Trabajar para estudiar, estudiar para trabajar. Acercamiento a la vida laboral de los universitarios. Por: Artemisa López León, Silvia Vázquez González y Helena Montemayor Rodríguez1. En medio de una crisis económica que toca las fibras más sensibles de la sociedad y, a la par del incremento de los llamados “ninis”, esto es, de los jóvenes que ni estudian ni trabajan; la juventud mexicana experimenta, lo que podría denominarse, la otra cara de la moneda: estudiar y trabajar, al mismo tiempo. Este último punto es el eje de análisis de la presente ponencia2, pues ambos fenómenos merecen ser analizados con detenimiento, en tanto atañen a un segmento importante de la población que, en pocos años, decidirá el rumbo de nuestro país. Como estudio de caso, abordaremos el binomio trabajo-estudio tomando como eje de análisis a alumnos de la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT). A manera de primer acercamiento, hemos tomado como referencia específica a los estudiantes del Centro Universitario “Adolfo López Mateos”, conocido como el Campus Victoria, ubicado en la capital del estado. En este Campus convergen poco más nueve mil estudiantes -ubicados en cinco Unidades Académicas y dos Facultades- que cursan alguna de las veintitrés carreras ofertadas3. El acercamiento al fenómeno de los estudiantes que trabajan, lo hicimos a través de una metodología cuanti/cualitativa basada, específicamente, en la aplicación de una encuesta a una muestra de estudiantes, entrevistas a profundidad y retomando nuestra propia experiencia como docentes, a lo largo de varios años. 1 Profesoras-Investigadoras de la Unidad Académica de Trabajo Social y Ciencias para el Desarrollo Humano de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. E-mail: [email protected], [email protected] y [email protected] 2 Esta ponencia forma parte de los resultados parciales del proyecto de investigación “Inserción laboral, desempleo y protección social de los jóvenes en condiciones de exclusión”, financiado por el Programa de Mejoramiento del Profesorado (PROMEP-SEP). 3 Desde sus inicios, la UAT se ha caracterizado por la descentralización de su oferta educativa, en sus siete Campus. Así tenemos que, de las cincuenta y un carreras que oferta a nivel superior (licenciaturas, ingenierías, ramas de la medicina, arquitectura, contaduría) algunas son comunes a todos los campus y otras son específicas. 1 Para desarrollar nuestras ideas, hemos dividido la ponencia en tres apartados. En un primer momento, abordaremos algunos lineamientos teóricos-metodológicos generales que sirven de contextualización de este fenómeno de estudio, así como expondremos, las especificidades de la estrategia metodológica que seguimos para la obtención del a información en que se basa nuestra ponencia. Como segundo punto, nos centraremos en caracterizar a los estudiantes que trabajan en el Campus Victoria en cuanto a su perfil general, sus fuentes de ingreso y gastos y algunos aspectos específicos de sus empleos, como su historial laboral, sus condiciones de trabajo y la distribución de su tiempo. Después de ello, analizaremos las dificultades que experimentan estos estudiantes, sus necesidades y aspiraciones. Finalmente, abordaremos el Régimen de Asistencia Libre (RAL), uno de los sistemas de apoyo para estudiantes trabajadores que ha funcionado durante, al menos dos décadas, en una de las Unidades Académicas. Este programa es el único formalmente establecido para los estudiantes que trabajan y busca que estos cuenten con opciones específicas, para poder cumplir con ambas responsabilidades. Estudio y trabajo como tema de investigación La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Geografía e Informática (INEGI) 4, para el Cuarto Trimestre del 2010, reporta un 57.8% de población de 14 años y más en condición de Población Económicamente Activa (PEA). El PEA se compone de las tres cuartas partes de la población masculina y poco más de 40% de la femenina; de ellos, un 11% busca un trabajo adicional y, en general, el promedio de horas trabajadas es de 43. Si bien estos datos no se estratifican por cohortes generacionales, sí debemos destacar que en estas cifras se incluye a la juventud, esto es, a las personas que, de acuerdo con el INEGI, corresponden al rango de edad de 15 a 29 años. Durante el 2009, el mismo Instituto reportó que la población de esa cohorte representaba la cuarta parte de la población total nacional. En el caso de Tamaulipas, la consideración de la juventud en el mercado de trabajo es de suma importancia, porque los datos del Censo 4 Todos los datos estadísticos del INEGI, fueron obtenidos de su página Web http://www.inegi.org.mx 2 2010, lo reportan como uno de los estados relativamente jóvenes, en el sentido de que la mitad de su población se ubica por debajo de los 28 años. No es un secreto para nadie, que un país o un estado caracterizado por contar con un porcentaje importante de población joven, enfrenta lo que Horbath Corredor (2004), identifica como un desequilibrio entre las tendencias de creación del empleo moderno y el incremento de la población en edad de trabajar; lo que ha dado por resultado la precocidad y prolongación del ciclo de vida laboral, así como la flexibilización del mercado de trabajo, en el sentido de ubicar a los jóvenes en empleos precarios que no cubren sus necesidades familiares (Horbath Corredor, 2004:200). Considerando lo anterior, en sí mismo, el trabajo de los jóvenes es un objeto de estudio relevante. En la actualidad, no sólo se incrementa la incorporación de los jóvenes a un mercado laboral inadecuado para sus requerimientos, sino que muchos de estos han decidido incluir entre sus metas, la culminación de una carrera universitaria; si consideramos esto, podemos ver que estamos ante un tema de investigación doblemente relevante y crucial en la trayectoria de vida de los jóvenes. Esto es porque “una de las disyuntivas más importantes que los adolescentes deben enfrentar es continuar asistiendo a la escuela, con el fin de mejorar su educación, o empezar a trabajar para mejorar su nivel de ingreso y el de su familia” (Alcázar, Rendón y Wachtenheim, 2001:4). Los jóvenes que estudian y trabajan tienen a cuestas un gran reto, pues su afán de lograr la profesionalización -para responder a un medio altamente competitivo-, se entremezcla con el cumplimiento de diferentes roles, como ser padres o madres de familia, amas de casa, trabajadores y estudiantes. Ello conlleva diversos desafíos, decisiones, problemas y exigencias, por el contexto laboral y las condiciones propias del ámbito educativo (Caballero, 2006:12). A pesar de la complejidad de la problemática que encaran los jóvenes que estudian y trabajan, aún existen pocos estudios que analicen este fenómeno (Guzmán, 