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ÚLTIMOS ESCRITOS PENALES DE FORONDA
Manuel de Rivacoba y Rivacoba
I
Valentín Tadeo de Foronda y González de Echávarri (Vitoria, 1755;
Pamplona, 1821) es un ilustrado tardío que aceptó las ideas y los cambios
revolucionarios y devino un liberal consecuente y activo1. Su mentalidad
curiosa y abierta; sus extensas y actualizadas lecturas; sus viajes, que le llevaron a conocer múltiples países europeos, y luego una larga estancia en los
Estados Unidos de Norteamérica; los sucesos que se precipitaron en el mundo
en que le tocó vivir y sus propias vicisitudes personales; su natural reflexivo y
su espíritu crítico, le impulsaron, más que a elaborar y exponer concepciones
novedosas, a difundir las ideas de la época que llegaban a su conocimiento,
con un apremiante designio de aplicación y transformación efectiva, o sea,
con una clara y decidida finalidad utilitaria. Es así un polígrafo incansable,
de información y de miras sumamente vastas y variadas y preocupado constantemente por el bienestar y el progreso del género humano, el incremento
de la libertad y la seguridad de los individuos, y también el de su igualdad,
la reforma y mejora de las instituciones y la elevación del bienestar público,
comprendiendo en su interés y sus publicaciones tanto los aspectos y los temas
materiales como los morales y políticos.
Acerca de Foronda es particularmente interesante la tesis doctoral de José Manuel Barrenechea González,
Valentín de Foronda, reformador y economista ilustrado, Prólogo de Ernest Lluch, Vitoria, Diputación
Foral de Álava, 1984, con amplísima bibliografía; y referido en concreto a lo penal, cfr. Rivacoba, “Un
discípulo español de Beccaria, desoconocido en España”, en la Revista de Derecho Penal y Criminología,
de Madrid, número 6, 1996, págs. 953-1.068 (hay de. Sep.). Sendos resúmenes de este estudio, con el
mismo título, en el Boletín de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, de Córdoba, año
LXXV, número 132, enero-junio de 1997, págs. 175-183 (es el discurso de incorporación a dicha Academia,
leído el 6 de febrero de 1997), y en el folleto intitulado Aspectos penales de la obra de Foronda, Bilbao,
Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País / Euskalerriaren Adiskideen Elcartea (Colección Lanak,
número 22), 1977.
1
FUENTE: ARROYO ZAPATERO Luis y BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE Ignacio (Dir.): Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos in memoriam.
Ediciones de la Universidad de Castilla - La Mancha, Educiones Universidad Salamanca, Cuenca 2001.
MANUEL DE RIVACOBA Y RIVACOBA
En concordancia con ello y con pocas excepciones, sus obras son muy
abundantes, pero no suelen consistir en libros sistemáticos, concebidos y desarrollados como una unidad y con alguna amplitud, sino en folletos breves y
meros artículos, en forma frecuentemente epistolar y aparecidos por lo general
en la prensa periódica, que fueron a veces recopilados en volúmenes de vario
contenido; y en sus páginas casi no se encuentra aportaciones originales, sino
la divulgación y el comentario de estudios y propuestas ajenas, ni tampoco se
entrega a construcciones abstractas ni se pierde en sutilezas ni divagaciones
estériles, sino que se atiene a las posibilidades y conveniencias concretas de
la acción práctica y se expresa con extremada sencillez. Tras lo cual apenas
hay que añadir que su producción evidencia un indudable espíritu de docencia
social.
Por su formación y sus intenciones, y su consiguiente manera de escribir, no cuida en absoluto sus citas de otros autores, o ni siquiera indica lo que
toma de ellos, aparte de que muchas ideas pertenecen al caudal mostrenco del
pensamiento más avanzado de su tiempo, de suerte, en fin, que las suyas originales se entremezclan con las ajenas, que las suyas originales se entremezclan con las ajenas, acaso las más, en un encendido y denodado esfuerzo de
mejoramiento colectivo. Sin embargo, por ello mismo no suele resultar difícil
en muchos casos identificar sus fuentes principales.
