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DIDÁCTICA DE LAS CIENCIAS
SOCIALES
TEMA 6: LA EDAD MODERNA
Raimundo Antonio Rodríguez Pérez
Pedro Miralles Martínez
Sebastián Molina Puche
Cosme Jesús Gómez Carrasco
José Andrés Prieto Prieto
José Monteagudo Fernández
Francisco de Asís Gomariz Sánchez
Francisco Javier Valera Bernal
Mateo Férez Martínez
Rita María Matencio López
LA EDAD MODERNA
Se denomina Edad Moderna en Occidente al periodo histórico que abarca los
siglos XVI, XVII y XVIII. También es conocido como Antiguo Régimen o Periodo
Moderno (en inglés Early Modern Times). La tradicional periodización de la historia
marca su comienzo en el Descubrimiento de América (1492) o en la toma de
Constantinopla por el Imperio Turco (1453), y el final con la eclosión de la Revolución
Francesa (1789). A nivel general, esta época se caracteriza por una paulatina y lenta
transición del feudalismo al capitalismo. Entre los principales elementos que
condicionaron esas transformaciones hay que destacar el crecimiento del capital
comercial y un aumento del poder de la burguesía; el expansionismo marítimo y los
grandes descubrimientos geográficos; el surgimiento de los estados nacionales a través
de monarquías autoritarias y absolutistas; el nacimiento del humanismo; un mayor
desarrollo de la ciencia y la investigación empírica; la ruptura de la cristiandad con la
Reforma y la Contrarreforma; y un sistema demográfico de tipo antiguo con grandes
episodios de mortalidad, y que supuso un crecimiento lento de la población.
RENACIMIENTO, HUMANISMO Y LAS REFORMAS PROTESTANTES
El término Renacimiento, desde una perspectiva amplia, y que supera lo cultural,
hace referencia a la época de crecimiento económico y demográfico de Europa en el
siglo XVI, la expansión marítima y geográfica que experimentó el territorio europeo en
esa centuria, el auge del humanismo, los cambios revolucionarios en el arte y en la
ciencia, la reforma protestante y la contrarreforma católica. Este concepto ha estado
siempre cargado de un matiz positivo. Sin embargo, los valores que ensalza el
Renacimiento ya estaban en cierto modo presentes en la Europa Medieval (sobre todo
en su último tramo), aunque ni se dieron con la misma intensidad ni con la misma
generalización. Los ideales que fundamentaron el Renacimiento y que se personificaron
en el Humanismo (doctrina basada en el ensalzamiento del hombre, el individualismo o
la gloria del héroe) tuvieron en la imprenta un vehículo de transmisión extraordinario.
El revolucionario invento de Gutenberg hacia mediados del siglo XV permitió un gran
desarrollo de la cultura escrita. El desarrollo y consolidación de la enseñanza superior
tuvo su espejo en el desarrollo de nuevas universidades como la de Alcalá en España.
Sin duda el Humanismo es la expresión social y cultural más representativa del
Renacimiento. Esta corriente tiene su origen en Italia y con ciertos matices en los Países
Bajos en el siglo XV. Surgió de la crítica de textos antiguos para su posterior reedición.
Los Studia Humanitis se concentraban en la palabra y en una ética aplicada (la
gramática, la poética, la retórica, la historia, y la filosofía moral). Se denominaba
humanista al profesor que dominaba estas ramas del saber. El humanista Luis Vives
(1492-1540) fue uno de los principales pensadores europeos, junto a Desiderio Erasmo
y Tomás Moro. Éste le otorgó una gran importancia a la educación, por encima de los
estudios metafísicos. El Humanismo, además del interés por los estudios clásicos, hace
referencia a un nuevo modo de vivir que quiere dar protagonismo al papel del hombre
en el mundo, la ética o la cortesía social. Leonardo Da Vinci fue el prototipo de hasta
dónde puede llegar el nuevo modelo de hombre propuesto por el Renacimiento.
La corriente humanista, en la que la razón comienza a tener un papel principal
para entender el mundo, quiso compatibilizar esta filosofía con el Cristianismo. Es lo
que se denomina humanismo cristiano, que defiende la vuelta a los orígenes de la
Iglesia, acudir a las fuentes primigenias y acabar con la superstición. El máximo
representante de esta corriente fue Erasmo de Rotterdam. Esa crítica a la religiosidad
fingida y a los excesos de algunos representantes de la Iglesia, fue el germen de la
Reforma Protestante y la ruptura de la cristiandad en el siglo XVI. Martín Lutero, con la
publicación de sus 95 tesis en las puertas del castillo de Wittenberg (1517), expresó lo
que consideró como adulteración de la religión por parte de la jerarquía eclesiástica. Su
doctrina se basó en la fe como instrumento de salvación del alma, las Sagradas
Escrituras como la base del conocimiento del designio divino, y en la idea de la religión
interior. Estas tesis provocaron un enfrentamiento con el Papa, y fue aprovechado por
muchos monarcas para conseguir una vía de enfrentamiento con el emperador (entonces
Carlos V). Las reformas y revueltas protestantes fueron extendiéndose por Europa,
siendo Lutero y Calvino los principales referentes. La Paz de Augsburgo de 1555 marcó
el principio “Cuius regio eius religio” (los súbditos deben tener la religión de su rey).
Ante esta situación la Iglesia Católica reaccionó convocando el Concilio de Trento
(1545-1563), que si bien tuvo su origen en un intento de reconciliar las posturas de
Protestantes y Católicos, finalmente supuso una ruptura definitiva de la cristiandad. Los
resultados del concilio, definidos por muchos autores como una auténtica
contrarreforma, siguieron el camino de la reafirmación de la ortodoxia católica frente a
los protestantes y el establecimiento de cuestiones disciplinares y de formación
fundamentales para el clero.
