VESTIDO Y CONTRARREFORMA EN LA CORTE DE FELIPE II: LAS

Anuncio
VESTIDO Y CONTRARREFORMA EN LA CORTE DE FELIPE II: LAS
VIRTUDES DEL TRAJE FEMENINO ESPAÑOL A TRAVÉS DE LA
LITERATURA DE TRENTO
María Albaladejo Martínez
(Universidad Católica de San Antonio. Ciencias sociales y comunicación.
Departamento de Educación. Murcia, España)
RESUMEN:
En la segunda mitad del siglo XVI la apariencia de la monarquía
española comenzó a experimentar diversos cambios en favor de una imagen
más sobria y moderada.
Buscando el origen de esa transformación del traje cortesano se ha
hallado que, a medida que los teóricos del Concilio de Trento comenzaron a
reflejar en sus tratados ciertas consideraciones sobre la manera de vestir,
se fue desarrollando en España una nueva moda cortesana.
Humildad y decoro fueron los valores que primaron en la apariencia
de la monarquía de Felipe II. Especialmente a través de las reinas e
infantas. El traje femenino durante este periodo reflejó un nuevo concepto
de feminidad que propugnaba la compostura y lo pudoroso.
El presente artículo trata de abordar el análisis de diversos textos
escritos a partir del Concilio de Trento y su posible influencia en el contexto
femenino del momento.
Palabras clave: Contrarreforma, Monarquía, Felipe II, mujer, vestido.
ABSTRACT:
In the XVI century, the image of the Infant of Spain was a symbol of
her female identity, model of her royal status and a sensible manifestation
of the spirit which reigned in Philip II´s court.
Isabel Clara Eugenia and Catherine Michelle, daughter´s of Philip II
and Isabel de Valois, embodied a distinguished appearance, paradigmatic
and sobering, of the moral and asthetic values of the Spanish monarchy
according to the Counterreform. The decorum of their dresses, the
containment of their manners and the religious manners where a reflection
of the new meaning of feminity, according to the Christian ideology of the
institution they represented.
Therefore, in this essay, the influence of the Counterrform is being
analyzed, in the creation of the image of Isabel Clara Eugenia and Catherine
Michelle, and of those elements of their appearance which, belonging to
their gender, gave prestige to the power of the monarchy and personified
the approaches shown after the Council of Trent.
Keywords: Counterrform, Monarchy, Philip II, woman, costume
LA
CONTRARREFORMA
EN
ESPAÑA
Y
LAS
NUEVAS
MODAS.
CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICA.
En la segunda mitad del siglo XVI la apariencia de la monarquía
española comenzó a experimentar diversos cambios en favor de una imagen
más sobria y moderadai.
Buscando el origen de esa transformación del traje cortesano se ha
hallado que, a medida que los teóricos del Concilio de Trento comenzaron a
reflejar en sus tratados ciertas consideraciones sobre la manera de vestir,
se fue desarrollando en España una nueva moda cortesana.
Humildad y decoro fueron los valores que primaron en la apariencia
de la monarquía de Felipe II. Especialmente a través de las reinas e
infantas. El traje femenino durante este periodo reflejó un nuevo concepto
de feminidad que propugnaba la compostura y lo pudorosoii.
Las diversas contiendas militares contra la herejía y en el deber de
transmitir las ideas del Concilio de Trento en España, marcaron la
trayectoria de la monarquía hispánica y su lucha por mantener su
supremacía en Europaiii. Conflictos como La Rebelión de las Alpujarras
(1568-1571) en la península, el avance de los turcos por el mediterráneo,
el estallido de la Guerra de los Ochenta años (1568) en los Países Bajos y
la posterior y temprana pérdida en 1579, de los Estados del Norte,
iv
hicieron tomar conciencia a la Corona de la necesidad de defender la fev.
Bajo el propósito de evitar la desmembración ideológica y política de
su imperio, la corte de Felipe II encarnó los planteamientos expuestos por
la Contrarreforma y los proyectó a todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Además, de celebrar a diario oficios litúrgicos, la imagen de la dinastía de
Habsburgo, personificó los ideales de la doctrina de Trento por medio de
una indumentaria más decorosa, que distaba mucho de la moda de
principios de siglo.
A comienzos del siglo XVI, la moda era muy colorida y variada. La
convivencia en España de los diferentes estilos de vestir acaecidos en los
territorios del imperio de Carlos V, dio lugar en la península a una moda
heterogénea en cuanto a diseños y coloresvi. Sin embargo, conforme estos
diferentes modos de ataviarse se fueron entremezclando y asimilándose en
uno solo, fue surgiendo la moda española propiamente dicha, genuina y
original de la corte de Felipe II, que se caracterizó además de por la escasa
variedad en sus formas, por su rigor, contención e impronta decorosa, de
acuerdo a la moral Contrarreformistavii.
A menudo solía verse a Felipe II, vestido de negro, con cierto tono
sobrio y severo, haciendo gala de una apariencia muy diferente de la que
exhibieron en su día los reyes que le precedieron. Según la historiadora
Marzia Cataldo Gallo, “El negro tuvo una difusión creciente, proporcional a
la expansión política de España y <<favorecida>> por la gravísima crisis,
provocada por la reforma luterana, que en los primeros decenios del siglo
XVI sacudió los cimientos de la Iglesia Católica Romana. El negro fue
recomendado como símbolo de seriedad y rigor tanto por los seguidores de
la Reforma como de la Contrarreforma”viii.
Felipe II, interesado por hacer prevalecer el espíritu sobrio y humilde
de la Contrarreforma a través de su imagen, lo popularizó convirtiéndolo en
el color más característico del atuendo español durante su reinado.
Ese
ánimo
ejemplarizante,
instigador
de
devotas
y
buenas
costumbres, trajo consigo nuevos usos y modas en la península hispánica
que transformaron entonces la apariencia de las reinas e infantas de la Casa
de Austria.
El carácter nacional y contrarreformista del traje femenino fue mucho
más acentuado que en la indumentaria masculinaix. La mujer, circunscrita a
la vida familiar, se hallaba menos predispuesta a adoptar matices foráneos
en sus atavíos y más orientada a acoger los preceptos que de la Iglesia
emanaban.
