HISTORIA DE LA NOTACION EN LA MUSICA La historia de la notación en la música abarca unos dos mil trescientos años, desde los primeros símbolos alfabéticos del mundo grecolatino hasta las últimas tendencias de notación abstracta usadas en la actualidad. La notación de la música ha sido siempre un elemento delicado y complejo, ya que no sólo debía indicar la altura de los sonidos, sino también parámetros de la música: como duración, tiempo, intensidad sonora, carácter, articulación, etc. A lo largo de la historia han ido surgiendo distintos sistemas de notación, viéndose influidos no solo por cuestiones artísticas, sino también por aspectos políticos, sociales y religiosos. Desde la antigua Grecia, se tiene constancia de la existencia de formas de notación musical; sin embargo, es a partir de la música de la Edad Media, principalmente el canto gregoriano, cuando se comienza a emplear el sistema de notación musical que evolucionaría al actual. En el Renacimiento, cristalizó con los rasgos más o menos definitivos con que lo conocemos hoy, aunque ha ido variando según las necesidades expresivas de los usuarios. Las distintas formas de notación musical y los soportes empleados han sido muy diversos a lo largo de la historia, y son objeto de estudio por parte de los musicólogos e historiadores de la música en la actualidad. Los diversos sistemas de notación dan testimonio del interés del ser humano por preservar el arte para la posteridad. LOS ORÍGENES DE LA NOTACIÓN MUSICAL NOTACIÓN BABILÓNICA Los babilonios crearon la notación más antigua que se conoce. La pieza casi completa más antigua que se conserva procede de una tablilla y data de 14001250 a. C. El poema está en hurrita, un idioma que no puede traducirse enteramente, pero el texto parece ser un himno a Nikkal, esposa del dios de la Luna. Los especialistas han propuesto distintas transcripciones de esta música. Aunque inventasen un sistema de notación de carácter alfabético, la mayor parte de la música se ejecutaba de memoria o era improvisada. Es muy probable que los músicos no tocasen o cantasen a partir de la notación, sino que la utilizasen como un guion a partir de cual reconstruían toda la melodía. NOTACIÓN GRIEGA El primer testimonio sobre el uso de una notación en Grecia aparece en Aristóxeno de Tarento, que desarrolló sus teorías entre finales del siglo IV y comienzos del siglo III a. C. Sus alusiones no se refieren a un uso corriente de la escritura musical en la práctica de los compositores, sino más bien a su utilización por parte de los teóricos, así como en la enseñanza de la música. De hecho, las imágenes de la Grecia antigua rara vez muestran a un intérprete leyendo un pergamino o una tablilla mientras toca. A partir de ello y de los documentos escritos se deduce claramente que los griegos, a pesar de poseer una notación bien desarrollada, aprendían la música sobre todo de oído y la improvisación era frecuente. El fragmento más antiguo que se ha conservado con notación es un papiro del siglo I a. C., en el que hay un pasaje coral de la tragedia de Orestes, cuyo original fue creado por Eurípides y una piedra original que contiene el segundo de los dos himnos a Apolo (siglo II), escritos en notación griega antigua. La segunda fuente de documentos la constituyen las llamadas Tablas de Alipio, de mediados del siglo IV d. C., que nos dan la notación sistemática, vocal e instrumental de todas las escalas empleadas por los grecorromanos. En Grecia había dos notaciones de carácter alfabético, una para el canto coral y otra para los instrumentos. Los signos alfabéticos servían por igual para la voz y para los instrumentos. Pero cuando se trataba de música vocal con acompañamiento de instrumentos, entonces para la voz se utilizaba el alfabeto jónico de veinticuatro letras con las que se traducían no solo los sonidos principales, sino también los cromáticos. La notación instrumental original comprendía quince letras, correspondientes a dos octavas. Con el alfabeto quedaba resuelto el aspecto de la representación de la altura de los sonidos. Para el problema de la duración de los mismos se crearon una serie de signos convencionales basados en notas largas y breves, que más tarde se convertirían en los modos rítmicos. EDAD MEDIA: EVOLUCIÓN Y DESARROLLO DE LA NOTACIÓN Tras el desmembramiento del Imperio romano, el Imperio bizantino estableció su capital en Constantinopla, desvinculándose del poder de Roma, tanto