Visita a Valladolid

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EXCURSIÓN A VALLADOLID
8 febrero
El día 8 de febrero realizamos un viaje a Valladolid para visitar la Exposición que con
motivo del quinto centenario de la muerte del Almirante en Valladolid que se expone
en el Museo del Patio Herreriano de Valladolid, denominada “La materia de los
sueños: Cristóbal Colón” y una vez mas aprovechar la ocasión para contemplar las
magnificas obras que se exponen en el Museo Nacional de Escultura. Como era
habitual salimos del aparcamiento del Rectorado A, muy puntuales a las 8,30 de la
mañana y carretera de La Coruña adelante llegamos a Valladolid también a la hora
prevista. Nos acompaño en el recorrido una guía sevillana, con marcado acento
andaluz, que resultaba curioso en la ciudad que presume de hablar el mejor
castellano.
La brillante frase “Estamos hechos de la materia de los sueños” de La Tempestad, de
Shakespeare, ha servido para dar nombre a esta exposición sobre Colón y sus
descubrimientos, La muestra ayuda a mirar, con los ojos de los europeos de la época,
lo que encontraron en el Nuevo Mundo y enseña cómo lo adaptaron a su arte y a su
concepción del Cosmos a través de documentos, mapas, globos, porcelanas chinas,
bronces, pinturas, piezas etnográficas, tapices, orfebrería y animales exóticos venidos
de museos europeos como los del Prado, el de América, de Madrid, o el Kijksmuseum,
de Ámsterdam. También hay representaciones americanas como las del Museo
Nacional de Antropología de México y la del Museo de Oro de Bogotá, además de
instituciones públicas y privadas de España, República Dominicana, Colombia, Italia o
México.
A través de seis ámbitos, se va adentrando en este mundo de sueños, maravillas,
exotismo, pesadillas y realidades que acoge la segunda planta del edificio del Museo
del Patio Herreriano. El recorrido, que comienza con la idea de Colón de encontrar las
nuevas rutas que le condujeran a China y Japón, acaba mostrando las grandes obras
escultóricas del arte azteca en contraste con la capilla gótica del antiguo convento, que
fue el Museo, donde están instaladas.
Poco a poco, a través de seis ámbitos, vamos adentrándonos en este mundo de
sueños, maravillas, exotismo, pesadillas y realidades que acoge la segunda planta del
edificio del Museo del Patio Herreriano, en su origen un monasterio. Nuestro viaje, que
comienza con la idea de Colón de encontrar las nuevas rutas que le condujeran a
China y Japón, acaba contemplando las grandes obras escultóricas del arte azteca en
contraste con la capilla gótica del Museo donde están instaladas
Los ámbitos de la exposición:
Cristóbal Colón: sueños y realidades. El rostro del Almirante, las lecturas de Colón
y las esmeraldas y el oro precolombino
Una imponente armadura de Fernando El Católico, en hierro pulido, preside este
primer espacio en el que se mezclan libros, retratos y algunas piezas de los tesoros
que Colón soñaba encontrar en su viaje. Destaca un retrato, probablemente el más
fidedigno sobre el Almirante, conservado en la Galleria degli Uffizi de Florencia, y una
medalla con su rostro, fundida por Guido Masón y fechada hacía 1504. De los sueños
de Colón, los que le llevaron a emprender tal viaje, tienen mucha culpa sus lecturas.
De ellas pueden verse ejemplares de la Biblia, del Almanach perpetuum de Abraham,
la Cosmographia de Ptolomeo o los Viajes de Marco Polo. Las esmeraldas de muzo y
algunas curiosas muestras de oro precolombino, como unas pinzas depilatorias
originales de Bogotá, diademas, colgantes y aros con inspiraciones de animales y
dioses antropomórficos originarios de la cultura Yotoco, dan una idea de las maravillas
que Colón buscaba en su viaje.
Las altas culturas americanas a la llegada de Colón. El arte taíno y el imperio
azteca que se plasmó en el sueño del Almirante.
Aquí, llaman la atención unas espectaculares piezas de indios taínos del Caribe, los
aztecas y los incas; y sus distintas representaciones del diablo y de los ritos de los
aborígenes. De la cultura azteca destacan las mascaras y cabezas antropomórficas y
las urnas funerarias con formas de serpientes y peces. En el centro, imponente, la
reconstrucción de una ofrenda del Templo Mayor de México Tenochtitlan con
grandiosas caracolas, caparazones, cartílagos o diversos adornos. De los mayas,
urnas funerarias con representaciones de dioses, como el de la lluvia, Chac, o del sol,
Kimich Ahau; jarras antropomórficas, con dientes de serpientes, y figuras de animales.
