Alfredito Romea y Díez, Antonio Mª Esquivel, 1845

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Pieza del mes
NOVIEMBRE 2012
ALFREDITO ROMEA Y DÍEZ
Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina, 1845
Sala Juego de Niños (Sala XIV)
Laura González Vidales
Técnico de museos (Museo del Romanticismo)
1
ÍNDICE
….
1. Ficha técnica
2. Biografía de Esquivel
2.1. Orígenes y formación
2.2. Etapa madrileña: 1831-1838. La fundación del Liceo
2.3. Etapa sevillana: 1838-1841. La ceguera temporal de Esquivel
2.4. Etapa final en Madrid: 1841 -1857. La consagración de su carrera
artística
3. Esquivel y el género del retrato
3.1. Cuestión de estilo: ¿académico o romántico?
4. El retrato infantil en el siglo XIX: Esquivel en el Museo del
Romanticismo
5. Sobre el lienzo de Alfredito Romea Díez
5.1. Julián Romea y Matilde Díez: actores de teatro y padres de
Alfredo Romea
5.2. El retrato de actores y la poesía de Esquivel
5.3. Indumentaria
5.4. Pose y anatomía
5.5. Velocípedos y caballos de juguete
6. Representaciones artísticas de niños con caballos de juguete
7. Bibliografía
2
1. FICHA TÉCNICA
....
Alfredito Romea y Díez
Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina
Óleo / lienzo, ca.1845
Inv. 0130
Museo del Romanticismo
Sala Juego de Niños (Sala XIV)
El retratado, Alfredo Romea Díez, posa en ligero contrapposto hacia la derecha, flexionando un
brazo sobre la cintura mientras se apoya con el otro en el caballo-triciclo que se encuentra tras él. El fondo
está compuesto de un amplio cortinaje de terciopelo, de color granate, que deja entrever una columna con
base dorada sobre un alto plinto y una silla isabelina tapizada en azul, color a juego con el ajedrezado del
suelo.
3
2. BIOGRAFÍA DE ESQUIVEL
....
2.1. Orígenes y formación
A
ntonio María Esquivel y Suárez de Urbina nació en Sevilla el 8 de marzo de 1806 en el seno de
una familia hidalga. Quedó huérfano a los dos años, pues su padre, el capitán de caballería don
Francisco Esquivel, murió en la batalla de Bailén cuando combatía a las órdenes del general
Francisco Javier Castaños. Su madre, Lucrecia Suárez de Urbina, abandonada por su rica parentela, lo
sacrificó todo para darle una esmerada educación encaminándole por el ámbito de las humanidades con la
esperanza de que llegase a ser escritor.
Sin embargo, la vocación de Esquivel se dirigió pronto hacia las artes plásticas, asistiendo desde que
contaba diez años a la Real Escuela de las Tres Nobles Artes, donde pronto logró grandes adelantos. Guiado
por Francisco Gutiérrez, alcanzó sus primeros
éxitos dentro del influjo murillesco que
caracteriza la pintura sevillana de principios del
siglo XIX. Su primer protector fue un dorador de
molduras, Francisco de Ojeda, quien sufragó los
gastos de su educación artística. En su taller se
ejercitó en el dibujo y en la copia de cuadros.
Poco tiempo después se lo llevó a su casa don
Francisco de Oviedo, hombre muy aficionado a la
pintura, que no tardó en proporcionarle
modestos compradores de sus cuadros.
En 1823 interrumpió su formación para
alistarse en las milicias que lucharon en Cádiz
frente al ejército invasor de los Cien Mil Hijos de
San Luis. Acabada la contienda y restaurado el
absolutismo fernandino regresó a Sevilla, donde
volvió a matricularse en la escuela de Nobles
Artes, reintegrándose a su vida profesional e
incluso gozando de la protección del secretario
del gobierno político hispalense, don Guillermo
Estrachan, quien le encargó diversos trabajos para
su colección particular. Este mecenazgo
contribuiría a consolidar su prestigio en el
entorno artístico local.
Antonio María Esquivel
En 1827 contrajo matrimonio con
Autorretrato con sus hijos Carlos y Vicente
Antonia Rivas con la que tuvo tres hijos –los
Óleo / lienzo, 1843
luego también pintores Carlos María y Vicente
Inv. 7167
Esquivel Rivas y Julia–, a los que retrató en
Museo del Romanticismo
diversos lienzos.
Sala XIV (Sala de Juego de Niños)
4
2.2. Etapa madrileña: 1831-1838.
La fundación del Liceo
P
ara perfeccionar su oficio y en busca de mecenazgo oficial y clientela, partió a Madrid en 1831 con
la intención de establecerse en la capital. Gracias a la ayuda económica del entonces cónsul inglés
en Sevilla, Julian Benjamin Williams, coleccionista de arte, protector y cliente de los principales
pintores de la época, pudo asentarse definitivamente con su familia poco tiempo después. Asistió a las
clases de la Real Academia de Bellas Artes, participando en varias exposiciones convocadas por dicha
institución y en 1832 alcanzó el título de Académico de Mérito. Fue un periodo de intenso trabajo en el
que realizó, aparte de retratos, escenas de costumbres andaluzas y temas religiosos.
Capítulo importantísimo de su vida en esta primera etapa madrileña, que comprendió unos siete
años, fue su pertenencia al recién creado Liceo Artístico (1837-1851), foco cultural del Romanticismo
madrileño. Fue uno de sus fundadores junto a José Gutiérrez de la Vega, Genaro Pérez Villaamil y José
Elbo, además de un socio muy activo: fue nombrado vocal de la sección de pintura y profesor de clases de
anatomía pictórica y poco después, presidente de dicha sección, colaboró en la revista social El Liceo con
artículos de crítica y concurrió a las exposiciones que esta sociedad organizaba. Lograron gran éxito los
denominados “jueves del Liceo”, días en que se celebraban sesiones públicas en su domicilio, con muestras
de poesía, música y pintura. Todo ello contribuyó en alto grado a consolidar el prestigio de Esquivel en la
Corte, así como proporcionándole clientela especialmente como retratista, convirtiéndose en uno de los
pintores más solicitados de Madrid.
