Democracia y representatividad en el imaginario político mendocino

Anuncio
Historiapolitica.com
"Democracia y representatividad en el imaginario político mendocino"
María Celina Fares
Prof. Inv.
Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.
Planteo del problema
Hablar hoy de crisis de representatividad en la Argentina, parece ser una perogrullada sobre la cual
ni el más ingenuo de los argentinos pretendería debatir ante la evidencia de los hechos, pero sin
embargo más de un analista político quisiera poder explicarla de manera de poder proyectar
algunas variables que preanuncien escenarios posibles para la continuidad del sistema democrático.
Frente a ello, los que creemos que todo análisis político no puede realizarse sin una perspectiva
histórica, no podemos dejar de bucear en el pasado en búsqueda de aquellos hilos imperceptibles
que comenzaron a constituirse en trama u ovillo, y que son los que constituyen nuestro presente, de
manera de afinar nuestra percepción de aquellos vestigios o huellas que se hallaban inscriptos en el
tiempo que devinieron en una crisis que ha juicio de muchos es inédita en nuestra historia.
Esta preocupación no se genera en nosotros a partir de diciembre del 2001. Las limitaciones de las
democracias representativas, gestadas en los años 80 a partir de los procesos de transición de
regímenes militares -inéditos en su faz represiva y terrorista-, generaron expectativas extremas a la
luz de los presentes acontecimientos. Pero ya en los 90, cuando estábamos insertos en lo que se
denominaba consolidación democrática, la sombra de la crisis de representatividad preocupaba a un
importante sector de políticos, pensadores y formadores de la opinión pública
La convergencia en el diagnóstico acerca de la "crisis de representatividad" y "el malestar de las
democracia" actuaron como disparadores de nuestro proyecto. La primera expresada en los trabajos
publicados por la FENALEP (Federación Nacional de Legislaturas Provinciales) Santa Fe, 1994,
evidenciaba que el problema era receptado, por lo menos discursivamente, desde los organismos
representativos de gobierno. El segundo expresado en el Congreso de la Sociedad Argentina de
Analistas Políticos, (Córdoba, 1993) dejaba entrever la necesidad de estudios de caso, que
permitieran dar indicios acerca de estado de la cuestión en la realidad social y de esa manera poder
validar la discusión teórica.
Hipótesis de trabajo
En medio de la brecha entre las expectativas generadas por las nuevas democracias y las
experiencias de frustración que se transitaron, se abrió a principios de los '90 camino a otra
cuestión: "si la democracia representativa entraba en crisis como forma legítima y eficaz de
gobierno, o continuaba teniendo vigencia como la mejor forma de gobierno posible", en el nuevo
contexto de quiebre de las formas o funciones no solo del estado como estado benefactor sino como
estado nacional mismo, el cual debía priorizar las relaciones hacia fuera y no hacia la ciudadanía, en
un contexto donde las reglas de juego creadas por la modernidad se veían cada vez más afectadas
por el proceso de globalización económica y por el deterioro de la eficacia de las instituciones que
nos legó el pensamiento racional ilustrado.
La pregunta entonces era si se trataba de una "crisis real de una forma de gobierno legitimada por
dos siglos de hegemonía en el mundo occidental", que ponía de manifiesto la incapacidad de un tipo
de régimen político para representar verdaderamente los diversos intereses, las necesidades, las
ideas y proyectos de la sociedad, mostrando que el significado de su nombre "el gobierno del
pueblo" no era más que una ilusión de representación utilitaria para sostener la legitimidad de un
ejercicio del poder?… O simplemente se ponían de manifiesto los límites que las condiciones reales
del sistema político impone al desempeño democrático del poder, sin que este pierda el consenso
legitimador que le dio origen y lo sostiene en su ejercicio?.
La primera hipótesis podría centrarse en las transformaciones de la política a partir de los
cuestionamientos a los supuestos acuñados por la tradición liberal que sentaron las bases de la
política moderna, esto es: la racionalidad de los sujetos, como sede de la soberanía, a partir de los
cuales se constituye contractualmente la sociedad y el estado, depositario de esa soberanía a través
de formas institucionalmente representativas. Se trataría entonces de observar en qué medida la
"ficción" de la representación construida por la tradición liberal, se encontraba sospechada como tal,
y por tanto perdía significatividad en el imaginario social, a la hora de legitimar los poderes
instituidos como formas representativas.
La segunda hipótesis en cambio, nos hablaría de una transformación o mutación de las formas de
relación estado y sociedad, dentro de la tradición liberal, que ha tenido un recorrido histórico con
diversas formas de articulación entre ambas dimensiones. En la historia argentina, el recorrido del
estado liberal de origen finisecular, pasando por el estado social, nacional o benefactor de los
populismos, así como por las conocidas irrupciones de los gobiernos militares, da cuenta del
itinerario sinuoso, e incluso en el último caso perverso, por el cual han transcurrido las formas
institucionales demoliberales. Por lo cual no sería extraño a nuestra tradición que las nuevas
democracias fundadas sobre una legitimidad constitucional - procedimental , torcieran sus
mecanismos de articulación socio- institucional.
Ambas hipótesis no eran excluyentes necesariamente, pero en "el magma de significaciones
imaginarias" buscamos los indicios sobre las posibles derivaciones de la "crisis de
representatividad" que constituían nuestra cultura política, y que podían derivar en mutaciones o
transformaciones de la institucionalidad del sistema político y por tanto si podían germinar formas
instituyentes nuevas que transformaran radicalmente el paradigma liberal de la democracia
representativa o si se trata de un nuevo reacomodamiento o mutación, que evidenciaran la
adaptabilidad de la democracia liberal representativa respondiendo a circunstancias de
reacomodamiento, en un contexto de fuertes cambios tanto externos como internos.
Perspectiva de abordaje
Historia de las Ideas, Cultura Política e Imaginario Social fueron las perspectivas y herramientas
teóricas desde las cuales pretendimos abordar nuestro objeto.
La Historia de las Ideas Políticas, como una corriente disciplinaria tradicional, que reconoce
ambigüedades en cuanto a su objeto y método1, pero que en el presente no puede dejar de enfocar
dos categorías de análisis que se imponen desde otros ámbitos disciplinarios: la "cultura política" y
el "imaginario social". Ambas categorías han comprobado su dinamismo en la reconstrucción de la
significaciones de la vida política. La primera vinculada a la "teoría angloamericana de la
ciudadanía" (Sommers 96) y que tiene su correlato con los procesos políticos institucionales sobre
los que se funda la modernidad occidental. La segunda refiere a la dimensión subjetiva de la
política, como producto de creación y significación humana, que incluye las dimensiones
1
Cfr. entre otros Chartier; Roger; "La historia hoy: dudas, desafíos, propuestas”. En: Olábarri, I. Y Caspistegui, F.J. La “nueva" historia
cultural: la influencia del posestructuralismo y el auge de la interdisciplinariedad". Madrid, Editorial Complutense, 1996. Gauchet,
Marcel; (1988) citado en Chartier,Roger; El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación.
Barcelona, Gedisa, 1992. Rorty, R., Schneewind, J.B., y Skinner Q, (comp.) La filosofía de la historia. Ensayos de historiografía de la
filosofía. Barcelona, Paidós, 1990. Skinner, Quentin; “Sentido y comprensión de la historia de las Ideas”. En: Prismas. Revista de
Historia Intelectual. Nº4, Universidad Nacional de Quilmes, 2000. p.149-191.
2
imaginarias e inconscientes del psiquismo Así mismo las categorías de "imaginario instituyente e
instituido" acuñadas por Cornelius Castoriadis, constituyeron la fuente de inspiración de nuestras
hipótesis2.
Leyendo la encuesta
Del número de ciudades imaginables hay que excluir aquellas en las cuales se suman elementos
sin un hilo que las conecte, sin una regla interna, sin una perspectiva, un discurso. Ocurre con
las ciudades como con los sueños: todo lo imaginable puede ser soñado, pero hasta el sueño más
inesperado es un acertijo que esconde un deseo, o bien su inversa, un miedo. Las ciudades, como
los sueños, están construidas de deseos y de miedos, aunque el hilo de su discurso sea secreto,
sus reglas absurdas, sus perspectivas engañosas y toda cosa escondida otra.
Italo Calvino, "Las ciudades invisibles".
Estas palabras nos sirven para decir que lo que a continuación se describe pretende
descubrir ese hilo invisible de nuestra "ciudad", el lugar en el que habitan los miedos y deseos, y
con el cual se teje la trama que sostiene nuestra vida política.
1. Podría caracterizar el tipo de democracia que existe en nuestro país. Por qué?
Este punto de partida pretendía identificar aquellos núcleos del imaginario sobre los cuales
se asienta la legitimidad de la democracia.3 Es decir cómo aparecían a través de conceptos,
imágenes, símbolos, códigos y valoraciones, las representaciones con que la gente percibe y
expresa sus creencias sobre el sistema político4 en el cual vive y del que forma parte como
ciudadano.
La lectura de las respuestas nos obligó a distinguir dos niveles de análisis:
a) Por un lado agrupar aquellas respuestas que se contestaban desde representaciones
valorativas - emotivas, ya fueran positivas o negativas, de acuerdo a las vivencias de
gratificación - frustración. Estas vivencias son las que permiten a los individuos emitir opinión,
no tanto desde sus saberes vinculados a informaciones que pueden ser fácilmente verbalizadas
como discurso, sino desde su experiencia emocional que muestra la posición del individuo en
relación con el otro, orienta su juicio de valor, sus deseos, frustraciones, proyecciones, y la trama
interna desde la que se lee la realidad, es lo que se denomina “representaciones de cosa”.
La mayor parte del universo encuestado, el 63.8% responde desde una valoración emotiva.
Ese 63.8% se descompone así: 37.6 % hace una valoración negativa, 18 % hace una valoración
positiva, 8.4 % hace una valoración intermedia o mixta.
2
Castoriadis, Cornelius; Los dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto. Gedisa, Barcelona, 1988. El avance de la
insignificancia. Bs.As., Eudeba, 1992. La institución imaginaria de la sociedad. vol.2.; Bs.As., Seuil, 1993. Para los conceptos
lacanianos Real, simbólico e imaginario hemos seguido a D’Angelo, R., Carbajal, E., y Marchilli, A.; Una introducción a Lacan.
Bs.As., Lugar Editorial, 1998.
3
Entendemos por legitimidad el grado de consenso, que se funda en las creencias acuñadas a través del tiempo, por el cual una sociedad
obedece. “la legitimidad implica la capacidad del sistema para engendrar y mantener la creencia de que las instituciones políticas
existentes son las más apropiadas para la sociedad”. Norberto Ivancich, En: Di Tella, Torcuato, “Diccionario de ciencias políticas y
sociales”. Bs.As., Puntosur, 1989. p.352.
4
En la delimitación del significado del término sistema político y su relación con régimen político seguimos a Duverger, Maurice;
Instituciones Políticas y Derecho Constitucional quien sostiene que el término "sistema político" designa un conjunto más amplio que
"régimen político" e incluye elementos del sistema social: económicos, técnicos, culturales, ideológicos, históricos, etc. En este sentido
llamamos sistema político al conjunto del sistema social, estudiado bajo la perspectiva de sus aspectos políticos. Las instituciones
políticas pueden, pues, estudiarse de dos maneras: por una parte en si mismas, en tanto que forman un subsistema propio al que llamamos
régimen político, por otra en cuanto están estrechamente ligados a los demás elementos del sistema social, de cuyo conjunto aseguran su
regulación y coordinación. El régimen político se comprende realmente si se sitúa en el seno del sistema social del cual es marco y el
mecanismo regulador.”
3
Además este 63.8% que responde desde la valoración emocional nos indicaría que, si bien
una mayoría no puede describir en términos de información cuál es el tipo de democracia que
existe en la Argentina, sin embargo no se queda sin respuesta, emite un juicio de valor con
respecto a la misma.