Según recoge Kammen “Las mujeres eran consideradas un
elemento importante pero subordinado en una estructura de poder
masculina, y los escritores trataban de describir su papel dentro de esa
estructura”
instauración
entendida
de
las
como
nupcias
matrimoniox.
como
La
reglamentación
sacramento
por
parte
y
la
de
la
Contrarreforma tenían por objeto cambiar la actitud hacia la sexualidad en
la sociedad, censurando ciertas costumbres del mundo femenino en relación
con la imagen y el vestidoxi.
Conforme a ello, a partir de los años sesenta del siglo XVI, el traje de
la mujer intentó borrar todo signo de sexualidad, siendo la indumentaria de
reinas e infantas el testigo principal y el modelo a seguir.
A través de las reinas Isabel de Valois, Juana de Austria y las infantas
Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, se observa como la apariencia
hacia el último cuarto del siglo XVI, comenzó a representar un nuevo
modelo de mujer acorde con la contención y la moderación. Los escotes,
que tanto gustaron de lucir a sus antecesoras, desaparecieron para vestir
una
indumentaria más recatada que cubría por completo sus cuerpos. El
uso combinado de esta vestimenta con algunos artificios irrumpieron dando
lugar a una moda con una gran carga simbólica. Estructuras como el
verdugado y las tablillas de pecho escondían las formas femeninas y
reducían la silueta a una figura geometría formada por dos triángulos
invertidos. La amplitud que tomaba entonces la parte baja del vestido
conquistaba el espacio y les otorgaba distancia y gravedad, asemejando la
apariencia de las soberanas y princesas de la dinastía de Habsburgo a la de
una imagen de vestir, intocable y repleta de artificios.
Estos cambios obedecieron las nuevas corrientes de pensamiento
instauradas por los teóricos de Trento. Como señala Kamen: <<la guerra
contra la carne caracterizó la mayor parte de las publicaciones de la
Contrarreforma (…) La continua afirmación en tantas obras de un ideal de
amor en el que la sexualidad estaba cuidadosamente censurada perpetuaba
en la sociedad una doble moral en la que la realidad de las costumbres
sexuales entre la gente se ocultaba porque la auténtica moralidad era en
realidad la aspiración oficial hacia el afecto no carnal>>xii.
Consideraciones sobre el modo de vestir en algunos teóricos de la
Contrarreforma
Las consideraciones, que la Contrarreforma propugnó en un principio
acerca del modo de vestir, tenían por objeto elevar la apariencia del clero a
la moral que su condición implicaba. El Sacrosanto y Ecuménico Concilio de
Trento hizo referencias al atavío y al comportamiento que correspondía a la
clerecíaxiii. En la sesión XIV, capítulo VI, se observa como comienza a
establecerse un arquetipo para la imagen pública de los religiosos a favor de
los ideales que su apariencia debía personificarxiv. El texto dice así:
Aunque la vida religiosa, no consiste en el hábito, es no
obstante debido, que los clérigos vistan siempre hábitos
correspondientes a las órdenes que tienen, para mostrar en la
decencia del vestido exterior la pureza interior de las costumbres (…)
Traigan siempre, además de esto, vestido decente, así en la
iglesia como fuera de ella: absténgase de monterías, y cazas ilícitas,
bayles, tabernas y juegos; distinguiéndose con tal integridad de
costumbres, que se les pueda llamar con razón el senado de la
iglesiaxv. (Sesión XXIV, capítulo XII)
Ante la necesidad de predicar la doctrina de la castidad a la sociedad,
muchos tratadistas de la época también hicieron alarde de estos postulados,
sucediéndose así, gran cantidad de textos que pregonaban la decencia. La
mujer, punto de mira de muchas críticas por parte de los eclesiásticos, era
quien debía de guardar estos preceptos con mayor rigor acusada de apartar
al hombre del camino de la virtudxvi.
Estas ideas que se trasmitieron del ámbito religioso al civil,
alcanzaron un gran ímpetu en la corte. <<Inmediatamente que concluyó el
Concilio de Trento sus tareas, fue el primer cuidado de Felipe II mandar por
un decreto la observancia más estricta en todos sus dominios de cuanto en
aquella asamblea se había decretado (…) Fue sin duda Felipe II el príncipe
católico que con más ardor trabajó y con más eficacia porque tuviese
efecto. Sin duda era el primero de todos ellos en ser y preciarse de ser un
hijo obediente de la iglesia>>xvii. Conforme a ello, fueron gestándose obras
escritas que se hacían eco de estos pensamientos.
Francisco de Guzmán, hombre de la corte de Felipe II, coronel de la
infantería de la guardia española desde el reinado de Carlos V, publicó en
el año 1565 su obra Decreto de Sabios. En ella, su autor, en clave de
soneto, daba recomendaciones para convertirse en un hombre sabio
cultivando diversas cualidades y evitando ciertos peligros. El tratado, que
está
dedicado
a
la
sabiduría,
virtud,
prudencia,
justicia,
fortaleza,
templanza, modestia, liberalidad, amistad, amor, fortuna, miseria, locura,
avaricia, ira, envidia, elocuencia, arte militar, avisos a los príncipes y varias
sentencias, muestra la preocupación por mantener una actitud prudente
ante la mujer.
En lo que se refiere a la avaricia, Francisco de Guzmán
advierte que el dinero <<saca del buen sentido mil vezes a los
prudentes>> y la codicia es capaz de “turbar la prudencia” tanto como la
mujer y el vino xviii.
Algunas de estas reflexiones las expresaba el dominico español, Fray
Luis de Granada, en el manuscrito titulado Guía de Peccadores: en la qual
se trata copiosamente de las grandes riquezas. Este texto, de 1568,
aprobado y revisado por el Concilio de Trento,
pone de manifiesto
la
relación que la iglesia le atribuía al pecado, la apariencia y la mujer. Para
Luis de Granada era conveniente <<guardar con diligencia todos los
sentidos: mayormente los ojos de ver cosas que te pueden causar peligro
(…) Y porque el mirar inconsideradamente las mugeres, o inclina, o ablanda
la constancia del que la mira: nos aconsejo el Eclesiástico diciendo, No
quieras traher los ojos por los rincones de la ciudad, ni por sus calles, o
plazas: aparta los ojos de la muger ataviada y no veas su hermosura. Para
lo qual nos debería bastar el exemplo del Santo Job, que (con Job ser varón
de tanta santidad) guardaua muy bien sus ojos (como el mismo lo
confiessa) no fiándose de sí, ni de tan largo uso de virtud, como tenia. Y si
esto no basta, a lo menos devería bastar el de Dauid: que siendo varón
santíssimo, y tan hecho, a la voluntad de Dios, basto la vista de una muger
para traerle a tres tan grandes males, como: fueron, homicidio, escándalo y
adulterio>>xix.
