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'^s, por t^. (ióniez de la Serna.
LOS poetas de la Humanidad:
Jl'o Arboleda. La gran conjura«'»" auténtica, por E. González
ojanco. - El sentimiento del paiu„j':P"''F- Almela Vives.--Fa"""'a: A un hacendista, por José
^odao.-Unaintensaemoción, por
orrea-Calderón.-PoJífica exte
'°n por M. Palacios O l m e d c «Puntes del camino, por L. Martingranizo.-Ideología del naciona-
rre? T ° ' ^°' ^' ^^^
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pionn
^luilibrio político ame
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•;P"''^-A''addeSantillán.
P o r r v ? ~ ' ' « ' ' ¡ ^ ' « de revistas,
í^ *-• Alcázar.
¿Daré la salida?
RENOVACIÓN ESPAÑOLA
REVISTR-SEMÍVNKL ILUSTRHDR
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X . -A. B o
H . - A . JD O R , E
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Pío HaroiB. -Iiicinlo Bcniívente.—Adolfo Bonilla y San Martin.—Julio Cai-arpK.^ KuRenio D'Ors. Concha
li:«pina lie Serna.- Edmundo «onzAle?. Blanco.—tticardo heón. -Kduardo L.ipcü Chavarri.—.«¡i'to Kossli.—
Kniilio Miñana. (Condesa de Pardo Bazán.—.Julio Puyol. Rafiinl Lópeí de H a r o . - F r a n i i n c o Rodripnez
Marin.- .losé M.'> SaUívcrrift. • Kalael SalilliiB.
P l E I D - A C T O K E S
Pollllca Interior, tí.uintiliano Saldaña —PMosolía. Kduardo Ovejero.—Arlo. K. (Jorreii-Caldenin. Medicina Dr. Sanche?, de. Rivera. Hlslorla, Antonio BalIoHteros.-Pllología, P. A. Martin Roblep. - E d u c a c i ó n
n a c i o n a l Kloy l,uis Andró.- C a r i c a t u r a . K-Hito. Selma y Kilom — P o l í t i c a e x t e r i o r , -Manuel Palacios i)lmedo.—Viales, I'fión Martin Cranizo. E n s e ñ a n z a , l-nis .liméne/, Agiia. — r i u o r r a , Zcp))BÍín.-Bibliografía, .losé Antón y Pedro Sain/.. - P o e s í a , M. Alvaro/. Cerón. T e a t r o s . »n<n\ Lope...-Revista do r e v i s t a s .
Cayetano Alcázar.
SUSCRIPCIÓN: España: año, 10 pesetas. —Extranjero: a ñ o . )5 p e s e t a s .
Redacción: Princesa, 75.
fidminislración: flIl)er(o Aguilera, 22
20 céntimos.
BERJV/lffDO ZA PICO
|[N G E N I E R o
Explotación de carbones
LIEOiT
m.
-3^
SERVICIOS DE LA COMPAxNIA TRASATLÁNTICA
L í n e a d e Cuba-Méjico.-."Caliendo de Bilbao, de Santander, de Qijón y de Coruña para Habana y Veracruz. Salidas
de Veracruz y de Habana para Coruña Qijón y Santander.
L í n e a d e B u e n o s A i r e s . —Saliendo de Barcelona, de Málaga y de Cádiz, para Santa Cruz de Tenerife. Montevideo y
Buenos Aires y emprendiendo el viaje de regreso desde Buenos Aires y Montevideo.
Línea d e N e w Y o r i c , Cuba-Wléjico. —Saliendo de Barcelona, de Valencia, de Málaga y de Cádiz, para New-Yorlí,
Habana, y Veracruz. Regreso de Veracruz y de Habana, con escala en New-York.
Línea d e V e n e z u e l a - C o l o m b i a . —Saliendo de Barcelona, de Valencia, de Málaga y de Cádiz, para Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife. Santa Cruz de la Palma, Puerto Rico y Habana. Salidas de Colón para Sabanilla, Curacao, Puerto Cabello,
La Quayra, Puerto Rico Canaria.s, Cádiz y Barcelona.
L í n e a d e F e r n a n d o Póo.— Saliendo de Barcelona, de Valencia, de Alicanie y de Cádiz, para Las Palmas. Santa Cruz
de Tenerife, Santa Cruz de la Palma y puertos de la costa occidental de África.
Regreso de Fernando Póo, haciendo las escalas de Canarias y de la Península indicadas en el viaje de ida
L í n e a B r a s i l P l a t a . Saliendo de Bilbao, Santander, Ciijón, Coruña y Vigo, para Río Janeiro, Montevideo y Buenos
Aires; emprendiendo el viaje de regreso desde Buenos Aires para Montevideo, Santos, Rio .Janeiro, Canarias, Vigo. Coruña, Qijón, Santander y Bilbao.
Además de los indicados servicios, la Compañía Trasatlántica tiene establecidos los especiales de los puertos del Mediterráneo a NcAv-York, puertos del Cantábrico a New-York y la Línea de Barcelona a Filipinas, cuyas salidas no son fijas y se anunciarán oportunamente en cada viaje.
Estos vapores admiten carga en las condiciones más favorables y pasajeros, a quienes la Compañía da alojamiento muy cómodo y trato esmerado, como lia acreditado en su dilatado servicio. Todos los vapores tienen Telegrafía sin hilos.
También se admite carga y se expiden pasajes para todos los puertos del mundo, servidos por lineas regulares.
Las fechas de salida se anunciarán con la debida oportunidad.
•=M
MADRID, 27 DE JUNIO DE 1918.
REVISTA SEJYlflMHL ILUSTRADA
AÑO I — NÚM. 22
LIPZIS
pop Hamón Gómez de la Se^na
Este hombre genial ¿a qué se parece? Tiene su fostró uno
belleza varonil y exótica, y lo que es muy raro, bajo esa
hay unos rasgos de araña vieja. Tiene una palidez de recién
resucitado. Todos
v
sus rasgos son de
una gran finura espiritual , y parece
^ue nació príncipe,
'ultimo príncipe, y ya
no lo es, aunque resultara siempre el representante incógni^° y y único de la
^asa Lipzis, la más
gastada del mundo,
•a que comenzó en
Egipto, y desde entonces se ha ido puliendo, puliendo, seleccionando, limándose hasta llegar a
este tipo final.
quinqué de pantalla de larga visera, donde Lipzis estaba
reunido entre cachivaches extraordinarios con una bella escritora rusa, hecha para él como idealmente, mujer de una
voz dulcísima que
saludaba y despedía
de un modo inefable.
Junto a aquella
casita, en su mismo
patio —un patio lóbrego que quizá se
parecía a los patios
de su Rusia—estaba
la capilla de la casa,
el estudio de planta
ta baja de los escultores, afondados por
el peso de sus obras,
lejanos a esa luz !y
ese cielo en que entran los de los pintores. En aquel patio
había un desgracia
Lipzis es de una
do taller de fotógrabondad y de una info, y al fondo algo
teligencia inagotables. Por aquí pasó
así como un guardacomo el emigrado,
. muebles.
lúe sólo por unos
Cuando sonaba
'^'as, los días de su
la campanilla de su
íorzosa emigración,
estudio aparecíaLip
entró en un país exzis, o desde la ventraño y en sitios motanita de su casa nos
«iestos que no le porespondía su mujer.
dían esperar, no ha(Es muy de notar
biendo soñado nunque la campanilla
ca con gloria tan exdel estudio de Lipcesiva.
zis era una de esas
Ecuy»'"""! 1""' I-'P'-'"
largascampanillasd
^ Aquílocompren
* --« ^.^«ijpitilló todo, pero necesitó irse de nuevo a París. Allí le vi de mango largo, con un contrapeso en el extremo, una de
nuevo.
^aquellas campanillas que se removían como un aspa de moNo olvidaré aquella casita de París, iluminada por un lino, oscilando violentamente; pobres campanillas servicia-
RENOVACIÓN
les, emprendedoras, turbulentas, que lio sólo tocaban, sino
Viendo las cosas de Lipzis en su piedra amarilla, aparenque hacían en el interior de las casas vivos gestos de llama- temente como hecha de intercesiones de tejas con chaflanes,
da, angustiosos gestos en las casas vacías.)
cartabones, reglas y largos listones de piedra; viendo su aus¡Qué hermosas cosas en aquel estudio! Las últimas so- tero —completamente austero— medio de representar, yj
bre todo me dieron
me asombraba de
la impresión del ideal
verla heroicidad del
resuelto, como ideal
hombre que va a por
sin seducciones de
toda la alta catego
mujer, sino con puría sin fijarse en la
ras seducciones de
asombrosa incomidea, porque para
prensión de las genLipzis la escultura
tes y en el deseo de
es una fórmula, un
lincharle que su obra
A -f B -f C, de una
provocará en las
sutileza trigonomémultitudes.
trica lejana, tanto de
"—Con un plano
lo BONITO como de
que se levanta o que
lo bello, tan vicioso
crece y que se rodea
y tan hecho solade sus adherencias
mente de alardes conecesarias, de sus
mo lo bonito. Lipzis
aristas de proporcioconsigue sólo cosas
nes justísimas, se
verdaderas y altas,
puede dar la tristeza
de dimensiones ver
humana o el sentidaderas y es:nciamiento que se desee,,
les. La única reali— mj decía élundíadad que existe para
"—Yo quiero ser
Lipzis es lo que ya
, el maestro de mi mano es realidad, sino
. teria,, —me decía
obra de la realidad,
también él—; y, en
saper-realidad, obra
efecto, la madera, la
del milagro, aunque
, piedra,todos lósele,
todos sus rasgos esmentos los trata cotén tomados, sin emmo un gran artesano
bargo, de la naturade un gremio único.
leza. Sus doctrinas,
" — Para mí una
verdaderamente pu' pirámide es lo meras, dan a los blojor que existe» —m^
quesde'piedraenque
decía otro día.
trabaja una auténtica
¡Cómo he visto
espiritualidad natufrente a la obra de
MwÍJr, P T lipzis.
ral. La escultura para
•
Lipzis que las formas
Lipzis es una construcción. Plasmar gestos plásticos como es- escuetas, airosas, sobrepujadas, pueden ir al cielo, a buscar
cultura es una estupidez y un tópico, como lo es tambi'én su paraíso! Tiene razón Lipzis, ¡cuántas cosas se pueden sarecoger las formas triviales y aparentes que son roturas^ car del cuerpo!
quebraduras, parcialidades en las que falta mucho.
