Francisco González Macías Vida y obra de un escultor bejarano JOSÉ CARLOS BRASAS EGIDO FRANCISCO GONZÁLEZ MACÍAS (1901-1982) FRANCISCO GONZÁLEZ MACÍAS (1901-1982) Vida y obra de un escultor bejarano JOSÉ CARLOS BRASAS EGIDO CENTRO DE ESTUDIOS BEJARANOS 2010 EDICIONES DE LA DIPUTACIÓN DE SALAMANCA Serie COEDICIONES Y COLABORACIONES, N.° 33 © De esta edición: Diputación de Salamanca, Centro de Estudios Bejaranos y el autor Diseño y maquetación de interior: Difusión y Publicaciones I.S.B.N.: 978-84-7797-326-3 Depósito Legal: S. 218-2010 Impreso en España. Imprime: IMPRENTA PROVINCIAL Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida total o parcialmente, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea mecánico, eléctrico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. PALABRAS LIMINARES CONTRIBUIR al conocimiento y la difusión de la cultura y el arte de signo salmantino es uno de los objetivos que se plantea de manera permanente el Departamento de Cultura de la Diputación de Salamanca. El apoyo a los artistas de Salamanca, tanto a los consagrados como a los emergentes, se materializa de manera principal en los proyectos expositivos que acoge nuestra sala de exposiciones “La Salina” y los catálogos que les sirven de apoyo y promoción. Sin embargo, no es sólo éste el ángulo desde el que abordamos nuestro impulso a la cultura y el arte, sino que también lo hacemos por la vía de nuestras publicaciones, en las cuales siempre tienen cabida los estudios rigurosos que contribuyen a arrojar luz sobre los artistas y sus obras. Tal es el caso de este estudio de José Carlos Brasas sobre Francisco González Macías, el escultor bejarano que este libro redescubre en sus proyecciones personal y profesional y reivindica. Para el Departamento de Cultura de la Diputación de Salamanca es un placer contribuir a la edición de este libro y con ello consolidar la colaboración con el Centro de Estudios Bejaranos. MANUEL MARTÍN MARTÍN Diputado de Cultura DIPUTACIÓN DE SALAMANCA –7– PRESENTACIÓN LA PUBLICACIÓN de un nuevo Premio Ciudad de Béjar constituye un doble motivo de satisfacción para el Centro de Estudios Bejaranos. Por un lado, es muestra de la continuidad en el interés de los estudiosos por los temas de Béjar y su comarca, lo que contribuye al establecimiento de bases sobre las que sentar los sentimientos de identidad del grupo social que habita este espacio geográfico. Por otra parte, permite difundir y acercar al ciudadano de a pie estudios que, de otro modo, tendrían un ámbito mucho más reducido de circulación, generalmente limitado al círculo de los especialistas y eruditos. En este volumen el profesor Brasas Egido presenta, de modo vívido, documentado y ameno, la andadura vital del escultor bejarano Francisco González Macías. Junto a la reseña biográfica y al análisis de su obra, el libro incluye una relación de las exposiciones en las que participó, una extensa bibliografía y el catálogo de sus principales obras. Béjar está en deuda con este su hijo, a quien prácticamente ignoró durante su vida y, lo que es más triste, también en los años transcurridos después de su muerte, acaecida en 1982. Desde entonces han sido escasas las referencias a González Macías en los medios de comunicación locales y provinciales, sin una conmemoración, ni una exposición (a excepción de la monográfica de 1986 organizada por el Ayuntamiento de Béjar) para difundir la valiosa producción artística de este sencillo, porque sencilla fue su vida, escultor. El Centro de Estudios Bejaranos se siente orgulloso de –9– poder contribuir a extender el conocimiento de la vida y obra de González Macías con la publicación de este trabajo de José Carlos Brasas. Ojalá que la aparición de este volumen pueda propiciar que las administraciones estatal, autonómica, provincial y local aúnen sus esfuerzos para la realización de una exposición antológica de este escultor. No quiero terminar esta presentación sin manifestar el agradecimiento del Centro de Estudios Bejaranos a la Diputación Provincial de Salamanca, por haber asumido, una vez más, la impresión de este nuevo premio Ciudad de Béjar, contribuyendo así a aumentar el conjunto de trabajos publicados sobre temas de la provincia de Salamanca. URBANO DOMÍNGUEZ GARRIDO Presidente del Centro de Estudios Bejaranos –10– INTRODUCCIÓN Sin temor a la exageración puede afirmarse que después de la extraordinaria personalidad de Mateo Hernández, cuya interesantísima obra le sitúa entre los más importantes escultores españoles de las primeras décadas del pasado siglo, el artista más sobresaliente nacido en Béjar ha sido seguramente Francisco González Macías. De él se ha escrito que fue uno de los más destacados integrantes de esa escuela bejarana de artífices que convirtieron a la ciudad, famosa por sus paños y por la maravilla de su paisaje serrano, en una cantera de excelentes escultores, “cual si la grandeza de sus montañas y la dureza de su piedra ejercieran la atracción de tallarlas y de darlas forma al conjuro de los cinceles de sus hijos”1. Si bien Mateo Hernández ha sido objeto de numerosas exposiciones, estudios y monografías, González Macías por el contrario es hoy un escultor injustamente olvidado, no obstante haber sido en su tiempo un artista reconocido y cuya obra alcanzó cierta repercusión en el panorama artístico español de la primera mitad de la pasada centuria. Artista vocacional, la formación recibida de sus maestros Victorio Macho y José Capuz, enriquecida luego con su permanencia en París, donde disfrutó de la amistad y las enseñanzas de su paisano Mateo Hernández y asimismo conoció las corrientes de vanguardia de la época, forjaron su 1 J. de M., “Francisco González Macías y Marino B. Amaya, primera y tercera medallas del XXV Salón de Otoño”, El Adelanto, 21-X-1952. –11– personalidad y guiaron sus pasos por el camino del realismo renovador y la nueva escultura, aportando desde sus años de juventud una obra de admirable limpieza de volúmenes y síntesis formal. El afán renovador que preside a partir de entonces su escultura, su incesante actividad y firme voluntad, así como su infatigable capacidad trabajadora hicieron que, tras una larga trayectoria, pudiera llevar a cabo una labor tan copiosa como variada en su diversidad temática (retratos, monumentos, figuras de animales, temática infantil, imaginería religiosa...). El propio escultor calificaba su obra como sencilla y sincera, una producción callada y modesta fruto de una vida de plena dedicación y estudio. Su escultura, tanto esculpida en piedra como tallada en madera, desde el primer momento se nos muestra como un puro juego de formas sintéticas, un continuo recrearse en la pureza de los volúmenes y la claridad de las líneas que sintetiza con elegante sencillez. En ese sentido, su estilo, sereno y equilibrado, su temperamento clásico y a la vez moderno dieron lugar a una creación escultórica de una modernidad plena de humanismo, un arte puesto al servicio de la valoración de los sentimientos y de la expresión de la vida emotiva y entrañable, cual reflejan sus delicadas figuras infantiles. Por otro lado y pese a la numerosa información que aportan los artículos publicados en la prensa de Salamanca y su ciudad natal, y de modo especial en el semanario, tantas veces citado, Béjar en Madrid, estaba aún por hacer la biografía y el estudio monográfico que su obra escultórica merecían. Se hacía pues necesario un trabajo lo más completo posible, donde con minuciosidad y detenimiento, además del necesario rigor documental, se estudiasen y analizasen las diversas etapas de la trayectoria vital del artista: desde sus orígenes bejaranos y salmantinos, junto con su larga estancia en la capital francesa, a su establecimiento en Salamanca y su posterior traslado a tierras asturianas, donde su fructífera actividad en Gijón dejó –12– gran número de obras y una influencia muy considerable en la vida artística de aquella población. Con el propósito de cubrir esa ausencia, así como con la convicción de que el artista y su obra debían ser tenidos en cuenta a la hora de hacer la historia de la escultura española del siglo XX, he venido trabajando en los últimos años con el fin de elaborar y redactar el libro que el lector tiene ahora en sus manos. Una monografía de estas características es siempre un trabajo complejo, obra del autor, pero en el que también intervienen de un modo u otro otras muchas personas. Por ello, y para concluir, quisiera aprovechar estas líneas de introducción para agradecer la ayuda recibida de algunas personas que amablemente me han brindado su colaboración. Así, a mis discípulos y amigos el doctor Javier García-Luengo Manchado, Juan Félix Sánchez Sancho y Mónica Núñez Laiseca, quienes me aportaron documentación sobre el artista y recopilaron para mi trabajo buena parte de la abundante bibliografía consultada. Por parte gijonesa, quisiera también agradecer la información recibida y la excelente acogida que en mi estancia en aquella ciudad me dispensaron Juan José García Castañedo, amigo de González Macías y buen conocedor del arte asturiano; Ignacio Alvargonzález Rodríguez, hermano mayor de la ilustre Hermandad de la Misericordia, y de modo especial el personal y la directora del Museo Casa Natal de Jovellanos Lucía Peláez Tremols. Este capítulo de agradecimientos no puede cerrarse sin una mención también muy especial a las hijas y nietos del escultor, quienes me confiaron y facilitaron una abundante e inestimable documentación tanto fotográfica como documental sobre su padre y abuelo, material sin el cual no habría sido posible escribir este libro. Por último, mi mayor gratitud al Centro de Estudios Bejaranos, que otorgó a este estudio el premio de investigación –13– Ciudad de Béjar del año 2007, así como a la Excelentísima Diputación Provincial de Salamanca, entidad editora de esta obra, que desde el primer momento acogió con sumo interés el proyecto de su publicación. –14– COMIENZOS ARTÍSTICOS Francisco Segundo González Macías nació en Béjar (Salamanca) el 19 de diciembre de 1901, en la casa que hacía esquina entre la calle de Mansilla y La Quebradilla. Diez días después fue bautizado en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de dicha localidad2. De sus padres heredó el pequeño Francisco su sensibilidad artística. El futuro escultor vino al mundo en el seno de una familia de tejedores bejaranos. Su padre –Emilio González Gosálvez–, tejedor de pañería fina, fue pensionado por el Gobierno con una beca para ampliar estudios en París, y su madre –Josefa Macías–, que había asistido en su juventud a la clase de dibujo de don Ángel Nevado en la Escuela de Artes y Oficios, estaba considerada como una de las mejores modistas que había entonces en Béjar. Su progenitor gozó siempre de reputación de hombre justo y honrado trabajador. Líder socialista y defensor de la clase trabajadora en la Federación Sociedad de Tejedores de Béjar, fue una persona muy estimada entre sus paisanos además de un excelente orador. Siendo Francisco muy niño, comenzó a sentir vocación por el dibujo y la escultura, datando de entonces sus primeros muñecos de cera y su afición por los Nacimientos. Desde que asistió a la escuela Primaria con 2 Archivo de la iglesia parroquial de San Juan Bautista. Béjar. Libro de Bautismos. Nº 22, folio 53v, n.° 194. Tanto sus abuelos paternos –Francisco González y María Gosálvez– como maternos –Mauricio Macías e Isabel Hernández– eran naturales de Béjar. –15– el que fuera inolvidable maestro don Braulio Muñoz, tomó afición por la pintura e hizo sus primeros ensayos tallando en madera de pino. El propio artista dejaría años después testimonio de aquellos comienzos: “Recuerdo que empecé de niño en la calle, iba tras las procesiones recogiendo cera con una espátula y modelando pequeñas figuras. También tallaba las cáscaras del pino. En aquel entonces mi madre tenía un taller de modista y las mujeres que iban a él siempre le decían cuando veían allí mis pequeñas figuras: ‘Este chaval va a ser escultor’”3. A los 9 años de edad inicia su aprendizaje en la Escuela de Artes y Oficios de Béjar (también denominada Escuela Industrial), donde asiste a la clase de Dibujo de Ángel Nevado, abnegado profesor que, al ver los dibujos que hacía, se tomó gran interés por el joven alumno. Allí estuvo primeramente tres años sin poder matricularse, debido a que era demasiado joven (“asistiendo a la Escuela Industrial, como favor especial que me hicieron los profesores en vista de mi entusiasmo, puesto que hasta los doce años, que era la edad indicada, no podía hacerse la matrícula”)4. Así pues, si bien su corta edad no le permitía ser alumno oficial, estuvo de oyente hasta cumplir los doce años, momento en que se matriculó y obtuvo ya ese curso un segundo premio con un sobresaliente, lo que le sirvió para afianzar aún más su firme voluntad de seguir su vocación artística. Fue sobre todo la contemplación de las estatuas clásicas que había entonces en la citada Escuela de Béjar la que despertó su afición a la escultura. Allí pudo ver algunas reproducciones de célebres estatuas greco-romanas que llamaron poderosamente su atención. Como él mismo recordaría años después, sus ojos atónitos contemplaron con íntimo deleite las esculturas allí 3 J. NAVARRO CRUZ, “Los artistas de la ciudad nos hablan. El escultor González Macías”, La Gaceta Regional, 6-II-1944; ANÓNIMO, “Asturias y sus artistas. Macías, un viejo escultor con arte avanzado”, La Región, Oviedo, 25-III-1973. 4 V. HERRERA, “Artistas salmantinos. Francisco González Macás”, El Adelanto, 11-II-1933. –16– reproducidas: el Galo moribundo y el Gladiador Borghese, escayolas, entre otras, que dejaron en su ánimo profunda huella. Al llegar a la edad de elegir oficio, llevado de su afición artística, aprende el de ebanista, entrando a trabajar en una carpintería5. Siete años después se establece con su hermano Emilio con el que monta en la Plaza Mayor de Béjar un taller de ebanistería para hacer muebles. En el terreno personal, muy tempranamente, con sólo catorce años había iniciado su noviazgo con Florencia Hernández Calvo, que entonces contaba nada menos que doce y con la que se casaría el 19 de abril de 1924. Un día, al salir del trabajo, tuvo que llevar un recado a la Escuela de Artes y Oficios, y volvió a contemplar extasiado las estatuas griegas allí reproducidas y tantas veces por él admiradas. Fue entonces cuando se despertaron sus aficiones artísticas con un impulso de verdadera pasión: “Me declaré en rebeldía contra todo lo que me rodeaba; detesté ser ebanista y quise, en un momento, ganar todo el tiempo que durante diez años había perdido”6. Fue entonces cuando decidió realizar su primera talla, y así, en 1926, trabajando con férrea voluntad durante dos meses, sin apenas conocimientos de técnica y sólo por intuición, talla en un tronco de madera de peral un Cristo en la cruz, con el que iniciaba su vocación de imaginero. Al principio, y según contaría años después el propio artista, simultaneaba el trabajo de ebanistería con el de la gubia, “pero los quince últimos días ¡ya no pude más! –recordaba– y me dediqué por entero al Cristo”.7 Concluida la imagen, estuvo expuesta durante el mes de abril de 1927 en un céntrico escaparate de un conocido comercio de su ciudad, 5 A pesar de sus inclinaciones artísticas, no pudo ser escultor ni pintor: “En Béjar no había un maestro que pudiera guiar mis pasos en ninguna de estas artes, y así hube de elegir el oficio que a mi entender estuviera más próximo a ser un artista”. Cfr. V. HERRERA, ob. cit. 6 V. HERRERA, ob cit. 7 ANÓNIMO, “Desde Madrid. Esculturas”, Béjar en Madrid, 21-I-1933, núm. 585, p. 3. –17– concretamente el de la casa de modas “La Favorita” propiedad de Valeriano Rodríguez8. Los elogios que unánimemente suscitó entre sus paisanos esa obra primeriza dio ánimos y bríos al novel artista confirmándole en su decisión de ser escultor. Una vocación profunda y tenaz le lleva a tomar la difícil resolución de afrontar el áspero camino de intentar vivir de su arte y dar el paso que le separaba de simple obrero manual a aspirar a ser artista. Ello le lleva a una lucha constante y a vivir de manera sumamente modesta. Y así, perseverando por el camino emprendido, en el mes de octubre de 1927, el joven principiante, al que la prensa bejarana calificaba como “notable ebanista que siente decidida vocación por la escultura”, expuso en los escaparates del comercio de Mateo Iglesias, en la calle Mayor dos nuevas obras: dos retratos de busto, uno del rey Alfonso XIII vaciado en escayola, cuyo original había sido modelado en barro, y otro del padre del artista, don Emilio González Gosálvez9. El retrato del monarca, que ejecutó valiéndose de fotografías, fue la primera obra que modeló el incipiente artista; mientras que el retrato de su padre era una talla en madera de nogal. A propósito de esta última obra, la prensa local se hacía eco del renacimiento que estaba experimentando por entonces el arte de la talla en madera “tan español”: “...mucho nos complacería que el señor González, quien parece no carecer de condiciones para ello, pudiese un día cultivarle honrosamente, añadiendo para Béjar nuevos laureles, sobre los ya conseguidos en el arte escultórico por el insigne Mateo Hernández”. Y a propósito de las esperanzas que suscitaba el joven escultor, a continuación agregaba: “Trabaja sin maestro alguno, guiado de la propia intención... Se trata de un modesto artesano al que le sería preciso educarse artísticamente, por ello pensamos que probablemente 8 9 El Adelanto, 17-IV-1927. El Adelanto, 4-X-1927. –18– la Diputación Provincial, hoy pletórica de dinero, haría una buena obra auxiliándole económicamente”10. La sugerencia pronto surtió el efecto deseado y así unos días después obtiene de la Diputación Provincial una modesta pensión de tres pesetas diarias11. Es entonces cuando González Macías toma la decisión de dejar el taller que compartía con su hermano para a marchar a Madrid y dedicarse de lleno a su vocación por la escultura. Según sus propias palabras: “Una tarde, cumplidos ya los veinticinco años, y casado, vine a Madrid sin otras armas para la lucha que mi vocación, un buen volumen de ilusiones y una carta de recomendación para un escultor de renombre”12. En efecto, una vez en la capital de España, González Macías se presentó con una carta de un tío suyo de Béjar para el gran escultor palentino Victorio Macho, quien consintió que el joven bejarano frecuentase durante algunos meses su estudio para practicar la escultura13. También, en esos primeros momentos, se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios, donde asistió a las clases del escultor valenciano José Capuz, a la par que ampliaba también conocimientos en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Los comienzos en Madrid son extremadamente duros, pero poco a poco el joven artista va forjando su recio temperamento, con tenacidad, a fuerza de estudio y trabajo, robando horas al descanso. Y así, con todo el ímpetu de su juventud irá lentamente superando las dificultades, gracias a su gran fe, a un constante trabajo y a la pequeña ayuda de la pensión que le había concedido la Diputación salmantina. 10 ANÓNIMO, “Nota artística”, Béjar en Madrid, 1-X-1927, núm. 308, p. 4. Una semana después se reproducía en Béjar en Madrid una fotografía del busto. Véase el núm. 309 de fecha 8-X-1927, p. 5 11 El Adelanto, 14-X-1927. 12 C. PUERTAS DE RAEDO, “Los jóvenes maestros de la escultura...”, El Liberal, 23-VII-1936. 13 “Allí mi maestro fue el gran Victorio Macho que venía mucho por Béjar donde tenía muy buenos amigos”. Véase A. MUÑOZ DE LA PEÑA, “Charla con González Macías”, El Adelanto, 4-VIII-1959. También reproducido en Béjar en Madrid, 8-VIII-1959, núm. 1951, p. 5. –19– Trabajador incansable, restaba horas de descanso a la noche para estudiar. La pensión que disfrutaba era tan pobre y mermada que apenas le llegaba para vivir y destinar una parte a la compra de útiles y material para sus esculturas. Como la pensión no llegaba para más, el artista se veía imposibilitado muchas veces de poder realizar lo que su pensamiento imaginaba y proyectaba. Como fruto de su aprovechamiento en la Escuela y de sus adelantos en la escultura, Macías cada año enviaba a la Diputación fotografías de sus trabajos, en los que se ponían de manifiesto sus avances y aptitudes. Asimismo, mientras completaba su educación artística en Madrid, dedicó muchas horas a admirar en libros de arte las obras de Fidias y Praxíteles entre los griegos; de Donatello y Luca della Robia, entre los cuatrocentistas florentinos, así como de Miguel Ángel, en especial sus célebres esculturas de la Capilla Médicis. Entre los contemporáneos, además de Victorio Macho y Juan Cristóbal, le atraen las vigorosas esculturas pétreas de su paisano Mateo Hernández, por el que sentía gran admiración. También otros escultores españoles de su tiempo le dejan profunda huella en esos primeros momentos, como Clará, Planes y el ya citado José Capuz. Entre los extranjeros le llama poderosamente la atención por su innovadora figuración geometrizante la obra de Ivan Mestrovic y Antoine Bourdelle14. El semanario Béjar en Madrid le dedica en esos primeros años en la capital de España comentarios muy elogiosos haciéndose eco de los progresos en sus estudios. Y así, en agosto de 1928 informaba de que en los exámenes de final de curso había alcanzado brillantes calificaciones. Por otra parte, y según el testimonio de un reportero que lo visitó por entonces, en los trabajos que estaba por aquel tiempo ejecutando se apreciaba un notable avance15. 14 J. HERNÁNDEZ PETIT, “Desde Madrid. Escultores”, Béjar en Madrid, 21-I-1933, núm. 585, p. 3. 15 Entre otros que había podido contemplar estaba una Cabeza, cuyo modelo había sido un extranjero, obra que acusaba en el joven artista una personalidad propia y permitía fundar esperanzas en su labor futura. Cfr. ANÓNIMO, “Noticias de un bejarano artista”, Béjar en Madrid, 11-VIII-1928, núm. 353, p. 6. –20– A pesar de ello y cargado muy pronto de necesidades familiares16, González Macías seguía practicando en Madrid su antiguo oficio de ebanista, ya que la módica pensión concedida “solamente suponía una ayuda en la resolución de su problema económico”. En ese sentido, en los elogiosos comentarios que Béjar en Madrid le dedicaba en esa época se hacía un reiterado llamamiento para que la Diputación ampliase la dotación que por entonces le prestaba, “lo cual permitiría al escultor destinar más tiempo a su arte”17. En la primavera de 1930 se presentó por primera vez a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid, enviando a la sección de escultura el busto de madera de nogal de su padre, Emilio González, que había realizado en Béjar tres años antes. Inmerso en esa lucha y en ese titánico esfuerzo de voluntad, el escaso tiempo libre lo dedicaba a trabajar en sus bustos y retratos, así como en algunos proyectos, como el de un mausoleo, del que por dificultades económicas y falta de recursos había modelado únicamente una maqueta. También por entonces estaba modelando un Antílope de tamaño natural. Dado los vuelos que estaba tomando la incipiente carrera artística de González Macías, el diario bejarano pensaba que había llegado la hora de que la Diputación de Salamanca, sin duda satisfecha de los resultados alcanzados por el joven escultor, debía aumentar la cuantía de su subvención “de modo adecuado a la calidad del pensionado”. Las continuas sugerencias que desde las páginas de Béjar en Madrid hacían sus paisanos de que se incrementase la modesta pensión que recibía, llevaron en el mes de diciembre de ese año a la Diputación a incrementar su cuantía de tres a cinco pesetas diarias, así como a prorrogársela. 16 En Madrid el joven aspirante a escultor vivía con su joven esposa y sus tres hijas, niñas de corta edad, en un modesto piso del número 7 de la calle Agustín Durán. 17 ANÓNIMO, “Noticias de un bejarano artista”, artículo citado; ANÓNIMO, “Otro bejarano notable”, Béjar en Madrid, 20-XII-1930, núm. 476, p. 7. –21– A ello se vino a sumar la inesperada ayuda del Ayuntamiento de Béjar, que por las mismas fechas acordó concederle una subvención de 1.000 pesetas anuales para proseguir sus estudios en Madrid18. Todo ello hizo que la difícil situación del joven escultor experimentase cierta mejoría. Por entonces, el semanario bejarano seguía dando cuenta en sus páginas de los progresos del joven pensionado por la Diputación Provincial, del que informaba que después de haber realizado varios bustos en madera, había modelado, por encargo especial suyo, el del Marqués de Quintanar, quien al conocer las obras de Macías no había dudado en encomendarle su retrato. Tan satisfecho quedó el noble prócer que, convertido en su protector, no sólo le había recomendado a otras personas de las que ya tenía encargos, sino que había adquirido también el Crucifijo que el artista talló en Béjar en sus primeros años. El busto del marqués fue en efecto su primer encargo productivo y resultó providencial en esos momentos de gran apuro económico para el escultor: “Trabajaba yo en su casa de carpintero –a tal extremo llegó mi situación–, y al conocer mis trabajos de escultor me encargó el busto. El dueño del taller de ebanistería donde trabajaba, al pedirle permiso para modelar este busto del marqués, quedóseme muy encarado diciéndome que quién me mandaba a mí hablar con el marqués de Quintanar, y por esta causa me despidió el mismo día. Pero el busto se hizo, me pagó mil pesetas por él y me decidí, por fortuna y muy contento, a 18 Al finalizar la pensión de la Diputación Provincial y que disfrutaría durante quince años, pasó a disfrutarla el escultor salmantino Damián Villar en los años en que estuvo estudiando en la Escuela de San Fernando de Madrid. Con anterioridad a González Macías, la Diputación había pensionado a Mateo Hernández y al mirobrigense Celso Lagar. Por lo que respecta a la subvención del municipio bejarano, que duró diez años, le fue concedida en sesión del 15 de diciembre de 1930, aprobando el Ayuntamiento la solicitud que había presentado en nombre del joven artista su cuñado Paulino Gómez Calvo, “al objeto de demandar concurso material para el mayor perfeccionamiento de los estudios de aquél en el arte escultórico a semejanza de como lo hace la Excelentísima Diputación de Salamanca”. Véase: M. HERNÁDEZ, “Artistas bejaranos. El Ayuntamiento concede una subvención al escultor Sr. González Macías”, La Gaceta Regional, 27-XII-1930. –22– dejar de trabajar como carpintero”19. Poco después de dejar el taller de ebanistería, ingresa como ayudante del escultor Juan Cristóbal. Allí se ocupa de reproducir en piedra las obras modeladas en barro por el escultor almeriense, sin perjuicio de realizar por su cuenta algunos trabajos particulares de su exclusiva ejecución. Y así, comienza a realizar trabajos escultóricos originales en la Casa “Santa Bárbara y Vila”. La firma, dedicada desde hacía muchos años a la industria decorativa, se había orientado últimamente también a los trabajos escultóricos, dedicación que corría por cuenta de González Macías. De su trabajo en aquella casa modelando figuras escultóricas informaba entonces a un periodista el propio escultor con estas palabras: “Mi sueldo allí es el de un obrero simplemente; pues a pesar de la labor que desempeño, hay que reconocer que para mí eso es un entrenamiento grande, y que para ellos esta nueva empresa no sabemos aún hasta qué punto podrá serles productiva”. Sus aspiraciones eran sin embargo dedicarse plenamente a la creación personal de su producción escultórica: “Para lograrlo trabajo constantemente, pues de tal manera me he habituado ya a esta lucha que, ciertamente, el trabajo, el estudio y la visita a los museos y exposiciones son mis únicas actividades”. Por entonces el escultor, con el fin de dar cuenta de sus avances, seguía exponiendo algunas de estas primeras obras suyas en los escaparates de los comercios, tanto de Madrid como de Salamanca o Béjar. Y así, en la primera semana de enero de 1931 se exhibieron dos obras suyas en los escaparates de Mateo Iglesias. Una de ellas llamó especialmente la atención de la prensa, una pequeña figura femenina tallada en caoba que “si bien por su realización técnica reflejaba las actuales orientaciones, en su ejecución recordaba las deliciosas tanagras griegas”. El cronista que daba 19 M. HERNÁNDEZ, “El arte y las aspiraciones de Francisco González Macías”, La Gaceta Regional, 8-XI-1930. –23– la noticia, tras congratularse por la pensión otorgada por el Municipio bejarano, confiaba en que, ya emancipado el escultor de su labor artesana, tendría ocasión a partir de ahora de avanzar y profundizar cada vez más en su arte y así poder conseguir más adelante “frutos sazonados, de los cuales parecen promesa cierta los que ahora nos ofrece”20. Como ya se ha mencionado, por esas mismas fechas tenía también proyectado un mausoleo, maqueta de madera de caoba, que presentó al concurso convocado para perpetuar la memoria de don Pedro Fernández Durán y Bernaldo de Quirós, generoso mecenas que había donado un importante legado al Museo del Prado. Al concurso acudieron más de cien artistas, siendo el trabajo de González Macías uno de los cinco proyectos seleccionados entre los que eligió definitivamente el jurado. En la primavera de 1932 el artista presentó esa misma maqueta en la Sección de Arquitectura de la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese año, lo que fue objeto de polémica por carecer Macías de título profesional de arquitecto, preciso para poder concurrir en dicho certamen oficial. No obstante, y aun careciendo de él, se admitió la obra, siendo luego ampliamente elogiada por la prensa. El proyecto en madera, un severo conjunto de concepción arquitectónica en el que el artista había valorado el rigor y la elegancia de las líneas, fue luego exhibido en Salamanca en los escaparates del comercio de tejidos de Ángel Peña. Ese mismo año realizó un busto del secretario del Ayuntamiento de Béjar Pedro Miñana, que antes de ser entregado estuvo expuesto a primeros de septiembre en un céntrico comercio de esa localidad. Por entonces el escultor pensaba también exponer alguna de sus obras en el próximo Salón de Otoño que habría de celebrarse ese año en la capital de España21. 20 ANÓNIMO, “El escultor González Macías”, Béjar en Madrid, 10-I-1931, núm 479, p. 8. 21 Promovidos desde 1920 por la Asociación de Pintores y Escultores de Madrid, estos certámenes tuvieron notable acogida por lo que suponían de aliento a los noveles y de homenaje a los maestros que habían dejado su impronta en las lides artísticas. –24– Al mes siguiente –octubre de 1932– el mismo Ayuntamiento acordó encargarle un busto del entonces subsecretario de Instrucción Pública Domingo Barnés Salinas22, retrato destinado al nuevo Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, centro creado en Béjar gracias a la gestión del político republicano. Fue precisamente el éxito de esa obra lo que le incitó a dar a conocer lo producido hasta entonces y a solicitar de la Casa Charra en Madrid que le cediera sus salones para celebrar una exposición de sus trabajos. 22 Poco después sería nombrado ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes. –25– AFIANZAMIENTO ARTÍSTICO EN MADRID. SU ESTANCIA EN PARÍS. Habiendo iniciado con paso seguro y decidido su camino por los senderos del Arte, en el mes de enero de 1933 González Macías celebró su primera exposición en la Casa Charra de Madrid. La muestra, al tiempo que cerraba una etapa, la de los comienzos de un modesto artista en formación, abría un nuevo período, al dar a conocer públicamente la producción del joven y prometedor escultor. Allí reunió sus primeros ensayos e incipientes realizaciones, la mayoría en escayola, única materia que con sus modestos recursos se podía permitir. Y así, casi todas las obras que expuso en la Casa Charra estaban definidas en yeso, a excepción del busto de Domingo Barnés, en piedra negra y su Proyecto de mausoleo, en madera de caoba23. De la modestia de la exposición dan fe las palabras del crítico Gil Fillol que dos años después recordaba así aquella presentación en Madrid: “La Casa Charra, que semanas antes había consagrado sus salones a un pintor de Ciudad Rodrigo y a un modestísimo industrial de Salamanca, 23 Era ésta la segunda exposición que la Casa Charra celebraba en su salones. Con anterioridad, en el mes de octubre de 1932, había expuesto una serie de paisajes el salmantino Enrique García Medina. Inaugurada la exposición de González Macías el 16 de enero, al acto de inauguración asistieron, entre otros, el gobernador de Madrid y ex gobernador de Salamanca Mariano Joven Hernández; en representación del director general de Bellas Artes, su secretario particular, Sr. Carreño; el presidente de la Diputación de Salamanca Tomás Marcos Escribano, el poeta y crítico literario Enrique Díez-Canedo, el escultor Victorio Macho, una representación del Ayuntamiento de Béjar, el director de la Escuela Superior de Trabajo de Béjar y los críticos de arte José Francés, Emiliano M. Aguilera, Juan de la Encina y Gil Fillol. Véase, ANÓNIMO, “Exposición de esculturas de Francisco González Macías”, El Heraldo de Madrid, 17-I-1933. –27– aureolado con no sé qué méritos artísticos..., creyóse en el deber de no desamparar a este muchacho de Béjar que solicitaba una sala para exponer sus esculturas... Con una benevolencia casi piadosa, tal vez más humillante que una negativa rotunda, González Macías fue admitido en los locales de la Casa Charra. Un buen día aparecieron seis o siete esculturas suyas –yesos renegridos y astillados– en la sala de fiestas, entre las mesas del café, donde algunos contertulios asiduos ni siquiera interrumpieron su partida de dominó; bajo la débil luz de una de las ocho lámparas eléctricas que decoraban la estancia; sobre unos pedestales improvisados con cajas de madera procedentes del bar... Era bastante, porque muy pocos habían de ver aquel conato de Exposición, y muy pocos de los que lo vieran habían de sospechar que de allí podría salir un escultor”. No obstante, el perspicaz crítico fue uno de los pocos que alentaron a aquel “muchacho luchador”, fijando su atención en algunas de aquellas obras más que prometedoras. Y así, a manera de colofón aventuraba en su artículo este juicio cual arriesgada profecía: “Con defectos, con errores, dominadas por una aspiración juiciosa hacia el equilibrio y la modernidad, las esculturas de González Macías acusan, no obstante, ese punto de madurez que, sin comprometer la juventud del artista, nos habla ya de la serena reflexión del porvenir... Me interesan estos artistas, como González Macías, cuya obra está llena de posibilidades y cuyo espíritu está animado por la fe... Esa confianza en sí mismo, ese deseo de mejoramiento, ese progreso conscientemente equilibrado, es lo que da singular brío a los trabajos del escultor”24. Del conjunto de trece obras que componían la exposición, seis eran retratos, figurando en ella cinco bustos masculinos y una Cabeza de mujer25. 24 GIL FILLOL, “Arte. Esculturas de González Macías”, Ahora, enero de 1933. 25 Además del busto del ministro Domingo Barnés, los retratos masculinos expuestos eran los bustos de Valeriano Herrera, Pedro Miñana y el pintor Pedro Mozos, además de un Hombre con barba y una Cabeza de apóstol. –28– A ellos se sumaban una figura de Lechuza, dos composiciones (la titulada Maternidad y un grupo de una Niña con un perro), otros tantos Desnudos, uno de Mujer recostada y otro de Niña, el Proyecto de mausoleo en madera presentado ya en la Exposición Nacional de 1932 y un monumento funerario. Los comentarios que publica por entonces la crítica en la prensa madrileña, no obstante los elogios dedicados al joven artista, no dejaban de señalar cierta incertidumbre y desorientación a la hora de escoger la senda a seguir por el escultor. Y así, algunas obras, como el busto de Domingo Barnés o la titulada Hombre con barba, recordaban soluciones de Victorio Macho, mientras otras, como Maternidad o Desnudo evocaban la manera de hacer de Planes –a cuyo lado trabajaba por entonces González Macías–. No obstante, esos mismos críticos no dejaban de reconocer otras cualidades, como “la moderna simplificación de los rasgos y expresiones que daban a sus esculturas un sugestivo matiz de un realismo limado y suavizado”. Especial atención llamó su proyecto de mausoleo funerario en madera de caoba, obra de clara inspiración Art Déco, que no dudaban en calificar como “una magnífica definición de severidad y de sentimientos reducidos a líneas”26. De entre los trabajos presentados por el escultor, uno resumía mejor que ninguna otra obra ese progreso, esa capacidad temperamental y afán de perfeccionamiento del artista: el retrato esculpido en piedra negra de Domingo Barnés, busto que por su vigor expresivo y la valoración de las formas sumarias y simples, evocaba las cabezas escultóricas ejecutadas por su paisano Mateo Hernández. De la buena acogida que tuvo la exposición dan fe los artículos publicados en los principales diarios madrileños, firmados por algunos de los más prestigiosos e influyentes críticos de la época, como Manuel Abril o 26 E.M.A., “Notas de Arte. Los yesos de Francisco G. Macías”, El Adelanto, 18-I-1933. –29– el ya citado Gil Fillol, reseñas en las que se le consideraba no ya como una mera promesa sino como una realidad de valor artístico indudable al que se abría un futuro esperanzador. De la muestra, que fue muy visitada, se hizo eco incluso la revista francesa, La Revue Moderne Ilustrée des Arts et de la Vie, que un breve artículo en su número correspondiente al 15 de ese mismo mes lo definía como “un artista de brillante espiritualidad”27. Donde lógicamente tuvo mayor repercusión el éxito alcanzado fue en su población natal, convertida ya desde entonces en tierra de escultores, pues, como escribía en Béjar en Madrid un gran amigo de Mateo Hernández, Emilio Muñoz: “Ahora va a resultar, el nuestro, país de escultores y en verdad que el granito que es lecho de sus ríos y valles, pedestal de la ciudad y cresta de sus montañas, parecía reclamarlo...”. Si Hernández era ya el prestigio universal, Macías era la esperanza, “pero una esperanza que ha de cuajar en fruto cierto, porque tiene intuición, talento y voluntad”. Coincidiendo con la exposición , el escultor recibió otro encargo importante. La dirección general de la “Autógena Martínez”, le encomendó un busto de piedra del fundador de la empresa y prestigioso industrial salmantino Domingo Martínez, generoso mecenas de los artistas salmantinos que a Madrid llegaban, el cual, asimismo, detentaba el cargo directivo de la Casa Charra en la capital de España28. Por otra parte, al concluir en esos días la pensión que recibía del Municipio de Béjar y la Diputación Provincial, desde los periódicos salmantinos se hacía una llamada a la generosidad de ambas entidades para que prolongaran la pensión “por un tiempo prudencial que dé margen al perfeccionamiento de su arte”.29 27 ANÓNIMO, “Del triunfo de un artista salmantino. Lo que de Francisco González Macías, joven escultor pensionado por la Excma. Diputación Provincial, dice la prensa de París”, El Adelanto, 16-II-1933. 