¿Quién paga? Sobre la financiación de la universidad pública

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¿Quién paga?
Sobre la financiación de la universidad pública colombiana
Diego Hernández
¿Quién paga qué y por qué? Esta es la pregunta pertinente para abordar el asunto de la
financiación de la universidad pública colombiana. La pregunta admite respuestas
descriptivas o normativas. Hemos preferido la vía normativa porque que pretendemos
basar sobre argumentos de justicia una propuesta a este respecto. Puesto que existen
fuentes de financiación diversas, es necesario presentar este tipo de argumentos para
justificar la elección de las fuentes, su participación y su destinación. A continuación
presentaremos una respuesta justificada desde el punto de vista ético a dicha pregunta.
Nos preguntamos por la financiación de la universidad pública en Colombia. Esto nos
exige una distinción inicial evidente entre universidad pública y universidad privada, que
existen paralelamente en el país. El sistema de educación universitaria colombiano es
mixto desde este punto de vista. Las universidades públicas y privadas tienen cosas en
común y también diferencias.
Entre los numerosos aspectos comunes entre universidades públicas y privadas, conviene
resaltar uno muy importante. Ni unas ni otras buscan el lucro económico; no buscan
producir ni producen utilidades económicas. Son instituciones encargadas de llevar a
cabo una tarea estratégica1 para el país, que es la de producir conocimiento científico en
sentido amplio (incluidas las artes y las humanidades), en virtud de la cual la sociedad
colombiana consideró que las universidades no podrían estar sometidas a las lógicas del
lucro económico.
Esta separación entre la universidad y el lucro económico puede ser justificada al menos
según dos argumentos:
i. Inviabilidad económica (lucro vs ciencia). Toda institución con ánimo de lucro instaura
este interés como el principal. Si bien es cierto que el ánimo de lucro sirve de impulso
para desarrollar ciertas actividades, lo es igualmente que el ánimo de lucro es una
barrera para aquellas actividades que producen pérdidas o que no producen ganancias.
La no-ganancia es el contrario conceptual y práctico del lucro. En lo relativo a las
universidades, es bien sabido que en múltiples campos científicos se producen pérdidas
económicas, en el sentido en que no se garantiza el retorno de la inversión y mucho
menos utilidad alguna, especialmente si se tiene en cuenta el costo de la inversión
necesaria para una educación excelente e integral. Las eventuales universidades con
ánimo de lucro, tarde o temprano, tendrán que elegir entre realizar cabalmente su
misión educativa y producir lucro. Elegirán el lucro, y se verán abocadas a llevar a
efecto una educación selectiva y de baja calidad.
ii.Inconveniencia cultural. Los servicios ofrecidos sin ánimo de lucro son recibidos como
donaciones altruistas y tienden a producir sentimientos de gratitud. Producir
sentimientos de gratitud hacia la sociedad entre los futuros líderes del país (tengamos
en cuenta que los profesionales universitarios serán quienes -mayoritariamente- tengan
a cargo la administración de las instituciones públicas y privadas) facilita el que tales
1 Más adelante se hará explícito el carácter estratégico de esta tarea.
líderes pretendan producir bondad en la sociedad y no sólo acrecentar su beneficio
individual2.
Entre las numerosas diferencias entre universidades públicas y privadas, conviene
resaltar tres:
1) El nivel de intervención política del Estado en el gobierno universitario. En el sistema
colombiano, las universidades públicas tienen una fuerte injerencia del Estado a nivel
del gobierno universitario, mientras que las universidades privadas tienen un nivel de
autonomía formal mucho más alto, derivado de los principios del derecho privado.
2) El carácter obligatoriamente a-confesional de las universidades públicas. Las
universidades privadas son libres de ser confesionales o de ser a-confesionales. Las
universidades públicas, en cambio, están obligadas a ser a-confesionales, puesto que
deben ser compatibles con las creencias diversas de toda la población colombiana.
3) La participación del Estado en la financiación. Las universidades privadas son
financiadas mayoritariamente, y en algunos casos exclusivamente, por fuentes
privadas. Pueden recibir dineros provenientes del presupuesto público directamente, a
través del sistema de subsidio a la demanda existente en el país, o indirectamente, a
través de ayudas asignadas puntualmente o de la ejecución de contratos con el Estado.
