PRIMERAS MANIFESTACIONES CRISTIANAS EL ARTE PALEOCRISTIANO Se denomina arte paleocristiano (cristiano antiguo) al que desarrollan las primeras comunidades cristianas. Abarca desde la aparición del cristianismo, durante la dominación romana, hasta la invasión de los pueblos bárbaros, aunque en Oriente tiene su continuación, tras la escisión del Imperio, en el llamado arte bizantino. Bajo este nombre (paleocristiano) se engloban todas las creaciones artísticas y arquitectónicas realizadas por los primeros cristianos, un arte espiritualmente en alza pero económicamente en decadencia. En su evolución se distinguen dos etapas, hasta el s IV d. C. es la representación de una creencia perseguida y clandestina, después va cobrando fuerza hasta convertirse en la religión oficial del Imperio. El año 311 fue una fecha especialmente significativa para explicar el cambio que se va a producir, de un arte típico de comunidades pobres y semi clandestinas a un arte monumental y rico. En esta fecha se promulgó el primer edicto de tolerancia, el Edicto de Valerio Augusto, aunque tendrá más importancia el Edicto de Milán, del año 313, que permite el culto cristiano sin ningún tipo de cortapisas. Ambos fueron promulgados por el emperador Augusto Valerio, pero al acceder al trono el emperador Constantino se da un cambio más favorable para la iglesia cristiana, puesto que, una gran parte de la familia de Constantino se va a convertir al cristianismo e incluso se especula sobre si el propio emperador se hubiese convertido al final de su vida. Este proceso de dignificación del cristianismo culmina en al año 380 cuando el emperador Teodosio proclama a la iglesia cristiana como iglesia oficial del Imperio. A partir del año 313 los altos dignatarios de la Iglesia se van a convertir paulatinamente en autoridades del Imperio. De este modo, las jerarquías eclesiásticas van a pasar a ocupar importante cargos de la administración pública y la Iglesia cristiana se convierte gradualmente en una institución de poder estrechamente ligada al emperador y a la administración imperial. Como consecuencia de ello, la liturgia cristiana comenzó a adoptar elementos característicos del protocolo imperial. Se va a solemnizar y, en consecuencia, va a necesitar un nuevo vocabulario artístico que iguale los edificios cristianos con los grandes edificios públicos, palacios y templos de la sociedad romana. En esta nueva etapa el arte cristiano es financiado por el alto clero y por las clases patricias e incluso por los propios emperadores. En consecuencia se desarrolla un arte con tendencia al lujo y realizado, por tanto, con materiales nobles especialmente costosos. Las principales manifestaciones de este arte van a ser dos: la arquitectura eclesiástica y la pintura monumental que se va a plasmar a través de los mosaicos. Estas nuevas creaciones artísticas se basaron en la herencia del arte imperial tardo-romano, que adaptaron convenientemente a sus nuevos fines. Así, el realismo clásico es sustituido por el expresionismo cristiano y, a la perspectiva y al modelado las sustituyen las figuras planas y sin fondo. Se impone la realidad espiritual a la física, la iconografía al peso estético. Si a sus dos principales características: simbolismo y sencillez iconográfica, le unimos el proceso de regresión cultural y primitivismo al que se ve condenado todo el Imperio Romano a partir del siglo III por motivos económicos y políticos, entenderemos las peculiaridades de esta nueva manifestación artística. Además, el hecho de que el cristianismo se difundiera primero por las provincias romanas de Oriente supone la influencia anti-clásica de un arte tradicionalmente simbólico y expresivo (Egipto, Persia, etc) y, el hecho de que esta nueva religión se difundiera antes entre las clases sociales más bajas, conlleva la necesidad de usar un lenguaje más claro y fácilmente comprensible por los fieles. Como la liturgia cristiana exige la congregación de todos los fieles, las paredes de sus catacumbas primero y de sus basílicas después, se llenarán de imágenes y escenas elocuentes cuya narrativa no ofrezca lugar a dudas. Hasta el s III, sus únicas manifestaciones arquitectónicas son las Domus Ecclesiae y