LA PUBLICIDAD REGISTRAL Y EL DERECHO A LA INTIMIDAD Intimidad: Es la zona espiritual interna y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia. Publicidad: Conjunto de medios que se emplean para divulgar o extender la noticia de las cosas o de los hechos. Privado: Particular y personal de cada uno. Registrar: Transcribir o extractar en los libros de un registro público las resoluciones de la autoridad o los actas jurídicos de los particulares. Registro: Acción de registrar; protocolo del notario o registrador; lugar y oficina donde se registra; asiento que queda de lo que se registra; cédula o albalá en que consta haberse registrado una cosa. Registro de la propiedad: Registro en que se inscriben por el registrador todos los bienes raíces de un partido judicial, con expresión de su dueños y se hacen constar los cambios y limitaciones de derechos que experimentan dichos bienes. Registro mercantil: El que, con carácter público, sirve para la inscripción de actos y contratos de comercio, preceptuada legalmente en determinados casos. Tales son las acepciones que atinentes a la registración, al registro y al registrador a los vocablos intimidad y publicidad se dan en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Por su parte en el mensaje del Código Civil chileno y en lo relativo al dominio uso y goce de los bienes se expresa lo siguiente: En cuanto al dominio, uso y goce de los bienes, se han introducido novedades que tienden a importantes y benéficos resultados. Según el proyecto que os presento, la tradición del dominio de bienes raíces y de los demás derechos reales constituidos en ellos, menos los de servidumbre, deberá hacerse por inscripción en un registro semejante al que ahora existe de hipotecas y censos que se refundirá en él. Se trata, en efecto de una nueva fusión del régimen hipotecario asociando dos objetos que tienen entre sí un enlace íntimo, o que, por mejor decir, se incluyan uno en otro; dar una completa publicidad a las hipotecas, y poner a vista de todos el estado de las fortunas que consisten en posesiones territoriales . En cuanto a lo primero, puede decirse que no se ha hecho más que llevar a su complemento las disposiciones de las leyes de 31 de octubre de 1845, y 25 de octubre de 1854, y dar su verdadero nombre al orden de cosas creado por la segunda. En virtud del artículo 15 de ésta, las hipotecas especiales prefieren a las legales de cualquiera fecha, las cuales excluyéndose unas a otras según las fechas de sus causas, prefieren solamente a los créditos quirografarios. Desde que entre nosotros la hipoteca legal, ni impedía al deudor enajenar parte alguna de sus bienes, ni era dado perseguirla contra terceros poseedores, dejó verdaderamente de ser un peño y por consiguiente una hipoteca. Lo único que en cierto modo justificaba este título, era la circunstancia de concurrir con las hipotecas especiales. Abolida esta prerrogativa por el citado artículo 15, la denominación era del todo impropia. Ha parecido, pues, conveniente suprimirla. No se conoce en este proyecto otra especie de hipoteca que la antes llamada especial, y ahora simplemente hipoteca. Por lo demás, los que gozaban del beneficio de la hipoteca legal se hallan exactamente en la situación en que los colocó la ley de 25 de octubre. En cuanto a poner a la vista de todos el estado de las fortunas territoriales, el arbitrio más sencillo era hacer obligatoria la inscripción de todas las enajenaciones de bienes raíces, inclusas las transmisiones hereditarias de ellos, las adjudicaciones y la constitución de todo derecho real en ellos. Exceptuáronse los de servidumbres prediales, por no haber parecido de bastante importancia. La transferencia y transmisión de dominio, la constitución de todo derecho real, exceptuadas, como he dicho, las servidumbres, exige una tradición; y la única forma de tradición que para esos actos corresponde es la inscripción en el Registro Conservatorio. Mientras ésta no se verifica, un contrato puede ser perfecto, puede producir obligaciones y derechos entre las partes, pero no transfiere el dominio, no transfiere ningún derecho real, ni tiene respecto de terceros existencia alguna. La inscripción es la que da la posesión real efectiva; y mientras ella no se ha cancelado, el que no ha inscrito su título, no posee: es un mero tenedor. Como el Registro Conservatorio está abierto a todos, no puede haber posesión más pública, más solemne, más indisputable, que la inscripción. En algunas legislaciones la inscripción es una garantía, no sólo de la posesión, sino de la propiedad; mas para ir tan lejos hubiera sido necesario obligar a todo propietario, a todo usufructuario, a todo usuario de bienes raíces a inscribirse justificando previamente la realidad y valor de sus títulos; y claro está que no era posible obtener este resultado, sino por medio de providencias compulsivas, que producirían multiplicadas y embarazosos procedimientos judiciales, y muchos veces juicios contradictorios, costosos y de larga duración. No dando a la inscripción conservatoria otro carácter que el de una simple tradición, la posesión conferida por ella deja subsistentes los derechos del verdadero propietario, que solamente podrían extinguirse por la prescripción competente. Pero como no sólo los actos entre vivos sino las transmisiones hereditarias están sujetas respecto a los bienes raíces a la solemnidad de esta inscripción, todos los