Las fuentes privadas están basadas principalmente en donantes privados, en los y las
estudiantes (a través de las matrículas) y en la venta de servicios. Las universidades
públicas son financiadas principalmente por el presupuesto público. También pueden
recibir dinero proveniente de fuentes privadas (matrículas, donaciones, venta de
servicios), pero en menor proporción que las privadas. El porcentaje de participación de
los derechos de matrícula en el presupuesto total es una diferencia derivada muy
importante: es más alto en las universidades privadas que en las públicas.
Concentrémonos ahora en la financiación de las universidades públicas y preguntémonos
¿quién debe pagar qué y por qué? Es una pregunta ética, en el sentido en que cuestiona
«quién debe» y no «quién puede» o «quién paga efectivamente» 3. En consecuencia, es
necesario ofrecer argumentos de justicia, y no de preferencia ideológica o de factibilidad.
En este sentido, el referente de justicia debe ser proporcionado por la pregunta misma.
Dado que se trata de una pregunta sobre «el pago», el criterio adecuado es ciertamente el
de la justicia conmutativa, puesto que sólo se considera justo pagar lo que se recibe 4. Por
tanto, la pregunta ¿quién debe pagar qué y por qué? remite a la pregunta ¿quién recibe
qué?
Para responder a esta última, es necesario precisar el quién y el qué. El qué depende de
un análisis de los bienes supuestos en la educación universitaria - lo que haremos en
2 Es un argumento de Phillipe Van Parijs, de la Universidad Católica de Lovaina: «La solidarité sociale que
la justice requiert est d’autant plus robuste que se préserve et se développe, parmi les personnes qui ont la
chance de pouvoir bénéficier de l’enseignement supérieur de leur pays, un sentiment de gratitude et une
attitude de loyauté à l’égard de l’entité collective qui leur a offert ce privilège... Dans cette perspective, tout
ce qui contribue à transformer la relation de nos étudiants aux institutions d’enseignement et à la
communauté politique dont elles relèvent en une relation purement mercantile, loin d’apporter une solution
au problème, pourrait bien contribuer à l’aiguiser». Van Parijs, P, “Est-il juste que l’Université soit gratuite ?”,
Éthique et économique/Ethics and Economics, 2, 2004, http://ethique-economique.org/, p. 6
3 Presentaremos un argumento ético basado sobre una norma constitucional. Como veremos, la elección de
dicho punto de refencia se justifica por el caracter consensual de la norma y por su fuerza jurídica. Aunque
esta reflexión no pretenda ser un argumento jurídico, sus conclusiones podrían llegar a tener tal alcance. La
extensión del alcance argumentativo de este texto podría ser objeto de una reflexión complementaria.
4 Esto es cierto, aún cuando también sea cierto que no todo lo que se recibe deba ser pagado.
primer término -, puesto que son estos bienes aquello que se espera recibir. Luego
podremos precisar fácilmente quién recibe qué.
¿De qué bienes está compuesta la educación?
La respuesta a esta pregunta requiere un punto de referencia de consenso, puesto que el
tema de la educación es un asunto largamente debatido en la filosofía y en las ciencias en
general. Ya que se trata de una pregunta sobre la educación en Colombia, la Constitución
Política de Colombia constituye el mejor referente para nuestra reflexión. Esto por
argumentos procedimentales (el marco procedimental en el cual la Constitución fue
concebida fue una asamblea constituyente elegida democráticamente, lo que le otorga un
contenido consensual per se) y jurídico-formales (la Constitución es la norma de mayor
jerarquía en el ordenamiento jurídico colombiano, lo cual le otorga una fuerza jurídica per
se).
Veamos lo que nos dice la Constitución en cuanto a la educación:
«Artículo 67. La educación es un derecho de la persona y un servicio público
que tiene una función social; con ella se busca el acceso al conocimiento, a la
ciencia, a la técnica, y a los demás bienes y valores de la cultura.
La educación formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a
la paz y a la democracia; y en la práctica del trabajo y la recreación, para el
mejoramiento cultural, científico, tecnológico y para la protección del ambiente.
El Estado, la sociedad y la familia son responsables de la educación, que será
obligatoria entre los cinco y los quince años de edad y que comprenderá como
mínimo, un año de preescolar y nueve de educación básica.
