MATERIAL DE FORMACIÓN PARA COORDINADORES DE PASTORAL JUVENIL CONFIGURADOS CON CRISTO Orientaciones básicas sobre el perfil y misión del Coordinador de Pastoral Juvenil LLAMADOS A COORDINAR Aunque parezca excesivamente básico, entender lo que significa asumir un rol de coordinación en la Pastoral Juvenil implica, primero, aclarar qué se entiende por “coordinar”, partiendo desde la misma formación de la palabra y de su significado más literal, pues si cada uno tiene nociones distintas del mismo concepto, probablemente se producirán mal entendidos y no se realizará un trabajo adecuado. La Palabra se compone, básicamente, de dos partes: el prefijo co-, que significa asociación, compañía; y el verbo ordenar. Según el diccionario de la Real Academia Española, coordinar es “disponer cosas metódicamente”, o bien, “concertar medios, esfuerzos, etc., para una acción común”1. Tan solo a partir de estas proposiciones podemos reconocer que coordinar es una acción que se realiza con otros, y aún más, comenzamos a mirar el rol de la coordinación desde la perspectiva de un “hacer con” y “para alguien más”, del servicio, pues no solo se trata de ordenar, sino de hacerlo con otros precisamente en función de un objetivo común. Mirando ahora el rol desde una perspectiva pastoral, podemos decir que el o la coordinadora de la Pastoral Juvenil es un(a) joven de la misma comunidad, que se encuentra en proceso de formación, y a quién se le pide el servicio específico de canalizar la 1 www.rae.es información, ser un agente informativo y aunar los esfuerzos pastorales, con el acompañamiento del asesor y en diálogo con los animadores2. Desde esta perspectiva, el coordinador es solo un joven más de la comunidad, que cumple una función particular por tiempo determinado, y con miras al bien de la pastoral. Sin embargo, la coordinación de la Pastoral Juvenil no solo es un rol que se debe realizar, es una misión, y como tal nos llama a dejarnos transformar por Dios, a hacernos dóciles a su Voluntad para dejar que sea Él quien conduzca nuestros pasos, pues se vale de nosotros para actuar en el mundo, y cuenta con nuestra libertad y con nuestros talentos para poner en marcha hoy la construcción de su Reino. Es por eso que, ante todo, el coordinador o la coordinadora será un(a) joven que construye su propia identidad desde Jesucristo, no solo para el rol, sino en todas las dimensiones de la vida, y que sostiene el servicio que se le ha encomendado en una relación personal con el Dios de la Vida. Por eso es muy importante al momento de asumir este don y desafío, y durante todo el tiempo que se desempeñe el rol, permanecer muy unidos a Cristo en la oración, la Eucaristía, en la lectura orante de la Palabra y en el amor al prójimo, pues el único modo de responder fielmente a este llamado es configurándonos con Cristo, siendo uno con Él y dejando que sea Él quien se manifieste a través de nuestra tarea y entrega: “hoy contemplamos a Jesucristo tal como nos lo transmiten los Evangelios para conocer lo que Él hizo y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales circunstancias”3 Todo nuestro quehacer pastoral tiene en Cristo su fundamento y horizonte. Por eso no es suficiente que miremos algunas características del rol desde una perspectiva social, sino que debemos llenar de sentido el servicio a partir de Jesucristo, y de cómo nos pide y enseña Él a hacer las cosas, para que cada acción que el/la coordinador/a realiza, sea verdaderamente Su acción, no la propia, y así sea Él quien llegue al corazón de los jóvenes y llene sus vidas de plenitud y sentido. En vista de todo lo anterior, y reconociéndonos simples servidores del Señor, podemos ver que el rol de coordinar la PJ requiere que a aquel o aquella joven que lo desempeñe cumpla con un perfil particular, que lo capacite para movilizar y comprometer a los demás jóvenes con el propósito de su comunidad y de la Iglesia. Por lo tanto, este perfil 2 3 VEJ. Plan Pastoral Esperanza Joven. 