La Avalancha : revista ilustrada. Año 4, n. 90 - Gobierno

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Pamplona 8 de Diolombi'o d.o 18O8
ü- Se p-io/bllca, sr reparte gxa/tis dos veces al rn.es.
ciin
DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN:
CATÓLICO-PROPAGANDISTA
iv.
ftlra
|| JM.° 90.
Tejerla, 2 4 , PAMPLONA.
«INRI»
E los infelices gladiadores romanos que
para entretener al pueblo-rey derramaban su sangre y perdían la vida en la
ascua del Circo, se cuenta que estudiaban la manera de caer moribundos, y
procuraban que fuese manera artística
para oír en su agonía los aplausos de la
muchedumbre que sonaban en sus oidos tan gratamente como puede suponerse, antes del terrible momento del juicio particular del alma. Este triste
ejemplo, (que haría sonreír a Luzbel en los infiernos,
si el maldito pudiera sonreírse) despojado de las
sombras con que le ennegrecían la ignorancia y el
servilismo, ha quedado sin embargo como muestra
de cierta delicadeza en medio de una desventura, de
cierto sentimiento de dignidad herida que hace más
simpática la desgracia.
Pues bien: hasta de esa última muestra de simpatía han querido despojar á España los que la gobiernan y representan, y para que todo estuviese á una
misma altura, ideas,. sentimientos y educación, han
cedido á los Estados Unidos las Islas Filipinas por la
limosna de veinte ó veinticuatro millones de duros,
no se sabe sí á plazos 6 á toca teja, asegurados con
hipoteca ó con la única fianza de la honrada palabra
yanqui.
La soberana y única Verdad lo dijo; y su dicho es
de todos los tiempos y para todas las ocasiones: el
árbol cae del lado que se inclina. Esos vividores de
la política que han despedazado y aniquilado á España; esos bien hallados conservadores de lo propio y
de lo ajeno para quien el supremo interés era el de
una tranquila digestión: esos que se glorían de permanecer neutrales en los grandes cataclismos de los
pueblos; esos autores, cómplices y disfrutadores del
crimen de lesa patria que aquí se ha cometido, habían soltado la especie de liquidar el problema colonial, echaban de menos que en tiempo y coyuntura
favorable no hubiera España vendido sus posesiones
allende el mar; y hé aquí, llegado el momento de la
subasta forzosa, como no han faltado espíritus despiertos que regateando, regateando, han conseguido
un puñado de pesetas, no se sabe para quién; pero sí
para qué:
Para probar que en el corazón de los tales no quedaba un rastro siquiera de grandeza de ánimo, ni una
pizca de aquella hidalguía española tan conforme con
la resignación en la desgracia/
Apartamos los ojos con horror, y el estómago
con asco de estas postrimerías y queremos detenerlos blanda y amorosamente en las hermosas páginas
de nuestra historia, después de Dios, único consuelo
de nuestro corazón atribulado. Queremos recordar
que recién descubierto el Archipiélago filipino, los
conquistadores quisieron desamparar aquellas remotas islas porque para su conservación habían de ser
mayores las costas que los provechos; enterado de lo
cual dijo la Magestad de Felipe II estas palabras merecedoras de esculpirse y entallarse en mármoles y
bronces:
«Que por sola la conversión de una alma de las
que habían hallado, daría todos los tesoros de las Indias, y cuando no bastaran aquellos, daría todo lo
que España le rendía, de bonísima gana; y que por
ningún acontecimiento había de desamparar ni dejar
de enviar predicadores y ministros que diesen luzdel
Santo Evangelio á todas y cuantas provincias se fuesen descubriendo, por muy pobres que fuesen, y muy
178
'W----J. , \
LA AVALANCHA.
incultas y estériles; porque á él y á sus herederos, la
Santa Sedé" Apostólica les había dado el oficio que
tuvieron los apóstoles de publicary predicar el Evangelio, el cual se había de dilatar allí y en infinitos
reinos, quitándoles el imperio á los demonios y dando á conocer el verdadero Dios, sin esperanza alguna
de bienes temporales.»
.
.
No es hora de comparaciones ní ninguno que nos
lea las necesita. ¿Quién ignora que Felipe II fue un
Saato Rey, y la política liberal es satánica?
Pero cuando pensamos que esa malhadada limosna de los yanquis es precio de tantas almas redimidas
con la sangre de Jesucristo, que pasarán del yugo
suave de la Santa Religión de España, á la esclavitud
brutal de la herejía y de todos los errores, se nos
viene á las mientes las palabras del Príncipe'de los
Apóstoles á Simón mago:
—Pecunia tua tecum sit in perditionem.
ESTANISLAO.
¡AVE MARÍA PURÍSIMA!
IN pecado concebida! responderán á una voz
\todos nuestros lectores; y hé aquí puesto un
'epígrafe de artículo que no hemos inventado
nosotros, ni sacado de los libros, ni aprendido en las
aulas, ni recogido en ¡as academias. Del pueblo español ha salido, de la abundancia de su corazón ha brotado, nos ha enseñado á repetirlo la tradición de
nuestra patria, hémoslo oído ya desde la cuna, de los
labios de nuestras madres, nos lo hemos encontrado
ya al nacer, en ese precioso archivo de cosas buenas y
grandes que atesora desde lejanos siglos esta hidalga
nación de la Madre de Dios!
¡Con cuánto eos-suelo de nuestra alma lo ponemos
hoy, fiesta de María Inmaculada, al frente de estas
líneas!
No podemos negar, no queremos disimular que
experimentamos de vez en cuando, como todo hijo de
Adán, turbaciones y desalientos. Es tan deshecha la
tempestad que ruge en torno de nosotros, es tan brava la batalla que se libra á nuestro rededor y contra
la gloriosa bandera de la que somos humildes soldados, que no siempre el espíritu conserva la serenidad
y buen temple que deseáramos, ni el corazón está
exento de hondas amarguras y dolorosa inquietud.
