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IAFAEL BENET
ALGUNAS
CONSIDERACIONES HISTÓRICAS
SOBRE
LEONARDO AN AT0M1STA
PUBLICACIONES MEDICAS BIÓHORM. . SECCIÓN: MEDICINA E HISTORIA | N.° R.: B. 1023-63 | D. L.: B. 27541-63 | EDITORIAL ROCAS. . DIRECTOR: DR. MANUEL
CARRERAS. COLABORAN: DR. AGUSTÍN ALBARRACIN - DR. DELFÍN ABELLA • PROF. P. LAIN ENTRALGO - PROF. J. LÓPEZ IBOR - DR. A. MARTIN DE PRADOS - DOG
TOR CHRISTIAN DE NOGALES • DR. ESTEBAN PADROS . DR. SILVERIO PALAFOX -PROF. J. ROF CARBALLO - PROF. RAMÓN SARRO - PROF. MANUEL USANDIZAGA PROF. LUIS S. GRANJEL • PROF JOSÉ M ( LÓPEZ PINERO - DR. JUAN RIERA • SECRETARIO DE REDACCIÓN: DR. FELIPE CID - DIRECCIÓN GRÁFICA: PLA-NARBONA
De esta edición se han separado cien ejemplares
numerados y firmados por el autor.
Ejemplar n.°
RAFAEL BENET
de la Real Academia de San Jorge y «Chevalier des Arts et des Lettres»
ALGUNAS
CONSIDERACIONES HISTÓRICAS
SOBRE
LEONARDO ANATOMISTA
SUMARIO
I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
VIL
VIII.
IX.
X.
XI.
XII.
XIII.
XIV.
XV.
XVI.
XVII.
XVIII.
XIX.
XX.
XXI.
Justificación.
Tradicionalismo y atradicionalismo.
Leonardo y la crítica de Antonio Rejón. La crítica actual.
La imposibilidad de una sucesión científica.
¿Cuántos cadáveres pudo estudiar Leonardo da Vinci?
El horror a las disecciones. ¿Cómo eran los 120 volúmenes de Leonardo?
Sátira de Leonardo a los médicos.
¿Era conocida la fauna de Leonardo anatomista?
La inferioridad y la grandeza de Leonardo en su formación.
¿A Leonardo le faltó una poesía escrita versificada ?
En la mente de Dios está incluido el universo.
Unos descubrimientos en parte sin consecuencias.
Médicos contemporáneos de Leonardo, la bula de Clemente VIL
Vesalio y otros problemas.
Una ciudad higiénica, proyecto de Leonardo.
La anatomía de Luca Signorelli y la de Leonardo.
Un psicoanálisis artístico sobre Leonardo.
El arte de Antonio de Pollaiuolo y de otros artistas precursores del anatomismo de Leonardo.
La superioridad de Leonardo en lo anatómico.
Las figuras esquemáticas o diagramas de la anatomía de Leonardo.
La anatomía de Miguel Ángel, Rafael y Leonardo.
4
Tu non farai mai se non confusione nella demostrazione
di muscoli sottile a uso direfe, e cosí potrai figurare l'un
sopra delValtro come li ha situati la nature...
Leonardo (Folio 18 recto, pp. 42-43 Dell'Anatomia, Fogli A. París, 1898).
I.
JUSTIFICACIÓN.
Sería acto de intrusismo el pretender intentar, tan sólo, un estudio especializado sobre la aportación que Leonardo
hizo a la Anatomía, Fisiología, Embriología y a la Patología. Y lo sería porque si bien no desconozco como, en
numerosos manuscritos, esparcidos por determinadas bibliotecas y museos del mundo, existen anotaciones de
Leonardo sobre Anatomía profunda, en esta ocasión, el abundar en ello, estaría lejos de la esencia que me mueve. Por lo tanto mencionaré, de momento, como todo el mundo sabe, que en la Real Biblioteca de Windsor es
donde abundan más. 1 Más o menos bien integrados, en dicha Biblioteca, existen estudios anatómicos del maestro que, desde su descubrimiento, maravillaron a algunos especialistas como, por ejemplo, William Hunter que,
no es desconocido, fue uno de los más grandes anatómicos y cirujanos de su tiempo. Me complace recordar también a Mathias-Duval —miembro de la Academia de París, Profesor de la Facultad de Medicina y de Anatomía
de la Escuela de Bellas Artes de la misma ciudad—, por ser quien, el año 1898, hiciera el estudio preliminar del
Dell'Anatomia publicada por Rouvyere. Ambos doctores, frente a los estudios de Leonardo, se maravillaron de
que dado el tiempo en que fueron hechos —la ciencia en general estaba bajo la sombra de la autoridad— una
lúcida intuición inductiva los hubiera puesto a la luz de la experiencia. No solo fue Leonardo precursor por algunos de sus hallazgos y por algunas de sus precisas vivencias, sino que por algunas de sus mismas dudas se avanzó
al tiempo.
Dice Müller referente a los códices vincianos : «Esperaba encontrar, en los dibujos anatómicos de Leonardo, todo
lo más aquellas indicaciones anatómicas que son indispensables a un pintor para la práctica de su arte. Pero fue
grande mi extrañeza al constatar que Leonardo había estudiado la Anatomía en su conjunto y con una gran
profundidad. Y al considerar el cuidado con que estudió cada parte del cuerpo humano, me doy cuenta de la superioridad del genio universal, ya que sí alcanzó, la manera excelente en la mecánica y la hidráulica y no menguó la atención con que quiso formarse razón de todas las cosas de las que quiso tener cuenta, estoy absolutamente persuadido de que Leonardo debe ser considerado como el mejor anatomista de su época. Además, Leonardo es, ciertamente, el primero en inaugurar el uso de los dibujos anatómicos.» O, por lo menos, podemos
añadir, de inaugurar los dibujos dignos de tal nombre (fig. 1).
Mathias-Duval señala que el camino de la ciencia anatómica fue lento. No todo podía llegar súbitamente. A Leonardo, pues, no es razonable pedirle una nomenclatura pareja a la de la ciencia anatómica ya desarrollada. Por
ello resulta cosa maravillosa y singularmente tierna penetrar en la intimidad de este espíritu fuera de línea, asistir a sus esfuerzos, a sus dudas y tener la misma confidencia en sus sentimientos de ternura y a veces en sus rasgos de sátira : «pues son estos dos órdenes de sentimientos, concluye Duval, que se encuentran aquí y allá, como
lanzados en el curso de su descripción anatómica».
Así, el mismo comentarista, por las razones anteriormente aducidas, se guardó de tocar el texto, de transcribirlo,
dice, en estilo de manual anatómico. «Nadie se extrañará —añade— que haya conservado las palabras que rigurosamente son impropias, pero cuyo sentido no producirá ninguna duda al lector. Es así que he dejado las expresiones nervio y de partes nerviosas tratándose de tendones o de formaciones tendinosas o aponeuróticas. ¿Por
qué hacer una corrección que el mismo Leonardo indica a menudo? Pues en varias represas, entre paréntesis
pone la palabra tendini a continuación de la de ñervo y distingue bien los tendones de los verdaderos nervios, dando la sinonimia, cuando habla de los dedos de la mano o de los cordones nerviosos (Folio 8, verso). A propósito
de los tendones que ha designado a veces por el término cordone la he sustituido por la palabra corda, la cual es
más apropiada y realmente se acerca a las ideas que él expone. Cuando designa la larga porción del tríceps crural con el nombre de pesce (músculo pisciforme) he conservado esta imagen por la cual cualquier anatómico reencontrará lo suficiente bien este cuerpo muscular afilado en los dos extremos y largo y plano en la parte media. La
anatomía, así, no perderá nada empleando la palabra imaginada por el maestro.
