Celebrar Juntos - Octubre 2012 - Comisión Arquidiocesana de

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ARZOBISPADO DE SALTA
COMISIÓN ARQUIDIOCESANA DE LITURGIA

Celebrar juntos
Material para el estudio
y la pastoral litúrgica
Año V Nº 11
Octubre 2012
[email protected]
www.saltaliturgia.com.ar
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EN ESTE NÚMERO…
Para formarnos
Ficha Formativa Nº 14: El organista
Para celebrar
DOMINGO 7 DE OCTUBRE DE 2012 GUIÓN PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
EUCARISTÍA DOMINGO VIGÉSIMO SÉPTIMO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
(CICLO LITÚRGICO B)
DOMINGO 14 DE OCTUBRE DE 2012 GUIÓN PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
EUCARISTÍA DOMINGO VIGÉSIMO OCTAVO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
(CICLO LITÚRGICO B)
DOMINGO 21 DE OCTUBRE DE 2012 GUIÓN PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
EUCARISTÍA DOMINGO VIGÉSIMO NOVENO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
(CICLO LITÚRGICO B)
DOMINGO 28 DE OCTUBRE DE 2012 GUIÓN PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
EUCARISTÍA DOMINGO TRIGÉSIMO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO (CICLO
LITÚRGICO B)
ORACIÓN DE LOS FIELES – SEMANAS XXVII, XXVIII, XXIX Y XXX DEL TIEMPO
DURANTE EL AÑO
Aportes pastorales
NUESTRAS POSTURAS EN LA MISA
ADORAR LA EUCARISTÍA EN LA MISA
Para reflexionar y compartir
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA DOMINGO VIGÉSIMO
SÉPTIMO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO (CICLO LITÚRGICO B)
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA DOMINGO VIGÉSIMO
OCTAVO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO (CICLO LITÚRGICO B)
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA DOMINGO VIGÉSIMO
NOVENO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO (CICLO LITÚRGICO B)
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA DOMINGO
TRIGÉSIMO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO (CICLO LITÚRGICO B)
Para formarnos

FICHA FORMATIVA Nº 14
EL ORGANISTA
Tal vez se podría decir del órgano, y del organista en particular, que han sufrido una
clara disminución en su protagonismo anterior y un cierto
“El servicio del
menosprecio en el conjunto de la liturgia.
órgano y del
organista es
inapreciable
para una
comunidad
cristiana y la
calidad de su
celebración”
¿Tiene suficiente motivación un músico para aprender el arte del
órgano o para seguir dedicándose a él, si su intervención va a ser tan
efímera en las celebraciones? ¿Tiene alicientes para el futuro el
fabricante para construir un órgano, y un pastor para acompañarlo o
restaurar el que ya tenía?
Sin embargo, el servicio del órgano y del organista es inapreciable
para una comunidad cristiana y la calidad de su celebración.
Otros instrumentos
Lo que se dice aquí del organista se puede decir también, con las oportunas
adaptaciones, de los demás músicos que acompañan el canto de la comunidad con
otros instrumentos: flauta, guitarra, arpa, incluso instrumentos de viento y de
percusión, etc.
No es instrumento en si el que es “sagrado” o “profano”, sino el uso que se hace de
él, en este caso en la celebración litúrgica:
“En el culto divino pueden ser admitidos otros instrumentos, a juicio y
con el consentimiento de la autoridad territorial competente, siempre que
sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad
del templo y fomenten realmente la edificación de los fieles” (SC 120).
“Los instrumentos que, según el común sentir y el uso normal, solo son
adecuados para la música profana, serán excluidos de toda acción
litúrgica, así como de los ejercicios piadosos” (MS 63).
¡Qué hermoso ambiente de serenidad y fiesta puede crear, por ejemplo, una pieza
clásica -un tiempo de una sonata de Haydn- tocada por una flauta y una guitarra en el
ofertorio de la misa!
También en el Directorio para las Misas con niños se recomienda la música
instrumental:
“También en las Misas con niños pueden tener una gran utilidad
los instrumentos musicales, de modo especial si son tocados por
ellos mismos. Contribuyen, bien a sostener el canto, bien a alentar
la meditación de los niños. Al mismo tiempo expresan a su manera
el gozo festivo y la alabanza a Dios.
Póngase gran cuidado siempre en que la música no prevalezca
sobre el canto ni que sea causa de distracción para los niños en vez de
educación. Debe responder a la finalidad que le ha sido asignada a cada
uno de los momentos en que se emplea la música en la misa” (n. 32).
Se trata de instrumentos que antes no considerábamos como válidos para lo sagrado,
pero que ahora han tenido una acogida más favorable también en la celebración
litúrgica, a no ser que “según el común sentir y el uso normal” solo sean “adecuados
para la música profana” (MS 63), por las connotaciones que pueda tener su uso, a
veces indisolublemente unido a ambientes no precisamente sagrados.
Sigue siendo “el rey”
Pero el órgano sigue siendo el rey, ese instrumento con tubos de distintos calibres,
lengüetas, teclados y pedal.
El órgano ya existía antes de Cristo, sobre todo en Egipto. Entonces era
“hidráulico” y se utilizaba para la fiesta de los poderosos y para el culto a los
dioses de la época. En el occidente entró poco a poco a partir del siglo VIII, esta
vez de naturaleza “pneumática”, de aire. Pero habrá que esperar al concilio de
Trento, en el siglo XVI, para que se apruebe y hasta se “canonice” el órgano
como el instrumento más apto para la liturgia cristiana.
“El órgano es un
instrumento
musical que
llega
profundamente
a la sensibilidad
humana”
A pesar de las vicisitudes históricas y de la introducción
permitida de otros instrumentos musicales en la liturgia, no hay
ningún otro que llegue tan profundamente como el órgano a la
sensibilidad humana, que crea un clima tan adecuado de oración y de
fiesta, que entre por todos los poros de la persona transportándola a
la esfera de lo sagrado y llenándola de serenidad.
El órgano sigue siendo el instrumento por excelencia de la música litúrgica:
“Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos como
instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor
notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las
almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales” (SC 120).
“El órgano… cuando acompaña el canto o cuando suena solo, añade
esplendor a la celebración, subraya las alabanzas divinas, favorece la
oración de los fieles y eleva sus mentes a Dios” (Bendicional 1052).
En verdad que en el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, con las
condiciones que se les pone SC 120 y MS 62s:
“Todo instrumento admitido en el culto se utilizará de forma que responda
a las exigencias de la acción litúrgica, sirva a la belleza del culto y a la
edificación de los fieles” (MS 63).
De todos ellos ciertamente sigue siendo el órgano “el rey”. Ningún otro posee tal
capacidad sonora, tan hermosa fuerza armónica.
Por eso, sobre todo en los últimos siglos, ha sido tan apreciado el órgano en la
Iglesia, no solo entre los católicos, sino también -y a veces con mayor fidelidadentre los protestantes.
Hubo siglos en que se le miró con una cierta desconfianza, porque su origen y el
lugar de su uso había sido más bien el profano (fiestas sociales) y el idolátrico
(culto a los dioses orientales o romanos). Pero cuando se pudieron evitar las
confusiones, se admitió con gozo creciente en la celebración cristiana. A medida
que también se iba perfeccionando el órgano, hasta convertirse en verdad en la
“máquina más maravillosa creada por el hombre”, se fue considerando como el
instrumento más apropiado para el culto.
La recomendación del Concilio de “que tenga una gran estima el órgano de tubos”,
debe seguir estimulándonos a continuar esa merecida tradición de aprecio, sin caer en
la fácil comodidad de otros instrumentos menos expresivos y adecuados para la
celebración cristiana, y haciendo los esfuerzos necesarios para conservar -o restaurar,
si es el caso- el rico tesoro de órganos que hemos heredado como patrimonio cultural
y religioso, y hacer posible que su uso en nuestra liturgia pueda ejercitar toda su
fuerza pedagógica.
Acompaña el canto
A veces el organista tiene la misión de acompañar el canto: el de los solistas, el de la
coral o el de la comunidad. Ya el canto solo puede tener un hermoso sentido de
alabanza y de fe, pero cuando un órgano le acompaña debidamente, puede aumentar
su expresión y su solemnidad.
El empleo del órgano es “bueno para sostener las voces, facilitar la participación
y hacer más profunda la unidad de una asamblea” (MS 64). Aunque la experiencia
nos puede decir que es mejor no acompañar que acompañar mal, también es verdad
que el canto adquiere con el acompañamiento instrumental, si se realiza bien, mayor
consistencia, seguridad y expresividad. Y le da a la celebración un tono festivo.
Las condiciones para su eficacia son evidentes: “el sonido de los instrumentos no
debe cubrir las voces, ni dificultar la comprensión del texto” (MS 64). No debe
arrastrar ni adelantar la melodía del canto, dentro de su identidad, el ritmo y el tono
debido. Hay cantos que son eufóricos, otros meditativos: unos son cantados por el
solista, con la consiguiente moderación sonora del acompañante; otros son realizados
por toda la comunidad.
A veces un canto queda mejor situado en la celebración cuando el organista no se
limita a dar el tono e insinuar la entrada, sino que realiza un breve “preludio”, dando al
canto la tonalidad, el aire, el ritmo, y sugiriendo ya su fraseo más característico y su
tono espiritual. Cosa que no se podrá hacer, naturalmente, cuando debe ser inmediata
la entrada de la comunidad o del solista, como en el “Sanctus” o en el “Señor ten
piedad”.
