262 EL COSMOS PRIMORDIAL EN EL ALTO MEDIOEVO F a Datados entre finales del siglo VIII y finales del siglo XI, en la Europa de nuestro ámbito cultural, encontramos unos manuscritos de especiales características realizados en los diversos scriptoria de los monasterios y catedrales más importantes. El elemento principal y común en ellos consiste en un Tratado de Cómputo, alrededor del cual se organiza el resto. Este tratado pretendía facilitar a las autoridades eclesiásticas un procedimiento uniforme de cálculo que les permitiera la determinación de la fecha correspondiente a la Pascua de cada año, fiesta principal y movible, con respecto a la cual se disponían otras muchas del almanaque cristiano. En el citado manuscrito se describía el procedimiento a seguir y las tablas a utilizar para alcanzar el cometido propuesto. A veces, también venía acompañado por un excerptum1 de astronomía con figuras de constelaciones, gráficos ,esquemas y planisferios celestes de diversa entidad. Estos planisferios, son las primeras representaciones en la Europa cristiana del alto medioevo con alguna explicación sobre la estructura y constitución del Universo. Los conceptos inclusos en su configuración icónica no obedecían al resultado de un desarrollo intelectual propio contemporáneo, sino que eran consecuencia de los trabajos de recuperación del conocimiento clásico sobre la materia. Cierto que, en esta cuestión, no sólo hubo un trabajo de recuperación y afloración del pensamiento antiguo sino también algunas aportaciones, aunque éstas no llegaron a ser muy significativas. carolingio, a finales del siglo VIII, fueron muchas y de diferente carácter. En este viaje, debemos resaltar dos períodos que vienen marcados por su especial relevancia y protagonismo. El promotor de esta actividad recuperadora y actualizadora de los conocimientos clásicos sobre la materia fue Carlomagno, que creó e impulsó todo un sistema dinámico cultural cuyos frutos se han venido en llamar el renacimiento carolingio. Con respecto al Cosmos2, su concepto primordial y la interpretación del mismo, resultan derivados del conocimiento clásico griego sobre la materia, conocimiento que llegó transmitido a través de todo el flujo cultural del imperio romano. Esta corriente, tuvo dos cauces principales aunque uno de ellos resultó de mayor importancia que el otro. El primero se identifica como producto de la influencia debida a la mayor proximidad temporal a la fuente, en realidad, a su capacidad de acceso directo a la misma. Este período se extiende temporalmente por unos ciento cincuenta años y queda centrado en los tiempos de Augusto y Tiberio. Nombres como Cicerón, Varrón, Plinio, Ovidio, Germánico, Vitrubio y tantos otros autores romanos escribieron en latín versiones nuevas de las obras clásicas griegas o , simplemente, las adaptaron o las tradujeron. El cauce romano fue la vía principal pues, recogiendo el saber griego, Roma supo adaptarlo a su cultura para acabar poniéndolo a disposición de las naciones resultantes de su enorme imperio. Éstas pudieron sacar beneficio de las dificultades superadas por aquéllos, teniendo en cuenta que muchos de los soportes originales de este saber acabaron perdidos con el paso del tiempo. Las vicisitudes que sufrió el conocimiento a lo largo de su trayecto hasta llegar al renacimiento El segundo, muestra los efectos y las consecuencias de la caída del imperio. Las invasiones bárbaras habían dejado de ser una prolongada amenaza y se habían convertido en una realidad. Fue entonces cuando, atendiendo a una especie de aviso premonitorio, la inteligencia romana llevó a cabo un último esfuerzo con la intención de realizar una urgente recopilación enciclopédica del saber antiguo que se perdía. Durante unos cien años alrededor del final del siglo IV, sabios de distinta índole como Avieno, Macrobio, Capella y Calcidio junto con otros autores romanos, Francisco Sayáns Gómez animados por el impulso del neoplatonismo, trataron de salvar para la posteridad el conocimiento acumulado de siglos, cuya capacidad de pervivencia había estado sufriendo un ataque continuo con pérdida irreparable de libros y bibliotecas. Este último grupo de enciclopedistas, actuando como puente, será la fuente de la que se suministren los recuperadores carolingios, motores de su renacimiento. El cauce bizantino siguió un proceso parecido al romano, pero con la peculiaridad debida a que su desarrollo no estuvo tan directamente amenazado por el peligro bárbaro, ni sometido al efecto del derrumbe de los valores culturales del imperio, tal como ocurrió en Occidente. El masivo aterramiento de las fuentes, que trajo consigo las invasiones bárbaras, aquí no se produjo. Los neoplatónicos del mar Jónico y de las tierras del Asia Menor mantuvieron un cómodo acceso directo a la cultura original griega, en cierto aspecto menos influido por el hecho cultural romano, con lo que ello pueda tener de positivo y de negativo. La idea de la constitución del Cosmos que va a ser la base de la Hipatia, según Charles William Mitchell. Filósofa, astrónoma y matemática alejandrina, asesinada por una muchedumbre cristiana en 415. idea que, sobre el mismo, llegue a la Europa de finales del siglo VIII y a partir de la cual se elaborarán los mapas celestes medievales que nos lo explica y que son motivo principal de este trabajo, nos lleva a retrotraernos a Pitágoras. Pitágoras (siglo VI a.C.), comprendió que el Universo estaba ordenado siguiendo una pauta de calidad suprema, según la cual sus elementos principales se disponían ocupando esferas concéntricas las cuales estaban animadas, cada una de ellas, de un F a Además, Constantinopla no perdió el contacto fluido con las culturas orientales, lo que le permitió acceder a otros conocimientos e interpretaciones sobre el hecho cosmológico. Aquí, los scriptoria estuvieron a un nivel de actividad altísimo, copiando y trasladando textos antiguos griegos sin dejar por ello de atender la siempre dinámica producción propia. Algunos aspectos de estas particularidades bizantinas llegaron a la Europa carolingia a través de las ciudades de la costa adriática italiana, especialmente durante los turbulentos tiempos de la coronación imperial y los años que la siguieron. E L C OS M OS PRI M ORDIA L EN E L A L T O M EDIOE V O 264 movimiento propio que arrastraba a su respectivo cuerpo huésped. F a La forma y el orden en los que, originalmente, Pitágoras entendió que tenía lugar este ordenamiento permanecen desconocidos pues nada dejó escrito, ni sobre esto, ni sobre cualquiera de las demás enseñanzas que se le atribuyen. Sin embargo, el estudio del concepto que nos llegó, transmitido por alguno de sus seguidores más próximos, puede aportar cierta luz al respecto3. Pitágoras bebió de las fuentes egipcias y caldeas pero desarrolló su propio pensamiento con cierta independencia de las mismas. Algunos de los conceptos pitagóricos iniciales fueron luego modificados o matizados por miembros de la Escuela. Consecuencia de un razonamiento exclusivamente especulativo, como no podía ser de otra manera, y sin otro argumento que aparentara justificarlo, uno de los conceptos primigenios de su cosmología fue el de considerar que el más noble lugar del Universo, el centro del mismo, debía de estar ocupado por el más noble elemento de los cuatro de los que estaba hecho, el fuego. El problema que suscitaba esta presunción era que, estando el Fuego Central en el centro, la Tierra quedaría expuesta a sus terribles efectos, dada su necesaria proximidad. Sin embargo, la observación de la realidad hacía evidente que, al no sufrir estos efectos, debía de haber algún cuerpo interpuesto entre el Fuego Central y la Tierra, protegiendo a esta última de los daños naturales que le habrían sobrevenido por razón de esta problemática vecindad4, este cuerpo sería el denominado Anti-Tierra. Para algunos seguidores y para la mayor parte de sus críticos, esta concepción cosmológica no era lo mejor que la escuela del de Samos había producido, ya que ni se apoyaba en justificación racional alguna ni se justificaba a partir de un fundamento empírico relacionado. Por esto, se achacaba a los pitagóricos que la razón que les había llevado a proponer la existencia del Fuego Central y de la Anti-Tierra no era otra que la de poder contar con diez cuerpos constituyentes en el conjunto de la configuración global cósmica. El diez, como número tótem del pitagorismo, debía de estar presente en la misma esencia del Cosmos5. En la defensa de esta tesis