Animado por estos propósitos y con estas perspectivas, no podía desentenderse de las materias criminales y punitivas. En un ambiente generalizado de intensa crítica y profunda reforma de las instituciones sociales y
jurídicas, la crítica y reforma de la legislación penal constituyó un tema singularmente importante y aun candente, que concitó la atención de las figuras
más descollantes de la época2, y, por ende, había de atraer y ocupar la atención también de Foronda. Y, en efecto, les dedicó las cartas que, fechadas en
Vergara el 10 de julio y el 16 de septiembre de 1788 y el 7 de septiembre y el
2 de octubre de 1789, aparecieron en el Espíritu de los mejores diarios que se
publican en Europa, de Madrid, números, respectivamente, 160, 163, 257 y
259, de 22 de diciembre de 1788, 12 de enero de 1789, y 1 y 15 de noviembre
de 17903, y fueron recogidas después en su obra miscelánea Cartas sobre
los asuntos más exquisitos de la Economía-política, y sobre las leyes criminales4, las dos primeras, en el volumen primero5, y las restantes, en el
Con algún detalle, Rivacoba, La reforma penal de la Ilustración, Valparaíso, Sociedad Chilena de Filosofía Jurídica y Social, 1988, págs. 21-22. Por su parte, Carlo Paterniti, Note al Codice criminale toscano
del 1786, Padova, Cedam, 1985, pág. 62, destaca que la reforma penal fue entonces uno de los momentos
necesarios para asegurar una nueva estructura del Estado.
3
Cfr. Barrenechea, op. Cit., págs. 65-66.
4
En dos tomos. Madrid. En la imprenta de Manuel González, 1789 y 1794. La notación exacta de esta obra,
en Rivacoba, Un discípulo español de Beccaria, etc., cit., pág. 975, nota 80.
5
Págs. 95-124 y 185-199.
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Últimos escritos penales de Foronda
siguiente6. Por un afán de precisión, se ha de agregar que son asimismo de
interés al respecto la Advertencia que encabeza su libro Cartas sobre la policía, en su segunda edición, de Pamplona, en 18207, y, sobre todo, la Carta V,
fechada en Vitoria el 24 de abril de 18008/9, así como pensamientos y observaciones que se hallan dispersos en otros lugares de su frondosa producción.
Ahora bien, nada de esto es nuevo10; pero en la consideración del pensamiento y las doctrinas penales de Foronda no se ha tenido en cuenta dos
misivas, también sobre temas de la misma índole, muy posteriores, fechadas
en Pamplona el 30 de septiembre y el 13 de octubre de 1821, que adicionó
a la tercera edición de sus Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la Economía-política, y sobre las leyes criminales11. Semejante omisión merece ser
explicada, y no se debe sino al hecho de que, mientras que en la Biblioteca
Nacional de Madrid obra un ejemplar de la edición de las Cartas de 1789 y
179412, y, por lo demás, no es difícil localizar en diferentes bibliotecas otros de
la misma edición, el propio Barrenechea manifiesta en él, como suyo, docto y
elegante Estudio preliminar con que encabeza su reedición de dichas Cartas13
que la mencionada edición pamplonesa de 1821 es “prácticamente desconocida y de muy difícil localización tanto en bibliotecas españolas como extranjeras”14, y, por nuestra parte, no conocimos ninguno de ella hasta que la buena
fortuna nos hizo tropezar con uno en una librería bonaerense de lance bastante
después de haber escrito y publicado nuestros estudios sobre Foronda.
O sea, en resumen, que, aparte de su aparición primigenia en la mentada
publicación periódica de Madrid a lo largo de casi dos años desde últimos de
1788 hasta mediados de noviembre de 1790, dichas cartas forman parte de su
Págs. 181-206 y 207-226.
Notación exacta, en Rivacoba, Un discípulo español de Beccaria, etc., cit., pág. 976, nota 84.
8
La Advertencia ocupa las págs. 3-15, y la Carta V, las págs. 161-216.
9
Todos estos textos se encuentran transcritos fielmente en el Apéndice de nuestro estudio Un discípulo
español de Beccaria, etc., cit., págs. 1.002-1.068.
