la obra consumada i

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~1~
LA OBRA CONSUMADA
DE LA CRUZ
POR: JW LUMAN
CONFERENCIAS ABRIL
2011
SAN JOSÉ, COSTA RICA
~2~
INDICE
LA PLENITUD DE NUESTRA SALVACIÓN
3
EL EVANGELIO
9
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO, I
19
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO, II
31
LA OBRA CONSUMADA, I
37
LA OBRA CONSUMADA, II
45
LA ESPERANZA BIENAVENTURADA, I
53
LA ESPERANZA BIENAVENTURADA, II
58
~3~
LA PLENITUD DE NUESTRA SALVACION
Yo creo que todo creyente debería tener una comprensión de la plenitud de
nuestra salvación. Nuestra salvación es mucho más que tradición y mucho
más que religión. Es una relación muy real y personal con Cristo. De dicha
relación se habló en el Antiguo Testamento y se declara en su plenitud en el
Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento es el testimonio de lo que estaba
por venir, el Nuevo Testamento declara que lo que estaba por venir ha venido
en la Persona de Cristo.
Dios siempre ha cuidado que Su pueblo tenga una comprensión de Él.
Ustedes recordarán que el Antiguo Testamento en el libro de Éxodo, Dios
describe el viaje de Israel desde el mismo principio, desde la liberación de
Egipto y su salida, y eso nosotros debemos entenderlo como un tipo y una
sombra, o como una figura de nuestro caminar en Cristo.
Siempre ha sido muy interesante para mí el momento en que Israel se enfrenta
al Mar Rojo, porque este mar apunta a la realidad de la cual ustedes y yo
hemos sido hechos partícipes en Cristo. Para Israel el Mar Rojo fue el
bautismo, aquello que los separó absolutamente de Egipto. Así que el viaje
empieza ahí. De hecho, inició cuando ellos todavía estaban en la tierra de
Gozén; la región donde ellos vivían en Egipto. Es más, inició en la puerta con
sangre en sus dinteles; aquí se produjo la liberación de Israel, el comienzo de
la salvación. No obstante, en el Mar Rojo esa liberación, esa salvación sería
hecha manifiesta.
Decía anteriormente, que a mí siempre me ha parecido muy interesante lo que
sucede en el Mar Rojo con Israel, por lo que le dijo el Señor a Moisés; el
momento y el lugar donde fue dicho, porque hoy yo quiero traer eso
precisamente a Cristo. El Señor le dijo a Moisés: “Dile a Israel que estén
firmes y que vean la salvación del Señor” (Éxodo 14:13). Sucede que la
palabra hebrea para “ver” es raah, y significa “algo mostrado de Dios”. No es
sólo una comprensión natural, es algo revelado del Señor: “...estén firmes y
vean la salvación del Señor”.
Vamos ahora a Juan 14, aquí vemos a los discípulos enfrentando esta misma
situación; esta vez no es un tipo o una sombra, sino una realidad. Esto sucedió
~4~
justo antes de que Cristo fuera a la cruz. Aquí vemos que Él habla de irse,
pero que no los dejará solos, sin un consolador y que regresará a ellos en
novedad de Espíritu. Sin embargo, los discípulos enfrentan esa misma cruz
junto con el Señor Jesús. Enfrentan el cumplimiento del Mar Rojo. Enfrentan
un bautismo. Lo enfrentan en el momento que Jesús dice estas palabras.
Él sabía que iba a dejarlos por tres días. Esto puede parecer poco tiempo, sólo
son tres días, pero no son tres días de vacaciones, no va a salir del pueblo por
tres días, Él va hacia la muerte, hacia una muerte total. En lo natural sus
discípulos no tenían manera de saber qué eran esos tres días. Volvamos por un
momento a Éxodo 14, los israelitas se dieron vuelta y vieron que venía Faraón
con todos sus carros de guerra y un gran ejército... y no venía para hacer un
día de campo con ellos, venía con toda la intención de matarlos a todos y a
cada uno de los israelitas. Eso hubiera destruido a Israel, pero Dios había
planeado otra muerte, había planeado Su propio bautismo, e Israel entró y
salió de ese bautismo.
El Señor Jesús iba a entrar en esa muerte y también iba a salir, pero sus
discípulos no pudieron entender esto con la mente natural. Él sabía que ellos
se iban a enojar, y posiblemente a ser destruidos durante esos tres días, porque
era Su muerte. Él sabía que ese día ellos iban a ver al pueblo, al Israel del
Antiguo Pacto y al Imperio Romano levantarse contra Él, y que sería una
visión abrumadora si no les decía algo. Él les dijo, básicamente: “No dejen
que su corazón se perturbe, no teman, estén firmes y vean la salvación del
Señor”.
De esta salvación es de la que quiero hablar hoy, de lo que Él dijo, porque Él
les mostró a sus discípulos por medio de sus palabras la salvación que estaba
por venir. Les dijo: “Estén firmes, no se turben sus corazones”; y los preparó
para la experiencia penosa que se avecinaba en Su muerte.
Yo pienso que esto es increíble, que es el cumplimiento de lo mismo que
sucedió en el Antiguo Pacto con Moisés e Israel. Aquí está el que es mayor
que Moisés, mayor que Abraham y mayor que Salomón consolando a los que
llegarían a ser Su iglesia. Diciéndoles no sólo de Su muerte, sino también de
Su resurrección y de Su unión con ellos.
Juan 14:1-6 dice: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed
también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera,
yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (v.1-2). Es
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lo mismo, Moisés como tipo de Cristo estaba llevando a Israel a un lugar que
había sido preparado para ellos. Ahora, el lugar del que está hablando Jesús
no es un lugar natural, sino una realidad espiritual y eterna. La casa del Padre
es una realidad eterna.
“Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo,
para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (v.3). La traducción de este
versículo en el texto original se lee: “Vendré de nuevo”. “Ya he venido en la
carne, nací de una mujer y bajo la ley, pero vendré en Espíritu. Vendré de
nuevo”. Es la misma palabra que Jesús usó cuando le dijo a Nicodemo:
“Debes nacer de nuevo”, que es traducida “de arriba”. “Debes nacer del
Espíritu, no de la carne”. Entonces, Él les está diciendo aquí a los discípulos,
que vendría de nuevo y los tomaría en Sí mismo, “...para que donde yo estoy,
vosotros también estéis”.
Este versículo habla de una relación de amor, no de un lugar físico: “...y os
tomaré a mí mismo”. Este término significa: Una unión de unidad. Como
cuando un esposo recibe a su esposa. Como cuando el Señor recibe a Su
cuerpo. No sólo recibido en un lugar, sino en Sí mismo. Él estuvo con estos
discípulos por tres años y medio, pero no pudo recibirlos de esta manera por
causa de Su propia carne y por la de ellos. Él podía estar en la misma
habitación con ellos, aún así, no podía habitar en ellos por Su Espíritu porque
no había muerto aún, ni tampoco había resucitado. Por lo tanto, Él les está
hablando de una relación por la que debe dejarlos. Él debe irse a la muerte
para venir en la novedad de Su Espíritu y recibirlos en Sí mismo en una
relación con Él.
Por eso Él continúa diciendo lo que dice, porque está hablando de una
relación, de algo que la mente natural no puede entender, pero que Dios revela
por medio de Su Espíritu: “Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino” (v.4).
Yo sé que ahí estaban todos los discípulos, pero Tomás fue el que habló: “Le
dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el
camino?” (v.5). Entonces Jesús les mostró la salvación, y esto es
sencillamente maravilloso, porque Él no les mostró un lugar, se mostró a Sí
mismo. “...Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí” (v.6). “Es a través de Mi Espíritu, a través de la unión Conmigo. No
hay otro camino, no hay otra verdad y no hay otra vida”. Cuando Él les
mostró la salvación del Señor se mostró a Sí mismo. Él no les dio otro
mandamiento, ni les dio otra ley, se mostró a Sí mismo. ¡¡Qué realidad más
tremenda!!
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Luego les habla de una relación a la que Él los va a introducir. Es una relación
que ellos ni entendían ni tenían aún. Es la relación que Él tiene con el Padre.
Habla de ella en el versículo 9: “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy
con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto
al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” Ahora, Él aquí no
está hablando de carne y sangre. Él no dice que si ellos lo han visto a Él en
carne y sangre han visto al Padre. Él está hablando de la relación que Él tiene
con el Padre y que la ha estado mostrando por tres años y medio. Se las ha
declarado en palabras, se las ha mostrado en la vida. Él les ha mostrado de
todas las formas la relación que Él tiene con el Padre. Y sin embargo, habían
pasado tres años y medio y sus discípulos más cercanos aún no la entendían.
Una vez, sólo una vez en tres años y medio, Pedro dijo: “Tú eres el Cristo, el
Hijo del Dios viviente”. Y Jesús le dijo a Pedro: “Pedro, esto no te lo reveló
carne ni sangre...” Esto se traduce así: “Verme con tus ojos, oírme con tus
oídos...verme en carne y sangre no te reveló esto Pedro, te lo reveló mi Padre
que está en los cielos”. Es decir, Jesús le dijo a Pedro que él no se había dado
cuenta de quién era Él por medio de los sentidos naturales, sino porque el
Padre se lo había mostrado. Luego añade: “Es sobre esa revelación, sobre esa
comprensión de Mí dada por Mi Padre, que Yo edificaré mi iglesia. No la
edificaré sobre comprensión natural, la edificaré sobre el entendimiento
espiritual. La revelación dada por Mi Padre, es sobre lo que edificaré mi
iglesia”. (Mateo 16:16-18) Años después tenemos a Pablo diciendo en la carta
a los Gálatas: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre
de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí...” (1:15-16)
¿Por qué? Porque Jesús había dicho que Él edificaría Su iglesia sobre esta
realidad.
Luego, de vuelta a Juan 14, Jesús dice: “¿No crees que yo soy en el Padre, y
el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia
cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (v.10). Él les
hace una pregunta, mediante la cual claramente declara Su relación con el
Padre: “¿No entienden ustedes esto? Yo soy en el Padre y el Padre en mí”. Él
está hablando de una relación espiritual, de la relación en el Espíritu. Está
declarando Su unión con el Padre, y que el cuerpo que le fue dado para morir
era como un velo sobre esa unión espiritual.
Ahora, por tres años y medio Él había caminado en esa unión con el Padre
frente a ellos. Por eso les dice: “Esto es lo que quiero que ustedes vean y
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escuchen: “Yo soy en el Padre, y el Padre en mí”. Por eso les dice: “...Yo soy
el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. ¿Quién
hace falta aquí? Recuerdo una vez que yo estaba leyendo este versículo y que
el Espíritu del Señor me preguntó: “¿Quién hace falta aquí?” Los discípulos;
ellos no estaban en esa relación con Cristo, la que Él tenía con el Padre. Ellos
no lo conocían de esta manera.
De esta relación es de la que Él les habló en el versículo 3: “...vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también
estéis”. Él está hablando de la relación del Espíritu, a la cual Él los
introduciría en Él mismo, y a través de la cual ellos tendrían relación con el
Padre. Esta es la salvación que Él les estaba mostrando. No era una salvación
natural, sino una salvación eterna: “...No con ejército, ni con fuerza, sino con
mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Él no les está
mostrando una nacionalidad, sino una realidad espiritual; la realidad en la que
Él está con Su Padre.
Luego, les habla de Su salida y de la venida del Espíritu de Dios. Dice: “No
os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (v.18). ¿Cómo? Por Su Espíritu. Es
lo que ha estado repitiendo en todos estos versículos: El Espíritu de Verdad, el
Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo; “...y si alguno no tiene el Espíritu de
Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). “Yo he estado con ustedes y moraré en
ustedes”. ¡¡Aleluya!! Esta es la salvación que Él les está mostrando: “Yo
moraré en ustedes”. Pablo dice lo mismo: “Al Padre le agradó revelar a Su
Hijo en mí”. “Ya no vivo yo, Cristo es quien vive en mí”. ¡¡Qué realidad!!
Amados, Él no sólo es la cabeza de la religión llamada cristianismo. Él es la
cabeza de Su cuerpo, la iglesia, en la que Él mora mediante Su Espíritu
eterno. ¡¡Bendito sea el Nombre del Señor!! Nosotros somos miembros de Su
cuerpo, Él vive en nosotros.
Ahora veamos lo que explica. “Cuando el Espíritu de verdad venga, el
Espíritu los guiará a toda verdad; cuando Yo venga en Espíritu y en Verdad
conocerán tres cosas: “...que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en
vosotros”. ¡Ahora estamos incluidos! Es de la unión por el Espíritu de la que
estamos hablando. Usted y yo no nos convertimos en Cristo, somos el cuerpo
de Cristo, Él vive en nosotros por Su Espíritu. Hemos sido introducidos a una
relación viva con Él, consecuentemente, por medio de Él a una relación con el
Padre.
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Esta es la salvación que el Señor nos muestra. Esta es la salvación de la que
Pablo y todos los apóstoles hablan. Más de 230 veces se usa en el Nuevo
Testamento el término “en Cristo”, “en Él”, “en el Amado”. La traducción de
la palabra en griego “en” significa: Una relación de reposo. Él nos ha traído a
una relación, ha introducido nuestras almas a una unión con el mismo Espíritu
de Vida. ¡¡Qué relación!! Entonces, por causa de nuestra unión con ese Hijo,
tenemos unión con el Padre. Así que, el Espíritu de ese Hijo entra a nuestro
corazón y clama: “¡Abba Padre! ¡Dios tú eres mi Padre!” ¡¡El Hijo nacido de
la Semilla del Padre, lleno de Su Espíritu; Cristo nuestra vida!! Esta es la
salvación que nos muestra el Espíritu de Dios, a la que nos lidera, nos guía,
nos dirige; a esta unión con el Señor.
Nosotros ya no vivimos como los que viven en su propia vida, sino como
aquellos cuya vida es Cristo. No como los que son naturalmente judíos,
griegos, libres, esclavos, sino como una nueva creación en Cristo. “De modo
que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). “...a fin de que como
Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en vida nueva” (Romanos 6:4).
Para que teniendo a Cristo habitando en nosotros, en unión con nuestra propia
alma, por medio de Su Espíritu viviente, seamos una nueva creación. No en el
nombre de la carne, sino una nueva creación en Cristo Jesús, una creación que
lleva Su Nombre. Una creación que lleva Su Nombre lleva Su identidad, lleva
Su Espíritu, es una creación que le pertenece a Él. En esta creación Él es el
Señor de señores, el Rey de reyes, el siempre presente Cristo. Esta es nuestra
salvación.
¡¡Estén firmes y vean la salvación del Señor!!
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EL EVANGELIO
Sólo hay un evangelio y dicho evangelio es Cristo mismo. El evangelio no es
acerca de Cristo, ni hechos históricos acerca de Cristo, el verdadero evangelio
es, en realidad, Cristo mismo. Ahora bien, es Cristo en una relación única con
el creyente, es decir, el evangelio no tiene que ver con un Cristo lejos del
creyente, el evangelio es Cristo en nosotros, Cristo en una relación con Su
cuerpo. En este sentido, el evangelio es ahora; no debería predicase desde una
perspectiva histórica, ni debería predicarse desde una perspectiva futurista,
debería ser entendido y abrazado como una perspectiva presente, como el
Cristo que habita en nosotros.
Hay otro elemento en el evangelio y es la obra del Espíritu de Dios. Como es
cierto que el evangelio es Cristo y todo lo que es y está en Él, y que en Él,
habita corporalmente la plenitud de la Deidad, es correcto decir que el
evangelio es Cristo y que se relaciona con todo lo que está contenido en Él.
No obstante, debe haber otro elemento, y ese elemento es la obra del Espíritu,
la que lo relaciona a usted, relaciona su alma o su corazón con el evangelio.
Si Cristo es el evangelio, ¿cómo recibimos usted y yo el evangelio? Si el
evangelio es todo lo que está contenido en Cristo, ¿cómo recibimos usted y yo
el evangelio? ¿Cuándo se convierte el evangelio en la Palabra viva de Dios?
¿Cuándo ocurre? ¿Cuándo deja de ser el evangelio enseñanzas religiosas para
el creyente? Incluso, ¿cuándo deja de ser el evangelio enseñanzas religiosas
aunque sean ciertas? ¡¡Aún son enseñanzas religiosas!! Puede que estén
escritas en un libro y podamos leerlas, pero, ¿cuándo se convierte el
evangelio, el cual es Cristo, en la Palabra de Dios presente y viva en nuestras
almas?
¿Cuándo es eliminado el método del Antiguo Pacto? Antes de eso, ¿cuál es el
método del Antiguo Pacto? Recordemos a Moisés, el monte Sinaí, Dios por
encima del monte y el pueblo abajo reunido alrededor del monte. Recordemos
que Dios había puesto límites alrededor del monte para que el pueblo no lo
tocara. ¿Por qué? ¡Porque esa era la relación del Antiguo Pacto! Dios arriba,
el pueblo abajo y Moisés subiendo y bajando del monte. En uno de esos
viajes, Moisés bajó con las tablas de piedra, el mensaje de Dios. ¿Era un
mensaje verdadero de parte de Dios? Por supuesto que sí. ¿Fue el Antiguo
Pacto dado por Dios? Sí, sí lo fue. ¿Llamó Dios a Moisés al monte? Sí, sí lo
~ 10 ~
hizo. Pero nosotros ahora en Cristo, no hemos venido al método del Antiguo
Pacto. Todo lo del Antiguo Pacto, aunque fue dado por Dios y era verdadero,
era sólo un testimonio de un pacto y de una relación por venir. Nosotros ahora
en Cristo hemos venido al Nuevo Pacto y a una nueva relación.
El autor de Hebreos dice: “...sino que os habéis acercado al monte de Sion”
(Hebreos 12:22). El monte Sion siempre es un tipo o un cuadro en las
Escrituras, que habla de la unión con Cristo. Él existe en Sion, Él es el rey en
Sion. Sion es Su lugar de habitación eterno, así lo dice el Antiguo Testamento.
Entendemos que Sion tiene que ver con un pueblo habitando en Cristo y con
Cristo habitando en ese pueblo. La diferencia fundamental entre el Antiguo y
el Nuevo Pacto, es que en el Antiguo Pacto Dios estaba fuera del pueblo y le
hablaba desde afuera al pueblo, pero de lo que hablaba desde afuera, era de un
día en el que ya no habitaría más fuera del pueblo, sino dentro del pueblo.
Su Biblia y la mía, desde Génesis hasta Malaquías, están llenas de tipos,
sombras y figuras que hablan de esta realidad. ¿Cual realidad? La realidad de
que Dios moraría en Su pueblo. Cuando los tipos, sombras y figuras fueron
dados, cuando el tabernáculo fue edificado, Dios les había dado las
instrucciones sobre dimensiones, tamaños...todo lo concerniente al
tabernáculo. El tabernáculo existió, eso es algo que debemos entender, el
tabernáculo significó algo, pero lo que significó, todo aquello de lo que este
tabernáculo testificó, está cumplido ahora en Cristo. Él mora en nosotros.
Si Cristo no mora en nosotros, el testimonio del tabernáculo no es cierto, pues
el tabernáculo testifica de Dios morando en Su pueblo. Tiene muchos
elementos, pero el testimonio fundamental del Antiguo Pacto habla del deseo
de Dios de morar en Su pueblo. El tabernáculo y el templo se reúnen y
presentan un testimonio completo de la iglesia, no del mundo religioso, sino
de la iglesia, la cual es Su cuerpo, Su morada. ¿Cómo? Probablemente han
visto estos círculos antes.
CUERPO
ALMA
CRISTO
~ 11 ~
Voy a reducir la realidad de la iglesia y traerla al creyente. Porque, ¿qué es la
iglesia sino muchos creyentes que son un cuerpo? Nosotros somos muchas
almas, pero un Espíritu, y dicho Espíritu es Cristo. Es cierto que el Cuerpo de
Cristo es un cuerpo corporativo; muchos miembros, sí, pero un cuerpo,
porque sólo tiene un Espíritu, el Espíritu de Cristo; Cristo en nosotros. En este
dibujo de un creyente podemos ver la realidad del Cuerpo del Señor.