destacó Filolao (siglo IV a.C.) que, siguiendo las enseñanzas de su escuela, concebía el Universo con una masa inmóvil de fuego en el centro del mismo, alrededor de la cual situaba las diversas esferas, con la primera conteniendo la Anti-Tierra, para proteger a la Tierra de los efectos directos de la masa central6. Las siguientes esferas de la cosmología pitagórica contenían a la Tierra, la Luna, el Sol, los planetas, y una última esfera exterior continente de las estrellas fijas. Parece ser que Filolao faltó al compromiso que obligaba a los suyos a no transmitir los conocimientos más que oralmente, sólo a los miembros de la propia escuela y siempre hasta el nivel al que su grado de iniciación le permitiera acceder. Contraviniendo estos mandamientos, escribió tres libros que contenían enseñanzas impartidas en la misma. Según la leyenda, estos libros fueron vendidos a un intermediario y acabaron en las manos de Platón (428-347 a.C.)7. Si esto fue así, tomaría sentido muchas de las actitudes filosóficas del maestro ateniense quien, él mismo, con frecuencia y para sus eruditos estudiosos, ha pasado por ser un cripto pitagórico. Este elemental concepto es la primera visión del Cosmos perteneciente al pitagorismo nuclear. Importantes seguidores del maestro los modificaron en parte, haciéndolos más compatibles con los enfoques que daba la Academia a los planteamientos cosmológicos generales. El pitagórico Timeo, al que volveremos a citar enseguida, procedía de la Gran Grecia y fue coetáneo de Sócrates; Platón les hizo compartir el Diálogo de la Naturaleza (Timeo). Parece ser que, durante algunos años, Timeo coincidió con el maestro y mantuvo con él una relación frecuente y próxima. Según afirma Cicerón, algunos llegan a decir que fue su maestro pero esto parece excesivo. El Timeo es el tratado cosmogónico griego por excelencia, en él se nos dice que una vez que Dios dispuso del alma del Universo con la mezcla generatriz del mismo, procedió a desarrollar su configuración. Para ello, realizó secciones y particiones, definió movimientos de los círculos interiores y exteriores, dio sentido a estos movimientos y sentó las relaciones que deberían prevalecer entre ellos. Coordinando armoniosamente todo este cúmulo Francisco Sayáns Gómez El príncipe Federico Cristiano de Polonia visita la Academia e Instituto de las Ciencias, en el palacio Poggi de Bolonia. En la figura anterior podemos apreciar una interpretación medieval de la forma en que procedió el demiurgo para llevar a cabo el proceso de configurar el alma del Cosmos. Este esquema cosmogónico se encuentra en el manuscrito Digby 23 f. 25r de la Bodleian Library de Oxford. Son los números más significativos e importantes pues, de acuerdo con ellos, Dios dispuso topológicamente el Universo. Son números musicales pitagóricos que dan sentido y explican la sonoridad armónica del mismo. El manuscrito está datado en el siglo X y esta parte concreta en la que se explica la cosmogonía platónica está tomada del libro de Calcidio9 titulado Comentario al Timeo de Platón10. Retomando la exposición que hace Timeo, el destino de las siete esferas desiguales es el de albergar los diversos espacios en los que se moverán el Sol, la Luna y los cinco astros llamados planetas11 (errático). Con respecto a la Luna, la colocó en la esfera más próxima a la Tierra, que ocupaba el centro del todo. En la siguiente esfera situó al Sol. En las dos siguientes situó a Venus y Mercurio. Este no es, justamente, el orden propuesto por los pitagóricos12 y Timeo, al que Platón le hace decir esto, es pitagórico. Lo que propone Platón es algo que podría estar cerca del llamado orden egipcio y aquí parece que habla más de acuerdo con su propio pensamiento que por lo que le correspondería decir al pitagórico Timeo. Al proponer este ordenamiento, Timeo, comete dos errores importantes; en primer lugar, define un orden de proximidad al centro con F a de acciones, consiguió una imagen móvil de la eternidad. Con el número del alma del Universo definido por sus siete primeras partes, es decir, los números 1, 2, 3, 4, 9, 8 y 27; llenó los intervalos en la forma que se recoge en la nota8 y consiguió las dos series geométricas siguientes: 1, 2, 4, 8 y 1, 3, 9, 27. E L C O S M O S P R I M O R D I A L E N E L A LT O M E D I O E V O 266 el que los de su escuela discrepan; en segundo lugar, admite cierta dificultad para situar el orden de los restantes planetas y abandona el reto de completar el ordenamiento topológico que, insinúa, se propondrá realizar en cuanto tenga un respiro en su atareada labor13. Esto último, resulta chocante dado que los pitagóricos tenían perfectamente claro el orden en el que se situaban los llamados planetas superiores. F a No obstante, en el relato del mito de Er el Armenio con el que remata su tratado La República, Platón nos aclara lo anterior al hacer un pormenorizado análisis sobre los colores y espesores de los bordes de los pesos. Con esta valoración secuencial, va identificando cada uno de los círculos astrales y les va dando el orden en que considera que están colocados. La reproducción siguiente es literal de la traducción que se referencia en el pie de página, (entre paréntesis aclaro a qué planeta se refiere): «El círculo formado por los bordes del peso más grande era de diferentes colores (la esfera de las estrellas fijas); el del octavo tomaba su color y su brillo del séptimo (la Luna y el Sol). El color de los círculos del segundo y del quinto era casi uno mismo, y tiraba mucho a amarillo (Saturno y Mercurio). El tercero era el más blanco de todos (Júpiter), el cuarto era un tanto rojo (Marte). El segundo, en fin, aventajaba en blancor al sexto (Venus). Todo el huso giraba sobre si mismo con movimiento uniforme, mientras que en el interior los siete pesos concéntricos se movían lentamente en dirección contraria»14. Por lo tanto, el hecho de que a Timeo le haga permanecer ignorante del orden en el que se encuentran los planetas superiores no parece motivado por algún tipo de ignorancia propia sino que habrá que achacarlo a otra intencionalidad. Con respecto a los planetas inferiores, como ya he dicho arriba, Platón mantiene el orden egipcio y se lo hace guardar a Timeo. En todo caso defiende su tesis y la pone en boca de un pitagórico como con la intención de que este, con su prestigio, avale su personal propuesta. Timeo sólo habla sobre el orden de los planetas inferiores, que son justo sobre aquellos sobre los cuales se plantea el conflicto ordinal egipcio-caldeo. Con respecto al orden de los planetas superiores, repito, Platón hace guardar a Timeo silencio o ignorancia por la sencilla razón de que no es relevante teniendo en cuenta que, en ambos ordenamientos, la secuencia es la misma. De hecho, en el sistema pitagórico y posteriormente en el ptolomeico15 —que son los que prevalecerán en el futuro— el orden en que son ubicados estos astros es el siguiente: Luna, Mercurio, Venus y Sol; más acorde con la realidad y sentido, si este sentido se establece como consecuencia de un planteamiento geocéntrico, claro. Además, Platón, por boca de Timeo, admite cierta dificultad para situar el orden de los restantes planetas y abandona el reto que le supone rematar el ordenamiento topológico16. Con respecto a la configuración cosmológica del Universo, Aristóteles (384-322 a.C.) asume sólo en parte los planteamientos pitagórico-platónicos, a pesar de haber asistido a la Academia de Arístocles17. Describe su imago mundi de una forma más escueta y más racional a como lo hace Platón, si esto se puede decir así. No comienza con preámbulos, mediante los cuales podría haber intentado introducir una imagen de la situación previa al mundo, tal y como ahora nos lo encontramos, es decir, se ahorra la Cosmogonía para ir directamente a la Cosmología. Para el filósofo, el Universo es ordenado y finito porque es imposible que lo que se mueve en círculo sea infinito; es coeterno en sus elementos constitutivos, los cuales ocupan el mismo lugar relativo desde el momento de su concepción18. Pero en lo que se refiere a la ordenación relativa de los astros con respecto a la Tierra, no se define19. De todas las figuras geométricas que podría haber adoptado el Universo para su contención, la esfera es la correcta pues sólo ella es la que está delimitada por una única superficie y es necesario que el Cielo tenga esta forma, por ser la más adecuada a su entidad y la primera por naturaleza20. Además, sin entrar en analizar su validez, hay que decir