La educación será gratuita en las instituciones del Estado, sin perjuicio del
cobro de derechos académicos a quienes puedan sufragarlos»
Notemos que el artículo 67 plantea los bienes supuestos por la educación en general,
preescolar, básica y superior. Plantea una única distinción en cuanto a la obligatoriedad,
que sólo se establece para los dos primeros niveles, hasta el noveno grado. Notemos
también que la educación tiene simultáneamente el carácter de ser un derecho de la
persona individual y un servicio público. Es decir que encarna bienes que benefician al
individuo y a la sociedad.
¿Cuáles son estos bienes a los cuales podemos acceder mediante la educación?
Un análisis exegético del artículo 67 de la Constitución permite extraer los siguientes
bienes (a-g). Al enumerar los bienes, señalamos si se trata de bienes de titularidad
individual, social o corporativa (es decir empresarial) prima facie. Prima facie o en primera
instancia, pues no pretendemos sostener que tales bienes sean exclusivamente
individuales, sociales o corporativos, sino más bien que conciernen tales niveles
inicialmente, aunque también conciernan los otros secundariamente. Esto nos será útil a
la hora de precisar los contenidos de la repuesta que estamos construyendo.
a) Acceso al conocimiento científico, técnico y cultural. Asumimos que se trata de un bien
individual prima facie. Esto para distinguirlo de c)
b) Respeto de los derechos humanos, la paz y la democracia. Asumimos que se trata de
un bien social prima facie.
c) Desarrollo cultural, científico y tecnológico. Asumimos que se trata de un bien social
prima facie.
d) Protección del medio ambiente. Asumimos que se trata de un bien social prima facie.
e) Se sigue de a). Acceso a puestos de trabajo exclusivos para los profesionales.
Asumimos que se trata de un bien individual prima facie.
f) Se sigue de e). Movilidad social e igualdad de oportunidades 5. Asumimos que se trata
de un bien social prima facie.
g) Se sigue de a). Mano de obra mejor calificada. Asumimos que se trata de un bien
corporativo prima facie.
Esta presentación permite comprender por qué la sociedad colombiana consideró a la
educación como un bien estratégico que no podría someterse a la lógica del lucro, tal
como se comentó antes. Especialmente los bienes b), c), d) y f) sustentan suficientemente
dicha decisión. Debemos anotar que la Constitución no establece ningún criterio
específico de prioridad para considerar un bien como superior a los demás, por lo cual
tomaremos a) - g) como equivalentes.
Continuemos entonces con la respuesta a la pregunta ¿quién se beneficia de qué?
- La sociedad es la primera beneficiaria (prima facie) de b), c), d) y f).
- El individuo es el primer beneficiario de a) y e).
- Las empresas son las primeras beneficiarias de g).
Tenemos siete bienes y tres beneficiarios. Entonces, ¿quién paga qué? Dado que nuestro
criterio de justicia es la conmutatividad, cada uno paga aquello de lo que se beneficia. Sin
embargo, hemos dicho que la Constitución no ofrece un criterio para otorgar un valor
porcentual a los bienes, razón por la cual no es posible dividir las cargas siguiendo un
procedimiento cuantitativo. Es necesario un análisis del beneficio específico de cada uno
de los beneficiarios para precisar qué partes del presupuesto deben cubrir.
i. El Estado (en tanto representante de los intereses sociales)
El Estado es el garante de los intereses sociales; su beneficio directo es por tanto
garantizar que tales intereses se hagan efectivos. De acuerdo con esto, es justo que el
5 Asumimos que existe consenso en cuanto a que la movilidad social y la igualdad son bienes asociados
directamente a la educación, teniendo en cuenta, de un lado, que la igualdad es un bien propio de un
Estado Social de Derecho (como Colombia) y de otro porque en la reciente polémica sobre la educación
superior en Colombia, representantes intelectuales de corrientes de opinión opuestas estaban de acuerdo al
respecto. En una orilla, Leopoldo Múnera, de la Universidad Nacional de Colombia, afirmaba: « Hemos
asistido en los últimos años a una educación completamente estratificada. El problema no es la división del
trabajo sino la estratificación que está detrás de la división del trabajo y la manera como reproduce las
desigualdades sociales. El problema es ofrecerle a la mayoría de quienes tienen menos recursos solo una
posibilidad: la posibilidad de hacer una educación pobre». Y en la otra, Alejandro Gaviria, de la Universidad
de los Andes, afirmaba : « El problema y el diagnóstico están claros: el esquema y la estratificación de la
educación en Colombia. Romper con eso, en la medida de lo posible, sería ideal. La jerarquización de las
universidades colombianas es un problema muy antiguo. Es un sistema que refleja las jerarquías y las
condiciones antipáticas de la sociedad colombiana. Es un problema complejo». Ver Múnera y Gaviria, «Y
ahora qué», entrevista en Revista Arcadia, www.revistaarcadia.com, por Rodrigo Restrepo Ángel, publicado
el 2011-11-23.
