POBLACIONES EN MOVIMIENTO

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POBLACIONES EN MOVIMIENTO
Etnificación de la ciudad, redes
e integración
Walter Imilan
Alejandro Garcés
Daisy Margarit
EDITORES
Índice general
Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Presentación
Movimiento de personas, movimiento de cosas. . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Juan C. Skewes
Introducción
Flujos migratorios, redes y etnificaciones urbanas. . . . . . . . . . . . . . . . 19
Walter Imilan, Alejandro Garcés H. y Daisy Margarit S.
TRANSNACIONALISMO Y REDES MIGRATORIAS. . . . . . . . . . . . . . 39
Perspectiva transnacional en los estudios migratorios. Revisión
del concepto y nuevos alcances para la investigación . . . . . . . . . . . . . 41
Carolina Stefoni
“En desplazamiento”: itinerarios migratorios de los capoeiristas
brasileños de Madrid. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Menara Lube Guizardi
Neoconfucianismo y reciprocidad en una sociedad de mercado:
la cara (Mianzi, 面子) en los chinos de España. . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
Jorge Moraga R.
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La integración en la ciudad de L’hospitalet de Llobregat: .
el caso del colectivo ecuatoriano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Daisy Margarit S.
ESPACIOS DE INTEGRACIÓN DE FLUJOS
INTRARREGIONALES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
Comercio ambulante, agencia estatal y migración: crónica de un
conflicto en Santiago de Chile . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147
Alejandro Garcés H.
“Donde fueras, haz lo que vieras”. Integración de migrantes
en el Chile contemporáneo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
Florencia Jensen
Jóvenes bolivianos/as en la ciudad de Buenos Aires. La socialización laboral en el ámbito familiar y los usos de .
la identificación nacional. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
Mariana Beheran
ETNIFICACIÓN INDÍGENA DE LA CIUDAD. . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
Más allá de las “regiones de refugio” y la deculturación. Inmigración,
comercio y apropiación cultural oaxaqueña en la periferia de Ciudad
de México . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
Nicolás Gissi B.
Experiencia warriache: espacios, performances e identidades
mapuche en Santiago. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 254
Walter Imilan
Autores y autoras. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279
Presentación
Movimiento de personas, movimiento de cosas
Juan C. Skewes
Las culturas se constituyen a partir de las demás culturas. Esta vieja constatación de la antropología culturalista de los mediados del siglo veinte
plantea una mirada más modesta, menos gloriosa y más cotidiana de
los procesos históricos a través de los que se ensamblan los repertorios
que sirven a los seres humanos para reproducirse y sobrevivir. “Se vive
de prestado”. La búsqueda de los orígenes y de la pureza de la cultura
pierde su sentido: nada pertenece a donde ahora se encuentra, nada
garantiza que lo que está ahí seguirá allí. Nada certifica el origen de las
cosas salvo, quizás, cuando se trata de proclamar propiedad sobre ellas.
La vida de los pueblos encarna dos movimientos relativamente simples: por una parte, el de las cosas a través de las personas y el de las personas a través de las cosas, y, por la otra, el de la apropiación de las cosas
por las personas y el de las personas por las cosas (como habitualmente
lo hacen las bacterias y los virus). No obstante, los desplazamientos de
personas y cosas y su heterogénea combinación en paisajes emergentes
no siempre son inocuos. La esclavitud es la expresión más onerosa de
tales desplazamientos: millones de personas fueron forzadas a atravesar
el Atlántico, viendo amputados sus vínculos con sus semejantes y con
la naturaleza tal como si fueran sus brazos y piernas.
Con el advenimiento del capitalismo y la formación de los mercados regionales y mundiales las amputaciones se multiplican, separando
tanto a las materias primas de los paisajes a que pertenecen como a la
fuerza de trabajo del ser humano que le da origen. Trabajo y naturaleza
desaparecen de la vista de un consumidor. Y con ello también se extinguen los derechos de las personas y de la naturaleza que posibilitan la
existencia de bienes etiquetados con los valores del mercado. En este
contexto, para una parte importante de la población, la migración erosiona derechos.
