que ostentan los diputados; de otra parte, añade la prohibición de juzgar al
parlamentario; y por último, amplía la gama de actos cubiertos por la inviolabilidad: dichos, escritos y hechos, las dos primeros mucho más amplios que
las meras opiniones, puesto que también incluyen las informaciones y otros
contenidos, y los hechos desbordan notablemente la libertad de expresión e
incluso la más amplia de comunicación pública.
Dicho inciso, por tanto, plantea ya el problema del ámbito material protegido por la prerrogativa, sobre el que habremos de volver. Además, ambos
textos confieren a la inviolabilidad un carácter de perpetuidad, por cuanto se
extiende a todo momento, durante o después de las sesiones parlamentarias.
Por último, la Constitución no despeja el ámbito funcional de la prerrogativa,
ya que se refiere ambiguamente al ejercicio de las funciones de representantes y
no estrictamente a las funciones parlamentarias.
2.2.4. Suecia y Noruega
El Instrumento de Gobierno de 1809, una de las cuatro leyes constitucionales suecas, ha sido reformado en 1974, pero el precepto regulador de la
inviolabilidad no fue modificado y sigue vigente. Es el apartado primero del
artículo 8.º del capítulo IV, el cual puede ser alineado con los textos anteriores
por su fecha y no lo incluiremos, por tanto, en el apartado relativo a los países
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
19
miembros den la Unión Europea. Tiene además el interés añadido de mostrar
de nuevo cómo en estos primeros textos históricos se aúnan la inviolabilidad
y la inmunidad. Dice así:
“Nadie podrá entablar procedimiento judicial contra quien ejerza o haya
ejercido el cargo de miembro del Parlamento, ni privarlo de la libertad o impedirle que se desplace libremente dentro del Reino por razón de sus opiniones o actos en el ejercicio de su mandato sin que previamente el Parlamento lo
haya autorizado mediante resolución a la que hayan dado su conformidad los
cinco sextos, por lo menos, de los votantes” (cursivas mías). (En el apartado
siguiente regula otro supuesto de inmunidad).
Esta misma regulación conjunta de la inmunidad (o un aspecto de ella) y
la inviolabilidad se aprecia en el artículo 66 de la Constitución noruega de 1814
y, como hemos indicado anteriormente, ambas se alinean con el Bill of Rights en
lo que al posible enjuiciamiento de los parlamentarios por su Cámara.
“Los diputados no podrán ser detenidos mientras vayan al Parlamento o
vuelvan de éste ni durante su estancia en él, a menos que sean sorprendidos en
la comisión de un delito, ni responderán fuera de las sesiones parlamentaria
por las opiniones que hayan expresado en las mismas, si bien todo miembro del
Parlamento estará obligado a ajustarse a las reglas del mismo” (cursivas mías).
Ambos textos, además, son bien expresivos de uno de los motivos reales de
la adopción de la inmunidad: las detenciones in itinere, lo mismo que hemos
visto en la Constitución de Estados Unidos.
2.3. Breve análisis
Hemos de asumir, por tanto, y así consta históricamente y lo expresan a las
claras la Constitución de Estados Unidos y el Instrumento de Gobierno sueco, que no era infrecuente en aquella época de transición que la Policía del Rey
detuviera in itinere a los parlamentarios menos obsequiosos o que la Justicia
del Rey8 los procesara para impedir que intervinieran y votaran en la Cámara
en contra de los intereses regios; o, formulándolo en términos positivos, para
influir interesadamente en ellos. (En el caso de Estados Unidos, naturalmente,
nos referimos a las prácticas de la metrópoli).
Por eso, con una de las tres prerrogativas se buscó impedir que los parlamentarios fueran detenidos o procesados sin autorización de la Cámara; con
8
La Policía dependía del Ejecutivo y éste estaba íntegramente en manos del Rey; la Justicia
también había pertenecido al Rey y era sospechosa de seguir siéndole demasiado próxima. Ésta, aún
más que aquélla, era uno de los objetivos a batir por la Revolución.
20
Antonio Torres del Moral
otra, que lo fueran por lo que habían dicho o votado en la misma; y con la
tercera (en los textos inglés y estadounidense, no así en los franceses ni en los
escandinavos) se quiso reforzar las anteriores en el sentido de que, si finalmente el parlamentario hubiera de ser juzgado, ningún órgano mejor para hacerlo
que el integrado por sus pares: el propio Parlamento.
De otro lado, en un contexto en el que el ejercicio de los derechos y
libertades —y, por ende, de las libertades deambulatoria y de expresión—
estaba muy restringido cuando no suspendido para la población en general,
la burguesía preservó a sus representantes parlamentarios frente a las extralimitaciones regias.
Sólo así se aseguraba la burguesía que el Parlamento funcionara con la
composición que hubiera deparado la ciudadanía en las urnas. Sólo así se
aseguraba que sus representantes pudieran deliberar libremente sobre los textos sometidos a su consideración y votar con igual libertad su aprobación
o rechazo. Y sólo así, por consiguiente, creyó garantizado que el producto
parlamentario más preciado, la ley, cuyo objeto propio era la libertad y la propiedad, sería un irreprochable reflejo de su razón, tomada como razón colectiva (CONDORCET), y de su voluntad, erigida en voluntad general (ROUSSEAU), y atendería a su interés, igualmente identificado como interés general.
Porque, no lo olvidemos, el tercer estado lo es todo (SIEYÈS).
Por lo que a la inviolabilidad se refiere, hay que añadir que, una vez admitido
el instituto, se terminó extendiéndolo a todas las actuaciones del parlamentario
en el funcionamiento de la Cámara, es decir, en el ejercicio de las demás potestades de ésta, sea la de investidura del Gobierno, sea la de su control, sea la de
nombramiento de los miembros de otro órgano estatal o cualesquiera otras.
Éste es —un tanto simplificado, pero no mucho— el diseño de ese envite histórico del Parlamento (de la burguesía representada en él) y de la funcionalidad que
se esperaba de las prerrogativas que asumía y particularmente de la que aquí nos
ocupa, si bien su puesta en práctica resultó siempre inevitablemente más compleja.
III. DERECHO COMPARADO PRÓXIMO
Como ya hemos anotado, este instituto se encuentra recogido en todos los
Ordenamientos jurídicos de los regímenes demoliberales. Pero no en todos en
iguales términos. En España, los Estatutos de Autonomía se han hecho eco del
mismo. Veamos algunos de los preceptos más señalados.
3.1. Textos constitucionales de países miembros de la Unión Europea
La prerrogativa de inviolabilidad ha sido recogida en todas las Constituciones liberales a lo largo del siglo XIX, con una u otra factura, sin que debamos
detenernos en ellas. Más próximas, y dentro siempre de la Unión Europea,
espigamos solamente algunas.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
21
Las Constituciones italiana de 1948, francesa de 1958 y portuguesa de
1976 explicitan que el ámbito material de la protección abarca a no sólo las
opiniones, sino también a los votos emitidos. Además, las tres acogen la inviolabilidad de modo cerrado, sin concesiones a posibles actuaciones contra
los parlamentarios. La francesa es la que hace una referencia más explícita a las
diversas vías de exigencia de responsabilidad, para negarlas todas. Su artículo
26.1 reza del siguiente modo, según quedó redactado por la Ley Constitucional de 4-VIII-1995:
“Ningún miembro del Parlamento podrá ser procesado, sujeto a investigación, detenido, preso o juzgado a causa de las opiniones o votos que haya
emitido en el ejercicio de sus funciones” (cursiva mía).
Por su parte, el artículo 68 de la Constitución italiana (en su redacción
actual, que data de la reforma constitucional de 1993), es más escueto:
“Los miembros del Parlamento no podrán ser encausados por las opiniones expresadas ni por los votos emitidos en el desempeño de sus funciones”.
Y el artículo 160 de la Constitución portuguesa de 1976 se sitúa en un
punto intermedio:
“Los diputados no responderán civil, criminal ni disciplinariamente por los
votos y opiniones que emitan en el ejercicio de sus funciones” (cursiva mía).
Pero las tres son bastante cerradas en su protección del parlamentario. Incluso podríamos decir que, cuanto más escuetas en su dicción, más garantes
son porque eliminan toda posibilidad de interpretación favorable a un eventual ofendido por las opiniones vertidas por el parlamentario.
La Constitución alemana no habla en su artículo 146 de funciones parlamentarias, sino de actuaciones en el seno de la Cámara, si bien se puede restablecer la sinonimia por vía interpretativa. Pero, en segundo lugar y de manera
mucho más relevante, da un paso en la apertura a posibles imputaciones del
diputado, puesto que excluye del ámbito material de protección las injurias
calumniosas. Dice así:
“Los diputados no podrán en ningún momento ser perseguidos judicial
o administrativamente ni de ninguna manera fuera de la Dieta Federal por
su voto o manifestaciones en el seno de ésta o de alguna de sus comisiones, si
bien no se aplicará esta norma a las injurias calumniosas” (cursiva mía).
La Constitución griega, artículo 61, da otro leve paso adelante en orden a
la apertura a posibles exigencias de responsabilidad. En un primer apartado
habla de opiniones y votos, como en tantas otras Constituciones según vamos
viendo, pero también de funciones parlamentarias, lo que evita riesgos de
22
Antonio Torres del Moral
extensión de la prerrogativa a otros actos no relacionados con el Parlamento.
En un segundo apartado restringe el ámbito material de protección en sentido
similar al texto alemán:
“1. Los diputados no podrán ser perseguidos ni interrogados de forma
alguna por las opiniones o votos emitidos en el ejercicio de sus funciones
parlamentarias.
2. Los diputados sólo podrían ser perseguidos por difamación calumniosa
según la ley, previa autorización de la Cámara…” (cursivas mías).
Con esta última precisión combina la inmunidad con la inviolabilidad, sin
perjuicio de que aquélla rija además para actos de posible naturaleza delictiva
no entroncados con el funcionamiento parlamentario.
Y esto mismo es lo que sucede en los Ordenamientos de la Europa nórdica.
Tanto las regulaciones sueca y noruega, que vimos en un apartado anterior, como
la finlandesa y la danesa, que se transcriben a continuación, coinciden en este
extremo. En efecto, la Ley finlandesa del Parlamento, de 1906 y modificada en
1919, artículo 13, prescribe lo siguiente:
“Ningún diputado puede ser acusado ni privado de su libertad por las
opiniones expresadas en el Parlamento o por su actitud durante las deliberaciones a menos que el Parlamento lo autorice por acuerdo favorable de, al
menos, cinco sextos de los votos emitidos” (cursivas mías).
La Constitución danesa de 1953, artículo 57, tras regular la inmunidad
clásica, añade:
“Ningún miembro (del Parlamento) puede ser responsabilizado por las
opiniones que haya expresado en el Parlamento sin el consentimiento de éste”
(cursiva mía).
Debemos resaltar igualmente que esta concepción se alinea con la primera
que vimos, la del Bill of Rights inglés de 1688. De ahí que las dudas que entonces expresábamos acerca de si esa precisión del posible enjuiciamiento por
parte del Parlamento era signo de titubeos iniciales o de precoz anticipación al
moderno Estado de Derecho deban ser reproducidas ahora.
Dejamos para el último lugar, por separarse de los modelos anteriores, la
Constitución de los Países Bajos, que, tras la reforma de 1983, presenta el
siguiente tenor literal:
“Artículo 71. Contra los miembros de los Estados Generales, los Ministros,
los Secretarios de Estado y otras personas que participen en la deliberación, no
se podrá proceder judicialmente ni entablar reclamación por lo que hayan
dicho o comunicado por escrito en las sesiones de los Estados Generales o de
sus comisiones” (cursivas mías).
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
23
Dicho texto, ciertamente relevante y, hasta donde tengo noticia, único por
el momento en los países democráticos, presenta rasgos de diferente calado,
que resaltamos en orden de importancia creciente:
a)
Aclara que el ámbito material de protección se extiende no sólo a las
intervenciones orales, sino también a los escritos que presente el parlamentario, al modo de la Constitución francesa de 1791, pero sin
referirse a los hechos.
b) Reza tanto en relación a las reuniones del Pleno de la Cámara como a
las celebradas en las comisiones. (Realmente, estas dos primeras precisiones no resultan del todo necesarias.)
c) No parece proteger las actuaciones de los parlamentarios diferentes
de las tenidas en dichas reuniones, lo que significaría una restricción
notable si no se salvara mediante una interpretación extensiva atendiendo a la finalidad de la norma, como parece obligado por la modernidad del precepto según se aprecia en el punto siguiente.
d) La nota más destacada reside en su extensión a todas las personas que intervienen en la deliberación parlamentaria. Esto es, tiene una naturaleza
propia y enteramente institucional y protege a todo aquel que, por intervenir en el acto parlamentario, contribuye a formar de manera libre y autónoma la voluntad de la Cámara, aunque carezcan de acta de diputados.
3.2. La inviolabilidad en el Parlamento Europeo
En fin, la institución de la inviolabilidad ha trascendido el ámbito nacional
y ha sido incorporada al Ordenamiento de la Unión Europea. En efecto, el
artículo 9.º del Protocolo sobre los privilegios y las inmunidades9 de las Comunidades Europeas, de 1985, recoge la prerrogativa en términos muy clásicos y
escuetos sin añadir nada a lo visto hasta aquí:
“Las miembros del Parlamento Europeo no podrán ser buscados, detenidos ni procesados por las opiniones o los votos emitidos en el ejercicio de
sus funciones”.
Ciertamente, hay poco que comentar de este precepto. Se conoce que en la
Unión Europea no se ha querido innovar en este terreno y se ha preferido la
seguridad de lo conocido por muy cuestionado que esté.
9
De ahí la dificultad existente de atribuir a unos términos un sesgo más moderno y democrático que a otros. Hace mucho tiempo que ni la doctrina ni los textos normativos hablan de privilegios, y sí lo hace, en cambio, el pasaje citado, del que podría esperarse cierta “modernidad”. Por otra
parte, no es infrecuente que al conjunto de las prerrogativas que hemos enumerado en un epígrafe
anterior se le denomine con la expresión genérica “inmunidades parlamentarias”, que debemos
saber diferenciar de la inmunidad, en singular, como prerrogativa específica.
24
Antonio Torres del Moral
3.3. Derecho histórico español
3.3.1. Periodo gaditano
Las Cortes reunidas en Cádiz, imbuidas del espíritu de los nuevos tiempos y, como
diría después el Discurso Preliminar de la Constitución de 1812, el “adelantamiento
de la ciencia del gobierno”, se hacen eco de la autonomía parlamentaria en sus dos
versiones: corporativa, como Poder Legislativo, e individual, incorporando las prerrogativas de los parlamentarios de una forma en la que interesa que nos detengamos.
Lo hizo en cuatro documentos. El primero fue el Decreto de constitución
de las Cortes de 24 de septiembre de 1810, que dispone, de forma aún incompleta, lo siguiente:
“Las Cortes generales y extraordinarias declaran que las personas de los
diputados son inviolables, y que no se pueda intentar por ninguna autoridad
ni persona particular cosa alguna contra los diputados, sino en los términos
que se establezcan en el reglamento general que va a formarse…”
El segundo documento es el Reglamento aludido, de fecha 27 de noviembre de 1810. Un día más tarde las Cortes dictaron otro decreto que confirmó
la inviolabilidad y creó el Tribunal de Cortes para juzgar a los diputados.
Como es lógico, los textos que más nos interesan son los propiamente
constitucionales, y, en estos momentos iniciales, el gaditano, cuyo artículo
128, en claro parentesco con la Constitución francesa de 1791, afirma el carácter permanente de la prerrogativa. Dice así:
“Los diputados serán inviolables por sus opiniones, y en ningún tiempo ni
caso, por ninguna autoridad, podrán ser reconvenidos por ellas” (cursiva mía).
No obstante, creo que puede considerarse que el decreto anterior continuaba vigente, toda vez que la Constitución no incorpora ninguna disposición
derogatoria general y no hay contradicción entre lo dispuesto por ella y la
creación de un Tribunal de Cortes para juzgar a los diputados. Ello viene a
coincidir con el Bill of Rights, y la interpretación más plausible en ambos casos
apunta al temprano momento de estas regulaciones y a la consiguiente falta
de precisión y de consolidación del instituto. Pero, a su vez, dicha previsión de
responsabilidad ante el propio Parlamento tiene sumo interés en la actualidad,
justo cuando esta prerrogativa sufre recortes en diversos ordenamientos, como
veremos más adelante.
3.3.2. Textos constitucionales posteriores
Más escueto pero más ajustado es el tratamiento que le da el Estatuto Real,
de 1834, artículo 49:
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
25
“Así los próceres como los procuradores del Reino serán inviolables por las
opiniones y votos que dieren en desempeño de su encargo”.
Este precepto es reseñable por varios motivos:
1) Especifica el ámbito material de protección, que son las opiniones y
los votos del parlamentario.
2) Ciñe la prerrogativa a su carácter institucional, esto es, los actos excluidos de la norma penal son únicamente los realizados en el ejercicio del
encargo parlamentario, lo que, traducido al lenguaje constitucional de
nuestros días significa el ejercicio de sus funciones.
3) No hace alusión al ámbito temporal de protección, precisión que tampoco contienen las Constituciones siguientes, ni la vigente de 1978,
pero la interpretación más plausible y aceptada por la doctrina es la del
carácter permanente de la inviolabilidad aun después de haber cesado
la persona en cuestión en su cargo parlamentario.
4) El término “encargo” parece connotar más la idea de mandato que la
de cargo.
5) Tiene, por último, el interés añadido de haber estampado la fórmula
que harán suya los textos constitucionales a partir de entonces con
alguna ligera variante.
La Constitución de 1837, artículo 41, sólo cambia el nombre de los parlamentarios, que pasa a ser el de senadores y diputados, por ese orden:
“Los Senadores y los Diputados son inviolables por sus opiniones y votos
en el ejercicio de su encargo” (cursiva mía).
Tras las Constituciones de 1845, artículo 40, y la nonata de 1856, artículo 43,
que repiten la fórmula, el artículo 57 de la de 1869 introduce una ligera variante
al hablar de las opiniones y votos “que emitan en el ejercicio de su cargo”.
La Constitución restauracionista de 1876, artículo 46, suprime las palabras
“que emitan”. Y la Constitución segundorrepublicana de 1931, artículo 55,
las reincorpora y ofrece otras dos novedades poco relevantes: una consiste en
que, como las Cortes eran unicamerales, se habla solamente de diputados; y la
otra, en el orden de las palabras “opiniones y votos”, que ahora es el inverso.
3.3.3. Periodo franquista
El régimen de franquista, de naturaleza no constitucional, se situó casi en las
antípodas, pero no por modernidad y por reconocer la prevalencia del principio
de igualdad o de tutela judicial efectiva del eventual ofendido por los parlamentarios (procuradores, en la terminología del régimen), sino por prevención del
poder único de Franco Bahamonde frente a posibles (aunque difícilmente
26
Antonio Torres del Moral
imaginables) excesos de “sus” procuradores. Así, el artículo 5.º de la Ley de
Cortes de 1942 reconoció sólo a medias la inmunidad en tanto la inviolabilidad brilló por su ausencia a lo largo de la muy dilatada duración del
régimen.
IV. DERECHO ESPAÑOL VIGENTE RELATIVO A LAS CÁMARAS
NACIONALES. PLANTEAMIENTO
Los reglamentos provisionales del Congreso y del Senado, de 1977, aprobados tras las elecciones de ese mismo año, incorporaron esta prerrogativa con
una redacción detallada y técnicamente bastante correcta, idéntica en ambos
(arts. 17 y 36 respectivamente):
“Los Diputados [o los Senadores] gozarán, aun después de haber cesado en
su mandato, de inviolabilidad por las opiniones manifestadas en actos parlamentarios y por los votos emitidos en el ejercicio de su cargo” (cursivas mías).
Con posterioridad el constituyente optó por una versión más escueta y, a
mi juicio, técnicamente inferior, que ya conocemos:
“Artículo 71.1. Los Diputados y Senadores gozarán de inviolabilidad por
las opiniones manifestadas en el ejercicio de sus funciones”.
Curiosamente los reglamentos, ya no provisionales, dictados dos años más
tarde de la aprobación de la Constitución y vigente aún el del Congreso, difieren entre sí y con el texto constitucional. El del Senado (art. 21) mantiene su
redacción anterior10, por lo que damos por reproducido el comentario. El del
Congreso se coloca en un punto intermedio entre la redacción de 1977 y la
constitucional y reza del siguiente tenor:
“Art. 10. Los Diputados gozarán de inviolabilidad, aun después de haber
cesado en su mandato, por las opiniones manifestadas en el ejercicio de sus
funciones” (cursiva mía).
Ahora bien, que ambos preceptos presenten diferencias entre sí y con
el artículo 71.1 constitucional no puede significar ni que los reglamentos
se excedan inconstitucionalmente ni que existan diferencias en los respectivos estatutos jurídicos de diputados y senadores. Lo primero porque los
preceptos reglamentarios no son contradictorios con el constitucional, sino
completivos. Lo segundo porque se puede salvar el mayor laconismo del
10
La mantuvo en su versión de 1982 y la mantiene en el texto refundido de 1994. La reforma
del Reglamento del Congreso, en negociación desde hace varios años, aún no ha podido ser ultimada.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
27
Reglamento del Congreso mediante la oportuna interpretación finalista y sistemática.
Esto supuesto, hemos de estimar que el precepto constitucional queda
complementado con las precisiones que añaden los reglamentarios, principalmente el del Senado. A saber:
1) El ámbito temporal de protección es total.
2) El ámbito material de protección incluye las opiniones manifestadas
y los votos emitidos.
3) El requisito institucional de aplicabilidad de la prerrogativa consiste
en que unas y otros tengan lugar en actos parlamentarios o bien en el
ejercicio del cargo o de funciones parlamentarias.
Otros aspectos de la regulación reglamentaria de la prerrogativa estudiada
serán analizados en los epígrafes siguientes.
V.
NATURALEZA JURÍDICA Y CARACTERES
5.1. Naturaleza jurídica
La cuestión de cuál sea la naturaleza jurídica de la inviolabilidad ha recibido respuestas muy variadas, de las cuales vamos a entresacar las que parecen
tener una mayor trascendencia.
Obviaré, por consiguiente, alguna cuestión, como la de si las prerrogativas
del parlamentario son una excepción del principio de igualdad. El Tribunal
Constitucional lo niega, como también, con mayor motivo, que sean una
vulneración del mismo. Cuestión de palabras. Puede suscribirse que no es una
violación de la igualdad por cuanto, como dice el Tribunal, a situaciones distintas le corresponden tratamientos jurídicos diferentes. Pero resulta evidente
que el principio de igualdad es una norma general de nuestro Ordenamiento
y el estatuto de los parlamentarios está integrado por normas especiales, las
cuales, si no el principio, sí excepcionan la formulación general del mismo.
Tanto da. Pero añadiré que, a mi juicio, el término y el concepto de excepción
no comporta ninguna carga negativa (sí el de vulneración) y puede ser admitido sin desdoro.
La cuestión se zanja con facilidad con la formulación de un dilema inobjetable: o el tratamiento diferente de los parlamentarios en punto a la libertad
de expresión está justificado o no; si lo primero, no sólo no es una excepción al
principio de igualdad, sino que es sencillamente aplicación del mismo, puesto
que este principio demanda el tratamiento igual de los iguales y desigual de los
desiguales; si lo segundo, no estamos tampoco ante una excepción de dicho
principio, sino pura y simplemente ante su vulneración por cuanto el principio de igualdad requiere que el trato desigual sea razonable, esté justificado y
sea proporcional a los fines que persigue.
28
Antonio Torres del Moral
a)
Su calificación como derecho público subjetivo del parlamentario,
apenas es hoy sostenida en los estudios constitucionalistas11. Son más
bien situaciones reflejas de garantías que realmente corresponden a las
Cámaras y que tratan de asegurar su adecuado funcionamiento12. BISCARETTI estima que estamos ante un interés legítimo13, interés que,
en línea con lo antes apuntado, hay que juzgar no tanto del miembro
de la Cámara, cuanto de esta misma.
b) También se ha defendido su naturaleza de privilegio, con apoyo en la
etimología de la palabra, que alude a ley particular o para un particular, normalmente en su beneficio14.
Dicho término es utilizado en la Constitución de Estados Unidos,
artículo 1.º, sección 6.ª, como hemos visto. También en Inglaterra es
de uso muy extendido la expresión “el privilegio de la Cámara”, o “del
Parlamento”, para aludir a sus potestades, autonomía, etc. Y todavía hoy
es utilizado el término por políticos y juristas, incluso por el Tribunal
Constitucional en ocasiones, si bien éste niega que tenga naturaleza de tal
cuando se extiende en consideraciones teóricas. También por el Tribunal
Supremo. Todavía más: la propia Constitución emplea dicho término en
el artículo 67.3, cuando dispone que las reuniones de parlamentarios sin
convocatoria reglamentaria “no vincularán a las Cámaras, y no podrán
ejercer sus funciones ni ostentar sus privilegios”.
Ciertamente, así se habla o se escribe por tradición, cuando la realidad ha dejado muy atrás la naturaleza de privilegio personal que acaso
tuvo históricamente esta garantía, para ser considerada como prerrogativa institucional15 del Parlamento16, esto es, una potestad, atribución,
excepción o dispensa adoptada en consideración de la institución a la
que se le reconoce y en atención a su mejor funcionamiento alcanzando de modo reflejo a sus miembros.
c) Pero, si seguimos preguntando cuál es su naturaleza jurídica, de nuevo
las respuestas ofrecen un abanico muy variado. Y, aunque no es éste el
asunto principal del presente trabajo, puesto que nuestro norte es el
11
No obstante lo cual, el Tribunal Constitucional conecta la inviolabilidad y demás prerrogativas parlamentarias con el artículo 23.1 de nuestro texto fundamental, esto es, con el derecho de
participación política, lo cual tiene su explicación en la compleja construcción jurisprudencial que
dicho tribunal ha hecho sobre este precepto, en buena medida orientada a limitar una concepción
excesivamente literal del principio de autonomía de las Cámaras.
12
Cfr. STC 243/1988, de 19 de diciembre; cfr. Martínez Elipe, L.: “Prerrogativas parlamentarias”, TRC, n.º 5, Madrid, 2000, pp. 48-49.
13
Biscaretti Di Ruffia, P.: Derecho Constitucional, edic. cast., Tecnos, Madrid, 19, p. 379.
14
Hay también privilegios onerosos, pero no es éste el caso.
15
El término prerrogativa, aparentemente menos chocante con el principio de igualdad, es el
utilizado en el Reino Unido para referirse a las atribuciones y potestades de la Corona, mucho más
exorbitantes que las del Parlamento, si bien están sujetas a refrendo ministerial.
16
Cfr. Fernández-Miranda Campoamor, A.: “La inmunidad parlamentaria en la actualidad”, Revista de Estudios Políticos (en adelante, REP), n.º 215, Madrid, 1977, p. 211.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
29
de estudiar su repercusión en la libertad de comunicación pública, nos
haremos eco muy resumidamente de dichas respuestas,
—
—
—
—
—
—
causa de justificación;
causa de exclusión de la antijuridicidad;
causa de exención de la responsabilidad;
causa de inimputabilidad.
causa personal de exclusión de la pena17;
causas de improcedibilidad.
Las dos primeras se sitúan en la perspectiva jurídico–penal y vienen a significar que no ha delito (o falta), aunque los hechos sean los descritos en
el tipo penal correspondiente, puesto que el Ordenamiento jurídico permite
que el parlamentario los realice18. Las tres siguientes son a un tiempo penales y procesales, puesto que estiman que el parlamentario está dispensado de
responder del posible delito, o no puede ser imputado por tenerlo vedado el
Poder Judicial y menos aún ser condenado; estaríamos, pues, ante una causa
de improcedibilidad, que es lo que reza la última de las señaladas.
Con todo, sea una u otra la tesis sustentada, el fundamento es el mismo: la
convergencia de otro bien jurídico, como es el funcionamiento independiente
del Parlamento y, consecuentemente, la libre formación de su voluntad, que
se considera prevalente en estos casos.
Omito toda digresión por mi parte para dirimir entre las calificaciones anteriores, problema al que poco puedo añadir yo aquí. Dejo constancia simplemente de que hago mía la posición de A. FERNÁNDEZ-MIRANDA, para
quien la inviolabilidad no es, como dice el Tribunal Supremo, un principio
eliminatorio de la antijuridicidad, sino excepción de la vigencia de la norma
penal19. O, acaso, a mi juicio, más ampliamente, de la norma sancionatoria,
siempre que excluyamos las sanciones provenientes de la aplicación de la disciplina interna —corporativa— de la propia Cámara; más adelante tendremos
ocasión de volver sobre esto último.
Por consiguiente, está más generalizada la tesis de su naturaleza penal, bien
que no carezca de sentido su concepción como instituto de naturaleza procesal, porque ciertamente, al no haber delito, el órgano judicial no puede abrir
procedimiento alguno contra el parlamentario. Y así lo ha destacado algún
procesalista, como MONTERO AROCA20. Por lo demás, acaso incidental o
17
Cfr. Gómez Benítez, J. M.: “La inviolabilidad y la inmunidad parlamentaria”, Revista de la
Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, n.º 64, Madrid, 1982, passim.
18
Rechazamos de antemano que esa causa de justificación consista, como sostuvo Jiménez de
Asúa, en la existencia en este supuesto de un estado de necesidad.
19
Fernández-Miranda, A.: “Inviolabilidad e inmunidad parlamentarias”, en VV. AA.: Comentarios a las Leyes Políticas. Constitución española de 1978, vol. VI, Edersa, Madrid, 1989, pp. 322-323.
20
Montero Aroca, J.: “Los privilegios en el proceso penal”, Revista del Poder Judicial, n.º 39,
Madrid, 1995, p. 259.
30
Antonio Torres del Moral
consecuencialmente, pero de manera cierta, también los tribunales españoles
Constitucional y Supremo, así como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, han aludido a ello21. En efecto, el primero dice:
“La prerrogativa constitucional [de inviolabilidad] determina la carencia
absoluta de jurisdicción del órgano ante quien aquél proceso se plantea (…)
se materializa así… en la exclusión de la jurisdicción respecto a ella”22 (cursivas mías).
También habla dicho Tribunal de “carencia absoluta de jurisdicción”23 y de
que tal prerrogativa “impide la apertura de cualquier proceso o procedimiento
que tenga por objeto exigir responsabilidades…”24
El segundo considera la inviolabilidad, además de como una prerrogativa
penal, como
“un privilegio (sic) frente a la mera incoación de todo procedimiento (incluso civil), un verdadero límite a la jurisdicción que tiene carácter absoluto. La jurisdicción queda excluida frente a las opiniones emitidas por un parlamentario y
por tanto ni siquiera se puede entrar a examinar el contenido de esas opiniones
al objeto de discernir si merecen o no la tutela de ese privilegio”25 (cursivas mías).
Y el tercero, menos explícitamente, pero en igual sentido, estima que la
inviolabilidad no puede ser considerada a priori como una restricción desproporcionada del derecho a la tutela judicial efectiva26.
En función de ello, algunos autores sostienen su naturaleza híbrida o plural, tanto penal como procesal, además de constitucional. Y acaso por eso mismo otros consideran las dos prerrogativas (inviolabilidad e inmunidad) estrechamente relacionadas e insertas en una misma naturaleza jurídica, viendo en
la primera un complemento de la segunda. Y, en efecto, así podrían ser vistas
ambas, como un instituto tuitivo complejo, ya que la inviolabilidad excluye la
vigencia de la ley penal y, por tanto, la existencia de delito. Ahora bien, si, pese
a ello, algún órgano judicial intentara procesar al parlamentario, la inmunidad
lo impediría y lo único que puede hacer es dictar auto de inadmisión.
A mi juicio, sin embargo, la inviolabilidad no necesita tal complemento
ya que incluye en sí misma el elemento de improcedibilidad. Por tanto, ni el
21
A. H. Català i Bas lo ha destacado oportunamente en su obra El futuro ¿incierto? de las
prerrogativas parlamentarias, Cortes Valencianas, 2006, pp. 49-50, de donde tomo las referencias a
los mencionados tribunales.
22
STC 30/1997, de 24 de febrero.
23
Misma sentencia.
24
SSTC 36/1981, de 12 de noviembre, y 243/1988, de 19 de diciembre.
25
STS de 21-XII-2004.
26
SSTEDH de 17-XII de 2002, caso A contra el Reino Unido, y de 30 de enero de 2003, caso
Cordova contra Italia.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
31
órgano judicial puede dirigir el correspondiente suplicatorio a la Cámara, ni,
en caso de que lo hiciere, cabe a ésta otra actuación que archivarlo y hacérselo
saber así al órgano judicial.
En conclusión, son dos prerrogativas con naturaleza jurídica diferente: la inviolabilidad es una prerrogativa penal, y la inmunidad, procesal (también policial). En consecuencia, son diferentes sus cometidos y algunos caracteres27.
5.2. Caracteres
1) Ambas son irrenunciables por parte el diputado o senador. Lo son porque no son propiamente privilegios personales de éstos, sino prerrogativas institucionales de las propias Cámaras en orden a su funcionamiento adecuado, que no es otro que el independiente de los demás
poderes del Estado. En cuanto a la inmunidad, la Cámara puede tener
en cuenta la opinión del parlamentario en orden a la concesión o no
de autorización para su procesamiento, pero es la Cámara la que decide. En cambio, la inviolabilidad no da opción alguna al diputado o
senador a pronunciarse; ni siquiera puede la Cámara, sin que medie
una reforma constitucional, levantar esta prerrogativa por más que un
sector de la doctrina así lo esté pidiendo.
2) La inviolabilidad es permanente, esto es, no caduca con la perdida de
la condición de parlamentario, sino que éste continúa en su cargo
indefinidamente sin poder ser imputado por su participación en actos
parlamentarios. En cambio, la inmunidad es temporal: cesa con la
pérdida de la condición de parlamentario, con efectos diferentes según
cada Ordenamiento jurídico.
3) La inviolabilidad protege de los actos parlamentarios o de participación en ellos, inscritos en procedimientos de formación de la voluntad de la Cámara, y la inmunidad, de actos ajenos a dichos procedimientos.
4) La inviolabilidad es absoluta; la inmunidad, no. El carácter absoluto de la primera debe ser entendido en el sentido de que cubre por
completo y sin posibilidad de excepción, las opiniones, votos o
participación en actos parlamentarios conducentes a la formación
de la voluntad de la Cámara. Pero la idea de que cubre todo acto
con tal de que se produzca en el funcionamiento de la Cámara
suscita muchas resistencias doctrinales; y más aún si se quiere extender a toda actuación que el parlamentario, en cuanto político,
desarrolle en relación con su partido, con los ciudadanos de su
circunscripción, con los medios de comunicación, etc.
27
Cfr. Martínez Elipe, L.: “Prerrogativas parlamentarias”, ob. cit., p. 48.
32
Antonio Torres del Moral
Por tanto no es ocioso y sí, por el contrario, muy conveniente, proceder al
replanteamiento de esta prorrogativa.
VI. REPLANTEAMIENTO
6.1. Nuevo perfil de la inviolabilidad en el Estado social y democrático
de Derecho
Hasta aquí, muy resumidamente expuesta, la teoría más o menos establecida sobre la inviolabilidad y, a partir de ahora, damos un giro en nuestra
exposición, enfrentándola a los principios del Estado social y democrático de
Derecho28. La formulación de unos cuantos supuestos ficticios, pero nada inimaginables, puede servirnos para el inicio de una reflexión en torno a nuestro
objeto de estudio, en el bien entendido de que nuestro norte será siempre ver
el alcance de la libertad de expresión del parlamentario y no tanto hacer una
teoría crítica de esta prerrogativa.
1. Un diputado, en la tribuna de oradores, se permite responsabilizar de
asesinato a un ciudadano, el cual, en escrito a la prensa no sólo rechaza
tal acusación, sino que la devuelve en iguales términos al diputado en
cuestión. Uno y otro cursan las querellas correspondientes por delito
de calumnias ante la jurisdicción ordinaria. El juez a quien le es asignada la primera denuncia, abre la causa e instruye diligencias. El juez
de la segunda dicta auto de inadmisión.
2. El mismo supuesto anterior, pero siéndoles asignadas las dos querellas
al mismo órgano judicial, el cual abre una causa penal contra uno solo,
archivando la querella contra el diputado.
La aplicación rígida de la prerrogativa de inviolabilidad llevaría a la solución
más indeseable en los casos anteriores: el procesamiento de uno y el archivo de las
querellas o de las denuncias presentadas contra otro. Sin embargo, es inimaginable que esto suceda en un Estado social y democrático de Derecho. Pues bien, en
la medida en que nos sintamos inclinados a responder así, en esa misma medida
estamos postulando una reconstrucción de la prerrogativa de la inviolabilidad.
Hemos podido ver a través de las páginas precedentes que el Derecho comparado nos depara la existencia de tres grupos de países con diferencias remarcables en la regulación jurídica de esta prerrogativa, pero sin poner en cuestión
su supervivencia.
No obstante, también es frecuente encontrar en la doctrina opiniones adversas a la inviolabilidad, casi siempre por consideraciones de justicia material.
28
Torres del Moral, A.: Principios de Derecho Constitucional Español, Publicaciones de la
Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, 5.ª edic., Madrid, 2004, vol. II, p. 110.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
33
Así, por ejemplo, KELSEN juzgaba muy insuficiente el sometimiento de las
actuaciones de los parlamentarios a sanciones meramente disciplinarias:
“Hoy resulta completamente inadecuada la práctica de sancionar los actos delictivos cometidos por un diputado dentro del desempeño de sus funciones, en ocasión de un discurso parlamentario, con el solo empleo de los
medios disciplinarios destinados al mantenimiento del orden de la Cámara,
como son una llamada al orden o a la cuestión”29.
Acaso la más ácida invectiva contra la institución que estudiamos sea la que
PÉREZ SERRANO inserta en su Tratado:
“El parlamentario puede, cuando olvida las moderaciones éticas y de obligada corrección, ofender, ultrajar a personas e instituciones, denostar a autoridades y particulares, imputar delitos, utilizar falsedades, y sin embargo, el
agraviado… ha de resignarse pacientemente, sin que se le admita el derecho
a rectificación justiciera y proporcionada. Todo ello con la inmensa agravante
de la publicidad clamorosa que la imputación alcanza al ser difundida por el
tornavoz insuperable de la tribuna parlamentaria y de los diarios”30.
Pero, si bien se mira, los condicionamientos a los que los miembros de las
Cámaras están sujetos por parte de los partidos políticos y de los grupos parlamentarios nos inclinarían a dirigir las suspicacias a éstos antes que hacia aquéllos, incluso en el curso de la vida parlamentaria. Y tampoco se trata, a mi modo
de ver, de que el declive del Parlamento —–o su crisis, como escriben abiertamente muchos–— esté comportando la correspondiente de las prerrogativas
de sus miembros31. En primer lugar, porque la tesis de la crisis del Parlamento
no deja de ser un tópico no del todo bien fundado32. Y, en segundo, porque la
clave es de mayor calado: no es el Parlamento el que está experimentando hoy
transformación en los regímenes demoliberales, sino el Estado mismo.
Quiero decir con ello que mi posición sobre la inviolabilidad no es tan
abiertamente negativa, pero tampoco creo que esté actualmente regulada ni
de manera conforme con la juridicidad estatal ni con la realidad vivida de las
actuales democracias representativas. Pues, efectivamente, los regímenes demoliberales presentan unos caracteres algo diferentes del embrionario Estado
protoliberal y del Estado propiamente liberal de los orígenes de esta prerrogativa, como son:
29
Kelsen, H.: Esencia y valor de la democracia, edic. cast., Labor, Barcelona, 1988, p. 68.
Pérez Serrano, N.: Tratado de Derecho Político, Civitas, Madrid, 1984, p. 780.
31
Cfr., por todos, Fernández-Viagas, P.: “¿Un nuevo sentido para la inviolabilidad parlamentaria? Reflexiones al hilo de la STS de 10 de noviembre de 2006”, Repertorio Aranzadi del
Tribunal Constitucional, 21/2006, Pamplona, 2006.
32
Cfr. mi trabajo “Cortes Generales y centralidad política”, ob. cit., pp. 1057 ss.
30
34
Antonio Torres del Moral
1) que sustentan un régimen jurídico de derechos y libertades cuya amplitud y garantías eran desconocidas hasta el constitucionalismo de la
segunda postguerra; y se ha intensificado extraordinariamente desde
entonces;
2) que han derivado funcionalmente hacia la democracia de partidos;
3) y que, como consecuencia de lo anterior, han evolucionado también
hacia un más o menos rígido parlamentarismo grupal, en el que los
principales protagonistas no son ya los miembros individuales de las
Cámaras, sino los grupos parlamentarios, posición que se refuerza con
la introducción de un nuevo órgano de gobierno de la Cámara: la
Junta de Portavoces.
Es cierto que en torno a estos rasgos hay diferencias entre los países que
hemos traído a colación en el presente estudio, como es siempre el caso del
Reino Unido, y también, en esto, de Estados Unidos. Queda, pues, hecha la
advertencia de que las ideas sostenidas en los epígrafes siguientes necesitarían
distinciones y excepciones para poder ser predicadas de este o aquel país. Se
trata más de destacar problemas que asedian a la inviolabilidad que de formular una teoría general sobre ella. Aun así, estimo que la regulación holandesa
es muy idónea para abrir una brecha importante a favor de una más depurada
concepción institucional de la inviolabilidad.
Mientras el régimen liberal no fue demoliberal, es decir, mientras no evolucionó efectivamente hasta la democracia extendiendo y garantizando los derechos y libertades y controlando el poder; en una palabra, mientras el Estado
liberal, tópicamente llamado de Derecho, no llegó a ser real y cumplidamente
un Estado social y democrático de Derecho, tales prerrogativas-garantías conservaron todo su sentido o gran parte de él. Pero ¿podemos decir lo mismo en los
actuales Estados de Derecho euroatlánticos, que, aun con todas las deficiencias que los juristas diariamente criticamos, están construidos sobre Constituciones normativas informadas por el principio democrático, y que, por ende,
hacen de la extensión y garantía de las libertades su razón de ser?
Consideremos en primer lugar y brevemente la inmunidad. ¿Anda la Policía del Rey deteniendo in itinere parlamentarios incómodos o la Justicia del
Rey procesando arbitrariamente a parlamentarios de voto dudoso? Pero ¿existen acaso la Policía y la Justicia del Rey? ¿No es hablar de ellas un inmenso
anacronismo? ¿No están incluso tipificados como delitos tales comportamientos policial y judicial? Así, pues, aunque no es éste el momento de un pronunciamiento acerca de la inmunidad parlamentaria, sí podemos avanzar que ésta
dista mucho de ser equiparable a la de sus orígenes.
Lo mismo cabe decir de la inviolabilidad. Significaba en sus orígenes un
plus de libertad de expresión del parlamentario, cuya justificación residía en su
funcionalidad para expresar la voluntad general (=burguesa) en un contexto
de restricciones y suspensiones. ¿Es ése el panorama en el actual Estado social
y democrático de Derecho? ¿No está en él la libertad de comunicación pública al alcance de toda la ciudadanía? ¿No han construido el Tribunal Europeo
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
35
de Derechos Humanos, el Tribunal Constitucional Federal alemán y nuestro
Tribunal Constitucional, con el ilustre precedente del Tribunal Supremo estadounidense, toda una doctrina acerca de la prevalencia de dicha libertad en el
sistema constitucional de los derechos? ¿No es ésta hoy, salvo episodios más o
menos esporádicos de censura, casi omnímoda, hasta el punto de que en ocasiones, según nos vaya con ella, nos sentimos tentados de juzgarla excesiva?
¿Qué plus de libertad de expresión necesita entonces el parlamentario para
un ejercicio libre e independiente de sus funciones? Si el que un militar llame
cerdo al Rey en un Cuarto de Banderas queda prácticamente impune porque
se considera que no excede de la legítima, aunque desabrida, expresión de
una crítica política, ¿qué más puede decir el parlamentario? ¿Difamar, injuriar
y calumniar? ¿Hacer apología del delito? ¿Llamar a la rebelión armada y al
terrorismo?
Si nos encontramos ante una prerrogativa institucional y funcional, no
personal, hemos de buscar la lógica y la coherencia que tal naturaleza jurídica
demanda y no cambiar el discurso a cada paso según vamos tropezando con
dificultades. Quiero decir que si ese plus de libertad de expresión es necesario
para el correcto desarrollo de una sesión parlamentaria, deberemos incluir en
él todo lo que contribuya a ese libre desenvolvimiento de una comisión o de
un pleno parlamentarios y excluir lo que no contribuya a ello; más aún lo que
pueda perjudicarlo.
6.2. Reajuste de los elementos fundamentales de la prerrogativa
6.2.1. Opiniones, votos, actos. Una interpretación completiva
De un lado, debe interpretarse extensivamente la locución constitucional
opiniones emitidas, pues, tomada en sentido muy literal, no daría cobertura a
los votos ni a otras actuaciones parlamentarias. El Reglamento del Congreso
se limita a reproducir el texto constitucional, pero el del Senado, con mejor
criterio, alude expresamente a los votos como actos tutelados y sería disparatado el establecimiento de una diferente prerrogativa en este punto para los
miembros de cada Cámara. El Tribunal Constitucional se acoge a este concepto amplio33.
Va de suyo que están protegidas todas las formas de expresión de opiniones,
tales como la palabra oral o escrita, los gestos, exhibición de carteles, aplausos,
pataleos, risas, abucheos, repetición de consignas, abandono de la sala, etc.,
por poco edificantes que nos parezcan algunas de estas manifestaciones. Más
aún, el término opiniones debe abarcar también los ruegos, la petición de aclaraciones, las enmiendas, las preguntas, las interpelaciones, las proposiciones
33
STC 36/1981, de 12 de noviembre.
36
Antonio Torres del Moral
no de ley, y, desde luego, las informaciones que el parlamentario vierta en
tal ejercicio de su función (que en esto acaso sea en lo único que se igualan
opinión e información). En una palabra, como dice A. FERNÁNDEZ-MIRANDA, todas aquellas actuaciones encaminadas a la lícita formación de la
voluntad de la Cámara34.
El Derecho comparado corrobora esta posición, pues, como hemos tenido
ocasión de comprobar, no son pocos los textos constitucionales históricos y
vigentes (e incluso los reglamentos parlamentarios españoles) que, presentando una mejor factura normativa, explicitan como ámbito material protegido,
unos, las opiniones escritas; otros, los votos; otros, en fin, los hechos o las
actuaciones del parlamentario.
Que el constituyente español hable solamente de opiniones puede ser estimado como un excesivo laconismo corregible mediante una oportuna interpretación. Porque, es perfectamente plausible hacerle decir a textos muy
escuetos, como el español de mayor rango, más de lo que dicen, ya que, de
quedarse la inviolabilidad reducida a mera protección del parlamentario por
sus opiniones, perdería gran parte de su sentido y finalidad. Ahora bien, la
ampliación del significado de opiniones para que incluya los votos es algo más
que una interpretación extensiva.
En primer lugar, es incorrecto el argumento, que yo mismo he empleado
alguna vez, de que, si los votos no estuvieran protegidos, todas las votaciones
serían secretas para así obviar posibles responsabilidades. Así se conseguiría
sortear una aplicación literal del texto constitucional, pero en tal caso estamos
ante una estrategia de comportamiento parlamentario que iguala los efectos de
los votos y las opiniones en cuanto protegidos por la inviolabilidad, pero no
ante una sinonimia de los términos opinión y voto.
Un voto es algo muy diferente de una opinión. Es cierto que el sentido del
voto está propiciado por la opinión, el juicio, la creencia o la convicción que
se tenga del asunto sobre el que se vota, aunque sea por disciplina de partido. Lo relevante es que se trata de dos acciones diferentes: la primera es una
operación intelectual con la que el sujeto se forja una idea sobre la materia
debatida; la segunda es la participación en un acto en el que se decide algo
sobre esa materia.
Por eso el Tribunal Constitucional ha señalado en alguna ocasión, como
ámbito material de garantía, las declaraciones de juicio o de voluntad35. Cabe,
no obstante, hacer otra precisión, parcialmente adelantada en el párrafo anterior: a mi entender, en el voto hay todavía algo más que una manifestación de
la voluntad por cuanto esa voluntad se inscribe en una operación de decisión
política. No consiste sólo en decir lo que uno quiere o querría sobre algo, ni
siquiera lo que uno se propone hacer, sino en participar en una decisión sobre
si regular o no algo y, en caso afirmativo, cómo hacerlo. No sólo se quiere, sino
34
35
Fernández-Miranda, A.: “Inviolabilidad e inmunidad parlamentarias”, ob. cit., pp. 325 ss.
STC 243/1988, citada.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
37
que se está operando sobre la realidad para formarla, conformarla, reformarla,
transformarla o deformarla; o para conservarla. Es un acto de poder político,
aunque su peso en la realidad sea sólo el de la parte alícuota que le corresponde
a cada participante en la votación.
Y lo mismo se puede decir de los demás actos o actuaciones del parlamentario, sobre las cuales hay acuerdo en considerar que están incluidas en el ámbito
material de protección de la inviolabilidad, acuerdo al que me sumo. Pero en
el bien entendido de que en algunos supuestos se está haciendo una interpretación finalista (plausible, insisto) que va más allá de la mera interpretación
extensiva, e incluso de la analógica. Es más bien una interpretación completiva
del texto constitucional.
6.2.2. Ejercicio de sus funciones. Una interpretación estricta
Si, mediante la interpretación anterior, se amplía el ámbito material de la
inviolabilidad, ahora nos enfrentamos con la operación contraria. La segunda
locución del precepto constitucional, “en el ejercicio de sus funciones”, debe
ser tomada en sentido estricto, incluso muy estricto. Pues un diputado o senador no convierte en acto de naturaleza parlamentaria todo cuanto hace.
Aunque ésta no era una cuestión pacífica en la doctrina, el Tribunal Constitucional la zanjó en el sentido dicho, quedando excluidos de la prerrogativa los
actos que realiza como político representante de una corriente de opinión36.
Como señala el Tribunal refiriéndose a una práctica habitual durante cierto
tiempo, la inviolabilidad “no es un derecho personal que transforme... ‘los
desayunos del Ritz’ en actos de ejercicio de la actividad parlamentaria”37.
El artículo 67.3 de la Constitución abona esta interpretación al decir que
las reuniones de parlamentarios que se celebren sin convocatoria reglamentaria no vinculan a las cámaras, como tampoco pueden ejercer sus funciones
ni ostentar sus prerrogativas (el precepto dice “privilegios”). En esta misma
línea, el Reglamento del Senado, artículo 21, ciñe la prerrogativa a los actos
parlamentarios.
Ello significa que, cuando la Constitución alude al ejercicio de sus funciones
hay que entender el término “funciones” no en un sentido sociológico, sino
jurídico, y muy estricto38, para no hacer de la prerrogativa un privilegio que
lesione derechos fundamentales de terceros39. Quedan, pues, excluidos de la
inviolabilidad actos como la publicación de libros y de artículos periodísticos
o científicos, las conferencias, las declaraciones a los medios de comunicación,
36
STC 51/1985, de 10 de abril.
ATC 526/1986, de 18 de junio.
38
STC 51/1985, citada.
39
SSTC 36/1981 y 51/1985, citadas. Reitera doctrina en ATC 526/1986, citado; en SSTC
243/1988, de 19 de diciembre, y 1/1990, de 18 de enero, 30/1997, de 27 de febrero, etc.
37
38
Antonio Torres del Moral
la participación en manifestaciones o en mítines, los actos de propaganda
electoral, etcétera40.
En cambio, el ejercicio de las funciones parlamentarias sí da cobertura a
actos que, aunque realizados fuera del recinto de la Cámara, son plenamente
parlamentarios en el sentido dicho; por ejemplo, cuando, en el curso de los
trabajos como miembro de una Comisión de Investigación, el parlamentario
actúa fuera de la Cámara.
También debe requerirse para la aplicabilidad de esta prerrogativa que la
actividad del parlamentario se inscriba en el procedimiento necesario y lícito
de formación de la voluntad de la Cámara, por lo que entiendo, con J. M.
GÓMEZ BENÍTEZ y frente a la opinión mayoritaria, que no protege ni la
calumnia, ni la injuria, ni la apología de la rebelión, etcétera41, por no ser, de
ninguna manera, ni lícitas ni necesarias para la formación de dicha voluntad.
El artículo 26.1 de la Constitución alemana así lo hace y, aunque la Constitución española guarde silencio sobre ello, hay que entenderlo de igual modo.
Y eso pese a que el propio Tribunal Supremo sostiene una concepción tan
absoluta de la inviolabilidad que excluye totalmente la antijuridicidad y la responsabilidad penal por las actuaciones que estamos considerando puesto que
están únicamente sometidas a la disciplina regulada por los reglamentos parlamentarios42. Lo que no aclara el Tribunal Supremo es el enlace o inserción que
puede tener una llamada a la rebelión armada con el ejercicio de las funciones
parlamentarias, ni, por consiguiente, qué puede significar la previsión reglamentaria43 de pasar el tanto de culpa (penal, obviamente) al órgano judicial
competente cuando el Presidente de la Cámara considera que las expresiones
del diputado o senador pueden ser constitutivas de delito, con la correspondiente remisión implícita de los reglamentos parlamentarios al Código Penal,
salvo que, como ha criticado M. PULIDO, se sostenga una concepción de la
inviolabilidad como patente de corso44.
Como contrapartida, es frecuente hablar de la necesaria interpretación restrictiva de la prerrogativa de la inviolabilidad para su mejor acomodo con
el Estado social y democrático de Derecho, doctrina que también debe ser
sometida a cierto ajuste. De un lado porque, como hemos visto en el apartado
anterior, la interpretación del término votos como ámbito material de protección debe ser completiva del precepto constitucional. Y, de otro, porque un
ajuste no equivale a una restricción, sino a su entendimiento justo.
Coincido por eso con A. FERNÁNDEZ-MIRANDA cuando, refiriéndose
a la inmunidad, pero de forma perfectamente trasladable a la inviolabilidad,
40
Cfr. STS de 31-X-1983 (RA 4822).
Gómez Benítez, J. M.: “La inviolabilidad y la inmunidad parlamentaria”, ob. cit., p. 67,
entre otras.
42
Cfr. STS de 21-XII-2004, caso Salaverría.
43
Artículo 101.3 del Reglamento del Congreso de los Diputados (en adelante, RC).
44
Pulido Quevedo, M.: “La inviolabilidad parlamentaria como patente de corso. (El caso
Salaverría)”, Actualidad Jurídica Aranzadi, n.º 654, Pamplona, 2005.
41
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
39
escribe que de lo que se trata no es de restringir la prerrogativa, sino de
ajustarla a su fundamento constitucional45. Lo difícil es llegar a un acuerdo
sobre cuándo la interpretación está siendo estricta y cuándo restrictiva.
Todo depende de cómo interpretemos, a su vez, ese fundamento constitucional.
En principio, puede sustentarse la tesis de que tal fundamento constitucional protege hasta un punto más allá del cual quedan desprotegidos otros
derechos, valores o bienes jurídicos igualmente tutelables, y todo ello en consonancia con el principio democrático que preside el Ordenamiento constitucional español entero. Esta interpretación estricta y ajustada debe guiarse por
criterios teleológicos46, buscando el sentido propio de la prerrogativa y que
no queden arbitrariamente deñados esos otros bienes tutelables, y de forma
destacada el derecho a la tutela judicial efectiva de las personas eventualmente
dañadas por las actuaciones del parlamentario. Como dice el Tribunal Constitucional, los actos parlamentarios quedan sometidos a la Constitución española tal como dispone su artículo 9.147 y, a mi juicio, también la proclamación
de juridicidad estatal que hace el artículo 1.1.
Conforme a la misma pauta interpretativa, la inviolabilidad no protege las
agresiones y las vías de hecho que a veces se producen en las Cámaras y cuyas
imágenes recorren el mundo. Si antes diferenciábamos las opiniones de los votos
aunque aquéllas suelen estar detrás de éstos, también detrás de una bofetada suele
haber una opinión, pero obviamente no puede recibir el mismo tratamiento jurídico protector. Tampoco el voto fraudulento, como cuando un parlamentario vota
por un compañero ausente. Y menos aún el cohecho. Como dice con su acostumbrada elegancia PÉREZ SERRANO, “si el voto se emite o la opinión se sostuvo
a virtud de pacto deshonroso en que el parlamentario vendiera su conciencia y
traicionara su deber, hay que diferenciar pulcramente ambos momentos, y dejando a salvo la inviolabilidad, proceder de modo inexorable contra los actos
no parlamentarios que, con mengua del decoro y daño de la función, realizó el
Senador o Diputado vendiendo simoníacamente su investidura”48.
Añadamos que la inviolabilidad solamente puede entrar en juego cuando
la actuación del parlamentario tiene lugar en actos convocados reglamentariamente o se inscribe en un procedimiento parlamentario de amplio tracto temporal, como el legislativo. Esto último sucede, por ejemplo, en la presentación
de enmiendas, actuación que tiene prefijados unos plazos, durante los cuales
“se está en tiempo” y, por tanto, se actúa conforme a reglamento. Dígase otro
tanto de ciertos actos, como la presentación de interpelaciones o de preguntas,
que tienen ya predeterminados reglamentariamente sus plazos y no necesitan
45
Fernández-Miranda Campoamor, A.: “Del intento de ampliar el ámbito material de la inmunidad parlamentaria a determinados procedimientos civiles”, REDC, n.º 12, Madrid, 1984, p. 19.
46
Cfr. Torres del Moral, A.: “Interpretación teleológica de la Constitución”, RDP, n.º 63,
UNED, Madrid, 2005, pp. 11-38.
47
SSTC 90/1985, citada, y 124/2001, de 4 de junio.
48
Pérez Serrano, N.: Tratado de Derecho Político, ob. cit., p. 780.
40
Antonio Torres del Moral
convocatoria específica en cada caso. Pero no procede la protección que estamos estudiando cuando la actuación tiene lugar en reuniones ocasionales para
cambiar impresiones o concertar estrategias.
Sin embargo, la actuación del parlamentario en las reuniones convocadas
por su grupo parlamentario presenta un perfil no del todo coincidente con lo
anteriormente dicho. No son, en efecto, reuniones reglamentariamente convocadas, sino que se inscriben en la estrategia política de los grupos parlamentarios, pero si éstos son en la realidad del parlamentarismo moderno los protagonistas principales de la vida de las Cámaras, cabría pensar que sus reuniones
preparatorias se inscriben en el normal funcionamiento de éstas y en el procedimiento ordinario de formación de su voluntad colegiada. Algún autor así lo ha
defendido con buenas razones de índole funcional y realista49. No obstante, la
informalidad de estas reuniones, que pueden ser ocasionales, sin requerir convocatoria, y a las que pueden asistir personas ajenas al grupo parlamentario,
participar en ella e incluso dirigirlas (v. gr., si se trata de los dirigentes del partido
político correspondiente), impiden que se les dé la misma cobertura jurídica que
a las reuniones convocadas conforme a los reglamentos parlamentarios. Dada
la inequívoca correspondencia que, salvo el caso del grupo mixto y excepciones
anecdóticas, existe entre los grupos parlamentarios y “sus” partidos políticos, no
habría razón para no proteger también con la inviolabilidad las reuniones de
éstos, pero debemos desechar esta interpretación por conducirnos al absurdo.
Dígase otro tanto de las ruedas de prensa convocadas y celebradas por los grupos parlamentarios50 tanto si se celebran a través de los órganos administrativos
de la Cámara como si no, y de otras actuaciones similares.
Por último, si ya me merece un juicio negativo la extensión de la prerrogativa
a las magistraturas señaladas en el epígrafe siguiente, llevarla también a organizaciones que, bien que investidas de funciones públicas, son asociaciones privadas,
no me parece cohonestable con el principio democrático ni con la juridicidad
estatal, que repudian la multiplicación de zonas y sujetos inmunes al Derecho.
En cambio, hay acuerdo casi unánime, y así lo ha estimado también el Tribunal Constitucional, en juzgar incluidas en el ámbito material de protección la
reproducción literal en publicaciones oficiales o en medios privados de discursos
o cualquier otra forma de expresión de opiniones que haya tenido lugar en el
ejercicio de funciones parlamentarias, tanto si es el parlamentario quien lo hace
para informar de su actuación, como si es el medio quien lo reproduce51. En
uno y otro caso retrata simplemente de información de lo sucedido. Por eso, hay
que decir otro tanto de las informaciones sintéticas y las reseñas de esos actos u
49
García, E.: Inmunidad parlamentaria y Estado de partidos, ob. cit., pp. 129 ss, y “Crisis
política y crisis jurídica de la inmunidad parlamentaria”, ob. cit., pp. 95 ss.
50
En contra, Fernández-Viagas Bartolomé, P.: La inviolabilidad e inmunidad de los Diputados y Senadores. La crisis de los “privilegios parlamentarios”, Civitas, Madrid, 1990, p. 56-57; y
“Conflicto de jurisdicción e inviolabilidad”, RCG, n.º 15, Madrid, 1988, pp. 254-257.
51
ATC 147/1982, de 22 de abril. Cfr. Fernández-Viagas Bartolomé, P.: La inviolabilidad…, ob. cit., p. 54.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
41
opiniones, siempre que no desvirtúen el contenido de los mismos, pero no de
los comentarios y apostillas con que se quiera “adornar” la información52.
Y, como veremos en el epígrafe final de este estudio, el parlamentario está
obligado a guardar los secretos de Estado que conociere precisamente por su
trabajo en la Cámara.
VII. AMPLIACIÓN DE LOS TITULARES DE LA PRERROGATIVA
MÁS ALLÁ DEL ÁMBITO DEL PARLAMENTO NACIONAL
En nuestro país no ha sido la Constitución, sino las leyes orgánicas y los
Estatutos de Autonomía los que han ampliado la titularidad de la prerrogativa
estudiada. Lo han hecho en una doble dirección: en beneficio de los parlamentarios regionales y de los magistrados del Tribunal Constitucional y del
Defensor del Pueblo. Veámoslo.
7.1. Diputados autonómicos
Todos los Estatutos de Autonomía han dispensado esta protección a los
miembros de los Parlamentos autonómicos. Como muestra, citaremos solamente los de las cuatro primeras Comunidades Autónomas, las que accedieron más tempranamente a la autonomía plena y han hecho de faro en todo el
proceso de construcción del Estado autonómico.
El Estatuto vasco de 1979 incorpora en su artículo 26.6.1.º la prerrogativa
de inviolabilidad de los diputados del Parlamento autonómico con una dicción
literal prácticamente idéntica a la de las Constituciones de 1869, 1876 y 1931:
“Los miembros del Parlamento de Cataluña serán inviolables por los votos y opiniones que emitan en el ejercicio de su cargo”.
El Estatuto catalán de 1979, artículo 31.2, hizo lo propio y con igual redacción, y lo ha reiterado en el vigente de 2006, artículo 57. Lo mismo hay
que decir del Estatuto gallego de 1981.
En cambio, el Estatuto andaluz, tanto en su versión de 1981, artículo 26.3,
como en la de 2007, hace una redacción más prolija, igual a la del Reglamento
del Senado:
“Los diputados gozarán, aun después de haber cesado en su mandato, de
inviolabilidad por las opiniones manifestadas en actos parlamentarios y por
los votos emitidos en el ejercicio de su cargo”.
52
Cfr. Montero Aroca, J.: “Los privilegios en el proceso penal”, ob. cit., p. 39.
42
Antonio Torres del Moral
En fin, el Estatuto valenciano de 2006, artículo 23, es muy similar al
andaluz, con leves retoques que no alteran en absoluto su significación y
alcance.
El Reglamento del Parlamento vasco introduce una variación que puede
tener importancia, puesto que a las opiniones y votos emitidos añade las actuaciones, todo ello, claro está, en el ejercicio del cargo. Pues hay alguna diferencia entre hablar o votar en actos parlamentarios, que es lo que dice el Estatuto
andaluz, y tener o realizar actuaciones en el ejercicio del cargo parlamentario.
Habremos de volver sobre ello.
7.2. Magistraturas nacionales no parlamentarias
En Estados Unidos, desde 1972, se considera al ayudante parlamentario
como formando unidad con el senador o representante a los efectos de extenderle la protección que corresponde a éste53.
En España la prerrogativa se ha extendido incluso a los miembros de instituciones no parlamentarias, como los magistrados del Tribunal Constitucional, el Defensor del Pueblo y sus Adjuntos. El artículo 22 de la Ley Orgánica
del Tribunal Constitucional dispone:
“Los Magistrados del Tribunal Constitucional… no podrán ser perseguidos por las opiniones expresadas en el ejercicio de sus funciones…”
El artículo 6.2 de la Ley Orgánica del Defensor del Pueblo hace lo propio
más prolijamente:
“El Defensor del Pueblo gozará de inviolabilidad. No podrá ser detenido,
expedientado, multado, perseguido o juzgado en razón a (sic) las opiniones
que formule o a (sic) los actos que realice en el ejercicio de las competencias
propias de su cargo”.
Y el artículo 8.4 del mismo cuerpo legal extiende el estatuto jurídico del
Defensor a sus Adjuntos:
“A los Adjuntos les será de aplicación lo dispuesto para el Defensor del
Pueblo en los artículos 3, 6 y 7 de la presente Ley”.
53
Sentencia del Tribunal Supremo en el caso Gravel vs United States, confirmada un año más
tarde por la Doe vs Mc Millan. Debo la referencia a García, E.: Inmunidad parlamentaria y Estado
de partidos, ob. cit., pp. 137-138; cfr., del mismo autor, “Respuestas a la encuesta sobre determinados status privilegiados por la Constitución”, ob. cit., p. 14.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
43
Por último, también se ha ampliado su radio de acción a los Defensores del
Pueblo autonómicos54. Así lo dispone la Ley 36/1985, de 6 de noviembre, de
Relaciones del Defensor del Pueblo con los Comisionados regionales.
La ampliación de los titulares de la prerrogativa parece abonar la idea de
su afianzamiento y fortaleza. No es así. Tampoco diré que con tales medidas
se trivializa o se desnaturaliza la institución, puesto que no parece desatinado
pensar que a los titulares de dichos cargos puedan asistirles razones igualmente
atendibles nacionales para ser destinatarios de una igual o similar protección.
Pero sí cabe inferir de esta ampliación de titulares que la prerrogativa de la inviolabilidad debe ser ya interpretada en clave diferente, al menos parcialmente diferente
a la esgrimida en el advenimiento del régimen constitucional representativo.
Porque, por lo que se refiere a los miembros del Tribunal Constitucional, es
bien cierto que ni tienen con la ciudadanía una relación representativa, ni tienen como función la elaboración de leyes ni la crítica del Gobierno. Y respecto
del Defensor del Pueblo, si bien es un comisionado de las Cortes Generales y
tiene como función supervisar la actividad de la Administración en defensa
de los derechos y libertades, tampoco está ligado a la ciudadanía por relación
representativa55; caracteres que se echan en falta todavía más en sus Adjuntos.
Y nada digamos con la solución estadounidense de ampliar la protección
de senadores y representantes a sus ayudantes como “prolongaciones” del cargo parlamentario. Aunque en cierto modo pudiera parecernos parlamentariamente sensata, es rotundamente ajena a la referida teoría sustentadora de la
prerrogativa.
Todo ello es buena prueba de la escasa solidez que le va quedando a su
concepción tradicional con el paso del Estado liberal al Estado social y democrático de Derecho, en el cual se resquebraja su fundamento en la representación que ostentan de la ciudadanía, en la santidad de la ley y en la libertad de
crítica. Mi posición teórico-jurídica es la de contención de esta vis expansiva
de esta prerrogativa, postura a la que, no obstante, haremos algunas excepciones en el apartado siguiente y en el epígrafe final de este estudio, buscando
precisamente su lógica institucional. Si bien es posible que entonces se nos
convierta en otra cosa.
7.3. Extensión de la prerrogativa a otros titulares
La cuestión, empero, no finaliza aquí. En función de lo apuntado acerca de
la asistencia de razones para la protección de otros titulares de órganos estatales o autonómicos, es pertinente preguntar si, junto a los señalados, hay otros
54
Son muy diversas las denominaciones que han adoptado las Comunidades Autónomas que
se han dotado de dicha magistratura, que son la mayoría: Defensor del Pueblo, Sindic de Greuges,
Procurador del Común...
55
Cfr. Santaolalla López, F.: “Respuesta a la encuesta…”, ob. cit., pp. 19-20.
44
Antonio Torres del Moral
más que se encuentren en la misma o similar situación. El asunto, anticipo,
dista mucho de estar claro. Veamos algunos supuestos nada inimaginables.
Un Presidente del Gobierno o un ministro que no sean miembros parlamentarios (en Inglaterra no puede darse el supuesto, pero en España sí)
participan en una sesión de control del Gobierno por la Cámara en la que
el Ejecutivo es interpelado por la Oposición. El debate puede subir de tono
por motivos diversos, pero durante su transcurso los parlamentarios críticos
gozan, por su inviolabilidad, de una libertad de expresión mayor que la del
Presidente del Gobierno o el ministro, pudiendo permitirse ciertos excesos
que a éstos les están vedados.
¿Es ésa una forma razonable de regular un debate parlamentario? ¿No debe
éste, como sucede en los procesos judiciales, estar presidido por el principio
de igualdad de armas o igualdad entre las partes? ¿No están participando los
miembros del Ejecutivo de nuestro ejemplo en una sesión de la Cámara y
contribuyendo, con su sometimiento a control, al funcionamiento de la institución parlamentaria y a hacer efectiva su centralidad en el sistema político?
¿Cómo entonces no les alcanza esta prerrogativa funcional e institucional?
Sobre este problema se ha pronunciado en la dirección indicada el Tribunal
Constitucional Federal alemán56, el cual eximió de responsabilidad a un ministro que emitió juicios de valor en respuesta a una pregunta parlamentaria.
Más aún: está fuera de toda duda que esa igualdad de armas o, mejor, ese
equilibrio institucional debe asimismo predicarse si el supuesto cambia de
protagonista y hablamos de una sesión parlamentaria en la que un ciudadano particular informa a una comisión o declara ante ella. La índole privada
de esta persona no resta un ápice al sentido funcional e institucional de su
comparecencia y declaración, durante las cuales no puede verse sometido a
intemperancias, mordacidades o acusaciones sin posible réplica so riesgo de
procesamiento criminal.
De manera que o se le reconoce inviolabilidad a toda persona que participa en un acto parlamentario dirigido a la formación de la voluntad de la
Cámara o no. Si lo primero, la prerrogativa analizada experimenta otro nuevo
acomodo al Estado social y democrático de Derecho alejándose otro tanto de
su sentido histórico. Si lo segundo, colocamos al Parlamento de espaldas a un
principio tan inherente al Estado de Derecho como la igualdad procesal de las
partes. Tertium non datur.
En España aún no se ha dado este paso, pero sí, afortunadamente en otro
país: la Constitución holandesa ha abierto el camino para una mayor inserción de
la lógica parlamentaria en la lógica democrática.
56
Resolución de 25-III-1981. No obstante, aun compartiendo la decisión final de esta resolución, su fundamento jurídico (la carencia de efectos jurídicos de dicha conducta por tratarse de un
acto interno de la Cámara) es muy insatisfactorio; o, más explícitamente, rechazable.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
45
VIII. LIMITACIONES CORPORATIVAS DE LA INVIOLABILIDAD
Por lo demás, el Ordenamiento ha dispuesto topes a los posibles excesos de
la elocuencia parlamentaria. La regulación española es similar en las dos Cámaras, por lo que, salvo excepción, me ceñiré preferentemente al Reglamento
del Congreso de los Diputados y llevaré a nota las referencias al del Senado.
Dice el artículo 16 del Reglamento del Congreso que los diputados están
obligados a respetar el orden, la cortesía y la disciplina parlamentarias57,
así como a no divulgar las actuaciones que puedan tener excepcionalmente
carácter de secretas. A este último aspecto dedicamos del siguiente epígrafe.
Me centraré, pues, en los otros tres conceptos.
Propiamente la disciplina y el orden parlamentarios, más que límites de la
libertad de comunicación pública del diputado, son sencillamente prerrequisitos o condiciones imprescindibles de funcionamiento de cualquier órgano
colegiado, además de claramente expresivos del principio de autonomía parlamentaria, doble factor indicativos de que no nos encontramos ante una libertad de expresión absoluta. Son muy diversas las precisiones que el capítulo III
del título IV del cuerpo normativo mencionado (arts. 69 a 77) hace regulando
el orden de los debates, entre las que destacaremos aquellas que más pertinentes son a nuestro trabajo58.
a)
Puede el Presidente (de la Cámara o de una comisión, según sea el supuesto) llamar a la cuestión al diputado orador cuando se separe de ella
(art. 70.3). De manera que, conforme al artículo 102.2, el Presidente
incluso retirará la palabra al orador a la tercera llamada a la cuestión
en una misma intervención. Y es que en el parlamentarismo actual no
puede aprovecharse cualquier asunto para decir cualquier cosa, sino
que debe el orador atenerse a la materia tratada.
b) El mismo artículo 70.3 habilita al Presidente para llamar al orden al
diputado y el 103 enuncia los motivos de ello, entre los que destacaré,
por su mayor relación con nuestro objeto de estudio, el del párrafo 1.º:
“Cuando profirieren palabras o vertieren conceptos ofensivos al decoro
de la Cámara o de sus miembros, de las instituciones del Estado o de cualquier otra persona o entidad”;
estableciéndose en el precepto siguiente (art. 104) las medidas aplicables por el Presidente para hacer efectiva su potestad disciplinaria, las
57
El Reglamento del Senado contiene previsiones parecidas, expresadas de modo diferente, en
el artículo 37.9 y 10, que atribuye al Presidente de la Cámara velar por la observancia de la cortesía
y de los usos parlamentarios, así como la aplicación de la disciplina parlamentaria.
58
Precisiones omitidas en el Reglamento del Senado, lo que no significa su rechazo, sino que
hay que llegar a ellas conforme a las facultades de interpretación del Reglamento que tiene el Presidente.
46
Antonio Torres del Moral
cuales pueden llegar a la expulsión del Diputado de la sala de sesiones
y la prohibición de asistencia a la sesión siguiente. Más aún, previamente a ello, habrá requerido “al Diputado u orador para que retire
las ofensas proferidas y ordenará que no consten en el ´Diario de Sesiones`”.
Merece la pena que nos detengamos un instante para hacer tres consideraciones al respecto.
b.1) En primer lugar, el artículo 103.2.º establece un claro límite material a la libertad de expresión del Diputado. Su formulación un
tanto imprecisa (el concepto de decoro es lábil, ciertamente) invita a su interpretación restrictiva, pero no a su desconocimiento.
Serán la práctica parlamentaria, presidida por la prudencia de los
presidentes de Cámara o de Comisión, y, en última instancia, la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional las que acaben perfilando el contenido de dicha fórmula. Pero el límite está ahí59.
b.2) He destacado las palabras “Diputado u orador” porque es harto
expresiva de la equiparación del estatuto jurídico de cuantos intervienen en una sesión parlamentaria, por lo que a su libertad
de palabra concierne, tengan o no la condición de miembros de
la Cámara. Lo que, como indicamos en el epígrafe precedente,
constituye una prueba bastante rotunda de que la prerrogativa
de inviolabilidad no es, pese a la literalidad del artículo 71.1 de
la Constitución, exclusiva de los miembros parlamentarios, sino
que se extiende a todos los sujetos intervinientes en una sesión
de la Cámara, como corresponde a una prerrogativa institucional
y funcional. Por lo demás, esta sección del Reglamento del Congreso (“De las llamadas a la cuestión y al orden”; arts. 102 a 104)
abunda en la misma expresión u otras similares60.
b.3) La ofensa puede serlo al decoro de la Cámara, de sus miembros,
de las instituciones del Estado “o de cualquier otra persona o entidad”. Y, si es reprimible la ofensa a cualquier persona, acaso con
mayor razón lo sea la ofensa a la que esté interviniendo en la sesión parlamentaria aunque no sea miembro de la Cámara, como
hemos argumentado anteriormente basándonos en el principio
de igualdad de armas de los oradores.
59
Los tribunales constitucionales español (STC 51/1985, citada) y alemán (STCFA de 8-VII1982) entienden también que esta prerrogativa no ampara todo exceso.
60
Así, el artículo 102 habla de orador y de oradores; el 103 dice en su inicio “los diputados y
los oradores”, mientras que en el párrafo 4.º dice solamente orador; y el 104.1 se refiere al Diputado
u orador. En cambio, el Reglamento del Senado sólo habla de senador o senadores. No es aplicable
el del Congreso por analogía, por cuanto las cámaras son autónomas e independientes entre sí salvo
disposición constitucional o reglamentaria en contrario, pero sí se puede llegar al mismo resultado
por la vía interpretativa, del mismo modo que hemos indicado en la nota 58.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
c)
47
En fin, la disciplina parlamentaria puede dar paso a la vía penal. Pueden darse, a estos efectos, dos supuestos:
c.1) De una parte, como indica J. M. GÓMEZ BENÍTEZ, la imposición de una sanción interna a un parlamentario no debe impedir el derecho de un tercero a exigir en su caso, la investigación
judicial de la posible responsabilidad criminal61.
c.2) De otra, en algunos ordenamientos la propia Cámara puede levantar esta prerrogativa por abuso de inviolabilidad. Y si bien el nuestro
no utiliza dicha terminología, sí parece dar entrada a esta institución. Así, el artículo 101 del Reglamento del Congreso, al regular
los supuestos de suspensión temporal de la condición de diputado
por sanción disciplinaria, establece en su apartado tercero:
“Si la causa de la sanción pudiera ser, a juicio de la Mesa, constitutiva de delito, la Presidencia pasará el tanto de culpa al órgano judicial
competente”
que no es otro que la Sala Penal del Tribunal Supremo, como
sabemos.
Esa causa acaso delictiva puede ser la enunciada por el artículo 103.1.º,
antes transcrito: palabras o conceptos “ofensivos al decoro de la Cámara o
de sus miembros, de las instituciones del Estado o de cualquier otra persona
o entidad”, cuando esa ofensa tenga la entidad suficiente. A mi juicio, caben
en esa fórmula no sólo la injuria y la calumnia como ofensas al decoro de las
personas mencionadas en el precepto, sino también la apología del delito y
del terrorismo, la llamada a la sedición, etc., como ofensivos que son (y bastante más) al decoro de la Cámara y de las demás instituciones del Estado.
De lo contrario, llegaríamos al sinsentido de poder pasar el tanto de culpa
al órgano judicial por delitos “menores” —llamémoslos así— y no por estos
otros, que están entre los más repudiados y penados por el Ordenamiento
jurídico.
En fin, a mi juicio, poniendo en relación el artículo 101.3.º con el 99, ambos del Reglamento del Congreso, también deben ser incluidas aquí otras dos
causas: 1.ª) Quebrantar el deber de secreto de las actuaciones parlamentarias
que revistan tal carácter. 2.ª) Llevar armas dentro del recinto parlamentario.
Como solamente la primera afecta a este estudio, a ella dedicamos el siguiente
epígrafe62.
61
Gómez Benítez, J. M.: ob. cit., p. 67.
Una vez más, el Reglamento del Senado silencia estos importantes aspectos, lo que invita a
su interpretación extensiva según indicamos en el texto.
62
48
Antonio Torres del Moral
IX. EL DEBER DE SECRETO DE LOS PARLAMENTARIOS
Aunque la regla general del Derecho parlamentario demoliberal es la publicidad de las sesiones plenarias de las Cámaras, también se prevé su celebración secreta en determinados casos. Por el contrario, las reuniones de las
Comisiones no suelen tener carácter público. La explicación reside en que en
el esquema institucional demoliberal el Parlamento sólo es propiamente tal
cuando está reunido en Pleno, mientras que las reuniones de las Comisiones
son consideradas como meramente preparatorias de aquél.
El artículo 80 de la Constitución española responde a dicho planteamiento, refiriéndose únicamente al Pleno:
“Las sesiones plenarias de las Cámaras serán públicas, salvo acuerdo en
contrario de cada Cámara, adoptado por mayoría absoluta o con arreglo al
Reglamento”.
El silencio relativo a las Comisiones debe ser interpretado, en principio,
como negativo de la publicidad. Y así lo reflejan los reglamentos parlamentarios explícita o implícitamente (art. 64 RCD y 75 RS). Ocurre, sin embargo,
que, frente a lo que sucede en otros Parlamentos, hay una cierta tradición en
España de que a las reuniones de las Comisiones asistan representantes de los
medios de comunicación; y así lo recogen los reglamentos en los preceptos
citados con lo que, de hecho e incluso de Derecho, son tan públicas como las
del Pleno, si no más.
En desarrollo del citado artículo 80 de la Constitución, el artículo 63
del Reglamento del Congreso de los Diputados dispone que éste puede
acordar la celebración secreta de una sesión plenaria por mayoría absoluta
de sus miembros, a iniciativa de la Mesa, del Gobierno, de dos grupos parlamentarios o de la quinta parte de los miembros de la Cámara, acuerdo
que lógicamente se adopta en sesión pública, para después continuar ésta
con el carácter que se haya decidido. De otra parte, serán obligatoriamente
secretas las sesiones que traten cuestiones concernientes al decoro de la
Cámara o de sus miembros, o a la suspensión de un diputado; lo serán asimismo las sesiones en las que se debatan propuestas, dictámenes, informes
o conclusiones elaborados en el seno de la Comisión del Estatuto de los
Diputados.
El artículo 72 del Reglamento del Senado, con igual apoyo constitucional,
prevé la celebración de sesiones plenarias secretas por acuerdo de la mayoría
absoluta de la Cámara, a petición razonada del Gobierno o de cincuenta senadores, además de cuando así lo disponga el propio Reglamento. Esta última
previsión se concreta, de modo similar a lo expuesto para el Congreso, en la
sesión en la que la Cámara es informada del dictamen sobre un suplicatorio
y aquella otra en la que se ha de pronunciar sobre la procedencia o no de la
suspensión de un senador judicialmente procesado (art. 22, apdos. 3 y 6.2.º,
respectivamente).
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
49
La protección de estas delicadas materias (suspensión de un parlamentario, secretos de Estado...) debe procurarse mediante la celebración de sesiones
secretas, nunca con la imposición del silencio, pues ello equivaldría a excluir
dichos asuntos del democrático ejercicio de oposición.
Por lo que respecta a las Comisiones de Investigación, los reglamentos
establecen lo siguiente:
a)
Tanto las del Congreso como las del Senado elaboran su propio plan
de trabajo (arts. 52.2 RCD y 60.1 RS). En el Congreso, su Presidente,
oída la Comisión, podrá dictar las oportunas normas de procedimiento
(art. 52.3 RCD), en tanto el Reglamento del Senado guarda silencio
sobre este extremo. En cualquier caso, como vemos, en ambas Cámaras
hay habilitación reglamentaria suficiente para que, bien la propia Comisión (en el Senado), bien el Presidente de la Cámara (en el Congreso)
dispongan el carácter público o secreto del procedimiento a seguir.
b) No obstante, el Reglamento del Congreso, artículo 64.4, exceptúa algunos supuestos concretos de la referida habilitación al Presidente,
estableciendo su carácter necesariamente secreto.
c) Las conclusiones de dichas Comisiones serán publicadas, con alguna
posible excepción en el Senado.
Aquí nos interesa exclusivamente la repercusión que pueda tener el carácter
secreto de una sesión parlamentaria en el singular estatuto que diputados y senadores tienen en cuanto a la libertad de comunicación pública. A este respecto, el
artículo 16 del Reglamento del Congreso obliga a los diputados
“a no divulgar las actuaciones que, según lo dispuesto en aquél [el Reglamento], puedan tener excepcionalmente el carácter de secretas”.
La vulneración de esta obligación dispara el mecanismo disciplinario interno y aun eventualmente el externo, es decir, la represión penal:
1) El primero consiste en la privación, acordada por la Mesa, de alguno o de
todos sus derechos como diputado (art. 99.1.2.º RCD). No obstante, “en
atención a la gravedad de la conducta o al daño causado por afectar a la
seguridad del Estado”, podrá la Mesa proponer al Pleno la suspensión temporal en la condición de diputado (art. 99.1.2.º en relación con el 101.1).
2) La segunda procede en el supuesto previsto en el artículo 101.3 del
Reglamento del Congreso, que ya conocemos:
“Si la causa de la sanción pudiera ser, a juicio de la Mesa, constitutiva de
delito, la Presidencia pasará el tanto de culpa al órgano judicial competente”.
Y no cabe duda de que la revelación de ciertos secretos puede revestir una
gravedad tal que constituya delito. Piénsese, por ejemplo, en los tipificados
50
Antonio Torres del Moral
por el Código Penal vigente como “delitos de descubrimiento y revelación de
secretos e informaciones relativas a la defensa nacional” (libro II, título XXIII,
capítulo III, sección 1.ª: artículos 598 a 603).
X.
CONCLUSIÓN: INVIOLABILIDAD PARLAMENTARIA
Y PRINCIPIO DEMOCRÁTICO
El análisis precedente nos ha mostrado tres entendimientos de la prerrogativa, plasmados en los textos que hemos aportado en el epígrafe
tercero:
1) de un lado, Francia, Italia y Portugal mantienen una concepción tradicional absoluta;
2) de otro, el Reino Unido63, Alemania y los países escandinavos, de
modo no ajeno a la tradición, admiten una cierta limitación de la prerrogativa por cuanto el parlamentario puede ser juzgado por el propio
Parlamento;
3) en tercer lugar, Holanda se separa del modelo tradicional y dispensa
protección jurídica también a todos los que, no siendo miembros de
los Estados Generales, participan en sus deliberaciones.
Pero también hemos podido observar cómo, por la vía de los reglamentos
parlamentarios y de su ejecución corporativa, se consigue restablecer un tanto
la cordura en la inserción de la prerrogativa de inviolabilidad en el constitucionalismo democrático.
Incluso, extremando el argumento, podría decirse que el parlamentario
sufre una cierta minoración de libertad de expresión por cuanto el Presidente
de la Cámara o de la Comisión en cuya sesión participa puede llamarlo a la
cortesía parlamentaria cuando entienda que traspasó sus límites. Así se hace en
el Congreso con apoyo en el artículo 16 de su Reglamento64.
Este límite de la cortesía no reza en otros ámbitos ni de la vida social ni
de la esfera política, y es un límite singular de los diputados y senadores. Sucede así porque los reglamentos parlamentarios han juridificado los usos de
cortesía, que en los demás órdenes de la vida no pasan de ser meros criterios
generalmente aceptados para limar aristas en la convivencia y no tienen otra
sanción que la de la opinión pública.
63
Como ha estudiado I. Torres Muro, en el Reino Unido ha quedado prácticamente en
desuso desde hace tres siglos el enjuiciamiento de los actos parlamentarios (entre los que hay
que incluir los que aquí estamos considerando) por el Poder Judicial (“El control jurisdiccional
de los actos parlamentarios en Inglaterra”, REDC, n.º 43, Madrid, 1995, pp. 51 ss.).
64
Dígase lo mismo del artículo 37.9 del Reglamento del Senado, que confiere a su Presidente
velar por la observancia de la cortesía y de los usos parlamentarios, facultad perfectamente extensible por analogía a los presidentes de las Comisiones.
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
51
Y otro tanto cabría decir de la llamada a la cuestión que, como hemos señalado, puede hacer el Presidente al diputado orador, pudiendo incluso retirarle
la palabra. Se trata de un límite de la libertad de expresión que no pesa sobre
la ciudadanía ni rige del mismo modo en ámbitos profesionales, salvo en el
forense a juicio del Presidente de la Sala.
A la vista de todo lo anterior, se me concederá que no puede haber señales más concluyentes de que el instituto que hemos estudiado está llenándose de matices, limitaciones y excepciones, o que incluso presenta grietas,
que es lo que sucede en el Ordenamiento holandés, a mi juicio muy puesto
en razón.
R. PUNSET juzga que las prerrogativas parlamentarias tienen difícil encaje en el Estado de Derecho, caracterizado por la “justiciabilidad de todos
los actos de los poderes públicos, exigencia derivada de los principios de legalidad, responsabilidad e interdicción de la arbitrariedad”65. Por su parte, E.
GARCÍA comenta que estamos ante
“uno de los contados casos en que la normatividad y juridicidad… quiebran radicalmente para permitir que, al menos por una vez en el constitucionalismo liberal, lo político se imponga a lo jurídico”66;
para insistir más adelante en la existencia de
“abusos y corruptelas que en el presente lastran el funcionamiento práctico de la inmunidad [entendida en sentido amplio, y clásico, que incluye la
inviolabilidad], y que en gran parte son debidas a la singular circunstancia,
del todo insólita en el Estado constitucional, de que los componentes de un
órgano sean a la vez juez y parte de sus propios actos”67.
Aunque no refiriéndose concretamente a las prerrogativas de los parlamentarios, P. de VEGA avisa, con un fino juego de palabras, del riesgo de que
los representantes del pueblo soberano se conviertan en los soberanos representantes del pueblo68. Aviso que se alinea con el que, ya en los inicios de la
institución, lanzara BOUSNARD:
“Incesantemente se confunde la Asamblea Nacional con la Nación misma […] debemos evitar tal confusión porque, si no, nada impedirá que la
Asamblea usurpe los derechos de la Nación”69.
65
66
67
68
69
Y la inmunidad aún menos que la inviolabilidad.
García, E.: Inmunidad parlamentaria y Estado de partidos, ob. cit., p. 14.
Ibidem, p. 82.
Vega, P. de: “La función legitimadora del Parlamento”, ob. cit., p. 238.
Tomo la cita de García, E.: Inmunidad parlamentaria y Estado de partidos, ob. cit., p. 31.
52
Antonio Torres del Moral
En fin, más cercano a nosotros, PÉREZ SERRANO expuso de manera
elocuente la dirección histórica que ha seguido la prerrogativa estudiada:
“En síntesis, razones de necesidad política dieron vida a la institución
en época de luchas con otros poderes del Estado; la inercia la mantuvo aun
cuando la independencia judicial brindaba luego garantía democrática que
con ventaja para todos la sustituyera; el abuso ha hecho que el privilegio
degenere, y la tendencia actual debe de ser a frenarlo, para que no rebase la
órbita de su razonable ejercicio”70.
Las últimas palabras expresan certeramente la posición que sustentamos.
No postulamos la supresión a radice de la prerrogativa, sino “que no rebase la
órbita de su razonable ejercicio”, esto es, que se ajuste a la juridicidad estatal
y al principio democrático. Y no debe desaparecer aún de nuestro Ordenamiento no ya porque la Constitución la consagra, ya que ésta es modificable,
sino porque tampoco se han eliminado totalmente de nuestro paisaje jurídico
y político los riesgos de injerencia judicial (más que gubernamental, al menos
en España) en el normal funcionamiento de las Cámaras.
Parece un tanto hiperbólica la apreciación de L. MARTÍN RETORTILLO,
según el cual en la España actual hay voluntarios para todo y “no faltan abogados especializados en poner en marcha los más peregrinos pleitos, sin que sea
tampoco de despreciar el caso de que algunas fuerzas políticas71 muestran especial afán por sus comparecencias judiciales en los más variados asuntos”72. Pero
es bien cierto que ha habido episodios, no muy lejanos, en los que hubo graves
enfrentamientos de ciertos miembros del Poder Judicial y del Ministerio Fiscal
con otros del Ejecutivo, entre los cuales unos tenían la condición de parlamentarios y otros no. Pudo entonces percibirse que, llegado el caso, la inviolabilidad
y la inmunidad podían seguir preservando el funcionamiento del Congreso de
los Diputados con la composición que habían deparado las urnas, que es justamente una de las finalidades institucionales de estas prerrogativas.
Confiando en que aquellos enfrentamientos hayan sido efectivamente episódicos, no creo que debamos temer que emerja un “gobierno de los jueces”
que traiga en jaque a la clase política. Pero tampoco debe suprimirse un instituto de garantía frente a tal eventualidad. Dicho de otro modo, la prerrogativa
sigue siendo “institucionalmente funcional”, que es lo que tiene que ser.
Convengamos, por tanto, en que lo menos que se puede decir de ella,
tal como ha llegado a nuestros días, es que está necesitada de una detenida
reflexión jurídica más allá de la inerte reiteración de clichés decimonónicos.
70
Pérez Serrano, N.: Tratado de Derecho Político, ob. cit., p. 780.
Mayor, mucho mayor es a todas luces el afán que muestran en tal menester algunas organizaciones sociales.
72
Martín-Retortillo Baquer, L.: “Inmunidad parlamentaria y separación de poderes”,
Cuadernos y Debates, n.º 46, dedicado a inmunidad parlamentaria y jurisprudencia constitucional,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1993, p. 22.
71
Libertad de comunicación pública de los parlamentarios: inviolabilidad y secreto
53
Pero esta reflexión: a) puede y debe partir del paso que ya ha dado la Constitución de los Países Bajos en orden a una congruencia de la prerrogativa con su
naturaleza institucional; b) debe llevar a un tratamiento jurídico de la misma
que, sin suprimirla, la inserte en el constitucionalismo democrático de un
modo más realista y más conforme con las exigencias de la juridicidad estatal,
a cuya lógica funcional e institucional debe acomodarse, y no lo contrario.
Ahora bien, esta modulación debe jugar en todos los sentidos en que lo
demande la lógica institucional mentada y no sólo para circunscribirla a mínimos. Dicho queda en las páginas que anteceden el juicio negativo que me
merece su extensión a ciertas magistraturas cuyos miembros tienen suficiente
garantía con el fuero propio y, por el contrario, la conveniencia de extenderla
a todos los partícipes en un acto parlamentario (miembros del Gobierno, particulares convocados al efecto…) para hacer de ella una verdadera prerrogativa
parlamentaria en vez de una prerrogativa de los parlamentarios.
En resumen, la prerrogativa de la inviolabilidad está experimentando en el
constitucionalismo democrático una modulación y limitación tales que queda
parcial pero visiblemente desmarcada de lo que fue en el parlamentarismo
liberal. Y, en la medida en que, por inercia de la doctrina jurisprudencial y
científica, sigue pareciéndose a como fue, se impone su reducción a términos
cohonestables con las exigencias del Estado democrático de Derecho, como
son el repudio de la impunidad, la interdicción de la arbitrariedad y el reconocimiento y defensa de la igualdad y de la justicia como valores superiores
del Ordenamiento jurídico.
Como anota E. GARCÍA, “la tendencia general en el panorama comparado parece ser la de ir rebajando el grado de protección especial de los parlamentarios equiparándola a la libertad de opinión garantizada al común de
la ciudadanía”73. Claro que no se puede esperar que haya una reforma de los
reglamentos parlamentarios en tal sentido, puesto que, siendo los mismos
diputados y senadores quienes tendrían que hacerla, no se les puede suponer
muy dispuestos a renunciar, ni aun parcialmente, al estatuto jurídico del que
ahora disfrutan. Todo lo cual obliga a interpretar de forma muy estricta, funcional e institucional esta y otras prerrogativas para reducirlas a su medida más justa,
que es siempre la menos exorbitante. Y la vía idónea para ello es la jurisprudencia
del Tribunal Constitucional.
Por último, es extremadamente interesante que la prerrogativa de la inviolabilidad se haya extendido en nuestro país de forma tan intensa. Que lo
haya sido a los diputados autonómicos, se inscribe en la misma lógica parlamentaria. Pero que se la reconozca a los magistrados del Tribunal Constitucional y al Defensor del Pueblo es un signo inconfundible de desparlamentarización de este instituto. Dicho de otro modo: es un signo de inserción
subordinada de la lógica parlamentaria en la lógica del Estado democrático
73
Ibidem, lug. cit.
54
Antonio Torres del Moral
de Derecho, el cual, por una parte, restringe la dimensión exorbitante de la
prerrogativa, y, por otra, se la reconoce, ya en estos términos más modestos, a otras instituciones cuya independencia de funcionamiento interesa
también a la democracia.
La extensión de la prerrogativa a toda persona que interviene en la deliberación parlamentaria, como hace la Constitución de los Países Bajos, tiene
una lectura convergente con lo anterior. En esta cuestión no nos separamos
de lo que hemos llamado lógica parlamentaria, pero sí de la fundamentación
histórica de la prerrogativa. Pues, en efecto, históricamente se la incardinó en
la relación representativa existente entre el diputado y la ciudadanía, de manera que el respeto a la independencia de aquél no era sino el debido a ésta, o,
dicho de otro modo, a la soberanía nacional.
Poco de eso resta ya en la regulación mencionada. Pero sí cabe ver en ella
una nueva forma, incluso más intensa, de subrayar la naturaleza representativa del Parlamento como colegio, como poder del Estado representativo de
la soberanía nacional. De manera que, si bien el Parlamento está integrado
habitualmente por diputados elegidos democráticamente y de ahí deriva su
especial estatuto jurídico, también participan en él miembros de otros poderes
estatales, personas físicas y representantes de personas jurídicas por cuanto
participan también en la formación de la voluntad de la Cámara.
Lo cual abunda en una conclusión anterior: la lógica parlamentaria se inscribe en la lógica democrática, vale decir en el principio democrático, el cual
lo mismo exige la reducción de la prerrogativa de los diputados al ejercicio de
sus funciones, entendidas en un sentido jurídico estricto, que su extensión a
otros sujetos en los términos dichos. Y aún más: lo estrictamente jurídico no
deja de ser plenamente jurídico. Quiero decir, que si bien hay que excluir del
ámbito funcional de la inviolabilidad ciertos aspectos otrora incluidos, deben
incluirse todos los que convengan a tal naturaleza. Me refiero concretamente
a la construcción jurisprudencial que el Tribunal Constitucional ha hecho del
derecho de participación política y del de acceso a los cargos públicos. Pero
éste es ya otro problema.
II
ESTUDIOS
Luis-Quintín Villacorta Mancebo★
El Derecho de creación judicial,
formulado desde el punto de vista
de la Teoría del Derecho1
RESUMEN
Habitualmente se entiende por Derecho de creación judicial (Derecho judicial) la creación de normas no deducidas por el juez directamente de la ley, en dos
hipótesis: o bien en ausencia de una prescripción legal (praetor legem), o bien en
contra de una prescripción legal (contra legem). En el segundo caso, el problema
de la normatividad reenvía a la cuestión de la regularidad constitucional de tal
comportamiento, y la respuesta es negativa. El supuesto primero es prisionero en
el plano de la teoría de la norma jurídica de la aceptación acrítica consistente en
la identificación normativista entre texto de norma y norma. Por ello, la cuestión
debe ser correctamente reformulada a partir de la distinción sistemática entre texto
de norma, norma jurídica y norma de decisión, en el proceso de concretización
productivo que requiere todo caso jurídico necesitado de solución y desarrollado
por el jurista en su actividad cotidiana.
PALABRAS CLAVE: Normatividad; Positivismo jurídico; Teoría Estructurante del Derecho; Norma Jurídica; Norma de Decisión.
ABSTRACT
Judicially created law is usually understood to be the creation of norms that are
not deduced directly by the Judge from the law. These norms are created in two
ways: in the absence of a legal prescription (praeter legem) or contrary to legal prescription (contra legem). In the second case, the problem of normative status raises
the question of the constitutional conformity of such behaviour, and the answer is
★
Catedrático acreditado de Derecho Constitucional. Universidad de Cantabria.
Traducción de Luis-Quintín Villacorta Mancebo. Título original: «Richterecht — rechtstheoretisch formuliert», en Richterliche Rechtsfortbildung, Festschrift der Juristischen Fakultät zur 600-Jahr-Feier der
Ruprecht-Karls-Universität Heidelberg, C.F. Müller, Heidelberg, 1986, pp. 65 a 84. Por Friedrich Müller.
1
58
Luis-Quintín Villacorta Mancebo
in the negative. The first assumption is constrained at the theoretical level by the legal norm of acritical acceptance consisting in the normativist identification between
the written norm and the norm itself. Thus, the question should rightly be reformulated through the systematic distinction between the written norm, legal norm and
decision norm in the process of productive concretion that any legal case to be resolved
requires and which is performed by judges in their day-to-day activity.
KEYWORDS: Normativity; Legal Positivism; Structuring Theory on Law;
Juridical Norm; Decision norm.
I
Por la posición jurídica «Derecho de creación judicial», en la práctica y en
la teoría, se entiende la «evolución del Derecho a cargo del juez»; brevemente
dicho: «la actividad en Derecho de creación judicial no regulada por una ley»2.
No hace falta documentar una vez más que el Derecho de creación judicial
existe, de facto, en el ámbito de la Ley Fundamental. El Tribunal Constitucional Federal lo valora como «algo absolutamente imprescindible en el Estado
moderno»3. La actividad judicial, sin apoyo en una ley, se comprende como la
realización «de un Derecho que está antes que el Estado», como «el centro de
la justicia que, por su esencia, sólo es accesible para el juez»4; el juez, se dice,
es dueño de un «poder originario creador de Derecho»5.
Ante esto, llama la atención «lo poco resuelto que, en el fondo, está este
problema desde el punto de vista teórico»6. La reflexión sobre los procesos de
creación judicial está subdesarrollada. Cien años después de que Oskar Bülow
iniciara la discusión7, se pueden encontrar toda clase de variantes interpretativas. El Derecho de creación judicial se rechaza como ilegal, se clasifica como
legal aunque con limitaciones; y también se le supraordena tanto al Derecho
positivo como Derecho natural8. El Derecho de creación judicial se considera
como un problema de las fuentes de derecho o separado de la teoría de las
fuentes de derecho9. Generalmente, se le suele ampliar o bien restringir al
2
Véase BVerfGE 34, 269 ss., 287 ss. («Soraya»); 65, 182 ss., 182, 190 ss., 194 («Sozialplan
im Konkurs»); Arthur Meier-Hayoz, Der Richter als Gesetzgeber, Zürich, Juris, 1951, p. 38.
3
BVerfGE 65, 182 ss., 190.
4
René Marcic, Vom Gesetzesstaat zum Richterstaat, Wien, Springer, 1957, pp. 89, 179.
5
Martin Kriele, Theorie der Rechtsgewinnung. Entwickelt am Problem der Verfassungsinterpretation, Berlin, Duncker & Humblot, 1967, p. 311; en la 2.ª ed., 1976, falta esa proposición.
6
Así —un poco modificado, sin la precisión de este hallazgo— Franz Bydlinski, «Hauptpositionen zum Richterrecht», en Juristenzeitung, 1985, p. 149.
7
Oskar Bülow, Gesetz und Richteramt (1885), Aalen, Scientia, 1972.
8
Así Gnaeus Flavius (Hermann Kantorowiz), Der Kampf um die Rechtswissenschaft, Heildelberg, 1906, p. 10.
9
Así, por ejemplo, Jörn Ipsen, «Verfassungsrechtliche Schranken des Richterrechts», en
Deutsches Verwaltungsblatt, 1984, pp. 1102 ss.
El Derecho de creación judicial, formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho
59
caso respectivo10. La actuación en el Derecho de creación judicial se convierte
en una cuestión de metodología jurídica, o se la declara independiente de las
reflexiones de ésta última. Ante tal confusión, la Teoría del Derecho debería
empezar por describir, de una manera realista, el proceso de la evolución jurídica del mismo, para que continúe únicamente la parte fructífera del debate.
El planteamiento de las cuestiones lógicas es la única vía para obtener una
respuesta defendible en orden a la problemática de la legitimidad del Derecho
de creación judicial, que sigue sin aclararse pese a la cantidad de argumentos
esgrimidos.
II
Las dificultades a las que se enfrentan los defensores del pensamiento propio del Derecho de creación judicial, encuentran respuesta a través de dos estrategias distintas: bien por medio de una obligación de razonamiento filosóficamente fuera de lugar; o, a la inversa, a través de otras obligaciones carentes
de contenido e insinuadas sólo formalmente. En el segundo caso, se pretende
que los precedentes creen para los ciudadanos, para el ejecutivo, o para la jurisdicción, no un efecto vinculante «normativo en el sentido auténtico», pero
sí que aporten una «obligación presunta» como carga adicional de argumentación de cara a la práctica semántica futura11. Se dice que les corresponde un
«efecto vinculante», en el sentido de que se insinúa con ello el respeto ante
la autoridad del tribunal12. Queda pendiente, sin embargo, la respuesta a la
pregunta de cómo podría ser esto posible toda vez que el Derecho positivo,
precisamente, ha fallado en el caso respectivo.
La otra lectura para eludir el problema se basa en que las razones del Derecho de creación judicial adquieran un rango lo más alto posible, esto es, se
conviertan en «principios rectores del orden jurídico global» o en «la unidad
de un espíritu subjetivo y objetivo»13, siendo la judicatura la que debe mediar
entre el espíritu objetivado en la ley y la conciencia jurídica general por la que
se hace valer el espíritu objetivo en su movimiento histórico. El hecho de que
este espíritu, al menos, se pronunciará también en normas democráticas y
jurídicas, en reglas de competencia, procedimentales y funcionales, parece no
10
La segunda posición, por ejemplo, en Herrmann Isay, Rechtsnorm und Enstcheidung, Berlin,
Vahlen, 1929, p. 244; Josef Esser, en Jan Harenburg/Adalbert Podlech/Bernhard Schlink,
eds., Rechtlicher Wandel durch richterliche Entscheidung. Beiträge zu einer Entscheidungstheorie der
richterlichen Innovation, Darmstadt, Toeche-Mittler, 1980, pp. 217 ss., 218, 220.
11
Martin Kriele, Theorie der Rechtsgewinnung, 2.ª ed., Berlin, Duncker-Humbolt, 1976, pp.
243 ss.
12
Karl Larenz, Methodenlehre der Rechtswissenschaft, 5.ª ed., Springer, Berlin-Heidelberg,
1983, p. 387.
13
Karl Larenz, Methodenlehre der Rechtswissenschaft, 5.ª ed., 1983, Springer, Berlin-Heidelberg, pp. 351, 397 ss., 401 ss., 404 ss.
60
Luis-Quintín Villacorta Mancebo
inquietar a nadie. Desde el punto de vista del Derecho de creación judicial, se
trata más bien de llenar el «espacio vacío» creado fuera de los casos raros para
la subsunción mediante «directrices extrajudiciales», mediante «una decisión
de justicia» con la ayuda de las normas «de la ley de la moral en el sentido de
máximas», de «los puntos de vista del circuito cultural de Europa occidental», o de la interpretación común de los «expertos de todos los tiempos y
pueblos»14.
Esta actitud, aparentemente antipositivista, sin querer, delata hasta qué
punto la doctrina del Derecho de creación judicial se encuentra aún atrapada
por los errores del positivismo jurídico: todo lo que no quepa en una subsunción lógico-deductiva se ve enfrentado a un espacio vacío; fuera de las órdenes
aplicables de la legislación sólo es imaginable un vacío. El horror vacui exige así
que sea llenado por normativas procedentes del Derecho de creación judicial.
Tras un rechazo únicamente programático de cara al positivismo, la teoría se
vuelve a enredar inmediatamente en las absurdidades del pensamiento normativo y metodológico del positivismo. Por de pronto, el Derecho de creación
judicial se sitúa fuera de la ley (es decir fuera de los textos normativos), para, a
posteriori, ser sometido a un pensamiento de subsunción «más elevado», pero
en realidad vago y no-normativo15.
Como razonamiento más convincente del Derecho de creación judicial,
desde el fundamento de la misma Constitución, se considera el artículo 20 párrafo 3 de la Ley Fundamental de Bonn, el cual, por la vinculación del poder
ejecutivo y judicial «al derecho y a la ley», debe formular como un «conjunto
de sentido» un «rechazo al positivismo de la ley», esto es, el rechazo de un «positivismo legal restrictivo» y, por tanto, permitir la facultad para realizar una
«aplicación jurídica creativa» de acuerdo con el orden jurídico16. En este sentido, el Tribunal Constitucional Federal atribuye un peso decisivo al argumento
lingüístico directo. Pero omite situar todo ello en su contexto sistemático:
sigue diciendo que la «vinculación tradicional del juez a la ley» como «parte
integrante fundamental» del «principio de separación de poderes y, por tanto,
del Estado de derecho», queda modificada por la Ley Fundamental, «al menos
en cuanto a su formulación», por medio del artículo 20 párrafo 3 de la propia
Ley Fundamental. Sin embargo, la Sala elimina dogmáticamente la base a su
propia argumentación al no mencionar ya la norma vinculante especial para
la jurisdicción, el artículo 97, párrafo 1 de la Ley Fundamental, donde se establece que el juez está sometido exclusivamente a la ley. Al artículo 97 párrafo
14
Franz Wieacker, Gesetz und Richterkunst. Zum Problem der außergesetzlichen Rechtsordnung, Karlsruhe, C. F. Müller, 1958, pp. 5 ss., 8 ss., 12 ss.
15
Una profunda descripción de la tradición y el debate acerca del Derecho judicial, puede verse en Friedrich Müller, Richterrecht. Elemente einer Vefassungstheorie IV, 1986, Berlin, Duncker
& Humblot, 1986, capítulos 2.1, 2.2, 3.31, 4.1.
16
De una parte Karl Larenz, «Richterliche Rechtsfortbildung als methodisches Problem», en
Neue Juristische Wochenschrift, 1965, pp. 11 ss.; por otra parte BVerfGE 34, 269 ss., 287 («Soraya»);
ebenda en el texto de la siguiente cita.
El Derecho de creación judicial, formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho
61
1 de la Ley Fundamental se le puede atribuir la posición de una especialidad
de no-expulsión, desempeñando cierto papel, además de esta norma, el artículo 20 párrafo 3 de la Ley Fundamental. En cambio, en primer lugar y bajo
este aspecto dogmático, es defendible considerar, con la «resolución Soraya»,
solamente la formación semántica «Ley y Derecho» (contrastando con «Ley»),
y, en segundo lugar, ignorar al mismo tiempo el artículo 97 párrafo 1 de la
Ley Fundamental17.
III
El resultado de un siglo de reflexión sobre las características y la legitimidad del Derecho de creación judicial es bien pobre, pues falta aún un soporte
de relevancia jurídica. El único razonamiento sistemáticamente concluyente,
el razonamiento de considerar Derecho natural al Derecho de creación judicial, ya no se plantea a través de la Ley Fundamental. Además, el debate deja
en el aire qué es lo que resulta realmente preciso entender por «Derecho de
creación judicial». Así, se suele identificar el mismo con el discernimiento de
que la actuación del juez es también de naturaleza creadora, no solamente de
mera subsunción. De otra parte, el concepto se usa para la resolución sobre un
caso dictada en contra o sin una normativa existente; más exactamente, para
referirse a un caso límite de la actuación de un juez en contra o sin textos de
normas vigentes. Pero la quimera de una subsunción silogística no vale para
legitimar la creación jurídica; ni siquiera para describirla. Todo Derecho se
basa en actos de decisión. El juez no precisa hacer pasar su acto por un mero
proceso cognitivo, por una conclusión simplemente lógica. Entre el texto de la
norma y los hechos iniciales, entre la norma en la que se basa la decisión y un
caso jurídico regulado definitivamente al final de la actuación del juez, hay un
proceso complejo, que es cualquier cosa menos una conclusión lógica de concretización —no solamente en casos límite, sino en cualquier caso normal—18.
En cambio, si la Ciencia jurídica aún no se entiende cómo teoría de generación
17
Así BVerfGE 34, 269 ss., 286 ss. — A propósito de la vinculación a la «Ley y el Derecho»
establecida mediante el artículo 20 párrafo 3 LF, se refiere no solamente al poder judicial sino también al poder ejecutivo; los defensores del Derecho de creación judicial, sin embargo, no reclaman
para las instancias gubernamentales y administrativas al mismo tiempo la competencia de establecer
soberanamente normas «gubernamentales» y/o «administrativas».
18
Acerca de este concepto de concretización, Friedrich Müller, Juristische Methodik, 2.ª
ed., Berlin, Duncker und Humblot, 1976, pp. 104 ss., 146 ss., 198 ss., 264 ss.; del mismo Strukturierende Rechtslehre, Berlin, Duncker und Humblot, 1984, por ejemplo, pp. 184 ss., 195 ss., 199
ss. — Respecto de La Ciencia jurídica como teoría de generación del Derecho consúltese Juristische
Methodik und Politisches System, Berlin, Duncker und Humblot, 1976, p. 5, y del mismo Juristische
Methodik und Politisches System, Berlin, Duncker und Humblot, 1976, p. 5 y proseguidamente.
Sobre los argumentos metodológicos de esta posición desde los ejemplos ofrecidos por el Derecho
judicial, Ralph Christensen, «Das Richterrecht aus der Sicht der Strukturierenden Rechtslehre»,
en Archiv für Rechts und Sozialphilosophie, núm. 73, 1987, pp. 75–92.
62
Luis-Quintín Villacorta Mancebo
del Derecho, sino que todavía se comprende como doctrina de «aplicación»
jurídica, la actuación del juez aparece, por esta razón, como creativa, en el sentido de que no se agota en la subsunción; así, la «evolución» jurídica debida al
juez19, de un modo trivial, consiste únicamente en todo aquello que vaya más
allá de las normas. Y es que el «Derecho de creación judicial» debe significar
la creación de normas de cara a la resolución que no procedan «de la ley»; las
cuales, dicho de otro modo, no vienen predefinidas por el texto directo de las
normas, sino que requieren, ante todo, de una concretización. Frente a este
uso sin límites que se suele hacer, se trata de que el concepto ha de ser restringido, en todo caso, a aquellos supuestos en los que un juez, ya sea praeter o
contra legem, «haga caso omiso de la ley». En cuanto a la distinción metodológica de cuándo se da este caso, el debate realizado hasta ahora ha aportado el
criterio del posible sentido semántico de la palabra. Desde el punto de vista
dogmático ha de verificarse en cada caso a qué fuente de Derecho se remite
la resolución judicial de manera definida, de modo que contenga puntos de
vista del Derecho de creación judicial. Esta verificación, a su vez, es inseparable de la compatibilidad o incompatibilidad de una resolución judicial con el
Derecho constitucional y, sin remitirse a textos normativos, con el orden de la
Ley Fundamental. Estos tres planos de la cuestión deberán razonarse a través
de un plano de teoría jurídica: ¿En qué se fundamenta la norma de decisión
determinada por el juez en un caso individual? ¿Se «deriva»? ¿O el jurista que
dicte la resolución ha de establecer otra magnitud, la norma jurídica aplicable
al caso, para que sea posible derivar la norma de decisión?
La cuestión fundamental respecto al rol de la realidad en el Derecho no ha
quedado resuelta por el hecho de eludirla sistemáticamente. Para establecer un
concepto realista, la norma jurídica se presenta como estructurada: compuesta
del resultado de la interpretación de los datos semánticos, el programa normativo y la cantidad de datos reales conformes con el programa de las normas,
el ámbito normativo. Lo que ordena y lo que debe ordenarse, objetivamente
forman un conjunto, debiendo conjugarse metódicamente y de una manera
racional. El texto de la norma, la literalidad de la misma, no es una parte conceptual autónoma de la norma jurídica. Lo que habitualmente se llama «derecho vigente», constituye más bien la cuantía de los textos normativos. Éstos,
junto a los hechos que han de resolverse jurídicamente, conforman el dato inicial más importante de los procesos de concretización. Por lo tanto, debe distinguirse entre la norma jurídica en cuanto a su texto normativo, y la norma
19
Véase por ejemplo sencillamente Alf Roos, Theorie der Rechtsquellen. Ein Beitrag zur
Theorie des positiven Rechts auf Grundlage dogmenhistorischer Untersuchungen, Leipzig-Wien, Franz
Deuticke, 1929, pp. 331 ss., 333; Hans Kelsen, Reine Rechtslehre, Wien, Franz Deuticke, 2.ª ed.,
1960, pp. 350 ss.; Arthur Meier-Hayoz, Der Richter als Gesetzgeber, Zürich, Juris, 1951, pp.
54 ss., 75 ss.; Franz Wieacker, Gesetz und Richterkunst, Kalsruhe, C. F. Müller, 1958, pp. 7 ss.;
Oskar-Adolf Germann, Probleme und Methoden der Rechtsfindung, Bern, Stämpfli & Cie., 1965,
pp. 111 ss., 227 ss., 367 ss.; Reinhold Zippelius, «Zum Problem der Rechtsfortbildung», en Neue
Juristische Wochenschrift, 1964, pp. 1981 ss., 1983.
El Derecho de creación judicial, formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho
63
reguladora de la decisión, en la que, finalmente, se basa la resolución dictada
en el caso. Entre los elementos a concretizar20, la metodología del tratamiento
de la norma debe diferenciar sistemáticamente entre datos semánticos y datos
reales. Los datos semánticos deben transformarse según reglas metodológicas
para conformar normas jurídicas, añadiendo el ámbito normativo obtenido
de los datos reales al programa de normas primario obtenido por los datos
semánticos; el ámbito normativo —los hechos reales verificados según criterios de los programas normativos—. Lo que se denomina «norma jurídica»,
en el proceso de la realización auténtica del Derecho, resulta ser un modelo de
orden de características objetivas que surge, de forma constitutiva, en el caso,
para seguidamente ser individualizado, a su vez, con arreglo a la resolución
del caso; y quedará así para evolucionar hasta conformar una norma de decisión21. El punto de referencia legitimador de la decisión jurídica, la norma
jurídica, no es idéntico, por tanto, ni con el texto de su norma ni únicamente
con el resultado de la interpretación semántica. Ambos ingredientes deben
cooperar para generar normatividad. «Interpretación» sólo es el tratamiento
de la norma. La generación de la norma completa, dentro del proceso de una
resolución jurídica del caso, queda cubierta, en cambio, a través del concepto
de «concretización».
Los datos semánticos, por tanto, antes que nada, son datos reales semánticos, no primariamente elementos de concretización semánticos. A través de
la averiguación de la normativa de datos reales, limitada y orientada por el
programa normativo, se obtiene el ámbito normativo. Desde el punto de vista
del método de trabajo, esto significa: que el contenido de los hechos no debe
entrar, sin ton ni son, en la concretización, sino tan solo de una forma que se
orienta normativamente y con capacidad para ser generalizado. El jurista al
que se exige una resolución basada en el Derecho, parte de los hechos. Sobre
la base de las características de los mismos, elige de entre la cantidad de textos
normativos del Derecho vigente aquellas hipótesis de textos normativos que,
de acuerdo con sus conocimientos previos, considere relevantes. De ahí llega
a los ámbitos objetivos de las normas jurídicas estimados relevantes. Debido a
motivos de economía de trabajo, por regla general, restringirá estos ámbitos
objetivos para conformar ámbitos de casos y, seguidamente, sobre la base de
interpretar todos los datos semánticos, elaborará el programa normativo. Con
la ayuda de éste seleccionará de entre el ámbito objetivo y/o del ámbito del
caso, la cuantía parcial de los hechos con efectos normativos que sería el ámbito normativo. La norma jurídica general elaborada de esta forma, y a su vez
20
A tal efecto Friedrich Müller, Juristische Methodik, 2.ª ed., Berlin, Duncker und Humblot, 1976, véase pp. 146 ss., 198 ss.; del mismo Strukturierende Rechtslehre, Berlin, Duncker und
Humblot, 1984, por ejemplo, pp. 157 ss., 168 ss., 225 ss., 250 ss., 323 ss. — Acerca del dinámico
modelo alternativo del precedente de la concretización, en el mismo lugar, por ejemplo, pp. 340 ss.,
433 ss. — Acerca de los conceptos «programa normativo», «ámbito material», «ámbito normativo»,
véase en el mismo sitio, por ejemplo, pp. 168 ss., 184 ss., 230 ss., 250 ss., 263 ss.
21
Véase en el mismo sitio, por ejemplo, pp. 263 ss., 433 ss.
64
Luis-Quintín Villacorta Mancebo
combinando el programa normativo con el ámbito normativo, se individualiza en la última fase del proceso de trabajo para constituir la norma de decisión, es decir, para conformar el pronunciamiento vinculante de la reacción
del Estado en el caso que le ocupa, obteniendo así la fórmula de la decisión22.
En consecuencia, la concretización jurídica de la norma jurídica constituye,
por lo tanto, una construcción de la norma jurídica; no es el estrechamiento de
una norma jurídica ya existente y predefinida sino la creación de una norma
jurídica general que aún no existía al comienzo de la resolución del caso. No es
la «adopción» de valoraciones legislativas o de «figuras mentales objetivamente
predefinidas»23. El ejercicio de la jurisdicción (al igual que la concretización
normativa a cargo del poder ejecutivo) tiene carácter creador no como una
excepción sino de manera fundamental. El Derecho de creación judicial que
opera más allá del texto normativo (desde el punto de vista positivista: «de
la ley») no es un fenómeno especial. Este denominado Derecho de creación
judicial que concretiza la ley, es más bien una prueba normal de que cualquier
aplicación del Derecho constituye también un enriquecimiento de los contenidos: gracias a la elaboración de nuevas normales legales atribuibles al mismo
texto normativo. La labor jurídica nunca es un proceso meramente cognitivo.
Excepción hecha de decisiones praeter y contra legem, necesariamente, tiene
un rasgo productivo que, sin embargo, no se sitúa fuera sino dentro de una
normatividad que se remite correctamente al Derecho vigente.
