NÚMERO 29. ENERO DE 2013 ISSN: 2254-3805 ARBITRAJE Y MEDIACIÓN LA TUTELA CAUTELAR DE LOS DERECHOS EN EL ARBITRAJE Francisco Javier Carrión García de Parada Socio responsable del área procesal y arbitraje de EVERSHEDS NICEA RESUMEN Los procedimientos arbitrales como mecanismos de solución de divergencias entre personas y entidades responden, como los instados ante la Administración de justicia, al derecho constitucional reconocido a la tutela judicial efectiva. La salvaguarda de los intereses en juego propició que los árbitros pudiesen tomar medidas cautelares y, desde la entrada en vigor de la LEC, jueces y magistrados pueden dictar asimismo medidas cautelares en procedimientos arbitrales. Esta dualidad se estudia en este trabajo, donde se exponen el papel de cada actor y las posibilidades de actuación. Palabras clave: Arbitraje, procedimiento arbitral, tutela judicial, medidas cautelares. ABSTRACT Arbitral proceedings as dispute resolution mechanisms between people and institutions, such as the proceedings brought before the administration of justice, respond to the constitutional right to effective judicial protection. The safeguarding of the interests involved enabled arbiters to take precautionary measures and, after the entry into force of the LEC, judges may also issue interim measures in arbitration proceedings. This duality is studied in this paper, which sets out the role of each stakeholder and the possibilities for action. 1 de 18 NÚMERO MONOGRÁFICO Francisco Javier Carrión García de Parada Key words: Arbitration, arbitral proceeding, judicial protection, precautionary measures. SUMARIO 1. INTRODUCCIÓN. 2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA. 3. LEGISLACIÓN ESPAÑOLA. 4. VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE LA TUTELA CAUTELAR ARBITRAL. 5. REQUISITOS GENERALES DE LAS MEDIDAS CAUTELARES. 6. CUESTIONES ESPECÍFICAS DE LAS MEDIDAS CAUTELARES EN EL ARBITRAJE. 6.1. Medidas cautelares prearbitrales. 6.2. Importancia de la sede del arbitraje. 6.3. Clases de medidas cautelares. 6.4. Tutela cautelar judicial. 7. CONCLUSIONES. 2 de 18 REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 ARBITRAJE Y MEDIACIÓN La tutela cautelar de los derechos en el arbitraje 1. INTRODUCCIÓN Una de las vertientes más importantes del derecho constitucional a la tutela judicial efectiva es el derecho a un proceso sin dilaciones indebidas, con el que se pretende garantizar que las personas y entidades que se ven abocadas a recurrir a la administración de justicia para defender sus derechos, o que son convocados ante ella por terceros, puedan obtener, en principio de los juzgados y tribunales que integran el poder judicial, una respuesta motivada a sus pretensiones en un periodo de tiempo razonable. Ese derecho a la tutela judicial efectiva comprende tanto la emisión de decisiones que resuelvan el fondo de la controversia en toda su extensión, como el dictado de decisiones que respondan a solicitudes de amparo, o pretensiones, de protección cautelar, cuando la salvaguarda de los derechos e intereses legítimos de cualquiera de los contendientes deba anticiparse a un momento anterior a la decisión adoptada tras el pertinente proceso contradictorio. Esa protección cautelar es igualmente esencial en los procedimientos arbitrales, entendidos como mecanismos de solución de divergencias basados en la autonomía de la voluntad de las partes y caracterizados por su rapidez y eficiencia. La necesidad de la tutela cautelar en sede arbitral es cierta, tal y como ha puesto de manifiesto FERNÁNDEZ ROZAS: «(…) aunque el proceso arbitral suele ser, en principio, mucho más breve que el judicial es frecuente que se necesite, sobre todo en determinados contenciosos que traen causa contratos de larga duración, un necesario lapso de tiempo que puede poner en peligro las expectativas de las partes; y a ello hay que añadir las inevitables y cada más frecuentes tácticas dilatorias que suele emplear una de las partes para retrasar el fallo arbitral, siendo en ocasiones muy difícil acreditar esta intención fraudulenta…»1. Aun cuando pudiera pensarse lo contrario, la experiencia propia nos enseña que el riesgo de inejecución, o ejecución frustrada, de las decisiones arbitrales, los laudos, es pareja al riesgo de inejecución, o de ejecución frustrada, de cualquier sentencia o resolución judicial. Con razón se ha dicho2 que el actor, en un procedimiento arbitral, queda sujeto a los mismos riesgos de infructuosidad que el demandante en un procedimiento judicial ordinario. 1 José Carlos FERNÁNDEZ ROZAS, «Arbitraje y justicia cautelar», Revista de la Corte española de Arbitraje, vol. XXII, pàg. 34. 