1994, 2001 cfr. en González Martínez y Bañuelos Ramírez, 2008:245), al menos desde el ámbito educativo. Ello se ha debido a que, por un lado, se han privilegiado algunas líneas de investigación tradicionales como deserción escolar, rendimiento y eficiencia 3 terminal; por otro lado, se han empezado a desarrollar algunas líneas de investigación emergentes como el embarazo, la drogadicción y la transculturación. Las pocas investigaciones que se han desarrollado sobre el binomio estudiotrabajo, han privilegiado los acercamientos de tipo cuantitativo-. Tal vez porque la relevancia del tema, ha llevado a los estudiosos a privilegiar el uso de técnicas que permitan medir el fenómeno en amplios estratos de población y hacer proyecciones. Así tenemos investigaciones caracterizadas por usar estadísticas y encuestas, el estudio en grandes conglomerados poblacionales o la utilización de muestras poblacionales para la vinculación del estudio-trabajo con otros elementos. Estudios como el de Alcázar, Rendón y Wachtenheim (2001), perfilan a los adolescentes rurales latinoamericanos que estudian y trabajan –comparándolo con sus pares urbanos y enfatizando la situación de los adolescentes indígenas. Ellos toman como eje, la base de datos inicial del Banco Interamericano de Desarrollo. Cebrián, Moreno y Lázaro (2000), rescatan una muestra poblacional de españoles que estudian y trabajan, basados en los resultados arrojados por el Panel de Hogares de la Unión Europea, con la intención de analizar sus características y hacer una estimación de la probabilidad de estudiar y trabajar a partir de un modelo probit bivariado. En Argentina, Fazio (2004) se centró la incidencia de horas laboradas en el rendimiento académico de los universitarios, basado en el Primer Censo de Estudiantes de Universidades Nacionales; este autor trabajó una secuencia de estimaciones econométricas, a través del método de Mínimos Cuadrados Ordinarios. De igual manera, pero acotados a los estudiantes del Departamento de Economía de la Universidad Nacional de La Plata, Porto y Di Gresia (2004), analizaron las determinantes del rendimiento de los estudiantes, a partir de una encuesta voluntaria. Para México, Horbath Corredor (2004), examinó la situación del primer empleo de los jóvenes en México, basado en la Encuesta Nacional de Empleo y la Encuesta Nacional de Educación, Capacitación y Empleo. En términos más relacionales, esto es, en la búsqueda de vincular el binomio estudio-trabajo con otros elementos adyacentes, se encuentran los trabajos de Caballero (2006) y González Martínez y Bañuelos Ramírez (2008). El primero, analiza una muestra estudiantil de la población nocturna del programa de psicología, de una 4 universidad privada en Barranquilla, Colombia, para conocer el burnout, engagement y rendimiento académico de los estudiantes que trabajan. En el segundo caso, se trata de una investigación sobre la vinculación entre trayectorias escolares e inserción al mercado laboral de los estudiantes de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de una universidad pública en Puebla, México. Este estudio es el único, de los mencionados, que utiliza una metodología mixta, esto es, la información se obtiene a través de una encuesta, registros escolares, fuentes hemerográficas y entrevistas González Martínez y Bañuelos Ramírez (2008). Con ello podemos ver que, si bien empieza a emerger un interés constante por el análisis del binomio estudio-trabajo en los jóvenes, la temática se ha visto, principalmente, con un enfoque cuantitativo. Sin embargo, para entender un fenómeno tan complejo como es la realidad cotidiana de los estudiantes universitarios que trabajan, es necesario complementar las técnicas de investigación. Por esta razón, en la ponencia que ahora presentamos, optamos por utilizar una estrategia cuanti/cualitativa. En este primer acercamiento que hacemos a la problemática, la indagatoria se basa, específicamente, en el uso de dos técnicas de investigación: la encuesta y la entrevista a profundidad. En lo referente a la encuesta, trabajamos con una muestra aleatoria de los estudiantes inscritos en el periodo 2011-1 que equivale al primer curso del año (enero-mayo). Dicha muestra correspondió al 4% de los estudiantes, esto es, de 9250 alumnos inscritos, encuestamos a 3755. Decidimos hacerlo así porque en la Universidad no existen datos sobre la situación laboral de todos los estudiantes. La muestra se designó proporcionalmente, en cada una de las carreras que se ofertan en el Campus. Esto se debió a que hay carreras, como la Licenciatura en Historia, que reporta 46 alumnos inscritos; en contraste, la Licenciatura en Derecho tiene 1340 estudiantes. Para escoger a la población específica, partimos del supuesto de que los estudiantes de los últimos semestres tendrían un mayor historial laboral, por ello optamos por seleccionarlos de manera descendente, de acuerdo al semestre. 5 Para realizar la encuesta, capacitamos a 25 estudiantes de la Licenciatura en Trabajo Social, quienes fueron los responsables de su aplicación. Dicha aplicación, se realizó del 28 de febrero al 16 de marzo de 2011. 5 En cuanto al instrumento utilizado, el cuestionario que aplicamos fue anónimo y contenía 29 preguntas, distribuidas en 4 apartados: a) datos generales, b) fuentes de ingreso y gasto, c) empleo y trabajo y, d) distribución del tiempo. Las dos primeras secciones fueron comunes a todos los encuestados y, al inicio de la sección empleo y trabajo, se hizo una pregunta filtro para identificar a quienes laboraban (¿Trabajas actualmente?) y sólo ellos respondieron las dos últimas secciones. En la cuarta sección se incluyeron preguntas abiertas, para captar la percepción del alumno de su situación como estudiante y trabajador así como para conocer las razones que podrían motivarlo a escoger entre el estudio y el trabajo. Al final del cuestionario, se les preguntó a los estudiantes que trabajaban, si nos permitirían hacerles una entrevista a profundidad; en caso de aceptar, llenaban una cédula con datos de identificación y localización. Cabe mencionar que la información obtenida a través de la encuesta, se procesó con el Paquete Estadístico SPSS (Statistical Package for the Social Sciences). En cuanto a la entrevista a profundidad, inicialmente pensábamos en identificar, a través de la encuesta, a los informantes clave; sin embargo, a pesar de tener sus datos personales registrados en la cédula, fue muy difícil localizarlos. Por ello, optamos por rescatar algunos datos de entrevistas previas y platicar con algunos estudiantes que identificamos como trabajadores en activo. La información obtenida con estas técnicas, la complementamos con algunas entrevistas a docentes de otras unidades académicas y nuestra propia experiencia. Esto