En cambio, la segunda forma de creación judicial, la que representa la
norma —que, en casos individuales consigue un efecto corrector de la ley—,
debe ubicarse en una «laguna» y justificarse por la pretendida necesidad de
cerrar esta laguna24. El planteamiento a favor del Derecho de creación individual resulta para estos defensores, inconscientemente, de la estricta idea de
sistema, que constituye una herencia tardía del iusnaturalismo racionalista,
de la ciencia pandectística, del positivismo jurídico y de la jurisprudencia de
conceptos. Finalizada la ilusión de que el Derecho sistematizado, formalizado,
burocratizado, propio del Estado institucional continental moderno, forma
sustancialmente un conjunto cerrado, al menos debería funcionar la Jurisprudencia como un sistema conceptual cerrado. Los conceptos jurídicos parecen
ofrecer un numerus clausus de axiomas. La «unidad» en el sentido de armonía
de contenidos y la ausencia de lagunas, se logra de manera ficticia, descartando
22
Una exposición gráfica de los elementos y estadios principales de los procesos de una concretización normativa, ibídem, p. 434.
23
Significativo para una opinión autorizada es en ese sentido Claus-Wilhelm Canaris, Systemdenken und Systembegriff in der Jurisprudenz. Entwickelt am Beispiel des deutschen Privatrechts,
Berlin, Duncker und Humblot, 1969, pp. 145 ss., 148.
24
Sobre la crítica del concepto de lagunas de la mano de algunos ejemplos: Friedrich Müller, Juristische Methodik, 2.ª ed., Berlin, Duncker und Humblot, 1976, pp. 207 ss.; del mismo,
Die Einheit der Verfassung, Berlin, Duncker und Humblot, 1979, pp. 44 s., 98 ss., 110 ss., sobre el
problema de la ausencia de lagunas en el ordenamiento jurídico desde puntos de vista dogmáticos,
metodológicos y de teoría constitucional, Artículo «Einheit der Rechtsordnung», en: Ergänzbares
Lexikon des Rechts/Rechtsphilosophie, ed. de Norbert Achterberg, Neuwied, Luchterhand, 1972.
El Derecho de creación judicial, formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho
65
la realidad del ámbito normativo del trabajo jurídico. De forma oculta, además, la doctrina del Derecho de creación judicial que deriva sus decisiones de
«la» idea jurídica, del pretendido «sentido global» del orden jurídico, de los
«principios directrices» y de fuentes similares, comparte el objetivo del positivismo jurídico clásico de proceder de manera «puramente jurídica», incluso
cuando sean casos en los que el Derecho positivo ha fallado. La escuela del
derecho libre, la jurisprudencia de intereses y las teorías antipositivistas más
recientes, no obstante hablar de «sistemas» de derecho abiertos, fragmentarios,
no-axiomáticos, en nada han cambiado de opinión respecto al planteamiento positivista sobre normas y métodos. Incluso la tópica, la hermenéutica, el
decisionismo y la teoría de la integración, se han limitado —dentro y fuera
del debate del Derecho de creación judicial— a la crítica de detalles del positivismo, en lugar de centrarse en la norma y en el concepto normativo. Al igual
que en el positivismo, hasta hoy, se siguen confundiendo la «unidad», la «totalidad» y la «firmeza» del orden jurídico, con la positividad y la igualdad de
rango de las normas de una codificación, así como con la trivial identidad de
la masa de normas consigo misma. La teoría del Derecho de creación judicial,
además, comparte otro error del positivismo, el de no captar normas sino solamente datos semánticos, cuando se habla de «Derecho positivo». De acuerdo
con el punto de vista dominante, el Derecho positivo solamente abarca la
totalidad de las formulaciones lingüísticas de los datos iniciales que hayan de
utilizarse para el caso, es decir, la masa de textos de la normativa, pero no las
normas jurídicas propiamente dichas como figuras complejas estructuradas.
Sólo así se ha podido producir la ilusión óptica de la evolución «del Derecho»,
al desarrollar únicamente los textos de la normativa que ha venido a colmar,
con ejemplos inadecuados, una parte de la discusión en torno al Derecho de
creación judicial. Resulta en sí contradictoria la afirmación de que un orden
jurídico nunca puede estar exento de lagunas25, y por este motivo el juez estaría llamado a colmar estas lagunas26. La aceptación de esta contradicción,
posiblemente se explique por el citado malentendido cripto-positivista; el de
la imagen pobre de un juez subsumiendo sin ser independiente y que aplica
la ley como un autómata, un juez al que se impone un «positivismo jurídico
restrictivo», y cuya «actividad judicial», en el caso normal, es decir, al margen
de los casos de Derecho de creación judicial, consiste «exclusivamente en fallar
y pronunciar decisiones del legislador»27. Sin la metáfora desnuda del juez
como autómata de la subsunción, sin la idea heladora de una jurisdicción
25
Así especialmente clara la Soraya-decisión, BVerfGE 34, 269 ss., 287.
Georg Jellinek constata ya en el cambio de siglo la antinomia (contradicción) de estos argumentos, véase Allgemeine Staatslehre, 3.ª ed., Springer, Berlin, 1966, pp. 356 ss.; ver ulteriormente Gnaeus Flavius (Hermann Kantorowiz), Der Kampf um die Rechtswissenschaft, Heidelberg,
1906, p. 14.
27
Así la Soraya-decisión, BVerfGE 34, 269 ss., 286 ss.; véase también —sin embargo— la
formulación de la pretendida autonomía jurídica de la judicatura, en Max Weber, Rechtssoziologie,
2.ª ed., Frankfurt, Suhrkamp, 1967, p. 336.
26
66
Luis-Quintín Villacorta Mancebo
como mero silogismo lógico, tal vez no existiría una discusión en torno al
Derecho de creación judicial. Sin embargo, la polémica contra un error no se
corresponde, necesariamente, con la verdad, pudiendo hundir sus raíces en un
segundo error. El planteamiento equivocado del positivismo jurídico reside en
su concepto acerca de las normas, algo de lo que nadie se percata, y no, como
se supone generalmente, en el ideal de silogismo y de subsunción. Se trata
con esto último únicamente de uno de los síntomas que es consecuencia de la
identificación positivista del texto normativo con la norma jurídica. Tomando
como referencia el postulado de la subsunción, que pasa por alto cualquier
tipo de experiencia, incluso en casos normales, la jurisdicción es necesariamente creadora, pero no porque debe haber un Derecho de creación judicial
legítimo sino por otras razones.
IV
Ante el trasfondo de la aclaración preliminar teórica lograda de esta manera, la jurisprudencia28, en cuanto al razonamiento respectivo desde el punto
de vista del Derecho de creación judicial, ofrece, en cambio, una imagen
caótica, aunque estructuralmente homogénea y abarcable. El material de
la jurisprudencia abarca desde la resolución del Gran Sala de lo criminal
del Tribunal Supremo de 198129, hasta, muy hacia atrás, la tradición de
Derecho civil del Reichsgericht (Tribunal Supremo desde 1870). La Gran
Sala de lo criminal, en el Tomo 30, ha decidido que es obligatorio, incluso
en circunstancias excepcionales, en las que la imposición de privación de
libertad a perpetuidad parezca desproporcionada, condenar por asesinato
desde el punto de vista de los hechos; sin embargo, desde el punto de vista
de la consecuencia jurídica, debe «sustituirse» la privación de libertad absoluta a perpetuidad con la que amenaza la ley, por una consecuencia jurídica
análoga nueva, a saber, por el marco legal de pena «abierto» del artículo 49
párrafo 2 núm. 1 del Código Penal. Con esta denominada solución de la
consecuencia jurídica, el Tribunal Supremo, fallando sobre el fondo, ha establecido nuevos hechos, los de «asesinato en un caso de gravedad menor»,
sin disponer de un fundamento de Derecho positivo30. El procedimiento
elegido por la Gran Sala le quedaba vedado desde el punto de vista del Derecho positivo, al margen de que lo que declara como «reparación» de una
28
De ello, una detallada descripción y análisis en Friedrich Müller, Richterrecht. Elemente
einer Verfassungstheorie IV, Berlin, Duncker & Humblot, 1986, Capítulo 3.2.
29
BGHSt 30, 105 ss., 118 ss.
30
Al efecto Michael Köhler, en Juristische Schulung, 1984, pp. 762 ss., por ejemplo p. 770;
con el mismo resultado asimismo Hans-Jürgen Bruns, Juristische Rundschau, 1981, pp. 358 ss,
361 ss.; Günter Spendel, «Heimtücke und gesetzliche Strafe bei Mord», Juristische Rundschau,
1983, pp. 269 ss., 271. — Puede continuar comprobánsode en Michael Köhler, en la obra citada, p. 768.
El Derecho de creación judicial, formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho
67
«laguna» es tesis que ni siquiera coincidía con la doctrina dominante acerca
de las lagunas31.
Mucho antes de la entrada en vigor de la Ley Fundamental, el Derecho
civil ya tenía una tradición de sustitución de textos normativos por el juez.
En una sentencia del año 1902, la Segunda Sala de lo Civil del Tribunal del
Reich, había concedido al vendedor, además de la pena, en caso de violación culposa de las obligaciones contractuales, un derecho a indemnización
«debido a la relación contractual», estableciendo así, junto a las normas del
Código Civil, unos hechos adicionales. De acuerdo con el Reichsgericht,
esto es «deducible del artículo 276 del Código Civil»32. Ya en su segundo
fallo de finales del mismo año33, la Segunda Sala de lo Civil admite que
«en el Código Civil y, especialmente en el artículo 276, no se había establecido expresamente un precepto legal general de la naturaleza supuesta
por el juez». Sin embargo, se afirma que el precepto legal general que falta
«resulta de la norma del artículo 276»; en otras palabras, al texto normativo de Derecho positivo se le superpone un texto normativo de Derecho
de creación judicial. El razonamiento dogmático restante se presenta como
interpretación del artículo 276 del Código Civil; sin embargo, se trata de la
interpretación de un texto normativo inventado de Derecho de creación judicial. Lo que en 1902 aún se denominaba vagamente «principio general»,
la Quinta Sala de lo Civil lo podía llamar ya en 1922 «precepto legal general» «reconocido en toda la Teoría del Derecho y en la jurisprudencia»34.
Si el razonamiento frágil de este seudotexto normativo se ha repetido con
frecuencia, evidentemente es lícito afirmar, sin ambages, que las normas de
derecho y de resolución no son el resultado del texto normativo introducido por el Derecho de creación judicial, sino que emanan «directamente
del artículo 276»35. Luego, bajo la Ley Fundamental, el Tribunal Supremo ha desechado como insostenible la derivación de la causa de responsabilidad del artículo 276 del Código Civil afirmada por la jurisprudencia
permanentemente, puesto que «esta norma, interpretada correctamente,
sólo contiene una escala de responsabilidades, pero no pronuncia ninguna
consecuencia jurídica»; no obstante, continúa sin fisuras la tradición del
Derecho de creación judicial36. La facilidad con la que aquí se desplazan
acentos y se cambian razonamientos, parece apuntar a que el Tribunal se
siente seguro de no tener que medir los preceptos que sean de Derecho de
creación judicial con la vara aplicable a actos de jurisdicción «normales».
31
BGHSt 30, 105 ss., p. 121 m.w.N. En este caso, ciertamente, «no se trata de una laguna
originaria no planificada de la ley», pero sí de una «laguna de la regulación», «equiparable a una
laguna de estas características debido a un cambio del orden jurídico».
32
RGZ 52, 18 ss., 19.
33
RGZ 53, 200 ss., 201 ss. Véase próximo RGZ 66, 289 ss., 291.
34
RGZ 106, 22 ss., 25 ss. 25, en el texto continuadamente citado.
35
En el mismo sitio 26.
36
Sentencia de la Primera Sala de la Civil de 1953, BGHZ 11, 80 ss., 83.
68
Luis-Quintín Villacorta Mancebo
Un sentimiento de autonomía comparable, se reveló también en el inicio
de la tradición respecto a la institución de la culpa in contrahendo37.
En el Derecho Constitucional, la jurisprudencia debió ocuparse del problema, ante todo por razones jurídicas provenientes de la creación judicial en
el Derecho civil. Esto afecta de una manera especial a la tradición del Tribunal
Supremo de conceder dinero como indemnización de daños inmateriales en
casos de graves violaciones de los derechos de la personalidad. Desde 195438,
y por la vía de resoluciones como la del «caso del jinete» y del «caso de las
raíces de ginseng»39, se consolidó una jurisprudencia que, lejos de esforzarse en
aplicar los artículos 1 y 2 de la Ley Fundamental tal y como se norman en la
Constitución, reinterpretaba estos principios para obtener un resultado que,
ciertamente, no se ofrece por medio de normas sobre pretensiones de Derecho
civil referidas a reclamaciones cuantificables de dinero. Contrariamente a esta
tendencia, la «jurisprudencia del Reichsgericht, en materia de derechos de la
personalidad, ha respetado hasta el último momento los límites trazados por
el derecho escrito del Código Civil»40. En el caso de que el Tribunal Supremo
considerara inconstitucional el artículo 253 del Código Civil por vulnerar los
artículos 1 y 2 de la Ley Fundamental, en la medida en que la norma prohíbe una indemnización de daños inmateriales por violación del derecho de la
personalidad, carecía de competencia de reprobación. Según el artículo 100
párrafo 1 de la Ley Fundamental, hubiera debido presentar la cuestión ante
el Tribunal Constitucional. Pero, de este modo, su creación jurídica según el
Derecho de creación judicial, al menos en la medida en que se razonaba apelando a una analogía con el artículo 847 del Código Civil, sólo podía servir
para «provocar la mofa de los expertos»41.
Después de que, mediante un recurso de amparo, una editorial hubiera
promovido la cuestión de la legitimidad de esta jurisprudencia, el Tribunal
Constitucional debió ocuparse, en 1973, de esta tradición de creación judicial. Respecto del denominado colmado de una laguna «en virtud de una
acción jurídica creativa», «en todo momento reconocida» por el Tribunal
Constitucional, se habla con palabras altisonantes en la «decisión Soraya»42,
37
Desde la sentencia de la sexta sala de lo civil de 1911, RGZ 78, 239 ss.
BGHZ 13, 334 ss., 337 ss.
39
BGHZ 26, 349 ss.; 35, 363 ss.
40
Así, la formulación de la Primera Sala del Tribunal Constitucional Federal en la Soraya-resolución de 1973, BVerfGE 34, 269 ss., 271. — Acerca de la creación normativa por la judicatura,
véase por ejemplo RGN 113, 413,
41
Jörn Ipsen, «Verfassungsrechtliche Schranken des Richterrechts», en Deutsches Verwaltungsblatt, 1984, pp. 1102 ss., 1104. Minuciosamente analizado en Detlef-Christoph Göldner, Verfassungsprinzip und Privatrechtsnorm in der verfassungskonformen Auslegung und Rechtsfortbildung,
Berlin, Duncker & Humblot, 1969.
42
BVerfGE 34, 269 ss., 286 ss. — Acerca de la crítica a la Soraya-decisión, véase por ejemplo Christian-Friedrich Menger, «Zu den Grezen richterlicher Rechtsfortbildung», en Verwaltungsarchiv, 65 (1974), p. 195; Konrad Hesse, Grundzüge des Verfassungsrechts der Bundesrepublik Deutschland, 15.ª ed., Heidelberg, C.F. Mülller, 1985, p. 76; Rolf Knieper, «Soraya und
38
El Derecho de creación judicial, formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho
69
profusamente criticada, de «un plus de derecho» frente a los «reglamentos
positivos del poder estatal», y del «orden jurídico» constitucional «como de
un «conjunto intelectual» «capaz de actuar como correctivo respecto a la legislación escrita».
La Primera Sala falsea la vinculación a la ley del poder judicial en virtud
de la Ley Fundamental justo en el punto más importante, que es la configuración normativa de la misma: por centrarse en la interpretación gramatical
del artículo 20 párrafo 2 de la Ley Fundamental, y por ignorar olímpicamente
el artículo 97 párrafo 1 de la Ley Fundamental. El Tribunal Constitucional
guarda un silencio decisionista respecto al hecho de que, en un Estado de
Derecho como el previsto por la Ley Fundamental, la ley escrita únicamente
puede formarse como complemento de la misma y no contra sus reglas claras
—en este caso contra el artículo 253 del Código Civil—, y que el Derecho
consuetudinario admitido por el artículo 3 de la Ley Fundamental no puede
estar en contradicción al Derecho escrito de idéntico rango, so pena de convertirse en ilegítimo43.
Quien considere el contenido de la «resolución Soraya» defendible y acorde con los tiempos que corren desde el punto de vista de política jurídica,
podía haber intentado razonarlo correctamente: bien declarando parcialmente
inconstitucional el artículo 273 del Código Civil a causa de una vulneración
—ciertamente necesitada de una argumentación convincente— del artículo 1
párrafos 1 y 2 de la Ley Fundamental; o bien demostrando un posible cambio
de las normas, cuyos detalles también debían comprobarse cuidadosamente.
La justificación del Derecho de creación judicial, en cambio, tal y como se
ofrece en la «resolución Soraya», ya no es sostenible aplicando el Derecho
positivo.
die Schmerzensgeldrechtsprechung des BVerfG», en ZRP, 1974, p.. 137; Jörg Ipsen, Richterrecht
und Verfassung, 1975, Berlin, Duncker & Humblot, pp. 100 ss., 235 ss.; Friedrich Müller Juristische Methodik, 2.ª ed., Berlin, Duncker und Humblot, 1976, p. 76; del mismo. Die Einheit
der Verfassung, Berlin, Duncker und Humblot, 1979, pp. 43 ss.; Volker Kray, «Rechtsfindung
contra legem als Verfassungsproblem», en Juristenzeitung, 1978, p. 465; Karl Larenz, «Richterliche Konkretisierung verfassungsmäßig gesicherter Rechtsprinzipien und einfaches Gesetz. Zum
Beschluß des Bundesverfassungsgerichts vom 14.2.73 (´´Soraya´´-Entscheidung)», en Archiv für
Presserecht, 1973, p. 451; Detlef Merten, «Die Bindung des Richters an Gesetz und Verfassung»,
en Deutsches Verwaltungsblatt, 1975, p. 678; Hans-Paul Prümm, Verfassung und Methodik, Mohr,
Tübingen, 1976, p. 208; Helmut Ridder, «Alles fließt. Bemerkungen zum ´´Soraya´´-Beschluß
des Ersten Senats des Bundesverfassungsgerichts», en AfP Zeitschrift für Medien und Kommunikationsrecht, 1973, 456; Hans-Peter Schneider, «Die Gesetzmäßigkeit der Rechtsprechung. Zur
Bindung der Richter an Gesetz und Verfassung», en Die Öffentliche Verwaltung, 1975, 445, 449;
451; Jürgen Schwabe, «Schadensersatz bei Verletzung des Persönlichkeitsrechts», en Deutsches
Verwaltungsblatt, 1973, 790; Christian Starck, Staatsbürger und Gericht, Baden-Baden, Nomos
Verlag, 1975, pp. 52 ss., 54; Ulrich Steinwedwl, “Spezifisches Verfassungsrecht” und “einfaches
Recht”, Baden-Baden, Nomos, 1976, pp. 108 y ss, 121 y ss: Rolf Wank, Grezen richterlicher Rechtsfortbildung, Berlin, Duncker & Humblot, 1978, pp. 83 y ss.
43
Al efecto, por ejemplo solamente Konrad Hesse, Grundzüge des Verfassungsrechts der
Bundesrepublik Deutschland, 15.ª ed., Heidelberg, C.F. Mülller, 1985, pp. 14, 124, 145, 196
m.w.N.
70
Luis-Quintín Villacorta Mancebo
Un decenio después, el Tribunal Constitucional debía ocuparse una vez
más del tema del «Derecho de creación judicial», debido a la clasificación,
desde el punto de vista del derecho concursal, de reclamaciones de indemnización en virtud de un plan social, por trabajadores despedidos44. La Quinta
Sala del Tribunal Federal de Trabajo había consultado al Pleno del Tribunal
Constitucional si las reclamaciones de indemnización en virtud de un plan
social podían tener cabida en los artículos 59 y siguientes de la reglamentación
de concursos, y si serían reclamaciones concursales preferenciales según el artículo 141 párrafo 1 núm. 1 de la reglamento de concursos. La Quinta Sala
preguntaba «si la reglamentación de concursos no mencionaba los derechos
sociales y contenía una laguna que se debería cerrar por la vía de la evolución
jurídica según el Derecho de creación judicial». El Pleno había contestado
afirmativamente a ambas cuestiones concediendo un rango mayor al que establece el artículo 61 núm. 1 de la reglamentación concursal a las reclamaciones
de indemnización en virtud de un plan social por la pérdida del puesto de
trabajo, «dada su importancia existencial para el trabajador individual»45. El
Tribunal Federal de Trabajo, siguiendo la línea aplicada por la justicia civil y
aprobada por la «decisión Soraya», incluso se pronunciaba por una posición
más fuerte que la establecida por el Tribunal Supremo. En aquello en lo que el
Tribunal Supremo sólo podía evocar puntos de vista y condiciones cambiadas y en lo que el Tribunal Constitucional, después, se remitía a «la evolución jurídica en otros países del mundo occidental» así como a «la influencia
de una conciencia del derecho y los valores de una Constitución nueva»46, es
decir, a magnitudes vagas sin una expresión normativa directa en el derecho
vigente, el Tribunal Federal de Trabajo se remite a una ley en la que el legislativo no había realizado la necesaria coordinación con la reglamentación de
concursos. En este caso —si es que se quiere dar por válida la doctrina de las
lagunas—, la situación podía hacerse pasar mucho mejor por una «laguna
de regulación» que el fenómeno descrito por la jurisdicción de Derecho
civil en relación con el derecho de la personalidad47. La Segunda Sala del
Tribunal Constitucional, sin embargo, en su resolución sobre el plan social,
ha declarado como «incompatible con la Constitución» esta forma de establecer normas jurídicas decisionistas sin disponer de textos normativos y la
denominada clasificación como reclamaciones concursales de las indemnizaciones en virtud de planes sociales, porque vulneran el artículo 20 párrafo
3 de la Ley Fundamental. En este caso, sigue diciendo, «no existe una laguna
jurídica necesitada de ser colmada»48.
44
Decisión de la segunda sala de 19.10.1983, BVerfGE 65, 182 ss. El tratamiento de la decisión del pleno del Bundesarbeitsgerichts se encuentra en BAGE 31, 176 ss., el modelo de resolución
BAGE 29, 188 ss., véase 195.
45
BAGE 31, 176 ss., 208.
46
BVerfGE 34, 269 ss., 289, 290.
47
BAGE 31, 176 ss., 206 ss., 209.
48
BVerfGE 65, 182 ss.
El Derecho de creación judicial, formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho
71
El resultado de esta resolución es acertado; la forma de medir con distinto
rasero iniciada por el Tribunal Constitucional en cuestionas de Derecho de
creación judicial es ofensiva. Una laguna de regulación jurídica valorada según
los criterios de la resolución sobre el plan social tampoco ha subsistido en la
jurisprudencia del «caso del jinete» aprobada por la «decisión Soraya», porque
la justicia civil se remitía, con éxito, a una evolución jurídica general precisamente no concretada en la forma de leyes: en este caso, el Tribunal Federal de
Trabajo fracasa con su advertencia precisa de la Ley de Comités de Empresa de
1972 y del descuido del legislativo de hacer compatible, en virtud de un plan
social, con la reglamentación de concursos, las reglas relativas a las reclamaciones de indemnización. En contra de los principios del «fallo Soraya», el Tribunal Constitucional se remite al hecho de que la Ley de Comités de Empresa
ni regula «expresamente» la cuestión del establecimiento de un plan social en
un concurso, ni, por supuesto, la cuestión del rango de las indemnizaciones
en el marco de un plan social. Además, en la tradición del «fallo del jinete»
de la justicia civil no solamente falta una base «expresa» dentro del Derecho
vigente, sino que —ni cortos ni perezosos— simplemente se introduce en el
mismo mediante el «Derecho de creación judicial», todo lo cual es aceptado
con aplausos por el Tribunal Constitucional, juzgando incluso en contra de la
regulación expresa del artículo 253 del Código Civil. El caso del plan social
hubiera podido servir así de motivo para corregir la «resolución Soraya». El
resultado acertado del fallo del plan social es incompatible con el del «fallo
Soraya» y con las razones en él esgrimidas.
V
Expresado en conceptos concluyentes, desde el punto de vista de la Teoría
del Derecho, la práctica de fallar según el Derecho de creación judicial ofrece
el siguiente tipo constante: el tribunal resuelve el caso jurídico, y, dicho de
otro modo, crea una norma de decisión, derivando la misma de una norma
jurídica general que sólo nace en el curso del proceso de trabajo. Pero, a diferencia de los casos que no se fallan según el Derecho de creación judicial, no
se ha dispuesto de un texto normativo legislativo. Con el fin de sustituirlo,
aún antes de esta fase de trabajo, el propio tribunal, implícitamente a la hora
de formular la norma jurídica o explícitamente con carácter previo a esta fase
de trabajo, ha introducido un texto normativo al que se remite, en lo sucesivo,
como si fuera una instancia legitimadora. De modo que, junto a los textos normativos positivos, en parte en contradicción con los textos existentes y que en
opinión del tribunal no se ajustan al caso o no le hacen justicia, se establece otro
texto normativo. La expresión «Derecho de creación judicial» y sus variantes
utilizados sinónimamente, sólo tienen sentido para el respectivo tipo de casos.
Dado que por «texto normativo» únicamente debe entenderse la literalidad de
normas jurídicas vigentes y formadas por las instancias centrales competentes,
hace falta precisar más. En un acto de decisión, por el Derecho de creación
72
Luis-Quintín Villacorta Mancebo
judicial, el tribunal no solamente —como siempre— crea una norma jurídica y de decisión sino, además, un cuasitexto normativo. Por lo tanto, desde el
punto de vista de la estructura de las normas, los casos auténticos de Derecho
de creación judicial se caracterizan no solamente por la falta de un texto normativo, sino además, como consecuencia de ello, por la falta de un programa
normativo correcto y, por ende, por el predominio de argumentos objetivos
meramente fácticos, en fin, por insistir en un poder no-normativo del ámbito
de hechos y casos, sin que éste pueda convertirse en un ámbito de normas de
relevancia normativa.
Desde el punto de vista de la Teoría constitucional y del Derecho constitucional, el Derecho de creación judicial plantea el problema de la división de
poderes, sobre todo, la cuestión de la manera práctica en la que ésta se lleva a
cabo. Las instancias del legislativo, por regla general, ni crean normas jurídicas
ni de decisión sino tan solo textos normativos. Estas instancias «legisladoras»
disponen, en virtud del Derecho constitucional, de la competencia para la
creación y la entrada en vigor de textos normativos49. El hecho de que, a este
respecto, haya excepciones razonadas sobre la base de normas constitucionales
especiales —así, en las decisiones del Bundestag en cuestiones de inmunidad y
verificación de elecciones— en nada cambia el tipo estructural. En virtud del
Derecho constitucional y su desarrollo legislativo, la judicatura, a su vez, tiene
la facultad de crear normas jurídicas y de decisión, las cuales se pueden remitir
a textos normativos (por regla general, creados por el legislativo)50. Mas, en
este supuesto, también existen excepciones de Derecho positivo, sobre todo
en los casos en los que los tribunales ejercen funciones de administración
de justicia en virtud de habilitaciones especiales, o en los que las decisiones
judiciales adquieren fuerza legal más allá de su efecto vinculante. Excepción
hecha de los casos excepcionales basados en leyes especiales, la judicatura, en
cambio, no tiene competencia para crear textos normativos. Se ha podido
demostrar que el caso de una cláusula general51, en este sentido, constituye
una excepción. Desde el punto de vista de una teoría jurídica y metodología
postpositivistas, el poder judicial —al igual que, en parte, el ejecutivo— está
investido de competencias de creación judicial, concretamente de la facultad
de crear en textos normativos, por orientación metódica, no sólo normas de
decisión referidas al caso sino también normas jurídicas generales. En cambio,
no tiene competencia para crear textos normativos. A la inversa, todo aquello
que, en la actuación judicial vinculada al derecho vigente, vaya más allá del
silogismo y la subsunción, no es un problema de Derecho de creación judicial. En el supuesto de que el artículo 20 párrafo 3 de la Ley Fundamental
49
Al efecto Friedrich Müller, Strukturierende Rechtslehre, Berlin, Duncker & Humblot,
1984, pp. 234 ss., 263 ss., 268 ss, 270 ss.
50
Véase parágrafo 31 BverfGG iVm. Parágrafos 13, Núm. 6, 11, 14 … parágrafo 13, Núm.
8a BverfGG.
51
Friedrich Müller, Richterrecht, Berlin, Duncker & Humblot, 1986, Capítulo 3.34.
El Derecho de creación judicial, formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho
73
pudiera entenderse también metodológicamente su fundamento, como lo afirma
el Tribunal Constitucional en la «resolución Soraya»52, la conclusión, pese a ello,
no conduce al Derecho de creación judicial, sino a la concepción de una concretización normativa postpositivista; no existe una alternativa o «positivismo jurídico
restringido»53, o «creación de textos normativos también a cargo de los jueces».
Los poderes legislativo y ejecutivo ni deben pasar por alto los textos normativos
pertinentes ni deformar los mismos de una manera metódica inadmisible, ni les es
permitido crear, de forma autónoma, textos normativos —prescindiendo de excepciones expresas previstas por el Derecho constitucional—. En una palabra, no se les
permite asumir el papel de pretor amparándose en la Ley Fundamental.
El Derecho procesal vigente en nada cambia estos hechos. Las competencias para conservar la unidad de la jurisdicción, por ejemplo las del artículo 95
párrafo 3 de la Ley Fundamental, el artículo 11 párrafo 4 del orden jurídico
administrativo, en el fondo, no son casos de Derecho de creación judicial. En
cambio se supone que sí lo son en todos aquellos casos en los que, en textos
normativos, se habla de «evolución del derecho», de «desarrollo legal»54. Las
leyes procesales, sin embargo, no pueden romper el reparto de competencias
según la Ley Fundamental y las normas vinculantes del artículo 20 párrafo 3
y 97 párrafo 1 de la Ley Fundamental, para poner en su lugar la diferencia
de rango de la jerarquía normativa. Las normas como los artículos 137 o 11
deberán interpretarse conforme a la Constitución, en el sentido de que no
pueda justificarse el Derecho de creación judicial, es decir, actos de decisión
praeter o contra legem en contra del orden competencial establecido por la Ley
Fundamental. La evolución del Derecho prevista en la ley procesal también
debe consistir únicamente en la creación de normas jurídicas y de decisión
atribuibles, según las reglas metódicas del Estado de derecho, a los textos normativos legislativos existentes, y no en la creación libre de tales normas a la
manera del Derecho de creación judicial.
VI
En todos aquellos casos, en los el concepto tenga una aplicación lógica,
el Derecho de creación judicial no es admisible, es decir, no es una fuente de
derecho vinculante. El resto del debate se desplaza hacia el derecho consuetudinario. El punto de vista de que la validez del Derecho de creación judicial
tiene como base el derecho consuetudinario, se denomina la teoría dominante
desde principios de los años 7055. Se pretende que, con ello, una legislación
52
BVerfGE 34, 269 ss., 287.
En el mismo sentido, 286.
54
Véase parágrafo 137 GVG, 11 apartado 4 VwGO, 11, apartado 4 FGO, 43 SGG, 45 apartado 2 ArbGG.
55
Bernd Rüthers, Die unbegrenzte Auslegung, Tübingen, Mohr Siebeck, 1973, pp. 464 ss.,
472 m.w.N. Del mismo modo, por citar un ejemplo Ludwig Enneccerus/ Hans-Carl Nipperdey,
53
74
Luis-Quintín Villacorta Mancebo
permanente adquiera una «vinculación similar a una ley», por el hecho de que
se la «convierta en fundamento de un derecho consuetudinario»56.
Una de las razones esgrimidas desde la teoría jurídica en este intento pudiera ser que el derecho consuetudinario, de manera similar al Derecho de
creación judicial, no se puede apoyar en textos normativos. A diferencia del
derecho escrito, tampoco dispone de una única figura semántica establecida
(decidida, otorgada, proclamada) por la autoridad; su versión textual, que va
cambiando, en mayor o menor medida, se puede encontrar en obras didácticas, comentarios y fallos judiciales. El derecho consuetudinario constituye el
único caso de creación de normas jurídicas y de decisión a través de las instancias jurisdiccionales y ejecutivas, que no tiene por qué ser remitido a un texto
normativo legislado. Esta similitud estructural del derecho consuetudinario y
del Derecho de creación judicial hace que, en un primer momento, teóricamente, parezca lógico el intento de la opinión dominante.
Ahora bien, desde el punto de vista dogmático surgen problemas graves.
El derecho consuetudinario solamente puede formarse en lagunas del derecho
positivo, desde luego no contra legem ni contra la Constitución. Las insinuaciones al derecho consuetudinario abrogatorio que, en ocasiones, aparecen
en la judicatura57, tampoco cuestionan la primacía de la Constitución. Además, en un ámbito amparado por los Derechos fundamentales, el derecho
consuetudinario no puede sustituir las reservas formales de leyes, o procurar
legitimaciones de intervención al ejecutivo58. Si la creación judicial como uno
de sus objetivos ha de poder crear derecho vinculante, que lo sea también para
los tribunales y autoridades «únicamente por obra de la formación de derecho
consuetudinario con todos los requisitos necesarios para surtir efectos razonados en derecho»59, habría que encontrar razones suficientes ante el foro del
Derecho constitucional vigente. Sin embargo, tales razones, no se encuentran
por ninguna parte. Al contrario, las objeciones que surgen son de naturaleza
fundamental: en lugar del tráfico jurídico, de los círculos y personas interesadas, se situarían los tribunales. A diferencia del caso del derecho consuetudinario populista, a cuyo inicio y evolución no se opone ninguna norma
competencial y vinculante jurídico-interna, la lex, en contra de la cual no es
Allgemeiner Teil des Bürgerlichen Rechts, 1. Halbbd., 15.ª ed., Tübingen, Mohr Siebeck, 1959, $ 39 II
3, 42 I 1; Hans-Joachim Hirsch, «Richterrecht und Gezetzesrecht», en Juristische Rundschau, 1966,
334 ss.; Christian Starck, «Die Bindundes Richters an Gesetz und Verfassung», en VVDStRL, 34
(1975) 43 ss., 71; Bruno Heusinger, Rechtsfindung und Rechtsfortbildung im Spiegel richterlicher
Erfahrung, Köln-Berlin-Bonn-München, Heymann, 1975, por ejemplo pp. 84 s., 89, 94 ss.
56
Karl Larenz, Methodenlehre der Rechtswissenschaft, Berlin, Springer, 4.ª ed., 1979, p. 425.
57
BVerwGE 8, 317 ss., 321; BVerwG, DVBL 1979, 116 ss., 118; BVerfGE 9, 213 ss., 221;
VGH Baden-Württemberg, Die Öffentliche Verwaltung, 1978, 696.
58
Así, al efecto Konrad Hesse, Grundzüge des Verfassungsrechts der Bundesrepublik Deutschland, Heidelberg, C.F. Mülller, 15.ª ed., 1985, pp. 124, 145, 196; Dietrich Jesch, Gesetz und
Verwaltung. Eine Problemstudie zum Wandel des Gesetzmäßigkeitsprinzips, Tübingen, Mohr Siebeck,
1961, pp. 115 ss.
59
BGHZ 11, apéndice 53.
El Derecho de creación judicial, formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho
75
lícita la formación de derecho consuetudinario oficial (Derecho de creación
judicial), se refiere también a cualquier norma constitucional metodológicamente relevante, incluidos el artículo 97 párrafo 1 y artículo 20 párrafo 3 de
la Ley Fundamental. Otro tanto es aplicable al derecho procesal que concurre,
desde el punto de vista funcional, con el derecho material (que, en el caso individual, presenta lagunas), el cual, para casos de este tipo, por ejemplo, prevé
el sobreseimiento del proceso penal o la desestimación de una demanda civil o
administrativa. Dada la prioridad y la igualdad de rango de las normas (de la
Ley Fundamental) competenciales y procedimentales, y dada la equivalencia
del derecho procesal con el derecho material, en estos casos nos encontramos
con cualquier cosa menos con un «espacio vacío de Derecho». El derecho
de organización y el procedimental se opone —no solamente en su ámbito
propio— a las formaciones de derecho consuetudinario, porque la práctica de
las autoridades afectadas no puede sustituir las convicciones jurídicas de los
que participan de la vida constitucional60, sino porque las normas constitucionales referidas a la organización y a los procedimientos suelen ser de formas
estrictas, convirtiendo los actos de creación de normas que les contradigan en
ilegales61. Las instancias que actúen aplicando el Derecho de creación judicial
se contraponen a estas normas; y los textos cuasi-normativos obtenidos por
el Derecho de creación judicial son irrelevantes dada la inconstitucionalidad
de su creación. El intento de salvarlas por la vía del derecho consuetudinario
falla, porque en el inicio (starting point) del Derecho de creación judicial no
cabe hablar de que éste sea reconocido como norma vinculante por los interesados jurídicos»62, tal y como sí lo ha formulado el Tribunal Constitucional
a modo de condición previa del derecho consuetudinario. A este respecto, el
juez de primera instancia de Rümelin, no ofrece ningún argumento basado en
la Ley Fundamental, tan sólo una bonita anécdota63.
Este resultado coincide también con el punto de vista más importante relativo al artículo 20 párrafo 3 de la Ley Fundamental. Respecto a las funciones
del Estado allí aludidas, esta norma establece —y lo hace más particularmente
en el artículo 97 párrafo 1 de la Ley Fundamental— la vinculación a las normas. La cuestión es ¿a qué normas? La respuesta de la teoría dominante es ésta:
no solamente a la norma escrita sino también al derecho consuetudinario. En
cambio, el artículo 20 párrafo 2 de la Ley Fundamental no constituye otra habilitación para crear normas vinculantes, es decir, que obliguen también a los
poderes ejecutivo y judicial. El artículo 20 párrafo 3 de la Ley Fundamental
60
Christian Tomuschat, Verfassungsgewohnheitsrecht?, Heidelberg, Carl Winter, 1972, pp.
138 ss.; Paul Kirchhof, «Rechtsquellen und Grundgesetz», en: Bundesverfassungsgericht und
Grundgesetz, Vol. II, Tübingen, Mohr Siebeck, 1976, pp. 50 ss., 92.
61
BVerfGE 9, 109 ss., 117.
62
BVerfGE 22, 114 ss., 121 bajo apelación E 9, 109 ss., 117; 15, 226 ss., 232 ss. Véase también BVerfGE 28, 21 ss., 28 s.
63
Max Rümelin, Die bindende Kraft des Gewohnheitsrechts, Tübingen, Mohr Siebeck, 1929,
p. 14.
76
Luis-Quintín Villacorta Mancebo
toma nota de la vinculación al derecho consuetudinario creado hasta la entrada en vigor de la Ley Fundamental, y la aprueba, por ejemplo respecto a los
ejemplos citados del Derecho civil referidos a principios considerados como
normativos de Derecho administrativo general y en el Derecho laboral o, particularmente, en el Derecho constitucional del Estado de derecho (por ejemplo la prohibición del exceso, la prioridad y la reserva de ley). Sin embargo, el
artículo 20 párrafo 3 de la Ley Fundamental no es reinterpretable para fundamentar una habilitación al objeto de justificar la nueva creación de Derecho
consuetudinario en contra de normas funcionales establecidas en la Ley Fundamental64.
VII
El tema del «Derecho de creación judicial» se formula tradicionalmente
de manera inaceptable. No se trata de que los tribunales se dediquen a crear
normas generales, en este caso y sólo en este caso, al margen de sus funciones
habituales. Es que lo hacen siempre; es algo característico del trabajo normal
del poder judicial. Muchos de los atributos creadores que la teoría del Derecho de creación judicial atribuye a la jurisdicción, desde hace cien años, no
sólo es algo real sino también legítimo, pero no tiene nada que ver con el
Derecho de creación judicial.
La discusión en torno al Derecho de creación judicial es un vástago del
positivismo jurídico; examinando el asunto más de cerca, tal vez se podría
probar esta tesis que puede parecer una paradoja. Ambas posiciones se orientan por principios de fe positivistas, y lo demuestran las dos formas básicas
de actuaciones en el marco del Derecho de creación judicial. La primera es
la resolución del caso obediente a los resultados del legislativo (textos normativos),
aunque más allá de la mera subsunción. Para este tipo de actuación, no debiera
emplearse por más tiempo el concepto de Derecho de creación judicial. La segunda forma principal es la «resolución del caso pero sin apoyarse en los resultados
del legislativo», en los textos normativos. En tal caso, el juez introduce un texto
seudonormativo que debe servir para justificar la forma de proceder posterior.
Ya que el derecho positivo no está exento de lagunas, el soporte debería ser «el
orden jurídico», «el derecho», la «justicia material» —extra legem, intra ius—.
Nos encontramos aquí con otro malentendido. Un orden jurídico, ciertamente,
64
En efecto contra la tesis, y a decir verdad con distintos fundamentos Klaus Adomeit,
Rechtsquellenfragen im Arbeitsrecht, Munich, C.H. Beck, 1969, pp. 56 ss.; Ulrich Meyer-Cording, Die Rechtsnormen, Tübingen, Mohr Siebeck, 1971, ss. 70 s. m.w.N.; Christian Tomuschat,
Verfassungsgewohnheitsrecht?, Heidelberg, Carl Winter, 1972, ss. 53 s.; ulteriormente por ejemplo
132 ss., 144 ss., m.w. N.; Helmut Coing, en Julius Von Staudinger/Helmut Coing, Kommentar zur Bürgerlichen Gesetzbuch, Berlin, Walter de Gruyter, 12.ª ed., 1980, Introducción, Núm.
marginal 229; Bernd Rüthers, Die unbegrenzte Auslegung, 2.ª ed., Tübingen, Mohr Siebeck,
1973, p. 472.
El Derecho de creación judicial, formulado desde el punto de vista de la Teoría del Derecho
77
no está exento de lagunas, ni desde el punto de los contenidos ni en cuanto
a los temas. Sin embargo, dado su carácter complementario recíproco de derecho material y derecho procesal, y a causa de las posibilidades normadas de
modificar Derecho y crearlo nuevamente, es completo desde el punto de vista
funcional. Las normas de competencia, procedimentales y procesales, reclaman validez, al igual que las normas del derecho material, inevitablemente
con lagunas. Una decisión de denegación procesal del caso individual por falta
de base material no es necesariamente «”injusta”, al igual que una resolución
sobre la base de preceptos de derecho material no es necesariamente “injusta”».
Detrás de la defensa del Derecho de creación judicial se esconde, por tanto,
un acortamiento positivista que en el «caso individual», precipitadamente,
equipara por completo la «justicia de un caso individual» con «la resolución
sobre la base de un precepto de derecho material». Si no existe tal precepto, se
pretende que el Derecho de creación judicial lo sustituya, que al juez se le
permita crearlo. En un Estado constitucional democrático sometido a la Ley
Fundamental, en cambio, el afán de llegar a resoluciones justas se reparte entre
varias funciones del poder público, entre varias fases de creación jurídica y,
además, entre el derecho material y el derecho procesal.
Si en el caso individual existe un grave descuido de la legislación, la situación no es satisfactoria. Pero no lo es por una construcción fallida del Estado
constitucional o por una insuficiencia de la Teoría del derecho, sino por el
fallo de las instancias legislativas. La transgresión de los límites por el Derecho
de creación judicial no es un medio admisible para eximir a las instancias legislativas de su responsabilidad. El tribunal que se abstenga de crear Derecho
por la vía de una creación judicial, podría denunciar la situación con posibilidades de éxito desde el punto de vista de la política jurídica. La responsabilidad se descarga así en la instancia en la que debe estar constitucionalmente.
Es impresionante hasta qué punto se percibe en resoluciones de apelación lo
que la judicatura puede poner en marcha, sin vulnerar el Derecho actualmente vigente —incluso, desde el punto de vista de la política del Derecho, más
allá de éste—. En cambio, las creaciones judiciales autónomas tienen el efecto
de desmotivar el legislativo. La inactividad de la legislación civil en los casos
problemáticos que, desde los tiempos del Reichsgericht, vienen a ser resueltos
por creaciones judiciales, lo dice todo. El Derecho de creación judicial, por
tanto, no solamente aparece como un instrumento inadmisible desde el punto de vista normativo, sino que tampoco es necesariamente deseable desde el
punto de vista pragmático. Además de resoluciones de apelación, para las que
la judicatura ya ha desarrollado un instrumentario escalonado, en otros casos
se deshace del dilema cumpliendo su obligación de remisión según el artículo
100 párrafo 1 de la Ley Fundamental y poniendo en marcha un control concreto de las normas. En fin, la práctica de la creación judicial ha evidenciado
cierta arbitrariedad, y una intercambiabilidad sorprendente de los argumentos, con resultados constantes. En estos casos y sin deformar el Derecho, en
casos individuales, puede ser muchas veces de ayuda una argumentación más
cuidadosa que implique la sistemática, en cuanto el convencimiento de ser
78
Luis-Quintín Villacorta Mancebo
llamado a realizar una acción libre de creación judicial no ofrezca por más
tiempo una salida aparente.
Esta salida no existe al amparo de la Ley Fundamental. Lo que se denomina «Derecho de creación judicial» es parte integrante de la labor jurídica normal y no autónoma en todos aquellos casos en los que se le pueda justificar65.
En cambio, cuando se le pueda remitir de una forma indefendible al Derecho
vigente actuando autónomamente, ya no es justificable.
65
Es igualmente aplicable a la analogía. En la medida en que no convierta en inadmisible por
una conclusión inversa, mientras que la norma jurídica y de decisión generada análogamente sea
remisible metódicamente a (uno o varios) textos normativos (‘analogía de la ley o del derecho’),
no se trata de una creación judicial sino de una concretización permitida. Sus típicos argumentos
son elementos de concretización sistemáticos, dogmáticos referidos a normas y de política jurídica;
Friedrich Müller, Juristische Methodik, 2.ª ed., Berlin, Duncker & Humblot, 1976, pp. 162 ss.,
184 ss., 194 ss. — Recordando formulaciones de Friedrich-Carl Von Savigny (Juristische Methodenlehre, ed. de Gerhard Wesenberg, Stuttgart, Koehler, 1951, pp. 39 ss., 42), en el caso de una
creación judicial auténtica «se añade algo nuevo desde el exterior». En la analogía (remisible a textos
normativos), en cambio, «la legislación se complementa por sí misma».
Elena Hernáez Salguero★
El recurso administrativo especial
en materia de contratación a la luz
de las resoluciones dictadas por el Tribunal
Administrativo de Contratación Pública
de la Comunidad de Madrid
Sumario: RESUMEN.—ABSTRACT.—I. ORIGEN E HITOS DE LA NORMATIVA REGULADORA DEL RECURSO ESPECIAL EN MATERIA DE
CONTRATACIÓN.—II. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL RECURSO.—
III. ÁMBITO OBJETIVO DEL RECURSO.—IV. TRAMITACIÓN.—4.1. Inicio:
Requisitos del escrito de interposición y plazo de presentación.—4.2. Petición de expediente y subsanación.—4.3. Alegaciones y medidas cautelares.—4.4. Prueba.—4.5.
Resoluciones.—V. CONCLUSIÓN.
RESUMEN
El recurso especial en materia de contratación pública, se ha revelado desde
su reciente creación como un instrumento efectivo de control de la legalidad en
las fases de preparación y adjudicación de los contratos del sector público, dando
así cumplimiento a las exigencias de las Directivas 89/665 y la actual 66/2007,
denominadas directivas de recursos. En esta línea, este recurso permite el examen
de los actos impugnados de forma rápida y eficaz, sin necesidad de acudir a la
jurisdicción contencioso-administrativa, lo que ha generado un nuevo cuerpo de
doctrina sobre la materia “contratación pública”.
En este artículo se quieren poner de relieve las características fundamentales del
recurso y ofrecer un exámen de su tramitación a la luz de las Resoluciones dictadas
★
Presidenta del Tribunal Administrativo de Contratación Pública de la Comunidad de
Madrid.
80
Elena Hernáez Salguero
por el Tribunal Administrativo de la Comunidad de Madrid, desde su constitución mediante Acuerdo del Pleno en mayo de 2011, haciendo especial hincapié
en aquellos aspectos que sin estar específicamente regulados en la Ley constituyen
criterios establecidos, como cuerpo doctrinal de los órganos de resolución de recursos
contractuales y especialmente del Tribunal Administrativo de Contratación pública de la Comunidad de Madrid.
ABSTRACT
The special appeal for public procurement, has emerged from its newly established as an effective instrument of control of legality in the stages of preparation and
award of public sector contracts, thereby meeting the requirements of Directives
89/665 and the current 66/2007, called appeal Directives. In this line, this special
appeal allows examination of the contested acts quickly and efficiently, without
having to go before ordinary courts. This alternative remedy has created a new
body of administrative doctrine on the subject “procurement”.
In this article we want to highlight the key features of the appeal and provide
a review of its handling in the light of decisions rendered by the Administrative
Tribunal of the Community of Madrid, since its establishment by the Plenary
Agreement in May 2011, making emphasis on those aspects not specifically covered
in its legal framework but constitute criteria as doctrinal body organs and resolution of contractual remedies especially Procurement Administrative Tribunal of
the Community of Madrid.
I.
ORIGEN E HITOS DE LA NORMATIVA REGULADORA
DEL RECURSO ESPECIAL EN MATERIA DE CONTRATACIÓN
Qué duda cabe que uno de los mayores ámbitos de influencia de las normas emanadas de las instituciones de la Unión Europea, es el referido a la
contratación pública, en pro del mercado interior, y en acatamiento de las
libertades establecidas en el Tratado de la Unión y, en particular, de la libre
circulación de mercancías, la libertad de establecimiento y la libre prestación
de servicios, así como de los principios que de estas libertades se derivan,
como son el principio de igualdad de trato, el principio de no discriminación,
el principio de reconocimiento mutuo, el principio de proporcionalidad y el
principio de transparencia.
Efectivamente las Directivas de coordinación de los procedimientos de
adjudicación de los contratos de obras 93/37/CE, de 14 de junio; servicios
93/36/CE, de 14 de junio y suministros 92/50/CEE, de 18 de junio, que a su
vez fueron derogadas por la Directiva 2004/18/CE, del Parlamento Europeo
y del Consejo, de 31 de marzo de 2004, sobre coordinación de los contratos
públicos de obras, servicios y suministros, establecieron una normativa común en materia de adjudicación de contratos, que fue objeto de trasposición
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 81
en la Ley 13/1995, de 18 de mayo, de Contratos de las Administraciones
Públicas, (en adelante LCAP), posteriormente objeto de refundición con las
demás normas modificativas, mediante Real Decreto Legislativo 2/2000, de
16 de junio, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de Contratos
de las Administraciones Públicas.
Por su parte las Directivas del Consejo, 89/665/CEE, de 21 de diciembre
de 1989, relativa a la coordinación de las disposiciones legales, reglamentarias
y administrativas referentes a la aplicación de los procedimientos de recurso en materia de adjudicación de los contratos públicos de suministros y de
obras, y 92/13/CEE, de 25 de febrero de 1992, relativa a la coordinación de
las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas referentes a la aplicación de las normas comunitarias en los procedimientos de formalización de
contratos de las entidades que operen en los sectores del agua, de la energía, de
los transportes y de las telecomunicaciones, regularon en un primer momento
los procedimientos de recurso en materia de contratos adjudicados por los
poderes adjudicadores1.
Sin embargo, la LCAP no contenía un sistema de recursos específicos en
materia de contratación, considerando el legislador innecesaria la trasposición
de las Directivas de recursos, como claramente se desprende de su exposición
de motivos cuando señala que “No se incorpora, por el contrario, el contenido
de las Directivas 89/665/CEE y 92/13/CEE, porque la materia de recursos que
constituye su objeto es ajena a la legislación de contratos de las Administraciones
Públicas y respecto a la primera, además, porque nuestro Ordenamiento Jurídico,
en distintas normas procedimentales y procesales vigentes, se ajusta ya a su contenido. Tampoco se ha estimado procedente, por el carácter privado de la mayor parte
de las entidades a las que afecta, la incorporación de la Directiva 90/531/CEE,
sobre los denominados sectores excluidos, hoy sustituida por el Texto Refundido que
constituye la Directiva 93/38/CEE, aunque se prevén las medidas necesarias para
su aplicación a Entidades Públicas sujetas a la Ley, en las fechas que la propia
Directiva señala para los contratos de obras, suministros y servicios”.
Es cierto que la utilización del sistema de recursos vigente en el ordenamiento español hubiera sido factible, tal y como puso de relieve el Consejo
de Estado en su Dictamen 214/1992, de 21 de mayo, sobre el Anteproyecto
de Ley de Contratos de las Administraciones Públicas, —siempre que se reunieran los requisitos exigidos por la normativa comunitaria—, cuando considera correcta la trasposición que se ha llevado a cabo de la Directiva 89/440/
CEE, del Consejo, de 18 de julio de 1989, que modifica la Directiva 71/305/
CEE, sobre coordinación de los procedimientos de celebración de los contratos públicos de obra, afirmando que “Se ha entendido, no obstante, que tal
obligatoriedad no requería modificación alguna de la legislación española dada
la existencia de normas nacionales que coincidían con las finalidades requeridas
1
Estas Directivas fueron sustancialmente modificadas por la denominada Directiva de recursos, 2007/66/CE, de 11 de diciembre.
82
Elena Hernáez Salguero
por dicha Directiva; y que, en todo caso, si hipotéticamente hubiera sido necesario
introducir alguna modificación, no lo habría sido en la Ley de Contratos de las
Administraciones Públicas, sino en la regulación de los recursos administrativos y
jurisdiccionales, por ser ésta la materia que constituye el contenido de la Directiva
referida”.
Esta situación quedó aclarada con la Sentencia del Tribunal de Justicia
de la Unión Europea de 15 de mayo de 2003, (Comisión/Reino de España
C-214/00), que se encargó de poner de manifiesto el incumplimiento del
Reino de España de las exigencias establecidas en las Directivas de recursos,
en relación con dos aspectos, de un lado por no haber extendido el sistema
de recursos previsto en las Directivas a las sociedades de derecho privado que
constituyen poderes adjudicadores, y por condicionar la adopción de medidas
cautelares a la interposición de recurso.
En respuesta a dicho pronunciamiento en los artículos 37 y 38 de la Ley
30/2007, de 30 de octubre, de Contratos del Sector Público, que traspone
la Directiva 2004/18/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 31 de
marzo de 2004, sobre coordinación de los contratos públicos de obras, servicios y suministros —si bien en materia de recursos la norma traspuesta por la
LCSP es la Directiva 89/665/CEE— se regula el régimen especial de revisión
de decisiones en materia de contratación y medios alternativos de resolución
de conflictos.2
Así se afirma en la exposición de motivos de la Ley “Con la misma finalidad de incorporar normas de derecho comunitario derivado, se articula un nuevo
recurso administrativo especial en materia de contratación, con el fin de trasponer
la Directiva 89/665/CEE del Consejo, de 21 de diciembre de 1989, relativa a la
coordinación de las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas referentes a la aplicación de los procedimientos de recurso en materia de adjudicación de
los contratos públicos de suministros y de obras, tal y como ha sido interpretada por
el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.”
La citada Directiva establecía en su artículo 2.1 la necesidad de adaptar
la normativa nacional sobre contratación pública con el fin de prever mecanismos que permitieran adoptar, lo antes posible y mediante procedimiento
de urgencia, medidas provisionales para corregir la infracción o para impedir
que se causen otros perjuicios a los intereses afectados, incluidas las medidas
destinadas a suspender o a hacer que se suspenda el procedimiento de adjudicación del contrato público en cuestión o la ejecución de cualquier decisión
adoptada por los poderes adjudicadores; anular o hacer que se anulen las decisiones ilegales, incluida la supresión de las características técnicas, económicas
o financieras discriminatorias contenidas en los documentos de licitación, en
2
Debe tenerse en cuenta la existencia de una propuesta de nueva Directiva relativa a la contratación pública que sustituirá a las Directivas 2004/17/CE y 2004/18/CE como elementos centrales
del marco legislativo de la Unión Europea en materia de contratación pública. (20 de diciembre de
2011 COM (2011) 896 final).
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 83
los pliegos de condiciones o en cualquier otro documento relacionado con el
procedimiento de adjudicación del contrato en cuestión y finalmente conceder una indemnización por daños y perjuicios a las personas perjudicadas por
una infracción.
La actual Directiva de recursos, 2007/66/CE, de 11 de diciembre, se adopta con la clara finalidad de reforzar el sistema de recursos en relación con los
distintos actos dictados en el seno del procedimiento de contratación administrativa, con el objetivo último de luchar contra la adjudicación directa ilegal
en el ámbito de la Unión, práctica que el Tribunal de Justicia ha calificado
como la infracción más importante del Derecho comunitario en materia de
contratos públicos por parte de un poder adjudicador o entidad contratante,
por lo que debe preverse una sanción efectiva, proporcionada y disuasoria. Por
consiguiente, todo contrato derivado de una adjudicación directa ilegal debe
considerarse en principio sin efectos. Esta falta de efectos no debe ser automática sino que debe quedar sometida a la comprobación de un órgano de recurso independiente o derivar del resultado de una decisión de dicho órgano.
En concreto, se afirma en la exposición de motivos de la misma que se trata
de atajar los puntos débiles puestos de manifiesto en la experiencia derivada de
la aplicación de las Directivas y específicamente “la ausencia de plazo que permita entablar un recurso eficaz entre la decisión de adjudicación de un contrato
y la celebración de este. Esto conduce en ocasiones a una firma muy acelerada del
contrato por parte de los poderes adjudicadores y las entidades contratantes, que
desean con ello hacer irreversibles las consecuencias de la decisión de adjudicación
controvertida”.
Por otro lado la legislación española seguía sin recoger los principios antes
indicados en la normativa europea de recursos en materia de contratación
pública, por lo que, de nuevo la Sentencia del Tribunal de Justicia de las
Comunidades Europeas de 3 de abril de 2008, declaró el incumplimiento
del Reino de España en relación con la trasposición de la Directiva 89/665/
CEE del Consejo de 21 de diciembre de 1989, en su versión modificada
por la Directiva 92/50/CEE del Consejo, de 18 de junio de 1992, al no
prever un plazo obligatorio para que la entidad adjudicadora notifique la
decisión de adjudicación de un contrato a todos los licitadores y al no
prever un plazo de espera obligatorio entre la adjudicación de un contrato
y su celebración. En octubre de 2009, la Comisión Europea instó oficialmente a España a dar cumplimiento a la STJCE de 3 de abril de 2008, a
lo que debe sumarse la necesidad de trasposición de la Directiva de recursos
2007/66/CE.
De esta forma para abarcar ambos fines, se dictó la Ley 34/2010, de 5 de
agosto, de modificación de las Leyes 30/2007, de 30 de octubre, de Contratos del Sector Público, 31/2007, de 30 de octubre, sobre procedimientos de
contratación en los sectores del agua, la energía, los transportes y los servicios
postales, y 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa. Tal y como se explicita en su exposición de motivos, “ha
sido necesario dar solución a la contradicción aparente que podía suponer para
84
Elena Hernáez Salguero
el carácter universal del recurso el hecho de que los actos producidos entre la
adjudicación provisional y la definitiva quedaran fuera del ámbito de aplicación del mismo, pues, si bien se trata de actos de cumplimiento prácticamente
mecánico en los que la controversia jurídica es apenas imaginable, conceptualmente deben ser susceptibles de recurso también para dar plena satisfacción a
la configuración que del mismo hace la nueva Directiva 2007/66/CE, de 11
de diciembre. Esta circunstancia ha llevado a la necesidad de refundir en uno
sólo los actos de adjudicación provisional y definitiva haciendo coincidir la
perfección del contrato con la formalización del mismo, sin que entre ambos
trámites se prevea actuación alguna, salvo, claro está, las que deriven de la
posible interposición del recurso. Esta modificación, ha generado la necesidad
de modificar una serie importante de artículos de la Ley que han resultado
afectados por ella aún cuando no tengan relación directa con el recurso especial
en materia de contratación”.
Dicha Ley, además de regular los supuestos especiales de nulidad, ya contemplados en la normativa anterior, incorpora a la LCSP un Libro VI, regulador del Régimen especial de revisión de decisiones en materia de contratación
y medios alternativos de resolución de conflictos, que comprende los artículos
310 a 320 de la misma, resolviendo así las cuestiones pendientes que como
se indica en su Exposición de Motivos aún restaba por abordar, “tales como la
relativa a la competencia para la resolución del recurso que la nueva Directiva
exige se atribuya a un órgano independiente o a la suspensión de la adjudicación
que debe mantenerse hasta que dicho órgano resuelva sobre el mantenimiento o no
de ella o sobre el fondo”.
El proceso legislativo descrito culminó al dictarse el Real Decreto Legislativo 3/2011, de 14 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido
de la Ley de Contratos del Sector Público, en cuyo capítulo VI del Título I
del Libro I, bajo la rúbrica “Régimen especial de revisión de decisiones en
materia de contratación y medios alternativos de resoluciones de conflictos”,
se recoge el régimen jurídico del recurso especial en materia de contratación
pública.
En concreto en su artículo 41 atribuye el conocimiento y resolución del
recurso especial en materia de contratación a un órgano especializado que
actuará con plena independencia funcional en el ejercicio de sus competencias, y establece que en el ámbito de las Comunidades Autónomas, la
competencia para resolver los recursos será establecida por sus normas respectivas, debiendo crear un órgano independiente cuyo titular, o en el caso
de que fuera colegiado, al menos su Presidente, ostente cualificaciones jurídicas y profesionales que garanticen un adecuado conocimiento de las
materias de que deba conocer.
En cumplimiento de dicha previsión la Ley 9/2010, de 23 de diciembre,
de Medidas Fiscales, Administrativas y Racionalización del Sector Público de
la Comunidad de Madrid, crea en su artículo 3 el Tribunal Administrativo de
Contratación Pública de la Comunidad de Madrid.
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 85
II.
CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL RECURSO
Con carácter general se puede afirmar que la normativa comunitaria, y por
trasposición, la normativa contractual española, ha pretendido establecer un
recurso en materia de contratación pública de carácter rápido y eficaz, con el
objeto de impedir que se consoliden situaciones de ilegalidad, que se verían
reparadas únicamente tras la resolución del correspondiente recurso ante los
órganos judiciales del orden jurisdiccional contencioso administrativo, mediante la satisfacción de una eventual indemnización, que en la práctica se
cifra en el 6% del importe de adjudicación del contrato como beneficio industrial, tras un proceso largo, costoso y con las vicisitudes procesales propias
de los recursos contenciosos administrativos.
Este recurso, en respuesta a tales caracteres, tiene unos plazos de resolución
muy breves, que en función de los trámites que se precisen, oscila entre 15 y
20 días hábiles3.
La eficacia del recurso está íntimamente vinculada con la posibilidad de
establecer medidas cautelares, bien previas o bien coetáneas a la interposición
del recurso (arts. 43 y 44.4 del TRLCSP), y especialmente en el caso de que el
acto impugnado sea el de adjudicación, en cuyo caso de acuerdo con lo previsto en el artículo 45 TRLCSP, se produce la suspensión automática del acto
recurrido, para evitar como decimos la consolidación de situaciones de ilegalidad, mediante la formalización del contrato, puesto que no puede hablarse
de un recurso eficaz cuando se ha adjudicado el contrato con anterioridad a
su resolución, como entre otros pronunciamientos judiciales, señaló el Auto
del Presidente del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, de 22 de abril de
1994. As.Comisión de las Comunidades Europeas contra Reino de Bélgica,
—C-87/94 R—, “La Comisión, en su condición de guardiana de los Tratados,
puede incoar un procedimiento sobre medidas provisionales paralelamente a un
recurso por incumplimiento vinculado a un procedimiento impugnado de adjudicación de un contrato público. En efecto, el incumplimiento de una Directiva
en este ámbito constituye un perjuicio grave para la legalidad comunitaria, y la
declaración posterior de un incumplimiento, con frecuencia después de la ejecución
del contrato, no podrá eliminar el perjuicio sufrido por el ordenamiento jurídico
comunitario y por todos los licitadores cuyos derechos han resultado infringidos”.
Asimismo la Sentencia del TJUE de 20 de septiembre de 2011, Evropaïki
Dynamiki-Proigmena, trayendo a colación la Sentencia del Tribunal de Justicia de 23 de diciembre de 2009, Comisión/Irlanda, C-455/08, señala en sus
Fundamentos 120 y 121 120. “Por tanto, una protección jurídica completa de los
licitadores frente a la arbitrariedad del poder adjudicador supone, en primer lugar,
la obligación de informar a todos los licitadores de la decisión de adjudicación del
3
Los recursos interpuestos ante el Tribunal Administrativo de Contratación Pública de la
Comunidad de Madrid tuvieron un plazo medio de resolución de 18 día naturales en el año 2011
y de 13 en el 2012.
86
Elena Hernáez Salguero
contrato público antes de que se celebre el contrato, para que estos dispongan de
una posibilidad real de presentar un recurso que tenga por objeto la anulación de
esta decisión, cuando se cumplan los requisitos del mismo.
121. Esta protección jurídica completa exige asimismo que se prevea la posibilidad de que el licitador excluido examine en tiempo oportuno la validez de la
decisión de adjudicación, lo que supone que debe transcurrir un plazo razonable
entre el momento en que se comunica la decisión de adjudicación a los licitadores
excluidos y la firma del contrato(…)”.
La primera característica destacable del recurso en materia de contratación
es que se trata de un recurso administrativo, cuyo conocimiento corresponde
a un órgano administrativo, elección adoptada por el legislador español, ante
las dos opciones que preveía la normativa europea a saber, o bien el establecimiento de un recurso jurisdiccional con órganos especializados para ello,
o bien un recurso administrativo, con órganos también especializados, pero
debiendo primar en este caso el carácter independiente del órgano encargado
de su resolución.4
Efectivamente de acuerdo con el apartado 8 del artículo 2 de la Directiva
89/665, “Cuando los organismos responsables de los procedimientos de recurso no
sean de carácter jurisdiccional, sus decisiones deberán ir siempre motivadas por
escrito. Además, en ese caso, deberán adoptarse disposiciones para que cualquier
medida presuntamente ilegal adoptada por el organismo de base competente o
cualquier presunta infracción cometida en el ejercicio de los poderes que tiene conferidos, pueda ser objeto de un recurso jurisdiccional o de un recurso ante otro organismo que sea una jurisdicción en el sentido del artículo 177 del Tratado y que
sea independiente en relación con el poder adjudicador y con el organismo de base.
El nombramiento de los miembros de este organismo independiente y la terminación de su mandato estarán sujetos a las mismas condiciones aplicables a los jueces
en lo relativo a la autoridad responsable de su nombramiento, la duración de su
mandato y su revocabilidad. Como mínimo, el presidente de este organismo independiente deberá poseer las mismas cualificaciones jurídicas y profesionales que un
juez. Dicho organismo independiente adoptará sus decisiones previa realización
de un procedimiento contradictorio y tales decisiones tendrán, por los medios que
estipule cada Estado miembro, efectos jurídicos vinculantes.”
De esta forma en dicha Directiva se permite que sean los Estados miembros los que opten por la forma de concreción del contenido de la misma,
a este respecto en su trasposición, configurando el órgano competente para
resolver bien como órgano jurisdiccional, bien como órgano administrativo.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha confirmado que los Estados
miembros pueden optar entre dos soluciones a la hora de organizar el sistema
de control de los contratos públicos (Sentencia de 4 de febrero de 1999, As.
4
En el Derecho francés existe el référé précontractuel un recurso de carácter jurisdiccional,
urgente y preventivo para todos los contratos, creado por el legislador francés mediante Ley de 4 de
enero de 1992 y Decreto de 7 de septiembre de 1992.
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 87
C-103/97, Josef Köllensperger, apartado 29). “La primera solución consiste en
atribuir la competencia para conocer de los recursos a órganos de naturaleza jurisdiccional. La segunda solución consiste en atribuir esta competencia, en primer
término, a organismos que no poseen dicha naturaleza. En este último caso, las
resoluciones adoptadas por estos organismos deben poder ser objeto bien de un recurso jurisdiccional o bien de un recurso ante otro organismo, que, para garantizar
que el recurso sea adecuado, debe cumplir los requisitos específicos previstos en el
párrafo segundo del apartado 8 del artículo 2 de la Directiva 89/665.
30) De esto se deriva que si el organismo responsable del recurso es de naturaleza jurisdiccional, como es el caso en el litigio principal, estas disposiciones de
garantía no se aplican”.
Se ha considerado, por algún sector doctrinal, que lo ideal y más perfecto
en principio sería el control judicial, por el hecho de recaer el control de las
adjudicaciones en jueces, máxime si tales jueces pertenecen al orden jurisdiccional contencioso administrativo5. Sin embargo y sin perjuicio de que la calidad de las resoluciones no tiene por qué quedar mermada por el hecho de que
los órganos estén dotados con personal funcionario de otros cuerpos distintos
a los de la Administración de Justicia, no cabe olvidar que nada se parece tanto
a la injusticia como la justicia tardía, como ya afirmaba Séneca.
Como decimos, el legislador español optó por el establecimiento de un
recurso de carácter administrativo, probablemente ante la carga de trabajo que
pesa sobre los órganos de la Jurisdicción Contencioso Administrativa Española, que impediría de facto que éstos pudieran tramitar y resolver los recursos
en los breves plazos que se establecen y sobre todo, tomar una decisión sobre
la adopción de medidas cautelares en un plazo de tiempo lo suficientemente
breve como para que no incida de manera perjudicial en la tramitación de la
adjudicación de los contratos. Dicho carácter, al insertarse tal órgano en el
ámbito de una organización administrativa, exigía articular los mecanismos
precisos para lograr la eficacia de los fines previstos en la Directiva de recursos,
mecanismos que se concretan en la atribución del conocimiento del recurso a
un órgano que se configura como especializado e independiente en el ejercicio
de sus funciones, permitiendo a las comunidades autónomas la creación de
órganos semejantes, con la indicada característica de independencia funcional
en el ejercicio sus competencias, tal y como se establece en el artículos 41.1
y 41.3 del texto refundido de la Ley de Contratos de las Administraciones
Públicas.
En esta línea el Estado creó el Tribunal Administrativo Central de Recursos
Contractuales6, habiendo dado asimismo el paso de crear sus propios órganos
5
Santiago González-Varas Ibáñez. Revista Documentación administrativa. Número 288,
septiembre-diciembre, p. 48.
6
El TCRC es competente también para conocer de los recursos que se interpongan frente a
los actos emanados de órganos de contratación de Comunidades autónomas que no hayan creado
sus propios órganos de resolución, mediante el correspondiente convenio celebrado con la Administración General del Estado (con el Ministerio de Economía y Hacienda, por ser el Ministerio al que
88
Elena Hernáez Salguero
de resolución de recursos a semejanza del Estatal, además de la Comunidad de
Madrid, la Comunidad Autónoma de Aragón, (Tribunal Administrativo
de Contratos Públicos de Aragón, creado por la Ley 3/2011, de 24 de febrero, de
medidas en materia de Contratos del Sector Público de Aragón), el País Vasco,
(Órgano administrativo de recursos contractuales de la Comunidad Autónoma del País Vasco, creado por Ley 5/2010, de 23 de diciembre, por la que se
aprueban los Presupuestos Generales de la Comunidad Autónoma de Euskadi
para el ejercicio 2011, con carácter unipersonal), que también ha creado Tribunales Forales (La provincia de Álava, mediante Decreto Foral 44/2010, del
Consejo de Diputados de 28 de septiembre, que aprueba la creación del Órgano Administrativo Foral de Recursos Contractuales. Guipúzcoa, mediante
Decreto Foral 24/2010, de 28 de septiembre, de creación y regulación del Tribunal Administrativo Foral de Recursos Contractuales y Vizcaya, lo ha hecho,
mediante el Decreto Foral 102/2010, de 29 de septiembre, de creación del
Tribunal Administrativo Foral de recursos contractuales) la Comunidad Autónoma de Andalucía, (Decreto 332/2011, de 2 de noviembre), la Ley 1/2012,
de 28 de febrero, de Medidas Tributarias, Administrativas y Financieras de
Castilla y León crea el Tribunal Administrativo de Recursos Contractuales de
Castilla y León cuyas funciones son ejercidas por el Consejo Consultivo de
Castilla y León, cuyos Presidente y Secretario actúan como Presidente y Secretario del Tribunal de contratación. Por último muy recientemente, mediante
Ley aprobada por el Parlamento de Navarra el 14 de febrero de 2013, se crea
el Tribunal Administrativo de Contratos Públicos de Navarra7.
Esta característica del procedimiento tiene su trasunto en la condición de
los órganos de resolución de recursos contractuales como órganos administrativos, si bien cabe señalar que aunque es obvio que no se trata de órganos
jurisdiccionales, entre otras cosas porque no se integran en el Poder Judicial,
lo cierto es que puede ser considerado como un órgano de naturaleza cuasi
jurisdiccional. Puede traerse a colación para realizar el examen de tal característica la Sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de 21de
marzo de 2000, Ass. C-110/98 a C-147/98, Gabalfrisa, S.L. y otros contra
Agencia Estatal de Administración Tributaria (AEAT): en la que examinando
se adscribe orgánicamente el Tribunal), en el que se estipulen las condiciones en que la Comunidad
Autónoma sufragará los gastos derivados de esta asunción de competencias Hasta la fecha han
suscrito los indicados convenios la Comunidad Autónoma de Extremadura, con fecha 16 de julio
de 2012, y la Ciudad Autónoma de Melilla, con fecha 9 de julio de 2012, ambos publicados en el
BOCM de 27 de julio.
7
En algunas Comunidades Autónomas ya se había dado el paso de residenciar la competencia para el conocimiento del recurso especial en otros órganos administrativos. Así la Comunidad
Foral de Navarra atribuye en el artículo 208.3 de la Ley Foral 6/2006, de 9 de junio, de Contratos
Públicos, a la Junta de Contratación Pública la Competencia, para resolver las reclamaciones en
materia de contratación pública. Cabe también citar el caso de la Comunidad Autónoma de las Islas
Baleares, pionera en la cuestión que en su Ley 3/2003, de 26 de marzo, de Régimen Jurídico de la
Administración de la Comunidad Autónoma reguló un recurso especial en materia de contratación,
que debía resolver la Junta Consultiva de Contratación Administrativa.
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 89
la naturaleza de otros tribunales administrativos —los Tribunales Económico
Administrativos— se afirma que “Para apreciar si el organismo remitente posee
el carácter de un órgano jurisdiccional en el sentido del artículo 177 del Tratado,
cuestión que pertenece únicamente al ámbito del Derecho comunitario, el Tribunal de Justicia tiene en cuenta un conjunto de elementos, como son el origen legal
del órgano, su permanencia, el carácter obligatorio de su jurisdicción, el carácter
contradictorio del procedimiento, la aplicación por parte del órgano de normas
jurídicas, así como su independencia (véase, en particular, la sentencia de 17 de
septiembre de 1997, Dorsch Consult, C-54/96, Rec. p. I-4961, apartado 23, y la
jurisprudencia que allí se cita).”
Los Tribunales previstos en la legislación de contratos, tienen los requisitos
antes indicados salvo el del carácter obligatorio de su jurisdicción, puesto que
como hemos señalado el recurso es potestativo, de lo que puede afirmarse tal
carácter cuasi jurisdiccional. En ello abunda la circunstancia de que si bien
sus resoluciones son susceptibles de recurso contencioso administrativo, el
Tribunal no es parte o carece de legitimación pasiva en dicho recurso tal y
como expresamente señala el artículo 21.3 de la Ley 29/1998, de 13 de julio,
Reguladora de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, siguiendo así el
esquema que con carácter general se establece para los órganos jurisdiccionales cuyas resoluciones son recurribles ante el superior jerárquico, sin que ello
implique que sean parte en el procedimiento, frente al sistema previsto para
los órganos administrativos que sí son parte en los procesos judiciales que se
sigan contra sus resoluciones como es el caso de los Jurados de expropiaciones,
o la Junta Superior de Hacienda en la Comunidad de Madrid.
Este modelo como más arriba hemos señalado ha sido contestado por algún sector doctrinal e incluso el propio Consejo de Estado en el dictamen
499/2010, señalando que “El Consejo de Estado no puede dejar de señalar que el
modelo que mejor responde al objetivo de asegurar la efectividad de las garantías
previstas es el que configura un recurso especial de carácter jurisdiccional, cuyo
conocimiento se atribuye a los Juzgados de lo Contencioso-Administrativo Por otra
parte, desde el punto de vista de su operatividad, este hipotético modelo no habría
de exigir necesariamente una mayor proyección temporal que el modelo proyectado
(pues, con arreglo a este último, la celeridad que podría pretender ganarse en la
primera fase de recurso administrativo, a pesar de la experiencia práctica habida
en relación con este tipo de órganos, podría perderse en la segunda fase, de recurso
ante la jurisdicción contencioso- administrativa). Junto a ello, se trata de la opción que mejor garantiza la independencia del “órgano de recurso”, en el marco
de las exigencias establecidas en la Directiva 2007/66/CE. Y, además, contribuiría a simplificar la compleja estructura organizativa que, para las tres instancias
territoriales (Estado, Comunidades Autónomas y Entes Locales), se perfila en el
anteproyecto”.
Debe señalarse al respecto una interesante conclusión y es que aunque
aún es pronto para trazar un mínimo balance de la actividad de los órganos
encargados de la resolución del recurso especial, se permite vislumbrar que
sus resoluciones van a contribuir a renovar la dogmática sobre la contratación
90
Elena Hernáez Salguero
administrativa. De hecho se aprecia ya en la práctica como en buen número
de ocasiones los recurrentes y los órganos de contratación fundan sus pretensiones, no en la doctrina emanada de los órganos jurisdiccionales, sino de los
órganos de resolución de los recursos contractuales.
Gimeno Feliú8 considera que las funciones del Tribunal son de plena jurisdicción, con posible restablecimiento de la situación jurídica individualizada, e imposición del pago de indemnizaciones para los interesados por
los daños y perjuicios ocasionados por la infracción legal a que diera lugar
el recurso. Debe sin embargo señalarse, que de acuerdo con lo dispuesto en
el párrafo 3 artículo 47 del TRLCSP, a la Resolución le es dado anular las
decisiones ilegales adoptadas durante el proceso de contratación y declarar la
procedencia de la retroacción de actuaciones, con carácter ejecutivo. Ahora
bien lo que no puede hacer el Tribunal es acordar la adjudicación del contrato
a favor del recurrente, aunque en la práctica suele incluirse tal petición en el
petitum de los recursos especiales.
Efectivamente de lo dispuesto en el apartado 2 del artículo 47 del TRLCSP
in fine, cuando señala que “si, como consecuencia del contenido de la resolución,
fuera preciso que el órgano de contratación acordase la adjudicación del contrato
a otro licitador, se concederá a éste un plazo de diez días hábiles para que cumplimente lo previsto en el apartado 2 del artículo 151”, no puede desprenderse que
los tribunales de contratación puedan incluir en sus resoluciones, mandatos
relativos a la adjudicación del contrato, que en general supongan el establecimiento de situaciones jurídicas individualizadas. De manera, que si bien la
resolución puede anular la adjudicación, objeto del contrato, no le es dado
proceder a acordar la adjudicación del mismo. En el caso de las exclusiones al
anular las mismas se produce de facto, el efecto de afectar a la situación jurídica del excluido, que debe por tanto ser admitido a la licitación.
En este sentido estamos más de acuerdo con la doctrina del Tribunal Central de recursos contractuales que entre otras en su Resolución 191/2012,
considera que el recurso tiene una función revisora de los actos recurridos en
orden a determinar si se ha producido un vicio de nulidad o anulabilidad9.
8
OBSERVATORIO DE CONTRATOS PÚBLICOS 2010, Ed. Thompson Reuters p. 234.
Y es que, no puede olvidarse que, tal y como han señalado numerosas resoluciones anteriores
(por todas, resolución 62/2012), la función que el Tribunal de Recursos Contractuales desempeña
en el enjuiciamiento de las reclamaciones de que conoce es exclusivamente una función revisora de
los actos recurridos en orden a determinar si se ha producido un vicio de nulidad o anulabilidad, de
acuerdo con lo dispuesto, con carácter general, para el conjunto de los recursos administrativos, en
el artículo 107.1 de la LRJPAC, y, de forma específica en relación con el recurso especial en materia
de contratación, en el artículo 47.2 in fine del TRLCSP. Precisamente por ello, en el supuesto de
apreciarse la existencia de tales vicios, el Tribunal procederá a anular el acto o actos, ordenando se
repongan las actuaciones al momento anterior a aquél en que el vicio se produjo, pero sin que en
ningún caso pueda sustituir la competencia de los órganos intervinientes en el proceso de contratación, es decir, del órgano de contratación al que corresponde dictar el acto de adjudicación, so pena
de incurrir en incompetencia material sancionada con nulidad radical (art. 62.1.b) de la LRJPAC y,
por remisión, art. 32.a) del TRLCSP).
9
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 91
En relación con el carácter potestativo del recurso, si bien la Ley
30/2007, en su primera redacción configuraba el recurso como preclusivo
u obligatorio con carácter previo a la interposición del recurso contencioso
administrativo10, en la modificación operada por la Ley 34/2010, se establece el carácter potestativo del mismo, siguiendo las recomendaciones del
Consejo de Estado en el Dictamen 499/2010, de 29 de abril, emitido sobre
el Anteproyecto de Ley, cuando afirma que “La redacción proyectada apunta
hacia la configuración del recurso especial como recurso potestativo. Esta es la
solución que el Consejo de Estado considera más acertada, como ya subrayó en
2006. Debe, sin embargo, recogerse en el anteproyecto de forma clara y que no
ofrezca lugar a dudas, indicando expresamente que dicho recurso tiene carácter
potestativo”.
No obstante el carácter potestativo del recurso, no es descabellado pensar, que a la vista de los resultados derivados de los primeros meses de
experiencia del Tribunal Administrativo de Contratación Pública de la Comunidad de Madrid, la interposición previa del recurso especial, será la
tónica seguida por la generalidad de los empresarios afectados, en tanto en
cuanto la estadística de resultado de este órgano para el año 2011, arroja
un balance de un 12 por ciento de resoluciones estimatorias totales y un
10 por ciento de estimaciones parciales, todo ello con un plazo medio de
resolución de 18 días naturales, y para el año 2012, un 15 por ciento de
resoluciones estimatorias totales y un 11 por ciento de resoluciones estimatorias parciales, bajando el plazo de resolución a 13 días naturales, cifras
que claramente hacen atractivo el recurso para los afectados, teniendo en
cuenta además el carácter gratuito del mismo para los recurrentes y la no
necesidad de accionar por medio de letrado y procurador, como en el caso de
todos los recursos administrativos.
Además, como se afirma en el propio dictamen más arriba citado, el recurso tiene el carácter de exclusivo “La regulación proyectada mantiene el
carácter exclusivo del recurso especial, de modo que no procederá la interposición
de recursos administrativos ordinarios contra los actos que se mencionan en el
proyectado artículo 310.2 de la Ley 30/2007 (apartado 5 de este mismo artículo). Como ya se dijo en el dictamen 514/2006, es conveniente mantener este carácter exclusivo, sin perjuicio de lo cual se reconoce expresamente la posibilidad
10
Artículo 37.1 de la LCSP en su redacción original: Las decisiones a que se refiere el apartado
2 del presente artículo que se adopten en los procedimientos de adjudicación de contratos sujetos a
regulación armonizada, incluidos los contratos subvencionados, contratos de servicios comprendidos
en las categorías 17 a 27 del Anexo II de cuantía igual o superior a 211.000 euros, o contratos de gestión de servicios públicos en los que el presupuesto de gastos de primer establecimiento sea superior a
500.000 euros y el plazo de duración superior a cinco años, deberán ser objeto del recurso especial en
materia de contratación que se regula en este artículo con anterioridad a la interposición del recurso
contencioso-administrativo, sin que proceda la interposición de recursos administrativos ordinarios
contra los mismos. No se dará este recurso en relación con los actos dictados en procedimientos de
adjudicación que se sigan por el trámite de emergencia regulado en el artículo 97.
92
Elena Hernáez Salguero
de que las Comunidades Autónomas puedan prever la interposición de recurso
administrativo previo (segundo párrafo del artículo 311.2 proyectado)”, opción
ésta que no ha sido adoptada por la Comunidad de Madrid.
No ha sido infrecuente que los licitadores que se han considerado perjudicados en los procedimientos de licitación, hayan interpuesto contra los actos
que han entendido contrarios a derecho, recurso administrativo de reposición
e incluso de alzada, cuestión que por otro lado carece de incidencia en cuanto
a la admisibilidad de los recursos, habida cuenta de la obligación que tiene
la Administración en su caso de calificar los recursos y escritos dirigidos a la
misma, en virtud de lo dispuesto en el artículo 110.2 de la Ley 30/1992, de
26 de noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y
del Procedimiento Administrativo Común11, aunque también se ha detectado
algún caso en que el órgano de contratación correspondiente ha resuelto los
recursos interpuestos sin tramitar su traslado al Tribunal Administrativo de
Contratación Pública de la Comunidad de Madrid.
En estos casos el Tribunal no podría entrar a conocer de ulteriores recursos especiales en materia de contratación, por el efecto de la que podríamos
denominar cosa juzgada administrativa12, sin perjuicio de la eventual nulidad
de la resolución dictada por el órgano de contratación, al tratarse de un acto
dictado por órgano manifiestamente incompetente por razón de la materia13.
Por último el recurso tiene carácter precontractual esto es que define su
ámbito de aplicación respecto de todos aquellos actos relacionados con la licitación administrativa previos a la formalización del contrato, como vamos
a ver.
La Ley 34/2010, de 5 de agosto, de modificación de la Ley de Contratos
del Sector Público regula, junto con el mecanismo de control de la legalidad
constituido por el recurso especial de carácter precontractual, un segundo mecanismo, la cuestión de nulidad, de carácter contractual, para los supuestos
descritos en su artículo 37. La Directiva 1989/665/CEE, de 21 de diciembre
en su artículo 2 quinquies califica expresamente el recurso de precontractual
por oposición a esta cuestión de nulidad14.
11
El error en la calificación del recurso por parte del recurrente no será obstáculo para su tramitación, siempre que se deduzca su verdadero carácter.
12
En este sentido la Sentencia del Tribunal Supremo, de 29 de mayo de 1995, reconoce que
la resolución administrativa “que entra a resolver el fondo de la controversia, estima o desestima las pretensiones deducidas en la demanda, deja definitivamente zanjada la cuestión”. En el mismo sentido se
pronuncia igualmente el Tribunal en la Sentencia de 12 de junio de 1997 al decir que las resoluciones
que concluyen los procedimientos “de un modo ordinario tengan atribuidas, paralelamente a la sentencias jurisdiccionales firmes, los mismos efectos de la cosa juzgada formal (o imposibilidad de impugnación
dentro de un mismo procedimiento de lo ya resulto o juzgado ) y de la cosa juzgada material, tanto positiva(o
prejudicial) como negativa (o excluyente de la posibilidad de volver a plantear, en un nuevo procedimiento,
lo ya a finiquitado en otro anterior, con elementos subjetivos y objetivos idénticos )”.
13
Vid Resolución n.º 37/2011 del TACPCM, de 13 de julio de 2011.
14
PREÁMBULO “es preciso dar cabida en ambas Leyes a la declaración de nulidad de los
contratos en los términos previstos en la Directiva, aconseja hacer una reforma que no tiene más
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 93
Este carácter precontractual tiene una decisiva influencia en relación con
el trámite de admisión de los recursos, puesto que, a mi juicio, una vez formalizado el contrato, y a pesar de que la Ley no contiene una causa de inadmisibilidad expresa al respecto, la consecuencia no podría ser otra que la de
la inadmisión del recurso, dado que en tal caso el recurso se vería privado de
la finalidad para la que se estableció, deviniendo en ineficaz para evitar precisamente la formalización contractual, para lo que se establece un plazo de
suspensión obligatorio de la formalización del contrato, en el artículo 45 del
TRLCSP, lo que tampoco afectaría al derecho de defensa de los interesados al
contar con el acceso a la jurisdicción, y poder en su caso entablar acción de
nulidad, a la que ya hemos hecho referencia15.
Este ha sido el criterio mantenido por el Tribunal de Madrid, aunque
las posturas no son muy pacíficas al respecto, el Tribunal Andaluz se ha
pronunciado expresamente en relación con esta cuestión en su Resolución
117/2012, de 29 de noviembre, admitiendo el recurso especial una vez formalizado el contrato, si bien en relación con la adjudicación de un Acuerdo
Marco, que presenta una especialidad respecto de los contratos, al señalar
el artículo 198.5 del TRLCSP que “En los procedimientos de adjudicación
a que se refieren los apartados anteriores podrá efectuarse la formalización del
contrato sin necesidad de observar el plazo de espera previsto en el artículo
156.3”.
En el caso de los contratos derivados de los acuerdos marco, el legislador
español ha optado por que pueda formalizarse el contrato antes de que transcurra el plazo legal para la interposición del citado recurso, ¿quiere ello decir
que no cabe recurso especial contra los contratos derivados de un acuerdo
marco? Entiendo que en modo alguno puede llegarse a tal conclusión.
Ahora bien el artículo 37. d) del TRLCSP regulador de la cuestión de nulidad señala que la misma cabe “Tratándose de un contrato basado en un acuerdo
marco del artículo 196 celebrado con varios empresarios que por su valor estimado
deba ser considerado sujeto a regulación armonizada, si se hubieran incumplido
las normas sobre adjudicación establecidas en párrafo segundo del artículo 198.4.”
y añade en su apartado 3. “No procederá la declaración de nulidad a que se refiere este artículo en los supuestos de las letras d) y e) si concurren conjuntamente
las dos condiciones siguientes:
a) Que el órgano de contratación haya notificado a todos los licitadores afectados la adjudicación del contrato y, si lo solicitan, los motivos del rechazo
de su candidatura o de su proposición y de las características de la proposición del adjudicatario que fueron determinantes de la adjudicación a su
alcance que el adaptar ambas Leyes a las nuevas exigencias de la Directiva 2007/66/CE, de 11 de
diciembre”.
15
Vid Sentencia TJUE de 20 de septiembre de 2011, Evropaïki Dynamiki-Proigmena. Fundamento 118 y 119.
94
Elena Hernáez Salguero
favor, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 153 en cuanto a los datos
cuya comunicación no fuera procedente.
b) Que el contrato no se hubiera perfeccionado hasta transcurridos quince
días hábiles desde el siguiente al de la remisión de la notificación a los
licitadores afectados.”
De manera que por lo que se refiere al plazo de perfeccionamiento o celebración del contrato, el artículo 198, a mi juicio, refuerza la idea antes expuesta de que procedería la inadmisibilidad del recurso especial en el supuesto de
que se hubiera formalizado el contrato, puesto que no permite la declaración
de nulidad si para la celebración del contrato derivado del acuerdo marco, sí
se ha respetado el plazo de 15 días para la interposición del recurso. Lo que
apuntala aun más la idea de que se trata de dos acciones alternativas, una para
el caso de que hayan transcurrido los 15 días, bien por incumplimiento del
plazo por el órgano de adjudicación o bien por la posibilidad que a tal respecto establece la ley para los acuerdos marco, y otra para el caso de que dicho
plazo no haya transcurrido en cuyo caso procede el recurso especial.
III. ÁMBITO OBJETIVO DEL RECURSO
Como más arriba hemos señalado, el objetivo perseguido con el establecimiento de este recurso especial de anular o hacer que se anulen las decisiones ilegales, incluida la supresión de las características técnicas, económicas
o financieras discriminatorias contenidas en los pliegos de condiciones o en
cualquier otro documento relacionado con el procedimiento de adjudicación
del contrato en cuestión, determina necesariamente el objeto del mismo, que
en resumen se contrae a todos aquellos actos relacionados con la licitación
administrativa previos a la formalización del contrato.
Se trata a la postre de impedir que se celebren contratos sometidos a licitación pública en aquellos casos en que se produzca una vulneración del derecho aplicable, lo que comprometería los principios que rigen la contracción
pública, de libertad de acceso a las licitaciones, publicidad y transparencia de
los procedimientos y no discriminación e igualdad de trato entre candidatos,
asegurando, a través de la selección de la oferta económicamente más ventajosa, la eficiente utilización de los fondos públicos.
En consecuencia, son recurribles:
— Los documentos contractuales que establezcan las condiciones de contratación, los pliegos y los anuncios de licitación. En el año 2011, tales documentos supusieron el 23 por ciento de los actos recurridos ante el Tribunal
Administrativo de Contratación Pública y en el año 2012, esta cifra se elevó
al 29 por ciento.
En el caso de que se aprecien ilegalidades o vulneraciones en general de la
normativa en materia de contratación pública en los documentos antes indicados
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 95
debe procederse a la impugnación de los mismos, puesto que en caso contrario procede la aplicación de los pliegos como lex contractus vinculando a los
licitadores que concurren a la licitación aceptando su contenido y también
a los órganos de contratación en sus propios términos, (Vid STS de 29 de
septiembre de 2009 la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid,
128/2011, de 14 de febrero (JUR 2011/170863) cuyo fundamento de derecho tercero dice:“(..) si bien la Administración ostenta, en un primer momento,
un margen de discrecionalidad en la fijación de los criterios que han de reunir los
que concurran al concurso así como en la determinación de la puntuación atribuible a cada uno de aquellos, no acontece lo propio con la asignación particularizada a cada uno de los concursantes a la vista de la documentación presentada.
En esta segunda fase la administración debe respetar absolutamente las reglas que
ella estableció en el correspondiente pliego”. Es incontestable que en materia de
licitación pública el pliego de condiciones se constituye en la ley del concurso
(SsTS de 28 de junio de 2004, recurso de casación 7106/00 (RJ2004/5448),
y de 24 de Enero de 2006, recurso de casación 7645/00), en los términos del
artículo 115 del TRLCSP que dispone que los contratos se ajustaran al contenido de los pliegos particulares cuyas cláusulas se consideran parte integrante
de los mismos, debiendo incorporarse al contrato. Es por ello que si de la falta
de adecuación a derecho de los pliegos se derivase algún defecto de legalidad
en las distintas fases de tramitación del procedimiento de licitación, singularmente en la valoración, dicho defecto no podrá hacerse valer, al tratarse de un
acto consentido, como ha señalado el TCPCM en numerosas ocasiones.
Esta regla tiene una única salvedad y es aquella en que se aprecia una clara
causa de nulidad en los pliegos, puesta de manifiesto en el expediente, en cuyo
caso aplicando el aforismo quod nullum est nullum efectum producit, el Tribunal ha procedido a declarar la nulidad del pliego o del procedimiento fijado
en el mismo, entendiendo que ello no es motivo para apreciar incongruencia
en las resoluciones del mismo. Vid Resolución 80/2011, de 23 de noviembre
“Esto no obstante, dado que los Pliegos y en concreto el PCAP, no han sido impugnados, debe considerarse que se trata de actos consentidos a cuya observancia deben
sujetarse los licitadores y sobre cuya validez no puede pronunciarse este Tribunal
en virtud del principio de congruencia, al no observarse la presencia de vicios determinantes de la nulidad radical del PCAP”.
— Los actos de trámite que impidan la continuación del procedimiento o
produzcan indefensión, siguiéndose así el sistema general que permite recurrir
las resoluciones y los actos de trámite, si estos deciden directa o indirectamente el fondo del asunto, o producen indefensión o perjuicio irreparable a
derechos o intereses legítimos. Entre los actos de trámite recurribles este caso
el artículo 40.2.b) del TRLCSP a modo enunciativo, considera como tales,
los actos de la Mesa de Contratación por los que se acuerde la exclusión de
los licitadores. Durante el año 2011 los actos de trámite supusieron el 20 por
ciento de los actos recurridos mientras que en el 2012 dicha cifra se eleva al
31 por ciento.
96
Elena Hernáez Salguero
Cabe considerar la exclusión por incumplimiento de los requisitos o la
existencia de un defecto insubsanable en la forma de presentar la documentación, y la exclusión que se produce cuando se declara a un licitador decaído en
su derecho a ser adjudicatario por no cumplimentar lo dispuesto en el artículo
151.2 del TRLCSP. La cuestión está en determinar si tal acto de exclusión
del licitador, que no es un acto de la mesa de contratación, sino del órgano
de contratación, es un acto de trámite cualificado a efectos de admisión del
recurso especial en materia de contratación al amparo del artículo 40.2.b) del
TRLCSP.
La modificación de la Ley de Contratos del Sector Público por la Ley
34/2010, de 5 de agosto, supuso, entre otros efectos, la supresión de la dualidad de adjudicaciones (provisional y definitiva) y la inclusión de un nuevo
trámite previo a la adjudicación, el requerimiento al licitador que ha presentado la oferta económicamente más ventajosa que regula el artículo 135.2 de la
LCSP (actual artículo 151.2 TRLCSP).
En este sentido, la propia Exposición de Motivos de dicha Ley 34/2010,
de 5 de agosto, indica que el sentido de la supresión de esa dualidad de adjudicaciones, provisional y definitiva, es abrir la posibilidad de recurso a actos
producidos entre la adjudicación provisional y definitiva, que por ello quedarían fuera del ámbito del mismo: “Del mismo modo, ha sido necesario dar
solución a la contradicción aparente que podía suponer para el carácter universal
del recurso el hecho de que los actos producidos entre la adjudicación provisional y
la definitiva quedaran fuera del ámbito de aplicación del mismo, pues, si bien se
trata de actos de cumplimiento prácticamente mecánico en los que la controversia
jurídica es apenas imaginable, conceptualmente deben ser susceptibles de recurso
también para dar plena satisfacción a la configuración que del mismo hace la nueva Directiva 2007/66/CE, de 11 de diciembre. Esta circunstancia ha llevado a la
necesidad de refundir en uno solo los actos de adjudicación provisional y definitiva
haciendo coincidir la perfección del contrato con la formalización del mismo, sin
que entre ambos trámites se prevea actuación alguna, salvo, claro está, las que deriven de la posible interposición del recurso. Esta modificación, ha generado la necesidad de modificar una serie importante de artículos de la Ley que han resultado
afectados por ella aun cuando no tengan relación directa con el recurso especial
en materia de contratación.” Por ello, la exclusión del licitador cuya oferta ha
sido considerada la más ventajosa por no haber aportado la documentación
requerida para la adjudicación, ha de ser susceptible de recurso especial en
materia de contratación, al tratarse de un acto de trámite cualificado, que
dadas las graves consecuencias que comportan para el licitador, debe tener
la posibilidad de recurrir. De no admitir dicha posibilidad, el licitador cuya
oferta es la económicamente más ventajosa no podría hacer valer sus derechos
por esta vía con la gravedad de las consecuencias que de la decisión del órgano
de contratación, en este sentido, se derivan.
Así se pronunció el Tribunal Administrativo de Contratos Públicos de
Aragón en el Acuerdo 8/2011, de 27 de junio de 2011 y la Junta Consultiva
de Contratación Administrativa de Aragón, en su informe 8/2011, de 6 de
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 97
julio, indicando que el artículo 135.2 impone al licitador que ha presentado
la oferta económicamente más ventajosa la carga de aportar una documentación determinada en el plazo establecido. La consecuencia de no atender
el requerimiento en plazo, es que el órgano de contratación entenderá que
el licitador ha retirado su oferta y por tanto quedará excluido de la licitación, además procederá la incautación de la garantía provisional si se hubiera
exigido su constitución (art. 91.4 LCSP) y la incoación de un expediente
de declaración de prohibición de contratar (art. 49.2 d) LCSP). Dados los
graves efectos negativos que tiene para el licitador el incumplimiento del
plazo, tienen especial importancia las cuestiones procedimentales. (....) Si el
licitador no cumplimenta adecuadamente el requerimiento en el plazo que
resulte aplicable, teniendo en cuenta no solo el plazo inicial, sino la posible
ampliación del mismo y la concesión en su caso de un plazo para la subsanación de defectos, la LCSP impone al órgano de contratación la obligación,
que no la facultad, de realizar un nuevo requerimiento al licitador que haya
presentado la siguiente oferta de la clasificación. Ello implica que previamente o en el mismo acto, el órgano de contratación deberá declarar que entiende
que el licitador que ha presentado la oferta económicamente más ventajosa,
ha retirado su oferta y consecuentemente queda excluido del procedimiento
de licitación.
Este acto, tal y como ha declarado el Tribunal Administrativo de Contratos Públicos de Aragón en el Acuerdo 8/2011, de 27 de junio de 2011, tiene
que ser “motivado y notificado debidamente y merece la calificación de acto de
tramite cualificado a efectos de recurso.” Por tanto, se estima que sí cabe recurso
especial en materia de contratación contra el acto de exclusión de un licitador
al amparo del artículo 135.2 LCSP, al ser éste un acto de trámite cualificado
conforme al artículo 40.2.b) TRLCSP. (Vid Resolución 108 y 109 de 20 de
septiembre de 2012)
— Asimismo son recurribles los acuerdos de adjudicación adoptados por
los poderes adjudicadores, los actos de renuncia a la celebración del contrato
y desistimiento del procedimiento de adjudicación. Dichos actos supusieron
en el año 2011 el 56 por ciento de los actos impugnados y en año 2012 el 39
por ciento.
A los actos de adjudicación deben asimilarse los actos de renuncia a la
celebración del contrato y desistimiento del procedimiento de adjudicación16.
En todo caso la posibilidad de control vía recurso especial de los actos de
desistimiento precontractual de los órganos de contratación ha sido garantizada expresamente por la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión
Europea, en las Sentencias de 2 de junio de 2005, C/15/2004 que tiene por
16
Vid Resolución 17/2011, de 8 de junio.
98
Elena Hernáez Salguero
objeto una petición de decisión prejudicial planteada, con arreglo al artículo 234 CE, por el Bundesvergabeamt (Austria), o de 18 de junio de 2002,
C/92/2002, cuando señalan que “el acuerdo por el que se cancela una licitación
para un contrato público de servicios forma parte de las decisiones con respecto a
las cuales, en virtud de la Directiva 89/665, los Estados miembros están obligados
a prever procedimientos de recurso de anulación, con el fin de garantizar el cumplimiento de las normas del Derecho comunitario en materia de contratos públicos, así como las normas nacionales mediante las que se adaptan los ordenamientos
jurídicos nacionales al referido Derecho (apartado 54); la completa consecución
del objetivo que la Directiva 89/665 pretende alcanzar se vería comprometida
si las entidades adjudicadoras pudieran cancelar las licitaciones para los contratos
públicos de servicios sin estar sujetas a los procedimientos de control jurisdiccional
destinados a asegurar desde todos los puntos de vista la efectividad del cumplimiento de las directivas que establecen normas materiales sobre contratos públicos y de
los principios en los que se sustentan”.
También resultan objeto del recurso las declaraciones de desierta de una
licitación, aunque las mismas no se recogen expresamente entre los actos que
el artículo 40.2 del TRLCSP enumera como recurribles. Sin embargo, ello
no podría ser de otro modo, ya que tal declaración no es sino la consecuencia
necesaria, legalmente establecida, de la exclusión o rechazo de todas las ofertas
de los licitadores. Efectivamente tal y como establece el artículo 151.3 TRLSP
“No podrá declararse desierta una licitación cuando exista alguna oferta o proposición que sea admisible de acuerdo con los criterios que figuren en el pliego”.
En relación con el anterior el artículo 22 g) del Real Decreto 817/2009, de 8
de mayo, de desarrollo parcial de la LCSP al regular las funciones de la Mesa
de contratación previene que “En aquellos casos en que, de conformidad con
los criterios que figuren en el pliego, no resultase admisible ninguna de las ofertas
presentadas propondrá que se declare desierta la licitación”. Por lo tanto la declaración de desierto se configura como el trasunto de la adjudicación en el caso
de que no exista ninguna oferta admisible17.
Como más arriba se ha expuesto, son susceptibles de recurso especial tanto
los actos previos a la adjudicación, como los de trámite, y los que concluyen
el procedimiento, planteándose la cuestión de la posibilidad de recursos sucesivos, contra los distintos actos recurribles en relación con un mismo procedimiento de licitación.
Debe partirse de la sabida consideración de que los pliegos constituyen la
Ley del contrato de manera que, los licitadores y el órgano de contratación
deben estar y pasar por ellos, mientras desplieguen válidamente sus efectos18.
17
Vid Resolución 35/2012, de 28 de marzo de 2012. y 108/2012 y 109/2012, de 20 de septiembre.
18
Así el artículo 115.3 del TRLCSP dispone que los contratos se ajustaran al contenido de
los pliegos particulares cuyas cláusulas se consideran parte integrante de los mismos. Como viene
manifestándose de forma reiterada por la jurisprudencia, los pliegos constituyen la ley del contrato
que obligan a las partes. En este sentido se pronuncia la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 99
De esta forma si los pliegos no son impugnados por los licitadores, no pueden hacerse valer cuestiones de legalidad atinentes a los mismos al impugnarse
la adjudicación del contrato, en tanto en cuanto se trata de actos consentidos.
Como ya hemos dicho más arriba, el Tribunal viene aplicando una única salvedad para aquellos supuestos en que los pliegos adolezcan de vicio de nulidad
radical en los términos del artículo 62 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre,
de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento
Administrativo Común19.
Más frecuente resulta la impugnación sucesiva de los actos de exclusión o
de valoración efectuados por los órganos de contratación y de adjudicación
de los contratos. En relación con esta cuestión el Tribunal de Contratación
Pública de la Comunidad de Madrid, viene considerando que si consta la
notificación formal del acuerdo de exclusión del licitador, el mismo no podrá
interponer recurso especial en materia de contratación contra el acto de adjudicación, al tratarse de posibilidades subsidiarias, pero no acumulativas. En el
mismo sentido la Circular 3/2010 de la Abogacía del Estado señala en cuanto
a esta posibilidad:
“La rotundidad de los términos en los que aparece redactado el artículo
135.4 obliga a concluir que la Ley 34/2010 ha establecido, en la práctica,
dos posibilidades de recurso contra los actos de exclusión de los licitadores
acordados por las Mesas de Contratación: el recurso especial en contra el acto
de trámite cualificado (artículo 310.2.b) que implica la exclusión acordada
por la Mesa, (…) y el recurso especial contra el acto de adjudicación del
contrato(…). Estas dos posibilidades no son acumulativas, sino que tienen
carácter subsidiario”.
A estos efectos debe considerarse que el acto se ha notificado formalmente
cuando reúne los requisitos establecidos en el artículo 59 de la LRJ-PAC, incluyendo no solo una motivación del mismo, sino también una indicación de
los recursos que caben contra aquél.
de Madrid, 128/2011, de 14 de febrero (JUR 2011/170863) cuyo fundamento de derecho tercero
dice: “(..) si bien la Administración ostenta, en un primer momento, un margen de discrecionalidad en
la fijación de los criterios que han de reunir los que concurran al concurso así como en la determinación
de la puntuación atribuible a cada uno de aquellos, no acontece lo propio con la asignación particularizada a cada uno de los concursantes a la vista de la documentación presentada. En esta segunda fase
la administración debe respetar absolutamente las reglas que ella estableció en el correspondiente pliego.
Es incontestable que en materia de concursos el pliego de condiciones se constituye en la ley del concurso
(SsTS de 28 de junio de 2004, recurso de casación 7106/00 (RJ2004/5448), y de 24 de enero de 2006,
recurso de casación 7645/00)”.
19
Vid Resolución 80/2011, de 23 de noviembre “Esto no obstante, dado que los Pliegos y en
concreto el PCAP, no han sido impugnados, debe considerarse que se trata de actos consentidos a cuya
observancia deben sujetarse los licitadores y sobre cuya validez no puede pronunciarse este Tribunal en
virtud del principio de congruencia, al no observarse la presencia de vicios determinantes de la nulidad
radical del PCAP”.
100
Elena Hernáez Salguero
Es cierto que la legislación en materia de contratos no obliga a los órganos
de contratación a notificar los actos de trámite, en concreto la exclusión de los
licitadores, sin perjuicio de que ello podría ser conveniente, pudiendo motivarse la misma en la notificación del propio acto de adjudicación, momento
procedimental apto, entonces, para recurrir el acto de exclusión, sin que pueda apreciarse extemporaneidad de la acción.
Una vez examinados los actos recurribles cabe detenerse en el análisis de
aquellos actos que no lo son.
— En principio no son recurribles los actos dictados por los órganos de
contratación dictados en relación con las modificaciones no previstas en los
pliegos que sea preciso realizar una vez adjudicados los contratos, por exclusión expresa establecida en el artículo 40.2 del TRLCSP. Respecto de la conveniencia de incluir o no en el ámbito de aplicación del recurso especial las modificaciones contractuales, merece la pena destacar siquiera sea someramente
que existe un sector doctrinal que aboga por esta posibilidad, al considerar
que mediante la modificación contractual se está procediendo a realizar una
nueva adjudicación del contrato, lo que justificaría su sumisión al recurso administrativo especial. Y ello por aplicación directa de las Directivas en materia
de contratación. Efectivamente el artículo 12 bis de la Ley 3/2011, de 24 de
febrero, de medidas en materia de Contratos del Sector Público de Aragón,
introducido por Ley 3/2012, de 8 de marzo, de medidas fiscales y administrativas de la Comunidad Autónoma de Aragón, bajo el título “Publicidad de
los modificados”, exige que los actos del órgano de contratación por los que se
acuerde la modificación de un contrato se publiquen, en todo caso, en el Boletín y perfil en que se publicó la adjudicación, con indicación de las circunstancias justificativas, el alcance e importe del mismo, con el fin de garantizar
el uso adecuado de la potestad de modificación. Asimismo, dichos acuerdos
deberán notificarse a los licitadores que fueron admitidos a la licitación, incluyendo la información necesaria que permita al licitador interponer, en su
caso, recurso suficientemente fundado contra la decisión de modificación de
no ajustarse a los requerimientos legales.
En el mismo sentido el artículo 20 de la recientísima Ley Foral 3/2013,
de 25 de febrero, de modificación de la Ley Foral 6/2006, de 9 de junio, de
Contratos Públicos de Navarra, prevé también la notificación de las modificaciones contractuales a los licitadores que fueron admitidos, incluyendo
además, la información necesaria que permita al licitador interponer, en su
caso, recurso suficientemente fundado contra la decisión de modificación, de
no ajustarse a los requerimientos legales.
La Junta Consultiva de contratación Administrativa de Aragón en su Informe 12/2012, de 23 de mayo, considera que cualquier decisión que esté
sujeta a las normas comunitarias y que produzca efectos jurídicos —como
sin duda lo es una modificación de las previsiones de un contrato— puede
ser recurrida, sin distinguir en función de su contenido o del momento de su
adopción (STJUE de 23 de enero de 2003, Macedonio Metro y Michaniki).
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 101
Entiende por ello la Junta que el recurso especial contra decisiones de modificaciones contractuales es conforme al sistema de recursos comunitario en
materia de contratación pública, por ser esa la opción del legislador estatal,
que si bien ha excluido la aplicación del recurso especial para los casos de
modificaciones contractuales no previstas en el pliego (art. 40.2 TRLCSP),
no es menos cierto que la práctica de las modificaciones previstas o convencionales (art. 106 TRLCSP) sí puede ser objeto de recurso especial, en tanto
son un elemento propio de la valoración de ofertas. Concluye la Junta que
no le corresponde “contradecir el mandato que con carácter de legislación básica
contiene el artículo 40.2 TRLCSP sobre exclusión del objeto del recurso especial
de las modificaciones no previstas, pero cabe advertir la posible incongruencia del
precepto, que lleva a dar distinto trato a las modificaciones del contrato según sea
su presupuesto habilitante, ya que a la vista de la jurisprudencia comunitaria, su
aplicación podría resultar desplazada por la eficacia directa del Derecho de la UE,
en los supuestos concretos que se sometan a los órganos competentes para conocer
del recurso especial”.
Es interesante citar al respecto lo señalado por el Tribunal General de Justicia de la Unión Europea en la recientísima Sentencia de 31 de enero de 2013,
en el asunto T-235/11, en sus fundamentos jurídicos 58 a 60, que viene a
avalar la anterior postura.
“Según reiterada jurisprudencia, las disposiciones que autorizan excepciones
a las normas que pretenden garantizar la efectividad de los derechos reconocidos
por el Tratado en el sector de los contratos públicos de obras deben ser objeto
de una interpretación estricta. Los Estados miembros no pueden, so pena de
privar a la Directiva 93/38 de su efecto útil, establecer supuestos de recurso al
procedimiento negociado que no estén previstos en la citada Directiva ni dotar
a los supuestos expresamente previstos por ésta de condiciones nuevas que tengan
como efecto facilitar el recurso a dicho procedimiento (véase, en este sentido, la
sentencia del Tribunal de Justicia de 13 de enero de 2005, Comisión/España,
C-84/03, Rec. p. I-139, apartado 48, y la jurisprudencia citada).
Por último, un Estado miembro no puede invocar disposiciones, prácticas ni
circunstancias de su ordenamiento jurídico interno para justificar el incumplimiento de las obligaciones derivadas del Derecho de la Unión (véase la sentencia
del Tribunal de Justicia de 27 de octubre de 2011, Comisión/Grecia, C-601/10,
no publicada en la Recopilación, apartado 41, y la jurisprudencia citada).
A este respecto, el hecho invocado por el Reino de España de que la legislación
española permite la modificación de los contratos públicos durante la fase de
ejecución de éstos, desde una fecha anterior a la adhesión del Reino de España a
la Unión, carece de pertinencia, ya que las normas de la Unión en materia de
contratación pública se aplican a tales contratos a partir de la fecha de adhesión
de dicho Estado (véase, en este sentido, la sentencia del Tribunal de Justicia de
19 de junio de 2008, Pressetext Nachrichtenagentur, C-454/06, Rec. p. I-4401,
apartado 28, y la jurisprudencia citada). procede recordar que, como puso de
manifiesto el Tribunal de Justicia en la sentencia Comisión/CAS Succhi di
102
Elena Hernáez Salguero
Frutta, citada en el apartado 47 supra (apartados 116, 118 y 125), se prohíbe a
la entidad adjudicadora modificar, en cualquier fase del procedimiento, las condiciones de licitación, so pena de vulnerar el principio de igualdad de trato entre
todos los licitadores y el principio de transparencia, o alterar el sistema general
de la licitación modificando unilateralmente más tarde una de sus condiciones
esenciales. Si la entidad adjudicadora desea que, por determinadas razones, puedan modificarse ciertas condiciones de la licitación tras haber seleccionado al adjudicatario, está obligada a prever expresamente esta posibilidad de adaptación,
así como sus modalidades de aplicación, en el anuncio de licitación elaborado
por ella y que establece el marco en el que debe desarrollarse el procedimiento,
de forma que todas las empresas interesadas en participar en la licitación tengan
conocimiento de ello desde el principio y se hallen así en condiciones de igualdad
en el momento de formular su oferta.”
— Tampoco están sometidos al recurso especial los actos dictados en los
procedimientos de adjudicación que se sigan por el trámite de emergencia del
artículo 113 del TRLCSP, como es lógico puesto que se trata de un proceso
sin criterios de adjudicación y “sin necesidad de tramitar expediente administrativo”, sin someterse a los requisitos formales de la ley incluso el de existencia
de crédito suficiente, debiendo tras realizar la contratación, únicamente dar
cuenta al Consejo de Ministros o en su caso de Gobierno. Como es lógico no
se puede realizar aquí un control de legalidad con los objetivos del TRLCSP,
sin perjuicio del control que a posteriori corresponda al Tribunal de Cuentas
y en su caso a los Tribunales ordinarios.
No así en los procedimientos de tramitación de urgencia contemplados
en el artículo 112 del TRLCSP cuyos plazos de tramitación se reducen a la
mitad, salvo el plazo como espera para la formalización del contrato en el artículo 156.3 de 15 días que se hace coincidir con el de la interposición del recurso, por lo que ésta tampoco se verá reducido, sin que tampoco esté prevista
en la Ley la declaración de urgencia en la tramitación del recurso a efectos de
reducir sus plazos a la mitad, que eso sí en tales casos deberán ser observados
con el necesario cuidado.
— No ha sido infrecuente que se recurran ante el Tribunal los actos de
admisión de licitadores aduciendo eventuales incumplimientos en las ofertas
de las condiciones establecidas en los pliegos. El criterio de los distintos órganos de resolución de los recursos especiales en materia de contratación ha sido
el de considerar que tales actos no son recurribles y por tanto que procede la
inadmisión del recurso. A este respecto el artículo 40.2 del TRLCSP en su letra
b) considera recurribles “los actos de trámite adoptados en el procedimiento de adjudicación, siempre que éstos decidan directa o indirectamente sobre la adjudicación,
determinen la imposibilidad de continuar el procedimiento o produzcan indefensión
o perjuicio irreparable a derechos o intereses legítimos. Se considerarán actos de trámite que determinan la imposibilidad de continuar el procedimiento los actos de la
Mesa de Contratación por los que se acuerde la exclusión de licitadores”.
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 103
En el procedimiento de licitación hay una resolución que le pone fin: la
adjudicación sin perjuicio de que para llegar a la misma se han de seguir una
serie de fases con intervención de órganos y con actos diferentes. Estos actos
previos a la resolución son los que la Ley denomina actos de trámite. Son actos
instrumentales de la resolución. No quiere decirse que los actos de trámite
no sean impugnables, que constituyan una suerte de dominio soberano de la
Administración, sino que no son impugnables separadamente salvo que la ley
los considere de una importancia especial (que éstos decidan directa o indirectamente sobre la adjudicación, determinen la imposibilidad de continuar
el procedimiento o produzcan indefensión o perjuicio irreparable a derechos
o intereses legítimos). Por un principio de concentración procedimental habrá
que esperar a la resolución del procedimiento de adjudicación para plantear
todas las discrepancias del recurrente sobre el procedimiento tramitado, sobre
la legalidad de todos y cada uno de los actos de trámite.
Para llegar a una interpretación adecuada del artículo 40.2.b) del TRLCSP es preciso tener en consideración una doble posibilidad en cuanto a la
función que se pretende cumpla el mismo. De una parte, cabe entender que
mediante él se pretende evitar que los actos de trámite, que son irrecurribles
en principio, priven de la posibilidad de ejercitar sus derechos a los licitadores
al quedar al margen del procedimiento de adjudicación a pesar de tener derecho a participar en él. Por otra, cabría entender que el legislador ha querido
dotar de sustantividad a los actos de la Mesa sobre la admisión de licitadores
y, por ello, ha admitido la posibilidad de que sean impugnados sus actos en tal
sentido. En el primer caso sólo podría impugnarse la exclusión de licitadores,
en el segundo sería posible impugnar también los actos de admisión.
Puede entenderse que la aclaración que hace el inciso final del artículo
40.2.b) mencionando de forma expresa que “se considerarán actos de trámite
que determinan la imposibilidad de continuar el procedimiento los actos de la
Mesa de Contratación por los que se acuerde la exclusión de licitadores” admite
la interpretación a sensu contrario de que no se consideran actos de trámite
que determinen la imposibilidad de continuar el procedimiento los actos de
la Mesa de Contratación por los que se acuerde la inclusión de licitadores.
El Tribunal Administrativo Central de Recursos Contractuales, ha manifestado en la Resolución 59/2011 que “una correcta interpretación del precepto
exige que se examinen paralelamente este precepto y el que le da origen, es decir
el artículo 107 de la ley 30/1992, de 26 de noviembre. Del análisis conjunto de
ambos preceptos se desprende que el legislador ha querido evitar la posibilidad de
que resulten perjudicados los derechos o intereses legítimos de los administrados
como consecuencia de actos de trámite, que de no ser por la excepción contenida
en la Ley, no serían recurribles. Ello significa que, en tales casos, la posibilidad de
recurrir no se abre a todos los interesados sino sólo a aquellos respecto de los cuales
pudiera resultar perjudicado el ejercicio de sus derechos o la defensa de sus intereses legítimos como consecuencia del acto de trámite en cuestión”. De otro modo
debería esperar a la resolución que pone fin al procedimiento para ejercitar la
defensa de su derecho o interés legítimo y considerando que la admisión del
104
Elena Hernáez Salguero
recurso pudiera causar perjuicios de difícil subsanación o precisara la retroacción de las actuaciones al momento en que se cometió la infracción, como
excepción, cualifica estos actos admitiendo su impugnación. Por la misma
razón se excluye la posibilidad de que los actos de trámite que no perjudican
de forma directa el derecho de un licitador sean recurridos por éste, pues, con
independencia de que la admisión en el procedimiento no prejuzga respecto
del contenido de la adjudicación, de resultar adjudicatario el licitador que
debiera haber sido excluido, siempre quedará la posibilidad de recurrir el acto
de adjudicación a los restantes licitadores en base a la circunstancia que debió
motivar su exclusión.
Por último cabe plantearse si cabe el recurso contra los actos presuntos o
la inactividad de los órganos de contratación. En el ámbito de la inactividad
de la Administración considerado desde un punto de vista amplio, cabe distinguir dos mecanismos de recurso diferentes, de un lado el recurso contra
actos presuntos —tanto en vía administrativa, como en vía jurisdiccional— y
el recurso contra la inactividad de la Administración, previsto para la vía jurisdiccional.
En primer lugar debe señalarse que tal y como se pone de manifiesto en
el Informe 16/2000, de 11 de abril de la Junta Consultiva de Contratación
Administrativa del Estado, para resolver la posible aplicación supletoria de
la LRJ-PAC, hay que partir necesariamente del contenido de la propia legislación de contratos, en concreto la actual Disposición final 3 del TRLCSP,
cuando establece que:
“Los procedimientos regulados en esta Ley se regirán, en primer término, por los preceptos contenidos en ella y en sus normas de desarrollo y,
subsidiariamente, por los de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, y normas
complementarias.