2 GARCIMARTÍN ALFÉREZ, El régimen de las medidas cautelares en el comercio internacional, Ed. McGraw-Hill, Madrid 1996, pág. 186. REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 3 de 18 NÚMERO MONOGRÁFICO Francisco Javier Carrión García de Parada Como la vida ciudadana y empresarial es proteica, son múltiples las modalidades que podemos imaginar de tutela cautelar necesaria: La orden de continuar la relación contractual pactada por las partes en exclusiva, el embargo de inmuebles objeto de disputa, la retención de saldos de cuentas corrientes u otros activos bancarios, la paralización de las obras en construcción, la prohibición de continuar actividades dañinas para derechos e intereses ajenos, la conservación o aseguramiento de pruebas relevantes para la decisión de la controversia y que corran el riesgo de desaparición, la anotación registral de demandas para evitar la disposición de bienes y prevenir conflictos adicionales con terceros adquirentes, etc. El derecho a la tutela cautelar forma parte hoy del derecho a la tutela judicial efectiva y es, por tanto, un derecho fundamental reconocido en nuestra Constitución (Sentencia del Tribunal Constitucional, entre otras, 238/1992, de 17 de diciembre [RTC 1992/238] y más recientemente Sentencia del Tribunal Constitucional [Sala Primera] núm. 159/2008, de 2 de diciembre [RTC 2008\159]). 2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA En el pasado se planteó el debate de si los árbitros, investidos por acuerdo de las partes de la autoridad para examinar y resolver sus controversias, debían tener adicionalmente potestad para dictar decisiones de protección cautelar, dado que existían unos tribunales de justicia hábiles para adoptarlas. Los convenios internacionales relativos al reconocimiento y ejecución de laudos arbitrales reconocieron desde hace muchos años la posibilidad de adoptar medidas cautelares. En la misma línea positiva, la Ley Modelo UNCITRAL sobre Arbitraje Comercial Internacional (LMU de 1985) reconocía a los árbitros esa facultad. Por su parte, los reglamentos de las principales instituciones arbitrales facultan a los árbitros para dictar medidas cautelares. Podemos citar, a modo de ejemplo, el artículo 25 del Reglamento de la Corte Internacional de Arbitraje de Londres, el artículo 23 del Reglamento de la Corte de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional, el artículo 21 del Reglamento de Arbitraje de la Asociación Americana de Arbitraje, el artículo 46 del Reglamento de Arbitraje de la OMPI o el 26.1 Reglamento UNCITRAL. 4 de 18 REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 ARBITRAJE Y MEDIACIÓN La tutela cautelar de los derechos en el arbitraje No obstante la evolución internacional indicada, hoy siguen existiendo Estados de nuestro entorno más próximo como Italia que con carácter general3 no reconocen a los árbitros esa potestad, que está reservada a los jueces y tribunales de justicia. En concreto, el artículo 818 del Código Procesal Civil italiano dice: «Los árbitros no podrán conceder embargos, ni otras medidas cautelares». En mi opinión, la solución mayoritariamente predominante que concede a los árbitros facultades de decisión cautelar es positiva porque el arbitraje está basado en el principio de autonomía de la voluntad y las partes, al autorizar expresamente a los árbitros para ello, o simplemente al firmar el convenio arbitral o declarar la competencia de una institución arbitral cuyo reglamento contempla esa posibilidad, están libremente optando por esa solución. El otorgamiento a los árbitros de potestades cautelares es muy conveniente por cuanto amplía, en beneficio de las partes, las opciones para solicitar y obtener protección. En cualquier caso y como veremos luego, la intervención decisiva de los árbitros en el proceso cautelar no excluye en modo alguno la participación de los jueces, antes y después del arbitraje. De esta manera, la cuestión no se agota en la definición del modelo competencial, porque el tribunal arbitral no existe formalmente, o el árbitro no se conoce oficialmente, desde que se firma el convenio arbitral, sino desde que se constituye ese tribunal arbitral, o resulta designado el árbitro y este acepta la encomienda. El litigio que enfrenta a las partes y la consiguiente necesidad de tutela cautelar pueden ser muy anteriores y los jueces y tribunales deben dar respuesta a esa necesidad. En segundo lugar, al carecer los árbitros de iurisdictio, entendida como facultad no solo de decidir o juzgar, sino también la adicional de ejecutar coactivamente lo juzgado (imperium), siempre va a ser necesaria la intervención de los tribunales de justicia a la hora de ejecutar las medidas cautelares. Existe, finalmente, una tercera intervención de gran importancia de los tribunales, consistente en la revisión limitada de la validez y legalidad del laudo cautelar. Como veremos en el siguiente apartado, hoy nuestro ordenamiento jurídico vigente da respuesta satisfactoria a todas estas cuestiones, e impone así una cohabitación entre árbitros y jueces que debe ser tan fértil como sus protago- 3 Salvo en el caso contemplado en el artículo 35 del Decreto Legislativo n.