Alma santa de Lipzis que sale de esa tontería que da
Al lado de las estúpidas y pretenciosas opiniones de otros
escultores, opiniones profanas de quienes soban el culo a
sus creaciones, a sus hombres y sus mujeres como a hombres y a mujeres que son después de todo, y al fin y al cabo,
y que, por lo tanto, son como algo bastardo e inútil, puesto
que carece de vida después de todo y al fin y al cabo, y después de todo y al fin y al cabo no superan nada al lado de
toda esa escultura que es muy natural que admiren todos,
¡qué suprema y lejana es la de Lipzis, tan remota a esa abyección del hozarse estúpidamente en la materia! La concepción de Lipzis, la inmaculada concepción de su escultura, es
el verdadero renacimiento que surge después de los sigloi
mil de contemplaciones vanas, de círculos viciosos, de torpes tratos con la materia escultórica.
vueltas alrededor de sí misma en los maestros y que va hacia orientaciones luminosas y cuenta con la luz, con la qW
nunca se había contado en escultura como no se había contado con el espacio íntegro en pintura, y comprende que 13
escultura es una cosa que centra y coge la luz por su cuenta¡Cuándo se os hubiera ocurrido eso, ilustres papanatas
¡Cómo es verdad que viendo las mismas esculturas maestras,
se ve que las descompone la luz y que no están preparadas
para inteligir la luz!
•—''
Las últimas obras de Lipzis (no tenía fotografías más que
de las primeras, admirables también) me parecieron, a*^
siendo algo que no levantaba mucho del suelo, como rascacielos elevadísimos, que se elevaban por la gallardía incesante hasta sobre los cielos.
ESPAÑOLA
IiO0 POETAR DE DA HUMANIDAD
Cr-Lxlio A . r l 3 o l e c i a .
Nació en la mina de Timbiqui, territorio que fué primero de la pfovincia de Biiena-Ventura y después de la de Barbacoas, el 9 de Julio de 1817.
Sus primeros conocimientos fueron dirigidos por sus abuelos doña Beatriz O'Donell y don Manuel
Antonio Ponibo. Más tarde. Arboleda fué llevado a Londres, siendo confiada su educación a un instructor irlandés católico. Después de recorrer Europa y de perfeccionarse en los idionms de raíz latina, volvió
a su: casa de Popayán, donde completó el ya copioso caudal de sus estudios con el de ciencias políticas.
Fundó una sociedad llamada Fililógica, que llegó a contar con más de setenta miembros, y tomó
•parte en las luchas políticas que dividían su patria. Fué entonces cuando Arboleda se manifestó como
gran periodista e insigne parlamentario (1844-48).
En 1850 publicó el diario Mis(3fbro, donde escribió valientes poesías y artículos patrióticos, las
-'^Escenas democráticas)) y otros trabajos satíricos.
,.
La única recopilación que de sus versos existe, fué tomada sobre los manuscritos originales, por
M. A. Caro. (Nueva York. D. Appletony C." 1883). En esta consta el gran poema ^'Gonzalo de Oyóu)),
Arboleda, que quiso morir como fuese, vio cumplidos sus deseos; el 12 de Noviembre de 1862 fué
asesinado al atravesar la montaña de Berruecos. Había muerto por su patria. Con él acabó la Repúblico, de Nueva Granada y comenzó la Revolución en Nueva Colombia.
.
:,.
, . :;
,
iz<^>DooaatDaDaooDaoDaaaaooooQQ
aoaaoaaaaaoaoaoDDoaDaDoocz<$^2i
No reinará Cain: el mal se gasta
y cesará su bárbaro recreo.
• . -U--', . • ••.
tendrá Israel a! fin un Macabeo;
•• . ' ' '
tendrán los Holoíernes un Judit.
.j
¡No hay más señor que Dios!—]El nos asista!
¡No hay más señor que Dios! —¡Con El vivamos!
¡No hay más señor que Dios!—¡En El confiamos!
Con Dios—por Dios—de Dios —será la lid.
Estoy eiOL la. cárcel
(pragmentos.)
(.!,..
Anochece: el adusto carcelero
a üira región solicito me lleva;
se abre a mis ojos una reja'nifeva; '
por fuerza extraña condiKido voy;
luego, sobre sus goznes rechinando,
pesa, revuelve la mohosa puerta,
y adentro queda mi palabra muerta
y en otra tierra, en otro clima, estoy.
-.
,
ogo
D o D a:<5$>2i D • n
S o zx e t o
¡Oh patria! ¡oh patria! iPor doquiera miro
enseñoreado el crimen de tu suelo!
¿Son estos ¡ay! los frutos del desvelo
del genio, de la ciencia y la virtud?
¿Nuestros padres apenas consiguieron,
después de tanto esfuerzo sobrehumano,
•variar el nombre del feroz tirano,
dejándonos en peor esclavitud?
¡Oh! ¡Que pudiera yo tender el brazo
saliendo de esta cárcel triste y fria,
f- ;• ;. sobre el tirano de la patria mia,
•¡5 : i y P^^^'io a pecho batallar con él!
Busca el Egipcio en su constante anhelo
gloria inmortal: al tiempo desafia
construyendo pirámides que envía
de la móvil arena al alto cielo:
•;
los restos de sus padres, en su duelo,
a la sólida fábrica confia,
'
:• • .•
y del tiempo a pesar, la momia fria
'
por siglos guarda el consagrado suelo. ,
Descubre el docto el esqueleto pálido; •'
' • • • - J ( r
interroga las raras inscripciones
,. , ,.
y se desvela sobre el resto escuálido, : '
-'.•i>;i
Entonces viera el socialista infame
'••••^^:\\: si son nuestras esposas baratijas,
que ha triunfado de mil generaciones;
más ¡ayl murieron raza, historia y nombre;
o impúdicas rameras nuestras hijas,
o nuestro lar nativo su burdel.
sola quedó la vanidad del hombre.
n
(Del triplico Vanidad.)
RENOVACIÓN
P O LITIGA.
Arcadia y plutocracia
Para que la doctrina de Monroe tuviese verdadera eficacia en la
política exterior de los Estados Unidos era necesaria antes la consolidación de su política interna. Esto fué realizado mediante la guerra de secesión.Los Estados del Sur quedaron vencidos y la unión
federal fué remachada y afirmada a caiionazos. Como la naturaleza tiende siempre a una cierta armonía compensadora, los Estados
de una gran extensión territorial carecen de la unidad poseída por
otros más pequeños. Claro es que mientras la vida se desliza normalmente aquélla no se echa de menos. Pero cuando vienen instantes críticos en que todas las energías nacionales deben concentrarse en un supremo esfuerzo, fatalmente se observa cómo la extensión y la intensidad siempre se hallan en razón inversa.
Ahora mismo estamos seguros de que existen diferencias muy
notables entre los Estados del Este y del Oeste y aun entre los del
Sur y el Norte, respecto a la guerra yankialemana. El Jingoísmo
es patrimonio especialmente de la costa atlántica. A ello contribuyen, entre varias causas, la densidad de la población que hace más
febril é intensa la vida: su evolución social y política más avanzada: la formidable industria: el contagio de Europa. Cuando se habla, pues, de la poderosa república, existe el prejuicio de extender
a todo su territorio las condiciones del Estado de Nueva York. Si
la mayoría de los ciudadanos del Este miran con indiferencia la
aventura bélica fraguada por su plutocracia ávida de poder y de
riqueza, ¿cómo la contemplarán los pacíficos labradores del FarWest? Un distinguido ingeniero agrónomo español, residente en los
Angeles, y entusiasta de cuanto atañe a aquel país, escribía en el
A B C (ie\ 18 de este mes que llevando más de un año allí, no conocía otros nombres de políticos que los de Wilson, Hoover (ministro de Subsistencias), Baker (de Querrá) y Stevens (gobernador de California). En todo ese tiempo no ha oído ni una conversación ni un chiste sobre política, ni visto un periódico predomi
nantemente político.
El Far-West no siente la guerra
Y bien, en esta Arcadia del Nu, vo Mundo, feliz y pacifica, ajena
a pasiones políticas mezquinas, donde la guerra europea debe
sentirse como un eco lejano, ¿habrá muchos imperialistas? ¿Tendrán esas gentes modernas, en cuanta a la técnica, patriarcales
respecto al espíritu, el deseo morboso, artificialmente exaltado, de
rivalizar con la locura de Europa? ¿Serán tan abnegadas y románticas que deseen exponer sus vidas en una lucha sobre tierras lejanas, contra hombres que nada malo les hicieron y muchos
de cuyos compatriotas hasta convivieron con ellos, en los años de
paz, amable y cordialmente? Ha corrido ya excesiva sangre; se ha
levantado demasiado polvo de los campos de batalla para que la
Razón, la Justicia, la Piedad y otras adorables abstracciones
ejerzan su mágico influjo sobre los hombres. ¿Qué estímulos pue
den, por tanto, excitar al ciudadano yanki de los Estados agríco
las, pacíficos, del Centro y el Oeste, a convertirse de la noche a la
mañana, en terribles soldados? Sospechamos que ésta es una de
las varias causas de la debilidad relativa de los improvisados
ejércitos norteamericanos. Una guerra civil, una guerra defensiva
pueden realizar, en parte al menos, el milagro, de convertir ciudadanos en soldados, en plazo muy breve. Pero una guerra lejana,
cerebral, político-financiera, ¿cómo va a surtir los mismos maravillosos efectos que aquéllas?
A las maduras, pero no a las duras
En su célebre despacho del 7 de Agosto de 1895 sobre la cuestión de Venezuela, Mr. Olney decía: «Hasta ahora nos hemos librado de los males y cargas que traen consigo los grandes ejércitos permanentes, y ello ha contribuido a nuestra prosperidad y
grandeza nacionales y a la dich£i de cada ciudadano.» Luego añadía que los Estados Unidos, sin fuerza militar, disfrutaban de la
hegemonía en América y hacían respetar su voluntad allí donde
era preciso. ¿A qué obedecía ello? No sólo a su alto grado de civilización, sino a sus ilimitados recursos y su posición geográfica
que los invulneralizaban contra cualquier potencia o grupo de potencias enemigas.
El ideal, pues, de los Estados Unidos entonces era ocupar el
puesto de gran potencia sin abrumarse con las enormes cargas
de los ejércitos formidables permanentes bajo las cuales jadeaban
las naciones poderosas del viejo continente.
Iniciación imperialista
La guerra con España y la apertura del canal de Panamá fue-
BXTERIOIS
ron el punto de partida de un cambio importante en la política ex"
terior y en los sentimientos del pueblo norteamericano. La anexión
de Puerto Rico y la semi-anexión de Cuba podían encontrar sofistas jurídicos y políticos, que las justificaran. Ya Federico el Grande decía: «Dejadme conquistar lo que necesito o deseo: ya luego
hallaré un leguleyo pedante que me justifique y ensalce.» Para favorecer su comercio y su defensa, los Estados Unidos necesitaban
comunicar lo más directa y rápidamente posible sus puertos del
Atlántico con los del Pacífico. Ello requería la construcción del canal interoceánico. Y éste, a su vez, el dominio del golfo de Méjico
y el mar de los Caribes. Cuba y Puerto Rico eran, pues, en rigor,
según los políticos yankis, una prolongación del territorio nacional; unas bases imprescindibles para la defensa de éste. Como se
ve, estas razones no son muy originales, l^as han empleado todos
los conquistadores cuando quisieron apoderarse de territorios ajenos. Están, pues, mancilladas por muchas generaciones imperialistas.
