La Mediación en el ámbito educativo en España, aportación a corto

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DIPLOMA DE FORMACIÓN DE PERSONAS MEDIADORAS EN
CONTEXTOS EDUCATIVOS:
LA MEDIACIÓN EN LA ESCUELA Y EN LA RED
Curso 2014-2015 - 1ª edición
María Isabel Viana Orta
LA MEDIACIÓN EN EL ÁMBITO EDUCATIVO EN ESPAÑA:
APORTACIÓN DE LA MEDIACIÓN A CORTO, A MEDIO Y A
LARGO PLAZO∗
∗
En Viana Orta, M.I. (2011). La mediación en el ámbito educativo en España. Estudio comparado entre
Comunidades Autónomas, pp. 131-141. Valencia: Universidad de Valencia.
APORTACIÓN DE LA MEDIACIÓN A CORTO, A MEDIO Y A
LARGO PLAZO
En nuestra opinión, la mediación realiza una función social con efectos a
corto, a medio y a largo plazo. Su función con efectos a corto plazo es
contribuir a la resolución de un determinado conflicto, la función a medio plazo
está relacionada con su contribución a la adquisición y al desarrollo de las
competencias básicas por parte del alumnado y, a largo plazo, creemos que la
mediación puede ser motor de cambio social.
La mediación a corto plazo
Cuando los protagonistas de un conflicto acuden voluntariamente a
mediación no cabe duda de que lo hacen buscando ayuda para solucionar su
situación, es decir, están buscando los efectos inmediatos de la mediación.
Ésta es, sin duda, la primera función que cumple: servir como proceso de
resolución de conflictos. Pero debemos ser conscientes de que, desde el
momento mismo en que un centro decide incluir la mediación ya se están
produciendo algunos cambios en el mismo: cierta transformación en las ideas
sobre convivencia y disciplina, formación de una parte de su comunidad en
temas relacionados con la gestión positiva de los conflictos, sensibilización de
la comunidad entorno al fenómeno del conflicto, voluntad de cooperar para la
gestión pacífica del mismo, etc. Es decir, que en el momento en que se ofrece
la mediación en su función primera, esto es, ayudar en la solución de los
conflictos, es porque ya se han empezado también a ‘sembrar’ las condiciones
que permitirán su extensión. Parece, en este sentido, que las condiciones
previas necesarias para promover la mediación y los efectos que produce su
introducción se retroalimentan positivamente1.
La mediación a medio plazo
A medio plazo, creemos que la inclusión de la formación en mediación
en el currículo obligatorio de las etapas de Infantil, Primaria y Secundaria
1
Esta interdependencia positiva entre ambos se constata en el Libro Blanco de la Mediación en Cataluña,
como veremos. pp. 503. (Consultado 10-03-2011) Disponible en http://www.llibreblancmediacio.com/
contribuiría a la adquisición y desarrollo de las competencias básicas por parte
del alumnado.
La LOE2 recoge expresamente el nuevo modelo educativo basado en
competencias al establecer que “se entiende por currículo el conjunto de
objetivos, competencias básicas, contenidos, métodos pedagógicos y criterios
de evaluación de cada una de las enseñanzas reguladas en la presente ley”
(art. 6.1). Con el fin de garantizar una formación común el Gobierno ha fijado
en sus Reales Decretos de Enseñanzas Mínimas
3
cuáles son las
Competencias Básicas (CCBB) que un joven o una joven debe haber
desarrollado al finalizar la enseñanza obligatoria para poder lograr una
realización personal, ejercer una ciudadanía activa, incorporarse a la vida
adulta de manera satisfactoria y ser capaz de desarrollar un aprendizaje
permanente a lo largo de la vida. Estas CCBB se han concretado en las 8
siguientes: Competencia en comunicación lingüística (1), Competencia
matemática (2), Competencia en el conocimiento y la interacción con el mundo
físico (3), Tratamiento de la información y comunicación digital (4),
Competencia social y ciudadana (5), Competencia cultural y artística (6),
Competencia para aprender a aprender (7) y Autonomía e iniciativa personal
(8).