«Un solo término empleado por Leonardo —concluye Duval— y por todos los primeros anatomistas, pide una
cierta explicación, pues ha desaparecido desde largo tiempo de la nomenclatura anatómica. El término meri (especialmente el folio 3, verso) con el cual los árabes designaban el esófago.»
5
II.
TRADICIONALISMO Y ATRADICIONALISMO.
Duval nos ilustra sobre el hecho de que Leonardo había meditado el libro de Anatomía (c. 1316) de Mondinus
de Luzzi, cuyo autor, según es sabido, en su época fue un innovador aun sustentando la doctrina de Galeno. La edición más antigua de Mondino es la realizada en Pavia, el año 1478. Duval cree, por razones poderosas, que es probable Leonardo conociera dicha edición aunque no se contentara para sus estudios con ella —recordemos que el
libro por contener indicaciones breves e importantes sirvió de texto en las universidades hasta el seiscientos— ni
con el «canónico» de Galileo, que si bien Leonardo aun no siendo «letrado» 2 debió —según Duval— estar informado de las doctrinas de ambos que eran las que predominaban en su tiempo. La misma inclinación de Leonardo
por las disecciones de animales es una consecuencia galénica viva en el tiempo. Además cabe recordar que el
libro de Mondino estaba incrustado de nomenclatura árabe.
III.
LEONARDO Y LA CRITICA DE ANTONIO REJÓN. LA CRITICA ACTUAL.
En lo que concierne a ciertos aspectos de la ciencia anatómica, ya de antiguo la crítica aventura algún juicio adverso
al texto del Trattato della Pittura, sin tener en cuenta que lo que contiene de anatomía el Trattato son notas sueltas que distan mucho de darnos una idea de conjunto de los estudios que Leonardo hizo en esta materia. El
Trattato por de pronto fue el primer texto de Leonardo conocido, sobre todo, después del 1651 por haberse publicado
en París la primera edición. En este texto, Leonardo anuncia varias veces el propósito de realizar un compendio
de Anatomía —propósito que como tantos anhelos suyos quedó frustrado—. No obstante, a pesar de lo incompleto
del Trattato en este aspecto, algunas de las sentencias anatómicas inscritas en este libro nos ponen al corriente de
como el anatomista había recorrido mucho camino en sus estudios en 1508.
Así en el siglo XVIII, el español Antonio Rejón de Silva —que posee el mérito de haber traducido por primera
vez al castellano el Trattato, en 1784— sin ser médico sino poeta —según Menéndez y Pelayo, algo ronco—, y
dedicado honestamente al ejercicio de la pintura, se aventuró a poner esta anotación, en uno de los pensamientos
anatómicos vincianos, anotación que transcribimos seguidamente : «El movimiento de los miembros del hombre
lo executan los músculos y tendones visiblemente, pero no los nervios como aquí dice Vinci ; pues aunque el
espíritu animal conducido por ellos es uno de los agentes principales para el movimiento, como es invisiblemente, no es de inspección del Pintor su noticia. Lo que dice de las cuerdas convertidas en sutilísimos cartílagos, es
absurdo del todo».3 Rejón de Silva, empero, desconocía los excelentes dibujos anatómicos leonardinos, al menos
el grueso de los mismos, entonces ignorados y que sólo tiempo después empezó a descubrirse la importancia científica de los mismos. Creyó Rejón que, añadiendo unas notas de anatomía sacadas de los tratados de Sabatier (1715)
y de Lientaud (1776), había resuelto el problema. Quizo, por ello pudo afirmar que el carácter invisible de los
nervios, ese agente del movimiento corporal, no es de inspección del pintor, con cuya sentencia acredita desconocer, en su profundidad, el genio de Leonardo.
La crítica actual, sobre la labor anatómica de Leonardo, después de la sorpresa que produjeron sus cuadernos anatómicos tanto en los primeros conocedores como en los comentadores de últimos del siglo pasado y de principios del
nuestro, siguiendo un criterio menos entusiasta, más objetivo, ha llegado en sus análisis a conclusiones lo suficientemente favorables a nuestro anatomista. Así sucede, con la de nuestro admirable doctor Felipe Bastos Mora que ha
enriquecido, con su trabajo de especialista, dos fascículos de MEDICINA E HISTORIA (noviembre y diciembre de 1965).
Labor la suya de gran exactitud, la cual por ser minuciosa y al mismo tiempo de conjunto ha calibrado debidamente
las aportaciones de Leonardo al conocimiento del cuerpo humano, considerándolas como un avance a todos o a casi
todas las aportaciones de los mismos grandes innovadores algo posteriores a su tiempo.
Los errores científicos de Leonardo, son muchos de ellos incrustrados en su época y es enorme que en tantos aspectos la hubiera superado. Conviene hacer constar bien claro que, de ningún modo, intento completar la labor
del Dr. Bastos, quien en sus conclusiones concretas no admite complemento y menos por mi parte, puesto que como
he dicho al principio, no sólo sería acto de intrusismo sino osadía imperdonable.
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Fig. 1. —Dibujos anatómicos leonardinos. Bienio 1510-1511 en la Universidad de Pavía, con Maro' Antonio della Torre. Biblioteca Real (Windsor).
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7
Mí aportación leonardina en estos cuadernos es la que puede hacer sin desdoro, un pintor doblado de historiador y crítico de arte, que por ciertas contingencias de la vida ha hecho sobre Leonardo algunos estudios de conjunto. No me da derecho alguno inmiscuirme en cuestiones quirúrgicas y médicas, el ser hijo y nieto de médicos
—mi abuelo Rafael Benet y Petit, Académico honorario de la de Medicina de Barcelona—, porque la Medicina
no se hereda, con todo que en la Biblioteca de mi casa solariega hubo libros de Anatomía algo raros, como los Atlas
anatómicos de Vesalio o como el Tesaurus Anatómicas de Frederici Ruijchii (Amsterdam, 1739) entre otros.
Y otros tratados ya de contemporáneos. Y aún un esqueleto, desmontado, ya desde los tiempos de mi abuelo y que
sirvió al Dr. Sanmartín para que nos diera —en mis mocedades— un cursillo de Osteología, en el Gremi d'Artistes
de Tarrasa, por el que poseo el único fundamento algo sólido del conocimiento del cuerpo humano. Por lo tanto,
fuera de los conocimientos históricos del desarrollo de la anatomía a que me obligaron el estudio de Leonardo, en
modo alguno puedo terciar en un terreno científico que pertenece a los especialistas.
Pero si ni de lejos intento completar el admirable trabajo del Dr. Bastos, no creo que una visión histórica de
conjunto sobre Leonardo anatomista, comparado con sus antecesores, contemporáneos y algo posteriores —labor
que por otro lado no puede deslindarse del todo del gran hombre y del artista— no sea del todo improcedente después
del estudio admirable del doctor Felipe Bastos. Quizá, podría emplearse el término complementar —dándole el
sentido de «complementarios» que los físico-químicos han dado a la contraposición de ciertos colores del prisma—
a mi estudio histórico en relación con el estudio del doctor Bastos, ante el cual me inclino con admiración, por
haber puesto los estudios leonardinos a la page, sirviéndose de sus facultades y conocimientos quirúrgicos y de
la bibliografía más reciente.