“Ningún
otro
instrumento
musical
posee tal
capacidad
sonora y tan
hermosa
fuerza
armónica”
Crea clima de oración con sus “solos”
Otras veces el organista crea, él solo, un espacio sonoro:
a) Antes del comienzo de la celebración, a modo de concierto ambiental o
incluso sustituyendo al canto de entrada, si no se va a poder realizar bien
en la comunidad;
b) en el breve espacio del ofertorio y preparación del altar;
c) durante la comunión, a lo largo de su distribución o bien en el espacio de
silencio que le sigue, según se haya programado un canto durante la
procesión o después;
d) al final de la celebración, como prolongación ambiental de la misma. Un
canto de salida no tiene mucho sentido, y si lo tiene una buena
interpretación musical al órgano, que a veces se convierte en unos
minutos de “concierto” que los fieles agradecen.
“Es un ministerio
nobilísimo el del
organista. Crea un clima
de oración y celebración
para la comunidad”
Es un ministerio nobilísimo el del organista. Y a la vez, crea un
clima de oración y celebración para la comunidad. A veces,
dando al momento un tono de acogida y preparación, otras de
prolongación y eco.
Cuando los fieles van acudiendo a la convocatoria y entran en
una iglesia llena de sonido del órgano, según el tono del tiempo litúrgico o de la fiesta;
cuando los que han comulgado se dejan envolver por ese mismo sonido en el
momento de su interiorización; cuando un canto queda resonando en el ánimo de
todos por el “comentario” más o menos improvisado que le hace el organista: todo ello
puede contribuir no poco a que la comunidad cristiana celebre en paz, con reposo
psíquico, en un clima de contemplación y de interioridad, de alegría o de serenidad: un
clima que necesitan hoy más que nunca los cristianos, también en su oración.
Sabe callar
Los organistas están un poco quejosos de que la actual reforma les ha dejado
relativamente poco espacio para ejercitar su arte. Pero se quejan sobre todo los
que no han acabado de entrar en la nueva sensibilidad litúrgica y no se han dado
cuenta de que los cantos y espacios musicales dentro de la celebración han
adquirido una nueva identidad, que relativiza las intervenciones, no solo del
organista, sino también de los solistas, de la coral y hasta del propio presidente.
Ya hemos dicho antes los momentos en que se puede prever una actuación del
organista en plan de “solista”, así como también su interesante servicio
acompañando el canto de la comunidad. Pero otras veces un organista tiene que
conformarse con la norma -no caprichosa, sino pedagógica y
“En realidad
consecuente con cada momento de la celebración- que le dice que
no han
no intervenga.
entrado en la
nueva
sensibilidad
litúrgica. No se
han dado
cuenta de que
los cantos y
los espacios
musicales
dentro de la
celebración
han adquirido
una nueva
identidad”
“Los
organistas
se quejan
de que la
actual
reforma les
ha dejado
poco
espacio
para
ejercitar su
arte”
Esto sucede durante toda la plegaria Eucarística, excepto para
acompañar las aclamaciones de la asamblea, si se cree conveniente (a
veces unas aclamaciones breves se realizan mejor sin
acompañamiento). Así como la homilía no se concibe que sea
acompañada con música, por suave que sea, lo mismo hay que decir
de la Plegaria Eucarística, que proclama el presidente para que la
comunidad la escuche con facilidad y pueda sintonizar con ella. Antes, esta Plegaria
se decía en secreto y en latín: era razonable que un suave acompañamiento de
órgano contribuyera a darle el aire de oración. Pero ahora se recita en voz alta y toda
la comunidad debe poder escucharla sin ninguna “distracción”. Por eso ya la
instrucción de 1967 decía:
“Todo instrumento debe callar cuando el sacerdote o un ministro
pronuncian en alta voz un texto que les corresponde por su función
propia” (MS 64),
Y lo repite el Misal Romano:
“Mientras interviene el sacerdote, no se cante ni se rece otra cosa, y estén
igualmente en silencio el órgano y cualquier otro instrumento musical”
(OGMR 32).
Lo mismo sucede cuando, por una pedagogía aprendida de siglos, se dice que la
música instrumental, incluida la del órgano, debe callar durante tiempos del Año
Litúrgico como el Adviento o la Cuaresma, en que se destaca más el valor del silencio
y de la sobriedad, para preparar la expresión de la alegría en la fiesta que les sigue
(MS 66). Aunque en estos mismos tiempos puede sonar, con moderación,
acompañando el canto.
“Durante el tiempo de Adviento, el órgano y los demás instrumentos
musicales se emplean con la moderación que conviene a la naturaleza de
este tiempo, sin anticipar el pleno gozo de la Navidad del Señor.
Durante el tiempo de Cuaresma se permite el uso del órgano y de los
demás instrumentos musicales solo para sostener el canto” (OGMR 313).
Incluso cuando calla, el órgano está ejerciendo un buen servicio a la oración de la
comunidad.
El ministerio litúrgico del organista
Es un auténtico ministerio litúrgico el que el organista realiza dentro de la comunidad
cristiana con su arte, como otros lo realizan cantando, o proclamando lecturas, o
animando la oración.
El suyo es algo más que un adorno externo a la celebración. Cuando el arte musical
se convierte en misterio litúrgico es cuando se puede decir que adquiere su mejor
nobleza y dignidad: está ayudando, por medio del órgano, con la belleza sonora
que él crea, a que una comunidad exprese sus actitudes y celebre mejor su culto
cristiano. Pero además -y es un aspecto que se recuerda menos veces- este mismo
“El
organista
con su arte,
realiza un
homenaje a
Dios, una
alabanza
viva, una
ofrenda de
belleza y de
fe, una
oración
sonora”
arte es como un homenaje que el organista eleva a Dios, un alabanza viva, una
ofrenda de belleza y de fe, una oración sonora.
La finalidad de la música en la liturgia la expresa bien el ritual de la Bendiciones, en el
capítulo que dedica a la bendición de un órgano (Ben 1163-1179).
“En la Iglesia latina el órgano ocupa un lugar honorifico, ya que, tanto
cuando acompaña el canto como cuando toca solo, aumenta el esplendor
de las ceremonias religiosas, es como un complemento de la alabanza
divina, favorece la oración de los fieles y eleva su espíritu hacia Dios”
(Bend 1163).
“… un nuevo órgano, gracias al cual la celebración de la liturgia será más
bella y solemne. El arte musical, cuando se usa en los ritos sagrados,
tiene por fin principal la glorificación de Dios y la santificación de los
hombres, y por eso el sonido del órgano se convierte en un signo
eminente del cántico nuevo que se nos manda cantar a Dios” (Bend 1168).
“Un buen
organista
integra su
arte, fe
personal, los
sentimientos
de la
comunidad, el
clima de cada
tiempo
litúrgico y las
características
de su canto”
En el libro del Éxodo se nos cuenta que se les pedía a los artistas como
el escultor Besalel. Se asegura que Dios les ha concedido habilidad,
pericia y experiencia para realizar y concebir proyectos en oro, plata y
bronce, para labrar piedras de engaste, tallar la madera y ejecutar
cualquier otra labor. Pero no solo se trata de la habilidad técnica: Dios
les ha “llenado de su espíritu” y les ha dado sabiduría, les “ha
infundido habilidad para que hagan todo lo que él ha mandado” (Ex
31).
El arte lo ejercitaban estos escultores en tono a la tienda del culto, para
bien de toda la comunidad, que a través de esta técnica, se veía
transportada a la celebración sagrada. Lo mismo podríamos decir del
organista o del músico que acompaña con su instrumento el culto de la
comunidad.
Cuando el Misal habla de los varios ministerios que realizan los cantores y músicos,
añade: “sobre todo el organista” (OGMR 103). Un buen organista integra su arte, su
fe personal, los sentimientos de la comunidad, el clima de cada tiempo litúrgico y las
características de cada canto. De todo ello hace un “ministerio” litúrgico, ayudando a
que las celebraciones de la comunidad sean más expresivas y profundas.
La primera cualidad del organista: el arte musical
“¿Qué
significa
tocar
bien el
órgano?”
La primera condición que se le exige a un organista que quiera realizar
bien su servicio a la comunidad cristiana, es que sepa música, que sea
“un experto en el instrumento que se le ha confiado” (MS 67). El arte
musical no lo va ser todo en su ministerio, pero es la base irrenunciable.
Saber tocar bien el órgano significa acompañar con justeza el canto
del solista o de la comunidad; sostenerlo con los oportunos acordes,
ritmo e intensidad: a veces apoyando la melodía y otras con un
expresivo contra canto; usar una registración que no ahogue al solista o
no deje sin apoyo a la asamblea; tener la habilidad para transportar a otro
tono más elevado o más bajo, según las condiciones del solista o de la asamblea, la
tesitura del canto; tener conocimientos para unas improvisaciones en el momento
oportuno, e interpretar una música adaptada en los momentos en que el órgano puede
actuar solo (entrada, ofertorio, comunión o salida); conocer también el canto
gregoriano para poder acompañarlo bien.
También supone en muchas ocasiones la capacidad de improvisar, preparando el
canto o prolongando sus ecos, y llenando, con el acento conveniente, algunos
momentos de pausa que se crean en la celebración, como en el ofertorio.
Con sensibilidad litúrgica
A este conocimiento musical debe añadir el organista cristiano una sensibilidad
especial:
“Debe conocer y penetrarse íntimamente del espíritu de la liturgia, para
que al ejercer su oficio, enriquezca la celebración según la verdadera
naturaleza de cada uno de sus elementos y favorezca la participación de
los fieles” (MS 67).