los Cimeterios (cementerios). En las artes figurativas predominan los temas de origen pagano que les permitían manifestar sus creencias sin delatarse. Tras la legalización se adaptaron las técnicas, modelos y estilos del arte tardo romano, que supieron adaptar a sus propias necesidades. Así, en arquitectura se adoptaron los modelos ya existentes y en las artes figurativas se buscó más la identificación y la comprensión de los temas que la correcta representación de las imágenes. Aunque se recurrió al repertorio de temas del mundo clásico, se les asigno un nuevo significado de carácter cristiano. LA ARQUITECTURA Antes de los edictos de tolerancia los cristianos no tenían una arquitectura propia para su culto y se congregaban en casas particulares o en los cementerios donde estaban enterrados sus correligionarios. Las Domus Ecclesiae o casa de la asamblea, no tenían una forma especial debido a que se empleaban normalmente viviendas romanas adaptándolas a las funciones que necesitaban. Los enterramientos cristianos tenían lugar en dos posibles lugares: los areae y las catacumbas. Los areae eran lugares donde las tumbas estaban cubiertas por losas. Por el ritual funerario de la época, era frecuente encontrar en estos cementerios salas o lugares con mesas donde se celebraban los ágapes funerarios que se celebraban tras el entierro. Pero los cristianos encontraron problemas, durante este periodo de clandestinidad, para conseguir terrenos para sus enterramientos y cuando las conseguían y se completaban se veían obligados a aprovechar el terrenos abriendo galerías subterráneas entrecruzadas. Estas catacumbas se organizan en estrechas galerías (ambulacrum) con nichos longitudinales (loculi) en las paredes para el enterramiento de los cadáveres. En algunos enterramientos se destacaba la notabilidad de la persona enterrada, cobijando su tumba bajo un arco semicircular (arcosolium). En el cruce de las galerías o al final, se abrieron unos ensanchamientos (cubiculum) para la realización de algunas ceremonias litúrgicas. Las catacumbas se completaban al exterior con una edificación al aire libre, a modo de templete (cella memoriae) indicativa de un resto de reliquias que gozaban de especial veneración. El Edicto de Milán lo cambió todo ya que pueden desarrollar una arquitectura propia, adaptada a sus características y necesidades de culto. Se requería un tipo de edificio con capacidad suficiente y con un lugar destacado para el oficiante. El templo pagano, concebido como mansión de la divinidad no se ajustaba a estas necesidades, pero la basílica si, puesto que era un edificio de usos múltiples, sin ninguna función especifica y en el que cabe la multitud. A partir del s V la basílica se asocia al concepto de iglesiaFue Constantino quien mandó levantar las primeras basílicas. La más antigua es la de San Juan de Letrán, seguida por San Pedro del Vaticano y fuera de Roma la basílica de la Natividad y del Santo Sepulcro de Jerusalén. Ninguna conserva en la actualidad su distribución original, pero presentan una homogeneidad que hace pensar en una estructura previamente acordada: planta rectangular dividida en tres o cinco naves (según la importancia) separadas por columnas; la nave central es más ancha y alta, lo que permite la apertura de ventanas que la iluminan; en la cabecera la nave central se prolonga con un ábside semicircular cubierto con bóveda de horno. A esta estructura básica, en occidente se añade una nave transversal o transepto que forma una planta de cruz latina. Al templo se accede a través de un atrio porticado (antecedente de los claustros medievales) con una fuente en el centro, que da paso a un nártex o sala transversal que sirve de entrada, desde donde siguen la eucaristía los catecúmenos.. El exterior no preocupa, sólo se pretende aislar el espacio sagrado. El interior si, y se articula a partir de un eje direccional desde la entrada al ábside, cuyo recorrido es un simbólico camino de salvación. El ejemplo mejor conservado es la Basílica de Santa Sabina, en Roma. Además de las basílicas, los primeros cristianos también construyeron Baptisterios , mausoleos y martyria (martiryum), todos ellos con rasgos comunes: plantas centralizadas (el circulo se asocia a la perfección de Dios), cubiertos con cúpula (que refuerza el simbolismo) y, con un deambulatorio que rodea el espacio central. Los baptisterios suelen tener planta octogonal por la simbología del ocho (resurrección de Cristo) frente a los mausoleos y martyria de planta circular. Los mausoleos se erigen en recuerdo de algún personaje destacado, los martyria se consagran a un mártir o santo, lo que les da un carácter funerario y son más frecuentes en Oriente, donde suelen formar un conjunto con la basílica. En occidente destacan el Mausoleo de Santa Constanza, en Roma, que alberga los cuerpos de Constantina y Elena, hijas de Constantino. De planta circular el espacio central se cubre con cúpula. A su alrededor el deambulatorio, separado por doce parejas de columnas de capiteles compuestos que sujetan doce arcos de medio punto, se cubre con bóveda anular cubierta de mosaicos. El exterior, de ladrillo, contrasta con el interior rico y lujosamente decorado. En época de Constantino se levantó en Roma el Baptisterio de San Juan de Letrán, de planta octogonal y pila central, pero ha sufrido varias transformaciones y sólo se conserva la distribución original. A comienzos del s V se construyó en Ravena el Baptisterio de los ortodoxos, también conocido como Baptisterio Neoniano ya que fue decorado por el Obispo Neón. De planta octogonal, sin deambulatorio y cubierto por cúpula central, sorprende la decoración interior con ricos mosaicos en al cúpula, frente al exterior pobre y desnudo. LAS ARTES FIGURATIVAS Hasta el s II es casi total la ausencia de pintura y escultura cristiana debido a la prohibición de la Biblia de la representación antropomórfica de la divinidad y del culto a las imágenes. Pero la necesidad de extender el mensaje hace cambiar de actitud, además, el arte paleocristiano es ante todo un arte simbólico, en el que la forma esta supeditada a la claridad del mensaje que se quiere transmitir. La necesidad de manifestar sus creencias sin delatarse hace que con frecuencia se represente a Jesús con la apariencia de dioses y héroes clásicos como Hércules liberador del mal del mundo o el buen pastor como protector y salvador de almas. También utilizaron motivos del mundo real, como el pez, cuyo nombre en griego (ichthys) es el acrónimo de Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador; o la espiga y la vid, símbolos de la eucaristía. Más explícitos son los temas bíblicos, entre los que destacan el sacrificio de Isaac o Daniel en el fosos de los leones. De otra naturaleza es el crismón o anagrama de Cristo. Aunque con diferentes formas sus elementos habituales son las dos primeras letras de la palabra Cristo en griego, X y P, superpuestas y encerradas en un circulo en el que también aparecen el alfa (A) y el omega (Ω) primera y última letra del alfabeto griego. El tema de la pasión de Cristo no se refleja hasta el s IV y la crucifixión hasta el s V. La pintura y escultura paleocristianas irán abandonando el realismo romano y dando mayor énfasis al estilo espiritualista, donde la belleza física no tiene cabida, sólo la verdad interior. Las imágenes se tornan planas, los trazos vigorosos y enérgicos, las figuras desproporcionadas de rostros con ojos grandes, como si fueran una ventana en la que contemplar la vida interior: los ojos son el espejo del alma. LA ESCULTURA fue muy escasa para evitar el culto a las imágenes condenado por los textos bíblicos. Para evitar la idolatría debía tener un valor simbólico y abstracto, por lo que la escultura se redujo al relieve de los frontales de los sarcófagos y a temas relacionados con la salvación y la resurrección. Todos los sarcófagos, siguiendo la tradición romana llevaban decorados sus frentes, aunque se pueden diferenciar dos tipos de sarcófagos, el inspirado en modelos paganos y el propiamente cristiano. El primero se decora con escenas que ocupan todo el frontal, unas veces en varios pisos, otras en uno sólo y, que se separan por columnas que crean un marco arquitectónico. El segundo reduce las escenas al mínimo, llevaban en el centro el retrato del enterrado muchas veces en el medallón lo mismo que en los extremos y entre las representaciones la decoración es