El otro análisis atiende a las evocaciones asociadas a las representaciones racionales informativas, donde aparecería el modo de percepción y configuración de lo cultural, es decir
cómo llega al individuo y cómo es registrado un aspecto de la realidad, en este caso la
democracia argentina. Estamos aludiendo al concepto de “representación de palabra”.
El 26.8% de los ciudadanos puede caracterizar la democracia argentina desde lo racional
informativo predominantemente. Por ejemplo muchos utilizan los términos -“democracia
liberal”, o -“representativo y federal”, tal como es enunciado por el art. 1° de la Constitución
Nacional, no aparece sin embargo con tanta frecuencia el término república- republicano.
Los que dan una respuesta mixta, es decir informativa y valorativa integrando en una misma
representación ambos aspectos es el menor porcentaje de todos, es solamente el 4.8% que se
descompone en: 1.6% con valoración positiva , 3.2% con valoración negativa.
Gráfico 1: representaciones de cosa y de palabra
Esta lectura nos proporcionó material para valorar el peso que tienen en el imaginario social
las representaciones de cosa por sobre las representaciones de palabra, y en este sentido poder
afirmar que la legitimidad del sistema democrático se funda en aspectos valorativos emotivos a
partir de las experiencias vividas, más que en la información y codificación racional que sobre
el mismo pueda hacerse.
Lo que apareció como significativo en este recorte es que las respuestas formuladas desde
una representación de palabra, lo hacían con datos que parecían desvinculados de la experiencia
propia y que provenían de fuentes de divulgación que tendían a establecer estereotipos, no
4
cuestionados ni confrontados desde la experiencia personal. Esto lo decimos porque cuando se
les pregunta por qué cree que es así, no aparecen otras representaciones que den significación a
estos términos, salvo aquellas que remiten nuevamente a la Constitución, por ejemplo cuando
dicen: representativa -“porque el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus
representantes” o liberal -“porque somos libres” o -“porque hay libertad”.
Se percibe una significación cristalizada o mitificada, que escapa a un análisis preciso, pero
que repite un sentido movilizador de creencias y generador de consenso y que es constantemente
reproducido y divulgado por el sistema educativo y los medios de comunicación, convirtiéndose
de alguna manera en un discurso de amplia difusión desde distintos ámbitos, que tiende a
reproducir sentidos socialmente aceptados y legitimadores del orden establecido. En tal caso,
podríamos estar ante una descargada de significados y valoraciones de términos que fueron
altamente significativos a lo largo del siglo XIX, y que hoy se condensan en fórmulas repetidas
desde las instituciones oficiales, no resignificadas de acuerdo a los nuevos contextos históricos.
Además es pertinente reflexionar sobre el escaso porcentaje de la gente que incluye ambos
tipos de respuestas: informativas y valorativas lo que evidencia una tendencia a la disociación en
las representaciones, en el sentido que la mayor parte de la ciudadanía no integra información,
conocimientos y experiencias, en una secuencia lógica, que les permita elaborar juicios que
orienten los comportamientos y la acción.
Por otro lado el 4.6% de la población no sabe o no contesta, es decir se queda sin
respuesta, lo cual llama la atención ya que se le pregunta por una situación en la que el individuo
está inmerso y sobre la cual debe no sólo dar opinión, sino participar por lo menos en el
momento de las elecciones. Cabe abrirnos un interrogante que se repite en otras preguntas frente
a las que los individuos quedan sin respuesta: ¿qué consecuencias tiene para el sostén del
sistema político aquellos individuos que se ubican fuera de este? ¿su pasividad da lugar para que
otros decidan por ellos o si su exclusión pone en cuestionamiento los fundamentos mismos de la
democracia, donde aparece y cómo se manifiesta?.
Finalmente podemos interpretar si sumamos las repuestas de valoración positiva pura y las
mixtas y considerando las representaciones de palabra que sostienen la legitimidad de la
democracia actual, al referir a las fórmulas consagradas jurídicamente en nuestra tradición
democrática, existe un leve predominio (55,6%) en el imaginario de aquellos valores que
sostienen y defienden la democracia actual como buena, proporcionando un consenso que no
está excento de la crítica (40,8%) .
b) La segunda lectura de esta pregunta se constituyó en torno a los conceptos, términos o
referentes que aparecían asociados a la democracia. La ordenación por similitud de sentido se
realizó después de una lectura minuciosa y se evaluaron todos los referentes que cada respuesta
mencionaba para describir la democracia actual, dando como resultado el siguiente espectro:
El término que aparece más vinculado con la democracia es el de libertad, en primer lugar,
aunque la relación democracia y libertad no aparece asociada de la misma manera:
El 16.6% de los ciudadanos lo menciona como un valor positivo y existente. Por ejemplo: “Democracia liberal, porque somos libres”, -“Linda democracia porque se puede hablar, opinar,
participar”. -“Es buena, estamos mejor, hay más libertad. En tiempo de los militares no había
libertad”, -“Creo que es una democracia liberal, porque cada uno hace lo que quiere”, “Democracia total, porque tiene mucha libertad”
La ausencia de libertad es registrada por un 3% de los ciudadanos -"democracia en este
momento no hay porque sino haríamos lo que quisiéramos y no lo que quiere el gobierno”. A
esto podemos sumar que un 12,6% de los ciudadanos manifiestan que existen rasgos autoritarios
en esta democracia, por ejemplo: -“en este momento es una democracia autoritarista, lo que hace
5
Menem no tiene en cuenta la voz del pueblo”,- “una democracia autoritaria, porque hay un
presidencialismo bastante fuerte”, -“autoritaria porque Menem hace lo que quiere”. En total un
15.6% manifiesta su disconformidad por la falta de libertad por ejemplo: -“no la que nosotros
queremos porque todavía no hay tanta libertad”, -“no es pura, no tenés libertad íntegra”,
El 4.2% destaca el exceso de libertad y su disgusto frente a ello. Por ejemplo: -“no es
buena, la libertad la convierten en libertinaje”, -“No me gusta, porque no me gusta la libertad”, “No hablemos, está mal, demasiado libertinaje”, -“yo no creo que sea democracia, es más bien
libertinaje”. Lo que se expresa es la demanda de límites, que eviten conductas no responsables o
éticas. La palabra libertinaje, tiene un claro matiz de condena moral sobre acciones consideradas
no responsables o perjudiciales para un orden social preestablecido de acuerdo a valores que son
considerados universales y no sujetos a discusión.
En síntesis los que caracterizan a la democracia dentro del juego de valores libertad autoritarismo es el 36.4% de los ciudadanos. (Ver gráfico 3 p.82)
Es indudable que existe una vinculación que opone la democracia con las dictaduras y los
golpes militares, que tiene que ver con el registro y la lectura que se vienen haciendo de nuestra
historia a partir del proceso de democratización, en el cual se ha priorizado la exaltación de las
libertades en contraposición a los sistemas autoritarios que las cercenaron.
El proceso de intervención de las Fuerzas Armadas en la vida política del país iniciado en
1930 con la quiebra del orden jurídico - institucional, se profundizó a lo largo del siglo XX
argentino y alteró el desenvolvimiento del proceso de construcción de la República iniciada en la
segunda mitad del siglo XIX, en torno al valor de las libertades individuales, consagradas en la
Constitución del 53 de acuerdo al programa alberdiano. Según Botana5 esta renovación de la
confianza en las libertades individuales tiene un doble referente: político y cultural. Así como el
contexto mundial después de la Primera Guerra presenció la emergencia de los totalitarismos, a
partir de 1983 nos encontrábamos frente a su derrota. Por otro lado, la participación que
identificaba el comportamiento democrático dentro del estado de bienestar ya no era pertinente
en un mundo occidental con la reaparición vigorosa del neoliberalismo. Para Botana “la
libertad se levantó en el horizonte de las ideas como una solución integral que abarcaba todos los
aspectos de la vida humana”.
Desde una perspectiva más subjetiva para Philippe Braud6 el término libertad significa,
reconoce y legitima algo más que no se quiere decir, en nombre de un principio abstracto se
legitima por un lado la justificación de la agresividad y la instalación de “leyes de guerra” más
aptas para la lucha entre rivales en distintos niveles, ya sea en la disputa electoral, en el ejercicio
de las libertades públicas como la libertad de expresión y en la competencia en la vida social.
La resonancia emocional de la palabra libertad la relaciona también con la valoración de
épocas históricas, que ha veces han sido exageradas como movimientos fundantes y que se
reavivan a través de las conmemoraciones. En nuestro caso podríamos decir que habría un
desplazamiento de la carga de valor que antes tuvo la palabra independencia por la palabra
libertad. Si bien esta estuvo presente desde los inicios con “el primer grito de libertad” y
continuó utilizándose en la década del 70 por alguno sectores más radicalizados de la izquierda,
el término “independencia” fue el más representativo de las luchas de nuestro pasado glorioso,
que se iniciaron con el proceso de emancipación de España y se continuarán con la bandera de
independencia económica en el siglo XX, utilizándose desde los nacionalismos, tanto de
populistas como elitistas, de izquierda o de derecha en un tono también beligerante.
5
6
Botana, Natalio; El siglo de la libertad y el miedo. Bs.As., Sudamericana, 1998. pgs. 278 y ss.
Braud, Philippe; El jardín de las delicias democráticas. Bs.As., FCE., 1993. p.96 a 99 .
6
Hoy se prefiere hablar de libertad, porque por un lado parece ocultar los costos del
conflicto que generó la independencia, y guarda connotaciones más asépticas tal vez, y menos
dolorosas. Por otro lado se refiere a un sujeto que no son los estados nacionales frente al dominio
de otros estados, sino que se trata de los individuos que afirman sus derechos y libertades frente
a la sumisión y coerción que plantearon los estados autoritarios. Lo cual le da un sentido
político al término, pero la cosa no queda ahí sino que hay un trasfondo filosófico o
antropológico, que es la afirmación de sujetos que reivindican una existencia plena y su voluntad
individual, frente a las restricciones padecidas en el pasado.
La interpretación que sitúa a la democracia como una etapa, como un proceso o período de
tiempo distinto a su pasado con una valoración positiva es considerada por un 6% de la gente
que dice por ejemplo: -“es buena comparado cuando vivíamos con los militares, ahora somos
más liberales”, -“soy apolítica , pero es mejor que con los militares”,- “Todos expresan su
opinión y podemos ser libres, porque al salir de la dictadura de la época de Videla nos hemos
afianzado”. Y con una valoración negativa el 1.8% -“Todavía no hemos aprendido a vivir en
democracia”, -“se está afianzando, pero se tiene que afianzar más”, -“es medio trucha, el país se
está poniendo mal”.
Es decir un 7,8% la ve en función de un proceso, poniendo énfasis en la dimensión
temporal, que haría referencia a un proceso de transición y en algunos casos de consolidación.
En este sentido se estaría frente a una actitud de espera y relativa confianza en el futuro para el
desarrollo de aspectos deseables que aun no se han realizado.
Un 2% la caracteriza específicamente como estable, -“buena democracia porque hay
estabilidad que hace años no teníamos”, -“para mí buena ya que se quedó todo más
estabilizado”, lo cual se podría entender como un logro en relación con un pasado cargado de
irrupciones y discontinuidades en el desarrollo del orden institucional. Sin embargo no hay que
olvidar que la palabra estabilidad fue el eje del consenso menemista fundado en el plan
económico de Cavallo. Por lo cual el término estaría cargado de connotaciones no solo políticas
sino económicas, ya que fue la contención del proceso hiperinflacionario lo que proporcionó una
confianza amplia en la gobernabilidad del menemismo. Por tanto la estabilidad puede valorarse
en relación a la consolidación democrática, fundada en aspectos económicos y no sólo políticos.