º 5/2003, relativo al arbitraje en las disputas entre los accionistas y/o los accionistas y los directivos de compañías, que permite a los árbitros adoptar la medida de suspensión de la eficacia de los acuerdos adoptados por la Junta de Accionistas, si previamente se ha contemplado por medio de cláusula expresa incluida en los estatutos de la compañía que las disputas relativas a los acuerdos de la Junta de Socios se pueden resolver por medio de Arbitraje. REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 5 de 18 NÚMERO MONOGRÁFICO Francisco Javier Carrión García de Parada nistas deseen. Esto tiene particular trascendencia en los arbitrajes internacionales, en los que las medidas cautelares tienen de ordinario un alcance extraterritorial, y no son muchos los convenios internacionales que prevén el reconocimiento y ejecución de medidas cautelares arbitrales. 3. LEGISLACIÓN ESPAÑOLA Ni en la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, ni en la Ley de Arbitraje de 1988 se contemplaba la adopción de medidas cautelares por los árbitros durante la tramitación del proceso arbitral. Tampoco se preveía su adopción por los jueces antes o durante el procedimiento arbitral, pero sí en la fase de ejecución del laudo final. Ante el silencio legal, se plantea un debate sobre si los jueces podían acordar medidas cautelares para asegurar la ejecución de los laudos arbitrales y proteger los derechos e intereses legítimos de las partes durante la sustanciación del procedimiento arbitral. Antes de que entrara en vigor la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil (en adelante, LEC), las resoluciones judiciales discreparon sobre la posibilidad de que jueces y magistrados dictaran medidas cautelares en el arbitraje: entre las resoluciones contrarias podemos citar el Auto de la Sección 5.ª de la Audiencia Provincial de Cádiz, de 12 de junio de 1992, el de 2 de septiembre de 1992 de la Sección 12. ª de la Audiencia Provincial de Barcelona y el de 25 de mayo de 1994 de la Sección 15.ª de esa misma Audiencia Provincial. A favor de esas medidas cautelares se pronunciaron el Auto de la Sección 5.ª de la Audiencia Provincial de Oviedo, de 19 de febrero de 1993, de 25 de enero de 1994 de la Sección 16.ª de la Audiencia Provincial de Barcelona, 10 de diciembre de 1991 de la Sección 10.ª de la Audiencia Provincial de Madrid y de 19 de abril de 1994 de la Audiencia Provincial de Sevilla. La LEC resolvió la cuestión en el art.722, que dispone, a propósito de las Medidas cautelares en procedimiento arbitral y litigios extranjeros: «Podrá pedir al Tribunal medidas cautelares quien acredite ser parte de convenio arbitral con anterioridad a las actuaciones arbitrales. También podrá pedirlas quien acredite ser parte de un proceso arbitral pendiente en España; o, en su caso, haber pedido la formalización judicial a que se refiere el artículo 15 de la Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje; o en el supuesto de un arbitraje institucional, haber presentado la debida solicitud o encargo a la institución correspondiente según su Reglamento. 6 de 18 REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 ARBITRAJE Y MEDIACIÓN La tutela cautelar de los derechos en el arbitraje Sin perjuicio de las reglas especiales previstas en los Tratados y Convenios o en las normas comunitarias que sean de aplicación, también se podrá solicitar de un Tribunal español por quien acredite ser parte de un proceso jurisdiccional o arbitral que se siga en un país extranjero la adopción de medidas cautelares si se dan los presupuestos legalmente previstos salvo en los casos en que para conocer del asunto principal fuesen exclusivamente competentes los Tribunales españoles». De esa manera, desde la entrada en vigor de la LEC, el 8 de enero de 2001, los jueces y magistrados pueden dictar medidas cautelares en procedimientos arbitrales. El precepto admite hoy que los jueces españoles: i) dicten medidas cautelares antes de la iniciación del arbitraje si se lo pide una parte del convenio arbitral; ii) dicten medidas cautelares tras la apertura de un procedimiento arbitral seguido en España, o para el que se hubiera solicitado su formalización o iniciación en España, y iii) dicten medidas cautelares en relación a procedimientos arbitrales extranjeros, de acuerdo con los tratados internacionales, salvo que los tribunales españoles fueran exclusivamente competentes para conocer el asunto principal. La competencia para conocer y decidir las medidas cautelares corresponde al juez del lugar donde el laudo haya de ejecutarse, o en su defecto, del lugar donde las medidas deban producir efectos (724 LEC). Tras la entrada en vigor de la Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje (en adelante, LA), y en lo que fue calificado como «una conquista para el sistema»4, los árbitros pueden dictar medidas cautelares a petición de parte. De esta manera, las partes que han pactado un convenio arbitral pueden solicitar hoy medidas cautelares indistintamente al árbitro o tribunal de arbitraje, o a los juzgados y tribunales. En este sentido, el artículo 23 LA dispone: «salvo acuerdo entre las partes, los árbitros pueden adoptar medidas cautelares respecto del objeto del litigio». Como ya anticipamos, en la mayoría de los arbitrajes administrados o institucionales, los Reglamentos de arbitraje facultan a los árbitros para adoptar esas medidas cautelares. De esta manera, los árbitros pueden dictar medidas cautelares si i) las partes les han concedido expresamente esa facultad en el pacto arbitral, ii) las partes no han previsto esa posibilidad en la cláusula compromisoria pero no han denegado expresamente esa facultad de los árbitros, o iii) las partes han sometido el arbitraje a un reglamento arbitral que les faculta para adoptar esas medidas. 