ANDERSEN, Hans Christian

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LIBROS INFANTILES Y JUVENILES
ANDERSEN, Hans Christian
Sus primeros cuentos aparecen en 1835. Tienen
Nació el 2 de abril de 1805 en Odense, Dinamar­
ca, y murió el 4 de agosto de 1875 en Copenhague.
Tuvo una infancia dificil. Su padre, que simpati­
un gran éxito. Decide entonces escribir más y sigue
publicando al ritmo de un libro por aí1o.
zaba con la Revolución Francesa, se emoló en 1812
Su figura es muy discutida, en especial en la pro­
en el ejército napoleónico; regresó a su hogar dos
pia Dinamarca -Soren Kierkegaard se cuenta entre
años después y murió casi enseguida. Ese niño sensi­
sus adversarios más ásperos y encarnizados- pero
ble que fue Andersen quedó entonces librado a la
sus éxitos en el extranjero terminan por imponerlo
compañía de mujeres frustradas y desdichadas: una
rápidamente. Con todo, sigue siendo un ser desaso­
madre melancólica y borracha, una abuela seca y
segado y lleno de angustia: una sola crítica en su pro­
dura, una hermana que termina prostituyéndose,
pio país lo afecta más que las alabanzas de Dickens
vecinas que viven de la mendicidad y que se tiran las
o de Hugo. Se altera, polemiza demasiado. Se le
cartas para adivinar algím súbito cambio de fortuna.
conocen dos novias: las aborda con una mezcla de
Siendo el único hombre de la familia, asume las
atracción y desconfianza, sabiendo por anticipado
que no será correspondido. Uno
esperanzas de todos, pero lo hace
con la ingenuidad propia de su
se podría preguntar incluso si no
edad y con angustia. A los cator­
las habrá elegido para justificar
ce aí1os, persuadido por las pre­
sus soledades y para demostrarse
dicciones de una adivina, que le
que es incapaz de gustarle a
aseguran que le aguarda un gran
nadie. Durante mucho tiempo se
destino, parte hacia Copenhague;
sintió feo. Cuando ya viejo y des­
asedia las casas de las actrices de
pués de muchas reticencias se
ejerce diversos oficios
deja fotografiar, descubre con
menores para sobrevivir y cono­
sorpresa y alegría que la vejez le
ce el hambre; pero se siente sos­
ha otorgado un rostro respetable,
moda,
tenido en todo momento por un
casi hennoso. Se trata de una ver­
irrefrenable deseo de complacer
sión imprevista y personal del
y de trilmfar, un sentimiento en el
cuento del
que entra una buena dosis de
mente descubre que no era sino
vanidad, sin duda, pero también
la clara conciencia de su talento
Javier Sáez Castán (Anaya)
Patito feo,
que súbita­
un Cisne.
¿Habrá que suponer,
como
y un extraordinario amor por los demás. Sus biógra-
dice Régis Boyer, que fue un onanista? ¿O habrá sido
fos -Fredrik Book, Elias Bresdorff y Régis Boyer-
la suya más bien una conversión del deseo? En la
coinciden al menos en
punto: ese adolescente bai­
infancia lo que más le faltó fue una familia; supo­
larín, cantarín y narrador es un ser extraí1o, descon­
niéndose incapaz de crearse una propia, prefirió
certante, que a nadie deja indiferente.
insertarse en otm, ya constituida, la de su protector
Ull
Un alto funcionario danés, Jonas Collin, lo toma
Collin. De ahí los vínculos sorprendentes que entabla
entonces bajo su protección y le asegura un subsidio
con él y luego con su hijo Edvard. Exige permanen­
que le permite vivir decentemente, estudiar y viajar.
tes pruebas de afecto, los acosa, los provoca, y sopor­
Sus primeros intentos literarios llaman la atención
ta las afrentas con una mezcla de felicidad y de ren­
del público: poemas, novelas, obras de teatro, relatos
cor, ya que demuestran que él es "de la casa" y que,
de viaje. Recorre Escandinavia, Francia, Italia, llega
haga lo que haga y diga lo que diga, siempre va a
incluso a Turquía... Durante una estadía en Alemania
tener un cubierto en la mesa. Salvo ahí, no se encuen­
toma contacto con algunos de los representantes más
tra cómodo en ningún otro lugar. Apenas llega ya
prestigiosos
está deseando partir. Se diría que anda en busca de
del
movimiento romántico: Heine,
algo que no puede encontrar en ninguna parte.