Ahora bien, estamos hablando sobre el evangelio, entonces ¿cuándo pasa este
evangelio del que estamos hablando, del método del Antiguo Pacto...?
El método del Antiguo Pacto: Dios arriba, el pueblo abajo y Moisés subiendo
y bajando del monte, y aunque lo que Moisés decía era cierto, aún así el
pueblo permanecía lejos de Dios, aún así tenía que oír con los oídos naturales.
Y aún cuando eran palabras naturales, aún cuando Moisés les decía lo que
Dios había dicho, era demasiado glorioso para ellos y no podían soportarlo,
era demasiado abrumador para ellos. Por eso dijeron: “¡No nos hables así!
¡No podemos soportarlo! ¡Por favor pon algo sobre tu cabeza Moisés, no
soportamos ver la gloria!”
Esto lo recuerda Pablo en 2 Corintios 3. Pablo habla del velo sobre el rostro
de Moisés, y le dice a la iglesia que nosotros no debemos hacer esto con el
evangelio. Habla del velo que está sobre el corazón del pueblo, y añade que
cuando el corazón se vuelva al Señor el velo será quitado. Dice que las cosas
“...que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las
que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a
nosotros por el Espíritu...” (1 Corintios 2:9-10).
La diferencia entre el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto es, que el primero tenía
que ser escuchado con el oído natural, y no podemos escuchar la plenitud de
lo que Dios dice con estos oídos naturales, es imposible. No podemos
entender en nuestros corazones las palabras que escuchamos con los oídos
naturales. Pablo dice que la mente natural “...no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque
se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14).
Entonces, ¿qué es revelado? ¿Es la revelación dada por el Espíritu de Dios
sólo un mejor entendimiento de palabras? ¿Es sólo eso? ¿Es de lo único que
se trata? NO. Tengo una Biblia aquí y tengo una computadora en casa, ambas
me dan un maravilloso entendimiento de palabras, entendimiento de palabras
en griego y en hebreo. Son útiles, me son útiles al hablar, pero la revelación
~ 12 ~
del Espíritu no se trata de esto.
Por ejemplo, hablando de la historia del Antiguo Pacto. Moisés baja del
monte y le habla al pueblo, pero ellos no pueden soportarlo: “¡¡Deja de hablar,
no lo soportamos!!”; dijeron. La respuesta para este pueblo no era que Moisés
les dijera: “Bueno, déjenme explicarles las definiciones de las palabras que
estoy usando”. Ese no era el problema, ellos entendían el hebreo, ellos
entendían lo que él les estaba diciendo, pero el oído natural y el cerebro
natural no podían oír, no podían soportar la gloria de lo que Dios decía. Aún
el Antiguo Pacto era demasiado glorioso para sus oídos y para sus ojos, la
mente natural no puede oírlo o recibirlo.
En Juan 8 Jesús les dice a los fariseos y a los líderes algo que ellos
entendieron completamente diferente: “¿Por qué no entendéis lo que digo?
Porque no podéis oír mi palabra” (Juan 8:43). ¡¡De esto estoy hablando!! El
pueblo podía entender las palabras de Moisés, pero no podía escuchar la
palabra de Dios, por eso mandaron a callar a Moisés.
El otro día recibí un correo y luego una llamada de una mujer en Carolina del
Sur, que me hablaba de parte de ella, su esposo y un grupo al que ellos
ministraban. Me dijo que yo había estado con ellos años atrás. Recordé que
mi esposa y yo, efectivamente, habíamos estado con esas personas hacía
algunos años. Estuve ahí, probablemente, por un fin de semana, y recuerdo
que fue como hablarle a una pared. Ella se presentó por teléfono y me dijo:
“Hermano Luman tengo que hacerle una confesión, cuando usted estuvo aquí
no entendí ni una palabra de las que dijo...” No podemos entender lo que se
dice si no entendemos la Palabra. La Palabra no se escucha por medio de los
oídos, se escucha por medio del alma. Él es la Palabra viva, Él es el
evangelio. Esta mujer me dijo por teléfono que ahora habían encontrado en el
sitio de CMI literatura y que habían bajado enseñanzas, y que Dios había
estado tratando con sus corazones; luego me preguntó si yo estaba dispuesto a
pasar algunos días con ellos.
Muchas veces así es como funciona si un corazón está verdaderamente
hambriento. Primero tendrán que ser dichas palabras con la boca, el evangelio
tiene ser que dicho, y muchas veces nos vamos a encontrar oídos que no
pueden entender las palabras. Desafortunadamente, en estos casos la mayoría
de las personas se alejan, pero de vez en cuando nos encontramos un alma
hambrienta. El cuerpo oye las palabras y la mente natural no puede
entenderlas, pero el alma tiene hambre y clama que quiere oír y ver.
~ 13 ~
Por eso Pablo ora que Dios nos abra los ojos del entendimiento, que Dios nos
dé Espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de Jesucristo. En
cada carta que él escribió trata con esta realidad, que el evangelio sea
revelado por el Espíritu de Dios. ¿Por qué? Porque aunque hay muchas
palabras escritas sobre el evangelio, el evangelio es la Palabra viva que Dios
diseñó para nuestras almas; para llevar nuestras almas a una comunión viva
con el Cristo que habita en nosotros. Entonces, cuando Cristo es revelado,
cuando el Espíritu revela al Hijo, al Cristo que mora en nosotros...en ese
momento el evangelio ya no es mi voz, ya no son dichos o palabras, sino un
encuentro cara a cara con la persona del Cristo que habita en nuestro interior.
CUERPO
ALMA
CRISTO
¿Por qué Pablo usa la palabra rostro, cara o faz? Porque Pablo siempre está
mostrando la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Pacto. Siempre está
trayendo las palabras del Antiguo Pacto a la realidad del Nuevo Pacto, a la
realidad de Cristo. Y ¿qué tiene que ver esto con el rostro? Bueno, pues todo.
¿Cuándo pensamos en el Antiguo Pacto en qué hombre pensamos? Pensamos
en Moisés, en “Moisés Mi siervo”. El Señor llamó a Moisés y Moisés llamó
al Señor...a veces esto es más de lo que yo puedo soportar pensar.
Amados, para mí este evangelio no es predicar o enseñar, sino vivir,
conocerlo a Él como sólo el Padre puede revelarlo. No son lecciones o
bosquejos, yo tengo cuadernos que podrían llenar una habitación, pero los uso
para mí, un fuego podría consumirlos en segundos. El evangelio no son mis
cuadernos, sino conocerlo a Él, tiene que ver con vida, con la comunión de mi
alma con la Persona que es mi salvación, con el que es mi vida. Eso es el
evangelio.
~ 14 ~
Volvamos a mi punto. Cuando pienso en Moisés se rompe mi corazón. Moisés
fue criado en la casa del Faraón, escogió identificarse con los hebreos, fue
echado 40 años en el desierto, se encontró con el Señor en la zarza ardiendo,
obedeció al Señor y regresó a Egipto, se enfrentó al Faraón y habló de parte
del Señor diciendo: “¡¡Deja ir a Israel de Egipto!!”, sacó al pueblo y subió al
monte Sinaí...todo esto y más, años de años; tuvo que vivir 120 años para
hacer todo esto. Y aquí está este hombre deseando una sola cosa: “¡Señor,
quiero ver tu rostro!”; pero bajo este pacto él no podía hacerlo, era imposible.
Esto golpea mi corazón, porque de todas las cosas que él pudo haberle pedido
a Dios, de todas las cosas que la mayoría de las personas habrían pedido,
Moisés sólo deseaba una cosa: “¡Señor, quiero ver tu rostro! ¡Quiero tener ese
tipo de relación!” Y Dios tuvo que decirle que no era posible, no era el pacto
ni era el tiempo. Entonces, cuando pienso en todas las personas que dicen que
son cristianas, me parece ver que no tienen este deseo de ver el rostro de
Dios...A veces pienso en esto.
Pienso en Pablo; el único deseo en su corazón era que el Padre revelara a Su
Hijo en él, sólo deseaba ver Su rostro. Su único deseo para la iglesia era el
mismo. Pablo se refirió a esta realidad como el evangelio, la Palabra viva de
Dios impartida a nuestra alma a través de la revelación del Espíritu, la
revelación de este Hijo, de este Cristo que mora en nosotros...y escribió de
esto.
Pablo usó la palabra cara en 2 Corintios 3:18, aunque podríamos empezar a
leer desde el 10, pero por ahora baste el 18. “Por tanto, nosotros todos,
mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu
del Señor”. “...a cara descubierta”, aquí no está hablando de una cara
natural, Dios no tiene una cara natural. Tampoco está hablando de nuestro
rostro natural, porque unos versículos antes Pablo menciona que “...el velo
está puesto sobre el corazón”. Pablo dice en 2 Corintios 3:15 y 16 que
cuando el corazón se vuelva al Señor, queriendo decir, cuando el corazón se
vuelva para ver al Señor “...el velo se quitará”.
Sucede lo mismo en el versículo 18, en realidad podría decir “...a corazón
descubierto”. Porque es el corazón de nuestra alma lo que Dios creó para Él.
¡Así es! Todas las Escrituras, particularmente las del Antiguo Testamento
dicen: “Me sirven con sus cuerpos, pero sus corazones están lejos”; “hacen
esto y lo otro, pero sus corazones están lejos”. Podemos leerlo una y otra vez.
~ 15 ~
El corazón de Israel estaba tan lejos del Señor que Dios tuvo que decir: “No
voy a recibir sus sacrificios, no voy a honrar sus ofrendas”. ¿Por qué? ¿Había
algo malo en el cordero que traían? ¡¡NO!! Sus corazones no estaban vueltos
a Él. “Me ofrecen las obras de sus manos, pero sus corazones están lejos de
Mí”. ¡Dios siempre ha querido los corazones!
El hombre se convirtió en un alma viviente cuando Dios sopló Su aliento de
vida. Esto hizo que el alma del hombre fuera diferente a cualquier otra
criatura viva de la creación. Dios puso en el alma del hombre la habilidad de
tener vida espiritual, Él creó un lugar para morar en ella. El tabernáculo es un
cuadro perfecto de esta realidad. Es un lugar donde Dios mora y un lugar
donde nosotros tenemos comunión con Él. Dios creó lo que las Escrituras
llaman el corazón. Hay una diferencia entre el corazón del cuerpo y el
corazón del alma. El corazón del alma es el asiento de nuestras relaciones y
deseos. Entonces, el corazón y el rostro en la predicación de Pablo son lo
mismo. Son lo mismo en el deseo de Moisés de conocer al Señor de este
modo. El versículo 18 dice: “...a corazón descubierto o a cara descubierta...”
¡¡JA!!
En nuestra versión de una boda tenemos una idea equivocada. Es cierto que
en una boda tradicional la novia lleva un velo sobre su rostro, como también
es cierto que tenemos un velo sobre nuestra alma, pero luego nos enredamos.
En una boda tradicional el velo es levantado para que el esposo, o el novio y
toda las demás personas puedan ver la novia. ¡¡Pues NO es así con el Señor,
está mal si lo entendemos así!! El velo es levantado para que nosotros
podamos verlo a Él. Él ya sabe cómo somos, conoce la condición de nuestros
corazones. El velo es quitado para que podamos verlo a Él. El velo no está
sobre el rostro de Dios, sino sobre nuestros corazones. Es el velo de la mente
natural, el velo del entendimiento natural, el velo de la mentalidad del
Antiguo Pacto que todavía espera una realidad que ya ha venido.
Eso era lo que Pablo declaraba, que la realidad de la que los profetas
hablaron, que la realidad que era una esperanza para Israel y de la que
hablaban las promesas, ya había venido y está en nosotros. Cuando el corazón
se vuelve el velo es quitado, porque nos volvemos del velo. ¡Hay un vuelco
del corazón! Juan dijo: “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y
vuelto, vi...” (Apocalipsis 1:12).
“...mirando a cara descubierta” la visión misma del Señor. La palabra
“visión” es usada porque no es un evento natural, ni tampoco un evento
~ 16 ~
externo. Hubo muchas visiones dadas por Dios bajo el Antiguo Pacto, pero
aquí no habla de esto. “...mirando a cara descubierta” como en una visión la
gloria del Señor: Cristo en nosotros la gloria de Dios. La realidad que Moisés
deseó mirar ha venido. El corazón, el meollo del Nuevo Pacto, no son
palabras ni son dichos, sino que la gloria ha venido y está en nosotros.
Entonces, al volver el corazón y mirar la gloria del Señor somos
transformados. ¡Según Pablo eso es lo único que transforma el alma! ¿Qué
significa transformar? Pasar de las tinieblas a la luz, esa es una
transformación. Yo sé que todos alguna vez hemos caminado por una
habitación completamente oscura de noche. Caminamos palpando en la
oscuridad, tropezando con los muebles, majando al gato, tratando de
encontrar el interruptor de la luz. Lo único que tenemos que hacer para
transformar esa habitación de la oscuridad a la luz es encender la luz.
Podríamos caminar a través de la habitación maldiciendo la oscuridad, pero
eso no cambia nada. Lo único que desaparece las tinieblas es la luz, porque
las tinieblas son ausencia de luz; la sustancia está en la luz.
Pablo, en esta carta, desde 2 Corintios 3:18 hasta capítulo 4, habla de lo
mismo. En 2 Corintios 4:6 explica el versículo 18, él no ha cambiado el tema,
sigue hablando del evangelio. Dice: “Porque Dios, que mandó que de las
tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones,
para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo”. ¡Cara a cara!
¡¡Oh, amados, este es el único y verdadero evangelio dado por Dios!! No es
acerca de mí, ni acerca de ustedes, es para mí y para ustedes. Esta unión, esta
relación que Dios ha deseado y logrado en Su Hijo, y el propósito por el cual
el alma fue creada, era tener vida, caminar en la luz de esa vida. “...si
andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y
Cristo mismo nos limpia” (1 Juan 1:7).
Nuestra salvación es una salvación cara a cara. El evangelio es un encuentro
cara a cara. Nuestra comunión con Dios es una comunión cara a cara. Y el
propósito es que “crezcamos en aquel que es la cabeza, en todas las cosas,
esto es, Cristo” (Efesios 4:15). Crecer en Él, caminar en la luz...todo lo que
Moisés deseó.
Hay un punto teológico o un punto de teología con respecto al hecho de que
Moisés no podía ver el rostro de Dios; cierto cumplimiento tenía que ocurrir.
~ 17 ~
Pero para mí lo importante es, que este hombre, después de todos los
acontecimientos en su vida y por encima de todas las cosas en el mundo,
quería ver la gloria del Señor. Eso es lo que tiene sentido para mí; la teología
es lo que es. Nosotros hemos llegado a esta realidad en Cristo y ¿cuántos
están caminando realmente en esta realidad? ¡Sólo requiere que volvamos
nuestros corazones!
El Espíritu de Dios trata con nosotros de esta manera, es obra del Espíritu, y
lo que acabamos de leer en 2 Corintios 3 y 4 es que el Señor es este Espíritu:
“...como por el Espíritu del Señor”. El Señor estaba tratando anoche conmigo
acerca de lo que yo tenía que compartir con ustedes aquí, y tenía que ver con:
“...sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6). La
obra del Espíritu es revelar al Cristo que mora en nosotros, al Hijo, al que es
el Señor, al Cristo que es nuestra vida, nuestra salvación, el evangelio y la
palabra dada por Dios. Dada para el bien de nuestras almas, para la
transformación de nuestras almas de la mentira a la verdad, de las tinieblas a
la luz, de lo viejo a lo nuevo...transformación. ¡¡Bendito sea el Señor!!
Dejé una pregunta pendiente cuando comenzamos. ¿Cuándo deja el evangelio
de ser dichos y palabras y se convierte en la Palabra viva en nosotros?
Cuando Cristo es revelado en nosotros, cuando el corazón se vuelva para ver
al Señor.
La revelación de Cristo está contenida en tres términos espirituales: La
revelación del Hijo, el aparecer del Señor y la venida de Cristo. Estas tres
palabras se refieren a lo que estamos hablando esta mañana.
Dios revela a Su Hijo y los diferentes efectos que esto tiene sobre nuestras
almas. ¡¡Qué realidad!! ¡¡Ohhhh...Qué realidad!! El Padre revela al Hijo, el
Espíritu del Hijo viene a nuestro corazón y clama: “¡¡OH, Dios, tú eres mi
Padre!!” Esto es llamado adopción, posición de hijo, el reconocimiento del
hijo. ¡¡¿Cuál hijo está siendo reconocido?!! ÉL. ¡¡¿Dónde está siendo
reconocido?!! En mí ¡¡Aleluya!! Él llena nuestras almas con el entendimiento
que sólo Él tiene, ¡¡qué Dios es nuestro Padre!! ¡¡Ohhhh...Qué realidad!! Esto
es mucho más a que nosotros digamos: “Padre nuestro que estás en los
cielos...” Esta es una realidad dada por Dios y revelada por el Espíritu en
nuestras almas; no son hechos teológicos. Esta es nuestra salvación, no es
sólo un hecho de teología, que aunque es cierto, es mucho más que eso, es
una relación presente con el Dios que habita en nosotros; esto es, Cristo en
nosotros.
~ 18 ~
La revelación del Hijo en nosotros, es el mismo Hijo que aparece en Su
gloria. ¿Dónde aparece en Su gloria? En Su casa, la cual casa somos nosotros
en unión con Él. Y los tremendos efectos de Su aparecer, es una palabra en
griego que significa, “resplandor brillante, manifestación”.
Luego, la realidad de lo que en griego se llama la “parusía” del Señor, el
Siempre Presente, el que ha venido y habita, la venida del Señor. Parusía
significa la presencia revelada. ¿Qué efecto tiene esto sobre nuestras almas?
Empezamos a vivir en una comprensión de las palabras del Señor: “Nunca los
dejaré, nunca los abandonaré. Ustedes en mí y Yo en ustedes”.
Entonces, el evangelio dado por Dios el cual es el Hijo, nos trae a una
relación que entenderemos cada vez más y más hasta la eternidad, transforma
nuestras almas por medio del Señorío de Cristo, establece Su trono en
nuestras almas y nos llena de la luz del Señor. ¡¡Qué evangelio y qué
seguridad: Él siempre está en mí!!
Este evangelio que es revelado por el Espíritu de Dios no está lejos de
nosotros, está en ustedes y está en mí. ¿Volvió usted su corazón para recibir al
Señor internamente? Esto es obra del Espíritu de Dios. ¡Volvamos nuestros
corazones para ver al Señor y conocerlo! Esto también es obra del Espíritu de
Dios.
~ 19 ~
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO I
Vamos a comenzar con algo que el Señor ha puesto en mi corazón durante el
tiempo que he estado aquí con ustedes. Vamos a leer algunas referencias de
las Escrituras para colocar el fundamento de lo que quiero compartir. Quiero
compartir con sus corazones lo que el Señor está haciendo en Costa Rica y en
sus corazones. Esta no es exactamente una lección de la Biblia, sino una
realidad presente y un trato del Señor.
Quiero hablar con ustedes sobre la edificación de la casa de Dios, el cuerpo de
Cristo, “la iglesia, la cual es su cuerpo”; la edificación de la casa de Dios en
aquellos que se reúnen en la realidad y en el Espíritu de Cristo. En Efesios 4
Pablo habla sobre edificar la casa de Dios, y déjenme decirles solamente, que
ni ustedes ni yo somos los que edificamos la casa de Dios; nosotros somos la
casa que está siendo edificada. Ustedes nunca han escuchado de una casa que
se edifica a sí misma, ¿verdad? De modo que, ni ustedes ni yo somos los que
edificamos, sino Dios.