4 Silvia BARONA VILAR, Medidas cautelares en el arbitraje, Ed. Thomson Civitas; ed. 2006; pág. 69. REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 7 de 18 NÚMERO MONOGRÁFICO Francisco Javier Carrión García de Parada En todo caso, conforme al artículo 23 LA a esas decisiones cautelares que dicten los árbitros se les aplicarán las normas sobre ejecución forzosa establecidas en la LEC y las normas sobre anulación de laudos recogidas en la propia LA. De esta manera, cualquiera que sea el alcance que las partes hayan dado a la autoridad de los árbitros para adoptar medidas cautelares, la ejecución forzosa de esos laudos corresponde a los juzgados de primera instancia del lugar donde se hayan dictado (art. 8.4 LA y 724 LEC). El Convenio de Nueva York de 1958 (en adelante, CNY) sobre reconocimiento y ejecución de sentencias arbitrales internacionales no contempla expresamente el reconocimiento y ejecución de las medidas cautelares, pero tampoco lo prohíbe. A mi juicio, privar de ejecutividad a un laudo, parcial o final, de medidas cautelares es muy nocivo para la seguridad jurídica internacional, y por eso se impone una exégesis del CNY favorable a esa ejecución. Así resulta en cualquier caso del art. 23.2 LA que habla de «decisiones arbitrales de medidas cautelares, cualquiera que sea la forma que revistan». 4. VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE LA TUTELA CAUTELAR ARBITRAL Esta situación dual implica que las partes puedan optar por acudir al árbitro o a los jueces para intentar la tutela cautelar de sus derechos. La elección de los árbitros o jueces depende de muchas circunstancias, pero es posible a priori analizar algunas ventajas y desventajas relevantes: Como ventajas de los juzgados podemos citar: i) el tribunal de justicia es un órgano permanente, al que se puede acudir en todo momento, incluso antes del inicio del arbitraje (medidas anticipatorias) cuando las medidas adquieren una urgencia reseñable, y el órgano arbitral, no, pues se constituye, o es designado, ad hoc, para cada arbitraje. Esta es una primera ventaja para la tutela cautelar judicial; ii) el tribunal de justicia tiene jurisdicción, de manera que puede no solo dictar las medidas cautelares sino también ejecutarlas a continuación, frente al órgano arbitral que solo puede adoptarlas, lo que obligaría al solicitante a promover dos procedimientos distintos: el declarativo ante 8 de 18 REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 ARBITRAJE Y MEDIACIÓN La tutela cautelar de los derechos en el arbitraje el órgano arbitral y el ejecutivo ante el tribunal de justicia, con los consiguientes costes y dilaciones; iii) aun cuando tengan potestad indiscutible para ello, los árbitros casi nunca adoptan medidas cautelares inaudita parte, al entender, con un rigor no pocas veces exagerado, que el principio de contradicción es sagrado en el ámbito arbitral. Esa querencia no es tan acentuada en los tribunales de justicia, por lo que esta es una tercera desventaja para la tutela cautelar arbitral; Son ventajas indiscutibles de los árbitros: iv) el órgano arbitral es, generalmente, más ágil y más rápido en la tramitación y decisión de las medidas cautelares, lo que representa una ventaja esencial; v) iniciado el arbitraje, es más fácil la tramitación y resolución de la medida cautelar por los árbitros pues tienen más información sobre la controversia y la conveniencia de adoptar las medidas adecuadas en función del fondo del pleito principal que generalmente ya conocen cuando se les solicita la medida cautelar; vi) el árbitro tiene más libertad para seleccionar las medidas cautelares idóneas pues no está constreñido por ningún ordenamiento jurídico; vii) mientras la personalidad, conocimientos y fiabilidad personal y técnica del árbitro o de los miembros del tribunal de arbitraje son conocidos por las partes, esa circunstancia no concurre en los jueces y magistrados de aquellos partidos judiciales en los que exista una pluralidad de juzgados de primera instancia entre los que se distribuyan los asuntos por turno de reparto; En cualquier caso, es necesario antes de decidir a quién se piden las medidas cautelares, valorar también: i) quién es el juez competente para tramitar las medidas cautelares, cuestión que depende del ordenamiento procesal del país al que se quiere acudir; ii) que según nuestra propia experiencia los árbitros suelen ser muy reacios a conceder medidas cautelares previamente rechazadas por los jueces, o a modificar las medidas concedidas por estos. REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 9 de 18 NÚMERO MONOGRÁFICO Francisco Javier Carrión García de Parada 5. REQUISITOS GENERALES DE LAS MEDIDAS CAUTELARES En el ordenamiento procesal español, la adopción de medidas cautelares exige la concurrencia de tres presupuestos principales. El primer requisito es la apariencia de buen derecho, fumus boni iuris, que consiste en que el demandante ha de acreditar que existe una posibilidad razonable, o una probabilidad, de que su demanda sea estimada. El artículo 728.2 LEC dispone: «El solicitante de medidas cautelares también habrá de presentar con su solicitud los datos, argumentos y justificaciones documentales que conduzcan a fundar, por parte del Tribunal, sin prejuzgar el fondo del asunto, un juicio provisional e indiciario favorable al fundamento de su pretensión. En defecto de justificación documental, el solicitante podrá ofrecerla por otros medios de prueba, que deberá proponer en forma en el mismo escrito.» Define bien este requisito el Auto dictado por la Audiencia Provincial de Madrid (Sección 28.