EXPANSIÓN MARÍTIMA Y LA ERA DE LOS DESCUBRIMIENTOS
Una de las principales características de este periodo es la gran expansión del
comercio gracias a las rutas que surgieron desde finales de la Edad Media y que se
consolidan y se multiplican con el descubrimiento de América y la navegación por el
Pacífico. Desde el siglo XV Portugal y Castilla se erigieron en dos grandes potencias
emergentes sobre las rutas oceánicas. La fortaleza del Imperio Turco, instalado entre
Europa y la lejana Asia, así como los aranceles económicos que éste imponía, impulsó
la búsqueda de una ruta alternativa para alcanzar las riquezas que pregonó Marco Polo
del Lejano Oriente. Esta circunstancia, unida a un momento de expansión económica y
demográfica, la atracción por lo desconocido, así como los progresos técnicos que
experimentó la navegación (astrolabio, mejoras en el uso de la brújula y la
cartografía…) pusieron los cimientos para esa expansión ultramarina.
El descubrimiento de América debe enmarcarse en ese periodo de auge de la
navegación y el interés por alcanzar nuevos territorios. El proyecto de Cristobal Colón
para alcanzar las riquezas de las Indias sin pasar por los aranceles del Imperio Turco
planteaba una ruta alternativa. Frente a la expansión portuguesa hacia las Indias, cuya
idea se basaba en viajar hacia levante, sorteando el continente africano, la ruta que
planteó Colón implicaba llegar al Lejano Oriente por el camino contrario. Este
planteamiento estaba basado en una idea principal: la Tierra es una esfera. La propuesta
de este navegante tuvo acogida en la monarquía de los Reyes Católicos. Aunque la
empresa que propuso Colón tenía una orientación claramente comercial, los monarcas
españoles quisieron darle contenido de empresa pública que fuera en beneficio del
propio Estado.
La conquista y colonización de América comenzó en la isla de Guanahani,
bautizada como San Salvador en las Bahamas. Tras su vuelta triunfal a Barcelona,
Colón llegó a realizar otros tres viajes que ampliaron el espacio americano conocido.
Estos descubrimientos trastocaron el orden político internacional. Las dos potencias
marítimas de entonces (Portugal y Castilla) se repartieron el Nuevo Mundo gracias a la
bula Inter Caetera de Alejandro VI (1493) y por el Tratado de Tordesillas (1494).
Dichos documentos establecieron una línea imaginaria de norte a sur 370 leguas al oeste
de Cabo Verde, desde la que se entendía que los territorios por explorar hacia occidente
pertenecían a Castilla, mientras que los de oriente pertenecían a Portugal. La primera
parte de la conquista de América tuvo su centro en las Antillas, con la expansión por
Cuba y Jamaica. Después del paso al continente hubo dos momentos trascendentes en la
historia de la navegación. Por un lado el descubrimiento del Mar del Sur (Océano
Pacífico) por parte de Núñez de Balboa en 1513 y la circunnavegación del globo entre
1520-1522 por Magallanes y Elcano.
Mapa 1. Viajes de Colón
Fuente:http://213.0.8.18/portal/educantabria/contenidoseducativosdigitales/primaria
/cono_3_ciclo/CONTENIDOS/HISTORIA/DEFINITIVO%20EDAD%20MODERNA/pagina2.html
Los pueblos amerindios (principalmente el imperio azteca, maya e inca) fueron
conquistados y sometidos por diferentes expediciones. Entre éstas, las principales
fueron la de Hernán Cortés, que derrotó al Imperio Azteca, encabezado por Moctezuma
(en 1521 se toma la principal ciudad azteca, Tenochtitlán), y la de Francisco Pizarro,
que a partir de 1531 lanza una expedición sobre América del Sur, y sometió al Imperio
Inca. Tras la conquista española de América, la administración del territorio nació de
una fusión entre la realidad específica americana y la idea de gobierno que se tenía en
Castilla. Desde la Península Ibérica, las dos instituciones básicas fueron la Casa de
Contratación (encargada sobre todo del tema comercial) y el Consejo de Indias
(encargado principalmente del gobierno y justicia de los territorios americanos). En
cuanto a las grandes instituciones españolas que ejercían su labor en América, las
principales fueron el virrey, las reales audiencias o tribunales de justicia, y el municipio.
Mapa 2. Expediciones y conquista de América en el siglo XVI
Fuente:http://iris.cnice.mec.es/kairos/mediateca/cartoteca/pagsmapas/desplazamien
tos_mapa21.html
Hay que tener muy presente que el interés principal de la presencia española en
América fue el aprovechamiento económico, que se centró fundamentalmente en las
minas de oro y plata (las más famosas fueron las de Potosí y Zacatecas), el oro que se
encontraba en ríos y vertientes, la explotación de las salinas, y posteriormente el
comercio. En cuanto a los beneficios mercantiles, la Monarquía Hispánica estableció la
flota de Indias en 1561 a través de dos envíos anuales desde Sevilla. Con este sistema se
buscó la protección de los navíos mercantes frente a los ataques de corsarios y piratas
con navíos de guerra que los acompañaban a lo largo de la travesía. La sociedad
colonial fue construyéndose durante décadas uniendo las desigualdades sociales propias
de la Edad Moderna con elementos raciales. El mestizaje tendrá una gran influencia en
la estratificación social. Desde el español peninsular hasta el esclavo negro, había un
gran elenco de grupos pasando por el criollo (hijo de españoles nacido en América), el
indio, el mestizo (hijo de español e indica), el mulato (hijo de español y negra), o el
zambo (hijo de indio y negra).