Quiero compartir con ustedes cómo edifica Dios la casa, porque Dios está
edificando la casa en todo lugar donde hay una reunión real en Cristo. Quiero
compartir de esta realidad con ustedes, porque hay lugares donde la gente va a
la Iglesia sin el entendimiento de nuestra unión con Cristo. La gente que cree
que la edificación de la Iglesia se trata de programas y esfuerzos humanos.
Esta noche vamos a hablar sobre una frase que tiene que ver con la
edificación de la casa de Dios: “...No por el poder ni por la fuerza, sino por
mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos” (Zacarías 4:6). ¿En qué consiste la
obra del Espíritu en la edificación del cuerpo de Cristo, la casa de Dios, “la
iglesia, la cual es su cuerpo”?
Pablo habla sobre esta realidad en Efesios 4, es algo que él siempre está
describiendo. Efesios 4:13-16 dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad
de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un
hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”; vamos
a ver que Pablo está hablando de la edificación de la casa de Dios. “Para que
ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por
todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas
engañosas del error...” Ahora va al grano, “...sino que hablando la verdad en
~ 20 ~
amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir,
Cristo, de quien todo el cuerpo...” Y va a hablar de la edificación, “(estando
bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen), conforme
al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del
cuerpo para su propia edificación en amor”.
Vamos ahora al capítulo 2 de Efesios. Aquí vamos a ver otra vez, el corazón
de lo que Pablo está hablando sobre la iglesia, sobre edificar la iglesia.
Efesios 2:19 dice, “Así pues, ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino que
sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios”. Este versículo
es muy importante para lo que quiero compartir esta noche, tiene dos
expresiones que quiero señalar. Pablo usa el término “conciudadanos de los
santos”. ¿Por qué lo usa Pablo? Lo vamos a ver en la medida que avancemos.
Luego sigue con “y sois de la familia de Dios”; esta es su actitud con
respecto a la iglesia, su comprensión del cuerpo de Cristo.
Vamos a ver que hay varios términos que hablan de la misma realidad, la
realidad que tiene que ver con nuestra unión con Cristo: “...pero si alguno no
tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él” (Romanos 8:9). Nuestra unión
con Cristo es porque él mora en nosotros; hablamos de esto ayer y ustedes
hablan de esta realidad todo el tiempo.
Hay varios términos en las Escrituras que definen esta unión, pero todos
hablan de la misma unión. Por ejemplo: El cuerpo de Cristo, la iglesia de
Cristo, son términos diferentes, pero hablan de la misma unión. “La iglesia, la
cual es su cuerpo”, el templo de Dios, la casa de Dios, la casa del Padre, es la
misma unión y se aplica a nosotros los que estamos en Cristo. Esta unión está
basada en el hecho de que Cristo mora en nosotros. Hay diferentes términos,
pero es la misma unión. Pablo usa estos términos de manera intercambiable.
Ahora bien, es cierto que cada uno de los términos significa un aspecto
diferente de la misma unión, así que Pablo continúa en el versículo 20 de
Efesios 2 diciendo, “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, en quien...”; ahora
podemos entender donde es edificada la casa, en Cristo: “De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es...” (2 Corintios 5:17). Ustedes están
muy familiarizados con el término “en Cristo”; ahí es donde el Espíritu de
Dios está construyendo la casa.
Vamos a seguir con el versículo 21 y 22 de Efesios 2, “En quien todo el
~ 21 ~
edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor”.
¿No es esto exactamente lo mismo que acabamos de leer en Efesios 4:16?
“De quien todo el cuerpo (estando bien ajustado y unido...” ¡Es lo mismo!
Luego sigue, “...en quien también vosotros sois juntamente edificados para
morada de Dios en el Espíritu”.
¿Hay alguna duda en nuestras mentes de que nosotros somos el cuerpo de
Cristo? El creyente unido a Cristo y unido unos con otros es “la iglesia, la
cual es su cuerpo”. Yo recuerdo haberlo dicho antes aquí, hace unos tres o
cuatro años, la primera vez que yo los conocí a ustedes como un grupo. En
aquella ocasión tuvimos una sesión como de tres horas. ¿Recuerdan cuando
yo los vi a los ojos y les dije: “Ustedes son la iglesia? La iglesia no es donde
ustedes van o donde se reúnen, sino quienes son. Ustedes tienen el derecho de
reunirse en este lugar, porque ya están reunidas en Cristo por Su Espíritu.
Ustedes tienen el derecho de compartir esta realidad unos con otros”. Bueno,
eso fue hace mucho tiempo y aquí estamos otra vez, y estoy hablando con
ustedes de esa misma realidad. No es por el poder, no es por la fuerza, no es
por los esfuerzos humanos, “...sino por mi Espíritu, dice el Señor de los
ejércitos” (Zacarías 4:6).
Quiero que veamos esta noche cómo nos une el Espíritu, cómo nos reúne,
cómo nos edifica en Aquel que es la cabeza. ¿Cómo hace el Espíritu de Dios
esto?
Muchos de ustedes estuvieron ayer en la mañana cuando les hice la pregunta:
¿Cuándo pasa el evangelio del método del Antiguo Pacto a la realidad del
Nuevo Pacto en sus corazones? ¿Recuerdan la pregunta? Luego vimos la
respuesta. ¿Por medio de cuál obra del Espíritu sucede esto? La respuesta de
ayer es la misma respuesta de hoy: “...sino por mi Espíritu, dice el Señor de
los ejércitos” (Zacarías 4:6). Pero, ¿por cuál obra del Espíritu? ¿Cómo somos
edificados ustedes y yo en Aquel que es la cabeza? ¿Qué tipo de obra del
Espíritu es lo que nos hace crecer? Porque Pablo está diciendo aquí que crecer
en Cristo y ser edificados sobre el fundamento es lo mismo, ¿no es cierto? Él
está hablando desde diferentes perspectivas, pero es la misma realidad.
Estamos reunidos y somos edificados sobre un fundamento. Como dice en
Efesios 4:15, “Sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los
aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo”.
¿Por medio de cuál obra del Espíritu somos edificados sobre el fundamento?
¿Por medio de cuál obra del Espíritu somos reunidos en Cristo? ¿Por medio
~ 22 ~
de cuál obra del Espíritu somos “bien ajustados y unidos entre sí”? Porque no
somos un montón de partes esparcidas por todos lados sobre un fundamento,
todo lo contrario, estamos “bien ajustados y unidos entre sí, por la cohesión
que las coyunturas proveen”. Si hubiera una mano tirada por un lado, un pie
tirado por otro y una oreja por otro, usted no llamaría a eso un cuerpo. Son
partes de un cuerpo, sí, pero no estamos hablando de las partes de un cuerpo,
sino de un cuerpo, y Pablo también: “...crezcamos en todos los aspectos en
aquel que es la cabeza, es decir, Cristo”.
Una casa no es sólo un montón de materiales regados por todo lado, deben
estar bien ajustados y unidos entre sí sobre un fundamento para que sea una
casa. Las Escrituras dicen que esta es una obra del Espíritu, entonces, otra vez
les preguntó: ¿Cómo lo hace Dios? Él debe obrar en cada parte, hasta que,
como dice Pablo, todos lleguemos a la unidad de la fe; tiene que obrar en cada
parte, reunirlas a todas en Cristo. ¿Cómo hace esto?
Sé que he hecho esta pregunta muchas veces, pero yo quiero que esto se
afiance en nuestros corazones. Quiero que entendamos que sí hay una obra
por medio de la cual el Espíritu alcanza lo que Pablo está describiendo aquí, y
que esta realidad es la verdadera edificación y crecimiento.
Quiero que recordemos que sólo hay una unión real, nuestra unión con Cristo,
pero que hay diferentes términos que definen esta unión. Hace unos minutos
leímos donde Pablo usa el término “conciudadanos”, y dijimos que
“conciudadanos” es lo mismo que “miembros de la familia de Dios”; que
“conciudadanos” es lo mismo que ser “miembros del mismo cuerpo”. Lo que
vamos a leer coloca esto a nuestra vista, porque vamos a leer sobre la ciudad
de Dios, la nueva Jerusalén. La ciudad de Dios, la casa de Dios, la iglesia de
Dios y el cuerpo de Dios son lo mismo, y las Escrituras declaran esta realidad.
Veamos, entonces, las Escrituras, porque ahí veremos la naturaleza, el
carácter y la gloria de nuestra unión con Cristo.
¡Qué vergüenza para aquellos que toman esta realidad presente y la colocan
en el futuro; los que nos roban la unión con el Cristo que mora en nosotros!
Escúchenme, amados. Los tipos, las sombras, las figuras y el testimonio de lo
que les estoy diciendo con respecto a Israel están aquí, en el Antiguo Pacto.
“Israel es mi hijo”, ¿verdad? PERO Israel también es mi casa, PERO Israel
también es mi ciudad Jerusalén, porque Israel y Jerusalén eran vistos como lo
mismo sobre el monte Sion. PERO Israel es también la ciudad del rey; aún
bajo el Antiguo Pacto la ciudad del rey era un pueblo. ¿Qué con esto? Pues mi
~ 23 ~
reino y mi sacerdocio: Israel.
Todo esto era en tipo y sombra, y ahora pregunto: ¿Hemos llegado a algo
menor que eso en Cristo? ¡No, por supuesto que no! ¿No es Dios nuestro
Padre? ¿No revela Él a su Hijo en nosotros? ¿Ese Hijo en nuestros corazones
no clama: “Dios Tú eres mi Padre”? ¿No somos nosotros el cuerpo de ese
Hijo? Ciertamente, ¿casa de ese Hijo? ¿La casa del Padre? ¿La ciudad de
Dios? ¡¡Por supuesto!! Todas esas cosas no son por poder, fuerza o por lo que
un hombre pueda hacer, “sino por Mi Espíritu, dice el Señor”.
Una vez más mi pregunta, ¿por medio de cual obra del Espíritu somos
edificados en la casa de Dios? En Apocalipsis se habla de una unión, dicha
unión es nuestra unión con Cristo como la nueva Jerusalén. Quiero que
veamos las características de esta unión. “Y vi un cielo nuevo y una tierra
nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no
existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de
Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una
gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre
los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo
estará entre ellos. El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá
muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas
han pasado. Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas
todas las cosas. Y añadió: Escribe, porque estas palabras son fieles y
verdaderas. También me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el
principio y el fin. Al que tiene sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del
agua de la vida. El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será
mi hijo” (Apocalipsis 21:1-7).
Quiero que vean que Pablo y Juan enseñaron de la misma unión. Pablo dijo:
“Si alguno está en Cristo es una nueva criatura, las cosas viejas pasaron, todas
son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Aquí el mensaje es el mismo; “...Yo
hago nuevas todas las cosas”. Están hablando de la misma realidad, de la
misma unión con Cristo. La casa, la ciudad, el reino, la iglesia, la novia, la
esposa, un nuevo hombre...diferentes términos, la misma unión; diferentes
realidades de nuestra unión con Cristo. ¡¡Aleluya!!
Quiero señalar algo en el versículo cuatro: “Él enjugará toda lágrima de sus
ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque
las primeras cosas han pasado”. Todos estos son términos asociados con el
Israel del Antiguo Pacto, no está hablando de un cuerpo físico. Escúchenme,
~ 24 ~
les estoy diciendo la verdad, cuando habla de las primeras cosas está hablando
del Israel del Antiguo Pacto en tipo y sombra. La palabra “dolor” aquí en el
texto griego significa: “Trabajo duro, trabajo forzado”. Es como lo que Jesús
dijo: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados...” (Mateo 11:28).
“Vengan a mí todos los que están tratando de servir la ley”. Pablo lo dice en
Gálatas 5:1, “Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto,
permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud”; a la ley.
Voy a mostrarles en un momentito que aquí estamos hablando de lo mismo,
de cuando tratamos de alcanzar o lograr algo por medio del trabajo duro, del
trabajo forzado, trabajar bajo la ley, los esfuerzos del hombre, poder y fuerza.
Vamos a ver en un momento el significado en hebreo de las palabras poder y
fuerza en Zacarías.
Antes vayamos a otro pasaje en Apocalipsis, “Y vino uno de los siete ángeles
que tenían las siete copas llenas de las últimas siete plagas, y habló conmigo,
diciendo: Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero. Y me llevó en el
Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén,
que descendía del cielo, de Dios, y tenía la gloria de Dios. Su fulgor era
semejante al de una piedra muy preciosa, como una piedra de jaspe
cristalino” (Apocalipsis 21:9-11). “...tenía la gloria de Dios”. La ciudad que
tiene la gloria de Dios. Él está en usted, Cristo en usted la gloria de Dios. Él
dijo: “Ustedes estarán donde yo estoy, para que ustedes puedan ver mi gloria”
(Juan 17). Cristo habla de esta realidad como parte de la obra terminada de la
cruz.
Sigamos leyendo: “Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las
puertas era de una sola perla; y la calle de la ciudad era de oro puro, como
cristal transparente. Y no vi en ella templo alguno, porque su templo es el
Señor, el Dios Todopoderoso, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de
sol ni de luna que la ilumine, porque la gloria de Dios la ilumina, y el
Cordero es su lumbrera” (Apocalipsis 21:21-23). Juan no vio ningún templo,
porque el Señor y el cordero eran el templo.
Ahora recuerden, el templo de Dios y la ciudad de Dios, se ven como uno en
los tipos y sombras del Antiguo Pacto siempre. El templo es el corazón y el
centro de la ciudad, así como el corazón y el alma del cuerpo del Señor es el
Espíritu que mora en nosotros.
La palabra “templo” aquí en el griego es “naos” y significa: morar. Es
~ 25 ~
traducida como “lugar santísimo”. Cuando usted ve el templo en el Antiguo
Pacto, el centro de dicho templo es el lugar santísimo, la morada de Dios, la
gloria de Dios. Juan está viendo la ciudad así, él dijo: “No vi un lugar
santísimo en esta ciudad”. Es como decir: “Aquí hay un templo, un
tabernáculo, pero no veo una habitación que se llame ‘lugar santísimo’,
porque aquí la morada de Dios es Dios mismo. Él es el lugar santísimo, Él es
el centro de toda la ciudad. No vi lugar en el templo, alguna habitación donde
Dios estuviera obligado a morar. No vi un lugar en la ciudad donde nosotros
no pudiéramos entrar. Dios y el Cordero eran el templo, el lugar santísimo”.
Recalco que la palabra “templo” significa: lugar santísimo, y es entendido
como el corazón y centro de todo el recinto. Juan simplemente está viendo el
tabernáculo del Antiguo Pacto y la Jerusalén del Antiguo Pacto como
cumplidos en Cristo. Que la morada de Dios era una ciudad, una ciudad que
tenía la gloria de Dios porque Dios moraba en ella. No se requería una
habitación para Dios porque Él mismo era el cumplimiento de esa habitación.
Él es el lugar santísimo en esta ciudad, Él es la luz de esta ciudad, y nosotros
tenemos entrada a Él porque somos la ciudad, edificados y unidos juntamente.
Yo escribí en mis notas lo siguiente: “La ciudad misma es la casa del Padre.
Él no tiene únicamente una habitación en esta casa, la ciudad completa es Su
casa, su morada”. Eso fue lo que leímos: “He aquí, el tabernáculo de Dios
está entre los hombres”. ¡¡¡Aleluya!!! Cristo en usted. La ciudad no es vista
como dos, sino como una; la morada del Altísimo. No hay necesidad de un
lugar santísimo, porque Dios y el Cordero son el lugar santísimo en esta
ciudad. No hay necesidad de un lugar santísimo donde Dios y el Cordero
manifiesten Su presencia, porque la gloria llena la ciudad. ¡¡Aleluya!!
Bueno, esta es la descripción que Juan hace de la iglesia, la nueva Jerusalén
que Dios creó en Cristo. Esta es también la unión y la unidad que el Señor
describe en Juan 17. No vamos a leerlo esta noche, necesitaríamos muchas
clases, sólo quiero establecer un punto. ¿Cómo se edifica este lugar, la casa
del Padre? ¿Cómo se edifica este lugar del que acabamos de leer? ¿Cómo se
reúne? ¿Cómo se llena de luz? ¿Qué obra del Espíritu hace esto? Zacarías
4:1-9, “Entonces el ángel que hablaba conmigo volvió, y me despertó como a
un hombre que es despertado de su sueño. Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí:
He aquí, veo un candelabro todo de oro con su depósito en la parte superior,
y sus siete lámparas encima de él con siete tubos para cada una de las
lámparas que tiene encima; y junto a él hay dos olivos, uno a la derecha del
depósito y el otro a la izquierda. Continué, y dije al ángel que hablaba
~ 26 ~
conmigo: ¿Qué es esto señor mío? Respondió el ángel que hablaba conmigo,
y me dijo: ¿No sabes qué es esto? Y respondí: No, señor mío. Continuó él, y
me dijo: Esta es la palabra del Señor a Zorobabel: "No por el poder ni por la
fuerza, sino por mi Espíritu"--dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién eres tú,
oh gran monte? Ante Zorobabel, te convertirás en llanura; y él sacará la
piedra clave entre aclamaciones de '¡Gracia, gracia a ella! Y vino a mí la
palabra del Señor, diciendo: Las manos de Zorobabel han puesto los
cimientos de esta casa, y sus manos la acabarán. Entonces sabréis que el
Señor de los ejércitos me ha enviado a vosotros”.
Este es un mensaje dado a Zacarías para Zorobabel, ¿quién era Zorobabel? Él
fue el escogido por Dios para poner el fundamento y reconstruir el templo que
fue destruido durante la cautividad babilónico. Así que este capítulo habla de
la construcción de la casa de Dios. Zorobabel ya había puesto el fundamento,
pero por la gran tribulación, dificultades y problemas, el templo no había sido
construido sobre el fundamento. Esta es la situación, el contexto dentro del
cual Zacarías está profetizando.
El fundamento está puesto, pero el templo no está edificado, y como no hay
templo, no hay ciudad tampoco. El orden de Dios empieza con el lugar de Su
morada; luego, todo lo demás se edifica sobre esta realidad. Esta es la
situación, y vamos a ver qué le dijo el profeta a Zorobabel. “Continuó él, y
me dijo: Esta es la palabra del Señor a Zorobabel: No por el poder ni por la
fuerza, sino por mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién eres tú, oh
gran monte? Ante Zorobabel, te convertirás en llanura; y él sacará la piedra
clave entre aclamaciones de: ¡Gracia, gracia a ella!” (vs.6 y 7).
Esta es una profecía muy clara que tiene que ver con Cristo y la edificación de
Su casa. Dios sabía que el Israel del Antiguo Pacto se iba a oponer a Su Hijo
cuando construyera una casa nueva y eterna. Ellos iban a tratar de detener al
Hijo de Dios como un gran monte. Pablo lo dice: El monte Sinaí, el Antiguo
Pacto, se opondrá contra el monte Sion, la morada del Altísimo. Esto es un
tipo y por eso la palabra monte es usada en el versículo 7.
¿Saben ustedes quiénes era el estorbo más grande para Zorobabel mientras
construía el templo? Los judíos locales; esa es la verdad. Este gran monte del
que se habla aquí es el Monte Sinaí, el Antiguo Pacto que se opone a Cristo,
al Hijo, y prohíbe e impide la edificación de la verdadera casa de Dios. Así
que la profecía dada aquí a Zorobabel está perfectamente cumplida en lo que
le sucede a Cristo.