2ª edición, 2006. DA 139 define al coordinador(a) como un de un líder entre su grupo de pares, siempre desde la configuración personal con Jesucristo. PERFIL DE LIDERAZGO EN CRISTO Ser cristiano significa hacer una opción radical de vida. Es, como decíamos antes, configurarse plenamente con Cristo para hacer nuestro no solo su anuncio del Reino, sino sobre todo el compromiso de construir y hacer presente ese Reino en nuestro tiempo y contexto. Esto implica, por tanto, que cada agente pastoral debe vivirse a sí mismo al servicio de sus hermanos para formar una sociedad nueva, cimentada y tejida con los valores de Dios. Y la única manera de hacer esto es permanecer en Cristo (Cf. Jn 15, 4ss.), que se hace camino para nuestros pasos: “Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes. Yo les aseguro que un siervo no puede ser mayor que su señor, ni un enviado puede ser superior a quién lo envió. Sabiendo esto, serán dichosos si lo ponen en práctica” (Jn 13, 15-17). Con estas palabras y con el ejemplo dado la lavar los pies de sus discípulos, nos da el sentido y la medida de esta labor: el servicio por amor, y nos envía a asumir un estilo de liderazgo diferente, a Su manera, pues es Él quien nos convoca, y es Su palabra la que debemos comunicar con nuestra acción pastoral concreta. Por eso el coordinador o la coordinadora de PJ ha de tener claras estas nociones al momento de asumir el rol, pues como un líder temporal de sus compañeros deberá dar testimonio de un liderazgo que sienta sus bases en el Evangelio, y en la vida misma de Cristo, pero que se desarrolla en medio de la sociedad. Desde esta perspectiva podemos observar que, por el contrario de lo que se suele pensar, el liderazgo al que nos invita el Señor no tiene que ver con la posición jerárquica que se ocupa. Si bien la jerarquía puede dar poder, la autoridad moral que se requiere para este rol, y para muchos otros, sólo se consigue con un liderazgo basado en la confianza. Por eso es esencial que la persona que asuma la coordinación de la PJ tenga esa confianza de los demás jóvenes, los conozca y lleve un camino recorrido junto a ellos. Para clarificar el concepto, diremos que lo que fundamentalmente caracteriza al líder es su habilidad para conducir equipos, y conseguir que cada miembro trabaje y aporte lo mejor de sí mismo en la lucha por alcanzar un objetivo común; y su visión de futuro, que se proyecta más allá de los hechos puntuales del presente, y le permite además anticiparse a los cambios. Un líder es una persona que mira al largo plazo, que marca objetivos ambiciosos para la organización y que consigue ilusionar a su equipo en la búsqueda de los mismos, logrando que las personas se identifiquen con las metas marcadas, que las hagan propias y luchen por ellas con todo el empeño posible. En este sentido, el líder representa para el resto del grupo un auténtico modelo a seguir. En él o ella el grupo deposita su confianza para la organización y gestión de la comunidad y sus actividades. Tomado en cuenta lo anterior, es importante que l@s coordinadores/as, en tanto líderes de su comunidad, posean o desarrollen ciertas cualidades personales que no todo el mundo posee. Dichas cualidades pueden ser innatas en algunos, pero en muchos otros se adquieren a través del aprendizaje y de la experiencia. Para comprender mejor esto, podemos dirigir la mirada hacia el tiempo y círculo de amigos de Jesús, para descubrir que Él confió el liderazgo de los apóstoles a Pedro, que no siempre fue el más capacitado para esa labor, pues no comprendía su mensaje (Cf. Mt 16, 21-25; Jn 13, 3-9) e incluso llegó a negarlo (Cf. Lc 22, 54-62). Sin embargo, en la medida que Pedro se configuró con Jesús, permaneciendo muy cerca de Él y siguiendo cada uno de sus pasos, pudo finalmente comprenderlo y asumir con responsabilidad la misión que Jesús le encargó, acompañando a los primeros cristianos del mismo modo que Jesús lo acompaño y guió a él y a los demás discípulos. Ahora bien, si nos enfocamos en cuáles son