en el terreno político como en el religioso. Esta separación de índole político-religiosa tuvo un efecto decisivo sobre la cultura y el arte de la sociedad bizantina. De esta manera, el sistema de notación musical empleado en Bizancio fue diferenciándose paulatinamente del romano. Por otra parte, la notación bizantina, también de carácter alfabético, incorporó elementos orientales. La notación bizantina estaba pensada como una ayuda para la memoria, en tanto que la transmisión de los cantos se llevaba a cabo de manera oral. Existen signos ecfonéticos para las lecturas y neumas para los cantos, que no designan alturas de sonido fijas, sino intervalos, y también ritmos y maneras de ejecución. Estos signos bizantinos siguen empleándose en la notación de los cantos propios de esa liturgia, aunque en una versión simplificada, gracias a la reforma que en el año 1821 llevó a cabo el obispo Crisanto. LA TRANSMISIÓN ORAL DEL CANTO GREGORIANO Las melodías se transmitían oralmente, sin dejar constancia escrita, de tal modo que solo se ha conservado un fragmento de música cristiana anterior a Carlomagno: un himno a la Santísima Trinidad de finales del siglo III, hallado en un papiro de Oxirrinco y escrito en la antigua notación griega. Sin embargo, esta notación había sido olvidada antes del siglo VII, cuando san Isidoro de Sevilla escribió que, a menos que los sonidos sean recordados por el hombre, estos perecen, porque no pueden ponerse por escrito. Algunas de las melodías más simples y cantadas con más frecuencia pudieron difundirse literalmente. Pero el corpus del canto gregoriano comprende cientos de melodías elaboradas. Algunos estudiosos sugieren que numerosos cantos se improvisaban, siguiendo un contorno melódico dado y utilizando fórmulas de apertura, cierre y ornamento, apropiadas a un texto particular o a determinado momento de la liturgia. Cierto paralelismo se halla en la cantilación judía y en la centonización bizantina, ambas tradiciones orales antes de ser fjiadas por escrito. La variación individual no era algo conveniente si los cantos se tenían que interpretar de la misma manera en todas las iglesias de un vasto territorio, como era el deseo del papa y de los reyes francos. Durante siglo VIII, en Roma, se hicieron distintos intentos de estandarización de las melodías y de adiestramiento de cantores francos que fuesen capaces de reproducirlas con total exactitud. Sin embargo, las melodías acababan por ser modificadas con el paso del tiempo. Por tanto, la invención de una notación para la música se hizo imprescindible. LA NOTACIÓN JUDÍA EUROPEA La comunidad judía de Europa poseía sus propias tradiciones musicales. En las sinagogas, el canto de los salmos se realizaba usualmente de manera responsorial entre un líder y la congregación. La lectura de las escrituras hebreas se entonaba por un solista que utilizaba un si.stema de cantilación. Las melodías no estaban escritas, aunque a principios del siglo IX se desarrolló una notación denominada te'anim para indicar los acentos, las divisiones del texto y las pautas melódicas apropiadas. LA NOTACIÓN NEUMÁTICA Los libros más antiguos de canto con notación musical conservados hasta hoy datan de finales del siglo IX, pero sus coincidencias sustanciales han sugerido a los especialistas que la notación podía haber estado ya en uso en la época de Carlomagno o poco después. La notación surgió como un modo de alcanzar la uniformidad y un medio de perpetuar esa uniformidad. En las notaciones primitivas, los signos llamados neuma (en latín, «gesto») se colocaban encima del texto para indicar el número de notas de cada sílaba y si la melodía ascendía, descendía o repetía el mismo tono. Estos neumas pudieron derivarse de signos de inflexión y acento, y su grafía se basa en los movimientos de la mano al dirigir la música. Hoy se ha estudiado la posibilidad de que la notación neumática haya nacido para fijar el repertorio del rito mozárabe hispano. Los neumas no indicaban alturas de tonos o intervalos, sino que servían como reglas nemotécnicas que indicaban el perfil correcto de la melodía, por lo que estas tenían que seguir aprendiéndose de oído: este tipo de notación poco precisa se denomina «adiastemática». En los siglos X y XI, los copistas colocaban neumas a alturas variables con el fin de indicar el tamaño relativo y la dirección de los intervalos. Estos neumas se conocían como «neumas de altura precisa» o «neumas