28 ANÓNIMO, “En la Casa Charra, de Madrid. La exposición de Francisco González Macías”, El Adelanto, 20-I-1933. 29 M. SAN ILDEFONSO, “Artistas salmantinos. Francisco González Macías, joven maestro de la escultura”, El Adelanto, 31-V-1933. –30– Precisamente para que el público y los aficionados al arte salmantinos pudieran hacerse una idea de sus avances, en el mes de septiembre de ese mismo año González Macías presentó fuera de concurso un desnudo de mujer, en escayola, en la Exposición de pintura y fotografía, que se celebró coincidiendo con las Ferias en la Escuela de San Eloy. La escultura, que no pasó inadvertida, desmerecía sin embargo al estar realizada “en materia tan deleznable como la escayola”, pues como escribía el periodista Rufino Aguirre: “Lástima que esta estatua, tan pura de líneas, no esté fundida en materia más noble, en una piedra dura que eternice la forma con la belleza del mármol y el calor de la vida”30. Por lo que respecta a su carrera en Madrid y tras la buena acogida obtenida por su presentación en la Casa Charra, diez meses después decide dar el paso de exponer de nuevo su obra, esta vez ya en un escenario más ambicioso, como va a ser el Círculo de Bellas Artes. Y así, el 4 de noviembre de 1933 se inauguró la que era su segunda muestra en el elegante salón de exposiciones del Círculo, una exposición que le dio a conocer definitivamente en el panorama artístico madrileño y supuso la consolidación del artista como “uno de los positivos valores jóvenes del arte nacional”31. El catálogo de la misma, encabezado con un texto del crítico Gil Fillol, incluía catorce obras, algunas ya conocidas, como los retratos ya expuestos en la muestra de la Casa Charra, mientras que otras eran nuevas esculturas que el artista daba ahora a conocer, como una delicada figura infantil titulada Pequeña madre y una Figura para un monumento funerario, así como dos figuras de animales (Lechuza y Jineta). 30 R. AGUIRRE, “En San Eloy. Unos trabajos presentados fuera de concurso”, El Adelanto, 21-IX-1933. 31 Al acto de inauguración asistió el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Domingo Barnés, acompañado del director general de Bellas Artes Ricardo Orueta. También estuvieron presentes los pintores Eduardo Chicharro y Julio Moisés y los escultores Julio Vicent, Pérez Comendador y José Capuz, así como los críticos, escritores y amigos Gil Fillol, Emiliano M. Aguilera, A. Vegué y Goldoni, Criado y Romero, Pérez Bueno, F. Hernández Girbal y el caricaturista, Gori. –31– Entre esas nuevas piezas, las que despertaron mayor interés, acaparando la atención de los visitantes, fueron sin duda Pequeña madre y la escultura varonil desnuda con destino a un monumento funerario, obras de notable empeño que causaron viva impresión y cuyas fotografías fueron reproducidas ampliamente en la prensa. Con la primera insistía de nuevo en los motivos infantiles, ya iniciados con el Desnudo de niña que expuso en la Casa Charra, y para los que utilizaba como modelos a sus pequeñas hijas. Temática ésta de exquisita sensibilidad y dulzura, muy pronto proporcionaría notoriedad al artista por la gracia serena e ingenua que se desprendía de sus pequeños modelos, dando lugar a partir de ahora a toda una serie de delicadas y tiernas figuras infantiles Un concepto muy diferente impregnaba su Escultura funeraria, un tipo viril de recia musculatura doblegado por la pesadumbre del dolor, una obra que si bien en su sobriedad arcaizante dejaba aún traslucir algunos matices escolásticos en su admiración al maestro Victorio Macho, por otro lado reflejaba ya el recio temperamento y vigorosa personalidad de un joven artista “de positiva y fecunda trayectoria, aun en el comienzo de su noble ruta”. Asimismo y según los comentarios de la prensa, una sensación de delicada humanidad, así como la impresión de una realidad sincera y noble se desprendían de sus bustos del ministro Domingo Barnés o del pintor adolescente Pedro Mozos, retratos que fueron también muy admirados. Al éxito de público se sumó el elogio unánime de la crítica que alabó el conjunto de las piezas expuestas, una producción en la que el escultor –según se podía leer en una de aquellas crónicas– “había sabido recoger la esencia del alma moderna sin rebuscamientos inútiles de nuevas tendencias supeditadas a un cronológico vanguardismo”32. 32 J. GUILLOT CARRATALÁ, “El Arte en Madrid. El escultor salmantino Francisco González Macías”, La Gaceta Regional, 25-XI-1933. –32– Nada resume mejor la grata impresión que produjo el conjunto de obras expuestas que los atinados comentarios que dedicaba Gil Fillol en el catálogo de mano de la exposición: “No se presenta aquí un escultor hecho, sino un ‘propósito’ de escultor... No me interesan los artistas que creen ‘haber llegado’, que creen colmada la ilusión de llegar, esos artistas han perdido para mí, el valor de actuales... En cambio, me interesan estos otros artistas como González Macías, ‘propósito’ de escultor, cuya obra presente está llena de aciertos y promesas. Los que vieran su exposición de hace diez meses en la Casa Charra, de Madrid, podrán apreciar los progresos logrados no sólo en la técnica, sino en el equilibrio de la forma. Ese progreso hacia la perfección, dentro de los cauces modernos por donde discurre el arte de Macías, sin comprometer el brío juvenil del escultor, nos habla ya de la serena madurez del porvenir”. Al tiempo que se exhibían sus obras en el Círculo de Bellas Artes, González Macías seguía desplegando una intensa actividad, teniendo por entonces varios proyectos en marcha. Y así, entre otros trabajos, en esos momentos se hallaba esculpiendo en piedra una Niña dormida, “labor costosa –al decir de la prensa–, para la que sin embargo Macías no regatea en gastos ni en tiempo..., pues nada le arredra; todo lo consigue y aun problemas difíciles de desarrollar los afronta con una decisión vehemente propia del gran cariño que siente por su arte”33. Al comenzar 1934 el escultor se hallaba ocupado en la realización de la que iba a ser su obra más ambiciosa hasta el momento, el Mausoleo de la familia Barrero con destino al cementerio de La Almudena, conjunto que ya había iniciado con la realización de la figura funeraria presentada en la exposición del Círculo de Bellas Artes. Contratado unos meses antes y ejecutado con la ayuda de varios canteros que con él trabajaban, en abril de ese año lo tenía ya terminado, presentándolo por entonces a la prensa. 33 J. GUILLOT CARRATALÁ, “El Arte en Madrid. El escultor salmantino Francisco González Macías”, La Gaceta Regional, 25-XI-1933. –33– Se trata de un monumento sepulcral tallado en piedra negra y pulida, que se compone de tres figuras: una en el centro, velada y sumamente estilizada como mortaja de fraile en pie y con una cruz abrazada al pecho, que representa el Tiempo, flanqueada a su vez por otras dos figuras simbólicas, dos desnudos de un hombre y una mujer, en actitud doliente y simétricamente dispuestos. El primero, que simboliza el Dolor, como ya vimos, se trata de un grave desnudo doblegado por la pesadumbre de la aflicción, una figura de vigorosa musculatura tallada en un relieve de recios trazos, cuyo sobrio sentido moderno con cierto aire arcaizante evoca obras de Victorio Macho a su vez inspiradas en Ivan Mestrovic, célebre artista croata por entonces de moda en la escultura española. Esa escultura funeraria, que pensaba presentarla en la próxima Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, encarnaba la fuerza en contraste con la feminidad del otro desnudo que completaba el mausoleo, una figura de mujer también en actitud de intenso dolor y de espaldas a la anterior, titulada Humanidad. El encargo de esta obra tuvo mucho de pintoresco y anecdótico. Los hijos de un tendero de Lavapiés, modesto industrial del Madrid castizo, quisieron dedicar sus ahorros a levantar en el cementerio de La Almudena un mausoleo para su difunto padre “que diera que hablar a la gente”. Y el escultor, que sabía de su intención, se ofreció a hacerlo, “por lo que lleve un marmolista y así surgió esta obra singular”34. Al mismo Certamen Nacional también proyectaba enviar su deliciosa figura en piedra negra Pequeña madre, que tanto éxito había tenido en su presentación en el Círculo de Bellas Artes. En contraste con el desnudo varonil del mausoleo, esta niña contemplando arrobada y oprimiendo contra sí un muñeco, representaba el sentido de la gracia, la ternura y el sentimiento de la maternidad35. 34 UN INVITADO, “Desde Béjar. El escultor González Macías. El chispero y el artista”, La Gaceta Regional, 27-I-1935. 35 E. MUÑOZ, “El escultor bejarano González Macías”, El Adelanto, 11-IV-1934. –34– Unos meses después, concretamente en la primavera de ese mismo año, presentaba ambas obras en la sección de escultura de la citada Exposición Nacional de Bellas Artes, obteniendo con Pequeña madre un señalado triunfo al ser premiada con una Tercera Medalla36. Unos días después de conocerse el fallo del jurado, el escultor escribía una carta al presidente de la Diputación salmantina en la que le notificaba la concesión del citado galardón, al tiempo que daba las gracias por la pensión concedida con estas sentidas palabras: “La ayuda que por parte de esa excelentísima Corporación encontré apenas me inicié en el arte, me ha dado este pequeño triunfo, que al ofrecerlo a la excelentísima Diputación Provincial de Salamanca, siento la satisfacción de haber cumplido hasta la fecha con el deber y dignidad a que como pensionado de esta excelentísima Corporación estoy obligado... Y asimismo he de continuar el resto del tiempo que me queda...”37. Un mes después, el 28 de julio de 1934, un grupo de amigos, paisanos y admiradores organizaron en su homenaje una cena, servida en un popular restaurante de Cuatro Caminos, el restaurante Biarritz. Entre los cien comensales que acompañaron al artista figuraron, entre otros, el pintor José Gutiérrez Solana, el escultor José Planes, el caricaturista Luis Bagaría, y los críticos Gil Fillol, Vegué Goldoni, M. Criado y Romero, Manuel del Arco, E. Hernández Girbal, Julio Angulo y Valeriano Herrera. Asimismo, al final del banquete se leyeron varias adhesiones, entre ellas, además de las del presidente y del secretario de la Diputación salmantina, la del ministro de Instrucción Pública, el médico salmantino Filiberto Villalobos, expresada en estos términos: “Mi querido amigo: Al justo y merecido 36 Asimismo presentó sus dos figuras de animales esculpidas en piedra dura Lechuza y Jineta, obras que en su talla simplificada y ajena a los excesos de acentuación animalista, recordaban las esculturas de su admirado paisano Mateo Hernández. 37 Carta fechada en Madrid el 16 de junio de 1934. Véase ANÓNIMO, “La Diputación provincial de Salamanca y el triunfo del becario González Macías”, La Gaceta Regional, 21-VI-1934. –35– homenaje que te tributan por el éxito alcanzado con tu obra “Pequeña madre”, en la Exposición Nacional de Bellas Artes, no me es posible asistir, lamentándolo muy sinceramente. Me alegran profundamente tus éxitos, porque ellos son el premio a tu amor al trabajo y al estudio. Sigue trabajando honradamente y con fe para seguir triunfando en la vida. Te saluda muy afectuosamente tu paisano y buen amigo: F. Villalobos”38. Fue tan notable el éxito y el prestigio que le proporcionó Pequeña madre, que desde la prensa local y madrileña se hicieron llamadas de atención a los responsables del Museo de Arte Moderno para que comprasen tan exquisita obra, peticiones que se vieron muy pronto satisfechas al ser adquirida por el Estado en 3.000 pesetas y pasar a formar parte de los fondos del citado museo. Animado por tan señalada recompensa, al año aproximadamente de su anterior exposición en el Círculo de Bellas Artes y tras haber reunido un conjunto de piezas de su última producción, el escultor expuso nuevamente sus obras, esta vez en las salas de la prestigiosa Sociedad de Amigos del Arte, en el Palacio de la Biblioteca Nacional. Se trataba de una exposición en la que se presentaba ya un artista con una personalidad plenamente lograda, sin los balbuceos de los comienzos, una muestra que para muchos fue toda una revelación, ya que de sus anteriores comparecencias, y sobre todo de su primera y modestísima exposición en la Casa Charra, como se podía leer en las páginas de A.B.C., “apenas si quedaba el vago recuerdo de un artista en ese momento tan dramático de la desorientada y desorientadora incertidumbre por escoger la senda. Y han bastado dos cortos años, que en el joven escultor bejarano han sido largos, a juzgar por la ventaja lograda, para que Macías vuelva a presentarse en Madrid con la senda ya escogida”. 38 ANÓNIMO, “Agasajo al escultor González Macías”, El Heraldo, 29-VII-1934; ANÓNIMO, “Correo de las Artes. Banquete en honor del escultor González Macías”, El Heraldo, 30-VII-1934; ANÓNIMO, “Homenaje al escultor bejarano Francisco González Macías”, Béjar en Madrid, 4-VIII-1934, núm. 565, p. 2. –36– A la inauguración, el 19 de enero de 1935, asistieron, además de una representación de la Diputación de Salamanca y otra del Ayuntamiento de Béjar, los prestigiosos escultores Mariano Benlliure y Miguel Blay, así como, entre otros muchos periodistas y amigos, los conocidos críticos Manuel Abril y Vegué y Goldoni. El escultor Mariano Benlliure felicitó a los diputados salmantinos y les rogó que no desamparasen al joven escultor. El viejo y laureado escultor aprovechó la ocasión para, delante de los representantes de la Diputación, apoyar la idea de que cuanto antes le fuese permitido hacer un viaje de estudios al extranjero, tan necesario en esos momentos en que estaba cuajándose su personalidad artística39. En efecto, en las doce obras reunidas en la muestra se observaba un marcado contraste, no sólo porque cinco eran en materia definitiva –realizadas en piedra negra de Aragón pulida– y siete eran escayolas, sino por el diverso tratamiento de las mismas. Así se podía comprobar una clara diferencia entre los recios trazos de ejecución y la grandiosidad de concepto de su Mausoleo, expuesto en la primera sala, o entre sus vigorosos retratos en piedra, y la delicadeza de modelado en las escayolas dedicadas al tema infantil o en la gracia y estilización de volúmenes de sus figuras de animales, en las que era fácil advertir el recuerdo de Mateo Hernández40. En la exposición llamaron especialmente la atención Pequeña madre y el original Mausoleo, ya terminado, que fue calificado como “excelente muestra de estilización y armonía, cuya arquitectura está plasmada en berroqueño pulido”. Entre las novedades, figuraron dos recientes retratos del 39 El diputado por Béjar-Sequeros Fernando García contestó al viejo maestro que la Diputación seguía paso a paso la carrera artística de Macías, y que confiaba que la Corporación hiciera un nuevo esfuerzo para pensionarle fuera de España, “a fin de que viese Museos y se orease con ambientes de mayor modernidad”. Véase, UN INVITADO, ob.cit. 40 J. F. T., “En los Amigos del Arte. La escultura funeraria y la gracia infantil de González Macías”, La Nación, 25-I-1935. –37– periodista Julio Angulo y el crítico Luis Gil Fillol, bustos cuya justeza psicológica imprimía verdadero carácter. El Mausoleo, que ocupaba un lugar preferente, fue sin duda la obra que más admiración suscitó41. Frente a ella, don Mariano Benlliure, el día de la inauguración, dijo ante un grupo que escuchaba su autorizado juicio esta frase, que para González Macías –según recoge la prensa– fue el mayor premio al que podía aspirar: “Se siente el aleteo del genio”42. Según los comentarios de la crítica en los diarios madrileños, su arte había experimentado una progresiva evolución, al liberarse de aquella inseguridad que presentaban sus primeras obras, lastradas aún de numerosas influencias. El estilo de sus esculturas se orientaba ahora de manera clara, de un lado, hacia las modernas estilizaciones y simplificaciones decorativas –visibles en la reciedumbre y el vigor formal de su Mausoleo– y por otro lado hacia la exposición del sentimentalismo, la ternura, la gracia y la emotividad reflejadas en sus encantadoras figuras infantiles. Por la exposición, que estuvo abierta del 19 de enero al 17 de febrero43, desfilaron buen número de críticos y periodistas de la prensa madrileña, así como algunos de los más conocidos artistas de entonces, que tributaron al escultor cálidos elogios y palabras de aliento en la ya felizmente iniciada, con tan buenos auspicios, carrera artística. De la unanimidad de la crítica al apreciar el valor y el interés del conjunto de sus obras dan cumplido testimonio algunas de las opiniones publicadas en los principales periódicos de entonces, como la de Manuel Abril en el Diario de Madrid; J. M. en La Época; Gil Fillol en Ahora; Luis de Galinsonga en A.B.C. o la de Juan de la Encina en El Sol. 41 Las tres figuras de que consta estaban colocadas sobre un armazón de madera que daba la sensación exacta de cómo sería el monumento fúnebre que había de guardar los restos de aquel modesto comerciante de los barrios bajos madrileños 42 ANÓNIMO, “Inauguración de la exposición de escultura de Macías”, Béjar en Madrid, 9-II-1935, núm. 691, p. 1. 43 En vista del éxito obtenido, la exposición fue por dos veces prorrogada, primero hasta el día 12 de febrero y después se acordó una nueva prórroga hasta el día 17 del mismo mes. –38– Así este último escribía sobre González Macías lo siguiente: “Un escultor joven hemos dicho. Y añadiremos: un escultor verdadero... Estas doce obras revelan un escultor que aún no está maduro ni tiene por qué, pues se trata de un artista joven, pero que anuncia en esperanza el fruto cierto, cierto y granado y jugoso...”. Por su parte Gil Fillol en Ahora calificaba a Macías como un ejemplo singular de vocación, mezcla de instinto y temperamento, pues según comentaba en su crítica, desde su anterior exposición, la de la Casa Charra de 1933, en la que era poco menos que un desconocido, el escultor en menos de dos años había experimentado, sin tutela ni auxilio de nadie, solamente empujado por su constancia y su firme vocación, un avance extraordinario. Tras el éxito obtenido en aquella muestra de la Sociedad Española de Amigos del Arte, y después de la clausura de la misma, González Macías no pensaba otra cosa que continuar su labor cotidiana y seguir trabajando con el fin de preparar para el año próximo otra exposición de obras totalmente nuevas. El artista era consciente de que debía consolidar el camino andado, perfeccionarse, vigorizar su personalidad y sobre todo hacer realidad su sueño de poder viajar al extranjero. Todo ello contando con que no le faltase la pensión que le pasaba la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Béjar, ya que –según comentaba a un periodista– si se la retirasen en ese crítico momento, decisivo en su carrera artística, tendría seguramente que abandonar su obra y proyectos para buscarse la vida por otros cauces, lo que habría supuesto un gravísimo perjuicio de difícil reparación en una trayectoria cada vez más firme y segura44. Sus temores no eran infundados, pues precisamente ese mes de mayo terminaba la pensión de la Diputación y era preciso que la Corporación provincial acordase su prórroga. A ese respecto y desde el semanario 44 ANÓNIMO, “Después de la Exposición Macías”, Béjar en Madrid, 20-IV-1935, núm. 701, pp. 1-2. –39– bejarano se hacían votos para que se hiciera realidad la continuidad de la misma, pues “lo esencial –se decía– era asegurar a Macías la continuidad de sus trabajos, que no los interrumpiera”. Asimismo, el éxito logrado con la referida exposición, le animó a solicitar de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas una beca para ir a París, pensión que le es concedida en agosto de ese mismo año. En ese mismo verano y pensando por entonces en marchar muy pronto a París, regresó por unos meses a Béjar, donde aprovechó para exponer ante sus paisanos en el Instituto de Segunda Enseñanza una de sus características esculturas de niñas, en concreto un ingenuo desnudo infantil titulado Fácil ejercicio, obra que precisamente terminó durante su estancia en su ciudad45. Tras esos meses de vacación estival y en vísperas ya de su traslado a París, concretamente en octubre de 1935 presentó en el XV Salón de Otoño de Madrid su obra titulada Niña dibujando, una preciosa estatua infantil que le valió el unánime elogio de la crítica. Como es sabido, el Salón de Otoño, que organizaba la Asociación de Pintores y Escultores y se celebraba en el Palacio de Exposiciones del Retiro, era por entonces junto con las Exposiciones Nacionales el escaparate de mayor prestigio en el panorama artístico de la capital de España. A lo largo de sus catorce años de vida se había distinguido por un doble propósito: de un lado, agrupar obras de arte y presentarlas al público sin la solemnidad de una exposición oficial, y de otro, dar la oportunidad a los artistas jóvenes de mostrar su producción sin pasar por el tamiz a veces 45 ANÓNIMO, “Exposición”, Béjar en Madrid, 10-VIII-1935, núm. 717, p. 7. Coincidiendo con la exposición, que fue muy visitada, se sugirió la idea de que la obra, cuando estuviera esculpida en material definitivo, fuese a enriquecer el Museo de Salamanca. A tal efecto se pensaba dirigir una solicitud a la Dirección General de Bellas Artes solicitando que adquiriera la escultura con destino al citado museo salmantino. Véase, J. M. G., “Exposición”, Béjar en Madrid, 24-VIII-1935, núm. 719, p. 2. –40– arbitrario de las citadas bienales. Junto a los noveles y jóvenes promesas exponían algunos maestros, firmas ya consagradas cuyas obras por lo general no añadían nada nuevo. Ese año y dentro del conjunto un tanto heterogéneo de la muestra, la escultura tuvo una representación modesta, de la que sólo se salvaban –al decir de la crítica– los trabajos de Pedro Torre Isunza, José Ortells, Ignacio Pinazo, Pedro Frías Alejandro, “Compostela”, Santiago Almela, Monedero, Mariano Rubio, nuestro escultor y algún otro. Ello respondía a que, como escribía Gil Fillol en su columna de Ahora, la exposición parecía estar ideada exclusivamente para la pintura, mientras que a la escultura se le reservaba un lugar secundario. De ese lugar subalterno eran responsables, según el mismo crítico, los propios escultores, que apenas se preocupaban de defender sus derechos. A cada exposición concurrían menos y cada vez lo hacían con más desánimo. Ante lo expuesto en aquel XV Salón de Otoño, pudiera pensarse que la escultura española se encontraba “en franca decadencia”, lo que en opinión del citado crítico, no era cierto: “Si algo se salva de la crisis momentánea por la que atraviesa el arte en todos los países, es nuestra escultura, arraigada ya en un tipo netamente español... La escultura española está, por fortuna, en instantes de resurgimiento... Lo que ocurría era que los escultores, después de los “formidables esfuerzos de principios de siglo, sentían el dolor de la postergación de que eran víctimas en las exposiciones. Salas mal acondicionadas, pedestales inadecuados, luces absurdas... esto es lo único que se les concede para exhibir sus obras... Si la escultura estaba mal representada en el Salón, peor estaba aún presentada. Habían de ser obras soberbias y nos seguirían pareciendo en ese ambiente obras mediocres”. Ante el lamentable estado en que se hallaba el viejo Palacio de Exposiciones del Retiro, se echaba en falta unas salas adecuadas y desde la –41– prensa se hacían votos para que el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes dotara cuanto antes a Madrid de un Pabellón de Exposiciones donde tuvieran su sitio decoroso e independiente la pintura, la escultura y el grabado46. La Niña dibujando presentada por Macías fue una de las obras que más llamó la atención, siendo considerada por la crítica como una de las más interesantes y atractivas del certamen por su “briosa expresividad y justo modelado”. Poco después y en ese mismo mes, el Estado, a través de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas hacía posible el anhelado viaje a París para ampliar las miras y conocimientos del joven escultor. Con el bagaje de su Tercera Medalla en la Exposición Nacional de 1934, sus tres exposiciones individuales en Madrid y su participación en alguna que otra exposición de provincias, González Macías marcha en el mes de octubre de 1935 a la capital francesa, donde va a completar su formación y poder seguir las huellas gloriosas de su insigne paisano Mateo Hernández. Allí permanecerá cerca de cuatro años madurando plenamente su arte al entrar en contacto con el ambiente más innovador y vanguardista en que se habían formado y desarrollado los grandes maestros de la escultura moderna. En la capital francesa Macías vivió intensamente el ambiente artístico de la bohemia parisina. Allí aprendió mucho más de lo que esperaba, visitando exposiciones, hablando con amigos artistas, asistiendo a las tertulias de los cafés y alternando no sólo con pintores y escultores, sino también entrando en contacto con un buen número de escritores (Pío Baroja, su “profesor de francés” Américo Castro, Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, Antonio Tovar, Sánchez Crespo, etc.). En las tertulias del café de “El Dôme”, del Boulevard du Montparnasse se solía reunir, entre otros, con el genial 46 GIL FILLOL, “Arte. La Escultura en el XV Salón de Otoño”, Ahora, octubre, 1935. –42– pintor salmantino de Ciudad Rodrigo Celso Lagar, con Mateo Hernández, Gutiérrez Solana, Joan Miró, Fabián de Castro, “el pintor gitano”, Arturo Souto, Honorio García Condoy, la mujer del pintor japonés Foujita, Campos Ribera o Pierre Valadé. Para Macías –según él mismo afirmaba– París fue una de las mejores escuelas que jamás tuvo. En París conoció las antigüedades del Louvre y los movimientos de vanguardia de la época. A su llegada a París, Macías se hizo sobre todo muy amigo de su paisano Mateo Hernández, al que visitó con mucha frecuencia en su casa de Meudon, y del que recibió valiosos consejos . De él diría años después que, además de un gran artista, era también un hombre de gran corazón: “No es cierto, ni mucho menos que tuviera mal carácter. Todo lo contrario. Era un hombre de una bondad natural extraordinaria. Y lo que un periodista escribió de él, que era un roñoso que no pagaba un café a nadie, una solemne mentira, pues, por el contrario, era siempre el primero en hacerlo, en todas las tertulias”47. Poco tiempo después de su llegada a París, concurre a varias exposiciones. Así, en el mes de febrero de 1936 participa en la Exposición de Arte Ibérico al lado de otros escultores españoles de prestigio como Capuz, Clará, Adsuara, Casanova, Rebull, Apeles Fenosa, Granyer, Llauradó, Pérez Mateo, Viladomat y Eva Aggerholm48. En dicha muestra González Macías expuso una de sus características figuras infantiles, la titulada Niña en la arena, talla en madera que años después iría a parar a Lovaina, adquirida por el profesor Maigin, director del Instituto del Cáncer, con destino a dicha institución benéfica en aquella ciudad belga. 47 A. MUÑOZ DE LA PEÑA, “Charla con González Macías”, Béjar en Madrid, 8-VIII-1959, núm. 1951, pp. 5-6. 48 Sobre esta exposición da cuenta un interesante artículo de Manuel ABRIL, fechado el 23 de febrero de 1936, cuyo recorte, sin constar de qué periódico se trata, se halla entre la documentación conservada por las hijas del artista. –43– Asimismo y a poco de llegar a la capital de Francia, la prestigiosa La Revue Moderne le dedicó un extenso comentario a modo de presentación, en el que daba cuenta a sus lectores de que el joven escultor español pensaba mostrar para el próximo otoño al público y la crítica parisina un conjunto representativo de su obra. En aquella reseña, al referirse a su producción, la revista informaba que el artista había orientado su creación principalmente hacia el tema de los niños, subrayando su interés por reflejar la vida infantil en toda su espontaneidad. Y así, a propósito de aquellas piezas, entre otros comentarios, se decía: “Mas allá de una escultura meramente anecdótica, mas allá de toda sensiblería, en sus obras aunaba el estudio del cuerpo y las actitudes infantiles con un loable esfuerzo por profundizar en la sicología y los sentimientos íntimos de los pequeños modelos”. Desde el punto de vista plástico, en opinión de la revista, el escultor, desdeñando la vulgar copia del natural, interpretaba esos temas infantiles por medio de líneas simples, masas sintéticas y volúmenes puros, rechazando todo detalle inútil que impidiera traducir la esencia y el justo carácter de su obra. Expuso por entonces en el Salón de los Artistas Independientes y en Toulouse llevó varias esculturas a “Le Salon des Artistes Méridionaux”, siendo muy elogiado por crítica y artistas. Figuró también en la extraordinaria exposición “L’Art Espagnol Contemporaine”, organizada por el Gobierno de la República en París y celebrada del 12 de febrero al mes de marzo de 1936 en el Musée des Écoles Étrangères Contemporain (Peinture et Sculpture), Jeu de Paume de las Tullerías. La monumental exposición, a la que concurrieron 144 artistas –122 pintores y 22 escultores, con más de 400 obras– constituyó un importante acontecimiento cultural, ofreciéndose como un auténtico muestrario, muy expresivo del arte español de esos años y en concreto del quehacer escultórico de nuestra vanguardia (entre otros escultores figuraron obras –44– de Clará, Mateo Hernández, Pablo Gargallo, Julio González, Manolo Hugué, Francisco Pérez Mateo, Eva Aggerholm y Apeles Fenosa)49. De esos años en París data también una interesante serie de dibujos de desnudos para los que utilizó como modelos a mujeres acostadas, sentadas o atándose el zapato. Se trata de un conjunto de sugestivos diseños trazados con soltura y en los que acierta a capturar el movimiento y las más variadas posturas, algunos de ellos destinados a ser materializados en escultura (Desnudo de mujer en reposo). Del mismo modo, y como ya se ha mencionado, conoció en París a muchos escritores españoles. A uno de los que más trató fue a Pío Baroja, de quien modeló allí del natural, en 1936, durante la Guerra Civil, un formidable retrato. A esta obra se refiere el célebre novelista en sus Memorias, volumen cuarto de sus Obras completas, donde dejó escrito: “Varios bustos me han hecho también: uno Victorio Macho, otro Sebastián Miranda con mucha expresión y otro González Macías, un poco espiritualizado, que está muy bien”. Por otro lado, en ese período de aprendizaje en la capital francesa, y en concreto a fines de junio de 1936, envió también desde París a la Diputación salmantina fotografías de algunas de sus más características interpretaciones de la vida infantil, obras realizadas en su condición de “becario para estudios de Escultura”. La Comisión gestora de la Corporación provincial en sesión celebrada pocos días después, recibió con agrado el envío de su pensionado y acordó que se divulgaran las fotografías publicándose en los periódicos salmantinos, “para que apreciasen las gentes, la labor de nuestro paisano”. Se trataba de tres nuevas esculturas de niños, que llevaban por título Fraternidad, Travesura y Niña en carrousel, todas ellas, al decir de la prensa, “poseedoras de una apetencia táctil más que visual [...] que invitan a un manoseo de caricia”50. 49 En aquella ocasión Mateo Hernández le presentó al presidente de la República Albert Lebrun. 50 A. GARCÍA BOIZA, “Artistas salmantinos. González Macías en París”, El Adelanto, 8-VII-1936. –45– Una de las más afortunadas de esas creaciones de su ya nutrido repertorio de temas infantiles, la titulada Niña dibujando en el suelo, que ya había presentado en el Salón de Otoño del año pasado, la remitió por entonces para que figurara en la próxima Exposición Nacional de Bellas Artes, que se inauguró el 4 de julio de 1936 en Madrid. Es lástima que la exposición tuviera que ser clausurada precipitadamente, pues muchos pensaron que de no haber sobrevenido la Guerra Civil, iniciada el 18 de julio de ese año, seguramente la escultura de Macías, unánimemente elogiada por toda la crítica madrileña, hubiese alcanzado algunos de los primeros galardones de aquel frustrado certamen51. Terminada su pensión en el mes anterior, el escultor había regresado a España al conocer la buena noticia de que la Junta de Ampliación de Estudios le había prorrogado la beca52. El estallido de la Guerra Civil poco tiempo después iba sin embargo a impedir que se hiciese efectiva su concesión y que pudiera disfrutarla. Ello, no obstante, no suspendió los planes del artista de regresar cuanto antes a París. El 23 de julio de 1936 se hallaba todavía en Madrid, en su recoleto estudio de la barriada de la Prosperidad donde le entrevistaba un periodista de El Liberal. Según le confesaba el escultor, pronto pensaba marchar a París “a disfrutar la beca que le había otorgado la Junta de Ampliación de Estudios... allí quería visitar constantemente el Louvre y el Luxemburgo y estudiar la escultura griega y egipcia”. Además, al tiempo que comentaba que le interesaban sobre todo las creaciones de los pueblos primitivos, comentaba también al periodista su proyecto de hacer una exposición en 51 La sublevación militar del 18 de julio obligó a cerrar la Exposición Nacional de Bellas Artes, sin que los Jurados de recompensas, ya designados, hubieran podido dar sus fallos. Véase, B. DE PANTORBA, Historia y crítica de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en España, Madrid, 1980, p. 304; cfr. Catálogo Oficial de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1936, Madrid, 1936, p. 88, núm. 15. En el catálogo se cita a Macías domiciliado en París, en la Avenida Georges V, 21-8ème. 52 En efecto, en julio de 1936 la Junta de Ampliación de Estudios creó dos becas, una de pintura que otorgó a Cristóbal Ruiz y otra de escultura, concedida a nuestro artista. –46– París “como síntesis y justificación de lo más intenso y hondo de mi labor, una exposición agrupada bajo la denominación de “interpretaciones de la vida infantil”. Una vez ya en París, González Macías siguió con honda preocupación y enorme pesar las terribles vicisitudes y crueles acontecimientos de la contienda que se sucedían en España. Durante el transcurso de la misma se sabe que atendió con sus servicios a buen número de bejaranos, según él mismo comentaría después en una breve nota de prensa aparecida tras su regreso a España en Béjar en Madrid53. En esos años en París, su capacidad de trabajo y su total entrega a su arte le permitió poder vivir él y su familia con cierta holgura dedicándose exclusivamente a su profesión. Así solicitaron obras suyas algunos coleccionistas y adquirieron también alguna que otra pieza suya algunos museos y entidades oficiales. En el mes de julio de 1938 participó en la exposición “Une semaine d’art espagnol à Paris” que se celebró en el Club de France, en el 240 bis, del Boulevard Saint Germain, muestra que reunió obras de cuatro artistas: el francés Pierre Valade y tres artistas españoles llegados en los últimos años a París: los pintores M. Armengol, M. Camps-Ribera y nuestro escultor. En aquella exposición llamaron especial atención y fueron muy bien acogidos por la prensa parisina sus pequeños grupos tallados en madera y sobre todo el de una niña con su hermanito en brazos, titulado Fraternidad. Allí vendió al Estado francés su obra titulada Maternidad, grupo de dos cabezas que a partir de entonces figuró en el Musée des Écoles Étrangères del Jeu de Paume de las Tullerías. 53 ANÓNIMO, “A ocho días vista. Arte”, Béjar en Madrid, 24-II-1940: “Reside en Béjar, dedicado por completo a su arte que tantos elogios despierta nuestro paisano el artista escultor González Macías que, pensionado en París por la Diputación de Salamanca a tantos bejaranos atendió con sus servicios durante el transcurso de la guerra”. –47– Durante esos años en París, la prensa se ocupó en algunas ocasiones de nuestro artista, dedicando a su obra elogiosas reseñas. Así de su paso por la exposición del Club de France, entre otros, el crítico de arte del parisino París-Midi escribió el siguiente comentario: “Ce statuaire rend vraiment le bois et la pierre aussi flexibles et malléables que la cire. Ses figures bien étudiées révelent une jeunne maitre sensible et fin qui a, pour s’exprimer, la gráce juvénile des accents personnels et d’un charme attachant”54. Ese mismo año, como ya se ha visto, el profesor Maigin, director del Instituto del Cáncer de Lovaina (Bélgica) adquirió con destino a esa institución benéfica una de sus obras, la delicada figura tallada en madera titulada Niña en la arena. Sin embargo, la inminencia del inicio de la Segunda Guerra Mundial determinó su decisión de abandonar cuanto antes la capital francesa y regresar a España. Aunque París le interesaba vivamente, en aquellas circunstancias, los acontecimientos internacionales le obligaron a regresar a su Patria: “Y así lo hice con la esperanza de serle útil, para lo que no escatimaré los mayores esfuerzos. Y no son pocos los que necesita hacer el artista que piense el lugar que a España le corresponde en el mundo del arte”55. En el mes de marzo de 1939 se hallaba todavía en París exponiendo sus pequeños grupos junto a M. Popineau, M. José Biosca y M. Manuel Gilbert, pero en el mes de julio de ese mismo año, lo hallamos ya de vuelta en España. 54 “Este escultor hace en verdad la madera y la piedra tan flexibles y maleables como la cera. Sus figuras bien estudiadas revelan un joven maestro sensible y fino y que tiene para expresarse una gracia juvenil de acentos personales y de un encanto sugestivo”. C. J. GROS, “Beaux-Arts... Une semaine d’art espagnol à Paris”, Paris-Midi, 16-VII-1938. 