que Aristóteles plantea otra máxima que tiene el siguiente contenido: de todas las posibilidades disponibles, la Naturaleza siempre opta por la mejor, por ello, dado que el Universo tiene derecha e izquierda y movimiento, es mejor moverse con un movimiento simple e incesante (rotación) y hacia el lado más digno Francisco Sayáns Gómez 267 En el Renacimiento Copérnico elaboró un nuevo modelo, el heliocéntrico: el Sol y los planetas recuperan su posición. Esta representación está tomada de Harmonía Macroscópica, de Andrea Cellari, 1661. explicación que da sobre la combinación de esferas que generan el complejo movimiento de cada planeta se aparta del objetivo principal de este trabajo. Siendo evidente el movimiento de rotación del Universo, alrededor del eje definido por la posición de los polos y siendo la esfera la más idónea de las figuras geométricas para conseguir un movimiento sobre sí misma, está claro que la Naturaleza lo habrá hecho de esta forma22. Para Aristóteles, el Cosmos está constituido por varias esferas astróforas concéntricas en cada una de las cuales se aloja uno de los planetas y en esto no se distancia de la concepción pitagórico-platónica. La En cuanto al orden que ocupa cada uno de los astros inferiores, Aristóteles no aporta nada propio en particular y nos remite a los escritos de astronomía23. Si para Platón, el Universo se explicaba a través de una argumentación eminentemente geométrica (no olvidemos el lema de la Academia «No entre nadie ignorante en Geometría»), para Aristóteles, el sistema del Universo se ajusta adaptándose a la configuración geométrica que lo contiene pero, ésta, está regida por argumentos de base y contenido físicos. Insisto en que Aristóteles no nos descubre algo que resulte muy diferente a lo que había propuesto Platón, me refiero a la cosmología pitagórica fundamental que defiende a través del Timeo, cosmología que en cierto aspecto ya viene corregida por las aportaciones de los evolucionados de la escuela del de Samos. Incorporará bases conceptuales sobre cosmología, como ya he apuntado anteriormente, pero al ser sus aportaciones de mayor contenido físico que geométrico, tendrán una trascendencia particular y no muy significativa sobre los planisferios celestes que nos han F a (la derecha)21. Es por todo esto que tenemos un Universo que muestra una configuración esférica girando de forma uniforme y eterna en el sentido de la derecha (hacia). E L C O S M O S P R I M O R D I A L E N E L A LT O M E D I O E V O 268 llegado, especialmente aquellos antiguos y alto medievales. F a De formación inicialmente pitagórica, Eudoxo de Cnido (400-347 a.C.) evolucionó hacia planteamientos más personales fruto de su contacto con los astrónomos egipcios y de su paso por la Academia. Eudoxo es el que hace las aportaciones más relevantes para el conocimiento del Cosmos; no sólo aborda su estudio con mayor rigor científico que el empleado por otros, sino que lo hace con el objetivo de construir un corpus didáctico descriptivo del mismo. Tratará de dar un sentido físico-mecánico a los planteamientos especulativos de la Academia sobre la dinámica del Universo, y perseguirá la razón última de los movimientos que justifican los complejos desplazamientos planetarios que son observados. Eudoxo tuvo un discípulo llamado Polemarco que fue maestro de Calipo de Cízico (c. 330 a.C.). Cuando este último trabajaba en la mejora y perfeccionamiento del modelo de Eudoxo conoció en Atenas a Aristóteles, con quien completó una pareja de características parecidas a la que habían compuesto Platón y Eudoxo, me refiero al pensamiento especulativo conjuntado con la aportación de raíz empírica que lo pretende sostener. Toda esta concepción del Universo ordenado, del Cosmos, que es fundamental para entender el sentido circular en los planisferios planetarios, será la que se asentará como definitiva y válida, manteniéndose vigente hasta la edad moderna. No quiere decir esto que, a lo largo del período intermedio, no aparecieran otras propuestas diferentes, algunas más acordes con la verdadera disposición cosmológica que hoy conocemos y, también, más lejos del geocentrismo como teoría representativa de la ortodoxia cosmológica. Haberlas las hubo pero, en Francisco Solé. Francisco Sayáns Gómez A partir de principios del siglo II a.C., aproximadamente, los modelos vigentes para predecir el complejo movimiento de los planetas, basados en la participación de un gran número de esferas para cada astro, son abandonados y en su lugar se adopta el de sencillos movimientos combinados sobre círculos deferentes y epiciclos (homocéntricos y excéntricos). La idea parece que arranca con las aportaciones que Hiparco de Nicea (c. 150 a.C.) elaboró a partir del análisis del trabajo empírico de los astrónomos caldeos, los cuales suministraron datos concretos procedentes de observaciones astronómicas realizadas durante cientos de años y anotadas cuidadosamente en tablillas de arcilla. El trabajo de Hiparco sirvió de base al desarrollo que llevó a cabo Ptolomeo y culminó en su Almagesto. Esta nueva forma de concebir la cinemática astral que, traducida a imágenes y esquemas, podría haber influido en el desarrollo de una diferente iconográfica de los planisferios celestes medievales, no fue tenida en mucha consideración y algo tuvo que ver con esto su dificultad para ser comprendida por los científicos romanos del momento, los cuales habrían de ser los responsables de transmitir estos conocimientos a las futuras sociedades europeas. Los viejos conceptos heredados del mundo clásico griego serán los que, recogidos por los enciclopedistas tardo romanos- de lo que ya he adelantado algo sobre el papel de Calcidio- llegarán a la vieja Europa del siglo VIII. Veamos de qué manera. Tanto Cicerón 25 en su Sueño de Escipión (51 a.C.), como Macrobio (c. 385-450?) cuando analiza este trabajo26 y nos da las claves para su mejor comprensión, nos ponen en contacto directo con el pensamiento cosmológico de Platón y Aristóteles, de Pitágoras y Arato, de Gémino y Plinio, de tantos otros. Plinio27 (24-79 d.C.), especialmente en el Libro II de su Historia Natural, nos acerca al concepto cosmológico de la Grecia clásica y en el conjunto de su obra recoge el conocimiento general en un afán enciclopedista. Estos autores, con Vitrubio y otros muchos, son un ejemplo del trato que recibe el conocimiento griego en el seno de la cultura romana que la recibe asimila y transmite a las generaciones siguientes. Al acometer el estudio y la consideración del Universo, el monje cosmógrafo medieval pudo haberlo hecho desde un planteamiento en el que podrían estar presentes todos los elementos que lo integran representados por astros y constelaciones hasta otro enfoque más elemental y limitado a lo próximo que vendría exclusivamente representado por las ocho esferas astróforas y, en su expresión sintética, por los círculos correspondientes a las mismas. En todo caso, el resultado que obtuvo fue un planisferio celeste en el que estamos contemplando el Universo a través de una abstracción de menor o mayor grado. 269 En el mayor nivel de abstracción disponible y siguiendo las enseñanzas de Platón-Eudoxo, AristótelesCalipo y algunas de Hiparco, las consecuencias nos llevan a una representación del Universo en su más elemental expresión icónica, pero con su más ambicioso contenido universal. El primer concepto de la configuración del Universo, plasmado en una imagen representativa, debió de ser el que recogían los pitagóricos exclusivamente a base de círculos homocéntricos. Es más que posible que, en otras culturas anteriores a la griega, se debieron de dar desarrollos intelectuales y expresiones figurativas de sus conceptos particulares del Universo. Desconocemos si éstos tuvieron influencia sobre las estructuras de razón a partir de las cuales se desarrollaron los conceptos primordiales pitagóricos, que hemos adelantado a principio de este trabajo y de los que derivaron los planteamientos de Platón-Eudoxo que dieron pie a los de AristótelesCalipo y que acabaron constituyendo la fuente primera de la que se dedujeron las imágenes medievales del planisferio planetario europeo. Estas cartas celestes medievales, con una serie de círculos a veces todos ellos homocéntricos a veces con algunos homocéntricos y otros discéntricos, las denominaremos planetario, si su pretensión es la de representar la disposición de los planetas configurando un todo icónico. En estos planetarios, los círculos representan una abstracción