10
Lejos de ello, hace tiempo que todo está estudiado principalmente por Barrenechea, op. Cit., págs. 65-88
y 168-172, y por mí, en las obras señaladas supra, en la nota 1.
11
Corregida y aumentada con varias notas, y con varias cartas importantes. Pamplona, en la imprenta de
Ramón Domingo, MDCCCXXI. 2 tomos, en 8º, de XXIV + 290 y de 363 páginas. Tales cartas figuran, las
últimas del volumen segundo, en las págs. 252-279 y 280-360.
12
Su sginatura es 3/58.532 (tomo I) y 3/58.533 (tomo II). También existe uno de las Cartas sobre la policía,
2ª. De., cit., bajo la signatura 1/28.179.
13
Vitoria, Gobierno Vasco, 1994, en un volumen de CXXVI + 688 páginas. Es el tomo I de la valiosa
Colección de Clásicos del pensamiento económico vasco.
14
Pág. CXXIV. Y sigue: “Es sintomático, en este sentido que la importante y completísima Bibliografía de
autores españoles del siglo XVIII de Francisco Aguilar Piñal la considere como “ilocalizable”. Si nosotros
hemos podido contar con un ejemplar de la edición de 1821 para llevar a cabo esta reproducción ha sido
gracias a la amabilidad de José Ignacio García Larrache, descendiente de quien fuera preceptor de los herederos de Valentín Foronda”. Antes, en Valentín de Foronda, reformador y economista ilustrado, cit., pág.
88, ya había escrito que la edición de 1821 “es muy rara y de difícil acceso tanto en bibliotecas españolas
como extranjeras”.
6
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MANUEL DE RIVACOBA Y RIVACOBA
citado libro Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la Economía-política,
y sobre las leyes criminales, en la edición madrileña de 1789 y 1794, que ,
teniendo la indicada inserción original como primera, designa como segunda,
y en la pamplonesa de 1821, que consecuentemente cuenta como tercera15. La
novedad de ésta al respecto consiste en haber reunido “las dos cartas sobre las
leyes criminales del primer tomo” con “las dos del segundo”16, y haberles añadido las dos cartas nuevas y colocado todas efectivamente seguidas al final de
la obra17.
Quien ha dedicado no escasas páginas a las cuatro cartas más antiguas
que figuran en la edición de 1789 y 1794 estima que debe corresponder al feliz
azar que puso en sus manos un ejemplar de la de 1821, con su par de cartas de
este mismo año, completando la tarea mediante su estudio en las más breves
que siguen.
Es de aclarar finalmente que, al reemprender sus epístolas referentes
a las leyes criminales, Foronda explica que con el objeto de verter sus ideas
adoptó la hipótesis de que escribía al príncipe de una ínsula imaginaria que
le había llamado como su consejero, y que “en el tiempo del obscurantismo
español” se sirvió de esta suposición “para aconsejar indirectamente a nuestro Gobierno”, amparando bajo ella “consejos demasiado atrevidos para la
sazón”, que, en cambio, ya no lo son en 182118.
II
A diferencia de sus epístolas de 1788 y 1789 sobre las leyes criminales,
donde guarda silencio acerca de los autores a quienes se había atenido para
escribirlas o los menciona muy en general, en las de 1821 señala con bastante
fidelidad sus fuentes de información e incluso comienza la primera, la del 30
de septiembre, declarando las obras de que se había servido19 para componer
aquéllas, a saber, las de Montesquieu, Brissot de Warville, Mably, Beccaria
y Filangieri20; añade que “después han llegado a mis manos Pastoret, los dis-
En lo sucesivo y salvo advertencia en contrario citaremos siempre por ella.
Cfr. Advertencia para esta tercera edición, tomo I, pág. XXII.
17
Tomo II, págs., por su orden, 192-211, 211-221, 221-238, 238-252, 252-279 y 280-360.
18
Tomo II, pág. 253.
19
Según sus palabras, tomo II, pág. 252, que había extractado.
20
Cfr. ibidem.