es, buscamos enriquecer el conocimiento adquirido a través de la encuesta, para contar con información complementaria obtenida por distintas fuentes. De esta manera, estábamos en mejores condiciones de conocer de manera general y, con relativa profundidad, el sentir, pensar y hacer de los estudiantes que trabajan en nuestra Universidad. Caracterización de los estudiantes trabajadores de la UAT Antes de entrar de lleno a la caracterización de los estudiantes que trabajan, daremos un panorama general del perfil de los alumnos de la Universidad Autónoma de 6 Tamaulipas, como edad, género, estado civil, lugar de origen, fuentes de ingreso y distribución de los gastos. En términos generales, no hay diferencias notables por género, pues los varones representan el 50.6% de los encuestados, el resto, por supuesto, fueron mujeres (49.4%). Sin embargo, hay diferencias importantes, si analizamos la distribución por género, de acuerdo a las carreras. Esto es, carreras como Sociología, la Licenciatura en Ciencias de la Educación (LCE) con Opción en Ciencias Sociales, LCE con Opción en Planeación Educativa, Ingeniero Agrónomo e Ingeniero Comercial, tienen una población estudiantil varonil equivalente a tres cuartas partes o más, de su población total. Esos mismos porcentajes pero referidos a la población femenina, se ubican en carreras como Trabajo Social, Nutrición y Enfermería. Como en la mayoría de las universidades, la Autónoma de Tamaulipas se conforma por una población estudiantil joven, cuyo promedio de edad es de 21 años y el 65.2% está en el rango de entre los 18 y 21 años. En cuanto al estado civil, el 9.4% de los estudiantes son solteros, el 5.1% tienen una relación de pareja (3.9% son casados y 1.2% viven en unión libre) y el resto es separado (1.5%). Asimismo, sólo el 7.7% de los alumnos, tiene dependientes económicos -89.3% tiene uno o dos dependientes y estos, generalmente, son hijos. En cuanto al lugar de origen, si bien el 93.7% de los estudiantes son oriundos del propio estado, sólo el 67.4% lo es de la capital, el resto se divide entre 28 de los 44 municipios de la entidad; por orden de importancia, a los originarios de Victoria, le siguen los de San Fernando (3.2%), el municipio más importante de su región y paso obligado para la frontera, El Mante (2.4%), el municipio más importante del sur de la entidad y el resto nació en algún otro de los municipios tamaulipecos (27%). Con esto, podemos ver que el Campus Victoria se conforma, por una cantidad similar de hombres y mujeres y, si bien aún existen carreras que tienen un sesgo por género, como pueden ser las Licenciaturas en Educación o Agronomía para los varones y Enfermería o Trabajo Social, para las mujeres; en el resto de las carreras no se presentan estas marcadas diferencias. Los estudiantes del Campus son jóvenes, en su mayoría, entre los 18 y 21 años y oriundos de la entidad. Sin embargo, puede decirse que el lugar de origen es diverso 7 porque, a pesar de que más de la mitad es del municipio que alberga a la capital, el resto lo es de 27 diferentes municipios, lo que quizá puede deberse al establecimiento de redes de apoyo en los lugares de origen, la creencia generalizada de que las capitales estatales ofrecen mejores oportunidades de desarrollo o la elección de una profesión que no se oferta en otros Campus de la UAT o en otras instituciones públicas. En cuanto a las fuentes de ingreso para costear sus estudios universitarios, los estudiantes presentan dos tendencias: fuente única de ingresos y fuente combinada. Al considerar ambas, apreciamos que los padres son la principal fuente de ingresos (54.9%), le sigue el trabajo (13.3%), después se ubican los estudiantes que reportan como fuentes a sus padres y alguna beca (11.2%) y, ligeramente debajo de ellos (10.4%), están los estudiantes que costean sus estudios con fuentes combinadas de ingreso, que incluyen al trabajo entre ellos (Véase Tabla 1 “Fuentes de Ingreso de los Estudiantes del Campus Victoria-UAT”) 6. En términos generales, los estudiantes ubicaron sus gastos semanales, con motivo de su formación universitaria, en un rango muy amplio que va de los $50.00 a los $1500.00. Sin embargo, la mayoría (59.2%), situó sus gastos entre los $250.00 y $550.00. En orden de importancia, el dinero se destina para su alimentación, transporte y copias y materiales. Para alimentación, el promedio gasta $160.00, para transporte $130.00 y para copias y materiales, alrededor de $80.00. Con base en esto podemos decir que los principales gastos de los universitarios, no se relacionan directamente con requerimientos propios de la formación académica, como puede ser la inversión de recursos para comprar libros, fotocopiar materiales o realizar algún proyecto, sino con necesidades básicas de todo ser humano, como el traslado o la alimentación. Al analizar las particularidades de la población estudiantil que labora 7, tenemos que el 64.45% son varones; el 95.7% del total de la población trabajadora tiene de 18 a 29 años; el 89% es soltero, 8.5% casado y el resto se ubica en las otras categorías de estado civil. Asimismo, el 80.2% no tiene dependientes económicos. En cuanto al lugar 6 Todas las tablas se basan en el instrumento cuantitativo “Encuesta sobre estudio y trabajo en los jóvenes de la UAT” y fueron elaboradas a partir de los resultados arrojados por el paquete estadístico SPSS. 7 Para analizarlo, sólo consideramos los casos de los estudiantes que respondieron a las preguntas específicas del cuestionario, salvo en el caso contrario, lo especificaremos. 8 de origen, en primer lugar se ubican los de Victoria (67.4%) y le siguen los de San Fernando (4.3%) y San Carlos (3.3%), en este último punto es donde se aprecia un cambio, con relación a la totalidad de la población estudiantil. Tabla 1. “Fuentes de Ingreso de los Estudiantes del Campus Victoria-UAT” Fuentes de Ingreso Frecuencia % 3 0.8 206 54.9 2 0.5 7 1.9 Beca 15 4.0 Trabajo 50 13.3 Otra 2 0.5 Padres/Pareja 2 0.5 Padres/Otro Pariente 2 0.5 Padres/Beca 42 11.2 Padres/Trabajo 18 4.8 Pareja/Beca 2 0.5 Otro Pariente/Trabajo 1 0.3 Beca/Trabajo 12 3.2 Padres/Pareja/Beca 3 0.8 Padres/Beca/Trabajo 8 2.1 375 100.0 No Contestó Padres Pareja Fuentes de Ingreso Únicas Otro Pariente Fuentes de Ingreso Combinadas Total Fuente: “Encuesta sobre estudio y trabajo en los jóvenes de la UAT (Febrero-Marzo 2011-1)”, elaboradas a partir de los resultados arrojados por el paquete estadístico SPSS. Las tres carreras donde hay más estudiantes que trabajan son Sociología (75%), Lingüística Aplicada (75%) y Contaduría Pública (50%) y las que tienen menos son Ingeniería en Telemática (6.3%) y no captamos ninguno en Historia e Ingeniería Comercial. La gran cantidad de estudiantes trabajadores en las dos carreras punteras, puede explicarse si consideramos que ambas se ubican en la Unidad Académica de Ciencias Educación y Humanidades, la única Unidad de la UAT, que maneja un programa de apoyo especial para estudiantes que trabajan. 