2.3. Etapa sevillana: 1838-1841.
La ceguera temporal de Esquivel
E
n 1838 decidió regresar a Sevilla donde destacó por su colaboración en la creación del Liceo
sevillano, fundado ese mismo año. Similar al de Madrid, a él llevó también su actividad,
concurriendo a sus exposiciones y “sesiones de competencia”, en compañía de Eduardo Cano, José
y Joaquín Bécquer, Antonio Bejarano y Manuel Barrón, entre otros.
En 1839 le fue concedida la Cruz de la Orden de la Isabel la Católica, con la que ya habían sido agraciados
sus amigos Pérez Villaamil y Gutiérrez de la Vega. En plena carrera artística y, a causa de un humor
herpético desde la primavera de este año, fue perdiendo la vista paulatinamente hasta quedarse ciego por
completo en otoño.
5
Antonio María Esquivel
El pintor José Gutiérrez de laVega
Óleo / lienzo, ca. 1840
Inv. 1278
Museo del Romanticismo
Sala XX (Gabinete)
Esta tragedia le condujo a una desesperación
tan acentuada que le llevó al intento de suicidio,
arrojándose al Guadalquivir, hasta en dos ocasiones.
La noticia de su ceguera se extendió velozmente
por todos los ambientes artísticos españoles,
suscitando gran conmoción. El Liceo organizó una
velada poética y musical con el objeto de destinar
todas las ganancias a paliar las necesidades
económicas del pintor. Se abrió una suscripción
pública que en el mes de diciembre alcanzaba una
recaudación considerable. Para aumentarla se
acudió al recurso de la representación teatral
benéfica, al que se añadió el aliciente de una rifa de
cuadros. La función se celebró la noche del 8 de
abril de 1840 en el escenario desmontable del
Liceo, con nutrida concurrencia de público y un
éxito sin precedentes. Formaban el programa la
comedia de Bretón de los Herreros Pruebas de amor
conyugal, escrita expresamente para dicho acto, un
recital de música y uno de versos, en el que
tomaron parte Espronceda, Zorrilla, Hatzenbusch,
Campoamor y Romero Larrañaga. También en otras
ciudades se abrieron suscripciones y se organizaron
actos similares con el mismo objetivo. Estas
iniciativas le ayudaron a superar los problemas
económicos.
A finales de 1840 estaba ya prácticamente
curado de su falta de visión y quiso expresar su
inmensa gratitud al Liceo Artístico y Literario de
Madrid con la donación de un lienzo de gran
tamaño cuyo tema fue La caída de Luzbel (Museo del
Prado, inv. P7569).
2.4. Etapa final en Madrid: 1841 -1857.
La consagración de su carrera artística
R
egresó a Madrid en 1841 reintegrándose a su vida profesional, así como al Liceo, participando en
cuantas exposiciones se convocaban.
En 1843 fue nombrado pintor de cámara y en 1847, académico de número de la Real Academia
de Bellas Artes de San Fernando.
A esta época pertenecen la mayor parte de sus trabajos literarios y críticos, publicados en
diferentes periódicos y revistas, como por ejemplo, las biografías de los pintores Francisco Herrera “el
6
Viejo” y José Elbo, además del Tratado de anatomía pictórica, de 1848, en el que resumía las enseñanzas que
impartía en la Academia.
A la década siguiente corresponde su filiación, una vez desaparecido el Liceo, a la recién fundada
Sociedad Protectora de las Bellas Artes, que presidía la propia Reina Isabel, de la que fue hasta su muerte
director facultativo, así como su concurrencia en 1856 a la primera Exposición Nacional de Bellas Artes a
la que envió su autorretrato, tres asuntos sacros y un grupo de retratos.
Falleció en Madrid el 9 de abril de 1857.
Antonio María Esquivel
Autorretrato
Óleo / lienzo, ca. 1846
Inv. 1472
Museo del Romanticismo
Sala XX (Gabinete)
3. ESQUIVEL Y EL GÉNERO DEL RETRATO
….
E
squivel es uno de los más prolíficos pintores del Romanticismo español. Su producción, como ya se
ha señalado, abarcaba todo tipo de géneros, desde las composiciones religiosas a los asuntos
costumbristas de evocación andaluza, pasando por los temas mitológicos e históricos, aunque
fundamentalmente fue un pintor de retratos. En cada uno de ellos alcanzó un verdadero virtuosismo,
caracterizándose por el rigor en el dibujo y una acusada plasticidad de modelado, junto con una paleta rica
7
aunque nada fogosa y una pincelada entre suelta y ordenada. Al ser uno de los más importantes retratistas
de la corte madrileña, junto con los Madrazo y Ribera, recibió encargos para efigiar a los más importantes
políticos, militares, aristócratas e intelectuales tanto en Madrid como en Sevilla. Entre los excelentes
ejemplos que se conservan en el Museo del Romanticismo destaca el Retrato ecuestre del general Prim.
Antonio María Esquivel
Retrato ecuestre del General Prim
Óleo / lienzo, 1844
Inv. 128
Museo del Romanticismo
Sala V (Antesalón)
Es curioso lo que Bernardino de Pantorba recoge sobre la producción retratística de Esquivel:
“(…) los retratos, que forman el sector más copioso de la producción de este maestro sevillano, son, sin
duda, lo mejor de ella, aquello en que la vocación del artista manifestóse con mayor firmeza, donde lució
con la máxima eficacia su lenguaje pictórico. Y eso que no era el retrato, según autoconfesión, lo que
Esquivel prefería. Pintábalo éste por estricta necesidad material, antes que por atracción y goce; por no
hallar personas que le pagasen otra clase de pintura, como reconocía él mismo en carta escrita pocos años
antes de su muerte”1.
Para el catedrático José Guerrero Lovillo, que seguía el juicio de Mª Elena Gómez Moreno, es “el
retratista por excelencia de la España romántica, llegando a superar a Madrazo, la máxima autoridad del
purismo cortesano, en sencillez, intimidad y aproximación directa ante sus modelos”2.
En opinión del historiador Juan de Contreras y López de Ayala, Marqués de Lozoya, “Esquivel fue el pintor
de la clase media isabelina como Federico de Madrazo lo fue de la aristocracia”3.