Un paso en falso
Pero en el despojo cometido con España existe un hecho que,
pese a todos los subterfugios, no ha podido justificarse ni ante la
doctrina de Monroe, ni ante las tradiciones políticas de que tanto se
vanagloriaban los Estados Unidos. Este hecho es la anexión de
las Filipinas. En el mismo año 1898 fueron anexionadas las islas
Hawai, punto de apoyo necesario en el camino de América al Asia.
La plutocracia yanki vióse cada vez más comprometida en una
política asiática peligrosa. Surgieron las diferencias enojosas
con el Japón sobre la inmigración de sus naturales en los Estados
Unidos. Vino la guerra ruso-japonesa y el triunfo brillante del rejuvenecido imperio del Sol naciente. Y el imperialismo yanki, tan
jactancioso y soberbio con los débiles, se encoge ante los fuertes.
Teodoro Roosevelt, cuyos discursos después de la guerra con España parecían cantos de gallo vencedor, titubea, como presidente,
ante el Japón, y pone sordina a los clarines belicosos de sus partidarios. El imperialismo yanki se da cuenta de que se ha metido
en la boca del lobo. Aquellas seguridades que Olney manifestara
sobre la invulnerabilidad de su país, caían por su base desde el
momento en que la República adquiría puntos lejanos codiciables y
vulnerables. iHabia que decidirse por crear un ejército y una mari
na formidables, militarizando el país, o tomar otros rumbos. Lo primero encontró gran resistencia en la opinión pública norteamericana tan ajena y aun contraria al espíritu militarista. Roosevelt, il
héroe (?) de Santiago de Cuba, ha tenido el valor de decir que habiendo ya cumplido la República sus deberes tutelares con las Filipinas era el momento de otorgarles su independencia y retirarse
de allí. Este altruismo tiene enseguida su explicación. «En
1909,
, dice, cuando nuestra flota venía de dar la vuelta al mundo, los Estados Unidos eran, desde el punto de vista militar, y sobre todo
naval, lo bastante fuertes para que ninguna potencia osase lesionar nuestros intereses. Fin tales circunstancias podíamos conservar las Filipinas continuando nuestra obra. Pero después nos hemos retrasado y debilitado respecto a otras naciones. Somos menos
capaces de una victoriosa defensa de nuestros derechos.» Y luego
añade: «Dejemos, pues, las islas Filipinas. Puesto que desean
nuestra partida, estamos libres, respecto a ellas, de toda obligación moral no teniendo para qué intervenir en su defensa si en lo
futuro fuesen atacadas por otras potencias.» (El deber de Américci
frente a la guerra, París, 1917, páginas 195 y siguientes.)
Sonrisa final
Terminemos por hoy con una sonrisa, lo confesamos, algo_m'''
ligna y burlona. El belicoso ex presidente muéstrase cauto y pre*^^'
vido ante argumentos contundentes. Nosotros, castellanos, sentimos tanta estimación hacia el varón mesurado en sus palabras y
osado en sus acciones como despego por la hueca e imprudente
palabrería, progenitora de acciones raquíticas. El hombrecillo j ^ '
pones, todo fibra y nervio, silencioso y activo, es el instrumento
reservado por la providencia para reducir a sus justos lí'n'^es
soberbia yanki. Hasta por amor a las formas de vida y belleza tiia
íntimas, discretas e inefables, deseamos la futura intervención ^
aquél. Son ya excesivos los gritos, las amenazas, las gesticulad
nes de los nietos del tío Sam que parecen empeñados en demo
tramos cómo un gran pueblo, por querer hincharse, se empequene
ce y pone en ridículo.
M. PALACIOS OLMEDO.
ESPAÑOLA
_A. zxa.c o r o t a.
(Aguafuert • por /". Esteve Batey )
RENOVACIÓN
ü a QPcín eoniaraeión entcntiea
Alemania ante la gran conjuración
Los socialistas y demagogos españoles que tronaban contra las
guerras, cuando no las había, hoy, que deploramos una tremenda,
o se callan o aplauden el propósito multienténtico de prolongarla,
o pretenden hasta que intervengamos en ella, rompiendo la neutralidad salvadora en que desde 1914 vivimos. Entre los partidarios
del tercer expediente sólo figuran los cobardes, los ineptos y los
fracasados; pero, desgraciadamente, es bastante difícil contrarrestar en todo, o en gran parte, su acción sobre las masas incultas, y
la resonancia poderosa de la prensa que los apoya, bien con descaro, bien a la sordina. Tan sólo merced a la imposición de la parte sana del pueblo los furiosos deseos de intervenir se han ido
allanando y macadamizando, sin que aquellos que desean la intervención en dicho grado logren casi nunca ocasión para lucirse,
antes se ven obligados a conservar su anhelo en estado latente
allá en el fondo de sus corazones. Sin embargo, pocas cosas son
aún menos populares en España que la germanoíilia. Por causas
que indignarían si no hiciesen meditar, una leyenda venenosa y
uua fatal conspiración mundial vienen pesando, desde el principio
de la guerra, sobre la honra de Alemania y sobre el decoro de los
gernianófilos por ende: leyenda negra de irracionales odios y conspiración maligna de rencores injustos, qlie presenta a Alemania y a
ios germanófiios, sin excepción, como monstruos de perversidad y
tiranía, como algo podrido y hediondo y, sobre todo, como gente
GRAN ViGTOKIA ITALIANA
abominable, que está a matar con el derecho y vive de su violación, escarneciendo la moral internacional y las leyes del bien.
Napoleón trabajó cinco años para forjar una leyenda, en la que
quiso figurar como el más dulce y compasivo benefactor de la humanidad. A Inglaterra le bastó un solo día, el día de la invasión de
Bélgica por Alemania, para proclamar que lucha por la defensa
y la libertad de los pueblos menores. Las otras naciones aliadas
no dan, por boca de sus gobiernos, mejores razones para justificar
guerra tan cruel y felicitarse de que se extienda y prolongue. En
tono enfático y con jactancia pueril declaran que pelean porlajustica y la civilización, sin tomarse el trabajo de definir estas abstracciones, ni de preguntarse si su realidad la tienen en sí mismas
o en los objetos que las representan. El jerezano Velázquez Di;;sdado, en un ensayo de novela fabulosa (n^da literario por cierto,
aunque socialmente bien orientado) que publicó en 1916 con el titulo de La Tramoya de Míedoña, se burló donosamente de esa palabrería fogosa y retumbante, con la cual se encandilan fácilmente
los ojos del vulgo, diciendo con gracia que querer justificar esta
guerra por medio de abstracciones, ideas generales y tópicos de
club, equivale a imitar al banquero que crea aumentar su capital
sin más que aiíadir ceros al activo de su libro de caja, pues por
muchos ceros que añada y arqueos que efectúe no logrará aumentar su capital en una sola peseta. Se encuentran, por tanto, los
subditos de las naciones aliadas en la misma ridicula situación del
infeliz que se hace matar por sostener que el cariucho de perdigones que le ha entregado el timador, en puesto y lugar de sus pesetas, contiene real y
efectivamente dinero.
Hipocresía de los aliados
,
Luego h e m o s triunfado.
La historia interna documentada de la
guerra mundial, tal como viene escribiéndose en los países de la Entente, es una prisión, más que una prisión, un infernal circulo dantesco, para esa nación altiva y desdeñosa ante la calumnia, que se llama Alemania. Esa nación, la gran calumniada de
la guerra mundial, se ve acusada de cruel,
de bárbara y de «imperio de presa» por sus
civilizados enemigos (entre los cuales se
cuentan marroquíes, senegaleses, cipayos,
etcétera). Y esos enemigos, para «aplastar»
tanta barbarie, no saben hacer más que copiar, con más o menos retraso, los procedimientos germánicos, asi militares como políticos, sin que nunca, o rara vez, la copia
iguale al original. En lo que superan (y aquí
si que es «aplastante» la superioridad) los
aliados a los alemanes, es en el terreno de la
«literatura». Ya sabíamos ser ley fatal que,
al combatir con su enemigo que emplea determinada táctica, se aprende esta táctica y
se la adopta después. Lo que no sabíamos,
ni podíamos pensar siquiera, es que la habilidad y el optimismo pudieran llegar al extremo de que los vencidos se declararan vencedores, los más víctimas de los menos, los ricos y poderosos, candidas palomas, en compañía de los injustamente preteridos en la
búsqueda de la riqueza y del poder, y, para
decirlo todo, ¡os bélicamente,dominados,gendarmes, jueces y verdugos de sus adversarios triunfadores. Asi es que, o los aliados
están locos, o nosotros somos tontos, puesto que no entendemos que la derrota sea éxito, lo blanco negro, la luna cuadrada y el vicio virtud. En fin, ya nos llegará el día de
aprender casuística, ciencia indispensable a
todo aliadófilo que se respete.
Los ingleses pretenden que la causa de
su inlervención en la guerra contra Alema-,
nía fué ladeterminación del Gobierno de Ber-
ESPAÑOLA
'ín, que decidió la entrada en Bélgica de las tropas germánicas, y
violó asi, por la fuerza y contra todo derecho y justicia, la independencia de un pais neutral. Ahora bien: Alemania no hizo entonces otra cosa que lo que hizo Inglaterra, cuando la guerra
boer, con el desembarco del general Carrington en el puerto portugués de Beira, a fin de atravesar la colonia lusitana e invadir la
parte Norte del Transvaal. Las tropas podian ir cómodamente por
ferrocarril a Massikese, y desde alli, por carretera, a Untali. Portugal consintió, sin la menor protesta, semejante violación de sus
territorios, y hasta fingió la existencia de un acuerdo anterior que
parecía autorizar el abuso. Y las grandes potencias tampoco opusieron el menor reparo.