de estrígilos que son acanaladuras en forma de s muy estilizadas. Antes del Edicto de Milán abundan también en ellos los símbolos, por ejemplo el buen pastor, pero después del Edicto de Milán ya aparecen escenas bíblicas aunque muchas veces entremezcladas con otras paganas con las que no guarda ninguna relación. Algunas escenas son incluso muy bucólicas abundando las de la vendimia que tiene un marcado simbolismo cristiano. Uno de los sarcófagos más conocidos es el de Junius Bassus de dos pisos que van separados por una cornisa y las escenas por columnas , lo cual indica en cierto modo un sentido espacial aunque poco marcado .Abundan en él las escenas bíblicas y evangélicas (Adán y Eva, Daniel en el foso de los leones, Prendimiento…) y las alusiones a la naturaleza, las figuras son delicadas e incluso alegres y al ir separadas por columnas se elimina un poco el sentido de continuidad y monotonía que es tan común en otros sarcófagos paleocristianos como lo había sido en los relieves históricos romanos. LA PINTURA y el mosaico se destinan a la representación mural de temas religiosos. Hasta la legalización predomina la pintura, esencialmente en las catacumbas, cuyo estilo, tosco, responde más a la poca cualificación de los artistas que a la intención estética. Con el edicto, el mosaico sustituye a la pintura. Su mayor complejidad y coste es reflejo de la nueva etapa de la Iglesia, se abandona la tosquedad de la pintura y se representa a las figuras como a patricios romanos. Pero no se pierde la finalidad didáctica y sigue primando la claridad del mensaje sobre la corrección formal. Como es lógico, presentan unos rasgos comunes entre ellos y con el arte tardoromano contemporáneo: el hieratismo y la rigidez de las figuras, el esquematismo de la composición y la simplificación de las escenas, reduciendo al mínimo los elementos secundarios. EL ARTE BIZANTINO En el año 330 el emperador Constantino trasladó la capital del Imperio romano a la ciudad de Bizancio, donde se traslada la corte imperial y la administración, aunque Roma sigue siendo la primera ciudad el imperio, sede de la autoridad religiosa y el patriarcado. Cuando en el 395 Teodosio divide el imperio entre sus hijos, oriente fijará su capital en Bizancio, rebautizada a partir de ahora como Constantinopla en honor al emperador que la embelleció. Nace así el imperio Bizantino, que perdurará hasta el 1453, cuando la ciudad de Constantinopla es tomada por los turcos otomanos. La civilización bizantina fue ante todo la fusión de la tradición imperial romana con el pensamiento cristiano y ciertas prácticas orientales fruto de una profunda helenización. Uno de sus rasgos definitorios fue el Cesaropapismo, termino que expresa la estrecha relación y mutuo apoyo entre el emperador y la jerarquía eclesiástica bajo la supremacía del primero. El emperador es un representante de Dios en la tierra, igual a los apóstoles. Esta mentalidad repercutirá profundamente en el desarrollo histórico y en el arte por dos acontecimientos fundamentales: la iconoclastia, que prohíbe las imágenes de culto y, el Cisma de Oriente, que provocó la ruptura entre la Iglesia (católica) de Roma y la (ortodoxa) de Constantinopla. Sus mil años de historia no fueron homogéneos ya que se alternaron momentos de esplendor con otros de recesión y decadencia. El máximo apogeo lo vivió el imperio Bizantino en el s VI, coincidiendo con el gobierno de Justiniano y su esposa Teodora. Durante esta primera Edad de Oro, se reconquistaron territorios del norte de África y del sur de Italia y la península Ibérica y, aunque se mantuvo una clara continuidad con el arte paleocristiano occidental, se produjo una fuerte helenización de la cultura imperial estableciéndose el griego como lengua oficial y sustituyendo el titulo latino de Augusto por el griego de Basileus. Este primer periodo de esplendor terminó en el s VII con la revolución iconoclasta. A mediados del s IX, con Basilio II, se vivió un nuevo apogeo cultural, político y militar, aunque duró poco, hasta la cuarta Cruzada, momento en el que los caballeros cristianos de occidente tomaron la ciudad de Constantinopla. Esta etapa, conocida como renacimiento macedonio, fue la más