1
PANTORBA, B. de, “Antonio María Esquivel”, Arte Español, 2º cuatrimestre, 1959, pp. 155-156.
GUERRERO LOVILLO, A., Antonio María Esquivel, Madrid, Instituto Diego Velázquez de Sevilla y Madrid del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, 1957, p. 71.
3
GUERRERO LOVILLO, A., Op. cit., p. 60.
2
8
3.1. Cuestión de estilo: ¿académico o romántico?
E
squivel es un pintor poco estudiado cuya fortuna crítica precisa una revisión. Por mencionar alguna
de estas tesis un tanto desfasadas en el tiempo, volvemos al artículo que Bernardino de Pantorba
escribió para la revista Arte Español, en el que afirmaba que Esquivel participó de un eclecticismo
singular, templado, que él mismo creó y en el que destacaron otros pintores andaluces, como los ya citados
Gutiérrez de la Vega, Romero y Cortellini, y del que, sin duda, es su representante más significativo.
No obstante, contamos con aportaciones más recientes, como la de Asunción Cardona Suances en el
catálogo del Museo del Romanticismo, que señala que “desde el mismo siglo XIX, Esquivel fue de algún
modo encasillado en el grupo de los murillistas, como fiel seguidor del estilo del maestro del Barroco. En
efecto, desde la época de su formación en Sevilla fue educado en la admiración y observancia de Murillo,
aunque su figura no se agota en el modelo.
Sin embargo, la vaporosidad murillesca se percibe en realidad en muy pocas obras de su producción
religiosa. En cada uno de los géneros que cultivó parecía demostrar sus dotes, aplicándose en distintos
aspectos”4.
Todo ello no fue óbice para que tanto en su etapa de formación como en la de su madurez,
recibiese y aceptase influencias foráneas. La más importante y tal vez la más decisiva, fue la de los maestros
británicos dieciochescos y decimonónicos, distinguidos por su porte aristocrático, su elegancia formal y su
paleta mesurada aunque eminentemente colorista. Los conoció indirectamente gracias a la colección de
arte de su amigo Mr. Williams, y de modo más directo, a través del escocés David Roberts al que trató en
Sevilla en 1837, cuando aquel visitó esta ciudad junto a Genaro Pérez Villamil, donde se encontraba
Esquivel accidentalmente -pues ya residía en Madrid-; influencias que afectaron principalmente a su
producción retratística.
Como complemento de dichas influencias inglesas, hay que señalar la del purismo de corte
ingresco en el rigor dibujístico y en el modelado plástico, conocido en Madrid por la obra de José de
Madrazo y de Carlos Luis de Ribera, pues Esquivel nunca estuvo en Francia.
En cambio, pese a su afincamiento en la Corte, no acusa la influencia goyesca. Su paleta, aunque rica y
variada de tonalidades, no presenta el desenfado de la de Goya, ni tampoco su pincelada. Sí se advierte,
aunque no demasiado, la de los costumbristas sevillanos como José Elbo. Por el contrario, no hay nada de
los casticistas madrileños.
Esquivel viene a ser el independentista frente a la ortodoxia purista y el populismo costumbrista, lo que lo
sitúa entre los pintores oficiales de corte clasicista y los de signo casticista.
En resumen, es un pintor de estilo propio, enormemente versátil y con un marcado carácter
innovador, que busca, junto al respeto por el pasado, la renovación artística de su tiempo, según lo describe
Asunción Cardona Suances en el catálogo referenciado.
4
VV.AA., Museo del Romanticismo. La colección, Madrid, Ministerio de Cultura, 2011, ficha de catálogo nº 64, pp. 206-208.
9
4. EL RETRATO INFANTIL EN EL SIGLO XIX: ESQUIVEL
EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO
....
A
partir del siglo XVIII, principalmente en Francia, el uso del retrato se extiende a otros grupos
sociales, a un público nuevo; va a dejar de constituir un signo de distinción social al que sólo
tenían acceso “los que tenían derecho” o mérito para ello. Por este motivo se siente la necesidad
de hacerlos más descriptivos, más representativos, reproduciendo la imagen del personaje indicando su
rango, función, categoría social, etc. En ese sentido puede decirse que el retrato se hace más realista y
costumbrista, a la vez que convencional y simbólico; podemos referirnos a él como un “retrato social”. La
semejanza está lograda con maestría y oficio, pero ésta no puede contradecir el “tipo” social y el estatus del
personaje –hombre, mujer o niño- que representa. También la interpretación psicológica del modelo, la
expresión de su carácter, se fueron haciendo más comunes; el artista quiere trascender la inmediata
realidad para explorar nuevos territorios de lo subjetivo y lo individual de su modelo.5
La representación de niños, bien sea en retratos
pictóricos o fotográficos, era bien diferente a la actual, y
obedecía a valores que hoy nos permiten entender el
significado de los cambios que se produjeron en el siglo
XIX. El retrato constituye un excelente documento para
poder contemplar cómo se percibía el papel de la infancia en
esta centuria, en una sociedad que contenía en embrión
muchos de los valores y hábitos que en la actualidad están
volviendo a cambiar. Precisamente fue durante el
Romanticismo cuando este género experimentó un
importante cambio.
El niño adopta una pose burguesa con la ropa y las
actitudes de sobriedad y elegancia puestas de moda por la
nueva clase social. Responde a una imagen normalizada y
monótona del contexto decimonónico, en la que imita o
emula el mundo de los adultos, percibiéndose la presencia
referencial de éstos. De ahí que existan retratos de niños
vestidos de militares, de religiosos y de todo lo que
constituye el universo de los adultos y que el niño está
aprendiendo para reproducirlo cuando le llegue el
Manuel Cabral y Aguado Bejarano
momento, al igual que sucedía con el retrato fotográfico. A
Alfonsito Cabral con puro
medida que avanza el siglo estos retratos van adquiriendo
Óleo / lienzo, 1865
otras poses que hoy serían políticamente incorrectas: niños
Inv. 904
que fuman en pipa o que portan armas de guerra, como si
Museo del Romanticismo
de adultos se tratase.
