EDITORIAL L I B E R T A D Y R E C O M P E N S A PARA S I N D I C A D O S Y CONDENADOS POR C R ~ M E N E SDE L E C A HUMANIDAD 1 10 de diciembre, día en que se celebraron los 60 años de vigencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Presidente de la República formuló una propuesta mediante la cual quiso extender el llamado "efecto Isaza" a todos los integrantes de las FARC. E El "efecto Isaza" consistió en el otorgamiento de la libertad. una cuantiosa recompensa y el viaje a París -junto con su novia y gastos pagos por el Gobierno colombiano- de alias "Isaza", un guerrillero de las FARC que estaba encargado de la vigilancia del excongresista Oscar Tulio Lizcano, a quien decidió liberar, desertando de la organización armada. El Fiscal General de la Nación sostuvo que no se iniciaba proceso contra Isaza por cuanto no estaba incurso en delito de secuestro. No había participado -según el- en el acto de captura del plagiado, y simplemente lo cuidaba. Extraiia teoría que hizo carrera en el caso, y que circunscribió el delito de secuestro al momento de la aprehensión fisica de una persona, ignorando que el hecho punible se prolonga mientras dure el tiempo de privación de la libertad de la misma contra su voluntad. Muy respetuosamente, nos hemos apartado de ese enfoque jurídico de la Fiscalía, pues exonera de responsabilidad penal a todos los carceleros de los miles de cautivos en poder de las FARC y de otras agrupaciones delictivas. Quienes vigilan al secuestrado - siempre se ha entendido así- son coautores del delito, y no se podría afirmar que por estar sujetos a una especie de jerarquía dentro de la estructura guerrillera queden libres de responsabilidad por aquél. 8 ELEMENTOS DE JUICIO Los artículos 168 y 169 del Código Penal (Ley 599 de 2000), modificados por el articulo l o de la Ley 733 de 2002 tipifican el secuestro y el secuestro extorsivo en los siguientes términos: "El aue. ... arrebate. sustraiea, retenea u oculte a una persona. .." (subrayo). Luego el delito no lo comete tan solo quien, en un instante determinado, arrebata la libertad a la persona, sino también quien la mantiene retenida. Es claro que, en el caso concreto, Oscar Tulio Lizcano no fue liberado inmediatamente después de su secuestro, sino varios años después, frente a lo cual la pregunta que surge ante la tesis de la Fiscalía es la siguiente: ¿Con el acto de haberlo acompailado a su liberación, el carcelero borró por completo el delito consistente en haber prolongado durante mucho tiempo la privación de la libertad? En todo caso, desde el punto de vista constitucional, importa referimos a la propuesta del Gobierno, que es y será objeto de discusión pública. Según el Presidente, el Estado colombiano beneficiará en forma similar a la descrita a los guerrilleros que, desertando de las FARC, se presenten ante las autoridades junto con personas secuestradas. No importa, de acuerdo con el anuncio gubernamental, la clase o naturaleza de los delitos imputables a tales subversivos. Paladinamente dijo el Jefe del Estado que, como el sistema jurídico prohibe la amnistía y el indulto para los delitos atroces, no se ofrece esas posibilidades a los guerrilleros que se ubiquen en la mencionada hipótesis, pero que si les ofrece "libertad y recompensa", pues el Gobierno asimilaria en esos casos la entrega del secuestrado a un acuerdo humanitario. El anuncio presidencial fue complementado el 11 de diciembre por el Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, quien extendió los beneficios ya no solamente a la tropa de la guemlla sino a los miembros del secretariado de las FARC, es decir, a sus más altos cabecillas. Dijo Restrepo: "Si un miembro del secretariado de las FARC decide abandonar la violencia y desmovilizarse y entregar a secuestrados en su poder, esa persona recibiría los beneficios que estamos ofreciendo". Agregó: "Se trata de concederle un beneficio de tipo penitenciario-jurídico, más no de otorgarle indulto o amnistía por estos delitos, que seguirían