¿Por qué, en 1914, Bélgica no imitó a Portugal? ¿Por qué las
naciones neutrales pusieron el grito en el cielo contra el gobierno
de Berlín? Un náufrago se ampara sobre las olas de un madero
que no le pertenece: quien le quitara aquel madero leniataría, y su
acción debiera reputarse homicidio voluntario, a menos que no lo
hiciera para salvarse él. Diga Inglaterra que ella se hallaba en este
último caso, diga que el impedir la ocupación por Alemania de la
costa belga y de la francesa del Norte era para ella cuestión de
vida o muerte, y entonces se pondrá en lo justo. Pero Bélgica, ¿no
ha comprendido aún, no quiere o no es capaz de comprender que
si a la fuerza mayor se hubiese sometido, hubiérase librado del exterminio de su ejército y de la ruina de las poblaciones?
ticos y periodistas nunca desenglobaron espiritualmente a Polonia
de la «magnánima y poderosa Rusia»^frase de Tlie War News), ni
aun en los momentos en que aquélla estaba empeñada en el más
horrendo combate, y día tras día perdía sus hombres, sus aldeas,
sus ciudades, sus palacios, sus fábricas y sus históricas iglesias?
El porvenir
La inquietud penosa y el crecifente malestar que denuncian (de
acuerdo con los egoísmos, las pasiones, las bajezas y las mezquindades en que se revuelcan los pueb!os de la Entente) todas las obras
que se publican a base de odio y malquerencia al fuerte y renovador imperio germánico, demuestran con toda evidencia hasta qué
punto son estacionarias esas naciones aliadas, que tienen, en punto a la actual lucha, la lógica de quien llegó adonde se proponía y
no quiere que nadie venga a quitarle el sitio. Los germanos, que
son prolificos en todo, además de muchos hijos producen una cantidad de mercancías muy superior a la que exige su comercio interior y exterior. Sus casas están llenas de niños y sus almacenes
abarrotados de géneros. Cada día surgen en su conciencia colectiva aspiraciones nuevas, y cada día sienten más anhelos de transformación y de mutación. ¡Qué contraste con sus enemigas, cada
día más pobres, más arcaicas, más mordidas por la envidia estúpida, por la codicia malsana, por la ambición grosera, por el positivismo estacionario!
La moral de la guerra
Pero ese mundo ya pasó, y otro mundo llama a nuestras puer.
Alemania, eterna promovedora de cismas, no admite una uniDada la condición de los tiempos, el éxito en las polémicas so- tas.
dad
de nuestra especie basada en principios abstractos, como los
bre la guerra mundial es siempre del que más grita y vocifera y famosos
«derechos del hombres» de la Revolución francesa. Su
*'ene a la vez auditorio más numeroso y embrutecido. Pero las ideas conduce
una concepción del derecho histórico que justifica
nuevas concepciones y ensefianzas de la filosofía y de la ciencia, la violación de alas
legislaciones establecidas y a una teoría del de- >
que son la negación total de los falsos dogmas del jacobinismo, y
ancestral que justifica la ruina de los viejos valores. No quieqne ya antes del estallido de la conflagración habían penetrado ber
ren que nadie les dicte leyes, sino que su ley sea su fuerza. ILa
tanto el espíritu moderno, darán un vuelco a la ética popular y a ley!
leyes! Eso es lo que significa el espíritu de los que en
sus socorridos y cómodos arbitrismos. Se acerca el tiempo en que esta ¡Las
ocasión se llaman defensores de la libertad y la justicia, «el
la guerra no se ofrecerá a los cultivadores y entendedores de la espíritu
papelero», como Benavente dice, no sin hacer
sociología como se viene ofreciendo a los inocentes secuaces de notar quelibresco,
la maldición social acompaña siempre a los revolucio •
lolstoi. No se verá en ella la ejecución de un plan fraguado para narios y renovadores.
En nombre de la ley se ha perseguido a Sóestablecer una autocracia universal, sino el funcionamiento de una crates, Cristo, Mahoma,
Knox, Cronví'ell y cuantos en la
oi'ganización de ideales realizables, humanos, justos, de que cada vida relegada y miserableLutero,
de 'os pueblos representaron una afirnación tiene necesidad para vivir su vida. Y el ejemplo de Alema- mación y un más allá. La v'da
es un cambio perpetuo, y los organia será propuesto a nuestros descendientes como el más alto nismos nacionales, que son cosas
vivas, no escapan a.esa ley naejemplo de unión patriótica, impulsión cívica y franqueza social.
tural, por lo cual toda mutación revolucionaria es arrolladora de
La hipocresía no es el arma propia del fuerte. Alemania adoptó alguna ley positiva. También los que hicieron leyes de guerra a su
Qesde el principio una actitud sincera, varonil, brutal, si queréis conveniencia protestan contra el imperio perturbador y dinámico,
(por un exceso de orgullo y de confianza), y el atropello de Bél- que no tiene por qué respetarlas, pues tales leyes le dicen: «Sugica es un ejemplo de esa nobleza de carácter que dice francamen- cumbe», y él se «¡ente todo vigor y vitalidad, y responde: «Verete con arrogancia fundamentada en fortaleza; «Los tratados son mos quién sucumbe.» Las empresas inmortales que constituyen el
inútiles ante el instinto de conservar la vida.» iCuánto más honro- orgullo de la humanidad no se hubieran producido sin la rebeldía
°.y justificado es este proceder que la larga serie de turbias ma- sana de los pueblos viriles y conscientes.
qumaciones y sinuosos atentados cometidos por las fuerzas aliaEsta guerra es la forma militar del progreso social futuro, de la
das sobre los pueblos débiles! El gobierno de Berlín declaró netafnente que no hay reglas fijas aplicables a todos los casos, y en el civilización del porvenir. Estamos ahora en la época del martirio
e tiélgica la mejor era la empleada por el Estado Mayor del ejér- de las catacumbas. Vendrá luego el reconocimiento del derecho a
o teutónico, o cuando menos la de efectos más rápidos. ¡La ne- luchar, la obligación de renovarse, las leyes protegerán el continuo
<^^stdad no tiene ley! Asi se justificó Bethmann Hollwg ante el mun- anhelo europeo, y triunfará la fuerza que recoja de las manos temO- Yo hubiera ido más lejos, imitando el criterio que socialistas y blorosas de los pueblos cansados y caducos la antorcha de la culn católicos han aplicado al trance de extrema necesidad econó- tura occidental. Una era incipiente se halla encinta de una moral
ica (derecho al homicidio y al robo como actuación desesperada internacional completamente distinta de la que ahora nos rige. ¿Qué
e derecho a la vida), y substituyendo la máxima que dice: ¡a ne- importa que aliados y aliadófilos se indignen de que ese pensasiaad no tiene ley, por esta otra más exacta: te necesidad es nna ley.miento, que seguramente ocupa su espíritu, se les ponga delante
en ^^*''?'''^^ni^n*e ligada a la conducta seguida por los alemanes para no dejarles pasar por lo que desean? ¿Qué importa que pretJélgica (conducta que, a despecho de los calumniadores, kace endan retrasar el momento de cristalización general de esa ideajj.^^r.y confiar que, al cabo, será una realidad positiva la recons- fuerza por la acumulación de calumnias contra Alemania? Los re^ ución de su perdida nacionalidad) está la cuestión de la indepen- sultados hablan por si mismos, patentizando el poco o ningún caso
^ ncia de Polonia. ¿Cuándo figuró este país en el índice de los pue- que Alemania hace de las artimañas deshonestas, de las campañas
dic^ ^''''^^^dos, a diario recordado al gran público por los perió- ineficaces y de los recursos de mala ley que emplean sus adversase V" '-",5'^^®^^ ^^ incendiarse los primeros frentes de batalla todo rios, al explotar con ansias de avaro la ignorancia de muchos pueNo ^^ H ^" ''^f^'"ir 'as atrocidades teutónicas en Bélgica y tn el blos neutrales y el gran filón de envidias, odios y rencores que tan
d i / H Francia, y sólo de paso mencionaban a Polonia. Y es revueltos y fuera de sí traen a los estacionarios europeos.
eimt"
no*ar el hecho de que, cuando los políticos polacos preCuando en la visión de Baudelaire, recordada por el malograde s
. ^ ' ° ^ gobiernos de la Entente cuál era su actitud acerca do Said Arniesto en La leyenda de Don Juan, pasa el burlador de
Q{j ." P^is. respondió por todos un alto y responsable personaje Sevilla en la barca lenta del infierno, un formidable vocerío extreella t * cuestión polaca es de orden interior de Rusia, y sólo a mece los cielos consternados. Don Juan, indiferente a todo, prosizar 1 '^^ resolverla.» Y más extraño es esto cuanto que, al enipe- gue erguido, inmóvil, en serena actitud, y en su rostro de perpeDrorf ^"^'^''^' ^' ^^'^ ^n varios aliases, y el Oran Duque Nicolás en tuas sonrisas hay un gesto de supremo desdén. La vocinglera turc o n r T ^ ''el 15 de Agosto de 1914, prometieron solemnemente ba gruñe, chilla, aulla, ladra y espumea, clavando en el impenitenobed- ^'^•""^ amplia autonomía a Polonia, si no se apartaba de la te corruptor sus ojos fantasmales, coléricos, malignos...
Aust'^"'^P ^ desoía los ofrecimientos que le hacían Alemania y
Aíííí's le calme liéros, courbé sur sa rapiére,
bría
-1°^ ofrecimientos son hoy una realidad positiva. ¿HaRegardait le sillage et ne daignait rien voir.
ocurrido lo mismo si hubiera triunfado la Entente, cuyos poli-
EDMUNDO GONZÁLEZ BLANCO.
'
La vida artfslica
intensa emoción
Daniel Vázquez Díaz
Eran aquéllos, todo el pintoresco de nuestra España doliente y
Tres son los aspectos en los que podríamos desglosar la obra
sombría.
de este admirable y original artista.
Pintaba aquellos cuadros para mostrar la horrenda españolaDaniel Vázquez Diaz, además de ser un incomparable dibujante, domina con gran maestría el aguafuerte y es un modernísimo da. Eran como acres anatemas.
pintor.
Quizá se resintiese el arte de Vázquez Diaz, en aquel tiempo
En esta exposición que actualmente celebra en el Salón Lacos- de ciertas influencias. No eran en la técnica y en la manera y si,
más bien, en el modo de ver.
te ha reunido los tres aspectos.
Ahora, parece haber hallado su verdadero camino.
Veamos qué obras constituyen cada uno de ellos y que méritos
El mismo nos ha hablado de sus futuras y grandes obras. Mutienen éstas.
De todo lo que ha conseguido reunir quizá sea lo más intere- chos de estos pequeños cuadros son bocetos para inmensos panneaus decorativos.
sante la pintura.
Por lo que parece, no opinan asi los viejos, la critica dómine y
Nosotros habíamos notado en ellos una tendencia decorativa.
plúmbea. jQué le vamos a haNo estaban hechos con colores
cer! Por algo tenemos sensibilichillones y sin embargo...
dad y «el divino tesoro» de que
Esto mismo ampliado, con
habló Nuestro Padre y Maestro
estos mismos tonos, serian unos
Darío.
frescos maravillosos. Así penY no es este un juicio sin
sábamos ante «Las barcas blanfundamento, por snobismo, no.
cas».