~ 27 ~
Ahora quiero decir algo sobre estas dos palabras, “poder y fuerza”. “Poder” es
una palabra en hebreo que significa: Esfuerzo, habilidades, riquezas y el
poder de cada una de estas cosas. La segunda palabra “fuerza” es muy
parecida, significa: Poder, habilidad, obviamente, pero va más allá porque
añade algo: Mi determinación, mis esfuerzos. El profeta le estaba diciendo a
Zorobabel que esto no tenía que ver con los esfuerzos del hombre o con la
determinación del hombre. No importa cuánto desee o anhele usted que esto
sea hecho, no va hacerse así. “...sino por mi Espíritu, dice el Señor, porque es
mi casa”. ¡Aleluya! Ni por las habilidades humanas, carne y sangre, poder y
fuerza, trabajo y cargas... “sino por mi espíritu, dice Señor”.
Hay algo que me parece muy interesante y lo voy a mencionar brevemente;
aunque probablemente voy a pasar en esto varias semanas o meses. Es algo de
lo que me acabo de dar cuenta, y calza muy bien con lo que quiero comunicar
esta noche. Sólo lo voy a mencionar.
La palabra en hebreo que se traduce aquí como “poder” es usada también en 1
Reyes 10. “Cuando la reina de Sabá fue a hablar con Salomón. Cuando la
reina de Sabá oyó de la fama de Salomón, por causa del nombre del Señor,
vino a probarle con preguntas difíciles. Y vino a Jerusalén con un séquito
muy grande, con camellos cargados de especias, y gran cantidad de oro y
piedras preciosas. Cuando vino a Salomón, habló con él de todo lo que tenía
en su corazón. Y Salomón contestó todas sus preguntas; no hubo nada tan
oscuro que el rey no pudiera explicárselo. Cuando la reina de Sabá vio toda
la sabiduría de Salomón, la casa que él había edificado, los manjares de su
mesa, las habitaciones de sus siervos, el porte de sus ministros y sus
vestiduras, sus coperos, y la escalinata por la cual él subía a la casa del
Señor, se quedó sin aliento. Entonces dijo al rey: Era verdad lo que había
oído en mi tierra acerca de tus palabras y de tu sabiduría. Pero yo no creía lo
que me decían, hasta que he venido y mis ojos lo han visto. Y he aquí, no se
me había contado ni la mitad. Tú superas en sabiduría y prosperidad la fama
que había oído”. (1 Reyes 10: 1-7)
El versículo 2 dice que la reina de Sabá llegó a Jerusalén con un séquito muy
grande y luego lo describe. Esta es la misma palabra en hebreo usada en
Zacarías para “poder”. Ella llegó a ver a Salomón, la casa que él edificó y la
ciudad de Dios... e inmediatamente mi mente se va al Nuevo Pacto. Alguien
viene a ver al resucitado y glorificado Cristo que mora en nosotros. Viene a
ver la obra que Él ha terminado, la ciudad de Su gloria con la mente natural y
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en su propia importancia. Ella llegó en su propia magnificencia, en su propia
grandeza, en su propia gloria para ver a Salomón. ¡¡Es lo que nosotros
hacemos en la arrogancia de nuestra mente natural!! Pablo dice que con la
mente natural no podemos conocer las cosas de Dios, “sino por mi Espíritu,
dice el Señor”. Mi intelecto no puede conocer, “sino por mi Espíritu, dice el
Señor”.
Ahora sigamos para ver cómo se fue la reina. “Cuando la reina de Sabá vio...
se quedó sin aliento”. La última oración del versículo 5 “se quedó sin
aliento”, mucho mejor “se quedó sin espíritu”. Ella quedó golpeada por
completo, todo lo que quedaba era su nadedad, su vacío. ¿Por qué? Porque
ella había visto al rey y la ciudad de su gloria. En Apocalipsis, ¿dónde ve Juan
al Rey? ¿Dónde empieza esta carta? ¿Dónde lo ve ella y luego se va? En
medio de Su iglesia, la cual es la ciudad de Dios.
Hay mucho en medio de estos versículos, pero, ¿qué sucedió que hizo esta
diferencia en ella? Ella había oído de él y de su grandeza. Eso es como
escuchar este evangelio. ¿Recuerdan que ayer en la mañana dije que esto debe
ser predicado? Aunque primero tenemos que oírlo con nuestros oídos
naturales. En fin, la verdad debe ser predicada y declarada. La verdad le había
sido declarada a ella, ella había oído el testimonio de otros, pero no había
escuchado la verdad por sí misma, ni había visto al que es la verdad. No
obstante, ella representa un corazón hambriento. Llegó en su propia gloria,
apoyándose en sí misma, sí, pero llegó por lo que había oído.
Ella pudo haber mandado a matar a los mensajeros, como Israel mató a sus
profetas, como el Israel del Antiguo Pacto, junto con Roma, mató a todos los
cristianos y a los apóstoles; Pablo fue parte de eso. Ella pudo haber hecho
esto, pero no lo hizo. Ella escuchó, y tuvo que haber en ella un vuelco en su
corazón para volverse y ver; este es el orden del Espíritu de Dios. Así es
como el reúne su material de construcción. Todos llegamos en nuestra mente
natural, es lo único que tenemos, pero debemos llegar con un corazón que
quiera ver lo que hemos oído.
Yo sé que esto es cierto, porque me sucedió a mí. Escuché algo demasiado
maravilloso para ser real, algo que había buscado por mucho tiempo y no
había podido encontrar en mí mismo. En 1963 alguien me habló de esto, me
envió una publicación y la leí. ¡¡Era demasiado maravilloso!! No entendía,
pero mi corazón deseaba ver esto. Así que llegué, llegué con mi propio
séquito, y cuando salí, salí en mi absoluta nadedad, desnudo, sin espíritu.
~ 29 ~
Ella había escuchado de otros, pero tenía algunas dudas. A pesar de que el
testimonio que había escuchado era verdadero, en realidad no podía creer lo
que había escuchado. Era demasiado; es demasiado para nuestra mente
natural. Esa es la razón por la cual la iglesia del mundo presenta estas cosas
como algo que no puede ser posible ahora, habla de esto pero como algo
lejano, algo futuro. Entonces, ella llegó a escuchar y a ver por sí misma.
Hace un año o año y medio estaba estudiando el tema “la fe hecha perfecta”,
“el oír y el ver de la fe”. Primero es el oír, luego el corazón se vuelve para ver
la voz. Ella había escuchado el testimonio, y en la medida que usted lee va a
ver que ella llegó y escuchó a Salomón. Todo su corazón fue expuesto, nada
quedó escondido: “Cuando vino a Salomón, habló con él de todo lo que tenía
en su corazón”. Salomón contestó todas sus preguntas, nada quedó sin
explicación. Este es el aparecer del Señor, en el aparecer del Señor nada
queda escondido. Nuestra alma escucha la voz del Señor. Hoy ustedes están
escuchando mi voz, pero mi voz es la voz de un testimonio. El testimonio es
cierto, pero usted debe escuchar la voz del Señor.
La obra del Espíritu por medio de la cual la casa es reunida, es que
escuchamos la voz del Señor. Escuchamos lo que Él dice: “Yo soy la
resurrección y la vida”. “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. “Yo estoy en
ustedes” ¡¡¡Aleluya!!!
Amados, yo puedo decirles estas cosas, que son ciertas, pero escucharlo a Él
hace que nos volvamos y lo veamos. Esta es la obra del Espíritu de la cual he
estado hablando. Sólo el Espíritu puede darnos oídos para oír y ojos para ver
al que mora en nosotros. “No por poder, ni por fuerzas, sino por mi Espíritu,
dice el Señor”. La obra del Espíritu que edifica la casa, que nos capacita para
crecer en Él en todas las cosas, es el Espíritu que alumbra los ojos de nuestro
entendimiento; provoca que los sordos escuchen y que los ciegos vean; es el
Espíritu que revela al Hijo de Dios en Su casa. Jesús dijo: “Sobre esta roca
edificaré mi Iglesia”, hablando de la revelación que el Padre hace de Su Hijo.
Cuando el Espíritu de verdad haya venido, tomará de lo Suyo y nos lo
mostrará. La obra del Espíritu hace que oigamos la voz y nos volvamos para
ver la voz. Cuando nuestros corazones se vuelvan, veremos al que es mayor
que Salomón, al que está en un templo mayor que el de Salomón. Es por esta
obra que nosotros estamos perfectamente unidos juntamente con Él y los unos
con los otros; “por mi Espíritu, dice el señor”.
~ 30 ~
Voy a detenerme aquí con este último comentario. La obra del Espíritu es la
revelación de Jesucristo. Pablo dice, y ya lo hemos leído en Efesios 4, que
está obra tiene un propósito, es para algo: “...hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe”. Hasta que todos estemos reunidos en la fe del Hijo de Dios,
en el conocimiento del Hijo de Dios, a la estatura de un hombre perfecto, a la
medida de la plenitud de Cristo...la edificación de la casa de Dios. Amén.
~ 31 ~
LA OBRA DEL ESPIRITU SANTO II
Voy a compartir con ustedes acerca de un aspecto particular del aparecer del
Señor. Estaba mirando esta tarde las notas que tengo conmigo con respecto a
la revelación de Jesucristo, y cómo esto es obra del Espíritu en nosotros.
Hay tres términos, tres frases espirituales, todas las cuales hacen referencia a
la revelación de Cristo que hace el Espíritu en el creyente. 1. “REVELACIÓN
DEL HIJO”; en Gálatas Pablo dice que al Padre le agrada revelar a Su Hijo en
nosotros. 2. “EL APARECER DEL SEÑOR” ocurre a lo largo del Nuevo
Testamento, y cada vez que es usada hay un efecto del que se habla. 3. “LA
VENIDA DEL SEÑOR”.
Todos estos términos se refieren a la obra del mismo Espíritu, del Espíritu de
Dios que revela en el creyente la realidad de Cristo. Lo revela como el Hijo
de la redención, el Señor de gloria, el Cristo que ha venido, el ungido de
Jehová, el siempre presente. La palabra en griego es “parusía”, y la mayoría
de los eruditos están de acuerdo en que la mejor traducción es “la presencia
revelada del Señor”. Dios nos muestra la salvación del Señor, nos revela a Su
Hijo. Luego, el propio Hijo aparece en nosotros como el Señor y llega a ser
conocido como el siempre presente Cristo.
El Espíritu de Dios es el único que obra en nosotros la diversidad de la gracia,
la diversidad de las operaciones. Nosotros experimentamos internamente a
Cristo en las muchas fases de Su naturaleza divina, carácter y persona, y
llegamos a verlo en Sus funciones divinas, porque es Cristo quien funciona en
el creyente. Esas funciones son reveladas por el Espíritu de Dios.
Alguien me preguntó que cuál diferencia veía yo ahora en Costa Rica con
respecto a dos años atrás. Y yo respondí, que lo que estaba disperso estaba
siendo reunido en Cristo en una expresión local de Él, y estaba tomando Su
forma, Su imagen, Su expresión. Que lo que estaba disperso, (los creyentes
con un corazón que desea conocer al Señor), estaba siendo reunido como un
cuerpo, como una expresión. En este cuerpo los ministerios toman lugar. En la
reunión que tuvimos el domingo, fue muy obvio que los creyentes estaban
reunidos en la revelación de Jesucristo.
Mirando lo que quería compartir en esta reunión, me di cuenta que la
~ 32 ~
diferencia entre estar dispersos y estar reunidos tenía que ver con una función
de Cristo que no estaba presenta hace dos años; entonces me senté y escribí
algunas cosas.
Cuando vine por primera vez, encontré corazones hambrientos, abiertos y
vueltos al Señor, pero dispersos. Luego, después de un tiempo, en lugar de
venir sólo, traje conmigo a algunas otras personas para tener algunas
reuniones. En ese momento no sabíamos cuántas personas iban a reunirse,
pero yo dije que eso no tenía ninguna importancia. Lo único que importaba
era que se reunieran los que estaban viendo a Cristo.
Durante ese viaje reconocimos la necesidad de una función de Cristo que no
estaba presente en ese momento aquí en Costa Rica; faltaba la función de un
pastor. El Señor compartió ese espíritu, movió esa función de Cristo en Jason,
inclusive durante las conferencias. De vuelta a los Estados Unidos, pasamos
mucho tiempo delante del Señor, y le dije a Jason que debíamos esperar para
saber si esto era del Señor. Pasamos mucho tiempo delante del Señor, y
cuando estuvimos de acuerdo en que el Señor quería esta función de Cristo en
Costa Rica, Jason y Jessie ya estaban libres para venir. Fue así como la
verdadera reunión empezó a tomar lugar.
Este es mi punto: ¿Cuál es la diferencia? Lo que estaba disperso ahora está
reunido. ¿Por qué? Por la función de Cristo en Su cuerpo, una función que no
estaba presente en aquel momento, y cuando esa función empezó en un
hermano y probó ser del Señor, fue liberada y la reunión empezó a tomar
lugar. ¿Cuál es la diferencia? Era predicado el mismo evangelio; yo lo había
predicado, Bárbara, Rybon y Jimmy lo predicaron también. No trajimos otro
evangelio. La diferencia era la función de Cristo, la administración de Cristo.
Amados, todos nosotros tenemos el mismo Cristo, pero no tenemos la misma
función de Cristo. Él funciona de diferente manera en cada miembro;
diferentes operaciones, diferentes administraciones...pero es un Espíritu, un
único Cristo que mora en nosotros. ¡La diferencia es esta función de Cristo!
Yo no determino la función, el Espíritu lo hace. Cristo no funcionó en mí con
respecto a este lugar como pastor, ni tampoco en la hermana Bárbara, ni en
Rybon o Jimmy. Cristo funciona en cada una de estas personas, pero no en las
mismas funciones. Todas estas funciones son necesarias; son necesarias pero
no son iguales.
Es el mismo Cristo y el mismo evangelio, pero diferentes funciones colocadas
~ 33 ~
en orden. Debemos reconocer a los que trabajan en medio de nosotros. La
Biblia dice: “...reconozcan a los que trabajan con diligencia entre ustedes, los
dirigen en el Señor y los instruyen, y ténganlos en muy alta estima con amor,
por causa de su trabajo....” (1 Tesalonicenses 5:12-13). Eso no significa que
sepamos sus nombres, significa entender la función de Cristo que está
obrando en y a través de esas personas, y honrar esa función. Debemos
hacerlo unos con otros, conforme los ministerios del Señor son desarrollados
entre nosotros. ¡Debemos discernir la función, el don de Cristo que está en las
personas, y honrar la función como al Señor, porque es el Señor quien opera
en las personas!
Por lo tanto, la diferencia que veo es la función de Cristo en este cuerpo. Los
ministerios deben continuar desarrollándose aquí. Cristo va a continuar
desarrollando los ministerios entre ustedes; los ministerios en Su cuerpo.
Sucede lo mismo en cada creyente con respecto al ministerio, el único
Espíritu revela la diversidad de la naturaleza y del carácter del Señor Jesús. El
ministerio del Espíritu es diverso incluso en la revelación de Cristo, en la
revelación del Hijo, en el aparecer de ese Hijo pero como Señor de gloria. En
la manifiesta aparición de ese Señor como el Cristo que permanece en
nosotros por siempre. Es el mismo Espíritu el que obra en nuestros corazones
la increíble diversidad de Cristo y que tiene un efecto en nuestras almas.
Quiero ahora reunir todo esto en el aparecer del Señor. Lo he dicho antes y lo
voy a repetir, que la revelación del Hijo es para establecer una relación en
nuestras almas con el Padre. El Espíritu del Señor entra a nuestros corazones
y clama: “Abba Padre”. Despierta nuestras almas a una relación con Dios que
no sabíamos que teníamos, y dicha relación continúa desarrollándose. En Su
tiempo, el Padre revela a este mismo Hijo como el Señor de gloria, y empieza
a obrar una obediencia en nosotros que no habíamos entendido antes.
Empieza a establecer Su gobierno soberano en nuestros corazones, establece
Su trono en nosotros.
Este es el Señor; este Hijo es tanto Señor como Cristo. Esto es obra del
Espíritu, del Espíritu que revela al Hijo de Dios que habita en nosotros y que
transforma nuestras almas a esa misma imagen. Solía leer esto en 2 Corintios
3:18, “Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en
un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma
imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”. ¿Cuál imagen?
¿Cuál semejanza? Esto habla de la transformación de nuestras almas.
~ 34 ~
Entonces empecé a percatarme que esto tiene que ver con la revelación del
Hijo, y de verlo como el Señor en Su gloria, sobre Su trono y que Su majestad
llena Su casa. Verlo como el Ungido de Dios, el Cristo de Dios, y que nuestra
alma está siendo transformada en la perspectiva del Ungido de Dios. Verlo
como Su casa que lleva Su imagen. Verlo como Su cuerpo que lleva Su
nombre. Esto es obra del Espíritu de Dios en nosotros. Del único Espíritu que
revela la diversidad del Hijo de Dios que mora en nosotros.
Veamos un momento la palabra “aparecer” en 2 Timoteo 1:10 donde dice, “Y
que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Cristo
Jesús, quien abolió la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por
medio del evangelio”. Esta es una comprensión provocada en nuestras almas
por la aparición del Señor. Miremos lo que sucede aquí; algo está siendo
quitado en nuestras almas porque Su aparición se basa en una obra
consumada.
Ya hemos hablado de esto, de la cruz, donde el Hijo de Dios fue revelado,
donde el Señor apareció, donde Cristo apareció. Es el Hijo que es revelado en
nosotros, es el Señor que es revelado en nosotros, es el Cristo que mora en
nosotros. Su aparición tiene grandes efectos, diversos efectos en nuestras
almas. Tiene un efecto transformador en nuestras almas: “abolió la muerte y
sacó a la luz, sacó al conocimiento, la vida y la inmortalidad”.
Hay otro efecto del que quiero hablar. 2 Timoteo 4:1, “Te encargo
solemnemente, en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a
los vivos y a los muertos, por en su manifestación y por su reino...” Este es un
lenguaje fuerte. Con su aparición viene un juicio, de este mismo juicio se
habla en 2 Corintios 5:14-17. “Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo
llegado a esta conclusión juicio...”; y el juicio aquí es entre los vivos y lo
muertos. Con la aparición del Señor viene un juicio.
¿Recuerdan Isaías 6? “En el año de la muerte del rey Uzías vi yo al Señor
sentado sobre un trono alto y sublime...” (vs.1) Una aparición del Señor que
llega a su cumplimiento en la iglesia, en el creyente, en el templo del Señor.
¡Isaías lo vio! Esto trajo un juicio entre lo vivo y lo muerto; tuvo un efecto
sobre Isaías: Cayó sobre su rostro ante de la presencia del Señor y clamó:
“¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en
medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque han visto mis ojos al
Rey, el Señor de los ejércitos” (vs.5).
~ 35 ~
¿Quién era Uzías? Era un rey de Israel que se había otorgó el derecho de
entrar al templo y ofrecer sacrificios. Se otorgó a sí mismo una función de
Cristo que no le correspondía, y por eso se llenó de lepra. Quedó expuesto lo
que él realmente era; carne. Uno de los significados de la lepra es “la carne
putrefacta del hombre vuelta hacia afuera”, “la exposición de la carne”. La
carne de Uzías quedó expuesta y murió así.
Ahora, aquí hay algo que debemos comprender. Cada persona que se veía a sí
misma leprosa, que se entendía leprosa, tenía que cubrir su boca y gritar a
todos los que se acercaban: “¡¡Aléjense, soy leproso; inmundo, inmundo,
inmundo!!” ¿Qué dijo Isaías? Lo mismo; pero en la presencia del Señor. Cayó
sobre sus rodillas y comenzó a arrepentirse por sí mismo y por toda la casa de
Israel. “¡Inmundos, inmundos, todos somos leprosos en Tu presencia!”. Ante
Su presencia un juicio viene a nuestros corazones. ¿Quién se mantendrá de
pie delante de Él? NADIE. Esto fue lo que Uzías trató de hacer, pero quedó
expuesto. Isaías cayó y grito que era inmundo.