En todo caso, en los procedimientos iniciados a solicitud de un interesado para los que no se establezca específicamente otra cosa y que tengan por
objeto o se refieran a la reclamación de cantidades, el ejercicio de prerrogativas administrativas o a cualquier otra cuestión relativa de la ejecución, consumación o extinción de un contrato administrativo, una vez transcurrido
el plazo previsto para su resolución sin haberse notificado ésta, el interesado
podrá considerar desestimada su solicitud por silencio administrativo, sin
perjuicio de la subsistencia de la obligación de resolver.”
Queda claro pues el régimen del silencio administrativo en los procedimientos relativos a la ejecución contractual, que será desestimatorio, de conformidad con el apartado 2 de la disposición antes indicada y la aplicación
supletoria de la LRJ-PAC para los demás supuestos no contemplados en la
Ley de contratos.
Cabe la posibilidad de que el recurrente plantee el recurso contra el acto
presunto consistente en la falta de resolución de un recurso administrativo ordinario, por el transcurso del plazo de tres meses que para resolver establece el
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 105
artículo 115.2 de la LRJ-PAC en el caso del recurso de alzada y un mes para la
reposición (art.117.2). El TACPCM se ha pronunciado en numerosas ocasiones señalando que carece de competencia para conocer de las resoluciones dictadas por los órganos de contratación en los recursos ordinarios que puedan
haberse interpuesto incorrectamente —puesto que no olvidemos que se trata
de un recurso exclusivo—, contra actos dictados en el seno del procedimiento
de contratación pública, que el artículo 40 configura como el ámbito objetivo
del recurso especial en materia de contratación, al producir aquéllas el efecto
de cosa juzgada administrativa.
Ahora bien el silencio en la resolución del recurso de alzada, tiene carácter
desestimatorio y constituye una ficción tendente a garantizar el principio de
tutela judicial efectiva, de manera que los ciudadanos que no obtienen un
pronunciamiento expreso en sus recursos puedan acudir a la vía jurisdiccional en defensa de sus derechos e intereses. Al no haber un pronunciamiento
efectivo sobre el fondo es claro que no se produce el efecto de cosa juzgada, lo
que nos llevaría al siguiente planteamiento y es el de si cabe recurso especial
en materia de contratación contra las resoluciones dictadas por los órganos de
contratación en recursos ordinarios que pudieran haberse interpuesto frente
cualquiera de los actos enumerados en el artículo 40 del TRLCSP.
El recurso especial en materia de contratación tiene carácter de exclusivo,
tal y como reconoce el Consejo de Estado en el Dictamen 499/2010, de 29
de abril, emitido sobre el Anteproyecto de Ley, cuando señala “La regulación
proyectada mantiene el carácter exclusivo del recurso especial, de modo que no
procederá la interposición de recursos administrativos ordinarios contra los actos
que se mencionan en el proyectado artículo 310.2 de la Ley 30/2007 (apartado 5
de este mismo artículo). Como ya se dijo en el dictamen 514/2006, es conveniente
mantener este carácter exclusivo, sin perjuicio de lo cual se reconoce expresamente
la posibilidad de que las Comunidades Autónomas puedan prever la interposición
de recurso administrativo previo (segundo párrafo del artículo 311.2 proyectado)”,
opción ésta que no ha sido adoptada por la Comunidad de Madrid.
Ahora bien en el caso de que un órgano de contratación resolviera un
recurso ordinario incorrectamente planteado contra uno de los actos del artículo 40 del TRLCPS, aunque dicha resolución adolecería de causa de nulidad
de pleno derecho ex artículo 62. b) de la LRJ-PAC, el Tribunal carecería de
competencia para declarar tal nulidad al no constituir ninguno de los actos
recurribles del artículo 40 de TRLCSP que no olvidemos configura el recurso,
como un recurso especial, y por tanto limitado en cuanto a su ámbito objetivo
de aplicación.
Aun cabe plantear otro supuesto de inactividad que es el de la falta de
actuación por parte de los órganos de contratación, debe partirse de la obligación de resolver que tiene la Administración con carácter general para todo tipo
de procedimientos, de acuerdo con lo establecido en el artículo 42.1 de la Ley
30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones
Públicas y Procedimiento Administrativo Común (LRJ-PAC), obligación que
para los procedimientos de licitación de los contratos públicos, se concreta en
106
Elena Hernáez Salguero
lo dispuesto en el artículo 161 del TRLCSP, que para los contratos con pluralidad de criterios, establece un plazo de adjudicación de dos meses desde la
apertura de las proposiciones y quince días para el caso de que se trate de un
único criterio de adjudicación.
En los procedimientos iniciados a solicitud del interesado, la LRJ-PAC, en
concreto su artículo 43, regula los efectos estimatorios o desestimatorios del
silencio, estableciendo para evitar la indefensión ante una actitud pertinaz de
la Administración que no dicte la resolución que en cada caso corresponda, la
ficción jurídica del acto desestimatorio por silencio, que “tiene los solos efectos
de permitir a los interesados la interposición de recurso administrativo o contencioso administrativo que resulte procedente”.
En este contexto normativo lo primero que debe señalarse es que los procedimientos de licitación contractuales, no son procedimientos iniciados a
solicitud de los interesados, sino que es el órgano de contratación a quien
corresponde iniciar de oficio el correspondiente procedimiento motivando,
como indica el artículo 109 del TRLCSP, la necesidad del contrato. Así desde esta óptica no se genera un acto presunto que pudiera ser susceptible de
recurso.
Pero es que además, por otro lado cabría plantearse la posibilidad de
considerar de aplicación el artículo 44 de la LRJ-PAC y considerar que el
efecto de la falta de actuación es generar un acto presunto desestimatorio,
en virtud del apartado 1 del citado precepto. Ahora bien el procedimiento
de adjudicación contractual de concurrencia competitiva tiene su propia
naturaleza distinta de la de los procedimientos a que se refiere el citado
precepto, si bien la Junta Consultiva de Contratación Administrativa de las
Islas Baleares en informe 4/2005, de 28 de abril señala que “Por aplicación
del artículo 44 de la LRJ-PAC si el procedimiento de adjudicación no se resuelve
en el plazo de tres meses a contar desde la apertura del procedimiento (artículo
98 del LCAP) los licitadores podrán entender denegada sus ofertas por silencio
administrativo, con el derecho de los empresarios admitidos a concurso, a retirar sus proposiciones y a que se les devuelva o cancele la garantía que hubieran
prestado”, entendemos que dicha explicación se realiza a efectos dialécticos,
para determinar su naturaleza denegatoria.
Debe entenderse que resulta de aplicación como ley especial el TRLCSP,
de manera que la falta de resolución del procedimiento en el plazo establecido, considerando su naturaleza denegatoria, tiene únicamente el efecto
previsto en el artículo 161 “De no producirse la adjudicación dentro de los
plazos señalados, los licitadores tendrán derecho a retirar su proposición”. Todo
ello sin perjuicio en su caso de una eventual indemnización por los perjuicios ocasionados de acuerdo con el régimen general de responsabilidad
patrimonial de las Administraciones Públicas, de ejercitarse la correspondiente pretensión.
Por último respecto de la posibilidad interponer recurso especial contra la
inactividad de la Administración, aplicando la Ley 29/1889, de 13 de junio,
reguladora del recurso contencioso administrativo, que permite tal posibilidad
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 107
en su artículo 25.2, aunque el recurso especial en materia de contratación
puede ser considerado como cuasi jurisdiccional, lo cierto es que se trata de
un recurso especial procedente solo contra determinados actos dictados en los
procedimientos de contratación pública, sin que le sean de aplicación directa
las normas de la jurisdicción contencioso administrativa, no siendo posible
extender el ámbito objetivo de aplicación del recurso a actos no contemplados
en el TRLCSP, como susceptibles del mismo.
Por otro lado, solo están sujetos al ámbito de aplicación de la Ley los contratos de interés comunitario es decir aquellos que igualen o superen los umbrales establecidos en la legislación de contratos, de manera que los umbrales
fijados operan también como definidores negativos del ámbito objetivo de
aplicación del recurso20. Dichos umbrales son los siguientes:
— Contratos de obras y los contratos de concesión de obras públicas
cuyo valor estimado21 sea igual o superior a 5.000.000 euros (contratos sujetos a regulación armonizada).
— Contratos de suministro cuyo valor estimado sea igual o superior a
130.000 euros en el ámbito la Administración General del Estado y
sus organismos autónomos o las Entidades Gestoras de la Seguridad
Social y 200.000 euros, para el resto de contratantes.
— Contratos de servicios cuyo valor estimado sea igual o superior a
130.000 euros en el ámbito la Administración General del Estado y
sus organismos autónomos o las Entidades Gestoras de la Seguridad
Social, y 200.000 euros en el caso del resto de contratantes, (contratos
sujetos a regulación armonizada, comprendidos en las categorías 1 a
16 del Anexo II del TRLCSP).
— Contratos de servicios comprendidos en las categorías 17 a 27 del Anexo
II cuyo valor estimado sea igual o superior a 130.000 euros en el ámbito
la Administración General del Estado y sus organismos autónomos o las
Entidades Gestoras de la Seguridad Social y 200.000 euros para el resto
de contratantes (No sujetos a regulación armonizada).
— Contratos de gestión de servicios públicos en los que el presupuesto
de gastos de primer establecimiento, excluido el importe del Impuesto
20
Las cuantías referenciadas son las vigentes a partir del 1 de enero de 2012 tras las modificaciones operadas por el Reglamento n.º 1251/2011 de la Comisión, de 30 de noviembre de 2011,
recogido en la Orden EHA/3479/2011, de 19 de diciembre.
21
Conforme a lo indicado en el informe 43/2008, de 28 de julio, de la Junta Consultiva
de Contratación Administrativa del Estado “El valor estimado del contrato debe figurar en el
expediente de contratación a efectos de poder determinar si el contrato está o no sujeto a regulación
armonizada y, en su caso, qué procedimiento de adjudicación debe seguirse. Sin embargo, la determinación del documento concreto en que dicho valor deba figurar no es función concreta de la Junta,
pues, evidentemente, ante la falta de una disposición que lo establezca, basta con señalar que deberá
figurar en alguno de los documentos que se incorporan al expediente de contratación, a fin de que se
pueda proceder a la fiscalización previa y a la posterior aprobación del expediente (artículos 93 y 94
de la LCSP).”
108
Elena Hernáez Salguero
sobre el Valor Añadido, sea superior a 500.000 euros y el plazo de duración superior a cinco años22.
— Contratos subvencionados a que se refiere el artículo 17 del TRLCSP.
Estos actos a su vez deben proceder de la Administración de la Comunidad de Madrid, sus Organismos Autónomos, así como los demás entes y
entidades dependientes o vinculadas a la misma que tengan la consideración
de poderes adjudicadores. Entre ellos cabe resaltar los Hospitales que forman
parte de la red pública de asistencia sanitaria de la Comunidad de Madrid con
personalidad jurídica propia o dependientes del Servicio Madrileño de Salud
autorizados a contratar por delegación.
Asimismo son susceptibles de recurso los actos dictados por las Universidades Públicas del ámbito territorial de la Comunidad de Madrid y sus organismos vinculados o dependientes que tengan la consideración de poder adjudicador y por las Entidades Locales del ámbito territorial de la Comunidad
de Madrid y sus entes, organismos y entidades, vinculados o dependientes que
tengan la consideración de poder adjudicador; los dictados por las sociedades
mercantiles en cuyo capital sea social la participación de las entidades anteriores sea superior al 50 por ciento, los consorcios a que se refiere el artículo
6.5 de la LRJ-PAC, los dictados por las fundaciones que se constituyan con
una aportación mayoritaria de una o varias entidades integradas en el sector
público, o cuyo patrimonio fundacional esté constituido en más de un 50
por ciento por bienes o derechos cedidos por las mismas, y de las asociaciones
constituidas por los entes, organismos y entidades antes indicadas.
Los órganos competentes de la Asamblea de Madrid, de la Cámara de
Cuentas y demás instituciones y órganos vinculados o dependientes de la
Asamblea, establecerán, en su caso, el órgano que deba conocer, en su ámbito
de contratación del recurso especial en materia de contratación, siendo el instrumento adecuado, en el caso de optar por atribuir también la competencia
para conocer de los recursos interpuestos frente a los actos dictados por aquellos el convenio de colaboración23.
22
Martín María Razquin Lizárraga en el observatorio de la contratación pública. “La Ley
34/2010 se mueve en la línea histórica de trasposición mínima de las Directivas comunitarias de
contratos públicos y por tanto limita la aplicación del relatado sistema de recursos a los contratos
SARA, es decir, solamente a aquellos que superan el umbral comunitario y en las materias propias
de las Directivas, es decir, las fases de preparación y adjudicación y la modificación de los contratos
y por los motivos tasados especificados en dicha Ley.”
23
La Mesa de la Asamblea de Madrid, mediante su Acuerdo de 10 de octubre de 2011, resolvió el
establecimiento del Tribunal Administrativo de Contratación Pública de la Asamblea de Madrid, configurado como el órgano competente en el ámbito de actuación de la Administración de la Asamblea de
Madrid, del extinto Defensor del Menor y de la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid.
Su régimen jurídico lo establece el artículo 88.bis del Reglamento de Régimen Interior de la
Cámara, aprobado por acuerdo del órgano rector de 3 de diciembre de 2011 y modificado, por
cuanto aquí importa e introduciendo el citado precepto, por el referido Acuerdo de la Mesa de 10
de octubre de 2011.
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 109
Aunque la Ley 9/2010, de 23 de diciembre, de Medidas Fiscales, Administrativas y Racionalización del Sector Público de la Comunidad de Madrid, no
atribuye competencias al Tribunal para conocer de los recursos en materia de
contratos del ámbito de defensa y seguridad, el artículo 59 de la Ley 24/2011,
de 1 de agosto, de contratos del sector público en los ámbitos de defensa y
seguridad, establece la procedencia del recurso especial contra los actos que
se dicten en los procedimientos de licitación de los contratos comprendidos
en su ámbito de aplicación, cuyas cuantías asciendan a 400.000 euros en el
caso de los contratos de suministros y servicios, y 5.000.000 euros para los
contratos de obras, atribuyendo la competencia a los órganos a que se refiere
el artículo 41 del TRLCSP24.
Una última cuestión que merece aunque sea un planteamiento escueto,
es la del ámbito cuantitativo en que opera este recurso, puesto que el mismo se limita a los actos antes enumerados que igualen o superen los límites
establecidos como umbrales comunitarios, como acabamos de destacar, para
considerar que un contrato está sujeto a la regulación armonizada contenida
en las Directivas de contratos.
En relación con esta cuestión ya el Consejo Económico y Social en su
informe 4/2006, de 20 de febrero, señalaba que el recurso especial no debería
estar restringido a los contratos sujetos a regulación armonizada. En su Dictamen 514/2006, de 25 de mayo, el Consejo de Estado abogó también por la
extensión de estos mecanismos de garantía a todos los contratos regulados por
el Anteproyecto de la LCSP. Por su parte un amplio sector doctrinal considera
que el ámbito del recurso debería definirse al margen del importe del contrato.
Así por ejemplo Martín María Razquin Lizárraga aboga por la apertura del
sistema de recursos especiales en materia de contratación pública a todos los
contratos (y a todas sus materias) sean o no SARA —esto es sometidos a regulación armonizada—, considerando que todos ellos debieran ser resueltos por
un Tribunal Administrativo de Recursos Contractuales25.
24
Artículos 5 y 59 de la Ley 24/2011, de 1 de agosto, de contratos del sector público en los
ámbitos de defensa y seguridad, cuyo ámbito subjetivo de aplicación se restringe a la Administración General del Estado y sus organismos y entidades dependientes y a la de las Comunidades Autónomas. Debe tenerse en cuenta que la Comunidad de Madrid solo tiene competencias en materia
de coordinación de las policías locales, y que Ley 4/1992, de 8 de julio, de Coordinación de Policías
locales, establece que los miembros de los Cuerpos de Policía Local, como integrantes de un Instituto Armado, llevarán el armamento reglamentario que se les asigne. A tal fin se proporcionarán
por las Administraciones Locales competentes los medios técnicos necesarios para su eficacia con
carácter homogéneo.
25
Observatorio de contratación pública. 16 de enero de 2012 “En definitiva, al igual que ocurre
en materia tributaria, también en el ámbito de los contratos públicos, es obligado defender que los ciudadanos puedan interponer recursos especiales ante este órgano administrativo e independiente, ya creado y
existente. Estoy seguro que esta vía significará un cumplimiento real y eficaz del derecho fundamental de
acceso a la justicia para el ciudadano. Además probablemente, tras la obtención de la resolución de este
primer recurso administrativo, es muy probable que el ciudadano ya no acuda a los recursos jurisdiccionales. Por tanto, la solución aquí propuesta también supondrá que los Jueces y Tribunales se vean descargados de recursos y puedan resolver, mientras tanto, los numerosísimos asuntos que tienen pendientes en
110
Elena Hernáez Salguero
Por otro lado así se indica en la Comunicación interpretativa de la Comisión de 1 de agosto de 2006, C179/02:
“En el caso los contratos cuya cuantía sea inferior a los umbrales de aplicación
de las Directivas sobre contratación pública, se deberá tener en cuenta que, con
arreglo a la jurisprudencia del TJCE, las personas tienen derecho a una protección judicial efectiva de los derechos que les confiere el ordenamiento jurídico comunitario. El derecho a esta protección constituye uno de los principios generales
de Derecho derivados de las tradiciones constitucionales comunes a los Estados
miembros. A falta de disposiciones pertinentes de Derecho comunitario, incumbe
a los Estados miembros instaurar las normas y los procedimientos necesarios para
garantizar una protección jurisdiccional efectiva.
En aras del cumplimiento de esta exigencia de protección judicial efectiva, es
necesario que, al menos las decisiones que perjudiquen a una persona que esté o haya
estado interesada en obtener un contrato, como, por ejemplo, la decisión de descartar
a un candidato o licitador, puedan ser objeto de recurso por la posible contravención
de las normas fundamentales derivadas del Derecho primario comunitario. Para que
se pueda ejercer de manera efectiva este derecho a recurso, las entidades adjudicadoras
deberán dar a conocer los motivos de las decisiones que puedan recurrirse, bien en la
propia decisión o bien previa petición tras la comunicación de la decisión.
De conformidad con la jurisprudencia relativa a la protección judicial, los
recursos disponibles no podrán ser menos eficaces que los aplicables a reclamaciones similares fundadas en el Derecho nacional (principio de equivalencia), y, en
la práctica, no deberán imposibilitar o dificultar excesivamente la obtención de
la protección judicial (principio de eficacia)”.
Todo ello resulta de una lógica contundente, a la luz del principio constitucional de acceso a la justicia, puesto que el objetivo en el ámbito de los
procedimientos de contratación pública, debe ser el de la aplicación de los
principios que rigen la contratación administrativa, sea cual sea el importe
de los mismos, sin que en principio parezca razonable dividir la competencia
para resolver de las cuestiones que se planteen en torno a los procedimientos
de contratación en función de la cuantía de los contratos, entre órganos especializados e independientes, con un procedimiento diseñado ad hoc, breve y
eficaz, y otros órganos que, contando también con especialización, sin embargo no gocen de tal independencia al tratarse de los propios órganos de contratación y mediante los procedimientos previstos con carácter general para la
tramitación de los recursos administrativos, en la LRJ-PAC.
este momento. Pero, además, en esta época de crisis, la ampliación de los recursos especiales en materia
de contratación pública constituirá un medio que no generará un mayor gasto público (o cuando menos
un elevado gasto público) y supondrá un gran ahorro para las maltrechas economías de los empresarios y
ciudadanos privados, que también necesitan no malgastar su ya exiguo dinero.”
En el mismo sentido CEPEDA MORRÁS, J. y YÁÑEZ DÍAZ, C. (coord.), Comentarios a la legislación de
contratos del sector público, Tirant lo Blanch, Valencia, 2008.
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 111
IV. TRAMITACIÓN
La tramitación del recurso administrativo especial en materia de contratación, habida cuenta de su carácter administrativo, se sustanciará por las
normas establecidas en la LRJ-PAC, con las especialidades contenidas en el
artículo 46 del TRLCSP, entre las que merecen un comentario las siguientes
cuestiones.
4.1. Inicio: Requisitos del escrito de interposición y plazo
de presentación
El procedimiento se iniciará, en todo caso, mediante escrito, previa la realización del anuncio previo recogido en el artículo 44 del TRLCSP. En el escrito
de interposición se hará constar el acto recurrido, el motivo que fundamente
el recurso, los medios de prueba de que pretenda valerse el recurrente y, en su
caso, las medidas de la misma naturaleza que las provisionales cuya adopción
solicite. A este escrito deberán acompañarse los documentos que con carácter
general deben acompañarse en el ejercicio de toda clase de acciones, como los
documentos que acrediten la legitimación del recurrente y la representación
del compareciente, copia o traslado del acto expreso que se recurra o documento o documentos en que funde su derecho.
Especial interés reviste el de la necesidad o no de aportar el documento
acreditativo del cumplimiento de los requisitos exigidos para entablar acciones por parte de las personas jurídicas, con arreglo a las normas o estatutos
que les sean de aplicación a que se refiere el artículo 45 d) de la LJCA, puesto que el artículo 44 del TRLCSP reproduce la enumeración de la anterior,
omitiendo el apartado d). Es cierto que la legislación en materia de contratos
es especial respecto de la reguladora del recurso contencioso administrativo y
que el recurso especial que ahora comentamos, como hemos señalado no tiene
carácter jurisdiccional, pero también lo es que en el caso de las personas jurídicas, la manifestación de su voluntad se instrumenta a través de personas físicas
en la forma determinada por la Ley y que los órganos especiales en materia de
contratación no deben dar carta de naturaleza a manifestaciones de voluntad
(como lo es la interposición de un recurso) por un tercero sin comprobar si se
cumplen o no los requisitos para entender formada tal voluntad.
Entiendo que esta omisión de la legislación contractual puede venir determinada por la contradictoria jurisprudencia del Tribunal Supremo en materia
de acreditación de la voluntad de recurrir, aunque se trate de una doctrina
dictada para los recursos contenciosos administrativos.
Además de tales documentos deberá presentarse justificante de haber efectuado la comunicación previa del recurso, señalándose expresamente que “Sin
este justificante no se dará curso al escrito de interposición”.
La exigencia de este requisito previo no deja de ser polémica en nuestro ordenamiento, máxime cuando la necesidad de anuncio previo fue suprimida para
112
Elena Hernáez Salguero
recurrir, en el ámbito de la jurisdicción contencioso administrativa en virtud
de la Disposición derogatoria segunda de la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, y en el ámbito de los
recursos administrativos, por la Ley 4/1999, de 13 de enero, al tratarse de un
requisito que la doctrina emanada del Tribunal Constitucional consideraba
subsanable.
En este sentido es ilustrativa la exposición de los fundamentos de la Sentencia del Tribunal Constitucional núm. 76/1996 de 30 abril, RTC\1996\76,
en concreto cuando afirma que “la falta de la comunicación previa no frustra
las finalidades con ella perseguidas. Y de todo ello deriva la clara inconstitucionalidad de los preceptos cuestionados, en la interpretación que hace de aquella falta
un vicio insubsanable: ni la levedad de los fines a que responde la comunicación
previa justifica una eliminación del contenido propio y normal del derecho a la
tutela judicial efectiva —conocimiento del fondo del asunto— y ni siquiera tal
comunicación previa resulta estrictamente imprescindible para lograrlos. La exigencia de la comunicación previa, en términos de insubsanabilidad de su omisión,
resultaría desproporcionada en relación con el contenido esencial del art. 24.1 CE
y por tanto inconstitucional.”
Frente a esta cuestión el Tribunal Administrativo de Contratación Pública
de la Comunidad de Madrid, viene considerando en sus resoluciones que
dicha deficiencia, debe tenerse por cumplida, por economía procedimental,
entendiendo que la finalidad de dicho anuncio es que el órgano de contratación sepa que contra su resolución, sea cual fuere ésta, se va a interponer el
pertinente recurso, y en consecuencia no proceda a su formalización, lo que
se verifica al haberse interpuesto el recurso directamente ante el órgano de
contratación, siendo en consecuencia, el conocimiento de la impugnación del
acto de que se trate, por parte de éste inmediato y anterior, en todo caso, al
inicio del plazo de dos días para la emisión del correspondiente informe26.
En el caso de que el recurso se hubiera interpuesto directamente ante el
Tribunal, sin comunicación previa, tal falta es subsanable a requerimiento del
Tribunal, pudiéndose verificarse tal subsanación en cualquier momento anterior al vencimiento del plazo para interponer el recurso, dado que el plazo de
interposición y el de comunicación previa, coinciden. Así a juicio del Tribunal
en este caso la falta de comunicación previa, sería causa de inadmisión, únicamente en los casos de impugnación de la adjudicación, cuando habiéndose
interpuesto el recurso el último día del plazo establecido para ello, dicha falta
de comunicación hubiera determinado que el órgano de contratación hubiera
procedido a formalizar el contrato, situación ésta que muy escasamente se va
a dar, ya que el Tribunal debe comunicar al órgano de contratación la interposición del recurso el mismo día en que éste se hubiera presentado, suspendiéndose el procedimiento automáticamente en virtud de lo dispuesto en el
26
Vid Resolución 80/2011, de 23 de noviembre.
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 113
artículo 45 del TRLCSP. De tal forma que siendo el plazo para recurrir y para
formalizar de 15 días hábiles a contar desde la remisión de la resolución de
adjudicación, sería cuestión de horas que se produjera la circunstancia antes
descrita.
Un examen especial merece el plazo para la interposición del recurso, que
tal y como aparece configurado en la legislación de contratos implica un cambio, respecto del sistema general de notificaciones secularmente seguido en
nuestro ordenamiento jurídico y que ha ocasionado no pocas dudas entre los
operadores jurídicos27.
La redacción del artículo 44.2 del TRLCSP relativa al plazo para la interposición del recurso especial en materia de contratación, no ofrece lugar a
dudas en cuanto a su tenor literal cuando establece que “El procedimiento de
recurso se iniciará mediante escrito que deberá presentarse en el plazo de quince
días hábiles contados a partir del siguiente a aquel en que se remita la notificación
del acto impugnado de conformidad con lo dispuesto en el artículo 151.4”. De
tal forma que es la remisión y no la recepción de la notificación del acto impugnado la que se establece como fecha inicial del cómputo, en contradicción
con las reglas especiales establecidas en el mismo artículo para la impugnación
de los pliegos, actos de trámite o anuncio de licitación —apartados a b y c del
artículo 44.2 del TRSLCSP—, que sitúan dicho día inicial con carácter general, en aquél en que se tenga conocimiento del contenido del acto a impugnar.
Debe señalarse que para la interposición de la cuestión de nulidad el artículo 39.3 del TRLCSP, establece con carácter general un plazo de 6 meses
desde la formalización del contrato, y en concreto 30 días hábiles, desde la
publicación de la adjudicación del contrato, o desde la notificación a los licitadores afectados de los motivos del rechazo de su proposición.
Como decíamos más arriba, este sistema resulta extraño en nuestro ordenamiento en el que, con carácter general, para la determinación del día inicial
del cómputo del plazo para el ejercicio de cualquier recurso o acción frente a
las Administraciones Públicas, rige el principio de la actio nata, esto es que el
plazo para el ejercicio de la acción comenzará a partir del día en que ello fuera
posible, lo que implica el conocimiento del contenido del acto a recurrir.
Dicho conocimiento se presume posible en todo caso cuando se trate de
actos objeto de publicación, cuando la misma se produce, pero en el caso de
actos dirigidos a sus destinatarios, tal momento se sitúa con carácter general
en la recepción de la correspondiente notificación.
Sentado lo anterior, cabe plantearse cómo debe interpretarse lo dispuesto
en el artículo 44.2 TRLCSP y cómo cohonestar su contenido con el sistema
general de notificaciones y recursos en el derecho español y lo que es más importante, con el derecho de defensa de los interesados en los procedimientos
de contratación.
27
cursos.
En el inicio de la actividad del Tribunal, se han inadmitido por extemporaneidad diez re-
114
Elena Hernáez Salguero
El hecho de que el cómputo de los plazos establecido con carácter general
en el artículo 44.2 de la LCSP, difiera del de las especialidades contenidas en
el mismo, refuerza la idea de la voluntad del legislador de establecer como
día inicial del cómputo del plazo el de la remisión de las notificaciones con
independencia de la fecha de recepción de las mismas, por lo que ninguna
duda ofrece desde la interpretación auténtica el sentido que debe darse a tal
previsión.
En el mismo sentido puede citarse el Dictamen 499/2010, de 29 de abril
de 2010, del Consejo de Estado relativo al proyecto de Ley de modificación
de la Ley de contratos del sector público, cuando señala que “Como se acaba
de ver, la nueva redacción del primer párrafo del artículo 140.3 (y de forma análoga la redacción propuesta para el artículo 83.3 de la Ley 31/2007) establece,
en relación con los contratos susceptibles de recurso especial, únicamente un plazo
mínimo que en todo caso habrá de respetarse para que proceda la formalización
del contrato. En concreto, la formalización no podrá efectuarse antes de que transcurran quince días hábiles desde que se remita la notificación de la adjudicación
a los licitadores y candidatos.
Frente a esta opción, se ha señalado que pudiera resultar preferible la de atender a la fecha de recepción de la notificación por sus destinatarios, en la medida en
que resulta más acorde con el sistema de notificación vigente en la Ley 30/1992 y
también resulta preferible desde la perspectiva de la seguridad jurídica.
Lo cierto, sin embargo, es que este criterio —el de la remisión de la notificación— aparece expresamente recogido en el artículo 2 quáter de la Directiva
2007/66/CE. Desde esta perspectiva, nada hay que objetar a la previsión comentada, sin perjuicio de que debe precisarse que el cómputo de dicho plazo ha de
iniciarse al día siguiente de la remisión. Por otra parte, hay que destacar que esta
opción permite garantizar la simultaneidad de las notificaciones, lo que tiene importancia a efectos de la eventual interposición del recurso especial y de la ulterior
formalización del contrato, ya que garantiza que, respecto de todos los licitadores
y candidatos, se ha respetado el plazo mínimo exigido en la ley al ser único para
todos ellos el dies a quo.”
Otra cuestión de interés respecto de la que el Tribunal Administrativo de
Contratación Pública de la Comunidad de Madrid, se ha pronunciado siguiendo en este caso la doctrina emanada del Tribunal Central de Recursos
Contractuales, es la de la determinación del dies a quo para el cómputo del
plazo en el caso de el objeto del recurso sea un pliego de contratación al que
los licitadores han tenido acceso a través del portal de contratación de que se
trate. Así siendo el plazo para la interposición del recurso especial en materia
de contratación de quince días hábiles contados a partir del siguiente a aquel
en que se remita la notificación del acto impugnado, esta regla general tiene
una concreción en el apartado a) del punto 2 del artículo 44 del TRLCSP
cuando el recurso se interponga contra el contenido de los pliegos y demás
documentos contractuales, en cuyo caso el cómputo se iniciará a partir del
día siguiente a aquel en que los mismos hayan sido recibidos o puestos a disposición de los licitadores o candidatos para su conocimiento, conforme se
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 115
dispone en el artículo 158 del texto refundido. Así, de acuerdo con el citado
artículo 158 habrá que distinguir si el acceso a los pliegos e información complementaria se realiza por medios electrónicos, informáticos y telemáticos, o
si por el contrario se facilita el acceso por otros medios.
Concretamente el citado precepto dice que “cuando no se haya facilitado
acceso por medios electrónicos, informáticos o telemáticos a los pliegos y a cualquier
documentación complementaria, éstos se enviarán a los interesados en un plazo de
seis días a partir de la recepción de una solicitud en tal sentido, siempre y cuando
la misma se haya presentado, antes de que expire el plazo de presentación de las
ofertas”. La aplicación de este precepto en relación con el 44.2 nos llevar a
concluir que el plazo para interponer el recurso cuando el pliego no se haya
facilitado por medios electrónicos comenzará a partir de la fecha en que se hayan recibido éstos por el interesado que los solicitó, fecha que muy bien puede
ser anterior, puede coincidir, o incluso ser posterior a la de finalización del
plazo de presentación de las proposiciones, mientras que en el caso de que se
hubiera accedido a los mismos de forma telemática, dada la imposibilidad de
conocer la fecha efectiva en que el recurrente tuvo acceso a los pliegos, dicho
plazo comenzará a contar desde la fecha límite establecida para la presentación
de ofertas indicada en la convocatoria de licitación, que es el único hito en que
puede darse por cierto el conocimiento del contenido de los pliegos por parte
de los licitadores28.
Se interpreta en este punto la Ley estableciendo una presunción de conocimiento a partir del momento en que necesariamente el contenido del
los pliegos u otros documentos contractuales fue conocido, presunción que
como todas, dejaría de surtir efecto en el momento en que del expediente o
del propio recurso se colija que el recurrente tuvo conocimiento del contenido
del documento impugnado que le permitiría interponer recurso fundado en
otro momento anterior, momento que se constituiría como dies a quo para el
cómputo del plazo para interponer el recurso.
Sin embargo, no cabe desconocer otras interpretaciones basadas más en la
literalidad de la Ley, en concreto la sostenida por el Tribunal Administrativo
de Contratación Pública de la Comunidad Autónoma de Andalucía29.
La última cuestión a tener en cuenta en tanto en cuanto difiere del régimen
de recursos previsto en general en nuestro ordenamiento jurídico, presidido
por el principio de ventanilla única, es que la presentación debe hacerse necesariamente bien ante el propio órgano de contratación o bien ante el Tribunal
Administrativo de Contratación Pública, sin que quepa la presentación en
28
Resolución n.º 130/2011 a 27 de abril, del TCRC “ante la imposibilidad de acreditar de forma fehaciente el momento a partir del cual los licitadores o candidatos han obtenido los pliegos cuando
a éstos se acceda por medios electrónicos, la única solución, entiende este Tribunal, es considerar como
fecha a partir de la cuál comienza a computarse el plazo para recurrir los pliegos el día hábil siguiente
a la fecha límite de presentación de las proposiciones, momento a partir del cual ya no podrá alegarse
desconocimiento del contenido de los pliegos”.
29
Vid Resolución TARCJA 109/2012.
116
Elena Hernáez Salguero
cualquier otro Registro de la Administración o en las oficinas de Correos a
efectos del cómputo del plazo de presentación. En tales casos, se entenderá
interpuesto el día en que tenga su entrada en el Registro del Tribunal o del
órgano de contratación.
Ahora bien, esta prevención en cuanto al lugar de presentación de los recursos no se mantiene en la Ley respecto del resto de plazos que para la presentación de documentación o subsanación de los recursos se refiere, de manera
que aplicando supletoriamente la LRJ-PAC, la documentación que pueda
aportarse en trámite de subsanación o los escritos de alegaciones podrían presentarse en el registro de cualesquiera otros órganos, lo que exige especial
atención en la tramitación ante la brevedad de los plazos previstos.
En cuanto a los efectos de la interposición del recurso, debe destacarse que
la misma no dará lugar por sí misma a la suspensión del procedimiento de
contratación, salvo en el caso de que el acto recurrido sea el de adjudicación,
supuesto en que debe suspenderse toda tramitación ulterior de forma automática por mandato del artículo 45 del TRLCSP, en los términos exigidos por el
artículo 2 de la Directiva 89/665/CEE del Consejo, sin perjuicio de la posibilidad de adoptar medidas cautelares previas a la interposición del recurso en
los términos del artículo 43 del TRLCSP.
4.2. Petición de expediente y subsanación
Una vez recibido el escrito de interposición del recurso en el Tribunal, en el
caso de que se haya presentado directamente ante el mismo, el Tribunal requerirá al órgano de contratación para que en el plazo de dos días (siete en el caso
de la cuestión de nulidad), remita el expediente administrativo, acompañado
de un informe, en el que se hará constar la enumeración de los hechos, las
disposiciones aplicables, fundamentos de la decisión adoptada y cualesquiera
otras alegaciones que quiera realizar el órgano gestor del expediente.
El órgano de contratación debe prestar especial atención a este informe,
que mutatis mutandi hace las veces de contestación a la demanda como si de
un procedimiento contencioso se tratara. Efectivamente, es en este informe
únicamente donde el órgano de contratación puede hacer valer los fundamentos que respaldan, en su caso, la decisión adoptada, pudiendo darse
el caso, de que en tal informe el órgano reconozca algún error en el acto
impugnado en cuyo caso, si bien no está prevista la figura eminentemente
procesal del allanamiento para estos procedimientos, de adoptarse una resolución por el propio órgano corrigiendo el error padecido en los términos
advertidos en el recurso, el mismo sería objeto de desestimación por pérdida
sobrevenida del objeto.30
30
Vid Resolución n.º 15/2012, de 1 de febrero.
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 117
En el caso de que por el Tribunal se aprecie que el recurso interpuesto
adolece de alguno de los requisitos indicados requerirá al recurrente, para que
en un plazo de tres días hábiles, subsane los defectos padecidos bajo apercibimiento en su caso de tenerle por desistido.
En el plazo de cinco días hábiles desde el envío del expediente por el órgano de contratación o en su caso de la remisión completa del recurso, el
Tribunal dará traslado del recurso al resto de interesados en el procedimiento
de contratación, para que previo examen del expediente en su caso, realicen
las alegaciones que tengan por conveniente.
4.3. Alegaciones y medidas cautelares
Una vez recibido el expediente de contratación, se pondrá de manifiesto
a los interesados en el mismo por un plazo de cinco días hábiles para que en
su caso puedan formular alegaciones, en los términos del artículo 46.3 del
TRLCSP.
En el mismo plazo de cinco días hábiles el Tribunal decidirá sobre las
medidas cautelares propuestas, sin perjuicio de la posibilidad de adoptar
medidas cautelares previas establecidas en el artículo 46 del TRLCSP. Para
la adopción de tales medidas se debe dar audiencia al órgano de contratación, lo que se verifica solicitando en el mismo escrito en que se da traslado del recurso, que el órgano manifieste lo que a su derecho convenga
respecto de las medidas solicitadas, en aquellos casos en que el recurso se
interpone ante el Tribunal y mediante un escrito ad hoc en el caso de que
se haya interpuesto ante el órgano de contratación y éste no se manifieste
en el informe preceptivo del artículo 46.2 del TRLCSP, sobre las medidas
cautelares solicitadas.
4.4. Prueba
Los hechos relevantes para la decisión del recurso podrán acreditarse por
cualquier medio de prueba admisible en Derecho. El Tribunal podrá rechazar
las pruebas propuestas cuando sean manifiestamente improcedentes o innecesarias, mediante resolución motivada. En el escrito de interposición podrá
solicitarse la realización de cuantas pruebas se consideren necesarias, cuya admisión y práctica se regirá por la normativa contenida en la LRJ-PAC y en la
Ley de Enjuiciamiento Civil. En el caso de que se admitiera la práctica de la
prueba la misma deberá practicarse durante un periodo de diez días, previa
comunicación al resto de interesados31.
31
Solo en dos ocasiones ha sido solicitada la práctica de la prueba a este Tribunal, habiendo
sido denegada en ambos casos.
118
Elena Hernáez Salguero
La práctica de la prueba puede denegarse de forma motivada, en los términos del apartado 4 del artículo 46 del TRLCSP, entendiéndose que aunque
con carácter general, desde la óptica del derecho de defensa la denegación de la
prueba debe verificarse en resolución previa a la del fondo del asunto, no cabe
desconocer que contra el acuerdo denegatorio de la misma, no cabe recurso
alguno, igual que tampoco cabe frente a los acuerdos relativos a la adopción de
medidas cautelares, por lo que no se produciría vulneración material alguna
del derecho de defensa con la denegación de la prueba en el propio acuerdo
de resolución del recurso.
Cuestión íntimamente conexa con la de la práctica de la prueba es la posibilidad del Tribunal de solicitar asesoramiento técnico en aquéllas cuestiones
que siendo de trascendencia para la resolución del recurso, no queden claras
en el informe del órgano de contratación. Si bien esta posibilidad no aparece
expresamente recogida en la Ley, el Tribunal Administrativo de Contratación
Pública de la Comunidad de Madrid, como órgano independiente integrado
dentro de la organización de la misma, ha previsto la posibilidad de solicitar
asesoramiento técnico en aquéllas cuestiones de índole especializada, como
las propiedades de productos a suministrar o características de maquinaria
objeto del contrato, u otras semejantes, siempre a la luz del principio de eficacia y con respeto al derecho de defensa de los implicados. De esta forma a
través de la Consejería correspondiente ha previsto la posibilidad de solicitar
tal asesoramiento de órganos distintos de los implicados en el recurso, para así
garantizar la imparcialidad de la información y siempre en relación con dudas
o preguntas concretas que se trasladen.
4.5. Resoluciones
El plazo para dictar resolución será de cinco días hábiles a contar desde la
recepción de las alegaciones de los interesados o del plazo señalado para su formulación y en su caso, a contar desde la conclusión del periodo señalado para
la prueba. En el caso de que el Tribunal solicite asesoramiento técnico sobre
cualquiera de las cuestiones que se planteen en el recurso, el plazo comenzará
a contar desde la recepción de la información que se hubiera solicitado.
Son varios los aspectos a destacar del tratamiento que la Ley da a las resoluciones del Tribunal, en primer lugar su carácter ejecutivo, en segundo lugar
que deben estar presididas por el principio de congruencia —que exige resolver todas las cuestiones planteadas en el recurso y absteniéndose de hacerlo
respecto de las que no lo hubieran sido— y en tercer lugar que, de acuerdo
con lo establecido en el artículo 49 del texto refundido, contra las mismas solo
cabe interponer recurso contencioso-administrativo ante el Tribunal Superior
de Justicia de la Comunidad de Madrid, en el plazo dos meses, a contar desde
el día siguiente a la recepción de la notificación, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 10, letra k) y 46.1 de la Ley 29/1998, de 13 de julio,
Reguladora de la Jurisdicción Contencioso Administrativa.
El recurso administrativo especial en materia de contratación a la luz de las resoluciones dictadas... 119
V.
CONCLUSIÓN
Como vemos, el recurso especial establecido en la legislación de contratos,
es un recurso que si bien contiene algunas cuestiones ajenas a la tradición de
recursos en nuestro ordenamiento jurídico, tiene una estructura en cuanto a
su tramitación de carácter administrativo, orientada hacia la consecución de
una resolución rápida y eficaz de los recursos estableciendo los mecanismos
precisos para evitar la consolidación de las situaciones generadas por los actos
objeto de impugnación.
Considero además, que la introducción de estos recursos administrativos
especiales constituye una interesante fuente de doctrina, al permitir la revisión
de determinados actos dictados durante el proceso de licitación, que anteriormente, ante los requisitos para acceder a la jurisdicción contencioso administrativa y la demora en sus resoluciones, no eran sometidos al conocimiento
de los órganos jurisdiccionales, pudiendo contribuirse desde los Tribunales
Administrativos de Contratación a garantizar mayor seguridad jurídica a las
autoridades regionales y locales y los operadores económicos en toda Europa,
tal y como se presente como objetivo primordial en el Libro Verde sobre la
modernización de la política de contratación pública de la UE “Hacia un
mercado europeo de la contratación pública más eficiente”. Bruselas, 27 de
enero de 2011.
Santiago González-Varas Ibáñez★
Rescates de concesiones
Sumario: RESUMEN.—I. PROBLEMÁTICA Y ACTUALIDAD.—II. RÉGIMEN
JURÍDICO Y SIGNIFICACIÓN JURÍDICA DEL RESCATE.—III. IMPROCEDENCIA DEL RESCATE POR SER PROCEDENTE EL INCUMPLIMIENTO
O CADUCIDAD.—IV. CRITERIOS INDEMNIZATORIOS.—V. LA PRÁCTICA DEL RESCATE. PROCEDIMIENTO. LA TENSIÓN ENTRE EL RESCATE Y EL MUTUO ACUERDO. RÉGIMEN FISCAL. LAS FORMAS SOCIETARIAS. RESCATE O COMPRA DE LA SOCIEDAD CONCESIONARIA.
RESUMEN
En la práctica afloran numerosos casos de rescates de concesiones de obras públicas. Sin embargo, es ésta una materia poco estudiada tanto en el plano estatal
como en el local al que se refiere en especial este artículo.
En el presente trabajo se expone el régimen jurídico del rescate desde un
punto de vista teórico y práctico incidiendo en la jurisprudencia aplicable. Se
aborda la delimitación del rescate con otras figuras afines. Se estudian los criterios indemnizatorios, ya que en la práctica la Administración teme a veces
las consecuencias económicas del posible rescate. Asimismo se profundiza en el
procedimiento del rescate, la posibilidad del mutuo acuerdo y posibles aspectos
de naturaleza fiscal.
PALABRAS CLAVE: Rescate, resolución contractual, contratos de concesión de
obra pública, indemnizaciones a contratistas, contrato público.
I.
PROBLEMÁTICA Y ACTUALIDAD
En los periódicos de los últimos tiempos afloran numerosos casos de rescates, por ejemplo, de concesiones de obra pública, así, de aparcamientos
★
Catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad de Alicante.
122
Santiago González-Varas Ibáñez
municipales, planteando tensiones y problemas complejos de resolver, tanto
jurídicos como financieros.
Pero también se suma la Administración autonómica. Por ejemplo, el Aeropuerto Central de Ciudad Real.
El fenómeno afecta, claro está, también a la Administración estatal, de
forma preocupante y significativa. En el ámbito de las más recientes autopistas
se nos informa de la necesidad de renegociar los contratos y evitar la quiebra1,
de modo que «el Estado se haría cargo de todas las deudas al aplicarse la
responsabilidad patrimonial de la Administración», ante las deudas millonarias de ciertas concesiones y la presión de las entidades bancarias financiadoras
de las obras, invocándose que «las condiciones en las que se adjudicaron estas
concesiones han quedado obsoletas al truncarse los planes de negocio, de ahí
que las empresas quieran reequilibrar los contratos, hacerlos al fin viables y
rentables, como señalan fuentes conocedoras de las negociaciones entre Fomento y las constructoras».
En definitiva, el rescate nos sitúa ante un singular e interesante fenómeno.
Cuando se manifiesta un rescate en un caso concreto, se evidencia que lo privado no funciona. Sin embargo, la actividad realizada fue encargada por el poder
público y, por tanto, se revelará la necesidad o conveniencia de su prestación.
Estamos ante casos que ya no son simplemente ocasionales y es preciso conocer
el funcionamiento del Derecho en estas ocasiones. En estos supuestos se produce «la vuelta a lo público», contraponiéndose a la tendencia privatizadora tan en
boga. Contratos como los CCPP (contratos de colaboración público-privado),
que son una tendencia de nuestro tiempo, podrán terminar en un rescate.
La intervención pública, mediante municipalización, también es siempre
una posibilidad en el contexto de hacer desaparecer la empresa privada existente. A tal fin podrán servir varias soluciones. Una de ellas será el rescate
(junto al mutuo acuerdo o la compra de la sociedad privada). Evidentemente
es una solución para el caso concreto, pero son ya demasiados los «casos concretos» que empiezan a manifestarse2.
Al igual que el desistimiento, en el rescate interesa a la Administración resolver el contrato. La mejor realización de las funciones públicas podrá exigir
adoptar conscientemente esta medida de resolución. Además, en ambos casos
(desistimiento y rescate) el quid es la adecuada o justa compensación del contratista3. Aquél afectará a los contratos de obras, suministros y públicos de
1
Este es el titular de la noticia del periódico El Mundo, del 8 de noviembre de 2010, p. 12.
No viene mal recordar que lo propio de nuestro tiempo viene siendo que (como recuerda la
STSJ de Andalucía, Granada, de 25 de febrero de 2002): «Ello ha dado lugar a que, en los últimos
años, se haya producido un giro copernicano respecto de la publificación —municipalización, en
nuestro caso—, multiplicándose en España los ejemplos de procesos de privatización de empresas
nacionalizadas y municipalizadas, en los que predomina la búsqueda del accionariado popular o
particular».
3
Finalmente el RSCL prevé la necesidad de indemnizar al concesionario, primero, en el artículo 127: «La Corporación concedente deberá (...) indemnizar al concesionario por el rescate de la
2
Rescates de concesiones
123
servicios, mientras que el rescate será procedente en los contratos de gestión
de servicios públicos y de concesión de obra pública. El contratista no incumple, tampoco la Administración incumple adoptando estas medidas, sino todo
lo contrario, actúa conforme a necesidades públicas.
Sobre el rescate no existen estudios, pese a que la figura cuenta con arraigo histórico4 y pese a su significación para los servicios públicos y el propio
Derecho administrativo, y la actualidad del supuesto. Podemos decir que el
escenario sigue siendo el mismo que describía F. ALBI CHOLBI en su conocido Tratado de los modos de gestión de las Corporaciones locales, Madrid,
1960, p. 656 cuando frente a la elaboración en Francia (le rachat) o en Italia
(il riscatto) en cambio por referencia a España afirmaba que «está totalmente
por hacer (un estudio sobre el rescate) en nuestra patria, en la que solamente
existen alusiones concisas en los tratados generales».
II.
RÉGIMEN JURÍDICO Y SIGNIFICACIÓN JURÍDICA
DEL RESCATE
Según el artículo 269 del TRLCSP 3/2011 y antes el artículo 264 del
TRLCAP («causas de resolución»), son causas de resolución del contrato de concesión de obras públicas las siguientes: «g) El rescate de la explotación de la obra
pública por el órgano de contratación. Se entenderá por rescate la declaración
unilateral del órgano contratante, discrecionalmente adoptada, por la que da por
terminada la concesión, no obstante la buena gestión de su titular».
En el Reglamento de Servicios de las Corporaciones Locales de 17 junio
1955 (RSCL) el rescate se contempla como una medida en el contexto de la
municipalización o provincialización con monopolio de una actividad económica, y en contacto con la expropiación forzosa de empresas con rescate de las
concesiones (SSTS de 9 de octubre de 1981; de 7 diciembre 1979). En este
contexto de la municipalización y lo expropiatorio no siempre la claridad es
la deseable, empezando por que algunos preceptos del RSCL son incluso de
discutible vigencia, no tanto el artículo 52.1 RSCL («la expropiación de empresas y el rescate de concesiones solo comprenderá aquellos elementos de las
concesión o en caso de supresión del servicio»; y segundo, en el artículo 137.5: «Si la Corporación
no deseare continuar la gestión del servicio por concesión, abonará al titular caducado la indemnización que le correspondería en caso de rescate».
4
Es tras los años cuarenta cuando el rescate se recoge en la legislación administrativa (Ley
de 24 de enero de 1941, de Ordenación ferroviaria y de transporte por carretera; artículo 25 del
Reglamento de Trolebuses de 4 de diciembre de 1944, artículo 11 de la Ley de Carreteras de Peaje
de 1953, etc.; ya antes: Orden de 7 de enero de 1938 sobre rescates de empresas de servicios municipalizables, etc.). De ahí que ALBI dijera que «la legislación ignora la fórmula a que nos estamos
refiriendo hasta una época muy próxima», citando leyes del siglo XIX (de puertos o de aguas) como
ejemplos de leyes donde solo «se advierten atisbos» sobre el rescate confundido con la caducidad
con indemnización (Ley de Ferrocarriles Secundarios y Estratégicos de 1912) o con la revocación
con indemnización (Ley de 1864 sobre ferrocarriles de fuerza animal).
124
Santiago González-Varas Ibáñez
mismas que se hallaren directamente afectados al funcionamiento del servicio
o fueren necesarios para su desarrollo normal») o las reglas de tramitación
de la municipalización propiamente dicha (artículo 52.2, 1.º y 2.º, y 63.2),
como el artículo 52.2.3.º y 4.º, o el artículo 63.2, considerando que el RDLeg
781/1986 se remite a la LEF5.
El rescate «supone una reversión anticipada cuya motivación se encuentra
en la conveniencia para el interés general de que el servicio sea gestionado en
lo sucesivo por la propia Administración o a través de un ente público dependiente de la misma» (STS de 5 de abril de 1999).
El rescate del servicio público es, en sentido “propio”, una resolución administrativa que «por razones de interés público y sin que tengan por causa
una actuación sancionable del contratista, decide poner fin al contrato de
gestión indirecta de aquél, antes de que transcurra el plazo previsto en el mismo. Se trata de una causa de resolución que sitúa su fundamento en la necesaria
subordinación a los intereses generales de la actividad administrativa y que se
manifiesta como el ejercicio de una potestad exorbitante de la Administración
Pública, articulada como una forma especial de expropiación que genera la correspondiente indemnización a favor del contratista desposeído, tal como se
deduce de los artículos 208.2 y 264.4». El rescate es una potestad administrativa irrenunciable y en el fondo una potestad de revocación por razones de
conveniencia para el interés público. Tiene por objeto el servicio concedido y
por ende los elementos (bienes, instalaciones, etc.) que se hallen directamente
afectados al mismo o sean necesarios para su normal desarrollo. Es claro que la
declaración de rescate produce como consecuencia inmediata la reversión del
título habilitante para el ejercicio del servicio y de las instalaciones afectas al
mismo (artículo 52 del RSCL), no pudiendo ser gratuita dicha reversión; la
duración de la relación concesional opera como dato principal en la ecuación
financiera de la misma. Al expirar la concesión anticipadamente ni las amortizaciones han podido efectuarse ni el beneficio industrial ha podido obtenerse
según las previsiones iniciales. En lo que se refiere a la forma de ejercitar la potestad administrativa de rescate, podrá instrumentarse a través de expropiación
forzosa conforme a la LEF6.
En este sentido, observamos que la propia jurisprudencia informa de una
relación no siempre clara en cuanto al rescate, la expropiación forzosa y la
legislación administrativa contractual. En algunas ocasiones se acude a la LEF
para la fijación de las indemnizaciones a favor del contratista; otras veces se
acude en cambio directa y exclusivamente a los criterios indemnizatorios de la
legislación administrativa contractual. Este tipo de circunstancias provienen
5
Puede distinguirse el rescate forzoso, una especie de potestad expropiatoria, y el rescate
contractual, que puede venir impuesto en el Pliego (arts. 127.1 y 2.4 del RSCL; STS de 15 de
noviembre de 1989, F. Sosa Wagner, La gestión de los servicios públicos locales, Madrid, 2008, p.
300).
6
Según J. Pérez Amorós en F. Castro Abella, director, Contratación del sector público
local, Madrid, 2010, pp. 1332 y 1337 basándose en F. Garrido Falla.
Rescates de concesiones
125
seguramente del hecho de que el RSCL regula la expropiación y el rescate
conjuntamente en un contexto relativo a extinción de concesiones y empresas,
pese a que la legislación contractual administrativa contempla regulaciones
propias sobre la compensación al contratista en caso de rescate. De hecho,
para no pocos autores clásicos (el mismo Jèze por ejemplo) rescate y expropiación vienen a asimilarse (en esta línea E. GARCÍA DE ENTERRÍA, Los
principios de la nueva Ley de Explotación forzosa, Madrid 1956); también
ALBI (en el contexto normativo dominante por la LEF, en materia de rescates) remite el tema indemnizatorio a la aplicación sin más del artículo 41 de
la LEF (a salvo de que exista una legislación especial con una previsión específica sobre valoración de los rescates, pensando en legislación de transportes
o ferrocarriles, op. cit. p. 663). Diríamos que existe una “lógica común” a
fenómenos tales como la extinción de concesiones, el rescate o supresión del
servicio, acuerdos que lo hagan imposible, revocaciones de concesiones demaniales o revocaciones de actos y licencias en general (SAN de 22 de junio de
2006 JUR 191737).
En todo caso, debe conseguirse la debida seguridad jurídica en un tema tan
importante como es la propia determinación de la indemnización a favor del
contratista, contando con un criterio legal certero de aplicación. En definitiva,
la vis expansiva de la contratación administrativa, perfectamente verificable durante las últimas décadas explica a mi juicio no solo el hecho de la suplantación
de los criterios tradicionales de la legislación de expropiación por los más actuales de la legislación contractual, sino que ésta sea además la mejor vía de progreso. De hecho, en el contexto de los rescates de concesiones se observa que cierta
doctrina fue descubriendo la necesidad de su plena consideración como realidad
contractual incluso en el plano de las compensaciones con el contratista.
El supuesto del rescate, como podemos apreciar, se distancia por esencia
del de la «reversión», prevista en el TRLCSP 3/2011 (sobre el cumplimiento
y efectos del contrato de gestión de servicios públicos) en el artículo 283,
afirmándose que «cuando finalice el plazo contractual el servicio revertirá a
la Administración, debiendo el contratista entregar las obras e instalaciones
a que esté obligado con arreglo al contrato y en el estado de conservación y
funcionamiento adecuados». Asimismo, «durante un período prudencial anterior a la reversión, que deberá fijarse en el pliego, el órgano competente de
la Administración adoptará las disposiciones encaminadas a que la entrega de
los bienes se verifique en las condiciones convenidas».
Pero, a la luz de la pura práctica, se generan situaciones que no es fácil incardinar dentro del rescate (en el sentido expresado de asunción de la actividad
por la Administración para su gestión por ésta o siquiera un ente público dependiente de la misma). Casos que tampoco encajan en los supuestos resolutorios de la supresión del servicio o la imposibilidad de su continuación como
consecuencia de acuerdos de la Administración, lo que inquieta considerando
que los criterios indemnizatorios del artículo 288.4 del TRLCSP se relacionan con tales supuestos. Se trata de casos de extinciones de concesiones,
por ejemplo, a fin de unificar el régimen de prestación del servicio allí donde
126
Santiago González-Varas Ibáñez
existen dos o más concesionarios. Tras valorar la legalidad o ilegalidad de tales
acuerdos (STS de 2 de noviembre de 1990 RJ 8734; STS de 1 de junio de
1991 RJ 2436; STS de 5 de noviembre de 1990 RJ 8738; STS de 15 de noviembre de 1993 RJ 9558; STS de 15 de octubre de 1988 RJ 8009), en estos
casos se impone a mi juicio seguir el mismo criterio indemnizatorio general
del artículo citado 288.4. Propondría en estos supuestos la denominación de
“rescates impropios” que son tales “rescates” pero a fin de extinguir y unificar
el régimen concesional en relación con un determinado servicio (por ejemplo
el suministro de agua) cuya gestión sin embargo no pasa a mano pública sino
que permanece en situación de concesión.
III. IMPROCEDENCIA DEL RESCATE POR SER PROCEDENTE
EL INCUMPLIMIENTO O CADUCIDAD
Este problema viene de antiguo. De hecho, el artículo 116 del RSCL afirma que «serán nulas las concesiones que se otorgaren sin ajustarse a las formalidades que se establecen en los artículos siguientes y, para lo no dispuesto
en ellos, en el reglamento de contratación de las Corporaciones Locales. Serán
nulas las cláusulas por las que la Corporación concedente renunciare a fiscalizar el
servicio o imponer modificaciones al rescate si lo aconsejare el interés público
o a declarar la caducidad en casos de infracción grave».
Se plantea en efecto en la práctica si se puede acudir al rescate (que conlleva
la garantía indemnizatoria a favor del contratista) o si debe proceder la resolución del contrato por incumplimiento del contratista (con el consiguiente
ahorro de la indemnización).
En este contexto puede citarse primeramente la ilustrativa STS de 22 de
octubre de 1999 en un caso en que se debate la opción del rescate o la de la
caducidad del artículo 136 del RSCL:
«La Sentencia apelada expone en su primer fundamento de derecho una
relación circunstanciada de hechos, no discutidos. De esos hechos se desprende que el Consejo de Administración del Puerto Autónomo de Valencia, en su Resolución de 9 de junio de 1987, acordó archivar el expediente
del rescate de la concesión y continuar el expediente de caducidad. Dicha resolución fue confirmada en alzada y declarada conforme a Derecho
por la Sentencia apelada.
SEGUNDO.- La parte apelante en su escrito de alegaciones, relaciona ordenadamente el contenido de la Sentencia apelada, para expresar que no puede la
Administración acordar la caducidad de la concesión olvidando el expediente de
rescate en el que no había recaído resolución definitiva, pero en el que se perseguía una causa de utilidad pública y que la Administración había ocupado
los terrenos objeto de la concesión a fin de posibilitar la prestación del servicio de varadero, cediendo el concesionario en aras del interés público y que
se había fijado la indemnización correspondiente para compensar el rescate.
Rescates de concesiones
127
Y que la Administración ha cambiado su posición, yendo a la declaración de
caducidad para no pagar la indemnización fijada.
TERCERO.- La cuestión a debatir en esta apelación queda recurrida a lo siguiente: a si la Administración puede archivar el expediente de rescate y disponer
que continúe un expediente de declaración de caducidad de la concesión. A esta
cuestión procede dar una respuesta afirmativa, por las siguientes razones:
1. La concesión de que se trata es una concesión de servicio público (por
Orden Ministerial de 6 de octubre de 1967 al recurrente se autorizó para ocupar una parcela con destino a construcción, reparación y desguaces de buques,
en el Puerto de Gandía). La situación del concesionario de servicios públicos
es temporal. Y son dos las instituciones típicas que pueden provocar la terminación del contrato de concesión de servicios: la reversión y el rescate. La reversión es la forma normal de extinción del contrato de concesión por el transcurso
del plazo por el cual fue otorgado. El rescate constituye una forma excepcional de
terminación del contrato de concesión que tiene su fundamento en la potestad exorbitante que a la Administración puede concederse para acortar el plazo estipulado.
Pero que esas dos formas sean las típicas de terminar el contrato de concesión,
no quiere decir que no puede éste terminar de otro modo: v. gr., por caducidad
de la concesión por inactividad, estado de abandono y falta del pago del canon
correspondiente, lo que deberá acreditarse en el expediente correspondiente.
2. Lo último es posible, teniendo en cuenta que el rescate aparece justificado por la Ley por la realización de una obra declarada de utilidad pública, circunstancia inexistente en el caso que resolvemos, donde, por contrario se ha
producido —según la prueba practicada— un manifiesto incumplimiento de las condiciones establecidas en la concesión, hecho que es razón
para incoar el expediente de caducidad, que es el que está en tramitación.
Por ello, la Sentencia apelada confirmó los actos recurridos por ser conforme
a Derecho, circunstancia que debemos confirmar por esta Sentencia, lo que
comporta la desestimación del recurso de apelación interpuesto»7.
En puridad, si observamos el artículo 136 del RSCL este Reglamento no habla de la «caducidad» con la necesaria consecuencia que establece esta sentencia
(en el sentido de que acudir «a la declaración de caducidad se hace para no pagar la
indemnización fijada»), ya que este precepto se refiere a posibles indemnizaciones que pueden corresponder al contratista8, pero es fácil entender el significado
de la sentencia.
7
Tomando como referencia la STSJ de Castilla-La Mancha de 26 de enero de 2004 no procede
indemnización alguna si se rescinde un contrato pero se revela el incumplimiento del contratista.
8
Dispone el artículo 136 del RSCL: «1. Procederá la declaración de caducidad de la concesión
en los supuestos previstos en el pliego de condiciones y, en todo caso, en los siguientes: Si levantado
el secuestro, el concesionario volviera a incurrir en las infracciones que lo hubieren determinado o
en otras similares, y si el concesionario incurriera en infracción gravísima de sus obligaciones esenciales. 2. La declaración de caducidad en el caso previsto en el apartado b del párrafo anterior, requerirá previa advertencia al concesionario, con expresión de las deficiencias que hubieren de motivarla.
128
Santiago González-Varas Ibáñez
Profundizando en la problemática de si existe un rescate (con la debida indemnización) o de si se está manifestando otra situación, se plantea de forma
frecuente este singular debate en relación con supuestos en que, si el contrato
puede entenderse prorrogado y por tanto vigente y no extinguido, ello llevará
consigo la necesidad de indemnizar al contratista porque se habrá rescatado.
En este sentido, la STSJ Murcia de 27 septiembre de 2006 afirma:
«Sentado lo anterior que se concreta en el derecho a la concesionaria de la
prórroga por un lustro, se está en el caso de estudiar la propuesta alternativa
de la actora, es decir, entender que se ha producido un rescate del servicio público por parte del Ayuntamiento con la inherente consecuencia indemnizatoria.
También en este segundo supuesto hemos de dar la razón a dicha parte aun
cuando al admitirse la petición principal queda el resuelto litigio.
Del elenco de causas extintivas que la Ley de contratos de las Administraciones Públicas: muerte, quiebra, mutuo acuerdo etc. la única que cabe en el
supuesto de hecho que contemplamos es el rescate del servicio por la Administración. Pretende el Ayuntamiento que lo único que se ha producido es
la extinción por cumplimiento del plazo quincenal, pero ya se ha rechazado
esta posibilidad por no haberse ejercitado dentro de plazo. Tampoco cabe
acogerse al incumplimiento de condiciones por parte de la concesionaria ya
que el expediente sancionador es posterior al acuerdo de extinción.
Así pues, hemos de recordar aquel viejo apotegma o brocardo jurisprudencial
que dice que las cosas son lo que son, con independencia de la denominación más
o menos caprichosa o arbitraria que quieran darle las partes. En este caso se
trata del rescate de un servicio público, por las causas que fueren que quedan
extramuros en este litigio.»
Este tipo de supuestos sirven para ejemplificar cómo se manifiesta la esencialidad del rescate en el hecho compensatorio a favor del contratista, tal como
3. En dicho supuesto, la caducidad podrá declararse cuando, transcurrido un plazo prudencial, no
se hubieren corregido las deficiencias advertidas imputables al concesionario».
Según el artículo 137: «1. La declaración de caducidad se acordará por la Corporación y determinará el cese de la gestión del concesionario, la incautación de los elementos de la empresa afectos
al servicio, para asegurar la prestación del mismo, y la convocatoria de licitación para adjudicar
nuevamente la concesión. 2. A este efecto, en el plazo de un mes desde que la caducidad hubiere
sido ejecutada, la Corporación incoará expediente de justiprecio de la concesión, sin modificar
ninguna de las cláusulas de la misma y con intervención del titular caducado, que se decidirá en defecto de acuerdo por el jurado provincial de expropiación y conforme al procedimiento de la Ley de
Expropiación Forzosa. 3. Acordada la tasación o aprobada por el jurado provincial de expropiación,
la Corporación convocará, en el plazo de un mes, licitación sobre dicha base, para adjudicar nuevamente la concesión con arreglo al mismo pliego de condiciones que viniere rigiendo anteriormente;
y el producto de la licitación se entregará al concesionario caducado. 4. Si la primera licitación quedare desierta, se convocará la segunda con baja del 25 % del precio de tasación; y si también quedare
desierta, los bienes e instalaciones de la concesión pasarán definitivamente a la Corporación sin
pago de indemnización alguna. 5. Si la Corporación no deseare continuar la gestión del servicio por
concesión, abonará al titular caducado la indemnización que le correspondería en caso de rescate».
Rescates de concesiones
129
pone de manifiesto igualmente la STS de 24 de febrero de 1998: el recurso
contencioso-administrativo había sido iniciado contra las resoluciones del
Ayuntamiento de C. que declararon la resolución del contrato de recogida de
basuras existente entre el recurrente y el Ayuntamiento y el cese de la prestación
de servicios que venía efectuando el demandante, así como la asunción del
mencionado servicio por el Ayuntamiento demandado. La sentencia de instancia estimó el recurso parcialmente y condenó al Ayuntamiento a pagar
las cantidades que se acreditaran en ejecución de sentencia de acuerdo con
los criterios que en el fundamento quinto de dicha resolución se fijaban, y
que circunscribían la indemnización al tiempo que restaba para el cumplimiento del plazo inicial del contrato. No conforme con dicha resolución el
demandante interpone recurso de apelación interesando que la indemnización
de daños y perjuicios se amplíe al año de prórroga del contrato. A juicio del
Tribunal Supremo, estimando el recurso de apelación, entiende que se ha producido un rescate con la consiguiente necesidad de indemnizar al contratista por
la pérdida del beneficio industrial una vez se había producido la prórroga del
mismo: «cuando el contrato fue denunciado, el demandante tenía ya derecho a
su prórroga, dada la fecha en que era necesaria la denuncia contractual para
que la prórroga no fuese posible. La denegación de prórroga podía hacerse
antes del 1 de noviembre, no después, que es lo que se hizo. Segunda, no se
ha acreditado que hubiese incumplimiento contractual del contratista. Estas conclusiones tienen como corolario que la indemnización que al contratista
habrá de fijársele no puede reducirse a lo que le quedaba del plazo contractual
inicial de un año, que es lo que la sentencia impugnada reconoce, sino que
tal derecho tiene que alcanzar a los perjuicios que se deriven de la pérdida del
beneficio industrial —art. 53.3 de la Ley de Contratos del Estado— del año
de prórroga, pues el derecho de prórroga del contrato se había incorporado al
patrimonio del demandante ya que la denuncia contractual ha sido ejercitada
extemporáneamente, cuando el contratista tenía derecho a un año más de
contrato. Lógicamente, la privación de dicho derecho sin causa justificada,
sin que medie una causa de resolución contractual válida, ha de comportar la
indemnización pertinente»9.
Así pues, se evita que el Ayuntamiento eluda ciertas consecuencias del rescate. Si el contrato se había prorrogado, habrán de asumirse las consecuencias
derivadas de la patrimonialización existente en caso de asunción del mencionado servicio por el Ayuntamiento.
La identificación del rescate es importante, ante las consecuencias indemnizatorias que del mismo se hacen derivar (STS de 30 de junio de
9
Puede verse también la STS de 31 de diciembre de 1996, igualmente sobre un caso de
prórroga contractual y la STS de 24 de octubre de 1995, negando que se hubiera producido la prórroga del contrato y por tanto el rescate con indemnización; (STS de 23 de enero de 1996, sobre la
fijación de intereses). STSJ Andalucía, Málaga (Sala de lo Contencioso-Administrativo), sentencia
de 1 septiembre 1994.
130
Santiago González-Varas Ibáñez
1997, desestimando la pretensión de indemnización, ya que no se había
producido rescate alguno, porque el contrato no pudo entenderse prorrogado; similar la STSJ de Andalucía, Granada, de 29 de enero de 2007;
sin embargo, la STS de 21 de noviembre de 1986, declara el rescate de la
concesión por el Estado y la indemnización del Ayuntamiento al subconcesionario a partir de las tarifas revisadas; STSJ de las Islas Canarias, Las
Palmas, de 13 junio de 1997, declarando la inexistencia de rescate, al igual
que la STS de 20 abril 2002).
También el objeto de la STSJ de Cataluña de 30 de marzo de 2006, es
dilucidar si se ha producido un rescate, lo que se resuelve en sentido afirmativo dando lugar a la obligación de indemnizar al contratista10. En cuanto a su
causa es claro que «en el rescate no hace falta alegar ni mucho menos acreditar
ninguna suerte de incumplimiento del contratista ni circunstancia imputable
a éste, a la Administración o a terceros para que pueda resolverse unilateralmente el contrato haciendo uso la Administración de esta facultad de rescate
que la ley expresamente le concede y que efectivamente guarda la mayor de las
similitudes con la figura civil del desistimiento ad nutum. La única consecuencia,
eso sí, es la obligación de indemnizar al contratista en los términos del artículo
169.4 citado» (Dictamen 96/05 del Consejo consultivo de La Rioja de 5 de
octubre de 2005).
Procede, pues, la indemnización a favor del contratista, a diferencia de la
reversión gratuita a la Administración concedente al fin del término concesional (al estimarse que el concesionario ha amortizado durante el plazo de
concesión el costo del establecimiento del servicio mediante la retribución
establecida en su favor); el rescate viene a ser una caducidad anticipada de la
concesión (SSTS de 7 de junio de 1988; de 13 de marzo de 1987).
10
«Se impugna un acuerdo del Pleno del Ayuntamiento que reconoce el derecho a ser indemnizado por los perjuicios sufridos como consecuencia del rescate parcial del servicio tomando en
consideración los beneficios dejados de obtener durante los últimos cinco años. Lo primero que se
plantea (como tantas veces) es solventar (en este caso en sentido afirmativo) que estamos ante un
rescate (con la consiguiente indemnización) o ante una forma de extinción del contrato pactada entre las partes, ya que “el acuerdo de 8 de mayo de 2003 deja sin efecto el contrato de prestación del
servicio de recaudación concertado en 29 de abril de 1980 entre el Ayuntamiento y el Sr. Salvador,
como consecuencia de haber asumido directamente dicha prestación la Corporación, de manera
inmediata por lo que se refiere al padrón del IBI y a la Tasa de recogida de basuras, y como máximo
hasta el 31 de diciembre del mismo año por lo que respecta al resto de la recaudación, conforme a su
tenor literal. De lo que se infiere que en orden al IBI y Tasa mencionados se produce una extinción
anticipada del contrato o rescate (...) con la consiguiente obligación de resarcimiento de los daños
y perjuicios así como de los beneficios futuros que se dejen de percibir como consecuencia de ello,
concretados única y exclusivamente en la parte del servicio efectivamente rescatado a partir de la
indicada fecha y con independencia de que la definitiva rescisión del contrato en cuanto al resto se
hubiera acordado de forma gradual”».
Rescates de concesiones
131
IV. CRITERIOS INDEMNIZATORIOS
Al hilo de lo que estamos afirmando, es preciso profundizar en el tema
indemnizatorio conociendo el criterio de la legislación contractual.
En cuanto a los «efectos de la resolución» debemos estar a los artículos 271.311
y 288.412, respectivamente, en relación con el contrato de concesión de obra pública y gestión de servicios públicos, del TRLCSP 3/2011 (en la LCSP 247.3 y
264.4; en el TRLCAP artículo 266.3 y artículo 169.4, respectivamente)13.
Este criterio legal, lejos de ser nuevo, cuenta con especial arraigo. Primero,
arraigo histórico en la propia legislación contractual, ya que está presente en la
LCE de 1965, siguiendo posiblemente la regla que constaba en la legislación
sectorial de transportes (en concreto, el Reglamento de Transportes mecánicos
por carretera de 9 de diciembre de 1949, artículos 100 y 101), sin descuidar
que la LEF por entonces ya contemplaba una regla similar de capitalización
al interés legal de los rendimientos líquidos de los tres últimos años, sin que
la cantidad pueda ser inferior al valor material de las instalaciones teniendo
en cuenta su valor de amortización en el plazo que resta para la reversión. Segundo, se prevé esta regulación no solo para el contrato de concesión de obra
pública, sino también para el contrato de servicios públicos. Tercero, se prevé
esta fórmula no solo para los rescates sino también en caso de supresión de la
explotación de la obra y la imposibilidad de explotación de la misma. Y, sin
embargo, en la práctica y en la jurisprudencia siguen sin estar las cosas lo claro
que sería deseable.
En la STS de 23 de marzo de 2005 se deja al concesionario sin indemnización, más allá de los gastos incurridos, considerando que no podía partirse
de «los resultados de la explotación en el último quinquenio» desde el momento en
que no habían trascurrido cinco años tras la adjudicación14:
“La cuantificación de la indemnización prevista para los referidos supuestos tanto en la normativa vigente (art. 169.4 RDLeg 2/2000, de 16 de junio)
como en la que lo estaba al tiempo del supuesto controvertido (art. 79 LCE,
11
«En los supuestos de los párrafos g), h) e i) del artículo 269, y sin perjuicio de lo dispuesto
en el apartado 1 de este artículo, la Administración concedente indemnizará al concesionario por
los daños y perjuicios que se le irroguen. Para determinar la cuantía de la indemnización se tendrán
en cuenta los beneficios futuros que el concesionario dejará de percibir, atendiendo a los resultados
de explotación en el último quinquenio cuando resulte posible, y a la pérdida del valor de las obras
e instalaciones que no hayan de ser entregadas a aquélla, considerando su grado de amortización».
12
«En los supuestos de las letras b), c) y d) del artículo 286, sin perjuicio de lo dispuesto en el
apartado 1 de este artículo, la Administración indemnizará al contratista de los daños y perjuicios
que se le irroguen, incluidos los beneficios futuros que deje de percibir, atendiendo a los resultados
de la explotación en el último quinquenio y a la pérdida del valor de las obras e instalaciones que no
hayan de revertir a aquélla, habida cuenta de su grado de amortización».
13
Puede verse I. Cabeza del Salvador, «Auditoría del rescate de la concesión de un servicio
público», Auditoría Pública, diciembre, 2000, pp. 59 y ss.
14
Igualmente STSJ de La Rioja de 20 de abril de 2007 (nec. 128/2006).
132
Santiago González-Varas Ibáñez
art. 232 RGCE) parten, a mayor abundamiento, de una circunstancia
absolutamente ausente en la concesión litigiosa. Nos referimos a que para la
cuantificación de los perjuicios se atiende a los resultados de la explotación en el
último quinquenio, hecho dificultosamente extrapolable a una situación como la
controvertida en autos. La denegación de la resolución del contrato se adoptó por
la Corporación municipal el 17 de octubre de 1995, tras la petición formulada
el 4 de mayo anterior, mientras el acuerdo de adjudicación del concurso tuvo
lugar el 24 de febrero de 1993”»15.
Este criterio recuerda a esos casos en que los tribunales no otorgan indemnización alguna por lucro cesante en caso de que la extinción de la concesión
se produzca antes de que el contrato adjudicado haya empezado a ejecutarse
(STS de 11 de enero de 2013, RJ 2951; sentencia del Juzgado de lo contencioso administrativo n.º 2 de Bilbao de 28 de junio de 2010 JUR 2011/45842,
citando la STSJ de Cataluña de curso de apelación 1512/2007).
En esta línea, ya ALBI (op. cit., p. 664) afirmaba que la aplicación de la
indemnización por amortización y por lucro cesante (teniendo en cuenta los
beneficios obtenidos en los cinco últimos años) «requiere el transcurso de un
plazo mínimo (tres años en la LEF y —cinco en el Reglamento de Transportes— antes del cual se supone que la empresa no ha iniciado su marcha normal,
encontrándose en período de organización». El rescate, en ese período inicial,
ha de valorarse con «criterios estimativos discrecionales», por referencia a la
modalidad de indemnización en capital, que contrasta con la otra posible
forma («indemnización en anualidades» en virtud de la cual se asegura al concesionario la percepción de un canon durante cada uno de los años que restan
hasta la fecha de la resolución normal del contrato (que prevé la Ley de 1941
de Ferrocarriles del Estado).
Lo más normal son simples referencias genéricas al criterio de los actuales artículos 271.3 y 288.4 del TRLCSP 3/2011 (arts. 266.3 y 169.4 del
TRLCAP) sin mayor contenido y sin que conste con precisión el alcance
de su aplicación16. O incluso parecen seguirse reglas diferentes a ésta de los
15
Sin embargo, de la STS de 3 de febrero de 2004, en un caso relativo a la supresión de un servicio de transporte postal por asunción del mismo con medios propios, parece inferirse la validez de la
demanda en el sentido de que «el lucro cesante que experimentará la recurrente en un quinquenio será
igual a la suma del importe de ambas concesiones al momento de la demanda (diciembre de 1995) que
asciende a 3.517.119 pesetas, lo que multiplicado por cinco años arroja un total de 17.585.595 pesetas,
cantidad ésta a la que previsiblemente habría de acumulársele el incremento que anualmente se produce, dado que, desde su inicio y con periodicidad anual, se incrementaba el importe de la misma».
16
STSJ de Cataluña de 30 de marzo de 2006: «Por consiguiente, el pronunciamiento de la
resolución impugnada por el que remite a la fase de ejecución de sentencia la determinación de la
indemnización procedente, atendiendo para ello a los beneficios dejados de obtener durante los
cinco últimos años»; SSTSJ de Canarias, Las Palmas, de 11 de octubre de 2001, de Andalucía,
Granada, de 30 de julio de 2003; de Andalucía, Sevilla, de 3 de abril de 2007; STS de 11 de junio
de 2002; STSJ de Castilla y León de 27 de mayo de 2005.
Rescates de concesiones
133
resultados de explotación del último quinquenio17. Y ello sin obviar que en
otros casos se alude, como ya hemos venido afirmando, a la aplicación de las
reglas generales de expropiación forzosa, tal como establece por ejemplo la
sentencia del Tribunal Supremo de 20 abril 2001 en relación con un contrato
de gestión de servicios públicos, en el que el rescate del servicio, como forma
de extinción del mismo, da lugar a la indemnización por el valor del suelo y
construcciones procedentes de concesión municipal de servicios, aplicando el
artículo 43 de la LEF, mediante informe pericial sobre el valor del mercado 18
y aplicando la cláusula contractual que regía la respectiva concesión en cuanto
a la valoración de los vehículos procedentes de concesión municipal de servicios (igualmente, la STS de 26 octubre 2005).
Más informadora es la STSJ de Castilla-La Mancha de 18 de enero de
2010, pero por seguir y reproducir el propio cálculo realizado en el escrito
de apelación del Ayuntamiento (frente al sustentado por la sentencia apelada
basado en un informe técnico que no parece aplicar la regla que estamos comentando). Lo significativo es que, cuando se aplica el criterio de los artículos
271.3 y 288.4 del TRLCSP (en el TRLCAP artículos 266.3 y 169.4), resulta
que esta aplicación se refiere a un caso en que no habían trascurrido cinco años
17
Así, fijándose la indemnización siguiendo reglas generales (STSJ La Rioja de 20 abril de
2007) razonando que no habían transcurrido cinco años de explotación de la concesión, sino solo
tres. O simplemente como ejemplifica la STSJ del País Vasco de 9 de noviembre de 2001, se hace
caso omiso de este criterio (invocado por la parte demandante) fijando la Sala una cifra en concepto
de los beneficios dejados de percibir por la extinción de la concesión durante los ocho meses comprendidos entre la extinción del contrato y el término de la concesión, sin mayor explicación que la
remisión a un informe cuyo criterio no consta en la sentencia. También en la STSJ de la Comunidad Valenciana de 14 de marzo de 2008 se invoca el mismo criterio pero la Sala decide discrecional
y libremente la cifra en atención a los elementos de juicio (o a periciales). Y no faltan casos en que
se confunden los porcentajes de lucro cesante en virtud de anulación de la adjudicación (6%) o por
desistimiento y el presente criterio de la estimación de los beneficios durante los últimos cinco años
de explotación.
18
«Al amparo también del artículo 95.1.4.º de la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, en dicha anterior redacción, se alega por el actor como motivo cuarto la infracción
del artículo 230 del Reglamento de Contratos del Estado, y ello con el fundamento de que la
indemnización fijada en la sentencia no se ha efectuado según los criterios del citado precepto -lo
convenido o los de la Ley de Expropiación Forzosa- y en particular los de valoración de la Ley sobre
Régimen de Suelo y Ordenación Urbana, 8/1990, de 25 de julio, respecto a la fijación del valor del
suelo y construcciones, puesto que el Tribunal de la anterior instancia se ha atenido al precio de un
hipotético alquiler, fijado por un Agente de la Propiedad Inmobiliaria, que lo ha determinado según
las reglas del mercado especulatorio inmobiliario. Tampoco este motivo ha de ser estimado, pues
aunque es cierto que ese precepto pudo ser tenido en cuenta por la sentencia, pues era pertinente
en relación con el contenido del pleito, sin embargo no cabe afirmar que hubiera sido infringido
por el juzgador de la anterior instancia, por cuanto el valor del mercado a que se atuvo el perito,
y al ser aceptado con matizaciones su dictamen, también por quien dictó la sentencia impugnada,
es uno de los atendibles para la determinación del valor real, según se desprende del artículo 43 de
la LEF, es decir, era de los previstos en el artículo 230 RCE que se dice infringido. Sin que exista
razón alguna para que hubiera debido estarse a las reglas de la Ley del Suelo citadas por el recurrente
como infringidas, ya que no se estaba frente a una valoración urbanística, sino ante una liquidación
contractual por extinción y rescate de concesiones».
134
Santiago González-Varas Ibáñez
con beneficio con anterioridad al año respecto del que debe fijarse la indemnización. En este supuesto se trata de hallar los beneficios dejados de obtener en
2001 y 2002 y en 2004 y 2005. Sobre 2001 y 2002 se acude a los resultados
de explotación en el último quinquenio, pero por referencia a los dos años en
que consta que hubo beneficio (1999 y 2000), hallándose pues la media acto
seguido, con lo cual esta cifra resultante de hacer la media de estos dos años es
la que se corresponde con el beneficio dejado de percibir por cada uno de los
dos años cuyo cálculo se precisa. Y respecto de hallar los beneficios dejados de
obtener en los años 2004 y 2005: para ello se realiza la misma operación de
considerar los cinco años anteriores y en concreto aquellos en que hubo actividad (1999, 2000 y 2003, ya que ya nos consta que durante los años 2001
y 2002 no hubo actividad). Se halla, pues, la media de estos tres años. Y esta
cifra que resulta es la que ha de considerarse como beneficio industrial computable para los años 2004 y 2005. Sumando, pues, todas ellas (de los años
2001, 2002, 2004 y 2005) resulta la cifra final que ha de abonarse:
«De ahí que se juzgue por la Sala convincente el cálculo indemnizatorio
que sugiere el letrado consistorial y en que se plasma su pretensión:
2. «Para hallar los beneficios dejados de obtener en 2001 y 2002, en estricta aplicación del art. 169.4, hemos de atender a:
“A los resultados de la explotación en el último quinquenio”: como solo
hay dos ejercicios anteriores referidos a la explotación, hacemos la media:
18.024,94 € + 36.049,89 € = 54.074,84/2 ejercicios = 27.037,42
“a la pérdida del valor de las obras e instalaciones que no hayan de revertir a aquélla, habida cuenta de su grado de amortización”.
De contrario no se hace referencia a los bienes de inversión, cuyo valor
ha sido amortizado durante los ejercicios de inactividad 2001 y 2002, luego
NADA HA DE INDEMNIZARSE, pues nada se ha probado. A mayor
abundamiento, y en el colmo de la incoherencia ¿si no ha habido actividad
cómo ha habido pérdidas? Es imposible que lo señalado resulte de la amortización de los bienes de inversión, luego no puede pretenderse que se le
indemnice por unos gastos sin causa y que no tienen que ver con al actividad
PUES HA ESTADO CERRADA.
Luego la indemnización correspondiente a 2001 y 2002 ascenderá a
27.037,42 por cada ejercicio.
2. Para hallar los beneficios dejados de obtener en 2004 y 2005, en estricta aplicación del art. 169.4, hemos de atender a:
“a los resultados de la explotación en el último quinquenio”: tenemos
dos ejercicios de inactividad (2001 y 2002) y en el último quinquenio, 3 de
actividad (1999, 2000 y 2003), así pues, hagamos la media: 18.024,94 € +
36.049’89 € + 43.339,58= 97.414,84/3 ejercicios = 32.471,61 €
“a la pérdida del valor de las obras e instalaciones que no hayan de revertir a aquélla, habida cuenta de su grado de amortización”.
De contrario no se hace referencia a los bienes de inversión (obras e instalaciones), cuyo valor ha sido amortizado durante los ejercicios de inactividad
Rescates de concesiones
135
2004 y 2005, luego NADA HA DE INDEMNIZARSE, pues nada se ha
probado. A mayor abundamiento, y en el colmo de la incoherencia ¿si no ha
habido actividad cómo ha habido pérdidas/gastos? Es imposible que lo señalado resulte de la amortización de los bienes de inversión, luego no puede
pretenderse que se le indemnice por unos gastos sin causa y que no tienen
que ver con la actividad PUES HA ESTADO CERRADA.
Luego la indemnización para 2004 y 2005 ascenderá a 32.471,61€
Atendiendo a lo anterior, si el beneficio dejado de obtener en el año 2001
ha sido de 27.037,42 €; en el año 2002 de 27.037,42 €; en el año 2004 de
32.471,61 €, y en el año 2005 de 32.471,61 €, más los intereses legales,
resultan un total de beneficio dejado de obtener de 130.377,80 €.
Por consiguiente, se impone estimar el recurso en los términos de la pretensión subsidiaria del Ayuntamiento apelante»19.
19
Diferente es que el caso (y conviene tenerlo en cuenta) no se refiera a un rescate, sino a una
indemnización por «modificación» del contrato (STSJ de Madrid de 2 de marzo de 2007), o a la
indemnización tras la anulación judicial de una adjudicación estimando el recurso de un licitador
que tiene mejor derecho (STSJ de Madrid de 25 de mayo de 2007, relativa a un contrato de gestión
de servicios públicos; STSJ de Asturias de 25 de junio de 2008).
La STSJ de Madrid de 2 de marzo de 2007 interesa por las alusiones que hace al régimen indemnizatorio del rescate en relación con el caso del desistimiento y el de modificación del contrato:
«el último concepto que reclama la empresa concesionaria del servicio suprimido es el lucro cesante,
el beneficio esperado dejado de percibir por la mencionada supresión, citando en apoyo de esta tesis
los artículos 167.c) y 169.4 del TRLCAP, entendiendo que la cantidad procedente es el 6% que como
beneficio industrial fija la Ley citada para los supuestos de desistimiento en los contratos de obras. El
Ayuntamiento de Coslada mantiene que las normas solo permiten al concesionario solicitar una indemnización por beneficio industrial dejado de percibir bien cuando se proceda al rescate del servicio, bien
cuando se suprima éste. Es verdad que el artículo 163.2 del TRLCAP se limita a señalar que las modificaciones del contrato que afecten a su régimen financiero, darán derecho al contratista a una compensación que mantenga el equilibrio de los supuestos económicos que fueron considerados como básicos
en la adjudicación del contrato, en tanto que el artículo 169.4 prevé una indemnización en los casos
de rescate, supresión o imposibilidad de la prestación del servicio, consistente en los daños y perjuicios
que se le irroguen, incluidos los beneficios futuros dejados de percibir, atendiendo a los resultados de
la explotación en el último quinquenio, pero conviene reparar en que estos beneficios futuros son un
concepto distinto del llamado beneficio industrial, pues este último es un porcentaje que se aplica con
independencia de los resultados de la explotación, en tanto que los beneficios futuros a los que alude
el artículo 169 son beneficios en sentido contable, es decir, la diferencia entre ingresos y gastos en un
determinado período, de forma que si los primeros son mayores que los segundos existirán beneficios y
si los segundos son mayores que los primeros habrá pérdidas. Esto sentado y considerando que conforme al artículo 127.2 del Reglamento de Servicios de las Corporaciones Locales la Administración debe
compensar económicamente al concesionario por razón de las modificaciones que ordene introducir
en el servicio que incrementen los costes o disminuyan la retribución de aquel, y que el artículo 129.3
dispone que, en todo caso, la retribución prevista para el concesionario deberá ser calculada de modo
que permita, mediante una buena y ordenada administración, amortizar durante el plazo de la concesión el coste del establecimiento del servicio y cubrir los gastos de explotación y un margen normal de
beneficio industrial, permite considerar que en la compensación económica a favor del concesionario
derivada de la modificación del contrato, entra el beneficio industrial reclamado por la recurrente en
su demanda, por importe de 73.248,06 euros, por lo que no habiéndose discutido la forma de cálculo
de dicho beneficio industrial, se está en el caso de reconocer el derecho de la apelante a que el Ayuntamiento de Coslada le abone en este concepto la cantidad referida».
136
Santiago González-Varas Ibáñez
Este criterio es el ajustado a la legislación contractual, debiéndose hallar los
beneficios de los últimos cinco años de explotación; acto seguido la media de
los mismos; y finalmente multiplicar esa cantidad por los años que restan hasta el vencimiento de la concesión. En la práctica las cifras resultantes pueden
ser desproporcionadas planteándose el posible debate lege ferenda de limitar
por ejemplo tales anualidades.
Por eso, interesa también en este contexto indemnizatorio la jurisprudencia que informa de otras posibles incidencias. Así, se descubre lo que podría
llamarse «rescate con atenuante», como ocurre en el caso enjuiciado por la
STSJ de Galicia de 30 de octubre de 2009, en el que se admite la vía del
rescate pero se atenúa la compensación en atención a ciertos elementos que llevaban a identificar las consecuencias indemnizatorias en virtud de los criterios
generales de compensación. En este caso el Tribunal veía algo constreñida su
función jurisdiccional, considerando que el asunto se había planteado a través
del Jurado de expropiación forzosa, cuya función no es obviamente dictaminar sobre la vía más adecuada de resolución, sino limitarse a determinar las
indemnizaciones de los conceptos rescatados20.
Lo interesante de esta STSJ de Galicia de 30 de octubre de 2009 es el hecho de que el «rescate» no lleva consigo aplicar la regla del artículo 169.4 del
TRLCAP que afirma la necesidad de indemnizar por el lucro cesante conforme al criterio legal que recordamos [«en los supuestos de las letras b), c) y d)
del artículo 167, sin perjuicio de lo dispuesto en el apartado 1 de este artículo,
la Administración indemnizará al contratista de los daños y perjuicios que se
le irroguen, incluidos los beneficios futuros que deje de percibir, atendiendo
a los resultados de la explotación en el último quinquenio y a la pérdida del
20
«Pero, en este caso concreto, esta argumentación no es aceptable para la solución de los
problemas planteados, porque no se estaba ante un supuesto de normalidad en el ejercicio de la
concesión con unos resultados económicos satisfactorios, al que se le hubiese puesto fin por causas
de utilidad pública o interés social. En las contestaciones de la Abogacía del Estado y del Ayuntamiento se resalta el hecho verdaderamente trascendental de que el rescate de la concesión se produjo
exclusivamente a causa de la reiterada infracción gravísima por parte de la empresa concesionaria de sus
obligaciones esenciales en el mantenimiento de la concesión y en su uso adecuado, lo que es causa de
caducidad de la misma con arreglo a lo previsto en el art. 136, y concordantes, del Reglamento de
Servicios de las Corporaciones Locales aprobado por Decreto de 17 de junio de 1955, y se alega
también que en los ejercicios económicos de 2001, 2002, y 2003, la empresa concesionaria no había
desarrollado actividad económica alguna, con total paralización de la continuidad y regularidad de
la prestación del servicio público que tenía encomendado, así como que en los años anteriores había
tenido continuas pérdidas, con incidencia muy negativa en el desarrollo general de la concesión,
cuyos fines estaban desde hacía tiempo gravemente comprometidos. Al tratarse, por tanto, de un
supuesto de resolución justificada del contrato —en este caso concesión— en términos análogos
a lo previsto en el art. 1124 del CC por incumplimiento de obligaciones recíprocas cuando uno
de los contratantes no cumple las que a él le incumben, hay que interpretar que la intervención del
Jurado, más que puramente expropiatoria, es más bien arbitral y a los efectos de fijar la indemnización
que deba recibir la empresa concesionaria teniendo muy en cuenta todos los condicionantes ya
dichos».
Rescates de concesiones
137
valor de las obras e instalaciones que no hayan de revertir a aquélla, habida
cuenta de su grado de amortización»] sino que, pese a hablar de rescate, se
aplica solo el criterio genérico del artículo 169.1 del mismo TRLCAP («En
los supuestos de resolución, la Administración abonará, en todo caso, al contratista el precio de las obras e instalaciones que, ejecutadas por éste, hayan de
pasar a propiedad de aquélla, teniendo en cuenta su estado y el tiempo que
restare para la reversión»). Tal como afirma la sentencia:
«Y sin que le deban ser aplicables las normas del rescate de una concesión
en los supuestos ordinarios de los apartados b), c), y d) del art. 167, en relación con el art. 169.4, ambos de la Ley de contratos de las Administraciones
Públicas, con arreglo a las cuales la Administración habría de abonar al contratista las obras e instalaciones ejecutadas por este que hubieran de pasar a
aquella e indemnizarlo de los daños y perjuicios que se le irrogasen, incluidos
los beneficios futuros que deje de percibir atendiendo a los criterios que se
señalan, pues, al tratarse de un claro caso de incumplimiento contractual
por parte del contratista, es procedente también la aplicación de la norma
del artículo 166 de la mencionada Ley21, que, en contrapartida, impone a
este último también la obligación de abonar a la Administración los daños y
perjuicios que efectivamente le haya producido en la prestación del servicio
público de que se trate. De ello deduce correctamente el Abogado del Estado
que el precepto en este caso aplicable, a efectos de lo que le corresponde al
contratista como reparación, es el artículo 169.1 ya dicho —y no el 169.4,
que incluiría, este último, los beneficios futuros a los que se refiere—
que solo prevé la obligación de que se le abonen el precio de las obras e
instalaciones que hayan de pasar a aquella, teniendo en cuenta su estado
y el tiempo que restare para la reversión, lógicamente, de manera condicionada a que el contratista cumpliera con sus obligaciones, que ni siquiera era
este el caso».
Este criterio nos llevaría a recordar las sentencias que otorgan al concesionario de obra pública el derecho al abono de la obra pese a que ha abandonado la
ejecución del contrato, en virtud del enriquecimiento injusto pero evitando
que el concesionario obtenga beneficios o lucro cesante (STS de 20 de
diciembre de 1989 RJ 9220; STS de 23 de noviembre de 1987 RJ 9295;
STS de 26 de enero de 1980 RJ 135; STS de 29 de julio de 1989 RJ 6161;
SSTSJ de Murcia de 25 de octubre de 2004 y TSJ de Baleares de 30 de
noviembre de 2010).
21
A cuyo tenor «si del incumplimiento por parte del contratista se derivase perturbación grave
y no reparable por otros medios en el servicio público y la Administración no decidiese la resolución
del contrato, podrá acordar la intervención del mismo hasta que aquélla desaparezca. En todo caso,
el contratista deberá abonar a la Administración los daños y perjuicios que efectivamente le haya
irrogado».
138
Santiago González-Varas Ibáñez
Lo que importa, a mi juicio, destacar es cómo puede exonerarse del cumplimiento de la regla del beneficio futuro en el contexto mismo de un rescate,
cuando el rescate sea impuro por mediar otros factores (incluso incumplimientos, como podemos apreciar) en virtud de la citada sentencia de 30 de
octubre de 2009:
«CUARTO: Esta última interpretación —por otro lado la más conforme
con el principio de que todo incumplimiento contractual no puede significar ventaja alguna para la parte incumplidora— ha de servir para marcar las
pautas del contenido indemnizatorio de lo que aquí se debate y para servir
de corrección a la baja de lo previsto en el art. 41 de la Ley de Expropiación
Forzosa respecto a la indemnización procedente en caso de expropiaciones
de concesiones de servicios públicos en lo que se refiere a la valoración por la
actora de esos pretendidos beneficios futuros. El Jurado se atuvo, en efecto,
a ellas, y entendió que debía de actuar únicamente a efectos de fijar el valor
de los bienes incautados, añadiendo que, como la declaración de caducidad
(rescate de la concesión) lleva consigo la incautación de todos los bienes
afectos a la misma sin excepción alguna, no puede excluirse del justiprecio lo
que se demandaba por valor del mobiliario, ya que el Ayuntamiento no está
facultado para elegir los bienes que incauta y los que deja a disposición del
concesionario, ya que la norma impone la incautación de todos los bienes
afectos a la explotación, aunque tampoco el Jurado aceptó la valoración,
muy baja, presentada por el Ayuntamiento, sobre la base de que, para fijar
el valor del activo material, no se podía partir del valor neto contable, sino
de su valor real, que precisó después, con arreglo a las bases que explicó,
en la valoración definitiva, que ahora impugna la empresa, por importe de
223.375,14 euros».
Por otro lado, es lógico que a un rescate pueda anteceder una situación
de explotación deficitaria de la concesión. Para estos casos no está pensado
el criterio indemnizatorio por lucro cesante del artículo 271.3 del TRLCSP
3/2011, al no haber beneficios de explotación durante el último quinquenio.
De hecho, en la actualidad algunos rescates se plantean directamente obviando el lucro cesante y centrándose en abonar el valor de la obra sujeta a reversión anticipada. En estos supuestos la obra entonces se habrá financiado por el
contratista y no por la Administración, a diferencia de lo que habría ocurrido
si se hubiera acudido para la realización de las obras al contrato de obras y no
al de concesión de obra pública. Es preciso fomentar la búsqueda de empresarios que, si realizan una obra pública en el marco de una concesión, sea porque
la consideran viable y no para después solicitar compensaciones por parte de
la Administración. Asimismo, el Ayuntamiento podrá invocar el principio
de riesgo y ventura, con lo cual podrá no proceder el referido reequilibrio. Y
si se pretende trasladar el riesgo a la Administración puede servir la siguiente
doctrina: «el elemento fundamental configurador de nuestro actual sistema
concesional lo constituye la necesidad de que el pago al concesionario se
Rescates de concesiones
139
produzca en función del uso real de la obra unido al riesgo que necesariamente debe asumir éste. Cuando no haya posibilidad de explotación de la obra se
estaría excluyendo la asunción de riesgo por parte del concesionario, con lo
que estaríamos ante un contrato de obra y no de concesión»22. Asimismo, «es
evidente que si el reembolso de la financiación corriera a cargo del órgano de
contratación, sin riesgos vinculados a la gestión de obras, faltaría el elemento
del riesgo, en cuyo caso no estaríamos ante una concesión sino ante un contrato de
obras23. También se ha afirmado que «por ello, el riesgo debe ser asumido por
el concesionario; si por el contrario lo hicieran las Administraciones Públicas
debería recalificarse el contrato. La Comisión llega a decir que lo determinante es la presencia de riesgo en la explotación. Sin este elemento no se puede
hablar de concesión»24, por referencia a la Comunicación interpretativa sobre
las concesiones en el Derecho comunitario, n.º 2000/C 121/02, publicada en
el DOCE de 29 de abril de 2000. Precisando esta afirmación se ha puesto de
manifiesto que esta Comunicación, en su apartado 2.2, se basa en la STJUE
de 26 de abril de 1994 asunto C-272/91, donde se dice «existe concesión
cuando el operador asume el riesgo del servicio en cuestión (establecimiento
del servicio y explotación del mismo), cobrando una parte significativa de
remuneración al usuario»25.
V.
LA PRÁCTICA DEL RESCATE. PROCEDIMIENTO.
LA TENSIÓN ENTRE EL RESCATE Y EL MUTUO ACUERDO.
RÉGIMEN FISCAL. LAS FORMAS SOCIETARIAS. RESCATE
O COMPRA DE LA SOCIEDAD CONCESIONARIA
En principio, nos parece claro el procedimiento a seguir, pese a la ausencia
de regulación al respecto (a salvo de la mención genérica del artículo 211.3 del
TRLCSP, antes 195.3 de la LCSP y 249.2 del TRLCAP, que se presenta como
una regla elemental, pero poco informadora)26.
Habrá un acuerdo inicial de incoación del rescate, una incorporación al
expediente de informes técnicos y jurídicos que acrediten el supuesto de la
resolución contractual y adecuación a la legalidad del mismo con incorporación de las medidas o pruebas necesarias llamadas a resolver el expediente;
22
F. J. de Andrés Guijarro/A. Herrero Prieto, «El contrato de concesión de obra pública»;
Revista Jurídica de Castilla y León, mayo, 2004, p. 92.
23
A. Rebollo Rico, en VV AA, Comentarios a la nueva ley 13/2003, de 23 de mayo, reguladora del contrato de concesión de obras públicas, Madrid, 2003, p. 220.
24
F. Sanz Gandasegui, en VV AA, Comentarios a la nueva Ley 13/2003, de 23 de mayo,
reguladora del contrato de concesión de obras públicas, Madrid, 2003, pp. 90 y ss.
25
A. Embid Irujo/E. Colom Piazuelo, Comentarios a la Ley reguladora del contrato de
concesión de obras públicas, Pamplona, 2003, p. 70 y nota a p. 40.
26
J. Gieure le Caressant, en VV AA, Teoría y práctica para la gestión de los servicios locales,
Madrid, 2010, pp. 573 y 574.
140
Santiago González-Varas Ibáñez
acto seguido una audiencia del contratista en el plazo de 10 días27 (en caso de
oposición del contratista, Informe del Consejo de Estado u órgano consultivo
de la Comunidad Autónoma28; y finalmente una resolución del contrato por
rescate que producirá, junto a estos efectos de resolver el contrato, el transferimiento de las instalaciones a la Administración, la obligación del concedente de indemnizar al concesionario y la facultad de la Administración de
organizar el servicio (al margen siempre, obviamente, de su supresión, ya que
el rescate requiere continuidad del mismo).
Evidentemente, el rescate habrá de servir al interés público (dicho sea en
relación con la fase referida de informes y motivación del rescate). La doctrina
clásica no incidía en exceso en esta justificación. En el fondo, se piensa que el
modo de frenar un posible abuso en el ejercicio de una potestad tan abierta de
rescate está en la necesidad que conlleva aquél de compensar suficientemente
al contratista, como hecho que llevará a la Administración a decretar esta
excepcional medida solo en casos que conlleven esta necesidad. No obstante
esto, los tiempos actuales son exigentes en relación con la motivación por interés público. Y además, como ya nos consta, no puede esperarse que siempre la
penalización de la compensación que supone un rescate ha de ser el freno real
para su determinación. Más bien, la justificación en función de la situación de
facto revelará la bondad del rescate.
Tal como por ejemplo ilustra la STSJ de Galicia de 5 noviembre de 2008 29 el
interés público puede revelarse ante una situación de quebranto económico
a la que es preciso poner fin, o que lleva a la inviabilidad de la explotación.
Se precisa evidentemente acreditarlo oportunamente mediante los Informes que correspondan: «el propio abogado del Estado, en su contestación
a la demanda, dice que la resolución de los contratos está fundada… en
sólidas razones de interés público que se cifran en un cuantiosísimo perjuicio económico para el erario público». También si interesa lo contrario,
es decir, desvirtuar la realidad del interés público, habrá que apoyarse en
Informes contradictorios.
Nos consta que el rescate es una declaración unilateral del órgano contratante (art. 269 del TRLCSP 3/2011). La regla de la unilateralidad se entiende
en el sentido de que «nunca es necesaria ni la conformidad de la otra parte ni la
resolución judicial. La Administración actúa, como afirma Fleiner, en el ejercicio de una potestad que le es propia. Ello sitúa la institución que examinamos
27
STS de 21 de julio de 2000. Se anula la resolución (del contrato por caducidad) si no se
notifica y por tanto no ha habido audiencia al contratista (STSJ de Cataluña de 6 de abril de 1999).
Pese a que no se invalida el acto si el contratista alega en reposición: SSTS 18 de mayo 2004; de 17
de mayo 2004.
28
STS de 29 de diciembre de 2003, donde se anula un rescate por no haberlo solicitado dicho
Dictamen; puede verse también la STS de 12 de diciembre 2008; y Revista de contratación administrativa y de los contratistas, n.º 84, 2009, pp. 33 y ss.
29
Se trata de un caso de desistimiento por la Administración de un contrato pero con doctrina
perfectamente extrapolable a los rescates.
Rescates de concesiones
141
en aquella amplia categoría de los denominados derechos potestativos (...)»,
configurándose por esta doctrina como una decisión inherente o «esencial»
al servicio público y «discrecional», es decir, «no condicionada a ninguna circunstancia específica», lo que lleva a poner el límite en la necesidad de que
esta libertad de la Administración no conduzca a aprovechar esta potestad a
fin de desposeer al contratista sin permitirle obtener los provechos derivados
de su iniciativa. Esta doctrina quiere dejar clara la innecesariedad del acuerdo de voluntades, con lo que el rescate se distancia de la compraventa civil,
pese a reconocerse que, tras la declaración del rescate, se impone la compra
por un precio, con lo cual no se ignora la posibilidad del común acuerdo,
pese a que no forzosamente ha de producirse éste. Se nos dice, en todo caso,
que el rescate no puede estar condicionado a un previo acuerdo entre las partes30. Y esto es claro que es así. Pero el problema (no analizado comúnmente)
puede no ser éste, sino el resultante de un rescate cuya consecuencia indemnizatoria pueda preocupar a la Corporación. Es claro que el trámite de audiencia
al contratista no significa más que una simple opción de conformidad con el
rescate iniciado. Ante la incertidumbre que puede suponer en resultado económico que puede conllevar el rescate (máxime tras conocer la jurisprudencia
existente) se entiende la oportunidad del mutuo acuerdo. Pero se plantea si
(aparte del mutuo acuerdo) puede haber en el propio rescate algún margen
para contar con la disposición del contratista (en cuanto a la consecuencia
indemnizatoria del rescate) antes del inicio de éste, o si este supuesto ha de
encajar forzosa y necesariamente en el mutuo acuerdo.
La cuestión fiscal es otro problema a considerar. Desde el punto de vista
de la fiscalidad, un primer supuesto que nos podemos encontrar a la hora de
plantearnos un rescate de la concesión o una resolución por mutuo acuerdo
sería que la obra ejecutada sea entregada en concepto de primera transmisión
a la Administración a cambio de una indemnización, de modo que, por tratarse de una entrega de bienes que realiza el concesionario a la Administración,
la operación quedará sujeta al Impuesto del Valor Añadido, constituyendo tal
indemnización la base imponible sujeta al IVA del 18%. Y se considera entrega
de bienes en el sentido de la legislación del citado Impuesto y de las directivas
comunitarias, de acuerdo con la fundamental consulta V2840-09 de 29 de
diciembre de 2009, de la SG de Impuestos sobre el consumo, al corresponderle a la Administración la totalidad de las facultades económicas derivadas de
dichos bienes, ello sin perjuicio de que la titularidad jurídica de dichos bienes
corresponda al Ente concedente en tanto que bienes demaniales afectos a un
servicio o a una utilidad pública.
A pesar de lo que pueda parecer a priori, no resulta tan fácil saber si se trata
de una primera transmisión o no. En todo caso, para determinar si se trata
de una primera entrega de bienes o no, se recogen ciertos criterios que habría
30
F. Albi en su conocido Tratado de los modos de gestión de las Corporaciones locales, Madrid, 1960, pp. 656, 658 y 665.
142
Santiago González-Varas Ibáñez
que tener en cuenta en el propio artículo 20.1.22 de la Ley del IVA, el cual
señala:
«A los efectos de lo dispuesto en esta Ley, se considerará primera entrega la realizada por el promotor que tenga por objeto una edificación cuya
construcción o rehabilitación esté terminada. No obstante, no tendrá la consideración de primera entrega la realizada por el promotor después de la
utilización ininterrumpida del inmueble por un plazo igual o superior a dos
años por su propietario o por titulares de derechos reales de goce o disfrute
o en virtud de contratos de arrendamiento sin opción de compra, salvo que
el adquirente sea quien utilizó la edificación durante el referido plazo. No se
computarán a estos efectos los períodos de utilización de edificaciones por
los adquirentes de los mismos en los casos de resolución de las operaciones
en cuya virtud se efectuaron las correspondientes transmisiones».
Los órganos jurisdiccionales se han enfrentado a casos en los que ha tenido
que dilucidar si es primera o segunda transmisión. Así la STS de 5 de octubre
de 200531.
Otro aspecto fiscal que conviene no olvidar es que no habrá que liquidar el
impuesto autonómico de Actos Jurídicos Documentados, dado que las Administraciones Públicas están exentas del ITPyAJD en virtud del artículo 45.I.a)
del Real Decreto Legislativo 1/1993, de 24 de septiembre, por el que se aprueba el
Texto Refundido de la Ley del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos
Jurídicos Documentados.
Un segundo escenario se plantearía si el rescate o resolución de mutuo acuerdo
constituyese una «segunda o ulterior entrega de edificaciones, incluidos los terrenos en que se hallen enclavadas, cuando tengan lugar después de terminada
su construcción o rehabilitación» del artículo 20.1.22 de la Ley del IVA, pues
en este caso la operación estará exenta de IVA. Este supuesto sería fiscalmente
muy beneficioso para la Administración, dado que las Administraciones Públicas están exentas del ITPyAJD, como acabamos de indicar.
Pero la exención del artículo 20.1.22 de la Ley del IVA podrá ser objeto de renuncia por el sujeto pasivo, en la forma y con los requisitos que se determinen
31
«(...) El art. 20.1.22.º, que regula las exenciones en operaciones interiores, distingue entre
primera y segundas o ulteriores entregas de edificaciones, no teniendo la consideración de primera
entrega la realizada por el promotor después de la utilización ininterrumpida del inmueble por
un plazo igual o superior a dos años por su propietario o por titulares de derechos reales de goce
o disfrute o en virtud de contratos de arrendamiento sin opción de compra. En el caso que nos
ocupa —dice la sentencia impugnada—, la transmisión de la mayor parte del inmueble se considera
primera entrega, cuestión que nadie ha puesto en entredicho, y por tanto está sujeta y no exenta de
IVA. El resto del edificio (16,3%) se considera segunda entrega, al haber estado cedido en arrendamiento por plazo superior a dos años. Esta segunda entrega está sujeta pero exenta de IVA y, en
consecuencia, sujeta a Impuesto de Transmisiones Patrimoniales, salvo que el sujeto pasivo renuncia
a la exención en las circunstancias y con las condiciones recogidas en el art. 20.2 de la Ley [art.
4.4.a) de la Ley del IVA]».
Rescates de concesiones
143
reglamentariamente, cuando el adquirente sea un sujeto pasivo que actúe en
el ejercicio de sus actividades empresariales o profesionales y, en función de su
destino previsible, tenga derecho a la deducción total del Impuesto soportado
por las correspondientes adquisiciones. Es decir, que en caso de renuncia a la
citada exención, la operación quedaría sujeta a IVA.
Pero para que tal renuncia sea efectiva, han de cumplirse ciertos requisitos
indicados en el artículo 8 del Reglamento del IVA (Real Decreto 1624/1992,
de 29 de diciembre):
a)
La renuncia ha de practicarse por cada operación realizada por el sujeto pasivo del IVA en el marco de su actividad empresarial o profesional
y debe justificarse con una declaración suscrita por el adquirente en la
que éste haga constar su condición de sujeto pasivo del IVA con derecho a la deducción total del Impuesto soportado por las adquisiciones
de los correspondientes bienes inmuebles.
b) Que el adquirente declare por escrito al transmitente su condición
de sujeto con derecho a la deducción total del IVA soportado por la
adquisición del inmueble.
c) Que el transmitente comunique fehacientemente al adquirente la renuncia con carácter previo o simultáneo a la entrega de los correspondientes bienes.
Los tribunales indican que si no se cumplen los citados requisitos no se
produce la renuncia a la exención, no cabiendo, en ningún caso, la renuncia
posterior. Así, por todas, STS de 9 de noviembre de 2004:
«En cuanto a la virtualidad de la posible “renuncia a la citada exención”,
la solución arbitrada por la sentencia de instancia es, como en ella se ha razonado, la jurídicamente correcta, pues el artículo 8.1 del RD 1624/1992,
perfectamente habilitado (sin exceso alguno perceptible en lo esencial respecto al artículo 20.Uno.20 de la Ley 37/1992), EXIGE, como garantía de
los derechos e intereses de todas las partes afectadas, QUE la renuncia deba
comunicarse fehacientemente al adquirente, con carácter previo o simultáneo a la entrega de los terrenos (circunstancia no concurrente el presente
caso, en cuanto tuvo que otorgarse una escritura pública posterior para intentar subsanar tal omisión formal —circunstancia, y acto propio, que demuestra que los interesados no concedían al dato de aparecer en la escritura
de compraventa que “el trasmitente había recibido una suma de dinero en
concepto de IVA” el valor de una renuncia tácita o implícita de la exención
de dicho Impuesto—), y, ADEMÁS, QUE, en todo caso, la renuncia, que
se practicará por cada operación realizada por el sujeto pasivo, se justifique
con una declaración suscrita por el adquirente, en la que éste haga constar su
condición de sujeto pasivo con derecho a la deducción total de IVA soportado por las adquisiciones de los correspondientes bienes (declaración que,
lógicamente, tiene que ser, asimismo, coetánea a la comunicación fehaciente
144
Santiago González-Varas Ibáñez
de la renuncia). Y es que, en definitiva, se ha querido revestir a la renuncia de
un carácter formalista que condiciona esencialmente su validez».
Por su parte, la STS de 5 de octubre de 2005 nos aclara la naturaleza de
tal renuncia:
«En el presente caso, se observa que existen sendos documentos, de fecha
23 y 24 marzo 1994, firmados por el representante de la sociedad por poder
(p.p) y anteriores a la entrega del bien, en los que las partes se comunican
la voluntad de renuncia y el cumplimiento de los condicionantes para la
misma, siendo esta comunicación fehaciente y por escrito como requiere la
normativa y sin que sea necesario presentar ninguna declaración suscrita por
la entidad adquirente ante la Delegación o Administración de Hacienda de
la AEAT de su domicilio fiscal. La renuncia a la exención se concibe por la
normativa del IVA como un acto inter-partes, expreso y con comunicación
por escrito de ciertas circunstancias, requisitos todos que se cumplen en el
presente caso, por lo que es válida la renuncia a la exención del IVA efectuada, quedando la operación gravada, en consecuencia, por este impuesto,
con exclusión del de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados32».
Una tercera posibilidad sería que se entendiese que con el rescate o resolución de mutuo acuerdo se está realizando la transmisión de una unidad económica autónoma capaz de desarrollar una actividad empresarial o profesional
por su propios medios del artículo 7.1.º de la misma Ley, ya que en este caso
ha de hablarse de no sujeción al IVA. Igualmente que en segundo escenario
contemplado, este caso sería fiscalmente muy beneficioso para la Administración, dado que las Administraciones Públicas están exentas del ITPyAJD.
Pero la no sujeción del artículo 7.1.º de la Ley del IVA quedará excluida (y
por tanto la operación quedará sujeta a IVA) cuando no exista traspaso de
una estructura organizativa que permita hablar de verdadera transmisión
de una unidad económica autónoma, sino que se está más bien ante una
cesión de bienes.
32
Asimismo, la STSJ de Castilla-La Mancha n.º 308, de 26 de junio de 2007 Recurso n.º
403/04, pone de manifiesto la finalidad de la citada renuncia a la exención:
«Como se indica por copiosa doctrina, con la posibilidad de renunciar a estas exenciones en el
IVA se persigue evitar la extensión desmesurada de la aplicación de la regla de prorrata y también el
incremento del precio final de los productos. Además, en la medida en que se permite la deducción
de las cuotas de IVA soportadas, cosa que no sucede con el ITP, se sirve a uno de los principios
básicos del tributo cual es el de la neutralidad».
En este caso, al igual que en el supuesto anterior (primer escenario contemplado de sujeción de
la operación a IVA), el IVA soportado podría llegar a ser deducible por la Administración si llevara
a cabo una explotación futura del servicio objeto de concesión, de modo que podrá repercutir IVA
por los servicios al tratarse del ejercicio de una actividad empresarial en virtud del artículo 4 y 5 de
la Ley 37/1992, de 28 de diciembre, del Impuesto sobre el Valor Añadido.
Rescates de concesiones
145
Se plantea, por otra parte, la posibilidad de crear una sociedad mercantil pública en las operaciones de rescate o de mutuo acuerdo en el marco
de la resolución contractual con el concesionario. Relacionando la resolución
por rescate o mutuo acuerdo con las formas societarias surgen posibles algunas ventajas de hacer uso de estas opciones, tanto presupuestarias como de
gestión, en el contexto de la gestión de la obra pública llamada a ser rescatada
por el Ayuntamiento, y fiscalmente acabamos de hacer referencia al régimen
aplicable que puede ser también ventajoso.
En definitiva, la cuestión sería en estos casos la de crear una sociedad, en
el marco de la operación de la resolución contractual con el concesionario, a
fin de que dicha sociedad municipal adquiriese la explotación del servicio. En
consecuencia, desaparecería la empresa concesionaria de la explotación del
servicio, previo rescate o previa resolución por mutuo acuerdo, pasando a ser
la sociedad pública municipal la gestora del servicio o de la explotación de la
obra. La propia sociedad, además de realizar esta función de explotación o
gestión, podría verse involucrada en la propia realización u operación de resolución del contrato y adquisición de los bienes. Desde luego, este tipo de planteamientos pueden merecer un mayor análisis en función del caso concreto
planteado, pero nos parece interesante al menos debatir este tipo de opciones,
estudiando seguidamente el régimen jurídico previsto para la constitución de
este tipo de sociedades y su funcionamiento elemental. También incidiremos
en la posibilidad misma, en este contexto, de la municipalización en el sentido
de justificar la posible aplicación de esta figura para sustituir la posición del
contratista por la de una forma de gestión directa o indirecta municipal en el
marco de dicha municipalización. Mediante la creación de la sociedad pública
se articularía una resolución contractual en el marco de un rescate o mutuo
acuerdo. Mediante la municipalización, más bien, se impondría ab initio dicha resolución y desaparición de la concesionaria.
Para la determinación del procedimiento es preciso partir del TR aprobado por Real Decreto Legislativo 781/1986, de 18 de abril. En todo caso
se requiere utilidad pública y desarrollarse la actividad en beneficio de los
habitantes y dentro del término municipal para poder ejercer la actividad
económica aunque sea en régimen de libre concurrencia (art. 96 del TR)33.
El procedimiento en general para el ejercicio de «actividades económicas» por
las Entidades locales es:
a)
b)
Acuerdo inicial de la Corporación, previa designación de una Comisión de
estudio compuesta por miembros de la misma y por personal técnico.
Redacción por dicha Comisión de una memoria relativa a los aspectos social, jurídico, técnico y financiero de la actividad económica de que se trate,
33
Véase, sobre este tipo de requisitos, la STS de 21 de octubre 1988 y la STSJ de la Comunidad Valenciana de 18 de mayo de 2009 por referencia a una sociedad municipal urbanística
regulada por el RD 133/1978.
146
Santiago González-Varas Ibáñez
c)
d)
en la que deberá determinarse la forma de gestión, entre las previstas por la
Ley, y los casos en que debe cesar la prestación de la actividad. Asimismo,
deberá acompañarse un proyecto de precios del servicio, para cuya fijación
se tendrá en cuenta que es lícita la obtención de beneficios aplicable a las
necesidades generales de la Entidad local como ingreso de su presupuesto,
sin perjuicio de la constitución de fondos de reserva y amortizaciones.