55 F. G. MACÍAS, “Macías, el escultor bejarano, nos cuenta brevemente su vida y su obra”, La Gaceta Regional, 4-II-1940. –48– ASENTAMIENTO EN SALAMANCA Y DEDICACIÓN A LA IMAGINERÍA Tras su fructífera experiencia parisina, en el verano de 1939 Francisco González Macías se encontraba con su familia de vuelta en Béjar. Por entonces su intención era volver a Madrid donde aspiraba a proseguir su labor. No obstante y antes de regresar a la capital de España quiso permanecer durante algún tiempo en su ciudad natal. De las vicisitudes del artista en París se volvía a ocupar el semanario Béjar en Madrid, que le dedicó por entonces algunos artículos laudatorios. En uno de ellos se resumían así los últimos años de su peripecia vital: “Los tiempos agitados que vivimos, en los cuales la política lo borra todo, son, por cierto, poco propicios al cultivo del arte y hace falta la rotunda vocación, la bien dotada naturaleza y la recia voluntad que en Macías se juntan, para que en París hayan podido vivir él y su familia con relativa holgura, exclusivamente de su profesión y para conseguir que algún museo de aquella capital y otras entidades extranjeras, hayan solicitado y adquirido sus obras”56. También la prensa de Salamanca daba cuenta del regreso del artista con las siguientes líneas: “Ha regresado de París, donde ha permanecido varios años, el joven escultor bejarano señor González Macías. Durante su permanencia en la capital francesa, viviendo y luchando entre los universalmente consagrados, ha realizado nuestro paisano una copiosa labor, ensalzada frecuentemente por la crítica parisina... El señor González 56 E. M., “Artistas bejaranos”, Béjar en Madrid, 26-VIII-1939, núm. 928, p. 6. –49– Macías tiene el propósito de continuar sus actividades artísticas en Madrid, siendo posible que antes de su instalación definitiva en la capital de España dé a conocer alguna de sus obras en nuestra Salamanca”. De regreso en su ciudad natal y tras recorrer los añorados parajes de su infancia y juventud, el artista se reencontró con la bravura del paisaje bejarano, que una vez más le iba a inspirar e impresionar profundamente en su ánimo de escultor. A ese respecto, en diciembre de 1939, publica un artículo en La Gaceta Regional titulado “Divagaciones artísticas durante mi estancia en Béjar”, que dedica “al maestro Mateo Hernández que me honra con su paisanaje y su amistad”. En él se refería a la intensa atracción del gran escultor por las rocas del paisaje bejarano y de cómo le había comentado varias veces que uno de sus mayores sueños era esculpir las peñas de Valdesangil, “audacia desmesurada que habría sido capaz de realizar sino hubiese sido por las dificultades de orden material y la falta de medios”. González Macías al volver a pasar al cabo de varios años por los paisajes de su pueblo, “por la parte del río que llaman Illana”, confesaba la fuerte emoción que le causaba la contemplación de aquella “extraordinaria mole de peñascones que a mi vista se ofrecían como enormes monumentos megalíticos”, sintiendo también él, al igual que su admirado paisano, el deseo de esculpir aquellas enormes piedras57. De vuelta en su estudio de Madrid, cargado de necesidades familiares, reanudó su lucha en busca de encargos y clientela trabajando por entonces sin descanso en la soledad de su taller. Fue ésta una época llena de inquietudes y desvelos que el escultor sobrellevó con firmeza y un estoicismo verdaderamente tenaz y arrollador. Por entonces inició su actividad de imaginero. En marzo de 1941 tenía terminado en su apacible estudio del paseo de Santa Ana, un Cristo 57 F. G. MACÍAS, “Divagaciones artísticas durante mi estancia en Béjar”, La Gaceta Regional, 27-XII-1939. –50– directamente tallado en nogal y una imagen de la Virgen con destino a una iglesia de Béjar. También tenía ya acabado un busto en piedra del teniente del Tercio Mario Muñoz Díaz, “héroe de la pasada contienda”, en el que había conseguido “aún sin conocerlo, no sólo un parecido asombroso... sino aquellos matices de bondad y de nobleza que eran tan característicos del pobre Mario”. En relación con esa dedicación a la escultura religiosa, tan demandada por esos años, en el mes de junio de 1941 ganó una pensión de la Fundación Conde de Cartagena que le concedió la Academia de Bellas Artes de San Fernando, beca que él mismo pidió que fuese para Salamanca donde pensaba dedicarse a estudiar el arte del Renacimiento, con el fin de adentrarse en la escultura en madera policromada y poder así trabajar obras de imaginería religiosa58. Poco después obtuvo por oposición el título oficial de profesor de Dibujo expedido por la Escuela Central de Bellas Artes de San Fernando, dedicación a la enseñanza que también constituía por esos duros años de la posguerra otra de sus aspiraciones. En el otoño de ese mismo año y tras el obligado paréntesis de la guerra, concretamente en el mes de noviembre de 1941, se reanudó en Madrid el certamen de la Exposición Nacional de Bellas Artes. A dicha muestra Macías envió dos esculturas, las tituladas Fraternidad y Niña dibujando, obras ya conocidas que al decir de algún crítico mostraban “el antiguo hacer del escultor –galardonado el año 34– y que hoy creemos un poco pasado, aunque con una gran visión de lo decorativo”59. Por entonces y dadas las posibilidades de trabajo que ofrecía el género escultórico de la imaginería, se trasladó a Salamanca decidido a consagrarse a este tipo de trabajos, un tipo de escultura cuya demanda era 58 ANÓNIMO, “Beca a Paco Macías”, Béjar en Madrid, 28 de junio de 1941, núm. 1008, p. 7. 59 Es significativo que en aquella exposición y en cuanto a la aportación a la escultura se refiere tuviera una gran representación la temática religiosa. Entre los nombres de escultores más conocidos, figuraron los de Mariano Benlliure, Clará, Orduña, Huerta, Marés, Planes, Torre Isunza, Monjó y Manolo Hugué. –51– en esos años muy considerable y que se convertiría en seguida en su dedicación preferente. Una vez afincado en la ciudad del Tormes, Macías montó su estudio en una de las antiguas aulas del viejo Instituto en el Patio de las Escuelas Menores, que el rector había cedido a los artistas salmantinos. Allí, ese taller amplio y espacioso, pero frío, bastante húmedo y no muy dotado de luz (ésta se filtraba indirectamente por una claraboya) se convirtió en lugar de trabajo y producción del artista. Traspasando la vieja puerta del rincón del patio de las Escuelas Menores, a la derecha, se encontraba ese estudio un tanto destartalado y bajo severo artesonado, del que muy pronto iban a salir sus primeras tallas religiosas que le valdrían una considerable reputación como imaginero de prestigio60. Allí y a partir de ahora se va a consagrar a la imaginería sacra vivamente impresionado por el rico patrimonio artístico y escultórico de Salamanca. Acuciado por la necesidad de vivir y atender a su familia con la holgura que él deseaba, González Macías acometió la escultura de encargo y en aquellos tiempos los encargos casi únicos que se hacían a los artistas eran los de tema religioso, principalmente de imágenes y pasos procesionales contratados por las hermandades de Semana Santa. En efecto, por lo que se refiere a la escultura, la Guerra Civil supuso una interrupción del favorable desarrollo que, al filo de los años treinta había adquirido esta manifestación artística en España. Habida cuenta de la ruina económica y cultural del país en la posguerra no fue nada extraña la irrupción de un largo paréntesis y un prolongado silencio en la creatividad artística, y fundamentalmente en la más innovadora y vanguardista. Puede decirse incluso que se dio un claro retroceso, surgiendo a partir de 1939 un tipo de escultura de un carácter muchas veces artesanal. Así 60 Concretamente el estudio ocupaba el aula de la derecha, la que actualmente es sala de exposiciones de la Universidad. –52– renació la imaginería religiosa, impulsada entonces por los encargos de las cofradías, un tipo de escultura que en gran medida se limitaba a emular, cuando no a copiar, los modelos del pasado, y en concreto las tallas de los imagineros del Renacimiento y el Barroco. La presencia de Macías y de algunos otros artistas en Salamanca por esos años, como el escultor catalán Inocencio Soriano Montagut, contribuyó a vitalizar la actividad artística en la ciudad. A pesar de la paralización que supuso la Guerra Civil, comenzada la década de los cuarenta, la actividad artística local inició lentamente un modesto resurgir. Así se constata un cierto impulso a través de la labor desarrollada por un pequeño grupo de cinco artistas en los denominados “Estudios” o talleres que los escultores Inocencio Soriano Montagut, Francisco González Macías y Damián Villar, y los pintores José Manuel González Ubierna y Andrés Abraido del Rey tuvieron en las citadas aulas del Patio de las Escuelas Menores de la Universidad salmantina, antigua sede del Instituto de Segunda Enseñanza y por entonces sede del Museo Provincial de Salamanca. Allí trabajaba con González Macías su sobrino Agustín, con otros operarios que sacaban de puntos los vaciados de escayola del maestro. Juanita, su hija mayor, que siempre merodeaba por el estudio, le servía en algunas ocasiones como modelo. Algunas veces también sus otras hijas, Asunción (“Chon”), Pepita y Flori, irrumpían en el estudio, rompiendo con su alegría y su juventud la quietud, la paz y el silencio de aquel patio venerable. En efecto, en aquellos días de la posguerra el escultor desarrolló una gran actividad protegido por el canónigo y magistral de la Catedral de Zamora don Francisco Romero López. La familia numerosa que había formado, cuatro hijas y mujer, obligaba al artista a aceptar encargos de toda clase para sacarla adelante. La lluvia de encargos de carácter religioso y en especial de las cofradías, a fecha determinada de entrega, obligó a Macías a buscar la ayuda de un buen número de jóvenes discípulos, jóvenes promesas –53– que enseguida brillaron por su destreza y cualidades. Así sus sobrinos Agustín y Florencio, que marcharon a Madrid, el astorgano Marino Amaya, Remigio Hernández y Manolo Martín, hábiles en el estofado y policromía de las tallas; Leonardo Mellado, el jovencísimo Juan Sánchez Díaz, Gerardo Sánchez Cruz y Jacinto Bustos Vasallo61. En estos “estudios” –el de Inocencio Soriano Montagut y el de nuestro artista– , según recordaba Juan Navarro Cruz, “se trabajaba sin descanso hasta que la luz se tamizaba por la llegada de la noche. En invierno el frío era intenso y los maestros y discípulos tomaban arrestos a la vera de alguna salamandra o al calor de alguna pequeña hoguera que se encendía con los restos devastados de la madera”. También frecuentaban los estudios del Patio de Escuelas Menores y se daban cita en ellos los “animadores teóricos del arte de aquellos tiempos”: Fernando Íscar Peyra, Antonio García Boiza, César Real de la Riva, Mariano Cividanes, Rafael Santos Torroella, por entonces en tierras salmantinas, y algún que otro crítico y periodista, como el ya citado Juan Navarro Cruz, dispuesto a hacer algún reportaje sobre la última producción realizadas por los artistas62. Del mismo modo, la modesta vida artística se vio notablemente impulsada por la actividad desarrollada por Escuela de Artes y Oficios, fundada 61 Entre aquellos ayudantes y discípulos, el escultor sintió un especial cariño por el joven Juan Sánchez Díaz, de Santibáñez de Béjar, que entró en su taller siendo un niño y fue pensionado en 1942 por la Diputación de Salamanca “para que pueda seguir trabajando al lado del escultor señor González Macías”. El crítico Juan Navarro Cruz recordaba en uno de sus artículos la dolorosa escena sufrida en 1944 en el estudio de González Macías, donde su ayudante benjamín, “un mozalbete apenas de doce años llamado Juanito que el escultor había traído de un lugarejo y al que mimaba por lo que prometía”, un mal día cayó sin vida, de paro cardíaco, “como cae el pajarillo del árbol en los días invernales”. J. NAVARRO CRUZ, “Cuando el Patio de Escuelas Menores era centro-estudio de los artistas salmantinos”, Gran Vía, suplemento de Artes y Letras de El Adelanto, 8III-1987, núm. 23. Del mismo autor véase también: “Salamanca, ‘taller’ de Arte Religioso”, El Español, 22-I-1944. 62 J. NAVARRO CRUZ, “Los artistas de la ciudad nos hablan. El escultor González Macías...”, La Gaceta Regional, 6-II-1944; L. DE LENA, “El Museo Provincial Solar del Arte. Montagut, Macías, Villar, Ubierna y Abraido, tienen sus estudios en la aulas del antiguo Instituto”, La Gaceta Regional, 22-I-1942. –54– en marzo de 1935 y ubicada en el piso alto del edificio de la Cárcel Vieja (en la cuesta de Sancti-Spiritus). En esos primeros años, tras el paréntesis de la Guerra Civil, desarrolló una meritoria labor al frente de ella como director y profesor de modelado el escultor catalán, ya citado, Inocencio Soriano Montagut. En torno suyo y de los demás profesores de la Escuela se fue formando una pléyade de jóvenes promesas, muy pronto firmes y cuajadas personalidades en la pintura y la escultura salmantinas de esos años. Paralelamente a esa renovada actividad artística se reanudó también la labor expositora en la ciudad charra a través de las Exposiciones de Educación y Descanso y unos años después con las organizadas por el Casino de Salamanca. Aparte de esas muestras locales, especial significación tuvo por entonces la Exposición de Artistas Salmantinos celebrada de 2 al 8 de marzo de 1941 en la Casa Charra de Madrid y organizada con motivo de la inauguración de su nuevo domicilio social en el centro de la capital de España63. Al llamamiento hecho por la Casa Charra acudieron diecisiete pintores, escultores, grabadores, fotógrafos y arquitectos de distintos lugares de la provincia con las aportaciones más diversas, algunas muy modestas. La muestra, que ocupó tres salas de la Casa Charra, reunió un total de noventa y seis obras, conjunto del que destacaron los paisajes de Núñez Losada y las figuras infantiles de nuestro escultor. De los diecinueve trabajos que llevó, al lado de esculturas anteriormente expuestas, como su Pequeña Madre, laureada con 3ª Medalla en la Nacional de 1934 o las tituladas Niña dibujando y Fraternidad, dio a conocer otras obras nuevas o apenas expuestas en España, la mayoría talladas en madera, como el grupo denominado Huérfanos o las tituladas Hermanos, Niña dormida, Niña 63 Concretamente en el segundo piso del núm. 21 de la Carrera de San Jerónimo. Sobre la exposición véase: ANÓNIMO, “Exposición de artistas salmantinos en la Casa Charra”, Béjar en Madrid, 15-III-1941, núm. 993, p. 4; R. F., “Arte. Artistas salmantinos. Exposición en la Casa Charra”, Arriba, Madrid, 7-III-1941. –55– en el caballito, o bien la que llevaba por título Gaiteros, encargada por don Emilio Panizo. Asimismo figuraron dos retratos: el busto de María Teresa Jiménez y su formidable cabeza de Pío Baroja, además de una muestra de su producción religiosa: un Cristo en la cruz, talla directa en nogal, en la que estaba por entonces trabajando y dos figuras de pájaros (Pichón y Loro), realizados igualmente en talla directa en madera64. La exposición se llevó un mes después a Salamanca quedando abierta al público en la planta baja del edificio del Ayuntamiento. Con motivo de la misma, los diarios locales se preguntaban si no se podían aprovechar los valores y experiencia del artista para enriquecer los pasos de las procesiones de Semana Santa, “de que tan relativamente pobre se encuentra Salamanca comparada con otras poblaciones”. Y la misma idea se podía ver en la prensa bejarana: “¿No podría Béjar premiar la labor de tan distinguido paisano encargándole alguna escultura que perpetuase el nombre del autor, dignificase al pueblo y enriqueciese también la imaginería de que tan tristemente necesitadas se hallan algunas de nuestras iglesias?”65. Estas demandas pronto encontraron cumplida respuesta y si bien siguió exponiendo sus graciosas figurillas infantiles y cultivando el retrato, su dedicación preferente a partir de ahora será la escultura religiosa, atendiendo los encargos que le hacen diferentes cofradías, tanto de Salamanca y Béjar como de otros puntos de España. Así, en el otoño de 1941, la Cofradía de Jesús Nazareno, con sede en la iglesia de San Julián de Salamanca, le encargó el paso del Santo Entierro, conjunto compuesto de siete imágenes talladas en madera. En junio del año siguiente estaba ya terminado un fragmento del mismo, en concreto las figuras de la Virgen y san Juan retirándose del Calvario, grupo 64 ANÓNIMO, “Con motivo de una exposición. Galería de artistas salmantinos en Madrid”, El Adelanto, 7-III-1941. 65 R. REGADERA, “De Salamanca. Exposición de artistas salmantinos”, Béjar en Madrid, 26-IV-1941, núm. 999, p. 5. –56– escultórico que estuvo expuesto durante varios días en el zaguán de la entrada principal del Ayuntamiento salmantino66. Los comentaristas de la prensa bejarana se complacían en resaltar el acierto de ambas tallas en sus actitudes, tan naturales y expresivas: en la Virgen de dolor rendido y en el Discípulo Amado, de gran serenidad y de protección. La fisonomía de san Juan, sumamente juvenil, casi infantil, les recordaba las esculturas de niños que tan deliciosamente sabía tratar el artista, si bien esa dulzura no restaba al grupo carácter y nobleza. Pero la crítica valoraba sobre todo la manera clásica y a la vez moderna de ejecutar los paños que envolvían a ambas figuras, en especial el modo de caer las telas, en sus vueltas y pliegues. Esa perfección de las vestiduras reflejaba una especial habilidad que según la prensa local se explicaba por el conocimiento del artista de la industria tan bejarana de fabricación de paños67. Por esos mismos días participó y ganó el concurso de proyectos para la realización de un paso de La Entrada de Cristo en Jerusalén que organizó la Junta Permanente para el Fomento de la Semana Santa salmantina. Tras el examen de los cinco proyectos presentados por diferentes escultores de Salamanca y Zamora, el jurado, con el asesoramiento y colaboración de los catedráticos de la Universidad Apraiz y García Blanco, acordó por mayoría de votos seleccionar el boceto presentado por González Macías. Lamentablemente la maqueta, que representaba al Salvador haciendo su entrada en Jerusalén montado en la burra y con él dos niños portando palmas, no llegó nunca a materializarse al no prosperar la suscripción abierta para su ejecución definitiva. 66 ANÓNIMO, “Una escultura de González Macías”, La Gaceta Regional, 21-VI-1942, y ANÓNIMO, “El Arte Religioso en Salamanca”, El Adelanto, 21-VI-1942. 67 E. M., “Arte bejarano”, Béjar en Madrid, 1-VIII-1942, núm. 1065, p. 8. –57– Compaginándolo con esta dedicación, el escultor continúa también por entonces cultivando el retrato y así, coincidiendo con el fallo del concurso, por esas mismas fechas expuso el boceto para un busto de madera del conocido banquero de la ciudad, don Julián Coca, obra que según comentaba la prensa estaba siendo “admiradísima” por el público. En septiembre de 1942 participó en la exposición de arte organizada por el Casino de Salamanca, presentando seis obras, entre ellas, además del busto de Julián Coca, el boceto del paso de la Entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, Loro, Pastor de mi pueblo y dos de sus conocidas interpretaciones de temas infantiles. Con aquella exposición, la primera de estas características que se celebraba en la ciudad y en la que figuraron numerosas obras de artistas locales, el Casino se proponía contribuir al mayor esplendor y brillantez de las ferias de ese año. La muestra surgía, según se podía leer en la prensa, con aspiración de continuidad en años venideros, así como con la esperanza de que Salamanca contara en lo sucesivo con una exposición importante, “al igual que otras grandes ciudades de España” Su habilidad como imaginero trasciende muy pronto los límites de la provincia de Salamanca para llegar a tierras asturianas, ambiente en el que le introduce su amistad y la protección dispensada por el magistral de la Catedral de Zamora don Francisco Romero. Y así, gracias a su mediación, la Cofradía del Santo Entierro y de los Mártires, hermandad de ex combatientes, de Gijón, establecida en la recientemente reconstruida iglesia mayor de San Pedro, le encomendó un Cristo crucificado, que se iba a convertir enseguida en una de sus más inspiradas y admiradas piezas procesionales. Tallada en madera de chopo blanco, la imagen, denominada el Santo Cristo de la Misericordia y de los Mártires por estar dedicado a la memoria de los caídos en aquella población, antes de ser enviada a su destino –58– se expuso en el mes de marzo de 1943 en el zaguán del Ayuntamiento de Salamanca. El éxito obtenido al llegar poco después a Gijón y ser expuesta en el Instituto de Jovellanos antes de procesionar en la Semana Santa le abriría un lisonjero porvenir en aquella dedicación de nuevo imaginero, iniciándose ya por entonces sus contactos y relaciones artísticas con aquella villa asturiana, en la que había de instalarse años después, propiciando otros muchos encargos en aquella ciudad y su entorno. Del mismo modo, un mes después y ayudado de sus competentes oficiales había dado cima a su otro encargo y compromiso adquirido, el del paso, ya citado, de El Santo Entierro, saliendo el grupo ese mismo año en procesión durante la Semana Santa. Catorce meses de lucha tenaz y trabajo había invertido el escultor, con el concurso de sus ayudantes y discípulos, para llevar a cabo el lento proceso de su creación, largas jornadas para culminar con éxito las distintas fases de ejecución: modelado en barro, vaciado en escayola, sacado de puntos, talla en madera y policromía68. Por si esto fuera poco, en junio de ese mismo año González Macías enviaba a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid una escultura en escayola de su hija Juani, de cuerpo entero, sentada y en actitud de serena meditación69. Tras esa serie de logros y éxitos en sus últimos trabajos y como reconocimiento a su labor, el 18 de julio de ese mismo año –1943– sus paisanos bejaranos residentes en Salamanca y un buen número de amigos y simpatizantes le rindieron un emotivo homenaje, entregándole la credencial con el nombramiento de “Socio honorario” de la Colonia Bejarana en Salamanca. En las intervenciones que tuvieron lugar al finalizar el acto, se recordó también con encendidos elogios a su “otro compañero de profesión” 68 El paso, la obra de mayor empeño y tamaño realizada hasta ahora por el artista, fue bendecido en la mañana del Miércoles Santo por el obispo de Salamanca, doctor Barbado Viejo. 69 J. DE MONTILLANA, “Ante la Exposición Nacional de Bellas Artes. Juani, de González Macías”, El Adelanto, 27-III-1943; R. S. REGADERA, “Para la historia de Béjar”, Béjar en Madrid, 17-IV-1943, núm. 1102, p. 3. –59– Mateo Hernández, lamentándose públicamente que “siempre su patria chica se mostrase refractaria a prestar la atención debida a los que de tal manera la enaltecían”70. Por otro lado, el éxito obtenido con el Cristo de los Mártires de Gijón le facilitó otros encargos de escultura religiosa con destino a tierras asturianas. Así, entre otras obras, en agosto de ese año expuso en el vestíbulo del Ayuntamiento de Salamanca una imagen de la Virgen de la Paz realizada para el pueblo de Vidiago (Asturias)71. 70 R. S. R., “El homenaje al escultor Francisco González Macías”, Béjar en Madrid, 24 de julio de 1943, núm. 116, pp. 1-2. 71 J. NAVARRO CRUZ, “Una nueva imagen de González Macías”, Béjar en Madrid, 21-VIII-1943, núm. 1120, p. 2. –60– AÑOS DE INTENSA ACTIVIDAD EN SALAMANCA. EL DURO BATALLAR DE UN ESCULTOR DE OFICIO En el mes de marzo de 1944 y tras esos primeros años en Salamanca, González Macías pensaba trasladar de nuevo su residencia a Madrid, en cuyo estudio le esperaban nuevos proyectos y encargos. El escultor llegó incluso a abandonar por breve tiempo la ciudad charra, si bien no perdía la esperanza de volver a ella alguna que otra temporada, agradeciendo por entonces en una entrevista a la prensa las muchas atenciones que se le habían dispensado y que nunca podría olvidar72. Ese mismo mes y terminado el período de su pensión, el escultor recogió en sesión pública de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando la medalla de la Fundación Conde de Cartagena, que le correspondía como becario sobresaliente de la misma. No obstante su traslado momentáneo a la capital de España, en esos años continuó viviendo y trabajando en Salamanca, atendiendo los muchos encargos que le llegaban de escultura religiosa en su estudio del Museo Provincial. De su vinculación con Salamanca da testimonio también su participación en las diferentes exposiciones que se organizaron por entonces en la ciudad del Tormes. Así concurrió a las dos muestras más importantes que se celebraron ese mismo año, la IV Exposición Provincial de la Obra Sindical de Educación y Descanso, celebrada del 18 al 25 de julio en la 72 ANÓNIMO, “A ocho días vista”, Béjar en Madrid, 4-III-1944, núm. 1148, p. 6. –61– Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy, y la que posteriormente tuvo lugar en el Casino en el otoño. En la primera de ellas, en la sala dedicada a los artistas salmantinos contemporáneos, Macías expuso seis obras en total, cuatro retratos: el Busto de la Señora de Angoso, en madera de nogal, el de Fray Diego de Deza, en yeso y los de Fernando Íscar y Julián Coca, en terracota; la maqueta del paso de la Entrada en Jerusalén y la figura titulada La Gitana (en yeso), propiedad de la Diputación Provincial. Especial interés tenía el busto de Fray Diego de Deza, esculpido por encargo del Ayuntamiento zamorano para sustituir al que fue arrojado a las aguas del Duero durante los violentos sucesos acaecidos en vísperas de la contienda bélica. La nueva obra, fundida en bronce y erigida el 24 de diciembre en la plaza de Zorrilla de aquella ciudad, vino a conmemorar el V Centenario del nacimiento del relevante dominico toresano. Con el primero de los retratos citados –el Busto de la Señora de Angoso– obtuvo un señalado triunfo al conseguir el segundo premio de Escultura de la I Exposición Española de Pintura y Escultura organizada por el Casino de Salamanca con el patrocinio de la Diputación Provincial y el Ayuntamiento. Convocada con la pretensión de que se convirtiese en un certamen anual, la muestra, que se inauguró el 10 de septiembre, fue el más importante acontecimiento artístico celebrado hasta entonces en la ciudad del Tormes, tanto por su rango nacional como por el elevado número de expositores (un total de cien, de los cuales 74 fueron pintores y 26 escultores). Las 244 obras reunidas en la exposición llenaron por completo las ocho salas y las dos galerías centrales de la planta baja del Grupo Escolar “Francisco de Vitoria”, entonces recientemente inaugurado73. A ella no 73 J. C. BRASAS EGIDO, “Las exposiciones del Casino de Salamanca y su colección de pintura y escultura”, en VV.AA., Casino de Salamanca. Palacio de Figueroa. Historia y patrimonio, Salamanca, 2004, pp. 435-438. –62– solo concurrieron prácticamente todos los artistas residentes en Salamanca, sino también destacadas figuras del arte nacional. Así, entre los escultores expusieron Cristino Mayo, Quintín de Torre, Gegorio Toledo, Inocencio Soriano Montagut y los hermanos Oslé. Si bien pudiera esperarse una mayoritaria contribución de obras de tema religioso en la sección de Escultura, no fue así, y por el contrario fue la escultura profana la mejor representada. Además del retrato de Juana de Angoso, Macías puso notas de originalidad con su Interpretación escultórica de un dibujo infantil y su grupo ya conocido titulado Fraternidad, ambos tallados en madera74. Ese mismo y fructífero año –1944– recibió el encargo del Colegio Médico de realizar el retrato de una de las figuras más representativas de la ciudad, el doctor Andrés García Tejado, profesor jubilado de la Facultad de Medicina y presidente que fue de la Diputación. El busto, cuyo boceto le fue aceptado a primeros del mes de octubre, se descubrió en el zaguán de entrada del Hospital Provincial de Salamanca en un acto de homenaje celebrado el 30 de noviembre75. También la relación laboral con Asturias continuó siendo muy activa, e incluso se incrementó en estos años. Así, por entonces realizó en Salamanca, en su estudio del Museo Provincial de Salamanca, la que el artista siempre consideró como una de sus mejores obras de carácter religioso salidas de sus manos, el Cristo yacente, destinado a la iglesia parroquial de Ribadesella. 74 El primer premio de escultura le fue otorgado a la obra titulada Napolitana, de Soriano Montagut. En la misma exposición obtuvo el tercer premio el joven José Luis Núñez Solé, por su Busto de don Juan Domínguez Berrueta. Véase: J. C. BRASAS EGIDO, Núñez Solé y la escultura de la posguerra en Salamanca, Librería Cervantes, Salamanca, 2007. 75 ANÓNIMO, “Próxima realización del homenaje al doctor García Tejado”, La Gaceta Regional, 1-X1944. Sobre el homenaje y descubrimiento del busto, véanse: El Adelanto, 30-XI-1944 y La Gaceta Regional, 1-XII-1944. –63– La escultura, una vez terminada y antes de ser entregada a la cofradía de su mismo nombre que la había encargado, fue expuesta por su autor, para ser admirada en una especie de periplo, primeramente en su estudio del Museo Provincial de Salamanca y luego en la iglesia de Santiago del Burgo de Zamora; unos días después y ya de paso para Ribadesella, en la iglesia penitencial de la Vera Cruz de Valladolid, en la Capilla de la Trinidad de Gijón y finalmente en la Capilla de la Universidad de Oviedo, mereciendo en todos los casos grandes elogios de crítica y público76. Realizada en madera de cedro policromada, la corrección y realismo anatómico del cuerpo, así como la nobleza de expresión y honda impresión de sufrimiento en la cabeza, se basan en el estudio de prototipos de la escuela castellana, evocando de manera muy patente los célebres modelos de Gregorio Fernández. Unos meses antes fue bendecida por el obispo Francisco Barbado Viejo otra de las piezas salidas de su estudio salmantino: la Virgen de Nuestra Señora de la Esperanza, propiedad de la Hermandad Dominicana del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, imagen copia de la Macarena sevillana que se venera en el templo de San Esteban (PP. Dominicos). Al mismo tiempo que el escultor desarrollaba su labor trabajando en su “estudio”, en 1945 empezó también a compaginar su creación artística con su dedicación a la enseñanza en la Escuela de Artes y Oficios de Salamanca. A la marcha de Soriano Montagut a Barcelona ese año, González Macías se hizo cargo de las clases de escultura en la Escuela ocupando la plaza de profesor de modelado y vaciado hasta 1949. Allí lo evocaba en esos años el que fuera director de la Escuela, rodeado en su clase por una veintena de muchachos que luchaban y se afanaban 76 ANÓNIMO, “De Arte. Un Cristo yacente de González Macías”, El Norte de Castilla, Valladolid, 17III-1945; ANÓNIMO, “Una magnífica obra de arte de impresionante devoción”, El Comercio, Gijón, 23-III-1945. –64– por ser escultores, “que soñaban con dar ese salto maravilloso que hay entre el obrero y el artista”. Según recordaba el mismo César Real de la Riba, el taller de modelado de la Escuela –una estancia alegre y pintoresca–, “parecía el estudio bohemio de una academia de gran ciudad. Todos sus rincones palpitaban con el trabajo... Se cogía por modelo a todo el que podía... González Macías, maestro de la clase iba de caballete en caballete, enseñando y corrigiendo. A veces cogía los palillos o el cincel y la explicación la hacía él mismo pronta realidad en el barro o en la piedra...”77. Sus muchos encargos y su labor en la Escuela no le impidieron sin embargo seguir enviando sus obras a cuantos certámenes importantes se celebraban en la capital de España. Así, en los meses de mayo y junio de ese mismo año –1945– acudió a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, presentando un Retrato, en barro cocido y su Cristo yacente de Ribadesella, en madera policromada78. También en ese último mes participó en la Exposición de Arte de Educación y Descanso, el único certamen artístico de importancia que se celebró ese año en Salamanca. En esa ocasión y como novedad, aparte de exponer los artistas noveles, se tomó la decisión de invitar a participar, separado y fuera de concurso, a un conocido artista profesional salmantino “de la generación actual”, al que se le dedicaría toda una sala, empezando ese año por nuestro escultor. En dicha exposición figuraron cerca de una veintena de sus más representativas esculturas, entre ellas el modelo en escayola del Cristo yacente, que por esas mismas fechas había presentado en la Nacional de Bellas Artes de Madrid. 77 C. REAL, “Salamanca en el alma. Una escuela de escultores en la ciudad”, La Gaceta Regional, 16I-1949. 78 Catálogo oficial de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1945. Ministerio de Educación Nacional. Dirección General de Bellas Artes, Madrid, 1945, pp. 86 y 88, números 72 y 97. –65– Abarcó esa selección de obras presentadas las distintas series en las que se podía dividir su producción: retratos, figuras infantiles y esculturas religiosas, además de algunas interpretaciones de animales (Gacela y Grulla). Precisamente y a propósito de esas estilizadas figuras, los comentarios de la crítica aparecidos en la prensa no dejaban de reconocer “experiencias firmes e inolvidables de su coterráneo, el gran escultor Mateo Hernández que había recibido en su larga estancia en Paris”. También la misma simplicidad en la línea y grato sentido de lo ornamental se podía comprobar una vez más en sus obras de la serie infantil, destacándose las tituladas: Grupo, Travesuras y Fraternidad. Finalmente, de entre sus creaciones religiosas, además del boceto del Cristo yacente, se mostraron dos nuevos proyectos para sendos pasos con destino a la Semana Santa salmantina79. Unos meses después acometió otra de sus piezas más notables dentro del conjunto de esculturas religiosas que realizaría con destino a Asturias: el Cristo en la cruz de la iglesia de Cuenya (Concejo de Nava). Realizada en talla directa la imagen fue encargada por el párroco de dicha localidad y donada a la iglesia por don Luis González Suárez, un feligrés natural de Cuenya y residente en Ultramar80. Tras unos días en Asturias, donde asistió a la solemne inauguración de la imagen, González Macías viajó a Madrid ya que esos mismos días se celebraba la Exposición de Artistas Salmantinos, organizada por la Casa de Velázquez81. Celebrada en los salones de la Galería Pereantón del 9 al 15 de junio de 1946, se trató de una interesante muestra dedicada a dar a conocer en 79 ANÓNIMO, “Sobre la Exposición de Arte de Educación y Descanso”, El Adelanto, 10-VI-1945. 80 La imagen fue solemnemente inaugurada a comienzos de junio de 1946, coincidiendo con la celebración de las fiestas del pueblo y contando con la asistencia del propio artista. Sobre el Cristo de Cuenya, véase J. S. FONSECA, “La obra de un imaginero español”, Región, Oviedo, 13-VII-1945. 81 Fundada por Alfonso XIII, la Casa de Velázquez fue creada para promover el estudio de las artes españolas y el intercambio de artistas franceses. –66– Madrid la producción de los cuatro artistas salmantinos más renombrados de entonces, tres pintores –Francisco Núñez Losada, José Manuel González Ubierna y Andrés Abraido del Rey– (los tres pensionados que habían sido de la Casa de Velázquez) y un escultor, el propio Francisco González Macías82. La exposición fue promovida y se llevó a cabo gracias al especial interés que puso en su organización el director de la Casa de Velázquez, el hispanista y profesor francés Maurice Legendre, gran amigo que había sido de Unamuno y muy vinculado por sus estudios y viajes a las tierras charras y en especial al pueblo de La Alberca. La colección de obras allí reunidas se presentó como una demostración de la pujante labor pictórica y escultórica que se vivía por entonces en la ciudad del Tormes, como una prueba de que también en Salamanca existía un ambiente propicio para el cultivo del arte. De los cuatro artistas, Núñez Losada, el más conocido y laureado, expuso solamente dos óleos, mientras que la aportación más numerosa fue la de González Macías, quien llevó un conjunto de 23 obras, superando en número al total de las presentadas por sus tres compañeros pintores. Las piezas allí reunidas, de lo más representativo de su producción, eran todas ellas muy expresivas de su modo de concebir la escultura, serenamente clásica y a la vez con un toque de modernidad. Así lo supo ver una de las muchas reseñas críticas que se le dedicaron, en la que tras comentar sus 82 Fue inaugurada por el director general de Bellas Artes, el marqués de Lozoya. En el acto de apertura estuvieron presentes también los críticos José Francés, Gil Fillol, López Izquierdo, Araujo Costa, Jacinto Alcántara, el doctor Marañón, José María de Cossío, el director del Museo Provincial de Salamanca Íscar Peyra, Juan Antonio González Ubierna y un buen número de salmantinos. Véase ANÓNIMO, “Arte salmantino. La Exposición en Madrid”, El Adelanto, 9-VI-1946. La muestra se vio complementada unos días después con una conferencia, titulada “Significación de la exposición de artistas salmantinos”, que pronunció el crítico de arte ya citado y secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando José Francés. Sobre la exposición: ANÓNIMO, “Arte y artistas. Exposición de artistas salmantinos”, ABC, 6-VI-1946; ANÓNIMO, “Artistas salmantinos”, Dígame, 18-VI-1946; y ANÓNIMO, “Cuatro artistas salmantinos en Madrid”, La Gaceta Regional, 9-VI1946. –67– obras, se concluía con estas palabras: “Junto a un modo típico de concebir la escultura, reúne una técnica perfecta y un equilibrado sentido de la medida. Estas tres cualidades hacen que todas sus producciones tengan siempre esa serenidad que, sin dejar de ser moderna, nos lleva ágilmente transportados a la antigüedad clásica”83. La diversidad de obras presentadas ponía de relieve su saber y la experiencia acumulada en todos esos años de larga lucha y constante trabajo: desde sus peculiares asuntos infantiles a sus retratos de Pío Baroja o García Tejado; o desde sus pequeñas figuras de animales a sus últimas tallas de Semana Santa realizadas para Asturias. De entre aquellas obras expuestas, la Pequeña madre y el Cristo yacente constituían los dos polos antagónicos, entre los cuales el artista se había movido hasta entonces. En esos momentos sin embargo predominaba su producción imaginera, que no dejaba de ofrecer una concepción de la escultura un tanto conservadora. La acogida tan favorable y la buena impresión que causó la exposición no sólo se pudo comprobar en los numerosos artículos y encomiásticos comentarios que les dedicaron a los cuatro artistas los críticos madrileños, sino que también tuvo su reflejo desde el punto de vista crematístico, sirviendo para promocionar su respectiva producción y propiciar incluso nuevos encargos. Clausurada la muestra, el escultor prosiguió trabajando en los numerosos compromisos de obras de imaginería que le seguían llegando desde tierras asturianas. En su “estudio” del Patio de Escuelas Menores se acumulaba el trabajo, desplegando el artista y sus ayudantes por entonces una gran actividad. Así , entre otros encargos, ultimaba la realización de dos retablos que tallaba con destino a Cuenya y Nava (Asturias), así como un Cristo atado a la columna para Candelario (Salamanca). Esta última pieza, por entonces sólo empezada a tallar, se debatía en su inspiración entre Gregorio 83 C. BARBERÁN, “Arte y artistas. Los artistas salmantinos”, ABC, 23-VI-1946. –68– Fernández y Luis Salvador Carmona, si bien, como afirmaba en una entrevista el escultor, aspiraba a no ser un pasticcio sin abandonar por ello “esa línea de tan secular tradición castellana”. Asimismo, juntando lo nuevo con lo antiguo, en su estudio se podía ver alguna que otra vieja imagen procedente de algún pueblo salmantino que le llegaba para ser restaurada. Así figuraba por entonces en su taller la Virgen del Hinojal, vetusta talla de tipo románico que se veneraba en la ermita de Paradinas de San Juan, pieza que fue restaurada y de nuevo policromada por el escultor. También la Semana Santa de su población natal se sumó a la serie de encargos que de continuo se le hacían al artista. Concretamente, en agosto de 1946 la Cofradía Bejarana de la Vera Cruz le encomendó un paso que representaba el Calvario. El encargo supuso una satisfacción muy grata para el escultor, ya que hasta entonces Béjar no tenía ninguna talla procesional de su mano, según se comentaba en una reseña aparecida por entonces en la prensa salmantina: “Este escultor bejarano, que va llevando a las ciudades de España el arte de su imaginería, no podía quedar al pueblo que le vio nacer sin alguna obra suya, la cual hace tiempo se venía viendo que faltaba, ya que hasta ahora Béjar no tenía ninguna obra de este bejarano, que va abriéndose paso merced a su esfuerzo personal, hasta haberse colocado hoy en el lugar que entre los escultores ocupa... Al fin se ve colmada una de las mayores aspiraciones del escultor, de que su propio pueblo pueda contar con una obra salida de sus manos, y en la cual pondrá todo su entusiasmo juvenil artístico”84. A comienzos del mes de septiembre de ese mismo año, su estudio estaba en plena efervescencia y ardor de producción. Por entonces estaba ya acabado de armar el gran retablo para la parroquia de Nava, en Asturias, al tiempo que, para su hornacina central, se estaba “sacando de puntos” la imagen de san Bartolomé, que lo había de presidir. 