El Pensador

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EL IPHONE Y EL PENSADOR DE RODIN
José Luis Vega
1.
Ante todo, el usuario enamorado de su nuevo
Iphone. Absorto en la
pantalla… ¿Qué mira? La respuesta que se examinará aquí con minuciosidad
representa una posibilidad. Por ello, no necesariamente debe ser lo único
que podría ocurrir efectivamente.
El superindividuo enamorado de su superaparato piensa delante de su
vestidor lujoso y personal cómo combinar su camisa, sus zapatos y su
cinturón con el perfume que mejor termine de ataviarlo para lucir su
superaparato.
Examinemos esta posibilidad. Para comenzar, debe decirse que se estima
como no poco probable. En efecto, ocurre esos ojos absortos ante su Iphone
figuran una escena altamente rutinaria.
Esos ojos ya no eligen. Nuestro superusuario, absorto, devorado de él mismo, mira
a su prodigioso robot como se mira un ser superior del que se espera que esté lleno
de poder. ¿Poder? Superioridad, autosuficiencia, notoriedad. La pantalla es ese río
de la autoveneración que a Narciso convence de que no hay nada mejor que
mirarse a sí mismo. La pérdida del poder de elegir es, sin embargo, la consecuencia
de consentir con dejarse devorar por la tentación que hace de uno mismo el dios más
apetecible.
A este respecto, en cambio, el superaparato no debe rendir cuentas. Alguien y
muchos otros saldrán al cruce en su defensa, y vocearán:
¿No es acaso un logro tecnológico lleno de belleza, eficiencia, no es acaso todo un
símbolo de progreso y poderío?
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Pero…. Anida en él, en su esencia, esta peor posibilidad al tratar con él. La
posibilidad de la idolatría. En particular, de la autoidolatría.
Entonces, se propone al lector considerar lo siguiente: La verdad de la esencia de
algo también incluye lo que ella posibilita al relacionarse con ese algo. Y, en
especial, lo que posibilita en este sentido con una probabilidad tal que el
hecho mismo de que esta posibilidad no se realice queda reducido a una
abstracción teórica sin virtud para imponerse y existir. La posibilidad se
realiza cada día en miles de superindividuos de todo el mundo.
El Pensador de Rodin está desnudo. Primer gran contraste con nuestro superindividuosuperusuario. ¿Qué mira? Su carencia más sublime. Desnudez…Pero porque es
sublime, no es cualquier desnudez…Se trata de aquélla desnudez desde donde
puede tocarse la inmensidad de estar desnudo ante la vida. Esta desnudez es un
especial amanecer de conciencia.
Tal vez el Pensador esté sabiendo ahora que, por ejemplo, no es dueño de sus células.
Ni de la duración de su vida… Como nuestro superindividuo cree que es dueño
de su superaparato y que es dueño de todo el tiempo que quiera para ser quien
quiera.
Tal vez el Pensador
ahora esté
recordando una imagen de su niñez. Tal vez
reconociendo en ese niño que su cuerpo ha
cambiado rotundamente. Que sus
células van por su camino sin que él se dé cuenta. En orden a esto, el Pensador
tal vez esté considerando y reconociendo que las células, de su cuerpo pueden
sublevarse sin razón, ya mismo. Entonces un ejército de células puede invadir
nuestro cuerpo entero hasta exterminarnos.
O quizá el Pensador está sabiendo ahora que comienza a ser más y mejor él mismo,
existiendo desde su profundidad abierta y desnuda. Tal vez ahora comprenda
que sólo desde ella podrá sinceramente anhelar la dicha perfecta, o entristecerse
trágicamente ante la pérdida de todo lo que ama. Tal vez….
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Pero lo cierto es que así, mirando al Pensador, despertamos a una elevación que nos
constituye más allá de todo nuestro presunto poder, como también más allá de nuestros
méritos y de nuestra arrogancia.
Bella desnudez sin otros zapatos que los pies endebles, dispuestos ahora a permanecer,
y no a caminar sin rumbo. Sin otra camisa que el torso rendido y entregado a unir
el pecho y la razón. Sin otro perfume que el de la brisa y la respiración milagrosa
que nos mantiene aún sanos y lúcidos de tal luminoso estado y condición.
Los ojos del Pensador se entrecierran, para permitir que el sentimiento guíe con su
brújula al pensamiento, el cual
sólo sabe que debe comenzar por querer nombrar su
estado original de precariedad, Después, lo que anhela y no tiene… En la lozanía de su
fragilidad vuelve a mirar que ella es signo de una dignidad mayor… Pensar y sentir…
Ante sí mismo, ante el mundo. Pensar y sentir….Como un ciego pasa sus dedos
cuidadosamente por los bordes rotos de una copa vieja recordando que de niño una vez
vio la luz y miró al cielo estrellado.