Exposición pública de la memoria después de ser tomada en consideración
por la Corporación, y por plazo no inferior a treinta días naturales, durante
los cuales podrán formular observaciones los particulares y entidades, y
Aprobación del proyecto por el Pleno de la Entidad local34.
Diríamos que este es el procedimiento general para el desarrollo de cualquier
actividad económica de la entidad local. Pero, al mismo tiempo, respetando las
disposiciones concretas para el caso de monopolio y rescate (arts. 97.235 y 98 y
99), gestión directa con personal propio (art. 100), o con organización especializada (arts. 101 y 102), o por creación de sociedades (art. 103), gestión
indirecta (art. 104) etc.
Que es el procedimiento general que ha de seguirse para actividades económicas o de servicio público lo dejan claro asimismo los tribunales, así, la
STSJ del País Vasco de 26 de diciembre de 2003 cuando, en un caso relativo
a un servicio de una Corporación local por gestión directa mediante sociedad
municipal, anula un acuerdo de Pleno de resolución de una concesión y delegación del servicio a una sociedad municipal de capital íntegramente público,
porque se ha prescindido del procedimiento y tramitación de expediente previo, siendo éste un presupuesto procedimental esencial para la legitimación de
la inmisión del poder público en la actividad económica privada:
«Como se deduce de los anteriores fundamentos de derecho, la creación
de una empresa municipal no puede hacerse, conforme al artículo 86.1 de la Ley
7/1985, de 2 de abril, de Bases del Régimen Local, sin un expediente previo para
acreditar la oportunidad y conveniencia de la medida. Este requisito aparece justificado por el carácter excepcional que, desde el punto de vista de los principios de libre empresa y libertad de mercado (art. 38 de la Constitución) reviste
34
Sobre este procedimiento puede profundizarse consultando la STSJ de Andalucía (Granada)
de 25 de febrero de 2002.
35
En efecto, «para la ejecución efectiva en régimen de monopolio de las actividades reservadas
de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 86.3 de la Ley 7/1985, de 2 de abril, se requerirá el
cumplimiento de los trámites previstos en el número anterior referidos a la conveniencia del régimen de monopolio, si bien el acuerdo a que se refiere su apartado d) deberá ser optado por mayoría
absoluta del número legal de miembros de la Corporación». «Recaído acuerdo de la Corporación,
se elevará el expediente completo al órgano competente de la Comunidad Autónoma. El Consejo
de Gobierno de ésta deberá resolver sobre su aprobación en el plazo de tres meses. Si se solicitase
dictamen del Consejo de Estado o del órgano consultivo superior del Consejo de Gobierno de la
Comunidad Autónoma, donde existiese, no se computará el tiempo invertido en evacuar la consulta» (art. 97.2 y 3 del TR 781/1986).
Rescates de concesiones
147
la intervención pública en la actividad económica (art. 128 de la Constitución). La existencia de ésta no resulta afectada por el hecho de que la actividad
económica de que se trate se haya reservado al poder público como servicio
esencial en régimen de monopolio (art. 128.2, inciso segundo, de la Constitución), en contra de lo que sostiene la parte demandada y hoy recurrente. El
sometimiento al Derecho mercantil de una actividad de carácter económico,
con la consiguiente huida de las limitaciones que impone el Derecho administrativo a la actividad de los poderes públicos, comporta por sí una intervención
de aquella naturaleza.
En el caso examinado, como afirma la sentencia recurrida sin oposición
de la parte hoy recurrente, el expediente cuya tramitación exige la Ley no ha
existido, como expresamente reconoce el Ayuntamiento. La naturaleza y la
finalidad de dicho expediente lo convierten en presupuesto procedimental
esencial para legitimar la inmisión del poder público en la actividad económica privada, tal como aparece configurado en la Ley de acuerdo con los
principios constitucionales. Por ello, aun sin compartir sus razonamientos,
debemos estar conformes con la conclusión de la sentencia recurrida en el
sentido de que la ausencia de expediente previo implica la nulidad de pleno
derecho a que se refiere el artículo 62.1 e) de la Ley 30/1992.
También en el caso examinado queda acreditado que no se han respetado
los trámites esenciales impuestos en el artículo 97 del TRDLVRL, que, repetimos, adquieren cariz fundamental. Procede, igualmente, declarar la nulidad
del Acuerdo de constitución, bien entendido que la proclamación jurisdiccional de esta nulidad no prejuzga, ni excluye, ni la legalidad, ni la legitimidad
de las medidas que el Ayuntamiento demandado entienda oportuno adoptar
de cara a la intervención en el sector de los servicios funerarios, inclusive, claro está, la de subsanar la falta de los requisitos procedimentales soslayados».
En efecto, según el artículo 86 de la LBRL 7/1985, de 2 de abril, incide
en la libre iniciativa pública local mediante expediente acreditativo de la conveniencia y oportunidad de la medida y la aprobación definitiva corresponderá
al Pleno de la Corporación cuando el ejercicio de la actividad se haga en régimen de libre concurrencia. Acto seguido el párrafo tercero de este precepto
prevé la conocida reserva en favor de las entidades locales de las actividades
o servicios esenciales mencionados: «abastecimiento y depuración de aguas;
recogida, tratamiento y aprovechamiento de residuos; suministro de calefacción; mataderos, mercados y lonjas centrales; transporte público de viajeros.
El Estado y las Comunidades Autónomas, en el ámbito de sus respectivas
competencias, podrán establecer, mediante Ley, idéntica reserva para otras
actividades y servicios»36.
36
Asimismo «la efectiva ejecución de estas actividades en régimen de monopolio requiere,
además de lo dispuesto en el número 2 de este artículo, la aprobación por el órgano de gobierno de
la Comunidad Autónoma». Por su parte el artículo 85 prevé las formas de gestión directa (contem-
148
Santiago González-Varas Ibáñez
En el RSCL (arts. 45 y ss.) se regula la municipalización imponiendo una
serie de pautas de actuación a la Administración local: tiene que revelarse su
ventaja respecto de la iniciativa particular y la gestión indirecta (art. 45.2 del
RSCL). Los servicios han de tener naturaleza mercantil y ser de utilidad pública (art. 46.1 del RSCL). En caso de municipalización se asume en todo o en
parte el riesgo de la empresa (art. 45.1 del RSCL) y se impone en la práctica
el seguimiento de las reglas procedimentales sobre municipalización de los
artículos 56 y ss. del RSCL para la creación de la sociedad pública municipal,
en esencia, la designación de una Comisión especial (art. 56 del RSCL) cuya
finalidad es la redacción de una Memoria comprensiva de las ventajas de tipo
social, así como contener aspectos jurídicos, técnicos y financieros (arts. 58 a
62 del RSCL), con exposición al público por plazo no inferior a treinta días.
Es claro que esta regulación puede conectar con la regulación de la gestión
directa prevista en los artículos 67 y ss. del RSCL. «Los servicios municipalizados o provincializados en régimen de gestión directa con órgano especial
estarán a cargo de un consejo de administración y de un gerente» (art. 71
del RSCL). La gestión directa de los servicios económicos podrá serlo en
régimen de empresa privada, que adoptará la forma de responsabilidad limitada o de sociedad anónima, y se constituirá y actuará con sujeción a las
normas legales que regulen dichas compañías mercantiles, sin perjuicio de
las adaptaciones previstas por este reglamento (art. 89 del RSCL).
En la práctica a veces se utiliza el término «municipalización» (en el ámbito
local) para definir el fenómeno general de creación de sociedades municipales
en cuestión37. Pero la municipalización no se corresponde necesariamente con
la simple intervención económica local. En suma, como dice la STSJ de Castilla y León de 5 de junio de 2001 la municipalización de servicios «supone
asumir un servicio o actividad»38.
En todo caso, la intervención pública económica y en particular la municipalización de servicio ha de seguir el procedimiento legalmente establecido
incurriéndose de lo contrario en nulidad: STS de 21 julio 1987; STSJ de
Canarias, Las Palmas, de 23 de febrero de 2001; STSJ de Galicia de 20 de
junio de 2003; STSJ de Cataluña de 28 de diciembre de 2007, anulando la
municipalización por no estar bien constituida la Comisión de Estudio al
faltar representación de los usuarios, ya que la normativa de esa Comunidad
Autónoma así lo prevé, con retroacción de actuaciones al momento de su
constitución.
Un ejemplo de municipalización en un contexto de gestión directa y supresión de la actividad privada existente se recoge en la STS de 21 julio 1987,
plando la sociedad mercantil de capital de titularidad pública y la entidad pública empresarial) o
indirecta.
37
Puede verse AVS, PROMOTORES PÚBLICOS DE VIVIENDA Y SUELO, Boletín Informativo, n.º 86, julio, 2006, pp. 24 y ss.
38
Véase J. M. Carbonero Gallardo (Dirección y coordinación), Teoría y práctica para la
gestión de los servicios locales, Madrid, 2010.
Rescates de concesiones
149
donde la «municipalización» se refiere a un servicio en relación con el cual se
dispone el cese escalonadamente de la prestación que vienen realizando las
empresas (en este caso concesionarias de líneas periféricas de trasporte).
Asimismo puede citarse el ejemplo de la STS de 31 mayo 1991.
En cambio, un ejemplo de municipalización que no implica la asunción
por gestión directa de la actividad, ya que se anuda a una concesión, es el de
la STS 21 diciembre 2000. La asunción del servicio de aguas se considera municipalización pero, si se quiere gestionar mediante concesión, han de seguirse
dos expedientes (uno de municipalización y otro de adjudicación contractual), sin poderse obviar este último (y por tanto la sujeción a los principios
de publicidad, concurrencia y vinculación a la mejor oferta de la legislación
contractual pública). Por otro lado, se confirma el régimen legal según el cual
cuando la actividad económica se preste en régimen de libre concurrencia solo
se exige la aprobación por el pleno de la Corporación local contratante, mientras que si es en régimen de monopolio se exige la aprobación por el órgano
de gobierno de la Comunidad Autónoma respectiva. Así pues, en estos casos
de reserva monopolística sobre actividades y servicios esenciales (como es el
abastecimiento de aguas, amparándose la iuspublificación local en el artículo
86 de la LBRL) y simultáneamente su gestión indirecta, debe posponerse la
adjudicación del contrato para esa gestión indirecta del servicio monopolizado, al acto de aprobación del establecimiento del régimen de monopolio ya
que en caso contrario se vulneraría la garantía de la libre concurrencia.
Profundizando en otra ventaja, en este contexto, de las sociedades públicas
municipales, es sabido que éstas se regirán íntegramente, cualquiera que sea su
forma jurídica, por el ordenamiento jurídico privado39, salvo las materias en
que les sea de aplicación la normativa presupuestaria, contable, de control financiero, de control de eficacia y contratación, debiendo adoptar la sociedad
una de las formas de sociedad mercantil de responsabilidad limitada, y en la
escritura de constitución constará el capital, que deberá ser aportado íntegramente por la entidad local o un ente público de la misma (artículo 85 ter de
la LBRL).
Este tipo de sociedades cuentan con ventajas desde el punto de vista presupuestario. Es decir, no se someten al régimen presupuestario, pues actúan
sin intervención previa y sin el sometimiento, como cualquier sociedad
39
Recordemos con la STSJ de Andalucía (Granada) de de 25 de febrero de 2002 que «si,
como hemos declarado, la sociedad anónima municipal debe someterse en cuanto a procedimiento
y adopción de acuerdos de la Junta General al Derecho Administrativo local, será competente la
jurisdicción Contencioso-Administrativa cuando se enjuicien, como actos separables, actuaciones
—expresas o tácitas— de los órganos societarios que se refieran a los extremos antes señalados.
Por idéntica razón, estarán legitimados para impugnar los acuerdos societarios, ante la jurisdicción
Contencioso-Administrativa, todos los que tengan interés legítimo, en este caso los miembros del
Comité de empresa de “...”».
150
Santiago González-Varas Ibáñez
mercantil, al régimen de auditorías40. Por ello, no se considera la intervención municipal como órgano de las mismas. No obstante, la Ley de
Haciendas Locales (Real Decreto Legislativo 2/2004) y el Real Decreto
500/1990 hacen referencia a que tanto en el presupuesto como en la cuenta general del Ayuntamiento se incluirán los estados de ingresos y gastos
y cuentas de estas sociedades, integrándose sus elementos contables y de
previsión de gastos en la contabilidad y presupuestos municipales (artículo
164 del Texto refundido de la Ley reguladora de las Haciendas Locales41).
Posteriormente la fiscalización externa de las cuentas y de la gestión económica de las Entidades Locales y sus sociedades dependientes es función
propia del Tribunal de Cuentas. Así pues, si bien la actuación de la empresa pública no se encuentra sometida al régimen de intervención previa
por el interventor de la Corporación municipal (ya que se sigue el criterio
de posterior de revisión mediante el régimen de auditoría) la intervención
municipal deberá realizar un control de financiero y de eficacia, con carácter posterior, fundamentalmente cuando se liquide el presupuesto debido
a que las cuentas de las sociedades forman parte de la cuenta general y
se incluirán sus previsiones de ingresos y gastos en los presupuestos del
siguiente año. Para ello puede servir el informe de los auditores o puede
realizar los estudios y análisis que tenga por convenientes, de acuerdo con
los artículos 220 y 221 del TRLHL42.
40
El artículo 203 de la Ley de Sociedades anónimas, establece que las cuentas anuales y el informe de gestión deberán ser revisados por auditores de cuentas. Estos auditores de cuentas han de
ser nombrados por la Junta General antes de que finalice el ejercicio a auditar. Esta comprobación
se plasmará en un informe detallado.
41
«1. Las Entidades locales elaborarán y aprobarán anualmente un Presupuesto General en
el que se integrarán: El Presupuesto de la propia Entidad. Los de los Organismos Autónomos dependientes de la misma. Los estados de previsión de gastos e ingresos de las Sociedades Mercantiles
cuyo capital social pertenezca íntegramente a la Entidad local». Por otro lado, el artículo 111 del
Decreto 500/1990 establece que antes del 15 de septiembre de cada año, las sociedades deben
remitir sus previsiones de ingresos y gastos al Ayuntamiento. Y el artículo 209 del TRLHL indica
que «la Cuenta General que estará integrada por: La de la propia Entidad. La de los Organismos
Autónomos. Las de las Sociedades Mercantiles de capital íntegramente propiedad de las mismas».
42
AVS, PROMOTORES PÚBLICOS DE VIVIENDA Y SUELO, Boletín Informativo, n.º
86, julio, 2006, pp. 84 y ss.: «Independientemente de ello el procedimiento mercantil de aprobación
de las cuentas es el siguiente: Durante el primer trimestre del año, las cuentas deberán ser formuladas por el Consejo de Administración. Se produce mediante acuerdo, debiendo ser firmadas por los
distintos consejeros. Una vez formuladas, deberán ser verificadas por los auditores de cuentas. Por
último, antes del 30 de junio, es decir, dentro del primer semestre del año, deberán ser elevadas para su
aprobación, junto al informe de los auditores, al pleno del Ayuntamiento en función de Junta General. Tras su aprobación serán remitidas al registro mercantil para su verificación y depósito al registro
Mercantil. Dentro de la cuenta general de la Corporación Municipal, se rendirán las cuentas, una
vez aprobadas, al Tribunal de Cuentas, antes del día 15 de octubre de cada año». En los Estatutos
de la sociedad se hará consta las denominación, objeto, duración y domicilio de la misma, así como
el capital y las participaciones sociales y los órganos sociales (Junta General, Consejo de Administración, Presidente, Vicepresidente y Secretario y Gerente) y el régimen financiero, ejercicio social
y cuentas anuales.
Rescates de concesiones
151
Pese a estas ventajas, la falta de arraigo en la práctica de la creación de sociedades en el contexto de la resolución de contratos por rescate, lleva a plantear
también ciertos riesgos en cuanto a la articulación de la forma societaria y el
ejercicio de las potestades públicas, riesgos seguramente salvables, pero que
requieren un esfuerzo añadido argumental en torno a la determinación de
aquello que es el posible radio de actuación de una sociedad (en el contexto
de un rescate) y aquello que ha de reservarse al puro ámbito de decisión de la
Administración pública local.
Tatiana Recoder Vallina★
Racionabilidad de las normas
y predecibilidad de la conducta humana
en materia de corrupción
“Cualquiera que tenga el poder legislativo o supremo de una comunidad
política ha de gobernar mediante el establecimiento de leyes duraderas, promulgadas y
conocidas por el pueblo, y no mediante decretos extemporáneos”
John Locke
Sumario: RESUMEN.—INTRODUCCIÓN.—MARCO INTERNACIONAL.—ESPAÑA.—I. EVALUACIÓN DE LA POLÍTICA PÚBLICA DE
LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN A LA VISTA DE ALGUNAS
LEYES RELACIONADAS CON ESA MATERIA.—II. EVALUACIÓN
LEGISLATIVA DE LA NORMATIVA RELACIONADA CON PREVENCIÓN DE LA CORRUPCIÓN EN ESPAÑA.—III. VALORACIÓN DE
LA NORMATIVA ESTUDIADA CON IMPLICACIONES SOBRE EL
FENÓMENO DE LA CORRUPCIÓN EN ESPAÑA.
RESUMEN
La ingente cantidad de normas que se aprueban por el Legislador no siempre
parece estar justificada. Se estudia en este artículo si la regulación de la lucha
contra la corrupción a través de diversas normas es o ha sido eficaz. En definitiva,
si las normas aprobadas son lo suficientemente racionales para ser eficaces y si el
legislador ha sido capaz, a través de ellas, de predecir la conducta humana para
prevenir determinados comportamientos considerados perniciosos para la sociedad.
PALABRAS CLAVE: corrupción, legislador, prevención, transparencia.
★
Letrada de la Asamblea de Madrid.
154
Tatiana Recoder Vallina
INTRODUCCIÓN
De acuerdo con el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas
de enero de 2013, ante la pregunta de cuál es el principal problema que existe
actualmente en España los ciudadanos situamos la corrupción en tercer lugar.
Por su parte, recientemente el Consejo General del Poder Judicial ha hecho
público un informe provisional de su Servicio de Inspección donde se pone
de manifiesto que los Juzgados y Tribunales españoles están tramitando 2.173
procedimientos de especial complejidad, de los que 1.661 son relativos a tipos
penales relacionados con alguna clase de corrupción política o económica.
Partiendo de estos datos nos planteamos cómo reacciona el legislador ante el
fenómeno de la corrupción.
El Diccionario de la Real Academia Española dice que la corrupción es “en
las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole,
de sus gestores”. Desde un punto de vista jurídico definir qué se entiende por
corrupción no es sencillo, más bien se trata de un tema delicado y no pacífico.
Como tendremos ocasión de ver, jurídicamente se han ido concretando tipos
de delitos relacionados con esta conducta y se ha obviado la definición de un
tipo genérico de corrupción. Además, se han sancionado con mayor rigor las
conductas en las que se ven implicados empleados públicos que los casos de
corrupción privada.
La corrupción no es, ni mucho menos, un fenómeno nuevo ni en nuestro
país (el Código Penal recoge el delito de cohecho desde 1822), ni en el resto del
mundo (ya en la antigua Roma existían normas para combatirla), sin embargo,
a medida que avanza la construcción de Estados de Derecho, la lucha contra las
prácticas corruptas se ha incrementado notablemente, empleando para ello los
Estados su arma más agresivas (recordemos la consideración del Derecho Penal
como última ratio). Desde hace años asistimos a una lucha desde diversos frentes
(organizaciones internacionales, Estados, medios de comunicación, ONG´s …)
tendente a obtener una mayor sensibilización a nivel mundial respecto de este
fenómeno y de sus costes sociales y financieros, así como de la necesidad de que
la sociedad se niegue a aceptarla. Ya hace tiempo que se han venido dictando
normas por los Gobiernos para evitar la corrupción fomentando la ética pública. El problema es determinar si la existencia de corrupción es cultural o no. “La
corrupción perjudica desproporcionadamente a los pobres al desviar fondos destinados para el desarrollo, debilitar la capacidad de los gobiernos para prestar servicios
básicos, alimentar la desigualdad y la injusticia y desalentar la inversión y la ayuda
extranjeras”, son palabras que pronunció Kofi ANANN, entonces Secretario
General de las Naciones Unidas, en su declaración sobre la adopción de la
Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción en 2003.
En este trabajo nos vamos a centrar en el análisis de algunas normas españolas, que han pretendido ser un freno a eventuales conductas corruptas.
Comenzaremos por una exposición del panorama internacional en el que se
mueve nuestro país, para posteriormente analizar el caso español.
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 155
MARCO INTERNACIONAL
De cuestión principalmente local la corrupción ha pasado a ser un fenómeno global. Por ello es frecuente ver, por un lado, como muchos Estados superan el tradicional principio de territorialidad en la aplicación de su Derecho
Penal y, por otra parte, que a nivel internacional se buscan denominadores comunes para crear normas que ayuden a combatir este pernicioso fenómeno.
Fue la promulgación en EEUU de la Foreign Corrupt Practices Act1 en 1977
el punto de partida de la regulación de la corrupción a nivel internacional.
Esta ley prohibía que las empresas recurrieran al soborno en sus prácticas
comerciales, sancionando dichas conductas con la imposición de importantes
sanciones que van desde multas económicas hasta la puesta bajo supervisión
judicial o incluso la orden judicial de liquidación de la empresa. Es claro que
esta regulación dejaba a las empresas estadounidenses en desventaja frente a las
de otros países que no sancionaban estas conductas. La presión de EEUU a otros
Estados para perseguir este tipo de comportamientos fue decisiva para la internacionalización de las normas sobre corrupción. Así, en el seno de la OCDE se
elaboró el Convenio de lucha contra la corrupción de Agentes públicos extranjeros en
las transacciones comerciales internacionales, de 17 de diciembre de 1997, ratificado por España el 3 de enero de 2000 (BOE 22 de febrero de 2002).
En el ámbito de la Organización de las Naciones Unidas el primer paso
se dio en Palermo en el año 2000. Tras intensas negociaciones se llegó a un
acuerdo de compromiso entre las diversas posiciones, y se adoptó la Convención de las Naciones Unidas contra la delincuencia organizada transnacional2.
En ella se califican una serie de conductas de ilícitas (entre ellas la corrupción)
y se establece como delito grave, entre otros, el cohecho. De los propios debates que dieron lugar a este texto se detectaba la clara necesidad de tratar la
corrupción en un instrumento específico. Así, en 2003 se aprobó en Mérida
(México) la Convención de las Naciones Unidas contra la corrupción3, cuyo artículo 15 dice que:
“Cada Estado Parte adoptará las medidas legislativas y de otra índole que sean
necesarias para tipificar como delito, cuando se cometan intencionadamente:
a) la promesa, el ofrecimiento o la concesión a un funcionario público, en forma
directa o indirecta, de un beneficio indebido que redunde en su propio provecho
o en el de otra persona o entidad con el fin de que dicho funcionario actúe o se
abstenga de actuar en el cumplimiento de sus funciones oficiales;
1
Se adoptó a raíz de que se probó que una empresa aeronáutica estadounidense sobornaba a
funcionarios extranjeros para lograr pedidos de sus Gobiernos.
2
España la ratificó el 1 de marzo de 2002 (BOE de 29 de septiembre de 2003).
3
La Convención entró en vigor el 14 de diciembre de 2005. Fue ratificada por España el 9 de
junio de 2006 (BOE 19 de julio de 2006).
156
Tatiana Recoder Vallina
b) la solicitud o aceptación por un funcionario público, en forma directa o indirecta, de un beneficio indebido que redunde en su propio provecho o en el de
otra persona o entidad con el fin de que dicho funcionario actúe o se abstenga
de actuar en el cumplimiento de sus funciones oficiales”.
Esta Convención ha sido la primera respuesta a nivel global internacional
en la lucha contra el fenómeno de la corrupción. Los aspectos más destacados
de la Convención de la ONU contra la corrupción pueden sintetizarse en los
siguientes puntos:
I.
II.
III.
VI.
V.
Adopción de medidas de prevención contra la corrupción, destinadas
tanto al sector público como al privado. Se prevé la creación de órganos de lucha contra este fenómeno y la mejora de la transparencia
en la financiación de los partidos políticos y las campañas electorales.
Asimismo, contiene medidas para la prevención de la corrupción en el
ámbito judicial y en relación con la contratación pública. Para el logro
de todos estos fines, la Convención hace especial hincapié en el papel
destacado que realiza una sociedad concienciada de los efectos negativos de la corrupción, para lo cual se considera conveniente promover
activamente la participación de las ONG´s y otras asociaciones civiles
en esta materia.
Un segundo campo de actuación contra la corrupción lo centra la
Convención en la necesidad de que los distintos países tipifiquen detalladamente como delito los actos de corrupción, los cuales irían más
allá de las formas básicas (soborno, malversación, etc) y deberían incluir otras conductas tales como el tráfico de influencias y la ocultación y blanqueo del producto de la corrupción.
La cooperación internacional es otro de los factores básicos en la lucha
contra las conductas corruptas. Se englobarían en este campo conductas tanto preventivas, como de investigación y relacionadas con el
enjuiciamiento de los criminales, la localización, congelación, incautación y decomiso del producto de la corrupción.
La recuperación de activos es otro de los aspectos importantes de la
lucha contra la corrupción. Entre las medidas previstas destacan la
prevención y detección de las transferencias de activos adquiridas mediante conductas ilegales, la recuperación de las mismas y su devolución.
La Convención prevé que una Conferencia de Estados Parte será la encargada de supervisar su aplicación.
La puesta en práctica de la Convención ha sido, sin duda, un gran paso de
la Comunidad internacional para el adecuado desarrollo de los países y de sus
gentes al reconocer la gravedad del problema de la corrupción. Actualmente
cuenta con más de 140 países firmantes y 27 adicionados. En 2006 la Conferencia de los Estados Parte de la Convención de las Naciones Unidas contra
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 157
la Corrupción acordó la necesidad de establecer un mecanismo de evaluación
para examinar su aplicación. En 2009, la tercera Conferencia de Estados Parte
aprobó la Resolución “Mecanismo de Examen de la Aplicación de la Convención
de las Naciones Unidas contra la Corrupción” y estableció el Grupo sobre el
Examen de la Aplicación, en el que se pueden intercambiar opiniones, ideas
y buenas prácticas contribuyendo de este modo a fortalecer la cooperación
entre los Estados Parte para prevenir la corrupción y luchar contra ella. La
Convención establece un mecanismo de revisión entre pares, por lo que cada
Estado parte será examinado por otros dos países, participando activamente el
Estado parte en el proceso de examen. Asimismo se establece que uno de los
dos países examinadores pertenecerá a la misma región geográfica que el Estado examinado y deberá tener, en la medida de lo posible, un ordenamiento
jurídico análogo al del Estado Parte objeto de examen.
En la Unión Europea también se han adoptado medidas para el establecimiento de una política anticorrupción. Ya el artículo 29 del Tratado de la UE
menciona la prevención y la lucha contra la corrupción como uno de los objetivos para lograr la creación y salvaguardia en un espacio europeo de libertad,
seguridad y justicia. Partiendo de ello se han elaborado en sede comunitaria
numerosos documentos anti fraude. Así, ante los eventuales perjuicios que
ella misma pudiera sufrir por casos de corrupción, se aprobó el 26 de julio de
1995 el Convenio relativo a la protección de los intereses financieros de las Comunidades Europeas (en vigor el 17 de abril de 2003), que hace especial mención
al fraude. Un paso más se dio con la entrada en vigor en 2002 del Protocolo
establecido sobre la base del artículo k.3 del Tratado de la Unión Europea, del
Convenio relativo a la protección de los intereses financieros de las Comunidades
Europeas, que incluyó en sus artículos 2 y 3 la obligación de tipificar el delito
de cohecho. En aras a lograr un mayor alcance en la lucha contra la corrupción el Consejo adoptó el 26 de mayo de 1997 el Convenio relativo a la lucha
contra los actos de corrupción en los que estén implicados funcionarios de las Comunidades Europeas o de los Estados miembros de la Unión Europea. Aparte de
estas previsiones específicas no podemos olvidar las diferentes normas que se
han aprobado en la Unión Europea sobre supuestos concretos y que ayudan
también a la lucha contra la corrupción en casos tales como la contratación
pública. Entendiendo la corrupción como “abuso de poder para obtener ganancias privadas”, la Comunicación de la Comisión, de 28 de mayo de 2003,
una política global de la UE contra la corrupción (COM (2003) 317 final),
enuncia los principales elementos de la política de la UE en esta materia:
— Compromiso político al más alto nivel. Desde el punto de vista institucional se crearon en 1999 la Oficina Europea de Lucha contra el
Fraude (OLAF) y en 2002 la Oficina de Investigación y Disciplina
(IDO). La OLAF tiene encomendada la realización de investigaciones
administrativas externas e internas. Las primeras las realiza en el marco
de la lucha contra el fraude, la corrupción y cualquier otra actividad
ilegal que afecte a los intereses financieros de la UE, así como para
158
Tatiana Recoder Vallina
—
—
—
—
—
la lucha contra el fraude relativa a cualquier otro hecho que vulnere
disposiciones comunitarias. En cuanto a las investigaciones administrativas internas, se destinan principalmente a luchar por lo anterior,
así como a investigar hechos graves vinculados al ejercicio de actividades profesionales que puedan constituir incumplimiento de las obligaciones de los funcionarios y agentes susceptibles de procedimientos
disciplinarios y, cuando proceda, penales, o un incumplimiento de las
obligaciones similares de los miembros de las instituciones, órganos u
organismos y de su personal no sujeto al estatuto de los funcionarios y
agentes de las Comunidades Europeas. Con más de 3.500 actuaciones
desde su fundación, la OLAF ha logrado recuperar más de 1,1 billón
de euros del presupuesto comunitario y 335 condenas de prisión por
fraude.
La Comisión recomienda a la Comunidad Europea adherirse a los
convenios sobre corrupción del Consejo de Europa y participar en el
grupo de Estados contra la corrupción (GRECO).
Desarrollo y mejora de las herramientas de investigación y asignación
de un personal más especializado a la lucha contra la corrupción. En
este ámbito hay que destacar la creación en 2002 de la red de cooperación judicial Eurojust, la ampliación del mandato de Europol, la
aplicación de la orden de detención europea, la adopción de diversas
Directivas sobre el blanqueo de capitales, etc.
Elaboración de normas comunes de integridad para las Administraciones públicas. Se aboga por un refuerzo de la integridad en el sector
público y desde el ámbito europeo se recomienda establecer unas normas mínimas y baremos de integridad. Asimismo, la UE es consciente
de la necesidad de analizar la cuestión de la adjudicación de los contratos públicos a la luz de la nueva normativa.
Apoyo a los esfuerzos del sector privado para reforzar la integridad y la
responsabilidad de las empresas.
Inclusión de los problemas vinculados con la corrupción en el diálogo
con los países terceros, adherentes y candidatos.
El Tribunal de Cuentas de la UE, durante varios años consecutivos, en
sus informes anuales ha detectado que las irregularidades afectan a un 5%,
aproximadamente, de los gastos. En estos informes se puso de manifiesto que
el fraude propiamente dicho era un aspecto menor de esas irregularidades, la
mayor parte de las cuales se debe a problemas de cumplimentación incorrecta
de los formularios. Además, entre un 80 y un 85% de los fondos de la UE
son controlados y gestionados por las administraciones nacionales y locales de
los Estados miembros, por lo que la Comisión sólo es responsable hasta cierto
punto de las irregularidades.
Un tema hoy de actualidad y que influye en la lucha contra la corrupción es
el del reconocimiento de la transparencia en el acceso a la información pública.
La Unión Europea no ha sido ajena a ello como veremos a continuación. Tras
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 159
décadas de ausencia de reconocimiento expreso (e incluso negación) de este
derecho se ha terminado por recogerlo a nivel constitucional. Como punto de
partida para su reconocimiento puede tomarse el Código de Conducta relativo
al acceso del público a los documentos del Consejo y de la Comisión, aprobado el
6 de diciembre de 1993. A partir de ahí se fueron aprobando normas internas, si bien no tardó en ser evidente que el tema tenía tal relevancia que debía
recogerse como derecho subjetivo de los ciudadanos y así se hizo en el Tratado de
Amsterdam de 1997 (art. 255). El Reglamento (CE) núm. 1049/2001, de 30 de
mayo de 2001, relativo al acceso del público a los documentos del Parlamento Europeo, del Consejo y de la Comisión alude a los principios de transparencia, apertura
y proximidad, participación, democracia y respeto a los derechos fundamentales,
así como el principio de facilitar al máximo el acceso a la información y todo ello
considerando el derecho desde una perspectiva amplia. El derecho de acceso a
la información pública está hoy recogido en el artículo 15 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. Tras muchas discusiones se optó por incluir
en los sujetos obligados a los considerados Legislador y Ejecutivo comunitarios,
incluidos todos los entes instrumentales a su servicio, y se excluye al poder judicial y a las autoridades monetarias en el ejercicio de sus funciones características. Especial importancia tiene la regulación numerus clausus que el Reglamento
1049/2001 hace de las excepciones al derecho de acceso a la información pública.
Tal y como ha establecido la jurisprudencia, las limitaciones han de interpretarse
restrictivamente. En cualquier caso y antes de denegar el derecho de acceso a
la información, las Instituciones comunitarias han de valorar la posibilidad de
otorgar un acceso parcial a la información. En todo caso las excepciones sólo
estarán justificadas temporalmente en función del contenido del documento y
con un máximo (salvo excepción) de treinta años. El Reglamento 1049/2001
establece un procedimiento caracterizado por la flexibilidad y celeridad, sí como
por el antiformalismo. Está previsto que contra la desestimación total o parcial
del derecho de acceso a la información pueda interponerse reclamación ante el
Tribunal General o ante el Defensor del Pueblo Europeo.
Desde 1994 también el Consejo de Europa ha venido considerando la corrupción como uno de los temas principales de sus actuaciones. Concretamente, en la reunión de los Ministros de Justicia celebrada en LaValetta ese
mismo año, dijo que este fenómeno es una grave amenaza para los principios
y los valores democráticos que “mina la confianza de los ciudadanos en la democracia, atenta a la primacía del derecho, desconoce los derechos humanos y pone
en peligro el progreso social y económico”. A raíz de lo anterior se constituyó el
Grupo Multidisciplinar contra la Corrupción. Los “20 Principios Directores
contra la Corrupción” adoptados por el Comité de Ministros en la Resolución
(97) 24, son una síntesis de las orientaciones comunes del Consejo de Europa.
En esta declaración se recogen:
— los planteamientos tradicionales de la acción de las instituciones públicas contra las prácticas corruptas: persecución, limitaciones en la
inmunidad, códigos éticos de los funcionarios y profesionales, etc.;
160
Tatiana Recoder Vallina
— y algunas novedades, tales como la incorporación del mensaje de la
OCDE contra el soborno generalizado en el comercio internacional;
referencias al derecho de deducción fiscal como gastos de las comisiones clandestinas entregadas por empresas como soborno a responsables
políticos, funcionarios y técnicos de los países compradores; transparencia en la organización , funcionamiento y adopción de decisiones;
rendición de cuentas; capacidad y capacitación para los organismos
especializados contra la corrupción, etc.
La mayor parte de estos principios, como veremos, han sido incluidos en
los convenios europeos relativos a la lucha contra la corrupción.
Entre las medidas aprobadas posteriormente conviene destacar la apertura
a la firma de la Convención de Derecho Penal contra la corrupción del Consejo de
Europa el 27 de enero de 1999, ratificada por España el 26 de enero de 20104.
Se trata del primer instrumento europeo que es jurídicamente vinculante en materia de lucha contra la corrupción. Sus artículos 2 y 3 definen el cohecho activo
y pasivo del funcionario público nacional, el artículo 12 el tráfico de influencias
y el artículo 13 el lavado de dinero negro y el artículo 14 favorecer la comisión o
la ocultación de los delitos de corrupción mediante la utilización de una factura u
otro documento contable que contenga información falsa o incompleta o la omisión ilícita de contabilizar un pago. La responsabilidad penal por estas conductas
puede recaer sobre las personas físicas y sobre las personas jurídicas en los supuestos de delitos de cohecho activo, tráfico de influencias y lavado de dinero cuando
sean cometidos en beneficio de la persona jurídica y se den las circunstancias que
se contemplan en el Convenio (art. 8). El régimen de sanciones se contempla en
el artículo 19. La realización de alguno de los actos de corrupción mencionados
en el Convenio por personas físicas, conllevará la aplicación de medidas y sanciones proporcionadas y disuasivas, incluyendo penas privativas de libertad que den
lugar a la extradición (art. 19.1). En el supuesto de personas jurídicas, se deben
aplicar sanciones penales o no penales proporcionadas y disuasivas, incluyendo
sanciones monetarias (art. 19.2). En cualquier caso se prevé que los Estados partes en el Convenio adopten las medidas legislativas y de otro tipo que permitan
confiscar o privar el instrumental y los productos de los delitos establecidos o
bienes cuyo valor sea equivalente al producto del delito (art. 19.3). El Convenio
establece la necesidad de que los Estados implementen determinadas medidas
tendentes a detectar los casos de corrupción (arts. 20 y ss.).
En el marco de la supervisión en la lucha contra la corrupción del Consejo
de Europa, una de las medidas que ha adquirido mayor repercusión es la prevista en el artículo 24 del Convenio, esto es, la actuación del Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO)5, del que forma parte España. En el seno
de este grupo se realiza un sistema de evaluación inter pares de las prácticas
4
5
BOE de 28 de julio de 2010.
Creado por la Resolución (99) 5, de 1 de mayo de 1999.
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 161
nacionales de lucha contra prácticas corruptas. El sistema de trabajo de este
grupo se centra principalmente en un cuestionario para realizar las evaluaciones a los Estados. Cada equipo somete unas conclusiones y recomendaciones,
que deberán ser aprobadas por el Plenario constituido por todos los Estados
miembros y luego, en principio, serán publicadas. En definitiva, se trata de un
sistema basado en la mutua presión.
La actuación del Consejo de Europa en la lucha contra la corrupción se ha
trasladado también a la protección de las personas frente a las consecuencias
de estos actos. Así se abrió a la firma el Convenio Civil sobre la Corrupción de
4 de noviembre de 1999, ratificado por España el 1 de diciembre de 20096.
Entre las medidas que recoge el Convenio para proteger a las víctimas de la
corrupción destaquemos que el artículo 3 prevé que se reconozca el derecho
de las víctimas a iniciar una acción con el fin de obtener una compensación
efectiva por los perjuicios causados, pudiendo cubrir el daño material, la pérdida de beneficios y las pérdidas no pecuniarias; la declaración de nulidad
de los contratos o cláusulas contractuales (art. 8), o la protección apropiada
contra toda sanción injustificada a los trabajadores con motivos razonables
para sospechar de corrupción y que informen de buena fe de sus sospechas a
las personas o autoridades responsables (art. 9).
En contra de lo que quizá sería más conveniente, el Convenio Civil no
regula procedimientos concretos para la cooperación de los Estados, limitándose a formular este deseo con carácter general.
Finalmente y pese a carecer de efectos vinculantes no debemos olvidarnos
de la aprobación por el Consejo de Europa de:
— La Recomendación (2000) 6 sobre el estatuto de los agentes públicos, que,
entre otras cuestiones considera oportuno que los agentes públicos
tengan una remuneración suficiente para evitar la corrupción (art.
12); se regule su régimen de incompatibilidades para evitar conflictos
de intereses y actos de corrupción (art. 13), etc.
— La Recomendación R (2000) 10 sobre los códigos de conducta para los
agentes públicos, que en lo que se refiere a la corrupción establece una
regulación sobre los eventuales conflictos de intereses de los agentes
públicos, incluida su actividad política; la persecución del tráfico de
influencias y del cohecho por los agentes públicos; o el procedimiento
de selección de los funcionarios y la supervisión jerárquica para prevenir la corrupción en todos los niveles.
— Y el programa conjunto del Consejo de Europa y la Comunidad Europea sobre la lucha contra la corrupción y el crimen organizado en los
Estados en transición iniciado en 1996 (OCTOPUS) y prorrogado
hasta 2001 (OCTOPUS II).
6
BOE de 31 de marzo de 2010.
162
Tatiana Recoder Vallina
También en el ámbito del Consejo de Europa se ha llevado a cabo una intensa labor en el tema de la transparencia en el acceso a la información pública,
como un medio más en la lucha contra la corrupción. Su labor ha culminado
en el Convenio 205 sobre el Acceso a Documentos Públicos. El Convenio
Europeo de Derechos Humanos no recogía de forma expresa el derecho de
acceso a la información pública, lo cual dio lugar a que hasta 2004 se hiciera a
través de la libertad de expresión (art. 10), si bien se dio un giro posterior en
la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos7 hacia su inclusión en el artículo 8, esto es el respeto a la vida privada y familiar, al domicilio
y a la correspondencia. En definitiva, el Consejo de Europa se adhiere a la
tendencia que considera que el derecho de acceso a la información pública es
parte integrante de la libertad de información. El Convenio 205, trata de garantizar la mayor transparencia posible en la actividad de las Administraciones
Públicas, entendidas estas de manera muy amplia (no sólo el ejecutivo, sino
también los órganos parlamentarios y judiciales en sus vertientes administrativas). Es una norma generosa en cuanto al ámbito de su objeto, titulares del
derecho de acceso a la información pública, sujetos obligados y límites. Este
último es un tema especialmente importante, pues dependerá de la amplitud
de las limitaciones que se reconozcan al ejercicio de este derecho para que realmente puedan los ciudadanos acceder a la información pública. En cualquier
caso el Convenio hace hincapié en la necesidad de que todo el procedimiento
de acceso a la información pública sea ágil. Pero esta agilidad tiene que venir
de ambas partes, esto es, la Administración afectada debe tratar de facilitar
la información requerida con prontitud, pero también los solicitantes de la
misma han de facilitar a la Administración, en la medida de lo posible, los
datos necesarios para identificar los documentos. Asimismo, los ciudadanos
no deben emplear este mecanismo como maniobra obstruccionista de la actividad de la Administración. En cualquier caso, la Administración siempre habrá de motivar las denegaciones totales o parciales de información, las cuales
tendrán que poder ser recurridas ante órganos jurisdiccionales u organismos
independientes. Para poder hacer del acceso a la información pública un derecho efectivo, el Convenio 205 considera conveniente que los Estados velen
porque los ciudadanos sepan del derecho que tienen a ello, para lo que han
empleado mecanismos diversos.
Hasta ahora nos hemos referido a la normativa internacional sobre corrupción en el sector público. Ahora bien, el fenómeno se da también en el
sector privado y así lo recogen las legislaciones de países como Reino Unido,
Alemania, Francia u Holanda. En línea con lo anterior y muchas veces debido a la presión de determinados Estados, la lucha contra la corrupción en el
sector privado se ha recogido en alguno de los instrumentos internacionales
citados, como el artículo 21 de la Convención de las Naciones Unidas contra la
7
Entre las sentencias que llevaron a este reconocimiento están la de 14 de abril de 2009,
asunto Társaság a Szabadságjogokért, y la Sentencia de 16 de agosto de 2009, asunto Kennedy.
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 163
corrupción o el artículo 7 de la Convención de Derecho Penal contra la corrupción del Consejo de Europa. Por su parte, la Unión Europea aprobó la Acción
común de 22 de diciembre de 1998 sobre la corrupción en el sector privado y la
Decisión Marco 2003/568/JAI, relativa a la lucha contra la corrupción en
el sector privado. La principal idea en este ámbito es que la garantía de que
la competencia sea justa y honesta hace necesario que esté prevista la represión de los actos encaminados a corromper a los administradores de entidades
privadas de forma similar a lo que se hace a través del delito de cohecho. En
efecto, si se permitieran estos comportamientos, que exceden de la esfera de
lo privado, se romperían las reglas de buen funcionamiento del mercado. La
importancia del problema es grande si se tiene presente la repercusión que
pueden alcanzar las decisiones empresariales, tanto para los empresarios como
para los ciudadanos.
De lo expuesto hasta el momento podemos destacar el esfuerzo realizado
para afrontar el fenómeno de la corrupción. Son muchos los instrumentos internacionales aprobados en esta materia, si bien algunos aún están pendientes
de entrar en vigor. Las discusiones acerca de qué ha de entenderse como acto
de corrupción no son banales. Asimismo, hay que recordar que muchas veces
o no hay o son insuficientes los mecanismos de supervisión del cumplimiento
de estas normas.
ESPAÑA
I.
EVALUACIÓN DE LA POLÍTICA PÚBLICA DE LUCHA
CONTRA LA CORRUPCIÓN A LA VISTA DE ALGUNAS LEYES
RELACIONADAS CON ESA MATERIA
Al igual que ha ocurrido en los demás países, la corrupción ha estado
presente desde tiempos inmemoriales, si bien será con la progresiva consolidación de España como Estado de Derecho, cuando, al menos en teoría,
comienza la lucha contra este fenómeno, siempre negativo, para el desarrollo
de un país. También otros preceptos constitucionales sirven de apoyo para
combatir la corrupción, así, el artículo 9.1 (“los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico”),
artículo 23 (derecho de participación en los asuntos públicos y derecho de
acceso a cargos y funciones públicas en condiciones de igualdad), artículo
103.1 (“la Administración Pública sirve con objetividad los intereses generales y actúa de acuerdo con los principios de eficacia, jerarquía, descentralización, desconcentración y coordinación, con sometimiento pleno a la ley y
al Derecho”), etc.
Sin embargo, pese a estas previsiones constitucionales algunas prácticas
corruptas se mantuvieron en España. En este sentido, A.J. HEIDENHEIMER, en su estudio “Topografía de la corrupción. Investigación en una perspectiva comparativa” realizado en la década de los noventa del pasado siglo,
164
Tatiana Recoder Vallina
clasifica a España como país muy corrupto. Quizá dicha calificación pudiera
ser exagerada. Pero lo cierto es que la sociedad española tenía la sensación de
que existía un grado importante de prácticas corruptas. Prueba de ello es que
el Debate sobre el estado de la Nación de 19-20 de abril de 1994 se centró
principalmente en la corrupción. Se concluyó que la corrupción estaba principalmente en gastos reservados, contratos administrativos y compatibilidad de
cargos públicos y privados. Se aprobaron una serie de resoluciones al finalizar
el debate, de las que se derivaría la aprobación de 4 leyes:
— Ley 11/1995, de 11 de mayo de Control de Gastos Reservados. Su
aprobación fue consecuencia de la Proposición No de Ley de 21 de
julio de 1994, en la que se acordó por el Congreso de los Diputados la
aprobación de un nuevo régimen jurídico para este tipo de gastos.
— Ley 12/1995, de 11 de mayo, de Incompatibilidades de los miembros
del Gobierno de la Nación y de los Altos Cargos de la Administración
General del Estado. Esta norma encuentra su origen en la Resolución nº 92 del Congreso de los Diputados, adoptada en el Debate
del Estado de la Nación, en la que se instaba al Gobierno a promover
la reforma de la legislación sobre incompatibilidades de altos cargos,
perfeccionando el régimen sancionador por el incumplimiento de las
obligaciones de declarar en el Registro de Intereses y reforzando las
funciones de control de la Inspección General de Servicios de la Administración Pública.
— Ley 13/1995, de 18 de mayo, de Contratos de las Administraciones
Públicas. Como ya hemos tenido ocasión de ver, en el ámbito europeo se ha insistido en la necesidad de que la contratación pública se
rodee de las garantías necesarias para evitar que se puedan producir
prácticas en esta materia que se desvíen de la legalidad vigente. Como
se decía en el Preámbulo, con la Ley de Contratos de 1995 (y el posterior Texto Refundido aprobado por Real Decreto 2/2000, de 16 de
junio), se adapta el ordenamiento español a la normativa europea y
se trata de “garantizar plenamente la transparencia de la contratación
administrativa como medio para lograr la objetividad de la actividad
administrativa y el respeto a los principios de igualdad, no discriminación
y libre concurrencia”.
— También se aprobó el nuevo Código Penal por Ley Orgánica 10/1995,
de 23 de noviembre, cuyo régimen sustituye en gran parte al establecido en el Código Penal de 1973. Se pone de manifiesto en el Preámbulo de la norma que “el eje ... ha sido, como es lógico, el de la adaptación
positiva del nuevo Código Penal a los valores constitucionales.” Y en otro
momento se dice que “en consonancia con el objetivo de tutela y respeto
a los derechos fundamentales, se ha eliminado el régimen de privilegio
de que hasta ahora han venido gozando las injerencias ilegítimas de los
funcionarios públicos en el ámbito de los derechos y libertades de los ciudadanos.”
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 165
Todas estas normas fueron aprobadas por el Estado y tres de ellas eran de
aplicación para la totalidad del territorio. Sólo el régimen de incompatibilidades vio reducido su campo de aplicación al Gobierno de la Nación y a los altos
cargos de la Administración del Estado. No obstante lo anterior, lo cierto es
que esta última norma también ha tenido su repercusión, directa o indirecta
en las diversas Comunidades Autónomas. Así, por ejemplo, siguiendo unos
parámetros similares se aprobaron la Ley 14/1995, de 21 de abril, de Incompatibilidades de Altos Cargos de la Comunidad de Madrid o en Navarra la
Ley Foral 19/1996, de 4 de noviembre de Régimen de Incompatibilidad de
los miembros del Gobierno y de los Altos Cargos de la Comunidad Foral de
Navarra.
II.
EVALUACIÓN LEGISLATIVA DE LA NORMATIVA
RELACIONADA CON PREVENCIÓN DE LA CORRUPCIÓN
EN ESPAÑA
Veamos a continuación cuál ha sido la evolución de estas normas.
— La Ley 11/1995, de 11 de mayo de Control de Gastos Reservados
ha mantenido su vigencia desde entonces, sin que se hayan producido problemas significativos en su aplicación. Del régimen jurídico
por ella establecido cabe destacar los mecanismos de control que en
esta norma se prevén. En efecto, el control parlamentario directo a
través de una Comisión y la obligación de los Ministros que tienen
a su cargo este tipo de gastos de informar periódicamente a dicha
Comisión parlamentaria, parecen haber sido mecanismos suficientes
para evitar prácticas fraudulentas con el dinero público dedicado a
este sector. Tan sólo ha sido preciso modificar esta norma en una
ocasión a través del Real Decreto-ley 20/2011, de 30 de diciembre,
que dio nueva redacción al apartado 1 del artículo 4 como consecuencia del cambio de adscripción ministerial del Centro Nacional
de Inteligencia.
— En cuanto a la normativa española sobre contratación pública recordemos que ha tenido una curiosa evolución que, dado el objeto de
este estudio, conviene resumir. Hasta 1963 no había ninguna ley que
regulara con carácter general este tipo de contratos. La Ley de bases de
Contratos del Estado y su texto refundido fueron las primeras normas
en la materia. Se aprobaron con intención de establecer un régimen
completo y duradero en el tiempo y estuvieron vigentes treinta años.
La incorporación de España a la Comunidad Europea implicó, entre
otras muchas cosas, la necesidad de adaptar la legislación contractual,
lo que en el sector público se hizo con la Ley 13/1995, de 18 de mayo,
de Contratos de las Administraciones Públicas. Lejos de tener la larga
vida de su predecesora, la Ley 13/1995 fue sustituida por el Texto
166
Tatiana Recoder Vallina
Refundido de la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas,
aprobado por el Real Decreto Legislativo 2/2000, de 16 de junio y
éste por la Ley 30/2007, de 30 de octubre, de Contratos del Sector
Público del que, a su vez, se ha aprobado el Texto Refundido por
Real Decreto Legislativo 3/2011, de 14 de noviembre. El panorama,
previsiblemente, no está lejos de un nuevo cambio a la luz de los proyectos de Directivas en los que trabaja la UE. ¿Qué ha ocurrido para
que una Ley viviera treinta años y sus sucesoras no hayan superado la
infancia? No podemos olvidarnos, además, de que estas leyes sufrieron
numerosos cambios intermedios8 que dieron luego lugar a los textos
refundidos. Por centrarnos en las dos últimas modificaciones, vemos
como el legislador ha reconocido implícitamente su inestabilidad. Así,
en el Preámbulo de la Ley 30/2007 señala que:
“aun siendo la necesidad de incorporar a nuestro ordenamiento la Directiva
2004/18/CE el motivo determinante de la apertura de un nuevo proceso de
revisión de nuestra legislación de contratos públicos, este punto de partida no
ha operado como límite o condicionante de su alcance. La norma resultante,
en consecuencia, no se constriñe a trasponer las nuevas directrices comunitarias,
sino que, adoptando un planteamiento de reforma global, introduce modificaciones en diversos ámbitos de esta legislación, en respuesta a las peticiones
formuladas desde múltiples instancias (administrativas, académicas, sociales
y empresariales) de introducir diversas mejoras en la misma y dar solución a
ciertos problemas que la experiencia aplicativa de la Ley de Contratos de las
Administraciones Públicas ha ido poniendo de relieve”.
Asimismo, continúa explicando que
“Hasta el momento, las reformas de la legislación de contratos que se han
sucedido desde 1986 han sido tributarias, en última instancia, del planteamiento de la Ley de Contratos del Estado cuyo modelo de regulación se ha ido
asumiendo por los diferentes textos legales sin ser objeto de un cuestionamiento
de fondo; incluso la Ley de 18 de mayo de 1995, que supuso un punto de inflexión para nuestra legislación en la materia, respondía, en sus concepciones
básicas, a ese modelo. (…), la Ley de Contratos del Sector Público ha adoptado
un enfoque que, separándose de sus antecedentes, aborda la regulación de la
actividad contractual pública desde una definición amplia de su ámbito de
aplicación y buscando una identificación funcional precisa del área normativa
vinculada a las directivas europeas sobre contratos públicos, teniendo en cuenta
que se trata de una Ley que ha de operar en un contexto jurídico fuertemente
8
Hasta el año 2000 se modificaron 121 de los 219 artículos de la Ley 13/1995. Durante su
vigencia, se modificaron 48 artículos (de 266 que tenía) del Texto Refundido de 2000 y 77 artículos
(de 320) de la Ley 30/2007.
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 167
mediatizado por normas supranacionales y en relación con una variada tipología de sujetos.(…) La identificación de las disposiciones ligadas a las directivas
de contratación, por su parte, permite enmarcar de forma nítida el ámbito
de regulación disponible para el legislador nacional, dentro del respeto a los
principios y disposiciones del Derecho Comunitario originario que determinan
la sumisión de toda la contratación pública, cuando menos, a los principios de
publicidad y concurrencia, a efectos de matizar el régimen de contratación de
los diferentes sujetos sometidos a la Ley, y facilitar el análisis de la norma de
cara a adoptar decisiones de política legislativa” .
Por su parte, el Real Decreto Legislativo 3/2011, de 14 de noviembre dice que
“Este nuevo texto en materia de contratos públicos obedece, trae causa en la
disposición final trigésima segunda de la Ley 2/2011, de 4 de marzo, de Economía
Sostenible, que “autoriza al Gobierno para elaborar, en el plazo de un año a partir
de la entrada en vigor de esta Ley, un texto refundido (…). Dicha habilitación tiene su razón de ser en la seguridad jurídica, como puso de manifiesto el Consejo de
Estado en su dictamen de 29 de abril de 2010, (…). Efectivamente, la sucesión de
leyes que han modificado por diversos motivos la Ley 30/2007 unido a la existencia de otras normas en materia de financiación privada para la ejecución de contratos públicos incluidas en otros textos legislativos, pero de indudable relación con
los preceptos que regulan los contratos a los que se refieren, aconsejan la elaboración
de un texto único en el que se incluyan debidamente aclaradas y armonizadas,
todas las disposiciones aplicables a la contratación del sector público.”
Finalmente, no podemos olvidarnos de que también se ha aprobado la Ley
24/2011, de 1 de agosto, de Contratos del Sector Público en los ámbitos de la
Defensa y de la Seguridad, que a tenor de lo que dice en su preámbulo
“incorpora al ordenamiento jurídico español las normas contenidas en la
Directiva 2009/81/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo, aprobada el 13
de julio de 2009, sobre coordinación de los procedimientos de adjudicación de
determinados contratos de obras, de suministro y de servicios, por las entidades
o poderes adjudicadores en los ámbitos de la defensa y la seguridad.”
Todo lo dicho hace pensar que, o bien el legislador no ha sido capaz de
evaluar de forma adecuada las futuras necesidades de la contratación administrativa o bien que el ritmo al que evoluciona esta contratación hace difícil
prever cuál es la dirección que se seguirá en los próximos tiempos. En cualquier caso, parece que en lo que el legislador si ha tenido buena vista es en ir
estableciendo cada vez más medidas que tiendan a garantizar la transparencia
en los procesos de contratación pública, si bien, en ocasiones, puede llegar
a establecer procedimientos que resulten farragosos y complejos y que, por
tanto, entorpezcan y retrasen los contratos, con el consiguiente perjuicio para
la satisfacción de los intereses generales.
168
Tatiana Recoder Vallina
— Por lo que respecta al Código Penal, se dice en el comienzo de la Ley
Orgánica 10/1995, por la que se aprueba que “en la elaboración del
proyecto se han tenido muy presentes las discusiones parlamentarias de
1992, el dictamen del Consejo General del Poder Judicial, el estado de
la jurisprudencia y las opiniones de la doctrina científica. Se ha llevado
a cabo desde la idea, profundamente sentida, de que el Código Penal ha
de ser de todos y de que, por consiguiente, han de escucharse todas las
opiniones y optar por las soluciones que parezcan más razonables, esto es,
por aquellas que todo el mundo debería poder aceptar.” Pese a lo anterior,
esta Ley Orgánica ha sido objeto de múltiples modificaciones desde su
entrada en vigor. A los efectos que ahora nos interesan son de destacar
las introducidas por las siguientes Leyes Orgánicas:
— L.O. 15/2003, de 25 de noviembre: pese a haber transcurrido tan
sólo 8 años desde la aprobación del Código Penal , esta nueva L.O.
dice en el preámbulo que “El tiempo transcurrido desde entonces
ha puesto de manifiesto que es preciso llevar a cabo su actualización
para abordar nuevas necesidades surgidas con la experiencia obtenida con su aplicación. La iniciativa reformadora se ha planteado en
distintos ámbitos. Ya en 1998 el Congreso de los Diputados aprobó una Resolución instando al Consejo General del Poder Judicial
a estudiar la efectiva aplicación del Código Penal, detectando los
problemas que la misma comportaba. El citado Consejo General
rindió su informe el día 12 de julio de 1999 con el análisis de aquellos aspectos que han planteado mayor complejidad en la aplicación
del nuevo Código. Asimismo, el Presidente del Gobierno, en su discurso de investidura ante el Congreso de los Diputados, celebrado
el día 25 de abril de 2000, anunció la reforma del proceso penal, del
sistema de penas y del control de su cumplimiento, y la intención
del Gobierno de encomendar a una comisión técnica el correspondiente estudio previo. En cumplimiento de este compromiso ante
la Cámara, se constituyó por Orden del Ministro de Justicia, de 14
de julio de 2000, una Comisión Técnica de Reforma del Sistema
de Penas en el seno del Ministerio de Justicia, para realizar un estudio sobre el sistema de penas contenido en el Código Penal, su
grado de aplicación y eficacia, y la formulación, en su caso, de una
propuesta de reforma legal. La propuesta elevada por dicha Comisión Técnica fundamenta muchas de las reformas del articulado del
Código Penal que se contienen en esta Ley Orgánica. Junto a esta
propuesta, que tiene por objeto, esencialmente, el régimen de penas
y su aplicación, la reforma del Código Penal pretende la adaptación
de los tipos ya existentes y la introducción de nuevas figuras delictivas, en los términos que se desprenden de las diferentes propuestas
parlamentarias y de acuerdo con las más acuciantes preocupaciones
sociales, con el fin de conseguir que el ordenamiento penal dé una
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 169
respuesta efectiva a la realidad delictiva actual. Las reformas del Código Penal que se contienen en esta Ley Orgánica se han abordado
en el marco de una revisión parcial, pero sistemática y coherente,
del actual Código Penal. Por ello, se ha respetado la estructura y
los principios del mismo, la unidad y el sistema del Código Penal
de 1995. Por ello, las modificaciones operadas en un importante
número de artículos responden exclusivamente a la inclusión de determinadas novedades de carácter técnico como son la sustitución
de las denominaciones en pesetas por euros, la inclusión de nuevas
penas, la mejora de la sistemática, entre otras.” Reconoce el legislador tácitamente su falta de previsión. Es cierto que la sociedad
evoluciona, pero ocho años es muy poco tiempo para que la sociedad haya cambiado de tal manera que justifique una modificación
tan amplia de nuestra máxima norma penal. Lo anterior, además,
nos lleva a plantearnos también si la elaboración del nuevo Código
Penal fue convenientemente meditada y si realmente el legislador
ha dejado tiempo suficiente para que todos los destinatarios de la
norma conozcan su contenido y realmente pueda implantarse en la
sociedad.
— Apenas siete años después se llevó a cabo una nueva e importante
reforma del Código Penal a través de la L.O. 5/2010, de 22 de
junio. En su Preámbulo trata de justificarse, con palabras grandilocuentes, diciendo que “La evolución social de un sistema democrático avanzado como el que configura la Constitución Española
determina que el ordenamiento jurídico esté sometido a un proceso
constante de revisión. La progresiva conquista de niveles de bienestar
más elevados no es concebible, en un marco jurídico de respeto a
los derechos fundamentales, sin un paralelo avance en materia de
libertad y de seguridad, pilares indisolublemente unidos del concepto mismo de Estado de Derecho.” El legislador trata de justificar
esta nueva reforma diciendo que “se enmarca en la confluencia de
varias coordenadas que explican tanto su relativa extensión como la
variedad de cuestiones que en ella se abordan.” Unas son de carácter internacional (es el caso de la transposición de la Decisión
Marco 2003/568/JAI, relativa a la lucha contra la corrupción
en el sector privado), pero el legislador reconoce que otras están
destinadas bien a subsanar lagunas o desviaciones, bien a abordar
temas nuevos 9.. Es incluso significativo que el propio legislador
9
“Por un lado, España tiene contraídas obligaciones internacionales, especialmente en el ámbito de la armonización jurídica europea, que exigen adaptaciones -a veces de considerable calado- de nuestras normas penales .Por otro, la experiencia aplicativa del Código ha ido poniendo en
evidencia algunas carencias o desviaciones que es preciso tratar de corregir. Y, en fin, la cambiante
realidad social determina el surgimiento de nuevas cuestiones que han de ser abordadas.”
170
Tatiana Recoder Vallina
reconozca su mala labor al decir que no hay que “olvidar que los
numerosos y en ocasiones acelerados cambios introducidos en la arquitectura original del texto de 1995 han producido algunos efectos de distorsión o incongruencia necesitados de corrección.” Esta reforma hace
especial hincapié en sancionar supuestos de corrupción tanto en el
sector privado como en el deporte10. Asimismo se indica que
“En los delitos de cohecho se han producido importantes cambios dirigidos a adecuar nuestra legislación a los compromisos internacionales
asumidos, en concreto, al Convenio Penal sobre la corrupción del Consejo de Europa de 27 de enero de 1999 y al Convenio establecido sobre
la base de la letra c) del apartado 2 del artículo k.3 del Tratado de la
Unión Europea, relativo a la lucha contra los actos de corrupción en los
que estén implicados funcionarios de las Comunidades Europeas o de los
Estados miembros de la Unión Europea. Con base en lo establecido en
dichos convenios se precisaba una adaptación de las penas, pues se exige
que al menos en los casos graves se prevean penas privativas de libertad
que puedan dar lugar a la extradición. A ello se suma la conveniencia
de extender el concepto de funcionario para que alcance también al funcionario comunitario y al funcionario extranjero al servicio de otro país
miembro de la Unión Europea.
A través de las Leyes Orgánicas 3/2000 y 15/2003 se incorporó a
nuestro Código Penal el delito de corrupción de funcionario público extranjero en las transacciones comerciales internacionales, en cumplimiento del Convenio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico de Lucha contra la Corrupción de Agentes Públicos Extranjeros en las Transacciones Comerciales Internacionales. Pese a ello, lo cierto
es que la configuración del tipo penal presenta deficiencias que demandan
una nueva reforma que, de manera definitiva, acomode nuestro Derecho
interno a los términos del Convenio, lo que obliga a dar una nueva redacción al artículo 445 para que así quepa, de una parte, acoger conductas
de corrupción que no están suficientemente contempladas en la actualidad, así como regular con precisión la responsabilidad penal de personas
jurídicas que intervengan en esa clase de hechos.”
Nuevamente, pues, el legislador reconoce falta de rigor y eficacia
en su labor en temas ciertamente importantes. Pero los cambios
en materia penal no han terminado ahí. Una nueva intervención
del legislador se produjo apenas dos años después.
10
“En este sentido se castigan todos aquellos sobornos llevados a cabo tanto por los miembros
y colaboradores de entidades deportivas como por los deportistas, árbitros o jueces, encaminados a
predeterminar o alterar de manera deliberada y fraudulenta el resultado de una prueba, encuentro
o competición deportiva, siempre que éstas tengan carácter profesional” dice el Preámbulo.
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 171
— En efecto, la L.O. 7/2012, de 27 de diciembre, de modificación del Código Penal en materia de transparencia y lucha contra el fraude fiscal y en la
Seguridad Social trata de nuevo de justificarse al decir en el Preámbulo que
“El Código Penal (…), tutela los valores y principios básicos de la convivencia
social, y su contenido debe ser ajustado a los cambios y a las nuevas necesidades de la actual situación.” El eje que inspira la reforma se encuentra en el
“reforzamiento de la transparencia de la actividad de la administración y del
régimen de responsabilidad de partidos políticos y sindicatos, a los que se incluye
dentro del régimen general de responsabilidad penal de las personas jurídicas del
que, hasta ahora, estaban excluidos; y, de otra, con la mejora de la eficacia de los
instrumentos de control de los ingresos y del gasto público, que se revela como un
elemento imprescindible del conjunto de medidas adoptadas con motivo de la
crisis económica, especialmente severa en el ámbito europeo, y más en concreto
en el caso español, así como con la necesidad de acompañar las mismas de las
reformas necesarias en los sectores o actividades económicas afectadas; actividades económicas en las que, por otro lado, existe una mayor percepción del fraude
y que son precisamente donde deben adoptarse las reformas penales concretas”.
¿Es que estas conductas sólo merece la pena perseguirlas en momentos de
crisis económicas? acaso ¿no afectan al estado en otros momentos?
Todo lo anterior hace inevitable formular una serie de preguntas que no son
sino retóricas ¿Realmente en menos de veinte años la sociedad ha cambiado de
forma tal que justifique tanto cambio en el Código Penal? ¿No será que el legislador no ha sido capaz de elaborar unos tipos penales que prevean la conducta
de los ciudadanos ante hechos que no son nuevos? Es cierto que hay cambios, la
mayoría tecnológicos pero ¿sólo esos justifican todas estas modificaciones legislativas? Volvemos a lo ya mencionado. Con esta forma de legislar se ve afectada la
estabilidad jurídica de un país con todo lo que eso significa actualmente.
Un papel destacado en la lucha contra la corrupción lo ha tenido, junto a la tipificación de nuevas conductas y la mejor delimitación de otras, la
creación por la Ley 10/1995, de 24 de abril, de la Fiscalía Especial para la
Represión de los Delitos Económicos relacionados con la Corrupción, hoy
llamada Fiscalía Especial para la lucha contra la corrupción y la criminalidad
organizada, habida cuenta de la estrecha relación que en muchos casos se da
entre estos dos fenómenos. Esta Fiscalía interviene directamente en procesos
penales que tienen especial trascendencia, tales como:
— Los delitos cometidos por los funcionarios públicos (prevaricación,
abuso o uso indebido de información privilegiada, malversación de
caudales públicos, tráfico de influencias, cohecho, negociación prohibida, etc) cuando sean atribuidos a quienes ostentan la condición de
altos cargos en el Gobierno nacional y sus equivalentes en la administración autonómica, local y provincial.
— Delitos de malversación de caudales públicos relacionados con fondos
reservados.
172
Tatiana Recoder Vallina
— Delitos de contrabando que se produzcan por medio o en beneficio
de personas, entidades u organizaciones con facilidad especial para la
comisión del delito.
— Delitos monetarios entre 60.000 y 300.000 euros.
— Delitos contra la Hacienda Pública, cuando los cometan determinadas
entidades y la infracción tributaria hubiera generado consecuencias de
gran trascendencia para la eficacia de la gestión tributaria.
— Los fraudes a los intereses financieros de la Unión Europea.
Las Memorias anuales elaboradas por esta Fiscalía nos pueden servir para
analizar la evolución del fenómeno de la corrupción en nuestro país. En la
Memoria del año 2003 de esta Fiscalía se consideraba conveniente que se
dotara a la misma de fiscales delegados “en todo o gran parte del territorio nacional”. La Fiscalía estaba compuesta entonces por 11 fiscales, 21 colaboradores y
14 miembros de las unidades de apoyo de la Agencia Tributaria y de la Intervención General de la Administración del Estado, así como de 24 miembros
de unidades adscritas a la Fiscalía de la Policía Nacional y de la Guardia Civil.
Además de un fiscal delegado en Barcelona. La Memoria del año 2011 (última
publicada en el momento de la elaboración del presente estudio) indica que la
plantilla de esta Fiscalía Especial estaba integrada por 103 personas distribuidas de la siguiente forma: 17 fiscales, 16 fiscales delegados, 7 fiscales delegados
temporales, 26 personal colaborador, 10 en la Unidad de apoyo de la Agencia
estatal de la Administración Tributaria, 7 en la Unidad de apoyo de la Intervención General de la Administración del Estado, 10 en la Unidad Adscrita de
la Policía Nacional y 10 en la Unidad Adscrita de la Guardia Civil. Lo anterior
pone de manifiesto un amplio crecimiento en pocos años motivado por las
propias necesidades de actuación contra la corrupción y la criminalidad organizada, si bien parece aún insuficiente a la vista de los datos de procedimientos
abiertos en materia de corrupción como veremos a continuación.
En efecto, en 2003 se interpusieron por esta Fiscalía 11 querellas y denuncias,
derivadas de las diligencias de investigación e información tramitadas, de las que
5 produjeron la apertura de procedimientos judiciales y otras 6 eran competencia
de otras Fiscalías. También se formularon 9 escritos de acusación.
En ese período, y en el ámbito de esta Fiscalía, se dictaron 4 sentencias, todas
ellas condenatorias. En total, desde 1996, se habían dictado 37 sentencias, 33
condenatorias con mayor o menor grado de conformidad y 4 absolutorias.
En 2002 se presentaron 152 escritos de denuncia y 131 en 2003. De estos
últimos, 72 se archivaron y 49 se remitieron a otras fiscalías u organismos.
El número de diligencias informativas incoadas en 2003 fue de 8 de las que
la mitad fueron concluidas; las de investigación abierta fueron 9 y 4 de ellas
concluyeron. Las causas judiciales en las que interviene esta Fiscalía aumentaron de las 55 con las que comenzó hasta las 104 de 2003 (entre las que están
casos como Gescartera, Sintel o Azucareras).
En 2011 la Memoria comienza diciendo que “uno de los puntos o notas que
han caracterizado la actividad de esta Fiscalía Especial [es] el nuevo incremento
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 173
en el volumen de asuntos que se han tramitado en ella por ser competencia de la
misma, lo que se ha traducido, como expondremos, en un importante aumento en
el número de Diligencias de Investigación incoadas en ese periodo de tiempo, así
como también en el número de querellas o denuncias presentadas, sentencias dictadas por los Juzgados o Tribunales respecto a procedimientos de esta Fiscalía, nuevo
incremento en la presentación de escritos de acusación y en la iniciación de nuevos
procedimientos.” Concretamente, los datos son los siguientes: se interpusieron
47 querellas o denuncias derivadas de las diligencias tramitadas en esta Fiscalía
frente a las 14 del año 2010; se presentaron 36 escritos de acusación frente
a los 28 del año 2010; se dictaron 10 sentencias (en instancia) en causas judiciales de esta Fiscalía, de las cuales 9 fueron condenatorias y 1 absolutoria
(frente a las 7 del año 2010) y, por último, en 2011 se registraron 39 nuevos
procedimientos penales competencia de Fiscalía Especial contra la corrupción
frente a los 37 del anterior año.
Esta información es simplemente orientativa, tiene en cuenta las sentencias
pronunciadas por todos los escalones judiciales y no analiza si los pronunciamientos aprecian o no la existencia del delito. Además, por lo general, se
trata de pronunciamientos producidos tras largos años de procesos ante los
tribunales. En cualquier caso, sirve para hacernos una idea de los casos que al
respecto se plantean, pudiendo observar como si bien en algunos supuestos las
cifras se mantienen, en otros se incrementa, lo cual no tiene por qué indicar
que haya aumentado la delincuencia sino que puede ser que se haya incrementado la persecución judicial de este tipo de delitos.
Volviendo al tema de este estudio, en esta material podemos decir que el
Código Penal ha sufrido numerosas modificaciones desde su entrada en vigor,
como respuesta a los requerimientos de la sociedad en materia penal. La predicción del legislador en esta materia no parece haber sido demasiado afortunada.
Se trató de establecer en ciertas materias un régimen penal más preventivo y
favorable a la reinserción que, por ahora, no siempre ha funcionado. Es más,
la sociedad parece querer un endurecimiento de las medidas penales contra determinados comportamientos delictivos. En este sentido, entre las recomendaciones formuladas por el GRECO en la segunda evaluación realizada a España,
se dice que nuestro país debería regular más detalladamente la confiscación y
recuperación efectiva de los bienes procedentes de prácticas corruptas.
Finalmente, en cuanto a la Ley 12/1995, de 11 de mayo, de Incompatibilidades de los miembros del Gobierno de la Nación y de los Altos Cargos de
la Administración General del Estado podemos decir lo siguiente. La norma
vino a sustituir el régimen establecido por la Ley 25/1983, de 26 de diciembre
de Incompatibilidades de los Altos Cargos. Esta Ley de 1983 delimitaba el
concepto de alto cargo y establecía un régimen de incompatibilidades de los
mismos, para asegurar la dedicación absoluta a sus funciones de los sujetos
que los ocupen. La norma tenía importantes lagunas y la práctica demostró
que dicha Ley no había establecido un régimen lo suficientemente riguroso como para evitar casos de corrupción, que la práctica demostró que eran
posibles. Por ello, la Ley 12/1995 vino a establecer un régimen más severo
174
Tatiana Recoder Vallina
y perfeccionado. Reformó el régimen sancionador, reforzó las obligaciones
de declarar en los registros de intereses y las funciones de las Inspección General de Servicios del Estado. Ahora bien, esta norma mantuvo su vigencia
durante once años, pero el legislador, como puso de manifiesto en el Pleno
del Congreso de los Diputados el 23 de abril de 2002, consideró necesario
reformarla. Así, fue aprobada la Ley 5/2006, de 10 de abril, reguladora de los
conflictos de intereses de los miembros del Gobierno y de los Altos Cargos de
la Administración General del Estado. Esta norma va más lejos que la anterior.
Parte del concepto de conflicto de intereses, que se produce “cuando los altos
cargos intervienen en las decisiones relacionadas con asuntos en los que confluyen
a la vez intereses de su puesto público e intereses privados propios, de familiares
directos, o intereses compartidos con terceras personas”, artículo 4.1. Como se
dice en el Preámbulo “no se trata, pues, de una mera reproducción de las normas
de incompatibilidades... sino de constituir un nuevo régimen jurídico regulador
de la actuación de los altos cargos en el que perfeccionando el anterior de incompatibilidades, se introducen nuevas exigencias y cautelas que garanticen que no se
van a producir situaciones que pongan en riesgo la objetividad, imparcialidad e
independencia del alto cargo”.
La regulación efectuada en 1995 parece que fue efectiva, puesto que evitó
que se produjeran casos flagrantes de corrupción a estos niveles, si bien se
trasladaron a las Administraciones locales. Luego, aparentemente, el legislador
predijo correctamente la conducta humana. Pero, lo cierto es que si bien apenas se han producido casos abiertos de corrupción, si es frecuente que se oiga
hablar de conflictos de intereses en estos niveles de la Administración. En los
últimos tiempos, por ejemplo, es frecuente que los medios de comunicación
saquen a relucir casos en los que antiguos altos cargos han pasado a ejercer sus
funciones en empresas privadas con las que su gestión ha tenido alguna relación. Al no haber sido estos contemplados por la anterior normativa, es por lo
que se ha hecho necesaria la nueva regulación. Además, con ella se introducen
con rango legal ciertas previsiones y recomendaciones de este tipo de carácter
internacional. No obstante, el régimen de la nueva Ley 5/2006 es tan riguroso, que podría conllevar que gente realmente válida rechazara ocupar estos
puestos por la amplitud de las restricciones que el cargo implica para él y para
sus allegados, pudiendo ocasionar todo ello un nivel mediocre en los niveles
superiores de la Administración.
Con carácter previo a la adopción de la Ley 5/2006, el Código de Buen
Gobierno aprobado por Acuerdo del Consejo de Ministros11, se refirió a los
altos cargos y funcionarios de las Administraciones Públicas. Con la adopción
de este Código se subsanaba una de las deficiencias que se habían detectado en
las distintas evaluaciones realizadas por organismos internacionales, sobre la
inexistencia de códigos de conducta en la Administración española. Es cierto
11
B.O.E. de 7 de marzo de 2005.
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 175
que existían normas jurídicas, pero no códigos que orientaran al empleado
público en su actuación. En virtud de este Código, no basta con que estos
sujetos cumplan las leyes, sino que su conducta debe estar basada en una ética
y principios que no están plasmados en normas. Es una garantía adicional que
deriva de un pacto teórico de los ciudadanos con la Administración. Sigue el
Código los parámetros elaborados por la OCDE y otras instituciones internacionales. La trascendencia jurídica de este código deriva de que su contenido
está inducido de las normas vigentes. En efecto, viene a ser una síntesis de lo
que otras normas ya dicen y sancionan. Esas normas son, principalmente, la
Constitución y la Ley 50/1997, de Organización, Competencia y Funcionamiento del Gobierno. Con el Código se sintetiza la normativa existente y la
Administración Pública se obliga a hacer un informe que pasará al Gobierno
y a las Cortes Generales, quienes tomarán las medidas oportunas.
La Ley 5/2006 refuerza ya como ley los principios regulados en el Código
de Buen Gobierno. La nueva Ley tiene vocación de estabilidad y eficacia,
ahora bien, ya desde el comienzo de su vigencia es posible apreciar que estamos ante un proyecto con buena intención, pero con debilidad. Así, habla
de dedicación exclusiva, pero luego señala excepciones, lo que abre una vía
en relación con las limitaciones patrimoniales en relación con la posesión de
participaciones sociales; se crean nuevos registros de intereses y una oficina de
conflictos de intereses en el Congreso de los Diputados, etc. Quizá uno de los
aspectos más significativos del nuevo texto sea la previsión de comparecer ante
el Congreso de los Diputados con carácter previo al nombramiento de ciertos
cargos de especial relevancia, como el Presidente del Consejo de Estado, para
determinar su competencia para el cargo y si existe o no conflicto de interés.
Por su parte, la Ley Orgánica 7/2011, de 15 de julio, de modificación
del artículo 160 de la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen
Electoral General se aprobó en aras a contribuir en la consideración de que
“Los Diputados y Senadores han de ser ejemplo de rigor y de transparencia, de
manera que ambos principios constituyan las señas de identidad de su actividad
política.” Por ello la Ley tiene por objeto ordenar la publicación de las rentas
percibidas por los parlamentarios durante su mandato, así como las variaciones experimentadas en su patrimonio personal. Considera el legislador que
“Las circunstancias de la vida pública española operan a favor de la transparencia
de las rentas y bienes de las personas que elaboran y aprueban las leyes. Un velo
protector que difumine o coloque en un registro secreto la realidad patrimonial
de los legisladores, más que proteger su derecho a la intimidad, podría presentarse por aquellos que buscan la ocasión para generalizar sin rigor o difamar sin
causa, como circunstancia propicia para la maledicencia y hasta como indicio
sospechoso de comportamientos repudiables. La presente Ley pretende contribuir
a liberar a los Diputados y Senadores de injustificables valoraciones negativas que
muchas veces se predican del colectivo de los políticos teniendo como única base
los juicios previos. Prejuicios que sólo pueden arraigar en una opinión pública no
suficientemente informada. En consecuencia, la Ley aspira a que los ciudadanos
tengan información sobre el patrimonio y rentas de sus representantes políticos y
176
Tatiana Recoder Vallina
que puedan acceder a ella fácilmente a través del «Boletín Oficial de las Cortes
Generales» y de la página web de cada Cámara.” Consecuencia de lo anterior
fue la aprobación del Acuerdo de las Mesas del Congreso de los Diputados y
del Senado, de 19 de julio de 2011, por el que se modifica el Acuerdo de las
Mesas del Congreso de los Diputados y del Senado, de 21 de diciembre de
2009, por el que se aprueban normas en materia de registro de intereses para
dar cumplimiento a lo establecido en la reforma del artículo 160.2 de la ley
orgánica del régimen electoral general. En la misma línea están yendo también
los Parlamentos autonómicos.
Si antes hacíamos referencia a diferentes normas internacionales que regulan el derecho de acceso a la información pública en el marco de la conocida
como “transparencia”, no podemos olvidarnos de su proyección en el ámbito
nacional en la medida en que contribuye a reducir la corrupción. Actualmente
está en proceso de tramitación parlamentaria el Proyecto de ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno. La elaboración del
anteproyecto de ley ha sido larga, como también lo está siendo su paso por
las Cortes Generales. La aprobación de una Ley de este tipo hace que haya
esperanzas razonables de que nuestro país se encamine hacia un Gobierno más
abierto y responsable. Pero hay que ser realistas y no perder de vista que en
una norma de este tipo se establecen compromisos exigentes para las Administraciones sometidas a ellos y que sólo si existe verdadera voluntad se podrán
llevar a la práctica. Tiene, por tanto, que ser una ley meditada y aprobada con
amplio consenso parlamentario, pues su implantación será costosa a todos los
niveles y sus frutos tardarán un tiempo en apreciarse.
III. VALORACIÓN DE LA NORMATIVA ESTUDIADA
CON IMPLICACIONES SOBRE EL FENÓMENO
DE LA CORRUPCIÓN EN ESPAÑA
Después del análisis efectuado en epígrafes anteriores, las preguntas que
surgen son de esta índole ¿por qué se producen las reformas tan seguidas?
¿realmente están justificadas?¿cuál ha sido el resultado de estas normas? etc.
Se alude a la globalización como factor clave en la necesidad de rápida modificación de las normas jurídicas. Esto puede ser cierto en sectores concretos
o tecnologías nuevas respecto de las que hubiera vacío legal. En cualquier caso,
los cambios normativos la mayoría de las veces son fruto de cuestiones de
política interna más que internacional. Recociendo que los países no pueden
hoy vivir aislados, el hecho de que los ordenamientos jurídicos permanezcan
estables será un dato a tener en cuenta por quienes deseen invertir en ellos. La
seguridad jurídica no se ha perdido de vista a la hora de realizar inversiones en
otros países, sino quizá todo lo contrario.
La seguridad jurídica a la que aludimos también es importante para los
propios ciudadanos. Todos necesitamos de un cierto tiempo para habituarnos
a los cambios y en cuestiones de ordenamiento jurídico no vamos a ser menos.
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 177
Aunque se dice que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, lo cierto es que la ingente cantidad de normas que están vigentes, que se
aprueban, modifican o derogan, imposibilitan que cualquier jurista esté al día
y, menos aún, los ciudadanos legos en Derecho. Son estos, pues, unos datos
que convendría que el legislador tuviera realmente presente al abordar los
cambios legislativos. Valorar si la reforma es realmente necesaria y si se dado
un margen de tiempo adecuado para que la norma se pueda implantar en la
sociedad y producir los efectos que de ella se esperan. Los costes que para una
sociedad puede tener un cambio de normativa acelerado o poco meditado
pueden ser inmensos y, sin embargo, no parece que el legislador los tenga
presentes siempre como debería.
Tomando los datos de los informes anuales elaborados por la organización
no gubernamental Transparencia internacional, se observa que en España se ha
reducido notablemente la corrupción, hasta el punto que podemos decir que
existe lo que se llamaría un “nivel natural” de corrupción. Esta organización
utiliza como baremo lo que denomina Índice de percepción de corrupción
(IPC), es decir, un índice que clasifica los países respecto al grado en que se
percibe la corrupción que existe entre funcionarios públicos y los políticos. Se
trata de un índice basado en datos relativos a la corrupción provenientes de
encuestas a expertos llevadas a cabo en distintas instituciones de gran reputación y refleja también la opinión de empresarios y analistas de todo el mundo,
incluyendo a expertos locales en los países evaluados.
Los informes de los años 1998 a 2005 sitúan a España en el Índice de
percepción de corrupción, en los puestos 22 o 23 de un total de más de un
centenar de países del mundo. Sobre un total de 10 puntos, España ha logrado ascender de los 6.1 que obtuvo en 1998 a los 7.1 de 2005. La tendencia
a partir de 2007, sin embargo, parece haberse invertido puesto que se ha ido
descendiendo del puesto 23 en 2006, al 25 en 2007, el 28 en 2008, al puesto
32 en 2009, se subió al puesto 30 en 2010, el 31 en 2011 y nuevamente el 30
en 2012. El IPC ha descendido paulatinamente estos años (desde el 6,8 de 2006
al 6,1 de 2009 y 2010, para ir ascendiendo nuevamente en 2011 (6,2) y 2012
(6,5)). No cabe duda de que la crisis económica es un factor que ha incidido de
alguna forma en todo ello. En este sentido el Informe de Transparencia Internacional de 2012 dijo que “Entre los países que obtuvieron resultados insatisfactorios
en el Índice de Percepción de la Corrupción 2012 se incluyen aquellas naciones de
la Eurozona que se han visto afectadas de forma más grave por la crisis económica y
financiera. Transparency International ha advertido de forma consistente a Europa
de que debe abordar los riesgos de corrupción en el sector público para poder superar
la crisis financiera, e instó a que se intensificaran los esfuerzos para blindar a las
instituciones públicas frente a la corrupción”. La puntuación apenas nos sitúa en
un notable, pero si se tiene en cuenta que en 2012, 120 de 174 países recibieron
una puntuación menor a 5, lo cierto es que España se sitúa a la cabeza de los
países menos corruptos del mundo, aunque aún le quede trabajo por hacer.
En el ámbito institucional, España, como miembro del GRECO, se ha
sometido a tres evaluaciones de este grupo. En la primera de ellas, llevada a
178
Tatiana Recoder Vallina
cabo en 2001, el informe de evaluación concluyó con una decena de Recomendaciones que, se referían fundamentalmente a:
— La necesidad existente de reforzar la independencia, capacidad y medios de la Fiscalía Especial para la Represión de los Delitos Económicos relacionados con la Corrupción.
— Implicación activa de los funcionarios y otras personas directamente
dependientes de la Administración Pública para “mantener la vigilancia, especialmente en los sectores vulnerables y dar cuenta a las autoridades competentes de toda indicación disponible, sobre eventuales
actos de corrupción”, lo que “aumentaría el número de denuncias” y
el grado de cooperación con los encargados de investigar y perseguir
los delitos.
— Se recomendó, asimismo, el establecimiento de “una estrategia global y multidisciplinar”, o lo que es lo mismo, la aplicación en España del Plan de Acción contra la Corrupción del Consejo de Europa,
aprobado en 1999, “implicando a las diversas autoridades concernidas” para prevenir, detectar y perseguir los delitos de corrupción;
realizar investigaciones sobre la extensión y tipos de corrupción y
elaborar estadísticas detalladas sobre los casos de corrupción que se
produzcan.
— Por último, se recomendó a España que ratificara los Convenios Civil
y Penal contra la Corrupción.
La segunda ronda de evaluación culminó con la aprobación del Informe
de evaluación de España en mayo de 2005. En este caso, las recomendaciones
que se formularon a nuestro país son las siguientes (algunas de las cuales ya se
han cumplido):
— Que se adoptaran medidas que garantizaran de forma adecuada la
confiscación efectiva de los bienes procedentes de la corrupción.
— Que se reforzaran las previsiones legales de acceso de los ciudadanos
a la información pública, puesto que si bien es cierto que existen e
incluso están previstas a nivel constitucional, no siempre se llevan a la
práctica de forma adecuada. Un buen sistema de información ayudaría al Gobierno en su lucha contra la corrupción.
— Adopción de un código de conducta de los empleados públicos. Asimismo, se recomienda que España haga una recopilación pública de
la normativa disciplinaria y penal.
— Que se hicieran públicas las situaciones de posibles conflictos de intereses de los altos cargos de la Administración.
— Que se introdujera un adecuado sistema de responsabilidad de las personas jurídicas por los actos de corrupción que pudieran cometer.
— Que las autoridades españolas animen a las cámaras de comercio a que
promuevan activamente la ética en los negocios.
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 179
La Tercera Ronda de Evaluación del GRECO, iniciada en 2007, trató de
dos temas, incriminaciones y transparencia en la financiación de partidos
políticos. Se formularon las siguientes recomendaciones al Reino de España
(muchas de las cuales ya se han cumplido):
I. En cuanto al tema de las incriminaciones:
— proceder urgentemente a la ratificación del Convenio Penal contra la
Corrupción;
— aclarar definitivamente que las ventajas inmateriales están contempladas en las disposiciones del Código Penal relativas a corrupción;
— (i) clarificar la noción de empleado público extranjero; (ii) ampliar
el ámbito de aplicación del artículo 445 CP relativo a la corrupción
activa de empleados públicos extranjeros y funcionarios de organismos internacionales de forma que abarque no sólo las situaciones
que impliquen transacciones comerciales internacionales; (iii) criminalizar la corrupción activa de empleados públicos extranjeros
y funcionarios de organismos internacionales; y (iv) asegurar que
se criminaliza la corrupción de miembros de asambleas públicas
extranjeras, asambleas parlamentarias internacionales (aparte de los
miembros del Parlamento Europeo), así como la de jueces y empleados de tribunales internacionales (además de los que sirven en la
Corte Penal Internacional);
— (i) revisar el artículo 422 (corrupción de jurados y árbitros) del Código Penal para asegurar que la criminalización de la corrupción de
jurados y árbitros es conforme al Protocolo Adicional al Convenio
Penal sobre la Corrupción; y (ii) criminalizar la corrupción de árbitros
y jurados extranjeros;
— criminalizar la corrupción en el sector privado de conformidad con los
artículos 7 y 8 del Convenio Penal sobre la Corrupción;
— (i) criminalizar el tráfico de influencias activo como delito principal;
(ii) criminalizar el tráfico de influencias en relación con empleados
públicos extranjeros, miembros de asambleas públicas extranjeras,
funcionarios de organismos internacionales, miembros de asambleas
parlamentarias internacionales y jueces y empleados de tribunales internacionales; y (iii) aclarar definitivamente cuáles son las ventajas no
materiales contempladas por las disposiciones del Código Penal relativas al tráfico de influencias;
— (i) aumentar la sanciones para los delitos de corrupción de los artículos 421 (omisión de actos inherentes a las funciones del empleado
público), 425(1) realización de actos inherentes a las funciones del
empleado público) y 426 (soborno ofrecido en consideración al cargo
o para que el empleado público realice un acto lícito) con el fin de
garantizar que estos delitos puedan dar lugar a extradición y (ii) aumentar las sanciones para el tráfico de influencias;
180
Tatiana Recoder Vallina
— abolir el requisito de la doble incriminación en relación con los delitos
de corrupción y tráfico de influencias cometidos en el extranjero;
— someter a revisión la aplicación del artículo 427 CP sobre arrepentimiento a fin de determinar los potenciales usos y abusos de este eximente en la investigación y enjuiciamiento de casos de corrupción y,
si es necesario, tomar las medidas oportunas.
II. Por lo que respecta al tema de la financiación de los partidos políticos el
GRECO trasladó a España las siguientes recomendaciones:
— que se tomen las medidas oportunas para garantizar que los préstamos
concedidos a los partidos políticos no se utilizan para eludir las disposiciones sobre financiación política;
— que se tomen las medidas necesarias para aumentar la transparencia
de los ingresos y gastos de (i) los partidos políticos a nivel local; (ii) las
entidades vinculadas directa o indirectamente a los partidos políticos
o que estén bajo su control;
— que se cree un formato común para las cuentas y rendimientos de
los partidos (tanto a nivel de oficina principal como de secciones locales) con objeto de garantizar que la información que se facilite al
público es lo más coherente y comparable posible, y que se presenta
en la forma oportuna dentro de las fechas límite prescritas en la Ley
8/2007 sobre Financiación de los Partidos Políticos, permitiendo así
una comparación significativa tanto en relación con un período como
entre los partidos;
— que se tomen medidas necesarias para mejorar el sistema de auditoría interna de los partidos políticos para garantizar la independencia
de este tipo de controles; que se aumenten los recursos financieros y
de personal destinados al Tribunal de Cuentas de forma que esté en
mejores condiciones para realizar de forma eficaz sus tareas de control
y ejecución en relación con la financiación política, incluyendo una
supervisión más a fondo de los informes financieros de los partidos
políticos;
— que se definan claramente las normas sobre financiación política y que
se introduzcan sanciones efectivas, proporcionadas y disuasorias para
dichas infracciones, en especial, mediante la ampliación del rango de
sanciones disponibles y el aumento del ámbito de la estipulación de
sanciones para poder implicar a todas las personas/entidades (incluyendo a los donantes individuales) a los que la Ley Orgánica 8/2007
impone obligaciones.
Los niveles de corrupción en España, respecto de épocas anteriores, parecen haber mejorado, pero como ya dijimos, no se han extinguido. Una de las
consecuencias de la normativa analizada es que han evitado muchas prácticas
corruptas en dichas áreas, pero el fenómeno se ha desplazado a otras. En efecto, la
Racionabilidad de las normas y predecibilidad de la conducta humana en materia de corrupción 181
corrupción se ha trasladado a otros campos. Así hoy día, las principales tramas
de corrupción se detectan en el ámbito local, en urbanismo y en financiación
de partidos.
En efecto, en general, es en el nivel local de gobierno donde en España es
más elevada la corrupción. Estos casos de corrupción local se vinculan muchas
veces con cuestiones de urbanismo. Como ha puesto de manifiesto el Defensor
del Pueblo, la calificación del suelo urbano es el origen de los mayores casos de
corrupción, siendo este, además, un foco permanente. Así, dijo el Defensor
del Pueblo que los convenios que se celebran en materia urbanística consisten
“en que el titular de unos terrenos se compromete a llevar a cabo determinadas
cesiones de los mismos, independientemente de aquellas a las que los propietarios
de los terrenos están obligados por ley o, incluso pagos en metálico a favor de la
Administración urbanística, para el caso de que se apruebe o modifique por parte
de dicha administración un plan con unas determinaciones concretas (clasificaciones, usos, intensidades,...) sobre terrenos especificados en el convenio”. A título
de ejemplo, puede recordarse que en Mallorca los municipios modificaron en
227 ocasiones sus planes, entre los años 2000 y 2004.
A la vista de todo lo anterior puede concluirse que en España se está tratando de luchar constantemente contra las prácticas corruptas, si bien este
es un fenómeno que se va desplazando en la búsqueda de nuevos campos
de actuación, lo que hace que el legislador no tenga siempre prevista la respuesta a casos concretos o aun teniéndola no dé a las normas la oportunidad
de asentarse en la sociedad y demostrar su valía o no. También parece que,
a veces, se confunde la persecución de este tipo de conductas ilegales con el
establecimiento de regímenes excesivamente rígidos, que pueden suponer un
bloqueo de determinados sectores, aspecto que el legislador parece no haber
tenido en cuenta.
Carlos Ruiz Miguel★
La descentralización administrativa
en la Constitución de 1812
Sumario: RESUMEN.—ABSTRACT.—JUSTIFICACIÓN DEL ESTUDIO.—
I. MUNICIPIO Y PROVINCIA ANTES DEL INICIO DE LA ERA CONSTITUCIONAL: EL MUNICIPIO COMO SÍMBOLO DE LIBERTAD.—
II. EL MUNICIPIO Y LA PROVINCIA EN LA CARTA OTORGADA DE
BAYONA DE 1808.—III. EL MUNICIPIO: FUNDAMENTO Y HERRAMIENTA DE LIBERTAD: LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.—IV.
MUNICIPIO, PROVINCIA Y DESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA EN LA CONSTITUCIÓN DE 1812.—4.1. El municipio: organización democrática y garantía constitucional de sus competencias.—4.2. La
provincia: organización democrática y garantía constitucional de sus competencias. La provincia como elemento de reforzamiento del autogobierno
municipal.—V. CONCLUSIÓN.
RESUMEN
La Constitución de 1812 atribuye al municipio y a la provincia una relevancia sin igual en el Constitucionalismo español. La tesis que se argumenta es que,
contra lo sostenido por varios autores, la regulación que se hace del municipio y
la provincia en la Constitución de 1812 configura un Estado con cierto grado de
descentralización. Esa descentralización se explica, por una parte, por razones políticas propias de la España europea, para la que el municipio libre se convirtió en
un mito político liberal en la lucha contra la monarquía absoluta; y, por otra, por
razones propias de la España americana, para la que las provincias constituían un
primer paso hacia la descentralización del poder.
PALABRAS CLAVE: Descentralización, Municipio, Provincia, Constitución
de 1812.
★
Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago de Compostela.
184
Carlos Ruiz Miguel
ABSTRACT
The Spanish Constitution of 1812 attributes to the City Council and the Province institutions more relevance than any other Spanish constitutional text. This
paper argues that, contrary to the opinion held by several authors, the regulation
of the City Council and the Province in the Constitution of 1812 configures a
State with some degree of decentralization. This decentralization is due, on the one
hand, to political reasons relating to the European Spain, where a free City Council became a liberal political myth in the fight against the absolute monarchy;
and, on the other, to political reasons related to the American Spain, where the
provinces constituted the first step to the self-government and the decentralization
of the power.
KEYWORDS: Self-Government, Decentralization, City Council, Province,
Constitution of 1812.
JUSTIFICACIÓN DEL ESTUDIO
La Constitución de 1812 ha sido objeto de numerosos y profundos
estudios, especialmente con ocasión de su bicentenario1. Sin embargo, el
aspecto de este texto quizá menos estudiado en su bicentenario es el que
resulta de mayor actualidad nacional en el momento de la celebración, el
la organización territorial del Estado. Son varias las contribuciones que
han tratado sobre las “ideas político-constitucionales” relacionadas con la
descentralización2, pero muy pocas han realizado un análisis normativo
de la misma, pese a que la Constitución de 1812 contiene el más amplio
tratamiento a este asunto en la historia del constitucionalismo español y ha
tenido una profunda influencia en el constitucionalismo español e hispanoamericano.
En el análisis normativo-constitucional de la cuestión hasta ahora dominaba, mayormente, una tesis que tuvo el influyente patrocinio de un
importantísimo administrativista español, Eduardo García de Enterría3; y,
1
Una exhaustiva bibliografía puede consultarse en Fernando Reviriego Picón, “La Constitución española de 1812. Bibliografía”, cfr.:
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/constitucion-de-cadiz-de-1812-bibliografia--0/
html/000e1ed6-82b2-11df-acc7-002185ce6064_3.html
2
Entre las obras que han tratado este aspecto cabe citar a Manuel Chust Calero, “La
vía autonomista novohispana. Una propuesta federal en las Cortes de Cádiz”, Estudios de Historia
Novohispana, n.º 15, (1995), p. 159 ss.; IDEM, “Nación y federación: cuestiones del doceañismo
hispánico”, en M. Chust (ed.), Federalismo y cuestión federal en España, Universitat Jaume I, 2004,
pp. 11-44;
3
Las tesis de este autor están expuestas en Eduardo García de Enterría, Problemas actuales
del Régimen local, Instituto García Oviedo, Sevilla, 1958, p. 17 ss; IDEM, La Administración Española, Alianza, Madrid, 1972 (reedición de la 2.ª edición de 1962), p. 69 ss.
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
185
aunque sus tesis han sido matizadas por el constitucionalista español Javier
García Fernández4, ello no ha sido óbice para que otros constitucionalistas
mantengan las tesis de Enterría al respecto5.
En este trabajo se pretende profundizar más en esta cuestión para defender la idea de que la Constitución de 1812, lejos de vertebrar un Estado
centralista siguiendo el modelo francés como sostiene García de Enterría,
organiza un Estado moderadamente descentralizado, distinto del modelo
federal norteamericano y del centralista francés. Se trataría de un modelo de
“descentralización contenida”.
Se trata de una más de las claves que explican la peculiaridad del modelo constitucional de 1812 en contraste con los otros dos modelos existentes hasta el momento: el norteamericano y el francés. La idea que se
argumenta es que esta descentralización se debe, no sólo a los intentos de
satisfacer las pretensiones de la España americana que ya había apuntado
sus propósitos independentistas, sino también a causas propias de la España europea.
I.
MUNICIPIO Y PROVINCIA ANTES DEL INICIO DE LA ERA
CONSTITUCIONAL: EL MUNICIPIO COMO SÍMBOLO
DE LIBERTAD
La institución del Municipio es de origen romano, pero adquirió en la
Edad Media un significado muy particular como símbolo de libertad. Ese
significado, en el caso de España, estuvo aún más acentuado debido a las circunstancias de la Reconquista.
I.1. Roma es quien crea las instituciones del “Municipio” y de la “provincia”.
I.1.A. Se ha estimado que el “municipium” haya aparecido en Roma para
superar el encuadramiento de los ciudadanos en las tribus, agotadas estas
como unidades territoriales y superada la estructura de éstas como distrito
4
Javier García Fernández, El Origen del Municipio Constitucional: Autonomía y Centralización en Francia y en España, Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1983;
IDEM, “El municipio en los orígenes del Constitucionalismo español. Notas sobre la génesis de
la organización municipal a través de tres modelos constitucionales”, en VV.AA., El municipio
constitucional, Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, 2003, p. 47 ss.; IDEM, “El
municipio y la provincia en la Constitución de 1812”, Revista de Derecho Político n.º 83 [2012], p.
439 ss.
5
Roberto L. Blanco Valdés, Rey, Cortes y fuerza armada en los orígenes de la España liberal,
1808-1823, Siglo XXI, Madrid, 1988; IDEM, El “problema americano” en las primeras cortes liberales españolas 1810-1814, Instituto de Investigaciones Jurídicas-UNAM, México DF., 1995, p. 49
ss. y 55 ss.; Allan R. Brewer-Carías, “Crónica de un desencuentro: las provincias de Venezuela y
las Cortes de Cádiz (1810-1812)”, Revista de Derecho Político, 84 (2012), p. 195 ss.
186
Carlos Ruiz Miguel
electoral y militar6. A partir del año 383 a.C. se fecha el intento administrativo romano de articular jurídicamente la atracción de otras organizaciones
políticas ya existentes para integrarlas en la órbita de la entidad política dominante (Roma). La fórmula que se creó fue la de acudir a la ficción jurídica
de dotar con la organización político-administrativa de Roma a las ciudades
que se sometían. Se trataba así de crear “múltiples Romas”. Orgánicamente,
los magistrados que dirigían los municipios eran elegidos por los ciudadanos
reunidos en asambleas (comitia tributa o comitia curiata), aunque a partir
del siglo II la elección de los magistrados no se hizo ya directamente por
los ciudadanos sino por la Curia municipal. Materialmente, los municipios
si bien carecían de independencia (pues estaban sometidas a Roma), gozaban de autonomía administrativa en lo concerniente a la vida local7. En un
primer momento había una gran diversidad de municipios, con distintos
status en función del origen del mismo (foedus o no), distintas obligaciones
y distinto grado de autonomía en definitiva, que iban desde el más cercano
a Roma (ciuitas optimo iure) al más lejano (ciuitas sine suffragio). Sin embargo, desde el final de la época de la República se produce un movimiento de
uniformización municipal que se suele ubicar en torno a las leyes “Iulia” y
“Plautia-Papia” de los años 90 y 89 a.C8.
A partir del siglo III, el municipio entró en decadencia por múltiples causas, orgánicas y materiales. Orgánicamente, los dirigentes de (dunviros y ediles) fueron perdiendo autoridad al dejar de ser elegidos por los ciudadanos.
Materialmente el municipio fue perdiendo importancia por una doble vía:
por un lado, el Imperio experimentó una centralización administrativa y los
municipios perdieron su autonomía; por la otra, los latifundios aumentaron
en extensión y relevancia sustrayendo en consecuencia muchos territorios de
la jurisdicción del municipio9.
I.1.B. Junto al municipio, Roma creó la institución de la Provincia. Torrent afirma que después de la I Guerra Púnica (241 a.C.) Roma se hace dueña de grandes territorios (como Sicilia y Cerdeña) para los cuales no bastaba
la política municipal o colonial10. Se ha apuntado que el término “provincia”
deriva del hecho de extender (“pro”) el poder de Roma mediante la victoria
(“vincere”) a otros territorios. El estatuto de las “provincias” quedaba definido en una ley (“lex provinciae”). Esta ley reseñaba las ciudades y distritos
rurales que componían el territorio de la provincia, puntualizaba la distinta
situación en que se podían encontrar esos lugares respecto a Roma (ciudades
6
Armando Torrent Ruiz, Derecho Público Romano y sistema de fuentes, Valladolid, 1982, p.
303.
7
Luis García de Valdeavellano, Curso de Historia de las Instituciones españolas, Alianza,
Madrid, 1982 (1.ª ed., 1968), p. 149-152.
8
Torrent Ruiz, cit., p. 302-309.
9
García de Valdeavellano, cit., p. 153-154.
10
Torrent Ruiz, cit., p. 314.
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
187
libres, federadas, etc.)11, se determinaban los importes que se debían pagar
como tributo a Roma y, finalmente, se establecían las atribuciones del gobernador de la provincia, que era designado por Roma, y qué intervención podía
tener en el gobierno de las ciudades de la provincia12.
I.2. Tras la caída del Imperio Romano, apareció el reino de Hispania como
entidad política independiente. En el reinado de Hispania los municipios terminaron de perder su importancia y las provincias quedaron sustituidas por
ducados.
Como se ha dicho, el apogeo de los latifundios, ya en el Bajo Imperio
romano, llevó a una pérdida progresiva de la relevancia que tenían los municipios. Ese proceso se aceleró con el reino de Hispania de la época visigoda.
Aunque a principios del siglo VI la Curia municipal conservaba algunas de
sus funciones y aún adquirió algunas nuevas, a partir de finales del siglo VI,
la recaudación de los impuestos pasó a ser realizada por un funcionario real.
Por otro lado, ya en el siglo VII, el obispo de la ciudad pasó a desempeñar
algunas de las funciones que antes cumplían algunos cargos municipales. Así
algunos consideran que a finales del siglo VII, la existencia de una organización municipal era residual en sólo algunas ciudades. Al mismo tiempo, en
los núcleos poblacionales más pequeños, rurales, englobados en unos territorios más amplios (los “territoria”), empezó a gestarse una cierta organización
asamblearia13.
Por lo que respecta a las provincias, estas entidades subsistieron también
inicialmente en el reino de Hispania de la época visigoda, pero al frente de las
mismas pasó a estar un duque (“dux”) o un conde (“comes”) con mando militar
y autoridad judicial. Sin embargo, las provincias también fueron perdiendo su
importancia en beneficio de los nuevos distritos surgidos, los “territoria”.
I.3. En el año 711 d.C. la mayor parte del territorio de España (“Hispania”) fue invadida y conquistada por tropas musulmanas del califato Omeya
que tenía su capital en Damasco. En el norte, resistió la invasión un reducto
cristiano que inmediatamente emprendió la Reconquista. La Reconquista del
territorio se hizo de varios modos y fases. La parte occidental de España fue
reconquistada y repoblada siguiendo cuatro métodos y fases: 1) repoblación
monacal y privada; 2) repoblación concejil; 3) repoblación por Órdenes Militares; 4) repoblación a la vez por Órdenes Militares, concejil y nobiliaria. La
segunda fase de la repoblación, la concejil, se inicia en torno al siglo XI. Los
11
Dentro de la provincia se distinguían, en primer lugar, las ciudades romanas y las indígenas.
Dentro de éstas según el grado de autonomía se distinguían las ciudades “estipendiarias” (sometidas
al gobernador provincial y al pago de tributos a Roma), las “libres” (no sometidas al gobernador
provincial, pero sí al pago de tributos) y las “federadas” o “inmunes” (que ni se sometían al gobernador provincial ni al pago de tributos (García de Valdeavellano, cit., p.126-127).
12
García de Valdeavellano, cit., p.142-143; Torrent Ruiz, cit., p. 314-323.
13
García de Valdeavellano, cit., p. 206-208.
188
Carlos Ruiz Miguel
municipios o concejos se dispusieron a organizar la repoblación de algunos
territorios concedidos por el rey, contando con el aliciente de los “fueros” que
otorgaba el rey que consistían, básicamente, en privilegios y derechos para
aquellos que se sumaran a la tarea repobladora14. Desde un punto de vista
organizativo, al frente del Municipio se hallaba un “Juez” que era el “señor” de
la tierra que se hallaba asesorado de dos o más “alcaldes” que le ayudaban en
su tarea de impartir justicia. A partir del siglo XII, en algunos reinos peninsulares ya se reconoció que este “juez” y estos “alcaldes” fueran elegidos por
los vecinos. En ese siglo el municipio adquirió un desarrollo muy particular
especialmente en la parte occidental de España, en los reinos de Castilla y
de León, donde, como dice García de Valdeavellano, se convirtió en “una
entidad de derecho público, con jurisdicción y autonomía, constituida por el
Concejo local y regida por sus propios magistrados y oficiales”. Así, “durante
los siglos XIII, XIV y XV, los Municipios urbanos, con jurisdicción y autoridad sobre las aldeas situadas en sus términos, llegaron a ser el equivalente de
un <Señorío>”15.
I.4. El “Estado” es una nueva forma política que aparece a finales del siglo
XV y comienzos del siglo XVI. Se puede considerar que España es el primer
Estado de la historia en este sentido. El “Estado” es una forma política caracterizada por disponer de un poder nuevo, la “soberanía”, que no existía antes.
Ese poder es, como dice Bodino, un poder “legibus solutus”, o sea no sometido
a la ley, sin límites, absoluto. De ahí que al Estado que nace al mismo tiempo
que nace este poder se le llame “Estado absoluto”.
Contra lo que se suele creer, las formas políticas de la Edad Media (el
“reino” y el “imperio”) no eran absolutistas. En esa época el poder se hallaba
muy fragmentado y esa fragmentación tenía su reflejo en el tipo de fuentes
del Derecho y en su modo de ordenación. Lo cierto es que las formas políticas anteriores a la aparición del Estado se distinguían por dos factores. En
primer lugar, el poder terrenal se hallaba repartido en varios sujetos: el propio
rey, y además los tres “brazos” que conformaban las cortes medievales: 1) los
nobles-guerreros, 2) la iglesia y las órdenes monacales, y 3) los municipios
habitados por la gente del “común”. Y en segundo lugar, el poder del rey, o
del emperador, era un poder que sí conocía límites, y fundamentalmente en
el ámbito de la religión.
El Estado surge cuando se producen dos procesos. En primer lugar, un
proceso de concentración del poder “terrenal”. El rey poco a poco fue derrotando a los otros poderes rivales mediante técnicas diversas. Para ello se creó
un “Ejército nacional” bajo la autoridad del rey que permitió a éste someter a
los nobles y a las ciudades que no aceptaban sus instrucciones y aun a los
obispos o clérigos que querían preservar la autoridad civil que en algunos
14
15
García de Valdeavellano, cit., p. 241-242.
García de Valdeavellano, cit., p. 541-542.
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
189
casos poseían. Después, un proceso de concentración en el que el poder del
rey se sitúa por encima del poder religioso. Esto es muy claramente visible en
los Estados protestantes, en los que el jefe del Estado (príncipe o rey) es también jefe de la Iglesia nacional local. Pero también ocurre, aunque sea de forma
más sutil, en los Estados católicos como España donde los reyes arbitran mecanismos para dominar a la Iglesia sin romper con el dogma o la disciplina
eclesiástica, lo que se ha llamado el “patronato regio” o “regalismo”. Los ejemplos más ilustrativos de ello son el privilegio de presentación de obispos (conseguido por el Rey Fernando el Católico para que el Papa sólo pudiera consagrar obispo a alguno de los candidatos presentados por el rey) y el recurso
llamado de “fuerza” para poder anular las sentencias de los tribunales eclesiásticos que sean contrarios al Derecho real16.
El hecho cierto es que en varios lugares de Europa, y singularmente en
España, las ciudades trataron de mantener su autonomía frente al poder real.
El momento culminante de esa pugna lo constituye la “guerra de las comunidades de Castilla” (1520-1522) que terminó con una clara derrota de los
municipios y la pérdida de su autonomía. Siglos después, a finales del siglo
XVIII y comienzos del siglo XIX, el pensamiento liberal haría de esta guerra
un “símbolo” de la lucha por la libertad frente a un poder absolutista.
II.
EL MUNICIPIO Y LA PROVINCIA EN LA CARTA OTORGADA
DE BAYONA DE 1808
La usurpación del trono español por José I, hermano de Napoleón Bonaparte, se trató de institucionalizar mediante un texto pseudo-constitucional,
la “Constitución” (en realidad, carta otorgada) aprobada en la ciudad francesa
de Bayona en 1808.
II.1. Esta carta otorgada trata, muy marginalmente, de los municipios o
ayuntamientos. Son varias las razones que explican el por qué esta “Constitución” no presta atención a los ayuntamientos.
En primer lugar, como se ha dicho, en el pensamiento liberal español, los
municipios (concejos o ayuntamientos) se habían convertido en un símbolo
de la lucha contra el absolutismo real. Dado que esta “Constitución” consagraba el poder absoluto del rey, era comprensible que no se prestara demasiada
atención a los municipios.
En segundo lugar, debe mencionarse que las tropas de ocupación francesas
carecían de respaldo popular. El rey usurpador apenas gozaba del apoyo de
algunos sectores “ilustrados” de la elite social y política. Sucede que aunque
16
Sobre la vía de fuerza, cfr. María Teresa Bouzada Gil, La vía de fuerza. La práctica en la
Real Audiencia del Reino de Galicia, Dirección Xeral de Patrimonio Cultural, Santiago de Compostela, 2001.
190
Carlos Ruiz Miguel
un pequeño sector de la elite se inclinó hacia las posiciones “afrancesadas”,
la mayor parte de ésta se unió al pueblo que, de forma unánime, se opuso al
dominio francés. A partir de este dato, se comprende que, careciendo el rey
napoleónico de apoyo en el pueblo no se considerase a los municipios como
una de las piedras angulares del edificio político.
II.2. Las referencias a los municipios en la carta otorgada napoleónica son,
como se ha dicho, escasísimas. Pero suficientes para sentar los principios básicos de un régimen jurídicos que no reconoce la descentralización administrativa en el nivel municipal.
En primer lugar, los ayuntamientos, como órganos de gobierno de los municipios, no son órganos elegidos democráticamente. Así parece desprenderse del
artículo 68 (para la elección de diputados de la España europea). El artículo 68
dice que los diputados son elegidos por una junta compuesta por los regidores
decanos y los curas decanos de los pueblos que tengan al menos 100 habitantes.
De ahí cabe deducir que, en el caso de los diputados europeos, quienes los eligen
son regidores o curas que no han sido elegidos por el pueblo y, en el caso de los
diputados de Indias, los Ayuntamientos que eligen a los diputados miembros
de las Cortes están a su vez designados por los virreyes o capitanes generales del
territorio respectivo. Esto parece significar que los Ayuntamientos, como órgano
de gobierno municipal, están compuestos por individuos que no son elegidos
democráticamente, sino designados por los virreyes o capitanes generales.
En segundo lugar, la carta otorgada no se refiere en ningún momento a que
los municipios tengan reconocidas competencias propias. García Fernández lo
explica de modo convincente pues esta Carta está inspirada en las Cartas constitucionales napoleónicas de 1799, 1802 y 1804 en las cuales no se considera
que el municipio deba figurar en un texto constitucional porque no son más
que el escalón inferior de la Administración del Estado17.
II.3. En relación con las provincias, como sucede con los municipios las
referencias a las mismas en la carta otorgada napoleónica son muy pocas, aunque suficientes para dejar claro que no se reconoce la descentralización administrativa en el nivel provincial.
Desde un punto de vista orgánico, el único tratamiento que el texto da a
las provincias es como distrito electoral para elegir a determinados diputados a
Cortes, pero no se establece un órgano de gobierno específico para las provincias. Por lo demás, en esta “Constitución” queda claro que los Ayuntamientos
en las Indias no son elegidos por los ciudadanos, como se deriva de su artículo
93 de la Carta otorgada que dice que:
17
Javier García Fernández, “El municipio en los orígenes del Constitucionalismo español.
Notas sobre la génesis de la organización municipal a través de tres modelos constitucionales”, en
VV.AA., El municipio constitucional, Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, 2003,
p. 47 ss. (p. 49).
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
191
“Estos diputados serán nombrados por los Ayuntamientos de los pueblos, que
designen los virreyes o capitanes generales, en sus respectivos territorios.
(…) Será diputado el que reúna mayor número de votos entre los individuos
elegidos en los Ayuntamientos. En caso de igualdad decidirá la suerte.”
Por lo que se refiere a las competencias de las provincias, la “Constitución”
no reserva específicamente ningún ámbito de decisión a las mismas. Es más,
al tratar de las cuatro provincias que disponían de un régimen descentralizado
en la Península Ibérica, el artículo 144 de la “Constitución” estipula que “Los
fueros particulares de las provincias de Navarra, Vizcaya, Guipúzcoa y Álava se
examinarán en las primeras Cortes, para determinar lo que se juzgue más conveniente al interés de las mismas provincias y al de la nación”. Esto significa que la
descentralización en estos territorios no quedaba de ningún modo garantizada
en esta carta otorgada.
II.4. El régimen de Bayona, pese a sus proclamas de “modernidad”, no
dejaba de ser una monarquía absoluta. Por ello, resulta lógico que los municipios y provincias fueran órganos dependientes orgánica y funcionalmente del
poder del Rey.
III. EL MUNICIPIO: FUNDAMENTO Y HERRAMIENTA
DE LIBERTAD: LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
III.1. El día 25 de marzo de 1808, la Gaceta de Madrid publica el “Decreto
de S.M. el rey don Carlos IV abdicando la corona en favor de su hijo primogénito el príncipe de Asturias” firmado en Aranjuez el 19 de marzo18.
La Gaceta extraordinaria de Madrid del día 9 de abril de 1808 publica
el Decreto n.º 44, de Fernando VII, relativo “a su viaje a Burgos, y a la
creación de una Junta de Gobierno que despachara los negocios durante su
ausencia”19. El motivo del viaje a Burgos era el de ir al encuentro de “su
íntimo amigo y augusto aliado el Emperador de los franceses y Rey de Italia”
que “se halla ya en Bayona con el objeto mas grato, apreciable y lisonjero
para S.M., como es el de pasar á estos reinos con ideas de la mayor satisfacción de S.M. de conocida utilidad y ventaja para sus amados vasallos” para
lo cual Fernando VII se dispone “á recibirle y cumplimentarle”. Según el
Decreto “esta ausencia ha de ser por pocos días”. En su ausencia, Fernando VII
18
El texto del Decreto se puede consultar en ANÓNIMO, Historia de la Guerra de España
contra Napoleón Bonaparte, Imprenta de D.M. de Burgos, Madrid, 1818, p. 355.
Cfr.:
http://www.mcu.es/bibliotecas/ebooks/Historia_de_la_guerra_de_Espana_contra_Napoleon_
Bonaparte/index.html#/4/
19
El texto del Decreto se puede encontrar en ANÓNIMO, Historia de la Guerra de España,
cit., p. 364-365.
192
Carlos Ruiz Miguel
instituye una “Junta de Gobierno”, presidida “por el serenísimo señor Infante
don Antonio”.
III.2. La ausencia del rey, sin embargo, no iba a ser “por pocos días”. Y el
viaje del rey no iba a ser a Burgos para “recibir y cumplimentar” a Napoleón,
sino que iba a terminar en Bayona, donde Napoleón iba a tratar de apoderarse, formalmente, de España. Materialmente, ese apoderamiento ya estaba
en marcha pues las tropas francesas habían entrado, supuestamente, como
aliadas. La invasión napoleónica suscitó una progresiva indignación que el 2
de mayo se transformó en una explosión de ira popular en Madrid ahogada
en sangre por las tropas francesas. Aquellos sucesos fueron inmortalizados por
Goya en dos obras maestras, “Dos de mayo. La carga de los mamelucos” y
“Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del Príncipe Pío”.
Las noticias de los hechos de Madrid se extendieron por todo el país, provocando las primeras reacciones de indignación y solidaridad, y las primeras declaraciones a favor de un levantamiento armado general. Pero esto se enfrentaba con
el problema de que el gobierno estaba descabezado y había una gran fragmentación de los distintos representantes del gobierno, pues aunque algunos aceptaron
el dominio francés otros lo rechazaban y se alineaban con el pueblo.
Ante esta situación, la lucha por la independencia se articuló desde la base
de suerte que aquellos sectores de la elite que no se habían sumado a los invasores, conformaron con el pueblo órganos de poder local, las Juntas, para
canalizar los esfuerzos patrióticos.