del concepto de las esferas, en las que se encuentran situados los diferentes planetas que fueron los siguientes: La Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno. El planetario, como imagen representativa de esta configuración del Universo F a cada momento y circunstancia de su aparición, los argumentos que las sostenían fueron rebatidos con eficacia por eruditos y especialistas, de manera que las nuevas cosmovisiones de cada momento, acabaron siendo rechazadas por heterodoxas. Como ejemplo significativo, contrario a la disposición aceptada que contempla a la Tierra en el centro del Universo y fija, tenemos a Autólico de Pítane (360-290 a.C.), que criticó la teoría de las esferas homocéntricas; y a Aristarco de Samos (310-230 a.C.), que en su obra Sobre los tamaños y distancias del Sol y la Luna, fue pionero en plantear el sistema heliocéntrico24. Esta heterodoxa interpretación sobre la disposición del Cosmos y su configuración, aunque no fue frecuente, tuvo alguna resonancia. E L C O S M O S P R I M O R D I A L E N E L A LT O M E D I O E V O 270 expresado en la forma más sencilla generalmente aceptada a partir de las propuestas pitagóricas corregidas, representa la ordenación del Universo de la siguiente forma: en el centro del mismo, inamovible, la Tierra. Con el mismo centro de ella, los siete círculos o esferas proyectadas, cada una alojando a uno de los planetas referidos. F a De esta forma, tendríamos la configuración más elemental de un planetario. No es muy frecuente encontrarlo así, pues, en la mayoría de los casos, se incorpora una octava esfera de mayor radio que es la que contiene a las estrellas fijas y sobre la cual se proyecta el movimiento de los erráticos. El planetario que no trae la esfera de las estrellas fijas suele estar concebido con una intencionalidad concreta, a veces evidente y otras no tanto. Cuando sólo pretende ser un planisferio celeste en su más sencilla expresión, los planetas en los diferentes círculos suelen aparecer alineados sobre un mismo radio. Para identificar a cada planeta disponemos de tres procedimientos que, a veces, resultan redundantes pues se muestran simultáneamente presentes en la carta cósmica. En primer lugar, el objeto astral se identifica por el orden de su círculo respectivo, lo que exige el conocimiento previo del tipo al que pertenece el planisferio, en tanto éste se relaciona con la disposición en que se ordenan los planetas inferiores. En segundo lugar, la identificación viene sugerida por la figura del planeta correspondiente pues, normalmente, suele incorporar alguna característica formal o algún atributo que cumple con esta función. En tercer lugar, la clave es evidente pues se trata de la presencia explícita del nombre del planeta sobre el círculo en que se sitúa. El espacio topológico en los planetarios no tiene una significación de importancia tal y como tiene en los planisferios constelares y en otras representaciones más complejas del Cosmos28. Realmente, este espacio queda definido por el lugar que ocupa cada astro y es excluyente de manera que un espacio ocupado por uno en concreto, no puede ser ocupado al mismo tiempo por otro, de forma que lo puedan compartir. No existe vecindad ni contacto entre los espacios inmediatos, por lo que no puede darse el caso de influencia o confusión entre los mismos. El espacio geométrico donde tiene existencia un cuerpo celeste no tiene continuidad, es o no es; en cierta manera, la distribución de estos espacios obedecen a un modelo de reparto cuantificado del Universo disponible. Por otro lado, cosa que tiene unos efectos muy importantes, la posición del cuerpo celeste dentro del lugar geométrico correspondiente es flexible. En todo este lugar el cuerpo mantiene el mismo sentido y significado por lo que, gráficamente representado, el planeta podría estar en cualquier punto del mismo sin perder un ápice de su identidad; el lugar da identidad al planeta. ¿Qué es, entonces, lo que el autor pretende aportar al planisferio cuando la posición del astro varía con respecto a la que le correspondería en una distribución de posiciones que podríamos aceptar como canónica? Creo que lo que se añade, en la mayoría de los casos, es una intencionalidad de contenido informativo. El Sol se mueve arrastrado por su esfera que le porta, interior al firmamento de las estrellas fijas. Describe su círculo a una velocidad uniforme; sin embargo, los griegos antiguos confirmaron que no empleaba el mismo tiempo en pasar por las diferentes casas del Zodíaco, situadas en la esfera de las estrellas fijas. Gémino (80-10 a.C.), como intérprete de Arato, jugó un papel importante en la transmisión del conocimiento griego al mundo romano de la cultura y explicó esta aparente anomalía dando por sentado que el círculo por el que se desplaza el Sol es excéntrico del círculo del firmamento de las estrellas fijas29. Un ejemplo del planisferio planetario sencillo es aquél en el que los astros próximos aparecen ordenados, ocupando cada uno de ellos Representación de las órbitas de los cinco planetas más cercanos al sol: Mercurio, Venus, Tierra, Marte y Júpiter. Hasta el siglo XVIII, el hombre sólo conocía estos planetas y Saturno. Francisco Sayáns Gómez 271 Álvaro Sánchez. El planisferio planetario de la figura inmediata anterior pertenece al llamado Códice de Metz del siglo IX que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid con el número de signatura ms. 3307. Su contenido se limita a los planetas y no tiene un círculo-esfera para las estrellas. Con respecto a su tipología, tal y como advertía en un párrafo anterior, este planetario correspondería al tipo que contiene una triple forma de identificación ya que, los círculos ordenados de dentro a fuera a distancias mantenidas, tienen sobre ellos no sólo un pequeño disco que bastaría para identificar al planeta correspondiente sino, además, una figura alegórica dentro de un medallón, figura que incorpora un elemento de identidad que se corresponde con el planeta. Por si esto no fuera suficiente, sobre el círculo, dejando la figura en el centro de la palabra, explícitamente viene escrito el nombre del planeta. La redundancia no puede ser más completa. Un nivel que podríamos suponer iconográficamente por encima del anterior, sería el de aquel planetario que incluyera un lugar para la esfera de las estrellas fijas, el signifer. Este es el caso del planisferio que se reproduce a continuación y también pertenece al mismo Códice de Metz. Aquí, la carta planetaria también es sencilla, si cabe; podría parecer algo más sencilla que la anterior, ya que han desaparecido los medallones con las figuras simbólicas que contribuían a identificar a cada uno de los planetas. Comprobamos que, al igual que en la anterior, los planetas se ubican a lo largo de un mismo radio indefinido, situado en la posición de arriba abajo de la figura con el objeto de facilitar la escritura de los nombres de los planetas y sin ninguna otra intencionalidad. Sin embargo, el concepto del Universo que pretende ser recogido en este planisferio es mucho más complejo y completo que el contenido en el anteriormente representado y no sólo porque aquí se haya dispuesto una esfera adicional para albergar a las estrellas fijas (signifer). Observando con cuidado, no podemos pasar por alto el hecho de que las distancias entre los distintos círculos planetarios no son uniformes y que, en el radio opuesto al de los planetas, se haya colocado una serie de palabras de contenido musical. El diseñador mantiene el ordenamiento caldeo pitagórico, pero además rompe la equidistancia entre las esferas disponiéndolas a tramos proporcionales al ordenamiento musical con el que Pitágoras nos explica la Sinfonía de las Esferas Celestes. Después de Anaximandro (611-546 a. C.), que debe considerarse como el pionero en ello, Pitágoras dedicó sus esfuerzos a la estimación de las distancias celestes, aportando argumentos que permitían cierto grado de compatibilidad con su teoría sobre la armonía de las esferas30. En su libro Historia Natural, Plinio trata el tema de las distancias entre los astros y lo hace inmediatamente antes de abordar el de la armonía de los cuerpos celestes. Según éste, Pitágoras determinó la distancia entre la Tierra y la Luna e hizo de esta distancia el patrón para calcular a qué otra distancia se situaría el resto de los astros31. A esta distancia calculada, Pitágoras asoció el tono de F a su esfera-círculo correspondiente. El tipo más simple es en el que se ha hecho