El organista que interviene en una celebración cristiana debe tener un talente, no de
concertista, sino de servidor y ministro de la comunidad orante.
Debe conocer las diversas fiestas y tiempos litúrgicos y sus
características. Y poseer un sentido de liturgia: cada canto de la
condiciones
celebración y cada momento musical de la misma, tienen una
debe
finalidad específica. No es lo mismo acompañar con el canto de
reunir un
entrada
la procesión inicial, que crear con el salmo responsorial un
organista?
clima de meditación y eco a la lectura anterior. Al organista se le pide,
además de que sea capaz de ejercitar bien su arte, la sensibilidad para
dar a cada canto su tono justo, su intensidad sonora adecuada, su ambiente de
meditación o de jubileo, según los acentos que tiene cada momento en el conjunto de
la celebración.
¿Qué
El organista pertenece a la comunidad y celebra con ella
Un aspecto que habrá que recordar a los organistas es que deben sentirse
miembros de la comunidad y celebrar con ella. No son músicos invitados solo para
solemnizar la celebración: son creyentes que, además de celebrar, ayudan a los
demás a celebrar mejor.
Eso empieza a tener su aplicación práctica cuando se decide el lugar que ocupará
el órgano, o al menos su mesa de teclado. El coro, lejano y las más de las veces a
espaldas de la comunidad, no es el sitio adecuado, ni para el organista ni para los
“El organista
es un
creyente que
además de
celebrar
debe ayudar
a los demás
a celebrar
mejor”
cantores: les hace sentir alejados, distraídos de lo que está celebrando la comunidad.
Una de las primeras normas de la reforma litúrgica (en el documento Inter Oecumenici,
n. 97 de 1964) fue que:
“En el lugar de la schola y del órgano se situará de tal forma que aparezca
claramente que los cantores y el organista forman parte de la asamblea
congregada y puedan desempeñar mejor su ministerio litúrgico”
El Misal vuelve a insistir que los cantores:
“constituyen una parte de la comunidad de los fieles y en ella tienen un
oficio particular” (OGMR 312).
Y que les debe resultar posible la plena participación en lo que todos hacen. Se
buscará, por tanto, el lugar técnicamente más apropiado para la acústica, pero
también un lugar que favorezca que estas personas, los cantores y el organista porque, como recuerda OGMR 103, lo que dice de los cantores vale también, salvadas
las diferencias, para los otros músicos, sobre todo para el organista-, se sientan
miembros de la comunidad que escucha, ora, canta y participa en la celebración.
El organista, que ya lo tiene todo preparado de antemano, y que está atento a las
lecturas y hace suyas, sintonizando con ellas, las oraciones del presidente, y no
necesita estos tiempos para preparar papeles, cambiar registros o dar encargos a los
solistas, está dando testimonio de que no es un “mercenario” que viene a “amenizar”
pedagógica o festivamente la Misa.
La “espiritualidad” de un organista es la de un cristiano que pone a
disposición de la comunidad su arte y su sensibilidad musical, que
prepara de antemano los cantos, los tonos, la registración, la
coordinación de las diversas funciones. Pero que durante la celebración
él mismo, además de ejercitar ese ministerio, quiere participar en la
acción común de la asamblea: ver, oír, atender, orar, cantar, tomar
parte en el sacramento. Y considerar que su específica “oración” es
precisamente con su arte.
“El
organista
ora con
su arte”
También tiene que actuar en coordinación con el director del canto de la comunidad o
del coro, para que no haya desajustes.
Pero la comunidad también le tiene en cuenta a él
Es conveniente que el
organista
tenga
conciencia de estas motivaciones y condiciones de su ministerio litúrgico. Pero la
comunidad, a su vez, debería tener comprensión y aprecio para con el organista. Y
recuperarlo, si es el caso porque poco menos que ha desaparecido.
Tener un organista bien preparado y dispuesto a ejercer su arte para bien de la
comunidad, es un tesoro: si no los cuidamos, se convertirá pronto en un lujo accesible
a pocos. Hay que tenerles en cuenta, valorar su servicio en su celebración.
Este aprecio debe incluir los aspectos de facilitarle la formación musical y el de la
remuneración económica con un contrato claro y generoso. En muchas naciones
(Alemania, Francia, Hungría) en que todavía afortunadamente son apreciados los
órganos y los organistas, su situación económica está detalladamente regulada por
contratos por parte del Estado o por la misma comunidad cristiana, a la vez que se
especifica claramente lo que se espera de ellos.
El organista debería ser considerado también, si se puede, miembro del equipo
litúrgico animador de las celebraciones, que programa el ritmo de las mismas y
decide y selecciona los cantos. El, desde su preparación específica, puede
contribuir a que los cantos resulten adecuados a las condiciones y capacidades de
esta comunidad concreta, y que además su selección tenga calidad musical. Es
bueno que alguien en este equipo vele por la seriedad y el buen gusto de esta
selección. En todo caso, el organista debería tener con tiempo el plan detallado de
cantos y de intervenciones para cada celebración, especificándose qué pertenece a
los solistas, qué a la coral, qué a la comunidad, y cuándo se le pide a él que realice
intervenciones a modo de solista.
El organista cristiano, con su arte musical y la sonoridad entrañable de su
instrumento, favorece la participación activa de la comunidad en el canto y crea
el ambiente propicio a la celebración. Aporta a la acción común algo más que su
técnica: es un “ministro” animador de la asamblea celebrante. De él depende en un
cierto grado de calidad y la hondura de la oración de todos. En colaboración estrecha
con otros animadores de la celebración, sobre todo el presidente y el director del
canto, él ayuda con su arte a que el rito sea lo más significativo y expresivo posible.
Un magnífico ministerio litúrgico, que ofrece a Dios el culto de su sensibilidad
musical. Un magnífico ministerio litúrgico, que hace más fácil y expresiva la
oración de la comunidad.
“Tener un
organista
bien
preparado
y dispuesto
a ejercer su
arte para
bien de la
comunidad
es un
tesoro”
Para celebrar
DOMINGO VIGÉSIMO SÉPTIMO DEL TIEMPO DURANTE EL
AÑO
CICLO LITÚRGICO B
Guión para la celebración de la Eucaristía
7 de octubre de 2012
AMBIENTACIÓN (opcional): Nuestra reunión es la expresión de lo que somos y
debemos ser más y más: la gran familia de Dios Padre; la gran fraternidad de Cristo; la
Iglesia Esposa de Cristo. De pie iniciamos la celebración.
ENTRADA: La fidelidad entre los esposos nos ayuda a pregustar la fidelidad del amor
que Dios tiene por cada uno de nosotros.
LECTURAS: La Palabra de Dios es un testimonio de la fidelidad de Dios para con su
pueblo. Escuchemos con atención.
ORACIÓN DE LOS FIELES: A cada intención nos unimos orando:
“Padre, escucha la oración de tu Pueblo”
Por la Iglesia, esposa de Cristo, signo para el mundo de la Casa de Dios, abierta a
todos los hombres y mujeres. Oremos…
Por los esposos que viven su vida matrimonial en el amor, la fidelidad y la entrega.
Oremos…
Por las familias deshechas, los matrimonios en crisis. Oremos…
Por los novios, por quienes son responsables de la preparación para el matrimonio.
Oremos…
Por nosotros, por nuestras familias, por nuestra comunidad parroquial. Oremos…
Recordemos que si hay procesión con los dones, la asamblea toma asiento, no
permanece de pie, así nos lo enseña la OGMR en los nn. 43-44.
PRESENTACIÓN DE LOS DONES: El propósito de no separar con nuestro egoísmo
la unión querida por Dios, corona nuestros dones de pan y de vino que presentamos
en el altar.
COMUNIÓN: Cristo, el esposo de la Iglesia se dona generosamente a cada uno de
nosotros. Acerquémonos a recibirlo.
DESPEDIDA: Trabajemos por la unión conyugal, la unión en la amistad, en la
solidaridad y en el amor fraterno.
DOMINGO VIGÉSIMO OCTAVO DEL TIEMPO DURANTE EL
AÑO
CICLO LITÚRGICO B
Guión para la celebración de la Eucaristía
14 de octubre de 2012
AMBIENTACIÓN (opcional): La Iglesia de Cristo es la Iglesia pobre y la Iglesia de los
pobres; y nuestra reunión debe hacer visible esta nota de los seguidores de Jesús. De
pie iniciamos esta celebración.
ENTRADA: Como en la primera comunidad cristiana, resuena en nosotros la
necesidad de compartir bienes, talentos, tiempo, dinero y personas.
LECTURAS: La Palabra de Dios puede discernir los pensamientos y las intenciones
del corazón, basta que prestemos oído atento.
ORACIÓN DE LOS FIELES: A cada intención nos unimos orando:
“Padre bueno, escúchanos”
Por la Iglesia; para que sepa mostrar al mundo enceguecido por el afán de poseer,
dónde está el verdadero tesoro. Oremos…
Por los que tienen el poder del dinero y de la decisión; para que sepan distribuir
justamente. Oremos…
Por los que carecen de medios económicos suficientes; para que encuentren en todos
la ayuda que necesitan. Oremos…
Por nosotros; para que comprendamos las palabras de Jesús sobre la riqueza y
aprendamos a compartir. Oremos…
Recordemos que si hay procesión con los dones, la asamblea toma asiento, no
permanece de pie, así nos lo enseña la OGMR en los nn. 43-44.