Pese a que ya sabemos que no existe una relación unívoca entre
competencia y área porque cada área contribuye a desarrollar diversas CCBB y
cada competencia básica se alcanza como resultado de trabajar varias áreas,
no es menos cierto que hay determinadas CCBB que están más directamente
implicadas con las diferentes áreas como son la competencia lingüística (1), la
matemática (2), la de conocimiento e interacción con el mundo físico (3) y la
cultural y artística (6), y que hay otras cuatro que tienen un carácter transversal
más marcado como son la relativa al tratamiento de la información y a las
nuevas tecnologías (4), la social y ciudadana (5), la de aprender a aprender (7)
y la de autonomía e iniciativa personal (8). Una vez examinada la formación en
mediación en cuanto a los objetivos que persigue, los contenidos que aborda y
la metodología recomendada para dicha formación nos gustaría examinar con
2
Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (BOE nº 106, Jueves 4 de Mayo de 2006)
RD 1513/2006, de 7 de diciembre, por el que se establecen las Enseñanzas Mínimas de la Educación
Primaria y RD 1631/2006, de 29 de diciembre, por el que se establecen las Enseñanzas Mínimas para la
Educación Secundaria Obligatoria.
3
más detalle algunas de los componentes de estas competencias básicas para
ver en qué medida la formación en mediación puede contribuir a su adquisición.
En concreto, pensamos que las competencias a las que la mediación puede
realizar una aportación mayor y más directa son: competencia lingüística,
competencia social y ciudadana, competencia para aprender a aprender y la
autonomía e iniciativa personal.
COMPETENCIA LINGÜÍSTICA
Esta competencia se refiere a la utilización del lenguaje como
instrumento de comunicación oral y escrita, de representación, interpretación y
comprensión de la realidad, de construcción y comunicación del conocimiento y
de organización y autorregulación del pensamiento, las emociones y la
conducta.
Los conocimientos, destrezas y actitudes propios de esta competencia
permiten expresar pensamientos, emociones, vivencias y opiniones, así como
dialogar, formarse un juicio crítico y ético, generar ideas, estructurar el
conocimiento, dar coherencia y cohesión al discurso y a las propias acciones y
tareas, adoptar decisiones, y disfrutar escuchando, leyendo o expresándose de
forma oral y escrita, todo lo cual contribuye además al desarrollo de la
autoestima y de la confianza en sí mismo.
Comunicarse y conversar son acciones que suponen habilidades para
establecer vínculos y relaciones constructivas con los demás y con el entorno,
y acercarse a nuevas culturas, que adquieren consideración y respeto en la
medida en que se conocen. Por ello, la competencia de comunicación
lingüística está presente en la capacidad efectiva de convivir y de resolver
conflictos.
El lenguaje, como herramienta de comprensión y representación de la
realidad, debe ser instrumento para la igualdad, la construcción de relaciones
iguales entre hombres y mujeres, la eliminación de estereotipos y expresiones
sexistas. La comunicación lingüística debe ser motor de la resolución pacífica
de conflictos en la comunidad escolar.
Disponer de esta competencia conlleva tener conciencia de las
convenciones sociales, de los valores y aspectos culturales y de la versatilidad
del lenguaje en función del contexto y la intención comunicativa. Implica la
capacidad empática de ponerse en el lugar de otras personas; de leer,
escuchar, analizar y tener en cuenta opiniones distintas a la propia con
sensibilidad y espíritu crítico; de expresar adecuadamente –en fondo y forma–
las propias ideas y emociones, y de aceptar y realizar críticas con espíritu
constructivo.
COMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA
Esta competencia hace posible comprender la realidad social en que se
vive, cooperar, convivir y ejercer la ciudadanía democrática en una sociedad
plural, así como comprometerse a contribuir a su mejora. En ella están
integrados conocimientos diversos y habilidades complejas que permiten
participar, tomar decisiones, elegir cómo comportarse en determinadas
situaciones y responsabilizarse de las elecciones y decisiones adoptadas.
Globalmente supone utilizar, para desenvolverse socialmente, el
conocimiento sobre la evolución y organización de las sociedades y sobre los
rasgos y valores del sistema democrático, así como utilizar el juicio moral para
elegir y tomar decisiones, y ejercer activa y responsablemente los derechos y
deberes de la ciudadanía.