Y del arte taino, el único que realmente conoció el Almirante, algunas muestras de sus
ceremonias como hachas o aros de rituales. De los Incas, keros en forma de jaguar o
vasijas de mujeres desnudas.
Entre la ciencia y el prodigio La Historia Natural del Nuevo Mundo y el Paraíso
terrenal y las Cámaras de maravillas y gabinetes de curiosidades.
“Aquí nacen cosas preciosas por la suave temperancia que les procede del cielo. Es el
paraíso terrenal” escribió Colón en sus diarios. El nuevo mundo se abrió a los ojos de
los europeos como el paraíso terrenal. Y se muestra a través de cuadros de la pintura
flamenca del siglo XVII, como el Concierto de Aves de Paul de Vos; reproducciones de
aves, como la espátula rosada o el guacamayo. Unas gigantescas mandíbulas de
cachalote dan paso a la Cámara de Maravillas, donde encontramos muestras de
animales exóticos, piezas de arte y algunas rarezas.
Los viajes y la nueva imagen del cosmos
Tras un espacio de transición, donde la música de Carlos Chávez acompaña a
estampas gigantes de autores como Jean de Léry, espera la nueva visión del mundo.
En la primera parte, Los otros sueños. Visiones de lo exótico, las maravillas de la India
y de Extremo Oriente, se mezclan armaduras y pistolas de Japón con cerámicas
chinas, repujados cofres del arte indo portugués o muestras del arte hispano filipino. El
siguiente paso lleva al núcleo conceptual de la exposición, La materia de los sueños, y
permite disfrutar de un ejemplar de La Tempestad con anotaciones del propio
Shakespeare o contemplar espeluznantes reproducciones de ritos caníbales. En el
siguiente punto, La expansión de la esfera, los hallazgos de Colón y de los demás
descubridores de la época se plasman en nuevas concepciones del mundo. Como
muestra, anillos astronómicos, libros de navegación o globos celestes.
Arte colonial y mestizo de los virreinatos de Nueva España y Perú.
Las piezas seleccionadas en esta penúltima parte quieren mostrar la fusión que
supuso esta corriente de finales del siglo XVI y principios del XVII. La mezcla entre lo
europeo y lo americano se plasma en piezas en las que cobran gran importancia los
materiales: conchas, orfebrería, la cerámica o textiles. Así, podemos contemplar, por
ejemplo, un enorme tapiz procedente de Cuzco.
El gran panteón de los dioses mexicas.
En la capilla de los Condes de Fuensaldaña está el último y, quizá, el más
espectacular de los espacios de la exposición. En la capilla gótica del Patio Herreriano
se suceden las grandes esculturas de las deidades aztecas. El objetivo de este
sobrecogedor final es hacer revivir a los visitantes el impacto que los europeos,
acostumbrados precisamente a ese tipo de arquitectura, tuvieron que sentir al
encontrarse con el arte y la religión del Nuevo Mundo.
No cabe duda de que la exposición cumple su objetivo de mostrar la situación de la
cultura y en definitiva la vida en el Mundo en la época de Colon, lo que rara vez se
considera al pensar en la epopeya del Descubrimiento.
Almuerzo
En el Restaurante La Parrilla de San Lorenzo se nos ofreció un esplendido almuerzo
con un menú en el que figuraban tres primeros platos y un magnifico cordero asado,
regado con un Ribera del Duero, crianza del 2002.
Museo Nacional de Escultura
Con motivo de las obras de rehabilitación del Colegio de San Gregorio, sede histórica
del Museo Nacional de Escultura, se han trasladado las principales piezas al edificio
de enfrente y una vez terminadas las obras se reestructurara el Museo ocupando los
dos edificios. La visita se realizo en dos grupos, uno de ellos con una guía voluntaria
de cierta edad, que era muy consciente que tenia muy en cuenta el nivel cultural de los
asistentes
Alonso Berruguete
Hijo del pintor Pedro Berruguete, recibió su formación inicial en el taller familiar,
completada a partir de 1507 con una prolongada estancia en Italia que le permitió
entrar en contacto con los modelos de la Antigüedad Clásica, conocer la obra de los
grandes maestros del Renacimiento (Donatello, Leonardo, Miguel Ángel...) y participar,
posiblemente, en la gestación del movimiento manierista. A su vuelta a España realiza
algunas de las creaciones más geniales de nuestra plástica, dos de las cuales forman
parte de la colección del Museo Nacional de Escultura: el Retablo de la Mejorada de
Olmedo, expuesto en la Capilla de San Gregorio, y el Retablo de San Benito el Real
de Valladolid, del que se muestra una interesante selección en estas salas
Juan de Juni
Nacido posiblemente en la ciudad francesa de Joigny, a la que su apellido parece
hacer referencia, se establece en España hacia 1533, atraído por la importante
actividad artística que se desarrolla en el reino de Castilla y aquí lleva a cabo una
producción de tan alta calidad que pasa a convertirse junto con Berruguete en figura
cumbre del manierismo hispano. Logra, al igual que su antecesor, plasmar en sus
obras el sentir espiritual de la época. El dolor, la aflicción, el sufrimiento, que por
influencia del pensamiento místico se consideran caminos para llegar a Dios, se
materializan en un lenguaje de características muy personales. Para transmitir estos
sentimientos se vale de un movimiento violento, de torsión, que estremece a sus
figuras y denuncia la suprema angustia de ánimo que lo provoca, como en San Juan
Bautista. Este movimiento, que parte del espíritu, agita unos cuerpos robustos y
sacude unos paños blandos y resbaladizos, llenos de vida, que se retuercen en su
abundancia con la misma violencia que las carnes, expresando tanto como ellas, así
en el caso de María Magdalena o del Entierro de Cristo.