No que dudemos de las promesas de Dios, ni temamos por la suerte de su Iglesia, ni creamos haya de
ser en definitiva del infierno una victoria que le cuesta toda su sangre á Jesucristo. Pero, recordamos que
hay naciones, como individuos, apóstatas; acúdenos
á la memoria el nombre de antiguas regiones, centro
un dia de la fé y brazo de la cristiandad, sumidas hoy
en los horrores de la herejía, y hasta vueltas de nuevo
al paganismo; y fijando los ojos en nuestra España
amadísima, cruza un momento por nuestra imaginación la horrible ¡dea de sí, andando los tiempos y
enflaqueciéndose aquí ej ardor de los buenos, podría
llegar á ser esta tierra una de las reprobadas por Dios
en justo castigo de una completa apostasía.
Sin embargo, ¡oh! nó, ni un instante nos sentimos
inciertos y dudosos cuando llega el dia faustísimo y
eminentemente español de nuestra esclarecida Patrona la Inmaculada Concepción! Aplicamos en tal día
el oido al corazón de nuestra patria, y percibimos
fuerte y vigoroso su latido, sin señales ¡gracias á Dios!
no ya de muerte, pero ni de pasajero desmayo. Otra
vez en tal día reconocemos á nuestro buen pueblo
de siempre; al pueblo con quien ha reñido sus más'
empeñados combates el infierno; al pueblo que de
todos ha salido vencedor. Y vueltos á la esperanza,
que es ya en nosotros seguridad y certidumbre firmísima, no abrigamos temor alguno sobre sus futuros
destinos, y sin vacilación creemos que católico le encontrará en su dia la trompeta del juicio final, sin
haber visto arraigarse en su suelo bendito otra semilla de fé que la que hace diez y nueve siglos recibió
de manos de Santiago, bajo la bendición y auspicios
protectores de la misma Virgen María. Nó, ¡no nos
arredra la impiedad, sean cuales fueren las fuerzas
que presente en batalla! La nación que se ha colocado
la primera bajo el manto de María Inmaculada, la que
en la segunda mitad del siglo diez y nueve, en medio
de la general prevaricación de Europa, conserva todavía un pueblo tan adicto como el español al culto
de su Madre, no puede perecer para la vida católica,
no puede renegar. Ligero vaivén han de parecerles
un dia á los historiadores de nuestra España los sacudimientos que ha sufrido, cuando los comparen con
esta su indomable firmeza. Lo que hoy nos aflige
pasará. Raído será de su noble faz todo lo que en daño del Catolicismo se le ha sobrepuesto á nuestra
patria por el racionalismo, que siempre fue aquí postizo y extranjero, y veráse entonces como aun a través
de los presentes contratiempos, ha conservado la nación española sus rasgos antiguos y característicos de
fisonomía, que la acreditan por *híja primogénita de
María Inmaculada.
¡AVE MARÍA RURÍSIMA!—¡SIN. PECADO CONCEBIDAI
Hé
aquí nuestra divisa inmortal, hé aquí la bandera de
nuestros combates! ¡Católicos españoles! Conservadla
en vuestro hogar, en vuestro lenguaje, en vuestro
corazón; lanzadla como valerosa protesta, como reto
audaz al rostro de vuestros enemigos, que enemigos
vuestros son los de vuestra fé y los de vuestra Madre.
¡María! ¡Reina Inmaculada! ¡Madre concebida sin
pecado original! ¡Por la perpetua fidelidad de este
vuestro pueblo á tan gloriosa enseña, rogad á Dios!—
F.S.yS.
,
-
-
'
••.••••••••:-
•t
¡ERA UN SANTO!
Vigilale ¡taque, quia nescitis
diem ñeque lioram.
Velad, pues, porque no sabéis .
el día ni ta hora. (Mvrrii., 25, 1 3).
VII.
•
Y aquella tarde, Sancho se dirigió, en efecto, á la
parroquia de sus suegros, en vez de salir á caballo
como tenía de costumbre. Era el Cura un señor alto,
seco, viejo, de modales bruscos en apariencia.
—Usté nó me conocerá,—le dijo Sancho, con
aquel aire que le era propio, entre altivo y campechano.
—No, señor, no tengo ese gusto,—replicó el Cura.
Y Sancho, con el tono algo enfático de quien cree
pronunciar un nombre destinado á causar efecto,
añadió, inclinándose ligeramente:
»*•"
LA AVALANCHA.
— Sancho Ortiz de los Pinares...
^
. ''
—¡Ya!...—Muy señor mío... ¿Y qué tal?... .¡Sigue
bien D. Benito?...
—(¡Bien D. Benito?—repitió Sancho, mirando al
Cura sorprendido. ¡Pues me hace gracia!... Perfectamente está el buen señor... Divertidísimo...
Iba Tom muy divertido
, - ^ '
, ; : '--:•'[, Cuando lo iban á ahorcar,
• \ . '
'".,,. : - l••. '
Y en la horca se le vido,
/ (1 :
:., ' ~
Reir, cantar y bailar.
. . '... . V"
Y mientras esto decía Sancho, en su tono usual
de chanza, se sentaba sin ceremonia, cruzando una
pierna sobre otra. Tocóle la vez de sorprenderse al
Cura, y ya iba á manifertarlo con alguna aspereza,
cuando Sancho añadió:
—¿Pero usted no sabe que mi suegro esta, como
quien dice, con un pie en la sepultura?...
—Qué me cuenta usted?... Pues si me dijo su misma señora, doña Gertrudis, que el accidente había
pasado, y que no quedaba peligro alguno...
—¿Eso ha dicho mi suegra?... ¡Qué barbaridad!...
<Y cuándo lo ha dicho?...
—No hace tres días... Antes dé ayer, cuando vino
á confesarse para la comunión general de las Madres
Cristianas...