Las de Montesquieu (De l’esprit des loix, 1748), Beccaria (Dei delitti e delle pene, 1764) y Filangieri
(La scienza della legislazione, 1780-1785) fueron traducidas muy pronto al castellano, cuentan con numerosas ediciones y son muy conocidas; no ocurre igual con las de Brissot de Warville y Mably. La del primero es, sin duda, la Théorie des lois criminelles, 2 vols., Berlín (en verdad, Neuchâtel), 1781 (yo sólo
he manejado una nueva edición, revisada y aumentada con diversas adiciones, 2 vols., París, J. P. Aillaud,
1836); y la del último, De la législation ou Principes des loix, 2 parties, Amsterdam, MDCCLXXVI.
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Últimos escritos penales de Foronda
cursos sobre las leyes criminales pronunciadas21 en el Congreso de Francia y
últimamente Bentham”22, y más adelante reproduce con puntualidad y extensión diversos fragmentos ajenos.
En efecto, el magistrado y erudito francés Claude-Emmanuel Pastoret
publicó Des loix pénales, en dos tomos, el año 179023; y Foronda menciona
por sus títulos la Teoría de las penas y las recompensas y los Tratados de
legislación civil y penal, de Jeremy Bentham24. Por lo que hace a los discursos pronunciados en el Congreso francés, se trata de los discursos pronunciados en la Asamblea Constituyente a fines de mayo de 1791, en el debate
sobre la pena de muerte, las cárceles y el trabajo forzado, dentro de la discusión del que pocos meses más tarde sería Código penal de 1791; y Foronda
se hace cargo, con exactitud y por este orden, de las intervenciones de Le
Peletier de Saint-Gargeau25, Duport26, Prugnon27 y Mougins de Roquefort28.
Llama la atención, pero tal vez se explique por la triste fama que ya rodeaba
a Robespierre, que omita cualquier referencia a su nombre y sus ideas; omisión tanto más lamentable, cuanto que, habiendo citado a los restantes asambleistas a propósito del debate sobre la pena capital y habiéndose mostrado
todos ellos, no francamente adversarios, sino sólo restrictivos a su respecto,
el célebre diputado por Arras fue el único que, al hablar del tema en la sesión
del 30 de mayo de 1791, se manifestó contrario al último suplicio sin excep-
Se olvida aquí, empero, de Lardizábal (cfr. Rivacoba, Un discípulo español de Beccaria, etc., pág.
979). ¿Acaso por la adhesión de éste a Fernando VII?
21
Sic.
22
Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la Economía-política, y sobre las leyes criminales, cit., 3ª, ed.
cit., tomo II, págs. 252-253.
23
A Paris, Chez Buisson, 1790.
24
Cfr. Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la Economía política, y sobre las leyes criminales, cit.,
3ª. ed., cit., tomo II, págs. 273, 308 y 315.
Creemos con Barrenechea, op. cit., pág. 278, que Foronda debió de utilizar la Théorie des peines et
des récompenses, 2 tomos, London, 1811, y los Traités de législation civile et pénale, 2e. éd., 3 vol., París,
Bossange, Masson et Besson, 1820 (desde luego, no la primera, también en 3 vol., París, Bossange, Masson
et Besson, An X = MDCCCII).
25
Louis-Michel Le Peletier de Saint-Fargeau (1760-1793) fue elegido por la nobleza miembro de los Estados Generales y designado por la Asamblea Nacional en enero de 1790 miembro del Comité de jurisprudencia penal, con cuyo motivo escribió los principales informes presentados a la Asamblea sobre dicha
materia. Diputado más tarde a la Convención, votó, después de algunas dudas, por la pena de muerte de
Luis XVI, y la víspera de la ejecución de éste fue asesinado en venganza por su condena.
26
Adrien Duport (1759-1798) fue elegido por la nobleza para los Estados Generales, formó con AntoinePierre, Joseph, Marie Bernave y Alexandre-Tréodore-Victor Lameth el núcleo de un partido moderado y se
ocupó, sobre todo, de las reformas judiciales.
27
Louis-Pierre-Joseph Prugnon (1745-1828) representó por el tercer estado a Nancy en los Estados Generales, fue de los que prestaron el juramento del Juego de Pelota y tomó parte muy activa en los debates
relativos a la organización judicial.