Tieck, Archim von Arnim, Chamisso.
EDUCACiÓN Y BIBLIOTECA
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146. 2005
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LIBROS INFANTILES Y JUVENILES
Más adelante, con la edad, llega la gloria. Reyes y
príncipes compiten por recibirlo en sus casas. ¿Sig­
nificará eso, como dice Jack Zipes, que se ha com­
Las hadas y la ciencia
Su obra narrativa incluye 156 cuentos. Algunos
prometido con ellos? No. Recibe los honores con
son cuentos populares ya muy conocidos como
sencillez, como las señales de un triunfo que honra a
princesa del guisante
o El
compaFíero de viaje,
La
pero
todos los miserables que él representa. Con el tiem­
los cuenta con una emoción y una gracia siempre efi­
po ha ido aprendiendo a perdonar a los demás y a sí
caces. Una de sus novelas, de giro autobiográfico, se
mismo. En esa etapa su propia vida empieza a pare­
titula El
cerle un cuento con un final feliz.
lo f'ue,
¿Se ha reconciliado realmente con los adultos? Sí,
improvisador.
W10
Y, efectivamente, Andersen
de esos artistas populares, esos "narrado­
res dotados" que para la época en que él vivió toda­
en la medida en que se lo festeje y se lo acepte tal
vía recorrían los caminos y relataban sus historias
como es. Pero en realidad sólo se encuentra cómodo
durante las largas veladas.
con los niños. Con ellos ríe, juega, cuenta.
La segunda parte de su obra es más personal. A
"En las diversas familias que frecuentaba -expli­
partir de 1843, comienza a publicar cuentos inventa­
ca Edvard Collin-, había niños de los que Andersen
dos por él y que tienen por protagonistas a objetos
se ocupaba; les contaba historias, ya sea inventándo­
familiares, por ejemplo, la vida gloriosa o calamito­
las en el momento o bien inspirándose en cuentos ya
sa de un abeto, de un trompo o de un soldadito de
conocidos; pero tanto cuando se trataba de cuentos
plomo:
propios como de cuentos conocidos vueltos a narrar,
"Trato de penetrar en ellos con todo mi corazón
el modo de contarlos era por completo personal y tan
-reconoce-, y atrapo una idea para grandes que
vívido que dejaba hechizados a los niños. Y él, por su
cuento después para los niños, recordando que a
parte, daba rienda suelta a su buen humor, hablaba
menudo también papá y mamá están escuchando y
sin cesar y acompañaba el relato con gestos muy elo­
que también hay que entregarles algo a ellos. Los
cuentes. Era capaz de dar vida a la más seca de las
temas sobran en éste más que en ningún otro género
frases; no decía "los niños subieron al coche y par­
literario; a veces me parece que cada pared, cada flo­
tieron"; decía "y entonces se suben al coche -adiós,
recita me están diciendo: 'MÍrame un poco, mÍrame
papá, adiós, mamá-, el látigo que chasquea, chas
que comprenderás mi historia' y, si les hago caso,
cllas, y ellos que se van, lejos, lejos, lejos".
¡listo el cuento!"
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Escuchando lo que dice el
de ideología, sus cuentos no se
mundo y lo que le dice su cora­
reducen a ello. Andersen transfi­
zón, Andersen acaba por escribir
gura todo lo que escribe con lUla
en un lenguaje muy sencillo, muy
suelte de ternura radiante que
popular y muy colorido, que, por
habría que denominar "inteligen­
esa misma razón, es muy dificil
cia del corazón". Tal como dice
de traducir a otro idioma.