Si el estudio objetivo de las aportaciones anatómicas de Leonardo ha valorado sus descubrimientos y reducido
sus éxitos, quizá la crítica analítica artística de la obra de Leonardo ha reducido mayormente el catálogo de su
pintura y escultura. Sus obras se hallan actualmente reducidas a un brevísimo catálogo. Ya el siglo xvi estableció
con Paulus Jovius y Lomazzo que, los cuadros terminados por Leonardo, numéricamente eran pocos. Esta conclusión tiene suma importancia, sobre todo, porque la Vita Leonardo Vinci de Jovius es del 1527.
Sabemos hoy, perfectamente, que, este catálogo tan breve, no sólo es efecto de algunos de sus fracasos de altura,
sino, sobre todo, porque su obra es el producto de un deseo de perfección ; de una constante insistencia en reducidas pinturas «sin esperar •.—como dice él mismo— una obra futura para corregir los errores».
El paso del tiempo, redujo mucho más la lista, aunque, cabe insistir la tal reducción se debe, sobre todo, a los
análisis de la crítica contemporánea, la cual, no obstante, no ha podido establecer una conclusión acorde en sus
juicios. Morelli, y su fiel discípulo Frizzone y Berenson, un tiempo aprendiz de Morelli, le han negado la paternidad
de hermosos retratos, a cuyo juicio han seguido el más radical del investigador Seidlitz. Este, contrariamente a
Berenson, ha apartado de su catálogo algunos magistrales dibujos que los atribuye a Ambrogio de Predis. Porque
estas páginas están dibujadas, en sus rasgos de sombreado, de izquierda a derecha, mientras que, por el contrario, las de Leonardo, aunque al parecer con alguna excepción, lo están en dirección opuesta. Ahora bien, Morelli, cuyo instinto crítico fue ayudado por el sistema de análisis que lleva su nombre —a mi juicio con conclusiones
demasiado absolutas—, sobre la dicción de los dibujos de Leonardo, estableció la conclusión que, siendo zurdo
da Vinci, los trazos eran dados de derecha a izquierda, salvo cuando se indicaba el sombreado o volúmenes. No
todas las conclusiones críticas de Morelli, no obstante, cabe recordarlo, son tan inconcusas, ni mucho menos.
Además, al parecer, Leonardo cuando le convenía, hacía uso de las dos manos. De ahí, pues, de que resulta muy
difícil podar su catálogo, de algunas de sus obras, por el mero hecho de que no fueran realizadas con la mano
izquierda. Más convincente es haber eliminado en definitiva, por pura razón de imponderable, aquellas obras cuya
dicción no corresponde a la magistral leonardina.
IV. LA IMPOSIBILIDAD DE UNA SUCESIÓN CIENTÍFICA.
No obstante, si el catálogo de Leonardo numéricamente ha quedado exiguo, en modo alguno lo ha quedado por
el número de obras leonardescas ; unas veces porque se distingue la mano del maestro en la colaboración de los
discípulos y en otras, las más, atribuidas llanamente a manos de discípulo. Así es que, el espíritu de Leonardo,
tuvo una incuestionable continuidad artística —una continuidad a veces tan honorable como la de Ambrogio de
Predis, no obstante, quizá independiente ya por sus mismas raíces— no sucedió así con los estudios anatomicofisiológicos leonardinos, que no encontraron herederos ni discípulos directos. A pesar de que es lícito afirmar que
ni los más mediocres discípulos que dejó en Milán —después de permanecer dieciséis fecundísimos años en la
Lombardía— fueron unos «repetidores», como, en líneas generales, lo fueron los discípulos de Rafael, incluyendo
al mismo Giulio Romano. No obstante, no existió entre los discípulos de Leonardo, la posibilidad de una continuación de los estudios anatómicos profundos después de su muerte. En todo caso de haber existido esta posibilidad
podría vislumbrarse como en esta imaginaria Escuela Científica hubieran podido desarrollarse, independientemente, distintas personalidades. Pero esto fue del todo imposible, ya que en el terreno anatómico, Leonardo había
obrado de un modo tan propiamente individual, tan vivamente y sin programación, generalmente, ni sistema, ya
que si empezó el estudio anatómico por necesidad puramente morfológica —y en este sentido si que le habían de seguir sus discípulos pintores— fue por constante curiosidad universal que el artista no se contentaba del conocimiento de los músculos para la expresión de las formas, sino que la interrogación se hacía espontánea en terrenos
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vitales más allá de los límites del arte. Pero aquí está el milagro, fue siempre por poderosa sensibilidad —por
poderosa connaturalidad— que sus observaciones y sus mismas investigaciones de grado científico profundo encontraron la solución adecuada. Por ello tan artista es Leonardo cuando concibe y realiza el Cenáculo de Milán,
como cuando dibuja por primera vez tan acertadamente el feto en el útero, como cuando encuentra las causas de la
muerte del vechio en el Hospital de Santa María Nuova de Florencia. Leonardo penetró en la Embriología y
en la Anatomía Patológica seguramente sin proponérselo, aunque existía en su genio el propósito de llegar a conocer las causas de todo lo visible y mortal.
En realidad, en este sentido poderosamente científico y poético, Leonardo no podía dejar sucesores entre sus discípulos del taller de Milán, de aquel taller que el maestro llamaba a veces Academia. No hubo, en efecto, la posibilidad de trabajar en equipo, como la tuvo Leonardo tanto en sentido pictórico como escultórico. El pensamiento
poeticocientífico del da Vinci, era demasiado profundo y fuera de medida, para ser comprendido, para que de él
participaran sus mismos discípulos que, con todo y algunas apariencias, en el fondo no poseían otra sed de conocimiento que el artístico. Es decir que por su limitación intelectual en el mejor de los casos, fuera de lo estético, podían superar discretamente la mentalidad del artesano.
Dudo, asimismo, que Leonardo pudiera encontrar plena comprensión en los medios anatómicos de su tiempo. Dudo
que la encontrara en el mismo Marc' Antonio della Torre, profesor de Anatomía de la Universidad de Pavía, con
quien Leonardo, se sabe perfectamente, tuvo intensa relación en el breve período de 1510-1511. Quizá, pueda conjeturarse por datos habidos que, Leonardo, al lado del gran médico de Verona, realizó en general unos estudios
anatómicos más prácticos, más aplicables al arte que con interrogaciones y respuestas directamente fisiológicas
de la pintura y de la escultura. Se diría que della Torre —al menos esta es mi duda— no dejó el tiempo suficiente
al investigador para andar por su cuenta. La muerte en 1511, del espíritu indudablemente superior de della
Torre, frustró, cuando menos las posibilidades de una colaboración fructífera que, tal vez, sólo se había iniciado.
V.
¿ CUANTOS CADÁVERES PUDO ESTUDIAR LEONARDO DA VINCI ?