Ezequiel hizo lo mismo, lo leemos en el capítulo 1. Cuando el Señor de gloria
apareció ante Ezequiel, él hizo una confesión: “...estando yo entre los
desterrados junto al río Quebar” (Ezequiel 1:1). Él no dijo: “Todas estas
personas están cautivas, excepto yo”. “Nosotros no tenemos visión del
Señor”; pero entonces el Señor de gloria apareció. Y de nuevo hubo un juicio
entre lo muerto y lo vivo.
Amados. ¡EL JUICIO NO ES PARA DESTRUIRNOS, SINO PARA
SEPARARNOS PARA EL SEÑOR, PARA SEPARAR LO VIVO DE LO
MUERTO! Escuchemos a Pablo, un hombre en el que el juicio del Señor
había tomado lugar y había ocurrido una separación en su alma: “Con Cristo
he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí...”
(Gálatas 2:20). Él no dijo: “Todos han sido crucificados, excepto yo”.
Tampoco dijo: “Ustedes han sido crucificados”. ¡NO! Pablo dijo: “Con
Cristo he sido crucificado y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en
mí...” Este es el juicio: “No yo, Cristo es quien vive en mí”. Esta separación
toma lugar en nuestra alma en Su aparición.
Mi punto central es: Esta separación no puede tomar lugar en nuestros
corazones sin la aparición del Señor. Podemos decirlo, podemos leer sobre
ello, pero toma lugar hasta que el Señor aparezca. ¡Esta obra del Espíritu debe
cumplirse en mi alma! Yo no lo determino, el Padre lo hace.
~ 36 ~
De la misma manera, en el servicio al cuerpo de Cristo, ¡yo no determino la
función de Cristo en mí, yo la acepto y obedezco! Reconozco en los
miembros del cuerpo la función de Cristo, porque es el mismo Espíritu. El
mismo Cristo que es revelado en mí, escoge cómo funciona en mí. Vive en
todos nosotros; sus vidas, mi vida, pero sus diversas funciones son para el
bien de Su cuerpo, para la edificación de Su cuerpo. Por lo tanto: “No por el
poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos”
(Zacarías 4:6).
¡¡Qué el Señor nos haga entender esto!! ¡¡Buscar conocer al que mora en cada
uno nosotros, conocerlo en Su plenitud!! “¡Padre revela a tu Hijo en mí! ¡Qué
ese Hijo sea revelado en mí y aparezca como el Señor de gloria! ¡Qué ese
Señor sea visto como el ungido de Dios que mora en mí! ¡Qué nuestra alma
sea transformada a esa realidad! ¡Qué aquellos en los que Cristo es revelado
sean obedientes a la función de Cristo en ellos, para el ministerio del cuerpo
de Cristo!”
El mensaje de esta noche es declarar la necesidad de esta obra del Espíritu en
ustedes. Que llegue a ser en nosotros más que una enseñanza o predicación,
que llegue a ser una realidad interna en la que vivimos y crecemos día a día.
Una realidad en la que somos reunidos en Cristo.
~ 37 ~
LA OBRA CONSUMADA I
Quiero compartir con ustedes acerca de lo que las Escrituras llaman: “La obra
consumada”. La obra que está completa, que es total y que está consumada.
Dicha obra se refiere a la cruz.
Cuando Cristo estaba muriendo en la cruz dijo varias cosas, hizo varias
declaraciones. Estas declaraciones se refieren a diferentes aspectos de la
misma realidad, pero “Consumado es” en Juan 19:30, es la declaración que
reúne todas las demás en sí misma. Jesús no se refiere con esta declaración
sólo a los eventos de ese día en particular, sino al plan completo de Dios.
Déjenme mostrarles algo, vayamos a Hebreos 9:26 y 27, quiero subrayar algo
en estos versículos. Primero que nada, estos versículos tienen que ver con la
Cruz: “De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces
desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los tiempos,
se presentó [FANERÓO en griego, Strong’s #5319] una vez para siempre por
el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera
que está establecido para los hombres [el tiempo del hombre] que mueran
una sola vez, y después de esto el juicio...” Hay mucho aquí, pero la palabra
“presentó” es la que quiero señalar.
Notemos el uso de otra palabra en el versículo 24: “Porque no entró Cristo
en el santuario hecho por los hombres, figura del verdadero, sino en el cielo
mismo, para presentarse [EMFANÍZO en griego, Strong’s #1718] ahora por
nosotros ante Dios”.
Ahora notemos el uso de otra palabra en el versículo 28: “Así también Cristo
fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá
[OPTÁNOMAI en griego, Strong’s #3700] por segunda vez, sin relación con
el pecado, para salvar a los que lo esperan”.
Las palabras en griego (traducidas aquí como “presentar o aparecer”) no
permiten que entendamos que hablan de ver algo natural. Se podría decir que
hablan de algo que es mostrado por el Espíritu, de algo que es revelado por el
Espíritu. Como vimos antes, se usan tres palabras diferentes en griego en
estos versículos (independientemente de la traducción que se las haya dado en
español o en inglés), porque cada una de ellas enfatiza un aspecto diferente de
~ 38 ~
la revelación de Cristo. Una de estas palabras significa: Tornarse
manifiestamente claro. Significa ver a alguien en su verdadera naturaleza y en
su verdadero carácter; todo está claro, no hay nada escondido ni encubierto; la
persona se presenta en verdad. ¡Por lo tanto, no es posible que esto se refiera a
una aparición natural!
Si yo entrara a esta habitación y ustedes ya estuvieran aquí, podría decirse que
“yo me presenté”, y ustedes podrían decir: “Lo hemos visto”. ¿Cómo sabrían
que me presenté? Porque me están viendo. Sin embargo, este no es el
significado de ninguna de las palabras usadas aquí. Estas palabras se usan
aquí, no en referencia a algo natural, sino en referencia a algo que no se puede
ver con los ojos naturales. Esta realidad de la que se habla aquí, la realidad de
que Cristo se presentó en nombre de nosotros ante Dios, la realidad de que
Cristo se manifestó en la cruz, la realidad de que Cristo se deja ver en
aquellos que vuelven su corazón para verdaderamente conocerlo...esta
realidad sólo puede ser revelada por el Espíritu de Dios.
Vamos por un momento a 1 Corintios 2:9, 14, 10, 12, “...cosas que ojo no vio,
ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que dios ha
preparado para los que le aman...Pero el hombre natural no acepta las cosas
del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender,
porque se disciernen espiritualmente...Pero Dios nos las reveló por medio del
Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de
Dios...Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu
que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado
gratuitamente”. Entonces las palabras traducidas en Hebreos como
presentarse o aparecer, no hablan de un presentarse o de un aparecer natural
que puede verse con la mente natural.
¿Qué quiero decir con todo esto? Volvamos a mi ejemplo: Yo entro en esta
habitación, ustedes me ven y dicen: “Se presentó el hermano Luman”. Sin
embargo, de acuerdo al significado de estas palabras, ustedes en realidad no
me han visto, porque de acuerdo a estas palabras, ustedes tendrían que
haberme visto en mi verdadera naturaleza, en mi verdadero carácter, sin nada
escondido o encubierto. Verlos sentados en esta sala no me dice nada de
ustedes, no me dice cómo son, me dice que están aquí y que existen, pero no
cómo son. Yo no los conozco al verlos naturalmente. ¡¡Este es el punto central
del pasaje en Corintios!! No se trata de ver con los ojos naturales, nunca ha
sido así, se trata de que el Espíritu de Dios revele a Cristo, de que lo revele en
aquellos que le pertenecen y tienen un corazón que desea conocerlo. Estaba
~ 39 ~
compartiendo anoche en uno de los grupos: “...No por el poder ni por la
fuerza, sino por mi Espíritu, dice el SEÑOR de los ejércitos” (Zacarías 4:6).
Esto es básicamente lo que estoy diciendo aquí también, pero desde otra
perspectiva.
Regresemos a la obra consumada...
Es la obra de la cruz y está consumada. En la cruz Cristo estaba atrayendo a
Sí mismo todo el plan eterno de Dios y llevándolo a su cumplimiento, y
ninguno de los que estaban ahí vio lo que hizo. Fue un par de semanas atrás
leyendo este versículo en Hebreos 9:26, que me percaté que ninguno de los
que estaban ahí había visto verdaderamente al Señor, ninguno había entendido
verdaderamente lo que Él había hecho, lo que Él había consumado. Yo sabía
que este versículo tenía que ver con la cruz, todo el mundo podía ver esto,
pero de pronto vi esta palabra “presentó” (se ha manifestado) y dije:
“¡¡Señor!!” No es sólo que Él hizo algo, no es que “...ahora, en la
consumación de los tiempos, se presentó una vez para siempre” e hizo esto,
hizo aquello, hizo... No fue que “se presentó una vez para siempre” y fue
golpeado por los romanos; eso no consumó nada.
Muchas cosas pudieron haberse dicho, pero aquí dice “...en la consumación
de los tiempos, se presentó (se ha manifestado)”. Amados, la cruz es obra del
Espíritu de Dios, y todo lo que pudieron ver los que estaban alrededor de ella
fue a un hombre muriendo, al igual que los hombres a ambos lados de la cruz.
Por lo tanto, esa gente se alejó y, ¿qué había visto? ¿Creen ustedes que había
visto la obra consumada de Dios? En realidad, SÍ, pero personalmente, NO,
porque ni los ojos naturales ni la mente natural pueden ver esto. El Espíritu de
Dios les revela esto a los que se vuelven para verlo y conocerlo a Él en sus
corazones.
Lo que estoy diciendo en esta sala esta mañana, es que la cruz debe ser más
real para nosotros hoy, que para los que estuvieron ahí aquel día y lo vieron
morir con sus propios ojos. Porque ellos en realidad no vieron Su muerte, no
vieron ocurrir la obra consumada, sólo vieron a un hombre morir. Ellos no
tenían el Espíritu de Dios, es cierto, pero Pablo nos dice que hay cristianos
que tienen el Espíritu de Dios, y que sin embargo, muchos de ellos no han
vuelto el corazón para conocer al Señor como sólo el Espíritu puede revelarlo.
La obra de Dios en ustedes y en mí es una obra que sólo el Espíritu puede
realizar, pero es realizada en ustedes y en mí, según el deseo y hambre de
~ 40 ~
nuestro corazón. La obra está consumada, la salvación está completa, Cristo
vive en mí, la plenitud de Dios en Cristo mora en mí, en mi propia alma. No
hay duda acerca de Su plenitud, la interrogante tiene que ver con mi deseo de
conocerlo a Él de esta manera.
Puede que alguien viva conmigo en la misma casa, y sin embargo, que yo no
tenga deseos de conocerlo. ¡Eso podría suceder! Nosotros somos la Casa de
Cristo, el Cuerpo de Cristo, pero para muchos creyentes Cristo es sólo una
religión, para otros es sólo un escape del pecado. Él es diferentes cosas para
diferentes creyentes de acuerdo a los deseos de sus corazones. Y esto también
tiene que ver con estas palabras. Si Él no es revelado por el Espíritu, no lo
conoceremos verdaderamente. Sabremos cosas sobre Él o sobre lo que hizo,
pero conoceremos verdaderamente cómo es, conoceremos verdaderamente
nuestra relación con Él, sólo si nos es revelado por el Espíritu.
Pensemos en todo lo que Cristo hizo en 3 años y medio; pensemos en eso. No
obstante, nadie lo conoció verdaderamente debido a eso. Le preguntaron a un
ciego, a un hombre que había sido ciego de nacimiento y que el Señor sanó:
“¿Quién es Él?”. Él les dijo: “No sé, sólo sé que me sanó”. El Señor lo sanó,
pero el ciego no lo conoció. Todas las personas que estaban alrededor de la
cruz aquel día vieron con sus ojos que Jesús sangraba, vieron con sus ojos
todo lo que estaba sucediendo; lo vieron todo. Y sin embargo, no tenían ni
idea de lo que estaba pasando. No tengo que decirles que hay muchos
cristianos así hoy, cuyo conocimiento de Cristo se basa en lo que Él hizo o en
lo que creen que hizo, en lugar de quién es Él.
En consecuencia, nosotros no conocemos, realmente, la grandeza de nuestra
salvación. Realmente no sabemos que nuestra salvación es una relación con el
Cristo que mora en nosotros. Muy pocos creyentes entienden lo que Pablo
dice en Gálatas 2:20, “Con Cristo estoy juntamente crucificado...” Amados,
ninguno de los que estaban mirando la cruz entendió esto. Pedro no lo
entendió, Santiago no lo entendió, Juan no lo entendió, ellos no lo entendieron
en ese momento con los ojos naturales. Es decir, no entendieron que ellos
mismos estaban colgando allí con Cristo, pero el hecho de que nosotros
morimos juntamente con Él es parte de la obra consumada.
La obra consumada no es sólo que Jesús murió, sino también que yo morí con
Él. No podemos conocer esto con la mente natural, no podemos ver esto con
los ojos naturales, sino por el Espíritu Santo. El escritor de Hebreos pudo
haber dicho: “...pero ahora, en la consumación de los tiempos, se presentó
~ 41 ~
(ha manifestado) una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para
quitar de en medio el pecado, y nadie lo vio, excepto el Padre”. Pudo haberlo
dicho porque es cierto, porque lo que ocurrió en la cruz era entre el Padre y el
Hijo. Sólo el Padre puede revelar al Hijo en nosotros en esta realidad, y que
así, el Hijo se convierta en nosotros en el final de todo lo viejo y en el
principio y plenitud de todo lo nuevo.
Sólo el Padre puede revelar a ese Hijo en nosotros. Es como si el Espíritu
sacara ese evento, esa muerte, ese día de su contexto natural y lo trajera a
nuestro corazón, y abriera los ojos de nuestro entendimiento para que
viéramos la realidad de la cruz. Y por eso las palabras que hablan del
“presentarse, hacerse manifiesto o dejarse ver” del Señor son utilizadas en
este pasaje. La mente natural dice que Él hizo esto o aquello, pero no lo puede
conocer; Él ha hecho esto y lo otro, y la mayoría no lo acepta. No obstante,
“...en la consumación de los tiempos, se presentó (ha manifestado) una vez
para siempre...” y lo hizo. ¿A quién se dejará ver Él en esta realidad? A los
que están expectantes
Y no lo dice sólo aquí, también lo dice Pablo en todas sus cartas. En
Colosenses 3 dice que pongamos nuestra mirada en donde está Cristo, la
mirada de nuestro corazón; esto no se refiere a sólo un vistazo, a una mirada
casual. Esta palabra habla de concentrar nuestro corazón, habla de la mirada
del alma. Él aparecerá (se dejará ver) en aquellos que están expectantes, el
Padre revelará a Su Hijo en el alma de los que lo miran a Él. Pablo dice que él
ora para que los ojos de nuestro entendimiento sean alumbrados. La palabra
“alumbrados” viene de una palabra en griego que también se traduce como
“aparecer” en algunos versículos.
Cuando Juan dice en una de sus epístolas: “...si andamos en luz, como él está
en luz, tenemos comunión unos con otros...” (1 Juan 1:7), pudo haberlo dicho
de esta manera: “...si andamos, crecemos y vivimos en la luz de Su aparecer,
tenemos comunión unos con otros”. Esto es cierto, porque a menos que Él sea
revelado no tenemos luz, sólo tenemos las tinieblas de nuestro entendimiento
natural tratando de entender a Cristo.
¡¡Realmente tratando de entender a Cristo!! Pero es imposible. Decimos:
“¡Ohhh, si yo hubiera estado hace 2000 años...! ¡Si yo lo hubiera visto
morir...! ¡Si yo lo hubiera visto con mis ojos naturales no habría sido como los
demás, habría puesto mi vida por Él, lo observaría continuamente! ¡Si yo lo
hubiera visto morir...!” Pues no, amados, ustedes habría sido igual a cualquier
~ 42 ~
otro aunque hubieran estado ahí, no habrían visto la realidad que estaba frente
a sus propios ojos.
Pablo lo dice una y otra vez, pero muchas veces leemos y nos perdemos lo
que él dice. En lugares como 2 Corintios 5:14-17 encontramos exactamente lo
mismo que he estado diciendo, sin embargo, los cristianos leen estos
versículos todo el tiempo, y la mayoría no sabe de lo que hablan; pero aquí
está: “14Porque el amor de Cristo nos constriñe, [habiendo llegado a este
juicio, a este entendimiento espiritual]: que si uno [Cristo] murió por todos,
luego todos murieron [con Él]...” Según Pablo, nosotros hemos llegado al
entendimiento de que cuando Cristo murió, todos murieron con Él. ¡Aunque
en realidad, las personas no vieron esto cuando Él murió! Esto llega a ser
conocido por aquellos en quienes Él mora, es un entendimiento dado por Dios
de lo que Pablo describe. Él presenta el final de algo, dice que en la cruz algo
llegó a su fin, a su culminación: CUANDO CRISTO MURIÓ, TODOS
MURIERON CON ÉL.
Y eso es, precisamente, lo que Pablo continúa diciendo en el siguiente
versículo: “15...para que nosotros los que tenemos vida, no vivamos para
nosotros mismos, porque hemos sido crucificados con Cristo. Sí, sí tenemos
vida, pero no es la nuestra, porque es Cristo el que vive en nosotros”. He
traído Gálatas 2:20 y lo he metido en este pasaje. Algo llegó a su final en la
cruz, y algo surgió en novedad en la cruz, y sólo el Espíritu Santo puede
revelar esta realidad en nuestra alma.
“16De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la
carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”.
Esto es lo que estoy diciendo. Los discípulos anduvieron con Él por 3 años y
medio, y aún así no llegaron a conocer realmente quién era Él, la mayoría del
tiempo no entendieron lo que decía. Movían la cabeza, se la rascaban y se
preguntaban: “¿Qué será lo que está diciendo?”; aunque lo amaban. Entonces
el Señor les dijo: “Cuando yo me vaya, cuando me vaya a la cruz, en muerte,
sepultura y resurrección, vendré a ustedes en la novedad de mi Espíritu, y
moraré en ustedes. He estado con ustedes, pero ese día conocerán que estoy
en ustedes, y entonces entenderán”.
Pablo nos dice que al Padre le agrada revelar a Su Hijo en nosotros. En cada
carta que Pablo le escribió a la iglesia habla de esta realidad, y de la necesidad
de que el Padre revele a Su Hijo en nosotros por medio de Su Espíritu. Aquí
está dicha la realidad: “17De modo que si alguno está en Cristo [y no es
~ 43 ~
cualquier hombre en cualquier lugar. Si algún hombre está en Cristo, si alguna
mujer está en Cristo, en esa unión con Él, entonces...], nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
Bien, lo crean o no, amados, después de todo esto, por fin he llegado a lo que
quería, pero no voy a tomarles más tiempo.
La obra consumada se trata de quitar y establecer. Básicamente, todo lo que
no es Cristo es quitado, y Cristo es entendido, visto y revelado como la
culminación y plenitud de nuestra salvación, de la nueva creación, de nuestra
vida. El versículo 17 dice: “...las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas”; pero una mejor traducción dice: “he aquí lo nuevo ha
venido”. Y, ¿quién ha venido? Cristo. Y, ¿adónde ha venido? A nosotros.
Porque si alguno está en Cristo, Él está en esa persona, en ese creyente.
“las cosas viejas...” La palabra “cosas” se usa aquí, porque habla de muchas
cosas, de muchísimas cosas diferentes, el orden antiguo consistía de muchas
cosas, no había unidad. Pero en lo Nuevo no es así, la salvación no tiene que
ver con cosas, con muchas, muchas cosas, es acerca de UNO. Un Señor, un
bautismo, una fe, un cuerpo, una expectativa... y podríamos continuar. No
tenemos muchas vidas, sólo tenemos una vida, porque nuestra vida es UNO,
un Espíritu, el Espíritu de Cristo.