9 En cuanto al historial laboral de los estudiantes, el 52.4% respondió que su trabajo actual no era el primer empleo. De estos, el 75.5% ha tenido de dos a cuatro empleos. Al relacionar este dato con el supuesto que inicial, de que quizá los estudiantes de los últimos periodos tendrían un mayor historial laboral, nos damos cuenta que no es así. Esto es porque la mayoría (28.2%), son estudiantes de segundo y tercer periodo, seguidos por los de sexto (23.1%). (Véase Tabla 2 “Ubicación de los estudiantes que trabajan, de acuerdo al periodo cursado). Tabla 2. “Ubicación de los estudiantes que trabajan, de acuerdo al periodo cursado” TOTAL DE ESTUDIANTES QUE TRABAJAN Frecuencia % SUBMUESTRA DE ESTUDIANTES QUE TRABAJAN % 1o. 2 1.9 2.6 2o. 11 10.5 14.1 3o. 11 10.5 14.1 4o. 10 9.5 12.8 5o. 9 8.6 11.5 6o. 18 17.1 23.1 7o. 3 2.9 3.8 8o. 11 10.5 14.1 9o. 3 2.9 3.8 Total 78 74.3 100.0 No contestó 27 25.7 Total 105 100.0 Fuente: “Encuesta sobre estudio y trabajo en los jóvenes de la UAT (Febrero-Marzo 2011-1)”, elaboradas a partir de los resultados arrojados por el paquete estadístico SPSS. Nota: La opción “no contestó”, responde a la falta de datos de ubicación de los estudiantes por periodo, en el caso de la Unidad Académica de Contaduría y Administración Victoria. En cuanto a sus empleos, el 66% de los encuestados respondieron que no tienen relación con la carrera que estudian. La mayoría de este segmento (24%) trabaja en establecimientos o locales comerciales como negocios de comida, tiendas de abarrotes, ropa o accesorios. La percepción salarial semanal de poco menos de la mitad de ellos 10 (43.8%) es de $200.00 a $600.00, el 32.4% percibe entre $600 y $950.00, seguido de un 19% que percibe las mayores sumas -entre $1000 y $6000.00- y una minoría (4.8%), gana menos de $200.00. El tiempo de permanencia en su empleo actual es variable, esto es, una tercera parte (33.5%) lleva un año o menos trabajando en el mismo empleo, otra cantidad similar (29.1%) ha permanecido más tres años, 19.2% de uno a dos años y 18.2% lo ha hecho de dos a tres años. En cuanto al horario de trabajo, el 68.6% tiene un horario fijo y, en general, los que estudian y trabajan, en promedio laboran 27.24 horas semanales y 4.6 días a la semana. En este sentido, apreciamos que el trabajo promedio de los estudiantes equivale a lo que llamamos jornadas de “medio tiempo”, sin embargo, no trabajan en las condiciones que conlleva un contrato de ese tipo. Esto es, el 28% no firmó ningún contrato; 26.75 tiene uno temporal; 24.8% sí tiene un contrato de medio tiempo y 20% goza de una contratación definitiva. Al analizar las prestaciones con las que cuentan sólo el 1% cuenta con ellas (seguridad social, aguinaldo, vacaciones, vales de despensa, bonos de utilidad y fondo de vivienda), el 15.2% tiene aguinaldo y vacaciones, el 12.4% disfruta de aguinaldo, vacaciones y seguridad social pero el 40% no tiene ninguna. En cuanto a la distribución de su tiempo, de manera predominante, la escala de valores queda como sigue: en primer lugar el estudio (61% de los encuestados), en segundo lugar trabajo (51.4%), le sigue la familia (44.8%), después la pareja o los amigos (44.8%) y, finalmente, la diversión (55.2%). En este sentido vemos que, si bien no puede establecerse un patrón en cuanto a la su permanencia en un empleo, es innegable que los estudiantes que trabajan cumplen con un doble rol y lo hacen en condiciones sumamente difíciles. Pues no sólo dedican varias horas semanales al estudio, a la vez laboran jornadas mayores al medio tiempo pero sin ningún contrato que los respalde. Asimismo, casi la mitad de ellos, no gozan de ninguna prestación laboral. Si a esto le sumamos que la mayoría de los estudiantes que trabajan son jóvenes de 18 a 29 años, y más de la mitad ya cuenta con un historial laboral, nos permite intuir que, en el pasado, quizá trabajaron en peores condiciones, pues el ser humano tiende a buscar una mejora laboral. 11 A pesar de las dificultades que entraña combinar el estudio y el trabajo, ambas son sus principales prioridades. Los que estudian y trabajan dedican poco tiempo al fomento de las relaciones personales (pareja/amigos) y a las actividades recreativas, esto es, a actividades que contribuyen al desarrollo integral del ser humano. Por ello, su vida se llena de desafíos, decisiones, problemas y exigencias. En el apartado siguiente analizaremos, precisamente, las dificultades, necesidades y aspiraciones de los jóvenes que estudian y trabajan. ¿Estudio vs trabajo? Dificultades, necesidades y aspiraciones En el primer apartado comentábamos que una de las disyuntivas más importantes que enfrenta todo adolescente, es tomar la decisión de estudiar o trabajar. En el caso de los que deciden hacer ambas cosas, la disyuntiva no desaparece, por al contrario, sigue presente y se complejiza, pues jugar ambos roles implica seguir dos sueños y ocuparse de su realización. Sin embargo, en ocasiones, no resulta sencillo lograrlo y se debe decidir entre uno y otro, lo que generalmente implica poner en una balanza la realidad y la utopía, las necesidades y las aspiraciones. Para indagar sobre esta disyuntiva, en la encuesta aplicada a los alumnos del Campus Victoria, incluimos tres preguntas que reflejan lo que se pone en juego en la toma de decisiones: a) ¿has tenido dificultades para cumplir con tus obligaciones escolares y tu trabajo?, b) ¿has pensado en dejar de trabajar para dedicarte a estudiar?, c) ¿has pensado en dejar de estudiar para dedicarte a trabajar?; cada una de ellas se complementó con la pregunta “¿por qué?”, para tratar de conocer sus motivaciones. Para el 69.5% de los estudiantes que trabajan, las dificultades de estudiar y trabajar a la vez generalmente están presentes y para la mitad de ellos estas dificultades se relacionan con el tiempo del que disponen para cumplir con sus obligaciones escolares (Véase Tabla 3 “Dificultades para combinar estudio y trabajo entre los estudiantes universitarios del Campus Victoria). 12 Tabla 2. “Ubicación de los estudiantes que trabajan, de acuerdo al periodo cursado” 23.- Dificultades para cumplir obligaciones de trabajo y escuela. Respuesta Frecuencia % No 32 30.5 Algunas Veces 44 41.9 Sí 29 27.6 Total 105 100.0 25.- Ha pensado en dejar de trabajar para dedicarle más tiempo a los estudios. Respuesta Frecuencia % No 55 52.4 Algunas Veces 25 23.8 Sí 25 23.8 Total 105 100.0 27.