Esta identificación de la democracia como una etapa donde es posible ejercer las libertades,
habla de un referente muy amplio que no alcanza a determinarse en su realización, ni siquiera
aparece la noción de democracia como forma de gobierno que reconoce la representación e
inclusión de las minorías, la idea de gobierno del pueblo, la división de poderes, el control de los
mismos y la consolidación de los partidos políticos en detrimento de las corporaciones, no se
habla prácticamente del ejercicio del estado de derecho, como supremacía del orden jurídico
institucional en virtud del pacto liberal originario, que se expresa en el Preámbulo de la
Constitución y que fue el símbolo de la restitución de la tradición liberal democrática en el 83.
Estos temas ausentes o especificados en menor medida nos señalarían un distanciamiento
entre el imaginario y las concepciones que la teoría utiliza para explicar la democracia a partir
de la construcción de mecanismos y procedimientos que hacen al funcionamiento de formas de
gobierno concretas, que se legitiman en función de valores, que son los que manifiesta sobre
todo el imaginario. La gente describe a la democracia, no tanto en relación a los mecanismos de
la democracia procedimental, sino en relación a un valor predominante que en este caso es la
libertad y en una actitud de confianza y expectativa frente al proceso que la democracia supone
como superación de aspectos negativos del pasado.
Cuando aparecen los rasgos que hacen al funcionamiento de las instituciones y
procedimientos democráticos aparecen más como crítica que como satisfacción frente a los
logros de la democracia procedimental, por ejemplo predomina la falta de representatividad por
7
sobre su reconocimiento, la falta de controles de gobierno, y las políticas sociales propias del
estado de bienestar en extinción. (Ver gráfico 3)
En las encuestas realizadas aparece mencionado en segundo lugar la identificación del
actual sistema con el problema de la representación, ya sea como valor positivo y existente o
como ausente. La falta de representación también se manifiesta en la evocación de que existen
algunos sectores beneficiados con el sistema, en el sentido que el mismo favorecería a intereses
fragmentarios o minorías privilegiadas, vinculadas con el poder político.
De esta manera asocian a la democracia con representación como algo positivo: el 5.2%,
por ejemplo -“democracia representativa, porque el pueblo no gobierna ni delibera sino por
medio de sus representantes”, -“democracia muy buena porque podemos elegir”, -“la del pueblo,
porque no hay dictadura”, -“teóricamente representativa, por el voto todos están representados”,
que valora lo que se ha denominado “democracia formal”, al expresar la igualdad de derechos
políticos en la capacidad de elegir al gobierno, pero no se indican otras acepciones de
representación, ni en su sentido sociológico como reflejo o espejo de la sociedad, ni en sentido
que le da Sartori, como capacidad de los representantes de responder responsablemente.7 Esta
última acepción pone de relieve el deber de los hombres en el gobierno como representantes es
ponderar las cosas públicas y ponerlas sabiamente en orden.
Los que hablan de falta de representación son el 9.4% por ejemplo responden así:
-“no hay democracia, hay dedocracia, eligen con el dedo”,-“ bastante difícil de entender, pero
hay, lo eligió el pueblo, pero no le hacen caso al pueblo”, -“democracia dictatorial, porque el
pueblo no participa en nada”, -“es una pseudemocracia, porque no se actúa en nombre de un
partido político, sino en nombre de una persona”.
Más que medir en esta pregunta la existencia o no de una crisis de representación lo que
vemos acá es que el tema de la representación no es el núcleo de identificación de la democracia
actual, si bien existe un reconocimiento del valor de las elecciones en la conformación del
gobierno democrático es más fuerte la crítica por la falta de realización de algo que se espera, en
este caso la representatividad del gobierno democrático, sobre lo que hablaremos en las
preguntas siguientes.
Sin embargo sigue siendo más fuerte la legitimidad de la democracia en relación con su
oposición con el autoritarismo y podemos decir que constituyen el valor fundante del sistema, ya
que la mayor parte de los ciudadanos vinculan la democracia no tanto con la representatividad
(14.6%), como con la libertad - (autoritarismo) (36.4%).
La democracia se trata para la gente no tanto de sentirse parte del gobierno, sino de poder
realizarse, sin interferencias del estado. Podríamos inferir que hay un sentido de delegación del
poder8, del cual la gente no se siente partícipe, sin manifestar una disconformidad al respecto ya
que el valor no está puesto en las posibilidades de que el sistema los incorpore sino en que les
abra ámbitos de realización individual. O´Donnell no habla de dos tipos de democracia en
América Latina: la representativa y la delegativa, en la cual la idea compartida por la ciudadanía
7
Sartori, Giovanni; Elementos de teoría política. Cap. “La representación”. Bs. As., Alianza Editorial, 1992. pgs.225-242. El
capítulo 11 señala las distintas acepciones del término representación Sartori parte de la definición etimológica de representación
que quiere decir presentar de nuevo o hacer presente algo o alguien que no está presente. A partir de aquí la teoría de la
representación toma tres direcciones: 1. La idea de representación como mandato o delegación que se deriva del derecho privado y
caracteriza a la doctrina jurídica de la representación. 2. La idea de representación como representatividad, es decir, como
semejanza o similitud, que se deriva del enfoque sociológico, donde la representación es un hecho existencial que trasciende toda
elección voluntaria y por consiguiente a la propia conciencia. 3. La idea de representación como responsabilidad, es esencialmente la
representación política y constituirá el objeto de análisis del autor.
7
O´Donnell, Guillermo; Entrevista en: "Página 12", 14 de abril de 1992, p.16.
8
y los poderes constituidos es la delegación del poder sin tener que someterse a controles
institucionales.
Esta que pareciera ser una retirada de los compromisos ciudadanos, tiene una contracara
que es la demanda de control y límites al ejercicio del poder. El 9,4% de la población caracterizó
al actual sistema por lo que nosotros denominamos: debilidad institucional. La democracia
actual aparece como sospechada de - corrupción (5.4% lo menciona), y - falta de justicia (4%).
Se cuestiona la falta de transparencia de la actual democracia, con sus efectos en el
debilitamiento de la confianza y credibilidad en la dirigencia política, y la falta de consolidación
de una red institucional que sirva para poner límites al ejercicio del poder, haciendo especial
referencia al poder judicial.
Un 9.2% hace referencia a las políticas sociales redistributivas y garantes del mercado
laboral que caracterizaron al denominado Estado de Bienestar, término que tomamos como
referente para categorizar aquellas respuestas que tenían que ver con la existencia de un estado
garantista o protector, inclusor de distintos sectores a través de políticas de redistribución que
atendieran al principio de justicia social.
En este sentido encontramos como valoración positiva o existente de las mismas en un
0.8% de la población que escasamente refirió a -“más o menos la gente puede salir confianza a la
calle”, o “está bien porque ayuda a los jubilados”, pero un 6.6% se manifestó en forma crítica
debido a la carencia de políticas sociales: -“es una democracia injusta por el hambre de los
jubilados, -“democracia relativa porque los pobres siguen siendo pobres y no tienen la
posibilidad de progresar laboralmente”, - para mi no es una democracia justa porque se están
diferenciando las clases sociales, tendría que ser más igual para todos”. El 1.8% la vincula con el
tema del trabajo, -“fue buena pero ya no lo es tanto, no hay trabajo, no hay forma de crecer”, “es una democracia mediocre, en la cual el que trabaja no puede progresar”, poniendo de
manifiesto la preocupación que el estado de bienestar había resuelto a través de las políticas de
pleno empleo.
En este recorte aparecería la idea de igualdad, que ha sido un referente para la teoría
democrática, pero que sin embargo no aparece con la fuerza simbólica que tiene la palabra
libertad, la cual ha logrado sublimar las ventajas de la competencia y la resistencia frente al
poder autoritario del estado, limitando el referente igualitario al ejercicio del voto y
despolitizando las diferencias sociales al considerarlas un proceso “natural” en el ejercicio de las
libertades sociales. Braud señala que en general el discurso político sigue apelando a la eficacia
simbólica de la igualdad como elemento de contención, pero que entre la población las
desigualdades sociales son vistas en forma condescendiente, y paradójicamente aquellos que
tienen ingresos muy modestos, subestiman las diferencias en búsqueda de un sentimiento
igualador que compense las desigualdades reales. 9
Es significativa la ausencia del señalamiento del sistema como participativo, ya que cuando
se habla de políticas sociales se refiere a la carencia de una acción estatal que beneficie a
sectores necesitados y no como una inclusión desde la sociedad en la construcción de un
régimen o forma de gobierno. La inclusión se percibe en su forma negativa, como no intromisión
del estado en el ejercicio de las libertades individuales, pero no en su versión positiva, como
poder o capacidad para formar parte de una democracia.
La asociación con la falta de federalismo solo la señala el 0.6% de los ciudadanos.
Tomamos este índice como manifestación de la prácticamente inexistente concepción de una
democracia territorial, en el sentido de reparto del poder de acuerdo a circunscripciones o
identidades locales o fragmentadas. Este fue un problema que atravesó nuestra historia en la
9
Braud, P.; Ob .Cit., p.101.
9
primera mitad del siglo XIX, en relación al proceso de formación de los estados nacionales y que
hoy vuelve a presentarse como contracara del proceso de globalización. La idea federal expresa
intereses e identidades locales opuestos a la homogeneización cultural que en el siglo pasado
proponía la centralización de los estados nacionales y que hoy se continúa fronteras afuera con la
expansión, el aceleramiento y la diversificación de los medios de comunicación.
En nuestro caso, la prácticamente ausente referencia a un sistema democrático que incluya
y represente diferencias regionales, evidenciaría una tendencia a la homogeneización en torno a
la necesidad de unificar el consenso sobre un gobierno democrático para todos, que salvaguarde
del conflicto de intereses particulares en esto que de alguna manera se considera el proceso de
transición y consolidación democrática. Nos recuerda por otra parte el espíritu “nacional” de la
dirigencia política en la década del 50 del siglo pasado, cuando se trataba de limar las diferencias
para construir el estado nacional que tantos conflictos sangrientos había costado.
Es interesante destacar que el 15.4% de los ciudadanos no ha podido asociar la democracia
a ningún término o referente sino que expresa solamente una valoración, como lo señaláramos
en la primera parte del análisis.
Gráfico 2: valoración de los referentes asociados con nuestra democracia
Nin g ú n Re f e r e n t e
15.4%
Fa lt a d e Fe d e r a lis m o
0.6%
Es t a b le
2%
Exist ent e 6% (+)
Pr o ce s o
Fa lta 1,8% (-)
7.8%
Exist e n t e 0,8% (+)
Es t a d o d e Bie n e s t a r
Ca re ncia d e Po lítica s Socia les 6,6% (-)
9.2%
Falt a de Tra b ajo 1,8% (-)
Co rrup ció n 5,4% (-)
De b ilid a d In s t it u cio n a l
Fa lta d e Ju st icia 4% (-)
9.4%
Fa lt a 9,4% (-)
Re p re s e n t a t iv a (n o
r e p r e s e n t a t iv a )
Exist e nt e 5,2% (+)
14.6%
Exist e nt e 16,2% (+)
Falt a 15,6% (-)
Lib e r t a d (a u t o r it a r is m o )
Exceso 4,2% (-)
36.4%
0
5
10
15
20
25
30
35
40
%
En síntesis la polaridad libertad- autoritarismo, con todos los significados míticos que
incluye, sigue siendo la más resonante en el imaginario por sus carga emotiva histórica social o
individual, que evidencia una actitud optimista en relación con el pasado. La valoración de la
10
democracia en función de un referente tan amplio como abstracto, en su forma de enunciación
parecería dar preponderancia a las libertades individuales que se desarrollan en el ámbito de la
sociedad civil y a las libertades políticas de la democracia formal, más que en el sentido de
libertad como participación en el poder. Las referencias a aspectos institucionales y
procedimientos democráticos, a los que refieren los teóricos de la democracia procedimental,
aparecen en segundo lugar en el imaginario con una valoración crítica y señalando su escasez,
tanto en lo que refiere a formas de representación, como del funcionamiento de las instituciones
de control, y asociados a una responsabilidad del estado y de los gobernantes y no a la
responsabilidad ciudadana. En tercer lugar el referente de igualdad, como el de participación que
tuvieron altos grados de consenso en las democracias populistas, hoy han perdido centralidad
frente al tema de la libertad.