Estado pague la educación ¿Hasta qué punto? ¿Debe pagar la educación básica y la
educación universitaria?
Para garantizar que los bienes de los que se beneficia se hagan efectivos, el Estado debe
garantizar la existencia de un sistema de educación nacional, por la razón obvia de que
esto es una condición de posibilidad para que a) - g) puedan realizarse.
Dado que el hecho de ser condición de posibilidad para realizar los intereses concernidos
con la educación es la razón para concluir la obligación del Estado al respecto, es forzoso
deducir que el Estado debe garantizar la existencia de un sistema de educación
universitaria6, puesto que un tal sistema es la condición de posibilidad de a), c), e), f) y g).
Podemos por lo tanto concluir que es justo que el Estado pague la educación
universitaria. Sin embargo, no hemos aún dicho hasta qué punto.
El Estado puede garantizar la existencia de un sistema universitario a través de la
universidad pública, a través de la universidad privada o a través de ambas. ¿Cuál de
éstas es la opción acorde con las obligaciones constitucionales del Estado colombiano?
Se podría argumentar a favor de una política pública de subsidio a la oferta, basada sobre
la existencia exclusiva de universidades privadas, y podría basarse tal hipótesis sobre a),
d), e), f) y g). Sin embargo, esta proposición resulta insuficiente en cuanto a los deberes
del Estado. Esto es claro si tomamos en cuenta las diferencias entre las universidades
públicas y las privadas que vimos al inicio.
Tomemos la diferencia 1), relevante en la medida en que el carácter no confesional de las
universidades es una condición para b). El bien b) implica una relación específica entre la
democracia y el carácter no confesional de las universidades, ya que la democracia
colombiana es pluriétnica, pluricultural y por tanto a-confesional. Dado que las
universidades privadas son libres, por definición, de elegir su credo, éstas pueden ser,
aleatoriamente, confesionales o a-confesionales. En consecuencia, un sistema de
educación universitaria basado sobre universidades privadas, sería incapaz de garantizar
la realización del interés b), puesto que su eventual realización quedaría sometida a un
factor aleatorio. Garantizar significa dar seguridad al cumplimiento de una obligación.
Tomemos ahora la diferencia 2). Las universidades privadas tienen, en virtud de ser
regidas por los principios del derechos privado, un nivel de independencia formal alto en
relación con los intereses políticos. Esto equivale a que éstas pueden definir sus agendas
científicas en función de diversos criterios, no necesariamente coincidentes con el
desarrollo del país. De nuevo, la proposición de basar el sistema de educación
universitaria en subsidio a la demanda y universidades privadas dejaría sometido a la
aleatoriedad la garantía del interés c).
Concluimos que el argumento fuerte para descartar un sistema basado exclusivamente en
la oferta privada es el carácter aleatorio de dicha oferta. En Colombia como en otras
partes, pueden encontrarse ejemplos de universidades privadas que llenan los requisitos
necesarios para garantizar a) - g), pero también pueden encontrarse ejemplos de
universidades que no los cumplen en lo más mínimo. Llevemos este argumento aún más
allá. Las universidades privadas pueden decidir libremente desaparecer o cambiar su
sede a otro país (especialmente en un contexto de globalización que facilita el movimiento
de las instituciones7). Desde este punto de vista, un sistema basado exclusivamente sobre
la oferta privada pone en riesgo a), y en consecuencia c), e), f) y g).