- Ha pensado en dejar de estudiar para dedicarse solamente a trabajar. Respuesta Frecuencia % No 86 81.9 Algunas Veces 9 8.6 Sí 9 8.6 Total 104 99.0 No contestó 1 1.0 Total 105 100.0 Fuente: “Encuesta sobre estudio y trabajo en los jóvenes de la UAT (Febrero-Marzo 2011-1)”, elaboradas a partir de los resultados arrojados por el paquete estadístico SPSS. Estas dificultades, se hacen evidentes cuando racionalizan la disyuntiva de dejar una actividad por otra. Esto es, al cuestionar a los estudiantes que trabajan si dejarían de trabajar para dedicarse a estudiar, nos encontramos con una opinión dividida: 52.4% no lo haría y el resto sí ha considerado esa posibilidad (47.6%). Al indagar sobre las razones por las que no dejarían de trabajar, la principal respuesta fue “necesito el 13 dinero” (43.6%), lo que podemos empezar a entender si consideramos que, después de los padres, el trabajo es la segunda fuente de ingresos de los estudiantes de la UAT. Esta disyuntiva que aparece en las encuestas puede ilustrarse con el caso de Gabriel, uno de tantos estudiantes que se ven en la necesidad de interrumpir sus estudios, al menos temporalmente, por necesidad económica. A esta disyuntiva se enfrentó cuando se sumó a sus dos actividades cotidianas, una situación familiar que requirió de su tiempo. Fue entonces cuando Raymundo Gabriel tuvo que decidir: Sí llega un momento en que la piensas, [llega un momento] de decidir: o dejo la escuela o dejo el trabajo. (…) yo dije-“sigo estudiando porque me beneficia, me da conocimiento y termino más rápido la escuela pero al igual tengo mis gastos”-, tengo un mueble [vehículo] que mantener, porque también hay que mantenerlo; tengo que, de cierta manera, apoyar a mi mamá y apoyarla en el sentido de que yo, cubriendo mis gastos, la apoyo a ella. Entonces dije yo-“si curso la escuela me voy a olvidar de todo eso y voy a darle una carga más grande a mamá”-. Gabriel (22 años, 6º Periodo) Estudiante de la Licenciatura en Contaduría Pública y Auxiliar en un Despacho Contable8 Con este testimonio podemos ver que la decisión no es sencilla y no siempre responde a una falta de interés del estudiante por la superación personal, sino que es una decisión racionalmente tomada. En el caso de Gabriel, sus propias necesidades económicas, su concientización de la situación familiar y la visualización de las consecuencias de sus decisiones, fueron fundamentales para que la balanza se inclinara hacia el trabajo. Ahora bien, al indagar sobre las razones por las cuales los jóvenes universitarios sí dejarían de trabajar, nos encontramos con la otra cara de la moneda. Esto es, las principales razones se relacionan con el factor tiempo: el grupo mayoritario de los encuestados (30.6%) dejarían de trabajar para dedicarse más a sus estudios, la segunda razón (18.4%) es la falta de tiempo para cumplir con sus obligaciones como estudiantes del nivel superior. Es el caso de Aracely, quien se incorporó al mercado laboral después de terminar la secundaria y, años después, decidió regresar a la escuela. Aracely conoce 8 Entrevista realizada por Artemisa López León, 11 de abril de 2011. 14 bien ambas esferas y, desde hace tres años combina el trabajo con el estudio. Quizá por eso, está muy consciente de que, más adelante, puede llegar el momento de decidirse por alguna de ellas: A veces sí [quisiera dejar de trabajar], cuando, sí es mucha tarea o llego a la casa o ya tengo mucho sueño o que llego muy fastidiada (…) más adelante va a ser más pesado y [sé] que a lo mejor tengo que dejar de trabajar, no todos los días pero al menos un día, o no sé. Aracely (22 años, 3er Periodo) Estudiante de la Licenciatura en Trabajo Social y Empleada doméstica9 En este caso, podemos ver que combinar escuela y trabajo no es sencillo, se requiere un gran esfuerzo, pues ambas esferas demandan tiempo, dedicación y disciplina. Es de esperarse que, en algunos momentos, los jóvenes se sientan presionados o cansados. Al igual que Gabriel, Aracely piensa en las decisiones que tomará considerando diversos factores; pero, en el caso de ella, la primera opción no es dejar de trabajar, sino tratar de reducir su jornada laboral. Considerando esto, es comprensible la dicotomía que se muestra en la encuesta, sin embargo, se requieren estudios a profundidad para tratar de entender las razones que llevan a los jóvenes a dejar su escuela o su trabajo. De lo contrario, corremos el riesgo de reducir una compleja problemática a la estadística de los que sí lograron concluir sus estudios y los que se quedaron en el camino. Podemos empezar a adentrarnos a esa complejidad, si sumamos las aspiraciones a las necesidades cotidianas de los jóvenes. En el caso de los estudiantes del Campus Victoria que trabajan, una abrumadora mayoría (82.7%), no dejaría la escuela por el trabajo y, las principales razones para ello son que su prioridad es concluir la carrera (44.7%) y desean superarse (16.5%) Las respuestas son muy significativas, pues nos ubican en el plano de la utopía factible, porque cada uno de los encuestados es parte de la comunidad universitaria y, en ese sentido, se están encaminando a lograr un sueño; para unos la meta está a la vuelta de la esquina, para otros la carrera apenas empieza, pero todos han dado el primer paso: inscribirse en una carrera universitaria. 9 Entrevista realizada por Artemisa López León, 6 de abril de 2011. 15 Las razones para hacerlo son varias aunque, en el plano de la superación y los anhelos, es difícil ubicar el momento exacto en que surgen; sin embargo, algunos tienen muy claras sus metas, desde tiempo atrás. Ese es el caso de Erick, un estudiante de 23 años que no sólo trabaja, también es jefe de familia: siempre quise ser maestro, entonces, le digo, desde la secundaria me puse esa meta de que yo voy a terminar [una carrera] pase lo que pase; pasó mi hijo y, pues bueno, pero tampoco lo veo como una tragedia, al contrario, como una bendición y, y todos los días lo veo, y veo que ese es mi motor, es lo que necesito Erick (22 años, 4º Periodo) Estudiante de la Licenciatura en Sociología y Empleado en una Casa de Empeño10 El testimonio de Erick hace evidente que, al lado de la racionalización en la toma de decisiones, siempre se encuentran los anhelos, pues él no sólo desempeña los roles de estudiante y empleado, también es el proveedor de su hogar y padre de familia, aunque eso no ha evitado que intente concluir sus estudios universitarios. Con lo expuesto en el apartado, podemos entrever que, en el trasfondo de la disyuntiva de los jóvenes, se encuentran las aspiraciones y el binomio estudio-trabajo, no sólo implica un doble esfuerzo sino, en algunos momentos, se vuelve dicotómico y parece irreconciliable. La dura realidad obliga a los jóvenes que estudian y trabajan a tomar decisiones como abandonar la escuela para sobrevivir en lo cotidiano o trabajar para poder continuar con el anhelo de estudiar y labrarse un mejor futuro. Las dificultades, expresadas en los momentos críticos que se les van presentando, los obligan a inclinar la balanza por el estudio o el trabajo. Estudiantes RAL. Un sistema de apoyo para estudiantes que trabajan. Ante este panorama de jóvenes estudiantes que, cotidianamente, hacen el doble esfuerzo de continuar sus estudios y trabajar en condiciones que, generalmente, son precarias, vale la pena preguntarnos qué hemos hecho, como parte de la comunidad universitaria, para allanarles el camino. 