2. En su opinión: Cuál sería el ideal de democracia para la República argentina?
Esta pregunta pretendía rastrear en el imaginario social algunos indicios sobre la posibilidad
de proyectar un cambio en el actual sistema político. Se trataba de captar si existía entre la
ciudadanía algún tipo de ideal colectivo que operara como imaginario instituyente en el sentido
que lo toma Castoriadis, es decir que ordenara las representaciones colectivas en torno a la
realización de aspiraciones a un cambio del modelo de democracia existente, o si por el contrario
no se percibían ideales capaces de generar actitudes activas y comprometidas en la
transformación del sistema democrático en la Argentina.
El ideal es algo a lo que se aspira porque se sobrevalora y no se tiene. Es una proyección de
los deseos puesto en el afuera del sujeto, y que constituye una meta u objetivo a alcanzar, que
opera como una fuerza utópica10, capaz de sacralizar algunos principios con el objeto de
construir una identidad totalizadora que evite la incertidumbre y active los comportamientos
transformadores, sacrificando muchas veces el presente en pos de un futuro.
Las respuestas muestran que el 65.6% del universo encuestado identifica parcialmente a la
democracia existente como la realización de su ideal, decimos parcialmente porque el 51.2%
incluye la necesidad de reformarlo o modificarlo para su mejoramiento. La gente lo manifiesta
así, por ejemplo: -“con más seguridad, trabajo y educación”, -“más participativa”, “que los
políticos no tengan privilegios” ,- “un gobierno más federal”, -“más libertades para estar
tranquilos, sin tantos impuestos”, -“mejorando las leyes laborales” -“que sepamos compartir de
otra manera, razonando” etc.
Se contesta desde una posición que indica que no se quiere una cosa cualitativamente
diferente, sino una ampliación de aquellos aspectos positivos existentes, o una disminución de lo
que se consideran aspectos negativos. Pero en la forma de expresarlo se manifiesta que puede
accederse al bien deseado desde la situación actual, sin necesidad de transformaciones abruptas,
ni radicales en cuanto al cambio de sentido.
Este sentido reformista indica que en el imaginario solo se pretende modificar aspectos
puntuales y no integradores del todo el sistema, por lo cual es probable que generen
movilizaciones entre la gente solo en aquellas cuestiones que afectan sus intereses particulares, o
como grupo con una identidad volátil referida al aspecto o problema que se halla en cuestión en
un momento político social determinado. El ideal reformista daría lugar a las nuevas formas de
participación desagregada y puntual, con la inclusión de las diversidades sociales en el espectro
de ampliación pluralista que las democracias actuales pretenden. Y de ninguna manera pueden
encuadrarse dentro de los ideales colectivos que en otras épocas históricas generaban
movimientos políticos ideológicos que pretendían la transformación del poder.
10
Consideramos utopía “como las imágenes de un orden social ideal que posee fuerza orientadora para tomar decisiones en el
presente y para determinar direccionalidad de conjunto hacia el futuro”, según Martín Hopenhayn. Citado por García Delgado,
Daniel; Estado y sociedad. La nueva relación a partir del cambio estructural. Bs.As., Tesis Grupo Editorial Norma, 1994. p.228.
11
El 14.4% de los ciudadanos identifican totalmente el ideal de democracia con la
democracia existente. Ven al sistema democrático actual como reflejo de sus ideales y deseos
más profundos por ejemplo: -“la de hoy”, -“el de ahora, en estos momentos es cuando mejor
estamos”, -“la que tenemos”, -“esta democracia es la mejorcita”.
El 20.2% de los ciudadanos encuestados quieren un cambio de modelo y no identifican el
ideal de democracia con el sistema vigente en la Argentina sino que plantean otra forma,
expresándose en términos absolutos, de manera que no dan lugar a la reforma sino que plantean
la oposición entre lo existente y lo deseable, como cosas distintas e incompatibles. Entre los
ciudadanos se manifiesta como: -“igualdad en todos los aspectos”,- “democracia ad honorem”, “la que nunca veremos, nada más te puedo decir”, - “donde seamos todos iguales y las
autoridades nos representen y no nos traicionen”,- “donde todos decidieran, dieran sus
opiniones”, “una democracia verdadera, que se practique según su significado real”, -“pura y
cristalina”.
Es una quinta parte de la población la que plantea la necesidad de un sistema distinto, que
no siempre es democrático, sino que incluye otras formas de gobierno. Y es en este porcentaje
donde teóricamente deberíamos encontrar mayor disposición para la participación; sin embargo
la escasa enunciación de un modelo de democracia en una versión positiva y no solamente
crítica, o la absolutización del ideal en términos abstractos, negativos o difusos nos hace dudar
de la capacidad de gestar participación de aquellos que quieren otra cosa, o de su posible
actuación en términos de proyectos constructivos y no solamente opositores, lo cual no deja de
ser inquietante, en la medida que apelen a modelos más homogeneizadores y totalitarios que
pluralistas y concertados.
El 7.6% de la ciudadanía se manifiesta como escéptica frente a la posibilidad de esbozar un
ideal de democracia, niega tener un ideal democrático y los posibles beneficios o bondades del
sistema, poniendo de manifiesto una actitud pasiva o indiferente frente al tema e incluso una
parte de ella propone modelos no democráticos. La gente se expresa así: -“una democracia ideal
es medio imposible”, -“no tengo idea, no tengo ideal”, “no sabría que decir, un cambio de
gobierno, pero sería todo igual, tendría que venir un Fidel Castro”, -“volver al tiempo de los
militares”, -“no sé lo que es la democracia”, -“no existe en ninguna parte del mundo, es como la
palabra felicidad, se da de a ratos”, -“no se mucho casi nunca veo televisión”.
A estas respuestas si le sumamos el 6.6% de los ciudadanos que no sabe o no contesta,
tenemos un 14.2 % de la gente que niega expresamente tener un ideal democrático y se
manifiesta renuente a expresar sus deseos y anhelos democráticos si es que los tiene;
demostrando de alguna manera su falta de interés o proyección de anhelos y esperanzas en el
sistema de gobierno y las instituciones políticas que hacen a su funcionamiento.
Gráfico 3: cuál es el ideal de democracia?
12
70
65.5%
60
50
Co n re fo rm a s
51.2%
40
30
20.2%
20
7.6%
10
6.6%
Ta l co m o e st á
14.4%
0
De m o cra cia
e xist e n t e
Ca m b io d e m o d e lo
Sin id e a l
NS/NC
¿Se podría hablar de adecuación de expectativas a la realidad y de una “madurez” de la
sociedad argentina que desconfía de proyectos utópicos, que en la década del 60 le
proporcionaron un futuro imaginario que finalmente se estrelló en un proyecto de muerte sin
sentido?. ¿Se trata de expectativas satisfechas que se conforman con el orden establecido y que
pretende perpetuarlo en un presente continuo?. ¿O se trata de inexistencia de expectativas?, de
una debilidad política cultural para definir lo posible o deseado, frente a la fuerza de lo necesario
del mundo económico, financiero, tecnológico, siguiendo los razonamientos de Lechner que
interpreta el significado de la crisis de proyecto, como una abdicación de nuestra responsabilidad
hacia el futuro11.
Tal vez sea preciso para no derivar en caminos inconducentes, delimitar el alcance del ideal,
y fijarlo no como un objeto factible de alcanzar sino un referente por medio del cual se construye
lo real y se determina lo posible. Lo que habría que inducir es qué posibilidades reales tienen las
personas de elaborar ideales cuando las necesidades básicas no están cubiertas, o si lo están de lo
que se trata es de mejorar la calidad de satisfacción de los deseos vinculadas a ellas.12
Por otra parte los mandatos culturales de la "ética posmoderna" vienen a reforzar las
actitudes egoístas e individualistas que justifican la preocupación de los individuos solamente
por si mismos y su grupo primario, sin vergüenza por desinteresarse de valores altruistas y del
bien general, legitimando el derecho de vivir para uno mismo como lo trabaja Lipovetsky13.
Además como señala Pierre Ansart14, la vida política democrática es una “máquina para
descreer” en el sentido que la libertad de expresión lleva a una crítica constante y corrosiva de la
que ningún actor político escapa, en oposición a la constante movilización de las creencias que
estimulan los sistemas autoritarios. El espectáculo de escarnio y sarcasmo que la “fiesta
democrática” muestra, favorece una toma de distancia y relativización de lo político en relación
con otros aspectos de la vida.
11
Lechner, Norbert, Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y política. México, FCE., 1995. p.13 y 14.
Nos referimos a las necesidades vitales que responden a las pulsiones de vida: hambre, sed, sexo y sueño.
Cfr. Lipovetsky, Gilles; El crepúsculo del deber. Barcelona, Anagrama, 1994 cap. “El altruismo indoloro” p.128 y ss.
14
Ansart, Pierre; La gestion de passions politiques. Citado en Braud; Ob. Cit., pgs. 45 y ss.
12
13
13
La aparente indiferencia que genera la pregunta entre nuestros encuestados, no permite
afirmar la carencia de legitimidad del régimen al no estar asociado con ideales, por el contrario
tal vez estaríamos más cerca de interpretarlo como una característica que posibilita la estabilidad
democrática, al alejarla de los conflictos que producen las expectativas innovadoras15.
Si bien existe un proceso de privatización, ya que la satisfacción de necesidades, deseos o
aspiraciones se realiza en el ámbito de los grupos pequeños, primarios, acentuada por la
desmotivación por la cosa pública que es una característica de la posmodernidad, creemos que
no alcanza para poner en cuestionamiento el sistema político, por el contrario, esta cultura que
como señala Brunner se ha vuelto “más realista, pragmática e individualista” es perfectamente
complementaria con la democracia actual, tal como ha sido considerada por una línea de
pensadores conservadores.
Los críticos de esta posición como Chomsky sostienen que el pretendido triunfo de las
democracias actuales y a sus sostenedores radica en que eliminan la participación, organización
y demandas de la gente, manejándola a través del control de la opinión pública. La esencia de la
democracia para este autor es la de distraer y dispersar al público manteniéndolo en la
ignorancia, sobre todo en las instituciones ideológicas que son las que están más alejadas del
conocimiento de los hechos.. El no poder hablar y tomar parte en las decisiones de la definición
de lo público, se constituye en un obstáculo para prefigurar preferencias que nunca serán
escuchadas16.
Existe una correlación con la pregunta anterior que describía el actual sistema como
resultado de la pugna entre dos fuerzas antagónicas: las libertades frente al autoritarismo; y si
bien no se considera que las primeras se encuentren en un proceso de realización plenamente
satisfactorio, si se manifestaba una legitimación del sistema democrático en virtud de las
libertades que reivindica en su triunfo sobre un pasado autoritario, y a su posibilidad de
mejoramiento a lo largo del tiempo. Si bien hay una satisfacción en relación a éstos logros del
presente, no hay un encantamiento, en el sentido de que la actual democracia sea considerada la
panacea para todos los males, sino que se percibe un cierto realismo o resignación, al
considerarla no como “lo bueno absoluto”, sino como “lo mejor relativo” a un proceso histórico,
en el cual se ha revalorizado la democracia liberal, en el sentido que ampara las libertades
individuales. Esta identificación de la democracia actual, como el mejor lugar desde el cual se
pueden realizar las expectativas a través de reformas, es el núcleo fundante en el imaginario de
la legitimidad de la cual goza nuestro actual sistema, lo cual no excluye la posibilidad de otras
formas de democracia que atiendan cuestiones sustanciales que no han sido consideradas por la
democracia actual.