6 Es una opinión compartida por Gaviria, en la entrevista citada arriba.
Teniendo en cuenta lo anterior, y puesto que es justo que el Estado pague la educación
universitaria en virtud de su deber de garantizar a) - f), es necesario que instaure y
mantenga en el tiempo un sistema de universidad pública, compatible con la existencia
paralela, aunque aleatoria, de la universidad privada.
Concluimos entonces que es justo que el Estado pague la universidad pública. Ahora
¿hasta qué punto?
Un primer elemento de la respuesta a esta pregunta es que no es justo que el Estado
pague todo, puesto que la sociedad no la única que saca beneficio de la universidad
pública. Como hemos dicho, el Estado se beneficia en primera instancia o prima facie del
hecho de tener un sistema de universidad pública, puesto que éste es un requisito
indispensable para el cumplimento de sus deberes constitucionales y por tanto para la
realización de los intereses de la sociedad asociados con la educación. En lo relativo al
pago de este sistema, el Estado es responsable de garantizar el pago de lo necesario
para su existencia, es decir, de lo necesario para su funcionamiento y crecimiento, aún si
por factores aleatorios no hubiera fuentes distintas de financiación (como derechos de
inscripción, donaciones o venta de servicios).
Específicamente, dicha garantía incluye lo que es esencial para el funcionamiento de las
universidades, es decir, aquello de lo que tienen necesidad para realizar los intereses a) g). Esto incluye, de una parte, planta docente, planta administrativa, infraestructura,
bibliotecas e investigación. E incluye también, en virtud del interés f), la garantía de
condiciones de estudio para los más desfavorecidos económicamente, es decir,
alojamientos, alimentación y fotocopias. Dado que el funcionamiento de las universidades
es un rubro dinámico, que tiende a crecer a medida que las universidades crecen (y este
crecimiento es un beneficio para la sociedad) el Estado debe también garantizar una
dinámica de crecimiento planificado.
¿Qué deben pagar los estudiantes?
El principio de gratuidad en la educación está establecido en el artículo 67 de la
Constitución, que hemos tomado aquí como referencia. Dicho principio se aplica
explícitamente a la educación en general, aunque no se especifica nada en relación con la
educación universitaria. Distingue entre quienes tienen los medios para pagar y quienes
no. Sobre esta base, nos preguntamos si es justo extenderlo explícitamente a la
educación universitaria.
La aplicación del principio de gratuidad a la educación universitaria es ampliamente
aceptada en la actualidad8. Su justificación radica en ser un mecanismo para garantizar el
7 Encontramos ejemplos en Estados Unidos, donde se viene dando el caso de prestigiosas escuelas de
negocios que desplazan su sede a China.
8 En Inglaterra, por ejemplo, el principio de gratuidad ha sido puesto en práctica y entrará en vigor a partir
del presente año (2012). «In England from next year (2012) no student, including part time ones, need pay
any fees on entering university and can receive state support to cover significant living costs. Students from
poorer homes will have their fees waived either by their university or by a scheme of national scholarships.
Other students pay tuition fees set by the university, within limits imposed by government, (maximum 9.000
pounds) but pay only after graduating and only then when their income crosses a moderate level (over about
25.000 euros a year). The university receives the funds when the student enters university and the funding
gap is brighten by a loan raised by the Student Loans company a government backed body». Glennerster, H,
«How should we pay for universities? Principles and practice from England», paper presented on th Tenth
ethical forum of the University Foundation, Brussels, November the 17th, 2011.
acceso de quienes no tienen dinero suficiente para pagarla y, en consecuencia, para
favorecer la movilidad social y la igualdad de oportunidades 9.
Puesto que la movilidad social y la igualdad son intereses de la sociedad directamente
vinculados a la educación en general -interés f)-, es justo que su aplicación se extienda a
la educación universitaria. Esto, especialmente, porque la mayor parte de los puestos de
trabajo que favorecen la movilidad social son aquellos a los cuales se accede
exclusivamente siendo profesional10.
Ahora bien, de acuerdo con nuestro esquema analítico, en virtud de los intereses
individuales a) y e), debemos deducir que es justo que los estudiantes paguen por el
beneficio que reciben. El que existan cobros de matrícula es compatible con la extensión
del principio de gratuidad, tal como éste está establecido en la Constitución, puesto que
se reconoce la posibilidad del cobro para quienes tienen los medios económicos para
pagar. En virtud del interés de la igualdad (f), este cobro debe realizarse en proporción
con la capacidad de pago. De tal manera, el principio de gratuidad exige que la educación
sea gratuita para quienes no tienen los medios de pago y tasada de acuerdo con la
capacidad adquisitiva de los estudiantes que si los tienen. Este argumento es igualmente
válido para pregrado y postgrado.