Sala XXV (Interactivos)
5
RICO, PABLO J., “Historia de retratos y miradas”, en VV.AA., Nins. Retratos de niños de los siglos XVI-XIX. Colección de la Fundación
Yannick y Ben Jakober, Museo de Bellas Artes de Valencia, (cat. exp.), Valencia, Generalitat Valenciana, 2000, pp. 16-21.
10
Sin duda, por su especial atractivo dentro de su
producción, destacan los retratos de niños pintados por
Esquivel, considerado como el mejor retratista infantil
del siglo XIX español. En ellos plasma con especial
habilidad el mundo, la ternura y el candor de la
infancia, además de su particular psicología, a la par que
nos da un veraz testimonio de las modas imperantes en
su época –hombres y mujeres en miniatura- por la
precisa observación de la indumentaria. Característico
de Esquivel es que, ya se trate de retratos con fondo
paisajístico o en ambientes de interior, en la mayoría de
ellos introduce elementos recurrentes en la retratística
infantil del momento, como flores, animales de
compañía o un elemento lúdico –aros, tambores,
muñecas o caballos de juguete-, que enriquecen la
lectura documental de la obra. En la Sala de Juego de
Niños del Museo del Romanticismo se exponen varios
ejemplos con dichos elementos iconográficos:
Antonio María Esquivel
Niña con aro de cascabeles
Óleo / lienzo, 1846
Inv. 397
Museo del Romanticismo
Sala XIV (Sala de Juego de Niños)
Antonio María Esquivel
Niños jugando con un carnero
Óleo / lienzo, 1843
Inv. 2482
Museo del Romanticismo
Sala XIV (Sala de Juego de Niños)
Antonio María Esquivel
La niña Concepción Solá Garrido con su perrito
Óleo / lienzo, 1847
Inv. 7051
Museo del Romanticismo
Sala XIV (Sala de Juego de Niños)
11
Aparte de los tan conocidos de los hermanos Manuel y Rafaela Flores Calderón, ambos en el Museo
del Prado (Inv. P4301 y P4302), y del de Carlos Pomar Margrand o el de Isabel de Tejada y de la Pezuela, en el
Museo de Bellas Artes de Sevilla, uno de los aciertos de su producción es el de Alfredo Romea, debido a la
intención nada convencional de la obra así como del interés que debió poner en su ejecución gracias a la
antigua amistad y sincero afecto que, como se analizará a continuación, le unía con los padres del niño
retratado.
Antonio María Esquivel
Retrato de Isabel de Tejada y Pezuela
Óleo / lienzo, 1851
Inv. 393P
Museo de Bellas Artes de Sevilla
5. SOBRE EL LIENZO DE ALFREDITO ROMEA DÍEZ
....
L
os recursos formales que utiliza Esquivel en esta obra transmiten a la perfección una idea general
sobre el retratado: la lujosa estancia, la descripción minuciosa de la indumentaria, el gesto serio y
la elegante pose, además del singular juguete que lo acompaña -un caballo-triciclo-, denotan la
pertenencia de Alfredo Romea Díez a un estatus social de cierto nivel, como veremos a lo largo de este
12
apartado a través del análisis de cada uno de ellos.
Debemos señalar aquí la existencia de otro retrato de Alfredo Romea que, como ya mencionaba
Bernardino de Pantorba 6, es casi idéntico, aunque algo mayor de tamaño y con el fondo diferente al del
Museo del Romanticismo, propiedad de D. Miguel Echegaray y Romea.
Gracias a la información aportada por los descendientes hemos conocido que esta copia pertenece
actualmente al tataranieto de Alfredo y que se encuentra en California.
5.1. Julián Romea y Matilde Díez:
actores de teatro y padres de Alfredo Romea
El biógrafo de actores teatrales, Antonio Espina, en una nota a pie de página en la publicación de
1935, Romea o el comediante, dice lo siguiente sobre el retratado:
“Alfredo Romea y Díez. Nació en diciembre de 1838. Se dedicó algún tiempo a la escena. Luego
ejerció un puesto burocrático. Murió el 4 de junio de 1883, cuatro meses y medio después que su madre”.7
Alfredo era hijo de los afamados actores Julián Romea (1813-1868) y Matilde Díez (1818-1883). Sin
embargo, aparte de su ascendencia familiar apenas se han hallado otros datos biográficos que completen
aspectos sobre su vida personal y profesional, tan sólo meras referencias en las publicaciones que se han
consultado, centradas esencialmente en la carrera artística de sus progenitores.
Según Espina la pareja de actores simpatizó desde el primer momento. Juntos trabajaron por entonces en
piezas como María Estuardo y La ceniza en la frente y se encargaron de los papeles principales de obras del
teatro clásico español. En esos años el teatro romántico irrumpe con fuerza con la comedia en prosa y la de
costumbres a la que tienden actores como Julián Romea. El triunfo definitivo del romanticismo en la
escena española tuvo lugar el 1 de marzo de 1836 con la representación en el escenario del Teatro del
Príncipe de la obra titulada El trovador, de un autor joven llamado Antonio García Gutiérrez. A partir de
este éxito el repertorio romántico se enriquece con nuevas aportaciones de escritores como Martínez de la
Rosa o Manuel Bretón de los Herreros, con las interpretaciones de Matilde y de Romea.
La pareja se casó en Madrid, en la iglesia de San Sebastián, en mayo de 1837. Poco después fue
contratada Matilde para actuar en Barcelona. A su regreso el matrimonio se instaló en un piso de la
madrileña calle del Prado que amueblaron con todo lujo y confort. Con el sueldo de los dos ganaban lo
bastante para vivir con esplendidez, además de comprar cuadros y objetos antiguos. Matilde gustaba verse
rodeada de lujo, de comodidades, de obras de arte. Como dice Espina “el porvenir se les ofrecía amplio y
generoso”. 8
6
PANTORBA, B. de, “Antonio María Esquivel”, Arte Español, 2º cuatrimestre, 1959, p. 176. Incluye estas obras en el catálogo de las
obras de Esquivel:
“- Retrato del niño Alfredo Romea, hijo del actor y de Matilde Díez. (1,57 x 1,08. Sin firma. Museo Romántico. Adquirido, después de
1924, por l las Fundaciones Vega-Inclán. En 1946 figuró en la exposición de retratos ejemplares celebrada en Madrid).