El encuentro (y desencuentro) entre diferentes culturas, la demostración
empírica de la esfericidad de la Tierra, y el auge del comercio a larga distancia y el
enriquecimiento de los que lo llevaron a cabo, cambió de forma sustancial el devenir
histórico a nivel social, económico, político y cultural. Un símbolo de ese proceso fue el
famoso real de a ocho español. Esta moneda de plata con ocho reales de valor circuló a
lo largo de la Edad Moderna por todo el globo, desde Europa a América, y de allí a
Asia. Conocido como el dólar español, se convirtió en la primera divisa de uso mundial
y generalizado, y la primera moneda de curso legal en Estados Unidos. Fue un signo
más de esa primera globalización que se produjo en el Periodo Moderno.
Desde finales del siglo XVII fueron Holanda e Inglaterra las que tomaron el
nuevo rumbo en la supremacía naval y mercantil, escenificada en sus Compañías
Comerciales de las Indias Occidentales y Orientales. La expansión por el Caribe, el
contrabando con las colonias españolas, y la navegación por el Pacífico y el Extremo
Oriente enriquecieron a los accionistas de estas compañías. El apoyo que ambas
potencias prestaron a piratas, bucaneros y filibusteros a lo largo del siglo XVI y gran
parte del siglo XVII para que hostigaran a los navíos españoles, se volvió en
persecución a finales de dicho siglo. La inversión en la flota naval y las mejoras
tecnológicas provocaron que el dominio del mar desde comienzos del siglo XVIII hasta
las primeras décadas del siglo XX correspondiera desde entonces a Gran Bretaña.
DE LA MONARQUÍA AUTORITARIA AL DESPOTISMO ILUSTRADO
En el terreno político, entre los siglos XVI y XVIII se produjeron unas
transformaciones fundamentales que propiciaron la progresiva aparición del Estado
Moderno. Hay que resaltar el mayor fortalecimiento de las monarquías y de su
burocracia. Habitualmente se suele identificar al gobierno de este periodo con la
Monarquía Absolutista, donde el rey aglutinaba todo el poder por derecho divino. Pero
este proceso fue gradual y con diferentes ritmos, y no en todos los territorios se
desarrolló de la misma manera. A lo largo de la Edad Moderna los reyes crearon y
consolidaron instituciones colegiadas de asesoramiento (consejos), que junto con el
auge de la Corte y la creciente burocracia, consiguió establecer lazos de fidelidad con
gran parte de la nobleza. Además hay que unir el importante crecimiento de los
ejércitos. Desde finales del siglo XV Europa experimenta una revolución militar, basada
en la táctica y en el armamento. La pólvora va jugando un papel decisivo y la caballería
va dejando paso a la infantería. A esto hay que añadir un creciente gasto militar de los
monarcas para afianzar su territorio y su posible expansión.
El proceso de fortalecimiento del monarca tuvo importantes altibajos. En
muchos territorios la nobleza se reveló ante el creciente poder real y centralizador
(como la revuelta de las Comunidades en Castilla o la Fronda en Francia). Sin embargo
la identificación de la Monarquía con las clases privilegiadas fue constante a lo largo de
este periodo. A comienzos de la Edad Moderna y durante el siglo XVI las monarquías
europeas tuvieron un tinte principalmente autoritario. Fue en ese momento cuando
comenzaron a consolidar su poder en el interior del territorio, fortalecieron la
burocracia, hicieron crecer los ejércitos y desarrollaron la hacienda pública. Los reyes
intentaron consolidar su poder, eliminando, limitando o supeditando todos los poderes
dentro su territorio que pudieran suponer un contrapeso al suyo. Los monarcas buscaron
expandir y consolidar sus fronteras en competencia con los demás reyes, y eliminar la
subordinación a las estructuras feudales supranacionales (el Emperador y el Papa). El
principio “Cuius regio eius religio” (La religión del súbdito debe ser la del rey) fue el
que dominó las relaciones internacionales desde la Paz de Augsburgo en el siglo XVI.
El modelo de Monarquía Absolutista más centralizado y con mayor poder concentrado
en el rey fue el caso francés que se consolidó con Luis XIV a mediados del siglo XVII.
La teoría que justificaba ese gran poder ponía énfasis en el carácter divino del monarca
y en su carácter hereditario y vitalicio. El rey era el representante de Dios en la Tierra y
sólo respondía ante él. En el centro y sur de Europa las monarquías estuvieron muy
influenciadas por la teoría de la Monarquía Absolutista, pero con un poder limitado por
algunos particularismos regionales. Fue en Holanda (tras su independencia de la
Monarquía Hispánica) y en Inglaterra (tras su guerra civil), ambos casos en el siglo
XVII, cuando se instaura una Monarquía Parlamentaria, que responde al particular
orden social y económico de estos territorios.
Las lentas pero continuas transformaciones que estaba experimentando la
sociedad europea en el siglo XVIII a nivel económico, de estratificación social y
también en cierta medida de cultura y mentalidades, influyeron en las formas de
gobierno de los monarcas. Las ideas de la Ilustración fueron filtrándose en los grupos de
influencia del rey (consejeros, ministros y burócratas). Las repercusiones de esta
influencia en la organización del poder se ha denominado comúnmente como
Despotismo Ilustrado. Esta forma de gobierno, muy dispar en cada uno de los monarcas
europeos, intentó introducir algunas reformas sociales y económicas en sus territorios
para mejorar la vida de sus súbditos, pero sin variar la autoridad, el poder y la capacidad
de decisión del rey. Esta forma de concebir el poder se resume en la famosa frase “Todo
para el pueblo pero sin el pueblo”. Carlos III en España o Federico II en Prusia son
muestras de este intento reformista sin cambiar sustancialmente los resortes del poder.