La legitimidad de la actual democracia, fundada en el reconocimiento de las libertades, en
términos de Tocqueville viene a ser un aspecto positivo y negativo a la vez. “Lo admirable de
las ideas generales es que permiten al espíritu humano dar juicios rápidos sobre una gran
cantidad de objetos a la vez; pero, por otro lado, solo le proporcionan nociones incompletas
haciéndoles perder en exactitud lo que dan en extensión”. 17 El consenso en torno a la
democracia actual, con los límites que ella evidencia, permite a la sociedad mantener a lo largo
del tiempo el deseo de vivir juntos, pero esconde las diferencias que pueden ocasionar conflictos
indeseables…
15
Existe una amplia tradición de políticólogos que insisten en esta perspectiva: Berelson, B.,Bennet, S., Lipset, S., Huntington, L.,
Baëk,L., Leca y Papini, citados en Braud, Ob.Cit. p.27.
16
Para Chomsky en esta línea de pensamiento incluye hasta los pensadores de la libertad como John Locke quien sostenía que los
ciudadanos tenían el derecho de informarse pero no de deliberar sobre las cosas públicas, incluyéndose esta cláusula en las
constituciones de América Latina (Constitución Argentina (art.22) “el pueblo no delibera… sino a través de sus representantes”)
Chomsky, Noam; Política y cultura a finales del siglo XX. Argentina, Ariel, 1995. p 17 y ss.
17
Tocqueville, Alexis de; La democracia en América. Bs As., FCE., 1994. (primera edición 1835)
14
3. Considera usted que ese ideal se realizó en alguna época de nuestra historia?
Esta pregunta apuntaba a visualizar cómo el ideal democrático se enganchaba en la
reconstrucción imaginaria de nuestro proceso histórico, apelando a la memoria, que es el pasado
en el presente como lo expresa Ricoeur18, buceando en los “lieux de mémoire” según la
expresión de Pierre Norah, los recuerdos y lugares acumulados en lo que se denomina
experiencia histórica. Se trata de ver cómo se relaciona el pasado con nuestro presente, y cómo
ese pasado es recordado con el propósito de mitologizarlo, convertirlo en una explicación de
sentido de nuestro presente. Todo pasado se convierte en mito cuando se apela a la memoria
colectiva, porque según Braud 19, el mito opera como un cuento explicativo, cuya virtud no
reside en su veracidad, sino en la satisfacción de expectativas emocionalmente marcadas por la
angustia del vacío, responde al deseo de saber, de controlar y dominar las dudas.
Lo que queríamos averiguar era cómo recordamos nuestro pasado, y en este caso si
recordamos un pasado en el que nuestros ideales y expectativas democráticas han sido
realizados. Se trata de rescatar representaciones e imágenes que operan en el imaginario como
una organización y cristalización de sentido positivo de la experiencia pasada, en forma simple y
fuerte, cuya narración puede repetirse desde distintos lugares simbólicos con el fin de ordenar,
disciplinar y recrear a la sociedad presente en torno a valores democráticos del pasado.
La eficacia simbólica de reconocer en el pasado una experiencia que dote a la sociedad de
identidad democrática puede operar en dos sentidos para la legitimidad democrática: por un lado
puede reforzar la creencia en la posibilidad de recuperar hacia el futuro una capacidad incita, que
ha sido alterada pero que inviste de sentido e identidad en un tiempo de larga duración, o por el
contrario, una imagen nostálgica de un pasado perdido que tenga efectos inmovilizadores con
respecto al futuro.
Por otro parte, interesa destacar cómo se visualiza ese pasado “sacralizado”, qué aspectos
del mismo son considerados como portadores de lo que se considera verdaderamente
democrático y si se puede, rastrear cuáles son sus enemigos o fuerzas opositoras. La mención de
actores individuales o colectivos, o de formas de articulación entre el estado y la sociedad, o
simplemente la nominación de pocas que fueron consideradas no solo como valiosas, sino como
deseables, en el sentido de capaces de poder sintetizar esas experiencias históricas como el
horizonte esperable en el futuro, utilizando los rminos de Kosellec20, se convierten no solo en
referentes a partir de los cuales se puede valorar positiva o negativamente la situación que se
vive, sino que dan razón de la posibilidad de la historia.
Sin embargo los resultados de la encuesta no nos permitieron indagar todos los aspectos
deseados. Estos fueron los siguientes:
18
Ricoeur, P.; Temp et récit. París, Seuil, 1983-85. Citado por Holscher y otros en Utopías, mitos e imaginarios sociales. En: “a
nueva Historia cultural . La influencia del posestructuralismo y el auge de la interdisciplinariedad. Dirigido por Ignacio Olabarri y
F.J. Caspistegui. Madrid, ed. Complutense, 1996.
19
Braud, Ob. Cit., 221.
20
Kosellec, R; Le futur passé. Contibution a la semantique des temps historiques. Paris, Ecole des Hautes Etudes en Sciences
Sociales, 1990.
15
Gráfico 4: la realización del ideal democrático en la historia argentina
12% NS/NC
27% Si se r eal izó
61% No se r eal izó
La mayoría de la gente no reconoce en nuestro pasado una experiencia democrática ideal.
El 61% considera que no se realizó su propio ideal de democracia en el pasado histórico
argentino. Un 12% no sabe o no contesta. Podemos afirmar que no existe mayoritariamente un
pasado mitificado en torno a los valores de la democracia.
Este 73% de la población estaría reflejando una tesis tradicional en los estudios históricos y
políticos latinoamericanos que sostienen la limitada, azarosa y débil existencia de una tradición
democrática en la Argentina y en Latinoamérica en general, atribuida desde el ámbito filosófico,
a concepciones organicistas y jerárquicas de la sociedad de origen hispano, donde se priorizan la
vinculación, la pertenencia y la identidad, en una relación conflictiva con la tradición
anglosajona que se levanta sobre la construcción de una narrativa asentada en la existencia de
una sociedad civil, los derechos individuales y el origen contractual del estado21. En esta línea de
interpretación histórica se identifican por ejemplo, al federalismo y el populismo dentro de la
lógica de la democracia participativa directa más que de la lógica de la democracia
representativa, institucional y procedimental.
Sólo el 27% responde afirmativamente. Estas respuestas se consideraron en su totalidad,
como el 100%, para hacer las siguientes observaciones: en primer lugar establecimos cuáles
eran los términos o referentes que más se repetían y que aparecían como imágenes claras de esa
experiencia histórica considerada como ideal: ya sea considerando personalidades o actores
históricos, o bien cuando hacían referencia a una época.
21
Vega, Juan Enrique; Ideal democrático y democracia real en América Latina.. En: Dos Santos (Comp.); ¿Qué queda de la
representación política?. Bs. As., CLACSO, Nueva Sociedad, 1992. p. 116. El autor destaca la ausencia de una tradición
democrática liberal en los países latinoamericano, cita a Flisflisch en la concepción napoleónica del estado propia de las oligarquías
conservadoras, compartida por las vertientes populistas, nacionalistas y marxistas que critican la formalidad institucional y demandan
ampliación de la participación.
Para el desarrollo de los modelos iusnaturalista e historicista en la filosofía política véase Bobbio, Norberto; El modelo
iusnaturalista. En: Michelángelo Bovero y Norberto Bobbio, Sociedad y Estado en la política moderna. México, FCE, 1996 (1979).
16
Gráfico 5: identificación del ideal con los protagonistas de la historia
20
19.2%
18
16
14
12
10.3%
10
8.8%
8
6
5.2%
4
4.4%
2
0
Pe ró n
lo s m ilit a r e s
Alf o n sín
Illia
Yrig o y e n
La democracia ideal aparece personificada en los presidentes históricos más populares,
Perón encarna la figura más representativa de la democracia asociada por los teóricos políticos a
lo que se ha denominado “democracia masiva, orgánica o social”, por su componente inclusivo
de los sectores populares al estado, de los trabajadores urbanos y de las mujeres, por una
modalidad de participación vinculada no a las prácticas formales de la democracia liberal como
el sufragio y la deliberación parlamentaria, sino a la participación directa a través de formas más
corporativa que representan los intereses de sujetos sociales con identidad de intereses sociales y
finalmente por la política distribucionista y la efectivización de los derechos sociales que
mejoraron las condiciones del vida de los trabajadores. Sin embargo, los rasgos carismáticos del
liderazgo peronista, no pueden opacarse en función de las explicaciones institucionales, que no
necesariamente son percibidas así, en forma sistemática por la gente.
Los presidentes radicales, si se suman los tres mencionados alcanzan una proporción similar
a la de Perón, siendo Alfonsín el que alcanza más notoriedad en relación a la democracia que las
otras figuras del radicalismo como Illia o Yrigoyen, pareciera que con la lejanía temporal se iría
borrando la memoria. El 18.50% de las figuras radicales evidencia la polarización en el
imaginario de las dos fuerzas que han encarnado los valores democráticos en nuestra historia. La
democracia radical postula su legitimidad en valores vinculados a la vigencia del estado de
derecho y el fortalecimiento de las instituciones republicanas que postula la tradición liberal
democrática, donde los procedimientos en el cumplimiento de la ley, garantizan las libertades y
derechos individuales. Sin embargo ninguna de las figuras radicales alcanza a tener el
protagonismo de Perón en el imaginario social.
Lo paradójico es el alto porcentaje que vincula el ideal democrático con los militares,
cuando a pesar de que el discurso democrático que los militares utilizaron para justificar su
intervención en la vida política, sus acciones de gobierno cercenaron las formas de participación
y representación consideradas legítimas tanto por las democracias populistas como por las
democracias formales.
17
La asociación generalizada del pasado con los protagonistas individuales o colectivos, no
deja percibir entre las respuestas, una clara delimitación entre un gobierno constitucional y un
gobierno de facto. Esta confusión podemos interpretarla desde la perspectiva del imaginario
como la visión del pasado inmediato, de las experiencias vividas, como el fantasma que asola a
la democracia y en el cual se prefigura su debilidad.
Finalmente el significado mismo de democracia, no se configura en el imaginario,
necesariamente en relación a los valores de las tradiciones teóricas del liberalismo y la
democracia, sino simplemente asociada con un valor positivo que puede asociarse a otros
principios, que respondan a otras tradiciones.
Si por democracia se entiende la representatividad en el sentido de reflejo social, y la
sociedad se identifica con valores tales como la defensa de la soberanía y la identidad nacional,
los gobiernos militares se legitimarían en función de ello. Así como los socialismos han
legitimado sus sistemas "democráticos" por considerarse el verdadero gobierno del pueblo.
La identificación del ideal teniendo en cuenta los períodos históricos al que referían las
respuestas dio los siguientes resultados, teniendo en cuenta que cada respuesta podía aludir a
más de un período, o que no todos se ajustaban perfectamente a la grilla que hicimos con
posterioridad para poder ordenar y clasificar las mismas.
Gráfico 6: identificación del ideal con períodos históricos
Tra n sició n y
Co n so lid a ció n
De m o crá t ica
34.80%
27.4%
19.1%
1.5%
0.7%
Fin d e l
s ig lo XIX
19 16
19 30
5.92%
4.45%
4.4%
1 943
1.48%
0.14%
1955
1963
1966
1973
1.48%
0.74% 0.74%
1976
1983
1989
1994 Ah o ra
Lo que se destaca es una clara diferencia a favor del peronismo histórico, le suceden las
presidencias radicales, pero por sobre ambas se destaca el “ahora”, que en una interpretación
amplia incluye todo el período de democratización, desde el 83 en adelante sin distinción de
gobiernos. El “ahora” alcanza el porcentaje más alto 27.4% si se toma en cuenta que es el
18
término expresado por los mismos encuestados y no responde a ninguna ordenación posterior a
la encuesta. Pero si le sumamos el porcentaje que contesta específicamente por el gobierno de
Alfonsín o Menem tenemos un 34,80% que identifica el proceso de transición y consolidación
democrática con su ideal de democracia.