La castidad y el pudor eran entonces valores fundamentales, que
podían remediar la pérdida de la virtud, y el vestido la manifestación
sensible para evitarlo. Conforme a ello, cuando Felipe II autorizó en 1574 a
Diego Gracián para que realizara una nueva impresión de Los officios de
Sant Ambrosio: que son reglas de las obras de virtudxx, su autor expresaba
la importancia de aguardar y mantener la prudencia, mesura y honestidad
<<para la salvación de las ánimas>>. El texto dice así:
La gracia de la moderación y la modestia, el cuydado de la
honestidad, la consideración del honesto y decoro se considera y
busca. Assí que hemos de tener vna orden de la vida, y traer los
fundamentos desde la verguença, que es compañera y familiar de la
tranquilidad, y placer del entendimiento, enemiga de la deverguença,
agena de toda luxuria: ama la templança y sobriedad, abraça la
honestidad, y requiere y busca aquel decoro y honestoxxi.
Igualmente, se refiere al modo de orar de la mujer y a la decencia
del atavío femenino diciendo:
Este decoro y honra, asi como más excelente que todas las
otras cosas, es de creer que le damos a Dios. A la muger también
conviene en hábito ataviado orar: pero especialmente le conviene
orar cubierta, y prometiendo castidad con buena conversaciónxxii.
De acuerdo a estos textos, tan sólo un año más tarde, en 1576,
Massimiliano Calvi dedicaba Del tractado de la hermosura y del amor, a la
<<Magestad de la Reyna Doña Ana>>, un manuscrito muy importante, por
ser uno de los pocos dedicados a una reina, donde Calvi exaltaba las
cualidades que debían de preceder a toda mujer. Según el autor “ni la gala
y lindeza de los vestidos, ni la excelencia de las facciones corporales, ni la
limpieza del linaje, ni la cantidad de la hazienda valen tanto para ser loada
una muger,, quanto la templanza y modestia en todas sus cosas (…) pues la
hermosura consta de las preparaciones que ha de haver por parte del
cuerpo y del ánimo, y la virginidad no puede ser sin pudicicia, que es la más
principal parte del ánimo , está claro que la doncella hermosa de cuerpo lo
es también de ánimo, trahiendo siempre consigo la virginidad o pudicicia
debaxo del nombre de doncellaxxiii.
Ana de Austria y las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela
encarnaron estos valores con su soberbia y contenida apariencia, la cual
sirvió de propaganda y representación del espíritu que reinó en la corte de
Felipe II y que años más tarde aún estaba vigente.
En 1618, Juan Márquez en Origen de la Orden de los Frayles
Ermitanos de la orden de San Agustín, Y su verdadera institución antes del
Gran Concilio Lateranense, señalaba la importancia del decoro
en el
siguiente texto:
Porque según doctrina de Santo ToMás fuera contra el decoro y
decencia a que obliga a los hombres la virtud de la honestidad, que
tiene por cosa horrible descubrir las partes que la naturaleza con
tanto cuydado escondió en el cuerpo, qué quanto ellas son menos
dignas de parecer en público, han de ser tratadas (como dize San
Pablo) con mayor honra, y cubiertas con Más decencia y ornatoxxiv.
Las hijas de Felipe II representaron un hito, un modelo a seguir para
sus sucesoras, marcando un antes y un después en la apariencia de las
soberanas e infantas de la Casa de Austria del primer tercio del XVII.
El traje femenino en la corte de Felipe II. La apariencia de Isabel
Clara Eugenia y Catalina Micaela.
Las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela reflejaron a
través de su apariencia
el influjo en España de los ideales de la
Contrarreforma.
Desde los años sesenta la indumentaria de la que hicieron gala las
hijas de Felipe II se caracterizó por su impronta ponderada y distinguida. Su
vestimenta cubría por completo el cuerpo femenino, envuelto y protegido
por varias piezas que componían el traje de etiqueta creando volúmenes y
juegos de artificio.
Por encima de la ropa semi-interior, la camisa y el manteo, las
infantas vistieron ciertos artilugios que, aunque no se mostrasen al exterior
se intuían y se percibían dándole al vestido de etiqueta su impronta
honorable y solemne, y a las infantas la apariencia de princesas cristianas
con un porte y una belleza lánguida, a la vez que ampulosa y delicada. A
través del verdugado y las tablillas de pecho, el traje femenino español se
convirtió en una construcción suntuosa capaz de ensalzar y proteger la
efigie regia de la infanta de España. El verdugado y las tablillas de pecho se
apropiaban del cuerpo, lo ocultaban, limitaban sus movimientos y lograban
unas dimensiones que llenaban el espacio, estableciendo una distancia
simbólica y física, que otorgaba empaque y grandeza a sus figuras,
contribuyendo a que la aparición de la infanta se asemejase a una puesta
en escena con tintes que oscilaban entre lo teatral y lo sacro.
Las tablillas de pecho acentuaban la delgadez y ocultaban las curvas
sinuosas del cuerpo femenino xxv. Asimismo, el uso de otras piezas como la
cota y la almilla contribuían a acentuar la lisura del torso. La cota, que
aparece documentada en las cuentas de palacio desde 1579xxvi, consistía
<<en un jubón fuerte y pespuntado, que ninguna arma podía atravesar,
usado desde antiguo a modo de armadura de cuerpo>xxvii En un primer
momento
se
fabricaba
con
cueros
retorcidos
y
anudados
pero,
posteriormente, según Covarrubias, pasó a realizarse con mallas de hierro o
alambre gordo. Junto a él, la almilla también aparece entre las cuentas
con fecha de 1597xxviii. Ésta era una especie de jubón ajustado al cuerpo de
uso semi-interior que constaba de mangas. Se utilizaba para el frío y para
guardar algún objeto de adoración, favoreciendo la desaparición del busto,
oprimido también por este corpiñoxxix.
