Revista Investigación Local EL CUMPLIMIENTO DE LAS SANCIONES DE CLAUSURA Ley de espectáculos públicos y actividades recreativas de la Comunidad de Madrid L (*) POR JESÚS ENRIQUE GUERETA LÓPEZ a Ley 17/1997, de 4 de julio, de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas (LEPAR), recoge como una de las posibles sanciones a imponer, en su artículo 41, la clausura de los locales. Concretamente en su el apartado 2.b) se establece la posibilidad de sancionar las infracciones graves con la clausura del local por un período máximo de seis meses, y en su apartado 3.b), para las infracciones muy graves, por un período de entre seis meses y un día hasta dos años. LIZAGA etapa anterior en la que la profusión terminológica a la hora de describir las actividades que aparecían consignadas en las licencias municipales hacía prácticamente irreconducible a términos de objetividad o de aplicación uniforme y homogénea la normativa existente. Esa falta de definición a la hora de establecer el régimen sancionador trae como consecuencia que se recojan de manera indistinta las sanciones que en el artículo 41 se detallan, donde es posible sancionar la misma infracción, supongamos grave, con una clausura por un período máximo de seis meses, o con una multa de 4.501 euros, o con la suspensión o prohibición de la actividad o espectáculo por un período máximo de seis meses, o con la inhabilitación para la organización o promoción de los espectáculos y actividades recreativas reguladas en la Ley por un período máximo de un año. Esta previsión legal, que pudiera resultar en principio acorde a las finalidades perseguidas por el procedimiento sancionador, y proporcional a la gravedad de las infracciones cometidas, y por tanto lógica y coherente desde un punto de vista social, no se encuentra exenta de problemas en su aplicación que la mayoría de las veces provocan su ineficacia cuando no su falta de aplicación. La primera cuestión jurídica que nos debería abordar sería que si nos encontramos ante una sanción que hubiéramos impuesto a alguno de los responsables a los que hace mención la Ley 17/1997 en su artículo 34, pero en realidad la sanción se refiere a la clausura del local, es decir, no se trata de una sanción a la que necesariamente haya de hacer frente personalmente el respon- El Decreto 184/1998, en su artículo 3, titulado “Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas”, no recoge ninguna definición de qué haya de entenderse por unos u otras, sino que se remite a los recogidos en el catálogo, habida cuenta que precisamente este Catálogo pretendía poner fin a una Asociación Nacional de Seguridad Local DE 30 Revista Investigación Local sable, que además, no ha de ser necesariamente ni el titular del establecimiento ni el titular de la licencia, sino simplemente, por ejemplo, un empleado; ¿cómo puede garantizarse el principio de justicia en la sanción, cuando ni siquiera el responsable puede ser el que tenga la capacidad jurídica de dar cumplimiento a la sanción, y ello sin tener en cuenta evidentemente la responsabilidad solidaria que establece la propia Ley? O del mismo modo, ¿cómo puede imponerse la sanción de clausura a un local por una infracción cometida por quien no tenga capacidad alguna sobre el mismo, o exigirse el cumplimiento de la misma? O incluso en el caso de haberse impuesto a un responsable a que su vez sea titular bien del local, bien de la licencia, ¿cómo podemos garantizar el cumplimiento de la sanción si se transmite la titularidad de la licencia, lo cual viene permitido por nuestro ordenamiento jurídico sin limitación alguna? Así, en la mayoría de los casos, impuesta una sanción de clausura, se produce una transmisión de la licencia a un tercero casi de manera inmediata, quien al no haber sido siquiera parte en el procedimiento sancionador, y por lo tanto ajeno a la sanción impuesta al anterior titular, no tiene por qué acatar la sanción, de hecho la finalidad de la transmisión es precisamente esa en la mayoría de los casos. Así, pese al intento de diversas ordenanzas municipales por extender los efectos de las sanciones impuestas a anteriores titulares, la realidad de nuestro ordenamiento jurídico sigue siendo la que establece el artículo 25 de la Constitución Española, al que gran parte de la jurisprudencia se ha referido al tratar este problema, y que establece que nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento de producirse no constituyan delito, Un agente de la Policía Municipal vigila el precinto impuesto a una discoteca. Foto S. Sánchez falta o infracción administrativa, según la legislación vigente en aquel momento. Es decir, que sólo la Ley será la que pueda imponer sanciones, y sólo será posible su imposición para las acciones u omisiones tipificadas como infracciones en el momento de cometerse, y sólo para aquellos responsables que vengan determinados por la Ley, por lo que, resulta evidente que del juego de los artículos 34 y 41 de la LEPAR, no resulta posible extender los efectos de una sanción de clausura a posibles futuros titulares de la licencia y/o establecimientos, salvo en el caso de procedimientos sancionadores iniciados frente a ellos como responsables de las infracciones cometidas, con lo que queda prácticamente desarticulada la efectividad de estas sanciones con la simple artimaña de la transmisión de la titularidad de