caso omiso de la esfera de las estrellas fijas y, estrictamente, se ha procedido a presentar a los planetas en una secuencia canónica, siempre con la Tierra ocupando el centro de la figura. Esta concepción puede interpretarse como rigurosamente pitagórica, una vez que se ha tenido en cuenta las correcciones aportadas por los propios miembros de la escuela y de las que nos hemos hecho eco arriba. E L C O S M O S P R I M O R D I A L E N E L A LT O M E D I O E V O 272 la escala musical celestial; después, desde la Luna a Mercurio al igual que de éste a Venus, un semitono a cada; después, de este último al Sol tono y medio; luego, desde éste a Marte, un tono; de éste a Júpiter igual que desde éste a Saturno, un semitono a cada; de Saturno al Zodíaco, un tono y medio32. «De este modo, se cumple con siete tonos la que denominan diapasón harmonía, o sea, la armonía universal». F a Procede, ahora, el estudio de otro planisferio planetario muy sustancial. Aunque de sencilla configuración, es de contenido e intencionalidad muy elevados. Este planisferio que llamamos Esencial, pretende representar no sólo el ordenamiento de los cuerpos celestes sino, además, el esquema seguido por el demiurgo para establecer este orden cuando creó el Universo. La formación del alma del mismo se llevó a cabo siguiendo la pauta que explica Timeo a Sócrates en el Diálogo que Platón transcribe y de la que he hablado antes. Es la constitución de esta alma, a partir de las sabias proporciones extraídas del todo, lo que permite al demiurgo configurar su estructura dual que contiene los números fundamentales de la esencia33. En su obra, Calcidio interpreta que existe una correspondencia entre las posiciones de los planetas y cada uno de los cardinales resultantes de la constitución del alma del Universo. La unidad de medida, la primera porción del todo, corresponde a la distancia entre la Tierra y la Luna. La segunda porción, doble de la primera, a la que hay entre la Luna y el Sol. El triplo de la unidad, que es la tercera distancia, corresponde a aquella en que se encuentra Venus y así sigue con la interpretación hasta llegar a la última porción equivalente a 27 veces la unidad de medida, que corresponde al lugar ocupado por Saturno34. Esta asociación calcidiana, de lugar y distancia de los distintos planetas con los cardinales del alma del Universo platónico, que resulta en el esquema de planisferio que se reproduce en su Comentario, no debió de calar en el pensamiento cristiano medieval dado que no aparece reproducido en los manuscritos correspondientes. La que sí gozó de total aceptación fue la propuesta de Plinio para el planisferio musical, en el que se guardan las distancias de acuerdo con las armonías musicales correspondientes. sea así en la realidad y mantiene que no se produce sonido alguno. Aristóteles acepta que todas las cosas que se desplazan producen ruido, pero, si el elemento se mueve transportado por el fluido que le rodea, entonces no se produce ruido alguno y pone el ejemplo de un barco que es arrastrado por la corriente de un río identificándolo con los astros en las esferas que flotan en el éter imponderable36. Está claro que no fueron las teorías de Aristóteles las que contribuyeron al desarrollo de los planisferios esenciales. Con respecto al orden de los planetas interiores, Calcidio reconoce que algunos pitagóricos mantienen el orden que de dentro a fuera es el que sigue: Tierra, Luna, Mercurio, Venus y Sol35. Achaca esta propuesta a que los pitagóricos ponen al Sol en posición intermedia de los otros planetas con la intención de que ocupe el lugar preferente y superior atribuible en el cuerpo humano al corazón. Se trata de una ubicación simbólica, conforme al papel que el Sol desempeña en el Universo ordenado, pero lejos del lugar verdadero que ocupa, tal y como propone Platón. Cicerón nos traslada la sensación que experimenta Escipión cuando se recupera de contemplar el maravilloso espectáculo de las esferas celestes y del orden en el que están situados los astros, que le había dejado estupefacto. «¿Qué es esto?, ¿Qué ruido es este tan grandioso y suave que llena mis oídos?», «Es el sonido que se produce por el impulso y movimiento de las órbitas, compuestas de intervalos desiguales, pero armonizados, y que, templando los tonos agudos con los graves, produce equilibradamente armonías varias»37. Macrobio interpreta a Cicerón en su Comentario perfilando lo dicho por él y al tratar de acercarlo más a Platón, altera sus palabras que según él, son «¿Qué es ese sonido tan sublime y armonioso que embriaga mis oídos?», preguntó. «Ese» —contestó mi abuelo— «es un sonido entrecortado a intervalos desiguales pero no obstante cuidadosamente proporcionados, causado por el impulso y movimiento de las propias esferas»38. Establecida la relación con el número, al recuperar la relación con la armonía musical de las esferas, se restablece la íntima dependencia de número y música en la definición de las posiciones relativas de los cuerpos celestes en el espacio del Universo. Refiriéndose a los pitagóricos, Aristóteles asegura que la afirmación de que se produce una armonía de los astros como consecuencia de su traslación y que los sonidos producidos por los mismos forman un acorde, no se corresponde con la realidad. No sin lo que parece cierta ironía, reconoce que el argumento de ellos «suenan bien y melodiosamente» (sic), pero rechaza que esto Algún planisferio planetario incorpora también una banda zodiacal en la corona circular exterior del esquema; cuando esto es así, la banda actúa en cierta forma como sustituta del círculo de las estrellas fijas. No hemos encontrado, hasta el momento, cartas celestes altomedievales en las que estén Francisco Sayáns Gómez Macrobio, ya en el siglo V. d.C., describe el marco soporte que servirá de modelo para la mayor parte de los planetarios de este tipo y que, dadas sus características particulares, permite identificarlos fácilmente como de esta influencia39. Lo primero que hace es definir los doce espacios del zodíaco; luego, con los doce radios hasta el centro donde descansa la Tierra y que cortan a las siete órbitas previamente trazadas, define los espacios topológicos restantes de la carta celeste. Macrobio asigna una letra a cada extremo de cada casa zodiacal y facilita con todo esto su identificación original. El planisferio del siglo IX, que aquí traemos, es un ejemplo riguroso de los que podemos llamar macrobianos, se conserva en la Burgerbibliothek Bern en el Cod. 347, f. 9r. Cuando los planetas vienen dispuestos linealmente, bajo un solo signo zodiacal, con mucha frecuencia suele ocurrir que esto tenga lugar bajo el signo de Aries, con éste situado en la parte superior del esquema astronómico. La razón principal es la posición preferente que Aries ocupaba en el momento del nacimiento del mundo40 y es el orden que sugiere Macrobio para la disposición del marco continente del planisferio, con la letra A en la parte superior. A pesar de estas claras y justificadas preeminencias, en algún caso, la disposición aparece realizada bajo otro signo. Macrobio, conviene volver sobre ello, presenta en su libro los dos ordenamientos planetarios fundamentales41 sin tomar un partido claro y decidido por uno de ellos. Resalta la falta de coincidencia existente entre Cicerón y Platón pues, mientras éste propone el ordenamiento egipcio aquél se decanta por el caldeo42. En la mayor parte de los planetarios de este tipo, el orden descrito se presenta según la regulación caldea, respetada por Plinio y la mayor parte de los astrónomos. Los planetas vienen colocados en los espacios topológicos definidos por los dos radios del signo que los cobija, de Saturno a la Luna, de fuera a dentro. Sin duda, la disposición que hemos venido viendo como habitual en los conceptos más elementales de planisferios alto medievales, tiene un aspecto rígidamente estereotipado. De una estética visual poco atractiva. Parece como si se pretendiese dar una información didáctica del orden cósmico en su más sencilla expresión. Tanto el conjunto de los planetas como el conjunto de las constelaciones zodiacales permanecen alejados e indiferentes, ajenos el uno al otro, sin comunicación alguna entre ellos. Macrobio da razones que explican por qué los planetas se desplazan en el Zodíaco. Éstos no se pasean entre las estrellas que componen los distintos signos del mismo, sino que su movimiento se proyecta sobre el fondo que ocupan aclarando, de esta manera, la configuración