ª) de 15 de enero de 2007 (AC 2007\195). «Si se desea obtener una medida cautelar la parte que la solicita deberá aportar, porque así lo exige la Ley (artículos 728.2 y 732.1 de la LECiv [RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892]), justificación suficiente que revele, siquiera de modo indiciario, que lo más probable es que el derecho que trata de ejercitar en el litigio principal vaya a merecer un juicio favorable. No se trata de prejuzgar, pero sí de constatar que la pretensión de la parte solicitante tiene el grado de solidez necesario para justificar la concesión de la tutela cautelar.» No son concebibles las medidas cautelares, que implican una anómala decisión preliminar y que pretenden asegurar la ejecución de un laudo futuro, si quien las postula no presenta un caso muy razonable a su favor, que reúne todos los argumentos prima facie para desembocar en un laudo favorable a él, y cuyos extremos fácticos estén acreditados, preferentemente, por documentos. Por su parte, el árbitro o juez ha de analizar, preliminarmente y sin prejuzgar o contaminar una decisión futura que exigirá algo tan importante como es celebrar un juicio en el que serán oídas las partes, testigos y peritos, el debate de fondo, la controversia principal (the merits of the case) y llegar a la convicción de que la demanda y sus pretensiones presentan una sólida base fáctica, probatoria y jurídica. 10 de 18 REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 ARBITRAJE Y MEDIACIÓN La tutela cautelar de los derechos en el arbitraje El segundo requisito es el peligro por la demora, conocido como periculum in mora, entendido como la constatación de que existe un riesgo cierto y efectivo de que durante el transcurso del procedimiento arbitral se haga imposible la ejecución del laudo, por causas varias: insolvencia del demandado cuando se trata de pretensiones pecuniarias, desaparición o enajenación del bien litigioso en los casos de pretensiones específicas relativas a bienes muebles o inmuebles, etc. El artículo 728.1 LEC describe este peligro en los siguientes términos: «Sólo podrán acordarse medidas cautelares si quien las solicita justifica, que, en el caso de que se trate, podrían producirse durante la pendencia del proceso, de no adoptarse las medidas solicitadas, situaciones que impidieren o dificultaren la efectividad de la tutela que pudiere otorgarse en una eventual sentencia estimatoria». El auto de la Audiencia Provincial de Madrid (Sección 10.ª) núm. 201/2006 de 24 de abril (AC 2006\1034) define este requisito: «Peligro en la demora (periculum in mora) es decir, existencia de un riesgo que amenace la efectividad del proceso y la sentencia, pero no un temor abstracto a que el eventual fallo estimatorio pueda en su día resultar inejecutable por circunstancias casuales o provocadas derivadas del transcurso del tiempo, sino un peligro concreto “ad causam” por las circunstancias tanto objetivas como subjetivas que rodeen la situación material controvertida.» El requisito del periculum in mora se asocia a una situación de riesgo o urgencia manifiesta y a un peligro de daño grave actual, inminente o futuro que deba conjurarse por no ser reparable económicamente, o ser muy difícil su reparación; cabe sin embargo también en aquellos supuestos en los que la medida cautelar pretenda poner fin, o al menos paliar, una situación de daño o lesión para un derecho o bien jurídico protegido (como puede ser un derecho de propiedad intelectual o industrial) que tiene una duración temporal. Por eso se afirma que existe peligro en la demora procesal en tres supuestos: i) riesgo de daño inminente para una de las partes; ii) riesgo de daño no indemnizable económicamente y iii) riesgo de una actuación de parte que altere el statu quo o situación de las partes, con agravación de la disputa (el ejemplo de la ejecución de garantías bancarias es clásico). El tercer requisito consiste en la prestación por el solicitante de una fianza que garantice una eficaz reparación económica al demandado para el supuesto de que, tramitado el procedimiento, celebrado el juicio y analizados los hechos, valoradas las pruebas y aplicado el derecho material, la demanda y sus pre- REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 11 de 18 NÚMERO MONOGRÁFICO Francisco Javier Carrión García de Parada tensiones no sean acogidas total o parcialmente. El afectado habría