Conlleva recurrir al análisis multicausal y sistémico para enjuiciar los
hechos y problemas sociales e históricos y para reflexionar sobre ellos de
forma global y crítica, así como realizar razonamientos críticos y lógicamente
válidos sobre situaciones reales, y dialogar para mejorar colectivamente la
comprensión de la realidad.
Asimismo, forman parte fundamental de esta competencia aquellas
habilidades sociales que permiten saber que los conflictos de valores e
intereses forman parte de la convivencia, resolverlos con actitud constructiva y
tomar decisiones con autonomía empleando, tanto los conocimientos sobre la
sociedad como una escala de valores construida mediante la reflexión crítica y
el diálogo en el marco de los patrones culturales básicos de cada región, país o
comunidad.
La dimensión ética de la competencia social y ciudadana entraña ser
consciente de los valores del entorno, evaluarlos y reconstruirlos afectiva y
racionalmente para crear progresivamente un sistema de valores propio y
comportarse en coherencia con ellos al afrontar una decisión o un conflicto. Ello
supone entender que no toda posición personal es ética si no está basada en el
respeto a principios o valores universales como los que encierra la Declaración
de los Derechos Humanos.
En consecuencia, entre las habilidades de esta competencia destacan
conocerse y valorarse, saber comunicarse en distintos contextos, expresar las
propias ideas y escuchar las ajenas, ser capaz de ponerse en el lugar del otro y
comprender su punto de vista aunque sea diferente del propio, y tomar
decisiones en los distintos niveles de la vida comunitaria, valorando
conjuntamente los intereses individuales y los del grupo. Además implica, la
valoración de las diferencias a la vez que el reconocimiento de la igualdad de
derechos entre los diferentes colectivos, en particular, entre hombres y
mujeres. Igualmente la práctica del diálogo y de la negociación para llegar a
acuerdos como forma de resolver los conflictos, tanto en el ámbito personal
como en el social.
Esta competencia permite reflexionar críticamente sobre los conceptos
de democracia, libertad, igualdad, solidaridad, corresponsabilidad, participación
y ciudadanía, con particular atención a los derechos y deberes de todas las
personas
y
mostrar
un
comportamiento
coherente
con
los
valores
democráticos, que a su vez conlleva disponer de habilidades como la toma de
conciencia de los propios pensamientos, valores, sentimientos y acciones, y el
control y autorregulación de los mismos.
En definitiva, el ejercicio de la ciudadanía implica disponer de
habilidades para participar activa y plenamente en la vida cívica. Significa
construir, aceptar y practicar normas de convivencia acordes con los valores
democráticos, ejercitar los derechos, libertades, responsabilidades y deberes
cívicos, y defender los derechos de los demás.
En síntesis, esta competencia supone comprender la realidad social en que
se vive, afrontar la convivencia y los conflictos empleando el juicio ético basado
en los valores y prácticas democráticas, y ejercer la ciudadanía, actuando con
criterio propio, contribuyendo a la construcción de la paz y la democracia, y
manteniendo una actitud constructiva, solidaria y responsable ante el
cumplimiento de los derechos y obligaciones cívicas.
COMPETENCIA PARA APRENDER A APRENDER
Aprender a aprender supone disponer de habilidades para iniciarse en el
aprendizaje y ser capaz de continuar aprendiendo de manera cada vez más
eficaz y autónoma de acuerdo a los propios objetivos y necesidades.
Esta competencia tiene dos dimensiones fundamentales. Por un lado, la
adquisición de la conciencia de las propias capacidades (intelectuales,
emocionales, físicas), del proceso y las estrategias necesarias para
desarrollarlas, así como de lo que se puede hacer por uno mismo y de lo que
se puede hacer con ayuda de otras personas o recursos. Por otro lado,
disponer de un sentimiento de competencia personal, que redunda en la
motivación, la confianza en uno mismo y el gusto por aprender.
Implica la curiosidad de plantearse preguntas y de identificar y manejar
la diversidad de respuestas posibles ante una misma situación o problema
utilizando diversas estrategias.
Requiere plantearse metas alcanzables a corto, medio y largo plazo y
cumplirlas, elevando los objetivos de forma progresiva y realista.
Conlleva ser capaz de autoevaluarse y autorregularse, responsabilidad y
compromiso personal, saber administrar el esfuerzo, aceptar los errores y
aprender de y con los demás.