10 Entrevista realizada por Artemisa López León, 6 de abril de 2011. 16 En el caso de la UAT, la política universitaria actual ha tenido cambios importantes que se resumen en la adopción de un modelo curricular flexible, a partir del año 200011. Este modelo se centra en los intereses y necesidades del alumno y las necesidades sociales de nuevas orientaciones. En términos generales, la flexibilidad se entiende en varios sentidos: flexibilización en el tiempo de terminación de los estudios, en la actualización de las materias optativas, en el cambio de carrera o rectificación y en la programación, al permitir al estudiante elegir sus cursos, contar con el apoyo de un tutor y favorecer la movilidad estudiantil. A nivel operativo, es decir, en las Unidades Académicas, la flexibilidad se ha entendido de diversas maneras y, si bien, este no es el espacio adecuado para evaluar el éxito o fracaso del modelo, sí es importante señalar que esa interpretación particular de la flexibilización curricular, se ha vuelto un resquicio medular para que los estudiantes puedan hacer compatible su formación académica con las responsabilidades laborales. Así tenemos, por ejemplo, Unidades Académicas como Contaduría y Administración o Ingeniería y Ciencias, que privilegian la flexibilidad de programación. En ambas Unidades, es común encontrar cursos en los que convergen estudiantes de diferentes periodos o carreras. Para algunos estudiantes que trabajan, esta flexibilidad ha sido muy benéfica, pues se ofertan los mismos cursos en distintos horarios, lo que les permite escoger el que mejor se adapte a sus necesidades laborales. En otras Unidades Académicas, como Trabajo Social, que no cuentan con una programación de cursos en horarios tan variados, la flexibilidad para los estudiantes que trabajan, se traduce en la posibilidad de asistir a sus clases con un poco de retraso, si presentan a los docentes una carta de su jefe inmediato, en la que se exprese su la duración de su jornada laboral. Sin embargo, la flexibilidad para los estudiantes que laboran, ha tenido su máxima expresión en la Unidad Académica de Ciencias, Educación y Humanidades, pues ahí se ha implementado un complejo sistema de apoyo: el Régimen de Asistencia 11 La información sobre este modelo curricular se basa en el documento “El Modelo Educativo de la Universidad Autónoma de Tamaulipas D-RS-01-25-06”, retomado de la Página Web http://colaboracion.uat.edu.mx/rectoria/subacademica, 14 de abril de 2011 17 Libre (RAL) 12 . Este régimen puede considerarse una innovación, pues opera desde hace al menos veinte años. Es decir, mucho antes de que, a nivel universitario, la flexibilidad fuera el eje medular del modelo educativo. En la actualidad, el RAL da cobijo aproximadamente al 10% de los estudiantes de esta Unidad Académica. El RAL, surgió inicialmente, como apoyo para los estudiantes que ya contaban con una plaza en el sector educativo, esto es, para aquellos que optaban por estudiar para subir al o los siguientes escaños laborales. Sin embargo, con el paso de los años, el Régimen se ha abierto para incluir a cualquier alumno que trabaje y estudie. En términos generales, el RAL es un sistema de inscripción voluntaria para los estudiantes que trabajan y consiste en contar con facilidades para no reprobar, por inasistencia13, a los cursos escolarizados y gozar de flexibilidad en la presentación de exámenes parciales o finales. Las facilidades van en dos sentidos. Por un lado, los estudiantes inscritos en RAL sólo tienen la obligación de asistir a sus cursos una vez por semana y, por otro lado, quienes no puedan asistir a clases por razones laborales, tienen la posibilidad de llevar sus materias, a través de asesoría académica. Dicha asesoría, se programa en un horario que sea adecuado para el estudiante y el maestro. La asesoría está sujeta a la disponibilidad de un maestro tutor, preferentemente el titular de la asignatura en cuestión o, si el titular lo aprueba, puede asignarse un tutor distinto. Es importante señalar que estas asesorías, responden a la voluntad y disposición de tiempo de los involucrados, pues son una labor adicional no remunerada ni considerada en la carga horaria, así como tampoco tiene un peso significativo en el concurso por estímulos al desempeño docente. El RAL tiene una operatividad compleja, que trataremos de esbozar brevemente. La inscripción al Régimen está condicionada por la presentación de una constancia de trabajo firmada por el empleador del estudiante, para que la Unidad Académica tenga 12 La información sobre el RAL se basa en nuestro conocimiento sobre el sistema y las entrevistas individuales realizadas por Artemisa López León a Arcadio García, responsable del programa en la Unidad Académica de Ciencias, Educación y Humanidades (6 de abril de 2011); Oscar Hernández, docente de esa Unidad Académica (8 de abril de 2011); y Erick, estudiante RAL de la misma Unidad Académica (6 de abril de 2011). 13 El reglamento que rige a los estudiantes de la UAT señala que, para aprobar cualquier curso, es requisito fundamental que el alumno inscrito haya asistido al menos al 90% de sus clases, asimismo, es motivo de pérdida de escolaridad, no acreditar un curso después de tres inscripciones o de cuatro evaluaciones finales. 18 evidencia escrita y fidedigna de que, efectivamente, éste labora. Debido a ello y, salvo algunas excepciones, no se ven beneficiados por el Régimen quienes trabajan por su cuenta, los empleados domésticos o los que laboran en el comercio informal. Ahora bien, la constancia laboral debe especificar las condiciones del trabajo, en cuanto los días y el horario específico, porque dicha constancia no exime al estudiante de tomar presencialmente sus cursos. Es decir, se hace un cotejo entre materias y horarios laborales y al alumno sólo se le permite asistir a clases semanales, cuando el horario programado para algún curso, se traslapa con su jornada de trabajo. En el sistema RAL no se incluyen los cursos de carácter práctico, como los relacionados con investigación, talleres o seminarios. Así como tampoco se benefician del régimen los alumnos inscritos en la Licenciatura en Lingüística Aplicada, por considerarse una carrera práctica. En estos casos, el estudiante debe tratar de adecuarse a los horarios establecidos. Cuando