Así El Pensador condensa en su gesto la fragilidad abierta a recibir y comprender, a
valorar y sufrir, a ser feliz o sucumbir.
Todo este mapa existencial trazado en su cuerpo desnudo con figura de Pensador
resulta ser la cartografía universal y tan preciosamente humana, gracias a la cual
cada uno de nosotros puede encontrarse consigo mismo en este plano de verdad
infinitamente más digno.
2.
Nuestro notorio superhombre toca su Iphone con la diplomacia de quien quiere
cortejar a una mujer hasta conquistarla para abusarse de ella, sin que ella lo sepa.
Una mano parce inútil, la otra conduce las teclas de la pantalla digital
“inteligente” Pero hay temor. El manual de instrucciones desafía al usuario
doblemente. Por una parte, es exigente en los detalles, pero que sin los cuales el
usufructo del superaparato se empobrece al punto de casi no justificarse la
inversión económica y fetichista para poseerlo. El superusuario se reduce a un
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niño atontado con un juguete casi más inteligente que él. Pero he aquí lo
segundo: el tiempo que no se dedicará al manual de instrucciones denuncia que
todo el progreso condensado en el superaparato no importaba tanto en realidad,
respecto de la necesidad que de él en verdad se tiene, sino como el efecto
ilusorio de poseerlo como un objeto mágico. Por eso, cada nueva osadía de
pedirle algo nuevo al superaparato tiene el carácter de una furiosa orden dicha en
voz baja con acento de súbdito o de obsecuente. Una mascarada…. El aparatorey puede sublevarse, dicen. Un tal Murphy aporta incluso una ley para esta
posibilidad repugnante.
El Pensador pone su puño derecho ´para que su rostro esté fijo sobre él, y
descendente, como quien debe rendirse íntegramente ante algo que reconoce y
por primera vez ama como algo bueno y superior. La mano izquierda pende casi
de la rodilla homónima. El Pensador es la señal de un soberano descenso. La
disposición completa hacia una primera verdad hermosamente absoluta que
habita en la interioridad del alma y el cuerpo pensantes. El Pensador está
inmóvil en su travesía. Va a adorar algo sagrado y secreto, para luego aprender
a mirarlo y recibirlo. Pensarlo y sentirlo suyo. Como una mujer que siente su
embarazo, quieta en su silla mientras imagina a su hijo.
Tal vez este sea el sagrado comienzo de todo verdadero acto de pensar.
3.
Nuestro superhombre repleto de sí mismo exclama, antes de adquirir al
superaparato:
“¡Oh, qué bello este aparato, qué diseño lleno de precisión y aplicabilidad, qué
poder!”
Al adquirirlo, la pasión llega a su punto alto, pero al comenzarlo a usar el superaparato
va mutando poco a poco hasta convertirse en un bonito condensador de rutinas
sofocantes, como escribir y esperar mensajes de texto, mails, llamadas, revisar
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una y otra vez fotos o navegar en internet para perderse en el ciberespacio para
no tener que recordar que había otras cosas pendientes y más necesarias.
El
aparato-rey-ilusionista sobretodo omnubila el juicio de los superusuarios con la
tentación de que ellos lo necesitan más que a otra cosa, porque en sus pantallas
ocultas se accede a esas ilusiones que seducen al mundo entero.
El notorio rey-aparato, elegante como el jaquet de quien maneja la bolilla en la ruleta y
sentencia la suerte de cada
obnubilado jugador. El resto es seducción. La
seducción reemplaza todo. La profundidad, la interioridad, la elevación, el
tiempo, el cuerpo, la vida.
El Pensador escucha. Su gesto principal es del oyente que espera y anhela algo
esencial. Escucha los pasos de la mundanal ilusión, los escucha perderse, como
se pierden las promesas falsas de ese amado o amada que no nos amó nunca ni
nunca lo hará.
El Pensador escucha.
Escuchar requiere tres dimensiones. Sin profundidad y sin
tiempo no habría ni música ni pensamiento. Ni sentimiento capaz de extasiarse
ante algo magistral y precioso, como una variación de Brahms, una escena de
niños de Schumann, un impromptu de Schubert. O toda la obra de Chopin.
Escuchar el descenso mismo, y tocarse el alma con el alma porque ella cuenta
con las manos y todo el cuerpo desnudo, desarmado, sosteniendo el descenso del
alma hacia ella misma. Del pensamiento hacia el sentimiento y la sensibilidad
exquisita. De la inteligencia hacia el corazón. El cuerpo entero del Pensador,
desde la cabeza hasta los pies, es la prueba de esta orfandad heroica que ha
entregado todo, que ha descendido hasta el trasfondo donde se recibe la primera
verdad como un niño recibe con admiración y extrañeza el primer beso de sus
padres. La bendición de ser y de existir.