En síntesis, aprender a aprender implica la conciencia, gestión y control
de las propias capacidades y conocimientos desde un sentimiento de
competencia o eficacia personal, e incluye tanto el pensamiento estratégico,
como la capacidad de cooperar, de autoevaluarse, y el manejo eficiente de un
conjunto de recursos y técnicas de trabajo intelectual, todo lo cual se desarrolla
a través de experiencias de aprendizaje conscientes y gratificantes, tanto
individuales como colectivas.
AUTONOMÍA E INICIATIVA PERSONAL
Esta competencia se refiere, por una parte, a la adquisición de la
conciencia y aplicación de un conjunto de valores y actitudes personales
interrelacionadas, como la responsabilidad, la perseverancia, el conocimiento
de sí mismo y la autoestima, la creatividad, la autocrítica, el control emocional,
la capacidad de elegir, de calcular riesgos y de afrontar los problemas, así
como la capacidad de demorar la necesidad de satisfacción inmediata, de
aprender de los errores y de asumir riesgos.
Por otra parte, remite a la capacidad de elegir con criterio propio, de
imaginar proyectos, y de llevar adelante las acciones necesarias para
desarrollar las opciones y planes personales -en el marco de proyectos
individuales o colectivos- responsabilizándose de ellos, tanto en el ámbito
personal, como social y laboral.
Supone poder transformar las ideas en acciones; es decir, proponerse
objetivos y planificar y llevar a cabo proyectos. Requiere, por tanto, poder
reelaborar los planteamientos previos o elaborar nuevas ideas, buscar
soluciones y llevarlas a la práctica. Además, analizar posibilidades y
limitaciones, conocer las fases de desarrollo de un proyecto, planificar, tomar
decisiones, actuar, evaluar lo hecho y autoevaluarse, extraer conclusiones y
valorar las posibilidades de mejora.
Exige, por todo ello, tener una visión estratégica de los retos y
oportunidades que ayude a identificar y cumplir objetivos y a mantener la
motivación para lograr el éxito en las tareas emprendidas.
Además, comporta una actitud positiva hacia el cambio y la innovación
que presupone flexibilidad de planteamientos, pudiendo comprender dichos
cambios como oportunidades, adaptarse crítica y constructivamente a ellos,
afrontar los problemas y encontrar soluciones en cada uno de los proyectos
vitales que se emprenden.
En la medida en que la autonomía e iniciativa personal involucran a
menudo a otras personas, esta competencia obliga a disponer de habilidades
sociales para relacionarse, cooperar y trabajar en equipo: ponerse en el lugar
del otro, valorar las ideas de los demás, dialogar y negociar, la asertividad para
hacer saber adecuadamente a los demás las propias decisiones, y trabajar de
forma cooperativa y flexible.
Otra dimensión importante de esta competencia, muy relacionada con
esta vertiente más social, está constituida por aquellas habilidades y actitudes
relacionadas con el liderazgo de proyectos, que incluyen la confianza en uno
mismo, la empatía, el espíritu de superación, las habilidades para el diálogo y
la cooperación, la organización de tiempos y tareas, la capacidad de afirmar y
defender derechos o la asunción de riesgos.
En síntesis, la autonomía y la iniciativa personal suponen ser capaz de
imaginar, emprender, desarrollar y evaluar acciones o proyectos individuales o
colectivos con creatividad, confianza, responsabilidad y sentido crítico.
Una vez analizadas con más detalle estas competencias básicas y
habiendo presentado la fundamentación teórica de la mediación en este trabajo
(conceptos básicos, herramientas del mediador, etc.) así como, en el apartado
anterior, todo lo que debería aportar la formación en mediación (objetivos,
contenidos y metodología) creo que se hace patente que la mediación puede
convertirse en una vía privilegiada para el desarrollo de dichas competencias
básicas. Incorporar la formación en mediación al currículo de todas las etapas
educativas e incorporar un servicio o equipo de mediación en todos los centros
docentes, contribuiría, por tanto, por un lado, a la educación para la paz y al
fomento de la convivencia pacífica y, por otro, aunque inseparablemente unido
al anterior, a la adquisición de las competencias básicas y, en especial, a la
lingüística, a la social y ciudadana, a la de aprender a aprender y a la de
autonomía e iniciativa personal.