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Presentación. Movimiento de personas, movimiento de cosas
Los estudios de los procesos migratorios, como los propuestos en
este libro, entrañan no solo la constatación acerca de la existencia de
flujos de personas y cosas entre lugares del mundo sino que también la
visibilización de las urdiembres en que se inscriben aquellos procesos y
los derechos y dignidades que en ello se ponen en juego. La antropología permaneció algún tiempo apoltronada por efecto
de la Guerra Fría. Los países existieron como si siempre hubiesen sido de
esa manera. Los límites estaban claros y el posicionamiento recíproco
de las personas era relativamente estable y previsible. La mirada etnográfica se constituyó en este período en espacios que fueron vistos como
relativamente inmóviles: a cualquier investigador o investigadora de la
época se pedía que delimitara geográficamente su territorio de estudio,
presumiéndose que lo que allí ocurría era allí causado. Pero las sociedades nunca permanecieron inmóviles. Aprisionadas
por la costra institucional del Estado, las poblaciones no solo merodearon sino que masivamente trocaron sus rumbos ante la indiferencia pública. Irlanda se despobló, la euforia aurífera llevó a miles de personas al
oeste norteamericano, arrebatando con ella la vida a las últimas sociedades recolectoras de lo que hoy es California, mientras que en las guaneras
de Perú quedan atrapados como esclavos chinos y rapa nui. El cambio de
siglo sorprendió a croatas en la Patagonia, italianos y españoles moviéndose al Nuevo Mundo, y a palestinos, sirios y libaneses procurando fortuna en el Brasil. A pesar de la divisoria intercontinental, el movimiento
no cesó. El tránsito se hizo difícil para los sami y casi imposible para los
inuit en las áreas circumpolares árticas pero no así para los trabajadores
yugoeslavos que estacionalmente llegaban a Europa Central mientras los
italianos lo hacían hacia los países nórdicos. La Patagonia siguió siendo
testigo del movimiento circular de chilotes que, a lo largo del siglo, se
movilizaron entre el archipiélago y las estancias ganaderas; en Neuquén
se multiplicaban las y los chilenos y en las cordilleras trasandinas lo hacen los mapuche para quienes aquel vasto territorio era, como para los
aymara en la triple frontera del norte del país, su territorio, mientras que
los bolivianos buscaban alternativas en Sao Paulo y Buenos Aires. En fin,
la historia de los seres humanos no ha cesado en sus movimientos. La
tónica del período, empero, era la de una antropología sedentaria.
La sensibilidad disciplinar se transforma con el advenimiento
de una nueva etapa de la larga historia del capitalismo en la que las.
Juan C. Skewes
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contradicciones se profundizan: por una parte, mientras el capital se
desplaza sin trabas por el mundo a fin de alcanzar su máxima rentabilidad, la fuerza de trabajo lo hace con todas las trabas necesarias para
disminuir su valor, hasta alcanzar el mínimo requerido para su reproducción. De la otra, el capital no puede prescindir de la fuerza de trabajo
que posibilita su propia continuidad. Extensas áreas de centros urbanos históricos, patrimoniales, universitarios y financieros se valorizan
expulsando a la población local que condenada al tugurio facilita la
gentrificación a la que se asocia: un Palo Alto, con todo el glamour de la
Universidad de Stanford, no puede existir sin un Palo Alto Este, donde
se producen dieciocho veces más homicidios y sesenta veces más violaciones: la distancia que separa a ambas ciudades es de apenas diez mil
metros.
El encarecimiento del suelo y la necesidad de servicios domésticos
producen un desbalance imposible de resolver para quienes transitan
apoyados solo en su fuerza de trabajo. Trabajo y residencia no son viables en un mismo lugar y las estrategias para surcar aguas involucran pasaportes que son culturales y medidas policiales que son de contención. ¿Bajo qué formas se hace aceptable el transeúnte a los ojos de los residentes? ¿Cuáles son las claves culturales que le permitirán finalmente
ingresar a su lugar de trabajo para volver ocho, diez o más horas después
a su barriada?