Un alto porcentaje de respuestas difusas pone en evidencia esa actitud nostálgica de creer
que todo tiempo pasado fue mejor, sin poder remitirlo a situaciones y períodos concretos que
permitan especificar el objeto que se pretende restaurar. Se trata de una puesta de valores
positivos absolutos en el pasado con objeto de devaluar el presente, al hacer imposible cualquier
comparación de aspectos de la realidad que pueden poner en consideración ese pasado que
aparece como intangible.
Difusas: por ejemplo: “nuestros padres nos han contado que en aquellas épocas había
democracia grande”, o “cuando estaban los verdaderos políticos”, “alguna vez estuvimos mejor,
no?”.
Sin embargo creemos necesario remarcar la importancia de la identificación del ideal con el
presente, aunque paradójica, ya que un ideal como dijimos es algo inexistente, una meta con el
objetivo de alcanzar un bien deseado, un proyecto que tiende hacia el futuro. Su realización en el
presente tiene que ver con la incidencia profunda del pasado en el imaginario y con el logro que
significa la instalación democrática luego de un largo proceso de interrupciones de las
instituciones democráticas y de instalación de gobiernos autoritarios y represivos.
La pregunta que no deja de inquietarnos es la correlación entre la democracia ideal y la
real, se trata de una consideración de los límites de lo posible o se trata de la supresión del
contenido ético de la política, en el sentido que lo planteaba Lechner? El denominador común de
ambas significaciones es el contenido pragmático del imaginario sobre la democracia, sobre el
que se limitan a señalar un tipo de demandas que aparecen como parciales y marginales al
desenvolvimiento del sistema en si. Y es que la democracia parece haber reducido el espacio que
ocupa en los deseos y expectativas de la gente, dejando amplio margen para que sus contenidos
sean realizados por otras voluntades.
4. Cuáles serían los cambios inmediatos que deberían realizarse para un mejor funcionamiento
de nuestra democracia?
Ya hablamos en la segunda pregunta del predominio, entre aquellos que tienen un ideal
democrático, de la identificación de su ideal con la situación presente, aunque la misma requiera
reformas. Esta pregunta viene a completar el sentido de las reformas que se proponen para
mejorar el actual sistema. Se trata de visualizar cuál es el horizonte de espera que proyecta la
gente, y que de alguna manera se convierte en una demanda al estado. La palabra “inmediato”
apuntaba justamente a establecer la expectativa, no ya dentro de un esquema ideal, sino como
expectativa real de posibilidad de cambio. Y en este sentido tratábamos de rastrear ese horizonte
que desde una posición conservadora, sostenida entre otros por Huntington, habla de la
sobrecarga de demandas hacia el estado por parte de la sociedad que dificultan la
gobernabilidad.
Las respuestas espontáneas fueron agrupadas en cuatro grandes aspectos: régimen político,
cultura política, economía y sociedad. (Ver Gráfico 8)
1. El primero de ellos fue el referido al régimen político, entendido como las reglas de
juego que hacen referencia al acceso, manejo y funcionamiento del poder y a la administración
de lo público. En este ítem se incluyeron todas las respuestas que se referían a la clase política, al
gobierno, a la división de poderes, a la legislación, a la función de la justicia, y a la
representatividad del gobierno.
19
Estos aspectos fueron los referidos por el 27.26%. Algunas expresiones fueron consideradas
en forma general, por ejemplo: -“un cambio de estructuras políticas de gobiernos y de los
partidos”, -“un cambio de gabinete”, -“consolidación de los partidos políticos”, sin que los
referentes mencionados, como por ejemplo partidos políticos, alcance un porcentaje considerable
para cuantificarlo como un ítem más.
El aspecto que más se destaca entre la ciudadanía se refiere a los gobernantes, a los
políticos y a la necesidad de “sacarlos” de la función o el cargo que ocupan y poner gente más
idónea. La idea que recorre a la mayoría de estas respuestas juzga a la dirigencia política como
no capacitados para el buen ejercicio de sus funciones y que por lo tanto perjudican el
funcionamiento de la democracia: el 13.56% se refiere a ello de la siguiente manera: -“cambiar a
los dirigentes”, -“achicar el gobierno”, -“cambiar a todos los políticos y poner gente capacitada”,
-“sacar al presidente”, -“correr a los políticos por gente que trabaje para el bien común”, “cambiar a alguno de los jefes, gente más coherente”.
Específicamente referido a la representatividad del sistema democrático vigente, solo el
3.35% de los ciudadanos manifiesta su disconformidad expresamente: -“que los representantes
del pueblo defiendan los intereses del pueblo y no los del gobierno”, -“concientizar al poder
ejecutivo y al poder legislativo que las leyes que se dictan son con destino al beneficio del
pueblo y no en perjuicio, porque sino son viciadas”, -“elegir a los representantes uno a uno, sin
el voto sábana”, pero si se suma al 13,56 % que propone cambiar a los políticos o al gobierno, o
exigir su capacitación y el 0.83 % de la población manifiesta este encono en una forma absoluta
pretendiendo la sustitución de la clase política por los militares, que se expresa así: -“cambiar a
los políticos y poner a los militares”, -“para mí que entraran los militares”, estaríamos hablando
de un 17,71 % de la ciudadanía que demanda un mejoramiento de la representación por parte de
la clase dirigente.
Estas expresiones contra los dirigentes y gobernantes estarían reflejando una “crisis de
representatividad” de la clase gobernante, en los tres sentidos que la define Sartori22, como
mandato, como reflejo y como responsabilidad, sin embargo esta crítica está separada de la
crítica institucional, no se refiere directamente a los mecanismos del régimen sino al desempeño
de los representantes, de la clase política, a su actuación. Esta personalización guarda una carga
de agresividad, que se refleja en el deseo expresado de “sacarlos, cambiarlos”, despojarlos de
aquello que aparece como privilegio usurpado, del poder de que están investidos y que
parecieran no merecer. El prestigio y la confianza que deberían tener los representantes, tienen
una contracara según Braud23 que es la agresividad que despierta “la consagración del privilegio
de expresión de unos y la suspensión del derecho de palabra (autorizada) en otros”, además de
considerar la imposibilidad de satisfacer las múltiples y contradictorias expectativas sociales.
Se busca sujetos concretos a quienes responsabilizar de sus frustraciones. Para Braud24, se
trata en situaciones agudas de acusación y estigmatización, no sólo de sacar la angustia que
provoca la ausencia de un responsable identificable, sino que constituye un ritual simbólico de
regreso a la indeferenciación fusionante propia de momentos totalitarios. Sin embargo lo que
predomina en las democracias pluralistas es una responsabilidad difusa, artificial y limitada, que
generalmente queda reducida a cuestiones técnicas, pero no por ello deja de cumplir su función
social, que es la de encontrar chivos emisarios que canalicen las agresiones de la opinión
pública, sin que esto ponga en peligro el sistema institucional.
En segundo lugar y a distancia aparece el tema del funcionamiento de los poderes, la
independencia de los mismos y el marco jurídico que refiere a ellos: un 4.85% que pide reformas
22
Sartori; Ob.Cit. p. 5 cita3.
. Braud; Ob.Cit. p.127 y ss. Distingue la responsabilidad - acusación, que generalmente atribuyen los superiores a los subordinados,
de la responsabilidad - endoso propia del individualismo liberal que supone que cada uno asume las consecuencias de sus actos.
24
Idem., p.120 y ss.
23
20
en este tema lo expresa de la siguiente manera: -“mayor funcionamiento del Congreso”, “que no
fuera el gobierno de un solo político”, -“que los legisladores representaran al pueblo, que el
ejecutivo tuviera los oídos más abiertos y el judicial tuviera los medios para ser ágil”.
El reclamo de justicia en general aparece en un 2.84%. -“cambiar a todos los jueces de la
Corte Suprema de Justicia, para que la justicia sea totalmente independiente”, “primero la
justicia a partir de ahí todo, y justicia en cuanto a la ley y justicia social”.
La demanda de cambios relacionados con el mejoramiento de la representatividad de los
gobernantes y del funcionamiento institucional a través del cumplimiento de los principios
republicanos que hacen a la división de poderes, se complementa con los siguientes criterios que
fueron englobados en la categoría de cultura política.
2. El segundo aspecto relevante estaba relacionado con la demanda de valores que hacían al
comportamiento tanto de los gobernantes como de la sociedad, poniendo énfasis en lo que se
denomina generalmente la cultura política como el conjunto de valores, actitudes que sustentan
las prácticas y comportamientos que son consideradas como buenos o deseados para un buen
funcionamiento de la democracia. En este ítem se incluyeron las respuestas que hacían referencia
a la corrupción de los funcionarios públicos a la necesidad de control por parte de la ciudadanía,
al orden social y límites de los comportamientos que hacen a lo público tanto de la sociedad civil
como de los gobernantes, y la participación ciudadana:
El 26.10% de los ciudadanos se manifiesta en este sentido en forma general diciendo:
“Habría que cambiar la cabeza de todos”, “un cambio de mentalidad y de cultura política”, “la
mentalidad podrida de la gente, porque esto no es democracia”, “respetar a los demás” Entre
ellos el 8.71 % que priorizan el tema de la corrupción y la honestidad: “evitar la corrupción”,
“honestidad de los dirigentes”, “gobernantes menos corruptos”.
El 5.69 % demanda mayor participación entendida como un conjunto de prácticas
ciudadanas que implican un compromiso con la cuestión pública y a su vez una mayor educación
y cultura política de los ciudadanos: -“más participación del pueblo”, -“darle participación y
comunicación al pueblo”, -“tendrían que hacerse consultas populares sobre los temas
importantes”, -“que el pueblo participe realmente en el gobierno y no en forma ficticia” “educar bien al pueblo para saber elegir mejor”.
El 3.51% demanda mayor control y límites. Algunos se refieren al control del gobierno
sobre la ciudadanía, reclaman un gobierno más fuerte, que controle el “libertinaje” una
protección de tipo paternalista por parte del gobierno, por ejemplo: -“mano firme del gobierno”,
“- más disciplina, cambiar muchas leyes principalmente en los sectores menores”, -“que el
gobierno tome las leyes más severas”. Otros por el contrario, demandan mayor control al
gobierno y a los actos del mismo, poner límites a su poder: “controlar más a los políticos”, “no
haber indulto, controlar más a los políticos, no impunidad de los políticos”.
3. En este item se incluyeron las respuestas que connotaban una preocupación por lo social,
en el sentido de que incluían las necesidades y demandas específicas de los distintos grupos
sociales. Los grupos más especificados son los jóvenes y los ancianos y los problemas referidos
salud, educación y seguridad. La cuestión social es reclamada por un 21.38% de la población.
- La demanda más alta es por el mejoramiento de la educación, con un 6.86%: -“cultura
para todas las personas, mínima y obligatoria”, -“la educación es donde está la clave”, -“educar
bien a la gente porque ahí se mejora todo”, -“más inversión en cultura y educación”.
- Salud y seguridad aparecen con un 1.5% cada uno: -“aumentar los policías y los
controles”, -“todo está bien pero se necesita un poquito más de seguridad”, -“dándole prioridad
a la salud”, -“mirar más el problema de salud y educación”.
21
- Entre los grupos sociales que más preocupación despierta en la población, aparecen los
jóvenes y los jubilados con el 2.17 % respectivamente: -“que se solucione el problema de la
juventud”, “por la juventud porque hay muchas cosas raras, delincuencia, drogadicción etc.” “que siga el gobierno y la democracia y que le aumenten a los jubilados”, -“que le paguen bien a
los jubilados”, -“ley de jubilados”.