Heráclito decía que el camino del ascenso y del descenso es uno y el mismo.
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4.
El aparato-rey, a veces, según cómo se lo mire, parece revestir de precisión
tecnológica
toda la vanidad que gobierna
el diseño de sus
últimas
intenciones. No hay mejor lugar donde espejar la propia idolatría, que nunca
va más allá de la seductora y frígida autocompasión. .
El Pensador es la bella letanía de un alma que gracias a la desnudez de su cuerpo
ofrendado testimonia que
va a encontrarse consigo misma
desnuda y
liberada, que va a tocarse a sí misma como se tocan las manitas del niño
recién nacido. La grandeza ahora ya no se mide en pulgadas ni en
megapíxeles ni en definición HD. La grandeza vuelve su rostro y vemos esa
disponibidad incomparable del Pensador, que acoge al don infinito de
existir, y en este don, acoge, al mirarlo, todo lo que somos, y así nos cura
de lo peor de nosotros.
5.
Los vendedores exhiben, al superaparato, y declaman:
“Vea usted, qué belleza, es digno de usted, alguien como usted tiene aquí todo lo
que estaba esperando”
La tonalidad de esta propaganda es una mezcla
espúrea de plenitud y exitismo. Espúrea porque ambos estados se excluyen.
Las profecías falsas se declaman. Los verdaderos
profetas hablan para
quienes pueden escuchar, sentir y pensar.
El Pensador
es la transformación del bronce en el acontecimiento
imprescindiblemente humano consistente en buscar sin ostentación, pero
inclaudicablemente, lo absoluto. Más aún. En la silueta del Pensador se
comprende al bronce como nunca antes. Se comprende la materia en la
figura. Se comprende que la figura es amorosa porque en su materia se
expone, se arriesga, desciende, asume el anhelo humano de hallar una verdad
tan decisiva que colme todo lo que existe.
Asume todo esto desde su
carencia, y, en esta carencia desnuda y religiosa instaura en el mundo el
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instante de mirarla, y encontrar en ella la propia carencia, el propio anhelo, la
majestad de carecer y buscar aquella primera verdad.
Mientras miramos al Pensador, se oyen los pasos últimos en que los superhombres
superusuarios corren hacia sus refugios, arrojan al superaparato en el sofá, y
mientras se sacan su trajecito superpoderoso, comienzan a verse frente al
suntuoso espejo de su alcoba de lujo como niños huérfanos que, cuando
vuelvan a levantarse a la mañana, tendrán que seguir amargamente la misma
puesta en escena. De ahora en más han dejado de ser meras víctimas. De
ahora en más son, además, responsables.
La belleza profundamente preciosa revela todo este misterio allí donde
la
comprensión intelectual y el sentimiento profundo se toman el uno al otro para que
sentir sea conocer y conocer sea amar. La belleza no se da por esto sin materia y sin
verdad.
Por lo tanto, en el superaparato lo que de belleza haya coincide con lo que en él haya
de inutilidad, de no aparatosidad. Coincide con ello que en el aparato existe más
para mirar que para usar eficientemente o para reforzar ilusorios superopoderes de
superindividuos.
.Epílogo
El superaparato es más una víctima de nuestra tentación que un demonio contra
nuestra inocencia.
No cabe aquí la bagatela nada filosófica de hacer un solo comentario sobre su
utilidad, que no es distinta a su ser. Y que no habrá de discutirse.
Pero, no menos se dudará que la pantalla táctil refinada es muchas veces el espejo
donde se mira absorta toda nuestra avaricia. Depositamos en ella fotografías,
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videos, juegos, todo, queremos más memoria porque queremos almacenar,
poseer, tener todo en una mano. Para cuando se nos antoje husmear.
Como se almacenan miles de libros que no se leerán más. Porque saber que están
disponibles para nuestro antojo es más importante que gastar el tiempo para
leer uno de ellos, sabiendo que por ese motivo tal vez no haya tiempo para
leer otro. Almacenar y poseer, presumiendo que se tiene todo el tiempo y
toda la vida. En este sentido, Platón desconfiaba de la escritura. Se almacena
información que jamás se usará, que jamás se vivirá.
El problema se reitera. La gran idolatría es la autosuficiencia.
El panóptico de toda nuestra falsedad como especie humana retumba en la bolsa de
Wall Street.
Y esta torre de Babel se torna, a veces, nuestra avaricia atropellando al mundo.
Donde hay verdad puede haber belleza.
Pero donde hay belleza hay verdad en exceso.
En ese exceso de verdad el Pensador sostiene su lámpara y nosotros apagamos
nuestros Iphones.
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