espacial cosmológica43. Según él, en el momento de la creación del Universo, los planetas estaban ocupando una posición determinada 273 Platón. que se correspondía con la influencia a la que cada uno de ellos quedaba sometido para en adelante, es decir, cada astro, al estar inmerso en una casa concreta del Zodíaco tomaba una personalidad afín con el significado intrínseco de la constelación que lo albergaba. Había, por tanto, una posición de partida. Parecería razonable dar por sentado que esta disposición primordial que nos comenta Macrobio, por la importancia y significación del hecho al que se refiere viniera a ser profusamente reproducida en los planisferios planetarios medievales que nos han llegado, pero no son muy frecuentes44. Frente a la disposición lineal radial, Macrobio propone una variante que incorpora un cierto nivel de complicación pues abandona esa alineación y distribuye a los planetas formando una espiral. Una aproximación personal al porqué de esta disposición la podríamos encontrar a partir de lo que recojo en la nota F a representadas simultáneamente el círculo de las estrellas fijas y el zodiaco; creemos que es porque éste forma parte de aquél. Me refiero a este grupo de planisferios sencillos, pues en otro tipo de planisferios planetarios complejos tales como los que he estudiado en otros lugares, sí se puede dar. E L C O S M O S P R I M O R D I A L E N E L A LT O M E D I O E V O 274 pie de página anterior. Macrobio era un fervoroso admirador de Arquímedes (287-212 a.C.) y no es de extrañar que tratara de manifestar este sentimiento incorporando en su exposición una evocación de este a través de su figura más emblemática y bella, la espiral. Aunque esto es solo una conjetura, el hecho queda ahí para ser analizado. En su carta a Dositeo, Arquímedes le explica su propuesta sobre la espiral y de qué forma se genera esta fascinante figura geométrica45. En este caso, el diseñador medieval del planisferio recoge el parto del mundo, quiero decir, la configuración que el Universo presentaba en el momento álgido de su creación, según nos lo explica detalladamente Macrobio46. F a El planisferio que es objeto del comentario anterior pertenece a un manuscrito del siglo XI en el que se han detectado influencias que podrían clasificarle como de origen alemán; se conserva en la London British Library, formando parte del Ms. Harley 2772, en el f.61v. Observándolo con detenimiento, se puede comprobar que los círculos han sido realizados con plantilla, como era habitual en los talleres de reproducción de los scriptoria. Por otro lado, el reparto de las casas zodiacales parece realizado con buena mano y poco sentido, ya que el calígrafo copista no siguió rigurosamente el procedimiento macrobiano tal como se propone en el capítulo xxi, 3/7 de su Comentario. «Coloca las siete órbitas» planetarias, cosa que realiza muy rigurosamente con las plantillas correspondientes. «Divide el zodíaco en doce partes iguales», cosa que no llevó a cabo con demasiada precisión. El primer cuadrante lo repartió bastante acertadamente, pero en el reparto del segundo y tercero se excedió, de manera que para el cuarto ya no le quedaba espacio disponible. Después le fue poniendo las letras macrobianas en la cabecera de cada signo zodiacal. Es un trabajo mal realizado que remata dibujando los radios hasta las letras separadoras de las casas zodiacales a mano alzada, de manera trémula y chapucera. El resultado, técnicamente hablando, es malo pues, además, al acabar de disponer los signos zodiacales y ver que en el cuarto cuadrante ya no le queda espacio para colocar a Capricornio, Acuario y Piscis (cada uno de ello en un sector de corona circular de 30º, como hubiera sido de rigor), se pone nervioso y se equivoca intercambiando el orden entre Acuario y Piscis. No percibe el error, pues de haberlo hecho podría haber raspado y corregido; lo deja tal y como lo ha realizado equivocadamente. Por la poca atención puesta, esto me lleva a pensar que, tal vez, no se tratara de un ejemplar para la biblioteca del scriptorium sino de un documento para ser remitido a otro tercero. Este tipo de errores son muy relevantes y nos ayudan a definir los orígenes de un planisferio, cuando los vemos repetidos en otros. Generalmente, el nivel de conocimiento del monasterio al que pertenecía el scriptorium que comete el error es más elevado que aquél en el que se va a reproducir posteriormente. Veamos un caso perteneciente a la misma tipología de planisferio, pero notablemente diferente en cuanto no encierra la intencionalidad de mostrar alguna significación en la relación planeta-signo zodiacal. La figura procede del Libro de la Esfera de Joannis Sacrobosco47; en ella, Aries y Piscis ocupan la parte inferior de la figura. Es como si su presentación fuera consecuencia de un giro de 180º con respecto a lo que habríamos considerado antes como su posición canónica. Dado que el Zodíaco, como el resto de las constelaciones, permanece fijo en la esfera de las estrellas, los planetas se desplazan a lo largo del mismo. Tal y como se ha dispuesto el orden creciente de la espiral, el sentido de avance del conjunto de los planetas coincide con el de crecimiento de la espiral. La Luna ocupa la posición superior y coincide con la línea Aries a Libra, pero su posición en Libra nada tiene de significativo. Cada planeta —manteniéndose en su órbita— se desplaza un ángulo de 45º produciéndose como resultado esta espiral de Arquímedes. Francisco Sayáns Gómez 275 Como ya avancé arriba, este planetario de Sacrobosco, esta forma de concebir el Universo, admite la presencia de la esfera de las estrellas fijas además de la banda zodiacal. Asimismo, hay algo de gran importancia que sólo se explica gracias a que se trata de un planisferio del siglo XIII de influencia ptolomeica. Como se puede apreciar, el Zodiaco viene doblemente representado: exteriormente por un conjunto de figuras canónicas e interiormente por un conjunto de símbolos esquemáticos representativos de las mismas, una introducción tardía, como corresponde a un planisferio de ese siglo. Si observamos con detenimiento ambos zodíacos, comprobaremos que el interior está desplazado un pequeño arco en el sentido de avance del tiempo. Veamos que intencionalidad encierra esta representación. En primer lugar, es importante reconocer que aunque ambas bandas se pueden considerar como estrictamente zodiacales, hay una diferencia entre los signos y las figuras de las constelaciones que llevan su correspondiente nombre. La misma diferencia que pudiera haber entre el concepto y el símbolo que representa este concepto. A partir del equinoccio vernal y hacia el Este, la primera casa zodiacal o espacio estelar sobre el desarrollo de la eclíptica con un ancho de 30º, se llama signo de Aries. El siguiente espacio, de la misma anchura, se llama signo de Taurus. El que le sigue signo de Gémini y así sucesivamente, tal y como conocemos. En los comienzos de la historia conocida de F a Francisco Solé. Saber leer, nº 137. E L C O S M O S P R I M O R D I A L E N E L A LT O M E D I O E V O F a 276 la cosmología, en tierras caldeas, estas casas zodiacales no tenían sus dimensiones definidas de forma igualitaria sino que los espacios eran unos mayores que otros y se identificaban por la constelación que se alojaba, respectivamente, en los mismos. Así, si se decía que un planeta se encontraba en Gémini quería significar que su imagen recorría, en ese momento, el fondo de las estrellas que configuraban esa constelación en concreto. En un momento de la historia de la cosmología48, el observador astronómico descubrió que un punto determinado del espacio celeste se desplazaba dentro del mismo alterando, en cierto modo, el principio que gobierna el comportamiento dinámico de las estrellas fijas. Es un desplazamiento sólo perceptible en el largo plazo, pero es un movimiento que afecta a todas las estrellas del firmamento, en su conjunto. La forma de representar este desplazamiento se materializó principalmente sobre aquellas estrellas cuya posición relativa es bien conocida, el zodíaco. El observador comprobó que las que configuran la constelación de Aries, las de Tauro, las de Gémini y las de las demás constelaciones se movían en una lenta revolución desde el Oeste hacia el Este, a lo largo de un círculo paralelo al plano en el que tenía lugar el movimiento del Sol. Este movimiento era uniforme y de 1º cada 72 años; alrededor del eje de la eclíptica de manera que, en las coordenadas de este