Después Vázquez Díaz nos
Al estar ante estos peque
explicó cómo quería hacer un
ños cuadros, nosotros hemos
gran panneau, de muchos mesentido una pura emoción, una
tros, que titularía «La isla de la
inefable serenidad.
calma» y con un amplio sentido
Están construidos con tal
decorativo.
sencillez, con un tono menor
Pero... hay aquí en España
tan amable, que de ellos fluye
un juicio muy equivocado sobre
una suave quietud.
lo decorativo. Entiéndese por
Serán siempre inolvidables
esto, los carteles, o lo que tenga
estos pequeños cuadros que
una tendencia de cartel, o meVázquez Diaz titula «Paisaje
jor, una composición de línea,
vasco», «Nota gris», «Las bariluminada con muy pocos colocas blancas», «La gabarra»,
res, siempre muy fuertes, para
«El canal».
que realice un duro contraste.
En ellos, la naturaleza está
Lo decorativo es, según lo envista con ojos franciscanos, con
tiende la mayoría, un cromo,
acendrado fervor, con un lírico
muy moderno por supuesto, o
misticismo.
una litografía, pero litografía al
Predomina en estos,paisajes
fin, hecha con gran refinamienun delicado tono menor de sinto y esquisitez.
fonía en voz baja.
Vázquez Díaz, al pintar esSi sabemos darle la signifitos cuadros, no puso en ellos,
cación amplia que tiene, a esta
para halagar la estulticia del
palabra, veremos cómo no es
público, charras policromías de
eso solamente.
cromo.
Puvis de Chavannes es un
gran pintor decorativo, a pesar
Aun en sus mismos cuadros,
de ser tan sencillo y pintar con
más últimos, «Bouquet primavecolores claros y suaves. Entre
ral», «Ventana al sol», «Mi venlas noticias que nos trae la guetana al huerto», no emplea los
rra, hemos leído los temores
colores violentos. Son siempre
Rodfn, retrato del gran escultor francés, por Vázquez Díaz
que existen sobre unos grandes
tonos claros para darnos senfrescos que ornamentan una ansación de sol y de luz.
En sus pequeños paisajes, Vázquez Díaz ve las cosas a través tigua catedral de Francia y que quizá sea lo más admirable de la
obra de este maravilloso pintor.
de un exquisito éxtasis contemplativo.
Y así aparecen ante é!, llenas de una suprema sensillez, de una
Lo que se entiende en España por decorativo y lo que es, en
maravillosa sophrosine.
en realidad, es bien distinto.
Vázquez Diaz es, pues, un pintor decorativo. Estos pequeños
• Francisco de Assís, el divino poverino, debía ver así la naturaleza.
• Un gran pintor de Francia, Puvís de Chavannes, ha visto de cuadros, amplificados, completados, estarían muy bien en un gr&"
un modo igual las cosas. Recordemos, sobre todo, «Él pobre pes- lienzo de pared.
cador».
Otro de los interesantes aspectos de este pintor, que ahora exDaniel Vázquez Diaz sabe poner una intensa emoción en sus pone en el salón Lacoste, son sus retratos.
cuadros de barcas blancas, de remansos, de lejanías azules o
Algunos de estos retratos han recorrido todo el mundo. •
grises. Y es porque antes ha sentido la emoción que ofrecen estos
El de Rodín o el de Rubén Darío, son el retrato que quesencillos motivos, o ha adivinado el alma de los paisajes que iba dará.
a pintar después.
Ningún retrato de estos dos demiurgos ha encerrado de una
Vése en ellos un inmutable deseo de sintetizar, de construir por manera tan sutil, el alma de los dos grandes creadores.
planos: el deseo, en fin, de dar una más alta emoción, con una
¡Cuántas veces no habíamos visto nosotros estos magnífico^
más purificada sencillez.
retratos escultóricos, en las revistas que pasaban cada semana>
,
iQué diversos son estos rincones inefables de aquellos cuadros hasta contemplarlos ahora desde cereal
de la primera época.de Vázquez Diaz!
De cómo están hechos estos retratos no sería preciso hablar-
ESPAÑOLA
;:
Bl Híiroo. dibujo de Daniel Vázquez Diaz.
Vázquez Diaz pone en ellos una inniens-a fuerza, una dura eme
"-'ón^ una viril intensidad y encierra un alma en cada uno.
. Estos retratos son un alarde de
'ecnica, porque Vázquez Diaz, adenias de poseer una vibrante sensi-Dilidad es, sobre todo, un prodigioso técnico. Y el que domina la téc"'ca como 61 lo hace, tiene un gran
camino recorrido.
Y alguien hubo que dijo de sus
notas de color que flojeaba en la
scnica, que pintaba con la senci'ez de un niño... Y, sin embargo,
ada uno de sus cuadritos repre^^"ta un esfuerzo, una dificultad,
porque resuelve un problema no
tiz^"l- -^ descubre un nuevo ma• ^' pintase como los clásicos,
orno Velázquez, por ejemplo, vencía los problemas estudiando las
"ras del maestro, pero, como crea
'1 arte nuevo, ha de descubrir prinero y vencer las dificultades después.
^ En los dibujos de Vázquez Diaz
ese un gran dominio y una plena
'Conciencia.
I- ?' tle Amado Ñervo, ]uan R.
Jiménez, Pérez de Ayala.'inurria,
riti 1 ^ ^'^sset, son efigies espi"ua es que no se olvidan nunca.
Q,,„'^^'ase en estos dibujos de Vázquez üiaz una sensación de reliec. una sensación de escultura.
Algunos parecen cincelados en
"larmoj, otros en bronce.
80^5*. ^ ^ ° ' ' ' " ^^ ''«"de más se
"centua esta tendencia.
• L a t e s t a d e l nHtrlarra ^^„ i„
'>^airt,uei p a t r i a r c a , c o n l o s
•
ojos ciegos, con las blancas barbas caudales y una altiva arrogancia, parece hecha de un gran bloque de mármol.
Vázquez Diaz es un admirable
dibujante.
Estos retratos bastarían para
consagrar un nombre.
Tienen tal personalidad, que no
.seria preciso que los firmase para
saber que eran suyos.
El último aspecto de Vázquez
Diaz, son sus aguafuertes. Expone un tríptico ya conocido en Madrid y algunos dibujos, también conocidos, y muy semejantesa aguarfuertes.
En este aspecto Vázquez Díaz
ha conseguido plasmar todo el dolor de la Oran Guerra.
En «Arras, Reims, Verdún»,
nos muestra la desolación de las
ruinas.
En «Las madres» ha puesto
toda la desesperación y toda la intensidad trágica de las suplicantes
de Esquilo.
Estos dibujos nos dicen que
mientras se chocan los odios de
las razas, las madres, los que esperan el posible y soriado retorno
de los héroes, se desgarran de
dolor.
¡Que intensa y fria emoción
nos dan estos dibujos sombríos!
Vázquez Diaz, una fina sensibilidad latina, ha sabido vibrar acorde con el dolor de la üran Querrá
apocalíptica...
,
,^ ,
Daniel Vázquez D a z , notable .irlista español qno aclualmenle celebra una
".
.
exposición en el Salón Laeoste.
GÜRREA-CALDERON.
10
RENOVACIÓN
PRO EQUILIBRIO POLÍTICO AMERICANO
El imperialismo yanqui
El papel representado por Europa en la evolución progresiva
de la humanidad durante veinticinco siglos comienza a ser interpretado por América.
Ahora bien; América, el continente americano, el Nuevo Mundo o mundo de Colón, como quiera llamársele, está geográfica y
étnicamente dividido en dos partes: América del Norte, poblada
por la raza anglosajona, y América del Sur, donde habita la raza
hispanoamericana. Los pobladores de Norteamérica llaman a Inglaterra madre, y los que pueblan la América meridional llaman, o
deben llamar, madre a España.
Las dos razas más colonizadoras, las que crearon un espíritu
de colonización más suyo, se repartieron entre sus hijos el mundo
de Colón.
Por razones geográficas, y por razones étnicas, América no
será jamás un continente homogéneo; las divisiones naturales que
señala la Geografía y la Étnica son imborrables; el continente americano está y estará formado de dos Américas: la del Norte y la
del Sur, la de la raza española y la raza anglosajona; a ambas corresponde la dirección espiritual del mundo al terminar Europa su
memorable vida histórica de grandes y representativos hechos en
todas las manifestaciones de la humana actividad. (Véase Sinesio
García, Europa muere, 1916.)
Dos razas, las que pueblan América, han de disputarse en fecha no lejana la preponderancia política y social; las dos no pueden existir colindantes sin que la una se convierta en sierva de la
otra, sin que la una se someta al trance penoso de perder su per
sonalidad, ya que es un hecho probado la imposible solidaridad de
grupos tan distintos como los iberos y Ion anglosajones, imposibilidad que acentúa el medio geográfico de unos y de otros, tan desemejantes entre sí como lo son los pobladores.
La ¡dea de Bluntschli sobre un Estado universal - como la actual sociedad de naciones— es un sueño que el mismo Fiore, creyente en la eficacia del derecho ideal, abstracto, califica de utópicas, ni más ni menos que si se tratara de las teorías de Platón
—en la República—, o de Tomás Moro —en su Utopia.
Novicow es defensor infatigable de una confederación de los
estados europeos. No sabemos los fines particulares —quizá patrióticos— que persigue el gran sociólogo, pero estamos inclinados a dudar de su sinceridad, apoyados en sus doctrinas mismas,
reciamente humanas; Novicow sabe perfectamente que su ideal es
irrealizable.
*
•
* *
, Politicamente, Norteamérica es una sola nación —hacemos
caso omiso del Canadá—, y Suramérica está dividida, fragmentada
en unas cuantas naciones que no pueden alegar, para su aislamiento, razón alguna esencial.
El gran número de Estados de América del Sur ha contribuido
mucho a su lenta evolución, mientras que América del Norte, o sea
ios Estados Unidos, gracias a su unión y a sus ideales comunes
más el factor importante del valor práctico de la raza, pudieron'
en pocos anos, desde Jor^re ill de Inglaterra hasta nuestros dias,
progresar de modo tan sorprendente, que hoy es la patria de Franklin, de Edison, de Roosevelt, de James..., la más instruida y rica
del mundo.
Los Estados Unidos poseen tantas riquezas, una escuadra tan
poderosa y tantos elementos de guerra como las naciones iberoamericanas en común. Además, el pueblo yanqui es ambicioso,
conquistador, penetrado del espíritu imperialista de los omnipotentes, y está en posesión de ciertos ideales que le impulsan a sacrificar todos los conceptos dql derecho tradicional de gentes en pro
de su ideal dominador.