PRESENTACIÓN DE LOS DONES: Nuestros dones de pan y de vino pueden estar
acompañados del compromiso de ser más sensibles a las necesidades ajenas.
COMUNIÓN: Cristo, Pan de Vida, inspira e ilumina todas nuestras actividades. Él es la
fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia. Alegres vamos a su encuentro.
DESPEDIDA: Colmados con la gracia recibida de Dios, podemos seguir a Jesús cada
día, sirviendo y amando a los demás.
DOMINGO VIGÉSIMO NOVENO DEL TIEMPO DURANTE EL
AÑO
CICLO LITÚRGICO B
Guión para la celebración de la Eucaristía
21 de octubre de 2012
AMBIENTACIÓN (opcional): El camino de salvación de Cristo, hecho de servicio y de
sacrificio, es también el nuestro.
ENTRADA: Nos reunimos aquí para expresar a Dios el verdadero culto que debe
prolongarse en la vida diaria.
LECTURAS: Dejemos que la Palabra de Dios nos salve, por medio de una acogida
sincera.
ORACIÓN DE LOS FIELES: A cada intención nos unimos orando:
“Padre, queremos seguir a tu Hijo”
Por la Iglesia; que continúe trabajando con caridad por la unidad del rebaño confiado.
Oremos.
Por los gobernantes; que sean auténticos servidores de las necesidades del pueblo
que los ha elegido. Oremos.
Por las mujeres; que sigan luchando por su dignificación, sembrando esperanza en
sus realidades. Oremos.
Por nuestra comunidad; que sea discípula misionera sirviendo con alegría y amor al
prójimo. Oremos.
Recordemos que si hay procesión con los dones, la asamblea toma asiento, no
permanece de pie, así nos lo enseña la OGMR en los nn. 43-44.
PRESENTACIÓN DE LOS DONES: En la mesa eucarística presentemos los dones de
pan y vino y nuestro compromiso de ser servidores del reino.
COMUNIÓN: Cristo, pan de los pobres, sale a nuestro encuentro. Vamos a recibirlo
con alegría.
DESPEDIDA: Recordemos las palabras del Señor: “El que quiera ser grande entre
ustedes, que se haga servidor de todos”.
DOMINGO TRIGÉSIMO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
CICLO LITÚRGICO B
Guión para la celebración de la Eucaristía
28 de octubre de 2012
AMBIENTACIÓN (opcional): Ésta es la asamblea de los que un día fuimos
conducidos a las aguas del bautismo e iluminados con la luz de la fe. Éste es la
reunión de los que buscan la luz, de los que quieren ver.
ENTRADA: Jesús nos invita a recorrer el camino de todo discípulo: invocar, escuchar
y dejar todo para seguirlo. Que la mesa eucarística fortalezca nuestra decisión.
LECTURAS: La Palabra de Dios alimenta nuestra esperanza de la salvación.
Escuchemos atentamente.
ORACIÓN DE LOS FIELES: A cada intención nos unimos orando:
“Padre, escúchanos”
Por todos los pastores, los catequistas y quienes estudian teología, que han recibido
en la Iglesia la misión de iluminar a los demás con la Palabra de Dios. Oremos…
Por los que buscan a tientas una luz que dé sentido pleno a sus vidas. Oremos…
Por todos los enfermos, los imposibilitados y quienes cuidan de ellos. Oremos…
Por nosotros y por todos los cristianos que no ven claro en su camino. Oremos…
Recordemos que si hay procesión con los dones, la asamblea toma asiento, no
permanece de pie, así nos lo enseña la OGMR en los nn. 43-44.
PRESENTACIÓN DE LOS DONES: En este momento llevamos al Altar, junto a los
dones, nuestras dolencias y gozos.
COMUNIÓN: Cristo, pan de los enfermos, alimenta y da vida a los que deciden
seguirlo.
DESPEDIDA: Renovados por la gracia recibida, regresemos a nuestros hogares
anunciando con nuestra vida lo que creemos.
ORACIÓN DE LOS FIELES PARA LOS DÍAS DE SEMANA
“En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo, ejercitando su oficio
sacerdotal, ruega por todos los hombres”. Así expresa la Introducción del Misal
el sentido de este momento de la celebración (en la tercera edición, nº 69). Por
eso, podemos decir que lo más importante de la oración de los fieles es cuando
toda la asamblea, respondiendo a las intenciones que propone el lector, ora
conjuntamente con la respuesta como pueblo sacerdotal que intercede ante Dios
por la humanidad.
TIEMPO DURANTE EL AÑO
VIGÉSIMO SÉPTIMA SEMANA
Lunes XXVII
Presentemos nuestras plegarias diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Por el Papa, por los obispos, los sacerdotes, los diáconos, y todos los que ejercen
algún ministerio en la Iglesia. OREMOS AL SEÑOR:
2. Por los maestros y por todos los que trabajan en la educación de los niños y
adolescentes. OREMOS AL SEÑOR:
3. Por los que no tienen lo necesario para vivir. OREMOS AL SEÑOR:
4. Por los que son discriminados por cualquier causa, por los que sufren injusticias.
OREMOS AL SEÑOR:
5. Por el bienestar de los que formamos esta asamblea, por los que piden que
recemos por ellos, por los que nos ayudan. OREMOS AL SEÑOR:
Martes XXVII
Oremos diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Para que los cristianos seamos ejemplo de servicio, de generosidad, de lucha por la
justicia, de amor a los pobres. OREMOS:
2. Para que todas las Iglesias cristianas alcancemos la unidad bajo la guía de nuestro
único pastor, Jesucristo. OREMOS:
3. Para que nuestros gobernantes y políticos busquen el bien de todos los ciudadanos,
y especialmente el de los que tienen menos posibilidades. OREMOS:
4. Para que se acabe la fabricación y el comercio de armas. OREMOS:
5. Para que todos los que participamos de esta Eucaristía vivamos la alegría de seguir
a Jesucristo. OREMOS:
Miércoles XXVII
Con fe, oremos a Dios nuestro Padre diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Para que los cristianos sintamos siempre el gozo de seguir a Jesús, el Hijo amado
de Dios, aquél que es hombre como nosotros. OREMOS:
2. Para que demos siempre ejemplo de entrega constante y fiel al servicio de nuestros
hermanos, como hizo Jesús. OREMOS:
3. Para que los niños que reciben el bautismo, ayudados por sus padres y padrinos,
crezcan en la fe y en la fidelidad al Evangelio. OREMOS:
4. Para que los jóvenes encuentren trabajo y seguridad para poder abrirse camino en
la vida. OREMOS:
5. Para que el Evangelio de Jesucristo sea una fuerza renovadora del camino de la
humanidad. OREMOS:
Jueves XXVII
Oremos a Dios, con mucha fe y confianza, diciendo: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Para que la llamada de Dios alcance a todos los hombres y mujeres en el mundo
entero. OREMOS:
2. Para que la Iglesia dé siempre testimonio de apertura, de espíritu dialogante, de
servicio a los pobres. OREMOS:
3. Para que aumenten entre nosotros las vocaciones sacerdotales y religiosas.
OREMOS:
4. Para que todos aquellos que, movidos por su afán de poder, provocan las guerras y
el hambre en el mundo, se conviertan y aprendan a amar. OREMOS:
5. Para que los que participamos en la Eucaristía nos sintamos siempre llamados a la
conversión. OREMOS:
Viernes XXVII
A cada intención nos unimos diciendo: ESCÚCHANOS, SEÑOR.
1. Para que los cristianos vivamos intensamente nuestra fe en Jesús y sintamos la
alegría de seguirle. OREMOS:
2. Para que los que han perdido el vigor de la vida cristiana recuperen el ánimo y la
ilusión que da el Evangelio. OREMOS:
3. Para que la capacidad de perdonar se extienda cada día más entre todos los
hombres y entre todas las naciones. OREMOS:
4. Para que los ancianos reciban toda la atención que necesitan y merecen. OREMOS:
5. Para que todos los que han muerto compartan para siempre la vida nueva de
Jesucristo. OREMOS:
Sábado XXVII
A cada intención nos unimos orando: TE ROGAMOS, ÓYENOS.
1. Para que en todas partes (en casa, en el trabajo, en la vida social y ciudadana) los
cristianos aportemos un buen testimonio de justicia, de amor y de fe. OREMOS:
2. Para que los que están alejados de la fe sientan la llamada a vivir la vida nueva de
Dios. OREMOS:
3. Para que los enfermos alcancen salud y fortaleza, y los que viven angustiados
encuentren la paz del espíritu. OREMOS:
4. Para que los que hoy nos hemos reunido aquí para celebrar la Eucaristía, estemos
dispuestos a dar frutos de verdadera conversión. OREMOS:
VIGÉSIMO OCTAVA SEMANA
Lunes XXVIII
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Por nuestra parroquia, y por todos los que en ella dedican tiempo y esfuerzo al
servicio de la comunidad cristiana. OREMOS:
2. Por los distintos movimientos cristianos, de jóvenes y de adultos. OREMOS:
3. Por los que se preparan para el sacerdocio y para la vida religiosa, y por sus
responsables y formadores. OREMOS:
4. Por los que no tienen trabajo, o tienen trabajos precarios que les hacen vivir en la
inseguridad y la angustia. OREMOS:
5. Por nuestros familiares y amigos difuntos. OREMOS:
Martes XXVIII
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Para que haya paz, concordia, justicia y libertad en todos los pueblos de la tierra.