La expansión de las ideas ilustradas en las capas intermedias de la sociedad, junto a la
escasa representación del pueblo en los órganos de poder, fueron el germen de los
movimientos revolucionarios entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX.
SOCIEDAD Y ECONOMÍA. LA TRANSICIÓN AL CAPITALISMO.
La Edad Moderna se caracterizó a nivel general por una transición del sistema
feudal al sistema capitalista. En el ámbito social y económico esto se tradujo en un
mayor peso del sector mercantil y de la industria al final de este periodo, la
consolidación de la burguesía como grupo emergente y la cada vez más importancia del
dinero en la jerarquización social frente al nacimiento y la sangre. Estos cambios, como
muchos otros que se produjeron en la Edad Moderna, ni fueron lineales, ni todos los
territorios los experimentaron de la misma forma. Muchos de esos procesos de cambio
ya estuvieron presentes en la Baja Edad Media. Sin embargo la expansión marítima, la
globalización económica y los descubrimientos geográficos, así como las corrientes
ideológicas que fueron surgiendo desde finales del siglo XVII y sobre todo a mediados
del siglo XVIII, pusieron la base para que esas transformaciones se consolidaran.
Aquellos países que vivieron más ajenos a estos cambios experimentaron esos procesos
de una manera más débil (los estados italianos, la Monarquía Hispánica y gran parte del
norte de Europa). Sin embargo en aquellos territorios donde la difusión de nuevas ideas
y esa expansión mercantil tuvieron un mayor protagonismo (Inglaterra, Holanda y
Francia) este proceso se desarrolló de una forma más profunda.
El sistema demográfico en la Edad Moderna estuvo caracterizado por altas tasas
de natalidad y mortalidad. Los nacimientos superaban las defunciones, lo que supuso
que el incremento de la población fuera moderado. Sin embargo, los importantes
episodios de mortalidad extraordinaria (epidemias, hambrunas y guerras) provocaron
que ese crecimiento fuera bastante inestable y que en ciertos momentos hubiera
periodos de descenso demográfico. La mortalidad infantil era muy elevada (una cuarta
parte de los niños nacidos no llegaban al primer año de vida) y la incidencia de las
enfermedades infecciosas fue letal (entre el 65-75% de las muertes se producía por
transmisión de persona a persona). Estamos, pues, ante unas vidas muy precarias,
condicionadas por el escaso acceso a los recursos, a los alimentos, y una continua
exposición a graves enfermedades infecciosas. La esperanza de vida se cifraba en torno
a los 35 años, debido sobre todo a las altas tasas de mortalidad infantil.
Figura 1. La sociedad de la Edad Moderna
Fuente: http://www.kalipedia.com/historia-universal/tema/edad-moderna/graficosestamentos-sociedad-moderna.html
La sociedad de la Edad Moderna, heredera de la organización feudal medieval, se
caracterizó por unas grandes desigualdades económicas y jurídicas. La nobleza y el
clero eran los estamentos privilegiados frente al pueblo llano, que suponía el 90% de la
población, y que carecía de los privilegios jurídicos y de acceso al poder de los
primeros. Si en la Edad Media era difícil encontrar una realidad social que siguiera
estrictamente la teoría feudal, en la Edad Moderna esta circunstancia fue mucho más
visible y la sociedad fue cada vez más permeable a los cambios. El enriquecimiento de
un sector del pueblo llano (sobre todo a través del comercio, pero también ricos
labradores o maestros artesanales), se unió al acceso de algunas de estas familias a la
burocracia estatal y a algunos puestos del bajo clero, lo que supuso un ascenso social.
Mientras la alta nobleza consolidó sus posiciones gracias a los propios resortes de la
Monarquía Absolutista, el enriquecimiento de la burguesía y su mayor influencia
enriqueció la estructura social, menos rígida de lo que la teoría dictaba. El dinero tenía
cada vez más influencia en la jerarquía social frente a la sangre y el nacimiento.
La economía tenía como base fundamental la agricultura (75-80% de la
población). El mundo artesanal y el comercio estaban concentrados principalmente en
las ciudades. Era una economía de base extensiva. En la mayor parte de los territorios,
para aumentar la producción agrícola no se mejoraba la productividad, sino que se
araban nuevas tierras. Como el crecimiento de la producción era muy lento, las crisis de
subsistencia eran muy abundantes. En consecuencia, el equilibrio entre población y
recursos fue muy frágil, como ya insistió el geógrafo Malthus. Además hay que tener en
cuenta la gran desigualdad social en la posesión de los medios de producción. Entre el
80-90% de las tierras estaban en manos de las clases privilegiadas (nobleza y clero).
Muchas de estas propiedades eran amplias extensiones de tierra, la mayoría explotadas
en régimen de arrendamiento por campesinos, que debían pagar diversas rentas a los
señores, impuestos crecientes al rey, además de multitud de cargas como el diezmo, que
debía entregarse a la Iglesia. Los márgenes de beneficio eran escasos, y esto no
favorecía el consumo. El mundo artesanal estaba sujeto a la rigidez de los gremios, lo
que suponía un freno a las innovaciones industriales que fueron surgiendo en algunos
territorios (principalmente en los Países Bajos e Inglaterra). El comercio tuvo su
esplendor en el intercambio de mercancías de la larga distancia y en las grandes
compañías comerciales. Sin embargo las deficiencias de la red caminera y la falta de
unificación en el mercado interior, ralentizó la demanda interna, que fue la verdadera
base de la revolución industrial. La teoría económica que dominó a lo largo del Periodo
Moderno y hasta mediados del siglo XVIII fue el mercantilismo, caracterizado por una
fuerte intervención del Estado en la economía y en la búsqueda de una balanza
comercial positiva.