Los Estados Unidos forman actualmente un imperio tan poderoso como el inglés y el alemán.
El imperialismo no desaparece a medida que el hombre se civiliza, porque es una propiedad humana y está en su naturaleza. El
hombre es, desenmascaradamente,imperialista —según Leillierre —
porque es místico; el misticismo es un poderoso tónico de la acción.
Lo que Hobbes llamaba deseo de potencia, y Nietzsche voluntad
de poder, Leillierre lo denomina i nperialismo, sentimiento instintivo al cual se debe gran parte del progreso humano.
A más de ser el hombre imperialista, es profundo admirador de
esos espíritus que recuerdan el superhombre nietzscheísta. No sabríamos asegurar si el fuerte tiende a dominar al débil o si es el
débil el que tiende a cobijarse bajo la dominación del fuerte, a implorar protección, aun a costa de abdicar parte de sus derechos,
aun limitando su esfera de soberanía jurídica. Parécennos las dos
tendencias verdaderas, y eso es lo que hace que, en el espacio y
en el tiempo, no haya más que dominadores y dominados, vencedores y vencidos, señores y esclavos.
El imperialismo yanqui es un fenómeno que no puede ocultarse
al observador avisado e imparcial.
El pueblo que se adelantó en la declaración de los derechos del
hombre a Francia, reviste poco a poco su forma democrática con
el manto rojo del imperialismo. Woodrow Wilson lo declaró (La
nueva libertad, trad. esp. p. 36): En los Estados Unidos «un imperio invisible se ha instaurado sobre las fórmulas de la democracia».
La Nueva Inglaterra comenzó siendo el país más democrático
—esto si nos es posible olvidar la situación de los pobres negros—, pero creció en poder, y ese crecimiento hízole olvidar sU
origen y su legislación.
Es indudable que los Estados Unidos constituyen hoy un imperio; su emperador lleva el titulo plebeyo de presidente.
Las aspiraciones imperialistas de los yanquis aparecen como
un principio motor de todos sus actos en la política intern.icional,
encarnadas en Mac Kinley, Roosevelt, Lodge, Taft y Wüson.
El imperialismo americano, aun cuando tiende al mismo fin que
el imperialismo europeo, se vale de medios que a nuestra constitución clásica parecen repugnantes: la astucia, el engaño, la simulación.
Qiovanni Amadori Virgili cree que el imperialismo no es una
simple teoría de hombres políticos, sino un sentimiento profundo de
algunos pueblos que luego ha dado origen a una teoría política denominada imperialista.
El imperialismo es una necesidad colectiva, un producto natural de las colectividades plenas de juventud y de vigor, algo perfectamente humano que encarna en uno o varios individuos, pero en
su esencia es popular.
El pensador japonés Y. Mikami de Sadakaze Sugamina predicó el panorientalismo, inspirado, sin duda, en el poder creciente de
su pueblo.
El profesor Elorrieta (Derecho político comparado, 1917) afirin^
que por más que un gobernante obre según sus tendencias con
quistadoras, «siempre resultará que el imperialismo de las grande
naciones es una política impuesta por la fuerza expansiva de los intereses y sentimientos nacionales. Por eso todos los grandes Esta-
ESPAÑOLA- -.•
II
dos tienen que ser necesariamente imperialistas», y completa ati- de los enemigos de la América española, Carlos Pereyra: «Las
nadamente el pensamiento, diciendo que cualquiera que sea el re- ambiciones de un pueblo fuerte que pretende ejercer su hegemonía
sultado de la presente guerra europea, o mejor, universal, el impe- sobre un grupo de pueblos débiles, dando a su dominación las aparialismo continuará siendo la política dominante en los grandes riencias hipócritas del desinterés y de la benevolencia.> Alguien
Estados, porque responde a necesidades creadas por el desenvol- creerá en las buenas y eficaces intenciones civilizadoras y humavimiento mundial de la industria y del comercio, que constituyen la nitarias de los hijos de Yanquilandia, pero Carlos Pereyra no es
de ellos.
base material de los pueblos.
«En el siglo escaso de vida independiente que cuentan las naNapoleón Colajanni dice en su libro sobre las razas europeas
y las razas inferiores, que el imperialismo no puede desarrollar su ciones de América no deben a los Estados Unidos ni protección
programa sin un instrumento adecuado, indispensable: la fuerza ni fomento para sus adelantos.
*Las grandes naciones del Sur se han desarrollado y, ante
militar.
Quizá obedeciendo a la necesidad de la fuerza armada, A. T. todo, han vivido, por sus propios esfuerzos y por la influencia euMahan, en un libro titulado The interest of America in seu Power Pre- ropea.»
La guerra actual vino a favorecer la política del Gabinete nor^^ntad future, aconseja a su patria la creación de una poderosa esteamericano;
el secretario del Tesoro, en su Reporí anual, lo dice,
^ladra que domine todos los mares y costas de todos los pueblos.
íelicitándoose
por la brillante situación económica de su país. Los
s ese modo los yanquis serian los salvadores de la raza blanca,
beneficios
de
la
guerra en 1915 fueron asombrosos. Mac Adoo
amenazada por la amarilla.
(cit.
vizconde
de
Eza, El problema económico en España) dice Que
' ¡ore confia en que la influencia creciente de la clase industrial
esta
prosperidad
extraordinaria y tamaña afluencia de oro permiy manufacturera aminorará el poder militarista. Se olvida Fiore que
ten
a
los
Estados
Unidos entrever las perspectivas más vastas de
" cada hombre, aunque sea comerciante, hay en germen un emexpansión
que
quepa
imaginar, en especial hacia la América espaperador, y si este germen logra, merced a las riquezas, desenñola,
donde
se
apoderaron
ya del campo de operaciones dejado li° verse, recurrirá a la fuerza adecuada a su rango: la fuerza mibre a sus iniciativas y a su exportación por la Europa diezmada y
litar.
rruebas de las aspiraciones conquistadoras de los Estados empobrecida.
En la segunda conferencia de la Haya (1909) sobre la paz, seUnidos hay en abundancia.
gún
Martínez Ferrari, «los delegados de los Estados Unidos se han
Uesde su independencia de la metrópoli comenzó este pais a
empeñado
en manifestar que su pais apadrina y defiende los inte•"venir, más o menos solapadamente, en los problemas de los
reses
políticos
de las Repúblicas del Nuevo Mundo.»
eblos hispanoamericanos: Cuba, Puerto Rico, Méjico, VenezueEl
protectorado
es una nueva forma de vasallaje, una pérdida,
• ^tc., soa monumentos patentes del panamericanismo yanqui.
por
parte
del
Estado
protegido, de la soberanía absoluta, dentro de
""^ una breve enumeración de hechos sobre el asunto, recomensu
territorio
en
su
constitución.
amos el libro de Pereyra, £/m/to de Alo«/-c7ff.
En fin; la política yanqui es peligrosa para los pueblos meridio- '•
nales
de América. Un vecino poderoso es siempre terrible en el or.
•
'f'..
Hechos
den internacional si nosotros tenemos algo que le pueda coni^os Estados Unidos impidieron que Chile, vencedor del Perú, venir.
Unas cuantas naciones, sugestionadas por el gesto original de
pues de una guerra que duró cerca de dos años, se anexionara
Wilson,
acatan sus imperiales deseos. Diga Cuba, o diga Puerto
lilas pequeña parte del territorio peruano; no hicieron esto cumRico
que
son independientes, que, fuera de ciertas relaciones vedamjo con un deber de humanidad, sino obedeciendo a su interós,
das
por
los
yanquis, son libres en todo; la realidad desmentirá en
j no consiente en América del Sur la formación de Estados pocualquiera
ocasión
esta creencia.
lerosos.
Cuba, esa perla antillana, último resto del imperio español, no
El
gobierno yanqui no permitió —y aun hoy mismo no lo mira viene a ser más que un Estado, una provincia norteamericana.
y lo impide cuando puede - qu c se celebrasen tratados en- Verdad es que de los Estados Unidos recibió muchos beneficios,
s pueblos europeos y los americanos, fundándose en que es
pero fué a cambio de la pérdida de la soberanía, de una dependenrelaciones constituían un peligro para los Estados Unidos.
cia innoble, de una abdicación vergonzosa.
Un más: las casas de banca norteamericanas establecen agenRoland U. Usher, refiriéndose a la invasión financiera de los
* en las naciones meridionales.
Estados Unidos en las Repúblicas centroamericanas, dice que
onto serán económicamente dominadas Buenos Aires, Rio
«apenas ha dejado a,los pequeños Estados una sombra de indeo, -bantiago de Chile, etc., las principales plazas de comerpendencia
económica».
nas Compañías de ferrocarriles brasileñas, explotadas por
La
intromisión
de Yanquilandia en los pueblos de origen espaP esas anglo-francesas, dicese que serán arrendadas a los señol
no
puede
ser
eternamente
pacifica, porque allí donde circule la
' " a « s de Monroe.
sangre de España —y conste que es verdad este tópico— existirá
c
e murmura asimismo que el esfuerzo gigantesco representa- siempre un espíritu indomable de independencia.
El protectorado que ofrecen las naciones fuertes a las débiles
g
"^ apertura del canal de Panamá no ha sido hecho por los
os Unidos únicamente para conquistar la gloria de ejecutar es tan humillante romo la esclavitud.
Dice Martens (Dereclio internacional, t. 1) que los Estados semi^^ a an maravillosa ni para ganar el título de benefactores de la
soberanos
son anomalías. Una nación que ha perdido su sobera
nar ^"
' '^' '^''^^ José de Astorga, quien no recela en consignía
está
sometida,
no al derecho internacional, sino al derecho po-,
imn "'^* ^°n-teniporánca, 1914): «Los enormes sacrificios que ha
lítico.
Esta
inconcusa
verdad de Mortens es seguida de otra im.
dos is ° ^ ^^'^ ''^'^ —^' ^" ~ ®' '^°'^'® ^^^ istmo corresponde a
portantisima
en
el
porvenir
americano: «El Estado que tiene algún
team "^-^"^^ ^'^ exigencias de importancia vital para la nación norvigor
sacude
tarde
o
temprano
las trabas que se ha pretendido im
defe ^"'^''"'^; "^"^^ de carácter económico y otras relativas a la
ponerle,
y
entra
en
posesión
de
su personalidad internacional.>
q'ís"^^ "acional.» Así, pues, tras el manto bienhechor de los yanderá ' ^^ ""^""^ *^"*o 1^ doble intención de un pueblo que se per£ como se pierden todos, por su ambición excesiva.