84 ANÓNIMO, “González Macías y Béjar”, La Gaceta Regional, 16-VIII-1946; ANÓNIMO, “La Semana en Béjar. Un nuevo ‘paso’ de González Macías para la Semana Santa”, La Gaceta Regional, 26-I-1947. –69– Al lado de las piezas del altar y con gran parte de la decoración aún sin terminar, en el taller, poblado de ayudantes y de bocetos, se podía ver también una nueva obra que el escultor tenía ya preparada para la próxima Exposición Nacional de Bellas Artes, Florina escucha un cuento, una nueva creación infantil en la que la modelo era la última y más pequeña de sus hijas –Flori–. Desnuda y sentada en el suelo, sujetándose con ambas manos entrelazadas las rodillas, su atenta y linda cabecita con sus bucles rubios miraba al frente con infantil curiosidad a quien le narraba el cuento. De nuevo, y para concurrir al certamen nacional, González Macías volvía a una de sus más queridas especialidades: sus delicadas y amables esculturas de niños que tanto y tan favorablemente había ponderado la crítica85. Por último, y finalizando la actividad de ese año, en los últimos meses de 1946 presentó tres esculturas al XX Salón de Otoño de Madrid, las tituladas Juani, Jinete sin caballo y Lechuza. En diciembre, al clausurarse el certamen y conceder el jurado los premios, le fue otorgado a nuestro artista el premio del Ayuntamiento de San Sebastián, además del reconocimiento unánime de sus méritos artísticos y técnicos por parte de la crítica madrileña86. El nuevo año –1947– vino a ser una continuación en ese mismo despliegue de intensa actividad del escultor en su estudio salmantino. En los primeros meses acometió una nueva obra en la que puso todas sus ilusiones de artista: un busto esculpido en piedra de Cervantes, realizado para conmemorar el IV centenario del inmortal escritor. La escultura, que estaba destinada a ser emplazada en el Parque Municipal de Béjar, fue costeada por el cronista de aquella ciudad, Juan Muñoz García87. 85 J. ARTERO, “En el estudio de Macías”, La Gaceta Regional, 7-IX-1946. 86 ANÓNIMO, “Arte y artistas. Premios del XX Salón de Otoño”, A.B.C, 22-XII-1946; ANÓNIMO, “Francisco González Macías, premiado en un concurso nacional de Madrid”, Hoja del Lunes, 23-XII-1946; ANÓNIMO, “Actualidad artística. González Macías premiado en el Salón de Otoño”, La Gaceta Regional, 24-XII-1946; ANÓNIMO, “Nuevo triunfo de González Macías”, Béjar en Madrid, 28-XII-1946, núm. 1294, p. 5. 87 ANÓNIMO, “Actualidad salmantina. Dos nuevas esculturas de González Macías”, La Gaceta Regional, 7-V-1947. –70– Por esas mismas fechas también le vemos, junto con el pintor salmantino Juan Manuel González Ubierna, trabajando en el retablo de la nueva capilla de las Hijas de María, en la Basílica Teresiana de Alba de Tormes. Ambos artistas, “los más prestigiosos del arte actual salmantino” –al decir de la prensa– se afanaban en sus respectivos “estudios” del Patio de Escuelas Menores en el encargo de ese nuevo retablo, en el que la pintura era obra de González Ubierna, mientras que la parte escultórica correspondía a González Macías. Con el escultor trabajaba “un enjambre de tallistas y estofadores” en una imagen en madera policromada de la Inmaculada, inspirada en la célebre Purísima de Ribera. Por su parte, González Ubierna pintaba el gran lienzo que había de servir de fondo a la estatua, y que representaba a cuatro ángeles a manera de orla sobre la que había de resaltar la imagen88. Unos meses después, en concreto en el verano de ese mismo año, González Macías concluyó el gran retablo y púlpito destinado al nuevo templo parroquial que Regiones Devastadas había construido en el pueblo asturiano de Nava. Verdadera pieza monumental, antes de ser enviado a su lugar de destino a fines de agosto de 1947 fue expuesta la parte correspondiente a la hornacina central, con la imagen de san Bartolomé, titular de la iglesia asturiana también tallada por Macías, en el zaguán del Ayuntamiento de Salamanca89. Al año siguiente, González Macías trabajaba en un nuevo paso para la Semana Santa salmantina, el titulado Jesús ante Pilatos. Encargado por 88 El retablo, en mármol blanco, fue proyectado por el arquitecto salmantino Genaro de No, encargándose de la mesa de altar el marmolista Seseña. Sobre esta obra, véanse J. ARTERO, “Ubierna y Macías para la Basílica Teresiana”, La Gaceta Regional, 27-V-1947; ANÓNIMO, “Una peregrinación y una imagen nueva de González Macías”, El Adelanto, 29-V-1947, y J. C. BRASAS EGIDO, José Manuel González Ubierna y la pintura de paisaje urbano de Salamanca, Caja Duero, Salamanca, 2002, p. 25. 89 J. NAVARRO CRUZ, “Dos nuevas obras de González Macías. El retablo para Nava (Asturias) y el Cervantes para Béjar”, El Adelanto, 22-XI-1947. El retablo se inauguró junto con la nueva iglesia parroquial el 20 de octubre de ese año contando el acto con la presencia de la esposa de Franco. –71– la Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía y estrenado en los desfiles procesionales de ese mismo año, representa a Cristo en el momento de pronunciar las palabras “Mi reino no es de este mundo”, señalando con su mano el cielo, mientras Caifás y Anás salen del palacio del gobernador de Judea después de haber entregado a Jesús a la justicia del pretor90. Aún sin terminar, pues faltaba la operación de la policromía y el montaje final, los comentarios que la prensa local dedicaba por entonces al grupo eran de lo más elogioso, augurando que había de constituir un nuevo éxito para González Macías. Al mismo tiempo, no escatimaban alabanzas al esfuerzo que venía haciendo el artista bejarano en lo que se consideraba tanto un verdadero movimiento de resurgir de la Semana Santa de Salamanca como del auge que en los últimos años había ido adquiriendo la imaginería procesional en la ciudad91. Ese mismo año llevó a cabo otra de sus obras más destacadas: el Monumento a Tomás Bretón. Tras la intensa campaña llevada a cabo por la Asociación de la Prensa para lograr que el insigne músico tuviese el monumento que su personalidad y “salmantinismo” reclamaban, el Ayuntamiento encargó en 1947 a González Macías uno nuevo que vino a sustituir al que, inaugurado en 1925 en la plaza de San Justo, habían realizado el arquitecto Genaro de No y el escultor castellonense José María Ortells. Aquel retrato de Bretón, que había llegado maltratado conservándose entonces en muy mal estado y, no obstante su calidad, se consideraba “pequeño, insignificante... un busto más para una hornacina... pero no para presidir el monumento que el compositor merecía”, fue sustituido por un nuevo 90 ANÓNIMO, “Otra importante noticia sobre la Semana Santa. La Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía estrenará, también este año, el paso de Jesús ante Pilatos, original del escultor bejarano Francisco González Macías”, El Adelanto, 16-III-1948. 91 ANÓNIMO, “La Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía estrenará también este año, el paso de Jesús ante Pilatos, de González Macías”, El Adelanto, 16-III-1948; U. TRILLA, Jesús ante Pilatos, de González Macías, El Adelanto, 7-IV-1948. –72– monumento, que se proyectó erigir en el lugar más idóneo, como era la plaza que llevaba el nombre del compositor y en donde había nacido en una humilde casita el 29 de diciembre de 1850. El busto, esculpido por Macías en piedra blanca de Novelda, fue realizado sin modelo alguno. Ello supuso un gran esfuerzo para el artista, no solo físico sino también mental. Si bien conocía el cuadro firmado por Eugenio Vivó conservado en el Museo Provincial de Salamanca y tuvo en cuenta algunas fotos de Bretón, que guardó muy bien en su memoria, el retrato fue básicamente fruto de su imaginación. El escultor no quiso realizar ninguna copia meramente superficial del personaje sino que pretendió hacer fundamentalmente una interpretación de la personalidad del célebre músico, en sus palabras quiso “rehacer un carácter”92. Al año siguiente realizó otro interesante busto, el del hispanista francés Maurice Legendre, que fue erigido en el mes de agosto en la plazuela de los Prados, en La Alberca93. Por otra parte, su continuada vinculación con su población natal, se reafirmó por entonces al presentar a la admiración de sus paisanos algunas de sus mejores obras en la I Exposición Provincial de Arte de Béjar, concurso provincial organizado por el Ayuntamiento y la Escuela de Peritos Industriales que se celebró a fines del mes de septiembre de 1949. El fallo del jurado, que se hizo público el 2 de octubre, acordó otorgar el primer premio de la sección de escultura a González Macías por su Florina escucha un cuento, pieza que fue adquirida para la colección de Antonio Gómez Rodulfo94. 92 J. L. CHAO, “Una visita al estudio de González Macías”, El Adelanto, 3-IX-1948. 93 ANÓNIMO, “La Alberca rinde un cariñoso homenaje de simpatía al ilustre hispanista M. Mauricio Legendre”, El Adelanto, 17-VIII-1949. 94 ANÓNIMO, “El Primer Certamen Provincial de Arte”, Béjar en Madrid, 8-X-1949, núm. 1438. El premio consistió en 1.500 pesetas. Con Florina, concurrió también a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1950, Cfr. Catálogo oficial de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1950, Ministerio de Educación Nacional. Dirección General de Bellas Artes, Madrid, 1950, p. 76, núm. 64. –73– Mes y medio después llegaba a Béjar la luctuosa noticia de la muerte en Meudon (Francia) de Mateo Hernández. Tan pronto como se conoció su fallecimiento, el Ayuntamiento acordó, en sesión celebrada el 2 de diciembre, nombrar una comisión organizadora Pro-Homenaje al insigne escultor. Entre otros amigos y personas vinculadas con Mateo Hernández se acordó escribir a González Macías para que formara parte de la comisión y aportara cuantas ideas quisiera en torno al homenaje que se proyectaba95. En ese sentido nuestro escultor participó activamente en la traída de sus restos a España para que descansaran en el cementerio de su ciudad natal. Al día siguiente del sepelio, González Macías hizo llegar a Béjar en Madrid un emotivo artículo que comenzaba con estas sentidas palabras: “Hemos enterrado a Mateo Hernández, doloroso acto para los que con él hemos convivido en las mismas lides y gozado de su amistad sincera (como todo lo suyo) Mateo Hernández era tan auténtico en todo, y sobre todo en su obra, que diríamos que es el único artista que no quiso ni necesitó asimilarse las enseñanzas de las escuelas de Grecia, de Roma, ni del Renacimiento...”. También, unas líneas más abajo, dedicaba estas emotivas palabras de recuerdo para su viuda, Fernande: “No quiero olvidarme de madame Hernández, a quien tanto debemos los bejaranos, que nos honramos con la gloria del genio, que ella supo estimular y cuidar hasta que dio su fruto. Mujer de refinado espíritu, templado en las lides de la pedagogía, supo comprender y amar como esposa fiel al hombre extraordinario y ponerle en el camino del triunfo, que nadie como ella supo prever”96. 95 GARCÍ-MAR, “El sábado 26 falleció en Meudon (Francia), el insigne escultor bejarano Mateo Hernández”, Béjar en Madrid, 3-XII-1949, pp. 3 y ss. 96 Artículo de F. GONZÁLEZ MACÍAS firmado en Béjar el 17 de diciembre de 1949 y publicado en Béjar en Madrid el 18-VIII-1951, núm. 1535, pp. 3- 4, con el título de “Madame Veuve Hernández”. Publicado con el mismo título en La Gaceta Regional, 20-XII-1949. –74– Pasado aquel luctuoso acontecimiento, en 1950 seguimos hallando a nuestro escultor ocupado en su estudio salmantino desplegando la misma gran actividad. Ese año dejó tres muestras de su labor muy diferentes entre sí en cuanto a sus características y temática, pero las tres enraizadas en su trabajo habitual, sereno e intenso a la vez. Así, la primera obra era un nuevo exponente de su dedicación a la escultura devocional, una nueva imagen de Cristo yacente en madera policromada que expuso en el zaguán del Ayuntamiento de Salamanca97. La segunda se trataba del busto en bronce de Gregorio Mirat, que le fue encargado para ser regalado al conocido industrial salmantino por sus obreros y empleados, en recuerdo de la celebración de las bodas de oro de la entidad “Hijos de Mirat”98. Finalmente, su última obra consistió en la realización de una Alegoría del Ahorro, que talló en un bloque de gran tamaño de piedra de Novelda para adornar el chaflán de la fachada del nuevo edificio-sucursal de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, en Béjar. El grupo, que consta de dos figuras: una matrona ligeramente velada por unos paños de pliegues insinuados levemente, portando una hucha en su mano izquierda, junto a un niño que le ofrece sus ahorros, fue colocado en el mes de octubre del citado año en el edificio de la entidad en la calle Mayor de Béjar99. 97 ANÓNIMO, “Un Cristo yacente de González Macías, El Adelanto, 29-III-1950; ANÓNIMO, “Exposición de un Cristo yacente, de González Macías”, El Adelanto, 30-III-1950; ANÓNIMO, “Un Cristo yacente de González Macías”, La Gaceta Regional, 29-III-1950; ANÓNIMO, “Hoy, último día de la exposición del Cristo yacente de González Macías”, La Gaceta Regional, 31-III-1950; ANÓNIMO, “Un nuevo Cristo yacente”, La Gaceta Regional, 2-IV-1950. 98 La Gaceta Regional, 7-IX-1950 y 2-I-1951. Este busto formaba pareja con otro dedicado a Juan Mirat que figuró en la I Exposición de Artistas Locales celebrada en el Casino de Salamanca durante el mes de diciembre. 99 ANÓNIMO, “Arte y artistas. La nueva obra de Francisco González Macías”, El Adelanto, 30-IX-1950; ANÓNIMO, “Una obra de González Macías”, La Gaceta Regional, 1-X-1950; B. M., “Nueva obra de González Macías”, Béjar en Madrid, 18-X-1950; INTERINO, “Un grupo escultórico de González Macías, ha sido colocado en el edificio de la Caja de Ahorros”, La Gaceta Regional, 20-X-1950; J. CREGO, Béjar en Madrid, 20-I-1951. –75– Ese mismo año se cerró con la participación del escultor en la I Exposición de Artistas locales (Pintura y Escultura) del Casino de Salamanca, celebrada del 18 al 23 de diciembre. El certamen, instituido por el arquitecto Francisco Gil González, a la sazón presidente del Casino, sorprendió a todos por la calidad y cantidad de las obras reunidas en el Patio de su sede, el Palacio de Figueroa. A partir de entonces y hasta la última de las celebradas –en 1958– las exposiciones del Casino se convirtieron en la manifestación de arte más importante dentro del ámbito local. Las nueve que se celebraron consecutivamente tuvieron la virtud, sobre todo, de agitar sensiblemente el estancado ambiente artístico en que se halló cotidianamente sumergida la ciudad100. Si bien, comparativamente, esa primera edición se caracterizó aún por la discreción y la modestia, tanto de los participantes como de los organizadores, en ella figuraron ya 68 obras expuestas, 47 en la sección de pintura (correspondientes a 12 artistas) y 21 en la de escultura (pertenecientes a 5 escultores). La aportación de González Macías al certamen consistió en seis obras: Capricho infantil, en piedra; Recelo, en piedra negra pulimentada; Gallo Leghorn, en madera; Juani, en yeso patinado y los dos retratos en bronce de Gregorio y Juan Mirat101. 100 J. C. BRASAS EGIDO, “Las exposiciones del Casino de Salamanca...”, ob. cit., pp. 440-453. 101 J. DELGADO, “Notas sobre la Exposición de artistas locales. Francisco González Macías, Higinio Labrador y Damián Villar”, El Adelanto, 27-XII-1950. –76– REGRESO Y ESTABLECIMIENTO EN MADRID Tras más de diez años vividos en Salamanca, a comienzos de la década de los años 50 el escultor decidió abandonar su entrañable estudio del patio de Escuelas Menores y regresar definitivamente a su domicilio de Madrid. En su decisión de levantar su taller salmantino y marchar a la capital de España contó el hecho decisivo del descenso de la demanda de los encargos religiosos, sobre todo la considerable disminución por esos años de los procedentes de tierras asturianas. Una vez que los nuevos templos allí inaugurados completaron su decoración de altares e imágenes poco a poco fue desapareciendo esa “veta asturiana” que tantas oportunidades de trabajo había dado al escultor bejarano. Pero además, en su decisión de abandonar Salamanca también hubo de contar su desencanto y frustración al no obtener la plaza oficial de profesor fijo en la Escuela de Artes y Oficios de la capital charra, en la que venía dando clases de escultura desde 1945. En 1950 se convocó por el Ministerio de Educación Nacional la plaza de profesor de término de Modelado y Vaciado de la Escuela de Artes y Oficios de Salamanca. Celebradas las oposiciones en marzo de ese año en Madrid la plaza le fue otorgada al salmantino Damián Villar, que había sido alumno becado por la Diputación en dicha Escuela. Tal decisión, que a González Macías le dolió profundamente, influyó decisivamente en su marcha definitiva de la ciudad del Tormes102. 102 ANÓNIMO, “Damián Villar, número uno en las oposiciones a profesor de escultura de Escuelas de Artes y Oficios”, El Adelanto, 18-III-1950. –77– Con todo, siguió durante bastante tiempo muy vinculado a Salamanca, pues en los primeros años de esa década le vemos pasar en ella algunas temporadas exponiendo sus obras e incluso trabajando todavía en su estudio del Museo Provincial. Nada más instalado en su domicilio de Madrid, el artista reanudó su labor cotidiana, atendiendo desde su taller de la Carretera de Aragón los nuevos encargos que le llegaron. En Madrid se entregó sobre todo a la labor del retrato y a la ejecución también de esculturas decorativas para firmas comerciales que se traducían en ediciones múltiples. Fueron numerosos los bustos que modeló para instituciones, organismos y museos de prohombres y directivos de aquéllos. De tierras salmantinas le siguieron, no obstante, llegando encargos. Así en septiembre de 1951 terminó un busto de José María Gabriel y Galán, en bronce que hizo para ser colocado en la Plaza Mayor de Frades de la Sierra, cuna del poeta103. Un mes después, participó en la I Bienal de Arte Hispanoamericano con tres obras que fueron expuestas en el Palacio de Cristal del Retiro. Se trataba nuevamente de tres de sus “caprichos infantiles”, género en el que la crítica veía mejor reflejada la verdadera personalidad de Macías, en concreto las obras tituladas: La niña del puchero (también denominada Niña soñando), Niña jugando y Tontón104. Poco después, en noviembre de ese mismo año contrató con la Cofradía del Descendimiento de Medina del Campo (Valladolid) la ejecución del más monumental de sus pasos procesionales, el grupo del mismo nombre que se conserva en la iglesia parroquial de San Miguel de dicha población. 103 ANÓNIMO, “Un busto de Gabriel y Galán”, El Adelanto, 30-IX-1951; X, “En Frades se descubrió el domingo un busto de Gabriel y Galán”, La Gaceta Regional, 16-X-1951; ANÓNIMO, “Una nueva obra de Macías”, La Gaceta Regional, 30-IX-1951. 104 ANÓNIMO, “González Macías en la Bienal Hispanoamericana de arte”, La Gaceta Regional, 20-X-1951. –78– Tallado en madera de pino policromada y compuesto de siete figuras, el paso de El Descendimiento representa el momento narrado en los Evangelios sinópticos, en que Cristo es bajado por José de Arimatea y Nicodemo. Junto a ellos se disponen a recibir el cuerpo del Señor la Virgen, san Juan y las dos Marías (Magdalena y Salomé), que supuestamente asistieron a la escena. Fue esta una de sus obras más ambiciosas y mejor pagadas al artista, ya que el primer presupuesto, cifrado en un primer momento en 30.000 pesetas, con figuras de 1,20 m de altura, fue posteriormente aumentado al doble, comprometiéndose a hacer las figuras de mayor tamaño (1,60 m de altura)105. Ese mismo año se cerró con su participación en la II Exposición de Arte organizada por el Casino de Salamanca, celebrada según la costumbre iniciada ya con la anterior en los días de las vísperas navideñas. De las cuatro obras que envió, además del busto de Tomás Bretón y de las dos piezas de tema infantil que ya había expuesto en la Bienal Hispanoamericana, las tituladas Capricho infantil y Niña soñando, llamó especialmente la atención un formidable retrato de su amigo el pintor salmantino Abraido del Rey106. También participó en la gran Exposición de pintura, escultura y arte charro que la Escuela de Artes y Oficios de Salamanca celebró en septiembre de 1952 en el bello marco del Palacio de la Salina. 105 A. BONET, “El Descendimiento del Señor”, en VV.AA., Semana Santa en Medina del Campo. Historia y obras artísticas, Junta de Semana Santa de Medina del Campo, 1996, pp. 108-109; ANÓNIMO, “Nuevo paso de González Macías”, El Adelanto, 29-III-1952; ANÓNIMO, “El Descendimiento”, nueva obra de González Macías”, La Gaceta Regional, 30-III-1952. 106 Por lo que se refiere a los escultores, además de González Macías, expusieron también obras Jacinto Bustos Vasallo, Marino Amaya, Agustín Casillas, Higinio Labrador, Fernando Mayoral, Gabriel Sánchez Calzada y José Luis Núñez Solé, que con su Orfeo y una ninfa fue el triunfador del certamen. Véase, J. DELGADO, “Jacinto Bustos Vasallo, Marino B. Amaya, Agustín Casillas, Francisco González Macías, Higinio Labrador, Fernando Feliciano Mayoral, José Luis Núñez Solé y Gabriel Sánchez Calzada”, El Adelanto, 21-XII-1951. –79– Coincidiendo con las ferias, el patio y los salones de la Diputación Provincial se llenaron de un considerable número de obras, superando las 500 entre pinturas, esculturas y dibujos. En el piso superior del Palacio se expusieron las de los artistas más conocidos, que habían sido todos ellos profesores o alumnos de la Escuela. Allí y en su condición de profesor de Modelado y Vaciado de la Escuela desde 1945 a 1949 figuraron cinco de las mejores obras de González Macías: Niña dibujando, Niña soñando (también denominada La niña del puchero), Desnudo, la cabeza de Pío Baroja y otro Retrato, conjunto por el que se le otorgó una de las dos segundas medallas de plata107. En octubre de ese mismo año –1952– el artista obtuvo uno de sus más señalados triunfos al conseguir en Madrid la primera medalla de escultura del XXV Salón de Otoño por su encantadora La niña del puchero. El que fuera prestigioso certamen sin embargo decaía ostensiblemente pues, al decir de la crítica, predominaba el estancamiento en viejas fórmulas, del que se escapaban sólo algunas cuantas obras, residiendo el mayor interés del mismo en las evocaciones retrospectivas. De ello se hacía eco Camón Aznar en su reseña en A.B.C., en la que escribía lo siguiente: “Los esfuerzos tan laudables de la Asociación de Pintores y Escultores, no logran vitalizar el Salón de Otoño, que no puede desprenderse de este tinte mortecino que exhala la reiteración de maneras artísticas ya periclitadas”. De ese panorama sólo escapaban algunas obras que presentaban “timbres de mayor modernidad... Sirva de ejemplo el primer premio de escultura concedido a la obra de González Macías, de una plástica sintética”108. 107 Integraron el jurado, además del presidente de la Diputación Carlos Gutiérrez de Ceballos, el escultor Victorio Macho y el crítico e historiador del Arte José Camón Aznar, que había sido catedrático de la Universidad de Salamanca. Las dos primeras medallas de oro fueron para Soriano Montagut y Cristino Mallo. La otra segunda medalla de plata le fue concedida a José Luis Núñez Solé. 108 J. CAMÓN AZNAR, “El mayor interés del Salón de Otoño está representado por las evocaciones retrospectivas”, A.B.C., 22-X-1952. –80– En el mes de julio de 1954, lo visitaba en su estudio de Madrid José López Hora con el fin de dedicarle una crónica radiofónica para Radio España, unos meses después reproducida en el semanario Béjar de Madrid. Allí, en la Carretera de Aragón, “donde la ciudad se olvida y el silencio comienza, más allá de las últimas urbanizaciones” en una gran nave solitaria, amplia y bien iluminada el escultor trabajaba en silencio en un ambiente de paz y serenidad. Por el estudio se podían ver repartidas “obras terminadas y en curso, bocetos en pensamiento creador, herramientas de trabajo, grandes bloques de piedras duras, caballetes con bustos que esperan la llamada del momento feliz de la creación. Sobre la mesa en que la meditación da frutos óptimos, fotografías y proyectos, cálculos y sugerencias bellas”109. Por entonces trabajaba en dos obras importantes: una de retratos y otra de arte religioso. La primera se trataba de los bustos de Eloy Antuña y su esposa, encargados por sus hijos como homenaje a los que fueron fundadores de la fábrica La Tornillería del Nalón, en el pueblo asturiano de La Felguera. La segunda obra en la que el escultor se afanaba por entonces era el altar y decoración escultórica de la nueva iglesia parroquial de Sotrondio, en la cuenca minera asturiana. Se trata de un conjunto inspirado en las formas y ornamentación de las portadas románicas, consistente en las figuras de los cuatro evangelistas en el ábside y otras figuras en la fachada principal, así como el altar mayor en mármol –mesa con su sagrario, expositor y demás elementos–, embellecidos todos con un apostolado en bronce110. Se daba la circunstancia de que su discípulo Marino B. Amaya obtenía también en el mismo certamen la tercera medalla de escultura, lo que venía a corroborar, según la prensa local, la condición de Béjar como cantera de excelentes escultores desde Mateo Hernández. 109 J. LÓPEZ HORA, “Una visita al estudio del escultor González Macías”, Béjar en Madrid, 6-XI-1954, núm. 1703, p. 7 (emisión del día 22 de julio de 1954. Radio España Madrid, tema “Crítica de arte”, por José López Hora). 110 J. PRADOS LÓPEZ, “Una visita al estudio del escultor González Macías”, La Gaceta Regional, 20VIII-1954; L., “Sotrondio. La nueva iglesia ya tiene colocado el altar mayor”, La Nueva España, Oviedo, 17-IV1956. –81– Poco después, en búsqueda de nuevos encargos, el escultor, se trasladó por algún tiempo a Bilbao, manteniendo su estudio de Madrid. Si bien vivió allí cerca de dos años con su mujer y sus hijas, hubo de retornar a Madrid al enfermar su esposa a la que sentaba mal el clima húmedo del norte de España. Por otra parte, su profunda admiración por la escultura de Mateo Hernández le llevó en junio de 1955 a salir en defensa de las obras que aquél había legado en su testamento a España, conjunto que por entonces se hallaba depositado en el Palacio del Retiro de Madrid en espera de su definitiva instalación. González Macías denunció el abandono de las mismas y el riesgo de su deterioro a propósito del incendio casual que afectó al impresionante Autorretrato sedente del escultor, tallado en diorita. La estatua, debido a su considerable tamaño y peso, había sido depositada con su gran caja de embalaje junto a los muros del Palacio de Cristal. Allí habían amontonado paja procedente de otros embalajes, pues en dicho lugar, con frecuencia, se enviaban obras embaladas con destino a las exposiciones nacionales que allí se celebraban. Unos chicos, por descuido o travesura, prendieron fuego a la paja, que hizo arder la caja que contenía la escultura de Mateo Hernández, y ésta, a pesar de la dureza y tremenda resistencia de la diorita negra, se vio afectada, ya que a pesar de ser material durísimo, se calcina fácilmente y adquiere fragilidad de cristal al fuego111. A pesar de la lenta pero progresiva disminución de encargos de carácter religioso, por esos años continuó todavía trabajando en algunos importantes encargos que le seguían llegando principalmente de localidades asturianas. En ese sentido, en marzo de 1956 salió por primera vez en los 111 A pesar de ello, poco después el autorretrato fue perfectamente restaurado. Véase, J. CREGO BALDIÓN, “El legado de Mateo Hernández. Conversación con González Macías”, Béjar en Madrid, 25-VI-1955, núm. 1736, pp. 1 y 2. –82– desfiles de Semana Santa el nuevo Paso de Jesús Nazareno que había realizado para la iglesia parroquial de La Felguera (Asturias). Justo un año después el escultor trabajaba en las cuatro grandes estatuas en piedra de cuatro metros cada una de Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Santa Teresita y San Elías que iban a ser instaladas en las cuatro esquinas de la torre del Convento del Carmelo de Oviedo112. Ese mismo año participó nuevamente en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid. En esa ocasión presentó dos grupos en escayola, los titulados Promenade –que representaba a una mujer llevando de paseo a un niño– y Maternidad, en la que una madre daba de comer con una cuchara a un niño sentado a sus pies113. Por otro lado, el escultor, pese a residir ahora en Madrid, no olvidaba sus raíces bejaranas y por ello en octubre de 1957 aceptó orgulloso el encargo de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de las Victorias y María Santísima de la Anunciación para realizar un paso procesional con la figura de Cristo crucificado destinado a la Semana Santa de aquella localidad. Por las mismas fechas expuso en el XXIX Salón de Otoño, participando como uno de los tres invitados de honor del certamen. En la sala que se le dedicó se reunieron veinticinco obras suyas, de los más diversos temas y características, conjunto que daba perfecta idea de las distintas facetas de su arte (temas infantiles, retratos, tallas de imaginería religiosa, etcétera)114. Por último, el escultor cerraba esa década de intensa dedicación trabajando a comienzos de agosto de 1959 en otra de sus obras más 112 TITO MUÑIZ, “Por la gracia de Dios. Macías o la imaginación plástica”, La Región, 27-III-1957. 113 En el mismo certamen expuso su hija Josefina (“Pepita”) un lienzo titulado Mujer dormida. Por entonces, la joven ayudaba a su padre en el taller en las labores de pintura. Véase J. MUÑOZ GARCÍA, “Sobre la Exposición Nacional de Bellas Artes”, Béjar en Madrid, 22-VI-1957. 114 Los otros dos artistas invitados fueron el pintor Cruz Herrera y el grabador Castro Gil. Véase J. CREGO BALDIÓN, “Notas sobre el XXIX Salón de Otoño”, Béjar en Madrid, 11-I-1958, núm. 1869, p. 2. –83– interesantes: el Mausoleo de la familia de don Benito Jiménez, en Madrid. Ese año lo pasó sin embargo casi íntegramente en Oviedo esculpiendo para el Convento de Carmelitas las cuatro figuras monumentales de santos de la Orden ya citadas anteriormente115. En los comienzos de la década de los años 60 asistimos a un descenso de la actividad del escultor, incluso se puede hablar de una época de estancamiento en su trayectoria artística. Su labor se resiente de la crisis que experimenta por entonces la escultura figurativa en España. Por otra parte, los encargos de escultura religiosa, sin desaparecer del todo, empiezan a disminuir cada vez más, lo que perjudicó considerablemente su carrera profesional. Esta circunstancia desfavorable se haría muy evidente cuando poco después se empiecen a notar las recomendaciones surgidas del Concilio Vaticano II (1962-1965) tendentes a una mayor sencillez y desornamentación en los templos, así como las nuevas disposiciones litúrgicas que hacían que retablos y altares perdieran el protagonismo que habían tenido hasta entonces en la celebración de las ceremonias religiosas. Con todo, el escultor siguió trabajando en su estudio madrileño atendiendo los encargos que le llegaban, si bien éstos empiezan a escasear cada vez más en esos años. En abril de 1961 tenía terminado el busto de bronce del maestro don Gregorio Laso de la Vega, destinado a ser colocado en la fuente del Parque Infantil de Béjar, como homenaje y símbolo –según se podía leer en la prensa– “de los muchos y excelentes profesores de Primera Enseñanza que tuvo en el pasado y aún tiene nuestro pueblo”116. Por entonces había enviado dos obras al I Certamen Provincial de Artes Plásticas de Salamanca. Convocado por la Delegación Nacional de Organizaciones del Movimiento como primer escalón para poder acceder a la 115 J. CREGO BALDIÓN, “Desde Madrid”, Béjar en Madrid, 4-VII-1959, núm. 1956, p. 4 116 ANÓNIMO, “El Buen Maestro”, Béjar en Madrid, 8-IV-1961, núm. 2038. –84– convocatoria nacional a celebrar en otoño en Madrid, fue ésta una de las exposiciones más notables que se celebraron en la ciudad del Tormes. En ella el escultor obtuvo un nuevo reconocimiento a su ya consolidado prestigio al obtener el tercer premio por su escultura titulada Diapasón117. A comienzos de marzo de 1963 el escultor concluyó un paso para la Semana Santa de Lugo, que representaba la Última Cena. A la dificultad inherente del gran número de figuras de que constaba el grupo escultórico, se unió la ejecución en un tiempo record, pues la talla del mismo la había iniciado en el mes de enero de ese mismo año. Por esas fechas González Macías colaboró también con algunos de los principales estudios de cine de la época, con maquetas y tallas para los decorados de algunas películas. Así talló dos Cristos para el film Dulcinea (1962), escrito y dirigido por Vicente Escrivá, Premio Nacional de Cinematografía y propuesta para el Oscar a la mejor película extranjera en 1963. También realizó la estatua de Júpiter, de la cinta Perseo y Medusa118. Apenas si se tienen noticias del escultor en los años siguientes, lo que indica una acusada disminución de su actividad artística. Hay que esperar a 1966 para hallar algún nuevo dato interés. Así, en el mes de enero expuso con éxito en la Sala Grifé Escoda de Madrid. Por entonces había terminado en su estudio madrileño un Cristo Crucificado, talla en madera destinada a la capilla en construcción de la Casa de Caridad de Béjar (Residencia El Buen Pastor), encargada por el bejarano residente en Puerto Rico, Ángel Rodríguez Olleros119. Un mes después, aprovechando una breve 117 El certamen, inaugurado el 26 de febrero se prolongó con gran éxito de público hasta el 16 de junio. El primer y segundo premio lo obtuvieron Venancio Blanco y Jacinto Bustos Vasallo por su obras tituladas Torero y Añoranza, respectivamente. Véanse la serie de artículos publicados en El Adelanto, 24 y 25-II; 15 y 16-VI-1962: y en La Gaceta Regional, 25 y 27-II; 3-III; 15, 16 y 17-VI-1962. 118 J. C., “Desde Madrid”, Béjar en Madrid, 9-III-1963, núm. 2138. 119 El Adelanto, 23-I-1966; La Gaceta Regional, 13-III-1966 y 20-III-1966. –85– estancia en Béjar restauró el Cristo Yacente del Sepulcro y el amarrado a la columna, trabajando unos días en el taller de Félix Grande120. También para su pueblo natal talló en marzo de 1967 una Dolorosa que vino a sustituir a la que antes procesionaba en la Semana Santa, imagen realizada gracias al patrocinio de la camarera de la Cofradía, María Sánchez Cerrudo de Cascón121. Por entonces, dado el descenso de encargos, el escultor se sentía desanimado y con problemas económicos, situación que afortunadamente cambiaría por completo al afincarse poco después en la villa asturiana de Gijón. 120 H. HERNÁNDEZ, “El escultor bejarano González Macías”, Béjar en Madrid 16-IV-1966, núm. 2300. 121 La Gaceta Regional, 19-III-1967. –86– LA FRUCTÍFERA ETAPA GIJONESA. LOS ÚLTIMOS AÑOS DE SU VIDA A partir de 1968, ya en las últimas décadas de la carrera artística del escultor, se inicia su productiva etapa gijonesa, ciudad donde dejó profunda huella a través de casi una decena de monumentos públicos y abundante obra privada. Sus ya arraigados vínculos con Asturias y en particular con la villa de Jovellanos desde que en 1943 esculpiera el Cristo de los Mártires de la iglesia de San Pedro, fueron progresivamente en aumento, hasta convertirse desde la segunda mitad de la década de los sesenta y hasta el final de su carrera en el principal mercado de su arte. Desde entonces, el escultor, sin perder su domicilio madrileño, se afincó en Gijón pasando cada vez más largas temporadas en aquella población asturiana, que muy pronto se convirtió en la “segunda patria del artista”. Allí y desde el principio de su estancia, además de recibir multitud de encargos, encontró grandes amigos y, sobre todo, un ambiente favorable y provechoso para el desarrollo de su arte. Desde esos años compartió su residencia entre Madrid y Gijón, trabajando y teniendo su taller en el local de la Agrupación Gijonesa de Bellas Artes, en el Viejo Instituto que fundara Jovellanos. A pesar de estar alejado durante meses de su familia, el artista, enamorado de Gijón, eligió a partir de entonces la villa para vivir y pasar largas temporadas trabajando en ella dado el éxito y la buena acogida que tuvieron sus obras122. 