Frente a tan debatida pregunta, a mi entender, y sin eludir toda clase de rectificaciones, ya que como dijo Leonardo Dove si grida no e vera scienza, a mi juicio es preciso no sólo atenerse a la «objetividad» de los datos que han
llegado hasta nosotros, sino tener presente que éstos son solamente una parte de los que nos hubieran podido
llegar. Es decir, para que esta objetividad sea real, ha de tenerse en cuenta que pueden faltar un buen número
de manuscritos y dibujos, cuya cantidad desaparecida se considera copiosa. Por lo tanto, ya partiendo de unos datos incompletos, aunque cronológicamente bastante exactos, se puede convenir que el número de cadáveres enteros disecados por Leonardo pueda ser más limitado que el de las cifras dadas por el propio artista, en dos ocasiones, sin que con ello pretendamos considerar al da Vinci como un fanfarrón como Cellini. Si a Leonardo se le
conoce alguna «facezia» creemos que fuera de éstas no fue un exagerado, aunque lo parezca en aquella célebre carta dirigida a Ludovico Moro, en cuya minuta, que no es de su mano (Códice Atlántico de la Ambrosiana) sólo
hay reconocida como suya alguna corrección. Y es precisamente en esta carta, harto conocida para que no fuera un
pleonasmo reproducirla, donde Leonardo se ofrece en un extenso polifacetismo y atambién» como pintor y escultor.
Y de las disciplinas que dice conocer cuando menos quedan los testimonios de su planos y proyectos de todo orden : el evidente recuerdo del caballo para la escultura ecuestre de Francesco Sforza y las excelsas ruinas del
Cenáculo ; sin descontar los extraordinarios estudios equinos de Turín (fig. 4) y de Windsor (fig. 2). Leonardo por
allá el año 1508 —quizá posteriormente a esta fecha, también cabe suponerlo— dice, en el Trattato della Pittura, haber hecho la disección de más de diez cuerpos humanos, separándoles los miembros, reduciendo a partículas la carne
que se encontraba alrededor de las venas, sin verter sangre, sino la insignificante de las venas capilares. Los
cuerpos —continua— no duran el tiempo necesario para estudiarlos; hay que proceder sobre varios cuerpos para
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poder llegar a su pleno conocimiento y, a veces, comenzar la tarea con el fin de establecer distingos. Es, asimismo,
célebre la visita que el cardenal de Aragón, en el año 1517, hizo a Leonardo en Cloux. El secretario del Cardenal
Monseñor Antonio de Beatis, se refiere, en su diario de viaje, a este encuentro, concretamente en el día 10 de
octubre. Esta página de Beatis, aunque conocida, conviene, no obstante, reproducirla fragmentariamente : Questo gentilhomo ha composto de natomia tanto particularmente con la demostratione de la pictura si de membri come
de muscoli, nervi, vene, giunture, d'intestini tanto di corpi de homini come de done, de modo non é stato mai
jacto anchor a da altra persona. II che abbiamo visto ocultamente et giá lui ne dixe haver jacta notomia de piú XXX
corpi tra masculi et jemini de ogni etá. Considerando esta carta, pues ,desde 1508 a 1517, habían pasado once años,
entre los cuales existen los del bienio 1510-1511 en Pavia, en que Leonardo hace Anatomía al lado de della Torre.
Por otra parte, desde que fue expulsado del Hospital del Santo Espíritu de Roma habían pasados unos dos o
tres años. Por tanto, es difícil precisar cuantas hojas o cuadernos se han perdido con dibujos y descripciones de
Leonardo. Aunque, de todos modos, es posible que estos treinta cadáveres disecados por da Vinci puedan referirse a fragmentos musculares de distintos cadáveres, y no a cuerpos enteros que el mismo Leonardo, teniendo
en cuenta que, según he dicho, el mismo escribe tenía que acudir empujado por la necesidad del proceso de descomposición.
VI.
EL HORROR A LAS DISECCIONES. ¿COMO ERAN LOS 120 VOLÚMENES DE LEONARDO?
No hay necesidad de llegar a nuestros tiempos para advertir la inapetencia y hasta el mismo horror que los artistas sienten ante los despellezamientos de cadáveres, ya que, por ejemplo, Juan de Arphe lo califica de cosa horrenda y cruel y el mismo Leonardo, en el Trattato della Pittura nos advierte sobre esta cuestión. Dice : «Acaso se resista tu estómago a esta clase de estudios por mucha que sea la afición por ellos, y te dará reparo, en este
caso, pasar varias horas de la noche, en compañía de muertos abiertos y en pedazos, de aspecto espantable. Aun
suponiendo que soportes todo esto —añade Leonardo con cierta flexibilidad— siempre habrás de echar de menos los dibujos que te lo representen con acierto».
«Dueño ya del dibujo, ¿lo serás también de la perspectiva? ¿Poseerás el orden de la demostración geométrica y
el cálculo de las fuerzas y el modo de comportarse los músculos? La paciencia se te agotará y no conseguirás diligencia.
y>Si yo conozco o no todas estas cosas, díganlo por mi los 120 volúmenes que he compuesto, sin que me haya detenido
para ello ni la precipitación ni la avaricia, sino solamente el tiempo.»
Finalmente, en lo que respecta a este capítulo, podemos preguntarnos ¿ qué altura y grueso tuvieron estos volúmenes ? Porque si todos son tan reducidos como el que se conserva en París, dedicado al estudio del vuelo de los
pájaros y a sugerencias al vuelo artificial, más que de volúmenes podría hablarse de pequeñas libretas ; la mayoría de estos cuadernos se han publicado in folio. La serie publicada por Rouvyere, de 1898 a 1901, consta de
veinte volúmenes que contienen más de quinientos dibujos. Y los publicados posteriormente, por la Universidad
de Cristiania, comprenden 120 fascículos, con más de mil dibujos.
En lo que respecta a información histórica sobre el punto anterior, podemos decir que si los actuales investigadores de los manuscritos de Leonardo O'Malley y Sanders, han llegado a la conclusión de que la mayoría de
dibujos de anatomía profunda fueron realizados entre 1505 y 1506, o sea en el segundo período de Florencia, se
habría de convenir que el Trattato della Pittura, fechado su inicio en el año 1508, fue hecho después de estas investigaciones, y, por lo tanto las sentencias y consejos anatómicos que se dan en este libro, fueron redactados después de tan importantes descubrimientos. Naturalmente si es que, en este zurcido =—un zurcido compuesto después de la muerte del artista—, ordenando por materias y no cronológicamente contenga pensamientos y redactados con anterior al 1508.8 Es más, por los dibujos y explicaciones anatómicas de la mano de Leonar-
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do que conocemos, realizados en 1510, es decir cuando ya se había establecido el contacto y la colaboración del
da Vinci con Marc' Antonio della Torre, ya profesando en Pavía, (fig. 1). Aunque existen gran cantidad de
estudios morfológicos muy importaates, parece que, según Carotti, los hay también de Anatomía profunda. Es
decir, referidos a la fisiología. Pero en caso de que no se hayan perdido hojas o quizás algún cuaderno entero del
bienio 1510-1511, y aceptando que los más profundos descubrimientos leonardinos, fortuitos o no,6 en fisiología,
embriología y patología, se hicieron en los años 1505-1506, entonces se hubieran realizado fuera de la influencia
del gran médico y anatomista nativo de Verona. Otro problema, al parecer, no bien resuelto, es el de que, algunos
de los folios con que fueron ordenados algunos de los cuadernos de Leonardo, quizá no pertenezcan a la misma
época dada la distinta calidad del papel. Teniendo en cuenta, además, que las anotaciones anatómicas de da
Vinci fueron realizadas al día. Y aunque los investigadores han aclarado la cronología de las mismas —hojas
sueltas o integradas— no deja de ser, en muchos casos, meramente aproximativa. Con todo en la historia de las
investigaciones anatómicas de Leonardo tiene mucha importancia el bienio de 1510-1511. Es en el 1510 que la crítica italiana considera que da Vinci había emprendido seriamente, con resultados más prácticos,7 sus antiguos
estudios anatómicos. Y, además, es en esta fecha que Leonardo piensa dejar completada la redacción de su Anatomía, cosa que por otro lado, como es sabido, al igual que tantos proyectos suyos, quedó sin realizar. En un
manuscrito ha dejado consignado : Questa vernata del 510 credo spedire tutta tal natomia. Es por este apunte que,
Edmondo Solmi ha podido establecer en el aludido bienio, el encuentro y colaboración de Leonardo con Marc'Antonio della Torre en la Universidad de Pavía, reunión que fue desgraciadamente brevísima, debido a que, como
hemos indicado, della Torre murió en el mismo año 1511 ; en último término cabe considerar la suposición de que,
habiendo sido della Torre lauredosi in medicina, en Padua, el año 1505, habiendo asimismo enseñado en esta
ciudad del 1502 al 1509, nudo existir entre Marc' Antonio della Torre y Leonardo contactos previos antes del bien documentado en Pavía... Da. •=; inciertos para deducir unilateralmente que, Leonardo, antes del 1510, realizó disecciones solo o acompañado de algún criado o discípulo, en general no en compañía de médicos y aun incluso ni como
espectador de los trabajos anatómicos universitarios. Me parece, dados nuestros conocimientos, muy aventurado
hacer de Leonardo «exclusivamente» un solitario en sus estudios anatómicos como quisieron algunos. En fin, aun
asociándole tarde el nombre de della Torre, de la gloria participan ambos, del mismo modo que resulta gloriosa la
asociación de Realdi Colombo con Miguel Ángel, en fecha más tardía.