referidos bienes, a no ser los pertenecientes a personas jurídicas, al cabo de cierto número de años se hallarán inscritos -2- y al abrigo de todo ataque. La inscripción sería desde entonces un título incontrastable de propiedad, obteniéndose así el resultado a que otros querían llegar desde luego, sin que para ello sea necesario apelar a medidas odiosas, que producirían un grave sacudimiento en toda la propiedad territorial. Son patentes los beneficios que se deberían a este orden de cosas; la posesión de los bienes raíces, manifiesta, indisputable, caminando aceleradamente a una época en que inscripción, posesión y propiedad serían términos idénticos; la propiedad territorial de toda la República a la vista de todos, en un cuadro que representaría, por decirlo así, instantáneamente sus mutaciones, cargas y divisiones sucesivas; la hipoteca cimentada sobre base sólida; el crédito territorial vigorizado y susceptible de movilizarse. La institución de que acabo de hablaros se aproxima a lo que de tiempo atrás ha existido en varios estados de Alemania y que otras naciones civilizadas aspiran actualmente a imitar. Sus buenos efectos han sido ampliamente demostrados por la experiencia. Acerca de la posesión, se ha creído conveniente adoptar una nomenclatura menos embarazosa y ambigua que la que al presente existe. Toda posesión es esencialmente caracterizada por la realidad o la apariencia del dominio; no es poseedor de una finca sino el que la tiene como suya, sea que se halle materialmente en su poder, o en poder de otro que le reconoce como dueño de ella. Pero como los derechos reales son varios, el que no es poseedor del dominio, puede serlo de un derecho de usufructo, de uso, de habitación, de un derecho de herencia, de un derecho de prenda o de hipoteca, de un derecho de servidumbre. El usufructuario no posee la cosa fructuaria, es decir, no inviste ni real ni ostensiblemente el dominio de ella; posee sólo el usufructo de ella, que es un derecho real y por consiguiente susceptible de posesión. Pero el arrendatario de una finca nada posee, no goza más de una acción personal para la conservación de los derechos que le conferido el contrato. El que a nombre ajeno posee, no es más que un representante del verdadero poseedor, ni inviste más que la simple tenencia. Así los términos posesión civil, posesión natural, son desconocidos en el proyecto que os someto; las palabras posesión y tenencia contrastan siempre en él; la posesión es a nombre propio, la tenencia a nombre ajeno. Pero la posesión puede ser regular o irregular, aquélla adquirida sin violencia, ni clandestinidad, con justo título y buena fe; es la segunda sin alguno de estos requisitos. Toda posesión es amparada por la ley; pero sólo la posesión regular pone al poseedor en el camino de la prescripción adquisitiva. Tal es el sistema del proyecto sus definiciones señalan límites precisos a cada una de las dos especies de posesión, conservando siempre una y otra el carácter genérico que consiste en la investidura de un derecho real. Hasta aquí lo que en el Mensaje del Código Civil se señala sobre el Registro de la propiedad inmueble. -3- De lo dicho queda en claro que el Registro de propiedad inmueble tiene como uno de sus objetivos la publicidad de los actos y contratos referentes a ella, de las mutaciones que experimenta su dominio y las hipotecas, gravámenes, cargas y prohibiciones que las afectan y que se imponen ya sea por la ley, voluntariamente o por resolución judicial. La publicidad de los derechos y de las obligaciones tiene la finalidad de garantizar los derechos y las obligaciones de los titulares de los mismos y de los acreedores como así también del Estado en cuanto es garante de dichos derechos. La publicidad es consustancial a la registración y no se puede concebir ésta sin aquella. Lo que se quiere mantener en reserva, lo que se quiere rodear del secreto, lo que se quiere mantener en el ámbito de la intimidad no se muestra, no se publicita, no se difunde, no se da noticia alguna de ello y queda por ende en el ámbito privadísimo de lo estrictamente personalísimo. Los actos y contratos, si bien obligan sólo a las partes que han intervenido de alguna manera en éllos tienen sin embargo, relevancia y efectos sociales y por dicha razón deben necesariamente ser de conocimiento público. Para que dicho conocimiento lo tenga el cuerpo social es que se recurre a su registración y tales registros tienen precisamente el carácter de registros públicos. El derecho a la intimidad no se conjuga con la registración y por la importancia social de los derechos que la ley sujeta a registración en registros públicos no pueden tales derechos mantenerse en la intimidad. El derecho a la intimidad resguarda aquellas manifestaciones del individuo y aquellas situaciones que le conciernen, que por su naturaleza, no es necesario que sean expuestas a más personas que aquellas a las que cada uno estime sea del caso que las conozcan y que no son de carácter patrimonial; los que tienen este carácter, no pueden ni deben quedar circunscritas al ámbito de la intimidad, precisamente porque el derecho de propiedad que sobre ella se ejerce tiene las limitaciones a que está sujeta por el rol social que también cumple el derecho de propiedad por una parte y a las limitaciones a que voluntaria o legalmente se sujeta según el ordenamiento legal de cada país y de la comunidad internacional. -4- En la