representativa del arte bizantino, ya que en ella se fijan sus rasgos esenciales. A partir del s XI comienza la decadencia lenta, pero definitiva del imperio, que pierde territorios frente a los turcos y autoridad imperial, que da lugar a la feudalización de la sociedad. A pesar de ello en los s XIV y XV se vivió una tercera edad de oro en la que sus manifestaciones culturales se orientalizaron aun más extendiendo su influencia por los territorios eslavos. Hasta la querella de las investiduras el arte bizantino continuó la tradición occidental del arte romano y paleocristiano, a partir del entonces empiezan a definirse los rasgos distintivos que influirán en el arte medieval occidental y sobre todo en la Europa eslava, donde ha pervivido hasta nuestros días. El arte bizantino se puede definir como un arte místico y religioso debido a la influencia cristiana, un arte lujoso y solemne, por la influencia oriental y, una arte propagandístico por la influencia helenística. Es un arte más dirigido a los sentidos que a la razón. Se busca la admiración del espectador ante la riqueza de color y los efectos de luz. Los artistas eran considerados meros artesanos, pero gozaban de admiración y prestigio social. Por otro lado, el carácter majestuoso, propagandístico y suntuario del arte viene determinado por los clientes que lo pagan, el emperador y la Iglesia. LA ARQUITECTURA En sus comienzos se mantuvo bajo la influencia del arte paleocristiano occidental, pero poco a poco adopta formas propias que ya están plenamente definidas en el s VI. Las plantas más utilizadas fueron la basilical, aunque con gran importancia de las plantas centralizadas, tanto ortogonal como de cruz griega. Los espacios principales se cubren con cúpulas sobre pechinas (triángulos esféricos que facilitan el transito del cuadrado de la plana a la circunferencia de la cúpula). Como soporte utilizan, además del muro, la columna de tipo clásico, aunque con un nuevo tipo de capitel, cubico, con forma de pirámide invertida rematada por un cimacio y decoración vegetal. El exterior del edificio no es importante, suele ser de ladrillo macizo, sin adornos. Por el contrario, el interior se cubre con mármoles, pinturas y mosaicos de ricos colores y abundantes dorados, ya que el reflejo dorado de la luz “desmaterializa” el muro y crea un ambiente sobrenatural y místico. Durante la PRIMERA EDAD DE ORO la arquitectura dio muestras de un valor extraordinario. Sus dos principales focos de actuación fueron Constantinopla, como capital del imperio y Ravena, antigua capital del imperio romano de occidente que fue reconquistada por Justiniano. Sin duda la obra más importante de este período es la iglesia de Santa Sofía, dedicada a la Divina Sabiduría. Su construcción fue encargada por Justiniano a Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, quienes según las crónicas “quisieron levantar un edificio que fuese para los contemporáneos una locura y para las generaciones futuras una leyenda”. Su planta, aparentemente una cruz griega inscrita en un rectángulo de 77 x 72 metros, es en realidad una planta basilical de tres naves siendo la central más ancha y alta que las laterales. El elemento dominante del edificio es la cúpula central, de 31 m. de diámetro y 55 de altura, apoyada sobre pechinas, en cuya base se abren cuarenta ventanas que le dan la apariencia de flotar en el aire sin ningún punto de apoyo. Aunque en realidad su peso se distribuye, por un lado, a través de cuatro grandes arcos de medio punto que apoyan en pilares rectangulares y, por otro, se desvía hacia el exterior mediante dos semicúpulas, al este y al oeste, del mismo diámetro que la central que descargan su peso en exedras y dos parejas de grandes contrafuertes al norte y al sur, que se elevan por encima de las naves laterales. Este complejo sistema de distribución de empujes consigue crear un espacio central amplio y ligero que destaca del resto del edificio por la sobre iluminación (que dan las ventanas de la cúpula) y por el simbolismo ya que del cuadrado de la base se asciende al circulo de la cúpula, dos formas geométricas asociadas a la tierra y el cielo. Las cúpulas se realizan a base de ánforas de arcilla encajadas, de