licencia y/o local a un tercero no responsable en los términos de la Ley. “ 31 ” La sanción que mayores perjuicios pueden causar a un local o establecimiento es la clausura Asociación Nacional de Seguridad Local Revista Investigación Local Independientemente de lo anterior, de las diferentes sanciones a las que ya hemos hecho referencia, la que mayores perjuicios pueden causar a un empresario en un local o establecimiento de su titularidad es precisamente la clausura. Un Policía precinta un establecimiento sancionado Y como adelantábamos antes, del mismo modo, en el caso de que se identifique como responsable de la infracción a una persona física o jurídica, diferente del titular de la licencia o local, y finalmente este resulte sancionado a la clausura del local, difícilmente podrá obligarse, por un lado, a quien no tiene capacidad jurídica ni empresarial sobre el ejercicio de la actividad en el local clausurado al cumplimiento de su ejecución, como del mismo modo los titulares de licencia y/o local, podrían perfectamente argumentar la ausencia de responsabilidad en su persona respecto de la infracción cometida, y su falta de participación en la comisión de infracción, ya que el artículo 34 de la Ley establece que aparte del infractor, serán responsables solidarios los titulares de establecimientos y locales, así como los titulares y organizadores o promotores, cuando, incumplan el deber de prevenir la infracción o cuando por acción u omisión permitan o toleren la comisión de infracciones por parte del público usuario. Asociación Nacional de Seguridad Local 32 De lo descrito anteriormente se pone de manifiesto la problemática que la imposición de las sanciones de clausura previstas en la LEPAR pueden suponer, y se ha hecho igualmente referencia somera a la problemática que la ejecución forzosa de las mismas puede implicar en aquellos casos en los que mediante transmisiones de licencia, o mediante la alegación de falta de capacidad jurídica (titularidad de la empresa o del establecimiento) intente eludirse su ejecución cuando no se haya hecho uso de la institución de la responsabilidad solidaria en el correspondiente expediente sancionador, pero aún así cabe plantearse otro aspecto no exento de problemática y es el caso de que el sancionado pueda y desee cumplir voluntariamente la sanción de clausura. La Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, regula en su título IX los principios de la potestad sancionadora y del procedimiento sancionador. En su artículo 138 establece que las resoluciones administrativas que pongan fin al procedimiento sancionador serán ejecutivas cuando pongan fin a la vía administrativa, sin más matización que la de que en su caso, se adoptarán las disposiciones cautelares precisas para garantizar su eficacia en tanto no sea ejecutiva. Por su parte la LEPAR no hace referencia alguna al cumplimiento de las sanciones, ni respecto de las de clausura, ni respecto de las restantes sanciones previstas en ella, Revista Investigación Local ni así mismo respecto de la posibilidad de proceder al cumplimiento voluntario de las mismas. Sin entrar en matizaciones respecto de la necesidad de la firmeza en vía administrativa, como premisa fundamental y necesaria para la ejecutividad de las sanciones administrativas, lo cierto es que en aquellos casos en los que una sanción administrativa haya adquirido firmeza en dicha vía, tratándose de una sanción de multa, es decir una sanción económica, el cumplimiento de dicha sanción vendrá siempre supeditada a la concesión de un plazo voluntario para su cumplimiento, transcurrido el cual sin haberse hecho efectiva la sanción se procederá a la apertura de la vía ejecutiva, con la consiguiente imposición, en su caso, de los recargos e intereses correspondientes, conforme a lo dispuesto en el Reglamento General de Recaudación, aprobado por Real Decreto 939/2005, de 29 de julio, o la correspondiente Ordenanza Fiscal Municipal. Sin embargo, cuando nos encontramos con una sanción firme en vía administrativa, que impone la clausura de un local o establecimiento por un período determinado, no existe previsión acerca de la posibilidad de un cumplimiento voluntario de la misma. En principio, la diferente naturaleza de una sanción pecuniaria y de una sanción de clausura, no parece ser motivo suficiente para no entender que es posible que la Administración pueda optar por otorgar un plazo para que el sancionado proceda a dar cumplimiento a la sanción impuesta de manera voluntaria. cencia, por motivos de seguridad, por motivos medioambientales, o por cualesquiera otros que pudieran justificar una inmediata ejecución de la medida administrativa adoptada de cierre o clausura del local, sino de resoluciones administrativas sancionadoras cuyo fin es la simple manifestación punitiva de la Administración. García de Enterría definió la sanción administrativa como “un mal infligido por la Administración al administrado como consecuencia de una conducta ilegal”. De la anterior definición podemos extraer tres elementos comunes que subyacen en el concepto de sanción administrativa como son: la carga que se impone al infractor, la conducta lesiva a un bien jurídico protegido mediante la correspondiente tipificación administrativa de la infracción, y el poder que ostenta la Administración para imponerla. “ Habría que diferenciar en primer lugar