— ¡Por vida de las Madres Cristianas y de las suegras embusteras... Pues sepa usted, señor Cura, que
todo eso que ha dicho mi suegra es mentira...
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—Y ella sabe que lo es...
•. -*" , ' '
—Ya, ya...
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—¿Y sabe usted por qué lo dice?... Pues para que
á usted no se le ocurra darse un paseíto, á visitar al
enfermo.
;
.
• • . . . ' • . /
—Ya, ya, ya. ; .
—Y le diga á ese pobre viejo, que se prepare para"
morir, porque, cuando menos lo piense, revienta
como un triquitraque...
— ¡Ya, ya, ya, yaa!...
Y el Cura abría y cerraba la despintada caja de
latón de sus gafas, como si de ella fuera sacando
aquellos significativos— ¡ya!—que aparecían en sus
labios como claves de otros tantos enigmas, que se
iban descifrando... Refirióle entonces Sancho todo lo
que su mujer le había narrado aquella mañana, y concluyó pidiéndole que interpusiera su autoridad con
doña Tula, como Confesor y como Párroco, para que
se administrasen á ü . Benito los Santos Sacramentos.
—A esa mujé, —decía, se la metido en la cabeza
que su Benito se ha de quedar en este mundo pa simiente de rábanos... Setenta años tiene ya, señor
Cura; y á los setenta años no se necesita para morir,
otra enfermedad que la muerte... ¡Caramba! siempre
he oído hablar del Padre cierno; pero lo que es del
suegro elerno, en mi vida oí palabra, como no sea á mi
suegra...
El Cura comenzó de* nuevo á abrir y cerrar la caja
. de las gafas, y dijo, mirando á Sancho con el rabillo
del ojo;
—Por supuesto, que tampoco habrá hecho testamento...
—iPues claro está que nó!-—exclamó vivamente
Sancho.
Otro significativo—¡ya!—que rayó las tripas del
yerno, dejó escapar el Cura de su impertinente caja.
—Es decir,— prosiguió aquél, mordiéndose los
labios: testamento creo que hizo antes de que yo me
casara... Pero, como es natural en hombre de tantos
negocios, siempre le quedarán cabillos sueltos.
— Y a , ya...
—Y, en íin, señor Cura; eso importa poco... Lo
que hay que cuidar es de su alma...
— Y a , ya...
Y que no se vaya a morir el pobre hombre, lo mismito que un perro...
Ya, ya, señor D. Sancho: ¡ya-entiendo!... Descuide
usted, que eso corre de mi cuenta... En treinta y
cuatro años que llevo de Párroco, he visto irse muchas almas al infierno, gracias al cariño de sus pa-
179
rientes... Lo que no he visto nunca es, que se muera
un enfermo por la impresión que le cause recibir los
Santos Sacramentos...
—Eso digo yo, señor Cura...
—Y yo digo más, señor D. Sancho,—le interrumpió con severidad el Párroco... Digo que he visto á
esos misólos parientes tan cariñosos, que no tenían
valor para cumplir el deber quizá mas grande del
cristiano, el deber que les carga ante Dios de la más
tremenda de las responsabilidades, cual es la de la perdición de un alma; los he visto, digo, no titubear un
instante en dar, como ellos dicen, la puñalada, cuando se tr¿itaba de sus intereses... ¡Y esto, hasta entre
gente de esa que llaman piadosa!... Oiga usted un
caso, que me sucedió hace poco... (i). Cierta señora
devota... muy devota, vivía con un hermano rico, calavera y viejo, en la creencia de que éste tenía hecho
testamento en favor suyo. Enfermó el hermano del
mal de la muerte, y cuantos esfuerzos hice para acercarme á él y confesarle fueron inútiles: la tierna hermana me lo impedia siempre, por temor al sobresalto
que mi presencia pudiera causar al enfermo. Insté, y
rogué y amenacé, como era obligación mía, y soloconseguí que la pía señora me pusiera en la puerta de
la calle, amenazándome con llamar á un polizonte, si
volvía á presentarme en su casa... Mas por una bendita casualidad supo aquella mujer que no estaba aua
hecho el testamento, en que cifraba sus esperanzas,
y... ¿sabe usted lo que hizo la cariñosísima hermana,
la piadosísima señora, para que no se le escapara la
herencia?... Pues tuvo el descaro de acudir á mí, desalada, para que urgiese al pobre moribundo á dictar
el testamento; y como yo tardase una hora—nada
más que una hora, señor D. Sancho—en acudir á la
casa, ella misma se apresuró á darle la puñalada, temerosa de que yo no llegara á tiempo...
— ¡Qué barbaridad!... ¿Y usted qué hizo, señor
Cura?...
— -Pues cumplir con mi deber, señor D. Sancho, y
atenerme á lo que, así para el bien como para el mal,
es una prudente regla práctica de mundo: utilizar las
miserias de los unos, en provecho de los otros... Di
gracias á Dios, que se valía de la codicia de aquella
mujer para salvará un alma, y, aunque con algún
trabajo, la salvé en efecto... A costa de su propia herencia, pudo aquel pobre infeliz comprar su entrada
en el cielo...
Sancho se levantó conmovido: la repugnante conducta de aquella mujer le hizo avergonzarse de sus
pensamientos, porque la deformidad que no descubre
el hombre en sus propios actos, la suele ver patente
al juzgar los de otros. Tendió ambas manos al Párroco, y dijo con honrada franqueza:
— Señor Cura; quizá tiene esa historia más parecido del que usted pree, con lo que al entrar por esa
puerta venía yo pensando... Pero conste que, si á mi
suegra le toca lo de los cariños funestos, ní á ella ni
á sus hijos les corresponde lo de las esperanzas de
herencia... ¿Me entiende usted, señor Cura?...
— Dios nos entiende á todos, señor D. Sancho,—
contestó dignamente el Sacerdote, despidiéndole hasta la puerta.