distemáticos». Los principales eran: El punctum (\), que se redujo hasta un trazo corto horizontal o un simple punto, indicando un sonido más bajo con respecto al anterior. La virga (/), que señala un sonido más agudo. De estos dos signos derivaron otros, como el pes, que equivale a dos sonidos ascendentes; la clivis, dos sonidos descendentes; el torculus, dos sonidos ascendentes y uno al grave, y el porrectus, contrario al anterior; también se empleó el custos, una pequeña nota sin texto, que indica la altura del comienzo de la siguiente línea. Este sistema de notación neumática parece que no se desarrolló hasta el siglo VIII, pero en el siglo IX llegó a ser de uso común. Los nombres de las notas En los escritos de Al-Mamún (786-833) e Ishaq Al-Mausili se utilizó una notación musical basada en las letras del alfabeto árabe: Correspondencia entre la notación árabe y la europea Letras árabes mīm م ʼāf ف dāṣ ص māl ل nīs س lād د ʼār ر Notas musicales mi fa Sol la si do re Durante este periodo de contribuciones islámicas en la Europa medieval, el monje benedictino friulano Pablo el Diácono (720-800) compuso el himno Ut queant laxis (también llamado Himno a san Juan Bautista). En la sílaba inicial de cada verso, puso el nombre árabe de las notas, aunque utilizando como nota inicial el do, al que rebautizó ut. Las frases de este himno, en latín, son así: Ut queant laxis resonare fibris mira gestorum famuli tuorum solve polluti labii reatum sancte Ioannes. Para que puedan exaltar a pleno pulmón las maravillas estos siervos tuyos perdona la falta de nuestros labios impuros San Juan. El copista del manuscrito del gradual Viderunt omnes (copiado en la segunda mitad del siglo XI) trazó una línea horizontal sobre el pergamino que correspondía a una nota particular y orientó los neumas en torno a esa línea, que en el manuscrito correspondía a la nota la. En otros manuscritos, la línea se marcó con la letra correspondiente a la nota que representaba, casi siempre F (fa) o C (do), que evolucionaron posteriormente para dar lugar a las claves empleadas hoy en día. El monje benedictino italiano Guido de Arezzo elaboró una aproximación a la notación actual, y popularizó los nombres utilizados en el Himno a san Juan Bautista de Pablo el Diácono. Sin embargo, exceptuó la séptima nota, si, que en su época era considerada una nota diabólica. Guido de Arezzo utilizó un esquema nemotécnico especial con forma de mano, conocido como la mano guidoniana. Además, propuso una disposición en líneas y espacios, utilizado una línea de tinta roja que correspondía al fa y otra de tinta amarilla para el do. Este esquema tuvo bastante éxito y dio origen al tetragrama, predecesor del moderno pentagrama. Además se modificó la forma de los neumas y los signos se marcaron con mayor fuerza, debido a la sustitución de las plumas de escritura en punta por otras de bisel. Todos estos neumas fueron transformándose hasta dar lugar a la notación cuadrada. En 1680, Franciszek Meninski, en su Thesaurus linguarum orientalum, enunció la hipótesis de que las sílabas del solfeo pudieron haber derivado de las sílabas del sistema árabe durr-i-mufassal: dāl, rā', mīm, fā', ṣād, lām, tā’. En 1780, Jean-Benjamin M. de Laborde (1734-1794) afirmó lo mismo en su Essai sur la musique ancienne et moderne. Guillaume Andre Villoteau erudito francés que formó parte de la expedición de Napoleón a Egipto, sugirió que la notación musical musulmana habría influido a Guido D'Arezzo. Hacia el siglo XVI, Anselmo de Flandes añadió la nota musical si, derivada de las primeras letras de Sancte Ioannes. En el siglo XVIII, el musicólogo italiano Giovanni Battista Doni sustituyó el nombre de ut por el nombre original de la nota en árabe: dāl. La modificó ligeramente para que se pareciera al inicio de su propio apellido: do. En Francia se sigue utilizando el nombre ut para los términos técnicos o teóricos (por ejemplo trompette en ut o clé d’ut), aunque para el solfeo se utiliza el monosílabo do. También en este proceso se añadió una quinta línea a las cuatro que se utilizaban para escribir música, llegando a la forma en que hoy lo conocemos, llamada pentagrama. Tras estas reformas y modificaciones, las notas pasaron a ser las que se conocen actualmente. Actualmente la escala musical diatónica (sin alteraciones ni cambios en la tonalidad) está compuesta por siete sonidos. En el caso de la mencionada escala, las notas son las siguientes: do, re, mi, fa, sol, la, si (según el sistema latino de notación). C, D, E, F, G, A, B (según el sistema inglés de notación musical, también llamado denominación literal). C, D, E, F, G, A, H (según el sistema alemán de notación musical. La B equivale al si bemol). En cuanto a la manera de indicar la duración de las notas, existen algunos manuscritos que contienen signos que indican valores rítmicos, aunque es muy probable que el canto fuese relativamente libre en cuanto a la métrica. LOS MODOS RÍTMICOS A finales del siglo XII, los compositores de la escuela de Notre Dame desarrollaron, por primera vez desde la Grecia antigua, una notación que indicaba la duración de las notas, que se aplicó a toda la música polifónica hasta bien entrado el siglo XIII. En lugar de emplear la forma de las notas para indicar su duración relativa, emplearon combinaciones de grupos de notas, llamados ligaduras, para indicar patrones de longa (nota larga) o breve (nota corta). Existían seis patrones básicos, llamados modos, que se identificaban por un número. Los modos 1 y 5 eran los más usuales y, al parecer, los más antiguos. El modo 4 se empleaba raras veces y es posible que se incluyera para completar el sistema. Por otra parte, los ritmos menores se concebían como fraccionamiento de los valores modales regulares, y se indicaban mediante notas adicionales intercaladas en las ligaduras, o mediante rombos añadidos. En teoría, una melodía compuesta en un modo determinado consistía en las repeticiones del patrón, terminando cada frase con un silencio. Pero una melodía así podría resultar monótona, por lo que en la práctica el ritmo era más flexible. NOTACIÓN FRANCONIANA Franco de Colonia, compositor y teórico, codificó el nuevo sistema, llamado notación franconiana en su honor. Por primera vez, las duraciones relativas fueron consignadas por las formas de las notas. Existían cuatro signos: La notación franconiana se basaba en grupos ternarios a partir de la unidad básica, el tempus: tres tempora constituyen una perfección, similar a un compás de tres tiempos. La notación permitía a los compositores disponer de una mayor libertad y variedad rítmica, que dio un paso más con Petrus de Cruce, con quien las tres voces de los motetes empezaron a progresar a velocidades bastante distintas entre sí. LA NOTACIÓN DEL ARS NOVA El Ars Nova, estilo musical francés inaugurado por Philippe de Vitry en la década de 1310 y continuado hasta la década de 1370, se distingue de los estilos anteriores por la aparición de dos innovaciones en la notación del ritmo, descritas en el tratado Ars nova de Vitry y en los tratados de Jehan des Murs. La primera innovación permitía la división doble frente a la triple tradicional; la segunda hacía posible la división de la semibreve, hasta ese momento el menor valor posible de una nota, en mínimas. El sistema resultante ofrecía nuevos tipos de compás y permitía una flexibilidad rítmica mucho mayor, incluyendo, por primera vez, la sincopación. En torno a 1340, Des Murs consideró una innovación más, los signos de mensuración, antecesores de los actuales signos de compás. El teórico flamenco Jacobo de Lieja defendió arduamente el arte antigüo de finales del siglo XIII en su tratado Speculum musicae contra las innovaciones recientes. En la notación del Ars Nova, las unidades de tiempo podían formar grupos de dos o tres notas, con diferentes niveles de duración, lo que permitía una variedad mucho más amplia en los ritmos que podían ser escritos. La longa, la breve y la semibreve podían dividirse en dos o tres notas del siguiente valor más pequeño. La división de la longa fue denominada modo, de la breve tiempo y la de la semibreve prolación. Las cuatro combinaciones posibles de tiempo y prolación dan lugar a cuatro compases diferentes. Con el paso del tiempo, el tiempo y la prolación fueron indicados mediante una serie de signos de mensuración: un círculo para el tiempo perfecto o un círculo incompleto para el imperfecto, con un punto para la prolación mayor y sin él para la prolación menor. En la notación del Ars Nova, la forma de cada nota podía indicar su duración particular. La forma de las notas en la notación del Ars Nova es la misma que en la notación franconiana, con el añadido de la mínima. En ambos sistemas, las ligaduras siguieron siendo empleadas para ciertas combinaciones de longas y breves. EL SIGLO XV En el siglo XV, se siguió empleando la notación del Ars Nova, aunque