28
Jean-Joseph Mougins de Roquefort (1742-1822) representó por el tercer estado a Draguignan en los
Estados Generales, prestó el juramento del Juego de la Pelota y fue elegido secretario de la Asamblea el 18
de marzo de 1790.
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MANUEL DE RIVACOBA Y RIVACOBA
ciones ni contemplaciones y pidió su supresión absoluta29, y acaso sea el
primer abolicionista radical, consecuente y terminante30.
También conoce y recuerda el Código de Napoleón, que critica por la
dureza de sus penas31. En cambio, recomienda que se tome como modelo en
su mayor parte el Código napoleónico de comercio32.
Entrando en el fondo de esta primera misiva, teniendo en cuenta su
dedicación casi por completo a problemas de la punición y alterando en la
presente exposición un tanto la secuencia de su contenido en beneficio de un
orden lógico, hay que destacar que, pese a su desinterés por las cuestiones
fundamentales y generales, en dos pasajes de ella se ocupa del objeto de las
penas, si bien no concordantemente, pues en uno lo reduce a “alejar a los hombres de los crímenes y reprimir sus pasiones funestas”33 y en el otro lo hace
consistir en el ejemplo, la corrección y reforma de los delincuentes, el imposibilitarles que vuelvan a cometer crímenes, el resarcimiento de los ofendidos
y la economía34.
En lo demás, versa con preferencia acerca de las diversas especies de
penas, empezando, como era de esperar, por la de muerte, en cuanto a la cual
dice “que están divididos en opiniones un grande número de criminalistas
filósofos35. Entre los que niegan que las sociedades pedan plicarla no menciona más que a Beccaria y Pastoret, sin siquiera insinuar sus razonamientos,
pero dice que “otros muchos filósofos del primer orden prueban lo contrario
con razones muy plausibles36, y, aunque afirma que sólo citará a Filangieri
y a Rousseau37, también recuerda los argumentos de Montesquieu, Mably y
Bentham38, y por su parte se muestra “convencido del derecho que tienen las
sociedades a imponer esta pena39. Puede resultar oportuno aquí fijarse en el
Véase Discours sur le peine de mort, en el volumen Discours et rapports de Robespierre, avec une
introduction et des notes par Charles Vellay, París, Eugène Fasquelle, Editeur, 1908 (XX + 430 páginas),
págs. 66-71.
30
“Si Beccaria ha sido el primer autor en hacer frente de manera orgánica al tema y en tomar una decidida
posición contra la pena de muerte, la de Robespierre ha sido una de las primeras voces en levantarse en
este sentido en una asamblea política, al inicio de la construcción de la democracia moderna”. Mario A.
Cattaneo, Beccaria e Robespierre. Contributo allo studio dell’Illuminismo giuridico (en el volumen Atti del
Convegno internazionale su Cesare Beccaria, Torino, 4-6 ottobre 1964, Torino, Accademia delle Scienze,
1966, págs.317-328), págs. 322-323.
31
Cfr. Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la Economía-política, y sobre las leyes criminales, cit., 3ª.
ed., cit., tomo II, págs. 253-254, 260, 267 y 272.
32
Cfr. idicem, pág. 297.
33
Idibem, pág. 263.
34
Cfr. ididem, pág. 273, resumiendo lo que Benthan dice de esta materia en su Teoría de las penas y las
recompensas, tomo I, a propósito del panóptico.
35
Ibidem, pág. 254.
36
Ibidem.
37
“Al sublime Rousseau”. Ibidem.
38
Cfr. Ibidem, págs. 257-258.
39
Ibidem, pág. 257.