las principales habilidades que debe conocer y/o manejar quien asuma el rol de coordinar una PJ, nos encontraremos con la necesidad de desarrollar técnicas de liderazgo, de toma de decisiones, de conducción de equipos, de motivación, de comunicación, etc. Más que tenerlas como habilidades o conocimientos ya adquiridos, será el mismo hecho de ir asumiendo responsabilidades, solucionando problemas y haciendo frente a las situaciones que se presenten lo que permitirá ir forjando a un(a) auténtico(a) líder, en la medida que despliegue en la práctica los talentos que ha recibido de Dios. En concreto, existe una serie de criterios, habilidades y aspectos esenciales en la coordinación y en la labor de todo líder cristiano4 . Entre ellos destacamos: • Ante todo, saber reconocerse igual a los demás, y sobre todo como un servidor que cumple una labor para el bien de sus hermanos y hermanas de comunidad. • ganarse la adhesión de los demás a través de la confianza, generando y fortaleciendo vínculos. • jamás ejercer una autoridad dictatorial, pues eso rompe las confianzas y produce distancias entre las personas y con el sentido comunitario, lo que puede llevar a los y las jóvenes a alejarse de Cristo por un testimonio que no manifiesta Su amor y modo de actuar. 4 entendiendo por cristiano el que se ha configurado con Cristo, el que es “otro Cristo”. • • • • • • tener y favorecer una comunicación fluida y eficaz entre las diversas personas que involucre su acción pastoral (asesores, animadores, párroco, etc.), evitando que se produzcan malos entendidos. poner siempre atención a las personas, escuchar lo que los jóvenes, en particular los animadores, piensan o creen. planificar bien el tiempo y actividades. El líder tiene mil asuntos que atender y tan sólo una buena organización le va a permitir desenvolverse con soltura y dedicar el tiempo a lo realmente importante. En relación con lo anterior, el líder tiene que saber priorizar, es decir, tener claridad de criterios al momento de evaluar qué es importante y qué no lo es tanto, centrándose en lo esencial. confiar en los demás, para saber delegar en su equipo algunas funciones, dándoles protagonismo y favoreciendo el trabajo en conjunto. ser capaz de tomar la iniciativa. Todo esto apunta a que la clave del liderazgo se encuentra en las fortalezas grupales y en las relaciones basadas en la confianza, el respeto, en la creatividad, en los retos compartidos y en el afecto hacia y entre las personas. El mismo Jesús fue siempre cercano, atento a lo que pasaba en el corazón de cada persona a la que se acercaba. Nunca se detuvo en los prejuicios de los otros (Cf. Jn 8, 1-11. 15; Lc 19, 1-11), y se mantuvo atento para ver lo que había en el corazón de las personas (Cf. Jn 4, 4-20). Siguiendo sus pasos, un(a) coordinador(a) que vivirá su liderazgo a imagen de Jesucristo, para llevar a los demás hacia el bien común, sin forzarlos, sino respetando totalmente su libertad, tal como lo hace el Señor con el joven rico (Cf. Mc 10, 17-22). Naturalmente eso implica que muchos no querrán seguirlo, pero en la medida que somos testimonio coherente de Cristo y de los valores del Reino, teniendo una actitud sincera y comprometida, ese testimonio será para muchos una invitación a sumarse al sentido y propósito del resto de la comunidad que es, ante todo, el seguimiento de Cristo para una vida plena. HABILIDADES SOCIALES ASOCIADAS Ahora bien, entre las muchas habilidades que debe desarrollar quien coordine la PJ como un líder que se configura con Cristo, mención destacada merecen aquellas que apuntan a las relaciones sociales. Tal como lo decíamos al comienzo, la coordinación es un rol que requiere poner cosas en común, informar, organizar y gestionar acciones junto a otros, y por tanto es imprescindible manejar estrategias que ayuden a una comunicación fluida y eficaz, y a establecer, cuidar, restaurar y/o fortalecer vínculos entre los miembros de la comunidad y las redes asociadas a ella. Comunicación efectiva El