122 Su mujer y sus hijas decidieron afincarse en Béjar. En realidad el artista no se estableció de continuo en Gijón. Iba y venía, alojándose en sus estancias en Gijón en el Hotel América, en la calle Santa Lucía. –87– Por otro lado, la ciudad asturiana, desde ya las primeras décadas del siglo XX pero sobre todo unos vez pasados los años de la posguerra, vio incrementarse muy considerablemente la escultura pública en los nuevos espacios urbanos o recuperados que se crearon como zonas de paseo o recreo en ella. Nuevos parques y jardines, como el de Isabel la Católica, embellecieron la ciudad y propiciaron los encargos de grupos escultóricos o de bustos erigidos en recuerdo de gijoneses ilustres. El 20 de marzo de 1968 el escultor llegaba a Gijón invitado por la Agrupación Artística de Bellas Artes, para montar una importante exposición de sus mejores esculturas. Organizada por la citada agrupación gijonesa bajo el patrocinio del Ayuntamiento y celebrada en la Pinacoteca Municipal (antiguo Instituto), la muestra constituyó todo un acontecimiento artístico, pues hacía tiempo que no se veía en Gijón una exposición de escultura. Inaugurada el 30 de marzo estuvo abierta con notable éxito hasta mediados de abril. Del conjunto de treinta obras allí reunido llamaron sobre todo la atención sus deliciosas figuras de niños, que fueron las piezas más elogiadas, si bien, como puede verse en los numerosos artículos que le dedicó la prensa gijonesa, fueron también muy celebrados sus retratos y tallas religiosas. Clausurada la exposición y dada la excelente acogida y los muchos amigos que allí tenía, así como los numerosos encargos que se le hicieron a raíz de la misma, el artista decidió permanecer por algún tiempo en la villa asturiana trabajando en el patio del viejo Instituto. Allí iba a modelar algunos bustos de personalidades gijonesas, comenzando, en ese mismo mes de abril, por el del director de la Escuela de Bellas Artes José María Jaureguizar. Poco después, el Ayuntamiento de Gijón le compró tres de las obras que figuraban en su exposición: Niña dibujando, Lo más que solía estar eran tres meses por el verano. Solía traerse esos meses a sus hijas. Su esposa por el contrario no venía, pues le sentaba mal vivir en la costa; en ese sentido ya tuvo problemas de salud cuando estuvieron viviendo dos años en Bilbao. –88– Travesuras y Juani, esculturas en piedra que, posteriormente serían depositadas en el Parque de Isabel la Católica de la villa gijonesa. También en ese mes de abril realizó una copia al óleo del cuadro de La Magdalena penitente, lienzo conservado en la Pinacoteca del Municipio y que él atribuyó nada menos que a Tiziano. En efecto, el escultor, por toda una serie de detalles y coincidencias, creía haber descubierto en dicha pintura, entonces atribuida a Carreño, un original de Tiziano y así lo hizo saber a la prensa, corriendo la noticia por la ciudad. Fue tal su empeño y su convicción de que se trataba de una obra auténtica del genial pintor veneciano que realizó una exhaustiva investigación además de la citada copia que pintó para su envío a Madrid123. A partir de ahí se suceden sus largas estancias en la bella ciudad asturiana. Y así, dos años después, Gijón, a través de los muchos amigos que allí había dejado, le reclamaba insistentemente. Es por ello por lo que le encontramos de nuevo en la ciudad en enero de 1970, fecha en la que por encargo de la Alcaldía y en la planta alta del viejo Instituto de Jovellanos, donde el escultor trabajaba y tenía el estudio que la Agrupación Gijone123 Tras la limpieza y restauración del cuadro, perteneciente a la colección de Jovellanos y expuesto hoy en el Museo de su Casa Natal, se descubrió la firma del pintor madrileño Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia (1649-1703), oficial de Carreño, así como la fecha de 1670. Véase: A. ESCALERA, La Magdalena. Estudio de restauración y expertización del cuadro de Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia (Siglo XVII), Museo de Gijón, Gijón, 1976. Sobre la atribución que hizo González Macías, véanse: ANÓNIMO, “El escultor González Macías ha descubierto un Tiziano en nuestra ciudad”, Voluntad, Gijón, 6-IV-1968; ANÓNIMO, “El Tiziano de la Pinacoteca municipal”, La Voz de Asturias, 10-IV-1968; MORÁN, “Se prorroga la Exposición de González Macías en el Instituto Jovellanos”, Voluntad, Gijón, 12-IV-1968 y del mismo, “El escultor Macías nos dice: Nuevos indicios de que la ‘Magdalena’ de la Pinacoteca Municipal es una obra de Tiziano”, Voluntad, Gijón, 13-VII-1968: ÍDEM, “Don Pedro Hurle nos cuenta la historia del posible Tiziano de la Pinacoteca Municipal”, Voluntad, Gijón, 23IV-1968; L. CASTAÑÓN, “Un cuadro dudoso”, Región, 8-V-1968; T. MONTERO HIDALGO, “Tiziano sí, Tiziano no”, La Voz de Asturias, 16-IX-1968, y MORÁN, “De nuevo Tiziano”, Voluntad, Gijón, 18-IX-1968. Ante la polémica suscitada, el alcalde cursó invitación al prestigioso crítico e historiador de Arte Enrique Lafuente Ferrari para que se trasladase a Gijón e informase sobre la presunta paternidad del cuadro. Véase, MORÁN, “El crítico de Arte Lafuente Ferrari ha sido invitado para informar sobre el presunto cuadro de Tiziano”, Voluntad, Gijón, 18-IV-1968. –89– sa de Bellas Artes había puesto a su disposición, hizo una reproducción de la maqueta de Gijón de 1849 que se conservaba en el Museo del Ejército de Madrid. Confeccionada en madera pintada y patinada, la maqueta estaba destinada a una sala del Museo Municipal de Gijón, ubicado en la Casa Natal de Jovellanos, en el barrio de Cimadevilla, museo que estaba entonces pendiente de inauguración124. Al mes siguiente el artista, y por encargo también del Ayuntamiento, terminó una curiosa talla en madera patinada de Jovellanos que se pensaba instalar en el vestíbulo de la citada Casa Museo de Jovellanos, que próximamente se iba a inaugurar. De tamaño menor del natural, la estatua, que representa al jurisconsulto sentado y con un libro abierto en una mano, por su postura se inspira en el famoso retrato que de Jovellanos pintara Goya conservado en el Museo del Prado125. Por esas mismas fechas se suceden los encargos de bustos en bronce, como los que integran la larga serie de asturianos ilustres colocada ante la fachada principal del Pabellón Central de la Feria de Muestras de Gijón. A éstos se sumaron también un buen número de efigies de personalidades locales para plazas públicas e incluso algunos encargos para particulares. A ese propósito, en enero de 1971 concluyó el busto del doctor Severo Ochoa, Premio Nóbel de Medicina, para el proyectado monumento al célebre científico asturiano que se pretendía erigir en la calle que llevaba el nombre del investigador en la barriada de Pumarín de Gijón126. De entonces data asimismo el busto de Carlos I como Príncipe de Gante, monumento que le encargó Villaviciosa para conmemorar el lugar del desembarco y entrada en España del futuro emperador en 1517. 124 Las medidas de esta maqueta son 1,80 x 1,20 m. Véase MORÁN, “Una maqueta de Gijón en 1849 para la Casa-Museo Jovellanos”, Voluntad, Gijón, 22-I-1970. 125 ANÓNIMO, “Una talla en madera de Jovellanos”, La Nueva España, Oviedo, 1-III-1970. 126 MORÁN, “Ya está terminado el busto de Severo Ochoa”, Voluntad, Gijón, 21-I-1971; ANÓNIMO, “Monumento al Dr. Ochoa”, Voluntad, Gijón, 3-II-1971. –90– Dos años después, concretamente en 1973, la ciudad asturiana le acoge de nuevo con el fin de celebrar otra importante exposición de sus obras. Desde el mes de marzo lo hallamos nuevamente en el Salón de Actos del antiguo Instituto, convertido en su taller y tertulia de amigos. Allí se sentía feliz atendiendo los encargos que le llegaban e impartiendo clases de escultura y pintura a los socios de la Agrupación Gijonesa de Bellas Artes. Así lo declaraba por entonces el propio escultor a un periodista: “Aquí me siento bien, tengo mi taller-estudio, doy clases, expongo, hablo con amigos, preparo cosas que me encargan... La Agrupación Gijonesa de Bellas Artes me da muchas facilidades. Son muy buenos conmigo”127. Por esas fechas tenía comprometidos muchos encargos, principalmente bustos, y un grupo escultórico dedicado a los mineros. Unos meses después tuvo lugar la ya citada exposición, nuevamente organizada por la Agrupación Gijonesa de Bellas Artes y patrocinada por el Ayuntamiento. Celebrada del 28 de julio al 12 de agosto en la Sala del antiguo Instituto Jovellanos, la exposición fue montada por el artista como un tributo de su agradecimiento a Gijón. En ella mostró un conjunto muy considerable de obras: 40 esculturas y 83 apuntes y dibujos, estando representada toda su trayectoria, desde obras de su lejana época en París hasta lo que había hecho en sus últimos años. Entre otras novedades, llamó especialmente la atención la cabeza que había modelado de su amigo el pintor y dibujante gijonés Manuel Rodríguez Lana “Marola”, busto que pasado a bronce adquirió poco después el Ayuntamiento para su Museo128. 127 ANÓNIMO, “Asturias y sus artistas. Macías, un viejo escultor con arte avanzado”, La Región, Oviedo, 25-III-1973. 128 MORO, “Mañana, exposición de Macías en la sala del antiguo Instituto Jovellanos”, El Comercio, Gijón, 27-VII-1973; ANÓNIMO, “Gijón. Exposición de escultura de González Macías”, Béjar en Madrid, 11-VIII1973, núm. 2682, p. 6; I. BURGOS, “Exposición de escultura de González Macías en Gijón”, Béjar en Madrid, 18-VIII-1973, núm. 2683, p. 4. –91– Además de atender los numerosos compromisos que por esos años tenía en Gijón, también le seguían llegando encargos desde tierras salmantinas, como el busto en bronce del obispo dimisionario de Ávila don Santos Moro Briz que hacía en marzo de 1975 para el homenaje que su pueblo natal, Santibáñez de Béjar, proyectaba dedicar a su preclaro hijo129. Justo un año después se inauguraba en la Plaza Mayor de la misma localidad el Monumento a los padres, una placa en bronce en relieve que también había modelado el escultor130. Tampoco en esos años se olvidó de Salamanca, ciudad a la que siguió enviando sus obras con motivo de exposiciones y certámenes. Así lo hizo en la I Exposición de Artistas Salmantinos Contemporáneos, relevante muestra celebrada en el mes de junio de 1975 en el Museo de Salamanca, por entonces recién estrenado después de importantes obras de reforma. La exposición, la más ambiciosa y abundante en obras de las celebradas hasta entonces en Salamanca, reunió a la práctica totalidad de pintores y escultores salmantinos contemporáneos (cerca de medio centenar de nombres, tanto de los que vivían en la ciudad aunque no hubieran nacido en ella, como de los que habiendo nacido y habiéndose formado en Salamanca vivían lejos de su tierra charra). Allí se dieron cita desde las obras de los viejos maestros más o menos académicos hasta la rica floración de discípulos y jóvenes artistas de las últimas generaciones. De González Macías fueron seleccionadas dos obras: Día de Reyes y su ya famosa cabeza de Pío Baroja131. 129 La efigie en bronce sobre pedestal de granito se inauguró en el mes de agosto descubriéndose en el atrio de la iglesia del pueblo. Véase, El Adelanto, 26-III-1975 y 22-VII-1975 y ANÓNIMO, “Homenaje en Santibáñez de Béjar a Don Santos Moro Briz. Fue descubierto el busto realizado por Francisco González Macías”, El Adelanto, 13-VIII-1975; A. BLÁZQUEZ GONZÁLEZ, “La Comarca. Santibáñez de Bejar. Macías modela la efigie de nuestro obispo Don Santos Moro”, Béjar en Madrid, 26-VII-1975. 130 A. BLÁZQUEZ GONZÁLEZ, “Santibáñez de Béjar. Brillante homenaje a los padres. El Monumento es obra del escultor González Macías”, El Adelanto, 17-VIII-1976. 131 A. GALLEGO DE MIGUEL, Catálogo de la I Exposición de Artistas Salmantinos Contemporáneos, Museo de Salamanca, Junio, 1975. –92– En el verano de ese mismo año trabajaba intensamente en Gijón en la maqueta de un Monumento al marino, grupo escultórico en homenaje a los hombres del mar que la Delegación Provincial en Asturias de la Liga Naval Española se proponía emplazar en los jardines de “El Náutico”. Si bien se llegó a exponer el boceto, el monumento definitivo en bronce y piedra, proyectado de tres metros y medio de altura por cuatro de largo y dos de ancho, no se llegó a materializar, debido a su alto costo de dos millones de pesetas, cantidad que no se llegó a cubrir mediante suscripción popular132. Al año siguiente, el escultor fue objeto de un emotivo homenaje en su población natal, la entrega por parte de la Tertulia Literaria Bejarana del galardón “la VII Abeja de Oro”, distinción que se le otorgó “por haber enaltecido con su creación artística el nombre de la ciudad que le vio nacer”. La imposición de la “Abeja de Oro” tuvo lugar el 10 de abril de 1976 en el transcurso de un acto literario que se celebró en su honor en la Casa Municipal de la Cultura133. González Macías aprovechó la concesión del galardón para pasar unos días en su ciudad natal, y a la vez inaugurar una exposición de una selección de sus obras en la sala de la sucursal de la Caja de Ahorros de Salamanca. En ella presentó ante sus paisanos una veintena de tallas en madera y una escultura en bronce (la titulada Protección), complementadas con la cesión para la muestra de Florina escucha un cuento, propiedad de 132 ANÓNIMO, “La Liga Naval se propone colocar en Gijón un monumento a los hombres del mar”, El Comercio, Gijón, 15-V-1975; ANÓNIMO, “Se erigirá en esta Villa el Monumento a los hombres de la mar”, Voluntad, Gijón, 15-V-1975; LIOMI, “Fue presentada la maqueta. Monumento al marino”, La Nueva España, Oviedo, 25-X-1975. 133 La distinción se concedía anualmente por la Tertulia Literaria a los bejaranos que hubieran destacado por su tesón y su consagración al trabajo. En el acto de entrega, el pregonero de ese año, José Luis Majada Neila, hizo una exaltación del escultor, resaltando la laboriosidad y espíritu de trabajo del artista. Véase, A. GARCÍA EGIDO, “Entrega de la VII Abeja de Oro”, Béjar en Madrid, 17-IV-1976, núm. 2822; ANÓNIMO, “Homenaje al escultor Macías, en Béjar”, El Comercio, Gijón, 1-V-1976. –93– don Antonio Gómez Rodulfo y el Cristo en la Cruz, que se encontraba en la Capilla de la Residencia “El Buen Pastor”134. Poco después, en el verano de ese mismo año, realizó la que sería una de sus últimas obras para Gijón: el busto del periodista Arturo Arias, amigo que fue del escultor. Encargado por la Asociación de Cabezas de Familia del barrio de Cimadevilla, fue erigido en 1977 en la plaza que lleva su nombre135. De regreso en Madrid en esos últimos años el escultor concurrió a algún que otro importante certamen, como el “Gran Premio de Escultura” convocado en febrero de 1977 por el Círculo de Bellas Artes. A la exposición, instalada en la Sala “Goya” de su sede, se presentaron ciento seis obras, de las que un jurado seleccionador eligió las cincuenta y tres que se exhibieron. En aquella muestra, expresión de la amplia gama representativa de las diversas tendencias estéticas de la escultura española, González Macías presentó una de las más elogiadas, una de sus “Maternidades”, la titulada La nana, tallada en dura madera pulimentada136. También en esos últimos años, siguió viva la vinculación del viejo escultor con Salamanca. Y así, en mayo de 1976 actuó como miembro del jurado de la Exposición de Pintura que la Obra Sindical Educación y Descanso celebró ese año en la ciudad. A comienzos del año siguiente participó en la exposición “Diez escultores salmantinos”, celebrada en la recientemente inaugurada Galería Winker, y en la que figuraron una selección de los más prestigiosos artistas locales del momento137. 134 ANÓNIMO, “González Macías expone en la Caja de Ahorros”, Béjar en Madrid, 10-IV-1976, núm. 2821, p. 5. 135 MORO, “Realizado por Macías. Busto de Arturo Arias en la plaza que llevará su nombre”, El Comercio, Gijón, 29-VII-1976. 136 J. HERNÁNDEZ PETIT, “González Macías. Primicias de una información desconocida en España”, Béjar en Madrid, 26-III-1977, núm. 2939, p. 3. 137 Además de nuestro escultor, estuvieron representados Venancio Blanco, Agustín Casillas, Ángel Mateo, Damián Villar, Orejudo, Ricardo Montero, Sánchez Cruz, Juan Pérez y Severiano Grande. Véase, M. MARTÍN SANTIAGO, “En la Galería Winker. Diez escultores salmantinos”, El Adelanto, 19-I-1977. –94– También se adhirió generosamente a la iniciativa de los artistas salmantinos de la exposición-subasta en homenaje del malogrado escultor salmantino y compañero José Luis Núñez Solé, muerto inesperadamente en Valladolid el 23 de diciembre de 1973. En aquel acto, celebrado en el Casino a fines de marzo y comienzos de abril de 1977 bajo el patrocinio del Museo de Salamanca, González Macías colaboró donando una de sus esculturas, la titulada Mujer con niño. Tras unos años de escasa actividad, en abril de 1981 el escultor acometió la que sería su última obra: la cabeza en bronce del famoso Doctor Thebussem138 que le encargó la Dirección General de Correos y Telecomunicaciones. El busto del que fuera primer filatélico español y uno de los historiadores del correo de mayor renombre internacional, fue colocado un mes después en el entonces recientemente inaugurado Museo Postal y de Telecomunicaciones, junto a los objetos personales del doctor Thebussem. El 18 de febrero de 1982, las manos de Macías abandonaron la obra en la que estaba entonces trabajando, un vaciado en negativo de un bajorrelieve que le habían encargado desde Gijón, cayendo gravemente enfermo. Fue entonces cuando se manifestó la penosa dolencia que le llevaría a la muerte: un cáncer que fue generalizándose y que lentamente fue apagando su vida. El fallecimiento de su querida esposa hacía ya casi dos años y la tristeza de su lenta dolencia señalaron el comienzo de su declive físico. A partir de entonces frecuentó menos el estudio y retornó a sus incursiones en la pintura, esbozando algunos óleos. Y así, tras una larga lucha contra la enfermedad, el 6 de octubre de 1982, a los ochenta años de edad, falleció el escultor en su domicilio 138 Seudónimo de Mariano Pardo de Figueroa. Véase, C. G. M., “Nueva obra de González Macías”, Bejar en Madrid, 2-V-1981, p. 7. –95– de Madrid rodeado del cariño de sus hijas. Su último deseo fue que algunas de sus más características esculturas fuesen a parar a Béjar, lo que cumplieron sus hijas donando cuatro años después al Museo Municipal “Mateo Hernández” un importante conjunto de sus obras139. En el mes de octubre de 1984, cuando se cumplía el segundo aniversario de fallecimiento del escultor, se inauguró una completa muestra antológica de sus esculturas y dibujos en la Galería Varrón, en Salamanca, exposición que quiso ser, sobre todo, un recuerdo y un homenaje póstumo a la vida y la creación artística del inolvidable escultor bejarano140. 139 Con ellas se celebró una exposición en el mes de mayo de 1986. Véase, J. M. CARRASCO, “Béjar. Exposición del escultor González Macías”, La Gaceta Regional, 9-V-1986. 140 MACHADO, “Exposición homenaje a González Macías en el segundo aniversario de su muerte”, El Adelanto, 14-X-1984. –96– CRONOLOGÍA 1901.- El 19 de diciembre nace en Béjar (Salamanca). 1910.- Inicia su aprendizaje en la Escuela de Artes y Oficios de Béjar. 1918.- Monta un taller en Béjar donde trabaja como ebanista. 1924.- El 19 de abril contrae matrimonio en Béjar con Florencia Hernández Calvo. 1926.- Realiza en Béjar su primera talla: un Crucifijo en madera de peral. 1927.- Es pensionado por la Diputación Provincial de Salamanca. Se traslada a Madrid. Allí frecuenta los talleres de Victorio Macho y José Capuz, se matricula en la Escuela de Artes y Oficios y asiste también a las clases de la Escuela de San Fernando. 1930.- Se presenta por primera vez a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid con un busto de madera de nogal de su Padre. El 15 de diciembre el Ayuntamiento de Béjar le concede una ayuda económica para proseguir sus estudios en Madrid. 1932.- Presenta una maqueta de un mausoleo en la sección de Arquitectura de la Exposición Nacional de Bellas Artes. El Ayuntamiento de Béjar le encarga el busto del político republicano Domingo Barnés. 1933. En enero celebra su primera exposición, en la Casa Charra de Madrid. En noviembre se celebra una nueva exposición de sus obras en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. 1933-1934.- Realiza el Mausoleo de Barrero en el cementerio de La Almudena de Madrid. –97– 1934.- Obtiene tercera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid por su obra Pequeña madre. 1935.- En los meses de enero y febrero celebra su tercera exposición individual en las salas de la Sociedad de Amigos del Arte, en el Palacio de la Biblioteca Nacional de Madrid. En agosto la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas le concede una beca para ir a París. En octubre presenta en el XV Salón de Otoño de Madrid su obra Niña dibujando. En el mismo mes se traslada pensionado a París. 1936.- En febrero participa en la Exposición de Arte Ibérico, celebrada en París. En febrero-marzo participa en la Exposición “L’Art Espagnol Contemporaine”, organizada por el Gobierno de la República y celebrada en el Musée des Écoles Étrangeres Contemporain, Jeu de Paume de las Tullerías, en París. Ese mismo año expone en el Salón de Artistas Independientes y en ‘Le Salon des Artistes Méridionaux’ de Toulouse. En julio participa con Niña dibujando en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, clausurada a causa del estallido de la Guerra Civil. Ese mes regresa a España para poco tiempo después volver a París. Allí modela del natural la cabeza de Pío Baroja. 1938.- Vende al Estado francés su obra Maternidad, con destino al Musée des Écoles Étrangeres de Jeu de Paume de las Tullerías. Ese mismo año, el profesor Maigin, director del Instituto del Cáncer de Lovaina (Bélgica) le compra con destino a su institución benéfica su obra Niña en la arena. Participa también en la exposición “Une semaine d’art espagnol á Paris”, celebrada en el “Club de France”. 1939.- En el verano de ese año y a consecuencia del comienzo de la Segunda Guerra Mundial regresa a España. Estancia en Béjar. 1941.- En junio se establece en Salamanca e inicia su actividad como imaginero en su estudio del Patio de la Escuelas Menores. Obtiene la pensión de la Fundación Conde de Cartagena que le concede la –98– Academia de Bellas Artes de San Fernando para dedicarse a hacer obras de imaginería. En noviembre envía dos obras –Fraternidad y Niña dibujando– a la Exposición Nacional de Bellas Artes, certamen reanudado tras el paréntesis de la Guerra Civil. La Cofradía de Jesús Nazareno de Salamanca le encarga el paso del Santo Entierro. 1942.- En septiembre participa en la Exposición de Arte del Casino de Salamanca. Ese mismo año la Hermandad del Santo Entierro y de los Mártires le encarga el Cristo de la iglesia parroquial de San Pedro, en Gijón. 1943.- Participa con la escultura titulada Juani en la Exposición Nacional de Bellas Artes. 1944.- En julio participa en la IV Exposición Provincial de Educación y Descanso, en Salamanca y en septiembre en la I Exposición de Pintura y Escultura del Casino de Salamanca. Realiza también el busto de Fray Diego de Deza para Zamora y el del Doctor Andrés García Tejado, para el Hospital Provincial de Salamanca. 1945.- Concluye el Cristo yacente de Ribadesella. Participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese mismo año y se le dedica una sala en la Exposición de Arte de Educación y Descanso celebrada en Salamanca. 1946.- Termina el Cristo que le encargó la iglesia de Cuenya (Asturias). Participa en la Exposición de Artistas Salmantinos organizada por la Casa de Velázquez, en Madrid. Comienza el retablo de la iglesia de Nava (Asturias). Participa con Florina escucha un cuento en la Nacional de Bellas Artes de ese año. Participa también en el XX Salón de Otoño de Madrid. 1947.- Realiza el busto de Cervantes para el Parque Municipal de Béjar. 1948.- Talla el paso de Jesús ante Pilatos, para la Semana Santa de Salamanca. Hace también el monumento a Tomás Bretón, para Salamanca. –99– 1949.- Esculpe el busto del hispanista francés Maurice Legendre, erigido en agosto en La Alberca (Salamanca). En septiembre obtiene el primer premio de escultura en la I Exposición Provincial de Arte de Béjar. 1950.- Realiza la Alegoría del Ahorro, de la fachada del edificio de la sucursal de la Caja de Ahorros de Salamanca, en Béjar. En diciembre participa en la I Exposición de Artistas Locales del Casino de Salamanca. 1951.- Participa en la I Bienal de Arte Hispanoamericano, celebrada en Madrid. Contrata el paso de El Descendimiento para la Semana Santa de Medina del Campo (Valladolid). En diciembre participa en la II Exposición de Arte del Casino de Salamanca. 1952.- En septiembre participa en la Exposición de la Escuela de Artes y Oficios de Salamanca, de la que había sido profesor de vaciado y modelado de 1945 a 1949. En octubre obtiene la primera medalla de escultura del XXV Salón de Otoño por La niña del puchero. 1954.- Realiza el altar y la decoración de la iglesia de Sotrondio (Asturias). 1957.- Participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid. 1958.- El XXIX Salón de Otoño le dedica una sala con 25 obras suyas. 1959.- Realiza el Mausoleo de don Benito Jiménez, en Madrid. 1962.- Participa en el I Certamen Nacional de Artes Plásticas de Salamanca. 1966.- Expone en la Sala Grifé Escoda de Madrid. 1968.- Se traslada a Gijón donde, invitado por la Agrupación Artística de Bellas Artes, expone sus obras en el antiguo Instituto de Jovellanos. 1970.- Se le encarga la serie de dieciséis bustos de bronce de asturianos ilustres para la Feria de Muestras de Gijón. 1971.- Termina el busto del Doctor Severo Ochoa, que se inaugura ese año en el barrio de Pumarín, en Gijón. Hace también el Busto de Carlos I en Villaviciosa. 1973.- En los meses de verano celebra una nueva exposición de sus obras en al antiguo Instituto de Jovellanos, en Gijón. –100– 1975.- Realiza el busto del obispo dimisionario de Ávila Santos Moro Briz, para Santibáñez de Béjar. Participa en la I Exposición de Artistas Salmantinos Contemporáneos, celebrada en junio en el Museo de Salamanca. Trabaja en la maqueta del Monumento al marino con destino a Gijón. 1976.- El 10 de abril se le impuso la “Abeja de Oro” en el transcurso de un acto literario en su honor celebrado en la Casa de la Cultura de Béjar. En los meses de verano de ese año realiza el busto del periodista Arturo Arias, para la plaza de su mismo nombre en el barrio de Cimadevilla, en Gijón. 1977.- Concurre al certamen “Gran Premio de Escultura” convocado por el Círculo de Bellas Artes de Madrid. 1981.- Realiza el busto del Doctor Thebussem para el Museo Postal y de Telecomunicaciones, de Madrid. 1982.- El 6 de octubre fallece en su domicilio de Madrid. –101– SU PERSONALIDAD COMO HOMBRE Y ARTISTA Hasta nosotros han llegado numerosos testimonios de personas y amigos que conocieron y trataron al artista, todos ellos coincidentes en destacar la gran humanidad, sencillez y modestia de González Macías. Hombre sumamente discreto, de temperamento reflexivo y ponderado, dotado de un carácter dulce, reposado y apacible, a la vez brioso y fuerte en su convicciones, nunca se envaneció de su arte, pues como atestiguan cuantos le conocieron, cuando hablaba de sus obras se expresaba sin afectación, sin conceder apenas importancia a lo que hacía. En ese sentido, jamás persiguió honores y distinciones, no haciendo mella en su ánimo el éxito y los halagos. Su espíritu inquieto, ágil y emotivo, su ánimo entusiasta y optimista ya se manifestaron plenamente desde los duros comienzos de su etapa de juventud en Béjar, cuando dotado de una irresistible vocación se enfrentó a toda suerte de dificultades para consagrarse por entero al cultivo de su arte. Luchador inmune al desaliento, tuvo siempre fe y confianza en sí mismo, lo que unido a su afán de superación le hizo, caminando con paso firme y seguro, vencer las muchas penurias de su aprendizaje y sus primeros años en Madrid, cuando simultaneaba su profesión de ebanista con su incipiente dedicación a la escultura. Esa intensa dedicación y entrega total a la escultura, esa constancia y laboriosidad, que le llevó a consagrarse por entero a su trabajo hasta los últimos meses de su vida, forjaron en él una firme voluntad puesta al servicio de una idea, un “tesón de espíritu verdaderamente granítico”, –103– cualidad que observamos también en otros artistas bejaranos, como su amigo y mentor Mateo Hernández. Autodidacta y artista vocacional, sus primeros pasos surgieron de forma súbita y espontánea; en ese sentido recordaba su primera salida en el campo del arte “como la revelación de algo que llevaba dentro y que poseía desde niño”. Desde entonces se propuso como meta crear un arte sincero, sin artificio ni afectación, crear un tipo de escultura presidida por el sentido de la naturalidad y la sencillez en la interpretación de la realidad, en suma, un arte alejado del amaneramiento que no buscase impresionar ni hacer alardes de innovación. Su escultura, sin ser esclava del modelo, sin estar sujeta al realismo servil, fue siempre un arte inspirado en la naturaleza, alejado de lo que él consideraba “piruetas y ensayos vanguardistas”. En ese sentido no hallamos nada mejor que sus propias declaraciones para comprender el sentido de su arte: “Yo amo la escultura moderna, pero sin extravagancia, una escultura simple, razonada y, sobre todo, humana”. Claridad de concepto, sobriedad y honradez artesana en la técnica y la expresión fueron los objetivos que marcaron su compromiso artístico. Así lo declaraba el escultor a un periodista salmantino cuando en una de sus últimas entrevistas comentaba: “He sido poco ambicioso para el logro de ciertas metas, porque a lo largo de mi vida he querido mantenerme en una línea de austeridad, dedicando el tiempo a mi trabajo y al estudio necesario para la realización de mi obra, a la que trato de imprimir la mayor sencillez y sinceridad, sin otras pretensiones que las de realizarla para el propio goce estético”141. Por otro lado, el artista siempre conservó un acusado amor al oficio, una concepción casi romántica de la artesanía que procedía de su inicial dedicación a la ebanistería. Modelador del barro, tallista de la madera, dominador de la dureza de la piedra, trabajaba mezclando técnica y emociones. 141 ANÓNIMO, “González Macías recibió la “Abeja de Oro”, La Gaceta Regional, 13-IV-1976. –104– Así se le podía ver en la paz recoleta de su estudio, abstraído por completo en su tarea, entregado de una manera silenciosa y callada al lento proceso de su creación artística. Ya fuera en el amplio y un tanto destartalado taller, bajo las amplias arcadas y el artesonado del aula del Patio de las Escuelas Menores, ya se tratase en Madrid en su primer estudio en el barrio de la Guindalera y luego en la barriada madrileña de la Prosperidad, o años después en su último y definitivo taller, una gran nave solitaria, amplia y bien iluminada en la avenida de Aragón (actual calle de Alcalá), a todas horas se podía ver al escultor trabajando sin descanso, bien preparando el barro y la escayola o en otros momentos arrancando a la madera, la piedra y el barro formas en las que alentaba su fina sensibilidad. Artista sumamente laborioso, apenas si había concluido un encargo ya comenzaba otra escultura, cuando no trabajaba en dos o tres obras a la vez. Pero además de la creación escultórica, González Macías supo volcar también toda su experiencia y su saber en la enseñanza artística. Desde su estudio salmantino del Patio de las Escuelas Menores a su lado se despertaron varias vocaciones de jóvenes escultores, entonces muchachos, casi niños, que muy pronto ocuparon un lugar destacado en el panorama artístico de esos años142. A ello se vino a sumar su eficaz labor pedagógica como profesor desarrollada en la Escuela de Artes y Oficios donde el escultor, en todos esos años en Salamanca, sembró una valiosa y muy estimable semilla dando lugar a jóvenes promesas que después serían excelentes artistas. Otra gran cualidad del escultor bejarano fue la amplitud de registros que abarcó su creación, así como la variedad de perspectivas y aptitudes dentro de su arte. Consumado maestro de la gubia y el cincel, a su dominio de las más diversas materias (barro, escayola, madera, piedra, bronce y marfil entre otras), a su habilidad técnica y perfecto conocimiento de las distintas fases de ejecución escultórica (modelado en barro, vaciado, sacado de 142 Entre otros discípulos y ayudantes, guió los primeros pasos de Marino Amaya, Juan Sánchez Díaz, Jacinto Bustos Vasallo, Gerardo Sánchez Cruz, Remigio Hernández y Julio Antonio Mostajo Sánchez. –105– puntos, talla y policromía), se unía la gran diversidad temática de su obra (retratos, monumentos, imaginería, composiciones, desnudos, temas infantiles, mausoleos, figuras de animales...), González Macías sabía descubrir la belleza lo mismo en el dolor de las figuras atormentadas de su célebre mausoleo o en el delicado patetismo de sus tallas de Semana Santa, que en la inocencia y la ternura deliciosa de sus esculturas de niñas. Lo humilde y cotidiano, lo grandioso y espiritual se alternan y conviven en su obra como expresión íntima de sus convicciones y sentimientos. Escultor muy completo, fue un artista capaz de adaptarse a las exigencias de la obra y del promotor, un profesional al que le resultaba fácil trabajar todo tipo de materiales, en los que, haciendo gala de sinceridad y autenticidad en el oficio, habitualmente solía usar la técnica de la talla directa. Fruto de su polifacética creación artística fueron también sus numerosos dibujos y sus incursiones en la pintura. La belleza de líneas y el lirismo del diseño caracterizaban sus bosquejos y dibujos del natural, faceta que cultivó a o largo de toda su carrera pero de la que dejó magníficas muestras durante los años vividos en París. De temática variada, en ellos, al igual que en sus pequeñas composiciones al óleo, predominaban sin embargo las figuras de mujer. Al margen de la escultura y en sus ratos de ocio, y como consecuencia también de su inquietud creativa, fue algún que otro ensayo como inventor. Así diseñó una curiosa bicicleta de pedales basculantes que proporcionaban mayor velocidad con un menor esfuerzo. En las carreteras salmantinas se le podía ver paseando con su bicicleta estudiando la forma de perfeccionar su invento143. 143 ANÓNIMO, “Ha muerto Francisco González Macías”, El Adelanto, 7-X-1982; I. CARNERO, Diccionario de personajes, topónimos y demás nomenclaturas del callejero salmanticense, Salamanca, 1990, pp. 129 y 130. También se tienen noticias de otros aparatos de su invención, uno para sacar puntos y otro para reproducir figuras escultóricas. –106– También, como ya se ha visto, para Gijón y dando prueba de su polifacética dedicación, realizó una maqueta de la villa asturiana en el siglo XIX, hoy en el Museo Casa natal de Jovellanos. –107– EVOLUCIÓN ARTÍSTICA Y PLANTEAMIENTO ESTÉTICO En los comienzos de su carrera artística, Gil Fillol, uno de sus mejores críticos definió al joven González Macías como un “escultor sin estilo, o con muchos estilos, que es aun peor”. Esa indeterminación o indefinición estilística, que caracterizó sus primeros pasos, le llevó a imitar en unos casos las estilizaciones de unos (José Planes) o bien el vigoroso carácter o la serena sobriedad de otros (Victorio Macho, Emiliano Barral), asimilando todo lo que en esos momentos parecía llamar su atención. Desde las páginas de la prensa madrileña, algunos de aquellos críticos, como Emiliano M. Aguilera le incitaban a avanzar por caminos más personales y a desprenderse de admiraciones e influencias que podían lastrar la definición de su propia creación artística: “Si González Macías tiene aspiraciones de alto vuelo, como sospecho, debe atender a perfilar su personalidad, prescindiendo, naturalmente, de rasgos ajenos. La admiración por estos maestros debe tener en su caso un límite”. En efecto, si bien poco a poco el artista iría dejando paso a su propio temperamento, forjando enseguida su estilo personal, en esa primera etapa de sus primeros años en Madrid no obstante es muy fuerte aún la huella de algunos grandes maestros de entonces y muy diversas las influencias que se adivinan en sus primeros trabajos. En esos años de juventud admiraba principalmente, entre otros, a Victorio Macho, José Capuz, Emiliano Barral, José Planes, Juan Cristóbal y sobre todo a su paisano Mateo Hernández. De todos ellos aprendería a manejar la forma y a concebir ritmos armónicos en sus primera esculturas. –109– Por otro lado y por lo que respecta a los materiales, si bien las obras que le dieron a conocer fueron talladas en madera o vaciadas en escayola, pues, dadas sus dificultades económicas y falta de medios, el yeso era la única materia propicia a sus recursos, muy pronto su vocación escultórica le llevó a preferir la piedra, que iba a reservar para sus obras más estimadas y de mayor empeño. En esa predilección no fue ajeno el ejemplo de su admirado coterráneo Mateo Hernández, que le indujo a utilizar sobre todo la piedra negra con la que iba a lograr algunas de sus más interesantes creaciones. En ese sentido, el análisis que González Macías hizo casi desde sus primeras obras, se basó fundamentalmente en la simplificación de la forma, al despojar sus esculturas de elementos accesorios para extraer las líneas simples y puras del bloque de piedra. Desde el punto de vista técnico, el escultor también se sumó prácticamente desde sus comienzos a la corriente renovadora de la talla directa, cuya utilización defendían los artistas más innovadores. Con respecto a esas influencias en sus primeros momentos, una de las más profundas fue la del palentino Victorio Macho, en cuyo taller practicó y trabajó nada más llegar a Madrid. Su huella, al igual que la del sepulvedano Emiliano Barral es muy evidente tanto en sus retratos y en algún que otro busto de tipos castellanos de su primera etapa como sobre todo en su primer obra de empeño, el mausoleo funerario de Barrero en el cementerio de La Almudena, grupo escultórico que le dio notoriedad y empezó a cimentar su prestigio en el panorama de la escultura madrileña de la época144. 144 “Me siento muy orgulloso de hablar de mi maestro Victorio Macho y hasta confieso que algunas de mis obras acusan la influencia de su arte. Una de mis obras más estimadas, reproducida incluso en el Diccionario Espasa, es el monumento funerario a Barrero en el cementerio de La Almudena, en el que se pueden apreciar estas influencias”. Cfr. LUCÍA, “Macías y cuarenta de sus obras llegaron ayer a Gijón”, Voluntad, Gijón, 12-III-1968. –110– En ese mausoleo y algunas otras obras de juventud, dominaba un ideal de serenidad y reposo, un sentido de permanencia milenaria, así como un concepto perenne de la estatuaria verdaderamente clásicos, que evocaba la moderna concepción del monumento que habían aportado Macho o Barral. Ambos le encaminaron por la vía de la renovación que caracterizó a la escultura en las primeras décadas del siglo XX. Ese ideal de quietud y sentido arquitectural de su mausoleo funerario y de algunos otros proyectos, con su gusto por los volúmenes cerrados y macizos y las líneas claras y netas, hicieron que su obra se decantara claramente por la senda de la nueva escultura, en una línea de clara influencia Art Déco. Asimismo dejó fuerte impronta en esos años su paso por los talleres, primero de José Capuz y poco después de Juan Cristóbal, especialmente del escultor valenciano al que consideraba junto con Victorio Macho su maestro. Del mismo modo, en esos primeros tiempos se consideraba también discípulo y amigo del murciano José Planes, del que tomaría esa afición por las estilizaciones y la simplificación de formas y volúmenes que desde sus comienzos dio aires de modernidad a sus creaciones escultóricas. Pero fue sobre todo su relación con Mateo Hernández, iniciada en su mocedad y poco después intensificada por su frecuente trato y buena amistad en los años vividos en París, la que marcó profundamente su concepción de la escultura. Ya desde sus comienzos la crítica le vinculó al gran artista, “creador de una escuela escultórica a la que pertenece González Macías”. En ese sentido, nuestro escultor no desaprovechaba ocasión en cuantas entrevistas le hacían para poner de manifiesto sus vínculos con Mateo Hernández: “Nacimos y vivimos en la misma calle. Es más, yo desde pequeño, gustaba enormemente de ir por su casa a verle trabajar. Después lo traté mucho en París”145. 