VIL
SÁTIRA DE LEONARDO A LOS MÉDICOS.
Si Leonardo se permite alguna sátira contra los médicos —ironía al fin y al cabo propia de todos los tiempos, aunque, antes con Petrarca, por razones personales, sea hecha con violencia y después hiriente y divertida con Moliere— quizás esta actitud suya no nos permite creer que el hombre de la curiosidad tranquila y sin límites —aunque constantemente interferida— pudiera englobar, en el mismo juicio, a todos los médicos de su tiempo. Porque
si todos los grandes renovadores de la Medicina nacieron mucho más tarde de que nació Leonardo, incluyendo della
Torre, 8 no vamos a creer lo que dice Vasari cuando afirma que, antes del médico de Verona, la Medicina y la anatomía estuvieran envueltas en grandísimas tinieblas. La historia es casi siempre más compleja : en Florencia mismo murió, en 1502, el anatomista Antonio Beniveni, al que los investigadores han situado en un lugar de honor
por sus descubrimientos de Embriología. Había en Italia, al final del Quattrocento, una clase médica bien organizada. Existían grandes cirujanos, aunque en Italia fue menos acentuada que en otros lugares la distinción entre
«físicos» y «barberos». Y aunque Leonardo, hombre de salud fuerte, rehusara, según se dice, todo tratamiento
médico cuando fue atacado de paludismo en Roma, no podemos por ello creer en un desdén absoluto del genio
universal por los médicos, cuando está demostrada la colaboración y ayuda mutua en la Facultad de Pavía entre
Marc' Antonio y Leonardo. No obstante, muchos años antes de contraer dicha enfermedad en Roma, escribía
este consejo finamente irónico, que he podido leer en el folio 2 recto Dell' Anatomía, publicada en París el año
1898 : Eingegnati di conservare la sanitá, la quale cosa piú ti riuscirá, quanto piú da fisici (médicos) te guardarei. Perché le sue composizione son die spezie d'alchimia. Por otro lado, Vesalio se quejará mucho más tarde, con
razón, de los artistas que asisten a sus clases de anatomía y le importunan con su aire de divo. Se había olvidado
que, en tiempos lejanos, en el siglo xni, formaban una sola corporación gremial médicos, farmacéuticos, pintores
y otros oficios afines al de los pintores. En tal gremio estuvo integrado el Dante al parecer como farmacéutico ; los
pintores especialmente recibían de los farmacéuticos recetas para barnices, para aglutinantes de los pigmentos y
para fabricar algunos de éstos como, por ejemplo, el vermellón.
VIII.
¿ERA CONOCIDA LA FAMA DE LEONARDO ANATOMISTA?
Otra de las cuestiones que plantea el conocimiento de la historia de Leonardo es si, realmente, los médicos contemporáneos suyos, lo ignoraron como anatomista. Sabemos que su fama como hombre, artista, filósofo y como
científico llegó, por lo menos, hasta límites lo suficientemente significativos. No se puede olvidar que algunos grandes médicos del Renacimiento fueron amigos de artistas. También que el mismo Vesalio, ya después de Leonardo,
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Fig. 2. — Estudios de caballos, según parece hacia 1481, para la «Adoración de los Magos» de los Ufizzi. Biblioteca Real (Windsor).
tuvo tratos con Tiziano y —esto es seguro— con el discípulo de éste : Stéfano Calcar quien, por otra parte, dio
un tono magnífico a sus atlas anatómicos. Se discute —cosa harto sabida— si Vesalio, que nació cuatro años y
medio antes de la muerte de Leonardo, pudo conocer algunos de los manuscritos anatómicos de Leonardo.9 Quizá
nunca se podrá comprobar éste extremo, pero, por lo menos, fortuitas o no, existen coincidencias en la obra de
Vesalio que resultan significativas en un libro aparecido después de veinticuatro años de la muerte de Leonardo
en Francia. Por otro lado, algunos de los grandes médicos del Renacimiento, fueron ciudadanos del mundo, entre
ellos el mismo Vesalio. No sería decente entretenerle er una cuestión sobre la cual no poseemos ninguna prueba
evidente. Las coincidencias puramente fortuitas se han dado, en el mundo, infinidad de veces : ya San Agustín
se amargaba por el hecho de no haber sido el primero en exponer una idea que había tenido antes o al mismo tiempo
del que la había expuesto.
IX. LA INFERIORIDAD Y LA GRANDEZA DE LEONARDO EN SU FORMACIÓN
No obstante, podemos vislumbrar que el genio universal sin precedentes podía no solo ser desconocido por su
magnitud sino también por la misma mísera formación. Vasari dice, en la Vita de Leonardo, En la erudición
y principios de las letras hubiera aprovechado grandemente, de no haber sido vario e inestable. Porque se puso
a aprender muchas cosas y luego de comenzabas las abandonaba. Es la genial versatilidad que le distingue desde
la infancia. Parece que en la escuela su formación solo fue bien cimentada en cuanto a la Aritmética ; quizá
también bien cimentado su primario saber geométrico. No es de extrañar, pues, que Leonardo se hallara ante los
humanistas, y frente a los pocos grandes médicos de su tiempo, en un cierto estado de inferioridad. Si hoy para
nosotros el gran investigador es un humanista —y un humanista superior que partía del estudio profundamente
filosófico, poético de la vida— desconocía el griego y el latín, aunque hay pruebas de que se esforzaba en aprenderlos. Digamos, por lo tanto, como el mismo confiesa en el Trattato de la Pittura que no era «letrado». Lo dice
en esta forma : Algunos presuntuosos pretenden denigrarme porque, no siendo letrado, no puedo ser humanista.