que no se trata aquí de resoluciones administrativas que resuelvan la clausura de un local o establecimiento por carencia de li- como “un mal infligido por la Administración al administrado como consecuencia de una conducta ilegal 33 ” García de Enterría definió la sanción administrativa Asociación Nacional de Seguridad Local “ Revista Investigación Local ” La ley establece que las resoluciones administrativas que pongan fin al procedimiento sancionador serán ejecutivas al finalizar la vía administrativa De ello, se deduce por tanto, que el objeto de la sanción es reprimir una conducta contraria a Derecho y restablecer el orden jurídico previamente quebrantado por la acción del infractor, así como la de producir un efecto disuasorio. Estos caracteres, represivo y disuasorio, son lo que diferencia a las sanciones de otras instituciones jurídicas que imponen cargas a los administrados. Así el propio Tribunal Constitucional ha afirmado que “si la medida desfavorable careciese de tal función represiva no estaríamos en el ámbito punitivo” (STC 276/2000 de 16 de noviembre), pues es ese elemento el que determina la diferencia entre la sanción y otras resoluciones administrativas limitativas de derechos individuales. Ejemplo de lo anterior, y con el fin de evitar posibles confusiones entre la sanción y otras medidas administrativas, que en el ámbito que nos ocupa pueden adoptarse por la Administración, la LEPAR en su preámbulo, al tratar la regulación contenida en su Título III (“Regulación de la actividad”), indica claramente como determinadas resoluciones que pueden conllevar la clausura de locales no tienen en ningún caso carácter sancionador, cuando dicha medida se adopta dirigida a restablecer la legalidad y a evitar los daños a personas o bienes que no podrán mantenerse cuando las causas que las justifiquen hayan desaparecido, pues dichas medidas van dirigidas a garantizar que en el desarrollo de las actividades y espectáculos se hagan efectivos los principios protectores que inspiran esta Ley. De lo anterior, se desprende por tanto con toda claridad, que en el caso de las sanciones impuestas como tales, es decir como sanciones, exentas de cualquier intención de restablecimiento de la legalidad, y recogidas en la rúbrica de la Ley como “Sanciones” (artículo 41), no puede sino considerarse que se trata de resoluciones administrativas punitivas dirigidas a imponer un perjuicio o carga al administrado como reproche administrativo punitivo a la conducta infractora. Sentado lo anterior, nada diferencia una sanción económica, de una sanción de clausura de un local, donde la finalidad de ambas decisiones no es sino la de castigar una conducta infractora. Y esa “reprimenda administrativa”, sin embargo, tiene en el actual sistema establecido por la LEPAR, un Asociación Nacional de Seguridad Local 34 Revista Investigación Local diferente tratamiento, como decíamos, dependiendo de si la sanción es de naturaleza pecuniaria, frente a las de clausura de locales, precisamente por la ausencia de regulación acerca de la posibilidad del cumplimiento voluntario de estas últimas frente a aquellas. En principio, podríamos entender que el único límite legal a un posible cumplimiento de dichas sanciones de clausura vendría limitado por lo previsto para la prescripción de las sanciones, puesto que evidentemente, cumplido el plazo de prescripción, la Administración quedaría desprovista del poder que le otorga la Ley para hacerla efectiva. Pero a sensu contrario, dentro del plazo de prescripción de la sanción impuesta, sería posible la concesión de un plazo para su cumplimiento voluntario. Las infracciones graves pueden ser sancionadas en la LEPAR con clausura del local de un período de hasta seis meses (artículo 41.2.b), y su período de prescripción se fija en un año (artículo 40.1). Las infracciones muy graves con un período de entre seis meses y un día hasta dos años (artículo 41.3.b), siendo su período de prescripción de dos años. La conclusión de, por tanto de la presente exposición es que, salvo en el caso extremo de sanciones por infracciones muy graves donde pudiera darse la coincidencia entre los períodos de sanción y su prescripción, por ejemplo sanciones de dos años de clausura, la Ley podría establecer la posibilidad del cumplimiento voluntario por parte del sancionado del momento en el que procederá a la clausura del local, o en su defecto establecer un período voluntario dentro del cual el sancionado podría dar cumplimiento a la misma, salvaguardando el derecho de la Administración de acudir en caso necesario a la ejecución forzosa de la sanción dentro de su período de prescripción, incluso estableciendo la interrupción del período prescriptivo de la sanción durante el período voluntario otorgado a tal fin, con el aporte de las debidas garantías por parte del sancionado, que permitan a la Administración, en caso de no ejecutarse de manera inmediata la sanción de clausura, asegurar su cumplimiento futuro. n (*) Jesús Enrique Guereta López de Lizaga es secretario general técnico del Área de Gobierno de Seguridad y Emergencias del Ayuntamiento de Madrid “ ” Las infracciones graves pueden ser sancionadas con clausura del local de un período de hasta seis meses. Las infracciones muy graves con un período de 35 entre seis meses y un día hasta dos años Asociación Nacional de Seguridad Local