El verdugado cubría la parte inferior de la figura y servía para dar
rigidez y ahuecar el traje exterior. Este armazón de madera, vestido a
continuación del manteo, se fabricaba con verdugos, ramas o renuevos de
los árbolesxxx. La flexibilidad de los verdugos permitía crear aros que se
forraban y se acoplaban a una enagua, dándole al vestido externo una gran
amplitudxxxi. Su uso se difundió especialmente dentro del círculo cortesano,
siendo fue muy utilizado por las altas clases sociales y, muy pocas veces
por el pueblo llano, ya que era una pieza muy incómoda, que impedía la
libertad de movimientos en el trabajoxxxii.
La
saya,
basquiña
y
jubón
eran
las
piezas
exteriores
que
configuraban el traje de etiqueta propiamente dicho. La saya era un vestido
de cuerpo entero con cola, cerrado en ocasiones en su parte inferior por
alamares y puntasxxxiii. Por el contrario, la basquiña consistía en una
<<falda exterior cerrada y sin cola>>xxxiv que se vestía con jubón, un
corpiño a juego de talle más puntiagudoxxxv. Ambos se caracterizaron por
envolver la parte alta del busto, anteriormente siempre al descubierto.
Desde
entonces,
la
gorguera
o
lechuguilla
adquirió
gran
protagonismo. Este accesorio de encaje rizado, que decoraba y abrigaba el
cuello enmarcando el rostro, apareció en la indumentaria cortesana en la
segunda mitad del siglo XVI.
Recibió este nombre por su semejanza con
<<las ondas de las lechugas encarrujadas>>, que comenzaron siendo
pequeñas y en su tiempo, dice Covarrubias <<habían crecido tanto que
más parecían hojas de lampazos, que de lechugas>>. Su tamaño, su
rigidez
y blancura la convirtieron pronto en un símbolo de linaje, ya que
sólo aquellas personas que no trabajaban con sus manos, podían llevar un
artefacto, cuyas dimensiones impedían mover la cabeza airosamente, y
cuyo color exigía limpieza e higienexxxvi.
Asimismo, de la cintura a los pies, el cuerpo quedaba totalmente
oculto. el guardapiés, pliegue de la parte inferior del vestido que ocultaba
un dobladillo, permitía tomar asiento sin descubrir los pies, un gesto
inadecuado y liviano para la moral de la época. Hernando de Talavera en su
Tratado sobre la demasía en el vestir, calzar y comer, escrito en 1477, daba
testimonio de ello diciendo:
E avn porque la honestad y verguença ha de ser mayor en las
personas ecclesiasticas y en las mugeres que en los seglares y en los
varones por esso los clérigos y mugeres trahen y han de traher
ropas luengas que cubran pies e piernas y no tanto los varonesxxxvii.
El protagonismo que adquirió el color negro en la vestimenta del siglo
XVI, fue otro de los aspectos más característicos del atuendo español
durante el reinado de Felipe IIxxxviii. A finales del siglo XIV, la corte de
Borgoña
adoptó este color en su vestimenta y lo transmitió al resto de
cortes europeas, siendo Felipe II quien lo popularizó interesado en encarnar
el espíritu recatado de la Contrarreformaxxxix.
Los avances en lo que respecta a los tintes también contribuyeron a
su difusión. Desde el descubrimiento de América, el palo de Campeche, raíz
de la que se obtenía este colorante, otorgó la posibilidad de obtener un
negro con una tonalidad muy oscura y brillante hasta entonces nunca
vistaxl.
Símbolo también de boato,
este color utilizado por la monarquía
española reflejaba, según Pastoureau, <<la fusión de dos negros: el negro
de los reyes y príncipes nacidos en la corte de Borgoña, emblema de lujo y
distinción, y el negro de la Contrarreforma, signo de humildad y de lucha
contra la herejía>>xli.
Baldassare Castiglione en su libro El cortesano señalaba que el atavío
negro imponía distancia y gravedad con estas palabras:
Me parece que tiene más gracia y autoridad el vestido
negro que el de otra colora y ya que no ser negro, sea a lo menos
oscuroxlii.
El hecho de que ofreciese la oportunidad de hacer desaparecer los
últimos coletazos de la colorida moda musulmana en la península, favoreció
también su uso y su estatus como seña de identidad de la corte españolaxliii.
El negro fue uno de los signos distintivos de la monarquía hispánica, siendo
un color muy habitual en la vestimenta de Isabel Clara Eugenia y Catalina
Micaela. No obstante, cabe señalar que el colorido en la indumentaria de
hijas del monarca Felipe II fue mucho más rico y variado que en la del rey.
De esta manera, la apariencia, de Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela,
atemperó la austeridad que reinaba en la corte española de finales del siglo
XVI y a través de sus vestidos y la riqueza de sus adornos, expresaron el
prestigio y la ideología de su padre. Mientras el monarca hacía valer con su
imagen sencilla las ideas de la Contrarreforma, sus hijas reforzaron estos
principios valiéndose de otros preceptos. Ataviadas con trajes y aditamentos
que superaban en lujo y en profusión a los del rey, como también
correspondía a su condición femenina, consolidaron su apariencia
como
<<princesas cristianas>> subrayando la importancia de la contención y del
decoro a través de su indumentaria.
La imagen de estas princesas perduró hasta prácticamente el primer
tercio del siglo XVII. Conforme los conflictos que acuciaban a la monarquía
hispánica fueron deteriorando su hegemonía política en Europa y mermando
su economía, la influencia de la Contrarreforma fue haciéndose menos
visible en la imagen de la Corona Española.
En las postrimerías de esta centuria la Casa de Austria se hallaba
inmersa en numerosos problemas económicos, consecuencia de las diversas
campañas militaresxliv. La mayoría de la riqueza del reino iba a parar a la
defensa de Flandes, a la protección del norte de África y a la salvaguardia
naval de las costas portuguesas que pasaron a formar parte de la Corona
sin beneficio, con la incorporación de Portugal en 1580xlv.