- Retrato del niño Alfredo Romea. (Igual al anterior y de iguales dimensiones. Propiedad de D. Miguel Echegaray y Romea, Madrid)”.
7
ESPINA, A., Romea o el comediante, Madrid, Espasa-Calpe, 1935, p. 210.
8
ESPINA, A., Seis vidas españolas, Madrid, Taurus, 1967, p. 144.
13
Federico de Madrazo y Küntz
El actor Julián Romea
Óleo / lienzo, 1845-1850
Inv. 1577
Museo del Romanticismo
Sala XVIII (Literatura y Teatro)
Alphonse Léon Noël (D y L); Lemercier (E. L.)
Matilde Díez
Litografía / papel y tinta, 1852
Inv. 4827
Museo del Romanticismo
Sala XVIII (Literatura y Teatro)
En las temporadas de los años 38 y 39 estrenaron diversas obras de poco valor literario, si bien
generalmente aplaudidas por el público, y representaron obras del teatro clásico español en las que Romea
y Díez se encargaron de los papeles principales. Entre tanto la pareja sufría ya las desavenencias conyugales.
El nacimiento de su único hijo, Alfredo, les volvió a unir por un tiempo, pero pronto vivieron un absoluto
divorcio sentimental y físico.
Romea seguía siendo el ídolo del público, destacando su papel como don Sebastián en el drama
histórico de Zorrilla, Traidor, inconfeso y mártir, en la que también destacó Matilde. Esta obra de mediados de
la centuria significaba el final del llamado primer Romanticismo.
En 1840 comenzaron su primera tournée conjunta por provincias. A finales de este año Romea llegó a
tomar la dirección del Teatro del Príncipe tras abandonar el puesto Grimaldi. Los actores seguían cosechando
éxitos; no obstante, a nivel personal las infidelidades del actor-empresario llevaron a la crisis de la unión
conyugal.
Cuando el matrimonio se separó, a Alfredo se lo llevó su madre en un primer momento, y cuando ésta
se marchó a América en 1853 con la compañía de teatro que dirigía Manuel Catalina, el niño quedó interno en
un colegio. De esta fecha podría ser la réplica del retrato de Alfredo encargada a Esquivel, cuando Alfredo
contaría con quince o dieciséis años. Esto explicaría que esté representado con la misma edad con la que
aparece en el cuadro del Museo del Romanticismo, pintado unos años antes, tal vez en torno a 1847-1848,
cuando el niño debía tener unos nueve o diez años.
14
Ya separados Díez y Romea la alianza artística también se deshizo pronto. En el momento que
Matilde se preparaba para ir a América, donde permaneció la compañía entre 1853 y 1859, Romea
preparaba su próxima creación, Sullivan, una comedia de Malesville que había causado furor en el resto de
Europa. El actor marca con esta comedia el cénit de su trayectoria artística.
Antonio María Esquivel
Retrato de Julián Romea
Óleo / lienzo, 1847
Inv. P00099
Museo Nacional del Teatro
Manuel Cabral y Aguado Bejarano
Julián Romea en “Sullivan”
Óleo / lienzo, 1853
Inv. 67
Museo del Romanticismo
Sala XVIII (Literatura y Teatro)
Comienza entonces la etapa final del actor, tras su fracaso en La muerte del César, la nueva obra de
Ventura de la Vega, marcada por una grave enfermedad y las dificultades económicas.
Espina vuelve a mencionar a Alfredo durante la última etapa de la vida de su padre. Según dicho
texto, iba a visitarle todas las tardes al confortable piso que seguía habitando el actor en la calle Lope de
Vega. En cuanto a Matilde, dedicó sus últimos años a impartir clases en el Conservatorio de Música y
Declamación de Madrid.
15
5.2. El retrato de actores y la poesía de Esquivel
El pintor sevillano mantuvo una estrecha relación con los actores y las actrices de la época, alguno
de los cuales fueron objeto de especial atención pictórica; por lo que en su mayoría son lienzos de buena
factura que representan a la perfección su estilo personal.
Como se ha apuntado en el apartado anterior, Esquivel fue amigo de la pareja formada por Romea y Díez,
que incluso llegó a encargarle el retrato de su hijo Alfredo hasta en dos ocasiones.
Se cita entre los mejores ejemplos el de su gran amigo Julián Romea, perteneciente al legado
Siravegne9, que parece reflejar en su rostro el drama de su separación conyugal y tal vez el eco de la
dolencia que ya le afectaba y que puede fecharse hacia mediados del siglo.
En el campo del retrato femenino del mundillo teatral también constituye un ejemplo cualificado el
retrato de la célebre actriz Matilde Díez que cita Ossorio y que hoy nos es desconocido, aunque podemos
ver su efigie en otros ejemplos que se conservan en el Museo del Romanticismo (Inv. 4827) y en el Museo
del Teatro (Inv. IN-Grb215).
De especial interés como testimonio contemporáneo del momento histórico romántico español
son dos retratos colectivos que Esquivel ejecutó en Madrid y que se conservan en el Museo del
Romanticismo. Así Una lectura de Ventura de la Vega en el escenario del Teatro del Príncipe, donde en torno a este
escritor se agrupan los principales actores de la época. Junto a Ventura de la Vega, aparecen sentados Julián
Romea y Matilde Díez; al lado de Julián, la dama del abanico es Teodora Lamadrid y la dama en pie, junto a
la mesa, con un rollo de papel en la mano, es Plácida Tabares. Los demás personajes serían componentes del
Teatro del Príncipe y sus allegados. El segundo ejemplo, el boceto para la obra Reunión literaria. Reparto de
premios en el Liceo.
Antonio María Esquivel
Ventura de laVega leyendo en el Teatro del Príncipe
Óleo / lienzo, 1846
Inv. 76
Depósito del Museo del Prado. Museo del Romanticismo
Sala XVIII (Literatura y Teatro)
9
PANTORBA, B. de, “Antonio María Esquivel”, Arte Español, 2º cuatrimestre, 1959, p. 176. Incluye esta obra en el catálogo de las
obras de Esquivel:” Retrato del actor D. Julián Romea (1,26 x 0.93. Firmado. Museo de Sevilla; legado Siravegne)”.