OREMOS:
2. Para que el Papa, nuestro obispo y todos los creyentes, seamos luz para nuestros
hermanos. OREMOS:
3. Para que todos los hombres de buena voluntad se sientan acompañados por el
amor de Dios. OREMOS:
4. Para que la celebración de esta Eucaristía nos llene de fe y de esperanza.
OREMOS:
Miércoles XXVIII
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, SEÑOR.
1. Por la Iglesia entera, extendida de Oriente a Occidente. OREMOS:
2. Para que Jesucristo sea cada día más conocido y amado. OREMOS:
3. Por los enfermos de nuestra parroquia. OREMOS:
4. Por todos los difuntos, los conocidos y los desconocidos. OREMOS:
5. Por nosotros, y por nuestros familiares y amigos. OREMOS:
Jueves XXVIII
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Por todos los cristianos. Que seamos luz de fe, de esperanza y de amor para todos
los que nos rodean. OREMOS:
2. Por los cristianos que tienen responsabilidades en la vida política, económica o
social. Que actúen siempre con los criterios del Evangelio, al servicio de la dignidad y
la justicia que Dios quiere para todos. OREMOS:
3. Por los enfermos, y especialmente por los que se encuentran cerca de la muerte.
Que experimenten la fuerza de Dios en su dolor, y tengan a su lado una mano
amorosa que les acompañe. OREMOS:
4. Por los que estamos aquí reunidos celebrando la Eucaristía. Que vivamos siempre
con la alegría de ser cristianos. OREMOS:
Viernes XXVIII
A cada intención nos unimos orando: TE ROGAMOS, ÓYENOS.
1. Por la Iglesia, por cada uno de los cristianos. Para que seamos portadores de paz
en los conflictos, y nos esforcemos en la búsqueda de soluciones cuando se planteen
tensiones y problemas. OREMOS:
2. Por los creyentes de las religiones no cristianas: judíos, musulmanes, budistas,
hinduistas. Que Dios los ilumine en la búsqueda del bien y del amor. OREMOS:
3. Por las madres y los padres que esperan el nacimiento de un hijo. Para que lo
puedan vivir con mucha felicidad, y el niño crezca sano de cuerpo y de espíritu.
OREMOS:
4. Por los que trabajan en los servicios sociales y la atención a los pobres, tanto en
instituciones civiles como en instituciones de Iglesia. Que Dios les dé la fortaleza y el
amor que necesitan para llevar a cabo su labor. OREMOS:
5. Por nosotros. Que sepamos reconocer agradecidos las maravillas que el Señor obra
en nuestras vidas. OREMOS:
Sábado XXVIII
A cada intención nos unimos orando: TE ROGAMOS, ÓYENOS.
1. Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que seamos siempre portadores de amor y
de esperanza. OREMOS:
2. Por el pueblo de Israel, el pueblo del que nació Jesús. Que quiera caminar siempre
a la luz del Dios salvador y misericordioso. OREMOS:
3. Por todos los que, en cualquier lugar del mundo, trabajan al servicio de la justicia y
la igualdad entre los hombres. Que sus esfuerzos sean eficaces, y den fruto para el
bien de todos. OREMOS:
4. Por los maestros y los educadores. Que con su labor ayuden a construir un mundo
de hombres y mujeres libres, conscientes y generosos. OREMOS:
5. Por todos los miembros de nuestra parroquia. Que trabajemos para fortalecer entre
nosotros los lazos de unión mutua y nos ayudemos a ser fieles al camino que Jesús
nos enseña. OREMOS:
VIGÉSIMO NOVENA SEMANA
Lunes XXIX
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Por la Iglesia católica y por todos los que la formamos. OREMOS:
2. Por los monjes y monjas; por los religiosos y religiosas. OREMOS:
3. Por los emigrantes que viven entre nosotros, y por todos los que han tenido que
dejar su tierra en busca de unas mejores condiciones de vida. OREMOS:
4. Por los que sufren la enfermedad del sida, sobre todo en los países pobres y sin
recursos. OREMOS:
5. Por nosotros, y por nuestros familiares y amigos. OREMOS:
Martes XXIX
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, SEÑOR.
1. Por el Papa Benedicto XVI, y por nuestros obispo……………….. OREMOS:
2. Por nuestra diócesis de……………… y por todos los que la formamos. OREMOS:
3. Por los religiosos y religiosas que dan entre nosotros testimonio de vida cristiana.
OREMOS:
4. Por todos los que se ganan la vida con el trabajo manual: carpinteros, albañiles,
campesinos, trabajadores de la industria. OREMOS:
5. Por los que estamos aquí reunidos con ganas de ser más fieles al Evangelio.
OREMOS:
Miércoles XXIX
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Para que toda la Iglesia, y cada uno de los cristianos, sepamos responder a la
llamada constante de Jesús que nos invita a convertirnos. OREMOS:
2. Para que los que se preparan para el sacerdocio o la vida religiosa vivan muy
unidos a Jesús para poder dar testimonio de él en nuestro mundo. OREMOS:
3. Para que los matrimonios que no pueden tener hijos vivan con paz y confianza ese
dolor. OREMOS:
4. Para que los que sufren depresiones y se sienten hundidos, encuentren la fuerza
que necesitan para salir de su enfermedad. OREMOS:
5. Para que todos los que participamos en esta Eucaristía nos amemos como
hermanos. OREMOS:
Jueves XXIX
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Por todos los hombres y mujeres del mundo entero. Para que en el corazón de
todos crezcan sentimientos de amor, de bondad, de generosidad. OREMOS:
2. Por los cristianos, por toda la Iglesia. Para que seamos siempre ejemplo de
esperanza, de confianza y de fe. OREMOS:
3. Por nuestros familiares y amigos que han muerto, y por todos los difuntos. Para que
Dios los reciba para siempre en su reino de luz y de paz. OREMOS:
4. Por los que lloran por la muerte de alguien querido. Para que encuentren el
consuelo de Dios y la compañía de los que están a su alrededor. OREMOS:
5. Por los que nos hemos reunido aquí para celebrar la Eucaristía. Para que
aprendamos cada día a ser más cristianos y alcancemos un día la felicidad del cielo.
OREMOS:
Viernes XXIX
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Para que los gobernantes que hemos elegido para nuestra provincia y para nuestro
país cumplan su tarea con responsabilidad. ROGUEMOS AL SEÑOR:
2. Para que haya prosperidad en nuestras industrias y en nuestros campos y esa
prosperidad beneficie a todos. ROGUEMOS AL SEÑOR:
3. Para que los niños crezcan rodeados de la atención y el cariño que necesitan; para
que sus padres sepan ayudarles a abrirse camino en la vida, y a conocer y amar a
Jesucristo. ROGUEMOS AL SEÑOR:
4. Para que todos los que han muerto sean recibidos en los brazos de Dios el Padre,
en su reino eterno. ROGUEMOS AL SEÑOR:
5. Para que cuantos estamos aquí celebrando esta Eucaristía sintamos la gracia del
Señor acompañando nuestra vida. ROGUEMOS AL SEÑOR:
Sábado XXIX
A cada intención nos unimos orando: TE ROGAMOS, ÓYENOS.
1. Por nuestra Iglesia: que Dios todopoderoso perdone sus flaquezas, ponga fin a sus
divisiones, aleje sus temores, aumente su valentía, fortalezca su fe, y haga que su
testimonio llegue a toda la tierra. OREMOS:
2. Por la paz en el mundo: que terminen las opresiones y el afán de dominio, y el amor
nazca y crezca en el corazón de todos los seres humanos. OREMOS:
3. Por el progreso en nuestro país: que a nadie le falte el pan, la casa, el trabajo, la
escuela, y todas las posibilidades para llevar una vida digna. OREMOS:
4. Por los enfermos y los ancianos: que en medio de sus dificultades sientan la fuerza
del Señor y encuentren nuestra acogida y nuestra ayuda. OREMOS:
5. Por los que nos hemos reunido aquí, por nuestros familiares y amigos, y por los que
esperan que nos acordemos de ellos en nuestra oración: que crezcan siempre en
todos la fe, la esperanza y el amor. OREMOS:
TRIGÉSIMA SEMANA
Lunes XXX
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Por el Papa Benedicto XVI, por nuestro obispo.........................., por los sacerdotes y
diáconos de nuestra diócesis, por los religiosos y religiosas, por todo el pueblo
cristiano. OREMOS:
2. Por los jóvenes que se preparan para el sacerdocio, por los que están reflexionando
sobre su vocación, por los responsables del seminario. OREMOS:
3. Por los esposos que viven su vida matrimonial en la fidelidad y el amor. OREMOS:
4. Por los estudiantes de la universidad y por sus profesores. OREMOS:
5. Por los que celebramos hoy esta Eucaristía, y por todos los miembros de nuestra
parroquia. OREMOS:
Martes XXX
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Para que la Iglesia sea ante el mundo un signo de esperanza y de amor mutuo.
OREMOS:
2. Para que los padres y madres de familia puedan vivir con alegría y confianza su
misión educadora. OREMOS:
3. Para que las comunidades de religiosos y religiosas sean para todos un ejemplo de
entrega y fidelidad. OREMOS:
4. Para que los que viven hundidos en el mal encuentren una mano amiga que los
ayude a levantarse. OREMOS:
5. Para que el Señor perdone nuestros pecados y nos dé la gracia de vivir como hijos
suyos. OREMOS:
Miércoles XXX
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, SEÑOR.