Al dia siguiente doña Tula pegaba un brinco en
la silla, y se azufraba su cara de Cotufa, al oir á una
de sus criadas anunciar, delante de D. Benito, la visita del Párroco.
— ¡Qué majadería—exclamó impaciente y azorada.
Que digan que no estoy en casa... que estoy ocupada...
—Dice que le precisa hablar á la señora cuanto
antes...
—¿Qué será?—Dijo D. Benito, también alarmado.
— ¡Cualquiera cosa!... ¡La Conferencia... los pobres... sacar dinero!—replicó doña Tula, aturrullándose más todavía. ¡Qué fastidio!... Dile que pase al
gabinete... ¡No he visto hombre más pesado!...
—¿Pero por qué no le haces entrar aquí?—dijo
D. Benito, con el deseo de enterarse.
— ¡De ninguna manera!—exclamó fuera de sí doña
Tula.
(i)
Histórico.
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' • ' - •
180
LA AVALANCHA.
—Pero, mujer, ni que estuviéramos en tiempo de
epidemia, y viniera de confesar apestados.
—No es que estemos en tiempo de epidemia,
Beni... Es que no me gusta dar alas á esos señores:
serán muy buenos y
•
muy santos; pero si
se les dá el píe, se toman la mano... Que
pase al gabinete, y yo
bajaré en seguida...
D. Benito se encogió de hombros, y
doña Tula, nerviosa
y azorada, fue á recibir la visita del Párroco... -Media hora
larga duró la entrevista, y jamás supo nadie
lo que en ella se había
t r a t a d o . Observóse
tan solo que ü . ' T u l a
no volvió á acercarse
nunca al confesonario
del Párroco; que por
dos días consecutivos
estuvo inquieta, nerviosa, sumida á ratos
en una especie de
grave preocupación,
como si se aíanase y
cavilara por conciliar
los dos e x t r e m o s
opuestos de un difícil
roblema; y que, á la
tercera noche, estando reunida toda la familia, y ella algo más
animada, manifestó
de pronto, con un
aire de naturalidad
detestablemente fingida, un proyecto
que había concebido..
Pensaba pedir al Arzobispo el privilegio
de tener oratorio en
casa, para que su Re-
estos angelitos... Que cuando me veas en el caso de
tu padre, me has de avisar, por leve que sea el riesgo... Quiero morir como cristiano... quiero irme al
cielo, contigo y con mis hijos...
Benita se echó á
llorar, y ocultó el rosA..
tro en el pecho de su
marido, diciendo de
lo intimo de su alma.
•—¡Te lo juro, Sancho, te lo juro.,, y te
pido á tí el mismo juramento!...
A Sancho se le
saltaron las lágrimas;
repitió en voz baja:
— Te lo juro—y ambos esposos sellaron
su pacto, besándolas
frentes de sus hijos,
que dormidos sonreían.
Entonces tuvoBenita una de esas inspiraciones que dictan
el amor y la piedad á
la esposa amante y
cristiana. Retuvo á
Sancho inclinado sobre el pecho del más
pequeño de sus hijos,
y, sonriendo entre sus
lágrimas, le dijo:
— ¿Y por qué hemos de esperar á la
hora de la muerte?...
Mañana mismopodiamos confesar los dos..
Hace más de un año
que tú no confiesas...
Y Sancho, dejando de ser el Sancho
de un momento, para ser el Sancho de
todos los días, dio
un cariñoso empujón
á
su mujer, diciendo:
PORTADA DE LA PARROQUIA DE SAN NICOLÁS
¡Mira con loque
nito oyese allí cómoEN LA FACHADA DEL PASEO DE VALENCIA.
damente Misa; y más
sale ahora esta!...
tarde, allá para Noche-Buena, pediría también licenY comenzó á dar volteretas por el cuarto, con esa
cia para celebrar la Misa de Gallo, y comulgar á
horrible veleidad con que muchos corazones sanos
media noche toda la familia.
juegan temerariamente con la misericordia de Dios,
— ¡Todos juntitos!—decía, destilando almíbar. ¡Y
tan solo por haraganería!...
tú también Beni mío!... ¡Verás qué ceremonia tan
Luis COLOMA, S. J.
tierna!
.
(Se
continuará).
D. Benito hizo un gesto de displicencia.
— ¡Vamos!—dijo doña Tula. ¡A que sale ahora
éste con algún escrúpulo!...
—No son escrúpulos, ¡mujer! — replicó de mal humor I). Benito... Ks que, con setenta años y un reuma, nadie se levanta á media noche para oir tocar la
zambombita!...
Doña Tula se quedó desconcertada por un momento, y dijo al lin en tono muy devoto:
—Pero hijo mío, ¿no hemos de ofrecer algo al Niño
Jesús?... Siquiera esa poquita de molestia...
Sancho escuchaba sin pestañear á su suegra, y,
sacudiendo socarronamente la cabeza, dijo al fin entre
dientes:
— ¡Ta, ta, ta'... ¡Te veo, besugo! ¡Valiente apunte
está doña Cotufa!... ¡Y que se va á estar la muerte
con las manos en los bolsillos, hasta que ella le haga
una seña... cuando pase Noche-Buena, y el viejo se
trague el anzuelo!...
Y aquella misma noche, cuando, antes de acostarFUEGO POR SECCIONES.
se los dos jóvenes esposos, fueron á besar á sus hijos
dormidos como tenían de costumbre, Sancho detuvo
á su mujer entre las dos cainitas de los niños, y le
Todos los periódicos lo publican y juzgo convedijo gravemente:
niente reproducirlo.'
«Tanto en Vinaroz como en Peñíscola es objeto
• '—Benita, te voy á pedir una cosa... Prométemelo
de las mayores demostraciones de admiración y simpor lo más sagrado que para tí haya... por la vida de
181
LA AVALANCHA.
patía el acto verdaderamente heroico realizado por el
coadjutor de esta última parroquia, D. Lorenzo Cot y
Cuesta.