El primer y más significativo episodio de este proceso fue el llamado Bando
de los alcaldes de Móstoles. Dicho “bando”, emitido en la tarde del mismo
día 2 de mayo, lo redactó Juan Pérez Villamil (fiscal togado del Consejo de
Guerra, Auditor General, secretario del Consejo del Almirantazgo y miembro
de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia, de esta
última a propuesta de Francisco Martínez Marina) a incitación de Esteban
Fernández de León (Intendente del Ejército y Superintendente de todas las
Rentas en el distrito de la Real Audiencia y Capitanía General de Caracas), y
lo firmaron los dos alcaldes ordinarios de la localidad, Andrés Torrejón y Simón Hernández, a quienes Fernández de León y Pérez Villamil persuadieron
para que firmasen una circular (el “Bando de Independencia”) dirigida a todas
las autoridades de las poblaciones por las que pasare dicho bando, en la que se
alertaba de lo ocurrido en Madrid, llamando al socorro armado de la capital y
a la insurrección contra el invasor francés. Ambos alcaldes la rubricaron, como
autoridades locales20. Esa misma tarde, un mensajero a caballo fue mostrando
20
El texto del “Bando de la Independencia” es:
“Señores de justicia de los pueblos a quienes se presentare este oficio, de mi el alcalde ordinario de la
villa de Mostoles.
Es notorio que los franceses apostados á las cercanías de Madrid, y dentro de la Corte han tomado la
ofensa sobre este Pueblo Capital y las tropas españolas; por manera que en Madrid esta corriendo a estas
horas mucha sangre; como españoles es necesario que moramos por el Rey y por la Patria, armandonos
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
193
la carta a los alcaldes de Navalcarnero, Talavera y, al día siguiente, se adentraba en Extremadura, ya muy agotado y enfermo. Otros jinetes continuaron la
misión. El 5 de mayo se levantaba en armas Badajoz. Le seguirían Andalucía,
Asturias, Galicia, León y otras, hasta que toda España terminaba rebelándose
dando lugar a la Guerra de la Independencia, que duraría seis años.
III.3. El 5 de mayo Napoleón Bonaparte organiza las abdicaciones de Bayona que permitieron dar el trono a su hermano José. En efecto, unos días
antes, el 19 de marzo de 1808, Carlos IV abdicó a favor de Fernando VII. Éste
que anunció que viajaba “a Burgos” a “recibir y cumplimentar” a Napoleón
Bonaparte, siguió su viaje a Bayona donde cedió el trono al emperador que, a
su vez lo cedió a su hermano José Bonaparte para que reinara como “José I”.
Después de conocerse las abdicaciones de Bayona, se produce una reacción
en cadena por toda España. La insurrección se inicia en la ciudad de Cartagena donde se crea la primera Junta General de Gobierno. Desde allí se mandan
correos a las ciudades de Valencia, Granada y Murcia, “con el aviso de la
resolución que se había formado en Cartagena, su Departamento de Marina
y numerosa guarnición, convidando a dichas ciudades para el mismo objeto”
avisando de ello en todas las ciudades y pueblos por los que pasaran estos
correos. Además, se comunica la resolución a la escuadra del Departamento
de Cartagena que se encontraba en Mahón y que se dirigía al puerto francés
de Tolón para unirse a la escuadra francesa, ordenándole que volviera a Cartagena. La insurrección comienza en los días siguientes en Valencia, Granada,
Lorca y Orihuela. En Zaragoza, José de Palafox y Melci toma el control de
la ciudad tras entregar el mando el Capitán General Guillelmi a su segundo,
produciéndose el primero de los Sitios de Zaragoza.
Mientras, en Murcia, el antiguo ministro Floridablanca (1728-1808) preside la constituida nueva Junta local de Murcia. Estas Juntas se crean en todas
las ciudades levantadas, tras crearse la Junta General de Gobierno de Cartagena. En Sevilla, la Junta local adopta el nombre de Junta Suprema de España e
Indias, impulsora del texto considerado como la declaración de guerra formal
emitido el 6 de junio.
contra unos perfidos que, socolor de amistad y alianza, nos quieren imponer un pesado yugo después de
haberse apoderado de la Augusta persona del Rey, procedamos pues a tomar las activas providencias para
escarmentar tanta perfidia, acudiendo al socorro de Madrid y demás Pueblos, y alentándonos, pues no hai
fuerzas para que prevalezcan contra quien es leal y valiente, como los españoles lo son.
Dios guarde a vuestras mercedes muchos años.
A Móstoles, dos de Mayo de mil ochocientos ocho.
Andrés Torrejón y Simon Hernández”
Aunque en Wikipedia circulan versiones supuestamente originales de este “bando” las mismas
no se corresponden fielmente con el original que se puede consultar aquí.:
http://bp1.blogger.com/_Ro9U9Tfc01s/R_nlTlKYeRI/AAAAAAAAGiU/ivIB7tW-YtM/
s1600-h/pagina1.jpg
http://bp2.blogger.com/_Ro9U9Tfc01s/R_nnd1KYeXI/AAAAAAAAGjw/fFZ5pRKGv_o/
s1600-h/pagina+2+y+3.jpg
194
Carlos Ruiz Miguel
El resultado es que las juntas locales desbordaron a la llamada “Junta de
Gobierno” que había designado Fernando VII.
III.4. El surgimiento de las juntas provinciales y la cuestión de si éstos eran
los órganos idóneos para asumir el poder suscitó una importante reflexión. La
argumentación se encuentra ya claramente expresada en un opúsculo de 28
de agosto de 1808 de Pérez Villamil, el redactor del “bando de Móstoles”: la
“Carta sobre el modo de establecer el Consejo de Regencia del Reyno, con
arreglo a nuestra Constitución”21. Las ideas de las que parte Pérez Villamil son
las siguientes.
En primer lugar, Pérez Villamil enuncia el reconocimiento claro, aunque
no expreso, de la soberanía nacional, cuando distingue nítidamente entre la
titularidad del poder (que corresponde a la nación) y el ejercicio del mismo
(que la nación atribuye al rey). Así dice, por lo que se refiere a la titularidad
del poder, que “á la nacion, por faltarle su rei, mientras se halle en el estado de
violencia que sufre, no le falta su constitución política, ni los pueblos; subsiste
del modo que ántes como reino; subsisten las provincias que le componen
como tales, y la jurisdiccion de cada pueblo y territorio; (…); subsisten las leyes y por consiguiente debe subsistir y permanecer la representación nacional
que en ellas se establece, y que por espacio de trece siglos se ha guardado y
respetado en la nacion como baluarte de su libertad”.
Ahora bien, en relación al ejercicio de ese poder, precisa que “nos falta pues
únicamente ahora el exercicio actual de este poderío; el qual puesto en las
manos del rey por la voluntad representada de la nacion en la jura solemne de
cada soberano, vuelve, impedido este de exercitarle, y las personas en quien le
delegó, á la misma nacion, en quien siempre habitualmente reside”22.
En definitiva, “los reyes son para el pueblo, y no el pueblo para los
reyes”23.
En segundo lugar, sostiene la idea de que los ayuntamientos son el componente fundamental de la nación. Por un lado, afirma que: “los elementos ó partes
primarias de esta representación están en cada uno de los ayuntamientos, villas y lugares de voto en cortes, y capitales de provincia; y sus diputados componen la representación política de toda la nacion: la qual solo así constituida
es como hasta ahora intervino en los actos en que fue necesario su consentimiento, y así es necesario que se forme para el establecimiento del gobierno de
regencia, si se ha de establecer constitucional y sólidamente”24.
En tercer lugar, Pérez Villamil advierte que el “Consejo de Regencia” debe,
dos años después de formarse (o sea, para el 1810), convocar unas cortes. Las
21
Juan Pérez Villamil, Carta sobre el modo de establecer el Consejo de Regencia del Reyno, con
arreglo a nuestra Constitución, Imprenta de la hija de Ibarra, Madrid, 1808.
22
Pérez Villamil, cit., pp. 17-19.
23
Pérez Villamil, cit., p. 46.
24
Pérez Villamil, cit., p. 19.
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
195
cortes deben componerse representar a los tres estados, el eclesiástico, el de los nobles25 y los representantes de todas las ciudades del reino capitales de provincia26.
Esas cortes deben realizar una “nueva” Constitución27. Si bien en el pasado no
era novedad que intervinieran clero y nobleza, lo cierto es que sólo algunas
ciudades tenían voto en Cortes. Lo novedoso de la propuesta de Pérez Villamil es reconocer ese voto a todas las capitales de provincia.
En cuarto lugar, los ayuntamientos deben tener un carácter representativo y
gozar de competencias propias. En los ayuntamientos “está la legítima representación de su común, y á ellos toca acordar lo que convenga, y señalar el
momento de acudir á la defensa, disponiendo en situación tan urgente de las
personas y bienes del pueblo para desempeñar tan sagrada obligacion”.
Pero “regidores substitutos, oficios enagenados, interrupcion de facultades,
y otros abusos han enervado y casi aniquilado la energía de estos cuerpos, que
en otros tiempos fueron el mejor apoyo de la real autoridad contra las demasías de los grandes de la nacion”28.
IV. MUNICIPIO, PROVINCIA Y DESCENTRALIZACIÓN
ADMINISTRATIVA EN LA CONSTITUCIÓN DE 1812
Lo anterior nos permite claramente discernir que cuando se elabora la
Constitución, existen varias ideas dominando el debate político, pero algunas
provocaban tensión.
Por un lado, entre esas ideas, se hallan la del reconocimiento del principio
de soberanía nacional29 y la importancia de los municipios y las provincias
para la estructuración del Estado, la de la necesidad de que estas entidades básicas tengan un carácter representativo30 y la de que la Constitución reconozca
y de algún modo garantice sus competencias. En este punto llama poderosamente la atención la enorme diferencia entre la Constitución de 1812 y lo que
dispone la carta otorgada en Bayona en 1808.
25
Pérez Villamil, cit., p. 30.
Pérez Villamil, cit., p. 29.
27
Pérez Villamil, cit., pp. 43, 45, 50.
28
Pérez Villamil, cit., p. 17.
29
“La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales” (art. 3 C-1812).
30
Argüelles, en su análisis retrospectivo sobre la Constitución de 1812 dice: “Por la misma éra
(Edad Media) se estendió á todos los diferentes estados, la costumbre de confiar el régimen interior
de los pueblos á cuerpos llamados Concejos, ó Ayuntamientos, concediendose la eleccion de sus
oficios á los vecinos cabezas de familia” (Cfr. Agustín de Arguelles, Examen histórico de la reforma
constitucional que hicieron las Cortes Generales y extraordinarias desde que se instalaron en la isla de
León el día 24 de setiembre de 1810 hasta que cerraron en Cádiz sus sesiones el 14 de del propio mes de
1813, Imprenta Carlos Wood e hijo, Londres, 1835, tomo I, p. 25. La obra, conocida por su título
abreviado Examen histórico de la reforma constitucional, ha sido reeditada recientemente, en 1999,
por la Junta General del Principado de Asturias).
26
196
Carlos Ruiz Miguel
Ahora bien, las anteriores ideas entraban en tensión con un temor muy
fundado, entre los diputados europeos, de que un reconocimiento amplio de
la autonomía local y provincial pudiera ser el germen de un movimiento federalista y, en última instancia, separatista31. A este respecto el conocimiento de
la relación de las provincias existentes, sobre todo en América, resulta de especial interés32. En efecto, ya antes del debate constituyente se habían levantado
voces en la América Española reivindicando la independencia respecto a la España europea articulando su discurso en varias ideas: a) el perjuicio económico que sufría América por el monopolio comercial concedido a la Península;
b) el perjuicio producido por el expolio que ejercían quienes compraban los
cargos administrativos; y c) el perjuicio que se producía por la excesiva lejanía
de los centros de decisión33. La articulación técnica de esas reivindicaciones
independentistas se hace ya en 1806 cuando se producen las proclamas de
Francisco de Miranda en las costas de Venezuela (Puerto Cabello y Coro), los
que se han considerado como los más importantes acontecimientos relativos a
la emancipación de América Latina antes de la abdicación de Carlos IV y los
posteriores sucesos de Bayona. Miranda, por ello, ha sido considerado como
el Precursor de la Independencia del continente americo-colombiano, a cuyos pueblos dirigió sus proclamas independentistas basadas en la formación
de una federación de Cabildos libres, lo cual luego se pondría en práctica, en
31
Roberto L. Blanco Valdés, El “problema americano” en las primeras cortes liberales españolas
1810-1814, Instituto de Investigaciones Jurídicas-UNAM, México DF., 1995, p. 49 ss. y 55 ss.
32
El Decreto CLXIV, de 13 de mayo de 1812, sobre Establecimiento de las Diputaciones
provinciales en la Península y Ultramar (Colección de los Decretos y Órdenes que han expedido las
Cortes Generales y Extraordinarias (en adelante, CDO), Imprenta Nacional, Madrid, 1820, t. II, p.
224 ss.) hace una relación de provincias con muchas semejanzas con la relación de Estados surgidos
después de la independencia: “en Ultramar las habrá (Diputaciones provinciales) en cada una de las
provincias que expresamente se nombran en el artículo 10 de la Constitucion, y ademas por ahora e la
América Meridional, en el Perú la del Cuzco, en Buenos-Aires la de Charcas, y en la Nueva-Granada la
de Quito; y en la América Septentrional, en Nueva-España la de San Luís Potosí, á que se agregue Guanajuato; en Goatemala otra, que se fijará en Leon de Nicaragua con la provincia de Costa Rica, y en la
isla de Cuba otra en Santiago de Cuba”. Los territorios americanos mencionados en el artículo 10 de
la Constitución eran: “En la América septentrional, la Nueva España con la Nueva-Galicia y península
de Yucatan, Goatemala, provincias internas de Oriente, provincias internas de Occidente, isla de Cuba
con las dos Floridas, la parte española de la isla de Santo Domingo, y la isla de Puerto Rico con las demas
adyacentes á estas y al continente en uno y otro mar. En la América meridional, la Nueva-Granada,
Venezuela, el Perú, Chile, provincias del río de la Plata, y todas las islas adyacentes en el mar Pacífico y
en el Atlántico”. Esta relación guarda muchas similitudes con la que apareció unos días antes para
fijar los distritos electorales de Cortes (“Instrucción conforme á la cual deberán celebrarse en las
provincias de Ultramar las elecciones de Diputados de Córtes para las ordinarias del año próximo
de 1813”, de 23 de mayo de 1812, CDO, t. II, p. 217 ss).
En cuanto a la España europea, la relación de provincias es muy similar a la actual con las salvedades de que Cataluña, Valencia, Aragón, Galicia, y Extremadura constituían, cada una, una sola
provincia.
33
Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Carta a los españoles americanos, Editorial Sanjosé, Arequipa, 2010 (1.ª edición, en francés, 1799; 1.ª edición en español, 1801), Cfr. especialmente p. 25,
30-31 y 59. El texto fue redactado por el autor en 1791 en Francia, mientras se hallaba exiliado (el
autor había sido jesuita).
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
197
Venezuela, entre 1810 y 181134. El independentismo americano, en ocasiones
disimulado, influyó de forma importante en la redacción de ciertas cláusulas
de la Constitución de 1812, recordaba Argüelles, años después35. Recuérdese
que el Cabildo y el Ayuntamiento son instituciones que llegan a América de
la mano con los españoles, y tuvieron importancia decisiva en la conquista (en
especial los cabildos abiertos). Estos órganos, de carácter representativo, actuante y democrático, dentro del medio en que se desarrollan, fueron la clave
después para consolidar la independencia del Perú del dominio español, algo
que ocurrió en el resto de la América Española36. Un gran intelectual y diplomático peruano, Víctor Andrés Belaúnde, sintetizó esto de forma magistral al
decir que “España sembró Cabildos y cosechó Naciones”37.
La lectura de las actas del debate del Proyecto de Constitución en la Comisión de las Cortes38, revela que en la misma no hubo divergencias sustantivas
en la redacción de lo relativo a los Municipios y Provincias, siendo los textos
aprobados en Comisión prácticamente iguales a los que luego resultaron aprobados por el Pleno de las Cortes39. Sin embargo, sí hubo importantes divergencias entre los diputados americanos (más pro-autonomistas) y los europeos
(más centralistas) en la discusión del Pleno de las Cortes40.
34
Alan Brewer-Carias, Los inicios del proceso constituyente hispano y americano. Caracas 1811
- Cádiz 1812, Caracas, 2011, p. 35.
35
Argüelles, Examen histórico de la reforma constitucional, cit., t. II, capítulo VII. Véase, por
ejemplo, p. 32, 37, 57-58.
36
José F. Palomino Manchego, “La autonomía municipal en la Constitución peruana de
1993”, en Problemas escogidos de la Constitución peruana de 1993, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, México DF, 2003, p. 107 ss. (p. 110).
37
Víctor Andrés Belaúnde Díaz-Canseco, Bolívar y el pensamiento político de la revolución
hispanoamericana, Instituto de Cultura Hispánica, Madrid, 1959, p. 17.
38
Federico Suárez Verdaguer (coordinador del Seminario de Historia Moderna de la Universidad de Navarra), Actas de la Comisión de Constitución (1811-1813), Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1976, p. 200-215. Llama la atención que un gran conocedor de la cuestión, García
Fernández, en un reciente trabajo diga equivocadamente que el debate sobre los temas municipales
y provinciales se llevó a cabo “entre el 27 de septiembre y el 18 de noviembre de 1811” (Javier
García Fernández, “El municipio y la provincia en la Constitución de 1812”, Revista de Derecho
Político n.º 83 [2012], p. 439 ss. [p. 447]). El hecho, sin embargo, es que el inicio del debate sobre
el título VI se inicia el 12 de noviembre de 1811 y se concluye el 4 de diciembre de ese año.
39
Apenas hay ligeros cambios en los artículos 312 C-1812 (art. 310 del proyecto), 313 (art.
311 del proyecto), 318 (art. 316 del proyecto), 321.3.º (art. 319.3º del proyecto), 321.6.º (art.
319.6.º del proyecto), 322 (art. 320 del proyecto), 325 (art. 323 del proyecto), 329 (art. 327 del
proyecto), 330 (art. 328 del proyecto), 332 (art. 330 del proyecto), 333 (art. 331 del proyecto),
335.3º (no aparece en el proyecto). El cambio más importante es la introducción del art. 336
C-1812 que no aparece en el proyecto. Sobre esto consúltense el Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, tomo IV, Imprenta de J. A. García, Madrid, 1970, vol. IV, p. 2590-2597
y 2600-2603 (sobre los Ayuntamientos), p. 2606-2612, 2615-2619, 2622-2626 y 2629 (sobre las
Diputaciones Provinciales). Cfr.
http://www.constitucion1812.org/leerlibro.asp?id=509&tipo_libro=3
40
La discusión más sustanciosa se produce entre los diputados Castillo (americano) y Toreno
(europeo) a propósito de los Ayuntamientos (Cfr. Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2590-2591). En
relación con las Diputaciones Provinciales hay también intervenciones notables de los diputados
Leiva, Toreno, Jáuregui (Cfr. Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2606-2607, 2609). Se hacen eco de
198
Carlos Ruiz Miguel
La clave de la importancia constitucional del municipio y de las provincias
es que la Constitución de 1812 les dedica un título íntegro, el VI, con la rúbrica “Del Gobierno interior de las provincias y de los pueblos”, dividido en dos
capítulos, uno primero “De los Ayuntamientos” (artículos 309-323) y otro
llamado “Del gobierno político de las provincias y de las Diputaciones provinciales” (arts. 324-337). En la doctrina española hay dos corrientes diferentes
a la hora de interpretar estos preceptos. Una considera la regulación de 1812
como “centralista” y la otra como un momento favorable a la descentralización. A nuestro juicio, esta segunda posición es más acertada por las razones
que luego veremos. La Constitución de 1812 lleva a cabo una “descentralización contenida” de las entidades locales.
IV.1. El municipio: organización democrática y garantía constitucional
de sus competencias
IV.1.A. La Constitución de 1812 (C-1812) establece que los municipios
tienen un carácter electivo41 y parcial o totalmente democrático mediante
elecciones indirectas.
IV.1.A.a. El Ayuntamiento42 puede ser de origen democrático en su totalidad (cuando todos, regidores y presidente del Ayuntamiento son elegidos por
los vecinos) o bien parcialmente (cuando los regidores son elegidos por los
vecinos, pero el presidente es un “jefe político donde lo hubiere”). El artículo
309 deja abierta la puerta a que en el gobierno municipal de algunos ayuntamientos, junto a los regidores de elección popular, exista un “jefe político”
nombrado por el Gobierno. Ese precepto dispone que “Para el gobierno interior
estas divergencias: Roberto L. Blanco Valdés, Rey, Cortes y fuerza armada en los orígenes de la
España liberal, 1808-1823, Siglo XXI, Madrid, 1988, p. 271-272; y Javier Alvarado Planas,
“El municipio constitucional en Ultramar. Paradojas y contradicciones”, en VV.AA., El municipio
constitucional, Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, p. 167 ss. (2003), p. 168.
41
Blanco Valdés se hace eco de las posiciones de Toreno (Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 25902591) negando el carácter “representativo” de los municipios por ser sólo las Cortes (el “Congreso Nacional”) quien tiene el monopolio de la “representación” (Blanco Valdés, Rey, Cortes y fuerza armada,
cit., p. 272). El argumento del conde de Toreno es en qué medida al estar los órganos de ámbito no
nacional dentro de la nación pueda ser improcedente hablar de una “representación” de los mismos fuera de la representación nacional. La cuestión es si teniendo las Cortes el monopolio de la representación
nacional, otros órganos de gobierno de ámbito no nacional podrían ser “representativos” de sus gobernados. Aunque las observaciones de Toreno están muy bien fundamentadas nótese el uso del término
“representativo”, en un texto coetáneo y en otro posterior. El artículo 7 de la Sección III del capítulo I de
la Constitución francesa de 1791 dice que “Les représentants nommés dans les départements, ne seront pas
représentants d’un département particulier, mais de la Nation entière, et il ne pourra leur être donné aucun
mandat.”; por su parte, la Constitución Española de 1978 para aludir a las Diputaciones Provinciales
(art. 141.2 CE) o los parlamentos regionales (art. 152.1 CE) utiliza el término “representativos”.
42
Aunque en el debate constituyente hay diputados que utilizan el término “cabildo”, la Constitución de 1812 utiliza siempre su sinónimo de “Ayuntamiento”.
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
199
de los pueblos habrá Ayuntamientos compuestos de alcalde o alcaldes, los regidores y
el procurador síndico, y presididos por el jefe político donde lo hubiere, y en su
defecto por el alcalde o el primer nombrado entre éstos, si hubiere dos”43. Los Ayuntamientos donde hay “jefe político” son los que tienen la condición de capital de
provincia (art. 81 C-1812), de lo que se desprende que los demás ayuntamientos,
en principio, no están presididos por un representante del gobierno central.
IV.1.A.b. La Constitución de 1812 establece que deben cesar los alcaldes o
regidores “que sirvan oficios perpetuos en los Ayuntamientos, cualquiera que
sea su título y denominación” pues todos ellos “se nombrarán por elección en
los pueblos” (art. 312 C-1812).
El procedimiento de elección es indirecto en dos grados. En la elección
de primer grado, “Todos los años, en el mes de Diciembre, se reunirán los ciudadanos de cada pueblo para elegir a pluralidad de votos, con proporción a su
vecindario, determinando número de electores que residan en el mismo pueblo
y estén en el ejercicio de los derechos de ciudadano” (art. 313 C-1812). Esto
significa que para la votación que determine quiénes son los “electores” se está
reconociendo el sufragio universal (que, en aquella época, aunque no diga nada
la Constitución, se presumía sólo masculino). En cuanto a la elección de segundo
grado, se produce en el mismo mes que la de primer grado cuando los “electores” designados en los comicios de primer grado nombren “a pluralidad absoluta
de votos, el alcalde o alcaldes, regidores y procurador o procuradores síndicos,
para que entren a ejercer sus cargos el 1.º de Enero del siguiente año” (art. 314
C-1812).
Para garantizar que no haya interferencias en el proceso electoral se dispone
que “no podrá ser alcalde, regidor ni procurador síndico ningún empleado
público de nombramiento del Rey que esté en ejercicio, no entendiéndose
comprendidos en esta regla los que sirvan en las milicias nacionales” (art. 318
C-1812).
IV.1.A.c. La Constitución de 1812 establece determinadas cautelas para
frenar un eventual abuso de poder. El “principio de no reelección”, inspirado
en el Derecho Público Romano44, que ya había sido establecido con matices en
las Constitución francesas de 1791 y 179545 y en la Constitución colombiana
43
Morell Ocaña reflexiona sobre los matices diferenciadores del art. 309 C-1812 que asigna
el “gobierno interior” de los pueblos a los Ayuntamientos y el art. 324 C-1812 que asigna el “gobierno político” de las provincias en el “jefe superior”. Cfr. Luis Morrell Ocaña, “El municipio
constitucional y la instrucción de 1813”, en VV.AA., El municipio constitucional, Instituto Nacional
de Administración Pública, Madrid, 2003, p. 121 ss. (p. 132-134).
44
Una de las características más importantes de las magistraturas de la república romana era
la “anualidad” cuyo objetivo era permitir que todos los ciudadanos participen en la gestión de los
asuntos públicos y garantizar el principio de igualdad (Torrent Ruiz, cit., p. 141-142).
45
Sección III, artículo 6, de la Constitución francesa de 1791; artículos 34, 54, 138, 186, 281
de la Constitución de 1795.
200
Carlos Ruiz Miguel
de Cundinamarca de 1811 para los miembros de los tres poderes “horizontales” del Estado46, es reconocido por la Constitución de 1812 para un más amplio elenco de cargos, incluyendo también los poderes “verticales” del Estado: los
alcaldes y regidores. En efecto, por un lado, la Constitución establece que “los
alcaldes se mudarán todos los años, los regidores por mitad cada año, y lo mismo
los procuradores síndicos donde haya dos: si hubiere sólo uno, se mudará todos
los años” (art. 315 C-1812); y, por otro, que “el que hubiere ejercido cualquiera
de estos cargos no podrá volver a ser elegido para ninguno de ellos sin que pasen,
por lo menos, dos años” (art. 316 C-1812). Además de prevenir el abuso de poder, se pretende que la renovación periódico de cargos permita aprovechar todas
las luces de los diferentes vecinos47.
IV.1.B. La Constitución de 1812 es la única que establece, en su artículo
321, una garantía expresa de competencias municipales enumeradas y singularizadas, si bien, en su artículo 323 establece que “los ayuntamientos desempeñarán
todos estos encargos bajo la inspección de la diputación provincial, a quien rendirán
cuenta justificada cada año de los caudales públicos que hayan recaudado e invertido”. La “Diputación provincial”, como luego se verá, está sometida a su vez a un
cierto control del “Rey” que no es incondicionado.
Las competencias que la Constitución atribuye a los municipios son de
tipo ejecutivo en sentido estricto, de fomento y de carácter normativo.
IV.1.B.a. Las competencias ejecutivas en sentido estricto, asignadas por la
Constitución a los Ayuntamientos son:
— “la policía de salubridad y comodidad” (art. 321.1)48,
46
El artículo 38 del Título V (“Del Poder Ejecutivo”) de la Constitución de Cundinamarca
de 4 de abril de 1811 dice: “El Presidente no podrá ser reelecto hasta pasados tres años, ni concluido el
trienio de la Presidencia ocupar ninguno de los destinos de la Representación Nacional. Los consejeros
podrán serlo por primera reelección; pero en ningún caso por la segunda hasta pasados tres años.”
Artículo 34 del Título VI (“Del Poder Legislativo”) reza: “Ningún miembro del Cuerpo Legislativo
puede ser reelegido dos veces de seguida para el mismo ejercicio, sino que para que haya lugar a segunda
reelección deberán pasar a lo menos dos años de intervalo”.
El artículo 50 del Título VII (“Del Poder Judicial”) dispone: “Los tribunales superiores de la provincia que-darán renovados cada cinco años, sorteándose alternativamente tres individuos en uno y dos
en otro, para que al tiempo señalado se verifique la renovación de su número total; y aunque tendrá lugar
la primera reelección, no la segunda, sin que hayan mediado tres años de intervalo”.
47
“La renovación periódica (de los regidores) proporcionará que se aprovechen con más facilidad las luces, la probidad y demás buenas calidades de los vecinos de los pueblos, al paso
que evitará la preponderancia perpetua que ejercen en ellos los más ricos y ambiciosos”. Cfr.
Agustín de Argüelles, Discurso Preliminar a la Constitución de 1812, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1989, p. 116. En contra del principio de no reelección se manifestó
el profesor Salas en su estudio sobre la Constitución de 1812, Cfr. Ramón Salas y Cortes,
Lecciones de Derecho Público Constitucional, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1982 (1.ª edición, 1821), p. 283.
48
Sobre esto, Morell Ocaña, cit., p. 140-142.
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
201
— “auxiliar al alcalde en todo lo que pertenezca a la seguridad de las personas y bienes de los vecinos, y a la conservación del orden público”
(art. 321.2),
— “la administración e inversión de los caudales de propios y arbitrios,
conforme a las leyes y reglamentos, con el cargo de nombrar depositario bajo responsabilidad de los que le nombran“ (art. 321.3)49,
— “hacer el repartimiento y recaudación de las contribuciones, y remitirlas a la Tesorería respectiva” (art. 321.4),
— “cuidar de todas las escuelas de primeras letras y de los demás establecimientos de educación que se paguen de los fondos del común”
(art. 321.5)50,
— “cuidar de los hospitales, hospicios, casas de expósitos y demás establecimientos de beneficencia, bajo las reglas que se prescriban” (art. 321.6)51,
— “cuidar de la construcción y reparación de los caminos, calzadas, puentes y cárceles, de los montes y plantíos del común, y de todas las obras
públicas de necesidad, utilidad y ornato” (art. 321.7).
IV.1.B.b. En cuanto a la competencia de fomento, la Constitución atribuye
a los Ayuntamientos el “promover la agricultura, la industria y el comercio,
según la localidad y circunstancias de los pueblos, y cuanto les sea útil y beneficioso” (art. 321.9).
IV.1.B.c. Por último, la Constitución reconoce a los Ayuntamientos la
iniciativa para proponer la aprobación de normas de carácter general al establecer
que compete a los Ayuntamientos “formar las Ordenanzas municipales del
pueblo y presentarlas a las Cortes para su aprobación por medio de la Diputación provincial, que las acompañará con su informe” (art. 321.8).
IV.1.C. La Constitución establece determinados controles a la actividad
de los Ayuntamientos. La mayor parte corresponden al Rey, pero también
a un órgano “mixto”, no controlado enteramente por el Rey (la Diputación
Provincial) y a las Cortes. En ese sentido, la Constitución de 1812 establece
una moderada descentralización o “semi-descentralización” administrativa, en
buena medida con un objetivo económico52, en beneficio de los Ayuntamientos. Hablamos de “semi-descentralización” porque, aunque hay un elemento
de centralización también hay un asomo de garantía de descentralización, debido a tres tipos de elementos.
49
Morell Ocaña, cit., p. 143-145.
Morell Ocaña, cit., p. 143.
51
Morell Ocaña, cit., p. 142-143.
52
“La libre elección de los pueblos (…) dará a esta saludable institución (los Ayuntamientos)
toda la perfección que puede desearse. Su objeto es fomentar por todos los medios posibles
la prosperidad nacional, sin que los reglamentos y providencias del Gobierno se mezclen en dar a la
agricultura y a la industria universal el movimiento y dirección que sólo toca al interés de los particulares”. Cfr. Argüelles, Discurso Preliminar, cit., p. 115.
50
202
Carlos Ruiz Miguel
En primer lugar, la presidencia de los Ayuntamientos corresponde en el mayor número de casos al alcalde elegido por los ciudadanos y sólo serán presididos por el “jefe político” allí donde lo haya (es decir en las capitales de
provincia).
En segundo lugar, la “inspección” sobre los Ayuntamientos corresponde a las
Diputaciones Provinciales. En efecto, el art. 323 indica que la Diputación Provincial “inspecciona” el ejercicio que hace el Ayuntamiento de sus competencias, a lo que se añade que la Constitución asigna a las Diputaciones
Provinciales el “velar sobre la buena inversión de los fondos públicos de
los pueblos y examinar sus cuentas” (art. 335.2 C-1812). En principio, las
Diputaciones Provinciales se hallan sometidas al control del Rey pues las
preside el “jefe político” que tiene poderes decisorios en la mayor parte de
las competencias de la Diputación. Pero hay que introducir un matiz: las
Diputaciones Provinciales, si bien pueden ser suspendidas por el Rey, ello
debe hacerse sólo cuando “abusaren” de sus competencias y dando cuenta
a las Cortes.
En tercer lugar, las Cortes aprueban los reglamentos municipales. Como advierte García Fernández, el hecho de que el artículo 321.8.º C-1812 atribuya
a las Cortes, y no al Gobierno, la aprobación de las Ordenanzas municipales
es un elemento de refuerzo de la descentralización municipal53.
De todo lo anterior, se desprende que la Constitución, al consagrar expresamente las competencias de los municipios y al conceder ciertas competencias a las Cortes sobre ellas, trata de dar ciertos pasos hacia la descentralización administrativa en el nivel municipal. Por ello, creemos que
convendría matizar mucho la opinión sostenida por otros autores que dibujan el modelo municipal de la Constitución de 1812 como un modelo
“centralizador”, pura transposición del modelo francés, con una posición
“subordinada” de los Ayuntamientos respecto al “gobernador” o jefe político54. La idea de partida, a nuestro juicio, es la de dotar al municipio con
autonomía, y no sólo por razones políticas propias de la España europea
(aspiración a recuperar las libertades municipales anegadas por la expansión del poder real), sino también por razones político-económicas de la
España americana, a menudo olvidadas. Ahora bien, ante los temores de
que esa autonomía pueda ser utilizada en América como plataforma independentista se establecen algunos controles.
53
García Fernández, “El municipio y la provincia en la Constitución de 1812”, p. 457.
Esta es la posición de Eduardo García de Enterría, La Administración Española, Alianza,
Madrid, 1972 (reedición de la 2.ª edición de 1962), p. 73: “la construcción moderna de nuestro
régimen local se efectúa rigurosamente sobre ese modelo (el francés centralizado), del que si
acaso se aparta es todavía para negar ese modestísimo ámbito de asuntos privativos propios de
un pouvoir municipal originario y exclusivo que aquí se juzga peligroso (…) en el seno de nuestra disgregada y disgregadora sociedad”. Comparte las tesis de García de Enterría, Blanco
Valdés, Rey, Cortes y fuerza armada, cit., p. 273; IDEM, El “problema americano”, cit., p. 56.
54
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
203
IV.1.D. El desarrollo normativo de la Constitución55 en este punto resulta muy diverso en el primero y en el segundo período de vigencia de la
Constitución.
En el primer período de vigencia de la Constitución, aún existente el vínculo con la mayor parte de la España americana, se introdujeron, no obstante,
algunas normas que, si no fuera excesivo decir que “corregían” la Constitución, sí al menos parecían darle una lectura distinta. En algunos casos “centralizando” más y en otros “descentralizando”. En este sentido, los más relevantes
son los Decretos CLXIII, CLXXIX, CCI, CCLXXIII y CCLXIX56.
De entre ellos, el más importante es el Decreto CCLXIX, de 23 de junio
de 1813, sobre el gobierno económico-político de las provincias. De este Decreto se pueden resaltar tres aspectos. En primer lugar, este Decreto amplía aún
más la enumeración de competencias que hace la Constitución (artículos I-XV);
sin embargo, el Decreto precisa también las competencias del Jefe Político,
presidente de la Diputación Provincial, otorgándole un poder sobre los Ayuntamientos mayor que el que se desprende de la Constitución que parece una
cuasi-tutela57, sin que quede claro que se le atribuyera competencia para anular los actos de los mismos de oficio, lo que introduce una diferencia sustancial
con el modelo francés58. Además, en segundo lugar, el Decreto desarrolla la
posibilidad abierta en la Constitución de que haya un “jefe político” en lugares
distintos de la capital de provincia, aunque para ello exige la aprobación de las
55
Sobre el desarrollo normativo de la Constitución en lo relativo a los municipios y provincias
véase la relación exhaustiva que hace García Fernández, “El municipio y la provincia en la Constitución de 1812”, p. 459 ss.
56
Decreto CLXIII, de 13 de mayo de 1812, sobre Formación de los Ayuntamientos Constitucionales, CDO, t. II, p. 221 ss.; Decreto CLXXIX, de 10 de julio de 1812, de Reglas sobre la
formación de los Ayuntamientos Constitucionales, CDO, t. III, p. 40 ss; Decreto CCI, de 9 de
octubre de 1812, sobre reglamento de audiencias y juzgados de primera instancia, CDO, t. III,
p. 106 ss. (incluye un importante capítulo III, “De los alcaldes constitucionales de los pueblos”);
Decreto CCLXIX, de 23 de junio de 1813 sobre Instrucción para el gobierno económico-político
de las provincias, CDO, t. IV, p. 105 ss. (Cfr. la importante discusión sobre el mismo, en Diario
de Sesiones, t. VIII, p. 5393-5394, 5400-5402, 5427-5430, 5457-5460, 5462-5464, 5467-5469,
5477-5478, 5480-5484, 5487-5488, 5493-5494, 5498-5504, 5515-5518, 5526-5528).
57
Artículo XVIII del capítulo I del Decreto de las Cortes CCLXIX: “Si algún vecino se sintiere
agraviado por providencias económicas ó gubernativas dadas por el Ayuntamiento, ó por el alcalde, sobre
cualquiera de los objetos que quedan indicados, deberá acudir al Gefe político, quien por sí oyendo á la
Diputación provincial cuando lo tuviere por conveniente, resolverá gubernativamente toda duda, sin
que por estos recursos se exija derecho alguno”. Los artículos XIX-XX, XXV del capítulo I del mismo
Decreto hablan de la obligación de los alcaldes de comunicar las órdenes que den los Jefes Políticos.
Sobre esto, véase también García Fernández, “El municipio y la provincia en la Constitución de
1812”, p. 468-469.
58
Nada en la Constitución de 1812 se asemeja a lo dispuesto en las Constituciones francesas.
La Constitución de 1795, favorable a la elección popular de cargos municipales, establece en su artículo 193 que “Les administrations municipales sont subordonnées aux administrations de département,
et celles−ci aux ministres. − En conséquence, les ministres peuvent annuler, chacun dans sa partie, les
actes des administrations de département; et celles−ci, les actes des administrations municipales, lorsque
ces actes sont contraires aux lois ou aux ordres des autorités supérieures”.
204
Carlos Ruiz Miguel
Cortes59. En tercer lugar, y esto es muy importante, el Decreto CCLXIX “desactiva” políticamente la presencia de los jefes políticos en los Ayuntamientos
al determinar que disponen de voz, pero carecen de voto, lo que refuerza, sin
duda, el carácter autónomo de los Ayuntamientos60.
En el segundo período de vigencia de la Constitución (1820-1823), en
el desarrollo normativo de las previsiones constitucionales encontramos dos
tendencias muy claras: por un lado, una normativa claramente más centralizadora respecto a lo que dispone originalmente la Constitución; y por otro,
una transferencia del poder de “gobierno interior” que la Constitución (art.
309 C-1812) atribuía a los Ayuntamientos en beneficio del alcalde. El artículo
más relevante a este respecto es el que establece que “el gobierno político de los
pueblos está á cargo del alcalde o alcaldes de ellos, bajo la inspección del gefe
político superior de la provincia” (artículo 183 del Decreto XLV61).
IV.1.E. La normativa de la Constitución de 1812 sobre los Ayuntamientos
en algunos aspectos se halla inspirada por textos constitucionales anteriores,
pero en otros resulta innovadora.
IV.1.E.a. Es cierto que en lo relativo a la representatividad del órgano de
gobierno municipal se aprecian influjos de las Constituciones francesas de
24 de junio de 179362 y de 22 de agosto de 179563, así como de la Constitución americana de Cundinamarca de 4 de abril de 1811. También lo es
que la reserva genérica de un ámbito propio a los municipios lo hizo ya la
Constitución francesa de 179164; y que la relevancia constitucional de los
59
Artículo III, del capítulo III de este Decreto: “Podrá haber un Gefe político subalterno al de la
provincia en los principales puertos de mar, que no sean cabezas de provincia, é igualmente en las capitales de
partido de provincias muy dilatadas ó muy pobladas, donde el Gobierno juzgue ser conveniente establecerlos
para la mejor direccion de los negocios públicos, después de haber oido á la Diputacion provincial respectiva
y al Consejo de Estado, y dando parte á las Cortes para su aprobación”.
60
Artículo XIII, del capítulo III: “El Gefe político presidirá sin voto el Ayuntamiento de la capital
de la provincia, y del mismo modo el subalterno el Ayuntamiento de la capital ó pueblo en donde tenga
su residencia; pero uno y otro tendrán voto para decidir en caso de empate. Cuando el Gefe político superior ó el subalterno se hallaren por cualquiera razón en algun pueblo de su provincia ó partido, podrán
presidir el Ayuntamiento, siempre que lo crean conveniente”.
61
Decreto XLV, de 3 de febrero de 1823, sobre Ley para el gobierno económico-político de las
provincias, Colección de los Decretos y Órdenes generales espedidos las Cortes Estraordinarias, Imprenta
de Don Tomás Albán y Compañía, Madrid, 1823, tomo X, p. 171 ss.
62
“Les officiers municipaux sont élus par les Assemblées de commune” (art. 79); “Les administrateurs (miembros de administración de distrito o provincia) sont nommés par les assemblées électorales
de département et de district” (art. 80).
63
Los artículos 185-187 de la Constitución de 1795 tratan de la elección de los administradores municipales aunque en ningún momento queda explícitamente establecido que sean elegidos
por los ciudadanos.
64
Constitución francesa de 1791, artículo 9 del Título II: “Les citoyens qui composent chaque
commune, ont le droit d’élire à temps, suivant les formes déterminées par la loi, ceux d’entre eux qui, sous
le titre d’Officiers municipaux, sont chargés de gérer les affaires particulières de la commune. − Il
pourra être délégué aux officiers municipaux quelques fonctions relatives à l’intérêt général de l’Etat”.
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
205
municipios aparece muy singularmente en las Constituciones francesas de
179365 y 179566.
IV.1.E.b. Sin embargo lo anterior, no es menos cierto que la Constitución de 1812 introdujo dos importantes innovaciones que no se hallaban en el
constitucionalismo francés: a) reconocer constitucionalmente de forma expresa
sus competencias mediante la enumeración; y b) el establecimiento de algunas
garantías constitucionales de las competencias (antes referidas) impidiendo que
el Rey ejerza un control íntegro sobre la actividad del Ayuntamiento. Esto
realza, aún más, la importancia constitucional del municipio, algo coherente
con los presupuestos propios del caso español. Y es que el municipio era,
como ya se ha dicho, el “símbolo” de la libertad política frente al absolutismo,
como deja claro Argüelles sus dos obras principales, el Discurso Preliminar a
la Constitución y su Examen histórico de la reforma constitucional 67. Queda
claro, con este dato, que no es correcto afirmar que el modelo municipal de la
Constitución de 1812 es el modelo francés.
IV.2. La provincia: organización democrática y garantía constitucional
de sus competencias. La provincia como elemento de
reforzamiento del autogobierno municipal
IV.2.A. Como ocurre con los Ayuntamientos, la Constitución de 1812 (C1812) establece que los órganos de gobierno de las provincias deben tener un
carácter electivo y, aquí siempre, parcialmente democrático mediante elecciones indirectas en cuatro grados. A pesar de que eran órganos de elección
indirecta, fue la cuestión del número de sus miembros y del modo de elección,
García de Enterría refiere que la Asamblea Constituyente francesa, en 1789, al restituir a los municipios las “libertades locales” que muchos reclamaban trajo como resultado “el caos y la anarquía”
porque, no había una articulación entre el poder real y los poderes locales. Este autor considera
que el caos sólo se superó mediante la centralización que acabó con la autonomía municipal (Cfr.
García de Enterría, La Administración Española, cit., p. 70).
65
La Constitución de 1793 dedica sus artículos 78-84 a los temas municipales.
66
La Constitución de 1795 consagra sus artículos 174-201 a los asuntos municipales.
67
La Constitución arregla “el gobierno interior de las provincias y de los pueblos conforme a la
índole de nuestros antiguos fueros municipales. En ellos se ha mantenido de algún modo el espíritu
de nuestra libertad civil, a pesar de las alteraciones que han experimentado las leyes fundamentales
de la monarquía con la introducción de dinastías extranjeras”. Cfr. Argüelles, Discurso Preliminar,
cit., p. 114. Los Ayuntamientos son “una institución tan antigua, tan nacional y tan análoga a nuestro carácter, a nuestros usos y costumbres” (que) “las facultades que el proyecto (de Constitución)
concede a los Ayuntamientos son propias de su instituto” (Argüelles, Discurso Preliminar, cit., p.
114. 116).
En cuanto a su otra gran obra, Argüelles, realiza afirmaciones similares: “La autoridad real sujeta
á restricciones. Córtes generales convocadas para todos los negocios graves é importantes. Jueces
responsables, y dirigidos por leyes, hechas, sancionadas y publicadas en Córtes. El régimen y administración de los pueblos y provincias, confiados á sus ayuntamientos como en su origen, y según la
índole natural y primitiva que tuvieron. He aquí el tipo y legítima traza del gobierno monárquico
de España” (Cfr. Argüelles, Examen histórico de la reforma constitucional, t. II, p. 65.
206
Carlos Ruiz Miguel
sin duda, el tema más discutido en las Cortes en relación con las provincias.
Era evidente que lo que subyacía era una tensión entre los diputados europeos, que tenían miedo a que las “Diputaciones Provinciales” se convirtieran
en “Parlamentos” de los reinos americanos (en algún momento del debate se
llegó a identificar “provincia” con “reino”) que pretendieran en un próximo
futuro arrogarse la representación del respectivo “pueblo” y eventualmente independizarse. Por eso llama poderosamente la atención que los constituyentes
prestaron a un órgano de escasas competencias ejecutivas. Sin duda se pensaba
que este órgano, electivo, podía llegar a tener una gran virtualidad política,
aunque casi todas sus competencias eran de tipo económico68.
El gobierno de la provincia se encomienda a un órgano, el “Jefe político”69.
Ahora bien, junto a él se crea una Diputación Provincial, que está presidida
por dicho jefe político designado por el Gobierno, pero en cuya composición
participan también el intendente y siete individuos elegidos por los ciudadanos mediante un procedimiento indirecto (art. 326 C-1812). Fue precisamente el del número de diputados provinciales el aspecto más discutido en
las Cortes70. Argüelles sostenía que en su composición había que “buscar el
equilibro de modo que el Gobierno (…) pueda y deba tomar las providencias
oportunas”. Argüelles defiende que en el seno de la Diputación tengan voto el
jefe político y el intendente porque “la acción del Gobierno sin esto sería nula
68
La observación efectuada supra sobre el rechazo del carácter “representativo” de los Ayuntamientos puede ser reproducida aquí. De hecho, el diputado Conde de Toreno volvió a reiterar que
las Diputaciones provinciales no pueden considerarse “cuerpos representativos” pues sólo la Nación
es representable (Cfr. Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2608). También Argüelles decía que era “necesario insistir en desvanecer cualquier idea que se pueda suponer en las Diputaciones de provincias”
(Cfr. Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2610). De la misma opinión era Muñoz Torrero: “Para que las
Diputaciones tuviesen verdadero carácter representativo era necesario que fuesen los órganos de la
voluntad de las provincias, y no son sino unos agentes ó instrumentos del Gobierno para promover
las (sic) prosperidad de los pueblos” (Cfr. Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2619).
Sin embargo, el diputado Leiva replicó a Argüelles diciendo que “el diverso objeto de la representacion produce sus diferencias. Ciertamente los diputados que componen las Diputaciones
Provinciales no tienen los poderes y las facultades que los Diputados al Congreso; pero no se les
podrá negar que representan á sus provincias para el fin para el que son instituídos, aunque sean
brazos auxiliares del Gobierno Supremo” (Cfr. Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2616). También el
diputado Alcocer sostenía que los diputados provinciales eran “representantes”: “unos hombres que
ha de elegir el pueblo, y cuyas facultades les han de venir del pueblo ó de las Córtes, que son la
representación nacional, y no del Poder ejecutivo, son representantes del pueblo. Si sus facultades
son limitadas, esto quiere decir que no son sus representantes absolutos” (Cfr. Diario de Sesiones,
cit, t. IV, p. 2618).
69
“El gobierno político de las provincias residirá en el jefe superior, nombrado por el Rey en
cada una de ellas” (art. 324 C-1812).
70
Se discutió en profundidad la cuestión del número de miembros de las Diputaciones Provinciales. Los diputados arguyeron, con razón, que el número uniforme de siete miembros no era
útil, ni en América, dada la gran diferencia entre los distintos territorios americanos, ni en Europa
dado el diferente número de partidos judiciales en que se dividían las provincias peninsulares. En
contra, Argüelles y Castro sostuvieron que un número grande de miembros acentuaría su “natural”
tendencia a buscar mayor protagonismo político o “federalismo”, en términos de Argüelles (Cfr.
Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2608-2610, 2611-2612, 2616-2618).
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
207
en muchas ocasiones; y siete individuos que quedan por parte de la provincia
siempre conservarán preponderancia”71.
El procedimiento para la elección de los miembros de la Diputación Provincial (diputados provinciales) es un procedimiento complejo que, en sus
líneas básicas, se ha mantenido hasta el día de hoy en el Derecho Español.
Antes de proceder a la elección de los diputados provinciales conviene dejar claras varias premisas.
La primera es que, a efectos de elegir a los diputados provinciales, las provincias quedan divididas en distritos electorales de primer grado (parroquias)
y de segundo grado (partidos). Los distritos electorales llamados “partidos”
(partidos judiciales72) agrupan a una o más “parroquias”. La segunda es que
hay que partir del hecho de que el número de diputados provinciales que se
prevé que vayan a ser elegidos es de “siete”, salvo que las Cortes decidieran
variar ese número (art. 326 C-1812).
Sobre estas premisas se articula el procedimiento de elección de los diputados provinciales, en cuatro grados: 1) los ciudadanos eligen “compromisarios”, 2) que a su vez eligen “electores parroquiales”, 3) que a su vez eligen a
“electores de partido”, 4) que finalmente eligen a los diputados provinciales.
En la elección de primer grado, se convocan las “juntas electorales de
parroquia”, presididas por el jefe político o el alcalde de la ciudad (art. 46
C-1812), con asistencia del cura párroco “para mayor solemnidad del acto”.
Las “juntas parroquiales” están compuestas por “todos los ciudadanos avecindados y residentes en el territorio de la parroquia respectiva” (art. 35 C-1812),
lo que significa un reconocimiento del sufragio universal. La junta parroquial
elegirá “a pluralidad de votos” a “once compromisarios” (art. 41 C-1812).
En una elección de segundo grado, los “once compromisarios” elegidos
por la junta parroquial deben elegir a “un elector parroquial” (art. 41 C-1812).
Como regla general, se elige a “un elector parroquial” por “cada 200 vecinos”
(art. 38 C-1812), aunque en algunos casos se pueden elegir dos o, como máximo tres electores parroquiales73.
En una elección de tercer grado, se reúnen todos “electores parroquiales”
en la Casa Consistorial de la capital del partido para formar las “juntas electorales de partido” (art. 59 C-1812) y elegir los “electores de partido” (art. 73
C-1812). Estas juntas electorales de partido serán presididas por el jefe político, o el alcalde primero del pueblo cabeza de partido, a quien se presentarán
los electores parroquiales con el documento que acredite su elección (art. 67
C-1812).
71
Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2610.
El artículo 273 C-1812 dispone que “Se establecerán partidos proporcionalmente iguales, y
en cada cabeza de partido habrá un juez de letras con un Juzgado correspondiente”.
73
La Constitución de 1812 establece disposiciones especiales para los casos en que una parroquia tenga menos de 200 vecinos (art. 40 C-1812) o más de 300 sin llegar a 400 (art. 39 C-1812).
La Constitución también establece disposiciones para los casos en que hayan de elegirse “dos” o
como máximo “tres” electores parroquiales (arts. 42-43 C-1812).
72
208
Carlos Ruiz Miguel
En una elección de cuarto grado, se reúnen los “electores de partido” para
elegir a los miembros de la Diputación Provincial (art. 328 C-1812) de origen
electivo que se añaden al Jefe político y al intendente.
IV.2.B. La Constitución de 1812 garantiza de forma expresa numerosas
competencias a las Diputaciones Provinciales en su artículo 335. Una corriente doctrinal (a la que luego aludiremos) tiende a asimilar las competencias de las Diputaciones Provinciales con las de los “consejos” departamentales
franceses, pero esto resulta discutible. Las competencias son múltiples, importantes y de variado carácter. Sin embargo, no queda claro en qué medida esas
competencias son de tipo “decisorio” o son de “asesoramiento o consulta” del
jefe político a quien la Constitución atribuye el “gobierno” de la provincia.
La lectura de la Constitución muestra que en general las competencias de
la Diputación no son “decisorias” sino de asesoramiento, fomento, apoyo,
colaboración. Pero existe, en el texto una importante excepción (art. 335.1
C-1812) que se presta a una interpretación conflictiva respecto a lo previsto
en el art. 324 C-1812. Por lo demás, sólo si hubiera algún tipo de actividad
“decisoria” tendrían sentido los controles a los que la Constitución somete a
las Diputaciones Provinciales.
IV.2.B.a. En primer lugar, existen competencias ejecutivas de ordenación
municipal en el seno de la provincia:
“Intervenir y aprobar el repartimento hecho a los pueblos de las contribuciones que hubieren cabido a la provincia” (art. 335.1).
Esta es la competencia más importante a efectos decisorios.
IV.2.B.b. En segundo lugar, hay competencias de control impropio y apoyo
a los municipios:
— “Velar sobre la buena inversión de los fondos públicos de los pueblos
y examinar sus cuentas, para que con su Vº. Bº. recaiga la aprobación
superior, cuidando de que en todo se observen las leyes y reglamentos”
(art. 335.2)“;
— “Cuidar de que se establezcan Ayuntamientos donde corresponda los
haya, conforme a lo prevenido en el art. 310” (art. 335.3);
— “Si se ofrecieren obras nuevas de utilidad común de la provincia, o
la reparación de las antiguas, proponer al Gobierno los arbitrios que
crean más convenientes para su ejecución…” (art. 335.4);
— “Cuidar de que los establecimientos piadosos y de beneficencia74 llenen
su respectivo objeto, proponiendo al Gobierno las reglas que estimen
conducentes para la reforma de los abusos que observaren” (art. 335.8).
74
Recordemos que es competencia de los Ayuntamientos “cuidar de los hospitales, hospicios,
casas de expósitos y demás establecimientos de beneficencia, bajo las reglas que se prescriban” (art.
321.6).
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
209
IV.2.B.c. En tercer lugar, la Diputación tiene competencias de fomento:
“promover la educación de la juventud conforme a los planos aprobados, y
fomentar la agricultura la industria y el comercio, protegiendo a los inventores
de nuevos descubrimientos en cualquiera de estos ramos” (art. 335.5).
IV.2.B.d. En cuarto lugar, las provincias tienen competencia de asistencia
y apoyo al Gobierno del Estado central:
— “dar parte al Gobierno de los abusos que noten en la administración
de las rentas públicas” (art. 335.6);
— “Formar el censo y la estadística de las provincias” (art. 335.7).
IV.2.B.e. En quinto lugar, las Diputaciones Provinciales tienen competencia en materia de asistencia y apoyo a las Cortes y defensa de la Constitución:
“Dar parte a las Cortes de las infracciones de la Constitución que se noten
en la provincia” (art. 335.9).
IV.2.B.f. Por último, en sexto lugar, las Diputaciones de las Provincias de
Ultramar tenían algunas competencias peculiares específicas:
“Las Diputaciones de las provincias de Ultramar velarán sobre la economía, orden y progresos de las misiones para la conversión de los indios infieles,
cuyos encargados les darán razón de sus operaciones en este ramo, para que se
eviten abusos; todo lo que las Diputaciones pondrán en noticia del Gobierno”
(art. 359.10).
El Discurso Preliminar de Argüelles insiste varias veces en que la función de
las provincias (de sus Diputaciones) es de tipo económico75, pero dos de las
diez funciones asignadas no lo son (art. 359.9º y 10º C-1812), siendo una de
ellas (dar parte a las Cortes de las infracciones de la Constitución) nítidamente
política. El mismo Argüelles, en el debate constituyente manifestó especial
preocupación en excluir la idea de que las Diputaciones respondían al principio de descentralización entendido como división vertical del poder76.
IV.2.C. La Constitución trata sobre el control al que quedan sometidas las
Diputaciones Provinciales. El hecho de que exista este control parece implicar
que las Diputaciones ejercen algún tipo de competencias “decisorias”, pues si
fuera cierto que todas sus competencias son meramente “consultivas” o de
“asesoramiento” del jefe político no se ve cuál sería la necesidad de “suspender” a los diputados provinciales. De ahí que creemos muy discutible que se
75
“el régimen económico de las provincias debe quedar confiado a cuerpos que estén inmediatamente interesados en la mejora y adelantamiento de los pueblos de su distrito (…) para promover
su prosperidad”; “propone la Comisión que en las provincias el gobierno económico de ellas esté a
cargo de una Diputación”; “las facultades de las diputaciones son conformes en todo a la naturaleza
de cuerpos puramente económicos” (Cfr. ARGÜELLES, Discurso Preliminar, p. 117-119).
76
“El freno del Gobierno no ha de estar en cuerpos tan subalternos y subdivididos. Existe
con menos artificio y complicación en la reunión anual de Cortes. Estas son la salvaguardia de la
libertad” (Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2610).
210
Carlos Ruiz Miguel
pueda inferir, como opina García de Enterría, que las Diputaciones Provinciales son una mera transposición “jacobina” y “centralista” de los “consejos de
departamento” franceses que sólo son órganos de asesoramiento del “prefecto”
o jefe político77. Hay razones para cuestionar esta tesis.
En primer lugar, el debate constituyente muestra una constante preocupación por parte de los diputados que podríamos llamar “centralistas” respecto
a la posibilidad de que las Diputaciones no actúen ejecutando las órdenes
del Rey. Para empezar, y a diferencia de lo que ocurría en Francia donde los
“consejos” eran órganos de puro asesoramiento sin poder alguno, el diputado
Espiga califica, creo que con exactitud, a las Diputaciones Provinciales como
órgano “auxiliar” del Gobierno, pero distinto de él78. El propio Argüelles,
que en los debates se alineaba en posiciones “centralistas”, recuerda en 1835
que las Diputaciones Provinciales no eran un órgano “del Gobierno” sino un
órgano mixto79. Creo que toda esta preocupación, que se manifiesta también
en lo relativo a la composición de las Diputaciones revela que las mismas
no sólo es “pudieran llegar a tener”, sino que, efectivamente, “tenían” en la
Constitución algún tipo de competencia decisoria (a mi juicio, fundamentalmente, las de los arts. 335.1 y 335.9 C-1812) propia y distinta de la atribuida
al Gobierno.
En segundo lugar, el artículo 336 de la Constitución dispone que “si alguna
Diputación abusare de sus facultades, podrá el Rey suspender a los vocales que
la componen, dando parte a las Cortes de esta disposición y de los motivos de
ella para la determinación que corresponda; durante la suspensión entrarán en
funciones los suplentes”. Esto significa que, a diferencia de lo que ocurre con
los municipios, la actividad de las Diputaciones Provinciales está sometida
a una más intensa “tutela administrativa”, pues los concejales no pueden ser
“suspendidos” por el poder del Rey. Ahora bien, la intervención del Rey en las
Diputaciones a) sólo afecta a los diputados provinciales que hayan cometido
abuso sin que se pueda suspender la “Diputación Provincial”; b) es una suspensión “condicionada”; y c) está “vigilada”. En efecto: a) como quedó claro
77
Eduardo García de Enterría, Problemas actuales del Régimen local, Instituto García Oviedo, Sevilla, 1958, p. 17 ss. Comparte su tesis, Blanco Valdés, Rey, Cortes y fuerza armada, p.
276.
78
“la comisión condescendiendo con las circunstancias conciliando la union del Gobierno
con la cooperación de los pueblos, ha puesto esta pieza más á esta máquina, y establecido una Diputación en cada provincia, que reducida a un pequeño número de individuos, contrarrestados por los
dos jefes de la misma provincia, podrá auxiliar los movimientos del Gobierno sin entorpecerle. Si
por desgracia este cálculo no es tan exacto como piensa la comisión, yo pregunto al Sr. Creus; ¿cuándo será cierto más cierto y más grande el entorpecimiento, cuando las Diputaciones se compongan
solo de siete indíviduos, ó cuando haya trece o más, según piensan algunos señores preopinantes?”
(Cfr. Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2612).
79
“Combinada en ellos la influencia provincial de todas las clases con la accion del gobierno,
cesaba para siempre la perniciosa tutela de los tribunales civiles, y con ella el espíritu reglamentario
y restrictivo que tanto había oprimido á la industria y tráfico de sus distritos” (Argüelles, Examen
histórico de la reforma constitucional, t. II, p. 90.
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
211
en el debate constituyente, el rey no puede suspender a la “Diputación”, sino
sólo a aquellos “diputados” que hayan abusado, entrando entonces en su puesto sus suplentes precisamente para garantizar la continuidad de la Diputación;
b) en el debate constituyente también quedó claro que la intervención del
rey está “condicionada”, y no se puede hacer “sin causa”, pues sólo es posible
realizarla cuando la Diputación “abusare de sus facultades”, entendiéndose
en el debate que el “abuso” era equivalente a “delinquir”; c) por otra parte es
una intervención vigilada por el Parlamento, pues el Rey sólo puede hacerla
“dando parte a las Cortes”80.
En definitiva, siendo cierto que en el nivel provincial no se puede estimar
que exista una descentralización administrativa completa, los matices y condiciones existentes hacen que, a nuestro juicio, sea incorrecto decir que estamos
ante un modelo “centralista” semejante al francés.
IV.2.D. El desarrollo normativo de la Constitución81 relativo a la provincia confirma la descentralización operada en beneficio de las Diputaciones Provinciales. Las normas más importantes fueron los Decretos CLXIV,
CCLXIX y CCLXXIII82. El Decreto CCLXIX sobre Instrucción para el Gobierno económico-político de las provincias desarrolla, entre otros, la competencia ejecutiva asignada a las Diputaciones Provinciales en el artículo
335-1.º C-1812 confirmando que la Diputación Provincial, como órgano
colegiado (y no el jefe político o el intendente) es la responsable de aprobar
las cuentas de la recaudación y las inversiones que hagan los Ayuntamientos83. El Decreto CCLXXIII complementa esta normativa, confirmando la
80
Cfr. el debate constituyente sobre este punto, en Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2626.
Sobre el desarrollo normativo de la Constitución en lo relativo a los municipios y provincias
véase la relación exhaustiva de García Fernández, “El municipio y la provincia en la Constitución
de 1812”, p. 459 ss.
82
Decreto CLXIV, de 23 de mayo de 1812 sobre Establecimiento de las Diputaciones Provinciales en la Península y Ultramar, CDO, t. II, p. 224 ss. Este Decreto suscitó una amplia discusión
(cfr. Diario de Sesiones, cit, t. IV, p. 2812-2813, 2819-2821, 2830-2831, 3120-3123, 3131-3132,
3133-3138, 3161-3162). EL Decreto CCLXIX, de 23 de junio de 1813 sobre Instrucción para el
gobierno económico-político de las provincias, CDO, t. IV, p. 105 ss. también fue objeto de un
interesante debate (Diario de Sesiones, t. VIII, p. 5393-5394, 5400-5402, 5427-5430, 5457-5460,
5462-5464, 5467-5469, 5477-5478, 5480-5484, 5487-5488, 5493-5494, 5498-5504, 55155518, 5526-5528). Decreto CCLXXIII, de 3 de julio de 1813, sobre Supresión de la Contaduría
general de Propios, CDO, t. IV, p. 132.
83
El artículo XVI del capítulo I Decreto CCLXIX establece: “Deberá cada Ayuntamiento
rendir cuentas documentadas á la Diputación provincial, dirigiéndolas por medio del Gefe político,
de la recaudación e inversion de los caudales que administren con arreglo á las leyes é instrucciones”.
En la misma línea, el artículo v del capítulo II del citado Decreto: “Siendo de cargo de la Diputación
provincial velar sobre la buena inversion de los fondos de Propios y Arbitrios de los pueblos, y examinar
sus cuentas según previene la Constitucion, deberán estas pasar á la Contaduría de Propios y Arbitrios
de la provincia para que las examine y las glose. Esta Contaduría dará después cuenta á la Diputacion
para que ponga su Vº Bº, si las hallase documentadas y conformes á las leyes y reglamentos; y con estos
requisitos se pasarán a la aprobación del Gefe político superior. ….”. También el artículo VI del capítulo II “Cuando un Ayuntamiento hubiere recurrido á la Diputacion provincial, en el modo y para
81
212
Carlos Ruiz Miguel
competencia de la Diputación Provincial, al suprimir la “Contaduría general
de propios” en aplicación del modelo de gobierno económico-político de la
provincias establecido en la Constitución. La medida es importante porque la
“Contaduría general de propios y arbitrios”, creada por un Real Decreto de 30
de julio de 1760, fue un organismo del Consejo de Castilla establecido para
centralizar la vida económica de los municipios. Al suprimirse la “Contaduría
general de propios” en aplicación del modelo establecido en la Constitución
se confirma que el control de las cuentas de los Ayuntamientos, que antes
estaba centralizado en el Consejo de Castilla, queda descentralizado en las
Diputaciones Provinciales.
IV.2.E. La normativa de la Constitución de 1812 en algunos aspectos se
halla inspirada por textos constitucionales anteriores, como los franceses que
hablan de los “departamentos”. Esta figura, la de los “departamentos” aparece
en las Constituciones francesas de 1791, 1793 y 179584. Sin embargo, como
ya ocurría respecto a los Ayuntamientos, la Constitución de 1812 también
aquí resulta innovadora en dos aspectos: a) reconocer constitucionalmente de
forma expresa sus competencias enumerándolas; y b) el establecimiento de algunas garantías constitucionales de las competencias (antes referidas) que impiden
que el Rey ejerza un control íntegro sobre la actividad de la Diputación Provincial. La conclusión es que la Constitución de 1812 otorga a las provincias
un estatuto muy superior al que se reconoce en las Constituciones francesas,
y ello se hizo, en una medida muy importante, para satisfacer los intereses de
los territorios americanos.
V.
CONCLUSIÓN
1. El Municipio y la provincia son instituciones fundadas en el Derecho Público Romano. En la última etapa del Imperio Romano y en los comienzos de la Alta Edad Media estas instituciones fueron eclipsándose, pero
empezaron a resurgir en Europa especialmente en la Baja Edad Media. En
España, los municipios como entidad política libre fueron, además, un
elemento fundamental para el éxito de la primera fase de la Reconquista,
primero en la recuperación del territorio hasta el río Duero y luego en la
consolidación de la Reconquista hasta el río Tajo en la parte occidental de
España, y en especial en la Corona de Castilla y León. La consolidación
los fines de que trata el art. XI del cap. I de esta instrucción, podrá la Diputación, en los términos que
le parezca, conceder al Ayuntamiento la facultad de disponer de la cantidad que solicite del fondo de
Propios y Arbitrios, con tal que no exceda del duplo de la que le esté señalada para gastos extraordinarios
y alterables…”.
84
Constitución francesa de 1791, vid. principalmente, arts. 1-8 de la Sección II del capítulo
IV; Constitución de 1793, arts. 78-84; Constitución de 1795, principalmente, arts. 3-7 y arts.
174-201.
La descentralización administrativa en la Constitución de 1812
2.
3.
4.
5.
213
del Estado moderno y de su soberanía llevó al sometimiento del municipio al poder real, llevándose a cabo este sometimiento incluso por medios
bélicos.
Con la aparición del pensamiento político liberal, los municipios se convirtieron en un “símbolo” de la lucha contra el absolutismo. El municipio, además del carácter “simbólico” que le había atribuido el pensamiento liberal, se reveló como uno de los principales instrumentos prácticos
mediante los que el pueblo español articuló su rebelión contra la invasión
francesa que descabezó el poder del Estado al convertirse en cómplices de
la invasión el rey y una parte de su corte. La anulación de la cabeza del
Estado por los invasores activó a la Nación Española de la que los Ayuntamientos eran un componente esencial.
En la América Española, donde no hubo invasión francesa, el autogobierno local y regional constituía una aspiración político-económica de gran
parte de la población criolla.
Los factores anteriores, tanto el político (el hecho de que los Municipios
constituyeran un elemento fundamental tanto para la legitimación de
la lucha política —a favor del reconocimiento de la soberanía nacional
y contra la invasión extranjera— como para la articulación práctica de
la misma) como el económico ayudan a explicar que la Constitución de
1812 contenga la regulación más exhaustiva y generosa de la institución
municipal de la historia del constitucionalismo español. Es cierto que la
organización del carácter representativo y democrático de los municipios
que hace la Constitución de 1812 está influida por las Constituciones
francesas de 1793 y 1795 y la americana de Cundinamarca de 1811; sin
embargo, la Constitución de 1812 resulta innovadora al definir un elenco
de competencias propias del Municipio cuyo ejercicio se hace de forma
relativamente descentralizada.
La Constitución de 1812 también regula en profundidad la institución
de las provincias, entidades que aunque sin el valor simbólico que tenían
los municipios, demostraron una gran eficiencia político-militar en la lucha contra la invasión y pretendían satisfacer las aspiraciones económicas
de la población americana. La Constitución, también aquí, configura una
entidad autónoma con algunos importantes poderes decisorios que lo
alejan del modelo francés.
III
NOTAS Y DICTÁMENES
Pedro María Fernández Barbadillo★
La segunda vuelta electoral en los
sistemas presidenciales iberoamericanos
Sumario: RESUMEN.—ABSTRACT.—I. PRESENTACIÓN.—II. LOS PRIMEROS
MÉTODOS: COLEGIO ELECTORAL Y ELECCIÓN POR EL CONGRESO.—
III. LA DIFUSIÓN DEL BALOTAJE, ¿MEJORA LA DEMOCRACIA?—IV.
MÉXICO, O LA REPRODUCCIÓN DE LOS «TRES TERCIOS»—V. LA DISPUTA DOCTRINAL.—VI. CONCLUSIONES.
RESUMEN
La mayoría de los países de América elige a sus presidentes en sistemas electorales que establecen una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados
si ninguno obtiene en la primera el 50% u otra mayoría cualificada. La doble
vuelta se estableció por primera vez en 1949 y desde 1979 se ha extendido por el
continente. Sólo cinco países de habla española, más Estados Unidos, mantienen
la única vuelta. Se disponen ya de suficientes pruebas y datos para preguntarse si la
doble vuelta ha beneficiado la democracia y la institucionalidad de los países que
la han incorporado a sus Constituciones.
PALABRAS CLAVE: Segunda vuelta, presidencialismo, colegio electoral, balotaje.
ABSTRACT
Most American countries elect their presidents in electoral systems that provide
for a runoff between the top two candidates if no one obtains in the first 50%
or another qualified majority. The double round was first established in 1949
★
Doctor en Derecho Constitucional.
218
Pedro María Fernández Barbadillo
and since 1979 has spread across the continent. Only five Spanish-speaking
countries, plus the United States, hold the majority-runoff. We already have
enough evidences and data to analyze whether the double turn has benefited
democracy and institutions of countries that have incorporated it into their
Constitutions.
KEY WORDS: Second round, presidential system, electoral college, ballotage.
I.
PRESENTACIÓN
En 1979, año en que empieza la caída de los regímenes militares que gobernaban la mayoría de las repúblicas iberoamericanas1, sólo tres repúblicas
iberoamericanas aceptaban la segunda vuelta en las elecciones presidenciales: Costa Rica2, Ecuador, donde se realizaron ese mismo año, y Perú3. En
2012 ya son mayoría los países que tienen la segunda vuelta en sus ordenamientos constitucionales. De manera general, las nuevas reformas constitucionales introdujeron no sólo la reelección, sino también la segunda vuelta,
aunque de distintas maneras. Unos países adoptaron la reelección y la segunda vuelta simultáneamente, como Chile, Perú y Argentina; El Salvador
y Guatemala regularon la segunda vuelta pero no admitieron la reelección;
Bolivia, Uruguay, República Dominicana y Brasil primero aceptaron la reelección y años después la segunda vuelta; Colombia primero introdujo la
segunda vuelta y después la reelección; Honduras y Paraguay rechazaron
tanto la reelección como la doble vuelta; Venezuela y Panamá permitieron
la reelección (en el primer caso ilimitada y en el segundo alternativa) y la
vuelta única. Ecuador y Nicaragua han dado bandazos desde finales de los
años 70. La Constitución más veterana de Hispanoamérica, la mexicana,
mantiene el principio de la primera mayoría en vuelta única para elegir al
presidente y la costarricense reguló la reelección y la segunda vuelta a la vez
en 1949.
1
Las excepciones eran México, bajo un régimen de partido hegemónico, Cuba, bajo dictadura comunista, la República Dominicana, Costa Rica, Colombia y Venezuela.
2
Desde la Constitución de 1949, aunque se recurrió a ella por primera vez en las elecciones
de 2002; las dos elecciones siguientes, en 2006 y 2010, se dirimieron en la primera vuelta.
3
La Constitución de 1979 fijaba la segunda vuelta si ningún candidato obtenía la mayoría
absoluta de los votos válidos, pero para las primeras elecciones, celebradas en mayo de 1980, una
disposición transitoria bajó el requisito de la mitad más uno de los sufragios al 36%. En caso de
no alcanzarse, el Congreso Nacional elegía al presidente. El vencedor de esas elecciones, Fernando
Belaúnde, superó ese porcentaje. La primera elección en que se procedió a la segunda vuelta ocurrió
en 1990.
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
País
Método de elección vigente
Año de aprobación
Argentina*
Segunda vuelta
1994
Brasil
Segunda vuelta
1988
Bolivia*
Segunda vuelta
2009
Chile
Segunda vuelta
1980
Colombia
Segunda vuelta
1991
Costa Rica*
Segunda vuelta
1949
Ecuador
Segunda vuelta
1979
El Salvador
Segunda vuelta
1983
Guatemala
Segunda vuelta
1985
Honduras
Única vuelta
1982
México
Única vuelta
1933
Nicaragua*
Segunda vuelta
2000
Panamá
Única vuelta
1983
Paraguay
Única vuelta
1992
Perú
Segunda vuelta
1979
R. Dominicana
Segunda vuelta
1994
Uruguay
Segunda vuelta
1997
Venezuela
Única vuelta
1999
219
* Con mayoría cualificada en primera vuelta
Fuente: Elaboración propia
II.
LOS PRIMEROS MÉTODOS: COLEGIO ELECTORAL
Y ELECCIÓN POR EL CONGRESO
Las mayorías cualificadas en la política son un legado de la Iglesia católica.
Los cónclaves para la elección de Papa introdujeron las primeras reglas sobre
vueltas electorales y eliminación de candidatos4. La segunda vuelta, ballotage o
balotaje en el derecho constitucional civil, nace en Francia y atravesó las vicisitudes de la política del país, siendo restaurada y suprimida por monarquías y
repúblicas; los regímenes revolucionarios preferían la vuelta única (pluralidad
mayoritaria) porque les era más fácil movilizar a sus militantes y se libraban de
acuerdos entre los moderados para una segunda vuelta que les arrebatase actas.
La ley electoral de 1787, empleada para los Estados Generales convocados por
4
La última recopilación y reforma de estas reglas se contiene en la constitución apostólica
Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996. Se puede consultar el documento en http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_constitutions/documents/hf_jpii_apc_22021996_universi-dominici-gregis_sp.html.
220
Pedro María Fernández Barbadillo
el rey Luis XVI, estableció un sistema de mayoría a tres vueltas. Luego se mantuvo en las Constituciones republicanas de 1793 y de 1795 para la elección
de los parlamentarios, hasta que el Imperio de Napoleón la eliminó. La Monarquía restaurada la reguló en la Carta Otorgada de 1815 y la Constitución
orleanista de 1830; la Segunda República la abolió entre 1848 y 1852. Luis
Napoleón Bonaparte, una vez entronizado emperador, restauró el balotaje.
La III República lo mantuvo hasta que en 1919 se introdujo el sistema proporcional. Entre 1927 y 1940 volvió a aplicarse el sistema mayoritario, pero
sometido a criterios de proporcionalidad. En 1946, el Gobierno del general
Charles de Gaulle introdujo el sistema proporcional a una vuelta, que aplicó
la IV República hasta que en 1958 el Gobierno de concentración, presidido
también por De Gaulle, reintrodujo el balotaje como hasta ahora se conoce:
escrutinio uninominal mayoritario a dos vueltas con un umbral mínimo de
voto (12,5%) para pasar a la segunda. Los motivos fueron dos: la consolidación del partido gaullista y la disminución de la representación parlamentaria
del PCF, entonces el segundo partido más votado del país. Este último factor
era buscado a todos los demás partidos, sobre todo el socialista y el radical.
En las elecciones de 1958, el PCF, obtuvo diez diputados con 3,8 millones de
sufragios y los gaullistas 189 diputados, con 3,6 millones5. En 1962, la doble
vuelta se extendió a la elección del presidente por votación directa del censo. A
diferencia de los países europeos que habían eliminado la doble vuelta en sus
elecciones parlamentarias después de la Primera Guerra Mundial, en Francia
es una peculiaridad de su derecho electoral constitucional6.
Históricamente, la elección directa del presidente en vuelta única o por el
Parlamento no causaba grandes perturbaciones en las repúblicas hispanoamericanas, mientras que los candidatos en liza fueran los habituales conservadores, liberales, nacionales, radicales, colorados o blancos, y salvo que entrasen
en juego las ambiciones personales. Como explican Carreras y Vallés,
“En una primera etapa del Estado liberal, el derecho de sufragio está restringido a las clases socialmente dominantes, que constituyen un porcentaje mínimo
de la población. Por lo mismo, las elecciones no son tanto la expresión política
de conflictos entre grupos sociales como intereses diversos, como la pugna entre
personalidades de un mismo grupo, que, a lo sumo, representan matices de
5
Carreras, Francesc de y Vallés, Josep M.: Las elecciones, Blume, Barcelona, 1977, pp.
109 y 122-125. Otra cronología de la sucesión de sistemas electorales en Trapero, Ángel: «Crónica
constitucional extranjera», Revista de Estudios Políticos, n.º 56, marzo-abril 1951, Instituto de Estudios Políticos, pp. 171-180.
6
Para la elección de la octava Asamblea Nacional de la V República se empleó un sistema
proporcional mayoritario plurinominal, con lista cerrada y bloqueada, y umbral mínimo del 5%
de los votos, que introdujo en 1985 el presidente socialista François Mitterrand por decreto, con la
finalidad de que en las elecciones de 1986 la coalición de centro-derecha no obtuviera la mayoría
absoluta y, además, entrase en la Asamblea el Frente Nacional, de extrema derecha, con el que aquélla se había comprometido a no pactar. Los cálculos de los socialistas fallaron y, aunque el Frente
Nacional se adjudicó 35 escaños, la mayoría de centro-derecha reintrodujo el sistema mayoritario.
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
221
particulares dentro de una armonía de intereses. Esta pugna entre personalidades se desarrolla, generalmente, a nivel local o de distrito, y son armas corrientes
el patronazgo, la compra de votos y las presiones caciquiles, que caracterizan
los famosos «burgos podridos» de la Inglaterra liberal. (…) Es sumamente significativo, a este respecto, que el cómputo de votos a nivel estatal suela ser una
práctica tardía, puesto que lo que importa en aquel momento es el perfil de los
representantes elegidos, y no la fuerza total expresada en votos de los partidos
contendientes que hoy calificaríamos como coaliciones de personalidades, o a lo
sumo, como partidos de «notables».” 7
El americanista Hernández Sánchez-Barba constata que los partidos
en Hispanoamérica han sido instrumentos, bien de clases o bien de personas:
“Los partidos políticos no representaron intereses comunitarios ni nacionales,
sino intereses restringidos de grupo o de clase. (…) Mientras ha perdurado ese
intervencionismo pasivo de los partidos políticos en la cosa pública, se ha acentuado muchísimo más el carácter personalista del poder, por cuanto, dentro de tal
sistema, el presidente tiene que ser su propio partido y mantenerse en el poder por
su propia habilidad y mediante el uso de sus característicos medios. (…) Los partidos tampoco encuentran un eco nacional —y ello es absolutamente lógico si se
acepta su gran característica de representar, en exclusiva, a un sector minoritario
de la sociedad— y se convierten en portavoces de oligarquías, cuyos intereses, por
otra parte, están perfectamente desvinculados de la masa nacional, y también, en
buena medida, de los mismos presidentes que ocupan el poder.”8
Al igual que en Estados Unidos (hasta la Enmienda 12.ª, incorporada a
la Constitución federal en 1804, después del desorden de las elecciones presidenciales de 18009), se habían introducido mecanismos para separar a los
ciudadanos de la elección del presidente, como los colegios electorales y las
elecciones por el parlamento, ya fuesen éstas como única vía o como segunda
instancia cuando ningún candidato obtuviera la mayoría absoluta de los votos. Igualmente, se limitaba el sufragio pasivo de los candidatos a condiciones
como su cultura y su riqueza10. En varias de las constituciones estatales de
7
Carreras, Francesc de y Vallés, Josep M.: Las elecciones, Blume, Barcelona, 1977, p.
102.
8
Hernández Sánchez-Barba, Mario: Historia de América, Alambra, Granada, 1986, pp.
350-351.
9
Las votaciones en el colegio electoral dieron un empate entre Thomas Jeffferson y Aaron
Burr, ambos demócrata-republicanos. En consecuencia, le correspondió la elección a la Cámara de
Representantes, cuyos miembros necesitaron treinta y seis votaciones para egresar un presidente,
que fue Jefferson.
10
En Chile, la Constitución de 1833 exigía una renta de 500 pesos para los cargos de presidente, diputado y senador; en Paraguay, la Constitución de 1844 imponía al presidente un capital
propio de 8.000 pesos, aparte de “buena conducta moral”; en Argentina, la Constitución de 1856,
fijaba una renta de 2.000 pesos fuertes como unas de las condiciones para postularse a presidente
222
Pedro María Fernández Barbadillo
EEUU, sus constituyentes habían exigido como requisitos para el voto la propiedad de bienes raíces o una determinada cantidad de ingresos, pero pronto
esos límites quedaron superados por el espíritu democrático y el crecimiento
demográfico que formaban parte del país. Así, las presidenciales de 1828 “fueron las primeras elecciones populares en la historia de Estados Unidos”: en veintidós de los veinticuatro estados los votantes escogieron directamente al presidente (salvo en Delaware y Rhode Island) y votaron 1.155.340 personas11.
Por el contrario, numerosas repúblicas iberoamericanas muestran un retraso de décadas en la extensión del derecho de voto y en otros elementos como
la pluralidad de candidaturas electorales. En Costa Rica, la Constitución de
1871 concedió el sufragio universal, pero un procedimiento indirecto mantenía la política en manos de la oligarquía: los ciudadanos elegían a los electores,
que a su vez elegían al presidente, a los diputados y a los miembros de los
municipios.
“Primero votaban todos los ciudadanos, pero el derecho de sufragar en segundo grado estaba limitado; la ley exigía que el votante, además de ser ciudadano
en ejercicio, mayor de veintiún años, supiera leer y escribir y fuera propietario
o tuviera una renta anual superior a doscientos pesos. Entre las elecciones de
primer y segundo grado existía un período de seis meses, lo que permitía en la
realidad que los electores quedaran expuestos a gran presión del gobierno o de
quienes buscaran su apoyo.”12
y senador; en Bolivia, la Constitución de 1878 requería una renta anual de 800 bolivianos a los candidatos a presidente y senador; en Nicaragua, la Constitución de 1854 establecía para el presidente
un capital mínimo de 4.000 pesos en bienes raíces y de 2.000 para los senadores; en Uruguay, la
Constitución de 1830 exigía al presidente y a los senadores una renta o un capital de 10.000 pesos o
bien profesión que se los produjera; en Honduras, la Constitución de 1848 reservaba la presidencia
para los propietarios de un capital mínimo de 5.000 pesos en bienes raíces y semovientes; en Costa
Rica, la Constitución de 1847 fijaba los siguientes requisitos para el candidato a presidente: un capital
en bienes conocidos que no bajase de 8.000 pesos y estar casado o ser viudo con hijos; un siglo más
tarde en el mismo país, la Constitución de 1946 mandaba al presidente que fuera propietario de una
cantidad de dinero que no bajase de 500 colones o bien que percibiese una renta anual de 200 colones
como mínimo; en la República Dominicana, la Constitución de 1844 restringía el Senado (Consejo
Conservador) y la Presidencia a los propietarios de bienes raíces; en Ecuador, se determinaba que el
presidente gozara de una fortuna personal hasta la promulgación de la Constitución de 1929.
Algunas Constituciones estatales de EEUU contenían requisitos parecidos para conceder el derecho de sufragio activo: en Carolina del Sur y Maryland el elector debía poseer 50 acres de tierra;
en Nueva Jersey, 50 libras esterlinas; en Rhode Island, una finca rústica valorada en 133 dólares;
en Maine y New Hampshire, bastaba con no figurar en la lista de indigentes (ver Tocqueville,
Alexis: La democracia en América, Fundación Iberdrola/Alianza, pp. 701-702). A partir de 1870,
fecha de la aprobación de la Enmienda 15.ª, varios estados del sur del país exigieron impuestos de
capitación o de otro tipo para impedir el voto a los ciudadanos negros. La Enmienda 24.ª, introducida en 1964, prohibió la denegación del derecho de voto para las elecciones de ámbito nacional
por el impago de estos impuestos.
11
Johnson, Paul: Estados Unidos. La historia, Javier Vergara Editor, Barcelona, 2001, p.
319.
12
Oconitrillo, Eduardo: «La política electoral», en Rodríguez Vega, Eugenio (editor):
Costa Rica en el siglo XX, tomo III, Editorial Universidad Estatal a Distancia, San José, 2004, p. 76.
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
223
En esa república, se eliminaron el sufragio indirecto y el colegio electoral por una enmienda constitucional de 1913; pero el voto oral y público se
mantuvo hasta 1925. En otros países hispanoamericanos, la primera elección
directa del presidente por parte de los ciudadanos mediante sufragio universal
se realizó en Colombia en 1936, en Venezuela 1947 y en Bolivia en 1956; en
Perú el voto cantado no se sustituyó por el secreto hasta 1931; en Paraguay
se admitió el voto secreto en 1911, se presentaron dos candidaturas presidenciales por primera vez en 1928 y se aprobó el voto directo para la elección del
presidente en 1940; en Argentina se estableció el voto secreto y obligatorio en
1912; y en México se cometieron fraudes hasta los años 80 del siglo XX.
Al comienzo del siglo XX, varias Constituciones hispanoamericanas trataron de mantener la elección del presidente exclusivamente en manos de los
ciudadanos mediante el establecimiento de mayorías cualificadas inferiores a
la mitad más uno de los votos válidos.
La segunda vuelta electoral penetró en América por obra de la Constitución de Costa Rica. La Constitución de 1871 establecía que una de las
atribuciones del Congreso de Diputados era la de elegir al presidente si en las
elecciones ningún candidato alcanzaba la mitad más uno de los sufragios13. En
1926 se reformó el artículo 73.2.º a impulsos del presidente Ricardo Jiménez
Oreamuno, quien, en un artículo publicado en 1925, escribió “toda elección
presidencial, por mala que sea, siempre será mejor hecha por la voluntad del pueblo que por la voluntad de unos cuantos políticos”. Si ningún candidato obtenía
la primera vuelta, los dos más votados pasaban a una segunda votación popular (cuya fecha se fijó ya entonces en el primer domingo de abril). En 1932, se
tendría que haber celebrado la primera segunda vuelta entre dos candidatos,
el mismo Jiménez Oreamuno y Manuel Castro Quesada, pero éste renunció
a su derecho. En 1936 se dispuso que, en vez de exigirse mayoría absoluta,
se fijara un umbral del 40% de los sufragios emitidos y se permitiera el paso a
la segunda ronda de los tres candidatos más votados. La Asamblea Nacional
Constituyente de 1949 se dividió en dos bandos en este punto: uno quería
evitar la realización de segundas votaciones dada la agitación en que vivía el
país y otro insistía en que el presidente contara con un robusto respaldo popular. Al final triunfó una fórmula transaccional, en la que el umbral se fijó en
el 40% de los votos válidos.
En la elección presidencial de primer grado celebrada el 29 y 30 de agosto de 1909, con voto oral,
se pronunciaron por el candidato del partido republicano 38.025 ciudadanos y por el del partido
civilista 14.598, lo que dio al primero 813 electores y al segundo 81.
13
Art. 73. 2.º: “Hacer la apertura de las actas electorales, la calificación y escrutinio de los sufragios
para Presidente de la república, y declarar la elección de éste, cuando resulten por mayoría absoluta; y no
habiéndola, hacer la elección entre los dos individuos que hayan obtenido mayor número de sufragios;
pero en el caso que dos o más tuvieren igual número y algún otro mayor número que éstos, el Congreso
elegirá entre ellos el Presidente de la República.”
224
Pedro María Fernández Barbadillo
Art. 138: “El Presidente y los Vicepresidentes serán elegidos simultáneamente
y por una mayoría de votos que exceda del cuarenta por ciento del número total de sufragios válidamente emitidos. (…) Si ninguna de las nóminas
alcanzare la indicada mayoría, se practicará una segunda elección popular el
primer domingo de abril del mismo año entre las dos nóminas que hubieran
recibido más votos, quedando elegidos los que figuren en la que obtenga el mayor
número de sufragios.”
Como último seguro para evitar sorpresas, se prohibió la renuncia de los
miembros de las candidaturas o nóminas en cualquiera de las dos vueltas.
El letrado del Tribunal Supremo Electoral de Costa Rica Gustavo Román
Jacobo subraya la “sapiencia” del constituyente de 1949 al rebajar el requisito
del 50% más uno de los votos al 40%; de esta manera, el presidente ni está
investido de la misma super-legitimidad frente al Parlamento que tiene el presidente francés ni carece de apoyo popular14.
La Constitución peruana de 1933 fijaba un tercio de los votos válidos15, y
si ningún candidato obtenía siquiera ese tercio, la elección pasaba al Congreso
bicameral entre los tres candidatos más votados. Posteriormente, y de manera
excepcional, la Constitución peruana de 1979 reguló una mayoría cualificada
inferior al 50% para la elección presidencial del poder ejecutivo para concluir
el Régimen Revolucionario de las Fuerzas Armadas16.
En Argentina, la Constitución de 1949 eliminó el colegio electoral y estableció la elección directa en colegio nacional para la presidencia y vicepresidencia; tras el golpe de Estado de 1955, esta Constitución fue derogada y se
regresó a la elección indirecta. Una junta militar se arrogó el poder constituyente y enmendó en 1972 la Constitución de 1853 para introducir el requisito de la mayoría absoluta de los votos válidos en la elección presidencial. Las
dos siguientes elecciones, celebradas en 1973, se realizaron con el mecanismo
de la segunda vuelta vigente, aunque no se aplicó en ninguna; en la primera
por la renuncia del segundo candidato y en la segunda por haberse superado
14
Román Jacobo, Gustavo: «Segunda ronda electoral», Revista de Derecho Electoral, n.º 8,
segundo semestre de 2009, Tribunal Supremo Electoral de Costa Rica, San José, pp. 6-7 y 12-13.
El contenido de este párrafo está sacado de las páginas citadas del artículo, que se puede consultar
en la dirección electrónica http://www.tse.go.cr/revista/art/8/Roman_Jacobo.pdf.
15
Art. 138: “Para ser proclamado Presidente de la República por el Jurado Nacional de Electores se
requiere haber obtenido la mayoría de los sufragios, siempre que esta mayoría no sea menor de la tercera
parte de los votos válidos.
Si ninguno de los candidatos obtiene la mayoría requerida el Jurado Nacional de Elecciones dará
cuenta al Congreso del resultado del escrutinio. En este caso, el Congreso elegirá Presidente de la República
entre los tres candidatos que hubieren obtenido mayor número de votos válidos.”
16
Disposición Transitoria Tercera: “Para el proceso electoral de 1979-80, la elección del Poder
Ejecutivo se hace en la siguiente forma: son proclamados Presidente de la República y Primer y Segundo
Vicepresidente los candidatos que alcanzan la votación más alta, siempre que ésta no sea inferior al
treinta y seis por ciento del total de votos válidos. Si ninguno de los candidatos lo obtiene, el Presidente
del Jurado Nacional de Elecciones lo comunica al Congreso que, para ese efecto, se instala el 20 de julio
de 1980, con un quórum no menor del cincuenta y cinco por ciento de Senadores y de Diputados.”
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
225
ese 50%. En las elecciones de 1983 y 1989 se regresó al método del colegio
electoral, que se mantuvo hasta 1994. La Constitución paraguaya de 1940
también eliminó el colegio electoral para la elección del presidente y vicepresidente que había instaurado la de 1870 e introdujo la elección popular directa
por primera mayoría en una única vuelta que se mantiene en la actualidad.
En la segunda mitad del siglo XX, varios regímenes dictatoriales recuperaron
el colegio para que sus cúpulas controlasen la elección del presidente, como
Brasil durante la junta militar de 1964-1984 y Panamá bajo el «Líder Máximo» Omar Torrijos.
La segunda vuelta electoral se difundió en el constitucionalismo iberoamericano durante la llamada por Samuel Huntington «tercera ola
democratizadora»17, a fin de revestir de mayor legitimidad a los presidentes
electos de manera directa por los ciudadanos. Ciertamente, la historia demuestra que la mitad más uno de los votos obtenida en elecciones libres y
plurales no es un muro insalvable para los golpes de Estado. Entre los presidentes con gran respaldo popular que fueron derrocados por cuartelazos o se
enfrentaron a rebeliones podemos citar a los venezolanos Rómulo Betancourt
(1947) y Carlos Andrés Pérez (1992, pero prosiguió su mandato), los argentinos Juan Domingo Perón (1955) y Fernando de la Rúa (2001) y el boliviano
Víctor Paz Estensoro (1964).
El único país de América que conserva el colegio electoral es Estados Unidos, pese a que se han presentado entre 500 y 700 propuestas legislativas
para corregirlo o suprimirlo. Los votantes escogen a los miembros del colegio
distribuidos en circunscripciones estatales y con un criterio de asignación en
el que se combinan los territorios y la población de éstos, ya que cada estado
tiene tantos electores como la suma de sus dos senadores y sus representantes
en la Cámara; los electores se reúnen el 18 de enero siguiente a las elecciones
en la capital de su estado para votar al presidente y al vicepresidente. Si ningún
candidato obtiene la mayoría, la Enmienda 12.ª a la Constitución establece
que la elección se traslada a la Cámara de Representes, que elegirá entre los
tres candidatos más votados en el colegio, mientras que el Senado elegirá al
vicepresidente pero entre los dos candidatos para ese puesto más votados. En
los más de dos siglos de elecciones se han visto todo tipo de problemas, apaños
y paradojas: presidentes que lo fueron gracias a su victoria en los estados más
poblados (Abraham Lincoln no ganó en 1860 en ningún estado del sur), candidatos fallecidos después de haber sido elegidos los miembros del colegio (el
senador Horace Greely en 1872) y presidentes triunfadores con menos votos
populares que sus rivales (como fueron Rutherford Hayes en 1876, Benjamín
Harrison en 1888 y George Bush en 2000). La Cámara de Representantes
decidió dos elecciones: la de 1800, debido al empate en el colegio entre dos
candidatos, Thomas Jefferson y Aaron Burr, y la de 1824, en que escogió a
17
Huntington, Samuel: La tercera ola: la democratización a finales del siglo XX, Paidós, Barcelona, 1994.
226
Pedro María Fernández Barbadillo
John Quincy Adams, que había obtenido menos votos populares y electorales
que Andrew Jackson.
El intento más serio para reformar el colegio electoral se realizó durante
el primer mandato de Richard Nixon (1969-1974). En febrero de 196918,
Nixon propuso en un mensaje al Congreso que los electores de cada estado
se distribuyesen entre los candidatos en proporción a los sufragios populares
y que se introdujese la segunda vuelta entre dos candidatos si ninguna candidatura obtenía al menos un 40% del voto de los electores del colegio. Ese
mismo año empezó a tramitarse en la Cámara de Representantes un proyecto
de reforma en este sentido, llamado la Enmienda Bayth-Celler, pero decayó
en el Senado en 1971. Desde entonces, ningún presidente se ha implicado en
la reforma con intensidad similar.
Otra vía de nombramiento del jefe del Estado desechada en las últimas décadas es la elección por el Parlamento después de unas elecciones en las que ningún
candidato obtuviera un determinado porcentaje de voto popular, con lo que el
nombramiento quedaba en poder de las elites partidistas, como vamos a exponer.
En Bolivia, una vez recuperada la democracia en 1982, la elección del presidente se confió al Congreso bicameral si ningún candidato lograba la mayoría absoluta de los sufragios. El sistema de partidos del país es muy débil y gira
en torno a personalidades más que en torno a ideas y proyectos. Así fueron
posibles alianzas en las que los jefes de los partidos pactaban el desempeño de
la presidencia y la vicepresidencia de la república por turnos o la postergación
del candidato más votado, como fue el caso de las elecciones de 1989, en las
que la bancada del segundo candidato, Hugo Bánzer, votó en el Parlamento al
tercer candidato para jefe del Estado, Jaime Paz Zamora.
En los años 60, Perú vivó otro caso extremo de este modelo de tres candidatos para el Congreso. La Constitución de 1933 mezclaba la elección popular mediante voto directo, la mayoría especial en la única vuelta y la elección
por el Congreso bicameral. Este procedimiento colapsó en las elecciones de
junio de 1962. El primer candidato, Haya de la Torre, no superó el porcentaje
requerido y entonces la elección pasó al Parlamento, donde el partido del
primero, el APRA, tenía mayoría; pero las Fuerzas Armadas y otras instituciones se opusieron a su probable nombramiento. Entonces, Haya de la Torre
18
Las elecciones de 1968 habían sido de las más crispadas que vivió el país hasta entonces: el
presidente Lyndon Johnson renunció a presentarse para un segundo mandato; el candidato Robert
Kennedy había sido asesinado, al igual que el luchador por los derechos de la minoría negra Martin
L. King; la guerra de Vietnam dividía a los ciudadanos hasta el punto de causar trifulcas callejeras y
desobediencia civil; y se presentó un tercer candidato, el exgobernador de Alabama George Wallace,
con un programa en el que, entre otros puntos, abogaba por mantener la política de segregación
racial. Wallace consiguió casi un 15% del voto popular y la victoria en cinco estados; Nixon sólo
rebasó en 500.000 votos al candidato del Partido Demócrata, Hubert Humphrey (en 1960, Nixon
había perdido frente a John Kennedy por menos de 125.000 votos). Aunque al final no sucedió,
el colegio electoral podía haberse bloqueado entre los tres candidatos y, en consecuencia, la designación del presidente habría correspondido a la Cámara de Representantes, donde los demócratas
tenían la mayoría absoluta.
227
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
propuso a Belaúnde que le votasen sus parlamentarios, pero éste, que había
impugnado los resultados en varios lugares y aguardaba una resolución favorable, rechazó el trato. A continuación, Haya de la Torre negoció con quien
había sido su gran enemigo, el general Manuel Arturo Odría, dictador entre
1948 y 1956: a cambio de votarle a él en el Parlamento, Odría se comprometía a formar un Gobierno de coalición con el APRA. El acuerdo no se aplicó
porque el 18 de julio las Fuerzas Armadas tomaron el poder como institución, justificándose en que las elecciones habían sido fraudulentas; la junta
destituyó al presidente en ejercicio, Manuel Prado, y organizó unas nuevas
elecciones para el año siguiente. En éstas, Belaúnde quedó primero y superó
la exigencia del 33% de los sufragios, por lo que fue nombrado presidente
sin participación del Congreso. Sin embargo, en octubre de 1968, pocos
meses antes de concluir su quinquenio, fue depuesto por otro golpe militar,
de tendencia socialista.
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 1962
Candidato
Sufragios
%
Víctor Haya de la Torre (APRA)
557.007
33,0
Fernando Belaúnde Terry (AP)
544.180
32,2
Manuel A. Odría (UNO)
480.378
28,4
Fuente: Oficina Nacional de Procesos Electorales de Perú19
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 1963
Candidato
Sufragios
%
Fernando Belaúnde Terry (AP)
708.662
39,1
Víctor Haya de la Torre (APRA)
623.501
34,4
Manuel A. Odría (UNO)
463.085
25,5
Fuente: Oficina Nacional de Procesos Electorales de Perú20
Un problema de la elección por la primera mayoría o la minoría mayoritaria en única vuelta es que el vencedor puede contar con un apoyo muy
menguado, incluso inferior a un tercio de los votos válidos, si la pluralidad de
candidatos es muy amplia.
En Venezuela, después del derrocamiento el general Pérez Jiménez, el régimen de la Constitución de 1961 se organizó en torno al Pacto de Punto Fijo,
que establecía unas reglas básicas entre los principales partidos democráticos;
sin embargo, derivó a un bipartidismo que en los últimos años se convirtió en
19
20
http://www.web.onpe.gob.pe/modElecciones/elecciones//RESUMEN/GENERALES/3.pdf.
http://www.web.onpe.gob.pe/modElecciones/elecciones//RESUMEN/GENERALES/6.pdf.
228
Pedro María Fernández Barbadillo
asfixiante, formado por Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI). La Constitución venezolana
mantuvo la regla de dar la victoria al candidato con más votos en una única
vuelta21. En cuarenta años (1959-1998), hasta que accedió a la presidencia el
teniente coronel Hugo Chávez, los presidentes electos fueron sólo seis, ya que
pasados diez años podían presentarse a la reelección y así lo hicieron dos de
ellos: Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez. De las ocho elecciones presidenciales, sólo en tres de ellas un candidato fue elegido por mayoría superior al
50%22; pero la república mantuvo la estabilidad hasta sus diez últimos años.
En las elecciones de 1968, el primer candidato, Rafael Caldera (COPEI),
obtuvo 1.083.712 votos; el segundo, Gonzalo Barrios (AD), 1.050.806; y el
tercero, Miguel Ángel Burelli (Unión Republicana Democrática), 826.758.
La diferencia entre el primer candidato y el segundo fue inferior a 33.000
papeletas, pero los tres partidos mayoritarios habían suscrito el Pacto de Punto Fijo y sumaban el 80% de los votos válidos. Todos los partidos aceptaron
los resultados y Caldera se desempeñó como presidente. En las elecciones de
1978, Luis Herrera (COPEI) quedó por delante de Luis María Piñerúa (AD)
por un 3,3% de los votos; ahora bien, los dos candidatos reunieron el 89%: el
46% para Herrera y el 43% para Piñerúa23.
ELECCIONES DE 1968
Candidato
ELECCIONES DE 1993
Candidato
Votos
%
Votos
%
Rafael Caldera
1.083.712
29,13
Rafael Caldera
1.710.722
30,46
Gonzalo Barrios
1.050.806
28,24
Claudio Fermín
1.304.849
23,23
Miguel Burelli
826.758
22,22
Oswaldo Pérez
1.276.506
22,73
Lucas Beltrán
719.461
19,34
Andrés Velásquez
1.232.653
21,95
Fuente: Consejo Supremo Electoral de Venezuela
III. LA DIFUSIÓN DEL BALOTAJE, ¿MEJORA LA DEMOCRACIA?
Después de la entrada en vigor de la nueva Constitución de Bolivia, en
2009, el número de países de Iberoamérica con la posibilidad de una segunda
vuelta para la elección de su presidente asciende a trece, como aparece en la
primera tabla de este ensayo.
21
Art. 183: “La elección del Presidente de la República se hará por votación universal y directa, en
conformidad con la ley. Se proclamará electo el candidato que obtenga mayoría relativa de votos”.
22
Esos candidatos fueron Jaime Lusinchi en 1983, Pérez en 1988 y Chávez en 1998.
23
Datos electorales en http://boletininformativo.blogia.com/2008/073113-resultados-de-todaslas-elecciones-presidenciales-en-venezuela.php y http://www.globovision.com/news.php?nid=43974.
229
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
Entre 2006 y 2011 todos los países iberoamericanos con régimen democrático (excluimos por tanto a Cuba) eligieron al menos una vez a su jefe de
Estado. En este sexenio se celebraron:
— 27 elecciones presidenciales.
— Nueve países repitieron elecciones. Seis de ellos por agotamiento del
mandato presidencial de cuatro años (Chile, Colombia, Costa Rica,
Argentina, Guatemala y Brasil); dos por agotamiento del mandato
presidencial de cinco años (Perú y Nicaragua); y otro por la entrada en
vigor de una nueva Constitución (Ecuador).
— Veintidós elecciones fueron con un sistema de balotaje: el 81,5%.
— De éstas, once se decidieron en la segunda vuelta.
— En dos ocasiones el candidato que quedó en primer lugar (Ollanta
Humala en Perú y Álvaro Novoa en Ecuador, ambos en 2006) perdió
en segunda vuelta.
— Veintiún presidentes obtuvieron más de un 50% de voto válido, de los
que sólo tres fueron bajo un sistema de vuelta única.
— Cuatro oscilaron entre un 40% y un 49% del voto.
— Dos (Calderón en México y Ortega en Nicaragua) quedaron por debajo del 40%.
% Ganador
País
Sistema
Elección
Chile (2006)
Balotaje
En segunda vuelta
51,61
Costa Rica (2006)
Balotaje
En primera vuelta
40,92
Colombia (2006)
Balotaje
En primera vuelta
62,35
Perú (2006)
Balotaje
En segunda vuelta
52,62
México (2006)
Vuelta única
-----
35,89
Brasil (2006)
Balotaje
En segunda vuelta
60,82
Nicaragua (2006)
Balotaje
En primera vuelta
38,01
Ecuador (2006)
Balotaje
En segunda vuelta
56,67
Venezuela (2006)
Vuelta única
-----
62,84
Argentina (2007)
Balotaje
En primera vuelta
45,28
Guatemala 2007)
Balotaje
En segunda vuelta
52,81
Paraguay (2008)
Vuelta única
-----
40,82
R. Domin. (2008)
Balotaje
En primera vuelta
53,83
Salvador (2009)
Balotaje
En primera vuelta
51,32
Ecuador (2009)
Balotaje
En primera vuelta
51,99
Panamá (2009)
Vuelta única
-----
60,03
Honduras (2009)
Vuelta única
-----
56,56
230
Pedro María Fernández Barbadillo
% Ganador
País
Sistema
Elección
Uruguay (2009)
Balotaje
En segunda vuelta
52,39
Bolivia (2009)
Balotaje
En primera vuelta
64,22
Chile (2010)
Balotaje
En segunda vuelta
51,61
Costa Rica (2010)
Balotaje
En primera vuelta
46,90
Colombia (2010)
Balotaje
En segunda vuelta
69,05
Brasil (2010)
Balotaje
En segunda vuelta
56,05
Perú (2011)
Balotaje
En segunda vuelta
51,45
Argentina (2011)
Balotaje
En primera vuelta
53,96
Guatemala(2011)
Balotaje
En segunda vuelta
53,74
Nicaragua (2011)
Balotaje
En primera vuelta
62,45*
* Resultados discutidos por la oposición y los observadores internacionales
Fuente: organismos electorales públicos de los países
A continuación, analizaremos la segunda vuelta en varios países.
En Colombia, la regla del 50% de los votos para la elección del presidente en primera o en segunda vuelta está teniendo un efecto de aumento
de la participación en las elecciones. Bajo la Constitución de 1886, el
presidente era el candidato que obtenía más votos en las elecciones presidenciales, celebradas en una única vuelta. Dada la apatía electoral de
los colombianos debido al Frente Nacional (por el que los dos partidos
tradicionales, el Liberal y el Conservador, se repartieron el poder y los
cargos, y se turnaron en ellos entre 1958 y 1970), al carácter oligárquico
de la política nacional, al analfabetismo y la orografía y la selva, y a la violencia endémica en este país se han elegido presidentes con menos de dos
millones de votos.
A finales de los años 80 del siglo XX, comenzó un movimiento para sustituir la vieja Constitución de 1886, para lo que se eligió en 1990 una asamblea
constituyente. La nueva Constitución establece:
Art. 190: “El Presidente de la República será elegido para un período de
cuatro años, por la mitad más uno de los votos que, de manera secreta y directa,
depositen los ciudadanos en la fecha y con las formalidades que determine la ley.
Si ningún candidato obtiene dicha mayoría, se celebrará una nueva votación
que tendrá lugar tres semanas más tarde, en la que sólo participarán los dos
candidatos que hubieren obtenido las más altas votaciones. Será declarado Presidente quien obtenga el mayor número de votos.”
Desde la aplicación de esta regla, se han celebrado cinco elecciones presidenciales, de las que han sido con segunda vuelta tres de ellas. Los datos oficiales muestran una creciente participación de los colombianos, que beneficia a
231
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
todo el sistema político. El último presidente electo por la regla de «el ganador
se lo lleva todo» fue César Gaviria, con menos de tres millones de papeletas; el
actual presidente, Juan Manuel Santos, obtuvo en la segunda vuelta de 2010
el triple de esa cantidad.
La regla de la mayoría absoluta no ha impedido la renovación de elites. En la primera vuelta de las últimas elecciones, celebrada el 30 de mayo
de 2010, los dos candidatos de los partidos conservador y liberal obtuvieron
un 6% y un 4% respectivamente de los votos, siendo superados por cuatro
candidatos de partidos que no existían hace 30 años24.
ELECCIONES EN COLOMBIA
Candidato Ganador
Año
Votos
Carlos Lleras (Frente Nacional)
1966
1.881.502
Misael Pastrana (Frente Nacional)
1970
1.625.025
Alfonso López Michelsen (liberal)
1974
2.929.719
Julio César Turbay Ayala (liberal)
1978
2.503.681
Belisario Betancurt (conservador)
1982
3.189.587
Virgilio Barco Vargas (liberal)
1986
4.214.510
César Gaviria (liberal)
1990
2.891.808
Ernesto Samper (liberal)
1994 primera vuelta
2.623.210
Ernesto Samper (liberal)
1994 segunda vuelta
3.733.366
Andrés Pastrana (conservador)
1998 primera vuelta
3.613.278
Andrés Pastrana (conservador)
1998 segunda vuelta
6.114.752
Álvaro Uribe (Primero Colombia)
2002 primera vuelta
5.862.655
Álvaro Uribe (Primero Colombia)
2006 primera vuelta
7.397.835
Juan Manuel Santos (Partido de la U)
2010 primera vuelta
6.758.539
Juan Manuel Santos (Partido de la U)
2010 segunda vuelta
9.004.221
Fuente: Registraduría Nacional de Colombia
En Uruguay, donde se mantuvo el bipartidismo tradicional entre el Partido Colorado y el Partido Nacional hasta la irrupción de la coalición de izquierdas del Frente Amplio, después del régimen militar se recuperó la Constitución de 1967, por la que se elegía al presidente en una única vuelta. En
24
En la actualidad está en tramitación en el Parlamento colombiano un proyecto de acto
legislativo (enmienda a la Constitución) que propone que, si el primer candidato a presidente tiene
una ventaja superior a 20 puntos sobre el segundo, no se celebre la segunda vuelta. El motivo, según
su impulsor, el senador conservador Eduardo Enríquez Maya, es el ahorro al Estado de gastos. El
proyecto, que se presentó en agosto de 2010 en el Senado, se puede consultar en
http://www.secretariasenado.gov.co/Documentos/INFORME%20LEGISLATIVO/INFLEG%202010-2011%20DEF.pdf.
232
Pedro María Fernández Barbadillo
las elecciones de 1999, se aplicó, junto con otras reformas, la exigencia de la
mayoría absoluta25.
ELECCIONES EN URUGUAY
Ganador
Año
Votos
%
Julio M. Sanguinetti (P. Colorado)
1984
592.061
30,67
Luis Alberto Lacalle (P. Nacional)
1989
765.990
37,25
Julio M. Sanguinetti (P. Colorado)
1994
656.428
30,92
Tabaré Vázquez (Frente Amplio)
1999 primera vuelta
861.202
39,06
Jorge Batlle (P. Colorado)
1999 segunda vuelta
1.158.708
52,52
Tabaré Vázquez (Frente Amplio)
2004 primera vuelta
1.124.761
50,45
Luis Mujica (Frente Amplio)
2009 primera vuelta
1.105.262
47,96
2009 segunda vuelta
1.197.638
52,39
Luis Mujica (Frente Amplio)
Fuente: Corte Electoral de Uruguay
En las elecciones de 1994, las últimas celebradas en única vuelta, la diferencia entre el primer candidato y el tercero fue de sólo 35.000 votos.
Candidato
Votos
%
Julio M. Sanguinetti (P. Colorado)
656.428
30,92
Alberto Volanté (P. Nacional)
633.384
29,83
Tabaré Vázquez (Frente Amplio)
621.226
29,26
Fuente: Corte Electoral de Uruguay
En Chile, la Constitución de 1925 establecía el requisito de la mayoría
absoluta en las elecciones presidenciales y una elección por el Parlamento en
caso de que ningún candidato la lograse. A medida que el espectro partidista
chileno pasaba del bipartidismo o de las personalidades fuertes a un sistema
de «tres tercios», las mayorías se hacían cada vez más pequeñas. En 1970, la
diferencia entre los dos primeros candidatos, el socialista Salvador Allende y
el conservador Jorge Alessandri, fue inferior a los 40.000 votos: 1.075.616 y
1.036.278, respectivamente.
25
Art. 151: “El Presidente y el Vicepresidente de la República serán elegidos conjunta y directamente por el Cuerpo Electoral, por mayoría absoluta de votantes. Cada partido sólo podrá presentar una
candidatura a la Presidencia y a la Vicepresidencia de la República. Si en la fecha indicada por el inciso
primero del numeral 9.° del Artículo 77, ninguna de las candidaturas obtuviese la mayoría exigida, se
celebrará el último domingo del mes de noviembre del mismo año, una segunda elección entre las dos
candidaturas más votadas”.
233
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
La Constitución de 1980 introdujo la segunda vuelta, que es una de las innovaciones que no se ha suprimido o modificado en las reformas posteriores.
Art. 26: “El Presidente será elegido en votación directa y por mayoría absoluta de los sufragios válidamente emitidos. (…) Si la elección de Presidente se
presentaren más de dos candidatos y ninguno de ellos obtuviere más de la mitad
de los sufragios válidamente emitidos, se procederá a una nueva elección que
se verificará, en la forma que determine la ley, quince días después de que el
Tribunal Calificador, dentro del plazo señalado en el artículo siguiente, haga la
correspondiente declaración. Esta elección se circunscribirá a los dos candidatos
que hubieren obtenido las más altas mayorías relativas.”
Entre 1989 y 2010 se han celebrado cinco elecciones de las que en tres de
ellas se recurrió a la segunda vuelta.
ELECCIONES PRESIDENCIALES EN CHILE
Candidato Ganador
Año
%
Patricio Aylwin (Concertación)
1989 primera vuelta
55,17%
Eduardo Frei (Concertación)
1993 primera vuelta
57,99%
Ricardo Lagos (Concertación)
2000 segunda vuelta
51,31%
Michelle Bachelet (Concertación)
2006 segunda vuelta
53,50%
Sebastián Piñera (Alianza por Chile)
2010 segunda vuelta
51,61%
Fuente: Servicio Electoral de la República de Chile
Este método de elección está generando unos presidentes indiscutidos que,
además, disponen de una mayoría suficiente en el Parlamento (desde 2005, las
elecciones parlamentarias y la primera vuelta de las presidenciales se realizan en
la misma fecha). La fragmentación partidista se ha atenuado, pues los partidos se
han organizado en torno a dos coaliciones, una de centro-izquierda, la Concertación de Partidos por la Democracia, de la que forman parte la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, y otra de centro-derecha, constituida por la Unión
Democrática Independiente y Renovación Nacional. Las más de cien reformas
constitucionales aprobadas desde 198926 lo han sido mediante el acuerdo entre
todos los partidos. En 2010 se produjo la alternancia política y un candidato del
centro-derecha, Sebastián Piñera, accedió a la presidencia.
En Paraguay, después de derrocamiento del general Alfredo Stroessner en
febrero de 1989 y de la elección popular en mayo como presidente de quien le
depuso, el general Andrés Rodríguez, el Código Electoral de la República (ley
n.º 1 de 24 de febrero de 1990) introdujo el requisito de la mayoría absoluta
26
Artículo «Las reformas a la Constitución de 1980», en Biblioteca del Congreso de Chile.
http://www.bcn.cl/carpeta_temas/temas_portada.2005-10-24.0525136469
234
Pedro María Fernández Barbadillo
en primera o segunda vuelta, lo que constituía una novedad en el constitucionalismo del país:
Art. 256. 1. “A los efectos de la elección de Presidente de la República el país
se constituye en un Colegio Electoral único.
2. Resultará electo el candidato que obtuviere más del cincuenta por ciento
(50%) del total de los votos emitidos. Si no se alcanzare esa mayoría se realizará
una nueva elección en el plazo de treinta (30) días, en la que únicamente participarán los dos candidatos más votados.”
No se realizó ninguna elección con esta norma, ya que la nueva Constitución27, aprobada en junio de 1992, y la posterior reforma del Código Electoral
(Ley n.º 39 de 23 de septiembre de 1992) regresaron a la fórmula tradicional
de elección en vuelta única por la primera mayoría28. Otra reforma del Código, mediante la Ley n.º 834 de 17 de abril de 1996, se limitó a cambiar el número del artículo y su estilo sin tocar su contenido29. Sólo en una de las cuatro
elecciones celebradas después de la entrada en vigor de esta ley fundamental la
fórmula ganadora superó el 50%.
ELECCIONES EN PARAGUAY
Año
Vencedor
%
1989
Andrés Rodríguez
74,29
1993
Juan Carlos Wasmosy
39,75
1998
Raúl Cubas
53,75
2003
Nicanor Duarte
37,14
2008
Fernando Lugo
40,82
2013
Horacio Cartes
45,83
Fuente: Tribunal Supremo Electoral de Paraguay30
El proceso constituyente abierto en Venezuela a finales de 1998 para sustituir la Constitución de 1961 introdujo numerosas novedades, como la revocatoria de mandato, el referéndum y la reelección ilimitada del presidente.
27
Art. 230: “El Presidente de la República y el Vicepresidente serán elegidos conjunta y directamente por el pueblo, por mayoría simple de votos, en comicios generales que se realizarán entre noventa y
ciento veinte días antes de expirar el período constitucional vigente.”
28
Art. 256: “A los efectos de la elección de Presidente y Vicepresidente de la República el país se
constituye en un Colegio Electoral único. Será electo el candidato que obtuviere el mayor número de votos
válidos emitidos.”
29
Art. 244: “A los efectos de la elección de Presidente y Vicepresidente de la República, el país se
constituye en un colegio electoral único. Serán electos Presidente y Vicepresidente los candidatos que obtuvieren el mayor número de votos válidos emitidos.”
30
http://www.tsje.gov.py/.
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
235
Cuando empezaron los debates en la asamblea constituyente, los parlamentarios
contaban con los precedentes regionales: en la década de los 90 cuatro países habían incorporado la segunda vuelta a sus ordenamientos (Colombia, República
Dominicana, Argentina y Uruguay), mientras que sólo uno (Paraguay), había
regresado a la vuelta única. Los constituyentes venezolanos prefirieron en este
punto mantener su tradición constitucional. Sin embargo, en otros países donde
la influencia del «nuevo constitucionalismo latinoamericano» venezolano ha sido
grande, como Bolivia y Ecuador, las asambleas constituyentes incorporaron el
requisito de la mayoría absoluta de los votos para la elección del jefe del Estado
y la necesidad de una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados.
En las tres elecciones celebradas bajo la Constitución de 1999 (2000,
2006 y 2012) el candidato y presidente hasta su fallecimiento en 2013, Hugo
Chávez, obtuvo amplias mayorías absolutas. En el régimen anterior, en dos
elecciones fue elegido presidente un candidato con sólo un 30% de los sufragios válidos y menos. Sin embargo, debido al carácter plebiscitario de las elecciones de 2000, 2006 y 2012 y al comportamiento del Gobierno de entonces
(acoso a medios de comunicación, amenazas a candidatos de la oposición,
sospechas de compra de votos) los resultados causaron más rechazo en los
derrotados que los registrados en 1968 y 1993, donde las diferencias fueron
mucho menores.
Argentina es el país americano que más ha modificado las vías para la
elección del presidente.
ELECCIÓN PRESIDENCIAL EN ARGENTINA*
Hasta 1946
Colegio electoral
1951
Elección directa en vuelta única
1958 y 1963
Colegio electoral
1973 (marzo y septiembre)
Elección directa con mayoría absoluta en primera o segunda vuelta
1983 y 1989
Colegio electoral
Desde 1994
Elección directa con mayoría especial
en primera vuelta o segunda vuelta
* Los años ausentes se deben a regímenes de facto
Los artículos 97 y 98 de la Constitución de 1994 establecen varias mayorías cualificadas: si una fórmula de presidente y vicepresidente obtiene el
45% de los votos válidos, no hay segunda vuelta; y si la primera candidatura
obtiene el 40% de los votos, a la vez que una distancia superior a los 10 puntos
porcentuales respecto a la segunda fórmula, tampoco hay segunda vuelta.