Las transformaciones de todos estos elementos hasta llegar a la transición al
sistema capitalista fueron graduales y con distintos ritmos. El siglo XVI en
prácticamente todos los territorios del Viejo Continente fue un periodo de expansión
económica y de incremento de población. Las mejoras en la economía estuvieron
relacionadas con la roturación de nuevas tierras, la explotación de las colonias
americanas, la exploración de nuevos mercados y un ligero aumento de la demanda de
consumo interna. A finales de esta centuria el descenso de los rendimientos agrícolas, la
reaparición con virulencia de la peste negra y la reactivación de la conflictividad
internacional vaticinaron la crisis del siglo XVII. El descenso de población y la recesión
económica fue un hecho generalizado en la mayor parte de los países europeos en el
siglo del Barroco. En el sur de Europa (los territorios de la actual Portugal, España e
Italia) sufrieron con más virulencia que en países como Holanda e Inglaterra, que ya en
la segunda mitad del siglo XVII vivieron un momento expansivo. Esta crisis fue en gran
parte sistémica, y afecto a la economía, a la sociedad, a la política y a las relaciones
internacionales. Algunos han interpretado que el creciente poder de las monarquías, su
presión fiscal y el ambiente bélico fueron los causantes de esta recesión. Para otros
historiadores la crisis del siglo XVII fue un síntoma más de esa transición del sistema
feudal al capitalista, que tuvo su primera recesión debido a sus propias contradicciones
internas. El siglo XVIII fue un periodo en el que se consolidaron algunos de estos
cambios de una forma más cualitativa. El crecimiento demográfico de muchos países no
sólo se fundamentó en un aumento de la natalidad, sino también en un descenso gradual
de los niveles de mortalidad extraordinaria e infantil gracias a las mejoras en la
medicina. Comenzaron a introducirse innovaciones en la agricultura, nuevos abonos,
nuevos cultivos, pero sobre todo en el procedimiento: la sustitución del barbecho por la
rotación de cultivos. Esto estuvo muy relacionado con la explotación intensiva de las
tierras y explotaciones agrarias de carácter capitalista que fueron surgiendo en el ámbito
anglosajón y en los Países Bajos. El aumento de la población y las pequeñas mejoras en
el nivel de vida incrementaron el consumo interno. Esto supuso un incentivo para el
sector secundario, que en algunos territorios ya estaba preparado para la revolución
industrial a finales del siglo XVIII. Los inventos que fueron surgiendo en Inglaterra,
como la máquina de vapor o el telar mecánico, mostraron el camino al nuevo sistema
social y económico. Frente al mercantilismo que dominó la acción de las monarquías a
lo largo de este periodo, en el siglo XVIII surgieron nuevas ideas económicas que
abogaron por la riqueza de la tierra, la libertad de trabajo y una nula intervención del
estado (fisiocracia), así como por la libertad de comercio e individual (liberalismo). La
sociedad comenzó a percibir nuevos aires de cambio.
LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA Y LA ILUSTRACIÓN
Europa a lo largo del siglo XVI, pero sobre todo en el siglo XVII, experimentó un
periodo que algunos autores han calificado de revolución científica. Ésta consistió en
una revisión y reformulación de los conocimientos heredados de la Edad Media en
disciplinas como la física, la biología o la medicina, y que puso las bases de la ciencia
moderna, tal y como la conocemos ahora. El auge del Humanismo y la fe en el hombre
impulsó una nueva forma de concebir el mundo y de explicar sus fenómenos físicos.
Hubo varios elementos principales que hay que tener en cuenta en este proceso: el
creciente papel de la razón, la revalorización de la demostración empírica, la
experimentación y el método hipotético-deductivo. El racionalismo y el empirismo (con
la aportación de pensadores como Bacon, Locke, Spinoza, Descartes o Hume) están en
la raíz del extraordinario empuje científico de finales del siglo XVII. La máxima
expresión de este avance científico fueron las teorías de Isaac Newton sobre el cálculo,
la gravitación universal, la luz o las leyes de la dinámica en el último tercio del siglo
XVII y los primeros años de la siguiente centuria.
El siglo XVIII es conocido habitualmente como el Siglo de la Ilustración, Siglo de
las Luces o centuria ilustrada. Este adjetivo proviene del cada vez mayor papel de la
razón en la interpretación del mundo, consecuencia de la corriente humanista del siglo
XVI, de la revolución científica, y sobre todo de los escritos de los pensadores
racionalistas y empiristas del siglo XVII. Sin embargo, si la razón se utilizó en los siglos
anteriores para comenzar a explicar los fenómenos físicos frente a las explicaciones
teológicas, a partir de esta centuria los pensadores quieren aplicarlo a la vida cotidiana,
a las relaciones sociales, económicas y de poder. El analfabetismo estaba muy extendido
por toda Europa, así que las ideas que provenían de estos escritores ilustrados se
extendió principalmente por la élite intelectual urbana, sobre todo en el ámbito de las
profesiones liberales, abogados, médicos, así como financieros y comerciantes. La
enciclopedia, publicada por Diderot y D´Alembert entre 1751 y 1772, es la
representación de esta Ilustración, preocupada por el saber, pero también por su
divulgación. La inquietud de los escritores ilustrados por la educación es muy
significativa. Estos escritores veían en la cultura y el saber una fuente de felicidad.
Todos ellos vieron en la instrucción del pueblo llano una forma de mejorar sus
condiciones de vida. Montesquieu, Voltaire o Rousseau son autores claves para
entender nuestro actual sistema social, económico y político. Los libros, pero también
las tertulias y asociaciones (en España proliferaron las Asociaciones Económicas de
Amigos del País) fueron los vehículos principales de transmisión de las nuevas ideas.