16
Antonio María Esquivel
Reunión literaria. Reparto de premios en el Liceo (boceto)
Óleo / lienzo, ca. 1853
Inv. 208
Museo del Romanticismo
Sala XVIII (Literatura y Teatro)
Una curiosa faceta de la actividad literaria de Esquivel, y aún poco estudiada, es la de carácter
poético. Escribió versos un tanto insustanciales, de gran exaltación romántica, que prueban y confirman su
interés por todo lo relacionado con el mundo de las letras, producto tal vez de sus relaciones sociales y de
sus experiencias del Liceo.
Como ejemplo se menciona el que ha publicado Antonio de la Banda y Vargas en la revista
universitaria hispalense Laboratorio de arte. Se trata de unos versos dedicados a su amigo, el célebre actor
Julián Romea, a modo de ofrecimiento del retrato que le había hecho a su esposa, Matilde Díez, más o
menos por los mismos años en que pintó el de Julián y el del hijo del matrimonio, Alfredito Romea Díez.
La estrofa es una octava real en la que Esquivel expresa la aludida amistad con la modelo y su esposo y
canta a la belleza moral y física de Matilde:
“En prueba de amistad sincera y pura
esta imagen te ofrezco de tu esposa,
y aunque al pincel no es dado su hermosura
imitar tan perfecta ni graciosa
al menos te recuerde esta pintura
su imagen alagüeña y cariñosa
y espero que a tu amor le sea grato
de la bella Matilde este retrato”.10
10
BANDA Y VARGAS, A. de la, “Una poesía inédita de Esquivel”, en Laboratorio de Arte: Revista del Departamento de Historia del Arte,
núm. 10, 1997, pp.503-504. <dialnet.unirioja.es/servlet/fichero_articulo?codigo=236799>, [20/06/2012]
17
5.3. Indumentaria
Todavía en el Romanticismo el atuendo infantil se distingue únicamente del adulto
fundamentalmente en la talla. Como afirma Pablo Pena, se aprecia cierta impersonalidad en el caso de los
niños que, a diferencia de las niñas, sufren unas restricciones en la indumentaria bastante semejantes a la de
los varones adultos.11
Alfredito viste a la moda del momento: chaleco con solapa de raso amarillo, camisa blanca con
corbatín y pantalón gris, representados con toda suerte de matices y tonalidades. Respecto a la retratística
infantil de etapas anteriores, lo que se percibe es un lento proceso de pérdida de rigidez y envaramiento
durante los años centrales del siglo XIX. La silueta se ha suavizado como consecuencia del corte de las
prendas en ángulos curvos, caracterizadas por su colorido y mayor comodidad, sin abandonar por ello la
elegancia.
El estilo cuidado y pulcro que caracteriza la pintura de Esquivel se aprecia especialmente en todo
tipo de texturas y brillos que capta con gran atención y minuciosidad, constituyendo el retrato de Alfredo
Romea y Díez una buena muestra de ello.
5.4. Pose y anatomía
En la producción retratística de Esquivel el aspecto de la pose adquirió una significación especial. El
historiador Vicente Pla Vivas dedica un capítulo al tratado de anatomía pictórica de Esquivel en su libro La
ilustración gráfica del siglo XIX. Funciones y disfunciones.
Según Pla, las disposiciones anatómicas de las figuras pueden considerarse otra característica
dispuesta muy intencionalmente por parte de un auténtico especialista en anatomía pictórica, profesor de
esta disciplina y autor del Tratado de anatomía pictórica, obra que, según Ossorio y Bernard, se instauró
como el manual más usado en las clases de esta asignatura impartidas en España, desde su publicación en
1848 hasta finales del siglo XIX. Es un tema omnipresente en su tratado, en el que desarrollaba
detalladamente la descripción y las funciones de las partes articuladas. Dirigía su interés a reproducir el
sistema de traducción de las fuerzas del cuerpo-máquina a un código visual volcado hacia el exterior que
fundamentara “científicamente” la representación del cuerpo.
Eso mismo pretendieron los tratados de anatomía pictórica de las primeras décadas del siglo XIX,
que sirvieron para Esquivel de fuentes, a veces objeto de copia literal, sin tan siquiera mencionarlas.
Y eso es lo que se trasluce en el análisis de las forzadísimas poses de sus figuras, que, aunque en reposo o
relajadas, exhiben unas incómodas torsiones en casi todos los puntos de su cuerpo perceptibles
exteriormente, como flexibles figurines típicos que indican todas las posibilidades de movimiento: véanse
las muñecas, los tobillos o los cuellos de sus modelos. En el retrato de Alfredo Romea, el niño flexiona
ligeramente los brazos, pero resulta una postura un tanto forzada y quizás algo acartonada.
11
PENA GONZÁLEZ, P., “El traje infantil”, en El traje en el Romanticismo y su proyección en España, 1828-1868, Madrid, Subdirección
General de Publicaciones, Información y Documentación, 2008, p. 189: “Casi todo su vestuario se reduce a levitas de color oscuro y
pantalones, el mismo traje que empleaban para recibir la primera comunión”.
18
5.5. Velocípedos y caballos de juguete
El siglo XIX fue la edad dorada de los medios de transporte propiciada por los avances tecnológicos
de la Revolución Industrial, que también dieron forma a la evolución de la industria del juguete. Para la
mayoría de autores el auge de los caballitos de balancín y sus derivados comprende la etapa de 1850 a
1920.
Los velocípedos y los carruajes eran los medios idóneos para desplazarse por las áreas urbanas,
rápidos, económicos y cómodos. Se crearon fábricas de carruajes por toda Europa, y aunque las
manufacturas francesas, alemanas, austríacas e inglesas eran las más especializadas, la sociedad española
también mostró su atención por este tipo de vehículos.