manera que se construyen cúpulas de poco peso y fáciles de reparar. Al exterior ofrece un aspecto macizo y desnudo, con cubiertas de teja y pizarra y dejando al descubierto los dos potentes contrafuertes, mientras que el interior es ligero y lujoso. Los muros se llenan de ventanas que llenan la iglesia de una luz intensa resaltada por los mosaicos dorados que cubrían las paredes. En Ravena, capital del exarcado de Italia, destaca la construcción del palacio del gobernador, del que sólo se conserva la capilla, conocida hoy en día como iglesia de San Vital. De planta octogonal, con deambulatorio marcado por ocho pilares, tiene sin embargo un eje longitudinal resaltado por un ábside con presbiterio. Su ingreso estaba precedido por un atrio que no se conserva y, un nártex que no es perpendicular al presbiterio. El interior se cubre con una gran cúpula de media naranja sobre tambor que se apoya en ocho arcos que a su vez descansan sobre ocho pilares. La ligereza de la cúpula (construida con ánforas) no hace necesarios los contrafuertes. Su pobre aspecto exterior contrasta con la rica decoración interior de mármoles y mosaicos. También se construyeron en Ravena las iglesias de San Apolinar en Classe y se reconstruyó la de San Apolinar el nuevo, ambas de planta basilical según las tradiciones paleocristianas. Superada la crisis iconoclasta se inició la SEGUNDA EDAD DE ORO, durante la cual se estableció como planta dominante la griega con nártex, generalmente inscrita en un cuadrado. Los edificios se construyen de menor tamaño y domina en ellos un aire de recogimiento y oscuridad lejos de los reflejos y la luminosidad anterior, para que los fieles se centren en la oración y la penitencia sin distracciones. El espacio central se cubre con cúpulas elevadas sobre tambores en los que se abren ventanas que crean un ambiente de semipenumbra. En ocasiones los brazos de la cruz se cubren con cúpulas de menor tamaño, dando lugar a iglesias de cinco cúpulas. La decoración interior no experimenta variaciones, pero si la exterior, que se cuida más, aunque por lo general se limita a una colocación decorativa de los ladrillos o a su alternancia en bandas con piedra. En otros casos se utilizan adornos o elementos de resalte, como arcos ciegos. Construcciones destacadas de este momento son San Salvador de Cora o San Teodoro, ambas en Constantinopla, pero, debido a que los contactos comerciales extendieron la arquitectura bizantina fuera de sus fronteras se encuentran importantes ejemplos fuera el imperio. Así, en el 1063 se levantó en Venecia uno de los templos más importantes de la arquitectura bizantina, la iglesia de San Marcos y, en los s XI y XII la influencia llegó al norte, a los principados rusos, donde destaca la iglesia de Santa Sofía de Kiev. En estas latitudes la nieve suponía un problema para las cubiertas, por lo que se ideó una cúpula autóctona, con forma bulbosa, que permitía el deslizamiento de la nieve. La iglesia de San Marcos es el mejor ejemplo de influencia bizantina fuera del imperio. Inspirada en la iglesia de los Santos Apóstoles de Constantinopla (hoy desaparecida), fue construida por un arquitecto griego con planta de cruz griega exenta. De su concepción original conserva las cinco cúpulas sobre tambor con ventanas que cubren los brazos y el centro y la rica decoración interior a base de mosaicos dorados. El nártex y sus cúpulas se añadieron en el s XIII, la fachada superior en el s XV y los mosaicos exteriores en el s XVII. Superados los problemas planteados por la cuarta Cruzada y bajo la dinastía de los Paleólogos, el imperio Bizantino vive un periodo de florecimiento conocido como la TERCERA EDAD DE ORO, que acabará en el 1453 cuando la ciudad cae en poder de los turcos. Se conservan en estilo y las estructuras de periodos anteriores, aunque se levantan edificios de mayor altura, con un mayor número de vanos y con efectos coloristas al exterior, logrados al mezclar el ladrillo con piedras de diferentes colores. De este período destaca la iglesia de Pammakaristos, en Constantinopla y la ciudad de Mistras en el Peloponeso, en la que destacan las iglesias de planta cuadrada o cruciforme, cubiertas con cúpulas sobre tambor y exteriores