DIEGO ABAD DE SANTILLAN.
ve de
^ asenvoltura
fórmulasa místicas
de natural,
Monroe,indicado
el mito de
susel doctrinas,
sireste hecho
por
sagaz delator
VI
ba vida ínti;na.
En aquella ciudad proteica, cambiante como una piedra preciosa, a la par de las nuevas ideas y de los nuevos gustos, cambió
también la vida propia de cada cjudadano, su vida privada. Las
severas y cerradas costumbres familiares que imperaron en toda
la Edad Media, aunque en Italia no fueron semejantes a los de otros
países, desaparecieron por completo. El ciudadano de una República de entonces, dice con justeza Lord Macaulay, «era juntamente el griego de los tiempos de Pericles y el romano de los de Juvenal: tímido, hábil, artificioso y vil como el primero; amante, apasionado de la independencia y de la prosperidad de su patria, y
animado de cierto espíritu público como el segundo».
En Florencia, donde las diferencias sociales nunca fueron profundas, donde pueblo y nobles latieron con el mismo ideal, al lado
de la nobleza de sangre, y superior a ella, aparece una nueva nobleza, una nobleza artística que impera sobre todo, que lo avasalla
todo, que da la pauta de la nueva vida a la que más o menos se
han de ajusfar la mayoría de los ciudadanos. Y en medio de tanto
refinamiento, esta nueva nobleza personal del talento y la habilidad,
es a veces tan osada y brutal, que verdaderamente nos espanta.
Benvenuto Cellini discute mano a mano con los Cardenales de su
tiempo. En su biografía fanfarrona relata su entrevista con el Car-
denal Salvati con el siguiente desgarro popular, inexplicable para
nosotros:
«Este Cardenal bestia mandó por mí al cabo de ocho días, diciendo que llevase la obra; yo fui a verle sin ella.—Llegado que
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Pedro Aretino.
hube me dijo de pronto:—¿Dónde tienes tu guisote? ¿Lo has concluido?- A lo cual repliqué: -Monseñor, mi guisote no lo he concluido y no lo concluiré si no me dais cebollas para terminarlo.—
A estas palabras, dicho Cardenal, que tiene más de asno que oe
hombre, se puso doblemente feroz.»
Mas aunque esto sea exagerado, es lo cierto que el hombre de
aquella época, vale por lo que es en si, no por su nombre ni ^^
nacimiento. Nobles, burgueses y artesanos llevan casi una mism»
vida, según sus medios y sus aficiones. Ya hemos visto cómo i*>''
cael de Lando llegó a Confalonero de Justicia, el cargo más a"
de la Kepública, el más honorífico, el de mayor brillo y esplendorLos hombres de todas clases ante esta competencia personal "*
condiciones propias, se afinaban y se pulían desenvolviendo toda
sus cualidades. Él soberbio Pedro Aretino, trataba a los MédiC
con displicente familiaridad.
Tullía de Aratjón.
El florentino de entonces, culto, elegante, despreocupado y ^
tista, ama a Florencia sobre todas las cosas, encontrando en el •
solamente en ella, su propio y adecuado ambiente. No obstan >
de vez en vez la imaginación del florentino le impulsa a viajarentonces cuando se embarca con rumbo hacía países nuevos, cü
do ambulea de Corte en Corte al servicio de la República; nías
florentino no va solo jamás, va acompañado siempre de su r
habilidad, de la indudable superioridad de su raza. Galante, » '
••^mn
•13
ESPAÑOLA
escurridizo, práctico, el florentino de calidad, pronto llega a ser*
amo de los campos lindantes donde levantara su tienda. Su justo
título, es su sagacidad; su justo pago, es su fina sonrisa.
Bi viejo mercado de i-ljreiu:i,i
Llega entonces a su apogeo el tipo de artista de la época, que
encarna como en ninguno otro en recio corpachón de atleta que
poseyó en el mundo Benvenuto. Estos artistas, por lo general, son
"fibres hábiles y desaprensivos, religiosos y amorales, anillados
y Violentos. Bravucones, imaginativos y exaltados, lo mismo cla^3n un puñal hasta las cachas -«contra el hueso del cuello, que
1 naciendo gran esfuerzo no pueden recobrarlo» (Cellii~< que labran un soneto, o enamoran a una mujer,
tstos hombres extraordinarios que da la época y la ciu' poseen casi todos una psicología desconcertante. Doos de un profundo sentimiento relig iosollevado hasta e
deli"•10, son capaces de realizar las más sublimes obras a
la Pai" que los crímenes más bajos y soeces. Benvenuto Ce"'' ""a vez ladrón, varias asesino, muchas violador y a las
eces artis'a, describe en su diario cómo estando preso en
3nto Angelo, luego de hacer una plegaria a Cristo pidiéndole ver el sol, se le aparece toda la Corte Celestial. «La
ndad de Dios -dice en este momento con- unción evangé^> después de describirnos su aparición— hase dignado
strarme toda su gloria cual acaso jamás la hayan visto
^^'•os ojos mortales.*
-a mayoría de estos hombres gigantes tienen además
on de la universalidad. Miguel Ángel, Leonardo (aque'
<lue ofrecía sus servicios al duque de Millán diciendo: «Yo,
>•. soy capaz de cuanto quepa esperar de criatura mortal») V R
T r
I
I y Denvenuto, mismo, aunque de calidad muy inferior,
01 literatos, arquitectos, artistas y poetas; levantan una
^ icación, o inventan una máquina. Dotados de una fuerza her' ue una salud privilegiada, un poco fanfarrones, un mucho ge> cruzan por la vida removiendo todo a su paso, bajo el empu« de sus hombros macizos, bajo la magia de sus manos de artistas.
La'inlluencia de estos hombres inmensos, se mezclaba con la
de exquisitos cortesanos que influyeron poderosamente en los hábitos y en las costumbres de la ciudad, tanto como en las direcciones literarias. Tullien de Aragón emuló victoriosamente las pasadas y venideras cortesanas, discutiendo con filósofos y poetas con
el mismo fuego y entusiasmo con que se daba al amor. El conjunto
de todo este torrente de vida tumultuosa y ardiente, se notaba sobre todo en las modas, en la ornamentación de las casas, en las
fiestas del pueblo. Los trajes más bizarros aparecían a diario sin
causar sensación. Las alhajas, los encajes, los ricos bordados, se
prodigan largamente sin cuento ni medida. Todas las mujeres florentinas —esas lindas mujeres que se asoman coquetas a los pesados marcos de los viejos retratos- llegan bajo este aspicto a
tan grandes refinamientos, que jamás se conoce época alguna en
que el cuerpo femenino se sometiera a mayores torturas por parecer más bello. El uso de los perfumes sube a tan alto grado, que
en algunas brillantes fiestas, llegaron a perfumar hasta los mismos
animales que en ellas figuraban. Pedro Aretino recibió de Cosme
de Médicis una cierta cantidad de plata perfumada.
Pero la nota culminante de todo este conjunto, la más característica quizá, de toda esta civilización alquitarada, era la elevación,
la exaltación de la mujer y su igualdad con respecto al marido. En
Florencia la educación de la mujer, era idéntica a la del hombre;
conocieron algunas las lenguas clásicas (Tulia hablaba el latín
como el italiano), la filosofía y la retórica también como los hombres más talentosos de la época. De sus plumas salieron muchas
canciones, muchos poemas, muchas obras, que muchas veces ¡ayl
fueron firmadas con firma de varón. El mismo Benvenuto dedicó
uno de sus sonetos más hermosos «A Bartolomé Ammalf, escul^Q^, y a su mujer, que es poetisa.»
L ^ ^ujgr florentina, femenina hasta la exageración, también
301,3 ger viril cuando era necesario. Libre, inteligente y despreocupada, fué el producto más refinado de la ciudad y el contraste más
vivo con aquella otra mujer de otros países, que por la misma
época yacía encarcelada en los recios'castillos.bajo el poder om-
Florencia: I.a Logia del Bijallo.
nimodo de un seiior feudal, que para casos de ausencia y enfermedades poseía la famosa cintura: aquella bárbara y famosa cintura
que aún se conserva en los museos.
LEÓN MARTIN-QRANIZO.
RENOVACIÓN
14
ED j^BNTIMIENTO DED P A I ^ J E
El sentimiento del paisaje es una de las piedras de toque
para conocer a los buenos poetas (y al decir poetas no hacemos distinción entre los que escriben en prosa y los que
escriben en verso). El vulgo se representa a los poetas como
entes anormales, cuya ocupación es cantar los esplendores
de la naturaleza y los esplendores de "ella,,, de la novia,
prejuicio que dimana del abuso que los poetas de todo tiempo han hecho de la manifestación de los sentimientos eróticos y cosmológicos. De ahí que las vibraciones que en el
alma del lector se proponga producir el poeta, sean muy difíciles de conseguir cuando canta la naturaleza. Muchos
poetas han arrostrado las dificultades que lleva consigo la
consecución de la fragante originalidad emotiva en los sentimientos de amor, en las estrofas a la amada, y no pocos
han salido airosos de la empresa. Pero al intentar la plasmación del placer de la contemplación de la naturaleza, las
más claras inteligencias se extravían y reducen este sentimiento fecundísimo a una descripción ajustada a convencionalismos de escuela o a manidos lugares comunes.
Parece como si tuvieran pusilaminidad, como si sintieran empequeñecimiento frente a la naturaleza. Y así han pasado siglos y siglos en que la literatura ha sido estéril al tratar con el ennoblecedor, sedante y fecundo sentimiento de
la naturaleza.
Ya hizo notar Azorín que tal sentimiento está ausente de
la literatura clásica. El naturalismo pareció animarlo con lalarguísimas y minuciosas descripciones de campos, ciudal
des, montañas y playas; pero bien pronto se vio que la sutis
emoción que nos comunica la acendrada pleitesía a la naturaleza, no estaba en el naturalismo, que se reducía generalmente a una copia matemática, seca, sin jugo. Y en la
época presente la mayoría de los literatos castellanos continúan desarrollando el concepto rutinario y lamentable del
paisaje. Azorín con sus claras, armónicas y tranquilas páginas, y Pío Baroja con sus sobrias y hondas descripciones,
son dos de los pocos artistas que han experimentado la divina emoción del paisaje, esa emoción que el vulgo cree inherente a todos los poetas, y que sólo es dado sentir a muy
pocos por lo visto.
En cambio la literatura catalana cuenta con muchos poetas y prosistas en los que el amor a la naturaleza impregna
sus obras de fragante aroma sano, y aleigre, y optimista..
Desde las magníficas sensaciones maragallanas tan sencillasy tan vivas, hasta los brochazos luminosos, plásticos y aristocráticos de Josep JVlaría de Sagarra, el sentimiento del paisaje está vinculado fuertemente, indisolublemente, a la potentísima literatura catalana moderna.
