TUTORIA Le tiemblan las piernas

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TUTORIA: “Cuiusvis hominis est errare, nullius nisi insipientis in errore perseverare
("Cualquiera puede errar, pero sólo el necio persevera en su falta"). Cicerón
Loado sea el Cielo. Andrea Casiraghi, primogénito de la princesa Carolina y de aquel papi fallecido cuando se
dedicaba a la encomiable labor social de hacer carreras de superlanchas deportivas, guau, acaba de ver la luz. La ha
visto, en concreto, durante una visita realizada, con fotógrafos por delante y por detrás y con quince páginas en el
¡Hola!, nada menos que a los barrios pobres de Manila, para solidarizarse con los niños que viven en vertederos,
cárceles y sitios así. Y no sólo él, ojo al dato. Resuelto a no abordar solito en el mundo la conmovedora aventura, el
joven monegasco se hizo acompañar en el evento por su novia, Tatiana Santo Domingo, quien, según el delicioso
texto que acompaña los afotos, «comparte con él la misma sensibilidad frente a los niños desamparados».
Ya era hora, pardiez. Ya era momento de que el joven y apuesto vástago carolino exteriorizara lo que
sospechábamos lleva en las nobles entretelas. No había más que verlo en las fiestas propias de su otrora superficial
juventud, en las playas de lujo, en los bodorrios y eventos sociales de postín postinero, para intuir que, tras esa
apariencia frivolilla, esas hechuras de pijolandio con su camisita y su canesú, esas novietas ad hoc, esas lánguidas
poses de aristocrático capullo en flor consentido por su mamá, su tito Berti y su abuelito, había algo más profundo,
de noble raigambre social. Una especie de gen saltarín latente, listo para hacerse con el timón de la nave en cuanto la
madurez lo pusiera ante la vida. Es cierto que esa lucecita de esperanza, ese germen marchoso a la pata la llana, no
se había manifestado nunca en exceso en la familia Grimaldi, a excepción, quizás, de la tita Estefanía. Que, ésa sí,
rompiendo tabúes y convenciones, nunca dijo nones a cepillarse barreras protocolarias, solidarizándose con cuanta
clase humilde se le puso a tiro: chóferes, camareros, guardaespaldas, domadores de circo y algunos etcéteras más.
Ya les digo. La cosa del gen.
Espero que hayan visto las fotos, rediós. Combinadas con el texto, ponen un nudo gordo en el gaznate. Andrea
comprobando con estupor e indignación, «en uno de los momentos más duros del viaje», cómo viven doscientos
cincuenta niños encarcelados en uno de los talegos de Manila: «Una inmersión en el corazón de la miseria», aclara el
texto. Andrea descubriendo con horror las condiciones de vida en la montaña de basura de Payatas: «El joven tomó
conciencia de toda la ambigüedad del problema», se especifica ahí. Andrea estrechando tiernamente en sus brazos
bronceados, no por el sol a bordo del Pachá, sino –supongo– por su nueva vida solidaria al aire libre, a un huerfanito
con el que comparte de tú a tú, sin distinción de razas ni colores, la orfandad cómplice de quien en su tierna edad
pierde guías y mentores, y queda como el filipinito –como quedó el propio Andrea– desamparado y a merced de la
puta vida: «Necesitan que se les mime, dijo el joven, emocionado hasta las lágrimas». Y de traca final, sonriendo
ante la cámara para endulzar así heroicamente el mal trago, Andrea entre chabolas con una botella de agua mineral
en una mano y un pequeño paria filipino en la otra, angustiado –«Inocultable gesto de preocupación», precisa el
texto– ante el hecho de que esos tiernos infantes se abastezcan tontamente de agua contaminada por residuos
tóxicos, en vez de beber, como él, agua embotellada: «No encuentro palabras. Me tiemblan las piernas».
Pero no crean ustedes que tales fotos y declaraciones son camelos oportunistas, y que tras su inmersión en el
corazón de las tinieblas –un par de días, calculo, porque en las imágenes luce dos camisas diferentes– Andrea subió
al avión y si te he visto no me acuerdo. Niet. En ese aspecto el joven no se anduvo por las ramas, y manifestó su
intención de regresar cuanto antes a Manila para seguir haciendo el bien sin mirar a quién: «A mi regreso a Mónaco
les diré a mis amigos que tenemos mucha suerte». Así que demos por seguro que, en su próximo e inminente viaje
filipino, Andrea Casiraghi fletará un vuelo chárter para hacerse acompañar por todos esos amigos de Mónaco que,
como él dice, tanta suerte tienen. Y allí acudirán en masa, dejándose los solidarios cuernos en barrios humildes cual
juveniles teresas y teresos de Calcuta. Imaginen qué hermosas fotos, todos allí besando huerfanitos. Y si además
enrolan a Carmen Martínez-Bordiú, calculen. Otra portada en ¡Hola! goteando agüita de limón. Divino de la muerte.
Arturo Pérez-Reverte
El 22 de diciembre de 1849, Dostoyevski fue llevado al patio de la prisión para su fusilamiento; cuando
estaba dispuesto para escuchar los disparos con los ojos vendados, llegó la conmutación por cinco años de
trabajos forzados en Siberia. Esta situación de gran angustia se reflejará posteriormente en sus obras y fue la
causa de que los ataques epilépticos fueran en aumento.