sido dañado injustamente por unas medidas cautelares que se habrían demostrado sobrevenidamente injustificadas, de manera que nacería a su favor el derecho a ser integralmente resarcido de los daños sufridos. Es por ello que el importe de la fianza debe ser proporcional a los daños y perjuicios hipotéticos que se puedan causar al afectado. Aunque la LEC solo exige al peticionario ofrecer la fianza, en mi experiencia – cuando la necesidad de las medidas es critica para los intereses de la empresa o de la persona física y el solicitante dispone de medios económicos para ello– conviene a ese peticionario no solo ofrecer la fianza, sino razonar con honestidad el importe de los daños que teóricamente podrían causarse a la parte contraria y aportar desde el primer momento una fianza por importe holgadamente superior. Es obvio que para un juez o árbitro, justificadamente reacios a dar medidas cautelares pues suponen una anticipación decisoria sin un previo debate contradictorio sobre el fondo litigioso, es más sencillo concederlas cuando el peticionario demuestra la seriedad de su solicitud, no solo ofreciendo, sino prestando desde el principio una fianza superior en importe a la cuantía de los daños y perjuicios razonadamente expuestos. Además, la presentación anticipada de la fianza evita el trámite ulterior de la concesión de un plazo procesal para su formalización y aportación al juzgado u órgano arbitral. 6. CUESTIONES ESPECÍFICAS DE LAS MEDIDAS CAUTELARES EN EL ARBITRAJE 6.1. MEDIDAS CAUTELARES PREARBITRALES Una de las cuestiones que se planteaba antes de 2003 era si la solicitud de medidas cautelares previas a la formalización del arbitraje entrañaba una renuncia al convenio arbitral, y una sumisión tácita a los juzgados y tribunales ordinarios. De hecho, la mayoría de los reglamentos de instituciones arbitrales contemplan esta posibilidad (ver pre-arbitral referee en la Corte de Arbitraje CCI entre otros). Por su parte, el Auto de 8 de octubre 2002 del Tribunal Supremo, Sala de lo Civil (JUR 2002\258373) estableció lo contrario: «Pues bien, la causa de oposición así formulada ha de ser desestimada al no poder sostenerse que la solicitud ante los Tribunales españoles de la adopción de medidas cautelares suponga una sumisión tácita a aquellos y, en consecuencia, una renuncia a la sumisión a arbitraje expresamente pactada.» 12 de 18 REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 ARBITRAJE Y MEDIACIÓN La tutela cautelar de los derechos en el arbitraje Hoy la cuestión ha quedado clarificada legalmente en el artículo 722 LEC que dispone: «Podrá pedir al Tribunal medidas cautelares quien acredite ser parte de convenio arbitral con anterioridad a las actuaciones arbitrales. También podrá pedirlas quien acredite ser parte de un proceso arbitral pendiente en España; o, en su caso, haber pedido la formalización judicial a que se refiere el artículo 15 de la Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje;…». Es decir, es perfectamente compatible solicitar a un juez estatal, competente conforme a la normativa internacional vigente en su país o, en su defecto, conforme a la normativa nacional de competencia, una medida cautelar prevista en su legislación procesal, aunque para la resolución de las controversias existe una cláusula compromisoria o pacto arbitral. Particular interés tienen las medidas cautelares solicitadas antes de la presentación de la demanda arbitral y consiguiente constitución del tribunal arbitral o aceptación del árbitro, llamadas anticipatorias, máxime cuando la subsistencia de las medidas cautelares así solicitadas queda de ordinario subordinada a la presentación de la demanda de fondo en un plazo preclusivo de 20 días (artículo 730.2 LEC). Lógicamente ese requisito para la subsistencia de las medidas no es aplicable al arbitraje, tal y como dispone el artículo 730.3 LEC: «El requisito temporal a que se refiere el apartado anterior no regirá en los casos de formalización judicial del arbitraje o de arbitraje institucional. En ellos, para que la medida cautelar se mantenga, será suficiente con que la parte beneficiada por esta lleve a cabo todas las actuaciones tendentes a poner en marcha el procedimiento arbitral». 6.2. IMPORTANCIA DE LA SEDE DEL ARBITRAJE Las medidas cautelares tienden a proteger los derechos e intereses legítimos de las partes durante el proceso arbitral y a asegurar la ejecución futura del laudo. En base al principio de autonomía de la voluntad, que caracteriza al convenio arbitral, las partes deben pensar cuál es el país cuyos jueces y administración de justicia les ofrecen mayor solvencia y cuáles los derechos estatales más generosos en materia cautelar y designar a ese país (e indirectamente a sus jueces y normativa cautelar) como sede del arbitraje. 