1. Por la Iglesia, por el Papa y los obispos, por las comunidades cristianas en todo el
mundo. OREMOS:
2. Por los movimientos y grupos de jóvenes cristianos. OREMOS:
3. Por los empresarios que se esfuerzan en crear y mantener puestos de trabajo; por
los que se encuentran en dificultades económicas. OREMOS:
4. Por los pobres, por los enfermos, por los que se sienten solos. OREMOS:
5. Por los que celebramos esta Eucaristía, por nuestra comunidad, por la amistad
entre nosotros. OREMOS:
Jueves XXX
A cada intención nos unimos orando: TE ROGAMOS, ÓYENOS.
1. Para que el Señor bendiga e ilumine a todos aquellos que, sin conocer a Jesucristo,
se esfuerzan por vivir con espíritu generoso y solidario. OREMOS:
2. Para que el Espíritu de Dios fecunde nuestro mundo y nos llene a todos de
renovados deseos de justicia, de paz, de igualdad. OREMOS:
3. Para que todo hombre y toda mujer, todo niño y todo anciano, encuentre en su vida
el amor y el cariño necesarios para poder vivir con esperanza y confianza. OREMOS:
4. Para que la Iglesia, el Papa, los obispos, cada uno de los cristianos, no seamos
nunca con nuestro modo de actuar obstáculo para el acercamiento de los hombres a
Dios. OREMOS:
Viernes XXX
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Para que los cristianos seamos siempre fermento de amor y de esperanza de
nuestro mundo. OREMOS:
2. Para que el Papa Benedicto XVI y nuestro obispo……..................... ejerzan su
misión pastoral con espíritu de servicio y entrega. OREMOS:
3. Para que en el corazón de todos los hombres crezcan siempre sentimientos de paz,
de justicia, de solidaridad. OREMOS:
4. Para que toda persona pueda tener un trabajo en condiciones dignas y un salario
suficiente. OREMOS:
5. Para que no perdamos nunca el deseo de crecer en el conocimiento y el amor a
Jesucristo. OREMOS:
Sábado XXX
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.
1. Para que se acaben las guerras, las dictaduras crueles, el hambre y la pobreza, y
toda clase de injusticia. OREMOS:
2. Para que la Iglesia, cada uno de los cristianos, seamos con nuestra vida testimonio
de la gran esperanza del reino de Dios. OREMOS:
3. Para que desaparezcan de nuestro corazón las envidias y los egoísmos, la
insolidaridad y el afán de estar por encima de los demás. OREMOS:
4. Para que Dios reciba en su vida eterna a todos los que han muerto, y los llene con
su luz y su paz. OREMOS:
Aportes pastorales

NUESTRAS POSTURAS EN LA MISA
No es indiferente qué posturas adoptamos en un momento determinado de nuestra
celebración. El cuerpo también celebra, también reza.
 La postura tiene mucho que ver con la actitud interior. Cuando nos ponemos de
pie expresamos algo distinto que cuando nos arrodillamos o estamos sentados.
 La postura expresa y favorece también la actitud uniforme de una comunidad:
por ejemplo todos escuchan de pie el evangelio, para significar su respeto y
disponibilidad ante la Palabra de Cristo.
 A cada momento de la celebración le corresponde una postura, porque se ve
que es más coherente y que favorece lo que estamos haciendo.
 Por eso ha habido últimamente unos cambios significativos en las posturas de
nuestra Misa: por ejemplo ahora comulgamos de pie y antes lo hacíamos de
rodillas.
A veces estamos de Pie
La postura de pie es propia de la persona humana, y la distingue entre los animales: el
hombre es el “homo erectus”. Significa respeto, atención, disponibilidad, libertad, las
posturas de los hijos en la familia de Dios y la confianza de los que se sienten
resucitados con el Señor.
En la misa adoptamos la postura de pie:
 Al comienzo, para acompañar al sacerdote y los demás ministros que
entran, mientras cantamos el canto de entrada.
 Siempre el sacerdote dirige a Dios una oración en nombre de todos, él ora
de pie, y la comunidad le acompaña también de pie, eso pasa en las
oraciones breves: la oración colecta de principio, la oración final de la
poscomunión y, sobre todo, durante la Plegaria Eucarística, la oración
central de la misa;
 y también en otra oración breve, a la que muchos no están acostumbrados
a levantarse: la “oración sobre la ofrendas”, que concluye el ofertorio,
también esa oración la dice el sacerdote en nombre de la comunidad, todos
le acompañamos de pie; por eso el Misal dice que nos ponemos de pie ya
para contestar al “oren hermanos”;
 por el mismo motivo nos ponemos de pie para la Oración Universal: esta
vez somos todos, con la respuesta a las diversas intenciones, los que
dirigimos nuestra oración “sacerdotal” a Dios en nombre de toda la
humanidad,
 cuando escuchamos el evangelio, para expresar que es la lectura principal
de todas, por ser más directamente la Palabra de Cristo; nos ponemos de
pie ya para cantar el Aleluya, la aclamación que pertenece al evangelio;
 también estamos de pie para el Credo, la profesión de fe comunitaria;
 cuando acudimos a comulgar: aunque la última edición del Misal permite
que las Conferencias de Obispos de cada país pueden decidir si también se
pude seguir comulgando de rodillas, allí donde se ha conservado la
costumbre, la postura más coherente es comulgar de pie; una comunidad
en marcha recibe para su camino el alimento que le da Cristo.
A veces permanecemos de sentados
La postura de sentados es la propia del maestro que enseña y del que está
escuchando. Es también la más adecuada por los momentos de la paz, de espera, de
recogimiento y meditación.
Por eso en la Misa es la postura más propia del sacerdote que preside la celebración.
Presidir vine de “pre-sedere”, sentarse delante. Desde su “sede” preside toda la
primera parte de la celebración, hasta el ofertorio. Luego, sigue presidiendo de pie,
desde el altar.
Luego sigue presidiendo de pie, desde el altar.
Los demás estamos sentados:
 Antes de la celebración, hasta que dé comienzo la procesión de entrada del
sacerdote y sus ministros;
 mientras escuchamos las lecturas anteriores al evangelio, incluido el salmo
responsorial;
 durante la homilía del presidente;
 durante el espacio del ofertorio, mientras los ministros preparan el altar y los dones
para la Eucaristía.
 Después de la comunión, durante los momentos de silencio que preceden a la
oración poscomunión; es el momento para el recogimiento, la meditación, la
interiorización del momento principal de la misa, la comunión con el Señor.
A veces nos arrodillamos
La postura de arrodillarse indica claramente la humildad, el respeto profundo que
sentimos ante alguien, la adoración, los sentimientos de penitencia y también la
oración personal intensa.
Antes era la postura más común en la Misa. Ahora es la postura de pie la que más se
adopta, sobre todo en los momentos de oración comunitaria.
Actualmente nos arrodillamos
 En la consagración: es el único momento de la Misa en que se indica esta
postura; así se subraya que la comunidad es consciente de que se está
realizando la admirable conversión del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre
del Señor, gracias a la invocación del Espíritu Santo que acaba de hacer el
sacerdote y las palabras de Cristo que repite sobre el pan y el vino.
 La última edición del Misal admite varias excepciones a estas posturas:
motivos de salud, la estrechez del lugar, la aglomeración de la concurrencia u
“otras causas razonables”. Pero si se quedan de pie, la última edición del Misal
añade una indicación: “los que no se arrodillen en la consagración, hagan una
reverencia profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la
consagración” del Pan y de nuevo de la del Vino; esta reverencia profunda (de
cintura, no sólo de cabeza) viene a expresar también los sentimientos de
adoración que incluye el arrodillarse.
 También fuera de la Misa hay momentos en que nos arrodillamos, por ejemplo
si permanecemos un tiempo ante el Santísimo en el sagrario, para indicar
nuestra actitud de adoración; también es la postura más adecuada para
expresar nuestros sentimientos de penitencia en el sacramento de la
Reconciliación.
ADORAR LA EUCARISTÍA EN LA MISA1
Una cosa es adorar la Eucaristía y otra distinta hacerlo durante la Misa. La Eucaristía
contiene dos realidades sacramentalmente importantes pero distintas: primordialmente
es la celebración sacramental del tránsito pascual del Señor; pero es también una
realidad sacramental permanente y adorable, sacramento de la presencia de Cristo
entre nosotros.
La celebración de la Eucaristía “la Misa” es el sacramento que, con sus gestos y
fórmulas, simboliza y hace presente el sacrificio de la muerte y resurrección del Señor.
Pero es el sacramento bajo cuyos signos hace presente la misma persona de Cristo, a
quien por ser Dios se debe adorar.
Ambas realidades deben tenerse en cuenta y manifestarse en signos litúrgicos.
Olvidarlas sería empobrecer el sacramento y salirse incluso de la fe cristiana y
católica, pero también hay que vivirlas y manifestarlas como dos realidades distintas
por su naturaleza e incluso importancia. Litúrgicamente entonces, estas dos realidades
no deben confundirse ni entremezclar sus signos. La exposición del santísimo, la
bendición de la custodia (o con el copón), las visitas a la Reserva, la genuflexión ante
el sagrario, son signos del ámbito de la adoración a la presencia real del Señor. Los
diversos gestos litúrgicos de la Misa no deben, en cambio, expresar la adoración la
presencia sino ser signos de cómo la celebración del sacramento eucarístico simboliza
y actualiza la acción pascual de Cristo que en su muerte y resurrección, su entrega en
obediencia y humildad al Padre -a la Trinidad- como cabeza de la Iglesia e incluso de
toda la Humanidad.