Art. 97: “Cuando la fórmula que resultare más votada en la primera vuelta,
hubiere obtenido más del cuarenta y cinco por ciento de los votos afirmativos
válidamente emitidos, sus integrantes serán proclamados como presidente y vicepresidente de la Nación.”
236
Pedro María Fernández Barbadillo
Art. 98: “Cuando la fórmula que resultare más votada en la primera vuelta
hubiere obtenido el cuarenta por ciento por lo menos de los votos afirmativos
válidamente emitidos y, además, existiere una diferencia mayor de diez puntos
porcentuales respecto del total de los votos afirmativos válidamente emitidos sobre
la fórmula que le sigue en número de votos, sus integrantes serán proclamados
como presidente y vicepresidente de la Nación.”
El método de elección fue el resultado de las negociaciones entre los peronistas y los no peronistas. Los peronistas consideraban que, dada su mayor
militancia, podrían alcanzar alguno de los requisitos de los arts. 97 y 98, y su
candidato sería vencedor en primera vuelta. Los no peronistas pensaban que
en la segunda vuelta todos los votantes opuestos a los peronistas se agruparían
en torno al candidato que hubiera pasado; es decir, la primera vuelta de las
elecciones sería para este sector (radicales, liberales, socialistas, conservadores,
etcétera) como unas primarias.
Desde la restauración de la democracia después de la dictadura militar
llamada «Proceso de Reconstrucción Nacional» (1976-1983), sólo dos presidentes han sido electos por más del 50% de los votos populares; el primero
de ellos lo fue con la vieja Constitución de 1853, que fijaba una única vuelta
y una elección mediante un colegio electoral. Un mal funcionamiento del
precepto de la Constitución de 1994 hizo que Néstor Kirchner se convirtiese
en el presidente con menos apoyo democrático desde los años 80: un mes
después de haberse celebrado la primera vuelta, en abril de 2003, su rival, el
expresidente Carlos Menem renunció a participar en la segunda vuelta debido
a las encuestas que le pronosticaban una derrota catastrófica. En ninguna de
las cinco elecciones celebradas bajo los requisitos citados se ha recurrido a la
segunda vuelta. Encima, el sistema de partidos ha estallado: hay hegemonía
del Partido Justicialista y fragmentación del resto. En las elecciones de 2011, la
fórmula vencedora no sólo superó por primera vez en casi treinta años el 50%
del voto válido, sino que aventajó en treinta y siete puntos a la segunda.
Año
Presidente
%
1983
Raúl Alfonsín
51,75
1989
Carlos Menem
47,49
1995
Carlos Menem
49,94
1999
Fernando de la Rúa
48,37
2003
Néstor Kirchner
22,24
2007
Cristina Fernández
45,28
2011
Cristina Fernández
53,96
Después de Argentina, otras repúblicas han introducido en años recientes,
junto a la institución del balotaje, ciertas fórmulas que, con tal de evitar la
segunda vuelta, pueden complicar la elección presidencial.
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
237
Constitución de Ecuador de 1998, para aplicarse en las elecciones de 2002
(ya derogada):
Art. 143: “Las candidaturas a la Presidencia y a la Vicepresidencia de la
República constarán en la misma papeleta. La Presidenta o Presidente y la Vicepresidenta o Vicepresidente serán elegidos por mayoría absoluta de votos válidos
emitidos. Si en la primera votación ningún binomio hubiera logrado mayoría
absoluta, se realizara una segunda vuelta electoral dentro de los siguientes cuarenta y cinco días, y en ella participaran los dos binomios más votados en la
primera vuelta. No será necesaria la segunda votación si el binomio que
consiguió el primer lugar obtiene al menos el cuarenta por ciento de los
votos válidos y una diferencia mayor de diez puntos porcentuales sobre
la votación lograda por el binomio ubicado en el segundo lugar.”
Constitución de Nicaragua, en dos reformas en 1995 y 2000:
Art. 147: “En ningún caso podrán ser elegidos Presidente o Vicepresidente de la
República los candidatos que no obtuvieren como mayoría relativa al menos el 45
por ciento de los votos válidos. Si ninguno de los candidatos alcanzare este
porcentaje, se realizará una segunda elección entre los que hubiesen obtenido el
primero y segundo lugar, y será electo el que obtenga el mayor número de votos.”
Art. 147: “Para ser elegidos Presidente y Vicepresidente de la República los
candidatos a tales cargos deberán obtener como mayoría relativa al menos el
cuarenta por ciento de los votos válidos, salvo el caso de aquellos que
habiendo obtenido un mínimo del treinta y cinco por ciento de los votos
válidos superen a los candidatos que obtuvieron el segundo lugar por
una diferencia mínima de cinco puntos porcentuales. Si ninguno de los
candidatos alcanzare el porcentaje para ser electo, se realizará una segunda elección únicamente entre los candidatos que hubiesen obtenido el primero y segundo
lugar y serán electos los que obtengan el mayor número de votos.”
Constitución de Bolivia:
Art. 166
I. La Presidenta o el Presidente y la Vicepresidenta o el Vicepresidente del
Estado serán elegidas o elegidos por sufragio universal, obligatorio, directo, libre
y secreto. Será proclamada a la Presidencia y a la Vicepresidencia la candidatura
que haya reunido el cincuenta por ciento más uno de los votos válidos; o que
haya obtenido un mínimo del cuarenta por ciento de los votos válidos, con
una diferencia de al menos diez por ciento en relación con la segunda
candidatura.
II. En caso de que ninguna de las candidaturas cumpla estas condiciones se
realizará una segunda vuelta electoral entre las dos candidaturas más votadas,
en el plazo de sesenta días computables a partir de la votación anterior. Será
238
Pedro María Fernández Barbadillo
proclamada a la Presidencia y a la Vicepresidencia del Estado la candidatura que
haya obtenido la mayoría de los votos.
El caso de Nicaragua es parecido al de Argentina: nace de un pacto entre
dos líderes políticos y de las matemáticas electorales. La reducción del umbral
para conseguir la elección en primera vuelta
“se percibió por parte de muchos analistas como una concesión de[l presidente
Arnoldo] Alemán a Ortega, pues es de dominio común las dificultades que tiene
el sandinismo —que es el partido mejor organizado del país y con más militantes— de articular grandes coaliciones electorales susceptibles de salir vencedoras
en una segunda vuelta y, en cambio, es de todos conocido su capacidad de obtener
buenos resultados en la primera vuelta (en 1990 obtuvo el 41% del sufragio y
un 38% en 1996).” 31
La reforma constitucional que en 1998 introdujo la mayoría especial en
primera vuelta en el Ecuador tenía la misma finalidad que la aplicación de la
segunda vuelta con la mitad más uno de los votos: dar estabilidad al sistema
político. Tal como ha explicado Simón Pachano,
“Con la introducción del mecanismo de doble vuelta se buscó contar con
gobiernos fuertes en términos electorales. Se suponía que el fracaso de varios gobiernos a lo largo de la historia del país se debía en alguna medida al escaso
apoyo electoral que habían obtenido los presidentes. Sin embargo, este supuesto
no tiene asidero, ya que no existe correlación entre la proporción de votos y la
duración de los presidentes en el cargo durante aquel periodo. Al contrario, la
media de votación de los presidentes que lograron terminar sus periodos es menor
que la media de los que fueron derrocados. Adicionalmente, como lo demuestran
estudios comparativos, la doble vuelta tiende a incrementar el número de candidatos, ya que al existir dos triunfadores en la primera ronda, de hecho duplica
las probabilidades para cada uno de los competidores.” 32
La Constitución de 2008, promovida por el presidente Rafael Correa, ha
vuelto al requisito habitual de las segundas vueltas: la mitad más uno de los
votos.
Como parte de la «refundación nacional» de Bolivia, una asamblea constituyente redactó la Constitución de 2009. Entre las novedades, está la
reducción de la mayoría especial que debe obtener un candidato para ganar
31
Martí I Puig, Salvador: «Nicaragua», capítulo del libro La elección presidencial mediante
la doble vuelta en Latinoamérica, (Rafael MARTÍNEZ editor), Universidad Autónoma, Barcelona,
2004, p. 378.
32
Pachano, Simón: «Reforma electoral en el Ecuador», en Zovatto, Daniel y Orozco, Jesús
(editores): Reforma electoral en América Latina. 1978-2008, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
UNAM, 2008, México, pp. 507-508, nota 15.
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
239
la presidencia en la primera vuelta al 40% de los votos válidos, con una
ventaja de diez puntos respecto al segundo. Esta modificación se explica
por la misma razón que en Nicaragua: el partido del presidente Evo Morales, el Movimiento al Socialismo, goza de gran capacidad de movilización
de su electorado, pero en una segunda vuelta podría enfrentarse a un candidato respaldado por toda la oposición. Por ahora, Morales ha ganado las
últimas dos elecciones presidenciales en 2005 y 2009, con más del 50% de
los votos, y ha anunciado que se presentará de nuevo en 2014.
MAYORÍAS CUALIFICADAS EN 1.ª VUELTA PARA EVITAR LA 2.ª
Argentina
45% de los votos o 40% y 10 puntos de distancia respecto al segundo
Costa Rica
40% de los votos
Nicaragua
40% de los votos o 35% y 5 puntos de distancia respecto al segundo
Ecuador*
40% de los votos y 10 puntos de distancia respecto al segundo
Bolivia
40% de los votos y 10 puntos de distancia respecto al segundo
* Introducida en 1998 y suprimida en 2008
En nuestra opinión, estas mayorías especiales y condicionadas privan de
su sentido al balotaje: forzar a la unión de las diversas fórmulas, mantener la
pluralidad de candidaturas y permitir a los ciudadanos que expresen sus verdaderos deseos en la primera vuelta. Los sistemas electorales con doble vuelta
y umbral reducido en la primera tienen efectos que los acercan a los sistemas
de vuelta única y primera mayoría, ya que limitan la cantidad de candidaturas,
fuerzan las alianzas antes de la primera vuelta y fomentan en los ciudadanos
el «voto útil» o estratégico. Además, al aumentar los requisitos sucede como
en todo instituto jurídico, sean impuestos o sean elecciones: aumentan igualmente las sospechas de fraude, engaño o conspiración.
IV. MÉXICO, O LA REPRODUCCIÓN DE LOS «TRES TERCIOS»
Merece la pena estudiar el caso mexicano, que contiene muchas lecciones
para el resto del continente. Si bien México está apartado de la ola reeleccionista, en el país hay voces a favor de la introducción de la segunda vuelta en
las elecciones presidenciales.
Desde que en 1928 Álvaro Obregón fuese reelecto, ningún presidente mexicano ha desempeñado más de un mandato, ya completo, ya parcial. Sin embargo, a medida que el sistema político mexicano se ha transformado en pluralista,
una gran parte de los ciudadanos ha descubierto la necesidad, al menos, de debatir sobre la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, y varios legisladores
han presentado en el Congreso iniciativas de reforma del método de elección.
Durante la hegemonía del PRI, el candidato a la presidencia de este partido
solía obtener en torno al 90% de los votos. Sin embargo, a partir de los años
240
Pedro María Fernández Barbadillo
80 el sistema político fue derivando del partido único con oposición tolerada
al multipartidismo real. En 1988, el PRI bajó por primera vez del 50% en las
elecciones presidenciales y en la Cámara de Diputados quedó por debajo de
los tres cuartos de los escaños, con lo que no podía reformar la Constitución
a su antojo.
En los años, siguientes, el electorado mexicano ha derivado hacia el modelo chileno de los «tres tercios». Por un lado, desde las elecciones parlamentarias
de 1997, el partido del presidente ha carecido incluso de la mayoría absoluta
en la Cámara de Diputados. Por otro lado, las distancias entre los tres principales candidatos se han estrechado. En las elecciones presidenciales de 1988
y 1994, el candidato electo como presidente reunió todavía más votos que la
suma del segundo y del tercero juntos, pero a partir de 2000, el segundo y
el tercer candidato juntos superaron al primero. En las elecciones de 2006,
la distancia entre el primero y el segundo fue sólo de medio punto. Felipe
Calderón (PAN) obtuvo 15.000.284 votos y Andrés Manuel López Obrador
(Coalición por el Bien de Todos) 14.756.350. Menos de 250.000 papeletas.
En estas elecciones se desencadenó una crisis política. El candidato derrotado,
el izquierdista López Obrador no aceptó su derrota y organizó en los meses
siguientes una rebelión pacífica, que incluyó un intento de impedir la jura de
Calderón en el Parlamento.
DIVISIÓN DEL ELECTORADO EN TERCIOS
1988
%
2000
%
C. Salinas
48,93
V. Fox
42,52
C. Cárdenas
29,51
F. Labastida
36,11
M. Clouthier
16,20
C. Cárdenas
16,64
1994
%
2006
%
E. Zedillo
48,69
F. Calderón
35,89
D. F. Cevallos
25,92
M. L. Obrador
35,33
C. Cárdenas
16,59
R. Madrazo
22,23
Fuente: Instituto Federal Electoral
Otro punto capital es que Calderón es el segundo presidente con menor
respaldo popular de todos los elegidos en Iberoamérica desde 2003, cuando
Néstor Kirchner accedió a la presidencia de Argentina con un 22% de los
votos, hasta la actualidad.
La preocupación por la legitimidad del presidente y los posibles conflictos
que surgiesen en unas elecciones sin un vencedor indubitable llevó a que en
México se plantease la introducción de la segunda vuelta ya en 1988, meses
antes de las elecciones presidenciales de ese año, que ya se intuían reñidas
debido a la presentación de la candidatura de Cuaúhtemoc Cárdenas, hijo del
mítico presidente Lázaro Cárdenas, como candidato de una coalición partidos
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
241
de izquierdas con el nombre de Frente Democrático Nacional. El diputado
Jorge González Martínez, representante de uno los partidos de esa coalición,
el Partido Verde Ecologista Mexicano, presentó en abril de 1988 la primera
propuesta de reforma constitucional a favor de la segunda vuelta.
La siguiente propuesta en la Cámara de Diputados la registró en marzo de
1998 el diputado Rafael Castilla, del Partido de Acción Nacional. Éste adujo
el precedente de los resultados de 1994 y expresó su preocupación por que
en las elecciones de 2000 el porcentaje de voto para el presidente fuera más
bajo.
“Precipitados los tiempos electorales del año 2000, dijimos en aquel entonces
—en tiempo legal— para realizar la reforma que planteamos, que México se
anticiparía con ésta a una posible crisis política, si el candidato triunfador se
alzara, pongamos por ejemplo, con sólo un 33.4% de los sufragios: el presidente
así elegido tendría una oposición electoral mayoritaria del 66.6%, cifra de muy
malas expectativas, renuente a su proyecto de gobierno. Peor nos iría si el triunfo
se diera, diluida la votación entre cinco partidos, con el 28.52% de los sufragios
como los que obtuvo el candidato brasileño Collor en la primera vuelta de la
jornada electoral que lo llevó al poder.”33
Después de las elecciones de 2000, el diputado Fernando Ortiz, del PRI,
presentó en abril de 2001 una nueva iniciativa.
“El problema consiste en armonizar la conveniencia que ofrece la pluralidad
política, con la necesidad de contar con un Presidente de la República que goce
de un alto grado de aquiescencia popular. (…) Una solución que ha mostrado
eficacia en diversos países es la segunda vuelta electoral. (…) La segunda vuelta
busca reorientar la política electoral para fortalecer la legitimidad del titular del
Poder Ejecutivo, institucionalizando y aumentando su carácter democrático.”34
En 2002, el diputado Luis Miguel Barbosa, del Partido de la Revolución
Democrática, presentó una iniciativa en que proponía que la segunda vuelta
se aplicara tanto a la elección del presidente como a la de los diputados y senadores federales:
“La idea tras este mecanismo es posibilitar que quienes resulten electos cuenten con una cuota de legitimidad asegurada por del voto favorable de la mayoría
absoluta de los votantes. (...) a diferencia de los demás países latinoamericanos
que han adoptado la fórmula, se propone que su utilización no se limite al Poder
33
Gaceta Parlamentaria de la Cámara de Diputados, de 25 de abril de 2000. Se puede consultar en: http://gaceta.diputados.gob.mx/Gaceta/57/2000/abr/20000425.html.
34
Gaceta Parlamentaria de la Cámara de Diputados, de 23 de abril de 2001. Se puede consultar en:
http://gaceta.diputados.gob.mx/Gaceta/58/2001/abr/20010420.html#Ini20010420OrtizArana.
242
Pedro María Fernández Barbadillo
Ejecutivo, sino que también se aplique para las elecciones de determinados integrantes de las cámaras del Congreso General, específicamente en las de diputados
y senadores que ahora son elegidos según el principio de votación mayoritaria
relativa. Ello, en la búsqueda de consensos que tengan la mayor equivalencia
posible en los dos poderes políticos del Estado e impulsar la formación de pactos
o alianzas estratégicas para ganar la segunda vuelta, que luego se reflejarían a
nivel parlamentario.”35
En todos los casos, la segunda vuelta se presenta como el remedio a un bajo
respaldo popular del presidente debido a la fragmentación política.
El 15 de diciembre de 2009, el presidente Calderón remitió al Congreso
una iniciativa de reforma en la que proponía, entre otros, estos puntos36:
1) El requisito de que el presidente de la nación acceda al puesto con la
mayoría absoluta de los votos, cosa que no sucede desde la elección de
1982.
2) Permitir la elección consecutiva de legisladores federales, diputados y
senadores, en períodos que tengan un límite hasta de 12 años.
3) Dar libertad a los legislativos de los estados, los municipios y la asamblea del distrito federal para que establezcan la elección consecutiva
de los parlamentarios, alcaldes, concejales y jefes delegacionales en los
estados y los municipios. El tope de permanencia en el cargo sería, en
todo caso, de doce años.
Sobre la segunda vuelta, éstas fueron las palabras del presidente, pronunciadas con el recuerdo de la crisis de 2006:
“Con esta propuesta se asegura, por una parte, que gane quien tenga el mayor
apoyo, contribuyendo a generar un mandato más claro. (…) Se trata de que el
ciudadano pueda, verdaderamente, una vez hecho un primer proceso electivo,
poder perfilar entre quienes pasen a la segunda vuelta sus preferencias más claras
respecto de quién deba ser Presidente de la República. Propongo que la segunda
vuelta electoral presidencial se realice en la misma fecha que la elección legislativa, a fin de permitir que los votantes decidan sobre el futuro del Congreso; es
decir, sobre la elección de diputados y senadores, y considerando la propia decisión del Poder Ejecutivo, del balance entre ellos y de la manera en que debe darse
mayor certidumbre a la integración del poder.”37
35
Gaceta Parlamentaria de la Cámara de Diputados, de 23 de agosto de 2002. Se puede consultar en: http://gaceta.diputados.gob.mx/Gaceta/58/2002/ago/20020823.html.
36
http://www.presidencia.gob.mx/prensa/?contenido=51465. Consultado el 4 de abril de
2010.
37
http://www.presidencia.gob.mx/buscador/?contenido=51464. Consultado el 4 de abril de
2010.
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
243
El Senado federal rechazó el proyecto en julio de 2007. Por tanto, las elecciones presidenciales de julio de 2012 repiten las mismas circunstancias que
las de los últimos años: tres candidaturas con posibilidades de ganar y una
mayoría menguada para el vencedor, que fue Enrique Peña Nieto (PRI), con
un 38,2%. Hasta ahora, cada vez que se ha producido una conmoción (presunto fraude en las elecciones de 1988; derrota del PRI en las de 2000; y rechazo por López Obrador de los resultados en las de 2006) las instituciones y
las personalidades mexicanas se han comportado de una manera responsable.
Por ejemplo, Cárdenas no llamó a la rebelión en 1988, y todo el aparato del
Estado, así como el PRI, reconocieron la victoria de Calderón en 2006. Sin
embargo, en algún momento este método de aplazar los problemas puede
fallar y aumentar la grave crisis constitucional que ya vive México.
Los riesgos que para un sistema presidencialista cuya legislación electoral
gira en torno a la elección de la primera mayoría tiene la consolidación de los
«tres tercios» se realizaron en Chile entre 1960 y 1973 y en la República Dominicana en los años 90 del siglo XX y la primera década del siglo XXI. En ambos
casos, en un sistema político pensado para dos partidos principales irrumpió un
tercer partido, lo que causó una larga inestabilidad en la que los presidentes gobernaban con el parlamento en contra. En el caso de Chile, la situación condujo
a un golpe de Estado militar que instauró una larga dictadura militar, y en el de
la República Dominicana la comunidad internacional impuso reformas constitucionales y electorales que se asentaron debido a la desaparición de uno de los
partidos38. No se puede descartar que la degradación del sistema de partidos en
México conduzca a un colapso del Estado como los padecidos en décadas anteriores por la República Dominicana y Chile39.
V.
LA DISPUTA DOCTRINAL
Pese a la difusión de la segunda vuelta, los constitucionalistas siguen discutiendo sus convenientes o inconvenientes.
El catedrático Jorge Carpizo enumera como sus principales ventajas:
a)
Se refuerza la legitimidad democrática del presidente así electo, a si, por el
contrario, llega al cargo, por ejemplo, con el 20, 25 o 30% de la votación.
b) El presidente comienza su periodo con mayor representatividad y
fuerza política, lo que puede aprovechar para impulsar su programa
de gobierno.
38
Duarte, Isis y Espinal, Rosario: «Reformas políticas en América Latina: República Dominicana», Zovatto, Daniel y Orozco, Jesús (editores): Reforma política y electoral en América Latina
1978-2008, UNAM, México, 2008, p. 866-867.
39
Sobre este último caso, ver Fernández Barbadillo, Pedro: «La crisis chilena de 1973: las
consecuencias de una presidencia sin mayoría popular ni parlamentaria», Cuadernos Constitucionales de
la Cátedra Fadrique Furió Ceriol, n.º 69/70, Universidad de Valencia, Valencia, 2012.
244
Pedro María Fernández Barbadillo
c)
El electorado tiene nueva oportunidad de meditar y escoger entre los
dos candidatos más populares, y más claridad respecto a las posibilidades reales del voto40.
A ellas podemos unir, por nuestra parte, otras como son:
1. Hace más inclusivo el sistema electoral, fomentando la participación
del electorado (constatable en el caso de Colombia).
2. Reestructura el sistema de partidos, pasando definitivamente de partidos de notables a partidos de masas profesionalizados.
3. Elimina las posibilidades de manipulación y corrupción electoral en
las elecciones realizadas en única vuelta por o en el parlamento.
Las desventajas que cita Carpizo en el mismo trabajo son:
a)
El presidente así electo puede considerar que posee una fuerza política,
de la cual carece, si su partido no cuenta con mayoría en el Congreso,
y encontrarse menos inclinado a la negociación política basado en una
fuerza política que puede resultar una ficción.
b) Auspicia la creación de partidos oportunistas y chantajistas, cuya única posibilidad consiste en negociar o vender su fuerza política en la
segunda vuelta, sin la cual sería difícil que existieran.
c) Fomenta y auspicia el presidencialismo plebiscitario, fortaleciéndose
el ejercicio personal del poder.
d) La gobernabilidad en un régimen presidencial se dificulta si existe un
sistema exacerbado de partidos y la segunda vuelta propicia el multipartidismo.
El jurista peruano Domingo García Belaúnde afirma que la primera vez
que se aplicó el mecanismo de la segunda vuelta en Perú, en las elecciones de
1990, se produjo la falta de una mayoría parlamentaria con la que contase el
presidente.
“Y aquí fue donde por primera vez asomó el peligro latente que encerraba
el sistema electoral de cifra repartidora (D´Hondt) mezclado con el balotaje, y
que dio como resultado que a) el presidente de la República alcanzara el poder
mediante el 57% de la votación en segunda elección, pero b) el congreso elegido
en la primera vuelta reflejaba los porcentajes de ésta, y en consecuencia Fujimori
y sus partidarios tenían representación parlamentaria equivalente al 22% (por
la pérdida de los restos propios del sistema). Es decir, Fujimori había alcanzado
40
Carpizo, Jorge: «En búsqueda del ADN y las influencias en algunos sistemas presidenciales y
parlamentarios», Revista de Derecho Político, n.º 75-76, mayo-diciembre 2009, UNED, Madrid, pp.
352-353.
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
245
la presidencia pero había perdido el control del congreso, que en principio podía
serle hostil y bloquear sus iniciativas. Esto presagiaba que algo iba a ir mal, y
así fue.” 41
En abril de 1992, el presidente Alberto Fujimori dio un golpe de Estado
y clausuró el Congreso. Una vez regresada la democracia a Perú, se han desarrollado dos mandatos presidenciales completos: Alejandro Toledo en 20012006 y Alan García en 2006-2011. Sus partidos, Perú Posible y APRA, tuvieron respectivamente 47 y 36 diputados, en una cámara de 120 escaños. Pese
a que contaban con un tercio escaso, ambos presidentes trabaron alianzas (y
compraron diputados) que les permitieron gobernar y concluir sus mandatos
sin que estallase crisis de la magnitud de la producida en 1992. El actual presidente, Ollanta Humala, elegido en 2011, se enfrenta a la misma situación:
su coalición Gana Perú dispone de 47 diputados en un Congreso de 130, pero
en agosto de 2011 el Gobierno del primer ministro Salomón Lerner, designado por Humala, recibió la confianza del legislativo con 90 votos; su segundo
primer ministro, nombrado en diciembre de 2011, Óscar Valdés Dancuart,
obtuvo 71 votos.
El argentino Jorge Reinaldo Vanossi se preguntaba en 2000 qué ocurriría
con un presidente minoritario en las urnas y el legislativo:
“¿Qué puede llegar a pasar si se da la hipótesis de que en algún momento se
elija un presidente minoritario? Cosa que, por el juego de los artículos 97 y 98,
puede ocurrir. Lo que no podría ocurrir por la Constitución histórica, porque
bueno es recordarlo, aún teniendo un sistema de elección indirecta, siempre conducía a un presidente mayoritario. Podía no ser mayoritario en los votos populares, pero tenía que tener mayoría absoluta de electores; y si no tenía mayoría
absoluta de electores, pues entonces en el momento de la Asamblea Legislativa,
donde se practicaba el escrutinio, allí se hacía la elección con una mayoría sensiblemente agravada. Aún Illia, al cual siempre se le recuerda y reprocha el 22%
de los votos populares, fue un presidente mayoritario, en el sentido que tuvo la
mitad más uno en cuanto al voto de los electores, porque los demás partidos (los
conservadores, los demócratas cristianos y los provinciales, más una fracción del
socialismo) le cedieron sus electores. Pero ahora podemos tener un presidente de
elección directa, aunque minoritario, es decir con el 40% de los votos. ¿Cómo va
a funcionar esto con la moción de censura y sin la posibilidad de disolución de
las Cámaras?”42
41
García Belaúnde, Domingo: «El presidencialismo atenuado y su funcionamiento (con referencia al sistema constitucional peruano)», en Ellis, Andrew, Orozco, Jesús y Zovatto, Daniel
(coords.): Cómo hacer que funciones el sistema presidencial, UNAM/IDEA, México, 2009, pp. 129130.
42
Vanossi, Jorge Reinaldo: «¿Régimen mixto o sistema híbrido? El nuevo presidencialismo argentino», en Valadés, Diego y Serna de la Garza, Ricardo (coord): El Gobierno en América
Latina: ¿presidencialismo o parlamentarismo?, UNAM, México, 2000, p. 76.
246
Pedro María Fernández Barbadillo
Esa hipótesis se realizó en 2003, cuando Kirchner accedió a la presidencia
por la renuncia de Menem a disputar la segunda vuelta, y al final de su mandato, la senadora Cristina Fernández, su mujer, candidata de la misma agrupación, el Frente por la Victoria, aumentó en más de veinte puntos la votación
que él había obtenido.
El politólogo mexicano Fernando Barrientos analizó las consecuencias
para varios Estados iberoamericanos de la segunda vuelta como Ecuador, Perú
y Argentina, y concluye su posición contraria a la segunda vuelta (SVE) por
las siguientes razones:
“1) En relación a las campañas políticas, la SVE radicaliza las posiciones políticas y crea las condiciones para exacerbar las propuestas durante las campañas
electorales. Los casos de Perú y Ecuador en las últimas dos elecciones, y Argentina
en el 2003 son el ejemplo. (…)
2) Respecto a la relación legitimidad de origen-gobernabilidad, los casos reseñados muestran que la legitimidad de origen, derivada de las elecciones
con SVE asume una desproporción artificial, y no asegura directamente la
gobernabilidad, pues esta depende de la conjunción de otros factores. (…)
Se afirma también que su diseño favorece los personalismos sobre las instituciones. En Perú y Ecuador la SVE se convirtió en el factor que llevó al poder
a políticos sin escrúpulos, que se beneficiaron del descontento popular, y a la
larga mostraron un despego a las instituciones y un desempeño autoritario que
acabó por derrumbarse no sin antes dejar a ambos países sumido en una crisis
política y social grave.
3) La SVE tiende a producir gobiernos divididos, dado que los resultados en
segunda vuelta no favorecen al partido del candidato ganador en las elecciones
parlamentarias. La inmovilidad aparece cuando el Presidente no tiene la suficiente mayoría en el Congreso que le asegure un margen de negociación, por lo
que pueden presentarse relaciones tensas en la que ni el Gobierno ni el Congreso
se pongan de acuerdo. Un ejemplo que es recurrente al respecto es el caso de Brasil.
En 1989 Fernando Collor de Mello ganó la Presidencia en SVE, pero su partido
en las elecciones parlamentarias ganó solo 3 de los de los 75 escaños del Senado
y 40 de los 503 escaños en la Cámara de Diputados. Esta situación se repitió en
las elecciones del 2002 con Luis Ignacio Da Silva quien gana con casi el 60% de
votos en la Segunda Vuelta pero su partido solo obtiene 10 escaños en el Senado,
y apenas 83 en la Cámara de Diputados.
Por último, una respuesta tentativa respecto al porqué la SVE fragmenta
del sistema de partidos radica al menos en la interrelación de tres factores: 1)
En la simultaneidad de las elecciones legislativas con la primera vuelta electoral
presidencial; 2) En la atención y arrastre que adquiere la elección presidencial
respecto a las legislativas incluso en los países donde la simultaneidad es reducida, y principalmente; 3) En el comportamiento estratégico de los electores, que
tienden a emitir votos diferenciados.
En la primera vuelta el electorado regularmente vota por el partido de su
preferencia como su primera opción en ambas elecciones, incluso si está consciente
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
247
de que tiene pocas posibilidades de definir la elección presidencial, pero su voto
si incide en la acumulación de votos necesarios para mantener al partido en la
contienda por la asignación de escaños. En esta primera etapa es donde se crean
las condiciones que fragmentan el sistema de partidos. Mientras que la SVE al
circunscribirse a la elección presidencial, el electorado tiene la oportunidad de
corregir su preferencia y votar por uno de los dos grandes competidores.
En dicha elección puede votar de tres formas: 1) por quien considera que será
un buen gobernante; 2) En contra de quien no quiere que lo gobierne, ó; 3) Por el
candidato menos malo. La última opción obviamente será abstenerse. Esta situación
no se presenta en elecciones de mayoría simple donde el voto fragmentado es reducido, porque en ellas el electorado sabe que su voto incidirá en la definición de las
elecciones y por lo tanto votará por los grandes competidores los cuales no siempre son
su primera opción.
Obviamente existen más escenarios en la interrelación de los tres factores, pero
éste es el más común. Tal situación ha permitido que los partidos que quedan
en tercer o cuarto lugar se presenten como fuerzas dirimentes de la contienda.
Pero en realidad se han convertido en chantajistas, pues su poder de negociación
radica en que pueden coadyuvar en inclinar la balanza a favor de un candidato
y afectar al otro. La fragmentación del sistema de partidos tiende a producir
gobiernos divididos.”43
Al análisis del profesor Barrientos se le puede replicar diciendo que no ha
tenido en cuenta la aplicación de la segunda vuelta en otros países americanos
como Chile, Colombia, Brasil y Uruguay, quizás debido a la fecha de redacción de su ensayo (2003), donde, al igual que Costa Rica, a la que cita, el
sistema político ha mantenido su estabilidad y ha permitido la alternancia de
partidos sin conmociones de magnitud similar a las que describe para Ecuador, Perú y Argentina.
El profesor argentino Gabriel Negretto destaca entre las ventajas de la segunda vuelta su carácter inclusivo, ya que permite una pluralidad de candidatos en
la primera, amén de resultados inesperados44, y, por tanto, los ciudadanos se
sienten más representados en las elecciones:
“A pesar de la variación y contrastes entre países, otra tendencia de las
reformas constitucionales de los últimos 30 años es la opción de los constituyentes a favor de reglas electorales que en vez de forzar la concentración del
voto en las candidaturas de uno o dos partidos facilitan una competencia
electoral multipartidista.
43
Barrientos del Monte, Fernando: «La segunda vuelta electoral. Un acercamiento a la
experiencia latinoamericana», Reforma Política, México, 2003. Ver en
http://www.ciudadpolitica.com/modules/news/article.php?storyid=248.
44
En las elecciones peruanas en 2001, 2006 y 2011 algunos de los candidatos con más fondos
y mejores perspectivas en las encuestas perdieron ante outsiders.
248
Pedro María Fernández Barbadillo
(…) La mayoría relativa para elegir presidente, donde obtiene la presidencia el candidato que más votos obtenga, es la fórmula más restrictiva sobre la
competencia electoral pues concentra el voto popular en uno o dos candidatos
principales. La mayoría absoluta, al requerir que un candidato obtenga más del
50 por ciento de los votos para ganar la elección, establece un umbral difícil de
alcanzar y por tanto favorece la aparición de candidatos de pequeños partidos
que pugnan por pasar a una segunda vuelta, o bien negociar sus votos a favor
de uno de los dos contendientes principales. La mayoría relativa calificada exige
umbrales menores al 50 por ciento de los votos para ganar, usualmente entre el
30 y el 45 por ciento. Si bien es una regla más restrictiva que la mayoría absoluta, provee más incentivos que la mayoría relativa para la competencia entre
múltiples candidatos.”45
El profesor Rafael Martínez46, el principal experto español en la doble vuelta, enumera las siguientes consecuencias del uso de este mecanismo:
1) Se refuerza la legitimidad de los electos.
2) Desarrolla una tendencia bipolar. La segunda vuelta culmina el molde
bipolar que se inicia con los pactos; posibilita una cierta fragmentación de fuerzas e la primera vuelta y genera la configuración de amplias coaliciones que dominan la segunda. Igualmente, las mayorías
parlamentarias suelen corresponder más a uno de los bloques que a
un único partido.
3) Premia el pragmatismo y la moderación, penalizando la ideologización y los extremismos. La fase de acuerdos y pactos entre partidos
políticos en la fase interelectiva induce a la moderación política antes,
durante y después de la elección. A diferencia de los demás sistemas
mayoritarios, permite la subsistencia de los pequeños partidos.
4) El efecto reductivo sobre el número de partidos es variable y, además,
difícilmente cuantificable por el hecho de que la diferencia entre los
partidos que participan en la primera vuelta, en la segunda y los que
llegan al parlamento es considerable.
A pesar de las disputas doctrinales, la segunda vuelta está asentada en los
sistemas constitucionales de Iberoamérica y aceptada por los políticos y los
ciudadanos.
Los países que en los diez últimos años han atravesado crisis políticas más
profundas relacionadas con la presidencia son Honduras (destitución del
45
Negretto, Gabriel L.: «Paradojas de la reforma constitucional en América Latina», Journal
of Democracy en Español, vol. 1, julio de 2009, International Forum for Democratic Studies y Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, p. 43.
46
Martínez, Rafael: «Efectos de la fórmula electoral mayoritaria de doble vuelta», Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n.º 82, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, 1998,
pp. 185-189.
La segunda vuelta electoral en los sistemas presidenciales iberoamericanos
249
presidente Zelaya en 2009), Venezuela (construcción de un régimen autoritario desde 1999), México (rechazo de los resultados electorales por un candidato y «narcoguerra» desde 2006), Nicaragua (autorización de la reelección
presidencial por la Corte Suprema), Ecuador y Bolivia (procesos constituyentes para «refundar el país») y Paraguay (destitución del presidente Lugo por
el Congreso en 2012). De éstos, los tres primeros más Paraguay funcionan
con un sistema electoral de primera mayoría en una única vuelta; Nicaragua
emplea un sistema de doble vuelta con mayoría especial en primera tan baja
que lo convierte en sistema de vuelta única; Bolivia ha pasado a emplear la
doble vuelta con la Constitución de 2009; y el único que usa la doble vuelta
desde hace décadas es Ecuador. Junto a los países citados, las crisis políticas en
estos años de Perú y Argentina, Estados con doble vuelta, son de importancia
mínima. Por tanto, se puede deducir como regla general que en la actualidad
la vuelta única está asociada a sistemas constitucionales con tensiones.
VI. CONCLUSIONES
La segunda vuelta electoral se generaliza en Iberoamérica a partir de 1978,
después de la caída de los regímenes de facto para que el presidente disponga
de una amplia votación popular y como vacuna ante golpes de Estado y rebeliones. Varios países han añadido una peculiaridad copiada de Costa Rica
(1949): una mayoría especial en primera vuelta, que en ocasiones se debe
a cálculos políticos internos para beneficiar al partido con mayor capacidad
de movilización. La tendencia mayoritaria es la celebración de las elecciones
presidenciales en coincidencia con las legislativas (ya sea en renovación parcial
o completa), a fin de impedir el bloqueo del gobierno al encontrarse una presidencia y un parlamento de distintos signos.
Como en el caso de la aceptación o el rechazo de la reelección presidencial,
no existe una respuesta correcta para todos los países sobre los beneficios de la
segunda vuelta. En Brasil, Chile y Colombia, la doble vuelta ha contribuido a
la paz social; en Ecuador y Argentina, no ha sido así; el primer país que reguló
la segunda vuelta, Costa Rica lo hizo en 1949 y sólo la ha aplicado una vez, en
2002. Al final, la institucionalidad depende de varios factores, tanto jurídicos
como sociales, y no exclusivamente de los mecanismos constitucionales.
Esther de Alba Bastarrechea★
Las uniones temporales de empresarios:
la solidaridad como elemento esencial
Sumario: RESUMEN.—I. CONCEPTO DE UNIÓN TEMPORAL DE
EMPRESARIOS.—II. AUSENCIA DE PERSONALIDAD JURÍDICA.—III.
CAPACIDAD DE LAS UNIONES TEMPORALES DE EMPRESARIOS.—
IV. ACREDITACIÓN DE LA SOLVENCIA PARA CONTRATAR CON LA
ADMINISTRACIÓN.—V. PRESTACIÓN DE GARANTÍAS EN EL ÁMBITO
DE LA CONTRATACIÓN ADMINISTRATIVA.—VI. EL RÉGIMEN DE RESPONSABILIDAD DE LAS UNIONES TEMPORALES DE EMPRESARIOS.
RESUMEN
Las uniones temporales de empresarios son un sujeto más en el ámbito de la
contratación administrativa, sin embargo, la ausencia de personalidad jurídica de
la que adolecen influye en determinados aspectos de la contratación, obligando a
todos los integrantes de la unión temporal de empresarios a admitir la solidaridad
entre ellos como regla esencial. Ello entrañará ventajas e inconvenientes. Entre
las primeras, sin duda la más relevante es la posibilidad de que un empresario se
beneficie de la clasificación como requisito de solvencia para poder contratar que
haya obtenido otro empresario integrante de la misma unión temporal. Por el
contrario, entre los inconvenientes se encuentra la obligación de responder solidariamente todas los empresarios de la unión de los daños ocasionados por cualquiera
de ellos. Está responsabilidad solidaria ha comenzado, además, a extenderse fuera
del ámbito contractual, a través de algún pronunciamiento judicial, para incidir
en el ámbito del derecho sancionador.
PALABRAS CLAVE: Capacidad. Solvencia. Clasificación. Acumulación. Responsabilidad. Solidaridad.
★
Letrada de la Asamblea de Madrid. Letrada del Consejo Consultivo de la Comunidad de
Madrid.
252
Esther de Alba Bastarrechea
I.
CONCEPTO DE UNIÓN TEMPORAL DE EMPRESARIOS
La colaboración de empresarios, ya sean personas físicas o jurídicas, para la
consecución de intereses u objetivos comunes puede adoptar, como es conocido, múltiples formas de diferente complejidad, desde la mera adopción de
acuerdos carente de formalización alguna hasta la constitución de complejas
sociedades participadas por otras.
La unión temporal de empresarios constituye una de las fórmulas de colaboración que exigen menor estructura organizativa común y que no llega a
constituir un sujeto jurídico distinto de los que la integran.
La Ley 18/1982, de 26 de mayo, por la que se regula el régimen fiscal de las
agrupaciones y uniones temporales de empresas y sociedades de desarrollo
regional, en su artículo 7 definía a las uniones temporales de empresarios
como un “sistema de colaboración entre empresarios por tiempo cierto, determinado o indeterminado para el desarrollo o ejecución de una obra, servicio o
suministro”.
Este mismo precepto, en su apartado segundo, dispone como nota esencial
que la unión temporal de empresarios no tiene personalidad jurídica.
El artículo 8 de la Ley 18/1982 dispone que para la aplicación del régimen
tributario establecido en esta Ley deberán cumplir los siguientes requisitos:
a)
Las empresas miembros podrán ser personas físicas o jurídicas residentes en España o en el extranjero. Los rendimientos empresariales de las
personas naturales que formen parte de una unión serán determinados
en régimen de estimación directa a efectos de su gravamen en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas.
b) El objeto de las uniones temporales de empresas será desarrollar o ejecutar exclusivamente una obra, servicio o suministro concreto, dentro
o fuera de España. También podrán desarrollar o ejecutar obra y servicios complementarios y accesorios del objeto principal.
c) Las uniones temporales de empresas tendrán una duración idéntica a
la de la obra, servicio o suministro que constituya su objeto. La duración máxima no podrá exceder de veinticinco años, salvo que se trate
de contratos que comprendan la ejecución de obras y explotación de
servicios públicos, en cuyo caso, la duración máxima será de cincuenta
años.
d) Existirá un gerente único de la unión temporal, con poderes suficientes de todos y cada uno de sus miembros para ejercitar los derechos y
contraer las obligaciones correspondientes. Las actuaciones de la unión
temporal se realizarán precisamente a través del gerente, nombrado al
efecto, haciéndolo éste constar así en cuantos actos y contratos suscriba en nombre de la unión.
e) Las uniones temporales de empresas se formalizarán en escritura pública, que expresará el nombre, apellidos, razón social de los otorgantes, su nacionalidad y su domicilio; la voluntad de los otorgantes de
Las uniones temporales de empresarios: la solidaridad como elemento esencial
253
constituir la unión y los estatutos o pactos que han de regir el funcionamiento de la unión, en los que se hará constar: 1. La denominación
o razón, que será la de una, varias o todas las empresas miembros,
seguida de la expresión «unión temporal de empresas, Ley.../..., número...». 2. El objeto de la unión, expresado mediante una memoria
o programa, con determinación de las actividades y medios para su
realización. 3. La duración y la fecha en que darán comienzo las operaciones. 4. El domicilio fiscal, situado en territorio nacional, que será
el propio de la persona física o jurídica que lleve la gerencia común.
5. Las aportaciones, si existiesen, al fondo operativo común que cada
empresa comprometa en su caso, así como los modos de financiar o
sufragar las actividades comunes. 6. El nombre del gerente y su domicilio. 7. La proporción o método para determinar la participación de
las distintas empresas miembros en la distribución de los resultados o,
en su caso, en los ingresos o gastos de la unión. 8. La responsabilidad
frente a terceros por los actos y operaciones en beneficio del común,
que será en todo caso solidaria e ilimitada para sus miembros. 9. El
criterio temporal de imputación de resultados o, en su caso, ingresos
o gastos. 10. Los demás pactos lícitos y condiciones especiales que los
otorgantes consideren conveniente establecer.
Para García-Trevijano Garnica1 la regulación que se dispone en el título
III de la Ley 18/1982 no es consustancial a la existencia de la unión temporal
de empresarios, al considerar que su incumplimiento tendría alcance únicamente en el ámbito fiscal, sin que de ello pueda derivarse la inexistencia de la
unión de empresarios. Sin perjuicio de ello, este mismo autor2 considera que
la regulación contenida en la citada ley trasciende el ámbito meramente fiscal
y regula la configuración de la unión temporal de empresarios desde el punto
de vista mercantil. Para subrayar esta afirmación cita la Sentencia del Tribunal
Supremo (Sala Civil) de 28 de enero de 2002 que afirma:
“La opinión sustentada por la recurrente yerra porque se funda en una premisa falsa, cuando señala que lo preceptuado en el artículo 8 de la Ley 18/1982,
de 26 de mayo, únicamente tiene virtualidad y efectividad, exclusivamente en
cuanto al aspecto o trato fiscal o tributario de esta singular modalidad asociativa
de empresas. Tal precepto, al contrario de lo que afirma dicha recurrente, crea el
instituto de la responsabilidad solidaria de las empresas miembros de la “agrupación” o “asociación temporal” frente a terceros acreedores en el cumplimiento
obligacional, no solo circunscritos al ámbito de los deberes fiscales, sino de cualesquiera otras obligaciones dimanantes de los actos y operaciones que por constituir
1
García-Trevijano Garnica, Ernesto: “La uniones de empresarios en la contratación administrativa”. Thomson-Civitas, Cuadernos Civitas, 2004, p. 24.
2
García-Trevijano Garnica, Ernesto: ob. cit., p. 22.
254
Esther de Alba Bastarrechea
el objeto de la actividad para la cual nació esa “unión” vienen siendo realizadas
con el común denominador del beneficio conjunto de todos sus componentes”.
El artículo 59 del Real Decreto Legislativo 3/2011, de 14 de noviembre,
por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley de contratos del sector
público (TRLSP) dispone:
“1. Podrán contratar con el sector público las uniones de empresarios que se
constituyan temporalmente al efecto, sin que sea necesaria la formalización de
las mismas en escritura pública hasta que se haya efectuado la adjudicación del
contrato a su favor.
2. Los empresarios que concurran agrupados en uniones temporales quedarán
obligados solidariamente y deberán nombrar un representante o apoderado único
de la unión con poderes bastantes para ejercitar los derechos y cumplir las obligaciones que del contrato se deriven hasta la extinción del mismo, sin perjuicio de
la existencia de poderes mancomunados que puedan otorgar para cobros y pagos
de cuantía significativa.
A efectos de la licitación, los empresarios que deseen concurrir integrados en
una unión temporal deberán indicar los nombres y circunstancias de los que la
constituyan y la participación de cada uno, así como que asumen el compromiso
de constituirse formalmente en unión temporal en caso de resultar adjudicatarios
del contrato.
3. La duración de las uniones temporales de empresarios será coincidente con
la del contrato hasta su extinción.
4. Para los casos en que sea exigible la clasificación y concurran en la unión
empresarios nacionales, extranjeros que no sean nacionales de un Estado miembro de la Unión Europea y extranjeros que sean nacionales de un Estado miembro de la Unión Europea, los que pertenezcan a los dos primeros grupos deberán
acreditar su clasificación, y estos últimos su solvencia económica, financiera y
técnica o profesional”.
La regulación contenida en la legislación sobre contratación administrativa, como vemos, no define las uniones temporales de empresarios, presupone
su existencia en el tráfico jurídico3 y se limita a disponer la posibilidad de que
accedan a la contratación del sector público, los requisitos que deben cumplir
para ello y los efectos de resultar sujetos en la contratación pública.
3
Circunstancia que viene a confirmar la tesis de que la Ley 18/1982, de 26 de mayo, en
efecto, no se limita al ámbito fiscal sino que extiende su regulación al ámbito mercantil.
Las uniones temporales de empresarios: la solidaridad como elemento esencial
II.
255
AUSENCIA DE PERSONALIDAD JURÍDICA
La característica de ausencia de personalidad jurídica en las uniones temporales de empresarios ha determinado la existencia de dudas sobre dos aspectos en concreto:
— Momento de constitución o nacimiento de la unión temporal de empresarios.
— Sujeto con el que contrata la administración si la unión temporal de
empresarios resulta adjudicataria.
Respecto de la primera cuestión, se discute si la constitución tiene lugar
con la concurrencia y manifestación de voluntades de varios empresarios para
constituir una unión temporal o si, por el contrario, se produce mediante la
formalización de la unión temporal en escritura pública.
Como hemos visto, tanto el artículo 8 de la Ley 18/1982, como el artículo
59 del Real Decreto Legislativo 3/2011 requieren la formalización de la unión
temporal de empresarios en escritura pública. Ahora bien, el artículo 8 no expresa en qué momento ha de efectuarse dicha formalización, siendo más explícito
sobre este particular el artículo 59 del Real Decreto Legislativo 3/2011: no es
necesaria la formalización hasta que la unión resulte adjudicataria del contrato.
Como expresa Ivars Bañuls, esta regulación es conforme a las previsiones de
la Directiva 2004/18/CE en cuya virtud pueden concurrir a una licitación agrupaciones de operadores económicos sin que les sea exigible una forma jurídica
determinada, si bien dicha forma jurídica sí podrá ser exigida en el caso de adjudicación del contrato y para asegurar la correcta ejecución del mismo4.
De lo que no cabe duda es de que la normativa en materia de contratación
permite la actuación de las uniones temporales de empresarios antes de la adjudicación y, por lo tanto, antes de la obligación de formalizar la escritura. Además, anuda efectos jurídicos a la condición de unión temporal de empresarios:
— Legitimación para recurrir la licitación.
— Prohibición de formular otras ofertas, ya sea individualmente o como
integrante de otra unión, cuando ya se ha formulado una oferta como
miembro de una unión temporal de empresarios.
En definitiva, la ausencia de formalización en escritura pública no impide la
existencia de consecuencias jurídicas para los integrantes de la unión temporal de
empresas, razón por la que, en mi opinión, su existencia es previa a la formalización en escritura pública.
4
Catalá Martí, José Vicente (coord.): “La contratación de las Administraciones públicas
ajustada a la Ley de contratos del sector público”. Thomson-Civitas, 2008, Capítulo VI, El contratista, p. 98.
256
Esther de Alba Bastarrechea
Respecto de la duda acerca de con qué sujeto contrata la Administración
en caso de resultar adjudicataria una unión temporal de trabajadores, García
Trevijano5 opina que la Administración está contratando conjuntamente con
todos los partícipes de la unión temporal de empresarios.
III. CAPACIDAD DE LAS UNIONES TEMPORALES
DE EMPRESARIOS
El artículo 57.1 del Real Decreto 3/2011 preceptúa que “Las personas jurídicas solo podrán ser adjudicatarias de contratos cuyas prestaciones estén comprendidas dentro de los fines, objeto o ámbito de actividad que, a tenor de sus estatutos
o reglas fundacionales les sean propios”.
Como ha quedado expuesto supra las uniones temporales de empresarios
no son personas jurídicas, de lo cual, obviamente, no puede inferirse que no
puedan ser adjudicatarias de contratos públicos. Así, el artículo 59.1 TRLCAP
expresa: “Podrán contratar con el sector público las uniones de empresarios que
se constituyan temporalmente al efecto, sin que sea necesaria la formalización de
las mismas en escritura pública hasta que se haya efectuado la adjudicación del
contrato a su favor”.
En este sentido, ya el informe de la Junta Consultiva de Contratación Administrativa 7/2005 expresaba:
“El Real Decreto legislativo 1564/1989, de 22 de diciembre, por el que se
aprueba el Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas (LSA) y la Ley
2/1995, de 23 de marzo, de Sociedades de Responsabilidad Limitada (LSRL)
vinculan la capacidad de obrar con el objeto social de las empresas. En particular, el artículo 7 de la LSA vincula la personalidad jurídica de la empresa a su
inscripción en el Registro Mercantil. Esta inscripción se materializa mediante la
presentación de la escritura. Sobre esta cuestión, en el Informe 46/1999, de 21 de
diciembre, la Junta Consultiva del Estado argumenta también la necesidad de exigencia de los requisitos de capacidad y solvencia a todas las empresas que integran
la U.T.E., sobre la base de inexistencia de un precepto legal que las dispense de
constitución de sociedad, documento este que tiene que contener, entre otros extremos, los estatutos sociales donde se indique de manera descriptiva —con indicación
de actividades— el objeto social de la empresa (art. 9 de la LSA). La misma LSA
vincula la capacidad de obrar de las sociedades a su objeto social en otros preceptos,
por ejemplo, al regular los eventuales efectos jurídicos de las eventuales obligaciones
contraídas ante terceras personas con ocasión de actos no comprendidos en el objeto
social (art. 129.2.2). En el caso de las sociedades de responsabilidad limitada
también se requiere la inscripción de la sociedad para que adquiera personalidad
5
Gacía Trevijano, Ernesto: ob. cit., p. 30.
Las uniones temporales de empresarios: la solidaridad como elemento esencial
257
jurídica y el sistema de materialización de esta inscripción es análogo al de las
sociedades anónimas (arts. 11 y 13 LSRL).También esta Ley vincula la capacidad de obrar de las sociedades de responsabilidad limitada a su objeto social (en
este sentido, el art. 63 LSRL). En el mismo sentido, los artículos 117 y 118 del
Reglamento del Registro Mercantil, aprobado por Real Decreto 1784/1996, de
19 de julio (RRM) establecen que el objeto social se hará constar en los estatutos
con la determinación de las actividades que lo integran. Ciertamente el principio
de vinculación del objeto social y la capacidad de obrar de las personas jurídicas
que se deduce de los preceptos citados anteriormente no es compartido por un
sector doctrinal de procedencia germánica, el cual entiende que el objeto social no
limita ni vincula la capacidad de las personas en el derecho español. Ahora bien,
esta posición doctrinal relaciona la cuestión en el ámbito de la representación,
justamente sobre la base del citado artículo 192.2 LSA, el cual, no podría ser tenido en cuenta en relación a un procedimiento de contratación pública donde la
Administración tiene la obligación de comprobar las condiciones de capacidad de
las empresas licitadoras y, en especial, de aquella o aquellas que resulten adjudicatarias. Hay que tener en cuenta, también, que el artículo 10 del RGLCAP, en
relación a la acreditación de la capacidad por parte de las empresas extranjeras,
también la vincula a las actividades que conforman habitualmente el objeto de
la empresa y el objeto del contrato. Asimismo, el artículo 47.2.a) RGLCAP exige,
para proceder a la clasificación de las empresas, que su objeto social comprenda
las actividades incluidas en los subgrupos en que solicitan la clasificación. Dicho
en otras palabras, se exige para el otorgamiento de la clasificación la vinculación
entre el objeto social y el objeto de los contratos a que se quiere tener acceso. Llegados a este punto, podemos afirmar que la condición de que el objeto social de
las empresas licitadoras debe tener relación con el objeto contractual.”
A tenor de lo expuesto, advertimos, por un lado, una vinculación de la capacidad de obrar al objeto social de las empresas y, por otro, que para considerar que
una unión temporal de empresarios tiene capacidad para contratar con la Administración se requiere que cada uno de los empresarios tenga, a su vez, capacidad
de obrar, la cual, en el ámbito de las personas jurídicas, se vincula al objeto social
de las mismas, expresado en su escritura de constitución o en sus estatutos.
En definitiva, “cada uno de los empresarios que concurren en unión deben
acreditar su capacidad de obrar y, en concreto, que su finalidad o actividad tenga
relación directa con el objeto del contrato”, exigido según el Informe de la Junta
Consultiva de Contratación Administrativa 8/1998, de 11 de junio.
IV. ACREDITACIÓN DE LA SOLVENCIA PARA CONTRATAR
CON LA ADMINISTRACIÓN
Para la contratación pública se exige también la debida acreditación ante la
Administración de la solvencia económica, financiera, técnica o profesional o,
en su caso, la clasificación.
258
Esther de Alba Bastarrechea
El artículo 62 TRLCSP dispone:
“1. Para celebrar contratos con el sector público los empresarios deberán acreditar estar en posesión de las condiciones mínimas de solvencia económica y financiera y profesional o técnica que se determinen por el órgano de contratación.
Este requisito será sustituido por el de la clasificación, cuando esta sea exigible
conforme a lo dispuesto en esta Ley.
2. Los requisitos mínimos de solvencia que deba reunir el empresario y la
documentación requerida para acreditar los mismos se indicarán en el anuncio
de licitación y se especificarán en el pliego del contrato, debiendo estar vinculados
a su objeto y ser proporcionales al mismo”.
Los criterios de acreditación de solvencia, por tanto, han de constar en el
anuncio de licitación y en el pliego, además de estar vinculados al objeto del
contrato.
En este sentido, la Sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea
de 12 de diciembre de 2002 en el asunto C-470/90 Universale-BAU AG contra Entsorgungsbetriebe Simmering GMBH expresaba:
“97. Asimismo, para todos los tipos de procedimiento, cuando se adjudique
el contrato a la oferta económicamente más ventajosa, el artículo 30, apartado
2, de la Directiva 93/37, que es aplicable tanto al procedimiento abierto como a
los procedimientos restringido y negociado, impone a la entidad adjudicadora la
obligación de mencionar en el pliego de cláusulas administrativas particulares o
en el anuncio de licitación todos los criterios de adjudicación que pretenda utilizar, si fuera posible por orden decreciente de la importancia que les sea atribuida.
Se desprende, pues, de dicho artículo, que cuando la entidad adjudicadora ha
procedido a clasificar por orden de importancia los criterios de adjudicación que
pretende utilizar, no puede limitarse a mencionarlos sin más en el pliego de cláusulas administrativas particulares o en el anuncio de la licitación, sino que debe
comunicar, además, a los licitadores la clasificación que haya efectuado.
98. En efecto, como ha destacado el Tribunal de Justicia en relación con la
disposición del artículo 27, apartado 2, de la Directiva 90/531/CEE del Consejo, de 17 de septiembre de 1990, relativa a los procedimientos de formalización de
contratos en los sectores del agua, de la energía, de los transportes y de las telecomunicaciones (DO L 297, p. 1), cuyo tenor es sustancialmente idéntico al del artículo
30, apartado 2, de la Directiva 93/37, la obligación que se impone de este modo a
las entidades adjudicadoras tiene por objeto, precisamente, hacer que los posibles licitadores conozcan antes de preparar sus ofertas los criterios de adjudicación a los que
éstas deben responder así como su importancia relativa, garantizando de esta forma
el respeto de los principios de igualdad de trato de los licitadores y de transparencia
(véase la sentencia Comisión/Bélgica, antes citada, apartados 88 y 89).
99. Por lo tanto, la interpretación según la cual, cuando, en el marco de
un procedimiento restringido, la entidad adjudicadora ha fijado ya antes de la
publicación del anuncio de licitación las reglas de ponderación de los criterios de
Las uniones temporales de empresarios: la solidaridad como elemento esencial
259
selección que pretende utilizar, está obligada a ponerlos previamente en conocimiento de los candidatos, es la única conforme al objetivo de la Directiva 93/37,
tal y como ha sido precisado en los apartados 89 a 92 de la presente sentencia,
por ser la única que permite garantizar un nivel adecuado de transparencia y,
por tanto, el respeto del principio de igualdad de trato en los procedimientos de
adjudicación de contratos públicos a los que se aplica dicha directiva”.
El artículo 24.1 del Real Decreto 1098/2001, de 12 de octubre, establece
que “en las uniones temporales de empresarios cada uno de los que la componen
deberá acreditar su capacidad y solvencia conforme a los artículos 15 a 19 de la
Ley y 9 a 16 de este Reglamento, acumulándose a efectos de la determinación de la
solvencia de la unión temporal las características acreditadas para cada uno de los
integrantes de la misma, sin perjuicio de lo que para la clasificación se establece en
el artículo 52 de este Reglamento”.
Así lo expresa de forma indubitada el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en su Sentencia 816/2011, de 1 de diciembre (Recurso de apelación
n.º 613/2009) cuando expresa: “Aun cuando es cierto que la jurisprudencia ha
admitido que las uniones temporales de empresas previstas en el artículo 24 de la
Ley de Contratos de las Administraciones Públicas sean clasificadas mediante la
acumulación de las características de cada uno de sus asociados, esta doctrina no
puede extenderse de forma automática, como pretende la actora, a la figura de las
agrupaciones de interés económico”.
Nos encontramos ante la regla de la acumulación, que no es sino un reflejo
de la regla de la solidaridad, vigente en otros aspectos de la contratación administrativa para las uniones temporales de empresarios, como la prestación
de garantías o la responsabilidad.
En definitiva, la solvencia de las uniones temporales de empresarios se entiende acreditada con que solo uno de los empresarios integrantes de la unión reúna
el requisito de solvencia exigido en los pliegos y en la legislación en función del
tipo de contrato público de que se trate. En este sentido se ha pronunciado el
Tribunal Supremo en Sentencia de 11 de mayo de 2005 (recurso 4805/2002).
En sentido divergente, se pronuncia un sector doctrinal6, con apoyo en el
artículo 52 del RGLCAP, conforme al cual se exigiría:
— Que todas las empresas que integren la unión temporal de empresarios
hayan obtenido clasificación.
— Que cuando se exija un determinado subgrupo de clasificación entonces bastará con que esté subclasificada solo una de ellas.
— Cuando se exijan varios subgrupos, la unión temporal de empresarios
alcanzaría la solvencia en función de las máximas categorías ostentadas
por cada uno de sus integrantes.
6
Catalá Martí, José Vicente (coord.): ob. cit., pp. 110 a 112.
260
Esther de Alba Bastarrechea
— En caso de exigirse varias clasificaciones en los mismos grupos y
subgrupos se atendería al valor medio obtenido de la suma entre el
valor del límite inferior más el valor del límite superior dividido entre
dos.
— En caso de que la participación de alguno de los integrantes de la
unión resultase inferior al veinte por ciento al valora medio descrito
anteriormente habría que aplicarle el correspondiente coeficiente reductor.
En caso de que solo un empresario de la unión reuniese la clasificación exigida y de forma sobrevenida perdiera su solvencia ello determinaría, a su vez, la
pérdida de solvencia de toda la unión, circunstancia entendemos que devendría
en incapacidad para contratar si tiene lugar antes de la adjudicación y en causa de
resolución del contrato si acaece con posterioridad a la adjudicación.
V.
PRESTACIÓN DE GARANTÍAS EN EL ÁMBITO
DE LA CONTRATACIÓN ADMINISTRATIVA
Con la desaparición de la obligación de prestar la garantía provisional esta
cuestión ha perdido buena parte de su relevancia desde el punto de vista práctico, ya que, una vez producida la adjudicación la unión temporal de empresarios ha de formalizarse en escritura pública y prestar la garantía definitiva,
siendo ya la propia unión en su conjunto el sujeto que la presta en su condición de adjudicatario.
Mientras se mantuvo la obligación de prestar garantía provisional, la Junta
Consultiva de Contratación Administrativa en su Informe 66/1999, de 11 de
abril ya indicaba que la garantía provisional se extendía a toda la unión temporal de empresarios, resultando indiferente para la Administración cuál de
sus integrantes la prestase realmente o el reparto de cargas que en este sentido
se produjese en el seno de la unión.
Ello no obstante, la Junta Consultiva de Contratación Administrativa de
la Comunidad de Madrid, en su Recomendación 3/1999, de 13 de octubre
planteaba la conveniencia de aplicar un porcentaje (dos por ciento) a todas las
empresas de la unión. García Trevijano7 ha considerado esta recomendación
sin fundamento por entender que, una vez prestada la garantía y mientras esta
sea ejecutable, la Administración está suficientemente cubierta respecto del
riesgo de no llegar a formalizar el contrato, que es lo que la garantía provisional aseguraba.
En definitiva, ciñéndonos al ámbito de la garantía provisional primaba
también la regla de la solidaridad: la garantía prestada por uno solo de los
7
García-Trevijano, Ernesto: ob. cit.
Las uniones temporales de empresarios: la solidaridad como elemento esencial
261
partícipes de la unión temporal de empresarios bastaba para que la Administración quedase suficientemente asegurada.
VI. EL RÉGIMEN DE RESPONSABILIDAD DE LAS UNIONES
TEMPORALES DE EMPRESARIOS
Para terminar, nos centraremos en la cuestión de la responsabilidad del
contratista cuando este es una unión temporal de empresarios, aspecto en el
que, como veremos, se aplica de nuevo la regla de la solidaridad.
Así se pone de relieve en la Sentencia del Tribunal Supremo de 21 de diciembre de 2012 (recurso 6586/2010) en la que se aborda de forma indubitada el régimen de responsabilidad frente a la Administración de los empresarios
que integran la unión y en este sentido expresa:
“Frente a la Administración las empresas integrantes de la U.T.E. responden
en perfecto régimen de solidaridad con independencia de cuál sea su régimen
participativo interno en la formación de esa unión temporal, que necesariamente
habrá de haberse plasmado en la escritura pública de constitución. Pero fuere
cual fuere esa participación, el resultado frente a la Administración contratante
es la responsabilidad solidaria de las obligaciones derivadas del contrato concertado con la Administración. El incumplimiento de las obligaciones frente a la
Administración, en el caso de que fuere imputable a una sola de las sociedades
integrantes de la U.T.E. no exime de responsabilidad a las restantes precisamente
porque la ley ha configurado un régimen de responsabilidad de naturaleza solidaria”.
En efecto, el artículo 59.2 del Real Decreto Legislativo 3/2011 explicita
que los empresarios que concurran agrupados en uniones temporales quedarán obligados solidariamente.
La Audiencia Nacional ha extendido la responsabilidad solidaria contractual al ámbito sancionador, entendiendo que en el mismo la responsabilidad
ha de ser también solidaria. Así, en la Sentencia de 24 de enero de 2013 (recurso 695/2011) ha indicado:
“La lectura de la resolución impugnada pone de manifiesto que la participación en los hechos de ALARIO se entiende probada por la CNC sobre la
base de que
1.- Su nombre consta junto con el de EXTRACO en los documentos producidos a raíz de la reunión de 16 de junio de 2009 (folio 7 y 1106).
2.- Su nombre consta en solitario en la hoja Excel hallada en la inspección
en la sede de CPA, ganadora de la licitación 4.1-BU- 29, la cual contiene el
valor de los pagarés “de PROVILSA” con vencimiento de enero de 2010. Por
otro lado, como ya se ha razonado, la participación en la licitación de la UTE
conformada por EXTRACO y ALARIO las hace a ambas responsables en la
262
Esther de Alba Bastarrechea
infracción, sin perjuicio de que la eventual sanción tenga en cuenta el porcentaje de participación en la misma.
Las uniones temporales de empresa constituyen un sistema de colaboración
entre empresarios por un tiempo cierto, determinado o indeterminado, para el
desarrollo o ejecución de una Obra, Servicio o Suministro tanto dentro como
fuera de España”.
Cita como normativa reguladora de las uniones temporales de empresarios
la Ley 18/1982 y la Ley 30/2007, para continuar:
“Resulta en consecuencia que para concurrir a una licitación la UTE no
necesita estar formalmente constituida, limitándose a asumir el compromiso de
hacerlo si resulta adjudicataria. Igualmente resulta que no tienen personalidad
jurídica, sino que las empresas que la conforman responden solidariamente.
Ahora bien, tratándose de una sanción administrativa, son de aplicación los
principios que inspiran el ordenamiento jurídico en el marco de un procedimiento administrativo sancionador. Debe por tanto establecerse la responsabilidad
de la empresa actora, acreditando la concurrencia del elemento objetivo y del
elemento subjetivo de la infracción.
El punto de partida para valorar la conducta de la actora es que se ha presentado a una licitación pública en UTE con otra empresa, siendo la baja a
formular uno de los elementos más importantes en la licitación, y habiéndose
acreditado que EXTRACO en la licitación litigiosa ( 4.1-BU-29) participó en
la conducta contraria al artículo 1 LDC ( RCL 1989, 1591 ) y apareciendo el
nombre de la recurrente junto con el de EXTRACO en los documentos producidos a raíz de la reunión de 16 de junio de 2009 (folio 7 y 1106). Si a esto se
suma que su nombre aparece en solitario en la hoja Excel hallada en la inspección en la sede de CPA, ganadora de la licitación 4.1-BU-29 la Sala considera
que la Administración ha establecido un conjunto probatorio que acredita no
solo su participación en la infracción sino la concurrencia del elemento subjetivo
de la infracción, siendo responsable al menos a titulo de negligencia.
Por su parte, la actora, no ha practicado prueba en contrario, limitándose a
formular alegaciones sobre su falta de conocimiento de la conducta de EXTRACO. El hecho de que la UTE no se formalice sino una vez resultado adjudicataria no constituye, en contra de lo que alega la recurrente, una causa de exención
de responsabilidad: la configuración legal de esta figura no exige que la empresa
que se presenta en UTE con otra a una licitación la “vigile” como alega la actora,
pero sí supone el que la oferta presentada la realicen ambas, y el que se firmase el
compromiso el mismo día en que se realizó la reunión de Burgos no exime de responsabilidad a la recurrente máxime cuando aparece nominalmente, y separada
de EXTRACO en uno de los documentos relevantes.
Por otra parte, y en contra de lo que igualmente sostiene la actora, si se ha
acreditado la existencia de un acuerdo colusorio en la licitación de PROVILSA:
en el conjunto del expediente se acreditó la conducta por medio de la documentación entregada por el denunciante, la documentación hallada en los registros
Las uniones temporales de empresarios: la solidaridad como elemento esencial
263
de sedes de empresas, consistente con la anterior, los documentos y archivos Excel
localizados en lugares diferentes y que guardan total coherencia y relación unos
con otros. A esto se suma el propio resultado de las licitaciones, las bajas ofertadas
coinciden con las que aparecen en la documentación aportada o incautada. Por
valor de 11.453,38 euros, precisamente la mitad del total que le correspondería
por aplicación de los cálculos sobre el exceso obtenido gracias al acuerdo ilícito
en relación con la baja que se pretendía ofrecer, y a tales efectos es irrelevante
el que la CNC no haya acreditado que fuese cobrado. La mera existencia del
pagaré, efectivamente, no habría acreditado la participación de la actora en el
cartel, pero junto a este, se encuentran los demás indicios que sumados, permiten
concluir su responsabilidad por la infracción litigiosa.
Conforme a la doctrina del Tribunal Constitucional, contenida en reiteradas
sentencias (174/1985, 175/1985, 229/1988), y a la jurisprudencia del Tribunal Supremo (sentencias de 18 de noviembre de 1996, 28 de enero de 1999 y 6
de marzo de 2000) puede sentarse que el derecho a la presunción de inocencia
no se opone a que la convicción judicial pueda formarse sobre la base de una
prueba indiciaria. Para que esta prueba pueda desvirtuar dicha presunción debe
satisfacer las siguientes exigencias constitucionales: los indicios han de estar plenamente probados -no puede tratarse de meras sospechas- y se debe explicitar el
razonamiento en virtud del cual, partiendo de los indicios probados, ha llegado
a la conclusión de que el imputado realizó la conducta infractora; pues, de otro
modo, ni la subsunción estaría fundada en Derecho ni habría manera de determinar si el producto deductivo es arbitrario, irracional o absurdo, es decir, si se
ha vulnerado el derecho a la presunción de inocencia al estimar que la actividad
probatoria puede entenderse de cargo”.
Entiendo que la responsabilidad solidaria de los empresarios integrantes
de la unión ha de circunscribirse a la responsabilidad contractual ya que ampliar dicha solidaridad al ámbito sancionador supone ignorar el principio de
personalidad al incurrir en la infracción, pudiendo quedar afectada también
la seguridad jurídica.
Luis F. Muñoz de Dios Sáez★
Embriones congelados y desistimiento
de uno de los miembros de la pareja
en Derecho español
Sumario: RESUMEN.—I. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN.—II. NATURALEZA DE LOS LLAMADOS “PREEMBRIONES”.—III. DEFINICIÓN
CIENTÍFICA DEL INICIO DE LA VIDA.—IV. DEFINICIÓN FILOSÓFICA
DEL INICIO DE LA VIDA.—V. LA CONCEPCIÓN TRINITARIA. VI. LA
TESIS DUALISTA.—6.1. El derecho a “no procrear”.—6.2. El derecho a “procrear”.—6.3. Fundamento de ambos “derechos”.—VII. LA LEY BRITÁNICA.—
VIII. LA LEGISLACIÓN ESPAÑOLA.—8.1. Sólo los embriones sobrantes pueden
ser congelados.—8.2. El consentimiento del otro miembro de la pareja.—8.3. La
revocabilidad del consentimiento.—8.4. Basta que un sólo miembro revoque.—8.5.
Se puede revocar sin “justa” causa.—8.6. Desistimiento del miembro que puso sus
gametos.—8.7. Desistimiento del miembro que no puso gametos.—IX. RENUNCIABILIDAD DEL DERECHO A DESISTIR.—9.1. No cabe renunciar. 9.2.—Sí
es renunciable.—9.3. Pactos anti revocación frente a ambos miembros.—9.4. Pactos
pro revocación.—X. LA EXCEPCIÓN QUE PUEDE SALVAR A LOS EMBRIONES.—10.1. ¿Es bidireccional la excepción?—XI. LA SUPUESTA INMUNIDAD
JURÍDICO-FAMILIAR.—XII. MEJOR LA CONGELACIÓN DE ÓVULOS.—
XIII. CONCLUSIÓN.
RESUMEN
La Ley española de técnicas de reproducción humana asistida no se pronuncia
específicamente sobre la cuestión del desistimiento de uno de los miembros de la
pareja que procreó y congeló embriones. Parece conceder a cada miembro el derecho a dejarlos morir, incluso en caso de que para el otro miembro constituya la
★
Notario.
266
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
única posibilidad de ser progenitor biológico. Cuenta sólo el derecho a que le sea
respetada su vida privada, aunque dicho respeto choque con este mismo derecho del
otro miembro de la pareja y ello vaya contra el derecho a la vida de los nascituros.
Ante este panorama, se alza la pregunta sobre si el derecho a desistir es renunciable
al tiempo de o antes de procrear los embriones a congelar, especialmente por medio
de pactos entre ambos miembros de la pareja.
PALABRAS CLAVE: Preembriones. Crioconservación. Desistimiento. Derecho a procrear. Derecho a no procrear. Pactos sobre el desistimiento, a favor y en
contra.
I.
PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN
¿Qué hacer (quid iuris) con los embriones crioconservados que resultan
de la fecundación in vitro, si uno de los miembros de la pareja —casada o de
hecho— se retracta, con el andar del tiempo, del consentimiento que prestó
al generarlos y congelarlos, y se niega a la pretensión del otro miembro de que
sean implantados en un útero y se prosiga con su desarrollo, el que quedó paralizado al ser congelados? El supuesto más frecuente es el de pareja heterosexual,
fecundación homóloga —en la que los gametos los aportan el varón y la mujer
de la pareja— y desistimiento del varón. Todas las sentencias de Tribunales de
justicia conocidas hasta ahora muestran al hombre intentando vetar el empeño de la mujer en la anidación de los embriones. Mas también puede ser ésta
quien retire su consentimiento y se niegue a implantárselos ella o a que sean
implantados en otra mujer, pese a la pretensión del varón en tal sentido.
En estas líneas, nos interesa conocer qué establece el Derecho español al
respecto, si es que establece algo. Y más concretamente, queremos saber si les
cabe a los miembros de la pareja renunciar a los derechos a desistir, si es que
los ostentan. Y si les cabe pactar sobre el destino de los embriones congelados
para dicho caso de desistimiento de uno de los miembros de la pareja, pactar
no tanto al tiempo de “utilizar” los embriones, cuanto que, anticipadamente,
al generarlos y en el período que va entre su generación y su “utilización”. Para
determinar la cuestión bajo el ordenamiento español, nos conviene dirigir la
mirada a la muy similar legislación británica, que se ha aplicado en el famoso
caso Evans (Natalie) vs the United Kingdom, resuelto en sentencia de 10 de
abril de 2007 de la Gran Sala del Tribunal europeo de derechos humanos, que
confirma la sentencia de 7 de marzo de 2006 del mismo Tribunal.
II.
NATURALEZA DE LOS LLAMADOS “PREEMBRIONES”
Prioritariamente hemos de saber si son un quién o un qué, si son personas
o simples cosas, y, dentro de esta segunda categoría, si son tratados como seres
vivos, asimilables, al menos, a los animales.
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
267
En Derecho español, sólo se atribuye la personalidad jurídica a los nacidos,
teniéndose por tales a los enteramente desprendidos del seno materno (art. 30
del Código Civil). Ciertamente los embriones congelados están enteramente
desprendidos del seno materno, ni siquiera han entrado en él todavía, pero
son seres preuterinos y el Código civil sólo piensa en los postuterinos —en los
nacidos—, en los que ya han salido del útero tras la gestación. Y al concebido
se le tiene por nacido para todos los efectos que le sean favorables (art. 29
del mismo Código), pero, por un lado, entre los efectos favorables para los
verdaderos concebidos sólo están los intereses de orden patrimonial, como el
derecho a ser llamado a la herencia, no así el interés superior, el derecho a la
vida. Y, por otro lado, a los embriones congelados no se les tiene ni siquiera
como concebidos.
En Derecho español, los no nacidos no son titulares ni gozan del derecho
fundamental a la vida del artículo 15 de la Constitución española, según la
doctrina del Tribunal Constitucional español, contenida principalmente en la
sentencia 53/1985, de 11 de abril sobre la primera ley de aborto, la sentencia
212/1996, de 19 de diciembre sobre la Ley 42/1988, de 28 de diciembre, de
donación y utilización de embriones y fetos humanos y la sentencia 116/1999,
de 17 de junio sobre la primera Ley de técnicas de reproducción asistida, la
Ley 35/1988, de 22 de noviembre. Tan alto Tribunal se atreve a afirmar sin
sonrojo que ello no significa que resulten privados de toda protección constitucional, dado que son bienes jurídicos que someten al Estado a una doble
obligación: 1.ª, la de abstenerse de interrumpir o de obstaculizar el proceso
natural de gestación; y 2.ª, la de establecer un sistema legal de defensa de la
vida, que incluya, como garantía última, las normas penales. Esta doctrina
constitucional reza plenamente sólo para los no nacidos cuya gestación ya ha
comenzado, pero el TC nunca ha manifestado que los no nacidos que no han
sido todavía implantados en un útero no constituyan, cuando menos, bienes
jurídicos o intereses legítimos a proteger.
Sin embargo, la civilista española Mónica Navarro Michel, en “crisis de
pareja y destino de los embriones”, Revista jurídica de Catalunya, 2008, al
hablar de cómo se enfrentan en la pareja o ex pareja el derecho a procrear
de la mujer y el derecho a no procrear del marido, implícitamente considera
a los concebidos in vitro y criopreservados no como nascituros sino como
concepturos, es decir, preseres que tienen por delante el ser concebidos, que
todavía no han sido concebidos, como si la procreación —la concepción—
no viniese dada por la fecundación sino por la anidación en un útero. En el
fondo, otorga a los preembriones la misma conceptuación que los gametos
(esperma y óvulos), son tenidos simplemente por material reproductor, cosas humanas, en definitiva, meras cosas. Ya el uso del prefijo “pre” antepuesto a “embriones” denota que no se les considera todavía como embriones,
como concebidos.
Tan es así que en el caso Evans se habla de que el ex marido pide la “destrucción” de los embriones y la vigente ley española de técnicas de reproducción
asistida 14/2006, de 26 de mayo (p. ej., art. 11.4) prefiere usar eufónicamente
268
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
la expresión “cese de su conservación”. Pero sólo las cosas se destruyen —un
reloj, v.gr.— o se cesa en su conservación —p. ej., una cosecha—. Los seres
vivos, por el contrario, no se destruyen ni se cesa en su conservación, sino que
se matan —por acción— o se les deja morir —por inacción—. Ni siquiera
merecen, pues, en la ley, los embriones la estima que se tributa a los animales. Los animalistas, en cambio, hasta humanizan a los animales y usan el
término “asesinato” cuando se les mata.
Sin embargo, la profesora titular de Derecho Civil de la Universidad Autónoma de Madrid Alma María Rodríguez Guitián entiende que la LTRA
española no trata como mero material reproductor a los preembriones,
como pone de manifiesto la regulación en su artículo 9 de la premoriencia
del marido y la fecundación asistida “post mortem”. Así, en el apartado 1,
se establece que “no podrá determinarse legalmente la filiación, ni reconocerse efecto o relación jurídica alguna entre el hijo nacido por la aplicación
de las técnicas reguladas en esta Ley y el marido fallecido cuando el material reproductor de éste no se halle en el útero de la mujer en la fecha de
la muerte del varón”. Sin embargo, en el segundo párrafo del apartado 2
se prescribe que “se presume otorgado el consentimiento a que se refiere el
párrafo anterior” —es decir, el prestado por el marido para que su mujer
sea fecundada tras la muerte del marido— “cuando el cónyuge supérstite
hubiera estado sometido a un proceso de reproducción asistida ya iniciado para la transferencia de preembriones constituidos con anterioridad
al fallecimiento del marido”. Por tanto, los preembriones procreados en
vida del marido, ya estén crioconservados o no, pueden ser transferidos a
la viuda, aunque no lo haya permitido expresamente el marido en su testamento, en su documento de instrucciones previas, en escritura pública
o en el documento ante la Clínica para la práctica de TRA. En cambio,
la viuda no podrá ser inseminada con semen -crioconservado o no— del
marido difunto si éste no lo ha consentido en cualquiera de las cuatro
posibles formas antedichas. Y no podrán sin consentimiento marital expreso —no vale el presunto— ser procreados in vitro preembriones tras
la muerte del marido con semen de éste; menos aún serle transferidos a
la viuda. Luego es evidente que la ley no trata de igual modo el semen
crioconservado que los embriones crioconservados. Ciertamente, el citado
caso del artículo 9.2.2 LTRA es el único supuesto en que la ley humaniza
—descosifica— a los preembriones.
En su recurso al TEDH, Natalie Evans invocó “el derecho de toda persona a la vida” que reconoce el artículo 2 del Convenio europeo de derechos humanos. En realidad, ella no tenía interés en salvar la vida de todos
y cada uno de sus seis (6) embriones crioconservados; lo que le interesaba
simplemente era salvar aquel o aquellos embriones que le fueran precisos para quedar embarazada y dar a luz uno o varios hijos genéticamente
suyos, sin importarle demasiado la suerte —la vida— de los demás embriones congelados. Para Natalie, el derecho a la vida de sus embriones no
es sino un argumento más y podríamos decir que accesorio del principal
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
269
consistente en la falta de respeto de su ex pareja, de la clínica y del Reino
Unido a su vida privada y familiar, como accesorio fue el tercer argumento
de sufrir la discriminación respecto de las mujeres que procrean por medios
naturales.
A diferencia de Natalie, a Marie Sue Davis, en el “leading case”, el primer caso realmente popular de embriones congelados y divorcio de los
progenitores, el caso Davis (Marie Sue) vs Davis (Junior), que, tras varias
instancias, culmina con sentencia de 1992 de la Corte Suprema de Tennessee (EEUU), sí que le importaron todos y cada uno de sus siete (7)
embriones criopreservados: pretendió salvar la vida de todos ellos por la vía
de donárselos de otras parejas o mujeres para terminar la reproducción.
A la falta de fe de Natalie Evans en el invocado derecho a la vida de sus
embriones, le corresponde el TEDH indicando que, a falta de consenso
europeo sobre la definición científica y jurídica del inicio de la vida, el
punto de partida del derecho a la vida depende del margen de apreciación
de los Estados y la legislación británica no reconoce al embrión la calidad
de sujeto de derecho autónomo ni le autoriza a prevalerse —por persona
interpuesta— del citado derecho a la vida. Así de escueta, de simplista y
de dogmáticamente relativista es la doctrina del Tribunal europeo sobre
materia tan importante como el derecho a la vida.
III. DEFINICIÓN CIENTÍFICA DEL INICIO DE LA VIDA
Sobre el estado de la ciencia en punto al inicio de la vida humana, la
mayoría de los científicos lo cifran en la singamia o fusión de los gametos
masculino y femenino, ya tenga lugar en la trompa de Falopio ya in vitro,
surgiendo el cigoto, que ya contiene la identidad genética, toda la información del genoma individual sobre cómo es ya y cómo va a ser el nuevo
individuo humano, características del nuevo ser humano que ya no variarán hasta la muerte e irán aflorando a medida que llegue su turno durante
el desarrollo.
Así lo entiende Nicolás Jouve de la Barreda, catedrático de Genética, de
la Universidad de Alcalá de Henares, que señala cómo hay pruebas científicas irrefutables desde la genética, la biología celular y la embriología en
el sentido indicado, y, sobre dicha base científica, él se atreve a afirmar que
los embriones humanos son vidas humanas nacientes, aboga por vedar su
congelación y habla de holocausto de decenas de miles de embriones en
España.
En esta misma línea, Jerome Lejeune, genetista francés (1926-1994), conocido por descubrir, entre otras cosas, el ácido fólico y cómo el síndrome
de Down se debe a la presencia de un cromosoma más, dictaminó que los
embriones congelados son seres humanos increíblemente jóvenes, dotados
del patrimonio e información necesarios y suficientes desde el momento de
la concepción. Al bajar la temperatura, se detiene el movimiento molecular,
270
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
se deja el tiempo en suspenso, se les ralentiza de un modo horrible la vida.
Habló de “concentration can” para aludir a que se les concentra en frascos;
los periodistas confundieron tales palabras con “concentration camp”, a los
que él contestó que en los campos de concentración se aceleraba de un modo
horrible la muerte y que, en ambos casos, se trata de inocentes. Todo ello lo
pronunció cuando fue citado por Marie Sue Davis como perito en la primera
instancia -en Maryville, Tennessee— del antedicho caso Davis vs Davis, cuya
sentencia les daría la razón a Marie Sue y al doctor Lejeune: los hijos se deben
confiar a quien tiene intención de mantenerlos con vida. Desgraciadamente,
el fallo sería luego revocado en apelación y ante la Corte Suprema.
Shinya Yamanaka, japonés, Premio Nobel de Medicina y Fisiología 2012,
cuenta cómo miró un embrión humano al microscopio, pensó que la diferencia entre aquel conglomerado de células y sus hijas era mínima y se dijo a sí
mismo que lo ideal sería poder devolver las células adultas a su estado pluripotencial sin destruir embriones humanos. Y descubrió, lo que le valió el galardón, cómo reprogramar aquéllas para rejuvenecerlas de modo que puedan
convertirse en cualquier tejido del cuerpo humano, como las células madre
embrionarias. A él —según dice— no le mueve una preocupación ética sino
ir hasta el fondo de la realidad.
Sin embargo, la ley española de TRA vigente ha optado por una teoría controvertida, sobre la que no hay consenso científico alguno, según la cual
hasta el día decimoquinto de la singamia no hay embrión alguno. Así define en su artículo 1.2 lo que llama preembrión, como “el embrión in vitro
constituido por el grupo de células resultantes de la división progresiva del
ovocito desde que es fecundado hasta 14 días más tarde”. Se trata de un
plazo durante el cual se permiten las actuaciones de las técnicas de reproducción asistida, de crioconservación e investigación y experimentación
reguladas por dicha ley, algunas de las cuales pueden llevar a la muerte del
cigoto. 14 es el número de la muerte impune en la legislación española: 14
los días del preembrión eliminable y 14 las semanas del embrión o feto en
el plazo general para abortar (art. 14 de la Ley orgánica 2/2010).
¿Y qué tienen de característicos los primeros 14 días del embrión para
que merezca para algunos científicos y para nuestra ley el nombre de preembrión y las actuaciones de la LTRA? No lo dice la ley. Ni siquiera hay
consenso entre los partidarios del concepto de la etapa preembrionaria:
unos señalan que durante la misma las células que forman el cigoto son
indiferenciadas y totipotenciales, es decir, capaces de diferenciarse hacia
cualquier célula especializada del organismo, pero la diferenciación celular
no empieza el día 15.º sino el 7.º, por lo que no parece que plausible esta
primera posición. Otros, en cambio, apuntan a la posibilidad de gemelación: durante los primeros 14 días, el cigoto puede dividirse formando dos
gemelos monocigóticos; pasado ese plazo ya no es posible la división.
Resulta difícil de entender que no suscite reparo ético alguno acabar
con la vida humana mientras se ignore si el grupo de células resultantes de la
fecundación son sólo uno o dos seres vivos: si son sólo uno, ya puede tenerse
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
271
por inmoral terminar con su vida, pero si puede que sean más de uno, peor
aún acabar con varias vidas humanas. Como tampoco se entiende fácilmente
el porqué de las 14 semanas de aborto como derecho. La etapa embrionaria
se sabe que empieza con la singamia y termina a los 90 días porque ya ha desarrollado el organismo y puede ser reconocido por su aspecto externo como
un bebé muy pequeñito, pasándose a denominar feto, mas repárese en que las
14 semanas del derecho al aborto suponen 98 días, luego éste mata no sólo al
embrión sino incluso al feto.
IV. DEFINICIÓN FILOSÓFICA DEL INICIO DE LA VIDA
No dejan de ser harto arbitrarios los plazos legales para acabar con la
vida humana so pretexto de que científicamente no se ha iniciado aún la
misma pese a haberse dado ya la concepción. En realidad, la cuestión sobre
el comienzo de la vida humana no pertenece tanto al campo de la ciencia
como al de la filosofía; es un asunto metajurídico o prejurídico: se trata
de saber cuándo principia la dignidad humana de la vida humana, en qué
momento empieza a ser digna del nombre “humana” la vida humana y por
ende —cuestión ésta ya jurídica— a partir de qué instante hemos de protegerla con el derecho a la vida.
Y en la filosofía es verdad que no existe un consenso: a este terreno y no
tanto al de la ciencia debió de referirse —suponemos— y debió referirse —ordenamos— el TEDH en su sentencia del caso Evans cuando habló de la falta
de consenso sobre el inicio de la vida. Así, los hay como Pablo de Lora Deltoro,
Profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, en
“¿Ser o no ser?”. El misterioso caso de los embriones “supernumerarios”, Anuario
del Derecho Civil 2003, que creen que no hay que glorificar la concepción como
momento inicial de la vida propiamente humana o, al menos, como dies a quo de
su reconocimiento como sujeto de derechos y, en particular, del derecho a la vida.
En cambio, el insigne Julián Marias sostiene cómo ponerle plazos al aborto
“equivale a ver que es bueno disparar a una persona a veinte metros, discutible
a diez metros, inadmisible a quemarropa”; si me alejo lo suficiente hasta verla
cada vez más pequeña, entonces deviene admisible lo que de cerca repugna.
En el caso de los embriones congelados, añadimos nosotros, la distancia que
se interpone al disparo es la máxima posible, siendo visible sólo mediante
microscopio la vida humana con la que se termina.
El literato Miguel Delibes, en parecida línea, decía que el aborto se piensa
actualmente como una cuestión de bulto, como la de la caza, sobre la cual los hay
que sostienen que no cabe la caza mayor pero sí la menor, cuando, a su juicio, tan
animal es el pequeño como el grande, tan mala o tan buena, éticamente hablando,
y según se opine, es la caza sea de uno u otro tipo de animal. No porque abulte el
animal ha de reputarse inmoral su caza. Él, por su parte, aprobaba toda caza —incluida la mayor, porque sólo afecta a animales, es decir, cosas— y reprobaba todo
aborto —incluido el menor, el de menor plazo, porque lo sufren personas—.
272
V.
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
LA CONCEPCIÓN TRINITARIA
La aproximación al problema del desistimiento de uno de los miembros
de la pareja cuyos embriones están crioconservándose depende, pues, enteramente de ese prius que es la naturaleza de los embriones. Los que sostenemos
la índole humana de éstos ateniéndonos al dato objetivo de que la procreación
ya ha tenido lugar —in vitro—, acogemos una concepción trinitaria, por ser
tres los intereses o bienes jurídicos en juego: los dos miembros de la pareja o
ex pareja y el embrión congelado.
En esta línea, se sitúan, entre otras, las legislaciones italiana, argentina y
húngara. En la Ley 40/2004 italiana, a partir de la fecundación, el varón no
puede revocar su consentimiento; si lo hace, no se tendrá en cuenta la revocación en atención a los derechos del embrión y no cabe la crioconservación
ni la destrucción de embriones. Ahora bien, si es la mujer quien revoca el
consentimiento, puede evitar la implantación.
En la húngara, se estima que la reproducción asistida representa una carga
más grande para la mujer que para el hombre, por lo que se le autoriza a la
mujer a seguir con el tratamiento a pesar de la muerte de la otra parte o el divorcio de la pareja, excepto que se exprese lo contrario por escrito, luego para
que el varón pueda impedir la implantación ha de haberse reservado en forma
escrita desde el principio el derecho a revocar el consentimiento. Se admite,
pues, el pacto pro revocación. El varón que revoca tiene sobre sí la carga de
probarlo.
La Justicia argentina en septiembre de 2011 autorizó a una mujer a implantarse embriones criopreservados durante su matrimonio a pesar de que su
pareja, de la que estaba separada de hecho y en trámite de divorcio, se opuso
terminantemente a dar su consentimiento. Falló en contra de la pretensión del
hombre al considerar que desde el momento en que accedió con su aporte al
tratamiento de procreación, aceptó su participación biológica, con todas sus
consecuencias.
En la concepción trinitaria, la solución al problema propia del caso Evans,
la “destrucción” de los embriones, puede calificarse, con toda propiedad, de
abortista. Al aborto se le conoce popularmente con la perífrasis eufemística
de “interrupción voluntaria del embarazo”: la ley orgánica 2/2010 que lo
regula emplea dicha expresión, absolutamente impropia pues aquello que
se interrumpe cabe reanudarlo —no así la vida del embrión o feto, con la
que se acaba definitivamente— y omite deliberadamente toda referencia al
embrión o feto eliminado, como si de una excrecencia o tumor se tratase.
Pero lo cierto es que el aborto es algo más que la interrupción del embarazo: se da también el aborto cuando el embrión obtenido por FIV no se
implanta en el útero materno y se le deja morir, es decir, cuando no llega a
iniciarse nunca embarazo alguno. Y es que etimológicamente aborto significa privar (ab) del nacimiento (orto) y tan se le priva de nacer al embrión o
feto al que se arranca sin vida del seno materno como al embrión al que se
deja morir sin haberle llegado a implantar en dicho seno; y ontológicamente,
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
273
tan hay un ser vivo de la especie humana al que se le priva de nacer en un caso
—con acción violenta sobre la gestante— como en el otro —por la inacción
de dejarle descongelar—.
VI. LA TESIS DUALISTA
Sin embargo, son mayoría las legislaciones en Derecho Comparado y los
civilistas especialistas en Derecho de Familia que reducen los embriones a material reproductor, en una concepción dualista del problema, para la cual sólo
hay dos intereses en liza, los de los miembros de la pareja o ex pareja —generalmente, el varón enfrentado a la mujer—. Esta concepción pretiere y censura
el dato de la procreación y niega a los progenitores la condición de tales, como
si la progenie todavía no se hubiese dado, todo por el mero hecho de existir el
embrión en el lugar equivocado, en un lugar distinto del seno materno.
Para los dualistas, se trata tan sólo de elegir entre un “derecho a procrear”
—generalmente de la mujer— y un “derecho a no procrear” —que suele ser
el del hombre—, a sabiendas que la satisfacción de un miembro de la pareja
conllevará la frustración del otro, luego habrá que optar por aquel “derecho”
que menor frustración le causa a la contraparte. Y se suele estimar que, por
regla general, más frustrante le resulta al varón seguir siendo padre contra su
voluntad que a la mujer dejar de ser madre, a menos que para ésta sea la única
alternativa de devenir madre genética y legal. En este último caso, la frustración de la madre —por mor de la no maternidad biológica—, por irreversible,
debería ser evitada.
6.1. El derecho a “no procrear”
En realidad, como adujo Natalie Evans, su ex marido ya hubo renunciado a su “derecho a no procrear” al procrear in vitro a los embriones después
congelados, luego no parece muy apropiado el término “no procrear” para
dicho “derecho”; ¿No resulta más adecuado hablar de un supuesto “derecho” a
terminar con la procreación ya iniciada, como abortar no es interrumpir sino
terminar con el embarazo? Aquí la terminología trata en vano de ocultar el
hecho de que el que menos importa —el que, en realidad, casi nada importa— de los intereses en juego es el de los embriones congelados en continuar
con su desarrollo humano hasta nacer.
Semejante “derecho a no procrear” emparenta con el “derecho al aborto”,
si bien resulta curioso que, en el caso del embrión extrauterino, se le permita
terminar con la vida del embrión tanto al hombre como a la mujer, al hombre
incluso a pesar de la mujer, en tanto que, tratándose del embrión intrauterino
o del feto, sólo a la mujer se le autoriza terminar con la vida del mismo. Supuestamente la diferencia está en que en el uterino hay que violentar el cuerpo
de la mujer, lo que no puede hacerse contra su voluntad. Pero ello contradice
274
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
uno de los dogmas del abortismo, cual es el negacionismo, según el cual
en la “interrupción del embarazo”, no hay violencia alguna sobre el feto ni
sobre la mujer, ni hay víctima alguna, pues —se dice— la mujer no sufre ni
física ni psicológicamente, ni hay ser vivo dentro que sufra ni muera. Según
el abortismo, todo es aséptico, incruento e indoloro en la “interrupción del
embarazo”. Si es así, ¿por qué no puede imponerla el varón?, ¿porqué sólo
se le permite imponer el aborto de los embriones extrauterinos? No es uno
comulgue con todo ello, se trata tan sólo de poner en evidencia, dialécticamente, las contradicciones del abortismo. De hecho, Natalie Evans en su
recurso al TEDH habla —y con toda razón— de discriminación, proscrita
por el artículo 14 del Convenio europeo de derechos humanos: no se le
trataba a Natalie, mujer que no podía concebir por medios naturales, igual
que a las mujeres que sí pueden hacerlo: éstas tienen el monopolio del
aborto. El TEDH desestimó este argumento pero sin argumentar en absoluto su desestimación.
6.2. El derecho a “procrear”
Este derecho, generalmente invocado por la mujer, es, en realidad, un derecho a llevar a término, mediante la implantación en el útero y gestación, la
procreación ya producida. Para los trinitarios bien está que se le reconozca tal
derecho a la mujer cuando los embriones congelados le supongan su única
posibilidad de ser ella madre natural o cuando los miembros de la pareja pactaron de antemano la renuncia a la facultad de desistir, pero debería basarse
únicamente en el propio derecho a la vida de los embriones, por lo que debería prosperar en todo caso.
Se enmarca este derecho a “procrear” dentro del supuesto “derecho a ser
padre” —como fin sin importar los medios— cualesquiera sean las circunstancias del adulto que lo invoca, derecho que la cultura postmoderna
actual ha conquistado para toda persona mayor de edad. Basta con desear
ser padre para ver satisfecho el deseo y aun el capricho: así, pueden adoptar parejas no casadas, matrimonios del mismo sexo, incluso solteros;
pueden reproducirse artificialmente mujeres solteras; puede reproducirse
por inseminación artificial una mujer casada con otra, asumiendo ésta
la maternidad pese a no poner el óvulo, sin necesidad de que adopte a
la criatura, bastando su consentimiento a la inseminación; pueden dos
varones lograr la inscripción en el Registro Civil español de ambos como
padres de hijos gestados mediante vientre de alquiler en el extranjero,
pese a estar prohibido por la ley española, etc. Se trata de una evolución
para unos y de una involución para otros, que deja atrás el tradicional
punto de vista según el cual no hay más derecho que el del niño a tener
un padre y una madre. El Derecho de filiación de los últimos treinta años
ha desplazado el acento y el centro de gravedad del niño al adulto como
titular de los derechos. Se sigue enunciando enfáticamente como superior
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
275
el interés del menor, pero en realidad se satisface sólo el del mayor de
edad que aspira a ser padre.
6.3. Fundamento de ambos “derechos”
En todo caso, los dualistas encuadran tanto el “derecho a procrear” como
el “derecho a no procrear” exclusivamente en el derecho de cada miembro de
la pareja o ex pareja a que les sea respetada su vida privada y familiar (del art.
8 del Convenio europeo de derechos humanos), lo que en España se traduce
en el derecho fundamental a la intimidad personal y familiar y el principio
del libre desarrollo de la personalidad (arts. 18 y 10, respectivamente, de la
Constitución española).
Enfocado desde el dualismo, el problema del desistimiento de uno de los
miembros de la pareja sobre los embriones congelados no da mucho de sí. Así,
la lectura de las dos sentencias del caso Evans, decididamente dualistas, resulta
no sólo descorazonadora sino infinitamente tediosa: dos adultos, cada uno
defendiendo sus propias “vidas privadas”, sin miramientos verdaderos por las
criaturas engendradas más que en la medida en que puedan cumplir el anhelo
de uno de ellos de ser progenitor.
VII. LA LEY BRITÁNICA
Viene dada por la Human fertilisation and embriology Act de 1990, que
no contempla específicamente este problema del desistimiento de uno solo de
los miembros de la pareja, pero (en el schedule 3.4) permite la revocación del
consentimiento por la persona que lo otorgó en cualquier momento hasta que
el embrión haya sido utilizado, lo que se ha interpretado en el sentido de que
cada miembro puede por sí solo impedir la implantación, y no contempla,
como excepción a la regla, la circunstancia de que para el otro miembro de la
pareja los embriones criopreservados sean su única oportunidad de ser progenitor genética y legalmente.
El Tribunal europeo, en el caso Evans, autorizó al Reino Unido para que
“destruyese” todos los embriones a petición del ex marido (Howard Johnston),
frente la pretensión de Natalie, de que le fueran transferidos, pese a que para
ella constituían la única posibilidad de tener para sí un hijo genéticamente suyo.
Sendos votos disidentes a ambas sentencias del TEDH de 2006 y 2007 sostuvieron que, pese a no estar prevista la excepción, la petición de Natalie Evans debía
haber prosperado en atención a dicha circunstancia de ser su única posibilidad
de ser madre biológica y legal. La civilista española Mónica Navarro Michel
(en la obra citada) comparte la posición de los votos discrepantes. En el caso
Nachmani (esposa) vs Nachmani (esposo), en sentencia del Tribunal Supremo
de Israel de 1996, se salvó la vida de alguno de los embriones en atención precisamente a dicha circunstancia concurrente en la mujer.
276
VIII.
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
LA LEGISLACIÓN ESPAÑOLA
La legislación española, la ya citada ley de técnicas de reproducción asistida
14/2006, de 26 de mayo, parece acoger la misma regla general consistente en
la facultad de desistir de cada miembro de la pareja de la procreación ya iniciada e interrumpida con la congelación. Y tampoco contempla como excepción
la de que los embriones criopreservados supongan la última alternativa para el
otro miembro de la pareja para llegar a tener para sí su propio hijo biológico:
lege ferendae, podría incorporarse dicha excepción, que tiene en cuenta no sólo
el interés del otro miembro de la pareja sino también —aunque sea indirectamente— el del embrión en proseguir su desarrollo como ser humano.
Pero vayamos paso a paso.
8.1. Sólo los embriones sobrantes pueden ser congelados
En primer lugar, Natalie Evans no estaba en condiciones de transferirse
ninguno de los preembriones cuando los obtuvo por FIV; la clínica le había
prescrito esperar dos años tras la ablación de los ovarios cancerosos. No se
hizo, al procrearse los embriones, ningún intento de implantación. Pudo congelarlos todos ellos con vistas a la futura transferencia a su propio útero. Parece
que ello era lícito conforme a la ley británica.
No así en España. La LTRA, en el artículo 11.3 (redacción actual), dispone
que “los preembriones sobrantes de la aplicación de las técnicas de fecundación in vitro que no sean transferidos a la mujer en un ciclo reproductivo
podrán ser crioconservados en los bancos autorizados para ello”, luego la criopreservación de embriones sólo se permite en principio para los sobrantes, como
la misma ley y el mismo artículo 11.3 en su redacción por Ley 45/2003, de 21
de noviembre, la permitió sólo para los supernumerarios, es decir, los que excedían de los tres ovocitos que, como máximo, se podía fecundar en cada ciclo
(art. 4.3 de entonces); los excedentarios sólo cabían excepcionalmente cuando se
acreditara una patología de base en los progenitores que desaconsejara limitarlos
a tres. Y su crioconservación era —en la ley de 2003— por toda la vida fértil
de la mujer, con objeto de que se le pudiesen transferir en intentos posteriores
y comprometiéndose la pareja o la mujer para que, de no serles transferidos los
embriones congelados, serían donados con fines reproductivos como única alternativa (en la redacción actual del artículo 11.4 caben otras alternativas, como
la donación para fines de investigación o “el cese de su conservación”). Ya la Ley
originaria, la de 35/1988, de 22 de noviembre, en el mismo artículo 11.3, sólo
autorizó la crioconservación de los embriones sobrantes de una FIV.
Ya no se limita a tres el número de embriones que cabe procrear in vitro,
pero parece claro, a sensu contrario del artículo11.3 LTRA en sus tres redacciones
sucesivas, que no cabe la congelación de embriones sin una previa transferencia a
la mujer en un ciclo reproductivo. Si la mujer no quiere o no puede implantarse
actualmente uno o varios de los embriones obtenidos en una FIV, no puede
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
277
pedir y obtener en España la congelación de todos los generados: en el ámbito
tan artificial, tan poco humano, de la reproducción asistida y en el aun más inhumano de la congelación de embriones, la interpretación de las normas ha de ser,
si no restrictiva, cuando menos estricta, de modo que sólo cabe hacer lo que está
específicamente permitido —no vale entender que esté autorizado todo aquello
que no esté prohibido—. Repárese en que, entre los diferentes destinos posibles
que podrán darse a los preembriones crioconservados, está el de su donación con
fines de investigación (art. 11.4 LTRA): ¿cómo va a ser admisible que una mujer
pueda, sin un previo intento actual de implantarse algún embrión, obtener la
congelación de todos los obtenidos in vitro, donándolos todos a la ciencia? El fin
único de la ley es regular la reproducción humana asistida, luego, sin al menos
intentar ésta, no cabe la generación y congelación de embriones, por más que
se prevea intentar la implantación para la reproducción tras la descongelación,
aunque sólo sea porque dicha previsión inicial siempre podrá variarla la mujer
o la pareja para donar todos los embriones al saber o para dejarlos morir (“cese
de su conservación sin otra utilización” dice textualmente dicho artículo legal).
8.2. El consentimiento del otro miembro de la pareja
En segundo lugar, respecto de los embriones sobrantes tras algún previo intento de reproducción asistida y crioconservados, el artículo 11.5 LTRA establece que la utilización de los mismos requerirá del consentimiento informado de la mujer y en el caso de la mujer casada con un hombre, deberá prestarlo
también el marido, con anterioridad a la generación de los preembriones. ¿En
qué consiste este consentimiento del marido del artículo 11.5 LTRA?
Parece que coincide con el consentimiento del marido del artículo 6.3
LTRA que precisa la esposa para usar de las TRA, a menos que estuvieran
separados legalmente o de hecho y así conste de manera fehaciente.
Ambos consentimientos no pueden consistir en una especie de licencia marital como las que requería, hasta la reforma del Código Civil por ley de 2 de
mayo de 1975, la esposa para la validez de casi cualquier acto de la vida civil. El
principio constitucional del libre desarrollo de la personalidad y de la dignidad
de la persona (art. 10.1 CE) y el de igualdad jurídica de los esposos (art. 32
CE) permiten a la esposa actuar con independencia de su marido, incluso para
cambiarse de sexo —como le sucede al marido—. Si no puede la esposa usar
de las TRA sin el consentimiento del marido, a menos que estuvieran separados
legalmente o de hecho y así conste de manera fehaciente no es por razón de una
fiscalización que pueda llevar a cabo el esposo sobre su esposa sino por razón de
la filiación que pueda quedar determinada respecto del esposo.
Así, si la mujer pretende usar el semen del marido en una fecundación in
vitro o inseminación artificial, obviamente no podrá hacerlo sin el consentimiento de éste, ya estén unidos ya separados. Y si cuenta con dicho consentimiento, la paternidad no nacerá “ex voluntate” de dicho consentimiento sino
“ex lege” derivada sólo de la genética.
278
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
Y si la esposa acude a semen de donante, hay que distinguir según que
estén o no separados:
Si no están separados, la mujer necesita del consentimiento del esposo
tanto si quiere éste asumir la paternidad como si no.
Si quiere asumirla —suerte de adopción—, su paternidad será sólo legal y
no biológica, derivará sólo del consentimiento del marido, cuya voluntad cobra en este supuesto toda su importancia para la determinación de la filiación
paterna.
Y si el marido no quiere asumir la paternidad legal, entonces también es
preciso su consentimiento porque, no siendo progenitor, se presumirán hijos
del marido los nacidos de su esposa dentro incluso de los 300 días siguientes a
la disolución del matrimonio o a la separación legal o de hecho de los cónyuges (art. 116 Código Civil). Precisa ella del consentimiento de él para prevenir
el que el esposo tenga que cargar con la impugnación de la paternidad matrimonial que se le presumirá y por ello, el artículo 6.3 LTRA —que exige el
consentimiento del consorte— no rige para las parejas de hecho heterosexuales ni para los matrimonios entre mujeres, donde no rige o no puede regir la
citada presunción del artículo 116 Cc.
Y en el matrimonio entre hombre y mujer, si ella acude a semen de donante, estando separados, puede hacerlo sin necesidad del consentimiento del
consorte, si bien lo lógico habría sido exigirlo mientras no hayan transcurrido
los 300 días siguientes a la separación, por lo antes apuntado.
Tratándose de mujer casada con mujer, la ley no exige el consentimiento
de la consorte (ni en el art. 6 ni en el 11). Aun estando no separadas, no es
preciso, a menos, eso sí, que la consorte sea la que aporta el óvulo a fecundar y
que se implantará en la otra mujer. Si la consorte —sin aportar óvulo— consiente será no para fiscalizar la vida privada de su mujer sino sólo para asumir,
sin adopción, la comaternidad al amparo del artículo 7.3 LTRA redactado por
Ley 3/2007, de 15 de marzo.
Y tratándose de pareja heterosexual no casada, la mujer puede acudir
a la FIV con semen de donante, aun sin el conocimiento del varón. El
consentimiento de éste sólo es preciso: 1.º, si aporta el semen, para la aportación; y 2.º, si no lo aporta, para asumir la paternidad legal. La LTRA
artículo 8.2 habla del varón no casado que reconoce en escrito indubitado
su paternidad pese a la contribución de donante, luego parece admitir el
acceso de las parejas de hecho —al menos, las heterosexuales— a las TRA
incluso heterólogas.
8.3. La revocabilidad del consentimiento
En tercer lugar, y llegamos a la regla general en esta materia, dispone el
artículo 11.6 LTRA que “el consentimiento para dar a los preembriones o
gametos crioconservados cualquiera de los destinos citados podrá ser modificado en cualquier momento anterior a su aplicación” en la misma línea que la
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
279
antes citada ley británica. Concuerda con el artículo 3.5 LTRA, que dispone
—ya lo dispuso la primera ley, la de 1988— que “la mujer receptora de estas
técnicas podrá pedir que se suspenda su aplicación en cualquier momento
de su realización anterior a la transferencia embrionaria”. El citado artículo
11.6 LTRA —a partir de la redacción vigente, de 2006— parece extender
tal derecho a ambos miembros de la pareja o ex pareja. También concuerda
con el artículo 9.2 LTRA por el que el consentimiento para la aplicación
de las técnicas en dichas circunstancias podrá ser revocado en cualquier
momento anterior a la realización de aquéllas (es el marido quien lo ha
prestado para la posible fecundación “post mortem” de su mujer con su semen crioconservado).
8.4. Basta que un solo miembro revoque
Ahora bien, ¿ha de ser ejercitada la facultad por los dos conjuntamente, de
modo que para desistir de la implantación han de actuar mancomunadamente
ante la clínica determinando ambos otro de los destinos posibles del artículo
11.4 de la misma ley (utilización por la esposa de la mujer que puso el óvulo,
donación con fines reproductivos o de investigación o cese de su conservación)?
No se interpretó así la misma norma británica en el caso Evans y no parece que
se vaya a entender así la española por los jueces patrios ni por el TEDH: cada
uno de los miembros de la pareja o ex pareja puede por sí solo no tanto cambiar
el destino inicial —p. ej., pasar de la implantación en la mujer a la donación
a la ciencia— cuanto revocar su consentimiento a que sean implantados los
embriones congelados, con el efecto —seguramente— del llamado “cese de su
conservación”, consistente en dejarlos morir, como destino subsidiario a falta de
nuevo acuerdo entre los progenitores sobre otra “utilización” de los embriones.
8.5. Se puede revocar sin “justa” causa
Lo llamativo es que el miembro que revoca el consentimiento, que pide y
obtiene que se les deje morir a todos los embriones, parece que puede desistir
“ad libitum”, “ad nutum”, sin la carga, siquiera, de alegar y acreditar la ruptura
del vínculo conyugal o de la convivencia con su pareja o cualquier otra “justa”
causa. Normalmente, el desistimiento de uno de los miembros de la pareja
vendrá motivado por dicho divorcio o cese de la convivencia —será consecuencia de la ruptura—, o bien habrá sido precisamente la o una de las causas
de la ruptura. Pero por poder, puede desistir cada uno de los miembros de la
pareja incluso y pese a subsistir el matrimonio y la convivencia. La retractación unilateral tan sólo precisa de ser notificada a su pareja —o ex pareja— y
a la clínica o banco donde estén conservados los embriones. Lege ferendae,
debería exigirse como requisito “sine qua nom”, cuando menos, la alegación
de la separación de hecho de la pareja u otra “justa” causa.
280
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
8.6. Desistimiento del miembro que puso sus gametos
Primero nos planteamos el caso de desistimiento de un solo miembro de
la pareja si la fecundación ha sido homóloga propiamente dicha, es decir, la
que lo es para ambos miembros de la pareja porque ambos ponen sus propios
gametos, masculinos y femeninos —lo que, obviamente, sólo puede pasar con
la pareja heterosexual—.
El que desiste conseguirá su objetivo de que se deje morir los embriones.
Ni siquiera podrá el otro miembro lograr salvar a los embriones ofreciendo
al progenitor que desiste la inmunidad jurídico-familiar, el zafarse éste de la
paternidad o maternidad legales, primero porque dicha inmunidad no existe
para dicho supuesto en nuestro ordenamiento actual y segundo porque, aunque existiera, el progenitor que desiste debería asumir, si no la carga jurídica y
económica de ser padre legal, sí el coste emocional y moral de saber que hay
en el mundo hijos genéticamente suyos.
En caso de fecundación mixta, es decir, heteróloga para uno de los miembros de la pareja y homóloga para el otro miembro, si éste, el padre o madre
genéticos, trata de revocar el consentimiento que prestó para ser usados sus
propios gametos, y el otro miembro de la pareja o ex pareja —el que no es
progenitor— pretende salvar la vida de los embriones mediante su transferencia a un útero, parece que se dejará morir a requerimiento del progenitor
—del padre o madre genéticos—, quien dispondrá de los mismos como si de
una propiedad se tratase (perdónenme la licencia pero aquí rige el dicho de “la
maté porque era mía”). No podrá el otro miembro de la pareja invocar siquiera la excepción de ser para él o ella la única posibilidad de ser padre o madre
genéticos —pues no son progenie suya los embriones—.
8.7. Desistimiento del miembro que no puso gametos
Distinto debería ser el caso de fecundación mixta —heteróloga para sólo
uno de los miembros de la pareja y homóloga para el otro miembro— con
desistimiento del miembro que no puso los gametos.
Si el varón de la pareja no puso sus gametos —se acude a semen de donante—, entonces el consentimiento de tal varón de la pareja del artículo 11.5
LTRA —para la congelación— coincide con el consentimiento del artículo 8.1
LTRA —para la contribución de donantes— y supone una suerte de “adopción” de los embriones resultantes de la FIV, la asunción de una paternidad no
genética sino meramente legal: un consentimiento absolutamente necesario
para lograr dicho efecto de la asunción de la paternidad legal, pero enteramente innecesario para la viabilidad jurídica de la fecundación y congelación
(salvo matrimonio de hombre con mujer, como vimos). Y si luego, durante la
congelación, el varón de la pareja o ex pareja se retracta, todo lo más que debería poder lograr —si se admitiese legalmente, y nosotros creemos que debería
admitirse— sería zafarse de la paternidad legal sobrevenidamente no deseada,
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
281
que no el dejar morir los embriones que no son genéticamente suyos. La mujer
debería poder imponer su pretensión de que le sean implantados a ella —o a
otra mujer— y ello no sólo en el caso excepcional de que sea su única oportunidad de tener un hijo genéticamente suyo sino en cualquier otro caso.
Si los óvulos fecundados son de donante, que no de la mujer de la pareja,
esta mujer, si se retracta durante la congelación, podrá impedir que sean los
embriones implantados en su propio útero y devenir madre legal, pero no
debería poder conseguir que se les deje morir: el varón de la pareja —cuyo
semen fecundó aquéllos— debería poder conseguir que se le transfieran a otra
mujer, su nueva pareja o un vientre “de alquiler”, si la legislación aplicable lo
permite. El consentimiento de la mujer habrá sido de mera asunción de una
maternidad legal, no genética. Luego tan sólo podría —si se admitiese legalmente y nosotros creemos que debería admitirse — revocarlo y dejará de ser
madre legal de los embriones que lleguen a nacer.
Y si la pareja está formada por mujer casada con mujer, y una de ellas —la
mujer A— pone sus óvulos —fecundados con semen de donante— y la otra
—la mujer B— sólo pone el consentimiento para ser madre legal, si la mujer
B se echa atrás, tan sólo debería poder dejar de ser madre legal, mas no podrá
evitar la transferencia al útero de la mujer A o al de otra mujer, a petición de
la mujer A.
En resumen, quien no pone sus gametos —sea el varón o la mujer— podrá
revocar su consentimiento para ser padre o madre legales, pero:
1.º, debería invocar justa causa —como la separación de hecho de la pareja—,
2.º, debería poder hacerlo sólo mientras no se hayan implantado los embriones, nunca después. Análogamente, la adopción propiamente tal es irrevocable, artículo 180.1 Código Civil: no cabe su revocación ni siquiera en
caso de divorcio de los cónyuges A y B posterior a la adopción por A del hijo
del cónyuge B. El catedrático de Derecho Civil Ángel Carrasco Perera en “actualidad jurídica aranzadi”, con la expresión “dejen los niños cuando salgan”
propuso que lege ferendae fuera revocable la adopción en dicho supuesto de
divorcio ulterior, propuesta que no compartimos.
Y 3.º, la revocación no debería poder impedir que, a petición del otro
miembro de la pareja, el que sí aportó sus gametos, los embriones sean implantados para proseguir la procreación; tan sólo debería poder impedir que
el revocante devenga padre o madre legal. Nótese que así no asume coste jurídico ni económico, pero tampoco emocional pues el que nazca no será hijo
genéticamente suyo.
Pero lo expresado es sólo un desiderátum de lege ferendae porque la ley española admite omnímodamente la revocación del consentimiento sin distinguir
si quien revoca es quien puso los gametos o no, y sin limitar y reconducir, en
caso de quien no los pone, su revocación a desligarse de la paternidad legal.
Y, por último, queda el caso de la fecundación es heteróloga para ambos
miembros de la pareja —porque acuden tanto a óvulos como a semen de donantes—, y uno de los miembros se retracta de la fecundación y congelación,
282
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
tan sólo debería poder el revocante dejar de ser padre o madre legales —si se
admitiese legalmente la revocación con limitación de efectos, como vimos—,
mas no así impedir la implantación en útero pedida por el otro miembro para
proseguir con la procreación. El miembro revocante no podría invocar ni siquiera el coste emocional y moral de un hijo que no es suyo genéticamente.
Pero de nuevo, éste es mero “wishful thinking” propio de trinitarios, algo que
no rige “lege datae”: basta con que uno de los miembros revoque su consentimiento para que se tenga que dejar morir a todos los embriones, pues el
artículo 11.5 LTRA no distingue. Además, la excepción de ser los congelados
la única oportunidad de ser progenitor biológico no vendrá en este caso en
auxilio de los embriones
IX. RENUNCIABILIDAD DEL DERECHO A DESISTIR
La facultad de modificar el consentimiento antes de “su aplicación” (art.
11.6 LTRA española) que asiste a cada miembro de la pareja ¿es renunciable
anticipadamente, es decir, al tiempo de prestar el consentimiento para la generación y crioconservación de los embriones o en cualquier momento posterior?.
¿Puede renunciar unilateralmente el varón vinculándose así frente a la mujer o
ésta frente al varón, es decir, un miembro de la pareja respecto del otro en una
sola dirección?. O, lo que sería más normal, ¿pueden ambos renunciar recíproca
y bidireccionalmente en pacto pro vida con el efecto de la irrevocabilidad para los
dos del consentimiento prestado de modo que cada miembro ya no podrá por sí
solo evitar que los embriones sean descongelados, transferidos y lleguen a nacer?.
Dicho convenio consistiría, en la mayoría de los casos, en que la mujer pudiera
implantárselos ella, pese a la oposición sobrevenida del varón —como deseaba
Natalie Evans—, pero ¿podría, asimismo, cifrarse en que la mujer —como quiso
Marie Sue Davis— pudiese conseguir, aun contra la voluntad del hombre, la
donación a otra mujer o pareja con fines reproductivos?. A la inversa, ¿podría
el hombre conseguir, pese a la resistencia de la mujer, no la implantación en el
útero de ésta sino la anidación en el de otra mujer, su nueva pareja o, allí donde
se permita la gestación por vientre de sustitución, en otro útero?