La mediación a largo plazo
Creemos en el potencial de la mediación a largo plazo como motor de
cambio social que ayude a construir un mundo más justo y más igualitario, más
pacífico y más humano porque participar en procesos de mediación genera
aprendizaje. Pero como señala Boqué4, ahora “tendremos que mostrar en qué
fundamentamos nuestra confianza en el potencial educativo de la mediación.
Siguiendo a esta autora, vamos a poner en relación la mediación con las cinco
dimensiones relacionales de la persona: consigo misma (intrapersonal), con la
alteridad (interpersonal), en el seno de un grupo (intragrupal), en conexión con
otros grupos (intergrupal) y como miembro de la humanidad (social), así los
cinco niveles que vamos a analizar son:
1. La mediación como formación integral (intrapersonal).
4
BOQUÉ, M.C. (2003): Cultura de mediación y cambio social. Gedisa, Barcelona. pp. 103-113.
Los auténticos procesos de mediación generan y deben generar
aprendizaje. El proceso de mediación se dirige, en primera instancia, hacia uno
mismo. Este proceso supone un continuo de aprendizajes que, curiosamente,
suelen fundamentarse en un desaprender los hábitos de confrontación y litigio
que emergen constantemente a la superficie de nuestras culturas. Se trata,
además, de una formación integral porque los conocimientos que se adquieren
a través de la mediación son experienciales y así es como se incorporan al
bagaje vital de las personas que pueden, evidentemente, hacer uso de ellos en
otros lugares y momentos de su existencia.
2. La mediación como proceso vehicular de convivencia (interpersonal).
Habitualmente, cada una de las partes en conflicto, intenta vencer a la
otra partiendo siempre del modelo competitivo “gano-pierdes”. Este modelo es
el que impera en los procesos adversariales de resolución de conflictos en los
que las relaciones personales salen siempre perjudicadas porque se deterioran
o se rompen definitivamente. En mediación, la lógica ternaria (en un plano de
horizontalidad) de la comunicación ayuda a superar los enfrentamientos y la
voluntariedad del proceso pone de manifiesto la voluntad de los participantes
en cooperar, es decir, en utilizar un modelo “gano-ganas”. Así pues, a
diferencia de los procesos adversariales, la mediación crea puentes entre las
personas y se convierte en un proceso de convivencia.
3. La mediación como coeficiente de cohesión (intragrupal).
En cualquier tipo de grupo encontramos siempre dos dimensiones: la
productiva y la relacional5. Todo grupo debe trabajar ambas dimensiones si
bien el tipo de grupo y la fase de su vida por la que atraviesa marcará el mayor
peso de una de las dos dimensiones. Potenciar el conocimiento interpersonal
entre los miembros del grupo así como aprender a gestionar los propios
conflictos redundará también en la eficacia grupal. La mediación actúa en el
seno de los grupos como generadora de cohesión y, a la vez, potencia la
diversidad, la responsabilidad y la reflexión. Los grupos deben ser capaces de
manejar sus propios conflictos y de aprender de sí mismos para seguir “vivos”.
5
SENENT, J.Mª. (2009): Intervención socioeducativa en grupos. Universitat de València, Valencia. p.1213.
4. La mediación como nodo de intercomunicación (intergrupal).
La realidad social está constituida por numerosos grupos que entran en
contacto unos con otros (por profesiones, por edades, por lugares, por
aficiones, por ideologías, etc.). Las buenas relaciones entre los diferentes
grupos resulta esencial para conseguir los objetivos comunes. Los procesos
mediadores actúan como nodos de intercomunicación que facilitan el
funcionamiento conjunto estimulando el intercambio y democratizando la toma
de decisiones promoviendo la participación. Un tejido intergrupal bien urdido
actúa de red protectora que camina hacia el consenso alejándose de la
imposición.
5. La mediación como cultura (social).
La mediación promueve actitudes más abiertas y dialogantes hacia
formas diferentes de entender la existencia así como la capacidad de empatizar
con posturas socioculturales diversas, por lo tanto, los procesos mediadores
potencian la capacidad de influir positivamente en el entorno. Así pues, como
afirma Boqué6 “Sustituir la cultura de la confrontación y el litigio por la de la
mediación y el consenso entronca con los ideales de paz “.
6
BOQUÉ, M.C. (2003): op. cit. p. 112.
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