F. ALMELA VIVES.
lia admit^aeión y la curiosidad
Cierto día un ruiseñor
anunció que iba a cantar,
por si algún admirador
le quería ir a* escuchar.
Al enterarse, ligeros,
_
acudieron a montones
los pardillos y jilgueros,
calandrios y verderones.
Cuando unos y otros llegaban
hubo más de una protesta,
pues todos se disputaban
el mejor sitio en la fiesta.
Y tal jaleo se armó,
que el ruiseñor pensó así:
—¡Nadie canta como yo
cuando se agolpan aquí!
—¿Y tú, por qué vienes, chico?
— dijo a un calandrio un jilguero—Yo sólo por ver el pico
al ruiseñor.
—Pues yo quiero
únicamente observar
si es que viene una jilguera,
que por su gracia al volar
le vuelve loco a cualquiera.
—Yo —intervino un verderónno tengo más interés
que estar en la reunión
un rato con estos tres
amigos que tengo al lado.
—Pues yo —un pardillo decía —
os vi aquí a todos, y he entrado
sólo por ver lo que había.
Lo oyó el ruiseñor, y así
exclamó: —¡A cantar renuncio!
¿Nadie viene a oirme a mí?
;
¡Pues... anda y que cante el Nuncio!
¡Cuántos, cuántos oradores,
presumidos y orgullosos,
creen que son admiradores
los que sólo son curiosos.
Y alimentan la ilusión
de que valen de verdad,
sin ver que la admiración.
es sólo curiosidad...
A UN
HACENDISTA
Lo mismo hoy que en pretéritas edades
un talismán seguro es el dinero,
y puesto que eres'hacendista, quiero
elogiarte y decir cuatro verdades.
''
Como se agitan tantas nulidades
i
en el llamado mundo financiero,
' ' '
recibe el homenaje de un coplero
''•' -'• •'
•..14;
que no sabe sumar dos unidades.
Tú eres oro de ley. Destruye errores
y demuestra a los mil explotadores
que han acudido, en espantable nube, ,, , ..
a dejar el Erario mustio y flaco, .• . :•. ; '^
que no es igual la Hacienda que el tabaco: ,
¡que cuanto más se chupa, mejor sube!
•
•"••
- ..;;;.'I :.i'y.
JOSÉ R O D A O :
G L O S A S
La ideología del nacionalismo vasco
• Pocos libros sobre nacionalismo tan interesantes, tan
concretos, tan sugerentes como el publicado recientemente
por D. Jesús de Sarria sobre nacionalismo vasco.
Tiene el mérito de ser la exposición concisa de un criterio filosófico abonado por reflejos de realidades vivas, y la
virtualidad de ayuntar, en tesis clara, las raices humanas
'nás fuertes a un problema político que está cobrando intenl;l
so incremento en la actual renovación palingenésica dé
Espaila.
Estas páginas, calientes y nutridas de emoción, que no
adolecen del seco y rigido raciocinio intelectualista sometido a entimemas y paralogismos a base de especulaciones
arbitrarias, envaradas como fórmulas algebraicas, plantean
de manera decisiva y tentadora, en un gesto sereno y seguro de sí mismo, en que campea el reto,
la controversia con los impugnadores
DELICIAS CORTESANAS
del nacionalismo.
No hemos, por lo tanto, de lanzar el
arcaduz de la razón en la entraña de este
problema que se aferra a los movimientos cordiales con una efusión dominadora. Todo problema importante de
orientación vital, todo problema enfocado desde las atalayas del transcendentalismo, ofrece dos caras, afecta a dos
órganos vitales del hombre espontáneamente inquieto y curioso: el órgano del
intelecto y el del sentimiento, el del raciocinio y el de la sensibilidad. Cardíaca y cerebralismo son los dos resortes
universales en torno de que giran todas
las acciones y anhelos humanos. Son los
dos polos entre los cuales se mueve el
mundo; quien padezca de ceguedad o
daltonismo hacia alguno de ellos no percibirá, sino en parte mezquina, un jirón
de la verdad.
El nacionalismo vasco enunciado por
Satria en una terminología sobria y esquemática, pero rica de percepciones y
de contenido substancial, se funde con
las características étnicas y las necesidades autóctonas, se cimenta en la restauración integral de los propios valores,
radica en las vibraciones de la emoción
nacional. ~
Esta emoción nacional resurge en
Euzkadí para rescatar el patrimonio ancestral específico desdeñado por generaciones Sucesivas o arrumbado por desviaciones de la voluntad indígena. El
vasco, cada vez más vinculado a solicitudes periféricas, ha dejado dormirse y
anquilosarse al genio de la personalidad
autóctona, base del nacionalismo, y hoy
despierta para recobrarlo y asentar sobre
sus normas e inspiraciones los entibos
de la nacionalidad.
Nacionalidad es afirmación, solidificación y desarrollo de todas las entidades integrales propias, en lo ontológico,
MKE.
Cn las herencias históricas selladas por
el instinto dinámico de raza, en las susrelices resultados de las acertadas medidas tomadas por el señor Alcalde contra
ceptibilidades naturales para la riqueza y
et abuso de la mendicidad callejera.
16
RENOVACIÓN
las diversas intensificaciones vitales, en las modalidades para
la existencia democrática.
La economía, la industria, el comercio, la agricultura,
son partes complementarias sine qua non; están ligados íntimamente a los impulsos de la nacionalidad vasca. "Para nosotros los nacionalistas vascos, la riqueza nacional estávincuada a la substancia misma de la nacionalidad. Sabemos que
sin riqueza pública no hay nacionalidad que resurja, ni tienen eficacia los derechos de ciudadanía. La riqueza la tenemos como elemento básico, como escudo y palanca de na
cionalidad y ciudadanía.,, Nacionalidad, democracia, riqueza: he aquí los conceptos fundamentales que informan el
ideario del autor de Ideología del nacionalismo vasco. '
Con los postulados ideológicos de Jesús de Sarria, enraizados en el sentimiento, en la emoción nacional, queda suscitada la polémica frente a la posición política —que no espiritual— de espíritus rutinarios, prácticos y poco excitables.
La capacidad para la existencia
nacional reside, según este escritor
sugerente, en la capacidad del órgano emotivo. Sobre este concepto se
afinca, más que en ningún otro, la
ideología vasca de la nacionalidad.
"Esa ley natural, que hace de la emoción —en el ser o en colectividades—
piedra de resistencia, yunque de vitalidad, es para nosotros, los vascos,
ley de salvación.,, No desdeñemos
ninguna ideología Asomémonos a
todos los problemas con inquietud
de hombres sedientos de refrescar en
todas las fuentes del conocimiento.
REVISTA DE REVISTAS
Augusto Broca.—¿a réeducation des Musites.—La Revue de
París.
El inválido de guerra ha llegado a ser una categoría social, formada por hombres en plena actividad física y mental, que antes eran la fuerza de la nación.
¿En qué momento debe volver al trabajo el inválido? Lo
antes posible. La ley francesa es defectuosa en este punto,
prohibiendo todo género de trabajo durante el tratamiento.
En idéntico error ha incurrido el servicio de Sanidad
Militar, prohibiendo el trabajo a numerosos convalecientes.
Es un lamentable error moral —
porque la ociosidad es madre de todos los vicios— y médico, porque
nada mejor para el completo restablecimiento que el trabajo.
El ideal Imbiese sido establecer la
reeducación obligatoria, imitando en
eí.to a Bélgica, donde el espíritu de
d'sciplina alemán ha sabido implantar tan beneficiosa reforma. ¿Hubiéramos nosotros logrado hacer otro
tanto? Es posible, pero ahora ya es
tarde. La costumbre es una lamentable realidad, y nuestros mutilados
sólo piensan en volver inmediataROBERTO BLANCO TORRES.
mente a su hogar, adonde llegan en
pésimas condiciones, sin saber emplear útilmente el resto de sus energías.
Corazón de la Noche, por Eliodoro
Id a Port-Villez, cerca de Vernon;
Puche.
allí están los mutilados belgas, que
han convertido una tierra poco cultiHe aquí un libro acerbo y sentido
vada y casi estéril en fecunda y riy doloroso, un libro íntimo y persueña campiña.
sonal.
Allí se ejecutan todos los trabajos,
Eliodoro Puche, que el año pasa
se perfecciona la instrucción primaria,
Ramón Gómez de la Serna, ra ro y sutil prosista qtie ha pudo publicó EL Libro de Los Elogios
blicado estos días dos nuevo s libros titulados wpombo» y
se atiende a todas las necesidades de
oMiies trarlo».
Galantes y de Los Crepúsculos 4e
la vida.
Otoño, nos ha ofrecido ahora este Corazón de la Noche,
No solamente se cuida de la reeducación agrícola, sino
un breviario de versos transidos y doloridos.
también de la industrial.
Puche, apartándose un poco de la forma, pone siempre
Jean Camus es partidario de combinar ambas, y así se
en sus versos una gran sensibilidad, que vibra intensamente ha implantado en ü centro agrícola de Juvisy.
ante todas las emociones, aun las más breves y fugitivas.
. Las ventajas de esta reeducación pueden ser inmensasEn este libro, Puche ausculta el corazón de los nocturnos Es una nueva educación ciudadana, cuyos beneficios Ueg^'
y glosa los motivos líricos de la noche.
rán a toda la nación.
¡Y cómo siente los latidos de este corazón que late eterNuevos trabajos de horticultura, el cultivo de plantas
namente!
medicinales —que antes de la guerra era monopolio de Al^'
Eliodoro Puche ha sabido comprender la gran poesía del mania —, nuevas industrias, ensayos de zootecnia, problc
silencio y del misterio de la noche.
mas que antes de la guerra tropezaban para su resolución
con la desconfianza e ignorancia, pueden ahora resolverse
Este libro está lleno de alma y de unción.
con la reeducación de los mutilados.
Es como una ofrenda a la gran sombra acogedora.
La reeducación agrícola es la más interesante. Los obi'S'
V Y es también menos frivolo que su libro primero.
Este Corazón de la Noche es ya una sinfonía en voz ros de fábricas han quedado en el interior, y entre los henbaja, un camino que nos conduce serenamente a la sen - dos es enorme el número de los agrícolas.
Estos aman la tierra, y sólo anhelan volver a ella. Po*"'
cillez.
Es, en fin, un libro acerbo y sentido, íntimo y perso- que es en el campo, y no en la ciudad, donde no se niuer
nal.
de hambre.
[
Y esto, tristemente, no puede decirse de todos los libros.
Homero en su Odisea decía lo contrario, pero es que
buen Homero soñaba a veces.
E. C. C.
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BL T í o SAM.—Allí donde mis soldados ponen el pie no vuelve a nacer la hierba.
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