9.1. No cabe renunciar
Mónica Navarro Michel, en la obra citada, opina que el consentimiento
para la reproducción es esencialmente revocable para cada miembro de la pareja por afectar a materia tan íntimamente personal. Cita en apoyo de su tesis,
1.º, la promesa de matrimonio, que (art. 42 del Código Civil) no produce
obligación de contraerlo, pero cuya ruptura puede hacer surgir la obligación
de resarcir a la otra parte de los gastos hechos y de las obligaciones contraídas
en consideración al matrimonio prometido (art. 43 Cc); y 2.º, el más próximo
supuesto de la LTRA artículo 5.2, que permite al donante de gametos revocar
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
283
su consentimiento cuando precisase para sí los gametos donados, debiendo
devolver los gastos de todo tipo originados al centro receptor.
La posición de esta autora sólo puede entenderse por su pertenencia a
la corriente dualista, para la cual los embriones son equiparables al material
reproductor y no hay otra intimidad personal que la de los miembros de la
pareja. Por lo demás, esta autora critica las sentencias del caso Evans porque
no respetan el interés de Natalie en ser madre genética y legal, para lo cual los
embriones congelados eran su única posibilidad. Resulta curioso, por ende,
que la autora no admita la posibilidad de que renuncie válidamente el varón a
su facultad de revocar el consentimiento, convirtiendo éste en irrevocable, al
menos, en dicho supuesto excepcional de que para la mujer constituya el único medio de devenir madre biológica. La autora aboga por que incluso en tal
caso, el consentimiento sea revocable para el varón, admitiéndose todo lo más
un derecho de la mujer a ser indemnizada, por culpa aquiliana o extracontractual del artículo 1902 del Código Civil, de los daños y perjuicios, incluidos los
morales, por frustrársele su razonable expectativa de ser madre.
9.2. Sí es renunciable
Los trinitarios entendemos, por el contrario, que deben admitirse la renuncia a la facultad de revocar y toda clase de pactos anti revocación y no
solamente en el supuesto de que para uno o ambos miembros de la pareja los
embriones generados y congelados supongan su única opción de seguir siendo progenitores por naturaleza. La facultad de revocar los consentimientos
que, como se ha visto, atribuye a cada miembro de la pareja incondicionada e
irrestrictamente la LTRA, ha de ser renunciable porque, conforme al principio
general del Derecho del artículo 6.2 del Código Civil, la exclusión voluntaria
de la ley aplicable y la renuncia a los derechos en ella reconocidos son válidas
cuando no contraríen el interés o el orden público ni perjudiquen a terceros.
En nuestro caso, la renuncia a la facultad de revocar no sólo no perjudica a
tercero alguno sino que beneficia claramente a ese tercero que es cada embrión
congelado, al que se da la oportunidad de cumplir su vocación de ser implantado y llevado a término, respetándosele su vida. En cuanto a las posibles
razones de orden o interés público que aconsejen prohibir la renuncia, cierto
es que con la no implantación de embriones habrá menos puntos en común
entre los miembros de la pareja rota, menos materia sobre la que convenir en
el proceso de divorcio y de por vida, pero ello no puede hacerse a costa de la
vida ya iniciada de los embriones. Ciertamente, todos los procesos de divorcio
se simplificarían de morirse los hijos —ya sólo se discutiría sobre los bienes
patrimoniales comunes—, pero no parece que la deseable simplificación justifique el indeseable sacrificio de vidas humanas. No hay razones válidas, pues,
para entender el artículo 11.6 de la LTRA como norma de Derecho cogente,
necesario, imperativo. Antes bien parece meramente dispositiva, pues la propia ley no prohíbe la renuncia al derecho a revocar, a diferencia de otros casos
284
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
en que los derechos son irrenunciables porque la propia ley así lo prescribe,
como el derecho a pedir el divorcio —al que no cabe renunciar ni siquiera
en caso de matrimonio canónico, artículo 85 Cc— o el derecho a revocar el
testamento —art. 737 Cc: el testamento es esencialmente revocable, aunque
el testador exprese su resolución de no revocarlos—.
9.3. Pactos anti revocación frente a ambos miembros
Por último, en cuanto a pactos anti revocación ¿podrían incluso blindar la
vida de los embriones no solamente frente a la oposición de uno de los miembros de la pareja sino también contra el desistimiento de ambos miembros
de la pareja, de modo que la clínica habría de negarse a la “destrucción” de
los embriones tanto si la pide uno solo de los miembros cuanto si la pretenden ambos, dando cuenta al Ministerio Fiscal para que defienda y represente
a aquéllos hasta lograr otra pareja o mujer que los “adopte”?. Estos pactos
escandalizarían a los dualistas, en tanto que los propugnamos como válidos
los trinitarios, pero no somos tan ingenuos de creer que la Fiscalía en España
movería un dedo en el sentido indicado. O al embrión congelado lo defiende
uno de sus progenitores o sencillamente morirá.
9.4. Pactos pro revocación
Suponemos que, para los dualistas —que, como hemos visto, niegan la
licitud de los pactos anti revocación—, sí que caben en Derecho los pactos
contrarios, los pro revocación, aquellos a la húngara —como vimos—, por los
que el varón se reserva expresamente la facultad de revocar o, si ésta ya le es
reconocida por la ley aplicable —como la británica o la española—, los pactos
por los que los miembros de la pareja reafirman la revocabilidad de sus consentimientos, reafirmación que puede ser especialmente conveniente cuando
se dé el caso de que para uno o ambos miembros de la pareja los embriones generados y congelados supongan su única opción de seguir siendo progenitores
por naturaleza. Los trinitarios reprobamos los pactos pro revocación, pero no
podemos negar su admisibilidad en Derecho pese a que perjudiquen a ese tercero que es cada embrión congelado, pues, como vimos, desafortunadamente,
no se le reconoce a éste el derecho a la vida en nuestro ordenamiento.
X.
LA EXCEPCIÓN QUE PUEDE SALVAR A LOS EMBRIONES
Sólo hay tres posibles argumentos en Derecho que pueden llevar a los Tribunales a no dejar morir a los embriones congelados pese al desistimiento de
uno de los miembros de la pareja. El primero sólo lo sostenemos los trinitarios: el derecho a la vida de los embriones, argumento que, dado el dualismo
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
285
hegemónico, pesa lo que una pluma en la ponderación de los intereses en
juego. El segundo sería el haber renunciado, si es el caso, el varón ex ante a
su derecho a desistir, normalmente en pacto anti revocación, pero ya hemos
visto cómo se discute la validez y eficacia de semejante renuncia. Y el tercero
cobra extraordinaria importancia ante el rechazo generalizado de los dos anteriores: el de que los embriones sean la única posibilidad para la mujer de
devenir madre biológica. La regla general ante el desistimiento del varón es la
de dejar morir los embriones, pero, si se da la citada circunstancia de que esos
embriones representen dicha posibilidad única de una maternidad genética,
entonces, con carácter de excepción, debería poder la mujer salvar la vida de
alguno o algunos de los embriones.
Lo que sucede es que la excepción, de admitirse, pasaría en la práctica a
ser la regla general porque, en la mayoría de los casos que llegan a los Juzgados
concurrirá dicho factor, pues raro será la mujer que se tome la molestia, el
gasto y el tiempo para litigar contra su ex pareja si ella puede por sí misma devenir madre biológica sin necesidad de acudir a los embriones crioconservados
fruto de su anterior relación de pareja.
Pero, como se ha dicho, esta excepción no la contemplan de lege datae ni la
legislación británica ni la española, por lo que no deja de ser un desiderátum
de lege ferendae propio de dualistas moderados, no radicales.
Conviene, en todo caso, ahondar en qué consiste la excepción para el
dualismo. Los citados votos discrepantes del TEDH exigen que “la mujer
a) no tenga otro medio de tener un hijo biológico, b) no tenga hijos y c) no
tenga la intención de hacer que una madre portadora tome parte en el proceso de implantación”. Pero más bien, parece que el espíritu de tan sagrada
excepción no es otro que el citado de que para la mujer, la implantación
de los embriones congelados sea su única oportunidad de tener para sí un
hijo biológico.
Es decir, que, en positivo, procedería, de admitirse, la excepción pro-vida
aunque, como en el caso Nachmani, la mujer se sirviese de otra mujer —vientre de alquiler— para la gestación del hijo de la primera (la israelí congeló
sus embriones con el consentimiento de su marido teniendo ya contratado
en California con otra mujer el embarazo y llevanza a término de aquéllos),
siempre que, y esto es lo realmente importante, la primera mujer —la israelí
del caso— aspire a tener para sí el hijo que llegue a nacer, esto es, a devenir
madre no sólo genética sino también legalmente, siempre que la legislación
aplicable lo permita (no así la LTRA española, art. 10.2, en que la filiación
viene determinada por el parto, es decir, queda en la gestante, y no en la mujer
cuyo óvulo generó el embrión ni en la mujer, en su caso, comitente que ha
encargado la FIV y la gestación por sustitución).
Y, en negativo, no procedería, de admitirse, la salvífica excepción si la mujer no albergase la intención de tener para sí los hijos nacidos de los embriones
congelados, como aconteció en el caso Davis, que desestima la demanda de
Marie Sue, quien en un primer momento, había pedido que se le implantaran
a ella misma los siete embriones congelados, mas, con el paso de los años,
286
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
habiendo formado una nueva familia con otro varón, cambió su petición para
que fueran donados a mujeres estériles y así salvasen la vida.
Tan saludable excepción conocería además otro límite atendiendo a su
propio espíritu: no procedería en el caso de que tuviese ya la mujer que la
alegue algún hijo —es decir, algún hijo distinto de los propios embriones congelados cuya implantación pide—. Ahora bien, sólo no procedería si tuviese algún
otro hijo —ya nacido— genéticamente suyo. Y procedería, en cambio, si el que
tiene es otro hijo —nacido— procedente de cualquier otra fuente de la filiación
diferente de la genética, p. ej., por adopción: en tal caso, parece que sí que se le
concedería a la mujer el derecho a satisfacer su deseo de ser madre biológica. ¿Y si
ha sido madre biológica ya en el pasado pero todos sus hijos genéticos han fallecido?. Parece que en tal caso, también procedería la excepción redentora.
En todo caso, el supuesto recuerda al de la revocación de donaciones por
supervenencia o supervivencia de hijos, que sólo le cabe al donante en el caso
de que, al donar, careciere de hijos (art. 644 Código Civil español). Imaginemos que la mujer del caso hubo donado su casa a una sobrina mientras no
tenía hijos: podrá tanto imponerse a su ex pareja para lograr la implantación
de los embriones —si se estima la excepción como válida en la legislación
aplicable—, como imponer a la sobrina la revocación de la donación —si los
embriones llegan a darle un hijo y es aplicable la ley civil común española—.
10.1. ¿Es bidireccional la excepción?
Interesa preguntarnos: ¿puede alegarla con éxito no sólo la mujer sino también el hombre? Pensemos en un varón que padece cáncer de testículos, aporta
su esperma con que se fecunda in vitro los óvulos de su compañera, obtiene
embriones que son congelados, es intervenido quirúrgicamente quedando estéril, se separa de su compañera y, no teniendo hijo —ya nacido— genéticamente suyo, pretende que los embriones sean descongelados y se desarrollen
como hijos suyos —de tal padre—. Si la compañera o ex compañera se opone,
la Corte Suprema de Tennessee en el citado caso Davis sostuvo que la mujer
—como el hombre en el caso inverso— no podría impedir que fueran implantados.
Ahora bien, parece evidente que no puede forzársele a aquella mujer “manu
militari” a que tales embriones le sean implantados precisamente en su útero.
De hacerse, siempre podría ella abortar, terminar con el embarazo, lícitamente
si acaso la ley aplicable en el lugar donde se practicase el aborto lo permitiese.
El juez Wall, de la High Court inglesa del caso Evans, señaló que “nadie concebiría que la mujer no pudiese retirar su consentimiento y negarse a que los
embriones se implantasen en su útero”.
Obviamente, la Corte de Tennessee parece que se refería a que el hombre
sobrevenidamente estéril y sin otro hijo genéticamente suyo podría, pese a la
oposición de su ex mujer, lograr la implantación de los embriones en el útero
de otra mujer, ya fuese una gestación por sustitución contratada —allí donde
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
287
la legislación la permita—, ya en una nueva pareja. La oposición de la ex mujer no impediría, pues, la implantación, pero sí podría —si así lo permitiese
o dispusiese la legislación aplicable, por ejemplo, si fuese la española, donde,
como se ha visto, la filiación materna viene determinada por el parto— conseguir como efecto el desligarse la opositora de la maternidad del hijo, que
correspondería a otra mujer —a la gestante o, en su caso, la comitente—.
XI. LA SUPUESTA INMUNIDAD JURÍDICO-FAMILIAR
Precisamente, dicha inmunidad jurídico-familiar, es decir, la no determinación de la filiación para el progenitor que se opone a la implantación, se
plantea en la doctrina, al menos como hipótesis, para el caso inverso, el del
hombre que desiste de la implantación frente a su ex mujer que la exige acogiéndose a la antedicha excepción —es la única oportunidad para la mujer de
tener para sí un hijo genéticamente suyo—. Mejor dicho, la plantean como
posibilidad teórica aquellos civilistas —caso de Mónica Navarro Michel, en
la obra citada— que defienden la vigencia de dicha excepción en todo caso,
sea cual sea la legislación aplicable, incluidas la británica —caso Evans— y la
española. Según este planteamiento, la mujer se sale con la suya —con su llamado “derecho a procrear”—, pero al hombre no se le frustra del todo: no se
le atiende su “derecho a no procrear”, mas, al menos, no devendrá legalmente
padre de la criatura —genéticamente, eso sí, suya—. Se trataría de una suerte
de premio de consolación para el frustrado varón: el hijo no tendrá para él
un coste jurídico ni económico —apellidos, alimentos, legítima, intestada,
etc.—, todo lo más pechará con la carga moral y psicológica-emocional de
saber que pulula por este mundo un hijo genéticamente suyo.
Con todo, para la autora citada no pasa de una mera hipótesis de trabajo,
una posibilidad de revisar el concepto de paternidad, basando ésta más en la
intención que en la genética. Ella misma sólo la cree admisible para el caso de
FIV heteróloga —con gametos ajenos—, no así para el caso en que los gametos empleados fueran propios del matrimonio o pareja —homóloga— que se
rompe con desistimiento del varón. Ciertamente esta distinción resulta muy
fértil como vimos al tratar sobre el significado del consentimiento de la pareja
y su revocación bajo la ley española. Compartimos plenamente el criterio de
esta autora: la de que debería poder valer la no determinación de la filiación
para el revocante sólo en caso de no ser éste padre o madre biológicos.
Ciertamente, en el ámbito español, la LTRA, al permitir la donación de
gametos y la no determinación de la filiación para el donante (art. 8.3) ha
abierto una vía tentadora para extender dicha inmunidad jurídico-familiar a
otros supuestos y, muy en particular, al del varón que desiste de que se implanten los embriones congelados especialmente tras la ruptura de la pareja con la
que consintió la FIV y la congelación. Especialmente atractiva puede resultarles a los trinitarios que, entendiendo que los embriones son personas desde el
momento mismo de la fecundación, y por salvar “como sea” la vida humana
288
Luis F. Muñoz de Dios Sáez
de los embriones congelados, serían capaces de transigir renunciando a que
el varón —y hasta la mujer— que desiste sea tenido por la ley como padre
—o madre—; y ello no sólo en el caso de la tantas veces citada excepción, es
decir, no únicamente en el supuesto de que para el hombre o la mujer fuese el
único modo de ser padre o madre biológicos, sino en cualquier otro supuesto:
también si, no dándose la circunstancia excepcional, el hombre o la mujer
o ambos revocasen su consentimiento. Todo con tal de que los progenitores
perdonen la vida de sus embriones.
Y no solamente les puede ser apetecible para el caso de los embriones extrauterinos —los congelados— sino también para el de los embriones o fetos
intrauterinos cuya madre pretenda abortar. ¿Transigimos con que no devenga
madre ella sino alguna otra mujer o persona que lo adopte durante el embarazo con tal de que la primera no lleve a cabo su pretensión?.
Más, por tentador que resulte, estamos ante cantos de sirenas que nos pueden llevar directos a las rocas. Si el hombre puede zafarse de la paternidad
notificando a su ex el desistimiento a la implantación, bien podría reclamar
idéntico expediente el hombre que requiere a su pareja para que aborte terminando con el embarazo ya iniciado: si no abortas, yo al menos no devengo padre. Allá tú. Y si cupiera legalmente el infanticidio, ¿el hombre podría
requerir perpetrarlo bajo apercibimiento de que, de no hacerlo la madre, él
desiste de ser padre?
Fernando Pantaléon —Catedrático de Derecho Civil, en la Revista del
Centro de Estudios Constitucionales, n.º 15, de 1993, “Técnicas de reproducción asistida y Constitución”— cree inconstitucional (art. 39 CE), incluso
para el donante de semen, la citada inmunidad jurídico-familiar.
Importa no confundir la inmunidad jurídico-familiar —que rechazamos y
que es propia de la fecundación homóloga—, con la revocación del consentimiento por el no progenitor —que propugnamos debe admitirse lege ferendae
y es privativa de la fecundación heteróloga —. En la primera, un miembro de la
pareja que sí es progenitor desiste y pretende que, si ha de tener lugar la implantación —porque así lo quiere el otro progenitor—, el nacido no sea legalmente
hijo suyo. En la segunda, un miembro de la pareja que no es progenitor retira
su consentimiento y, por más que intente evitar la implantación, tan sólo logra
dejar de ser padre legalmente. Esta segunda no atenta contra el derecho del hijo
a tener como padre legal a quien es su progenitor —su padre genético—, se
acerca antes a la revocación de la adopción que a desentenderse de la progenie
ya engendrada y supone un mal menor si con la misma se evita que prospere la
petición del no progenitor de que se deje morir a los embriones congelados.
XII. MEJOR LA CONGELACIÓN DE ÓVULOS
Como excursus diremos que si lo que en el caso Evans se hubiese congelado
hubieran sido no embriones sino los óvulos de Natalie, no habría sido preciso
el consentimiento de su esposo para la congelación, ni, consecuentemente,
Embriones congelados y desistimiento de uno de los miembros de la pareja en Derecho español
289
habría podido el ex esposo evitar, previa la descongelación, la fecundación in
vitro —con semen de un tercero o de donante— con transferencia de los embriones al útero de aquélla. El caso habría sido enteramente otro desde el
punto de vista de la bioética —menos objeciones— y del bioderecho —inexistencia de conflicto entre los ex miembros de la pareja y entre uno de éstos y el
embrión—. Pero a Natalie, desgraciadamente, le disuadieron de la congelación de sus óvulos tanto la clínica —que le dijo que no practicaban la crioconservación de óvulos y que esta “técnica” tiene menor probabilidad de éxito—
como el marido —que le aseguró que la relación entre ambos no se rompería
y que la implantación de los embriones tendría lugar—.
XIII. CONCLUSIÓN
Algo falla en la mentalidad actual cuando las sentencias del caso Evans
representan la antítesis del juicio de Salomón, cuya sabiduría y el sentido de
la justicia se ha ponderado a lo largo de miles de años. Su conocido caso se
lee en el Libro de los Reyes de la Biblia: dos mujeres han tenido sendos hijos,
uno de los cuales ha muerto; ambas dicen ser madres del vivo. El rey y juez las
tienta ordenando partir el vivo en dos para repartir los trozos entre ambas. A
la falsa madre le parece bien para que ni una ni otra mujer se lo queden. Pero a
la verdadera se le conmueven las entrañas y, antes que matarlo, prefiere que se
le dé el hijo a la otra mujer. Salomón descubre a la verdadera madre y ordena
que le sea entregado el hijo. Hoy se le da “razón”, si es que cabe hablar aquí de
razón, de razonabilidad, al progenitor —en el caso Evans, al hombre— que
pide sean “destruidos” todos los embriones. Con decir que éstos no son seres humanos la conciencia queda tranquila y podemos seguir pavoneándonos
—con total ingenuidad y ningún fundamento— de que nunca en la historia
de la humanidad se ha respetado como en nuestros días la vida humana y, en
particular, a la infancia.
Manuel Izquierdo Arines★
El principio de legalidad sancionadora.
Excepciones y modulaciones del principio.
El caso singular de las relaciones entre los
titulares de licencias de
auto-taxi y los Ayuntamientos: evolución
jurisprudencial; la reciente doctrina
del Tribunal Constitucional en relación
con el apartado 7.º del artículo 16.2 b)
de la Ley de Ordenación y Coordinación
de los Transportes Urbanos
de la Comunidad de Madrid
Sumario: RESUMEN.—I. EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD SANCIONADORA.—1.1. Regulación normativa.—1.2. Delimitación jurisprudencial del
contenido.—II. EXCEPCIONES Y MODULACIONES DEL PRINCIPIO.—2.1.
La normativa sancionadora preconstitucional.—2.2. Las relaciones de sujeción
especial.—III. EL CASO SINGULAR DE LAS RELACIONES ENTRE LOS TITULARES DE LICENCIAS DE AUTO-TAXI Y LOS AYUNTAMIENTOS.—3.1.
Evolución jurisprudencial.—3.1.1. La sentencia del Tribunal Supremo de fecha 2 de
abril de 1991.—3.1.2. La sentencia de fecha 10 de febrero de 1997 (recurso de casación 58/1994).—3.1.3. La sentencia del Tribunal Constitucional 132/2001, de 8 de
junio (recurso de amparo 1608/2000).—3.2. La reciente doctrina del Tribunal Constitucional en relación con el apartado 7.º del artículo 16.2.b) de la Ley de Ordenación y Coordinación de los Transportes Urbanos de la Comunidad de Madrid.—IV.
CONCLUSIONES.
★
Letrado de la Comunidad de Madrid.
292
Manuel Izquierdo Arines
RESUMEN
El principio de legalidad sancionadora comprende una doble garantía, de orden material y de orden formal. La primera garantía implica la necesaria predeterminación normativa de las conductas ilícitas y las sanciones correspondientes.
La garantía de orden formal supone que los elementos esenciales de la conducta
antijurídica y la naturaleza y límites de las sanciones se regulen en una norma
con rango de Ley, aunque ello no impida la colaboración del Reglamento dentro
de los límites legales preestablecidos. Esta garantía de reserva de Ley puede sufrir
excepciones y modulaciones. Las excepciones vienen determinadas por la normativa preconstitucional de carácter sancionador, mientras que las modulaciones se
producen cuando nos encontramos ante determinadas “relaciones de sujeción especial”. Finalmente, se analiza la evolución jurisprudencial en el caso singular de las
relaciones administrativas que han vinculado a los titulares de licencias de autotaxi y a los Ayuntamientos concedentes, hasta llegar al pronunciamiento concreto
de la STC 53/2013, de 28 de enero, en relación con el apartado 7.º del artículo
16.2 b) de la Ley 20/1998, de 27 de noviembre, de ordenación y coordinación de
los transportes urbanos de la Comunidad de Madrid.
PALABRAS CLAVE: Legalidad sancionadora, modulaciones, sujeción especial, caso singular, relación taxistas-Ayuntamientos.
I.
EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD SANCIONADORA
1.1. Regulación normativa
El principio de legalidad sancionadora se regula, con carácter de derecho
fundamental, en el artículo 25.1 de la Constitución:
“1. Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones
que en el momento de producirse no constituyan delito, falta o infracción
administrativa, según la legislación vigente en aquel momento”.
En el ámbito del Derecho Administrativo Sancionador, la regulación de
carácter general se contiene en el artículo 127.1 de la Ley 30/1992, de 26 de
noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común:
“La potestad sancionadora de las Administraciones públicas, reconocida
por la Constitución, se ejercerá cuando haya sido expresamente reconocida
por una norma con rango de Ley, con aplicación del procedimiento previsto
para su ejercicio y de acuerdo con lo establecido en este título y, cuando se
trate de entidades locales, de conformidad con lo dispuesto en el título XI de
la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local”.
El principio de legalidad sancionadora...
293
Y en el artículo 129 del mismo cuerpo legal— aun cuando la rúbrica del
precepto se refiera al “Principio de tipicidad”, se está regulando igualmente el
principio de reserva de Ley:
“1. Sólo constituyen infracciones administrativas las vulneraciones del ordenamiento jurídico previstas como tales infracciones por una Ley, sin perjuicio de
lo dispuesto para la administración local en el título XI de la Ley 7/1985, de 2
de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local.
2. Únicamente por la comisión de infracciones administrativas podrán imponerse sanciones que, en todo caso, estarán delimitadas por la Ley.
3. Las disposiciones reglamentarias de desarrollo podrán introducir especificaciones o graduaciones al cuadro de las infracciones o sanciones establecidas
legalmente que, sin constituir nuevas infracciones o sanciones, ni alterar la naturaleza o límites de las que la Ley contempla, contribuyan a la más correcta
identificación de las conductas o a la más precisa determinación de las sanciones
correspondientes.
4. Las normas definidoras de infracciones y sanciones no serán susceptibles de
aplicación analógica”.
1.2. Delimitación jurisprudencial del contenido
A la hora de delimitar el contenido del principio de legalidad sancionadora, es ineludible hacer referencia al transcendental papel que han desempeñado los distintos pronunciamientos jurisprudenciales, tanto del Tribunal
Constitucional, como del Tribunal Supremo. En este sentido, a continuación,
se transcribe un fragmento de la sentencia del Tribunal Supremo de fecha
14 de octubre de 2003 (recurso de casación 2630/2000), en el que se realiza un completo resumen de la doctrina del Tribunal Constitucional sobre
esta materia:
“… Como ha declarado reiteradamente el Tribunal Constitucional (entre las
sentencias más recientes, la número 52/2003, de 17 de marzo, fundamento jurídico 7-EDJ2003/6171—, y 25/2002, de 11 de febrero, fundamento jurídico
6-EDJ2002/3367-):
A) El derecho fundamental enunciado en el artículo 25.1 de la ConstituciónEDL1978/3879— incorpora la regla nullum crimen nulla poena sine lege (no
hay delito ni pena sin una ley), extendiéndola incluso al ordenamiento sancionador administrativo.
B) Esta regla comprende una doble garantía. La primera, de orden material
y alcance absoluto, tanto por lo que se refiere al ámbito estrictamente penal como
al de las sanciones administrativas, refleja la especial trascendencia del principio
de seguridad en dichos ámbitos limitativos de la libertad individual y se traduce
en la imperiosa exigencia de predeterminación normativa de las conductas ilícitas y de las sanciones correspondientes.
294
Manuel Izquierdo Arines
C) La segunda es de carácter formal, y se refiere al rango necesario de las
normas tipificadoras de aquellas conductas y reguladoras de estas sanciones, por
cuanto, como la jurisprudencia constitucional ha señalado reiteradamente, el
término “legislación vigente” contenido en dicho artículo 25.1 de la Constitución-EDL1978/3879— es expresivo de una reserva de Ley en materia sancionadora (sentencias del Tribunal Constitucional 61/1990, de 29 de marzo,
fundamento jurídico 7-EDJ1990/3537-; 60/2000, de 2 de marzo, fundamento jurídico 3-EDJ2000/1890-; 25/2002, de 11 de febrero, fundamento jurídico 4-EDJ2002/3367— y 113/2002, de 9 de mayo, fundamento jurídico
3-EDJ2002/16003-).
D) En el contexto de las infracciones y sanciones administrativas, el alcance de la reserva de ley no puede ser tan riguroso como lo es por referencia a los
tipos y sanciones penales en sentido estricto; y ello tanto por razones que atañen
al modelo constitucional de distribución de las potestades públicas como por el
carácter, en cierto modo insuprimible, de la potestad reglamentaria en determinadas materias, o bien, por último, por exigencias de prudencia o de oportunidad (sentencia del Tribunal Constitucional 42/1987, de 7 de abril, fundamento
jurídico 2-EDJ1987/42-).
E) En todo caso, el artículo 25.1 de la Constitución-EDL1978/3879—
exige la necesaria cobertura de la potestad sancionadora de la Administración
en una norma de rango legal, habida cuenta del carácter excepcional que presentan los poderes sancionadores en manos de la Administración (sentencias
del Tribunal Constitucional 3/1988, de 21 de enero, fundamento jurídico 9-EDJ1988/319—, y 305/1993, de 25 de octubre, fundamento jurídico
3-EDJ1993/9482-). De ahí que la reserva de Ley en este ámbito tendría una
eficacia relativa o limitada (sentencia del Tribunal Constitucional 177/1992, de
2 de noviembre, fundamento jurídico 2-EDJ1992/10754-), que no excluye que
esa norma contenga remisiones a normas reglamentarias, siempre que en aquélla queden suficientemente determinados los elementos esenciales de la conducta
antijurídica (de tal manera que sólo sean infracciones las acciones u omisiones
subsumibles en la norma con rango de Ley) y la naturaleza y límites de las sanciones que deben imponerse. El artículo 25.1 de la Constitución, pues, prohíbe la
remisión al reglamento que “haga posible una regulación independiente y no claramente subordinada a la Ley” (sentencia del Tribunal Constitucional 83/1984
de 24 de julio-EDJ1984/83-), pero no impide la colaboración reglamentaria en
la normativa sancionadora.
F) La exigencia material absoluta de predeterminación normativa afecta
no sólo a la tipificación de las infracciones, sino también a la definición y, en su
caso, graduación o escala de las sanciones imponibles y a la correlación necesaria entre actos o conductas ilícitas tipificadas y las sanciones consiguientes a las
mismas, de manera que el conjunto de las normas punitivas aplicables permita
predecir, con suficiente grado de certeza, el tipo y el grado de sanción determinado del que puede hacerse merecedor quien cometa una o más infracciones
concretas (sentencia del Tribunal Constitucional 219/1989, de 21 de diciembre,
fundamento jurídico 4-EDJ1984/83-; 61/1990, de 29 de marzo, fundamento
El principio de legalidad sancionadora...
295
jurídico 3-EDJ1990/3537-). La técnica de la Ley que no establece graduación
alguna de las sanciones en función de las infracciones, sino un límite máximo
de aquéllas en función del órgano que las impone, dejando a éste un amplísimo
margen de apreciación en la fijación del importe de la multa que puede imponer
al infractor, infringe el artículo 25.1 de la Constitución-EDL1978/3879— al
encomendar por entero a la discrecionalidad judicial o administrativa el establecimiento de la correspondencia necesaria entre los ilícitos y las sanciones
(sentencia del Tribunal Constitucional 207/1990, de 17 de diciembre, fundamento jurídico 2-EDJ1990/11589-)» (STS 3.ª-14/10/2003-2630/2000EDJ2003/147063-)…”.
En suma, de acuerdo con la meritada doctrina jurisprudencial, el derecho
fundamental enunciado en el artículo 25.1 de la Constitución comprende
una doble garantía, de orden material y de orden formal:
I.
Con carácter general, puede afirmarse que la garantía de orden material
implica la necesaria exigencia de predeterminación normativa de las conductas ilícitas y de las sanciones correspondientes. En concreto, respecto
de la definición de las sanciones, debe añadirse que la garantía también
comprende la definición de la graduación o escala de las sanciones imponibles y la correlación necesaria entre actos o conductas ilícitas tipificadas
y las sanciones consiguientes a las mismas. En este sentido, se considera
que vulnera lo establecido en el artículo 25.1 de la Constitución aquella
Ley que no establece graduación alguna de las sanciones en función de las
infracciones, sino un límite máximo de aquéllas en función del órgano
que las impone, dejando a éste un amplísimo margen de apreciación en la
fijación del importe de la multa que puede imponer al infractor.
II. En cuanto a la garantía de orden formal o garantía de “reserva de
Ley”, por lo que al ámbito del Derecho Administrativo Sancionador
se refiere, implica que la potestad sancionadora de la Administración
de que se trate esté regulada en una norma con rango de Ley, y, asimismo, que en dicha norma se prevean, cuando menos, los elementos
esenciales de la conducta antijurídica y la naturaleza y límites de las
sanciones que deben imponerse. Es decir, el precitado artículo 25.1 de
la Constitución prohíbe la remisión al reglamento que haga posible
una regulación independiente y no claramente subordinada a la Ley,
pero no impide la colaboración reglamentaria en la normativa sancionadora previamente establecida en la Ley.
II.
EXCEPCIONES Y MODULACIONES DEL PRINCIPIO
Una vez analizada la doble garantía que comprende el contenido del principio de legalidad sancionadora, debe advertirse que nuestro ordenamiento
jurídico admite determinadas excepciones y modulaciones al mismo, en lo
296
Manuel Izquierdo Arines
relativo a la garantía de “reserva de Ley”. Dichas excepciones y modulaciones al principio vienen determinadas, respectivamente, por las normas reglamentarias preconstitucionales de carácter sancionador y por las denominadas
relaciones de sujeción especial.
2.1. La normativa sancionadora preconstitucional
La jurisprudencia del Tribunal Constitucional viene admitiendo reiteradamente que los reglamentos preconstitucionales de carácter sancionador constituyen una excepción al principio de reserva de Ley. En este sentido, se considera especialmente ilustrativa la argumentación contenida en la sentencia
del Tribunal Constitucional de fecha 23 de febrero de 2004 (recurso de
amparo 1784/1999):
“SEXTO.— La aplicación del principio de reserva de Ley encuentra,
en todo caso, una importante excepción: los reglamentos preconstitucionales tipificadores de infracciones y sanciones. En relación con ellos hemos
afirmado que”—no es posible exigir la reserva de Ley de manera retroactiva para anular disposiciones reguladoras de materias y de situaciones
respecto de las cuales tal reserva no existía de acuerdo con el Derecho
anterior— a la Constitución EDL 1978/3879 (STC 11/1981, de 8 de
abril, fundamento jurídico 5.° EDJ 1981/11), y más específicamente por
lo que se refiere a las disposiciones sancionadoras, que —el principio de
legalidad que se traduce en la reserva absoluta de Ley no incide en disposiciones o actos nacidos al mundo del Derecho con anterioridad al momento
en que la Constitución fue promulgada— (STC 15/1981, de 7 de mayo,
fundamento jurídico 7.° EDJ 1981/15)” (STC 42/1987, de 7 de abril,
FJ 3 EDJ 1987/42).
Este Tribunal ha admitido una segunda excepción a la aplicación del
principio de reserva de Ley en materia sancionatoria: la relativa a los reglamentos postconstitucionales que se limitasen a reproducir reglamentos
preconstitucionales, “sin innovar el sistema de infracciones y sanciones”
establecido antes de la Constitución EDL 1978/3879. No es lícito, a partir de la Constitución, tipificar nuevas infracciones ni introducir nuevas
sanciones o alterar el cuadro de las existentes por una norma reglamentaria cuyo contenido no esté suficientemente predeterminado o delimitado
por otra de rango legal; pero este Tribunal ha considerado como supuesto
diferente y en consecuencia, acorde con la Constitución (STC 42/1987, de
7 de abril, FJ 4 EDJ 1987/42),”...el supuesto en que la norma reglamentaria posconstitucional se limita, sin innovar el sistema de infracciones y
sanciones en vigor, a aplicar ese sistema preestablecido al objeto particularizado de su propia regulación material. No cabe entonces hablar propiamente de remisión normativa en favor de aquella disposición, puesto
que la remisión implica la potestad conferida por la norma de reenvío
El principio de legalidad sancionadora...
297
de innovar, en alguna medida, el ordenamiento por parte de quien la
utiliza. En realidad, se trata más bien de una reiteración de las reglas
sancionadoras establecidas en otras normas más generales, por aplicación
a una materia singularizada incluida en el ámbito genérico de aquéllas.
Ahora bien, ya hemos advertido en las SSTC 305/1993, de 25 de octubre,
FJ 6 EDJ 1993/9482, 45/1994, de 15 de febrero, FJ 5 EDJ 1994/1295,
117/1995, de 17 de julio, FJ 3 EDJ 1995/3563, y más recientemente
en la STC 52/2003, de 17 de marzo, FJ 10 EDJ 2003/6171, que “la
lógica coherencia y continuidad normativa con la regulación preconstitucional no puede suponer —sobre la base de que se reiteran disposiciones
reglamentarias preconstitucionales sancionadoras ya existentes— que la
Administración ostente potestades sancionadoras no amparadas por una
cobertura suficiente de normas con rango legal; pues ello representaría
convertir en buena medida en inoperante el principio de legalidad de la
actividad sancionadora de la Administración con sólo reproducir, a través
del tiempo, las normas reglamentarias sancionadoras preconstitucionales,
manteniéndose así in aeternum, después de la Constitución, sanciones sin
cobertura legal…”.
En conclusión, de acuerdo con la precitada doctrina jurisprudencial, pueden destacarse los siguientes extremos:
— Con carácter general, se admite que los reglamentos preconstitucionales tipificadores de infracciones y sanciones constituyen una
excepción a la aplicación del principio de reserva de Ley, ya que no
es posible exigir la reserva de Ley de manera retroactiva para anular
disposiciones reguladoras de materias y de situaciones respecto de las
cuales tal reserva no existía, de acuerdo con la normativa vigente anterior a la Constitución.
— Además de la anterior excepción, también se admite una segunda a
la aplicación del principio de reserva de Ley: la relativa a los reglamentos postconstitucionales que se limiten a aplicar o reproducir
reglamentos preconstitucionales, pero siempre que no innoven el
sistema de infracciones y sanciones establecido antes de la vigencia de la Constitución.
— No obstante, respecto de esta segunda excepción mencionada, habrá
de analizarse muy bien cada caso concreto, ya que el Tribunal Constitucional también establece que una Administración, sobre la base
de que reitera disposiciones reglamentarias preconstitucionales sancionadoras ya existentes, no puede ejercer potestades sancionadoras
no amparadas por normas con rango legal in aeternum, después de
la Constitución; pues ello, en definitiva, representaría convertir en
inoperante el principio de legalidad sancionadora con sólo reproducir,
a través del tiempo, las normas reglamentarias sancionadoras preconstitucionales.
298
Manuel Izquierdo Arines
2.2. Las relaciones de sujeción especial
Las relaciones de sujeción especial, o relaciones especiales de poder, son
una categoría doctrinal que se emplea para referirse a determinadas relaciones
o situaciones jurídicas de los particulares distintas de la relación de sujeción
general, o relación de supremacía, que caracteriza la situación de los poderes
públicos respecto a todos los administrados además, obviamente, de los derechos fundamentales inherentes a la persona.
Pues bien, sin perjuicio de advertir que dicha categoría es un concepto
discutible para parte de la doctrina científica, debe destacarse que, tanto la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional, como del Tribunal Supremo, han
admitido expresamente la categoría de las relaciones de sujeción especial y,
además, han reconocido que pueden actuar como elemento modulador, con
mayor o menor intensidad —según el caso concreto—, del principio de reserva de Ley.
En este sentido, se consideran especialmente ilustrativos los fundamentos
contenidos en la sentencia del Tribunal Supremo de fecha 24 de mayo de
2005 (recurso de casación 2043/2002) que, a su vez, se remite a la doctrina
del Tribunal Constitucional:
“Por último, también debe rechazarse el argumento que pretende extraer
consecuencias en cuanto al alcance de las garantías del artículo 25.1 CE
EDL 1978/3879 a partir de la especial relación existente entre el concesionario
de la expendeduría y el Estado. Sobre esta cuestión, ha declarado este Tribunal
en la STC 132/2001, de 8 de junio EDJ 2001/7795 (FJ 4):
a) De las denominadas “relaciones especiales de sujeción” —también conocidas en la doctrina como “relaciones especiales de poder”— se ha ocupado ya
este Tribunal en anteriores ocasiones, no ocultando que, como se dijo en la STC
61/1990 EDJ 1990/3537, FJ 6, la distinción entre relaciones de sujeción general y especial es en sí misma imprecisa. Por ello debemos considerar ahora,
con la extensión que el supuesto reclama, el juego que el concepto de ‘’relaciones
especiales de sujeción’’ puede desempeñar en nuestra Constitución, y más concretamente en relación con el derecho a la legalidad sancionadora (art. 25.1 CE
EDL 1978/3879).
b) Es posible reconocer situaciones y relaciones jurídico-administrativas donde la propia Constitución o las leyes imponen límites en el disfrute de los derechos
constitucionales, llámense tales relaciones de ‘’especial sujeción’’, ‘’de poder especial’’, o simplemente ‘’especiales’’. Lo importante ahora es afirmar que la categoría
‘’relación especial de sujeción’’ no es una norma constitucional, sino la descripción
de ciertas situaciones y relaciones administrativas donde la Constitución, o la ley
de acuerdo con la Constitución, han modulado los derechos constitucionales de
los ciudadanos.
c) Entre los derechos modulables en una relación administrativa especial se cuenta el derecho a la legalidad sancionadora del artículo 25.1 CE.
EDL 1978/3879 Y aunque este precepto no contempla explícitamente
El principio de legalidad sancionadora...
299
ninguna situación o relación administrativa especial, de la concurrencia
del mismo con otras normas constitucionales sí se puede concluir que la
propia Constitución contiene una modulación del derecho a la legalidad
sancionadora en el ámbito de ciertas relaciones administrativas especiales;
así lo entendió este Tribunal —al menos de forma implícita— en relación
con un preso (STC 2/1987, de 21 de enero EDJ 1987/1, FJ 2) o con un
Policía Nacional (STC 69/1989, de 20 de abril EDJ 1989/4231, FJ 1);
también se apreció aquella modulación constitucional de derechos fundamentales en relación con un Arquitecto colegiado, haciéndose mención
expresa del artículo 36 CE EDL 1978/3879 (STC 219/1989, de 21 de
diciembre EDJ 1989/11628, FJ 3). Sólo tangencialmente, y sin constituir propiamente ratio decidendi del caso, se aludió en la STC 61/1990
EDJ 1990/3537, FJ 8, a que un detective privado con autorización administrativa se encontraba en una ‘’relación especial de sujeción’’, aun
cuando aquella relación administrativa especial no tuviera base directa
en la Constitución o en una ley conforme con la Constitución. Con todo,
y como también declaró este Tribunal en las SSTC 69/1989, de 20 de
abril, FJ 1, y 219/1989, de 21 de diciembre, FJ 2, incluso en el ámbito
de una ‘’relación de sujeción especial’’ una sanción carente de toda base
normativa legal resultaría lesiva del derecho fundamental que reconoce el
artículo 25.1 CE. EDL 1978/3879.
Pues bien, como también se concluía en el caso resuelto por la citada, y
en parte trascrita, STC 132/2001 EDJ 2001/7795, en el supuesto que nos
ocupa ningún precepto constitucional, ni tampoco una ley conforme con
la Constitución, prevén, ni explícita ni implícitamente, la limitación de
derechos constitucionales en un ámbito económico como el de los concesionarios de expendedurías de tabaco. Por ello, también “con independencia
de cómo se denomine la relación” que une a la titular de la concesión con
la Administración, “no hay fundamento alguno” para que la infracción
por la que se sancionó a la recurrente “carezca de la cobertura legal que,
con carácter general, exige el artículo 25.1 CE EDL 1978/3879” (STC
132/2001, de 8 de junio, FJ 4) pues, como se ha expuesto, “la Ley sancionadora ha de contener los elementos esenciales de la conducta antijurídica y
la naturaleza y límites de las sanciones a imponer (SSTC 3/1988, de 21 de
enero EDJ 1988/319, FJ 9; 101/1988, de 8 de junio EDJ 1988/417, FJ
3; 341/1993, de 18 de noviembre EDJ 1993/10426, FJ 10; 60/2000, de
2 de marzo EDJ 2000/1890, FJ 3)” (STC 132/2001, FJ 5); lo que no ha
sucedido —con respecto a los elementos esenciales de la infracción— en el
presente caso: como ya hemos visto la Ley 38/1985 EDL 1985/9537 se limitaba a prever —art. 8.4— la posibilidad de imponer sanciones “cuando los
expendedores incurran en infracciones que se determinen en el Reglamento”,
sin precisar más, y con esta base exclusiva, perfectamente insuficiente, tal
Reglamento —art. 27.8 del Real Decreto 2738/1986 EDL 1986/12490—
tipificaba como infracción grave el “suministro a puntos de venta con recargo, distintos de los que estuviesen obligatoriamente adscritos”, siendo de
300
Manuel Izquierdo Arines
añadir que ya hoy el legislador ha corregido esta anómala situación normativa con la detallada tipificación de las infracciones, incluida la relativa a
los “puntos de venta con recargo”, que se contiene en el artículo 7 de la ya
citada Ley 13/1998…”.
Por otro lado, para acabar de precisar el papel de las relaciones de sujeción especial como elemento modulador del principio de reserva de Ley, son
también muy interesantes los razonamientos contenidos en la sentencia del
Tribunal Supremo de fecha 26 de abril de 2004 (cuestión de ilegalidad
9/2002), que se refiere al grado de intensidad de la sujeción como criterio
determinante de una mayor o menor modulación/relativización del principio
de reserva de Ley:
“... En efecto, en la cuestión de ilegalidad que abordamos, se trata de
fijar el alcance del principio de legalidad en un ámbito específico de la
potestad sancionadora, el de ejercicio de las facultades disciplinarias en las
relaciones de sujeción especial, esto es, en aquellas relaciones que no son las
que ligan a la Administración con todos los ciudadanos, sino las que le vinculan con personas que están sujetas a ella por una relación característica,
como es la relación estatutaria respecto de los funcionarios públicos. Como
ha declarado el Tribunal Constitucional en la sentencia 69/1989, de 20
de abril EDJ 1989/4231, el alcance de la reserva de ley pierde parte de su
fundamentación material en el seno de las relaciones de sujeción especial,
en el que la potestad sancionadora no es la expresión del “ius puniendi” genérico del Estado, sino manifestación de la capacidad propia de autoordenación correspondiente, si bien, incluso en este ámbito, una sanción carente de toda base normativa legal devendría lesiva del derecho fundamental
que reconoce el artículo 25.1. Por ello, la sentencia del Tribunal Constitucional 2/1987, de 21 de enero EDJ 1987/1, precisó que la base normativa
legal de la tipificación de las infracciones y establecimiento de las sanciones
también existiría, cuando la ley, en aquel caso se refería a los artículos 42 y
siguientes de la Ley General Penitenciaria (Ley Orgánica 1/1979, de 26 de
septiembre) EDL 1979/3825, se remita, en la especificación y gradación
de las infracciones, al Reglamento EDL 1989/13810, lo que permite reconocer la existencia de la necesaria cobertura de la potestad sancionadora
en una norma con rango de ley. En sentido equivalente pueden citarse las
sentencias 219/1989, de 21 de diciembre EDJ 1989/11628, y 234/1991,
de 10 de diciembre EDJ 1991/11703. Más adelante el Tribunal Constitucional ha especificado que el cumplimiento de los requisitos constitucionales de legalidad formal y tipicidad permiten una adaptación —nunca
supresión— en los casos de relaciones Administración-administrado en
concordancia a la intensidad de la sujeción; y que la relativización del
principio puede ser mayor en los supuestos de máxima intensidad de la
relación, citando como ejemplos la que une a los presos con la Administración penitenciaria (sentencia 2/1987, ya aludida) o a los policías con sus
El principio de legalidad sancionadora...
301
superiores jerárquicos (sentencia 69/1989, igualmente mencionada). En
este sentido se pronuncia la sentencia 61/1990, de 20 de marzo…”.
Una vez analizada la precitada doctrina jurisprudencial, pueden destacarse
como extremos más relevantes los siguientes:
— Partiendo del hecho de que la distinción conceptual entre la categoría
de las relaciones de sujeción especial y la relación de sujeción general
es, en sí misma, imprecisa, lo que la jurisprudencia parece admitir de
forma unánime es que existen determinadas situaciones y relaciones administrativas “especiales” donde la Constitución, o la ley de
acuerdo con la Constitución, han modulado los derechos constitucionales de los ciudadanos.
— Entre los derechos modulables en una relación administrativa “especial”, se encuentra el principio de legalidad sancionadora, que se recoge con carácter de derecho fundamental en el artículo 25.1 CE.
Y aunque este precepto no contempla explícitamente ninguna situación o relación administrativa “especial”, de la concurrencia del mismo
con otras normas constitucionales, sí se puede concluir que la propia
Constitución contiene una modulación del derecho fundamental
a la legalidad sancionadora en el ámbito de determinadas relaciones administrativas “especiales”.
— La modulación/relativización del principio de reserva de Ley podrá
ser mayor o menor en función de la mayor o menor intensidad de
la relación administrativa “especial” de que se trate. Habrá de estarse
al caso concreto.
— En este sentido, nuestra jurisprudencia ha admitido de forma unánime
modulaciones del principio de reserva de Ley en el caso de determinadas relaciones administrativas “especiales”: a saber, la relación que
une a los presos con la Administración penitenciaria (sentencia del
Tribunal Constitucional de fecha 21 de enero de 1987; recurso
de amparo 940/1985); la que vincula a los funcionarios públicos
con la Administración para la que prestan sus servicios (sentencia
del Tribunal Supremo de fecha 23 de octubre de 2001; recurso de casación 5635/1997); o la que une a los profesionales con
sus respectivos Colegios (Auto del Tribunal Constitucional de
fecha 24 de febrero de 2004; cuestión de inconstitucionalidad
2414/2002).
— Por el contario, en el caso de otras relaciones administrativas “especiales”, la jurisprudencia se ha mostrado vacilante: la relación que vincula
a los detectives privados con la Administración que le ha concedido
una licencia para ejercer su actividad profesional (sentencia del Tribunal Constitucional de fecha 4 de mayo de 1990; recurso de amparo 370/1988); o la que une a los titulares de licencias de auto-taxi
y a las Administraciones que otorgan las mismas.
302
Manuel Izquierdo Arines
III. EL CASO SINGULAR DE LAS RELACIONES ENTRE
LOS TITULARES DE LICENCIAS DE AUTO-TAXI
Y LOS AYUNTAMIENTOS
Efectivamente, como se acaba de indicar, en el caso de relaciones administrativas “especiales” que han vinculado a los titulares de licencias de auto-taxi y
a los Ayuntamientos, los pronunciamientos jurisprudenciales no han mantenido una línea unívoca a la hora de determinar si dicha relación administrativa “especial” actuaba como elemento modulador/relativizador del principio
de reserva de Ley.
3.1. Evolución jurisprudencial
3.1.1. La sentencia del Tribunal Supremo de fecha 2 de abril de 1991
En esta primera resolución judicial, el Tribunal Supremo sí admite que
la relación administrativa existente entre el taxista titular de la licencia y el
Ayuntamiento concedente de la misma actúa como un elemento modulador
del principio de reserva de Ley:
“Primero. Por la representación de la apelante se han reiterado en esta
instancia las alegaciones formuladas ante el Tribunal «a quo»… carece de
virtualidad atendiendo a los fundamentos de la resolución apelada respecto a
la cual no se ha formulado juicio crítico alguno que desvirtúe la adecuada aplicación del Derecho al supuesto contemplado en este proceso; debiéndose, a mayor
abundamiento de lo expuesto en la Sentencia recurrida, tener en cuenta que la
prestación del servicio público de auto-taxis por los particulares a los que se otorga licencia por las Corporaciones Locales se halla condicionado al cumplimiento
de unas obligaciones por parte de los titulares de las licencias cuya inobservancia
puede dar lugar a la revocación de la licencia, o la imposición de unas sanciones
cuya aplicabilidad garantiza el correcto funcionamiento de este servicio cuya
organización corresponde a la Administración; que en el ejercicio de esta potestad
está legitimada para determinar cuáles sean aquellas conductas que por acción
u omisión le afecten negativamente y por ello dan lugar a la revocación de las
licencias concedidas o en su caso a las sanciones previstas en la disposición reglamentaria reguladora del servicio; sin que ello suponga que en estos supuestos de
sujeción especial del titular de la licencia las infracciones y sanciones previstas
tengan que tener una específica cobertura legal siendo suficiente que exista
una norma de este rango por la que a la Administración se le faculte para
organizar, regular, e intervenir en el funcionamiento del servicio público,
sea éste objeto de prestación directa por la Administración o por particulares
autorizados o por una licencia o concesión; no siendo identificable a efectos
del artículo 25.I) de la Constitución las infracciones y sanciones previstas en
defensa del ordenamiento jurídico general que emana del «Jus puniendi» del
El principio de legalidad sancionadora...
303
Estado, de la potestad organizativa de esta de los servicios públicos de la que es
titular; a la que se someten voluntariamente los titulares de las licencias de autotaxis al aceptar las condiciones impuestas en su Reglamento…”.
3.1.2. La sentencia de fecha 10 de febrero de 1997 (recurso de casación
58/1994)
Posteriormente, el Tribunal Supremo cambiará su criterio jurisprudencial
sobre la materia, debiendo destacarse en este punto la sentencia de fecha 10
de febrero de 1997, ya que en esta resolución judicial el Tribunal Supremo se
aparta expresamente del criterio que había seguido anteriormente en la precitada sentencia de fecha 2 de abril de 1991:
“CUARTO.— La aplicación del principio de legalidad en el ámbito de las
relaciones de sujeción especial ha dado lugar a una cierta vacilación doctrinal y
jurisprudencial, pues sobre la base, no cuestionada en general, de la posible diferencia de trato respecto al juego más riguroso de ese principio en el ámbito de las
relaciones de sujeción general y de la necesidad en todo caso de que también en
las de sujeción especial se parta de una previa habilitación legal, no es unánime
la delimitación de cuál sea su concreto alcance.
En la sentencia de este Tribunal, tomada como referencia en la recurrida, se
considera satisfecha la necesidad de habilitación legal por la sola existencia de
una norma de rango de Ley “por la que a la Administración se le faculte para
organizar, regular, e intervenir en el funcionamiento del servicio público”, sin
que se considere exigible “una específica cobertura legal”, expresión con la que, sin
duda, se está aludiendo a una regulación de la potestad sancionadora en norma
de rango de Ley.
En esa concepción la potestad sancionadora no se supedita a una específica
regulación en sede de Ley, sin que se da por sentado que se integra en la habilitación legal para la organización del servicio, como un instrumento más de la
regulación de éste.
Tal concepción, sin embargo, no refleja una línea jurisprudencial constante,
como lo evidencia la posterior sentencia de esta Sala y Sección 7.ª de 13 de noviembre de 1995 —Rec. 1766/1993…
Hemos de proclamar por tanto que aun en el ámbito de las relaciones de
sujeción especial opera el principio de legalidad, en su manifestación de reserva
de Ley, si bien en este ámbito se abran mayores espacios a la colaboración del
Reglamento; pero siempre sobre la base de una previa definición de los tipos de
infracción y de las sanciones en norma de rango de Ley, sin que quepan por tanto
remisiones en blanco o habilitaciones genéricas.
Tal es la doctrina del Tribunal Constitucional expresado con precisión en el
Fundamento Jurídico 8.º de la S.T.C. 61/1990 de 29 de marzo, que con referencia a la garantía formal implícita en el artículo 25.1 C.E. EDL 1978/3879
dice…
304
Manuel Izquierdo Arines
No es conforme a esa concepción el minimizar la función de la reserva legal
en los términos que acepta la sentencia recurrida, que (ciertamente con apoyo
en la sentencia de este Tribunal de 2 de abril de 1991) se conforma con la mera
habilitación para la regulación del servicio, o la habilitación, en exceso genérica,
para establecer sanciones por infracción de bandos y ordenanzas municipales.
El principio de legalidad, como ya advirtiera la sentencia de la extinguida
Sala 3.ª, de 20 de enero de 1987, F.D. 3.º, supone que “no solo la investidura o
habilitación está sometida al principio de legalidad, sino también la tipificación
de las infracciones, así como la determinación de la sanción correspondiente”.
La singularidad de las relaciones especiales de sujeción no afecta a ese esquema esencial, de modo que la simple habilitación genérica, sin previa regulación
material en la Ley, baste para llenar las exigencias del principio de legalidad en
ese campo, sino que se refleja, a lo más, en que el ámbito de colaboración reservado al Reglamento pueda ser mayor.
En todo caso la mayor particularización de los tipos de infracción de las
sanciones, así como de la correspondencia de éstas a aquéllos, definidos en sede
reglamentaria, solo será posible en la medida en que esa regulación específica
puede reconducirse a previas definiciones en sede de ley, aunque sean de tipo
más genérico, lo que no ocurre cuando el tipo reglamentario no tiene correlato
discernible en la Ley, que es lo que ocurre en el caso de habilitaciones legales en
blanco, técnica admitida como correcta en la sentencia recurrida, cuya tesis al
respecto no podemos compartir.
Resulta claro por lo que llevamos expuesto, que una Ordenanza Municipal no
puede ser fuente primaria de un ordenamiento sancionador, ni aun en el ámbito
de las relaciones de sujeción especial, y que su oportunidad reguladora en ese campo
debe partir de la base de una previa regulación en la Ley, a la que debe ajustarse.
No solo la jurisprudencia constitucional aludida, sino hoy ya la Ley, en concreto la Ley 30/1992 EDL 1992/17271 —Arts. 127 y 129—, define en términos absolutamente precisos el alcance del principio de legalidad y de la reserva
de Ley en cuanto a la potestad sancionadora de la Administración, debiéndose
advertir que dichos dos preceptos se refieren a todas las Administraciones, o a la
potestad sancionadora de todas las Administraciones, y en concreto a la local,
dado lo dispuesto en el artículo 2.º.1.c) de la propia Ley…”.
3.1.3. La sentencia del Tribunal Constitucional 132/2001, de 8 de junio
(recurso de amparo 1608/2000)
Se pronuncia en la misma línea que la segunda sentencia del Tribunal Supremo anteriormente transcrita. No obstante, se produjeron dos votos particulares, circunstancia esta que pone manifiesto que la cuestión no estaba —ni
deja de estarlo— exenta de debate:
“CUARTO.— La segunda consideración que exige el juicio ex artículo
25.1 CE es la relativa a la relación administrativa que une al Ayuntamiento
El principio de legalidad sancionadora...
305
de Madrid con el sancionado, y si esta relación determina alguna modulación
legítima en el régimen de disfrute del derecho a la legalidad sancionadora. De
las denominadas “relaciones especiales de sujeción” —también conocidas en la
doctrina como “relaciones especiales de poder”— se ha ocupado ya este Tribunal
en anteriores ocasiones, no ocultando que, como se dijo en la STC 61/1990, FJ
6 EDJ 1990/3537, la distinción entre relaciones de sujeción general y especial es
en sí misma imprecisa…
QUINTO.— Desde la STC 42/1987, de 7 de abril, FJ 2 EDJ 1987/42,
viene declarando este Tribunal que el artículo 25.1 CE proscribe toda habilitación reglamentaria vacía de contenido material propio. Esta doctrina ha sido
luego pormenorizada y especificada para distintos supuestos de colaboración reglamentaria en la tipificación de infracciones y sanciones… Ahora bien, según
señalamos más arriba, esta doctrina está enunciada para definir la relación entre
las leyes y los reglamentos, por lo que necesita de ulteriores precisiones cuando se
trata de definir la colaboración normativa de las ordenanzas municipales.
En efecto, a fin de precisar el alcance de la reserva de ley sancionadora respecto de las ordenanzas municipales parece oportuno recordar lo ya dicho por
este Tribunal en relación con la reserva de Ley para el establecimiento de prestaciones patrimoniales de carácter público (art. 31.3 CE EDL 1978/3879), y
en concreto para el establecimiento de tributos (art. 133 CE EDL 1978/3879).
En la STC 233/1999, de 16 de diciembre, sobre la Ley de Haciendas Locales
EDJ 1999/40189, expusimos una concepción flexible de la reserva de Ley en
relación con las tasas y los precios públicos locales y, por consiguiente, un amplio ámbito de regulación para las Ordenanzas dictadas por los Ayuntamientos
(FFJJ 10 y 18). Expresamente dijimos entonces que el ámbito de colaboración
normativa de los Municipios, en relación con los tributos locales, era mayor que
el que podría relegarse a la normativa reglamentaria estatal. Dos datos normativos consideramos entonces relevantes para llegar a aquella conclusión: que las
ordenanzas municipales se aprueban por un órgano —el Pleno del Ayuntamiento— de carácter representativo —art. 22.2.d) LBRL EDL 1988/14026-; y que
la garantía local de la autonomía local (arts. 137 y 140 CE EDL 1978/3879)
impide que la ley contenga una regulación agotadora de una materia —como
los tributos locales— donde está claramente presente el interés local. Con todo,
en nuestra STC 233/1999, FJ 10.c) EDJ 1999/40189, concluimos que aquella
concepción flexible de la reserva de ley tributaria —en relación con las ordenanzas fiscales— no toleraba la renuncia de la ley a todo encuadramiento normativo
de la potestad tributaria local. La exposición precedente nos aporta un primer
criterio de flexibilidad a la hora de identificar el alcance de la reserva de ley del
artículo 25.1 CE EDL 1978/3879 en relación con las ordenanzas municipales
de contenido punitivo. Ahora bien, ese criterio de flexibilidad no puede ser proyectado sin más sobre el artículo 25.1 CE. En primer lugar, por la diferencia intrínseca entre la reserva de Ley tributaria (arts. 31.3 EDL 1978/3879 y 133 CE
EDL 1978/3879) y la sancionadora (art. 25.1 EDL 1978/3879), que nos ha
llevado a afirmar en la STC 194/2000, de 19 de julio, FJ 9 EDJ 2000/16271,
306
Manuel Izquierdo Arines
que la reserva de ley sancionadora del artículo 25.1 CE es más estricta que la del
artículo 133.1 CE EDL 1978/3879; ello se debe a que, mientras la reserva de
ley tributaria sirve al fin de la autodisposición en el establecimiento de los deberes
tributarios así como a la preservación de la unidad del ordenamiento y de una
básica posición de igualdad de los contribuyentes (SSTC 19/1987, de 17 de
febrero, FJ 4 EDJ 1987/19; 233/1999, FJ 10 c EDJ 1999/40189), la reserva
de ley sancionadora garantiza la posición jurídica de cada ciudadano en relación
con el poder punitivo del Estado. Y en segundo lugar, porque la doctrina sentada
en la STC 233/1999 EDJ 1999/40189 se forma en relación con dos tributos
locales (tasas y precios públicos) donde se identifica un elemento sinalagmático
muy relevante para la concepción flexible de la reserva de Ley.
SEXTO.— En forma similar a como acabamos de recordar en relación con
la reserva de ley tributaria, también la exigencia de ley para la tipificación de
infracciones y sanciones ha de ser flexible en materias donde, por estar presente el
interés local, existe un amplio campo para la regulación municipal y siempre que la
regulación local la apruebe el Pleno del Ayuntamiento. Esta flexibilidad no sirve,
con todo, para excluir de forma tajante la exigencia de ley. Y ello porque la mera
atribución por ley de competencias a los Municipios —conforme a la exigencia del
artículo 25.2 LBRL EDL 1978/3879— no contiene en sí la autorización para que
cada Municipio tipifique por completo y según su propio criterio las infracciones y
sanciones administrativas en aquellas materias atribuidas a su competencia. No hay
correspondencia, por tanto, entre la facultad de regulación de un ámbito material
de interés local y el poder para establecer cuándo y cómo el incumplimiento de una
obligación impuesta por Ordenanza Municipal puede o debe ser castigada. La flexibilidad alcanza al punto de no ser exigible una definición de cada tipo de ilícito y
sanción en la ley, pero no permite la inhibición del legislador. Del artículo 25.1 CE
EDL 1978/3879 derivan dos exigencias mínimas, que se exponen a continuación.
En primer término, y por lo que se refiere a la tipificación de infracciones, corresponde a la ley la fijación de los criterios mínimos de antijuridicidad conforme a los
cuales cada Ayuntamiento puede establecer tipos de infracciones; no se trata de la definición de tipos —ni siquiera de la fijación de tipos genéricos de infracciones luego
completables por medio de Ordenanza Municipal— sino de criterios que orienten
y condicionen la valoración de cada Municipio a la hora de establecer los tipos de
infracción. En segundo lugar, y por lo que se refiere a las sanciones, del artículo 25.1
CE EDL 1978/3879 deriva la exigencia, al menos, de que la ley reguladora de cada
materia establezca las clases de sanciones que pueden establecer las ordenanzas municipales; tampoco se exige aquí que la ley establezca una clase específica de sanción
para cada grupo de ilícitos, sino una relación de las posibles sanciones que cada
Ordenanza Municipal puede predeterminar en función de la gravedad de los
ilícitos administrativos que ella misma tipifica…”.
“VOTO PARTICULAR
Voto particular disidente que formula el Magistrado D. Fernando Garrido
Falla en relación con la Sentencia dictada por la Sala Primera de este Tribunal
El principio de legalidad sancionadora...
307
en el Recurso de Amparo núm. 1608/2000, al que se adhiere el Magistrado D.
Manuel Jiménez de Parga y Cabrera.
PRIMERO.— Frente a la alegación del Letrado del Ayuntamiento, la Sentencia niega que la relación jurídica que liga al taxista sancionado con el Ayuntamiento de Madrid sea una relación especial de poder o de sujeción y, aunque lo
fuese, afirma que el principio de legalidad (art. 25.1) sería igualmente aplicable
con la suficiente rigurosidad como para otorgar el amparo solicitado, pues ni la
Ordenanza Municipal tiene rango formal suficiente para justificar la sanción
impuesta ni encuentra cobertura suficiente en ninguna ley del Estado ni de la Comunidad Autónoma de Madrid. Ambas afirmaciones no pueden ser compartidas
por el Magistrado que suscribe por las razones que se explican a continuación…
TERCERO.— El problema estriba en determinar el ámbito de situaciones
jurídicas que cubre el concepto de “relación especial de poder”. Hay casos que
debemos descartar porque expresamente han sido excluidos por nuestra jurisprudencia: la STC 61/1990 excluye el caso de un detective particular al que se le
retira la licencia para el ejercicio de tal profesión.
Empero, en el caso de los taxistas no existen precedentes jurisprudenciales
en esta jurisdicción constitucional, por lo que podemos encontrarnos ante una
buena ocasión para delimitar el marco de aplicación de esta doctrina. La Sala
1.ª del TC ha entendido que no estamos en presencia de una relación especial de
poder y es aquí donde debo de manifestar mi discrepancia. En efecto:
a) El servicio al público de taxis no se presta mediante el ejercicio de una
actividad privada de particulares que, al amparo del artículo 38 CE, deciden
dedicar sus automóviles a transportar, mediante previo convenio sobre precio y
condiciones, a quienes necesitan de un medio de transporte para trasladarse de
un lugar a otro de la ciudad. Por el contrario, y porque se trata de una actividad
de interés público en la que la intervención administrativa está sobradamente
justificada al estar en juego, desde la existencia misma del servicio, hasta la
protección de los abusos de que puede ser objeto el usuario, el Ayuntamiento interviene por vía reglamentaria (Ordenanza municipal). La actividad de taxista
deja de ser una actividad producto de la libertad de empresa, para convertirse en
una actividad sujeta a una estricta reglamentación en la que, junto a un cuadro
de deberes y obligaciones, se tipifican las infracciones que derivan de su incumplimiento y las sanciones que tal incumplimiento acarrea.
b) Estas infracciones y sanciones pueden ser objeto de regulación por Ley
formal. De hecho lo fueron por la Ley estatal 38/1984, de 6 de noviembre,
derogada por la posterior Ley 16/1987, de 30 de julio, con su catálogo de infracciones y sanciones; pero esta Ley fue anulada —por falta de competencia estatal
e invasión de la autonómica— por nuestra STC 118/1996, de 27 de junio.
Posteriormente a los hechos objeto de nuestro recurso de amparo, la Comunidad
de Madrid aprueba la Ley 20/1998, de 27 de noviembre, de Ordenación y
Coordinación de Transportes Urbanos, cuyo artículo 16 regula el régimen de
infracciones y sanciones administrativas. Así es que, una Ley por muerta y otra
308
Manuel Izquierdo Arines
por no nacida, dejan un vacío jurídico que, de acuerdo con nuestra Sentencia,
significaría la desregulación total de la actividad del transporte público por taxis.
El límite para cualquier actuación fraudulenta se retranquearía ahora hasta
los preceptos del Código Penal; pues las Ordenanzas Municipales quedarían sin
cobertura de ley formal y, por tanto, inaplicables. El Magistrado que suscribe se
consuela al pensar que durante esta “vacación legislativa” los posibles infractores
no sabían que todo les estaba permitido.
Mi punto de vista es, pues, que la vigencia de las Ordenanzas tenían su
apoyo en el hecho de que, al encontrarnos ante una relación especial de poder, el
principio de la rigurosa legalidad quedaba relativamente flexibilizado. Máxime
si se tiene en cuenta que las Ordenanzas no son meros reglamentos burocráticos,
sino normas aprobadas por el Ayuntamiento cuya legitimidad democrática está
ampliamente justificada en nuestro sistema actual, cuyo título jurídico de ejercicio está establecido en los arts. 4.º.1 a) y 84.a) de la Ley 7/1985 de Bases del
Régimen local y cuya posibilidad para imponer multas, incluso en los supuestos
de relaciones generales de poder, se encuentran en el art. 59 del Texto Refundido
(Real Decreto 781/1986).
CUARTO.— Pero es que a la misma conclusión llegamos si prescindimos del
uso de esta categoría jurídica —relación especial de poder o de sujeción— y de las
consecuencias jurídicas que de su utilización se desprenden. En efecto:
a) Entre las competencias municipales que enumera el artículo 25.2 de la Ley
7/1985, siempre dentro de los términos de la legislación estatal y autonómica, está la
relativa al “transporte público de viajeros” (apartado ll). Y las potestades para su reglamentación y organización están explícitamente reconocidas en los anteriormente
citados artículos 4.1.a) y 84.a) de la propia Ley; asimismo, la potestad de ejecución
forzosa y sancionadora se pronuncia en el apartado f ) del artículo 4.
Ni la reglamentación del servicio, ni la Ordenanza Municipal que, en su
caso, se dicte puede violar por supuesto, “los términos de la legislación estatal
o autonómica”. Pero ningún precepto veda que, a falta de tales legislaciones,
el Ayuntamiento pueda organizar el servicio al público que los taxis prestan o
reglamentarlo si se trata de una actividad que haya surgido espontáneamente
al amparo de la libre iniciativa particular. El intervencionismo administrativo
por vía de regulación o de creación de un servicio público está indiscutiblemente
reconocido en los sistemas jurídicos vigentes en los países de nuestro entorno. Más
aún: nuestro ordenamiento positivo permite la municipalización del servicio de
taxis —art. 22.2.f ) de la Ley 7/1985—, que haría de esta actividad un auténtico servicio público cuya gestión, si concedida a particulares, permitiría su
sujeción a un pliego de condiciones, en el que se incluirían los derechos y deberes
de los concesionarios y, desde luego, las consecuencias “represivas” de su incumplimiento (incluida la revocación de la concesión o su suspensión temporal). Me
pregunto si, frente a la aplicación de alguna de estas medidas represivas, valdría
la invocación del principio de legalidad al amparo del artículo 25.1 CE.
b) Siguiendo esta línea discursiva, una nueva duda me planteo. Supongamos
que, en adelante, el Ayuntamiento de Madrid exige (previo el acuerdo plenario
El principio de legalidad sancionadora...
309
correspondiente) que, al otorgar cada nueva licencia, el nuevo taxista firmase
un documento en el que declarase conocer las Ordenanzas municipales correspondientes y su compromiso de respetarlas y someterse a ellas. ¿Acaso este simple
cambio procedimental —en definitiva, una contractualización de la técnica de
la concesión de la licencia— tendría el poder taumatúrgico de convertir en lícita
una “sanción” como la que en nuestro caso nos ocupa?...”.
Una vez analizadas las anteriores resoluciones judiciales, podemos sintetizar la evolución jurisprudencial en los siguientes extremos:
— En un primer momento, la jurisprudencia (sentencia del Tribunal Supremo de fecha 2 de abril de 1991) parte de una premisa: la relación
administrativa que liga a los titulares de licencias de auto-taxis con la
Administración concedente es una relación de sujeción especial.
— Partiendo de la premisa anterior, la meritada jurisprudencia considera
que en estos supuestos de sujeción especial del titular de una licencia
de auto-taxi, las infracciones y sanciones previstas no precisan de específica cobertura legal, siendo suficiente que exista una norma con
rango de Ley por la que a la Administración se le faculte para organizar, regular e intervenir en el funcionamiento de este tipo de
servicio público —servicio público de transporte urbano de viajeros
en automóviles de turismo—, sea éste objeto de prestación directa
por el propio Ayuntamiento o por particulares autorizados por una
licencia o concesión.
— Finalmente, viene a concluir la meritada sentencia que, a efectos de lo
establecido en el artículo 25.1 de la Constitución, debe diferenciarse
entre la exigencia general para tipificar infracciones y sanciones prevista en defensa del ordenamiento jurídico, y la potestad organizativa
que las Administraciones tienen de los servicios públicos que son de
su titularidad, y a la que se han sometido voluntariamente los titulares
de las licencias de auto-taxis al aceptar las condiciones impuestas en
su Reglamento.
— Posteriormente, llegará el cambio jurisprudencial en esta materia con
la meritada sentencia del Tribunal Supremo de fecha 10 de febrero
de 1997. En la propia resolución judicial se advierte que en otra sentencia de fecha anterior, dictada por esa misma Sección (sentencia de
fecha 13 de noviembre de 1995 – Recurso de Casación 1766/1993),
ya se había cambiado el criterio jurisprudencial:
•
•
Se sigue considerando que la relación administrativa que liga a
los titulares de licencias de auto-taxis con la Administración concedente es una relación de sujeción especial.
No obstante, a efectos de lo establecido en el artículo 25.1 de la
Constitución, dicha relación administrativa “especial” sólo implica una mayor amplitud en la regulación reglamentaria de un
310
Manuel Izquierdo Arines
régimen de infracciones y sanciones previamente establecido
en la Ley, lo que no significa que en esos casos pueda por vía
reglamentaria establecerse un cuadro de infracciones y sanciones
distintas de las previstas en la Ley.
— La singularidad de las relaciones especiales de sujeción supone, a lo
sumo, que el ámbito de colaboración reservado al Reglamento puede
ser mayor y, en todo caso, esa mayor particularización en sede reglamentaria de los tipos de infracción y de las sanciones, así como de la correspondencia de éstas a aquéllos, solo será posible en la medida en que
esa regulación específica puede reconducirse a previas definiciones
en sede de Ley, aunque sean de tipo más genérico, lo que no ocurre
cuando el tipo reglamentario no tiene correlato discernible en la Ley,
que es lo que ocurre en el caso de habilitaciones legales en blanco.
— En conclusión, las Ordenanzas Municipales —ni ninguna otra norma
reglamentaria— pueden ser fuente primaria de un ordenamiento sancionador, ni aun en el ámbito de las relaciones de sujeción especial.
— Finalmente, debe hacerse referencia a las principales conclusiones
que se establecieron en la sentencia del Tribunal Constitucional
132/2001, de 8 de junio. En primer lugar, y a diferencia de lo que
ocurre con las dos sentencias comentadas del Tribunal Supremo, la
sentencia del Tribunal Constitucional no considera como una relación de sujeción especial la relación administrativa que vincula a los
titulares de licencias de auto-taxis con los Ayuntamientos: concretamente, señala que la actividad profesional de prestación de servicios de
transporte en auto-taxi es una actividad económica privada, aunque
esté intervenida y reglamentada.
— Que ningún precepto constitucional ni tampoco ninguna Ley, vigente al tiempo de la infracción sancionada, prevén una modulación o
limitación de derechos constitucionales en el referido ámbito de actividad económica.
— Por tanto, y con independencia de cómo se denomine la relación que
une al titular de la licencia de auto-taxi con su Ayuntamiento, no hay
fundamento alguno para que la sanción impuesta al recurrente carezca
de la cobertura legal que exige el artículo 25.1 de la Constitución.
— Por otro lado, esta sentencia del Tribunal Constitucional estableció
una serie de transcendentales reglas generales en materia de potestad
sancionadora de la Administración local: así, partiendo del hecho
de advertir que la jurisprudencia había venido identificando en el artículo 25.1 de la Constitución una exigencia de definición legal de
los elementos esenciales de las infracciones administrativas y de sus
correspondientes sanciones, correspondiendo al Reglamento, en su
caso, el desarrollo y precisión de los tipos de infracciones previamente establecidos por la Ley, señalaba que dicha doctrina— enunciada
para definir la relación entre las leyes y los reglamentos— debía ser
El principio de legalidad sancionadora...
311
precisada para definir la colaboración normativa de las Ordenanzas
Municipales.
— En este sentido, se establece que el “interés local” fundamenta una cierta flexibilización del principio de reserva de Ley, siempre que la regulación local la apruebe el Pleno del Ayuntamiento y, en cualquier
caso, se cumplan dos exigencias mínimas:
•
•
En primer término, y por lo que se refiere a la tipificación de infracciones, corresponde a la Ley la fijación de los criterios mínimos
de antijuridicidad conforme a los cuales cada Ayuntamiento puede
establecer tipos de infracciones; no se trata de la definición de tipos
—ni siquiera de la fijación de tipos genéricos de infracciones luego
completables por medio de Ordenanza Municipal— sino de criterios que orienten y condicionen la valoración de cada Municipio a
la hora de establecer los tipos de infracción.
En segundo lugar, y por lo que se refiere a las sanciones, del artículo 25.1 de la Constitución deriva la exigencia, al menos, de que la
Ley reguladora de cada materia establezca las clases de sanciones que
pueden establecer las Ordenanzas Municipales; tampoco se exige
aquí que la Ley establezca una clase específica de sanción para cada
grupo de ilícitos, sino una relación de las posibles sanciones que
cada Ordenanza Municipal puede predeterminar en función de la
gravedad de los ilícitos administrativos que ella misma tipifica.
— Como se ha indicado, esta sentencia del Tribunal Constitucional tuvo
una transcendencia capital en materia de potestad sancionadora de
la Administración local, ya que, en cumplimiento de la doctrina que
se asentó en la misma, por medio de la Ley 57/2003, de 16 de diciembre, de medidas para la modernización del gobierno local, se introdujo
un nuevo Título XI en la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las
Bases del Régimen Local (“Tipificación de las infracciones y sanciones
por las entidades locales en determinadas materias”; artículos 139-141).
3.2. La reciente doctrina del Tribunal Constitucional en relación
con el apartado 7.º del artículo 16.2 b) de la Ley de Ordenación
y Coordinación de los Transportes Urbanos de la Comunidad
de Madrid
Con fecha de 28 de enero de 2013, el Tribunal Constitucional ha dictado sentencia en la cuestión de inconstitucionalidad 5371/2011 planteada por la Sección Segunda de Sala de lo Contencioso-Administrativo del
Tribunal Superior de Justicia de Madrid, en relación con el apartado 7.º del
artículo 16.2 b) de la Ley 20/1998, de 27 de noviembre, de ordenación y
coordinación de los transportes urbanos de la Comunidad de Madrid. El fallo
312
Manuel Izquierdo Arines
de la sentencia ha estimado la cuestión de inconstitucionalidad y, en su virtud,
ha declarado inconstitucional y nulo el meritado apartado 7.º del precepto de
la Ley autonómica.
A continuación, se transcriben los fragmentos de la sentencia que se consideran más ilustrativos para su posterior análisis y comentario:
“… No obstante, este Tribunal ha señalado también (entre otras muchas, STC
26/2005, de 14 de febrero, FJ 3 EDJ 2005/13069) que en relación con “las infracciones y sanciones administrativas el alcance de la reserva de Ley no puede ser
tan riguroso como lo es por referencia a los tipos y sanciones penales en sentido estricto, y ello tanto “por razones que atañen al modelo constitucional de distribución
de las potestades públicas” como “por el carácter en cierto modo insuprimible de la
potestad reglamentaria en ciertas materias, bien, por último, por exigencias de prudencia o de oportunidad” (STC 42/1987, de 7 de abril, FJ 2 EDJ 1987/42)”…
En definitiva, como ha señalado la STC 104/2009, de 4 de mayo, FJ 2, lo que el
artículo 25.1 EDL 1978/3879 prohíbe “es la remisión de la ley al reglamento sin
una previa determinación de los elementos esenciales de la conducta antijurídica”.
TERCERO.— El artículo 16.2 b) de la Ley 20/1998, de ordenación y coordinación de los transportes urbanos de la Comunidad de Madrid EDL 1998/46756,
como se ha indicado, tipifica como infracción grave el incumplimiento de las
condiciones esenciales de la autorización o licencia, salvo que deba considerarse
infracción muy grave, y establece expresamente que entre esas condiciones esenciales deberán incluirse las que el propio precepto legal enumera y “cualesquiera otras
que puedan establecerse reglamentariamente”, siendo esta última previsión la que
es objeto de la presente cuestión de inconstitucionalidad.
De acuerdo con la doctrina que se acaba de exponer, para apreciar si la remisión al reglamento que efectúa el apartado séptimo del artículo 16.2 b) de la
Ley 20/1998 de la Comunidad de Madrid EDL 1998/46756 es acorde con el
artículo 25.1 CE EDL 1978/3879 debemos comprobar si el precepto legal que
efectúa esta remisión define los elementos esenciales de la conducta antijurídica o
si, por el contrario, está remitiendo a la potestad reglamentaria una tipificación
autónoma de infracciones, lo que determinaría la inconstitucionalidad del precepto por no respetar la garantía formal que se deriva del principio de legalidad
sancionadora.
Así lo hemos hecho en otros supuestos en los que la ley defería al reglamento
la concreción de algunos de los elementos de la conducta típica. Por ejemplo,
en la STC 3/1988, de 21 de enero EDJ 1988/319, consideramos que el artículo 9 del Real Decreto-ley 3/1979 de 26 de enero, sobre seguridad ciudadana
EDL 1979/2399, que disponía que podía ser sancionado “el incumplimiento de las normas de seguridad impuestas reglamentariamente a las Empresas
para prevenir la comisión de actos delictivos” no vulneraba el artículo 25.1 CE
EDL 1978/3879, pues consideramos que dicho precepto cuestionado fijaba suficientemente los elementos esenciales del ilícito administrativo, al concretar “el
desvalor de las conductas consideradas ilícitas en la referencia al incumplimiento
El principio de legalidad sancionadora...
313
por las Empresas de normas de seguridad teleológicamente encaminadas a la
prevención de hechos delictivos, normas de seguridad que vendrán luego determinadas en sus circunstancias particulares por reglamentos que responderán, en
cada caso, a valoraciones de carácter técnico y contingente, efectuadas por la
Administración” (FJ 10). Por las mismas razones, la STC 246/1991, de 19 de
diciembre, FJ 3 EDJ 1991/12123, desestimó un recurso de amparo en el que se
aducía, entre otros motivos, que la sanción impuesta en virtud de lo establecido
en también en el art 9 del Real Decreto-ley 3/1979 legal vulneraba su derecho
fundamental a la legalidad sancionadora…
Y a la misma conclusión llegamos en la STC 104/2009, de 4 mayo
EDJ 2009/82107. En esta Sentencia entendimos que el artículo 91 b) 1
de la Ley 25/1964, de 29 de abril, de energía nuclear EDL 1964/87, en la
redacción dada por la disposición adicional quinta de la Ley 54/1997, de
27 de noviembre del sector eléctrico EDL 1997/25088, en el que se establece
que constituye infracción grave “el incumplimiento de los preceptos legales o
reglamentarios aplicables o de los términos y condiciones de las autorizaciones
o documentos oficiales de explotación, cuando no constituya falta muy grave,
salvo los de escasa trascendencia” es acorde con las garantías formales y materiales que se derivan del artículo 25.1 CE EDL 1978/3879. En este caso
sostuvimos que “la infracción grave tipificada en el artículo 91.b).1 de la Ley
de energía nuclear delimita los elementos esenciales de las conductas antijurídicas sancionadas, pues no sólo contiene la acotación del ámbito al que se
refieren las normas reglamentarias y las autorizaciones o documentos oficiales
de explotación a que se refiere la remisión, que es la actividad desarrollada
en las instalaciones nucleares y radioactivas, así como la identificación de los
sujetos que pueden cometer la infracción, esto es, las empresas que realicen
dicha actividad (art. 91, inciso primero, de la Ley de energía nuclear), sino
que, además, mediante la integración del precepto cuestionado con el artículo
91 a) de la propia Ley EDL 1964/87 al que indirectamente se remite (“cuando no constituya falta muy grave”), se enuncia el bien jurídico protegido, y
se describe suficientemente en qué consiste la conducta infractora, por lo que
la remisión a las normas reglamentarias y a los términos y condiciones de las
autorizaciones o los documentos oficiales de explotación, satisface plenamente
la garantía formal del artículo 25.1 CE, al tratarse de una regulación complementaria y claramente subordinada a la Ley”.
Por el contrario, hemos considerado que la remisión de la ley al reglamento
no satisfacía las exigencias del artículo 25.1 CE EDL 1978/3879 cuando
esta remisión se efectuaba sin una “definición básica de la conducta prohibida
en la propia ley” (SSTC 60/2000, de 2 de marzo, FJ 4 EDJ 2000/1890 y
26/2005, de 14 de febrero, FJ 4 EDJ 2005/3291). Por esta razón, la última
Sentencia citada consideró que el artículo 8 de la Ley 38/1985, de 22 de
noviembre, del monopolio fiscal de tabacos EDL 1985/9537 que, en su apartado 3 EDL 1985/9537, disponía que “mediante normas reglamentarias” se
establecería “el régimen sancionador” y en su apartado 4 EDL 1985/9537
establecía que la Delegación del Gobierno podría sancionar a los expendedores
314
Manuel Izquierdo Arines
cuando incurrieran las infracciones que se determinaran en el reglamento que
desarrollaba la ley era contrario al principio de legalidad sancionadora en
su vertiente formal. De igual modo en la STC 81/2009, de 23 de marzo
EDJ 2009/50239, anulamos el artículo 69.3 c) de la Ley 10/1990, de 15
de octubre, del deporte EDL 1990/14774, en el que se establecía que eran
infracciones leves “todas las acciones u omisiones no tipificadas como infracciones graves o muy graves en el presente Título y que sean contrarias a las
normas y reglamentos aplicables a los espectáculos deportivos”, al apreciar que
no contenía los elementos esenciales de la conducta antijurídica, por lo que
permitía una regulación reglamentaria independiente, lo que era contrario
a las exigencias de legalidad formal que se derivan del artículo 25.1 CE
EDL 1978/3879.
CUARTO.— El artículo 16.2 de la Ley 20/1998, de ordenación y coordinación de los transportes urbanos de la Comunidad de Madrid EDL 1998/46756
establece que constituye infracción administrativa grave el incumplimiento de
las “condiciones esenciales de la autorización o licencia”, cuando no tenga la
consideración de infracción muy grave. Se refiere a continuación a seis condiciones esenciales, acotando el ámbito material que a cada una le corresponde, sin
perjuicio del correspondiente desarrollo reglamentario.
“1. La iniciación de los servicios interurbanos en vehículos de turismo dentro
del municipio otorgante de la correspondiente licencia.
2. La disposición del número mínimo de conductores que, en su caso, reglamentariamente se exijan….
El precepto incluye un apartado 7 conforme al que serán también condiciones esenciales “cualesquiera otras que puedan establecerse reglamentariamente”.
Esta previsión, que es el objeto de la presente cuestión de constitucionalidad,
supone la atribución de un amplísimo margen al reglamento para la fijación de
las conductas sancionables. Impone un solo límite: las infracciones administrativas pueden referirse a cualesquiera condiciones de la autorización o licencia
siempre que puedan considerarse esenciales; sin acotación material alguna ni
referencia a bienes jurídicos cuya protección pudiera justificar la sanción.
Ciertamente, el concepto jurídico indeterminado “condiciones esenciales de
la autorización o licencia” es un parámetro legal que en alguna medida orienta
al reglamento. No obstante, en ausencia de más determinaciones legales, constituye una laxa e insuficiente guía normativa desde la perspectiva del principio de
legalidad sancionadora.
Con ello está permitiendo que la Administración lleve a cabo una tipificación ex novo de conductas ilícitas vulnerando de este modo la garantía formal
del principio de legalidad sancionadora. Debe pues afirmarse que los elementos
esenciales de la conducta antijurídica no están identificados en la Ley y por ello la
entera definición de esos “elementos esenciales” es la que se encomienda al poder
reglamentario en contra del artículo 25.1 CE EDL 1978/3879.
Por otra parte, debe señalarse que, como sostuvimos en la STC 132/2001,
de 8 de junio EDJ 2001/7795, en un supuesto en el que se recurría en
El principio de legalidad sancionadora...
315
amparo una sanción impuesta a un taxista, la relación administrativa que
une al Ayuntamiento de Madrid con el sancionado no determina modulación
alguna del derecho a la legalidad sancionadora. Ello porque “ningún precepto constitucional prevé, ni explícita ni implícitamente, la limitación de derechos constitucionales en un ámbito de actividad económica privada, aunque esté intervenida y
reglamentada, como es la prestación de servicios de transporte en auto-taxi”. Por
esta razón, “con independencia de cómo se denomine la relación que une al titular
de la licencia de auto-taxi con su Ayuntamiento, no hay fundamento alguno para
que la sanción impuesta al recurrente carezca de la cobertura legal que, con carácter
general, exige el artículo 25.1 CE EDL 1978/3879”, conclusión que reafirmamos
en este caso”.
Una vez analizados los fundamentos jurídicos de la sentencia del Tribunal
Constitucional, y partiendo de la base de que estamos ante una cuestión que
ha sido —y continúa siendo— objeto de debate para la doctrina y jurisprudencia, a continuación, se proponen una serie de reflexiones que, seguramente, continuarán fomentando dicho debate doctrinal:
1.º) Comenzando por la parte final de la sentencia, debe advertirse que en
su remisión a la STC 132/2001, de 8 de junio —que también se analiza en
el presente artículo—, se realiza una omisión muy importante:
— Efectivamente, en la referida STC 132/2001 no sólo se afirmaba
que ningún precepto constitucional preveía una modulación o limitación de derechos constitucionales en el referido ámbito de actividad económica privada, sino que tampoco se preveía dicha
circunstancia en ninguna Ley vigente al tiempo de la infracción
sancionada.
— Por el contrario, en el supuesto resuelto por la presente sentencia objeto de análisis, sí hay una Ley vigente al tiempo de cometerse la
infracción sancionada de la que podría inferirse la modulación
referida: la Ley de Ordenación y Coordinación de los Transportes
Urbanos de la Comunidad de Madrid.
— Esta Ley configura un tipo de relación administrativa entre los titulares de licencias de auto-taxis y la Administración concedente de
dichos títulos habilitantes que, con independencia de cómo quiera
denominarse (relación de sujeción especial, relación especial de poder,
relación administrativa “especial”, etc.), podría justificar —a juicio del
autor— una cierta modulación del principio de legalidad recogido en
el artículo 25.1 de la Constitución:
• De conformidad con el artículo 9 de la Ley de Ordenación y Coordinación de los Transportes Urbanos, el taxista no puede ejercer su
actividad profesional si el Ayuntamiento del municipio en que esté
residenciado el vehículo no le concede previamente una licencia
316
Manuel Izquierdo Arines
administrativa para “la realización de servicios de transporte urbano
de viajeros en automóviles de turismo” (esto es, la “licencia de autotaxi”).
• Reglamentariamente (Decreto 74/2005, de 28 de julio, por el que
se aprueba el Reglamento de los Servicios de Transporte Público
Urbano en Automóviles de Turismo, y otras normas reglamentarias
de desarrollo) están completamente reguladas las condiciones en
las que los taxistas deben prestar el servicio público de transporte
urbano de viajeros en automóviles de turismo; el plazo de validez,
el régimen de transmisión y las causas de extinción de las licencias;
el registro municipal de licencias; el régimen de inspección y el régimen sancionador, etc.
— En conclusión, y como se ha dicho anteriormente, con independencia
de cómo quiera denominarse al tipo de relación, todas estas notas
características del régimen jurídico que conforma la relación administrativa entre los taxistas y los Ayuntamientos, podría justificar una
cierta modulación del principio de legalidad recogido en el artículo
25.1 de la Constitución, siempre que hubiera un mínimo de cobertura legal.
2.º) Pues bien, partiendo de la anterior conclusión, si se examinan los razonamientos de la sentencia, tampoco está del todo claro que en el supuesto
de autos, además, no existiera ese mínimo de cobertura legal conforme a la
doctrina del propio Tribunal Constitucional:
— Efectivamente, a la hora de valorar el precepto legal cuestionado (“serán
también condiciones esenciales cualesquiera otras que puedan establecerse
reglamentariamente”), debía partirse de la doctrina jurisprudencial establecida en la STC 104/2009, de 4 de mayo (lo que el artículo 25.1
CE prohíbe es la remisión de la ley al reglamento sin una previa determinación de los elementos esenciales de la conducta antijurídica”).
— En el supuesto enjuiciado por la precitada STC 104/2009, de 4 de
mayo, el Tribunal Constitucional declaró la conformidad con la Constitución del precepto cuestionado porque, en síntesis, consideró que en
la redacción del mismo quedaba bien acotada el ámbito material, los
sujetos que podían cometer la infracción y el bien jurídico protegido.
— Pues bien, en el supuesto que se analiza en el presente artículo, de
acuerdo con las alegaciones que realizó la Abogacía del Estado, también podría considerarse que la redacción íntegra del artículo 16.2
b) —que es lo que habría que analizar en su conjunto; no sólo el
apartado 7.º cuestionado— de la Ley de Ordenación y Coordinación de los Transportes Urbanos, permitía delimitar adecuadamente
los siguientes extremos (y, en su virtud, cumplir con la doctrina establecida por la meritada STC 104/2009, de 4 de mayo):
El principio de legalidad sancionadora...
•
•
•
317
El ámbito material o tipo de infracción: el incumplimiento de las
condiciones más importantes de la licencia otorgada para una actividad de transporte urbano desarrollada en la Comunidad de Madrid.
Los sujetos que pueden cometer la infracción: los titulares de
la licencia de auto-taxi a los que les sea imputable el incumplimiento.
El bien jurídico protegido: el recto desempeño del servicio objeto de la licencia y, especialmente, su prestación de conformidad con las normas reglamentarias que regulan sus condiciones
y define la conducta infractora, que es el incumplimiento de las
condiciones esenciales de la licencia (condiciones que son las que
enumera la propia ley o las que establezca el reglamento que regule el servicio).
— Por el contrario, la Sala, al aplicar al supuesto enjuiciado la doctrina
establecida en la citada STC 104/2009, de 4 de mayo, concluye que
la redacción del precepto cuestionado no supone acotación material
alguna ni referencia a bienes jurídicos cuya protección pudiera justificar la sanción.
— Sin perjuicio de lo anterior, añade que “el concepto jurídico indeterminado condiciones esenciales de la autorización o licencia es un parámetro
legal que en alguna medida orienta al reglamento”, pero, en ausencia
de más determinaciones en el precepto legal cuestionado, constituye
una laxa e insuficiente orientación desde la perspectiva del principio
de legalidad sancionadora.
IV. CONCLUSIONES
En resumen, a la vista de las anteriores reflexiones realizadas, el autor propone dos conclusiones a modo de epílogo:
Con independencia de la denominación doctrinal o jurisprudencial que se
le quiera dar, la normativa vigente en el ámbito de la Comunidad de Madrid
(Ley de Ordenación y Coordinación de los Transportes Urbanos de la Comunidad de Madrid, y normas reglamentarias de desarrollo) recoge un régimen
jurídico que configura un tipo relación administrativa entre los taxistas y los
Ayuntamientos que podría justificar una cierta modulación del principio de
legalidad recogido en el artículo 25.1 de la Constitución, siempre que hubiera un mínimo de cobertura legal.
A pesar del contenido del fallo de la sentencia analizada, la declaración de
inconstitucionalidad del precepto de referencia es cuestionable, dicho sea con
todo respeto y con la única finalidad de fomentar el debate doctrinal:
— Bien fuera porque, finalmente, se hubiera apreciado que en el supuesto enjuiciado sí concurrían los presupuestos recogidos en la propia
318
Manuel Izquierdo Arines
doctrina establecida por el Tribunal Constitucional, conforme a la
STC 104/2009, de 4 de mayo; las alegaciones realizadas por la Abogacía del Estado también ofrecían razonamientos sólidos para fundamentar la identidad de razón que requería la aplicación por analogía
de la precitada sentencia.
— O, en cualquier caso, porque —como reconoce la propia Sala— existiendo al menos, en una norma con rango de Ley, un parámetro que
en alguna medida orientaba al reglamento (“condiciones esenciales de
la autorización o licencia”) —esto es, existía ese mínimo de cobertura
legal—, el Tribunal debió haber apreciado una cierta modulación
del principio de legalidad sancionadora por el “especial” tipo de
relación administrativa que, sin duda, vincula a los titulares de licencias de auto-taxis y los Ayuntamientos.
Finalmente, no debe olvidarse que, si bien la Sala en la parte final de la
sentencia hace remisión la STC 132/2001, de 8 de junio, para fundamentar
su postura, en esta misma sentencia se produjeron dos votos particulares que
comparten la opinión del autor de este artículo (existencia de una singular
relación administrativa entre los taxistas y los Ayuntamientos; y, en su virtud,
posible modulación del principio de reserva de Ley en estos casos).
IV
COMENTARIOS
DE JURISPRUDENCIA
Raquel Marañón Gómez★
Comentario a las Sentencias del Tribunal
Constitucional 103/2013 de 25 de abril
y 125/2013 de 18 de junio de 2013:
Electos Vs designados;
El plus de representatividad
de los cargos locales electos
Ambos pronunciamientos del Tribunal Constitucional se producen en escaso margen de dos meses y tienen como hilo conductor la interpretación del
principio representativo que subyace en la autonomía local consagrada en el
artículo 140 de la Constitución Española.
La sentencia 103/2013 aborda en el marco de un recurso de inconstitucionalidad la existencia de miembros designados por el Alcalde en las Juntas de
Gobierno Local fruto de la modificación introducida en la LBRL por la Ley
57/2003 de 16 de diciembre, mientras que la sentencia 125/2013 dictada en
el marco de un recurso de amparo pone en cuestión la proclamación como
Alcalde de un Concejal designado en virtud del procedimiento para suplir
vacantes establecido en el artículo 182.2 de la LOREG.
Ambas sentencias establecen el plus de representatividad que en clara conexión con la autonomía local y en supuestos, como tendremos ocasión de
ver, completamente distintos, tienen los electos frente a los designados que
llevan en un caso a declarar inconstitucional la existencia de miembros designados por el Alcalde en la Junta de Gobierno Local y en el otro a otorgar
el amparo por vulneración del artículo 23.2 de la Constitución Española al
haber proclamado alcalde a un concejal que no había integrado las listas electorales de su formación y que había accedido al cargo por designación del
partido político por el procedimiento, que en ningún caso se cuestiona, del
artículo 182.2 de la LOREG.
★
Secretaria General de la Asamblea de Madrid.
322
Raquel Marañón Gómez
STC 103/2013 de 25 de abril: Miembros Designados en las Juntas
de Gobierno Local
Esta Sentencia se dicta en el recurso de inconstitucionalidad interpuesto
por el Parlamento de Cataluña contra la disposición final primera de la Ley
57/2003, de 16 de diciembre, de medidas para la modernización del gobierno
local, en la medida en que declara básicos diferentes artículos, entre ellos el
126.2 de la Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora de las bases de régimen local
en la redacción dada a la misma por el artículo primero de la Ley 57/2003,
de 16 de diciembre. El artículo 126.2 establece que el Alcalde podrá nombrar
como miembros de la Junta de Gobierno Local a personas que no ostenten la
condición de Concejales, siempre que su número no supere un tercio de sus
miembros, excluido el Alcalde.
A juicio de los recurrentes existe en este punto un motivo claro de inconstitucionalidad porque el artículo 140 de la Constitución encomienda el
gobierno y la administración municipal al Alcalde y a sus Concejales, y que
éste se ve vulnerado con la incorporación de no electos a la Junta de Gobierno.
Por su parte el Abogado del Estado alega que la Junta de Gobierno en el nuevo
diseño funcional posee un marcado perfil ejecutivo y profesional, modelo éste
que viene impuesto por el modelo europeo de gobierno local reflejado en la
Carta Europea de la Autonomía Local.
En el nuevo diseño, el Pleno es despojado de parte de sus competencias administrativas para convertirse en el órgano de debate mientras que la Junta de
Gobierno Local es el órgano esencial de colaboración en la dirección política del
Ayuntamiento, al compartir con el Alcalde la dirección política del municipio.
El contenido de la autonomía local que recoge el artículo 140 de nuestra
Carta Magna se ha realizado por ley, no obstante, está a juicio del Tribunal
profundamente enraizado en el principio democrático que tiene su plasmación
en la elección de Concejales y Alcalde, por lo que el principio representativo es
fundamento de la autonomía local y predicable de todas las entidades locales
constitucionalmente garantizadas pero es que además en el concreto caso de los
municipios el artículo 140 de la Constitución exige que los Concejales y Alcaldes sean elegidos democráticamente como manifestación del derecho fundamental de participación en los asuntos públicos, consagrado en el artículo 23 de
la Constitución. En palabras del Tribunal “los Concejales son elegidos por sufragio
universal, igual, libre, directo y secreto en la forma establecida por la ley. El Alcalde,
por los Concejales o por los vecinos. En definitiva, el artículo 140 de la Constitución
Española otorga una especial legitimación democrática al gobierno municipal, en su
función de dirección política (…)Un plus de legitimidad democrática, frente a la
profesionalización, que, en todo caso, deber ser respetada por el legislador básico al
configurar ese modelo común de autonomía municipal”.
Este razonamiento es el que avoca al Tribunal Constitucional a declarar la
inconstitucionalidad del artículo 126.2 párrafo segundo, inciso primero de la
LBRL, que se limita exclusivamente a la facultad del Alcalde de designar como
miembros de la Junta de Gobierno a personas que no ostenten la condición de
Comentario a las Sentencias del Tribunal Constitucional 103/2013 de 25 de abril ...
323
Concejal pero sin que dicha inconstitucionalidad se extienda al funcionamiento
del órgano. La sentencia aclara igualmente que en beneficio de situaciones consolidadas y no susceptibles de ser revisadas se estará a la fecha de publicación de la
sentencia sin perjuicio de la libertad de organización de los Ayuntamientos.
Los Magistrados Ollero Tassara y por adhesión Pérez de los Cobos Orihuel
en el voto particular que acompaña la sentencia manifiestan que la interpretación que realiza la sentencia del artículo 140 de la norma fundamental al
deducir que solos los Concejales y Alcaldes pueden asumir funciones de gobierno “no solo desafía al sentido común, ante la obvia existencia de funcionarios
locales, sino que implica atribuirse el monopolio de qué se entiende por gobierno
y administración, despojando al legislador de toda capacidad de desarrollo al respecto”. En el voto particular se reprocha adicionalmente el que no se hayan
calibrado las consecuencias inmediatas derivadas del fallo descartando una
fórmula transitoria que tenga en cuenta que este se produce más de nueve
años después de presentado el recurso.
STC 125/2013 de 18 de junio: La Alcaldía de Cudillero
Las circunstancias que desembocan en la sentencia comentada y que provoca el cambio en la alcaldía de Cudillero se exponen con nitidez en los antecedentes de hecho de la Sentencia que se resumen brevemente para su correcta
comprensión.
El día 11 de enero de 2013, el Alcalde electo de Cudillero, Don Gabriel
López Fernández presentó su renuncia al cargo de Alcalde así como a su acta
de Concejal ante el pleno del Ayuntamiento en una sesión extraordinaria que
se celebró en la misma fecha.
Los siguientes candidatos y suplentes de la misma lista electoral por la que
se había presentado el Alcalde, formularon su renuncia anticipada a cubrir
la vacante de Concejal por lo que la ejecutiva local del Partido Socialista
Obrero Español propone la designación de Don Ignacio Fernández Díez. El
15 de enero de 2013 la Junta Electoral Central dictó resolución anunciando
la propuesta de designación de citado Concejal frente a la que los representantes de Foro Asturias Ciudadanos presentaron alegaciones, desestimadas
por acuerdo de la Junta Electoral Central de 6 de febrero de 20131 y frente
1
El acuerdo de la JEC de 6 de febrero de 2013 cuyo objeto es “Consideración como fraude
de ley la utilización del procedimiento establecido en el artículo 182.2 de la LOREG para la cobertura de vacantes de Concejal en el supuesto de agotamiento de listas de candidatos, y en su caso,
suplentes, tiene el siguiente contenido:
Desestimar la solicitud del representante del Foro Asturias Ciudadanos y expedir la credencial a
favor de Don F.D por los siguientes motivos:
1. La función de la Junta Electoral Central en este trámite se debe limitar a verificar la regularidad
del procedimiento previsto en el artículo 182.2 de la LOREG, conforme a lo establecido en la
Instrucción de la Junta Electoral Central de 10 de julio de 2003, así como del cumplimiento
324
Raquel Marañón Gómez
al cual se interpuso recurso contencioso electoral por la misma formación política y que fue desestimado por la Sala de lo Contencioso-Administrativo del
Tribunal Superior de Justicia de Asturias con fecha de 18 de marzo de 20132.
Ante esta primera decisión del Tribunal Superior de Justicia de Asturias
confirmado la designación como Concejal de Don Ignacio Fernández Díez,
el Pleno del Ayuntamiento de Cudillero en sesión extraordinaria celebrada el
27 de marzo de 2013 ante la renuncia anticipada del resto de Concejales de
su formación política elige y proclama Alcalde al Sr. Fernández Díez con los
ocho votos del PSOE frente a cinco, correspondientes a tres del Partido Popular y dos de Foro Asturias.
La proclamación como Alcalde fue objeto de un nuevo recurso contencioso-electoral, desestimado por Sentencia del TSJ de Asturias con fecha de 6 de
mayo de 2013 y que trae causa del recurso de amparo electoral que concluye
en la sentencia comentada.
El recurso de amparo electoral de los recurrentes, Foro Asturias Ciudadanos,
invoca que con la proclamación de Alcalde del Sr. Fernández Díez, se ha producido una vulneración del artículo 23.2 de la Constitución en su vertiente de acceso
en igualdad a los cargos y funciones públicas con los requisitos que señalan las
leyes, porque a su entender se ha realizado una incorrecta interpretación de los
requisitos establecidos en los artículos 196 y 198 de la LOREG para ser candidato a la alcaldía al obviarse la expresa referencia a la lista electoral, de tal manera
que un Concejal que no ha concurrido a las elecciones en el seno de una lista de
candidatos no puede ser proclamado Alcalde, ya que el Señor Fernández Díez
había sido elegido Concejal en virtud del artículo 182.2 de la LOREG.
Se impone en este punto recordar lo que tales preceptos legales y la doctrina de la Junta Electoral Central establecen:
Así en relación con el artículo 182.2 de la LOREG relativo a las vacantes,
establece que en el caso de que por fallecimiento, incapacidad o renuncia, no
de los requisitos de elegibilidad exigidos por los artículos 6 y 177 de la LOREG sin que en
el presente caso, ni del expediente ni de las alegaciones del denunciante se haya puesto de
manifiesto ninguna irregularidad que impida expedir la credencial.
2. No corresponde a la Administración electoral entrar en el examen de lo alegado por el representante de Foro Asturias Ciudadanos en lo que se refiere a la hipotética utilización fraudulenta en el futuro de la normativa electoral prevista para la elección de Alcalde. A estos
efectos cabe recordar que el artículo 109 de la LOREG dispone que los acuerdos de elección
y proclamación de Presidentes de las Corporaciones locales pueden ser objeto de recurso
contencioso-electoral.
2
Previamente se había producido una solicitud del representante general de Foro Asturias (FAC)
en el sentido de que la JEC inste al Ayuntamiento de Cudillero a que proceda a la suspensión del Pleno
previsto para el 25 de enero y siendo el contenido del acuerdo de la JEC el siguiente: No procede adoptar el requerimiento solicitado en la medida en que, de conformidad con el procedimiento establecido
en la Instrucción de la Junta Electoral Central de 10 de julio de 2003, sobre sustitución de cargos representativos locales (BOE de 18 de julio), la tramitación de la credencial del Sr. F.D, está pendiente de
las alegaciones de los interesados y la posterior decisión de la Junta Electoral Central. En consecuencia,
carece de justificación la adopción de la medida solicitada, al no poder expedirse la credencial antes de
la fecha prevista de la celebración del Pleno de la Corporación Local.
Comentario a las Sentencias del Tribunal Constitucional 103/2013 de 25 de abril ...
325
quedasen posibles candidatos o suplentes a nombrar, las vacantes serán cubiertas por cualquier ciudadano mayor de edad que no esté incurso en causa de
inelegibilidad. Estos suplentes serán designados por el partido, coalición, federación o agrupación de electores cuyos Concejales hubiesen de ser sustituidos y
se comunicará la Junta Electoral correspondiente a efectos de la expedición de
la oportuna credencial. El artículo 182.2 de la LOREG introduce la cautela de
que no podrán ser designados aquellas personas que habiendo sido candidatos o
suplentes en aquella lista, hubieran renunciado al cargo anteriormente.
Teniendo en cuenta que la Junta Electoral Central es el único órgano permanente de la Administración Electoral y dado que las Juntas Electorales Provinciales y de Zona tienen un mandato que concluye a los cien días después de la
elección, corresponde por lo tanto a la Junta Electoral Central, a través de su
Presidente la competencia para la expedición de credenciales a los sustitutos
de los Concejales en caso de vacante por renuncia o fallecimiento. Expedida la
credencial debe ser presentada ante la Corporación para la toma de posesión y
conservada por aquella y como bien ha recordado la doctrina de la Junta Electoral Central dada la naturaleza de las credenciales que a las Juntas Electorales
corresponde expedir de los cargos electos, no se puede tomar posesión como
Concejal sin la previa expedición de la credencial por la Junta Electoral competente, debiendo además tramitarse la sustitución de cargos representativos
locales de conformidad con la Instrucción de la Junta Electoral Central de 10
de julio de 20033. (Ac de 7 de febrero de 2007)4.
3
La instrucción de 10 de Julio de 2003 de la Junta Electoral Central para el caso de sustitución por agotamiento de listas de candidatos y, en su caso, suplentes, establece:
1. En el caso de que, por aplicación de lo previsto en el artículo 182.2 de la LOREG, hayan
de cubrirse las vacantes de Concejales por ciudadanos mayores de edad no incursos en causa de
inelegibilidad designados por los partidos, coaliciones, federaciones o agrupaciones de electores
cuyos Concejales hubiesen de ser sustituidos, se realizará la correspondiente comunicación en
los términos previstos en el apartado primero, acompañando a la misma fotocopia simple del
documentos nacional de identidad de la persona propuesta; escrito firmado por la misma en el
que declare bajo juramento no estar sujeta a penas que le inhabiliten para ser candidato, no estar
incursa en causa de inelegibilidad, no haber sido candidato o suplente en la lista correspondiente
y haber renunciado al cargo y en el que formule, además, aceptación expresa de su designación.
2. Recibida la anterior comunicación, la Junta Electoral competente publicará anuncio en el Boletín
Oficial que corresponda, con el fin de que, en el plazo de dos días desde la publicación del anuncio,
puedan los representantes de las candidaturas denunciar irregularidades que impidan el nombramiento de la persona propuesta, a cuyo efecto se les pondrá de manifiesto las actuaciones, dentro del
referido plazo.
3. Al día siguiente de la conclusión de dicho plazo, la Junta Electoral, de oficio o en virtud de
denuncia, comunicará a la entidad política afectada las irregularidades observadas, para que,
en el plazo de dos días, proceda a subsanar los defectos, sustituir a la persona propuesta o
formular las alegaciones pertinentes.
4. La Junta Electoral adoptará la resolución que proceda, en su caso, expidiendo la correspondiente credencial de Concejal.
4
La doctrina de la Junta Electoral se encuentra recogida y sistematizada en la extensa obra,
de consulta obligada, de Arnaldo Alcubilla y Delgado-Iribarren García-Campero Código
Electoral publicado en La Ley. El Consultor de los Ayuntamientos.
326
Raquel Marañón Gómez
Expedida la credencial al sustituto del Concejal renunciante, solo cabe la
interposición del recurso contencioso-electoral contra la proclamación del
sustituto como electo, conforme al artículo 109 de la LOREG (Ac. 11 de
abril de 1996), no pudiendo anularse por la JEC al haber sido expedida pues
es esta una facultad de los tribunales (Acuerdo de la Junta Electoral Central de
10 de diciembre de 1999).
Respecto a los requisitos que ha de tener el sustituto del Concejal renunciante la Junta Electoral Central por acuerdo de 6 de julio de 2007 ha matizado que la previsión introducida en el artículo 182.2 de la LOREG que dispone que no podrán ser designados quienes hayan sido candidatos o suplentes en
las listas correspondientes y hayan renunciado al cargo, debiendo entenderse
de la lista del propio municipio, sin que se establezca exigencia análoga respecto a municipios diferentes.
La expresión “incurso en causa de inelegibilidad”, como ha establecido la Junta Electoral Central por Acuerdo de 17 de septiembre de 2009 debe entenderse
en el sentido de que el candidato propuesto no incurra en alguna de las causas de
incapacidad o inelegibilidad expresamente previstas en la legislación electoral, sin
que pueda extenderse a hipotéticas idoneidades objetivas para el cargo.
Por otro lado, la JEC ha venido manifestando de manera reiterado ante
consultas frecuentes, valga por todos el acuerdo de 6 de septiembre de 2007,
que esta previsión del artículo 182 de la LOREG en su nueva redacción dada
por la Ley Orgánica 1/2003 de 10 de marzo, la designación de Concejales
a propuesta de las entidades políticas en el caso de agotamiento de la lista
de candidatos titulares y suplentes se refiere a municipios que funcionen en
régimen ordinario, de sistema de listas de candidatos y suplentes pero no es
aplicable a los municipios de 100 y 250 habitantes sujetos a escrutinio mayoritario uninominal, caso en el que procedería una Comisión Gestora en
aplicación de lo dispuesto por el artículo 182.3 de la LOREG.
En relación a la elección de Alcalde los requisitos establecidos en el artículo
196 de la LOREG son los siguientes:
— Pueden ser candidatos todos los Concejales que encabecen sus correspondientes listas.
— Si alguno de ellos obtiene la mayoría absoluta de los votos de los Concejales es proclamado electo.
— Si ninguno de ellos obtienen dicha mayoría es proclamado Alcalde
el Concejal que encabece la lista que haya obtenido mayor número
de votos populares en el correspondiente Municipio, resolviéndose el
empate mediante sorteo.
— Para los municipios comprendidos entre 100 y 250 habitantes pueden
ser candidatos a Alcalde todos los Concejales y si alguno de los candidatos obtiene la mayoría absoluta de los votos de los Concejales es
proclamado electo y si ninguno la obtiene será proclamado alcalde el
Concejal que hubiera obtenido más votos populares en las elecciones
de Concejales.
Comentario a las Sentencias del Tribunal Constitucional 103/2013 de 25 de abril ...
327
El artículo 198 redunda en esta idea al establecer que en el caso de vacante
en la Alcaldía por supuesto distinto al contemplado en el artículo 197 de la
LOREG, es decir, en supuesto de moción de censura, la vacante en la Alcaldía
se resuelve conforme a lo previsto en el artículo 196 de la citada norma, considerándose que encabeza la lista en que figuraba el Alcalde el siguiente de la
misma, a no ser que renuncie a la candidatura.
Como hemos manifestado, no existía sobre este punto una doctrina jurisprudencial al tratarse de un tema absolutamente novedoso. Sí ha sido resuelto
por la JEC el supuesto de que ninguno de los concejales acepte ser candidato
a Alcalde pero sin mediar la renuncia. Así se establece en el acuerdo de la Junta
Electoral Central de 20 de junio de 2003 que conforme a lo dispuesto en el
artículo 196 de la LOREG, si ninguno de los Concejales acepta ser candidato
a Alcalde ni, por lo tanto , se produce elección en la que alguno de ellos resulte
elegido por la mayoría absoluta, procederá proclamar Alcalde al Concejal que
en esta fecha encabece la lista que hubiera obtenido mayor número de votos
populares en el correspondiente municipio, si el así proclamado no acepta el
cargo ni tampoco los siguientes de la candidatura, la Junta Electoral Central
tiene reiteradamente acordado que el Concejal al que corresponda con arreglo
a la normativa de Régimen Local puede asumir el ejercicio en funciones del
cargo de Alcalde durante todo el período que reste de mandato de la Corporación.
En cuanto a los requisitos para ser Alcalde, la doctrina de la Junta ha matizado que: 1.º en el caso de que el cabeza de lista no deseara ser candidato a
Alcalde, debe renunciar expresamente, debiendo ser candidato el que le sigue
en la lista, pasando el renunciante a ocupar el último lugar de éstas a estos
efectos y produciéndose así sucesivamente, en su caso con el resto de los integrantes de la candidatura, 2.º Conforme a lo dispuesto en el artículo 196 de
la LOREG, si ninguno de los Concejales acepta ser candidato a Alcalde, ni
por lo tanto, se produce elección en la que alguno de ellos resulte elegido por
mayoría, absoluta, procederá proclamar Alcalde al Concejal que en esta fecha
encabece la lista que hubiera obtenido mayor número de votos populares en el
correspondiente municipio, 3.ª si en la elección de Alcalde ningún candidato
obtiene mayoría absoluta, obtiene la Alcaldía el Concejal que encabece la lista
que haya obtenido más votos populares, si todos los Concejales integrantes
de esta lista renuncian a la Alcaldía se atribuirá ésta al Concejal que encabece
la lista siguiente en número de votos. 4.º el orden de colocación de los candidatos en las correspondientes listas es el de proclamación de candidaturas.
5.º Quienes hayan dejado de ostentar la condición de Concejal carecen de
cualquier derecho a efectos de la elección de Alcalde. (Acuerdo de 29 de abril
de 2004).
En el mismo sentido en el Acuerdo de 17 de septiembre de 2009, la Junta
Electoral Central estableció: 1.º pueden ser candidatos a Alcalde todos los
Concejales que encabecen sus correspondientes listas. 2.º En el caso de que el
cabeza de lista no deseara ser candidato, debe renunciar expresamente, debiendo ser candidato a Alcalde el que le sigue en la lista, pasando el renunciante a
328
Raquel Marañón Gómez
ocupar el último lugar de ésta y procediéndose así sucesivamente, en su caso,
con el resto de los integrantes de la candidatura. 3.º La renuncia a ser candidato a Alcalde no tiene carácter definitivo por lo que no se excluye que el
dimisionario pueda ser de nuevo candidato a Alcalde, si bien ocupando tras
su renuncia el último lugar de la lista de concejales.
Expuesta la normativa y doctrina aplicable, en relación con la sentencia
que nos ocupa es conveniente indicar que el Ministerio Fiscal interesó la estimación del recurso dado que a juicio del mismo el artículo 198 de la LOREG
en relación con el artículo 196 y el 44.1 de la misma norma no permiten mantener la proclamación como Alcalde de personas que no se hayan presentado
a las elecciones
Entrando en la Sentencia, lo primero que se analiza es el óbice de admisibilidad, al haberse alegado por el Partido Socialista Obrero Español la inadmisibilidad del recurso por carencia de contenido propio de amparo en materia
electoral al tratarse de una cuestión de legalidad ordinario y aduciendo la
carencia de trascendencia constitucional.
A juicio del Tribunal Constitucional “es indudable que la elección de Alcalde-Presidente de un Ayuntamiento entra en el ámbito del recurso contenciosoelectoral, puesto que se trata de una elección de un presidente de una corporación, en este caso mediante un procedimiento electoral de segundo grado, que se
sujeta a las reglas imperativas establecidas en la LOREG, singularmente en los
artículos 196 y 198 para el caso de la elección de alcalde por vacante derivada
de la renuncia del anterior, al margen que no quepa pronunciamiento alguno
de la Junta Electoral Central en relación con este concreto supuesto, precisamente por tratarse de un acuerdo municipal sobre proclamación de Alcalde,
fuera del período electoral y como consecuencia de la obtención de la credencial
de concejal otorgada al amparo del artículo 182.2 de la LOREG, debidamente expedida por la Junta Electoral Central” debiendo por tanto el Tribunal
verificar si se ha respetado el contenido de los derechos fundamentales del
artículo 23 de la Constitución y es precisamente esta conexión material
con la alegada lesión del contenido constitucional del artículo 23 de la
Constitución que hace los recurrentes lo que fundamenta la especial trascendencia constitucional del recurso impuesta por el artículo 49.1 in fine
de la LOTC.
Parte el razonamiento de la sentencia de la concepción de derecho de configuración legal del artículo 23.2 de la Constitución que para el concreto caso
de los requisitos de sufragio pasivo para ser elegido Alcalde en municipio de
población superior a 250 habitantes se encuentra recogida en el artículo 196.
a) de la LOREG estableciendo que “pueden ser candidatos todos los concejales que encabecen sus correspondientes listas”. En este requisito legal encuentra el Tribunal el “plus de representatividad” de la persona que presenta su
candidatura a Alcalde y que conecta con la autonomía local contemplada en
el artículo 140 de nuestra Carta Magna.
La representatividad exponencial para el Alcalde se mantiene en supuestos
de vacante en la alcaldía sin que el plus se aminore en ningún momento pues
Comentario a las Sentencias del Tribunal Constitucional 103/2013 de 25 de abril ...
329
como indica el propio Tribunal “la elección sucesiva de Alcalde en el transcurso
del mandato municipal sigue estando conectada con la voluntad de los electores
expresada en el voto a una determinada lista, ordenada escalonadamente, excluyendo el miembro anterior de la lista a los posteriores, con la única excepción
del caso de renuncia”. Y añade tajantemente “…lo cual crea una vinculación
inmediata entre electores y elegidos, que no puede ser condicionada en sus elementos esenciales por la mediación de los partidos políticos al tratarse de un
mandato libre, pues la concepción de que es del partido y no de los electores de
quien se recibe el mandato representativo es inaceptable desde el punto de vista
constitucional”.