La destinación de este rubro requiere un reflexión detenida. Los beneficiarios individuales
de la educación tienen dos roles distintos: el de estudiante y el de profesional. En cuanto
estudiantes, los individuos hacen parte de la maquinaria universitaria en la medida en que
contribuyen a hacerla funcionar. En este rol, por lo tanto, los estudiantes son servidores
de la sociedad. En el rol de profesionales, en cambio, los individuos son beneficiarios de
la existencia de la universidad y de su alta calidad. Estos dos roles permiten distinguir la
destinación los aportes correspondientes a los dos momentos. Los aportes hechos en
calidad de estudiantes deben estar dirigidos hacia la financiación de la oferta cultural y
deportiva de las universidades, puesto que éste es el bien del que los estudiantes son
beneficiarios prima facie11. Los aportes hechos en calidad de profesionales, a través de
los impuestos, deben ser destinados al funcionamiento del sistema de universidad
pública.
¿Qué deben pagar las universidades mismas (presupuesto autoproducido)?
El presupuesto autoproducido está compuesto por la venta de servicios, las patentes y la
extensión educativa. Vale decir que, en virtud de a) y f), los costos de los cursos de
extensión deben ser tasados diferenciadamente, incluyendo el principio de gratuidad. Los
ingresos recibidos mediante el presupuesto autoproducido deben ser destinados a aquello
que representa un beneficio prima facie para la universidad. Será justo que la universidad
9 El marco teórico de este argumento es claramente, como lo nota Van Parijs, une concepción de la justicia
social como igualdad de oportunidades: “partons plutôt d’une conception de la justice sociale comme égalité
des chances — que dans l’une ou l’autre variante, nous partageons tous. Entre des personnes issues de
milieux familiaux plus ou moins aisés, il y a manifestement d’énormes inégalités de chances face à la vie.
Faire payer l’Université plus que de manière symbolique, même en facilitant les prêts, ce serait
inévitablement dissuader d’y venir des personnes d’origine plus modeste, pour qui des études supérieures,
même gratuites, constituent déjà un investissement plus pesant et plus risqué”. Van Parijs, P, “Est-il juste
que l’Université soit gratuite ?”, Éthique et économique/Ethics and Economics, 2, 2004, http://ethiqueeconomique.org/, p. 1
10 Por ejemplo, la mayor parte de los cargos burocrácticos del Estado colombiano exigen títulos
universitarios.
11 El hecho de que los aportes de matrícula sean diferenciados contribuye a instaurar un criterio de justicia
distributiva entre los estudiantes, puesto que quienes pagan más financian el acceso cultural y deportivo de
quienes pagan menos.
pague por aquello por lo cual recibe un beneficio en tanto beneficiaria primaria. Este tipo
de beneficio para la universidad corresponde al crecimiento no planificado, es decir, a
todo lo que contribuye a aumentar el prestigio y los niveles de excelencia, la comodidad y
el lujo, más allá de los gastos de funcionamiento básico. En otras palabras, el
presupuesto producido por las universidades mismas debe estar destinado a inversiones
que representen ventajas en la competencia académica global.
Existe la tendencia a pensar que el presupuesto autoproducido debe contribuir a relevar al
Estado en el financiamiento que le corresponde, así no fuera más que para ayudarle a
hacer ahorros fiscales. Pero esto no es conveniente ni justo, porque este presupuesto es
significativamente aleatorio. Como vimos, el justo deber de garante que tiene el Estado
radica en eliminar al máximo los elementos aleatorios del funcionamiento esencial de las
universidades públicas. Además, en el caso específico de la venta de servicios a las
empresas, hacer depender el funcionamiento de un tal presupuesto no es conveniente ni
justo porque crearía vínculos de dependencia de las universidades con respecto a las
empresas, haciendo pasar a un segundo plano la realización de los intereses sociales de
la educación universitaria.
¿Qué deben pagar la empresas?