verbo comunicar indica la acción de hacer a otro partícipe de lo que uno tiene5, lo que nos sitúa inmediatamente en el ámbito de las relaciones. Comunicar es ponerse en relación con otro, por eso, cuando hablamos de comunicación nos referimos a un modo de interacción social, que no se limita o reduce a las formas verbales, sino que incluye un conjunto de conductas que buscan precisamente vincularnos de algún modo con otras personas. Cuando Dios se comunica, se acerca a nuestro lenguaje, a nuestro contexto cultural y simbólico para que podamos comprender su anuncio en nuestros términos, relacionándose con nosotros a través de un diálogo amoroso y sencillo. Por eso Jesús encarna la Palabra de Dios que quiere entrar en un diálogo de amor con la humanidad. En Él, Dios se comunica plenamente, hablando un lenguaje que tiene sentido para la gente de su época y cultura. De esta manera, su mensaje se hace experiencia vital para quienes lo reciben, y puede ser anunciado a todos los pueblos y naciones. Es por eso que, cuando ponemos la comunicación como una “habilidad” necesaria para el rol de coordinar la PJ, no estamos hablando solo del “saber hablar”, en cuanto uso natural del idioma, sino más bien del saber utilizar los recursos comunicacionales que tenemos para que esta acción sea efectiva, y nos ponga en auténtica y clara relación con otros. Por eso hablaremos de competencia comunicacional, más que de habilidades, pues para el adecuado ejercicio del rol es necesario saber ocupar y sacar el mejor provecho a los recursos existentes, ya sean verbales, gestuales, contextuales, etc. Teniendo claro que la comunicación efectiva se enmarca en la dinámica de interacciones y relaciones humanas, miraremos el clásico esquema de la comunicación, que propone un modelo básico del proceso: 5 www.rae.es Como es sabido, lo esencial de este esquema/proceso es la relación entre emisor y receptor, definida por un mensaje que se quiere compartir o poner en común. Pero esta relación está además determinada por el contexto en que se produce la interacción, y sujeta a un canal y código específico. Frente a la conjugación de todos esos elementos y factores es fundamental reconocer que: • La dirección del proceso va variando en función del cambio de papel de los participantes en el mismo. Por eso se habla más bien de interlocutores, y de emisor y receptor como roles que se intercambian continuamente. • el mensaje no solo se reduce a lo que se dice con las palabras, sino que se amplia a todo aquello que el emisor comunica, al “cómo dice” o expresa el mensaje, incluyendo aquí las palabras, la entonación, la actitud corporal, los gestos, la intención. • el contexto es un factor de suma importancia, pues de él depende que se comunique y comprenda adecuadamente, y de acuerdo a la situación, el mensaje que se comparte, pues diferentes contextos pueden dar un significado totalemente distinto a un mismo enunciado y/o acto comunicacional. Cuidar éstos aspectos en el proceso de interacción comunicacional es, como puede deducirse, de gran valor para entender y expresar lo que realmente se quiere transmitir, creando coherencia entre lo que decimos (palabras) y cómo lo decimos. En sintonía con lo anterior, cuando la Iglesia habla de nuestra misión evangelizadora ya no se refiere a los otros como destinatarios de un mensaje, sino como interlocutores, con quienes hemos de compartir una experiencia vital de encuentro con Jesucristo, poniendo en común sus propias experiencias y las nuestras. Es por eso que, al mirar el rol de la coordinación, se hace fundamental que quien lo asuma tome conciencia de esta mirada del otro como un interlocutor, y no como un receptor pasivo de la información, pues en la medida que nos vamos configurando con Cristo, lo hacemos también en el modo de comunicar, de relacionarnos con las demás personas, a quienes comenzamos a mirar como verdaderos hermanos. Frente a esto, el coordinador o la coordinadora deberá enfrentar cada decisión tomando en