Durante la Misa más que adorar la presencia real, lo que hace la Iglesia es unirse a
Cristo, que junto a la asamblea adora y glorifica a Dios. El gesto de elevar las especies
Eucarísticas al final de la plegaria Eucarística y las palabras de la doxología que
acompañan a esta elevación no son una adoración a la Eucaristía, “Por Cristo, con él y
en él, a ti Padre todopoderoso, en la unidad del Espíritu Santo todo honor y toda
gloria” no son un momento de adoración a Cristo, sino un gesto especialmente
subrayado en el que la asamblea se une a Cristo, que como cabeza de la Iglesia,
adora a la Padre, su Dios y nuestro Dios.
La reforma litúrgica en este ámbito de adoración a la Presencia eucarística del Señor
durante la Misa ha sido muy equilibrada: no sólo ha prohibido la Misa ante el
Santísimo expuesto, sino que ha limitado a tres las numerosas genuflexiones del
celebrante y de los ministros durante la celebración (OGMR. n 274). El pan y el vino
consagrado se han de tratar durante la Misa con sumo y expresivo respeto y
reverencia, pero los gestos de adoración a la Eucaristía no conviene repetirlos, pues la
1
Farnes Scherer, Pedro, Calendario del año litúrgico, Barcelona: 2006.
misa no es de por sí una adoración a la Eucaristía sino una acción en la que Cristo se
une a su Iglesia adorando a la Trinidad. La misma manera de respetar el pan y el cáliz
durante la doxología ha variado significativamente: antes se mostraba la hostia sobre
el cáliz verticalmente para que los fieles la adoraran, ahora se eleva el pan
horizontalmente sobre la patena como presentándolo a Dios en actitud de ofrenda.
Para reflexionar y compartir
DOMINGO VIGÉSIMO SÉPTIMO DEL TIEMPO DURANTE EL
AÑO
CICLO LITÚRGICO B
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA
La Palabra de este domingo toca un tema complicado: el divorcio. El Evangelio que
leemos es el inicio de un capítulo dedicado a responder inquietudes propias de la
comunidad cristiana primitiva, que quería saber cómo debía entender y vivir algunas
cuestiones controvertidas en aquella época, pero que hoy siguen teniendo gran
actualidad.
Aunque Marcos presenta a los fariseos como los que preguntan a Jesús “para ponerlo
a prueba”..., aquello que intentan saber no es de real interés para los judíos, que
tenían claro que estaba permitido según la ley divorciarse; en cambio era muy
interesante para los cristianos que querían averiguar si estaba aprobado el divorcio en
la nueva situación que instauró Jesús.
Como en las clásicas disputas jurídicas, Jesús contesta preguntando a su vez, pero
remite al autor humano de la Ley: “¿Qué ordenó Moisés?”. Es muy pícaro, porque así
obliga a reconocer que la Palabra de Dios no ordena ni prohíbe divorciarse, sino que,
frente al hecho ya existente, cuando el divorcio es una realidad, establece los pasos
que hay que dar para evitar males mayores, como podría ser creer que la mujer
separada y vuelta a unirse con otro hombre estaba cometiendo adulterio y se la
condenara a muerte por lapidación. Con el documento de divorcio ella podía demostrar
que era libre y no adúltera. Los fariseos responden exactamente lo que Moisés les
permite hacer en caso de divorcio.
Al preguntar así, Jesús dejó flotando la pregunta: ¿Qué ordenó Dios?, por eso vuelve
a la carga para explicarles que ese “permiso” se hizo necesario por “la dureza de
corazón de ustedes”. En la Biblia, esas palabras significan rebeldía y obstinación
contra la voluntad de Dios, por lo tanto, está queriendo mostrar que esa Ley de
divorcio, no refleja el querer de Dios, sino que se trata de un remedio a un caso de
rebeldía que podría tener desenlaces todavía más funestos.
La intención desde el comienzo (1ª Lectura) es que en el matrimonio el hombre y la
mujer se unan por amor y ya no sean dos, sino una sola carne, una sola realidad, uno
solo. En este tipo de unión, no hay lugar para la separación. Pero luego, el pecado
desordenó todo y trastocó todas las realidades, provocando incluso la desunión
familiar. Teniendo esto en claro, Jesús no propone a los cristianos una norma
fundamentada en la situación de pecado, sino que busca la voluntad de Dios. Jesús,
sin desconocer la realidad y la fuerza del pecado y sus consecuencias en el mundo,
prefiere regirse por el querer de Dios, su Plan original, su Proyecto de amor, potenciar
la fuerza de lo bueno, de lo que une. De allí que Jesús saca una conclusión: “que el
hombre no separe lo que Dios ha unido”. La libre decisión de los esposos de unirse
para siempre y entregarse el uno al otro pone en acto la disposición divina, desde el
origen, de que no sean más dos sino uno solo.
Los discípulos piden más explicaciones, a lo que el Señor responde presentando la
solución práctica, por lo que demuestra que lo dicho no es simple teoría y debe
aplicarse a la realidad: El que se divorcia, aunque tenga “el papelito” comete adulterio
porque las personas casadas siguen permaneciendo unidas a pesar de haber
conseguido el documento. Con eso manifiesta que el documento de divorcio no tiene
ninguna validez. El Señor califica de adulterio toda unión realizada por una persona
divorciada.
Hasta aquí lo que dice la Palabra, pero al aplicarla a la vida de los demás, debemos
ser cuidadosos. Primero hay que reconocer que seguimos viviendo en un mundo
manchado por el pecado y donde existe la “dureza o rebeldía de corazón” frente a
Dios. Debemos aceptarlo con vergüenza y dolor, y por eso subsiste el mal de la
separación entre los esposos cristianos. Sin embargo, aun conociendo esta realidad,
no nos remitimos al pecado del mundo para intentar descubrir las normas para planear
o regir la vida matrimonial. Por el contrario, como Jesús, miramos a la voluntad del
Padre, a su querer desde el principio y que quedó fijada en la Sagrada Escritura: la
unión para siempre.
Por otra parte, no cualquier unión es matrimonio, porque es uno de los siete
sacramentos y como tales, la Iglesia los cuida con esmero y es muy exigente respecto
a sus requisitos. A veces, ante el fracaso matrimonial, se desarrolla un procedimiento
jurídico para constatar si de verdad se trataba de un legítimo matrimonio, o estaba
viciado con alguna nulidad. Si existía este vicio, no hubo matrimonio. Los contrayentes
siguen siendo solteros. Pero en algunos casos que son nulos, no es posible
demostrarlos jurídicamente...
Por eso, aunque no aprobamos el divorcio como tal y no apoyamos esa decisión,
comprendemos a las parejas que han debido llegar a esta solución. Sabemos que no
debemos levantar el dedo acusador contra nadie, y queremos acompañar, comprender
y sostener a los que pasaron por este desgarrón. Sólo Dios conoce lo que hay en el
interior de cada uno y es el único que puede juzgar el grado de culpabilidad de cada
cónyuge que provoca o padece la ruptura. También sólo Él puede juzgar el proceder
del que establece una nueva unión, que puede haberse realizado por muchas razones,
que van desde haber provocado la destrucción del primer matrimonio para contraer
nueva unión, pasando por haber necesitado esa nueva unión por ser incapaz de vivir
el celibato después de la separación o no poder solo/a con la tarea de mantener y
educar los chicos, o tal vez era un caso de nulidad que no se pudo probar aun
jurídicamente.... Sólo Dios sabe.
Los que sufren esto deben encomendar su situación a Dios en oración y aunque no
puedan acercarse a los sacramentos, sin embargo hay múltiples formas de
participación en la vida comunitaria de la Iglesia que pueden y deben aprovechar. Los
demás, sin aprobar lo que el Señor no aprueba, nos esforzaremos por ser caritativos y
les ayudaremos a integrarse en todo lo que la actual disciplina de la Iglesia les
permite.
Pbro. Juan José Manzano
DOMINGO VIGÉSIMO OCTAVO DEL TIEMPO DURANTE EL
AÑO
CICLO LITÚRGICO B
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA
Una observación preliminar es necesaria para despejar el terreno de posibles
equívocos al leer lo que el Evangelio de este domingo dice de la riqueza. Jesús jamás
condena la riqueza ni los bienes terrenos por sí mismos. Entre sus amigos está
también José de Arimatea, «hombre rico»; Zaqueo es declarado «salvado», aunque
retenga para sí la mitad de sus bienes, que, visto el oficio de recaudador de impuestos
que desempeñaba, debían ser considerables. Lo que condena es el apego exagerado
al dinero y a los bienes, hacer depender de ellos la propia vida y acumular tesoros sólo
para uno (Lc 12, 13-21).
La Palabra de Dios llama al apego excesivo al dinero «idolatría» (Col 3, 5; Ef 5, 5). El
dinero no es uno de tantos ídolos; es el ídolo por antonomasia. Literalmente «dios de
fundición» (Ex 34, 17). Es el anti-dios porque crea una especie de mundo alternativo,
cambia el objeto a las virtudes teologales. Fe, esperanza y caridad ya no se ponen en
Dios, sino en el dinero. Se realiza una siniestra inversión de todos los valores. «Nada
es imposible para Dios», dice la Escritura, y también: «Todo es posible para quien
cree». Pero el mundo dice: «Todo es posible para quien tiene dinero».