se introdujeron algunas modificaciones en la grafía de las notas. Así, en torno a 1425, los copistas empezaron a escibir las notas con cabezas huecas en lugar de rellenar cada cabeza con tinta. Dicha transformación pudo tener lugar porque en esa época los copistas pasaron de escribir sobre pergamino, raspado sobre piel de cordero o de cabra, a escribir en papel; rellenar las notas negras sobre la áspera superficie del papel aumentaba el riesgo de salpicar la tinta o de que esta se corriese RENACIMIENTO: LAS TABLATURAS Los compositores del Renacimiento añadieron valores de notas aún más breves, cada una con la mitad de duración que la nota inmediatamente superior, rellenando la cabeza de una mínima para originar una semimínima y añadiendo uno o dos indicadores a la semimínima para producir la fusa y la semifusa. A finales del siglo XVI, la forma romboidal de las notas en la notación renacentista se transformó en las cabezas redondas utilizadas hoy, mientras que las ligaduras cayeron en desuso. Las claves eran utilizadas para acomodar la lectura a cada tesitura vocal, con el objetivo de que el ámbito de lectura no saliese demasiado del pentagrama. Aunque las claves se emplean desde el siglo XII, fue en el siglo XVI cuando se regularizó su empleo. La barra de compás fue añadida en el siglo XVII. En el Renacimiento tuvo lugar asimismo la aparición de las tablaturas, una manera de representar gráficamente las posiciones de la mano al interpretar los distintos acordes en un instrumento de cuerda pulsada, como el laúd o la tiorba, o de teclado. Existían varios tipos de tablatura, en función de los países: Alemana, que presentaba a su vez dos modalidades: la antigua, que se empleó entre los siglos XV y XVI, y en la cual aparecían, en la parte superior, de seis a ocho líneas reunidas por una llave con notas mensurales, mientras que en la parte inferior se incluían letras; y la nueva, que se utilizó entre los siglos XVI y XVIII, y en la cual todas las voces se representaban con letras. Española, que utilizaba notas y cifras. Italiana, que hacía uso de notas dispuestas en sistemas de seis a ocho líneas arriba y de cinco a seis líneas abajo. Inglesa, que empleaba notas ubicadas en dos sistemas de seis líneas. Francesa, que usaba notas situadas en dos sistemas de cinco líneas. En cuanto a las tablaturas de laúd, estas consistían en una escritura de posiciones: la tablatura representaba un sistema de seis líneas que era la imagen de las cuerdas del instrumento, hallándose la más grave situada en la parte superior, correspondientemente con la posición del diapasón. Las cifras situadas entre las barras de compás indicaban el traste que debía pisarse y las plicas de las notas señalaban la duración de las mismas. Estas tablaturas se hicieron especialmente populares en la década de 1600 en Inglaterra, en las lute song o canciones con laúd. BARROCO: EL BAJO CIFRADO Ya en el Barroco, tanto la célebre escuela para órgano francesa como los laudistas franceses comenzaron a emplear agréments, ornamentos diseñados para poner de relieve las notas importantes y dar carácter a las melodías. Estos se convirtieron en un elemento fundamental en la música francesa y eran añadidos por los intérpretes de manera libre e improvisada. Poco después, el uso de agréments pasó a la música vocal. En el siglo XVII, se popularizó también el uso del bajo continuo (en italiano, basso continuo), sistema por el cual el compositor escribía la melodía o melodías y la línea del bajo, pero dejaba a los intérpretes el relleno de los acordes y voces interiores apropiadas. Cuando los acordes que habían de tocarse eran distintos de las tríadas comunes en su estado fundamental o era necesario añadir tonos no pertenecientes al acorde o alteraciones, el compositor solía añadir cifras por encima o por debajo de las notas del bajo para indicar las notas requeridas. Esta notación se conoce como bajo cifrado. En la escritura del bajo cifrado existían algunas convenciones: una nota sin cifra señalaba que debía añadírsele una tercera y una quinta, cuando aparecía solo un 3 o un 4 se debía tocar también la quinta, un 6 o un 7 implicaban además una tercera, las alteraciones accidentales se indicaban mediante el signo correspondiente al lado de las cifras, una alteración accidental sin cifra afectaba a la tercera del acorde. CLASICISMO: LA CONSOLIDACIÓN DE LA NOTACIÓN TRADICIONAL A lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, se