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hecho de que en su estudio de la pena de muerte Pastoret expone y examina las
opiniones de Montesquieu, Rousseau, Beccaria, Mably y Filangieri sobre el
particular40, y que Foronda sigue muy al pie de la letra y casi íntegramente los
no breves párrafos del ginebrino transcritos en dicho estudio. Ahora bien, conforme con el parecer común, considera que el fúnebre suplicio no debe aplicarse sino a pocos delitos extraordinariamente graves, ni estar acompañado de
tormentos ni ser doloroso en su ejecución; más, remitiéndose a la autoridad de
Bentham, sostiene que en los casos en que se aplique es conveniente llevar
al reo hasta el patíbulo con una pompa triste que hiera y conmueva la imaginación de los inclinados a infringir las leyes, sin llegar a los espectáculos de
terror y espanto “de la abominable Inquisición”41.
Se opone las penas de azotes y otras igualmente corporales, por su
gran crueldad; los trabajos forzosos, arrastrando los condenados a ellos una
bala de cañón o atados entre sí con una cadena, y pasear por las calles a mujeres emplumadas. Invocando el pensamiento y copiando algunos renglones de
Montesquieu, hace ver que los delitos proceden de su impunidad, de la violencia y la crueldad de las penas y de la desproporción entre éstas y aquéllos, no
de la moderación de las penalidades.
Insiste en un punto que ya había sostenido en 1788: su crítica y oposición a la pena de infamia42. Enlaza esta oposición con otra referente a las
marcas de los delincuentes, discurriendo largamente contra sus inconvenientes43, y de ella avanza a otra relativa a las penas perpetuas, o sea, “a todo lo que
entregue a los hombres a la desesperación”, apartándoles del arrepentimiento
y la corrección44. En consecuencia, considera que el máximo de las penas de
encierro para los delitos más graves debe ser de quince años45, siempre que
los condenados se encuentren sometidos a un régimen de aislamiento, trabajo,
sobriedad y educación moral y religiosa46. Tampoco aprueba la pena de deportación, cuya adopción por el Código napoleónico constituye motivo de una de
sus críticas contra él47. Y, con su apego y admiración por Bentham, concluye
exponiendo amplia, detallada t encomiásticamente el panóptico48.
Cfr. op. cit., tomo I, 2e partie, págs. 3-58.
Cfr. Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la Economía-política, y sobre las leyes criminales, cit.,
3ª ed., cit., tomo II.
42
Efectivamente, cfr., en sus Cartas sobre los asuntos más exquisitos, etc., cit., la 2ª ed., tomo II, págs.
185-190, y la 3ª., cit., tomo II, pág. 266. También, Rivacoba, Un discípulo español de Beccaria, etc., cit.,
págs. 996-997 y 1.013-1.014.
43
Cfr. Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la Economía-política, y sobre la leyes criminales, cit., 3ª.
ed., cit., tomo II, págs. 266-269.
44
Cfr. ibidem, pág. 267-270.
45
Cfr. ibidem, pág. 270. Con lo cual se adelanta en mucho a las tendencias actuales de la doctrina penal.
46
Cfr. ibidem, págs. 270-271.
47
Cfr. ibidem, págs. 272-273.
48
Dfr. Ibidem, págs. 273-279.
40
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MANUEL DE RIVACOBA Y RIVACOBA
III
Así como la epístola de 30 de septiembre de 1821 trata preferentemente
de las penas, la del 13 de octubre siguiente trata preponderantemente de delitos, y se inicia con la idea de “sembrar de dificultades la propensión de los
depravados a cometer crímenes” y que no les quede la esperanza de perpetrarlos con impunidad, cerrando para ello los asilos49. A continuación aconseja
que se coloque la calumnia en la clase de los delitos atroces y se la castigue
“con una grande severeidad”50. Asímismo, “los hurtos de huertas, los descepamientos, los deolivamientos, son crímenes de la primera magnitud”, y deben
ser castigados “con el encierro por muchos años”51.
El matrimonio debe ser espontáneo, no forzado, sin que hasta su celebración tengan lugar obligaciones a las que se cede con mucha frecuencia
“en un momento de embriaguez amorosa, y arrancadas por los encantos de
una joven astuta”, evitándose con ello pleitos costosos, disturbios de familias
y que las jóvenes intriguen y atraigan con falacias a jóvenes atolondrados
o demasiado sensibles y tiernos, que descubren las malas cualidades de sus
cónyuges “después de afectuado el matrimonio, cuando no tiene remedio”52.