Estúpido alegato; no saben los que así dicen que podría responderles lo que Mario a los patricios romanos: «Viven
de esfuerzos ajenos y no quieren dejarme los míos propios». Leonardo desconfiaba de lo que llamaba buena cultura sin disposición ; pero, al mismo tiempo, toda su vida, todas sus actividades, sus mismas adversidades no
pueden comprenderse sin el hostinato rigore, que fue tan alto en él como la intuición. El alma era, para él, un
despliegue de los sentidos y la mente un despliegue del alma. Para Leonardo ciencia era el discurso mental que
toma sus últimos principios más allá de los cuales no puede hallarse nada de la ciencia referida. Por ello, pues,
se puede decir que Leonardo no acepta otra autoridad que la de Arquímides. Hay momentos, en que buscando una
una especie de equilibrio, por balanceo, característica leonardina que tan bien subrayó Paul Valéry,10 escribe el
genio en el Trattato : El pintor va por sí mismo sin ayuda de ciencia alguna. O bien : entre las ciencias inimitables
;
12
la pintura es la primera. O también : El ojo que por medio de la contemplación nos revela las bellezas de la naturaleza, conjugado con aquel otro : aquel que denigra la soberana certeza de la matemática... ; u, otras artes humanas que los ojos corrigen i guian...
Para Leonardo la experiencia es la madre común de las ciencias y de las artes. Posiblemente, si el Renacimiento
hubiera aceptado la desviación de Leonardo, después de Mantegna, después de los neoplatónicos del Jardín de los
Médicis, no lo hubiéramos llamado Renacimiento en cuanto a renacer sobre una Arqueología. Pero, no obstante,
Leonardo, sin quererlo, tuvo también sus clásicos, como indudablemente sus raíces, por lo menos en una tradición inmediata de renovación, que podríamos señalar o simbolizar con la obra de León Battista Alberti, a quien
tanto amó Leonardo y quien tanto le sirvió de emulación ; que podríamos simbolizar, en cuanto a poesía de
raíz neoplatónica, en la amistad —aunque a veces con divergencias de juicio— con Botticelli, salido de la Bottega del Verochio " ; y en el parentesco, en lo evidentemente leonardesco, avant-la-lettre, con el sutilísimo Benozzo
Gozzoli, fallecido cuando Leonardo empezaba su ruta. Y en lo que concierne a la Anatomía nadie olvidará el nombre de Antonio del Pollaiuolo y el de Piero, su hermano. Porque, tanto en arte como en ciencias, ningún cambio —progreso en ciencia y en arte solo progreso de la visión sensible 12— puede ser comprendido como formación imprevista y desligada, ya que cada nueva conquista está enraizada al pasado.
X.
¿A LEONARDO LE FALTO UNA POESÍA ESCRITA VERSIFICADA?
Todas estas explicaciones de tradicionalismo o atradicionalismo de Leonardo no podían tener un asiento muy
firme en las mentes de sus contemporáneos, a no ser que hubieran sido capaces de pronunciar las divertidas palabras de aquel personaje de una conocida novela ochocentista : «¡ Adelante, camaradas, por la Guerra de los
Cien años!» No obstante, la aparente falta de humanidades, podía perjudicar mucho al prestigio de Leonardo
ante una sociedad, por lo general tan apasionada por la Antigüedad, fuera de la Corte de Milán y todavía algo
gótica.
Conviene rememorar la más antigua fuente literaria para Leonardo : II libro di Antonio Billi, cuando nos dice
que el da Vinci hizo esculturas en el Giardino mediceo. Es la primera noticia que se nos da en este sentido : stete da
giovene col Magnífico Lorenzo di' Medeci et dandoli provvisione per se il faceva lavorare nel giardino sulla piazza di
S. Marco in Firenze. En aquel jardín donde había una colección de escultura antigua, donde eran llamados los jóvenes inclinados al arte a estudiar y ejercitarse bajo la guía del viejo escultor Bertoldo di Giovanni, antico allievo di
Donatello.
De la juvenil servidumbre de Leonardo al Magnífico Lorenzo tenemos escasos testimonios. Hemos de suponer,
pues, que siendo Verrochio el maestro del da Vinci, y aquel sucesor de Donatello en la predilección escultórica de
los Médicis, Leonardo debió recibir de buena hora, directa o indirectamente, la protección de Lorenzo. De todos
modos, la legendaria y realmente desordenada juventud del artista, nos abruma con su peso por interpretar el Códice Gaddiano (segunda fuente documental literaria de la época del pintor) cuando dice : Leonardo aveva trent-anni che dal detto Magnífico fu mandato al duca di Milano a presentargli con Atalante Migliorotti una lira, che
único era in sonare tale instrumento. Y Vasari precisando dice : Leonardo portó quello strumento ch'egli aveva
di sua mano fabbricato d'argento gran parte, in forma di teschio di cavallo, cosa bizzarraenuova; acciocchel'armonía fosse con maggior tuba e piü sonora di voce.
I Qué quedó en el espíritu de Leonardo del penetrante perfume intelectual del Jardín de los Médicis, en el casi
constante deambular de corte en corte y alguna vez en medios menos humanistas que el de Florencia o el de
Mantua? Por de pronto, cabe preguntarse si el adolescente Leonardo pudo relacionarse en aquel espiritual cenáculo neoplatónico, con el gran León Battista Alberti a quien tanto admiró. Alberti había fallecido en 1472 y,
por lo menos, según se afirma, Leonardo no entró directamente al servicio de Lorenzo hasta el 77. Y de Boticcelli,
que puede simbolizar el platonismo de aquel cenáculo del final del Quattrocento, es indudable que nuestro hombre
recibió el sacramento indeleble de la Gracia, cuyos efectos perviven en y más allá y al margen de todas sus experiencias científicas. Si no fuera, que todavía en el mismo Pleno Renacimiento no lo hubo, entonces indudablemente no hubo ningún terreno estéril, ya que entre poesía y ciencia no existió solución de continuidad. Si no
fuera que por la misma psicología de Leonardo, la poesía no fue incompatible con nada, incluso se podría conjeturar que por la gracia recibida de Benozzo Gozzoli y de Botticelli y de ese platonismo mediceo, en el que se había
bañado, pero que abandonó por lo experimental, Leonardo, fue tal como se nos presenta en su obra de conjunto,
un atávico neoplatónico. En la misma música sustancial del alma y de la obra de Leonardo pervivió la poesía del
elegante Agnolo Poliziano de las Stanze. La íntima inmortalidad de Leonardo, por lo tanto, debe tener las raíces
en aquel jardín mediceo. Toda su versatilidad, toda su abulia, como su mismo hostinato rigore, participarán a
través del tiempo de la gracia del Quattrocento. No es ni versatilidad, ni abulia el abandono de un tema por otro,
ya que fue causa de su curiosidad endiablada. Por esta curiosidad universal, pues, pasará de la Matemática a la Anatomía humana y ecuestre, de la Geografía a la Paleontología, de la Mecánica a la Hidráulica, de la Arquitectura a la
Ingeniería, de los insectos a la Zoología, de «las floréenlas» y de los paisajes a la botánica y del vuelo de los
pájaros al posible vuelo del hombre.,. Del estudio admirable de la conformación del ojo humano a las leyes de
la óptica. En fin, ya ha sido observado, muchas veces, que el pasaje del arte a la ciencia fue casi imperceptible
en el espíritu de Leonardo. No obstante, hay que subrayar, que también esta característica si bien en menos
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universalidad, fue propia de los genios del Primer y del Pleno Renacimiento ; los historiadores sensibles, los críticos han podido observar que cuando se perdió esa gracia, esa connatural unidad de visión, nació con la profesionalidad, tanto artística como científica —por supuesto fuera de la artesanía o espíritu gremial del Medievo— la pedantería en los medios artísticos y la ineluctable especialización en los científicos, hasta el grado técnico actual,
que representa por sí mismo un divorcio absoluto entre arte y ciencia.