sistema, las latitudes de las estrellas permanecían inalterables mientras las longitudes aumentaban a razón de 50’’ por año. En coordenadas ecuatoriales, por razón de la precesión, la ascensión recta de una estrella varía a una tasa de cambio que depende de su situación en el firmamento, mientras que su declinación toma valores crecientes de forma paulatina. Consecuencia de ello es que la constelación Orión fuera clasificada como netamente austral en la antigüedad49, mientras hoy en día se encuentra atravesando el ecuador celeste. En algunos planisferios tardo medievales de influencia ptolomeica50 se hace notar con la presencia de dos bandas exteriores concéntricas. En una de ellas, se sitúan las constelaciones zodiacales y en la interior los signos simbólicos que las identifican. Una con respecto a la otra se muestran desplazadas rompiendo su correspondencia. Esta representación iconográfica tiene la intencionalidad de aportar un conocimiento explícito sobre el fenómeno astronómico del que acabo de hablar, el movimiento de precesión. Hace dos mil años, el punto del equinoccio vernal tenía lugar en la constelación de Aries mientras en la actualidad este punto se ha desplazado de manera que se encuentra en la constelación de Piscis. Hiparco descubrió el movimiento de precesión al comparar los datos de una observación propia de la estrella Spica con los que había obtenido previamente Timo Charis. Estos datos mostraban un desplazamiento en la longitud de la estrella. La explicación que he dado es una aproximación al fenómeno que, descubierto en el siglo II a.C., sólo con la ayuda de la teoría de la gravitación universal de Newton pudo ser explicado satisfactoriamente en el siglo XVII51. romanos y, finalmente, recuperado por los artífices del renacimiento carolingio. La elementalidad en la forma es intencionada, busca la expresión más sencilla capaz de trasladar el todo. Junto con estos esquemas minimalistas conviven, en los mismos manuscritos, complejos y elaboradísimos planisferios planetarios, zodiacales y constelares, en los que las soluciones aportadas para la representación de las figuras catasterizadas por Eratóstenes52 que, ocupando la esfera celeste se abaten sobre el plano mediante proyecciones estereoscópicas, mostrando los conocimientos en proyectiva que arrancando, otra vez, con Hiparco permitieron el diseño y construcción del astrolabio. Con él, el Universo se empezó a ver de otra manera. Notas 1 El excerptum era un compendio o una selección de asuntos relacionados con el tema, solía contener la descripción de las constelaciones, muy frecuentemente según los catasterismos de Eratóstenes con dibujos de las figuras alegóricas correspondientes y algunos esquemas representativos de la disposición del Universo. 2 Concepto pitagórico que recoge la forma en la que el Universo se dispone y ordena. 3 Pitágoras, vivió en Egipto durante más de veinte años. Parece ser que estaba en Tebas cuando se produjo la invasión de los persas al mando de Cambises, hijo de Ciro II, que tuvo lugar en 525 a.C.. Aproximadamente en 523 a.C., viajó al centro del poder político del imperio persa, Babilonia y en contra de algunos supuestos no debió de hacerlo forzado por los ocupantes sino de forma voluntaria. Allí permanecería unos años, muy posiblemente hasta la muerte de Cambises o, como mucho, solo durante los primeros años del reinado de Darío I, esto nos sitúa alrededor de 520 a.C., que es cuando decide regresar a Samos. Al llegar a su ciudad, tenía alrededor de cincuenta años de edad aunque Jámblico afirma que ya tenía cincuenta y seis. Se en- Estas son las formas esenciales adoptadas por los diseñadores cosmográficos altomedievales europeos para la representación esquemática del concepto del Cosmos. Son esquemas que encierran la máxima abstracción posible, el contenido neto mínimo del complejo concepto generado por los antiguos caldeos, sintetizado por los clásicos griegos, interpretado por los prácticos tiende que entre los pitagóricos tuviera mayor aceptación el ordenamiento caldeo de los cuerpos celestes frente al egipcio que era el más aceptado en Grecia, en los tiempos inmediatamente anteriores y posteriores a Platón. 4 Rioja Ana y Javier Ordoñez. Teorías del Universo, edit. Síntesis p. 32. 5 Aristóteles. Acerca del Cielo ed. Gredos, Libro II 293a 20-25 «Pero los llamados pitagóricos, de Italia, se manifiestan en contra: en efecto, afirman que en el centro hay fuego y que la Tierra, que es uno de los astros, al desplazarse en círculo alrededor del centro produce la noche y el día. Además postulan otra tierra opuesta a esta, que designan con el nombre de antitierra, no buscando argumentos y causas conformes a las apariencias, sino forzando las apariencias e intentando compaginarlas con ciertos argumentos y opiniones suyos». Francisco Sayáns Gómez (2004) ed. Síntesis pg 32. 7 Jámblico. Vida Pitagórica, ed. Gredos 199. 26 Macrobio, Ambrosius Theodosius. Comentario al Sueño de Escipión de Cicerón. (2006) ed. Gredos. 27 Plinio. Historia Natural.(1995) ed. Gredos, Libro II signos del Zodíaco, el triple». 32 Ibidem. Libro II, 84. 33 Calcidio. Commentario al Timeo di Platone. (2003) ed. 8 Platón. Diálogo Timeo, edit. Porrúa-Mexico, p. 318 28 Que son estudiadas con detalle en el desarrollo de mi R.C.S. Libri S.p.A. Milano, XXXII, «In hac forma uirium «Asignó la superioridad al movimiento de lo mismo y tesis doctoral sobre «La Imagen del Cielo. Iconografía animae tamquam e speculo simulacrum resultat [tab. de lo semejante al no dividirlo; al contrario, dividió en del Planisferio en la Alta Edad Media» 9 7]». seis partes el movimiento interior e hizo así siete círcu- 29 Gémino, Introducción a Fenómenos de Arato, (1993) 34 Ibidem. XCVI «…, sextam triplam tertiae, id est regio- los desiguales, de los que unos siguen la progresión de edit. Gredos, I 36, p.187 «Por lo cual, en buena lógica, nem seu circulum louis, septem porro et uiginti par- los dobles y otros la de los triples, de manera que cada el Sol al desplazarse a velocidad constante sobre su progresión tenga tres intervalos. A estos círculos les propio círculo, recorre arcos desiguales en tiempos 35 Ibidem. LXXII. dio movimientos contrarios y quiso que tres de entre desiguales y describe el arco mayor en un tiempo más 36 Aristóteles. Acerca del Cielo. (1996) ed. Gredos, Libro ellos marcharan con una misma velocidad y los otros extenso y el menor en un tiempo más breve». De he- cuatro con velocidades diferentes entre si y de la de cho, Gemino solo hace una aproximación al verdadero los otros tres, todos con medida y armonía». movimiento del Sol pues este no se mueve a lo largo Calcidio (c. 350-395 d.C.), posible hispano romano de un círculo y sí, como si se desplazara a lo largo de que fue diácono con el obispo Osio de Córdoba. Otros una espiral cuya proyección, sí sería el circulo que lo identifican con un alto funcionario imperial en Milán comenta. a finales del siglo IV. tium Saturni nouissimam sectionem». II 291a, 10-15. 37 Cicerón. Sobre la República. (1984) ed. Gredos, Libro VI, 18(5),18. 38 Macrobio. Comentario al Sueño de Escisión de Cicerón. (2006) ed. Gredos Libro II, 2-21. 39 Macrobio. Comentario al Sueño de Escipión de 30 Ciertamente, la disposición de los astros en el sistema Cicerón, (2006) ed. Gredos, Libro I, xxi, 3-7 «Sea el zo- 10 Calcidio. Comentario al Timeo de Platón. (2003) ed. solar se ajusta a una ley que define el lugar ocupado díaco un círculo, designado por A; en su interior coloca R.C.S. Libri S.p.A. Milano, XXXII, «In hac forma uirium por cada planeta, Pitágoras tuvo un golpe de intuición las otras siete órbitas; a partir de A, divide el zodíaco animae tamquam e speculo simulacrum resultat.» de gran calidad. En 1772, el director del Observatorio en doce partes fijando sucesivas marcas y asígnales 11Isidoro de Sevilla. Etimologías. (2004) ed. BAC, Acerca de Berlín, Johann Elert Bode estableció una relación las letras siguientes. Adjudica el espacio comprendido de la matemática, 67 y 69.