6.3. CLASES DE MEDIDAS CAUTELARES Las clases de medidas cautelares adoptables en relación a un proceso de arbitraje son, en mi opinión, exactamente las mismas que en un procedimiento judicial, y en España son las previstas sin exhaustividad (numerus apertus) en REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 13 de 18 NÚMERO MONOGRÁFICO Francisco Javier Carrión García de Parada el artículo 727 LEC. Se han emitido opiniones5 contrarias a la potestad de los árbitros de ordenar cautelarmente medidas cautelares reales que afecten a la libre disposición de bienes, como el secuestro y embargo de bienes, o su administración, intervención o depósito, al entender que esas decisiones afectan a la disposición de bienes o activos y por ende al derecho de propiedad, lo que estaría reservado a los jueces estatales que gozan de imperium. Mi discrepancia es abierta: desde el punto de vista legal, no existe ninguna disposición en vigor, en la LA, LEC o cualquier otro texto legal, que cercene la potestad cautelar de los árbitros, o que excluya la adopción por su parte de cualquier modalidad de tutela cautelar. En el plano conceptual, la limitación tampoco es admisible, cuando por imperativo legal, i) toda decisión, cautelar o de fondo, de un árbitro es susceptible de impugnación ante los juzgados y tribunales de justicia, y ii) su ejecución forzosa exige la intervención de esos mismos juzgados y tribunales. De hecho, y como ya anticipamos, los reglamentos de arbitraje de las Cortes de las instituciones arbitrales más prestigiosas reconocen expresamente la posibilidad de los árbitros de adoptar medidas cautelares que afecten al derecho de propiedad de las partes sobre sus bienes, o a la disposición de esos bienes. Así trascribimos, Art. 25.1.b) y c) del Reglamento de la Corte Internacional de Arbitraje de Londres: «Salvo acuerdo por escrito en contrario de las partes, el Tribunal Arbitral, a solicitud de una de las partes, estará facultado para: a) decretar la conservación, el almacenamiento, la venta o cualquier otra forma de disposición de cualquier propiedad bajo el control de cualquiera de las partes y que sea objeto de la materia debatida en el arbitraje; b) decretar provisionalmente, y sujeto a la posterior confirmación de un laudo final, la concesión de cualquier compensación que el Tribunal pueda conceder a las partes en el laudo final, incluido el pago de una cantidad dineraria o la venta de una propiedad entre las partes.» 5 Eduardo SILVA ROMERO, «Adopción de medidas cautelares por el juez y por el árbitro»; II Congreso Internacional del Club español del Arbitraje. El Arbitraje y la jurisdicción. 17-19 de junio de 2007. 14 de 18 REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 ARBITRAJE Y MEDIACIÓN La tutela cautelar de los derechos en el arbitraje Art. 21.1 del Reglamento de Arbitraje de la Asociación Americana de Arbitraje: «A solicitud de cualquier parte, el tribunal podrá tomar aquellas medidas provisionales necesarias, incluyendo mandamiento de hacer o no hacer y medidas para la protección o conservación de propiedad.» Art. 46.b) del Reglamento de Arbitraje de la OMPI: «A petición de cualquiera de las partes, el Tribunal, si considera que las circunstancias excepcionales así lo exigen, podrá ordenar a la otra parte que proporcione una garantía, en la forma determinada por el Tribunal, para asegurar los resultados de la demanda o la reconvención, así como para asegurar las costas a que se hace referencia en el artículo 72.» Art. 26.1 Reglamento UNCITRAL: «El tribunal arbitral podrá, a instancia de una de las partes, otorgar medidas cautelares.» Existen otros reglamentos que no contemplan explícitamente esa clase de medidas cautelares reales, pero mencionan la facultad de los árbitros de adoptar «cualesquiera medidas cautelares o provisionales que (el árbitro) considere apropiadas» (art. 23.1 Reglamento Corte de Arbitraje CCI). 6.4. TUTELA CAUTELAR JUDICIAL Vamos a analizar a continuación ciertas cuestiones relevantes en el ámbito de las medidas cautelares dictadas por los jueces y tribunales de justicia en relación a un procedimiento arbitral. 1. Momento para solicitar las medidas cautelares: La regla general es al tiempo de presentar la demanda, pero también se pueden pedir antes (si hay urgencia y necesidad), o después, acreditando los nuevos hechos (art. 730 LEC). En cualquier caso, dada la accesoriedad de las medidas cautelares respecto del procedimiento principal, y la conveniente prevención del abuso de la tutela cautelar, las medidas cautelares predemanda decaen si esta no se presenta dentro de los 20 días posteriores a su adopción, salvo que se haya pedido la formalización judicial del arbitraje o arbitraje institucional, en cuyo caso basta con acreditar que se llevan a cabo todas las actuaciones tendentes a poner en marcha el arbitraje. El precepto citado coincide con el artículo 11.3.º LA. REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 15 de 18 NÚMERO MONOGRÁFICO Francisco Javier Carrión García de Parada Sin embargo, como quiera que con el laudo definitivo termina el arbitraje (art. 38.1.º LA), a partir de ese momento la parte beneficiaria del laudo solo puede pedir medidas cautelares a los juzgados y tribunales. 2. Requisitos de las medidas cautelares. Los requisitos de las medidas cautelares son los analizados anteriormente: i) peligro de demora procesal, ii) apariencia de buen derecho, iii) caución, y iv) ausencia de tolerancia injustificada durante largo tiempo (art. 728.1.