El dia ig de éste mes, (Noviembre) cuando albo-\
rotado el mar amenazaba tragarse á unos desgraciados marinos que flotaban sobre maderos después que
las olas habian destruido la embarcación, el expresado sacerdote, impulsado por la candad en su mayor
grado, y con exposición de su propia vida, lanzóse á
la mar y animando y ayudando á los náufragos, les
salvó de una muerte segura.»
Siempre lo mismo.
Los impíos procurando desacreditar á los ministros del Señor con sus calumnias.
Y los ministros del Señor dejando con sus actos á
los impíos por embusteros.
*
* *
En cambio lean ustedes este otro:
«D, José Conrado Hernández, D. Rafael Romeu y
Aguayo, D. Arístides Maragliano Fumero, D. José
María Figueras y Chiques, D. Ángel Acosta y Quintero, D. Rafael Nieto Abeille, D. Julio María Padilla
é Iguina y D. Francisco Arango y Mantilla, funcionarios de la administración de justicia de Ultramar con
•destino en la isla de Puerto Rico, han aceptado cargos públicos del gobierno americano, que llevan anexa
autoridad ó jurisdicción, y prestado juramento de
adhesión y de obediencia á aquel gobierno, con cuyos
actos han dejado de estar sometidos al fuero y beneficios de la nacionalidad española.
En su consecuencia, se ha dispuesto de real orden;
por el ministerio de Ultramar, que los referidos su.getos cesen de figurar en el escalafón general de los
funcionarios de justicia y ministerio fiscal del reino;
que de esta resolución y del documento en que consta el proceder de los interesados, se una copia literal
é sus expedientes respectivos, al tenor de lo establecido en el artículo 73 del real decreto ley de 5 de
Enero de 1891, y que se publique en la Gaceta y se dé
-conocimiento á la Junta de Clases pasivas para los
unes consiguientes.»
En la lista anterior no figura ningún ministro del
Señor.
Pero en cambio hay en ella ocho renegados.
U ocho libre-pensadores.
U ocho masones.
ue todo es uno y lo mismo,
la ünica casta de pájaros capaz de arrimarse al
?
yanqui que más paga.
* *
Y conste que no hay en lo que acabo de decir no
ya falsa imputación, pero ni el menor asomo de juicio
temerario.
En primer lugar porque está probado, hasta la saciedad, que las logias de Puerto Rico, como las de
Cuba y Filipinas han sido las promovedoras del movimiento separatista de las colonias españolas.
Y al ver que esos españoles renegados obtienen
un premio de los yanquis, lo primero que á cualquiera
se le ocurre repetir, por venir al caso como anillo al
dedo, es el conocido aforismo criminalista que dice
así:
—Mira á quién aprovecha el delito y habrás adelantado mucho para conocer al delincuente.
Y después, porque mientras eso pasa en PuertoRico con los que reniegan de la madre patria, en Filipinas el masón Aguinaldo se niega á entregar los
prisioneros españoles que pertenecen á órdenes monásticas, como no le den un millón de duros.
Que ni que decir tiene. Servirá lo que quede, después de haberse quedado Aguinaldo con la mayor
parte, para pagar servicios masónicos hechos contra
la soberanía de España. Ni más ni menos que los empleos que han dado los yanquis á los españoles renegados de Puerto-Rico.
*
*
A la lista por desgracia harto numerosa, de los
periódicos y revistas que no deben leer, ni permitir
que en sus casas lo lean ni aun los vean, los padres
de familia católicos, debe añadirse Blanco y Negro.
¿Por qué?
NAVARRA.
PUENTE DE ENDAKLAZA.
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•
*
LA AVALANCHA.
182
Porque aparte de su prosa y de sus versos, no
siempre, por aquello de que entren todos y sálvese el
que pueda, conveniente para el pudor y las buenas
costumbres, publican unos grabaditos de verano, esto
es, tan ligeros de ropa que me río yo de la desnudez
de los salvajes.
Porque éstos al fin á nadie escandalizan porque
viven entre gentes que, como ellos, carecen de la noción de la vergüenza.
Mientras que los grabados de Blanco y Negro al
caer en manos inocentes no solo escandalizan, sino
pueden inducir á pensamientos pecaminosos. . . •
Porque ya es sabido.
El pecado entra la mayor parte, de las veces por
los ojos y... no digo más.
Que harto me entienden los que pueden y deben
entenderme.
Y harto lo saben también las empresas de esas
revistas con monos y por eso se aprovechan de las
licencias que hoy se otorgan al mal en esta desdichada patria, para llenarse los bolsillos dt perras aunque
la juventud se pervierta.
Y, aun quizás y sin quizás, para eso mismo.
*
* *
Otro á la lista consabida.
Y ese otro es Nuevo Mundo, cuya sección de anuncios telegráficos es una letrina donde van á parar
cuantas inmundicias sugiere á sus autores Asmodeo,
que como es sabido, es el demonio familiar de todos
los deshonestos.
Por esta razón no me es posible, ni siquiera como
muestra, reproducir uno solo de los tales anuncios.
Pero sí diré que el padre de familia que deje entrar en su casa á A'wevo Mundo, se expone á introducir en ella á una abominable tercera.
Porque los tales anuncios telegráficos y los Avisos útiles de La Correspondencia no son otra cosa que
repugnantes tercerías encaminadas á burlar la vigilancia de los padres y madres de familia.
Conque mucho ojo y cerrar á piedra y lodo las
puertas de las casas católicas á tan pestilentes publicaciones.
*
* *
Esto aparte de que no solamente padece el pudor
de las hijas de familia con esas porquerías.
Sino además, porque los hijos, seducidos por el
mal ejemplo, suelen sacar los pies del plato, como
decirse suele, para meterlos de hoz y de coz, de coz
'sobre todo, en las redacciones de esos periódicos, para
poner la fama de católicos excelsos de sus padres hecha una lástima.