Sentados en esta sala, y déjenme usar la palabra “muchas”, hay muchas
almas, pero somos un Espíritu, no muchos espíritus. Efesios 4 habla de un
Espíritu, un Señor, un cuerpo. El cuerpo tiene muchos miembros, pero es un
cuerpo. ¿Por qué? Porque no es el cuerpo de muchos, es el cuerpo de Cristo y
Él vive en él por Su Espíritu. ¡¡Aleluya!!
¡¡Por fin llegamos a lo que quería esta mañana!! La obra consumada no se
trata sólo de cosas que son quitadas, sino del Nuevo viviendo en nosotros. La
obra consumada quita cosas, es verdad, pero no se completa con eso, la
plenitud de la obra consumada no se halla en cosas, se halla en Cristo. La
salvación no tiene que ver con lo que no existe, sino con el que vive en
nosotros.
Voy a terminar leyendo lo que iba a usar para comenzar, Hebreos 10:9, “...He
aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para
establecer esto último”. Lo viejo es quitado, pero la atención no está sobre lo
viejo que está siendo quitado, sino sobre lo Nuevo que está siendo
~ 44 ~
establecido, lo Segundo que vive en nosotros. ¡¡Aleluya!!
Esta es la obra consumada: El propio Cristo es la obra consumada de Dios y
Él mora en nosotros.
~ 45 ~
LA OBRA CONSUMADA II
Esta mañana hablé en otro grupo sobre “La obra consumada”, de la naturaleza
y carácter de dicha obra. Dije que la obra consumada de Dios en Cristo, no se
trata tanto de lo que es quitado, sino de lo que permanece. Quiero continuar
con esa enseñanza esta noche.
Quiero hablar acerca de la Persona. La obra consumada es, de hecho, una
Persona. No es lo que Cristo hizo, sino lo que Cristo es. Por lo tanto,
comprender la obra consumada de Dios en Cristo, es conocer al mismo
Cristo. Sé que sabemos esto, sólo estoy diciéndolo a manera de introducción.
En 1 Corintios 1:30 dice, “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual
nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y
redención”. Esto ES Cristo. La dádiva de Dios es Cristo, y en Él habita
corporalmente la plenitud de la Deidad. Entonces, como ustedes ya saben,
nuestra salvación no es Cristo y muchas cosas más, porque todas las cosas de
Dios están en Cristo; nuestra salvación es nuestra unión con el Cristo que
habita en nuestro interior. Ni siquiera es algo que Él haya hecho por nosotros,
sino quién es Él en nosotros, y quién es Él en nosotros, es lo que Él nos ha
sido hecho por Dios. Todo lo que Él es, lo es en mí. Él no es una cosa para el
Padre y otra para ustedes y para mí; Él es el mismo. Si Él es la justicia de
Dios, lo cual dicen las Escrituras, entonces Él ha sido hecho la justicia de
Dios en nuestra alma.
Amados, esto puede sonar simple para nosotros y familiar para nuestros
oídos, pero este es un concepto extraño para la mayoría de la iglesia cristiana
mundial. La salvación para la mayoría del mundo cristiano, se enfoca en
cosas que Cristo hizo, hace o hará, y tiene muy poco que ver con la unión con
Él, aún así, eso precisamente, es la obra consumada de Dios.
Las obras del Antiguo Pacto siempre quedaron cortas. Por ejemplo, en el
Antiguo Pacto los sacrificios nunca terminaban, nunca hubo un sacrificio
completo; lo que se llevaba un día, tenía que ser llevado el día siguiente, y el
día siguiente, y el día siguiente. Lo que se llevaba a una fiesta, tenía que
llevarse a la siguiente. ¡Nada se terminó, nada se completó, todo quedaba
corto de la gloria de Dios! ¡Y nada de eso complacía a Dios! Hebreos 10:5 y 6
hablando de Jesús dice, “...Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio
~ 46 ~
y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones
por el pecado no te agradaron”. ¿Ven lo que dice? Que esas cosas bajo el
Antiguo Pacto nunca agradaron a Dios.
Pero, ¿qué fue lo primero que se dijo del Hijo en el bautismo? “...Este es mi
Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Luego Pablo usa el
mismo término: “Pero cuando agradó a Dios...revelar a su Hijo en mí...”
(Gálatas 1:15-16). El Hijo complace al Padre, Él es la complacencia del
Padre, y la obra consumada es que Él vive en nosotros. ¿Qué bien le habría
hecho a usted o a mí que Él hubiera muerto, hubiera sido sepultado y
resucitado, si no hubiera venido de nuevo a vivir en nosotros? Todo lo que
hizo habría sido irrelevante, y mucha de la gente de la iglesia no tiene idea de
esto.
Creo que hay muchos cristianos que realmente aman al Señor, pero lo único
que han escuchado es lo que hizo; que murió por nuestros pecados, que fue
sepultado, que resucitó...Todo esto es maravilloso, pero ¿de qué me sirve a
mí? Una respuesta débil para esto sería: “Bueno, un día Él va a regresar y me
va a llevar con Él a otro lugar”; y aunque eso fuera cierto, aún así, no es lo
mismo a que Él viva en mí; aún así, se queda corto de la gloria de Dios. ¡Esto
fue, precisamente, lo que un día me llevó a una gran desesperación!
Yo nunca dudé de Dios, nunca dudé de la salvación, nunca dudé de lo que Él
había hecho, pero siempre había una distancia, una separación. Me parecía
que yo estaba en un lugar y Él en otro, y yo vivía tratando de hacer cosas para
Él. La distancia siempre estaba ahí. Mi oración siempre era: “Señor, ven,
ven...” En todas mis oraciones yo le pedía al Señor que estuviera más cerca de
mí y yo de Él. Ahora, si usted no tiene un corazón para el Señor, no va a
terminar desesperado, pero si usted realmente tiene un corazón para el Señor,
sí. Es como si cada vez que se volviera buscándolo, quedara corto de la gloria
de Dios. Usted nunca encuentra una obra completa, algo sobre lo cual
descansar, vivir y permanecer en la presencia de Dios.
¡Es una pena que el mundo de la iglesia continúe alejando a las personas de
esto, porque esta realidad es de lo que se trata la cruz!
Nosotros entendemos que la cruz es donde la obra fue consumada, y he visto
que muchos que creen esto siguen quedando cortos de la gloria de Dios en su
entendimiento. Creemos en la obra consumada, pero no sabemos qué es.
~ 47 ~
En fin... nosotros siempre estamos viniendo al entendimiento del Señor, eso es
cierto; la Verdad no cambia, Ella sólo va poseyéndonos. La Verdad es la
misma, el alma se está expandiendo, el alma está siendo transformada, el
espíritu de nuestra mente está siendo renovado. Entonces, siempre hay un
punto más allá del cual hemos caminado. ¿Recuerdan las instrucciones?
“...Tomad el arca del pacto, y pasad delante del pueblo. Y ellos tomaron el
arca del pacto y fueron delante del pueblo” (Josué 3:6); las instrucciones eran
necesarias porque ellos nunca habían cruzado antes, porque ellos no conocían
ese camino. ¡Un total cambio de administración!
¡¡Bueno, nosotros hemos llegado a esta nueva administración, a la
administración del cumplimiento del tiempo!! Ellos pasaron de la
administración de Moisés a la administración de Josué. Esto es un tipo y una
sombra, pero ha cambiado, nosotros hemos llegado a la realidad de lo que eso
fue tipo y sombra. Pablo lo llama “...en la dispensación del cumplimiento de
los tiempos” (Efesios 1:10), “la administración del Espíritu de Dios”.
El escritor de la carta a los Hebreos no podía referirse a algo más cuando dijo
en Hebreos 12:2, “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe,
el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el
oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. “Puestos los ojos en
Jesús...”, así es precisamente como se camina, “...por cuanto vosotros no
habéis pasado antes de ahora por este camino” (Josué 3:4). “No vamos a
andar en círculos, vamos a caminar en la luz como Él está en la luz porque no
hemos estado aquí antes”.
Este caminar nunca se torna aburrido, repetitivo...no; siempre es nuevo y Él
siempre es el mismo. ¡¡Ohhh, esto es tremendo, amigos; esto es tremendo!!
Podemos memorizar lo que Él ha hecho, pero no podemos memorizarlo a Él.
La obra consumada es quién es Él, todo lo que Él es y nos ha sido hecho por
Dios, y la administración del Espíritu es mostrarnos esa realidad. ¡Cómo
podríamos ver esa realidad si no es porque el que es esa realidad, es revelado
en nosotros! Entonces, nuestro caminar es viendo a Jesús, no lejos de
nosotros, sino dentro de nosotros, aunque siempre está puesto delante de
nosotros. Pablo dice lo mismo en Filipenses hablando de este caminar:
“...olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está
delante...” (Filipenses 3:13). No que esté lejos de nosotros, sino delante de
nosotros.
Entonces, la obra consumada no quedó corta de la gloria de Dios.
~ 48 ~
La obra consumada es la obra de la cruz, en eso estamos de acuerdo, pero
hace unas semanas fui retado nuevamente por el Señor, lo cual no es nada
raro. El reto vino a mi corazón a manera de pregunta: “¿Conoces tú Mi obra
consumada?”; sólo eso. Amados, yo no soy la persona más inteligente en esta
sala, pero he aprendido algo. Cuando el Padre, el Espíritu de Dios me hace
una pregunta como esa, mejor me quedo callado, y si digo algo, mejor digo:
“Probablemente no, Señor”.
¿Será que nunca hemos visto a Cristo? Sí hemos visto a Cristo, yo he visto a
Cristo, y estoy seguro de que ustedes también han visto a Cristo. Yo he visto a
Cristo, pero Él siempre está delante de mí, y yo siempre estoy aprendiéndolo
a Él. La capacidad de mi alma para contener verdad hoy, es mayor que la
capacidad que tenía ayer, porque el incremento está en la verdad misma, en la
luz misma. Entonces, ante la pregunta que me hizo el Señor, sólo permanecí
delante de Él y dije en mi corazón: “Padre, revela a Tu Hijo en mí”; porque de
eso se trata todo.
He estado en esta búsqueda respecto a la revelación de Cristo y de los tres
términos en la que esta se resume: La revelación del Hijo, el aparecer del
Señor y la venida de Cristo. Estos tres términos hablan de diferentes aspectos
de la misma obra del Espíritu. Estos tres términos se refieren a Cristo en
nosotros. Estos tres términos se relacionan directamente con la obra
consumada de Dios.
Aquí está la pregunta que quiero hacer: Dado que la obra consumada se
relaciona con la cruz, ¿qué hizo el Padre en la cruz que se convierte en la base
de todo lo que el Espíritu hace en nosotros? Y noten que no pregunté, qué
hizo el Hijo, o qué hizo Cristo. ¿Cuál fue la obra que hizo el Padre? ¡Esta es
nueva terminología para mí! Recuerdo donde estaba, recuerdo que era un
sábado y que estaba en el Centro de Investigación. Recuerdo que mi corazón
se rompió, sólo puse mi cabeza en una silla y empecé a llorar, porque algo
estaba obrando en mí. Nunca había pensado en esto: ¿Qué hizo el Padre? Ver
la cruz, es ver la obra del Padre, algo que Él hizo; nunca lo había entendido de
esa manera.
Los romanos no lo hicieron, los judíos no lo hicieron, lo hizo el Padre. Yo
sabía esto, pero nunca había venido así a mi alma, y abrió una puerta para una
mayor comprensión de la obra consumada; aunque sea un poquito. Todo lo
que había sido hecho estaba relacionado directamente con Cristo, pero ¿qué
~ 49 ~
hizo y qué está haciendo el Padre que le da al Espíritu la base para hacer todo
lo que está haciendo en nuestros corazones y almas? Reunió estos tres
términos en la cruz: El Hijo fue revelado, el Señor apareció y Cristo vino.
La obra consumada no es lo que Jesús hizo, sino lo que Él es. El Padre lo
reveló y nadie lo vio, nadie lo entendió. Las mentes naturales de aquellos días
no lo vieron, ni tampoco las mentes naturales de hoy. Nadie vio la obra
consumada, pero el Padre la hizo, y eso es lo importante. Puso las bases para
la venida de Cristo en nosotros, puso las bases para la obra del Espíritu en
nosotros. Y, ¿cuál es la obra del Espíritu de Dios en nosotros? La revelación
del Hijo, el aparecer del Señor y la venida del Cristo; es como Él fue revelado
en la cruz, como apareció en la cruz y como vino en la cruz.
Esa es la obra, no lo que Jesús hizo, o lo que el Padre hizo, sino lo que es el
Hijo. Esa es la obra que es revelada en nuestra alma. Así es como la cruz nos
afecta, así es como la obra de la cruz está en nosotros. Esa es la razón por la
que la predicación de la cruz y la predicación de Cristo es lo mismo. No hay
un evangelio de la cruz y un evangelio de Cristo; son lo mismo. ¿Por qué?
Porque la cruz está personificada en Él, es donde Dios reveló a Su Hijo,
donde el Señor de gloria apareció. Amados, esa no fue la hora de Su derrota,
esa fue la hora de Su victoria; ahí fue donde el Ungido divino de Dios vino.
Esto golpea mi corazón, porque esa es la obra del Espíritu, toma muchos
fragmentos y los junta, toma muchas Escrituras y las junta, y donde quiera
que veo está esa realidad. Romanos 16:25-26 dice, “Y al que puede
confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la
revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos,
pero que ha sido manifestado ahora...”. Cuando Pablo habla de “ahora”, se
refiere a la obra de la cruz, a algo que ha llegado a su cumplimiento, algo que
no estaba ante, pero ahora sí. Lo vemos nuevamente en Efesios 3:9 que dice,
“...y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde
los siglos en Dios, que creó todas las cosas”.
En directa referencia a esto, voy a unir algunos versículos acerca del misterio
de Dios que fue establecido antes de la fundación del mundo. Se habla de lo
mismo en Colosenses 1:26, “El misterio que había estado oculto desde los
siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos”. En 2
Timoteo 1:9-10, “Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no
conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos
fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha
~ 50 ~
sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual
quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio”.
Todos estos versículos se refieren a lo mismo, al propósito y plan de Dios en
Cristo desde antes de la fundación del mundo. Pablo dice que el eterno
propósito y plan de Dios escondido por generaciones, escondido bajo el
Antiguo Pacto, es ahora, al final de los tiempos, al final del tiempo del
Antiguo Pacto, en el cumplimiento de los tiempos. Los tiempos que Dios usó
como testimonio finalmente llegaron a término, y ahora es. Aquello que
estaba escondido ahora ha sido manifestado.
Bien, ya lo leímos, pero ¿a qué se refiere eso?, ¿cuándo fue manifestado lo
que estaba escondido? Yo hubiera dicho que cuando es revelado en mí.
¿Cuándo es el ahora? Cuando es revelado en mí; pero eso es cierto sólo para
mí. Tal vez Cristo fue revelado en alguien más antes que en mí. Entonces, el
ahora es diferente en ellos que en mí. ¿Cuándo fue manifestado lo que estaba
escondido? ¿De qué estaba hablando Pablo? Pablo estaba hablando de la cruz.
No importa cuando venga yo a la cruz, porque en ese momento ella se
convierte en un ahora, en una realidad presente, pero es una realidad presente,
porque fue hecha una realidad en la cruz. El mundo nunca verá lo que sucedió
en la cruz, pero Dios por Su Espíritu revela esa obra consumada.
Por eso Pablo relaciona el misterio del evangelio de Cristo con la cruz; porque
son lo mismo, no son cosas diferentes. No hay un evangelio de la cruz y un
evangelio de Cristo. Entonces, cuando Pablo habla del misterio que estaba
escondido y que ahora ha sido manifestado, apunta a la cruz. Por lo tanto, una
obra consumada, una obra completa, habla de que el Padre terminó una obra y
ahora reposa, y nos invita a participar a nosotros de ese mismo reposo. ¿Tiene
sentido para usted? Para mí tiene sentido, porque la obra que fue completada
es Cristo, es el Hijo.
Sólo quiero decir unas cosas más de cómo el Hijo, el Señor y Cristo se
relacionan con la cruz. El Hijo revelado, el Hijo obediente; Filipenses 2:5-8
habla de esto, del Hijo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Amados,
este es el Hijo que es revelado en nosotros, esta es la obediencia que es
revelada en nosotros; primero fue revelada por el Padre en la cruz. Así es
como la cruz entra en nosotros, a través de la revelación del Hijo. La cruz no
son dos pedazos de madera, es la obra de Dios en Cristo. Es Dios que dice:
“¡El tiempo ha terminado! ¡Suficiente de esto! ¡No más sacrificios, no más
ofrendas, no más tipos y sombras! ¡No más mandamientos de la Ley!
¡Suficiente de eso! ¡El cumplimiento del tiempo ha venido...!”; y envió a Su
~ 51 ~
Hijo. No para hacer algo, sino para ser algo. Lo reveló como Él era, y así es
como Él es revelado en nosotros; esto es sinónimo de la cruz. ¡¡Aleluya!!
El Hijo obediente, obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Amados, el
Hijo es revelado en nosotros en esa misma obediencia. Si nosotros
hubiéramos estado presentes aquel día, no habríamos vista esta realidad, pero
ahora ese Hijo está en nosotros, y nuestra alma enfrenta esa misma realidad.
Para mi alma el ahora de la cruz ha venido.
El Hijo obediente fue la respuesta de Dios a la desobediencia de Adán; el hijo
desobediente. La respuesta de Dios para Adán es Cristo y no tiene otra.
Nosotros enfrentamos esto cuando el Hijo es revelado en nosotros. ¿Se han
dado cuenta ustedes de cuán lejos está el mundo religioso de esto? El mundo
religioso ve la cruz, pero no ve más allá de lo que vio la multitud que estaba
alrededor de ella aquel día; no ven mucho más. Pero cuando el Hijo es
revelado en nosotros, es ese Hijo obediente, no sólo la respuesta de Dios a
Adán, sino el cumplimiento de Isaac.
El Hijo obediente es el cumplimiento de Isaac, la semilla que debía caer en
tierra y morir para que hubiera un incremento. Así es como el Hijo es
revelado en mí, no puede haber incremento de otra manera. La obra
consumada se ve cuando el Hijo es revelado en mí y el Espíritu sigue
reuniendo la realidad de Él en nuestra alma. Dios revela Su perfecto
conocimiento de ese Hijo, de ese ungido, en aquellos en quienes mora Su
Hijo, a fin de tener en nosotros, en nuestra alma, lo que tiene en ese Hijo.
El heredero de Dios debía ser el primogénito de todo Israel, el primogénito de
entre los muertos, por eso Isaac fue llevado a la montaña. Esto no tiene
sentido para la mente natural: “¡¡Cómo!! ¿Vas a matar al heredero?” ¡NO! El
heredero es el primogénito de entre los muertos y esto fue demostrado en
Isaac; fue llevado al altar y tenía que quedar muerto en la mente y en el
corazón de Abraham. Esto era tipo y sombra de lo que Cristo iba a cumplir.
En la cruz estaba el Heredero de Dios. La mente natural no puede entender
esto, mueve la cabeza, se la rasca y grita: “¡¡Si eres el Hijo de Dios baja de la
cruz!!” ¡Esto era lo que gritaban los judíos! Pero Él no se podía bajar, porque
Él tenía que ser el primogénito de entre los muertos, de lo contrario, no habría
herederos de Dios. Si el Hijo primogénito es de entre los muertos, todos los
que vivan por Él deben pasar por la misma muerte. Por eso nosotros somos el
Cuerpo de Su resurrección. Nosotros salimos de entre los muertos y Él vive
~ 52 ~
en nosotros. La resurrección de los muertos es Cristo mismo; Su incremento
se produce en Su resurrección.
Cristo en mí y en ustedes. El Señor de gloria aparece. ¡¡Esto es algo glorioso!!