Y el casamiento no debe depender de la venia de los padres o tutores de los
contrayentes, pues aquéllos se guiarían en general por conveniencias que “no
seguirán la ley de la naturaleza, que es dar la preferencia a lo que los intereses53 más inmediatamente”54.
Oponiéndose expresamente a Beccaria y a Filangieri, confirma en largos
párrafos y con el apoyo ahora de Bentham, y el de Diderot en nota a una de
las ediciones de Beccaria en francés, lo que había sostenido treinta y tres años
antes: que se perdone “a los delincuentes que se presentaran a las justicias
declarando a sus cómplices”55. En cambio, copia a Filangieri para reforzar su
criterio contrario a la punición de suicidio56.
Luego, consagra varias páginas, en las que no campea precisamente un
espíritu de benignidad, sino que transparentan más bien los intereses de los
Cfr. ibidem, págs. 280-281.
“Pues es uno de los que más perturban la tranquilidad de un ciudadano; así es menester mirarle con horror
y reprimirle, con penas capaces de aniquilarle”. Ibidem, pág. 281.
51
Ibidem. Y en la página siguiente asevera, con no poca exageración, que sólo con hacer que se respete en
España la propiedad de los campos, se tendría en ella “la tierra de promisión”.
52
Cfr. ibidem, págs. 283-284.
53
A los contrayentes.
54
Cfr. Ibidem, pág. 284.
55
Cfr., por una parte, Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la Economía-política, y sobre las leyes
criminales, cit., 2ª. ed., cit., tomo I, pág. 197 (y en el mismo sentido Cartas sobre la policía, cit., págs.
163-165 y 202-205), y, por otra, 3ª. ed., cit., tomo II, págs. 285-294. También, Rivacoba, Un discípulo
español de Beccaria, etc., cit., págs. 989-990, 1.017, 1.039-1.041 y 1.062-1.063.
56
Cfr. Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la Economía-política, y sobre las leyes criminales, cit.,
3ª. ed., cit., tomo II, págs. 294-295.
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Últimos escritos penales de Foronda
comerciantes57, al delito de quiebra y otro afines y a los medios de prevenirlos58, y a los de evitar asímismo otros diferentes.
Hay algunos que sólo “lo son porque la ignorancia de los que han
gobernado a los hombres han calificado varias acciones de criminales”; uno,
la blasfemia, que los teólogos estiman pecado grave, pero que no debe figurar
“en el catálogo de los delitos civiles”, por no violar “ninguno de los cuatro
derechos de “propiedad, seguridad, libertad e igualdad”, fundamentales del
edificio político59. Y cierra la misiva y la obra con una amplia y resuelta
defensa de las libertades de reunión, asociación y expresión en general, y en
particular la de imprenta60. En las últimas líneas se refiere con elogio y esperanza al Proyecto de Código penal que la Comisión nombrada al efecto, entre
cuyos integrantes cita a “los profundamente sabios, enemigos de la arbitrariedad y verdaderos españoles Marina y Calatrava”, había presentado a las
Cortes, que fue empezado a discutir en ellas el 23 de nobiembre de 1821 y que
culminó en el Código de 9 de julio de 182261. Foronda había muerto el 23 de
diciembre de 1821.
Al efecto no es de olvidar que Foronda estaba emparentado, por su casamiento, con una “familia acomodada, de comerciantes navarros que negociaban con Francia”. Rivacoba, Un discípulo español de Beccaria,
etc., cit., págs. 967-968.
58
Cfr. Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la Economía-política, y sobre las leyes criminales, cit.,
3ª. De., cit., tomo II, págs. 296-301.
59
Ibidem, pág. 312.
60
Cfr. ibidem, págs. 315-359.
61
Ibidem, pág. 359. “Marina” es, evidentemente, don Francisco Martínez Marina (1754-1833).
57
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FUENTE: ARROYO ZAPATERO Luis y BERDUGO GOMEZ DE LA TORRE Ignacio (Dir.): Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos in memoriam.
Ediciones de la Universidad de Castilla - La Mancha, Educiones Universidad Salamanca, Cuenca 2001.
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