cuenta las opiniones de los demás, sin dejar por ello de ser resolutivo al momento de optar por una acción u otra; deberá desarrollar, por tanto, su capacidad para escuchar con atención a sus hermanos de comunidad, a los asesores y consagrados, actuando como un puente que los comunique, y procurando ser lo más objetivo posible frente a los problemas o decisiones a tomar, para considerar todas las posturas que haya frente a ellos. Trabajo en equipo Sabemos que, en tanto acción organizada, la PJ supone la existencia de grupos humanos que realizan una labor coordinada para alcanzar el objetivo común. Por lo tanto, coordinar esta pastoral implicará también desarrollar habilidades de trabajo en equipo, tanto a nivel personal como para compartir con el resto de la comunidad. Un equipo es un conjunto de personas que realiza una obra común que los vincula, los organiza y orienta hacia objetivos compartidos. Los equipos de trabajo proponen cambios, proyectos e innovaciones y las llevan a cabo, las ejecutan. Igualmente, resuelven problemas y conflictos, toman decisiones, y los éxitos o fracasos de la organización dependen mucho de los esfuerzos de sus participantes. Es indiscutible que organización y trabajo en equipo son conceptos inseparables, también dentro de la PJ, por lo que es necesario profundizar en el cómo mejorar la eficiencia de los mismos. En el ambiente pastoral, lo que contribuye a desarrollar un buen trabajo en equipo es reconocerse comunidad en Cristo, y no solo un grupo de jóvenes. Eso significa mirar a los demás como hermanos y aprender a confiar en las capacidades y el potencial de los demás al momento de organizar el trabajo. Además, es necesario invertir un tiempo significativo en trabajar juntos, en compartir, de manera que los vínculos se fortalezcan y con ellos crezca la confianza, no solo para ser más eficaces en la labor, sino sobre todo para vivir según Evangelio: “ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn 15, 12) En definitiva, para que los equipos de trabajo en PJ sean efectivos deben evolucionar desde la constitución de un grupo inicial, hasta tener objetivos comunes y acordados; definir las tareas por medio de la negociación, ser claros en los procedimientos para la solución de problemas, la toma de decisiones y el acceso a la información (hacer explícitos los conductos regulares); procurar y mantener buenas relaciones interpersonales, potenciando un clima de respeto y confianza para que se genere sentido de pertenencia; y un alto grado de interdependencia (Tareas complementarias, conciencia del esfuerzo para el logro de objetivos comunes, fomento la cooperación y de estructuras horizontales de comunicación) Es necesario desarrollar y/o utilizar algunas habilidades personales para constituir equipos efectivos de trabajo: • Escuchar, no solo oír a los otros, sino tomar conciencia de los sentimientos que acompañan esas ideas para no herir susceptibilidades personales. Conocer y ubicar el lenguaje verbal y el corporal (gestos y posturas), es un sabio aprendizaje para los equipos. • Hay que aprender a preguntar para profundizar en los planteamientos, para conocer bien los puntos de vistas del grupo, pues esto fortalece la capacidad de análisis y resolución de problemas. • Es necesario saber resumir para chequear posibles dudas y hacer síntesis de los aportes propios y los de cada uno. • Ser flexible, desarrollar la capacidad de cambiar y negociar los puntos de vista que nutran las innovaciones, así como para asumir nuevas normas, reglas y hábitos en las organizaciones, sin que esto genere conflictos de tipo individual, de personalidad. • Ser proactivo, con iniciativa hacia la mejora, al logro. Tener una actitud positiva ante los retos, en lugar de una posición de resistencia al cambio. • Ser asertivo, para expresar las ideas y necesidades propias con claridad y precisión, sin atropellar las de los otros miembros del grupo. • Estar abiertos a la critica, acoger la información de retorno o feedback