Como el derecho de comerciar con las Indias sólo estaba reservado
para España, surgió el contrabando de mano de potencias extranjeras como
Inglaterra, quien violó frecuentemente el acuerdo de exclusividad, actuando
su flota constantemente, con barcos corsarios, en una guerra protagonizada
por la Armada Invencible de 1588, de la que España salió muy poco
favorecidaxlvi. La crisis del comercio de ultramar España-América ocasionó
uno de los problemas monetarios más graves para a la monarquía
hispánica.
Las diversas complicaciones económicas y el agotamiento de los
modos y modas que surgieron en época de Felipe II, fueron declinando en
tiempos de Felipe IV, el interés por
encarnar estas ideas a través de la
imagen de la Corona y favoreciendo la adopción de otra indumentaria donde
el cuerpo se tornaba más libre y sensual. Hacia los años treinta las infantas
y reinas de España personificaron una apariencia menos contenida que la de
sus antecesoras. María Teresa de Austria, hija de Isabel de Borbón y Felipe
IV, Mariana de Austria, segunda esposa de este monarca y la infanta
Margarita, adoptaron una moda menos recatada y más afrancesada. Según
Bernis <<al avanzar el siglo XVII, se fue afirmando la originalidad y la
influencia de la moda francesa, hasta que Francia acabó suplantando a
España, en el terreno de la moda, como la suplantó también en su papel de
primera potencia europea>>xlvii.
Alonso de Carranza señalaba esta influencia
en su Discurso contra
los malos trajes y adornos lascivos, escrito en el año de 1636.
Este texto dice así:
Más todo efto es fombra de la penalidad que
viven nuestras españolas con el nueuo trage
pomposo, y ya como a porfia y emulación tan
aumentado
con
nueuos,
y
extraordinarios
instrumentos de enaguas almidonadas, polleras,
guarda-infantes de fuertes y doblados arcos (hafta
de hierro o alambre de grueffos hilos) verdugados
con verdugos desde fu
nacimiento,
con
que
andanxlviii.
A partir de entonces el
traje español que surgió animado por la
doctrina de Trento desapareció, hallándose en las hijas de Felipe II el
emblema de la imagen regia y católica que su padre impuso.
Conclusiones
En el siglo XVI, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, hijas de
Felipe II y de Isabel de Valois, encarnaron la apariencia insigne,
paradigmática y aleccionadora de los valores morales y estéticos de la
monarquía española de acuerdo con la Contrarreforma. El decoro de sus
vestidos, la contención de sus modales y sus costumbres religiosas fueron
reflejo de un nuevo concepto de feminidad, acorde a la ideología cristiana
de la institución que representaban. La mujer ostentaba el papel de madre
y esposa y, conforme a los teólogos de la Contrarreforma, debía de ocultar
su sexualidadxlix.
La literatura Tridentina y el carácter confesional de la Corte española
contribuyeron a que esa influencia fuese notoria, asistiendo a diversos
cambios en la apariencia de las infantas.
Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela atemperaron la austeridad
que reinaba en la corte española de finales del siglo XVI y subrayaron la
importancia de la contención y del decoro a través de su indumentaria
mostrándose como princesas cristianas. Ésta que, cubría con totalidad sus
cuerpos, disimulaba las formas femeninas y las hacía inaccesibles a través
del dominio del espacio, creando una barrera física y simbólica entre las
infantas y sus súbditos, de acuerdo a los principios de castidad que el
Concilio de Trento pregonó a través de sus sínodos.
En el siglo XVI, la imagen de la Infanta de España fue símbolo de la
identidad femenina de su tiempo, modelo de su condición regia y
manifestación sensible del espíritu que reinó en la corte de Felipe II.
BIBLIOGRAFÍA
Arias, F. (1596).
tratados
Aprovechamiento espiritual: en el qual se contienen los
siguientes:
exhortación
al
aprovechamiento
espiritual,
desconfiança de sí mismo, un rosario muy deuoto, imitación de nuestra
Señora, de la oración mental, de la mortificación, del buen uso de los
Sacramentos, de la presencia de Dios. Sevilla: casa de Juan de León.
Arias, F. (1599). Libro de la imitación de Christo Nuestro Señor. Granada:
Casa de Clemente Hidalgo.
Bernis Madrazo, C. (1962). Indumentaria española en tiempos de Carlos V.
Madrid: Instituto Diego Velázquez.
Bernis Madrazo, C. (1979). Trajes y modas en la España de los Reyes
Católicos. Madrid: Instituto Diego Velásquez.
Bernis Madrazo, C. (1982). El vestido francés en la España de Felipe IV.
Archivo de Arte Español, 218, 201-208.
Bernis Madrazo, C. (1990). La moda en la España de Felipe II en Alonso
Sánchez Coello y el retrato de Corte de Felipe II (pp. 113-127). Madrid:
Museo del Prado.
Boucher, F. (1965). Historia del vestido de Occidente desde la Antigüedad
hasta nuestros días. Barcelona: S. A.
Calvi, M. (1576). Del tractado de la hermosura y del amor. Milán: Paulo
Gotardo Poncio.
Carranza, A. (1636). Discurso contra los malos trajes y adornos lascivos.
Madrid: Imprenta de María Quiñones.
Castiglione, B. (1873). El Cortesano, Traducción de Juan Boscán. Estudio
preliminar de M. Menéndez y Pelayo. Madrid: Libros de Antaño.
Castro, T. (2001). El tratado sobre el vestir, calzar y comer del arzobispo
Hernando de Talavera, Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Hª, Medieval,
14, 11-92.
Cataldi Gallo, M. (2004). La moda española y la Génova del siglo XVII en
Piero Boccardo en Colomer J.L; Fabio, C. (dirs.) España y Génova: obras,
artistas y coleccionistas, (pp. 149-156). Madrid: Fundación Carolina,
Fernando de Villaverde Ediciones.
Covarrubias, S. (1611). Tesoro de la lengua castellana o española, (edición
de 1995).Madrid: Castalia.