«Algunos astros se llaman entre el número relativo de orden que ocupa, de dentro entre A y B a Aries; el espacio entre B y C, a Tauro; el planetas, es decir, erráticos porque discurren por el a afuera, cada planeta solar con su respectiva distancia espacio entre C y D, a Géminis; el siguiente, a Cáncer; firmamento con distinta movilidad». «El retroceso y al Sol. El descubrimiento ya lo había hecho seis años regresión de los astros consiste en que un astro, man- antes Johann Daniel Titius pero Bode tuvo la habilidad 40 Ibidem., Libro I, xxi, 24. «Dicen, en efecto, que durante teniendo su movimiento, da la impresión de que se la picardía o la suerte de atribuírselo con anticipación el parto del mundo, Aries, como hemos dicho, ocupaba mueve hacia atrás». Aunque, rigurosamente hablando y, por ello, esta ley se conoce con su nombre, la ley de en el contexto de este trabajo, los planetas son los Bode. En los últimos tiempos, en honor a la justicia, se siete cuerpos celestes que comentamos. va imponiendo la denominación de ley de Titius-Bode 12 Los pitagóricos situaban a Mercurio y a Venus por debajo del Sol, de manera que el orden por ellos pro- de forma que, de una u otra manera, se puede conocer este extraordinario descubrimiento. y así sucesivamente.». el centro del cielo». 41 Me refiero a los que muestran diferente orden en los planetas inferiores. 42 Macrobio. Comentario al Sueño de Escipión de Cicerón, (2006) ed. Gredos, Libro I, xix,2 «Con Cicerón puesto era el siguiente: Luna Mercurio, Venus, Sol, La expresión matemática que define esta ley, al igual que concuerdan Arquímedes y el sistema de los Caldeos; Marte Júpiter y Saturno. Es el llamado orden caldeo y sucede con otras leyes de importante relevancia en la Platón, por su parte, siguió a los egipcios…». Obsérvese el que se consolidará entre los griegos a partir del siglo configuración del Cosmos, resulta de gran sencillez. como Macrobio solo trae como apoyo de Cicerón a II a.C.. Es la siguiente: a = n + 4/10. En esta expresión, a Arquímedes. 13 Platón, Timeo, edit. Porrúa-Mexico, p. 320 «Si se pre- representa el semieje mayor de la órbita del planeta tendiera exponer donde puso Dios a los otros astros, (en el momento del descubrimiento de la ley ya estaba ocuparía esta digresión más sitio que el sujeto mismo. asumido que los planetas describían órbitas elípticas), 44Ibidem. Libro I-21, 24 «Dicen, en efecto, que durante Si llegamos a encontrar momentos de ocio los emplea- pero para los efectos prácticos de nuestro trabajo y el parto del mundo, Aries, como hemos dicho, ocupa- remos tratando de este asunto con la extensión que teniendo en cuenta el valor tan alto que tienen sus ba el centro del cielo justo a la hora del nacimiento merece». excentricidades respectivas bien podemos considerar del mundo, en tanto que Cáncer portaba la Luna. El estas elipses como círculos. Por ello, a lo considera- Sol apareció luego en Leo, Virgo con Mercurio, Libra mos como el radio del círculo de la esfera que aloja al con Venus; Marte estaba en Escorpio, Júpiter ocupaba 14 Platón. La República, (2001) ed. Porrúa-Mexico, num 13B p.241. 15 En mi opinión, debemos de usar este modo adjetival planeta correspondiente n. Así, tendremos la siguiente 43Macrobio.Comentario al Sueño de Escipión, ed. Gredos Libro I-21, 1-5. Sagitario, Saturno se desplazaba por Capricornio». para referirnos a lo relacionado con Ptolomeo, es su serie de valores para a: 0,4; 0,7; 1,0; 1,6; 2,8; 5,2. derivación natural en castellano. Está muy extendi- Con esta ley, conocemos la distancia al Sol del lugar ed. Dover Publications Inc., Mineola New York. En la p. do el uso de la palabra ptolemaico pero esto es una geométrico en el que se mueve el planeta correspon- 151, reproduce la citada carta en la que Arquímedes, cursilada arrastrada de las traducciones inglesas en diente. Como distancia de referencia y valor unitario dice «If a straight line of which one extremity remains cuya lengua Ptolomeo se escribe Ptolemy y el adjetivo se tomó la existente entre la Tierra y nuestra estrella fixed be made to revolve at a uniform rate in a plane quedaría en ptolemaic. por lo que los números anteriores corresponderían until it returns to the position from which it started, 16Platón, Diálogo Timeo, edit. Porrúa-Mexico, pag. 320 en Unidades Astronómicas (U.A.,la distancia entre la and if, at the same time as the straight line revolves, «Si se pretendiera exponer donde puso Dios a los otros Tierra y el Sol) a las correspondientes desde el Sol a point move at a uniform rate along the straight line, astros, ocuparía esta digresión más sitio que el sujeto hasta Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. starting from the fixed extremity, the point will descri- mismo. Si llegamos a encontrar momentos de ocio los Aquí es donde dejo esta correspondencia y relación emplearemos tratando de este asunto con la extensión porque es hasta aquí hasta donde nos importa en el 45 Heath T.L.. The Works of Archimedes, (1897-2002), que merece». ámbito de nuestro estudio, es conocido que el ajuste be a spiral in the plane». 46 Macrobio. Comentario al Sueño de Escipión de Cicerón, (2006) ed. Gredos, Libro I, xxi, 25. 17 Auténtico nombre de Platón. de esta ley para planetas exteriores a los conocidos 47 Sacrobosco Joannis. Libellus de Sphaera, (1543) 18Candel Manuel. Notas introductorias a Acerca del Cielo en la época a la que restringe este trabajo necesitó Viteberge. No existen muchos ejemplares de este de Aristóteles, edit. Gredos pp. 30 y 31. «Desde el pun- el desarrollo de argumentos complementarios que famoso tratado académico medieval, la Biblioteca to de vista espacial, estipula Aristóteles, que el mundo obvian aquí. Nacional de Madrid la Biblioteca del Palacio Real y es finito en tamaño y único en número. Desde el punto La expresión que toma, actualmente, la Ley de Bode es la del Monasterio de El Escorial tienen uno cada una. de vista temporal, que es ingenerado e imperecedero, la siguiente: a = 0,4 + 0,3 x k. Siendo K un paráme- Con respecto a este ejemplar editado en Viteberge y es decir, eterno». tro que toma sucesivamente los siguientes valores: que perteneció a la Escuela Real en Sckwerin, es de mi 19Aristóteles. Acerca del Cielo,(1996) edit Gredos, libro II, 285b 0-30 0, 1, 2, 4, 8, 16. Ciertamente, cuando la ley se quiso comprobar con Neptuno (desconocido en la época de biblioteca particular adquirido en Berlín. 48 Hiparco, posiblemente, fue quien incorporó estos con- 20 Ibidem. libro II, 286b 10. nuestro trabajo) se vio que no cumplía con exactitud 21 Ibidem. libro II, 288a 10. y hubo que encontrar la razón de ello mejorando la 49 Arato. Fenómenos. (1993) ed. Gredos, 322-325. 22 Ibidem. libro II, 290b-10 «Por lo tanto, ya que es pre- expresión con ayuda logarítmica. Pero, a los efectos 50 Ptolomeo, al trabajar sobre las aportaciones de ciso que el cielo se mueva con arreglo a su movimien- de nuestro trabajo, por razón de sencillez y teniendo Hiparco, elaboró las bases sobre las que se apoyan las to propio y que los demás cuerpos no avancen por si en cuenta que se ajusta suficientemente a la realidad, doctrinas que gobiernan este conocimiento. El hecho mismos, tanto uno como los otros serán, lógicamente, mantenemos la primera expresión de la Ley de Bode de que la llegadas de las mismas a Europa siguieran esféricos: pues de este modo estará el primero máxi- a los planetas conocidos en la antigüedad: Mercurio, básicamente la vía de Al Andalus y los trabajos al- mamente el movimiento y los segundos máximamente Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno. fonsinos, retardó considerablemente su efecto cultural en reposo». Si volvemos a contemplar el planisferio planetario armó- ceptos. sobre la formación académica europea. 23Ibidem. libro II, 290-30 «En cuanto a su orden, el modo nico, podremos sacra algunas conclusiones de gran 51 Newton, Isaac. Philosophiae Naturalis Principa como se mueve cada uno, por ser unos anteriores y interés. Para ello hemos de tener presente la inter…. Mathemática. (1687), Libro I, corolarios xx-xxii a la otros posteriores, además de cómo se relacionan entre de los lugares geométricos correspondientes a la Tierra si por sus distancias, véase en los escritos de astrono- y al Sol, de manera que podremos situar al Sol en el mía: pues allí se expone adecuadamente». centro del sistema y a la Tierra en el lugar que ha 24Calderon Felice José y Moreno Ferrero Isabel. Notas introductorias a Fenómenos de Avieno, edit. Gredos, p. 47. 25 Cicerón. Sobre la República.(1984) ed. Gredos, Libro VI, pp. 157-171 venido ocupando el Sol. 31 Plinio. Historia Natural. (1995) ed. Gredos, Libro II, 83 «Pero Pitágoras, que era hombre de mente sagaz, dedujo que desde la Tierra a la Luna había 126.000 estadios, desde esta al Sol el doble, desde él a los doce 277 Proposición LXVI sobre el problema de tres cuerpos. 52 Eratóstenes. Mitología del Firmamento.Catasterismos. (1999) ed. Alianza Editorial F a 6 Rioja Ana y Ordóñez Javier. Teorías del Universo,