145 A. MUÑOZ DE LA PEÑA, “Charla con González Macías”, Béjar en Madrid, 8-VIII-1959, núm. 1951, pp. 5-6. –111– En ese sentido, y abundando en esos profundos lazos, en la carta que envió a Béjar con motivo del homenaje a Mateo Hernández a los XXV años de su muerte, escribía lo siguiente: “A mi me cupo la honra de estar a su lado durante cuatro años en París, y de verle trabajar con un entusiasmo jamás visto en nadie; incluso de haber nacido y vivido en la niñez al lado de sus familiares y que de pequeño me tuviera muchas veces en sus brazos y que jugara conmigo. Yo recordaba a uno que me dibujaba siluetas de animales siendo yo pequeño, y no sabía que éste era Mateo Hernández, hecho que me aclaró ya en París, el mismo Mateo Hernández, conociendo allí muchos de sus triunfos. En París era muy estimado e incluso su figura era muy popular en los cafés de Montparnasse y La Coupole, así como en numerosos restaurantes en donde infinidad de ocasiones fui a cenar con él y Fernanda”146. Como a Mateo Hernández, su contacto con la naturaleza y la contemplación del impresionante paisaje rocoso bejarano, dejó en él desde los años de su infancia profunda impresión. Allí se encontraban las verdaderas raíces de su escultura, pues al igual que su paisano, el artista solía afirmar que aquellas masas pétreas forjaron su vocación y contribuyeron a formar en su ánimo “ese verdadero culto al volumen del que no me arrepiento”147. Ya antes de su viaje a París, González Macías se confesaba gran admirador suyo, valorando el empleo de la talla directa que con tanto ardor defendía Mateo Hernández: “Es un artista indiscutible y de gran temperamento, y honra de nuestro pueblo. Sus obras me recuerdan un poco el arte caldeo. Sabe recoger con gran maestría aquellas líneas topográficas que dan a la obra vida y estatismo, despreciando la minucia y el falso 146 ANÓNIMO, “Francisco González Macías (el único bejarano que vivió en su casa) habla del escultor”, La Gaceta Regional, 24-XI-1974. 147 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “Divagaciones artísticas durante mi estancia en Béjar”, La Gaceta Regional, 27-XII-1939. –112– alarde detallista, cuidando la línea, simplificando y depurando la forma..., en cuanto al problema técnico no perdamos de vista la talla directa que, aunque este procedimiento no es precisamente lo que hace al escultor, no hay que dejar de reconocer su dificultad, lo que unido al fino sentido estético, hacen de él una de las más legítimas glorias del arte escultórico de la época...”148. Esa estrecha relación entre Macías y Mateo Hernández fue puesta en seguida de manifiesto por la crítica al comparar algunas de sus obras, y en especial sus figuras de aves y de otros animales, esculpidos en piedras duras y tallados con la misma simplificación y depuración formal que las famosas creaciones del célebre artista bejarano. Todos estos contactos e influjos, tanto de los escultores anteriormente citados como los de su paisano, dejaron fuerte impronta en González Macías, por lo que, guiado por las enseñanzas y el ejemplo de todos ellos, se encaminó en esa primera etapa por la vía del nuevo realismo castellano, movimiento del que puede considerársele como uno de sus últimos representantes. No obstante la huella de sus maestros, muy pronto, ya en su primera etapa en Madrid, pero sobre todo a partir de las temporadas vividas en París, el escultor va a evolucionar hacia propuestas más renovadoras. Lo aprendido en París, donde tuvo la oportunidad de conocer tanto la escultura antigua en sus visitas a El Louvre como la obra de grandes y célebres escultores como Rodin, Antoine Bourdelle, Ivan Mestrovic o Aristide Maillol, además de su contacto con los movimientos de vanguardia de la época, hicieron que su arte comenzara a avanzar por otros derroteros de mayor modernidad, reflejando cada vez más una recia personalidad y un temperamento propio. 148 M. HERNÁNDEZ, “El arte y las aspiraciones de Francisco González Macías (conclusión). Una ‘interviú’ con el paisano amigo”, La Gaceta Regional, 11-XI-1930. –113– Y así, en París le llegan ecos del clasicismo mediterráneo a través de su conocimiento de la obra de Maillol y de su admiración también por José Clará, clasicismo que enriquece su obra y que hallamos sobre todo en algunos de sus desnudos. De ese interés por la figura de Clará nos queda el testimonio de sus propias palabras, cuando años después evocando su etapa parisina comentaba a un crítico salmantino: “Clará, que ha vivido muchos años en París, tiene mucho de Maillol, sobre todo, pero esto no resta personalidad a su obra, que es muy estimable”149. Ese clasicismo solemne e intemporal no le impidió hacer también obras de su tiempo, “actuales”, como fueron sus esculturas infantiles, su temática más recurrente y afortunada y la que mejor da la medida de su talento como escultor. El encanto, la ingenuidad y la ternura de sus trabajos infantiles le consagran ya desde sus últimos años en Madrid y luego tras su paso por París, como uno de los artistas más originales en el panorama escultórico español de esos años. Es entonces cuando sus manos modelan las suaves y delicadas formas de sus pequeñas maternidades y desnudos infantiles, llenos de vida y de gracia, un género con el que se consolidaba la verdadera personalidad artística del escultor. La crítica valoraba su condición de escultor moderno sin extravagancias vanguardistas, un escultor en busca de caminos inéditos sin dejar de ser clásico, cuya obra sin ser esclava del modelo acusaba una “modernidad llena de humanismo”. Es sobre todo en su larga serie de figuras de niñas, que se extiende prácticamente hasta el final de su carrera, donde González Macías, dejándose llevar por el juego armónico de la imaginación, se muestra con una personalidad bien definida y perfilada. Al modelar ese admirable conjunto 149 J. NAVARRO CRUZ, “Los artistas de la ciudad nos hablan: El escultor González Macías...”, La Gaceta Regional, 6-II-1944. –114– de ingenuas interpretaciones de la vida infantil a través de formas bellamente equilibradas y de hondo acento humano, unas formas que concibe como la expresión de la satisfacción íntima de sus sentimientos, el artista crea todo un mundo de ternura y emoción, un mundo en el que late un ideal de serenidad, de reposo clásico que no es inmovilidad, pues dentro de esas formas aparentemente estáticas palpita siempre una vida inflamada de armónico movimiento y gracia vibrante. A partir de esa afortunada serie de delicados temas infantiles, si bien es cualidad que se advierte en prácticamente toda su producción, el escultor se expresa con un arte armónico y equilibrado, en el que impone su propio temperamento, un temperamento clásico en cuanto a la solidez de su concepto escultórico y a la vez moderno en cuanto a la estilización y simplificación formal y decorativa de sus creaciones. El juego de las formas limpias y sintéticas, la elegante sencillez y la expresión sin estridencia se funden en una “obra que se ha de mirar a través del corazón”, una escultura en la que cuenta sobre todo la valoración de los sentimientos humanos. Para González Macías la escultura era esencialmente volumen –volúmenes puros y simples, grandes y pulimentados–, pero, como él mismo explicaba, se trataba siempre de “volúmenes insuflados por el milagro del sentimiento”. “Hacer de la piedra poesía” fue la divisa que presidió todo el quehacer del artista, un lema que se forjó ya en sus años de juventud en la contemplación de aquellas masas voluminosas de los peñascos de la Sierra bejarana ante las que “imaginaba mil figuras en actitudes solemnes y estáticas como los colosos egipcios”, un paisaje que, como en el caso de su paisano Mateo Hernández, contribuyó decisivamente a formar su espíritu artístico y su veneración por la forma. Tras su etapa en París, y como sucedió en la trayectoria de otros muchos artistas españoles de su tiempo, la Guerra Civil supuso un cambio de rumbo en su carrera escultórica. La dureza de la vida en los años –115– de la inmediata posguerra, el cambio de orientación artística que propició el nuevo régimen en una línea inmovilista y académica, unido todo ello a la necesidad de atender la economía familiar, le hicieron orientarse a la imaginería religiosa. Un prolongado silencio, un largo paréntesis, puede decirse incluso que una clara regresión se dio en la creación artística en esos años, que vino a interrumpir el renacimiento escultórico e impulso renovador que había experimentado nuestra plástica en las primeras décadas del siglo XX, y sobre todo el favorable desarrollo que alcanzó en los años de la preguerra. La moderna creatividad artística y el incipiente vanguardismo anterior a la guerra dejó paso a un tipo de escultura muchas veces de un carácter artesanal. Y así resurgió la imaginería religiosa, promovida ahora por las cofradías religiosas, un tipo de escultura que se limitaba a imitar los modelos del pasado, y en concreto las tallas de acentuado realismo e intensidad dramática de los imagineros del Renacimiento y el Barroco. Acuciado por atender el ingente número de encargos que llegaron al artista, en especial de tierras asturianas, González Macías, desde su estudio salmantino del Patio de Escuelas Menores, desplegó en esos años de la posguerra una intensa y casi frenética actividad. Gran admirador y estudioso de la imaginería policromada castellana, gracias a la pensión en Salamanca de la Fundación “Conde de Cartagena” que le otorgó por entonces la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, se consagró casi por entero a este género que el artista abordó con un deseo de renovación y la aspiración de otorgarle una dignidad profesional. A ese propósito, González Macías pensaba que la obra de arte sólo era sincera cuando llegaba al pueblo. El arte debía tener ante todo una misión social: llegar al pueblo. Y nada mejor para ello que mediante un arte castizo, vigoroso y sobrio como la imaginería castellana. –116– En su defensa de la escultura en madera policromada, y contagiado del ideario artístico de la España oficial de aquellos años, el escultor abogaba por un arte –en sus palabras– “limpio de influencias extranjeras y que reflejase el espíritu de lo español, un arte que, en definitiva, recrease una nueva escuela de imagineros que diera nuevo impulso a la creación escultórica”150. Esa concepción de la escultura, de espaldas a las nuevas corrientes artísticas, supuso un claro obstáculo en el proceso de evolución y en la modernización de su obra. Con ser muy meritoria y esforzada su intensa labor en el campo de la imaginería religiosa, esa dedicación meramente profesional, un tanto reiterativa y desfasada, vino a encasillar al escultor restando tiempo a una producción más creativa e innovadora. Un cierto estancamiento se aprecia también en otras especialidades del escultor, como el retrato, en las que se acusa, sobre todo en sus últimos años, cierta monotonía e insistencia en una figuración en exceso realista. No ha de extrañar por tanto que el escultor se manifestase contrario a las últimas tendencias de vanguardia a las que tachaba de “destructivas”, unas corrientes que, en su opinión, “habían hecho brillar tantos falsos valores que durante unos años han tenido eclipsados a los nombres y obras de muchos auténticos artistas y que, sin duda reaparecerán después de esta especie de juicio final que ya se vislumbra en el ambiente artístico... cuando (queden atrás) los hierros retorcidos, los cubitos de plástico y otras sandeces por el estilo con el prefijo de que escultura es todo lo que ocupa un espacio”151. 150 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “El Arte en España. Consideraciones y conceptos”, La Gaceta Regional, 1-I-1942. 151 ANÓNIMO: “Francisco González Macías (el único bejarano que vivió en su casa) habla del escultor”, La Gaceta Regional, 24-XI-1947. –117– En los últimos años de su larga e intensa carrera, el viejo escultor, anclado en fórmulas ya superadas, salió incluso al paso de los excesos del arte vanguardista publicando una serie de tres artículos con el título de “Divagaciones artísticas”. En el primero de ellos, subtitulado “Arte para minorías” criticaba la pretensión de imponer un arte minoritario dirigido únicamente a una minoría de “entendidos”. El escultor se mostraba contrario a admitir verdades absolutas en arte. En su opinión no se podían imponer reglas y directrices al espectador, sino dejar que éste libremente se aproximara a la obra de arte a través sólo de su sensibilidad, percibiendo las sensaciones que más afinidad tuvieran con su manera de sentir: “Hay que dejarlas en plena libertad, tanto para el realizador como para el espectador de la obra de arte... No se pueden imponer normas, aunque se imponen, y desgraciadamente, no por razones artísticas, sino por razones muy ajenas a todo criterio sobre arte... Lo difícil es hacer arte para la posteridad. La obra que en pocos años se desfasa, es porque solamente se pensó en ponerla al servicio de una moda... La obra que capta el ambiente vivo de una época no se desfasa”152. A este artículo le siguieron otros dos subtitulados “La politización del Arte” y “Partir de cero”, respectivamente, en los que arremetía contra el momento actual que vivía entonces la escultura “de un despiste y de una falsedad tremendos”. En el primero criticaba al artista tan sólo preocupado por el éxito fácil y por medrar ante los círculos del poder: “Conocí en París algunos artistas cuyo trabajo consistía en andar por las Embajadas en busca de los agregados culturales para relacionarse con ellos mientras los demás trabajábamos”. Por su parte, en el segundo llamaba la atención sobre los “genios” que creían hacer su arte partiendo de cero, “tirando todo lo anterior por la borda”. Ante semejantes artistas, el escultor pensaba que 152 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “Divagaciones artísticas. Arte para minorías”, El Noroeste, Gijón, 16-IX-1978. –118– hacía falta “un esclarecimiento de las cosas y darse cuenta de que un aprendizaje, sensato, para el Arte, como para todo, era absolutamente necesario”. En ese sentido el artista terminaba sus reflexiones abogando por una “vanguardia inteligente” y por una lógica evolución, pues –en sus palabras– “el arte no puede ser una marcha atrás, pero tampoco pensar que todo está superado y partir de cero”153. 153 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “Divagaciones artísticas. La politización del arte”, El Noroeste, Gijón, 26IX-1978, e ÍDEM, “Divagaciones artísticas. Partir de cero”, El Noroeste, Gijón, 28-IX-1978. –119– EL ESTUDIO DE SU OBRA A TRAVÉS DE SUS PRINCIPALES TEMAS EL RETRATO Desde los inicios de su carrera, González Macías se nos muestra como un consumado retratista; a partir ya de sus primeros trabajos en sus años de juventud en Béjar y hasta el final de su trayectoria artística, los retratos fueron una de sus principales dedicaciones, así como uno de los principales temas dentro de su obra. De hecho fue el género que abordó más tempranamente, pues dos de sus primeras esculturas fueron sendos bustos de su padre y su hermano, con el primero de los cuales se presentó en la primavera de 1930 a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid. Poco después, y ya establecido en la capital de España pensionado por la Diputación salmantina y el Ayuntamiento de Béjar, su actividad se orientó fundamentalmente hacia esta modalidad escultórica, la principal y predilecta en esa etapa de sus comienzos. A partir de entonces, y en la larga serie de bustos que realizó hasta sus últimos años, el escultor, además de conseguir el exacto parecido de sus modelos, dio continuas muestras de su capacidad para la captación psicológica, reflejando con acierto la fiel expresión de los caracteres humanos. Modelados directamente del natural, ya sus primeros retratos, expuestos en sus primeras comparecencias públicas en Madrid, llamaron la atención de la crítica por lo certero de su parecido, la penetración en el interior de la personalidad del modelo y la excelente ejecución de la talla de la –121– piedra. De esos años data toda una serie de bustos, recios, sobrios e impregnados de castellanismo, que surgen del bloque pétreo con un vigor y expresividad que evoca las enérgicas cabezas de Emiliano Barral o de su paisano Mateo Hernández. Si bien se valía también de fotografías, el joven escultor estudiaba previamente a sus modelos y en el transcurso de las sesiones de posado procuraba extraer de ellos la esencia de su temperamento a través sobre todo de la valoración de las formas sumarias y simples. De entre esos primeros retratos esculpidos en piedra presentados por el escultor en aquellas exposiciones madrileñas que le dieron a conocer, uno de los que mejor resume esa capacidad temperamental y vigorosa factura es el del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Domingo Barnés. Realizado en piedra negra, el busto del político republicano le fue encargado en 1932 por el Ayuntamiento de Béjar como reconocimiento por haber hecho posible la creación del primer Instituto de Segunda Enseñanza que hubo en ella154. Otros retratos de aquellos años, también tallados en piedra, fueron los dedicados a algunos amigos del escultor, periodistas y críticos de arte como Julio Angulo o Gil Fillol. Construidos con fina observación y honda penetración espiritual, llevaban el sello psicológico del personaje, adquirido en el análisis paciente de su propio modelo. No obstante el vigoroso realismo de los tipos, su porte verdaderamente clásico los hacía ser objeto de comparación en las reseñas aparecidas en la prensa con nobles y serenas efigies de la antigüedad romana. Así el busto de un conocido comerciante de la Plaza Mayor salmantina, don Jesús Rodríguez López, que figuró en la Exposición de la Casa de Velázquez en 154 Conservado hasta entonces en el Ayuntamiento de Béjar, a finales del mes de abril de 1970 fue entregado para el entonces recién fundado Museo Municipal de Béjar. Véase ANÓNIMO, “Nueva adquisición para el Museo”, Béjar en Madrid, 25-IV-1970, núm. 2510; A. GIL, “Nuestra ciudad tiene un Museo”, Béjar en Madrid, 30-V-1970, núm. 2515. –122– Madrid, un retrato en madera policromada que, según un crítico de entonces, hacía pensar “en la supervivencia de la pura raza latina en nuestra tierra. En efecto, si su indumentaria, de tipo actual que presenta intencionadamente la huella de la gubia, se cubriera a guisa de toga con un trozo de sábana, la semejanza con un craso y orondo senador romano y hasta con alguna de las marmóreas efigies que retratan a ciertos emperadores, como el mismo Vitelio, aparecería evidente”155. Su admiración por Victorio Macho y Barral se refleja asimismo en alguna que otra cabeza de tipos populares castellanos. Así se comprueba en su obra titulada Pastor charro o Pastor de mi pueblo, realizada en barro cocido y donada por el propio escultor al Museo de Zamora. Pese al material en que está modelada, es una cabeza recia y de vigorosa expresión, en la que el escultor supo imprimir el carácter propio de un fuerte y sobrio temperamento hispánico. Con el paso de los años, González Macías fue adquiriendo una perfección y maestría cada vez mayor en la ejecución de sus retratos. Buena prueba de ello es la cabeza de Pío Baroja, que modeló del natural en 1936 durante su estancia en París, seguramente uno de los mejores retratos que escultor alguno haya realizado del genial escritor vasco-navarro. Fundido en bronce, el retrato de Baroja fue una de las obras de las que más satisfecho se sintió siempre el artista: “Don Pío la ha elogiado mucho; dijo de ella que era la mejor cabeza que le habían hecho en ochenta años”. En efecto, el novelista, al que después González Macías trató bastante en Madrid, citó elogiosamente en el tomo IV de sus Memorias esta formidable testa suya, una cabeza recia y adusta, aferrada al mundo aún en la última vuelta del camino, que capta como pocas la personalidad fuertemente individualista y ese aspecto tan suyo, íntimo y espiritualizado. 155 ELIO-MARCIO GUZMÁN, “Salamanca en Madrid”, El Adelanto, 17-VI-1946. –123– A su regreso a España, González Macías, además de seguir cultivando sus característicos temas infantiles y volcarse intensamente en sus cada vez más abundantes trabajos de imaginería, continuó dedicando buena parte de su labor a atender los numerosos encargos de retratos, toda una larga serie de bustos que a partir de esos años y hasta el final de su carrera le siguieron haciendo instituciones públicas y clientes particulares tanto desde Salamanca como desde Madrid y otros lugares. Entre otros muchos, se ha de recordar el encargo que recibe en 1944 del busto del doctor Andrés García Tejado, con motivo del homenaje que se le tributó al ser condecorado con la Cruz de Beneficencia, el 30 de noviembre de ese mismo año, retrato en bronce que fue descubierto en el vestíbulo del Hospital Provincial, del que fue promotor el médico y político salmantino. Fiel trasunto del castellano viejo se nos muestra también el busto en bronce de Juan Mirat, de rasgos muy enérgicos, o los de intensa sensación de vida de sus amigos, José Prados López o el pintor salmantino Andrés Abraido del Rey. Pero quizá una de sus mejores efigies sea la del eminente hispanista francés Maurice Legendre, director de la casa de Velázquez en Madrid. Amigo íntimo de Unamuno, con quien gustaba de pasear por los campos salmantinos, Legendre popularizó en Francia entre artistas e intelectuales el pueblo de La Alberca, que tan bien conocía y donde solía pasar largas temporadas. Como ya se ha visto, Maurice Legendre, en su condición de director de la citada Casa de Velázquez, en junio de 1946 organizó en el Salón Pereantón de la capital de España la Exposición de artistas salmantinos, con obras de González Ubierna, Núñez Losada, Abraído del Rey y González Macías. –124– Fue dos años después cuando nuestro escultor realizó su retrato, busto en piedra que el 6 de julio de 1975, veinte años después de la muerte de Legendre, fue descubierto en La Alberca como homenaje de gratitud de aquel pueblo charro al ilustre hispanista156. En otro orden de cosas, la última etapa del escultor, y sobre todo las fructíferas temporadas trabajando en Gijón, fueron asimismo pródigas en encargos de retratos de relevantes personalidades de aquella población asturiana. La implantación de bustos y esculturas públicas en los espacios urbanos nuevos o recuperados, y sobre todo en los diseñados como zonas de paseo y recreo en parques y jardines, propiciaron un buen número de encargos de estatuas y monumentos en la hermosa villa asturiana157. De ello se benefició considerablemente González Macías quien, desde el principio de sus estancias en ella, recibió multitud de encargos de este tipo. Esa abundante demanda de retratos, resuelta a veces de una forma un tanto monótona y casi elaborada en serie, fue tal vez en detrimento del interés y calidad de la producción allí realizada, si bien dejó también algunas obras notables158. Uno de los mejores fue sin duda el busto de Severo Ochoa, encargado por una importante casa constructora gijonesa. Para su realización González Macías no sólo trató personalmente al eximio investigador, sino que 156 Maurice Legendre (1878-1955) vino en 1909 por primera vez a Castilla invitado por don Miguel de Unamuno. En 1913 publicó su primer artículo sobre la Peña de Francia, visitando Las Hurdes en unión de Unamuno y Jacques Chevalier. Posteriormente realizó otros viajes a La Alberca y Las Hurdes, la inhóspita región, que conocía a palmo, y a la que dedicó un extenso y profundo trabajo que le sirvió en 1927 de tesis doctoral. Falleció en 1955 en Francia siendo enterrado por su expreso deseo en la iglesia de la Peña de Francia, a los pies de la Virgen. Véase J. ÁLVAREZ VILLAR, Guía de La Alberca y las villas serranas de Mogarraz, Sequeros, San Martín y Miranda del Castañar, Durius Cultural, Salamanca, 2000, p. 43. 157 En especial, el parque de Isabel la Católica, creado en los años 50 y que acogió un buen número de obras escultóricas relacionadas en muchos casos con gijoneses ilustres. Véase E. GARCÍA y E. PRESA DE LA VEGA, Esculturas nuevas en espacios nuevos, Ayuntamiento de Gijón, 2000, pp. 3-4. 158 Como dato curioso, el escultor solía cobrar por aquellos bustos realizados en su etapa gijonesa 40.000 pesetas poniendo él el bronce. –125– trabajó también con una serie muy extensa de fotografías con el fin de captar plenamente la personalidad del célebre científico asturiano. Una vez fundido en bronce en Madrid, el busto se erigió en febrero de 1971 en la calle que lleva el nombre del Premio Nóbel de Medicina, en el barrio gijonés de Pumarín. También a comienzos de los años 70 modeló en su estudio del viejo Instituto de Jovellanos otros muchos retratos y monumentos de personalidades gijonesas, como los de José María Jaureguizar, director de la Escuela de Bellas Artes de Gijón; el médico Carlos Prieto Álvarez-Buylla, en el Parque del Lauredal; Dionisio Cifuentes Suárez, en la plaza de Villamanín, en Somió; el monumento a Acisclo Fernández Vallín, en el Parque de Isabel la Católica; el monumento a Calixto Rato, en el Parque del Cerillero, plaza de Fernando VI; el del periodista Arturo Arias, amigo que fue del escultor, en la plaza que lleva su nombre, en Cimadevilla; o el de su también buen amigo el pintor y dibujante Manuel Marola (Museo Casa Natal de Jovellanos), uno de los mejores de su etapa gijonesa. No menos interesante resulta la serie de bustos en bronce de asturianos célebres colocados en el Pabellón de la Feria de Muestras de Gijón, una verdadera galería de efigies de hombres ilustres de indudable interés iconográfico y en la que están representados los siguientes personajes: el fundador de la Universidad de Oviedo Fernando Valdés Salas, el beato Melchor García, el General Elorza, el Conde de Campomanes, Jovellanos, Campoamor, el Marqués de Santa Cruz, Agustín Ceán Bermúdez, Alejandro María Aguado (marqués de las Marismas del Guadalquivir), Luis Adaro y Magro, José Canga-Argüelles, conde de Argüelles, Alejandro Mon y Menéndez, Pedro Duro, Romualdo Alvargonzález Lanquine, el doctor Severo Ochoa y Álvaro Flórez Estrada, de Somiedo, famoso economista del siglo XIX. –126– Finalmente, entre sus postreros trabajos se han de recordar el busto en bronce del obispo dimisionario de Ávila, natural de Santibáñez de Béjar, Santos Moro Briz, que se inauguró en la plaza de esa localidad el 10 de agosto de 1975, y el de Mariano Pardo de Figueroa, el famoso Doctor Thebussem, buen ejemplo de estudio de volúmenes, prestancia y robustez, que fue de las últimas obras que realizó el escultor un año antes de su muerte159. MAUSOLEOS Y MONUMENTOS La obra hasta entonces de mayor empeño y seguramente la más interesante de las ejecutadas por el escultor en sus años de juventud fue el Mausoleo o monumento funerario de Barrero, una de sus realizaciones más admiradas y elogiadas que le dio a conocer en el panorama artístico español de comienzos de los años 30. Precedido de un proyecto de mausoleo en madera de caoba que presentó a la sección de Arquitectura de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932, su encargo partió de los hijos de un comerciante del Madrid castizo, un tabernero y casquero de la calle de Lavapiés, que querían dedicar sus ahorros a levantar un panteón dedicado a su difunto padre en el cementerio de La Almudena. El escultor, enterado de los intentos de los hijos del modesto industrial, se ofreció a realizarlo “por lo que les llevase el marmolista”. Los hijos de aquel tendero aceptaron la proposición y gracias a ello se iban a encontrar con uno de los monumentos fúnebres 159 Sobre esta obra, el escultor comentaba a un periodista: “Más importante que el parecido es que el busto recoja el espíritu y la pasión del doctor Thebussem. Dentro de cien años, nadie conocerá a la gente de ésta y de las generaciones pasadas, pero habrá esculturas y éstas serán, por sí mismas, buenas o malas”. ANÓNIMO, “Francisco González Macías (q.e.p.d.)”, Béjar en Madrid, 16-X-1982. –127– más originales y noblemente concebidos que se podían ver por entonces en un cementerio160. Labrado en durísima piedra negra y pulida, parecida a la diorita, en dicho mausoleo, al acierto en el diseño y la armonía de líneas y proporciones de su acertada composición arquitectónica, se une la feliz combinación de las figuras alegóricas, de un acabado estudio anatómico. Se compone de tres figuras. La central, que simboliza El Tiempo es una estilizada y velada figura monacal resuelta mediante grandes planos, un fraile en pie que abraza una cruz en sus manos ocultas en las mangas del monjil sayal. A los lados y esculpidas con mayor naturalismo se sitúan dos dolientes figuras desnudas de un hombre y una mujer, doblegadas por el sufrimiento y la pesadumbre de la muerte. Símbolos respectivamente del Dolor y la Humanidad, están tratadas con un vigoroso y moderno modelado que resalta la recia musculatura en el viril desnudo del hombre y la blandura y suavidad de la carne en el de la mujer. En ésta, una figura que parece sumida en sueño abismal de meditación, el escultor acertó a expresar la sensación de recogimiento y aflicción, la profunda melancolía de la muerte, mientras que en la del hombre reflejó más bien el abatimiento y la desesperanzada angustia ante el inexorable final. El monumento funerario, concebido con escueta geometrización y un marcado sentido arquitectural, acusa un planteamiento estético claramente relacionado con el Art Déco que le relaciona con la escultura germánica de esos años. Asimismo refleja cierta inspiración en la obra del croata Ivan Mestrovic que le llega al joven artista fundamentalmente a través de su vinculación con su maestro Victorio Macho. 160 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “Para quien hice el “Mausoleo”, Béjar en Madrid, 24VIII-1935, núm. 719, pp. 2-3. –128– Tras ser expuesto en la Nacional de Bellas Artes de 1934, fue instalado un año después en el cementerio de La Almudena, convirtiéndose desde entonces en una de las obras más celebradas y admiradas de su autor161. González Macías no volvería a abordar esta modalidad hasta pasados veinte años, cuando en 1959 acometió un proyecto de una concepción ya más moderna: el Mausoleo de Benito Jiménez, en Madrid. Esculpido en piedra y de líneas muy puras, el monumento funerario se decora con un Ángel de la Guarda, de estilizada silueta, que ampara la delicada figura de un niño desnudo subido a su rodilla. Por lo que a los monumentos conmemorativos se refiere, fue ésa también una especialidad en la que el escultor alcanzó notable prestigio, no faltándole importantes encargos a lo largo de su carrera. El primero que realizó fue el monumento en bronce de Fray Diego de Deza, encomendado en 1944 por el Ayuntamiento de Zamora para ser colocado en la plaza de Zorrilla de aquella ciudad con motivo del V Centenario del nacimiento del ilustre dominico toresano. El busto le fue encomendado para sustituir a otro anterior desaparecido en los violentos sucesos de febrero de 1936 y que fue a parar al fondo del río Duero, sin que fuera posible recuperarlo. A comienzos de octubre de 1944, el propio escultor hizo entrega personalmente del nuevo busto, que fue instalado durante unos días en el Museo Provincial, para ser contemplado por los zamoranos162. A finales de ese mismo año fue inaugurado en el transcurso de un acto de homenaje presidido por las principales autoridades locales. En el busto de fray Diego de Deza, González Macías rehuyó la reproducción del diminuto detalle para conseguir un conjunto expresivo, en el 161 El desnudo viril sería reproducido en la Enciclopedia Espasa-Calpe, suplemento, 1934, p. 317. 162 ANÓNIMO, “El escultor don Francisco González Macías, en Zamora. Es portador del busto de Fray Diego de Deza, que ha esculpido por encargo del Excmo. Ayuntamiento”, El Correo de Zamora, 30-X-1944. –129– que se acusaran fielmente los caracteres peculiares del sabio dominico. Así lo explicó el propio artista, cuando al término del acto inaugural intervino con unas palabras, en las que, además de agradecer al Convento de Dominicos de Salamanca la valiosa colaboración que le habían prestado, se refirió a los materiales empleados y las fuentes de inspiración tenidas en cuenta para la ejecución del mismo, en concreto algunas litografías antiguas, un famoso retrato de Zurbarán (La Apoteosis de Santo Tomás) y la estatua yacente de San Diego. No obstante, y como todos esos modelos carecían de una autenticidad y de una fidelidad cierta, el escultor había preferido, según manifestó en su intervención, tener presente la vida y la obra del ilustre dominico, y “pensando que la cara es el espejo del alma, también en sentido inverso, el alma podía ser reflejo del rostro” se había decidido valerse del retrato espiritual, dándole a la faz una especial fuerza expresiva y poniendo su mirada muy lejos, “como si contemplase remotos horizontes imperiales”163. Tres años después acometió el busto en piedra de Cervantes que se alzó en el Parque Municipal de la Corredera, en Béjar. Fue encargado con motivo del IV Centenario del nacimiento del escritor, recordando que Béjar estaba presente en Don Quijote, pues así lo había querido Cervantes al dedicar la primera parte de su inmortal obra a su duque, don Alonso López de Zúñiga y Sotomayor. Sin atenerse al conocido retrato pictórico de Jáuregui, González Macías concibió un Cervantes con un aire nuevo que recuerda poco al estereotipo del Cervantes monumental de la pluma en una mano y la espada colgada de la cintura. Vestido con una especie de capa que envuelve toda su figura, el escultor concentró en el rostro del escritor una expresión 163 ANÓNIMO, “El domingo fue inaugurado el nuevo busto de Fray Diego de Deza”, Imperio, Zamora, 26-XII-1944. –130– misteriosa y serena, de honda tensión espiritual, que se apartaba de la clásica interpretación de otras estatuas cervantinas164. De un año después –1948– data otro de sus más logrados monumentos, el dedicado a Tomás Bretón en Salamanca, obra que vino a sustituir a la que desde septiembre de 1925 existía en la plaza de San Justo. Erigido aquel monumento en homenaje de la ciudad a su hijo predilecto y costeado por suscripción pública, fue proyectado por el entonces joven arquitecto Genaro de No165, encargándose el busto de bronce que lo presidía –un retrato de exacto parecido y técnica irreprochable– al laureado escultor castellonense José María Ortells. El basamento del pedestal pronto fue convertido en asiento público y el busto, víctima de los gamberros nocturnos, llegó incluso a desaparecer para volver a aparecer varios días después. Desde entonces, el busto de Ortells, languidecía en su retiro de la plaza de San Justo donde servía de “portero a las pelotas de los muchachos, y la base del monumento de lugar de reposo para los noctívagos”166. Por otra parte, el monumento suscitaba frecuentes críticas en las prensa, tachándole de “feo, pobre y antiestético”, digno de una Salamanca “fría e indiferente” pero no del insigne compositor de La verbena de la Paloma. Por ello, la Asociación de la Prensa Salmantina, haciendo suyo el lema de que “los pueblos que honran a sus hijos, se honran a sí mismos” lanzó en 1947 la iniciativa de crear una nueva obra. Fue entonces cuando, como consecuencia de la insistente campaña de prensa, orquestada sobre todo por el periodista Gabriel Hernández 164 J. NAVARRO CRUZ, “Dos nuevas obras de González Macías. El retablo para Nava (Asturias) y el Cervantes para Béjar”, El Adelanto, 22-X-1947. 165 Se trataba de una exedra con una hornacina barroca, enmarcada por orejeras y volutas y flanqueada por columnas salomónicas. Véase A. GARCÍA BOIZA, “El monumento a Bretón. La obra de Jenaro de No”, El Adelanto, 6-III-1925. También, E. DE SENA y J. PEÑA, Salamanca en las fotografías de V. Gombáu, Ayuntamiento de Salamanca, 1989, pp. 76 y 77. 166 A., “D. Tomás Bretón precisa un monumento”, La Gaceta Regional, 7-XI-1946. –131– González, más conocido por el seudónimo Javier de Montillana, ganador del concurso para redactar una biografía del gran músico charro, el Ayuntamiento decidió sustituir el busto realizado por Ortells por otro nuevo, encargando a González Macías el monumento actualmente conservado167. Tras dos meses de trabajo, el escultor talló en piedra de Novelda un gran busto de considerables dimensiones, que fue colocado sobre pedestal hecho con piedra de Villamayor. Macías puso todo su empeño en esta obra, concebida como una interpretación de carácter y no como mera copia superficial de la fisonomía del célebre músico. Aunque para el rostro se inspiró en el retrato de Bretón pintado por Eugenio Vivó y Tarín que se conserva en el Museo de Salamanca, valiéndose también de fotografías, deliberadamente no quiso seguir fielmente esos modelos para fijar su atención en la vigorosa personalidad del maestro. Y así, lo mostró sentado, sereno y concentrado, con aspecto noble y patriarcal. Inaugurado el 8 de septiembre de 1948 en la plaza dedicada al compositor, la plaza de su mismo nombre, y en el marco de un nuevo homenaje a Bretón, poco tiempo después, cuando llevaba poco más de un año en su ubicación pública, el busto ya había sido objeto de toda clase de vejaciones y mutilaciones. Entre otros actos de vandalismo, poco después de su instalación, fue, a consecuencia de la insensibilidad infantil, desnarigado a pedradas y repintado de negro. Tras el deterioro sufrido, el propio González Macías procedió entonces a su restauración para ser colocado en un nuevo pedestal tan alto que cualquier destrozo en la fisonomía del músico resultara poco menos que imposible. Además y con motivo de la conmemoración del centenario de Bretón, que tuvo lugar el 29 de diciembre de 1950, unos meses después, 167 El busto de Ortells pasó primero a la embocadura del Teatro de Bretón para posteriormente enviarse al Museo de la Ciudad, en donde se conserva actualmente. –132– exactamente en febrero de 1951 el Ayuntamiento decidió cambiar de emplazamiento la escultura, trasladándola desde la soledad y el aislamiento de la plaza de Bretón al bullicio de la de José Antonio, en el arranque de la Gran Vía (donde en la actualidad se alza el monumento al Empresario)168. Allí estuvo durante décadas, pero con todo no acabaron aquí las vicisitudes del monumento, ya que en 1981 la Corporación Municipal consideró que la plaza a él dedicada era la más idónea, por lo que tomó el acuerdo de que retornase a la misma, devolviendo a su lugar inicial, la plaza de Bretón, una fundición en bronce de aquella escultura original. En efecto, en mayo de 1982 y a propuesta de la Comisión de Cultura, Arte y Turismo, la Corporación Municipal aprobó la réplica en bronce del busto de Macías, cuya labor de fundición fue realizada en Madrid, y unos meses después, el 17 de septiembre de ese mismo años, se descubrió dicha efigie nuevamente en la plaza homónima del músico. Por su parte, el busto en piedra de Macías, tras estar durante bastantes años retirado en las dependencias municipales, en el verano de 1994 se decidió instalarlo en el nuevo parque del barrio del Puente de Ladrillo, amplia zona ajardinada al este de la calle Java, donde se conserva actualmente. Se daba así la circunstancia un tanto ilógica de tener la ciudad dos monumentos idénticos del mismo personaje, uno en piedra y el otro en bronce169. Por otro lado, ya en las últimas décadas de la vida del artista, y en especial en las largas temporadas pasadas en Gijón, pese a dedicarse el artista fundamentalmente a la realización de retratos, también atendió un buen número de encargos de monumentos públicos, principalmente de bustos de personajes célebres. 