Triciclo
Ensamblaje, policromado, fundido y aplicado / Madera, fibra textil y
hierro
Inv. 7639
Museo del Romanticismo
Como es lógico, y al igual que sucedía con otro tipo de juguetes que reproducen objetos propios de
los adultos para adaptarlos al mundo infantil, dichos medios de transporte se llegaron a producir en juguete
para la diversión de los niños, desempeñando un papel trasmisor de hábitos y costumbres que refleja la
condición social y el nivel económico de sus propietarios. Este es el caso de los actores Julián y Matilde
que, una vez alcanzado el éxito en el teatro, buscaron rodearse de obras de arte y crear ambientes de lujo,
símbolos de su nueva posición social. Así, en el retrato de su hijo, Esquivel introduce un caballito-triciclo,
un novedoso e interesante juguete -síntesis del caballo balancín y de la bicicleta-, un invento reciente en
aquella época que refleja el interés de la burguesía por demostrar su pertenencia a esta clase social.
El caballo de balancín es un invento francés surgido como una derivación lógica de la bicicleta, y
que a su vez es el resultado de la evolución del celerífero (célérifère), creado en París en 1791 por el conde
Mede de Sivrac. Constaba de un chasis macizo de madera con dos ruedas y con el que sólo se podía
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conducir en línea recta. La idea de Sivrac fue colocar las dos ruedas en tandem en lugar de una al lado de
otra, como se venía haciendo desde antiguo. Este juguete de niños ricos fue imitado por Inglaterra, que
pronto creó su propio Dandy Horse, que permaneció inalterado durante veinte años hasta que se le colocó
un artilugio para cambiar de dirección. Tras incorporar varios adelantos mecánicos a lo largo del siglo XIX,
es a partir de la segunda mitad de la centuria cuando se normaliza el uso de estos caballos de juguete o
caballos dandy, como se conocía a las bicicletas entre los jóvenes adinerados.
En los catálogos de juguetes se ponía de manifiesto una amplia selección de novedades: cabriolés
(cochecitos de bebé con ruedas y con un caballito que trotaba delante de los ejes), carruajes ligeros para
niños más mayores, caballos que tiraban de toda clase de carros diferentes, caballos-triciclo y otros
velocípedos.
Carroza infantil
Ensamblaje, forrado, fundido, policromado y aplicado / Madera, cuero, hierro y cristal
Inv. 7527
Museo del Romanticismo
Sala XIV (Juego de Niños)
En Francia, país que siempre ha mostrado gran afición por el ciclismo, los caballitos de balancín
tuvieron menos éxito que los caballos-triciclos. Inspirados en el invento de la bicicleta, dos inventores, Jean
Louis Gourdoux, de París, y un tal M. Courbe, registraron patentes para caballos sobre triciclos en 1821 y
1822, respectivamente. Los balancines fueron sustituidos por ruedas, convirtiéndose estos caballos en los
antecesores de los modelos mecánicos: caballos-triciclo o velocípedos.
El triciclo con una cabeza de caballo montada sobre una rueda giratoria se conocía en Francia como el
cheval Napoleon, y su construcción combina las habilidades del fabricante de caballos de balancín y los
constructores de carruajes. Se dice que el hijo de Napoleón III poseía un caballo velocípedo datado hacia
1853.
Una vez que se hubo definido el principio de los velocípedos, lo mejoraron y perfeccionaron los
fabricantes de todo el mundo. Así muchos fabricantes de caballos balancín tanto en Europa como en
América comenzaron a fabricar velocípedos como una sección más dentro de su producción, pero fue un
fenómeno de corta vida que terminó en la Primera Guerra Mundial.
20
Destacada fue la empresa francesa de A. Garnier, que llegó a ser el mayor fabricante de caballos de
balancín y de caballos-triciclo entre 1890 y 1922. Sus elaborados apoyos de hierro fundido hacen que se
reconozcan fácilmente los caballos-triciclo de la empresa.
Para conocer otras cuestiones de la evolución del caballo de juguete relacionadas con la forma, el
diseño y los materiales, seguiremos a Patricia Mullins en The rocking horse (Londres, New Cavendish Books,
1992).
Según esta autora, en la fabricación de caballos
cubiertos de piel sólo estaban talladas las patas y las
cabezas, mientras que los cuerpos consistían en simples
armazones de madera con relleno de piel de animal,
normalmente piel de vaca, o de cartón piedra. La piel
de becerro así como el tejido de felpa se empleaba para
cubrir los modelos de lujo.
Existían dos mecanismos principales para
impulsar a los caballos. El más antiguo se accionaba
mediante manivelas manuales que estaban fijadas a cada
lado de la cabeza del caballo y se dirigían con los pies.
Las versiones más tardías presentaban una construcción
tipo bicicleta, conducidos por pedales y un mecanismo
de cadena y con manillares de dirección.
Caballo-triciclo
Moldeado, fundido, tallado, estucado y pintado /
metal, madera, cuero, yeso y pigmentos
Inv. 40056
Museo del Traje. C.I.P.E.
La posición más apropiada para el diseño de los velocípedos era la del caballo en corveta, con las dos
patas delanteras en el aire y algunas veces la columna de dirección estaba sujeta al pecho del caballo, mientras
que en otras ocasiones pasaba por un agujero realizado en el cuerpo del caballo y salía por la parte superior del
cuello.
El uso del metal provino de la necesidad de proporcionar una base fuerte para la columna de dirección
de los caballos-triciclo. Las cabezas se fabricaban en moldes de dos partes, con orificios para los ojos y riendas,
así como para las empuñaduras del mango y la columna de dirección.
El hierro forjado se empleaba para los balancines y también para el armazón y las ruedas del triciclo.
Los primeros caballos-triciclo tenían ruedas de madera con cubiertas de hierro, pero los modelos posteriores
tenían ruedas de metal con cubiertas de goma maciza. El mecanismo de la cadena de algunos velocípedos solía
decorarse con motivos florales o geométricos y su diseño era típicamente francés, como lo eran los cuerpos
más esbeltos. La crin y la cola del caballo eran de pelo de caballo real y los triciclos podían tener las dos ruedas
delante o detrás.
21
6. REPRESENTACIONES ARTÍSTICAS DE NIÑOS CON
CABALLOS DE JUGUETE
….