Las dos desigualdades principales de fines del siglo veinte, se entrecruzan: el desposeimiento de los medios de vida y la ausencia del
reconocimiento. Una y otra se refuerzan: ¿Quién mejor que los inmigrantes pueden hacer el trabajo sucio? ¿Acaso importa su pobreza si es
un ecuatoriano en Barcelona? La estratificación social se etnifica en la
misma medida en que la fuerza de trabajo migra y, dependiendo de las
características de tales migraciones, a cada quien le corresponderá lo
suyo en el lugar de destino: la gerencia de una empresa transnacional o
el lavaplatos de un restaurante periférico. El tránsito hacia una antropología del movimiento se corresponde
con el desplome del ilusorio sedentarismo global. La Plaza de la Amistad, en el límite de Tijuana y San Diego, con un monolito erguido en
la divisoria, se construyó en 1973, siendo lugar de reunión festiva para
familias mexicanas y norteamericanas. A comienzos de los noventa, el
monolito fue rodeado por una reja a través de la que, ciudadanos de uno
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Presentación. Movimiento de personas, movimiento de cosas
y otro lado, solo pueden tocarse bajo la mirada atenta de las camionetas
verdiblancas de la Policía Federal de Inmigración. El desplome no fue
menor y la antropología, como toda disciplina no pudo sino atenerse a
las condiciones que el período imponía. Ya no se habló de comunidad
sino que de movilidad, de etnografía multisituada más que de etnografía y de itinerarios transculturales más que de tradiciones culturales. La
antropología se hizo móvil.
La ilusión antropológica, empero, nunca fue total ni tan prolongada en el tiempo. Los antiguos difusionistas y los particularistas históricos sabían que había que preguntar en los alrededores. En la segunda
mitad del siglo veinte, tanto los antropólogos y antropólogas del norte
como del sur exploraron la movilidad de los pueblos a partir de una
concepción más general de las relaciones entre los pueblos. En 1956,
Julian Steward y algunos de sus discípulos como Sidney Mintz, Elena
Padilla y Eric Wolf, explicaban que la vida de trabajadores del azúcar
y del campo en Puerto Rico respondía a imperativos de un orden más
general, incluyendo las migraciones forzadas asociadas a la producción
azucarera. En el sur, rumbo hacia Argentina, Juan Francisco Marsal, en
Hacer la América. Biografía de un emigrante (1969) daba cuenta de la travesía a que fueron forzados los republicanos españoles tras la instauración de la dictadura de Francisco Franco. En Chile, Carlos Munizaga,
en Estructuras Transicionales en la Migración de los Araucanos de hoy a la
Ciudad de Santiago de Chile (1961), invitaba a ver con mayor atención
los flujos migratorios mapuche hacia el mundo urbano y a detectar las
estructuras transicionales que se asociaban a tales flujos. En México,
Larissa Adler Lomnitz hacía lo propio en Cómo sobreviven los marginados
(1975), explorando las redes sociales que se asociaban a las migraciones
rural-urbanas. Las obras de Marsal, Munizaga y Lomnitz pueden concebirse, entre
muchas otras, como el precedente necesario al libro con que se inicia
la Colección de Antropología de Ediciones Alberto Hurtado. La parte
primera del libro, “El transnacionalismo y las redes migratorias”, encuentra, en efecto, un importante precedente en la obra de Marsal. La
casi veintena de ediciones de Como sobreviven los marginados constituye
el preámbulo necesario a la segunda parte, “Espacios de integración de
flujos intrarregionales”, y la “Etnificación indígena de la ciudad” tiene
en el trabajo de Munizaga un importante precedente. Juan C. Skewes
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Las contribuciones compiladas en este texto, Poblaciones en movimiento-Etnificación de la ciudad, redes e integración, dan un giro importante en relación a sus precedentes. Inmersos en un contexto de flujos
transnacionales de una inmediatez alucinante, los textos exploran los
múltiples rostros de un fenómeno que, en el contexto de la compresión
temporo-espacial, se vuelve huidizo y difícil de precisar. El marco teórico inicial, propuesto por Stefoni, es un compañero de ruta necesario
e inevitable para la lectura. Limitado, como ella misma sugiere, por la
ausencia de la academia latinoamericana en la reflexión teórica, pero
rico en cuanto a los matices y dificultades que la migración plantea al
pensamiento de las ciencias sociales.
Lo que sigue a las reflexiones iniciales es el despliegue de experiencias de investigadores predominantemente jóvenes en territorios que
pudieran haber sido impensables hace un par de décadas atrás. En cierto
modo, esta proliferación temática y conceptual importa el tránsito de las
nuevas generaciones hacia las arenas globales del conocimiento. La posibilidad de indagar en la experiencia madrileña del capoeira brasileño, de
los inmigrantes de Zhejiang o del Ecuador, es novedoso para los temas a
que se habituó la academia nacional. Al mismo tiempo, la obra permite
a su lector situarse en la experiencia reciente de las poblaciones peruana
y argentina inmigradas en Santiago y de la población boliviana asentada
en Buenos Aires. En su tercera parte, el libro ilumina los procesos de etnificación en contextos urbanos tanto en México como en Chile.