- El tema de la justicia social aparece como reclamo de un 4.52% de la ciudadanía: “compartir más los recursos con los pobres”, -“la democracia funciona bien lo que sucede es que
descuidan lo social”, -“más chance de sobrevivir”, -“un ordenamiento del sistema económico
para que la justicia distributiva sea ideal”
4. Las respuestas referidas al ámbito económico que refiere a la producción, administración
y distribución de recursos. Se incluyen todas las respuestas relacionadas con trabajo, salarios e
impuestos. El 19.58% de la ciudadanía se manifiesta en este sentido.
- El 5.35% demanda mejoras económicas en general.
- La demanda de trabajo y mejoras salariales aparece expresamente manifestado por el
13.06% de la población: “el trabajo y los sueldos, del gobierno… no sé”, “terminar con la
desocupación y no privatizar tanto porque perdemos el patrimonio”, “más plata para la gente”,
“que haya más trabajo”, “sueldos más altos”.
- El 1.17% pide una reforma impositiva más equitativa: “hacer un sistema tributario que
ayude a los macroempréstitos”, “el asunto de la DGI, que actúan muy fuerte”
Un 4.85% de la población expresa que no se necesitan cambios.
El 5% de los ciudadanos no sabe o no contesta.
22
Gráfico 7: demandas de cambios para el mejoramiento de la democracia
40.96%
DEM OCRACIA SOCIAL
53,7%
DEMOCRACIA POLÍTICA
MEJORAR LA REPRESENTATIVIDAD
FORTALECER LAS
17,71%
INSTITUCIONES
7,69%
ca m b ia r lo s g o b e rn a n t e s 13,56%
m ayo r re p rese n t at ivid a d 3,35%
in cluir a lo s m ilit are s 0,8%
fu n cio n am ie n t o d e p o d e re s 4,85%
re cla m o d e ju st icia 2,84%
d ifu so s 2,2%
Ré g im e n
Po lít ico
27.6 %
Cu lt u r a
Po lít ica
é t icos 8,71%
m a yo r p art icip a ción 5,69%
m a yo r co n t ro l y lím it e s 3,5%
26.1 %
e d u ca ció n 6,86%
sa lu d 1,5%
se g u rid ad 1,5%
ju st icia so cia l 4,52%
d ifu so s 7%
Po lít ica s
So cia le s
21.38 %
Eco n ó m ico s
m e jo ras en g e n e ral 5,35%
t ra b a jo y sa la rio s 13,06%
19.58 %
re fo rm a im p o sit iva 1,17%
Sin ca m b io s
4.85 %
NS/NC
5%
0
5
10
15
20
25
30
En síntesis las demandas que refieren a lo que se denomina "democracia política" superan
en un 13% a las que aspiran a una "democracia con sentido social". La demanda política que se
destaca es un mejoramiento en la representatividad de la clase política, y del funcionamiento de
las instituciones republicanas. Al mismo tiempo que se pretende una ética pública sostenida por
la participación, el control y los límites que pueda ejercer la ciudadanía sobre el régimen
político. Las demandas de una democracia social se vinculan a las necesidades no satisfechas de
la población y en las que ven una acción deficitaria por parte del estado: estas son las de orden
económico referidas sobre todo al trabajo y los salarios, y las vinculadas con los servicios
23
sociales que deberían fortalecerse sobre todo educación y políticas distributivas que mejoren las
condiciones de vida de la gente.
Por lo tanto podríamos hablar siguiendo a los tres ejes sobre los que debía desarrollarse el
proceso de democratización según los teóricos de la transición25, que una vez consolidado el
proceso de liberalización, como efectivización de las libertades civiles, seguiría un proceso de
democratización, pero no se ve en el sentido de participación ciudadana en la toma de decisiones
colectivas sino solamente, en la demanda de procedimientos y controles por parte de la sociedad
civil que aseguren una mejora en la deficiente representatividad de la clase política, asociada a
conductas de corrupción y falta de ética. Finalmente aparece el tercer movimiento, el de
socialización, pero no en el sentido de participación igualitaria en la toma de decisiones en las
instituciones que participan, sino como la vieja demanda de una acción protectora del estado, en
aquellos ámbitos que siguen considerándose de interés y responsabilidad pública, como el
mercado de trabajo, la educación la salud y la seguridad.
Con lo cual se observa que la demanda de mejorar la representatividad, tiene que ver con
ceder menos margen de autonomía a los representantes en el sentido que deben responder a las
siguientes cuestiones: su acción de gobierno debe estar basada en una ética pública, con
controles institucionales, y que de cuenta de una serie de cuestiones sociales que se consideran
propias del ámbito de lo público, y sobre las cuales los representantes parecen haber desligado
sus responsabilidades.
5. ¿La situación actual, le despierta algún temor?
La pregunta fue formulada con el propósito de descubrir cuáles son las incertidumbres y
desconfianzas que la situación despertaba en la ciudadanía. Los temores revelan contenidos
imaginarios y reales que se relacionan con las inseguridades, lo que está fuera del control de los
individuos y que es percibido como pérdida o ataque.
El primer recorte que se hizo fue teniendo en cuenta las respuestas afirmativas y negativas:
Grafico 8
NS/NC 2.4%
NO 48.4%
25
SI 49.2%
Cfr. O'Donnell y Schmitter; Ob.Cit. Capítulo 4: Democracia y transición.
24
Es decir la mitad prácticamente del universo encuestado no manifiesta tener miedo, las
preocupaciones no alcanzan a manifestarse como temores, es decir como aspectos incontrolables
de la realidad que no pueden ser modificados. En este sentido cabría hablar de una satisfacción
con respecto al actual sistema, reafirmando la legitimidad de la democracia, cuyos límites o
imperfecciones no alcanzan a despertar inquietudes fuertes en la mitad de la población, que
evidentemente encuentra sus necesidades básicas satisfechas, sosteniendo la estabilidad del
mismo.
Las respuestas positivas fueron consideradas en su totalidad ( el 49.2% = 100%) analizadas
del siguiente modo:
El 16.30% de los que manifestaron sus temores no puede identificar con un referente de la
realidad aquello que les produce miedo. Las representaciones de cosa se fundan en la
experiencia emocional, y por tanto sus representaciones no alcanzan un grado de racionalidad
que les permita identificar a través del lenguaje el objeto que les provoca incertidumbres y
angustias. En algunos casos los proyectan en relación al futuro, por ejemplo: -”que voy a ser
mañana”, -“hay muchas dudas sobre el futuro y no hay posibilidades”, -“que no tengamos
futuro”, -“no sabemos a donde vamos a ir a parar” y en algunos casos con una visión de
catástrofe: -“en algún momento se pudre todo”, -“que se venga todo a pique”, -“que quedemos
tirados”, “tarde o temprano todo va a reventar”, “que todo culmine en un caos total”.
El resto puede identificar los problemas o aspectos de la realidad que le generan miedos e
incertidumbres y expresarlos. Las representaciones de palabra se agruparon en torno a lo que
denominan los dos miedos básicos: el miedo a la pérdida y el miedo al ataque.
Por un lado miedo a la pérdida lo manifiesta el 34.95%, lo que le produce temor está puesto
en el vínculo del sujeto con algo que considera valioso. La angustia se produce no por el objeto
mismo en si, sino en la posesión de él. Nos estaría hablando del temor de los individuos a quedar
desposeídos, fuera de una situación o lugar deseado.
El 32.15% teme pérdidas económicas: - hablan de que se pierda la estabilidad, de que el
plan económico no funcione un 16.9%; - de quedarse sin trabajo, de que el sueldo no le alcance,
de que el hambre la pobreza y la miseria: un 13.6%; - del miedo a la pérdida del patrimonio
nacional y a la dependencia un 1.65%.
El 14.75% se manifiesta sus miedos relacionados con la retirada del estado paternalista
garante de la seguridad social. La imagen de desprotección se expresa así: -“la falta de
sensibilidad social del gobierno”, -“la desprotección civil y económica ”, “del fraccionamiento
de las clases sociales”, “que se olviden de los pobres”.
Solo un 1.65% manifiesta temor a pérdidas referidas a cultura y educación.
Podría decirse que estos temores reflejan la posibilidad de descenso social ya sea por la
pérdida de ubicación social en relación al usufructo de bienes económicos o culturales, y por la
indiferencia de las políticas estatales en relación a la "cuestión social".
Entre los temores que caracterizamos como miedo al ataque, el objeto que le produce temor
está puesto fuera del sujeto, está en el mundo externo, y no puede tener ningún control o poder
sobre él. El 34.95% de los encuestados teme a la violencia, en el sentido de ruptura del límite de
la integridad, ya sea física, social, cultural, o psíquica que se manifiesta en distintos planos y se
visualiza en diversas imágenes de peligro o representación de los enemigos:
-como subversión, estallidos sociales, guerras y caos 9.85%
-como corrupción y engaño y mentira: 6.55%
25
-en sus formas autoritarias a través, concentración de poder, y reelección 6.05%
-a la inseguridad, a la delincuencia y a la misma policía: 5.32%
-a los políticos: 3.25%, a los militares y los golpes de estado 2.84%, a la juventud: 0.68% y
finalmente al exceso de libertad: 0.41%
Gráfico 9: Miedo a qué…?
50
Cu lt ura y e du ca ció n
1,65%
48.75 %
45
40
Se gu rid a d So cia l
14,75%
34.95 %
35
30
25
20
e xceso d e lib e rt a d 0,41%
ju ve n t ud 0,68%
m ilit a res 2,84%
p olít icos 3,25%
e co n ó m ica s 32,15%
in se g u rid a d 5,32%
a ut o rit a rismo 6,05%
16.30 %
15
co rru p ción , en g a ño ... 6,55%
10
5
su b ve rsió n , gu e rras... 9,85%
0
Sin refe re n t e
Mie d o a la
Pé rd id a
Mie d o a l at a q ue ,
a la vio le ncia
Existe una polarización del imaginario entre aquellos a los que la situación actual les
despierta temores y a los que no. Esto seguramente tiene que ver con la posición que se ocupa
en la sociedad y refleja la tan mentada polarización o dualización social, entre aquellos que están
dentro del mercado y por lo tantos son sujetos de derechos y los marginales al mismo que han
perdido la efectivización de los derechos de ciudadanía.26
La mitad de la población encuesta refiere sus miedos y estos tienen que ver con la
incertidumbre, que no es la incertidumbre sobre el desarrollo de la democracia que es la que
recorría los años '80, sino la incertidumbre del destino personal en relación a perder posiciones
en la estructura social (miedo a pérdidas económicas, de seguridad y contención social, de
cultura y educación) y a la incertidumbre que genera la desprotección frente a la retirada del
estado que ya no garantiza la paz, ni controla los conflictos, y que deja espacio a la violencia en
todas sus formas, dejando inerme al individuo que no puede protegerse.
La mirada en los 90 acerca de la crisis de representatividad
26
En el sentido de Marshall y Bobbio, como la efectivización de los derechos civiles, políticos y sociales, que hacen a la
conformación de una ciudadanía en sentido amplio que incluye los derechos de primera y segunda generación, (los de tercera no
aparecen reflejados en la encuesta), y no estrictamente referida al derecho del voto.
26
Los indicios que aportaba la lectura de encuestas en la configuración del imaginario político
mendocino a mediados de los 90 aportaban material para nuestras preguntas iniciales sobre: si la
crisis de representación ponía en cuestionamiento a la democracia como régimen político y
consecuentemente, si en el imaginario se encontraban gérmenes de lo que Castoriadis denominaba
"democracia sustancial"; o si la misma continuaba teniendo vigencia como la mejor forma de
gobierno posible, y entonces se trataba de un límite de la democracia procedimental en el sentido de
Bobbio, o un reacomodamientos y mutación de las formas representativas, como lo sostiene Manin.