Gregorio Fernández
Nacido en Sarria (Lugo) en 1576, se trasladó a Valladolid a comienzos del siglo XVII
vinculándose al círculo artístico de Pompeo Leoni y al escultor Francisco Rincón
(muerto en 1608). Su primera obra conservada documentada data de 1606 (San
Martín y el pobre, Museo Diocesano. Valladolid) y con ella inicia una febril actividad
que no decaerá durante los treinta siguientes años, contratando retablos
monumentales, pasos procesionales, esculturas aisladas, obras en madera y en
alabastro y haciendo gala de una genial capacidad para la creación de modelos que
tuvieron gran descendencia no sólo en Valladolid sino en todo el norte de España a lo
largo del siglo XVII. Fue solicitado desde el País Vasco hasta Portugal y obras suyas
existen en Valencia, Galicia, La Rioja, Madrid, e incluso Lima. Demostrando la gran
aceptación que gozó entre sus contemporáneos y que subraya el juicio emitido por el
propio monarca Felipe IV que le consideró en 1635 como "el escultor de mayor primor
que hay en estos mis reinos".
La Escultura Barroca Andaluza
Los rasgos comunes sobre los que se asienta la escultura barroca española del siglo
XVII presentan en Andalucía algunos matices propios. La mayor tradición clasicista del
sur peninsular se refuerza en el último tercio del siglo XVI con la presencia en Sevilla y
Granada de un buen número de artistas que, manteniendo la estética del manierismo
tardío (figuras de cuerpos atléticos, de elegante compostura e idealizada belleza),
logran introducir los primeros efectos naturalistas en la captación de las emociones Ecce Homo de Gaspar Núñez Delgado.
Las fórmulas artísticas por ellos acuñadas serán la base sobre la que desarrollarán su
personal estilo dos escultores determinantes en la definición de las características de
esta escuela: Juan Martínez Montañés y Alonso Cano. En Granada, Cano se
convertirá en el modelo de las jóvenes generaciones de la segunda mitad de siglo
dejando tras su muerte dos importantes seguidores que, fieles a las normas de
intimidad y sencillez formal del maestro, introducirán en su producción una mayor
exaltación de los valores expresivos, Pedro de Mena y José de Mora
El Belén Napolitano
El Belén Napolitano del Museo Nacional de Escultura está compuesto por 620 piezas,
reunidas durante años por los coleccionistas García de Castro y adquiridas por el
Estado en 1996, que permiten recrear los conjuntos fundamentales citados con toda
su riqueza de detalles.
La Capilla del Colegio de San Gregorio
Desde el edificio del Museo salimos a la calle para visitar esta capilla, que fue
construida por encargo de Fray Alonso de Burgos con el fin de albergar su propio
enterramiento y dotar al Colegio que iba a fundar de un espacio para el rezo. En 1486,
la comunidad dominica del vecino convento de San Pablo le cedía la capilla del
crucero del lado de la Epístola, en lugar de la cual Fray Alonso levanta la actual, que
estaba terminada en 1490, tal como reza en la inscripción que recorre la línea de
imposta en el interior del templo. El coro alto alberga parte de la sillería más notable
del siglo XVIII, en la que intervendrían los hermanos Sierra desde 1735 junto a otros
oficiales. Procede del convento de San Francisco de Valladolid y constaba de noventa
y cinco sitiales. Las figuras de sus tableros traen a la memoria recuerdos berninescos
con su nerviosa talla y los contrastes de luces y sombras.
Al terminar esta visita no hubo que esperar mucho al autobús, ya que llego antes de la
hora convenida; pero mira por donde estábamos todos, con lo cual partimos hacia
Madrid, donde llegamos sin novedad.
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