con acierto Fredrik B66k: "sus
La filosofía de
por los desventurados, por los
simpatías más profundas están
oprimidos; no exige una reforma,
Andersen
no plantea problemas, pero ejerce
Abordar el problema del "con­
un efecto psicológico considera­
tenido" de esos cuentos puede
ble sin relación con lo que dice,
parecer sacrílego. Se ha tomado
ya que la ternura humana también
la costumbre de considerarlos
es un factor de disolución de lo
como realidades puramente poé­
malo y deprimido". Sin duda es
ticas, que provienen de un mundo
allí donde habría que buscar el
imaginario y que remiten a él. Eso
verdadero espíritu y la profunda
originalidad de Andersen, y no es
es verdad en cierto sentido, pero
también los mundos imaginarios hablan del mundo
casual que haya sido hacia los cuentos de este tenor
real. ¿Cómo olvidar, además, que los cuentos de
-como
plena fonnación para el que todo tiene un sentido,
El ruiseñor del emperador de la China, La
pastora y el vagabundo, El pequeño Claus y el gran
Claus- que se sintieron atraídos otros grandes poetas
Andersen se dirigen explícitamente a un público en
también los cuentos de hadas? Por otra parte, nadie
de la ternura, la fantasía y la alegría, como Trnlca,
puede asegurar que Andersen haya deseado que se lo
Grimault, Prévert o Santelli, y que los hayan adapta­
interpretase así. En su última novela,
Ser o no ser, se
do para el cine o la televisión. Por otra parte, son
alza contra la superstición, contra "la religiosidad
muchos los cuentos que, bajo el registro del humor o
sentimental" que lo liga al pasado. Sabemos por
de la melancolía, o, más a menudo aún, en un regis­
Oersted, ilustre fisico danés y gran amigo del cuen­
tro de humor algo triste, con sorprendentes medias
tista, que hacia el final de su vida Andersen logró
tintas, evocan el triunfo del esfuerzo y el trabajo, y
dominar la atracción que sentía por las supersticiones
nos recuerdan algunas verdades que vale siempre
del pasado y que espiaba con avidez las manifesta­
recordar: por ejemplo, que el hombre no necesaria­
ciones de un maravilloso mundo más nuevo, funda­
mente es el lobo del hombre y que las verdades tie­
do en la ciencia y en las perspectivas que le abría al
nen eso de peligrosas: que cuando se las busca, se las
hombre. Sin embargo dejó bien sentado en una de
encuentra.
sus obras de arte,
El ruiseñor del emperador de la
Tal vez estas observaciones puedan contribuir a
que el mayor descubrimiento no será jamás
una mejor utilización de la obra del cuentista en el
una máquina sino sencillamente el corazón del hom­
terreno de la literatura infantil. No se trata de pros­
bre y su asombrosa energía.
cribirla, como quieren algunos, ni tampoco de espi­
China,
Oersted nota con razón que los cuentos de Ander­
garla para evitar los temas supersticiosos, ya que a
sen primero gustaron por su romanticismo, y luego
menudo esa ternura de que hablábamos termina por
por su sensibilidad y su humor.
transfigurar
las peripecias
que pueden parecer
El condicionamiento psicológico del artista, su
inquietantes, y la magia queda reducida al poder muy
cultura de autodidacta y su temperamento lo ligan a
natural del amor. Tal vez podamos hacer simplemen­
esa corriente del misticismo alemán que busca sus
te esto: reservar algunos cuentos, como
fundamentos en el folklore. Como Tieck, Chamisso
tumba,
por ejemplo, o
El niíio en la
Los zapatos rojos, u otros de
o Arnim, Andersen juzga que nuestra razón es irre­
igual tenor, para una edad que no sea la de la consu­
mediablemente limitada. Los frutos del árbol de la
mación inmediata, para un público sensible aún a su
ciencia provienen del diablo y están prohibidos para
poesía, pero que ya sea capaz de defenderse del
el hombre. La impiedad es castigada como un crimen
encanto maléfico que destilan. e
y hay que "comprar" la felicidad. La vittud suprema
es la resignación. Para los desdichados está el con­
suelo del más allá donde nuestra alma, que es eterna,
Tomado de: La literatura para niños y jóvenes. Buenos
Aires: Ediciones Colihue, 1995
encontrará por fin la felicidad.
Pero en realidad, aun cuando transmitan este tipo
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Marc Soriano
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