Digalo sino el joven D. Pedro Pidal, hijo de don
Alejandro, que se ha puesto á escribir majaderías en
Vida Nueva, dando* ocasión á que los mismos periódicos libre-pensadores se burlen de él y de su señor
padre, que es un dolor.- .
Y realmente el caso, por triste que sea, no es para menos, porque solo al diablo se le pudo ocurrir
inspirar á un hijo de D. Alejandro Pidal ir á escribir
en Vida Nueva.
Para que se vea lo que puede el contagio pernicioso de ciertas lecturas,
Y quién sabe si para escarmiento de padres católicos, aunque no excelsos, sí negligentes.
LA AZUCENAJVUSTERIOSA. .
*
•
• . .
(TRADICIÓN NAVARRA.)
••
• '
.•
*
..:..*'• "^'V* ! •
Religión! ¡Religión! Genio celeste que velas el
fV . -
• • ' • - • .
-;
•
n .
V
'"""!' "'.",-•'
•v.•
La antigua tierra de Basconia se encuentra sumida en las tinieblas del paganismo.
Sus valientes y guerreros hijos, los que en cien
combates terror fueron de Roma y espanto de sus
mercenarios ejércitos, no tienen un Dios á quien adorar, y solo se postran para jurar ser libres, como las
águilas de sus montañas, ante las aras de sus falsas
divinidades.
Cincuenta y cinco años hace que se ha consumado el sacrificio del Gólgota y la redentora enseña de
la cruz no ha llegado todavía á ondear sobre las torres de sus templos, ni á guiar al combate, grabada
en sus banderas, á los indomables bascones.
Pero pueblo que en tan alta estimación tiene las
cualidades de honor é independencia; pueblo que, á
semejanza de Sagunto, ha sabido sucumbir en los
muros de Calahorra antes que entregarse á la tiranía
de los romanos, y que ha abatido como nadie el poder de Sertorio, el general más temido y respetado
de su época, no puede permanecer por largo tiempo
sin avivar los corazones de sus hijos con la buena
nueva, que ha brotado como chispa santa sobre las
ruinas del Capitolio, y que ligera como el huracán,
cunde por todos los ámbitos de la tierra, sellada cotí v
la sangre de millones de mártires, que no basta á satisfacer las iras del despiadado Nerón, y sobre cuyos
restos se multiplican los creyentes, como las arenas
del mar, como las espigas de los campos.
Miradla: esa que veis, modesta cuanto poética población; es Pamplona, asilo de gentes entregadas á la
adoración de falsos dioses.
Esas torres elevadas que descuellan como gigantes, son las del templo erigido en honor de Diana,
bajo cuyas bóvedas se sacrifican víctimas á su honor,
A su puerta hace sombra un grande árbol terebinto; en el lado opuesto se destaca, lleno, de majestad y misterio, el sagrado bosque de los cipreses.
Internaos en él por un momento, mas con el res*peto que se debe al lugar donde se consuman los
grandes sacrificios. Es la hora de los sueños. Un cielo diáfano, risueño y apacible ostenta la inmensidad
del infinito; radiantes luceros compiten con sus destellos para iluminar el espacio, y la pálida reina de la
noche derrama majestuosa los rayos de su consoladora luz.
A calma tan sublime no llega la voz de las pasiones, ni las imprecaciones del crimen, ni los sarcasmos del vicio, ni los clamores de la ambición, ni la
febril algazara de los festines, ni los quejidos de la
miseria, ni los aplausos del favor, ni las calumnias
de la envidia, ni toda esa algarabía que producen los
encontrados intereses de una sociedad envuelta en el
torbellino de los placeres sensuales. El silencio reina
en la naturaleza y la meditación en las conciencias.
Solo se oye á intervalos el gemido de la brisa que
agita blandamente las copas de los árboles, y el mo-
DIONISIO.
-'.
sueño del desgraciado, antorcha de las inteligencias
humildes, alivio del corazón rendido al peso de la
miseria, espíritu sublime y consolador, desciende sobre mí, presta armonías á mi laúd y abrásame con el
fuego santo de tus amores.
Hay en tí, sagrada Religión, vida del alma, no sé
qué misterioso encanto que atrae y subyuga los entendimientos serenos; por eso Jeremías te debe sus
lamentos, David sus penitencias sublimes, el hombre
sus creaciones y sus adelantos, el mundo, en fin, los
pocos cuanto dulces momentos que de felicidad y
gloria ha tenido.
En ti se halla personificada la humildad, unida á
la grandeza;.el placer en natural armonía con el bien,
la ciencia al lado del temor, el trabajo juntamente
con la recompensa; por eso te dirijo, hermosa matrona, mis suspiros, ya que desde huérfano eres mi guía,
ya que desde soñador eres, en compañía de mi patria,
la musa de mis pobres inspiraciones. - • ••
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. LA AVALANCHA.
nótono san que produce al sepultarse en el cristalino
arroyo la tradicional Fuente del olvido, •
Pero escuchad: ¿qué delicioso murmullo hasta nosotros llega? ¿que palabras tan dulces son esas, que
hacen derramar copioso llanto á los ojos de la pagana Eugenia, que, cogida del brazo del valiente y conocido capitán romano Publio, se pierde por esa larga calle de cipreses?
Un placer nunca sentido y un temor extraordinario hacen palpitar sus corazones, como si a comunicarse fueran alguna idea contraria á sus propósitos.
Oigamos.
—Los dioses, ¡oh dulce objeto de mi cariño! se
muestran contrarios á nuestras mas queridas esperanzas; ya ha pasado para nosotros, Eugenia, la primavera de los amores, y tan solo espinas ofrecen á
los nuestros los númenes inmortales. ¡Oh hermosa
mía! Más amada de mi guerrero corazón que el grito
de victoria, y más dulce que el recuerdo de la cuna
que meció sus primeras esperanzas, ¿por qué impenetrables nubes empuñan el cielo de tu frente, sin
que yo pueda adivinar el misterioso origen de su lormación?