Las empresas son beneficiarias prima facie del interés g), en virtud de lo cual es justo que
paguen por la educación universitaria pública. La destinación de su aporte debe ser
dirigido al funcionamiento de las universidades, es decir, a la ampliación del presupuesto
estatal destinado a la educación superior. Su aporte debe ser distribuido entre las
universidades públicas y las instituciones de formación técnica.
¿Qué deben pagar los donantes?
Los donantes se benefician del hecho de hacer las donaciones, pero no sacan ningún
beneficio de la inversión específica que de éstas se haga. Sus beneficios provienen de la
reducción de impuestos y del aumento del prestigio, el reconocimiento público y el
altruismo. En la medida en que la destinación de sus donaciones no representa ningún
beneficio para ellos, debemos concluir que éstas constituyen una porción del presupuesto
que puede utilizarse para cualquier destinación. Desde luego, las donaciones no podrían
reemplazar ninguno de los gastos fijos, puesto que son aleatorias en el más alto grado.
Según los argumentos presentados en esta disertación, podemos extraer las siguientes
conclusiones, sustentadas en un criterio ético de justicia conmutativa, basado en los
intereses representados por la educación superior según la Constitución Política de
Colombia:
1. Es justo que las universidades públicas y privadas conserven su carácter de
instituciones sin ánimo de lucro.
2. Es justo que exista un sistema de universidades públicas.
3. Es justo que el Estado pague el funcionamiento y el crecimiento planificado del sistema
de universidades públicas. El funcionamiento incluye, “planta docente, planta
administrativa, infraestructura, bibliotecas e investigación. E incluye también, en virtud
del interés f), la garantía de condiciones de estudio para los más desfavorecidos
económicamente, es decir, alojamientos, alimentación y fotocopias”.
4. Es justo que los y las estudiantes paguen derechos de matrícula diferenciados en
pregrado y postgrado y que esos recursos financien la oferta cultural y deportiva
dirigida especialmente para ellos y ellas.
5. Es justo que las tasas de matrícula incluyan el principio de gratuidad, de manera que
las personas que no tengan medios para pagar puedan estudiar gratuitamente.
6. Es justo que las universidades paguen, con el presupuesto autoproducido, la inversión
para el aumento de la excelencia, la competitividad y la infraestructura de lujo.
7. Es justo que las empresas paguen un impuesto específico para la educación superior.
Las reflexiones aquí presentadas sugieren las siguientes ideas, que si bien requieren
desarrollos independientes y profundos, plantean asuntos de debate que vale la pena
tomar en consideración. Estas sugerencias están dirigidas a responder a la pregunta
sobre la factibilidad fiscal de las anteriores conclusiones. Asumiendo como punto de
partida el hecho de que efectivamente existe una insuficiencia fiscal, lo cual es discutible
según algunos análisis, se proponen tres posibles fuentes de financiación adicionales.
1. La sociedad en su conjunto es la principal beneficiaria de la existencia de un sistema de
universidades públicas. Colombia ha tenido la experiencia de impuestos específicos
sobre las transacciones bancarias para salvar a los bancos y para financiar la guerra.
Es el impuesto conocido como 1, 2, 3 o 4 por 1000. Si se ha considerado justificado
imponer tal gravamen para destinarlo al sector bancario y a la guerra, debe
considerarse justo hacerlo para financiar la educación universitaria.
2. El impuesto del 1, 2, 3 o 4 por 1000 ha sido una carga impuesta a los usuarios del
sistema bancario para salvar al sector financiero. Podría plantearse, en reciprocidad, un
impuesto del 1, 2, 3 o 4 por mil a las transacciones financieras para salvar a la
universidad pública.
3. Colombia invierte al menos 15 veces más en la guerra que en el financiamiento de la
universidad pública12. Es justo que el dinero de la sociedad sea utilizado para pagar
aquello por lo cual ésta recibe un beneficio. Partiendo de la evidente desproporción de
la relación 15/1, que sugiere que para el país la guerra es 15 veces más importante que
la universidad, es justo que al menos una porción de lo que actualmente se destina a la
guerra sea re-dirigido hacia la financiación de la universidad pública.
12 Se invierte aproximadamente diez veces más en guerra que educación superior. La educación superior
incluye las universidades públicas, las instituciones de educación técnica y el sistema de subsidio a la
demanda.
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