como sugerencia hacia el proceso de mejora de la organización, no como critica o desvalorización personal. Sin embargo, hay que tener conciencia de que lograr esto es producto de un proceso, y no es algo automático. Por ello, se puede atravesar por diversas etapas de transición en el camino a ser un equipo cohesionado y que se mire a sí mismo como comunicad en Cristo. Entre ellas podemos visualizar: • Etapa de dependencia a la autoridad formal. • Etapa de contra-dependencia (deseo de instaurar otras formas de liderazgo, los miembros tienen menos ansiedad y menos referencia del líder Formal.) • Etapa de independencia (Aparente cohesión, lucha entre la individualidad y la organización, hostilidad entre los miembros) • Etapa de interdependencia (Estabilidad del grupo que permanece, sano manejo de las diferencias interpersonales, conciencia de la capacidad de aportar y de nutrir como equipo a su organización, estima personal, clara diferencia entre el aporte individual y la fuerza de los otros aportes del grupo) Por ello es importante tener presente, tres dimensiones claves: La tarea, que determina para qué se constituyó el equipo, cuál es su meta; el procedimiento, es decir, cómo lo hará, qué operaciones, actividades y secuencias permitirán realizar esa(s) tarea(s); y el proceso socio-afectivo, Las relaciones humanas dentro del equipo, los grados de interacción en cuanto a comunicación, colaboración o interdependencia que facilitan o no el trabajo del equipo. Para un efectivo trabajo en equipo es importante orientarse a la tarea, cuidar y tener claro el procedimiento y mantener una sana relación interpersonal y de manejo de conflictos. Resolución de conflictos Una de las importantes habilidades a desarrollar es la capacidad para resolver conflictos, muy necesaria cuando se trabaja con grupos humanos, y sobre todo con jóvenes. Lo más importante frente a esto es tratar de mantenerse fuera de la situación, mirar lo más objetivamente posible para no tomar parte por ningunos de l@s jóvenes en conflicto. El anuncio del Evangelio es la misión que está detrás de todo rol pastoral, por lo tanto, frente a un conflicto que surja en la pastoral la mirada de quien coordina debe ser la de un apóstol, que en toda circunstancia hace los que su Maestro le pide. Por eso, lo esencial para un coordinador o una coordinadora es mirar siempre un problema con los ojos de Jesús, poniéndose en sintonía con lo que Él haría para ayudar a resolver el conflicto, pues su función no es arreglar el asunto por otros, sino ayudar a los involucrados a resolverlo por sí mismos, ante todo en un espíritu fraterno y recordando que somos todos un solo cuerpo en Cristo. El mismo Jesús nos habla de la importancia de resolver los conflictos: “si en el momento de llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, luego regresa y presenta tu ofrenda”. (Mt 5, 23-24). Esto se debe a que, para Dios, son más importantes las personas y los vínculos entre ellas, que cualquier ofrenda o sacrificio. Dios es amor, es relación, y por tanto su anhelo más profundo es que nosotros vivamos en esa misma relación de amor con Él y con todos nuestros hermanos y hermanas. Por eso el mandamiento más importante, Amar a Dios sobre todas las cosas, se completa en el amor al prójimo. En este panorama, debemos tener claro que ante cualquier conflicto que se genere, ya sea que afecte a otros a uno mismo, la primera actitud que debemos tener es la de acoger al otro, abrirnos al encuentro, dejando de lado los egoísmos y el individualismo que nos encierran en nuestras ideas y no nos permiten dialogar. Solo el diálogo, la comunicación fraterna nos permitirán resolver cualquier problema que surja. Es importante darse cuenta de que el conflicto que requiere de una solución no es ni bueno ni malo. Puede tener aspectos positivos o negativos, dependiendo de cómo se enfoque el problema, y de la actitud frente a él. Lo que importa es manejar el conflicto, enfrentarlo y no suprimirlo, así como no permitir