— ¡Oh, Publio! Asi como los ríos al mar, y como
la gota de rocío al cristalino arroyo, así se dirige necesariamente, y sin poder evitarlo, la humanidad á
sus destinos. El hombre, si escucha la voz de la conciencia, su término es el bien; st se complace en los
goces del mundo y sus malas pasiones, su corona es
el mal. ¿No oyes cierto dulce rumor, presagio de felices dias? (No oyes quebrarse en mil pedazos las cadenas de una sociedad esclavizada vergonzosamente?
Pues bien, escucha. Esa religión de, jesús que con
tanto furor perseguimos, es el mar donde van á sepultarse nuestros corazones. ¿Tiemblas al escuchar
mis palabras? ¿Te extraña que la que antes depositaba coronas de mirto y laurel sobre el altar de Júpiter, y derramaba incienso sobre su cabeza, reniegue
hoy de su poder? Bien á m¡ pesar comprendo que no
has escuchado como yo las predicaciones del apóstol,
ni te has inflamado en el íuego que anima su divina
palabra.
—Eugenia, ¿pretendes acaso seguir sus doctrinas
sin temor á las iras de nuestros dioses? Mas ya comprendo; era tu amor mentido y quieres mancharte
siendo doblemente perjura.
— ¡Amado mió!... antes el pensamiento dejará de
tener su dulce esencia; antes faltará agua al mar y
llores á la primavera que á mt corazón tu amor. Te
quiero, y por lo mismo, en vez de un alma esclava,
ansio ofrecerte un alma libre que, confundiéndose
con la tuya, viviendo de un mismo sol, de una misma naturaleza, sean unas sus aspiraciones, unas sus
esperanzas, unos sus sueños, un;i su tumba, uno su
paraíso. Si hubieras escuchado esta mañana á la sombra del terebinto las palabras del extranjero, hubieras soñado para mí unos amores cristianos. La mujer para la religión de Jesús-decía el santo profeta,
—esta rodeada de alegría y felicidad; su esposo es su
compañero, sus hijos la más hermosa diadema, su
centro el hogar; para vuestras mentiras, la mujer es
una esclava, su vida un completo martirio, su belleza
víctima grosera de vuestros apetitos, y ni aun le es
permitido gozar de las caricias de los pedazos de sus
entnmas, como si fuesen sus sentimientos de peor
condición que los de una fiera. Et Cristianismo asegura que tendrán fin nuestras desgracias y nos ofrece
una gloria sin lamentos, sin dolores, sin término;
una alegría, en fin, que bañará la cabeza de los bienaventurados, como bañan las aguas á un hombre sumergido en lo profundo del mar. Jerusalén bendita,
iluminada por el sol divino, fuente de vida, mansión
de perlas labncada por la mano del Todopoderoso
para los justos y pecadores arrepentidos...
Un silencio sepulcral ha seguido'á las últimas palabras de la casta virgen cuya blonda cabellera, flotando á merced de la fresca y olorosa brisa, va con
orgullo á acariciar la frente del enamorado capitán.
En medio de éxtasis tan delicioso han llegado á la
Fuente del Olvido, se han repetido mil ternezas y han
renovado sus juramentos de amor.
183
A la vuelta, Publio ha regalado á Eugenia, como
prenda de fidelidad, una azucena del bosque.
Eugenia ha jurado en silencio ser feliz antes de
que sus hojas se marchiten.
i v .
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En la hermosa mañana de un día claro de Junio.
Un inmenso concurso rodea las puertas del templo
de Diana, cuya festividad celebra, ávido de escuchar
por segunda vez las predicaciones de Saturnino,
obispo cristiano de Tolosa (Aquitania), cuyas virtudes, conocimientos y fama habían encontrado en
Pamplona, como en otros muchos pueblos, eco muy
favorable.
Entre las personas notables que acuden, movidos
por la curiosidad más que por el lervor, se hallan los
senadores Faustino, Fortunato y Firmo, la mujer de
este último, noble matrona, y su valiente hijo el capitán Publio.
También se encuentra la hermosa y enamorada
dama Eugenia, cuyo corazón presiente dulces y consoladores momentos.
La celebridad del día, la sangre aún humeante de
los sacrificios consumados, el grandioso espectáculo
que presentaba el pueblo movido por un sentimiento
común y universal; todo contribuía á que el alma del
obispo, ardiendo en la pira santa de la fé, derramase
á torrentes sobre la cabeza de aquellos ciegos á la luz
de la verdad, la redentora doctrina de Jesús, cuyas
únicas armas para conquistar las naciones á su imperio eran, no las de hierro duro, ni las que brillantes
nos pintan en sus rayos vida deleitosa y suave, sino
las blandas de la palabra, y cuyos soldados, si fuerzas abrigaban para la lucha, cantos tenían para elevar al Todopoderoso al calor de las hogueras que
consumían sus carnes, que pulverizaban sus huesos,
que ahogaban sus clamores; pero sobre cuyas pirámides de humo se elevaba riente la blanca imagen de
sus almas con la palma del martirio, en medio deí
celeste angelical concierto.
El pueblo quedó esclavo de la arrebatadora elocuencia del apóstol, y más de una vez, dominado su
corazón, maldijo su estado de ignorancia y entró en
ansias de arrasar aquel templo que adoraba momentos antes y que sustentaba las estatuas de sus falsos
dioses.
Al término de la peroración, Eugenia y Publio se
dirigieron una mirada.
Solo en aquel momento se entendieron sus almas
y apreciaron la inmensidad del amor que las consumía.
•
. •
J. JOSÉ GARCÍA VELLOSO.
(Se concluirá.)
INMACULADA.
De la boca de Dios nació tan bella,
Que el mismo Dios al verla sonreía,_•. ..
Porque en ella no había
Ni la más leve huella •
De imperfección, ni sombra... Ella cenia
Doce hermosas estrellas á su trente.