La avaricia, además de la idolatría, es asimismo fuente de infelicidad. El avaro es un
hombre infeliz. Desconfiado de todos, se aísla. No tiene afectos, ni siquiera entre los
de su misma carne, a quienes ve siempre como aprovechados y quienes, a su vez,
alimentan con frecuencia respecto a él un solo deseo de verdad: que muera pronto
para heredar sus riquezas. Tenso hasta el espasmo para ahorrar, se niega todo en la
vida y así no disfruta ni de este mundo ni de Dios, pues sus renuncias no se hacen por
Él. En vez de obtener seguridad y tranquilidad, es un eterno rehén de su dinero.
Pero Jesús no deja a nadie sin esperanza de salvación, tampoco al rico. Cuando los
discípulos, después de lo dicho sobre el camello y el ojo de la aguja, preocupados le
preguntaron a Jesús: «Entonces ¿quién podrá salvarse?», Él respondió: «Para los
hombres, imposible; pero no para Dios». Dios puede salvar también al rico. La
cuestión no es «si el rico se salva» (esto no ha estado jamás en discusión en la
tradición cristiana), sino «qué rico se salva».
Jesús señala a los ricos una vía de salida de su peligrosa situación: «Acumulen
tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan» (Mt 6, 20); «Hagan
amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, los reciban en las
eternas moradas» (Lc 16, 9).
¡Se diría que Jesús aconseja a los ricos transferir su capital al exterior! Pero no a
Suiza, ¡al cielo! Muchos -dice Agustín- se afanan en meter su propio dinero bajo tierra,
privándose hasta del placer de verlo, a veces durante toda la vida, con tal de saberlo
seguro. ¿Por qué no ponerlo nada menos que en el cielo, donde estaría mucho más
seguro y donde se volverá a encontrar, un día, para siempre? ¿Cómo hacerlo? Es
sencillo, prosigue San Agustín: Dios te ofrece, en los pobres, a los porteadores. Ellos
van allí donde tú esperas ir un día. La necesidad de Dios está aquí, en el pobre, y te lo
devolverá cuando vayas allí.
Pero está claro que la limosna de calderilla y la beneficencia ya no es hoy el único
modo de emplear la riqueza para el bien común, ni probablemente el más
recomendable. Existe también el de pagar honestamente los impuestos, crear nuevos
puestos de trabajo, dar un salario más generoso a los trabajadores cuando la situación
lo permita, poner en marcha empresas locales en los países en vías de desarrollo. En
resumen, poner a rendir el dinero, hacerlo fluir. Ser canales que hacen circular el agua,
no lagos artificiales que la retienen sólo para sí.
Pbro. Raniero Cantalamessa, ofmcap
DOMINGO VIGÉSIMO NOVENO DEL TIEMPO DURANTE EL
AÑO
CICLO LITÚRGICO B
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA
Después de aquél sobre las riquezas, el Evangelio de este domingo nos da a conocer
el juicio de Cristo sobre otro de los grandes ídolos del mundo: el poder. Tampoco el
poder es intrínsecamente malo, como no lo es el dinero. Dios se define a sí mismo «el
omnipotente» y la Escritura dice que «el poder pertenece a Dios» (Sal 62, 12).
Ya que, sin embargo, el hombre había abusado del poder que se le concedió,
transformándolo en dominio del más fuerte y en opresión del débil, ¿qué hizo Dios?
Para darnos ejemplo se despojó de su omnipotencia; de «omnipotente» se hizo
«impotente». «Se despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo» (Flp 2,
7).Transformó el poder en servicio. La primera lectura del día contiene una descripción
profética de este salvador «impotente»: «Creció como un retoño delante de él, como
raíz de tierra árida. Despreciado y deshecho de hombres, varón de dolores y sabedor
de dolencias».
Se revela así un nuevo poder, el de la cruz: «Ha escogido Dios más bien lo necio del
mundo para confundir a los sabios» (1 Cor 1, 24-27). María, en el Magnificat, canta
anticipadamente esta revolución silenciosa obrada por la venida de Cristo: «Derribó
del trono a los poderosos» (Lc 1, 52).
¿Quién es puesto bajo acusación por esta denuncia del poder? ¿Sólo los tiranos y
dictadores? ¡Ojalá así fuera! Se trataría, en este caso, de excepciones. En cambio nos
afecta a todos. El poder tiene infinitas ramificaciones, se mete por todas partes, como
cierta arena del Sahara cuando sopla el viento siroco. Hasta en la Iglesia. El problema
del poder no se plantea, por lo tanto, sólo en el mundo político. Si nos quedamos ahí,
no hacemos más que unirnos al grupo de los que están siempre dispuestos a dar
golpes, por sus propias culpas... en el pecho de los demás. Es fácil denunciar culpas
colectivas, o del pasado; más difícil las personales y del presente.
María dice que Dios «dispersó a los soberbios de corazón; derribó del trono a los
poderosos» (Lc 1, 51 s.). Ella señala implícitamente un ámbito preciso en el que hay
que empezar a combatir la «voluntad de poder»: el del propio corazón. Nuestra mente
(«los pensamientos del corazón») puede convertirse en una especie de trono en el que
nos sentamos para dictar leyes y fulminar a quien no se somete. Somos, al menos en
los deseos si no en los hechos, los «poderosos en los tronos». En la familia misma es
posible, lamentablemente, que se manifieste nuestra voluntad innata de dominio y
atropello, causando continuos sufrimientos a quien es víctima de ello, frecuentemente
(no siempre) la mujer.
¿Qué opone el Evangelio al poder? ¡El servicio! Un poder para los demás, no sobre
los demás. El poder confiere autoridad, pero el servicio confiere algo más, autoridad
que significa respeto, estima, una ascendencia verdadera sobre los demás. Al poder el
Evangelio opone también la no-violencia, esto es, un poder de otro tipo, moral, no
físico. Jesús decía que habría podido pedir al Padre doce legiones de ángeles para
derrotar a los enemigos que estaban a punto de acudir para crucificarle (Mt 26, 53),
pero prefirió rogar por ellos. Y fue así que logró su victoria.
Pbro. Raniero Cantalamessa, ofmcap
DOMINGO TRIGÉSIMO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
CICLO LITÚRGICO B
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA
El pasaje del Evangelio relata la curación del ciego de Jericó, Bartimeo... Bartimeo es
alguien que no deja escapar la ocasión. Oyó que pasaba Jesús, entendió que era la
oportunidad de su vida y actuó con rapidez. La reacción de los presentes («le gritaban
para que se callara») pone en evidencia la inconfesada pretensión de los
«acomodados» de todos los tiempos: que la miseria permanezca oculta, que no se
muestre, que no perturbe la vista y los sueños de quien está bien.
El término «ciego» se ha cargado de tantos sentidos negativos que es justo reservarlo,
como se tiende a hacer hoy, a la ceguera moral de la ignorancia y de la insensibilidad.
Bartimeo no es ciego; es sólo invidente. Con el corazón ve mejor que muchos otros de
su entorno, porque tiene la fe y alimenta la esperanza. Más aún, es esta visión interior
de la fe la que le ayuda a recuperar también la exterior de las cosas. «Tu fe te ha
salvado», le dice Jesús.
Me detengo aquí en la explicación del Evangelio porque me apremia desarrollar un
tema presente en la segunda lectura de este domingo, relativa a la figura y al papel del
sacerdote. Del sacerdote se dice ante todo que es «tomado de entre los hombres». No
es, por lo tanto, un ser desarraigado o caído del cielo, sino un ser humano que tiene a
sus espaldas una familia y una historia como todos los demás. «Tomado de entre los
hombres» significa también que el sacerdote está hecho de la misma pasta que
cualquier otra criatura humana: con los deseos, los afectos, las luchas, las dudas y las
debilidades de todos. La Escritura ve en esto un beneficio para los demás hombres, no
un motivo de escándalo. De esta forma, de hecho, estará más preparado para tener
compasión, estando también él revestido de debilidad.
Tomado de entre los hombres, el sacerdote es además «constituido para los
hombres», esto es, devuelto a ellos, puesto a su servicio. Un servicio que afecta a la
dimensión más profunda del hombre, su destino eterno. San Pablo resume el
ministerio sacerdotal con una frase: «Que nos tengan los hombres por servidores de
Cristo y administradores de los misterios de Dios» (1 Co 4,1). Esto no significa que el
sacerdote se desinterese de las necesidades también humanas de la gente, sino que
se ocupa también de éstas con un espíritu diferente al de los sociólogos o políticos.
Frecuentemente la parroquia es el punto más fuerte de agregación, incluso social, en
la vida de un pueblo o de un barrio.
La que hemos trazado es una visión positiva de la figura del sacerdote. No siempre, lo
sabemos, es así. De vez en cuando las crónicas nos recuerdan que existe también
otra realidad, hecha de debilidad e infidelidad... De ella la Iglesia no puede hacer más
que pedir perdón. Pero hay una verdad que hay que recordar para cierto consuelo de
la gente. Como hombre, el sacerdote puede errar, pero los gestos que realiza como
sacerdote, en el altar o en el confesionario, no resultan por ello inválidos o ineficaces.
El pueblo no es privado de la gracia de Dios a causa de la indignidad del sacerdote. Es
Cristo quien bautiza, celebra, perdona; él [sacerdote] es sólo el instrumento.
Me gusta recordar, al respecto, las palabras que pronuncia antes de morir el «cura
rural» de Bernanos: «Todo es gracia». Hasta la miseria de su alcoholismo le parece
gracia, porque le ha hecho más misericordioso hacia la gente. A Dios no le importa
tanto que sus representantes en la tierra sean perfectos, cuanto que sean
misericordiosos.
Pbro. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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