Todas estas corrientes ideológicas fueron chocando contra un sistema que quiso
acomodarlas para que no cambiara ni la naturaleza del poder ni su representación (el
despotismo ilustrado). Sin embargo estas ideas fueron filtrándose en los grupos
revolucionarios que en Norteamérica en 1776 y en Francia en 1789 abrieron el camino
hacia una nueva época.
LA MONARQUÍA HISPÁNICA EN LA EDAD MODERNA
La Monarquía Hispánica fue la potencia preponderante a lo largo del siglo XVI
y primera mitad del siglo XVII en Europa. La herencia del reinado de los Reyes
Católicos, con la unificación de los territorios peninsulares, excepto Portugal, la
expansión por el norte de África y el sur de Italia, así como la política de alianzas
matrimoniales, dejó a la Monarquía Hispánica en un lugar privilegiado en el continente
europeo. Las relaciones con Francia fueron muy conflictivas, resultado de una política
exterior muy influenciada por Fernando el Católico. El doble matrimonio de Margarita
de Borgoña con el príncipe heredero Juan, y el de Felipe el Hermoso con Juana, puso en
juego en la disputa con Francia un territorio nuevo para los reinos peninsulares: la
herencia flamenco-borgoñona. Los territorios que recibió Carlos I fueron, por tanto,
numerosos y complejos de gobernar. Un elemento que se magnificó cuando Carlos I fue
coronado emperador (Carlos V de Alemania), por lo que tuvo que defender los intereses
de un gran número de territorios centroeuropeos, además de los propios peninsulares,
las conquistas de Italia y los nuevos territorios colonizados en América.
El siglo XVI está considerado como la época de esplendor del Imperio Español,
también denominada de los Austrias Mayores (Carlos I y Felipe II). La Monarquía
Hispánica contó con un territorio muy amplio. Tras la incorporación de Portugal en
1580, el Imperio Español se extendía por Europa, África, Asia y Oceanía. Sin embargo
los intereses de esta cantidad de Estados eran distintos y en algunos casos divergentes.
En clave interna los principales problemas que tuvieron que afrontar los monarcas
fueron las revueltas de las Comunidades y las Germanías (Carlos I) y la revuelta de las
Alpujarras (Felipe II). Además el vasto imperio que tuvieron bajo su poder supuso la
creación de grandes enemigos que la Monarquía Hispánica tuvo que combatir a lo largo
del siglo XVI, no sin problemas y con gran gasto económico y personal. Entre ellos, los
principales adversarios fueron el reino de Francia, el Imperio Turco y las revueltas
protestantes en los territorios de la actual Alemania, Holanda e Inglaterra. Batallas como
las de Pavía (1525), El Saco de Roma (1527), San Quintín (1557), Lepanto (1571) o la
batalla de la Armada Invencible (1588), son una muestra de la proliferación de estos
conflictos. La base del ejército de la Monarquía Hispánica estaba constituida por los
tercios. Aunque fueron creados por Carlos I (Tercios Viejos) su origen proviene de las
campañas italianas del Gran Capitán (Gonzalo Fernández de Córdoba). Los tercios
estaban formados por voluntarios profesionales y su resistencia y orgullo tuvieron gran
fama y crearon el terror en Europa. El gran gasto que supuso el reclutamiento y
movimiento de ejércitos en varios frentes se sostuvo gracias a la llegada de metales
preciosos (oro, pero sobre todo plata) de las minas de Zacatecas y Potosí en los
territorios americanos, y una fuerte fiscalidad en Castilla, que tuvo en la primera mitad
del siglo XVI un momento de expansión económica y demográfica.
Mapa 3. La herencia de Carlos I
Fuente: http://culturillageneralsociales.blogspot.com.es/2010/05/los-reyes-catolicos.html
El siglo XVII en España es conocido como el de la decadencia del Imperio y la
época de los Austrias Menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II). El desgaste social,
económico y político que sufrió la Monarquía Hispánica en los distintos frentes provocó
que el Estado fuera incapaz de afrontar un siglo con grandes tensiones en Europa. A este
desgaste político y militar hay que añadir un proceso de crisis económica que azotó todo
el territorio europeo. El descenso generalizado de las temperaturas y de la producción
agraria, las hambrunas, los episodios epidémicos que provocaron gran mortalidad (la
peste negra, el tifus, cólera, etc.), y el ambiente generalizado de violencia e inseguridad
se repitieron durante gran parte de esta centuria. El área de influencia económica y
política se desplazó de la Península Ibérica, Italia y el Mediterráneo al Atlántico y las
ciudades del norte (Amberes, Ámsterdam…). El descenso de la población y del
consumo que experimentó Castilla (principal sostén fiscal de la Monarquía) y la menor
llegada de metales preciosos de América supuso un desplome en los ingresos de los
monarcas españoles. En este escenario, la sostenibilidad de ejércitos que luchaban en
varios frentes se hacía muy difícil.
Las dos primeras décadas del siglo XVII (bajo el reinado de Felipe III) se
caracterizaron por una calma tensa entre las distintas monarquías europeas, y a nivel
interno por la expulsión de los moriscos, que aunque se dictó en 1609, ésta duró hasta
1614. Los principales territorios afectados estuvieron centrados en Aragón y algunos
enclaves de Castilla (como el Valle de Ricote), donde se abandonaron campos y se
produjo un vacío en ciertos sectores económicos. Un punto de inflexión clave de la
Monarquía Hispánica fue la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Este conflicto que
implicó a gran parte de Europa puso a prueba la difícil situación hispánica. Los temidos
tercios sufrieron dolorosas derrotas (entre las más significativas la de Rocroi), y Felipe
IV tuvo que renunciar a los Países Bajos. A pesar de la Paz de Westfalia en 1648, la
anexión de Alsacia y Lorena por parte de Francia llevó a la extensión del conflicto con
el rey francés Luis XIV hasta la firma de la Paz de los Pirineos (1659), donde Francia
consiguió más territorios y donde se puso en evidencia la decadencia política y militar
de la Monarquía Hispánica. En clave interna la separación definitiva de Portugal, la
independencia temporal de Cataluña, y las revueltas secesionistas de Andalucía y de
Aragón provocaron inestabilidad en el gobierno. La debilidad del último de los Austrias
que reinaron en España (Carlos II El hechizado) fue muy evidente. La Monarquía
Hispánica no sólo fue perdiendo gradualmente los territorios europeos, sino que además
las colonias americanas sufrieron el continuo ataque de piratas y corsarios (fue la época
dorada de bucaneros y filibusteros, como el Capitán Morgan).