Gracián, A. (1962). Documentos para la historia
del Monasterio de San
Lorenzo el Real de el Escorial. Madrid: Real Monasterio.
Gracián, D. (1574). Los officios de Sant Ambrosio: que son reglas de las
obras de virtud. Salamanca: Juan de Juntas.
Granada, L. (1568). Guía de Peccadores: en la qual se trata copiosamente
de las grandes riquezas. Salamanca: casa de Andrea de Portonariis.
Guzmán, D. (1599). Tratado de la excelencia del sacrificio de la ley
evangélica. Burgos: Felipe de Junta y Juan Bautista Varesio.
Guzmán, F. (1565). Decreto de Sabios. Alcalá de Henares: Casa de Andrés
de Ángulo.
Kamen, H. (1998). Cambio cultural en la sociedad del Siglo de Oro:
Cataluña y Castilla. Siglos XVI-XVII. Madrid: Siglo XXI de España editores.
Laver, J. (2006). Breve historia del traje y la moda. Madrid: Cátedra.
López de Ayala, I. (1787). El Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento.
Madrid: Imprenta Real.
Márquez, J. (1618). Origen de la Orden de los Frayles Ermitanos de la orden
de San Agustín, Y su verdadera institución antes del Gran Concilio
Lateranense. Salamanca: Imprenta de Antonia Ramírez viuda.
Pastoureau, M. (2006) Una historia simbólica de la Edad Media Occidental.
Buenos Aires: Katz.
Real Academia Española. (1726) Diccionario de Autoridades, (edición de
1990) Madrid: Edición Facsímile.
Roquero, A. (2006). Tintes y tintóreos de América: catálogos de materias
primas y catálogo de materias primas y registro etnográfico de México.
Centro América: Andes Centrales y Selva Amazónica.
Ruíz Ibáñez, J. J. (2007). Los siglos XVI y XVII. Política y sociedad. Madrid:
Síntesis.
San Miguel y Valledor, E. (1844). Historia de Felipe II, rey de España.
Madrid: Ignacio Boix.
Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y
Carlos V, Felipe II. (1999). Un monarca y su época. Un príncipe del
Renacimiento. Madrid: Patrimonio Nacional.
Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y
Carlos V, Felipe II.(1998). Un monarca y su época. La monarquía hispánica.
Las tierras y los hombres del rey Felipe II. Madrid: Patrimonio Nacional.
Tejeda, M. (2007). Glosario de términos de la indumentaria regia y
cortesana en España. Siglos XVII y XVIII. Málaga: Universidad de Málaga.
Tomas, R. (1635). Nueva premática de reformación contra los abusos de los
afeytes calzado guedejas guardainfantes lenguaje critico, moños trajes: y
exceso en el uso del tabaco. Zaragoza: Diego Dormer.
DOCUMENTOS
Archivo General de Palacio (AGP)
Sección Administrativa, Legajo 5214, Expediente 2. 1585.
Sección Administrativa, Legajo 5231.
Sección Administrativa, Legajo 904.
i
Este trabajo se ha realizado dentro del proyecto de investigación Imagen y Apariencia
(08723/PHCS/08), financiado por el Programa de Generación de Conocimiento Científico de Excelencia
de la Fundación Séneca-Agencia de Ciencia y Tecnología de la Región de Murcia en el marco del II
PCTRM 2009-11.
ii
A medida, que las ideas de Lutero sobre una Reforma de la Iglesia Católica fueron
extendiéndose a lo largo del siglo XVI, en el norte de Alemania, los Países Bajos y Hungría, la Monarquía
hispánica, inició una lucha continuada para defender su hegemonía en Europa. Bajo el propósito de
evitar la desmembración ideológica y política de su imperio, los monarcas españoles trataron de
salvaguardar sus dominios de la amenaza de aquellas empresas que escondían tras la causa religiosa,
sus deseos de impedir la soberanía de España.
iii
Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Felipe II
iv
Con Guillermo de Orange, como su principal líder y soberano desde 1581 estos estados se
(1999).
independizaron sumiendo a España en una grave crisis económica, política y religiosa.
v
El levantamiento de los moriscos obligados a convertirse al cristianismo, contribuyó a la
afirmación de la doctrina católica, propiciando una serie de cambios que afectaron a los modos y modas
de la monarquía española.
vi
Bernis Madrazo, C. (19962) señala que prendas flamencas, alemanas y borgoñonas
sustituyeron al atavío de época de los Reyes Católicos, caracterizado por una clara influencia musulmana,
notoriamente rechazada tras el avance de los turcos por el mediterráneo
vii
Bernis Madrazo, C. (1990). Según esta historiadora, <<el vestido de los españoles durante el
reinado de Carlos V fue el resultado de dos corrientes distintas: nacionalismo por una parte, afluencia de
modas extranjeras por otra. Desde los últimos tiempos de la Edad Media, el sentimiento nacional se
había fortalecido en todos los países. El Renacimiento exaltó aún más este sentimiento. En el terreno de
la moda ello tuvo por consecuencia que el traje europeo perdiera la universalidad que había tenido en los
siglos medievales. El nacionalismo en el vestir se acusó especialmente a partir del siglo XV.
La
conciencia de que existía una moda nacional era ya clara entre los españoles al comenzar el siglo XVI.
Cuando Carlos de Austria hizo su primera entrada en la península, el año 1517, para los españoles era un
extranjero. Lo era por su educación y por su lengua, pero lo era también por su traje>>.
viii
Cataldi Gallo, M. (2004). Respecto a la indumentaria femenina dice también esta autora que
“se intentó idear un tipo de vestido apto para comunicar con inmediatez los conceptos de seriedad, rigor y
control de las pasiones que caballeros y damas
debían poner en el centro de su existencia”. Ello
explicaría el cambio a un atuendo más sobrio.
ix
Los hombres partícipes de una vida más activa, estaban más predispuestos a seguir ciertos
rasgos de las modas extranjeras. No obstante, los numerosos conflictos bélicos a nivel mundial fueron
atenuando la tendencia a adoptar rasgos de la apariencia de las potencias enemigas.