sociedad del siglo XXI, marcada por el conocimiento, las comunicaciones el respeto de los derechos humanos y la globalización, si bien el derecho a la intimidad no puede ni debe ser menoscabado, no puede ampliarse más allá del ámbito de la célula básica de la sociedad que es la familia y si se quiere, no sólo la familia nuclear, sino que al ámbito de las relaciones que sus miembros establezcan para hacerlos partícipes del intimismo que es propio de un número reducido de personas. Extender el derecho a la intimidad más allá del marco señalado, implicaría un desconocimiento de la realidad actual, sin perjuicio de convenir que el derecho a la intimidad deber ser resguardado, mas no puede este propósito invadir áreas que le son ajenas como lo es el patrimonio de cada cual, por cuanto éste está afecto al derecho de prenda general para hacer a cada persona responsable de las obligaciones que contrae como sujeto de derechos patrimoniales. Los bienes de cada persona, y sobre los cuales las leyes fundamentales le reconocen su derecho de propiedad con los atributos que le son consustanciales, están también sujetos a servir de garantía de obligaciones y medio para el cumplimiento de las obligaciones que contraiga de manera voluntaria en virtud de actos y contratos, de manera forzada por ejercicio del imperio de la ley o la autoridad en el marco de aquella, o por actos voluntarios o involuntarios, como ocurre como consecuencia de la comisión de un hecho punible, sea que se trate de un delito o cuasidelito según fuera el caso y de que deba responderse pecuniariamente. La publicidad inherente a la registración cumple, en consecuencia, importantes objetivos para cautelar los derechos que con la inscripción se resguardan, como así también los de los miembros de la comunidad que deban ejercer los suyos sobre los de uno o más de los otros miembros de tal comunidad y que en la actualidad rebasa los límites geográfico territoriales con el desarrollo del comercio que con la tecnología ha llevado la internacionalización del comercio con las aplicaciones de la internet. En tales circunstancias, la finalidad de la registración patrimonial alcanza niveles de tal universalización que en lugar de circunscribirse al reducido ámbito de la oficina del registrador, tiene que adecuarse al ciber espacio e ir a la implementación de un sistema de información registral de cobertura global que, con los debidos resguardos que esta misma tecnología puede proporcionar, permita generar una información simultánea, completa y segura en el orden exclusivamente patrimonial en lo que el sistema registral compete y que por su propia naturaleza y finalidad, adoptando los debidos resguardos para cautelar la seguridad y certeza registral, sea instrumento eficiente y eficaz para la concreción de actos y contratos que a su vez, con iguales características -5- de certeza y seguridad jurídicas, permitan una registración y publicidad acorde con las exigencias del siglo XXI. Lo dicho no significa de manera alguna desconocer la importancia del derecho a la intimidad, mas es indudable que este derecho no está relacionado de manera alguna con la función registral que a nosotros compete, y muy por el contrario, nos es absolutamente ajena, por cuanto dicho derecho queda en un ámbito muy distinto al que la función a nuestro cargo se encuentra, pues en caso alguno puede referirse a cuestiones patrimoniales, contractuales y registrales que, por su propia naturaleza, son públicas y como tales, abiertas al conocimiento general en cuanto medio de información, información que debe estar dotada de certeza por cuanto sirve de fundamento para contratar y de seguridad en cuanto a que los derechos acerca de los cuales informa y que fluyen de los asientos y certificaciones respectivas dan a las partes interesadas en dar y recibir dicha información seguridad en el orden contractual y por ende en los derechos y obligaciones a que el contrato de que se trata da origen, y que debidamente registradas, retroalimentan a su vez la contratación registrable y se pone en movimiento de manera ágil la dinámica comercial generando con ello bienes y servicios, trabajo y bienestar en el marco de la seguridad, lo que a su vez se traduce en paz social a partir de un hecho aparentemente insignificante como es la firma del registrador, la que sin embargo produce una cadena de hechos jurídicos, económicos y sociales de efectos previstos e incluso imprevistos y generadores a su vez de otra cadena que unida a esta y a la subsiguiente que esa genera, da nacimiento, modifica y multiplica a su vez otra cadena de hechos, actos, contratos y negocios producto de los anteriores y creadores de riqueza y bienestar. En conclusión, registro público y por consiguiente la publicidad que le es consustancial no se compatibilizan con el derecho a la intimidad. El derecho registral y el derecho a la intimidad se mueven en esferas distintas y contrapuestas y por ende mal podrían conciliarse o quedar uno sometido al otro. Edmundo Rojas García RESUMEN En lo relativo a este tema se transcriben los párrafos del Mensaje del Código Civil concernientes a la finalidad de la registración, una de las cuales es precisamente la publicidad de los derechos inscritos, la que pugna con el derecho a la intimidad, lo que es de suyo atendible, por cuanto la publicidad registral y el derecho a la intimidad se mueven en esferas distintas y contrapuestas. -6-