Toda obra se inmiscuye en conversaciones que trascienden a sus
épocas. Es interesante cómo estas Poblaciones en movimiento… invitan
a repensar los procesos migratorios y hacerse cargo de ellos en futuras
investigaciones. Es evidente que para desplegar la mirada académica
latinoamericana sobre un tema como la migración no basta con que las
y los autores sean latinoamericanos. Es necesario hacerse cargo de una
larga tradición de pensamiento que incluye desde elementos míticopoéticos, como los encarnados en la figura de Joaquín Murieta (o Murrieta, según sea la tradición desde donde se le estudie), hasta las tensiones y contradicciones que la literatura expresa acerca de un continente
formado sobre la base de procesos migratorios. El desafío de reencontrar no solo las fuentes latinoamericanas
sino que las vinculaciones con la extensa producción contemporánea
en el tema de las migraciones permanece como una tarea pendiente,.
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Presentación. Movimiento de personas, movimiento de cosas
incluyendo el abordaje de su genealogía. No está de más recordar que
autores profusamente citados en estas temáticas, como Manuel Castels
y Alejandro Portes, tuvieron una temprana presencia académica estudiando a los pobladores urbanos en Chile y su relación con los procesos
políticos y migratorios de la época.
En estos diálogos con la migración, conviene adentrarse en el mundo de las sociedades receptoras. La mirada centrada en los migrantes
mantiene el lente antropológico inclinado hacia los grupos desfavorecidos. Sin embargo, la migración es un negocio para algunos, como se
señala al inicio de esta presentación: hay operadores de la migración,
enganchadores, infraestructuras, redes internacionales, operaciones inmobiliarias, puestas al servicio de ese negocio, que reclaman atención
académica a objeto de mejor comprender los procesos vividos por los
grupos migrantes.
La recomposición de los paisajes por la vía de las migraciones es esperanzadora. Los mismos habitantes de San Diego están pensando que
tal vez sería mejor no tener una reja que los separara de sus vecinos de
Tijuana y que, entre ambas poblaciones, pueden hacer de la región un
mejor espacio para la vida humana. En el mismo México, los retornados
de Estados Unidos, están reorganizando la vida local al modo como los
exiliados chilenos trajeron consigo vientos renovados a los horizontes artístico-culturales del país. El movimiento hace bien a los pueblos
aunque a veces sus clases dirigentes, por conveniencias mezquinas, prefirieran que no lo hubiera. El concepto mismo de migración invita a revisitar la idea de sedentarismo y volver a indagar acerca de la condición
inevitable que se impone a las poblaciones humanas de desplazarse para
permanecer y de permanecer para desplazarse.
La propuesta de este libro, junto con agrupar a un grupo de investigadores e investigadoras jóvenes, permite visibilizar las urdiembres
sociales y culturales que escapan al sentido común que solo ve etiquetas
donde la etnografía es capaz de discernir las siluetas que tales etiquetas han ocultado. Pero hay más, la antropología tiene que ser opinante
y no solo por afán de serlo sino porque en ese afán están imbricados
los derechos, las posibilidades y las suertes de muchas gentes, personas que –en los escenarios de flujo– no siempre encuentran acogida
ni reconocimiento. Visibilizar es, en cierto modo, reclamar derechos y
dignidades pero también es reconocer y hacerse parte de herencias que
Juan C. Skewes
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provienen de voces y cuerpos considerados por el sentido común como
ajenos, usables, prescindibles, extraños, como lo suelen ser los cuerpos
migrantes.
Una antropología que habla es una antropología que hace diferencia, una antropología escrita es testimonio y fuente a la que, de tiempo
en tiempo, entre olas xenofóbicas y folclorizantes, es menester volver. Los acentos no pueden colocarse solo en las vulnerabilidades que el
contacto cultural entraña para sus participantes; también merece ser
puesto en la riqueza que ellos acarrean. Es preciso acopiar a partir de
tradiciones que superan a cualquier sociedad en particular y que dicen
relación con lo que es ajeno a las costumbres, a los valores, a los hábitos
y a los pensamientos propios. Es aspirar a la mirada que permite reconocer lo ajeno en el corazón mismo de lo propio.
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