continuó empleando la tradicional notación de cabeza redonda, sin producirse apenas innovaciones en este sentido. No obstante, fue un periodo en la que se fue extendiendo el empleo de signos y expresiones adicionales que indicaban la dinámica de cada pasaje. Por su parte, se siguió utilizando el bajo cifrado barroco en el continuo, pero se fueron abandonando los agréments de la etapa anterior. ROMANTICISMO: EL CANTO SEGÚN LA FORMA DE LA NOTA En el siglo XIX, siguió empleándose la notación tradicional en la música instrumental, pero se abandonaron definitivamente prácticas barrocas, como la escritura de bajos cifrados, motivada por el desuso en el que habían caído instrumentos como el clavicémbalo desde finales del siglo XVIII, por considerarlos anticuados. Además, cambiaron las texturas y formas predominantes, surgió la gran orquesta y apareció la figura del director profesional, independiente de la de los intérpretes. Paralelamente, en esta etapa, surgió un creciente interés por la música antigua, especialmente del Renacimiento y del Barroco. En este contexto, tuvo lugar el estreno de las pasiones de Johann Sebastian Bach por la Singakademie de Berlín, así como la publicación en multitud de ediciones de piezas de canto gregoriano. La Iglesia católica promovió activamente, desde mediados de siglo, la composición de una música coral sin acompañamiento, en un estilo inspirado en Palestrina. Los músicos anglicanos recuperaron los clásicos de su tradición, los ortodoxos rusos renovaron su música sacra y las iglesias afroamericanas desarrollaron sus propios estilos de música. De esta manera, especialmente en las iglesias protestantes estadounidenses, surgió un nuevo sistema de notación que reflejaba el nuevo estilo de música vocal, caracterizado por su sencillez y por la homofonía. Los maestros de coro publicaron canciones nuevas y antiguas en colecciones como Kentucky Harmony (1816), The Southern Harmony (1835) y The Sacred Harp (1844). La tradición de interpretación de esta música se conoce como shape-note singing o ‘canto según la forma de la nota’, en virtud de la notación empleada en estas colecciones, en las que la forma de la cabeza de las notas indicaba las sílabas de la solmisación, permitiendo así una fácil lectura a primera vista de las voces. Este sistema de notación es una ingeniosa reinvención estadounidense de las sílabas introducidas en el siglo XI por Guido de Arezzo. La gente corriente cantaba usando estas colecciones en la iglesia y en las reuniones locales y regionales, aplicaba las sílabas de solmisación la primera vez en cada canción y las cantaba después en todos los versículos. Sin embargo, el sistema de notación según la forma de la nota solo se empleó para la música vocal religiosa de algunas comunidades cristianas estadounidenses. En el resto de la música producida en esa época se empleó la tradicional notación redonda, la usada actualmente, cobrando además una gran importancia los signos y símbolos que indican dinámicas, tempo y agógica. EL SIGLO XX: LA NOTACIÓN GRÁFICA Y LA INDETERMINACIÓN En ese siglo, comenzaron a aparecer nuevas corrientes de vanguardia en la música, que conllevaron en muchas ocasiones cambios en la notación, normalmente ligados a la experimentación y la búsqueda de la novedad, así como a la incapacidad de reflejar los nuevos efectos musicales por medio de la notación tradicional. De esta manera, desde los años cincuenta surgieron distintos sistemas de notación gráfica, que variaban desde una serie de símbolos similares a los usados tradicionalmente hasta sofisticadas notaciones a todo color (notación simbólica) en las que la transformación gráfica es total, sin referencias al sistema de notación convencional y que, en muchos casos, más buscaban sorprender visualmente que reflejar con exactitud la música que había de interpretarse. Por otra parte, no existen convenciones en torno a los símbolos o signos empleados, de manera que cada compositor o escuela tiene su propio sistema de notación; paralelamente al surgimiento de estas nuevas grafías, han aparecido intérpretes y agrupaciones musicales especializados en el estudio y la interpretación de partituras gráficas. Hasta la fecha, son pocos, pero importantes, los intentos de algunos tratadistas de clasificar metódicamente esta nueva tendencia gráfica en las actuales técnicas de composición, para fijar las bases de un método de nueva notación musical. El compositor