x
Kamen, K. (1998) Señala que <<Los teóricos de la Contrarreforma consideraban que la mujer
tenía tres funciones principales: sus deberes y obligaciones previas al matrimonio; el lugar de una mujer
madura en el contexto de la familia; y los deberes de una mujer dedicada a la religión. En los tres había
una tácita asunción de que la seguridad de la propiedad y la estabilidad de la posición social eran los
pilares que sustentaban una sociedad que a efectos prácticos era patriarcal en su disciplina>>.
xi
Ibídem, p. 299 En teoría, la Iglesia sólo permitía el sexo dentro del matrimonio. Sin embargo,
era una idea común en toda España, el pensar <<que el sexo entre adultos no casados no era ni
incorrecto ni pecaminoso>>.
xii
Ibídem, pp. 282-303.
xiii
López de Ayala, I. (1787).
xiv
Ibídem, p. 186-187. Así dice el texto: <<por quanto ha llegado a tanto en estos tiempos la
temeridad de algunos, y el menosprecio de la religión, que estimando en poco su propia dignidad, y el
honor del estado clerical, usan aún, públicamente ropas seculares, caminando a un mismo tiempo por
caminos opuestos, poniendo un pie en la iglesia, y otro en el mundo; por tanto todas las personas
eclesiásticas, por esentas que sean, que ó tuvieren órdenes mayores, ó hayan obtenido dignidades,
personados, oficios, o qualesquiera beneficios eclesiásticos, si después de amonestados por su Obispo
respectivo, aunque sea por medio de edicto público, no llevaren hábito clerical, honesto y proporcionado a
su orden y dignidad, conforme a la ordenanza y mandamiento del mismo Obispo; puedan y deban ser
apremiadas a llevarlo, suspendiéndolas de las órdenes, oficio, beneficio, frutos, rentas y provechos de los
mismos beneficios; y además de esto, si una vez corregidas volvieren a delinquir, puedan y deban
apremiarlas aún privándolas también de los tales oficios y beneficios: innovando, y ampliando la
constitución de Clemente V, publicada en el Concilio de Viena, cuyo principio es: Quoniam>>.
xv
Ibídem, pp. 333-334.
xvi
Ibídem, pp. 409-411. Asimismo, los sínodos del Concilio de Trento hicieron especial hincapié
en las relaciones entre clérigos y mujeres que podían llevar a castigarlos con multas e incluso con la
excomunión :<<Prohíbe el Santo Concilio a todos los clérigos, el que se atrevan a mantener en su casa,
o fuera de ella, concubinas, ú otras mugeres de quienes se pueda tener sospecha; ni a tener con ellas
comunicación alguna: a no cumplirlo así (…) queden privados por el mismo hecho de la tercera parte de
los frutos, obvenciones y rentas de todos sus beneficios y pensiones (…) Más si perseverando (…) no
obedecieren (…) también queden suspensos de la administración de los mismos beneficios por todo el
tiempo que juzgare conveniente el Ordinario aún como delegado de la sede Apostólica. Y si suspensos
en estos términos, sin embargo no las despiden, o continúen tratándose con ellas; queden en este caso
perpetuamente privados de todos los beneficios, porciones, oficios y pensiones eclesiásticas, e inhábiles,
e indignos en adelante de todos los honores, dignidades, beneficios y oficios, hasta que siendo patente la
enmienda de su vida, pareciere a sus superiores, con justa causa, que se debe dispensar con ellos. Más
si después de haberlas una vez despedido, se atrevieren a reincidir (…) castíguense, además de las
penas mencionadas, con la de excomunión>>.
xvii
San Miguel y Valledor, E. (1844), p. 306.
xviii
Guzmán, F. (1565).
xix
Granada, L. (1568). pp. 301-303. Gran literato, dominico español, autor de diversas obras de
carácter religioso.
xx
Humanista Vallisoletano discípulo de Luis Vives, que trabajó en la corte de Felipe II.
xxi
Gracián, D. (1574).
xxii
Arias, F. (1599). p. 739. Muchos de los textos que reflejaban los postulados del Concilio de
Trento señalaban la importancia de la oración. Cabe señalar por ello, otros tratados de la misma época,
redactados también por este autor, como Aprovechamiento espiritual: en el qual se contienen los tratados
siguientes: exhortación al aprovechamiento espiritual, desconfiança de sí mismo, un rosario muy deuoto,
imitación de nuestra Señora, de la oración mental, de la mortificación, del buen uso de los Sacramentos,
de la presencia de Dios, Sevilla en casa de Juan de León, 1596; Véase también Diego de Guzmán,
Tratado de la excelencia del sacrificio de la ley evangélica, Burgos, Felipe de Junta y Juan Bautista
Varesio, 1599.
xxiii
Calvi, M. (1576). p. 40. Continúa diciendo: <<y en fin aunque no quiera fino lo que ella
quisiere, y aborrezca lo que ella aborreciere, en quanto todo esto no fuere más que amor, aunque
proceda de la misma affición, no dexa por ello de ser todo acompañado con alguna manera o apariencia
de razón al mismo amor acomodada , guardándole todavía algún decoro en todas las acciones; Y por el
contrario entonces faltará en enfermedad el que ama, quando de aquel decoro saliere, y en él se vieren
las mudanças y desatinos que havemos dicho. Por manera que los que usando Más de las excelencias
del amor cupidineo que es amor, lo transfieren y convierten en sola la concupiscencia libidinosa del otro
que es apetito y no amor, paran en tales, y aún mayores desventuras y prejuicio del sosiego del espíritu
del ánimo>>.
xxiv
Márquez, J. (1618). p. 422.
xxv
AGP, Sección Administrativa, Legajo 5231. Está documentado que Isabel Clara Eugenia y
Catalina Micaela las utilizaron para lograr los cánones de belleza que se impusieron a finales del siglo
XVI. Entre juguetes y muebles de madera aparecen como encargos para el entallador del príncipe y sus
altezas, Melchor Quero de León, quien por orden del mayordomo mayor de la Casa de sus altezas, don
Diego de Mejía, conde de Barajas, las muestra en los listados de las obras que realizó de 1580 a 1583 y
1587, habiendo encontrado en el que tiene por fecha el año de 1583, cuatro tablillas de pecho a ocho
reales cada una.
xxvi
AGP, Sección Administrativa, Legajo 5214, Expediente 2. Año de 1585.
xxvii
Covarrubias, S. (1611). p. 363.
xxviii
AGP, Sección Administrativa, Legajo 904.
xxix
Real Academia Española. (1726).
xxx
Ibídem. El nombre de verdugos fue otorgado también porque estás ramas tan flexibles servían
a su vez a los verdugos para castigar a sus víctimas
xxxi
Bernis Madrazo, C. (1979). El verdugado nació dentro de la corte castellana hacía 1468.