Sólo pensemos un momento en esto. Dije hace un rato que Él no apareció en
derrota, sino en triunfo. ¿Saben ustedes cuándo llegó el final? Llegó en la cruz
y aparece en mí cuando Él me es revelado; no aparece hasta que Él sea
revelado en mí. “Nadie conoce al Hijo sino el Padre”. El Padre es quien
revela al Hijo en nosotros.
Jesús dijo en Juan 12:31, “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el
príncipe de este mundo será echado fuera”. Él no estaba en la cruz en
derrota, sino en triunfante victoria. Muy rápidamente vayamos a Colosenses
2:14-15, “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que
nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y
despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente,
triunfando sobre ellos en la cruz”. El apareció en la cruz como el Señor de
gloria y vino como el Ungido de Dios. En Hebreos 10:9, en palabras de Él
hacia Su Padre dice, “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad;
quita lo primero, para establecer esto último”. Esa venida tiene el mismo
efecto en nosotros, quita lo primero y establece lo segundo.
En la cruz Él vino en muerte y vino de nuevo en Vida, y ahora vive en
ustedes. Él es la realidad de esa cruz y está en nosotros. Es esta realidad, esta
obra consumada lo que el Padre va a revelar en nosotros.
~ 53 ~
LA ESPERANZA BIENAVENTURADA I
Vamos a leer Tito 2:13, “Aguardando la esperanza bienaventurada y la
manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. Hoy
quiero mover sus corazones para que pensemos juntos acerca de lo que es esta
“esperanza bienaventurada”.
Recordemos que este término es usado por Pablo por primera vez al escribirle
a Tito hace 2000 años, y esa “esperanza bienaventurada” ya era real entonces.
Esta carta no fue escrita ayer, fue escrita hace 2000 años. Por lo tanto, no
habla de un nuevo evento, ni de una nueva enseñanza, es parte de la realidad
de nuestra relación con Cristo. De lo contrario, ¿por qué la habría mencionado
Pablo hace 2000 años? ¡¡Piensen en esto!!
La salvación de Dios no comenzó conmigo, ni comenzó con nosotros. El
evangelio no comenzó conmigo; hace 2000 Pablo estaba hablando de una
esperanza que tenía su cumplimiento en la manifestación del Señor Jesucristo,
en el conocimiento de Él, al verlo a Él. Hablé anteriormente en otra lección,
de la realidad relacionada con las palabras “presentarse, manifestación,
aparecer”. Vimos que dondequiera que estas palabras se usan en relación con
Cristo, hablan de una realidad espiritual...en todos los casos. Hablan de un
darnos cuenta del Cristo revelado por el Espíritu de Dios. Hablan de una
consciencia de Cristo que la mente natural no puede concebir o los ojos
naturales ver. Hablan de una realidad espiritual de Cristo que es dada por “Mi
Espíritu”; dice el Señor.
Hablan de una realidad que tiene como propósito específico la edificación del
Cuerpo de Jesucristo, nuestro crecimiento, juntos en Él...en todos los casos es
así. Si tuviéramos tiempo, me encantaría recorrer todo el Nuevo Testamento
para que viéramos que en todos los versículos donde estas palabras son
usadas, hablan de un entendimiento de Cristo, de un conocimiento de Cristo,
de verlo a Él como sólo el Espíritu puede revelarlo. Ninguna se refiere a algo
que se ve naturalmente, sino a la relación de Él con Su iglesia.
La palabra que se traduce del griego como “esperanza”, sería mejor traducida
y entendida como “expectativa”. Es importante que lo entendamos. La
mayoría de la gente usa la palabra esperanza así: “Espero que no llueva
mañana”. Hay una medida de incertidumbre implicada en la palabra
~ 54 ~
esperanza; así la usamos normalmente. En el Nuevo Testamento no tiene ese
uso, la palabra en griego es “expectativa”. En Hebreos hay un versículo que
dice: “...a los que le esperan” (9:28). Esta palabra “esperan” tiene una
expectativa incluida. La versión en inglés King James dice: “...y a los que lo
buscan”, esta palabra “buscar” también tiene una expectativa incluida. Por lo
tanto, deberíamos entender “a los que lo esperan con expectativa...; a los que
lo buscan con expectativa...” Hay una certeza en sus corazones de que si lo
esperan lo verán, de que si lo buscan lo encontrarán. De esto es de lo que
estamos hablando.
Hablemos de un embarazo. Digamos que una mujer pronto va a ser madre,
está en el hospital y el bebé está a punto de nacer; llegó la hora, sólo está a la
expectativa del nacimiento de su bebé. Esta mujer no podría pensar ahí:
“Espero estar embarazada”. ¡¡NO!! Hay una certeza en su expectativa, hay
una seguridad en su esperanza. “Expectativa”, este es el término bíblico. La
certeza de la expectativa tiene como base una realidad. Yo tengo la
expectativa de ver a Cristo cuando lo espero o lo busco, porque Él está ahí.
Mi expectativa no está relacionada con si Él está o no, porque Él ya está ahí.
La expectativa es que si yo lo espero lo veo, que si yo lo busco lo encuentro.
Entonces aquella mujer en el hospital no espera estar embarazada, tiene la
certeza de que está embarazada, y sobre esa certeza está a la expectativa de
ver a su bebé. Así es como esta palabra tiene que ver con Cristo. No espero
que Él esté ahí, ni tampoco que algún día vaya a estar ahí. Yo sé que Él está y
tengo la expectativa de verlo cuando me vuelva. ¡¡La expectativa
bienaventurada!! La manifestación del Señor, la revelación de nuestro
salvador Cristo Jesús, verlo a Él; de esto es de lo que Pablo está hablando
aquí.
Sigamos un poquito más con nuestro ejemplo de la mujer embarazada.
Salimos de la sala de maternidad, el bebé ya nació y la madre y el bebé están
bien. Ahora cambiemos nuestra historia, pero antes quiero hacerles una
pregunta: ¿Qué están esperando los que ya estamos en Cristo? Ya estamos en
Cristo, somos una nueva creación, ¿qué estamos esperando como nueva
creación? Veamos lo que Pablo describe en Efesios 2:4-7, “Pero Dios, que es
rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia
sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en
los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros
las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en
~ 55 ~
Cristo Jesús”. Este último versículo es importante. No dice que en los siglos
venideros Dios finalmente hará algo para aquellos que esperen lo suficiente.
Sí dice que a través de los siglos venideros Él nos mostrará lo que ya hizo en
Cristo. ¡Ustedes pueden leerlo, eso es lo que dice Pablo!
Él nos dio vida juntamente con Cristo, a los que les dio vida los resucitó
juntamente con Cristo... ¿Qué dijo Jesús? “Yo soy la resurrección y la vida”.
A los que en Su resurrección nos resucitó de entre los muertos, nos sentó
juntamente con Él en los lugares celestiales. Nos hizo un cuerpo en Cristo
para mostrarnos en los siglos venideros Sus riquezas, para mostrarnos en los
siglos venideros Su gracia, para mostrarnos en los siglos venideros Su gran
amor. Para mostrarnos lo que ya ha hecho, no lo que va a hacer. La esperanza
bienaventurada, la expectativa bienaventurada nada tiene que ver con lo que
Dios haría o hará, sino con lo que ha hecho y nuestro conocimiento de eso.
¿Cómo nos va a mostrar a los que ya estamos en Cristo lo que Él ya ha
hecho? A través de la revelación de ese Cristo en ustedes y en mí. No hay otra
forma. Eso es lo que Pablo dice. Si nosotros no hubiéramos recibido vida
juntamente con Cristo, si no hubiéramos sido resucitados juntamente con
Cristo en Su resurrección, si no hubiéramos sido sentados juntamente con
Cristo, nada de lo que he dicho sería cierto. Si nuestra unión con Cristo no es
cierta, nada de lo que he dicho es cierto. Pablo dice en cierto lugar que si
Cristo no resucitó de entre los muertos, no tenemos expectativa; pero estamos
diciendo que Cristo resucitó y vive en nosotros. Si Cristo no resucitó y no
vive en nosotros “...somos los más dignos de conmiseración de todos los
hombres” (1 Corintios 15:19).
Amados, hemos recibido vida juntamente con Cristo, Él es la vida dada por el
Espíritu, Él habita en Su cuerpo, nosotros tenemos el Espíritu de Cristo en
nosotros. Hemos sido resucitados juntamente con Cristo de entre los muertos
y tenemos Su vida. Hemos sido sentados juntamente con Él como un Cuerpo.
¿Para qué? Para que nuestra expectativa no tenga que ver con lo que Dios
vaya a hacer, sino con lo que ya hizo. Yo no vuelvo mi corazón para ver si
Cristo está ahí, sino para verlo a Él. ¡¡La expectativa bienaventurada de mi
corazón es que todas las veces que yo me vuelvo, el Señor se manifiesta!!
La palabra traducida “esperar” en Hebreos 9, en griego significa: Una mirada
constante del alma. No es una mirada por encima, sino el enfoque de nuestro
corazón. En otro lugar Pablo dice: “Pongan la mira en...”; otra versión dice:
“Fijen los afectos de su corazón...” El profeta Isaías dice: “...los que esperan
~ 56 ~
a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas...” (Isaías
43:31) Esto se cumple aquí al ver al Señor. ¿Qué estamos esperando? ¡Su
manifestación para verlo! No con ojos naturales, sino con los de nuestro
entendimiento, con los de nuestra alma, con el corazón descubierto.
¿Por qué Pablo nos está hablando de esto? ¿Por qué nos enseña esto? Esto es
muy importante y voy a repetirlo. ¿Por qué Pablo nos está enseñando esto?
Porque nosotros ya estamos en Cristo. Permítanme seguir con mi pequeña
historia una vez más. La madre ya está en la sala de parto, este no es el
momento de la concepción, sino del nacimiento. En ustedes y en mí la
concepción ya ocurrió; la Simiente de Dios ya está en nosotros, nosotros ya
somos Su cuerpo y estamos en Él. Entonces, la expectativa de nuestro
corazón es, que cada vez que volvamos nuestro corazón, lo veremos a Él. Esta
es nuestra expectativa día, a día, a día, a día... Caminar en la luz como Él está
en la luz. Puestos los ojos en Jesús. Conocerlo a Él.
No hay incertidumbre aquí, sino una realidad presente para aquellos que
vuelven su corazón y lo expectan. Esto no lo hacemos en las vanas
imaginaciones de nuestra mente, lo hacemos en la verdad. Si Él no está en mí,
¿por qué debería buscarlo mi corazón? Mi corazón, mi alma lo busca no
porque esté lejos, sino porque está en mí.
Encontramos esta realidad en todas las cartas del Nuevo Testamento:
Vivificados con Cristo, resucitados con Cristo, sentados con Cristo... EN
CRISTO. Luego, vemos al apóstol Pablo animando a la iglesia, animando al
joven ministerio: Fijen su corazón en ver al Señor. Tengan la expectativa de
verlo. Busquen la manifestación gloriosa... ¿De quién? Del que es su vida, del
que es su salvador, de Aquel en quien ahora ustedes viven, de Aquel que
ahora vive en ustedes. Amados, Cristo no es un extraño, Él es el Espíritu de
vida que habita en nosotros. Pablo dice en Gálatas 2: “Cristo vive en mí”. La
palabra “vive” significa que Él nunca está ausente, siempre está presente.
Por lo tanto, ¿dónde lo vamos a ver? ¿Dónde lo revela el Padre? ¿Dónde se
manifiesta? ¿Dónde habita? ¿Dónde está? ¡¡Oh, gloriosa salvación!! ¡¡Oh,
gloriosa salvación!! Cuando digo esto lo que quiero decir es, que yo no volé
de Arkansas a Costa Rica para decirles algo que no sea verdad, para contarles
fábulas o para discutir tradiciones religiosas. NO. Yo vivo en la emoción
diaria de Su manifestación.
Ahora, no se confundan, yo no soy la manifestación del Señor, Él se
~ 57 ~
manifiesta en mí y en ustedes, en Su cuerpo. Luego, Pablo continúa en
Gálatas 2 diciendo: “y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en el
conocimiento del Hijo de Dios”. En realidad dice: “la vivo por la fe del Hijo
de Dios”, lo cual significa: “La vivo en el conocimiento del Hijo de Dios”.
En Efesios 4 Pablo está hablando sobre el propósito del estar en Cristo, el
propósito del ministerio, el propósito de la administración del Espíritu, el cual
es, la edificación del Cuerpo de Cristo. Hay una meta para todo esto, una
razón, un propósito: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe...”
(4:13) Esto es cierto, porque el artículo “la” antes de la palabra fe, se refiere a
la única fe que se menciona en el versículo 5. Esta única fe es la que Pablo
llama “la fe del Hijo de Dios”. Hace unos minutos les dije que vivir por la fe
del Hijo de Dios, es lo mismo que vivir en el conocimiento del Señor
Jesucristo. El versículo continúa diciendo: “...y del conocimiento del Hijo de
Dios”. El artículo “la” antes de la palabra fe, me ayuda a entender que esto
que continúa diciendo Pablo es una descripción de lo que es la única fe.
Podríamos leer el versículo así: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la
fe, que es el conocimiento del Hijo de Dios...” “... a un varón perfecto”;
¿cómo se mide tal hombre? Por “...la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo”.
Nosotros crecemos en Él, vivimos en la tierra en el conocimiento de Cristo.
Por eso yo vivo todos los días en la emoción de Su manifestación. No hay un
sólo día, un sólo minuto en el que Él no esté en mí, ni en el que yo no esté en
Él. Igual con ustedes. Entonces, ¿qué estamos buscando? ¿Cuál es nuestra
expectativa? Dada esta condición: Cristo en mí y yo en Él, ¿qué estoy
buscando? Estoy buscando verlo, estoy buscando conocerlo, quiero comunión
con Él. No quiero sólo leer sobre Él, quiero conocerlo, quiero ser conocido
por Él, quiero llevar Su imagen y su fruto en mi alma. Quiero vivir en la tierra
todos los días en la comprensión del Hijo de Dios, en el conocimiento del
Señor Jesucristo. No lo busco en los árboles, no; Él está en mí. No obstante,
cuando camino en medio de los árboles, camino ahí en la realidad de Cristo.
¡¡Expectativa bienaventurada!! ¡¡Manifestación gloriosa!! ¡¡Comprensión
gloriosa!! ¡¡Este es el evangelio!! ¡¡Bendito sea el Cordero de Dios!!
Es importante para mí que nuestros corazones lo oigan a Él. No importa
cuántas palabras se hayan dicho, ellas crean una oportunidad en nuestros
corazones para oír la voz del Señor. Nuestro propósito para reunirnos hoy es
verlo a Él. Él no va a manifestarse sobre esta mesa, Él está en usted. Yo estoy
~ 58 ~
aquí dándoles este testimonio para que podamos llegar a la comprensión de
esto de manera interna. Para que podamos vivir todos los días en esta
realidad. Para ser una expresión en cualquier lugar que estemos de esta
realidad.
La vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la expectativa de Él. De esto se
trata todo.
~ 59 ~
LA ESPERANZA BIENAVENTURADA II
En la lección anterior hablé de la “esperanza bienaventurada”, de la
expectativa bienaventurada, y pasé un buen rato hablando de la palabra
“expectativa”. Hoy vamos a continuar con eso, así que la lección anterior
debemos considerarla como una introducción a lo que veremos hoy en
Romanos 6. Me gustaría que viéramos la expectativa bienaventurada en este
capítulo.
Hagamos un pequeño repaso sólo para refrescar nuestra memoria. Leímos:
“Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). Podemos tomar este
versículo, sacarlo del contexto y asumir que está hablando de un evento
futuro. Mantengan en mente que esta carta fue escrita hace 2000 años, y que
es muy significativa para ustedes y para mí hoy, no por la línea del tiempo,
sino por la realidad que declara. La realidad que este versículo declara es una
realidad eterna; es tan real ahora como lo fue antes, y seguirá siendo real en
1000 años porque habla de la expectativa de nuestra alma. Hoy hablaremos de
la experiencia de dicha expectativa en nuestros corazones.
También leímos en Efesios 2:4-7 que recibimos vida juntamente con Cristo,
fuimos resucitados juntamente con Cristo y sentados juntamente con Cristo en
lugares celestiales. Pregunto: Nosotros los que estábamos muertos en pecados
y que ahora hemos sido vivificados, resucitados y sentados juntamente con
Cristo, ¿qué estamos esperando? ¿Cuál es nuestra expectativa? Porque este
versículo que leímos en Tito, fue escrito a creyentes como ustedes y como yo.
Estos versículos de Efesios 2, fueron escritos a la iglesia en el mismo tiempo
que Tito fue escrito. Estas verdades fueron declaradas para ser verdad hace
2000 años.
A estos creyentes se les dijo hace 2000 años que se volvieran para verlo a Él.
¿Por qué? Porque Pablo no estaba hablando de un evento en el tiempo, sino
de la realidad de nuestra salvación; real entonces, real ahora, real para
siempre. Estas cartas fueron escritas para el cuerpo del Señor Jesucristo. No
fueron escritas para los que un día serían vivificados, resucitados y sentados
juntamente con Cristo en lugares celestiales, sino para los que han sido
vivificados, resucitados y sentados con Cristo ya. Esta es una realidad eterna
que no ha cambiado con los años.
~ 60 ~
¿Qué estamos esperando? ¿En quién estamos esperando? ¿Qué es esta
expectativa bienaventurada? Nos han dicho que cuando nuestro corazón se
vuelva y mire, algo ocurrirá. Esta es la expectativa en mi corazón, que cuando
yo me vuelva algo ocurrirá, contemplaré a Alguien, veré a Alguien. Si alguno
de ustedes estuviera en la entrada de esta casa, detrás de esa pared, y yo
escuchara su voz cuando dice: “¡Hola, ¿cómo están?!” Y yo le respondiera:
“¡Hola, pase adelante!”, estaría a la expectativa de verlo. Escuché su voz y sé
que usted está en esta casa, entonces, vuelvo a ver hacia el lugar por donde
usted va a entrar, y definitivamente, no cubriría mi cara ni tampoco saldría
corriendo en dirección contraria. Yo estaría a la expectativa de verlo cuando
aparezca.
En esta historia estamos hablando de amigos, pero en realidad estamos
hablando de algo más que eso. De acuerdo a Pablo en esta carta a Tito,
estamos hablando de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo. Estamos
hablando de la manifestación del Cristo glorificado. ¡¡Escuchen!! ¿Quién es el
Cristo glorificado? Es Cristo en Su resurrección. ¿Cuándo fue glorificado?
Leemos en Filipenses 2 con respecto al Señor Jesucristo, que Él se hizo a Sí
mismo sin reputación, dejó una relación de gloria, se tornó carne a la
semejanza del hombre...con el propósito de morir. Y sin embargo, Él habla de
Su gloria, de Su unidad con el Padre, en donde nunca se había visto en Él
división y separación del Padre. Él habla de una unión con el Padre, que no
puede ser manifestada salvo por la resurrección.
Él se los dijo a Sus discípulos. “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”.
“El Padre y yo somos uno”. Los ojos naturales no pueden ver esto, los oídos
naturales no pueden oír esto, el corazón natural de los discípulos no pudo
entender esto. Esta realidad no puede ser manifestada, salvo por la
resurrección.
¿Recuerdan lo que les dijo Jesús a los discípulos cuando los llevó al monte de
la transfiguración con Él? Las Escrituras dicen que Él fue glorificado ahí. Ni
Pedro, ni Juan, ni Santiago pudieron entender que esa era la glorificación de
Jesucristo, no la de Moisés, Elías o cualquier otro. El Padre cubrió el lugar
con una nube, luego la levantó, y sólo estaba el Señor Jesucristo. Después,
cuando Él iba bajando del monte con los discípulos les dijo: “No digan nada
de esto, hasta después de la resurrección”.