D
esde la invención del caballo balancín era frecuente retratar a los niños junto a este tipo de juguetes,
que inmediatamente se pusieron de moda entre las clases altas. Son numerosos los ejemplos en las
artes visuales del siglo XIX, desde ilustraciones literarias, pasando por la pintura hasta el nuevo arte
de la fotografía. Ruth Bottomley dedica un capítulo, “The rocking horse in the nineteenth century”, a este tema
en la publicación Rocking horses (Buckinhamshire, Shire Publicationes, 1991), que tomaremos como referencia
en este apartado.
En el caso de la fotografía destacó como país pionero Inglaterra, donde la mayoría de los estudios
tardo-victorianos contaban al menos con un caballo balancín que se usaba para que el niño posara de forma
atractiva. Esta forma de representación trascendió a España, como se aprecia en algunas cartes de visite que se
conservan en el archivo fotográfico del Museo del Romanticismo. Mencionamos la que realizó el fotógrafo
Marcelino García, en la que retrata al niño Joaquín Alfaro, apoyado en el lomo y sujetando las bridas de un
caballito sobre ruedas.
Dentro del campo de las ilustraciones para obras
literarias cabe citar The Wonderful Rocking-Horse o Little
Margaret's Ride Little, de Mrs Frederick Brown, publicado
en Londres, en 1880, un libro ilustrado por Helen Tatham,
que cuenta las aventuras de una niña y su caballo balancín.
Son muy interesantes para conocer algunos aspectos
constructivos de estos juguetes los ejemplos en la
literatura infantil, especialmente los de temática navideña,
como The cricket on the hearth, de Charles Dickens,
publicado en 1845, en el que se describe el trabajo del
artesano Caleb para fabricar un caballito.
Con el género de la pintura se puede realizar un
estudio completo de la evolución del caballo de juguete,
pues existe un gran número de obras que recogen distintas
tipologías en países y periodos diferentes. Comenzando en
Inglaterra, siguiendo a Bottomley, y a modo de anécdota,
sorprende que una de las primeras creaciones del pintor
Dante Gabriel Rossetti (1828-1927) fuese un apunte a
lápiz de su caballo de juguete que tomó en el año 1834,
cuando contaba tan sólo seis años de edad. Otro ejemplo
es el cuadro The rocking horse race, de Frederick Morgan
(1856-1927), pintor inglés conocido por sus amables
escenas de género, que en este lienzo muestra a dos niños
simulando una carrera de caballos.
En Francia, en 1872, el pintor impresionista
Marcelino García
Claude
Monet (1840-1926) retrató a su hijo Jean
Joaquín Alfaro niño (Carte de visite)
montado en un caballo-triciclo. Este lienzo titulado Jean
Albúmina / plata y papel, ca. 1871
Monet on his hobby horse se conserva actualmente en el
Inv. 8024
Metropolitan Museum of Art de Nueva York
Museo del Romanticismo
(Inv.2000.195).
22
Y ya en España destaca el caso de Francisco de Goya (1746-1828) con el retrato de José Costa y
Bonells, conservado también en el Metropolitan (Inv.61.259). Se trata de un caballo de cartón piedra
montado sobre una plataforma con ruedas, similar al modelo que Esquivel reproduce en el retrato de Carlos
Pomar Margrand. Es una tipología que difiere bastante de la que aparece en el retrato de Alfredo Romea,
más avanzada y novedosa.
Antonio María Esquivel
Retrato de Carlos Pomar Margrand
Óleo / lienzo, 1851
Inv. 390P
Museo de Bellas Artes de Sevilla
23
7. BIBLIOGRAFÍA
BANDA Y VARGAS, A. de la, “Una poesía inédita de Esquivel”, en Laboratorio de Arte: Revista del
Departamento
de
Historia
del
Arte,
núm.
10,
1997,
pp.503-504.
<dialnet.unirioja.es/servlet/fichero_articulo?codigo=236799>, [20/06/2012]
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VV.AA., Nins. Retratos de niños de los siglos XVI-XIX. Colección de la Fundación Yannick y Ben Jakober, Museo de
Bellas Artes de Valencia, (cat. exp.), Valencia, Generalitat Valenciana, 2000.
25
Agradecimientos: Lorena Delgado, José Manuel Montero, Juan Carlos Rico, Rocío Izquierdo, Paloma
Dorado, Miguel Sánchez, Carmen Linés y Carolina Miguel.
Fotografías: Archivo fotográfico del Museo de Bellas Artes de Sevilla, Archivo fotográfico del Museo del
Traje, Archivo fotográfico del Museo del Teatro y Archivo fotográfico del Museo del Traje (Pablo Linés,
Paola di Meglio y Patricia Elena Suárez).
Coordinación Pieza del Mes: Mª Jesús Cabrera Bravo.
Diseño y maquetación: Álvaro Gómez González, Alba Márquez Casares.
Esta pieza del mes se tuiteará de modo
monográfico el J29 de noviembre en
nuestra cuenta @MRomanticismo
¡No os lo perdáis!
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LA PIEZA DEL MES. CICLO 2012
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Enero
Carolina Miguel Arroyo
EL RETRATO INFANTIL EN LA MINIATURA DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO
Febrero
Mercedes Rodríguez Collado
MANTÓN DE MANILA, ca. 1880-1890
Marzo
Carmen Linés
Anónimo, CONSTITUCIÓN DE 1812, ca. 1820
Abril
Antonio Granados
PAREJA DE CÓMODAS, Gabinete de Larra, ca. 1830
Mayo
Luis Gordo Peláez
RUINAS DE SAN JUAN DE LOS REYES DE TOLEDO Y LA CAPILLA DE SANTA
QUITERIA, de Cecilio Pizarro, 1846
Junio
Mercedes Pasalodos
ROOMBOX TEATRINOS
Septiembre
Carmen Sanz Díaz
MEDALLA DE FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA, de Eduardo
Fernández Pescador, 1862
Octubre
Isabel Ortega Fernández
INFANTE MUERTO, José Piquer y Duart, 1855
Noviembre
Laura González Vidales
ALFREDITO ROMEA Y DÍEZ, Antonio Mª Esquivel, ca. 1845
Diciembre
Paloma Dorado Pérez
CANCIÓN DE NAVIDAD DE CHARLES DICKENS: LA LITERATURA INFANTIL EN LA BIBLIOTECA
DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO
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