El Tribunal menciona pues los elementos esenciales de la elección de
Alcalde que supone el límite a la intermediación de los partidos políticos.
La trascendencia de los grupos municipales ha sido reconocida jurisprudencialmente en numerosas sentencias (por todas STC 185/1993, de 31
de mayo) pero su indudable protagonismo no puede desvirtuar el elemento esencial y configurador de la conexión entre elector y elegido.
Por lo tanto, no existiendo reproche constitucional alguno al procedimiento de suplir las vacantes establecido en el citado artículo 182.2 de la
LOREG cuya finalidad es obvia, garantizar la continuidad del gobierno
municipal hasta el siguiente proceso electoral, lo que se cuestiona es que
esta vía singular de acceso al cargo de Concejal sea válida para acceder a
la alcaldía pues es insuficiente desde el punto de vista constitucional y
al amparo del artículo 23.1 de la Constitución pues no ha existido una
directa conexión con la voluntad popular y por lo tanto la mera integración en el grupo municipal no concede el necesario plus de representatividad.
En palabras del Tribunal: “tal posibilidad encuentra un límite expreso
en la previa integración de la lista, de manera que no pueden presentar su
candidatura quienes no integraron la lista electoral y han accedido al cargo
público de Concejal por la vía del artículo 182.2 de la LOREG. En otro caso
se estaría alterando gravemente la voluntad del cuerpo electoral y, en consecuencia viciando la relación representativa entre el conjunto de los ciudadanos y los órganos representativos, relación ésta, cuyo correcto establecimiento
es capital para la existencia y funcionamiento del Estado democrático”. Es
decir “en ningún caso está vía es idónea para introducir un candidato que
no formó parte de las listas y cuya elección no se había sometido a sufragio
universal, para el desempeño de un cargo de máxima representatividad como
el de Alcalde, conectado con especial intensidad con la voluntad del conjunto
de electores del municipio expresada en las urnas según se desprende de la
lectura sistemática de los artículos 44.1, 196 y 198 de la LOREG en relación
con los artículos 23.1 y 1 y 140 de la Constitución”.
En definitiva un Concejal designado en virtud del artículo 182.2 de la
LOREG no puede adquirir la condición de Alcalde pues falta en él el carácter
electo y no habiendo sido parte de la lista electoral no puede ser por lo tanto
cabeza de lista.
330
Raquel Marañón Gómez
La estimación del recurso de amparo supone la anulación del acuerdo del
Pleno del Ayuntamiento de Cudillero de 27 de marzo de 2013 de elección de
alcalde así como de la Sentencia que lo confirma5.
A este fallo se presentó igualmente un voto particular del Magistrado Ollero Tassara que cuestiona la existencia de este plus de representatividad para el
electo frente al designado por procedimiento legal, añadiendo que sin entusiasmo alguno por tan curiosa figura no ve razón para tachar de inconstitucionalidad que a quien ya se le admitió como Concejal se le pueda admitir
como Alcalde con especial hincapié en el sistema de listas cerradas en la que a
su juicio la adhesión de los ciudadanos lo es a quién promueve al candidato,
es decir a las siglas del partido o formación y no necesariamente al candidato
por sí mismo.
5
En la fecha de la publicación de la sentencia, todavía no se había convocado un nuevo Pleno
alegándose que los efectos de la misma no existían hasta la publicación de la misma en el BOE con
independencia de su conocimiento por las partes.
Blanca Cid Villagrasa★
La Corte Constitucional italiana
y el Tribunal de Justicia de la Unión
Europea: Europeización del Derecho
constitucional nacional o nacionalización
del Derecho europeo
Sumario: I. INTRODUCCIÓN.—II. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL ITALIANA.—2.1. Lex
posterior abrogat priori y Costa c. Enel.—2.2. Frontini y Spa Simmenthal.—2.3.
Granital y Fragd.—2.4. Francovich y otros.—2.5. Reforma, Lisboa y prejudicialidad.—2.6. Convenio y Carta.—III. CONCLUSIONES: LOS CONTRA LÍMITES.
I.
INTRODUCCIÓN
El nacimiento y desarrollo de la Unión Europea (UE) ha tambaleado los
principios básicos que soportaban la concepción clásica del Estado, pues
el concepto tradicional de Estado-nación ha sufrido una mutación radical
por el surgimiento de una entidad, como la UE, a caballo entre una organización internacional y los Estados1. Con la UE surge un nuevo derecho
supranacional, el Derecho comunitario, al que se dota de una estructura
★
Letrada de la Asamblea de Madrid.
Martín y Pérez Nanclares, J. (2008). “La contribución del Tribunal Constitucional alemán al Derecho comunitario europeo: el permanente tira y afloja con el Tribunal de Justicia de la
UE” en Ripoll Carulla, S. (Dir.) y Urgartemendía Ecizabarrena, J.I. (Coord.), “España ante
los tribunales internacionales europeos. Cuestiones de política judicial”, Oñate, IVAP, pp. 175-197.
Este autor nos recuerda que este cambio de concepción impide que se mantenga noventa años después, que la “Allgemeine Staatslehre” de Jellinek, sea la obra de referencia para articular el concepto
de soberanía.
1
332
Blanca Cid Villagrasa
ordinamental con eficacia directa y primacía2, lo que ha exigido a los ordenamientos nacionales la búsqueda de criterios que justifiquen la aplicación
directa en el ordenamiento jurídico interno de este nuevo ordenamiento jurídico supranacional proveniente de actores distintos a los nacionales.
La doctrina científica ha intentado encontrar fórmulas jurídicas que justifiquen esta nueva concepción del Estado, en el sentido de entender que la
soberanía estatal no es en modo alguno un objeto de contenido medible y
predeterminado en el que la transferencia de competencias a una organización
supranacional forzosamente conlleve de forma automática la pérdida total de
la misma por parte de los Estados y su adquisición definitiva por otra entidad
supranacional3. La integración de los Estados miembros en la Unión Europea
debe verse como una limitación voluntaria de esta soberanía por parte del
pueblo y su decisión de querer someterse voluntariamente a un ordenamiento
supranacional, ora modificando sus constituciones, ora acudiendo a la tolerancia constitucional4. Y, es que las diferentes características de los sistemas
jurídicos nacionales, ha supuesto, en punto a la integración comunitaria, que
los cambios en las concepciones soberanistas de ámbito nacional no se hayan
hecho de forma homogénea ni siguiendo los mismos cauces jurídicos5.
En este contexto, el papel del juez aparece como fundamental, pues la resolución de los contrastes sólo cabe hacerla a través de las relaciones entre actores
judiciales, obligados a interactuar relacionados entre sí. La imposibilidad de
hecho de una distinción entre normas jurídicas implica el fin de la autonomía
interpretativa de estos jueces, mostrándose con ello, el otro lado de la crisis
del concepto tradicional de soberanía, concebida como ius excludendi alios.
Los agentes judiciales se ven obligados a actuar en un camino de relación,
que no siempre ha sido de cooperación6. Los tribunales se han visto obligados
2
Sentencia del TJ, asunto C 26/62, Van Gend et Loos, de 5 de febrero de 1963.
Respecto a las nuevas concepciones de soberanía, ver HÄBERLE, P. (2009) “La regresiva
“Sentencia Lisboa” como “Maastricht-II” anquilosada”, Revista de Derecho Constitucional Europeo.
Año 6. Núm. 12. Julio-diciembre. pp. 397-429. Traducido del alemán por Francisco Balaguer Callejón.
4
Martinico Giuseppe (2008) “A Matter of Coherence in the Multilevel Legal System: Are the
“Lions” Still “Under the Throne?” Jean Monnet Working Paper, 16/08. New York School of Law,
http://www.jeanmonnetprogram.org/papers/08/081601.html. Weiler, J. (2001) “European Democracy and the Principle of Constitutional Tolerance: The Soul of Europe”, in F. Cerutti and E.
Rudolph (Coord.), A Soul for Europe, I, Peeters, pp. 33-54. Según Weiler, el rasgo principal de
la UE es la capacidad de mezclar un alto nivel de integración legal con la preservación y el respeto
de las identidades nacionales y la soberanía de los Estados miembros. Esta combinación se consigue
con la tolerancia constitucional. Otros autores como R. Bellamy-R. Warleigh, “Cementig the
Unión: The Role of European citizenship”, in F. Cerutti and E. Rudolph (Coord.), A soul of
Europe, I. Peeters pp. 55-72 prefieren hablar de multinivel europeo, comunitarismo cosmopolita,
cooperación entre distintos actores, etc.
5
En torno a las relaciones entre ordenamientos ver Vecchio, F. (2012) “Primacía del Derecho europeo y contra límites como técnica para la relación entre ordenamientos”, ReDCE, núm. 17,
enero-junio, pp. 67-101.
6
Martinico, G. op. cit., p. 3.
3
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
333
a razonar y justificar sus decisiones en el contexto de un orden jurídico europeo coherente e integrado. Ello ha revelado la necesidad de un dialogo judicial
constante entre los tribunales nacionales y el Tribunal de Justicia (TJ), lo que ha
supuesto tener que buscar una fórmula de equilibrio respetuosa con la unidad
en la diversidad, como medio para compensar un sistema supranacional de relaciones entre distintos ordenamientos. Esto es, los tribunales nacionales, junto
con el Tribunal de Luxemburgo, han buscado el punto de equilibrio para aplicar
con primacía y eficacia directa el Derecho de la Unión sin perder los principios
nacionales en los que se personifica la identidad constitucional del Estado.
Sin embargo, si bien los tribunales supremos han aceptado pacíficamente
este dialogo, a través de la interposición de la cuestión prejudicial, los constitucionales en general lo han evitado, al negarse a ser definidos, conforme al artículo 234 TCE, como jueces de acuerdo con el Derecho comunitario e incluso
al individualizar una serie de normas donde mantienen su posición de últimos
garantes, por referirse a ámbitos constitucionales especialmente sensibles, donde
no cabe aplicar la doctrina de la primacía. Esto es, han aprovechado los márgenes
abiertos por los Tratados de la Unión, en concreto la cláusula de salvaguardia7 de
las identidades nacionales para elaborar técnicas de protección de las normas y
principios tutelados por las constituciones nacionales.
Ejemplo claro de lo anterior se encuentra en Italia donde la Corte Constitucional italiana a través de la teoría de los contra límites o límites a la soberanía, no ha permitido injerencia alguna en los preceptos constitucionales
relativos a los principios fundamentales y derechos inalienables de la persona,
como núcleo material intangible, aun incluso para el TJ. Lo que en cierto
modo ha conseguido la europeización del Derecho nacional, y la limitación
del Derecho europeo, al poner coto o freno a la primacía del Derecho de la
Unión, creando con ello una primacía condicionada o primacía invertida8,
que reconoce el límite de los principios fundamentales, a través de la cláusula
de salvaguardia, y que, delega a las técnicas de balance o equilibrio encontrar
las soluciones más adecuadas al caso específico.
Tras la adhesión de la República de Italia a la Comunidad Europea, en aras
a equiparase con el resto de los países miembros de la UE (que ya sea por ley
orgánica o por reforma de la Constitución establecieron las pautas a seguir
desde la adhesión de su Estado a la UE)9 en Italia, al no haberse producido
7
Artículo 4 del Tratado de la Unión Europea.
La idea de primacía invertida aparece en, Cartabia, M. (2005) “Unità nella diversità”: il
rapporto tra la Costituzione europea e le Costituzioni nazionali, Giornata di studio in ricordo di Alberto
Predieri, Sul Trattato che istituisce una Costituzione per l’Unione europea, Firenze 18 febbraio 2005,
da: www.giustamm.it/index0 newsletter/2005/2005_2_28.htm; aunque también se refieren a la
europeización de los contralímites, mediante la cláusula de salvaguardia: Fausto Vecchio, Tania
Groppi o Antonio Ruggeri.
9
Recordemos que en Italia no se ha producido una reforma constitucional salvo la pequeña
modificación introducida en el artículo 117 por la Ley de Reforma núm. 3 de 18 de octubre de
2001, llamada popular y periodísticamente del “federalismo” 2001.
8
334
Blanca Cid Villagrasa
una verdadera reforma de la Constitución, la creatividad de la Corte ha sido
decisiva para la apertura del sistema normativo italiano al derecho supranacional. No obstante los artículos 11 y 117 primer párrafo, de la Constitución (en
adelante CI)10, no hubiera sido posible la eficacia directa de las fuentes comunitarias en el ordenamiento italiano, su prevalencia sobre el derecho interno
y, la posibilidad para cada juez de no aplicar la norma interna contraria a las
norma comunitaria sin la continua jurisprudencia de la Corte y su adecuación
a los parámetros europeos.
Todo ello se ha hecho posible partiendo de las “limitaciones a la soberanía” permitidas por el artículo 11 CI y la paralela formulación de los “contra límites”. Hasta el punto de que, a través de la jurisprudencia de la Corte
se ha visto la fortaleza de una Constitución que ha demostrado tener una
prudente elasticidad y capacidad para “comprender” con sus principios,
fenómenos no previsibles para los constituyentes; todo ello, sin perder su
significado.
Tres son principalmente los conflictos que se han tenido que superar para
llegar a la adecuación del Derecho comunitario en el derecho interno, por ser
los verdaderos límites que la Constitución ha impuesto y, en cierta medida
impone, al Derecho comunitario: el de la posición de la normativa comunitaria en el sistema de fuentes del derecho italiano (monismo/dualismo), el
reparto de competencias entre los distintos entes, y el respeto a los principios
y derechos inalienables de la persona.
II.
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA JURISPRUDENCIA
DE LA CORTE CONSTITUCIONAL ITALIANA
2.1. Lex posterior abrogat priori y Costa c. Enel
La Constitución Italiana en un principio no estableció en ninguno de sus
preceptos la adaptación de los Tratados Comunitarios a su ordenamiento jurídico interno, por ello, la adhesión de Italia al ordenamiento comunitario
primero y su adaptación después encontraron su fundamento constitucional
en el artículo 11 CI11, aunque no estaba pensado para ello. Éste fue el punto
10
ELÍA, L. (2009), en “60º aniversario de la Constitución de la República italiana” Revista Iberoamericana de derecho Procesal Constitucional, núm. 12, julio-diciembre, pp. 429-437, dice que: “El
artículo 11 de la Constitución, a semejanza de una cláusula del Preámbulo de la Constitución francesa
del 27 de octubre de 1946, es claro en promover, a través de limitantes a la soberanía (y en condiciones de
igualdad con los demás Estados) un ordenamiento que asegure la paz y la justicia entre las naciones. Esta
contundente aspiración por la paz, tan ligada a los catastróficos acontecimientos de la Segunda Guerra
Mundial, es acentuada, en el texto propuesto por Giuseppe Dossetti, por la renuncia a la guerra como
instrumento de conquista o de ofensa a la libertad de los demás pueblos.
11
El artículo 11 de la Constitución italiana establece: “Italia rechaza la guerra como instrumento
que ofende la libertad de los otros pueblos y como medio de resolución de las controversias internacionales;
consiente, en consideraciones de paridad con los otros Estados, en las limitaciones de soberanía necesarias
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
335
de partida y el que después establecieron firmemente tanto la jurisprudencia
constitucional como la doctrina12.
La Corte se pronunciará en este sentido en la sentencia núm. 14, de 24
de febrero de 196413, y fue siempre reafirmada en las sucesivas. En efecto en
esta sentencia en la que el Tribunal de Milán acudió a la Corte planteando
una cuestión de inconstitucionalidad, se mantiene que el artículo 11 CI, bajo
determinadas circunstancias, hace posible la adhesión de Italia a tratados internacionales con los que asume limitaciones de su soberanía y su ejecución a
través de una ley ordinaria. Sin embargo, el Alto Tribunal excluye que la ejecución del Tratado de la CEE, en cuanto adoptado en Italia por ley ordinaria,
prohíba al legislador nacional intervenir en materias reguladas en el Tratado.
Y, añade que, la relación entre la ley de ejecución del Tratado y las leyes sucesivas será una relación entre fuentes homogéneas, y por lo tanto solucionable
con base en el criterio cronológico: “lex posterior abrogat priori.”
Para llegar a esta conclusión, la Corte tuvo que solventar algunos problemas.
En primer lugar, tuvo que dilucidar si el artículo 11 CI bastaba para interpretar unívocamente el conjunto ordenado de relaciones entre Derecho
comunitario y derecho interno, pues, el artículo 11 suscita gran cantidad
de problemas de interpretación, uno de los principales, el de verificar si
el Constituyente, cuando previó que: “Italia…consiente…en las limitaciones de soberanía…” había pretendido simplemente permitir las susodichas
limitaciones o bien si, aun dejando al Parlamento plena discrecionalidad
para reconocer en una organización internacional o supranacional el medio
idóneo de lograr los fines positivamente indicados en el artículo 11 permitía que, una vez reconocida tal idoneidad, ya no le sería reconocido al
Parlamento y a los otros órganos nacionales contradecir la elección política
realizada con actos parciales, sino sólo retirarse, si fuera el caso de la organización en cuanto que ya no fuera considerada idónea para alcanzar la paz
y justicia entre las Naciones.
En el primer supuesto, se considera que el ordenamiento nacional, a través
de sus órganos competentes, puede volver a atribuirse, asimismo con actos
parciales, la soberanía o parte de la soberanía cedida al ordenamiento supranacional. En el segundo, se considera que mientras la elección política de formar
parte de esa organización supranacional se mantenga, los órganos nacionales
competentes no pueden re atribuirse aquella parte de soberanía cedida libremente a esa misma organización, y ello porque como dice Pinelli, “los medios
de los que ésta se vale, no sólo pueden sino que deben quedarle atribuidos durante
para un ordenamiento que asegure la paz y la justicia entre Naciones; promueve y favorece las organizaciones internacionales orientadas a tal objetivo.”
12
Pinelli, C. (1983) “La jurisprudencia de la Corte Constitucional italiana en materia de
Derecho comunitario: punto de partida para su reconstrucción.” Revista de Instituciones Europeas,
vol. 10, núm.1, enero-abril, pp. 53-71.
13
Para el estudio completo de la jurisprudencia de la Corte Constitucional italiana ver http://
www.cortecostituzionale.it/actionIndiciAnnuali.do.
336
Blanca Cid Villagrasa
todo el tiempo en que se considere que sus fines se compaginen con los objetivos
fijados en el artículo 11 CI”14.
Y por otro, tuvo que resolver si era posible que, el Tratado de Roma fuera
ejecutado en Italia por medio de una ley ordinaria (la de 14 de octubre de
1957, núm. 1.203), lo que planteaba el dilema de su legitimidad constitucional bajo el criterio formal, y, el de su colocación en el sistema de fuentes, a los
fines de la resolución de eventuales conflictos que pudiesen plantearse tanto
con las leyes ordinarias sucesivas como con la llamada normativa comunitaria
derivada. Pues, como establecía el artículo 189.2.C del TCE entre las fuentes
del Derecho comunitario se encuentra el reglamento que tiene alcance general, es obligatorio en todos sus elementos y directamente aplicable en cada
uno de los Estados miembros.
En efecto en la sentencia 14/1964, se trataba de resolver si el Legislador
nacional había violado alguna disposición del Tratado tras aprobar la nueva
Ley núm. 1.643, de 6 de diciembre de1962, creadora del Ente Nacional de
Energía Eléctrica, que parecía ser contraria a algunos artículos del Tratado de
la CEE.
El artículo 11CI es interpretado por la Corte como una norma puramente
permisiva, que admite la asunción de tales limitaciones de soberanía, sin necesidad de derogar la jerarquía interna de las fuentes, es decir excluyendo que
la ejecución del Tratado, en cuanto adoptado en Italia por ley ordinaria, prohibiera al legislador nacional intervenir en materias reguladas en el Tratado: El
Estado italiano tiene que hacer honor a las obligaciones contraídas, atribuyendo al Tratado la eficacia que le confiere la ley de ejecución. No obstante, “ya
que tiene que permanecer firme el imperio de las leyes posteriores a ésta última, de
acuerdo con el principio de la sucesión de las leyes en el tiempo, se deduce que cada
hipótesis de conflicto entre la una y la otra no puede dar lugar a cuestiones de constitucionalidad.” De este modo se sanciona el criterio cronológico para resolver
la contradicción entre la norma comunitaria y la norma interna: el Derecho
comunitario introducido en el ordenamiento italiano, viene asimilado a las
normas nacionales y luego sometido a los principios comunes de la sucesión
de las leyes en el tiempo. Consecuentemente, las leyes internas prevalecerán
sobre las normas comunitarias incompatibles y viceversa15. La Corte es pues,
muy clara en esta sentencia, y basándose en la teoría dualista infra constitucional, expresa su parecer: “No se puede alegar primacía de la Ley comunitaria
sobre la doméstica, por lo que éste (tribunal) debe decidir apegado primero a la Ley
nacional, incluso si es contraria al Tratado”.
Las críticas a esta interpretación encontraron su primer soporte en la sentencia del TJCE, de 25 de julio de 1964, asunto 6/64, Costa c. Enel, relativa
14
Pinelli, C; op. cit., p. 55.
Romero, L. M. “Costa c Enel: Su influencia en la primauté del Derecho comunitario.” Universidad Central de Venezuela, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Centro de Estudios de
Postgrado Especialización en Derecho y Políticas Internacionales.
15
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
337
a la misma controversia decidida pocos meses antes por la Corte Italiana. El
TJCE afirma con rotundidad que: “a diferencia de los Tratados internacionales
ordinarios, el Tratado de la CEE ha creado un ordenamiento jurídico propio,
integrado en el sistema jurídico de los Estados miembros desde la entrada en vigor
del Tratado, y que vincula a sus órganos jurisdiccionales; que, en efecto, al instituir una Comunidad de duración ilimitada, dotada de Instituciones propias, de
personalidad, de capacidad jurídica, de capacidad de representación internacional
y más en particular de poderes reales derivados de limitación de competencia o
de una transferencia de atribuciones de los Estados a la Comunidad, éstos han
limitado su soberanía, aunque en materias específicas, y han creado así un cuerpo
normativo aplicable a sus nacionales y a sí mismos… la fuerza vinculante del
Derecho comunitario no puede en efecto variar de un Estado a otro, en razón de
legislaciones internas ulteriores, sin que se ponga en peligro la realización de los
objetivos del Tratado…, y sin causar una discriminación prohibida...” “La primacía del Derecho comunitario está confirmada por el artículo 189, a cuyo tenor
los Reglamentos tienen fuerza “obligatoria” y son “directamente aplicables en cada
Estado miembro.”
A pesar de la sentencia del TJ, la Corte italiana, en su posterior sentencia
núm. 98, de 16 de diciembre de 1965, vuelve a incidir en calificar los fines de
la CEE como fines de simple cooperación internacional y vuelve a reforzar la
adhesión de Italia a la CEE (en este caso la CECA) a través del artículo 11 CI
para conseguir los objetivos de asegurar la paz entre las Naciones, en este caso,
mediante la cooperación internacional.
Ahora bien, si califica los fines de la CECA como simples fines de cooperación internacional, no duda en afirmar a continuación que el Tratado de la
CECA, ratificado con la Ley del 25 de junio de 1852, núm. 766, constituye un
ordenamiento completamente distinto del interno: el ordenamiento comunitario,
creado, no para incorporarlo al propio sistema jurídico italiano, sino para
hacer operativo en el interior de Italia la cooperación internacional incluida
entre los objetivos de la CECA. La Corte parece que abandona su teoría anterior de la sucesión de las leyes en el tiempo y que abre una primera brecha
para considerar al ordenamiento comunitario como un ordenamiento supranacional, contradiciendo su sentencia anterior.
Sin embargo, la Corte matiza lo dicho y si bien admite que también en el
ámbito jurisdiccional pueden atribuirse a las Comunidades Europeas competencias asignadas al Estado, entiende que al menos hay un núcleo irreductible
del ordenamiento interno que hay que salvaguardar frente a la CEE: el de
los principios y derechos fundamentales del ordenamiento constitucional y, por
ello, la garantía de los derechos inviolables del hombre, conviene verificarla en
cualquier ámbito, aunque sea extraño al ámbito del ordenamiento interno. Así,
añade esta sentencia, que el derecho del individuo a la tutela judicial, es “uno de
los derechos humanos inviolables, que la Constitución garantiza en su artículo 2.º,
como se afirma en la invocación que se hace de él en el artículo 6.º del Convenio Europeo de Derechos Humanos, al que ha dado fuerza ejecutiva la Ley de 4 de agosto
de 1955, núm. 848”. Razón por la cual, procede, a continuación, a verificar si
338
Blanca Cid Villagrasa
el ordenamiento comunitario proporciona los medios suficientes para asegurar
el respeto a este derecho inviolable y llega a la interpretación de que: “el ordenamiento comunitario asegura la tutela judicial contra los actos de sus propios órganos
relativos a sujetos individuales…; de hecho ofrece protección por vía de impugnación
ante un Tribunal de Justicia que, según el propio texto del artículo 31 del Tratado,
tiene la misión de asegurar el respeto del derecho en la interpretación y aplicación de
las normas que componen su sistema, y que está constituido y funciona conforme a
normas que se corresponden con las líneas fundamentales de nuestro ordenamiento
jurisdiccional…Se atribuye en consecuencia a ese Tribunal de Justicia una naturaleza jurisdiccional…”. Y, ello debería ser así porque los órganos judiciales italianos
y los de la jurisdicción comunitaria, están instalados en órbitas jurídicas separadas. Los órganos de jurisdicción interna no tienen competencia para controlar
los actos de los órganos de la CECA, porque éstos no están sometidos al poder
soberano de los Estados que participan en la Comunidad, no viven en el seno
del ordenamiento de ninguno de estos Estados y sus actos sólo constituyen materia de calificación legislativa por cada uno de los ordenamientos (nacionales),
aunque sólo sea dentro de los límites en que pueda existir obligación de no
desconocer los efectos de esos actos.
La Corte reconoce pues que el TJ es un órgano jurisdiccional a todos los
efectos en lo que a la aplicación del Derecho comunitario se refiere, aunque corresponda también a los tribunales nacionales verificar el respeto de los
principios y derechos inalienables de la persona.
2.2. Frontini y Spa Simmenthal
A pesar de los avances de la década anterior, habrá que esperar a los años setenta, en concreto a la sentencia núm. 183, de 27 de diciembre de 1973, (sentencia Frontini), para que se afirme la primacía del Derecho comunitario.
Esta sentencia, como las de la década anterior, vuelve a incidir en que el
soporte constitucional de la Ley de adhesión al TCE debe hallarse en el artículo 11, pues, el citado artículo establece una orientación política clara y precisa, de que el Constituyente se inspiró en principios programáticos de valor
general, que no sólo se aplican a las Naciones Unidas sino también a la CEE
y otras organizaciones regionales europeas. Es suficiente ver cómo la creación
de la CEE responde a la voluntad común de los Estados de sentar las bases
de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa. Con ello, se
pretende “confirmar la solidaridad de Europa y los países de ultramar deseando
asegurar el desarrollo de su prosperidad, de conformidad con los principios de la
Carta de las Naciones Unidas. Por tanto no hay duda posible sobre la necesidad
del cumplimiento íntegro del Tratado de Roma para cumplir los fines previstos en
el artículo 11 de la Constitución”. Añadiendo que, la Asamblea Constituyente,
después de haber establecido en el artículo 10 que el ordenamiento jurídico
italiano se ajustará a las normas de derecho internacional general, buscó por el
artículo 11 la apertura de Italia a la cooperación y organización internacional,
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
339
autorizando oficialmente, la necesaria limitación de la soberanía. Esta fórmula
de legitimación de las limitación de los poderes del Estado en el ejercicio de
las funciones legislativa, ejecutiva y judicial, es pues necesaria para el establecimiento de un sistema comunitario entre los Estados europeos, como nueva
organización interestatal, de carácter supranacional, con personalidad jurídica
propia y capacidad de representación internacional.
Por ello, en esta sentencia, la Corte, no sólo justifica la integración de
Italia en la CEE por el artículo 11 CI, sino que utiliza este mismo artículo
para reconocer la primacía del Derecho comunitario y, considerar que entre
los poderes soberanos trasferidos por los Estados promotores a la CEE, por
el artículo 189 TCE, está el de dictar reglamentos comunitarios de alcance
general, provistos de eficacia obligatoria, directamente aplicables en los Estados, y vinculantes en todos sus términos, sin necesidad de normas internas de
adaptación o recepción.
La Corte entiende que, firmado el Tratado de Roma, Italia ha elegido libremente la limitación de su soberanía. Límite que resultaría vacío de contenido normativo si se considerara necesario una ley de reforma constitucional
para cualquier actuación de la CEE que supusiese una cesión de la soberanía.
Además entiende que esta limitación de soberanía lleva aparejado el derecho
de Italia a nombrar representantes en las instituciones de la CEE, por lo que
las cesiones de su soberanía encuentran su contrapartida en los poderes adquiridos en la CEE. Esto es, la acción de las instituciones comunitarias se
desarrolla con la constante y directa participación del Gobierno de Italia, y
en consecuencia bajo el control indirecto, pero no por ello menos vigilante y
atento, del Parlamento italiano.
Sin embargo, la Corte establece dos limitaciones importantes, que marcarán el futuro de las sentencias posteriores.
La primera será entender que la atribución de poderes normativos a los
órganos comunitarios sólo cabría para las materias objeto de competencias
indicadas en el Tratado, y aquellas otras necesarias para las relaciones económicas.
Por otro, las limitaciones del artículo 11 CI no podrán de cualquier modo
autorizar la violación de los principios fundamentales del ordenamiento constitucional o los derechos inviolables de la persona humana, hasta el punto de
afirmar, que aunque la Corte limite su control de constitucionalidad, por el
artículo 134 CI, a las leyes y actos que tienen fuerza de Ley en el Estado y las
regiones italianas, podría no obstante juzgar la compatibilidad del Tratado
con los citados principios fundamentales. Ello significa que, si bien la Corte
argumenta abriéndose a la vía del efecto directo de las disposiciones comunitarias y la supremacía del Derecho comunitario, las reservas se mantienen
para los derechos fundamentales16. Es así como la Corte se deja una puerta
16
Hermida del Llano, C. (2005) “Los derechos fundamentales en la Unión Europea,” Ed.
Antrophos, p. 178.
340
Blanca Cid Villagrasa
abierta para el caso de que una evolución de la CEE obligase al ejercicio de un
control de constitucionalidad, a fin de comprobar la adecuada protección de
los derechos fundamentales, vía ley de ejecución, con el posible resultado de
la retirada de la CEE17.
Lo que no deja claro la sentencia es, qué ocurriría si la Corte llegase a declarar la inconstitucionalidad de la Ley de ejecución del Tratado, a causa de
la lesión de alguno de los límites señalados. No aclara si anularía las normas
concretas que lesionen esos principios o supondría la salida directa de Italia de
la CEE. Tampoco aclara si el objeto de control es la ley de ejecución del Tratado o la norma comunitaria que entra en conflicto con la interna, por medio
de la interposición de la Ley de ejecución del Tratado. Parece que la Corte, al
excluir la posibilidad de controlar al reglamento comunitario, se está refiriendo a las normas internas porque las comunitarias forman un ordenamiento
completamente separado. Esto es, si alguna norma comunitaria no respeta los
contra límites constitucionales, la Corte se considera legitimada para declarar
la inconstitucionalidad completa de la ley de ejecución del Tratado, con lo que
se revocaría la pertenencia de Italia a la CEE. El respeto de los derechos y los
principios fundamentales se pone como condición de constitucionalidad de
las limitaciones de soberanía y de la propia adhesión de Italia a la CEE18.
Esta sentencia, sin embargo, deja sin resolver la relación entre el ordenamiento comunitario y el italiano, perdiéndose así la gran oportunidad de
delinear el papel y el funcionamiento de las fuentes comunitarias en el ordenamiento jurídico italiano. Al enfrentarse a este problema la Corte resuelve
aplicando el principio de competencia, utilizando como argumento el artículo
11 CI, en el sentido de que las limitaciones a los poderes del Estado, con vistas
al ejercicio de la función legislativa, ejecutiva y judicial son necesarias para
el cumplimiento de los fines de la Comunidad Europea. Añadiendo que del
mismo artículo 11 se deriva la idoneidad de que sea la normativa europea la
que dicte las órdenes de ejecución del Tratado, idoneidad que se perdería si
se hiciese por ley ordinaria. Planteado el discurso en estos términos, la Corte
precisa en esta misma sentencia 187/1973, que con el Tratado se ha efectuado
una trasferencia parcial a los órganos comunitarios del ejercicio de la función
legislativa según la distribución de competencias que en él se establece, por lo
que siendo el sistema jurídico estatal y comunitario distintos, se afirma dicha
coordinación sobre la base de dicha distribución19. La Corte se limita a afirmar que las disposiciones estatales no pueden reproducir, integrar, ejecutar,
diferir o condicionar la entrada en vigor y mucho menos sustituirlo, derogarlo
o abrogarlo incluso parcialmente, la normativa comunitaria, pero nada dice
17
Salinas de Frías, A (2000): “La protección de los derechos fundamentales en la Unión Europea” Granada, Ed. Comares.
18
Vidal Prado, C (2004) “El impacto del nuevo derecho europeo en los Tribunales constitucionales”, Madrid, ED. Colex, pp. 114 y ss.
19
Mori, P. (1985) “Derecho comunitario y derecho interno en una sentencia reciente del
Tribunal Constitucional italiano”: Revista de Instituciones Europeas, Vol. 12, núm. 3, pp. 681-700.
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
341
sobre la modalidad para remover tales posibles disposiciones y sobre los órganos competentes para ello. Ningún problema plantea la norma legislativa
previamente vigente y comunitaria posterior, pues el principio de ley posterior
deroga anterior al que hizo referencia en la sentencia núm. 14/64 resuelve esta
cuestión, pero no puede decirse otro tanto para la hipótesis contraria de la ley
sucesiva al reglamento comunitario.
Será la sentencia núm. 232, de 30 de octubre de 1975 (sentencia ICIC),
la que resolverá esta cuestión señalando que el reglamento comunitario anula implícitamente las leyes internas en vigor que le sean incompatibles, de
acuerdo con el criterio cronológico. En sentido contrario, la ley ordinaria dictada en violación de un reglamento comunitario previo, debe considerarse
inconstitucional y por lo tanto recurrida, por violación del artículo 11 CI a la
Corte, que es el único órgano competente para eliminarla del orden interno.
Igualmente, se considera inconstitucional la ley interna posterior contraria a
un reglamento comunitario, que tiene por sí mismo eficacia inmediata en el
ordenamiento estatal, según el artículo 249 TCE.
Esta doctrina jurisprudencial permite que el juez ordinario anule la norma
interna que se oponga a una norma comunitaria entrada en vigor con posterioridad a aquellas y, en cambio, plantee la cuestión de constitucionalidad si
se trata de una norma nacional posterior a la norma producida por las instituciones comunitarias20.
El juez no pueda proceder directamente a la no aplicación de la norma
interna sucesiva y en contraste con la de la CEE, pues se le impone elevar a la
Corte la cuestión de constitucionalidad. Ello implica que perdura la validez
de la norma interna con la consiguiente lesión del ordenamiento comunitario, hasta la sentencia que declara la inconstitucionalidad. La supremacía del
Derecho comunitario encuentra así en el ordenamiento italiano, un límite indiscutible, tanto más acentuado por el hecho de que la sentencia de inconstitucionalidad de la Corte, que tiene una eficacia retroactiva solamente parcial,
no consigue eliminar todos los efectos producidos por la norma inconstitucional antes de su declaración; situación ésta agravada por el largo tiempo que
normalmente se necesita para obtener del órgano de justicia constitucional un
pronunciamiento sobre la cuestión21.
La exigencia de garantizar que la Corte, en relación a la teoría de los contra
límites, pueda ejercer su papel de filtro entre ordenamientos, fue tan fuerte
que, los jueces constitucionales, mediante la Decisión núm. 206, de 28 de
20
Según Siclari, M. (1992): “Le norme interposte nel giudizio di costituzionalità”, p. 81: “Si
tratta, in definitiva, di un caso di parametro interposto, nel senso che la legge contrastante con la normativa comunitaria self executing è incostituzionale perché viola l’articolo 11 nella parte in cui prescribe al
Legislatore italiano il rispetto del diritto comunitario, che quindi si colloca tra la disposizione costituzionale e la fonte primaria nel giudizio davanti alla Corte Costituzionale.”
21
Mannino, A. (1987)“Tribunal Constitucional italiano, sentencia de 8 de junio de 1984,
caso Granital, Relación entre Derecho comunitario y derecho interior en la jurisprudencia de la
Corte Constitucional” BJC, IV, núm. 72, abril, pp. 529-546.
342
Blanca Cid Villagrasa
julio de 1976, teniendo dudas sobre la existencia de contrastes entre normas
comunitarias y normas internas, y a su vez rechazar el plantear ellos mismos
una cuestión prejudicial al TJ, imponen el reenvío ex artículo 177 CEE al juez
a quo y le solicitan al mismo volver a proponer el accidente de constitucionalidad, sólo después del dictamen del TJ.
Pronto reacciona frente a esta interpretación el TJ en la sentencia de 9 de
marzo de 1978, Amministrazione delle finanze dello Stato c Spa Simmenthal, asunto 106/1977 (sentencia Simmenthal), según la cual, de acuerdo con la fuerza del
principio de la preeminencia del Derecho comunitario, las disposiciones del Tratado y los actos de las instituciones, cuando sean directamente aplicables, tienen el
efecto, en sus relaciones con el derecho interno de los Estados miembros, no sólo
de hacer ipso iure inaplicable por el mismo hecho de su entrada en vigor, cualquier
disposición contradictoria de la legislación nacional preexistente, sino también,
en cuanto dichas disposiciones y dichos actos formen parte integrante, con rango
superior a las normas internas del ordenamiento jurídico vigente en el territorio
de los Estados miembros singulares, de impedir la válida formación de nuevos
actos legislativos nacionales, en la medida en que estos fueran incompatibles con
normas comunitarias. “Serían incompatibles con las exigencias inherentes a la propia
naturaleza del Derecho comunitario toda disposición de un ordenamiento jurídico
nacional o cualesquiera prácticas, legislativas, administrativas o judiciales, que tuviesen por efecto disminuir la eficacia del Derecho comunitario por el hecho de negar al
Juez competente para aplicar éste la facultad de hacer, en el momento mismo de dicha
aplicación, cuanto sea necesario para descartar las disposiciones legales nacionales que,
en su caso, constituyan un obstáculo a la plena eficacia de las normas comunitarias; que
así sucedería, en la hipótesis de un conflicto entre una disposición de Derecho comunitario y una ley nacional posterior, si la solución de dicho conflicto quedase reservada a
una autoridad distinta del Juez encargado de la aplicación del Derecho comunitario,
investida de una facultad de apreciación propia, aun cuando el obstáculo así resultante
para la plena eficacia de dicho derecho no fuese más que temporal”.
Esto es, el TJ llega de esta forma a hacer expreso su desacuerdo con la posición asumida por la Corte italiana poniendo en clara evidencia los defectos
contenidos entre norma comunitaria y norma interna, defectos que según Celotto22, tienen que ver con la excesiva rigidez y la escasa capacidad para asegurar
la aplicación inmediata del Derecho comunitario en el orden interno, pues Italia
se convierte en el único país de la CEE en el que las normas comunitarias no son
directamente aplicadas por el juez ordinario (en presencia de normas nacionales
sucesivas), con la consecuente demora en la aplicación del Derecho comunitario,
por corresponder la atribución de la cognición de este conflicto a la Corte.
El contundente posicionamiento del TJ en la sentencia Simmenthal en
contra del dualismo de la Corte, la reticencia de los mismos jueces italianos
a recorrer el itinerario indicado, y la gran cantidad de procedimientos por
22
Celotto, A. op. cit., p. 222.
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
343
infracción que involucran a Italia, llevan al Alto Tribunal Italiano a reflexionar
sobre la cuestión.
2.3. Granital y Fragd
Así, en la década de los ochenta asume parte de las cuestiones planteadas
en la sentencia Simmenthal. La sentencia núm. 176, de 6 de octubre de 1981,
lo que hace en primer lugar es afirmar, aun en contra del criterio del TJ, que
el Derecho comunitario y el derecho nacional son ordenamientos jurídicos
separados, aunque coordinados según el Tratado de la CEE. Para después intentar resolver el problema de las limitaciones impuestas en la Sentencia del
TJ dictada en virtud del ex artículo 177, en cuanto a su efecto de vincular a
todos los órganos del Estado incluida esta Corte. Es decir, si los órganos internos pueden cuestionar lo que el TJ dicte en materia comunitaria, y si se debe
concluir que las disposiciones relativas a los dispuesto en el artículo 189 TCE
salen de la esfera reservada a los jueces de Luxemburgo, ex artículo 177, para
ocuparse del modo como la prevalencia, primacía y eficacia directa del Derecho comunitario en el ordenamiento estatal. Esto significa que la Corte habrá
de responder, a la duda planteada por el juez a quo sobre, si las disposiciones
dictadas en virtud del artículo 189 del Tratado, con eficacia directa en la legislación nacional, pueden ir en contra del principio de la sujeción del juez a
la ley (art. 101 CI) o si tendrá que esperar a que la norma incompatible sea
declarada inconstitucional por la Corte italiana, en la forma prescrita en los
artículos 134 y 136 CI. La respuesta de la Corte, sin desmentir abiertamente la jurisprudencia constitucional precedente, fue el entender que la reserva
operaría tan sólo, cuando la Corte está llamada a determinar si el ejercicio
de los poderes conferidos a las instituciones comunitarias se aparta de los
objetivos establecidos en el Tratado, de tal forma que terminan violando los
principios fundamentales del ordenamiento jurídico italiano, o los derechos
inalienables de la persona humana. Sólo cabrá el planteamiento de la cuestión
de constitucionalidad cuando la duda en cuestión afecte a los valores fundamentales de la Constitución. En todos los demás supuestos el planteamiento
de la cuestión no está justificado, pues hay que recordar que se ha convertido
en realidad constitucional, por el artículo 11, el criterio de la inaplicabilidad
inmediata de las normas internas contrarias al Derecho comunitario. En esta
misma línea, se resolverá la sentencia núm. 177, de 6 de octubre de 1981,
eludiendo responder de nuevo a los términos reales de la cuestión.
Será sin embargo la sentencia núm. 170, de 8 de junio de 1984 (sentencia
Granital)23, donde la Corte italiana cambia de criterio y se acoge a las líneas
23
La sentencia se puede encontrar traducida en la obra de Presno Linera, R. Campione,
M.A (2010) “Las sentencias básicas del Tribunal Constitucional italiano. Estudio de una jurisdicción de
la libertad”, Madrid, CEPC, Edición primera, pp. 250-264.
344
Blanca Cid Villagrasa
trazadas por el TJ. El juez constitucional, afirma que la norma comunitaria,
en el caso de los reglamentos, recibe plena y directa aplicación por fuerza
propia, desplazando la norma interna incompatible, en las materias trasferidas
a la competencia de la CEE, sea quien sea la que precede en el tiempo a la ley
ordinaria en conflicto.
Ahora bien, para llegar a este resultado la Corte acude al criterio hermenéutico, en el sentido de que el juez a quo, por vía hermenéutica tiene que
resolver el contraste entre la normativa interna y la comunitaria escogiendo
entre las posibles interpretaciones de la normativa interna aquella que fuere
más conforme con la comunitaria y en la eventualidad de que resulte imposible, deberá aplicar sin más la norma comunitaria, impidiendo que la norma
interna sea relevante para la definición de la cuestión.
De nuevo, en esta sentencia, como en las anteriores, la Corte no se despoja
de su necesidad de intervención como juez constitucional cuando una norma
comunitaria pueda entenderse que viola los ya mencionados principios fundamentales. En tales casos la Corte estaría llamada a verificar si el legislador
ordinario ha traspasado injustificadamente, alguno de los límites de la soberanía estatal, puestos por él mismo, mediante la ley de ejecución del Tratado,
en cumplimiento directo y puntual del artículo 11 CI. Esto es, aunque dicha
lesión sea producida en concreto por la normativa comunitaria, ésta no puede estar sometida directamente al control de la Corte Constitucional, que
puede juzgar solamente la conformidad a la Constitución italiana de las leyes
y de los actos con fuerza de ley del ordenamiento italiano y no actos de un
ordenamiento como el comunitario extraño a él. Por eso, no se trata de un
simple conflicto entre una norma interior y una norma comunitaria sino una
violación realizada a través de una ley nacional, del Tratado en cuanto tal,
dirigida a recuperar para el Estado italiano aquellas limitaciones de soberanía
consentidas por el artículo 11 CI.
Respecto al efecto conexo de la vigencia en el tiempo de la norma interna
inaplicable, la mayor crítica ha venido de la mano del Tribunal de Luxemburgo, pues supone entender que la norma estatal permanezca en vigor, pero
confinada en la práctica a una especie de limbo en el cual no puede ni ser aplicada por los jueces, ni desarrollados sus efectos naturales. Lo que genera una
situación de hecho ambigua y negativa para los interesados, porque determina
un estado de deterioro de la certeza acerca de la apelación al Derecho comunitario. La norma estatal conservará intacto todo su valor y desplegará toda su
eficacia fuera del ámbito material y de los límites temporales, en los que está
vigente la disciplina comunitaria así configurada. Esta solución de la permanencia de la norma, en contraste con la norma comunitaria, configura una
violación del Tratado. El TJ en la sentencia de 15 de octubre de 1986, asunto
168/1985, Comisión c. Italia, así lo ha señalado al establecer la insuficiencia
de la inaplicación de las normas internas contrarias al Derecho comunitario y
la obligación de su anulación.
La Corte, a pesar de la jurisprudencia comunitaria, sigue manteniendo su
posición en la sentencia núm. 113, de 23 de abril de 1985, donde, sin cambiar
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
345
su criterio anterior de la inaplicación de la norma estatal incompatible con la
norma comunitaria, lo lleva más allá y considera que también las sentencias
interpretativas del TJ emanadas del artículo 234 TCE encuentran directa aplicación en el ordenamiento nacional, en el contexto de los jueces ordinarios,
prevaleciendo sobre la norma interna incompatible. Incluso en la sentencia
núm. 389, de 11 de julio de 1989, añade que las sentencias condenatorias del
TJ, de acuerdo con el artículo 226 TCE, también son directamente aplicables
en Italia, señalando que la integración del sentido normativo mediante este
tipo de sentencias tienen la misma eficacia que las resoluciones interpretativas, de forma que también prevalecen sobre el derecho interno incompatible.
Pero, como nos recuerda algún autor24, aunque en la sentencia no se aclara
expresamente, hay que entender que la Corte se refiere a aquellos casos en que
la norma comunitaria sea directamente aplicable, o lo que es lo mismo, tanto
en sede interpretativa, como de incumplimiento, las deliberaciones del TJ son
directamente aplicables en el caso de que se refieran a una norma con efectos
directos.
Este último pronunciamiento contiene además algunos ajustes ulteriores
en relación a la reconstrucción entre el ordenamiento comunitario y el ordenamiento interno. El primero, ya observado y criticado por la jurisprudencia
del TJ, al especificar que los ordenamientos europeo e italiano son distintos,
en el sentido de que uno no anula al otro, sino que el Derecho comunitario
directamente aplicable y la norma interna con la que entra en conflicto se resuelva mediante el efecto de la inaplicación de ésta última, y, todos los sujetos
que ejecutan las leyes del ordenamiento jurídico italiano están obligados a
hacer este desplazamiento, incluidos los órganos administrativos. El segundo,
consecuencia del anterior, que la norma interna inaplicable queda en vigor,
por cuanto la supresión del sistema de normas internas contrarias al Derecho
comunitario pertenece al legislador y hasta que el legislador no realice las
necesarias modificaciones o derogaciones, el principio de certeza del derecho
italiano exige que siga en vigor.
Sin embargo, la mayor novedad de esta década se produce con la sentencia
núm. 232, de 21 de abril de 1989 (sentencia Fragd), pues va a ser la primera
sentencia en la que la Corte se enfrente directamente al problema de los derechos y principios fundamentales en relación con el ordenamiento comunitario. Hasta la fecha, las afirmaciones de la Corte sobre los contra límites de la
Constitución habían sido hechas como obiter dicta de sus sentencias, pero en
ésta, se enfrenta, por primera vez, a un conflicto entre la actuación comunitaria y un principio supremo del ordenamiento italiano25: el de la tutela judicial
efectiva, pues la resolución se dictó con motivo de las alegaciones hechas por
el juez a quo respecto a la limitación impuesta por el Tribunal Comunitario en
relación los efectos retroactivos de los pronunciamientos de invalidez de actos
24
25
Celotto, A, op. cit.; p. 226.
Vidal Prado, C. op. cit., p. 123.
346
Blanca Cid Villagrasa
normativos comunitarios, lo que como nos recuerda Cartabia26, no es aceptable para el ordenamiento italiano, pues lesiona el derecho a la tutela judicial
efectiva establecida en el artículo 24 CI.
La Corte, afirma que si bien es cierto que el Derecho comunitario proporciona un sistema integral y efectivo de protección judicial de los derechos
e intereses legítimos de los individuos, de los cuales el recurso ante el TJ, en
virtud del artículo 177 del TCE, es el más importante, no es menos cierto
que “los derechos fundamentales deducibles de los principios comunes de los ordenamientos jurídicos de los Estados miembros, constituyen, de acuerdo con la
jurisprudencia del TJ, parte integrante y esencial del ordenamiento comunitario.
Pero esto no significa que no pueda ser responsabilidad de esta Corte verificar, a
través del control de constitucionalidad de la ley de ejecución, si alguna disposición del Tratado, tal como es interpretada y aplicada por las instituciones y por los
órganos comunitarios, no se considera contraria a los principios fundamentales de
nuestro ordenamiento constitucional o lesiona los derechos inalienables de la persona humana… lo que es sumamente improbable no deja de ser posible, además
hay que tener en cuenta que al menos desde un punto de vista teórico general no
puede afirmarse con seguridad que todos los principios fundamentales de nuestro
ordenamiento constitucional se encuentren entre los principios comunes a los ordenamientos jurídicos de los Estados miembros y estén pues comprendidos dentro del
ordenamiento jurídico comunitario.27” La Corte considera que puede enjuiciar
la constitucionalidad de una norma comunitaria en lo referente a aquello que
pueda afectar a los derechos y principios fundamentales. Lo que equivale a
decir que la primacía del Derecho comunitario queda limitada a aquello que
no pueda afectar a los derechos fundamentales.
La Corte finalmente inadmitió la cuestión por razones objetivas. Sin embargo, con los argumentos esgrimidos en esta sentencia, probablemente lo que
pretendía es lanzar un aviso al TJ, sin llegar a desencadenar un grave conflicto,
pues en caso de haber admitido a trámite el recurso, cualquier opción que
hubiese tomado podría haber provocado problemas tanto en el ámbito comunitario, como en el interno. Dejándolo en manos del Tribunal de Venecia, la
Corte minimiza su interferencia en las competencias del TJ.
Ello significa que la sentencia introduce en la jurisprudencia constitucional
italiana el desplazamiento del énfasis puesto en su jurisprudencia anterior, de
la improbabilidad de conflicto, a la posibilidad teórica del mismo. En efecto,
en las sentencias anteriores se hablaba de la hipótesis de juzgar la constitucionalidad de la ley de ejecución del Tratado, pero, ahora, se admite claramente esta posibilidad, siempre que se produzca una violación de los principios
26
Cartabia, M. (1989) “Nuovi sviluppi nelle competenze comunitarie della Corte Constituzionale”, G.C.
27
Traducción hecha del Fundamento Jurídico 3. 1 de la sentencia comentada por Pi Llorens,
M. (1996), en la “La protección de los derechos fundamentales en el ordenamiento jurídico comunitario”, Tesis doctoral, Piñol I Rur, J. L (Dir.), Universidad Autónoma de Barcelona, vol. I, Bellaterra,
Febrero, p. 76.
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
347
fundamentales del ordenamiento jurídico italiano y se vaya más allá, reconociendo que se puede dar un control de constitucionalidad sobre cualquier
norma del Tratado tal como venga siendo interpretada y aplicada por las instituciones comunitarias. Algún autor ha visto en esta sentencia una especie
de amonestación al TJ, pues la Corte advierte al Tribunal de Luxemburgo de
la posibilidad de declarar la inconstitucionalidad de la ley de ratificación del
Tratado, en la parte en la que lesione un principio fundamental, ya que se
confirma inequívocamente la posibilidad por parte de las resoluciones del TJ
de la efectiva lesión de un derecho fundamental. El planteamiento de la cuestión de constitucionalidad y su admisión a trámite vuelve a ser un límite para
la jurisprudencia europea, que había sido pensada para impedir que cualquier
tipo de divergencia ocasional entre Derecho comunitario y los principios fundamentales del ordenamiento pudiesen tener como consecuencia la denuncia
de los Tratados. La Corte, consciente de la gravedad del asunto, que podría
traer como consecuencia una ruptura, aunque fuere sólo circunstancial, con el
TJ, prefiere desmentir la esencia y lo innovador de su razonamiento, aunque
les envía una advertencia (amonestación) a sus colegas de Luxemburgo28.
2.4. Francovich y otros
Durante los años noventa29, la Corte no ha vuelto a ser llamada a enjuiciar
normas comunitarias en relación con los contra límites. Sin embargo, por lo
menos en cinco ocasiones ha corroborado este tipo de enjuiciamiento, si bien
siempre en términos restringidos. Así lo hace en la sentencia núm. 168, de
18 de abril de 1991, donde recuerda la exigencia de salvaguardar el respeto
de los principios fundamentales del ordenamiento constitucional italiano y
de los derechos inalienables de la persona humana, con la consiguiente posibilidad de enjuiciar, bajo dicho perfil, la Ley de ejecución del Tratado. En la
sentencia núm. 117, de 23 de marzo de 1994, donde recuerda la idoneidad de
las normas derivadas de actos normativos comunitarios para derogar normas
internas de rango constitucional, siempre que no se refieran a principios fundamentales o derechos inalienables de la persona humana. La sentencia núm.
509, de 11 de diciembre de 1995, declarando inadmisible la impugnación
directa de un reglamento comunitario por cuanto ha de llevarse a cabo por el
trámite de la Ley de ejecución del Tratado, salvo que se haya producido una
violación de los principios fundamentales del derecho constitucional nacional
y los derechos inalienables de la persona humana, que esta Corte debe sal28
Vecchio, F, (2011-12) “Primacía del Derecho europeo y salvaguarda de las identidades constitucionales: consecuencias asimétricas de la europeización de los contralímites”. Tesis Doctoral, Balaguer
Callejón, F. (Coord.), Ed. Universidad de Granada, pp. 39-100 en concreto p. 77.
29
Celotto, A y Groppi, T (2005)” Derecho UE y derecho nacional: primauté vs. contralimytes”, en Cartabia, M., De Witte, B., y Pérez Tremps, P. (Dirs.); Gómez Fernández, I. (Coord).
“Constitución europea y constituciones nacionales”), Valencia, Ed. Tirant lo Blanch, p. 331.
348
Blanca Cid Villagrasa
vaguardar incluso con respecto a la aplicación del Derecho comunitario. La
sentencia núm. 126, de 24 de abril de 1996, que vuelve a mencionar el respeto
del límite de los principios constitucionales fundamentales e inderogables. O
la sentencia núm. 93, de 26 de marzo de 1997, que reitera que no puede ser
censurado por esta Corte el régimen jurídico de los actos de las instituciones
comunitarias, a la luz de la ley salvo que afecte a los principios supremos de la
Constitución (lo que en este caso no se produce).
En esta década, los jueces constitucionales italianos han seguido el camino
comunitario iniciado en los años sesenta y gradualmente se han ido replegando a las peticiones de los jueces de Luxemburgo, incluso dentro de las
fuentes del Derecho comunitario. La sentencia ya citada 168/91, lo establece
de forma clara, al decir que se enriquece el mosaico general del efecto directo
de la legislación comunitaria a las directivas detalladas30. Es decir, siguiendo
la jurisprudencia del TJ (en concreto la sentencia de 19 de noviembre de
1991, asuntos acumulados C 6/90 y C9/90, Francovich y otros)31 cabe la eficacia directa vertical de las directivas, aunque no hayan sido incorporadas al
ordenamiento jurídico interno, cuando la directiva sea incondicional y suficientemente precisa (en el sentido de que los hechos y el resumen del precepto
que sea aplicable debe determinarse con perfección en su totalidad sin dejar
ninguna discrecionalidad a los Estados miembros en su aplicación); que la
República de Italia haya incumplido el plazo establecido para trasponerla y
darle cumplimiento; y que se invoque por el interesado.
Ahora bien, la sentencia en cuestión, no acaba de concretar a quién compete establecer si una directiva es directamente eficaz o no, pues, puede ser la
propia Corte quien proceda a la directa interpretación de la normativa comunitaria, como ya había hecho en la sentencia 64/1990. Esta sentencia es, por
tanto, poco aclaratoria, porque por un lado, se admite que sean los jueces a quo
los encargados de la interpretación y, en caso de duda el TJ, de si la directiva es
30
Esta sentencia dice: “Jurisprudencia anterior de este Tribunal ha confirmado y desarrollado
aún más este enfoque con azulejos nuevos que enriquecen el mosaico general del “efecto directo” de la
legislación comunitaria. Y, de hecho, con la sentencia núm. 113 de 1985 se consideró la aplicabilidad
inmediata también de los fallos de las sentencias interpretativas del Tribunal de Justicia dictadas en
virtud de una decisión prejudicial conforme el artículo. 177 del Tratado. Más tarde se ha reconocido a la
normativa comunitaria eficacia similar en la sentencia núm. 389 de 1989, según la interpretación hecha
en la sentencia dictada por el Tribunal conforme al artículo 169 del Tratado. Resolución que también
ha declarado que la legislación comunitaria debe tener una aplicación inmediata no sólo por el órgano
jurisdiccional en el ejercicio de su jurisdicción, sino también por el Gobierno en el ejercicio de sus tareas
administrativas”.
31
Sentencias del TJ tales como: 22 de junio de 1989, asunto C 103/1988; 20 de septiembre
de 1988, asunto C 31/1987; 8 de octubre de 1987, asunto C 80/86; o la de 24 de marzo de 1987,
asunto C 286/1985. En particular en ésta última, el TJ señaló que las disposiciones de una directiva
que cumplan con las condiciones anteriores pueden ser invocadas por el particular ante el órgano
jurisdiccional nacional, “con el fin de dejar de lado cualquier disposición de la legislación nacional que
no cumpla con esa directiva.” sin embargo será la sentencia de 19 de noviembre de 1991, asuntos
acumulados C 6/90 y C 9/90, Francovich y otros, la que marca las pautas para especificar cuando
una directiva es directamente aplicable.
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
349
o no directamente aplicable sin necesidad de una norma posterior de desarrollo, por otro, permite también al Alto Tribunal proceder a esa interpretación.
Ahora bien si para el juez a quo es un deber el aplicar o cuanto menos intentar
aplicar el Derecho comunitario, no se entiende muy bien cuando es la Corte
la encargada de esa interpretación. Además esta resolución supone el que la
Corte se encuentre hipotecada para acudir ella misma al TJ haciendo uso de
la cuestión prejudicial.
Otra novedad de esta década va a ser el posicionamiento de la Corte a favor
de la normativa comunitaria en torno a la cuestión de la normativa regional,
fruto de la reiterada jurisprudencia del TJ, según la cual el Estado es el único
sujeto responsable del cumplimiento de las obligaciones comunitarias32. Los
Estados no pueden invocar para justificar el incumplimiento de estas obligaciones la garantía de la autonomía regional prevista en su ordenamiento
interno. De ahí que en las sentencias 126/1996 y 93/1997, la Corte aun reconociendo ésta autonomía de las regiones italianas, inadmite los recursos con
el objeto de reducir al mínimo las alteraciones o conflictos de competencia,
consecuencia de las relaciones entre el Estado y las regiones, provenientes de
la titularidad de la responsabilidad comunitaria por el Estado. Incluso en la
sentencia núm. 384, de 10 de noviembre de 1994, la Corte además de la clásica distinción entre inaplicación/no aplicación, por parte de cada operador, a
la cual se recurre en el caso de que se trate de normas nacionales ya vigentes
en conflicto con el Derecho comunitario, añade la directa declaración de inconstitucionalidad por parte de la Corte, para la hipótesis de normas internas
que aún no estén en vigor. Es decir en esta sentencia la Corte admite a trámite un recurso de inconstitucionalidad promovido en vía principal, bajo el
perfil de la violación indirecta del artículo 11 CI, basado en el conflicto entre
las ley regional impugnada por el Gobierno (y todavía no aprobada) y las
normas comunitarias. El juicio de constitucionalidad de las leyes regionales
por violación de normas comunitarias es preventivo, esto es, antes de que
se apruebe la ley regional, la Corte la declara inconstitucional, de ahí que se
denomine a este recurso como el “juicio preventivo de constitucionalidad.”
Frente a la CEE, cualquier medida que sea incompatible con las disposiciones
del Tratado, supone una violación del Derecho comunitario, tanto cuando se
presenten en el ejercicio de la potestad legislativa del Estado, como cuando
32
En este sentido recordar que en la década anterior se pueden encontrar más de 23 sentencias
que condenan a los Estados miembros por violaciones originadas por las regiones y por otros poderes autónomos como las provincias y los municipios. Así por ejemplo, en lo que a Italia se refiere, la
sentencia del TJ, de 22 de marzo de 1984, asunto C 169/1982, condenó a Italia por incumplimiento de las obligaciones del Tratado en el sentido del ex artículo 169, como consecuencia de una Ley
de la Región de Sicilia que chocaba con reglamentos comunitarios; o la sentencia del TJ de 15 de
octubre de 1986, asunto C 168/85 que además de condenar a Italia, recuerda que las disposiciones
directamente aplicables del Tratado vinculan a todas las autoridades de los Estados miembros y
están obligadas, por consiguiente, a observarlas, sin que sea necesario adoptar disposiciones nacionales de ejecución.
350
Blanca Cid Villagrasa
provenga de otros entes y se mantengan en la legislación nacional, siendo el
Estado el responsable de estas violaciones del Derecho comunitario. Razones
éstas, por las que la Corte, en lo que se refiere a las potestades normativas regionales, ha dejado claro que sólo se mantengan aquellas disposiciones cuyos
contenidos no resulten contrarios a la disciplina y límites introducidos por la
legislación comunitaria y las consiguientes medidas de aplicación. E incluso
añade que, aunque la potestad para el ejercicio de esa competencia provenga
de una norma específica prevista en la Constitución no se puede justificar el
mantenimiento de la potestad regional, si su ejercicio entra en conflicto con
las materias objeto de regulación por la UE o con la aplicación del Derecho
comunitario en el derecho nacional. En estos casos, la competencia provincial
no puede permanecer sin cambios una vez que ha dejado de ser tal, como consecuencia de las disposiciones de observancia de las novedades comunitarias33.
Estas razones llevan a la Corte, en la etapa final del proceso de formación del
acto regional con el fin de prevenir, en la raíz, el riesgo de incumplimiento de
las obligaciones de la CEE, a derogar las decisiones acordadas por las regiones
incompatibles con la regulación comunitaria.
Según la Corte una cuestión es resolver el problema del conflicto entre el
derecho estatal y el Derecho comunitario directamente aplicable, cuya solución debe darse por los propios jueces a quo y, otra muy distinta es la verificación de la constitucionalidad de las deliberaciones legislativas de los Consejos
regionales (antes de su publicación y entrada en vigor) cuya impugnación no
puede hacerse sino como consecuencia de un recurso gubernamental por vía
principal, pues se trata de normas que aún no tienen vigencia, a las que no
se puede realizar un juicio de inconstitucionalidad en vía incidental y, por
lo tanto un juicio potencial sólo puede ser promovido por el Gobierno ante
la Corte como violación del principio de seguridad y claridad jurídica, para
evitar el incumplimiento en el ámbito interno de las obligaciones del Estado
italiano con la CEE.
En la sentencia núm. 94, de 30 de marzo de 1995, la Corte vuelve a examinar un caso de conflicto entre Derecho comunitario y una norma interna
regional que aún no estaba en vigor, llegando igualmente a declarar la inconstitucionalidad de la misma. Reitera de nuevo la obligación impuesta por el
TJ34 a los Estados miembros de no aplicar normas interna en conflicto con
las de la CEE, lo que hizo necesario a esta Corte el aceptar la no aplicación
por el juez a quo en el procedimiento en el que está conociendo de la norma
interna en conflicto con la comunitaria, correspondiendo al Estado su eliminación para depurar el ordenamiento de las incompatibilidades o de la falta
de armonía con las normas vigentes. Requisito que en el ámbito de la legislación nacional está relacionado con el principio de seguridad jurídica y que
en el comunitario, sin embargo, se relaciona con la garantía del principio de
33
34
Sentencias 150/1993 y 13/1964.
En sentencias del TJ como la de 22 de junio de 1989 asunto C103/1988.
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
351
primacía del Derecho comunitario. Esta es la razón por la que en la sentencia
389/1994, la Corte tiene por primera vez la necesidad de purificar la legislación nacional incompatible con la comunitaria declarando la inconstitucionalidad de la norma antes de su entrada en vigor conforme a lo establecido en el
artículo 5 TCE y el artículo 11 CI, para dar lleno y correcto cumplimiento a
las obligaciones comunitarias. Esto es, con el procedimiento de impugnación
en vía principal, la Corte puede declarar la inconstitucionalidad de la norma
con carácter general y no sólo para el caso concreto, aportando con ello certeza
jurídica frente a su declaración de inconstitucionalidad por vía incidental. Sin
embargo, en esta sentencia, la Corte no sólo abre la posibilidad de un control
entre normas comunitarias y normas internas en el ámbito del juicio de constitucionalidad en vía principal, cuando el Gobierno interponga un recurso
contra una norma de una región, sino también cuando el recurso provenga
de una Región contra una Ley estatal y, por lo tanto se trate de una norma
nacional ya en vigor.
Si bien esta solución es la más justificada desde la óptica de la máxima
adecuación al Derecho comunitario, hace sin embargo más difícil y desproporcionada la adecuación del ordenamiento italiano al ordenamiento comunitario pues, mezcla anulación que pone de relieve la inconstitucionalidad del
acto que hay que eliminar con inaplicación que en cambio obra a nivel hermenéutico, en relación con la norma que hay que aplicar en cada momento.
En esta misma línea, la sentencia núm. 126, de 17-24 de abril de 1996,
aun estableciendo, que la ejecución por los Estados miembros de las normas
comunitarias debe tener en cuenta la estructura (centralizada, descentralizada,
federal) de cada uno de ellos, por lo que Italia está obligada por su propio
derecho constitucional, a respetar su sistema territorial regional, reconoce a
continuación que cómo el Estado es el responsable íntegra y unitariamente
frente a la CEE de la ejecución del Derecho comunitario en el ordenamiento
interno, esto supone necesariamente restarle competencias a las regiones y
provincias autónomas, pues el Estado no puede encontrarse impotente frente
a la violación del Derecho comunitario procedente de la actividad positiva u
omisiva de los sujetos dotados de autonomía constitucional. Los instrumentos
no consisten en atribuir competencias a favor del Estado, sino en intervenir
represiva, policial o de forma sustitutiva y supletoria (estas últimas también
preventivas, pues debe ceder ante la actividad de los poderes regionales y provinciales competentes) respecto a violaciones o inactividad en las actuaciones
o ejecución de las normas comunitarias por las regiones35.
Esta primacía del Derecho comunitario, la responsabilidad ante la CEE
del Estado y la cláusula de supletoriedad estatal, han hecho que en Italia se
produzca una primacía también de los poderes centrales sobre los regionales,
proporcionándoles un instrumento muy importante para recortar competencias
35
Groppi, T. (2004) “La incidencia del Derecho comunitario en las relaciones Estado-Regiones en Italia”, ReDCE, núm. 1, enero-junio, pp. 173-196.
352
Blanca Cid Villagrasa
legislativas regionales. La propia Corte ha reconocido en ocasiones la legitimidad de los reglamentos gubernamentales que intervienen en materia
regional con el fin de dar ejecución al Derecho comunitario, imponiendo
exclusivamente como límite al Gobierno central el principio de legalidad.
En este sentido la sentencia núm. 425, de 27 de octubre de 1999, establece
que: “la ejecución comunitaria no es un passe-partout que permite al Estado
obstaculizar las autonomía regional y provincial sin respetar los principios de
actuación normativa. También en la adopción de la normativa de ejecución
comunitaria, el reglamento estatal (más allá de los casos de reserva de ley previstos en la Constitución) encuentra un límite en el principio de legalidad.
Este principio,… que domina las relaciones entre el propio Estado, las regiones
y provincias autónomas, constituye un aspecto de la misma posición que éstas
últimas están obligadas a defender en el recurso de inconstitucionalidad (sentencias de la Corte Constitucional núm. 169 de 1999, 250 de 1996, 278 de
1993)”36.
2.5. Reforma, Lisboa y prejudicialidad
En la década siguiente, dos son fundamentalmente los factores que hacen
girar la jurisprudencia de la Corte al respecto: la reforma constitucional y la
adhesión de Italia al Tratado de Lisboa.
Con la reforma constitucional realizada por la Ley núm. 3, de 18 de octubre de 2001,37 que modifica el artículo 117 párrafo primero CI,38 se reconoce expresamente en la Norma fundamental los vínculos constitucionales
del ordenamiento comunitario y la potestad legislativa, es decir en el caso
de que una ley nacional estatal o regional viole disposiciones comunitarias la
incompatibilidad comunitaria supone también una incompatibilidad con la
Constitución. Esto significa que el parámetro comunitario se ha convertido
junto con las obligaciones internacionales y la Constitución en uno de los tres
elementos básicos del ordenamiento jurídico italiano.39
36
Traducción hecha por Groppi, T. op. cit., “La incidencia del derecho… p. 183.
La reforma constitucional del regionalismo italiano fue realizada en el transcurso de la XIII
legislatura (1996-2001) mediante tres leyes constitucionales: la Ley constitucional 1/1999 (referida
a la autonomía estatutaria y a la forma del gobierno de las regiones con autonomía ordinaria); la
Ley constitucional 2/2003 (que ha aplicado una disciplina análoga a las cinco regiones con autonomía especial: Sicilia, Sardegna, Valle d’Aosta, Trentino-Alto Adige y Friuli-Venezia Giulia) y la
Ley constitucional 3/2001 (que ha completado la reforma del título V de la Constitución, dedicado
a las autonomías territoriales, concluyendo el recorrido iniciado por la Ley constitucional núm.
1/1999).
38
El artículo 117.1 párrafo primero de la Constitución italiana establece: “El poder legislativo
será ejercido por el Estado y por las Regiones dentro de los términos de la Constitución, así como de las
obligaciones que se deriven del ordenamiento comunitario y de los compromisos internacionales”.
39
Celotto, A. op. cit., p. 233.
37
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
353
Sin embargo, la jurisprudencia durante el año 2002,40 dictada en relación
con el Derecho comunitario, no hace referencia a esta nueva fuente de derecho
constitucional. La Corte inadmite a trámite, en casi todo los recursos, el fundamento de los recurrentes de la violación del artículo 117 párrafo primero,
pues entiende que las cuestiones sometidas a la citada inconstitucionalidad,
deben resolverse teniendo en cuenta únicamente este precepto constitucional
antes de su reforma, ya que los recursos se interpusieron antes de la entrada en
vigor de la citada Ley Constitucional de 18 de octubre de 2001, que no puede
aplicarse con efectos retroactivos.41
Con todo, Groppi42 considera que, paradójicamente, será la sentencia núm.
282, de 26 de julio de 2002, la que, menciona a esta nueva fuente de derecho
como parámetro de constitucionalidad en una materia que sin embargo nada
tiene que ver con el Derecho comunitario.
Habrá que esperar a la sentencia núm. 303, de 1 de octubre de 2003, para que
la Corte, haga alusión a que el Derecho comunitario es parámetro de constitucionalidad estableciendo que, ahora debe tenerse en cuenta la interpretación del
artículo 117 párrafo primero, de la Constitución, en el sentido de que, el Derecho
comunitario es una fuente del derecho constitucional, por lo que, cuando una
disposición legislativa explícita sea contraria al Derecho comunitario, es manifiestamente inadmisible la cuestión de constitucionalidad fundada en una denuncia
de esa contradicción, pues toda disposición que entre en conflicto con el Derecho
comunitario debe ser inaplicada directamente.
Por su parte durante el 2004 (sentencias como la núm. 7, de 13 de enero, la
núm. 166, de 11 de junio o la núm.176, de 10 de junio) el criterio comunitario
adoptado por la Corte es un tanto confuso, pues, aunque se interponen recursos
por violación del Derecho comunitario como parámetro de constitucionalidad
conforme a lo establecido por el artículo 117 párrafo primero, la Corte no se
pronuncia sobre este parámetro y aborda los conflictos desde el punto de vista competencial. Se puede por ello interpretar que, la Corte sigue su criterio
anterior y considera que no cabe la interposición de un recurso de inconstitucionalidad por contradicción entre la norma comunitaria y el derecho interno,
sino que al juez a quo le corresponde inaplicar directamente la norma interna
incompatible.
40
Tales como la núm. 376/2002, de 23 de julio o la 422/2002 de 7 de octubre.
La sentencia 96/2003, de 26 de marzo, dice: ”Dado que el recurso fue presentado antes de la
entrada en vigor de la Ley Constitucional de 18 de octubre de 2001, núm. 3 (de Modificación del Título
V de la Parte II de la Constitución), los artículos evocados (117 y 118 de la Constitución), como se ha
dicho ya por esta Corte en diversas ocasiones (entre otras, las sentencias núm. 422 y núm. 376, de 2002),
se deben aplicar en su formulación original”.
42
Groppi, T, op. cit., “La incidencia del … La sentencia dice: “La respuesta a la cuestión de si
la ley impugnada cumple con los límites de la competencia regional, o los supera, ahora debe moverse
(con el nuevo sistema de reparto de la potestad legislativa por la reforma del Título V de la Parte II de
la Constitución, de acuerdo con la Ley núm. 3 de 2001) no tanto por la búsqueda de una legitimidad
constitucional específica de la región, si no por averiguar la existencia de reservas, exclusiva o parciales de
competencias estatales”.
41
354
Blanca Cid Villagrasa
La línea exigida por el TJ en la sentencia de 9 de septiembre de 2003, asunto
198/01, Consorcio Industrie Fiammiferi, va a ser sin embargo, de nuevo un tanto
crítica con esta teoría del Alto Tribunal, pues, vuelve a reiterar el principio de primacía del Derecho comunitario, y la exigencia de derogar cualquier disposición
de la legislación nacional en conflicto con una norma comunitaria, independientemente del hecho de que sea anterior o posterior a ésta última y, vuelve a exigir
a Italia que se cumpla esta obligación no sólo por el juez nacional, sino también
por todos los órganos del Estado y las autoridades administrativas, lo que implica,
la obligación de adoptar todas las medidas necesarias para facilitar la total eficacia
del Derecho comunitario.
Quizá por esta jurisprudencia del Tribunal de Luxemburgo, después de más
de cuatro años desde la entrada en vigor de la reforma constitucional, en la resolución núm. 406, de 24 de octubre de 2005, la Corte declara la inconstitucionalidad de una ley regional por violación del párrafo primero del artículo 117
CI, esto es, por no respetar el Derecho comunitario. En este caso, no inadmite la
cuestión de la contradicción de la ley regional con la normativa comunitaria, ni
declara la inconstitucionalidad de la Ley regional por un conflicto de competencias, sino que señala que “la Ley de la Región de Abruzo núm. 14 de 2004,…, está
en evidente contraste con algunas de las disposiciones fundamentales de la Directiva
núm. 2000/75/CEE de 20 de noviembre”. Lo que vuelva a reiterar en la sentencia
núm. 129, de 23 de marzo de 2006, al decir de forma expresa que, conforme a su
jurisprudencia anterior (sentencia núm. 406, de 3 de noviembre de 2005, núm.
7, de 13 de enero de 2004, y núm. 166, de 11 de junio de 2004), las directivas de
la UE actúan como normas interpuestas del parámetro que evalúa la conformidad de la normativa regional a la disposición constitucional 117 párrafo primero,
que situada en la parte II de la Constitución, está relacionada con el principio
fundamental contenido en el artículo 11 constitucional y exige el respeto de los
derechos y principios garantizados por la Constitución.
A comienzos de esta década la Corte, aunque sigue manteniendo su criterio
inicial, de descartar el acudir a la cuestión prejudicial ante el TJ acude a otras técnicas para evitar enfrentamientos con el Tribunal de Luxemburgo. En la sentencia
núm. 275, de 24 de julio de 2003, declara la inconstitucionalidad de una Ley, por
violación de los derechos fundamentales, sin tener ni siquiera en cuenta su posible
contradicción con el Derecho comunitario. Como no podía ser de otro modo, ello
generó (por parte de los afectados) su impugnación ante el Consejo de Estado, y
ante el TJ (por parte de la Comisión por incumplimiento del Estado italiano de sus
obligaciones en la CEE) por la vulneración de diferentes artículos del TCE.
El Consejo de Estado, por resolución núm. 4.207, de 8 de agosto de 2005, le
dio la razón a la Corte dictaminando que la sentencia constitucional elimina la
posibilidad de plantear la cuestión prejudicial, en la medida en que la respuesta
del TJ en ningún caso podría influir sobre la litis, habida cuenta de la doctrina de
la Corte sobre los contra límites. Añade el Consejo de Estado que es concebible
conservar un espacio jurídico estatal excluido por completo de la influencia del
Derecho comunitario, un espacio en el que el Estado continua siendo soberano, no
susceptible de supresión o limitación en virtud de los Tratados, en cuyo contexto
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
355
habría que ubicar la sentencia 257/2003, según la cual resulta indispensable para
la tutela de un derecho fundamental del ordenamiento, la declaración de inconstitucionalidad hecha y la modificación efectuada43. El mismo planteamiento se
encuentra en la sentencia núm. 161, de 26 de mayo de 2004, pues, admite a
trámite la cuestión de constitucionalidad ante ella planteada por las jurisdicciones
ordinarias (entre septiembre de 2002 y marzo de 2003 por los Tribunales de Forli,
Melfi y Milan) por violación de los artículos 3, 76, 25 y 117 de la Constitución
Italiana, sin obligar al Juez a plantear previamente la cuestión prejudicial. Ello se
debe a que la Corte considera más importante el salvaguardar sus derechos fundamentales o contra límites. Hasta el punto de que en la Decisión núm. 454, de
13 de diciembre de 2006, la Corte establece que: “según reiterada jurisprudencia
de esta Corte, fundada sobre el artículo 11 de la Constitución, el juez nacional debe
dar plena e inmediata aplicación a las normas comunitarias con eficacia directa y no
aplicar en todo o sólo en parte las normas internas consideradas incompatibles, si es
necesario después de obtener una decisión prejudicial del Tribunal de justicia según
el artículo 234 TCE y, además, el mismo juez puede preguntar a esta Corte sobre
la compatibilidad comunitaria en el caso de normas que directamente impidan o
perjudiquen la observancia del Tratado, en relación al sistema o al núcleo esencial
de sus principios, en el caso de una imposible interpretación conforme, y también
cuando la no aplicación de la disposición interna determine un conflicto, cuyo control
corresponda exclusivamente a la Corte Constitucional, por recaer sobre los principios
fundamentales del ordenamiento constitucional o los derechos inalienables de la persona”. Esto es, la Corte rechaza la posibilidad de resolver posibles conflictos entre
normas comunitarias y normas internas, por ser competencia que corresponde
al juez ordinario. Ahora bien, si dicho conflicto se sucede en relación con los
principios fundamentales o los derechos inalienables de la persona si cabe el pronunciamiento del Alto tribunal, pero sólo en esos casos.
De esta resolución se deduce también que la Corte vuelve a exigir a los tribunales ordinarios el reenvío prejudicial, cuando tengan dudas sobre la interpretación conforme de una norma interna con el Derecho comunitario, siempre que,
la norma en cuestión afecte al litigio principal, razones ambas dos por las que en
la resolución citada, inadmite la cuestión interpuesta. Sin embargo, según Ragone44, dos sentencias de 2007, las núm. 348 y 349 de 22 de octubre, ya demuestran
una cierta visión aperturista de la Corte en torno a los derechos fundamentales,
pues incluyen al Convenio Europeo de Derecho Humanos (CEDH)45 en el parámetro del juicio de constitucionalidad, como parte integrante del artículo 117
primer párrafo constitucional, aunque con algunas precisiones: la primera que el
43
Alonso García, R. (2005) “Los tribunales constitucionales y el control del derecho interno
conectado con el comunitario”, Foro, nueva Época, núm. 2, pp. 153-176.
44
Ragone, S. (2011) “Las relaciones de los Tribunales Constitucionales de los Estados miembros con el Tribunal de Justicia y con el Tribunal Europeo de Derechos Humanos: una propuesta de
clasificación” REDCE, núm. 16, julio-diciembre, pp. 9-32.
45
La Corte Constitucional Italiana es uno de los tribunales constitucionales que menos referencia hace en sus sentencias a la CEDH y a la jurisprudencia del TEDH.
356
Blanca Cid Villagrasa
CEDH no es Derecho comunitario, por lo que no cabe la inaplicación directa
de las normas contrarias internas ni puede darse un juicio de convencionalidad
difuso, manteniéndose el monopolio de la Corte al respecto, la segunda que no
es una fuente de rango constitucional, sino que la Corte sigue conservando la
facultad de verificar la conformidad del CEDH y de la jurisprudencia del TEDH
a su Constitución46.
Con la firma del Tratado de Lisboa, el 13 de diciembre de 2007,47 y la cláusula
de protección de las identidades constitucionales nacionales en el artículo 4.2, así
como el reconocimiento de una nueva Carta de Derecho Fundamentales de la
Unión (CDFU) (en el artículo 6 del Tratado)48, se produce una nueva evolución
en la forma de actuar de la Corte.
Por un lado, en esta década y contradiciendo su jurisprudencia anterior, por
primera vez la Corte, en 2008 (en las resoluciones núm. 102 y 103), acude al
instrumento de la cuestión prejudicial. La sentencia núm. 102, de 12 de febrero
de 2008, fue dictada con motivo de las cuestiones de inconstitucionalidad núm.
91 de 13 de julio de 2006 y núm. 36 de 7 de agosto 2007, interpuesto por el
Presidente del Consejo de Ministros contra varias normas adoptadas por la Región Autónoma de Cerdeña con el objetivo de examinar su compatibilidad con
el artículo 117 primer párrafo CI por entender que dicha normativa regional era
contraria a las obligaciones derivadas del Derecho comunitario, en concreto a los
artículos 49 y 81 TCE en relación con el artículo 3, 10 y 87 del TCE. Por ello,
mediante la decisión núm. 103, de 13 de febrero de 2008, se remite al TJ el 21
de abril de 2008, la suspensión del recurso ante ella pendiente y la petición de
cuatro cuestiones prejudiciales. Esta petición de decisión prejudicial, constituye
un punto de inflexión en la jurisprudencia de la Corte Constitucional. Si bien
hasta la fecha había negado su condición de órgano jurisdiccional en el sentido
del artículo 234 TCE, se incluye ahora en el grupo de tribunales constitucionales
nacionales que guardan una relación de cooperación activa con el TJ. La Corte
ha reconocido su competencia para elevar una cuestión prejudicial en caso de
juicio de inconstitucionalidad planteado en vía principal por el Estado o las Regiones (en el sentido del art. 127 CI), sobre la violación por parte del legislador
estatal o regional de normas de Derecho comunitario, que integren el parámetro
de constitucionalidad del artículo 117, párrafo primero. En estos casos, dada su
naturaleza de juez de única instancia, la Corte tiene (en presencia de dudas interpretativas sobre el efectivo alcance de disposiciones y de principios de Derecho
comunitario) que acudir al órgano institucionalmente competente para la interpretación del Derecho comunitario, es decir, al Tribunal de Justicia. Ello supone
que la Corte, se ha visto obligada a reconocer la importancia del diálogo entre
46
Planteamiento que la Corte italiana ha reiterado en torno a la CEDH en las sentencias núm.
311 de 16 de diciembre de 2009 y 317 de 3 de noviembre de 2009.
47
Aunque entró en vigor el 1 de diciembre de 2009.
48
Recordemos que el TJ en la sentencia de 19 de enero de 2010, asunto C 555/07 reconoció
a la Carta de Derechos Fundamentales el mismo valor jurídico que los Tratados.
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
357
Tribunales en un sistema articulado sobre varios niveles. Si bien, hasta la fecha,
tal posibilidad se limita a los juicios en vía de acción y no en vía incidental, pues
el problema de la “doble prejudicialidad” continúa siendo resuelto por al juez a
quo, que será el encargado de solicitar una cuestión prejudicial. Con tal cambio
jurisprudencial, la Corte se ha insertado plenamente en el circuito europeo de
Tribunales y, por tanto, ha puesto las bases para la propia participación activa en
la construcción de nuevos caminos de convergencia49. Aunque sólo sea para los
recursos directos ya es un pequeño giro en su postura ante el TJ que le permitirá
en el futuro colaborar más estrechamente con él. El planteamiento de la cuestión
prejudicial ha permitido a Italia abrir un camino a soluciones de conflicto existencial, entre ordenamientos que no se centran en la prevalencia del uno sobre
el otro, sino más bien en la búsqueda de convergencias interpretativas a nivel
material entre los principios constitucionales y los correspondientes principios
del Derecho comunitario.
Ejemplo claro de esta convergencia es la sentencia de la Corte núm. 28
de 25 de enero de 2010, pues la Corte, aun excluyendo el acudir a la cuestión
prejudicial, lo hace por entender que el asunto está lo suficientemente claro
como para pedir más explicaciones, pero no porque no pueda acudir50.
Por otro, el Tratado de Lisboa influye en que la Corte flexibiliza su posición en
torno a los derechos fundamentales pues, aun manteniendo su posición de prevalencia constitucional sobre el ordenamiento comunitario, buscará fórmulas de
convergencia interpretativa, de ahí que en la sentencia núm. 28, de 25 de enero
de 2010 se acoja a la jurisprudencia del TJ, y aplique en materia de principios y
derechos inalienables de la persona la CDFUE, por entender que “de acuerdo con
el principio de favor rei, que caracteriza el sistema jurídico italiano y que se reitera en
el artículo 49 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea,…se
aplica aquella ley cuyas disposiciones son más favorables para el acusado. La ley más
indulgente es retroactiva, por lo tanto,…, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 2,
párrafo cuarto, del Código Penal, si la fecha de la ley en que se cometió la infracción y
la posterior son diferentes el principio de favor rei, que caracteriza el sistema jurídico
italiano y… que se reitera en el artículo 49 de la Carta… deberá aplicarse.” Es decir,
la Corte en materia de derechos fundamentales ya no sólo va a hacer referencia al
CEDH sino también a la CDFUE, y en su jurisprudencia empieza a hacer referencia junto con la del Tribunal de Estrasburgo, la del Tribunal de Luxemburgo51.
49
SCHILLACI, A. (2010), “Derechos fundamentales y procedimiento, entre libertad y seguridad” ReDCE Núm. 13. Enero-junio, pp. 209-243.
50
La sentencia dice que debe excluirse el acudir al TJ, como es requerido por el Estado y por la
parte. La referencia no es necesaria cuando el sentido de la legislación comunitaria es evidente, por
haber sido aclarado por el Tribunal de Justicia, por lo que sólo se debe acudir cuando sea necesario
para resolver un problema de interpretación (ex plurimis, TJ, sentencia de 27 de marzo de 1963
involucrados C-28-30/62, Da Costa, la Corte, núm. 103/ 2008).
51
Esta sentencia es muy curiosa pues, aun estableciendo la obligatoriedad del cumplimiento
del Derecho comunitario, en el caso de autos hace prevalecer (frente a la directiva incumplida) el
derecho fundamental del el principio de favor rei, que caracteriza el sistema jurídico italiano confirmado en el artículo 49 CDFUE. En este caso, aun reconociendo que las normas comunitarias son
358
Blanca Cid Villagrasa
Esto vuelve a reiterarse en la sentencia núm. 138, de 15 de abril de 2010, donde
utiliza la jurisprudencia del TEDH y la CDFUE como parámetros interpretativos.
2.6. Convenio y Carta
Finalmente de esta década poco puede decirse, pues acaba de comenzar y
habrá que esperar a su desarrollo. Lo que si se ve como constante y habitual en la
resoluciones judiciales es, el de incluir el Derecho comunitario como parámetro
de constitucionalidad, prueba de ello será la sentencia núm. 199, de 20 de julio
de 2012, en la que la Corte declara inconstitucional el artículo del Decreto Ley
por el que se quiere celebrar un referéndum abrogatorio, conforme al artículo
75 CI. Sin embargo, la Corte Constitucional a largo de sus fundamentos se basa
principalmente en la quiebra del artículo 117 párrafo primero constitucional por
entender que la celebración de un referenda con cuestiones que entran en conflicto con los artículos del TFUE y de la de la CDFUE, se debe declara inconstitucional por violación del Derecho comunitario como parámetro de constitucionalidad. Iguales fundamentos se encuentran en la sentencia núm. 72 de 13 de
abril de 2013, donde se declara la inconstitucional de unos artículos de la Ley
regional por entrar en conflicto con el Derecho comunitario que es parámetro de
constitucionalidad (por el artículo 117 primer párrafo constitucional). O en la
Decisión núm. 61, de 26 de marzo de 2013, que de forma clara establece que “la
disposición en cuestión…vulnera el artículo 117 párrafo primero de la Constitución,
ya que se produciría una restricción a la libre circulación…en conflicto con el Derecho
de la Unión Europea (artículo 56 TFUE)”.
III. CONCLUSIÓN: LOS CONTRA LÍMITES
Tras la adhesión de Italia a los Tratados de las Comunidades Europeas por
medio de ley ordinaria, para conseguir los objetivos comunitarios, sin alterar
la esencia constitucional, la Corte italiana ha puesto todo su énfasis en la teoría de los contra límites o límites a la soberanía, con la sola fuerza permisiva
del artículo 11 constitucional y partiendo de un criterio dualista, lo que en
cierto modo, si bien ha conseguido la integración del ordenamiento jurídico
vinculantes y de rango superior a las leyes ordinarias por medio de los artículos 11 y 117, párrafo
primero, de la Constitución, no se aplicarán las directivas comunitarias en esta materia, pues la responsabilidad penal, que la ley italiana prevé supone necesariamente el incumplimiento de las causas
penales relacionadas con las directivas de la UE, lo que paradójicamente, se convierte en una barrera
infranqueable para la evaluación de su violación, por el artículo 3 de la Constitución y de los el
principio constitucionales. Esto excluye que la cuestión sometida a esta Corte pueda abordarse de
forma similar a la Decisión 394/2006. Finalmente añade la Corte que la interpretación del artículo
49 de la Carta no le compete a ella sino al Tribunal de Luxemburgo.
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
359
italiano en el europeo, por otro, ha puesto coto, o al menos freno, a la primacía del Derecho de la UE52.
Las sentencias seleccionadas y resumidas en el epígrafe anterior responden
a esta circunstancia, es decir, a que precisamente a través ellas, la Corte
tras superar el desconcierto inicial, resuelve el problema de la integración
gradual de los principios supranacionales en Italia, a través de la teoría
de los contra límites y del principio de competencia, intentando con ello
validar su propia jurisprudencia como lugar donde se decide dónde está
residenciado el fragmento de poder en torno al cual se articula el concepto
normativo de soberanía53. La Corte tiene que empezar a cuestionarse la
existencia jurídica de validez de sus propios fundamentos en beneficio de la
validez prevalente de un nuevo ordenamiento jurídico positivo de ámbito
territorial y personal más amplio como es el comunitario. Este proceso lo
desarrolla a través de un paradigma dualista de integración, focalizando en
el artículo 11 constitucional la integración europea mediante técnicas de
equilibrio entre lo supranacional y lo constitucional. Partiendo de las “limitaciones de la soberanía” pretende unir la identidad constitucional con
la primacía del derecho de la UE, lo que lleva a los jueces constitucionales
a aceptar que el sistema europeo establezca restricciones significativas a la
soberanía y derogaciones importantes de la Constitución nacional, con el
límite de respetar la esencia de la Constitución o a considerar los principios
fundamentales del ordenamiento y el respeto a los derechos inalienables
de la persona humana como límite (contra límite) para el reconocimiento
de la eficacia de la norma comunitaria. Ello ha permitida hasta la fecha
proceder a una apertura incondicional del ordenamiento jurídico italiano
al sistema comunitario54, e incluso tras la reforma de 2001. Ahora bien, la
orientación jurisprudencial de la Corte va a cambiar con la aprobación del
Tratado de Lisboa y la incorporación de la CDFUE con el mismo valor
jurídico que los Tratados, pues le ha llevado al planteamiento de la cuestión
prejudicial en 2008 y a abrir sus puertas al diálogo, o en terminología de
Francisco Balaguer Callejón55, a hablar el mismo lenguaje jurídico que el TJ.
52
Boza Martínez, D. “Las cláusulas de irreformabilidad en las Constituciones de los Estados
Europeos de los 25”.
53
Vecchio, F. op. cit.
54
Celotto, A. (2008) “Italia”, Capítulo V, en”, Tajadura J. y De Miguel J. (Coord.) “Justicia Constitucional y Unión Europea: Un estudio comparado de las experiencias de Alemania, Austria,
España, Francia, Italia y Portugal. Madrid, ED. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Cuadernos y Debates núm. 185.
55
Balaguer Callejón, F. (2007) “los tribunales constitucionales en el proceso de integración
europea”, ReDCE, núm. 7, enero-junio, pp. 327-375. “Para que haya un auténtico diálogo, sería necesario que ambos hablaran el mismo idioma. La situación ideal, sería obviamente, la de la convergencia
de ambos términos, el Derecho europeo” y el “Derecho constitucional” mediante la consolidación de un
auténtico “Derecho constitucional europeo”.”
360
Blanca Cid Villagrasa
Esta teoría, recuerda Celotto,56 ha llegado al punto de que se afirme y consolide en Italia un sistema diferente de control de validez de los actos legislativos. Se da un control de doble perspectiva, en el sentido de que es centralizado
para el control de una norma de conformidad con la Constitución y difuso
para el control de conformidad de una norma interna con el Derecho comunitario, por lo que cabe hablar de un sistema de control de constitucionalidad
mixto, simultáneamente centralizado y difuso. Para la Corte sólo las normas
constitucionales italianas son las que dictaminan la manera y la dirección en
la que deben interpretarse las disposiciones legales, pues existe una clara autonomía y diferencia entre el ordenamiento italiano y el comunitario, por el
principio de competencia. Lo que no le impide afirmar que la vulneración del
Derecho comunitario supone infringir la Constitución, en concreto la cláusula de integración plasmada en el artículo 11, y posteriormente el artículo 117
primer párrafo constitucional, que ha convertido al Derecho comunitario en
parámetro de constitucionalidad. Ello significa que los tribunales ordinarios
pueden inaplicar la norma interna contraria al Derecho comunitario sin necesidad de plantear cuestión de inconstitucionalidad y con tan sólo la ayuda
del TJ mediante el reenvío prejudicial. Ante la Corte sólo cabrá el recurso
cuando el Derecho comunitario afecte a los principios y derechos inalienables
establecidos en la CI o el recurso directo del Gobierno y/o las regiones para
el supuesto de que sus normas entren en conflicto con este Derecho comunitario, aportando con ello certeza jurídica frente a su declaración de inconstitucionalidad por vía incidental. Es decir, el juicio de constitucionalidad de
las leyes regionales por violación de normas comunitarias se hace con carácter
preventivo, esto es, antes de que se apruebe la ley regional, de ahí que se denomine a este recurso como el “juicio preventivo de constitucionalidad.” Con la
incorporación del derecho supranacional al derecho italiano se ha producido
un viraje no sólo en el control de la Corte que de concentrado pasa a ser difuso, sino también en la distinción entre inaplicación/no aplicación y anulación.
A pesar de esta apertura al Derecho comunitario, la teoría de los contra
límites ha supuesto para la Corte graves dificultades para insertar armónicamente el Derecho comunitario en el nacional. Italia, es uno de los Estados
miembros de la Unión, que en numerosas ocasiones, ha obligado a los jueces
de Luxemburgo a dictar sentencias en torno al cumplimiento del ordenamiento
comunitario, para evitar el peligro del incumplimiento de los objetivos previstos
en el Tratado de Roma y dar lugar a discriminaciones prohibidas.57 Aun hoy, la
Corte Italiana sigue teniendo zonas de conflicto con el Tribunal de Luxemburgo,
no sólo por partir de una concepción dualista del derecho sino también por la
56
Celotto, A. (Año IX), “Legitimidad constitucional y legitimidad comunitaria ¿el control
de constitucionalidad en Italia: un sistema “mixto?” Revista Pensamiento Constitucional, núm. 9, pp.
463-477.
57
Tal fue el sentido de las sentencias del TJ Costa c Enel o Commissione c Italia de 13 de julio
de 1972 asunto C-48/71, o la Simmenthal de 9 de marzo de 1978, asunto C-106/77.
La Corte constitucional italiana y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
361
garantía de los derechos inalienables, pues la Corte exige que ésta sea comparable
en lo esencial con la contenida en la propia Constitución italiana.
Respecto al primer criterio de conflictos, aún pendiente de resolver, es que
ambos tribunales parten de teorías interpretativas distintas. La Corte italiana
parte de la teoría dualista, esto es de la posibilidad de inaplicar que no derogar
la norma interna incompatible con la comunitaria, ya que, el ordenamiento
comunitario y el nacional son dos ordenamientos distintos y separados por el
principio de competencia. El ordenamiento jurídico interno sólo puede modificarse por los cauces oficiales establecidos en la Constitución (el Legislador). El
TJ sin embargo, parte de la primacía del Derecho comunitario (teoría monista)
y por ello de la necesaria derogación (que no inaplicación) de cualquier disposición nacional contraria o en conflicto con la comunitaria, ya que los particulares
deberían poder aplicar directamente las normas europeas, sin necesidad de tener
que alegarlas ante las jurisdicciones nacional y europea.
Otro de los puntos conflictivos, también sin resolver, está en el respeto a los
principios y derechos inalienables de la Constitución italiana, de ahí que la Corte
haya reiterado en su jurisprudencia que no se despoja de su necesidad de intervención como juez constitucional cuando una norma comunitaria pueda entenderse que viola los principios fundamentales. En tal caso la Corte estaría llamada
a verificar si el legislador ordinario ha traspasado injustificadamente alguno de los
límites de la soberanía estatal puestos por él mismo, mediante la ley de ejecución
del Tratado, en cumplimiento directo y puntual del artículo 11 CI, pues no puede derogar el Derecho comunitario pero, si el nacional.
Tras las recientes modificaciones del artículo 6 del Tratado de la UE (primero por el Tratado de Maastricht y luego por el Lisboa) forman parte del
Derecho europeo como principios generales y con el mismo valor jurídico que
los Tratados: la cláusula de salvaguardia de las identidades constitucionales de
los Estados miembros; la CDFUE; los derechos fundamentales que garantiza
el CEDH y los que son fruto de las tradiciones constitucionales comunes a los
Estados. Principios todos ellos que abren de nuevo una brecha entre la Corte
y el TJ. A la Corte se le allana formalmente el camino para que pueda seguir
manteniendo su tesis dualista, en cuanto espacio jurídico estatal excluido por
completo de la influencia del Derecho comunitario. La identidad constitucional se convierte en el espacio en el que Italia continua siendo totalmente soberana, y por ello libre de disponer de las propias fuentes normativas. Espacio
éste que permite a la Corte italiana el tener donde agarrar su jurisprudencia
aun en contra de la del TJ, pues, todos estos preceptos suponen una europeización de los contra límites. Por su parte para el TJ supone el tener que modificar de manera significativa sus principios totalmente europeístas y la concepción monista del Derecho europeo, mediante la unidad en la diversidad,
estableciendo una primacía condicionada, o en terminología de Ruggeri58
58
Ruggeri, A. (2003) “Struttura e dinámica delle tradizioni costituzionali nella prospettiva
dell’integrazione europea”, Ars Interpretandi, 8/03, p. 211.
362
Blanca Cid Villagrasa
primacía invertida. Sin embargo dice Díez-Hochleitner59, esto debe llevar a
pensar que, en la medida en que los derechos fundamentales y la identidad
constitucional de los Estados miembros opera como límite del poder público europeo, y por consiguiente, como parámetro de enjuiciamiento de
las instituciones de la UE, nada hay que objetar a que la intervención del
TJ excluya a los tribunales constitucionales de los Estados miembros, pues
no se va a pronunciar sobre estos contra límites. Lo que se debe reforzar es el
principio de cooperación leal del artículo 4 TUE, pues exige al Derecho de
la Unión integrar las pretensiones de validez de los derechos constitucionales
nacionales y a estos derechos constitucionales nacionales integrar el derecho
supranacional.
Principio éste que parece ser el que sigue la Corte Constitucional pues, ha
preferido la colaboración y el diálogo mutuo con el TJ mediante la cuestión
prejudicial, presentada por primera vez en la sentencia 102/2008 y Decisión
103/2008. Ello no obsta, que en este punto no vuelva a aprovechar el margen
que el propio Tratado le da con la salvaguardia de la identidad constitucional
italiana para elaborar técnicas de protección de las normas y de los principios
tutelados por la CI, sin acudir como antaño a la cuestión prejudicial.
59
Díez-Hochleitner, J. (2013) El derecho a la última palabra: ¿Tribunales constitucionales o
Tribunal de Justicia de la Unión?, WP IDEIR, núm. 17, pp. 1-38.
V
CRÓNICA DE ACTIVIDAD
PARLAMENTARIA
Ángeles Nieto Lozano, Santiago Sánchez Fernández
y José María Durán Ramos★
La Actividad Parlamentaria
de julio a diciembre de 2012
(IX Legislatura)
Sumario: I. INTRODUCCIÓN.—II. COMPOSICIÓN DE LOS ÓRGANOS
DE LA CÁMARA.—III. EL FUNCIONAMIENTO DE LOS ÓRGANOS
DE LA CÁMARA.—3.1. El Pleno de la Asamblea de Madrid.—3.2. Las Comisiones de la Asamblea de Madrid.—3.3 La Diputación Permanente de la
Asamblea de Madrid.—3.4. La Mesa de la Asamblea de Madrid.—3.5. La
Junta de Portavoces de la Asamblea de Madrid.—IV. LA ACTIVIDAD LEGISLATIVA DE LA CÁMARA.—4.1. Relación de Leyes aprobadas.—V. RESUMEN DE LA ACTIVIDAD PARLAMENTARIA (julio a diciembre de
2012 - IX Legislatura).—5.1. Cuadros resumen de Actividad Parlamentaria.—
5.2. Gráficos estadísticos.
I.
INTRODUCCIÓN
El seguimiento de la actividad parlamentaria realizada en la Asamblea de
Madrid, objeto de la presente crónica parlamentaria, tiene como finalidad
ofrecer la información relativa al cuarto período de sesiones la IX Legislatura,
que comprende los meses de julio a diciembre de 2012.
La estructura del presente trabajo sigue el mismo esquema que el adoptado en anteriores números de la Revista Parlamentaria de la Asamblea de
Madrid.
★
Jefa de la Sección de Archivo, Jefe del Negociado de Archivo Parlamentario y Jefe del Negociado de Archivo Administrativo de la Asamblea de Madrid.
366
II.
Ángeles Nieto Lozano, Santiago Sánchez Fernández y José María Durán Ramos
COMPOSICIÓN DE LOS ÓRGANOS DE LA CÁMARA
En el cuarto período de sesiones (julio/diciembre 2012) se han producido
las siguientes modificaciones en cuanto a pérdida y adquisición de la condición de Diputado.
La Ilma. Sra. D.ª Esperanza Aguirre Gil de Biedma, del Grupo Parlamentario Popular, al amparo de lo dispuesto en el artículo 14.1.e) del Reglamento de la Asamblea, causó baja por renuncia a su condición de Diputada
el 18 de septiembre de 2012, Acuerdo de Mesa de 19 de septiembre de 2012
(BOAM 80, de 20 de septiembre de 2012), y fue sustituido por la Ilma.
Sra. D.ª María Teresa Gómez-Limón Amador, del Grupo Parlamentario
Popular, que adquirió la condición de Diputada en la sesión plenaria de 25 de
septiembre de 2012 (BOAM 81, de 27/09/2012).
La Ilma. Sra. D.ª María Nieves Margarita García Nieto, del Grupo
Parlamentario Popular, al amparo de lo dispuesto en el artículo 14.1.b) del
Reglamento de la Asamblea, causó baja por fallecimiento el 19 de septiembre
de 2012, Acuerdo de Mesa de 19 de septiembre de 2012 (BOAM 80, de 20 de
septiembre de 2012), y fue sustituida por la Ilma. Sra. D.ª Miriam Villares
Gonzalo, del Grupo Parlamentario Popular, que adquirió la condición de
Diputada en la sesión plenaria de 25 de septiembre de 2012 (BOAM 81, de
27 de septiembre de 2012).
El Ilmo. Sr. D. Diego López Pérez, del Grupo Parlamentario Popular, al
amparo de lo dispuesto en el artículo 14.1.e) del Reglamento de la Asamblea,
causó baja por renuncia a su condición de Diputado el 3 de octubre de 2012,
Acuerdo de Mesa de 8 de octubre de 2012 (BOAM 83, de 11 de octubre de
2012), y fue sustituido por el Ilmo. Sr. D. Alejandro Sánchez Fernández,
del Grupo Parlamentario Popular, que adquirió la condición de Diputado en
la sesión plenaria de 11 de octubre de 2012 (BOAM 84, de 18 de octubre de
2012).
III. EL FUNCIONAMIENTO DE LOS ÓRGANOS DE LA CÁMARA
3.1. El Pleno de la Asamblea de Madrid
Se han celebrado 16 sesiones ordinarias desde julio a diciembre de 2012.
A continuación se reseñan las fechas de las sesiones, el número del Diario
de Sesiones y de Acta correspondientes.
La Actividad Parlamentaria de julio a diciembre de 2012 (IX Legislatura)
367
Sesiones Plenarias
Julio
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
N.º de Acta
1
03-07-2012
230
18/2012
2
25-07-2012
233
19/2012
Total sesiones mes de julio 2012 ...................................................... 2
Septiembre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
N.º de Acta
1
11-09-2012
234
20/2012
2
25-09-2012
235
21/2012
Total sesiones mes de septiembre 2012 ............................................. 2
Octubre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
N.º de Acta
1
04-10-2012
237
22/2012
2
11-10-2012
243
23/2012
3
18-10-2012
253
24/2012
4
25-10-2012
255
25/2012
Total sesiones mes de octubre 2012 .................................................. 4
Noviembre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
N.º de Acta
1
08-11-2012
266
28/2012
2
15-11-2012
270
26/2012
3
22-11-2012
280
27/2012
Total sesiones mes de noviembre 2012 .............................................. 3
Diciembre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
N.º de Acta
1
05-12-2012
287
29/2012
2
13-12-2012
297
30/2012
3
19-12-2012
302
31/2012
4
20-12-2012
303
32/2012
5
27-12-2012
307
33/2012
Total sesiones mes de diciembre 2012 .............................................. 5
Total sesiones julio/diciembre de 2012 ................................................................ 16
3.2. Las Comisiones de la Asamblea de Madrid
El número total de sesiones celebradas por la Comisiones de la Asamblea
de Madrid en el presente período ha sido de 61, de acuerdo con lo señalado
a continuación:
368
Ángeles Nieto Lozano, Santiago Sánchez Fernández y José María Durán Ramos
COMISIONES PERMANENTES LEGISLATIVAS
3.2.1. Comisión de Estatuto de Autonomía, Reglamento y Estatuto del Diputado
3.2.1.1. Constitución: 04 de julio de 2011 (D.SS número 6, de 04/07/2011)
3.2.1.2. Composición: (BOAM número 7, de 14/07/2011)
Modificaciones producidas en la composición de julio a diciembre de
2012:
Grupo
I.U.
Baja
G.P.
G.P.
Alta
Fecha Comisión
Publicación
–
BOAM 81, de
27/09/2012
–
BOAM 83, de
11/10/2012
11/10/2012
DSS 242, de
11/10/2012
BOAM 86, de
25/10/2012
Designación de D. Miguel Ángel Reneses
González-Solares, como Portavoz del Grupo
Parlamentario Izquierda Unida-Los Verdes, en
sustitución de D.ª María Espinosa de la Llave
D.ª Regina Plañiol
Lacalle
–
Designación de D.ª Regina Plañiol de Lacalle
como Presidenta de la Comisión de Estatuto
de Autonomía, Reglamento y Estatuto del
Diputado en sustitución de D.ª Nieves García
Nieto, por falllecimiento
3.2.1.3. Sesiones de la Comisión de Estatuto de Autonomía, Reglamento y
Estatuto del Diputado
Sesiones de la Comisiones
COMISIÓN DE ESTATUTO DE AUTONOMÍA,
REGLAMENTO Y ESTATUTO DEL DIPUTADO
Octubre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
11-10-2012
242
Total sesiones octubre 2012 .......................................... 1
Noviembre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
15-11-2012
s/n
Total sesiones noviembre 2012 ...................................... 1
Diciembre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
13-12-2012
s/n
Total sesiones diciembre 2012 ....................................... 1
Total sesiones julio/diciembre 2012 .................................................................. 3
369
La Actividad Parlamentaria de julio a diciembre de 2012 (IX Legislatura)
3.2.2. Comisión de Vicepresidencia, Cultura y Deporte
3.2.2.1. Constitución: 04 de julio de 2011 (D.SS. número 7, de 04/07/2011)
3.2.1.2. Composición: (BOAM número 7, de 14/07/2011)
No se han producido modificaciones en la composición de julio a octubre de 2012, procediéndose a la disolución de la Comisión por Acuerdo de
Mesa de 04/10/2012, BOAM 82, de 04/10/2012, debido a la modificación
de denominación y estructura de las Comisiones Permanentes Legislativas, en
virtud de la modificación de las Consejerías por Decreto 23/2012, de 27 de
septiembre.
3.2.2.3. Sesiones de la Comisión de Vicepresidencia, Cultura y Deporte
No se han celebrado sesiones de esta Comisión entre julio y diciembre de 2012.
3.2.3. Comisión de Presidencia y Justicia
3.2.3.1. Constitución: 04 de julio de 2011 (D.SS. número 8, de 04/07/2011)
3.2.1.2. Composición: (BOAM número 7, de 14/07/2011)
Modificaciones producidas en la composición de julio a diciembre de 2012:
Grupo
G.I.U.
Baja
Alta
Designación de D. Antero Ruiz López como
Portavoz Adjunto del Grupo Parlamentario de
Izquierda Unida-Los Verdes, en sustitución de
D. Joaquín Sanz Arranz
G.P.
D. Luis Peral Guerra
D.ª M.ª Teresa
Gómez-Limón
Amador
G.S.
D.ª Encarnación Moya
Nieto
D.ª Amparo Valcarce
García
D.ª María Julia
Martínez Torales
D. José Luis García
Sánchez
G.S.
Designación de D.ª Amparo Valcarce García
como Portavoz del Grupo Parlamentario
Popular en la Comisión, en sustitución
de D. José Luis García Sánchez
Fecha Comisión
Publicación
–
BOAM 83, de
11/10/2012
–
BOAM 83, de
11/10/2012
–
–
BOAM 83, de
11/10/2012
BOAM 83, de
11/10/2012
370
Ángeles Nieto Lozano, Santiago Sánchez Fernández y José María Durán Ramos
3.2.3.3. Sesiones de la Comisión de Presidencia y Justicia
Sesiones de las Comisiones
COMISIÓN DE PRESIDENCIA Y JUSTICIA
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
16-10-2012
248
Octubre
Total sesiones mes de octubre 2012 ................................ 1
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
06-11-2012
262
2
20-11-2012
276
Noviembre
Total sesiones mes de noviembre 2012 ............................ 2
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
04-12-2012
285
2
18-12-2012
301
Diciembre
Total sesiones mes de diciembre 2012 ............................. 2
Total sesiones julio/diciembre 2012 .............................................................. 5
3.2.4. Comisión de Presupuestos, Economía y Hacienda
3.2.4.1. Constitución: 04 de julio de 2011 (D.SS número 4, de 04/07/2011)
3.2.4.2. Composición: (BOAM número 7, de 14/07/2011)
Modificaciones producidas en la composición de julio a diciembre de 2012:
Grupo
Baja
G.P.
D.ª Ana Abella Álava
D.ª Carmen González
Fernández
G.P.
D. Carlos González
Pereira
Alta
Fecha Comisión
Publicación
D. Luis Peral Guerra
D.ª Míriam Villares
Gonzalo
–
BOAM 83, de
11/10/2012
D.ª Eva Piera Rojo
–
BOAM 89, de
12/11/2012
371
La Actividad Parlamentaria de julio a diciembre de 2012 (IX Legislatura)
3.2.4.3. Sesiones de la Comisión de Presupuestos, Economía y Hacienda
Sesiones de las Comisiones
COMISIÓN DE PRESUPUESTOS, ECONOMÍA Y HACIENDA
Octubre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
08-10-2012
238
2
15-10-2012
245
Total sesiones mes de octubre 2012 .................................2
Noviembre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
12-11-2012
267
2
19-11-2012
272
3
19-11-2012
274
4
21-11-2012
277
5
21-11-2012
278
6
22-11-2012
279
7
20-11-2012
275
8
22-11-2012
281
9
23-11-2012
281
Total sesiones mes de noviembre 2012 ............................ 9
Diciembre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
10-12-2012
290
2
10-12-2012
291
3
11-12-2012
292
4
12-12-2012
295
5
12-12-2012
294
6
14-12-2012
298
7
21-12-2012
304
Total sesiones mes de diciembre 2012 ..............................7
Total sesiones julio/diciembre 2012 ................................................................ 18
3.2.5. Comisión de Transportes e Infraestructuras
3.2.5.1. Constitución: 04 de julio de 2011 (D.SS número 9, de 04/07/2011)
3.2.1.2. Composición: (BOAM número 7, de 14/07/2011)
Comisión transformada por modificación de las Comisiones Permanentes Legislativas en virtud del Decreto 23/2012, de 27 de septiembre, de modificación
372
Ángeles Nieto Lozano, Santiago Sánchez Fernández y José María Durán Ramos
de las Consejerías. Acuerdo de Mesa de 04/10/2012 — BOAM número 82, de
04/10/2012, pasando a denominarse Comisión de Transporte, Infraestructuras y
Vivienda.
Modificaciones producidas en la composición de julio a diciembre de 2012:
Grupo
G.P.
Baja
Alta
Fecha Comisión
D.ª Regina Plañiol
Lacalle
–
Publicación
BOAM 83, de
11/10/2012
3.2.5.3. Sesiones de la Comisión de Transportes e Infraestructuras
Sesiones de las Comisiones
COMISIÓN DE TRANSPORTES E INFRAESTRUCTURAS
Octubre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
19-10-2012
254
Total sesiones mes de octubre 2012 ......................................1
Diciembre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
07-12-2012
289
1
21-12-2012
305
Total sesiones mes de diciembre 2012....................................2
Total sesiones julio/diciembre 2012 .......................................................................... 3
3.2.6. Comisión de Educación y Empleo
3.2.6.1. Constitución: 04 de julio de 2011 (D.SS. 9, de 04/07/2011)
3.2.1.2. Composición: (BOAM número 7, de 14/07/2011)
No se han producido modificaciones en la composición de julio a octubre de 2012, procediéndose a la disolución de la Comisión por Acuerdo de
Mesa de 04/10/2012, BOAM 82, de 04/10/2012, debido a la modificación
de denominación y estructura de las Comisiones Permanentes Legislativas, en
virtud de la modificación de las Consejerías por Decreto 23/2012, de 27 de
septiembre.
3.2.6.3. Sesiones de la Comisión de Educación y Empleo
No se han celebrado sesiones de esta Comisión entre julio y diciembre de
2012.
373
La Actividad Parlamentaria de julio a diciembre de 2012 (IX Legislatura)
3.2.7. Comisión de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio
3.2.7.1. Constitución: 04 de julio de 2011 (D.SS número 9, de 04/07/2011)
3.2.1.2. Composición: (BOAM número 7, de 14/07/2011)
Modificaciones producidas en la composición de julio a diciembre de
2012:
Grupo
Baja
Alta
G.P.
Fecha Comisión
Publicación
D.Pablo Jorge
Herrero
D. Alejando Sánchez
Fernández
–
BOAM 83, de
11/10/2012
D.ª Eva Piera Rojo
–
BOAM 89, de
12/11/2012
–
BOAM 89, de
12/11/2012
G.P.
D.ª Ana Camins
Martínez
G.P.
Designación de D. Luis del Olmo Flórez como
Portavoz del Grupo Parlamentario Popular en
la Comisión, en sustitución de D.ª Ana Camins
Martínez
3.2.7.3. Sesiones de la Comisión de Medio Ambiente y Ordenación del
Territorio
Sesiones de las Comisiones
COMISIÓN DE MEDIO AMBIENTE
Y ORDENACIÓN DEL TERRITORIO
Octubre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
15-10-2012
246
Total sesiones mes de octubre 2012 ...................................... 1
Noviembre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
05-11-2012
261
2
19-11-2012
273
Total sesiones mes de noviembre 2012 ................................. 2
Diciembre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. Ss.
1
03-12-2012
283
2
17-12-2012
299
Total sesiones mes de diciembre 2012 .................................. 2
Total sesiones julio/diciembre 2012 ............................................................................ 5
374
Ángeles Nieto Lozano, Santiago Sánchez Fernández y José María Durán Ramos
3.2.8. Comisión de Sanidad
3.2.8.1. Constitución: 04 de julio de 2011 (D.SS número 9, de 04 de julio de 2011)
3.2.1.2. Composición: (BOAM número 7, de 14/07/2011)
Modificaciones producidas en la composición de julio a diciembre de 2012:
Grupo
Baja
Alta
Fecha Comisión
Publicación
G.I.U.
Designación de D.ª María Josefa Amat
Ruizcomo Portavoz Adjunta del Grupo
Parlamentario de Izquierda Unida-Los
Verdes, en sustitución de D.ª Tania
Sánchez Melero
–
BOAM 83, de
11/10/2012
G.P.
Designación de D. Enrique Ruiz
Escudero como Portavoz Adjunto
del Grupo Parlamentario Popular, en
sustitución de D. Jesús Fermosel Díaz
–
BOAM 83, de
11/10/2012
G.P.
D. Jesús Fermosel
Díaz
D.ª Míriam
Villares Gonzalo
–
BOAM 83, de
11/10/2012
G.S.
D.ª Sonia Conejero
Palero
D.ª María
Victoria Moreno
Sanfrutos
–
BOAM 83, de
11/10/2012
G.S.
Designación como Vicepresidente de la
Comisión de Sanidad de D.ª Victoria
Moreno San Frutos, en sustitución de
D.ª Sonia Conejero Pelero
17/10/2012
DSS 250, de
17/10/2012
BOAM 86, de
25/10/2012
G.S.
D. Miguel Aguado
Arnéz
–
BOAM 95, de
07/12/2012
D.ª Sonia
Conejero Palero
3.2.8.3. Sesiones de la Comisión de Sanidad
Sesiones de las Comisiones
COMISIÓN DE SANIDAD
Octubre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
17-10-2012
250
Total sesiones mes de octubre 2012 ..................................... 1
Noviembre
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
07-11-2012
264
Total sesiones mes de noviembre 2012................................. 1
Total sesiones julio/diciembre 2012 ........................................................................... 2
375
La Actividad Parlamentaria de julio a diciembre de 2012 (IX Legislatura)
3.2.9. Comisión de Asuntos Sociales
3.2.9.1. Constitución: 04 de julio de 2011 (D.SS número 9, de 04 de julio de
2011)
3.2.9.2. Composición: (BOAM número 7, de 14/07/2011)
Modificaciones producidas en la composición de julio a diciembre de
2012:
Grupo
Baja
Alta
Fecha Comisión
Publicación
G.P.
D. Jesús Fermosel Díaz
D. Pablo Jorge Herrero
D.ª Teresa GómezLimón Amador
D. Enrique Ruis
Escudero
–
BOAM 83, de
11/10/2012
G.P.
Designación de D. Enrique Ruiz Escudero como
Portavoz Adjunto del Grupo Parlamentario
Popular, en sustitución de D. Jesús Fermosel
Díaz
–
BOAM 83, de
11/10/2012
3.2.9.3. Sesiones de la Comisión de Asuntos Sociales
Sesiones de las Comisiones
COMISIÓN DE ASUNTOS SOCIALES
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
16-10-2012
247
Octubre
Total sesiones mes de octubre 2012 ..................................... 1
N.º de sesión
Fecha
N.º D. SS.
1
04-12-2012
284
2
18-12-2012
300
Diciembre
Total sesiones mes de diciembre 2012 .................................. 2
Total sesiones julio/diciembre 2012 ......................................................................... 3
3.2.10. Comisión de Mujer
3.2.10.1. Constitución: 04 de julio de 2011 (D.SS número 9, de 04 de julio
de 2011)
376
Ángeles Nieto Lozano, Santiago Sánchez Fernández y José María Durán Ramos
3.2.10.2. Composición: (BOAM número 7, de 14/07/2011)
Modificaciones producidas en la composición de julio a diciembre de 2012:
Grupo
Baja
Alta
Fecha Comisión
Publicación
D.ª Teresa GómezLimón Amador
–
BOAM 83, de
11/10/2012
07/12/2012
D.SS
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