º LEC). 3. Las decisiones del juez favorables o desfavorables a las medidas cautelares, o adoptadas tras la oposición, son apelables sin efecto suspensivo (arts. 735, 736 y 741.3.º LEC), pero no son susceptibles de recurso extraordinario de casación o infracción procesal. Así lo confirma el Auto del Tribunal Supremo (Sala de lo Civil, Sección 1.ª) de 29 de noviembre de 2011 (JUR 2011\421213): «Es criterio reiterado de esta Sala que únicamente son susceptibles de recurso de casación las sentencias dictadas en segunda instancia por las Audiencias Provinciales (art. 477.2 LEC 2000), lo que excluye el recurso cuando la resolución dictada sea un auto o cuando debió adoptarse esa forma, en función de la recaída en la primera instancia (art. 456.1 LEC 2000). Resulta claro, por tanto, que en el régimen de recursos de la Ley 1/2000, el de casación y, mientras dure el régimen provisional de la Disposición Final Decimosexta, también el extraordinario por infracción procesal, están limitados a las sentencias dictadas en segunda instancia, lo que exceptúa siempre los autos. El art. 483.2 LEC 2000, en su apartado 1.º dispone que procederá la inadmisión del recurso de casación si, pese a haberse tenido por preparado el recurso, este fuere improcedente, por no ser recurrible la sentencia o por cualquier defecto de forma no subsanable en que se hubiere incurrido en su preparación, añadiendo en el apartado 4 que si la Sala entendiere que concurre alguna de las causas de inadmisión, dictará auto declarando la inadmisión del recurso de casación y la firmeza de la resolución recurrida.(…) En materia de medidas cautelares, únicamente cabe el recurso de apelación (vid. arts. 735.2, 736.1 y 741.3 LEC 2000 ), lo que patentiza que en el régimen de la LEC 1/2000, de 7 de enero, estas resoluciones están excluidas de acceso a los recursos extraordinarios, dado que la resolución recaída en el proceso cautelar no es equiparable al dictado en el proceso declarativo poniendo fin a la primera instancia, por lo que tampoco es “Sentencia de segunda instancia” la dictada por la Audiencia Provincial, que en estos casos debe calificarse como recaída en 16 de 18 REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 ARBITRAJE Y MEDIACIÓN La tutela cautelar de los derechos en el arbitraje grado de apelación, de tal modo que, la resolución recurrida no es susceptible de acceso a la casación, no solo por haber adoptado la forma de auto, sino porque la consecuencia sería la misma si hubiese adoptado la forma de sentencia, lo que por otra parte, es acorde con la celeridad requerida por el procedimiento de medidas cautelares, según ya se ha indicado por esta Sala (vid. AATS de 22 de marzo y veintiocho de junio de 2005 en recursos 75/2005 y 559/2005 entre otros).» 4. Solicitudes de medidas cautelares procedentes del extranjero: La práctica totalidad de los reglamentos de arbitraje de las principales cortes internacionales6 prevén la adopción de medidas cautelares por los árbitros. El art. 722 LEC prevé la posible adopción de medidas cautelares por los jueces y tribunales españoles en relación a procedimientos arbitrales seguidos en el extranjero, con respeto a lo dispuesto en los convenios y tratados internacionales vigentes. La competencia corresponderá a los jueces y tribunales competentes para ejecutar el laudo, o en su defecto, los del lugar en que las medidas cautelares se deban ejecutar. 7. CONCLUSIONES 1. La tutela cautelar forma parte del derecho a la tutela judicial efectiva consagrado en el artículo 24 de la Constitución Española. 2. La LEC autoriza a los juzgados y tribunales de justicia en controversias sometidas a arbitraje, o cuando existen procedimientos arbitrales pendientes de formalización o en curso, para adoptar y ejecutar medidas cautelares. 3. Salvo pacto en contrario de las partes, los árbitros designados en un procedimiento arbitral pueden adoptar medidas cautelares. 4. Al carecer los árbitros de imperium, las medidas cautelares adoptadas por los árbitros habrán necesariamente de ser ejecutadas por los juzgados y tribunales de justicia, a quienes corresponde también la revisión limitada de la validez de las medidas cautelares adoptadas por los árbitros. 6 Art. 25 del Reglamento de la Corte Internacional de Arbitraje de Londres; art. 23 del Reglamento de la corte Internacional de Arbitraje de la Cámara Internacional de Comercio y art. 21 del Reglamento de Arbitraje de la Asociación Americana de Arbitraje. REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805 17 de 18 NÚMERO MONOGRÁFICO Francisco Javier Carrión García de Parada 5. Corresponderá a las partes enfrentadas en un arbitraje, o vinculadas por un convenio arbitral, decidir si solicitan las medidas cautelares a los jueces y tribunales o a los árbitros una vez designados. Los requisitos de las medidas cautelares a adoptar por los jueces y tribunales y por los árbitros son comunes: i) apariencia de buen derecho, ii) peligro por la mora y iii) prestación de caución suficiente. 18 de 18 REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA Y LEÓN. N.º 29. ENERO 2013. ISSN 2254-3805