Cuenta el cronista, Alonso de Palencia, que fue Juana de Portugal esposa del rey Enrique IV, apodado el
“El Impotente”, quien, para disimular un embarazo fruto de sus devaneos fuera de su matrimonio, inventó
un traje que llevaba este artilugio. Su uso se extendió por los reinos de Castilla y Aragón. En sus
principios resultó ser una moda muy llamativa, duramente censurada. Fray Hernando de Talavera,
confesor de la reina Isabel la Católica, fue su principal detractor. De sus tratados, dice Bernis, <<se
deduce que los verdugos se llevaban con caderas postizas>>, marcando la diferencia esencial entre la
silueta con verdugos del XV y con verdugos del siglo XVI, ya que eran distintos. En el siglo XVI el
verdugado carecía de estas caderas, quedando el traje femenino más ceñido a la cintura y, su forma,
como un triángulo invertido. Así, mientras que en el siglo XV los verdugos quedaban en un principio
totalmente al descubierto, cosidos a la falda misma del traje; y posteriormente parcialmente vistos,
utilizados en las faldillas interiores con un traje abierto encima, en el siglo XVI, quedaban totalmente
ocultos.
xxxii
Boucher, F. (1965).
xxxiii
Tejeda, t. (2007).
xxxiv
Bernis Madrazo, C. (1990). p. 92.
xxxv
Ibídem.
xxxvi
Laver, J. (2006)
xxxvii
Castro, T. (2001). pp. 11-92. Esta autora recoge el texto de Hernando de Talavera, Tratado
sobre la demasía en el vestir, calzar y comer, Granada, 1496.
xxxviii
Laver, J. (2006). p. 90.
xxxix
Ibídem. Felipe el Bueno fue quien el responsable de que el color negro se instaurase
definitivamente en la corte de Borgoña, como una seña de identidad de sus príncipes. Este rey mantuvo el
luto por la muerte de su padre, Juan sin miedo, asesinado en 1419, estableciendo una costumbre que
España heredó junto a su protocolo.
xl
Roquero, A. (2006). Del palo de Campeche se obtenía un tinte muy codiciado por su colo
negro intenso y lustroso que, además de contribuir al enriquecimiento en matices de la paleta del tintóreo,
según Roquero “contribuyó a otro importante avance tecnológico: la obtención de un negro “ala de
cuervo” por un procedimiento más sencillo que los practicados en el momento, y sin dañar las fibras.
Cuando Felipe II, de cuyos dominios procedía la madera, adopta el negro para el traje de ceremonia
había enviudado dos veces, y también se había erigido en máximo defensor del catolicismo. Su propósito
podía ser pues el de ofrecer una imagen de luto y severidad. La misma intención de austeridad por otra
parte por la que vestían de negro sus contemporáneos protestantes. Sin embargo, los retratos de la
familia del Emperador más bien parecen mostrar que sobre ningún soporte lucen mejor las perlas que
sobre un fondo de tafetán o terciopelo negro”. El palo de Campeche, junto con el escarlata o cochinilla,
fue uno de los tintes más significativos como símbolo igualmente de elegancia y boato
xli
Pastoureau, M. (2006). p. 185. Señala que la ética protestante se apoderó de este color como
símbolo de su moral, también austera y humilde, prolongación de la doctrina iconoclasta. En relación a
ello, dice Pastoureau <<el negro protestante y el negro católico, en efecto, parecen encontrarse>>
xlii
Castiglione, B. (1873). p. 8 Además de ser el color de los grandes cargos eclesiásticos era un
signo de elegancia, poder y distinción dentro de la sociedad civil.
xliii
Bernis Madrazo, C. (1979); Bernis Madrazo, C (1990).
xliv
Ruíz Ibáñez, J. J. (2007). p. 286. Turcos y españoles lograron convivir de manera pacífica
concediéndose en el ámbito económico y comercial mutuamente libertad en el tráfico de recursos. Sin
embargo, España vio mermadas muchas de sus industrias que dependían de la mano de obra morisca
xlv
Ibídem.
xlvi
Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Felipe II.
(1998).
xlvii
Bernis Madrazo, C. (1982).
pp. 201-208. Aunque Felipe III intentó crear un clima de
entendimiento con las demás potencias, firmando la paz con Inglaterra en 1604 y prestándole ayuda a
Francia en la defensa contra los hugonotes
xlvii
, la carga fiscal comenzó a subir cada vez más y con ello los
juros y los asientos provocando una fuerte crisis, especialmente a partir de los años cuarenta, tras los
cuales España vio reducidos sus territorios a la Península Ibérica, Canarias, las Islas Baleares y el sur de
los Países Bajos, retornados a España con la muerte de la infanta Isabel Clara Eugenia el 1 de diciembre
de 1633. Las consecuencias para España fueron nefastas. Francia conquistó parte del Rin, Alsacia,
Rosellón y el Piñérolo en Italia, quedando la monarquía española sin el cruce de comunicaciones más
importantes que poseía. Frente a esta coyuntura la sociedad también salió poco favorecida. Los
impuestos subieron cada vez más y la carga fiscal, tanto para los comerciantes como para los
compradores, aumento notablemente.Según esta historiadora <<Al avanzar el siglo XVII, se fue afirmando
la originalidad y la influencia de la moda francesa, hasta que Francia acabó suplantando a España, en el
terreno de la moda, como la suplantó también en su papel de primera potencia europea>>
xlviii
xlix
Carranza, A. (1636).
Tomas, R. (1635). Esta moda se difundió hasta los años treinta del siglo XVII, cuando hizo su
aparición del guardainfante. Hasta ese momento el verdugado fue la pieza más importante del traje de
etiqueta, que lo engrandeció y le otorgó una profunda significación
Descargar