un estudiante decide utilizar el RAL, firma una carta compromiso, en la que acepta las condiciones mínimas de asistencia; en caso de incumplir con ello, el estudiante deja de ser beneficiario del Régimen de Asistencia Libre y es evaluado en las mismas condiciones que el resto del alumnado. Para monitorear el cumplimiento de sus compromisos, estos estudiantes deben presentar a sus maestros una carta oficial emitida por la Unidad, que señala la inscripción del estudiante en el RAL. Asimismo, cada que un estudiante trabajador asiste a una clase bajo el Régimen de Asistencia Libre, el profesor de la asignatura debe firmar un carnet que funciona como lista de asistencia. De parte de los encargados del Régimen, se hace un monitoreo a medio periodo escolar para cotejar que el estudiante cumpla con las condiciones establecidas en la carta compromiso. En los últimos años, este régimen, que nació como apoyo a los trabajadores que optaron por estudiar para mejorar su vida profesional, se ha extendido a otro tipo de estudiantes, como las que viven un embarazo en el transcurso de su formación universitaria. En este caso, el RAL se maneja en los mismos términos pero se acota al tiempo de alumbramiento, emulando un poco los beneficios laborales de que gozan las personas en estado de gravidez, pues se les justifican las asistencias a los cursos, durante las semanas anteriores y posteriores al parto. 19 En términos generales, el RAL funciona como un apoyo adicional y específico para los estudiantes que desempeñan un doble rol. Sin embargo, como ocurre con cualquier programa, tiene sus pros y sus contras. En el primer caso, los estudiantes que han utilizado el Régimen de Asistencia Libre consideran que ha sido fundamental para continuar con su formación universitaria, pues les quita “un peso de encima”, al permitirles combinar, en mejores condiciones, el trabajo y el estudio. En cuanto a los contras, generalmente son los maestros quienes se muestran escépticos de los beneficios tangibles del RAL, pues algunos consideran que los alumnos aprovechan que están inscritos al sistema para no asistir a clases o bien, en charlas “de pasillo” se ha tenido conocimiento de algunos estudiantes que no siempre tienen las dificultades de horario que señalan, al momento de inscribirse. De igual manera, uno de los problemas básicos que presenta el RAL es la falta de evaluación, pues si bien se trata de dar seguimiento a los estudiantes inscritos, la carencia de personal en el área ha impedido que se haga una valoración sistemática no sólo del cotejo de asistencias, sino también un balance costo-beneficio; hacerlo permitiría considerar opciones para favorecer a estudiantes que no pueden comprobar su adscripción laboral o considerar la remuneración económica o descarga horaria para los profesores que participan, a través de asesorías académicas. Al indagar sobre la diferenciación en el aprendizaje de los alumnos RAL y los del sistema regular, es interesante destacar –a reserva de aclarar que no lo analizamos a profundidad- que no siempre se considera con un impacto negativo en la adquisición de saberes. Esto es, tanto alumnos como profesores, consideran que, si bien hay pérdida de conocimiento por la falta de una asistencia constante a los cursos, no es posible establecer una relación causal entre empleo y reprobación escolar, pues en muchas ocasiones, los estudiantes RAL cumplen de manera constante y reflexiva con sus asignaciones escolares. En este sentido, tanto el RAL como el sistema regular presentan reprobación y excelencia. A pesar de que el RAL parece ser una opción viable y ya probada durante décadas, como sistema de apoyo para estudiantes en condiciones especiales, no se ha implementado, de manera generalizada, en la UAT. En este momento, carecemos de elementos para afirmar las razones por las que no se le ha considerado como una 20 opción adaptable a las necesidades y requerimientos del estudiantado de cualquier carrera o Unidad Académica. Sin embargo, intuimos que es un sistema susceptible de mejoría que puede contribuir a la flexibilidad del modelo educativo imperante, al desempeño académico de los estudiantes que trabajan y sería crucial en la racionalización de los estudiantes, cuando deben decidir en torno a la disyuntiva que enfrentan los jóvenes: estudiar o trabajar, satisfacer necesidades o encaminarse a las aspiraciones. A manera de conclusión A lo largo de la ponencia, hemos analizado la situación de los jóvenes que estudian y trabajan, tomando como estudio de caso la realidad cotidiana de los alumnos inscritos en las carreras que oferta el Campus Victoria de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. Por sí mismo, el análisis del trabajo en los jóvenes es un tema de investigación relevante y, al enfocarlo, en los estudiantes universitarios que trabajan, se vuelve crucial, para tratar de dilucidar una de las más importantes disyuntivas que enfrentan los jóvenes hoy en día: estudiar o trabajar. En los años recientes, se ha despertado un gran interés académico en diversas latitudes del mundo, por conocer el binomio estudio-trabajo, sin embargo, la mayoría de las investigaciones, se han acercado cuantitativamente al fenómeno privilegiando, además, el conocimiento de grandes conglomerados nacionales. Sin embargo, para comprender una problemática tan compleja, es importante complementar los acercamientos empíricos con diversas técnicas de investigación. Para ello, resultan especialmente útiles las estrategias metodológicas mixtas que privilegian el análisis de casos particulares. Esto se debe a que, un acercamiento cuanti/cualitativo nos pone en mejores condiciones de conocer la realidad cotidiana de los jóvenes que estudian y trabajan. Asimismo, centrarnos en casos específicos, nos permite profundizar sobre el sentir, pensar y hacer de los sujetos de estudio. Con base en esta idea, es que la ponencia que hemos presentado, muestra un primer acercamiento cuanti/cualitativo de los estudiantes trabajadores del Campus Victoria de la UAT, a través de una estrategia metodológica que incluyó como técnicas la encuesta -aplicada a una muestra aleatoria de estudiantes de todas las carreras del 21 Campus-, la entrevista a profundidad –a estudiantes que trabajan, profesores y encargados de programas de apoyo- y nuestra propia experiencia como docentes. En términos específicos, podemos afirmar que esta universidad tamaulipeca alberga, por igual, a población de ambos sexos, aunque aún existen carreras propiamente masculinas o femeninas, como Ingeniero Agrónomo en el caso de los hombres y Trabajo Social, en el caso de las mujeres. En cuanto al perfil de la población estudiantil del Campus, en general, sus alumnos son mayoritariamente jóvenes, oriundos del estado pero no siempre