decorados con ladrillos esquinados y alternancia de materiales. También en este período la influencia bizantina llega al exterior, permitiendo el desarrollo del denominado arte ruso. Las relaciones entre Bizancio y Rusia eran tan estrechas que tras la caída de Constantinopla Ivan III se proclamó heredero del imperio bizantino adoptando el titulo de Zar (derivado de Tsar, cesar) y declaró Moscú como la tercera Roma. El núcleo de este nuevo arte fue la construcción del Kremlin o ciudad alta, en la que se albergan los principales edificios religiosos y civiles del principado, como la Catedral de la Asunción y, la Anunciación. LAS ARTES FIGURATIVAS Al igual que la arquitectura buscan la riqueza, la luminosidad y el colorido que simbolicen el esplendor y poder del Imperio Bizantino. A través de ellas se intenta captar el boato de las grandes ceremonias, son pues, un arte áulico, dedicado a la corte. Su desarrollo esta profundamente marcado por la querella sobre las imágenes, guerra que destruyó numerosas obras y dejó de construir otras muchas. Además, superada la crisis, se fijaron de modo muy estricto los temas, su forma de representarlos y su ubicación dentro de las iglesias, lo que limitó la creatividad. Algunos de estos temas pervivieron durante la Edad Media y fueron adoptaron por el mundo occidental. Por ejemplo: - Pantocrátor: como señor todopoderoso, sentado, con los evangelios en la mano izquierda y bendiciendo con la derecha. Se impuso el modelo siriaco, un Cristo maduro y con barba. - Virgen: representada como Kyriotisa, en majestad sentada en el trono; como Odigitria, de pié, sosteniendo la niño en brazos al que señala como camino de salvación, y; como Theotokos o madre de Dios, representada por lo general sentada con el niño en el regazo. - Déesis, con Cristo en la cruz o en pantocrátor, con la Virgen y San Juan intercediendo por la humanidad. La distribución en el templo también fue copiada en Occidente, así el Pantocrátor y la Virgen, al ser las figuras dominantes, se ubican en los lugares preeminentes, el Pantocrátor en la cúpula y la Virgen en la bóveda del ábside. LA ESCULTURA Fue muy escasa y gran parte de su creación fue destruida durante la crisis iconoclasta. Tras ella, la escultura exenta llegó prácticamente a desaparecer y se centró en el relieve como decoración arquitectónica y en los trabajos de marfil y plata de los relicarios. Destacar únicamente los relieves de Justiniano que decoran la espina del Hipódromo en Constantinopla, la Cátedra de Maximiliano del s VI, o los Dípticos consulares. LA PINTURA Y EL MOSAICO Al quedar su representación y distribución fijadas de antemano, las figuras son hieráticas y estilizadas, son más idealistas que naturalistas, buscan plasmar la idea de modo simbólico. En la PRIMERA EDAD DE ORO predomina el mosaico, continuando la tradición romana del opus tesellatum. Pero la búsqueda de reflejos y simbolismo les llevó a esmaltar las teselas, logrando un mayor brillo y profusión de reflejos. Se busca el esplendor que permita relacionar el poder espiritual con el poder temporal, por este motivo, los temas religiosos se representan como ceremonias cortesanas. En este período destacan los mosaicos de Ravena, en las iglesias de San Vital y San Apolinar. En la SEGUNDA EDAD DE ORO el arte pierde su carácter áulico y pasa a ser exclusivamente religioso, con representaciones en las que prima el carácter dogmático y los fines litúrgicos. Es ahora cuando se fijan definitivamente las imágenes y los temas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que serán imitados por occidente. Con esta temática destacan los mosaicos de San Marcos de Venecia, los de la capilla palatina de Palermo o los de la catedral de Monreale. En este periodo proliferaron los iconos, pinturas religiosas sobre tabla, al temple y con una capa de barniz transparente que avive el cromatismo. En la TERCERA EDAD DE ORO se mantienen los iconos con las mismas técnicas y temas, pero aparece una novedad, se representan escenas con muchas figuras y elementos paisajísticos y arquitectónicos. En una misma escena se realizan varias acciones o episodios al mismo tiempo, por lo que el espectador no puede apreciarlos con una sola mirada.