Dijo Carotti en 1905, que sin el Leonardo científico no tendríamos al Leonardo artista que, por otra parte, según Peladan, es inimitable ya que todos sus descubrimientos científicos, por grandes que hubieran sido, un día
u otro, en el transcurso del tiempo, habrían sido hallados por alguien. Por el contrario, sus dibujos y pinturas
sólo podía hacerlos él. Demasiada magnitud para que pudiera ser comprendido; demasiada grandeza lógica para que pudiera ser admirado por su originalidad «natural». Su pintura casi siempre estuvo a «escala humana» y hasta sus mismas colosales estatuas ecuestres de Francesco Sforza y su proyecto de mausoleo fueron demasiado racionales en su misma desmesura. Leonardo fue un hombre que, en general, más bien desconcertó que
admiró. Y no quisiéramos proyectar nuestra psicología actual —nuestro sentido histórico subjetivo—al enjuiciar
a Leonardo, hombre de otra época.
Genio de dos épocas, puesto que por sus raíces es todavía caballeresco y platónico al abrir, con la incomparable
fuerza del innovador, las puertas del Cincocento. Pero el innovador que en algunos aspectos no hizo nada más
que continuar las líneas de los innovadores cuatrocentistas, así como también avanzar, en el tiempo, a Miguel Ángel
que nació veintitrés años después de nuestro hombre. O por lo menos de enlazar, dignamente, con el médico anatómico Marc' Antonio della Torre, que había nacido casi veintinueve años después ; y de avanzar a Vesalio
que nació cuatro años y medio antes de la muerte de Leonardo. Hombre, por lo tanto, que cavalga entre dos edades. El mismo, en buena parte, cronológicamente fuera del Pleno Renacimiento, puesto que lo avanzó en naturalismo ; aquel que en el mismo ambiente de Milán y Lombardía, donde arraigó por espacio de dieciséis años,
había de encontrar, especialmente en la corte de Lodovico il Moro, un cierto clima muy vivo, todavía medieval,
no adverso a las investigaciones, sino todo lo contrario. En la Corte de Milán había de entrar por vez primera,
como tañedor de su cetra d'argento. No se puede olvidar en ningún caso aquello que dice Vasari, que Leonardo fue
el mejor decidor de versos improvisados de su tiempo. Quizás, al no escribir sus poesías como lo hizo Miguel
Ángel con las suyas, tan profundas como hermosas, la posterioridad ha perdido un gran tesoro. Aunque, razonablemente, la misma sociedad de damas y condottieri, que lo admiró por su tañido de lira, asimismo pudo confundirlo, en ese aspecto, con un rapsoda tradicional. Leonardo seguramente fue admirado por todas esas y otras
exquisiteces, como por su elegante figura y belleza de rostro o por su vestir convenientemente gentil, del que
perduró el recuerdo, aunque la misma sociedad que conoció al desconcertante polivalente, pudo no considerarlo
como poeta. Leonardo estaba inscrito en la nómina de la corte como escultor y pintor, también como mecánico.
Y, así, a la hora de los grandes festivales, se le designaba con el título de mecánico de las representaciones. Se
admiraba su fantasía —-una fantasía escenográfica con inventos racionales— que se desarrollaba ante los ojos
atónitos de los cortesanos. Pero, repetimos, para la poesía, la corte sforzesca tenía su propio poeta, el poeta
florentino Bellincione que, en el año 1490, había escrito el libreto Paradise, para el gran espectáculo.
Tal vez, pues, a Leonardo le pudo faltar el prestigio que daba, entonces, entre cortesanos y humanistas, la realidad de una poesía versificada y escrita. No obstante, desde nuestro pobre alcance histórico, no es posible imaginar que unas bellas poesías escritas de Leonardo hubieran mitigado su esencial soledad, como poco la mitigaron a Buonarroti. La esencial soledad de Leonardo, a pesar de algunas apariencias sociales y de su misma profunda piedad intelectual —su misma paciencia— habia hecho incomunicable su espíritu. Esta soledad, en el
fondo, como el mismo drama de Zaratustra : el mismo drama del Pleno Renacimiento con la excepción de Rafael.
Drama, por otra parte, exacerbado por el sentimiento profético de Miguel Ángel, ese otro gran artista en cuya
vida tampoco todo fueron acabadas y no siempre por la deplorable circunstancia de sus mecenas ; este gran pintor
de las anatomías de la Capilla Sixtina, genio que nos envidian algunos protestantes y que algunos católicos
«primitivistas» se lo regalarían complacidos.
Cabe añadir, no obstante, que en cuanto a Leonardo pintor sería una forma de escamotear la historia el pasar
por alto lo que registran algunos documentos no tan opacos como para no tener la certidumbre de que fue
admirado en Milán ante el retrato de Cecilia Crivelli. El mismo poeta cortesano Bellincione le dedicó un soneto
laudatorio, encomiando este retrato. Y en cuanto a Isabel d'Este, no sólo sabemos, sin ninguna duda, que
quedó prendada de esta pintura sino que quedan también pruebas escritas del interés y la admiración que el
artista le inspiró durante varias etapas de su vida. Pero no sólo hacia Leonardo pintor compartieron la admiración, otros grandes personajes a través del tiempo, sino que también la compartieron para otras fases de su
actividad. Cario d'Amboise, por ejemplo, escribe a la Signoria de Florencia, desde Milán, en el año 1506 :
...vedemo veramente che el nome suo, celebrato per pictura e obscuro a quello che meritaria esser laudato in le
altri partej che sonó in lui de grandíssima virtute... ; pero sobre todo sabemos que el gran matemático Fra Lucca Paccioli, además de admirador, fue, desde muy temprana edad, entrañable amigo de Leonardo.
El rey Luis XII de Francia había admirado, en Milán, su obra. Y, poco más tarde de haber fallecido el
gran artista, tenía el rey Francisco I un gran recuerdo suyo, tanto es así que hablando con Benvenuto Cellini,
en presencia de los cardenales de Ferrara y de Lorena, decía que : non credeva mai che altro nomo fosse al
mondo che sapesse tanto cuanto Leonardo, tanto di scultura, pittura e arquitectura, ma quanto chJegli era
grandissimo filosofo.