que éste se salga de control, pues incluso de los mayores problemas y crisis pueden surgir grandes resultados. Negociar Teniendo en cuenta lo anterior, y sobre todo siendo concientes de que en la comunidad todos somos diferentes, y muchas veces tendremos ideas y posturas ideológicas diversas, es fundamental aprender a negociar. Una situación de conflicto o negociación es aquella en la cual hay un conflicto de intereses, y en la que no necesariamente lo que una parte desea, también lo desea la otra. Sin embrago, lo central de una negociación es que en ella ambas partes prefieren buscar soluciones, antes de darse por vencidos o romper la comunicación. En una negociación exitosa, todos ganan, sobre todo si se mira desde la perspectiva de Dios, para quien nuestra felicidad es su propia gloria. Por eso, el objetivo debe ser siempre llegar a un acuerdo, más que a una victoria: “trata de ponerte de acuerdo con tu adversario mientras vas de camino con él…” (Mt 5, 25ª). Y tal como lo señala Jesús en el Evangelio, el único camino para lograr acuerdos es el diálogo, una conversación fraterna en la que cada involucrado pueda expresarse poniendo en común sus ideas, para buscar conciliar del modo más justo posible los intereses de todos los miembros de la comunidad. Durante toda la vida estaremos involucrados en numerosas situaciones que necesitan ser tratadas a través de una negociación, sobre todo en el contexto de la Pastoral Juvenil. Por eso, quien coordine debe saber manejar con cuidado los conflictos y las diferencias de intereses, debe estar siempre dispuesto/a a escuchar a los demás, y su actitud ha de ser ante todo conciliadora, recordando que todos somos uno en Cristo. ENFOQUE DE REDES Cuando hablamos de nuestra comunión en Cristo, no solo nos referimos a un modo de ser dentro de la Iglesia, sino a un estilo de vida que, a imagen de Dios que es Trinidad, se experimenta también en todos los ámbitos. Nuestra condición de “seres sociales” nos lleva siempre a vincularnos con otros, y a establecer redes de diferente tipo: familiares, de amigos, laborales, de contactos. Con la PJ ocurre exactamente lo mismo, y su coordinación implica, como lo hemos dicho en un principio, trabajar y ponerse en contacto con otras personas. Pero esto no ocurre solo al interior de la misma pastoral, sino que se amplia a otros ámbitos de la sociedad que de una u otra manera están en contacto con la comunidad juvenil. Por ejemplo, si se propone realizar un campeonato deportivo, y la unidad pastoral no cuenta con canchas, habrá que buscar otro lugar donde realizarlo. Para ello, quien coordine quizás tenga que comunicarse con personas de la junta de vecinos, o de algún colegio cercano, con el fin de conseguir el espacio adecuado. Lo mismo ocurre cuando se quiere participar en actividades que impliquen traslado: un retiro, peregrinaciones, paseos, etc. Si la unidad no cuenta con un bus, como suele ocurrir, habrá que contactar algún servicio externo. Para resolver de manera eficaz este tipo de requerimientos y otros mayores, es que se establecen redes, que son un espacio de diálogo y coordinación a través del cual se vinculan organizaciones sociales e instituciones públicas y privadas, en función de un objetivo común y sobre la base de normas y valores compartidos. Las redes pueden ser definidas también como un conjunto de personas que representan a organizaciones e instituciones, que establecen relaciones y producen intercambios de manera continua, con el fin de alcanzar metas comunes en forma efectiva y eficiente. Las redes sociales han permitido generar relaciones de colaboración, poner en común recursos, desarrollar actividades en beneficio de los participantes, ampliar y estrechar vínculos, crear sentido de pertenencia, socializar conocimientos, experiencias y saberes, reconstituir la confianza social y establecer relaciones de intercambio y reciprocidad. En ellas hay cinco componentes básicos: 1. Nodos: Son los componentes entre los cuales se establecen los vínculos. Los nodos pueden ser personas, actores sociales, grupos u organizaciones (institucionales y comunitarias) 2. Vínculo: Es la relación o comunicación que se establece entre los nodos. 