El ancho firmamento
Era el manto imperial, que la vestía,
Mientras servían de escabel y asiento
A su sin par divina gentileza
El disco de la luna refulgente,
Y la horrible cabeza
De la infernal diabólica serpiente.
De las etéreas nubes
Un ángel á los cielos ascendía, ,
Y de él en pos querubes
•• ¡ - - ;
En número indecible
Hacia el excelso trono le seguían.
Pulsaban arpas de oro,
Y rindiendo homen;ijo á la belleza
De la Virgen un cántico decían
LA AVALANCHA.
184
Al mísero mortal incomprensible,
Y á María el más dulce y rnás sonoro,
El himno encantador de la pureza
Como ya nos ocupamos de esas obras en nuestro
número del H del pasado Noviembre, no tenemos para
que repetir lo que entonces dijimos.
PUENTE DE ENDARLAZA.
Ep sus sueños de amor la Virgen pía
Vi ó del hombre infeliz la triste suerte,
Que de la culpa esclavo y de la muerte
En el profundo báratro yacía.
Y le quiso salvar... Ella el anhelo
Del mismo calmó y hoy por .María
Puede dichoso poseer el cielo.
Por la Virgen mi patria logró un día
Ser la nación gigante,
Que llevando sus armas tnunladoras
Tras el inmenso piélago de Atlante,
Conquistó á su corona un nuevo mundo.
Hoy que á la Virgen no ama, en breves horas
lia perdido ese imperio de riqueza
Y llena de amargura y de tristeza,
Ahogando en su alma su dolor profundo,
Lo abandona, trayendo convertidas
En sudario de muerte sus banderas.
Mas ¡vive Dios! (y lo verá la Historia)
Que aún han de retornar esos despojos
A ser los mensajeros de su gloria,
Si á los píes de Alaría cae de hinojos,
Y vuelve ú amarla con amor... de veras.
A. C , PURO.
NUESTROS GRABADOS.
El BidasOíi, que después de bañar vertiginosamente las accidentadas montañas de Baztán, llega
apacible a los poéticos valles de Vera, pasando sosegado á Endarlaza; la arrogancia del puente de hierro,
teatro de sangrientos sucesos durante las contiendas
civiles; aquellos poéticos caseríos semi-ocultos entre
la bravia naturaleza de los contornos; la representación que ambas naciones limítrofes tienen en dos
humildes soldados que comparten con las águilas el
dominio de aquellos parajes, la poesía en fin que existe
en toda aquella comarca, no puédemenos que cautivar
á cuantos se sientan atraídos por las expléndidas galas en que tan pródiga se ha manitestado la naturaleza en aquellos bellísimos paisajes.
El puente de Endarlaza se halla en la misma frontera con í'Vancía y sirve de límites a las provincias
de Navarra y Guipúzcoa. Dista cinco kilómetros próximámente de Vera, el pueblo dedicado á las industrias de la elaboración de hierros. Una carretera
ancha y bien cimentada pasa sobre el mismo puente,.
por la cual entraron en España los dos Carlos, durante las guerras carlistas de 1854 y de 1S74. En el
trascurso de esta última fue destruido el puente varias
veces y ocurrieron en sus alrededores innumerables
escenas fratricidas, cuyo recuerdo se conserva perenne
en la memoria de tos habitantes de aquellos contornos.
Numerosos turistas visitan de continuo el poético
valle donde se encuentra el puente de lindarlaza,
gozando de aquel paisaje encantador, en que la naturaleza y la historia parecen disputarse la supremacía.
PORTADA DE LA PARROQUIA DE SAN NICOLÁS.
Con la publicación de este fotograbado concluímos
de dar á conocer á nuestros lectores las obras de reforma introducidas en la iglesia parroquial de San
Nicolás de esta ciudad, en la fachada del Paseo de
Valencia.
Lástima que no se haya completado la reforma de
esa fachada, tan necesaria en sitio tan concurrido y
céntrico como es el Paseo de Valencia.
Nuestra Asociación.—La Biblioteca Calólico-Pro•pagandkta celebrará Alisa de comunión reglamentaria el día de la Inmaculada Concepción de María, á
las siete de la mañana, en la iglesia de Santo Domingo.
Entre los concurrentes á ese acto se distribuirán
ejemplares de la Novena á la Inmaculada Virgen María, precioso Hbrito escrito por el I)r. Sarda y ¿ a l v a n y .
D. AGUSTÍN ZABALETA Y ERASO
Socio de la Biblioteca Católico-Propagandista
Socio do la Biblioteca Católico-Propagandista,
FALLECIÓ EN ARTAJONA.
FALLECIÓ EN IRUHZürí EL 24 OE NOVIEMBRE ÚLTIMO.
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D . E. P.
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X*. E o i » .
-La referida Saciedad y su órgano en
¡a prensa JJO. &Loalaneh<x}
•La referida Sociedad y su órgano en
la prensa, Tjn Suca lancha,
ruegan a les
ruegan á los
socios, helores y personas piadosas, hagan
socios, lee/ores y personas piadosas, hagan
ia caridad de encomendarle á J)ios en sus
la caridad de encomendarle á -J/ios en sus
oraciones.
oraciones.
Su Santidad el Papa León XIII, en breve de 10 <le Diciembre (le ÍH'JU, concediii sesenta, ilítis tle indulgencia por
rezar cinco Padre nuestros y Avemaiias eu sul'rtiyio de las
tilmas tle Ion socios difuntos.
.....
fiu Sn 11 tullid i¡! P a p a León XIII, en breve «le 10 <lc Diciembre de IS'.lt», concedió s c u n t n tlí;is de índiilffem'ia ¡n>r
reziir cinco 'P.iJ-'t." nuestros y Avemarias fin sufran' 0 d e ' : l
almas de loa socios difuntos. '
PAMPLONA.—imprenta y Librarla da Joaqufn Lorda. Calle Chapltela, número 2.
1
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