168 G., “Ayer se celebró el homenaje conmemorativo en el centenario de don Tomás Bretón”, El Adelanto, 15-II-1951. 169 T. BLANCO GARCÍA, Monumentos conmemorativos en Salamanca, Librería Cervantes, Salamanca, 2002, pp. 57-65. –133– Se ha de recordar en ese sentido el Monumento a Carlos I en Villaviciosa, que conmemoraba su desembarco en 1517 en aquella población asturiana, lugar de su entrada en España. El monumento consta de un busto en bronce del entonces Príncipe de Gante, a la edad de diecisiete años que tenía cuando pisó tierra en Villaviciosa, colocado sobre una peana y un pedestal de piedra labrada, en la que se ve un bajorrelieve que reproduce simbólicamente la efemérides del desembarco. Al pie aparece una leyenda con el siguiente texto: “19 septiembre 1571”. Por otra parte, es lástima que no se llegara a realizar el Monumento al marino, que le fue encargado por la Liga Naval Española y del que solamente llegó a realizar una maqueta. Concebido como homenaje a los hombres de la mar y pensado para ser instalado en los jardines de “El Náutico”, en Gijón, el proyecto, que habría de ejecutarse en bronce y piedra, habría alcanzado los tres metros y medio de altura por más de cuatro de longitud. Según la bella maqueta, que el escultor presentó al público en octubre de 1975 en el recinto de la Feria de Muestras de Gijón, el monumento constaba de la figura del marino en plena faena –estatua en bronce que habría de ser de dos metros de altura– colocada sobre una base de piedra berroqueña, en la que también en piedra, aparecía una lancha y otros útiles empleados por los hombres de mar170. El elevado coste del monumento hizo inviable su realización, por lo que al no llegar a reunirse la cantidad necesaria para su materialización, la obra no pasó del boceto. Por último y para concluir esta relación de monumentos, habría también que citar el dedicado al general Franco erigido en la localidad de San Vicente de Alcántara (Badajoz). Inaugurado en abril de 1976 en su plaza 170 P. MORÁN, “Monumentos al marino”, La Nueva España, Oviedo, 11-IX-1975. –134– del Cristo, el busto fue realizado en bronce mientras que el basamento sobre el que se asentaba era de piedra berroqueña171. FIGURAS DE ANIMALES Un gran interés tienen, asimismo, dentro de la obra escultórica de González Macías sus incursiones en el género animalista, temática en la que, siguiendo las huellas de Mateo Hernández, produjo una espléndida serie de figuras, tanto en material noble y duro –piedra y mármol– como en madera, en ambos casos de excepcional factura por su belleza, gracia de líneas y perfección de la talla. En ese sentido y si bien jugaron un papel fundamental las experiencias aprendidas en París junto a su admirado paisano, al que solía citar como “animalista formidable”, ya con anterioridad a su traslado a la capital francesa se inició en el cultivo de esta modalidad, muy en boga por entonces. Inmerso en esa sacrificada lucha y en ese titánico esfuerzo de voluntad de esa primera época, aparte de trabajar en sus bustos y retratos, además de su proyecto de mausoleo, ya a comienzos de la década de los años 30 se sintió especialmente interesado en este tipo de escultura. Así, sus primeras figuras de animales fueron una Lechuza, hábilmente estilizada, y una Jineta, pequeño felino de elegantes líneas, ambas talladas en piedra negra parecida a la diorita, que expuso en la sección de Artes Decorativas de la Nacional de Madrid de 1934172. Esa faceta de su escultura muy pronto llamó la atención de la crítica que enseguida la comparó y relacionó con las famosas creaciones de Mateo Hernández. 171 T. RABANAL BRITO, “Monumento a Franco en San Vicente de Alcántara (Badajoz), Béjar en Madrid, 6-IV-1976. 172 Catálogo oficial de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1934, pp. 69 y 70. –135– Tallada en piedras duras y con la misma simplificación y depuración formal, esta sugestiva producción animalista de González Macías al punto evocaba el ejemplo de su ilustre coterráneo, cuyo arte le sirvió de estímulo y acicate desde sus comienzos. Del gran escultor bejarano nuestro artista recordaría siempre emotivas anécdotas vividas durante su estancia en París, que ponían bien de manifiesto su gran amor por los animales: “Recuerdo la primera visita que hice con él al ‘jardín de plantas’ y la ovación que le dedicaron los simios desde sus jaulas. Él gozaba con esta manifestación espontánea de los simios. No sé si era verdaderamente una ovación o por el contrario, requerían de esta manera su manutención... De todas formas, resultaba impresionante ver esa muestra de alegría de los chimpancés cuando penetraba M. Hernández en sus jaulas”. “Él, que fue reconocido universalmente, que logró éxitos extraordinarios, gozaba con el aplauso de los chimpancés, más que cuando recibía de las agencias los recortes de todo el mundo –a veces en caracteres chinos o japoneses– y que ni siquiera se preocupaba de que fueran traducidos para verse halagado con los elogios, muy merecidos...”. “Así era Mateo Hernández, tan sencillo, en lo uno y en lo otro. Entre el reconocimiento de los animales y el del mundo entero, prefirió siempre el aplauso de los animales”173. No ha de extrañar por tanto que a la hora de abordar estos trabajos, González Macías, habiendo asimilado las enseñanzas de su paisano y antecedente, rechazara también los excesos de realismo y la minuciosidad en el detalle que caracterizaban a buena parte de los cultivadores de esta temática, para optar, mediante la vía de la estilización, por una afortunada síntesis y simplificación formal. 173 G. FONZÁLEZ MACÍAS, “Francisco González Macías (el único bejarano que vivió en su casa) habla del escultor...”, La Gaceta Regional, 24-XI-1974. –136– Fruto de su fino espíritu de observación, el escultor, sin renunciar a la exacta representación y expresión del animal, va a labrar sobre la piedra o sobre la madera todo un repertorio de pequeñas figuras, tratadas siempre con una simplicidad delicadísima y un armonioso sentido de las formas y los volúmenes. De ese modo se suceden a lo largo de los años sus estilizadas gacelas y grullas, un antílope de tamaño natural o sus sorprendentes aves, como su pájaro en escorzo, que según Camón Aznar tenía un parecido asombroso con el Horus, el halcón mitológico que personificaba entre los egipcios el Sol saliente; o su celebrado Gallo Leghorn, en madera, que, al decir de un crítico, tenía “un gesto de altivez que sólo le faltaba lanzar un ‘kirikí’ para decir que estaba vivo”174. TEMAS INFANTILES Y FIGURAS FEMENINAS Seguramente fue en los motivos infantiles donde González Macías dio lo mejor de su arte, donde reflejó mejor su verdadera personalidad artística, hasta el punto de llegar a constituir dentro de su obra uno de sus más positivos aciertos. Esa predilección le llevó a ser conocido como “el escultor de los niños” o de la infancia, una temática que de inmediato se impuso en el fervor del público y la crítica por su encanto, gracia, sentimiento y sencillez. Esas interpretaciones de la vida infantil no eran sino fruto de su agudo sentido de la observación en sus viajes o en sus paseos por la calle o el parque. En cualquier esquina González Macías encontraba asuntos e ideas recogidas de la vida misma, que dibujaba y le servían luego de punto de 174 R. AGUIRRE IBÁÑEZ, “En el Casino de Salamanca. Primera Exposición de Artistas salmantinos”, La Gaceta Regional, 15-XII-1950. –137– partida para ese variado y rico conjunto escultórico dedicado al mundo infantil. La emoción sencilla de sus ingenuos juegos en las más diversas y caprichosas actitudes, la vida elemental, de ritmo sencillo y expresión espontánea de los pequeños, le sirve de inagotable fuente de inspiración para su cincel. Lejos de toda sensiblería, le interesa la vida desbordante de la niñez, la búsqueda de la emoción, de la expresión ingenua y el sentido de la gracia. Sus travesuras y afanes, el reír gracioso o el candor y la vivacidad de sus gestos le sirven de pretexto para interpretar sentimientos, para reflejar toda la espontaneidad y naturalidad de sus pequeños y graciosos modelos. En ese sentido, como se ha afirmado en ocasiones, sus esculturas son verdaderos estudios de psicología infantil. Hombre sencillo, sensible y afectuoso, González Macías amaba el mundo de los niños, siendo precisamente su gran amor hacia sus pequeñas hijas lo que le orientó desde sus comienzos al cultivo de este género. El propio escultor confesaba que cuando comenzó con los temas infantiles lo hizo influenciado por su vida familiar: “Tenía tres niñas y me gustaba reproducirlas. Es, efectivamente, mi tema favorito junto con los retratos”175. Desde entonces, para sus figuras infantiles, González Macías tomaría como modelos a sus propias hijas y las haría posar en las más variadas posturas en la intimidad del hogar: ya fuese jugando con sus muñecos en tiernas expresiones maternales, plácidamente dormidas, dibujando sentadas en el suelo o haciendo travesuras. De ellas hizo multitud de dibujos reuniendo con el tiempo cientos de esbozos que más tarde llegarían a convertirse en toda una serie de deliciosas y pequeñas esculturas, bien talladas en piedra o madera o bien 175 LUCÍA, “Macías y cuarenta de sus obras llegaron ayer a Gijón”, El Comercio, Gijón, 1-III-1968. –138– dejadas en escayola, pero que en todo caso parecen algo vivo, que dan ganas de acariciar. No en vano, en esas obras, aparentemente menudas, frágiles y dulces, el escultor puso toda su sensibilidad e inspiración logrando despertar la emoción y la ternura de quienes las contemplaban. Por otra parte y desde el punto de vista formal, el artista, al captar la esencia de la figura infantil, simplifica las líneas y valora ante todo los volúmenes y las masas, rechazando la vulgar copia del natural y la mera complacencia en el detalle inútil. Al tiempo que acierta en la expresión de los matices psicológicos, en la gracia de la pose y los movimientos, el escultor modela con suavidad y amoroso acento las blandas formas, jugando con los más delicados efectos de luces y sombras. Su plástica, tan sintética y armoniosa, halla en la piedra o en la madera sus materiales más idóneos, trabajándolos con tan perfecto acabado que a veces parecen flexibles y maleables como la cera. El resultado es una obra fresca y llena de gracia expresiva, en absoluto banal; una obra en la que se daba una alianza de lo clásico con una modernidad y una originalidad sin extravagancias. En ese sentido González Macías prefiere el reposo y la quietud, pero sin que ello suponga estatismo y rigidez; por el contrario, esa serenidad aparece siempre entrelazada con la gracia vibrante y la sensación de vida de los movimientos y ademanes de sus pequeños modelos. Por otra parte, desde el punto de vista cronológico, esa producción infantil hace muy pronto su aparición en su obra, ya que desde sus primeras exposiciones en Madrid se convierte en uno de sus asuntos predilectos y que más llaman la atención de críticos y visitantes. Ya en su presentación en la capital de España, cuando expuso en enero de 1933 en la Casa Charra, el Desnudo de una niña o La niña y el perro atrajeron especialmente el interés del público por la ingenuidad y sugestivo encanto que de ellos se desprendían. –139– Al finalizar ese mismo año, en la exposición de sus obras en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el joven escultor se revelaba como un acertado intérprete de esos delicados temas, con la presentación de la que sería una de sus más logradas y encantadoras obras: Pequeña madre, con la que obtuvo un señalado éxito al valerle tercera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1934. Esa escultura, que le abrió el camino del triunfo en el panorama escultórico español de la época, representa a una niña desnuda que contempla arrobada y oprimiendo contra sí un muñeco de traza grotesca. Impregnada de una dulce fisonomía, la madrecita refleja una intensa felicidad y ternura al apretar al niño contra ella como si quisiera resarcirle y protegerle de orfandades amorosas como la que ella sufre. Habiendo utilizado como modelo a la más pequeña de sus hijas, el mismo escultor decía en una entrevista que para evitar la fatiga de la modelo en los momentos de “pose”, proporcionaba a su hija distintos muñecos a fin de que la expresión, la caricia, el encanto maternal fuera siempre espontáneo y el cansancio no diera sensación de monotonía a la obra176. A ésta siguieron otras muchas figuras de niñas en las que el escultor capta el motivo infantil de una manera siempre delicada en su aspecto frágil, con un realismo exacto y un modelado de dulces líneas, sin degenerar en blanduras fáciles. Entre otras muchas, se han de recordar: Niña dormida; Niña dibujando; Travesura –un delicado rapaz que atrevidamente se encarama en un bloque de piedra–; Niña en carrousel –intrépida niña que como auriga precoz cabalga sobre el caballito de feria–, o Fraternidad (Colección de Caja Duero, Salamanca), emotivo grupo escultórico en madera de dos hermanitas que se funden en un abrazo. 176 V. HERRERA, “La exposición del escultor González Macías”, El Adelanto, 27-I-1935. Esculpida en piedra negra, tras la Exposición Nacional fue adquirida por el Estado en 3.000 pesetas pasando a formar parte de los fondos del Museo de Arte Moderno de Madrid. Desde aquí se remitió al Museo de Bellas Artes de Málaga, en donde se conserva. Véase J. L. ROMERO TORRES, La escultura en el Museo de Málaga, Madrid, 1980, p. 84, lám. 77. –140– Fueron estas deliciosas tallas infantiles las que le dieron notoriedad en los años vividos en París, participando con ellas en las exposiciones a las que allí concurrió. Especialmente llamó la atención su Niña en la arena, talla en madera que fue a parar a Lovaina, adquirida por el profesor Maigin con destino al Instituto del Cáncer de aquella ciudad belga, del que era director. Con posterioridad a su etapa parisina y tras su regreso a España, el artista, establecido primero en Salamanca y años después en Madrid, siguió cultivando con notable éxito estos mismos temas177. Sus modelos iban creciendo en edad conforme cumplían años sus hijas, si bien la más pequeña le va a inspirar otras de sus mejores obras: Florina escucha un cuento (1946). Una linda niña de largos bucles, desnuda y sentada en el suelo, sujetándose con ambas manos las rodillas, mira con infantil curiosidad y escucha el cuento que la mantiene atenta. También la mayor de sus hijas, Juani, le sirve de modelo para una figura de adolescente así denominada, una escultura realizada en 1943 que muestra a la muchacha sentada y con la cabeza apoyada en el brazo en actitud de serena meditación. Finalmente, otra de sus más afortunadas creaciones en ese mismo ámbito de los delicados y amables asuntos infantiles lo hallamos en La niña del puchero, una pequeña escultura en piedra con la que en 1952 obtuvo la primera medalla del Salón de Otoño y que actualmente se conserva en el Museo Casa Natal de Jovellanos, en Gijón. Precisamente fue en sus dos exposiciones en aquella ciudad asturiana donde estas esculturas infantiles obtuvieron una extraordinaria acogida, como lo corrobora el que en 1968 su Ayuntamiento le comprase tres 177 En Salamanca acertó a inculcar a sus alumnos el interés por este tema, como sucedió en el caso de Marino Amaya, nacido en Astorga pero muy vinculado a Béjar, en cuya Escuela de Artes y Oficios tuvo lugar su primer aprendizaje. –141– de estas obras (Niña dibujando, Travesura y Juani), las cuales, posteriormente, serían depositadas en el Parque de Isabel la Católica de la villa gijonesa. Por lo que respecta a las figuras femeninas, también desde los primeros años de la carrera del escultor en Madrid, se conoce algún que otro desnudo de mujer, especie de Venus modernas que, con su simplificación de formas y volúmenes, reflejan la huella tanto de los modelos de Planes como del clasicismo mediterráneo catalán. Esa influencia de la escultura mediterránea catalana se acentuó sobre todo durante sus años en la Ciudad de la Luz, cuando pudo conocer y estudiar los desnudos de Aristide Maillol y José Clará, seguramente avivada más tarde, a su regreso a España, con el trato y la relación con el escultor catalán Inocencio Soriano Montagut, director de la Escuela de Artes y Oficios y “vecino” suyo en los “Estudios” del Patio de las Escuelas Menores. De los años anteriores a su estancia en París, se ha de mencionar, entre otras, una Figura de mujer recostada, sintético y limpio desnudo en el que el escultor valora los rasgos esenciales plasmándolos a través de formas sumarias y simples; una figura de la que, como se podía leer en la prensa, se desprendía “una austeridad clásica de ritmo sutilísimo, roto de pronto, bellamente roto por la fuerte audacia de un renovador modernismo que sabe sintetizar sin ser absurdo, que siendo original no es extravagante”178. Otros desnudos de esa misma época, figuras serenamente ingenuas y de formas simplificadas acusaban sobre todo la huella de los modelos escultóricos de su amigo José Planes, del que también se consideraba discípulo. El mejor de ellos, muy expresivo de su moderno clasicismo, fue seguramente el titulado Baño de sol, sensual y cálido desnudo mediterráneo que el escultor realizó y dio a conocer en París en 1936. 178 M. SAN ILDEFONSO, “Artistas salmantinos: Francisco González Macías, joven maestro de la escultura”, El Adelanto, 1-VI-1933. –142– En esa misma línea de plasticidad y armonía clásicas se halla otra de sus más conocidas realizaciones, el grupo escultórico de la Alegoría del Ahorro, que en noviembre de 1950 fue colocada en la torreta que remata el chaflán de la entonces nueva sucursal de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, en la calle Mayor de Béjar. Tallado en un gran bloque de piedra, se trata de una alegoría del Ahorro representado por una joven madre que sostiene en una mano una alcancía y pone la otra sobre la cabeza de su hijo, el cual mirándola dulcemente le entrega una moneda. La mujer cubre su estilizado cuerpo con túnica de ligeros velos, mientras que el niño oculta su desnudez con una guirnalda de flores que sujeta con su mano. Su rostro refleja la ingenuidad del infante que ahorró una moneda y va a guardarla a la hucha. El escultor la talló en piedra de tonalidad clara de Novelda y en tamaño superior al natural, para que de esa manera pareciera proporcionada al ser contemplada desde la calle, ya que está situada a buena altura179. Por último, dentro de esta misma temática femenina, se ha de recordar asimismo toda una serie de pequeñas y estilizadas esculturas, por lo general talladas en dura madera pulimentada y barnizada en negro, todo un sugestivo conjunto de figurillas negras de una figuración casi abstracta, en las que el artista se recrea en la esbeltez de las formas y en las más armoniosas curvas. A veces se trata de sintéticos e ingenuos grupos familiares, generalmente “Maternidades”, que muestran a madres arrullando o dando de comer a sus pequeños hijos. Así, se puede citar la titulada La nana, con la que en 1977 optó al Premio de Escultura convocado por el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Tallada en dura madera pulimentada, esta obra representa a una joven mujer que sostiene entre sus brazos el fruto de sus 179 B. M., “Nueva obra de González Macías para Béjar”, Béjar en Madrid, 18-IX-1950. –143– entrañas, una joven madre que balancea a su criaturita para acallar su llanto e intenta que duerma180. IMAGINERÍA RELIGIOSA A comienzos de los años cuarenta, después de la experiencia tan positiva que supuso su larga estancia en París, González Macías, como ya se ha visto, retorna a Salamanca y da un giro total a su carrera al consagrarse casi por entero a su dedicación como imaginero. Poco después obtuvo la pensión de la Fundación Conde de Cartagena, otorgada por la Academia de Bellas Artes de San Fernando, beca que había solicitado precisamente para instalarse en la Ciudad del Tormes con el fin de estudiar a los grandes imagineros de los siglos XVI y XVII y dedicarse a este tipo de escultura. Los encargos que muy pronto le llegan de cofradías de Salamanca y Gijón le llevan a tomar la determinación de dejar Madrid y orientarse primordialmente a este clase de trabajos. A partir de entonces y desde su estudio en el viejo claustro del Museo Provincial salmantino, en el Patio de las Escuelas Menores, la imaginería religiosa en madera policromada pasa a ser su principal actividad dedicando sus mayores afanes a la renovación de la talla. En ese sentido, su obra religiosa figura en un lugar destacado en ese nuevo renacer que experimentó en los años de la posguerra la imaginería, una escultura que por otra parte tenía profundas raíces en las ciudades castellanas. Ciertamente, la dedicación de nuestro escultor coincide con un momento en que se estaba produciendo en el país un verdadero resurgir del sentimiento religioso y especialmente de la tradición de la Semana Santa y las cofradías penitenciales. 180 J. HERNÁNDEZ PETIT, “González Macías. Primicias de una información desconocida en España”, Béjar en Madrid, 26-V-1977. –144– La agitada situación política que se vivió durante los años de la II Republica había conllevado una profunda crisis y declive de los desfiles procesionales y las hermandades de Semana Santa, hasta el punto de llegar a desaparecer en muchas de las ciudades españolas. Acabada la contienda fratricida y desde los primeros años de la posguerra, como es sabido, las procesiones cobraron renovado auge en casi todas las ciudades españolas, y de modo especial en las poblaciones castellano-leonesas (Valladolid, Zamora, Medina de Rioseco, León, Salamanca, Segovia, etc.). Como consecuencia, fueron numerosos los artistas que recibieron entonces encargos para realizar nuevos “pasos” que incrementaran los tradicionales desfiles procesionales de los pueblos y capitales españolas. La talla de los “pasos” de Semana Santa se convirtió casi en la única salida para el desempeño de su labor profesional. A ello se vino a sumar la realización también de trabajos de restauración de obras de arte religioso al dedicarse en muchos casos a reparar las esculturas y retablos dañados por la guerra, cuando no hubieron de hacerse completamente nuevos por haber sido destruidos e incendiados. En ese sentido, las circunstancias llevaron a nuestro escultor a especializarse como imaginero, arte profundamente arraigado en Castilla y cuya tradición con su trabajo contribuyó notablemente a reanudar. Es pues en ese contexto cuando por esos mismos años la Semana Santa salmantina conoce su momento de máximo esplendor, expansión que va estrechamente ligada a ese auténtico resurgir de la imaginería religiosa en la ciudad. Iniciado el camino por el artista catalán instalado entonces en Salamanca, Inocencio Soriano Montagut, al que en 1938 se le encarga la popular imagen de la Dolorosa de los Capuchinos, pronto se sumaron al mismo los dos principales escultores que por entonces trabajaban en la ciudad: Francisco González Macías y Damián Villar. –145– Si bien los tres desplegaron una actividad muy considerable en sus respectivos estudios del Patio de las Escuelas Menores, atendiendo los encargos que les llegaban de las Hermandades, tanto de la ciudad como de otros muchos lugares, fue seguramente nuestro escultor el que contribuyó en mayor medida a ese resurgir del arte religioso en Salamanca181. Aunque, como ya se ha visto, González Macías utilizó a lo largo de su carrera diferentes materias, siempre sintió una especial predilección por la madera. El desempeño del oficio de ebanista en sus años de juventud le proporcionó un amplio y seguro conocimiento de la talla de todo tipo de madera. De hecho, esa larga experiencia como entallador, adquirida en esos duros comienzos en su Béjar natal le iba a proporcionar el dominio, la habilidad y el virtuosismo técnico necesarios para abordar luego esa ingente producción escultórica. Muy tempranamente surgió en él una intensa atracción por la imaginería religiosa de Semana Santa, vocación que tuvo sus raíces en la contemplación de los desfiles procesionales de su ciudad, Béjar, allá en sus años de infancia, impresión luego acrecentada al presenciar las procesiones de Salamanca: “Los recuerdos de la Semana Santa, en mis años de infancia, se pierden en la lejanía de las procesiones que con la más profunda emoción, contemplaba en mi tierra natal. Porque Béjar, la ciudad industrial y pintoresca es marco espléndido para estas manifestaciones de fe y de religiosidad. Después, las emociones se fueron sucediendo cada vez con mayor intensidad, al admirar los desfiles procesionales de Salamanca”. De esos comienzos de su vocación artística data la que él consideraba su primera obra, un Cristo en la cruz, talla en madera de peral que hizo 181 La prensa local llegó a hablar incluso, sin duda con evidente exageración, de una nueva escuela de escultura religiosa “que será honra y gloria a nuestros artistas y nuestra Salamanca”. Cfr. NOGARA, “El grupo de San Juan y la Virgen expuesto en el Ayuntamiento”, La Gaceta Regional, 30-VI-1942. Sobre el auge que alcanza en Salamanca la imaginería véanse también los artículos de J. NAVARRO CRUZ, “Salamanca, “taller” de Arte Religioso”, El Español, 22-I-1944, y “Nuestros imagineros”, El Adelanto, 24-III-1948. –146– en Béjar, cuando aún trabajaba en el taller de ebanistería, sin boceto ni dibujos previos, simplemente siguiendo su intuición (en palabras del artista, “metiendo la gubia directamente”)182. También en esos años descubre los “santos de palo” de los más célebres escultores del Renacimiento y el Barroco en el Museo de Escultura de Valladolid, tantas veces por él contemplados y estudiados en sus visitas a la ciudad del Pisuerga y que dejaron profunda huella en su ánimo desde los inicios de su trayectoria artística. Más tarde, y una vez instalado en Madrid, donde tiene lugar su formación, las enseñanzas recibidas de sus maestros, en especial del valenciano José Capuz y el murciano Planes, le llevaron a alcanzar un mayor dominio de la talla y de los secretos del oficio. Finalmente y después de su etapa parisina, al recalar a comienzos de los años 40 en Salamanca, su compenetración con el ambiente artístico que se respiraba en la ciudad y con su rico patrimonio monumental y escultórico –un ambiente que, según confesaba el escultor– “se le había metido muy dentro”, fue lo que más contribuyó a esa fuerte atracción y ese gran interés por el arte de los viejos imagineros. No obstante esa admiración y esa voluntad de entroncar con esa gloriosa tradición de la imaginería patria, el artista, que se sentía hijo de su tiempo, siempre procuró buscar fórmulas y conceptos nuevos no limitándose a una pura y simple copia de los modelos clásicos de la escultura en madera policromada. Sus imágenes de la Pasión de Cristo, si bien se debaten entre la inspiración en Gregorio Fernández y Luis Salvador Carmona, aspiraban a no convertirse en un “pastiche”. Sin abandonar esa línea de tan insigne tradición, el escultor persiguió en sus tallas una nueva interpretación de la 182 La escultura la conservó en esos primeros años siempre consigo en su taller, hasta que en 1929, ya en Madrid, se la compró su primer protector, el marqués de Quintanar. –147– imaginería, tratando de armonizar lo más nuevo con lo más antiguo. Es por ello por lo que González Macías puso todo su empeño en recrear los motivos tradicionales de la escultura procesional, procurando hacerlo con personalidad y de un modo original. En ese sentido, a lo largo de toda su trayectoria hizo un gran esfuerzo por compaginar su moderno sentido de la estética y su gusto por la estilización de los volúmenes, con el carácter acentuadamente realista de la imaginería. De ahí que su arte no sea un remedo de lo renacentista o lo barroco, pues sus imágenes huyen de los excesos de expresividad y dramatismo de buena parte de ese tipo de obras. Lejos de estridencias o contracciones violentas, sus esculturas, que se mueven con suavidad y sosiego, desprenden siempre serenidad, sensibilidad y emoción. El propio escultor, si bien reconocía su deuda con ese antiguo legado artístico, rechazaba enérgicamente la dependencia de esos viejos modelos, pues, refiriéndose a los maestros de siglos pasados afirmaba que ninguno de ellos había influido en él hasta el punto de “hacerme un copista más o menos disimulado de sus obras maravillosas... No, yo siento y ejecuto personalmente. Leo los pasajes sagrados, estudio los detalles minuciosamente, me imagino la escena a interpretar y la cincelo como yo la veo y la siento. Nada más...”183. Pese a su notable esfuerzo y loables aspiraciones, con el paso del tiempo y desde nuestra perspectiva actual, tal vez hoy pudiera parecernos que en este campo de la imaginería, su producción no aportó nada nuevo, pero aún así, siempre habría que reconocer que González Macías llegó a trabajar en esta especialidad con una excepcional dignidad, con un sentido de la probidad y del decoro artístico que en todo caso dieron lugar a logros de muy positivos méritos. 183 P. ÁLVAREZ OSUNA, “Los triunfadores. González Macías”, Béjar en Madrid, 7-VIII-1943, núm. 118, pp. 1-2. –148– En ese sentido sus intenciones de renovación fueron siempre una sincera preocupación, haciéndose eco el artista del ideario estético de sus maestros, los escultores del nuevo realismo castellano. Como aquéllos, González Macías, con su abnegada labor, quiso dignificar la escultura religiosa, un género que según él mismo decía había estado en manos de imagineros de oficio, de “santeros” y meros fabricantes de tallas en serie, un arte al que había que otorgar una dignidad profesional y que volvía ahora a los escultores184. Por otro lado y desde sus comienzos en esta especialidad una vez instalado en la ciudad del Tormes, el artista va a atender multitud de encargos, no sólo para cofradías e iglesias de Salamanca y su provincia, sino también, y de una manera muy especial, para clientes de tierras asturianas. Poco después, a mediados de los años 40 su taller registra el nivel más alto de actividad y producción, presentando su estudio –según los que lo visitaban por entonces– un ambiente de incesante laboriosidad. Allí se podían ver por doquier modelos, vaciados, decenas de imágenes y figuras, terminadas o a medio acabar, que mostraban con toda elocuencia el afán y la inquietud constante del escultor bejarano. Si hacemos un rápido repaso a lo principal de su producción en este género vemos cómo la primera obra que realiza en su taller fue con destino a la Semana Santa de Salamanca, exactamente el paso del Santo Entierro que le fue encargado en 1942 por la Cofradía de Jesús Nazareno de la parroquia de San Julián. Se trataba de la obra de mayor empeño y tamaño que hasta entonces González Macías se había atrevido a realizar, y en ella, con el concurso de sus ayudantes y discípulos, iba a invertir catorce meses de fatigas, ensayos y trabajo sin descanso. 184 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “El Arte en España. Consideraciones y conceptos”, La Gaceta Regional, 1-I-1942. –149– El paso representa el momento del Santo Entierro, siendo siete las figuras que lo integran. En él figura el cuerpo inerte de Cristo conducido sobre blanco sudario por José de Arimatea y Nicodemo, a quienes precede María Cleofás, que llevando en sus manos una vasija de esencias, va con ellas regando el camino a recorrer hasta el sepulcro. María Magdalena se muestra en actitud de dolorosa sorpresa ante el cadáver del Redentor y en último término aparece la Virgen María, llena de angustia, junto con san Juan, discípulo predilecto de Jesús, a quien encomendó el cuidado de su amada madre, y así lo vemos tendiendo sobre ella delicadamente su brazo185. Se trata de un paso de concepción sencilla, sobria y al mismo tiempo elegante, interpretado con hondo sentimiento, en el que el artista ha evitado expresiones afectadas o violentas. Lejos de tratar de conmover al espectador con gestos de dolor y exageraciones, recurre a una suavidad sin estridencias, de modo que las figuras, en las que predominan los gestos suaves y delicados, reflejan, no obstante su profunda amargura, una gran emotividad y ternura. Fue el grupo de san Juan y la Virgen, que cierra el cortejo fúnebre, lo primero que realizó, presentándolo al público a fines del mes de junio de ese año en el zaguán del Ayuntamiento salmantino. Tanto la prensa local como bejarana resaltaron el acierto de ambas figuras: tanto la de san Juan, de mirada tierna y conmovedora, infundiendo consuelo y esperanza a María, como la de la Virgen, de la que se desprendía intensa emoción y dulzura. Asimismo, la fisonomía de san Juan, sumamente juvenil, casi infantil, recordaba un tanto las esculturas de niños que tan deliciosamente sabía tratar el artista. Poco después, González Macías completó el conjunto dando a conocer el resto de las figuras. De entre ellas, las más elogiadas por el público y la crítica fueron la de Cristo muerto, por la expresión dramática de 185 R. S. REGADERA, “Para la historia de Béjar”, Béjar en Madrid, 17-IV-1943, núm. 1102, p. 3. –150– su cabeza, y la de Nicodemo, por el realismo en el estudio del rostro del anciano. Asimismo, los periódicos salmantinos celebraron otros muchos detalles que iban desde el acierto de las manos, los escorzos de las figuras, tan difíciles de resolver, o la graciosa caída y armónica disposición de los sueltos ropajes a la entonada policromía186. En su deseo de realizar la figura de Cristo muerto con el mayor verismo y perfección posible, el escultor llegó al extremo de acudir al depósito de cadáveres para fotografiarlos y comprobar personalmente su laxitud187. Concluido en los primeros meses de 1943 y tras ser bendecido por el obispo de la diócesis Barbado Viejo, el nuevo paso desfiló por primera vez el día del Viernes Santo, pasando desde entonces a integrar el notable conjunto procesional de la Semana Santa salmantina. El éxito obtenido por el paso le abría un porvenir lisonjero en esa dedicación de nuevo imaginero, hasta el punto de requerir enseguida su trabajo otras cofradías en la ciudad charra y muy pronto también llegarle importantes encargos desde buen número de poblaciones asturianas. En ese sentido, su primer encargo procedente de tierras asturianas vino de la villa de Gijón, cuya Semana Santa conoció tiempos de resurgimiento en la década de los 40 del pasado siglo. Fue gracias a su amistad y la protección dispensada por el magistral de la Catedral de Zamora, don Francisco Romero López, como el escultor consiguió el encargo de la imagen del Cristo de la Misericordia y de los Mártires, con destino al nuevo templo de la iglesia mayor de San Pedro. 186 J. NAVARRO CRUZ, “El Santo Entierro”, de González Macías, el nuevo paso que saldrá este año”, La Gaceta Regional, 22-IV-1943; ANÓNIMO, “En honor del escultor bejarano Francisco González Macías”, Béjar en Madrid, 8-V-1943, que reproduce el artículo de J. GUILLOT CARRATALÁ, “El paso del Santo Entierro en Salamanca y el Cristo de los Mártires de Gijón, obras del escultor González Macías”, Pueblo, Madrid, 20-IV-1943. 187 E. FRAILE, “Hablando con Paco”, Béjar en Madrid, 16-IX-1982. –151– En los años anteriores a la Guerra Civil, el magistral, amigo a su vez del entonces hermano mayor de la Hermandad del Santo Entierro y de la Misericordia (Cofradía de Excombatientes), solía acudir a predicar a la citada parroquia, y fue por esa relación por la que, tras la pérdida de todo el conjunto iconográfico de la Semana Santa gijonesa con la destrucción durante la contienda del primitivo templo de San Pedro, la citada cofradía decidió encargar en 1942 una nueva imagen de su titular que vendría a sustituir al antiguo Cristo, obra de un anónimo imaginero de Santiago188. Poco después y por mediación del magistral de Zamora, la nueva talla le fue encomendada a nuestro escultor, quien iba a llevar acabo uno de sus mejores trabajos como imaginero. Esculpida en madera de chopo blanca, la imagen, que le valió a Macías un gran éxito, recibió su denominación por estar consagrada a la memoria de los gijoneses caídos durante la Guerra Civil. A diferencia de otras interpretaciones dramáticas de Cristo en la cruz no muestra una anatomía violenta y atormentada, ni gesto de dolor físico, sino un cuerpo de líneas suaves y armoniosas, reflejando en su expresión una muerte serena. Con gran realismo presenta a un Cristo recién muerto, transido de una especial sensación de dulzura y sosiego. En ese sentido, el propio escultor solía comentar coloquialmente que había diseñado su expresión tras haber soñado con el momento mismo de la expiración de Cristo, y contemplar en el sueño la imagen que enseguida iba a plasmar en la madera. Al representar ese mismo momento, la talla no muestra la llaga en el costado, pues el Redentor aún no ha recibido la herida que relatan los pasajes evangélicos. 188 I. ALVARGONZÁLEZ RODRÍGUEZ, “El Cristo de la Misericordia”, El Comercio, Gijón, 21-IV-2000, publicado también con el título de “El Cristo de la Misericordia. En el sesenta aniversario de su primera salida procesional por las calles de Gijón”, Amigos. Boletín Informativo de la Iglesia Mayor de San Pedro de Gijón, 13-V-2003, núm. 30, pp. 6-7. –152– Antes de emprender la imagen, el artista, según reveló él mismo en una carta al magistral de Zamora, se encomendó a la Divinidad en demanda de inspiración: “Cuando ya tenía modelado un poco el barro del cuerpo, quise meterme con la cabeza, pero antes caí de rodillas en mi estudio y abrazado a la Cruz pedí durante mucho tiempo la gracia y la inspiración del Señor para que me diera acierto. Sin esta inspiración el arte religioso es un mito que no pasa la categoría de lo humano. Cuando me levanté comencé con todo respeto a modelar la cabeza divina y a los pocos momentos hablaba el barro de tal modo de muerte y resignación que yo mismo quedé atónito. No me he atrevido después a volver a tocarla. ¡Así creo yo que debió morir Jesús!”189. La imagen, de esbelta figura y musculatura fuerte pero enjuta, inclina su cabeza hacia abajo, descansando plácidamente. Su anatomía presenta lividez cadavérica lo que subraya el intenso realismo de la imagen190. Está firmada en un pliegue del paño de pureza listado a imitación de la tela hebrea, que se sujeta mediante una soga anudada en la cadera izquierda. Realizada en su estudio de Salamanca en los primeros meses de 1943, antes de ser enviada a su destino, fue exhibida durante unos días en el vestíbulo principal del Ayuntamiento para que el pueblo salmantino pudiera contemplarla. Una vez que llegó a Gijón estuvo expuesta en el Instituto Jovellanos, donde desfiló ante ella buena parte de la población haciendo grandes elogios tanto de la unción religiosa de la talla como de la calidad de la misma. Consagrada en la iglesia parroquial de San Pedro el día 16 de abril, salió por primera vez en procesión la noche del Jueves Santo de esa misma Semana Santa en medio del fervoroso entusiasmo de fieles y cofrades. 