siendo investigados por la Justicia".' Como lo apuntó el periodista de El Tiempo, "el Comisionado no aclaró cómo procederían cuando los procesos finalicen y haya una sentencia condenatoria. Tampoco precisó qué harían si el guemllero ya tiene condenas en firme".2 ' El Tiempo, viernes 12 de diciembre de 2008. Pág. 1-5 Ibídem. REVISTA DE TEMAS CONSTITUCIONALES 9 Un análisis de la propuesta, a la luz del Derecho, nos permite expresar lo siguiente: - El articulo 150, numeral 17 de la Constitución Política, en concordancia con el 201, numeral 2, Ihidem, restringen la amnistía y el indulto a los delitos políticos, lo cual excluye, por principio, los crímenes de lesa humanidad. - El Ejecutivo quiere en realidad obtener la liberación de los secuestrados, pero sin un real acuerdo humanitario, aprovechando los casos de alias "Rojas" -quien, para obtener recompensa, no vaciló en matar a alias "Julián Ríos", mutilando el cadáver, y a su compañera permanente- y de alias "lsaza", pero disfrazando tales eventos como "acuerdos humanitarios". - Ese disfraz lo preparó el Gobierno hace varios meses, con la expedición del Decreto Reglamentario 880 del 27 de marzo de 2008[3], que contempló la equiparación de la liberación de secuestrados con el acuerdo humanitario, si bien debe observarse que, de una parte, la norma reglamentada (artículo 61 de la Ley 975 de 2005) hizo referencia únicamente al acuerdo humanitario en cuanto tal, sin equiparar a él actos unilaterales, y de otra el propio Decreto alude a liberaciones provenientes del movimiento armado, y no de miembros suyos considerados individualmente. - La actual propuesta del Gobierno no tiene en cuenta que, si la oferta formulada a los guerrilleros se funda en el articulo 61 de la Ley de Justicia y Paz, allí no se habla de una decisión que dependa del Presidente de la República sino de los jueces, ya que contempla apenas una solicitud a la autoridad competente, lo que implica que el Ejecutivo está prometiendo a los carceleros de las FARC algo que no depende de él, y que está supeditado a la determinación de las autoridades judiciales en cada caso. - El Gobierno ha incluido en esta posibilidad los crimenes de lesa humanidad, excusando de antemano la violación de las normas coiistitucionales y de los compromisos internacionales de Colombia -que prohiben la amnistía y el indulto para los delitos atroces-, con el argumento de que no se trata de esas figuras jurídicas, sino de "libertad y recompensa". Se trata, entonces, de cambiar las palabras y de darle a las cosas otro nombre. creyendo que con ello se superan los insalvables obstáculos existentes. Con la extensión de estos beneficios a los jefes principales de las FARC -los integrantes del secretariado-, como lo ha anunciado el Comisionado de Paz, se hace evidente la consagración -de hecho- de la más injusta impunidad para crimenes de lesa humanidad. De llegar a presentarse el caso de cualquiera de los más peligrosos jefes guerrilleros entregándose, acompaiiado de algu- 14 ELEMENTOS DE JUICIO justicia internacional, dentro del sistema de protección de los mismos, sino de las organizaciones de Derechos Humanos en todo el mundo, y de la opinión mundial. "¿Cómo puede aspirar Colombia a un TLC con Estados Unidos?', dirán los demócratas norteamericanos. Para el Ejército colombiano -cuyos logros nadie desconoce, y en cuyo seno hoy se insiste, al menos teóricamente, en la formación y en la convicción en materia de Derechos Humanos- este constituye un golpe temble, del cual debe reponerse pronto, investigando de manera completa y pronta lo que verdaderamente haya ocurrido, y dejando en claro que las desapariciones y los crímenes no son aüibuihles a las instituciones, a los altos mandos o al Gobierno, sino que han dependido exclusivamente de la iniciativa y de la ejecución de manzanas podridas de sus propias filas. Además, el Gobierno debe reconsiderar la tesis -que parece ha prevalecido en todos estos años de seguridad democrática-, según la cual los mayores