Mapa 4. La Guerra de los Treinta Años
Fuente: http://socialesmoriles.blogspot.com.es/2012_04_01_archive.html
El siglo XVIII comienza en España con un conflicto sucesorio provocado por la
muerte sin descendientes de Carlos II en 1700. Este conflicto, conocido como la Guerra
de Sucesión española, tuvo carácter europeo e internacional por la hegemonía política
del Viejo Continente. Carlos II dispuso en su testamento que su heredero fuera Felipe de
Anjou, nieto del rey francés, Luis XIV. Ante el miedo a una anexión de España y
Francia y el desequilibrio de poder que esto podía provocar en Europa, los gobiernos de
Austria, Holanda e Inglaterra defendieron a Carlos de Habsburgo como pretendiente
alternativo. Esto provocó una guerra de carácter internacional (que llegó a trasladarse a
las colonias americanas) y también una guerra civil dentro del territorio español.
Mientras que Castilla y Navarra apoyaron a Felipe V (partidarios de una monarquía más
centralista), la Corona de Aragón tomó partido por el pretendiente austriaco
(defendiendo los privilegios de las instituciones de los antiguos reinos). Este conflicto
tuvo un giro importante en 1711, cuando el pretendiente Carlos de Habsburgo recibió el
imperio austriaco por la muerte de su hermano. Holanda e Inglaterra retiraron su apoyo
para no crear otro desequilibrio continental. Aunque la contienda se extendió hasta la
toma de Barcelona en 1714 y la de Ibiza en 1715, los Tratados de Utrecht fueron
redactados en 1713 y fueron la base de la política internacional europea durante
décadas. En dichos documentos se restableció el equilibrio europeo de potencias, los
contendientes se repartieron las posesiones españolas del Viejo Continente, Inglaterra
recibió Gibraltar (hasta la fecha) y Menorca (hasta 1802), además de privilegios
mercantiles con las colonias españolas. La Monarquía Hispánica perdió su prestigio
internacional y gran parte de sus posesiones, y a lo largo del siglo XVIII se centró en
una reorganización interna y de reformas con una nueva dinastía: los Borbones.
Mapa 5. La configuración territorial de la Península Ibérica (siglo XVIII)
Fuente: http://clio.rediris.es/n32/atlas/100.jpg
En el reinado de Felipe V se iniciaron una serie de reformas administrativas del
Estado. Los Decretos de Nueva Planta dictaminaron una nueva organización que
acercaba el modelo de Estado al modelo francés, más centralista. La administración
territorial se basó en capitanías generales (que sustituyeron a los antiguos virreyes) y
provincias. El reformismo ilustrado español se concentró principalmente en el reinado
de Carlos III (1759-1788). El objetivo de sus reformas se centraron en la industria, el
comercio, las comunicaciones, la educación y la cultura, reforzar el ejército (sobre todo
la Armada para defender los territorios americanos), y limitar el poder de la Iglesia.
Ministros como Campomanes o Floridablanca fueron los encargados de ejecutar ese
programa de reformas. Sin embargo las limitaciones de este plan se hicieron patentes en
el reinado de Carlos IV (1788-1808), cuando estalló la Revolución Francesa, y hubo una
reacción despótica para evitar que esa revolución se extendiera por los territorios
hispánicos. Los problemas internos con Godoy (favorito de la reina), las contradicciones
de la política exterior y la invasión francesa provocaron una crisis sucesoria a
comienzos del siglo XIX.
LA EDAD MODERNA EN LA REGIÓN DE MURCIA
La frontera entre la Edad Media y la Edad Moderna viene marcada por la
conquista cristiana de Granada, en 1492. El último bastión de Al-Andalus desaparece y
de este modo zonas limítrofes, como el reino de Murcia, ven aumentar su seguridad. A
ello se une el crecimiento de la población y la actividad económica, que lleva a que
numerosas villas y ciudades rebasen su recinto amurallado medieval. Junto a la
ganadería (para obtener lana) destacan la minería (los alumbres de Mazarrón) y la
agricultura (la morera). La producción sedera murciana prolongará su esplendor hasta el
siglo XVIII. La seda era exportada a Toledo, Pastrana, Marsella y Génova.
La desaparición de la frontera nazarí no dejaba una situación del todo tranquila.
El gran peligro durante la Edad Moderna vendrá marcado por la franja costera. Las
incursiones de corsarios berberiscos, procedentes de Argel, Túnez o Trípoli, harán que
la costa siga estando casi despoblada, a excepción de Cartagena. De las numerosas
torres o atalayas costeras que se construyen durante el siglo XVI, destacan las de Santa
Elena (La Azohía), Bolnuevo (Mazarrón) y Cope (Águilas). Desde ellas se avisaba a las
ciudades del peligro mediante señales de fuego (en la noche) y humo (de día), que
movilizaban a las milicias concejiles de las principales ciudades del reino.