Ya anticipamos que ambas interpretaciones no necesariamente eran excluyentes, porque en "el
magma de significaciones imaginarias" aparecían indicios en ambos sentidos, dando lugar a más de
una paradoja en relación a la legitimidad democrática y a la crisis de representatividad que la misma
evidencia. Sobre ello tratamos de señalar las posibles interpretaciones que se derivaban del material
obtenido.
En primer lugar aparecía un consenso en el imaginario sobre nuestra actual democracia entendida
como el mejor sistema que hemos tenido en nuestra historia y que se legitima en virtud de las
libertades que garantiza. En este sentido la democracia actual se convierte en una especie de hito
fundacional, al no encontrar en el pasado, ni pretender hacia el futuro un sistema sustancialmente
diferente y mejor que sirva como referente o ideal a alcanzar.
La valoración de la democracia se relaciona con su identificación con las libertades individuales que
garantiza, más que con una forma de participación del pueblo en el gobierno. Lo que pareciera una
actitud pragmática o descomprometida de la gente con la política, le permite a la democracia contar
con un consenso general, que sin embargo no alcanza a borrar las disidencias y conflictos no
resueltos. La actitud predominante en el imaginario no es de satisfacción, sino de aceptación general
acerca de las reglas de juego institucionales que parece garantizar las libertades, aunque evidencia la
carga de insatisfacción con respecto a aspectos concretos y parciales a los que se desatiende y en los
que se percibe las limitaciones y debilidades de la democracia.
Las expectativas de cambio son reducidas, y no están vinculadas con referentes ideales que permitan
plantear posibilidades de una transformación radical del sistema, sino solo con demandas
específicas, que solo permiten prever necesidades de reformas. Estas se refieren, al control que pueda
tener la sociedad civil sobre los gobernantes, de manera de que estos actúen como verdaderos
representantes de los intereses y necesidades de la gente y no de sus intereses particulares.
Por tanto, las expectativas de mejoramiento de esta democracia, se centran en la consolidación de un
régimen político que mejore la representatividad del gobierno y el funcionamiento de las
instituciones de control, no solo desde el estado, sino sobre todo desde la sociedad, de manera que la
opinión pública y las prácticas políticas se transformen en verdaderos contralores que obliguen a la
clase política a responder responsable y éticamente a las demandas sociales. En este sentido la
sociedad se sitúa como espectadora y controladora de la actividad política, pero sin proyecciones de
participación directa en la vida política. La toma de decisiones entonces aparece delegada en los
representantes, como depositarios de las responsabilidades de las cuestiones públicas. La mención de
problemas sociales y económicos aparece con mayor resonancia cuando la mitad de la población
encuestada manifiesta sus temores, en primer lugar a perder su posición social, al no poder mantener
un status económico, su garantía de seguridad, y de acceso a una educación; y en segundo lugar el
temor a la violencia de todo tipo, social y política, que parece acosar a los individuos sin que
encuentren la manera de protegerse frente a la retirada del estado.
Cuando la gente se refiere a una institución particular, como la legislatura mendocina, se mantiene en
primer lugar la fuerza de lo que denominamos imaginario instituido, como un conjunto de
significaciones que legitima lo que está sancionado por otro, en este caso por la ley, y que es
reproducido y sostenido por la sociedad. No aparecen cuestionamientos sustanciales a la función que
se le adscribe a la legislatura como órgano de gobierno encargado de legislar y representar a los
ciudadanos. Lo que si se cuestiona es la forma en cómo esa sanción legal es realizada por los
responsables, en este caso los legisladores, sobre los cuales recae individualmente el peso de la
ineficacia de la legislatura.
27
Lo que aparece como novedoso son las demandas que se realizan a la legislatura. Mientras que se
hablaba de las reformas que deberían hacerse para el mejoramiento de la democracia se priorizaban
levemente las demandas referidas al régimen político; a la legislatura se le pide que se ocupe de los
problemas sociales y económicos que aquejan a la población. Los problemas sociales (relacionados a
la desocupación y la violencia) que aparecían como temores de la gente, sin que implicara
responsabilidades por parte del sistema democrático, se convierten en demandas concretas cuando se
trata de un órgano específico del gobierno local, al cual en virtud de su cercanía espacial se lo
considera responsable del bienestar de la gente y de la satisfacción de demandas específicas, sobre
todo las referidas al trabajo y la educación. Todo indica que el tema de la descentralización del poder
respondería a las aspiraciones de satisfacer las necesidades y demandas sociales fuera del ámbito de
la macro - política que asume el estado nacional y dentro de un ámbito en el que la comunidad
puede identificar intereses comunitarios.
Si bien el imaginario expresa el escaso nivel de representatividad de la legislatura, las demandas no
se relacionan al mejoramiento de este aspecto, que es percibido como una ficción que sirve a los
fines de sostener el sistema, pero en la cual la mayoría pareciera no creer. No existe en el imaginario
la idea de que los intereses e ideas de la gente estén representados por la legislatura, pero tampoco
por otras instituciones o personalidades de la sociedad que constituyan un posible foco de
canalización de la representatividad política. De acuerdo con el análisis de los datos empíricos no es
la política la que pierde espacio, sino la gente la que pierde espacio en la política. Y la política, en el
sentido de administración de lo público, se realiza en función de representar los intereses de la "clase
política", de los "partidos políticos", de "minorías privilegiadas", o del "gobierno", en oposición a los
intereses del pueblo, de la provincia y de la gente, que formalmente se dice representar, sin que esto
denote ningún proyecto alternativo.
La aceptación del este juego de imágenes de representación, que sostiene una ficción, supone un
desligamiento y un deslizamiento de la idea de soberanía individual en la que se funda la
construcción teórica de la democracia liberal. La complicidad en la aceptación formal de esta
convención entre representantes y representados, pareciera fundirse en ese horizonte de libertades
que se planteaba al principio, como un espacio tan amplio como abstracto e irresponsable, por donde
tanto los representantes como los representados pretenden deslizarse. La representación de los
ciudadanos, en entidades políticas pareciera no interesar, y es que los sujetos aparecen como
privados de una proyección política en función de una ampliación de libertades no determinadas, que
en vez de proporcionar identidad, la desplazan hacia formas de adaptación vertiginosas que las
vuelven volátiles e insustanciales.
El cuestionamiento que aparece más visible es que los representantes utilizan de los espacios
públicos, y por ende de sus recursos para satisfacer aspiraciones de índole privado, y es allí donde
aparece la indignación frente a la corrupción que hace uso de lo público como si fuera privado,
quitando de esta manera los recursos que deberían emplearse en el sostenimiento de los sectores más
débiles de la población que no se han insertado exitosamente en las nuevas reglas de juego que rigen
al mercado. Volvemos al problema que planteamos en el inicio de la historia del sistema
representativo, cuyo punto de partida fue la crítica de la ilustración al tratamiento de los asuntos
públicos como si fueran privados, coincidencia que no deja de ser sugestiva a la hora de evaluar las
perspectivas que pueda tener esta crisis de representación.
Es de hacer notar que la mediación entre estas dos esferas, estado y sociedad, que parecen estar
desvinculadas en la persecución de intereses contrapuestos, no parece haber sido resuelta por la
expansión de los medios de comunicación. Los medios son reconocidos por el imaginario como un
espacio que les brinda información de lo que sucede en el ámbito público, como en la legislatura,
pero que no alcanzan a develar todo lo que ocurre, dejando siempre una sombra de sospecha frente a
lo que mantienen oculto. Por otro lado, tampoco constituyen el canal por donde la ciudadanía pueda
expresar sus necesidades y demandas, sino que es la acción participativa de la gente que busca
hacerse escuchar y cuyas demandas no son receptadas por los legisladores. La gente no se siente
representada, ni siquiera escuchada, sino en la medida que puede, ella misma, hacer oír su voz, y
28
esto no ocurre a través de la representación sino de la participación directa, que parece seguir siendo
en el imaginario, el vehículo más eficiente para canalizar las demandas y obtener respuestas del
estado. Sorprendentemente la valorización de la participación como canal de expresión de las
demandas se contrapone con la idea de apatía e indiferencia ciudadana que se maneja desde la teoría.
Lo que parece aparecer en el imaginario son nuevas formas de participación, vinculadas a los
movimientos sociales, o participación desagregada, espontánea y puntual, a través de variables
formas de articulación de redes e intereses momentáneos y sucesivos, que se expresan en situaciones
de disconformidad, cuando no encuentran otros canales ni mecanismos para expresarse.
Escenarios posibles
Finalmente podemos afirmar que los acuerdos formales sobre la democracia procedimental que
constituyen el imaginario instituido aparecen como necesarios a la hora de dirimir la forma de
convivencia social, pero esto no significa que no existan disidencias y conflictos larvados bajo el
manto del consenso democrático sostenido por el ejercicio de las libertades públicas, y que pueden
tomar mayor o menor protagonismo de acuerdo a cómo se desarrolle el delicado equilibrio entre la
democracia política y la democracia social.
La percepción de la ruptura comunicacional entre representantes y representados evidencia una crisis
de representación, que pone a la clase dirigente, a los políticos y funcionarios en el banquillo de los
acusados a la hora de dirimir responsabilidades en lo que hace al manejo de lo público y a la
satisfacción de demandas y resolución de problemas que la sociedad espera que el estado resuelva.
Siempre que la crisis de representación se manifieste acotada a las instituciones particulares, o a la
dirigencia política, y se generen expectativas de mejoramiento en su funcionamiento, y en la
posibilidad de control de la ética con que actúen los gobernantes, la legitimidad democrática no será
puesta en cuestionamiento y mantendrá su legitimidad en virtud de las libertades que posibilita.
Además mientras no se acrecienten los temores relativos a las pérdidas de posición social y la
multiplicación de formas de violencia que generan sentimientos de inseguridad, y el estado sea
capaz de articular una respuesta medianamente aceptable, la democracia actual seguirá gozando del
prestigio adquirido.
Finalmente a mediados de los 90 podíamos observar que si estas condiciones no se mantenían,
posiblemente la crisis de representatividad pusiera en cuestionamiento el régimen democrático
mismo, más allá de las instituciones particulares o de la clase gobernante a las que ese momento se
refería la crisis de representatividad en el imaginario. Y entonces se podía prever que ya no bastaría
con la identificación de la democracia como libertad para resguardar la integridad del régimen
político, ya que las libertades mismas se verían seriamente cercenadas por las condiciones concretas
de existencia que limitarían las posibilidades de elección para sectores amplios de población.
Por otro lado la democracia como el régimen sustancial, tal como la concibe Castoriadis, donde los
espacios de autonomía que se generan dentro de la sociedad civil pueden cobrar forma de
instituciones políticas con las que el individuo se identifique, y desde donde el individuo pueda no
solo cuestionar este régimen sino también dotarse de respuestas significativas, al tiempo que la
libertad no sea entendida como autonomía individual o libertad de mercado, sino como la libertad
de participar en la ley sustancial, no aparecían tras ningún indicio en el imaginario político de los
90.
Por lo tanto, el poco probable escenario que se podía perfilar, frente a la posibilidad de la crisis de
representatividad focalizada en la dirigencia política pudiera extenderse a las instituciones
democráticas mismas, no era de un futuro promisorio, en el sentido que desde allí se pudiera
generar un cambio hacia formas más profundas de democracia, al no aparecer en el imaginario
ningún indicio de deseos y expectativas sobre formas de gobierno que incluyeran la autonomía de
los individuos en las instituciones de las que forma parte.
29
Solo si leemos en las demandas de educación y de regulación del comportamiento de los políticos y
dirigentes desde una ética pública que robustezca las instituciones, encontraríamos algún germen de
esa expectativa o deseo de participar responsablemente en las cuestiones públicas que son en
definitiva las que condicionan la vida privada de todos aquellos que viven bajo el imperio de la ley.
Pero esto tal vez sea solo una proyección infundada de nuestras esperanzas ...
30
Descargar