méritos del Ejército se miden por el numero de muertos, sin establecer "quiénes" son, sino "cuántos". Considerar una cantidad alta como algo "positivo", que da lugar a ascensos y a reconocimiento, es algo que pesa, sin duda, en la mente de un individuo ambicioso y sin escrúpulos que quiera ascender dentro del cuerpo armado al que pertenece. No podemos afirmar, ni afirmamos, que estos crímenes provengan del Estado, institucionalmente hablando, es decir, que haya una politica de la organización estatal planteada con estos nefastos y cobardes propósitos. Pero sí debe responder, política y jurídicamente, por lo ocumdo. Quizá su conducta no ha sido la más clara ante sus propios contingentes. Talvez el mensaje a ellos enviado ha sido difícil de comprender. O puede ser que haya escogido equivocadamente a los responsables de importantes reparticiones militares. Es factible que no haya hecho una debida preparación y selección de oficiales y suboficiales, o que no se haya cuidado en formarlos -como debería ser- en valores y en principios humanitarios y democráticos, a pesar de las campañas que, sabemos, la institucionalidad militar ha adelantado en ese sentido. Un tema para reflexionar. Pero, ante todo, un asunto de gravedad extrema, que no puede pasar "de moda", como pasan generalmente las noticias entre nosotros, y que debe dar lugar, sincera, verdaderamente y a fondo, a las investigaciones de los distintos organismos y autoridades que tienen algo que decir al respecto. !Y atención! Eso hay que hacerlo pronto. Es de tal profundidad el desprecio por la vida humana -puesto de presente en estos oscuros episodios- que el Estado colombiano no se puede dar el lujo de "...dejarlo para más tarde..". De por medio está su prestigio como Estado democrático y de Derecho. Y están -eso no es de REVISTA DE TEMAS CONSTITUCIONALES 15 poca monta- las vidas de muchas personas inocentes, sacrificadas en plena juventud para satisfacer ambiciones pequeñas de militares en busca de medallas. Aunque todavía no hay condenas que permitan, en el caso de cada uno de los destituidos, desvirtuar la presunción de inocencia, lo cierto es que si el Gobiemo se ha visto precisado a adoptar semejante decisión d e s d e luego, valerosa- es porque algo muy grave ha ocurrido; se han puesto al descubierto unos hechos criminales ligados entre si -todo parece indicar- por un mismo designio siniestro. Un monumental escándalo en materia de Derechos Humanos, de imprevisibles consecuencias para el prestigio internacional de Colombia, que puede equipararla a los regímenes más salvajes, y que -por supuesto- tenía que ser desenmascarado por el propio Ejecutivo, para neutralizar siquiera en parte sus efectos demoledores. Si ha ocurrido lo que todos tememos -es decir, que en distintas localidades pobres del país hayan sido reclutados jóvenes necesitados, algunos con problemas mentales, para ser llevados mediante promesas, o por secuestro, a zonas de actividad militar, cobardemente asesinados y posteriormente presentados como miembros de grupos subversivos caidos en combate-, toda la estructura de la política de seguridad democrática es hueca y falsa; con ella, el primer engañado ha sido el Presidente Uribe; y, con él, toda la sociedad, que ha venido confiando en su Ejército. Los positivos han sido falseados, no por cualquier procedimiento, sino mediante el crimen. Se ha tratado, por si fuera poco, de verdaderos crimenes de lesa humanidad, cometidos en contra de seres indefensos, aprovechando sus dificiles condiciones económicas, a los cuales a d e m á s - se los ha señalado p«sl morrern como delincuentes, y se los ha enterrado en fosas comunes. Habrían podido permanecer desaparecidos para siempre, sin importar la angustia de sus familias, de no haber sido por hallazgos milagrosos; por datos que, relacionados con las desapariciones, y por coincidencias, llamaron la atención del país, merced a la actividad de los medios. ¡Terrible asunto! La Fiscalía, los jueces y la Procuraduria tienen la palabra.