estadounidense John Cage fue pionero en lo que él llamó indeterminación, una tendencia según la cual el compositor deja ciertos aspectos de la música sin especificar. Parte de esta idea la extrajo de la obra de su amigo Morton Feldman, quien en piezas tales como Projection 1 para violonchelo (1950) utilizó una notación gráfica para indicar el timbre, el registro y la duración en términos generales, en lugar de especificar de manera precisa las notas y las duraciones. El Concierto para piano y orquesta (1957-1958) de Cage muestra sesenta y tres páginas con diversos tipos de notación gráfica, pensada para ser ejecutada por los intérpretes de acuerdo a las instrucciones de la partitura; los sonidos exactos generados varían considerablemente de una interpretación a otra. Otro ejemplo de Cage en el que se emplean la notación gráfica es Variations IV (1963), en el que emplea hojas de plástico transparente con líneas, puntos y otros símbolos, que se superponen al azar y se leen después como notación. Muchos compositores adoptaron alguna forma de la indeterminación bajo la influencia de Cage. Así, Earle Brown escribió Available Forms I (1961) para dieciocho intérpretes y Available Forms II (1962) para gran orquesta; en ellas, los intérpretes interpretan fragmentos completamente escritos en la partitura, pero con cierta libertad de elección en los tonos, en el orden y en los tempi determinados por el director de la orquesta. Otro ejemplo lo constituye la partitura de Klavierstücke XI (1956) de Karlheinz Stockhausen, que consiste en una única hoja, de grandes dimensiones, con diecinueve fragmentos breves de música que han de tocarse sucesivamente a medida que el ojo del intérprete consigue dar con uno después de otro. Se dan indicaciones para la elección y el vínculo de los segmentos; no es necesario tocarlos todos, cualquiera puede repetirse y la pieza concluye después de que el pianista toque cualquier segmento por tercera vez. Krzysztof Penderecki también empleó un tipo de notación gráfica en algunos pasajes de su obra Treno a las Víctimas de Hiroshima (1960) para cincuenta y dos instrumentos de cuerda, basada en texturas y procesos, en la que se proporcionan escasos pulsos o valores de notas definidos y, en lugar de ello, mide el tiempo en segundos. También cabe mencionar al compositor, arquitecto e ingeniero griego Iannis Xenakis, que fundamentó su música en conceptos matemáticos. En Metastaseis (1953-1954), proporcionó a cada intérprete de cuerda de la orquesta una parte distinta para ser ejecutada y plasmó la música en una serie de gráficos, que sugerían los sonidos resultantes. En el ámbito de la música electroacústica, algunos artistas han creado partituras visuales para ilustrar distintas piezas que se encuadran en esta tendencia. Así, el artista alemán Rainer Wehinger creó en los años setenta una partitura para la obra Artikulation de Guiorgui Lígueti, en la que se indican ciertos aspectos poco convencionales, como los altavoces activos en cada momento. No obstante, este tipo de partituras no buscan servir de soporte para la música, con objeto de su interpretación posterior, sino que más bien tratan de reflejar una pieza ya creada. En el siglo XXI, han surgido compositores que se han mostrado favorables al empleo de este tipo de notaciones de carácter gráfico. En el contexto actual, cabe aludir a los compositores españoles Manuel Castillo, Jesús Villa Rojo y Ramón Roldán, que hacen uso de sistemas de notación basados en la sugerencia, por medio de la cual buscan conferir al intérprete un papel más importante en el resultado musical final. CONCLUSIONES Y COMENTARIOS Esto de las notas musicales es un tema muy complejo pues requiere un esfuerzo enorme por descubrir los orígenes de ellas, además implica estudiar analizar y en muchos ocasiones suponer que la música sonaba, se escuchaba o escribía de alguna forma, hoy en día podemos decir que tenemos una forma más sencilla de leer la música, claro en cada etapa de la historia tal vez se pensó lo mismo, pero, por la sencillez de la escritura era más complicado, al igual que antes hoy se sigue improvisando y tal vez en un futuro siga igual, lo único que va a evolucionar es la escritura, pues la los sonidos siempre serán los mismos. CURSO DE FORMACION DE SGTOS. 1/os. Y 2/os. MUSICOS SGTO 2/o AUX. MUS. ALBERTO LINARES AVILES INSTRUCTOR SGTO 1/o AUX. MUS. MARIO OMAR CORTEZ CORONADO SOLFEO IIPRIMERA ANTIGÜEDAD 2014-2015