Un viajero caminaba un día por la carretera cuando pasó junto a él como un rayo un caballo montado por un
hombre de mirada torva y con sangre en las manos. Al cabo de unos minutos llegó un grupo de jinetes y le
preguntaron si había visto pasar a alguien con sangre en las manos. «¿Quién es él?», preguntó el viajante. «Un
malhechor», dijo el cabecilla del grupo. «¿y lo perseguís para llevarlo ante la justicia?» «No. Lo perseguimos
para enseñarle el camino». Sólo la reconciliación salvará al mundo, no la justicia, que suele ser una forma
de venganza.
TUTORIA: “Cuiusvis hominis est errare, nullius nisi insipientis in errore perseverare
("Cualquiera puede errar, pero sólo el necio persevera en su falta"). Cicerón
María Zambrano Alarcón
Pensadora, ensayista y poeta española nacida en Vélez, Málaga, en 1904. Hija del pensador y
pedagogo Blas José Zambrano, hizo sus primeros estudios en Segovia. En Madrid estudió Filosofía
y Letras con Ortega y Gasset, García Morente, Besteiro y Zubiri. Vivió muy de cerca los
acontecimientos políticos de aquellos años, de cuya vivencia fue fruto su primer libro «Horizonte
del liberalismo» en 1930. Entabló amistad con importantes poetas y pensadores de la época como
Luis Cernuda, Jorge Guillén, Emilio Prados y Miguel Hernández, entre otros.
Finalizada la Guerra Civil, salió de España en enero de 1939, dejando atrás todo lo suyo,
exiliándose inicialmente en Paris donde entabló amistad con Albert Camus y con René Char.
Posteriormente vivió en México, La Habana y Roma, desarrollando una gran intensidad literaria
y escribiendo algunas de sus obras más importantes: «Los sueños y el tiempo», «Persona y
democracia», «El hombre y lo divino» y «Pensamiento y Poesía» entre otros.
Después de 45 años de exilio regresó por fin a Madrid en 1984. En 1988 le fue reconocida su obra
con el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Cervantes. Falleció en Madrid en 1991.
Nacer sin pasado, sin nada previo a que referirse, y poder entonces verlo todo, sentirlo, como
deben sentir la aurora las hojas que reciben el rocío; abrir los ojos a la luz sonriendo; bendecir la
mañana, el alma, la vida recibida, la vida ¡qué hermosura! No siendo nada o apenas nada por qué
no sonreír al universo, al día que avanza, aceptar el tiempo como un regalo espléndido, un regalo
de un Dios que nos sabe, que nuestro secreto, nuestra inanidad y no le importa, que no nos guarda
rencor por no ser......Y como estoy libre de ese ser, que creía tener, viviré simplemente, soltaré esa
imagen que tenía de mí misma, puesto que a nada corresponde y todas, cualquier obligación, de
las que vienen de ser yo, o del querer serlo.
Zambrano, M.: "Adsum", En Delirio y Destino, Madrid, Ed. Mondadori, 1989, pp. 21-22
¿Sabías qué?
La visita, sobre el 1890, del obispo anglicano de Sierra
Leona a las Islas Canarias da como resultado la
decisión de construir un templo en Santa Cruz de
Tenerife (el de San Jorge). En 1905 se inaugura. El
edificio tiene planta de cruz latina, sin crucero, con el
brazo mayor destinado a los fieles en el que entestan
los otros tres de menor anchura y longitud. Como dato
curioso se aprecia que está orientada hacia Inglaterra.
En 1990 fue comprada por la iglesia católica. Un
bonito templo dentro de un cuidado jardín, un pequeño
remanso de paz.
Una fría noche de invierno, un asceta errante pidió
asilo en un templo. El pobre hombre estaba tiritando
bajo la nieve, y el sacerdote del templo, aunque era
reacio a dejarle entrar, acabó accediendo: «Está
bien, puedes quedarte, pero sólo por esta noche. Esto
es un templo, no un asilo. Por la mañana tendrás que
marcharte». A altas horas de la noche, el sacerdote
oyó un extraño crepitar. Acudió raudo al templo y vio
una escena increíble: el forastero había encendido un
fuego y estaba calentándose. Observó que faltaba un
Buda de madera, y preguntó: «¿Dónde está la
estatua?» El otro señaló al fuego con un gesto y dijo:
«Pensé que iba a morirme de frío...» El sacerdote
gritó: «¿Estás loco? ¿Sabes lo que has hecho? Era
una estatua de Buda. ¡Has quemado al Buda!» El
fuego iba extinguiéndose poco a poco. El asceta lo
contempló fijamente y comenzó a removerlo con su
bastón. «¿Qué estás haciendo ahora?», vociferó el
sacerdote. «Estoy buscando los huesos del Buda que,
según tú, he quemado».
Más tarde, el sacerdote le refirió el hecho a un
maestro Zen, el cual le dijo: «Seguramente eres un
mal sacerdote, porque has dado más valor a un Buda
muerto que a un hombre vivo».
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