de la ciudad capital; su principal fuente de ingresos son sus padres, seguido del trabajo, este último como la opción principal para uno de cada diez estudiantes o como una opción complementaria para otros tantos estudiantes. Más de la mitad de los estudiantes que trabajan son varones pero casi la totalidad son solteros y su rango de edad es de los 18 a los 29 años. En este sentido, se trata de una población varonil, soltera y joven. Si bien, en casi todas las carreras logramos identificar estudiantes que trabajan, el porcentaje de población que labora sobresale en algunas carreras como Sociología y Contaduría Pública. En términos específicos de la situación laboral de los estudiantes, podemos decir que no hay un patrón en el número de trabajos que han tenido ni en la temporalidad de los mismos. Esto es porque, para poco más de la mitad de los estudiantes encuestados, su empleo actual es el primero pero para el otro tanto, su historial laboral incluye de dos a cuatro empleos. Donde sí encontramos similitudes importantes es en las condiciones de trabajo. Cuatro de cada diez estudiantes que trabajan perciben de $200.00 a $600.00 por semana y tres de cada diez entre $600.00 y $950.00, el resto se ubica dentro de un rango que va de los $50.00 a los $6,000. En la mayoría de los estudiantes, sus empleos no se relacionan con su carrera y se relacionan con el sector terciario, específicamente como empleados en el ámbito comercial. Asimismo, la mayoría cumple con un horario de trabajo fijo y, en promedio, laboran de cuatro a cinco días por semana, en jornadas de casi 28 y sin contar con un contrato de trabajo definitivo pues, en muchos casos no hay contrato de por medio o son temporales. Algo similar ocurre con las prestaciones, pues casi la mitad no cuenta 22 con ellas y los que sí gozan de alguna prestación, generalmente se reduce a aguinaldo y vacaciones. En este sentido, podemos dilucidar que sus condiciones de trabajo son altamente precarias y hay pocas expectativas de que, a través de sus empleos actuales, logren colocarse en mejores puestos. Mucho menos es posible que sus empleos los ubiquen en el área de profesionalización en la que se están preparando. A pesar de ello, en la escala de prioridades de estos jóvenes, el estudio ocupa el primer lugar y el trabajo el segundo. Sin embargo, en la práctica, es difícil decidirse por uno u otro. Esto se debe a que, realizar ambas actividades, no resuelve la disyuntiva de escoger entre ellas, más bien, dicha disyuntiva se incrementa y se complejiza. Las principales dificultades que experimentan los jóvenes para estudiar y trabajar a la vez, se relacionan con la falta de tiempo para cumplir con sus obligaciones escolares. Sin embargo, al indagar sobre la posibilidad de dejar de laborar para dedicarse solamente a sus estudios universitarios, nos encontramos con opiniones encontradas. Los que no dejarían el trabajo piensan, sobre todo, en el aspecto económico. En algunos casos, los estudiantes han tenido que dejar temporalmente sus estudios, para cubrir sus necesidades más básicas y la decisión no ha estado exenta de dudas, por el contrario, lo hacen después de analizar detenidamente el panorama que les espera. Los que dejarían su trabajo para dedicarle mayor tiempo a los estudios piensan sobre todo, en las dificultades cotidianas de combinar escuela y trabajo y en el incremento de la exigencia académica, conforme transcurren los periodos. En este caso, los jóvenes también analizan su situación, consideran el panorama futuro y buscan opciones que puedan ser viables, como la reducción de su jornada laboral. A pesar de ello, entre los jóvenes encuestados, los deseos de superación – cristalizados en el anhelo de culminar una carrera-, siguen presentes. Ocho de cada diez estudiantes trabajadores, no han pensado en dejar sus estudios. En algunos casos, el deseo de terminar está tan arraigado que los cambios en su vida, no se ven como obstáculos, sino como motores de superación, es el caso de los estudiantes que, además de trabajar, en el camino de cumplir sus sueños, se convierten en jefes de hogar y padres de familia. 23 En los momentos críticos es cuando la disyuntiva de estudiar o trabajar alcanza su máxima expresión. Estos momentos son, generalmente, resultado de factores externos -como situaciones familiares delicadas-, o del enorme reto de ser trabajadores y estudiantes –como las presiones escolares o el cansancio acumulado-. Cuando esto ocurre, los jóvenes ponen en una balanza las ventajas y desventajas de estudiar y trabajar. Algunos optan por continuar así pero otros, deben decidirse por alguno de los dos ámbitos. En ambos casos, el trasfondo en la toma de decisiones se relaciona con la dicotomía de sobrevivir o cumplir sueños, de cubrir necesidades o luchar por lograr sus metas. Ante esto, vale la pena preguntarnos qué hemos hecho como miembros de la comunidad universitaria, para aligerar el reto que estos jóvenes se han impuesto. En lo que respecta a la UAT, el tránsito de un Modelo Educativo Rígido a uno Flexible, ha abierto la posibilidad de que los estudiantes encuentren opciones válidas para continuar con su formación universitaria, como la flexibilidad del plan de estudios, evidente en Unidades Académicas como Contaduría y Administración o Agronomía y Ciencias; la comprensión de los profesores, muy común en la Unidad Académica de Trabajo Social; o el desarrollo de un sistema de apoyo paralelo al establecido en toda la Universidad, como ocurre en la Unidad Académica de Ciencias, Educación y Humanidades. Este último caso, es el esfuerzo más antiguo, acabado y fructífero que se ha implementado en alguna de las Unidades Académicas, pues facilita la compatibilización de estudio y trabajo, a través de un Régimen que le permite a los estudiantes justificar sus inasistencias y brindarles asesoría académica personalizada cuando, por motivos de trabajo, no pueden asistir a los cursos regulares. A pesar de estos avances, la Universidad Autónoma de Tamaulipas no cuenta con una política clara de apoyo para el estudiantado que trabaja y es fundamental reflexionar seriamente en la implementación de una política de este tipo. En tiempos de crisis, como los que vivimos en México, es de esperarse que cada día, más jóvenes se enfrenten a la disyuntiva de estudiar o trabajar, o bien, que asuman el reto de optar por ambas opciones. Las universidades debemos estar preparadas para estar a la altura de los desafíos que conlleva el perfil de nuestros estudiantes y esa es una tarea pendiente. 24 Bibliografía Alcázar, Lorena, Silvio Rendón y Erik Wachtenheim, (2001), Trabajando y estudiando en América Latina rural: decisiones críticas de la adolescencia. Documento de trabajo No. 3, Ed. 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