3. Sistema de vínculos: Lo central en la red es el conjunto de vínculos entre los nodos. La red entonces, no es un conjunto de nodos, sino más bien un sistema de vínculos. Así, por ejemplo, si queremos describir una red social personal, no nos debemos centrar en las características específicas de cada uno de los individuos que la componen (nodos), sino en las características de las relaciones que se establecen entre ellos (vínculos). 4. Intercambio: En la relación entre nodos se produce un intercambio. Este intercambio recíproco puede darse en el plano afectivo/emocional, material, financiero, social, etc. 5. Apoyo social: Como resultado de este proceso de intercambio se produce apoyo social para los nodos. La red social proporciona así el marco indispensable para que el apoyo social sea accesible a los nodos. Las dimensiones del apoyo social incluyen apoyo emocional o afectivo; ayuda material y financiera; asistencia física; información y contactos sociales positivos. Para comprender este enfoque de redes a la luz del Evangelio, miremos a Jesucristo. Él tenía muy claro que para llevar a cabo su misión quería contar con nuestra participación. Aún habiendo podido hacer todo solo, porque es Dios, quiso valerse de todos los recursos humanos con los que contaba, pues su misión es también nuestra plenitud, y para desarrollarla sabía mejor que nadie qué talento podía aportar cada uno, y el potencial que hay en nosotros. Por eso, formó primero una comunidad de discípulos, y con ellos salió a predicar. En cada lugar al que iba conocía gente nueva, y establecía vínculos que le permitían volver. Así ocurre por ejemplo con Lázaro y su familia, y cuando debe preparar la cena de pascua y ya había puesto en marcha su red social para reservar un local adecuado donde poder compartir con sus amigos, y despedirse (Lc 10, 38; Lc 22, 8-13). Pero hay que tener cuidado, pues al hablar de la red social que estableció Jesús hay que poner atención al modo en que lo hizo: estableciendo y fortaleciendo vínculos basados en el amor, en la amistad y la cercanía. No fue ejecutivo y distante, sino acogedor y fraterno. Y ese ejemplo tomaron los mismos apóstoles, quienes poco a poco fueron estableciendo una red de hermanos entre los cristianos de diferentes lugares. (Cf. Hch 2,44. 9, 17-30) Este aspecto no es de menor importancia, pues responde a lo esencial de la condición humana: su ser social y comunitario, a imagen de su Creador que es Trinidad de amor, y cuyas Personas divinas viven en constante cooperación. Por tanto, al configurarnos con Cristo de manera particular en el rol de la coordinación, hemos de vivir esa misma cooperación entre nosotros, y abriéndonos a buscar la ayuda de otras personas, brindándola también cuando otros hermanos y hermanas la necesiten. *** Junto con todo lo anterior, el rol de la coordinación requiere una mirada cercana de la realidad juvenil, para conocer sus intereses y búsquedas más profundas. Así mismo, es importante desarrollar habilidades de gestión, para conseguir recursos y generar proyectos que contribuyan a sustentar las actividades y/o impulsar los sueños de los mismos jóvenes. Sin embargo, configurase con Cristo desde el rol es un proceso, en el cual se conjugan los talentos propios de él o la joven que lo asuma, el acompañamiento de los asesores de PJ, los aportes de la comunidad, y los desafíos que surjan en el contexto Pastoral, todo ello sobre el cimiento de la comunión en Jesucristo. Es por ese sentido de proceso que, en una segunda entrega de material formativo se pondrá a disposición de ustedes las líneas generales de lo que corresponde a Realidad Juvenil y Formulación de Proyectos Sociales, herramientas fundamentales para el cumplimiento de la hermosa misión de coordinar, con el Señor y para Él, la Pastoral Juvenil.