El siglo XVII viene marcado por la crisis que afecta a Castilla. Los moriscos del
Valle de Ricote -plenamente integrados- serán los últimos expulsados de España, en
1614, aunque muchos de ellos regresarían más tarde. En Murcia la crisis no será tan
profunda ni duradera, iniciándose la recuperación en el último tercio de la centuria.
El siglo XVIII se inicia con la Guerra de Sucesión Española (1701-1713). La
muerte del último rey de la casa de Austria, Carlos II, sin descendencia desemboca en
una guerra civil y europea a la vez. Murcia opta por el candidato francés (Felipe V) y
sus élites políticas tienen un papel importante en su victoria. Muchos murcianos
adquieren notoriedad, como el obispo Belluga, el escultor Salzillo y los políticos
Macanaz y Floridablanca. En Murcia se concluye la Catedral y se levantan numerosas
iglesias y palacios. Cartagena es elegida como sede de la armada del Mediterráneo y se
construyen su Arsenal y muralla.
GLOSARIO
Antiguo Régimen: Sistema económico, social y político característico de Europa desde
el siglo XVIII al siglo XVIII, caracterizado por la transición del feudalismo al capitalismo, la
sociedad estamental y una monarquía autoritaria o absoluta.
Barroco: Periodo de la historia cultural europea que abarcó desde el siglo XVII hasta
comienzos del siglo XVIII, caracterizado por un estilo muy ornamental, artificioso y por un
sentimiento del artista dramático y fatalista que se extendió a todos los aspectos culturales y de
mentalidades de la época.
Contrarreforma/Reforma Católica: Se conoce con esta acepción a la respuesta del
Papa Pio IV a la Reforma protestante propulsada por Lutero. Fundamentada en el Concilio de
Trento, este movimiento quiso asentar la doctrina católica, la formación eclesiástica, y dar un
giro espiritual a los representantes religiosos.
Despotismo Ilustrado: Sistema de gobierno que en el siglo XVIII introdujo algunas
ideas propugnadas por la Ilustración (mejoras en la educación, comercio, industria o la cultura),
pero sin cambiar sustancialmente la naturaleza y representación del poder en el monarca.
Diezmo: Obligación de entregar la décima parte de las cosechas a la Iglesia para asegurar
el mantenimiento del culto y del clero.
Fisiocracia: Escuela de pensamiento económico que propugnaba por aplicar las leyes
naturales a la economía frente al intervencionismo del Estado y que revalorizó la importancia de
la producción agrícola frente al comercio.
Humanismo: Movimiento cultural y filosófico que nace en el siglo XIV en Italia y se
desarrolla a lo largo del siglo XV y XVI muy ligado al Renacimiento. Propugnaba una
formación integral, la revalorización del hombre frente al teocentrismo, y la traducción crítica
de los textos grecolatinos.
Ilustración: Movimiento cultural, filosófico y literario del siglo XVIII cuya finalidad era
disipar las tinieblas del hombre a través de la razón. Propugna un nuevo modelo social y
económico, ajustado a las necesidades de la burguesía.
Liberalismo: Movimiento político, económico y filosófico que surge a mediados del
siglos XVIII y que promueve las libertades civiles frente al absolutismo. Su desarrollo se
produjo a partir del siglo XIX con las revoluciones burguesas.
Mercantilismo: Teoría económica que considera que un estado es tanto más rico cuanto
más metales preciosos posee. Para conseguir acumular oro necesita vender mucho y comprar
poco. El sistema, por tanto, favorece la exportación y dificulta mucho la importación, pues la
grava con fuertes impuestos de aduanas. Es un política económica que defiende la intervención
del Estado en la economía del país.
Monarquía Absolutista: Forma de gobierno donde el monarca aglutina todo el poder
legislativo y ejecutivo. El rey es el representante de Dios en la Tierra y la naturaleza del poder
es vitalicia y hereditaria.
Reforma protestante: Movimiento religioso cristiano que inició Lutero en el siglo XVI
y que llevó a la separación de la Iglesia Católica. Sus fundamentos se sostienen en la fe como
instrumento de salvación del alma, las Sagradas Escrituras como la base del conocimiento del
designio divino, y en la idea de la religión interior.
Renacimiento: Movimiento cultural que se extendió por Europa fruto de la difusión de
las ideas del humanismo, y que retomaba aspectos de la cultura clásica. También se conoce con
este adjetivo al periodo histórico del siglo XVI en Europa.
Sociedad Estamental: Sociedad dividida en estamentos, compartimentos estancos en los
que se nace y de los que es extremadamente difícil salir. Había tres estamentos: nobleza, clero y
pueblo, también llamado estado llano o tercer estado. Existían leyes y privilegios distintos para
cada uno.
Bibliografía
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Ribot, L. (2006) (Coord.). Historia del mundo moderno. Madrid: Actas.
Rodríguez Llopis, M. (1998). Historia de la Región de Murcia. Murcia: Editora
Regional.
ACTIVIDADES Y RECURSOS ORIENTADOS A EDUCACIÓN PRIMARIA
- http://olmo.pntic.mec.es/~agum0006/unidades_didacticas/moderna.htm
- http://213.0.8.18/portal/Educantabria/ContenidosEducativosDigitales/Primaria/Cono_3_
ciclo/CONTENIDOS/HOT%20POTATOES/WEB/MODERNA.htm
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ciclo/CONTENIDOS/HOT%20POTATOES/WEB/MODERNA2.htm
- http://213.0.8.18/portal/Educantabria/ContenidosEducativosDigitales/Primaria/Cono_3_
ciclo/CONTENIDOS/HOT%20POTATOES/WEB/MODERNA3.htm
- http://www3.gobiernodecanarias.org/medusa/contenidosdigitales/programasflash/Agreg
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