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Eu el año 1550, es decir, treinta y uno después de la muerte de Leonardo, Giorgio .Vasari (1511-1574) había
publicado las Vite en Florencia. El párrafo final de la biografía del gran hombre termina de este modo : «En
el arte de la pintura añadió, a la manera de colorear el aceite, una cierta oscuridad donde los modernos han
aprendido a dar fuerza y relieve para sus figuras. En las estatuas dio muestras de su habilidad con las tres
figuras de bronce que se hallan sobre la puerta de San Juan, a la parte Norte, hechas por Giovan Franceso Rustid.,13 pero ordenadas por consejo de Leonardo, las cuales son el vaciado más bello en diseño y perfección
que se ha visto modernamente. A Leonardo también debemos la Anatomía de los caballos y mucho más
perfecta la de los hombres ; y por otros dones suyos tan divinos —dejemos en italiano la célebre frase moho piú
operó con la parole che coi fatti— su nombre y su fama jamás se extinguirá. Tampoco su fama como anatomista, ya que se avanzó al tiempo en certitudes y vislumbres.
XI.
EN LA MENTE P E DIOS ESTA INCLUIDO EL UNIVERSO.
Si los cuadernos anatómicos de Leonardo —con la excepción de JVTarc' Antonio della Torre, al menos algunos—, es difícil que pudieran ser ojeados por los médicos contemporáneos del artista, es seguro que los conocieran algunos de sus discípulos pintores. Por lo que escribe Vasari, una parte de estos folletos estuvo en
manos de Franceso Melzi. La investigación moderna ha podido seguir, en parte, la procedencia de los manuscritos leonardescos antes de dispersarse y venderse a coleccionistas y bibliotecas de todo el mundo. A España llegaron algunas de estas hojas por conducto del escultor Pompeyo Leoni.
Fue lamentable, ciertamente, que los cuadernos anatómicos no ca3reran, a su debido tiempo, en manos de
médicos. Como también es de lamentar, que fuera de sus discípulos, se ignoraran —al menos así lo parece—
sus manuscritos con profundos pensamientos, algunos llenos de la más delicada poesía, otros más rudos de
estilo, que incluso la crítica moderna ha parangonado con el de Machiavelli. En su tiempo, un círculo de humanistas hubiera admirado la joyante o severa profundidad del pensiero leonardino, admiración que quedó
reducida a pocas personas, dado el mismo desorden en que, a veces, fueron inscritos en hojas diversas, entre
dibujos y el amontonamiento con que guardó los manuscritos el artista : en cajones diversos con abundantes
hojas sueltas •—cartas, como las llamó el mismo autor— o en cuadernos de difícil o imposible lectura ; ya quizá Leonardo se complugo con su escritura invertida que tanto usó, al parecer como una necesidad, en las
descripciones anatómicas. Todo este conjunto de circunstancias contribuyeron a que los pensamientos de
Leonardo fueran conocidos de muy pocos, aun entre los mismos artistas, aunque cuando algunos pudieran llegar hasta el maestro, éstos lo admiraron como filósofo, como así sucedió con Rafael en su encuentro con Leonardo en Florencia. ¿Quién no se maravilla hoy de aquella definición del bello rostro de una mujer, en el que
uno vislumbra una especie de tratado universal de Anatomía y a la que se asocian la Psicología y el mismo
aire atmosférico, tan importantes para Leonardo ? Escribe : un bel viso deve esser parangonabile a una musica, a pensiere armoniosi. Quando la bocea sorridente s'aprirá, dovra jarlo per diré parole giuste con la voce
giusia col giusto accento. Pero, para Leonardo, como Dice Edith Sichel,14 la naturaleza era un inmensurable
laboratorio. Creyó en la infinita divisibilidad de la materia ; vislumbró que, en la mente de Dios, está incluido el Universo. Quizá, nos atrevemos a aventurar, fue algo parecido al evolucionismo actual de Teilhard
de Chardin, quien halló la Teología en todas partes. Pero, y aquí radica la poesía, del solitario Leonardo, aquellas observaciones que se deslizan a veces alrededor de sus dibujos anatómicos, como aquella que al hacer
la autopsia del vecchio que había expirado en serena paz y a cuya muerte había asistido piadosamente impávido, quiere inquerir la causa de la «bella morte». El móvil de sus inducciones era puramente espiritual. Puramente espiritual y que, debido a su sentido crítico moderno, entre escéptico y místico, alcanza probablemente, antes que nadie, como dice Bastos, describir la isquemia en el territorio de las coronarias con las causas
de la muerte, y las alteraciones vasculares que sobrevienen con la edad y que hoy designamos con el nombre
de arteriesclerosis.
O, finalmente, aquella profunda melancolía de su máxima biológica: Tutto si consuma con lenta morte.
XII.
UNOS DESCUBRIMIENTOS EN PARTE SIN CONSECUENCIAS.
Los descubrimientos anatómicos de Leonardo fuera de los morfológicos que influyeron especialmente a Rafael fueron sin consecuencias. Pero esto lo sabemos hoy, después de haberse recuperado —según parece— sólo
dos terceras partes de los manuscritos de Leonardo y cuya divulgación no alcanza, desde su más eficiente
principio, los ochenta años. Por lo tanto, el hecho de haberse olvidado, perdido durante muchos siglos y, en
tiempos relativamente recientes, haberse recuperado para el estudio parte de los manuscritos anatómicos del
gran maestro, esta circunstancia ha hecho inoperante el pensamiento de Leonardo en la Historia de la Medicina. Cuando empezaron a descubrirse la Anatomía profunda estaba desarrollada. Los científicos solamente
pudieron admirarlo de una forma histórica.
Friedrich Heinrich Marx (1796-1874) de Gotinga fue el primero en señalar, después de haber estudiado directamente algunos manuscritos, el primero en señalar —lleno de observaciones perspicaces— la importancia de los
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estudios de la Anatomía de Leonardo. Por su parte, antes de este hecho, Leonardo, fuera del caso, históricamente comprobado, de la colaboración y mutua ayuda entre él y el célebre médico anatomista della Torre, fuera
de esto no tuvo, que sepamos, otro reconocimiento médico% explícito. Posiblemente, pues, no existió entre Leonardo y otros médicos o laureados de su tiempo, una colaboración que «de haber sido posible» hubiera podido ser
beneficiosa para la ciencia. A lo sumo pudo ser que ni entre estos otros médicos hipotéticos, ni entre el mismo Leonardo, hubiera existido una imprescindible simpatía mutua para poder establecer esta comunicación.
Leonardo, ya lo hemos visto, no debió de creer mucho en los físicos. Y en lo que atañe a los cirujanos, una
tradición de cosa innoble poco más o menos pesaba sobre ellos. Y, aunque, en 1460, existían grandes cirujanos,
de todas formas, los mismos hallazgos en la Anatomía en un hombre sin letras griegas no podían, por otra parte, dadas las circunstancias, merecer mucha confianza de doctores y laureados que leían en latín los libros
de Medicina. Probablemente esta desconfianza existió. Si se hubiera podido franquear este círculo, de haberse hecho hubiera sido una fortuna, mucho más teniendo en cuento que, durante gran parte del Quattrocento,
los estudios médicos de las facultades al parecer no estaban muy alejados de las directrices de Mondino.
Para delimitarlo de algún modo, en fin, se puede afirmar que algunos de los progresos anatómicos universitarios al empezar el siglo xvi, marchaban con retraso a los de Leonardo ; algunos habían de responder más
tarde a las mismas vivencias nacidas del mismo concepto realmente humanista, por el cual era ineluctable la
superación de Mondino y por ende la del gran clásico Galeno. Pero todo esto estaba, en embrión, dentro de
las facultades de Medicina cuando Leonardo, anticipándose a su tiempo, había empezado, por observación sensible, sus estudios anatómicos, incluso hasta llegar a sus inducciones de lo profundo de los cuerpos.
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