189 EL MAGISTRAL DE ZAMORA, “Divagaciones intrascendentes. González Macías”, El Correo de Zamora, 25-II-1943. 190 I. ALVARGONZÁLEZ, ob. cit., p. 7. –153– El éxito de la imagen dio lugar a toda una larga serie de encargos procedentes de distintas localidades asturianas. Así, a comienzos del año siguiente terminaba para la iglesia de la villa de Nueva (Asturias) la imagen del Cristo del Amparo, que había realizado en sustitución de la que en la misma iglesia había sido destruida191. Ese mismo año comenzaba otra de sus mejores obras, el Cristo yacente de la iglesia de Ribadesella. La talla, para la que tuvo muy en cuenta la iconografía tradicional de la escuela castellana, refleja con especial acierto la laxitud y el sello inconfundible de la muerte, después de los terribles sufrimientos padecidos durante la Pasión. La escultura destaca sobre todo por la corrección anatómica de piernas y brazos, en una actitud que distaba mucho de la rigidez propia de otros Cristos yacentes. Asimismo, llamaba también la atención la cabeza de Jesús, que aún rendida al sufrimiento y la muerte, conservaba aún la nobleza de la expresión. Sus ojos vidriados y semicerrados, su boca entreabierta en rictus doloroso, sus acusados pómulos, nariz aguileña, cabello revuelto y fina barba, así como los sutiles hilos de sangre que manan de la llaga del costado, eran detalles todos ellos que evocaban sin copiar los famosos modelos de Gregorio Fernández. Fue tan impresionante el verismo de la talla que en el momento mismo de terminarla, uno de los catedráticos de la Facultad de Medicina de Salamanca, llevó al taller del escultor a sus alumnos y sobre la misma escultura dio aquel día su clase de anatomía192. 191 Previamente fue expuesta en una capilla del convento de San Esteban de Salamanca. Véase J. NAVARRO CRUZ, “El Cristo del Amparo” del escultor González Macías”, Imperio, Zamora, 26-III-1944: ÍDEM, “Arte. “El Cristo del Amparo”, de González Macías”, La Gaceta Regional, 8-VI-1944. La imagen fue llevada personalmente por el escultor a su destino en el mes de julio de ese mismo año; véase ANÓNIMO, “González Macías ha salido para Nueva (Asturias)”, El Adelanto, 1-VII-1944. 192 ANÓNIMO, “Una magnífica obra de arte y de impresionante devoción”, El Comercio, Gijón, 23III-1945. –154– Con todo, una vez más González Macías no se había complacido en la plasmación de la tragedia ni en la efusión de sangre, por el contrario, en ella se había concretado sobre todo en la impresión de descanso eterno de Jesús, dotándola de suaves matices y moderación de heridas. Realizada en madera de cedro, el artista, por su dulce realismo, equilibrio y mesurada expresión, la consideró siempre como una de las mejores obras salidas de sus manos. Concluida en 1945, la dio a conocer en su estudio del Museo Provincial de Salamanca, donde estuvo expuesta unos días. A continuación y en su viaje a Ribadesella, antes de llegar a su lugar destino, figuró también expuesta unos días en la iglesia de Santiago del Burgo, en Zamora; a continuación en la iglesia penitencial de la Vera Cruz de Valladolid193; más tarde en Gijón y finalmente en la capilla de la Universidad de Oviedo, recibiendo en todos los casos grandes elogios. Por último y tras desfilar en Ribadesella por primera vez el Viernes Santo, el Cristo yacente fue presentado en junio de ese mismo año por el escultor a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid194. Por entonces el escultor trabajaba en otro Cristo en la Cruz con destino a la semana Santa de otra localidad asturiana, la villa de Cuenya (Concejo de Nava). Obra encargada por el párroco y donada por un feligrés nativo residente en Ultramar, la talla, por su intensidad dramática, enlazaba también con la mejor tradición de la imaginería castellana195. Terminada en el mes de abril de 1946, nuevos encargos absorbían por completo la labor del escultor, que, junto con sus ayudantes y discípulos 193 ANÓNIMO, “De Arte. Un Cristo yacente de González Macías”, El Norte de Castilla, Valladolid, 17III-1945. 194 Como dato curioso, en uno de los noticiarios de “NO-DO” con motivo de la exposición se pudo ver en primer plano la citada imagen en las pantallas; véase ANÓNIMO, “González Macías ante el espectador de cine”, La Gaceta Regional, 17-VII-1945. 195 ANÓNIMO, “Exposición del Cristo de Cuenya (Asturias), obra de González Macías”, La Gaceta Regional, 11-IV-1946; J. S. FONSECA, “La obra de un imaginero español”, Región, Oviedo, 13-VII-1946. –155– desplegaba por entonces una frenética actividad en su taller salmantino del Patio de las Escuelas Menores. Además de los compromisos de nuevas obras que le seguían llegando de Asturias, también su propia ciudad natal se sumó a esa demanda, encomendándole en 1946 la Cofradía de la Vera Cruz de Béjar el nuevo paso del Calvario. Del conjunto, que consta de tres figuras: el Crucificado, san Juan y la Magdalena, destaca sobre todo el primero, que fue la talla que entregó en primer lugar. Se trata de un Santo Cristo sumamente realista, de cuidada anatomía y resignado rostro, cuyos rasgos traían de inmediato a la mente el recuerdo de los imagineros barrocos196. La inquietud renovadora del artista le llevó asimismo a abordar la modalidad del retablo, procurando también innovar este tradicional género escultórico. Así, a comienzos del mes de septiembre de 1946 su estudio se hallaba en plena efervescencia de producción, trabajando el escultor y sus ayudantes en un gran retablo para la iglesia parroquial del pueblo asturiano de Nava, nuevo templo entonces recientemente terminado de edificar. El monumental conjunto, pintado en oro y estofado también por González Macías, obligó a convertirse al escultor, responsable de la concepción y el trazado de la obra, en un maestro de taller que diaria y pacientemente dirigía la labor de sus oficiales. El retablo y decoración de la iglesia puso a prueba la tenacidad y perseverancia del artista, pues mide 10 metros de alto por 7 de ancho, más los paños laterales de 2 metros cada uno, en abierto ángulo con el cuerpo central. Aunque abordado con “formas y fórmulas tradicionales” que evocan los estilos del Renacimiento y el Barroco, el altar, que consta de tres hornacinas entre columnas salomónicas, muestra en su estructura y decoración una concepción un tanto original. 196 J. MUÑOZ GARCÍA, “Crucifijo”, Béjar en Madrid, 12-III-1947. –156– La hornacina central cobija un san Bartolomé, “rico de ropajes, sereno de actitud, severamente amable y de recio sabor de tradicional imaginería”, una talla en la que, según los comentarios de la prensa, se acusaba “una personalidad fuerte y una emoción religiosa reconcentrada”197. Junto al altar, se sitúa un púlpito con sus evangelistas en relieve, su tornavoz y su pie airoso. Y más allá, la mesa del altar con su columnata en espirales que encuadra las tablas de un apostolado, como si fuera un “antipendium” románico. En los primeros meses de 1947 el escultor concluyó en su taller un conmovedor Cristo flagelado destinado al pueblo de Candelario, mientras que el año siguiente estuvo totalmente dedicado en la ejecución de un nuevo paso que vino a enriquecer los desfiles de la Semana Santa salmantina, concretamente el titulado Jesús ante Pilatos, también conocido como “La Sentencia”. Encargado el año anterior por la Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía, el paso consta de cuatro figuras, de las que la principal es la de Cristo señalando con una mano el cielo, mientras se lleva la otra a su corazón, al tiempo que responde a la pregunta del procurador romano acerca de su verdadera realeza: “Mi reino no es de este mundo”. Además de la talla de Poncio Pilatos, sentado y en actitud confusa y dubitativa, completan el conjunto el grupo de Anás y Caifás, saliendo del palacio del gobernador de Judea después de haber entregado a Jesús198. El paso desfiló por vez primera en la procesión del Jueves Santo de 1948, causando gran sensación ante los salmantinos. 197 J. ARTERO, “En el estudio de Macías”, La Gaceta Regional, 7-IX-1946. También de 1946 data el retablo y la imagen de san Andrés de la iglesia de Cuenya. 198 ANÓNIMO, “Otra importante noticia sobre la Semana Santa. La Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía estrenará, también este año, el paso de ‘Jesús ante Pilatos’, original del escultor bejarano Francisco González Macías”, El Adelanto, 16-III-1948, y U. TRILLA, “‘Jesús ante Pilatos’, de González Macías”, El Adelanto, 7-IV-1948. –157– A este respecto y sobre la emoción que el escultor sentía al ver salir de sus manos las imágenes de la Pasión, el propio Macías escribió por esos mismos años un breve artículo en el que se hacía las siguientes reflexiones: “Creo que debe ser sentimiento igual en todos los que modelaron una imagen, adentrarse tan hondo en la labor, que ésta llegue a calar en lo más íntimo removiendo todos los sentidos, para que la inspiración quede transfigurada ya en veneración. Porque sólo así, se puede llegar al logro de una representación escultórica de alguno de los hechos de la Pasión y Muerte de Jesucristo, para dotarla no ya de la espiritualidad solamente, sino capaz de despertar la fe”. “La imagen o el grupo que salió de nuestros talleres, al ser bendecida, es algo que se escapa a toda concepción. Se pierde todo lo material y aun lo artístico, para dejar paso solamente al fervor que ha de inspirar, comenzando por el del propio artista. Por esta razón, cuando he visto mis obras colocadas en los retablos de los templos o llevadas procesionalmente, he sentido la emoción más intensa que puede concebirse.” “Son ya muchas las imágenes que figuran en las procesiones de Semana Santa de varia capitales y siempre he sentido idénticas sensaciones, que se hicieron más expresivas en esta ciudad de Salamanca, cuando salieron por vez primera mis pasos... Contemplaba la procesión desde diferentes lugares, para observar la impresión que las obras causaban. Pero, finalmente, me dejaba ganar el fervor y me olvidaba de todo: incluso de que yo las había hecho.” “La escultura religiosa, es, desde luego, la que perpetúa el nombre de un artista, y si la Escuela española ha de resurgir con toda su antigua pujanza, ha de ser, precisamente, en esta manifestación”199. 199 F. GONZÁLEZ MACÍAS, “La emoción de la propia obra”, Revista de Semana Santa, Salamanca, 1946, p. 21. –158– En otro orden de cosas, también la provincia de Valladolid, y más en concreto Medina del Campo, iba a contar con uno de sus mejores pasos: El Descendimiento, que en 1951 González Macías contrató con la cofradía del mismo nombre de aquella villa. Conservado en la iglesia de San Miguel, se trata de uno de sus más ambiciosos y acertados conjuntos, un paso complejo y difícil de resolver por lo que a la composición se refiere, que vino a corroborar las dotes del escultor bejarano en un género en el que se había consolidado ya como un positivo valor. Según se lee en el contrato, el nuevo paso venía a sustituir a otro anterior, de reducidas dimensiones y que había llegado sumamente deteriorado, por lo que era deseo unánime de la hermandad que el nuevo procesionase en la próxima Semana Santa. Compuesto de siete figuras talladas en madera de pino policromadas con suaves tonalidades, desde el punto de vista iconográfico hace referencia al misterio conocido como “Lamento” en el que se agrupan las escenas del “Descendimiento de la Cruz”, “Deposición” y “Lamento sobre Cristo muerto”. En concreto representa el momento narrado por los Evangelios sinópticos, en que Cristo es bajado por José de Arimatea y Nicodemo. Junto a ellos se disponen a recibir el cuerpo del Señor la Virgen, san Juan y dos Marías (Magdalena y Salomé), que supuestamente asistieron a la escena200. Por esos mismos años y a pesar de la crisis que desde mediados de esa centuria comenzaría a experimentar ya la estatuaria religiosa, González Macías siguió trabajando en un buen número de encargos, provenientes sobre todo de tierras asturianas. En agosto de 1954 se afanaba en la realización del altar mayor y la decoración de la nueva iglesia parroquial de Sotrondio (Asturias). Colocado en 200 A. BONET, “El Descendimiento del señor”, en AA.VV., Semana Santa en Medina del Campo. Historia y obras artísticas, Junta de Semana Santa, Medina del Campo, 1996, p. 108. –159– abril de 1956, el conjunto se compone, además de cuatro evangelistas en el ábside y de otras figuras en la fachada, de un altar de estilo neorrománico tallado en mármol “Tranco”, decorándose la mesa en su base con un apostolado y la figura del Salvador en bronce y dentro de sus respectivos arcos201. En años posteriores y sobre todo a partir de la década de los 60, los encargos de escultura religiosa con destino a Asturias fueron poco a poco disminuyendo, conforme se fueron imponiendo los nuevos criterios acerca de la ornamentación de las iglesias surgidos del Concilio Vaticano II. Con todo, aún se pueden citar un considerable número de obras realizadas para diferentes iglesias de pueblos asturianos. Así, entre otros, en Arriondas el altar con un Cristo en la Cruz y una Virgen de Covadonga; en Avilés y en Llanes sendos Cristos crucificados y un retablo de la Dolorosa en esa última localidad; en la iglesia de La Felguera un Nazareno; en San Román (Infiesto) tres imágenes, respectivamente del Sagrado Corazón, la Inmaculada y San José; las esculturas monumentales en piedra de cuatro santos de la orden para el convento del Carmelo de Oviedo, etc. También se ha de recordar el paso de la Última Cena que en 1963 hizo para la Semana Santa de Lugo, una Virgen de Fátima para la iglesia de los jesuitas de Santander y los dos Cristos de madera policromada que talló para el decorado de la película Dulcinea (1962), escrita y dirigida por Vicente Escrivá. Por último y para su ciudad natal, además del paso ya citado del Calvario y de las restauraciones de algunas tallas de su Semana Santa, hizo también algunas otras imágenes. Así para la cofradía de Nuestro Padre Jesús de las Victorias realizó en 1957-1958 la imagen titular, un nazareno que 201 L. “Sotrondio. La nueva iglesia ya tiene colocado el atar mayor”, La Nueva España, Oviedo, 17IV-1956. –160– se conserva en la iglesia parroquial del Salvador. Finalmente, en los primeros meses de 1966 terminaba en su estudio madrileño un Cristo Crucificado realizado por encargo del bejarano residente en Puerto Rico, Ángel Rodríguez Olleros y destinado a la capilla, entonces en construcción, de la Casa de la Caridad, en donde se conserva202. 202 J. de F., “Noticiario bejarano”, El Adelanto, 23-I-1966; A. GIL, “Cristo de Macías”, La Gaceta Regional, 13-III-1966 y 20-III-1966. –161– EXPOSICIONES EXPOSICIONES INDIVIDUALES: – Exposición de escultura de Francisco González Macías. Casa Charra de Madrid, enero de 1933. – Exposición de escultura de González Macías. Círculo de Bellas Artes. Madrid, noviembre de 1933. – Exposición de escultura de González Macías. Sociedad de Amigos del Arte. Palacio de la Biblioteca Nacional. Madrid, del 19 de enero al 17 de febrero de 1935. – Exposición. Sala Grifé Escoda. Madrid, 1966. – Exposición de escultura de Francisco González Macías. Pinacoteca Municipal (Antiguo Instituto de Jovellanos). Gijón, del 30 de marzo al 10 de abril de 1968. – Exposición de escultura de González Macías. Sala del Antiguo Instituto de Jovellanos, del 28 de julio al 12 de agosto de 1973. – Exposición de escultura. González Macías. Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca. Sala de exposiciones de la Sucursal de Béjar, del 8 al 13 de abril de 1976. – Exposición González Macías. Esculturas y dibujos. Galería Varrón. Salamanca, del 8 de octubre al 5 de noviembre de 1984. – Exposición monográfica. Escultor Francisco González Macías, 1901-1982. Organizada por el Ayuntamiento de Béjar. Museo Mateo Hernández. Béjar, mayo de 1986. –163– EXPOSICIONES – – – – – – – – – – – – – – – – – – COLECTIVAS: Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1930. Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1932. Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1934. XV Salón de Otoño. Madrid, 1935. L’Art Espagnol Contemporaine. Musée des Écoles Étrangeres Contemporain. Jeu de Paume de Tuileries. París, del 12 de febrero a marzo de 1936. Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1936. Salón de Artistas Independientes. París, 1936. Le Salon des Artistes Méridionaux. Toulouse, 1936. Une semaine d’art espagnol à Paris. Club de France. París, 1938. Exposición de Artistas Salmantinos. Casa Charra. Madrid, del 2 al 8 de marzo de 1941. Exposición de Artistas Salmantinos. Casa Charra. Ayuntamiento de Salamanca, del 13 al 20 de abril de 1941. Exposición Nacional de Bellas Artes. Palacio de la Ciudadela. Barcelona, 1942. Exposición de Arte. Pintura y Escultura. Casino de Salamanca, septiembre de 1942. Exposición Galerías de Arte. Barcelona, octubre de 1942. IV Exposición Provincial de Arte del Productor. Obra Sindical Educación y Descanso. Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy. Salamanca, del 18 al 25 de julio de 1944. I Exposición Española de Pintura y Escultura. Otoño de 1944. Casino de Salamanca, 1944. Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1945. Exposición de Artistas Salmantinos. Casa de Velázquez. Galería Pereantón, del 5 al 15 de junio de 1946. –164– – Exposición Primer Concurso Provincial de Arte. Pintura, escultura y fotografía. Organizada por el Ayuntamiento de Béjar. Escuela de Peritos Industriales. Béjar, del 27 al 30 de septiembre de 1949. – Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1950. – Exposición de artistas locales. Pintura y escultura. Casino de Salamanca, del 18 al 23 de diciembre de 1950. – I Exposición Bienal Hispanoamericana de Arte. Madrid, octubre de 1951. – II Exposición de Artistas locales. Casino de Salamanca, del 12 al 22 de diciembre de 1951. – Exposición de Pintura, Escultura y Arte Charro de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos patrocinada por la Excma. Diputación Provincial. Salamanca. Palacio de la Salina, del 11 al 18 de septiembre de 1952. – XXV Salón de Otoño. Madrid, 1952. – Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1957. – XXIX Salón de Otoño. Madrid, 1957. – I Certamen Nacional de Artes Plásticas. Fase Provincial. Delegación de Organizaciones del Movimiento. Salamanca, 1962. – I Exposición de Artistas Salamantinos Contemporáneos. Museo de Bellas Artes de Salamanca, junio de 1975. – Exposición Diez Escultores Salmantinos. Galería Winker. Salamanca, enero de 1977. – Gran Premio de Escultura 1976 del Círculo de Bellas Artes. Sala Goya. Madrid, febrero-marzo, 1977. – Exposición de Artistas salmantinos pro-homenaje al escultor Núñez Solé. Bajo el patrocinio del Museo de Bellas Artes de Salamanca. Casino de Salamanca, marzo-abril, 1977. – Exposición homenaje a Mateo Hernández. Galería Artis. Salamanca, enero de 1980. –165– – Exposición Escultores salmantinos en homenaje a Mateo Hernández. Ayuntamiento de Salamanca. Casa Lis. Salamanca, septiembre de 1984. – Exposición Escultura española, 1900-1936. Ministerio de Cultura. Dirección General de Bellas Artes y Archivos. Palacio de Velázquez. Palacio de Cristal. Parque del Retiro. Madrid, del 23 de mayo al 22 de julio de 1985. – Exposición “Rememoración”. Artistas fallecidos que pasaron por la Galería (locales y nacionales). Galería Artis. Salamanca, del 14 al 30 de mayo de 1992. – Exposición “Selección de escultores que pasaron por la Galería”. Galería Artis. Salamanca, del 19 de noviembre al 4 de diciembre de 1992. –166– RELACIÓN POR ORDEN CRONOLÓGICO DE SUS PRINCIPALES OBRAS ESCULTÓRICAS 1 Cristo 1926 Madera de peral Primera obra 2 Busto del rey Alfonso XIII 1927 Yeso 3 Retrato del padre del artista Emilio González 1927 Madera de nogal 4 Busto del hermano del escultor 1927 Yeso 5 Busto de Tomás Marco Escribano 1930 6 Busto de Pedro G. Andrada 1930 Madera de caoba 7 Britania 1930 Madera 8 Busto del caricaturista Gori 1930 Yeso 9 Retrato de Antonio Simón Cuevas y su esposa 1930 10 Antílope 1930 11 Cabeza del Marqués de Quintanar 1930 Madera 12 Busto de Pedro Miñana 1932 –167– 13 Proyecto de mausoleo 1932 Madera 14 Lechuza 1932 Piedra negra 38,2 x 28 x 32 cm 15 La niña y el perro 1932 16 Busto de Domingo Barnés 1932 (fig. 5) Piedra negra Museo Mateo Hernández. Béjar 17 Desnudo de niña 1932 Yeso 18 Desnudo (Mujer recostada) 1932 19 Maqueta de monumento 1932 20 ¿Maternidad? 1932 21 Cabeza de mujer 1932 22 Cabeza de Apóstol 1932 Piedra 23 Hombre con barba 1932 24 Busto de Valeriano Herrera 1932 25 Busto de Domingo Martínez 1933 Piedra 26 El pintor Pedro Mozos 1933 27 Pequeña madre 1933 (fig. 25) Piedra negra 63 x 63 x 36 cm Museo de Málaga 28 Jineta 1933 Piedra negra –168– 29 Lechuza 1933 (fig. 14) Piedra negra 36 Busto de Gil Fillol 1935 Piedra 30 Hermanos 1933 Yeso 37 Fácil ejercicio 1935 Yeso 31 Niña dormida 1933 Barro cocido 38 Busto de Honorio Riesgo 1935 32 Niña dibujando 1933 (fig. 24) 33 Mausoleo de Barrero 1933-1934 (figs. 15-17) Piedra negra Cementerio de La Almudena. Madrid 34 Interpretación escultórica de un dibujo infantil 1934 Madera 35 Busto de Julio Angulo 1935 Piedra 39 Fraternidad 1936. París (fig. 26) Madera 63 x 33 x 35 cm Colección Caja Duero Salamanca 40 Niña en el carrousel 1936. París Tierra cocida 41 Travesura 1936. París (fig. 27) Yeso 42 Baño de sol 1936. París (fig. 32) Madera 19 x 54 cm –169– 43 Maternidad 1936. París Barro cocido Adquirida por el Estado Francés para el Museo Jeu de Paume des Tuileries. París 44 Niña en la arena 1936. París Madera Adquirida por el profesor Maigin para el Instituto del Cáncer. Lovaina (Bélgica) 45 Cabeza de Pío Baroja 1936. París (fig. 6) Bronce 47 x 28 x 27 cm Museo de Béjar. Otro ejemplar en Colección Miguel Ferrer. Salamanca 48 Muchacho de Toulouse 1938. París 49 Cristo 1940. Béjar Madera 50 Virgen 1940. Béjar Madera 51 Busto del teniente Mario Muñoz Díaz 1940. Béjar 52 Huérfanos 1941 Madera. Talla directa 46 Mujer de Montparnasse 1937. París Madera 53 Gaiteros 1941 Madera 47 Mujer en la fuente 1938. París Madera Colección Lucien Picard. París 54 Maternidad 1941 Madera 50 x 12 x 10 cm Colección Caja Duero. Salamanca –170– 55 Retrato de Francisco Enrique y G. Olivares 1941 (fig. 8) Piedra 62 Busto de Julián Coca 1942 Madera 63 Paso del Santo Entierro 1942-1943 (figs. 37 y 38) Madera Cofradía de Jesús Nazareno Iglesia de San Julián. Salamanca 56 Busto de María Teresa Jiménez 1941 57 Pichón 1941 Madera. Talla directa 58 Loro 1941 Madera. Talla directa 64 Cristo de la Misericordia y de los Mártires 1943 (fig. 36) Madera de chopo Hermandad de la Santa Misericordia Parroquia Mayor de San Pedro. Gijón 59 Maqueta del Paso de la Entrada de Jesús en Jerusalén 1942 Madera de nogal 65 Virgen de la Paz 1943 Madera Vidiago (Asturias) 60 Juani 1942 (fig. 29) Yeso 66 Busto de Juana de Angoso 1944 Madera de nogal 61 Pastor de mi pueblo (o Pastor charro) 1942 (fig. 7) Barro cocido Museo de Zamora 67 Interpretación escultórica de un dibujo infantil 1944 Madera. –171– 68 Gallo Leghorn 1944 Madera 74 La gitana 1944 Diputación Provincial. Salamanca 69 Busto del doctor Andrés García Tejado 1944 (fig. 13) Piedra Hospital Provincial. Salamanca 75 Retrato de Fernando Íscar 1944 (fig. 12) 76 Gacela 1945 70 Busto de Fray Diego de Deza 1944 (fig. 20) Bronce 50 x 60 x 42 cm Plaza de Fray Diego de Deza. Zamora 77 Grulla 1945 78 Retrato de Jesús Rodríguez López 1945 Madera 71 Cristo del Amparo 1944 Madera Iglesia parroquial de Nueva (Asturias) 79 Retrato de May Paz Sierra 1945 72 Cristo yacente 1944 (figs. 39 y 40) Madera Iglesia parroquial de Ribadesella (Asturias) 80 Cristo 1945-1946 Madera. Talla directa Iglesia parroquial de Cuenya (Asturias) 73 Nuestra Señora de la Esperanza 1944 Madera Iglesia de San Esteban (PP. Dominicos). Salamanca. 81 Florina escucha un cuento 1946 (fig. 28) Madera Béjar. Colección Gómez Rodulfo –172– 82 Retablo e imagen de San Andrés 1946 Madera Iglesia parroquial de Cuenya (Asturias) 83 Retablo mayor y púlpito 1946-1947 Madera Iglesia parroquial de Nava (Asturias) 84 Jesús atado a la columna 1946-1947 Madera Iglesia parroquial de Candelario 85 Calvario 1946-1948 Madera Cofradía de la Vera-Cruz Iglesia de San Juan. Béjar 86 Clavileño 1946 87 Inmaculada 1947 Madera Basílica de Santa Teresa Alba de Tormes (Salamanca) 88 Retablo y Cristo 1947 Madera Iglesia parroquial. Arriondas (Asturias) 89 Busto de Cervantes 1947 (fig. 18) Piedra Parque de la Corredera. Béjar 90 Paso de Jesús ante Pilatos 1948 Madera Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía. Convento de los PP. Capuchinos. Salamanca 91 Busto de Maurice Legendre 1948 (fig. 10) Piedra La Alberca (Salamanca) 92 Monumento a Tomás Bretón 1948 (fig. 19) Piedra Parque del Puente Ladrillo. Salamanca. En 1982 se dispuso en la plaza de Bretón un vaciado en bronce del mismo –173– 93 Recelo 1950 Piedra negra pulimentada 100 Niña jugando 1951 101 Tontón 1951 94 Capricho infantil 1950 Piedra 102 Busto del pintor Andrés Abraido del Rey 1951 (fig. 11) Bronce Colección del pintor. Salamanca 95 Busto de Gregorio Mirat 1950 (fig. 9) Bronce 96 Busto de Juan Mirat 1950 Bronce 105 Paso del Descendimiento 1952 (fig. 41) Cofradía del Descendimiento. Iglesia parroquial de San Miguel. Medina del Campo (Valladolid) 97 Alegoría del Ahorro 1950 (fig. 21) Piedra Fachada del edificio de Caja Duero. Sucursal de Béjar 98 Busto de José María Gabriel y Galán 1951 Bronce Frades de la Sierra (Salamanca) 99 La niña del puchero 1951 (fig. 31) Piedra 37 x 38 x 20 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón 104 Retrato de José Prados López 1953 Piedra de Escobedo 105 Altar mayor y decoración 1954 Mármol y bronce Iglesia parroquial de Sotrondio (Asturias). –174– 106 Busto de Eloy Antuña 1954 Col. privada. La Felguera (Asturias) 113-116 Conjunto de cuatro estatuas de Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Santa Teresita y San Elías 1957-1959 Piedra Convento del Carmelo. Oviedo 107 Busto de la esposa de Eloy Antuña 1954 Col. privada. La Felguera (Asturias) 117 Busto de Benito Jiménez 1959 108 Retrato del Señor Vallina 1954. Col. privada. La Felguera (Asturias) 118 Mausoleo de Benito Jiménez 1959 Mármol blanco Cementerio. Madrid 109 Paso de Jesús Nazareno 1956 Madera La Felguera (Asturias) 119 Busto del maestro Gregorio Laso de la Vega 1961 Bronce Fuente del Parque Infantil. Béjar 110 Promenade 1957 Yeso 120 Primavera 1962 Madera 111 Maternidad 1957 Yeso 112 Jesús de las Victorias 1957-1958 Madera Cofradía de Nuestro Padre Jesús de las Victorias y María Santísima de la Anunciación. Iglesia parroquial del Salvador. Béjar 121 Diapasón 1962 Madera 122 Día de Reyes 1962 (fig. 30) Madera –175– 123 Paso de la Última Cena 1963 Madera Lugo 129 Busto de José María Jaureguizar 1968 Yeso Col. privada. Gijón 124 Cristo crucificado 1966 Madera Capilla de la Residencia El Buen Pastor. Béjar 130 El Gaitero Mayor de Asturias 1969 Madera Museo de la Gaita. Gijón 125 Paso de la Dolorosa 1967 Madera Béjar 126 Niña dibujando en la arena 1968 Piedra Parque de Isabel, la Católica. Gijón 127 Travesuras 1968 Piedra Parque de Isabel, la Católica. Gijón 128 Juani 1968 Piedra Parque de Isabel, la Católica. Gijón 131 Estatua sedente de Jovellanos 1970 Madera 70 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón 132-147 Conjunto de dieciséis bustos de asturianos ilustres: Fernando Valdés Salas Beato Melchor García General Elorza Conde de Campomanes Jovellanos Campoamor Marqués de Santa Cruz Ceán Bermúdez Alejandro María Aguado (marqués de las Marismas del Guadalquivir) Luis Adaro y Magro Doctor Severo Ochoa Álvaro Flórez Estrada José Canga-Argüelles (conde de Canga Argüelles) –176– 153 Busto de Severino Cantelli 1973 Bronce Gijón Alejandro Mon y Menéndez Pedro Duro Romualdo Alvargonzález Lanquine 1970-1971 Bronce Pabellón de la Feria de Muestras. Gijón 148 Busto del doctor Severo Ochoa 1970-1971 (fig. 23) Bronce Avda. de Severo Ochoa (Pumarín). Gijón 149 Busto del médico Carlos Prieto Álvarez-Buylla 1971 Bronce Parque del Lauredal. Gijón 150 Busto de Dionisio Cifuentes Suárez 1972 Bronce Plaza de Villamanín, Somió, Gijón 151 Monumento a Carlos I 1973 Bronce Villaviciosa (Asturias) 152 Busto del pintor Manuel Marola 1973 (fig. 4) Bronce 50 x 21 x 23 cm. Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón 154 Busto de Jesús Revuelta 1973 Gijón 155 Busto de Acisclo Fernández Vallín 1973 (fig. 22) Bronce Parque de Isabel, la Católica. Gijón 156 Busto de Calixto Rato 1974 Bronce Parque del Cerillero. Gijón 157 Busto del obispo Santos Moro Briz 1975 Bronce Santibáñez de Béjar (Salamanca) 158 Maqueta del Monumento al marino 1975 Yeso Proyectado para ser realizado en bronce y piedra y ser erigido en los Jardines de “El Náutico” de Gijón –177– 159 Día de Reyes 1975 Madera 37 x 12 x 8 cm 162 Monumento a los padres 1976 Bronce. Placa en relieve Santibáñez de Béjar (Salamanca) 160 Busto del periodista Arturo Arias 1976 Bronce Plaza Arturo Arias, Cimadevilla. Gijón 163 La nana 1977 Madera 161 Busto de Franco 1976 Bronce San Vicente de Alcántara (Badajoz) 164 Cabeza del doctor Thebussem 1981 Bronce Museo Postal y de Telecomunicaciones. Madrid –178– LISTA DE OBRAS DEL ESCULTOR PERTENECIENTES AL EXMO. AYUNTAMIENTO DE BÉJAR Y CONSERVADAS EN EL MUSEO “MATEO HERNÁNDEZ” 1. Busto de Domingo Barnés (piedra negra) 2 Paseo desnudo (escayola) 3. El reposo (bronce) 4. Fraternidad (escayola) 5. Niña dormida (escayola) 6. Busto de Pío Baroja (bronce) 7. Baño de sol (madera, obra inacabada) 8. Violinista (madera, obra inacabada) 9. Día de Reyes (madera, obra inacabada) 10. Meditación (madera) 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. Niña del puchero (madera) Juani (escayola) Desnudo de mujer (madera) Niños (escayola) Niños (escayola) Retratos (escayola) Chica del botijo (escayola) Fernando Valdés Salas (escayola) Florina escucha un cuento (escayola) 20. Pequeña madre (escayola) 21. La nana (madera) 22. Diapasón (madera) –179– BIBLIOGRAFÍA LIBROS Y CATÁLOGOS ÁLVAREZ VILLAR, J., “Las esculturas monumentales”, en VV.AA., Salamanca. Geografía. Historia. Arte. Cultura, Ayuntamiento de Salamanca, Salamanca, 1986, p. 485. ANÓNIMO, Museo de Gijón. Casa Natal de Jovellanos. Pinacoteca Municipal, Ayuntamiento de Gijón, Gijón, 1978. ÁVILA, J. C., Diccionario de Pintores y Escultores Españoles del siglo XX, Ed. Forum Artis, Madrid, 1996. BERNÁLDEZ VILLARROEL, L. y BRASAS EGIDO, J. C., Mateo Hernández (1884-1949). Un escultor español en París, Junta de Castilla y León, Salamanca, 1998. BERNÁLDEZ VILLARROEL, L., La piedra y la palabra. Mateo Hernández en las hemerotecas (1905-1999), Caja Duero, Salamanca, 2000. BLANCO GARCÍA, T., Monumentos conmemorativos en Salamanca, Librería Cervantes, Salamanca, 2002. BLÁZQUEZ, F.J. y MONZÓN, L., Semana Santa salmantina. Historia y guía ilustrada, Amarú Ediciones, Salamanca, 1992. BONET, A., “El Descendimiento, de F. González Macías”, en VV.AA., Semana Santa en Medina del Campo. Historia y obras artísticas, Junta de Semana Santa de Medina del Campo, 1996, p. 108. BRASAS EGIDO, J. C., “Fraternidad”, por F. González Macías”, en VV.AA., Las Edades del Hombre. El contrapunto y su morada, Salamanca, 1993, pp. 288-289, nº 193. BRASAS EGIDO, J. C., “Las artes plásticas en Castilla y León hasta la posguerra”, en VV. AA., Historia del Arte de Castilla y León. Tomo VIII. Arte Contemporáneo, Ed. Ámbito, Valladolid, 2000, pp. 222-224. BRASAS EGIDO, J. C., “La escultura contemporánea en Salamanca”, en VV. AA., Salamanca. Ciudad Europea de la Cultura 2002, Caja Duero, Salamanca, 2002, pp. 307-316. BRASAS EGIDO, J. C., “Las exposiciones del Casino y su colección de pintura y escultura”, en VV.AA., Casino de Salamanca. Palacio de Figueroa. Historia y patrimonio, Salamanca, 2004, pp. 429-464. –181– BRASAS EGIDO, J. C., Núñez Solé. Un escultor en la Salamanca de la posguerra, Fundación Salamanca Ciudad de Cultura, Salamanca, 2007. CATÁLOGOS: Exposición Nacional de Bellas Artes. Catálogo oficial, Madrid, 1930. Exposición Nacional de Bellas Artes. Catálogo oficial, Madrid, 1932. Exposición de esculturas de Francisco González Macías, Casa Charra de Madrid, enero de 1933. 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El escultor junto a la cabeza del pintor Marola (Foto Encinas). –207– FIG. 5. Busto de Domingo Barnés. 1932. Museo Mateo Hernández. Béjar. –208– FIG. 6. Cabeza de Pío Baroja. París, 1936. Museo Mateo Hernández. Béjar. –209– FIG. 7. Pastor de mi pueblo (o Pastor charro). 1942. Museo de Zamora. Junta de Castilla y León. –210– FIG. 8. Cabeza de Francisco Enríquez y González Olivares. 1941. –211– FIG. 9. Busto de Gregorio Mirat. 1950. –212– FIG. 10. Busto del hispanista Maurice Legendre. 1948. La Alberca (Salamanca). –213– FIG. 11. Cabeza del pintor Andrés Abraido del Rey. 1951. Salamanca. Colección particular. –214– FIG. 12. Cabeza de Fernando Íscar Peyra. 1944. –215– FIG. 13. Busto del doctor Andrés García Tejado. 1944. Residencia Asistida Provincial (Diputación de Salamanca). –216– FIG. 14. Lechuza. Piedra. –217– FIG. 15. Mausoleo de Barrero. 1933-1934. Cementerio de La Almudena. Madrid. –218– FIGS. 16 Y 17. Mausoleo de Barrero. Detalles. –219– FIG. 18. Monumento a Cervantes. 1947. Béjar. –220– FIG. 19. Monumento a Tomás Bretón. Busto. 1948. Piedra. Salamanca. –221– FIG. 20. Monumento a Fray Diego de Deza. Zamora. Detalle. –222– FIG. 21. Alegoría del Ahorro. 1950. Detalle. Fachada de la sucursal de Caja Duero. Béjar. –223– FIG. 22. Monumento a Acisclo Fernández Vallín. Busto. 1973. Parque de Isabel la Católica. Gijón. FIG. 23. Monumento al doctor Severo Ochoa. Busto. 1970-1971. Gijón. –224– FIG. 24. Niña dibujando. 1933. FIG. 25. Pequeña madre. 1933. Yeso. –225– FIG. 26. Fraternidad. París. 1936. Colección de Caja Duero. Salamanca. –226– FIG. 27. Travesura. París. 1936. –227– FIG. 28. Florina escucha un cuento. 1946. Colección particular. Béjar. –228– FIG. 29. Juani. 1942. Museo Mateo Hernández. Béjar. –229– FIG. 30. Día de Reyes. 1962. Museo Mateo Hernández. Béjar. FIG. 31. La niña del puchero. 1951. Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón. –230– FIG. 32. Baño de sol. París. 1936. Escayola. Museo Mateo Hernández. Béjar. FIG. 33. Baño de sol. Madera (segunda versión). –231– FIG. 34. Maternidad. Capricho. FIG. 35. Maternidad. Madera negra. –232– FIG. 36. Cristo de la Misericordia y de los Mártires. 1943. Iglesia de San Pedro. Gijón. –233– FIG. 37. Paso del Santo Entierro. 1942-1943. Iglesia de San Julián. Salamanca. FIG. 38. Nicodemo, del paso del Santo Entierro. Iglesia de San Julián. Salamanca. –234– FIG. 39. Cristo yacente. 1944. Iglesia de Ribadesella (Asturias). FIG. 40. Cristo yacente. Detalle. Iglesia de Ribadesella (Asturias). –235– FIG. 41. Paso de El Descendimiento. 1952. Iglesia de San Miguel. Medina del Campo (Valladolid). –236– ÍNDICE PALABRAS LIMINARES................................................................................................ 7 PRESENTACIÓN.......................................................................................................... 9 INTRODUCCIÓN ........................................................................................................ 11 COMIENZOS ARTÍSTICOS......................................................................................... 15 AFIANZAMIENTO ARTÍSTICO EN MADRID. SU ESTANCIA EN PARÍS................... 27 ASENTAMIENTO EN SALAMANCA Y DEDICACIÓN A LA IMAGINERÍA................. 49 AÑOS DE INTENSA ACTIVIDAD EN SALAMANCA. EL DURO BATALLAR DE UN ESCULTOR DE OFICIO ................................................................................. 61 REGRESO Y ESTABLECIMIENTO EN MADRID ........................................................ 77 LA FRUCTÍFERA ETAPA GIJONESA. LOS ÚLTIMOS AÑOS DE SU VIDA................ 87 CRONOLOGÍA............................................................................................................. 97 SU PERSONALIDAD COMO HOMBRE Y ARTISTA................................................... 103 EVOLUCIÓN ARTÍSTICA Y PLANTEAMIENTO ESTÉTICO ...................................... 109 EL ESTUDIO DE SU OBRA A TRAVÉS DE SUS PRINCIPALES TEMAS.................... EL RETRATO ................................................................................................... MAUSOLEOS Y MONUMENTOS........................................................................... FIGURAS DE ANIMALES..................................................................................... TEMAS INFANTILES Y FIGURAS FEMENINAS.......................................................... IMAGINERÍA RELIGIOSA .................................................................................... 121 121 127 135 137 144 –237– EXPOSICIONES........................................................................................................... EXPOSICIONES INDIVIDUALES ........................................................................... EXPOSICIONES COLECTIVAS .............................................................................. 163 163 164 RELACIÓN POR ORDEN CRONOLÓGICO DE SUS PRINCIPALES OBRAS ESCULTÓRICAS........................................................ 167 LISTA DE OBRAS DEL ESCULTOR PERTENECIENTES AL EXMO. AYUNTAMIENTO DE BÉJAR Y CONSERVADAS EN EL MUSEO “MATEO HERNÁNDEZ” ..................................... 179 BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................ LIBROS Y CATÁLOGOS...................................................................................... HEMEROGRAFÍA .............................................................................................. 181 181 184 ILUSTRACIONES......................................................................................................... 203 ÍNDICE ........................................................................................................................ 237 ÚLTIMAS PUBLICACIONES CEB ............................................................................... 239 –238– ÚLTIMAS PUBLICACIONES CEB Serie I: D ISCURSOS DE I NGRESO – GIL RODRÍGUEZ, ÁNGEL: Aproximación a los Orígenes y Desarrollo de los Deportes Alpinos en Béjar. Contestado por José María Hernández Díaz. Serie II: – AA.VV.: Revista de Estudios Bejaranos, número 5. Serie III: P REMIOS C IUDAD DE B ÉJAR – LÓPEZ ÁLVAREZ, ALEJANDRO: Ideología, control social y conflicto en el Antiguo Régimen: El derecho de patronato de la Casa ducal sobre la procesión del Corpus Christi de Béjar, 1994. –239– CENTRO DE ESTUDIOS BEJARANOS • 3 En la actualidad prácticamente olvidado, Francisco González Macías alcanzó cierta notoriedad en el panorama artístico español de la primera mitad de la pasada centuria por su interesante producción de admirable síntesis formal y limpieza de volúmenes. Si bien siempre se consideró a sí mismo un escultor autodidacta, las enseñanzas recibidas primeramente en Madrid y después en París, forjaron su personalidad y guiaron sus pasos por el camino del realismo renovador y la nueva escultura. ISBN 978-84-7797-326-3 9 788477 973263