Su glorificación siempre está conectada con Su resurrección. ¡Esto es
~ 61 ~
importante! Jesús habla de Su relación con el Padre en los primeros cinco
versículos de Juan 17; más adelante habla de nuestra relación con el Padre a
través de Él. Pero de lo primero que habla es de Su relación, y sólo dice:
“Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes
que el mundo fuese” (v.5). Él por un tiempito la puso a un lado, no intentó
aferrarse a ella, Él voluntariamente la puso a un lado.
¿Saben algo? Nosotros decimos que Él es la puerta, y que la puerta con sangre
es la entrada a Su muerte y a nuestra muerte con Él, ¿verdad? Pero esa puerta
también es la puerta de entrada a la resurrección, porque Él también es la
puerta de la resurrección. Él es el primogénito de entre los muertos,
¿entendemos esto? Él no es el primogénito de Dios porque fue el primer hijo
de María; eso nada tiene que ver. Él fue el primogénito de entre los muertos,
el primogénito de muchos hijos, no obstante, los muchos están reunidos en Él
como el incremento de Él. Los primeros frutos de una gran cosecha, una gran
cosecha según Su género.
“Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes
que el mundo fuese”. ¿Qué es esto? Yo pasé mucho tiempo pensando en esto
y un día las palabras saltaron; lo recuerdo bien y lloré mucho. Lloré por mi
ignorancia, porque aquí ha estado y no lo había visto, aquí ha estado y yo no
lo había oído, que todo esto fue mostrado por el Padre en la cruz, y yo estaba
en la misma ignorancia de los que estuvieron ahí. No obstante, Aquel que
estaba en la cruz, ahora está en mí por Su Espíritu, por eso, aquella gente
tenía excusa por su ignorancia, pero yo no.
Esas palabras saltaron, me golpearon y vi Su gloria. Las podemos leer:
“...glorifícame tú al lado tuyo” (v.5) Su unión con el Padre es Su gloria, de la
que por un tiempo se separó de manera manifiesta para morir. Él lo hizo, se
separó de esa relación, salió de ahí, no sólo para regresar, sino para llevar con
Él a muchos hijos; y esto sigue sucediendo hoy. ¿Lo ven? Sigue sucediendo
hoy. A través de la unión con Cristo, muchos hijos continúan siendo llevados
a la gloria. Luego continúa hablando de esto, aquí mismo en el evangelio de
Juan. Jesús dice: “Ahora, Padre, quiero que todos los que me has dado, los
aquí presentes y los que van a creer por la palabra de ellos, te conozcan, sean
uno como nosotros, estén Conmigo donde estoy y vean mi gloria. Que puedan
ver al Cristo glorificado, que puedan ver mi unión contigo, Padre, y entender
su unión Conmigo...que Yo estoy en ellos”. Nuestra unión con Él es nuestra
gloria.
~ 62 ~
Dondequiera que miremos en las Escrituras veremos que la glorificación de
Cristo está unida a Su resurrección. Él nos lleva a la plenitud de Su muerte y a
la completa realidad de Su resurrección. Tenemos comunión con Sus
sufrimientos, la muerte de Él obrando en nosotros, y tenemos comunión con
Él en Su gloria.
¿Qué tiene que ver esto con nuestra expectativa? Vayamos a Romanos 6. El
contexto aquí es del versículo 1 al 11, pero sólo vamos a leer del 1 al 4. En
estos versículos hay una palabra que quiero destacar. “¿Qué, pues, diremos?
¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna
manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en
él?”(v.1-2) Y luego como si Pablo levantara su cabeza dice: “¿O no entienden
su unión con Él en Su muerte, sepultura y resurrección?” Entonces empieza a
hablar de esto.
“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús,
hemos sido bautizados en su muerte?” (v.3) Ahora voy a mencionar algo sólo
para refrescar, lo cual es bueno. Vamos a 1 Corintios 12:12-13 donde se habla
del mismo bautismo, porque sólo hay un bautismo. “Porque así como el
cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo,
siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (v.12) Vean cuantas
veces dice “uno”. Luego viene la razón en el versículo 13: “Porque por un
solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos,
sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.
Lo que Pablo está diciendo aquí es que antes del bautismo no había ninguna
diferencia en que fuéramos judíos o gentiles, chinos o japoneses, hombres o
mujeres.
Una vez que leí este versículo pensé: “¡¡Gua!! ¡Qué maravilloso bautismo es
este!” Porque vean, no importa si éramos judíos o gentiles, esclavos o
libres...a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu. Entonces recordé
cuando Pablo habla de la nueva creación en Cristo y describe al nuevo
Hombre: Ni judío ni gentil, ni esclavo ni libre...sino un nuevo Hombre, Cristo
el todo y en todos. ¡Qué maravilloso bautismo! ¡Usted empieza siendo judío o
gentil y termina siendo un nuevo Hombre! ¿Qué pasó con el judío y con el
gentil? ¿Será que tomó al judío y al gentil e hizo un nuevo Hombre? ¿Es el
nuevo Hombre un judío y un gentil mejorados? ¿Qué pasó con el judío y con
el gentil? Todo esto daba vueltas en mi cabeza.
¡Qué maravilloso bautismo! Porque ustedes saben, en un bautismo natural, en
~ 63 ~
un bautismo en agua, podemos tomar un judío, sumergirlo en el agua,
levantarlo, y ¿qué vamos a obtener? Un judío mojado, un gentil mojado, o lo
que sea. Pero no con este bautismo. ¡Qué maravilloso bautismo!
Amados, es gracioso cómo somos influenciados por las tradiciones. Yo
pensaba que por un Espíritu todos habíamos sido bautizados en una vida. Yo
habría discutido con cualquiera de ustedes diciendo que eso era lo que Pablo
decía aquí, que por un Espíritu todos habíamos sido bautizados en una vida;
pero eso no es lo que dice. Pablo dice en 1 Corintios 12: 13, “...por un solo
Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo”. ¿Cuál es la diferencia? La
diferencia está en Romanos 6.
Es lo que Pablo está diciendo: ¿Será que ustedes no han entendido su
bautismo? ¿No saben ustedes que nosotros, judíos, gentiles, esclavos, libres o
lo que sea, fuimos bautizados en Cristo Jesús? ¿En Su vida? NO. ¡Fuimos
bautizados en Su muerte! El bautismo no es mi vida, la resurrección sí. A
partir de esta muerte sólo Uno es resucitado; Él es resucitado, Él es mi vida,
Él se constituye en ese nuevo Hombre. No es un judío o gentil reformado,
sino el Cristo vivo. Yo no prosigo más allá del bautismo. Cualquiera puede
venir; puede venir cualquier judío, cualquier gentil, cualquier esclavo,
cualquier libre, pero sólo Uno vive y vive en gloria. Es decir, Aquel que vive
es el resucitado. Él vive en gloria. Él vive en unión con el Padre. Fue recibido
en la unión de la cual había salido. El Padre sí lo glorificó a Su lado. Ese es
Aquel que es nuestra vida.
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo...”
(v.4). Aquí hay algo que quiero hacer notar, la palabra “sepultura”. Fui
llevado a esta palabra y les voy a decir por qué. El mandamiento de Dios a
Moisés en relación a Israel, era sin excepción - Israel tenía que reunirse con
Dios tres veces al año; estas eran las tres fiestas principales y no había
excepción. En cada caso, en cada reunión, el evento primordial era la
aparición del Señor: “Yo me presentaré. Yo me presentaré. Yo me reuniré con
ustedes”. Ahora llevemos esto a la cruz, a los tres días de la cruz. Antes eran
sólo el testimonio, ahora están cumplidas en Cristo en Su muerte, sepultura y
resurrección. No era solamente que una semilla debía morir, tenía que caer en
tierra, morir y llevar mucho fruto. Tenemos este tipo, tenemos esta
demostración en las fiestas de la Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. Todo
Israel, todo el que venga al Señor, debe venir por el camino del cumplimiento
de esas tres fiestas: Su muerte, Su sepultura y Su resurrección. Esta es la cruz
y sólo le estamos dando un vistazo.
~ 64 ~
En Romanos 6 Pablo está haciendo lo mismo porque dice: “Ustedes no han
entendido su bautismo y les está generando todos estos problemas”. Entonces
pone un foco sobre la cruz, la cual es, sin lugar a dudas, una obra consumada
en Cristo Jesús. Es una obra consumada de la que ustedes y yo debemos llegar
a ser partícipes. Por ejemplo, digamos que todos nosotros vamos a una cena
que alguno de ustedes preparó. Todo está servido en la mesa, todo está hecho,
no hay nadie en la cocina cocinando. Hemos sido llamados a la mesa, es una
obra terminada y es perfecta, pero no serviría de nada si nadie se la comiera.
Nuestra comunión con el Señor nunca se acaba. Comer Su carne, beber Su
sangre y la comunión unos con otros nunca se acaba. Dios no está agregando
cosas a la mesa mientras llegamos, la obra está terminada y debemos comerla.
Yo personalmente creo que nunca comeré la última borona. Creo que aún
fuera de este cuerpo seguiré comiendo, porque la unión de mi alma es eterna.
La palabra “sepultura”; quiero enfocarme en la sepultura de Cristo. Somos
sepultados, en el bautismo somos sepultados con Él. ¿Qué sucedió durante Su
sepultura? Hace un tiempo me di cuenta que yo he escuchado y que he
predicado sobre la muerte de Cristo, y que luego hablamos de la resurrección
de Cristo, pero no hablamos muchos de la sepultura de Cristo. Él no fue
resucitado desde la cruz. ¿Qué de Su sepultura? Ocupa más que cualquier
otro; es decir, es todo un día, un día completo. Es como si la muerte fuera el
inicio de la sepultura y la resurrección el final. Es como lo que Jesús dijo: “Yo
soy el principio y el fin”. ¡¡Oh, Dios!! Y luego pensé en este versículo.
Amados, ustedes deben entender que de lo que estamos hablando ahora es de
la condición de nuestro corazón. ¿Dónde están nuestros corazones en relación
a las fiestas del Señor? Las tres fiestas principales de Israel hacen un ciclo
completo de vida. Era un ciclo espiritual en Israel; al año siguiente
comenzaba de nuevo con ellas porque Dios quería un testimonio en la tierra.
Yo creo que el Espíritu obra en ustedes y en mí en este mismo orden. Las
fiestas están cumplidas en Él, en Su muerte, Su sepultura y Su resurrección,
pero nosotros tenemos que ser partícipes de esta realidad en verdad.
Yo pienso que en el ciclo de vida (no de días, semanas, meses o años), en la
obra del Espíritu de Dios, en el aprendizaje de Él, mi alma es llevada de
fiesta, en fiesta, en fiesta ya que llegamos a ser partícipes junto con Él de Su
muerte, sepultura y resurrección. Ahora, pongan atención a lo siguiente: Ni
usted ni yo determinamos el ciclo. Yo no determino el tiempo de las fiestas
como tampoco lo hacía Israel, Dios lo hace. Israel sólo obedecía, y nosotros
~ 65 ~
hemos llegado a la obediencia de fe y caminamos en ella: “Porque todos los
que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos
8:14). ¿Ven lo que estoy diciendo? El Espíritu nos conduce a Cristo.
Creo que esa es la peor manera, porque hay momentos en mi consciencia de
Cristo, en la forma en que el Espíritu lo revela a Él en las Escrituras, que sólo
están relacionados con la muerte. Entonces me veo muerto con Él como
nunca antes, y se juntan cosas que no estaban unidas antes. Y es exactamente
lo mismo con cada aspecto de Él. Yo no determino esto, no decido cuándo ir a
la fiesta. Estamos ahí, estamos en Él. ¿Ven lo que acabo de decir? ¡Quiero ser
muy claro en cuanto a esto!
Yo no estoy hablando de periodos dispensacionales; viene esto, luego sigue
esto, y luego la fiesta de los Tabernáculos. ¡NO! Estoy hablando de una obra
consumada que obra en mi alma de acuerdo al orden que Dios ha dado. El
Padre conoce la necesidad de mi alma, Él la conoce y obra con miras a la
transformación de dicha alma en la Verdad. Él obra en mi alma con miras a
transformarla. Nosotros caminamos en la luz como Él está en la luz; este es
nuestro viaje de luz. Es hacia el final, en la meta, que llegamos a estar en una
fiesta continua, sí, porque, de hecho, sólo hay una fiesta y es el Señor.
No estoy tratando de separar la sepultura de nada, pero hay un tiempo cuando
una de las más preciosas realidades de Cristo se relaciona con la sepultura: La
expectativa, la expectativa bienaventurada, la expectativa de la resurrección.
Yo sé que el Señor está obrando con el fin de que nosotros vivamos
continuamente en esta expectativa. ¡Este es un tiempo precioso, he sido
llevado ahí algunas veces! Escucho Su voz, sé que está en mí y que no se trata
de que yo lo descifre, sólo debo volver mi corazón y verlo. Una expectativa
empieza a levantarse en mí por conocerlo en Su resurrección. El término
“expectativa bienaventurada” se relaciona específicamente con verlo a Él en
Su gloria, en Su manifestación gloriosa. Su gloria siempre está relacionada
con Su resurrección.
Cuando leí lo que Pablo escribió: “¡Ohhh! Conocerte en el poder de tu
resurrección y en la participación de tus padecimientos, llegando a ser
semejante a Ti, y de alguna manera permanecer y habitar en la resurrección de
entre los muertos” (Filipenses 3:10-11), entendí y dije: “Esta es la expectativa
de un hombre sepultado con Cristo, de un hombre cuya vida está escondida
con Cristo en Dios”. ¿Entienden lo que les estoy diciendo? ¿Se dan cuenta de
que no estoy hablando de un evento que viene, sino de una realidad que posee
~ 66 ~
nuestras almas? Luego Pablo añade: “...por ver si logro asir aquello para lo
cual fui también asido por Cristo Jesús” (Filipenses 3:12). ¿De qué se trata
esto? Se trata de Pablo viviendo en un pleno entendimiento de la resurrección.
“No yo, sino Cristo viviendo en mí”. ¡Pablo era un hombre de expectativa!
¿Qué es la expectativa bienaventurada? Es contemplarlo a Él en Su gloria. No
es un evento dispensacionalista, sino una realidad con Él.
¿Qué ocurrió en Su sepultura? ¿Se quedó en la tumba? ¡NO! Pero miramos lo
registrado en los evangelios y no dicen nada de lo que sucedió en Su
sepultura. La Biblia está llena del testimonio, pero los evangelios no dicen
nada. Nosotros fuimos sepultados en Él, fuimos colocados en la misma
realidad, de manera que Su expectativa se torna la expectativa de nuestras
almas; experimentaremos esto una y otra vez. La expectativa de Él era
completa y plena, y eso es lo que está obrando en nuestra alma y en nuestro
corazón; la misma expectativa.
¿Cuál era la expectativa de Él? La encontré en los Salmos y no por accidente,
pues estaba leyendo Hechos donde Pedro hace referencia a unas palabras de
David: “...Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no
seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun
mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades,
ni permitirás que tu Santo vea corrupción” (Hechos 2:25-27). Luego Pedro
aclara que David estaba hablando de alguien más, que estaba hablando de
Cristo: “Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había
jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo
para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de
Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción”
(v.30-31).
Entonces el pensamiento vino a mi alma: “El asunto es que David nunca
habló de sí mismo, siempre habló más allá de él. ¿No hablaba el Espíritu de
Cristo siempre en David?” Así que hice un viaje refrescante por los Salmos.
Recordemos que Cristo entró en el ámbito de muerte y estuvo ahí con la
expectativa cierta de la resurrección; Él estaba seguro, sólo estaba a la espera.
Entonces empecé a ver el “Canto del Redentor”. ¡¡OHHH!! ¡¡Aquí esta Él y
está cantando!! Describe la muerte, describe la opresión, describe varios
elementos de sus sufrimientos, pero siempre a la expectativa de la
resurrección. ¡Esto es maravilloso! Vi más escritos con respecto a los
elementos y realidades de nuestra muerte con Él, como nunca antes había
~ 67 ~
visto, y todos ellos llegaban siempre a un final glorioso: Su resurrección.
¡Aleluya!
Esto continúa durante el tiempo de Su sepultura. El verdadero tiempo de
transformación de un cuerpo a otro Cuerpo es la sepultura. Dije
“transformación”: La muerte, la venida de lo nuevo, un tiempo de
transformación. Una transformación que toma lugar en nuestro corazón al
despojarnos de lo viejo y revestirnos de lo nuevo. ¡Amados, todo esto está
relacionado con la sepultura! En Cristo esta es una obra y está consumada, no
es para que ustedes o yo la partamos en pedazos, no es lo que estoy haciendo.
Estoy hablando de una comprensión siempre en crecimiento. Estoy hablando
de ustedes y de mí, asiéndonos de aquello para lo cual Dios también no asió
en Cristo. Estoy hablando de una comprensión completa de la verdad.
No es algo que nosotros determinamos, sino algo de lo que nos damos cuenta
sobre nuestra unión con Cristo, y que el Padre determinó y nos muestra por
medio de la revelación de Su Hijo amado. Porque es Su muerte, Su sepultura,
Su resurrección. No es sólo una muerte, una sepultura y una resurrección, sino
la muerte de Él, la sepultura de Él y la resurrección de Él. Hay gente que
presenta esto como un tiempo dispensacionalista, y dicen que unos están en la
muerte, otros en la sepultura, otros en la resurrección. Yo no estoy diciendo
esto. La obra está terminada, pero para la transformación de mi alma yo debo
comer, yo debo hacerme partícipe, y eso es por medio de la revelación del
Hijo. El Padre determinó esto, y yo sólo estoy hablando de lo que toma lugar
en nosotros, y de lo que Pablo habla cuando usa el término “la expectativa
bienaventurada, la expectativa de la resurrección”.
Salmo 34:1-4; 19-22, “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su
alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi
alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a Jehová
conmigo, y exaltemos a una su nombre. Busqué a Jehová, y él me oyó,
y me libró de todos mis temores...Muchas son las aflicciones del justo,
pero de todas ellas le librará Jehová. Él guarda todos sus huesos; ni
uno de ellos será quebrantado. Matará al malo la maldad, y los que
aborrecen al justo serán condenados. Jehová redime el alma de sus
siervos, y no serán condenados cuantos en él confían”.
Salmo 16:7-11, “Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las
noches me enseña mi conciencia. A Jehová he puesto siempre delante
de mí; porque está a mi diestra no seré conmovido. Se alegró por tanto
~ 68 ~
mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará
confiadamente, porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que
tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; en tu
presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”.
Esto se relaciona con Hechos 2:25-28
Salmo 63:1-3, “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi
alma tiene sed de ti, mi carne te anhela en tierra seca y árida donde no
hay aguas, para ver tu poder y tu gloria; así como te he mirado en el
santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te
alabarán”.
Salmo 62:1-7, “En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene
mi salvación. Él solamente es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no
resbalaré mucho. ¿Hasta cuándo maquinaréis contra un hombre,
tratando todos vosotros de aplastarle como pared desplomada y como
cerca derribada? Solamente consultan para arrojarle de su grandeza.
Aman la mentira; con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón.
Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza. Él
solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En
Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está mi roca fuerte, y mi
refugio”.
Salmo 116:1-9, “Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas;
porque ha inclinado a mí su oído; por tanto, le invocaré en todos mis
días. Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias
del Seol; angustia y dolor había yo hallado. Entonces invoqué el
nombre de Jehová, diciendo: Oh Jehová, libra ahora mi alma.
Clemente es Jehová, y justo; sí, misericordioso es nuestro Dios. Jehová
guarda a los sencillos; estaba yo postrado, y me salvó. Vuelve, oh alma
mía, a tu reposo, porque Jehová te ha hecho bien. Pues tú has librado
mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar.
Andaré delante de Jehová en la tierra de los vivientes”.
Salmo 5:1-3, “Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir.
Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti
oraré. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré
delante de ti, y esperaré”. Aquí Él está hablando de la mañana de
resurrección, porque la resurrección siempre es en la mañana.
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